Está en la página 1de 18

See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.

net/publication/361553605

Anotaciones sobre clase media

Preprint · June 2022

CITATIONS READS
0 19

1 author:

Ima Poveda Núñez


Pontificia Universidad Javeriana
9 PUBLICATIONS   0 CITATIONS   

SEE PROFILE

Some of the authors of this publication are also working on these related projects:

Reseña de un libro View project

Ejercicio teórico View project

All content following this page was uploaded by Ima Poveda Núñez on 26 June 2022.

The user has requested enhancement of the downloaded file.


Clase social y género: elementos en el control de la apariencia
Por Ima Poveda Núñez

La democratización de la moda tenía el objetivo de captar como consumidores a una


emergente clase media. La prensa y las revistas cautivaron a partir de la idea de alcanzar el
éxito mediante una apariencia adecuada (donde el género jugaba un papel fundamental).
Tener un trabajo estable, especialmente con profesiones conocidas como liberales, con un
sueldo más allá del mínimo vital hacía que fueran el objetivo de la publicidad, considerando
a estas personas de clase media, pero ¿A qué nos referimos cuando hablamos de clase media?
¿Quiénes conforman este estrato social? Podemos encontrar diferentes formas de pertenecer
a esa clase media. En una de sus novelas premiadas, Nosotras que nos queremos tanto,
Marcela Serrano, reconocida literata chilena, hace hablar a uno de sus personajes femeninos
de esta manera: “Vengo de la clase media, aquella que podría llamarse “media-media”. O
sea, ahí. Ni un atisbo que llevara a confusiones. Poca apariencia y mucha austeridad.
Funciono bien en condiciones difíciles. Será porque nada me ha sido fácil. No tengo ningún
drama, de esos novelescos, a mis espaldas. Mirada desde afuera, mi vida podría parecer gris”
(Serrano 1995, 14)

Viendo la prensa y revistas de circulación nacional, es claro que el término moda era más
usado como estrategia de promoción y publicidad1, y tendía a ser relacionada en nuestro país
(desde el siglo XIX) como novedad, más allá si esa novedad era real o no; es decir, que iba
con las tendencias que imperaban en Europa y Estados Unidos, acomodadas a nuestra falta
de temporadas invierno-verano, otoño-primavera, cuestión que tenían claro las empresas
textiles y las agencias publicitarias. Y como el objetivo era ampliar el espectro de posibles
consumidores, y que estas modas pudieran estar al alcance de “cualquier bolsillo”, se realizó
un esfuerzo en borrar la idea de clase, en términos de consumo, y ahora, todo el que
devengaba algún salario se le persuadía con la estrategia que si lo que ganaba no le alcanzaba
para pagar de un contado, para eso estaba las opciones de crédito; pero que tenía a su alcance
vestir bien, lo tenía. No había excusa. Además, que se consideraba una buena inversión
porque esto iba a ser la forma más expedita de movilidad social.

¿Qué es la clase media?


Gabriela Benza2 explica que, aunque el concepto de clase hace parte fundamental de las
ciencias sociales, este es un concepto “altamente polisémico y controversial” (Benza 2014,
7). No solo hay una infinidad de definiciones, sino que es centro de abundantes debates, que
han sido planteados desde perspectivas muy contrapuestas y hasta contradictorias. Estos
problemas aumentan cuando se trata de definir y caracterizar eso que se denomina clase
media, y como bien dice Benza, “tradicionalmente los científicos sociales han encontrado

1
Como también lo indica Edward Salazar en su libro Nostalgias y aspiraciones y la tesis Elegante Adán
2
Licenciada en Sociología de la UBA, Doctora en Ciencias Sociales del Colegio de México, docente de la
Universidad de San Andrés (Argentina)
dificultades para caracterizar a quienes ocupan un lugar intermedio en la estructura social”
(Benza 2014, 7). Y esta situación no solamente ocurre en este fenómeno de la clase, sino de
todo hecho o persona que se sale de las teorías aceptadas en las ciencias sociales y se suele
caer en el error de someter eso que no se define a teorías, especialmente a las teorías
dicotómicas.

En la dinámica de hacerle el quite a un debate serio sobre este sector intermedio, se


“soluciona” la situación con hacerla parte de alguna de las dos clases reconocidas, y
dependiendo de la perspectiva, es vista de forma absolutamente negativa, señalándola como
instrumento de las clases dominantes, o se les considera como el sector que le dará equilibrio
a la sociedad y donde se gestarán los cambios necesarios para una sociedad justa,
disminuyendo la polarización. Esto ocurre, según Benza, por las mismas teorías que no
permiten su caracterización y por la misma heterogeneidad que implican esas posiciones
intermedias las cuales “obstaculizan la identificación de sus límites y la definición de
criterios que permitan visualizarlas como parte de una clase unitaria” (Benza 2014, 8), por lo
cual se ha optado por nombrarlas clases medias. No sé si sea necesario ver este sector como
una clase unitaria para poder identificarlas, pues puede ser que, precisamente, por querer
encontrar unidad se minimiza la complejidad.

Benza expone que el estudio de las clases medias surgió en tiempos de posguerra debido al
creciente aumento de trabajadores llamados de “cuello blanco”, que se diferenciaban del
obrero de la fábrica y pertenecían al sector de servicios (tanto privado como público),
principalmente. Y esto como producto de “las nuevas funciones asumidas por el Estado en
el marco de los llamados Estado de Bienestar” (Benza 2014, 11). Esta socióloga indica que
esta capa se diferencia de la nueva burguesía, llamada pequeña burguesía3, pues estos
sostenían su posición con trabajo autónomo y capital, mientras que esta naciente capa media
eran asalariados4 que dependía de su nivel educativo y de una entramada jerarquía
burocrática, tanto pública como privada. Una de las teorías que tuvo mayor peso fue la
funcionalista centrada en la estratificación social, la cual daba una expectativa optimista de
esta nueva clase media entendiéndola como centro del progreso social, por lo tanto, permitía
una elevación de las posibilidades de movilidad social. Este tipo de teorías obedecía a la
preocupación por la estabilidad de las democracias occidentales y buscaba alejarlas de las
teorías marxistas que estaban en boga. Esa perspectiva de la estratificación social no entendía
la división de la sociedad en clases sino en estratos, “donde las posiciones sociales
representan diferencias de grado principalmente en el prestigio o estatus ocupacional” (Benza
2014, 14). Se supone que la funcionalidad era estar basada en un sistema de recompensa
donde los más “talentosos” (como bien lo pone entre comillas Benza, pues no siempre se
cumple) sean los que avancen en esa carrera de la movilidad. Eso implicaba querer prepararse
mejor.

Según Nicos Poulantzas, más que la burguesía, la pequeña burguesía es la que se vuelve el
centro del debate. Afirma que el aumento de asalariados en lo que denomina áreas no

3
De la cual si había mayor consenso de sus particularidades.
4
Muchos seguían como empleados toda su vida y algunos pasaban a ser eso que se denomina pequeño
burgués cuando abandonaban su posición de trabajadores dependientes y fundaban sus propias compañías
o industrias.
productivas (como es el sector servicios) es lo que puede diluir la frontera entre las clases y
se supone crea un aburguesamiento entre este sector de asalariados. No se le considera como
clase propiamente, sino como parte la burguesía o del proletariado, especialmente de la
obrera por ser asalariada, aunque esto dependerá del nivel de poder y autoridad dentro de la
sociedad. Continúa explicando que “se percibe como el pilar mediador y fundamental del
“equilibrio de la sociedad burguesa…se le concibe como el eje central de los procesos
sociales, a saber, como el lugar en el seno del cual se disolvería la lucha de clases”
(Poulantzas 1976, 182). Poulantzas considera a este grupo (más que una clase) homogéneo
por ingresos y forma de actuar. También plantea que esta se disolverá en burgueses o
proletarios, gracias a los procesos de movilidad. Tal vez por esta visión de ser solo un grupo
que se extinguiría (y todavía esperan su extinción) es que “Tanto en la historiografía
colombiana en particular como Latinoamericana en general las historias de la clase media no
solamente no han estado en el centro del estudio histórico, sino que además han sido negadas
como tema de investigación histórica” (López 2003, 259). López a esto le suma “Así mismo,
poco se ha hecho para entender la formación histórica de las identidades de género durante
el siglo XX colombiano” (López 2003, 260). Considero que seguimos, de alguna forma, en
la misma situación.

Ilustración 1 Visión de la clase media5

Por su parte, Martha Harnecker (Harnecker 1979) explica que la división básica está dada
entre quienes detentan los medios de producción y los productores. Los primeros explotan a
los segundos. En el sistema capitalista, este crea la división de burgueses y proletariados o
clase obrera, que le vende su fuerza de trabajo a los primeros. Estas relaciones con la
propiedad y los medios de producción se denominan relaciones sociales de producción y son
las que dan origen a las clases sociales. Se pertenece a una clase social según la posición que
se tenga en el sistema de producción social (la propiedad y el control sobre los medios de
producción), su papel en la división social del trabajo y la parte que obtiene de la riqueza
social. Un grupo se apropia del trabajo del otro. Ese carácter explotador-explotado hace que
tengan contradicciones. Para la economía clásica, las clases se diferencian por el acceso a
bienes materiales según sus ingresos. Para esta existen: clase alta, media y baja. La media es
un espectro muy amplio desde el obrero con algo más de un salario base hasta el pequeño
empresario o industrial y el profesional liberal. Para el marxismo esto es no es posible porque

5
El Tiempo, septiembre de 1960
se desconoce el cómo se genera la riqueza en esas relaciones sociales de producción. Por eso
solo conciben que la sociedad se puede dividir solo en dos clases: los que detentan los medios
de producción y lo que venden su fuerza de trabajo. Esto crea intereses antagónicos, que
como se mencionó entre la clase burguesa o capitalista (pues es dueña del capital) y la clase
obrera o proletaria.

A partir de esta teoría, se podría entender lo que conocemos como clase media, como pequeña
burguesía. En la permanencia de lo que se denominan relaciones precapitalistas (como son
la esclavista, la servil del feudalismo) se crean otras relaciones como son los pequeños
productores que se caracterizan por ser independientes, es decir, no explotan la mano de obra
de alguien más, sino que superviven de su propio trabajo. De nuevo, nos vuelve a enmarcar
en la producción de bienes materiales. Estos productores se tienen que enfrentar a los grandes
capitalistas. Solo unos pocos logran llegar a ser capitalistas en todo el sentido del concepto.
Esto hace que se cree una clase diferente a la burguesía y al proletariado. Se les llama “clase
en transición: una clase que tiende a desaparecer, a desintegrarse en proletariado y burguesía”
(Harnecker 1979, 15), pues, de todos modos, son un clase atada al capital: “Es una clase que
tiene, por esta razón, intereses contradictorios: por un lado, aspira a enriquecerse y a adquirir
capital, lo que le permitiría convertirse en burguesía o clase capitalista; por otro lado, se ve
cada vez más avasallada por la clase capitalista que la empuja a convertirse en proletariado
y, por tanto, a identificarse con los intereses de esta clase” (Harnecker 1979, 15).

Llama la atención que para Harnecker las clases sociales son solo aquellos grupos que se
asocian al “proceso de producción de una sociedad”, sin mayores explicaciones de qué
implicaría esto. Igualmente, aclara que no todo se fundamenta en la actividad económica de
producción de bienes materiales, es decir, en la estructura, sino que están las actividades que
pertenecen a la superestructura, o que apoyan a la estructura (a partir de servicios que
podríamos definir de cuidado y de administración) y tienen dinámica propia, pero los reduce
a los niveles jurídicos, políticos e ideológicos, pues es aquí donde se forman los funcionarios
y grupos que tienen la tarea de transmisión ideológica. Esta teoría no los ve como clase social,
como tampoco lo podría ser esa clase en transición. Entonces, solo existirían dos clases:
proletariado y burguesía. ¿La solución? Suprimir la propiedad privada sobre los medios de
producción y proponer una propiedad colectiva, cuestión que ha causado miles de
interpretaciones, mal interpretaciones, sobreinterpretaciones y controversias. Pero esto no
hace parte de esta investigación, así que solo dejará como enunciado.

Sigamos con el asunto de la pequeña burguesía. Harnecker plantea una crítica al concepto de
clase media. Ella indica que no toda la población puede ser catalogada como burguesa o
proletaria, porque pueden existir otras clases en el medio y que, además, la “ideología
burguesa tiende a borrar los límites entre estos grupos de la sociedad” (Harnecker 1979, 19).
Harnecker afirma que todos estos grupos son puestos bajo la etiqueta de “clase media”, que
lo único que hace es reunir en un mismo término grupos de distintas naturalezas (que va
desde el pequeño productor agrícola, pasando por empleados de grandes empresas y fábricas,
propietarios de pequeñas empresas hasta los funcionarios públicos y profesionales liberales
-que sería lo que se denomina la pequeña burguesía intelectual), y que no tienen relación
entre sí, según la autora, y , agregaría yo, que lo que los identificaría básicamente es que su
supervivencia depende de las ganancias que logren con su propio trabajo. Esto les daría una
característica de grupo heterogéneo.
Carlote Solé6 nos recuerda que el término de clase social lo propuso Marx, como se ha
expuesto, y fue la base para el estudio de las desigualdades sociales. Sin embargo, las ciencias
sociales están propendiendo, en cuanto al estudio de las estructuras sociales, desencasillarse
de las teorías que Solé considera como “suma cero” o dicotómicas, en las que las capas
medias o no son tenidas en cuenta o simplemente no se sabe cómo abordarlas y se les califica,
o descalifica, rápidamente. Solé explica que en la división de la propiedad y el control de la
producción es donde nacen las clases medias, que es la clase donde están las personas con
capacidades para “controlar el proceso productivo… [ por lo cual]… poseer o no poseer los
medios de producción no es definitorio de la situación de este grupo de personas ante el
proceso de producción, sino su capacidad de control a través del conocimiento y la puesta en
práctica de habilidades…[por tanto]… es preciso hallar nuevos criterios para definirlas”
(Solé 1990, 8). Sin embargo, la teoría funcionalista y la marxista son las que persisten en el
análisis de esta categoría. Vemos que Nicole Laurin-Frenette explica (desde un enfoque
marxista) que la teoría funcionalista es la que más tiene en su centro la cuestión de las clases
sociales como forma de entender la desigualdad social, que para el autor es una de las teorías
que más ha tenido impacto en la política y que ocultan los verdaderos nodos a discutir como
“la explotación económica, la dominación política, la opresión psíquica y su constante
reproducción” (Laurin-Frenette 1993, 4). La acción social, uno de sus principales conceptos,
tiene como talón de Aquiles que se dice que es una acción desde lo individual donde
predomina la naturaleza del actor (necesidades, disposiciones, intereses, valores, etc.) y le
seguiría las condiciones de lo que denominan hecho social. Es decir, que la acción se reduce
a la voluntad y conciencia del individuo, cuando en realidad no puede existir jerarquía frente
a lo individual y lo social y, a estas alturas del tiempo, se deberían ver como un continuum y
que crean redes de complejidades. Seguir en una discusión de estas, me parece poco oficiosa.
Sin embargo, fue la forma de ver las ciencias sociales frente a los problemas de desigualdad
por mucho tiempo, y según este autor, buscan explicar la desigualdad deriva de un fenómeno
natural.

Para Jean-Claude Milner la clase media es la nueva burguesía asalariada, que, según él, se
puede distinguir del salario proletario. El salario es un juego del mercado. El salario
proletariado es el mínimo vital, es decir, “es el precio mínimo de la mercancía “fuerza de
trabajo”” (Milner 2003, 30). El salario burgués es independiente a este mínimo. Aunque
también se compra una fuerza de trabajo, pero se diferencia en cómo se calcula el precio de
ese salario. Milner anota que este burgués asalariado se diferencia del burgués propietario.
La superioridad social del primero se basa solo en su salario, es decir, se paga más por su
fuerza de trabajo entendida como capacidad, mayoritariamente, intelectual. Aunque su
posición de burgués puede pesar, más que su cualificación, por lo cual se considera que este
es un salario arbitrario (también se puede relacionar con lo que se conoce como la sociedad
del espectáculo). Otra característica es que, a diferencia del salario proletario, el salario
burgués participa en la plusvalía en lo que Milner denomina sobresalario. Milner, sin
embargo, sigue entendiendo la división de clases en solo dos y no hace distinción en los
diferentes niveles de poder adquisitivo y cómo afecta el ser o no propietario de medios de
producción y la escala de esa propiedad.

6
Socióloga. Universidad Autónoma de Barcelona
Eva Illouz, saliendo un poco de los esquemas tradicionales, y en concordancia con la
perspectiva de esta investigación, propone el capitalismo desde las emociones. Esta socióloga
israelí critica que se le da importancia a conceptos de plusvalía, explotación, división del
trabajo y otras, pero no se le presta atención el estudio de “la modernidad en términos de
emociones” (Illouz 2006, 11), a pesar de que, según Illouz, Durkmein evidenció la
importancia de las emociones, Weber ya lo había tenido en cuenta y que Marx, con su
concepto de alienación, “tenía fuertes visos emocionales” (Illouz 2006, 12), aunque en
posteriores interpretaciones lo despojaron de esa dimensión . Ella define la emoción como
“energía interna que nos impulsa a un acto, lo que da cierto “carácter” o “colorido” a un acto”
(Illouz 2006, 15) y asegura que esa división artificial entre un espacio público sin emocional,
eminentemente “racional”, y un espacio privado con una fuerte carga emocional ya no es
sostenible. A partir de 1920, Illouz afirma que se caracterizó por el ascenso de la gran
empresa, razón por la cual el conocimiento técnico administrativo fue necesario. Nacieron
los tecnócratas, como clase profesional y regentaba posiciones de gerencia y espacios medios
de las empresas. En esta “retórica de la ciencia, la racionalidad y el bienestar general” (Illouz
2006, 34), en el que el cambio de trato hacia los trabajadores para crear una relación
“afectiva” con la empresa resultó en una mayor productividad. En este ambiente, surgió otro
discurso que medió las concepciones de los trabajadores y fueron los discursos de la
psicología “El lenguaje de la psicología resultaba atractivo a los trabajadores porque era más
democrático, dado que ahora la buena dirección dependía de la personalidad y la capacidad
de entender a los otros más que del privilegio innato y de la posición social” (Illouz 2006,
46). En esta vía, se configura los departamentos de Relaciones de Recursos Humanos, de
Relaciones Humanas. En este sentido, Illouz propone que el capitalismo, hasta cierto punto,
se feminizó porque se supone que se tenía en cuenta las emociones y sentimiento de lxs
trabajadorxs y era más empático. Gracias a esta visión psicologista, “las emociones se
convirtieron en objetos a ser pensados, expresados, discutidos, debatidos, negociados y
justificados, tanto en la empresa como en la familia” (Illouz 2006, 86). El éxito dependía de
una acción individual, a partir del manejo y reconocimiento de las emociones y la
competencia a partir del conocimiento del otrx. Surge con fuerza los discursos, textos y
narrativas de la autoayuda.

En cuanto a cómo se definía y percibía la clase media en nuestro país, Abel Ricardo López
(López 2003) nos explica cómo en las primeras décadas del siglo XX, los del medio con su
trabajo como empleados, tenían cierto nivel de vida un poco más alto o alto respecto de la
clase popular, pero no llegando a ser de clase alta o de la élite. Para 1930, Colombia estaba
experimentando un intento de industrialización, una acelerada urbanización y crecimiento
demográfico. Entre los años de la década de 1930 y 1940 surgió un sector de servicios
paralelo al sector industrial, en el que se concebía como antagonista la fábrica y la oficina.
Este crecimiento de la industria supuso creación de nuevos puestos de trabajo, especialmente
en el sector de servicios, tanto a nivel público como privado. La consecuencia fue el
abandono del campo y la baja de productividad agrícola.

Mientras que en Europa y Estados Unidos las relaciones interpersonales y el reconocimiento


de las emociones tendía a un ambiente andrógino, según lo comenta Illouz, en Colombia el
binarismo atravesó esta nueva clase emergente reproduciendo los roles de género que se
ejercían en el espacio de lo privado, en el espacio de la oficina, lugar de producción de la
clase media. Esta reproducción se materializó en las figuras del empleado (hombre) y el ángel
de la oficina (mujer), y que fueron con la que “empezó a tomar forma históricamente la idea
de clase media” (López 2003, 261). López expone que estas empresas, tanto públicas como
privadas, crearon políticas y requisitos para el personal7. Los hombres que trabajaban en
oficina eran los hombres de verdad. Los obreros eran ignorantes, desordenados,
irresponsables, perezosos. En respuesta, los hombres de la clase obrera se burlaban de los
hombres de oficina por estar feminizándose debido a estar trabajando con mujeres en el
mismo lugar. Sin embargo, estas dos masculinidades apelaban al mismo papel: ser
proveedores. Con estos hombres de oficina se “construyó la idea del jefe del hogar y
proveedor como uno de los rasgos principales para diferenciar y distinguir aquellos
“empleados, hombres de verdad, hombres del servicio y los obreritos…[y]…no solo porque
tenía que ser el jefe del hogar y el proveedor…los hombres de verdad “disfrutaban el ser
buenos padres y esposos”” (López 2003, 263). Lo importante para las empresas donde
trabajaban estos hombres de oficina era “edificar” “familias felices” y mantener “la santidad
del hogar”” (López 2003, 264). Por su parte, los ángeles de la oficina no trabajaban, sino
que apoyaban y ayudaban en la empresa, que era como emular un hogar, una familia. Eran
las madres y cuidadoras de la oficina. Sin embargo, el estar en contacto constante con
mujeres, a algunos los hacía sentir menos hombres. Se consideraba que ese espacio se
feminizaba, siguiendo la burla de parte de los hombres obreros. Por esto, reelaboraron su
masculinidad en contraposición al obrero. Ahora la masculinidad era el “conocimiento, saber,
trabajo mental, seguridad económica, control personal, poder de decisión”, el hombre era
concebido como el protector de los débiles (como las mujeres) y quien se alejaba de la
violencia (López 2003, 268), despreciando al obrero como “pasivos, débiles, dependientes y
subordinados…con ingresos mínimos y con trabajos de poca importancia en la escala
laboral”” y maltratadores, especialmente de las mujeres (López 2003, 269). López nos
muestra la opinión de un empleado público: “Ser un hombre no es pertenecer al sexo
masculino; No es tener músculos, ser fuerte. Ser verdadero hombre ser consciente de cómo
un verdadero hombre actúa. Ser hombre es ser el creador de un hogar…” (López 2003, 271).

Para Luis López de Mesa, en un escrito de 1952, con un tinte que hoy consideraríamos racista,
la humanidad debía atender unas ciertas necesidades a satisfacer y según el nivel de
satisfacción se configuran las clases: la clase proletaria apenas las logra satisfacer; la media
puede cumplir con estas necesidades; la clase alta puede satisfacerse con lujos. A diferencia
de la teoría clásica marxista, este intelectual indicaba que las dos clases inferior y superior
tenderán a desaparecer para consolidar la del medio que significaría equidad y eficiencia.
Tiende a crecer y a ser la base del desarrollo de la sociedad, como afirma López de Mesa:
“La clase media social crece pues en Colombia y tiende, como en todo el mundo, a dejar de
ser clase para constituirse en cuerpo estructural único de la nación” (López De Mesa 1952,
16). Las profesiones liberales y la industria constituían la posibilidad de movilidad social y
López de Mesa entiende las voces de la revolución como la desviación a ese desarrollo pues
hace que el trabajador odie su trabajo, a sus jefes. Y no solo las ideas de revolución eran un
problema; otro inconveniente era: “la composición étnica disímil” (López De Mesa 1952),
por lo cual se le dificulta encontrar identidad.

7
López explica que se diferenciaba el trabajador de la fábrica, trabajador manual, y el trabajador de la
oficina, que se consideraba como un trabajador intelectual, y, por ende, diferentes, y expone cuál era el
trabajador ideal a partir de la Ley del empleado de 1936
T. Lynn Smith (1903-1976) veía a la sociedad colombiana muy estratificada donde la punta
de la pirámide se arroja el “derecho de nacimiento” (Smith 1952, 27) del poder y no por
cualidades y habilidades. Entiende que en Colombia hay dos clases: terratenientes y
campesinos, que las atraviesa la posesión de la tierra y la raza. Esta situación viene desde el
periodo Colonial y esto creó élites enquistadas y muy diferenciadas. Este sociólogo rural
estadunidense expone una definición de clase social: “denota un número de personas en una
sociedad dada, cuya economía, ocupación, nivel sociopolítico e intereses, son demasiado o
estrictamente similares” (Smith 1952, 30). Esto suma a una conciencia de pertenecer a ese
grupo, es decir, conciencia de clase y solidaridad de grupo. Además, supone que ciertas
ocupaciones otorgan prestigio, influencia y entradas económicas. Algunas, como la docencia,
son contradictorias: tienen prestigio, pero no así una compensación económica. Otro
elemento de las clases sociales es la circulación y movilidad libre. Aunque esos “canales de
ascenso social” (Smith 1952, 34) no están alejados de prejuicios y estereotipos que no
permiten a ciertas personas con ciertos rasgos acceder a esa movilidad y que ciertos
empleados públicos vienen de familias que hicieron parte de esas “antiguas aristocracias”.
Por esto llega a la conclusión que “una genuina clase media, es en gran manera escasa en
Colombia” (Smith 1952, 42). En el mismo libro, Gerardo Reichel-Dolmatoff refuta a Smith
diciendo que no es tan trágica la situación y que “Colombia tiene una Clase Media par
excellence, bien definida, con toda la conciencia de clase necesaria para hacer de ella el
estrato social más importante” (Reichel-Dolmatoff 1952, 51) y que si es cierto, en algún
momento de la historia de Colombia, existió una élite señorial feudal, “en la actualidad
Colombia es un país cuya estabilidad social, económica y política, descansa sobre los firmes
y viejos fundamentos de una Clase Media que tiene sus raíces principalmente en el
campesinado, y que constituye la fuerza principal de la nación en el mantenimiento de los
ideales democráticos” (Reichel-Dolmatoff 1952, 54). La real situación de Colombia en estos
años sería contraria a esta visión tan optimista.

Álvaro Villar Gaviria, en 1985, preocupado por la incidencia de la exclusión, en Colombia,


y las consecuencias en términos de salud mental de la lucha de poder y cómo el sistema,
según él, utiliza profesiones como la psiquiatría y la psicología para anestesiar ante sus
efectos, propone la relación de la psicología y las clases sociales, a partir de una de las
instituciones que cree base de la sociedad como es la institución familiar (heterosexual). Esto
porque hay personas que, a pesar de seguir las reglas del juego, Villar dice que “quedan por
fuera”, por lo que su ascenso en la escala social no se debe, precisamente, al trabajo honrado
exclusivamente. A estos, Villar llama nuevos ricos o nueva burguesía. Esto quiere decir que
la clase media, media alta, en ascenso se debe más al tráfico de influencias que al esfuerzo
propio, difiriendo con aquello que vende el sistema. Por lo tanto, la clase media es un grupo
heterogéneo y tiene contacto y relación con la burguesía y como estrena posición social, tiene
la característica de ser poco auténtico: “Desde el vestido hasta la habitación, desde los gustos
hasta muchos de sus pensamientos. Todo es postizo, recién adquirido, recién comprado”
(Villar 1985, 253). También, entre línea y línea los acusa de tener mal gusto y para esto pone
de ejemplo a la nueva Guatavita y de ser poco ahorradores. Sin embargo, estos nuevos
burgueses siguen siendo los burgueses propietarios, solamente que estos surgieron de capas
bajas de la sociedad: “Este derroche tiene desde luego muchas otras causas…Entre ellas, la
de compensar la escasez y las penurias de una infancia de clase media, o campesina, o
proletaria ciudadana” (Villar 1985, 256). Se puede decir no hay definición de eso que se
denomina clase media (a pesar de que su libro se trata sobre “clases sociales”), o puede ser
que no considere como “clase social” esa capa media. Es decir, a nuestro país también llega
estas teorías que refuerzan que la clase media no es realmente una clase, sino el producto de
la misma burguesía.

Para Edward Salazar, ya desde una visión cotidiana, “la identificación de una persona o de
una familia como perteneciente a una clase social puede establecerse a través de su ubicación
profesional, su nivel de estudios y su tenencia de bienes inmuebles y relaciones familiares o
personales” (Salazar, Nostalgia y aspiraciones: Vestir , estéticas y tránsitos de las clases
medias bogotanas en la segunda mitad del siglo XX 2021, 49) y también se concreta en la
apariencia. Y más que como un hecho concreto, esta puede considerarse como una clase
aspiracional, de deseo de modernidad como lo formuló Santiago Castro-Gómez y que trae a
colación Salazar: “El alcance de estos ideales de presente y futuro individual y familiar no es
un hecho comprobable, sino un proyecto acuoso que convoca al cuerpo vestido” (Salazar,
Nostalgia y aspiraciones: Vestir , estéticas y tránsitos de las clases medias bogotanas en la
segunda mitad del siglo XX 2021, 51). Se consideraba la apariencia como vía al éxito como
expresé en Elegante Adán. Salazar coincide que esta fue una forma de uniformar a la sociedad
bogotana, especialmente a los hombres, con unos cánones de elegancia y sobriedad muy
estrictos, que pretendían estandarizar los cuerpos en la ciudad, sin que esto implicara una
igualdad de clase. Como cuenta Salazar, después del Bogotazo, la ciudad pasó por un nuevo
proceso modernizador de la infraestructura pública, en un marco de crecimiento demográfico,
el cual fue “un proceso de planeación más racional” (Salazar, Nostalgia y aspiraciones: Vestir
, estéticas y tránsitos de las clases medias bogotanas en la segunda mitad del siglo XX 2021,
53) en términos técnicos y urbanísticos y que, según Salazar, basado en Óscar Salazar, se
extendió hasta 1970. Estos cambios dieron la idea de una ciudad más moderna. Basado en
Zandra Pedraza, este autor afirma que el progreso ya no está en la vía de la herencia o del
origen, sino en la búsqueda de ese bienestar. Citando a Óscar Salazar, señala que las
publicaciones, especialmente de los 40s y 50s, solían ““mostrar una versión pública que
resalta los personajes célebres o la espectacularidad de la vida moderna”” (Salazar, Nostalgia
y aspiraciones: Vestir , estéticas y tránsitos de las clases medias bogotanas en la segunda
mitad del siglo XX 2021, 54). En estos años hay una homogeneidad en el performance del
vestir. En esta puesta en escena, la clase se presenta como aspiracional. En este paisaje
homogéneo no es fácil la ubicación. Salazar hace una síntesis de los estudios desde
Latinoamérica, desde la óptica de lo difuso que es este grupo intermedio y la aspiración que
tiene de imitar a la élite. El modelo económico de desarrollo tiene como centro la clase media
y como su impulsor el consumo. En Colombia, como en otros países latinoamericanos, no ha
sido factor de luchas y reivindicaciones. Siguiendo a Ricardo López, en un momento,
especialmente del gaitanismo, se identificaron con el pueblo, pero siempre distinguiéndose
del obrero. Por esto, es difícil de definir, pues ¿Cuál es la identidad de estar en medio de la
pirámide social?

Esta clase, en esta época, veía los apartamentos como opción más viable de vivienda que las
grandes casas, muy características de las décadas de 1920 y 1930. Aunque se identificaban
como clase media, no lograron vivir como tal, por las contradicciones entre los discursos
políticos que pregonaban en nuestro país sobre el bienestar común y las prácticas. Faltan
estudios locales de la clase media, ya que como resaltan López y Salazar, esta no es “un
producto dado” (Salazar, Nostalgia y aspiraciones: Vestir , estéticas y tránsitos de las clases
medias bogotanas en la segunda mitad del siglo XX 2021, 70) y menos si se estudia solo a
partir de teorías construidas en el Norte Global. Salazar indica que la clase media no solo no
eliminó las diferencias (como pretendía las teorías desarrollistas), sino que acentuó las
diferencias. Estas diferencias también devienen de la relación de estas clases medias con la
democracia, eso que quedó inconcluso, sin resolver, y no permitió que el “ideal de
democracia abierta e igualitaria” (Salazar, Nostalgia y aspiraciones: Vestir , estéticas y
tránsitos de las clases medias bogotanas en la segunda mitad del siglo XX 2021, 71) haya
trascendido del papel y “en cambio la clase media reprodujo visiones jerárquicas y
estratificaciones…” (Salazar, Nostalgia y aspiraciones: Vestir , estéticas y tránsitos de las
clases medias bogotanas en la segunda mitad del siglo XX 2021, 71) y unas formas de
subjetividades muy particulares, cuestión que falta por ahondar, como bien lo señala Salazar.

Otro punto que falta por estudiar es lo que implicó la idea de consumo moderno como
formación de identidad, donde la estabilidad económica, derivada del trabajo (que no solo
implica la supervivencia), era fundamental y le permitía acceder a créditos, en caso de que
no pudiera pagar al contado, como forma de adquirir productos. Si es cierto, el costo de la
ropa era un poco elevado, en la década de 1950 se dio una mayor facilidad en la adquisición.
En cuanto al traje masculino, se vio enfrentado con las nuevas modas, sin que pudiera ser
derrotado del todo. Los de la élite usaban materiales importados, y los de las clases medias y
populares, materiales nacionales, que se distinguieron por una calidad considerable, así como
el corte y confección de los vestidos. Y los vestidos eran una inversión porque tanto los
materiales como las estéticas perduraban más, sumado a la importancia de la apariencia como
vía al éxito, ya que “Antes…existió una voluntad cultural de “ser alguien”, y sin duda una de
las maneras de serlo era por medio de la presentación personal” (Salazar, Nostalgia y
aspiraciones: Vestir , estéticas y tránsitos de las clases medias bogotanas en la segunda mitad
del siglo XX 2021, 77). La importancia de la apariencia tiene relación con lo que propone
Mosse: “La búsqueda de la belleza se convirtió en parte integrante de la vida de la clase
media, y la búsqueda de una belleza masculina, el culto a Grecia debe ser vista dentro de este
marco general, y ello, a su vez, encajaba dentro de los cambios producidos por la revolución
industrial” (Mosse 2000, 42). La belleza de las mujeres era diferente, se centraba en lo
sensual. La belleza masculina era sinónimo de nación, de sociedad.

López, señala que las diferencias entre obreros y empleados no eran muchas (son
trabajadores, subordinados, con poco interés por parte de sus empleadores) y que los
segundos trataban de crear formas de distinción, pero en la prensa se puede encontrar
ejemplos de esa clase obrera apropiando estéticas, también con la idea que la apariencia era
la mejor forma de movilidad social.

En el país se conceptualizó la clase media de diferentes maneras durante el periodo de


estudio. Para la década de 1940, se concebía como un segmento que iba en ascenso y se creía
como la base del desarrollo de la nación. Luis López de Mesa, en su defensa exponía que era
un grupo que podía satisfacer necesidades de nutrición, reproducción, albergue, vestido,
recreación, salud, religión, gobierno, arte y trabajo. Ser clase inferior es no poder satisfacer
estas necesidades. Aunque, tampoco los veía con buenos ojos: "Los estratos sociales
inferiores que fueron ingresando a clase media y hoy día ya a la conducción de la economía
y el gobierno, carecían de tradición cultural eficiente, de aptitud técnica, de similitud racial,
de estructura histórica: Llevaban por delante el resentimiento de la estirpe y no el alborozo
de las liberaciones perspectivas; no captaban la reciprocidad del bien común ni la
espiritualidad de la nación, ante su egoísmo insular de aprovechamiento concupiscente e
incuria dolosa”. Y acusa que algunas voces de la revolución social "condujeron al trabajador
colombiano, empleado y obrero, a odiar sus tareas, a despreciar sus patrones, a dejar
imperfecto el producto, a rendir, a ritmo lecto, lo menos posible". Concluye que el elemento
étnico no permite una clase media sobresaliente "existe en Colombia clase media social de
creciente amplitud, más culta en instrucción y económicamente más holgada que antes, pero
de composición étnica disímil y por ende no bien asociada todavía ni de personalidad
suficientemente definida aún para la enorme tarea cultural que le incumbe" (Mesa 1953)

En la década siguiente, otros escritores intentaban definir la clase media como aquella
conformada por "los gremios de empleados, los obreros, los pequeños industriales, la mujer
que sostiene un hogar" (Fernández 1954). Justamente en la década de 1950 se vivió una época
de carestía y esto sobresale en la prensa. Este escritor se quejaba de que no hay políticas para
la regulación de precios y solo hay lógicas de alza por parte de los grandes financistas y las
poderosas empresas. Son comunes las quejas sobre lo que debía enfrentar esa clase media.
Francisco Camacho, en el Tiempo del 30 de junio de 1960, planteaba problemas de la "clase
media económica" como la falta de acceso a la educación, la carestía y la dificultad en el
pago de arriendos pues era aún más complicado acceder a la compra de vivienda.

Y no faltaban las bromas, y más viniendo de Calibán. En una de sus columnas, sentía pena
porque a los padres de clase media sus hijos no los respetan y sus esposas les daban regalos
horribles por su mal gusto: "Y no hablo de los papás ricos, que se ríen del homenaje de que
son objeto, sino de los de clase media. Que no pueden pagar colegios para educar a todos sus
hijos. Y los visten por el sistema de la herencia. Los trajes de los mayores pasan a los
menores... Ni pueden darse el relativo placer de ir a vacaciones a hoteles tan caros como
malos. pobres papás! Para ellos va hoy mi tributo de admiración y de pena" (Calibán, Danza
de las horas 1960)

Es innegable la importancia de la apariencia entre los habitantes de la ciudad. Al parecer,


había una visión de que los bogotanos eran muy vigilantes de sus vecinos. Esta labor se fue
dificultando, según un artículo, por el "crecimiento urbano…lo que, al favorecer un cierto
anonimato, contribuye a relajar la presión de los grupos de vigilancia social" (Degallaix
1965). Y Bogotá, se puede decir, que sigue siendo vigilante, normativo, y pensamos mucho
cómo nos presentamos ante los demás donde la transgresión es opción solo en algunos
momentos, pues puede significar ciertos niveles de rechazo o de discriminación. Ejemplos
podemos encontrar en la prensa, los medios de comunicación o en nuestro mismo entorno.
Las empresas textiles y los almacenes fueron una forma de normativizar ciertas apariencias
y siluetas. En este sentido, falta una historia de los almacenes que trajeron y promocionaron
esas nuevas modas y las que promocionaban las modas tradicionales. En cuanto a la clase
media, se contrasta la situación real de esta clase emergente con las promesas incumplidas
en relación con que con trabajo y esfuerzo se podría escalar socialmente. Los periodos de
tasas importantes de desempleo eran muy seguidos, como el de la década de 1950 debido a
la Violencia. Los campesinos huían a las ciudades y estas no tenían la infraestructura para
absorber toda esta mano de obra.

Para esa clase trabajadora, clase media, los almacenes, al igual que los medios de
comunicación, se volvieron un referente en relación directa con los clientes, pueden crear
relaciones de afecto donde sus directrices pueden llegar a ser muy recordadas y por esto, se
convirtieron en brújulas de las siluetas. Ese papel ahora lo está teniendo las marcas. Así lo
asegura Santiago Mongue Solano, quien era fiel cliente de Luigi, uno de los almacenes más
prestigiosos.

Ilustración 2 Santiago Mongue Solano8

Allí, dice, aprendió a conocer de telas y de cortes. A Calibán no se le pasó mencionarlos en


una de sus columnas de la Danza de las horas:

"Sears ha sintetizado en pocas páginas el grande éxito de sus labores comerciales. Las sacó del molde
colonial y les dio nuevas normas. Era realmente una delicia visitar a Sears de Chapinero y comprar las
maravillas de la industria extranjera. De pronto se cerraron las aduanas. fue grave impacto para Sears;
pero lo superó en breve. estimuló la producción nacional. ayudó a fundar muchas industrias. favoreció
a las ya fundadas. en pocos años ha invertido en manufacturas nacionales, cerca de quinientos millones
de pesos. las importaciones no suben al uno por ciento. Asimismo, los empleados son colombianos,
casi en un ciento por ciento. Sears le dio así trabajo a millares de personas en todo el país. y ha dado
un ejemplo que debe seguirse, haciendo a sus empleados co-propietarios de la empresa. y
constituyendo un fondo que dentro de pocos años subirá a cincuenta y dos millones de peso, del que
se beneficiarán los empleados en edad de retiro. las iniciativas de Sears las han seguido con mucho
éxito grandes almacenes como A. Pamp, Valdiri y cien más. Sears es ejemplo de lo que vale y puede
hacer la libre empresa dirigida con criterio social. Por supuesto que yo añoro los tiempos en que se
podían comprar artículos de Nueva York, París y Londres. Creo que ya es tiempo de levantar las
barreras aduaneras para las cosas de lujo. Que no compiten con la industria nacional; pero sí
contribuyen a la comodidad y regalo de cuantos pueden pagarlas" (Calibán, Danza de las horas 1965)

Para 1970, cuando el pensamiento marxista impregnaba todos los espacios académicos y
algunos políticos, se trataba de subestimar la lucha de clases y se le consideraba un freno al
progreso. En un titular bastante llamativo (en cuanto al tamaño de la letra), El Tiempo
advierte Colombia repudia la lucha de clases. Este es un artículo relacionado con el proceso
electoral de 1970, que había ocurrido el 19 de abril, en la elección del último presidente del
Fren Nacional. En esta contienda ganaría, en lo que se considera una elección fraudulenta,
Misael Pastrana. El autor de este artículo pretendía demeritar las denuncias de fraude y

8
Foto familiar
envolver la situación en una supuesta conspiración anarquista y todo aquel que denunciaba
los tildaba de idiotas útiles y los acusaba de querer acabar con la democracia. El autor también
cita las palabras de Carlos Lleras Restrepo, que hicieron parte de su alocución, con motivo
del descontento que suscitó esta situación, donde acusa a los que protestaron por el resultado
de los comicios manifestando que la lucha de clases lo que pretendía era “crear una lucha
social injustificada, contra el Frente Nacional que devolvió la paz…que ha vuelto sus ojos a
la redención de las clases pobres. Si no ha sido más rápida, no es por culpa mía, sino porque
otras personas no han dejado desarrollar el movimiento de avance hasta la sociedad
igualitaria…” (El Tiempo 1970).

La clase media sería ese segmento que, debido a su acceso a una educación superior o a una
red de influencias importante, puede acceder a puestos de trabajo que le implica ganar más
de aquel salario de supervivencia (el salario mínimo), pero que no tiene respaldo más allá de
su fuerza de trabajo. Dependiendo de qué tanto se aleje de ese salario mínimo se supone
puede tener una mejor capacidad de ahorro. Sin embargo, esto no le garantiza nada. El hecho
de depender de estar activo laboralmente, cualquier crisis en este sentido, puede colocarla en
estado de vulnerabilidad, y a esto se le puede sumar el hecho que se ha desnaturalizado la
universalidad de los derechos, parcializándolos en enfoques diferenciales9, adicional a la
visión tanto marxista que ve en la clase media una pequeña burguesía, como en otras visiones
que la ven como autosostenible (como si no dependiera de las circunstancias
socioeconómicas), no es objeto de programas estatales, a pesar de que le toca pagar
impuestos, pues hablando en el presente, como Sarmiento Angulo o los grandes
conglomerados10 que gracias a la cooptación del Estado11 puede lograr grandes exenciones.
Tanto fue así esta situación que, por ejemplo, a mediados de 2010, para ayudar a las personas
adultas y adultxs mayorxs de localidades como Teusaquillo, Palermo, Barrios Unidos,
Chapinero o Usaquén, reconocidos barrios de clase media y media alta (especialmente en la
década de 1940 a 1980), que con el tiempo se fueron deteriorando 12, pero que en el sistema
de estratificación13 que se impuso en la década de 1980 quedaron en estrato 4 y 5, que, con
las crisis económicas o quedaron con pensiones que no les alcanzaba ni para pagar servicios
o lo devengado no alcanzaba para suplir ni siquiera las necesidades básicas, teniendo en
cuenta el lugar en el que se vivía, lugares donde el costo de vida puede ser un poco más

9
Cuando una visión no debería excluir a la otra: universalidad / enfoque diferencial
10
No hay publicaciones que se hayan interesado en el pago de impuestos de figuras sobresalientes como
políticos o intelectuales de la época, para indicar si por su estatus tenían alguna prebenda.
11
Situación que Naomi Klein ha denominado Corporativismo. Ver Naomi Klein. La Doctrina del Shock. El
auge del capitalismo del desastre. Barcelona: Editorial Planeta, 2012
12
O convirtiéndose en lugares de población flotante. Es decir, a la par que sobrevivían construcciones
tradicionales, por ser lugares centrales o con ciertas facilidades, se construyeron edificios muy modernos con
el costo del metro cuadrado a precios exorbitantes para personas con patrimonios considerables, pero que
solo vivían en el lugar por un determinado periodo del año (como ocurre con los estudiantes universitarios).
Eso hizo crear como unos espejismos en la vida económica de estos lugares.
13
La BBC le dedicó una nota a este fenómeno casi que exclusivo de nuestro país y que de lo que se suponía
era una idea de “solidaridad social”, terminó siendo un modo de exclusión, separatismo y clasismo social. Este
es un elemento que debería ser discutido en la academia con el fin de acabarlo y crear un sistema que se base
más en el verdadero ingreso personal o familiar que con el lugar donde se vive. Esto también resultó en
diferencias abismales en los tipos de construcción, la calidad de los materiales y la seguridad de las
edificaciones. Vea aquí: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-57264176
elevado, la administración distrital, para poder ofrecer apoyos, tuvo que desarrollar un
concepto como “pobreza oculta”14, el cual está relacionado con la pobreza monetaria. En ese
sueño que nos vendió el sistema en el que nosotrxs solxs podemos, sin tener en cuenta los
atenuantes socioeconómicos, nacionales e internacionales, culturales (como los diferentes
tipos de exclusión y diferenciación, entre los cuales se encuentra la violencia estética) y la
importancia de la solidaridad social de la distribución de la riqueza, por vía impuestos, por
ejemplo, creó todo un andamiaje mental para que creyéramos que no era necesario un Estado
fortalecido15 para ofrecer el cubrimiento de derechos fundamentales y que todo se lo
dejáramos al juego del mercado. Por todo lo anterior, considero que este asunto de la clase
media debería ser estudiado en la academia con la seriedad que se merece, más allá de
sectarismos ideológicos y de teorías que se quedaron en el tiempo. En los años que
comprende esta investigación, por lo menos en el campo de la moda, la clase social se tornó
en una especie contradictoria donde se puede ofrecer exclusividad, pero como esto reduce
los potenciales consumidores (aunque hay marcas de lujo que se pueden dar el lujo de tener
un grupo de consumidores restringido), lo que se hace, a nivel publicidad, es crear la
sensación de que todxs podemos acceder a eso chic y único, es decir, borrar las diferencias a
partir de secciones prêt-à-porter de algunas marcas de lujo, o marcas sin pedigree, como
ocurrió con el fast Fashion, pero que ofrecen diseño porque la moda no solo se configura a
partir de la exclusividad, sino que esta, también es una industria y como tal, debe expandir
su mercado.

Masculinidad, clase y moda


La clase, como concepto y problemática social, para mediados del siglo XX, era vista como
un factor de desorden y de posible detonante de revueltas y revoluciones, por lo que implica
pensarse dentro de una estructura o sistema. Por esto, se hacía el esfuerzo en obviar esta
variable y ahondar en otra como el género, tan delicado en nuestra sociedad. La clase solo
era utilizada y puesta en escena cuando se quería dar a entender que la pobreza estaba más
relacionada con una actitud individual, como expuso Eva Illouz, que con unas condiciones
socioeconómicas. Mientras que la problemática de la clase social era matizada, la cuestión
del género era exacerbado. La preservación del binarismo era fundamental. Sin este, la
sociedad se destruye. Tal vez por esto, como se señaló en el capítulo 2, la genitalidad ha sido
un elemento que ha marcado fuertemente la concepción de la sexualidad, y lo sigue haciendo,
a pesar de que se ha podido demostrar que esta se compone de otras estructuras tanto
biológicas como sociales. Es tan poderosa esta externalidad genital que se ha estructurado
todo lo concerniente al sexo y la sexualidad alrededor de esta. Todo tiene que girar a expresar
de forma exteriorizada los preceptos que existen en torno a esa genitalidad y cómo se debería
reflejar en el resto de nuestros cuerpos. Algunas formas de exteriorizar esto era la estética

14
O pobreza vergozante, como la reseñó El Tiempo en la publicación del 1° de agosto de 2019. Ver aquí:
https://www.eltiempo.com/bogota/que-es-la-pobreza-oculta-y-a-quienes-afecta-396138. Y visión desde la
institucionalidad, ver aquí: https://www.integracionsocial.gov.co/index.php/noticias/116-otras-
noticias/4878-secretaria-de-integracion-tambien-apoya-a-familias-en-condicion-de-pobreza-oculta-en-
bogota1
15
Y que hizo mella a finales de la década de 1970 con el llamado neoliberalismo
corporal: la vestimenta, los accesorios, el arreglo y cabello, entre otros. En la tesis El Elegante
Adán pudimos ver algo de esto a través de la publicidad (ilustración 86)

16
Ilustración 3 Binarismo "natural"

Esta genitalidad conllevaba a pensar que lo correcto era la heterosexualidad, y una


heterosexualidad que también tenía su puesta estética. La prensa y el cine fueron (y son)
principales referentes de lo que se entiende por bellezas masculinas y femeninas aceptadas
según el paradigma del canon estético. En cuanto a la belleza masculina, estos medios de
comunicación estaban muy pendiente de tener al tanto al público sobre los galanes que podían
generar suspiros, y estos no solo eran actores, como señalé anteriormente. Si bien es cierto
que a los hombres se les destacaba por su reconocimiento social, académico, político,
económico (muy especialmente por este aspecto), no escapaban por esto de que fueran
descritos en su corporalidad estética: “Descuidado con la camisa desabotonada, dejando al
descubierto gran parte del pecho velludo y quemado por el sol, se paseaba ayer por los
pasillos de El Dorado un hombre corpulento, de pelo dócil rubio oscuro, largo, con la
espontaneidad de un Beatle. Una onda le caía sobre el ojo derecho, enroscándosele en la nuca.
La frente amplia y unos ojos oscuros y muy inquisidores, nariz angosta y respingada dos
hileras de pequeños, parejos y blancos dientes”. Y no faltaba el comentario que implica
competencia al señalar a alguien como quien es: “considerado como el hombre más elegante
del mundo”. Además, es muy común el tipo de referencia que señalaban: “el galán que hace
suspirar a millares de admiradoras" (Rodríguez 1970)

Pensar que la superioridad de los hombres es natural y homogénea, esconde la situación que
los detentores de ese poder son un puñado de personas que, además, normativiza las formas
de comportarse. Es referencias como las anteriores vemos que sí hay un disciplinamiento de
lo masculino. No vale solo tener la anatomía: "El grande hombre político a quien admiramos
por su genio, pueden desencantarnos irrevocablemente, como hombre, gracias a un
insignificante gesto de las manos, a una entonación de la voz demasiado presuntuosa, a una
oblicua mirada o una amarga sonrisa que, en el breve tiempo de un segundo, parece
entreabrirnos el satánico misterio del alma" (Téllez 1945). Y la forma de entenderse como
superiores, así esto signifique esconder los que Connell denominaba masculinidades
subalternas, Hernando Téllez le preocupaba que se viera esto como un problema de conductas

16
Ima Poveda. Elegante Adán… 54
y no de una situación natural por la designación sexual. En el mismo artículo aclara que, a
pesar de esta diferenciación entre una masculinidad aceptable y no aceptable, para no quitarle
peso a la masculinidad inmiscuyéndola en esencia en una discusión de estética, trae a
colación la diferencia entre la belleza y la gracia. Según este escritor, la primera pertenece a
las mujeres y la segunda a los hombres. Las mujeres pueden ser torpes, necia, insensata
porque eso hace parte de su belleza. Aclara que la gracia no es belleza, es magia. Hay que
aclarar que no explica en qué consiste esa magia. Ya otra cuestión es la genialidad y los
genios solo pueden ser hombres, como se mencionó anteriormente, no todos pues no basta
con ser hombres para ser genios, pero sí es claro el hecho de que se necesita ser hombre para
poder llegar a ser genio. Para él, sucedía que la genialidad y la gracia no son dones que vienen
juntos. Él no niega que entre hombres hay crítica, pero dice que estas críticas son a nivel
racional. Pone como ejemplo a Huxley, quien, según él, reúne tanto genio y como gracia,
contrario a Miguel de Unamuno, que era la negación de la gracia, y, por tanto, lo pondría en
una escala de agraciado. Es decir, su dogmatismo le quitaba esa gracia que deben mostrar los
hombres.

En páginas sociales y femeninas, en unas publicaciones con más constancia que en otras, se
propagaban entrevistas cortas a mujeres, que, al parecer, eran parte de la élite bogotana, y
también a extranjeras, principalmente artistas, sobre su tipo de hombre. Una discusión de esa
época era si eran mejores los hombres con o sin bigote: “Me gustan los hombres con bigote,
porque les da personalidad y distinción. Un hombre con bigote tiene mayor personalidad, que
otro que carezca de este bello adorno varonil. Casi todas las mujeres los preferimos con
bigote” (Cara y sello de las ideas. El divorcio 1945). En la sección de Sábado para Vosotras,
del seminario Sábado, eran comunes estas entrevistas cortas a mujeres de élite. En la
publicación de diciembre de 1943, Isabel Iregui manifestaba que prefiere los hombres rubios,
detallistas. A Margot Iregui le gustan los que no pasen de los 40 y que sean muy cariñosos.
A Marina Laserna le gustan los tipos morenos y rubios que no tengan el bolsillo tan
desocupado, que sean inteligentes sin que sean lobos. Con respecto a lo que explicaba Téllez
de la diferencia entre la belleza y la gracia se puede evidenciar que aún lo importante no era
la silueta, sino cómo el hombre manejaba su cuerpo: “Cuando conoces a un muchacho te fijas
primero en el modo de expresarse o en su figura, [e igualmente] en la corbata” (Ellas hablan
1945). A partir de os anteriores testimonios se pueden observar que como en esta época no
era políticamente correcto referirse exclusivamente al cuerpo masculino, como sí se hacía
con el cuerpo femenino, se intercalaba una cualidad corporal y una de personalidad. Pero, al
final, lo importante era que fueran buenos proveedores.

Percibimos que la moda, entendida como reglas en el vestir, no solo está obsesionada con el
género, sino, además, con la idea de controlar para no pasar límites. Una de esas situaciones
que consideraban un problema, por la transgresión que implicaba, era la “feminización” de
los cuerpos masculinos y la “masculinización” de los cuerpos femeninos, como si la ropa
tuviera el poder de generar y cambiar comportamientos a ese nivel. Se le daba el poder a una
prenda de cambiar la identidad de género, por esto era peligroso usar lo que usaba el sexo
opuesto. La pérdida de la feminidad en las mujeres y la masculinidad en los varones
significaría acabar con la familia (como si con esto las personas fueran a dejar de
reproducirse) y derecho, se desaparecería la humanidad ¿Qué evidencia tenían para propagar
este resultado apocalíptico? Es difícil exponerlo, pues nunca daban prueba de ello.
Desafortunadamente, se creía que la empatía, la solidaridad y apoyo solo se podría dar en
esta institución que se consideraba, y se considera, la base de la sociedad humana. Sin
embargo, en términos de clase solo la entendemos como la exacerbación de la clase gracias
a la Alta Costura y el borramiento de este fenómeno social debido al prêt-à-porter y más por
el Fast Fashion, sin mayores discusiones sobre qué implica la moda en el concepto de clase
y cómo el concepto de clase configura a la moda. Simplemente, concebimos este concepto
como dado. Es necesario problematizarlo también en los estudios de moda.

View publication stats

También podría gustarte