Está en la página 1de 8

CoCrear – Curso de Formación en Coaching Ontológico Módulo V

LOS JUICIOS
El supuesto de que el lenguaje describe la realidad nos hace considerar la aseveración
“Isabel es una ciudadana venezolana” e “Isabel es una ejecutiva muy eficiente” como
equivalentes. Suponemos que ambas proposiciones hablan de las propiedades o cualidades
de Isabel y que, por lo tanto, la describen.
Decimos que la primera proposición remite a los hechos, mientras que la segunda implica
un juicio de valor. Reconocemos que la segunda representa una opinión y que, en materia
de opiniones, podemos encontrar varias.
Muchas de nuestras concepciones acerca del bien y el mal, acerca de la justicia, sabiduría,
belleza y verdad, están basadas precisamente en el supuesto de que podemos tratarlas en
forma objetiva, con independencia del observador que las hace.
Para poder distinguir aseveraciones tales como “Carolina es la Gerente General de nuestra
compañía” de “Carolina es incompetente para dirigir reuniones”, debemos abandonar la
creencia de que el lenguaje describe realidades. Sólo partiendo por admitir que el lenguaje
es acción es que podemos advertir la profunda diferencia entre ellas.
Si prestamos atención veremos que estas aseveraciones implican dos actos lingüísticos
diferentes y esta diferencia sólo puede advertirse cuando miramos el lenguaje como acción.
Decimos que el hablar no es inocente, que el orador se está comprometiendo en el acto de
hablar, modificando el mundo y las posibilidades personales.
Por lo expresado sostenemos que hay cinco actos lingüísticos fundamentales:
Afirmaciones, declaraciones, promesas, peticiones y ofertas. En la medida en que ellos
implican compromisos sociales diferentes pueden ser clasificados como acciones distintas.

Las afirmaciones son aquellos actos lingüísticos en los que describimos la manera como
observamos las cosas. El lenguaje de las afirmaciones es un lenguaje que se somete a un
mundo ya existente; podríamos decir que el mundo dirige y la palabra lo sigue. Es el
lenguaje de los “hechos”.
Las afirmaciones, dijimos, pueden ser verdaderas o falsas, son por lo tanto, aquellos actos
lingüísticos mediante las cuales nos comprometemos a proporcionar evidencias de lo que
estamos diciendo, si se nos pide. Es lo que llamamos un testigo.
Las afirmaciones operan dentro de un determinado espacio de consenso social. Acordamos
hablar del tiempo, por ejemplo, utilizando las mismas distinciones, año, mes, día, horas,
etc.
Las diferentes comunidades desarrollan diferentes consensos sociales mediante los cuales
aceptan algo como verdadero o falso. Estos consensos son obligatorios para todos los
miembros de la comunidad. Toda comunidad crea un espacio declarativo consensual en el
cual sus miembros pueden formular afirmaciones.
En la medida que esos consensos cambian a lo largo del tiempo, así también cambia lo
que la gente considera verdadero o falso.
CoCrear – Curso de Formación en Coaching Ontológico Módulo V

Los juicios:

Si nos detenemos en la expresión “Isabel es una ejecutiva muy capaz” nos daremos cuenta
que no se trata de una afirmación, en este caso el orador no está comprometido a
proporcionar evidencias.
Cuando se anuncia que Miss Argentina es la más bella de las concursantes y se le otorga el
titulo de Miss Universo, ¿cuándo fue la más bella? ¿Lo fue cuando se la pronunció como
tal? ¿O lo era antes de que el jurado emitiera este juicio? Debemos reconocer que en cuanto
a las características físicas de las concursantes no hubo demasiados cambios antes y
después del pronunciamiento. Miss Argentina siendo lo que era, no era la más bella de las
concursantes. Sólo llega a serlo cuando alguien emite el juicio de que lo es.
Y a raíz de este juicio emitido, todo cambia, el mundo cambia para esta participante.
Los juicios, decimos, pertenecen a la clase de actos lingüísticos llamados declaraciones, y
como sabemos, las declaraciones generan un mundo nuevo.
A diferencia de las afirmaciones, en las declaraciones, las palabras guían y el mundo las
sigue.
Los juicios son como veredictos al igual que las declaraciones. Con ellos creamos una
realidad nueva, una realidad que sólo existe en el lenguaje.
Los juicios son otro ejemplo importante de la capacidad generativa del lenguaje.
No apuntan hacia cualidades, propiedades, atributos, etc. de algún sujeto u objeto. La
realidad que generan reside totalmente en la interpretación que proveen.
El juicio siempre vive en la persona que lo formula. Si una comunidad le ha otorgado
autoridad a alguien para emitir juicios, éste puede ser considerado como un juicio válido
para esa comunidad. De todas maneras, si no estamos de acuerdo con ese juicio, tenemos
opciones diferentes.
Los juicios no nos atan como las afirmaciones siempre hay lugar para la discrepancia.
Los juicios son declaraciones, pero no todas las declaraciones son juicios. Muchas
declaraciones son formuladas exclusivamente en virtud de la autoridad que conferimos a
otros para hacerlas. Lo que las hace válidas es la autoridad que se ha conferido a quien las
hace. En muchos casos, cuando se nos pregunta por qué hemos hecho tales o cuales
declaraciones, podríamos decir, “porque sí y porque tengo el poder para hacerlas”.
Ejemplos de declaraciones serían: cuando un ejecutivo controla a alguien en su tarea;
cuando decide rediseñar un producto; cuando el juez dicta sentencia; cuando un árbitro
cobra una infracción. En todos estos casos lo que importa es el poder que se tiene para
hacerlas.

Tal como lo reconociéramos previamente, cuando hacemos una declaración nos


comprometemos a su validez. Esto significa que sostenemos tener autoridad para hacer esa
declaración. Las declaraciones pueden ser válidas o inválidas, de acuerdo al poder que
tenga la persona para hacerlo.
Los juicios, como hemos dicho son una clase de declaraciones, por lo tanto es necesario
validar la autoridad de la persona para emitirlos. Sin embargo la gente está continuamente
emitiendo juicios, aun cuando no se les haya otorgado autoridad. Por lo tanto, los juicios,
como sucede con cualquier declaración, pueden ser válidos o inválidos, dependerá de la
autoridad que tenga la persona para emitirlo.
CoCrear – Curso de Formación en Coaching Ontológico Módulo V

Los juicios y la estructura de la temporalidad:

Para entender qué son los juicios fundados e infundados debemos primero indagar en el
fenómeno del juicio y examinar como éste se relaciona con el tiempo humano.
Cuando formulamos un juicio qué estamos haciendo.

1. Estamos, en el presente, emitiendo un veredicto acerca de algo o alguien.


Cuando se emite un juicio sobre una persona estamos contribuyendo a formar su
identidad. Con nuestros juicios afectamos la identidad de las empresas, países, etc.
2. Cuando emitimos un juicio estamos haciendo una referencia al pasado. Cuando
decimos algo de alguien se supone que tuvimos alguna observación sobre él. Esto es
precisamente lo que distingue a los juicios de las otras declaraciones. Cuando emitimos
un juicio, además del compromiso de autoridad, las personas suponen que este juicio
está basado en observaciones de acciones ejecutadas en el pasado. El fundamento de
los juicios tiene que ver con la forma en que el pasado es traído al presente cuando se
emite juicio.
3. También hablan del futuro. Cuando emitimos un juicio estamos implicando que, sobre
la base de acciones observadas en el pasado, se pueden esperar ciertas acciones en el
futuro. Los juicios nos permiten anticipar lo que puede suceder más adelante. Esta es
una de las funciones que cumplen los juicios, lo que pone de manifiesto su importancia
en la vida.
Por medio de los juicios fundados podemos entrar al futuro con menos incertidumbre.

A veces descartamos nuestros juicios porque parecieran no ser tan sólidos como las
afirmaciones y porque siempre involucran la posibilidad de discrepancia. No hay juicios
verdaderos.
Los seres humanos somos generadores incesantes de juicios. Lo hacemos todo el tiempo y
sobre prácticamente todo lo que observamos. Cada vez que enfrentamos algo nuevo
comenzamos a emitirlos casi automáticamente.
La clave del juicio es el futuro. Es en cuanto suponemos que el pasado nos puede guiar
hacia el futuro que emitimos juicios. Emitimos juicios porque el futuro nos inquieta.
Como el futuro puede se diferente del pasado, debemos ser lo suficientemente abiertos
como para tratar nuestros juicios como señales temporales que someteremos a revisión
constante. Esta capacidad de reexaminar nuestros juicios en forma habitual es una habilidad
fundamental para el diseño estratégico.
Resulta valioso comprender cómo los juicios conectan el presente, pasado y el futuro.
Las afirmaciones no pueden llevar el pasado al futuro, son menos flexibles en términos de
moverse a través de la estructura de la temporalidad. Cuando decimos “Carlos se atrasó
veinte minutos en la reunión del martes”, no tenemos conocimiento sobre cómo se
comportará en futuras reuniones.
Sin embargo cuando decimos “Carlos no es de fiar”, decimos algo acerca de lo que se
puede esperar de él en el futuro. La primera es una afirmación y la segunda un juicio.
Curando no hacemos la distinción entre afirmaciones y juicios corremos el riesgo de tratar
los juicios como afirmaciones y cuando hacemos esto, restringimos nuestras posibilidades
de acción y no aprovechamos lo que los juicios proveen.
Un ejemplo:
CoCrear – Curso de Formación en Coaching Ontológico Módulo V

Cuando digo “Carolina es incompetente para dirigir reuniones” y trato esta aseveración
como si fuera una afirmación, podemos no ver que ser incompetente para dirigir reuniones
no es una cualidad de Carolina sino un veredicto que hacemos en el lenguaje, basados en
sus acciones pasadas. Al no verlo como un juicio, lo podemos tomar como una cualidad
inamovible de Carolina, tan sólida como una afirmación. Al mismo tiempo la proyectamos
al futuro, como hacemos normalmente con los juicios. Suponemos que ésta es la forma de
ser de Carolina y que seguirá siendo así en el futuro.
Lo que no nos damos cuenta es que al cambiar nuestros actos permitimos que cambie
también los juicios acerca de nosotros.
Si alguien sostuviera el juicio sobre Carolina, podemos decir, ¿Por qué debiéramos siquiera
considerar a Carolina para dirigir reuniones, si sabemos que es incompetente? Al hacerlo
anulamos la posibilidad de aprendizaje.
Hemos sostenido que no sólo actuamos de acuerdo a como somos, sino que también somos
de acuerdo a como actuamos.
Hemos dicho también que la acción genera ser.
Hemos planteado que los juicios representan el núcleo de la identidad de las personas.
Por lo tanto concluimos: que en la medida en que modifiquemos nuestras acciones (como
acontece, por ejemplo, como resultado del aprendizaje) modificamos nuestra identidad:
transformamos nuestro ser.

Cómo se fundan los juicios:

Llamamos fundamentos a la forma en que el pasado puede utilizarse para formular juicios
que nos apoyen efectivamente en tratar con el futuro.
Hemos dicho que el futuro es la clave de los juicios.
Dividimos el proceso de fundar un juicio en cinco condiciones básicas:

1. Siempre emitimos un juicio por o para algo. Según el juicio que emitamos tendremos
algunas acciones disponibles y otras no. Cuando hacemos un juicio de
comportamiento, lo hacemos por una acción que anticipamos en el futuro. Esta acción
le da sentido al juicio.

2. Cada vez que emitimos un juicio estamos suponiendo que se compara con un conjunto
de estándares de comportamiento para juzgar el desempeño de los individuos, que nos
permiten evaluar la efectividad de sus acciones.
Sin embargo no solamente evaluamos acciones de las personas, juzgamos su
apariencia, juzgamos los días de la semana, la altura de las montañas, etc.
Podemos decir Nicolás es delgado, el día lunes hizo calor, la montaña es muy alta.
Todos estos son juicios donde utilizamos estándares que provienen de tradiciones
particulares que nos dicen qué esperar y por lo tanto, de expectativas sociales.
Los juicios son históricos, puesto que los estándares que utilizamos para hacerlo
cambian con el tiempo. Lo que hoy es un auto veloz, dentro de algunos años puede no
serlo.
Y como estamos hablando de juicios elaborados de acuerdo a estándares, a menudo
podemos establecer una polaridad. Si nos encontramos frente a una distinción para la
cual podemos producir exactamente la opuesta, podemos sospechar que estamos frente
a un juicio.
CoCrear – Curso de Formación en Coaching Ontológico Módulo V

3. Cuando emitimos un juicio, generalmente lo hacemos dentro de un dominio particular


de observación. Cuando evaluamos conductas, estos dominios de observación
corresponden a dominios de acción.
Cuando emitimos un juicio, lo que normalmente hacemos es dictar un veredicto basado
en ciertas observaciones. Este juicio está limitado al dominio particular en el cual se
hicieron las observaciones. Ellas determinan que el juicio sea más o menos fundado.
Si, por ejemplo, alguien rompe sistemáticamente sus promesas de devolver el dinero
que le hemos prestado, tendremos una buena razón para decir que esa persona no es
confiable en el dominio del dinero. Sin embargo, a menudo extendemos nuestros
juicios más allá de nuestro dominio de observación. A partir del juicio de que alguien
no es de fiar en el dinero, podemos suponer que esa persona es poco confiable en
relación a sus responsabilidades laborales o de familia.
El juicio generalizado carece de fundamentos aun cuando el juicio en el dominio del
dinero esté muy bien fundado.

4. Se logra fundar un juicio al proveer afirmaciones en relación a lo que estamos


juzgando. Cuando disponemos de afirmaciones que nos permiten medir respecto de
algún estándar en un dominio particular de observación, podemos generar un juicio.
Las afirmaciones, por lo tanto, juegan un importante papel en el proceso de fundar
nuestros juicios. Si no somos capaces de proporcionar afirmaciones, no podemos
fundar nuestros juicios.
Dependiendo del juicio que formulemos, se necesitarán más o menos afirmaciones para
fundarlos.

5. La cantidad de afirmaciones que somos capaces de proveer para fundar un juicio no


garantiza que lo consideremos bien fundado. Podría ocurrir que generemos una
cantidad de afirmaciones aún mayor al intentar fundar el juicio opuesto. Por esta razón,
finalmente recomendamos revisar los fundamentos del juicio contrario al fundar un
determinado juicio.
Por ejemplo, si quisiéramos fundar el juicio “Pedro es aburrido en las reuniones”,
deberíamos también examinar los fundamentos del juicio “Pedro no es aburrido en las
reuniones”. Bien podríamos descubrir que, aunque produzcamos varias instancias
(afirmaciones) en las que Pero se ha mostrado aburrido en las reuniones, ha habido
muchas más instancias en las que ha estado bastante entretenido. ¿Podemos decir, con
fundamento, que el juicio “Pedro es aburrido en las reuniones “fue fundado? No
podemos. Este no fue un juicio fundado.
Frecuentemente consideramos fundado un juicio sobre nosotros mismos u otros (a
partir de observaciones efectuadas en un número dado de instancias), sólo para darnos
cuenta más adelante de que había muchas más instancias apuntando al juicio contrario.

Recapitulando podemos decir que se necesita de las siguientes condiciones para fundar un
juicio:

1. La acción que proyectamos hacia el futuro cuando lo emitimos.


2. Los estándares sostenidos en relación a la acción futura proyectada.
3. El dominio de observación dentro del cual se emite el juicio.
CoCrear – Curso de Formación en Coaching Ontológico Módulo V

4. Las afirmaciones que proporcionamos respecto de los estándares sostenidos.


5. El hecho de que no encontramos fundamentos suficientes para sustentar el juicio
contrario.

Los juicios que no satisfacen estas cinco condiciones los denominamos juicios infundados.

La doble cara de los juicios:

Como ya vimos, toda acción revela el tipo de ser que la ejecuta. Por lo tanto cada vez que
decimos algo revelamos quienes somos.
Esta capacidad del lenguaje de revelar el ser de quien habla, de por sí, válida para toda
acción lingüística, es particularmente característica cuando examinamos a los juicios.
El juicio, sostenemos, tiene doble cara. Una de ellas mira hacia el mundo, la otra mira hacia
el ser que somos. Si alguien dice, por ejemplo, “los extranjeros son peligrosos”, está claro
que no sabré demasiado sobre los extranjeros pero si sabré algo sobre quien emite el juicio.
Un aspecto fundamental de la disciplina del coaching ontológico es aprender a tratar los
juicios que las personas hacen, como ventanas al alma humana, ya que revela las emociones
desde las cuales tales ideas se emiten.

Los juicios y el sufrimiento humano:

Los juicios son la base del sufrimiento humano. Para una mejor comprensión de lo que
decimos es importante distinguir el fenómeno del dolor del fenómeno del sufrimiento.
Por dolor entendemos un fenómeno con raíces fundamentalmente biológicas y que afecta
nuestro sistema nervioso.
Por sufrimiento entendemos algo diferente. Aquí ya no se trata de un fenómeno que puedo
circunscribir al dominio de la biología, aunque ésta se verá afectada por él, como lo estará
siempre con todo lo que nos suceda.
El sufrimiento, a diferencia del dolor, surge de las interpretaciones que hacemos sobre lo
que nos acontece y, muy particularmente, de los juicios en que dichas interpretaciones
descansan.
En consecuencia, si el sufrimiento descansa en los juicios que hago sobre lo que acontece,
significa que se abre un inmenso campo de intervención para tratar el sufrimiento humano.
Modificando los juicios que hago sobre aquello que nos sucede, podemos encontrar un
mecanismo efectivo para aliviarnos del sufrimiento.
Cabe aclarar que no estamos sosteniendo que haya que eliminar toda forma de sufrimiento
humano. Este cumple una función determinada en la existencia humana, pero es cierto que
no toda forma de sufrimiento tiene un papel positivo en la vida y hay mucho sufrimiento
que más valdría erradicar.

Juicios y formas de ser:

Los juicios tienen un impacto directo en la vida de las personas y particularmente en la


forma de ser.
CoCrear – Curso de Formación en Coaching Ontológico Módulo V

Podemos referirnos a tres dimensiones de inefectividad en particular:

1) En la primera de ellas podemos referirnos a aquellas personas que se caracterizan


por vivir los juicios ajenos y que, por lo tanto, no se constituyen como centro generador de
los juicios que rigen su propia existencia. La llamaremos la condición de
“inautenticidad”. Quienes viven en ella delegan en los demás la autoridad para emitir los
juicios que les importan.
Su actuación está orientada a complacer al otro, los que adquieren autoridad para emitir sus
juicios, mismos que obviamente afectan a la persona “inauténtica”. Sus vidas pasan a estar
dirigidas por fuerzas que no controlan y que son resultados de los variados juicios que
reciben. Vivir en la “inautenticidad” se traduce frecuentemente en una condena al
sufrimiento, en la medida que resulta imposible satisfacer a todos alrededor. Basta un solo
juicio negativo para afectar la estabilidad emocional de la persona “inauténtica”.

2) La segunda dimensión es aquella que consiste en tratar a los juicios como


afirmaciones, sin hacer la distinción entre ambos. Para los que operan así la consecuencia
suele ser la rigidez, la intolerancia y el cierre de posibilidades de aprendizaje. Un juicio
diferente es tratado como error, como falsedad. El espacio de discrepancia es tomado como
un espacio de confrontación.
En la medida que tomamos los juicios como afirmaciones, se cierra el espacio para la
transformación, tratando los juicios como rasgos permanentes.

3) La tercera dimensión se refiere a quienes viven sin ser capaces de distinguir entre
juicios fundados y juicios infundados. Las consecuencias, son la decepción permanente con
respecto a sus expectativas y una gran dificultad para diseñar el futuro. Sus propias
incapacidades para fundar juicios pueden conducirlos a posturas de resentimientos, dado
que viven como una injusticia tanto los logros de los demás como los fracasos propios.
Cuando no caen en el resentimiento, caen en la euforia u optimismo ficticio.

Una cuestión de confianza:

Dijimos que cada acto lingüístico provocaba distintos compromisos sociales al ser
ejecutados:

Las afirmaciones – nos comprometíamos a la veracidad y relevancia de lo que decimos.


Las declaraciones – nos comprometíamos a que nuestro comportamiento posterior sea
consistente a lo declarado y a su validez.
Los juicios – nos comprometíamos a tratarlos como declaraciones y además de fundarlos.
Las promesas, pedidos y ofertas – nos comprometíamos a la sinceridad de lo que
prometemos o vamos a prometer, como a que tenemos la competencia para ejecutar lo
prometido.
Todos estos compromisos que hacemos en cada uno de los casos, involucran juicios, y
estos juicios sientan las bases para un juicio que es fundamental en la forma de convivencia
humana: el juicio de la confianza.
Sin confianza se socavan las relaciones de pareja, las relaciones con nuestros padres y con
nuestros hijos, las relaciones de trabajo, las relaciones de negocio, etc. no hay relación
humana que pueda desarrollarse adecuadamente cuando no existe la confianza.
CoCrear – Curso de Formación en Coaching Ontológico Módulo V

Dada la flexibilidad del lenguaje, podemos incluso hablar de auto-confianza, o de la


confianza que nos tenemos a nosotros mismos.
Si aceptamos que la confianza se construye a partir de un juicio, cabe preguntarse ¿a que
clase de juicio estamos aludiendo? Para indagar en esta pregunta es quizás conveniente
partir de aquellos juicios particulares que guardaban relación con los compromisos que
asumimos al hablar.
Observemos las afirmaciones:
¿Nos dará confianza alguien que se caracteriza por hacer afirmaciones falsas?
Observemos ahora las declaraciones:
¿Nos dará confianza alguien que se comporta en forma no consistente con lo que declara?
Observemos luego los juicios:
¿Nos dará confianza alguien que se caracteriza por no fundar sus juicios?

Examinemos las declaraciones:


¿Nos dará confianza alguien que se comporta de una forma que no es consistente con lo que
declara?
¿O alguien que hace declaraciones en materias para las que no tiene autoridad?
¿Vemos alguna relación entre tales comportamientos y la confianza?

Miremos que pasa con los juicios:


¿Nos dará confianza alguien que se caracteriza por no fundar sus juicios?

Examinemos que sucede con las promesas, pedidos y ofertas:


¿Podremos tener confianza en alguien que promete sin ser sincero?
¿Estaremos dispuestos a apoyarnos en tales promesas?
¿Y que pasará en términos de confianza, si comprobamos que alguien promete hacer algo
para lo que no es competente?
¿Nos pondremos en sus manos?

La confianza se constituye como un juicio y es, por lo tanto, un fenómeno estrictamente


lingüístico. Pero el juicio que constituye a la confianza puede hacerse tanto sobre las
acciones lingüísticas como sobre cualquier otra acción humana.

También podría gustarte