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La Farmacodinamia comprende el estudio de los mecanismos de acción de las

drogas y de los efectos bioquímicos, fisiológicos o directamente


farmacológicos que desarrollan las drogas.
El mecanismo de acción de las drogas se analiza a nivel molecular y la
farmacodinamia comprende el estudio de como una molécula de una droga o
sus metabolitos interactúan con otras moléculas originando una respuesta
(acción farmacológica).
En farmacodinamia es primordial el concepto de receptor farmacológico,
estructura que ha sido plenamente identificada para numerosas drogas.
Los receptores son estructuras celulares que tienen una finalidad concreta
y que son activados en su actuación por distintas sustancias, tanto
naturales como externas al organismo (fármacos). Por tanto, los
medicamentos o fármacos nunca crean efectos nuevos en el organismo, sino
que se limitan a potenciar o inhibir efectos ya existentes. Dicho de otra manera,
los fármacos no crean efectos, sino que modulan funciones de nuestro cuerpo
a través de la afinidad y de la existencia o no de actividad intrínseca de los
mismos con los receptores.
Sin embargo los receptores no son las únicas estructuras que tienen que ver
con el mecanismo de acción de las drogas. Los fármacos pueden también
actuar por otros mecanismos, por ej. Interacciones con enzimas, o a
través de sus propiedades fisicoquímicas.
En ese sentido, y en relación con los receptores, los fármacos pueden
clasificarse en agonistas, que producen un efecto combinándose y
estimulando al receptor y los antagonistas cuyo efecto farmacológico
bloquea al receptor, y por lo tanto es capaz de reducir o eliminar por
completo el efecto de los agonistas. En todo caso, conviene recordar que
hay varios parámetros que modificarán la acción concreta de un fármaco, como
pueden ser: fisiológicos, patológicos, farmacológicos y ambientales.
En esta práctica podremos observar los dos tipos de interacciones
farmacodinámicas que son:
 Sinergismo: incremento del efecto de uno de los fármacos
cuando se administran conjuntamente.
 Antagonismo: Disminución o anulación de la acción de un fármaco
por efecto de otro fármaco antagonista.
https://www.aemps.gob.es/medicamentosUsoHumano/observatorio/docs/
antiparkinsonianos.pdf
Introducción La enfermedad de Parkinson es una enfermedad neurodegenerativa, de causa
desconocida y curso crónico, progresivo e irreversible, que se caracteriza por temblor, rigidez y
bradicinesia. En España afecta aproximadamente a 2 de cada 1.000 personas, siendo dicha
prevalencia mayor según se incrementa la edad de la población1 . Esto hace que la
enfermedad de Parkinson sea la segunda enfermedad neurogenerativa más prevalente en
nuestro país, tras la enfermedad de Alzheimer. El tratamiento farmacológico de la enfermedad
supone un pilar importante en la mejora sintomática de los pacientes, aunque no logra
detener su progresión. La oferta de medicamentos disponibles para su uso en el tratamiento
de la sintomatología de la enfermedad de Parkinson ha sido variable en los últimos 15 años. En
1992 había 11 principios activos, mientras que en 2006 fueron 15. Ocho de estos principios
activos han mantenido consumos a lo largo del período estudiado (levodopa+carbidopa,
levodopa+benserazida, pergolida, bromocriptina, biperideno, prociclidina, trihexifenidilo y
selegilina). En este sentido hay que apuntar que existe un agonista dopaminérgico no ergótico
(rotigotina, de administración por vía transdérmica) para el que no figuran consumos en los
datos analizados dado que su inclusión en la oferta del Sistema Nacional de Salud fue posterior
a 2006. Los datos se presentan estratificados por subgrupos terapéuticos dentro del grupo
N04, correspondiente a medicamentos antiparkinsonianos. Así, a continuación se describe el
consumo de antiparkinsonianos anticolinérgicos (N04AA), dopaminérgicos (N04BA), agonistas
dopaminérgicos (N04BC), inhibidores de la monoamino-oxidasa B (IMSO-B) (N04BD) y otros
dopaminérgicos (N04BX). Respecto al consumo del grupo de agonistas dopaminérgicos, por
analogía estructural y farmacodinámica se ha añadido el correspondiente al principio activo
lisurida (Dopergin). Aunque pertenece a otro grupo terapéutico (G02CB), entre sus
indicaciones se encuentra el tratamiento de los signos y síntomas de la enfermedad de
Parkinson. Asimismo, dentro de los medicamentos antiparkinsonianos, algunos de ellos poseen
indicaciones adicionales, como bromocriptina (indicado también en supresión de la lactancia,
tratamiento de amenorrea, hiperprolactinemia, prolactinoma y acromegalia) o biperideno,
prociclidina y trihexifenidilo (también indicados en el tratamiento de parkinsonismo
secundario).

https://www.elsevier.es/es-revista-revista-medica-clinica-las-condes-202-
articulo-actualizacion-en-la-enfermedad-de-S0716864016300372
La enfermedad de Parkinson (EP) es un proceso neurodegenerativo
complejo de aparición en la edad adulta y que constituye la segunda
enfermedad neurodegenerativa más frecuente por detrás de la
demencia tipo Alzheimer. Su etiología es desconocida y, en términos
generales, la causa subyacente sería la combinación de factores
ambientales y genéticos. Su base anatomopatológica se caracteriza por
la pérdida progresiva de neuronas dopaminérgicas de la sustancia
negra pars compacta (SNpc) del mesencéfalo, así como la presencia
de inclusiones intracelulares llamadas cuerpos de Lewy, que están
formados por agregados insolubles de proteína alfa-sinucleina
anormalmente plegada. El resultado de dicha neurodegeneración es la
denervación dopaminérgica de las proyecciones de la SNpc hacia el
núcleo estriado, lo que condiciona una alteración en la fisiología
normal de los ganglios basales (GB) que origina las principales
manifestaciones de la enfermedad.

La EP se caracteriza clínicamente por la presencia de la tríada motora


acinesia o lentitud de movimientos, temblor de reposo y rigidez y por
ello ha sido clásicamente considerada y estudiada como un trastorno
motor. Sin embargo, en las últimas décadas, ha aumentado el
reconocimiento de manifestaciones no motoras como la apatía, el
deterioro cognitivo o los síntomas disautonómicos entre otros. Estos
síntomas han recibido especial atención por parte de neurólogos e
investigadores debido a su elevada frecuencia e impacto en la calidad
de vida de los pacientes y familiares, siendo actualmente considerados
parte integral de la enfermedad. El diagnóstico de sospecha es clínico
y actualmente no disponemos de marcadores biológicos específicos.
Exploraciones complementarias como la Resonancia Magnética de
cáneo (RMc) o el DaTSCAN permiten excluir otras causas de
parkinsonismo y aportan apoyo al diagnóstico de EP.

A pesar de que no existe tratamiento curativo, disponemos de un


arsenal terapéutico amplio que permite un buen control sintomático en
cada una de las fases de progresión de la enfermedad.

El objetivo de este artículo es actualizar los aspectos clínico-


diagnósticos y terapéuticos de una enfermedad que condiciona la
calidad de vida de los que la padecen y que constituye un problema
creciente de salud pública debido al envejecimiento de la población.
ETIOLOGIA

La mayoría de los casos de la enfermedad de Parkinson son


esporádicos, siendo el envejecimiento el principal factor de riesgo. Por
otra parte, son conocidas algunas formas de EP causadas por una
mutación genética específica. En el caso de la EP de inicio joven (<40
años) que representan alrededor del 5% de los pacientes con EP  , la
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probabilidad de un origen genético es mayor que en los de inicio más


tardío y principalmente se asocian a una herencia autosómica recesiva.
En los pacientes con EP de inicio anterior a los 45 años, la mutación
más común es la del gen de la parkina, presente en el 50% de los
casos familiares y en el 15% de los esporádicos  . Además, algunos
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factores ambientales como la exposición a pesticidas o traumatismos


cráneo-encefálicos repetidos han sido asociados a un aumento de
riesgo, mientras que otros como el consumo de cafeína, tabaco o
alcohol, o la toma de antiinflamatorios no esteroides podrían ser
factores protectores  .
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El pronóstico es muy variable aunque, en términos generales, la edad


avanzada en el momento del diagnóstico y la presentación como
forma rígido-acinética serían factores predictores de una progresión
más rápida, mientras que la forma de inicio tremórico tiene mejor
pronóstico  . Aunque el arsenal terapéutico disponible ha mejorado
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sustancialmente la comorbilidad de la enfermedad y alargado la


supervivencia de los pacientes con EP, la mortalidad sigue siendo
ligeramente mayor que la de la población general.

file:///C:/Users/USER/Downloads/S35-05%2049_III.pdf
Introducción
En 1817, James Parkinson describió esta entidad, hoy en día considerada la segunda
enfermedad neurodegenerativa más prevalente, después de la enfermedad de Alzheimer
(1). La edad es el factor de riesgo más importante para el desarrollo de la enfermedad de
Parkinson (EP), que representa el parkinsonismo idiopático más frecuente, por lo que,
teniendo en cuenta el envejecimiento progresivo de la población, su prevalencia
continuará aumentando en los próximos años (1, 2, 3, 4). La EP aumenta la mortalidad
de dos a cinco veces y conlleva un deterioro de la calidad de vida de los pacientes que la
padecen, además de suponer un importante coste socioeconómico (4). Se produce como
consecuencia de la pérdida de neuronas dopaminérgicas de la pars compacta de la
sustancia negra (SN), lo que conlleva a un déficit de dopamina (DA) y la consiguiente
aparición de los signos cardinales de la enfermedad; es decir, el temblor de reposo, la
bradicinesia, rigidez e inestabilidad postural. El diagnóstico es eminentemente clínico y
el principal tratamiento son los fármacos dopaminérgicos, la rehabilitación y el
tratamiento quirúrgico.
Epidemiología
La prevalencia de la EP en países industrializados se estima del 0,3% de la población
general y del 3% al 10% de los mayores de 65 y 80 años, respectivamente. La
incidencia anual se estima alrededor de 13 casos/100.000 habitantes. La edad de inicio
de los síntomas suele ser entre los 40 y 70 años. Puede afectar a personas de todos los
orígenes étnicos y los varones son ligeramente más propensos (1,5 veces) (4).
Anatomía patológica
Consiste en la existencia de cambios degenerativos en las neuronas de la pars compacta
de la SN, asociada a una gliosis reactiva moderada y a una disminución de neuronas del
locus ceruleus y del núcleo dorsal del vago, con afectación variable del núcleo basal de
Meynert y de otros núcleos subcorticales. Macroscópicamente se objetiva una
depigmentación de la SN. En esta enfermedad existe una selectividad lesional típica que
la diferencia de otras entidades degenerativas, del envejecimiento y del efecto de los
agentes tóxicos que, en general, lesionan más difusamente la SN (4). El marcador
histopatológico característico son los llamados cuerpos de Lewy (CL), que son
inclusiones intracitoplasmáticas neuronales de causa desconocida de vital importancia
para poder diagnosticar esta enfermedad, aunque no son patognomónicas, ya que
también aparecen en otras patologías como en la enfermedad de Alzheimer, necropsias
de sujetos ancianos sanos, demencia por cuerpos de Lewy, etc. La lesión anatómica de
estructuras extranígricas se relaciona con la sintomatología no motora de esta
enfermedad.
Neuroquímica
La alteración más notable es la marcada depleción de DA en el neoestriado (más de un
80% de su contenido normal) consecuencia directa de la degeneración y pérdida
neuronal en la SN (más del 50%) momento en el cual el síndrome rigidoacinético se
hace manifiesto. Otros sistemas neuronales no dopaminérgicos están también afectados
y, probablemente, sean responsables de los trastornos de la marcha, demencia y otros
síntomas doparresistentes.
Etiología
La EP se considera el producto de la conjunción de múltiples factores que actúan a la
vez, como el envejecimiento, la vulnerabilidad genética y las exposiciones ambientales.
Papel del envejecimiento
Anatomopatológicamente, el envejecimiento se asocia a una disminución de las
neuronas pigmentadas de la SN, un aumento de la detección de CL (hasta en un 16% de
las necropsias de ancianos sanos), una disminución de la captación de F-DOPA (F-
fluoro-L-Dopa) evidenciada en algunos estudios de PET (tomografía con emisión de
protones) y una reducción de los transportadores de DA del estriado objetivada en
estudios con SPECT (Single Photon Emission Computed Tomography). A pesar de lo
anterior y aunque la incidencia de EP aumenta con la edad, se acepta que ésta no
constituye simplemente una aceleración del envejecimiento (5).
Papel de la predisposición genética
La mayoría de los enfermos de EP no tienen antecedentes familiares. Un 15% de los
pacientes con EP tiene un familiar de primer grado afectado. Se han identificado nueve
loci genéticos asociados a un parkinsonismo autonómico dominante o recesivo. En
ciertos casos familiares se han encontrado mutaciones en alguno de los genes que
codifican la α sinucleína (principal componente de los CL), la parkina o la ubiquitina
terminal C hidrolasa terminal L1. Sin embargo, la vulnerabilidad genética desempeña
un papel más importante en la enfermedad de inicio juvenil que en la de inicio tardío
(5).
Papel de los factores ambientales
Cabe destacar el contacto con pesticidas y herbicidas, el entorno rural, el consumo de
agua de pozo y tóxicos como el MPTP (1-methyl-4-phenyl-1,2,3,6- tetrahidropyridina).
No obstante, determinadas exposiciones ambientales pueden reducir el riesgo de EP,
véase el hábito del tabaquismo y el consumo de cafeína procedente del café y de otras
fuentes. No existe una explicación clara para esta relación inversa (5).

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