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¡Disfruta la lectura!
Staff
TRADUCCIÓN
Coco S.
OnlyNess

CORRECCIÓN
Mariangela

REVISIÓN
Claudia

LECTURA FINAL
Dyannn

DISEÑO
Bruja_Luna_
Contenido
Staff .................................. 3 24 ................................. 178
Sinopsis ............................ 5 25 ................................. 191
Prologo .............................. 6 26 ................................. 197
1 ..................................... 13 27 ................................. 204
2 ..................................... 23 28 ................................. 212
3 ..................................... 39 29 ................................. 218
4 ..................................... 44 30 ................................. 222
5 ..................................... 49 31 ................................. 227
6 ..................................... 58 32 ................................. 232
7 ..................................... 63 33 ................................. 239
8 ..................................... 72 34 ................................. 245
9 ..................................... 75 35 ................................. 250
10 ................................... 79 36 ................................. 253
11 ................................... 87 37 ................................. 262
12 ................................... 90 38 ................................. 266
13 ................................... 97 39 ................................. 269
14 ................................. 104 40 ................................. 273
15 ................................. 112 41 ................................. 278
16 ................................. 119 42 ................................. 281
17 ................................. 124 43 ................................. 288
18 ................................. 129 44 ................................. 292
19 ................................. 135 45 ................................. 301
20 ................................. 140 46 ................................. 307
21 ................................. 152 Epílogo .......................... 316
22 ................................. 161 Sobre la autora ............. 323
23 ................................. 172
Sinopsis
Derramé una taza de café sobre el Presidente de Adquisiciones.
Se lo merecía.
No fue la mejor idea, pero tuve un mal día y ahora se está vengando de mí.
Durante nueve semanas voy a ser su asistente, y no hay nada que pueda
hacer al respecto.
Es un castigo.
Cada momento que estamos cerca es una constante batalla de voluntades,
pero me niego a caer.
Si no fuera tan guapo.
Si mis fantasías no invadieran nuestras discusiones.
Todo está fuera de control, incluyendo él inmovilizándome contra la pared.
Ahora quiere algo más de mí.
Una cita.
Sólo hay un problema:
Él no sabe que tengo una hija.
Prologo
Acaricié a la bebé en mis brazos, tratando de tranquilizarla. ¿Tenía
hambre? ¿Tenía el pañal sucio?
El corazón se me aceleró cuando miré su rostro arrugado. ¿En qué
estaba pensando?
El pánico empezó a apoderarse de mí. Sólo habían pasado cuatro
horas desde que los Servicios Sociales me llamaron para decirme que tenía
una sobrina. Luego, me dijeron que tenía que llevarme a la niña, o que iría
a una casa de acogida. ¿Dejar que otra persona se la llevara? La decisión
había sido una reacción visceral: por supuesto que me la llevaría.
Ni siquiera sabía que mi hermana pequeña, Ryn, estaba embarazada,
pero hacía seis meses que no la veía. No desde su última aparición, cuando
estaba drogada y desesperada por dinero.
¿Estaba embarazada entonces? Hice las cuentas y comencé a temblar
mientras la ira me invadía. Durante años, Ryn había elegido las drogas por
encima de todo, y parecía que tener un bebé no había hecho nada para
cambiar eso.
Ella huyó. Dejó el hospital y se fue. Desapareciendo en otro antro de
crack.
—¿Tienes hambre? —Le pregunté a la pequeña bebé en mis brazos.
La niña ni siquiera tenía nombre. Mi hermana ni siquiera pudo hacer eso
por ella.
Una vez más, debido a que mi hermana era adicta a las drogas, me
quedé tratando de recoger los pedazos.
La bebé soltó otro llanto agudo, profundizando las vibraciones en mi
interior. ¿En qué me había metido? No sabía nada de bebés y en una tarde
tenía uno.
Los ojos se me llenaron de lágrimas y exhalé un suspiro inseguro.
Afortunadamente, Servicios Sociales pudo proporcionarme algunos
productos básicos para salir adelante, pero me iba a pasar toda la noche en
Amazon haciendo clic en la sección de bebés.
Sólo era martes. ¿Qué iba a hacer con el trabajo por la mañana? Había
encontrado un trabajo que me encantaba y tenía un jefe estupendo, pero
¿cómo iba a reaccionar cuando de repente tuviera que pedir una
excedencia? ¿Tenía derecho a algún tipo de permiso familiar?
Lo repentino de mi maternidad iba a suponer un gran ajuste, y
necesitaba elaborar una estrategia. Eso tendría que esperar hasta que
hablara con mi jefe.
Si es que para entonces no era un desastre hiperventilado.
El mayor obstáculo sería mi novio, Pete.
En los cuatro años que llevábamos juntos habíamos hablado de
nuestro futuro, de casarnos y de tener hijos, pero en todo ese tiempo él
nunca había hecho nada para conseguirlo.
Cada vez que sacaba el tema, él volvía con alguna excusa. “Todavía
somos jóvenes, Roe. Tenemos tiempo”.
Un zumbido vibrante recorrió mis venas y la preocupación se apoderó
de mí. Comencé a dudar de mí misma, pero otro pequeño gruñido del bulto
en mis brazos tiró de mi corazón y me recordó que, sin importar qué, ella
valía la pena.
La cerradura de la puerta hizo clic y me giré hacia la entrada, con el
estómago hecho un nudo. Pete se detuvo a mitad de camino, con sus ojos
marrones muy abiertos.
—¿Qué demonios es ese llanto? —dijo Pete mientras miraba fijamente
al bebé en mis brazos—. ¿Estás haciendo de niñera?
—Hola, cariño.
Echó un vistazo a la habitación y sus ojos rebotaron hacia las bolsas
tiradas en el suelo.
—Explícate —demandó mientras fruncía el ceño observando el bebé
en mis brazos.
Conocía ese tono. Después de años juntos, había escuchado todas sus
entonaciones, y la dureza y el agudo chasquido de las palabras que salieron
a través de los dientes apretados me decían que esta conversación no iba a
terminar bien.
—Esta es mi sobrina —dije, girando a la bebé para mostrarle su rostro
con la esperanza de que lo amansara.
—¿Ryn ha tenido un bebé? —preguntó, y luego la miró, haciendo una
mueca con su boca.
—Y va a vivir aquí.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—¿Aquí? ¿Con nosotros?
Tragué con fuerza.
—Sí.
Negó con la cabeza.
—No. Llama a Ryn y dile que venga a recoger a su mocosa.
—¡Pete! ¿Qué demonios? —Sabía de dónde venía. Ryn había dejado
problemas en nuestra puerta muchas veces en los últimos años, pero esto
no era lo mismo. Este era un bebé que me necesitaba. Un inocente que
necesitaba ayuda.
—¿Dónde diablos vamos a poner a un bebé? Este apartamento apenas
es lo suficientemente grande para nosotros dos.
Aunque el apartamento de Lenox Hill en el que vivíamos era más
grande que nuestro anterior apartamento, seguía siendo una pequeña
habitación: la vida neoyorquina en su máxima expresión.
—No lo sé, pero podemos arreglarlo.
Sacudió la cabeza.
—No. No, no puede quedarse aquí.
—Ella no tiene otro lugar a donde ir —comenté a través de los dientes
apretados. No había discusión: ella se quedaba.
—Me importa una mierda. No es nuestro problema. Que se ocupe otro.
Levanté la barbilla y negué con la cabeza.
—Ella es familia. No voy a entregársela a unos desconocidos.
Su mirada se entrecerró.
—No se queda.
—Pete, por favor —supliqué en un intento de alejar la conversación de
la explosión en la que estaba a punto de convertirse.
A lo largo de los años sólo habíamos discutido unas pocas veces, pero
mientras íbamos y veníamos ahora, noté que esto era lo más exaltado que
cualquiera de los dos habíamos llegado a estar en meses.
Negó con la cabeza.
—No, Roe.
—¿Ni siquiera podemos hablar de ello? —pregunté.
—¿De qué hay que hablar? No quiero un hijo ahora mismo, ¡y menos
el de tu hermana adicta al crack!
—¿Qué estás diciendo? —Pregunté. La grieta que se estaba formando
en mi corazón conocía la respuesta.
Seguramente el hombre con el que había vivido desde la universidad,
el primer hombre al que había amado no iba a hacerme decidir, hacerme
elegir entre él y una niña completamente indefensa.
—Lo que estoy diciendo es que es esa cosa o yo.
Y ahí estaba el ultimátum. El que sabía que iba a llegar. De alguna
manera todavía me había convencido de que Pete no iba a decepcionarme.
Necesitaba una aclaración.
—¿Me estás pidiendo que abandone a mi sobrina de dos semanas?
Se cruzó de brazos frente a mí y miró con desprecio al bebé.
—Te digo que, si no la devuelves, me voy.
No podía creerlo. Mi estómago dio un vuelco al mirarlo. Le miré de
verdad. Su cabello castaño estaba tan despeinado como siempre, sus ojos
marrones se entrecerraban y las mangas de su camisa de vestir estaban
remangadas, dejando al descubierto una serie de tatuajes. Para mí era alto,
pero por unos cuantos centímetros no llegaba al metro ochenta. Sin
embargo, en esta postura parecía más grande e imponente.
La confianza no era algo natural para mí. Tenía razones, formadas por
mis experiencias vitales, y a menudo retenía una parte de mí. Tenía un pie
fuera de la puerta en todo momento. Y, sin embargo, después de años con
Pete, le había dado en silencio el beneficio de la duda. Creía que nuestra
relación era sólida en formas que antes no había creído.
Una gran parte de mí, en el fondo, sabía desde el momento en el que
la trabajadora social me explicó mis opciones que, de alguna manera, esta
situación exacta se avecinaba. La respuesta de Pete endureció aún más mi
corazón.
Internamente, casi podía sentir que nuestra conexión se rompía y la
del bebé en mis brazos se hacía más fuerte. No iba a dejarla ir. Ni por él ni
por nadie.
—No puedes hablar en serio —dije.
—Hablo muy en serio, Roe. No quiero el problema de tu hermana. Ya
nos ha causado suficientes problemas a lo largo de los años, ¿o es que no
recuerdas haberle dado nuestro puto dinero del alquiler para la
rehabilitación, sólo para que se fuera tres días después? —Se inclinó, con
los ojos entrecerrados—. Además, no vale la pena todo esto.
Ahí estaba, la verdadera razón por la que no estaba de acuerdo en
ayudarme a cuidar a la hija de mi hermana. Las palabras fueron un golpe
en el estómago, luego, un profundo rasguño en mi pecho mientras ardía en
mi corazón.
Mis hombros cayeron y, sin saberlo, me acurruqué más alrededor de
la inocente niña que tenía en brazos.
—Perdona, ¿qué? ¿No vale la pena? —pregunté, hirviendo. Siempre
fui la noviecita buena. Apoyaba todo lo que él quería hacer. Eso se debía en
parte a mi deseo de ser deseada y también a que normalmente era una
persona bastante fácil de llevar.
La mayor parte del tiempo.
Pero él me había presionado más allá de la tolerancia.
Todo mi cuerpo se estremeció, pero cuando hablé, lo hice con una
feroz calma.
—Entonces, si te dijera que estoy embarazada, ¿qué pasaría? ¿Me
dirías que me deshiciera de él?
—Eso es diferente, y tú lo sabes, joder —gruñó.
—Entonces, si la ¿llevo de vuelta, ¿podría dejar de tomar
anticonceptivos y podríamos tener un bebé? —pregunté, obligándolo a
responder con sinceridad.
Se quedó inmóvil, con la mandíbula desencajada.
—No estoy preparado para eso.
—Y yo no estoy preparada para esto —siseé—. Pero ¿adivina qué? La
vida no siempre te prepara para las cosas.
—Te amo, nena, pero esto… —hizo un gesto con la mano hacia el bebé
que tenía en los brazos— no va a suceder. No conmigo. No me voy a quedar.
Una risa ronca me abandonó.
—Maldito bastardo egoísta. ¿Me amas? —Me burlé y puse los ojos en
blanco. Por fin estábamos en la cúspide de lo que había estado construyendo
bajo la superficie durante mucho tiempo—. Estoy segura de que ni siquiera
la has mantenido en tus pantalones los últimos cuatro meses.
Hacía más tiempo que no teníamos sexo, lo que me hizo preguntarme:
si no lo conseguía conmigo, ¿de quién lo conseguía? Por la marca rosa en
su cuello, era su compañera de trabajo, Jennifer. Los había visto coquetear
en la fiesta de fin de año de su trabajo el año anterior. Él lo negó entonces,
pero las cosas se enfriaron definitivamente entre nosotros después de eso.
—¿Soy egoísta? Ni siquiera me has hablado de esto. Y no sabes de lo
que estás hablando en lo que respecta a mi puta polla.
—¿Eso habría cambiado algo? —Repliqué, con los dientes apretados.
—Habría seguido siendo un puto no.
De nuevo, ahí estaba. La verdad. Nos habíamos vuelto demasiado
cómodos, y nuestra relación estaba estancada. Ya no crecía ni evolucionaba.
Todavía era difícil de procesar que había llegado a esto. Que él quisiera
tirar nuestra relación por la borda por culpa de un bebé. Aunque sabía que
no era cierto. Habíamos llegado a esto, pero él era demasiado cobarde para
romper. El bebé era una excusa que estaba aprovechando al máximo.
—Entonces creo que es hora de que te vayas —siseé con los dientes
apretados.
—Estás cometiendo un error, eligiendo eso antes que a mí —se mofó.
Se me escapó otra carcajada.
—Creo que mi error fue pensar que teníamos un futuro.
Se quedó allí echando humo antes de darse la vuelta y entrar en el
dormitorio. Después de preparar rápidamente una maleta, ¿fue al baño y
luego volvió a la habitación y agarró su portátil. No me moví de donde estaba
mientras mi relación se desmoronaba bajo mis pies.
—Volveré por el resto —dijo mientras se dirigía a la puerta y se
colocaba el abrigo. Se giró y me miró fijamente—. Última oportunidad.
Mis ojos se fijaron en los suyos.
—Vete.
Se dio la vuelta y salió, cerrando la puerta tras de sí. En cuanto se
fue, solté un sollozo mientras el silencio me impregnaba
La niña empezó a llorar conmigo, la acerqué y presioné mis labios
contra su frente.
—Está bien —le susurré a la pequeña bebé en mis brazos mientras
las lágrimas resbalaban por mis mejillas—. No lo necesitamos. Estaremos
bien.
La decisión de Pete me dolió. Mucho. Independientemente de que la
ocultara, habíamos pasado muchos años juntos. Su respuesta a la preciosa
recién nacida fue la gota que colmó el vaso. Nos obligó a los dos a ver nuestra
relación en lo que se había convertido.
Debería haber sabido que no podía confiar en él. Mirando hacia atrás,
sabía que me había defraudado de muchas maneras, desde no recogerme
después de que me sacaran las muelas del juicio, hasta pequeñas cosas
como usar todas las toallas y no lavarlas.
Nada de eso importaba ahora.
Aun así, lloré la pérdida.
Iba a ser duro, pero una vez que la tuve en mis brazos, supe que nunca
la dejaría ir.
1
Roe

10 meses después…

—¡Mierrrrda! —me quejé mientras miraba mi reloj, otra vez tarde.


Todavía estaba limpiando la fórmula de mi camisa cuando entré en el
ascensor. ¿Por qué decidí vestirme de blanco hoy? Después de sólo tres o
cuatro horas de sueño inconsistente, tenía suerte de estar de pie.
Gracias, máquina de café expreso.
Kinsey me había mantenido despierta la mitad de la noche; más
dentición, pero espero que sea la última por un tiempo.
Cuando asumí la tutela de mi sobrina, era hundirme o nadar. Este
era un día de hundimiento y, para colmo, era lunes.
Solo podría mejorar, ¿verdad?
Oh, las mentiras que me dije a mí misma. Incluso cuando lo pensaba,
me reía.
Eran quince minutos después de las ocho cuando salí volando del
ascensor hacia mi escritorio. Eché un vistazo al despacho de Matt mientras
pasaba, pero no estaba allí.
Mierda.
En el momento en que llegué a mi cubículo, mi bolsa cayó al suelo y
ya estaba encendiendo mi ordenador.
—Otra vez tarde, ya veo —dijo Matt detrás de mí.
Di un salto y maldije mientras me giraba para mirar a mi jefe.
—Lo siento.
Él hizo un gesto restándole importancia.
—Ya conoces el procedimiento.
Asentí y le sonreí.
—¡Almuerzo corto para mí hoy!
Tenía un acuerdo debido a mi situación: siempre que cumpliera con
mis horas diarias, estaba bien. Sin embargo, eso a menudo me llevaba a
trabajar durante mis descansos para comer.
—¿Tal vez podría utilizarte más tarde para recoger el almuerzo por
mí?
Asentí y dejé escapar un suspiro de alivio. Tal vez el día no sería tan
malo después de todo.
Recoger el almuerzo de Matt no era un castigo como muchos en la
oficina pensaban que era. No estaba reducida a ser una asistente en
funciones ni nada por el estilo. De hecho, mi jefe era una de las pocas
personas que sabía por qué solía llegar tarde, aunque la mayoría de las veces
fueran sólo unos minutos.
Al recoger su almuerzo, se aseguraba de que yo también comiera, pero
comprado en el horario de la empresa, sin utilizar mi limitadísimo descanso
para comer. Era una pausa en la que estaba obligada a trabajar de todos
modos.
—Gracias.
Golpeó con su mano la parte superior de la pared de mi cubículo.
—No te olvides de entregar hoy ese nuevo discurso de lanzamiento en
las redes sociales.
—Lo tendrás esta tarde.
Durante dos años había trabajado en Donovan Trading and
Investment en el departamento de marketing. Era una gran empresa, y
realmente me encantaba mi trabajo. Ayudaba el hecho de que el dueño era
un amigo. Había conocido a James Donovan y a su mujer, Lizzie, unos años
antes en la sala de urgencias: yo con mi hermana y ellos con su hija, Bailey.
Habíamos entablado una conversación que se convirtió en una gran
amistad, una de las pocas que han sobrevivido a los últimos diez meses.
Gracias a nuestra amistad me enteré de la vacante en el departamento
de marketing. Aunque era la empresa de mi amiga, la única ayuda que recibí
fue el enlace para enviar mi currículum.
Lizzie fue mi apoyo durante los primeros meses con Kinsey, ya que en
ese momento tenía un bebé de seis meses. No puedo agradecerle lo
suficiente que me ayudara a mantener la cordura.
Mi propuesta estaba completa en un noventa y cinco por ciento, y pasé
las siguientes horas revisándola, afinando mis ideas.
Al mediodía, recibí un mensaje de Matt con su pedido, y guardé mi
trabajo antes de ir a ver a su asistente, January, para que me diera su
tarjeta de crédito.
Cuando entré en el ascensor, me golpeé el dedo contra la pared,
calculando mal la distancia.
—¡Auch! —chillé. Miré a mi dedo medio y la uña agrietada. Mierda.
Agité la mano, esperando que el dolor desapareciera más rápido.
Hacía casi un año que no me hacía la manicura y la echaba mucho
de menos.
Después de dejarle la comida a Matt, volví a mi escritorio con mi
propia comida en la mano.
No perdí tiempo en atiborrarme del sándwich cubano, que olía
delicioso, y estaba a mitad de camino cuando un trozo de mostaza goteó
sobre mi camisa.
—Mierda —siseé. Inmediatamente traté de limpiarlo, lo que sólo hizo
que se manchara más. Solté un gruñido de frustración, tiré las servilletas al
suelo y volví a agarrar el sándwich.
Después de terminar los últimos bocados, me dirigí al baño con la
esperanza de poder quitar la mancha amarilla de mi top blanco. Un poco de
agua fría, toallas de papel y, dos minutos después, seguía allí.
Eché la cabeza hacia atrás.
—Por el amor de Dios. —Una carcajada, mitad llanto, me abandonó y
resoplé antes de volver a intentarlo.
No salía. Yo lo sabía, la mostaza lo sabía, y mi camisa también.
Me rendí y volví a mi escritorio, abrí el cajón inferior para sacar mi
camisa de repuesto, sólo para encontrar el espacio vacío. Dejé escapar un
gemido y golpeé mi cabeza contra el escritorio.
Un desastre similar había ocurrido la semana pasada, y había
utilizado mi reserva y aparentemente había olvidado traer otra.
—Fantástico —siseé justo cuando sonó la aplicación de mi calendario.
—Apareció un recordatorio de evento y miré el reloj. Sólo faltaban
quince minutos para mi reunión de la una con Matt y Donte. Por suerte,
sólo tenía que releer mi discurso de redes sociales.
Limpié mi desorden antes de desconectar mi ordenador, agarrar mi
agua, y dirigirme a la oficina de Matt. Tan pronto como entré, Donte me dio
una sonrisa triste.
—¿Un día duro?
Un gemido fue la respuesta.
—Dime que se pondrá más fácil.
Él me dio una palmadita en el brazo.
—Lo es, y lo será. ¿Le están saliendo los dientes?
Asentí con la cabeza.
—Creo que he dormido dos horas seguidas y unas breves siestas.
Donte era otra de las pocas personas que sabía lo de Kinsey. No es
que la mantuviera en secreto, pero sólo me relacionaba con unas pocas
personas de mi departamento. No sentía la necesidad de gritar que de
repente tenía una bebé.
Donte también tenía dos hijos, así que lo entendía.
—Lo siento —dijo Matt mientras se apresuraba a entrar y se
acomodaba en su escritorio—. ¿Cómo está el día de todos hoy? —Me miró
de arriba abajo y luego negó con la cabeza ante mi nueva mancha.
—Sí, así de bien —expresé con una risa. Porque si no me reía, podría
llorar de cansancio.
—Duerme un poco esta noche —me indicó Matt.
—¿Puedes decirle eso a la niña de diez meses? Porque no parece estar
de acuerdo.
Ambos hombres se rieron.
Matt tamborileó con las manos sobre su escritorio.
—De acuerdo. El jefe quiere que elaboremos algunos materiales para
el anuncio público inicial de la adquisición de Worthington Exchange.
Quiere que sus clientes estén tranquilos y entusiasmados con los cambios.
—¿Gráficos impresos? ¿Publicidad? ¿De qué medios estamos
hablando? —indagué en un intento de comprender el alcance mientras
contenía la excitación que me invadía.
—Todos.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—Es una empresa enorme.
— Es por eso por lo que se lo estoy dando a ustedes dos. Van a
entregar muchos de sus otros compromisos a Liza y Mateo. Este será su
enfoque.
Donte asintió.
—Suena bien.
Matt volvió a tamborilear con las manos sobre su escritorio.
—Muy bien, hagamos esto. Roe me conseguirá la propuesta de medios
sociales y Donte tiene la editorial para…
—Mañana por la tarde —respondió Donte.
—Excelente. Vayan —dijo Matt, echándonos de la habitación.
—Deberíamos conseguir algo de tiempo en una de las salas de
conferencias esta semana —comentó Donte en cuanto salimos por la puerta
y nos dirigimos a nuestros escritorios.
Asentí con la cabeza.
—Sin duda. —Siempre parecían llenarse rápidamente, y
necesitaríamos unas cuantas horas al día para hablar sin molestar a la
gente que trabajaba a nuestro alrededor.
—Ahora tengo que terminar este lanzamiento en las redes sociales y
averiguar qué información tengo que enviar con estos otros proyectos.
—¿Quieres que revise tu discurso de lanzamiento por ti?
—¿Te importaría? Te lo agradecería mucho. —Volví a conectar mi
ordenador a la estación de acoplamiento y lo encendí—. He pasado las dos
últimas semanas con esto y realmente me vendrían bien otro par de ojos.
—No hay problema. Esto es sólo para los anuncios, ¿verdad?
Asentí.
—Facebook. Twitter. Instagram. —Mis ojos se entrecerraron en la
pantalla. Algo no estaba bien. Había ampliado la fuente superior al principio
del día y era más pequeña. Me desplacé hacia abajo y otras cosas que había
cambiado también habían desaparecido.
Una sensación de pánico me recorrió y mi estómago se contrajo.
—No. No, no, no. —Mis ojos se agrandaron mientras el aire
abandonaba mis pulmones. Guardé los cambios antes de irme. Sabía que lo
había hecho, pero ahora había vuelto al punto de inicio en el que estaba
esta mañana—. ¡Guardé los cambios antes de comer, pero todas esas
modificaciones han desaparecido!
—Cálmate —dijo Donte por encima de mi hombro—. Lo
encontraremos.
—Lloraré en serio si no está —expresé, al borde de las lágrimas
mientras me sentaba para dejar que él se acercara. Ni siquiera podía pensar
con claridad, y agradecía que Donte estuviera aquí con la mente despejada.
Se inclinó sobre mí, concentrado en una lista de archivos. Pasaron
unos minutos antes de que hiciera clic en uno.
—Creo que lo he encontrado —comentó.
El archivo se abrió, y di un gran suspiro cuando vi una actualización
más reciente. Mientras me desplazaba, me di cuenta de que no estaba al
punto que estaba cuando me fui a comer, pero estaba más cerca.
—Casi, pero mucho mejor que la otra.
—Es un archivo grande. Puede que lo hayas cerrado antes de que
terminara de guardarse.
Eso tenía sentido. Estaba apurada por salir a buscar el almuerzo.
—La culpa es mía, entonces. —Lo miré y le dediqué una sonrisa
tensa—. Muchas gracias.
—¿Está muy lejos de donde estabas? —preguntó, examinando el
archivo junto conmigo.
Negué con la cabeza.
—No, pero sigue doliendo, dado el día que he tenido, y esto me retrasa
más.
—Todo irá bien —dijo mientras se enderezaba—. Respira hondo unas
cuantas veces, toma un café y ponte los auriculares para silenciarlo todo.
—Me parece una gran idea.
Me sonrió.
—Ya era hora de reconocerlo.
Dejé escapar una risa y puse los ojos en blanco.
—Muy bien, tienes locas habilidades.
—A eso me refiero.
—Gracias de nuevo, Donte. Muchas gracias
Él sonríe mientras dice.
—Yo te cubro.
Después de que se alejara, eché un vistazo más exhaustivo a la
propuesta. Afortunadamente, no perdí mucho. El único respiro de mi día.
Hice algunas modificaciones, mirando la pantalla hasta que un
bostezo rodó a través de mí.
Hora del café.
Cuando llego a la sala de descanso, suelto un quejido al ver la cafetera
vacía sobre el quemador. ¿Por qué la persona que se llevó la última taza no
preparó una nueva? Todos éramos adictos al café; no se iba a desperdiciar.
Mientras preparo una nueva, otro bostezo me recorre. Recé para que
el sueño invadiera mi noche.
Me incliné sobre el mostrador de la sala de descanso, observando
cómo se llenaba lentamente la cafetera. El olor de la infusión fresca me
levantó el ánimo, y me ayudó saber que pronto tendría una deliciosa taza
en la mano que me ayudaría a pasar las próximas horas.
—¿Estás bien, Roe? —preguntó January.
Exhalé un suspiro y me giré hacia ella.
—Es el peor caso de los lunes. Por favor, dime que mejorará. Miente si
es necesario.
—Oh, cariño. —Su mirada se desplazó por mi camisa—. Mejorará.
Quédate aquí. Vuelvo enseguida.
Antes de que pudiera preguntarle o decirle que se reuniera
conmigo en mi escritorio, se había ido.
Mis ojos se cerraron por un segundo, pesados cuando la somnolencia
de la tarde golpeó y combinó con mi estado ya cansado. Después de diez
meses cuidando a mi sobrina, uno pensaría que la falta de sueño perpetua
se había convertido en un arte, pero, por desgracia, no era así. No era posible
acostumbrarse a funcionar con unas pocas horas de sueño ininterrumpido.
Una rápida inhalación y algunos parpadeos me hicieron despertar, al menos
por un momento.
Mientras me despabilo, el goteo del café disminuyó y me serví una
taza. El aroma era divino y saqué un recipiente de la nevera. Me encantaba
mezclar un poco de mocca frío ya preparado para que se enfriara más rápido
y estuviera aún más rico. Tomé un sorbo de mi café, y solté un gemido.
Perfecto.
En mi estado de inconsciencia, no me di cuenta de que había alguien
detrás de mí. Cuando me giré, mi codo chocó con su brazo extendido. El
empujón hizo que una ola de café cayera sobre el borde de la taza. El líquido
caliente y oscuro salpicó mi mano y la ropa que cubría a la persona que
estaba detrás de mí.
Mis ojos estaban muy abiertos mientras mi cuerpo se inclinaba hacia
atrás para evitar que más líquido cayera sobre mí, mi mano ardía por el
calor. Por suerte, el mocca lo había enfriado un poco.
—Oh, joder. Lo siento mucho. —El día de mierda que estaba teniendo
por el momento más brillante acababa de empeorar.
—¡Maldita imbécil incompetente! —escupió mientras agarraba unas
toallas de papel.
Me quedé boquiabierta.
—Lo siento mucho —me disculpé de nuevo, mi cerebro quedó
atascado en el modo de asumir la culpa a pesar de que sus palabras me
irritaban. También podría atribuirse en parte al calor que se elevaba sobre
mí.
El hombre frente a mí con un látigo como lengua era igual de
fustigador con su apariencia. Lo había visto antes. ¿Quién no se habría
fijado en esa línea de afeitado en su mandíbula, los impresionantes ojos
azules, el cabello oscuro o su cuerpo perfecto con un traje que debía estar
hecho a medida?
Puede que haya protagonizado alguna que otra fantasía mía, pero era
de esperar con un hombre como él.
Mi mirada se fijó en el destello de sus gemelos negros, que brillaban
con cada movimiento de su mano. Me parecieron extraños y fuera de lugar
por la poca personalidad que había construido en mi cabeza.
—Sentirlo no arregla esto —me gruñó.
Estaba enfadado y, por alguna razón, eso me hizo gracia. Por supuesto
que el Señor Demasiado-Sexy-Para-Su-Traje tenía una mala actitud. Fue un
accidente. Si él hubiera hecho algo tan simple como alertarme de su
presencia detrás de mí, no habría ocurrido.
Más allá de su aspecto, sabía quién era sólo de nombre, pero nuestro
encuentro me demostró que era más que suficiente.
—Fue un accidente. Si alguien tiene la culpa, eres tú por acercarte
sigilosamente a mí.
Me miró fijamente, observando mi camisa manchada, y resopló.
—Eres una incompetente —gruñó mientras pasaba una toalla de
papel húmeda por su camisa.
¿Incompetente?
La palabra se repetía en mi mente mientras lo miraba fijamente.
El día había sido largo, los retos duros, tenía cicatrices de batalla en
forma de manchas en mi camisa para demostrarlo.
La vena en mi frente palpitaba, y la ira se cocía a fuego lento bajo mi
frustración del día desbordada.
Había tenido un día de mierda, y él era la guinda del pastel. Una
guinda que no quería. Ya tenía fórmula, mostaza y café.
Que se joda.
Entrecerré los ojos hacia él antes de extender el brazo y volcar la taza,
salpicando y creando otra mancha oscura en el carísimo traje a medida que
tan bien llenaba.
—Ups. —Sonreí, observando cómo el marrón empapaba el blanco de
su camisa de vestir antes de dirigirme a la puerta, donde estaba January,
con un quitamanchas en la mano, boquiabierta al ver lo que acababa de
ocurrir.
—Gracias —dije mientras le arrebataba el quitamanchas, ignorando
la mirada mortal que quemaba la parte posterior de mi cabeza.
Bueno, mi día no mejoró, pero seguro que me sentía mejor después
de eso.
2
Roe

Sus palabras se repitieron en mi mente mucho después de que saliera


del trabajo. Aunque la noche transcurrió sin novedad, no pude superar los
sentimientos que me inspiró. ¿Era yo realmente inadecuada, o sólo era un
imbécil?
Parecía que Kinsey estaba tan cansada como yo. Después de la cena,
se durmió y yo también.
Por la mañana, me sentía renovada y estaba decidida a tener un día
mejor que el anterior. Pude presentar mi discurso de lanzamiento en las
redes sociales, e iba a comenzar el día armando proyectos antes de reunirme
con Donte por la tarde.
Era un nuevo día y estaba emocionada por mi nueva misión.
Cuando llegué a mi mesa, era obvio que algo iba mal: mi ordenador
había desaparecido. Todo lo demás estaba donde lo dejé, pero en lugar del
ordenador de la empresa había una simple tarjeta de visita en blanco de
Donovan Trading and Investment. En lugar de los datos de un empleado,
había una escritura nítida en mayúsculas que decía: ERES MÍA.
Me quedé mirando las palabras, tratando de entender su significado.
Lo primero que tenía que hacer era averiguar a dónde había ido a
parar mi ordenador. A menudo me lo llevaba a casa, pero ayer sabía que era
imposible que pudiera trabajar después del día de mierda que había tenido.
Di un golpe en la puerta abierta de mi jefe, eso llamó su atención y
levantó la vista.
—Buenos días —dijo mientras me hacía señas para que entrara—.
Gran trabajo con ese lanzamiento.
Su cumplido no sirvió para calmar mis nervios, que estaban
extrañamente al límite.
—¿Dónde está mi ordenador?
Se quedó inmóvil y se aclaró la garganta.
—Ah, sobre eso. Te han reasignado.
Me quedé congelada.
—¿Reasignada? ¿Qué significa eso? —Pregunté.
Levantó las manos.
—Es sólo temporal.
—¿Por qué?
Dejó escapar un suspiro y froto la parte posterior de su cuello. Me
agradaba Matt, era un buen hombre para trabajar, pero algo no encajaba.
—Porque ayer tuviste un mal día y enfadaste a un ejecutivo, y toda la
oficina se enteró. Ya sabes cómo son los cotilleos.
La ira latente se convirtió en una piedra en la boca del estómago, que
crecía y se hacía más grande con cada segundo que pasaba. El imbécil era
un ejecutivo. Con un traje caro y un ceño fruncido sexy.
Sabía que mi comportamiento era incorrecto, pero el hombre no tenía
por qué responder como lo hizo. Los accidentes ocurren, y él había tocado
el nervio correcto en el día equivocado. No me arrepiento ni nada, pero sabía
que lo que estaba pasando era un castigo.
—¿Cómo es posible? Estoy en Marketing.
—Es el presidente de Adquisiciones. La adquisición de Worthington
tiene prioridad. Necesita ayuda, y ha decidido que tú eres quien debe ocupar
ese puesto
—¿Qué pasa con mi proyecto Worthington?
—Donte se convertirá en el líder, y tú lo ayudarás. He resuelto que
podrás seguir trabajando un poco en él mientras ayudas a Carthwright.
Un poco.
La ira me recorrió. Había trabajado mucho para llegar a donde estaba.
El prestigio de un proyecto así ayudaría mucho a mi carrera, pero ahora el
crédito que esperaba recibir podría no llegar, lo que afectaría mis
evaluaciones y aumentos durante años.
Todo por un par de gotas de café.
Y luego esa ira se incrementó mucho más cuando esa bonita boca
suya comenzó a insultarme.
—Te está esperando.
Negué con la cabeza.
—No voy a ser el topo de un imbécil como castigo por un accidente.
Me miró fijamente, con la ceja levantada, y puse los ojos en blanco
como respuesta.
—Por favor, Roe. Te prometo que es temporal. Todo volverá a la
normalidad en poco tiempo.
—No —pronuncié mientras negaba con la cabeza.
—Sólo hay otra opción en el asunto, y sé que con tu situación no
quieres tomarla.
Él dio en el clavo. De ninguna manera iba a ser capaz de renunciar
sin más. Cuidar de Kinsey había agotado muchos de mis ahorros en el
último año. Aunque recibía ayuda del estado y ella estaba en Medicaid, sin
Pete pagando la mitad del alquiler, el importe total recaía sobre mí.
Eso, y que los bebés eran caros.
Y también lo era la ropa de bebé bonita.
—No puedo creer que esto esté pasando.
—Estarás de regreso en poco tiempo y podrás volver a trabajar con
Donte.
—Esto no es justo.
—Tú, más que muchos, sabes que la vida rara vez es justa.
Asentí. Había hecho mi cama y me acostaría en ella, aunque de mala
gana.
Volví a mi escritorio y agarré mi bolso. Si necesitaba algo más, siempre
podría volver, pero por ahora, iba a reunirme con el imbécil que estaba
arruinando mi vida.
Exhalé un suspiro para tranquilizarme.
Tú misma te pusiste en esta situación, me recordé. Sólo yo tenía la
culpa de mis actos, pero aún no podía creer que él lo hubiera llevado tan
lejos.
Podía sentir la tensión en los músculos de mi rostro por el ceño de
disgusto que llevaba. Nunca me había aventurado hacia este lado del
edificio. No había necesidad, lo que probablemente explicaba por qué nunca
lo había visto más que de vez en cuando. Por otra parte, Donovan Trading
and Investment ocupaba tres plantas, y yo sólo había visto dos porque
siempre estaba en mi escritorio.
El ordenador estaba sobre la mesa de su despacho. Junto a él había
dos monitores, uno conectado al escritorio para su asistente, deduje. Tal vez
tendría más tiempo del que pensaba si él tenía la previsión de instalar una
segunda estación de trabajo.
Por otra parte, Matt dijo que había conseguido que Carthwright me
permitiera trabajar también en mi trabajo habitual. Sería lento, pero al
menos durante parte del día podría olvidarme de dónde estaba.
—Entra —exigió una voz profunda y suave desde la puerta detrás de
mí.
Respire profundo antes de girarme y entrar, abriendo y cerrando los
puños con cada paso. Pasos que vacilaron cuando mis ojos se encontraron
con los suyos.
Sabía que era apuesto, pero al verlo de cerca, al echarle un vistazo por
primera vez de cerca, me quedé de piedra. Superó la versión de fantasía que
yo había construido. No recordaba que fuera tan atractivo. La mirada que
me lanzaba no hacía más que intensificar sus preciosos ojos y los ángulos
de su rostro. Llevaba el cabello oscuro muy corto en los lados y más largo
en la parte superior, perfectamente peinado hacia atrás.
—Señorita Pierce —dijo Carthwright cuando me detuve a unos metros
del borde de su escritorio.
—Soy Roe —expresé mientras cruzaba los brazos delante de mí, con
la cadera inclinada hacia un lado mientras cambiaba mi peso de un pie a
otro, un movimiento que no pasó desapercibido para él.
Su mirada se fijó en la mía.
—Soy muy consciente. ¿Sabe quién soy?
—El trajeado con el que me topé por accidente y al que
desgraciadamente le salpicó un poco de café.
—¿Algo más?
—Carthwright. —El Imbécil. Me reí internamente.
Se inclinó hacia atrás mientras sus ojos seguían estudiándome.
—Soy el presidente de Adquisiciones. ¿Sabes lo que eso significa?
Suspiré y volví a desplazar mi peso, ladeando la otra cadera. Hablarme
como si fuera una estúpida era lo que más me molestaba.
—Está trabajando en la adquisición de Worthington.
—Ese era un traje caro.
—¿Era? —Arqueé una ceja—. ¿Lo ensucié y tuviste que sacarlo de su
miseria?
Esos malditos ojos me fulminaron de nuevo, pero capté el movimiento
de sus labios. Sus labios llenos y besables.
¡Contrólate, Roe!
—Combativa. Sí, puedo trabajar con eso.
¿Combativa?
No estaba segura de cuál era su juego, pero nunca había tenido a
alguien que pudiera afectarme con tanta facilidad o tan rápido. Sabía que
no debía aceptar a las personas por su valor nominal. También sabía que
no podía confiar en ellos a menos que supiera hasta donde pudiera
lanzarlos. ¿Y Thane Carthwright? Bueno, creo que no podría siquiera
levantar a ese hombre a un centímetro del suelo.
Él fácilmente tenía treinta centímetros más que mi metro cincuenta
de estatura.
—¿Por qué estoy aquí? —cuestioné en un intento de alejar mis
pensamientos del hombre con aspecto de dios que tenía delante.
¿Por qué tenía que ser él?
Ignoró mi pregunta y continuó.
—Ahora eres mía. Trabajas para mí y te voy a mantener aquí hasta
que esté satisfecho —dijo con una sonrisa, su voz era suave y segura.
Sus palabras, combinadas con la forma en que me miraba, activaron
un interruptor que no había encendido en mucho tiempo, y el calor se
apoderó de mi rostro.
El cosquilleo no hizo más que aumentar bajo su mirada. El traje azul
marino que llevaba no hacía más que resaltar sus ojos, sobre todo con los
gemelos azul brillante añadidos.
El día anterior tenía el rostro bien afeitado, pero hoy tenía una ligera
capa de barba. No hacía nada para restarle importancia a lo apuesto que
era, y yo realmente necesitaba algo para restarle importancia.
¿Qué demonios?
—Ahora soy tu jefe. Me escucharás y harás lo que te diga. —Sus ojos
no se apartaron de los míos y tragué con fuerza—. Tu futuro está en mis
manos.
Mi mandíbula se tensó, estaba enojada porque él había tomado la
delantera. Su actitud me irritaba, y sabía que iba a tener que dejar a la
simpática Roe en la puerta para poder lidiar con el imbécil que tenía frente
a mí.
—¿Dónde está tu asistente? —cuestioné en un intento de recuperar
algo del terreno que había perdido. Él no iba a pasarme por encima.
Su boca hizo una mueca.
—Mi asistente decidió que un bebé era más importante que su trabajo,
y está fuera.
Agradecí a los cielos ese chorro de agua fría, porque con una sola frase
me curé milagrosamente de lo que fuera que me atenazaba.
—¿Está enojado porque ella está de baja por maternidad? —pedí que
me aclarara.
—Por nueve semanas más —refunfuñó.
Tenía problemas con mi paciencia y mi lengua.
—La mujer tiene que curarse y vincularse con su nuevo bebé —dije,
sin poder contener toda la rabia en mi tono.
Otra cosa que no pasó desapercibida para el hombre, y su ceño se
frunció ante mí. Me llamó combativa, y yo iba a demostrarle lo combativa
que podía ser.
—Podría haber regresado a las tres semanas y no estarías delante de
mí.
Mis ojos se abrieron de par en par cuando sus palabras dieron en el
clavo. Sólo había tenido tres semanas con Kinsey cuando la acogí por
primera vez, y sabía que no era tiempo suficiente.
—Vaya, y no estaba segura de que pudieras desagradarme más.
—No me importa si te agrado o no: eres mía hasta que ella vuelva, así
que ve a hacer tu trabajo.
—¿Y qué es eso, exactamente?
—Lo primero es dejar de mirarme mal.
Solté una risa ronca.
—Eso va a ser difícil.
Sus ojos se entrecerraron, pero por lo demás me ignoró.
—Tu trabajo es hacer que el mío funcione sin problemas. Y
comenzarás contestando el teléfono al segundo timbre y rellenando mi café
cuando mi taza esté vacía. En tu mesa hay una carpeta con toda la
información que necesitas. Como ya estás familiarizada con la empresa y los
programas, no hay curva de aprendizaje. Hazlo bien.
Ayer me había llamado incompetente, y hoy demostraba que el tiempo
no había mejorado su percepción de mí. Sabía que no importaba si habían
pasado veinticuatro horas, días o meses, no cambiaría. Thane Carthwright
era un completo imbécil.
Un imbécil que creía que yo era una inepta y no estaba cualificada
para ningún trabajo.
La decisión que debía tomar ahora era si iba a seguir alimentando esa
creencia, o si iba a darle un maldito golpe en el trasero.
Tal vez pudiera lograr ambas cosas.
—Sí, señor —dije y me di la vuelta para irme.
—Ah, por cierto, tendrá que usar una chaqueta.
Me detuve y volví a girarme.
—¿Por qué?
—Porque el puesto lo requiere.
— ¿Eso significa que, si no lo hago, me despedirá de este puesto y
volveré a mi verdadero trabajo?
Su mandíbula se tensó y sus labios formaron una delgada línea.
—No.
—¿Va a comprarme esas chaquetas? —le pregunté.
—No.
Le sonreí.
—Entonces no, no me voy a poner ninguna. —Volví a girarme y
continué mi camino hacia la puerta.
Suspiré mientras lanzaba una mirada de disgusto al escritorio, luego
me senté y abrí la carpeta.
Sin duda, estaba en el infierno.
No tardó en sonar su teléfono, pero no le presté mucha atención.
Seguía leyendo la aburridísima carpeta. Que el señalo tantas veces, no era
de extrañar que los temporales no funcionaran. Me costaba descifrarlo, y
eso que llevaba años trabajando en la empresa.
—¡Contesta el teléfono! —gritó Carthwright.
Resoplé con fastidio antes de descolgar el auricular.
—Oficina de Carthwright.
—Oh, hola, ¿está Crystal? —preguntó una voz femenina. Sonaba un
poco mayor, así que tuve la sensación de que no se trataba de ninguna
fulana. Probablemente tenía una docena de esas entre bastidores.
—Ella está fuera por un tiempo. ¿Puedo ayudarle?
—Lo siento, sí, estoy llamando a Thane.
—Espere, por favor.
—¿Quién es? —preguntó Carthwright por detrás de mí, haciéndome
saltar.
Lo fulminé con la mirada.
—Una mujer.
—¿Una mujer? —Su mandíbula se tensó—. Primero, tienes que
responder el teléfono al segundo timbre. Segundo, dices “Oficina de Thane
Carthwright, en qué puedo ayudarle”. Tercero, averiguas quién está al
teléfono antes de pasarme la llamada.
Le di la sonrisa más falsa que pude conseguir.
—Sí, señor. —Luego puse los ojos en blanco.
Nos miramos durante más de un minuto antes de que refunfuñara
algo y se marchara.
Mi indulto a su actitud no duró más que unas cuantas páginas de la
carpeta cuando se desquitó.
Copias, café, archivar, arreglar su agenda, conseguir su almuerzo. Era
media tarde cuando tuve dos segundos para entrar en mi ordenador portátil
y comprobar el correo electrónico de la empresa.
El primero era un correo electrónico que me hizo hervir la sangre.
Para: Pierce, Roe
De: Carthwright, Thane
Asunto: Deberes

Señorita Pierce,
Tal vez mis instrucciones no fueron claras, así que he perdido mi
valioso tiempo y se las he explicado. Por favor, demuéstreme que es más
competente para seguir instrucciones que para interactuar con sus
superiores.
1- Organice mi horario. Esto significa que tiene que haber descansos
para almorzar al mediodía y espacio para respirar entre las reuniones. Mi día
tiene que fluir con facilidad.
2- Café. Todo el día mi taza necesita estar llena.
3- Contestar el teléfono en el segundo timbre y, para recordarlo, decir
“Oficina de Thane Carthwright, ¿en qué puedo ayudarle?”. Luego, asegúrese
de saber quién está en la línea y avíseme para que pueda aceptar o rechazar
la llamada.
4- Traer mi almuerzo. Te enviaré por correo electrónico mi pedido para
que lo hagas y luego lo recojas. Espero tener mi comida a mediodía todos los
días.
5- Todas y cada una de las funciones misceláneas que requiera: copias,
archivo, etc.
Si algo de esto no está claro o si tiene alguna pregunta, acuda a mí.

Thane Carthwright
Presidente de Adquisiciones
Donovan Trading and Investment.

Superior, mi trasero. Quizá fuera mi supervisor temporal, pero no era


mi superior.
La ira se apoderó de mí y, antes de darme cuenta, había roto
accidentalmente una hoja de la carpeta en pedazos. Mierda.
Sabía que debería haber prestado más atención en la sala de
descanso, pero él también debería haberlo hecho. Me había disculpado y
todavía me castigaba por ello.
El asunto del siguiente correo electrónico de la lista me hizo sonreír.
Para: Pierce, Roe
De: Arnold, Donte
Asunto: En los brazos de Hades

Perséfone,
rezaré por ti.
Todavía aquí, esperando el regreso de la primavera. Esperando el fin de
tu encierro.
Mantente fuerte.

Donte Arnold
Asociado de Marketing
Donovan Trading and Investment.

No pude evitar reír, algo que necesitaba desesperadamente.


Inmediatamente respondí, agradecida por el momento que no estaba lleno
de animosidad y molestia.
Para: Arnold, Donte
De: Pierce, Roe
Asunto: La oscuridad envuelve.

Donte,
La negrura que me retiene no tiene fin. La libertad de la fría mirada de
Hades no puede llegar lo suficientemente pronto.

P.D. Es guapo. Tal vez podamos ponerlo en alguno de los materiales


promocionales o en el comercial.
P.D. Gracias, necesitaba esa frivolidad.
Roe Pierce
Asociada de Marketing
Donovan Trading and Investment.

Solo pasó un momento antes de que otro correo electrónico apareciera


en mi pantalla.

Para: Pierce, Roe


De: Arnold, Donte
Asunto: Re: La oscuridad envuelve

Yo te cubro.

Donte Arnold
Asociado de Marketing

Donovan Trading and Investment.

—¿Algo divertido? —pronunció una voz detrás de mí.


Tuve que morderme la lengua para no decir “tu rostro”, porque eso
era indigno, infantil y completamente falso. Me quemaba por lo falso que
era.
¿Mi reacción ante su rostro? ¿Ese cosquilleo entre mis muslos cada
vez que me fruncía el ceño? Deseaba que eso fuera divertido en lugar de
increíblemente caliente y frustrante.
—¿Qué necesitas? —pregunté, sin poder ocultar mi fastidio ni el
estúpido cosquilleo que me provocaba.
Su mirada bajó lentamente por mi cuerpo y luego volvió a subir.
Estaba recostada en la silla, con una pierna cruzada sobre la otra.
Por su mirada, esperaba algo más que el desinterés estático cuando
nuestros ojos se encontraron. Supongo que no le gustó lo que vio. Ah, bueno.
—Te he enviado un contrato por correo electrónico. Necesito que se
hagan quince copias, cotejadas y grapadas.
—Por supuesto —dije con una mueca.
No tomaba mucho tiempo, sobre todo cuando se sabía cómo
funcionaba la gran máquina y se conocía el camino hacia ella. La bestia lo
hacía todo, y lo único que tenía que hacer era enviar el archivo y seleccionar
cómo lo quería imprimir.
¿Crystal lo sabía? ¿O lo usaba como un amortiguador de su arrogante
trasero?
Por otra parte, existía el viejo dicho de que nunca hay que decirles
cuánto se tarda realmente, porque querrán que se haga en la mitad de
tiempo.
Tal vez no era tan antiguo, pero lo había escuchado de mis amigos
que eran asistentes.
Si es que aún puedo llamarlos amigos. Creo que fui la única que se
separó del grupo cuando Pete y yo nos separamos.
Pude repasar mi correo electrónico y leer más de la carpeta de la
perdición antes de que pasara media hora y me acercara a la sala de
fotocopias que albergaba a la bestia.
—Hola, Sam —dije al entrar.
Sam era el hombre al que se recurría para cualquier necesidad de
impresión. Era un chico joven, de unos veinte años, tímido, pero parecía
amar lo que hacía. Había algunos chicos a los que había atrapado en la
oficina burlándose de su autismo, y me puse en plan mamá osa con ellos.
Sam era dulce y era muy bueno en su trabajo. A algunos imbéciles les
gustaba menospreciar a la gente para hacer que sus frágiles egos se
sintieran mejor.
—Oh, hola, Roe —respondió mientras se ponía de pie. Se acercó
a una pila de papeles, con el ceño fruncido—. ¿Qué haces en la oficina de
Thane Carthwright?
Solté un suspiro.
—Cumpliendo condena.
Se giró hacia mí, con las facciones retorcidas por la preocupación.
—¿Qué?
Sacudí la cabeza.
—Su asistente está fuera y necesitaba a alguien que pertenezca a la
empresa. Fui la afortunada elegida.
Sonrió y asintió.
—Eres la mejor elección. —Me tendió la pila, sin captar mi sarcasmo—
. Todo listo.
—Muchas gracias —dije con una sonrisa—. Que tengas un buen día.
Me saludó mientras salía.
—Adiós, Roe.
Eché una mirada a mi antiguo escritorio y solté un gemido de
añoranza, saludando a algunos de mis compañeros de cubículo mientras
volvía al despacho de Carthwright.
Ya no estaba al teléfono cuando volví y me dirigí directamente a él.
—Sus copias —dije, colocándolas sobre su escritorio.
Apenas me dedicó una mirada.
—Necesito que las destroces. Hubo un error. Tendrás que rehacerlo
con el archivo actualizado que te envié. Luego tienes que ir a recoger mi ropa
de la tintorería de abajo.
¿Tintorería? ¿Hablaba en serio?
Exhalé una bocanada de aire antes de decir algo realmente malo para
mi carrera.
—Necesito preguntarle algo.
—¿Qué? —Ni siquiera se molestó en mirarme, lo que me irritó aún
más.
—¿Todo este asunto es porque te he derramado el café encima? —
pregunté.
Se inclinó hacia atrás en su silla y finalmente me miró.
—Si hubiera sido solo por eso, no me habría molestado. No soy un
monstruo, pero consigo lo que quiero.
—¿Y qué es lo que quieres? —cuestioné mientras colocaba mis manos
sobre la parte superior de su escritorio.
Su mirada bajó por mi cuerpo y luego volvió a subir. Fue un
movimiento sutil, pero lo noté, y por desgracia también lo hizo cada
centímetro de mi piel.
—Que aprendas a respetar a tus superiores.
—Oh, tengo respeto, pero poco por ti.
Su mirada se endureció.
—Ni siquiera me conoces.
—Me has demostrado bastante bien la clase de hombre que eres.
Tomé la pila de papeles, ahora inútiles, que había sobre su mesa y los
lancé al aire. Llovieron a nuestro alrededor mientras continuábamos
mirándonos fijamente. Volví a apoyar las manos en su escritorio,
inclinándome hacia él. Él se puso de pie y se inclinó hacia mí también,
imitando mi postura, nuestros rostros terminaron a sólo unos centímetros
de distancia.
—Veo que esto va a ser divertido —dijo, y una de las comisuras de su
boca se levantó en forma de sonrisa.
—¡Ja! Y yo que pensaba que era inteligente.
Capté un delicioso aroma cuando respiré. No habíamos estado tan
cerca desde que le derramé el café encima. Especia, con una pizca de pomelo
y almizcle. Respiré más profundamente, casi gimiendo por lo bueno que era.
Palabra, el hombre olía divino. No podía imaginar lo dañino que sería estar
más cerca.
Mi triunfo y mi euforia se vieron empañados por el calor que se
extendía por mi cuerpo. Un pequeño movimiento de sus labios y supe que
me había atrapado.
Se enderezó, y de nuevo fui consciente de cómo se alzaba sobre mí.
Apuesto a que podría levantarme fácilmente y…
No.
Tuve que silenciar esa línea de pensamiento. Llevaba todo el día
metiéndose en mis pensamientos, y su colonia sólo lo empeoraba. Lo hacía
más tentador.
Sin embargo, estaba muy excitada, hacía más de un año que nadie
me había tocado. Un polvo de odio sonaba como una muy buena idea.
Sacar toda mi rabia y frustración contenidas, liberarme de tener que
pensar, y simplemente sentir. Perder el control durante una hora y volver a
ser Roe.
Contra la pared. Una mano asfixiándome ligeramente, la otra
apretando mi trasero mientras sus caderas me embestían.
—¿Me estás escuchando?
¿Eh? Parpadeé y volví a centrarme en él.
Joder. Me había perdido por completo en una fantasía con el arrogante
diablo y lo había ignorado.
—¿Debería hacerlo? —cuestioné, tratando de cubrir mi error.
—¿Te has quedado en blanco? —preguntó.
—Sí. —No tenía sentido mentir. Estaba segura de que era obvio que
mi mente había divagado.
Su ceño se frunció y ladeó la cabeza.
—¿Estás drogada?
Sacudí la cabeza. Sólo estoy drogada por tu belleza.
Detente, Roe. Detente antes de que hagas o digas algo de lo que te
arrepientas.
—Sólo estoy trabajando en una fantasía.
—¿Una fantasía? —Eso lo animó, y una sonrisa diabólica apareció en
su rostro—. ¿Quieres compartirla con la clase?
—Tiene que ver contigo y con un rollo de cinta adhesiva en esa boca
tuya.
—¿Estoy desnudo?
—Suena bien.
Un gemido de satisfacción resonó desde lo más profundo de su pecho.
—Entonces la pregunta más importante en esta fantasía tuya: ¿estás
desnuda?
El calor inundó mi rostro y parpadeé. Aparté la vista, incapaz de
soportar su mirada escrutadora.
—Interesante.
Con esa sola palabra, mi mandíbula se tensó y lo fulminé con la
mirada.
—Vete a la mierda. No quiero nada de ti. A saber, qué enfermedades
tienes.
Mi comportamiento era un poco infantil, pero él me puso nerviosa y
perdí la capacidad de pensar, me desagradan las bromas sin tacto.
—Ninguna. El mes pasado estaba limpio. ¿Puedes decir lo mismo? —
preguntó, sonriendo.
El calor volvió a invadir mi rostro y probablemente estaba del mismo
tono que el tomate de la ensalada que había almorzado. Aquella fantasía
estaba intentando volver a mostrar su yo feo, asqueroso... pervertido,
caliente y mojador de bragas al pensar en él desnudo dentro de mí.
¿De dónde diablos había salido eso? Solo había tenido relaciones
sexuales con condones, pero había algo en saber que él estaba limpio y que
yo tomaba anticonceptivos que desencadenó algo dentro de mí.
—No necesitas saber nada sobre mi salud o mi actividad sexual, pero
no te preocupes por tu linda cabecita, lo único que dio positivo fue el odio
ardiente hacia ti.
La única reacción que recibí a mi comentario fue su lengua mojando
sus labios. Él sabía que me había afectado de una manera que yo no había
querido ni esperado.
—¿Estabas pensando en estar desnuda conmigo? ¿Pensando en mi
polla?
—Culo arrogante —refunfuñé antes de darme la vuelta y alejarme.
—Señorita Pierce, ¿no se olvida de algo? —Su tono era ligero, pero aún
mantenía ese toque de autoridad y de imbecilidad.
—Recójalo usted mismo.
No había manera de que pudiera seguir estando tan cerca de él.
3
Thane

Eso sí que fue un combate divertido, pensé mientras veía cómo se


balanceaba su trasero con cada paso.
Un gemido me abandonó mientras me sentaba, la cabeza de mi dura
polla rozaba la tela de mis pantalones. Nuestro encuentro tuvo un efecto
diferente al del día anterior.
Entonces ella me hizo hervir la sangre, pero no entendí lo que eso
significaba hasta ahora.
Señorita Pierce.
Roe.
—Esta situación es tu maldita culpa —dije, tratando de calmarme
antes de hacer algo imprudente.
Ella era hermosa y llena de fuego. Pequeña, pero luchadora, con unos
labios perfectamente carnosos y besables, no pude evitar imaginarlos
envueltos en mi polla, con su pequeña mano incapaz de rodear
completamente mi eje, obligándola a usar ambas manos.
Unos expresivos ojos de color avellana me cautivaron. Estaba
completamente embelesado por ella y excitado como no lo había estado en
años.
Por suerte, parecía que no era el único que luchaba. La forma en que
su rostro se sonrojó y apartó la mirada me dijo que se sentía igual de atraída
por mí.
La determinación se instaló en mi interior. Estaba empeñado en ver
hasta dónde podía llevarla, hasta qué punto podía excitarla. ¿Se pondría tan
nerviosa que daría el primer paso?
Sacudí la cabeza para intentar despejarla. Mi cabeza sureña estaba
tratando de tomar el control, y necesitaba enderezarme y concentrarme en
mi trabajo. No sabía nada de Roe Pierce, y ella no sabía nada de mí, pero
aun así, me encontré con que mi mente divagaba a lo largo del día. Estaba
terminando de forma muy diferente a como empezó.
A diferencia del trabajador temporal que huyó de mi presencia justo
después del almuerzo del viernes, Roe se defendió. Me estaba comportando
como un imbécil y lo sabía, lo asumía, y ella sólo echaba más leña al fuego.
El día anterior, cuando me derramó el café encima, había intentado
toda la noche quitarme de la cabeza esa expresión suya. Parecía tan tímida
cuando se disculpó, y eso, por alguna razón, me hizo enojar. No tanto por la
mancha o el calor del líquido, sino por la rutina de idiota torpe.
Pero esa mirada. Esa ira latente después de que la insultara había
encendido algo en mí. Me despertó y despejó una neblina que cubría mi
mente.
Y entonces ella fue por el segundo asalto.
Ahora, cada segundo que ella estaba cerca quería quitarle la ropa y
llenarla con mi polla. Hacer que esa boca inteligente gimiera. Follar hasta
quitar esta frustración dentro de ella.
Y luego hacerlo de nuevo.
Ella me intrigaba, y sabía que estábamos dando un gran espectáculo
para los cubículos que estaban cerca.
La obligué a buscar copias, café, mi almuerzo, a responder a mis
llamadas… sólo para ver sus caderas o sentir esa mirada, mientras me
miraba fijamente. Lo que más me confundía y asombraba era la eficiencia
con la que realizaba cada tarea. Un puesto del que no sabía nada y, sin
embargo, se lo tomaba con calma, a pesar de su enfado.
Excepto por el teléfono, que parecía disfrutar de su uso para
fastidiarme.
No recordaba la última vez que me había sentido más vivo. No
hablábamos como si ella fuera una empleada y yo un ejecutivo. No, nuestras
conversaciones estaban llenas de ira y tensión sexual. Definitivamente no
eran apropiadas para el lugar de trabajo, pero me importaba una mierda
que ninguno de los dos estuviera siendo profesional.
Había algo en ella, una excitación que me invadía. No fue hasta hoy
que me di cuenta de lo displicente que se había vuelto mi vida.
Disfrutaba de mi trabajo, prosperaba con él. Nada me estimulaba
tanto como atacar hasta conseguir lo que quería. Pero Roe era una persona,
no una empresa. Una mujer muy hermosa, y muy sexy, que tuvo mi interés
desde el segundo en que nuestras miradas se cruzaron.
Mis sentidos estaban tan pendientes de ella que me costaba
concentrarme en algo. O, mejor dicho, mi polla estaba muy atenta. Tardé en
tranquilizarme, y cuando por fin volví a concentrarme, sonó el teléfono.
Luego volvió a sonar. Esperé a que contestara, pero sonó una tercera
vez. Apreté la mandíbula y miré hacia la puerta para encontrarla sentada
en su escritorio. Sonó una cuarta vez y la llamé. Se giró hacia mí y enarcó
una ceja.
—Responde el teléfono —gruñí cuando sonó por quinta vez.
Siguió mirándome y sonó una sexta vez antes de que descolgara
lentamente el auricular cuando empezó a sonar una séptima vez.
—Despacho de Thane Carthwrigh —dijo con poca entonación.
Flexioné los dedos y la frustración me recorrió.
Su actitud necesitaba un serio ajuste. Sabía que lo hacía sólo para
molestarme. Al parecer aprendía rápido y se había dado cuenta de una de
mis manías desde el principio.
Colgó el auricular y esperé. Pasó un minuto, y mi ira aumentaba con
cada segundo.
Voy a darle un par de nalgadas.
—¿Quién era? —grité, con irritación en el tono.
—No era nadie.
Por el amor de Dios, realmente sentía que la vena de mi frente
palpitaba.
—¡Porque lo dejaste sonar muchas veces!
—Uy.
Descarada.
Ella iba a poner a prueba mi paciencia. También iba a poner a prueba
mi fuerza de voluntad para no follarla y descargar cada gramo de mi
creciente frustración y agitación en su cuerpo increíblemente sexy.
Eso era lo único en lo que podía pensar.
A las cuatro y media, ella había terminado. Lo cual fue
sorprendentemente más largo de lo que había previsto.
Esa noche acaricié mi polla, fantaseando con ella, viniéndome más de
una vez.
Nuestro primer día juntos fue una explosión espectacular, y me
desperté excitado por el segundo día. Ansiaba ver cómo se defendía, cómo
me ponía a prueba y lo sexy que era haciendo cualquier cosa.
Ninguno de los dos se comportaba como deberían hacerlo dos adultos
civilizados en el lugar de trabajo, y no podía importarme menos porque hacía
años que no me emocionaba tanto ir a trabajar. Tener esos ojos marrones
claros con motas verdes mirándome fijamente, o que su rápido ingenio me
golpeara, o pararme a su lado y contemplar lo pequeña que era y fantasear
con lo fácil que sería levantarla y toda la diversión que eso supondría.
Sólo había pasado un día con ella en el puesto de mi asistente, y ya
había pasado más tiempo imaginando las numerosas posiciones en las que
me la iba a follar. La política de la empresa dictaba que no debía haber
confraternización entre un empleado y su superior, pero técnicamente ella
no trabajaba para mí.
Era un puesto temporal. Sólo la tomaba prestada por un corto periodo
de tiempo mientras mantenía su puesto en el departamento de marketing.
Un simple tecnicismo, pero que tenía la intención de aprovechar.
Un día con su presencia y supe, que no había forma de trabajar con
ella durante las siguientes nueve semanas sin hacerla mía.
Cada célula de mi cuerpo vibraba cuando ella estaba cerca. La
anticipación de su fuerza de voluntad me estimulaba. No podía recordar la
última vez que estuve tan excitado por ver a alguien.
Sólo eso hizo que mi polla se pusiera dura, pero ni de lejos tan dura
como cuando nos pusimos a hablar. Su desafío debería haberme enfadado,
pero en su lugar era una llama de deseo que me lamía.
Esa no era mi intención cuando la traje. La ira me había alimentado
cuando tomé esa decisión, y el deseo me impulsaba ahora. No tenía ni idea
de en qué me estaba metiendo, y después de nuestro primer día de encierro
tenía una idea más clara, pero con su belleza y su cerebro sabía que era sólo
la punta del iceberg.
Roe Pierce era un petardo en un paquete diminuto que me volvía loco.
El color avellana de sus ojos me atraía, su piel impecable y bronceada, su
rostro redondo, sus labios con arco de cupido. No había nada en ella que no
me atrajera.
Diablos, era como si hubiera salido de una de mis fantasías. Una que
estaba desesperado por hacer realidad. Al menos así podría librarme de mi
estúpida obsesión por su cuerpo.
Mientras me ponía la corbata, me di cuenta de que mi nivel de energía
aumentaba, que los minutos antes de volver a verla se acababan.
4
Roe

—Vamos, Kinsey —me quejé mientras sostenía la cucharada de yogurt


frente a sus labios. Habíamos estado en un punto muerto durante cinco
minutos y ya llevaba cinco minutos de retraso.
Su rostro se arrugó y se dio la vuelta, con el ceño fruncido mientras
empujaba la cuchara.
Suspiré y lamí el yogurt de la cuchara antes de dar otro gran bocado
y tirar el recipiente a la basura, luego me giré para derramar algunos
cereales sobre su bandeja.
—¿Ya estás contenta?
Extendió un pequeño y regordete puño y chilló mientras sus
descoordinados dedos agarraban todos los aros que podían.
—Ahora regreso —dije antes de entrar en el baño. De todos modos, no
era que me entendiera, pero era alguien con quien hablar, aunque no me
respondiera.
En el cuarto de baño, me mantuve atenta a los sonidos procedentes
de la otra habitación mientras me ponía un poco de rímel y un delineador
de ojos. Me asomé y la encontré persiguiendo alegremente los aros alrededor
de la bandeja de plástico de su silla, volví a entrar en el cuarto de baño para
recoger mi cabello en un moño suelto.
Últimamente era mi configuración por defecto. Extrañaba los días en
que podía peinarme.
Treinta minutos más tarde, me despedí de ella en su guardería con
un beso y la promesa de verla más tarde. Me saludó con la mano y me dedicó
esa sonrisa dulce y feliz que me encantaba ver todos los días.
Treinta minutos después, salía del ascensor y giraba hacia la derecha.
Luego me daba la vuelta y avanzaba hacia la izquierda.
Toda la calma de mi rutina matutina se desvaneció con ese único giro
de mi pie en la alfombra. Con cada paso, mi enfado por la situación
aumentaba.
Era completamente absurdo. No había manera de que Carthwright
hubiera sido capaz de hacer lo que hizo, y esperaba que, de no ser por la
toma de posesión de Worthington, Matt le hubiera dicho que se largue.
Entonces recordé que estaba hablando de Matt. Un gran tipo, pero los
hombres como Carthwright se devoraban a los hombres como Matt Rolland.
Mi jefe era un gerente fantástico y se llevaba muy bien con todo el
departamento, pero era un tipo de marketing. Carthwright era como James:
un tiburón.
Cuando entré en la zona exterior de su despacho, recibí algunas
miradas de lástima de los cubículos cercanos. La puerta de su despacho
estaba abierta y exhalé una bocanada de aire para tranquilizarme,
invocando toda la energía positiva que podía atraer.
Hoy no lo abofetearía.
Tampoco le daría un puñetazo.
Ni le daría una patada.
Ni lo lamería.
Ni le daría un puñetazo.
¡Roe! me grité a mí misma.
Mis visiones sobre golpearlo se transformaron en otras formas de
expulsar la energía que zumbaba bajo la superficie cada vez que él estaba
cerca de mí. Sabía que tenía defectos, que no era el tipo de mujer que los
hombres buscaban a largo plazo. No esperaba que Thane me tratara de
manera diferente. Siendo realistas, no estaba ni remotamente interesada en
una relación, pero ¿sexo con Thane? Esa idea tenía mérito.
—Ayer te fuiste temprano. No sabía si te vería hoy — dijo detrás de
mí.
Di un pequeño respingo antes de girarme hacia él y poner los ojos en
blanco.
—¿De verdad crees que das tanto miedo como para que lo deje?
Porque créeme, toda esa rutina de engreído e imbécil sólo hace que quiera
devolverte el mordisco.
Su labio se curvó.
—Lo tendré en cuenta. Ahora dime por qué te fuiste temprano.
—Porque me voy a las cuatro y media todos los días.
—A partir de hoy, te quedas hasta las cinco.
—Eso es bueno si lo crees —me burlé—. Pero no cambiará el hecho de
que me iré a las cuatro y media. —Levanté la mano para detener su
refutación—. Está en mi contrato. De ocho a cuatro y media con un
descanso de media hora para comer. Intenta cambiar eso o ir a ver a Matt
sólo resultará en una pérdida de tiempo y energía.
La forma en que sus ojos se entrecerraron hacia mí encendió todos
mis nervios. Me gustaba decirle que no podía hacer algo. Me excitaba ver
cómo reaccionaba.
—¿Qué te hace tan especial? —preguntó. El tic en su mandíbula
confirmó su molestia.
—Eso es entre Recursos Humanos y yo.
Exhaló un suspiro, sabiendo que no había forma de pasar de ahí. Mi
situación se aclaró a través de Matt, y Recursos Humanos estuvo de
acuerdo.
No era la única que tenía que recoger a un niño de la guardería, pero
mi acuerdo tenía algunas restricciones. Debido a mi repentina entrada en
la maternidad, era difícil encontrar una guardería accesible con poca
antelación. Estábamos en las lista de espera de otras, pero en la parte baja
de la lista. Gracias a la zona en la que vivía, competía con personas que me
superaban en ingresos, lo que los impulsaba a los primeros puestos de la
lista.
Stacia dirigía una pequeña guardería, con pocos niños, pero había
restricciones, la principal era que todos los niños debían ser recogidos a más
tardar a las cinco y media. Si bien era bueno que estuviera a pocas cuadras
de casa, eso significaba que estaba a media hora del trabajo. Intenté salir a
mi horario habitual de las cinco y llegar a tiempo, pero después de la primera
semana de llegar tarde, una vez hasta las seis, supe que tenía que modificar
mi horario de trabajo.
Por suerte, trabajaba para una empresa que estaba dispuesta a
facilitarlo. Con suerte, no sería necesario durante mucho más tiempo, pero
mientras tuviera mis cuarenta minutos en la oficina, todo estaba bien. A
menudo pasaba otros diez en casa a lo largo de la semana.
—Te he enviado un archivo. Necesito cincuenta copias, todas
grapadas. Pero antes de que lo hagas, necesito un café. Negro, con un
chorrito de crema. Recuérdalo. Todos los días, cuando llegues, me traerás
uno.
Quise replicar con el hecho de que él era perfectamente capaz de
conseguir su propio maldito café, pero me mordí la lengua. Sólo sería un
comienzo de mierda para el día.
En lugar de eso, cuando entré en la sala de descanso, vi el resto de la
cafetera que había sobrado el día anterior en el quemador de atrás. Vertí un
poco en una taza, la completé con un poco de la recién hecha, introduje un
paquete de crema y la dejé sobre su escritorio con una sonrisa falsa.
—Despacho de Thane Carthwright —dije una hora después en el
estúpido auricular que llevaba.
La mayor parte de mi trabajo transcurría entre el ordenador y mis
compañeros. Nunca quise ser asistente, ni siquiera consideré la posibilidad
de serlo. No estoy hecha para ser servil en ese sentido.
—Roe, ¿qué estás haciendo? —articuló una voz, sacándome de mi
doble tarea de trabajar en la agenda de Carthwright y organizar las
instrucciones de uno de mis proyectos latentes para poder pasarlo.
Miré fijamente al rey de Donovan Trading and Investment, James
Donovan, en persona.
—Me está castigando el diablo.
—¿El diablo? —Sus ojos castaños se abrieron ampliamente y enarcó
su ceja rubia. James Donovan era definitivamente un contendiente con
Carthwright para la persona más sexy de la oficina. Mandíbula fuerte,
mirada calculadora y siempre parecía sacado de un catálogo de moda.
Por desgracia para mí, James perdía puntos porque era un amigo, y
Carthwright ganaba puntos porque era peligrosamente sexy.
Me sorprendió que Carthwright no hubiera aclarado su plan maestro
con James primero. Sólo su sorpresa me llevó a creer que no lo habría
aprobado. Podría trabajar con eso.
—¡Roe! —Carthwright gritó, mi cabeza se sacudió y tensé mi
mandíbula.
Giré mi cabeza hacia la puerta abierta de su oficina.
—¿Qué quieres?
—¿De verdad quieres usar ese tono conmigo? —cuestionó.
—Sí —respondí.
—¿Debo pasarme más tarde? —preguntó James mientras miraba de
mí a la puerta abierta.
Me incliné hacia delante, con los ojos clavados en los suyos.
—Haz que me libere de este infierno, y yo vigilaré a Bailey y a Oliver
todo el fin de semana para que tú y Lizzie puedan tener unas vacaciones
llenas de sexo sin interrupciones.
Pude ver los engranajes funcionando en su cabeza mientras pensaba
en mi oferta. Sabía cómo manipular al hombre.
¿Por qué no se me ocurrió ayer?
5
Thane

James entró por mi puerta después de pasar más tiempo del que me
gustaría hablando con Roe. Probablemente había estado hablando mal de
mí, pero yo llevaba más tiempo trabajando para James que ella.
Cerró la puerta y acortó la distancia entre nosotros.
—Me acaban de hacer una oferta lucrativa, así que dime por qué ella
debería quedarse aquí, esperándote —dijo mientras se sentaba en uno de
los sillones frente a mi escritorio.
¿Lucrativa? ¿Qué demonios quiso decir con eso?
Sinceramente, me sorprendió que pareciera importarle.
—Porque la agencia de trabajo temporal envía asistentes de mierda, y
todavía faltan dos meses para que Crystal vuelva.
Sus ojos oscuros se entrecerraron sobre mí, lo cual era algo a lo que
no estaba acostumbrado.
—Roe trabaja en Marketing, y su talento está mejor enfocado allí.
—Ella me hizo enojar.
James me examinó.
—Es obvio que hizo más que eso.
¿Era tan obvio?
—Me recuerda a un lindo gatito que sisea. Tan pequeña, pero tan
feroz.
Él suelta una risa gutural y mira hacia la puerta.
—Yo no dejaría que escuchara eso. La has sacado de quicio.
—Al menos no soy el único —refunfuñé y me removí en la silla.
Las cejas de James se elevaron.
—Oh, ahora lo veo —pronunció con una sonrisa de complicidad.
—¿Ves qué?
Sacudió la cabeza.
—No te metas con Roe. Si estás interesado en ella, hay mejores
caminos con menos marcas de garras.
Tenía razón sobre las marcas de garras, pero estaba disfrutando de
sus golpes.
—Ha pasado un tiempo desde que tuve un buen adversario.
—No creo que ella vea esto como diversión y juego como tú. —Hizo
crujir sus nudillos, un mal hábito de hace tiempo.
—Sabes que me gustan los retos.
Negó con la cabeza.
—Desafío o no, Roe no es un juego. Y no tiene tiempo ni paciencia
para ellos.
Fue mi turno de examinarlo.
—Parece que sabes mucho sobre ella.
—Porque es mi amiga —respondió.
Mierda.
—¿Tu amiga? ¿Cómo?
—Hace unos tres años, cuando Bailey apenas tenía un año le dio una
fiebre muy alta y la llevamos a urgencias. Estando allí, Lizzie empezó a
enloquecer, y de repente Roe estaba a su lado, calmándola. Ya conoces a
Lizzie. Roe fue su nueva mejor amiga después de eso.
Por supuesto. La esposa de James era una mariposa social, que hacía
amigos dondequiera que fuera. Alguien que la ayudara ganaría esa amistad
en un instante.
—Eso encaja con su personalidad.
—Me sorprende que hayas conseguido que Matt acepte este
intercambio —comentó.
—Le lancé el peso que tengo en la empresa, y lo utilicé.
—Eso es un poco de abuso de poder.
—Es temporal.
—Todavía…
—¿Estás enojado conmigo por eso? —pregunté.
Ladeó la cabeza mientras consideraba mi pregunta.
—No. Pero tengo curiosidad.
—¿Sobre qué?
—De cómo se desarrollará esto. Sólo haz una cosa por mí. —Se levantó
y se ajustó la corbata.
—Cualquier cosa.
—No la hagas enojar demasiado y que renuncie. —Con un gesto, se
fue y me quedé pensando en sus palabras de despedida.
Su renuncia era algo que definitivamente no quería.
Aparte de su obstinación y su negativa a contestar el teléfono
correctamente sólo para hacerme enojar, en realidad estaba haciendo un
buen trabajo. El café siempre sabía a mierda, pero en dos días había
limpiado mi agenda, había completado las tareas con eficiencia, y ya tenía
mi vida laboral funcionando mejor que en semanas. ¿Qué podía conseguir
en una semana?
Todo lo que le pedía, sin importar su antipatía por mí, lo completaba
perfectamente.
A decir verdad, era agradable. El personal temporal que mandaron
había estado arruinando las cosas durante semanas, y en unos pocos días
ella había arreglado todo excepto su actitud. Pero eso lo estaba disfrutando.

Cuando llegué a la oficina después del almuerzo, el escritorio frente a


mi puerta estaba vacío. Por un momento me paré junto a ella y me pregunté
si había renunciado cuando pasó junto a mí y puso una bolsa sobre su
escritorio.
—Roe —pronuncié a modo de saludo.
Sus dedos se cerraron en un puño y exhaló un fuerte suspiro antes
de girarse hacia mí.
Mis ojos se abrieron grandes y me quedé inmóvil, sin poder evitar
mirar su pecho.
El día anterior había llevado una blusa de cuello alto, y el cuello V que
llevaba hoy no era en absoluto escotado, de lo contrario me habría dado
cuenta antes. El problema era que ambos estábamos de pie y había
fácilmente unos treinta centímetros o más de diferencia en nuestras alturas.
Al estar tan cerca, tuve que tragar saliva ante la visión de dos montículos
perfectamente rellenos. También era imposible no notar sus duros pezones
presionados contra la tela.
La vista iba a poner a prueba mi fuerza de voluntad.
—¿Hace un poco de frío aquí? —pregunté, arqueando una ceja hacia
ella.
Y ahí estaba: un destello en sus ojos, un color rosado en sus mejillas,
y luego la llama del fuego.
Juego. En marcha.
—Hoy hace bastante frío aquí. Lástima que no haya nada alrededor
para calentarme.
No habían pasado ni cinco minutos del almuerzo y Roe ya tenía un
punto.
El teléfono eligió ese momento para sonar, pero nuestros ojos
permanecieron fijos.
—Dos timbres. A ver si consigues hacerlo bien hoy, cariño.
La emoción rugió en mi interior ante el destello de ira en sus ojos. Sí,
el día iba a ser muy emocionante.
Continuamos con nuestra mirada fija mientras sonaba de nuevo y ella
no se movía. Me acerqué un poco más y me incliné.
—¿Vas a contestar?
—Oh, ¿el teléfono está sonando? —cuestionó con un dulce tono
enfermizo.
—Sí —siseé mientras sonaba por cuarta vez—. Jodidamente, contesta.
Suspiró, puso los ojos en blanco y levantó el auricular.
—Despacho de Thane Carthwright —pronunció.
Entrecerré mi ojos hacia ella, pero no reaccionó.
—Un momento —dijo antes de girarse hacia mí—. Una tal Trisha
Amberley, que parece tener dos neuronas que no se frotan, está al teléfono
para ti.
—Tomaré la llamada en mi despacho —refunfuñé. Tenía demasiada
razón sobre Trisha. Una cita hace más de un año y todavía me llamaba en
raras ocasiones—. ¿Y dónde está tu chaqueta? Podría ayudar a quitar ese
frío.
Ella no perdió el tiempo.
—Sigue colgada en los grandes almacenes porque no la has pagado.
Maldita sea, era buena.
Thane-1
Roe-6
Estaba muy perdido y necesitaba ponerme al día.

El viernes llegó quince minutos tarde y me di cuenta de que no tenía


su número en caso de emergencia. Cuando se instaló, me dirigí a su
escritorio.
—¿Cuál es tu número de teléfono? —pregunté, con mi celular en la
mano, dispuesto a introducirlo en mis contactos.
—Buenos días a ti también. ¿Y para qué crees que lo necesitas?
Hice caso omiso de su amabilidad, ya que de todas formas era una
indirecta.
—En caso de demora, como hoy, o si tienes un problema,
cancelaciones o emergencia. De todos modos, ¿por qué siempre llegas tarde?
Sal antes. Toma un tren más temprano.
Sus ojos se entrecerraron hacia mí.
—Ah, ¿por qué no se me ocurrió eso? —preguntó en tono de burla—.
¡Algo tan sencillo! Si sólo funcionara así.
—¿Por qué tienes tantos problemas para llegar al trabajo a tiempo,
entonces?
—Oh, creo que sabes la respuesta a eso.
Apreté los dientes. Es entre yo y Recursos Humanos, se burló mi mente
imitando su voz.
—Es poco profesional.
—Al igual que robar a una empleada de su trabajo solo para trabajar
haciendo los recados.
—No me di cuenta de que eras…
—Asistente. No recadera. —Puso los ojos en blanco, un rasgo que me
resultaba tan molesto como tentador. Quería ver sus ojos en blanco por una
razón diferente. Rodando hacia atrás mientras sus labios se separaban y
gemían mi nombre de placer.
—De acuerdo, entonces, recadera. Pon tu número de teléfono. Ahora.
La energía entre nosotros crepitó, y ese extraño impulso de empujarla
contra la pared hizo que mis manos se cerraran en puños.
¿Qué me estaba haciendo? No es que no me excite, pero joder,
¿cuándo fue la última vez que me quedé embelesado por una mujer?
Rechinando los dientes, presionó los números. Escribí un mensaje y
lo envié para asegurarme. Cuando su teléfono sonó y lo agarró, mi mensaje
estaba en su pantalla para que ambos lo viéramos.
+17045552956: Añade mi número. Carthwright
Con reticencia, lo añadió a sus contactos junto con mi nombre.
—¿Era tan difícil?
—¿Eso es todo, Señor Carthwright? —preguntó con un tono dulce
como la sacarina.
Cada vez que se enfrentaba a mí, que intentaba estar mano a mano
conmigo, me excitaba más y más.
—Por ahora, señorita Pierce.

No tenía muchos amigos con los que pasar el tiempo. De vez en


cuando me juntaba con James, pero eso había disminuido en los últimos
años, desde que nació Bailey. Antes de eso, solíamos tener una noche de
chicos más o menos una vez al mes, pero hacía tiempo que sólo estábamos
Jace y yo.
Había otros, pero eran amigos más casuales. Jace era mi mejor amigo.
Si alguna vez se casaba, un pensamiento irrisorio, yo estaba jodido.
Más tarde, sentado en el bar bebiendo una cerveza, me di cuenta de
que algo que había dicho James no me gustaba. No las palabras, sino lo que
implicaban.
Aunque tenía razón en una cosa: Roe no era un juego.
—¿Acaso estás prestando atención? —dijo Jace haciendo un gesto con
la mano delante de mí.
—Lo siento, estaba…
—¿Pensando en una chica? —cuestionó, interrumpiéndome.
—¿Tan obvio? —Pregunté.
Él inclinó su botella lejos de nosotros.
—¿La rubia del fondo?
Negué con la cabeza.
—Aquí no hay nadie.
Enarcó una ceja.
—¿En serio? ¿Qué pasa con la polla flácida últimamente? No te he
visto ligar con nadie en… joder, meses, quizá incluso un año.
—¿Cómo lo sabes? —Indagué.
—Porque siempre estás libre los viernes por la noche para salir de
copas y los domingos para ir al fútbol. Te has convertido en un jodido
ermitaño últimamente.
Él tenía razón. Hacía muchos meses que no tenía una cita. Más tiempo
desde que me acosté con alguien. Pasaba tantas horas en el trabajo, lo que
más tiempo me consumía era Worthington Exchange, que era la mayor
adquisición en la historia de la empresa, que la vida fuera del trabajo
prácticamente se había detenido.
Había matado mi vida social, lo que probablemente era la razón por
la que Roe me tenía tan excitado. ¿Una mujer jodidamente caliente al
alcance de la mano con una boca inteligente?
Sabía que estaba perdido. Sólo que aún no había cedido.
—Ella… me hace enojar —comenté. Realmente no quería hablar de
ella. Ya era bastante malo que la mujer me hiciera pensar en ella fuera de
la oficina.
—¿Por qué?
—Porque es buena en su trabajo.
Entrecerró la mirada hacia mí, con una expresión de “qué mierda”.
—Explícate, porque me cuesta ver eso como algo malo.
—Me excita y hace volar mi cabeza. Todo lo que quiero hacer es
inclinarla sobre mi escritorio y enterrar mi polla dentro de ella.
Dio un largo trago a su cerveza.
—Hombre, no te he oído hablar de ningún trasero así desde, bueno,
nunca.
Dejó caer la botella sobre la barra del bar.
—¿Ves mi problema ahora?
—¿Y si ella está interesada en ti? Ya sabes, ¿por algo más que tu polla?
—Ella absolutamente me odia. —Aunque sabía que teníamos química
y estaba bastante seguro de que se sentía atraída por mí, no iba a dejar que
Jace conociera esa información.
—¿Estás seguro de eso? Ella podría ser una del tipo pegajosa.
Una visión de Roe con ojos de cierva y pegajosa bailó en mi mente, y
me eché a reír. Eso no iba a ocurrir. Jamás.
—No este petardo. Es una jodida bomba de relojería.
—Esas son las mejores. Ve por ella.
Su ánimo de perseguir a Roe para tener sexo no era una mala idea.
Las vibraciones de odio ciertamente circulaban cada vez que estábamos
juntos.
Aun así, ella era mi asistente en funciones, aunque estaba seguro de
que hacía todo lo posible por desobedecer algunas de las reglas que yo había
establecido para el buen funcionamiento de mi oficina. También estaba
seguro de que se empeñaba en no responder mi maldito teléfono ni en
traerme una taza de café decente.
Lo que comenzó como una idea nacida de la ira me hizo seguir
actuando como un imbécil, pero el juego que estábamos jugando era tan
divertido como excitante. Y no estaba dispuesto a detenerme.
6
Roe

Era domingo, recogí una bolsa de bebé, cargué a Kinsey en el


cochecito y me dirigí al parque. Sólo había un kilómetro y medio hasta la
casa de Lizzie y, aunque no era el camino más rápido para llegar al centro
de la ciudad, nuestra ruta pasaba por Central Park, lo que suponía un
cambio de paisaje bienvenido respecto a mi paisaje urbano cotidiano.
A Kinsey le encantaba mirar los árboles y, después de una media hora,
salimos a la calle Cincuenta y Nueve. Saqué mi teléfono y busqué su número
antes de pulsar llamar.
Después de dos timbres, los sonidos de un niño pequeño chillando
golpearon mis oídos antes de que su voz llegara.
—Hola, Roe. Como puedes escuchar, Oliver está emocionado por
nuestra cita de juegos.
—Kinsey tampoco puede esperar. Está encantada con Bailey. Estamos
a una cuadra.
—Sube. Le hice saber al portero que estaban en camino.
James y Lizzie vivían en un enorme apartamento, donde un solo pago
de la hipoteca probablemente equivalía a un año de alquiler para mí. Por
otra parte, ser propietario de una empresa del tamaño de Donovan Trading
and Investment tenía sus ventajas, como el dinero.
Subimos y llamamos a la puerta. Se abrió y nos recibió alguien que se
había convertido en una de mis mejores amigas. Su cabello castaño estaba
suelto, tenía unos rizos perfectos y sus ojos azules eran tan brillantes como
su sonrisa. Siempre me recordaba a un ángel, hasta que la hacías enojar.
Lizzie era una de las pocas amigas que había permanecido a mi lado y me
había ayudado más de lo que podía agradecerle cuando Kinsey había llegado
a mi vida.
De amiga a Mamá amiga, me había hecho bajar de tantos precipicios
cuando las cosas se volvieron abrumadoras esos primeros meses.
—¿Todo bien? —indagó mientras nos hacía pasar al interior.
—La verdad es que no. ¿Tienen vino?
—Puede que sí.
—¿Dónde están James y Bailey? —Pregunté, notando el silencio.
—Uno de nuestros amigos está celebrando una fiesta de cumpleaños
para su hijo.
—Oh, no. ¿Te he impedido ir? —cuestioné mientras sacaba a Kinsey
del cochecito y la dejaba en el suelo.
Inmediatamente ella gateó hacia Oliver.
Lizzie hizo un gesto con la mano.
—No pasa nada, en realidad no quería ir de todas formas. Además, le
vendrá bien tener un rato de padre e hija.
—Lo siento.
—Basta, cuéntame lo que te pasa.
Exhalé un suspiro. Lizzie había estado con James durante una
década, así que estaba bastante segura de que conocía a muchos de sus
compañeros en la empresa.
—¿Qué sabes de Thane Carthwright?
—¿Thane? No mucho, sinceramente. ¿Por qué?
—Porque puedo decirte que es un imbécil. —Sólo pensar en él me
hacía hervir la sangre.
—¿En serio? —preguntó sorprendida—. Siempre ha sido amable
conmigo. ¿Qué hizo?
—Me sacó de mi puesto para ser su asistente, todo porque le derramé
café encima.
—¿Él qué? Voy a tener que hablar con mi marido sobre esto —comentó
mientras sacaba su teléfono—. Fue un accidente, ¿verdad?
Tragué con fuerza antes de confesar mis propios pecados de la
situación.
—La primera parte. La segunda no tanto. —Levanté un dedo para
detenerla—. Me gustaría señalar que me contuve de verter toda la cosa sobre
su cabeza.
Sus labios se contrajeron.
—Demasiado alto, ¿eh?
—Sí —gemí—. Ser baja realmente apesta a veces.
Se rió y dejó el teléfono.
—Sé que Thane ha trabajado para James durante años. Posiblemente
sea su empleado de mayor confianza. Después de todo, cuando tuvimos a
Bailey, le pidió a Thane que tomara las riendas mientras él se tomaba un
permiso de paternidad, y de nuevo con Oliver. A veces, Thane ha dirigido
prácticamente la empresa durante meses con la orientación de James.
Nunca había pensado en eso.
—Vaya. Yo aún era bastante nueva cuando nació Oliver y estaba
tratando de impresionar a mi jefe, así que no me preocupaba quién hacía el
trabajo de James.
—¿No te llevas bien con Thane?
Negué con la cabeza.
—Quiero estrangularlo, Lizzie.
Se rió a mi lado mientras recogía el biberón de Oliver, que se había
volcado por lo que probablemente era la enésima vez.
—¿Con cierta parte de tu anatomía? —preguntó frunciendo el ceño.
Puse los ojos en blanco.
—Sí, es muy fácil de ver. Hablando de ojos… —Thane tenía los ojos
azules más seductores que jamás había visto.
—¿Qué pasa con ellos?
—Cada vez que nuestros ojos se encuentran, me quedo inmóvil, como
hipnotizada por ellos. Son del más bello verde azulado. El hombre no debe
ser tan guapo y tener esos ojos, porque entonces se acabó.
—Sí, te gusta —dijo ella con una sonrisa de satisfacción—. Sabes, una
vez leí un artículo que decía que el setenta por ciento de las relaciones
empiezan en el trabajo. Lo cual puedo ver. Así es como conocí a James,
después de todo.
¡Ja! Como si eso fuera a suceder alguna vez.
—No, simplemente no. Lo odio —la corregí. Conocía la historia de
cómo Lizzie y James trabajaban juntos en una empresa de inversiones antes
de que él se lanzara por su cuenta, llevándola con él. Ellos eran iguales, y
completamente diferentes a Thane y a mí.
Ella solo me sonrió. Ni siquiera me puedo convencer a mí misma.
—¿Sólo quieres tener sexo con él, entonces?
Dejé escapar un suspiro y miré hacia Kinsey. Ella y Oliver estaban
jugando felizmente con los juguetes en el suelo, y afortunadamente estaban
compartiendo sin incidentes.
—No puedo tener más que eso.
—¿De qué estás hablando? ¡Claro que puedes! Que tengas un bebé no
significa nada.
—Ella es un repelente instantáneo de hombres. Intenté tener una cita,
y él le echó un vistazo cuando abrí la puerta y se fue. Los chicos se acercan
a mí en el supermercado, la ven, y de repente se van. Mi última relación se
desintegró completamente por culpa de ella.
—Y hasta te hiciste un piercing en los pezones por él.
Puse los ojos en blanco.
—Fue por una razón estúpida. Si no, nunca lo habría hecho, pero me
alegro de haberlo hecho. —Lizzie había ido conmigo como apoyo moral y
sujetó mi mano. Ella estaba a punto de tener a Oliver en ese momento, y
dijo que quería tener alguna medida del dolor que iba a sentir James en las
próximas semanas cuando estuviera en labor de parto.
Semanas más tarde lo llamó cobarde cuando él se quejó de que le
estaba rompiendo la mano.
—¿Crees que a Thane le gustarán? —preguntó.
El calor subió a mi rostro y me quedé mirando los destellos en el
mostrador de granito.
—No me importa lo que piense el imbecilito.
—¿El imbecilito? ¿Así es como lo llamas? Me gusta.
—¿Qué hago? —Necesitaba ayuda, porque estaba perdida.
—¿Quieres mi consejo?
Asentí.
—Dámelo.
Tan dulce como Lizzie era, también podía ser brutalmente honesta. Y
por mucho que no lo quisiera, necesitaba que me dijera todo lo que sabía,
pero no quería admitir.
—Ten sexo con él. Literalmente. Es obvio que ustedes dos tienen una
química salvaje con lo que has dicho, y creo que deben explorar eso. Si
todavía lo odias después de eso, sigue adelante y sé feliz por un buen rato.
Pero no puedes seguir usando a Kinsey como escudo o excusa. Hay hombres
por ahí que no tienen miedo de estar con una mujer que tiene hijos. Todos
esos tipos que huyeron eran niños, incluyendo esa mierda de ex.
—Yo sólo… —Ella tenía razón. Utilicé a Kinsey como excusa, pero al
mismo tiempo, mi vida había dado un giro completo en un instante. Mi única
constante era el trabajo. Ese era el último lugar en el que podía encontrar
alguna pizca de la Roe original.

—Kinsey tiene suerte de tenerte. Los sacrificios que has hecho por ella
son increíbles. Tú la elegiste, así que asegúrate de encontrar un hombre que
las elija a las dos. Hasta entonces, un pequeño revolcón en la oficina suena
divertido.
Tal vez tenía razón en una cosa: había alguien por ahí que nos querría
a mí y a Kinsey.
El problema era que sabía que no era Thane.
Su asistente puso a su bebé antes que, a él y el evidente desprecio que
tenía me decía que los niños no eran lo suyo.
Si no podía aceptar que su asistente pusiera a su hijo como prioridad,
no había forma de que pudiera aceptar que yo pusiera las necesidades de
Kinsey en primer lugar.
7
Thane

Pasé todo el fin de semana tratando de liberar la energía que vibraba


a través de mí. Tuve que dejar de buscar información de Roe en la base de
datos de Recursos Humanos para averiguar dónde vivía y así poder follarla.
Estaba completamente desquiciado. En todos los años, todas las
mujeres con las que había salido, ninguna me había golpeado tan fuerte. No
había habido una mujer estable en mi vida en años. No es que tuviera fobia
al compromiso, pero no había una conexión lo suficientemente fuerte como
para pasar de una o dos noches.
Pero Roe…
Ella me distraía de mi trabajo, de mi rutina.
Había mucha fuerza e ingenio en ella, pero había algo más. Ese algo
más enloquecía mi curiosidad y me hacía pensar en ella más de lo debido.
Algo que ella escondía, que ocultaba de la conversación por omisión. Los
almuerzos cortos, las salidas tempranas, y su aspecto a veces desaliñado.
No tenía novio, según James, que sólo se reía cuando le preguntaba.
Cuando me puse a la defensiva, diciendo que era muy hermosa y que por
qué mierda no iba a tener uno, James sólo se rió más.
Necesitaba encontrar mejores amigos.
Porque él conocía su secreto.
Estaba en sus palabras, en sus advertencias y en esa estúpida risa.
Los celos surgieron en mí, odiando que él la conociera en formas que yo no
conocía.
Celos. ¿Por qué sentía esa emoción?
¿De qué mierda tenía que estar celoso?
Tal vez conocerla mejor aplacaría eso, y sólo el tiempo podría
cambiarlo. Y tal vez una cita. Tal vez entonces ella se abriría a mí.
Entonces abriría sus piernas.
Joder.
Sabía que no era el único que sentía la intensa atracción. Me hizo
decir y hacer cosas que de otro modo nunca haría en el trabajo.
Eran dos cosas que siempre había mantenido separadas hasta que
mis ojos se encontraron con los suyos.
Todos estos pensamientos y sentimientos me resultaban
desconcertantes.
Llegué a la oficina unos minutos antes de las ocho y ella, por
supuesto, no estaba allí. La tardanza me molestaba casi tanto como su
negativa a contestar correctamente el teléfono. Los trenes se movían con un
horario ajustado y cada pocos minutos. ¿Por qué era tan difícil salir unos
minutos antes?
Mi mandíbula se tensó por el fastidio y después de abrir mi despacho,
me acerqué de nuevo a la puerta. No había rastro de ella, así que me senté
en su silla. A las ocho y seis minutos, se apresuró a doblar la esquina
avanzando hacia mí, con los ojos puestos en su teléfono. Cuando se detuvo,
se sobresaltó al verme sentado en su escritorio.
—Otra vez tarde —le dije mientras la miraba. Tenía las mejillas
sonrosadas y la respiración acelerada. Sus piernas estaban cubiertas por
un pantalón negro, llevaba chanclas en sus pies y una camiseta verde de
manga corta que hacía resaltar el color verde de sus ojos y que llevaba con
un nudo en la cintura.
Debió de darse cuenta de mi persistente mirada a sus pies, porque no
me prestó atención mientras dejaba su bolso sobre el escritorio y sacaba un
par de zapatos negros.
—¿Me vas a explicar? —cuestioné.
Empujó un mechón de cabello hacia atrás y se puso los zapatos.
—La razón no importa, porque todo lo que vas a hacer es ser un idiota
por el hecho de que llego unos minutos tarde.
Sus pequeños pies eran bonitos con las chanclas, pero los tacones de
diez centímetros eran sexys y le daban la altura perfecta para inclinarse
sobre su escritorio. Menos mal que no llevaba falda como el jueves.
Me puse de pie y la miré.
—Pasa por mi oficina cuando te hayas acomodado.
Volví a mi escritorio y revisé mi correo electrónico mientras esperaba.
Pasaron diez minutos antes de que apareciera.
—Cierra la puerta —espeté. Esperé a que terminara antes de pedirle
que tomara asiento—. Una semana menos.
—¿Eso es todo? —preguntó con un gemido.
—Sí, una semana preguntándote a ti misma cuán grande es mi polla.
Sus cejas se elevaron.
—Oh, me la imaginé el primer día.
—¿Lo hiciste?
—Nueve y medio, tal vez diez centímetros.
—Puede que sea así de pequeña y flácida, pero acabas de demostrar
que has estado pensando en mi tamaño.
Sus ojos se agrandan, dándose cuenta de que había caído en mi
trampa. El color rosa de su piel se extendió por su cuello, y le sonreí.
—¿Qué quieres? —resopló molesta.
—Ver cómo te retuerces.
Puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.
—¿Contento?
—No hasta que consiga que te sometas a mi voluntad.
—No soy un caballo. No puedes doblegarme.
—Oh, no quiero doblegarte de esa manera. Mi manera es mucho más
placentera para ambos.
Volvió a poner los ojos en blanco, pero no me perdí el movimiento de
su boca cuando mordió su labio inferior regordete.
—El último hombre que me dijo eso lo hizo en treinta segundos. Estoy
segura de que tú no eres diferente.
Una sonrisa se dibujó en mis labios.
—No me hagas demostrar que te equivocas aquí y ahora.
Se aclaró la garganta y se puso de pie.
—¿Es todo lo que querías?
No, pero por el momento era suficiente.
—Verte retorcer me ha alegrado la mañana. Ahora todo lo que necesito
es un poco de café.
—Como quieras —expresó con ese dulce sarcasmo que me excitaba.
—Oh, ¿y Roe? —La detuve y se dio la vuelta—. Deberías sonreír más.
Levantó el brazo y me enseñó el dedo medio antes de continuar
caminando.
Me reí mientras la observaba salir.
Sí, iba a ser otra semana divertida.

Días después, el estrés de mi trabajo me estaba agobiando. Había


tenido tantas reuniones que una parecía desbordar a la siguiente. Por
suerte, Roe era excepcionalmente buena tomando notas, porque yo no podía
mantener todo en orden por mi cuenta.
Worthington Exchange era casi nuestra, pero un par de otras
empresas en las que teníamos interés estaban llegando a un punto crítico
al mismo tiempo.
Solté un gemido mientras pasaba las manos por mi rostro. Rasqué la
barba incipiente de mi mandíbula y miré la hora en mi monitor.
¿Cuándo se hizo el mediodía? La última vez que miré eran apenas las
nueve. ¿Me había movido en las últimas tres horas?
Por la punzada en la espalda, supuse que no.
El teléfono sonó mientras estiraba los brazos por encima de mi cabeza
y esperaba que Roe contestara.
Pasó otro timbre, y todavía nada.
—¡Roe! —Llamé cuando el teléfono volvió a sonar. El sonido era
chirriante. Durante la última semana había contestado mejor, pero ni
siquiera podía verla ahora.
Harto, me puse de pie y me dirigí a la puerta para ver que no se
encontraba en su escritorio. Saqué el móvil y le escribí un mensaje.
Thane: ¿Dónde estás?da
Escucho el timbre de un teléfono y lo encuentro encima de su
escritorio, con la pantalla encendida.
Carthwright el Imbécil: ¿Dónde estás?
Parpadee ante la pantalla antes de agarrarlo, pero la pantalla se
apagó.
Era imposible que lo hubiera leído bien. Era imposible que hubiera
puesto ese nombre a mi contacto.
Thane: ¿Por qué dejaste tu escritorio?
El teléfono zumbó en mi mano y volvió a iluminarse.
Carthwright el Imbécil: ¿Por qué dejaste tu escritorio?
Parpadeé al verlo. ¿Era realmente eso lo que pensaba de mí?
Por alguna razón, eso no me gustaba. Sentí como una piedra en el
estómago.
Volví a entrar en mi despacho mientras esperaba a que volviera de
donde quiera que hubiera ido.
Sí, últimamente estuve muy nervioso. Sí, me había desquitado con
ella cuando me derramó el café encima. Pero fue el choque de voluntades lo
que me hizo jugar con ella. Disfrutaba de nuestras idas y venidas, y aunque
sabía que ella se molestaba, no me daba cuenta de que yo era el único que
se divertía.
James tenía razón: ella no era un juego. Las discusiones verbales eran
una cosa, pero no quería que ella pensara mal de mí. No cuando uno de mis
objetivos era tenerla.
Que Roe me odiara de verdad era contraproducente. Aunque estaba
seguro de que una follada de odio sería espectacular, ansiaba algo más que
eso.
Unos minutos después, entró por mi puerta con dos bolsas en la
mano.
—¿Dónde has estado? —le pregunté.
—Tuve que recoger tu almuerzo —contestó ella, sosteniendo una
bolsa.
Bueno, eso jodidamente tenía sentido.
—¿Sin tu teléfono?
Lo arrojé en la esquina de la mesa de mi oficina donde ella puso las
bolsas, y lo agarró.
—¿Estuviste mirando mi teléfono? —cuestionó, con un tono de
acusación.
—Por supuesto que no. Está bloqueado.
—¿Y si estuviera desbloqueado?
—Nunca lo haría. —Aunque estaba tentado—. Pero sí vi tu pantalla
cuando te envié un mensaje.
Ella se quedó inmóvil.
—¿Eso es realmente lo que piensas de mí? —Indagué.
—Si el zapato te queda bien, cómpralo en todos los colores —dijo sin
perder el ritmo.
Otro punto para Roe.
Me merecía el tiro.
Aun así, mi estómago se revolvió. La mujer me había hecho caer
rendido, me hizo decir y hacer cosas que simplemente nunca haría para
llamar su atención, pero ahora era consciente de lo acertado que estaba
James.
Lo que yo consideraba excitante a ella le parecía mal.
—Supongo que tendré que trabajar duro para hacerte cambiar de
opinión.
—¿Realmente te importa lo que pienso de ti?
—Sí —respondí con sinceridad—. Y más que sólo por el hecho de
trabajar juntos
Parpadeó y tragó saliva antes de volver a centrar su atención en la
bolsa que tenía en la mano.
—Sabes, puedo conseguirte esta misma ensalada por una fracción del
costo —comentó, cambiando de tema.
—Es la mejor.
Puso los ojos en blanco.
—Y tú sólo haces lo mejor.
—Precisamente. ¿Conseguiste algo para ti? —pregunté mientras
sacaba dos tenedores de un pequeño armario de bebidas. Odiaba los
utensilios de plástico y tenía a mano unos de acero inoxidable.
—No puedo permitirme eso.
Levanté la cabeza.
—Te dije antes que compraras algo.
—Y lo hice en un puesto de fiambres mientras volvía.
Por la forma en que lo dijo, tuve la sensación de que no iba con el
espíritu de mi oferta: quería invitarla a comer.
Un fuerte sonido de alarma me dejó inmóvil.
—Mierda —siseó mientras dejaba el recipiente sobre la mesa. Después
de buscar a tientas su teléfono, tocó la pantalla y soltó un suspiro.
—¿No has contestado? —pregunté, la curiosidad me picaba.
Ella negó con la cabeza.
—Alarma.
—¿Por qué?
Parpadeó y sus mejillas se sonrosaron antes de volver a centrar su
atención en los envases, sacándolos de las bolsas.
—Mi píldora —susurró.
¿Píldora? ¿Por qué se avergonzaría de…?
Oh, joder.
Apreté el puño y cerré los ojos con fuerza. Mi polla se puso sólida como
una roca en segundos.
Píldora anticonceptiva.
Desnuda.
Podía follarla desnuda y venirme dentro de ella.
—Me estás matando —susurré mientras intentaba recuperar algo de
profesionalidad antes de inclinarla sobre la mesa y hacerlo.
Una y otra vez y…
Joder.
Ya habíamos tenido sin querer la conversación de “yo estoy limpia, tú
estás limpio” ese primer día, ¿y ahora descubrir que tomaba
anticonceptivos?
Estaba jodido de siete maneras hasta el domingo.
—Seguro que a tu novio le gusta eso. —Las palabras se sentían ácidas
en mi lengua, ardiendo con cada sílaba. Pero tenía que saberlo, para estar
seguro.
—No tengo novio.
—¿Aventuras de una noche?
—Nada de eso tampoco.
—¿Relaciones con un ex?
Se enderezó y resopló, mirándome fijamente mientras empujaba un
recipiente hacia mí.
—No es asunto tuyo.
Agarré su muñeca cuando intentó alejarse.
—¿Por qué estás en eso?
—Vete a la mierda. —Se zafó de mi agarre—. No puedes saber mi
razón, Carthwright, porque es mía.
—¿Por un ex? —Presioné. Necesitaba saberlo por alguna maldita
razón.
Entrecerró sus ojos hacia mí.
—Tal vez con la esperanza de que algún día encuentre un tipo que
merezca la pena follar. Lástima que aún no haya sucedido.
Volvió a arremeter contra mí.
Estaba perdiendo nuestro juego, pero empecé a preguntarme si eso
era algo malo.
Me acerqué más, cerniéndome sobre ella.
—Tal vez deberías venir y podemos ponerlo a prueba.
—Ni lo sueñes y no —siseó con los dientes apretados.
Me incliné hacia ella, acercando mis labios a su oreja.
—¿Tienes miedo de estar a solas conmigo?
Cuando me alejé de ella, ese delicioso color rosa se extendía de nuevo
por su piel. Ella estaba a mi lado, ahora tengo que cambiar su opinión acerca
de mí.
8
Roe

La adaptación a mi puesto temporal no fue tan difícil como lo fue estar


cerca de él. Aquella actitud arrogante y presumida me desagradaba, aunque
tenía que admitir que la atracción entre nosotros era fuerte. Nuestro tira y
afloja sólo lo hacía más difícil.
A regañadientes tuve que intercambiar números con Carthwright, e
inmediatamente lo etiqueté como Carthwright el Imbécil. No es que viera eso
en ese momento. Lo único a lo que prestó atención fue a asegurarse de que
lo añadiera a mis contactos.
El nombre era apropiado, pensé. Sin embargo, pareció molesto
cuando lo vio el otro día.
El intercambio era sobre todo para emergencias o llamadas, así que
me sorprendió bastante el sábado cuando estaba cortando fruta para el
almuerzo de Kinsey y su apodo apareció en mi pantalla.
Carthwright el Imbécil: Me he dado cuenta de que no te caigo
especialmente bien.
Una risa áspera se escapó de mis labios, haciendo que Kinsey me
mirara con extrañeza, lo que sólo me hizo reír más. Sus expresiones eran a
menudo cómicas, especialmente cuando se sorprendía por algo.
Que no me agradaba era acertado. Lamentablemente, eso no servía
para disuadir la atracción que me zumbaba cuando estaba a menos de
metro y medio. O cuando su boca presumida se abría y salía esa voz
profunda y sedosa.
Roe: Has estado enviando a tus espías, ¿verdad? Además,
¿realmente pensaste que lo había hecho?
¿Su mensaje era por el nombre del contacto?
Pongo la fruta delante de Kinsey antes de meterme un trozo en la boca.
Carthwright el Imbécil: Me gustaría tener la oportunidad de
hacerte cambiar de opinión.
Sí, claro.
Roe: Me obligaste a dejar un puesto que me gustaba y un
proyecto que aceleraba mi carrera, degradándome a tu chica de los
recados, y después de todo eso, ¿crees que el odio que me recorre
podría calmarse con algo de conversación?
Carthwright el Imbécil: Una noche. Cena. Donde quieras ir.
¿Cena? ¿Quería tener una cita? No. No sólo no, sino diablos, no.
Por un lado, sabía que terminaría en sexo porque lo deseaba, pero
también había que considerar a Kinsey.
Roe: Quiero decir esto de la peor manera... vete a la mierda.
Un movimiento audaz, pero ¿hablaba en serio? No estaba sucediendo.
Carthwright el Imbécil: Prefiero discutir otras alternativas.
Eso me detuvo. Era casi como si pudiera escucharlo susurrar las
palabras en mi oído, su aliento soplando sobre mi piel.
Crucé las piernas, tratando de ignorar la sensación que crecía entre
mis muslos.
¿Cuánto tiempo hacía que no tenía otras alternativas? También había
habido suficientes ocasiones para demostrar que me sentía atraída por
aquel hombre a pesar de mis palabras. Los dos a solas, juntos, fuera de la
oficina sólo tenían un resultado: yo terminando en su cama.
¿Por qué tenía que seguir pensando en eso? ¡Concéntrate, Roe!
Roe: ¿Acoso sexual? No soy una chica de muescas.
Una artimaña, porque me negaba a admitir que despertaba mi interés
más allá de un revolcón entre las sábanas.
O contra la pared.
No era exigente mientras esa boca no abandonara mi piel.
¿Qué me pasa?
Sacudí los hombros y me enderecé, despejando mi mente y mi cuerpo
del constante camino sucio en el que seguían desviándose cuando se trataba
del hombre.
Porque la triste realidad era que mi cuerpo tenía muchas ganas de
jugar.
Carthwright el Imbécil: ¿Eres tan terca que ni siquiera me
escuchas? Bien. Me gustan los retos.
Roe: Mejor ponte los guantes de boxeo. No me rindo sin luchar.
Carthwright el Imbécil: ¿Eso es todo lo que vas a llevar puesto?
Todo lo que dije iba en serio, pero también me encantaba fastidiarlo.
Había algo en ese hombre que me hacía arder la sangre, y no en el mal
sentido.
No iba a dejar que lo supiera.
Él era el epítome de la personalidad “soy mejor que tú”, desde la
manera en que miraba a las personas, hasta la forma en que ladraba
órdenes sin un por favor o un gracias y el dinero que soltaba a diestra y
siniestra en cosas tan simples como el almuerzo.
El hombre no necesitaba una ensalada de cincuenta dólares de
Carmichael's. Podía conseguirle lo mismo por diez en un almacén que estaba
a una manzana de distancia.
Sin embargo, nuestras constantes idas y venidas parecían algo más
que simples discusiones. Había una corriente subyacente que nos acercaba
cada vez más.
Kinsey soltó un gruñido de protesta y la miré, el plátano había
desaparecido, el último trozo se había hecho papilla en su pequeño puño.
—¿Más? —pregunté. Ella agitó sus piernas y comenzó a balbucear,
esparciendo los trozos de plátano por la bandeja.
Lo único que hizo la escena fue recordarme que no importaba lo cerca
que estuviéramos, o si cedía y me acostaba con él, huiría en cuanto la viera.
9
Thane

Cada día a mediodía era una tortura. El sonido de la alarma en su


teléfono hacía que mi polla se endureciera a la velocidad del rayo, incluso
con mi mente absorta en cualquier tarea que mantuviera mi atención.
Todos mis pensamientos se centraban en lo que sentiría al golpear
mis caderas contra las suyas sin ninguna barrera, su pequeño cuerpo
rebotando sobre mi polla, tensándose a mi alrededor. Imaginaba el agudo
tono de sus gemidos, la pesadez de sus párpados mientras la hacía venirse.
El dulce ordeñe de mi polla hasta que cada gota de semen estuviera dentro
de ella.
—Si me preocupara por ti, te preguntaría si estás bien.
Parpadeé y me centré en la mujer que tenía delante. ¿Cuándo entró y
cuánto tiempo llevaba allí?
—¿Por qué no iba a estarlo? —pregunté, notando lo baja que sonaba
mi voz.
Ella se encogió de hombros.
—A juzgar por tus nudillos blancos, algo está molestándote.
Ese algo es la maldita polla dura que provocas todos los días.
—¿Te importaría que hubiera algo?
Ella arqueó una ceja.
—Si me importara, pero como he dicho, no me importa.
Mi pecho se oprimió. Odiaba su distanciamiento, sobre todo cuando
empezaba a interesarme por ella por algo más que una posible follada.
—¿Simplemente porque te pedí prestada de tu puesto de trabajo?
¿Era por eso por lo que seguía enojada?
—Esto no es un préstamo. Esto es un castigo.
Pensé que a estas alturas ella ya habría superado todo eso.
—Derramaste café sobre mí, y no estoy hablando de la salpicadura
inicial accidental. —Esa mierda quemó, pero afortunadamente solo fue un
enrojecimiento en mi piel. Debió enfriarlo con algo.
—Estabas siendo un idiota. Había tenido un día de mierda, y ya había
tenido suficiente. Así de simple.
Se me ocurrió entonces que no tenía ni idea de lo que le había pasado
ese día. No había respuesta a las múltiples manchas en su blusa blanca.
Sólo me importaba que estuvieran allí.
Pensando en el pasado, todo lo que recordaba era la agitación y la ira
que rodaba dentro de mí. No hacia ella, sino hacia lo que había sucedido
antes de entrar en aquella sala de descanso. A la llamada telefónica que me
hizo golpear el teléfono tan fuerte como pude contra la ventana. El cristal
era irrompible, pero me dio cierta satisfacción la destrucción del plástico por
el impacto.
—Siento haber sido un imbécil. Para mí también fue un mal día —
expresé y lo dije en serio.
El muro invisible que siempre la rodeaba se desvaneció. Los músculos
que normalmente estaban tensos, listos para luchar, se relajaron.
Su mandíbula se tensó y miró alrededor de la habitación antes de
suspirar.
—Odio a los manipuladores.
—No es manipulación. Es la verdad. Lo siento mucho. Debería haber
dicho algo, haberte alertado. En vez de eso, me desquité contigo. Todas las
manchas en tu camisa decían que eras un blanco fácil, y yo necesitaba una
salida. No sabía que estaba a punto de hacer estallar un petardo. Deberías
venir con una etiqueta de advertencia.
Su labio se curvó.
—Soy bastante amigable. No soy yo, eres tú.
Asentí.
—Lo sé. —Realmente lo sé—. Y no quiero seguir siendo un imbécil a
tus ojos.
Cambió su peso de un pie a otro, con las manos unidas frente a ella.
—¿Qué fue, entonces? ¿Lo malo? —preguntó, sin poder reprimir su
curiosidad.
Mi pecho se contrajo y tuve que apartar la mirada por un momento.
—Mi madre…
Me quedé sin palabras.
Mi madre era un tema que rara vez se abordaba. Nadie en Nueva York,
salvo mi hermano pequeño, conocía esa parte de mi pasado y, aun así, Wyatt
no lo sabía todo.
La mayoría de las veces que hablaba de mi madre, lo hacía con mi
madrastra, la madre de Wyatt. Ella me crio desde los diez años como si fuera
su hijo, justo antes de tener a Wyatt, y a veces me olvidaba de que no me
había dado a luz.
Mi madre biológica, en cambio, era una vil basura humana a la que
me negaba a ver. De hecho, no se había puesto en contacto conmigo en más
de una década, y eso fue con una tarjeta de cumpleaños para celebrar mi
decimoctavo cumpleaños cuando en realidad era la Navidad de mi vigésimo
año. Mes y año equivocados y nunca supe por qué, sólo prendí fuego a la
tarjeta y la vi arder.
Imagínate mi sorpresa cuando me buscó en el único momento en que
no tenía a nadie cerca para filtrar mis llamadas. ¿Cómo se había enterado
de que estaba en Nueva York?
—¿Qué pasa con ella? ¿Está bien? —Preguntó Roe, sonando
genuinamente preocupada.
Ella eligió las drogas y las aventuras por encima de su familia. Por
encima de mí. Eso era lo esencial. La historia corta.
—Ella está bien —dije simplemente, sin querer entrar en mis
problemas con mi madre.
Pero la expresión de Roe decía que no se lo creía. Tampoco estaba
indagando más. Sin embargo, ese ceño fruncido me dijo algo que sus
palabras nunca dirían: le importaba.
A pesar de toda su bravuconería, Roe tenía una debilidad por mí.
Pero me iba a hacer trabajar muy duro por cada pulgada.
Pero eso estaba bien. Estaba a la altura de las circunstancias. Si
estaba siendo honesto conmigo mismo ¿esa motivación podría conseguir
que llamara a Roe mía? Valió la pena todo el esfuerzo que pude utilizar en
mi arsenal. Siempre había conseguido lo que quería, y no me asustaba el
trabajo duro.
Y sabía que ganar a mi petarda sería el premio de mi vida.
10
Roe

Yo, Roe Pierce, tengo debilidad por Thane Carthwright.


Listo. Lo dije. Lo admití.
Bueno, al menos en mi propia mente.
Él me descoloco con su disculpa. Me atrajo hacia él al hablar de su
madre, porque yo podía ver el dolor grabado en sus rasgos, la distancia y la
vulnerabilidad en sus hermosos ojos azules. Él podía fingir muchas cosas,
pero esa emoción pura que no creía que estuviera mostrando, estaba en
plena exhibición. Thane tenía corazón, pero al igual que el mío, lo mantenía
protegido, escondido detrás de capas de arrogancia.
Me tomó unos días cambiar mi actitud hacia él, pero no cambiaron
nuestros ataques verbales del uno al otro, solo mi actitud distante. En
verdad, sabía que estaba siendo injusta. Después de los primeros días él
había sido muy amable, excepto las pocas veces que yo lo irritaba a
propósito. Y realmente, ¿de qué otra manera esperaba yo que él reaccionara,
cuando yo estaba presionando sus botones deliberadamente?
Fue entonces cuando me di cuenta de golpe. Me gustaba pelear con
él. Era tan estúpido, pero también liberador.
Durante todo el día, todos los días, solo se me daba la oportunidad de
ser una de dos personas: Roe, la profesional asociada de mercadeo, o Mamá.
Casi había olvidado cómo se sentía ser Roe como persona. Nuestras peleas
eran casi como un baile. No era ira, pero no era del todo divertido. Sea lo
que fuere, me hizo sentir libre, como si me despertara después de un largo
sueño.
—Buenos días —digo con un bostezo mientras dejo mi bolso en el
suelo.
Thane ya estaba en su escritorio, mirando su monitor con los ojos
entrecerrados. Lo miré, tratando de ocultar mi risa mientras él maldecía,
hacía pucheros y luego sacaba un par de anteojos del cajón de su escritorio.
Mordí mi labio inferior mientras lo miraba. Justo cuando pensé que
no podría verse mejor, fue y se puso las gafas. En serio, él necesitaba
simplemente detenerse.
Él miró hacia arriba y me atrapó.
—Son para la luz azul y el resplandor.
Me encogí de hombros.
—No hay necesidad de explicar. Creo que tienes la falsa impresión de
que las gafas te hacen parecer algo menor. Déjame aclararte, no es así.
Simplemente te ves mejor, y eso es muy injusto para el resto del mundo.
—¿Por qué es injusto? —preguntó.
—Porque nadie debería verse tan bien.
La inseguridad se desvaneció y me sonrió.
—¿Crees que soy guapo?
Puse los ojos en blanco.
—No. No, no lo creo.
—Acabas de decir que lo era.
Niego con la cabeza.
—Tal vez lo hice, pero me niego a alimentar tu ego más que eso.
—Solo admítelo.
—Admito que eres engreído.
Gime y su cabeza cae hacia atrás. Susurra algo, pero fue difícil para
mí escuchar. Podría haber jurado que era algo como “Quiero que estés llena
de mí”, pero eso no parecía tener sentido. Al menos eso fue lo que me dije a
mí misma cuando mis muslos se apretaron juntos ante el pensamiento.
En cambio, volví a mi computadora y comencé con los correos
electrónicos que habían llegado durante la noche y en las primeras horas de
la mañana.
En mi puesto habitual, no era algo que sucediera tanto. A menudo,
llevaba mi computadora portátil a casa para ir al trabajo, pero rara vez
enviaba correos electrónicos.
Trabajar para Thane era diferente.
Los escritores nocturnos, las letras de las diferentes zonas horarias y
los escritores que se levantaban demasiado temprano en la mañana, eran
invasores constantes de mi correo electrónico una vez que terminaba el día.
Había terminado el trabajo que se había acumulado desde que Crystal
se ausentó por licencia. Me había llevado poco más de una semana, pero
tenía todo funcionando sin problemas y de manera eficiente. Lo cual era
bueno para mi trabajo habitual.
Me tomó unos minutos revisar los correos electrónicos, luego salté a
la propuesta de Worthington.
Después de una hora de trabajar y recibir un par de llamadas, dejé
escapar un bostezo. Me vendría bien otro café.
—Quiero un café.
Salte en mi silla, mi mano volando a mi pecho.
—¡Mierda, no me asustes así! —¿De dónde apareció él? Giré la cabeza
hace dos segundos y él estaba sentado en su escritorio, y ahora de repente
estaba justo encima, demasiado cerca de mí.
Él solo se rió de mi reacción.
—Quiero un café.
—Está bien ... —No era la forma habitual en que pedía una bebida, y
la forma en que se quedó expectante en mi escritorio me confundió.
—¿Vienes conmigo?
—¿Venir a dónde? —Pregunté. No había mucho sentido.
Hubo un destello de calor en sus ojos que rápidamente se desvaneció.
—A tomar café.
—¿Vas a ir a traer tu propio café? —Entrecerré mi mirada hacia él—.
¿Cuál es tu juego?
Me sonrió y me tendió la mano.
—Necesito algo más fuerte, y por los tres bostezos que has soltado
desde que llegaste, tú también. Y esos son contagiosos, por cierto, así que
debes parar.
Miré su mano y deslicé la mía dentro.
Un escalofrío recorrió mi brazo en el momento en que conectamos, y
respiré hondo. No fue una descarga estática, sino una que se sintió como
un pulso de electricidad latiendo entre nosotros.
Me puse de pie, mi mirada atrapó la de Thane. Los dos nos quedamos
paralizados por un momento, mi corazón palpitaba, latía el doble de tiempo.
Ninguno de los dos se apartó, su pulgar rozó mis dedos y envió una cascada
de escalofríos electrificados a través de mí. Después de un momento, levantó
todo mi brazo y presionó sus labios contra la parte superior de mi mano.
Sentí como si el suelo se moviera bajo mis pies, extendí la mano y
agarré su brazo con la otra mano.
—¿Lista? —preguntó.
Parpadeé hacia él, mi atención todavía estaba enfocada en el
hormigueo que irradiaba de su toque.
—¿Qué?
—¿Café?
—¡Claro! —Dije con un sobresalto, apartando mi mano de la suya.
Instantáneamente extrañé la cálida sensación, pero traté de deshacerme de
lo que acababa de suceder.
—Bolso, bolso, ¿dónde está mi bols Coreé. Mi cerebro estaba
completamente hecho papilla, y estaba tratando de ocultar cuánto me
afectaba el hombre a mi lado.
—No lo necesitas. Yo invito.
Me volví hacia él.
—Oh. Gracias.
Extendió el brazo, indicándome que caminara delante de él.
—¿Cuál es tu bebida de café favorita? ¿No lo que bebes, sino tu
favorito absoluto? —Pregunté, asegurándome de desviar la conversación de
lo que acababa de suceder.
—Hmm, probablemente un moca de menta.
—¿En serio?
Él asintió con la cabeza y luego se palmeó el estómago.
—Pero eso es mucha azúcar. Tendría que pasar una hora más en la
máquina caminadora para deshacerme de eso.
Internamente gemí, curiosa por ver lo que escondía debajo de su traje
porque estaba bastante segura de que era la perfección. Sus trajes estaban
hechos a medida con seguridad y se ajustaban perfectamente a su cuerpo.
—¿Haces mucho ejercicio?
El asintió.
—Seis días a la semana. Mi edificio tiene un gimnasio enorme, que es
muy conveniente.
—Debe ser agradable.
—¿Tú haces ejercicio?
¿Levantar cincuenta veces al día durante once meses a una bebé de
diecinueve libras cuenta? Definitivamente me había vuelto más fuerte desde
que ella entró en mi vida.
—Camino a todas partes, así que ese es mi ejercicio. —Había algo de
verdad en eso, cubriendo de dónde venía realmente mi fuerza. Caminaba
fácilmente dos millas por día solo yendo y viniendo del trabajo, luego agrego
compras de comestibles y mandados y simplemente salir de la casa en
general.
—Yo conduzco.
Me volví hacia él.
—¿Tú conduces? ¿Aquí? ¿En Nueva York? ¿Manhattan?
—Sí, conduzco.
—Tipo raro.
Se ríe entre dientes y extiende la mano para presionar el botón de
llamada del ascensor cuando algo en su muñeca llama mi atención.
—¿Eso es un gallo en tu mancuernilla? —pregunto. Thane tiene una
colección de mancuernillas y juro que usa un par diferente todos los días.
Sus labios dibujan una sonrisa.
—Es una polla1. —Se inclina, sus labios como un fantasma en mi
oído—. Porque soy un hijo de puta engreído con polla2.

1 Juego de palabras: En inglés responde con la palabra “Cock”, que tiene dos

significados Gallo/Polla.
2 Juego de palabras: en inglés usa el adjetivo “Cocky”, que puede tener dos

significados Polla/Engreído.
Un escalofrío me recorre por lo cerca que esta. La colonia especiada y
amaderada con un toque cítrico me acercó más. Olía tan bien y yo quería
probarlo. Una pequeña lamida a su piel.
—¿Tienes un presupuesto mensual para nuevas mancuernillas? —
Pregunto, un poco más entrecortado de cómo lo quise decir, pero necesitaba
detener el anhelo que circulaba por mis sentidos.
Arquea una ceja.
—¿Por qué preguntas?
—Porque he visto media docena o más. Una que parecía tela tejida
azul, una concha fosilizada, negro elegante, turquesa pulido, nácar, y lo
juro, unas con diamantes pavé color negro.
Él asiente con la cabeza, aparentemente impresionado.
—Eres perspicaz, y sí, eran diamantes.
Niego con la cabeza.
—Tienes un problema con las mancuernillas.
—Si ese es mi problema, ¿cuál es el tuyo?
—¿Mi qué?
Me dio un codazo en el brazo.
—Tal para cual. ¿Cuál es tu vicio de gasto?
Hace un tiempo no muy lejano, salir a comer y pulseras. Me
encantaban las pulseras. El hecho de que solo usaba tres en este momento,
era solo porque muchas de ellas eran demasiado casuales para mi atuendo
de negocios.
Desde Kinsey, mi derroche se había convertido en linda ropa de bebé.
Sin embargo, eso no era algo que pudiera decirle.
Le entrecerré los ojos.
—¿Y por qué debería decírtelo?
—¿Es malo? ¿O travieso? —Sus ojos se abren de emoción—. ¿Tienes
una colección de juguetes para adultos?
Eché mi mano hacia atrás, golpeándolo en el estómago. No hizo nada
para disuadirlo, solo lo hizo reír por mi incomodidad.
Durante la última semana, nuestras riñas se habían transformado
lentamente de la ira y la frustración a las burlas y las bromas y más que un
poco de coqueteo.
—Lo tomaré como un sí. Incluso si es un no, eso es todo lo que voy a
creer —dice con una sonrisa.
Llegó el ascensor y las puertas se abren.
—¿Están tus costosas mancuernillas tratando de compensar algunas
deficiencias en tu vida? ¿Es por eso por lo que eres tan imbécil? ¿Por tu falta
de dotación en otras áreas? —Pregunto mientras subo al ascensor.
—Ya veo que hoy estás lanzando comentarios con mucha fuerza. —Se
ríe entre dientes, un brillo en sus ojos y una sonrisa en sus labios.
—Tal para cual.
Se inclina y susurra, su respiración contra mi cuello enviando
escalofríos por mi columna. Realmente él tenía que dejar de hacer eso.
—Te mostraré la mía si me muestras la tuya.
Sí, las cosas definitivamente habían cambiado entre nosotros.
Le puse los ojos en blanco y negué con la cabeza.
—Sabes, no eres tan hábil como crees.
Un gemido lo abandona.
—Tal vez, pero apuesto a que ahora eres lo suficientemente hábil como
para tomar toda mi generosa dotación.
Me inclino hacia atrás para encontrarme con sus ojos.
—Sigue soñando que eres más que un palito de helado. Los más
grandes imbéciles siempre están compensando algo.
—Si lo soy, te garantizo que no es por mi talla.
Muerdo mi labio inferior cuando siento que el calor aumenta en mi
cara.
Íbamos de camino al vestíbulo, después de haber pasado solo un par
de pisos, cuando el ascensor se sacude y se detiene. Al levantar la vista,
descubro que estamos detenidos entre los pisos doce y catorce.
Adecuado. Estábamos en el vacío del nivel trece. Ninguno de los dos
se movió mientras esperábamos a que se recuperara y reanudara nuestro
descenso.
Un escalofrío me recorre al recordar una película de terror que Pete
me hizo ver, dónde el ascensor se atascaba en el mismo lugar, y poco
después se desplomó hasta el fondo. Fue un déjà vu, y un fuerte chirrido de
metal contra metal de algún lugar fuera de la cabina me hizo quedar
petrificada, encendiendo mi miedo. Después de un minuto sin nada, la
presión que se había asentado en mi pecho floreció, explotando en pánico
total. Extendí la mano y presioné los botones, pero no pasó nada.
—Vamos —siseo en voz baja mientras tomo respiraciones
superficiales, mi mandíbula se cierra mientras mi corazón martillea.
Oh, Dios, ¡esta cosa necesita moverse!
Mi respiración se acelera y cierro los ojos por un momento, mientras
me apoyo contra la pared para estabilizarme.
Thane dio un paso adelante y aprieta el botón de abrir la puerta, pero
nada. Se agarra al borde de las puertas y tira con todas sus fuerzas, pero
no se mueven.
—¡Ábranse, maldita sea! —grita antes de golpear su mano contra
ellas.
Su mandíbula esta tensa y da un paso hacia atrás para pararse a mi
lado contra la pared.
El calor de su cuerpo es reconfortante y me acerco un poco más hasta
que nuestros brazos se tocan.
—¿Estás bien? —pregunta, su voz suena tensa.
Trago y niego con la cabeza.
—Estoy de buenas con los ascensores, siempre que estén en
movimiento, pero nosotros ya no nos movemos.
Mi respiración se acelera aún más y puedo sentir que el pánico se
apodera de mí.
11
Thane

El aire que parecía crujir de tensión sexual apenas unos minutos


antes se estaba convirtiendo en un cóctel Molotov de ansiedad y pánico.
Mi garganta se contrae y, por más que intente calmarme, apenas
aguanto. La debilidad no era algo que quisiera mostrarle a nadie, pero
especialmente a Roe. Su miedo es palpable y alimenta el mío, haciéndolo
crecer a un ritmo exponencial.
Destellos de luces, mi madre desmayada en la esquina de un ascensor
atascado en una zona sombría de la ciudad, con una aguja en el brazo.
Mierda.
Odiaba ese recuerdo y estaba tratando de reprimirlo cuando escucho
a Roe gemir a mi lado.
—Oye, todo está bien —digo mientras me pongo frente a ella.
Necesitaba un ancla, y ella también.
El calor de su cuerpo a centímetros del mío es tranquilizador y
alarmante al mismo tiempo. Tomo su rostro para que me mire, y sus ojos
muy abiertos se encuentran con los míos. Ella se estira y agarra mis brazos,
distrayéndome momentáneamente con el fuego que me atraviesa. Se va tan
rápido como había llegado, pero los efectos persisten.
Fue suficiente para volver su atención hacia mí, nuestros ojos se
encuentran antes de que todo se oscurezca.
—¡Mierda! —Siseo, preparándome para que otra ola de pánico lata
entre nosotros cuando las luces de emergencia se encienden.
Roe grita.
—¡Malditas películas de terror!
Fue un comentario al azar, y casi me hizo reír hasta que me di cuenta
de que ella estaba tomando respiraciones rápidas y superficiales.
—Oye, oye. Está bien. Estoy aquí —la tranquilicé—. Abre tus ojos.
Nuestras miradas se encontran y por un momento me olvidé de mis
propios músculos tensos. Mi atención se centró únicamente en ella y en
tranquilizarla antes de que hiperventilara. Lo último que necesitábamos
eran dos jodidos adultos desmayados cuando el ascensor finalmente
comenzara a moverse de nuevo, porque una vez que ella se hubiera
desmayado, yo no podría calmarme.
El fruncimiento de sus labios y el pliegue que se había asentado entre
sus cejas, desviaron mi atención del cambio fantasma del interior del
ascensor que en realidad no estaba sucediendo. Me concentré en las pecas
que le cubrían las mejillas y la nariz. En las salpicaduras de verde y marrón
de sus ojos color avellana.
Levanté la mano y alisé el espacio entre sus cejas con el pulgar, pero
no aparté la mirada. En cambio, su pánico se mezcló con confusión. Pasé
mis dedos por el costado de su cara, ahuecando suavemente mientras
pasaba mi pulgar por su labio inferior.
Inclinándome, cerré los centímetros que nos separaban y presioné mis
labios contra los de ella. Ella jadeó por el contacto, sus labios se abrieron.
Cuando el momento de la conmoción disminuyó, fui agraciado con un
gemido que viajó de su boca a la mía. Sus brazos se envolvieron alrededor
de mi cuello, acercándome aún más. Nuestra batalla de voluntades se
transfirió de las palabras a los labios y lenguas.
Todo mi cuerpo se iluminó cuando la atraje con fuerza hacia mí. Nos
separamos para respirar y un escalofrío me recorrió al ver sus párpados
pesados y ojos nublados. Estaba seguro de que los míos estaban igual, la
lujuria superaba por completo el pensamiento e impulsaba mi necesidad de
más.
Ataqué su cuello con mis dientes, lengua y labios, estimulado por sus
agudos gemidos de placer. La energía que me atravesaba necesitaba una
salida y estaba desesperado por inmovilizarla contra la pared o el suelo. En
cualquier lugar donde pudiera hundir mi dura polla entre sus muslos.
Paseé mis manos alrededor de su cuerpo, tomando todo lo que pude,
memorizando cada dulce curva. Alrededor de su culo y sus costados,
rozando sus pechos.
Mis pulgares rozaron sus pezones, golpeando algo duro mientras se
movían. De nuevo, dos golpes, uno a cada lado de su pezón. Un gemido salió
de mí y mi polla se puso aún más rígida cuando me di cuenta de lo que era:
Roe se había perforado los pezones.
Apretando más profundo, acercándome, todavía no podía tener
suficiente de ella. No podía sentir lo suficiente de ella para satisfacer el
hambre insaciable que me estaba impulsando.
Había anhelado mujeres antes, pero nunca al mismo nivel que
anhelaba a Roe. Por su fervor, la forma en que me arañó me mordió el cuello,
supe que era lo mismo para ella.
Ambos necesitábamos un descanso en la tensión que constantemente
se arremolinaba a nuestro alrededor.
El ascensor se sacudió, y el poder que volvió a la vida fue el control de
la realidad que hizo que Roe se alejara. Tenía los ojos muy abiertos, los
labios hinchados y rosados, y la piel enrojecida. El moño suelto que siempre
usaba tenía mechones volando por todas partes.
Ella era absolutamente impresionante.
Antes de que pudiera protestar, dio un paso atrás y se soltó de mis
brazos, descansando contra la pared opuesta. Los dos estábamos
respirando con dificultad, y me costó todo, no cerrar la distancia entre
nosotros y continuar.
Ella miró hacia otro lado, su concentración en la pantalla sobre la
puerta mientras se recogía el cabello, observando los números hasta que el
ascensor redujo la velocidad antes de detenerse en el primer piso.
Tan pronto como se abrieron las puertas, salió corriendo delante de
mí.
12
Roe

Dios mío, ¿qué acabas de hacer? Me pregunto mientras me alejo de él.


Estaba en el medio del vestíbulo antes de recordar por qué estábamos en el
ascensor en primer lugar, luego continúo mi camino a través del piso de
mármol hasta la cafetería en el lado más alejado del vestíbulo.
Estaba temblando por la adrenalina desvaneciente y feliz como el
infierno de estar fuera de ese ascensor, pero eso no cambiaba lo que sucedió
dentro de ese espacio.
Mi cuerpo todavía estaba caliente, ardiendo como una llama, mientras
estábamos en la fila. El cosquilleo de mis labios me recordó que los suyos
habían estado presionados contra los míos, la menta persistente contra mi
lengua, y el olor recurrente de su suculento aroma cítrico picante que se
había pegado a mí, me perseguía.
Me había tocado, y ahora mi piel se erizaba por tener su toque
nuevamente.
Desesperada.
Queriéndolo.
Necesitándolo.
Tomamos nuestro café en silencio, pero ya no tenía estómago para
hacerlo. Lo que habíamos hecho me aceleró la adrenalina y estaba deseando
algo completamente diferente.
Nos besamos.
Y yo lo había deseado.
Yo quería más.
No nos limitamos a besarnos, nos besamos como adolescentes
impulsados por las hormonas.
Y se sintió increíblemente bien.
Me sacó de mi pánico, me sacó de mi miedo y me llenó de una pasión
que nunca antes había sentido.
El camino de regreso transcurrió sin incidentes, pero noté la tensión
en él.
A través de mi pánico, había visto mis propias emociones reflejadas
en sus ojos. Siempre fue tan confiado y sereno, pero ahora me sorprendió la
evidencia de su vulnerabilidad. Si no fuera por su postura rígida, una parte
de mí se habría preguntado si lo que sucedió no fue solo un acto elaborado.
Incluso las partes más cínicas de mi mente no podían creer eso.
Él había necesitado un ancla tanto como yo. Era una verdad que podía
sentir.
—Sobre el ascensor —comenzó en el momento en que estábamos de
vuelta en su oficina, la puerta detrás de nosotros se cerró.
Negué con la cabeza y dejé mi café en su escritorio.
—Por favor, no lo menciones. —Por favor, oh por favor, no menciones
esa vergüenza.
Porque sabía que él no estaba hablando de mi ataque de ansiedad. Él
estaba hablando de la otra cosa. La que todavía se arrastraba por mi piel.
Era como si fuera otra persona, completamente superada por la
electricidad que me atravesó con su toque. La atracción que había sentido
por él era pálida por la forma en que mis nervios explotaban bajo sus manos.
—¿No mencionar lo duro que me puso, o cuánto te deseo? —preguntó.
Me congelo, con los labios separados y no puedo dejar de mirar su
cintura, mis ojos se abren ante el bulto en su pierna derecha que se tensa
contra la tela. ¿Había estado él en ese estado desde entonces? ¿Acaso fui yo
la única que no se dio cuenta?
—Yo ... Wow. —Muerdo mi labio inferior mientras mis muslos se
aprietan. El calor se acumula profundamente dentro de mí y un dolor
comienza a extenderse.
—Por tu reacción, sé que no soy el único.
—No es una buena idea. ¿Recuerdas lo mucho que te odio? —Aunque
ya no era odio. Lo más probable es que odiara lo que me hacía sentir. Odiaba
lo mucho que lo deseaba.
Especialmente sabiendo que nunca podríamos ser más que esto. No
quería ser solo su juguete.
Sus labios se crisparon.
—No me odias. Además, todo eso fue un jugueteo previo.
—¿Discutir es jugueteo previo?
—Contigo, lo es.
—Sabes que técnicamente eres mi jefe en este momento, y eso no es
una buena idea —le digo, esperando que eso lo haga retroceder. Que se
enfriara era lo único que nos detendría, porque yo ya me había apartado
una vez y no creía que pudiera hacerlo una segunda.
—¿Ahora mismo o nunca?
—Realmente quiero decir nunca, pero no puedo hacerlo. —Me había
agotado. Después de que sus labios tocaron los míos, no quería nada más
que ser consumida por él.
—Déjame llevarte a cenar esta noche.
Niego con la cabeza. En primer lugar, ¿quería siquiera pensar en la
idea de salir con él? Sí, lo hacía. Las cosas habían cambiado entre nosotros.
Incluso sabía la respuesta a lo que sigue: yo quería salir con él.
Pero luego, en segundo lugar, estaba Kinsey. No había forma de que
pudiera encontrar una niñera en tan poco tiempo.
—No puedes simplemente invitar a una mujer a cenar la misma
noche.
—¿Por qué no?
—La preparación y esas cosas, y esta emoción de hacerte esperar.
Estás emitiendo esta vibra como si quisieras abalanzarte sobre mí.
—Porque quiero hacerlo.
Respiro entrecortadamente. No podía recordar un momento en el que
me hubiera asaltado tanto la fantasía de cómo sería tener un hombre entre
mis muslos. Había pasado tanto tiempo desde que tuve relaciones sexuales,
incluida una buena cantidad de tiempo antes de que mi exnovio y yo nos
separáramos.
De repente, Thane rodeó su escritorio y se acercó a mí. Retrocedí, mis
ojos se agrandaron, pero no llegué muy lejos cuando sus manos agarraron
mis caderas y me hicieron girar, levantándome con facilidad. Dio unos
pasos, sin detenerse hasta que mi espalda estuvo presionada contra la
pared.
—Thane ...
—Dime que no me deseas.
—Yo…
—No puedes, ¿verdad?
—No deberíamos. —Estaba temblando, revelando lo que trataba de
negar. Estar rodeada por él hizo que se desmoronara la poca resistencia que
tenía.
—Mentirosa.
Estábamos tan cerca que nos estábamos respirando el uno al otro. El
ascensor había sido una especie de jugueteo previo, que me excitaba de tal
manera que cuando sus labios tocaron los míos de nuevo, todas las células
en mí explotaron.
Me rendí. A su toque, al fuego y a él. Iba a seguir el consejo de Lizzie
y follar con él. Quizás entonces la curiosidad se apagaría y podría
concentrarme de nuevo en lo que importaba.
Su boca sobre la mía fue un alivio eufórico que abrió mi cuerpo hacia
él, desesperado por más.
Un quejido me abandonó cuando se apartó.
Sus ojos oscuros se encontraron con los míos, mientras su mano
subía por la parte exterior de mi muslo antes de pasar al interior y debajo
de mi falda. Respiré profundamente, mis labios se separaron cuando sus
dedos rozaron mi montículo. Mis uñas se clavaron en mis palmas mientras
él se abría paso debajo de la tela de mi tanga, empujándola hacia un lado
para encontrar la piel debajo de ésta.
Mi cabeza cayó hacia atrás cuando se deslizó entre los labios de mi
coño, subiendo y bajando por mi rajadura.
Un gemido lo abandonó.
—Tan resbaladiza.
Quería protestar, pero no pude. Apenas me había tocado y era mejor
de lo que imaginaba.
—Provocador —siseo.
Sus labios se crispan y, sin previo aviso, dos dedos se deslizan dentro
de mí. Ambos soltamos un gemido antes de que sus labios encuentren los
míos. Pequeños rayos de electricidad zumbaban a través de mi pecho, el
calor residual se acumulaba entre mis muslos.
Mis caderas sobresalen hacia adelante, empujando sus dedos más
profundamente. Con los labios entreabiertos, mantengo una mano
presionada contra la pared, mientras que la otra tiene un agarre mortal en
su manga, mientras pequeños gemidos se escapan de mí.
—¿Todo lo que soñaste, bebé? —susurra.
Muevo mi mirada hacia arriba hasta que nuestros ojos se encuentran.
—¿Es lo mejor que puedes hacer?
Sus labios se curvan en una sonrisa diabólica.
—Te lo dije ... —Presiona su palma contra mi clítoris y mi espalda se
arquea, empujando nuestros pechos juntos mientras me agarra con sus
brazos para sostenerme—. Me gusta el reto.
Mi mente se libera de todo pensamiento mientras mi cabeza cae hacia
atrás contra la pared, cada nervio concentrado en el placer. Ningún hombre
me había tocado jamás con tanta confianza y fuerza, y eso hizo que me
fundiera en él. Cada deslizamiento hacia adentro, cada rasgueo contra mi
clítoris con su pulgar me hacía caer interminablemente en un estado de
placer sin sentido.
Thane tenía un toque experto. Sabía exactamente dónde y cómo
volverme loca.
Mis ojos se abren y mi agarre en sus mangas se aprieta cuando su
otra mano se mueve de mi cintura. Nuestras miradas se encuentran y me
cautiva la oscura y lujuriosa pesadez de sus ojos. La anticipación crece a
medida que su mano avanzaba poco a poco, y cuando las puntas de sus
dedos rozan las perforaciones de mis pezones, escucho un gemido bajo.
La sensación es tan intensa que lucho por respirar. Solo pequeños
maullidos atrofiados escapan de entre mis labios. Se inclina, su aliento
caliente contra mi cuello antes de que muerda mi piel.
—Pronto tendré mi boca en ambos —dice. Aprieta mi pecho y mi coño,
luego aumenta la presión y la velocidad de sus dedos—. Pero primero, quiero
probar tus jugos en mis dedos antes de follarte contra la pared.
No puedo evitar que mis caderas se mezcan contra él, persiguiendo el
orgasmo que se está formando dentro de mí. La tensión en mi abdomen se
irradia a todos mis músculos. Un gruñido vibra contra mi oído antes de que
me muerda el cuello, como si ya supiera que mi cuello es mi punto débil.
Una ola de placer sacude mi cuerpo y un grito ahogado sale de mi
pecho.
—Joder, así es, bebé. Córrete.
El sentimiento más intenso que jamás haya visto borra mi mente
cuando me estremezco en sus brazos. Apenas me doy cuenta cuando bajo,
que me había agarrado de los muslos y me había levantado contra la pared.
Aún aturdida por mi orgasmo, no registro los sonidos de él liberándose hasta
que siento la cabeza caliente de su polla presionando contra mi clítoris
sensible.
—Oh, joder —gimo, flexionando las piernas, acercándolo más hasta
que siento que la punta se desliza hacia adentro, luego sus caderas se
flexionan, golpeando todo el camino hasta que sus caderas están
firmemente contra mí.
Mi visión se vuelve borrosa, mi cabeza contra la pared mientras un
largo y bajo lamento me abandonaba.
—Joder, sí. He estado soñando con esto durante semanas —gime
contra mi oído.
—¿El qué? —Pregunto, confundida. Nunca me había sentido tan llena.
—Estar dentro de ti.
Cuando se desliza y luego vuelve a entrar, de repente me siento al
borde de otro orgasmo. No tengo tiempo de pensar en eso cuando cumple
su promesa de follarme contra la pared. Duro y rápido, una y otra vez, y no
puedo hacer nada más que soltar una letanía de maullidos.
—¡Joder, joder, joder! —Lloriqueo, mientras me aferro a mi vida. Mis
labios se separan y un grito silencioso se atasca en mi garganta mientras
me aferro a él, y mi cuerpo tiembla.
Una serie incomprensible de gruñidos y gemidos lo abandonan
cuando sus caderas me inmovilizan contra la pared. Se flexionan,
empujándome más fuerte cuando siento su polla temblar dentro de mí.
Él se corre. Dios mío, iba a correrse. Llenándome.
Mi cabeza cae sobre su hombro mientras la fuerza me abandonaba.
Un hombre que me hacía venir una vez era un milagro, pero Thane demostró
que tan dios era al hacer lo imposible.
Ahora todo lo que quería hacer era dormir una siesta.
Su aliento se siente caliente contra mi cuello mientras toma
respiraciones profundas y trabajosas.
—No te alejes —susurra contra mi piel.
En mi estado nebuloso, no entendí el significado de sus palabras, pero
lo haría.
13
Thane

Si alguna vez había cuestionado la atracción entre Roe y yo, eso se


salió por completo de la ventana cuando ella se corrió en mis brazos. Luego,
cuando ella se corrió alrededor de mí.
Durante toda la noche, esa imagen estuvo en repetición.
Y tenía que ser honesto conmigo mismo, estar con ella fue sin duda el
sexo más caliente de mi vida. No era el hecho que estuviéramos en mi oficina
y cualquiera pudiera oír o entrar, y no era porque estuviéramos casi
vestidos. Semanas de frustración sexual reprimida habían tenido una
liberación y yo no podía tener suficiente de ella. Cada gemido, cada toque
me hacía querer y necesitar más, volviéndome loco.
Sin embargo, todavía odiaba que se me hubiera escapado a las cuatro
y media. Era extraño, pero ¿tal vez tenía un segundo trabajo? Fuera lo que
fuera, era enloquecedor.
Después de eso, la mujer consumió todos mis pensamientos. Mis
preguntas se estaban acumulando, incluso si no estaba más cerca de
obtener respuestas.
Nunca antes había querido salir con una mujer con tanta
desesperación. Para salir a pasear, y sí, para follar, pero definitivamente
para conocerla fuera del trabajo. Ella me tenía completamente cautivado y
yo la necesitaba por completo, un sentimiento que no había tenido en
muchos años.
Con el tiempo que había trabajado para mí, no debería haber sido una
sorpresa verla correr como una loca hacia su escritorio casi diez minutos
más tarde, luciendo sonrojada y hermosa. Por supuesto, el teléfono ya
estaba sonando. Su ‘Hola, Oficina de Thane Carthwright’ salió apurado
después de casi seis tonos completos.
Me reí entre dientes, porque obviamente follar con la mujer más sexy
que jamás había conocido, contra la pared de mi oficina, no iba a cambiar
el ambiente de trabajo que habíamos establecido.
Tomé la llamada y, una vez que terminé, obligué mi atención a mi
correo electrónico para evitar distraerme con ella. Fue una tortura. Cada
movimiento que hacía, cada suspiro, hacía que mi piel se erizara deseando
estar más cerca de ella. Estar cerca de ella me estaba atormentando. Solo
quería tocarla de nuevo.
Unos minutos más tarde, un movimiento me llamó la atención y miré
hacia la puerta. Fue difícil no gemir mientras veía sus caderas saltar con
cada paso. Llevaba pantalones y yo extrañaba desesperadamente la vista de
sus piernas que proporcionaban sus faldas.
—Tu café —dijo Roe, dejando la taza a mi lado. No hubo un pequeño
comentario sarcástico o malicioso. En cambio, una sonrisa iluminó sus
impresionantes rasgos. Un ligero sonrojo en sus mejillas me atrajo.
Le sonreí mientras tomaba la taza.
—Gracias.
Se volvió, con un salto en su paso de camino de regreso a su escritorio.
Estaba tan completamente hipnotizado, que estaba tomando mi segundo
sorbo antes de escupir el café en la taza. Sabía más a agua amarga de
drenaje que a café. No tenía ni idea de cuál era la diferencia entre lo que me
dio Crystal y lo que me llevó Roe, pero necesitaba enviarle un mensaje de
texto a Crystal para averiguarlo.
La idea de un capuchino de la cafetería del vestíbulo cruzó por mi
mente. Tal vez podría pedirle que me traiga un expreso de allí y evitar
ofenderla. Lo último que quería hacer era molestarla. Eso no ayudaría a mi
misión de volver a entrar en ella, algo por lo que estaba desesperado.
Ninguno de los dos hizo ningún tipo de mención o alusión a lo que
había sucedido, pero cada vez que nuestros ojos se conectaban, hervía a
fuego lento bajo la superficie. Ella volvería a rechazarme para una cita sin
previo aviso, pero descubrí una laguna.
A la mañana siguiente, cuando vino a dejar mi café, la detuve antes
de que se fuera.
—Necesito que hagas una reserva para el almuerzo para dos al
mediodía.
—¿Dos? —Su frente se arrugó. Sabía que estaba confundida porque
la única reunión que tenía en mi calendario era a las tres.
—Si no puedo llevarte a cenar, entonces te llevaré a almorzar.
Ella sacudió su cabeza.
—Solo puedo tomarme media hora.
Sí, ese molesto secreto que se une a todos los demás.
—Y tal vez algún día me digas por qué, pero eso no es una
preocupación hoy. Es un almuerzo de trabajo con motivos ocultos.
—Motivos ocultos, ¿eh? ¿Eso significa que puedo elegir el restaurante?
—ella preguntó.
—Cuando aceptes ir a cenar conmigo, pero el almuerzo lo decido yo.
Unas horas más tarde, estaba abriendo la puerta de The Capital Grille,
uno de mis lugares favoritos para un almuerzo de negocios. Y probablemente
adónde la habría llevado a cenar si ella hubiera accedido.
—Nunca había estado aquí antes —susurró mientras nos
acercábamos al puesto de la anfitriona.
—Te gustará —le aseguré.
—¿Hay ensaladas de cincuenta dólares aquí? —pregunta, sus labios
curvándose en una sonrisa.
—Probablemente.
Sus ojos se agrandan y lentamente se vuelve para mirarme.
—Yo no pue…
—Te invito a almorzar, así que no digas ni una maldita palabra más
al respecto. Si quieres la ensalada de cincuenta dólares, pídela.
—Por aquí —dice la anfitriona.
Pongo mi mano en la espalda de Roe lo más bajo que puedo,
manteniéndola cerca de mí. Era un movimiento posesivo, pero quería que
todos los jodidos ojos que estaban mirando, supieran que ya tenía pareja.
Incluso si ella no estaba de acuerdo todavía.
—No he estado en un lugar como este en mucho tiempo —admite
mientras mira el menú.
—¿Por qué no?
Ella se encoge de hombros.
—Falta de tiempo, sobre todo. No hay razón para ir a un lugar tan
agradable con poco tiempo, pero también me cuesta gastar tanto dinero en
una comida.
—A mí no.
Ella pone los ojos en blanco.
—Soy muy consciente de eso. ¿Cuánto te costaron los gemelos de hoy?
Echo un vistazo al ónix curvo y aprieto la mandíbula.
—Sin comentarios.
—¿Más de cien?
Mis labios se afinan.
—¿Doscientos?
Nuevamente me quedo en silencio.
—¿Quinientos?
—Son mi vicio, ¿de acuerdo?
Ella me sonríe, sus ojos vuelven a hojear el menú.
—Dijiste que había un motivo oculto. ¿Me lo vas a decir?
Me echo hacia atrás, habiéndome decidido ya por el filete mingón.
—¿A qué universidad fuiste?
—NYU. ¿Tú?
—La misma. ¿Hermanos?
Ella hace una pausa.
—Hermana menor. ¿Tú?
—Hermano mucho menor. Wyatt es casi once años más joven que yo.
Es un estudiante de último año en la Universidad de Nueva York en este
momento.
—¿Siguiendo los pasos de su hermano mayor?
Asiento.
—Lo cual es un poco extraño, considerando que me mudé cuando él
tenía siete años.
—Él debe idolatrarte.
Ella dio en el clavo allí. Mi hermano pequeño era una versión
miniatura de mí. Definitivamente los genes de Carthwright jugaron ahí.
—¿De dónde eres?
—Soy una chica de Nueva York. ¿Y tú?
—Carolina del Norte.
Su cabeza se inclina con sorpresa.
—¿En serio?
—Sí. ¿Por qué?
Ella se encoge de hombros.
—Parece que tienes la vida de la ciudad arraigada en ti.
—Después de catorce años, creo que sí.
Ella sacude su cabeza.
—Por otra parte, dijiste que conduces a todas partes.
La camarera viene a tomar nuestra orden y nos da un respiro.
—¿Veinte preguntas fue el gran motivo que te impulsó? —pregunta
cuando estamos solos de nuevo. Asiento con la cabeza, absorto con la
sonrisa que llena su rostro—. Y aquí estaba yo pensando que por ‘motivos
ocultos’, te referías al sexo.
No estaba destinado a sonar erótico, pero de alguna manera su
vocalización espontánea de una palabra tan pequeña me hizo moverme en
mi asiento. Estar cerca de ella era un afrodisíaco en sí mismo. El suave
aroma de rosas y cerezas me tentaba, y estaba tomando mucho autocontrol
para evitar tocarla. Sin embargo, ella estaba poniendo a prueba mi
contenida debilidad.
—Eso siempre está sobre la mesa. Siempre, a donde sea. Quería
conocerte y que me conocieras a mí. Tal vez entonces me dejes llevarte a
una cita real en lugar de engañarte para que almorcemos.
—No lo sé. Tienes esa vibra de 'me follo a muchas mujeres'.
—Depende de cuál sea tu definición de muchas. ¿Salgo en citas? De
vez en cuando. ¿Duran mucho? Por lo general, no pasa de una segunda cita.
—Y eso me hace pensar. ¿Eres tú o ellas? Si te acuestas con ellas,
¿también se corren o eres solo otro idiota egoísta?
Le sonrío y me inclino más cerca.
—Estoy bastante seguro de que ya conoces la respuesta.
El color rosa llena sus mejillas y sé que está recordando todas las
formas en que la toqué.
—Es cierto, tengo algo de experiencia contigo en esa área. Pero una
vez no es un buen estudio de caso.
Se muerde el labio inferior mientras sonríe, mientras que yo me siento
estúpido, mi cuerpo se pone rápidamente a la altura del desafío. Ese labio
entre sus dientes es su mayor revelación. Tengo la sensación de que ella no
tiene idea de que lo hace cada vez que la tensión sexual aumenta entre
nosotros, pero yo sí me di cuenta.
Me inclino más cerca, mi voz baja.
—Te arrastraré al baño ahora mismo y te daré otra entrada para tu
recolección de datos.
—Es una gran charla, pero volvamos al tema que nos ocupa. ¿Qué
hay de malo contigo?
Parpadeo hacia ella, sorprendido con la pregunta. ¿No estábamos
hablando de mi polla profundamente dentro de ella en el baño? Ella me tenía
completamente trastornado.
—Nada está mal conmigo.
—Entonces, ¿qué les pasa a ellas?
Oh, mis ex.
—Simplemente no funcionó. Incompatibles o los horarios no
encajaron o no hubo chispa.
—¿Soy solo una ocasión casual?
—Solo hay una forma para que ambos lo averigüemos, pero estoy
bastante seguro de que la respuesta es no.
—Hmm, creo que me gustabas más cuando te odiaba, antes de saber
que eras bueno en la cama. Aunque técnicamente no te he tenido en la
cama, supongo que realmente eres bueno en la pared.
—Realmente me gustaría agregar un baño público a mi lista de
lugares de logros.
—¿Qué pasa si digo que no? — pregunta.
Todo en mí le rogaba que dijera que sí, y la idea del no, no se me había
ocurrido.
—Entonces retrocedería, pero realmente espero que grites que sí muy
pronto.
—¿Y luego?
—Y luego tal vez podrías decir que sí a una cita real. —Llegar hasta
ella era como irrumpir en Fort Knox: imposible. Sí, quería follármela.
Muchas veces. Sí, quería salir con ella.
¿Por qué le resultaba tan difícil aceptar?
—Sigues insistiendo en esto de las citas reales.
—Porque hay algo que te impide decir que sí, y eso me molesta, así
que seguiré preguntando hasta que esa palabra salga de tus labios. —Sus
secretos me fastidiaban muchísimo porque quería conocerlos. Me volvía
loco.
—¿Por qué me besaste en el ascensor?
Me congelo, la energía juguetona me abandonó, y siento que la
opresión en mi pecho vuelve a emerger.
—Porque quería hacerlo.
—Eso no es lo que dice tu reacción a mi pregunta.
Asiento. Lo mejor que podía hacer era decir la verdad, pero ¿cuánto
de eso saciaría su curiosidad?
—Tengo el mismo problema que tú. No me va bien en situaciones como
esa.
—¿Las películas de terror también te afectan?
—El horror, sí. Las películas, no —admití.
—No parecía que fuera un gran problema para ti. —Sus palabras
decían una cosa, pero su expresión me decía otra. Quizás no hice un trabajo
lo suficientemente bueno para reprimir lo afectado que estaba.
—¿No recuerdas que intenté abrir las puertas? Yo también estaba
entrando en pánico, pero tú necesitabas ayuda. Tocarte me niveló, y
esperaba que te hiciera a ti lo mismo. Una vez que comencé, no quería
detenerme.
Mis ojos se encuentran con los de ella, y le tiendo la mano. Respiró
hondo cuando nos tocamos, y esa maravillosa vibración volvió a pasar entre
nosotros. Esa fue mi señal, mi prueba de que Roe era algo especial.
14
Roe

El almuerzo estuvo lleno de nuestras bromas burlonas habituales con


indicios de querer conocerte y más de alguna insinuación, esto último
sucedió cuando aplasté mi lengua contra la cuchara de postre y luego hice
un movimiento rápido de lengua en la punta de la cuchara.
En ese momento me reí de la forma en que su mandíbula cayó, pero
esa risa se apagó cuando su mano agarró mi muslo y se deslizó debajo de
mi falda. Tragué saliva y él se inclinó para susurrarme al oído:
—Sigue jugando a la inocente y tendré esa lengua en mi polla antes
de que regresemos a la oficina.
Mi corazón se aceleró y un gemido me abandonó cuando las puntas
de sus dedos recorrieron ligeramente mi clítoris antes de desaparecer. Pagó
y caminamos en un tenso silencio, cada nervio muy consciente de lo cerca
que él estaba.
Tenía un dolor ardiente entre mis piernas, que solo latía más fuerte
con cada minuto que estaba cerca.
Me reí internamente. Parecía que mi odio ardiente se había convertido
en un deseo ardiente.
Podría ser peor.
La energía que crepitaba entre nosotros era explosiva, y si el ascensor
no hubiera estado lleno cuando entramos, habría sido un viaje muy
diferente. En cambio, nos paramos en una esquina y él subió su mano por
la parte de atrás de mi falda, justo entre mis muslos, y deslizó sus dedos
dentro de mí. Me vi obligada a girarme hacia su hombro para no
avergonzarme con el gemido que estaba acallando detrás de mis labios.
Cuando el ascensor llegó a nuestro piso, me indicó que caminara
frente a él antes de que él se moviera al otro lado junto a mí y apoyara su
mano en la parte baja de mi espalda. Continuamos hacia su oficina, pero se
aseguró de que no me perdiera verlo chupando mis jugos de la punta de sus
dedos.
El calor inundó mis mejillas, y tan pronto como cruzamos el umbral
de su oficina lo agarré por la cintura, la cabeza caliente de su polla
presionando contra mi palma. El sonido de la puerta cerrándose con llave
se registró, mientras yo trabajaba para desabrocharle el cinturón. Incline mi
cabeza hacia atrás, y me dejó en shock cuando sus labios se presionaron
contra los míos.
Con sus manos en mis caderas, me acompañó hacia atrás mientras
yo continuaba con su cinturón. Saqué el cinturón y bajé su cremallera, mis
dedos reventaron el botón y metí la mano debajo del cinto elástico de sus
calzoncillos. Acaricié la cabeza caliente y sedosa, ganándome un siseo. Sus
ojos azules estaban oscuros y el dolor entre mis piernas aumentó.
Un gemido me abandonó cuando sus grandes manos agarraron mis
muslos, levantándome sobre el borde de su escritorio.
—Tus papeles —discutí.
—Que se jodan —gruñó mientras empujaba mi falda hasta mis muslos
y mis caderas. Sus dedos rozaron mi clítoris, haciéndome gemir mientras
empujaba mis bragas a un lado—. Joder, estás tan lista para mí.
Antes de que pudiera responder, fui silenciada por su polla
presionando todo el camino dentro de mí. Mi mandíbula cayó y un sonido
gutural salió de mí ante el repentino y abrumador placer que se estrellaba
contra mí.
Sus embestidas eran rápidas, duras y podía sentir la tensión en mi
abdomen creciendo. Un escalofrío me recorrió mientras su mano subía por
mi cintura y cruzaba mi pecho para descansar ligeramente en la base de mi
cuello.
Solo la cercanía en mi cuello, la ligera presión que me inmovilizaba,
envió un pico de calor a través de mí y me rompí. Temblaba debajo de él
cuando un sollozo ahogado me sacudió.
—Joder —siseó. Sus duros empujes continuaron mientras mis
paredes pulsaban a su alrededor. Con algunos gruñidos y gemidos duros,
sus caderas se detuvieron, y sentí cada contracción cuando él se corrió.
Su mano se deslizó desde mi clavícula hasta el escritorio junto a mi
cabeza, usándola para sostenerse mientras sus músculos se aflojaban.
Ambos estábamos respirando con dificultad, mirándonos profundamente a
los ojos.
De alguna manera, no se sentía como si fuera un juego de oficina para
desahogarse. Cuando sus ojos azules se clavaron en los míos, sentí como si
algo dentro de mí se desbloqueara.
Después de unos momentos, dio un paso atrás y sentí que algo me
abandonaba, pero él se apresuró a limpiarlo con un pañuelo de papel. Me
senté y me dispuse a ajustarme la ropa, pero me quedé apoyada en el borde
de su escritorio, sin confiar en que mis piernas me sostendrían.
—¿Estás disponible para cenar el viernes? —preguntó mientras se
subía los pantalones.
Mi cabeza se volvió hacia él.
—¿Me estás invitando a una cita? —Ya lo había rechazado una vez.
Tener una cita con él era todo lo que yo quería.
Y todo lo que temía.
—Sí… ¿Hay algún problema con eso? Te estoy dando varios días de
anticipación.
Pasé un mechón de cabello detrás de mi oreja. Durante semanas,
habíamos compartido bromas y química y algunas sesiones explosivas de
liberación que yo necesitaba desesperadamente.
Pero eso era todo lo que podía haber, incluso si quería más.
—No creo que sea una buena idea.
—Y ahora, ¿por qué no? —preguntó, claramente exasperado—. Te
atraigo. Me siento atraído por ti. Quiero conocerte más. ¿Es eso tan malo?
Trago saliva y mi pecho se aprieta. Por mucho que nos habíamos
conectado, sus palabras todavía me perseguían. Si bien él podía aceptarme
a mí, la experiencia me había demostrado que no había forma de que él
pudiera aceptar a Kinsey. Por lo tanto, todo lo que podíamos tener era lo que
teníamos y nada más.
—Mira, esto ha sido divertido, pero no va a funcionar más allá de eso.
No encajamos bien.
Da un paso adelante, obligándome a mirarlo.
—Oh, creo que acabo de demostrar que encajamos muy bien.
—No puedo. Simplemente no puedo. —Por mucho que quiera.
—¿Por qué no? —pregunta con los dientes apretados.
—Simplemente no funcionará. —Salto del escritorio y lo empujo para
salir. El nudo en mi estómago se estaba apretando y tenía que escapar.
—Roe…
No me detuve, solo continué mi camino fuera de su oficina.
—Buenas noches, señor Carthwright. Lo veré mañana.

Escaparme de Thane, de nuevo, fue difícil. Dejándolo con un palmo


de nariz no una, sino dos veces, y parecía que yo no podía dejar de hacerlo.
El miedo que me llenaba se apoderó de mí y se negó incluso a considerar la
idea. Mi mente estaba latiendo con fuerza, mi cuerpo y mi corazón. Estaba
tratando de salvarme al no acercarme. Si no me acercaba, él no podría
dejarme.
Mientras viajaba en el tren, solté un suspiro mientras levantaba mi
teléfono y escribía un mensaje.
Roe: ¿Estás lista para esto? Lo hice. Me lo follé. Dos veces. Fue
maravilloso, glorioso y caluroso y Dios mío, no sabía que nada pudiera
sentirse TAN bien. Pero luego me invitó a cenar. Lo rechacé porque sé
que en cuanto se entere de lo de Kinsey, se marchará.
Odiaba la inquietud que me llenaba. Tal vez debería habérselo dicho,
pero cuanto más me contenía, más tiempo podía mantener la mentira para
mí. Si él no lo sabía ... pero ¿y si lo sabía? Una parte de mí sentía curiosidad,
pero la parte oscura de mi corazón ya sabía y silenciaba cualquier esperanza
que quedara.
Mi teléfono sonó justo cuando el tren se detenía en la estación.
Lizzie: ¡SÍ! ¡Estoy tan feliz por ti! ¿Por qué le escondes a él a esa
hermosa bebé? Estás indecisa porque sientes algo por él. Díselo y
luego pregúntale si todavía está interesado. Esa es la única forma en
que lo sabrás. Ahora que tu coño está bien usado, deja de ser una
cobarde y habla con él. ¡Te amo!
Me encantaba la exuberancia de Lizzie, pero no me gustaba que me
dijera que yo sentía algo por él.
Porque lo hacía, y dolería cuando ya no estuviera interesado a raíz de
Kinsey.
A la mañana siguiente, teníamos programada una reunión junto con
algunos de los ejecutivos de Worthington. Cuando llegué, estaba tan
silencioso que pensé que él aún no había entrado.
—Buenos días —le dije cuando lo encontré en su escritorio pegado a
su pantalla. No hubo respuesta, así que me acerqué, pensando que tal vez
tenía los auriculares puestos y no podía oírme—. Buenos días.
Cogió algo de su escritorio y me lo arrojó.
—Necesito que le envíen esto a Shannon para que pueda poner en
marcha el contrato.
—Está bien —le dije mientras le quitaba la carpeta. Todavía no me
había mirado y no me gustaba que se me formara un hoyo en el estómago—
. ¿Necesitas un café?
—Ya tengo un poco —respondió, todavía sin mirarme.
No me moví, negándome a hacerlo hasta que él me viera.
—¿Hay alguna razón por la que no estás haciendo lo que te pedí? —
preguntó en un tono entrecortado.
—¿Hay alguna razón por la que no me miras?
Su mandíbula se flexionó y se volvió hacia mí, con una fría
indiferencia en su mirada.
—¿Ahora me dejarás en paz?
—Eso es algo que he intentado hacer durante semanas. ¿Por qué eres
tan hostil ahora?
—Porque fui tan estúpido al pensar que tal vez había algo entre
nosotros, pero mal de mi parte, supongo que ni siquiera vale la pena
intentarlo —escupió.
Sentí como si me hubiera apuñalado en el pecho y no podía entender
por qué.
—Odio la agresividad pasiva tanto como la manipulación.
Se puso de pie abruptamente, el fuego ardía en sus ojos.
—¿Quieres hablar de manipulación? Tú. Porque eso es todo lo que me
has hecho durante semanas.
—Yo no lo he hecho. —¿O sí lo hice? No puede ser.
—Sí lo has hecho. Puede que no te hayas dado cuenta de que eso era
lo que estabas haciendo, pero lo estabas haciendo. ¡Dos veces te he tenido
en mis brazos, dos veces he pensado que finalmente me dirías que sí a la
maldita cena! Solo para ser rechazado por no ser lo suficientemente bueno.
—Volvió a sentarse y colocó la silla otra vez frente a su escritorio—. Así que
ve a archivar eso y sal de mi vista, porque realmente no quiero verte ahora.
Estaba en shock cuando retrocedí y me di la vuelta, sosteniendo el
archivo cerca de mi pecho.
El hoyo en mi estómago creció y salí de su oficina. ¿Él no es lo
suficientemente bueno? ¿De verdad él pensaba eso? Yo era la que no era lo
suficientemente buena. Yo.
Yo era el problema. Él era ... perfecto.
Sentí una punzada en el pecho de solo pensar que podría haberlo
lastimado, que debido a que no fui honesta acerca de mi situación, le había
causado dolor. Fue un sentimiento que se profundizó cuando reconocí que,
de alguna manera, él se preocupaba por mí. Esa era la única razón por la
que él estaba desconcertado. Un golpe al ego no era suficiente para la
reacción violenta que yo estaba recibiendo.
Fue un duro golpe. Uno que tomé personalmente. Lo había lastimado
y él estaba arremetiendo contra mí.
Durante las últimas semanas lo había llegado a conocer, conocía su
verdadera personalidad y acepté que lo estaba juzgando por nuestras
primeras interacciones. Al no ser honesta, involuntariamente había jugado
con sus sentimientos, emociones que ni siquiera creía que tuviera hacia mí.
Después de llevar el expediente a Shannon, una de las abogadas
internas, recibí a los ejecutivos de Worthington Exchange en la sala de
conferencias. Una vez que todos estuvieron sentados, Carthwright me
excusó de la reunión.
Me retiré a mi escritorio, odiando el malestar que estaba sintiendo.
Pero solo tenía que recordarme una cosa: era mejor así. Si me odiaba, no
podría dejarme.
Pero en cierto modo, ya lo había hecho. Lo había alejado con todas
mis fuerzas y estaba pagando el precio por no tomarme en serio sus
sentimientos. El frío se infiltró en todo, y me encontré desesperadamente
extrañando su toque.
Durante el resto del día, cada vez que Thane me miraba había una
fría indiferencia, un marcado contraste con el día anterior. No se tomó bien
mi rechazo.
Ni yo tampoco.

Durante todo el fin de semana, esa piedra permaneció en mi


estómago.
Estábamos a la mitad del martes, nuestro tercer día de trabajo con la
misma actitud, cuando me di cuenta de que necesitaba informarle de mi
próxima ausencia.
—¿Puedo hablar contigo? —Pregunté mientras entraba en su oficina.
Miró hacia arriba y se reclinó en su silla. No había expresión en su
rostro, sus rasgos en blanco. No estaba acostumbrada a la indiferencia
general hacia mí. Las emociones que normalmente eran tan fuertes entre
nosotros, hirviendo bajo la superficie, se extinguieron. Tragué con fuerza,
mi pecho se apretó, sabiendo que yo era la razón de esa mirada. Extrañaba
la sonrisa diabólica, el fuego en sus ojos y la forma en que interactuábamos.
Lo extrañaba.
—No vendré el viernes —dije. Era una cita que había aclarado con
Matt hace mucho tiempo, pero me di cuenta de que Thane no lo sabía.
—Te necesito el viernes —dijo, luego volvió su atención al trabajo que
tenía frente a él, efectivamente terminando nuestra conversación con solo
cinco palabras.
—No estaré aquí —subrayé. Una opresión comenzó a envolverse
alrededor de mi pecho.
Empujó su teclado hacia atrás y me miró fijamente.
—¿Por qué no?
Mis dientes se aplastaron. Su actitud me dijo que estaba molesto, pero
¿no se daba cuenta que su comportamiento me estaba lastimando? Tal vez
él quería eso, para castigarme de otra manera por rechazarlo.
Todo lo que quería era que volviéramos a ser como éramos una
semana antes, porque cada momento que estaba cerca de él se había
convertido en una tortura.
—Me voy a tomar un día personal y eso es todo lo que necesitas saber.
—Me di la vuelta para salir.
—Roe, espera.
Respondí bruscamente.
—No puedes obligarme a decírtelo porque no tengo que hacerlo. Haré
lo que pueda de trabajo hasta el jueves, y luego te veré el lunes.
Se limitó a mirarme y me volví para irme, acomodándome en mi silla.
Una lágrima se deslizó por mi mejilla. ¿Por qué duele tanto?
15
Thane

La última semana y media fue una completa mierda. Comenzó


fantásticamente entre sus muslos y un minuto después todo se vino abajo.
No podía entender por qué Roe era tan inflexible sobre el viernes. Se
negó a decirme por qué, pero cuando miré el calendario, me di cuenta de la
fecha: el 11 de septiembre.
Eché un vistazo a la puerta, al perfil de su rostro mientras trabajaba.
¿Perdió a alguien cuando se derrumbaron las torres?
Si así fuera, me sentiría como un completo y total imbécil, ganándome
el nombre de contacto que me puso en su teléfono.
Odiaba la sensación en mi pecho cada vez que pensaba en ella. La
frustración y la ira. Sabía que solo necesitaba esforzarme más, pero también
sabía que no podía obligarla a que saliera conmigo, y mucho menos gustarle.
Quizás su cambio de actitud tuvo que ver con el viernes. Tal vez
necesitaba dejar de pensar que todo era sobre mí, algo difícil de hacer
cuando todos mis pensamientos eran sobre ella. Recordando nuestra cita
para almorzar y lo bien que la pasamos, lo bien que encajamos.
Luego, el golpe de un rechazo frío y duro que dolió y resonó durante
días.
La primera vez que rechazó una cita, su razón era sólida, aunque
sabía que había algo más. Todos los secretos que quería saber y que
rondaban alrededor de ella.
¿Cómo se suponía que iba a hacerla mía si seguía cerrando la puerta
proverbial en mi cara? Rechazarme justo después de demostrar que me
deseaba fue un duro golpe.
Por otra parte, yo no estaba siendo muy receptivo. Procesar estos
sentimientos que nunca antes había tenido estaba resultando más difícil de
lo que creía.
Durante los siguientes dos días, traté de reprimir el deseo de volver a
hablar con ella como solía hacerlo. Para volver a la relación que habíamos
estado desarrollando. Mi problema era que nunca había estado en una
situación así y no sabía cómo proceder. Por mucho que quisiera ir tras ella
sin descanso hasta que se rindiera, tenía la sensación de que la alejaría aún
más.
—¿Dónde está Roe? —James preguntó desde mi puerta.
Apenas había entrado en mi oficina cuando se lo solté.
—¿Ella tiene novio?
James se congeló ante mi repentino arrebato, frunció el ceño.
—Te dije que no.
—Entonces, ¿por qué no quiere salir conmigo?
Sus músculos se relajaron y se sentó en una de las sillas frente a mi
escritorio.
—No puedo decirte eso.
—Eso no es un “No sé”, James.
Él se encogió de hombros.
—Roe ha pasado por muchas cosas últimamente, y eso es todo lo que
puedo decirte.
—¿Por qué?
—Porque ella confía en mí, y si quieres que ella confíe en ti, tendrás
que esperar hasta que esté lista. Si sigues insistiendo, simplemente la
alejarás.
Levanto las manos con frustración.
—¡Eso ya lo hice! Y ahora ya no sé cómo hablar con ella. Es
jodidamente frustrante.
Una pequeña risa lo abandona mientras me mira.
—Me estoy divirtiendo al verte interesado en una mujer. En todos los
años que te conozco, ha habido interés, pero solo el suficiente para una
noche o dos.
—Alguna vez tú fuiste igual. —Paso mis dedos por mi cabello—. Ella
está metida debajo de mi piel.
—Estoy muy familiarizado con ese sentimiento. Lo peor que puedes
hacer para cumplir tu objetivo es alejarla. Tú querrás que se abra contigo
para que puedas estar ahí para ella.
Genial, lo único que había hecho durante la semana pasada fue
alejarla. Estaba completamente jodido. ¿Ella siquiera confiaría en mí ahora?
Probablemente pensó que solo estaba siendo amable con ella para poder
follarla, y luego volví a ser un imbécil.
Mierda. Mi objetivo estaba aún más lejos ahora, y por mi maldita
culpa. La mujer me tenía hecho un desastre total y absoluto.
—Odio esta mierda secreta.
—Solo recuerda que no es para torturarte. La confianza se gana con
esfuerzo, y vas a necesitar la de ella para llegar más lejos.
¿Ella no confiaba en mí? ¿O no me confió algo específico?
—Necesito demostrar lo que valgo —digo, finalmente comprendiendo.
Aunque eso no lo hizo más fácil de aceptar.
—Buena suerte.
—Gracias hombre. Totalmente aparte del tema por el que viniste,
estoy seguro.
—Sí, pero eso no cambia que seas mi amigo, Thane.
—Ella también es tu amiga, lo cual es extraño, por cierto.
Me ignoró.
—Roe es un partido mucho mejor que tu última relación real. ¿Cómo
se llamaba ella? ¿Liz?
Liv.
—Eso es.
Estaba completamente en lo correcto con eso. A Liv lo que tenía que
ver con el estatus y el dinero, ninguno de los cuales yo tenía en ese
momento, habiendo terminado la universidad hacía solo un año. Ella era
hermosa y era una gran pareja para pasear del brazo, pero por lo demás era
una socialité aburrida y materialista, todo lo contrario de Roe.
—¿Cómo puede una mujer darle la vuelta a mi vida tan rápido? —
pregunto.
—Eso es lo que pasa cuando te encuentras con una buena chica.
Ahora, resuélvelo. Consigue a la chica. Y dime qué piensas del correo
electrónico que acaba de enviar Worthington.
Mis ojos se abren y vuelvo mi atención a mi computadora, abriendo
mi correo electrónico. Hojeo la carta y maldigo.
—Teníamos esto resuelto.
James suspiró y se pasó los dedos por el pelo.
—Ellos saben cuánto queremos la compañía —refunfuña.
Necesitábamos la compañía. Eran un eje importante en el plan de
expansión de diez años que habíamos presentado.
—Ya somos accionistas mayoritarios. Esto es querer que hagamos una
adquisición hostil. —Paso mi mano por mi cabello.
Mierda.
—Eso es lo que puede llegar a ser. No quería hacerlo de esa manera.
Asiento.
—Me pondré manos a la obra, veré si los puedo hacer entrar en razón.
—Te lo dejo a ti. Llámame si necesitamos presionarlos más.
—Lo haré.
Después de que se fuera, inclino la cabeza, un fuerte crujido emana
de mi cuello. Parece que había dos cosas por las que estaría en pie de guerra
si las personas involucradas no cambiaban de opinión.

Unas horas más tarde, estaba sentado en la barra con Jace queriendo
golpearme la cabeza contra el mostrador hasta que sangrara. Worthington
no daba su brazo a torcer, y sería una pelea el lunes cuando su CEO volviera
a la oficina. Parecía que algunos de sus altos directivos estaban tratando de
dar un golpe de estado, y necesitaría su ayuda para que todos volvieran a
encarrilarse.
Ese asunto estaba en espera. Sin embargo, el asunto del tema
femenino me tenía paralizado.
—¿Cómo se consigue la confianza de una mujer? —Le pregunto a Jace
mientras miro el banco de televisores frente a mí.
Una cerveza fría en mi mano mientras miraba. Necesitaba ayuda.
Guía. Ni siquiera sabía por dónde empezar. Tampoco estaba seguro de que
Jace fuera la persona adecuada a quien preguntar, pero yo estaba
desesperado por saber algo.
—¿Me estás preguntando?
Mis labios formaron una delgada línea. Sí, Jace no era la persona
idónea, especialmente no después de su última relación, en la que lo
atraparon follando con la mejor amiga de su novia.
Imbécil.
Nunca entendí cómo él, o cómo cualquier hombre, podía hacer eso. Si
estuviera en una relación, solo me acostaría con mi chica, me follaría a mi
chica y ni siquiera consideraría a otra.
Estás pensando en Roe.
Suelto un suspiro. ¿Cómo pude desear tanto a alguien? ¿O era solo el
recuerdo de lo bien que se sentía a mi alrededor lo que me hacía ir por más?
—Yo sólo ... joder, ni siquiera sé lo que necesito, pero necesito algo.
—¿Qué tal esa rubia en tu polla esta noche? —pregunta, asintiendo
con la cabeza a la rubia al final de la barra.
Le di una mirada de reojo.
—Eso no va a ayudar con mi problema. —Los bares no eran lo mío,
pero después de una semana larga, no me importaba a dónde quisiera ir
Jace. Estaba desesperado por tomar una copa. O diez.
—Vamos hombre. El año pasado apenas te vi mostrar interés en
mojarte la polla.
—Ese no es mi problema —refunfuño, tratando de no recordar la puta
perfección del cuerpo de Roe.
Sus ojos se agrandan.
—Ya veo. —Él sonríe y se inclina—. ¿Ella es caliente?
—Mucho. —Belleza natural, cuerpo curvilíneo, pequeño y labios
rosados chupables.
—¿Mas de una vez?
Gimo y dejo que mi cabeza cayera hacia atrás antes de volver a
mirarlo.
—Sí, pero ahora ella me ha marginado. Ella no confía en mí, y no sé
cómo cambiar eso.
Él se encoge de hombros.
—Solo juega con ella. Dile lo que quiera escuchar.
Entrecierro mi mirada hacia él.
—¿Cuándo diablos te convertiste en alguien tan asqueroso? —Jace
nunca fue del tipo devoto, pero pensé que tenía más integridad que eso y
más respeto por las mujeres.
—¿Qué? No buscas nada serio. —Su expresión decae mientras me
mira—. Mierda, sí quieres. Esta es la chica que trabaja para ti, ¿no? La chica
que te odia.
Él estaba animado, emocionado, y me animó a hablar de ella, pero
también me hizo hacerlo con reserva. Al menos con Jace. El problema de
hablar con James era que también era cercano a Roe.
—Tiene algún secreto, algo aparte. Sé que ella se siente atraída por
mí.
—Sí, de lo contrario, ¿por qué está jugando con tu palito de carne?
Pongo los ojos en blanco.
—La primera impresión de mí no me está haciendo ningún favor, y
ella parece estancada en esa versión de mí.
—Para empezar, deja de ser este imbécil con un peso sobre tu hombro.
¿Ella te rechazó? ¿Hirió tus pequeños sentimientos? Sé un puto perro de
ataque y sigue persiguiéndola hasta que se someta.
—Si bien esa es una analogía gráfica que realmente no necesitaba,
entiendo la intención. —Me habían llamado así antes en acuerdos de
negocios, razón por la cual James me confió las adquisiciones de su
empresa, pero nunca había aplicado esa mentalidad a una mujer. Nunca
antes había querido, pero Roe me tenía deseando tantas cosas.
—¿La cuál es?
—No te rindas, sigue preguntando hasta que ella diga que sí.
Inclinó la cabeza de un lado a otro mientras pensaba en mi
interpretación.
—Sí, supongo que eso funciona.
Le arqueo una ceja.
—¿Que estabas pensando tú
—Llevarla al límite hasta que diga que sí.
Pongo los ojos en blanco.
—Amigo, ¿alguna vez piensas en algo que no sea el coño?
—¿Estás tratando de decirme que tú no piensas solo en eso?
Me vuelvo hacia las pantallas.
—Buen punto. Lo intentaré de esa manera si la otra no funciona.
Realmente esperaba que lo contrario funcionara, porque mi apetito
por ella era más que sexual.
Aunque la idea de llevarla al límite sexual hasta que dijera que sí,
parecía atractiva.
16
Roe

El día era difícil, como todos los 11 de septiembre. Mamá y yo fuimos


al monumento como siempre lo hacíamos, pero esta vez llevábamos a Kinsey
con nosotras. Después de encontrar su nombre, se lo presenté.
Fue un momento agridulce. Todavía me asombraba que algo tan
devastador fuera de hace tanto tiempo.
—¿Qué harás esta noche? —Le pregunté a mamá mientras
caminábamos juntas hacia la entrada del metro.
—Tengo turno en el trabajo a partir de la medianoche.
—Entonces, ¿Tomarás una siesta? —Pregunté mientras miraba
dentro del cochecito. Kinsey estaba dormida como un tronco,
profundamente dormida después de un día ajetreado.
Ella asintió con la cabeza, su brazo entrelazado con el mío.
—¿Algún plan para el fin de semana?
Niego con la cabeza.
—Lo habitual: lavar ropa, compra de comestibles y hacer limpieza.
Probablemente un paseo por el parque, ya que se supone que el domingo el
calor bajará un poco. A Kinsey le encanta el parque.
—¿Algún hombre en tu vida?
Le arqueé la ceja.
—¿En serio? —Por dentro, me estaba esforzando mucho por no pensar
en Thane hoy, y estaba decidida a mantenerlo así. Después de que la
punzada se calmó, enterré mis sentimientos nuevamente.
—¿Qué?
Hice un gesto hacia el cochecito que empujaba y a la bebé que estaba
dentro.
—Soy básicamente una madre soltera.
—Yo era madre soltera y tenía citas.
—Nosotras no estábamos todavía en pañales. —Pasaron algunos años
antes de que mamá tuviera su primera cita. Un bombero que conoció en un
grupo de apoyo a causa del 11 de septiembre.
Nunca había tenido que pasar por una gama de citas con una niña
pequeña. Demonios, ni siquiera podía conseguir que un hombre se
interesara lo suficiente como para querer tener una cita.
Thane quiere salir contigo, me recordó mi cerebro. Pero él no lo haría
una vez que se enterara.
Estábamos casi en la entrada del metro cuando vi un perfil familiar
apoyado en la barandilla. Su cabello estaba decolorado, lo rubio había
crecido durante mucho tiempo y parecía que no se había peinado en
semanas, y su ropa estaba llena de rasgaduras , así como de algunas
manchas.
—Ryn.
Ella parpadeó y dejó escapar un suspiro tembloroso.
—Hola.
—Llegas tarde. —Odiaba el tono de mi voz, ese toque de ira y rabia
que azotaba mis palabras. Cualquier otro día, hubiera sido prudente. El
nudo en mi corazón se soltaría al ver su estado, pero no hoy.
Era por una razón muy trillada. A lo largo de los años, me esforcé
mucho por ayudarla a desintoxicarse, por ayudarla a tener una vida fuera
de las drogas. Yo era la hermana mayor solidaria que hizo todo lo posible
para ayudar. Falló cada vez por una razón: ella no quería estar limpia.
Intercambió sexo por drogas y quedó embarazada de Kinsey, pero
nunca paró de drogarse.
Si bien no me había rendido con mi hermana, sí había renunciado a
consentirle su comportamiento. Especialmente cuando una mañana de
noviembre recogí un pequeño paquete de Servicios Sociales.
—Ryn, bebé ... —Mamá se calló. Las palabras se habían dicho antes.
Una y otra y otra vez durante casi una década, pero nunca penetraban—.
¿Cómo estás?
Ryn se mordió la uña del pulgar, o más bien lo que quedaba de ella, y
asintió.
—Estoy bien.
Apreté los dientes.
—No te ves bien.
Trató de sonreír, pero estaba inquieta.
—Bueno, ya sabes, el día de hoy. —Sus ojos revolotearon sobre el
cochecito, pero ni siquiera pareció darse cuenta de que su hija estaba frente
a ella.
—¿Qué te has metido? —Yo pregunté.
—¡Roe! —Mamá espetó.
—¿Qué? —Pregunté mientras me volvía hacia ella—. Está volando tan
alto por la droga como una cometa, mamá.
Había visto las diferentes etapas de la euforia en ella muchas veces a
lo largo de los años. Cualquier empatía que una vez tuve por mi hermana,
casi se había esfumado. Fue un gran golpe el día que llevé a su hija
abandonada a casa. La misma hija que aún tenía que reconocer.
—Yo sólo ... ya sabes ... papá. —Ryn parpadeó para eliminar algunas
lágrimas.
Fue como una puñalada al corazón. Papi. Habían pasado casi dos
décadas y todavía lo extrañaba. Mis recuerdos eran limitados, sobrescritos
por el tiempo y la edad, pero aún recordaba su risa y el olor de su loción
para después del afeitado.
Todas nos quedamos en silencio por un momento, pero cuanto más
se extendía, más crecía mi ira.
No quería odiar a mi hermana, pero las drogas hacían casi imposible
amarla. No era ella, mi hermanita, quien me alteraba. Era su drogado alter
ego.
—Apenas lo recuerdas. Estás usando el día de hoy como una excusa
de por qué estás drogada, cuando de todos modos no importa, porque
siempre estás drogada.
Ryn negó con la cabeza, las lágrimas llenaron sus ojos. Era un acto
que había visto muchas veces.
—He estado limpia durante dos semanas. Lo juro. Lo juro, Roe. Yo
solo ... hoy. Es hoy por el amor de Dios.
Cerré los ojos y traté de alejar los recuerdos del día. Me había vuelto
buena a lo largo de los años, poniendo ese día en una caja, separándolo del
resto de mis emociones. El dolor, el miedo, lo desconocido que me llenaba
de terror mientras veía el cielo volverse gris y bloquear el sol. El olor agrio
que duró meses.
Él llamó. Nos dijo que nos amaba. Le rogué que volviera a casa. Lo
lamentaba. Vuelve a casa, luego la línea se cortó y los gritos resonaron por
las calles junto con un trueno rugiente.
Niego con la cabeza, una lágrima se desliza por mi mejilla.
—Esta no es forma de honrarlo —digo antes de darme la vuelta y
alejarme.
—¡Roe! —grita.
—Ha sido un día difícil —dijo mamá en un intento por calmarla.
—Te quiero, mamá —dijo.
Me vuelvo para verlas abrazarse y espero a mamá. Se separan y mamá
seca una lágrima de la mejilla de Ryn. Hablan por un momento,
probablemente mamá preguntando si había comido, luego saca dinero de
su billetera.
Quería ir y arrebatárselo, porque me doy cuenta de la forma en que
Ryn se iluminó. La dosis de droga la estaba llamando.
—¿Por qué hiciste eso? —Le pregunto cuando mamá me alcanzó.
Mamá parecía algo reprendida. Ella era enfermera. Sabía lo que las
drogas le hacían a la gente.
Bajamos al metro y subimos al tren que acababa de entrar.
—No deberías decirle cosas así —dice mamá una vez que nos
sentamos en el tren.
—¿Por qué no? ¿Acaso no he hecho lo suficiente por ella? ¿Peleas con
mi novio porque gasté el dinero de nuestro alquiler en rehabilitarla, ella
robando mis cosas, drogándose en mi apartamento y dándole más dinero
del que puedo contar?
—No te rindas con ella.
—No lo hago, mamá. —Dejo escapar un suspiro y miro hacia el
cochecito y las mejillas regordetas de la bebé que dormía dentro—. Pero he
terminado de consentirla. No tengo la energía para eso. Todo mi amor,
empatía y cariño se transfirió a su hija.
Mamá tomó mi mano entre las suyas y la apretó.
—Lo sé. Lo siento. Verla así, sin saber nunca dónde está, ni qué está
haciendo. Cada llamada telefónica creo que será la policía para decirme que
está muerta.
Era un miedo que yo también tenía.
—Lo hemos intentado, pero ella no quiere mejorarse.
—Simplemente no entiendo por qué.
—Porque entonces tendría que convertirse en un miembro funcional
de la sociedad, sin forma de escapar. Ryn solo quiere drogarse. Eso es todo
lo que siempre ha querido. —Mi pecho se aprieta. Todo lo que quería era que
Ryn mejorara, que volviera con nosotros, pero ya no iba a ayudarla en su
vicio. No hasta que ella viniera a mí, sobria, y me pidiera ayuda. Solo con
una puta vez que venga a verme sin estar drogada o con ganas de drogarse.
Sólo una vez.
—Y Kinsey.
Aprieto los dientes.
—Ella nunca quiso a Kinsey. Quería drogarse, y Kinsey fue el
resultado de eso. No podía pagar la cuenta del hospital y ellos sabían que
ella estaba llena de drogas, así que solo se fue y dejó a Kinsey allí. Extraño
a mi hermana pequeña, pero no extraño la versión de la estafadora que
miente y roba.
Parecía que ella quería discutir conmigo, pero era una conversación
que habíamos tenido una y otra vez. Como madre de Ryn, quería defenderla
y seguir trabajando en ello. Incluso trató de hacerme sentir mal por
interrumpirla. Todo lo que tenía que hacer era señalar a Kinsey y ella se
detenía.
Días después de mi vigésimo séptimo cumpleaños, tomé en mis brazos
a una bebé diminuta y con poco peso, y juré solemnemente protegerla.
Incluso de su propia madre.
Sin importar el qué.
17
Roe

El domingo fue una total pérdida de tiempo. Kinsey pasó la mayor


parte de la noche gritando, y yo pasé la noche negociando con el hada
llorona en mis brazos, quien probablemente no entendió una palabra de lo
que dije mientras trataba de calmarla. Afortunadamente, el viejo edificio
tenía gruesos muros de ladrillo, pero sabía que su angustia se filtraba por
la puerta principal.
Solo recé para que no molestara demasiado a los vecinos.
Ambas pasamos el día durmiendo la siesta en el sofá, y cuando llegó
la noche, la Kinsey risueña regresó.
—Estoy tan contenta de que estés de tan buen humor —le dije
mientras la miraba jugar en el suelo—. ¿Pero puedes dormir esta noche,
para que yo no esté como muerta mañana cuando vea a Thane?
No fue hasta que dije su nombre que me di cuenta de lo que había
hecho. Durante tanto tiempo, simplemente lo había llamado Carthwright.
Era formal, despreocupado en cierto modo, sin ningún apego personal.
Pero Thane ... Era casual, amigable e invitaba a un sentido diferente
de decoro.
Él me gustaba. Para mi sorpresa, mucho. Y lo había molestado tanto
que no estaba segura de que él pudiera volver a portarse como antes.
Kinsey se arrastró hacia mí y se incorporó, parándose en el borde del
sofá.
—¡Mírate, pepita! —Le sonrío a la pequeña antes de levantarla—. Voy
a tener que hacer este lugar más a prueba de bebé, ¿no es así?
—Mm-mamá —dice.
Una lágrima se desliza de mi ojo y la aprieto contra mi pecho.
—Sí, hermosa niña, soy mamá.
No era la primera vez, porque ella siempre hacía ese sonido. Solo me
estaba dando cuenta de que ella lo decía mientras trataba de llamar mi
atención.
Había tratado de mantener un poco de distancia en mi corazón, no
etiquetándome como su madre, pero el hecho era claro: yo era su madre.
Quizás no genéticamente, pero eso no importaba. La había cuidado siempre,
menos las primeras semanas de su vida, y la cuidaría todos los días
siguientes.

Era un nuevo día y una nueva actitud. Ver a Ryn me recordó por qué
le dije que no a Thane, y juré decírselo esta semana. Solo tenía que volver a
sentirme mejor.
Por una vez, llegué antes que él y unos minutos antes de las ocho.
Justo cuando dejé mi bolso, lo vi por el rabillo del ojo.
No me miró con rabia cuando me vio, pero tampoco sonrió. Fue una
mirada neutra y eso me dio la esperanza de que esta semana sería mejor
que la anterior.
—Buenos días, Thane —dije cuando pasó a mi lado.
Se detuvo y se volvió hacia mí.
—¿Roe?
Incliné mi cabeza.
—¿Mmm?
—Dilo otra vez.
Una sonrisa apareció en mi rostro.
—Buenos días, Thane.
Me dio una pequeña y cálida sonrisa que fue alentadora.
—Me gusta eso. Sigue así.
Solté un suspiro, feliz de que algo tan pequeño pudiera hacerlo
sonreírme de nuevo. Todavía no estaba lista para contarle sobre Kinsey, pero
tampoco podía soportar que el muro de la semana pasada estuviera entre
nosotros por más tiempo.
Una hora más tarde traté de reprimir un bostezo, el dorso de mi mano
cubriendo mi boca mientras dejaba escapar un sonido agudo.
—Esos son contagiosos —dijo Thane detrás de mí, con la boca muy
abierta, incapaz de evitar que un bostezo se moviera a través de él.
—Bueno, si estuvieras en tu escritorio donde se supone que debes
estar, ni siquiera te habrías dado cuenta.
—Tal vez, pero vengo con una petición.
—¿Y esa es?
—Tengo una teleconferencia en veinte minutos para la que necesito
prepararme, y necesito algo más fuerte que el agua de orina que sale de la
sala de descanso. ¿Puedes por favor traerme un capuchino de abajo?
Me paro y lo miro parpadeando.
—¿Acabas de decir por favor?
Frunce el ceño.
—Lo digo todo el tiempo.
Niego con la cabeza.
—No a mí.
Frunce los labios.
—¿Estás segura?
—Oh, yo sabría si esa palabra alguna vez hubiera salido de tu boca.
Da un paso más cerca.
—Perdóname por eso.
Me vuelvo hacia él y respiro temblorosamente. Las especias, la toronja
y el almizcle invaden mis sentidos cada vez que él está cerca, y me dieron
ganas de caminar directamente hacia sus brazos. Todos los días casi me
deja sin aliento con su olor, incluso la semana anterior cuando apenas
interactuamos.
Me estaba engañando a mí misma. Todos los días casi me dejaba sin
aliento. No había algún factor que superara a los demás. No, era el paquete
completo.
—Estás perdonado —susurré.
Extendió la mano, el dorso de sus dedos rozando mi brazo. Se me puso
la piel de gallina y un escalofrío recorrió mi espalda. El zumbido de la
electricidad que siempre zumbaba entre nosotros se hizo más fuerte.
—¿Alguna vez vas a usar esa chaqueta? —pregunta, su voz profunda
casi un retumbo en su pecho.
—Cuando la compres tú.
—Todavía estoy llevando el puntaje —dijo mientras daba un paso
atrás, con un brillo en los ojos.
—¿Puntaje?
El asiente.
—Estás ganando, por cierto. Cómodamente. Parece que no puedo
seguir el ritmo de tu ingenio.
Lo miro, un poco confundida.
—No sabía que estábamos jugando.
—Los mejores nunca lo hacen. Capuchino, con una de azúcar.
Compra uno para ti. Parece que lo necesitas.
—¿Estás tratando de decir que no me veo como mi ‘yo animosa’
habitual? —Pregunto, dándome cuenta de mi elección equivocada de
palabra, con la carga en el aire entre nosotros.
—Sabes que no puedes decirme palabras así. Las haré convertirse a
una situación completamente poco profesional —dice con un guiño antes de
regresar a su oficina.
Pongo los ojos en blanco.
—Evitaste mi pregunta, pervertido.
Se da la vuelta con una sonrisa en su rostro.
—Te ves hermosa como siempre. Bostezaste antes de que yo viniera,
¿recuerdas?
Oh.
Cierto.
Muerdo mi labio inferior y asiento.
—Capuchino, una de azúcar. Entendido.
Nuestras miradas se cruzan por un momento, y siento que una calma,
a la que no estaba acostumbrada con él, se apodera de mí. Con un golpecito
de su mano en el marco de la puerta, se retira a su oficina y yo me dirijo a
la cafetería del vestíbulo.
Las cosas ya estaban mejor y no estaba muy segura de por qué, pero
parecía que, en algún momento entre mi tiempo libre y el fin de semana, el
palo que empujaba en su trasero se había soltado. Lo cual era bueno, porque
no estaba segura de cuánto más de ese Thane podría soportar.
Este Thane, sin embargo, definitivamente podría apreciarlo más.

La semana continuó con nuestras bromas y coqueteos nuevamente


en su lugar, pero algo aún no estaba del todo bien. Había un muro invisible
entre nosotros que se caía de vez en cuando, pero nunca desaparecía.
Faltaban horas para el fin de semana y yo estaba contando los
minutos. Pero antes de que pudiera escapar, él gritó.
—Roe, ¿puedes entrar aquí?
Termino de escribir mis pensamientos en un correo electrónico a
Donte, luego me paro y me dirijo hacia adentro.
—Hola. —Mi sonrisa se reduce cuando encuentro a Thane de mal
humor y maldiciendo en voz baja—. ¿Está todo bien?
Sacude la cabeza.
—Necesito que te quedes hasta tarde esta noche.
—No puedo.
Cuando levanta la cabeza, me saluda con un profundo ceño. Atrás
quedó el encantador coqueteo, reemplazado por el imbéciloide. ¿Qué es lo
que lo había puesto de ese mal humor?
—Lo harás —gruñe con los dientes apretados.
Mi columna se endereza mientras lo miro con los ojos muy abiertos.
¿Realmente él quería tener conmigo una pelea como en el día uno?
18
Thane

Mierda. Mierda, Mierda.


El estrés me había afectado y me estaba desquitando con ella, que no
era lo que necesitaba o quería hacer. Y sabía que mi actitud activaría la de
ella e iba a ser otra batalla.
—¿O qué? Tú leíste mi contrato.
—También establece que en ocasiones se te puede solicitar que te
quedes hasta tarde. —Necesitaba que ella se quedara hasta tarde.
Worthington estaba a punto de aprobar finalmente la propuesta, pero recibí
una llamada que decía que los paquetes de accionistas tenían que enviarse
hoy.
Sin advertencia alguna.
—Con un preaviso —enfatizó ella.
—Aquí está tu preaviso.
Envolvió sus brazos frente a ella.
—Una hora antes de que termine mi día de trabajo no es suficiente.
—Estas notificaciones a los accionistas deben enviarse a las ocho con
el último mensajero y no más tarde. Me acaban de informar de esto. Necesito
que te quedes.
Aprieta los dientes y, aunque a mí me encantan nuestras bromas
habituales, eso no era lo que estaba pasando. Una ira legítima hervía bajo
la superficie.
—Bien, pero si hago esto, me tomaré un descanso ahora.
Los músculos de mis hombros y espalda soltaron un poco su tensión.
—No te preocupes, pediré que traigan algo de cenar.
Ella sacudió su cabeza.
—Eso no es lo que estoy diciendo. ¿Quieres que me quede y ayude?
Entonces me vas a dar tiempo, una hora, y será pagada.
Observo cómo ella se mueve hacia su escritorio y saca su bolso del
cajón inferior.
—Nunca tomas descansos —le recordé.
—Lo haré hoy. Mantén tus bragas puestas y espera.
Aprieto los dientes mientras la veo alejarse. ¿Qué diablos era tan
malditamente importante? No tenía sentido para mí. Estábamos perdiendo
un tiempo valioso que podría empujarnos a incumplir el plazo de entrega.
Sin embargo, prefería perder una hora de su ayuda que tener solo una
hora de la misma.
Cada minuto que pasaba, me quedaba pensando hasta que me
concentraba en la tarea.
A la hora y dieciséis minutos, Roe caminaba rápidamente hacia la
puerta de mi oficina. Arrojó su bolso sobre mi mesa y se quitó los zapatos,
antes de tirar de su cabello hacia arriba y retorcerlo en un moño. Había una
ligera capa de sudor en su piel, algunas gotas solitarias se juntaron. Incapaz
de apartar la mirada, estaba cautivado, viendo una gota de sudor rodar
desde la línea del cabello, alrededor de su cuello, luego a lo largo de la
elevación de su escote.
Joder, quería sumergirme entre sus pechos y lamer esa gota.
—Maldita ola de calor —dijo mientras abanicaba su rostro—. Estamos
a mediados de septiembre.
—¿Tuviste un buen descanso?
—Hice lo que necesitaba hacer, si eso es lo que estás preguntando. Y
estoy lista para trabajar en esto ahora.
—Me alegro de que finalmente estés lista —gruño, arrepintiéndome
instantáneamente de mi tono de voz.
—No.
—¿No?
Ella cruza los brazos frente a ella.
—No puedes estarme jodiendo, porque yo estoy aquí, ayudándote,
cuando se supone que debo estar en otro lugar. A diferencia de ti, el trabajo
no es mi vida.
—Como no tienes novio, no pensé que tuvieras una vida fuera del
trabajo.
—Puede que no sea mucha, pero es mía, e incluye obligaciones que ni
siquiera puedes comprender. —Había convicción detrás de sus palabras, así
como lágrimas. Se las secó con la palma de la mano y luego se aclaró la
garganta—. ¿Dónde estábamos?
Sus lágrimas me desgarraron, desgarraron mi pecho. Yo había
conseguido eso, yo la había disgustado, cuando se suponía que ya no debía
seguir haciendo mierdas como esa.
—Roe ... lo siento —digo, reprimiendo el impulso de tocarla—. He sido
un idiota y he descargado mi frustración contigo las últimas dos semanas.
—Me di cuenta de eso.
—Estoy tratando de entender, de procesarlo de una manera que no
sea la de un imbécil, pero no entiendo por qué no quieres salir conmigo. Ni
siquiera una vez. —No era el momento ni el lugar, pero necesitaba algún
tipo de respuesta.
Su frente se arrugó.
—¿Crees que no quiero eso? Las cosas no son lo que parecen. No sabes
cómo es mi vida y, si lo supieras, saldrías huyendo. Es por eso. No es que
no quiera, es porque tú no querrías.
Me congelo, mirándola mientras mi corazón late con fuerza. Ella me
desea, pero asume que yo no la querría una vez que su secreto sea revelado,
fuera lo que fuera.
—Eso no lo sabes.
—Lo hago. No serías el primero en no poder manejarlo, y
probablemente no serías el último, así que ... déjalo así.
Quería desesperadamente saber qué secreto guardaba. ¿Qué era lo
que estaba tan convencida que me haría huir? Todo lo que quería era una
oportunidad, pero tendría que trabajar más duro para conseguirla.
A las siete, casi habíamos terminado con los paquetes y los platos de
sushi para compartir. Una vez que el mensajero recogió los sobres,
limpiamos la basura y nos dispusimos a salir.
Cuando se fueron y la tensión del día terminó, las malas vibraciones
entre nosotros se calmaron. Miro por la ventana y descubro que el cielo está
oscuro y las luces de la ciudad brillan por todas partes.
—Ya es tarde. Déjame llevarte a casa —le digo mientras la veo meter
sus tacones en su bolso y ponerse unos zapatos planos que había sacado.
—Está bien. No tienes que hacerlo.
—Sí, tengo que hacerlo. ¿Dónde vives?
—Lenox Hill. Upper East Side.
Me congelo mientras la miro.
—¿Cuánto tiempo has vivido allí?
—Un tiempo. ¿Por qué?
—Vivo en el Upper East Side. —Era una zona exclusiva de la ciudad y
tengo que imaginarme que un apartamento de una habitación costaría una
pequeña fortuna y sería minúsculo. Probablemente del tamaño de mi primer
apartamento, cuando me mudé a Nueva York.
—Oh, genial, ¿entonces me estás diciendo que invades mi santuario
personal fuera del horario laboral?
Su labio se torció y finalmente creo que ya no está enojada conmigo
por hacer que se quedara hasta tarde. Bueno. Por supuesto, no ser un idiota
probablemente ayudó a mi caso, además de ventilar la tensión.
Por mucho que me encantara discutir con ella, no me gustaban las
piedras que se asentaban en mi estómago cuando ella estaba legítimamente
enojada.
Vivir en el mismo vecindario definitivamente podría tener algunas
ventajas. Tal vez podría averiguar por qué estaba tan segura que no
podíamos trabajar, y mucho menos ir a una maldita cita, en la que no
implicara que yo tuviera que engañarla para almorzar.
—Técnicamente, tú invadiste mi santuario. Yo he vivido allí durante
cuatro años.
—Déjame adivinar, ¿En uno de los rascacielos?
Le sonrío.
—En el vigésimo noveno piso.
Ella asiente y da un paso adelante, nuestros cuerpos a centímetros de
distancia, mientras me mira. Mis manos se posan instintivamente en sus
caderas mientras la miro a los ojos. Ella no los aparta, sus palmas
descansando contra mi pecho.
La atmósfera que nos rodea cambia, y necesito todas mis fuerzas para
resistirme a besarla.
—Este no soy yo invadiendo tu espacio, por cierto. Soy una chica LH
de por vida.
¿Vida?
—¿Qué te trajo a Lenox Hill?
—Mis padres, cuando nací.
—¿Creciste allí? — pregunto.
Ella asiente.
—En la calle Setenta y nueve y segunda. Luego, después de la
universidad, conseguí un apartamento tipo estudio con un loft en la calle
Ochenta y tres con mi exnovio.
—Estudio con loft, eso no está mal.
Ella sacude su cabeza.
—Por loft, me refiero a que había un espacio encima de la cocina para
tirar un colchón y, literalmente, meterse en la cama. Luego, el año pasado,
me mudé por la Primera Avenida.
—¿Por qué no te mudaste a un lugar más barato? —pregunto. De
acuerdo, después de graduarme, también me quedé en Manhattan.
—¿Jersey o Brooklyn o Queens? Soy una chica de Manhattan. Lenox
Hill simplemente tiene esta sensación realista. Me sorprende que no estés
en el extremo Oeste, más cerca de Central Park. ¿Qué te trajo a mi
vecindario?
—Me gusta la zona.
—A mí también.
—Y me gusta aún más sabiendo que tú estás allí.
Sus mejillas se ponen rosadas y se muerde el labio inferior antes de
salir de mis brazos.
—Deberíamos irnos —dice. No puedo dejar de ver la manera en que
sube y baja su pecho.
Dando un paso adelante, tomo su rostro con una mano y tiro de su
cintura con la otra. Respiró hondo justo cuando mis labios se encuentran
con los suyos.
No hubo ningún empujón, ningún arrebato de ira, solo un suave
gemido que se trasladó de ella a mí. Pura y absoluta perfección. Todo lo que
quería hacer era devorar cada centímetro de ella. Me toma todas mis fuerzas
apartarme, pero lo logro.
—Deberíamos irnos —digo, imitando sus propias palabras.
Ella asiente con la cabeza antes de caminar hacia su bolso y agarrarlo,
también su teléfono. Pongo mi mano en su espalda baja mientras
caminamos, desesperado por sentirla cerca.
19
Roe

El tráfico había disminuido, haciendo más corto lo que sabía que sería
un viaje más largo y dejándome menos tiempo con su fragancia aromática
llenando el pequeño espacio del auto, el tipo de olor que me hacía querer
frotarme contra él. Pude controlarme cuando estaba en la oficina, pero
estando tan cerca de él, mirando su mano apoyada en la palanca de
cambios, era difícil evitar subirme a su regazo y presionar mis labios contra
los suyos. O poner mi mano en su entrepierna para provocarlo hasta que se
endurezca.
Estos eran pensamientos que se suponía no debían pasar por mi
mente, pero parece que no puedo detenerme.
—Aquí vivo yo —digo, señalando un edificio de ladrillos de cinco pisos,
con una pizzería autoproclamada con la mejor pizza, una lavandería y un
lugar de sushi que ocupaba el primer piso. Para darles crédito, la pizza era
realmente buena. Incluso mejor cuando comes las sobras después de una
noche de copas.
—¿En cuál? —pregunta mientras se apresura a estacionar sobre un
lugar junto a la acera.
—No sé si debería decírtelo. Podrías intentar escabullirte en medio de
la noche y aprovecharte de mí.
Su lengua se asoma para humedecer sus labios mientras se dibujan
en una sonrisa.
—No sé de dónde sacaste esa idea, pero es muy buena.
Ese pequeño movimiento resulta ser demasiado para mí.
Agarro su cuello y acerco sus labios a los míos. Fue instintivo y puedo
ver la sorpresa en sus ojos antes de que se cierren. Un pequeño gemido nos
deja a los dos cuando nuestras lenguas se encuentran. Cuando su mano se
desliza detrás de mi espalda, me retiro. Esto está escalando demasiado
rápido y no había manera de que pudiera invitarlo.
—Si eres un buen chico, tal vez te lo cuente algún día.
—Provocadora. Sabes que podría simplemente tocar en todas las
puertas hasta encontrarte. —Creo que él lo haría.
—Paciencia, señor Carthwright. Las cosas buenas vienen a aquellos
que esperan.
—Si tus labios rodean mi polla, seré el mejor chico de la oficina.
—Sigue soñando —le digo con un guiño antes de salir del auto—. Solo
los novios obtienen esos.
—Eso sucederá. Tú serás mía.
Mi corazón comienza a acelerarse ante la determinación en sus
palabras.
—Buenas noches, Thane.
Me sonríe.
—Hasta luego, hermosa.
Todo mi cuerpo se siente recargado, y lo extraño desde el momento en
que se aleja a toda velocidad. Un hormigueo permanece en mis labios, y no
puedo evitar la sonrisa en mi rostro cuando entro a mi edificio. Él era
persistente, algo que yo estaba disfrutando, pero mi corazón se hundía cada
vez que recordaba que él huiría tan rápido como pudiera en el momento en
que se enterara de Kinsey. Después de agarrar el correo, corro al segundo
piso y llamo a la puerta del apartamento uno.
Unos momentos después, la puerta se abre con un chirrido y me
recibe una dulce sonrisa.
—Roe. Dios mío, te hicieron trabajar hasta los huesos esta noche.
—Lo hicieron. Muchas gracias por ayudarme hoy —digo mientras
entro, mi mirada buscando a mi pepita.
—No hay problema cariño. Ella me hizo la noche.
—Oye, cachetona —digo con una sonrisa. Mi corazón se calma cuando
ella gatea hacia mí, con sus palabras de bebé hablando con chillidos agudos.
—Mamá, mamá, mamá —balbucea.
La alzo en brazos.
—¿Fuiste una buena niña con la señora Walsh?
Ella patea sus pies con entusiasmo.
—Ella fue un encanto, como siempre.
—Muchas gracias por su ayuda. —Me inclino para recoger su
pañalera—. Di adiós —le digo a Kinsey. Ella agita su mano abierta hacia
ella—. Gracias de nuevo.
—De nada cariño. Hasta luego, Kinsey. —La señora Walsh le lanza un
beso a Kinsey y se despide con sus manos artríticas.
Probablemente le agradecí demasiadas veces, pero ella realmente me
salvó. No era frecuente que le pidiera ayuda, pero las pocas veces que lo
hacía, ella siempre estaba dispuesta. Teníamos un sistema de trueque y yo
sabía que una lista de los artículos que ella necesitaba aparecería debajo de
mi puerta en uno o dos días. No me importaba ayudarla en absoluto y lo
habría hecho incluso sin su ayuda con Kinsey.
Kinsey le devuelve el saludo mientras nos dirigimos a la escalera.
—¿Estás lista para un baño? — pregunto. Beso su frente, amando su
risa en respuesta—. Traeremos a tu perrito azul. Eso te gustaría, ¿eh?
Subimos las escaleras yo esperaba que se durmiera después de su
baño, porque estaba muerta de cansancio y ya había pasado su hora de
dormir.
—Roe —grita una voz familiar cuando llego al rellano.
Delante de mí estaba Ryn, y mi estómago da un vuelco. ¿Por qué está
ella aquí?
—He tenido un día realmente difícil. ¿Podemos no hacer esto esta
noche? — pregunto.
Le tiemblan las manos y no puede quedarse quieta. La ansiedad la
consume, y realmente no quería dejarla entrar. Odiaba que Kinsey la viera
así, incluso si Kinsey no tuviera ni idea de quién era ella.
—Estás drogada.
—Por favor, Roe. Solo necesito un lugar donde quedarme esta noche.
Por favor. —Un chillido llama su atención y finalmente mira el bulto en mis
brazos. Sus labios se curvan en una sonrisa—. Oye, calabaza. —Se inclina
y toma la mano de Kinsey—. ¿Cómo está mi bebé?
—Si realmente te importara, vendrías más seguido.
Ella me mira de nuevo.
—Roe…
Suelto un suspiro.
—¿Tienes hambre? Hay algunas sobras en la nevera.
—Gracias —dice, retrocediendo y permitiéndome abrir la puerta.
Entramos, tiro mis maletas sobre la mesa de café y me quito los
zapatos. Hay algunas sobras de comida que tal vez ya no estén buenas, así
que saco mi teléfono para pedirle algo. Yo todavía estoy llena del sushi, pero
un aperitivo lleno de carbohidratos y comida chatarra no estaría mal. Justo
cuando me vuelvo para preguntarle qué quiere, Ryn abre la puerta y entran
tres hombres.
Mis ojos se abren mientras trato de procesar lo que estaba
sucediendo.
—¿Ryn?
Ryn mira al suelo sin decir una palabra.
—¿Dónde están las mierdas, Ryn? —Cuando ella no responde, un
hombre de grasiento cabello negro tira de su cabello hacia atrás, haciéndola
gritar antes de abofetearla.
Veo como uno de los hombres, que era tan grande como un jugador
de futbol americano, empuja a Ryn al suelo.
—Perra, ¿dónde está el dinero?
Ryn me mira.
—Ella sabe dónde.
Mis ojos se abren cuando comprendo la situación por completo. Un
movimiento capta el rabillo de mi ojo, cuando el último hombre atraviesa el
umbral y se dirige directamente hacia mí. Un latido fue todo lo que necesité
para que el instinto se hiciera cargo y me doy la vuelta, corriendo hacia el
baño y cerrando la puerta detrás de mí. Empujo la puerta para cerrarla con
llave y salto después de que hace clic el seguro, cuando alguien golpea
contra la puerta.
—¡Abre esta puerta, perra!
Kinsey deja escapar un grito y la acerco más. Puedo escuchar a Ryn
gritando y algunos vidrios rompiéndose, pero quienquiera que esté al otro
lado continúa golpeando la puerta.
Con dedos temblorosos, busco en mis contactos del teléfono y
presiono el botón de llamada de la primera persona que se me vino a la
mente.
—No pudiste durar quince minutos sin mí, ¿eh? — responde.
—Thane —digo, mi voz temblando —. Necesito tu ayuda.
—Roe, ¿qué pasa?
La puerta se sacude con un golpe, haciéndome saltar. Un grito me
abandona y aprieto más a Kinsey contra mí.
—Hay hombres en mi apartamento.
—¿Dónde estás? —pregunta. Lo que había sido el silencio se llenó de
repente con los sonidos de la ciudad de fondo.
—En el cuarto de baño. Tercer piso, apartamento cuatro.
—Quédate ahí. Busca algo para defenderte por si acaso. En un
momento estaré ahí.
—Por favor, date prisa —gimo mientras veo temblar la puerta.
Mi corazón martillea en mi pecho mientras agarro la botella de
limpiador del gabinete debajo del lavamanos. No era mucho, pero era algo
y, con suerte, la lejía lo quemaría. Los golpes contra la puerta se hacen más
fuertes y me meto en la bañera, hundiéndome, sosteniendo a Kinsey cerca
de mi pecho.
Mis ojos se cierran, fuerte cuando otro golpe sacude la puerta. Kinsey
suelta un gemido, las lágrimas se deslizan por sus mejillas.
Hay algunos golpes fuertes, choques, algo que se rompe, y luego
escucho a Thane gritar. Mi corazón golpea en mi pecho. ¿Qué está haciendo?
¡Podría lastimarse!
Pasan otros pocos segundos antes de que todo se quede en silencio,
luego los pasos se hacen más fuertes a medida que se acercan. Un suave
golpe en la puerta me hace congelarme antes de que el sonido de la voz de
Thane se filtre.
—¿Roe? Ya todo está bien. Puedes abrir la puerta.
Con una mano temblorosa, extiendo la mano y abro la cerradura de
la puerta, luego giro la manija. Miro hacia arriba cuando él pasa por la
puerta y se detiene, con los ojos muy abiertos.
Al menos Kinsey ya no será un secreto.
20
Thane

Una bebé.
Había una bebé en los brazos de Roe. Tenía su mismo color de pelo y
sus mismos ojos color avellana.
Roe era una madre.
Me sentí estúpido mientras las miraba.
De repente, todo cobró sentido. Las salidas temprano, las llegadas
tardías, la negativa a quedarse hasta tarde, el rechazo a mis invitaciones a
una cita, y más aún, el por qué había desaparecido esa tarde.
La niña llena el prolongado silencio con un grito desgarrador. Roe la
aprieta contra sí con más fuerza, haciendo movimientos ligeros de rebote
mientras ella se calma.
—Shhh, todo está bien. Él está aquí para ayudarnos.
Las lágrimas resbalan por las mejillas de Roe, su labio inferior tiembla.
Doy un paso adelante y me arrodillo junto a la bañera. El ángulo era
incómodo, pero pude envolver mis brazos alrededor de ambas y acercarlas.
Roe se estremece mientras solloza. Ella extiende la mano y agarra mi
cuello, acercándome más.
El llanto de la niña disminuye, una mirada curiosa en su rostro
mientras mira a su madre.
—La policía llegará pronto —susurro.
—Gracias. Muchas gracias.
—Mamá —balbucea la bebé mientras acaricia el pecho de Roe.
La policía llega unos minutos después y nos separan mientras toman
nuestras declaraciones. Uno de los ladrones seguía inconsciente en el suelo
y lo esposan mientras esperan una ambulancia. Se había golpeado la cabeza
con bastante fuerza contra la mesa cuando le di un puñetazo, fuerte,
enviándolo al suelo.
Me alegro.
Se merecía más por el terror por el que hizo pasar a Roe.
Desafortunadamente, los demás se habían ido. Había visto a otros dos
hombres y a una mujer.
No se fueron con mucho, pero lo que se llevaron fue un duro golpe
para Roe. Todo lo que Roe pudo darse cuenta que robaron, fue su
reproductor de Blu-ray, su tableta, un joyero y su bolso.
Los detuve antes de que tomaran su televisor, pero se rompió en el
proceso.
No tenía medicamentos recetados, ni consola de videojuegos, aunque
noté algunas cajas de juegos para una PS4 en un estante. Su computadora
portátil personal estaba en su cama cuando se levantó esa mañana, con las
mantas colocadas al azar encima, poniéndola fuera de la vista.
La pérdida de su bolso era lo peor, y tuvo que encontrar los números
para cancelar sus tarjetas de crédito. Luego le vino la realización de lo que
había en el joyero. Al principio lo descartó como bisutería, no valía nada en
realidad, solo piezas que extrañaría. Entonces se dio cuenta de algo.
—El reloj de mi papá. —Su rostro se arruga y las lágrimas llenan sus
ojos. Por su reacción, eso era lo único que realmente importaba. Todo lo
demás podría reemplazarse.
Pero sabía que eso no podría reemplazarlo.
—Es un reloj Cartier Tank de finales de los noventa, con adornos
dorados y una correa de cuero.
—¿Alguna marca distintiva o grabado? —pregunta un oficial.
Ella asiente.
—En la parte posterior están las iniciales M.C.P.
Después de unas horas, la policía se va y yo cierro con llave la puerta
tras ellos. Intenté que Roe viniera a mi casa o se quedara a dormir en un
hotel, pero ella se negó. La bebé está profundamente dormida contra el
pecho de Roe cuando me siento junto a ellas en el sofá.
Flexiono mis dedos, levantando el hielo de mis nudillos. Están un poco
hinchados y algunos están con heridas abiertas, pero aparte de un poco de
dolor, estaban bien. Todo superficial.
Roe sonríe y me doy cuenta de que es un esfuerzo. Miró a la bebé en
sus brazos y ella aparta algunos mechones sueltos del rostro de la pequeña.
—Thane, te presento a Kinsey.
La miro en un silencio atónito. Ponerle un nombre a su bebé la hacía
más real y me hace cuestionar muchas cosas, la más destacada era el por
qué nunca me habló de ella.
—¿Dónde está su padre? —Yo pregunto. Una curiosidad ardiente me
invade.
Roe se encoge de hombros.
—¿Quién sabe?
—¿Ya no estás con él?
Parpadea y luego mira a su alrededor como si de repente recordara
algo.
—Mi computadora portátil de trabajo.
Señalo el suelo a unos metros de la puerta.
—Me las arreglé para quitársela a uno de los hombres cuando salió
corriendo. Lo siento, no pude evitar que tomaran más.
Ella sacude su cabeza.
—Está bien. Mientras nosotros estemos bien. Esa es mi computadora
portátil de trabajo y tiene tanta información confidencial.
—Y aún estaría bien si ellos la hubieran robado. Mejor eso y no tú.
Volvió a sentarse, su mano acariciando distraídamente la espalda de
Kinsey.
—¿Qué edad tiene ella?
—Once meses.
—Roe, la puerta no estaba rota, entonces, ¿cómo entraron?
—Ryn. Estaban con Ryn. —Su voz es distante, sus ojos también. Hace
que se me encoja el pecho al verla abatida emocionalmente.
—¿Quién es Ryn?
Señala una foto enmarcada que estaba debajo de su televisor ahora
destrozado. Me acerco y la recojo antes de volver a su lado. En el marco de
madera había una mujer de unos cuarenta años con una adolescente a cada
lado. Una era obviamente Roe y la otra tenía que ser Ryn. Tenían rasgos
faciales similares, así como color de cabello y ojos, lo que hacía obvio que
estaban relacionadas.
Ella debe haber sido la mujer que vi.
—¿Tu hermana? — pregunto. Ella asiente. Hubo un tiempo en el que
permití que ella se aprovechara de mí, pero no más—. Sé que ha sido una
noche difícil, así que no puedo decir si a eso o a esto, o si te simplemente te
cuesta sincerarte conmigo.
De repente, se pone de pie.
—Voy a ir a acostarla en la cama. Hay una botella de tequila en ese
gabinete y algunos limones en la canasta sobre la mesa. Ojalá sepas cómo
hacer una margarita.
La veo caminar por el pasillo, odiando ver como abraza a Kinsey de
manera protectora por miedo a lo que sucedió. Me acerco al gran armario
de madera que ella señaló. El tequila estaba casi vacío, pero ubiqué una
botella más pequeña en la parte posterior del gabinete.
Sabía vagamente cómo hacer una margarita, pero aun así confié en el
poder del Internet en busca de ayuda.
Los fragmentos que cayeron de su televisor estaban esparcidos por la
mesa. Me tomó un momento ubicar un bote de basura para barrerlos, y
luego encontré una escoba y barrí el piso alrededor de la mesa.
Una vez que estaban limpios de escombros, comencé a preparar su
bebida.
Cuando ella salió del dormitorio, su ropa de trabajo había
desaparecido y había sido reemplazada por una camiseta de gran tamaño y
pantalones cortos que apenas podía ver.
Le tendí un vaso y ella tomó unos largos tragos.
—Gracias.
—Me llamaste.
Ella asiente.
—Lo siento.
Fijo mis ojos en los de ella.
—No lo sientas.
Ella mira hacia la mesa, sus dedos se deslizan a lo largo de la madera
de la mesa.
—No sabía a quién más llamar.
—¿No tienes amigos?
Ella se encoge de hombros.
—Perdí muchos después de Kinsey. Tengo a Lizzie y a James, pero
viven en Midtown. Sabía que tú no estabas lejos.
—Me alegra que pudieras contar conmigo. —Necesitaba asegurarle
que hizo lo correcto al llamarme. Me hubiera matado conocer hasta el día
lunes lo que pasó, sabiendo que yo estaba tan cerca y ella no me llamó. Ni
siquiera quería pensar en lo que habría pasado si yo hubiera llegado unos
minutos más tarde. La puerta del baño era de madera maciza, pero
consiguieron rajarla. Y mucho, ¿y luego qué? Me estremezco al pensar y la
ira se apodera de mí.
Ella pone su mano sobre la mía y la aprieta.
—Yo también.
Eso me calma y me devuelve a lo que es importante.
—Tienes una hermosa hija. Ella se parece a ti.
Ella suelta una risita extraña que me recuerda a los tigres en el
zoológico, pero el sonido es más una mala emoción que la buena emoción
que evocaba mi memoria.
—Eres una buena mamá.
Alza la mano y se seca una lágrima de la mejilla.
—Oye, nada de eso —digo mientras tomo su mano en la mía e inclino
su cabeza hacia arriba para que me mire.
—Lo hiciste bien hoy. Ellos se han ido, y ambas están a salvo.
—¡Es una situación en la que ni siquiera debería haber estado! —Ella
se aparta y veo cómo la ira la recorre. Se pone de pie y comienza a caminar,
lo que, dado el tamaño de la habitación, significaba que camina unos dos
pasos antes de darse la vuelta—. Por el amor de Dios, ella no puede
permanecer limpia por un día, ¡y ya estoy harta! ¡Jodidamente harta! ¡Ella
trajo ese peligro a mi casa, donde duerme su hija, maldita sea, para
robarme! ¡Después de todo lo que he hecho por ella!
Entrecierro mi mirada hacia ella mientras trato de descifrar lo que
está diciendo, sin saber lo que alimentó su repentino estallido de ira.
—¿Tu hermana?
—Sí. —Sacude la cabeza de un lado a otro—. He terminado con ella.
No puedo hacerlo más y después de esta noche, ella nunca tendrá a Kinsey.
Jamás. Me aseguraré de eso.
Una vez más, todo encaja. Kinsey no era su hija. Kinsey era su
sobrina. Por eso nunca había mencionado a una niña. Por eso la bebé se
parece a ella.
—Tu hermana es adicta a las drogas y tú estás criando a su bebé.
Esa comprensión me golpea duro. Mi propia madre me había
abandonado por las drogas, y la hermosa mujer que tenía delante, estaba
haciendo todo lo posible para proteger a Kinsey de la misma experiencia.
—No mucha gente en la oficina sabe que soy su tutora.
—¿Cuánto tiempo la has tenido?
—No tenía mucho cuando me la llevé, un par de semanas. Sin padre,
con una madre drogadicta y una abuela enfermera ambulante, yo era la
mejor candidata. No había forma en el infierno que yo la dejara a cargo del
sistema de acogida. Ella no se lo merecía, solo porque su madre es un
pedazo de mierda. —Ella inclina su vaso hacia atrás, bebiendo todo el
líquido antes de golpear el vaso frente a mí—. Barman, otro.
—Como desees —digo mientras vuelvo a la pequeña cocina que está
instalada a lo largo de una pared. Había un "concepto abierto" y luego lo
demás de su apartamento. La cocina, el comedor y la sala de estar estaban
todos apretujados en una habitación de unos cuatro por cuatro metros, que
era más pequeña que mi dormitorio.
—No le costó mucho al tribunal otorgarme la tutela, especialmente
con todo lo que los Servicios Sociales sabían sobre la situación. —Se queda
en silencio, con la mirada perdida antes de respirar entrecortadamente—.
Defendí a Ryn durante tanto tiempo. La ayudé a ingresar a las clínicas de
rehabilitación, le di un lugar para quedarse. Comida, dinero, lo que sea para
ayudarla. Puse tensión en mi vida y mis relaciones. Ahora veo que ella no
quiere hacerlo. Prefiere poner a su familia, a su propia hija, en peligro por
una dosis. Probablemente ya habría vendido a Kinsey por un par de bolsas
de heroína. Ni siquiera podía dejar de consumir mientras estaba
embarazada, por lo que Kinsey tuvo síndrome de abstinencia neonatal y
tuvo que estar en el hospital las primeras semanas.
Mi pecho se contrae. La bebé no había hecho nada y nació con un
dolor inconmensurable debido a los vicios de su madre. Vierto el resto de la
mezcla que había creado en su vaso, aunque ni siquiera lo lleno hasta la
mitad, luego se lo entrego.
—Ni siquiera pudo ponerle un maldito nombre.
¿En serio?
—¿Quién la nombró?
—Yo lo hice —dice con un suspiro triste—. Ella nació el día del
cumpleaños de nuestro papá. Su nombre era Mac, abreviatura de Malcolm,
así que la llamé Mackinsey. En algún momento, simplemente se redujo a
Kinsey.
—Es un dulce tributo.
Me da una sonrisa triste y se seca otra lágrima, confirmando mi
sospecha de que su padre estaba muerto.
—Mamá también lo pensó. —Ella respira hondo—. Yo esperaba que
Ryn se rehabilitara algún día y realmente pudiera ser una madre para
Kinsey, pero he perdido la esperanza de que eso suceda.
—¿Por qué no muchos conocen sobre ella? — pregunto. Fue esa
omisión la que había sentido cuando hablamos, la renuencia a sincerarse.
—Porque perdí a personas en las que confiaba, personas a las que
amaba, cuando acepté a Kinsey. Fue un alivio, pero me ha causado algunos
problemas involuntarios.
—¿Un novio? —Sabía que ella no tenía uno, pero me pregunto si había
perdido uno.
Abre la mano y hace un sonido de explosión.
—Cuatro años a la basura. Cuando le dije que la iba a acoger, él no
quiso involucrarse. Sin discusión, simplemente se fue.
—Eso tuvo que ser difícil.
Ella mira su vaso.
—Por un momento, pensé que algún día nos casaríamos, pero al
primer desafío a la norma, él se fue. Me dio un ultimátum, pero no cedí. —
Limpia su vaso y lo empuja hacia mí—. Barman, mi vaso está vacío.
—Haré otro si eso te permite seguir hablando.
—La puerta está abierta ahora.
—Él no era el indicado, lo sabes.
Me mira enarcando una ceja.
—¿El indicado? Suena un poco romántico para ti.
—¿Crees que no sé lo que es el romance?
—No, en realidad no.
Auch. ¿Realmente le he dado una impresión tan mala de mí? No es de
extrañar que no quisiera salir conmigo.
—Puede que nunca haya tenido una relación a largo plazo como la
tuya, pero eso no significa que no quisiera tenerla.
—No te gustan los niños, así que pensé que no eras un tipo de chico
amoroso —dice encogiéndose de hombros.
Me quedo helado.
—¿Cuándo dije que no me gustan los niños? —¿Y cómo diablos se le
ocurrió esa idea?
—Estabas quejándote de que Crystal se hubiera ido tanto tiempo para
poder cuidar a su bebé. Estabas enojado porque eligió al bebé en lugar del
trabajo.
Mierda. Una vez más, mis propios problemas estaban arruinando las
cosas. Pero eso no era así, para nada.
—¿Es por eso por lo que no saldrías conmigo? ¿Por Kinsey?
Ella asiente.
—Me sorprende que todavía estés aquí.
Mi corazón se hunde. Ella no tenía fe en que yo pudiera soportar que
ella tuviera un bebé.
Nos habíamos acercado, aprendido más el uno del otro, pero ella no
conocía mi pasado, solo mi comportamiento idiota al principio, lo que dibujó
un retrato muy desagradable de mí. Uno que, al parecer, nunca pude borrar
por completo en su mente.
—No eres la único que ha tenido que lidiar con un pariente drogadicto
—admito, esperando que sincerarme con ella, la ayudará a verme como
alguien más que el hombre que había conocido esos primeros días.
Las púas de su explosión emocional se asientan y se suavizan.
—¿Tú también?
Asiento.
—Pero yo no soy tú en esta situación. Soy Kinsey. —Sus ojos se
agrandan mientras me mira—. Voy a hacerte una pregunta, pero es un poco
diferente a la anterior. ¿Saldrían tú y Kinsey conmigo mañana?
Parpadea y frunce el ceño. Había sido una noche larga y difícil y sabía
que sus emociones estaban por todas partes, pero necesitaba que ella
supiera que tener una bebé, no me asustaba.
—¿Yo … por qué? — pregunta.
—Por qué, ¿Qué?
—¿Por qué querrías eso?
—Pensé que era obvio, porque te quiero a ti.
Ella parpadea mientras me mira.
—Pero tengo una bebé.
¿Ella no me había estado escuchando? ¿O simplemente no le había
caído el veinte?
—¿Y?
—Y ... —se calla, sus argumentos pierden el terreno que los sostenía.
Tomo sus manos entre las mías.
—Si aún no lo has descubierto, estoy un poco enamorado de ti.
Lamento la forma en que he actuado. Honestamente, estaba tan feliz de
tener una digna rival, que seguí incitándote a seguir así.
—¿Te gusta pelear conmigo?
Asiento y sonrío.
—Tienes un ingenio perverso, y siempre estoy al borde de mi asiento
por tus reacciones.
—Ha sido divertido —admite con una sonrisa—. Y sexy.
—Tan caliente —estuve de acuerdo—. También eres cabeza dura a
veces, ¿sabes?
—¿Qué?
—No puedo contar cuántas veces he intentado invitarte a almorzar y
no has entendido.
Ella se encoge de hombros.
—No quería tener que deberte nada.
Un gemido me abandona.
—No lo estaba haciendo para que me debieras. Lo estaba haciendo
para que vieras que me gustas.
—¿Y después de todo esto, todavía te gusto? —pregunta, y puedo
escuchar el titubeo de incertidumbre en su voz.
Me acerco a ella y tomo su rostro.
—Ahora incluso más.
Inclinándome, presiono mis labios contra los de ella. Al principio, ella
no responde, pero sus brazos rápidamente se envuelven alrededor de mi
cintura, acercándome más y esparciendo calor a través de mí. Sus labios se
separan y mi lengua lame la suya.
Mi agarre alrededor de su cintura estaba suelto. Lo último que quería
hacer era aprovecharme de ella, a pesar de lo mucho que la deseaba.
—Debería irme a la cama.
Asiento.
—Yo dormiré en el sofá.
—¿En serio?
—Antes de que se fuera la policía, ya dijiste que no a mi casa o a un
hotel. No te dejaré aquí sola. —Ella estaba loca si pensaba que me largaría.
Ella desaparece y regresa con una almohada, una sábana y una
manta.
—Buenas noches, Thane —susurra mientras se para en la punta de
los dedos de los pies, su cuello esforzándose por alcanzar mis labios. Suave
y sensual y definitivamente demasiado corto—. Gracias de nuevo.
—Siempre.
Se dirige al dormitorio y se vuelve para mirarme antes de cerrar la
puerta. Suelto un suspiro y me quito la ropa, luego preparo mi cama
improvisada para pasar la noche, antes de apagar la luz y arrastrarme
dentro de las sábanas.
Miro hacia el techo, perdido en mis pensamientos. El enamoramiento
que tenía se había transformado en una noche, en completo y total deseo
por ella. Me asustaba que tuviera una hija, pero no de la forma que uno
pensaría. Me asustaba porque podía ver cuánto ella amaba a Kinsey, y
perderla, debido a que uno de sus padres tomara nuevamente la custodia,
devastaría a Roe.
No quería ver su corazón romperse así. Su sonrisa era demasiado
hermosa.
Había estado tan frustrado con ella al principio del día, porque no
podía entender su lógica, pero ahora lo sabía. Todo lo que había visto era la
superficie. Eso era todo lo que ella mostraba y nunca profundicé más.
Tantas cosas descansaban sobre sus hombros. Una responsabilidad
que ella no había anticipado y que tomó con calma. Encontró la manera de
convertirse en la madre que Kinsey merecía.
En algún momento de la noche, me despierto sobresaltado por el
movimiento de la manta. Roe se arrastraba debajo, sus piernas se
entrelazan con las mías mientras apoya la cabeza en mi pecho. Estaba
confundido, pero cuando dejó escapar un suspiro y se relajó contra mí, lo
entendí. No había mucho espacio extra, así que la rodeé con mis brazos y la
abracé.
La mujer normalmente luchadora y fuerte había bajado la guardia y
me había mostrado una fragilidad que mantenía oculta.
Horas más tarde, Roe se estiró contra mí, despertándome. Ni siquiera
había abierto los ojos, solo se acurrucó en mi pecho. El último año no pudo
haber sido fácil para ella, y tenía curiosidad de saber si ella estaba
desesperada por consuelo o si realmente quería ser consolada por mí.
Yo le había dado pocas razones para confiar en mí, y podía presentir
que tendría un camino difícil por delante.
—Buenos días —le susurro, besando la parte superior de su cabeza.
Fue un error y ella se congela, su cuerpo ya no se acoplaba contra el mío.
—Lo siento —dice mientras se empuja contra mi pecho para sentarse.
—No lo sientas. —La acerco a mí a pesar de su desgana y la rodeo con
mis brazos—. Estoy aquí para lo que necesites.
Nos quedamos allí unos minutos hasta que un grito y un
‘Mamamamama’ sale del dormitorio.
—Vuelvo enseguida —dice mientras deja mis brazos.
No puedo evitar sonreír ante su apariencia desaliñada. Su cabello
estaba por todas partes y el cuello de su camiseta estaba estirado, revelando
su clavícula y la parte superior de su hombro.
Tan linda y sexy, pero lo que me enloquecía era darme cuenta de que
los pantalones cortos que había usado la noche anterior se habían ido,
dejándome una vista perfecta de su trasero cubierto por una tanga, cuando
se inclina para recoger la manta.
—Me estás matando, Roe —gimo mientras palmeo mi polla dura, la
polla dura que había estado tratando de ignorar desde que desperté.
Se da vuelta y finalmente se da cuenta de que yo solo estoy en ropa
interior, un calzoncillo corto y una camiseta blanca, y veo que el rosa se
extiende por sus mejillas. Se muerde el labio inferior, sus ojos se clavan en
los míos mientras se levanta la parte delantera de su camiseta, exponiendo
su tanga y sus sensuales caderas.
Un gemido me abandona, y la malvada mujer simplemente sonríe
antes de soltar una risita y alejarse.
21
Roe

Dejar el calor de los brazos de Thane fue difícil, especialmente al verlo


casi desnudo en mi sofá. No pude evitar tentarlo antes de que otro grito de
Kinsey hiciera que mi pecho se apretara y rápidamente me dirijo hacia ella.
Toda la noche seguí preguntándome qué habría pasado si él no
hubiera estado tan cerca. La policía no hubiera podido haber llegado aquí
tan rápido como él.
—Buenos días, solecito —digo mientras entro en el vestidor que
contiene su cuna. El dormitorio no era lo suficientemente grande, ninguna
de las habitaciones lo era, pero había un vestidor extrañamente grande con
una ventana que daba a la calle.
Una vez que Pete se había mudado, había espacio y era el lugar
perfecto.
Kinsey me sonríe y levanta los brazos, balbuceando.
—¿Tienes hambre?
Sus dedos golpean mi barbilla y mis labios mientras sus piernas
patean.
—Vamos a cambiarte primero, niña apestosa.
Regreso al dormitorio y al cambiador improvisado que era
simplemente la parte superior de mi tocador.
Mi mente toma el control cuando entro en piloto automático.
Desde el momento en que dejé a Thane, hasta el momento en que me
metí en la cama con él, todo lo que podía pensar era en, qué hubiera pasado
si. Esa fue la ansiedad que me hizo buscar consuelo, en tanto tiempo, en la
primera persona que no me había decepcionado.
La forma en que empujaron a Ryn al suelo y la fuerza que usaron para
intentar irrumpir en el baño me hizo temer mucho por mi vida y la de Kinsey.
¿Qué querían con nosotros? ¿Qué me iban a hacer? ¿O a Kinsey? ¿Qué le
hicieron a Ryn?
¿Y si Thane no hubiera estado tan cerca?
Él no había huido todavía, lo que me sorprendía, pero estaba
preparada para cuando lo hiciera. Sucedería, tal como había sucedido antes.
Apegarme aún más a él de lo que ya estaba, solo terminaría en
angustia.
Thane no negó que no le gustaran los niños, y no importaba cuánto
le gustara yo; Nosotras éramos un paquete completo. Kinsey era mía y no
se iría a ninguna parte.
—¿Quieres ir a ver a Thane? —le pregunto a ella. La idea de que ya
hubiera huido cruza por mi mente, pero la puerta principal era pesada y no
la oí cerrarse.
Su cabeza gira hacia mí cuando entro con Kinsey en mi cadera. Me
sorprende lo guapo que se ve con cabello de recién levantado de la cama. Su
cabello está más largos en la parte superior, y se había rizado y retorcido
durante la noche, sobresaliendo por todas partes. Sus ojos azules casi
brillan por la luz que entra por las ventanas.
Yo ni siquiera había visto mi propia apariencia, pero sabía que tenía
que ser un desastre.
—¿Capuchino? —Pregunto mientras dejo a Kinsey en su silla alta.
—Claro —dice mientras se levanta, subiéndose los pantalones
mientras lo hace.
Agarro una liga extraviada y levanto mi cabello en un rápido moño
desordenado.
Después de esparcir algunos cereales en su bandeja, me vuelvo hacia
mi máquina de capuchino. Afortunadamente, los imbéciles no se llevaron
eso junto con mi bolso.
Estábamos a medio camino de beber nuestro café cuando me mira a
los ojos.
—Todavía no me siento bien dejándote sola.
Le arqueo una ceja. Honestamente, estoy confundida de que se
hubiera quedado tanto tiempo, especialmente después de enterarse de lo de
Kinsey.
—Me sorprende que te quedaras.
—¿Por qué?
—No es que yo la mantenga a ella en secreto, pero mi situación no es
la que yo di a entender.
—De hecho, creo que eres perfecta. Todas tus pequeñas idiosincrasias
y TOC3 sobre salir de la oficina a tiempo, y no quedarte después. Tu tardanza
y, a veces, tu comportamiento descuidado tiene mucho sentido. Antes, me
preguntaba si te ibas seguido de fiesta por las noches.
Una risa ahogada brota de mí.
—Persona muy fiestera aquí mismo.
—Si esto es un intento de olvidar lo que dije anoche y volver a
construir tus muros, tendré que detenerte.
—¿Lo que dijiste?
—Sé que no te emborrachaste hasta perder el sentido con esas dos
margaritas anoche. Apenas estabas mareada cuando te fuiste a la cama.
—Eso fue sólo de dientes para afuera —dije, volviendo mi atención a
la taza en mi mano.
—No, no lo fue. Las llevaré hoy a ambas. Ya conseguí entradas para
nosotros.
Mi cabeza se levanta de golpe.
—¿Tú qué?
—Me escuchaste. Compré boletos para el zoológico. Y aquí la señorita
entra gratis porque tiene menos de dos años.
Mi pecho se aprieta y trago saliva.
—¿Quieres tener una cita conmigo y traer a Kinsey?
—¿Acaso eso no está bien?
Doy un paso adelante y envuelvo mis brazos alrededor de su cintura.
—Es perfecto.
Se inclina y me da un beso en la parte superior de la cabeza.
—Ella va a estar tan emocionada —digo mientras me aparto—. Le
encanta cuando pongo Animal Planet o Discovery Channel. Está enamorada
de los animales.

3 TOC: Trastorno Obsesivo-Compulsivo.


—¿Cuánto tiempo te lleva prepararte?
Frunzo los labios y miro a la bebé de mejillas regordetas metiéndose
otra O del cereal Cherrios en la boca. Necesito una ducha, y había todo un
mundo de cosas para su bolsa de pañales, que necesitaría durante todo el
día.
—¿Dos horas? —Digo, aunque era más una pregunta.
Definitivamente, una hora es demasiado poco.
El asiente.
—Voy a ir a darme una ducha, cambiarme y volver.
Envuelve sus brazos alrededor de mí y me relajo en lo cálido de éste.
Un quejido me abandona cuando él se aleja.
—Volveré pronto. —Recoge su camisa de vestir y su chaqueta, luego
se pone los zapatos—. Cierra la puerta detrás de mí.
Hago lo que me pide, no es que no lo hubiera hecho después de lo que
pasó. Todavía se sentía como un sueño, pero la evidencia de mi pesadilla
estaba por todas partes, incluida la falta de mi bolso.
Mierda.
¿Que había adentro? No guardaba mucho en él porque la pañalera de
Kinsey y el bolso de mi computadora portátil contenían muchas de las cosas
extras innecesarias.
Después de una ducha rápida, pongo a Kinsey en la cama mientras
busco en el armario ropa para las dos. Luego, saco un viejo pequeño bolso
de cuero de mi armario y agarro mi bálsamo labial junto a la cama,
arrojándolo dentro.
Regresamos al área principal del apartamento, donde busco en el
gabinete de mi cocina hasta que encuentro mi pequeña bolsa de cosméticos
metida en la parte de atrás. Después de años de que Ryn me robara, había
mejorado en esconder objetos de valor.
Dentro estaba mi otra tarjeta de crédito, mi pasaporte y un montón
de dinero en efectivo. Tiro algo del dinero en efectivo en mi bolso, con la
identificación y la tarjeta. Al menos tengo alguna identificación.
Mierda.
Voy a pasar la mitad de la semana tratando de reemplazar todos mis
documentos, y algunas cosas iban a requerir tiempo personal.
Era la primera vez en este día que pensaba en la noche anterior. A
pesar de todo lo que pasó, mi pecho se aprieta, esperando que ella este bien.
Los hombres con los que ella estaba no eran del tipo que se preocuparían
por su vida en absoluto. Se había ido antes de que llegara la policía, pero no
tuve ningún problema en implicarla en lo sucedido. Solo esperaba que la
encontraran antes de que esos hombres se desquitaran con ella.
Me ocupo de recoger pañales, biberones, fórmula, Cherrios, una muda
de ropa y todo lo que pudiéramos necesitar. Afortunadamente, esto es
bastante parecido a lo que empaco todos los días para ella cuando la llevo a
la guardería.
Thane llega poco después, con los ojos muy abiertos mientras mira el
cochecito.
—Eso es complicado.
—Este es el arsenal que necesitas para un día con una bebé —le
explico.
Cuando dijo que compró boletos para el zoológico, asumí que eran
para el zoológico de Central Park, pues solo estaba a unas cuadras de
distancia. Pero no, Thane hizo todo lo posible y consiguió entradas para el
zoológico del Bronx. Había pasado al menos una década desde que había
ido y estaba más emocionada que Kinsey, si Kinsey hubiera entendido lo
que estaba pasando.
—Dime de nuevo por qué no solo conducimos? —Thane me pregunta
cuando nos bajamos del tren y seguimos caminando.
—Porque no tengo sillita de niños para el automóvil.
Sacude la cabeza.
—Eso suena raro.
—¿Por qué? No tengo auto, entonces, ¿por qué necesitaría una?
—Por si acaso.
—¿Y dónde la guardaría? El cochecito ocupa suficiente espacio tal
como es.
El asiente.
—Buen punto.
El sol estaba alto en el cielo cuando atravesamos la entrada, y solo
habíamos caminado unos pocos pasos antes de desviarnos hacia la derecha.
—¿Está todo bien? —preguntó.
—Casi me olvido del protector solar —digo, deteniendo el cochecito
antes de buscar en una de las bolsas que tengo conmigo.
Una vez que tengo el protector, me agacho frente a Kinsey, cuyos ojos
están muy abiertos mientras mira a su alrededor. Su frente se arruga y
gruñe de molestia cuando le aplico el protector solar en la cara.
Cuando está cubierta, aprieto más en mi palma y la extiendo sobre
mis brazos y cara.
Miro a Thane, que me ha estado observando todo el tiempo, y me
acerco a él. Sus ojos se agrandan cuando comienzo a suavizar el protector
solar alrededor de su rostro. Apenas he cubierto su frente y mejillas cuando
me tira hacia él y presiona sus labios contra los míos.
Un chillido se me escapa, lo que le permite deslizar su lengua contra
la mía. Con las manos todavía cubiertas de loción y atrapadas en su toque,
ahueco su cuello y limpio el remanente en la parte posterior de su cuello.
Se echa hacia atrás, arquea una ceja mientras me mira.
—¿Acabas de ponerme loción en el cuello?
Le doy una pequeña sonrisa y asiento.
—Sí.
—Oh, Guau.
—¿Qué?
—No me di cuenta de que besaba tan mal. Quiero decir, pensé que era
bastante bueno, pero eso ... yo no pude distraerte.
—¿Ese era tu objetivo?
—No. Simplemente quería besarte porque eres increíble.
—Fue un buen beso. —Me pongo de puntillas y él se inclina para
recibirme. Cuando tomo su cuello, no era para secarme las manos. Era para
acercarlo más.
Cuando nos separamos, ambos estábamos respirando con dificultad
y el espacio entre mis muslos hormigueaba.
—Muy bueno.
Hunde la cara en el hueco de mi cuello, sus fuertes brazos me
envuelven y me abrazan con fuerza. Un escalofrío me recorre, y respiro
hondo al sentir su lengua lamiendo mi piel. Pequeños mordiscos de sus
dientes hacen que mis muslos se aprieten.
Su aliento se siente caliente contra mi oído, un gemido bajo retumba
en su pecho mientras deposita besos con la boca abierta en mi cuello.
—Podría devorarte.
Mi corazón martillea en mi pecho y tengo que obligarme a apartarme.
—Está bien, lobo feroz, cálmate. Hay niños alrededor.
Se ríe entre dientes y se retira antes de que nos fusionemos con la
gente que entra.
Caminar con Thane atrae más atención de la que hubiera esperado.
Más de una vez escuché a alguien decir qué linda familia éramos. Sabía que
Thane también lo escuchó, porque envolvió su brazo alrededor de mi cintura
y me sonrió.
Kinsey prácticamente rebotaba en su asiento, chillando a todos los
animales y extendiendo la mano hacia ellos. Me miraba y tenía una
expresión de ¿Lo ves, mamá?
—Esa es una gran jirafa, ¿no?
Después de caminar durante una o dos horas, decidimos almorzar.
Thane agarró nuestras bandejas mientras nosotras apartábamos una mesa.
Kinsey se quejó, no le gustó que nos hubiéramos detenido. Estaba
cerca de la hora de la siesta y la bebé cansada se estaba mostrando, pero
había tantos estímulos.
Antes de que pudiera agacharme y levantarla, Thane le desabrochó el
cinturón de seguridad y la levantó en sus brazos. Me quedé atónita, incapaz
de hablar mientras él le sonreía, apretándola contra él.
—¿Está esto mejor? —le pregunta con una sonrisa.
Ella lo mira fijamente con los ojos muy abiertos por un momento,
tratando de averiguar quién es él. La expresión era adorable y no pude evitar
sacar mi teléfono y tomar una foto rápida.
Kinsey comenzó a patear sus piernas como si quisiera rebotar, y
Thane se dio cuenta de eso. La coloca sobre sus muslos y veo como la
sostiene firme, ayudándola a impulsarse. Una dulce risa la abandona.
No podía apartar los ojos de la vista frente a mí. Mi pecho se aprieta y
mis muslos también. El hombre se ve delicioso la mayoría de los días, pero
¿con una bebé en brazos?
Estaba lista para saltar sobre él en ese momento.
Justo cuando estaba a punto de decir algo, Thane maldijo, sus ojos
se abrieron como platos. Tira de Kinsey hacia él y cierra los ojos mientras
su mano se mueve hacia su entrepierna.
Ella lo…
Levanto los dedos para ocultar mi diversión. Sabía exactamente lo que
acababa de suceder porque me pasaba mucho, pero los pequeños pies que
se deslizaban de mi pierna entre mis muslos no me afectaban mucho. Sin
embargo, para un hombre era una historia diferente.
—¿Te acaba de patear en un área sensible?
Suelta un suspiro.
—Creo que tienes a una jugadora de fútbol en tus manos.
Trato de sentirme mal, pero no puedo evitar que mis hombros
tiemblen.
—No es divertido. —Su mirada se entrecierra en mí.
—Los haré sentir mejor más tarde. Darles un buen masaje.
—Ellos lo agradecerían. Tal vez un beso o dos.
—Creo que te lo dije anoche.
Coge una patata frita de la bandeja.
—Sé lo que me dijiste anoche, pero espero que finalmente me digas
que sí, y no cuando te tenga clavada contra una pared.
—¿Quieres salir conmigo tanto? ¿Convertirte en mi novio? ¿Por una
mamada?
Sacude la cabeza.
—No por una mamada. Estoy apostando por algo mucho más valioso
que eso.
—¿Y qué sería eso? — pregunto.
—Tú. Toda tú.
Le parpadeo, insegura de cómo responder.
—¿Qué hay de ella?
Arruga la frente.
—Ella es parte de ti, ¿no es así? Eso la incluye a ella.
Trago saliva, mi pecho se aprieta mientras lo veo hacer muecas hacia
ella. Quizás estaba equivocada con él después de todo.
Después del almuerzo caminamos de nuevo, y después de
aproximadamente una hora, Kinsey abandona la pelea y se queda dormida.
Thane se ríe entre dientes mientras la mira desmayada.
—Ella es adorable.
—Ojalá pudiera decir que tengo algo que ver con eso.
—Ella está feliz por ti. Cualquiera puede ver eso.
—Estás siendo muy amable y me está costando procesarlo.
Otra risa.
—Soy un buen tipo una vez que me conoces, cuando no estoy siendo
un total idiota.
—Y yo soy una buena chica siempre que tú no seas un idiota.
Me sonríe antes de inclinarse y presionar sus labios contra los míos.
—¿Roe? —grita una voz familiar.
Me detengo en seco. Los ojos marrones que una vez había mirado con
amor se encuentran con los míos. Ojos que se habían llenado de ira cuando
me abandonó.
—Pete.
22
Roe

—Oye. —Pete mira hacia el cochecito—. Conservaste eso.


Eso. Nunca volvimos a hablar después de que se fuera ese día. Bueno,
nada más allá de algunas conversaciones de ‘esto es tuyo o mío’ cuando se
fue a la semana siguiente. Cada vez que hablaba de Kinsey, siempre la
llamaba ‘eso’, y yo quería quitarle esa mueca de desprecio de la cara.
Los ojos de la chica a su lado se agrandan.
—¿Tienes un hijo?
Él sacude la cabeza.
—No, eso es algo en lo que ella fue lo suficientemente estúpida como
para quedarse atrapada.
Su comentario quema y enciende algo dentro de mí. Alguna vez, pensé
que pasaríamos nuestras vidas juntos, pero cuando lo miro no puedo
recordar por qué querría eso.
Él estaba absorto en sí mismo y nunca se preocupó realmente por lo
que yo quería. Lo que quería ese día era a esa bebé en mis brazos, sin
importar las consecuencias.
—La elegí a ella. No quedé atrapada con ella. La elegí a ella, idiota —
espeto de vuelta.
—Una vez tonta, siempre serás una tonta. —Pete mira a Thane, que
lo está fulminando con la mirada. Mira a Thane de abajo hacia arriba, con
los labios curvados—. Y tú te embobaste un poco con eso.
Thane da un paso adelante, elevándose sobre Pete como lo hacía
conmigo. El movimiento era tan sexy, con ese poco de intimidación, ese calor
se apodera de mí y no estaba relacionado con el clima.
—Solo la mitad de esa palabra es correcta, pero ella no necesita
embobarme para que yo sea un hombre. Solo un niño huiría de un bebé.
Me alegra un poco ver a Pete tragar con dificultad.
—Lo que sea, hombre.
Niego con la cabeza.
—¿Cómo estuve con alguien como tú durante tanto tiempo?
—Porque soy una bestia en la cama —responde con una sonrisa. Tan
lleno de sí mismo, tan seguro de que él era ‘el hombre’. Una actitud que
nunca mostró antes. Supongo que era un show para la chica despistada en
su brazo y para recuperar parte del terreno que había perdido con la
abrumadora presencia de Thane.
Se me escapa un ladrido de risa. Él no era nada comparado con
Thane. Thane era cariñoso, amable, fuerte, sensual y tan sexy que me
estaba costando mucho no saltar sobre él en este momento.
Un momento realmente difícil, porque el aura protectora que él está
emitiendo me está excitando. Guau.
—Sigue soñando —digo poniendo los ojos en blanco.
Thane hace un sonido y entrecierra la mirada en Pete. Era como si lo
estuviera evaluando y lo encontrara como un oponente débil. El tiro mortal
fue fácil. Pete se había dejado expuesto a ello.
Thane pone su mano en la parte baja de mi espalda, sus dedos se
sumergen en mi bolsillo trasero antes de apretar mi culo.
—Por lo que me he dado cuenta en los últimos minutos, tú eres un
amante egoísta que probablemente nunca ha logrado que una mujer se
corra. Eres una mariquita que no puede salir de su propio egocentrismo
para ayudar a nadie. Y probablemente ella se quedó contigo tanto tiempo
por costumbre y lástima.
La ira y el ego de Pete se intensifican, pero Thane es un tiburón, y los
tiburones pueden oler la sangre en el agua. Eso fue lo que evitó que Pete
abriera la boca e interrumpiera a Thane.
—Bingo —confirmo. Eso no era del todo cierto. Yo me había engañado
a mí misma al pensar que Pete era el indicado y conformándome con él.
Thane me mira.
—¿Cuántas veces te hice venir anoche? —preguntó.
—Hmm, ¿cinco? ¿O fueron seis? —Niego con la cabeza—.
Honestamente, después de dos en cinco minutos, mi cerebro estaba hecho
papilla. Quiero decir, ni siquiera estabas dentro de mí hasta los dos últimos.
—Dejo escapar un gemido, mi labio se curva en una sonrisa mientras
observo la mirada de ojos sorprendidos de la mujer con Pete.
Nuestra pequeña conversación falsa me estaba excitando aún más.
Realmente necesitaba enfriarme.
—Según mi cuenta, fueron siete, aunque la última vez casi te
desmayas. Tuve que sostener todo tu peso contra el cristal. Probablemente
le dimos a alguien un espectáculo.
Muerdo mi labio, acercándolo hacia mí. Se inclina y libera mi labio
inferior con los dientes antes de presionar sus labios contra los míos.
El fuego que arde entre nosotros arde alto y nos acercamos más. No
puedo detener los gemidos y Thane me consume. Su presencia, su
arrogancia y su fuerza me encienden y quiero la mentira que les dijimos.
Desesperadamente. Cuando nos separamos, ambos estamos respirando con
dificultad y no quiero soltarme.
—Oh, lo siento, olvidé que estabas aquí —le digo a Pete.
Y lo olvidé. Thane tenía la capacidad de borrar de mi mente todos los
pensamientos.
La chica de Pete nos mira fijamente. Tiene las mejillas rosadas y los
labios entreabiertos.
—Vamos, Amy.
—Nos vemos, Pete —dice Thane con un gesto, luego guiña un ojo—.
Adiós, Amy.
Lo golpeo en el estómago, haciéndolo reír.
—¿Por qué fue eso?
Me sonríe.
—Sólo para hacerla enojar más con él.
—Esa fue una descripción muy elaborada la que les diste —digo,
sintiendo mi rostro en llamas, y miro hacia ellos.
—¿Viste la expresión de su rostro? —pregunta con una sonrisa.
—Vi la mirada furiosa que ella le dio. Ahora tienes una gran
reputación que mantener. —Lo acerco de nuevo, el calor entre nosotros es
casi embriagador—. ¿Estás preparado para la tarea?
Me abraza con fuerza y me pierdo en su mirada.
—¿Contigo? Sin problema. Dame un día y lo triplicaré.
—Te estás cavando un hoyo más profundo —digo, con un suspiro más
grande de lo que pretendía.
Se inclina hacia abajo, sus labios cubriendo los míos.
—Me gusta el reto.
Un gemido me abandona y me arqueo hacia él cuando nuestros labios
se encuentran de nuevo. Hay un silbido agudo, seguido por un grito de
“Consíganse una habitación”, que nos saca de nuestra burbuja llena de
lujuria.
Siento mi rostro arder cuando muchos pares de ojos miran en nuestra
dirección. De mala gana, salgo de sus brazos y agarro el cochecito, checando
a Kinsey antes de caminar de nuevo.
—¿Fue realmente por eso que te quedaste con él? —Thane pregunta
después de un minuto.
Me encojo de hombros.
—Fue mi primer amor, por lo que tenía esa idea romántica de que
estaríamos juntos para siempre. Luego nos graduamos de la universidad y
comenzamos a trabajar. Estaba enojada y triste cuando se fue,
especialmente porque creo que se estaba acostando con otra persona, pero
una vez que se largó, después de que esas emociones dolorosas iniciales se
calmaron, me di cuenta de lo mejor que me sentía sin él cerca. No es que
fuera un tipo malo, o que peleáramos mucho, pero nos habíamos convertido
más en compañeros de cuarto. Me tomó un tiempo admitir que desde hace
un tiempo no había amor allí.
Cada vez que decía la palabra ‘amor’ mientras miraba a Thane, mi
corazón saltaba, como si estuviera bombeando vida nueva a esa emoción.
Como si él estuviera volviendo a darle vida.
—Suena como si tú hubieras estado cómoda.
Asiento con la cabeza.
—Desde entonces, mi situación me ha impedido tener citas, porque la
mayoría de los chicos huyen cuando descubren que tienes un bebé.
Thane toma mi mano y me atrae hacia él.
—Que se jodan todos, porque no tienen idea de lo que se están
perdiendo.
Pongo los ojos en blanco, lo que me vale un golpe en el trasero.
—Se están perdiendo los festivales de gritos de las dos de la mañana,
los vómitos de leche y la caca. Mucha caca.
—Y la belleza que es ver la forma en que la miras. La forma en que
ella se acerca a ti, sus lindas risitas cuando haces algo tonto. Se pierden tu
lucha y tu feroz lealtad. Tu belleza y tu cuerpo provocador de pollas.
Puedo sentir mis ojos llenarse de lágrimas.
—Realmente necesitas detenerte.
—¿Por qué? —Arruga la frente.
—Porque realmente me empiezas a gustar cuando haces eso.
Una risa lo abandona.
—¿Y eso es algo malo?
—Quizás. —Me quedo mirando su pecho, temiendo lo que sucederá si
lo miro directamente.
—Bésame de nuevo y te haré cambiar esa forma de pensar.
Todo lo que necesité fue ese borde de arrogancia en su tono, para
deshacerme de esa vergüenza de colegiala que se había apoderado de mí.
Mi labio se mueve hacia arriba cuando lo miro por debajo de mis
pestañas.
—Creo que tendrás que hacer que esa noche de la que hablamos sea
una realidad, si crees que quieres cambiar mi forma de pensar.
Sus pupilas se dilatan y su agarre se aprieta. Puedo sentir cómo su
deseo se presiona contra mi estómago.
—Todo lo que tienes que hacer es nombrar una hora y un lugar.
—Calmado, Casanova.
—Oh, ¿quieres que sea lento? —Se inclina más cerca, sus labios
contra mi oreja enviando un escalofrío por mi columna—. Puedo hacerlo
despacio, bebé. Una larga y lenta follada toda la noche.
Le doy un manotazo en el pecho y él retrocede, riéndose de mí.
—Usted, señor Carthwright, es un chico malo.
Echa la cabeza hacia atrás con una carcajada.
—Puedo ser un buen chico, déjame demostrarlo.
—Uh-huh, cierto. Vamos —digo, empujando el cochecito y
continuando nuestro paseo por el zoológico. Se acerca sigilosamente a mí y
vuelve a meter la mano en mi bolsillo trasero.
—Y yo que pensaba que pelear contigo era divertido y excitante.
Bromear contigo tentándote es aún mejor, además, obtengo la ventaja
adicional de excitarte.
—¿Quién dijo que estaba excitada? —Pregunto, tratando de no revelar
cuán en lo cierto estaba.
—Me deseas, deja de fingir que no lo haces.
—Desearte nunca ha sido el problema.
Me sonríe y me acerca más, sus labios presionando contra la parte
superior de mi cabeza.
—Lo mismo digo.

Cuatro horas más tarde salimos de la estación del metro.


—Déjame acompañarte a casa —dice Thane.
—¿En serio? Son solo unas pocas cuadras. —Aunque yo no quería
que se fuera. No estaba lista para que se fuera.
—Y más tiempo que puedo pasar contigo.
—Has pasado mucho tiempo conmigo los últimos días.
—Eso es lo que sucede cuando estás encantado de alguien, quieres
pasar todo tu tiempo con esa persona.
Él ya me había ganado y yo sentía lo mismo.
—Encantado, ¿eh?
—¿Es tan malo que no quiera irme?
—¿No quieres?
Sacude la cabeza.
—Sí, me gustas un poco, y a mi amigo más grande que un palito de
paleta realmente le gustas.
Le pongo los ojos en blanco.
—Bueno, yo estoy agotada, así que, si estás esperando alguna
muestra de amor, puedes irte a casa.
Extiende la mano y desliza un mechón de cabello suelto detrás de mi
oreja. La acción me hace mirarlo, y respiro hondo ante la hermosa sonrisa
que no contiene ninguna de las bromas sexuales del día.
—¿De dónde deberíamos pedir la cena? —pregunta.
Solo puedo parpadear hacia él, completamente desconcertada por la
suave sinceridad de su expresión. Estaba de acuerdo sin decir las palabras,
sabiendo que no pasaría nada sexual.
Nos decidimos por comida griega, y cuando puse a Kinsey en la cama,
nos acurrucamos juntos en el sofá, viendo una película en mi computadora
portátil ya que la televisión estaba rota. Era simple pero íntimo, estar
acurrucada contra él.
Aparte de unos besos suaves, él mantiene la velada dócil, y alrededor
de la medianoche se dirige hacia la puerta.
—¿Puedo verte mañana? —pregunta, volviéndose hacia mí—.
Realmente no me gusta dejarte sola.
Yo trago. Me asusta estar sola después de la otra noche, pero no puedo
pedirle más.
—Tiene que suceder en algún momento.
Ahueca mi mejilla y se inclina, sus labios se presionan suavemente
contra los míos y luego suben a mi frente.
—Llámame si necesitas algo. Y me refiero a cualquier cosa. Si tienes
miedo o simplemente quieres a alguien con quien hablar o alguien que te
cante para dormir.
—¿Puedes siquiera cantar a tono?
—Sorprendentemente bien.
Descanso mi mano sobre su pecho.
—Gracias. Por todo. Hoy fue maravilloso. El mejor día.
Una gran sonrisa aparece en su rostro.
—Bien. Estoy contento. Buenas noches hermosa. Te veré mañana
para el brunch.
—¿Brunch? Nunca dije que sí a eso. No lo sé. Kinsey ...
—Voy a traer la comida. Podemos hacer un picnic en el suelo.
Asiento.
—Okey. —Le sonrío y pongo mi labio inferior entre mis dientes—.
Buenas noches.
Cuando la puerta se cierra detrás de Thane, dejo escapar un gemido.
Estoy tan jodida. Total, y completamente fuera de mis cabales.
Thane no se parece en nada a lo que yo esperaba y, sin embargo, era
todo lo que yo nunca supe que quería. No sabía que las cosas pudieran ser
tan increíbles físicamente entre dos personas.
Si bien mi experiencia era limitada, sabía que Thane era el tipo de
hombre que era el novio que toda mujer quería, lo supieran o no.
Reconociendo mis errores, mi evaluación inicial de él estaba
completamente equivocada. Thane no le temía al compromiso y Kinsey no
lo asustó. Él fue increíble con ella y sin lugar a dudas, estaba aterrorizada
de enamorarme de él.
Definitivamente estaba jodida, porque me di cuenta de que era
demasiado tarde, ya me estaba enamorando de él. Él estaba ganando mi
corazón un poco más cada día.

Al mediodía, Thane llegó con los brazos llenos de bolsas de comida


con el olor más delicioso. Era la cantidad estándar de un brunch, pero
después de un largo día ayer, era agradable simplemente relajarse en casa.
Tres horas después, alguien llamó y abrí la puerta para encontrar a
tres repartidores con los brazos llenos. Inmediatamente se pusieron a
trabajar y desinstalaron y quitaron mi televisor roto de la pared.
—¿Que está pasando? —Pregunto mientras miro a Thane.
Solo sonríe y se encoge de hombros.
—Nueva TV.
Parpadeo hacia él, entendiendo al fin.
—¿Me compraste un televisor nuevo? Thane ... ¿Por qué?
Se acerca y me rodea con sus brazos.
—No podría dejar que te quedaras sin uno.
—Tengo un seguro de arrendatario que cubre ese gasto.
—Sí, pero eso podría llevar semanas. Además, fue mi culpa que la
televisión se rompiera.
—Más bien que no la robaran —digo mientras lo miro—. Nada de eso
fue tu culpa.
—Tal vez no, pero tengo un sentido de responsabilidad, ya que no sé
si tu póliza de seguro reemplazaría eso.
Un hombre me entrega una bolsa y una caja que contenía una
Playstation4, que no tenía ni idea de cómo él sabía que yo había tenido uno,
que Pete se llevó cuando se fue. Miro dentro de la bolsa para encontrar una
nueva tableta de diez pulgadas y una funda.
Mis ojos están muy abiertos cuando lo miro y niego con la cabeza.
—Esto es demasiado.
—No lo es. Simplemente no compraré nuevas mancuernillas esta
semana —dice con un guiño.
—Déjame al menos darte algo de dinero para cubrir los gastos. —Se
me llenan los ojos de lágrimas y trato de apartarlas, pero luego me doy
cuenta. Nunca había tenido un hombre que hiciera cosas por mí como
Thane. Aceptó a Kinsey sin peros y pensó en las formas en que podría verme
sin tener que excluirla, algo que, caso contrario, me habría supuesto más
estrés—. Eres malísimo —lloro mientras las lágrimas corren por mi rostro y
sollozo con hipo.
Me atrae a sus brazos.
—Si esta es la reacción que obtengo al ser malísimo, lo haré una y
otra vez. Ahora, ¿me gané esa cita para ir a cenar?
Asiento contra su pecho.
—Sí.
Unas horas más tarde, se dirige a su casa a regañadientes, y tengo
que admitir que yo también estaba reacia al respecto.
Después de darle un baño a Kinsey y acostarla, me acomodo en el sofá
y comienzo a jugar con mi nuevo televisor.
Agradecí la televisión, pero el resto era innecesario. Podríamos haber
prescindido de la tableta durante un tiempo, y definitivamente sin el PS4.
Sin embargo, sería bueno ver una de mis películas, y no podría hacerlo sin
algún tipo de reproductor de Blu-ray.
Mi boca se abre cuando me doy cuenta de que era un televisor
inteligente e inmediatamente ingreso mi contraseña de Wi-Fi. Estaba
iniciando sesión en mi cuenta de Netflix cuando mi teléfono vibra a mi lado.
Carthwright el imbécil: Buenas noches, hermosa.
Sonrío ante el mensaje, mi corazón se hincha con tantas emociones.
Sin embargo, el arrepentimiento me sorprende por el nombre de la pantalla.
Rápidamente hago clic en su nombre y borro todas las letras, escribiendo
cinco nuevas.
Roe: Buenas noches. Estoy medio tentada de llamarte mi
salvador, pero no quiero que se te hinche la cabeza, así que te enviaré
esto.
Adjunto una captura de pantalla de nuestra conversación con un
cambio flagrante.
Thane: Ese cambio de nombre me queda bien. Tú también te ves
bien en mí.
Thane: Genial, ahora estoy pensando en ti. Y en mí dentro ti. De
mí sobre ti, en más de un sentido.
Thane: Solo quería decirte buenas noches y ahora me tienes
contemplando enviarte una foto de mi polla porque me pusiste muy
duro.
Una risita me deja y mi corazón se dispara.
Roe: No estoy del todo segura de estar en contra de eso.
Imagíname jugando con todos esos juguetes imaginarios que crees que
tengo.
Thane: Joder.
Thane: Joder. Joder ... ¿de verdad tenías que burlarte de mí así?
Roe: Sí.
Thane: Entonces, ¿qué tal esa fecha?
Roe: Estoy apagando mi teléfono ahora.
Corro a mi habitación con una idea malvada. Agarrando el único
juguete que tengo, pongo el consolador entre mis pechos y los aprieto antes
de tomar una foto y enviarla.
Roe: Y sobre esa cita, sí.
23
Thane

Todo en lo que he podido pensar, durante la semana desde que Roe


finalmente dijo que sí a nuestra cita, era en esa puta falda. Cada vez que yo
la agarraba en la oficina, me apartaba las manos de una palmada y me decía
que esperara hasta el fin de semana.
Era una maldita tortura. Ella me estaba torturando y excitándose a sí
misma. Me di cuenta por esa pequeña sonrisa sexy que me daba cuando me
enfurruñaba. Aunque una vez me negué a dejar que se saliera con la suya
de burlarse de mí, mientras la presioné contra la ventana de vidrio de mi
oficina. Con una de mis manos debajo de su camisa agarrando su pecho y
tirando de su piercing mientras dos dedos se deslizaban dentro y fuera de
su coño increíblemente húmedo.
Me encantaba escuchar sus suspiros de éxtasis y sus gritos cuando
sufría espasmos en mis brazos mientras su orgasmo la recorría.
Traté de ser un buen chico, pero solo pude aguantar hasta cierto
punto.
Finalmente, llegó el fin de semana y yo estaba feliz de que pudiéramos
tener una primera cita como se debe. Sin tener nada en contra de todos los
otros momentos que habíamos pasado juntos, pero quería hacer las cosas
bien porque quería que ella confiara en mí. La forma fortuita en que nos
conocimos no era lo suficientemente buena.
Afortunadamente, la madre de Roe podía cuidar a Kinsey el sábado
durante toda la noche, lo que nos permitía salir a cenar, sin que ella tuviera
que preocuparse por volver a una hora determinada.
—¿A dónde vamos? —Pregunto. Caminábamos por la Primera
Avenida, mi coche todavía estaba estacionado en mi edificio de
apartamentos.
Como le había prometido hace semanas, Roe eligió dónde íbamos a
cenar. Con lo que no contaba, era con que se negara a decirme adónde
íbamos o qué tipo de comida era. Ella simplemente dijo que dejara en casa
el saco del traje.
Era difícil mantener mis ojos en la acera frente a mí. Esperaba que
ella abriera la puerta con un vestido elegante que se abrazara a su piel. Algo
similar a sus atuendos de trabajo, y probablemente negro.
Por otra parte, si realmente lo pensaba, muchas de sus blusas tenían
una orilla con volantes. La blusa tipo campesina que usó en el zoológico,
también debería haberme dado una pista sobre su vestuario informal. Me
dio una idea de la Roe fuera del trabajo antes de ser mamá.
Me sorprendió cuando salió con un vestido suelto floral color
melocotón, con volantes y cintura alta. Había pequeñas cuerdas que
formaban los tirantes de los hombros, que estaban atadas con lazos en la
parte superior, y podía imaginarme que con un pequeño tirón el vestido
caería al suelo.
Más que una visión, ella era un plan a seguir. Yo iba a ver ese vestido
deslizarse de sus hombros, exponiendo cada suculento centímetro de la piel
con la que me estaba provocando.
Ya era bastante malo que pudiera ver la parte de arriba y estar seguro
que ella no estaba usando un sostén. Ahí fue donde entró mi incapacidad
para concentrarme en la acera, no podía apartar los ojos de sus pechos. Con
cada paso en sus tacones de cuña, sus pechos se sacudían, y me hacía
preguntarme si sus pezones estaban duros por la fricción de la tela.
—No muy lejos.
Aclaro mi garganta en un esfuerzo por concentrarme en nuestro
entorno.
—Teniendo en cuenta que estamos caminando, me lo imaginé.
—Créeme, vas a querer llegar con buen apetito. —Le sonrío y ella pone
los ojos en blanco—. Para la comida.
—Y para actividades posteriores.
Ella pone los ojos en blanco.
—Tan seguro de ti mismo.
Yo estaba malditamente seguro. De hecho, estaba bastante seguro de
que no iba a pasar la cena sin deslizar mi mano por su vestido para
averiguar si estaba desprovista de ropa interior.
—¿Cómo sabes que yo nunca he estado adónde vamos?
—¿Has estado alguna vez en Le Relais de l’Entrecôte?
Mi cerebro se revuelve, tratando de descifrar lo que dijo. Los idiomas
no eran mi fuerte, pero estaba bastante seguro de que era francés.
—¿Salud? —Digo para cubrir mi insuficiencia. Su risa me dijo que
había acertado.
—Es francés —confirma. Alza la mano para cepillarse un mechón de
cabello detrás de la oreja. Media docena de brazaletes se deslizan por su
brazo y luego regresan a su muñeca cuando lo baja. Debe haber habido más
en su joyero.
No estaba acostumbrado a verla con el cabello suelto y peinado, y
estaba completamente impresionado. Largas ondas castañas caían en
cascada hasta la mitad de su espalda y enmarcaban perfectamente su
rostro.
Todo en lo que podía pensar era en pasar mis manos a través de éste,
retorcerlo, agarrarlo.
Habían pasado semanas desde que tuvimos sexo en mi escritorio, y
ella me tenía completamente envuelto alrededor de su dedo. Prácticamente
le había rogado que saliera conmigo, pero me asaltaba el deseo de quedarme
en casa con ella.
Un deseo que tuve que hacer a un lado. Yo no iba a estropear esto.
Después de unas pocas cuadras llegamos a un toldo rojo y Roe tira de
mi mano, separándonos desafortunadamente mientras atravesábamos la
puerta giratoria.
Era un establecimiento bastante estrecho con poco espacio entre las
mesas, pero eso no parecía molestar a nadie. Afortunadamente, pudimos
llegar al final de un banco largo similar a una cabina, de modo que solo
quedaba la mesa de al lado, que estaba vacía.
La anfitriona coloca un menú y cuando lo recojo, mi frente se arruga.
En un lado había solo un artículo, y en el otro lado estaban los postres. La
carta de vinos era diez veces mayor.
—Espera, ¿entonces solo hay una cosa en el menú?
—UH Huh.
No era el tipo de restaurante de carne al que estaba acostumbrado.
No había opciones de cortes de carne, acompañamientos elaborados, ni
posibles sustituciones.
Ensalada. Bife. Papas fritas. Salsa.
Eso era todo.
Roe se acerca y toma mi mano entre las suyas.
—Confía en mí.
—Sí lo hago, pero esto es extraño.
—He estado pidiendo tus almuerzos durante un mes.
—¿Y?
—Te va a encantar esto.
Parecía que lo único que puedo elegir es el vino, y decidí dejarme llevar
por la corriente, permitiendo que la camarera eligiera su favorito.
—Si no lo he dicho todavía, te ves hermosa. Me gusta este estilo en ti.
—Dijiste 'Guau' cuando abrí la puerta y casi se te caen los ojos de la
cabeza. Y que bueno, porque la Roe normal tiene muchas cosas como esta
en su guardarropa.
Eso no me sorprende. Si bien no era un estilo normal el que me
atrajera, me encantaba en ella. Tenía una vibra hippie y libre.
—¿Ella tiene esa ropa? No puedo esperar para ver más.
—Yo tampoco.
—¿No sabes lo que hay en tu armario?
Ella suelta una linda risita.
—Me refería a ti. El viaje al zoológico fue la única vez que te vi con algo
que no fuera un traje. Sin embargo, incluso con jeans y camiseta, parecía
que acababas de salir de una sala de juntas. Gritas dinero y poder con solo
una mirada.
—¿Eso es algo malo?
Ella se encoge de hombros.
—No, pero no estoy segura de que hayas notado que incluso cuando
vistes casual, eres dominante.
—¿Fue por eso por lo que tu ex parecía intimidado?
—Eso, y realmente eres demasiado sexy para tu propio bien.
Le sonrío y me llevo su mano a los labios.
—No estoy seguro de haber escuchado eso antes.
Ella se echa hacia atrás.
—Oh-oh, acabo de hacer volar tu ego. Es posible que tu cabeza no
atraviese la puerta.
Muerdo su nudillo.
—Me gusta escuchar que me encuentras irresistible.
Ella niega con la cabeza y frunce los labios.
—Yo no dije eso.
—Lo hiciste. —Me inclino—. Estoy bastante seguro de que puedo
hacer que te mojes con solo una mirada.
Parpadea y el color rosa se extiende por sus mejillas.
—Tú me pones duro con solo una mirada. Te encuentro más
irresistible de lo que tú me encuentras a mí, te lo garantizo.
—Lo garantizas, ¿eh?
—Y planeo mostrarte que tanto más durante toda la noche.
Ella traga saliva, el rosa en sus mejillas se hace más profundo.
—¿Toda la noche? No sé si tienes la energía para seguir el ritmo.
Incluso siendo juguetona, mantiene el ritmo con el éxito de sus
comentarios. Creo que la puntuación iba 25 para Roe y 6 para Thane.
—Y planeo demostrarte toda la noche lo equivocada que estas, y hacer
realidad la mentira que le dijimos a tu ex.
—Después de esta noche, desearás haberme dicho que sí hace un
mes.
—Ahí está ese ego de nuevo.
Cuando Roe dijo que me encantaría la comida, tenía mis dudas. El
lugar no era elegante ni moderno, y el menú era el más limitado que había
visto. Sin embargo, parecía muy popular ya que la gente fluía
constantemente. Nuestra comida apenas si tardó en llegar, y con solo un
bocado casi le propongo matrimonio.
Había una extraña salsa verde en la que estaba el solomillo y al
principio no sabía qué pensar al respecto, pero luego no podía dejar de
comerla o sumergir las papas fritas perfectamente crujientes en ella.
—¿Cómo llegaste a convertirte en presidente de Adquisiciones? —
pregunta cuando yo estoy a la mitad de un bocado.
—James.
Ella pone los ojos en blanco.
—Bueno, sí, ya asumí todo eso.
Una risa me deja.
—Trabajé con él en un asunto diferente, pero luego él necesitaba una
persona que pudiera manejar las adquisiciones, porque le estaba quitando
demasiado tiempo. Quería centrarse en otros aspectos del negocio, así que
me nombraron Presidente y desde entonces, he estado haciendo crecer la
empresa.
—¿Fue entonces cuando compraste tu apartamento? — pregunta.
—Había estado alquilando en East Village y cuando obtuve el ascenso,
mi contrato de arrendamiento también estaba terminando y era el momento
perfecto para comprarme un lugar.
—¿Cuánto tiempo viviste allí?
—Aproximadamente seis años. Así que fue complicado cuando
comencé a trabajar, pero ya no lo era cuando me fui.
Terminamos con una segunda botella de vino y yo me acabé un
segundo plato de bistec con patatas fritas, antes de pagar la cuenta. Palmeo
mi estómago mientras nos dirigimos de regreso a casa.
Hora de comer mi postre.
24
Thane

Nunca había llevado a una mujer a mi casa. No desde los días de mi


exnovia, Liv. Sabiendo que nunca pasaría más de una noche o dos, no le
veía el sentido. Nunca serían parte de mi vida.
Roe era diferente. Quería que ella fuera parte de mi vida.
—Joder, estoy lleno.
—Entonces, ¿elegí bien? — pregunta.
Me detengo y me vuelvo hacia ella, tirando de su brazo hacia arriba
hasta que puedo darle un ligero beso en el interior de su muñeca.
—Lo hiciste increíblemente bien, bebé.
—Bebé, ¿eh?
Asiento.
—¿Está bien para ti?
Ella se aparta, arrastrándome con ella.
—Lo de bebé podría funcionar.
—¿Sigues haciéndote la difícil?
Ella se vuelve y me lanza esa sonrisa sexy y descarada que me vuelve
loco.
—Quizás.
—Ahora tengo que ir a ejercitar toda esta comida. Me pregunto cómo
puedo hacer eso. —Le sonrío.
—Yo podría saber algo para hacerlo.
La caminata desde el restaurante hasta mi casa solo tomó unos
minutos, y pasamos por su apartamento en el camino. Trató de jugar a que
iba a entrar, pero la sujeté firmemente mientras continuaba.
—Nop, he estado en tu casa. Ahora vas a ver la mía.
Cuando llegamos a mi edificio, sus ojos se agrandan.
—Muy elegante.
—Eres la primera mujer que traigo aquí —le digo mientras mantengo
la puerta abierta.
—¿En el último mes?
—A ninguna más.
Ella parpadea hacia mí.
—¿A ninguna?
Asiento.
—Aunque técnicamente, ha habido una mujer, pero ella es mi mamá,
así que no cuenta.
—Haces que una chica se sienta especial aquí.
—Lo estoy intentando.
—Buenas noches, señor Carthwright —dice Adriane, la conserje,
mientras nos dirigimos hacia los ascensores.
La saludo con la mano antes de subirme a uno de los ascensores que
esperan.
—¿En qué piso es que vives?
Muevo mi billetera frente al sensor y presiono el botón.
—Vigésimo noveno.
—Guau.
Mi estómago se aprieta y mi corazón late más rápido de lo normal.
¿Por qué estoy nervioso?
Cuando entramos, se toma un segundo para quitarse los zapatos,
pero una vez que pasa la entrada, sus ojos se abren como platos.
—Mierda. —Da un paso adelante, pasando por la biblioteca que está
vacía de objetos, luego la cocina, y luego la sala y el comedor.
Sus labios se separan cuando se vuelve hacia mí.
—La mitad de este espacio es del tamaño de todo mi apartamento.
¿Qué tan grande es este lugar?
—Demasiado grande —admito. Con el dinero vino la necesidad de
tener un espacio real en la ciudad de Nueva York, lo que era costoso. En
lugar de un apartamento de dos dormitorios de unos mil cuatrocientos pies
cuadrados, me decidí por el doble de tamaño. Lo que me dejó con mucho
espacio vacío.
Estaba perdido en mis pensamientos cuando el clic de una puerta me
llama la atención, y veo la falda del vestido de Roe volar por la brisa cuando
sale a la terraza.
—Mierda —la escucho susurrar de nuevo mientras salgo detrás de
ella—. ¡Incluso tu terraza es más grande que mi apartamento!
Miro a mi alrededor mientras pienso en ello.
—Maldita sea, creo que tienes razón. —Se para en el borde mirando
las luces parpadeantes que cubren el horizonte. Me paro detrás de ella y
pongo mis manos junto a las de ella, enjaulándola contra la barandilla—.
¿Qué opinas?
Ella se vuelve en mis brazos.
—¿Fue este el apartamento modelo que mostraban los vendedores?
—¿Qué?
—Es un poco ... frío. No me malinterpretes, es bonito si te gusta lo
moderno.
Mi labio se frunce.
—No saques los puños.
—Sin calidez. Cero. Nada.
La agarro por las caderas y la tiro contra mí.
—¿Quieres calidez? Te mostraré jodidamente calidez.
—Promesas, promesas —dice con una sonrisa antes de soltarse de mi
agarre y continuar su sermoneo. Se detiene en la puerta antes de volver a
entrar y mira hacia afuera—. Esta vista vale cada centavo.
Trago saliva mientras la miro. Cuatro años, y solo Jace, James y mi
familia habían visto mi casa. Nunca me había dado cuenta del frío del que
hablaba hasta que el espacio se llenó con su luz y calidez.
—La vista más hermosa de todas —digo mientras la miro.
Su mirada se encuentra con la mía.
—Ni siquiera la estás mirando.
—Estoy mirando lo que importa. —Doy un paso adelante y la empujo
a través de la puerta antes de acercarla y perderme en sus hermosos ojos.
Inclinándome, presiono mis labios contra los suyos.
Toda la noche me había abstenido de hacer eso, porque sabía que una
vez que nos besáramos, necesitaría poner mis labios en cada centímetro de
ella. Era suave, sensual y diferente a nuestros encuentros anteriores. No
puedo evitar que un gemido me abandone o que mis brazos la acerquen
más. Sus labios se separan y acaricio su lengua con la mía.
Ella se estremece en mis brazos y me aparto.
—¿Qué ocurre?
—Nada. Estoy abrumada.
Acaricio su cuello y su clavícula.
—¿Qué te abruma? —Ya habíamos tenido relaciones sexuales, así que
no creo que ese fuera el problema.
—La anticipación —dice, su mirada fija en mi pecho—. Esto me
aterroriza porque nunca antes había sentido tanta intimidad con nadie.
Nunca.
Una risa baja me abandona, y le cepillo el pelo detrás del hombro.
—Es lo mismo para mí. Nunca me había sentido así antes, y tengo
miedo de arruinar algo, porque tú no eres un polvo casual o una conquista.
—¿Qué soy?
Estaba atrapado en sus hermosos ojos color avellana, mi pulgar
rozando su mandíbula.
—Eres todo lo que he estado esperando.
Esa parece ser la respuesta correcta, y pone sus brazos alrededor de
mis hombros y acerca mis labios a los suyos.
El hambre que emana de ella es intoxicante y me encuentro
ahogándome en ella. La abrazo, una mano en su trasero, la otra cerca de su
hombro, manteniendo nuestros cuerpos completamente conectados.
—Eres tan increíblemente hermosa.
—Solo dices eso para entrar en mis bragas.
—No lo hace menos cierto. —Me echo hacia atrás y admiro la forma
en que su vestido acentúa su pecho y el hecho de que no lleva sujetador.
—¿Estás usando bragas?
Ella sonríe y se muerde el labio inferior.
—Sólo hay una forma de averiguarlo.
Tiro de la cinta, soltando el lazo que mantiene los tirantes unidos. La
tela cae, revelando un pecho perfecto y atrevido. Se me hace agua la boca
cuando un gemido me abandona, finalmente veo el piercing que había
sentido una y otra vez a través de su ropa.
—Upss. —Tomo su pecho, mi pulgar roza su pezón y las bolas de su
piercing. Respira hondo y su cuerpo se inclina contra el mío.
—Guau —dice con una respiración irregular.
—Guau, ¿Qué?
Ella sacude su cabeza.
—Es solo que nadie ha jugado con ellos desde que los compré.
—¿Nadie? ¿Ni siquiera tu ex?
Ella sacude su cabeza.
—Se estaban curando, y luego simplemente le gustaba mirar.
Me inclino y tomo su pezón entre mis labios, mi lengua lamiendo la
carne endurecida. Un gemido agudo golpea mis oídos y su agarre en mi
brazo se aprieta.
—¿Nadie ha hecho eso nunca?
—N-no.
—Bien. —Había muchas cosas que planeaba hacerle a ella que nadie
le había hecho antes, y hacer que se corriera tantas veces como fuera posible
era la número uno en mi lista.
Un gemido me deja al sentir su pequeña mano ahuecando mi dura
polla.
—¿Qué tienes ahí en la mano, chiquilla?
Mueve su mano lentamente hasta mi cinturón y usa ambas manos
para desabrocharlo.
—Voy a traer a tu amigo a la fiesta.
—Oh, ha estado aquí desde que abriste la puerta.
—Pero lo mantuviste encerrado —dice. Un gemido me deja al sentir
sus dedos en mi polla mientras me libera.
Cuando empieza a inclinarse, la detengo.
—¿Qué pasó con eso de ‘no mamadas’?
Ella me aprieta hacia abajo, haciéndome sisear.
—¿Mi boca está en tu polla? —ella pregunta. La forma en que acentúa
la palabra polla hace que mi agarre en su cintura se apriete.
—No. Joder, sabría si lo estuviera.
—¿Qué parte de mi cuerpo está en tu polla? —Lo hace de nuevo, y yo
me inclino y presiono mis dientes en su hombro.
—Es un maldito trabajo manual, y eres una maldita provocadora. —
Me está volviendo loco de deseo. Me está volviendo loco con cada tirón lento
de mi polla.
Se toma el labio inferior entre los dientes de nuevo y me sonríe.
—Las cosas buenas vienen...
—Si terminas eso con “a los que esperan”, te arrojaré a ese sofá y te
follaré fuerte contra los cojines. —Mi polla está tan dura que apenas puedo
contenerme por más tiempo.
Sin previo aviso, deslizo mi mano entre sus muslos, haciéndola gritar
mientras deslizo un dedo debajo del borde de su tanga y dentro de su calor
húmedo. Una parte de mí está triste porque no está desnuda debajo de su
vestido, pero una parte de mí está feliz, porque no quiero ni la más mínima
posibilidad de que algún hijo de puta viera accidentalmente lo que es mío.
—Así que es mejor que te detengas porque tengo una promesa que
cumplir.
—¿Qué promesa es esa?
—Que tendré tu teta y tu coño en mi boca, y no me detendré hasta
que tus muslos estén haciendo tanta presión que intenten arrancarme la
cabeza.
—Eso suena como un desafío —susurra contra mis labios.
Un gruñido me deja y agarro su mano, tomándola de mi polla mientras
la empujo por el pasillo hacia el dormitorio.
—Entonces voy a convertirlo en un maldito desafío.
En el momento en que entramos en la habitación comienzo a
desnudarme, dándole un tirón a mi polla cuando noto que ella la mira con
los labios entreabiertos y las mejillas rosadas. Su pecho todavía está al aire
libre y cuando doy un paso adelante, extiendo la mano y tiro de la cinta en
su otro hombro. Una vez que el nudo se suelta, la tela se desliza de su
cuerpo, arremolinándose alrededor de sus pies.
Nos paramos uno frente al otro, desnudos excepto por la tanga que
todavía la cubre. Ella es impresionante. Mi corazón se acelera y mi polla se
endurece aún más.
Colocando mis manos en sus caderas, engancho mis pulgares debajo
del elástico de la cintura de la tanga y tiro hacia abajo el último trozo de
ropa por sus piernas. Levanta una pierna para liberarse y aprovecho para
enganchar mi brazo debajo de su pierna y levantarla, lo que hace que me
agarre para no caerse.
Ella comienza a decir algo, pero la interrumpo cuando mis manos
toman firmemente su cintura y la atraen más cerca hasta que mi boca cubre
su coño.
—Joder —grita, su cuerpo se estremece.
No hubo pausa. Me sumerjo listo para beber de la fuente de lo que
solo había tenido lamidas de provocación. Gimo contra ella, mi lengua
lamiendo su raja, luego chupando su clítoris. Ese movimiento la hace casi
arrancarme el pelo y casi nos derriba al suelo.
Me aparto, mis ojos oscuros en los de ella mientras me lamo los labios.
—No pude evitarlo —digo con una sonrisa mientras me levanto. Ella
tiene los labios entreabiertos y sus ojos parecen un poco desenfocados.
—Hazlo otra vez.
Me inclino y presiono mis labios contra los de ella, atrayéndola con
fuerza a mis brazos. Me encanta la forma en que me agarra y me enderezo,
levantándola del suelo. Se ríe contra mis labios y levanta las piernas para
envolver mis caderas. Un gemido me deja al sentir su coño caliente contra
mi eje.
Es tan intenso que casi la dejo caer sobre mi polla en ese momento.
Me subo a la cama y la enjaulo debajo de mí, y sus caderas se mecen
contra mí.
—Cariño, tienes que detenerte o estarás tan llena de mi polla con un
empuje de mis caderas.
—Sí —sisea ella, deslizando la lengua contra sus labios.
Ella es una diosa de la lujuria debajo de mí. Un gruñido me abandona
y entierro mi rostro en su cuello, aspirando su delicioso aroma a rosas y
cerezas. Paso mis manos por sus costados hasta que estoy ahuecando sus
dos pechos. Un gemido la abandona y se mueve contra mí de nuevo.
Agarrando sus piercings, tiro, amando la forma en que respira hondo antes
de derretirse debajo de mí, su cuerpo da una sacudida.
—Estos son tan jodidamente tentadores —digo mientras bajo la
cabeza, chupando uno de sus pezones duros en mi boca. La suavidad de su
pecho en contraste con la dureza de las bolas me hace lamer, morder y
chupar, tirando del piercing con los dientes. Cambio al otro, ganando otra
cascada de gemidos.
Paso mi boca por su cuerpo, lamiendo y chupando antes de moverme
hasta que me quedo mirando su bonito coño rosado. Un gemido me
abandona y aplano mi lengua contra su raja, sumergiéndome en su abertura
antes de alcanzar su clítoris hinchado y golpearlo con mi lengua. Ella grita
y yo me retiro, volviendo la cabeza para morder la suave piel de la parte
interna de su muslo.
Me duele la polla, desesperada por ser enterrada dentro de ella. Cubro
su montículo con mi boca, nuevamente moviendo mi lengua contra su
clítoris, rodeándome mientras tomo su respiración entrecortada y sus gritos
apasionados. Acelero el ritmo, alternando con la succión mientras estiro la
mano y tiro de sus piercings.
Un gemido agudo la abandona mientras agarraba mi cabello en
puños, empujándome más fuerte contra su montículo mientras sus caderas
se balancean. Solo me estimula, haciéndome más agresivo mientras la
empujo más cerca de correrse.
Siento que sus piernas comienzan a temblar cuando sus músculos se
tensan y, de repente, justo como quería, sus muslos se sujetan a ambos
lados de mi cabeza mientras su espalda se arquea. Entonces escucho el
glorioso sonido de sus gritos mientras se corre.
No me detengo, en cambio, gimo contra ella mientras lamo mi postre.
Sus músculos se relajan y su cuerpo se sacude con réplicas, pero sigo el
ritmo incluso cuando ella trata de alejarme.
—Espera —gime.
Pero yo ya no quiero esperar. Suelto mi boca de ella, y con un
movimiento fluido coloco mis caderas entre sus muslos y me hundo en ella
con un fuerte empujón.
Sus ojos se abren antes de rodar hacia atrás mientras tiembla.
—Eres tan deliciosa, bebé —le susurro al oído, mientras me empapo
de la sensación de su apretada calidez a mi alrededor.
—Thane —susurra. Es casi un sonido desesperado, y me atraviesa
con la fuerza de un golpe.
Flexiono mis caderas.
—¿Sí bebé?
Cada golpe provoca otro grito y ella vuelve la cabeza, su lengua se
asoma para deslizarse contra el interior de mi muñeca. Es una cosa tan
pequeña, pero esa pequeña lamida me hace descender y unir mis dedos con
los de ella cuando nuestros labios se encuentran.
Pronto, lo único que registro es el placer que me atraviesa con cada
empuje de mis caderas, haciendo que mis bolas se tensen y las gruesas y
pesadas bofetadas de mi polla golpean su húmedo coño.
Mis músculos se tensan y un gemido bajo me abandona.
—Muy bien, bebé —susurra mientras intenta levantar las caderas al
ritmo de mis embestidas.
Que me llamara así, hizo algo dentro de mí, provocando un dolor en
mi pecho. Mis embestidas se aceleran y hundo la cabeza en el hueco de su
cuello.
—Roe ... me corro —grito con un rugido. Mis caderas golpean contra
ella mientras exploto, enviando gruesas cuerdas de semen profundamente
dentro de ella.
Estoy a punto de desmayarme por el placer, nunca antes habiéndome
corrido tan duro en mi vida. Sintiendo que la fuerza se desvanece, me giro
para que ella esté sobre mí antes de que todos mis músculos se relajen.
—Creo que recibí el tratamiento estrella esta noche —susurra
mientras me da un beso en el pecho.
—No, eso fue solo el calentamiento. Planeo hacer que te corras y te
corras a menudo, o pensarás que soy todo ego.
Ella se ríe tontamente contra mi pecho, y finalmente tengo la fuerza
suficiente para envolver mis brazos alrededor de ella y abrazarla.
—Estás un poco lleno de ti mismo.
—¿Y tú de qué estás llena? —Le pregunto con una sonrisa maliciosa,
flexionando mi polla que todavía está a media asta y todavía dentro de ella
junto con mi semen.
Sus mejillas ya sonrosadas se oscurecen y se muerde el labio inferior.
—De ti.
—Así es, bebé —le digo mientras mis labios capturan los suyos.
Es la mejor noche de mi vida y apenas comienza.

¿Cuándo fue la última vez que me acosté feliz después del sexo? ¿Lo
había hecho alguna vez? No hubo sentimientos antes comparado con tener
su cuerpo desnudo envuelto con el mío, esa paz que me llena al tenerla tan
cerca de mí.
Roe Pierce me había dejado oficialmente boquiabierto.
En las últimas horas, me las había arreglado para hacerla correrse
cuatro veces, dos en el lapso de cinco minutos. Ambos necesitábamos un
pequeño descanso, aunque planeaba persuadirla más veces, antes de que
ambos colapsáramos por la noche.
Después de un rato, me levanto para ir al baño y cuando regreso, Roe
yace casi completamente boca abajo, dándome una vista sin obstáculos de
su espalda y las líneas negras grabadas en su piel. Me subo a la cama y
miro hacia abajo. En su espalda tiene el tatuaje más elaborado y delicado
que jamás hubiera visto. Comenzando en la base de su cuello, una forma de
gema era el inicio de una línea por su columna vertebral, antes de explotar
en un fénix entre sus omóplatos. La línea continúa con más formas y gemas.
Lo trazo con mis dedos.
—Hermosa.
—No está terminado.
—¿No lo está?
Ella sacude su cabeza.
—Todavía necesita algo de color, pero la última sesión que tuve fue
cuando nació Kinsey. Cuando todo salió mal, no tuve el tiempo ni el dinero
para terminarlo.
Había visto el que estaba dentro de su muñeca, ‘Nunca lo olvides’, y
con la vista de otro de sus tatuajes, mi mente comienza a unir las cosas,
confirmando lo que ya había dilucidado.
—Perdiste a alguien el 11 de septiembre.
Ella se congela momentáneamente antes de asentir. El fénix, las
palabras y su insistencia en tener esa fecha afuera, era la única respuesta.
Su madre todavía estaba viva, así que eso dejaba ...
—¿Tu padre? —Por eso el reloj era tan importante para ella.
Ella asiente.
—Yo tenía siete años. Ryn tenía cinco años. Trabajaba para una
empresa de banca de inversión en el piso ochenta y nueve de la torre sur.
Normalmente se habría ido a las ocho, pero se había quedado levantado
hasta tarde trabajando, así que se quedó dormido. Iba a ir a la oficina para
una reunión a las diez, pero accidentalmente derramé mi jugo de naranja
en sus papeles. Cuando el avión chocó, se suponía que él se estaría
alistando para irse, pero tuvo que ir temprano a la oficina para reimprimir
lo que yo arruiné.
—Mierda —siseo. Ni siquiera podía imaginar la devastación que
enfrentaría una niña de siete años al ver cómo se desarrollaban esos
eventos, sin saber si su papá volvería a casa—. No fue tu culpa, ¿sabes?
—Si no hubiera botado el vaso de jugo.
—O si hubiera sido un día normal. Fue un acto de terror… —digo
mientras presiono mis labios contra su hombro—. La culpa no debe tener
cabida en ti por lo que pasó.
—Lo sé, y me tomó un tiempo entenderlo. Sin embargo, cuando era
niña, no era lo mismo.
Mi experiencia fue diferente. Vi el humo y las cenizas desde la
distancia de una pantalla de televisión. Incluso cuando me mudé a Nueva
York para ir a la escuela, no me impactó.
—Dime algo bueno —susurra.
—¿Algo bueno?
Ella asiente.
—No quiero hablar de ese entonces.
—Bueno, conocí a una mujer —comienzo, mis dedos deslizándose
ligeramente hacia arriba y hacia abajo por su espalda—. Un completo y total
dolor en mi trasero. Ella pelea conmigo en todo momento.
—Eso no suena bien.
—Hmm, quizás no para algunos, pero a mí me encanta. Pelear con
ella es como un afrodisíaco. He llegado a conocer otro lado de ella
recientemente, el lado que esconde, y estoy asombrado por ella. Nunca había
conocido a nadie como ella antes, y no puedo dejar de pensar en ella.
—Ella suena como un buen partido —bromea.
Asiento contra su hombro.
—Ella lo es. Lo mejor de todo es que me aguanta.
—Viene con una carga de problemas.
—¿Quién no los tiene?
—Tú, aparentemente.
—Tengo mi parte justa —susurro.
—¿Llegaré a conocer sobre eso?
Presiono mis labios contra su piel, respirándola. En comparación a
muchos, mi vida había sido muy fácil. Bueno, mi vida después de los cinco
años. Teníamos mucho que aprender el uno del otro, y me doy cuenta de
que ella se había quedado con el extremo más corto del conocimiento.
—Te hablé de mi mamá y te contaré más después. Después de que
mis padres se divorciaran y mi padre obtuviera la custodia total, nos
mudamos a un área suburbana de clase media alta. Él se volvió a casar,
tuvieron un hijo y éramos una pequeña familia feliz. En la universidad, yo
estaba en una fraternidad y conseguí un buen trabajo una vez que me
gradué. Conocí a una chica en una cafetería poco después y nos llevábamos
bien. Ella era una socialité del Upper East Side, de una familia adinerada.
Solo llevábamos unos meses saliendo cuando un condón roto cambió
nuestras vidas.
Por su postura rígida, me doy cuenta de que se estaba reprimiendo
para no hacer preguntas. Liv era la última mujer con la que había tenido
algún tipo de relación, y lo que había sentido por ella no podía compararse
con mis sentimientos por Roe.
—Ella se mudó y nos preparamos para ser una familia. Descubrimos
que tendríamos un niño y comenzamos a preparar el segundo dormitorio
para su llegada. Alrededor de la semana veinticinco, el bebé dejó de moverse.
Roe se da la vuelta, frunce el ceño y abre los labios mientras ajusta
su posición y se sienta a horcajadas sobre mis muslos. La miro a los ojos
mientras le cuento la pérdida más dolorosa de mi vida.
—Él se había ido.
—Oh, Thane. —Me rodea los hombros con los brazos y me acerca a
ella. Con mucho gusto acomodo mi cabeza en su cuello. Una lágrima cae de
mi ojo, aterrizando en su piel. Sus cálidas manos toman mi rostro, trayendo
mi mirada de regreso a la de ella. El cálido deslizamiento de su pulgar por
mi mejilla me hace inclinarme hacia su toque.
—¿Cuándo terminaste con ella?
—Unas pocas semanas después. Nos tomó tanto tiempo darnos
cuenta de que el bebé era lo único que nos mantenía unidos. No ayudó que
yo no ganara suficiente dinero en ese momento para sus estándares.
Había salido con muchas mujeres en los últimos siete años, pero
nunca le había contado esto a ninguna. Ninguna de ellas era digna de
conocerme a ese nivel. Roe era diferente.
Durante años tuve la firme convicción de que no quería una relación,
que no necesitaba amor. Con cada encuentro, ella me estaba cambiando.
Cuando estábamos separados, quería estar con ella.
Por la forma en que mi pecho ardía, entendí la necesidad de ella, la
amaba. No importaba que fuera una relación reciente. Mis sentimientos iban
mucho más allá de lo que había sentido antes.
Estaba enamorado de Roe.
25
Roe

Thane preparó una tortilla llena de queso derretido, espinacas y


tomates. También podía cocinar tocino perfectamente crujiente, hasta que
se derritiera en la boca.
Quizás me quede con él. Él puede cocinar.
—¿A qué hora tenemos que recoger a Kinsey? —pregunta entre
bocados.
Me sorprende su pregunta.
—¿Tenemos?
—¿No está bien eso?
Le miro parpadeando.
—Yo solo ... pensé que querrías que tu domingo fuera relajado.
—¿No puedo tener eso con ustedes dos?
Si, podía.
—A mediodía. Nos reuniremos con ella para almorzar.
Mira el reloj y son casi las nueve. Habíamos dormido hasta las siete y
media, lo más tarde que había dormido en años.
—Bien.
—¿Bien?
Él asiente y me sonríe.
—Eso significa que tenemos tiempo para otra ronda.
Le devuelvo la sonrisa, mi corazón lleno y feliz por primera vez en
años, si es que alguna vez lo estuvo.
—Si mal no recuerdo, el número es siete. Solo conté cinco anoche.
Sus ojos se oscurecen y su lengua se desliza hacia afuera para
humedecer sus labios.
—Parece que necesito hacerlo mejor.
Apenas podía caminar debido a los orgasmos alucinantes que me
había dado y, honestamente, no estoy segura de poder aceptar el desafío
que acababa de presentar.
Se limpia la boca antes de tomar un sorbo de jugo de naranja. Sin
previo aviso, se agacha debajo de la mesa. Agarra mis rodillas y separa mis
muslos. Respiro hondo, mis ojos se agrandan mientras lo miro.
Sin decir una palabra, abre los botones de la camisa de vestir que yo
llevo, su camisa. Sus dedos acarician mi pezón, dándole un ligero tirón a mi
piercing. Un suave maullido me abandona, uno que se convierte en un grito
agudo. En un instante, mis piernas están sobre sus hombros mientras su
boca está unida a mi coño.
—Joder —siseo. Implacable e inamovible, mi mente se pone blanca de
placer.
Una de sus manos aprieta mi pecho mientras gime contra mi
montículo. Me come como un hombre hambriento y en poco tiempo, agarro
su cabello, empujándolo más fuerte contra mí, mientras mis músculos se
estremecen al liberarse.
Yo soy un desastre de músculos gelatinosos cuando me deslizo para
acostarme en el banco. Se ríe entre dientes contra mi piel, dándome una
última lamida antes de dar un beso en la parte interna de mi muslo. Da un
pequeño golpecito en mi clítoris, haciéndome saltar.
—Seis ahora. Conseguiré el número siete en la ducha.
—Tú ... tú ...
—¿Eres genial? ¿Fantástico? ¿El mejor amante que has tenido o
podrías soñar con tener?
Agito mi mano en el aire.
—Sí lo que sea. Todo eso.
Una vez que terminamos el desayuno, tomo mi taza de café y camino
por la sala de estar, observándola mejor ahora con la luz de la mañana.
Definitivamente es un área iluminada.
—¿Este eres tú? —Pregunto mientras tomo una foto enmarcada de la
estantería. Hay un hombre y una mujer de pie a cada lado de un Thane
mucho más joven y de aspecto de niño bien—. ¿Estás usando pantalones
estilo chino? —El cuello de su polo estaba levantado y tenía una expresión
de satisfacción en su rostro.
—Sí, ese soy yo, y probablemente con respecto a los pantalones estilo
chinos. Ese es mi papá, y esa es mi mamá —dice mientras señala a la pareja
a cada lado de él.
—¿Esa es tu mamá? —Yo pregunto.
—¿Por qué lo dices así?
Me vuelvo hacia él.
—Porque tenía la impresión de que ella no formaba parte de tu vida.
Sacude la cabeza.
—Lo siento, no, esa es mi madrastra. Mi padre se casó con Sandy
cuando yo tenía diez años. Ella siempre me trató como si fuera suyo, nunca
como si fuera una carga. Incluso cuando dio a luz a mi hermano, Wyatt,
nunca me trató de manera diferente. Ella es mi mamá en todos los aspectos
que cuentan.
Recuerdo que mencionó a su hermano menor hace unas semanas
cuando almorzamos.
—¿Entonces, ellos todavía están casados?
Una sonrisa ilumina su rostro.
—Todavía están locamente enamorados. Ahora, has visto el mío, así
que muéstrame el tuyo.
—Creo que viste el mío anoche. Íntimamente.
Él se ríe de eso.
—¿Cómo eras en la escuela secundaria?
—Oh. —Siento que el calor sube por mis mejillas—. Bueno, puedo
decirte que tú y yo estábamos en diferentes círculos y probablemente no
hubiéramos sido amigos.
—¿Por qué dices eso?
—Yo era una chica emo.
Su cabeza se inclina hacia un lado mientras me mira, luego se
endereza.
—No lo creo. Se necesitan pruebas para creer en esta mentira.
Cojo mi teléfono del mostrador de la cocina y abro Facebook. Después
de hojear mis fotografías, encuentro la que estaba buscando.
Cabello negro con reflejos rosados, arete en los labios, delineador de
ojos negro pesado y ropa negra.
—De ninguna manera. Esa no eres tú —dice.
—Es una parte muy vergonzosa de mi pasado. —Aparto el teléfono.
Después de eso, Thane me lleva a la ducha y cumple su promesa
número siete, y después, cuando apenas puedo sostenerme en pie, me
levanta y me inmoviliza contra la pared de la ducha. Usa su polla para sacar
el número ocho fuera de mí.
—Tú ganas.
Se ríe entre dientes contra mi garganta.
—No me di cuenta de que había algo que ganar.
—Has demostrado tu hombría.
Una vez que nos secamos, me pongo el vestido, pero no puedo
encontrar mi tanga. Mis piernas tiemblan mientras busco en el suelo.
—Haz visto. . .
—No las vas a recuperar —interrumpe Thane.
Le arqueo una ceja.
—¿Un trofeo?
Sacude la cabeza.
—Una muestra. Un recordatorio de la mejor noche de mi vida.
—¿La mejor noche?
Sus ojos están muy abiertos mientras asiente rotundamente.
—Y puedo ver que cada día que estamos juntos es cada vez mejor.
—Parece que quieres volver a verme.
Se ríe entre dientes y se tira el labio inferior entre los dientes mientras
me empuja contra su pecho.
—Oh, quiero que no quede ninguna duda de que esto fue solo el
comienzo. Quiero llamarte mía. —Se inclina y presiona sus labios contra mi
cuello, subiendo hasta quedar cubriendo mis labios—. Así que no hay
malentendidos, voy a fingir que estamos en la escuela secundaria, Roe
Pierce, ¿serías mi novia?
—Ya que lo preguntas tan amablemente, supongo que sí.
Mi corazón late el doble de tiempo y me sorprende lo fácil que se
siente, que tan correcto, es estar de acuerdo. Aun así, en el interior retumba
la inseguridad, y mientras intento empujarla hacia afuera, también espero
a que algo salga mal. Quiero disfrutar del calor que me llena cuando estamos
juntos. Esa seguridad que solo he sentido en sus brazos.
Caminamos hasta mi apartamento, donde me cambio a unos leggins
negros, una blusa color rosa vieja de manga larga que fluye y unas botas
hasta el tobillo negros, antes de levantarme el pelo en una cola de caballo.
Una rápida pasada de rímel y remato el look con una mezcla ecléctica de los
pocos brazaletes que me quedan.
Tengo muchas ganas de ir a comprar reemplazos.
—¿Cómo me veo? —Pregunto, extendiendo mis brazos.
Definitivamente era un look casual, y sabía que él no estaba acostumbrado
a verme con poco o nada de maquillaje.
Una sonrisa aparece en su rostro y me atrae hacia su pecho.
—Con cada look, decido que no puedes ponerte más hermosa, y luego
lo superas.
Pongo los ojos en blanco.
—Esto es muy casual.
—Y me encanta. —Se inclina y presiona sus labios contra los míos.
El calor me hace inclinarme ante él. Siempre que hacía eso, perdía
todo pensamiento.
—¿Lista? —pregunta.
Lo miro parpadeando.
—¿Eh?
—¿Kinsey?
Me enderezo y me aparto de él.
—¡Sí! Ahora deja de distraerme.
—¿Yo? ¿Distraerte?
Me aparto de él y agarro mi bolso.
—Sí. Con tus ojos hipnotizantes, tu-yo-huelo-tan-bien-que-eres-
demasiado-guapo para tu propio bien, sexy como la mierda.
Se inclina y me susurra al oído:
—El sentimiento es mutuo, sabes. Me has estado distrayendo durante
más de un mes.
Extiendo la mano hacia atrás, ahuecando su cuello y abrazándolo,
deleitándome con su presencia y ahogándome en las cálidas emociones con
las que él me llena.
26
Thane

Cuando llegamos a almorzar, una versión más vieja de Roe con ojos
marrones se levanta de una mesa. Sus ojos están muy abiertos cuando me
mira, luego vuelve a mirar a su hija.
—Mamá, este es Thane. Thane, ella es mi mamá.
—Encantado de conocerla —digo, tendiéndole la mano.
Ella traga, aparentemente sin palabras.
—Por favor, llámame, Linda.
Kinsey balbucea arrullando desde su cochecito y yo me inclino para
levantarla. Cuando me enderezo, Roe y su mamá están susurrando entre sí,
pero no puedo distinguir sus palabras debido al ruido en el restaurante.
Lo que sea que dijeron no debe haber sido malo, ya que las mejillas
de Linda se sonrojan cuando me mira sosteniendo a Kinsey.
El almuerzo es agradable, con Linda compartiendo momentos
vergonzosos de su hija mayor, incluida la vez que la atraparon tratando de
escabullirse para ver a un chico cuando tenía quince años. Al parecer, le
gritó a su madre que ella no tenía idea de lo que era estar enamorado.
Roe simplemente se cubre la cara y niega con la cabeza mientras dice:
—¡Yo era una adolescente!
Después, regresamos al apartamento de Roe y acostamos a Kinsey
para su siesta de la tarde. Fue entonces cuando pude ver dónde dormía
Kinsey.
El apartamento de Roe era pequeño, su dormitorio estrecho y cuando
entré no había cuna. La vi caminar a través de otra puerta y la seguí,
sorprendido de encontrar un vestidor de tamaño decente. Al final, debajo de
una ventana, había una cuna blanca. Las paredes alrededor estaban llenas
de cosas de Roe, y miro hacia el dormitorio para encontrar que estaba
usando su tocador como cambiador. Un cajón estaba parcialmente abierto
y dentro había mucha ropa diminuta.
Era ajustado, pero ella se las arreglaba para que funcionara. Pero
¿qué pasaría cuando Kinsey creciera?
Una visión de uno de mis dormitorios libres me viene a la mente, pero
la rechazo. Es demasiado pronto para esa idea. ¿Cierto?
Una vez que ella se durmió, Roe cierra la puerta del dormitorio en gran
parte del camino y salimos a la habitación principal.
—¿Ahora qué? —ella pregunta.
La tomo en mis brazos y le sonrío.
—Puedo pensar en algunas cosas.
Ella pone los ojos en blanco y se aleja, dejándose caer sobre el sillón
del sofá. Se deshace de los zapatos y los tira al suelo, luego palmea el espacio
junto a ella.
—¿Hablar? ¿Película? ¿Un juego? Lo que me recuerda: ¿por qué me
compraste una consola PS4?
Me siento a su lado y luego señalo los gabinetes empotrados en la
pared.
—Tienes un par de juegos.
Ella asiente.
—Buen ojo. Esos son mis juegos. El PlayStation era de Pete.
—También reproduce Blu-ray, por lo que parecía perfecto. ¿Cuánto
tiempo vivió él aquí contigo? —Yo pregunto. La curiosidad había estado
ardiendo desde que nos encontramos con él. Conociendo a Roe como la
conocía, me sorprendía un poco ver con quién salía antes que yo. Quizás
ellos eran diferentes cuando se conocieron. Después de todo, estaba seguro
de que Roe había cambiado desde que se hizo cargo de Kinsey, así como sé
que yo había cambiado cuando me enteré de que iba a ser padre, una
pérdida que aún me dolía siete años después.
—Nos mudamos en julio pasado, y la primera semana de noviembre
traje a Kinsey a casa, así que no fueron exactamente cuatro meses. —Ella
frunce los labios—. Debería haberme dado cuenta durante ese tiempo.
—¿Darte cuenta de qué?
—Nunca tuvimos sexo aquí. Y si no lo tenía conmigo ...
—Lo estaba consiguiendo en alguna parte. —Un puto infiel—. Espera,
¿este lugar no está bautizado?
Su mano vuela de regreso a mi estómago.
—Cuatro veces en menos de veinticuatro horas y ocho orgasmos,
tienes que darme un pequeño descanso. No estoy acostumbrada a esto.
Todo su peso había estado en mis brazos, pero me las arreglé para
exprimirle dos más en la ducha, superando los siete prometidos.
Deslizo mis dedos entre los suyos y me encanta el suspiro que suelta
mientras se inclinaba para descansar su cabeza contra mi brazo.
—Todo el tiempo que necesites. —Me volteo y presiono mis labios en
la parte superior de su cabeza—. Me agrada tu mamá.
—Tú definitivamente la impresionaste.
—Bien.
—¿Puedo preguntarte algo sobre tu mamá?
Me pongo rígido, pero estoy decidido a no cerrarle esa parte de mi vida
a ella. Es un paso para ganarme su confianza y si quiero estar con ella,
algún día lo sabrá.
Asiento y trago saliva.
—Okey.
—Cuando te enojaste ese día con el café porque tu mamá llamó, ¿qué
pasó?
Aprieto su mano y levanto mi pierna sobre el sillón, haciendo contacto
total con la de ella. El consuelo sería imprescindible con este tema de
conversación, y hay una distracción momentánea cuando me doy cuenta de
cuánto más mi pierna rebasa la punta de los dedos de sus pies.
—Esa era mi mamá biológica. Me ha contactado media docena de
veces a lo largo de los años.
—¿Mamá biológica?
Le había dicho a Roe que una vez estuve en una situación como la de
Kinsey, pero ella no sabe los detalles de cómo ni por qué.
—Mi padre tuvo la custodia total desde que yo era pequeño.
—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que tuviste noticias de ella?
—Once años esta vez.
Pasa su mano arriba y abajo de mi brazo.
—No es de extrañar que estuvieras molesto. Eso es un largo tiempo.
—Ella nunca me dijo el por qué, pero tampoco le di la oportunidad
antes de colgar.
—¿Cuándo se fue?
—Cuando yo tenía cinco años. Papá la echó después de… —Cierro los
ojos para hacer retroceder la imagen que estaba tratando de salir a la
superficie.
Roe pasa sus dedos por mi cabello, y un gemido me abandona cuando
me inclino hacia su toque.
—¿Después de qué? —ella pregunta.
—Comenzó con opioides después de un accidente automovilístico
cuando ella regresaba del trabajo a casa, cuando yo tenía dos años. Progresó
rápidamente, y ella siempre estaba queriendo drogarse. No tengo muchos
recuerdos de ella, pero los pocos que tengo, no son buenos. Mi papá me ha
mantenido informado mucho.
—¿Qué le hizo a tu padre echarla?
Suelto un suspiro. El tema es difícil. Yo era tan pequeño, pero ese día
me asustó de una manera que no puedo expresar.
—¿Recuerdas después del ascensor y cómo dije que no me sentía bien
en los que no se movían, así como tú? —Yo pregunto.
Ella asiente.
—Dijiste que era un horror, pero no de película.
Ajusto mi posición y tomo su otra mano para poder sostener ambas.
—Ella buscó ese éxtasis de droga, hasta llegar a un rascacielos en
ruinas en una zona ensombrecida de la ciudad. Después de que consiguió
lo que necesitaba, volvimos al ascensor. Apenas se había movido cuando
ella se estaba ya drogando. Luego, el ascensor se sacudió violentamente y
se detuvo abruptamente.
Todavía puedo sentir el temblor, mientras yo fui arrojado contra la
pared de la cabina. El vacío y el miedo eran abrumadores.
—La luz parpadeaba y yo estaba tan asustado, atrapado en ese
pequeño espacio. Yo solo era un niño pequeño que necesitaba a su madre,
y no importaba cuánto gritara y llorara, ella no podía sacar la aguja de su
vena o la mirada vidriosa de sus ojos. Al final, mis gritos alertaron a alguien
y llamaron a la policía.
Roe se abalanza sobre mí, balanceando su pierna sobre la mía y
sentándose a horcajadas sobre mis caderas. Sus brazos se envuelven con
fuerza a mi alrededor, abrazándome.
—Thane. Oh, Dios Mio, Thane.
La abrazo con todas mis fuerzas, usándola para conectarme a la
realidad, para recordarme que, si bien había personas como mi madre en el
mundo, también había ángeles como Roe.
Y eso es lo que veo cuando la miro. ¿Qué le habría pasado a Kinsey,
si Roe no hubiera sido tan desinteresada y no la hubiera acogido? ¿Qué
hubiera pasado si la mamá de Kinsey alguna vez tuviera la custodia de ella?
¿Terminaría en situaciones como las que perseguían mis sueños o algo
peor?
Pierdo la noción del tiempo, pero finalmente las emociones
disminuyen y me aparto.
—Suficiente de mí. Cuéntame más sobre Ryn.
Ella aprieta los dientes.
—Lo siento por tu papá. Amar a alguien y verlo cambiar por completo,
sucumbir por completo a la euforia, lastimar a amigos y familiares por
conseguir su próxima dosis. Tratar de ayudarlos, gastando tanto tiempo y
energía solo para que salgan de rehabilitación en unos días y envíen tu
dinero por el desagüe. Esperar esa llamada de la policía, ya sea porque está
en la cárcel o en la morgue.
La pesadez de su voz debe estar hecha de piedras que se habían
amontonado durante años. Paso mi mano de arriba a abajo por su espalda,
tranquilizándola como lo hizo ella por mí.
—Ryn se metió con la gente equivocada en la escuela secundaria. Pero
sus problemas comenzaron antes de eso. Conocíamos a muchos niños que
perdieron a sus padres, pero con Ryn, era como si pensara que ella era la
única. Que solo su padre murió ese día. Ella apenas lo recordaba, pero, aun
así, usó su muerte como una excusa para todo, y la gente la dejaba salirse
con la suya.
—No te gustan los manipuladores —digo, recordando lo que me había
dicho una vez.
Ella sacude su cabeza.
—Ryn era una manipuladora maestra incluso cuando era niña. Pero
al igual que con tu papá, una niña estaba en peligro y tuve que cortar lazos
con ella. Ella solo ha visto a Kinsey unas pocas veces, y una vez ni siquiera
se dio cuenta de que estaba frente a ella. Por el bienestar de Kinsey, ya no
puedo ni siquiera lidiar con Ryn.
Asiento. No habíamos hablado mucho sobre esa noche, pero a pesar
de su enojo, puedo decir que Roe todavía se preocupa por su hermana.
—Es completamente comprensible. Y yo no la quiero cerca de ti. Lo
que hizo fue imperdonable.
Roe asiente contra mi cuello.
—Solo espero que donde sea que esté, esté bien y se quede allí.
El aire era pesado y denso, pero también lleno de comodidad y paz.
Ninguno de los dos se movió. Simplemente nos abrazamos. Después de un
rato, un suspiro la abandona.
Ella se aparta y nuestras miradas se encuentran.
—¿Quieres quedarte a cenar?
Era media tarde, pero yo sabía cuál sería mi respuesta.
—Me quedaría para siempre si me dejas.
Ella niega con la cabeza y pone los ojos en blanco.
—He sido oficialmente tu novia durante ocho horas.
—¿Ha sido suficientemente largo para pasar al siguiente paso?
—A menos que ese paso sea una mamada, la respuesta es no.
—Bueno, en ese caso ... —Le sonrío, luego me inclino hacia adelante
para capturar sus labios con los míos—. Esperaré hasta que demuestre mi
valía como novio, pero eso no significa que más tarde no voy a intentar
meterme entre estos muslos.
—Técnicamente, estás entre ellos.
—No digas eso.
—¿Por qué no?
Muerdo su labio inferior y tiro de éste.
—Porque no tengo ningún problema en abrirlos y hundir mi polla
dentro de ti.
Se levanta de mi regazo y cruza la habitación, dejándome con los
brazos extendidos hacia ella.
—No vas a arruinar mis leggins favoritos. Así que ... —Se acerca a la
cabina empotrada—. ¿Un juego o Netflix?
27
Thane

—Esto todavía es extraño —dice Roe mientras se desliza en el asiento


del pasajero. No era la primera vez que la recogía en la guardería a la que
llevaba a Kinsey todas las mañanas.
Me alejo de la acera y me meto en el tráfico antes de deslizar mi mano
en la de ella.
—Ya han pasado tres días. ¿Por qué es extraño?
El lunes ella había vuelto a llegar tarde y fue entonces cuando se me
ocurrió la idea. Sabía que la guardería estaba cerca, así que ¿por qué no ir
a recogerla?
Llevo su mano a mis labios y la beso.
—Me gusta conducir contigo al trabajo.
—A mí también. Es solo que esta es la ciudad de Nueva York. Hay que
tomar el transporte público. Así es como funciona. Uno no conduce al
trabajo. —Ella sacude su cabeza. No era la primera vez que ella mencionaba
el que yo manejara al trabajo, pero no pensé que fuera tan extraño como lo
era para ella. Para mí era extraño no conducir, pero para ella era todo lo
contrario, habiendo crecido en una ciudad con una infraestructura de
transporte público tan grande.
—Bueno yo sí lo hago.
—Te das cuenta de que eso solo resalta lo extranjero que eres, ¿o no?
Me encojo de hombros.
—Me movilicé en tren durante años. No necesito la experiencia o lo
que sea que estás pensando que yo podría estarme perdiendo.
—No es eso. Es solo que ... —Hace un gesto con la mano delante de
ella hacia el tráfico estancado—. ¿Cómo puedes soportar el constante frena
y arranca?
—El tren hace lo mismo.
—Supongo, pero lo único a lo que tengo que prestar atención es a qué
parada es la mía.
Se me ocurre un pensamiento. Habiendo ella vivido en Manhattan
toda su vida, ¿alguna vez había salido de la ciudad? No solo eso, ¿sabía ella
siquiera conducir?
—¿Has manejado un carro?
Ella sacude su cabeza.
—Nunca ha sido una necesidad.
—¿Alguna vez has salido de la ciudad?
—Estuve en Italia una vez y fui a un crucero por el Caribe hace unos
años. Luego estuve fuera el día en que fuimos a una reunión familiar en
Iowa, pero mamá condujo.
Casi quería decir que ella había llevado una vida siendo protegida,
pero Nueva York era la jungla de cemento original.
—Cuando vayamos a Carolina del Norte, te enseñaré a conducir.
Nunca se sabe cuándo lo necesitarás.
—¿Vamos a ir a Carolina del Norte? — pregunta.
—Espero que algún día. Quizás el próximo verano podamos pasar una
semana en la casa del lago. Hay una orilla arenosa en la que apuesto que a
Kinsey le encantaría jugar —digo, sonriendo mientras nos imaginó haciendo
castillos de arena. Ella parece aturdida—. ¿Qué pasa?
—Yo solo... supongo que no había pensado tan lejos en nuestro futuro.
—¿No quisieras ir?
Ella sacude su cabeza.
—No, no, no es eso. —Ella se acerca y pone su mano sobre la mía—.
Me encantaría ir, y tienes razón. A Kinsey también le encantaría.
Me alegro de que ella esté de acuerdo, y de repente mi mente se inunda
con todas las cosas que podríamos hacer. No puedo esperar a que mi familia
la conozca.
Veinte minutos más tarde, entramos en el estacionamiento y nos
dirigimos al ascensor.
—¿Qué les puedo cocinar a mis chicas para la cena esta noche? —
Pregunto mientras caminamos.
—Bueno, eso no es algo a lo que estoy acostumbrada a escuchar.
Me encojo de hombros.
—Mi papá trabajaba mucho y antes de que mi mamá llegara a
nuestras vidas, yo tenía que arreglármelas solo. Por suerte, la vecina que
me cuidó muchas veces me enseñó. Ella siempre me dijo que no había nada
más sexy para una mujer, que un hombre que supiera cocinar.
Roe se inclina y susurra para que ninguno de los espectadores la
escuchen mientras esperamos el ascensor.
—Ella tenía razón. Y realmente no necesitas ponerte más sexy. Te
prometo que has llegado a ser lo suficientemente sexy. De hecho,
sobrepasaste la barda y por mucho.
Una risa me abandona.
—¿Soy demasiado sexy para mi camisa?
Eso me hace ganarme una sonrisa suya y ella se apoya contra mí. Hay
otro tipo mirándonos o, mejor dicho, mirando a Roe. Envuelvo mi brazo
alrededor de su cintura y la abrazo para ahuyentarlo.
¿Cuándo diablos me convertí en el tipo de hombre celoso?
Probablemente desde el momento en que sus ojos color avellana se
encontraron con los míos.
—Deberíamos tomar un poco de café en nuestro camino hacia arriba
—digo, en un esfuerzo por evitar el agua amarga y marrón proveniente de la
sala de descanso.
—Llegaremos tarde.
Le sonrío.
—No creo que a tu jefe le importe.
—Abusando de tu posición de nuevo, ya veo —dice una voz familiar
detrás de nosotros.
Me vuelvo y me encojo de hombros.
—Buenos días, James.
Sonrió mientras nos mira, notando mi brazo alrededor de la cintura
de Roe.
—Hace dos meses, nunca hubiera imaginado que ustedes dos se
juntaran.
—¿Porque soy un imbécil arrogante y ella es la reina del ingenio
golpeándome a cada paso?
Él ríe entre dientes.
—Bastante cerca.
Llega el ascensor y al menos doce personas suben. Acerco a Roe hacia
mí mientras nos abarrotamos dentro.
Cuando llegamos al piso del vestíbulo y salimos, James nos saluda
con la mano.
—Nos vemos a las diez.
Miro a Roe mientras nos acercamos a la línea de la cafetería.
—¿Tengo una reunión con James a las diez?
Ella se encoge de hombros.
—¿Me parezco a tu asistente?
Mis labios forman una delgada línea.
—Hay un parecido, pero eres mucho más bonita que Crystal.
—Estás parcializado. Ella está casada y yo soy tu novia, así que tienes
que decir eso.
El orgullo me llena cuando ‘Soy tu novia’ fluye de ella fácilmente
mientras habla.

Durante más de una semana, pasé todo mi tiempo libre con Roe. Estoy
feliz, extasiado. Pero todas las noches vuelvo a casa, a mi frío apartamento,
extrañando la calidez del suyo. Después de un tiempo a solas, no podía
evitar enviarle mensajes de texto o llamarla.
Nuestra relación de trabajo está más fluida que nunca, pero las
provocaciones burlonas no se habían esfumado por completo. Ahora
estaban mezcladas con insinuaciones de lo que nos haríamos esa noche.
Odiaba al final del día cuando Roe se iba sin mí. A menudo tenía que
quedarme hasta tarde, a veces solo media hora, pero otras veces eran unas
pocas horas. Intentaba evitar las largas jornadas en las noches porque
quería pasarlas con Roe. Cenar juntos.
Habíamos caído en una especie de rutina, y estaba bastante seguro
de que tenía que ver con nuestra proximidad. Al vivir a dos cuadras de
distancia, realmente no había barreras para pasar ni siquiera una hora
juntos.
—¿Estás seguro de que quieres venir todas las noches? —pregunta
con el ceño fruncido mientras abre la puerta.
Me congelo a medio paso y mi estómago se aprieta. ¿Me estaba
excediendo? Me había admitido a mí mismo a principios de semana, que
estaba actuando como un cachorro enamorado, pero no me importaba un
carajo porque nunca me había sentido así antes.
—¿Acaso tú no quieres que yo venga tanto?
Ella pone los ojos en blanco antes de tomar mi mano y acercarme para
besarme.
—No es eso. Solo pensé que querrías un poco de tiempo para ti.
Envuelvo mis brazos alrededor de ella y la aprieto contra mi pecho.
—Preferiría tener tiempo para nosotros.
—Te vas a cansar de mí.
Por un tiempo, lo había sentido, especialmente después de nuestro
encuentro con Pete, que los problemas de confianza de Roe estaban
profundamente arraigados. Solo con el tiempo ganaría su confianza y
tendría que demostrarle que la quería.
Un gruñido seguido de ‘Mamama’ llama nuestra atención sobre la niña
que gatea hacia nosotros. Parecía que quería ser parte de la acción. La
levanto y la sostengo en alto en el aire, una sonrisa babeante llena su rostro.
—Será mejor que la bajes antes de que la baba termine en tu boca —
dice Roe con una sonrisa mientras miro hacia arriba.
—No me harías eso, ¿verdad, Kins? —Pregunto, y ella responde con
un largo hilo de baba deslizándose de sus regordetas mejillas. La enderezo
rápidamente, la línea se convierte en una mancha húmeda en su ropa—. O
sí lo harías.
Aspiro un fuerte olor a ajo y miro hacia la pared de la cocina.
—Ya ves, ayer mencioné pasta y ¿qué está haciendo mamá?
Espaguetis. —Gruño la última palabra mientras juego a que me estaba
comiendo su barriga. Una carcajada la abandona y me da unas palmaditas
en la cara con las manos.
Cuando vuelvo a mirar a Roe, me sorprende la suave y dulce sonrisa
en su rostro. Estoy completamente desprotegido y me deja sin aliento.
La repentina necesidad de saber qué causó esa expresión se hace
prioridad, para que yo pueda hacer que la repitiera.
—¿Qué pasa? — pregunto.
—Me gusta esto.
—A mí también, pero tienes en tu cara esa dulce sonrisa que
contradice a la mujer que conozco.
Lanza su mano a mi estómago. Fue un movimiento común que
esperaba cuando decía algo que sabía que la avergonzaría.
—¿Estabas diciendo?
—Me gusta esto.
—¿Y qué es ‘esto’?
Se acerca y envuelve sus brazos alrededor de mi cintura.
—Me gusta que pueda ser un equilibrio de mí misma contigo. La
antigua Roe y la Roe Mami. Se siente bien.
—A mí también me gusta. Viéndote libre, sin miedo a mostrar tu
devoción por Kinsey, porque si aún no lo entendiste, yo no voy a ninguna
parte. Están atrapadas conmigo.
—Como un mal tatuaje. ‘Sin arrependientos’.
Inclino mi cabeza hacia atrás de la risa. Es el recordatorio por
excelencia de revisar la ortografía antes de que algo se quede grabado para
siempre en tu piel, deletrear mal ‘sin arrepentimientos’ para que se leyera
‘sin arrependientos’.
—¿Acabas de insinuar que yo soy un mal tatuaje?
—Puede que te haya comparado con uno.
—Tan atrevida. Siento que esta noche realmente voy a tener que
mostrarte quién es el jefe en esta relación.
Le da un golpecito a Kinsey en el vientre, haciéndole cosquillas.
—Kinsey lo hará, justo cuando estés a medio camino. Ella te dejará
saber quién es el jefe. Tiene una sincronización impecable.
—Desafío aceptado.
Después de comer, acostamos a Kinsey por la noche. Ella se había
acostumbrado más a mi presencia, haciendo que la hora de dormir fuera un
poco más fácil cada noche.
—¿Cómo funciona tu tutela? —Pregunto mientras nos acurrucamos
juntos en el sofá.
—Se llama Kinship Care. Algo así como el hogar de acogida. Un juez
me otorgó la tutela, pero después de lo que sucedió, decidí que voy a solicitar
la adopción. Perderé parte de la ayuda financiera que recibo y su Seguro
Médico, pero no creo que Ryn alguna vez deje las drogas y, si lo hace, quién
sabe cuántos años tendrá Kinsey. No podría soportar criarla hasta que tenga
diez o doce años y luego entregársela a alguien que es esencialmente una
extraña.
La miro atónito. El tribunal no haría eso, ¿o sí?
—¿Podría pasar eso?
Ella se encoge de hombros.
—Es posible. Pero hay muchas situaciones hipotéticas y posibilidades
en las que ni siquiera quiero pensar. Quiero adoptarla. Quiero ser su mamá
siempre.
—Te ayudaré en todo lo que pueda.
Inclina la cabeza hacia atrás para mirarme.
—¿Por qué?
—Porque eres su madre. Tu amor y devoción ... al crecer, hubiera
deseado tener una cuarta parte del amor que le das a Kinsey por parte de
mi madre.
Se estira y presiona sus labios contra los míos. Un gemido me
abandona cuando se sienta a horcajadas sobre mis caderas y profundiza el
beso.
Desde el momento en que sus labios tocan los míos, la pasión que
compartimos explota.
Ya no eran movimientos suaves, sino frenéticos lo que nos hace
quitarnos la ropa. Apenas tengo mis pantalones hasta mis muslos cuando
ella se sienta a horcajadas sobre mí de nuevo y se hunde en mi polla.
—Joder —siseo. Mis ojos se ponen en blanco al sentir la carne contra
la carne por primera vez en toda la semana, gracias a su período menstrual.
Sus caderas se mueven y gimo. La atraigo hacia mí, aplastando sus
senos directamente contra mi boca. Ella respira hondo, sus brazos se
envuelven alrededor de mis hombros y en mi cabello. Con cada flexión de
mis caderas hacia arriba, un grito atrofiado sale de sus labios mientras trata
de no despertar a la bebé.
Nos movemos como uno solo, abrazándonos fuertemente el uno al otro
mientras ella me monta. Tiro de su piercing, gimiendo cuando ella se aprieta
a mi alrededor. Quiero que se corra, pero el ritmo lento y sensual sin
barreras, hace que mi semen amenace con estallar antes de que ella se
corra.
Metiendo mi brazo entre nosotros, bajo mi mano y rasgo mis dedos
contra su clítoris. El movimiento de sus caderas aumenta, y se muerde el
labio inferior mientras nuestros ojos se encuentran. Su coño se aprieta, y
necesito que se corra antes de que me enloquezca.
—Vamos nena. Córrete alrededor de mi polla. Muéstrame lo bien que
te hago sentir.
Su frente cae contra la mía, una señal de que está cerca. Tomo el
control, agarro sus caderas y cambio el ángulo para poder empujar hacia
arriba más rápido, taladrándola. Se desliza hacia abajo y esconde su rostro
en mi cuello para ahogar sus gritos. Un gruñido me abandona mientras la
empujo y tiro de ella a lo largo de mi longitud, coordinado con mis
embestidas a una velocidad exasperante.
Cuando sus dientes se hunden en mi cuello, pierdo todo el control.
Está temblando en mis brazos mientras se corre, y la empujo lo más
profundo que puedo mientras una ola tras otra de semen explota.
Cuando nos tranquilizamos, me relajo en el cojín. Ella está como una
marioneta sobre mí y le acaricio la espalda.
—Gané el desafío —digo mientras me vuelvo para besar su mejilla.
Una pequeña risa la abandona, pero un momento después, mi novia
exhausta estaba dormida con mi polla todavía enterrada dentro de ella.
Esperaba estar probándole que sus inseguridades sobre mí eran
infundadas, porque ahora que la tenía, no la iba a dejar ir.
28
Roe

Me encantaba pasar tiempo con Thane en casa, pero también me


encantaba pasar tiempo con él en la oficina. Dejando a un lado toda la
tensión, descubrí que trabajábamos bastante bien juntos. Habían pasado
dos semanas de relativa tranquilidad, haciendo que las primeras semanas
parecieran una pesadilla.
—Traigo su café, señor Carthwright.
Un gemido lo abandona y se lame los labios, extendiendo su mano
para apretar mi trasero.
—Realmente no necesitas hacer eso.
—¿Hacer qué? —Yo pregunto.
—Deja el acto inocente. Sabes que eres una provocadora.
Me inclino y presiono mis labios contra los suyos, luego otra vez. El
teléfono suena y él se aparta, pero lo agarro por la corbata y tiro de él.
—Roe —se ríe entre dientes contra mis labios.
Me levanto y descuelgo el auricular.
—Oficina de Thane Carthwright, ¿en qué puedo ayudarlo?
Era una de las personas de Worthington, y le entrego el teléfono antes
de salir de la oficina.
No puedo evitar sonreír. Yo estaba tan feliz. Más feliz de lo que nunca
había sido. Nunca me había emocionado el hecho de que me demostraran
que yo estaba equivocada, porque cada día con él, era mejor que el anterior.
Después de revisar el horario de Thane y el correo electrónico de su
asistente, encuentro el raro momento en que podía ocuparme de mi trabajo
real.
Donté había estado haciendo un trabajo fantástico por su cuenta,
pero odiaba no estar allí para ayudar tanto como debería haber estado.
Había venido varias veces y habíamos arreglado algunas cosas, pero no era
lo mismo.
Se me ocurre la idea de hablar con Thane sobre la posibilidad de
regresar a Marketing, pero cada vez que pienso en mencionarlo, no puedo
pronunciar las palabras. Por mucho que eche de menos mi trabajo, no me
atrevo a dejarlo antes de que Crystal regrese.
Las últimas semanas habían sido increíbles. Era increíblemente difícil
no enamorarse de él. Inteligente, carismático, amable, dulce, protector, sexy
y sabía cocinar: el paquete completo.
Cuando almorzamos juntos, otro hecho común, siempre me sorprende
que el hombre que una vez pensé que era un idiota, fuera todo mío.
—¿Qué hacemos para cenar esta noche? —pregunta mientras saca un
trozo de pollo de mi recipiente.
—¡Oye! —Lloro en protesta.
Simplemente me da una sonrisa descarada y lame sus labios.
Era viernes, un día normal que las parejas normales salían a pasar la
noche fuera. Solo habíamos tenido una de esas, y fue hace semanas.
—Lo siento.
Arruga el ceño, confundido ya que él era el que me había robado mi
comida.
—¿Por qué?
—Que no podamos salir más solos nosotros dos.
Pone su mano sobre la mía y frota su pulgar sobre mis dedos.
—Si bien me gustaría eso, solo estar contigo es todo lo que necesito.
—Pero Kinsey ...
Me interrumpe.
—Es adorable y ...
—Y siempre está conmigo —termino por él.
Arruga la frente y se inclina hacia atrás.
—¿Por qué intentas pelear conmigo por esto?
Cojo el borde de mi servilleta, incapaz de encontrar su mirada.
—Porque tener citas conmigo no es normal.
—¿Quién define lo normal? Y bueno, pasamos más noches dentro de
casa que fuera, ¿a quién le importa? —Toma mi cara y se inclina más cerca—
. Mientras estés conmigo. Kinsey es solo un bono extra.
—¿No quieres tener una cita? —pregunto. Viejas inseguridades
asomaban sus horribles cabezas y comienzo a dudar.
—Por supuesto que sí. Simplemente tú parecías reacia y no quiero
presionarlo. Mi objetivo es hacer tu vida mejor, no darte más estrés.
Parecía un argumento legítimo, pero, aun así, esa duda me fastidia.
—Conseguir una niñera es difícil y el horario de mi madre está por
todos lados.
—Sabes que no necesitamos todo eso, ¿verdad? Podemos llevarla con
nosotros.
—¿Una niña pequeña en un restaurante?
Él se encoge de hombros.
—¿Por qué no?
—Los gritos. El llanto. Suelen hacer lo que quieren en el volumen que
quieran.
El asiente.
—Es cierto, pero ¿por qué debería detenernos eso? ¿Por qué una bebé
debería impedirnos hacer lo que queramos?
Fue instinto. En un momento estaba en mi silla y al siguiente estaba
en su regazo, mis labios se estrellan contra los suyos.
Un gemido lo abandona y sus brazos me envuelven.
—Sigue arrojándote así sobre mí, y serás el almuerzo que me comeré
en esta mesa.
—Entonces, ¿qué voy a comer yo? —Pregunto inocentemente.
Sus ojos se abren y traga saliva.
—Joder, Roe, no me tomes el pelo así.
Dejo que mi mano se deslice entre nosotros y ahueco su polla, que se
está endureciendo en mi mano. En todas las semanas que habíamos estado
juntos, todavía no le había dado una mamada y su reacción me está
tentando a hacerlo ahora mismo.
Retiro mi mano y suspiro.
—Lo siento. Tienes una reunión en quince minutos y yo te estoy
poniendo todo excitado.
—Pon tus labios alrededor de mí por primera vez y te garantizo que
serán cinco minutos como máximo.
—¿Sólo cinco minutos?
—Después de semanas de expectación, diablos sí.
—Desafío aceptado —digo mientras tiro de su cinturón a través de las
presillas. Con cada movimiento su respiración se acelera, sus labios se
separan. Cuando me deslizo hasta las rodillas y lo libero, comienza a
maldecir como en una tormenta.
Observa con atención absoluta mientras mis labios se envuelven
alrededor de la cabeza. Un profundo gemido lo abandona cuando tomo más
de él en mi boca.
—Joder, esa una hermosa vista —dice mientras me mira.
Tomo más de él, abriendo mi garganta para obtener todo lo que pueda
antes de alejarme. Me balanceo arriba y abajo, gimiendo por todos los
gruñidos y gemidos que lo abandonaban. Cuando sus caderas comienzan a
latir en mi boca, sé que está cerca.
Me echo hacia atrás y arremolino mi lengua alrededor de la punta,
ganándome algunas súplicas antes de tomarlo todo en mi boca nuevamente.
Agarra mi cabeza y me mantiene en su lugar mientras grita. Siento cada
contracción mientras se corre.
¿Cinco minutos? Lo tenía bajando por mi garganta en menos de
cuatro.
Me mira con asombro, tratando de recuperar el aliento.
—Eso fue increíble.
Lamo la punta, dándole un último beso antes de meterlo de nuevo en
sus pantalones.
—Te lo has ganado.
—¿Cómo gano otro? Porque me has dejado alucinado.
Empujo contra sus muslos mientras me pongo de pie.
—Vamos, tenemos que terminar y llegar a la reunión —le digo.
Mientras me siento, trato de ignorar la humedad de mis bragas y en cambio
me concentro en terminar mi almuerzo.
Después de que limpiamos y tomamos un par de mentas, recogemos
nuestras computadoras portátiles y nos dirigimos por el pasillo. Apenas
hemos salido de su oficina de camino a la sala de conferencias, cuando
alguien a quien no reconozco nos detiene a medio paso con un comentario
sarcástico.
—Está mal visto salir con un subordinado.
Thane se detiene y se vuelve hacia él.
—Menos mal que no soy su jefe.
—Ella está trabajando para ti —se burla.
Nunca lo había visto antes y me preguntaba de qué departamento era.
Por la forma en que Thane interactúa con él, tengo la sensación de que se
conocen. Por la actitud de Thane, también tengo la sensación de que no era
fanático del hombre.
—Temporalmente. Cuando Crystal regrese, Roe estará de regreso en
Marketing, donde pertenece.
—¿Por qué no enviarla de regreso ahora y usar la agencia temporal
como se supone que debes hacer?
Thane da un paso adelante, su mirada hace que el hombre retroceda.
—¿Yo te tengo que dar cuentas a ti?
—N-no.
—Así es.
—Pero el señor Donovan...
—Conoce bien la situación. Obviamente, él no tiene ningún problema.
Continuamos y solo para asegurarnos de que todos lo sepan, Thane
envuelve su brazo alrededor de mí y me aprieta contra su costado.
—¿Sabes lo que es excitante? —Le pregunto mientras caminamos.
—¿Además de ti?
Le doy un pellizco en el trasero.
—Pretender que está prohibido.
Sus pasos vacilan y sé que su mente está dando vueltas.
—¿Follando en áreas apartadas, tratando de que no te atrapen? —Su
voz es tensa y baja, provocando que un pico de calor me recorra.
—Sabía que te gustaría eso —le digo con una risita.
—Me vas a matar, mujer.
—¿Mujer? ¿Qué pasó con bebé?
Me sonríe burlonamente.
—La Bebé me incita. La Mujer, destroza todo mi maldito día.
Finjo ponderar sobre su afirmación, pero la realidad es que amo
ambos términos. Suya. Me encanta que yo sea suya y que él sea mío.
29
Thane

Durante el fin de semana me quedé a dormir en casa de Roe por


primera vez. Posiblemente fue la mejor noche de sueño que había tenido en
años. Había algo tan acogedor en su dormitorio, mezclado con tenerla en
mis brazos.
Estar con Roe era ... difícil de describir. En sus brazos había paz, pero
también un toque de protección y amor que yo ni siquiera sabía que ansiaba.
Ella se estaba convirtiendo rápidamente en mi todo, razón por la cual
cuando me desperté en mi propia cama el lunes por la mañana, un solo
mensaje de texto hizo que mi ansiedad aumentara y corriera a través de mí.
Roe: Hoy no puedo ir a trabajar.
Inmediatamente, presiono la tecla de llamar.
—¿Está todo bien? —Le pregunto tan pronto como contesta.
Ella emite un murmullo.
—No me siento bien.
—¿Qué ocurre?
Se escucha otro sonido inarticulado.
—Sinusitis y dolor de cabeza.
Eso no suena bien.
—Okey. Toma un poco de medicamento y vuelve a meterte en la cama.
Te llamaré más tarde para ver cómo estás y llegaré después del trabajo.
—Bien.
La inquietud y cualquier preocupación me invadió constantemente a
lo largo del día, pero especialmente después de que no había recibido una
respuesta a mis mensajes de texto en tres horas. Todo el día me sentí mal.
No tener a Roe cerca era una sensación extraña y vacía que no quería tener.
A las cinco horas sin respuesta y Roe sin atender mis llamadas, me voy del
trabajo antes de las tres. Mi agenda estaba limpia y lo aproveché.
Cuando llego a casa de Roe, ella abre la puerta más descuidada de lo
que nunca la había visto. Su cabello era un nido de ratas enredado alrededor
de su cabeza, los ojos apenas abiertos, la nariz roja y parecía que apenas
podía sostenerse.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunta, sus senos nasales sonando
completamente congestionados.
—Vine a cuidarte.
Ella me mira parpadeando.
—¿Qué hora es?
—Justo pasadas las cuatro —digo mientras entro, asegurándome de
cerrar la puerta detrás de mí.
Parpadea lentamente, sin mirar realmente a nada.
—Tengo que ir a buscar a Kinsey.
¿Kinsey no estaba aquí?
—¿Cómo diablos la llevaste a la guardería esta mañana?
Ella sacude su cabeza.
—No estaba tan mal entonces. Regresé y me acosté, y cuando me
desperté era como si alguien me hubiera atropellado.
—No vas a ir a ningún lado en este momento.
Ella sacude su cabeza.
—Tengo que recogerla a las cinco y media.
—Llámalos y diles que yo voy a ir a buscarla.
Su frente se arruga.
—¿Tú?
—Sí. —La dirijo al sofá y la siento—. Iré a buscarla y la traeré de vuelta
aquí mientras tú descansas.
—Pero ... —se interrumpe, su cerebro enfermo es incapaz de disparar
con todos sus cilindros habituales.
—Solo hazlo.
Entro en el dormitorio y encuentro su teléfono. Después de
entregárselo, vuelvo a la habitación y saco el mío para llamar a su mamá.
Solo había estado enfermo dos veces en los últimos ocho años, así que no
tenía ni idea de lo que podría necesitar Roe.
Ella responde al segundo timbre, un tono inseguro en su voz.
—¿Aló?
—Hola, Linda, soy Thane —digo.
—Thane, hola —dice, aliviada, y luego su tono se vuelve grave—. ¿Está
todo bien?
—En su mayoría. Su hija es un desastre en este momento y quería ver
qué pensabas que era mejor para ella. —Le describo los síntomas de Roe y
Linda recita una lista de medicinas que afortunadamente están en el
botiquín de medicamentos de Roe.
—Dile que tome todos esos en las dosis indicadas. Creo que puedo
llegar a recoger a Kinsey a tiempo.
—No se preocupe, yo iré.
—¿Tú irás? —pregunta con sorpresa.
—Sí, ella los está llamando mientras yo le llamo a usted. Solo espero
que le hayan entendido.
—Gracias —dice Linda.
—¿Por qué?
—Te preocupas mucho por ellas, ¿no?
El calor llena mi pecho.
—Más de lo que se imagina.
—Entonces llamaré más tarde para checar como anda todo. Gracias
por llamarme. A veces, Roe es demasiado independiente para su propio bien.
Ella dio en el clavo allí. Roe tenía problemas para pedir ayuda, incluso
a mí. Intentar anticipar sus necesidades era difícil. Yo no le fallaría ahora.
Después de ayudar a Roe con los medicamentos, agarro sus llaves y
le doy un beso, luego me dirijo a recoger a Kinsey.
Afortunadamente, incluso estando enferma, Roe había llamado a la
guardería, pero cuando llego ellos estaban cautelosos. Roe les envió una
foto, pero la prueba real vino cuando la cara de Kinsey se iluminó y se
arrastró hacia mí cuando entré por la puerta. Eso lo solidificó, la subí a la
carriola y me dirigí de regreso a casa de Roe.
Escalera. ¿Cómo diablos se las arregló mi pequeña novia para subir
el cochecito, con una bebé de veinte libras adentro, por dos tramos de
escaleras? No solo para entrar a su edificio, sino que también lo hacía
constantemente cuando usaba el metro.
Kinsey estaba medio dormida cuando la saco del cochecito y la acerco
a mi pecho. Silenciosamente me acerco a la puerta del dormitorio, esperando
que todo el alboroto no hubiera despertado a Roe. Afortunadamente escucho
pequeños ronquidos, confirmando que está inconsciente.
Regresamos a la sala principal, me quito los zapatos y me quito mi
camisa de vestir, lo cual era difícil con Kinsey en mis brazos. Si bien había
pasado mucho tiempo con ellas, todavía no estaba seguro de su horario,
pero sabía que a Roe le gustaba cumplirlo.
Kinsey acaricia mi pecho y siento como si me hubiera alcanzado un
rayo. Fue una conmoción intensa para mi corazón que apenas puedo
contener. Un intenso amor paterno por ella me atrae. Ese pequeño
movimiento que decía que confiaba en mí, que se siente cómoda conmigo.
Me da una sensación de plenitud que no sabía que me faltaba. Me
siento en el sofá y la acerco, presionando mis labios en la parte superior de
su cabeza.
—Hagamos un trato, ¿de acuerdo? —Susurro—. Ayúdame a que tu
mamá se enamore de mí y yo seré el mejor papá de todos los tiempos.
Kinsey había vuelto a despertar una parte de mi corazón que había
enterrado. Había estado emocionado de convertirme en padre, de darle la
bienvenida a mi hijo al mundo, y cuando se fue, cerré esa parte de mi
corazón.
Estaba locamente enamorado de Roe y quería estar con ella siempre.
Y al igual que su madre, me había enamorado de la hermosa criatura en
mis brazos. Roe y Kinsey eran un paquete. Uno que aceptaré con mucho
gusto; después de todo, quería ser el papá de Kinsey.
30
Roe

No estaba segura de cuánto tiempo estuve dormida, pero cuando me


despierto, escucho a un bebé reír. Inmediatamente me siento mientras la
confusión se apodera de mí.
Kinsey. ¿La fui a recoger?
Había música procedente de la otra habitación y me levanto de la
cama. Tan pronto como abro la puerta, la imagen que veo hace que mi pecho
se apriete y mis ovarios exploten.
Thane estaba en medio de la habitación con Kinsey en sus brazos.
Bailaban al ritmo de la música y ella se ríe tontamente de él como loca.
Me acerco unos pasos, me apoyo contra la pared para mirarlos.
No es hasta que dan la vuelta que los dos se dan cuenta de mi
presencia. Kinsey suelta un chillido mientras Thane me lanza una sonrisa
de megavatios.
—Mira quién se despertó, Kinsey —le dice.
—Mamá. —Pequeñas manos me alcanzan. Me acerco, pero cuando lo
hago, simplemente me agarra del pelo y me acerca a ellos, haciéndome reír.
—Parece que te lo estás pasando bien —le digo.
—Los medicamentos funcionaron, ¿eh?
Asiento. Habían ayudado mucho. Los síntomas solo habían
disminuido, pero ya era algo enorme. Me pregunto cómo lo sabe.
—Sin embargo, estoy un poco confundida sobre lo que está pasando.
Se ríe y me cuenta sobre una conversación que solo puedo recordar
vagamente, y también sobre la conversación con mi mamá.
Todavía tenía migraña sinusal, pero el dolor en la cara era menor y
podía respirar, y eso era una gran mejoría.
—Gracias —digo mientras deslizo mi mano en la suya—. Esto significa
mucho para mí.
—Para mí también.
—¿Cómo así?
Mira a Kinsey y luego a mí.
—Me confiaste tu hija. Confiaste en mí para que te cuidara.
—Bueno, eres un gran tipo.
—Me gustaría pensar que después de hoy, gané un título mejor que el
de ‘un gran tipo’.
—¿Es por eso por lo que lo hiciste? ¿Puntos por méritos? —Pregunto,
mis plumas de mamá gallina erizándose.
Sacude la cabeza.
—Cálmate, mamá osa. Lo hice porque, bueno. —Lanza un suspiro y
acaricia mi pulgar con el suyo. Un trago fuerte hace que su manzana de
adán se balancee—. Me estoy enamorando de ti. De ambas. Haría todo lo
que necesites, porque me preocupo mucho por ti.
—Oh —digo, sintiéndome de repente como una mierda. Entonces lo
que dice golpea. Las mariposas en mi estómago vuelven a la acción, y tomo
mi labio inferior entre mis dientes—. Bueno, tú tampoco estás tan mal.
—¿No estoy tan mal? Creo que es un retroceso de ‘un gran tipo’.
—Sigue hablando y te degradaré a lacayo. —Doy un paso adelante y
me inclino para presionar mis labios contra su pecho, justo sobre su
corazón—. Yo también me estoy enamorando de ti.
Me acerca y deja escapar un suspiro, su cuerpo se relaja contra el
mío.
—Ya era hora.

A la mañana siguiente me despierto una vez más escuchando risas en


la otra habitación, y me levanto de golpe cuando veo la hora, era casi
mediodía.
Thane está en el suelo con Kinsey, jugando con ella, y ella se está
riendo.
—¿Tú vas a faltar al trabajo? —Pregunto mientras me pongo la bata.
—Puede esperar. Tú me necesitas.
El calor se extiende por mi pecho. Nunca había tenido un novio que
me cuidara tanto.
—¿Por qué no me despertaste? — pregunto.
—Estás enferma, cariño. Necesitabas descansar.
Frunzo el ceño mientras miro hacia el sofá. Él había pasado la noche
durmiendo en el sofá. ¿Se habría despertado Kinsey a mitad de la noche?
—Probablemente te contagié.
—Puedo soportar tus microbios.
—¿Ah sí? —Pregunto mientras me acurruco en el sofá.
El asiente.
—Sistema inmunológico de hierro. No he estado enfermo desde 2015.
—Hay una niña pequeña en la casa; solo espera. Ella traerá a casa
todo tipo de cosas maravillosas. —Sonrío mientras lo digo, luego mi
expresión decae cuando me doy cuenta de lo que yo insinué—. Quiero decir.
..
—Detente —me interrumpe, con los ojos entrecerrados hacia mí—. No
te atrevas a retirar esas hermosas palabras, o las secuestraré a las dos y las
haré realidad a tiempo completo.
A las mariposas en mi estómago realmente les gusta la idea, pero trato
de ignorarlas y me levanto.
—Probablemente debería cambiarle el pañal antes de que haya caca
por todos lados. ¿Verdad, bebé boo?
—Ya lo hice —dice Thane.
Me vuelvo hacia él con los ojos muy abiertos.
—¿Le cambiaste el pañal?
El asiente.
—Era apestoso, ¿no? —le dice a Kinsey, que está masticando uno de
sus bloques—. Y luego desayunamos.
—¿Tú también la alimentaste?
Él asiente.
—No es difícil hacerlo cuándo es algo que quieres hacer.
Siento que mi corazón va a estallar.
—No lo olvides, yo tenía casi once años cuando nació Wyatt. He
cambiado un buen número de pañales de mierda —dice con una sonrisa.
Hace casi imposible no enamorarse de él. Es asombroso y perfecto.
—¿Tienes hambre? —pregunta antes de levantarse y llenar un vaso
de agua.
Lo miro cuando me lo entrega.
—Gracias, y sí, podría comer.
—¿De qué tienes ganas? No hay mucho en la nevera o el congelador.
Creo que vi unos pastelitos para tostar, o hay tostadas. ¿Quizás pasta? ¿O
podemos pedir comida?
Me encojo de hombros. ¿Cuándo fue la última vez que comí algo? No
puedo recordar.
—¿Hay algo de arroz con sabor a pollo en el armario?
Se vuelve y abre el único armario que uso como despensa. No era muy
grande, así que no guardo muchas cosas extra.
—Hmm, no parece que haya nada más que arroz blanco. —Se vuelve
hacia mí—. Puedo ir a buscar algunos suministros, o podemos pedir
algunos. Entre arroz frito, arroz mexicano ...
La última opción me golpea y mi estómago gruñe pensando en una
enchilada con queso.
—Ordenemos.
Una hora después, me estaba metiendo en la boca lo último de mi
enchilada. Es increíble lo mejor que me siento con algo de comida dentro de
mí. Todavía no me siento muy bien, pero siento que puedo sostenerme de
nuevo.
Más tarde esa tarde, alguien llama a la puerta. Thane va a abrir
mientras yo me acurruco en el sofá. Los oficiales que habían estado aquí
semanas antes entraron.
Tenían información. Mientras uno de los hombres había sido
arrestado, mi hermana estaba detenida mientras averiguaban su
participación y buscaban a los otros dos. No sabía qué es lo que había que
averiguar, ya que ella los dejó entrar, pero tal vez pensaron que fue
coaccionada. De cualquier manera, ellos nunca deberían haber estado aquí.
Definitivamente fue idea de Ryn.
Siento una profunda emoción en mí el descubrir que ella estaba bien,
aunque realmente esperaba que le dieran tiempo en la cárcel. Eso era lo
único que podía pensar que la sacaría de las drogas.
—Pudimos recuperar esto —dice uno de ellos mientras sostiene un
familiar reloj de oro y cuero.
Lo agarro, las lágrimas brotan de mis ojos mientras le doy vuelta —
M.C.P.
Malcolm Christopher Pierce.
—Intentaron empeñarlo. El de la casa de empeño sospechó por lo que
era y nos llamó.
Un sollozo me abandona y los miro con lágrimas corriendo por mi
rostro y una sonrisa en mis labios.
—Muchas gracias.
—De nada, señora.
Con eso, se fueron. Thane se sienta a mi lado y me sostiene en sus
brazos mientras yo lloro, feliz de que me hayan regresado el precioso
recuerdo de mi padre.
31
Thane

Definitivamente el otoño estaba sobre nosotros, pero mientras el aire


tenía un aire fresco, el sol nos mantenía tibios. Roe estaba mejor y pasamos
toda la semana siguiente tratando de recuperar el tiempo libre. Valió la pena
poder ayudarla, mostrarle que yo estaba allí para ella. Ver la desconfianza
desvanecerse en sus ojos cuando algo completamente nuevo se instaló. Dijo
que se estaba enamorando de mí... y yo no podía esperar hasta poder
reclamarla como mía para siempre. Para ganar ese privilegio, valió la pena
el tiempo que me llevó demostrar mi valía.
Y se lo demostraré.
Finalmente podemos relajarnos y decidimos dar un paseo por el
parque. Es algo que yo no hacía con tanta frecuencia y, considerando lo
cerca que estábamos, me sorprendía. Pero bueno, antes de Roe, yo era
completamente solo trabajo.
A Roe definitivamente le gustaba caminar. Las nueve cuadras hasta
la entrada eran más de lo que yo normalmente caminaba, pero para ella eso
era la vida normal. Si quieres ir a algún lugar, caminas o tomas el transporte
público.
Si bien es una gran ventaja para la vida en la ciudad, yo prefiero
conducir a la mayoría de los lugares.
—A veces es más fácil. ¿Viajar en autobús por un kilómetro y medio
con diez paradas en el trayecto o caminar? —dice mientras caminamos—.
Cada vez que visito a Lizzie y James, camino. No está tan lejos.
En auto, sabía que tardaba un poco, pero ¿caminando? Tal vez era
solo el tráfico de la ciudad lo que hacía que pareciera mucho tiempo.
—¿Qué haces cuando llueve o hay nieve?
—Para eso son las botas de lluvia, las botas de nieve y los paraguas.
Además, un abrigo largo acolchado para el invierno. No son los más
elegantes, pero no me importa, porque me mantiene contenta y calientita. Y
tengo una funda para la lluvia y una funda que calienta para el cochecito.
Es un día hermoso y hay mucha gente disfrutando del clima fresco.
—Las hojas están empezando a cambiar de color. Deberíamos volver
en aproximadamente una semana cuando aparezcan.
—Tú pareces ser la experta en parques, así que dirige el camino.
—Hay tantos lugares para ver. Creo que debemos tomarnos las cosas
con calma, pero podemos comenzar con uno de los lugares más
emblemáticos: el centro comercial. Estamos muy cerca.
—No sabía que había un centro comercial dentro del parque.
—No es ese tipo de centro comercial. Lo verás cuando lleguemos. Creo
que está en todas las películas filmadas en Nueva York.
Ella tiene razón en que no estaba lejos y cuando llegamos allí, lo supe
instantáneamente: el camino recto extra ancho, con un dosel de hojas
verdes que se estaban volviendo amarillas. Los bancos que se alineaban en
el camino, y quiero patearme por no haberlo visto antes.
Había visitado el parque muchas veces a lo largo de los años, pero
parece que me había perdido muchas partes. Cuando llegamos al final del
centro comercial, tomo su mano en la mía y la llevo a mis labios. Sus dedos
están fríos y los froto entre mis manos para calentarlos.
Posiblemente es la primera vez que odio el cochecito porque no puedo
sostener su mano mientras caminamos.
—El Loeb Boathouse tiene una cafetería exprés en la que podemos
almorzar. Tienen buenos sándwiches —dice después de que mi estómago
retumbara.
Me río y asiento.
—Después de ti.
El lago estaba lleno de gente en botes, y no puedo evitar pensar que
tal vez, cuando Kinsey sea mayor podríamos hacer eso.
Disfrutamos de un buen almuerzo mientras discutimos adónde ir
después, y Kinsey disfruta masticando las patatas fritas que le roba a Roe.
Obviamente, ella no está contenta con su palito de queso y sus frutas, y
quería experimentar lo que nosotros estamos comiendo.
Cuando nos ponemos de pie para irnos, mis pies dejan escapar una
punzada de dolor. Debería haberme puesto mejores zapatos.
—Me vas a agotar antes de que lleguemos a casa.
Ella se ríe.
—Oh, vamos, eres simplemente aguado.
—Tal vez ahora mismo, pero dame un minuto y estaré duro como una
piedra si quieres.
Ella pone los ojos en blanco y yo le sonrío.
Estamos ya en camino cuando escucho mi nombre. Me vuelvo hacia
el sonido, me sorprende una rubia familiar que camina hacia mí.
—¡Thane! —Liv grita antes de poner sus brazos alrededor de mis
hombros.
Me sorprendió. El impacto de verla por primera vez en años. Ya que…
Me acerco y pongo mis manos en sus caderas antes de empujarla
hacia atrás.
—Liv, ¿cómo estás? —Pregunto con sorpresa.
—Mejor ahora que te veo, extraño. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
—Años.
—Demasiado tiempo, digo yo. Te ves apuesto. ¿Qué has estado
haciendo estos días?
—Soy el Presidente de Adquisiciones de Donovan Trading and
Investment.
Sus labios se curvan en una gran sonrisa.
—¿En serio? Bueno, vaya, vaya, ciertamente has mejorado con la
edad.
Mis labios forman una delgada línea. Lo último que quiero es que ella
intente clavarme sus garras de excavadora de oro. No fui lo suficientemente
bueno para ella en aquel entonces, y ella no es lo suficientemente buena
para mí ahora. Por las uñas postizas, el maquillaje y el cabello demasiado
arreglados, y lo que sé que son gustos caros, veo que ella no ha cambiado
nada.
¿Qué vi en ella en primer lugar?
—¿Necesitas algo? —Dice Liv. Frunzo el ceño cuando me doy cuenta
de que estaba hablándole a Roe.
La mirada de Roe se entrecierra y me doy cuenta de mi error
demasiado tarde. Había tardado demasiado en presentársela. Envuelvo mi
brazo alrededor de su cintura y la acerco antes de darle un beso en la parte
superior de la cabeza.
—Liv, esta es mi novia, Roe.
Los ojos de Liv se agrandan.
—¿Novia? ¿En serio?
Noto la forma en que la mano de Roe aprieta el asa del cochecito. Liv
está demostrando ser tan insípida como recordaba.
Le doy a Liv una gran sonrisa, tan orgullosa de llamar a Roe mía.
—Sí.
—¿La bebé también es tuya? —pregunta, mirando a Kinsey.
—No, ella es de Roe. —Las palabras no se sintieron del todo bien, como
ácido en mi lengua, pero ya habían salido de mi boca.
—Oh —dice Liv, sus labios se curvan en una sonrisa diabólica—.
Gracias a Dios.
Mi agarre sobre Roe se aprieta.
—Sí, gracias a Dios por enviarla en mi camino.
Ella le da a Roe otro alzamiento condescendiente de su ceja, luego se
centra de nuevo en mí.
—¿Tu número sigue siendo el mismo?
—Sí —confirmo a regañadientes.
Su rostro se ilumina.
—¡Bien! Te llamaré.
Espero que no.
Mientras la veo alejarse, imagino cómo mi vida sería diferente si ella
no hubiera perdido al bebé. Espero que yo hubiera renunciado a tratar de
ser noble, por ser incapaz de aceptar su personalidad arrogante, y romper
con ella.
Probablemente pasaría los fines de semana con mi hijo. Sonrío ante
eso, preguntándome cómo se llevaría con Kinsey. Roe se habría sincerado
conmigo antes, en lugar de tener miedo de que yo saliera huyendo ante la
primera aparición de Kinsey.
Estoy perdido en mis pensamientos cuando lo siguiente es una
explosión llena de lágrimas que llama mi atención, y me muevo hacia la
parte delantera del cochecito.
—¿Qué pasa, cariño? ¿Pañal? —Yo pregunto. Al mirar a Roe, siento
como si un cuchillo golpeara mi pecho. Sus ojos parecían desenfocados y
perdidos, casi tristes.
¿La cagué? Claramente, la atmósfera había cambiado y no puedo
evitar preocuparme.
32
Roe

Sé que él no había querido decirlo de la forma en que le salió, pero,


aun así, fue una bofetada en la cara. Aunque no estaba equivocado, él
también había pasado mucho tiempo tratando de convencerme de que
ambas significábamos para él más de lo que fue su respuesta petulante.
—No, ella es de Roe.
Una vez más, no está equivocado, pero odio el sabor amargo que dejó
en mi boca. Era un amargo recordatorio de que, pase lo que pase, esa
siempre será la respuesta.
Aun así, no puedo enojarme. Sé que es irracional, aunque, por alguna
razón, me siento enojada por dentro. Kinsey era mía, pero tampoco lo era de
verdad. Entonces, que yo dijera: ‘No, es de mi hermana Ryn’, no es
exactamente algo que diría, pero es algo que había dicho muchas veces
antes, al principio.
Odio la forma en que me hace mirarlo de manera diferente, cuando no
debería. Quizás fue ella. Liv. Ella es la perfecta y rica socialité de Manhattan,
un buen complemento para Thane. La chica perfecta para lucir del brazo de
un ejecutivo de su categoría.
¿Por qué simplemente no nos reclamó como suyas? ¿Qué lo detuvo?
Luego ella se fue, y Thane se quedó allí, pareciendo perdido en sus
pensamientos.
—¿Estás bien? —Me las arreglo para preguntar, ganando la
curiosidad.
Asiente y da un suspiro melancólico.
—Estaba pensando en cómo podrían haber sido las cosas.
Siento como si sus palabras fueran un cuchillo atravesando mi pecho
y retorciéndose en mi corazón. Cómo hubieran sido las cosas con ella. No
teniendo que degradarse con alguien de menor nivel social.
¿Acaso yo era solo una segunda opción, como con Pete? ¿Alguien con
quien jugar a la casita hasta encontrar a la adecuada?
Ella tiene su número. Ella lo iba a llamar. Él deseaba que las cosas
no hubieran terminado.
Yo no significaba lo suficiente para él.
—¿Todo está bien?
Le sonrío, pero es una sonrisa forzada.
—Sí.
Por dentro, mi corazón se está rompiendo. Aunque traté de no
sentirme demasiado esperanzada, demasiado apegada, era obvio que sí lo
había hecho. Siempre supe que no podía ocupar un lugar destacado en la
jerarquía social o financiera de Thane. Gano el dinero suficiente, pero no se
acerca al nivel de su salario. Sumado a que él era un hombre soltero, sexy
y que yo soy una madre soltera, no hacemos buena pareja.
Mis sentimientos son mucho más profundos de lo que imaginaba. No,
eso no era correcto. Son más profundos de lo que me había dado cuenta.
Hacía mucho que yo había superado el simple enamoramiento y estaba
inequívocamente enamorada de él.
Sin embargo, no podía evitar cuestionar todo, especialmente nuestra
relación, ahora que conocí a Liv. Ella es con quien él debería estar. Eran una
pareja perfecta. El único problema con el que venía era un trauma que
compartieron.
Mi corazón está pesado y necesito espacio. Siento opresión en el pecho
y respiro con dificultad. Necesito tomarme un momento para mí, y con eso
le digo a Thane:
—Necesito volver a casa muy rápido.
La sorpresa de Thane es evidente. Estamos acortando el día.
—¿Olvidaste algo?
—Simplemente no me siento muy bien.
—¿Qué ocurre? —pregunta, acercándose para pararse frente a mí. Me
mira, pero está demasiado cerca, demasiado.
Doy un paso hacia atrás para darme la ilusión de tener espacio.
—Me duele la cabeza. —La excusa más cliché de la historia.
Salimos juntos del parque en silencio. Me encierro, un muro de
tensión se eleva entre nosotros.
—Hasta pronto —le digo, tratando de darle una sonrisa
tranquilizadora, pero sé que estoy fallando.
Me atrae hacia sí, sosteniéndome con fuerza en sus brazos.
—¿Por qué no me ocupo de Kinsey mientras tú descansas?
Trato de forzar una sonrisa.
—No te preocupes, es su hora de la siesta, así que ambas dormiremos.
—Entonces, ¿qué tal si vengo en unas horas con la cena?
Casi podía sentir la desesperación en su tono.
—Eso suena bien.
Con un último beso en mis labios, luego en mi frente, se aparta de
mala gana.
Un pozo oscuro se forma en mi estómago mientras lo veo irse. Thane
parece muy afectado por ella. Y ese pensamiento me aterroriza. Necesito una
oportunidad para reconstruir mis muros.
Él solo estaba esperando el momento oportuno para volver a estar con
ella. Es como lo que dijo Pete: yo simplemente no valía la pena.
Después de cerrar la puerta, me acuesto en mi cama con Kinsey,
esperando que se duerma más rápido a mi lado.
Conocer a Liv, la ex de Thane que una vez había llevado en su vientre
a su hijo, me había agotado. Pensamientos espesos y tóxicos se han
derramado en mi mente y corazón, y estoy luchando por superarlos. Creer
en los sentimientos que sabía que compartíamos.
Pero era más fácil creer en lo malo que en lo bueno.

La semana pasó en un abrir y cerrar de ojos y luego Kinsey cumplía


oficialmente un año.
La fiesta estaba planeada y sus regalos estaban envueltos. No iba a
ser muy grande, porque honestamente, es cierto que había perdido a
muchos amigos cuando acepté a Kinsey. Los amigos de toda la vida dejaron
de llamar cuando ya no pude salir. Las personas que pensaba que me
cubrían las espaldas, habían desaparecido cuando yo ya no era conveniente.
Siempre me hizo preguntarme qué les había dicho Pete, si había
hablado mal o si realmente era todo porque yo tenía una bebé.
El cumpleaños de Kinsey no tendría mucha fanfarria y, aunque ella
no lo recordaría, yo estaba decidida a convertirlo en un día especial.
Mamá vendría, al igual que Thane, y todos iríamos al zoológico de
Central Park. Mamá le estaba haciendo un pastel y no podía esperar a verla
comérselo.
Su mejor amigo bebé, Oliver, también vendría con Lizzie y James,
junto con su hija mayor, Bailey.
A las nueve y media estábamos casi listos para partir.
—Hoy es un día muy especial —le digo a Kinsey mientras ella me mira
desde el suelo, con un biberón en una mano y un bloque en la otra. Había
fórmula de bebé empapando su mameluco, y yo estaba feliz de no haberle
puesto su vestido de cumpleaños.
—Eres un desastre, pepita.
Alguien llama a la puerta y le doy a Kinsey una mirada de sorpresa.
—¿Quién será? ¿La Abuela o Thane?
Thane se había quedado a dormir, pero había vuelto corriendo a su
casa para darse una ducha y cambiarse. Mi corazón todavía estaba
apesadumbrado por él, y aunque habíamos regresado a algo parecido a la
normalidad, yo sabía que él podía sentir el cambio. ¿Era por eso por lo que
dormía con un apretón casi mortal sobre mí?
Ella patea sus pies con entusiasmo y mira hacia la puerta. Le sonrío
mientras abro la puerta, pero mi buen humor fue instantáneamente
aplastado.
Su cabello estaba casi peinado, pero me doy cuenta de que le estaba
bajando el efecto de la droga.
—Hola, Roe —dice Ryn.
—Ryn. —Mi mandíbula se cierra mientras miro a mi hermana—. ¿Qué
estás haciendo aquí?
—Um, bueno, es su cumpleaños, ¿verdad? —Dice Ryn, pero suena
como si no estuviera muy segura—. Mi bebé.
—¿Y qué si lo es?
—¿Puedo… puedo por favor solo decirle feliz cumpleaños? Por favor,
Roe, ella es mi bebé.
Escucharla decir eso era como rasgar las uñas en una pizarra. Sí, Ryn
la cargó durante nueve meses, pero yo era la madre de Kinsey.
—Cinco minutos —digo, sabiendo que no debería. La última vez que
apareció fue un desastre—. Y eso es todo.
—Graci…
—Y me vas a decir que no estás en la cárcel ahora mismo.
Ella asiente y da un paso adelante. Con desgana, doy un paso atrás.
Todo me grita que es una mala idea, pero luego la parte de mí que se
preocupa por mi hermana me recuerda que es el primer cumpleaños de su
hija.
—Hola, bebé —dice mientras se sienta en el suelo frente a Kinsey.
¿Sabría siquiera cómo se llamaba su hija?
Pongo los ojos en blanco mientras me siento a su lado.
La atención de Kinsey está en el juguete que tiene en la mano, pero
mira a Ryn y suelta un chillido agudo.
—Hace un año hoy, solo éramos tú y yo, pequeña.
—Kinsey —digo con los dientes apretados.
—¿Qué? —ella pregunta.
—Su nombre.
—Oh —dice mientras mira a Kinsey—. Yo iba a llamarla Emma.
—Bueno, entonces no deberías haberla abandonado. Ahora dime por
qué no estás en la cárcel.
Ella traga saliva.
—Acepté un trato con la fiscalía. Servicio comunitario y libertad
condicional para testificar en contra de ellos, a cambio de no tener una
sentencia de cárcel. Les dije que me obligaron, que no tuve otra opción.
—¿No tuviste otra opción? —Esas cuatro palabras resuenan dentro de
mí y la ira hirviendo explota. Ella alcanza a Kinsey y grito—. ¡No la toques!
Mi voz alzada molesta a Kinsey y comienza a llorar. Ryn extiende la
mano de nuevo, pero yo agarro a Kinsey en mis brazos.
—Roe…
—Les dijiste a dónde ir para obtener dinero rápido —escupo detrás de
mis dientes apretados.
Sus ojos están muy abiertos.
—No tuve elección. Por favor, Roe.
—Tuviste una opción, Ryn. Tuviste la maldita opción de dejarme fuera
de tu jodida vida, pero simplemente no pudiste hacerlo. Tuviste que
arrastrarme hacia abajo, lastimarme de nuevo.
—No quiero hacerte daño.
Ella no entendía, porque estaba inducida por las drogas. Ella optó por
contarles sobre mi apartamento. Ella eligió ayudarlos a irrumpir en mi casa.
—¡Lárgate! —yo grito.
—Por favor, Roe, déjame explicarte.
—¿Explicar? ¿Explicar? —Yo bullía por dentro—. Trajiste a esos
hombres a mi casa. ¿A qué? ¿Me iban a violar antes de que se fueran con
todas mis cosas? ¿O me iban a llevar con ellos? —El sonido de uno de ellos
estrellándose contra la puerta del baño, tratando de entrar, llena mis
oídos—. ¿Les prometiste una mujer también? ¿Cuánta droga te dieron a
cambio? ¿O fueron solo los moretones por empujarte hacia el suelo y
golpearte?
—No sabía que iban a hacer todo eso.
—¡Pero sabías que me iban a robar! Los trajiste al lugar donde vive tu
hija, tu hija, y no te importó una mierda lo que le pasara a ella. Eres
despreciable y quiero que te largues.
—Roe, por favor. —Tiene lágrimas corriendo por su rostro, pero no van
a suavizar mi ira—. Lo siento, ¿de acuerdo? Lo siento mucho.
La miro.
—Un lo siento, no lo arreglará esta vez. Un lo siento no arreglará que
la poca confianza que quedaba entre nosotras, con tus acciones se
rompieron en millones de pequeños pedazos.
—¿Está todo bien? —Thane grita desde la puerta, sorprendiendo a
Ryn y haciéndola saltar.
—Debo irme —dice.
—Si deberías. Y no vuelvas —siseo—. Después de lo que hiciste, no
quiero volver a verte.
—Roe, no. No tengo a nadie —suplica.
—¿Y de quién es la culpa? Lárgate ahora.
Ella asiente con la cabeza, con lágrimas en los ojos. Ella da una última
mirada hacia atrás.
—Realmente lo siento. Por todo.
Tan pronto como se va, tan pronto como se cierra la puerta, un sollozo
me abandona y caemos en los brazos de Thane.
—Shh, cálmate. Todo está bien —dice Thane, acercándome a su
pecho.
—Pero no lo está. No está bien, y ahora ella te ha visto y va a hacerlo
todo de nuevo. —Si antes tenía alguna duda sobre la adopción de Kinsey y
convertirla en completamente mía legalmente, había desaparecido. Kinsey
es mi hija y nadie me la iba a quitar.
—Está bien. Estaremos bien. —Deja un beso en la parte superior de
mi cabeza, sus brazos sosteniéndonos con seguridad.
El efecto de su abrazo nos golpea tanto a Kinsey como a mí.
¿Por qué siempre había tanta paz en sus brazos? ¿Cómo es que
siempre me hace sentir amada y cuidada? Me siento segura en su calidez.
33
Thane

Después de la llegada sorpresa de Ryn, Roe tardó un poco en


calmarse. Para cuando llegó su madre, estaba de vuelta al modo de
celebración.
Kinsey tuvo un gran día, sin entender lo que estaba pasando, pero sí
realizó un divertido y adorable hundimiento de cara en su pastel cuando
sintió el primer sabor del azúcar.
Lo que fue seguido en breve por Oliver haciendo algo similar. Ambos
estuvieron cubiertos de turrón en segundos.
—Esto ha sido agradable —dice James mientras se acerca a mí—.
Gracias por invitarnos.
Asiento.
—Ha sido un gran día.
—Ustedes dos se están poniendo bastante cómodos.
Las palabras me golpean con fuerza y no en el buen sentido. Lo
encubro, porque me niego a reconocer mi creciente preocupación por los
muros que Roe ha construido de nuevo, después de nuestro encuentro con
Liv.
—¿Y?
—Lizzie cree que harán hermosos bebés y no puede esperar. Creo que
le está dando fiebre de bebés.
Le arqueo una ceja. —¿A Lizzie le está dando? ¿Estás seguro de que
no eres tú quien quiere más pequeños Donovans? —Pregunto, una risa
abandonándome mientras veo a Kinsey meterse toda la mano en la boca.
Él sonríe.
—Es un esfuerzo de equipo.
—¿Qué tipo de equipo? ¿De Béisbol? —Yo pregunto.
—No tantos, idiota. Cuando empezamos a salir, Lizzie me dijo que
quería cuatro hijos y el tiempo pasa volando. No nos estamos volviendo más
jóvenes.
Bailey estaba sentada cerca, masticando felizmente un trozo de pastel
y haciendo muecas a Kinsey y a Oliver. Ambos rieron antes de volver a sus
dulces.
Quiero más momentos como éste, con nuestros amigos y sus familias.
Una vez más, esa inquietud rueda por mi estómago.
—Ve por otra niña. Apuesto a que a Bailey le encantaría tener una
hermanita.
James se sobresalta como si de repente recordara algo.
—Lizzie me recordó que se acerca el cumpleaños de Roe, y no sabemos
si hay algo planeado para eso.
¿El cumpleaños de Roe era pronto? ¿Cómo no lo supe?
—¿Es pronto? —El dolor que me produce esta noticia es rápido y
profundo. Estoy empezando a ver que cuando Roe ponía muros a su
alrededor, los fortificaba hasta que fueran casi impenetrables.
El asiente.
—Ella es un bebé de Halloween.
—Eso explica algunas cosas.
—¿Por cómo te hechizó? —James dice con una sonrisa.
—Imbécil.
—Estoy bastante seguro de que ese es tu nombre. —Continuó
burlándose de mí.
—Entonces, ¿cuál es el tuyo?
Me sonríe.
—Eso es entre mi esposa y yo.
Unas horas más tarde, estamos sacando del zoológico a una niña de
un año en coma de azúcar y llevándola de regreso a casa. Roe se despide de
su madre antes de dirigirse a la estación del metro y continuamos hasta su
apartamento.
—Hoy fue un buen día.
Roe sonríe.
—Lo fue. Kinsey recibió muchos regalos. El tuyo puede que sea el
mejor. Me encanta. Ella le va a sacar mucho provecho.
—Estoy muy contento de que te guste, porque comprar para una niña
de un año no es fácil. —Kinsey estaba casi caminando, y yo había
encontrado un juguete en el que las ruedas podían girar y podía cambiar de
una mecedora a un juguete para montar o empujar.
—Y no puedo creer el vestido que le compraste. Es lindo. No sé cuándo
se lo pondrá.
—Es solo un vestido. Ella puede usarlo cuando quiera. Toda niña
necesita sentirse como una princesa de vez en cuando.
Roe lleva a una quisquillosa Kinsey al baño, desnudándola mientras
la bañera se llena. Me apoyo contra el marco de la puerta, mirando mientras
ella cuida pacientemente de la hermosa niña que se ha apoderado de
nuestros corazones.
Todavía estoy asombrado por la increíble mujer a la que llamo mía. La
forma en que es con Kinsey me dice que también será la madre más
maravillosa para mis hijos. Y joder, si esa idea no me da ganas de llevarla a
la cama y hacer algunos bebés.
—¿Qué te suena bien para cenar, bebé? —Pregunto justo cuando
Kinsey salpica el agua, golpeando a Roe en la cara. Fue difícil contener mi
risa, pero Roe no pareció darse cuenta, pues su atención está en Kinsey.
—Todavía estoy tan llena del pastel. Podría preparar una tostada o
algo ligero.
—Está ese lugar de tapas al final de la calle. ¿Podría traernos algo de
allí?
—Eso podría funcionar.
—¿Qué tal si Kinsey y tú se quedan en mi casa esta noche? —Me
doblo, tratando de eliminar la torcedura de mis músculos que me ha
molestado todo el día—. Tu cama me mata la espalda.
—Preferiría que nos quedáramos aquí, todas las cosas de Kinsey están
aquí. Simplemente hace las cosas más fáciles.
Eso hace que un pensamiento golpee mi cerebro, y me pregunto si
sería posible.
—Tú deberías ir a dormir a tu casa. Está bien. No quiero que te duela
la espalda. Podemos verte por la mañana.
Ahí estaba de nuevo. Ese empujón.
Las palabras apenas veladas, pasivo-agresivas, muy diferentes a como
es Roe, que solo solidifican mi creciente preocupación de que ella me está
alejando.
Necesito hacer algo para hacer que se sincere de nuevo, para ganar el
terreno que por alguna razón he perdido.

A la mañana siguiente, mi espalda se sentía mejor, pero mi corazón


no. Odio la distancia que nos separa física y emocionalmente. Después de
tomar un café y antes de ir a casa de Roe, saco mi teléfono.
Si iba a llevar a cabo mi idea, necesito la ayuda de la única mujer que
siempre ha estado ahí para mí.
—Hola, mamá —le digo.
—¿Está todo bien?
Niego con la cabeza. Siempre hablamos los domingos por la noche, así
que estoy seguro de que una llamada al mediodía activa todo tipo de alarmas
internas.
—Estoy bien. ¿Cómo están las cosas allá?
—Bien. Tratando de organizar el horario de tu hermano para que
pueda venir a casa para el Día de Acción de Gracias. Quizás tú puedas
hablar con él.
—Apuesto a que, si endulzo el viaje con boletos de primera clase,
tendrás toda la información que necesitas en una hora.
—No deberías malcriarlo así. Pero si ustedes dos pudieran tomar un
vuelo juntos, sería genial.
—Acerca de eso.
—¿No vendrás? —pregunta, captando mi sutil señal.
—No estoy seguro de que mi novia pueda viajar durante las
vacaciones, así que puede que me quede aquí con ella.
—¿Novia? Thane Alexander Carthwright, ¿me estás ocultando cosas?
¿Cuándo pasó esto?
Me está empezando a doler la cara por la sonrisa de oreja a oreja ante
su reacción. Roe es especial. El tipo de mujer especial, que es a quien llevas
a conocer a tus padres. Pero sabía que un fin de semana largo con Kinsey
en Carolina del Norte, probablemente no estaba en los planes, pero tal vez
para Navidad.
—Su nombre es Roe. Trabaja para la misma empresa que yo, y es una
mujer impetuosa. La amarás.
—Suena que es así. ¿Por qué no la traes contigo?
Ah, la parte complicada.
—Por eso es principalmente por lo que te llamo. Necesito ayuda para
preparar la habitación de una bebé.
—¿La dejaste embarazada? —pregunta en un tono agudo.
Por supuesto, ella saca esa conclusión.
—No, ella tiene una bebé, y quiero prepararle uno de mis dormitorios
adicionales para que puedan pasar la noche conmigo. Su apartamento es
diminuto.
Hay un silencio por un momento antes de que una versión más
tranquila vuelva a la línea.
—¿Estás saliendo con una mujer que tiene una hija? Eso es ... Thane,
¿estás seguro de ella?
—Más seguro que cualquier otra cosa.
—¿Pero una bebé? ¿Qué pasa si ella te está usando por tu dinero? —
pregunta. Habiendo ella conocido a mi última novia, tengo la sensación de
que está pensando que podría estar con otra Liv.
—Eso no es lo que está pasando. Créeme, ya fue bastante difícil
conseguir una cita con ella, y eso implicó rescatarla de un asalto en su casa
por parte de algunos traficantes de drogas.
—¿Traficantes de drogas? Thane, ¿en qué diablos te has metido?
—En una gran relación con una mujer desinteresada que acogió a una
bebé que ni siquiera era suya y perdió mucho para salvarla de su madre
drogadicta.
Hubo un silencio.
—Oh, Thane.
Ella sabe todo sobre mi madre biológica, y sabe lo jodido que me dejó
eso en algunos aspectos. No importó cuánto ella lo intentara, no pudo
liberarme de mis traumas.
—Ella es hermosa, sexy e inteligente. Tiene la constitución de una
guerrera y una determinación perversa si la cabreas.
—De lo que tienes conocimiento de primera mano, estoy segura —dice
con una risa cómplice.
—Ella lanzó una taza de café sobre mí después de que yo me
comportara como un idiota.
Hubo una risa en la otra línea.
—Ella ya me agrada. Entonces, tal vez si la bebé puede viajar. Si no,
tienes que traerlas para Navidad, y definitivamente en verano.
—Lo voy a hacer. Ahora, ¿qué necesito para equipar la habitación de
una niña de un año?
Una hora más tarde y con una lista de tres páginas, tengo un plan y
un carrito de compras en línea lleno.
Mientras coloco el cursor sobre el botón Comprar ahora, miro la
etiqueta de precio y la realidad se asienta.
Estaba a punto de gastar un par de miles de dólares en cosas de bebé,
para una mujer con la que he estado saliendo oficialmente durante un mes.
Era un gran salto de fe para una nueva relación, pero yo lo quería.
La visión de sacar a Kinsey de una cuna en su propia habitación, en
nuestra casa, me golpea de lleno en el pecho.
Era un futuro que nunca hubiera imaginado, pero se ha convertido
en el que había soñado.
El problema será convencer a Roe de que yo soy una buena opción.
34
Thane

Tenía todo el día planeado. Había comenzado con un tiempo de


diversión familiar en la piscina cubierta de mi edificio. Le había guardado a
Roe el secreto sin una pista siquiera, que era el día de su cumpleaños, así
que planeé un día divertido con ella y luego una salida nocturna, solo
nosotros dos. Linda se va a quedar en casa de Roe con Kinsey.
Hasta que eso pasara, me estaba poniendo duro por mirar a Roe en
traje de baño.
Si pudieras llamarlo así.
—¿Qué diablos llevas puesto? —Apenas había sido capaz de
controlarme antes, pero con Roe parada frente a mí, vistiendo posiblemente
el trozo de ropa más sexy que jamás había visto, me hace levantar las manos
en señal de derrota.
No encajaba con el acostumbrado guardarropa de Roe. Un top rojo
escotado que acentúa sus senos, con franjas rojas que cruzan su cuerpo
dos veces antes de terminar en una braga de bikini muy bajo.
Se muerde el labio mientras me da esa sonrisa descarada que me
enloquece.
—¿Te gusta? Lo compré solo para ti.
Un gemido audible me abandona, y palmeo mi polla.
—No estás jugando limpio.
—¿Cómo así?
—Deja el acto de timidez. Ya sabes por qué.
Ella se balancea dónde está parada, sacudiendo esas caderas
pecaminosas.
Niego con la cabeza.
—Eres una provocadora.
Se inclina para recoger a Kinsey y casi pierdo la razón. Si yo la hubiera
visto mientras todavía estábamos arriba, Kinsey habría presenciado un
espectáculo.
Ella extiende el flotador redondo de la piscina para bebés mientras mi
mirada está fija en Kinsey golpeando con sus manitas los pechos aplastados
de Roe.
—Entra antes de asustar a alguien con esa cosa —dice con un guiño.
Estamos solos, el área de la piscina está completamente vacía, pero
eso no me impide echar otro vistazo alrededor.
—Tienes suerte de que haya cámaras aquí —siseo.
Ella se ríe en respuesta antes de dar un paso adelante y agarrar mi
polla dura a través de mi traje de baño.
—Falsa amenaza. —Se inclina más cerca y muerde mi pectoral, lo más
alto que puede alcanzar su pequeño cuerpo—. Te encantaría darle un show
a quien esté viendo.
Joder, la amo. Si solo pudiera pronunciar las palabras.
—¿Es eso un reto? Sabes lo que siento sobre los retos.
—Oh, lo sé, cariño. ¿Puedes hacer algo por mí primero? —pregunta
en un dulce susurro, batiendo sus pestañas hacia mí.
Estoy completamente hipnotizado por ella y por su mano que está
trabajando hasta la punta. Ella le da un apretón antes de deslizar sus dedos
en mi cintura.
Me cuesta respirar y toda la sangre se ha precipitado hacia mi pene.
—Cualquier cosa.
Roza la punta, haciéndome gemir antes de arrastrar su mano hasta
mi pecho, justo en mi corazón.
—Métete en la piscina —dice de un empujón, y pierdo el equilibrio.
Mis ojos se agrandan mientras la miro antes de golpear el agua con
un chapoteo. Cuando salgo a la superficie y respiro hondo, ella está allí
riendo.
Y también Kinsey.
—Estás en problemas —le digo con una mirada. Ella me había
distraído, retrocediendo sin que me diera cuenta.
—Ah-ah, tengo una bebé en mis brazos —dice mientras se acerca a
los escalones.
Agarro el flotador de Kinsey y camino hacia donde están entrando.
Kinsey patea instantáneamente sus pequeñas piernas tan pronto como
tocan el agua. Mantengo firme el flotador mientras ella deposita a Kinsey en
él. Una vez que está acomodada, envuelvo a Roe con mis brazos y la abrazo.
Mantiene una mano en el flotador mientras su otra mano envuelve mi cuello.
—Hola guapo.
—¿Alguna vez me ibas a decir que hoy es tu cumpleaños?
Sus ojos se agrandan.
—¿Cómo lo supiste?
—Un pajarito me lo dijo. Feliz cumpleaños, preciosa.
Ella me da una sonrisa dulce y tímida, pareciendo avergonzada.
—Gracias.
—Este es solo el comienzo del día de Roe.
—El comienzo, ¿eh?
Asiento.
—Tengo muchas cosas reservadas para mi cumpleañera favorita.
Tengo toda la intención de rociar a Roe con el amor que siento, incluso
si no puedo expresárselo con palabras. Con eso en mente, voy a llevar a mi
chica a pasar una noche en la ciudad. Es solo la segunda cita que tenemos
solos en el mes y medio que habíamos estado juntos.
Tengo que volver a hacer los cálculos, porque ese corto tiempo no
podía ser correcto. Sin embargo, lo era.
Pero primero, voy a empezar con sus regalos.
Una vez salimos de la piscina y volvemos arriba con una Kinsey
cansada de nadar. Agarro una almohada de mi cama, la acuesto en mi sofá
y la acuño antes de cubrirla con una manta. Roe parece desconcertada por
mis acciones. Pero su pequeña sonrisa y el brillo que puedo ver en sus ojos
me dan esperanza.
—Tengo algo para ti —digo casualmente mientras me levanto y recojo
los paquetes de la encimera de la cocina y deslizo los regalos envueltos hacia
Roe, que está de pie en la mesa del comedor.
—¿Qué es esto?
—Regalos para mi cumpleañera. Es tu día, y planeo consentirte hasta
el final.
—Consentirme, ¿eh?
Asiento con la cabeza, mirando como ella lucha con el papel.
Saca la caja del papel y parpadea antes de abrirla para verificar el
contenido, como si tuviera que inspeccionar que era real.
—¿Me compraste un teléfono nuevo?
—El tuyo está quebrado y, sinceramente, me sorprende que todavía
funcione.
He visto a Kinsey más de una vez quitarle el teléfono de la mano,
enviándolo al suelo.
—¡Gracias, Thane! —Camina alrededor del mostrador y me abraza,
salpicando mi mejilla con besos.
No quería soltarla porque disfruto deleitándome de su afecto sin
reservas.
—Hay más.
Ella se echa hacia atrás, un destello de emoción en sus ojos.
—¿Más? —Ella sonríe y se sumerge en la bolsa. Sale un pequeño
paquete envuelto, y sus ojos se agrandan mientras mira los brazaletes
dentro.
Me mira, luego vuelve a la pila, saca uno y lee el borde.
—Kinsey —susurra y sonríe. El resto son refranes más genéricos, pero
unos que me recuerdan a ella: hermosa, fuerte, amor. Y luego el que más
significó para mí: tú eres mi todo.
Las lágrimas llenan sus ojos mientras su pulgar recorre las palabras
del último. Sus ojos se encuentran con los míos, y extiendo la mano para
limpiar una lágrima que ha caído de su mejilla.
Quiero decirlo. Es el momento perfecto. Justo cuando estoy a punto
de hacerlo, mi teléfono suena y me abandona un gemido.
Después de presionar ignorar en el número desconocido, saco otro
paquete pequeño.
—¿Qué es esto?
—De parte de Kinsey.
Ella pone los ojos en blanco y sonríe antes de rasgar el papel. Más
brazaletes para ayudar a hacer crecer su colección robada. Una mezcla de
gemas, flores de cristal en forma de alambre, una docena de variedades para
que, con suerte, encuentre algo que le guste.
—Son tan hermosos.
—Kinsey tiene muy buen gusto. Ella sabe lo que le gusta a su mamá.
—Tomo su mano en la mía y beso cada uno de sus dedos—. Feliz
cumpleaños, Roe.
Te Amo.
Toma mi rostro entre sus manos y presiona sus labios contra los míos.
—Gracias por un cumpleaños maravilloso y por todos mis hermosos
regalos.
—De nada. Y ahora qué sé que hoy es tu cumpleaños, estaré mejor
preparado para el próximo año.
—El año que viene, ¿eh? ¿Crees que estarás atrapado conmigo tanto
tiempo?
—Roe, planeo quedarme contigo. No estoy atrapado contigo. Y quiero
que sea para siempre. Nunca te librarás de mí.
La luz en ella se desvanece, sus ojos brillan antes de que se aleje de
mí. No son solo palabras y necesito que ella lo entienda.
35
Roe

Me quedo mirando mi bonito teléfono nuevo con su pantalla perfecta


y me muerdo el labio. Kinsey ya había intentado golpearlo, pero Thane
incluyó un anillo resistente que se adjuntaba al estuche, que ayudaría a
mantenerlo en mi mano y evitar que se rompa si golpeara el piso.
—La semana que viene ya no voy a ser tu asistente —digo mientras
conducimos hacia el trabajo.
—Bien.
—¿Bien?
—Haces un café terrible —dice con una sonrisa.
Pongo los ojos en blanco.
—Yo solo te traigo tu café. No lo hago.
—Y, sin embargo, de alguna manera nunca tuve ningún problema
antes que tú llegaras. Interesante. Quizás estás envenenando mi bebida
matutina.
—¿Y privarme de todos los orgasmos alucinantes?
Su rostro se arruga.
—¿Estás bromeando y sobre qué parte estás bromeando?
Niego con la cabeza.
—Lo digo en serio. Me has dado más orgasmos que todos los chicos
combinados juntos con los que he estado antes.
—¿De cuántos chicos estamos hablando?
—No tantos como mujeres tienes tú en tu haber.
Miro por la ventana, viendo cómo la ciudad pasa lentamente. Tengo
un nudo en el estómago, un dolor molesto que tira de mi corazón. Ha estado
allí desde que nos encontramos con su ex, Liv.
Él nunca la había mencionado desde entonces y, por lo que yo sabía,
ella nunca lo había llamado.
Pero ¿y si lo hubiera hecho?
Thane entrelaza sus dedos con los míos y lleva mi mano a sus labios,
besando el dorso.
—Algo te está molestando.
Trago saliva. Me molestan muchas cosas, pero el mayor temor era por
la semana que viene.
—¿Qué pasará cuando termine el castigo? —Pregunto, tratando de
sonar sutil.
Sacude la cabeza.
—No es un castigo.
—Aun así, ¿qué pasará?
Frunce el ceño.
—¿Qué quieres decir? Vuelves a Marketing y yo te acecharé, te enviaré
mensajes de texto sucios que te inciten a que vayas a 'almorzar' conmigo.
Esa parece ser la respuesta correcta, porque el nudo se afloja. No se
ha ido del todo, pero no siento náuseas.
—Eso no suena tan mal. Estaré feliz de no tener que contestar más tu
teléfono. —Esa es la completa verdad, y lo hace reír.
—Y cuando termine la jornada laboral, cenaremos juntos y yo me
saldré con la mía contigo cuando Kinsey esté en la cama.
—Eso podría funcionar.
—¿Qué pensabas que pasaría? —pregunta mientras entramos al
estacionamiento.
Niego con la cabeza, no queriendo exponer mis dudas sobre que
nuestra relación durara más de una semana.
—No es nada.
El coche se detiene en su espacio de estacionamiento y deja escapar
un suspiro.
—Sí hay algo, pero te permitiré que lo ocultes esta vez. Sin embargo,
debes saber esto: solo porque ya no estarás fuera de mi puerta, no significa
que estarás fuera de mi mente. No eres alguien a quien simplemente voy a
olvidar solo porque no estás en mi línea de visión constante.
—Es estúpido, lo sé —digo mientras salgo del auto.
Da la vuelta y me atrae hacia él.
—Yo también te voy a extrañar —dice con un suspiro mientras me
abraza.
—Lo odio, pero no puedo acapararte. Fue solo temporal, y ahora es el
momento de volver a tu trabajo real y no permitir que yo te cabree.
—Ha pasado un tiempo desde que me cabreaste.
—Eso es porque sé dónde están todos tus puntos dulces. —Presiona
sus labios en un lugar justo detrás de mi oreja—. Como aquí. —Su pulgar
roza mi pezón, haciéndome jadear—. Y aquí. —Me muerde ligeramente el
cuello y me inclino hacia él—. Tantos lugares que me encanta disfrutar.
Es el turno de Thane de bromear y dejarme con ganas, teniendo una
sonrisa maliciosa en sus labios mientras se aleja. Con un tirón de mi mano,
me lleva hacia el ascensor.
—Vamos, antes de que elija un coche al azar para inclinarte.
—No lo harías.
—Me gustaría hacerlo.
—Mentiroso. Te encanta que piense en eso para verme sonrojar.
—Puede que se me haya pasado por la cabeza.
Envuelve su brazo alrededor de mí mientras nos dirigimos hacia
arriba. Me queda una semana a su lado, ¿y luego qué? Durante semanas
supe que mis emociones estaban por todos lados, pero la más prominente
es la sensación de pavor, que ya siento profundamente.
36
Thane

La semana pasa a toda velocidad. Es desconcertante imaginar la vida


sin ella tan cerca, todo el día, todos los días. Para celebrar, ordeno el
almuerzo y me aseguro de que Roe aparte una hora de almuerzo en su
agenda, alegando que se trata de un negocio.
Nuestro último día trabajando juntos tenía que ser especial. Me doy
cuenta de que ella está deprimida y eso me preocupa. Tranquilizarla se
convertiría en parte de mi rutina diaria, pero ella lo vale.
—¿Qué ordenaste? —pregunta mientras abre la puerta por completo,
permitiendo que la persona que trae la comida tuviera suficiente espacio
para entrar con la bolsa térmica de la comida.
—Anoche mencionaste que te apetecía un poco de pollo a la
parmesana, así que pedí comida italiana.
Ensalada, cuatro entradas y tres postres: tenemos suficiente comida
para algunos tiempos de comida más.
Moviéndome hacia la barra, saco dos vasos. No son adecuados para
el vino que yo había ordenado, pero ni modo. Después de verter el líquido
rojo, le entrego un vaso y levanto el mío.
—Por nosotros. Extrañaré tenerte cerca, pero me encantará escuchar
todo sobre tu día todas las noches.
Mientras comemos, le juro que, todas las semanas almorzaremos así,
al menos una vez. La voy a extrañar mucho, lo cual es absurdo porque
literalmente estaré al otro lado del edificio. Una distancia de treinta
segundos caminando como máximo.
—Extrañaré molestarte por no contestar el teléfono en el segundo
timbre —dice con un suspiro melancólico.
Echo mi cabeza hacia atrás de la risa.
—Probablemente también te extrañaré. Imagina que mi teléfono será
contestado de manera oportuna.
—Inaudito.
—En serio, de verdad, has hecho un trabajo fantástico y estoy tan feliz
de haberte intimidado para que trabajaras para mí. Si no, no estoy seguro
de que hubiéramos interactuado alguna vez.
Ella pone su mano sobre la mía.
—El mejor castigo de todos.
Otra risa se me escapa, y me inclino hacia adelante para capturar sus
labios. Un gemido sale de mi pecho cuando su lengua roza la mía, y la acerco
más.
—Nuestra comida se va a enfriar —dice en un intento de enfocar mi
mente de nuevo en la comida. Desafortunadamente, todos los pensamientos
y el enfoque han cambiado.
—Déjala así.
—El postre se derretirá. —Lo intenta de nuevo.
Paso mis labios por su mandíbula antes de presionarlos contra su
cuello.
—Estoy pensando en otro tipo de postre, y podríamos guardar estos
para más tarde.
—¿Ah, de verdad? ¿Qué estás pensando?
Me paro y tomo su mano, llevándola a mi escritorio. Ella arquea una
ceja hacia mí cuando me inclino y la levanto por su trasero, colocándola en
mi escritorio mientras le subo la falda. Ella respira temblorosa mientras yo
me coloco entre sus muslos. Esa reacción me atraviesa y choco mis labios
con los suyos.
Pongo mis manos por toda ella, tomando cada sutil curva antes de
deslizarme debajo de su camisa para agarrar sus pechos.
—Mierda —sisea mientras se aparta. Sus labios están separados y su
agarre en mi brazo se aprieta mientras tiro de sus piercings.
—¿Qué fue eso? ¿A la mierda qué? —Pregunto en un tono burlón
mientras muevo una mano entre nosotros, un gemido me deja cuando mis
dedos rozan su tanga húmeda—. A la mierda con esto.
Me siento en mi silla y la acerco antes de deslizar mis brazos debajo
de sus piernas.
—¿Qué...
La interrumpo mientras le quito la tanga y me zambullo entre sus
muslos. Inmediatamente mi boca cubre su coño mientras comienzo a
comerla como un hombre hambriento. Y yo lo era. Si me saliera con la mía,
estaría siempre entre sus muslos.
Cada suspiro de sus labios me estimula. Extiendo la mano y agarro
su pecho con una mano, mis dedos tirando de su piercing mientras muevo
su clítoris.
—Oye, Thane. —Escucho a James decir justo antes de que se abra la
puerta.
Mierda.
Roe se sobresalta y se sienta, pero la mantengo justo donde estaba.
—Ah, veo que estás comiendo. Después regreso.
La puerta se cierra con un clic y miro a los ojos a Roe, cubriéndose la
cara con las manos.
—Te olvidaste de cerrar la puerta —le digo con un lamido mientras la
miro por entre sus muslos.
—Me olvidé de cerrar la puerta —gime.
No hay forma de que deje pasar la oportunidad. Los cabrones
necesitaban tocar la puerta.
Me pongo de pie y Roe trata de levantarse, pero la presiono contra el
escritorio.
—¿Adónde vas? —Gruño mientras saco mi cinturón de su hebilla.
Sus labios se separan con sorpresa y mira hacia la puerta, luego de
nuevo a mí.
—Thane. . .
—Es tu culpa —digo mientras bajo la cremallera y saco mi polla—. Así
que ahora tienes que pagar el precio.
Paso la cabeza de mi polla contra su coño antes de posicionarme y
empujarme hacia adentro de un golpe. Un gemido bajo me abandona, y me
deleito de la forma en que sus ojos se vuelven hacia atrás.
Mis caderas se retiran, tirando de ella, un suspiro de nostalgia la
abandona antes de que yo vuelva a entrar de golpe. El tono musical de su
jadeo lascivo me emociona tanto como la comprensión de que cualquiera
podría vernos si quisiera.
Establezco un ritmo, mirando mientras ella se estira a mi alrededor.
Eran momentos como éste los que me iba a perder. Las pequeñas y sucias
fantasías que podía vivir.
—Cualquiera puede entrar —le digo, inclinándome, mis ojos se
encuentran con los de ella—. Podrían verme dentro de ti, llenándote. —
Envuelvo mi mano alrededor de su cuello, presionando en los puntos
correctos como a ella le encanta. Una ligera presión—. Mira cómo mi polla
te abre de par en par, rogándome por más.
—Más fuerte —gime.
Ella no dijo qué es lo que quería con más fuerza, así que golpeo mis
caderas contra las de ella en un ritmo rápido y duro, mientras mis manos
aprietan su trasero. Mantengo el ritmo duro y castigador, amando los
gemidos quejumbrosos que se escapan de sus labios.
—Será mejor que te corras antes de que la puerta se abra de nuevo —
susurro contra sus labios, amando la forma en que aprieta mi polla. Me
estaba tomando tan bien y cuando su respiración se entrecorta, sé que está
a punto de romperse—. Joder, sí, cariño.
Grita en mi hombro mientras tiembla, apretando los dientes para
ahogar el sonido. Es más, de lo que yo puedo manejar. Cada músculo se
tensa y muevo mi boca a su cuello, imitando su movimiento y mordiéndome
mientras golpeo mis caderas tan profundo como puedo, moliendo
profundamente mientras me corro.
—Eres un chico travieso —dice entre jadeos.
—Deberíamos hacer esto una vez a la semana a partir de ahora. —Le
sonrío, amando el rosa de sus mejillas y sus labios hinchados. Siempre la
criatura más hermosa que jamás haya tenido en mis brazos, y ella es toda
mía.

El lunes es el primer día que partimos en direcciones separadas


cuando salimos del ascensor.
Y odio cada puto metro que nos separa.
Algo de ese odio fue disminuido por la rubia sentada afuera de mi
oficina sonriéndome.
Gracias al cielo, Crystal había vuelto.
Nada en contra de la mujer que tenía mi corazón, pero era una
distracción constante que no necesitaba. Ella fue una suplente fantástica,
pero la relación platónica que tengo con Crystal se adapta mejor al lugar de
trabajo.
Le doy a Crystal un último abrazo apretado y me aparto.
—Estoy tan feliz de que hayas vuelto.
—Por ese abrazo, ha sido un desastre, ¿eh?
Me río entre dientes y niego con la cabeza.
—En realidad, no, no lo fue.
—Qué manera de hacer que una chica se sienta extrañada.
Entro a mi oficina y ella me sigue, cerrando la puerta detrás de ella.
—No es eso, es solo ... Bueno, hice algo.
—Si te refieres a la forma en que, aprovechándote de tu autoridad
arrasadora conseguiste que una chica de Marketing se hiciera cargo de mi
puesto, lo sé.
—¿Lo sabes? —Yo pregunto. Sé que había rumores sobre nosotros,
pero no me di cuenta de que Crystal todavía estaba al tanto.
Ella pone los ojos en blanco.
—Thane, la cantidad de chismes que me han llegado son una locura.
Las paredes no son a prueba de sonidos, sabes.
Cierro los ojos con fuerza. Mierda, no había pensado en eso. No, todo
lo que tenía en mente era meterme dentro de ella.
Niego con la cabeza.
—No dejes que ella se entere. Roe no se deja amedrentar, pero no es
inmune a la vergüenza y me culpará a mí.
—¿Y es que no tienes tú la culpa? —Pregunta Crystal, arqueando una
ceja cómplice.
—Técnicamente, la tengo.
—Ahh claro, culpen a la mujer. Estamos acostumbradas a eso.
—Ella es la que me derramó el café encima. No puedo ser responsable
de todo lo que sucedió después de eso. —Por mi sonrisa, Crystal supo que
yo era un mentiroso de mierda. Todo fue culpa mía, pero aun así me gustaba
burlarme de Roe diciéndole que era culpa de ella.
—¿Ella cayó inmediatamente rendida en tus brazos? Los celos andan
volando alto por aquí. Sé que no lo has notado, pero al menos hay más de
una que tiene celos de ella.
—¿De Roe? ¿Por qué?
—Primero mi pregunta. Contéstala.
Lanzo un suspiro.
—Probablemente me llamó todos los nombres que se le ocurrieron
durante dos semanas. Fue insubordinada, inapropiada, y si no fuera por el
arreglo inusual, la habría despedido.
—Si hubiera sido alguien más que ella.
Sí, ella me descubrió allí. Roe me tuvo embelesado desde el primer día
que entró pisando fuerte en mi oficina como un gato infernal.
—Correcto. ¿Y que ella cayera en mis brazos? —Niego con la cabeza—
. Tuve que rogarle y engañarla para que incluso fuera a almorzar conmigo.
La cena fue una batalla completamente diferente.
—Basta de estupideces. ¿Qué le dijiste para cabrearla tanto?
Una vez más, aprieto los ojos con fuerza. Si Crystal fuera una persona
violenta, sé que recibiría un puñetazo, pero en cambio, sé que lo que estaba
a punto de salir de mi boca me haría ganar una mirada severa de decepción.
—Puede que haya dicho algunas tonterías sobre que tú elegiste a tu
bebé antes que a mí.
Crystal no sabía acerca de mis problemas de abandono, así que me
sorprendieron sus siguientes palabras.
Da un paso adelante y toma mis manos entre las suyas.
—Lo siento.
—¿Tú lo lamentas? —La miro como si tuviera dos cabezas,
completamente confundido.
—Sé que el cambio es difícil para ti, que tener a alguien con quien
contar es equivalente a tu estabilidad.
—¿De qué estás hablando?
Ella suspira.
—He estado trabajando para ti durante más de cinco años. Hemos
llegado a saber mucho el uno del otro en ese tiempo. Eso es exactamente lo
que sucede en este tipo de relación. Y lo que sé no es un hecho, sino un
sentimiento que he tenido durante mucho tiempo.
—¿Y eso es?
—Has salido con muchas mujeres. Muchas. Pero solo una cita, tal vez
dos. Creo que una vez saliste con una mujer durante tres semanas. Luego
bum, a la siguiente. La mayoría simplemente pensaba que eras un
mujeriego, pero yo lo sé, porque te conozco de una manera que pocos lo
hacen.
—No había nada de sentimientos allí, eso es todo —le digo, pero ella
niega con la cabeza.
—No, hay una razón. Las abandonabas antes de desarrollar cualquier
sentimiento por ellas. Las dejaste antes de que ellas pudieran dejarte a ti.
Tienes problemas de abandono, y aunque yo solo me fui temporalmente,
sentiste que te estaba dejando y te ofuscaste.
Trago saliva mientras cada palabra me golpea con fuerza en el pecho.
Los sentimientos que tenía por Roe, los negué, pero eso no cambió la verdad.
—Hubo una chispa con ella, y me aferré a eso como nunca antes me
había aferrado a nada.
—Y quisiste más, luego más y más, de formas que nunca antes habías
querido.
Le frunzo el ceño. Es casi como si me hubiera estado observando todo
el tiempo.
—¿Quién te está alimentando con todos estos chismes? —Pregunto,
cuestionándome si necesito insonorizar mis paredes.
Ella ríe.
—No se trata solo de chismes. Hay algo dentro de la chica de Mercadeo
que te hizo estar dispuesto a hacer cualquier cosa para mantenerla cerca.
Ninguna mujer te ha hecho eso jamás.
—Creo que estaba destinada a ser mía —admito. Somos una pareja
perfecta, desde las cosas que compartimos en común hasta las cosas que
nos separan. Roe es buena para mí y sé que yo soy bueno para ella.
—Eso es maravilloso.
—Pero... —Esa sensación molesta se instala en mi estómago de
nuevo—. No estoy seguro de que ella sienta lo mismo.
—¿La amas?
—Sí —susurro. ¿Cómo puedo admitirlo abiertamente ante Crystal y
ante nadie más? Probablemente porque fue la primera en preguntar.
—Entonces hazle ver lo perfectos que son el uno para el otro.
Tiro de mi cuello.
—No es tan simple. Hay otros factores. Tenemos problemas similares
y ha sido difícil conseguir que me deje entrar en su vida. Está protegiéndose
porque tiene una hija.
Crystal se reclina y cruza los brazos frente a ella, su mirada se
entrecierra en mí.
—Oh, ya veo.
—¿Ves qué?
—Por qué estaba tan enojada contigo. Aun así, ella debe cuidar de ti
si están juntos. Dale tiempo. Solo está ahí para ella, déjale ver al hombre
amable y confiable que yo sé que eres.
—Extrañaba tus consejos.
Ella suelta una carcajada ante eso.
—Nunca los escuchaste antes, así que ¿por qué ahora?
Eso era cierto. Me había dado consejos sobre mujeres durante años y
yo los había ignorado. Probablemente porque se trataba de mujeres que no
me interesaban.
—Volvamos al trabajo.
—Sí, sí, capitán —dice antes de volverse hacia la puerta. Se detiene y
me mira.
—Oh, una última pregunta.
Levanto mi cabeza hacia arriba.
—¿Sí?
—¿Significa esto que puedo tirar tu pequeño libro negro?
Le sonrío.
—Tritúralo.
Ella sonríe de vuelta.
—A tus órdenes, jefe.
37
Roe

La semana termina antes de que me dé cuenta, y es un poco triste e


inquietante estar terminando mi trabajo lejos de la puerta de Thane. Ya
había retirado todos mis artículos personales y los había distribuido en mi
escritorio. Estoy feliz, exultante de volver al trabajo que amaba, pero estoy
triste por dejar al hombre del que me había enamorado profundamente.
Cuando llego a mi escritorio el lunes después de dejar a Thane en el
ascensor, me quedo allí y lo miro. Se siente extraño volver a sentarme en mi
escritorio. Mi pequeño cubículo parecía extraño y me encuentro perdida y
confundida.
¿Qué se supone que debo estar haciendo? ¿Trabajando en…?
Durante dos meses me senté fuera de la oficina de Thane. Me había
convertido en su confidente y en su cordura. Hay un brillo que me falta. El
departamento de mercadeo parece oscuro y frío. El mundo entero parece
fuera de lugar. De hecho, cuando era casi mediodía, no había visto ni sabido
de Thane.
Probablemente estaba poniendo a Crystal al día y pensó que yo me
sumergiría profundamente en la campaña de Worthington. Eso es lo que
debería haber estado haciendo, pero en cambio, estoy mirando una pantalla
y extraño la calidez de mi novio.
Extraño nuestras bromas y sus besos al azar y la forma en que podía
inmovilizarme contra la pared.
Siento como si me hubieran quitado toda la alegría.
Me pregunto si él también lo siente.
Todos los intentos de concentrarme se dispararon, pero sigo
intentándolo. Le debo a Donte mucho trabajo de mi parte y no voy a
defraudarlo.
Cuando no supe de Thane al final de mi día, decido ir a su oficina y
hacerle saber que me iba. Casi me detengo en seco ante la hermosa rubia
que custodia la puerta de entrada a su oficina. ¿Esa es Crystal?
Ella es hermosa e impecable. La mujer no parece que acabara de tener
un bebé. Yo casi no podía cepillarme el pelo la mayoría de los días, pero el
de ella estaba en ondas perfectamente rizadas que enmarcan su rostro.
Cuando levanta la vista de su computadora, me sorprende una hermosa
sonrisa cegadora que casi me derriba.
—¿Puedo ayudarte? — pregunta.
—Um, ¿Thane está disponible?
—No, lo siento, tiene una llamada. ¿Hay algo en lo que pueda
ayudarte?
Niego con la cabeza.
—No, lamento molestarte.
Hay un estrépito detrás de la puerta seguido de pisadas fuertes y luego
la puerta se abre de golpe.
Cuando nuestros ojos se encuentran, la oscuridad que había sentido
durante todo el día desaparece, reemplazada por la calidez de su mirada.
—Hola —digo tentativamente.
No dice nada, pero acorta la distancia entre nosotros en unas pocas
zancadas. Me quedo sin aliento cuando sus brazos me atraen con fuerza
hacia él y sus labios chocan contra los míos.
Es exactamente lo que necesitaba y me derrito en sus brazos.
—Joder, te extraño —dice cuando se aparta.
—¿Me extrañaste? Solo han pasado ocho horas. —digo, tratando de
contener el escozor en mis ojos.
Roza su pulgar contra mi labio inferior.
—Y son demasiadas sin ti.
Le sonrío.
—Yo también te extrañé. —Me estiro para presionar mis labios contra
los suyos, luego me relajo cuando siento que su agarre a mi alrededor se
aprieta.
—¿Cena a domicilio esta noche? Debería estar fuera de aquí a las seis.
Asiento.
—Suena bien.
—¿Estás bien? —pregunta, con el ceño fruncido.
Me inclino hacia él, mi rostro enterrado en su pecho mientras respiro
su aroma familiar.
—Sí, hoy fue simplemente ... diferente.
Deja un beso en la parte superior de mi cabeza y su mano sube y baja
por mi espalda.
—Yo sé lo que quieres decir. Lamento haber estado tan ocupado hoy.
—Está bien. De verdad —digo mientras lo miro. Conseguir que Crystal
se pusiera al día un lunes con una próxima adquisición, sabía que debe de
haber sido un caos. Sé su horario y lo ocupado que está—. Entiendo
completamente. Solo me siento descolocada por el cambio.
Presiona sus labios contra mi frente y suelta un suspiro.
—Estaré en casa tan pronto como pueda. Dale un beso a Kinsey de
mi parte y te veré pronto.
Aprieto mi agarre alrededor de su cintura y lo sujeto rápido.
—¿Qué hay de mi beso?
—Te acabo de dar uno.
Niego con la cabeza.
—Ese fue un beso de saludo. Necesito uno de despedida.
—No, no obtendrás uno de esos.
—¿Por qué no?
Se inclina más cerca, sus labios rozando ligeramente los míos.
—Porque voy a darte un beso de hasta pronto.
Antes de que nuestros labios se toquen, nos detiene un chillido detrás
de Thane.
—Aww, ustedes dos son tan adorables.
Parpadeo hacia Crystal, habiendo olvidado por completo que estaba
sentada a unos metros de distancia, mirándonos. El calor sube a mis
mejillas y me alejo de Thane. Cada centímetro crea un vacío cada vez más
profundo que amenaza con tragarme. Toma mi cara y me besa antes de que
me aleje.
Si el día había sido un indicio, vería cada vez menos a Thane. La duda
vuelve a surgir. ¿Quizás era a propósito? ¿Quizás él estaba tratando de
distanciarse? No tengo las respuestas que necesito, solo la ansiedad de la
incertidumbre que se encrespa profundamente dentro de mí.
38
Thane

Después de unos días, una inquietud se había asentado


profundamente en mis huesos. Algo no estaba bien. Ese miedo creciente se
está transformando en una realidad, un mal sueño del que quiero despertar.
Siento una desconexión con Roe y me molesta. Tal vez era
simplemente el hecho de que ella ya no estaba justo afuera de mi puerta.
Espero que sea así, porque no me gusta el hoyo que se está formando en mi
estómago.
Thane: te extraño.
Le envío un mensaje de texto. La extraño. Más de lo que creía posible.
Joder, ella está en el mismo edificio. Puedo acudir a ella cuando quiera.
Pero ese no es el problema. El problema es que yo iría allí y nunca me
iría por el estúpido dolor en mi pecho.
Necesito su validación, estoy desesperado por ella, porque la he
sentido comenzar a alejarse durante semanas, y eso se acentúa con el
espacio físico que nos separa.
Es algo que no puedo soportar, que no puedo manejar.
Los segundos se convierten en minutos y me estoy atragantando con
el silencio.
Finalmente, zumba el teléfono.
Roe: Yo también te extraño.
Son las palabras que esperaba, pero no hacen nada para sofocar los
sentimientos que me recorren. Sin embargo, con la adquisición sucediendo
en unas pocas semanas, me estoy ahogando en la responsabilidad que está
alejando mi atención de ella.
También he estado atendiendo llamadas todo el día, no todas
relacionadas con el trabajo. Mi proyecto secreto para el segundo dormitorio
está empezando a concretarse. La pintura y el papel tapiz están puestos y
los muebles y juguetes llegaran pronto. Planeo quedarme despierto el tiempo
que sea necesario para que la habitación esté perfecta para poder
mostrárselas el viernes.
Pronto, habrá un pequeño espacio perfecto para que Kinsey lo llame
suyo.
Es el primer paso hacia lo que espero que algún día sea permanente.
Quiero estar junto a ellas en mi vida diaria.
Hay una última cosa que quiero y necesito la ayuda de Jace. Es
extraño revisar mi lista de llamadas y darme cuenta de que no he hablado
con él en un mes.
—¿Hola? —responde después del tercer timbre.
—Oye —digo.
Hay una pausa.
—¿Qué diablos, hombre? Te has perdido completamente de la faz de
la tierra.
—Lo siento, he estado ocupado.
—Más bien no quieres decir que te tienen azotado.
—No, ocupado. ¿Cómo estás?
—Ha sido aburrido. Tengo que reunirme con amigos de segunda fila
porque todos ustedes, idiotas, están sentando cabeza.
—Así es la vida.
Él se burla de eso.
—No es mi vida.
—Algún día —le digo, burlándome de él, sabiendo que lo hará enojar.
Jace es uno de esos solteros autoproclamados de por vida, pero tengo la
sensación de que un día se encontrará con su pareja ideal, tal como lo
hicimos James y yo.
—No hombre. Todavía voy a estar disfrutando de la vida durante mis
cincuenta.
Pongo los ojos en blanco al ver que es el imbécil de siempre. Sería una
dulce justicia para él encontrar una chica que lo deje noqueado.
—Escúchame, ¿tu hermano todavía trabaja con madera? — pregunto.
—Sí, tiene una tienda en Long Island. ¿Qué necesitas?
Miro la foto de la cuna contra la pared y el espacio en blanco encima.
—Quiero un nombre personalizado para colgar en la pared.
—Está haciendo dinero con cosas como esa. Te mandaré su número.
—Gracias.
—¿Me vas a preguntar qué pesqué recientemente? —pregunta.
Niego con la cabeza.
—¿Herpes?
—Imbécil.
—Siempre pescas traseros.
—Eres un cabrón —se queja.
Me río entre dientes ante eso.
—Diviértete pescando.
—Saluda a James de mi parte.
—Lo haré.
—Son un montón de putos pendejos azotados —grita.
—Sí, y nos encanta.
—Está bien, acabo de llamar la atención de un bombón al otro lado
del restaurante.
—Porque tu estúpido trasero está gritando en el teléfono. Diviértete.
—Siempre. —Justo antes de que colgara, escucho su primera línea de
conquista y niego con la cabeza.
Unos minutos después, suena mi teléfono.
Jace: Aquí tienes el teléfono, cabrón 631-555-0187
Kent, el hermano de Jace, está atestado con pedidos durante un mes.
Jace tenía razón, está ganando dinero, así que lo endulcé, ofreciéndole diez
veces lo que normalmente cobraba si podía entregármelo mañana.
El dinero manda, y una pieza de madera con escritura de oro rosa se
está haciendo especialmente, a medida que avanza la tarde.
39
Roe

Al mediodía, mi alarma sonó como siempre, y tomo una pastilla. No


es hasta que la trago que noto que algo está mal.
Miro el paquete de píldoras.
Acabo de tomar la última pastilla. La última pastilla de azúcar.
Y aún no tengo mi período.
El terror me invade ante lo que esto significa. Nunca he llegado tan
lejos y que mi período no hubiera asomado ya su fea cabeza.
¿Estoy embarazada?
Oh no. Incluso pensar en la palabra hace que todos los pelos de mi
piel se ericen.
Solo hay una forma de averiguarlo, y como ya me había tomado una
hora para el almuerzo, estoy aquí atascada esperando hasta las cuatro y
media. La mera idea de que pueda estar embarazada sofoca toda
concentración, dejándome incapaz de concentrarme. Donte está esperando
mi idea, pero me siento allí y miro mi computadora, incapaz de escribir una
sola palabra.
Veo el cursor parpadear. Más y más difícil. Un parpadeo severo tras
otro, y no se me ocurre nada, dejando mi mente en blanco para que se vuelva
loca con la posibilidad de estar embarazada.
¿Qué pensaría Thane?
Todo dentro de mí se detiene cuando la respuesta es clara como el
cristal: él haría lo correcto.
Si le dijera, él se quedaría.
De repente me siento atrapada por una fuerza invisible, acorralada
sin salida, y me hace arañar las paredes.
¿Podría siquiera decírselo? No estaba segura de cuán inestables
estaban las cosas entre nosotros. Todo lo que sé es que el haría algo
honorable y se sacrificaría por mí, porque ese es el tipo de persona que es.
No porque quisiera a Kinsey o a mí, sino por un bebé que sería suyo. Como
hizo con su ex.
Eso es lo último que yo quiero. Necesito que esté conmigo porque me
ama. Me niego a ser una obligación, o un simple peón de ajedrez como lo fui
con Pete, yo no valía la pena y el esfuerzo de una relación real.
Son mi miedo y mi inseguridad las que hablan, pero cuanto más
pienso en ello, más se me oprime el pecho y aumenta mi ansiedad. Una y
otra vez los hombres de mi vida me han abandonado, muchas veces sin una
razón o sin saber qué había hecho yo mal.
Lo último que quiero es una relación sin sustancia real,
manteniéndose unida por intenciones honorables.
Entonces hace clic: la vida me ha enseñado que los hombres se van y
que yo no soy lo suficientemente buena para nadie. Tengo que dejarlo ir
antes de que se despierte y me deje. Pero primero, necesito averiguar si estoy
embarazada o si es solo por estrés.
Fueron las cuatro horas más angustiosas de mi vida. El hoyo en mi
estómago me consumía, y no me detengo cuando llega el momento. Acabo
por irme.
Me tiemblan las manos y no puedo evitar que mi pierna rebote durante
toda la media hora en tren de regreso a Lenox Hill. Después de recoger a
Kinsey, corro hacia casa, deteniéndome en una farmacia en el camino. La
recepcionista me mira, luego a Kinsey, luego al paquete, y después de que
mi tarjeta pasa, la miro mientras le arranco la bolsa de la mano.
Perra prejuiciosa.
Kinsey estuvo disgustada durante todo el camino a casa, y no estoy
segura de haberme identificado tanto con uno de sus estados de ánimo.
Tan pronto como llegamos a casa, la pongo en el suelo y corro al baño.
Ella todavía está llorando mientras gatea por el pasillo hacia mí. Tengo que
ser rápida.
Abro el paquete y cuando dejo la prueba completa en el mostrador,
ella está dentro del baño. Después de limpiar, la levanto y limpio una
lágrima que se desliza por mi mejilla.
La abrazo y hago movimiento de rebote en un intento de calmarnos a
ambas. Frota su cara mocosa en mi camisa, y no puede importarme.
Después de que pasan unos minutos, me acerco al mostrador y miro
hacia abajo.
Suelto un suspiro y casi lloro cuando solo aparece una línea rosa. El
alivio me inunda y me siento en el borde de la bañera, completamente
agotada.
Todo el susto resaltó una cosa: necesito dejar ir a Thane.
Me pongo de pie y me dirijo hacia la cocina, mis ojos arden, las
lágrimas llenan mi visión.
Él no está destinado para mí, a pesar de lo mucho que lo amo, y me
dolerá más cuando se despierte a ese hecho. El alivio que siento por no estar
embarazada fue seguido rápidamente por la inquietante idea de que él no
esté en mi vida. Mi pecho se aprieta y tengo problemas para respirar
profundamente al pensar en él con otra persona.
¿Cuánto peor será en un mes? ¿Seis meses? Cuando finalmente se
canse de mí y se despierte, ¿cuánto más enamorada de él estaría yo?
Será un desastre. Nunca en mi vida había tenido sentimientos tan
profundos por ningún hombre, y la idea de ese final me destroza. La
realización de lo que tengo que hacer me golpea tan fuerte que mis rodillas
se debilitan y me dejo caer en el sofá.
En el fondo de mi mente puedo escuchar a Kinsey, pero aparte de eso
hay un vacío reverberante que se abre dentro de mí. Es una experiencia
extracorporal. No puedo sentir nada más que la oscuridad del dolor
arrastrándose lentamente.
No hay forma de saber cuánto tiempo estuve en ese estado paralizado,
cuando la notificación de mi teléfono me trae de regreso.
Thane: ¿Qué quieres para cenar, bebé?
Me quedo mirando la pantalla, parpadeando antes de procesar las
palabras.
Roe: Lo tengo cubierto.
¿Qué voy a hacer yo? Sé lo que tengo que hacer, pero ¿podré realmente
romper con él?
Thane: ¿Estás segura? Te llevaré lo que quieras.
La verdad es que no quiero nada. No tengo apetito.
Roe: Sí, tengo lo que quiero. Deberías comprarte algo tú.
Thane: ¿Qué está pasando últimamente?
Muerdo mi labio inferior mientras mis dedos se ciernen sobre la
pantalla. Las emociones ruedan dentro de mí y trato de entender lo que
quiero decir, pero una mano parece estar peleando con la otra.
Las lágrimas fluyen libremente de mis ojos mientras escribo las
palabras que me rompen el corazón. Pero él nunca estuvo destinado para
mí.
Roe: No creo que debamos vernos más.
40
Thane

Estuve a punto de chocarle por detrás a un auto cuando su mensaje


de texto llegó a través de mis parlantes.
¿Qué carajo?
De alguna manera me las arreglé para estacionar en mi edificio sin
más incidentes mientras mi pecho se estaba desangrando por dentro. No me
molesto en ir a casa. Simplemente comienzo a caminar hacia su
apartamento, porque me niego a creer en su mensaje. No hay forma de que
hayamos terminado.
Ese texto contenía palabras que nadie quiere escuchar, especialmente
no de alguien a quien amas con todo tu corazón.
Estoy temblando de camino a su apartamento. No respondí a su
mensaje de texto. No pude. Hay algo que me perdí, una palabra que se olvidó
de escribir. ¿Quizás ella pensó que ya no deberíamos comer fuera?
Habíamos estado hablando de comida.
Rezo para que sea así, pero sé que no. Sus muros, sus problemas de
confianza, ella no ha logrado superarlos.
El aire entre nosotros se había sentido rígido e incómodo durante
semanas, desde que nos encontramos con Liv. Algo de ese día cambió
nuestra relación, pero ¿qué pasó esta semana para que ella terminara las
cosas tan repentinamente?
Con cada paso, destrozo mi cerebro, repitiendo cada conversación una
y otra vez en un intento de distinguir dónde la había cagado.
Finalmente, estoy de pie en su puerta, golpeando mi puño contra la
madera.
Hubo un silencio antes de que la cerradura girara y allí estaba ella.
Su expresión está perdida y sin vida. Aun así, puedo ver la evidencia
de que había estado llorando.
La empujo hacia la sala de estar y me vuelvo, notando que Kinsey no
está en la habitación.
—Dime que ese mensaje de texto no decía que querías romper
conmigo.
Ella traga y aparta la mirada de mí.
—No debemos estar juntos.
La miro en un silencio atónito, tratando de procesar las palabras que
salen de su boca porque sé que no la escuché bien. No había forma de que
estuviera diciendo que habíamos terminado.
Ella es mi pareja perfecta. La luz de mi día y el latido de mi corazón.
Un corazón que se parte, porque era verdad, ella ya no quiere estar conmigo.
Ella no me quiere.
—¿De qué diablos estás hablando? — pregunto.
Traga saliva y esa mirada perdida en sus ojos se endurece en
resolución.
—Los hombres como tú normalmente no salen con mujeres como yo.
—¿Mujeres como tú? ¿Qué significa eso?
—Tengo una bebé. Puede que no la haya dado a luz, pero eso no
cambia el hecho de que soy su madre. Y esto no es temporal. Soy su tutora
legal. Soy todo lo que ella ha conocido.
—¿Y? —No es como si fuera algo nuevo y nunca lo había tratado como
algo temporal.
—Somos un paquete. Las noches sin ella no ocurren a menudo.
¿De eso se trata? ¿Noches de citas?
—Entiendo eso.
—¿Lo haces?
Mi mandíbula se aprieta mientras la miro.
—¿Estás tratando de pelear conmigo? No entiendo lo que estás
intentando hacer aquí.
Envuelve sus brazos alrededor de su torso. No es un gesto distante,
sino más bien protector, dejándome aún más confundido acerca de cómo
las cosas salieron mal.
—Lo que quiero decir es que ella estará antes que mi trabajo. Ella
estará antes que tú. Y sé cómo te sientes al respecto.
—¿Cómo lo sabes? — pregunto. No puedo evitar la ira en mi tono—.
¿Alguna vez te he dado alguna indicación de que no te querría a causa de
ella?
—¡Sí!
—¿Cuándo? —Yo pregunto. Necesito saber de dónde carajo sacó esa
idea tan ridícula.
—Cuando te quejaste de que Crystal se tomara un tiempo libre para
vincularse con su recién nacido en lugar de trabajar. Sobre ella poniendo a
su bebé antes que a ti.
Niego con la cabeza. Habíamos hablado de ese día. Ella conocía mis
problemas.
—Pero eso no es.
—¿Entonces por qué es eso?
—Fui un idiota al decir eso, y lo dije con frustración porque Crystal
me mantiene cuerdo. Ella ha trabajado para mí durante años y somos una
máquina bien engrasada. Pero ya sabes, maldita sea, no es así como me
siento.
—¿Qué pasará ahora que está de regreso y tiene que irse temprano
porque el bebé está enfermo, o llama porque el bebé la necesita, o tiene que
salir siempre a tiempo todos los días para llegar a la guardería antes de que
cierren?
La miro, perdido de dónde venía esa repentina ira.
—Roe…
—¿Es que acaso ella ya no tiene valor? ¿Te desharás de ella porque
no puede estar ahí para ti en todo momento todos los días? —Prácticamente
me estaba gritando y todo lo que pude hacer fue mirarla. Quería atraerla
hacia mí, consolarla, pero su lenguaje corporal sugiere que eso sería una
mala idea.
—¿De dónde viene todo esto? —Pregunto, manteniendo mi tono bajo
e incluso en un intento de calmarla.
—¡Porque Kinsey se está encariñando contigo! Yo también. Y no podré
soportarlo cuando decidas que tú debas ser mi única prioridad y yo no
puedo hacer eso y tú me dejes.
Su labio inferior tiembla, las lágrimas llenan sus ojos mientras mira
hacia otro lado. Extiendo la mano y ahueco su rostro, llevándola de vuelta
a mirarme.
—¿Quién dijo que yo te voy a dejar? —Porque nunca la voy a dejar.
—Nadie.
—Entonces, ¿por qué piensas eso?
—Porque tú y yo no tenemos sentido, y cuando veas eso o cuando te
canses de que yo siempre ponga a Kinsey primero, terminarás con nosotros.
Suavemente ahueco su mandíbula con ambas manos y la acerco más.
—¿Y por qué puedes tú decidir cómo yo puedo o no reaccionar? Lo
que siento por ti es más que una capa superficial de apego emocional. No se
va a romper y caer con el primer problema.
Las lágrimas llenan sus ojos.
—Te mereces más que yo y todo lo que traigo conmigo.
Niego con la cabeza.
—No. Tú has dejado que los idiotas como tu ex te revuelvan la cabeza
durante años y años.
—¿Y tú no lo has hecho? Nuestro pasado está impidiendo el presente,
pero estás pasando por alto lo obvio. Estabas tan enojado con Crystal por
quedarse en casa con su bebé, cuando tú mismo sabes lo que es ser
abandonado por tu madre. Lo que dices ahora no coincide con las palabras
y acciones de la primera vez que asumí el puesto de ella.
—Crystal ha trabajado para mí durante cinco años y cuando extendió
su licencia de maternidad, temí que no regresara y eso me jodió. Porque
tengo este miedo jodido que me hace enojar. —Tiro de mi cabello—. Tenía
miedo de que me abandonara como lo estás haciendo tú ahora. Me jode y
nunca he podido quitarme el miedo de que nunca seré lo suficientemente
importante como para que te quedes.
El silencio entre nosotros flota en el aire tan prevalente como una
tercera persona. Un observador de la angustia vigilándonos.
—Fui honesto contigo sobre mis cargas pasadas —digo después de
unos minutos.
—Pero mi carga hace que esto sea mucho peor.
—¿Cómo así?
—Porque pase lo que pase, siempre tendré que hacer de Kinsey mi
prioridad. No importa cuánto te ame, sus necesidades serán lo primero, y…
—se calló, su labio inferior temblando, las lágrimas llenando sus ojos—. No
creo que puedas manejar eso.
—No —gruño—. No me culparás a mí de esto. Te quiero. Todo lo que
quiero es a ti. No quiero a nadie más.
—Por favor, no hagas esto más difícil.
—¿Por qué tiene que ser difícil? ¿Por qué tiene que hacerse en
absoluto? ¡Dime!
Ella niega con la cabeza y se aleja.
—Esto es lo mejor para los dos.
—¡Como el infierno que no lo es! —grito. No. Joder, no—. ¿Por qué tú
sí, puedes decidir qué es lo mejor para mí? Especialmente cuando esa
decisión me abrirá en dos jodidamente y me arrancará el corazón del pecho.
¿Por qué decides eso?
Ella guarda silencio, su mirada pegada al suelo.
—Deberías irte.
Levanto su barbilla para que me mire, nuestros ojos se encuentran.
—No. No hasta que me digas por qué.
—Porque simplemente no vamos a funcionar —dice mientras una
lágrima se desliza por su mejilla.
Mentiras. Todo era una jodida sarta de mentiras. Yo lo sabía. Ella lo
sabía.
Pero estábamos en un callejón sin salida y su decisión era definitiva.
Me estaba abandonando sin ninguna jodida razón.
—No lo aceptaré, Roe. Estás asustada en este momento y tienes
derecho a estarlo, así que te daré un poco de espacio, pero debes saber esto:
no me voy a ir. Siempre estaré ahí para ti, para lo que necesites. No he
terminado contigo y nunca lo haré.
Y con eso, paso junto a ella y salgo por la puerta. tengo que alejarme
de ella antes de que las cosas empeoren, antes de que se convenza a sí
misma de que nunca podrá amarme.
41
Roe

El sonido de la puerta al cerrarse sacude mi sistema. Siento como si


ese acto me abriera el pecho y me hiciera sangrar. Quiero ir tras él, decirle
que lo amo y pedirle perdón, pero mis pies están firmemente plantados.
Mi labio inferior tiembla mientras miro alrededor de la habitación. Hay
recuerdos dispersos de Thane por todas partes. Se había integrado mucho
en nuestras vidas. ¿Cómo no me di cuenta de eso? ¿Fue porque lo hizo tan
fácilmente, porque encajó tan bien con nosotros?
Saco una bolsa y me pongo a recoger todo lo que era suyo. Necesito
sacar todo. Todos los recuerdos de él tienen que desaparecer para que pueda
respirar de nuevo, porque me estoy ahogando en mi desesperación.
Desesperación nacida de una situación que yo creé. Que yo había
instigado. Porque sé que él estaría mejor con alguien como Liv, alguien más
como él.
Alguien que podría amarlo más ...
Estalla un sollozo y caigo al suelo, agarrando su camisa de la
Universidad de Nueva York en mis manos.
Siento como si mi pecho se abriera y se hundiera sobre sí al mismo
tiempo.
—¿Roe? —Mamá llama mientras entra—. Bebé, ¿qué pasa? —Se
sienta frente a mí, su mano en mi espalda. Había olvidado que le pedí que
viniera, sabiendo que necesitaría a la única persona en mi vida con la que
realmente podía contar.
—Rompí con Thane.
—Oh, cariño. —Me atrae hacia ella y lloro en su hombro—. ¿Qué pasó?
—Tuve que dejarlo ir. Él estará mejor sin nosotras.
—Espera, ¿rompiste con él porque crees que él estaría mejor?
Asiento.
—Roe, cariño, no estoy de acuerdo contigo. Cualquier hombre que
trate a una mujer y a su hija como si fueran las cosas más preciosas del
mundo, no quiere nada más que ser amado a cambio.
Niego con la cabeza.
—Él no me ama, así que es ...
—¿Cómo lo sabes? ¿Él dijo que no lo hacía?
—No.
—¿Qué dijo cuándo rompiste con él?
Me levanto y me abro camino por la habitación recogiendo todo lo que
encuentro que sea suyo.
—¿Qué importa, mamá? Él se fue.
—Roe Alexandra Pierce, eres tú quien me va a escuchar ahora mismo
de la misma manera que yo te escucho cuando hablas de Ryn.
No había escuchado la voz lacónica de mi madre, ni había visto su
ceño fruncido dirigido hacia mí en años.
—Ese hombre no solo está loco por ti, sino también por Kinsey. Eso
es un compromiso para contigo.
—Es una forma de controlarme.
Ella me mira en estado de shock.
—¿Controlarte cómo? ¿Cómo diablos es querer estar contigo, hacer
todo lo que él ha hecho por ti, un movimiento de controlarte?
Me derrumbo aún más.
—No lo sé.
—Te acabas de convencer a ti misma de ello. Decidiste que eso era lo
que significaba para darte una forma de escape.
—Y la tomé —gruño—. Él está libre de nosotras para encontrar a
alguien más adecuada para él.
—¿Y por qué puedes decir que no eres tú? —pregunta. Era una
pregunta parecida a la que había hecho Thane y yo todavía no tenía
respuesta.
Puede que mi mamá tuviera razón. Puede que Thane tuviera razón.
Pero tengo que seguir mis instintos. Puede que no haya estado mirando una
bola de cristal, pero también tengo que hacer lo que creo que es mejor para
mi hija y para mí.
42
Thane

Siento como si mi pecho se partiera en dos. Siento náuseas mientras


trato de procesar lo que acaba de pasar.
Ella rompió conmigo.
Sin provocación y sin razón válida. No hubo nada que pudiera hacer
para detenerla, o cambiar de opinión. Ella fue firme en su decisión,
dejándome destrozado y confundido.
Debería haberle dicho "te amo", pero tengo la sensación de que ella me
habría alejado aún más fuerte.
Mi mundo no está bien. Todo está mal.
Me traslado al mueble bar y saco la primera botella que puedo
encontrar. Cualquier cosa para adormecer las oleadas de agonía que están
surgiendo dentro de mí.
Durante meses ella ha sido mi vida, y cortó todo como si no significara
nada.
—Te amo, Roe —susurro, mientras me trago las lágrimas que
amenazan con explotar.
Voy a averiguar cómo recuperarla, cómo hacer que crea en mí y en
nosotros, pero hasta entonces tengo la misión personal de ver el fondo de
cada botella que he guardado.
En mi neblina le envío mensajes de texto suplicándole, rogándole que
se retracte, que retire lo dicho. Es un desahogo de la confusión dentro de
mí. Ella nunca responde, y finalmente mi batería muere. Ni siquiera me
molesto en enchufarlo, porque ya no hay ninguna razón.
Mi razón de ser me clavó un cuchillo en el corazón y me dejó
sangrando en el suelo mientras se alejaba.
El sol se ha puesto y me tambaleo, el suave resplandor de la ciudad
es mi única fuente de luz. Enciendo la luz de la cocina y agarro otra botella,
tirando la ahora vacía a la basura.
Ni siquiera me dejó despedirme de Kinsey.
El agujero en mi pecho se abre aún más, y trago el líquido ardiente
que está en la botella.
No quiero recordar. Todo es un puto mal sueño, y me voy a despertar
y ella estará acurrucada a mi lado.
Me agarro a la pared para apoyarme, mi visión está bloqueada por la
puerta frente a mí. Con unos pocos pasos me paro en la puerta y enciendo
la luz.
Las paredes que alguna vez fueron blancas siguen siendo blancas a
excepción de una. Un ramo brillante de flores de acuarela se extiende desde
el techo, cubriendo la pared con un hermoso diseño. Algo que Kinsey podría
llegar a amar cuando crezca.
Lo que hace semanas era un espacio vacío, se llenó de muebles y
juguetes.
Cualquier cosa que necesitara una niña en crecimiento.
Mamá me ayudó con una lista de todo lo que yo necesitaba y elegí
todo: una cuna convertible, una cómoda, un armario, una mesita de noche
y una silla cómoda que se mecía y giraba.
Encima de la cuna, en perfectas letras de madera con letras de oro
rosa, estaba su nombre: Kinsey.
Todo era tan perfecto y tan destruido. Se sentía mal, pero ¿por qué?
¿Por qué mi amor era tan malo?
Lo hice para que pudiéramos estar más juntos, para que Kinsey se
sintiera cómoda en mi casa. Para que tal vez algún día pudiera convencer a
Roe de que se quedaran a vivir. Pero ni siquiera me dejó mostrárselo.
Durante semanas mantuve mis planes en secreto y todo fue perfecto ...
hasta que todo se acabó.
Tomo otro trago largo de la botella y luego me paso el dorso de la mano
por los labios.
Todo lo que quiero es a ella. Es una necesidad visceral. Como si ella
fuera el aire que me mantenía respirando. ¿Cómo funcioné antes de ella?
La respuesta es simple: no lo hacía. Yo existía, pero no vivía. Con Roe,
el mundo se ralentizó y el simple hecho de ver una película con ella, me trajo
más alegría que cualquier otra cosa en años.
¿Cómo iba a seguir adelante sin ella?
Soy un puto desastre. Esa es la única forma de describirlo. El fin de
semana lo pasé revolcándome en mi propia miseria, ahogándome en el
alcohol hasta que el gabinete de licores quedó vacío.
Me tomó todo lo que me quedaba de fuerza para darme una maldita
ducha y vestirme el lunes por la mañana.
El ascensor suena y me estremezco ante el sonido. Dejo que mis pies
me lleven a mi oficina en piloto automático. Hay algunos susurros en mi
camino y más cuando llego a la puerta, pero los ignoro. Mi pie golpea algo
en el suelo y miro hacia abajo para encontrar una bolsa apoyada contra mi
puerta. Encima está mi camiseta morada de la Universidad de Nueva York.
—Joder —gimo, sintiendo mi pecho abrirse de nuevo.
Ni siquiera han pasado cuarenta y ocho horas y ella había limpiado
todos los rastros de mí de su apartamento. Casi como si al no quedar nada
mío, ella podría olvidarse de mí.
Pero sé que eso no puede ser cierto porque el fantasma de ella acecha
mi casa.
Todavía no entiendo por qué me había rechazado, por qué había roto
conmigo y destrozado mi corazón.
—¿Thane? —La voz de Crystal flota en mis pensamientos, alejando mi
atención de la bolsa.
Me vuelvo hacia el sonido y ella jadea cuando me ve.
—Oh, Thane.
—¿Qué hice mal? —Es todo lo que digo mientras me trago las
lágrimas. No soy el tipo de hombre propenso a llorar. De hecho, la última
vez que puedo recordar haber llorado, fue en el ascensor con mi mamá
cuando tenía cinco años. Pero algo en mi situación con Roe hace que luchar
contra las lágrimas sea casi imposible.
Es el mismo sentimiento que en aquel entonces: total impotencia y
abandono de la persona que amaba.
Crystal me hace pasar a mi oficina lejos de las miradas y oídos
indiscretos.
No le cuento todo a Crystal. De alguna manera, al ser Roe una persona
reservada, se sentiría como acusarla y yo nunca querría lastimarla de
ninguna manera.
—¿Vas a rendirte? Porque te ves como si lo hubieras hecho.
Niego con la cabeza.
—Tuve que dejarla ir, ahogarme en alcohol para aliviar el dolor. —Me
encuentro con los ojos de Crystal que están llenos de tanta empatía—. La
amo tanto, pero no sé qué hacer.
—Bueno, ya sabes dónde está ella ahora mismo ...
Me enderezo ante eso. Sé exactamente dónde está, pero ¿qué voy a
decir para que me escuche? No tengo un plan de acción.
Pero necesito verla.
Toda la mañana fue un desperdicio de tiempo. Soy un desastre
tratando de pensar en cualquier cosa, en cualquier razonamiento sólido que
ella pueda escuchar.
Alrededor del mediodía, un correo electrónico con su nombre aparece
en mi bandeja de entrada y prácticamente casi me caigo de la silla para
leerlo. La emoción se extingue rápidamente. Es solo un asunto de cuando
trabajaba conmigo. Una consulta que tardó mucho en llegar a ella.
¿Habrá más correos electrónicos en los que ella estaba esperando
recibir noticias? ¿Más información que aún no me ha reportado?
Me levanto de mi silla y salgo por la puerta hacia el departamento de
mercadeo, antes de que pueda dilucidar una sola idea sobre cómo pasar de
‘¿de quién más estás esperando respuestas a alguna consulta?’ a ‘Te amo,
Por favor, vuelve conmigo.’
Cuando me acerco, la veo entrar a un cubículo y, después de tomar
un sorbo de una taza de café, lo deja en su escritorio. Se ve hermosa, incluso
si sus ojos están hinchados y rojos.
—Roe.
Se congela al escuchar su nombre y mira hacia arriba. Nuestros ojos
se encuentran y puedo ver mi dolor reflejado en ella. Ella niega con la
cabeza, su cuerpo tiembla como si estuviera reprimiendo las lágrimas. Con
otro movimiento de cabeza, se voltea, sale de su cubículo y se aleja de mí
por el pasillo.
—Roe —llamo, tratando de hacer que se detenga.
Se vuelve hacia mí con las manos en alto, pero no me mira a los ojos.
—No. Vuelve a tu oficina.
—Solo quiero hablar.
—Bueno, yo no.
—Por favor —le ruego. Solo necesito que ella deje de dejarme afuera.
—Hemos terminado, Thane. Por favor, déjame en paz.
La forma en que retrocede, las lágrimas que brotan de sus ojos me
dicen la verdad: no quiere terminar. Lo hizo por un miedo equivocado que
corre desenfrenado por su mente, supurando hasta que se convirtió en una
verdad en su propia cabeza.
¿Cómo se supone que voy a combatir eso? ¿Convencerla de que
deberíamos estar juntos?
Roe es su peor enemiga en lo que a su corazón se refiere.
Necesito ayuda, orientación, simplemente cualquier puta cosa para
arreglar mi mundo de nuevo.
Irrumpo en la oficina de James, sorprendido de encontrar a Lizzie allí.
—¿Thane? —pregunta, con los ojos muy abiertos al ver mi apariencia.
—James, Lizzie, necesitan ayudarme. ¿Qué hice mal? —Pregunto
mientras camino frente a ellos. La agitación, la ira, la desesperación
necesitan una salida.
Él sacude la cabeza.
—No puedo ayudarte en eso.
—Pero tú lo sabes, ¿no es así? ¡Dime!
—Cálmate.
—¡No puedo! No hasta que la tenga de vuelta. No puedo soportar esto.
—Meto mis manos en mi cabello—. Ella no me habla, y yo ... ¿Cómo puedo
recuperarla? ¿Cómo hago para que ella vea que no me voy a ir a ninguna
parte? ¿Que ella puede confiar en mí?
Que ella puede amarme.
James se aclara la garganta, ganando mi atención.
—James —dice Lizzie, dándole a James una mirada de advertencia.
Mira a su esposa.
—Ambos son mis amigos, Lizzie, no voy a dejar que los dos idiotas
sufran.
—Dime —le ruego.
Es Lizzie quien habla.
—Sus sentimientos por ti la asustan. Ella puede ver que te preocupas,
pero cree que te cansarás de jugar a la casita.
—Yo no ...
Ella levanta la mano.
—Lo sé, pero esas son sus palabras. —Lizzie suspira y antes de que
pueda hablar, deja escapar la dura verdad que necesitaba—. El dicho es
que, si amas algo, déjalo ir. Si vuelve, estaba destinado a ser para ti. Ella te
dejó libre, así que será mejor que regreses con toda la fuerza. Demuéstrale
que no vas a irte a ninguna parte.
—Decoré una habitación para Kinsey —admito—. Una habitación
para que ella crezca, pero no pude mostrársela.
Eso hace sonreír a Lizzie.
—Eso no puede hacer daño. Ella tiene miedo de sus sentimientos,
miedo de que la dejes.
—No quiero hacer eso nunca. Pero si ella no me habla, ¿cómo
soluciono esto? La necesito.
Se miran el uno al otro, luego de nuevo a mí.
—La solución es diferente para cada relación. No siempre ha habido
arcoíris y rayos de sol en nuestra relación, pero lo superamos. Tú también
lo harás, solo tienes que averiguar cómo atravesar su grueso cráneo primero
—dice James.
Suelto un fuerte suspiro.
—Ella piensa que estaré mejor sin ella, pero está tan equivocada.
Estaba mejor con ella de lo que nunca había estado antes.
—Dile eso —dice Lizzie—. Díselo todo.
—Ella no me permite acercarme. ¿Cómo consigo que hable conmigo?
No es como si tuviera que secuestrar a Kinsey... —Me detengo, la idea me
golpea como un rayo.
—No. ¡Eso es un absoluto no! No puedes hacer eso —dice Lizzie con
los ojos muy abiertos.
Miro entre ellos, la respuesta repentinamente clara.
—Tengo que irme. —Me vuelvo, sin esperar siquiera una respuesta, y
me voy.
—Oh, mierda —escucho justo antes de que se cierre la puerta.
Es una posibilidad remota y requeriría una planificación cuidadosa y
algo de ayuda de Linda y convencer a Stacia, la mujer que dirige la
guardería.
Es una idea descabellada que puede salir terriblemente mal, pero
necesito algo drástico si quiero que ella entienda cuánto la necesito. Y
definitivamente la necesito. Siempre.
Eso nunca va a cambiar.
43
Roe

Han pasado tres días desde que Thane me buscó en la oficina y,


afortunadamente, no lo ha intentado de nuevo. Me había mantenido alejada
de todos, sin querer hablar con nadie sobre nada.
Por eso, una salida de toda la tarde con Donte me agotaba incluso
antes de entrar a la sala de conferencias.
—Oye, ¿estás bien? —Pregunta Donte, agitando su mano frente a mi
cara.
Parpadeo hacia él, sus profundos ojos marrones mirándome, su ceño
fruncido.
—Lo siento, ¿dónde estábamos? —Mi concentración había sido una
mierda. Tengo suerte de haber podido lograr lo que había logrado en los
últimos días. Necesito desesperadamente dejar de divagar.
Deja escapar un suspiro y se recuesta.
—¿Has dormido algo esta semana?
La hinchazón de mis ojos rojos es un claro indicio de ello.
—Realmente no.
—¿Has comido?
Me encojo de hombros.
—Quizás ayer.
—¿Cómo está Kinsey?
Sus preguntas rápidas casi me marean.
—Ella está bien.
—¿Cómo está Thane?
Frunzo los labios y parpadeo para eliminar algunas lágrimas.
—Está bien, ahí está la causa. ¿Se separaron ustedes dos?
Asiento.
—¿Estaba contigo solo porque tú trabajaste como su asistente? ¿Le
gusta follar a las mujeres que trabajan para él y luego tirarlas a la basura?
¿Necesito conseguir una lona y una pala?
Niego con la cabeza, sin poder siquiera esbozar una sonrisa ante su
comentario sobre la lona y la pala.
—Yo terminé con él.
Se congela y me mira fijamente.
—¿Por qué?
—Porque lo amo.
Donte se reclina y entrecierra los ojos.
—¿Qué clase de respuesta tonta es esa?
—No podría soportarlo si él me dejara.
—¿Entonces tu lógica fue dejarlo a él primero? Eso es una locura. —
Tiene los ojos muy abiertos y alza los brazos al aire con aparente
exasperación. Yo también estaría exasperada conmigo.
—No tenía otra opción —trato de enfatizar, pero estoy más cerca de
un susurro con poca fuerza tras éste.
—Por supuesto que sí la tenías. No reaccionar como una idiota es una
gran elección.
—No lo entiendes.
Levanta las manos.
—Oh, no, a mí nunca me rompieron el corazón. No tengo idea de cómo
se siente.
Resoplo.
—Se merece algo mejor que yo y mi equipaje.
—Escucha, Roe, y lo digo desde una posición de alguien que te ama.
Los vi a los dos juntos más de una vez. Demonios, todos en la oficina los
vieron a los dos juntos y algunos incluso los oyeron.
¿Oyeron? Oh, carajo, no. Por favor, díganme que él no quiso decir lo
que yo creo que quiso decir.
—Ese hombre te mira como si fueras la luna y las estrellas. ¿Por qué
crees que te dejará?
—Porque todos me dejan. Todos los hombres que han estado en mi
vida me han abandonado y no puedo permitir que vuelva a suceder. No
cuando lo que siento es tanto. —Una lágrima se desliza y la limpio.
Los labios de Donte se presionan en una línea recta.
—¿Eras feliz con él?
Asiento.
—Tan feliz. Nunca había tenido un hombre que me cuidara así.
—Entonces, ¿por qué lo botaste lejos?
Se está volviendo imposible convencer a alguien del por qué, cuando
la única razón por la que lo hice es porque él puede conseguir a alguien
mejor que yo.

Para el viernes, soy una zombi. Puedo contar la cantidad de horas que
he dormido en la semana desde que rompí con Thane, y apenas llegan a los
dos dígitos. ¿Comida? Mi estómago está hecho un nudo y mi corazón duele
tanto, que no puedo imaginar comer. La higiene personal es suficiente para
poder ir a trabajar todos los días y hacer mi trabajo. Aunque pensé
seriamente en tomarme unos días libres, tampoco quiero alimentar los
rumores que circulan rápidamente por la oficina.
Gracias a Dios, es hora de salir y puedo recoger a mi hija e irme a
casa, solo que me espera un rudo despertar cuando llego a la guardería.
—Kinsey no está aquí, Roe —dice Stacia, sorprendida cuando llego a
recoger a Kinsey, con los ojos muy abiertos por el horror.
La sangre en mis venas se convierte en hielo.
—¿Qué quieres decir con que ella no está aquí? —¿Ryn vino y se la
llevó? ¿Dónde esta ella?
—Ese hombre, Thane, vino a recogerla. Dijo que tú te retrasarías.
Parpadeo hacia ella.
—¿Th-Thane la recogió?
Stacia asiente.
—Oh, Dios mío, Roe, lo siento mucho.
Niego con la cabeza. No hay forma de que Thane lastime a Kinsey,
pero, aun así, mi mente está a toda marcha. ¿Por qué la recogió? ¿Qué
estaba tratando de hacer él?
—Le dije que podría llegar tarde. Probablemente simplemente asumió
que lo haría y la recogió por si acaso —le digo. Porque incluso en este
momento, le confiaría a Kinsey a Thane.
Eso no significa que no esté a punto de patearle el trasero.
—¿Es eso cierto? —ella pregunta. Asiento con la cabeza y ella deja
escapar un suspiro—. Gracias a Dios. Tuve tanto miedo.
—Todo está bien, Stacia. Solo una falta de comunicación —le
aseguro—. Nos vemos el lunes por la mañana.
—Está bien, las esperamos con ansias. Que Tengas un buen fin de
semana.
—Tú también. —La saludo con la mano y salgo por la puerta.
Mi mandíbula se aprieta mientras camino por la calle, levantando mi
teléfono y marcándole a Thane. Suena, una y otra vez, antes de que
responda su buzón de voz.
Vuelvo a marcar y vuelve a sonar.
—¡Contesta el teléfono! —Grito de frustración mientras acelero el
paso. La guardería está a solo unas cuadras de mi casa, pero parecían
kilómetros. Mi corazón martillea en mi pecho, estresado por la ansiedad.
Roe: ¿Dónde está ella?
Le envió un mensaje de texto con la esperanza de que responda de esa
manera, y lo hace casi de inmediato. Lo que significaba que no contestó el
teléfono a propósito.
Thane: Conmigo.
Roe: ¿Dónde?
Thane: En casa.
Considerando que él no tiene llave de mi casa, eso significa que se
refería a su casa. Con cada paso, mi ira crece. Él sabe cuánto la amo, cuánto
la protejo, entonces, ¿por qué fue e hizo algo tan estúpido?
44
Thane

Respondo a los golpes en mi puerta y un tornado de furia pasa a mi


lado.
—¿Estás loco? —gruñe mientras pasa rápidamente en busca de
Kinsey.
Es posible, pero no me importa. Ella está en mi casa, una casa que
está desesperada por tenerla a tiempo completo. Sabía que yo estoy a punto
de que me taladren el culo, pero no me importa.
—Tenemos que hablar —le digo mientras la sigo a la sala de estar.
—Como el carajo que no. —Corre hacia Kinsey, que está jugando feliz
en el suelo.
—Ella está bien —le aseguro.
Roe se vuelve hacia mí con los ojos encendidos de ira y lágrimas
reprimidas.
—¿Por qué? ¿Qué diablos estabas pensando?
—Estaba pensando que solo había una forma en que te podía tener a
solas.
Sacude la cabeza y guarda los pocos juguetes y bocadillos en la bolsa
de pañales de Kinsey.
—No tenemos nada de qué hablar. —Ella vibra de ira, su furia se emite
en el espacio entre nosotros, mientras su cabeza se vuelve hacia mí. — ¿Por
qué me hiciste esto? ¿Por qué me asustaste así?
Me arrodillo junto a ella.
—Esa no era mi intención.
—El hecho de que no fuera tu intención no significa que sea lo
correcto.
—Tienes razón, pero he sido miserable esta última semana.
Hace una pausa y aprieta la mandíbula.
—Qué bueno. —Su labio inferior tiembla y sé que no lo dice en serio.
—¿Me dejarás decirte por qué lo hice? ¿Que yo la recogiera hoy?
Kinsey se suelta de su agarre y se arrastra hacia mí, luego se pone de
pie. Roe observa atentamente mientras las manitas de Kinsey acarician mis
mejillas.
—Papi —me susurra. Me quedo paralizado, la pequeña palabra golpea
mi corazón, y miro a Roe, quien nos mira con los ojos muy abiertos.
Su mirada se posa en la mía.
—Yo no le enseñé eso.
No estaba seguro de volver a tener el deseo de tener hijos después de
perder a mi hijo, pero en el momento en que vi a Kinsey en los brazos de
Roe esa noche, comencé a cambiar de opinión. Mi pecho se aprieta, sabiendo
que la pequeña niña perfecta frente a mí pensaba que yo era su padre.
Y me encantó.
Visiones de Roe a mi lado, hermosas mezclas de nosotros a nuestro
alrededor me hicieron desear algo que me había convencido de que no
quería.
Estaba tan enamorado de Roe. No solo de ella, sino también de Kinsey.
Quiero ser el padre de Kinsey y el padre de toda una prole de bebés
Thane y Roe Carthwright.
—Esa es la razón —susurro mientras tiro de Kinsey a mis brazos y
presiono mis labios contra su frente.
Roe está congelada mientras nos mira. Mi mirada se encuentra con la
de ella.
—Lo que hice hoy fue drástico, y lamento haberte hecho preocuparte,
pero era la única forma en que podía conseguir que te reunieras conmigo.
—Podrías haber encontrado otra manera —gruñe.
—¿Podría? ¿te habrías reunido conmigo? —pregunto. La ira en sus
rasgos vacila—. Tú tenías cada pedazo de mí empacado y fuera de tu vida a
las pocas horas de romper mi maldito corazón. ¿Para qué?
—Para salvarme a mí misma. Para salvar a Kinsey.
Al menos finalmente obtengo una respuesta honesta. Ambos éramos
un puto lío con problemas de abandono.
—Voy a decir esto ahora, y lo repetiré hasta que te atraviese ese grueso
cráneo y la pared alrededor de tu corazón. ¿Estas escuchando?
Ella asiente.
Me aseguro de que nuestros ojos estén cerrados cuando digo las
siguientes palabras.
—Te amo, Roe.
Sus ojos se abren y se llenan de lágrimas, luego comienza a negar con
la cabeza.
—Te amo tanto.
—No.
—Amo a Kinsey y quiero que ambas sean mías.
—Detente —suplica, con el labio inferior temblando—. Tú lo dejaste
claro.
—¿Lo dejé claro?
—Dijiste que ella era mía.
—Y ella lo es.
Ella sacude su cabeza.
—La forma en que lo dijiste. Esas palabras. En el parque. Quería que
nos reclamaras como tuyas frente a esa perra, pero no lo hiciste.
Entonces supe de lo que estaba hablando porque me habían agobiado
más de una vez.
—Odié esas palabras tan pronto como salieron de mi boca. No se
sintieron bien en ese momento. Y no se sienten bien ahora. Kinsey es mía
de la misma forma en que lo eres tú. Todo lo que quiero es amarte y cuidarte.
—¡No necesito que me cuides! No necesito un Papichulo.
¿Un amante viejo adinerado que la mantuviera? Yo voy a tener que
regresar a eso después de que la haga entender.
—Quiero cuidar tu corazón, tu cuerpo. Quiero curar tu alma. Para
restaurar tu incapacidad para confiar, demostrando que tu fe en mí no
estará equivocada. Has hecho tanto por tanta gente a lo largo de los años.
Abriste desinteresadamente tu hogar y tu corazón a una pequeña bebé, a
pesar de saber que te costaría. Quiero ayudarte. Quiero ser tu cómplice. Ser
tu fuerza cuando te sientas débil. Quiero que confíes en mí.
Las lágrimas corren por sus mejillas.
—Te amo, Roe. No solo por hoy. Tampoco solo hasta que venga alguien
más, porque no hay nadie más para mí. Solo estás tú, y solo te quiero a ti.
Te amo y todo lo que pido a cambio es tu amor.
Su cabeza se balancea de un lado a otro, su rostro se arruga.
—No soy lo suficientemente buena para ti.
—Soy yo quien no es lo suficientemente bueno para ti.
—Deberías estar con Liv.
—¿Por qué diablos iba a querer hacer eso? —Pregunto con más
agresividad en mi voz de la que pretendía.
—Porque ella es la más adecuada para ti, no yo. Podrías continuar
justo donde lo dejaste.
Aprieto los dientes por un momento para intentar calmarme.
—¿De dónde diablos sacaste la idea de que yo quiero estar con Liv?
—¡Porque tú lo dijiste! ¡Estabas melancólico y triste y pensabas en
cómo podrían haber sido las cosas con ella!
Mi estómago da un vuelco.
—Oh Dios. —Niego con la cabeza, finalmente comprendiendo mi gran
cantidad de graves errores ese día—. No, cariño, no, eso no es así para nada.
—¿Qué diablos más podría haber sido?
Dejo a Kinsey de nuevo en el suelo y me acerco a Roe. Extendiendo la
mano, le limpio las lágrimas.
—Primero, no quiero a Liv. En absoluto. Peleábamos sin parar y me
quedé con ella solo por hacer lo correcto por nuestro hijo. Es una perra rica,
mimada y caza fortunas, y no quiero tener nada que ver con ella.
—Entonces, ¿por qué fueron ustedes tan amables entre sí y
accedieron a hablar pronto y todo eso?
—Porque tenemos una historia, un trauma compartido, pero eso es
todo. Lo que yo estaba pensando involucraba a mi hijo. Estaba pensando en
cómo si yo lo hubiera tenido, tú te habrías abierto mucho antes. Que él y
Kinsey podrían crecer como hermanos. —Tomé su mano—. Estaba
melancólico acerca de cómo habría sido nuestra vida si ella no lo hubiera
perdido. No tenía nada que ver con Liv.
Roe pareció considerarlo por un momento antes de preguntar:
—¿Alguna vez te llamó?
Asiento. Ocurrió a principios de esta semana.
—Ella lo hizo. Quería reunirse conmigo y le dije que no, que no había
razón para volver a verla y que borrara mi número de teléfono.
—¿De verdad? —pregunta, apretando la mandíbula.
—De verdad.
—Pero…
—¿Por qué sigues intentando hacer un problema de la nada?
—Porque no quiero lastimarme de nuevo.
—¿Y qué pasa con lo que tú me estás haciendo a mí? ¿Me merezco
esto por los imbéciles de tu pasado? ¿Por qué es tan terrible que desee
cuidarte solo porque quiero? Quiero estar contigo porque eres la luz del sol
en mi vida. Nunca he sido más feliz que en estos últimos meses. Te amo
mucho, Roe. Amo a Kinsey, más de lo que creía posible. Parte de eso se debe
a que veo cuánto la amas tú.
Las lágrimas brotan de nuevo y corren por su rostro mientras se
arruga, con las manos apoyadas contra el suelo. Le froto la espalda en un
esfuerzo por ayudarla a calmarse.
Odio verla tan rota, pero es la única forma de volver a juntarnos.
Tengo que hacerla enfrentar sus miedos antes de reforzar mi apoyo.
—Ese brazalete que te compré para tu cumpleaños fue del corazón,
eres mi todo.
Se vuelve a sentar y se frota la cara. Kinsey frunce, su pequeña frente
mientras mira a su madre. Kinsey hace otra incómoda maniobra para
ponerse de pie antes de que Roe la tome en brazos.
—Necesito mostrarte algo —digo, luego me pongo de pie.
Ella mira mi mano extendida, con temor en sus ojos mientras desliza
una mano temblorosa en la mía. Después de ayudarla a levantarse, la
sostengo de la mano y la llevo al dormitorio de invitados.
Hago un gesto hacia la puerta.
—Ábrela.
Su frente se arruga mientras me mira.
—¿Qué es?
—Algo en lo que trabajé duro durante semanas y estaba listo para
mostrarte cuando rompiste conmigo.
En el momento en que la puerta se abre, los ojos de Roe se agrandan
y su boca se abre.
—¿Thane?
—¿Te gusta? — pregunto. El asombro en sus ojos muy abiertos y
labios entreabiertos me da esperanza.
—Es tan hermoso —susurra mientras entra, con la cabeza girando
mientras lo asimila todo.
—Kinsey se merece lo mejor.
Ella se voltea hacia mí.
—¿Qué significa esto?
—Significa que las quiero a las dos en mi vida. Originalmente, este era
el primer paso.
—¿Primer paso de qué?
—De lograr que confíes en que yo estoy comprometido en esto a largo
plazo. Que estoy pensando en nuestro futuro juntos. —Empujo un mechón
de cabello detrás de su oreja—. ‘Sin remondimientos’, ¿recuerdas? Soy el mal
tatuaje del que no puedes deshacerte.
—No puedes comprarnos para que volvamos contigo.
—Oh, por el amor de Dios —siseé. Paso mis manos por mi cabello,
agarrando los mechones más grandes y jalando para desahogar mi
frustración—. Mujer, te amo, pero tu terquedad para aceptar mi amor me
vuelve loco. No quiero comprar tus emociones. Cualquier regalo que doy es
porque quiero darlo, porque todo lo que quiero es que estés feliz y segura,
así que, si una puta pulsera te hace feliz, ¿adivina qué? Te la voy a comprar,
porque nada me hace más feliz que verte sonreír.
No hubo respuesta y su continuo silencio es desconcertante, así que
sigo adelante.
—Múdate conmigo. Comparte tu vida conmigo. Todo ello. Lo bueno,
lo malo y lo bello. Porque eso es todo lo que yo quiero. Para poder ir a la
cama contigo a mi lado. Que Kinsey me detenga a mitad del sexo con sus
gritos. Despertar un domingo por la mañana para hacer panqueques. Quiero
ser el padre de Kinsey, legalmente y por siempre.
—Tú realmente no querrás que ella te interrumpa a mitad del sexo —
dice. La ruptura de su resistencia y el pequeño fragmento del petardo que
amo en ella, despiertan mis esperanzas.
—En realidad no, pero si eso significa que ambas están conmigo,
sufriré de bolas azules una y otra vez.
—¿Ambas? —pregunta, su tono suena un poco dudoso.
—Lo dijiste antes, ustedes son un paquete conjunto. Lo mejor de todo
es que obtengo una ganga de 'dos por el precio de una'.
—¿Qué tipo de ganga es esa?
—Amor. Tengo la oportunidad de experimentar dos tipos diferentes de
amor, con dos mujeres diferentes e increíbles. No solo te amo a ti, Roe.
También amo a Kinsey. Como si fuera mía. Las quiero a las dos.
Las lágrimas llenan sus ojos y deja a Kinsey en el suelo. Da una vuelta
por la habitación y mira detenidamente todo.
Me quedo donde estoy, mirándola mientras le doy algo de espacio. Se
detiene frente a la cuna y mira fijamente el letrero del nombre de Kinsey que
me habían hecho.
—Es tan hermoso —dice.
No puedo ver su expresión, pero cuando levanta el rostro y se limpia
la cara, sé que está llorando.
Kinsey suelta un chillido agudo mientras se arrastra hacia la silla
donde está sentado un oso de peluche. Utilizando el borde para ponerse de
pie, se incorpora y luego alarga la mano hacia el oso. Una vez que estuvo en
su puño regordete, se voltea y llama a Roe.
—Ese es un osito adorable, cariño. —Traga saliva y luego se arrodilla
en el suelo frente a ella—. ¿Qué piensas de esta habitación?
Kinsey cae sobre su trasero y sacude al oso hacia ella y ella chilla y
emite algunos otros sonidos de bebé.
—Ah ha. ¿Tú crees? —Roe pregunta como si pudiera entenderla. Es
adorable.
Un poco más de sonidos de bebé, luego Kinsey me mira.
—Papi. —Ella levanta su oso para que yo lo vea.
Roe traga saliva mientras también mira en mi dirección.
—Tengo miedo.
Mis músculos se relajan un poco y bajo al suelo con ellas.
—¿De qué?
—De ti, del dolor, de que me vuelvan a decepcionar. No sé cómo
detenerlo. Los pensamientos negativos siempre están ahí, arremolinándose
en el fondo de mi mente.
Extendiendo la mano, tomo su mano en la mía, y esta vez ella no se
echa hacia atrás.
—No sé qué vaya a pasar en el futuro. Nadie lo sabe. Lo que sí sé, es
que nunca me había sentido así antes y que nunca he querido lastimarte.
—La mayoría de la gente no quiere herir a otra persona.
—Puedo decirte lo que quiero para mi futuro. Te quiero a mi lado todas
las noches. Quiero llevarte a conocer a mi familia. Quiero ser el padre de
Kinsey, legalmente, no solo emocionalmente. Quiero algún día darle a
Kinsey un hermano o varios hermanos. Te quiero en mi vida para siempre.
En este momento no me importa rogar, por favor, déjame amarte.
Su rostro se arruga de nuevo y se vuelve hacia mí mientras extiende
la mano. Estoy confundido por un momento antes de que sus labios
choquen contra los míos.
Todo el frío y la desesperación que se había filtrado se desvanecen en
una explosión de calor y fuego que corre por mis venas.
Ella se echa hacia atrás, sus manos ahuecando mi rostro mientras su
frente presiona la mía.
—Te amo tanto que me asusta.
Mi corazón golpea en mi pecho, y no hay nada que me impida envolver
mis brazos alrededor de ella y jalarla con fuerza hacia mí.
Ella me ama. Putas Gracias, ella me ama.
Mi corazón ya no late con fuerza. La inquietud dentro de mí disminuye
cuando la sostengo en mis brazos. Después de los mejores minutos que he
tenido en una semana, la voz de Roe impregna el silencio.
—Me mudaré con una condición.
—La que sea. Cualquier cosa. —Casi me tropiezo con las palabras que
trato de sacar tan rápido.
—Que pueda decorar tu casa y hacer que se sienta como un hogar, y
no un lugar de exhibición. Quiero que sea cálida y acogedora como esta
habitación, no fría y estéril como allá afuera.
Saco la billetera de mi bolsillo trasero y saco una tarjeta de su ranura.
Sosteniéndola entre dos dedos, se la presento.
—Esto ayudará. Compra lo que quieras.
Sacude la cabeza y cubre la tarjeta con la mano.
—¿Qué tal si empezamos haciendo algunas compras juntos?
Me inclino hacia adelante y presiono mis labios contra los de ella.
—Me encantan las salidas familiares.
Todavía estoy tratando de creer que ella me ama, que los últimos
minutos no habían sido un sueño elaborado que yo había inventado. Todo
fue real. Lo sé por el cosquilleo de sus labios contra los míos, el fuerte latido
de mi corazón que coincide con el de ella, y la dura polla que está
desesperada por mostrarle cuánto la amaría por el resto de nuestros días.
Finalmente, las cosas vuelven a estar en el camino correcto, con mis
amores a mi lado. Siento que puedo respirar de nuevo.
45
Roe

Días después, mi apartamento estaba lleno de cajas de cartón y una


lista de tareas pendientes de un kilómetro de largo. Acepté mudarme y
Thane estaba decidido a ‘cerrar el trato’, como él dijo. Con mi irracionalidad
pasada, no lo culpo. El dolor que nos causé a ambos fue dañino, y ninguna
cantidad de disculpas podría arreglarlo. Yo tengo que demostrarle lo mucho
que lo amo y quiero estar con él, tal como él me lo ha demostrado.
Como era la semana de Acción de Gracias, la oficina prácticamente
cerró, por lo que él sugirió que ambos nos tomáramos la semana libre. De
esa manera podría mudarme y celebrar el Día de Acción de Gracias con mi
mamá en su ... nuestra casa.
Para el domingo, ya había contratado a una empresa de mudanzas
para el martes. No me dio mucho tiempo para empacar, pero mi
apartamento no es tan grande como para que me tome mucho tiempo. Ya
he empacado mi ropa y todos mis accesorios junto con los de Kinsey, así
que el dormitorio estaba prácticamente terminado.
Sin embargo, ahora era martes y las cosas estaban hechas un lío.
Me quedo mirando la pila de cajas y luego miro a Kinsey.
—¿Realmente vamos a hacer esto?
Ella me mira y mueve sus brazos y piernas.
—Papi —susurra.
¿Por qué escucharla decir eso tiene que golpearme tan fuerte? Si no
hubiera estado en el suelo la primera vez que lo dijo, lo habría estado. La
forma en que ella lo buscó fue un factor importante para volver a estar
juntos y aceptar mudarnos con él. Pude ver cuánto la adoraba y la
atesoraba. Lo había visto antes, pero mis inseguridades me habían impedido
aceptarlo.
Estar con Thane es abrumador. Mis sentimientos por él son más
fuertes de lo que jamás había sentido, por eso estaba tan asustada. Ese
miedo no me ha abandonado, pero tal vez algún día lo haga. Por ahora, tapo
lo que queda con amor y felicidad.
Me abandona un suspiro y asiento con la cabeza.
—Papi.
—¿Escuché mi nombre? —Thane dice desde la puerta.
Como siempre, me sorprende lo guapo que es. Mi aún persistente
duda de mí misma trata de susurrar que es demasiado guapo para mí, pero
la calmo. O, mejor dicho, la sonrisa cegadora dirigida a mí la sofoca.
Él me quiere. Él nos quiere. ¿Y no me dijo Lizzie que buscara un
hombre que nos quisiera a las dos? Thane ha demostrado con creces que sí
lo hace. Como dijo mi mamá cuando vio la habitación que él creó, ‘Nadie
gasta miles de dólares en hacer un hogar para un bebé, si no está locamente
enamorado’.
Ella tenía razón. Yo había permitido que todos mis miedos e
inseguridades sabotearan nuestra relación. Es algo de lo que me arrepiento,
pero Thane me dice que no lo haga, que eso fue solo un trampolín hacia
nuestro para siempre. Sé que eso solo es él tratando de eliminar la
negatividad, y funcionó.
—Kinsey solo me estaba recordando por qué estoy parada en un mar
de cajas de cartón.
Él la mira muy serio, y sus ojos se abren de par en par ante su
expresión.
—Buena chica —dice, sus labios volviéndose hacia una brillante
sonrisa, que Kinsey le devuelve.
Pego con cinta adhesiva la caja de utensilios de cocina y la etiqueto
con un marcador antes de colocar el pesado bloque encima de otro.
Las manos de Thane aterrizan en mis caderas cuando me doy la vuelta
y me atrae con fuerza hacia él.
—Hola.
—¿Buena ducha?
Él asiente con la cabeza y yo me inclino, tomando un trago profundo
de su aroma picante y cítrico. Un gemido me abandona, envuelvo mis brazos
alrededor de su cuello y lo jalo hacia abajo. Suelto un aliento inestable un
segundo antes de que sus labios se aprieten contra los míos.
Profundizo el beso, deseando que nunca termine, pero él se aparta,
haciéndome gemir. Se ríe de mi molestia.
—Tenemos una tarea hoy, ¿recuerdas? Los de la mudanza estarán
aquí a las dos y todavía te queda mucho por hacer.
—¿De quién es la culpa? —Le pregunto, dándole un manotazo en el
pecho y frunciendo el ceño mientras salgo de sus brazos.
—Ni idea. ¿De qué tú seas perezosa?
Me vuelvo hacia él, con esa sonrisa de comemierda en su rostro, y le
tiro una toalla.
—Perezosa, mi culo. Cada vez que intentaba empacar, comenzabas a
manosearme.
—Podrías haberte resistido.
Pongo los ojos en blanco.
—Como si eso hubiera funcionado. Como dijiste antes, conoces mis
puntos débiles y los explotaste.
Él se encoge de hombros.
—Folladas felices.
Me abandona un suspiro y no puedo evitar sonreír ante su locura.
—¿Qué muebles quieres llevarte? —pregunta mientras toma una
libreta de papel y un marcador.
Miro alrededor de la habitación, asimilando lo poco que tengo. Con un
apartamento pequeño solo caben muebles pequeños.
—La cama, el tocador y la mesita de noche de mi dormitorio. Podemos
arreglar una habitación de invitados en el tercer dormitorio. Fueron míos
mientras crecí y no quería deshacerme de ellos.
El asiente.
—Buena idea. Tengo un escritorio allí y algunas cosas raras, pero
pueden pasarse a la biblioteca.
Dejo escapar una pequeña risa y niego con la cabeza.
—Tú lo llamas biblioteca. —Es una habitación grande vacía al otro
lado de la cocina.
Él se encoge de hombros.
—Eso es lo que dice en los planos del apartamento. Está bien, ¿qué
más?
Muerdo mi labio inferior. No hay mucho más. Vamos a comprar un
sofá nuevo juntos, así que no hay necesidad del mío. De todos modos, está
muy gastado. La mesa de café viene de la casa de mis padres, así que
definitivamente va a funcionar. Está mi pequeña mesa de cocina, que tal vez
podría usarse en algún lugar, y era pequeña, así que ¿por qué no? Lo último
es mi librero junto a la puerta principal. Es una pieza que compré con Pete
y no tenía nada de especial, por lo que definitivamente podría soportar ser
reemplazada por algo más grande y mejor.
—¿La lámpara? Frunzo los labios antes de pasar al mueble de
gabinetes empotrado en la pared, llevando una caja conmigo—. No recuerdo,
¿hay estanterías en la 'biblioteca'?
—Definitivamente podemos poner algunas.
—Empotradas.
Él asiente con la cabeza, luego pasa la página, probablemente para
tomar nota.
—Se verán geniales.
Me quedo mirando el estante frente a mí. Está lleno de cosas raras, y
no sabía por dónde empezar primero.
—¿Vas a conservar algo? —Thane pregunta mientras dobla una de las
cajas y la une.
Me abandona un suspiro.
—Además de algunas cosas de Kinsey, no lo sé. Realmente no hay
tiempo para hacerlo.
—¿Te estás asustando un poco por ahí? —pregunta, notando mi
mirada hacia abajo con el estante frente a mí.
Lo miro por encima del hombro.
—Un poco. —Cierra el espacio entre nosotros y envuelve sus brazos
alrededor mío, y me fundo en él—. ¿Cómo puedes calmarme con solo un
toque?
Se ríe entre dientes y me da un beso en la sien.
—Magia. Ahora, ¿Qué es lo que te ha dejado como anonadada?
Vuelvo a mirar la mezcla de cosas.
—¿Los ordeno ahora o más tarde?
—Hagámoslo fácil y digamos más tarde. Simplemente guárdalo todo
en cajas y podrás revisarlas en casa.
Casa. Me encanta la forma en que lo dice con facilidad. Va a ser el
hogar de nuestra familia.
Asiento y apoyo la cabeza contra su hombro.
—Oye.
—¿Mmm?
—¿Te he dicho hoy que te amo?
Sus brazos se aprietan y su voz suena tensa.
—No.
—Te amo —le susurro.
Un tembloroso suspiro lo abandona.
—Te amo. Tanto. Y por si no te lo he dicho hoy, estoy muy jodidamente
feliz de que te mudes conmigo.
—¿Estás seguro de que no es demasiado pronto?
—No. Ni una sola duda. Te quiero a tiempo completo. Mi polla
también.
Pongo los ojos en blanco y sonrío.
—Siempre con la polla.
No me está dando margen de maniobra, y con su respuesta me doy
cuenta de que no me molesta, porque al final, eso es todo lo que siempre he
querido. Estar con él. Para compartir nuestras vidas. Para no dejarlo nunca.
Y estamos dando el paso más grande para que todo eso se convierta
en algo más que sueños y palabras. Es una realidad.
Hacemos equipo para empaquetar todo y aun así entreteniendo a
Kinsey, y después de dos horas llegan los de la mudanza. Cuatro hombres
sacan todo en poco más de una hora y media como si nada.
Camino por el apartamento vacío comprobando si hay alguna cosa
olvidada de último momento o pasados por alto, notando cuánto más grande
se ve el espacio cuando está vacío. Es un lugar pequeño, pero había
funcionado. Fue el hogar al que traje a Kinsey, el hogar donde aprendí a ser
madre y el hogar donde abrí mi corazón a alguien.
Por mucho que esos recuerdos signifiquen algo para mí, es solo un
apartamento, uno en el que solo he vivido durante poco más de un año.
—¿Lista? —Thane pregunta, llevando a Kinsey en sus brazos. Ella
tiene la cabeza contra su pecho y su mano regordeta agarrando su camisa.
Ese cuadro hace que mi corazón se dispare.
Él es el socio y el padre que nos merecemos. El que nos eligió a las
dos. El arrogante con un corazón tan frágil como el mío.
Nos dirigimos hacia la entrada y la atravesamos. Le doy a la habitación
una última mirada antes de cerrar la puerta y despedirme de mi pasado,
lista para dar un paso hacia mi futuro con Thane a mi lado.
46
Thane

Tres meses después…

Mi casa ya no es mía.
Y me encanta.
Los cambios que Roe había hecho en el lugar eran simples y estéticos,
pero le dieron calidez todo. Desde alfombras de colores hasta cortinas, un
nuevo sofá que era cómodo, no como el moderno que tenía antes.
Le di carta blanca y, a pesar de lo difícil que fue ver que algunas cosas
se fueron, cuando llegaron las cosas nuevas, me di cuenta de que ella tenía
razón. Todos mis muebles habían sido elegantes y modernos, y aunque no
había nada de malo en el estilo y se veía bien, no era muy cómodo ni cálido.
Estoy atascado mirando a mi computadora, mis nervios se aceleran,
lo que me hace leer el mismo párrafo una y otra vez. Habíamos superado
tres grandes festividades y el Día de San Valentín con gran éxito. Mis padres
vinieron a Nueva York para las vacaciones de Navidad y finalmente
conocieron a Roe y a Kinsey.
Al igual que yo, se enamoraron de las dos. Linda, la mamá de Roe,
también vino, junto con mi hermano pequeño, Wyatt. Fue maravilloso tener
a todos en nuestra casa durante las vacaciones creando recuerdos
familiares en un lugar que no tenía recuerdos antes de Roe.
Era simplemente un lugar en el que yo vivía. Ahora, realmente yo tenía
una vida en él.
Sí, Kinsey me había interrumpido a mitad del sexo más de una vez,
pero tener a Roe en mi cama valía la pena. Kinsey lo compensaba con su
ternura, y cada día nuestra conexión crecía.
La cálida sensación que siempre se apodera de mí cuando pienso en
mis chicas se empapó de nuevo con mis nervios hiperactivos.
—Contrólate, Carthwright —me quejo para mí.
Un golpe en la puerta de mi oficina es un bienvenido descanso de mi
incapacidad para concentrarme.
—Adelante —grito.
Crystal sonríe mientras entra.
—El almuerzo está aquí —dice, sosteniendo una bolsa.
Mi estómago hace un ruido a su entrada y me paro, caminando sobre
la mesa donde ella está sacando los contenedores.
—No me di cuenta de lo hambriento que estaba hasta que entraste.
Ella se ríe entre dientes.
—Nunca lo haces.
Mientras ella abre los contenedores, saco algunos platos y cubiertos
que guardo en un armario cercano. Facilita el intercambio y me gusta usar
utensilios reales y no plásticos.
Los viernes, Crystal y yo siempre pedimos comida a domicilio y
almorzamos juntos. Comenzamos a hacerlo cuando la contrataron por
primera vez como un tipo de gesto de conocerla y, en su mayor parte,
continuó así. A menudo, en estos días, Roe se une a nosotros. La comida
del día es en un restaurante de tapas cercano.
—¿Cuál es el plan para el fin de semana? —Crystal pregunta mientras
comienza a apilar comida en su plato. Hay un tono de complicidad en su
voz, pero me niego a verificar su sospecha para no darme mala suerte.
—Cena con James y algunos otros amigos, junto con la mamá de Roe.
—Su mamá también, ¿eh?
Entrecierro mi mirada hacia ella.
—Cena de inauguración de la casa.
—Claro —dice con una sonrisa.
—No digas una maldita palabra.
—No dije nada.
—Tu ibas a hacerlo.
Ella se encoge de hombros.
—Quizás.
—Bueno, no lo hagas.
—Te vas a las tres hoy, ¿verdad?
Asiento.
—Correcto.
Crystal es buena y no presionó por más, pero supe cuando el
mensajero armado llegó a principios de semana, que ella sabía exactamente
lo que estaba pasando.
Cerca del final del almuerzo, mi teléfono suena con un mensaje de
texto.
Jace El Idiota: ¿A qué hora es esta noche?
Thane: Tragos a las siete, cena a las ocho.
No puedo evitar reírme ante el nombre del contacto.
—¿Que es tan gracioso? —Pregunta Crystal.
Giro el teléfono hacia ella y le muestro el nombre, lo que la hace reír.
—Déjame adivinar, ¿Fue Roe?
El primer encuentro de Roe con Jace fue tan espectacularmente malo
como pensé que sería. Jace dijo todas las cosas incorrectas y provocó a Roe,
quien simplemente lo derrotó, como siempre hacía conmigo. Su ingenio
seguía siendo algo que me asombraba, y más aún cuando se dirigía a otra
persona.
Después de esa noche, Roe cambió su nombre en mi teléfono y yo
nunca lo cambié de vuelta porque es apropiado.
Incluso con su mala primera reunión, resultó que aparentemente no
fue tan horrible como yo creía. Jace estaba impresionado por Roe, y Roe,
aunque molesta por Jace, se divertía con sus peleas verbales.
Unas horas después, alguien llama a mi puerta y miro a la mujer más
hermosa del mundo.
—¿Listo? —Roe pregunta mientras camina hacia mí.
—Lo estaré cuando estés frente a mí si sigues caminando así.
Ella se ríe y pone los ojos en blanco como siempre, luego se jala el
cuello de su camisa de cuello redondo, exponiendo su hermoso escote.
—¿Es en serio? Quiero recibir una puta paja de camino a casa por esa
mierda.
Se para frente a mí, con su sonrisa descarada en su lugar mientras se
inclina. Cuando sus labios se presionan contra los míos, un gemido bajo se
arrastra cuando toma mi polla ahora tensa.
—Joder, mujer.
—El resto del día está arruinado, también podría irme a casa —
susurra contra mis labios antes de deslizar su lengua por ellos.
Una risa se me sale.
—Me estás matando.
Ella se endereza y extiende su mano.
—Vamos.
Roe sigue burlándose de mí y cuando llegamos a casa, la inmovilizo
contra la ventana con mi polla. Ayuda a liberar mi tensión y mis nervios.
Después voy a la ducha mientras ella va a recoger a Kinsey. Cuando
regresa, yo llevo a Kinsey a la cocina para comer un bocadillo mientras Roe
se ducha y yo me preparo para la cena.
Solo James sabe de qué se trata realmente esta noche. Todos menos
Jace habían visitado el apartamento desde que Roe se mudó, por lo que
llamarlo fiesta de inauguración era un poco falso. Cuando Roe rechazó la
idea, le expliqué que solo quería reunirnos con nuestros amigos ahora que
lo habíamos convertido en un hogar.
—¿Cómo te va por aquí? —Pregunta Roe mientras saca una bandeja
de madera grande del gabinete para la charcutería que estamos preparando.
Se está pasando una toalla por el pelo mojado y me abandona un gemido.
—Me dan ganas de repetir lo de hace una hora contigo luciendo así.
Se muerde el labio inferior y sonríe.
—Sabes que me gusta tentarte.
Oh, cómo sabía yo eso.
—Sí, pero tenemos cuatro personas y media que vendrán a cenar en
una hora y media.
Envuelve sus brazos alrededor de mi cintura y coloca un beso a un
lado de mi brazo.
—Está bien, me comportaré hasta que se vayan.
El sexo sucedía mucho más desde que se mudó, y no me quejo ni un
poco. Descubrí que es una forma en que nos uníamos, una forma que ambos
necesitamos para mantener al margen nuestras inseguridades de
abandono. Es extraño decir que el sexo nos hace una pareja más fuerte,
pero es cierto. Creo que vivir juntos también ayuda.
Unos minutos antes de las seis, Roe está acabando de ordenar la
charcutería en el comedor mientras yo corto patatas en la cocina cuando
suena el timbre. Por el rabillo del ojo, veo a una Kinsey que camina como
un pato y pisa fuerte pasando la puerta de la cocina con Roe justo detrás de
ella. Roe me guiña un ojo y me lanza un beso al pasar.
—¡Bueno, hola, mi calabaza! —Escucho decir a Linda.
Me enjuago las manos y salgo a saludarla. Tiene a Kinsey en sus
brazos admirando su vestido cuando la alcanzo.
—Bienvenida —le digo, inclinándome para besar su mejilla. Kinsey
hace un sonido y giro mi cabeza y la beso también, ganándome una
carcajada.
—Buenas noches, Thane. Todo huele maravilloso.
—Gracias. —Tengo un lomo de ternera rostizado con costra de hierbas
y un poco de salsa de crema de ajo hirviendo a fuego lento. También va a
haber patatas asadas. Todavía queda mucho por hacer y ahora que Linda
está aquí, Roe puede ayudarme de nuevo.
—¿Quieres vino, mamá? —Roe pregunta mientras caminan hacia el
comedor y la sala de estar.
—Me encantaría.
Roe aparece de nuevo en la puerta.
—¿Cómo vamos?
Echo un vistazo a mi alrededor.
—Necesito que termines la ensalada, luego comiences tu magia con
los espárragos y saltees las judías verdes.
—Está bien, Capitán.
No puedo evitar mirarla usando un delantal para ayudar a mantener
limpio su vestido. Visiones de ella vistiendo solo eso bailan por mi mente, y
dejo escapar un gemido suave.
—Detente.
Ella me mira parpadeando.
—¿Detener Qué?
—De lucir tan malditamente sexy todo el tiempo.
Ella se ríe y se estira para besar mi mejilla.
—Al igual que con tu atractivo sensual, no se puede evitar.
Un rato después suena el timbre de la puerta de nuevo y Linda abre
por nosotros. Las voces de James y Lizzie rebotan en las paredes seguidas
de un chillido de Kinsey y otro de Oliver. Habría otro sonido agudo, pero
Bailey está de vacaciones con sus abuelos.
Apenas habían atravesado la puerta cuando suena otra voz familiar.
Por la introducción a Linda supe que era Jace, y en el momento justo
aparece frente a la puerta de la cocina.
—¡La fiesta puede empezar, ya llegué!
—Quieres decir que puede terminar ahora que estás aquí —dice Roe.
—Ni siquiera puedo entrar por la maldita puerta y ya estás encima de
mí. Sólo admítelo, cariño, me quieres más que a este saco de estiércol —
dice, mirándome con una sonrisa.
No habían pasado dos minutos y ya la estaba provocando. Ella solo
sonríe a mi lado, lista para devolver el golpe.
—Prefiero comer mierda a estar contigo. Además, su trasero está más
caliente.
Se golpea el corazón con la mano.
—Me hieres, nena. Eso duele. ¿Sabes cuánto tiempo le dediqué a este
culo para tenerlo tan bien?
Salto cuando la mano de Roe golpea mi trasero, luego lo agarra.
—Oye, no soy un juguete en tus discusiones.
Ambos me ignoran.
—No podrías conseguir un culo tan bueno aún si trabajaras en él diez
horas al día. Algunos hombres simplemente están hechos de esa manera.
—¿De qué manera es esa?
—Perfecta.
Me inclino y beso la parte superior de su cabeza mientras cubro las
papas con aceite y hierbas.
—La noche comienza de nuevo con Roe sobre ti.
—Sí, me gustaría que Roe estuviera encima de mí. ¿Crees que podría
tomarla prestada alguna vez?
Mis ojos se convierten en rendijas cuando me vuelvo hacia él.
—Cállate y ve a tomar algo.
Lleva una sonrisa de comemierda y mira entre nosotros y el grupo en
la sala de estar.
—Entonces —Jace se frota las manos—. ¿Vamos a jugar al strip póker
esta noche?
—¡No! —Tanto James como yo gritamos al mismo tiempo.
Roe y yo terminamos rápidamente lo que estamos haciendo para
poder unirnos a nuestros invitados. Es casi como un baile mientras nos
movemos alrededor, robando besos a medida que avanzamos. Nos habíamos
convertido en excelentes compañeros de baile en la cocina.
Finalmente podemos tomarnos un descanso, nos unimos a todos.
Cuando entramos, Kinsey chilla y se acerca a mí.
—¡Papi!
—¿Sí, bebé boo? —Me inclino y la levanto. Miro alrededor de la
habitación para encontrar más de un par de ojos sobre mí—. ¿Qué?
—Amigo, ella te llamó Papi —dice Jace.
—Y lo soy.
—Es dulce —dice Lizzie, desafiando a Jace a decir algo malo al
respecto.
No importa si lo hace, porque yo soy su papá en mi corazón y ahora
todos lo saben.
—Ella es la hija de tu hermana, ¿verdad? —Pregunta Jace, mirando a
Roe. No sabe mucho sobre cómo Kinsey llegó a estar con Roe.
Roe asiente.
—Pero soy su tutor legal.
—Y su madre —agrego.
—¿Qué le pasó a tu hermana? —Pregunta Lizzie.
No hemos visto a Ryn desde el cumpleaños de Kinsey, pero cuando
recibimos más información sobre el caso, averiguamos por qué.
—Su oficial de libertad condicional la sorprendió drogada, y ahora está
cumpliendo condena —dice Roe—. Eso era parte de su libertad condicional.
Evitar las drogas.
—Bueno, tal vez esto la haga enderezarse —dice James, gimiendo a
su esposa cuando ella le da un codazo.
Veo cómo la expresión de Roe se reduce y alargo la mano para
agarrarla. Perder a Kinsey por culpa de Ryn era uno de sus mayores
temores.
—Detente —le susurro al oído.
Respira hondo y se endereza, luego se vuelve hacia mí.
—Gracias —dice mientras presiona ligeramente sus labios contra los
míos.
Aprieto su mano. Si las cosas salen como espero, podríamos comenzar
el proceso de adopción de Kinsey. Al menos sabemos dónde está Ryn. Solo
me preocupa lo susceptible que sería a renunciar a sus derechos de
maternidad.
Un poco más tarde, estamos todos sentados en la mesa, incluidos los
niños: Kinsey en una silla alta y Oliver en el regazo de James.
Hace un año, la habitación en la que estábamos no tenía nada de la
vida que tiene ahora. Oscura y gris y vacía, en comparación con la calidez
para compartir con amigos y familiares. Me habría reunido con Jace para
tomar algo, luego me iría a casa, trabajaría la mitad del fin de semana, me
bañaría y repetiría todo de nuevo. No puedo imaginar cómo había cambiado
mi vida con el simple hecho de un café derramado.
Mis nervios se aceleran cuando termina la cena. Aunque no llevamos
mucho tiempo juntos, no tengo ninguna duda en mi mente o en mi corazón
de que es lo correcto.
Nosotros somos lo correcto.
Hay mucha charla y golpeo el borde del vaso con el tenedor para
llamar la atención de todos.
Me pongo de pie, empujando mi silla hacia atrás y capto la mirada de
James. Me levanta un pulgar sutilmente, lo que ayuda a calmarme un poco.
—Quiero agradecerles a todos por venir esta noche y bautizar nuestra
casa como un lugar para amigos y familiares. La noche ha sido genial, pero
sigo pensando que hay una cosa que podría hacerla aún mejor.
—¿Bañarnos desnudos? ¿Marihuana? —Dice Jace, haciendo reír a
toda la mesa.
—Alguien que lo golpee —dice Roe, a lo que Lizzie accede.
Con un trago fuerte, saco la pequeña caja de mi bolsillo y me ajusto a
arrodillarme sobre una rodilla al lado de Roe.
Sus ojos se abren de par en par y sus labios se agrandan cuando abro
la caja y expongo el anillo de diamantes dentro.
—¿Thane?
—Roe, desde el momento en que no tan accidentalmente derramaste
café sobre mí —comienzo, ganándome algunas risas de nuestros invitados—
. Me cautivaste por completo. Al principio no entendía por qué, pero lo supe,
es porque estabas destinada a ser mi todo. Somos una pareja perfecta y no
puedo expresar la profundidad de mi amor por ti. Quiero acabar con el resto
de nuestros miedos e inseguridades y unirnos para siempre, porque no
tengo vida sin ti. Kinsey, tú y yo contra el mundo. Sé que no ha pasado
mucho tiempo, pero sé qué hacemos buena pareja. ¿Podrías casarte
conmigo, convertirte en mi esposa y quedarte conmigo para siempre?
Le tiembla el labio inferior y frunce el ceño mientras lucha contra las
lágrimas.
—¡Sí! —grita antes de poner sus brazos alrededor de mis hombros y
acercarme—. Sí. Si. Si. Para siempre, sí.
Epílogo
Thane

Dos años y medio después...

Empujo la puerta para abrirla, apenas logrando pasar antes de que


Kinsey se deslice por mi torso y golpee el suelo. Inmediatamente se va,
corriendo a su habitación.
Se está volviendo casi demasiado grande para cargarla, pero ya no es
algo que hacemos a menudo. Después de la guardería, le gusta la conexión
de estar sostenida después de horas de separación, pero tan pronto como
llegamos a casa, todas las apuestas se cancelan.
Le sonrío antes de dirigirme a la cocina. Saco del refrigerador un
recipiente pequeño con uvas y uno de brócoli. El amor de la niña por el
brócoli me asombra. Luego saco un paquete de galletas de la despensa y las
pongo en su pequeña mesa de juegos. Después de llenar dos vasos con agua,
dejo el que tenía tapa sobre la mesa y me llevo el otro al dormitorio principal
para ver cómo está Roe.
Las luces están apagadas y la puerta está entreabierta. Hay algunos
rayos de luz provenientes del borde de las cortinas opacas que iluminan la
habitación, lo suficiente como para caminar y encontrar sus ojos sobre mí.
—Hola, bebé —digo mientras me siento en el borde de la cama,
colocando el agua junto a ella en la mesita de noche. Mis ojos se adaptan a
la tenue luz y le aparto el pelo de la cara—. ¿Como te sientes?
—Cansada —dice, incapaz de levantar la cabeza. Ha pasado días así
y me preocupa que algo esté realmente mal. Se había sentido mal durante
semanas y había rechazado mis solicitudes de que llamara al médico, pero
los últimos días se había sentido demasiado mal.
—Mami —dice Kinsey mientras entra corriendo. Salta a la cama, pero
no es lo suficientemente alta para subirse. Pequeños gruñidos me hacen reír
ante sus intentos de subirse.
La agarro por la cintura y la subo a la cama.
—Gashas, papi —dice con su voz aguda antes de arrastrarse hacia los
brazos de Roe.
—Hola, cariño, ¿Tuviste un buen día?
—¡Sí! —ella chilla—. ¿Potemos ir a parque?
Roe frunce el ceño.
—Mamá no se siente bien, pero papá puede llevarte un rato.
Kinsey me mira con sus grandes ojos redondos y sé que voy a decirle
que sí. No pudo negarles nada a mis chicas.
Y son mis chicas, en todos los sentidos. Roe y yo nos casamos hace
un año y medio en la casa del lago de mi familia en Carolina del Norte, y
poco después iniciamos la adopción de Kinsey. Nosotros juntos.
Durante los últimos tres meses, ha sido oficialmente nuestra, una
Cartwright, y nadie podrá llevársela. Mackinsey Ryn Carthwright.
—Tu merienda está en la mesa. Dame unos minutos para hablar con
mami y nos vamos, ¿de acuerdo? —Afortunadamente, el parque St.
Catherine está al otro lado de la calle. No quiero estar lejos en caso de que
Roe me necesite.
—¡Okey! —grita alegremente antes de soltarse de los brazos de Roe y
deslizarse por el borde de la cama.
Vuelvo a mirar a Roe.
—¿Hablaste con el médico?
Ella asiente con la cabeza y señala un trozo de papel en la mesita de
noche.
Mis manos tiemblan cuando extiendo la mano, mi corazón martillea
por descubrir qué horror se ha apoderado de mi amor.
Leo los resultados.
Luego los leo otra vez.
Mis ojos se encuentran con los de ella.
—Bueno, supongo que eso explica muchas cosas.
Ella se echa a reír y se vuelve hacia la almohada. Me inclino y me subo
a la cama, enjaulándola debajo de mí.
Muevo mi mano entre nosotros y la apoyo en su abdomen.
—Vaya, señora Carthwright, creo que oficialmente ha hecho realidad
todos mis sueños.
—Se necesitan dos para bailar el tango.
—Si estás a la altura, planeo bailar el tango toda la noche para
celebrar, Pero ¿cómo?
Se voltea de espaldas y me mira a los ojos.
—Mi alarma del mediodía no estuvo haciendo un buen trabajo
recordándome hace un tiempo.
¿Hace un tiempo?
—¿Qué tanto tiempo?
—Aproximadamente diez semanas.
Justo para el tiempo de la adopción. Estuvimos tan ocupados entre la
adopción y todo el papeleo que la acompañaba. Visitamos a Ryn donde
todavía estaba en la cárcel. Yo estaba listo para una pelea, pero Ryn
simplemente miró a los ojos a su hermana y dijo: ‘Le has dado una vida que
nunca podré darle. He estropeado muchas cosas en mi vida, pero darte a mi
hija es lo único bueno que puedo hacer por ella’.
Cedernos sus derechos de madre fue una ofrenda de paz y un regalo
de bodas tardío por todo lo que había hecho pasar a Roe. Ella no iba a pelear
contra eso, y al final, se abrazaron con lágrimas en los ojos antes de que nos
fuéramos.
El fin de semana del Día de los Soldados Caídos se hizo oficial y
tuvimos una fiesta para celebrar la adopción, una gran celebración con
amigos y familiares. Kinsey no tenía idea de qué se trataba, pero recibió
regalos, así que para ella fue como una Navidad anticipada.
Quedar embarazada estaba en nuestro futuro, pero habíamos
decidido que pasara la boda y la adopción antes de intentarlo.
—Supongo que todo eso de intentarlo está fuera de la lista —digo
mientras me inclino y dibujo mis labios contra su cuello, presionándolos
contra su piel cada pocos centímetros.
—La práctica realmente hace la perfección.
—Me encanta la práctica.
Se muerde el labio inferior y me sonríe.
—A mí también. Siempre podemos practicar para el número dos.
Un gemido me abandona y aprieto mis caderas contra las de ella.
—Me estás poniendo nervioso.
—Me gusta cuando estás alterado.
Pero olvidas que estoy a punto de llevar a nuestra hija al parque. Voy
a parecer un pervertido enorme yendo allí con una erección. —Me encanta
cómo su expresión se derrite cada vez que llamo a Kinsey "nuestra hija"—.
Y tú estás cansada.
—Creo que tú podrías reanimarme un poco.
Gruño contra su cuello y muerdo su punto más sensible, ganándome
un jadeo de mi hermosa esposa debajo de mí. Se inclina contra mí, sus
manos agarran con fuerza la chaqueta de mi traje.
—Una pequeña sirena tan tentadora. Sabes que no podemos en este
momento, y solo me estás incitando porque eres una pequeña traviesa
tentadora a la que le encanta verme sufrir.
—Sólo sexualmente.
Me aparto de ella y palmeo mi polla a través de mis pantalones
mientras me pongo de pie.
—Esto es tu culpa.
—Y me encanta —dice, pasándose la lengua por los labios mientras
se acerca a mí.
Doy un paso adelante y gimo cuando su pequeña mano agarra mi
polla.
—Hace calor. Deberías vestirte con algo más fresco.
—Solo quieres tocar mi polla y volverme aún más loco por ti.
—Admítelo, te encanta que te desee tanto.
Me inclino y presiono mis labios contra su frente, luego bajo para
colocar un ligero beso en sus labios. Si hago algo más, Kinsey va a entrar
conmigo teniendo mis bolas hasta el fondo dentro de su madre.
Y realmente no quiero que eso se repita. Al menos la última vez
estábamos vestidos.
—Lo admito —digo. Antes de que las cosas se calienten aún más, entro
al vestidor, dándome un poco de espacio para tratar de calmarme.
Me quito el traje y me pongo unos pantalones cortos y una camiseta.
Fue suficiente tiempo para que solo me quede a media erección cuando
vuelvo a la habitación, solo para encontrar a mi esposa masturbándose. Uno
de sus pezones perforados estaba expuesto y sus ojos estaban pesados y
oscuros. Me costó todo lo que pude evitar abalanzarme sobre ella en ese
momento.
—Joder —siseé—. Me vas a matar.
Saco la sábana de su cuerpo para encontrar sus bragas empujadas
hacia un lado, dos dedos deslizándose dentro y fuera de su abertura.
Me concentro en los sonidos fuera de la habitación y escucho en el
fondo a Kinsey cantando alegremente, las melodías de uno de sus videos.
Probablemente concentrada en su merienda.
Un gemido golpea mi oído y llama mi atención a la mujer que se
retuerce en mi cama. Ella está cerca. Lo noto por el incontrolable
movimiento de sus caderas. Le doy un golpe en la mano antes de agarrar
sus muslos y presionarlos contra la cama.
—Eres un demonio —susurro antes de morder la suave carne del
interior de su muslo. Paso mi lengua por su abertura, probando por primera
vez en días su dulce almizcle. Un gemido me abandona y lamo más
profundamente, luego golpeo su clítoris con la punta de mi lengua,
haciéndola saltar antes de comenzar de nuevo.
Apenas había comenzado cuando sus manos agarran mi cabello,
sosteniéndome contra ella mientras se mueve hacia mi rostro.
Hoy no.
Aprieto mi agarre en sus caderas y la mantengo quieta, lanzando el
golpe final.
—¡Mierda! —sisea cuando tomo su clítoris entre mis dientes. Otro
gemido bajo, los muslos se sujetan alrededor de mi cabeza, su cuerpo
tiembla casi incapaz de contener el placer que la mece.
Ella se hace añicos, y lentamente la lamo hasta que se calma.
Con un último beso, le pongo las bragas en su lugar y me pongo de
pie. Sé que mis ojos están oscurecidos por la lujuria. Todo lo que quiero
hacer es enterrarme entre sus muslos y encontrar la liberación.
—¡Papi! ¡Nosotros vamos! —Kinsey llama desde la puerta, luego sale
corriendo.
Roe se ve agradablemente saciada mientras me sonríe. Me encanta
esa mirada, pero en ese momento la odio porque necesitaba una liberación
que yo no voy a conseguir.
—Me debes una. Estoy hablando de una mamada hasta el fondo de
las bolas y la garganta.
Sus ojos brillan de emoción.
—Lo que quiera mi marido.
La miro.
—Tu marido desea no ir al parque con una puta erección. Si voy a la
cárcel, le dirás al juez por qué estoy en este estado.
—Sí, mi amor —dice dulcemente.
Me voy al baño para limpiarme la cara antes de regresar al dormitorio.
Roe está casi dormida de nuevo, y me inclino y presiono mis labios contra
su frente.
—Te amo.
—Yo fambén —logra susurrar, aunque casi incoherente.
—Volveremos en un rato —digo y la encuentro completamente
dormida.
En el ascensor, trato de que mi pene se calme, pero sé que eso va a
ser un problema, porque lo que siento no puede curarse con pensamientos
de agua fría y béisbol.
No. Hoy no. Mi esposa está embarazada y vamos a ampliar nuestra
familia.
—¿Listo, papá? —Pregunta Kinsey.
—Sí, Bebé boo —digo con una sonrisa. Es la verdad absoluta que
siento en mi alma.
Estoy dispuesto a pasar el resto de mi vida feliz en los brazos de mi
familia.

Una última nota de Roe ...


El primero de marzo nació Malcolm Alexander Carthwright. Fue idea
de Thane ponerle a nuestro hijo el nombre de mi padre.
Ya no tengo un pie fuera de la puerta. No, ambos pies están
acurrucados debajo de la pierna de Thane. Los mantiene agradables y
cálidos, como mi corazón.
Solía creer que no estaba destinada al amor verdadero. Que eso era
solo en los cuentos de hadas y novelas románticas, pero Thane demostró
que la vida real puede ofrecer un amor más profundo que cualquier historia.
Ese amor es más poderoso que todas mis dudas sobre mí misma y mis
problemas de confianza.
Nuestra historia recién comienza, con las primeras piezas en su lugar,
y estoy deseando pasar el resto de mi vida rodeada de mis seres queridos.

FIN
Sobre la autora

K.I. Lynn es la autora más vendida de USA Today con The Bend
Anthology y es una de las más vendidas de Amazon con Breach and
Becoming Mrs Lockwood. Pasó su vida incursionando en las artes, desde la
música hasta la pintura y la cerámica, hasta finalmente la literatura. Los
personajes siempre rondaban por su cabeza, representando sus historias,
pero no fue hasta más tarde en la vida que los escribiría. Resultaría ser lo
único que realmente la apasionaba.
Desde que comenzó a publicar sus historias en Internet, ha sido
aclamada por su diversidad de historias y su estilo de escritura tan
contundente. Nunca hay dos historias ni dos personajes iguales, su cerebro
se mueve entre diferentes ideas más rápido de lo que puede escribirlas,
mientras también trama su búsqueda de la dominación del mundo... o del
queso. Lo que sea más fácil de conseguir... Normalmente es el queso.

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