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Actos lingüísticos

¿Qué acciones hacemos al hablar?

Actos lingüísticos - A rmaciones

Actos lingüísticos - Declaraciones

Actos lingüísticos - Juicios

Actos lingüísticos - Pedidos

Actos lingüísticos - Ofertas

Actos lingüísticos - Promesas

Referencias
LECCIÓN 1 de 8

¿Qué acciones hacemos al hablar?

Fernando Flores dice:

Habla todo lo que quieras, pero si quieres actuar poderosamente,


necesitas dominar los “actos del lenguaje”: rituales del lenguaje que
construyen confianza entre colegas y clientes; prácticas de la
palabra que abren tus ojos a nuevas posibilidades… Los actos del
lenguaje son poderosos porque la mayoría de las interacciones en
las que las personas se involucran, negocios, matrimonio,
paternidad, se realizan mediante conversaciones. La mayoría de la
gente habla sin intención. Simplemente dicen lo primero que se les
ocurre. Habla con intención y tus acciones tomarán un nuevo
propósito. Habla con poder y actuarás con poder. (Flores, como se
cita en Raij, 2013, p. 164).

Según Rafael Echeverría todos los seres humanos, independientemente del


idioma, al hablar hacemos afirmaciones, declaraciones y promesas, surgidas de
ofertas y peticiones. Estas acciones lingüísticas, diferentes entre sí en términos
conceptuales y prácticos, son universales.
LECCIÓN 2 de 8

Actos lingüísticos - Afirmaciones

Las afirmaciones son actos lingüísticos que describen lo que observamos. Con las afirmaciones la palabra
se adecúa al mundo. Nuestra postura es no hablar de la realidad como verdad absoluta, sino mencionar que
es una realidad que observamos y nos permite actuar en ella. Es a través de las afirmaciones que podemos
utilizar el lenguaje de los hechos y lo que observamos a nuestro alrededor. 

Normalmente, cuando realizamos afirmaciones lo que hacemos son descripciones de lo que observamos y
de cómo lo observamos. Por nuestra configuración biológica no podemos saber cómo son las cosas en su
realidad absoluta, sino que solo podemos hablar de lo que nosotros observamos. Esto no significa que nada
sea “real”; el hecho de que los seres humanos compartamos una estructura biológica común y la tradición
de distinciones de nuestra comunidad nos hace posible compartir lo que observamos: una silla es, para
todos, una silla. Los seres humanos observamos según las distinciones que poseamos. Sin la distinción
Tablet, no podemos observar una Tablet en ese objeto, aunque esté delante de nosotros. Las afirmaciones
se hacen siempre dentro de un “espacio de distinciones” ya establecido. 

Las afirmaciones pueden ser verdaderas o falsas. Una afirmación se considera verdadera si existe un
testigo o una evidencia de lo que afirmamos. Un testigo es un miembro cualquiera de nuestra comunidad –
con quienes compartimos las mismas distinciones– que, por estar en el mismo lugar, en ese momento,
puede coincidir con nuestras observaciones. Una evidencia es algo observable por todos los involucrados en
esa afirmación, en una comunidad de distinciones (todos observan lo mismo). Ejemplo: el número de
personas en el aula mientras estamos en clase.  

Una afirmación falsa, en cambio, cuando no exista evidencia del hecho mencionado, y que en podría en
cualquier caso ser refutado por otra persona; también, cuando el orador que está afirmando no posee
evidencia de su veracidad o la evidencia es contraria a lo dicho.
Algunas afirmaciones no se pueden confirmar de inmediato dado que no existen las condiciones necesarias
para su corroboración. Los pronósticos del tiempo, como “Mañana lloverá en Córdoba”, constituyen buenos
ejemplos. Tendremos que esperar hasta el día de mañana para determinar si esa afirmación es verdadera o
falsa. Mientras tanto, su calidad va a ser de “indecisa”. En general, las afirmaciones acerca del futuro tienen
la calidad de indecisas. 

También es útil clasificar las afirmaciones en relevantes o irrelevantes, según sean realizadas en el ámbito y
tiempos propicios o no. Las afirmaciones son relevantes para los intereses de los interlocutores, que
seleccionan aquello que les resulte importante y desechan todo lo demás. 

Cuando afirmamos algo nos comprometemos con la veracidad y la relevancia de nuestras afirmaciones ante
la comunidad. Al decir que solo podemos intervenir en el mundo que somos capaces de observar,
reconocemos que nuestra capacidad de observación es decisiva para un adecuado ejercicio de nuestra
capacidad de intervención. Si decimos: “El dólar cotizó hoy a tantos pesos”, es una afirmación, pero, a partir
del hecho de que conozco este evento, hay muchas acciones que puedo tomar que no tendría cómo evaluar
de no haber tenido acceso a esa información. Nuestra capacidad de hacer afirmaciones habla del tamaño y
carácter de nuestro mundo.
LECCIÓN 3 de 8

Actos lingüísticos - Declaraciones

Las declaraciones son actos lingüísticos en donde el mundo se adecúa a la palabra. No son inocentes; por
el contrario: transforman la realidad una vez que ejecutamos el acto del habla.  

Las declaraciones suceden en todas partes a lo largo de nuestra vida: cuando el juez dice: “Inocente”;
cuando el árbitro dice: “Penal”; cuando el cura declara en matrimonio a dos personas o cuando un profesor
dice: “Aprobado”. La palabra transforma la realidad, y por eso las declaraciones están relacionadas con el
poder. 

Las declaraciones, a diferencia del concepto anterior, no son verdaderas o falsas: son válidas o inválidas. Su
validez depende del poder que tenemos para efectuar una declaración. Ese poder nos es otorgado de
manera formal por nuestra autoridad o conferido por otras personas.

Para que la declaración sea válida, también es necesario ejecutar actos consistentes posteriormente, de
acuerdo a lo que hemos declarado.

El compromiso social de las declaraciones como acto lingüístico está en su validez. Además del poder para
realizarlas, para mantener su validez en el tiempo, quienes efectúan declaraciones deben realizar los actos
posteriores consistentes con lo declarado. 

Otros ejemplos de autoridad institucional para hacer declaraciones se producen cuando el gerente de ventas
de una organización, que seguramente tiene autoridad para hacer declaraciones relativas al área ventas,
declara: “El objetivo de ventas del mes de mayo es de tantos millones de pesos”; o cuando un jefe le dice a
su empleado: “Está ascendido a supervisor”.
Así como las afirmaciones hablan de lo que observamos, las declaraciones generan un nuevo mundo para
nosotros y para otras personas. A partir de que algo es declarado, la situación que transcurre es diferente. El
gran poder de las declaraciones radica en la posibilidad de transformar y crear mundos diferentes que se
adecúen a nuestra visión; y a ello lo podemos generar con la palabra.

Cuando nuestros patriotas declararon la Independencia, no estaban hablando sobre lo que sucedía en el
país: estaban creando una nación nueva independiente que no existía como tal antes de esa declaración.
Como ya mencionamos, cuando un árbitro sanciona un penal o cuando alguien crea una nueva empresa con
su palabra en forma de declaración genera mundos inexistentes antes de decirlo. En todos los casos, el
mundo es diferente después de la declaración. La palabra, al ser decisoria, transforma al mundo; las
declaraciones muestran fehacientemente la capacidad generativa del lenguaje.
LECCIÓN 4 de 8

Actos lingüísticos - Juicios

Los juicios u opiniones pertenecen al mundo de las declaraciones. Se refieren a interpretaciones que
hacemos sobre lo que nos pasa o rodea. Los juicios pueden o no ser apreciados como válidos por otras
personas. 

Si decimos, por ejemplo, “Alberto es un contador responsable”, incluimos en el hablar dos actos lingüísticos
muy diferentes. Afirmar que Alberto es contador puede ser probado en su veracidad mediante su título o
matrícula profesional; en cambio, siempre existirá la posibilidad de que alguien discrepe del juicio “Alberto es
responsable”. 

Decimos que los juicios habitan en quien los emite; por lo tanto, no pertenecen al objeto del cual estamos
emitiendo algún juicio, sino que nos pertenecen a nosotros, quienes realizamos el acto lingüístico del juicio.
Cuando una persona hace un juicio, ese juicio dice más de esa persona que de aquel sobre quien recae el
juicio: “Lo que Juan dice de Pedro dice más de Juan que de Pedro”.

Juicios válidos e inválidos: los juicios pueden ser válidos o inválidos, dependiendo del poder o autoridad que
tenemos para hacerlo, o bien del poder que otros nos otorgan. Un juicio, o una declaración, para generar
mundo dependerá de quién sea la persona que lo esté diciendo, en el sentido del poder que esa persona
tenga para hacer el juicio. Si, por ejemplo, nuestro jefe en una organización emite un juicio sobre la
ineficiencia de nuestro trabajo y la necesidad de rehacerlo, tiene la autoridad suficiente para hacer ese juicio
y, por consiguiente, generar un mundo diferente en nuestro trabajar, ya que deberemos hacer nuevamente
una actividad. Aun así, muchas veces otorgamos una autoridad indebida a personas para que hagan juicios
sobre nosotros, lo que termina por implicar un sufrimiento innecesario. 

Juicios fundados e infundados: cada vez que emitimos un juicio, asumimos el compromiso de fundarlo, es
decir, de mostrar la inquietud o interés que lo motiva, los criterios tomados como medida de enjuiciamiento,
los aspectos observados en los que se asienta nuestro juicio.
Rafael Echeverría, en su libro Ontología del lenguaje (1994), presenta cinco factores principales que
intervienen en la posibilidad de declarar fundado o infundado un juicio: 

La inquietud por el futuro: Siempre emitimos un juicio «por o para algo». Siempre
visualizamos un futuro en el cual nuestro juicio abrirá o cerrará posibilidades. Según el
juicio que formulemos, algunas acciones van a ser posibles, otras no. Cuando hacemos
juicios de comportamiento, como cuando decimos «Carlos no es de fiar» o «Isabel es una
ejecutiva muy eficiente», lo hacemos por una acción que anticipamos en el futuro. Esta
acción le da sentido al juicio. El «por o para algo» es una dimensión esencial de los juicios. 

Los estándares de comportamiento: Cada vez que emitimos un juicio estamos suponiendo
que se coteja con un conjunto de estándares de comportamiento para juzgar el
desempeño de los individuos, que nos permiten evaluar la efectividad de sus acciones.
Una persona puede decir «Bárbara es una lectora veloz» y otra que es «una lectora lenta»
no sólo porque sus observaciones de Bárbara sean distintas, sino también porque los
estándares con los que emiten los juicios son diferentes. Sin embargo, no solamente
evaluamos las acciones y el comportamiento de las personas. También juzgamos su
apariencia, juzgamos los días de la semana, la altura de las montañas, etcétera. Estos no
son juicios de comportamiento. Podemos decir, por ejemplo, «Nicolás es delgado», «El
lunes hizo un lindo día», «Nos encontramos frente a unas montañas enormes». Todos
estos son juicios. Los estándares utilizados para emitir estos juicios provienen de
tradiciones particulares que nos dicen qué esperar y, por lo tanto, de expectativas sociales.
Si el peso de Nicolás es inferior al que se espera normalmente, haremos el juicio de que es
«delgado». Si no estamos acostumbrados a vernos rodeados de montañas, vamos a juzgar
que las que estamos viendo en ese momento son enormes, mientras que otras personas
acostumbradas a ver montañas más altas las van a encontrar bastante bajas. La
consideración «lindo día» puede ser muy distinta para personas que viven en climas
diferentes.  

El dominio de observación: Cuando emitimos un juicio, generalmente lo hacemos dentro de


un dominio particular de observación. Son consensos o convenciones sociales que
adoptamos porque estimamos que nos ayudan a actuar de manera más efectiva. Esto nos
permite hablar de dominios como «conducir vehículos», «dirigir reuniones», «la familia», «el
trabajo», etcétera. Cuando emitimos un juicio, lo que normalmente hacemos es dictar un
veredicto basado en ciertas observaciones. Este juicio está limitado al dominio particular
en el cual se hicieron las observaciones. Ellas determinan que el juicio sea más o menos
fundado, pero siempre limitado al dominio particular de observación. Si, por ejemplo,
alguien rompe sistemáticamente sus promesas de devolvernos el dinero que le hemos
prestado, tendremos una buena razón para decir que esa persona no es confiable en el
dominio del dinero.

Capacidad de proveer afirmaciones: Se logra fundar los juicios al proveer afirmaciones en


relación a lo que estamos juzgando. Cuando disponemos de afirmaciones que nos
permiten medir respecto de algún estándar en un dominio particular de observación,
podemos generar un juicio. Las afirmaciones, por lo tanto, juegan un importante papel en el
proceso de fundar nuestros juicios. Si no somos capaces de proporcionar afirmaciones, no
podemos fundar nuestros juicios. Cuando se nos pregunta por qué decimos «Isabel es una
ejecutiva eficiente» y respondemos «Bueno, porque ella tiene un fuerte sentido del
liderazgo y ha producido cambios muy positivos en la empresa», lo que hemos hecho
hasta ahí es cambiar un juicio por otros. No hemos fundado aún el primero. Por el contrario,
si nos preguntan porque decimos «Catalina es muy competente para dirigir reuniones» y
respondemos: «En las últimas cinco reuniones que ella ha dirigido, todos los puntos del
temario fueron abordados, como muestran los informes de la reunión. Esto nunca había
sucedido en el pasado» o «Desde que ella está a cargo de la dirección de estas reuniones
su departamento ha estado ocupando menos tiempo en reuniones y obteniendo menos
reclamos de sus clientes».

La no existencia de contra afirmaciones: La cantidad de afirmaciones que somos capaces


de proveer para fundar un juicio no garantiza que lo consideremos bien fundado. Podría
ocurrir que generemos una cantidad aún mayor de afirmaciones al intentar fundar el juicio
opuesto. Por esa razón, finalmente recomendamos revisar los fundamentos del juicio
contrario al fundar un determinado juicio.

A los juicios que no satisfacen estas cinco condiciones los llamamos juicios
«infundados». (Echeverría, 1994, p. 68).
LECCIÓN 5 de 8

Actos lingüísticos - Pedidos

Los pedidos nacen de una carencia. Pedir implica reconocer que deseamos o necesitamos algo que
podemos obtener de manera más eficiente con la ayuda de otra persona. La condición de satisfacción del
pedido es la forma en que quien pide quiere resolver su insatisfacción. 

Los pedidos exponen a quien pide. La admisión de carencia implícita en el pedido hace que muchas
personas decidan no pedir o hacerlo sin claridad y oculten su inquietud. Los paradigmas culturales en los
cuales nos encontramos inmersos condicionan la autoestima a la “capacidad de valerse por sí mismo” o de
“saberlo todo” (grandes enemigos del aprendizaje); como también el creer que el más competente es el que
menos ayuda pide, lo que causa conflictos permanentes en las organizaciones. Una forma de trascender
esta creencia es reconocer que el valor personal no depende de ser sobrehumano y que el valor de un
ejecutivo no requiere que sea “un llanero solitario”. 

Un pedido contiene el riesgo de ser declinado. En este caso, es imprescindible distinguir que el no al pedido,
no significa no a la persona que lo formula. Para disminuir este impacto, es necesario darse cuenta de que el
otro es un legítimo otro y que, como tal, tiene derecho a declinar ante un pedido. La capacidad de recibir
negativas a los pedidos es una competencia emocional importante para desarrollar el mejoramiento de las
relaciones en toda organización.

Los pedidos pueden ser tácitos. Lo importante no es solo la forma en que el pedido se realiza, sino la forma
en que se escucha. Aunque los pedidos tácitos son operativos y colaboran en el aprovechamiento del
tiempo de ejecución de tareas, pueden crear confusión cuando uno cree que está pidiendo y el otro no se dio
cuenta de haber recibido el pedido. Este tipo de pedidos se da en ciertos contextos de obviedad, por lo cual
se hace más indispensable chequear lo que el otro ha escuchado.

Estudiando los elementos considerados de presencia imprescindible en la conformación de la anatomía


efectiva de una petición, llegamos a los siguientes:
Una persona que se denomina orador, quien es el que hace el pedido. No dice, por ejemplo,
“acá hace calor”, sino algo así como: “Por favor, ¿podrías encender el aire acondicionado?”.

Otra persona, que es llamada oyente, cuya función principal es recibir el pedido y contestarlo,
tanto con un sí (aceptación) como con un no de negación. También el oyente puede pedir una
aclaración para interiorizarse más acerca del pedido, comprometerse a aceptarlo en otro
momento o renegociar por medio de una contraoferta. Lo peor que puede pasar después de
efectuado un pedido no es que nos digan que no, sino no saber a qué atenernos.

Un tema, que es aquel importante sobre lo que van a coordinar o solicitar.

Una acción futura que realizar, es decir, para qué pide lo que pide el que pide.

Distinciones sobre aquellas cosas sobre las que no exista necesidad de aclaración, ya que
pertenecen a lo que llamamos “lo obvio”. Esto dependerá de las personas que estén presentes
en el pedido, orador y oyente. El trasfondo de obviedad tiene que ver con la cultura
organizacional predominante, que es como una conversación de trasfondo referida a cómo se
llevan a cabo las prácticas diarias, qué conductas adoptan los integrantes de la organización
entre ellos y con el entorno, cómo hablan y escuchan, cómo se presenta la organización como
oferta al mundo, qué nivel de compromisos se asume y cuáles se cumplen, en resumen, qué
identidad construye en el entorno en el cual actúa.

Establecimiento de cuáles son las claves para que el pedido sea satisfecho de la manera
adecuada. Se necesita comprender lo que le falta al que pide: ¿qué pide?, ¿cómo?, ¿a quién?
¿Qué cosas no pide?, ¿a quién?

Período temporal para el cumplimiento del pedido: ¿para cuándo debe efectuarse el pedido?

Idoneidad y competencia supuesta por el orador, considerando que el oyente tiene la


capacidad de llevar adelante ese pedido.

Sinceridad, que implica confianza en que el orador pide lo que dice, y que es ese su deseo de
ejecución y no existen ocultos otros pedidos o condiciones.

Presunción de confiabilidad (antecedentes en el cumplimiento de lo que promete).


Determinación de las próximas acciones. Especificar qué es lo que el oyente, una vez
aceptado el pedido, deberá hacer.

Postura corporal adecuada, con gestos, patrones respiratorios y posturales facilitadores de la


relación.

Emocionalidad idónea que permita obtener una respuesta positiva por parte del oyente del
pedido.

Determinación de un modo de hacer el pedido que esté alineado con el contexto y la persona a
la cual le haremos el pedido, mediante la utilización de los verbos: pedir, implorar, rogar,
solicitar, etcétera.

¿Para qué? A veces es necesario un acto de humildad al explicar las razones por las cuales se
pide tal o cual cosa en un tiempo determinado.

Para que la coordinación de pedidos sea exitosa, todos los puntos mencionados anteriormente deben estar
presentes al momento de realizar un pedido.
LECCIÓN 6 de 8

Actos lingüísticos - Ofertas

La oferta nace de la voluntad de servicio. La capacidad de hacer ofertas está directamente relacionada con
la capacidad de convertirse en una oportunidad para el otro. El éxito de una empresa está en la habilidad para
ofrecer valor a sus clientes. La oferta apunta a los intereses del otro, por lo cual es fundamental escuchar la
inquietud del cliente para hacer propuestas que le sean útiles para alcanzar sus intereses.

 La oferta implica un riesgo. Cuando la oferta es rechazada, si se la toma como algo personal, la autoestima
y valoración pueden resultar afectadas. Por ello, muchas veces las personas tienen miedo de hacer ofertas.
Esto trae aparejada una represión engañosamente protectora que causa pérdidas ocultas: como
consecuencia, el no ofrecer hace que se pierdan oportunidades de interactuar con los demás, de establecer
relaciones profundas y de crecer mediante el servicio.

 ¿Cuáles son los elementos de las ofertas o propuestas? Son prácticamente los mismos que en los pedidos,
aunque con algunos matices que comentaremos.

Una persona, que es quien realiza el acto de ofertar.

Otra persona diferente, a quien le hacemos la oferta, y quien luego debe responderla, en modo
afirmativo, aceptándola, o negándose a la oferta recibida. También puede no contestar de
manera inmediata y tomarse un período temporal para su veredicto; o bien puede realizar una
contraoferta y modificar algunas condiciones sobre la propuesta original.

Determinar las inquietudes del orador y oyente.

El contenido de la oferta, aquello que se ofrece a otra persona, bajo la suposición de que esa
otra persona lo necesitará o le será beneficioso.
Determinar las condiciones sobre las cuales se considerará como cumplida la oferta una vez
realizada la acción. Se refiere a establecer los parámetros y características de las acciones
que serán los criterios de satisfacción de la oferta.

Esclarecer qué será aquello ya conocido por ambas partes, donde no haya que hacer hincapié
ni sea necesario citar con detalle.

Período de tiempo para la ejecución de la oferta.

El orador debe tener en cuenta si la persona oyente tiene competencia para aceptar o no la
oferta, o bien para considerar que esta fue satisfecha una vez realizada.

Confianza y sinceridad para que lo ofertado sea lo realmente ofertado y el mensaje se


considere genuino.

Establecimiento de la o las próximas acciones que deban realizar las partes a fin de poder
llevar adelante la consecución de la oferta.

Aspectos de la dimensión corporal, emocional y modo de ofertar que sean facilitadores para
la aceptación de la oferta. Utilización de verbos tales como invitar, sugerir, ofrecer, etcétera.
LECCIÓN 7 de 8

Actos lingüísticos - Promesas

Las promesas son aquellos actos lingüísticos que nos permiten coordinar acciones con otras personas.
Cuando alguien hace una promesa, se compromete, ante todo, a ejecutar alguna acción en el futuro.

El hacer una promesa no es un acto inocente. A partir de que la hacemos, el mundo de otra persona se ve
modificado. Cuando prometemos hacer tal o cual acción, otras personas a nuestro alrededor coordinan
acciones como consecuencia de nuestro accionar futuro. Si rompemos esa promesa, las acciones
previamente coordinadas sufrirán alteraciones. Muchas veces no contamos con conocimiento sobre la
posterior coordinación de acciones que sucede luego de nuestra promesa y, al romperla, no somos lo
suficientemente capaces de comprender el daño, perjuicio o inconvenientes que ocasionamos a otros. 

 El acto de hacer una promesa comprende cuatro elementos fundamentales:

Un orador.

Un oyente.

Una acción que llevar a cabo.

Un factor tiempo.

En este acto podemos distinguir dos procesos involucrados: el proceso de hacer la promesa y el proceso de
cumplirla. El primero es estrictamente comunicativo; el segundo, puede serlo o no. Sin embargo, el hecho de
hacer una promesa no se completa cuando esta es ofrecida por el orador, sino cuando es aceptada por el
oyente. De igual manera, esto ocurre en el segundo proceso, el cumplimiento, dado que este no se finaliza
simplemente por el hecho de que la persona considere que ha cumplido su promesa, sino que necesita la
aceptación de la otra parte respecto del cumplimiento de las condiciones acordadas.

A modo de repaso te invito a que veas el siguiente video:

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LECCIÓN 8 de 8

Referencias

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Consultora R.Q.

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Flores, F.  (1994). Creando organizaciones para el futuro.  Santiago de Chile:
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