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MAESTRÍA EN DOCENCIA UNIVERSITARIA

COACHING PROFESIONAL

ACTOS DEL HABLA

Podemos identificar las acciones universales realizadas en el lenguaje, que llamaremos “actos
lingüísticos”:

1. Afirmaciones
2. Declaraciones
3. Juicios
4. Promesas
5. Peticiones + Declaración de aceptación
6. Ofertas + Declaración de aceptación

Cada una de estas acciones que ejecutamos en el lenguaje cumple un rol específico en nuestras
conversaciones. Las tres últimas están vinculadas a la coordinación de acciones.

Las afirmaciones son un acto lingüístico que utilizamos para describir el mundo que
observamos. Es curioso porque estas parecen descripciones. Sin embargo, son
proposiciones acerca de nuestras observaciones. Es importante aclarar esta parte porque las
afirmaciones no describen las cosas como son, solo como las observamos. Aun cuando mi
compañero y yo compartamos las mismas observaciones no podemos decir que observamos las
cosas como son realmente. Solo podemos decir que compartimos lo que observamos, más no
la descripción de la realidad.

Sin embargo, tomando en cuenta nuestra capacidad común de observación, los seres
humanos podemos distinguir entre dos tipos de afirmaciones, las verdaderas o las falsas. Esta
es una de las distinciones de lenguaje más importantes que podemos deducir cuando tratamos
con afirmaciones. La distinción entre lo verdadero y lo falso es un acuerdo social que hace
posible la que esta forma de ver las cosas tenga vigencia en la comunidad.

Una afirmación verdadera es una proposición para la cual podemos proporcionar un testigo, que
confirme nuestra propuesta. Por ejemplo; la expresar la propuesta “El sábado fue la fiesta de
Lupita”, es una afirmación, que puede ser confirmada por quienes participaron en la fiesta.

Como comenté en un principio, también las afirmaciones pueden ser falsas. Una afirmación falsa
es una propuesta a ser confirmada, pero que cualquier testigo podría refutar. Ejemplo: “Este
sábado llovió en la Ciudad”, por la forma en la estoy expresando es una afirmación, sin embargo,
puede ser refutada por alguien, de ser así sería una afirmación, pero una afirmación falsa. No
todas las afirmaciones, pueden ser separadas en la práctica en verdaderas o falsas. Algunas
veces no se pueden confirmar por no existir las condiciones necesarias para su confirmación.

Cada vez hablamos estamos adquiriendo un compromiso y es nuestra responsabilidad aceptar la


responsabilidad social de lo que decimos. Hablar nunca es un acto inocente. Las afirmaciones
están estrechamente relacionadas con lo que hemos llamado de forma habitual el mundo de los
hechos, de lo ocurrido.

Las Declaraciones son otro acto lingüístico, pero las declaraciones a diferencia de las
afirmaciones no hablan de hechos, éstas nos abren nuevas posibilidades, este tipo te habla, crea
nuevos mundos, con ello quiero decir que las palabras generan una realidad diferente, porque
después de haber dicho lo que se dijo el mundo ya no es diferente. Esta es una de las razones
porque el habla no es inocente, siempre está generando algo, y en el caso de las declaraciones
permite abrir nuevas puertas, generar nuevas posibilidades, por lo tanto, el lenguaje es
generativo. La acción de hacer una declaración genera una nueva realidad, para quien la
expresa como para quienes la escuchan. Pero solo generamos un mundo a través de nuestras
declaraciones si tenemos la capacidad de hacerlas cumplir.

Las declaraciones no son como las afirmaciones verdaderas o falsas. Estas son válidas o
inválidas y esto depende del poder de la persona que las hace. Esta es una
distinción fundamental cuando nos ocupamos de las declaraciones. Una declaración lleva
consigo un compromiso diferente al del de las afirmaciones. Cuando hacemos una declaración
algo nos compromete a actuar consistentemente con la nueva realidad que hemos declarado.

Declaración del “NO”, esta palabra es una de las que más trabajo le cuesta expresar a una
persona, sin embargo, es una de las Declaraciones más importantes que alguien pude hacer,
gracias a que por su medio se basa la autonomía como persona, así como su legitimidad, por lo
que podemos decir que esta declaración el individuo compromete su dignidad. Cada vez que
consideremos que debemos decir “No” y no lo digamos, veremos nuestra dignidad
comprometida. Cada vez que digamos “No” y ello sea pasado por alto, consideraremos que no
fuimos respetados. Esta es una declaración que define el respeto que nos tenemos a nosotros
mismos y que nos tendrán los demás. Es una declaración que juega un papel decisivo en el dar
forma a todas nuestras relaciones.

Declaración de Aceptación “SI”, es uno de los modos o estados en los que se asume vivimos
es en el SI, porque mientras no decimos que NO, se entiende que estaremos dispuestos a
adquirir un compromiso, se refiere al compromiso que asumimos cuando hemos dicho “SI” o su
equivalente “Acepto”. Cuando ello sucede ponemos en juego el valor y respeto de nuestra
palabra, te invito a que leas el artículo donde comparto la distinción del Valor de la Palabra.
Declaración de Ignorancia, anteriormente comente que el habla no es inocente, y este tipo
de declaración es un buen ejemplo, Pareciera que decir “NO SÉ” fuese una declaración sin
mayor trascendencia. Alguien podría incluso argumentar que no se trata de una declaración, sino

de una afirmación, sin embargo, la dejaremos en el estatus de declaración, la experiencia nos


muestra cuántas veces solemos expresar lo mucho que sabemos, para luego descubrir cuán
ignorantes realmente somos. Uno de los problemas que frecuentemente se presentan en un
proceso de aprendizaje es que no sabemos que no sabemos. Y cuando ello sucede, simplemente
cerramos toda posibilidad al aprendizaje, sin embargo, el simple hecho de reconocer que no
sabemos nos abre la posibilidad de aprender cosas nuevas. Declarar “NO SÉ” es el primer
eslabón del proceso de aprendizaje. lo que permite a las personas crear un espacio en el que
me será posible expandir mis posibilidades de acción en cualquier aspecto de la vida. Nuestra
capacidad de abrirnos al aprendizaje por medio de esta declaración, representa una de las
fuerzas motrices más poderosas en el proceso de transformación personal y de creación
de quienes somos.

Hasta ahora, hemos identificado dos actos lingüísticos, las afirmaciones y las declaraciones.
Pareciera, sin embargo, que ambos se encuentran a un mismo nivel y sólo se hace una diferencia
de acuerdo a quien dirige o expresa la relaciún palabra‐mundo. No habría ningún problema con
ello, de no ser que omite un aspecto que consideramos importante destacar. Las declaraciones
representan el acto lingüístico primario por excelencia. Cabría decir que crea las condiciones
para el nacimiento de los demás actos lingüísticos. Sin que ello implique negar la distinción que
hemos efectuado entre afirmaciones y declaraciones, cabe reconocer que, para que tengamos
afirmaciones, requerimos de un espacio declarativo en el cual ellas se constituyen.

Los juicios son otro tipo de declaraciones. Estos son como veredictos, tal como sucede con las
declaraciones. Con ellos creamos una realidad nueva, una realidad que sólo existe en el
lenguaje. Si no tuviéramos lenguaje, la realidad creada por los juicios no existiría. Los juicios son
otro ejemplo importante de la capacidad generativa del lenguaje. No describen algo que existiera
ya antes de ser formulados. La realidad que generan reside totalmente en la interpretación que
proveen. Ellos son enteramente lingüísticos. Cuando decimos, por ejemplo, «Esta reunión es
aburrida», ¿dónde habita «aburrido»?

Comparemos estos dos enunciados: «Alejandra es perseverante» y «Alejandra tiene el pelo


castaño». ¿Podríamos decir que la perseverancia es algo que pertenece a Alejandra de la misma
forma que le pertenece el pelo castaño? Lo que una afirmación dice acerca de alguien es
diferente a lo que dice un juicio.

El juicio siempre vive en la persona que lo formula. Si una comunidad ha otorgado autoridad a
alguien para emitir un juicio, éste puede ser considerado como un juicio válido para esa
comunidad. Sin embargo, aun cuando suceda eso, aun si hemos otorgado autoridad a alguien,
siempre podemos tener una opinión diferente. Podemos inclinarnos ante el juicio de esa persona.
Podemos, incluso, decidir dejar a un lado nuestro propio juicio por razones prácticas. Pero, de
todos modos, va a existir. Los juicios no nos atan como las afirmaciones, siempre hay un lugar

para la discrepancia. Los juicios son declaraciones, pero no toda declaración es


necesariamente un juicio.

Las promesas son actos lingüísticos diferentes de las afirmaciones o las declaraciones, aunque
ellas también, como las afirmaciones, funcionan dentro de un «espacio declarativo». Las
promesas son, por excelencia, aquellos actos lingüísticos que nos permiten coordinar acciones
con otros. Cuando alguien hace una promesa, él o ella se compromete ante otro a ejecutar alguna
acción en el futuro. Cuando alguien me promete que él o ella va a ejecutar una determinada
acción en el futuro, yo puedo tomar compromisos y ejecutar acciones que antes hubieran sido
imposibles.

Las promesas implican un compromiso manifiesto mutuo. En ambientes menos formales, el


incumplimiento de una promesa nos da derecho a formular un reclamo. Las promesas son
constitutivas de la existencia humana, como lo son los otros actos lingüísticos. Debido a esta
capacidad de hacer promesas podemos incrementar nuestra capacidad de acción; podemos
lograr cosas que no nos hubieran sido posibles sin la habilidad de coordinar nuestra acción con
la de otros. Basta mirar alrededor y observar nuestro mundo para comprobar que gran parte de
lo que observamos descansa en la capacidad de los seres humanos de hacer promesas. Nos
damos cuenta de que nuestro trabajo, nuestro matrimonio, nuestra educación, nuestro sistema
político, etcétera, se generaron porque había personas que hacían promesas a otras.

Es interesante observar que, cuando hacemos una promesa, en realidad hay dos procesos
diferentes involucrados: el proceso de hacer la promesa y el proceso de cumplirla. La promesa,
como un todo, requiere de ambos. El primer proceso; el de hacer una promesa, es estrictamente
comunicativo y, por tanto, lingüístico. El segundo proceso, el de cumplir la promesa, puede ser
comunicativo o no serlo.

Tomemos, ahora, el primer proceso involucrado ‐el proceso de hacer una promesa‐ y dejemos
en suspenso el proceso de cumplimiento. Este primer proceso no se completa cuando la
promesa es ofrecida por el orador, sino cuando es aceptada por el oyente.

Lo mismo pasa con el segundo proceso, aquél relacionado con el cumplimiento de una promesa.
Este tampoco se cierra cuando quien prometió considera que ha cumplido con las condiciones
de satisfacción que fueron estipuladas al hacerse la promesa. El cumplimiento de una
promesa, por lo tanto, sólo se completa cuando se cumple con las condiciones de
satisfacción y, nuevamente, cuando el oyente declara su satisfacción.
La petición y la oferta difieren porque colocan en diferentes individuos la inquietud de quién se
hará cargo de la promesa y de quién espera por cumplimiento. Cuando el proceso de hacer una
promesa se inicia con una petición, entendemos que la acción pedida, de ser ésta aceptada, será
ejecutada por el oyente para satisfacer una inquietud del orador. Sin embargo, cuando este

mismo proceso se inicia con una oferta, entendemos que la acción ofrecida, de ser aceptada,
compromete al orador y que ella se hace cargo de una eventual inquietud del oyente.

Gracias a que las peticiones y las ofertas son en esencia acciones en búsqueda de promesas,
comprenden los mismos elementos básicos que hemos identificado en éstas. Incluyen un orador,
un oyente, algunas condiciones de satisfacción y un factor tiempo.

Una promesa para que sea considerada como tal, requiere de especificar con claridad el
tiempo en el que se cumplirá, en caso contrario no puede ser considerada una promesa.

EL PAPEL GENERATIVO DEL LENGUAJE

Observar que la forma tradicional en que comprendemos el lenguaje, nos aleja de la concepción
del lenguaje como generador de la acción humana, verlo desde una nueva perspectiva desde la
concepción, donde el lenguaje ha dejado de ser descriptivo y pasivo, para convertirse en acción
y por lo tanto en una fuerza poderosa que genera nuestro mundo humano.

Bibliografía:

Echeverría, R. (2007). Los actos lingüísticos básicos, En R. Echeverr.a, Ontología del


lenguaje (p.gs. 69‐103). Buenos Aires: Granica

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