Está en la página 1de 284

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72.

Sólo para uso personal


Los trabajadores
en la nueva época capitalista

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal
Osvaldo Battistini, Alberto L. Bialakowsky,
Mariana Busso, María Ignacia Costa
(compiladores)

Los trabajadores
en la nueva época
capitalista
Entre el ser y el saber

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


Los trabajadores en la nueva época capitalista : entre el ser y el saber /
compilado por Osvaldo Battistini ... [et.al.]. - 1a ed. - Buenos Aires :
Teseo, 2009.
284 p. ; 20x13 cm. - (Sociología)

ISBN 978-987-1354-43-6

1. Sociología del Trabajo. I. Battistini, Osvaldo, comp.


306.36

© Editorial Teseo, 2009


Buenos Aires, Argentina

Este libro corresponde a investigaciones realizadas en en el marco de los


proyectos PICT: 14246 y 06-1892 de la ANPCyT.

ISBN 978-987-1354-43-6
Editorial Teseo

Hecho el depósito que previene la ley 11.723

Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de esta obra, escríbanos


a: info@editorialteseo.com

www.editorialteseo.com

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


Índice

Introducción 9

PRIMERA PARTE
Capítulo I. Ser estable:
¿una necesidad en las construcciones identitarias?
Osvaldo R. Battistini 23
Capítulo II. Identificaciones colectivas
en el mundo del trabajo informal
Mariana Busso 57
Capítulo III. “Salir con la carreta”:
experiencias alrededor de las prácticas de recolección
Débora Gorbán 79
Capítulo IV. El trabajo precario en el Estado.
El caso argentino en los años noventa
Nicolás Diana Menéndez y Pablo Míguez 97

SEGUNDA PARTE
Capítulo V. La coproducción investigativa,
método crítico y alternativo
Alberto L. Bialakowsky, María I. Costa, M. Mercedes Patrouilleau,
Rocío S. Martínez Schnaider, Ana L. López 133
Capítulo VIII. Coproducir conocimiento: Prácticas
institucionales en el continuum de exclusión-extinción social
en Núcleos Urbanos Segregados
Alberto L. Bialakowsky, Cristina Reynals, Mónica Zagami,
Roxana Crudi, María Ignacia Costa y Nora M. Haimovici 173

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


Capítulo VII. Familias: Modulaciones y gubernamentalidad
en el continuum de exclusión-extinción social
Alberto L. Bialakowsky, Roxana Crudi, Cristina Reynals,
Mónica Zagami, Cecilia M. Lusnich y Ana L. López 215
Capítulo VI. Coproducción de conocimientos:
la materialidad del diálogo investigativo
en el proceso de trabajo
Alberto L. Bialakowsky, Delia E. Franco,
M. Mercedes Patrouilleau, Nora Bardi, Cecilia Lusnich,
Constanza Zelaschi, José M. Grima y equipo 237

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


Introducción

Durante los años noventa, bajo la hegemonía de las


políticas neoliberales, la realidad del trabajo se modificó de
manera sustancial. Pasado el momento de desarrollo de las
políticas que encarnaban ese modelo, uno de los objetivos
de nuestro trabajo fue conocer cuáles fueron los efectos resi-
duales de dichas políticas sobre la realidad cotidiana de los
trabajadores y en sus construcciones identitarias colectivas.
Puestos en ese camino, seleccionamos una serie de casos
que nos permitieron contar con un panorama relativamen-
te amplio y variado de las transformaciones que se dieron
lugar. Así, en esta publicación, observamos en primer lu-
gar a quienes se desempeñan en el espectro de lo que tra-
dicionalmente se conoce como trabajo informal, luego a los
asalariados formales que desarrollan su trabajo en empre-
sas industriales de origen transnacional, y posteriormente
a los empleados del Estado, cuya inserción laboral devino
precaria.
La complejidad que asumió la cuestión social en este
período se vio sintetizada en la expansión de procesos de
exclusión social y en la emergencia de nuevas formas de
padecimiento social y subjetivo en la clase que vive del trabajo1.
Este fenómeno despertó nuestro interés, no sólo por develar


1
Es Ricardo Antunes quien se refiere a “la clase que vive del trabajo”. Ver:
Antunes, R. (2003); ¿Adiós al trabajo? Ensayo sobre las metamorfosis y el
rol central del mundo del trabajo. Ediciones herramienta, Buenos Aires.

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


10 Los trabajadores en la nueva época capitalista

las características propias de esta nueva configuración que


hemos dado en llamar “continuum de inclusión-exclusión-
extinción social”, sino también por indagar en los procesos
de trabajo institucionales dirigidos a intervenir en dicha di-
námica social. La hipótesis que se trabaja aquí refiere a los
efectos de gubernamentalidad en la producción y reproduc-
ción de los procesos de exclusión-extinción social.
Claro está que investigar fenómenos de tal envergadu-
ra requería de una reflexión epistemológica y metodológica
acorde a las circunstancias. En este sentido, en la segunda
parte del libro, se destaca en nuestras producciones la meto-
dología de coproducción investigativa. Esta estrategia de investi-
gación conjunta entre investigadores y actores sociales no
sólo habilita a la co-investigación y a la co-interpretación de
resultados, sino que, además, posibilita la reflexión crítica
acerca de las condiciones de vida y de trabajo, de las for-
mas de producir e intervenir. En este marco se reconocen
con mayor profundidad las transformaciones tanto subjeti-
vas como sociales, que en oportunidades quedan sesgadas
o neutralizadas por los métodos usuales de investigación,
produciendo no sólo una disolución de conocimiento acerca
de la realidad sino también una vulneración de derechos de
conocimiento y creación científica.
El comienzo por el trabajo informal no fue casual, resul-
tó de la decisión de analizar aquellas formas de trabajo que,
sin cumplir con las mismas pautas institucionales propias del
empleo asalariado (típico de la relación capitalista), moviliza
saberes y supone relaciones que en muchos casos se ase-
mejan a modalidades de trabajo precapitalistas. Asimismo,
la presencia y expansión del trabajo informal, en épocas
donde los avances tecnológicos y las relaciones de mercado
capitalista alcanzan altos grados de inserción mundial, da
cuenta de las dificultades cada vez más grandes que tiene
el mismo capitalismo para generalizar la forma asalariada
de relación entre capital y trabajo. Si la informalidad había

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


Los trabajadores en la nueva época capitalista 11

caracterizado, durante los años setenta, a las economías


menos desarrolladas, en la actualidad ya no parece ser una
prerrogativa de estas últimas, para instalarse también en los
países mas desarrollados del planeta. El artículo de Mariana
Busso analiza los procesos de construcción de identidades
colectivas, en tres espacios diferentes donde prima el trabajo
informal. Esta mirada le permite distinguir las trayectorias,
la incorporación de los saberes productivos y la percepción
del tiempo de trabajo en cada una de las actividades estudia-
das. Así, podemos ver cómo ciertos presupuestos ligados a
las generalizaciones derivadas de considerar un espectro de
trabajos como similares y a sus trabajadores bajo un mismo
régimen de relación, tienden a debilitarse bajo estudios que
parten de la subjetividad de los mismos actores.
En el artículo de Débora Gorbán nos introducimos en
el análisis de la realidad de los trabajadores cartoneros del
Tren Blanco. Seleccionamos este estudio en función de la
importancia que adquirieron estas nuevas formas de trabajo
como estrategias de una parte importante de los sectores
populares en Argentina, más precisamente quienes queda-
ban al margen de cualquier posibilidad de inserción en un
empleo asalariado. Así, quienes parecían quedar absoluta-
mente por fuera del trabajo lograron una inserción en el
espacio social a través de una tarea que, en principio, puede
aparecer como absolutamente degradada. El trabajo apare-
ce resignificado en algunos aspectos y, desde su lógica, per-
mite también una forma de presentación ante los otros (los
vecinos del barrio donde se “sale a cartonear”, los porteros
de los edificios que pasan a ser una relación de importancia
sustancial para la recolección, los funcionarios municipales,
los empresarios de la empresa de transporte ferroviario,
etc.). Gorbán analiza, particularmente en este artículo, las
prácticas de las mujeres cartoneras, cuya “salida” al espacio
público implica una importante transformación de sus expe-
riencias, dotando a alguna de dichas prácticas –también– de

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


12 Los trabajadores en la nueva época capitalista

un contenido político. Podemos observar cómo estas muje-


res cumplen el rol de organizadoras de parte de las activi-
dades colectivas, sobre todo del traslado a la ciudad, cómo
intervienen en las relaciones cotidianas entre sus compañe-
ros y cómo resignifican la relación con sus propias familias,
a partir de constituirse en delegadas del “tren blanco”.
En el artículo de Nicolás Diana Menéndez y Pablo
Míguez se analizan las transformaciones en el Estado argen-
tino, que dieron como resultado la precarización del empleo
público. Aquí, es interesante observar como –desde el lugar
que por definición debe ser el sustento de la estabilidad y la
continuidad, que debe determinar la estructura institucional
del país, desde donde se regulan los marcos reglamentarios
y valorativos, desde donde se digitan las políticas de me-
diano y largo plazo en las que se apoyan las legitimidades
del propio poder político, y para las cuales el saber buro-
crático termina siendo anclaje–, fueron disueltos todos los
esquemas que normaban la estabilidad de dicha burocracia,
generando un espacio de incertidumbre y porosidades des-
de el cual se debilita la propia credibilidad del Estado. El
empleo público aparece ahora fragmentado entre quienes
cuentan con un empleo por tiempo indeterminado y todas
las seguridades que de él devienen y quienes tienen un con-
trato a plazo o por un servicio específico. Paradójicamente,
a uno y otro lado del espectro del trabajo se reproducen
precariedades, de quienes no saben si en el futuro tendrán
el mismo empleo y las de quienes, aun teniendo un contrato
estable, se ven absolutamente desvalorizados por las nuevas
características impuestas a la lógica de la gestión de los re-
cursos humanos. El “saber”, que antes parecía estar bajo el
monopolio de la burocracia estatal tradicional (con contra-
tos de por vida y tareas más o menos estabilizadas) pasa a
estar ahora en manos de los más jóvenes, contratados, con
títulos universitarios, poseedores de un saber abstracto apa-
rentemente mucho más valorizable (en términos culturales

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


Los trabajadores en la nueva época capitalista 13

y monetarios). Es entonces, que la capacidad organizativa


de la misma estructura estatal termina debilitándose, sin po-
der salir de la jaula de hierro burocrática anterior, pero sin
generar tampoco una nueva burocracia con sentido amplio
de su función y perspectivas en el tiempo.
El artículo de Battistini explora en los procesos de cons-
trucción identitaria de dos grupos de trabajadores jóvenes
en dos empresas terminales automotrices argentinas. En
tiempos de complejidades crecientes, cuando la estabilidad
de las relaciones suele no ser la premisa, las referencias iden-
titarias de los trabajadores tienden a cambiar rotundamente.
Al mismo tiempo, las definiciones teóricas de la identidad
neutralizan toda posibilidad de contar con parámetros que
nos permitan dar cuenta de las continuidades, pues nos re-
fieren permanentemente a la idea de lo provisorio, lo cam-
biante, lo inestable, lo multidimensional. En este artículo se
trata de eludir tanto las incertidumbres del contexto como
de la teoría, para buscar, en las historias personales, los
“momentos identitarios relevantes” en los cuales toman va-
lor lo que el autor llama “referenciales identitarios”. Desde
allí se indaga acerca del significado de referenciales como:
el sindicato, el trabajo, la empresa, el trabajo, la educación y
la formación, las jerarquías en la empresa, y la familia. Allí
vemos como esta correlación que parece existir actualmente
entre trabajo e inestabilidad se trastoca en el momento en
que se seleccionan los referenciales que marcan el camino
de las construcciones identitarias.
La secuencia de la segunda parte de esta obra no es
aleatoria. Se inicia con “La coproducción investigativa,
método crítico y alternativo” de Alberto L. Bialakowsky,
María I. Costa, M. Mercedes Patrouilleau, Rocío Martínez
Schnaider y Ana L. López, puesto que la discusión de cues-
tiones relativas a la innovación de conocimiento, en gene-
ral, y a la producción académica, en particular, atraviesan a
éste y a los restantes artículos que aquí se desarrollan. Este

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


14 Los trabajadores en la nueva época capitalista

primer ensayo se dirige a reflexionar acerca de la produc-


ción de conocimientos, más estrechamente vinculados a los
aportes de la sociología y la sociología laboral. Un aspecto
relevante que se intenta abordar refiere a la producción capi-
talista y la producción de conocimientos en ciencias sociales
como campos homólogos caracterizados por la división del
trabajo, asalarización y cooperación “despótica”. Un segun-
do aspecto significativo de análisis, deviene de considerar
una serie de elementos básicos que han postulado los auto-
res clásicos sobre: lo colectivo, los métodos y reglas de in-
vestigación social como acerca de su praxis. Finalmente, los
autores se proponen interrogar acerca de las fisuras y los de-
safíos que dejan abiertos estos intelectuales en diálogo con
alternativas complementarias de investigaciones coproductivas.
El artículo que sigue, de Alberto L. Bialakowsky,
Cristina Reynals, Mónica Zagami, Roxana Crudi, María I.
Costa y Nora M. Haimovici, plantea radicalmente la discu-
sión conceptual en torno del concepto de exclusión social. Se
debaten contenidos y aproximaciones teórico-epistemológi-
cas, haciendo hincapié en la necesidad de aplicar tres atri-
butos para el abordaje del proceso social de exclusión-extinción:
comprender, coproducir y proyectar como condiciones de
una opción ética en la dinámica del conocer. El desarro-
llo de los contenidos vinculados con este fenómeno -en el
marco de esta perspectiva epistemo-metodológica- presenta
el desafío de aunar las observaciones y recuperaciones de
registro locales con un análisis macrosocial referido a las
mutaciones del sistema capitalista y sus efectos (fragmenta-
ción, superfluidización de la clase de los trabajadores, extinción
social). Asimismo, el enfoque escogido conduce a los auto-
res a atender un segundo nivel de complejidad: las prácticas
institucionales que intervienen en el proceso de exclusión
extinción social.
A continuación, “Familias: Modulaciones y guber-
namentalidad en el continuum de exclusión-extinción

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


Los trabajadores en la nueva época capitalista 15

social” de Alberto L. Bialakowsky, Roxana Crudi, Cristina


Reynals, Mónica Zagami, Cecilia Lusnich y Ana L. López,
ofrece otra cara del poliedro ya que este ensayo se dirige a
la interrogación y el análisis de los “estallidos” y fragmen-
taciones que se yuxtaponen, “ortogonales a un mismo pla-
no”, en la modulación y la producción social modélica de
la(s) familia(s) de trabajadores atravesada(s) por las dinámi-
cas de exclusión-extinción social. Los autores reflexionan
acerca de las formaciones familiares buscando –sistemáti-
camente– desnaturalizar el concepto, analizar su dinámica,
transformaciones y luchas que se desarrollan en escenarios
caracterizados por procesos de segregación social. Desde
esta perspectiva, la comprensión del espacio social, como
campo material de desalojo y extrañamiento no-óptico re-
sulta fundamental. En al hipótesis de los autores, el mismo
da testimonio del ejercicio de técnicas de gobierno específi-
cas sobre el hábitat y, consecuentemente, sobre los cuerpos
y las redes familiares.
Finalmente en esta segunda parte de la obra, como cie-
rre en el artículo “Coproducir conocimiento: la materialidad
del diálogo investigativo en el proceso de trabajo” de Alberto
L. Bialakowsky, Delia E. Franco, M. Mercedes Patrouilleau,
Nora Bardi, Cecilia Lusnich, Constanza Zelaschi, José M.
Grima y equipo, se problematiza cómo las ciencias sociales
del trabajo han afrontado los grandes desafíos para explorar
el trabajo, señalando sin embargo que en estas disciplinas
ha primado el análisis del modelo industrial y han quedado
rezagados los estudios referidos a los sectores productivos
de servicios, sobre todo aquellos sectores que trabajan mo-
delando hombres y la conducta humana en instituciones
como el hospital, la escuela y la empresa. Estos trabajadores
no sólo trabajan sobre las “formas” y las “sustancias” sino
también sobre la reproducción de la propia vida. Es en estos
sentidos que el artículo da cuenta de los resultados de una
investigación acerca de hombres trabajando sobre hombres,

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


16 Los trabajadores en la nueva época capitalista

de trabajadores que actúan sobre la clase de los trabajado-


res que se encuentran en proceso de desagregación social,
específicamente, sectores sociales que padecen más aguda-
mente procesos de secuestración y guetificación. Esta cons-
trucción dialógica como método investigativo permite, a los
autores, explorar las dimensiones de la alienación, el poder
y la subjetividad en los procesos sociales de trabajo en la
etapa de crisis y mutaciones capitalistas, poniendo en juego
el encuentro discursivo “entre trabajadores” y sus mutuos
registros etnográficos.
En el momento en que llevábamos adelante nuestras
investigaciones desconocíamos que a poco de terminar
nuestros artículos se iba a estar desarrollando una crisis eco-
nómica mundial como la que actualmente estamos vivien-
do. Si nuestra pretensión inicial era mostrar cuáles fueron
los resultados de la puesta en funcionamiento de un esque-
ma económico y político que descargaba todas las furias del
mercado sobre los trabajadores, dicho objetivo se ve ahora
doblemente valorizado.
Primero, el estudio que habíamos realizado partía de
condiciones generadas por la aplicación del modelo neolibe-
ral, por lo cual, lo que estábamos mirando representaba el
panorama posterior al huracán devastador de sus políticas.
Hoy, los primeros perjudicados por la nueva crisis son los
trabajadores, quienes ven como sus empleos comienzan a
diluirse o como sus ingresos pasan a achicarse sustancial-
mente. Los mismos que diseñaban o ejecutaban las políticas
que en otras épocas los dejaron en la calle o los empobre-
cieron, fueron los creadores de la crisis y, paradójicamente,
quienes vuelven a dar recetas para salir de ella. Por supues-
to, que estas “nuevas” recetas que algunos buscan aplicar si-
guen asentándose en la necesidad de establecer reducciones,
aplicar flexibilidades, generar recortes, con los mismos des-
tinatarios de siempre: los trabajadores, que deben volver a
hacer el sacrificio para recuperar la economía y las reglas del

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


Los trabajadores en la nueva época capitalista 17

mercado. Tampoco somos necios y pensamos que otra po-


dría ser la actitud. Es el capitalismo el que marca las reglas
del juego y determina que un buen capitalista siempre deba
cuidar que la tasa de ganancia se maximice más y más. Ante
la amenaza de una posible recesión, y antes de tener que
reducir los precios y la producción, la alternativa es intentar
bajar la masa salarial, actuando sobre la parte más débil de
la relación. De esta forma, al mismo tiempo que se sostiene
la ganancia se logra disciplinar a las organizaciones de los
trabajadores. La crisis, que puede presentarse como proble-
ma, también se vuelve una oportunidad (para algunos).
Pero esta nueva realidad socio-económica que se fue
instalando desde 1991 en adelante, se sumaba a grandes
transformaciones que se daban también en muchos aspectos
socio-políticos. Cuando las empresas comenzaron a recla-
mar trabajadores de otro tipo, cuando empezaron a pedir
flexibilidades productivas y en el empleo, lo que estaban es-
tructurando era una realidad donde los procesos de trabajo
incorporaban tareas adaptadas a ritmos establecidos por tec-
nologías electrónicas, pautas de trabajo relacionadas con sis-
temas de venta al instante, trabajos polivalentes, reducción
de planteles e incorporación de tareas en un mismo puesto,
horarios de trabajo absolutamente flexibilizados, etc. En pa-
ralelo a dichas condiciones y también como reflejo de ellos,
los trabajadores contratados iban a ser quienes tuvieran un
grado de formación igual o superior a la escuela secunda-
ria, con conocimientos de idiomas, con ductilidad para el
uso de tecnologías microelectrónicas, con disponibilidad de
horarios, con cierta predisposición a generar propuestas in-
novadoras (o “proactivos”), etc. Presuponiendo que había
mayores posibilidades de encontrar todas estas caracterís-
ticas en los más jóvenes, las preferencias de contratación
fueron dirigiéndose hacia éstos.
Entonces, lo que se producía era una selección de
los “mejores” (más adaptados y “adaptables”) y una

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


18 Los trabajadores en la nueva época capitalista

consiguiente exclusión de quienes no contaban con las con-


diciones que imponía el mercado. El tipo de personal reque-
rido, muchas veces incluía también la condición de que se
tratara de personas que no tuvieran gran experiencia labo-
ral anterior y ninguna relación con la política y lo sindical.
El parámetro juvenil podía ser una garantía de que eso iba a
poder cumplirse en gran parte de los casos. Esto es lo que,
a partir de la experiencia vivida y los trabajos de investiga-
ción que venimos llevando adelante desde principios de los
noventa, ya conocemos. En este libro pretendemos mostrar
una parte importante de los efectos de dichas políticas, así
como las prácticas y estrategias generadas por los trabajado-
res para sobrellevar dichos efectos o actuar a partir de ellos.
En segundo lugar, gran parte de nuestras investigacio-
nes tuvieron como eje el análisis de los procesos de cons-
trucción de nuevas subjetividades en el trabajo, a partir de
lo cual pueden entenderse muchos posicionamientos indi-
viduales y colectivos frente al trabajo y la política. Si los
nuevos vientos de cambio pretenden soplar sobre los tra-
bajadores hay que tener en cuenta el proceso de aprendi-
zaje antes referenciado, en el que se incorporaron saberes,
solidaridades e identidades. Los trabajadores argentinos ya
no pueden ser tomados por sorpresa, ni por el discurso ni
por la práctica del modelo neoliberal. En su historia, en su
pasado y en su presente, ya está incorporado el dato de
cuáles son las transformaciones que se pretenden generar a
partir de la aplicación de dichas políticas. Entonces, es muy
probable que, ante el intento de la generación de despidos
masivos, reducciones salariales, cierres de empresas, viva-
mos acontecimientos desarrollados bajo nuevas premisas.
Las organizaciones sindicales se encuentran algo más for-
talecidas. En muchas de ellas se viven tiempos de cambio
o de aparición de otras voces y prácticas; los trabajadores
también saben que son capaces de tomar la producción en
sus propias manos, con relativo éxito y continuidad en gran

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


Los trabajadores en la nueva época capitalista 19

parte de los casos; y la capacidad de organización en los


sectores populares sigue viva y puede ser reeditada y hasta
ampliada.
Entender estos nuevos procesos es parte del desafío
que en estos tiempos nos ocupa y al cual estamos abocados
en nuestras investigaciones. Asimismo, el trabajo humano
ya no se encuentra alojado en el mismo espacio de com-
prensión. Importantes características de sus nuevas formas
parecen escaparse del alcance de las herramientas de enten-
dimiento que contamos hasta el momento. Éste es el otro
desafío que también nos inquieta y al cual dedicamos gran
parte de nuestro esfuerzo: establecer nuevos parámetros de
conocimiento sobre la realidad cada vez más compleja del
trabajo.

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal
PRIMERA PARTE

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal
Capítulo I.
Ser estable: ¿una necesidad en las
construcciones identitarias?

Osvaldo R. Battistini

Introducción

Nuestro interés por el proceso de continuas transforma-


ciones vividas por el trabajo en Argentina, desde principios
de los noventa, nos situaba frente a un espectro de formas
en el cual los trabajadores se nos aparecían cada vez más
diferenciados entre sí. Era preciso comprender primero el
todo y los condicionantes estructurales que lo determinaban
y condicionaban su existencia, para poder luego interpre-
tar las diferenciaciones y posibles articulaciones entre cada
una de sus partes. Este camino nos llevaba necesariamente
a realizar un recorte sobre esa realidad compleja. Elegimos
situarnos en una de las formas más tradicionales, el trabajo
industrial y en su interior el de las grandes empresas termi-
nales automotrices. En un momento en que la normalidad
del trabajo estaba preñada por el desempleo y la precariza-
ción laboral, queríamos indagar qué sucedía con quienes
permanecían en el adentro, entre los grupos que ahora pa-
recían minoritarios y hasta privilegiados. Presumíamos que
lo reducido del recorte no limitaría las posibilidades de en-
contrar varios aspectos que nos reproducirían, y hasta se
constituirían en la avanzada de algunos de los cambios que
estaban ocurriendo fragmentariamente en las otras formas
del trabajo. Allí, podríamos ubicar las diferentes formas de
inserción en el empleo, las diferencias entre cada uno de
los modelos productivos, la amenaza del desempleo y la

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


24 Los trabajadores en la nueva época capitalista

precarización sobre los trabajadores y sus familias, así como


las contradicciones en la representación sindical que no po-
día reconocer los nuevos tiempos, de los cuales la forma de
trabajo que estábamos estudiando era uno de sus ejemplos
más palpables.
Después de un tiempo, hurgando entre los recorridos
que iban de una a otra de las empresas y formas organizati-
vas que constituían este espectro, comenzamos a preguntar-
nos qué sucedía con cada uno de los trabajadores ante los
nuevos vientos que soplaban implacables en las firmas que
los empleaban. Queríamos saber, cómo habían influido los
cambios en el empleo y en la organización de la producción
en sus percepciones sobre el trabajo, sus representaciones
sobre el conjunto de los sujetos, hechos o colectivos que
enmarcaban su actividad e incluso su propia vida, cómo
se pensaban a ellos mismos como trabajadores y como
individuos.
Buscando las herramientas que nos permitieran ver
cada uno de estos aspectos, e identificar las marcas dejadas
por los movimientos del trabajo, encontramos que el análi-
sis de las construcciones identitarias de cada uno de dichos
trabajadores nos podía acercar a una mirada comprensiva y
articulada de los mismos.
Si este camino nos permitía contar con un panorama
más abarcador de los nuevos tiempos, no iba a ser sin gran-
des dificultades. En primera instancia, la Argentina de los
noventa nos presentaba un panorama signado por relacio-
nes humanas en las cuales las referencias parecían no poder
estabilizarse jamás. Todo parecía moverse al compás de pau-
tas que hacían de lo precario y lo discontinuo una panacea.
Las relaciones ya no se establecían por mucho tiempo, el fu-
turo era inmediato, los proyectos no tenían una prospectiva
de muchos años. El trabajo no escapaba a esta situación, por
el contrario, era el eje que daba sustento a la inestabilidad.

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


Los trabajadores en la nueva época capitalista 25

Por otra parte, cuando tratábamos de estudiar la iden-


tidad nos encontrábamos con un entramado cuyas carac-
terísticas se nos hacían prácticamente indistinguibles a
simple vista; como si se tratara de un cuadro cuyo pintor
transformaba instante a instante, cuyos colores y figuras se
modificaban y entremezclaban. Las múltiples dimensiones
incorporadas por C. Dubar (2001: 109) a su definición nos
colocaban en ese terreno de continua movilidad, ya que
para él “la identidad no es otra cosa que el resultado a la vez
estable y provisorio, individual y colectivo, subjetivo y ob-
jetivo, biográfico y estructural, de los diversos procesos de
socialización que, conjuntamente, construyen los individuos
y definen las instituciones”.
De cualquier modo, la selección de casos a estudiar iba
a ayudarnos a acotar, en cierta forma, las incertidumbres.
Se tratarían solamente de dos empresas terminales automo-
trices, instaladas en el país a mediados de los años noventa.
Una de ellas era de origen japonés (Toyota) y la otra de
origen norteamericano (General Motors), ambas con el mis-
mo modelo de organización de la producción (el toyotismo),
pero con sistemas diferentes de gestión de la mano de obra.
Un factor que incorporaría alguna complejidad sería el lu-
gar de instalación, ya que el elegido por cada una de ellas
implicaría características diferentes en sus trabajadores.
Por el tipo de análisis a realizar decidimos seguir una
estrategia metodológica asentada fundamentalmente en la
realización de relatos de vida de los trabajadores de ambas
empresas1. En todos los casos con trabajadores de la línea
de producción. Complementamos este trabajo con entrevis-
tas a responsables de las áreas de Relaciones Laborales o
Recursos Humanos y jefes o gerentes de secciones de pro-
ducción. También entrevistamos dirigentes gremiales de las


1
Efectuamos 22 relatos de vida en la empresa japonesa y 25 en la empresa
norteamericana.

ExLibrisTeseo: 5b4f469bc4c72. Sólo para uso personal


26 Los trabajadores en la nueva época capitalista

empresas, informantes clave sobre la instalación de las mis-


mas en el país, funcionarios de los respectivos municipios,
donde estaban ubicadas las plantas de fabricación de ambas
firmas, directivos de colegios secundarios con relación a la
empresa japonesa, animamos un grupo focal con uno de sus
trabajadores y estudiantes de un colegio secundario cercano
a la planta de dicha empresa, participamos en reuniones de
presentación de la empresa en dicho colegio y revisamos
documentos y materiales referidos a ambas firmas.
En adelante, mostraremos, en primera instancia, cómo
descomplejizamos la pintura del cuadro para encontrar al-
gún lente con el cual interpretar la amalgama de colores
que nos proponía la identidad, luego presentaremos, con
mayor precisión, las múltiples figuras que nos mostraban
un contexto complejo, para finalmente ver cuáles fueron los
resultados de nuestra particular mirada sobre ambos.

Desarmar lo complejo para simplificar su análisis

Los tiempos actuales muestran, cada vez con mayor


crudeza, la complejidad creciente de nuestras sociedades. Si
la identidad es una construcción social dicha complejidad,
entonces, no puede serle ajena. Ningún grupo ni individuo
está encerrado a priori en una identidad unidimensional. Es,
precisamente, su carácter fluctuante lo que hace que se pres-
te a diversas interpretaciones. La identidad resulta difícil de
delimitar y definir debido a su carácter multidimensional y
dinámico. Esto es lo que le confiere su complejidad, pero es
lo que le da flexibilidad. La identidad conoce así variacio-
nes, se presta a reformulaciones y también a manipulaciones
(Cuche, 2001: 91, 92).
Se nos presentaba entonces el desafío de colocarnos
ante una problemática compleja, determinada por la mul-
tiplicidad, las fragmentaciones en el tiempo y en el espacio
Los trabajadores en la nueva época capitalista 27

de las referencias de identificación, las intersecciones y an-


tagonismos entre los discursos, prácticas y posiciones que le
daban sustento. Si la identidad es una construcción histórica
(Hall, 1997), estábamos obligados a dar cuenta de cada uno
de los procesos de transformación de cada sujeto que en-
frentáramos en nuestra investigación.
Así, cuando la identidad nos presentaba sus diversas
facetas y fluctuaciones, en el momento en que su entendi-
miento se nos hacía mas dificultoso, sobre todo a partir de
los múltiples parámetros que debíamos considerar, la prin-
cipal pregunta que nos formulábamos era: ¿Cómo íbamos
a generar datos suficientes y certeros para caracterizar los
diferentes procesos identitarios de los trabajadores que está-
bamos estudiando?
Sabíamos además que la identidad se construye en la
intersección de lo que nosotros predicamos de nosotros mis-
mos y lo que otros dicen de nosotros. Pero esta relación
refleja y reflexiva no se da en un instante y para siempre,
sino que es el resultado de un proceso histórico, no lineal y
aleatorio.
Asimismo, esos predicados propios estaban localizados
en los discursos autorreferenciados de los sujetos, que se
constituían en nuestra fuente privilegiada de datos. El co-
nocimiento sobre sí implica necesariamente una profundi-
dad temporal que incluye la narración de la propia historia
(Taylor, 1998: 75).
Estábamos, por lo tanto, obligados a recurrir a las his-
torias personales de los trabajadores, a hurgar en ellas para
encontrar referencias que nos permitan deconstruir la com-
plejidad de los recorridos de vida, con el objetivo final de
localizar determinados parámetros que den alguna forma,
más o menos asible, de los respectivos procesos identitarios.
Esto aún no mejoraba la situación sino que, por el
contrario, la empeoraba. Nuestra pretensión no era estu-
diar las construcciones identitarias únicamente referidas a
28 Los trabajadores en la nueva época capitalista

la dimensión laboral, sino que intentaríamos dar cuenta de


cada una de las dimensiones que enmarcaban cada proceso.
En este sentido, era posible contar con las propias percep-
ciones actualizadas de los sujetos sobre sí mismos. Se hacía
algo dificultoso, pero no imposible, encontrar referencias,
también situadas en el momento en que estábamos investi-
gando, sobre esos mismos individuos, realizadas por otros
cercanos y significativos. Lo que se nos hacía prácticamente
imposible era reconstruir cada momento relevante de las
propias historias vividas, en los cuales estuvieran localiza-
das las referencias fundamentales de las respectivas cons-
trucciones identitarias. Es decir, ¿cómo daríamos cuenta
de las interacciones significativas que fueron determinan-
do recorridos, interrumpiendo caminos o transformando
perspectivas?
No podíamos volver materialmente atrás en la historia
de cada trabajador para apreciar cada uno de sus momen-
tos, sólo podíamos contar con su relato de vida. Pero, “lo
real es discontinuo, formado de elementos yuxtapuestos sin
razón, de los cuales cada uno es único, por lo tanto más
difícil de retener, dado que ellos surgen de forma, sin cesar,
imprevista, sin propósito, aleatoria” (Bourdieu, 1994: 83).
Entonces, aquello que, en el mismo relato aparecía ordena-
damente, como con una continuidad lógica entre pasado y
presente, tal vez no había sido fruto de una construcción tan
ordenada. Era preciso salir de la posible trampa que nos po-
día tender la excesiva confianza en alguna de las herramien-
tas que utilizaríamos en el desarrollo de nuestro trabajo de
campo. Había que escapar a la posibilidad que el relato de
vida se aproxime a una presentación oficial de sí (Bourdieu,
1994: 87), sacándolo de la estructura de un recuento siste-
mático de datos biográficos que podrían ser incluidos en un
currículum vitae, para llevarlo, de una forma cuidadosa, a
cierto espacio de la infidencia, al desarrollo de cierta familia-
ridad entre nosotros y el entrevistado, y desde allí recopilar
Los trabajadores en la nueva época capitalista 29

datos sustanciales sobre las construcciones identitarias y


darles algún sentido científico.
Partíamos además de la idea de que las percepciones
de una situación que un actor elabora constituyen para él
la realidad de esa situación; y es en función de dicha per-
cepción y no en la realidad objetiva que la investigación
sociológica busca conocer, que el actor social será llevado a
actuar (Bertaux, 1997).
Una vez logrado esto, el interrogante seguía siendo
¿cuáles serían los indicadores que nos permitirían alcanzar
alguna forma de entender cada proceso identitario?
Si la inestabilidad era la norma de los tiempos que vi-
víamos y tal como venimos advirtiendo la variabilidad, la
contingencia, lo aleatorio, eran las formas en que vamos
construyendo nuestras identidades, igualmente no podía-
mos pensar dicha construcción sin algunos momentos de
relativa estabilidad o “posicionamientos” (Giddens, 1984).
Entonces sabíamos también que era necesario identificar
dichos posicionamientos o puntos significativos de la vida.
Ya podíamos considerar como “momentos identitarios
relevantes” a aquellos en los cuales el reflejo en la mirada
del otro y la reflexividad sobre sí nos obligan a profundizar
nuestra mirada en el tiempo y el espacio. Ir más allá del
momento que estamos viviendo para mirar hacia atrás y
encontrar las referencias que nos permitan reconstruir pasos
anteriores, redimensionarlas, revalorizarlas, deconstruirlas
y construir nuevas referencias, a partir de aquellas que se
nos presentan en el momento actual. Conocernos importa
el análisis continuo de las múltiples miradas sobre nosotros
mismos, pero también el análisis de nuestros propios reco-
rridos, con sus avances y retrocesos, con sus éxitos y sus
fracasos.
Pero, esa mirada temporal implicaba también alguna re-
ferencia en el futuro, a aquello que se espera como posible o
a aquello que puede ser proyectable sin que necesariamente
30 Los trabajadores en la nueva época capitalista

se tenga certeza de alcanzarlo totalmente.2 El futuro se ubica


en la esfera de lo que se proyecta, aquello que, desde las ba-
ses del momento que se vive puede pensarse hacia adelante.
Los hombres son “seres de proyectos”, que los llevan ha-
cia el futuro y que se relacionan con su identidad personal
(Bajoit, 2000).
El camino de nuestra historia está plagado de puntos o
momentos en los cuales nos detenemos para mirarnos con
mayor atención, desde allí revisamos el pasado y proyecta-
mos un futuro.3
Aun siendo momentos de nuestra propia reflexión, di-
chos puntos significativos no se dan en el vacío, no somos
seres aislados del contexto en el cual desarrollamos nuestras
experiencias. Estamos influidos por condiciones que, en la
mayor parte de los casos escapan a nuestra capacidad de
administrarlas. Entonces, la selección subjetiva del camino
futuro a recorrer se insertará en las restricciones objetivas
del contexto, desde el cual estemos planteando el punto de
partida y de aquellos que recorramos a lo largo de dicho
camino.
En dichos contextos se nos presentarán instituciones,
organizaciones, empresas, etc., que nos restrinjan o nos ge-
neren diferentes grados de libertad en nuestros caminos. Es
posible también que, con mayor o menor racionalidad, la
elección que hagamos del punto futuro al que nos dirijamos
tenga en cuenta dichos contextos.


2
Es interesante aquí hacer la distinción que realiza Bourdieu (1994), cuan-
do, retomando a Husserl, dice que: “la relación al futuro que se puede
llamar proyecto, y que pone al futuro en tanto que futuro, es decir en tanto
que posible constituido como tal, entonces como lo que puede llegar o no,
se opone al futuro que se llama protension o anticipación pre-perceptiva,
relación a un futuro que es casi presente”.

3
La vida posee siempre un grado de comprensión narrativa asimilable a
ese camino, por el cual se comprende una situación presente bajo la forma
de un “y luego”: a partir de A (lo que se es), y luego se hace B (lo que se
proyecta para el futuro) (Taylor, 1998: 72).
Los trabajadores en la nueva época capitalista 31

Asimismo, una vez seleccionado dicho punto en el fu-


turo, una vez establecido el proyecto de recorrido y puestos
en él, es muy probable que la trayectoria no sea lineal, pre-
cisamente porque tampoco los parámetros que compongan
los contextos que preveíamos encontrar se mantendrán es-
tables en el tiempo y en el espacio. Es así que las previsiones
que hagamos sobre el recorrido no serán más que un pro-
yecto a reformular a lo largo del mismo camino. Es decir, ni
la trayectoria, ni su forma y ni siquiera el punto de llegada
son parámetros que podamos establecer de antemano con
absoluta certeza.
En cada punto de nuestro recorrido, hacia el pasado,
en el presente y en el futuro programado, dentro o fuera de
las instituciones, organizaciones o espacios diferentes que
elegimos o se nos presentan para ingresar en ellos o para
evitarlos, se establecerán relaciones con “otros”. Así, cada
uno de esos encuentros, implicará miradas cruzadas, dis-
cursos contrapuestos, presentaciones de sí y de los otros.
Estaremos obligados a mirar, mirarnos, mostrarnos y ver
cómo esos otros aparecen ante nuestra mirada, al mismo
tiempo que en la mirada de los otros se reflejará nuestro
propio ser. Reflejo fragmentario, contradictorio, disconti-
nuo y con variaciones no sólo en referencia a los diferentes
“otros”, sino también en los distintos momentos de encuen-
tro con cada uno de ellos.
En este caso, para interpretar estas situaciones recurri-
mos a la idea de un espejo. Así, pudimos ver cómo, aun
estando en el terreno de los fenómenos físicos, podíamos
dar cuenta de las diferencias de cada momento frente a los
espejos o, en nuestro caso, de cada momento de interacción.
En principio, podemos argumentar que las variaciones en
los reflejos devienen del hecho de que no existen espejos
perfectos ni, por lo tanto, iguales entre sí. El grado de re-
flexión de los mismos dependerá de la calidad de los ma-
teriales utilizados y de la eficacia del trabajo que se realizó
32 Los trabajadores en la nueva época capitalista

para su fabricación. No todos los materiales reflejan y re-


fractan la luz de la misma manera, por lo tanto los colores y
sus intensidades variarán de uno a otro. La calidad del pu-
lido de la superficie y su concavidad o convexidad también
influenciarán sobre la forma del reflejo. Pero, aun cuando
contemos con el mejor de los espejos, debemos prever que
nuestra imagen no será exactamente una fiel reproducción
de nuestro cuerpo y del espacio que nos entorna. En prin-
cipio, nuestra figura aparecerá invertida, el perfil izquierdo
reflejado corresponderá al derecho de nuestro cuerpo y vi-
ceversa. Si llevamos alguna inscripción en nuestra ropa, la
inversión la hará ilegible. Seguramente, el tamaño del espejo
no podrá componer todo el entorno que nosotros podremos
divisar con nuestra vista y, menos aun, las modificaciones
del mismo (en ocasiones tan imperceptibles que nuestra mi-
rada instantánea tampoco podrá advertir).
Este pequeño rodeo por la física nos permite realizar
una comparación con las imágenes que los otros tienen de
nosotros mismos, así como el reflejo que nosotros tomamos
de ellas. Nunca, las imágenes que transmitimos vuelven a
nosotros con total fidelidad. En primera instancia, nuestra
presentación ante otros tiene características diferentes se-
gún los contextos de referencia y según quienes sean esos
otros. No es el mismo papel el que llevamos adelante frente
a nuestra madre, que en el trabajo, que frente a alguien que
tratamos de conquistar. Aun en este último caso, la presen-
tación que hagamos de nosotros mismos adquirirá diferente
nivel o el grado de exposición propia será mayor o menor,
dependiendo del tipo de conquista que queramos hacer
(amorosa, frente a una posibilidad de ascenso en el trabajo,
etc.). En cada caso, modificaremos, en mayor o menor me-
dida, nuestra presencia, nuestro discurso, las referencias que
incluyamos en él. Por otra parte, en muchas ocasiones, esas
interacciones no son lo suficientemente prolongadas para
que los interlocutores cuenten con la suficiente cantidad de
Los trabajadores en la nueva época capitalista 33

datos sociales sobre nosotros, que les permitirían dar cuenta


plenamente del carácter de nuestros actos. Por este motivo,
solemos utilizar signos, como sustitutos de algunos de di-
chos datos, que actúan como medios de predicción de nues-
tras acciones. Así, las dos partes de la interacción se siguen
moviendo en el terreno de las apariencias. Además, para
proteger nuestras propias proyecciones utilizamos “prácticas
defensivas” y cuando queremos salvar la definición de la
situación proyectada por otro, lo hacemos mediante “prácti-
cas protectivas” (Goffman, 1981).
Aun cuando pueda suceder que la mayor parte de los
reflejos que los otros nos presentan de nosotros mismos no
sufran distorsiones o recortes intencionales, son el resultado
de espacios acotados de relación y de miradas cruzadas des-
de situaciones diferentes de vida. Somos nosotros mismos
los únicos en este mundo con la información plena de todos
los actos de nuestras vidas, incluso con la capacidad de ol-
vidar circunstancialmente alguno de ellos o modificarlo en
el tiempo según las propias experiencias que estemos tran-
sitando y estrategias que podamos establecer en ellas. Los
datos que vamos acumulando sobre ella toman distinto ca-
rácter en distintos momentos y contextos de nuestras vidas,
esto hace imposible que los otros accedan con plenitud a los
mismos, aun con el mayor grado de intimidad que podamos
y estemos dispuestos a ofrecer. Por otra parte, nuestros in-
terlocutores siempre nos observarán, serán testigos de nues-
tras acciones o escucharán nuestras historias o argumentos,
desde sus propios planos de percepción de la realidad, a
partir de sus propias historias, sus contextos y valoraciones.
Cada lente será diferente para mirar la realidad circundan-
te, y su ángulo de visión será diferente según lo que pueda
interpretar o lo que quiera mirar.
De todos modos, cuando esperamos la mirada de los
otros tratando de observarnos en su reflejo, poca o nin-
guna importancia le adjudicamos a esas distorsiones. En
34 Los trabajadores en la nueva época capitalista

principio, cierta acriticidad original hace que busquemos los


espejos perfectos de una parte de nosotros o de la integrali-
dad que pretenda ser demostrada con esa parte.
N. Elias (1999: 248) decía que uno de los elementos
esenciales que diferencia a los hombres respecto de todos los
otros seres vivientes, desde la hormiga hasta el mono, es esa
capacidad de efecto de espejo que puede desarrollar a partir
de mirar y mirarse. El hombre puede, de alguna manera, ex-
traerse de sí mismo y colocarse frente a él de tal suerte que
él se vea como en el espejo de su conciencia. Un individuo
humano es para él mismo, a la vez, un yo, un tú, y un él o
ella. Y un individuo no podría ser para él mismo un yo, sin
ser al mismo tiempo una persona que puede tomar distancias
respecto de él mismo y considerarse como un tú, un él o ella.
Para Foucault (1967) el espejo representa un espacio de
utopía, porque se trata de un lugar sin lugar. “En el espejo
me veo donde no estoy, en un espacio irreal que se abre
virtualmente detrás de la superficie, estoy allá, allá donde
no estoy, especie de sombra que me devuelve mi propia vi-
sibilidad, que me permite mirarme allá donde estoy ausen-
te: utopía del espejo”. Foucault resignifica este espacio del
espejo, dado que, por contrario a los espacios irreales de las
utopías, los espejos existen realmente y tienen, sobre el lu-
gar que ocupamos una especie de efecto de retorno, a partir
del espejo nos vemos ausentes del lugar en el que estamos,
porque nos vemos allá. A partir de esta mirada que de al-
guna manera recae sobre mí desde detrás del espejo, vuelvo
sobre mí y comienzo a poner mis ojos sobre mí mismo y a
reconstruirme allí donde estoy.4

4
Foucault (1967) llama a estos lugares, entre lo real y lo irreal, como heteroto-
pías, “lugares reales, lugares efectivos, lugares que están diseñados en la ins-
titución misma de la sociedad, que son especies de contra-emplazamientos,
especies de utopías efectivamente realizadas en las cuales los emplazamien-
tos reales, todos los otros emplazamientos reales que se pueden encontrar
en el interior de la cultura están a la vez representados, cuestionados e
Los trabajadores en la nueva época capitalista 35

Esta idea, entonces, de mirarnos detrás del espejo y vol-


ver a mirarnos a nosotros mismos nos remite nuevamente a
la idea de reflexividad. Si los otros, enfrente nuestro, actúan
todo el tiempo como espejos diferentes estaremos en cada
momento abiertos a la reflexividad que ellos nos ofrecen.
Nuestras propias miradas a través de los otros hacen que
podamos distanciarnos y retornar sobre nosotros mismos,
tomarnos como objetos y ponernos en cuestión, podremos
desimplicarnos (Bajoit, 2000).
La reflexividad es un dato central de la modernidad,
desde entonces el hombre vive cognitivamente en espejo de
su propia vida, reflexiona y se analiza, hasta transformar su
cotidianeidad en objeto de interrogación comparable al ob-
jeto de experimentación científica en un laboratorio. Pero,
“la reflexividad sobre su propia vida es necesariamente limi-
tada, por un imperativo contrario, identitario. El individuo
moderno está emplazado en la obligación de construir y
reconstruir sin cesar su coherencia alrededor de un eje que
no es otro que lo que se llama identidad. A la lógica fisio-
nal de la reflexividad generalizada, que deconstruye en todo
sentido las menores certidumbres, él debe oponer la lógica
fusional de la construcción de sí, las líneas de vida que dan
sentido” (Kaufmann, 2004: 110).
Este doble juego de la reflexividad y la identidad se
detiene a partir de que la segunda actúa como filtro de la
primera, ya que la identidad es un proceso de cerrado y fija-
ción, mientras que la reflexividad reposa en la lógica opues-
ta de la apertura y del movimiento. Esta oposición no opera
más que en algunos momentos, cuando la caja identitaria
tiene necesidad de re-encerrarse sobre una unidad de sen-
tido, y en otros momentos por el contrario, la reflexividad

invertidos, especies de lugares que están en todos los lugares, aunque sean
sin embargo efectivamente localizables”. El espejo aparece para Foucault
como una experiencia mixta, entre la utopía y la heterotopía.
36 Los trabajadores en la nueva época capitalista

puede preparar la puesta a punto de una nueva grilla identi-


taria. Antagónicas en cuanto a la lógica de su funcionamien-
to, reflexividad e identidad están frecuentemente asociadas
en articulaciones complejas. En el corazón del ejercicio con-
creto de la subjetividad (Kaufmann, 2004: 111).

Ante el desafío de conceptualizar para comprender

Pero con sólo entender la realidad y las dificultades que


nos presentaba el dimensionamiento o el entendimiento de
la identidad humana no bastaba. Necesitábamos interpre-
tar los recorridos de vida de los trabajadores que habíamos
entrevistado, al mismo tiempo que era preciso contar con
indicadores que nos permitieran dar cuenta de los momen-
tos o puntos significativos de cada construcción indentitaria.
Envueltos en esa preocupación dos palabras comenzaron a
resonar con fuerza en nuestra mente, dos palabras que po-
dían dar cuenta de eso que los mismos discursos nos esta-
ban mostrando. Esas palabras eran: “referencias” y “seña-
les”. En principio, pensamos que ambas podían llevarnos
de la misma forma a dar cuenta de lo que estábamos obser-
vando. Luego advertimos que podían tener distinta fuerza
explicativa. La primera de ellas nos ayudó a encontrar un
concepto de valor explicativo más general, el de los referen-
ciales identitarios. Nos referíamos, en este caso, a aquellas ac-
ciones, personas, organizaciones, que se sitúan como nues-
tras referencias,5 que nos sirven como marco desde donde
mirar y mirarnos.


5
Según la Real Academia Española, la palabra “referencia” significa, entre
otras acepciones: “relación, dependencia o semejanza de algo respecto de
otra cosa. Base o apoyo de una comparación, de una medición o de una
relación de otro tipo. Modelo, ángulo de referencia. Noticia o informa-
ción sobre alguien o algo”.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 37

Podemos interpretar entonces a los referenciales identitarios


como a aquellos parecidos o diferentes, a quienes aceptamos
o rechazamos para identificarnos o no con ellos, a los gru-
pos en los que actuamos o decidimos tomar como espacios
de pertenencia, asimismo a los espacios en los que deseamos
no estar o no pertenecer, etc. Serán, así, las marcas que nos
permitan distinguir fundamentalmente los puntos identita-
rios significativos en cada historia de vida.
Dichos referenciales no se ubican en el vacío, no apare-
cen ante cada individuo descontextuados, son producto de
una determinada condición objetiva en la que ellos se mue-
ven, pero también son dependientes de su propia subjeti-
vidad para dotarlos de las particularidades que adquieren
en un determinado momento de su historia. Esto mismo
hace también que un mismo referencial no necesariamente
adquiera similar valor o preponderancia en diferentes mo-
mentos de su vida.6
Entonces, los referenciales pueden conformarse, ante
nosotros, por otros individuos, por representaciones co-
lectivas (grupos en los cuales participemos, queramos o
evitemos participar, ideologías que sean representadas por
esos grupos). Pueden ser de existencia actual o estar situa-
das en nuestro pasado o en la historia anterior a nosotros.
Organizaciones, instituciones, frente a o en las que desarro-
llamos nuestras experiencias marcan valores, tienen líderes,


6
La noción de habitus puede dar cuenta de esta relación entre la articula-
ción de lo objetivo y lo subjetivo en los referenciales identitarios. Bourdieu
(1991) entiende el habitus como los “sistemas de disposiciones durade-
ras y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar
como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores
y organizadores de prácticas y representaciones que pueden estar objeti-
vamente adaptadas a su fin sin suponer la búsqueda consciente de fines
y el dominio expreso de las operaciones para alcanzarlos, objetivamente
‘reguladas’ y ‘regulares’ sin ser el producto de la obediencia a reglas, y, a
la vez que todo eso, colectivamente orquestadas sin ser el producto de la
acción organizadora de un director de orquesta”.
38 Los trabajadores en la nueva época capitalista

especifican comportamientos o determinan parámetros


ideológicos, prefigurando así, por identificación o por re-
chazo, las formas que adquirirán o les otorgaremos a dichos
referenciales.
Hay individuos que se constituyen en ejemplos de
nuestras vidas, nos indican una serie de valores que debe-
mos o deseamos seguir. Por el contrario, otros individuos
se nos presentan como aquello que aborrecemos, lo que
rechazamos, nos indican nuestros odios y pasiones más
encontradas.
Si una persona puede constituirse en referencial identita-
rio para otros, el carisma personal, el lugar que ocupa, o la
actividad que realiza genera los mecanismos para ponerlo a
la vista de los otros y mostrarlo como una imagen a imitar,
seguir o rechazar. Nuestro entorno más cercano (la fami-
lia, los amigos, los compañeros, el barrio, etc.) constituye el
medioambiente privilegiado para determinar los referencia-
les a elegir. Pueden estar localizados en nuestra profesión o
en alguna profesión a la que aspiramos pertenecer.
Si la fuerza explicativa de este concepto nos parecía
suficiente para poder interpretar los recorridos de vida y
en ellos identificar las relaciones de importancia, su nivel
de generalidad no nos dejaba valorizar puntualmente cada
una de dichas relaciones o interacciones. El peso o valor
que cada individuo le otorgue a cada referencial determina-
rá la fuerza o importancia que éste adquirirá en su propia
construcción identitaria. En este sentido, sin querer graduar
dicho valor, establecimos dos denominaciones o sub-indica-
dores diferenciados, para distinguirlos según el momento y
su fuerza relativa en cada construcción.
Allí retomamos la palabra señales, que nos remitía a la
idea de marcas que nos permiten conocer o distinguir cosas,
hechos, personas; también nos llevaba a pensar en mojones
en el camino, que nos indican por dónde vamos, cuanto
recorrimos, etc.; nos daban idea asimismo de la imagen o
Los trabajadores en la nueva época capitalista 39

representación de algo.7 Si considerábamos al proceso iden-


titario como un camino en el cual se ubican determinadas
posiciones, desde las cuales se trata de ver hacia el pasado,
el reflejo del presente y el proyecto futuro, el concepto de
señales nos parecía sumamente adecuado al respecto.8
Si hasta aquí podíamos estar otorgando un peso relati-
vo a los referenciales, creíamos que había situaciones en las
cuales los mismos adquirían mayor fuerza que una simple
señal en el camino.
Para representar entonces una forma de mayor poten-
cia representativa de los referenciales, recurrimos a la idea
de soportes, considerando que en este caso se trata de los
apoyos sobre los cuales nos asentamos en determinados
momentos para decir nuestra pertenencia o para utilizarlos
como punto de partida para alcanzar un nuevo lugar.
Aunque pueda ser emparentada con algunas otras defi-
niciones del mismo concepto,9 la definición que en nuestro


7
Acepciones correspondientes al Diccionario de la Real Academia Española.

8
La búsqueda de señales va más allá de la existencia de los mismos. El in-
dividuo se orienta en un espacio que existe independientemente de que se
consiga o no encontrar tales señales, pero además, dicho espacio vuelve
inevitable la tarea correspondiente a dicha búsqueda (Taylor, 1998: 50).

9
Varios autores han utilizado el concepto de soporte. Por ejemplo, E. Goff-
man (2001 :72-73), se refiere a los soportes como marcas de identidad que
diferencian a un individuo y lo hacen único, por ejemplo la imagen foto-
gráfica que los demás tienen sobre él o el conocimiento de su ubicación
especial dentro de una red de parentesco. R. Castel (2001: 30) no refiere
a los soportes respecto a la identidad, sino como concepción objetiva de
posibilidad de constituirse precisamente en individuo, o en persona, o
en sujeto. Hablar de soportes es hablar de “recursos” o de “capitales”,
y representa la capacidad de disponer de reservas que pueden ser de
tipo relacional, cultural, económico, etc. Se trata de los bienes objetivos,
cuya posesión le aseguraría independencia al individuo. D. Martuccelli
(2002: 64), por su parte, indica que el individuo no existe más que en la
medida en que él sea sostenido por un conjunto de soportes, materiales o
simbólicos, próximos o lejanos, conscientes o inconscientes, activamente
estructurados o pasivamente sufridos, siempre reales en sus efectos, y sin
las cuales, él no podría subsistir por mucho tiempo. Los soportes no son
solamente materiales, sino que también pueden ser hasta ficcionales.
40 Los trabajadores en la nueva época capitalista

trabajo le otorgamos a la idea de soporte se ancla en la idea de


un parámetro desde donde el individuo puede pararse para
decirse similar, diferente, identificarse plenamente o tomar
preceptos de conducta bajo los cuales construya buena parte
de su identidad. En este sentido, no significa una base de sus-
tentación sino un apoyo más en la construcción. No se trata
de la base fundamental sobre la cual se apoya el edificio de la
individualidad sino de ladrillos que se suman entre sí y con-
forman una estructura a lo largo de toda la historia personal.
Son seleccionados por los individuos en función de una oferta
social, cultural, estructural y no simplemente impuestos por el
marco societal preponderante en un momento o en un lugar.
Una vez definidos nuestros instrumentos de análisis,
volvimos a los casos en estudio para observar las caracterís-
ticas de cada construcción identitaria, sus similitudes y sus
diferencias, así como la influencia de los contextos en que
cada una de ellas se desarrollaba.

Diferencias y similitudes de los contextos de análisis

Circunscribimos una porción del contexto en el cual se


desarrollaban los procesos identitarios de los trabajadores
que estábamos estudiando a las empresas donde trabajaban.
A pesar de ser sólo una parte de la vida de estos trabajado-
res, consideramos que se trataba, en los momentos en que
estábamos realizando nuestra investigación, de una de las
más trascendentes.
Por un lado, las dos empresas tenían distintos orígenes
del capital y de relación con el método productivo que iban
a desarrollar. En el caso de la firma japonesa, se trataba del
proceso que ellos habían diseñado y puesto en marcha des-
de fines de la Segunda Guerra Mundial en adelante, lo que
imprimía mayor proximidad y conocimiento con los instru-
mentos que iban a aplicar y sobre todo su desarrollo en
Los trabajadores en la nueva época capitalista 41

el tiempo y el espacio. Los norteamericanos iban a aplicar


un método, casi en forma experimental, después de haber
desarrollado en la mayor parte de sus plantas alrededor del
mundo otras técnicas diferentes.
Por otra parte, ambas empresas iban a tener localizacio-
nes completamente diferentes, la japonesa iba a instalar su
planta a aproximadamente 200 km de la Ciudad de Buenos
Aires, en una zona que para ella aparecía como de mayor
tranquilidad que las grandes ciudades, tal como nos decía
un empleado del área de Relaciones Laborales, en la zona
no “se nota tanto la presencia de movimientos sociales, no
hay tanta politización”. Esto es tomado por la empresa como
un dato de suma importancia a la hora de contratar per-
sonal, el cual les garantizaría mayor docilidad y seguridad
que el que podría ser contratado en una gran ciudad. Todo
lo contrario sucede con la planta norteamericana, que está
situada en las cercanías de la tercera ciudad en importan-
cia del país, en cuyos alrededores se constituía, durante los
años sesenta y setenta uno de las regiones industriales de
mayor desarrollo de la Argentina, pero también de mayor
politización de la clase obrera. En el momento de instalación
de la nueva planta, esta zona ya no tenía las mismas carac-
terísticas, la mayor parte de las empresas habían cerrado sus
puertas y lo que primaba era el desempleo y la pobreza, que
paradójicamente se habían constituido en una nueva fuente
de politización y conflicto.
Otro dato de relevancia a la hora de diferenciar los es-
pacios en que íbamos a encontrar primariamente a nuestros
entrevistados, era que la firma japonesa aplicaba una política
de relacionamiento con el personal de tipo casi paternalista,
con sumo cuidado en la evolución del trabajador en su tra-
bajo y en su vida personal, garantizándole la estabilidad en
el puesto y generando una serie de incentivos reales y vir-
tuales de suma eficacia disciplinadora. En cambio, en la em-
presa norteamericana, la estabilidad no estaba garantizada,
42 Los trabajadores en la nueva época capitalista

sucesivos despidos masivos daban la pauta de que el empleo


no era seguro, no se respetaban las carreras para los ascen-
sos, los incentivos prometidos no se cumplían en tiempo y
forma, y se vivía en constante presión por la productividad
sin que esto fuera recompensado convenientemente.10
Por otra parte, la firma japonesa había puesto sumo
cuidado en el sostenimiento de determinadas pautas o con-
diciones para la contratación del personal. Todos sus em-
pleados deberían tener el colegio secundario finalizado,11
no contar con gran experiencia laboral anterior y no tener
vínculos con lo sindical. En el caso de los norteamericanos,


10
Debemos aclarar que, en ningún caso, nuestras apreciaciones sobre estas
diferencias están calificando a la empresa japonesa como la mejor para
los trabajadores. Simplemente estamos estableciendo las diferencias entre
un modelo otro. Toyota desarrolla mecanismos de disciplinamiento de su
personal que tienden a difuminar las imposiciones que se les realizan para
que cumplan con las pautas de productividad, para que se sometan per-
manentemente a un esfuerzo físico desgastante, para incorporar normas
de comportamiento absolutamente funcionales al modelo. El sistema de
premios e incentivos, entre los cuales el viaje a Japón es el más ansiado, se
sostiene a rajatabla y es una de las políticas en las cuales la empresa pone
mayor esfuerzo. El incumplimiento con estas pautas disciplinares hace
que los trabajadores de General Motors adviertan con mayor rapidez
la forma en que las técnicas tienden a extraerles mayor productividad e
incluso actuar en contra de su propia resistencia física y mental. Esto hace
que adopten formas de resistencia individual a las mismas.
11
En el inicio de cada campaña de reclutamiento masivo, Toyota se contac-
tó con los colegios secundarios de la zona y realizó charlas en ellos incen-
tivando a que los alumnos se presenten a la convocatoria. En los orígenes
de la empresa, se comenzó con los colegios secundarios técnicos, pero
cuando se agotaron las posibilidades de contratar a los recién graduados,
se continuó con los que aún no lo habían hecho, los cuales terminaron
sus estudios en el transcurso de su primer año de trabajo. También, al
no poder completarse el plantel con estos trabajadores, se recurrió a las
últimas camadas de los colegios secundarios de la ciudad de implantación
y de zonas aledañas, aunque no fueran de la especialidad técnica, lo cual
dejaba al descubierto que lo único que importaba era el nivel de forma-
ción y no su tipo. La especialización del trabajo iba a lograrse cualquiera
fuera el conocimiento previo de los trabajadores. Esto estaba mostrando
un cambio abrupto respecto de modelos productivos anteriores.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 43

algunas de estas premisas se respetaron en el primer grupo


incorporado, pero luego en los sucesivos ingresos esas res-
tricciones se fueron distendiendo.
Si ciertos factores específicos las diferenciaban, el con-
texto global del país las acercaba. El modelo económico vi-
gente desde 1991, las características del mercado de trabajo,
las condiciones de posibilidad para la implantación de nue-
vas formas productivas, y las facilidades para la exportación
al resto de los países latinoamericanos, habían sido los ele-
mentos que las empresas consideraron a la hora de decidir
la inversión en el país.
Así, entonces, en lo que sigue trataremos de mostrar
brevemente cuáles fueron los referenciales preponderantes,
así como sus respectivas valoraciones, en las construcciones
identitarias de estos dos grupos de trabajadores.

Inestabilidad versus estabilidad

En este apartado recorreremos algunos de los referen-


ciales identitarios que se fueron presentando como significa-
tivos en los relatos de los trabajadores y que, además, nos
permitieron llevar a cabo algún grado de comparación al
interior y entre los dos colectivos de trabajo.
Hasta los años setenta, en Argentina, el sindicalismo era
un gran performador de identidades sociales e incluso prefi-
guraba identidades personales.12 Bajo nuestra conceptualiza-
ción, dichas organizaciones constituirían entonces un fuerte
soporte de identidad. La ruptura generada por la dictadura
militar, la consiguiente destrucción de los lazos solidarios y
políticos entre los trabajadores, el refuerzo individualizador


12
Hablamos de la identidad personal, que no puede ser otra cosa que una
construcción social, y como tal es creada y mantenida en interacción per-
manente (Torregosa, 1983).
44 Los trabajadores en la nueva época capitalista

de la hiperinflación y el neoliberalismo posterior, el despres-


tigio de gran parte de la dirigencia sindical, se concatenaron
para que, en la actualidad, la mayoría de los trabajadores
entrevistados consideren a las organizaciones obreras como
señales negativas. Esto sucede fundamentalmente cuando se
trata de trabajadores sin ninguna relación anterior con lo
sindical o lo político. Son estos quienes manifiestan hasta
cierta adversidad o rechazo frente a la mínima mención a
alguno de estos temas. En la empresa japonesa, esto sucedió
con casi todos los trabajadores. Algunas de sus condiciones
de origen y hasta ciertos condicionantes relativos a las posi-
bilidades de ascenso o incentivos fueron induciendo el aleja-
miento respecto al sindicato, tal como puede verse reflejado
en el siguiente testimonio:
“[...] entre nosotros, entre los que estamos con la posibilidad de
obtener ascenso, algo de eso, no se si nos creamos nosotros una
persecución a medida, o es como que a los jefes, que vos estés me-
tido con el sindicato no les gusta. No quieren un rebelde. Y si vos
tenés aspiraciones a algo lamentablemente tenés que, aunque vos
estés muy de acuerdo con las ideas del sindicato, tenés que tratar
de sacártelas porque no vas a llegar a nada. No te lo hacen notar,
no te lo van a venir a decir pero es así, todos saben que es así. Si
estás muy metido con el sindicato fuiste, te marcaron, te hicieron
una cruz, de la listita te sacan.” (Luciano, 26 años, Calidad, TM13)
En otros casos, el acercamiento es simplemente utilita-
rista, lo cual haría perder algo de la negatividad de la señal,
pero no su sentido último.
“Si se me agotan las posibilidades de solucionarlo [un problema en
el trabajo] con recursos humanos, buscaría otra alternativa. Sí, el
sindicato como alternativa iría, pero tenés muchas formas de solu-


13
La organización del trabajo en ambas empresas se establece a partir del
trabajo en células, estructurado a partir de un grupo de trabajadores po-
livalentes denominados team members (TM) y un líder de grupo denomi-
nado team leader (TL). En adelante utilizaremos las siglas para referirnos
a cada uno de ellos.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 45

cionar el problema antes de caer al sindicato. Es como un último


recurso si no tenés otra cosa.” (Luciano, 26 años, Calidad, TM)
“Estoy afiliado al sindicato hace muchos años y estoy tratando de
buscar otra obra social que me descuente menos porque el sindi-
cato me descuenta el 8% en total y es mucho dinero.” (Matías, 34
años, pintura, TL)
“P: ¿Estás afiliado? R: Sí, porque van a hacer un barrio en
Baradero,14 en San Nicolás, SMATA lo va a hacer. Y para estar
en el barrio tenés que estar afiliado al sindicato, y mucha gente se
afilió por eso.” (Rafael, 22 años, Pintura, TM)
Cuando se presentaban ciertos referenciales identitarios
transmitidos a través de las historias o relatos familiares,
las señales referidas a los sindicatos perdían cierta negativi-
dad. De cualquier modo, lo que aparecía con fuerza en estos
casos era una mirada mayormente asentada en el “deber
ser” y las falencias que respecto de él presentaba el sindicato
que los representaba. Se recurría a un pasado idealizado y
hasta a ciertos preceptos personales de cómo se debe llevar
adelante una representación. Esto sucedía sobre todo en la
empresa de origen estadounidense, en la cual los filtros re-
lativos a las posibles relaciones con lo sindical o lo político,
que en un principio pareció imponer la empresa, fueron re-
lajándose en el tiempo. Pero además, la existencia de fuertes
conflictos por despidos de personal o por aumentos de sala-
rios incrementaron la presencia sindical.
Es importante tener en cuenta también que no puede
verse a los referenciales identitarios en forma aislada unos de
otros. Así, el valor que adquieran en un determinado mo-
mento tendrá relación con el que adquieran otros en ese
mismo momento o con la fuerza performadora que adquie-
ran en competencia con ellos. Este es el caso de los sindica-
tos frente a las dos empresas estudiadas. El comportamiento


14
En relación a un barrio que el sindicato planifica crear para los trabajado-
res de Toyota.
46 Los trabajadores en la nueva época capitalista

de estas últimas respecto a los trabajadores y la existencia


de un marco estructural destructor de seguridades en el
empleo, reforzaban el carácter negativo de la señal identitaria
sindical y promovían el desarrollo de un soporte identitario
ligado a la empresa y a sus valores. De cualquier modo es
interesante ver los resultados obtenidos en cada caso.
El sostenimiento de una gran coherencia entre el mo-
delo productivo, la difusión precisa y sistemática de sus va-
lores, la seguridad en el empleo y los incentivos constantes
a los trabajadores hicieron que Toyota fuera considerada,
por la mayor parte de ellos, como un soporte de fundamental
importancia en sus vidas. En el caso de General Motors, por
el contrario, la empresa aparece con menor importancia en
las propias construcciones identitarias de gran parte de sus
trabajadores, conservando en muchos casos el carácter de
soporte, pero sin la misma fuerza que en Toyota y pasando
a ser considerado como cualquier otro empleo. Ante la pre-
gunta acerca de qué representaba la empresa para ellos, dos
trabajadores nos decían:
“Te digo una fuente de trabajo en este momento, nada más.” (Vic-
torio, 35 años, Ensamble, TL)
“Es una empresa que hace sus negocios, sirven o sino chau” (Fede-
rico, 35 años, Calidad, TM)
Para algunos trabajadores, el hecho de que la empresa
haya generado despidos masivos, trasladando la carga del dete-
rioro de la situación económica general sobre los trabajadores,
que las condiciones de trabajo no hayan sido las prometidas,
a partir de las presiones constantes por la productividad, el
incumplimiento en el pago de los incentivos, el deterioro del
proceso productivo y finalmente del mismo producto, fueron
factores que los impulsaron a tener una mirada diferente de la
empresa. Así, en este grupo de trabajo, el referencial referido a
la empresa muestra situaciones contradictorias. En ciertos ca-
sos, para aquellos que lograron ascensos o tienen posibilidades
Los trabajadores en la nueva época capitalista 47

de hacerlo y que están fuertemente consustanciados con la em-


presa, el valor positivo del referencial se sostiene, pero en otros
casos, cuando estos valores no lograron anclarse fuertemente,
los factores anteriores hacen que el soporte identitario asuma la
forma hasta de una señal identitaria negativa.
El trabajo aparece como un soporte de fundamental im-
portancia para la mayor parte de los trabajadores entrevista-
dos. Aún poniendo entre paréntesis las características distin-
tivas del empleo en ambas empresas, estos trabajadores veían
al trabajo, no sólo como fuente de subsistencia y seguridad
familiar, sino también como base performadora de futuros.
Resulta interesante advertir sobre la forma en que el condi-
cionante estructural actúa en este caso, ya que en un contexto
donde justamente el trabajo se transforma en un bien escaso
y hasta restrictivo de otras actividades de disfrute personal,
su representación en los sujetos se hace cada vez más fuerte.
El ascenso social a partir de la educación siempre cons-
tituyó para los sectores medios argentinos un factor de suma
relevancia. La sucesión de crisis económicas, el aumento de
la oferta de trabajadores como consecuencia del desempleo
creciente y el atraso del sistema educativo respecto a las for-
mas más modernas del trabajo hicieron que la relación di-
recta entre educación, trabajo y progreso social entrara en
una profunda crisis. En los dos casos que investigamos parece
generarse una situación contraria, ya que una de las condicio-
nes para la obtención del empleo ha sido la posesión de un
título secundario. Desde las perspectivas de progreso ofreci-
das por estas dos empresas, la educación pasó a convertirse
en un soporte identitario de gran valor para los trabajadores,
fundamentalmente mirando el momento del ingreso. Es
importante destacar que quienes ingresaban a estas plantas
lo hacían en los puestos que anteriormente desarrollaba un
obrero industrial, para quien, este nivel educativo no cons-
tituía ninguna exigencia. Por el contrario, quienes contaban
con él iban a ocupar lugares más elevados en la estructura
48 Los trabajadores en la nueva época capitalista

empresaria (controles de calidad, supervisores, encargados


de mantenimiento, empleados administrativos, etc.).
Con el tiempo, cuando se observó que las capacidades
generadas por la educación formal no representaban una
condición necesaria para el desarrollo de las tareas en la em-
presa y que lo más importante era la formación específica,15
la educación formal dejó de ser un soporte para convertirse
en una señal identitaria positiva, pasando la formación específi-
ca a tomar el carácter de soporte, dado que sería aquello que
iba a permitir el progreso personal16. En Toyota esto ocu-
rría con todos los trabajadores entrevistados. En General
Motors, en cambio, al no representar el título secundario
una condición ineludible del ingreso17 y al encontrarse, en
muchos casos, deterioradas las posibilidades de progreso y
permanencia, este referencial adopta preferencialmente la
forma de una señal identitaria positiva, se considera su impor-
tancia, se la asume como un valor (incluso para transmitir
a sus hijos), pero no se la incorpora con fuerza en la propia
construcción identitaria. En ambas empresas, la educación
se mantiene en el grado de soporte identitario cuando los tra-
bajadores deciden continuar con sus carreras universitarias,
más allá de las restricciones que impone el trabajo en la
empresa, colocándola como parte de un proyecto futuro.
Bajo un contexto en el cual los valores que transmiten
las empresas multinacionales suelen propagar la idea que las

15
De hecho, en la contratación no se valoriza de una forma diferencial la
tenencia de un título técnico. Cuando la exigencia se puso de manifies-
to en forma explícita, fueron incorporados indistintamente aquellos que
contaban con títulos técnicos, bachilleres, etc.
16
Si en Toyota esto se valoriza mayormente en el interior de la empresa,
porque las posibilidades de progreso se sostienen en el tiempo (aunque no
vayan a concretarse de manera totalmente efectiva), en General Motors
pierde esta connotación (porque la inseguridad pasa a ser un dato de la
realidad) para pensarse también como posibilidad por fuera de ella.

17
Dicha condición fue sólo establecida en algunos de los procesos de incor-
poración y se dejó de lado en otros casos.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 49

posibilidades de progreso interno que ellas ofrecen tienen


una cristalización más concreta y real que en otros espacios,
los puestos jerárquicos o de conducción se presentan como
señales identitarias en las cuales se apoyan las expectativas o
reflejos que indican el camino a seguir. En ese sentido, las
pautas determinadas por el puesto superior y las caracterís-
ticas específicas de quienes llegaron a esos puestos pueden
constituir los modelos a imitar si se quiere alcanzar tal pro-
yección futura. Así, para el caso que nos ocupa, la función
del team leader representa una referencia permanente para
los miembros de cada grupo de trabajo. Se trata del puesto
anhelado, ya que significa, para los trabajadores, la demos-
tración palpable de que la promesa empresaria de futuro
puede concretarse, el signo de la estabilidad en el empleo y
del funcionamiento de los mecanismos de validación y reco-
nocimiento de las capacidades propias. Entonces, el puesto
y la figura del líder del grupo es el espejo permanente en
quien mirarse para testear si se están cumpliendo las pre-
misas indicadas por la empresa. Pero además, la persona
que lo ocupa adquiere el carácter de ejemplo de comporta-
miento, porque se trata de alguien que pudo acceder a ese
lugar.18 Por otra parte, su papel es también el de evaluar
al resto de los compañeros, con lo cual el lugar de reflejo
deja de ser sólo ejemplo simbólico y adquiere materialidad
en la posición del primer escalón en la determinación de
los premios y castigos, y las consiguientes posibilidades de
ascender. Esta situación tiene mayor preponderancia en
Toyota, ya que todas las instancias de la carrera aparentan
ser cumplidas a rajatabla, aun en el terreno de lo virtual.19
En General Motors, cierta discrecionalidad en la determina-
ción de los ascensos y las presiones que se ejercen sobre los


18
Hecho que se refuerza si él mismo logra ser ascendido al puesto siguiente.

19
Es decir, aun cuando los ascensos no sean posibles, porque la estructura
coyuntural de la empresa no lo permite.
50 Los trabajadores en la nueva época capitalista

puestos jerárquicos hacen que ciertos superiores pasen a ser


considerados como señales negativas. En forma adicional a
esta situación, las presiones cotidianas sobre los que ocupan
puestos jerárquicos y el traslado de las mismas, a través de
ellos, al resto de los trabajadores, implica también cierta des-
valorización del puesto como señal identitaria.
En todos los relatos de vida de los trabajadores, la fa-
milia aparecía como uno de los soportes identitarios de mayor
fuerza. No sólo se trataba de una referencia al pasado, a si-
tuaciones, en algunos casos, idealizadas, sino también como
fuente de valores que estructuraban el presente en el trabajo
y en las pautas de comportamiento futuro.
En este último sentido, sobre todo para el caso de los tra-
bajadores de Toyota, gran parte de las referencias que hacían
al trabajo se anclaban, en primera instancia, en recuerdos de
infancia, de sus propias familias (trabajos de los padres o de
cada uno de sus hermanos u otros parientes). El ejemplo del
padre que trabajaba y con ese esfuerzo pudo sostener a la
familia se constituía en aquello que había que replicar en las
propias trayectorias personales y en el camino a desarrollar
en el empleo conseguido en dicha empresa.20 El relato y el
ejemplo familiar, generalmente ligado a las ideas de “sacrifi-
cios” para sostener una familia, para dar un futuro a los hijos,
se constituye en el soporte identitario que es permanentemente
resignificado y reforzado en cada acto de la vida.
El paternalismo desarrollado por Toyota y las conti-
nuas referencias discursivas y materiales a las familias de
los trabajadores, sirven de sustento a esta relación. Por otra
parte, el sostenimiento de un espacio de seguridad permi-
te pensar en proyectos futuros para la familia (los hijos, la
casa nueva, los electrodomésticos, el automóvil) y reforzar


20
Debemos recordar que la empresa Toyota tiene en cuenta especialmente
estas referencias en las historias particulares de los trabajadores, al mo-
mento de la selección para realizar incorporaciones.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 51

el soporte identitario. Asimismo, otro elemento a considerar es


que las relaciones y tal vez la sensación de seguridad que
la empresa japonesa tiende a generar suelen hacer que en
los relatos de los trabajadores la misma sea asimilada a una
familia. Para gran parte de ellos el trabajo, la empresa y la
familia se interrelacionan y condicionan.
“[Toyota] Me da trabajo y ya es como una familia, digamos, ya es
como una familia porque estoy más acá que en mi casa, estoy más
con ellos que en mi casa. Y me dio mi primer plata, la platita... gra-
cias a ellos, no sé, me pude comprar el auto en cuotas.” (Joaquín,
21 años, Calidad, TM)
“[...] no es que uno lo quiera decir por un compromiso, nada que
ver... pero visto con otras relaciones que yo he tenido de trabajo,
es como una FAMILIA.” (Víctor, 27 años, Motores, TL)
Por el contrario, General Motors nunca pudo establecer
este tipo de correlaciones entre trabajo, empresa y familia.
Posiblemente, el hecho de no constituir un espacio de plena
seguridad hizo que gran parte de los trabajadores no puedan
asimilar el empleo en dicha firma con el lugar de la familia.

Conclusión

En el presente artículo, tanto la realidad empírica que


estudiaríamos, como la perspectiva teórica sobre la identi-
dad nos proponían como eje la inestabilidad, la aleatorie-
dad, la multiplicidad. Se nos presentaba una realidad social
concreta, la de la Argentina de fines del siglo XX y comien-
zos del siglo XXI, donde lo que primaba eran situaciones
signadas por la ausencia o la dificultad de encontrar espa-
cios estables de relacionamiento.
Más precisamente, si el trabajo se imponía desde la ines-
tabilidad permanente, era muy difícil encontrar seguridades
que se correlacionaran con él. Sin embargo, los grupos de
52 Los trabajadores en la nueva época capitalista

trabajadores que seleccionamos para nuestra investigación


vivían una situación relativamente privilegiada respecto del
conjunto de los trabajadores, sobre todo porque las carac-
terísticas de las empresas en las que estaban empleados les
otorgaban cierta estabilidad y seguridad salarial. De cual-
quier modo, su inserción en estas mismas empresas no deja-
ba de estar condicionada por las coacciones y restricciones
de un mercado expulsor de mano de obra.
El eje teórico sobre el cual íbamos a realizar nuestro
estudio, por su parte, también nos hablaba en principio de
la ausencia de estaticidades, de lo múltiple, lo cambiante, en
referencia a las construcciones identitarias.
Sin embargo, cuando, desde nuestro propio análisis,
correlacionamos los dos ejes, los referenciales identitarios
que presentaron mayor fuerza en el discurso y adquirieron
mayor presencia en las respectivas construcciones identita-
rias eran los que indicaban seguridades y estabilidades. En
todos los casos, los trabajadores buscaban lugares relativa-
mente seguros y estables para posicionarse, para presentar-
se frente a otros y a nosotros como sus interlocutores cir-
cunstanciales. Al mismo tiempo, esos lugares les permitían
relatar sus propias vivencias del pasado como aprendizajes
o experiencias que les posibilitaron el presente, así como les
brindaban puntos de apoyo para proyectarse hacia el futuro.
En los espacios y momentos en que el empleo estable se
constituía en fuente de seguridades, cuando desde él pudo
pensarse un proyecto de progreso personal, en lo social y lo
económico, otras fuentes de estabilidad se vieron revaloriza-
das, como la familia y, en muchos casos, la radicación en el
territorio.21 Cuando alguna de dichas seguridades peligraba,


21
Los referenciales correspondientes al territorio o al lugar de nacimien-
to de los trabajadores no fueron mencionados en este trabajo, pero se
presenta con fuerza, sobre todo en los trabajadores de Toyota, quienes
demuestran fuerte apego a la ciudad donde nacieron. Esto se encuentra
reforzado, seguramente, por el logro de haber ingresado a la empresa y
Los trabajadores en la nueva época capitalista 53

ciertos referenciales (como la formación adquirida y las com-


petencias desplegadas a partir del trabajo desarrollado en la
empresa) pasan a conformar el punto de apoyo para pensar
en posibles proyectos o búsqueda de estabilidades futuras.
Los referenciales que ya no otorgan las seguridades que
brindaban en otros tiempos son descartados o colocados en
un lugar secundario. Esto sucedió con el sindicalismo, que
de constituir un referencial de fuerte presencia identitaria en
los trabajadores de otros momentos históricos del país (los de
muchos familiares de los trabajadores que estudiamos), hoy
es absolutamente relegado o posicionado en un lugar absolu-
tamente negativo o hasta de indiferencia y desconocimiento.
En absoluto, esta lectura trata de negar la multiplici-
dad, la variabilidad y la aleatoriedad de las referencias iden-
titarias, pero sí de lo que intentamos dar cuenta es de la
necesidad material y hasta simbólica que tenemos de fijar,
en algún momento, los espacios o los momentos desde don-
de llevamos a cabo nuestras construcciones identitarias. Es
muy posible, que si no pudiéramos contar con estos posi-
cionamientos relativamente estables, tampoco sería posible
incorporar realmente las multiplicidades y estar preparados
para enfrentarnos a las variaciones que las dinámicas de
nuestras propias vidas, así como de las coyunturas que esca-
pan a nuestro control, nos presentan.

que ésta les posibilite continuar viviendo allí. En el caso de General Mo-
tors, esta relación se manifiesta, en algunos trabajadores, pero en forma
contraria, porque las malas condiciones de trabajo, las inseguridades y
hasta el largo recorrido que tienen que hacer hasta la planta los impulsa
a querer encontrar algún empleo en el lugar de origen. Hay que tener en
cuenta además que, en el caso de Toyota, es la empresa que prioriza cier-
tas características identitarias referidas al territorio, al contratar solamente
trabajadores de las zonas cercanas a la planta.
54 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Bibliografía

Bertaux, Daniel (1997), Les récits de vie, París, Nathan.


Bajoit, Guy (2000), “Qu’est-ce la socialisation?, en Bajoit,
G., Digneffe, F, Jaspard, J., Mollet de Brauwere, Q.
(eds.), Jeunesse et société. La socialisation des jeunes dans un
monde en mutation, París, DeBoeck.
Bourdieu, Pierre (1994), Raisons Pratiques. Sur la théorie de
l’action, París, Seuil.
Bourdieu, Pierre (1991), El sentido práctico, Madrid, Taurus.
Castel, R. y Haroche, C. (2001), Propriété privée, propriété so-
ciale, propriété de soi. Entretiens sur la construction de l’individu
moderne, París, Fayard.
Cuche, Denys (2001), La notion de culture dans les sciences socia-
les, París, La Decouverte.
Dubar, Claude (1991), La socialisation. Construction des identités
sociales et professionnelles, París, Armand Colin.
Dubar, Claude (2001), “El trabajo y las identidades profe-
sionales y personales”, Revista Latinoamericana de Estudios
del Trabajo, año 7, N° 13, Buenos Aires.
Elias, Norbert (1999), La société des individus, París, Fayard.
Foucault, Michel (1967), «Conferencia dictada en el Cercle
des études architecturales», 14 de marzo de 1967, publi-
cada en Architecture, Mouvement, Continuité, N° 5, octubre
de 1984, traducida por Pablo Bilstein y Tadeo Lima.
Giddens, A. (1984), La constitution de la société, París, PUF.
Goffman, E. (1981), La presentación de la persona en la vida
cotidiana, Buenos Aires, Amorrortu.
Goffman, Erving (2001), Estigma. La identidad deteriorada,
Buenos Aires, Amorrortu.
Hall, Stuart (1997), “Who needs identity?”, en Hall, S. y Du
Gay, P., Questions of cultural identity, Londres, Sage.
Kaufmann, Jean-Claude (2004), L’invention de soi. Une théorie
de l’identité, París, Armand Colin.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 55

Martuccelli, Danilo (2002), Grammaires de l’individu, París,


Gallimard.
Taylor, Charles (1998), Les sources du moi. La formation de
l’identité moderne, París, Seuil.
Torregosa, J. R. (1983): «Sobre la identidad personal como
identidad social», en Torregosa, J. y Sarabia, B. (eds.)
Perspectivas y contextos de la Psicología Social, Barcelona,
Hispano Europea, citado por Revilla, 2003.

Autor

Osvaldo R. Battistini: Investigador CONICET,


Profesor de la Universidad de Buenos Aires.
Capítulo II.
Identificaciones colectivas en el
mundo del trabajo informal

Mariana Busso

Presentación

Este artículo se propone analizar los procesos de cons-


trucción de identidades colectivas en el mundo del trabajo
informal, a partir de un estudio en ferias comerciales de la
ciudad de La Plata, Argentina. Teniendo como premisa la
transformación del mundo del trabajo, y la crisis de las identi-
dades profesionales (Dubar, 2000a; Battistini, 2004) nos plan-
teamos indagar las características que el proceso adquiere en
este caso particular, analizando los factores configuradores de
similitudes y diferencias en ese espacio laboral.
Las ferias a las que aludimos se caracterizan por desarro-
llarse en espacios públicos, por congregar actividades comer-
ciales de bajo capital, por la facilidad de acceso y egreso de las
ocupaciones que allí se desempeñan, por la centralidad que
adquiere la fuerza de trabajo (en desmedro de maquinarias o
tecnología), y por desarrollarse en puestos fijos o semifijos.1
Una primera categorización de las ferias se nos pre-
senta explícitamente a partir de las mercancías que allí se


1
Éstas son, a su vez, las características centrales que según la OIT presenta
el trabajo informal. El mismo se expresa en 4 categorías ocupacionales:
cuentapropistas (excepto profesionales o técnicos), trabajadores familiares
no remunerados, asalariados de empresas de hasta 5 empleados, y traba-
jadores del servicio doméstico (OIT, 1993). Las personas que trabajan en
dichas ferias pertenecen a alguna de las tres primeras categorías, como
veremos en el transcurso del presente artículo.
58 Los trabajadores en la nueva época capitalista

intercambian, lo cual supone a la vez, que cada “tipo de feria”


concentra ocupaciones particulares, tiene ritmos y prácticas
diferentes, se emplaza en lugares y barrios distintos y con-
grega a clientes específicos. Particularmente analizaremos tres
tipos de ferias: “ferias artesanales”, “ferias de frutas y verdu-
ras”, y ferias de bienes de consumo durable de bajo costo a las
que denominaremos “ferias de productos diversos”.
Brevemente diremos que las ferias artesanales nuclean
a aquellas personas que venden productos por ellos realiza-
dos, transformando la materia prima con su propia fuerza de
trabajo y con escaso (o nulo) uso de tecnología, y se desarro-
llan en espacios verdes, como plazas o parques, fundamen-
talmente durante los fines de semana. Las ferias de frutas y
verduras funcionan rotativamente en distintos lugares prees-
tablecidos de la ciudad. En ellas arman sus puestos aquellos
pequeños productores y/o revendedores de frutas y verduras
adquiridas en el Mercado Central de la ciudad, o en alguna
chacra o quinta de la zona. Finalmente, lo que hemos de-
nominado “ferias de productos diversos” refiere a aquellos
espacios públicos donde establecen sus puestos de venta los
trabajadores que anteriormente comercializaban ropa, CDs
y “baratijas” en forma ambulatoria en la vía pública y que a
partir de la prohibición de dicha actividad,2 y en particular en
el año 1997 con la erradicación de la venta ambulante de las
calles del centro urbano, se han agrupado en determinados
espacios. En ellas es posible encontrar bienes de consumo du-
rable de bajo costo3 (ropa, zapatos, zapatillas, discos compac-
tos, DVD, anteojos, accesorios y bijouterie, lencería, artículos
electrónicos y de ferretería, y juguetes).


2
En el año 1993 el Concejo Deliberante aprueba la Ordenanza número
8.209 que prohibía la venta ambulante en el Partido de la Plata, autoriza-
da por la Ordenanza número 6892 (excepción puesto de venta de flores).

3
Entendemos por bien de consumo durable aquel que puede utilizarse re-
petida o continuamente para el consumo por un período igual o superior
a un año.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 59

Particularmente estudiaremos la realidad de las perso-


nas que realizan sus actividades laborales en ferias comer-
ciales del Municipio de La Plata, Argentina. Esta ciudad,
capital de la Provincia de Buenos Aires, donde habitan
681.832 personas según el censo 2001,4 es una de las aglo-
meraciones urbanas del país especializadas en actividades
vinculadas al aparato burocrático-administrativo del Estado
(Roffman, 1997)5 y también con una importante vida uni-
versitaria, la cual convoca en la ciudad a una notable can-
tidad de jóvenes del interior del país. La Plata se encuentra
entre los centros urbanos que, además de contar con una
importante dotación de empleo público, poseían o poseen
un apreciable conjunto de actividades secundarias y tercia-
rias, pertenecientes a la órbita privada, capaces de influir en
los niveles de demanda de fuerza de trabajo.
Con la intención de comprender la existencia e inte-
racción entre las formas identitarias de los trabajadores de
dichas ferias comerciales, recurrimos a estrategias y méto-
dos de investigación cualitativos (Glasser y Strauss, 1967,
Denzin y Lincoln, 1994). Dada la extensión del presente
artículo, sólo se expondrá el marco analítico y las conclusio-
nes a las que arribamos, sin poder explicitar el procedimien-
to de análisis de los corpus de entrevistas (Busso, 2006).
En ese sentido, en primer lugar nos interesa explicitar
nuestro marco conceptual para el análisis de los procesos de


4
Dato correspondiente al aglomerado Gran La Plata. Censo 2001, INDEC.

5
Roffman realiza la siguiente clasificación de los aglomerados urbanos del
país: 1) aglomeraciones especializadas en actividades vinculadas al aparato
burocrático-administrativo del Estado; 2) aglomeraciones caracterizadas
por una combinación de actividad burocrática oficial importante con nue-
vos emprendimientos industriales o de servicios; 3) aglomeraciones que se
destacaron como centros industriales significativos o poseyeron actividades
extractivas dinámicas en períodos previos y hoy enfrentan una seria decli-
nación; y 4) la aglomeración mayor del país, que es relevada como una sola
unidad territorial, aunque posee fuertes diferencias económicas y sociales
en su interior: el Gran Buenos Aires (GBA) (Roffman, 1997).
60 Los trabajadores en la nueva época capitalista

construcción de identidades colectivas. En segundo lugar des-


cribiremos las formas identitarias de trabajadores feriantes,
para finalmente concluir con nuestro análisis acerca del estudio
de las formas identitarias en el mundo del trabajo informal.

Proceso de construcción de identidades colectivas

Asumimos que el esfuerzo de construcción y reconoci-


miento de la propia forma identitaria implica la búsqueda
de “iguales” y “diferentes”, de aquellos individuos, grupos,
instituciones, principios, ideologías, que se nos presentan
como las fuentes de nuestra propia idea de lo que somos y
de lo que queremos ser.
Dicho proceso de construcción se realiza a partir de la
unión de puntos en el espacio y el tiempo. Puntos en el espa-
cio y en el tiempo de nuestra propia subjetividad, como así
también de la interrelación con otros. En cada uno de esos
puntos, buscamos referenciales en los cuales, desde los cua-
les o con los cuales nos podremos decir iguales, parecidos,
diferentes, etc. Siguiendo a Battistini (2006) sostenemos que
estos puntos o signos en el espacio y en el tiempo, a partir
de los cuales nos definimos como parecidos o diferentes es
lo que denominamos “referenciales identitarios”.
Los referenciales identitarios pueden ser reales o fic-
ticios, es decir, personas, instituciones, grupos, momentos
históricos, imágenes, valores, principios, ideologías, perso-
najes, etc. Los mismos existen y adquieren importancia en
la construcción identitaria mientras el individuo los tenga
en cuenta, cuando el individuo deja de reparar en ellos, de-
jan de ocupar un lugar en dicha construcción.
En el proceso continuo de construcción y reconstruc-
ción de su “forma identitaria” el actor aprehende variables
de diversos referenciales, se identifica con algunos de sus
Los trabajadores en la nueva época capitalista 61

aspectos, se identifica totalmente con ellos, pasa a integrar


las filas de un grupo determinado, o lo rechaza.
La forma discursiva que articula6 y expresa la relación
de diferentes referenciales identitarios es lo que entendemos
por “forma identitaria” o “identificación”. Esta se expresa
en el plano simbólico o representacional, siendo la narra-
ción –el decirse y el decirnos–, el momento explícito de esta
identificación. Dicho acto o momento en el cual experenciamos
y expresamos sentirnos similares o diferentes es lo que en-
tendemos por “acto identitario”.
La “identificación” implica la articulación de la dimen-
sión biográfica y relacional del sujeto (Dubar, 2000b), ya
que remite a prácticas sociales y a los contextos de reali-
zación, a “actos de identificación”, tanto en el marco de la
identidad atribuida de los referentes sociales que el indivi-
duo posee para referenciarse en el mundo social, como en
la construcción que el mismo realiza de su historia personal.
Los relatos de los propios protagonistas son la síntesis ob-
servacional de ambas dimensiones.
En otras palabras, es a través del discurso que la iden-
tidad se nos presenta como “forma identitaria”, remitiendo
a referenciales identitarios. En ese sentido hablaremos de
“formas identitarias” o “identificaciones” mientras que la
identidad, en su sentido estricto, se vuelve escurridiza, in-
aprensible. Como nos dice Norbert Elias: “Nuestra identi-
dad es más profunda y más compleja que todas las formula-
ciones que podemos dar”7 (Elias, 1991: 48).
Es decir, denominaremos “identidad” a la experiencia
subjetiva –más intima del yo– que un actor individual o


6
Retomando a Laclau y Mouffe entendemos por articulación “toda prác-
tica que establece una relación tal entre elementos, que la identidad de
éstos resulta modificada como resultado de esa práctica” y “a la totalidad
estructurada resultante de la práctica articulatoria la llamaremos discur-
so” (Laclau y Mouffe, 2004: 142).

7
Traducción propia.
62 Los trabajadores en la nueva época capitalista

colectivo tiene de sí a partir de los referenciales identitarios


seleccionados y significativos para él. En el momento en que
se hace explícita en el plano simbólico y representacional,
por medio del discurso, se nos presenta como “formas iden-
titarias” o “identificaciones”.
Reafirmando el carácter dinámico e histórico de las
formas identitarias retomaremos palabras de Claude Dubar
quien afirma que “si las identidades sociales son productos
de la historia de los individuos, ellas son también produc-
toras de su historia futura. […] Las identidades resultan en-
tonces del encuentro de trayectorias socialmente condicio-
nadas con campos socialmente estructurados. Pero ambos
elementos no son necesariamente los mismos que aquellos
que estructuran los campos de la práctica social. Este des-
fasaje abre espacios de libertad irreductibles haciendo posi-
bles, y a veces necesarias, las reconversiones identitarias que
engendran rupturas en las trayectorias y modificaciones po-
sibles de las reglas de juego en los campos sociales” (Dubar,
2000b: 80)8. Es decir, estas identificaciones son híbridas al
tiempo, al espacio, a los otros. La hibridación es constitutiva
de las formas identitarias (Laclau, 1996).
Por su parte, es posible pensar el proceso de construc-
ción de identidades colectivas en dos momentos, uno per-
sonal y otro colectivo. En el primer momento el sujeto se
enfrenta a un conjunto de identificaciones atribuidas que se
le presentan como muestrarios de los cuales va a seleccionar
referenciales identitarios. Es decir, el sujeto reconoce una
identificación heredada, una identificación institucionaliza-
da y una identificación posible, a partir de las cuales selec-
ciona (por aceptación o rechazo) una serie de referenciales.
La identificación heredada responde a la atribución emi-
tida por la generación precedente, es decir, el margen de posi-
bilidades que los que lo precedieron pensaron y crearon para


8
Traducción propia.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 63

cada persona. Para decirlo claramente es el “mandato familiar/


social”. Ello supone una serie de implicancias y connotaciones
asociadas a cada actividad laboral, y a cada inserción social. La
identificación institucionalizada refiere a la atribución emitida
por instituciones sociales, que los categorizan y etiquetan. Por
último, las identificaciones posibles no suponen que sean nece-
sariamente “realizables”. Es decir, responden a las condiciones
materiales y simbólicas de los sujetos, pero principalmente a los
márgenes de posibilidad construidos por el sujeto, los cuales
pueden ser más cercanos o lejanos a sus posibilidades reales,
de acuerdo a las utopías por él construidas. Esta definición nos
acerca a lo que Dubar denomina identités visées (identidades pre-
tendidas): “deseo de que se construyan nuevas futuras identi-
dades” (Dubar, 2000b: 111).
En este sentido, retomamos la perspectiva de Claude
Dubar, aunque incorporando algunas modificaciones, ya
que consideramos que, en primer lugar, en los tres casos
se trata de identificaciones y no de identidades, siguiendo
las definiciones presentadas anteriormente. En segundo lu-
gar utilizamos el término “identificación institucionalizada”
para remitir a lo que Dubar (retomando a Goffman) de-
nominó “identidad virtual”.9 De esta forma queremos dar
cuenta explícitamente de la identificación atribuida particu-
larmente por las instituciones, para lo cual excluimos la pa-
labra “virtual” ya que en los tres casos son identificaciones
virtuales, y no “objetivas”, estando presentes “virtualmen-
te” en el proceso de construcción identitario. En estas tres
identificaciones atribuidas, es posible recuperar la presencia
de lo pasado, de las instituciones (o lo institucionalizado)


9
Claude Dubar denomina “identidad virtual” a aquella atribuida por
otros, en el marco de un sistema de acción en el cual el individuo está
implicado y resulta de una relación de fuerzas entre todos los actores
involucrados y la legitimidad –siempre contingente– de las categorías uti-
lizadas (Dubar, 2000b).
64 Los trabajadores en la nueva época capitalista

y de lo futuro, a partir de una perspectiva diacrónica y en


permanente movimiento.
En el proceso de selección de referenciales, el sujeto
despliega una estrategia de transacción externa e interna
con estas identificaciones atribuidas por otros. El peso que
adquiere cada referencial en el proceso de identificación de-
pende de las relaciones de poder y legitimación establecidas
por el sujeto a los distintos referenciales y a las relaciones
entre ellos. En otras palabras, obedece a la significación que
les asignan el sujeto y/o el colectivo, a través de los procesos
de transacción externa e interna.
Estas transacciones dan lugar a la presencia de las hi-
bridaciones que, tal como afirmamos anteriormente, son
constitutivas del proceso de construcción identitario. En el
caso de la identificación posible (atribuida por otros), se pro-
duce un proceso de transacción o hibridación con la inter-
pretación anticipadora del provenir que construye el sujeto.
El conjunto de referenciales escogidos se expresan en
forma discursiva dando lugar a la identificación incorpora-
da, o forma identitaria personal. Es decir, la identificación
toma forma en un discurso, se con-forma en él.
Al convertirse en un discurso explícito, la forma identi-
taria permite al sujeto reconocer los referenciales escogidos
por otros. Ello supone la posibilidad de que los sujetos re-
gistren la existencia de referenciales compartidos (sean por
aceptación o rechazo). El dar cuenta de lo que los asimila
y los diferencia se cristaliza entonces en lo que hemos lla-
mado formas identitarias colectivas. Este proceso, que se
inicia con la identificación de referenciales compartidos, es
el segundo momento al que hacíamos mención, es decir, el
momento colectivo.
Que los denominemos momentos personal y colectivo,
no implica que se traten de un momento individual y otro
social. Es decir, tanto la dimensión biográfica como la rela-
cional se encuentran presentes en cada una de las instancias.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 65

Por ejemplo, el momento personal no es individual y aisla-


do, sino en interacción con otros, es relacional; mientras que
en el momento colectivo también interviene la dimensión
biográfica de cada sujeto que participa y se reconoce como
similar o diferente. Sería imposible concebir un sujeto sin
un contexto social, como así también pensar lo social sin lo
individual. Para ser más claros, y tal como hemos afirmado,
desde la perspectiva nominalista que asumimos, cualquier
identificación personal supone discurso, supone lenguaje, es
decir referenciales socialmente identificables.
Cada uno de los momentos y actos de identificación
(atravesados por estrategias de transacción identitaria), se
encuentran permeados por dos lógicas: de la equivalencia
y de la diferencia. Es el juego de las similitudes y discrepan-
cias el que permite al sujeto ir seleccionando referenciales,
identificándose a partir de ellos, reconociendo referenciales
compartidos, y construyendo formas identitarias colecti-
vas. Estas últimas redefinen las identificaciones atribuidas
(heredadas, institucionalizadas o posibles) de las cuales la
persona selecciona sus referenciales, y a su vez las formas
identitarias colectivas pueden pasar a constituirse en otras
fuentes de referenciales para el sujeto.
Esto que presentamos a fines analíticos y expositivos de
forma esquemática y lineal, muy lejos está de serlo. Cada
sujeto se “narra” a través de referenciales por él selecciona-
dos, diferenciándose y/o asimilándose a otros a través del
reconocimiento de referenciales compartidos. A partir de
este reconocimiento se expresa en tanto “nosotros” frente a
las alteridades construidas (reales o ficticias). Estos momen-
tos se superponen e interactúan. Por ejemplo, sería inverosí-
mil suponer que un sujeto “selecciona” referenciales sin, al
mismo tiempo, estar diferenciándose o asimilándose a otros,
y de esta forma asumiéndose como parte de un colectivo.
La selección supone el diferenciarse y asimilarse a otros, y
el imaginar y ser parte de un “nosotros”.
66 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Poder arribar a nuestro objetivo supondrá el ejercicio


de comprender cuáles son los referenciales compartidos
a los que se aluden en las formas identitarias colectivas.
Es decir, deconstruir el entramado de referenciales iden-
titarios colectivos, ya sean por aceptación o por rechazo,
que refieren los actores en el proceso de identificación
colectiva.
A partir de la caracterización de estos referenciales,
nos propondremos comprender el peso de las distintas
identificaciones atribuidas, y de esta forma poder anali-
zar continuidades y rupturas de los diferentes procesos de
construcción identitaria estudiados. El peso o centralidad
que cobren las diferentes identificaciones atribuidas en el
proceso de construcción identitario dependerá de las re-
laciones de poder y legitimación de los distintos referen-
ciales. Estas tensiones en pugna atraviesan los procesos
identitarios y los configuran.
De esta forma estaremos respondiendo no sólo a
la pregunta de qué nos asemeja o nos distancia de los
“otros”, qué nos “posiciona” social e identitariamente,
sino también por qué lo hacemos, qué motiva que nos
posicionemos de determinada manera a través de un re-
ferencial o de otro.

Formas identitarias en ferias urbanas: una tipología

Frente al complejo escenario sociolaboral actual, al-


gunos autores, como Claude Dubar, se preocuparon por
reflexionar acerca de las repercusiones que las transforma-
ciones del mundo del trabajo tuvieron sobre la subjetividad
de los trabajadores, y en particular, en su identidad social
(Dubar, 2000a). Tal como hemos adelantado, en este artí-
culo nos proponemos reflexionar sobre las formas identita-
rias de un grupo de trabajadores, los feriantes de la ciudad
Los trabajadores en la nueva época capitalista 67

de La Plata, Argentina. Ferias “de frutas y verduras”, “de


artesanías” y “de productos diversos” conforman nuestro
universo de análisis.
Los feriantes estudiados entablan disputas entre formas
identitarias contrapuestas, donde están en juego trayectorias
distintas, saberes antagónicos y percepciones del tiempo y el
espacio diferentes. En cambio, no aparecen como referentes
identitarios en este tipo de actividades la edad, el sexo, ni el
nivel educativo. Estas tres variables sociodemográficas clási-
cas no son en este caso un factor de referencia en el espacio
laboral (Busso, 2002).
A partir de nuestro estudio podemos señalar la trayec-
toria laboral como referencial identitario estructurante de
los sujetos, teniendo estrecha relación con otros dos refe-
renciales: los saberes y la percepción del tiempo de trabajo.
Por último el espacio-social, se constituye en el ámbito de
interacción y en objeto de disputa, en tanto “quién es legí-
timo en cada espacio”. Como veremos luego, es a partir de
estos referenciales compartidos que los feriantes construyen
formas identitarias colectivas.
Las diferencias que se observan en torno a estas dimen-
siones son las siguientes:

Trayectoria
• Arribo a la actividad:
- opción de un “estilo de vida”;
- opción laboral a largo plazo.
• Experiencia laboral previa:
- sin inserción previa en el mercado de trabajo;
- trabajo asalariado en organismos públicos o
privados;
- trabajo por cuentapropia en otra actividad;
- desocupado de larga duración.
68 Los trabajadores en la nueva época capitalista

• Expectativa a futuro de su actual actividad laboral:


- a largo plazo o indefinida por decisión propia;
- a largo plazo o indefinida por “decisión colectiva”;
- a largo plazo por condiciones del mercado de
trabajo;
- incierta por razones externas al individuo;
- a corto plazo por decisión propia10 .

Saber-hacer
• Tipo de saberes involucrados:
- Saberes específicos de un rubro comercial
particular;
- Saberes específicos de la actividad feriante;
- Saberes generales, propios de toda actividad
comercial;
- Saberes del “mundo de la vida” o “filosofía de
vida”.
• Transmisión y reproducción de los saberes:
- Saberes transmisibles;
- Saberes no transmisibles.

Percepción del tiempo de trabajo


• Percepción de la dicotomía trabajo-tiempo libre:
- Equiparación trabajo-tiempo libre. (Distinción tra-
bajo público o social y trabajo privado);
- Disyunción trabajo-tiempo libre.


10
En terminología weberiana podríamos decir que las expectativas labo-
rales a largo plazo o indefinidas por decisión propia remiten a lo que el
autor denomina acción racional con arreglo a valores; las que son a largo
plazo o indefinida por “decisión colectiva”, a la acción tradicional; mien-
tras que aquellas expectativas a largo plazo por condiciones del mercado
de trabajo, a corto plazo por decisión propia y las expectativas laborales
inciertas, por razones externas al propio individuo, responden a acciones
racionales con arreglo a fines (Busso, 2007).
Los trabajadores en la nueva época capitalista 69

Las categorías de cada una de las dimensiones analiza-


das entran en interacción en el discurso de los entrevistados.
En ese sentido hemos establecido “tipos ideales” de las for-
mas identitarias presentes en este tipo de espacios laborales.

Formas identitarias en ferias urbanas: una tipología


Formas identitarias
“Por
“Revelada” “Heredada” defecto”
Referenciales

Trayectoria
Arribo a la Opción de Opción Opción
actividad estilo de vida laboral laboral

Trabajo
asalariado en Desocupado
organismos de larga
Sin inserción
Experiencia públicos o duración
previa en el
laboral privados Trabajo por
mercado de
previa Trabajo por cuentapro-
trabajo
cuentapro- pia en otra
pia en otra actividad
actividad

A largo
plazo por
condiciones
ajenas /
A largo plazo A largo
Incierta por
Expectativa por deci- plazo, repro-
condiciones
a futuro de sión propia ducción de
ajenas / A
su actual (Acción una decisión
corto plazo
actividad racional con colectiva
por decisión
laboral arreglo a (Acción
propia
valores) tradicional)
(Acción
racional con
arreglo a
fines)
70 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Saber-hacer
Saberes espe-
cíficos de un
Saberes
Tipo de rubro comer-
Filosofía de generales a
saberes cial/ Saberes
vida la actividad
involucrados específicos de
comercial
la actividad
ferial

Transmisión
y
Saberes no Saberes Saberes
reproducción
transmisibles transmisibles transmisibles
de los
saberes
Percepción
del tiempo Equiparación
de trabajo trabajo-
Percepción
no-trabajo
de la Disyunción Disyunción
(Distinción
dicotomía trabajo-no- trabajo-no-
trabajo pú-
trabajo-no- trabajo trabajo
blico o social
trabajo
y trabajo
privado)

La yuxtaposición de experiencias y percepciones se


conjugan en el espacio-feria, donde la necesidad de un em-
pleo, la opción por un estilo de vida, o el mantenimiento de
una tradición familiar, conviven en el mismo ámbito laboral.
Las dos primeras formas identitarias suponen una elec-
ción positiva por parte del trabajador de un conjunto de
saberes, prácticas, códigos y costumbres, transmitido por un
grupo y/o por la familia, el cual es aceptado y revaloriza-
do por los sujetos, reconociéndose como portadores de una
forma de ser y de vivir que supera los límites del grupo de
pertenencia. Es decir, en términos de la teoría de grupos,
remiten a un “grupo de referencia”.
Mientras que en el primer grupo el arribo a la activi-
dad proviene de una elección individual, a partir del des-
cubrimiento o explotación de características o destrezas
Los trabajadores en la nueva época capitalista 71

personales, en el segundo es aceptado muchas veces en tan-


to “mandato familiar”. Sin embargo, la percepción de que
será su actividad laboral para toda la vida, o al menos por
un largo plazo, es otro de los motivos por los cuales hemos
asociado a ambos grupos.
Al mismo tiempo, este peso del pasado, de la historia,
también resulta significativo en el tercer grupo, donde por
lo general el paso por una situación de desocupación hizo
vislumbrar al trabajo en la feria como una actividad donde
refugiarse, una actividad “arrogada”. La explícita connota-
ción negativa que ello supone genera la necesidad de desear
una salida inmediata de la actividad que se encuentra desa-
rrollando, identificándose con anteriores situaciones labora-
les a las que se anhela retornar. Es decir, la resistencia y el
rechazo por el trabajo actual muchas veces aluden al deseo
de poseer un empleo formal.
Estas formas de percibir la actividad indudablemente
también remiten a los saberes que se ponen en práctica en
cada una de las ferias y a la facilidad de transmisión y apre-
hensión que suponen.
En el caso de fruteros y verduleros y de los artesanos
el peso de los grupos de referencia en la constitución de sus
identidades se hizo presente en cada entrevista, ya sea por-
que ha sido una tradición familiar, o porque se consideran
portadores de una forma de ser, de una filosofía de vida
que los trasciende como sujetos y que los hace parte de un
conjunto más amplio, y de una historia. En el primer caso
vemos que es en la esfera personal-familiar11 donde los su-


11
Las esferas o ámbitos personales-familiares involucran y movilizan as-
pectos relativos a la historia personal-familiar de los sujetos, donde se
conjugan trayectorias socio-ocupacionales, la organización familiar y tra-
diciones heredadas. Se concibe al sujeto en tanto miembro de un grupo
primario, como es la familia, ya que entendemos que sus decisiones y
actos no son individuales y aislados, sino que responden también a su
contexto inmediato de pertenencia.
72 Los trabajadores en la nueva época capitalista

jetos seleccionan sus referenciales por aceptación, mientras


que en el segundo caso estos son escogidos en el ámbito de
la esfera grupal.12
Los ex vendedores ambulantes (presentes mayori-
tariamente en “ferias de productos diversos”), en cam-
bio, aún dejan entrever ese anhelo por el pasado, y la
mención a lo coyuntural de su actual situación laboral,
lo cual nos permite pensar en una percepción negativa
de su actividad, que podemos definir como rechazada o
“por defecto”. En este caso es la esfera intrínsecamente
laboral13 la que se convierte en el espacio en el cual los
sujetos seleccionan los referenciales a partir de los cuales
se posicionan social y colectivamente. En ese sentido, e
ilustrando la tipología previamente construida, podemos
señalar a los autodenominados “artesanos” como grupo
representativo del primer tipo ideal, a los “feriantes” del
segundo, y a los “ex vendedores ambulantes” del tercero.
Sin embargo, es indispensable volver a subrayar que di-
chas “formas identitarias” han sido construidas en tanto
“tipos ideales”, susceptibles de encontrarse yuxtapuestos
en la realidad.
Esto nos lleva a reflexionar sobre las características de
los productos que cada uno de ellos ofrecen, y la “relación”
que establecen con la actividad. A quienes aludimos como
portadores de una “forma identitaria revelada” venden
productos que ellos mismos crean, y que a su vez tienen
la impronta de ser únicos e irrepetibles. Aquellos que po-
seen una “forma identitaria heredada” ofrecen productos


12
La esfera grupal remite a saberes y códigos compartidos, producidos y
reproducidos socialmente. Ello supone la existencia de grupos de referen-
cia, a partir de los cuales los sujetos se sienten interpelados.

13
La esfera estrictamente laboral hace referencia a la forma de organización
del trabajo (horarios, lugares, normas), a la posición que cada sujeto ocu-
pa en el mercado y por lo tanto, a la división del trabajo y estratificación
socio-ocupacional.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 73

frescos y perecederos, que requieren de un cuidadoso


proceso de conservación, en la mayoría de los casos son
revendidos por dichos trabajadores. Por último, quienes
portan una “forma identitaria por defecto” son revendedo-
res de productos no perecederos y que no requieren de un
cuidado particular.
Las particularidades de los productos nos permiten
pensar las relaciones con las esferas más preponderantes
al momento de seleccionar referenciales identitarios. La
esfera estrictamente laboral sólo se transforma en fuente
de referenciales en la medida en que para dichos trabaja-
dores existe una clara disyunción entre tiempo (y espa-
cio) de trabajo y de no-trabajo, siendo los productos una
mercancía que es comprada y revendida en el mercado, y
que no requiere un tratamiento o cuidado especial (extra
mercado).
Los productos frescos y perecederos implican rea-
lizar actividades por fuera del espacio ferial, movilizando
una determinada organización familiar que requiere de la
aceptación y colaboración de los miembros de la familia.
Finalmente, aquellos que crean los productos a comerciali-
zar producen y reproducen saberes y códigos compartidos
por quienes desarrollan el mismo tipo de actividades. El
trabajo es la expresión de una determinada filosofía –colec-
tiva– de vida.
En estos dos últimos casos, vemos que referenciales no
estrictamente laborales ocupan un lugar primordial en el
proceso de construcción de identificaciones colectivas. Esto
da cuenta de un espacio laboral donde el trabajo se fusiona
con otras esferas de la vida, donde se hacen muchas veces
indescifrables los límites entre tiempo de trabajo y tiempo
libre porque la actividad laboral se integra y articula una
forma de vida.
74 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Identidad y mundo del trabajo informal

Ahora bien, una de las identidades institucionalizadas atri-


buidas a estos trabajadores, por parte de las ciencias sociales,
es la de “informales”. Hace más de treinta años que el término
“trabajo informal” forma parte del vocabulario de los especia-
listas que analizan el mundo del trabajo. Desde entonces, una
sucesión de discusiones en torno a su definición, su origen, sus
consecuencias y las políticas que se debieran aplicar, se em-
prendieron en el ámbito de las ciencias sociales. Paralelamente
miles de trabajadores comprendidos por dicha categoría cons-
truyen y reconstruyen en el día a día el universo simbólico y
representacional desde donde entablan sus relaciones sociales.
El momento fundacional del concepto se ubica en los
años 70, a partir de un informe sobre Kenya, redactado por
Hart en 1972. Los debates posteriores han ocupado incluso
un lugar central en las reuniones de los organismos interna-
cionales, especialmente en la XV Conferencia Internacional
de Estadísticos del Trabajo, de 1993, y en la Conferencia
Internacional del Trabajo de 2002.
Entre las décadas del 50 y el 70, se produjo un fenómeno
de excedente de fuerza de trabajo, principalmente producto de
migraciones del campo a la ciudad. Eso generó que un conjun-
to significativo de trabajadores quedaran fuera del mercado de
trabajo teniendo que buscar alternativas a la nueva situación.
Inserciones precarias, en nichos de baja productividad del mer-
cado, fueron haciendo crecer ese sector de la economía que
luego se denominó sector o economía informal.
En Argentina (como en otros países latinoamericanos) las
políticas neoliberales implementadas a partir de los años 70 y
profundizadas en el transcurso de la última década del siglo
XX fueron artífices de una nueva fisonomía social, donde el
trabajo informal apareció claramente como una de las opciones
posibles para miles de personas que quedaron excluidas del
Los trabajadores en la nueva época capitalista 75

mercado de trabajo formal. Esta alternativa no parecía coinci-


dir con los niveles de formación, ni las competencias, ni con las
actividades que estas personas desarrollaban anteriormente en
sus empleos formales (Busso y Gorbán, 2004).
Dichas actividades informales atravesaron una impor-
tante transformación a partir de la crisis argentina del 2001,
deviniendo más y más visibles. Esta metamorfosis modificó el
espacio público: las calles de las principales ciudades argenti-
nas recibieron a miles de trabajadores que se encontraban a la
deriva de su subsistencia. En ese sentido las ferias comerciales
urbanas fueron uno de los espacios que nuclearon el trabajo
informal más visible por localizarse al aire libre, en el espacio
público.
Es de aclarar que en este artículo utilizamos indistintamen-
te los conceptos de informalidad y trabajo informal, entendien-
do que los trabajadores de ferias se encuentran comprendidos
dichas categorías.
Ahora bien, ¿cuál es la importancia de deconstruir y com-
prender los procesos de construcción de identidades colecti-
va de trabajadores informales? Como hemos presentado en
este texto, en el mundo del trabajo informal, diversas formas
identitarias coexisten, dialogan, luchan, se conjugan. A su vez,
hemos visto que múltiples son las dimensiones significativas a
partir de las cuales se construyen y reconstruyen los “nosotros”
y los “ellos”. Sin embargo, es la identidad atribuida desde las
ciencias sociales, un referencial rechazado por estos trabajado-
res (Busso, 2005).

Notas finales

El marco analítico que hemos presentado en este breve


artículo es una herramienta teórico-metodológica que per-
mite deconstruir el proceso identitario, buscando dar cuen-
ta de los elementos que en él se conjugan. Referenciales
76 Los trabajadores en la nueva época capitalista

identitarios, formas identitarias e identificaciones atribuidas


(heredadas, institucionalizadas y posibles) son tres catego-
rías centrales para comprender lo que hemos denominado
“proceso de construcción de identidades”.
Movilizando dicho esquema analítico, en este artículo
pusimos el énfasis en la coexistencia de distintos referencia-
les de los cuales se sirven los sujetos para posicionarse iden-
titariamente. Pudimos observar que, siendo trabajadores
con características laborales similares, es la particularidad
de la actividad y primordialmente de los productos que co-
mercializan, lo que nos ofrece los elementos para compren-
der sus formas identitarias.
Hemos brindado elementos para comprender el mun-
do del trabajo informal (en este caso, las ferias comerciales)
en tanto espacio desde el cual un sector de la población se
referencia y posiciona socialmente, es decir, se constituye
en un espacio de inserción social. Ello supone, entre otras
cosas, la crítica a la idea que sostiene que todos los trabajos
denominados informales son actividades temporarias que
no generan referenciales identitarios para los actores.
Estudiar las identidades sociales nos permite entender,
o al menos ofrecer elementos para comprender, las formas
de acción colectiva de estos trabajadores. En otras palabras,
nos permite indagar los factores que los unen y aglutinan
en torno a organizaciones y reivindicaciones, y los hacen
presentes en el escenario social y político.

Bibliografía

Battistini, Osvaldo (comp.) (2004), El trabajo frente al espejo.


Continuidades y rupturas en los procesos de construcción identita-
ria de los trabajadores, Buenos Aires, Prometeo.
Battistini, Osvaldo (2006), “La identidad en cuestión a
partir de las transformaciones del trabajo. El caso de
Los trabajadores en la nueva época capitalista 77

los trabajadores de dos industrias automotrices argen-


tinas”, tesis doctoral, Doctorado en Ciencias Sociales;
cotutela entre la Universidad de Buenos Aires y la
Université de Marne-La-Vallée, Francia. Mimeo.
Busso, Mariana y Gorbán, Débora (2004); “Trabajando en
el espacio urbano: la calle como lugar de construcciones
y resignificaciones identitarias” en Battistini, Osvaldo
(comp.), El trabajo frente al espejo. Continuidades y rupturas
en los procesos de construcción identitaria de los trabajadores,
Buenos Aires, Prometeo.
Busso, Mariana (2002), “Diplomas y saberes en el mun-
do de trabajo informal”, en Anales de las II Jornadas
Patagónicas de Comunicación y Cultura “El trabajo
en la construcción de la identidad”, organizadas en
la Universidad Nacional del Comahue (Gral. Roca,
R.N.), del 12 al 14 de septiembre de 2002. Publicación
electrónica disponible en CD.
Busso, Mariana (2006), “Trabajando en ferias urbanas: en-
tre necesidades, opciones y tradiciones. Aportes a partir
de un estudio de caso en la Argentina contemporánea”,
en Anales del XVI ISA World Congress of Sociology.
Publicación disponible en CD.
Busso, Mariana (2007), “Trabajadores informales en ar-
gentina: ¿de la construcción de identidades colectivas
a la constitución de organizaciones?”, tesis doctoral en
cotutela, Universidad de Buenos Aires-Université de
Provence. Publicación disponible en HAL-SHS http://
halshs.archives-ouvertes.fr/
Denzin, Norman K., and Lincoln, Yvonna S. (1994),
Handbook of Qualitative Research, Thousand Oaks, Sage
Publishers.
Dubar, Claude (2000a), La crise des identités. L’interprétation
d’une mutation, París, Presses universitaires de France.
Dubar, Claude (2000b), La socialisation, construction des identités
sociales et professionelles, París, Armand Colin.
78 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Elias, Norbert (1991), La société des individus, París, Fayard.


Glaser, Barney y Anselm Strauss (1967), The discovery of groun-
ded theory, Nueva York, Aldine Publishing Company.
Laclau, Ernesto (1996), Emancipación y diferencia, Buenos
Aires, Ariel.
Laclau, Ernesto y Mouffe, Chantal (2004); Hegemonía y es-
trategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia,
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
OIT (1993), Estadísticas del empleo en el sector informal, Informe
III, Ginebra, Decimoquinta Conferencia Internacional
de Estadísticos del Trabajo.
Roffman, Alejandro (1997), Convertibilidad y desocupación en la
Argentina de los ‘90, Buenos Aires, Colección CEA-CBA.

Autora

Mariana Busso: Investigadora asistente del


CONICET con sede en el CEIL-PIETTE del
CONICET, Argentina / Investigadora asociada
al LEST-CNRS, Francia / Docente de la Univer-
sidad Nacional de La Plata, Argentina. Saavedra
15, PB. Ciudad A. de Buenos Aires, C1083ACA,
Argentina. E-mail: mbusso@ceil-piette.gov.ar
Capítulo III.
“Salir con la carreta”: experiencias
alrededor de las prácticas de recolección1

Débora Gorbán

Introducción

Durante la última década del siglo XX y principios


del XXI, se produjo un agravamiento de las condiciones
de vida entre las familias de sectores populares. En muchos
hogares esto significó la integración de nuevos segmentos
de la población femenina al mercado de trabajo para con-
trarrestar el desempleo masculino y la disminución de los
salarios (Abramo y Valenzuela, 2005). Efectivamente, en-
tre 1990 y 2004 este proceso se registra en toda América
Latina, reflejándose el deterioro del mercado de trabajo en
el aumento de la informalidad y el desempleo (Abramo y
Valenzuela, 2005). En Argentina el aumento de la tasa de
actividad femenina urbana pasó del 38% al 48 % entre 1990
y 2002, concentrado principalmente en empleos de mala
calidad. Específicamente el incremento de la participación
de las mujeres en el mercado laboral se ha producido a tra-
vés de las ocupaciones informales: trabajadoras del servicio
doméstico, vendedoras ambulantes, feriantes y cartoneras
entre otras parecen poblar no sólo las extensas estadísticas
sino las calles y plazas de las ciudades argentinas.


1
Una primera versión de este trabajo fue presentada en las Jornadas Na-
cionales de Historia de las Mujeres III Congreso Iberoamericano de Es-
tudios de Género, 2006.
80 Los trabajadores en la nueva época capitalista

A partir de 2001 en la Ciudad de Buenos Aires, la re-


colección informal de residuos, comenzó a extenderse como
una opción para muchas mujeres quienes, frente al desem-
pleo de sus cónyuges, se convirtieron en el principal sostén
de sus familias.
Nuestro trabajo retoma los resultados de una investi-
gación2 centrada en el caso de aquellas personas que se de-
dican a la recolección informal de residuos, de la localidad
de José León Suárez, que viajan diariamente a la Ciudad
de Buenos Aires en un tren especial conocido como “Tren
Blanco”.3 Una de las particularidades de dicho grupo es la
presencia de las mujeres al frente de las tareas de coordina-
ción y organización de este grupo. Efectivamente, si obser-
vamos lo que sucede alrededor del “Tren Blanco”, son las
mujeres las que llevan adelante la organización del trabajo
y la relación con otros interlocutores que forman parte de
su cotidianidad laboral: tales como la empresa de trenes, el
Gobierno de la Ciudad, los medios de comunicación y la
Policía, que en muchas oportunidades confisca sus carros
y su carga.
A su vez, el ingreso a esta actividad supone también
otras modificaciones para estas mujeres. En primer lugar,
para muchas esta actividad representa su primer trabajo ex-
tradoméstico. En segundo lugar, esto trae aparejada la trans-
formación de las relaciones en el interior de sus familias, y


2
Nos referimos al trabajo realizado en el marco de nuestra tesis de maestría
“Formas de organización y espacio. Reflexiones alrededor del caso de los
trabajadores cartoneros de José León Suárez”, Maestría en Investigación
en Ciencias Sociales, UBA, 2005. La investigación que dio origen a esta
tesis fue desarrollada entre octubre de 2002 y agosto de 2004, en la Ciu-
dad de Buenos Aires y en la localidad de José León Suárez, Partido de
San Martín, Provincia de Buenos Aires, en el marco de una Beca Doctoral
Interna del CONICET, desarrollada en el CEIL –PIETTE del CONI-
CET, en el Área de Representación e Identidad.

3
Dicho servicio es brindado por la empresa Trenes de Buenos Aires
–TBA–, para el cual las cartoneras y cartoneros abonan el pasaje mínimo.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 81

de su trabajo cotidiano en el hogar4. Las características pro-


pias del cartoneo, como las largas jornadas de recolección en
los centros urbanos, los horarios en que se realiza –general-
mente entre la tarde y la noche– así como las tareas de clasi-
ficación del material previa a la venta, implican alteraciones
en la organización cotidiana de la familia. En este sentido,
para muchas cartoneras llevar a sus hijos a trabajar con ellas
aparece como una solución frente a la ausencia de familiares
o instituciones que puedan cuidarlos durante su jornada de
trabajo. A su vez, también entra en juego la capacidad de
recolección de cada grupo familiar, ya que cuando son más
los que salen se obtiene más cantidad, y a veces variedad de
cosas. Y al mismo tiempo, trabajar en la calle supone la po-
sibilidad de acceder a otros recursos, principalmente lo que
pueden obtener de los vecinos y de distintas instituciones,
como alimentos, artefactos para el hogar y ropa.
De esta forma, vemos que la “salida” de estas mujeres
al “espacio público” implica cambios no sólo en sus rutinas
cotidianas, sino también en relación a su lugar como mujeres.
En función de ello nos preguntamos, ¿en qué consisten di-
chas transformaciones? y ¿cuáles son las representaciones en
torno a esta “salida” que construyen las mujeres cartoneras?
Por otra parte, pareciera que a partir de su ingreso en
un mundo laboral particular experimentan y crean una
práctica participativa diferente, en la cual algunas de ellas
asumen tareas de tipo organizativo que involucran al resto
del grupo. En este sentido nos preguntamos si la “salida
con la carreta”, supone también una práctica política para
estas mujeres. Es decir, si a partir de la actividad de reco-
lección informal estas mujeres encuentran un espacio de
politicidad.


4
Partimos de una visión integral del trabajo femenino teniendo en cuenta
las interrelaciones entre trabajo doméstico y extradoméstico (Oliveira y
Ariza, 2000).
82 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Para la realización de este trabajo adoptamos una estra-


tegia de investigación cualitativa, utilizando principalmente
entrevistas en profundidad realizadas entre habitantes de una
villa miseria de la localidad de José León Suárez, Partido de
San Martín, Provincia de Buenos Aires, y en observaciones
realizadas durante sus recorridos en la Ciudad de Buenos
Aires –donde trabajan– y en los barrios donde habitan.

Mujeres que “salen”

Laura, Mónica, Sandra y Alicia5 viajan diariamente a la


ciudad de Buenos Aires a recolectar papeles, cartones, plásti-
cos, vidrios y otros residuos. Desde hace aproximadamente
10 años, por distintas motivos, hacen frente a la necesidad de
sostener sus hogares, “con la carreta”. En ese momento las
carretas de dos ruedas con estructura de metal en forma de L
empezaban a transitar cada vez con más frecuencia las calles
de tierra de los barrios carenciados de José León Suárez don-
de ellas viven. Sin embargo, eso no borraba la vergüenza que
para muchas mujeres y hombres implicaba salir del barrio
con la carreta hacia la ciudad para cartonear. La vergüenza
de salir se fue transformando con el tiempo en costumbre, y
para estas tres mujeres, esa costumbre a su vez se convirtió
en responsabilidad cuando fueron elegidas como delegadas
del Tren Blanco. Ser delegada significa cumplir con una se-
rie de tareas vinculadas a la organización, cuidado y control
de las carretas y sus dueños durante el trayecto hacia y des-
de la Capital, así como en los momentos previos antes de la
partida del tren. Específicamente se encargan de coordinar y
organizar el ascenso y descenso de las carretas al tren, y de
mantener el vínculo con TBA. Laura y Alicia son las dos “de-
legadas titulares” que representan a la “comisión” de delegados


5
Los nombres de nuestras entrevistadas y entrevistados han sido modificados.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 83

de los barrios en donde viven la mayor parte de aquellos que


viajan en el tren. A su vez cada barrio tiene una comisión de
delegados formada por 10 varones y mujeres, y una “dele-
gada titular”, conformando así una estructura casi piramidal.
Mónica y Sandra forman parte de la comisión de Alicia, cada
una de ellas viaja en uno de los 5 vagones del tren y a su vez
son responsables de una de las estaciones donde se detiene
el tren, Mónica, en Belgrano R, y Sandra, en Carranza. Para
ellas salir con la carreta implicó no sólo hacer frente a esta nueva
actividad, acostumbrar su cuerpo al peso de la carreta, a su
marcha, a trabajar en la calle, caminar durante largas horas
y entrenar la vista y el tacto para encontrar los materiales
valiosos y saber cuáles conviene recolectar. También significó
asumir una responsabilidad que trasciende el momento de
la recolección para sostener el hogar, y que se relaciona con el
cuidado y la defensa de un espacio colectivo6 que se transformó
en su “fuente de trabajo”. En el próximo apartado nos con-
centraremos en reconstruir los caminos transitados por estas
mujeres hasta llegar a ser delegadas

Salir para ayudar y hacerse respetar

Mónica tiene 60 años, es alta y su cuerpo parece no


soportar el peso de una vida difícil. Como ella misma nos
cuenta ya esta muy cansada “a veces llego a mi casa, dejo la
carreta, me voy a la casa de ellos [sus hijos], tomo mates, un
té, o la comida según lo que tenga, y digo: me voy a dormir
porque no doy más. Me duele mucho la espalda porque yo
tengo asma y todo, asma, la presión, todo”. A pesar de sus
dolores, Mónica sale todos los días con su carreta hacia la
Capital, es ella la que se encarga de sus dos nietos, a los que


6
Nos referimos al Tren Blanco como espacio colectivo, de encuentro y recono-
cimiento de estas trabajadoras y trabajadores cartoneros. Ver Gorbán, 2005.
84 Los trabajadores en la nueva época capitalista

cría “como hijos porque la mamá se fue”. La situación conyu-


gal de Mónica no es muy diferente a la de otras mujeres que
conocí en el barrio donde ella vive. Desde hace varios años
ella y su marido están separados, Mónica duerme en casa
de una amiga y durante el día va y viene a la casa donde su
ex marido vive con los chicos. Él es albañil “pero como está
enfermo no trabaja mucho”, a veces hace changuitas o va a la
quema, por eso es Mónica la que sostiene el hogar. Antes de
que la carreta se transformara en la principal forma de obtener
recursos para su familia, trabajó en limpieza en distintas em-
presas y hospitales, siempre para ayudar en su casa.
Durante casi 20 años fue pasando de un trabajo a otro,
en total estuvo en tres empresas, un geriátrico y dos hospi-
tales. Cuando se quedaba sin trabajo, hasta conseguir otro
salía a cartonear, y a veces también salía para complementar
el ingreso que obtenía con su otro trabajo. Es por eso que
para Mónica la carreta no era una práctica ajena o extraña;
sin embargo, cuando la despidieron “por enfermedad” de
su último trabajo hace unos 10 años, “no quiso saber más
nada” y agarró la calle. Primero salía a pedir comida para
sus hijos que eran chiquitos hasta que se compró una ca-
rreta para poder recolectar papeles, cartones, plásticos entre
otras cosas que se pudieran vender. Durante los primeros
años no había Tren Blanco, viajaban en los furgones del ser-
vicio regular. Muchos no tenían carretas y “hombreaban”
las bolsas, algunos vecinos de Mónica recuerdan que para
emprender el camino a la estación esperaban que oscurezca
así no los veían los demás habitantes del barrio. A los pocos
años la carreta comenzó a ser parte de la dinámica cotidia-
na del barrio, en casi todas las familias había alguien que
salía. Cuando comenzó a funcionar el tren blanco una de
las exigencias de la empresa concesionaria del servicio fue
la elección de representantes del grupo que actúen como
interlocutores con la empresa. A Mónica la eligieron sus
compañeros en 2002 para remplazar a un compañero que
Los trabajadores en la nueva época capitalista 85

era delegado pero que ya no iba a ir más a cartonear porque


había conseguido trabajo. Su comienzo fue difícil, debido a
una pelea que tuvo con otro delegado, recuerda que la gente
no la quería: “Le pegué a otro delegado. Ahí supe yo que
yo no tenía que llevar por delante la gente, que tengo que
hablar con la gente. Pero lo que pasa es que, como yo digo,
hay muchos chicos que, como dijo Irene, que hay mandar-
los a los chicos, porque sino te llevan por delante.”
Hacerse respetar en un mundo de constantes enfren-
tamientos y peleas no resulta fácil. Ser delegada representa
una responsabilidad, frente al resto de las cartoneras y car-
toneros, garantizando la organización del tren, en el andén
y en los vagones, lo cual implica supervisar la organización
de las carretas, controlar que los menores no suban al tren,
evitar conflictos en los vagones y en las estaciones; en de-
finitiva cuidar el tren para que el servicio siga funcionando.

De salir a pedir a delegada

Sandra hace doce años que cartonea en la Ciudad de


Buenos Aires. Ella es tucumana y durante un tiempo “iba
y venía” entre la casa de su madre en Tucumán y la de
sus hermanas en Buenos Aires. Se instaló definitivamente
en Villa El Salvador cuando quedó embarazada. Después
de viajar a Tucumán para tener a su hija, regresó a José
León Suárez a vivir con Raúl, su actual pareja. A los pocos
meses de vivir juntos, Raúl fue despedido de la empresa
constructora donde trabajaba. Como nos cuenta Sandra
“hasta ese momento estábamos bien, pero sin el trabajo
de mi marido empezamos a pasar momentos muy malos,
no teníamos nada, la nena era chica, y los seis hijos de mi
marido estaban con nosotros porque la madre se fue y los
dejó, y bueno, decidí salir a pedir”. Es en ese momento que
comienza a viajar a la Capital para pedir en los negocios y
86 Los trabajadores en la nueva época capitalista

juntar lo que encontrara en la basura. No tenía carreta en


ese entonces. Viajaba en el tren “común”, primero llevando
solamente una bolsa donde iba cargando lo que le daban,
después con un carrito de supermercado. Un par de años
después su marido le construyó una carreta7 como la que
usan todos los que llegan a la Capital desde la zona norte de
la provincia. Desde que fue por primera vez a pedir a Capital
hasta ahora desciende en la estación de trenes de Carranza,
en pleno barrio de Palermo, y camina un radio de 5 cuadras
próximas a la estación. “Yo ya tengo mi recorrido, tengo la
gente que me da las cosas, ya... Imaginate que hace como 5
años que voy” me contaba en el 2004. El recorrido se confor-
ma por los porteros y comercios que Sandra visita todos los
días y que le guardan papeles, cartones, botellas de plástico,
diarios, revistas entre otras cosas.
Además de un breve pasaje de unos meses trabajando
como empleada doméstica, la única experiencia de trabajo
de Sandra es el cartoneo, y aun cuando repite una y otra
vez que no quiere este trabajo para sus hijos porque “no
es lindo ir con la carreta”, ella “no tiene otra” y la carreta
representa la posibilidad de alimentar a su familia: “Ya es-
toy acostumbrada y es un... es la que a veces me mantiene
para darle de comer a los chicos, todo, así que... No tan
sólo para darles de comer sino vestirlos, todo, porque como
ahora te digo que mi marido está sin trabajo, nada, así que
tengo que poner la casa yo. Pero, no... Ya es costumbre lo
que uno tiene también”. Desde su primera salida Sandra no
abandonó la carreta, ni tampoco la búsqueda de otros recur-
sos que le permitan hacer frente a las necesidades cotidianas
de su familia. El trayecto a la ciudad también representa la


7
Esas carretas se han vuelto una característica de los cartoneros que tran-
sitan por la zona norte de la ciudad. En Villa El Salvador, Curita y La
Esperanza, muchos se dedican a construir y vender estas carretas. Para
alguien que recién empieza y no posee una, la forma de acceder a ella es
a través de un “arreglo” con un depósito, o un “galponero”.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 87

posibilidad de acceder a diversos bienes y realizar transac-


ciones. En este sentido la calle e incluso el mismo tren, se
convierten en lugares donde se accede a otros bienes que
permiten completar el ingreso obtenido por la venta de pa-
peles y cartones.8
Casi desde los inicios del Tren Blanco Sandra fue ele-
gida como delegada de la estación Carranza. Aunque no es
delegada titular, es una de las que están en contacto perma-
nente con los guardas, choferes del tren y con el gerente de
estación. Como ella explica, “acá me conocen todos”. Y en
efecto es así, no sólo el personal de TBA sino también el res-
to de los pasajeros que usan el servicio. Durante el trayecto
entre el barrio y la estación de José León Suárez, una hora
antes de que salga el tren hacia la Capital, la calle de tierra
que bordea el zanjón se llena de hombres, mujeres y chi-
cos que van hacia la estación. Sandra avanza despacio pero
con paso seguro saludando a unos y a otras. Siempre hay
un grupo de mujeres que camina con ella, su sobrina, una
vecina, otras señoras del barrio que se van sumando a me-
dida que recorre las cuadras hasta la avenida. En el andén,
antes de partir, la saludan haciendo chistes, con la confian-
za que puede observarse entre aquellos que se encuentran
en el mismo sitio todos los días. Sandra devuelve saludos
y chistes, siempre llega de buen humor. Si es principio de
mes anota junto con otros delegados, el número de abono
de cada pasajero, “para controlar que cada carreta tenga su
abono”. Al mismo tiempo está atenta a todo lo que sucede a
su alrededor, mira con detenimiento pero sin dejar de char-
lar y reírse con sus compañeros. Una de las cosas que mas
controlan los delegados es que no se produzcan daños en


8
Nos referimos a la venta de otros artículos encontrados entre los residuos
urbanos: frascos de perfume, antigüedades, ropa, piezas de productos
electrónicos, etc. todos estos bienes tienen su circuito de compra y venta
en los cuales las cartoneras y cartoneros viabilizan el intercambio.
88 Los trabajadores en la nueva época capitalista

el tren. Muchas veces han ocurrido robos o roturas de los


vagones, en ocasiones esto se lo atribuyen a gente que viaja
esporádicamente pero que “no es del tren”. Es por ello que
el control es importante en la organización cotidiana: “para
evitar eso nosotros venimos, lo cuidamos, y al que se porta
mal lo suspendemos, no puede trabajar dos o tres días...
ser delegada es controlarlos a ellos, ir en el tren, que vayan
bien, que no saquen la mano para afuera, o después para la
gente, nada... Que se porten bien”.

Luchar por el tren

Laura hace mucho tiempo que sale a cartonear pero al


igual que Mónica, no es la primera vez que trabaja. Es oficial
zapatera, durante muchos años tuvo un puesto como overloc-
kista en una fábrica de zapatos hasta que la despidieron e ingre-
só en una empresa de limpieza de donde después de unos años
también la echaron: “Me surgió la idea porque ya empecé a ver
carretas trabajando, en el barrio ya había. Entonces digo, bue-
no, qué va a hacer, no tengo trabajo, lo que ganaba mi marido
no alcanzaba, porque mi marido también empezó a andar mal
en el trabajo. [...] Entonces como no teníamos trabajo casi ya,
tenía los chicos chiquitos todavía. Entonces salí yo a cartonear
con mi hijo que tiene ahora 21 años”. Laura es viuda, su mari-
do murió después de haber sido atropellado por una camioneta
cuando volvía de trabajar con su carreta. Desde ese momento
ella se encarga de sus cinco hijos, los más grandes ahora salen
a recolectar con sus familias. Sus hijos mayores construyeron
sus viviendas junto a la de Laura, mientras las dos más chicas
de 14 y 16 viven con ella. Tres de sus hijos también son delega-
dos, como nos cuenta uno de ellos aceptaron serlo para poder
ayudar a su mamá. Laura es una de las que comenzó con la
organización del tren, desde el comienzo fue elegida como una
de las delegadas, en el momento en que quienes viajaban en el
Los trabajadores en la nueva época capitalista 89

servicio regular hacia la Capital decidieron juntar firmas para


que les levanten la prohibición de viajar con las carretas. Así
surgió la idea de pedir un transporte propio para poder seguir
trabajando: “Entonces fue cuando hicimos un arreglo, se tuvo
que buscar un delegado de cada barrio, El Salvador y barrio
La Esperanza que es éste. Entonces fue cuando a mí me eligie-
ron entre toda la gente para que sea delegada de ellos, de acá
[...]. Entonces del otro lado lo eligieron a Juan, es una gran per-
sona que estuvo a la par mía cuando nosotros necesitábamos,
luchó a la par mía también para poder tener el Tren Blanco”.
Para estas mujeres la salida es motivada por la necesi-
dad de ayudar en su hogar. Pero esa ayuda que en muchos
casos se convierte en el principal sustento, requiere funda-
mentalmente una reorganización de su trabajo doméstico.
Para ellas, salir a trabajar implica estar largas horas fuera del
hogar: caminando hacia la estación, esperando el tren, ha-
ciéndose cargo de la organización de las carretas, haciendo
sus recorridos en la Capital. Esta extensa jornada de trabajo
les supone una disponibilidad de horas dedicadas a esta ac-
tividad que no termina en la estación de José León Suárez
sino esa madrugada o al otro día, en el hogar, acomodando
y clasificando los materiales recolectados. Esta salida a la ca-
lle, y el asumir responsabilidades de tipo colectivo, en tanto
delegadas, no implica que estas mujeres dejen de hacer fren-
te a los cuidados del hogar. Muy por el contrario como ve-
mos en el caso de Laura, Sandra y Mónica, estos cuidados
se duplican. Por un lado, el trabajo doméstico se concentra
en media jornada, a la mañana, antes de salir rumbo a la
estación de José León Suárez para tomar el tren que sale a
las 17 horas.
Sandra se despierta temprano a la madrugada antes de
que su esposo se vaya a trabajar. El hace poco consiguió un
puesto de albañil en una obra en San Isidro; sale temprano,
Sandra le deja preparado el almuerzo para que se lleve a su
trabajo. Como ella me explica, sólo de esa manera rinde más
90 Los trabajadores en la nueva época capitalista

el sueldo sino son 5 o 6 pesos más por día para que almuer-
ce. Se despierta junto con su marido a las 6 de la mañana, es
el único momento del día que comparten. Cuando él se va,
Sandra vuelve a la cama, y descansa hasta las 9, hora en que se
levanta para poder dejar todo listo antes de salir con la carreta.
Despierta a sus tres hijos, prepara la comida para la noche y
para el almuerzo de su marido del próximo día. Limpia y or-
dena la casa, y hace la carreta, es decir que vacía el enorme bolso
donde la noche anterior fue depositando lo recolectado y lo
clasifica en función del tipo y color de papel, tipo de plástico,
cartón, vidrio, etc. Mientras su marido estaba sin trabajo, se
encargaba de clasificar y ordenar la carreta, pero desde que
empezó a trabajar nuevamente Sandra realiza esta tarea con la
ayuda de sus hijos. Al mediodía como está sola no cocina, se
toma unos mates, mira un rato de televisión y espera que los
chicos vuelvan de la escuela, ellos almuerzan en el comedor
del colegio. A las cuatro de la tarde prepara la carreta para salir,
y emprende el trayecto de 10 cuadras que separan su casa de
la estación de José León Suárez junto con su hija mayor de 12
años. A Sandra no le gusta que su hija vaya a la Capital, “por-
que es peligroso para las nenas”, pero es una pelea diaria por-
que muchos de sus amigos y amigas van a recolectar y a pedir
y ella insiste en ir. Aún cuando Sandra termina accediendo a
que Julia la acompañe, insiste para que ésta se quede pidiendo en
la puerta de un supermercado que está en una de las calles que
componen su recorrido, “ahí la cuidan las chicas del super y yo
sé adonde esta”. Llevar o no llevar a los hijos a la ciudad es un
problema para casi todas las madres cartoneras. Por un lado,
no quieren que estén en la calle pidiendo o caminando con
ellas durante la noche, pero al mismo tiempo muchas no tienen
con quien dejarlos en el barrio. Es por esta necesidad que hace
4 años gracias a la iniciativa de Laura junto con otras delegadas
de La Esperanza, existe una guardería nocturna para los hijos e
hijas de los padres y madres cartoneras. Si bien existen quejas y
dificultades respecto del funcionamiento actual de la guardería,
Los trabajadores en la nueva época capitalista 91

la existencia de dicho espacio supuso un alivio para las dificul-


tades cotidianas de muchas familias que no podían organizarse
para salir a cartonear. En este caso un problema individual fue
colectivizado, construyendo así una solución que no se limita
a las posibilidades con las que cada mujer cuenta en su hogar.
El proyecto de la guardería se encuentra fuertemente li-
gada a la práctica del “rol” de delegadas que llevan adelante
mujeres como Laura, Sandra o Mónica. En efecto, para mu-
chos la guardería es percibida como una “conquista” de las de-
legadas, específicamente de Laura. Como vimos, la tarea coti-
diana de las delegadas, se encuentra estrechamente vinculada
con todo lo que sucede en y alrededor del Tren Blanco. En
este sentido las tareas principales que desarrollan como dele-
gadas en las estaciones y en los furgones tienen que ver con
el cuidado del tren como espacio de trabajo. En efecto, cuando
interrogamos a las delegadas y a otras mujeres y varones car-
toneras y cartoneros sobre las funciones que cumplen aque-
llas, se repetían las referencias al cuidado, orden, “tranquilizar
a los pibes”, “hacer los reclamos”. En primer lugar la idea de
cuidar tanto el tren como a sus pasajeros, aparecía como cen-
tral en las representaciones que las delegadas tienen de su rol.
“Cuidar que los chicos no fumen”, “que no se peleen”, “que
el tren esté en condiciones para que nadie se lastime”, “cuidar
que no se porten mal”, “acomodar las carretas, [...] decirle a la
gente que acomode”; en la enumeración de estas practicas se
observa de qué manera cuidar el tren se asemeja a las tareas
de cuidados que se realizan en el hogar.9 En principio podría-
mos decir como Egea (2005) que la inserción de estas mujeres
en la esfera pública no trajo necesariamente un cambio de
tareas con el hombre, sino que implicó una suma de tareas


9
Nos referimos a la discusión planteada por Karina Batthyany (2005) so-
bre el tema del cuidado y las responsabilidades femeninas: “…el cuidado
como una actividad femenina generalmente no remunerada, sin recono-
cimiento ni valoración social”.
92 Los trabajadores en la nueva época capitalista

para la mujer, generando un desdoblamiento hogar/calle, es-


fera privada/esfera pública. Sin embargo, aun cuando consi-
deramos que este desdoblamiento está presente, creemos que
existe otra significación asociada a la nueva responsabilidad
que estas mujeres, madres, cartoneras adquieren. Si esas res-
ponsabilidades antes se remitían a sus familias ahora se hacen
públicas. Efectivamente, las responsabilidades asumidas por
estas mujeres son vividas por ellas y vistas por los demás
como tareas necesarias e importantes para el funcionamiento
del tren: “Y porque ellas [las delegadas] se ponen firmes y en
muchas cosas que, ponele que no hacen caso, le tienen que
hacer caso a ellas” (María). “Sí, si no están hacen lo que quie-
ren, si hacen algo mal lo suspenden tres días o más” (Lorena).
Al mismo tiempo podemos ver que “cuidar el tren” im-
plica preservarlo como fuente de trabajo, defenderlo y defender
su trabajo: “Mirá, a mí lo que me motivó para ser delegada
es poder cuidar el tren y que no lo rompan porque si no
tenemos el tren, no podemos salir a trabajar, ¿no? Y si no
salimos o no lo cuidamos nosotros que somos los que lo
necesitamos, ¿quién lo va a cuidar?” (Sandra).
“Yo, principalmente, nosotros la tenemos bien clara.
Los cartoneros de acá, por lo menos, los cartoneros indepen-
dientemente están dispuestos a defender nuestros puestos de
trabajo. [...] Ahora, esto, lo que a nosotros nos favoreció mu-
chísimo, como yo lo dije muchísimo en toda la lucha que yo
tuve, porque yo hice bastante lucha, bastantes movilizaciones
hicimos con toda la gente, hasta el CEAMSE llegamos, llega-
mos hasta llegar; [...] Por eso todo fue gracias a la lucha, todo
lo que nosotros tenemos es gracias a la lucha” (Laura).
Resulta interesante observar a partir de los testimonios
de las mujeres aquí citadas, de qué manera se apropian de
la lucha por el tren y la disputa por sostener los medios que
hacen posible la práctica de recolección en la ciudad. Aquella
demanda iniciada por los habitantes de El Salvador y La
Esperanza, se sostiene en el tiempo a través de la presencia de
Los trabajadores en la nueva época capitalista 93

estas mujeres, a través del rol de delegadas que construyen


desde la cotidianeidad de sus tareas, que ya no despliegan en
el interior de sus hogares, sino en las estaciones y en el tren.

Algunos comentarios finales

Indagar sobre experiencias y prácticas requiere profun-


dizar observaciones y aguzar la mirada. En ese sentido es
que este articulo no pretende agotar la discusión propuesta
en estas páginas, en todo caso se trata de abrir algunas pre-
guntas para continuar desarrollando en otros trabajos.
Es significativo que la categoría nativa utilizada por las
mujeres para referirse a su tarea como cartoneras sea el verbo
salir. De los relatos analizados se desprende que esa salida
condensa a su vez la experiencia de la práctica especifica de
la tarea de recolección pero también refiere a tomar distan-
cia, alejarse, salir, del hogar y del barrio. Este alejamiento
momentáneo que supone el viaje a la Capital, no sólo es
relacionado con la búsqueda de recursos en la ciudad, sino
también con la búsqueda de un momento de distracción, de
distensión. Aun cuando podamos decir que de alguna forma
se extiende la esfera de lo doméstico al espacio público (aho-
ra en las calles de la ciudad) también es cierto que para ellas
estas salidas implican poder trascender su espacio de referen-
cias cotidianas, construyendo una cotidianeidad de relaciones
y vínculos que, desde los límites geográficos y sociales que
suponen sus barrios y hogares, hubieran resultado inaccesi-
bles. Sin caer en una apología de la carreta, resulta interesante
pensar de qué manera estas mujeres, al transformar su expe-
riencia cotidiana desde el trayecto entre lugares socialmente
distantes, no sólo construyen y aprehenden un saber práctico
específico que va conformando esta experiencia de relación
con la carreta. Al mismo tiempo esa práctica va moldeando,
en una relación de ida y vuelta, la organización doméstica
94 Los trabajadores en la nueva época capitalista

en sus hogares, donde se desdibujan los límites entre esferas


(doméstica –extradoméstica).
Por otra parte, pareciera que a partir de su salida ex-
perimentan y crean una práctica participativa diferente, en
la cual algunas de ellas asumen tareas de tipo organizativo
que involucran al resto del grupo. En este sentido nos pre-
guntamos si la práctica de esta actividad representa también
una práctica política para estas mujeres. Es decir, si es posi-
ble identificar un proceso de politización de estas mujeres a
partir de su ingreso a la actividad de recolección informal.
En este último sentido, las delegadas entrevistadas repi-
ten que “no quieren saber nada” con la política, especialmente
en referencia a los partidos políticos y las figuras de referentes
presentes en el barrio, también se esfuerzan en distanciar la
organización que llevan adelante en el tren de cualquier posible
relación con otros ámbitos que lo trasciendan: “El ser delega-
do es ser delegado nada más acá en el tren nada más”. Sin
embargo, vemos que la responsabilidad sobre los cuidados del
tren que supone ocupar el lugar de delegadas es experimen-
tada como una práctica cuya finalidad está vinculada con el
sostenimiento de un espacio de trabajo colectivo, esta tarea su-
pone cuidar y defender una “herramienta de trabajo”, aquello
a través de lo cual encontraron la posibilidad de “sostener” sus
familias, y a su vez garantizar que esa herramienta siga al alcan-
ce de sus compañeras y compañeros del tren. De esta manera,
si bien existe una distancia entre su rol como delegadas y el de
otras mujeres que se encuentran al frente de organizaciones
sociales,10 para ellas la salida a cartonear se constituyó en una
bisagra en su cotidianeidad desde la cual fueron construyendo
un espacio de referencia colectiva y de respeto.


10
Para mayor detalle sobre mujeres y política ver: Cross y Partenio, 2006;
Fernández Álvarez, 2004; Partenio, 2005; Freytes Frey y Crivelli, 2005; y
Bidaseca, 2004.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 95

Bibliografía:

Auyero, Javier (2004), Vidas Beligerantes, Buenos Aires,


Universidad Nacional de Quilmes.
Batthyany, Karina (2005), “Sistema de género y relaciones
entre la esfera productiva y la reproductiva”, en María
Luisa Femenias (comp.), Perfiles del feminismo latinoameri-
cano, volumen II, Buenos Aires, Catálogos.
Bidaseca, K (2003), “Piqueteras: Identidad, Política y
Resistencia”, publicación electrónica disponible en:
http://www.iade.org.ar/iade/Dossiers/movi/art.html,
Buenos Aires.
Cross, C. y Partenio, F (2005), “La construcción y signifi-
cación de los espacios de mujeres dentro de las organi-
zaciones de desocupados”, ponencia presentada en el
Encuentro “Mujeres y Globalización”, organizado por
el Centro para la Justicia Global, Guanajuato, México,
del 27 de julio al 3 de agosto de 2005. (mimeo)
Egea, Néstor y Gómez, Javier Fernando (2005), “¿Mujeres
cabeza de familia? Resignificación del papel del varón
ante la crisis económica. Cambios y continuidades”,
ponencia presentada en las X Jornadas Interescuelas /
Departamento de Historia, Rosario, 20 al 23 de sep-
tiembre de 2005.
Fernández Álvarez, M. I (2004), “Género, trabajo y acción
colectiva: un análisis a partir de un proceso de recu-
peración de fábricas de la Ciudad de Buenos Aires”,
ponencia presentada en las II Jornadas de Investigación
en Antropología Social, Facultad de Filosofía y Letras,
UBA, agosto de 2004.
Florencia Partenio (2005) “Entre el trabajo y la política: las
mujeres en las organizaciones de desocupados y en
los procesos de recuperación de fábricas. 7º Congreso
Nacional de Estudios del Trabajo “Nuevos escenarios
96 Los trabajadores en la nueva época capitalista

en el mundo del trabajo: rupturas y continuidades”


del 10 al 12 de agosto de 2005, Facultad de Ciencias
Económicas, Buenos Aires, Argentina.
Freytes Frey, A. y Crivelli, K. (2005), “La participación
de las mujeres en los movimientos piqueteros en
Argentina: alcances y límites de la resignificación de los
roles femeninos,” ponencia presentada en el Encuentro
“Mujeres y Globalización”, organizado por el Centro
para la Justicia Global, Guanajuato, México, del 27 de
julio al 3 de agosto de 2005.
Gorbán, Débora (2005): “Formas de organización y espa-
cio. Reflexiones alrededor del caso de los trabajadores
cartoneros de José León Suárez”, tesis defendida en
el marco de la Maestría en Investigación en Ciencias
Sociales, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.
Oliveira, O. de y Ariza, M., “Trabajo Femenino en
América Latina” en De La Garza, E. (coord.), Tratado
Latinoamericano de Sociología del Trabajo, México, Fondo
de Cultura Económica, 2000.

Autora

Débora Gorbán: Becaria Postdoctoral del CO-


NICET, con sede de trabajo en el CIE-UNSAM.
Doctora en Ciencias Sociales, UBA/EHESS.
Capítulo IV.
El trabajo precario en el Estado.
El caso argentino en los años noventa

Nicolás Diana Menéndez y Pablo Míguez

Introducción

Los años noventa en Argentina constituyeron una dé-


cada signada por importantes transformaciones económi-
cas, sociales, políticas y culturales. El rasgo central fue la
hegemonía del pensamiento neoliberal como patrón de las
reformas. Las exigencias del capital con sus pretensiones de
acabar con las “rigideces” del mercado laboral fueron uno
de los puntos salientes, que se manifestaron en las reformas
de las leyes laborales. La administración pública nacional
como ámbito laboral, tuvo su correlato en la reestructura-
ción de las relaciones entre capital y trabajo.
El argumento “oficial”, fundamental para llevar a cabo
la reducción del empleo público y la incorporación de mo-
dalidades precarias y veladas de contratación, fue la reduc-
ción de la crisis fiscal del Estado. Estos hechos se inscriben
en la lógica del régimen de acumulación profundizado en
aquellos años. El presente trabajo tiene por objeto dar cuen-
ta de los cambios producidos en los regímenes de contrata-
ción de los trabajadores en el sector público argentino a ni-
vel nacional a partir de las reformas de la regulación laboral.
Estas reformas, pensadas y exigidas para su aplicación por
el sector privado, fueron incorporadas como marco general
de las nuevas formas de contratación en el sector público.
El recorrido que realizaremos será el siguiente: en primer
lugar abordaremos las conceptualizaciones que caracterizan
98 Los trabajadores en la nueva época capitalista

al Estado por su posición en el proceso de acumulación de


capital, sobre todo en relación a la reproducción de la fuerza
de trabajo; posteriormente nos centraremos en los argumen-
tos esgrimidos sobre la “modernización” del Estado; para fi-
nalmente recalar en las medidas concretas de precarización y
flexibilización laboral en el ámbito público nacional.
Además del análisis teórico sobre el rol del Estado, para
este trabajo se utilizarán documentos sobre las reformas, entre-
vistas con informantes clave de tal proceso (dirigentes sindica-
les y funcionarios públicos) y con trabajadores del sector públi-
co (fundamentalmente del Ministerio de Trabajo y Seguridad
Social de la Nación, donde circunscribiremos el análisis).

Breve introducción al rol del Estado


en la reproducción de la fuerza de trabajo

La discusión teórica sobre la naturaleza del Estado ha


recorrido toda la tradición filosófica y política de la moder-
nidad, en un amplio arco que va desde las visiones liberales
o conservadoras, pasando por enfoques institucionalistas y
sistémicos, hasta los enfoques críticos marxistas. Nuestro in-
terés aquí no es retomar esa discusión sino mostrar que la
reforma del Estado de los años noventa puede ser entendida
como un avance del capital sobre el trabajo, mediado por la
inevitable actividad del Estado.
Las teorías marxistas del Estado nos proveen de un pro-
fundo análisis y discusión sobre la naturaleza del Estado en
el capitalismo, así como su accionar concreto en diferentes
contextos históricos y geográficos. No vamos discutir aquí las
ventajas y desventajas, aciertos o desaciertos metodológicos de
uno u otro enfoque dentro de las teorías críticas sino que trata-
remos de mostrar la evolución de la forma de intervención del
Estado en la regulación de las relaciones laborales a partir de
las denominadas reformas neoliberales, con especial referencia
Los trabajadores en la nueva época capitalista 99

a la década de los noventa en Argentina. Como podrá verse, en


algunas ocasiones podremos encontrar herramientas de análi-
sis apropiadas en enfoques que metodológicamente abordan la
cuestión de manera diferente, por haber sido concebidos para
responder a realidades distintas, y que incluso han polemizado
entre sí. Como la cuestión sobre la naturaleza del Estado sigue
abierta trataremos de rastrear algunas de estas herramientas
para echar luz a la discusión concreta del caso argentino.
Luego de los análisis de Gramsci en las décadas de los
años veinte y treinta, y de un período de relativo silencio en
torno a la cuestión del Estado a finales de los años sesenta se
retomó el análisis del rol del Estado a la luz de la recomposi-
ción que mostraba el capitalismo de la segunda posguerra, y
que ya llevaba más de veinte años de duración. Los intentos
por teorizar la naturaleza de estos cambios dieron lugar a la
aparición a fines de los años sesenta de dos enfoques que
pretendían dar cuenta de ello partiendo de diferentes su-
puestos teóricos y epistemológicos: las visiones asociadas a
los nombres de Ralph Miliband ( “visión instrumentalista”)
y Nicos Poulantzas (“visión estructuralista”).
El enfoque instrumentalista ve al Estado como una “cosa
a ser tomada”, con quienes las clases mantienen una relación
de exterioridad. Por eso mismo, el polo del trabajo podría apro-
piarse del aparato estatal y conducirlo a su favor para revertir
las relaciones de fuerza frente al capital. El carácter de clase lo
daba la pertenencia de los puestos claves del Estado a la clase
capitalista y la dirección favorable a ésta que adoptan las polí-
ticas estatales (Miliband, 1970). El estructuralismo, en cambio,
no quería reducir la naturaleza y el accionar del Estado a la
constatación de la presencia de miembros de las clases domi-
nantes en el aparato estatal ni a las relaciones personales entre
los funcionarios y los capitalistas. El Estado era una categoría
estructural, cuyo carácter capitalista no depende de las perso-
nas que dirigen su acción ni de a quienes van dirigidas las po-
líticas (de hecho, existen políticas hacia los pobres). Poulantzas
100 Los trabajadores en la nueva época capitalista

acusaba a Miliband de “empirista” y de otorgarle un carácter


neutral al Estado (Poulantzas, 1976 en Miliband, Poulantzas
y Laclau, 1991: 83). El Estado es parte de la estructura del
modo de producción capitalista que goza de una “autonomía
relativa” para lograr la cohesión social de las “fracciones de cla-
ses constituidas en el bloque en el poder” (Poulantzas, 1969).
Estas clases deben estar políticamente unificadas en el Estado
para asegurar su dominación y aunque la fracción hegemónica
tenga la preponderancia ello no impide la autonomía relativa
del Estado frente a ella (Poulantzas, 1969).
Coincidimos con Bob Jessop cuando señala que el trabajo
de Poulantzas acerca del Estado procura contraponerse tanto
al empirismo anglosajón como a la versión instrumentalista del
Partido Comunista francés, que analiza el Estado como una
herramienta al servicio del capital monopolista. El “capitalis-
mo monopolista de Estado” es una teorización que asigna al
Estado un rol similar al de las teorías instrumentalistas. Según
Poulantzas no se trata de un instrumento a ser usado por la
clase que sea capaz de hacerse con el poder sino de una rela-
ción social compleja. Para Jessop esto tiene dos consecuencias
importantes: “las clases no deben ser tomadas como simples
fuerzas económicas que existen por fuera e independientemen-
te del Estado y capaces de manipularlo como un instrumento
o herramienta pasiva, porque la influencia política de las clases
y de las fracciones de clase depende en parte de la estructura
institucional del Estado y de los efectos de poder estatal. En se-
gundo lugar, la lucha de clases no está confinada a la sociedad
civil sino que es reproducida dentro del corazón mismo del
aparato estatal. También argumenta que el Estado tiene una
función objetiva para llevar a cabo, que es la de conservar la
cohesión social de tal manera que la acumulación pueda avan-
zar sin tropiezos” (Jessop, 1980). Esto implicaría, por un lado,
que el Estado es un instrumento no ya de la clase dominante,
esto es, el sector monopolista del capital, sino de todo el “blo-
que de poder” y por otro, que el mantener la cohesión social
Los trabajadores en la nueva época capitalista 101

es una función objetiva del Estado independientemente de la


clase que lo ocupa. No desconocemos que esta puede ser una
contradicción teórica importante en el trabajo de Poulantzas ni
negamos las dificultades de establecer los límites de la autono-
mía relativa del Estado, sin embargo, sus aportes en el primer
sentido, esto es, como un instrumento del bloque del poder,
pueden sernos útiles para iluminar algunos aspectos del caso
del Estado argentino a partir de la reforma neoliberal de los
años noventa. No puede dejar de notarse cierto funcionalismo
en el análisis de Poulantzas, del cual se desprende que el ca-
pital parece ser siempre efectivo en mantener la dominación.
Compartimos con Borón que en pos de superar el legado de
Poulantzas los límites de la autonomía relativa sólo pueden ser
identificados como resultado de un análisis empírico de la si-
tuación concreta de Estado en cuestión, y a ello pretende con-
tribuir este trabajo (Borón, 19911).
También en los inicios de los años setenta, James
O´Connor destacaba en La crisis fiscal del Estado que la función
de producir legitimación para obtener la integración social
que permite la reproducción del capitalismo es una de las ta-
reas del Estado, además, por supuesto, de la clásica función
de garantizar la acumulación (O´Connor, 1974). El Estado es
fundamental para el crecimiento del sector monopólico del
capital, lo que se observaba claramente en el caso norteame-
ricano con el crecimiento del complejo militar industrial. El
Estado aparece allí como un integrante del proceso de acu-
mulación donde la dinámica depende tanto del sector estatal,
como del sector monopólico y del sector competitivo del capi-
tal, siendo imposible estudiarlos por separado. Dicha imposi-
bilidad se basa en que también el sector competitivo crece en


1
Allí señala: “La autonomía relativa de que gozan los Estados capitalistas
de Francia y la Argentina no es deducible de las leyes generales de la acu-
mulación del capital. Para eso se requiere de un análisis concreto de la situación
concreta, y éste no se deduce silogísticamente de las premisas de la teoría”
(la cursiva es nuestra).
102 Los trabajadores en la nueva época capitalista

base a que el crecimiento del sector monopólico libera fuerza


de trabajo mientras que la producción del sector estatal, al no
estar sujeta a los vaivenes del mercado es de baja productivi-
dad, lo que contribuye al aumento de los gastos del Estado.
La reproducción de la fuerza de trabajo es garantizada por
los gastos sociales que reducen el costo de dicha reproduc-
ción, así como las políticas industriales que elevan el volumen
de plusvalor al favorecer la productividad del trabajo. Así es
como hay una tensión entre las políticas de legitimación y las
políticas de asignación de los recursos, hecho que se pone
fuertemente en evidencia en el caso argentino. La crisis fiscal
del Estado no sería más que la expresión de una crisis social.
Las tesis de O´Connor fueron consideradas seriamente
por los economistas neorricardianos en Gran Bretaña. El ar-
gumento de los teóricos neorricardianos también puede ser
útil para entender el accionar del Estado en los noventa. A
diferencia de Poulantzas, éstos se interesan explícitamente
por las dimensiones económicas de la actividad del Estado,
es decir, no postulan la autonomía del Estado respecto de los
capitales individuales y tratan de vincular su actividad con
la acumulación. Su intervención tiene como objetivo central
conservar o incrementar las ganancias del capital a costa de
los salarios (Gough, 1977). En este sentido, en el caso argenti-
no es indudable que el Estado se encargó de preparar el terre-
no para la posterior reforma laboral de 1994, que consagró
la llamada “flexibilización laboral” en el sector privado. Sin
embargo, los neorricardianos argumentaban que esta función
era desempeñada a partir de determinadas políticas fiscales y
monetarias, el manejo discrecional de subsidios y todo tipo
de instrumentos para condicionar el ciclo económico, así
como mediante restricciones a las actividades sindicales, en el
marco del avance de los sesenta en la obtención de derechos
laborales y de un marco regulatorio de las relaciones labora-
les relativamente favorable a los sindicatos en la Inglaterra
previa al avance conservador (Pfaller, Gough y Therbon,
Los trabajadores en la nueva época capitalista 103

1993). Como veremos, alguna de estas consideraciones, es-


pecialmente la referida a las actividades sindicales, son rele-
vantes para entender lo que sucedió entre los trabajadores del
Estado en la Argentina de los años noventa. Si bien el análisis
neorricardiano no se pronuncia sobre los cambios en la esfera
de la producción y se circunscribe al ámbito de la circulación
de capital, su interés por teorizar el retroceso del rol distribu-
tivo del Estado a partir del aumento de la deuda pública en
las economías occidentales permite iluminar algunas rasgos
del proceso de reforma laboral argentino. En efecto, la mora-
toria al pago de la deuda pública externa operó a finales de
los años ochenta como un factor crucial en la redefinición del
rol estatal en los noventa, donde la política de flexibilización
laboral operó como uno de sus pilares fundamentales.
Hay que mencionar que en el plano teórico del deba-
te sobre la naturaleza del Estado, en esa misma década en
Alemania, la escuela de la Derivación también se interesaba
por elucidar la naturaleza del Estado capitalista. Los teóricos
alemanes pretendían “derivar” la forma general del Estado ca-
pitalista y sus funciones del Capital, o mejor dicho, del Modo
de producción capitalista. Más que a los capitales individuales
se aludía aquí al capital en general y si bien los debates en este
enfoque se mantuvieron en un nivel de abstracción elevado,
se concluía que no era posible sostener una visión instrumen-
talista del Estado, dado que éste podía actuar como capitalista
colectivo ideal no sólo frente al trabajo sino inclusive en contra
de los capitales individuales para mantener el funcionamiento
del sistema. A los ojos derivacionistas, la visión estructuralista
por su parte, descuidaba los aspectos económicos de la acumu-
lación y establecía una dudosa relación entre el ámbito de lo
económico y lo político. Sin embargo, ellos tampoco pueden
dar cuenta acabadamente como puede funcionar el Estado en
los hechos como un capitalista colectivo ideal. El sistema legal
y el monetario serían condiciones necesarias para la existen-
cia del capital y éstos son garantizados por el Estado, que por
104 Los trabajadores en la nueva época capitalista

esas razones interviene en la legislación laboral, supervisa las


actividades sindicales, etc., para asegurar la reproducción de la
fuerza de trabajo. En el caso argentino obviamente se produce
esa intervención en las leyes laborales aunque difícilmente las
lecciones del caso del Estado alemán o europeo de los años
setenta sean comparables con el caso del Estado argentino y el
contexto histórico de los años noventa.
Desde nuestro punto de vista, estos debates plantean la
cuestión de manera tal que no separan lo aspectos económicos
y políticos de las relaciones sociales ni los tratan como pertene-
cientes a esferas teóricamente escindibles. En este sentido, los
aportes instrumentalistas y estructuralistas no deben entender-
se como antagónicos. Siguiendo a Gold, Lo y Wright, si bien
la autonomía del Estado con relación a las clases es digna de
ser tenida en cuenta no menos cierto es que el Estado es relati-
vamente autónomo, es decir, ni completamente autónomo ni un
simple instrumento de la clase dominante no condicionado por
factores estructurales. Ellos destacan que las estructuras inter-
nas del Estado tanto como las políticas estatales que se desarro-
llan en su seno son objeto de la lucha de clases. Algunas partes
del aparato estatal pueden ser manejadas por los intereses ca-
pitalistas y otras mostrar mucha mayor autonomía (Gold, Lo
y Wriht, 1977: 53). La reforma de la Administración Pública
no puede ser entendida por fuera de este marco. Los argumen-
tos que hacen énfasis en los aspectos institucionales, organi-
zacionales o gerenciales del Estado para justificar la Reforma,
y muchas veces promoverla, suelen ignorar determinaciones
mucho más poderosas que condicionan la actividad estatal y
que responden a su razón de ser.
Una de las principales funciones del Estado en el capi-
talismo durante el siglo XX ha sido la de garantizar la repro-
ducción de la fuerza de trabajo. Desde la Gran crisis del 30
la intervención del Estado dejó de ser condenada y permitió
el desarrollo de toda una serie de instituciones que tomaban
la forma de transferencias a las personas, (seguridad social,
Los trabajadores en la nueva época capitalista 105

seguro de desempleo, etc.), claro que esto se reducía al ámbi-


to del capitalismo occidental y con enormes diferencias según
los países. La producción y el consumo de masas ligados a la
organización del trabajo de tipo fordista requerían individuos
aptos para incorporarse al mercado y que pudieran sostener
el régimen de acumulación. Estas prestaciones de garantía
salarial y sanitaria propiciaron la expansión del aparato admi-
nistrativo del Estado y de formas jurídicas, organizativas, re-
glamentarias y financieras nuevas y relativamente separadas
de las funciones tradicionales del Estado capitalista. Como
señala Brunet “la ampliación de los cotizantes y beneficiarios
de los sistemas de seguridad social y la similitud de las cotiza-
ciones con el impuesto sobre la renta de las personas físicas, la
extensión de este impuesto y la aparición de las prestaciones
estatales y benéficas de cuidados personales y de superación
de situaciones de insolvencia, conducen a la generalización
de sistemas de salud y garantía de rentas estatales, públicos”
(Brunet, 1988: 130). Las fronteras de lo público se amplían
a la provisión de infraestructura de transporte, comunicacio-
nes, servicios públicos, etc. Sin dudas, para cumplir con algu-
na de estas funciones, el trabajo y el empleo en el aparato del
Estado tendió a crecer de manera exponencial.
A partir del poderoso aumento da la internacionalización
del capital tras la Segunda Guerra Mundial y con la crisis de
los Estados keynesianos benefactores el rol del Estado comien-
za a ser cuestionado. Su intervención deja de ser celebrada por
el capital y comienza a ser señalado como causa principal de las
crisis, debido a su ineficiencia, gigantismo y tendencia a la bu-
rocratización. Como señala Holloway, a partir de estos ataques
a la capacidad estatal de regulación, queda claro que mientras
el Estado está circunscrito a su territorio el capital es global,
se mueve entre los países con creciente libertad, no tiene esos
límites geográficos para procurar la valorización (Holloway,
1994). Los estados procuran ofrecer las mejores condiciones
para que el capital tome forma productiva en su territorio, ya
106 Los trabajadores en la nueva época capitalista

sea mediante exenciones impositivas o garantizando mejores


posibilidades para la explotación del trabajo. La flexibilización
laboral mostró la intención de avanzar en esa misma dirección,
al “desregular” el “mercado de trabajo”, facilitar los despidos
más que las contrataciones de trabajadores y precarizar la si-
tuación laboral de los que poseían empleo.

El caso argentino

Nuestra intención a partir de ahora es observar a la luz


de estos conceptos, el singular derrotero de la reforma del
Estado argentino, particularmente en su carácter de emplea-
dor. Las transformaciones socioeconómicas que tuvieron su
origen a mediados de la década del setenta y culminaron
por imponerse durante la de los noventa, tuvieron al Estado
como un actor fundamental cumpliendo el doble papel de
artífice y objeto de las medidas de (re)corte neoliberal im-
plementadas durante este período. En efecto, las políticas de
desregulación de ingentes relaciones económicas, la apertu-
ra indiscriminada al mercado internacional, la convertibili-
dad de la moneda, y la reforma del Estado fueron todas me-
didas drásticas que surgieron del Estado, y que impactaron
en él de manera determinante y (casi) irreversible.
En este sentido, las denominadas reformas del Estado
(propiamente dicha) tuvieron dos etapas diferenciadas tanto
en términos temporales como por los objetivos que se propu-
sieron. Estas reformas provocaron un cambio ostensible del
rol del Estado, que vio reducir drásticamente su injerencia en
la esfera económica y social, vía privatización de funciones
estatales clave, transferencia de los monopolios públicos a
manos privadas, desregulación y descentralización que modi-
ficaron sustancialmente las relaciones entre la esfera pública y
la privada (Oszlak, 1999). Pero también se operaron fuertes
cambios en el interior del Estado y particularmente en lo que
Los trabajadores en la nueva época capitalista 107

atañe al Estado como empleador. Ambos aspectos impacta-


ron duramente en el empleo público, que sufrió importantes
reducciones de su planta de personal producto fundamental-
mente de las privatizaciones (reducción real), de las transfe-
rencias a provincias y municipios (reducción virtual), retiros
voluntarios o despidos directos.
El modelo de ajuste neoliberal estuvo apoyado sobre
algunos pilares básicos que implicaron una transformación
sustancial de las condiciones de acumulación de capital en
Argentina. Los ejes claves se ajustaron al pie de la letra a lo
establecido por el denominado “Consenso de Washington”,
y estuvieron constituidos fundamentalmente por la política
de privatizaciones; el cambio del rol del Estado; la política
de apertura financiera irrestricta; la desregulación o re-regula-
ción de relaciones sociales (entre ellas las laborales); la refor-
ma del Estado; y la política de convertibilidad de la moneda.
En particular, las políticas de desregulación tuvieron
como objetivo central establecer las condiciones necesarias
para el desarrollo exclusivo de la rentabilidad del capital, sub-
sumiendo a esta estrategia cualquier tipo de interés más gene-
ral. En este sentido, la lógica de la regulación –que en térmi-
nos generales tiende a establecer condiciones que equilibren
las asimetrías de poder y recursos de los actores de un deter-
minado campo de fuerzas (y que obedece a una determinada
relación de fuerzas sociales)– se ve sensiblemente alterada
operando una liberalización de relaciones entre actores con
recursos desiguales que permite la mayor acumulación (en
todos los sentidos del término) de los poderes concentrados.

El Estado hacia adentro

Como ya hemos señalado, el Estado argentino fue impul-


sor y objeto del ajuste estructural llevado adelante. Por lo que se
ajusta a la fórmula poulantziana del Estado como condensación
108 Los trabajadores en la nueva época capitalista

material de las relaciones de fuerza sociales, es decir, la expre-


sión mediada, pero expresión al fin, del Estado de la relación
capital-trabajo (Poulantzas 1979). Coincidimos con Gold, Lo
y Wright en que si bien “el segundo Poulantzas” entiende al
Estado como el espacio donde se reproducen los antagonismos
de clase, como el momento político de la reproducción en el de-
venir de la lucha de clases, el estado es relativamente autónomo
(lo que implica, como ya mencionamos, que no es completa-
mente autónomo ni tampoco un simple instrumento de la clase
dominante sino que está condicionado por aspectos estructu-
rales de la sociedad capitalista)(Gold, Lo y Wriht, 1977: 53).
Como destacaba Holloway, la lucha de clases entre el capital y
el trabajo debe disputarse en el Estado y contra la forma Estado,
en su doble dimensión de aparato institucionalizado de control
y de relación de dominación, en la medida que el conflicto an-
tagónico todo lo penetra, incluso al propio Estado (Holloway,
1980: 243). De este modo, “la permanente lucha entre capital y
trabajo –a escala global– es consustancial a la existencia misma
del Estado-nación, acotado territorialmente, en cuyo cuerpo se
dibujan las tensiones de esa conflictiva y antagónica relación.
Por eso es que la materialidad del Estado, es decir su morfolo-
gía concreta (cuantas oficinas tiene, cuanto personal contrata,
de qué recursos dispone) y sus acciones (las políticas que defi-
ne, las tareas que ejecuta, las funciones que cumple y las que
ignora) dependen de tales (y variables) relaciones de fuerzas
entre capital y trabajo, de la manera en que se expresa en el ám-
bito definido por un territorio” (Thwaites Rey y López, 2005:
12). En tal sentido, cualquier modificación que opere sobre las
estructuras socioeconómicas tendrá un correlato necesario en
el Estado, quien además se encuentra estrechamente imbrica-
do en las relaciones sociales.
Desde este punto de vista, no es llamativo que entre las
primeras políticas trascendentes implementadas por el gobier-
no de Carlos Menem, se encuentren las leyes de Reforma
del Estado y de Emergencia Económica, que de hecho son
Los trabajadores en la nueva época capitalista 109

consecutivas: ley 23.696 y ley 23.697 respectivamente. Como


dijimos, la llamada reforma del Estado tuvo su desarrollo en
dos etapas fundamentales, que implicaron transformaciones
de distinta índole. Si bien todas estas modificaciones impac-
tan fuertemente en la dinámica de las relaciones laborales es-
tatales, a través de la reducción del personal, su transferencia
a otras esferas públicas o directamente a manos privadas; las
reformas orientadas a modificar directamente estas relaciones
son las denominadas de “segunda generación”, que tendieron
fundamentalmente a flexibilizar las relaciones laborales del ám-
bito público. Éste es un punto que cabe destacar aquí, puesto
que el Estado ha sido en muchas oportunidades el caso testigo
de políticas que luego se expandieron al resto de la sociedad.
De algún modo, al cobijarlas en su seno, éste les otorga una
legitimidad particular, que no adquiere en otras instancias so-
ciales; además de que se asume desde allí el costo político de
las medidas. Hecho que se condice con algunas de las concep-
tualizaciones que hemos desarrollado más arriba, respecto al
rol legitimador del Estado, pensando este rol no sólo en térmi-
nos generales de la reproducción ampliada de la sociedad, sino
también en las políticas más “puntuales” orientadas a favorecer
la acumulación. El caso de las normas flexibilizadoras de la
relación salarial, así como la posterior reducción en los haberes
de los empleados públicos durante el gobierno de Fernando De
La Rúa, son ilustrativos de estas intenciones.
En este marco se inscriben las medidas tomadas por el
gobierno de Carlos Menem, que se implementaron inicial-
mente en el Ministerio de Economía y que se extendieron
luego a todo el ámbito estatal. En 1994 a través del Decreto
número 1.545/94 se “congeló” el ingreso a la planta perma-
nente fundado en la necesidad de achicar el presupuesto
“deficitario”; argumento en definitiva falaz, puesto que el
número de empleados públicos no disminuyó, sino que se
siguió incorporando personal pero a través de otras moda-
lidades de contratación tales como, pasantías, contratos por
110 Los trabajadores en la nueva época capitalista

tiempo determinado, contratos de locación de servicios y de


obra, etc. Asimismo es importante destacar que la utiliza-
ción de estas modalidades significó el desconocimiento del
vínculo laboral y por tanto enmarcar las relaciones entre el
Estado empleador y sus trabajadores en el régimen civil y
comercial antes que laboral. Las modificaciones en el em-
pleo se hicieron sentir también en las empresas prestatarias
de servicios públicos que fueron privatizadas. La participa-
ción del empleo en empresas de servicios públicos sobre el
total del empleo público pasó del 21% en 1992 a apenas el
6,5% en 1997, concentrada en los entes públicos residuales
(Duarte, 2001).
La forma contractual paradigmática, la “locación de
servicio”, constituye un buen ejemplo de cómo se instru-
mentó en el Estado la precarización del empleo, e incluso el
fraude laboral, puesto que directamente se desconoce por
parte del empleador el vínculo con el trabajador. Así en el
mencionado decreto se establece: “No es intención ni se de-
riva del contrato, el establecimiento o la creación de una
relación laboral de dependencia o una relación de principal
y agente entre la contratante y el contratado, quedando en-
tendido que el contratado es una persona independiente y
autónoma en su relación con la contratante”.
A partir de ello podemos sugerir la hipótesis de que
este tipo de medidas, más allá de los argumentos oficiales,
tuvieron la finalidad de atacar la base de sustentación de
algunos de los gremios más combativos que se encontraban
en el ámbito público (no solamente la administración, tam-
bién salud, educación, etc.).2


2
En ese sentido es de destacar cómo la conflictividad laboral del sector pú-
blico bajó durante el período 1990-1994, lo que se explica por el proceso
de privatizaciones que fue reduciendo la base potencial de conflictividad
laboral (Gómez, 1996).
Los trabajadores en la nueva época capitalista 111

Argumentaciones y consecuencias de la reforma

Este proceso, tuvo consecuencias drásticas tanto en la


conformación del papel del Estado, como en su configuración
interna. Lo que nos interesa en ese sentido es observar los im-
pactos en la vida laboral cotidiana de los trabajadores estatales,
quienes han visto alterada sustancialmente sus condiciones de
trabajo, desde los que fueron despedidos o se retiraron “volun-
tariamente”, hasta quienes ingresaron luego del congelamiento
de la planta, y que lo hicieron bajo modalidades de contrata-
ción que oscilan entre la precariedad y el fraude.
La literatura tiende a coincidir en que el balance general
del proceso de reformas es negativo. No solamente por lo
que implicó en términos de impacto social en cuanto al rol
del Estado (desempleo, pobreza, precariedad, flexibilidad,
concentración de la riqueza, etc.); sino también en términos
de las transformaciones de su desempeño y de la calidad de
su intervención. Muchas de las medidas ejecutadas, tuvie-
ron como objetivo modificar las relaciones laborales, con el
argumento de mejorar la calidad de los servicios prestados
por la administración pública a la ciudadanía en general.
Indudablemente existe una correspondencia necesaria
entre las dos reformas del Estado, y en particular entre los
objetivos buscados en una y otra. En este sentido, es precisa
la formulación de Thwaites Rey (2005) cuando sostiene que
“cada ciclo económico, como totalidad compleja, implica: a)
una modalidad de acumulación de capital que se expresa en
determinadas formas de organización del proceso de traba-
jo, de división social del trabajo y de procesos tecnológicos,
b) una forma de producción y reproducción de las clases
fundamentales y su vinculación orgánica entre sí (relación
capital-trabajo), y c) una determinada forma de Estado”
(Thwaites Rey, 2005). Ante el cambio de las condiciones
necesarias para la acumulación se requería la adaptación del
112 Los trabajadores en la nueva época capitalista

papel del Estado. Éste ya no sería directamente un subsidia-


dor del capital, sino que crearía espacios directos de nego-
cios en sectores que históricamente habían sido monopolio
público, y liberaría otros fuertemente regulados.
Por otra parte, la estructura de la administración debía
entonces “modernizarse” a los efectos de ajustarse al nuevo
rol. En el marco de un sentido común que veía en el tamaño
del Estado uno de los fundamentos de las sucesivas crisis
económicas, los discursos que sostenían su achicamiento
calaron hondo, y se convirtieron en una verdad inapelable.
Así, la burocracia “gigante, deforme, politizada, corrupta,
inepta y haragana”, debía dar lugar, a otra “eficiente, pe-
queña, profesional, y fundamentalmente exenta de disputas
políticas” (aquí vuelve a ponerse en evidencia la falsa con-
tradicción entre política y administración).
A partir de estas premisas, la idea dominante fue la de
asimilar la lógica de la administración pública a la dinámica de
la empresa privada, igualando condiciones y necesidades. La
New Public Management (o Nueva Gestión Pública NGP) acu-
dió entonces en ayuda de quienes esgrimían estos argumentos.
López señala que “el denominado modelo convencional de la
NGP reconoce básicamente a la reforma de la gestión pública
como una serie de cambios institucionales de las estructuras y
procesos de organización del sector público con el objeto de
que funcionen mejor, en algún sentido. En correspondencia
con esta definición, la etapa inicial de la reforma se caracte-
rizó por la aplicación de las tecnologías de gestión privada en
el ámbito de las organizaciones públicas, la racionalización de
estructuras y procedimientos, la revisión de los procesos de
toma de decisiones y el incremento de la productividad de los
empleados públicos” (López, 2005: 74-75).
Lo que subyace a la idea de la Nueva Gestión Pública,
es la negación del carácter político de la Administración. Se
pretende reducir a las funciones operacionales, instrumen-
tales, una entidad que no sólo es compleja, es contradictoria
Los trabajadores en la nueva época capitalista 113

y hasta conflictiva, puesto que expresa en su seno el estado


de las relaciones de fuerza de la sociedad. Asimilarla a la
lógica de la empresa privada, donde prima la eficacia, y el
lucro, implica desconocer groseramente, el aspecto funda-
mental del carácter del Estado, la lucha política, con todo lo
que ello implica. A partir de estas proposiciones, se plantea
nuevamente, pero desde un ángulo inverso, la falsa escisión
entre política y economía, que destaca Holloway.
Vale la pena realizar a esta altura un nuevo señalamien-
to. A lo largo de este proceso, ni siquiera se llevó adelante
lo que se propuso, esto es, ni siquiera se respetaron los ar-
gumentos/desaciertos teóricos. ¿Qué queremos señalar? En
pocas palabras, lo siguiente: en la mayoría de los casos lo que
se presentó como remedio (más allá de lo interesado de los
diagnósticos), fue peor que la enfermedad, incluso asumien-
do como válidas el diagnóstico de las reformas y sus recetas.
La amplia mayoría de los objetivos supuestamente
buscados en aras de la modernización de la administración
pública, quedaron muy lejos de concretarse. Por el contra-
rio, en muchos casos las situaciones empeoraron considera-
blemente. Así, se realizaron despidos y retiros voluntarios,
reestructuración de organismos, en general sin ningún cri-
terio claro, lo que redunda en una estructura más amorfa
aun. Las privatizaciones privaron al estado de unos recursos
invaluables, a cambio de ingresos que rápidamente desapa-
recieron de las arcas públicas; la modificación del régimen
de previsión social engordó los bolsillos de los sectores del
capital financiero y obligó al Estado a pagar intereses por los
mismos fondos que antes percibía como “propios”.
Por otra parte, las modificaciones en las carreras admi-
nistrativas y su supuesta profesionalización no fueron tales.
Al complejo proceso de reescalafonamiento3 que, de por sí,


3
Nos referimos a la implementación a partir de 1991 del Sistema Nacional
para la Profesionalización Administrativa (SINAPA).
114 Los trabajadores en la nueva época capitalista

generó muchas dudas y acusaciones de “utilización políti-


ca”, hay que sumarle la ausencia de todo lo que se postulaba
inicialmente: falta de concursos, graves falencias de capa-
citación, evaluaciones negociadas, etc. Desde el punto de
vista de las contrataciones, el discurso que pretendía en aras
de la eficiencia y la reducción del gasto, congelar la planta
y habilitar modalidades precarias de contratación, dieron
lugar por un lado a la generación de burocracias paralelas,
altamente remuneradas y no sujetas a concursos o criterios
meritocráticos; por el otro lado, el ingreso a la administra-
ción de muchos trabajadores que no tuvieron otra alter-
nativa que aceptar las precarias condiciones laborales que
desconocían incluso la relación laboral, ajustándose de este
modo a la figura del fraude. En definitiva, dichas medidas,
en vez elevar la calidad de los servicios prestados, respon-
dieron a los intereses de las elites, preocupadas –más que
por cuestiones de eficiencia en la gestión– por los costos de-
rivados de las funciones específicas del Estado de Bienestar
(Aberbach y Rockman, citado por López et al., 2005).
Otro punto de vista para evaluar este proceso y sus res-
pectivas justificaciones es atender a la evolución de algunos
indicadores sobre la composición y gastos del Estado. Si te-
nemos en cuenta que el principal argumento para el ajuste y
achicamiento del aparato estatal fue la crisis fiscal y la nece-
sidad de racionalización, llaman profundamente la atención
los resultados en torno al número de organismos, al empleo
público y al gasto público consolidado. En el cuadro Nº 1
señalamos la evolución de la estructura del Estado nacional
a lo largo de la década del 90. Observamos allí que pese a
la supuesta intencionalidad de los reformadores de ajustar
y reducir el organigrama estatal, en virtud de su excesivo
tamaño y dimensiones, nos encontramos con que no sólo
no se ha reducido la cantidad de unidades burocráticas, sino
que por el contrario han ido incrementándose a lo largo de
los años. Así, tenemos que habiendo empezado la década
Los trabajadores en la nueva época capitalista 115

con un total de 153 unidades, luego de una fuerte reducción


en 1991, hubo un incremento sostenido y significativo hasta
el año 1995, y aunque luego se reduce sensiblemente, ve-
mos que para fines de la década contamos casi 30 unidades
más que al inicio. Se evidencia también que la evolución del
total de las unidades se corresponde ostensiblemente con
la evolución de cada categoría. El nivel de los ministerios
es, evidentemente, el menos sensible a los cambios, lo que
obedece a la magnitud y peso relativo de estas unidades.

Cuadro Nº 1: Evolución de las unidades burocráticas 1990-2001

Año 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001
Ministerios 8 8 8 8 8 9 9 9 9 11 11 13
Secretarías 48 10 50 50 50 58 39 45 53 54 42 42
Subsecretarías 97 55 110 112 115 131 85 39 113 116 58 62
Total 153 73 168 170 173 198 133 147 175 181 111 117

Fuente: Mapa del Estado, www.mapadelestado.gov.ar

Desde otro punto de vista, si nos atenemos a la evolución


del empleo público durante el período, podemos observar
también cómo muchos de los argumentos que sostuvieron y
fundaron las reformas y la implementación de la flexibilidad
laboral al interior del ámbito público tampoco se evidencia-
ron en la realidad. En el cuadro Nº 2 vemos que la tendencia
a la reducción del empleo en la administración nacional se ve
compensada e incluso superada por el crecimiento del em-
pleo en los Estados provinciales, lo cual se explica en parte
por la transferencia de muchas responsabilidades desde ma-
nos nacionales hacia las provincias. Solamente se observa una
drástica reducción del empleo público producto de las privati-
zaciones, como también nos muestra el cuadro.
116 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Cuadro Nº 2: Evolución del empleo público 1991-1999

Año 1. Adm. nacional 2. Adm. provincial 3. Emp. públicas 1+2


1991 534.238 1.159.370 242.094 1693608
1992 469.614 1.173.972 150.393 1643586
1993 442.114 1.132.876 84.870 1604990
1994 451.155 1.172.219 58.357 1623374
1995 467.463 1.178.623 50.516 1646086
1996 479.471 1.278.790 48.383 1758261
1997 461.558 1.346.570 50.559 1778128
1998 461.289 1.273.155 25.031 1734444
1999 458.307 1.273.155 7.501 1731462

Fuente: elaboración del CLAD, http://www.clad.org.ve/siare/tamano/indice1.html

Si ponemos atención en el gasto público consolidado,


a pesar de encontrarse lejos en términos de proporción
del PBI en relación a los países desarrollados, nuevamen-
te nos encontramos con que, al contrario de lo esgrimido
oficialmente, el gasto público creció en términos nominales
en todo el período, producto del incremento sostenido del
pago de servicios de la deuda externa.
Cuadro Nº 3: Gasto público consolidado por finalidad y función
en millones de pesos

Finalidad/Función 1990 1991 1992 1993 1994 1995


Func. del Estado 9.618 12.353 14.357 15.468 16.787 15.814
Gasto Público Social 36.299 41.753 46.763 50.904 56.055 53.783
Gasto en serv. Econ. 10.377 7.736 7.312 8.542 7.331 7.151
Serv. deuda pública 3.072 4.241 5.917 4.646 4.682 5.68.
Gasto Total 59.366 66.083 74.349 79.559 84.854 82.431

1996 1997 1998 1999 2000


15.371 15.941 17.186 19.121 17.661
52.755 55.718 58.437 61.593 59.811
6.236 6.326 6.689 6.092 5.024
5.801 7.531 7.834 10.088 11.918
80.253 85.516 90.145 96.894 94.413
Fuente: Santarcángelo, 2005.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 117

Efectivamente vemos en el cuadro Nº 3, cómo el gasto


público consolidado medido en millones de pesos tuvo un
incremento sostenido en todos los rubros, destacándose el
“gasto público social” (aquí se cuentan: educación, cultu-
ra y ciencia y técnica; salud; agua potable y alcantarillado;
vivienda y urbanismo; promoción y asistencia social; pre-
visión social; trabajo; y otros servicios urbanos) que a lo
largo de la década llegó casi a duplicarse. Sin embargo, más
destacable aun es el servicio de la deuda pública, que a lo
largo del período se cuadruplicó.
En sentido contrario el “gasto público en servicios eco-
nómicos” tuvo una evolución negativa y sostenida en la dé-
cada, terminando casi en la mitad de la cifra de inicio. Esta
baja se vuelve más transparente al desagregar el rubro, que
está compuesto por gastos en: producción primaria; energía
y combustible; industria; servicios (transporte y comunica-
ciones) y otros gastos. En suma, en contraposición a los
argumentos esgrimidos para avanzar con las reformas, ni la
estructura estatal ni la magnitud del gasto estatal se reduje-
ron sino que se alteró la composición para dar prioridad a
los servicios de la deuda a la vez que se contribuía a elevar
el desempleo.

El proceso de fragmentación laboral dentro del Estado

Si bien existe discrepancia respecto a las dimensiones


de la fragmentación social, y a las formas de interpretarla,
su realidad es inexorable. Desde nuestro punto de vista, la
fragmentación ha sido, y es también, un proyecto en per-
manente reedición. Diversificar en infinidad de intereses los
grandes intereses sociales, es una forma no sólo de dividir-
los, sino fundamentalmente, de diluir el centro del proble-
ma escondiendo la contradicción entre capital y trabajo tras
múltiples trincheras de contradicciones menores.
118 Los trabajadores en la nueva época capitalista

El llamado mundo del trabajo, se cuenta entre los cam-


pos de lucha que componen el universo social, que fue so-
metido al proyecto mayor de la fragmentación. El campo del
trabajo no es cualquier campo sino que es un lugar central de
la estructuración social, donde se pone en juego y se devela la
relación social fundamental. Éste es un punto neurálgico, por-
que allí se configuran identidades, intereses, y solidaridades
que potencialmente cuestionarán la realidad dada.
En el Estado, esa realidad se plasmó como parte del
proceso general, impulsado por el capital, o para utilizar los
términos de Poulantzas, por el bloque en el poder. En este
apartado haremos un breve recorrido sobre las condiciones
laborales en el Estado, observando cómo las relaciones la-
borales en el interior del ámbito público se inscriben en un
proceso mayor, que abarca las estrategias del capital, y que se
condice en el contexto que analizamos con un momento cla-
ramente hegemónico para el primer componente del binomio
capital-trabajo. Así, veremos como las relaciones de fuerza
sociales, se expresan y se legitiman en el interior del Estado.
Los resultados conseguidos a lo largo de todo el pro-
ceso de flexibilización del trabajo dan cuenta de que una de
las prioridades de las estrategias de acumulación del capital,
no sólo a escala nacional, es el debilitamiento de las “posi-
ciones” del trabajo organizado, (lo que incluye obviamente
el ámbito del Estado) tomando el concepto de posición en
el sentido tanto de los lugares a los que se alcanzan, como el
de las posturas político ideológicas asumidas.
El Estado capitalista cumple en estas sociedades su pa-
pel en el juego, y se convierte en una fuente de legitimación
de muchos de los requerimientos del poder económico,
por ejemplo incorporando en su seno las nuevas relacio-
nes laborales flexibilizadas. Este proceso de flexibilización
laboral y sus consecuencias de fragmentación pueden en-
tenderse de muchas maneras. Como ya observamos, los
argumentos esgrimidos oficialmente para precarizar las
Los trabajadores en la nueva época capitalista 119

condiciones laborales del ámbito público fueron de dos


tipos. Uno de ellos enfatizaba en la supuesta necesidad de
achicar el gasto público en función del desequilibrio fiscal,
argumento apoyado por el imaginario social construido en
torno a las excesivas dimensiones de un Estado, converti-
do ya en estorbo y causa de todos los males. La otra línea
argumentativa se fundaba en la necesidad de reformar el
Estado en general, y la Administración Pública en parti-
cular, para hacerla más eficiente y funcional a las nuevas
“exigencias de la sociedad”.
Como señala Twaithes Rey, las reformas implicaron
una transferencia de funciones al sector privado con el obje-
tivo no de “mejorarlas” sino de eliminarlas de la órbita pú-
blica. Con una burocracia con poco poder de resistencia a
dichos cambios queda claro que ésta no posee un poder pro-
pio y que su autonomía se encuentra en función del poder
social externo a ella, más que en su propia configuración.
En el diagnóstico y en la implementación de las reformas
no fue precisamente menor el papel de los técnicos y espe-
cialistas que se incorporaron a la función pública, prove-
nientes de institutos y centros de investigación vinculados a
diversos grupos económicos, y que a la par de su incidencia
en las políticas públicas en sentido acorde a las teorías eco-
nómicas neoliberales contribuyen a sus propios intereses.
En función de estas teorías disciplinaban simultáneamente
a los agentes económicos y al propio Estado. Este también
necesitaba acreditar en el contexto del ascenso neoliberal
en el mundo su adhesión a los valores dominantes para lo
cual daba cuenta de la configuración “adecuada” de sus cua-
dros (Thwaites Rey, 2005). En ese sentido Camou sostiene
que las políticas públicas en Argentina y en toda América
Latina, debe analizarse desde los años ochenta en adelante
considerando la compleja red de consultoras económicas,
centros de investigación y fundaciones políticas que inciden
en ellas determinando su dirección (Camou, 1997).
120 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Lo cierto es que con tales argumentos se procedió a


transferir empleo al sector privado vía privatizaciones, anular
y fusionar organismos, reducir drásticamente el número de
trabajadores, congelar la planta permanente como manera de
evitar el incremento del empleo público. Pero como hemos
visto, lejos se estuvo de reducir el gasto e incluso el personal
empleado por el Estado. Más bien se comenzó a incorporar
personal con criterios más discrecionales de cada organismo
y dirección, con salarios que en muchos casos duplicaban y
triplicaban los salarios promedios de la planta permanente.
Respecto del argumento a favor de la profesionalización
del personal del Estado, el proceso se llevó cabo sin una pla-
nificación adecuada y violentando la carrera administrativa.
Con seguridad, estaba en el ánimo de los reformadores –in-
dependientemente de los favores políticos y personales que
puedan haberse saldado– modificar el perfil de los nuevos
ingresantes a la Administración Pública. Se trata de una ló-
gica esperable de cualquier nuevo gobierno: el poder contar
con más personal propio para llevar adelante su proyecto
político; un personal que, si no es leal al nuevo proyecto, al
menos no plantee demasiados cuestionamientos. El hecho
es que desembarcaron en el Estado muchos profesionales
bien formados, que venían con la idea de conformar una
nueva burocracia, lejos del imaginario general creado en
torno al empleado público, encarnado en el estereotipo del
empleado ineficiente, autoritario y burócrata. Esto dio lugar
a importantes rispideces que se fueron generando en los es-
pacios de trabajo, entre la “vieja” y la “nueva burocracia”.
Lo que nos interesa resaltar es la manera en que la pre-
carización y la fragmentación de los trabajadores opera so-
bre su realidad cotidiana en la medida en que implica una fi-
sura en las condiciones que hacen posibles la conformación
de colectivos de trabajo, lo que implica una dificultad en las
posibilidades de encontrar intereses comunes entre los tra-
bajadores, y en consecuencia un obstáculo a la posibilidad
Los trabajadores en la nueva época capitalista 121

de la acción colectiva, de la acción sindical, de la acción


organizada de los trabajadores para atender a la defensa co-
lectiva de sus intereses. La flexibilización laboral avanzó así
sobre el Estado aún antes que sobre el propio sector priva-
do, donde tendrán la misma vocación fragmentadora, con
idénticas y previsibles consecuencias sobre lo social.

Las condiciones de trabajo

Desconocimiento del vínculo laboral, y de relación algu-


na (en los casos de contratos terciarizados); falta de descanso
vacacional; no reconocimiento de jornadas por enfermedad,
ni por examen; desconocimiento de la antigüedad; falta de in-
demnización por despido; posibilidad de rescisión unilateral
de la relación (formal o informal); falta de asignaciones fami-
liares y de obra social; incertidumbre general; inestabilidad;
contratos vencidos; variación unilateral de los periodos de los
contratos hasta por un mes; etc. son algunas de las condicio-
nes en que se encontraron y se encuentran los trabajadores
que ingresaron al Estado Nacional desde el congelamiento de
las vacantes en el año 1994. Salarios magros y congelados;
ausencia de concursos; falta de recursos; ausencia de incenti-
vos generales; agotamiento físico y mental; estigmatización;
escasas perspectivas; carrera congelada; etc., son algunas de
las condiciones en que se encuentran muchos de los trabaja-
dores estables de la Administración Pública.
Pero la problemática dista mucho de agotarse en las
condiciones laborales objetivas. A partir de esta diversidad
se conforma una compleja heterogeneización de sensacio-
nes, identidades, relaciones, perspectivas, lógicas de acción,
etc. Podemos comenzar a desenredar esta madeja realizan-
do una clasificación en cuatro categorías de trabajadores.
En primer lugar, los trabajadores de la planta permanen-
te, que en mejores o peores condiciones, están sujetos a un
122 Los trabajadores en la nueva época capitalista

escalafón y a una carrera administrativa. Es decir poseen


formalmente un reglamento que permite acceder a una rela-
tiva certidumbre respecto del futuro, y a conocer las reglas
del juego. Sin embargo, lo cierto es que durante los últimos
quince años los concursos casi no existieron, convirtiendo
el desarrollo de la carrera administrativa y la perspectiva de
los trabajadores, en una entelequia.
“Eh... el personal de planta permanente, además, ha que-
dado como muy postergado y relegado... y casi como una
especie en extinción.” (Trabajador del Ministerio de Trabajo)
En segundo término, los funcionarios contratados con
alta relación con el poder político de turno, que suelen ocupar
funciones directivas y acceder a sueldos elevados (dentro de
lo que es el promedio del sector público). Estas relaciones
existieron desde mucho tiempo antes, y en el imaginario ge-
neral suelen representar a aquellos que vienen y se van con
cada gestión. Como se mencionó anteriormente, desembar-
caron muchos profesionales muy formados y con altísimos
niveles de consenso respecto de las políticas de reforma que
estaba llevando adelante el gobierno (en este punto la pers-
pectiva instrumentalista del Estado habla con elocuencia). La
implementación del contrato, permitía de este modo, incor-
porar discrecionalmente personal con los perfiles requeridos,
con altos ingresos, sin necesidad de alterar toda la política sa-
larial de la Administración. También a través de los contratos
se pagaban favores políticos y personales.
Un segundo grupo de contratados se incorporó al
Estado en general, en una suerte de cuadros medios. En
términos generales, estos trabajadores eran profesionales,
o estudiantes de carreras sociales, y que cobraban buenos
salarios, que superaban en mucho los salarios percibidos
por los trabajadores estables. También ellos cumplían con
los requisitos de profesionalización de la gestión, aunque
en este caso, no necesariamente formaban parte de la “tro-
pa” política, sino que fue la única forma de ingreso posible
Los trabajadores en la nueva época capitalista 123

a estas labores. No obstante, estos trabajadores también se


representaban como una nueva burocracia, que pretendía
distinguirse de la existente. Más que como trabajadores, al
menos en un principio, la imagen del consultor se encarna-
ba mejor en su imaginario que la de empleado público, con
toda la carga estigmatizada que representa.
“La cuestión que... se pagaban salarios muy altos. Yo re-
cuerdo que cualquiera, o sea, que tenía un poco de responsabi-
lidad... ganaban salarios muy altos... eh... en dólares, digamos,
así, como era en la época. Y ahí había como una ideología
bastante Burger King, digamos, ¿no? eh... como una cosa muy
modernizante... eso un poco después se fue bajando, un poco
esas expectativas. Pero era muy corbata todo el ambiente, era
muy...” (Trabajador contratado del Ministerio de Trabajo)
Finalmente, entre los contratados, debemos hacer men-
ción a los que accedieron al trabajo del modo más preca-
rio. Estos trabajadores, si bien pueden estar más o menos
formados, en general eran estudiantes universitarios, que
ingresaron al Ministerio de Trabajo (ámbito de nuestra par-
ticular indagación) a realizar en general tareas de carácter
menos técnicas, más cercanas a lo administrativo. En estos
casos, muchos eran pasantes que realizan tareas menos cali-
ficadas, tales como cadetería, recepción, call center, etc (lejos
de las condiciones de formación que la norma de pasantías
exige). Estos trabajadores, encarnaban las condiciones de
mayor precariedad, puesto que ni siquiera contaban con el
beneficio de un salario promedio.
“Acá se cobraba $300 en un principio... por mes... A
partir del año 2002, $300... hasta... después hubo un au-
mento de 300 a $350... Más o menos son 6 horas de traba-
jo... no es nada... pero obviamente comparado con... esta
asignación estímulo. Digamos, comparado con... lo que ya
en ese momento representaba vivir para cualquier perso-
na... en nuestro país, era tremendamente bajo, era tremen-
damente bajo. Pero era un contrato de pasantía y demás...
124 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Después de $350... se... prácticamente no quedó otra opción


que entrar a facturar como monotributistas...” (Trabajador
contratado del Ministerio de Trabajo).
Lo que se puede observar de esta realidad, es que la
incorporación de los contratos opera de varias maneras, al-
terando las condiciones y relaciones laborales (en términos
absolutos o relativos) de todo el personal del Estado. El per-
sonal que ingresa a partir del congelamiento de la planta, lo
hace en la mayoría de los casos en condiciones precarias, al-
gunas de las cuales se compensan con buenos salarios. Y el
personal estable, que lleva unos cuantos años en el puesto,
se encuentra en una situación completamente estática, fren-
te a una realidad interna y externa mucho más dinámica.
Al interior del Ministerio, comparte el espacio con nuevo
personal que a la vez que lo desdeña, posee ingresos que du-
plican o triplican los suyos, en algunos casos por realizar las
mismas tareas. Hacia fuera del espacio laboral, ellos todavía
son la permanencia del Estado deficiente, y la realidad eco-
nómica les devalúa cotidianamente los congelados ingresos.
Son elocuentes las palabras de un funcionario (coordinador
de departamento) respecto a lo que ve en su área: “Y... des-
alienta al contratado. El contratado... el problema es que no
se quiere comprometer con las cosas, porque no sabe si al
otro mes va estar o no. Y el otro está como deteriorado por,
por, el paso en tiempo de los desvalores, que ve todo nega-
tivo y tampoco... ¿no? profundiza en sus conocimientos. Es
medio... sobrevivir a esto sin algún tipo de neurosis, es muy
complicado.”
Pese a las diferencias notorias entre los trabajadores
contratados, (que hemos arbitrariamente subdividido en
tres grupos a partir de sus condiciones); para el resto del
personal los contratados constituían un todo inescindible.
Se produjo entonces, a partir de las diferencias que hemos
ido enumerando, un proceso profundo, complejo y dura-
dero de fragmentación de los trabajadores del Ministerio
Los trabajadores en la nueva época capitalista 125

(y en general del Estado). La tendencia dominante es a la


constitución de un nosotros y un ellos en la relación entre tra-
bajadores contratados y de planta permanente. Condiciones
de carácter objetivo y otras más subjetivas contribuyeron a
facilitar este fenómeno, que trajo aparejada la fragmenta-
ción de los intereses de los trabajadores del Estado, dificul-
tando pensarse como conjunto. Incluso en los relatos más
“progresistas” o políticamente integradores, se encuentran
elementos que denotan resquemores con el “otro” grupo.
“No, no ahí hay bronca y se nota. Más, digo, en térmi-
nos de bronca, más de los de planta a los contratados; los
contratados a los de planta yo diría más que bronca, despre-
cio... ” (Trabajador contratado del Ministerio)

Conclusión

Evidentemente los años noventa constituyeron un pun-


to de inflexión insoslayable en la realidad argentina, en todos
sus aspectos. Estado y sociedad conforman una unidad que
va redefiniéndose al calor de la historia, y que a esta altura
volvió a reeditar un proyecto económico, social y político,
que 70 años antes había mostrado un fracaso estrepitoso.
Muchos elementos de carácter local e internacional
concurren a posibilitar las viejas recetas vestidas de novedo-
sas e “inevitables” fórmulas. El modelo se presentó – y este
es uno de sus aspectos sobresalientes- como único camino,
con una pretensión hegemónica que aspiró a constituir un
discurso único. En Argentina la embestida vino de la mano
de un gobierno peronista, históricamente asociado a los sec-
tores populares, que hizo suyo el “programa” de las clases
dominantes, pero que indudablemente configuró –al menos
durante el primer gobierno de Carlos Menem- un nivel de
consenso social, asentado no solo en los sectores histórica-
mente peronistas, sino en amplias capas de la sociedad.
126 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Como mencionamos, el Estado cumplió un rol central


en todo este proceso, tanto desde su posición de impulsor
de las transformaciones, como desde el otro lado, como
destinatario de las mismas. Quienes sostenían el discurso
que abogaba por la necesidad de un Estado mínimo y ajus-
tado, se valieron de un Estado fuerte y amplio para llevar
adelante los cambios. Lo que además constituyó una fuente
inagotable de negocios, de los que se beneficiaron propios y
foráneos. Cabe destacar siguiendo a Thwaites Rey, que “no
obstante la aparente contradicción entre una visión “moder-
na” de la acción gubernamental y otra “atrasada”, puede
afirmarse que ambas han resultado complementarias para
el proceso de reestructuración estatal de los años noventa.
Pese a las quejas por los costos de la política, esa clase de re-
parto “funcional” ha significado que, mientras los intereses
dominantes se reservan los lugares decisivos en el aparato
estatal, colocando allí a tecnócratas globalizados, dejan para
sus “aliados políticos” el manejo de las áreas no centrales
a tales intereses dominantes, más allá de los “ruidos” que
algunas decisiones políticas puedan causar” (Thwaites Rey,
2005: 106).
De lo observado más arriba se desprende la fragilidad
de lo esgrimido por las autoridades a la hora de fundamen-
tar las políticas de ajuste y recorte del Estado. Más bien,
el resultado fue un debilitamiento de aquellos sectores no
directamente tributarios del proceso de acumulación, y un
crecimiento y fortalecimiento de aquellos funcionales a ese
proceso. Lo que significó durante décadas un soporte fun-
damental en términos sociales, económicos y políticos fue
sistemáticamente atacado por los sectores dominantes, con
el doble fin de favorecer la acumulación, y tomar un rease-
guro político al debilitar al Estado, que era visto como un
actor capaz de entorpecerla.
Visto desde el punto de vista de los trabajadores y de
sus posibilidades de resistencia colectiva podemos decir que
Los trabajadores en la nueva época capitalista 127

el proyecto de la fragmentación, actúa interfiriendo esa posi-


bilidad de organización política de los trabajadores. Debilita
su potencialidad de daño, en la medida en que dificulta su
potencialidad de identificación. Posee además de la “virtud”
de disgregar al colectivo, la cualidad de dispersar o distraer
la potencialidad dañina de los colectivos existentes. Si se
piensa que para los trabajadores de la planta permanente,
que comparten entre sí muchas condiciones que les permi-
ten acceder a una dinámica colectiva, terminan por inter-
pretar la existencia de los contratados y de sus iniciales ven-
tajas relativas –básicamente salariales– como culpables de
sus condiciones degradadas, se entiende de lo que estamos
hablando. Es de este modo que el proyecto de la fragmen-
tación, visto desde la perspectiva de quienes lo implemen-
taron opera atacando simultáneamente por varios frentes.
Degrada, sin alterarlas, las condiciones de los trabajadores
existentes, y los diferencia, de las nuevas incorporaciones
tanto en su vinculación, sus trayectorias, sus ingresos, etc.
La “vieja burocracia” queda estancada, petrificada, en una
situación que denuncia desde la década del 80, mientras
observa como crece una “nueva burocracia”, distinta, me-
jor paga, y con “aires” renovadores, es decir, que intenta
cambiar y negar, lo que ellos son. Por cierto que el “efi-
cientismo” buscará también trasladarse al sector privado vía
la flexibilización laboral, donde se esperaba producir estos
mismos efectos, propios de las reformas neoliberales.
En todo este recorrido hemos querido mostrar cómo la
estructura del Estado está inmersa en las dinámicas sociales
que expresan la relación entre capital y trabajo. En ese sen-
tido, pretendimos mostrar cómo, en última instancia, las re-
formas de los noventa constituyeron un doble proceso. Por
un lado, transformar al Estado para hacerlo más funcional
a las necesidades de la acumulación; y por el otro, a través
de la implementación de la flexibilidad y fragmentación la-
boral en el interior del ámbito público, no sólo legitimar un
128 Los trabajadores en la nueva época capitalista

proceso social más amplio sino también desestructurar un


polo fundamental de resistencia, tanto por su combatividad
como por su lugar estratégico en función de las necesidades
de la acumulación. En nuestro país, este esquema que ter-
mina en diciembre de 2001 con la crisis económica política
y social más grande de la historia argentina, nos permite ha-
blar de los años noventa como una “nueva década perdida”
en términos de las transformaciones sociales necesarias para
el desarrollo de un país menos desigual.

Bibliografía

Borón, Atilio (1991), “Estadolatría y teorías estadocéntri-


cas. Notas sobre algunos análisis del Estado en el ca-
pitalismo contemporáneo”, en El cielo por asalto, Buenos
Aires, verano 1990-1991.
Brunet, Ferrán (1988), Economía Política del Estado Capitalista,
Barcelona, Edunsa.
Camou, Antonio (1997), “Los consejeros del príncipe.
Saber técnico y política en los procesos de reforma en
América Latina”, en Nueva Sociedad, Nº 152, Caracas,
noviembre-diciembre 1997.
Duarte, Marisa (2001), “Los efectos de las privatizaciones so-
bre la ocupación en las empresas de servicios públicos”,
en Realidad Económica, Nº 182, Buenos Aires, Instituto
Argentino para el Desarrollo Económico (IADE).
Gold, D. Lo, C. y Wriht, E. O. (1977), “Recientes desa-
rrollos en la teoría marxista del Estado capitalista”, en
Sonntag y Valecillos (comp.), El Estado en el capitalismo
contemporáneo, México, Siglo XXI.
Gough, Ian (1977), “Gastos del Estado en el capitalismo
avanzado” en Sonntag y Valecillos (comps.), El Estado
en el capitalismo contemporáneo, México, Siglo XXI.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 129

Holloway, John (1980), «Debates marxistas sobre el Estado


en Alemania Occidental y la Gran Bretaña», en Críticas
de la Economía Política, Nº16/17, México, El Caballito.
Holloway, John (1994), “La Reforma del Estado: capital
global y Estado nacional”, en Revista Doxa, Nº 9/10,
Buenos Aires.
Jessop, Bob (1980), “Teorías recientes sobre el Estado ca-
pitalista”, en Cuadernos de la Economía Política, Nº 16-17,
México DF, julio-diciembre de 1980.
López, Andrea (2005), “Los fundamentos de la Nueva
Gestión Pública”, en M. Thwaites Rey y A. López
(eds.): Entre tecnócratas globalizados y políticos clientelistas,
Buenos Aires, Prometeo.
Miliband, Ralph (1970), El Estado en la sociedad capitalista,
México, Siglo XXI.
Miliband, R., Poulantzas, N. y Laclau, E. (1991), Debates so-
bre el Estado capitalista/ 1. Estado y clase dominante, Buenos
Aires, Imago Mundi.
O´Connor, James (1974), La crisis fiscal del Estado, Nueva York.
Oszlack, Oscar (1999), “Quemar las naves o cómo lograr
reformas estatales irreversibles”, Trabajo presentado al
IV Congreso Internacional de CLAD sobre Reforma
del Estado y Administración Pública, México, 19 al 22
de octubre de 1999.
Pfaller, Alfred; Gough, Ian y Therbon, Goran (1993),
Competitividad económica y Estado de Bienestar, Madrid,
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
Poulantzas, Nicos (1969), Poder Político y clases sociales en el
Estado capitalista, México, Siglo XXI.
Poulantzas, Nicos (1976), “El problema del Estado capitalis-
ta”, en Miliband, R. Poulantzas, N. y Laclau, E. (1991):
Debates sobre el Estado capitalista/ 1. Estado y clase dominante,
Buenos Aires, Imago Mundi.
Poulantzas, Nicos (1979), Estado, poder y socialismo, México,
Siglo XXI.
130 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Santarcángelo, Juan (2005), “La distribución del ingreso y el


rol del Estado”, trabajo presentado en el VII congreso
de ASET, Buenos Aires.
Thwaites Rey, Mabel (2005): “Estado: ¿Qué Estado?”, en
Thwaites Rey, M y López, A (eds.), Entre tecnócratas glo-
balizados y políticos clientelistas, Buenos Aires, Prometeo.
Thwaites Rey, Mabel (2005), “Tecnócratas vs punteros. Nueva
falacia de una vieja dicotomía: política vs administración”,
en Thwaites Rey, M y López, A (eds.) Entre tecnócratas glo-
balizados y políticos clientelistas, Buenos Aires, Prometeo.

Autores

Nicolás Diana Menéndez: Lic. en Ciencia Po-


lítica (UBA), magíster en Ciencias Sociales del
Trabajo (UBA). Becario doctoral (CONICET).
Email: ndiana@ceil-piette.gov.ar. Dirección pos-
tal: Saavedra 15, 4º piso. Ciudad de Buenos Aires,
Argentina. Teléfono: (5411) 4952-7440 Pertenen-
cia institucional: CEIL-PIETTE; CONICET.
Pablo Míguez: Lic. en Economía (UBA) y Lic.
en Ciencia Política (UBA), Becario doctoral
(CONICET). Docente UBA y UNGS. Email:
pmíguez@ungs.edu.ar.
SEGUNDA PARTE
Capítulo V.
La coproducción investigativa,
método crítico y alternativo1

Alberto L. Bialakowsky, María I. Costa,


M. Mercedes Patrouilleau,
Rocío S. Martínez Schnaider, Ana L. López

Por cuerpo entiendo todo aquello que puede llenar un


espacio, de tal manera que cualquier otro cuerpo quede
excluido de él. DESCARTES. [...] Por fulminante dispo-
sición presidencial quedaron suspendidos los carnavales y
la Prisión Modelo se llenó de máscaras. Y hubo aullidos
y estertores, y garrotes apretados, ...y palos y latigazos, y
sexos taconeados, y hombres colgados por los tobillos y
muñecas, y gentes paradas durante días..., y mujeres des-
nudas..., y hubo también aquellos que, metidos en gran-
des cajas rectangulares, fueron recubiertos de cemento, en
tal forma que los bloques acabaron por alinearse al aire
libre, a un costado de la cárcel, tan numerosos que pen-
saron los vecinos que se trataba de materiales de cantería
destinados a futuras ampliaciones del edificio... (Y trans-
currieron muchos años antes de que se llegase a saber que
cada uno de esos bloques encerraba un cuerpo disfraza-
do y enmascarado, moldeado por la dura materia que lo
envolvía perfecta inscripción de una estructura humana
dentro de un sólido.)
Alejo Carpentier, El Recurso del Método, 1974.


1
Una primera versión del presente artículo ha sido publicado en
Lavboratorio/n line año VII, Nº 19, Instituto de Investigaciones Gino
Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires,
Argentina, 2006. Disponible en Internet: http://lavboratorio.fsoc.uba.ar/
textos/19_9.htm - ISSN 1515-6370.
134 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Nota inicial

Este artículo se postula a modo de ensayo para reflexio-


nar sobre cuestiones que consideramos se encuentran en la
frontera de la producción investigativa. Estas cuestiones son
fronterizas al menos en dos sentidos, una dirigida a com-
prender los estratos subyacentes de los procesos sociales de
trabajo en la producción de conocimiento2 y otra acerca de
los planteos sociológicos sobre la praxis colectiva cognos-
citiva. Solamente tomando estas dos cuestiones ya se desa-
rrollan una cuantiosa serie de interrogaciones y tensiones
teóricas, empíricas y epistemológicas.
Luego de intensas experiencias de exploración en es-
tos bordes3 nos hemos decidido a colocar en intercambio y


2
Al respecto, Eliseo Verón afirmaba: “El modo de producción de conoci-
mientos en que se ha articulado, durante el período de su formación en
nuestros países, la práctica de la sociología ‘moderna’, puede ser descrito
como heterónomo o dependiente. ¿Qué entendemos por dependencia o
heteronomía? Debemos definirla en términos de las relaciones entre com-
ponentes del sistema de producción de conocimientos. Estas relaciones
se manifiestan en el proceso de investigación que no es otra cosa que el
núcleo de la praxis científica: un proceso de trabajo” (Verón, 1974: 181).

3
Estas experiencias se refieren al desarrollo de dispositivos de coproduc-
ción investigativa en las áreas de salud mental, laboral, tutelar y comu-
nitario en el marco del proyecto UBACyT S015: “Exclusión – extinción
social y procesos de trabajo institucionales. Dispositivos de intervención
transdisciplinarios” (IIGG-FCS-UBA) que a la vez ha dado la continui-
dad a una sucesión de proyectos UBACYT (CS008; TS05; S008) ini-
ciados en el año 1998. Al respecto consúltese entre otras publicaciones:
Bialakowsky, A. L.; Reynals, C.; Zagami, M.; Crudi, R.; Costa, M. I.
y Haimovici, N. M. (2004), “Procesos sociales de exclusión-extinción.
Comprender y coproducir en las prácticas institucionales en Núcleos Ur-
banos Segregados”, en Mota Díaz, L. y Cattani, A. D. (coord.), Desigual-
dad, pobreza, exclusión y vulnerabilidad en América Latina. Nuevas perspectivas
analíticas, México, Cigome,. Al respecto véase complementariamente la
crítica realizada por Susana Murillo, sobre esta propuesta y sus funda-
mentos epistemológicos en: “Reseña: Los nuevos rostros de la vieja cues-
tión social. Efectos humanos, debates en ciencias sociales y en políticas
públicas”, en Convergencia, año 12, Nº 38, mayo-agosto de 2005.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 135

debate algunas consideraciones que por una parte nos per-


mitan avanzar sobre estas fronteras y por la otra impulsen
a aportar, si emergiera de ello consenso científico, nuevos
instrumentos para afrontarlas.
Asimismo al plantearlas para este breve artículo hemos
descubierto sólo una serie de senderos para interrogarnos dia-
lógicamente, han quedado pendientes otras series equivalentes
que ameritan sin duda mayor extensión espacial y temporal;
así, hemos enunciado este desarrollo como Parte I, de otras
secuencias que le seguirán. Debe comprenderse que este texto
no intenta abarcar toda la problemática enunciada en sus con-
tenidos sino constituir un inicio de ensayo, que permita con
extrema libertad, abrir interrogaciones y descubrir prácticas.
La tarea emprendida abarca diversidad de facetas y se
desarrolla, como hemos dicho, por medio de la instalación
de senderos (trilhas) que guían las interrogaciones, hipótesis
y contenidos puestos en juego, que abren pequeñas y frági-
les picadas entre la intrincada, rica y extensa floresta de la
acumulación en ciencias sociales y humanas. De ahí que los
senderos que se abren, se esparcen, se estrechan y confluyen,
como arroyos, para volver a abrirse. Y en este recorrido noso-
tros, ese actor colectivo que interroga, recoge destacados in-
terlocutores, elección siempre incompleta del extenso listado,
para acompañarnos y para dialogar por trechos.
Así desearíamos encontrarnos con el lector y discul-
parnos de antemano de esta, por momentos, abrupta na-
vegación, guardando por nuestra parte la expectativa de
contribuir al encuentro productivo. El texto se compone de
tres partes. En la primera la interrogación gira en torno a la
comparación con el descubrimiento de la cooperación fabril
como clave para comprender el desarrollo del capitalismo,
la convergencia de la producción del saber, científico y del
general intellect y para introducirse en la homologación colec-
tiva y productiva de estos dos campos convergentes, imáge-
nes isomórficas que intentan descubrir la subterraneidad de
136 Los trabajadores en la nueva época capitalista

los procesos colectivos de trabajo que no alcanzan totalmen-


te a explicitarse en las formas instituidas del método.
En una segunda parte se colocan en diálogo las aser-
ciones, que aunque fragmentarias se consideran claves, de
los fundadores del modo de concebir lo sociológico de los
colectivos y del modo metódico de captarlos o compren-
derlos, para contrastarlos luego con lecturas contemporá-
neas y sus propios límites ante la interrogación de los desa-
fíos en que los coloca su crítica a lo acumulado en razón de
la creatividad de lo colectivo y el encuentro de discursos.
Finalmente se aborda el ensayo propiamente dicho para
postular la posibilidad alternativa, no necesariamente sus-
titutiva, acerca de una metodología de coproducción inves-
tigativa, ejemplificando con alguno de sus componentes
procesuales tales como el encuentro discursivo y el pensa-
miento colectivo así como su materialización a través de
los dispositivos de trabajo que privilegien la investigación
coproductiva, dejando abiertas, en las conclusiones incon-
clusas, las hipótesis que al subrayar lo expuesto abren nue-
vas trilhas para explorar.

a. Paralelos y especulaciones

Nuestro motivo es la producción de conocimientos,


más específicamente, la producción de conocimientos vista
desde los aportes de la sociología y la sociología laboral.
Caben aquí muchas preguntas si consideramos que las re-
flexiones sociológicas giran más frecuentemente en torno
de contenidos y protagonismos sociales que acerca de su
propia base metodológica, bajo determinados supuestos
epistemológicos del producir.
Nuestra mirada, entonces, se posa aquí en el propio
proceso productivo del hacer de los productores, sus méto-
dos y procesos de trabajo.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 137

Pero antes de llegar al meollo de la cuestión cabe pre-


guntarse primero acerca de las distancias y acercamientos
de la producción de estos productores “homo academicus”
(Bourdieu y Wacquant, 1992) y si es diferente a la del pro-
ductor general. “Junto a ese árbol se abría un pasadizo abo-
vedado, tan estrecho, tan bajo, que me pareció imposible
meter la curiara por ahí. Y, sin embargo, nuestra embar-
cación se introdujo en ese angosto túnel, con tan poco es-
pacio para deslizarse que las bordas rasparon duramente
unas raíces retorcidas. Con los remos, con las manos, había
que apartar obstáculos y barreras para llevar adelante esa
navegación increíble, en medio de la maleza anegada.” Alejo
Carpentier, Los pasos perdidos, 1953.

Trilha 14

Cuando el productor de conocimiento social trabaja


desde un punto de vista podría afirmarse que trabaja en
una actividad creadora, transformadora de lo otro, de otros,
y autotransformadora de sí recursivamente. Ello nos aloja
en una definición necesaria sobre el trabajar social en gene-
ral, que suspende por un momento algunos significados del
conocimiento relacionados con sus teleologías.
Trabajo que, desde un punto de vista sociológico, no
puede sino formularse en su diferenciación con las activida-
des en general, trabajo en la historia del trabajo es el campo
donde se desarrolla una tensión por las luchas de apropia-
ción de los recursos, de la sobrevivencia, de la energía.


4
Por trilha puede entenderse: vereda, senda, trilla, trillo, carril, en la Ama-
zonia este vocablo se utiliza para hacer referencia a los senderos o picadas
abiertos en la floresta (selva), en castellano trilla remite al proceso de agri-
cultura que permite separar el grano. Aquí metafóricamente se le otorga
el énfasis asignado como sendero.
138 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Trabajo significa, más allá de una actividad particular, un


campo de apropiación del sobretrabajo (Deleuze y Guattari,
2002; Bialakowsky y Antunes, 2005), trabajo es plustrabajo.
El significado de la sociología del trabajo no remite a
una simple relación creativa sino a un espacio de luchas y
tensiones en derredor de esta (a)expropiación. La alienación
como punto de partida no es más que el camino inverso para
comprender su recorrido histórico (Marx, 1844). Quizás la
propia interrogación sobre el trabajo no es más que una
inducción a la interrogación sobre los conflictos sociales, las
luchas entre clases.

Trilha 2

Ahora bien, qué distingue al capitalismo como sistema


productivo de otros sistemas apropiadores de trabajo, de los
valores que produce la fuerza de trabajo. Marx aporta una
de las claves fundamentales para su comprensión. Lo que
distingue al capitalismo de otros sistemas es la modulación
colectiva de la fuerza de trabajo que él (re)define como coope-
ración.5 Contrario sensu a su uso más difundido, la cooperación
no es una actividad que enlaza solidariamente a los hombres,
sino un instrumento que los aloja en el proceso productivo


5
El proceso de trabajo desde esta perspectiva implica la cooperación que
genera “la forma de trabajo de muchos que, en el mismo lugar y en
equipo, trabajan planificadamente” (Marx, 1867: 395) Así, “el trabajo
individual de cada uno como parte del trabajo colectivo represente fases
diversas del proceso laboral mismo, recorridas con más rapidez por el
objeto de trabajo gracias a la cooperación” (Marx, 1867: 397). “Por lo
demás, la cooperación entre los asalariados no es nada más que un efecto
del capital que los emplea simultáneamente. La conexión entre sus fun-
ciones, su unidad como cuerpo productivo global, radica fuera de ellos,
en el capital, que los reúne y los mantiene cohesionados” (Marx, 1867:
403). De este modo el trabajo se les presenta a los trabajadores como un
plan ajeno y despótico (Marx, 1867).
Los trabajadores en la nueva época capitalista 139

como un arte mecánico maquínico (Gaudemar, 1978) supe-


rior que la distingue de otros procesos de producción social.
La cooperación en este contexto teórico remite a la co-
operación despótica, la cual se expresa con dos significados:
la imposición de un orden militarizado productivo, y la mu-
tación del saber individual en saber colectivo pasible de ser
expropiado por ese otro distinguible del productor.
La calidad del descubrimiento de este concepto es enor-
me pues revela que la cooperación no se encuentra como re-
sultado voluntario de los productores sino por iniciativa del
capitalista. Claro está que no se trata, como hemos aprendi-
do (Foucault, 1976a), de un método encapsulado, vertical,
sino que produce más allá de sí mismo en lo social y en lo
subjetivo.
El resultado de este método es alcanzar una producti-
vidad inalcanzable individualmente, un plusvalor colectivo.
Además, el encuentro forzado va más allá de su formula-
ción metódica, de encuentro colectivo, para multiplicar la
fuerza productiva, la cual igualmente se escapa por sus lí-
neas de fuga en la construcción de oposición, de resistencia
(Holloway, 2004).
El descubrimiento capitalista del significado de la coope-
ración productiva es excepcional, no por cuanto toda obra
de trabajo colectivo ya lo había demostrado históricamente
desde Egipto a Tikal, sino porque la capacidad de modular
y producir un plusvalor, surplus proviene tanto del sobrees-
fuerzo de la fuerza productiva como, y especialmente, de su
interacción productiva a través de su método organizativo
(Coriat, 1979).
De ahí que las luchas no sólo se hayan librado por la
distribución del producto (plusvalía) sino en torno a la apro-
piación de los colectivos. La posesión de lo micro y macro
colectivo es un instrumento extendido del capitalismo. Este
descubrimiento puede verse claramente en los análisis de
los procesos organizativos del trabajo y sus modalidades
140 Los trabajadores en la nueva época capitalista

que han asumido nominaciones homologando las etapas


industriales en sus segmentos tayloristas, fordistas, neofor-
distas, posfordistas (Coriat, 1979; Linhart, 1996; Boyer y
Saillard, 1998; Neffa, 1998).
La cooperación social, en sentido macro, también ha
sido reinstalada como instrumento clave para comprender
la etapa actual (Hardt y Negri, 2002), es una cooperación
social que se extiende en la totalidad del sistema, implicando
en sí a la propia reproducción de la vida, al punto que que-
dan imbricados sistema productivo y reproductivo. Interesa
aquí establecer un paralelo entre las formas fabriles de la
cooperación despótica y la producción de conocimientos.
Para ello debe reconocerse que existe no sólo una
producción individual, sino que dicha producción, en apa-
riencia segmentada, conduce finalmente a una producción
social del excedente que es acumulado, concentrado y ex-
propiado. No es necesario –pensamos– detenernos sobre
los caracteres de concentración científico-tecnológica y sus
actuales consecuencias depredadoras. Cabe sí dirigirnos, en
esta oportunidad, a comprender el núcleo productivo que
sobre bases homólogas mantendrían tres ejes básicos: divi-
sión del trabajo, extracción del surplus colectivo e instalación
de la competencia entre los productores. Esta comprensión,
como veremos, puede resultar bidireccional: por una parte,
dirigida a la comprensión de la organización de colectivos
productores y, por otra, al sujeto social al cual se destina la
producción de conocimientos.
Así, de manera isomórfica a la producción fabril, pue-
de afirmarse que la producción de conocimientos asienta su
base material en el trabajo asalariado de los productores.
Aquí las homologías con el mundo fabril emergen para re-
gistrarse una profundización de la competencia entre pro-
ductores. Se produce un múltiple juego que secundariza el
destino social que podrían alcanzar si obraran conjuntamen-
te. Los sistemas institucionales y sus entramados sociales y
Los trabajadores en la nueva época capitalista 141

subjetivos enfatizan el control sobre los (in)dividuos, pro-


duciéndose así rasgos entrópicos en la capacidad de apro-
piación del surplus colectivo para la transformación social y
reduciéndose la capacidad del colectivo para autoproducirse
como colectivo productor. El tema es desbrozar sociológica-
mente cuál es su significado.
Se alude a sostener posturas éticas y epistemológicas
dialógicas y críticas (Maliandi, 2000) necesarias en la pro-
ducción del conocimiento y, al mismo tiempo, se discurre
acerca de las potencialidades en la utilización de la produc-
ción y el pensamiento colectivo, el encuentro discursivo y
la coproducción de conocimientos. Las claves de la coope-
ración en este sentido –estimamos– aguardan ser redescu-
biertas. Hasta aquí hemos debatido la producción colectiva
dentro del marco de la producción científica o del pensa-
miento intelectual. Corresponde desplazarnos a campos
más amplios, por un lado hacia los actores sociales y, por
el otro, hacia un espacio aun más amplio como es el general
intellect. Como punto de partida a estos interrogantes, puede
afirmarse que nos encontraríamos fuera del conflicto acerca
de polarizar el conocer y transformar lo social por fuera o
por dentro de los actores sociales. Sin disputar la centralidad
de una u otra estrategia –objetivismo o comprensivismo–,
convendría establecer una nueva posibilidad de investigar
con el sujeto investigado.
No se trata de un afuera sino de inclusión coproductiva.
En estos casos se tiende a difuminar varios obstáculos no su-
perados hasta el presente en las metodologías usuales, a saber:
a) la manipulación o apropiación del saber del otro, b) el mo-
nopolio de la interpretación de los datos, c) la concentración
del conocimiento, d) la necesidad de la traducción. La división
entre investigador-investigado sin duda tiene sentido o bien se
justifica por diversidad de motivos: universo, oposición, dis-
tanciamiento, etc. Aquí destacamos la posibilidad de converger
dialógicamente sobre el mundo investigado y promover una
142 Los trabajadores en la nueva época capitalista

forma de conocimiento más directamente apropiable por el ac-


tor social como productor de conocimiento. En esta línea, com-
prendiendo un círculo más amplio en la producción colectiva
del conocimiento, puede hacerse referencia al general intellect.
Tempranamente Marx,6 como otros autores contempo-
ráneamente7 (Virno, 2003; Hardt y Negri, 2002), han seña-
lado sus potencialidades. Sin embargo, en la situación actual
la producción y modulación social del general intellect resulta
extraña a los individuos, situándolos en una posición ajena
en relación a la legitima(da) producción de conocimiento:
“Importa el carácter exterior, social, colectivo que compete a
la actividad intelectual una vez que ella deviene, según Marx,
el verdadero resorte de la producción de riqueza […]. A ex-
cepción de estas páginas de Marx, al intelecto siempre le han
sido atribuidas las características de la reserva y de la ameni-
dad en relación a la esfera pública” (Virno, 2003: 29). Esta
producción social, de manera homóloga al trabajo colectivo
fabril en el sistema capitalista, se ha tornado apropiable.


6
“[Las máquinas] Son órganos del cerebro humano creados por la mano
humana; fuerza objetivada del conocimiento. El desarrollo del capital fixe
revela hasta qué punto el conocimiento o knowledge (saber) social general
se ha convertido en fuerza productiva inmediata, y, por lo tanto, hasta qué
punto las condiciones del proceso de vida social misma ha entrado bajo los
controles del general intellect (intelecto colectivo) y remodeladas conforme
al mismo. Hasta qué punto las fuerzas productivas sociales son traducidas
no sólo en la forma del conocimiento, sino como órganos inmediatos de la
práctica social, del proceso vital real.” (Marx, 1857-1858, V. 2: 230)

7
Al respecto Virno, por ejemplo, propone una actualización conceptual: “El
general intellect es el saber social devenido principal fuerza productiva; es el
conjunto de los paradigmas epistémicos, lenguajes artificiales, constelacio-
nes conceptuales que rigen la comunicación social y las formas de vida”
(Virno, 2003: 95). Así, en esta concepción el general intellect en tanto fuerza
productiva no se hallaría fundamentalmente plasmada en fuerza de trabajo
acumulada (maquinaria) sino en el trabajo vivo, en la interacción comuni-
cativa: “en forma de paradigmas epistémicos, performances dialógicas, jue-
gos lingüísticos. Dicho en otros términos, el intelecto público se identifica
con la cooperación, con el actuar concertadamente del trabajo vivo, con la
competencia comunicativa de los individuos” (Virno, 2003: 65).
Los trabajadores en la nueva época capitalista 143

También el lenguaje, como los discursos científico-tecno-


lógicos y su distribución genérica (en un common land social),
está siendo privatizado y concentrado con efectos hegemóni-
cos. La pregunta que puede hacerse aquí es cómo resistir a
este proceso de concentración sin establecer una modulación
totalitaria y, al mismo tiempo, aprovechar estos descubrimien-
tos. No tenemos una respuesta para este gran desafío pero
intentamos introducir interrogantes sobre algunas cuestiones
necesarias para tener en cuenta: a) hegemonías epistémicas,
b) distribución del conocimiento en la sociedad del conoci-
miento, c) potenciación de la producción colectiva.

b. Intercambios dis-cursivos

En esta segunda parte del ensayo transitaremos por


el sendero (trilha) de autores clásicos y contemporáneos.
Reconocemos en él múltiples recorridos, paradas, miradas,
sin embargo, nos detendremos sólo allí donde consideramos
que los elementos y las reflexiones postuladas por los dife-
rentes autores abonan a nuestra discusión acerca de la pro-
ducción de conocimiento, el hacer de los productores, sus
métodos y procesos de trabajo. En este sentido, resulta peren-
torio aclarar que no es nuestro objetivo presentar un estudio
exhaustivo de la obra de los mismos sino colocar en diálogo,
en intercambio dis-cursivo sus consideraciones tendiendo de
esta manera un puente con nuestros interrogantes.

Trilha 1

En relación con la producción de conocimiento puede de-


tectarse desde los autores clásicos que los aspectos metodoló-
gicos legitimadores de la disciplina científica conducen como
posibilidad a una expropiación y concentración del conoci-
miento. En los programas del positivismo y el iluminismo,
144 Los trabajadores en la nueva época capitalista

corrientes con gran influencia histórica, puede sintetizarse


esta separación entre un saber consagrado y la base social
que participa de la construcción del mismo. Estamos hablan-
do de la utilización en ciencias sociales del saber acumulado,
de la experiencia o de los efectos de lugar (Bourdieu, 1999),
en la posibilidad de producción de conocimiento.
A. Comte, fundador del positivismo, entendía que la
metodología de indagación de la ciencia debía subordinar
la imaginación a la observación y la razón o especulación a
los hechos. El orden intelectual para el autor devendría en
orden social. Desde estos comienzos ciencia y orden social
se encuentran entrelazados. “El verdadero espíritu positivo
consiste, ante todo, en ver para prever, en estudiar lo que es,
a fin de concluir de lo que será, según el dogma general de
la invariabilidad de las leyes naturales” (Comte, 1844: 32).
El iluminismo, por su parte, deposita en la razón hu-
mana las bases para el desarrollo de la ciencia y el progreso
poniendo énfasis en la individualidad como esfera de razón,
autonomía y libertad (Lagorio, 2001). Sobre estos conceptos
que van a ser cuestionados a partir de la primera y segunda
posguerra interesa retomar el cuestionamiento realizado por
la Escuela de Frankfurt.
Los aportes de Horkheimer y Adorno invitan a re-
flexionar sobre la autonomía proclamada por esta manera
de razonar iluminista, ligando la producción de conocimien-
to con las condiciones técnicas que la posibilitan y con el
plusvalor social para la reproducción del sistema. “El saber,
que es poder, no conoce límites, ni en la esclavización de las
criaturas ni en su fácil aquiescencia a los señores del mundo.
Se halla a disposición tanto de todos los fines de la econo-
mía burguesa, en la fábrica y en el campo de batalla, como
de todos los que quieran manipularlo, sin distinción de sus
orígenes […]. La técnica es la esencia de tal saber. Dicho
saber no tiende –sea en Oriente como en Occidente– a los
conceptos y a las imágenes, a la felicidad del conocimiento,
Los trabajadores en la nueva época capitalista 145

sino al método, a la explotación del trabajo, al capital priva-


do o estatal” (Horkheimer y Adorno, 1987: 16).
Entre los autores clásicos de la sociología puede to-
marse, como lo hacemos aquí, fragmentos indicativos en la
producción de Durkheim. Este autor no ignora los aspec-
tos colectivos del pensamiento, la reflexión y la producción
intelectual. Por un lado considera a las representaciones
sociales como una fuente de conocimiento diseminada en
la sociedad y encarnadas en los individuos, de este modo
las categorías del pensamiento se construyen a través de la
cooperación y comunión de los individuos: “Las represen-
taciones colectivas son producto de una inmensa coopera-
ción que se extiende no sólo en el espacio, sino también en
el tiempo […] para construirlas, una inmensa multitud de
espíritus diferentes ha asociado, mezclado y combinado sus
ideas y sus sentimientos; largas series de generaciones han
acumulado allí su saber. Una intelectualidad muy especial
más rica y más compleja que la del individuo, se encuentra
allí concentrada” (Durkheim, 1912: 48).
A su vez Durkheim reconocería, tanto en las representa-
ciones colectivas como en las elaboraciones conceptuales en
la ciencia social, capacidad de producir verdad en su adecua-
ción con la realidad; distinguiría sin embargo entre ambas la
elaboración de validez metódica privativa del conocimiento
científico. “Tenemos tendencia a pensar que, si el concepto es
colectivo, es porque tiende a ser verdadero. Pero solamente
los conceptos científicos revisten ese carácter. Los otros son
elaborados sin método […]. Se puede contestar no obstante
que las representaciones colectivas no están fuera de la ver-
dad lógica. Su generalidad y su fijeza serían imposibles si fue-
ran totalmente inadecuadas a la verdad. El control se hace
mutuamente: las experiencias de todos los individuos se cri-
tican entre ellas. Los conceptos elaborados por la masa y los
que elaboran los sabios no son de naturaleza esencialmente
diferente” (Durkheim, 1955: 156-157).
146 Los trabajadores en la nueva época capitalista

En esta perspectiva entonces la cooperación se encuen-


tra presente en estos dos niveles de producción social, lo
que resulta inasible es el intercambio entre los mismos o la
transferencia entre ellos. Esta separación es argumentada en
la obra del autor a partir de “las reglas del método socioló-
gico” que se fundamentan en una epistemología positivista.
“Los fenómenos son cosas y deben ser tratados como tales
[…] Basta considerar que son el único ‘datum’ de que puede
echar mano el sociólogo. En efecto es cosa todo lo que es
dado, todo lo que se ofrece, o mejor, lo que se impone a la
observación. Tratar los fenómenos como cosas es tratarlos
como ‘datos’” (Durkheim, 1894: 54-55).
Por un lado Durkheim plantea a partir de sus premi-
sas metodológicas la aprehensión del dato por medio de la
transformación de lo social en coseidad, por otro, entiende
que resulta necesaria la realización de una transferencia del
cientista a las masas, y la manera que propone para propi-
ciar dicho encuentro es por medio de instrumentos pedagó-
gicos y de divulgación.8
El reconocimiento del valor del saber del otro queda
entonces fraguado en la formulación de estas reglas y se
complementa con una noción unilateral para la producción
de la transferencia. Estas nociones epistemológicas son en
cierta medida cuestionadas por Max Weber, otro autor en
el que recalamos en este sendero. Por un lado, Weber esta-
blece un distanciamiento de la epistemología positivista: des-
taca la complejidad de la vida social y la multicausalidad de
los fenómenos socioculturales, propone una perspectiva que
complemente la explicación causal con la comprensión de los


8
“Es sobre todo, desde mi punto de vista, por medio del libro, la confe-
rencia, las obras de educación popular que debe ejercerse nuestra acción.
Debemos ser, antes que nada, consejeros, educadores. Estamos hechos
para ayudar a nuestros contemporáneos a reconocerse en sus ideas y en
sus sentimientos antes que para gobernarles” (Durkheim, 1950: 302).
Los trabajadores en la nueva época capitalista 147

sentidos de la acción social y reconoce la subjetividad del in-


vestigador puesta en juego en la producción de conocimiento.
La metodología que propone se basa en la conforma-
ción de tipos ideales entendidos como construcciones que
el investigador ensaya para comprobar conexiones causa-
les. “Respecto de la investigación, el concepto típico ideal
pretende guiar el juicio de imputación: no es una ‘hipó-
tesis’, pero quiere señalar una orientación a la formación
de hipótesis. No constituye una exposición de la realidad,
pero quiere representar medios de expresión unívocos para
representarla […]. Se obtiene mediante el realce unilateral
de uno o de varios puntos de vista y la reunión de una
multitud de fenómenos singulares, difusos y discretos, que
se presentan en mayor medida en unas partes que en otras
o que aparecen de manera esporádica, fenómenos que enca-
jan en aquellos puntos de vista, escogidos unilateralmente,
en un cuadro conceptual en sí unitario” (Weber, 1968: 79).
Weber continúa indicando que paralelamente a la es-
trategia de construcción de tipos ideales, el investigador
debe abocarse a la labor historiográfica y contrastar en qué
medida los casos analizados se acercan o se alejan de los
tipos conformados. En estas recomendaciones estos casos
son aprehendidos mediante la noción de individuos histó-
ricos. Naishtat define de la siguiente manera este abordaje
que fuera categorizado como individualismo metodológico:
“Se entiende por individualismo metodológico la siguiente
regla referida al método de las ciencias sociales: que el ex-
planans de toda explicación social se limite a conceptos de
primer orden, es decir, de individuos humanos, incluyendo
sus orientaciones subjetivas en la acción –sus esperanzas,
temores, creencias, deseos, y valores respectivos–, como así
mismo sus expectativas referidas a las acciones de otros in-
dividuos” (Naishtat, 1998: 61).
Puede decirse que en esta metodología subyace una
influencia iluminista o bien un solipsismo metodológico en
148 Los trabajadores en la nueva época capitalista

tanto no se proponen metodologías colectivas o participativas


de aprehensión del sentido de la acción de los sujetos sociales,
al parecer la comprensión propuesta por Weber queda trun-
cada por la función del interpretador, traductor del sentido de
la acción de otros que corresponde al investigador.9
Por otra parte el saber de los sujetos es apreciado en
tanto conocimiento para sí, es decir, a partir de la valoración
que demuestran en los motivos de acción pero no en tanto
aportantes a la interpretación propuesta en la producción de
conocimiento científico.10

Trilha 2

Los interrogantes que hemos abierto con la revisión de


las propuestas epistemo-metodológicas de autores clásicos,
nos invitan a retomar las cuestiones referentes a los diver-
sos obstáculos y limitaciones identificados en las prácticas


9
A propósito a su vez Naishtat recoge una cita de Weber en la que el autor
reconoce: “Si, en definitiva, me hice sociólogo –como lo indica el decretote
mi nombramiento– ha sido esencialmente con objeto de poner término a
esos ejercicios a base de conceptos colectivos, cuyo espectro no cesa de me-
rodear. En otras palabras, tampoco la sociología puede proceder sino de las
acciones de uno, de algunos o de numerosos individuos separados. Por eso
se encuentra obligada a encontrar métodos estrictamente individualistas”
(Weber, citado en Naishtat, 1998: 62-63; Mommsen, 1965: 25).
10
Resulta interesante recoger dos rastros en las huellas del discurso we-
beriano, así Weber sostendrá respecto de la educación e investigación
en las Universidades: “[...] siguiendo patrones americanos. Los grandes
institutos de Medicina y de Ciencias se han convertido en empresas de
‘capitalismo de Estado’, No pueden realizar su labor sin medios de gran
envergadura y con esto se produce en ellos la misma situación que en
todos aquellos lugares en los que interviene la empresa capitalista: la ‘se-
paración del trabajador y de los medios de producción’. [...] Su situación
es frecuentemente tan precaria como cualquier otra existencia ‘proletaroi-
de’, como le ocurre también al assistant de la Universidad americana. [En
páginas siguientes afirma] [...] la democracia está bien dentro de su propio
ámbito, pero la educación científica, por tradición, hemos de procurar en
las Universidades alemanas, es una cuestión de aristocracia espiritual y
sobre esto no cabe engañarse” (Weber, 1919: 184 y 189).
Los trabajadores en la nueva época capitalista 149

y métodos de investigación que continúan vigentes. No se


trata aquí de invalidar los métodos clásicos, si no de analizar
críticamente por medio de reflexiones que permitan repen-
sarlos y generar nuevas alternativas. Así, al revisar la tradi-
ción clásica, Gouldner (1970) advierte que el conocimiento
es concebido, desde el positivismo, como el producto de
la elaboración de registros sobre la realidad contemplada
como un hecho exterior –lo que es–, aprehensible mediante
la puesta en práctica del dualismo metodológico.
De este modo la instrumentación del conocimiento como
tecnología de control reifica al otro, cuyo saber, inquietudes
o competencias sobre lo social, no sólo es negado, sino que,
en tanto la información comporta un atributo cultural, puede
obtenerse en forma despersonalizada, prescindiendo de los
interrogantes y necesidades de los individuos como tales. Al
analizar críticamente el dualismo metodológico –esto es, el
divorcio entre sujeto y objeto de estudio, como canon sine qua
non de rigurosidad científica–, lo que Gouldner intenta evi-
denciar es la función que éste cumple respecto al método que
subyace al funcionamiento institucional e institucionalizado
de la sociología, por cuanto, al estar inserta en un sistema so-
cial donde prima la distribución desigual de recompensas en
forma selectiva como dispositivo central de control, no se en-
cuentra exenta de su lógica. “Una elite hegemónica no busca
ni utiliza solamente el poder, sino también una autoridad en-
raizada en la disposición de los demás a creer en sus buenas
intenciones, a cesar sus disputas cuando aquella anuncia sus
decisiones, a aceptar su concepción de la realidad y a rechazar
las alternativas que diverjan del statu quo. La estrategia más
eficaz con que cuenta cualquier sistema social estable y sus
elites hegemónicas para inducir a esa conformidad es hacerla
beneficiosa” (Gouldner, 1970: 451).
A partir de esto, por lo tanto, es posible pensar que me-
diante la instalación de un fetichismo metodológico en las
ciencias sociales, se opera la instauración de ficciones que
150 Los trabajadores en la nueva época capitalista

ocultarían mecanismos de control sobre ellas, los fines reales


a los que tributan y al poder hegemónico que absorbe del
conocimiento producido como información. Sin embargo, al
detenernos en las propuestas de la sociología reflexiva, puede
observarse que su planteo se encuentra atravesado por las
mismas dificultades que denuncia ya que, si bien reconoce la
imposición externa de un orden competitivo en las prácticas
productivas al interior de la sociología, al acotarlas al cientista
social como sujeto de conocimiento, ignora tanto la coope-
ración despótica como el carácter colectivo y, por lo tanto,
aquello que es apropiable, es decir el surplus cognoscitivo, con
lo cual se trunca parcialmente la posibilidad de plantear alter-
nativas necesarias frente a la crisis de la sociología occidental.
Así plantea finalmente una solución individual a un
problema que compromete al colectivo cooperante y con
ello se reproduce la –ilusoria– segmentación en el interior de
la producción de conocimiento. “La misión histórica de una
sociología reflexiva tal como yo la concibo sería […] trans-
formar al sociólogo, penetrar profundamente en su vida y
su labor diaria, enriquecerlo con nuevas sensibilidades y
elevar su conciencia a un nuevo nivel histórico” (Gouldner,
1970: 444). “Como programa para una sociología reflexiva
[…] lo que se necesita es nueva praxis que transforme a la
persona del sociólogo […], el objetivo final de una sociolo-
gía reflexiva es profundizar la propia conciencia del soció-
logo, acerca de quién es y lo que es […] y de cómo su rol
social y su praxis personal afectan su obra como sociólogo
[…], ahondar la autoconciencia del sociólogo y su capacidad
de elaborar elementos de información válidos y confiables
acerca del mundo social de otros […] exige una persistente
adhesión al valor de esa conciencia que se expresa a través
de todas las etapas de trabajo” (Gouldner, 1970: 448).
Por otra parte, la ruptura con el dualismo metodológi-
co, en los términos que el autor la propone –aceptación de
la semejanza con el otro, su habilidad, competencia y talento
Los trabajadores en la nueva época capitalista 151

en la comprensión de lo social, así como su consideración


en instancias ejecutivas– puede ser considerada como un
punto inicial en la búsqueda de formas diferenciadoras, de
reducción de la asimetría y convergencia en la relación entre
el cientista social y los otros. Empero, la parcialidad dada a
la primacía que otorga a la reflexividad del sujeto científico
en la relación para con los otros, sin formular prácticas es-
pecíficas en la relación reflexiva con estos, tiende más a la
objetivización del propio observador que a la asunción de la
subjetividad de los observados (Callejo, 1998: 40).
La tradición clásica representa, según Wright Mills, una
promesa que no será cumplida hasta tanto no aceptemos sus
limitaciones actuales.11 Dicha empresa requiere de la refor-
mulación de prácticas investigativas, sus usos culturales y
sentido político teniendo en cuenta aquello que diferencia al
técnico del sociólogo: su imaginación creadora y creativa. La
imaginación sociológica no es privativa de la comunidad in-
telectual, aunque ésta se sienta inclinada por su propio interés
a desarrollarla. Los “individuos corrientes” (Wright Mills,
1977: 23) tienen inquietudes personales y es justamente la
imaginación sociológica la que permite comprender el esce-
nario más amplio en el cual tiene lugar la experiencia indivi-
dual, la intersección entre historia y biografía.


11
“Creo, en resumen, que lo que puede llamarse análisis social clásico es
una serie de tradiciones definibles y usables; que su característica esencial
es el interés por las estructuras sociales históricas; y que sus problemas
tienen relación directa con los urgentes problemas públicos y las insis-
tentes inquietudes humanas. Creo que hay actualmente grandes obstá-
culos en el camino de la continuidad de esa tradición –tanto dentro de
las ciencias sociales como en sus ambientes académico y político–; pero
que, no obstante, las cualidades mentales que la constituyen, se están
convirtiendo en un denominador común de nuestra vida cultural general
y que, aunque vagamente y bajo una confusa variedad de disfraces, están
empezando a dejarse sentir como una necesidad. [...] En esa oportunidad
se revelan la promesa intelectual de las ciencias sociales, los usos cultura-
les de la imaginación sociológica y el sentido político de los estudios sobre
el hombre y la sociedad” (Wright Mills, 1977: 40-41).
152 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Aceptar la sustitución de los métodos por la metodolo-


gía, que generalmente se opera, implica anular la imagina-
ción sociológica y relegar su actividad y producción al ám-
bito técnico-ingenieril, dejando de lado la creación artesanal
de nuevas alternativas que se adapten a los desafíos que
enfrentamos en la actualidad.
Sin embargo, W. Mills nos coloca en el borde del dile-
ma, ya que sin variar el encuadre investigador investigado,
la crítica sobre la utilización incuestionada de una metodo-
logía postulada como única opción científicamente válida
para la producción de conocimiento queda sesgada. A pesar
de la apertura plasmada en las críticas de estos autores, el
anclaje en torno a lo externo o interno en la investigación
sociológica clásica continúa ocupando centralidad, con lo
cual se retroalimentan –pensamos– las dificultades para
imaginar una ruptura en dirección de una metodología más
abarcativa, por ello la imaginación sociológica nos incita
aún a abrir nuevos senderos.

Trilha 3

Si bien las perspectivas puestas en diálogo en las tril-


has anteriores resultan un punto de partida en el análisis,
nuestra hipótesis señala que en la evolución de las prácti-
cas de investigación las fisuras mencionadas se heredan,
se reproducen, se mantienen latentes en el proceso de
trabajo del investigador. Esta afirmación no desconoce
las reflexiones que diversos autores contemporáneos han
realizado en derredor del tema, problematizando y enun-
ciando las fallas que emergen del proceso de trabajo, de
la naturaleza de la relación que se establece entre el inves-
tigador social y su objeto de estudio, de la transferencia
de los productos o acerca de la distribución del saber.
Sobre estos puntos continuamos este diálogo imaginario
con los autores.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 153

Una aproximación al modus operandi de la sociología de


Pierre Bourdieu nos brinda algunos elementos para reflexio-
nar acerca del método en la producción de conocimientos.
A. Gutiérrez ha expresado en una fórmula las reglas que
este intelectual propone para comprender las prácticas de
los agentes sociales así como las propias prácticas del inves-
tigador: “Conocimiento de los mecanismos y de los senti-
dos + autosocioanálisis asistido + autosocioanálisis propio
(objetivación del sujeto objetivante) = posibilidad de actuar
y obligación de hacerlo” (Gutiérrez, 2000: 19).
Así, Bourdieu señala un camino a transitar al proponer
un punto de encuentro entre sujeto y sujeto-objeto de cono-
cimiento a través del autosocioanálisis asistido, inauguran-
do un proceso interactivo y dialógico entre el investigador
y los sujetos de investigación en el proceso de producción
de conocimiento. Sin embargo, nos deja abiertos al menos
dos interrogantes: el primero, vinculado con la relación asi-
métrica que subyace al método –el investigador actúa como
guía a la vez que reside en él la posibilidad de acción–; el
segundo, relativo a la apropiación del conocimiento, es de-
cir, la disputa por la autoridad científica como capacidad de
hablar y de actuar legítimamente en materia de ciencia.
Por otra parte, en una de sus últimas conferencias, P.
Bourdieu ha avanzado en la crítica a las prácticas del in-
vestigador, en especial en lo que respecta a la cuestión de
la neutralidad a partir del reconocimiento de una creciente
dominación del capital cultural por el capital económico,
a la cuestión del distanciamiento, en virtud de las nuevas
necesidades sociales y, finalmente, a la necesidad de romper
con la actual organización del trabajo y la preeminencia de
la producción individual en pos de adecuarse a las exigen-
cias de competitividad en el campo académico. “Me parece
necesario, para concluir, llamar a los investigadores a mo-
vilizarse para defender su autonomía y para imponer los
valores ligados a su oficio.
154 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Diciendo esto tengo conciencia de exponerme a cho-


car con aquellos que, eligiendo las facilidades virtuosas del
encierro en su torre de marfil, ven en la intervención fue-
ra de la esfera académica una peligrosa falta a la famosa
‘neutralidad axiológica’ identificada con razón o sin ella,
a la neutralidad científica. [...] [E]s que sólo esta suerte de
intelectual colectivo me parece capaz, hoy de inventar y
de imponer, en lazos con sindicatos, las asociaciones, y to-
dos los grupos en lucha, una Realpolitik de la razón, una
política de intervención en el mundo social que obedezca,
tanto como sea posible, a las reglas en vigor en el campo
científico; capaz, también, de hacer entrar en el debate pú-
blico, donde están trágicamente ausentes, las conquistas
más avanzadas de la ciencia... [...] Quisiera para terminar,
decir que mi primera contribución a la empresa colecti-
va que requiero con deseo, podría ser, no la de proponer
aunque más no fuese el esbozo de un programa de acción,
sino la de apelar y la de trabajar en la invención de la
organización del trabajo que es necesaria para producir el
intelectual colectivo interdisciplinario e internacional, que
será capaz de producir tal programa.
En otros términos, la tarea más urgente es la de encon-
trar los medios materiales, económicos y también intelec-
tuales, en primer lugar, para incitar a todos los investiga-
dores competentes y de buena voluntad a aceptar entrar en
el juego de la investigación colectiva, y unir sus esfuerzos
para proponer, discutir, elaborar e imponer colectivamente
un conjunto de problemas y posiciones progresistas que hoy
no existen sino en el estado virtual de pensamientos priva-
dos y aislados” (Bourdieu, 2000: 34-37).
Esta reflexión nos invita a redescubrir tanto el plusva-
lor de la cooperación en el proceso de trabajo del investiga-
dor como la necesidad de crear puentes entre las ciencias
sociales, la política, la ciudadanía. Y en este sentido, el desa-
fío que se impone a futuro indudablemente es romper con
Los trabajadores en la nueva época capitalista 155

el aislamiento que impone la división del trabajo, la especia-


lización y los métodos positivos de investigación.
Asimismo, el recorrido por este sendero de autores
contemporáneos conduce a introducir las palabras de M.
Foucault, tributario de las ciencias sociales, quien abona a
la discusión a partir de su crítica a las disciplinas: “las disci-
plinas tienen su discurso. Son [...] creadoras de aparatos de
saber y de múltiples dominaciones de conocimiento. Son
extraordinariamente inventivas en el orden de los aparatos
que forman saber y conocimientos. [...] [L]as disciplinas
conllevarán un discurso que será el de la regla, no el de la
regla jurídica derivada de la soberanía, sino el de la regla
natural, es decir, el de la norma. Definirán un código que
no será el de la ley sino el de la normalización, se referirán
a un horizonte teórico que no serán las construcciones del
derecho, sino el campo de las ciencias humanas, y su ju-
risprudencia será la de un saber clínico” (Foucault, 1976b:
159). En nuestra perspectiva, este análisis interpela acerca
de la posibilidad de pensar las ciencias humanas no ya
como mecanismos de dominación, sino como discursos ca-
paces de dialogar, de aceptar las diferencias, de coproducir
códigos.
Por otra parte, M. Foucault contribuye a la discusión
central de este ensayo referente al hacer de los productores,
sus métodos y procesos de trabajo a partir de su reflexión
acerca de la relación entre los intelectuales, la sociedad, el
saber y el poder: “los intelectuales han descubierto, después
de las recientes luchas, que las masas no los necesitan para
saber; ellas saben perfectamente, claramente, mucho me-
jor que ellos; y además lo dicen muy bien. Sin embargo,
existe un sistema de poder que intercepta, prohíbe, invalida
ese discurso y ese saber. Poder que no está tan sólo en las
instancias superiores de la censura, sino que penetra de un
modo profundo, muy sutilmente, en toda la red de la so-
ciedad. Ellos mismos, los intelectuales, forman parte de ese
156 Los trabajadores en la nueva época capitalista

sistema de poder, la propia idea de que son los agentes de la


‘conciencia’ y del discurso forma parte de ese sistema.
El papel del intelectual ya no consiste en colocarse ‘un
poco adelante o al lado’ para decir la verdad muda de to-
dos; más bien consiste en luchar contra las formas de poder
allí donde es a la vez su objeto e instrumento: en el orden
del ‘saber’, de la ‘verdad’, de la ‘conciencia’, del ‘discurso’”
(Deleuze y Foucault, 1972: 9). Y luego también dirá: “El
intelectual no puede seguir desempeñando el papel de dar
consejos. El proceso, las tácticas, los objetivos deben pro-
porcionárselos aquellos que luchan y forcejean para encon-
trarlos. Lo que el intelectual puede hacer es dar instrumen-
tos de análisis, y en la actualidad éste es esencialmente el
papel del historiador” (Foucault, 1975: 117).
La microfísica del poder, penetra el método de produc-
ción de conocimientos, y nos presenta un esquema explica-
tivo complejo acerca de la distribución del saber –o de su
falta–, de la revalorización de la función iluminista de los in-
telectuales, de la dificultad, una vez más, de establecer nexos
entre el saber científico y el saber popular. Estas proclamas,
estos enunciados acerca de la necesidad de un investigador
colectivo, del diseño de un nuevo rol para el cientista social
nos presentan, simultáneamente, una pregunta y un desafío,
así nos interrogamos acerca de cuál será el método que estos
autores piensan para esa práctica, a la vez que nos planteamos
el desafío de la empresa colectiva y del saber coproductivo.

c. Coproducir, significados, lógicas


y prácticas investigativas

Antes de avanzar, conviene reiterar nuestra convicción


en dos cuestiones, una es que al referirnos a la coproducción
investigativa se reconocen antecedentes privilegiados tanto
en las propuestas transdisciplinarias e interdisciplinarias
Los trabajadores en la nueva época capitalista 157

complejas (Morin, 1990; García, 1994), como en la pedago-


gía de la pregunta freireana, como en el desarrollo pionero
de la investigación acción participativa (Fals Borda, 1987)12
y otra cuestión básica es que esta metodología no intenta
sustituir las más difundidas cuanti-cualitativas en la sociolo-
gía y las ciencias sociales, en muchos puntos se torna com-
plementaria, en otros como pensamos se constituye en una
alternativa teórico-práctica.
Ello no oculta que, coincidiendo con Irene Vasilachis
postulemos, como investigadores, participar de paradigmas
emergentes13 donde el conocimiento del sujeto a investigar


12
Orlando Fals Borda señala respecto de la Investigación-Acción y aportes
del saber popular metodologías referidas básicamente a: 1) autencidad y
compromiso, 2) antidogmatismo, 3) devolución sistemática (a. diferencial
de comunicación, b. simplicidad de comunicación, c. autoinvestigación y
control, d. vulgarización técnica), 4) reflujo a intelectuales orgánicos, 5)
ritmo reflexión acción, 6) ciencia modesta y técnicas dialógicas, (y agre-
guemos al listado) 7) la región: valores sustanciales y marginales (Fals
Borda, 1987: 109-119).

13
Por su parte I. Vasilachis de Gialdino, haciendo una lectura acerca de
los paradigmas epistemológicos en ciencias sociales, concluye que en las
citadas ciencias coexisten en la actualidad tres paradigmas, dos de ellos
consolidados: el materialista histórico y el positivista y un tercero –el
interpretativo– en vías de consolidación. Los supuestos de este último,
según la autora son: “a) la resistencia a la ‘naturalización’ del mundo
social; b) la relevancia del concepto del mundo de la vida; c) el paso de
la observación a la comprensión del punto de vista externo al punto de
vista interno y d) la doble hermenéutica” (2003: 48-49). Así, propone una
nueva lectura del paradigma interpretativo a la luz de los postulados de
la Epistemología del Sujeto Conocido por oposición a una reflexión epis-
temológica centrada en el sujeto cognoscente. En este sentido, la autora
sintetiza los presupuestos de la Epistemología del Sujeto Conocido en
cinco puntos: “a) en lo que hace a la capacidad de conocer esta epistemo-
logía parte del principio de la igualdad esencial entre los seres humanos
y de la identidad común del que conoce y del que es conocido y, por
tanto, considera al conocimiento como una construcción cooperativa; b)
respecto de las formas de conocer plantea la disolución, el desmembra-
miento, la dispersión, la anulación de los paradigmas epistemológicos en
cuanto impongan límites a la manifestación del sujeto conocido en toda
su esencia e identidad; c) en lo que se refiere al alcance del conocimiento,
158 Los trabajadores en la nueva época capitalista

quede en posibilidad de participar críticamente. Para refe-


rirnos a la acción de la coproducción investigativa debemos
distinguir entonces dos planos que permanentemente he-
mos tratado de sugerir, una latencia colectiva en todo tipo
de producción de conocimientos y un plano dirigido a la
apropiación del producto de ese proceso colectivo, ya sea
molecular ya sea molar.14 En este campo se distinguen a su
vez tres atributos, el pensamiento colectivo, la producción
política del saber y el proceso de trabajo.
Podríamos partir de una afirmación: el pensamiento no
ocurre en soledad.15 Desde un punto de vista epistemológi-

la aceptación de la necesidad de que ese sujeto se manifieste integralmen-


te conduce a que el que intenta conocer se resista a emplear conceptua-
lizaciones, categorizaciones, tipologizaciones de ese sujeto por medio de
nociones previas y/o parciales respeto de su identidad; d) en cuanto a la
validez del conocimiento se estima que el conocimiento científico no es
más que una forma socialmente legitimada de representar la realidad y
se le acuerda significación central a la representación «privilegiada» de
los actores sociales y e) en relación con el desarrollo del conocimiento
propone nuevas formas de conocer con capacidad tanto para dar cuenta
de la igualdad esencial y de la diferencia existencial propia de los seres
humanos como para evitar que sean consideradas como esenciales sus
diferencias existenciales” (2003: 49).
14
Con referencia a los conceptos de molecular y molar Deleuze y Guattari
expresan lo siguiente: “Toda sociedad, pero también todo individuo es-
tán, pues, atravesados por las dos segmentaridades a la vez: una molar y
otra molecular. Si se distinguen es porque no tienen los mismos términos,
ni las mismas relaciones, ni la misma naturaleza, ni el mismo tipo de
multiplicidad. Y si son inseparables es porque coexisten, pasan la una a
la otra, según figuras diferentes... En resumen, todo es política pero toda
política es a la vez macropolítica y micropolítica” (2002: 218).

15
Este aserto intenta contraponer y dialogar con un título con que un ma-
tutino encabezaba un artículo del destacado investigador francés Tzvetan
Todorov que se titulaba allí “El pensamiento ocurre en soledad”, y en su
texto opinaba por ejemplo: “Antes y después de la investigación en sí, el
intercambio es positivo. Pero en el corazón mismo de su trabajo los inves-
tigadores siguen estando aislados, solitarios incluso. ¿Por qué? Por una ra-
zón muy simple ni los laboratorios ni las instituciones ni los pasillos comu-
nes en donde se desarrolla la vida colectiva piensan. Sólo los individuos
piensan. Ahora bien: sin pensamiento, la investigación está condenada a la
Los trabajadores en la nueva época capitalista 159

co Ricardo Maliandi expresa: “Sostener la dialogicidad de


la razón obliga a abandonar la vieja creencia de que nues-
tros razonamientos se desarrollan dentro de nuestras cabe-
zas individuales, aunque haya o no comunicación dialógica
con otras cabezas individuales. Esa creencia junto con su co-
rrespondiente actitud, es considerada hoy como ‘solipsismo
metódico’, y en ella se da por supuesto que desde nuestro
‘yo’ pensante, en soledad (es decir, al margen de nuestra
inserción en una comunidad de comunicación), podemos
razonar y hallar todo tipo de verdades.
Se incurre en el mencionado solipsismo cuando no
se advierte que el sentido y la validez de lo que pensamos
dependen del intercambio comunicativo con interlocutores
reales o potenciales. Se lo evita, en cambio, cuando se ad-
mite que cada uno de nosotros vehiculiza pensamientos o
razonamientos elaborados por un medio comunitario, y, en
definitiva, por la humanidad” (2000: 68 y 69).

muerte” (Clarín, 4 de diciembre de2002: 19). Ciertamente el investigador


se encuentra en medio de una tensión frente a una “Carta de informa-
ción” interna que recibe del Centro Nacional de la Investigación Científica
(CNRS) de Francia que propugnaba en el campo de las ciencias sociales
y humanas “aumentar la visibilidad de la producción científico francesa”
preconizando “que se intensifique la vida colectiva de los investigadores”.
Más allá que lo dicho puede expresar un fragmento de un conflicto más
amplio, resulta extraño y paradójico que el autor de La conquista de Améri-
ca. El problema del otro, pueda describir tan excepcionalmente los procesos
de colonización y no cite este trasfondo común del encuentro discursivo,
dialógico de todo pensamiento. El mismo autor declaraba de su libro: “A
la pregunta acerca de cómo comportarse frente al otro no encuentro más
manera de responder que contando una historia ejemplar: la del descubri-
miento y conquista de América. Al mismo tiempo, esta investigación ética
es una reflexión sobre los signos, la interpretación y la comunicación: pues
la semiótica no puede pensarse fuera de la relación con el otro”. Quizás,
esperemos no exagerar, cuando se trata de procesos de trabajo colectivos
para la producción intelectual, en ese punto lo proyectado sobre el objeto
de análisis (el otro) no se torna recursivo y se expresa posiblemente enton-
ces en lo que hemos denominado como una fisura.
160 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Esta cita le otorga un elemento radical a esta cuestión


fundante, como también lo expresa Nancy precediendo al
texto Communitas de Esposito: “Es evidente que nosotros so-
mos juntos (de otro modo no habría nadie para leer esto,
que tampoco sería escrito, menos aún publicado y, por
ende, comunicado). Es evidente que nosotros existimos in-
disociables de nuestra sociedad, si se entiende por ello no
nuestras organizaciones ni nuestras instituciones, sino nues-
tra sociación, la cual es mucho más que una asociación y
algo muy distinto de ella [...], es una condición coexistente
que nos es co-esencial” (2003: 13).
Estimamos que no es necesario extremar sobre enti-
dades polarizadas ya que el pensamiento subjetivo y el
pensamiento colectivo se suponen inescindibles, bastaría
reconocer que el pensamiento colectivo subsiste y podría
ser incorporado como alternativa complementaria en la ac-
ción investigativa. El aspecto político que citábamos como
zona a explorar, se entiende aquí que nos referimos a las
cuestiones del poder orientados por el enfoque foucaultia-
no, trata de comprender que la investigación pone en juego
el poder tanto en su exterioridad como en su interioridad.
Lo que importa aquí, además de repensar el destino y la
transferencia de conocimientos para la sociedad, imaginario
social siempre incompleto e imposible, es comentar que su
producción y distribución se encuentra sesgada, escotomi-
zada, por un lado.
Por otro, que la utilización del saber deberá ser traduci-
da, aun cuando su destino constituya ese para de aplicación
científica, nuevamente una representación imposible. Así
en ese interior se enfrentan dos trabajadores, el investiga-
dor y el trabajador investigado, en la medida que el mé-
todo impone la invisibilización del investigado, se produce
una succión de conocimiento por una parte y una pérdida
de plusvalor por la otra, que la cooperación (asimétrica)
impone. Poder y saber, se reflejan en el interior no dicho
Los trabajadores en la nueva época capitalista 161

del proceso de trabajo que dispone el método “neutral” y


objetivo. Cabe entonces interrogarse acerca de los efectos
políticos de la apropiación: “El general intellect, o intelecto pú-
blico, si no devienen república, esfera pública, comunidad
política, multiplica localmente las formas de la sumisión”
(Virno, 2003: 33).
El interrogante acerca de la productividad creativa, pro-
ducción y apropiación del general intellect abarca entonces un
sentido semántico amplio que difumina los límites prescripti-
vos de la metodología, otorgando complejidad a los procesos
de reconocimiento y producción del pensamiento colectivo.
La coproducción investigativa se propone entonces mo-
ver, un poco al menos, estas barreras del pensamiento en so-
ledad, el poder asimétrico sobre el investigado (encuestado,
entrevistado, caso, dato, etc.) y revertir en el proceso de trabajo
investigativo la cooperación despótica, multiplicando, por hi-
pótesis, la potencialidad de la cooperación en su carácter esen-
cial de producir plusvalor del trabajo colectivo. Lo que importa
es rescatar (recuperar) metodológicamente esta potencialidad
del con que puede reemplazar alternativamente al para.

d. Acerca del juego de verdad


y el método como discurso

“65 mineros atrapados: El gobierno mexicano espera


hacer contacto este miércoles con los mineros atrapados
desde el domingo en una mina a 150 metros bajo tierra, dijo
en entrevista radiofónica el Secretario de Trabajo: ‘Estamos
más cerca que nunca y hoy están modificando la concentra-
ción de gases para poder avanzar más rápido, están inyec-
tando aire, o sea que con mucha probabilidad hoy a medio
día ya podamos hacer contacto con los mineros, incomuni-
cados tras la explosión en la mina Pasta de Conchos, ubi-
cada en San Juan de Sabinas, Coahuila, norte de México.’”
162 Los trabajadores en la nueva época capitalista

“Para enfrentar la tragedia, había dicho que los primeros


contactos con los mineros se lograrían el pasado martes, sin
embargo otro derrumbe hizo necesario volver a cavar con
picos y palas, debido a la amenaza que representa la maqui-
naria pesada ante la presencia de gas en el ambiente.” (Página
12, 22 de febrero de 2006). “El trágico fin de los mineros
mexicanos: Mientras los 65 mineros morían (quien sabe si en
el momento de la explosión o posteriormente en atroz tortu-
ra, lo que sólo podría saberse si continuará la cara, peligrosa
y quizás inútil búsqueda) [...] hoy tiene(n) interés en tapar ‘el
pozo’ cuanto antes para que no se investiguen [...] las condi-
ciones que provocaron la tragedia de los mineros mexicanos.”
(Red Voltairenet.org, 8 de marzo de 2006)
Qué es el saber, dónde debe colocarse la interrogación,
cuál es el método, quién es el sujeto de interrogación. El
problema es permanente y está bien que así lo sea: el saber
se acumula, el saber se distribuye, el conocimiento es provi-
sorio, siempre ha constituido un juego de verdad (Foucault,
1978), un consenso entre determinados sujetos que acuer-
dan un paradigma de comprensión y prueba (Kuhn, 1962;
Sousa Santos, 2003), una asimilación del escotoma.
Pero en cualquier caso constituye una fuerza. La obser-
vación de Horkheimer (1932) ha sido significativa al respec-
to, la ciencia participa de la vida social y constituye por so-
bre todo una fuerza y un medio de producción: “La ciencia,
en la teoría de la sociedad sostenida por Marx, figura entre
las fuerzas productivas del hombre.
La ciencia hace posible el sistema industrial moderno,
ya como condición de carácter dinámico del pensamien-
to –carácter que, en los últimos siglos, se ha desarrollado
con ella-, ya como configuración de conocimientos simples
acerca de la naturaleza y del mundo humano –conocimien-
tos que, en los países adelantados, están al alcance inclu-
so de los miembros de los estratos sociales más bajos-, y
no menos como componente de la capacidad espiritual del
Los trabajadores en la nueva época capitalista 163

investigador, cuyos descubrimientos contribuyen a determi-


nar, en modo decisivo, la forma de vida social.
En la medida en que la ciencia existe como medio para
la producción de valores sociales, es decir, se halla formula-
da según métodos de producción, ella también tiene el papel
de un medio de producción” (Horkheimer, 1974: 15).
Los mineros de Coahuila, u otros casos paradigmáticos
pueden (deben) constituir iconos de reflexión; en las trage-
dias laborales se trata, nos preguntamos, de una carencia
de conocimientos o quizás de una forma determinada de
producir la distribución de saberes. La distribución de las
formas que asume el trabajo no son ajenas al avance cien-
tífico y a sus modos de apropiación.16 Hallamos al respec-
to una estructura muy densa en el planteo de Horkheimer,
que retoma el acervo clásico, ya que si la fuerza productiva
del saber queda integrada a la fuerza productiva del trabajo
material, cabe preguntarse cómo se constituye hasta hoy el
método de producción científica que no puede (como for-
ma de poder) prever su destino escindente (alienado) en la
distribución, participando entonces de una combinación de
territorios vedados (Gouldner, 1970).
Conviene ya sin más abocarnos a la praxis, praxis
como hacer político y proceso de trabajo que hemos coloca-
do en diálogo imaginario. No se trata de instalar un nuevo
contrapunto (Durkheim-Giddens)17 acerca de las reglas del

16
“La fuerza colectiva del trabajo, su condición de trabajo social, es por
ende la fuerza colectiva del capital. Otro tanto ocurre con la ciencia Otro
tanto con la división del trabajo, tal cual aparece en cuanto división de los
employments y del intercambio resultante. Todos los poderes sociales de
la producción son fuerzas productivas del capital, y este mismo se pre-
senta, pues, como el sujeto de esas fuerzas.” (Marx, 1857-1858, V. 2: 86)

17
Los “supuestos” enunciados por Anthony Giddens, para “ejemplificar
sus diferencias respecto del famoso manifiesto sociológico que Durkhe-
im produjo [...] (y si bien) Esta enunciación no constituye en sí y por sí
un ‘programa’ para la investigación sociológica, aunque la considero un
elemento integral de tal programa. La subclasificación que se ofrece [...]
164 Los trabajadores en la nueva época capitalista

método sino de criterios que podrían fundar una práctica


coproductiva y sus potencialidades. Así distinguimos dos
procesos como puntos iniciales, el encuentro discursivo y la
centralidad del proceso de interrogación.
El proceso investigativo parte de supuestos, no siempre
explicitados, acerca de la existencia de dos tipos de asime-
tría: el poder científico acumulado y el saber sobre el objeto
de interrogación que posee el propio sujeto investigado. Uno
y otro saber se presentan necesarios y complementarios, sin
duda especialmente en la ciencia social aplicada y empírica.
Ahora bien el método positivista inhibe al investigado para
desplegar su saber más allá de la métrica experimental o
censal aplicada a él, el investigador queda inhibido a su vez
de explicitar el encuentro discursivo.
El dato no tiene existencia sin esta dialéctica real (García,
1994), sobre la cual se asienta la ficción de unilateralidad del
investigador sobre esa bilateralidad material. Cabe entonces
aquí fijar una práctica de profundización que aprehendiera
por un lado la cooperación entre investigadores y por el
otro al poseedor del saber interrogado, transformándolos
metodológicamente en coproductores. Las asimetrías qui-
zás no serán nunca superables, pero puede operarse sobre
ellas éticamente para reducir el extrañamiento que supone
la práctica investigativa, especialmente en los estudios socia-
les cuya teleología está destinada a los actores investigados.
De ahí se deduce lógicamente que se trata de iniciar un
largo proceso que de ningún modo puede superarse con las
técnicas de consulta, se trata de poner en marcha un (largo)

a grandes trazos [...]: la sección A concierne al ‘asunto de la sociología’:


la producción y reproducción de la sociedad; la sección B, a los límites
del obrar y a los modos en que se pueden examinar los procesos de pro-
ducción; la sección C, a los modos en que “se observan” la vida social y
se establecen caracterizaciones de actividad social; la sección D, a la for-
mulación de conceptos dentro de los marcos de sentido de ciencia social
como metalenguajes” (Giddens, 1997: 192).
Los trabajadores en la nueva época capitalista 165

proceso coproductivo por medio de un colectivo productor


de conocimientos, que requerirá nuevos diseños técnicos.18 Se
sigue que en el proceso del encuentro discursivo, en el marco
de una lógica y una ética convergente (Maliandi, 2000), la
argumentación cumple un rol relevante, pero ella no puede
instalarse más que como punto de partida. El juego de verdad
ya no constituye un producto final sino una dinámica per-
manente, la argumentación debe admitir la posibilidad de la
crítica; los productores se encuentran asociados en cualquier
caso, lo que cabe es que su conexión se amplifique.
El investigador, en este caso, al reconocer las mutuas asi-
metrías, cede paso a una cuestión metodológica al propulsar
la capacidad de mutua interrogación, la regla –si existiera–
debería iniciarse en este hueco y la diversidad conceptual, teó-
rica y metodológica debería provocar ante todo la pregunta
(García, 1994). La producción (creación) de conocimientos
en esta línea no es una presentación argumentativa apriorís-
tica sino un trayecto de descubrimiento, codescubrimiento.
Ahora bien, tenemos los dos procesos: encuentro e interro-
gación, cabe agregar en el diseño de este primer segmento
metódico, parte esencial de su sustancia: el proceso social
de trabajo que lo materializa. En este sentido reconocemos
avances en las propuestas ya sea interdisciplinarias, trans-
disciplinarias, como en la investigación acción participativa.
La condición que se subraya aquí es la constitución material
encarnada en colectivos de cotrabajo de mediano y largo
plazo, los colectivos así instituyen dispositivos coproducti-
vos. El dispositivo no coproduce en un trayecto lineal, se
formula y reformula permanentemente, instala en la práctica


18
“Son momentos en que el sujeto o el colectivo están obligados a conside-
rar el propio deseo, los intereses y necesidades, así como el de otras agru-
paciones a las que pretenden atraer o combatir. Construir un proyecto o
coproducir un colectivo implica producir sentido para la acción y exige
también la consideración de los medios materiales y subjetivos necesarios
para la tarea.” (De Sousa Campos, 2001: 202)
166 Los trabajadores en la nueva época capitalista

cotidiana un ejercicio de deconstrucción y reconstrucción a


partir de la crítica del material que investiga. El dispositivo
que tiene como objetivo dinamizar los procesos antedichos
se aloja en el lugar (Bourdieu, 1999) mismo, intenta de este
modo acortar la distancia entre procesos productivos y labo-
ratorio de análisis social.
El dispositivo debe soportar el rigor del encuentro
discursivo y la interrogación como propulsoras de motiva-
ciones, pero al mismo tiempo de gran complejidad entre
las tensiones-producciones de lo colectivo y subjetivo, de
lo instituido e instituyente, de lo inmediato e histórico, de
los contenidos y de sus lógicas subyacentes. El encuentro
posee densidad en volumen (profundidad) y proyecciones
temporales. De modo que siempre se juega la verdad y la
práctica, la cotidianidad y la trascendencia, tanto como una
situación hologramática acerca de las representaciones so-
ciales como porque se ponen en juego dentro del dispositivo
ensayos moleculares de fragmentos de una utopía acerca de
la democratización del descubrimiento.

e. Conclusiones inconclusas

El objetivo de este ensayo está dirigido a profundizar el


debate acerca de la producción de conocimiento sociológico
desde la perspectiva de los procesos de trabajo. Para ello
hemos iniciado la elaboración produciendo imágenes espe-
culares desde las clásicas interpretaciones de las organizacio-
nes productivas que distinguen al capitalismo como sistema,
para pasar a reflexionar sobre los posibles isomorfismos de
la producción intelectual. De este modo descubrimos sus
caracteres homólogos referidos a la división del trabajo, asa-
larización y cooperación.
En este sentido los interrogantes que se abren ya no
sólo se refieren a la neutralidad política de los conocimientos
Los trabajadores en la nueva época capitalista 167

sino también a la necesidad de explorar la materialidad de


los procesos de trabajo que subyacen a todo el proceso de
descubrimiento e intento de transformación de la realidad
social.19 Así pareció oportuno colocar en diálogo, en inter-
cambio discursivo, elementos básicos de consideración que
postularon los fundadores acerca de lo colectivo, de los
métodos o reglas de la investigación social y acerca de su
práctica. Hemos tendido así un puente entre concepciones y
criterios metodológicos y las situaciones de borde que plan-
tean los autores contemporáneos.
Nuestra primera conclusión es que en determinadas
posturas clásicas la noción de colectivo y producción de
pensamiento colectivo están presentes, sin embargo en el
desarrollo de las reglas o su aplicación práctica se abre una
fisura, que pasa de lo social al solipsismo metodológico
(Maliandi, 2000). Esta fisura queda opacada junto con los
procesos de trabajo que materializan la acción del conocer
sociológico, se produce así un vacío, que más que una ca-
rencia se torna una producción activa. Así pensamos esta-
bleciendo un diálogo con otros autores, que señalan este
borde al poner en crítica el saber disciplinario y sus relacio-
nes con el poder y el juego de verdad, así como la necesidad
de crear redes de productores colectivos de conocimiento.
Éste es el desafío frente al riesgo de la fragmentación de
conocimientos, frente a las limitaciones del cambio social,
frente a la imposibilidad de dar respuestas unilaterales.
Queda demostrado que el “pensamiento no ocurre en
soledad”, sino que ocurre en el diálogo, metafóricamente
entre cobebedores que participan en el symposium (Marí,


19
Complementariamente véase al respecto la discusión que se abre al pro-
ponerse la investigación científica como un derecho humano universal.
Cfr.: Declaration of Academic Freedom. Scientific Human Rights (De-
claración de Libertad Académica. Derechos científicos del Ser Humano),
introducida por Dmitri Rabounski, Editor Jefe de la revista Progress in
Physics, en Progress in Physics, volumen 2, abril de 2006.
168 Los trabajadores en la nueva época capitalista

2001). Ahora bien, nos interrogamos si es posible traducir


este antecedente implícito y necesario en la acción del cono-
cimiento en una acción metodológica, no se trata de ningún
modo de sustituir el descubrimiento subjetivo, sino por el
contrario de potenciarlo y abrir alternativas complementa-
rias de investigaciones coproductivas.

Bibliografía

Bialakowsky, Alberto y Antunes, Ricardo (2005), “Introducción.


Hipótesis y notas críticas sobre el trabajo y el capitalis-
mo actual”, en Bialakowsky, Alberto L.; Partida, Raquel;
Antunes, Ricardo y Costa, María I. (comp.), Trabajo y capi-
talismo entre siglos en Latinoamérica. El trabajo entre la perennidad
y superfluidad, Guadalajara, Universidad de Guadalajara -
Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades,
Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS).
Bourdieu, Pierre (1999), “Efectos del lugar”, en La miseria
del mundo, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
Bourdieu, Pierre (2000), El sociólogo y las transformaciones recien-
tes de la economía en la sociedad, Buenos Aires, Libros del
Rojas-UBA.
Bourdieu, Pierre y Wacquant, Loïc (1992), Una invitación a la
sociología reflexiva, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005.
Boyer, Robert y Saillard, Yves, (eds.) (1998), Teoría de la re-
gulación: estado de los conocimientos, vols. I, II y III, Buenos
Aires, Eudeba.
Callejo, Javier (1998), “Articulación de perspectivas meto-
dológicas: posibilidades del grupo de discusión para
una sociedad reflexiva”, en Papers: Revista de sociología,
Nº 56, Barcelona.
Comte, August (1844), Discurso sobre el espíritu positivo,
Madrid, Aguilar, 1982.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 169

Coriat, Benjamin (1979), El taller y el cronómetro. Ensayo sobre el


taylorismo, el fordismo y la producción en masa, Madrid, Siglo
XXI, 1982.
De Sousa Campos, Gastao W. (2001), Gestión en salud. En
defensa de la vida, Buenos Aires, Lugar Editorial.
Deleuze, Gilles y Foucault, Michel (1972), “Un diálogo so-
bre el poder”, en Foucault, Michel, Un diálogo sobre el
poder, Madrid, Alianza Materiales, 2000.
Deleuze, Gilles y Guattari, Félix (2002), Mil mesetas.
Capitalismo y esquizofrenia, Valencia, Pre-Textos.
Durkheim, Émile (1894), Las reglas del método sociológico,
Madrid, Akal, 1997. Durkheim, Émile (1950), Lecciones
de Sociología. Física de las costumbres y del derecho, Buenos
Aires, Miño y Dávila, 2003.
Durkheim, Émile (1955), Pragmatismo y Sociología, Buenos
Aires, Shapire, 1974. Durkheim, Émile. (1912), Las
formas elementales de la vida religiosa (FEVR), Madrid,
Alianza, 2003.
Fals Borda, Orlando (1987), Ciencia propia y colonialismo intelec-
tual. Los nuevos rumbos, Bogotá, Carlos Valencia Editores.
Foucault, Michel (1975), “Poder-cuerpo”, en Foucault,
Michel, Microfísica del poder, Madrid, Las ediciones de
La piqueta, 1992.
Foucault, Michel (1976a), Vigilar y Castigar, México, Siglo
XXI, 1987.
Foucault, Michel (1976b), “Curso del 14 de enero de 1976”,
en Foucault, Michel, Microfísica del poder, Madrid, Las
ediciones de La piqueta, 1992.
Foucault, Michel (1978), La verdad y las formas jurídicas,
México, Gedisa, 1986. García, Rolando (1994),
“Interdisciplinariedad y sistemas complejos”, en Leff,
Enrique (comp.), Ciencias Sociales y formación ambiental,
Barcelona, Gedisa.
Gaudemar, Jean Paul (1978), “Preliminares para una genea-
logía de las formas de disciplina en el proceso capitalista
170 Los trabajadores en la nueva época capitalista

de trabajo”, en Foucault, Michel et al., Espacios de poder,


Madrid, Las ediciones de La piqueta, 1991.
Giddens, Anthony (1997), Las nuevas reglas del método socioló-
gico. Crítica positiva de las sociologías comprensivas, Buenos
Aires, Amorrortu.
Gouldner, Alvin (1970), La crisis de la sociología occidental,
Buenos Aires, Amorrortu.
Gutiérrez, Alicia B. (2000), “La tarea y el compromiso del
investigador social. Notas sobre Pierre Bourdieu”, en
Bourdieu, Pierre, Intelectuales, Política y Poder, Buenos
Aires, Eudeba.
Hardt, Michael y Negri, Antonio (2002), Imperio, Buenos
Aires, Paidós.
Holloway, John (2004), “Clase y clasificación”, en Clase =Lucha.
Antagonismo social y marxismo crítico, Buenos Aires, Ediciones
Herramienta – Universidad Autónoma de Puebla.
Horkheimer, Max y Adorno, Theodor (1987), Dialéctica del
Iluminismo, Buenos Aires, Sudamericana.
Horkheimer, Max (1974), Teoría crítica, Buenos Aires,
Amorrortu.
Lagorio, Carlos (2001), “Iluminismo/ Ilustración”, en Di
Tella, Torcuato et al., Diccionario de Ciencias Sociales y
Políticas, Buenos Aires, Emecé.
Kuhn, Thomas S. (1962), La estructura de las revoluciones cientí-
ficas, México, Fondo de Cultura Económica.
Linhart, Robert (1996), De cadenas y de hombres, México,
Siglo XXI.
Marí, Enrique E. (2001), El banquete de Platón. El Eros, el vino
y los discursos, Buenos Aires, Biblos.
Maliandi, Ricardo (2000), “La racionalidad bidimensional y
la ética convergente”, en Fernández, Graciela (comp.),
El otro puede tener razón. Estudios sobre racionalidad en filosofía
y ciencia, Mar del Plata (Argentina), Ediciones Suárez.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 171

Marx, Karl (1844), Manuscritos: economía y filosofía, Barcelona,


Altaya, 1993. Marx, Karl (1867), El capital, tomo I, vol. 2,
cap XI “Cooperación”, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003.
Marx, Karl (1857-1858), Elementos fundamentales para la crí-
tica de la economía política (Borrador) 1857-1858, vol. 2,
Buenos Aires, Siglo XXI, 1972.
Mommsen, W. (1965), “Marx´s Weber political sociology
and hisphilosophyof world history”, en International
Social Science Journal, vol. 17.
Morin, Edgar (1990), Introducción al pensamiento complejo,
Barcelona, Gedisa.
Naishtat, Francisco (1998), “Las tensiones del individualis-
mo metodológico en Max Weber”, en Max Weber y la
cuestión del individualismo metodológico en las ciencias sociales,
Buenos Aires, Eudeba.
Nancy, Jean-Luc (2003), “Conloquium”, en Esposito,
Roberto, Communitas. Origen y destino de la comunidad,
Buenos Aires, Amorrortu.
Neffa, Julio C. (1998), Los paradigmas productivos tayloristas y
fordista y su crisis, Buenos Aires, Lumen.
Sousa Santos, Boaventura De (2003), Crítica de la razón in-
dolente: contra el desperdicio de la experiencia. Para un nuevo
sentido común: la ciencia, el derecho y la política en la transición
paradigmática, volumen I, Bilbao, Desclée de Brouwer.
Todorov, Tzvetan (2002), “El pensamiento ocurre en sole-
dad”, en Clarín, 4 de diciembre de 2002..
Vasilachis de Gialdino, Irene (2003), “Trabajo, situaciones
de pobreza e identidad”, en Bialakowky, Alberto L.
(comp.), Dilución o mutación del trabajo en América Latina
o trabalho: entre a perenidade e superfluidade. Trabajos para el
XXIV Congreso ALAS 2003, Arequipa-Perú, Buenos Aires,
Ed. Revista Herramienta.
Verón, Eliseo (1974), “Ideología y producción de conoci-
mientos sociológicos en América Latina”, en Touraine,
172 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Alain et al., Ciencias sociales: ideología y realidad nacional,


Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo.
Virno, Paolo (2003), Gramática de la multitud, Buenos Aires,
Colihue. Weber, Max (1968), “La «objetividad» cog-
noscitiva de la ciencia social y de la política social”,
en Ensayos de metodología sociológica, Buenos Aires,
Amorrortu, 1997. Weber, Max (1919), El político y el
científico, Madrid, Alianza, 1967. Wright Mills, Charles
(1977), La imaginación sociológica, México, Fondo de
Cultura Económica.

Autores

Alberto L. Bialakowsky: Sociólogo. Director


del Proyecto de Investigación UBACyT S064.
“Poblaciones extinguibles en nueva época. Análi-
sis de procesos de trabajo institucionales y sujetos
colectivos en intersección con una praxis trans-
disciplinaria”, Instituto de Investigaciones Gino
Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Univer-
sidad de Buenos Aires.
María I. Costa: Becaria CONICET e Integran-
te del Proyecto de Investigación UBACyT S064.
M. Mercedes Patrouilleau: Becaria Doctoral
(CONICET).
Rocío S. Martínez Schnaider: Cursante avanza-
da de la Carrera de Sociología, Facultad de Cien-
cias Sociales, Universidad de Buenos Aires.
Ana L. López: Becaria Doctoral (CONICET).
Capítulo VI.
Coproducir conocimiento:
Prácticas institucionales en el continuum
de exclusión-extinción social
en Núcleos Urbanos Segregados 1

Alberto L. Bialakowsky, Cristina Reynals, Mónica Zagami,


Roxana Crudi, María Ignacia Costa y Nora M. Haimovici
“No, ni siquiera ese muro era siempre así: a veces volvía a ser la
piedra negra y entonces yo no sabía qué pasaba del otro lado...
en todo caso había un solo túnel, oscuro, solitario: el mío...
Después de este inmenso tiempo de mares y túneles... sentí
que mi corazón se hacía duro y frío como un pedazo de hie-
lo.” (Ernesto Sábato: El túnel)

1. Notas iniciales

Introducirnos en el análisis del proceso social de exclu-


sión-extinción nos exige, pensamos, algunas consideracio-
nes iniciales en torno a los contenidos conceptuales, cues-
tiones epistemológicas y formas de producción del ensayo.
Una primera consideración nos remite al fondo de la
producción científica en la que intenta insertarse este ensayo,
sin duda, por su tradición teórica el concepto de exclusión
revela una polisemia abundante, que luego de los 60 y 70,
se ha renovado en los 90 en paralelo con la involución social
exclusógena global expresado en un continuum social (Laparra


1
Versión revisada y actualizada del Capítulo publicado en el libro: Des-
igualdad, pobreza, exclusión y vulnerabilidad en América Latina. Nuevas perspec-
tivas en América Latina, L. Mota Díaz, A. D. Cattani (coord.), coedición:
Universidad Autónoma del Estado de México, Universidade Federal do
Rio Grande do Sul, Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS),
Toluca, México, 2004, pp 101-142.
174 Los trabajadores en la nueva época capitalista

et al., 1995; Romaní, 1996). Ya volveremos sobre este punto,


lo que deseamos ahora señalar se refiere al objeto propio del
ensayo científico y a la estrategia de aproximación al mismo.
En este punto, se hace inevitable, mencionar una cues-
tión fundante en el diseño de los métodos científicos los cua-
les nos han habituado a una economía, una sociodemogra-
fía, una macrosociología y una ciencia política “sin rostro”,2
sin subjetividad, en última instancia sin padecimiento.
Extraño hoy nos resulta este modo científico que suspende
la comprensión del sufrimiento, para tratar las necesidades.
Se produce así, como en los procesos de holocausto, shoah,3
dictadura, un silenciamiento. “Si el Terror puede caracte-
rizarse entre otras fórmulas posibles por su irreconciliable
antinomia con el pensar [...] es imperativo de orden ético,
científico y relativo a una praxis posible revertir su preten-
sión de impesabilidad, tarea inter e in-disciplinaria, que se
juega en los bordes no menos que al interior de las discipli-
nas.” (Deutsch y Schroeder, 1997: 168).
En el proceso del continuum de exclusión no es posible
ignorar este arrasamiento, devastación, final que conlleva
esta dinámica social en procesos de aguda involución. Sin
embargo han sido escasos los estudios que eleven la cate-
goría de extinción para comprender dichos procesos invo-
lutivos (Castells, 2000). Esta dificultad probablemente se
explique por el dominio científico estrechamente positivista
para comprender y comprehender los procesos reales de
mortificación.


2
Utilizamos esta metáfora a partir de diversos lenguajes, especialmente
en diálogo con las obras de los artistas Antonio Pujía, Eugenia Bekeris y
Jorgelina Casajus.

3
Las palabras holocausto como shoah remiten a los procesos de genocidio
producidos por el nazismo y se refieren básicamente a la exterminación
sistemática de grupos nacionales, raciales o religiosos. Etimológicamente
holocausto significa un sacrificio con fines religiosos, mientras que shoah
indica una devastación que tiene un origen en la naturaleza (Bekeris, 2002).
Los trabajadores en la nueva época capitalista 175

Se produce inconscientemente un silencio sobre el ca-


rácter explosivo-implosivo del sistema social, naturalizando
los métodos, procedimientos, que la sociedad utiliza para
desarrollar procesos de desalojo e inanición. En este sentido
el propio discurso pone fuera de todo alcance comprender
la eliminación social en su doble práctica de represión e im-
plosión. La secuencia es tan dramática que queda fuera del
enunciado y se produce una marginalidad en el interior de
los procesos de comprensión de la exclusión como signi-
ficado profundo de la dinámica conflictiva de la sociedad
global. Ahora es posible comprender que las corrientes de
pensamiento malthusianas, fueron y son, una justificación,
una legitimación de las prácticas sociales e institucionales
por instaurar un nuevo sistema de dominación global sobre
las bases del cierre de las prácticas sociales del Welfare State
de posguerra (Laparra et al., 1995).4 En este reconocimiento

4
Esta distinción temporal nos permite resituar históricamente la perspec-
tiva del proceso de exclusión al distinguir dicha dinámica como un pro-
ceso particular luego del ensayo supuestamente expansivo y ascendente
del denominado Estado de Bienestar, coincidiendo con M. Laparra y otros
en el Estado de Bienestar o Estado Social, con la aplicación del modelo
industrial fordista y prácticas de políticas keynesianas, la integración so-
cial encontraba su base en el empleo universal formal asalariado, “que
supone el mecanismo básico de inserción, se hace estable (contratos
de trabajo indefinidos frente a la figura del jornalero), más regulado
y remunerado por encima del nivel de subsistencia... Los sistemas de
protección social se entienden como una extensión de la relación sala-
rial. Por un lado, constituyen un salario en especie (o salario indirecto)
generando una población más sana (atención sanitaria, política social
de vivienda), y mejor formada (sistema educativo)... La familia apa-
rece como la institución que tamiza y vehicula el acceso a los bienes y
servicios que provienen tanto por la remuneración de un empleo como
por las prestaciones sociales... La cobertura familiar sigue siendo un
elemento clave en los procesos de integración.” (1995: 20-21). Esta pers-
pectiva conceptual si bien permite establecer una precisión temporal
con respecto a conceptualizaciones de más larga duración con el fin de
formular un contraste entre un capitalismo modélico de posguerra y
las condiciones sistémicas finiseculares, empíricamente –especialmente
para el mundo subdesarrollado– las formas del Estado de Bienestar y
176 Los trabajadores en la nueva época capitalista

se basa entonces el intento por aportar con este sintético


ensayo el doble desafío de la teoría y de la práctica frente a
los procesos actuales de exclusión-extinción social.
Finalmente para la comprensión del proceso de ex-
clusión-extinción social resulta necesario hacer referencia
a la evolución del sistema capitalista y sus proyecciones,
al método que lo sostiene y reproduce, la demarcación
social, las instituciones que encarnan la relación entre el
poder público y la modulación social. Desde esta perspec-
tiva nuestro sesgo de análisis y nuestras investigaciones
se concentran en las prácticas institucionales mediadoras.
Sin duda esta explicación no abarca la constitución de
nuevos colectivos resistenciales de oposición o recupe-
ración de nuevas redes emergentes,5 de los que no nos
ocuparemos en esta oportunidad. Sin embargo en las lí-
neas que siguen centraremos el análisis en el desarrollo
de nuestra hipótesis que expresa que en la generación
de lo público y en los procesos de institucionalización se
juegan aspectos claves de continuidad o ruptura con los
procesos de exclusión social.

las prácticas fordistas y keynesianas deben ser matizadas tanto en sus


aplicaciones populistas como por las diversidades de los modos de pro-
ducción que incluyen formas de explotación precapitalistas.

5
Para el caso de la emergencia de nuevos colectivos hemos indagado funda-
mentalmente en dos áreas: las empresas recuperadas por sus trabajadores
y las propuestas del Frente Nacional contra la Pobreza. Véase: Bialakows-
ky, A. L.; Campos, O.; Grima, J. M.; Rosendo, E.; Costa, M. I.; Presta,
S.; Benzaquen, N. y Robledo, G. (2003), “Cooperación y conflicto en las
nuevas formas de autogestión de los trabajadores” en CD, XXIV Con-
greso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, Arequipa - Perú y
Bialakowsky, A. L.; Salvia, A.; Vujosevich, J.; Chávez Molina, E.; Masello,
D.; Chébez, M. del P.; Lartigue, L. y Costa, M. I. (2002), “Estudio Social
en Boca de Urna. Consulta Popular 14, 15, 16 y 17 de diciembre de 2001”,
en Revista Lavboratorio - Informe de Coyuntura Nº 9, Buenos Aires. Disponible
en Internet: http://www.catedras.fsoc.uba.ar/salvia/lavbo.htm
Los trabajadores en la nueva época capitalista 177

2. Comprender, coproducir

Pierre Bourdieu en la edición de una de sus obras colecti-


vas La miseria del mundo (1999) se detiene, en su apartado final,
sobre el comprender y este concepto metodológico reúne para
nosotros algunos puntos básicos para iniciar nuestro recorrido
en torno al hecho significativo, y la construcción conceptual,
para comprender la dinámica de exclusión-extinción social.
Comprender es dirigirnos como estructura cognoscitiva in-
teractiva al hecho social en cuyo centro se encuentra el pade-
cimiento, padecimiento social como materialidad incluida en
otra materialidad que son las relaciones sociales. Comprender
es por una parte conmoverse, asistir al escenario social y sub-
jetivo sin la posibilidad real de impedir perturbarse con el
padecimiento del otro. En realidad la insistencia de la meto-
dología –tradicional positivista– consiste en un vano intento
por objetivizar, cosificar, esta relación de conocimiento. El
método científico encubre esta lucha discursiva en el rediseño
del juego por la verdad (Foucault, 1986).
“El sociólogo [y el observador social, n. de los a.] no
puede ignorar que lo propio de su punto de vista es ser un
punto de vista sobre un punto de vista. No puede re-producir
el correspondiente a su objeto y constituirlo como tal al resi-
tuarlo en el espacio social, más que a partir de ese punto de
vista muy singular (y, en cierto sentido, muy privilegiado)
donde hay que ubicarse para estar en condiciones de captar
(mentalmente) todos los puntos de vista posibles. Y sólo en
la medida en que es capaz de objetivarse a sí mismo puede,
al mismo tiempo que permanece en el lugar que inexorable-
mente se le asigna en el mundo social, trasladarse con el pen-
samiento al lugar donde está colocado su objeto (qué también
es, al menos hasta cierto punto, un alter ego) y captar así su
punto de vista, es decir, comprender [subr. de los a.] que si
estuviera en su lugar, como suele decirse, indudablemente
sería y pensaría como él.” (Bourdieu, 1999: 543)
178 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Comprender es participar de un conflicto desde el inicio


en la producción de conocimiento, de una lucha discursiva,
por la apropiación de una porción de la sustancia material
de lo social, esta lucha nunca puede ser completada, acaba-
da, es siempre provisoria. En esta imperfección se cuela la
interpretación no neutral entre cuyos atributos se encuentra
el vínculo simbólico, la empatía entre el sujeto cognoscente y el
sujeto conocido (Vasilachis, 2003).
Destacamos entonces estos dos atributos, la imposibili-
dad de realizar el conocimiento sin un comprender compro-
metido y a su vez reconocer los límites que posee toda mi-
rada. Aquí, se presentan dos cuestiones fundamentales que
son deducibles de este diseño metodológico. Resulta inútil
por un lado rehuir, re-negar, de la comprensión, mejor es
enfrentarla y re-conocer que la sustancia dolorosa nos com-
pete y da significado a buena parte de nuestros enunciados
científicos al suponer, a su vez, que el padecimiento social
tiene un valor universal para ser comprendido y criticado.
La segunda cuestión deducible, en este punto de partida,
es comprender el para qué de ese conocimiento como un obje-
tivo dirigido a transformar ese objeto doloroso. Emerge desde
el inicio el compromiso, en sus múltiples significados, como
un a priori del quehacer científico social. Para qué y para quiénes
se produce conocimiento también tiene muchos significados.
Más allá de los deseos del productor de conocimientos,
se exige del receptor muchos códigos, lenguajes y accesibili-
dad. Entonces puede acontecer lo imposible: un discurso des-
tinado al cambio social posee receptores con una circularidad
reiterativa y limitada. Si transformar, por medio de la crítica
y la utopía6, es arrojar una nueva mirada, la dificultad que se
presenta, que no debiera ser ajena al método de producción
de conocimiento, es comprehender materialmente al actor.


6
Síntesis conceptual que homologamos al título que distinguió la Revista Crí-
tica & Utopía. Latinoamericana de Ciencias Sociales dirigida por Francisco Delich.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 179

En esta consideración metodológica las fuentes de pro-


ducción del conocimiento social se encuentran, a modo de
ejemplo, con la misma barrera social que las ciencias de la
salud, y de la salud mental en particular, el padecimiento no
puede ser comprendido sin el consultante y sin la compren-
sión del actor como protagonista en el proceso de auto-aten-
ción. De ahí que comprender, con radicalidad democrática,
debiera constituirse, como ya hemos postulado en otros en-
sayos, en una coproducción, no ya solamente de la labor
etnográfica “estar en el otro” sino de producir e interpretar
con el otro. La consideración ética no se trata sólo de los con-
tenidos discursivos sino de la relación social que lo produce,
ese otro no puede ni debe revelarse-rebelarse hasta tanto no
comparta legítimamente la interpretación (Maliandi, 2003).
La coproducción investigativa depende entonces por una par-
te del reconocimiento de los productores de su existencia y
luego de la evaluación de su necesidad productiva acorde con
las posturas epistemológicas, metodológicas y de contenido.
En consideración ahora de los contenidos a abordar
es bien sabido que las categorías descubren y encubren al
mismo tiempo. En nuestro enfoque consideramos equí-
voca la visión de los procesos sociales en forma lineal o
maniquea. Denominamos enfoque moebiusiano a aquella
visión que nos permite comprender la realidad que cir-
cula como en una cinta con torsiones sin fin, con caras
de verso y reverso yuxtapuestas y complementarias. La
metáfora de la cinta de Moebius nos permite comprender
la realidad social como caras inescindibles entre proce-
sos de superficie –formales– y procesos subterráneos. En
economía estos dos procesos se comprenden en un solo
proceso, por ejemplo la economía legal está imbricada a
la ilegal, claro está que los registros oficiales pueden des-
conocer esta realidad lo cual no impide que la economía
real ligue permanentemente estos dos procesos íntima-
mente. Ya veremos que esta mirada tiene consecuencias
180 Los trabajadores en la nueva época capitalista

para pensar la realidad de los procesos sociales de exclu-


sión-extinción, y podríamos adelantar que no represen-
tan procesos desvinculados, más allá de que resulte un
proceso mortífero e incluso se manifieste como los signos
autodestructivos del sistema social.
Comprender los procesos de exclusión-extinción exige
además de un enfoque en cierto modo espacial moebiusia-
no, un enfoque temporal y caracterización sistémica. En este
sentido los autores tienden a dar por supuesto una evolu-
ción social determinada o bien suspender esta consideración
temporal. La mirada hoy depende de las determinaciones
históricas como de las tensiones y proyecciones futuras de la
sociedad. Por nuestra parte consideramos que no están da-
das las definiciones finales sobre el sistema y éste puede cur-
sar adelantos o mayores retrocesos. Efectivamente, la mag-
nitud de la dinámica de desalojo social actual se manifiesta
en tres atributos relevantes: a) rasgos de diseño postsociales
en sentido de reestructuraciones estatales, b) decadencia de
un capitalismo legitimado de empleo extensivo, y c) proce-
sos sociales de exclusión-extinción.
Aunque resulta en cierto modo exagerado hablar de pos-
capitalismo conviene insistir sobre consideraciones teóricas,
que entre otros señala Samir Amin: “A mí todas estas expre-
siones [que ‘la nueva sociedad abriría la perspectiva de afir-
mar la autonomía creadora de los individuos’, n. de los a.] me
parecen muy ingenuas. Esta sociedad se está desplegando a
nuestros pies. ¿Cuáles son las consecuencias reales que se deri-
van de ello? El rápido y extraordinario aumento de las rentas
de capital y de la propiedad en detrimento de las del trabajo;
la precarización; la pauperización y la exclusión de una pro-
porción creciente de la población... Aún queda lo incierto de
la transición, y únicamente ex post se sabrá lo que será. Por ra-
zones de ‘subdeterminación en la historia’ el capitalismo podrá
superarse, bien por la construcción progresiva del socialismo
–es la opción deseable, que a su vez exige la articulación de
Los trabajadores en la nueva época capitalista 181

medios coherentes con el objetivo–, ya sea por otro sistema


de opresión y explotación, que ya no será el capitalismo, pero
no por ello será menos espantoso... Muy afortunadamente no
faltan análisis lúcidos que demuestran que la lógica exclusiva
del capitalismo senil lleva a otra cosa: el genocidio, ya que la
mayoría de la humanidad se ha convertido en inútil y molesta;
a la exacerbación de las falsas identidades llamadas comunita-
rias; a la explosión del individualismo salvaje destructor de la
democracia ciudadana y social. Además, la gestión económica
de este sistema no tiene nada que ver con el discurso de los
economistas liberales sobre las virtudes de la competencia y
del mercado, basado al contrario en la protección absoluta de
las rentas de los monopolios. No se trata de una fase real nueva
de expansión del capitalismo, sino la solución bárbara de sus
contradicciones.” (2003: 91-92-209)
Seguramente de estas notas surgen muchos interrogan-
tes y precisiones que intentaremos desarrollar en las líneas
que siguen; en última instancia, nuestra intención inicial es
colocar en análisis nuevas consideraciones sobre los proce-
sos sociales de exclusión y ponderar que su continuum con-
cluye en un extremo insuficientemente analizado. Este ex-
tremo, en nuestra opinión, no es circunstancial al sistema
social actual y puede determinar tanto posicionamientos
discursivos como formas de intervenir lo social. Y tal como
lo intentamos en estas notas el proceso o la dinámica de la
exclusión-extinción como objeto de atención exige metodo-
lógicamente tres atributos: comprender, coproducir y pro-
yectar como condiciones de una opción ética del conocer.

3. Acerca de los datos

En el año 2003 el PNUD hacía hincapié en la “crisis


del desarrollo” al tiempo que el Informe sobre Desarrollo
Humano 2007 pone el acento en el crecimiento acelerado
182 Los trabajadores en la nueva época capitalista

de la economía mundial y en el protagonismo de países en


desarrollo en este proceso. No obstante esto, alerta sobre las
desigualdades o disparidades dentro de los países y entre
ellos. Más precisamente, el informe expresa que: “En 2007,
más de mil millones de personas prácticamente carecen de
ingresos (el equivalente a un dólar de los EE.UU. por día o
menos por persona). Por lo general utilizan más de la mitad
de sus ingresos en alimentos para sus familias, lo que les
deja aún menos para gastos de vivienda, agua, educación y
cuidado de la salud. La mayoría de estas personas obtiene
sus ingresos como pueden, realizando tareas precarias, mal
remuneradas y a veces inseguras.
En las últimas décadas del siglo XX, predominaba la
opinión de que una mayor integración económica mundial
permitiría a todos salir a flote. Lo cierto es que algunos paí-
ses en desarrollo se han recuperado y ahora avanzan tan
rápidamente que están comenzando a alcanzar a los países
desarrollados. Sin embargo, muchos otros países pobres
han quedado rezagados y aún no han podido integrarse en
la economía mundial. Algo semejante está ocurriendo en
casi todos los países: los beneficios del desarrollo no llegan
a grandes sectores de la población” (2007: 2-3).
Y agrega: “Una de las mayores disparidades mundiales
se relaciona con la falta de trabajo decente disponible y los ba-
jos ingresos. Según la Organización Internacional del Trabajo
(OIT), unos 200 millones de personas no tienen trabajo de
ningún tipo. Muchos millones más, incluidos algunos relati-
vamente educados, tienen empleo insuficiente. El auge de la
economía mundial no se ha traducido claramente en nuevo
empleo decente: por cada punto porcentual de crecimiento
mundial, el empleo en el sector estructurado ha aumentado
sólo en un 0,3%. Otra prioridad es el empoderamiento y los
derechos de la mujer. […] Las disparidades actuales también
guardan una estrecha relación con los efectos de los seres
humanos sobre el medio ambiente. Precisamente los pobres
Los trabajadores en la nueva época capitalista 183

suelen verse limitados a tierras, agua, combustible y otros re-


cursos naturales de baja calidad, lo que a su vez restringe su
productividad. Al procurar ganarse la vida, podrían degradar
aun más su medio ambiente inmediato, lo cual lleva a un
círculo vicioso” (2007: 3-4).
Para el caso latinoamericano, la CEPAL, estimaba en
el Panorama Social de América Latina 2002-2003 que en
el año 2002 el número de latinoamericanos que vivía en
la pobreza alcanzaba los 220 millones de personas, de los
cuales 95 millones eran indigentes, lo que representaba a su
vez el 43,4% y 18,8% de la población respectivamente. A
estos datos se contraponen los correspondientes al informe
2007 de este organismo, el cual sostiene que “las últimas
estimaciones disponibles para los países de América Latina,
correspondientes al año 2006, en ese año un 36,5% de la
población de la región se encontraba en situación de pobre-
za. Por su parte, la extrema pobreza o indigencia abarcaba
a un 13,4% de la población. De manera que el total de po-
bres alcanzaba los 194 millones de personas, de las cuales
71 millones eran indigentes. […] En comparación con las
mediciones efectuadas en torno al año 2002, Argentina (da-
tos del área urbana) presentó el progreso más importante,
dado que redujo 24,4 puntos porcentuales la tasa de po-
breza y 13,7 puntos porcentuales la de indigencia” (2007:
9-10). Algunos analistas locales discuten esta reducción con
motivo del alza de precios de la canasta básica de alimentos
(que ronda entre el 32% y el 40% anual). En esta línea ar-
gumental según distintas estimaciones, en el último año, 1,3
millón de personas volvieron a sumergirse en la pobreza,
que alcanza nuevamente al 30,3% de la población: 11,8 mi-
llones de personas en todo el país.7


7
Fuente: Montenegro, Maximiliano, “Ojos que no ven”, en diario Crítica,
Buenos Aires, 23-04-08. Disponible en Internet: http://criticadigital.com/
impresa/index.php?secc=nota&nid=3233
184 Los trabajadores en la nueva época capitalista

El debate que se realiza sobre el fondo de la cuestión


social, que los economistas frecuentemente evaden, es la
distribución de los fondos públicos (universales por natu-
raleza) y la distribución del ingreso entre los diferentes sec-
tores sociales. Sobre la primera cuestión véase por ejemplo
el gasto armamentista de Latinoamérica y con respecto a
la segunda se registran los peores resultados de las últimas
décadas en la Región. Según el Instituto Internacional de
Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), una organiza-
ción que contabiliza las compras de armas de todo el mun-
do, “de 1997 a 2006, los gastos militares en América del
Sur crecieron en un 21% y en América del Norte (Estados
Unidos y Canadá), en un 56%. A nivel mundial, el incre-
mento durante la década fue del 37%”.8 En la Argentina,
este tipo de distribución puede observarse en las modifica-
ciones operadas en la planta de personal estatal. Norberto
Zeller y Ana Rivkin analizan dichas reestructuraciones y
destacan dos cuestiones: uno, que el total de recursos hu-
manos a cargo del Estado –nacional y subnacional– dismi-
nuyó un 13% para el período 1993-1999 y dos, la relación
entre el personal militar y de seguridad interior y los agen-
tes civiles: sobre un total de 258.458 agentes presupuesta-
dos para 2001, los primeros representan el 58% (150.886)
de lo cargos mientras que los segundos concentran el 42%
(107.572).9 Si bien en los últimos años la composición del
personal aumentó, no varió en sus características.
Continuando con el estudio del comportamiento
de ciertos indicadores que nos permiten aproximarnos al
concepto de exclusión-extinción social, para el caso ar-
gentino, la distribución del ingreso presenta las siguientes


8
Observatorio de Política Latinoamericana, “América Central: ¿adiós a
las armas?”, 15 de junio de 2007. Disponible en Internet: http://www.
noticiasdelsur.com/nota.php?nota=1036

9
Zeller, N. y Rivkin, A. (2003), “¿Hacia « burocracias » inestables ? Para-
doja de la receta neoliberal”, en Le Monde diplomatique, el Dipló, p. 13.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 185

variaciones: Según datos del CEDLAS, en 1992, el índice


de desigualdad (coeficiente de GINI) en los aglomerados
urbanos del país fue 0,450; hacia 1998 sus valores ascen-
dían a 0,502. En 2002, en plena crisis socioeconómica, este
indicador alcanzó su valor más alto (0,533). Los últimos
datos disponibles datan de 2006, donde pese al contexto de
recuperación macroeconómica, este indicador no presenta
variaciones significativas (0,483).
Por último las transformaciones en el mercado de tra-
bajo (privatización de empresas, cierre y vaciamiento de
empresas, procesos de tercerización, leyes de flexibilización
laboral) se expresan en la evolución del Índice de Fragilidad
Laboral,10 el cual por un lado revela mejoras, desde 2003,
en los componentes relativos a déficit de empleo (de 0,581
en 2003 desciende a 0,246 en 2006), pobreza e ingresos (de
0,565 en 2003 desciende a 0,335), no así en lo que respecta
a la precariedad laboral o déficit de calidad del empleo, cuya
variación resulta de escasa o nula significatividad (de 0,673
en 2003 desciende a 0,592 en 2006).
En síntesis, nuestra mirada se dirige a aquellos sectores
de la clase trabajadora más subordinados que, más allá de
los cambios sociales, políticos y económicos acontecidos,
constituyen el núcleo de indigencia y por tanto son obje-
to de procesos de modulación gubernamental y social que
oscilan entre prácticas bio-tanatopolíticas (Agamben, 2002).
Estas prácticas se evidencian no sólo en los indicadores pre-
cedentes (pobreza, indigencia, desocupación, distribución

10
El Índice de Fragilidad Laboral (IFL) es elaborado por la Subsecretaría
de Programación Técnica y Estudios Laborales de la Dirección General
de Estudios y Estadísticas Laborales del Ministerio de Trabajo, Empleo y
Seguridad Social. Mide la distancia que separa al mercado de trabajo de
cada aglomerado y del total de estos de una situación objetivo normati-
vamente definida. Se compone de tres grupos de indicadores: Déficit de
empleo (déficit de cantidad), Precariedad (déficit de calidad del empleo) y
Pobreza e ingresos (déficit de ingresos).
186 Los trabajadores en la nueva época capitalista

del ingreso) sino también en la dinámica del ejercicio gu-


bernamental de la gestión punitiva y la segregación espacial, entre
otras. Al respecto podemos citar, en primer lugar, la evolu-
ción de la estadística oficial sobre población penitenciaria
la cual dibuja una curva ascendente que va de 26.690 per-
sonas en 1997, pasando por 46.288 en 2002, alcanzando a
55.423 personas en 2005.11
Y en segundo lugar, cabe aquí referirnos a otro rasgo
que define la gubernamentalidad contemporánea aplicada
a poblaciones segregadas, caracterizada por el control de
la fuerza de trabajo de inmigrantes ilegales, el estableci-
miento de campos de refugiados y por procesos de guetificación
(Wacquant, 2007) que condicionan la segregación espacial
y de hábitat. En este línea, registros locales revelan que “en
los últimos 5 años, el cordón metropolitano pasó de tener
385 asentamientos a más de 1.000; son el 85% del total pro-
vincial. En la Provincia de Buenos Aires, en los últimos cin-
co años casi se triplicaron las villas en los 24 distritos que
integran el gran cordón del conurbano bonaerense [...] la
aparición de nuevas villas responde a un crecimiento pobla-
cional de los asentamientos de emergencia que se registran
en la siguiente ficha técnica: durante 2001 se registraron
638.657 personas que por entonces vivían en esos núcleos;
ahora, la cifra es casi el doble y los habitantes de los asenta-
mientos suman 1.144.500”.12
De esta suerte que, en la modulación de la población
superflua, extinguible, se establece una dinámica que implica

11
Fuente: Dirección Nacional de Política Criminal. Secretaría de Política
Criminal y Asuntos Penitenciarios. Ministerio de Justicia y Derechos Hu-
manos, en SAyDS (2006). Cabe aclarar aquí que la estadística oficial so-
bre población penitenciaria comenzó en el año 2002. Los años anteriores
no cuentan con datos para algunas provincias.

12
Periódico: La Nación, informe de Info-Habitat UNGS:
http://cementeriodelibros.blogspot.com/2006/07/
la-emergencia-habitacional-informe-de.html
Los trabajadores en la nueva época capitalista 187

movimientos de salida y entrada al borde de cubrir o no


necesidades vitales de reproducción. Se descubre aquí que
dicha estructuración social no opera en el vacío o desligada
de prácticas y tecnologías gubernamentales. Lejos de pro-
barse la ausencia del Estado, estas fracciones segregadas
se encuentran permanentemente intersectadas, ya sea con
programas asistenciales, controles poblacionales, abando-
nos metódicos como el cercamiento y la represión directa.
De esta manera, se comprueban los efectos traumáticos de
la mortificación social que deviene del proceso de desalojo
social, o como denominaremos en lo sucesivo, del continuum
social inclusión-exclusión-extinción.

4. Ficciones y utopías de un postcapitalismo

Históricamente como lo han demostrado entre otros,


Robert Castel, los procesos de exclusión pueden registrarse
en distintas etapas y sistemas. Lo que interesa hoy es anali-
zar la actualidad de este proceso, especialmente en contraste
con el modelo capitalista de posguerra que connotó la socie-
dad de masas y la ciudadanía social en el marco de lo que se
denominó Estado de Bienestar.
Las definiciones sistémicas por una parte se han expan-
dido (Hardt y Negri, 2002) por la otra se han restringido
relegando los hechos y procesos sociales a fragmentos diag-
nósticos sin punto de anclaje entre los tiempos de larga du-
ración y las proyecciones futuras. Ello tiene suma relevancia
cuando hablamos de procesos de exclusión-extinción social.
Desde nuestra perspectiva los procesos de exclusión-extin-
ción social pueden comprenderse como clave de la evolu-
ción contradictoria del capitalismo avanzado y viceversa el
sistema capitalista actual explica dicho proceso social.
Para comprender el rango de la mutación bien podría-
mos partir de una definición crítica clásica como señala M.
188 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Nicolaus: “Marx escribió en el Manifiesto: ‘La condición


esencial de la existencia y de la dominación de la clase bur-
guesa es la acumulación de la riqueza en manos de parti-
culares, la formación y el acrecentamiento del capital. La
condición de existencia del capital es el trabajo asalariado.
El trabajo asalariado descansa exclusivamente sobre la com-
petencia de obreros entre sí’. De lo cual deduce Marx que
si los obreros pudiesen, al formar asociaciones, eliminar la
competencia entre ellos, entonces se liquidaría ‘la base mis-
ma sobre la cual la burguesía produce productos y se apro-
pia de ellos’” (1971: xvi).
De los múltiples significados que pueden atribuirse al
capitalismo éste es uno de los puntos que consideramos
esenciales, pues a priori connotamos el capitalismo como
una forma específica de dominación social (Matellanes,
2003) y destacamos que su atributo relevante es la “coope-
ración”, la articulación colectiva del trabajo, este atributo
conforma el centro o punto de partida del capital, no tanto
el trabajo individual sino el trabajo colectivo que lo redefine
en un sistema de dominación, la historia podría definirse
como la lucha –infinita– por la apropiación del colectivo que
produce productos que pueden valorizarse socialmente. El
trabajo en este contexto de significados no es más que la
actividad que tiene la posibilidad de ser expropiada y cuya
particularidad histórica en el capitalismo deviene de su legi-
timación por medio de la construcción del trabajador libre
asalariado. La legitimación entonces resulta ser la forma so-
cial que viabiliza el ejercicio capitalista.
Nicolaus subraya que en los Grundrisse estas construc-
ciones sociales se caracterizan por ser paradojales: “por una
parte, la producción consiste en un acto de cambio y por
la otra, consiste en un acto que es precisamente lo opuesto
al cambio. Por un lado, la producción es un simple cambio
de equivalentes y por el otro, es la apropiación violenta del
poder creador del obrero. Es un sistema social en el cual el
Los trabajadores en la nueva época capitalista 189

obrero, como vendedor y el capitalista, como comprador,


son jurídicamente partes contractuales iguales y libres pero
es también, y al mismo tiempo, un sistema de esclavitud y
de explotación” (1971: xxx).
Cuáles son entonces los nuevos atributos de la lógica
actual del capitalismo que permiten entrever indicadores
de grandes mutaciones en el sistema. Consideramos entre
los más relevantes: a) la tendencia a la supresión creciente
del trabajo vivo, por lo tanto a la reducción constante de
la plusvalía absoluta, b) la permanencia inescindible de la
acumulación primitiva u originaria violenta, c) la abundan-
cia en la subsunción de las formas de trabajo precapitalistas
enlazadas a los procesos de trabajo postindustriales, d) la
superfluidización de la fuerza de trabajo y la creación de un
ejército supernumerario.
Entendiendo por capitalismo –legitimado– cuatro con-
diciones básicas del sistema: a) la propiedad de los medios
de producción, b) la explotación legitimada del trabajo vivo,
c) la sustentabilidad del trabajador libre, d) la suspensión
temporal de la acumulación originaria. Los rasgos del pos-
capitalismo han avanzado sobre sus propios límites auto-
destructivos con la renuncia a la reproducción ampliada de
trabajo vivo y su reducción creciente en los centros pro-
ductivos de los países y regiones más avanzadas. Su avance
consiste en romper con su propia lógica de acumulación y
pasar a una etapa autodestructiva de acumulación más exa-
cerbada (Mészáros, 1999) que permite: a) el rediseño pro-
ductivo con la eliminación del trabajo vivo, b) la exacción
por el cobro de tributo financiero internacional, c) la ocupa-
ción territorial, d) la restricción-prohibición de circulación
de la mano de obra a nivel internacional. El poscapitalismo
legitimado es una forma de dominación social coactiva en la
que las ficciones de la legitimación caen y la dominación se
hace más descarnada, más violenta, en combinación con la
producción del complejo militar-financiero de control.
190 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Las principales ficciones que se desinvisten son las refe-


ridas al trabajador libre (trabajo servil, forzoso), la exacción
legitimable (deudas financieras internacionales, ganancias
monopólicas, mercados protegidos), el mercado privado
autonomizado del Estado y la ganancia proporcional a la
inversión.

5. Acerca del continuum social


inclusión-exclusión-extinción13

Al referirnos al concepto de extinción social enuncia-


mos como objeto de análisis a un proceso de trabajo social


13
Destacados autores han reflexionado acerca del concepto de exclusión so-
cial, en lo que refiere al proceso de exclusión social característico de los
años 90, una de las interpretaciones más aceptadas, es la planteada por
R. Castel quien alude a la exclusión social como el final de un proceso en
el cual se produce el pasaje de la inclusión a la exclusión, donde tienen
lugar situaciones de vulnerabilidad y marginalidad: la primera, en cuanto
a la conjunción de la precarización del trabajo y de la fragilización de los
soportes relacionales; la segunda, es más extrema aun: desenganche en re-
lación al trabajo y en relación a la inserción relacional (Castel, 1991). Otros
avances en la definición del concepto nos remiten a M. Castells: “defino
exclusión social como el proceso por el cual a ciertos individuos y grupos
se les impide sistemáticamente el acceso a posiciones que le permitirían una
subsistencia autónoma dentro de los niveles sociales determinados por las
instituciones y valores en un contexto dado. En circunstancias normales, en
el capitalismo informacional, tal posición suele asociarse con la posibilidad
de acceder a un trabajo remunerado relativamente regular al menos para
un miembro de unidad familiar estable. De hecho, la exclusión social es
el proceso que descalifica a una persona como trabajador en el contexto
del capitalismo... La exclusión social es un proceso, no una condición...
Además, el proceso de exclusión social en la sociedad en red afecta tanto a
personas como a territorios, de suerte que, en ciertas condiciones, países,
regiones, ciudades y barrios enteros quedan excluidos, abarcando en esta
exclusión a la mayoría o a toda la población” (Castells, 2000: 98-99).
Desde nuestra perspectiva, destacamos, siguiendo a ambos autores, que
la exclusión social se refiere a un proceso y no a una categoría estática, sin
embargo entendemos que dicho concepto puede ser comprendido en tér-
minos de un análisis de clases sociales, y en este sentido, la interpretación
Los trabajadores en la nueva época capitalista 191

que tiende a anular la capacidad de sobrevivencia de los


sujetos de la “clase-que-vive-del-trabajo” (Antunes, 2001).
Es un proceso social de expulsión (Duschatzky, Correa, 2002)
que concluye en su extremo con una producción mortífera,
más allá de las posturas malthusianas que naturalizan la in-
anición contraponiendo crecimiento poblacional frente a la
escasez de recursos “disponibles”. El concepto de extinción
entonces connota aquí una producción social para modelar
lo social en torno a la dominación del bio-poder, el eco-poder
y el semio-poder. Connota también una proporción de enaje-
nación de los recursos de la subjetividad, de los medios de
producción y acumulación, y del ser genérico en tanto ser
social y colectivo cultural (Marx, 1844).
Tres autores nos permiten avanzar sobre los atribu-
tos más significativos en este continuum social en la creación
de la extinción, ellos son Robert Castel, Michel Foucault
y Zygmunt Bauman. Estos autores nos brindan un punto
de apoyo conceptual y en realidad constituyen un punto
de partida para considerar la enajenación de la capacidad
de sobrevivencia en la etapa del capitalismo avanzado o la
modernidad líquida (Bauman, 2003). Así podríamos partir
de la exclusión o desafiliación social, el micropoder descen-
dente y ascendente y el método adiafórico (moralmente neu-
tral) como atributos de los procesos de producción social del
desalojo. Desde nuestra perspectiva estos atributos concep-
tuales conforman la base para considerar de manera homó-
loga la extinción, la violencia y el método o procedimiento
transversal con que se procesa la construcción de ese otro
excluido-incluido.
Antes de continuar deben despejarse algunos frecuentes
prejuicios, que se mantienen en desarrollos conceptuales muy

del significado exclusión apuntaría al proceso de desagregación social de


la clase trabajadora con segmentos cada vez más escindidos de la identi-
dad sociolaboral clásica del trabajador formal universal.
192 Los trabajadores en la nueva época capitalista

difundidos, este desprejuicio nos permite hipotetizar: a) la


producción del excluido en el pasaje hasta el sujeto social ex-
tinguido que contorna una densa trama de relaciones produc-
tivas legales e ilegales (Castells, 2000) en las que el aparato
del Estado tiene un rol relevante muy lejos de ser considera-
do inexistente,14 b) la economía no opera tampoco sin senti-
do, posee su propia economía política aunque esta economía
resulte paradojal como en las fases clásicas de exterminio,15
como esclavismo y holocausto, es decir una economía que
conduce a la aniquilación (Moreno Feliú, 2001).
Al respecto podemos citar a Manuel Castells refiriéndo-
se a las últimas décadas en África conceptualiza el proceso
extremo como sigue: “El modelo de violencia, saqueo, guerra
civil, bandidaje y matanzas que golpeó a la gran mayoría de
los países africanos durante los años ochenta y noventa, ha
arrojado de sus ciudades y pueblos a millones de personas,
arruinando la economía de regiones y países, acabando con


14
“Cuanto más pequeña sea la magnitud del Estado y más restringida sus
funciones, menos probable es que sus actuaciones reflejen los intereses
privados en vez de los generales.” Indicarán, por ejemplo, Milton y Rose
Friedman en su libro Libertad de elegir. Hacia un nuevo liberalismo económico,
Barcelona, Grijalbo, 1981: 407. Véase el artículo de Zeller N. y Rivkin
A., “Paradoja de la receta neoliberal”, en Le Monde diplomatique, agosto de
2003, sobre la composición del empleo en el Estado.

15
Paz Moreno Feliú concluye sobre su análisis de La economía política del ex-
terminio: el trabajo en los campos de concentración: “El sistema concentracionario
sometía periódicamente a selecciones a todos los trabajadores de los tres
campos [de concentración], independientemente de que trabajasen para
el campo de la industrias alemanas. Precisamente la persistencia de estas
prácticas y las cifras de mortalidad se oponían a la ´adaptación económica
provisional’ y establecen la diferencia entre trabajo llevado a cabo en los
campos de concentración y en una economía esclavista. Como señalan
insistentemente Browning y Herbert, intentar explicar el uso del trabajo a
partir del cálculo económico racional es ignorar que el exterminio de los
enemigos ideológicos estaba racionalmente justificado aunque se apoyase
en otras racionalizaciones (higiénicas, geopolíticas o de seguridad): no es
que las políticas racistas ocultasen los intereses económicos reales, sino
que, al contrario, las políticas de exterminio eran el eje central del siste-
ma” (2001: 91).
Los trabajadores en la nueva época capitalista 193

gran parte de la capacidad institucional para gestionar las cri-


sis y reconstruir las bases materiales de vida” (2000: 143).
Para América Latina, Sonia Fleury citando a Boaventura
de Sousa Santos afirma: “O sistema da desigualdade se assenta,
paradóxicamente, no caráter esencial da igualdade; o sistema da ex-
clusao é o extermínio; o grau extremo da desigualdade é a escravidao”
(2002: 36).
La extinción social como proceso puede ser compren-
dida entonces desde diversos puntos de vista históricos
en la etapa pre-capitalista de acumulación originaria don-
de la violencia y el saqueo resultan eslabones elementa-
les legitimados por el proceso sistémico del colonialismo,
la etapa del capitalismo legitimado donde las formas de
exacción por medio de la coacción violenta quedan en los
márgenes y la etapa de globalización donde el fenómeno
de expulsión coloca a fracciones crecientes de la clase tra-
bajadora fuera de la capacidad de sobrevivencia dentro del
sistema legal hegemónico. La superfluidad (Mészáros, 1999;
Antunes, 2001) corroe los acuerdos fordistas de masas po-
larizando la inclusión –nunca definitiva– y la exclusión de
los prescindentes.
István Mészáros, discípulo de György Lukács, afirma
en esta dirección: “Lo que estamos presenciando hoy es un
ataque en pinza contra la clase del trabajo, no sólo en las
partes ‘subdesarrolladas’ del mundo sino, con peligrosas
implicaciones para la continuidad del modo establecido de
reproducción metabólica social, también en los países capi-
talistamente avanzados. Presenciamos: 1) en todos los cam-
pos de actividad un crecimiento crónico del desempleo, si
bien se ve a menudo camuflado como ‘prácticas laborales
flexibles’ –un cínico eufemismo para la deliberada política
de fragmentación y casualización de la fuerza laboral y para
la máxima explotación manejable del trabajo a destajo–; y
2) una reducción significativa del nivel de vida aun en esa
parte de la población trabajadora que los requerimientos
194 Los trabajadores en la nueva época capitalista

operacionales del sistema productivo necesitan en ocupacio-


nes tiempo completo”. Y más adelante agrega: “Ello es así
no sólo en lo que atañe a la contradicción entre el capital
transnacional y los Estados nacionales, y la intrusión, más
peligrosa todavía, de los imperativos reproductivos autoex-
pansionistas del capital en el ambiente natural, sino tam-
bién en relación con los límites estructurales absolutos con
los que se tropieza al transformar el tradicional ‘ejército de
reserva del trabajo’ en una explosiva ‘fuerza laboral su-
perflua’ –no obstante al mismo tiempo más necesaria que
nunca para hacer posible la reproducción ampliada del ca-
pital– con complicaciones particularmente amenazadoras
para el sistema en su totalidad, que emanan de la desestabili-
zación de su centro nuclear” (1999: 286 y 288, el subrayado
es nuestro).
La dinámica social de la extinción no es sólo un proce-
so citado metafóricamente, posee cuatro vertientes empíri-
cas que pueden verificarse en la práctica social del sistema:
a) la extinción del ser sociocultural precedente para fraccio-
nes crecientes de la clase trabajadora y de la etnias locales,
b) la contradicción máxima del sistema para autodestruirse
y pasar de un capitalismo legitimable a una formación eco-
nómica predominantemente coactiva, y c) la producción de
población extinta o con muy baja capacidad de sobreviven-
cia a través de los procesos de indigencia, migración clan-
destina, criminalización, la emergencia de nuevas y viejas
formas de patologización (sida, drogadicción, desnutrición,
tuberculosis, locura y otras), y finalmente d) la fragmen-
tación del espacio social urbano con intensos procesos de
guetificación.
Este proceso como afirmamos se encuentra lleno de
contenidos, reticularidades de poder e intervenciones insti-
tucionales. He aquí entonces nuestro aporte empírico y ana-
lítico: penetrar las prácticas institucionales que intervienen
en los procesos sociales de exclusión-extinción.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 195

6. Método y poliedro

En los apartados anteriores, partimos de un análisis


acerca del contexto macrosocial, las mutaciones en el sis-
tema capitalista y sus efectos como parte de un proceso
de desintegración, superfluidización y extinción social para
alcanzar, ahora, un segundo nivel de complejidad: las prác-
ticas que intervienen en este proceso. Podemos distinguir
dos tipos de intervenciones: a) la intervención del Estado
a través de la implementación de políticas sistémicas, dis-
positivos y tecnologías reguladoras y b) la intervención de
las instituciones públicas estatales. Desde esta perspectiva,
nos detendremos en el análisis de las segundas, como ob-
jetos privilegiados de observación en tanto productoras de
lo social, explorando a partir de ellas en el método que las
atraviesa.
El método que subyace a la lógica institucional exige
cuestiones de especialización, de separación, de individua-
lización. Estas exigencias para tratar las “anormalidades”
(enfermedad, discapacidad, delito, deserción) recortan al
asistido y al asistente.
En la práctica las instituciones juegan roles diferencia-
dos, sin embargo por medio de la coproducción investiga-
tiva se descubren métodos transversales que a modo de un
poliedro imaginario, sus distintas caras se corresponden ho-
móloga y especularmente en sus prácticas (supuestamente)
autonomizadas. Desde esta perspectiva, el aislamiento fun-
cional es independiente de los actores. Se descubre en cam-
bio que este aislamiento es producto de la racionalidad del
procedimiento en el sentido de lo expresado por Zygmunt
Bauman (1998), con otras palabras es una forma del proce-
so social de trabajo. El método se sostiene con correspon-
dencia de lógicas para la reproducción del aislamiento y la
legitimidad de sistemas de dominación. En este sentido po-
demos recordar que el padecimiento puede ser visto como
196 Los trabajadores en la nueva época capitalista

sufrimiento subjetivo y además como instrumento o parte


de la dominación social.
De ahí entonces que la formulación de otro método, un
contramétodo, exige un cambio en varias direcciones, epis-
temológicas, conceptuales y prácticas. Se podrían distinguir
varias marchas en esta dirección. La primera es poner en
cuestión las prácticas que frente a padecimientos persistentes
oponen prácticas normalizadas, la segunda es iniciar la com-
prensión del padecimiento con una modalidad coproductiva
asentada en una base material intersubjetiva, no basta repre-
sentar varios discursos sino ponerlos en situación de diálogo.

7. En los lugares de extinción

En las líneas que siguen intentaremos dar mayor consis-


tencia al ensayo produciendo un análisis de las prácticas insti-
tucionales como una de las dimensiones relevantes para com-
prender los procesos sociales de exclusión-extinción. Tal como
arriba se describe este análisis no puede sino plasmarse con
la consideración de diversos planos, la forma expositiva que
encarne la teoría, el contexto focalizado y la transversalidad de
los procesos de trabajo. Con este objetivo nos referiremos, sin-
téticamente, a) la construcción espacial urbana en los procesos
de guetificación, b) la violencia como instrumento modulador,
c) los efectos traumáticos en las familias y en la subjetividad.
Así el análisis del método, descubrimiento de la racio-
nalidad sistémica de las prácticas institucionales, requiere
aceptar la exigencia, en el marco de la investigación compleja,
de su contextualidad en el proceso de demarcación social y
distanciamiento, de su temporalidad como de las represen-
taciones discursivas, registradas en la dialéctica contexto-
instituciones-subjetividad. En lo que sigue se presentará una
selección de dimensiones que dan cuenta de esta articula-
ción y de algunas de las claves para su comprensión.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 197

Con referencia al contexto de estudio, un rasgo que


puede destacarse de la demarcación en los procesos de
guetificación es la violencia institucional y en ella la ocupa-
ción militar. En muchos casos las conceptualizaciones so-
bre los nuevos procesos de guetificación (Wacquant, 2001;
Bauman, 2003; Castells, 2000) en los núcleos urbanos se-
gregados (Bialakowsky et al., 2001a) enfatizan aspectos es-
tructurales de vulnerabilidad socioeconómica, en otros a los
aspectos subculturales. En este caso seleccionamos como
atributo constructivo la aplicación de la violencia como re-
lación social e institucional. Ello se produce en un proceso
de factores convergentes como la extrema pobreza, la ile-
galización de los modos productivos de sobrevivencia, la
criminalización de las conductas, las precondiciones de las
arquitecturas “populares” urbanas (monoblocks, villas de
emergencia, ocupaciones urbanas, conventillos, etc.) que
poseen una sinuosidad que le es propia y una circularidad
obstaculizada pero que se presentan fácilmente acordona-
bles desde el exterior.
La ocupación obedece a dos motivaciones al menos, por
una parte, la aplicación del control poblacional, a diferencia
de intervenciones individualizadas, como nueva estrategia
penal. “Por lo tanto, a pesar del subsistente lenguaje de la
rehabilitación y la reintegración, los programas generados
bajo la Nueva Penología pueden ser mejor comprendidos en
términos de costos de ‘managing’ y control de poblaciones
peligrosas más que en términos de transformación social y
personal.” (Feeley, Simon, 1995: 51). Se produce la construc-
ción de los reductos delincuenciales y la accesibilidad pública
de intervención sobre los focos de peligro inminente frente al
crecimiento real o imputado por la prensa de los sectores po-
bres (Vasilachis, 2003). La visibilidad de la posesión y tráfico
de armas resulta también distinguible en estas poblaciones a
diferencia de otros sectores sociales privadamente armados
pero con menor grado de visibilidad social.
198 Los trabajadores en la nueva época capitalista

“E: ¿Por qué se rompió el código interno?


C: Porque la gente empezó a tener miedo, cuando la
gente empezó a ver cosas, por así decirlo, empezó a haber
miedo y a denunciar menos y la Policía al involucrarse me-
nos también, es como que la Policía misma te está catalo-
gando acá de peligroso, de que ellos no salían porque eras
peligroso. Si la misma Policía se... imaginate la gente.
Interrupción
C: [...] Y al mismo tiempo al ver que no había control
acá ya después todos los que eran buscados, se sentían más
refugiados acá...
[Interrupción]
C: Por eso fue cambiando y la gente que tenía posibili-
dad de irse se iba, entonces fue quedando lo peorcito dentro
[...]. Por eso fue cambiando tanto el barrio.
E: ¿Y con la llegada de Gendarmería?
C: Cambió al principio, pero ahora es como también
ya se le perdió el miedo por el hecho de que la Gendarmería
se vio limitada porque la Policía reniega y al mismo tiem-
po cuando se pusieron estrictos, les dijeron bueno bajen la
mano porque...” (Entrevista a Jefa de Hogar, Núcleo Urbano
Segregado Ejército de los Andes).
La violencia cotidiana, la represión, la ocupación y la
implosión, devienen en un estigma y formas traumáticas de
sobrevivencia y al mismo tiempo se naturalizan. Este estado
natural de la violencia es absorbido de tal modo que queda
opacado.
[Haciendo referencia a las prácticas policiales] “A los
pibes los dejan morir, los dejan re morir, los dejan tirados.
Te lo cuentan los pibes esto. Si le pegaban en las piernas,
en el costado y los dejaban tirados ¿Cómo no se iban a
morir? Si nunca nadie va a llamar a una ambulancia, ¿qué,
lo van a subir del patrullero? Y después lo ves ahí en la
capilla. Los ves ahí porque los están velando ahí, te traen
la ambulancia y los tiran arriba del cajón de manzanas. Es
Los trabajadores en la nueva época capitalista 199

terrible, es terrible que la municipalidad no les pueda dar


una... un velorio digno...” (Entrevista a Psicóloga, Casa del
Niño, Núcleo Urbano Segregado Ejército de los Andes)
Así la historia comunitaria se imbrica en las formas
traumáticas de la ocupación policial y militar. De este modo
la visión resulta absolutizada en forma maniquea entre dos
estratos de luchas en derredor del síntoma, conflictos hori-
zontales entre colectivos armados fuera de la ley y los que
se ejercen en nombre de la ley, sin la erradicación en ningún
caso de los orígenes sociales de la violencia en los procesos
de exclusión-extinción que tienen como protagonistas a sec-
tores degradados de la clase trabajadora.
“Un chico no puede estar en la calle a cualquier hora
acá hay tiros. No sabés de dónde te va a caer la bala. Esta
mañana veníamos caminando cinco y media... veníamos pa-
teando los cartuchos de las balas. Eh, eh, acá no sabés si tie-
nen mejor armas, acá adentro hay mejor arsenal que, creo,
en la Policía... ¿Sí?” (Entrevista a Jefa de Hogar, Núcleo
Urbano Segregado Ejército de los Andes).16
Estas cadenas se tornan cada vez más insostenibles por
los eslabones más débiles de la cohesión social, el grupo
de crianza familiar, los niños, los jóvenes, los ancianos, los
discapacitados.
“Digamos que los discapacitados de Fuerte Apache no
existen. No tienen escuela no tienen formación, no tienen
estímulo. Yo entraba a una casa veía hombres, mujeres, ni-
ños y por allá tirado en un rincón, en una esquina, debajo
de una frazada y de cartones un muchacho de 25 años que
nunca había salido de esa esquina. Deformado, no podía
hablar. Nadie lo bañaba. Con la cuidadora domiciliaria tuvo
su primera torta de cumpleaños, su primera foto, baño, una
silla de ruedas... O una chiquita de 15 años que fue no vi-
dente toda su vida desde que nació y nunca había salido


16
Entrevista a cargo de Rodrigo Salgado y Carla Bañuelos.
200 Los trabajadores en la nueva época capitalista

de su casa” (Entrevista a Psicóloga, Casa del Niño, Núcleo


Urbano Segregado Ejército de los Andes).
El barrio deviene en gueto y la familia normal comienza
a ser atípica, no hay una sola explicación para este fenómeno
cada día más frecuente pero la ruptura familiar consanguínea
y formal en la pobreza la distingue de los cuadros clásicos del
siglo XIX del grupo familiar enfrentando la pobreza.
“La gente, la mayoría de la gente es buena, es sana pero
la familia, la estructura familiar... yo creo que en todas las
clases sociales ahora ¿no?... pero vos ves que el padre casi no
existe, la madre si ha conseguido trabajo, capaz que tiene tres
trabajos y los chicos se quedan solos entonces hacen malas
juntas, como dicen ellos. Entonces para mi las familias son las
abuelas porque las abuelas son las que se quedan en las casas,
cuidan a los chicos, transmiten la fe” (Hermana del Sagrado
Corazón, Núcleo Urbano Segregado Carlos Gardel).17
Se produce la feminización del hogar en convergencia
con transitoriedad de configuraciones familiares, este fenó-
meno se asocia necesariamente con abandono de la niñez y
sobrecarga del trabajo infantil tanto del cuidado de hermanos
como de trabajo callejero y situación de explotación infantil.
A la precariedad se suma la violencia, el alcoholismo y las
adicciones en el marco de ensambles de convivientes con una
intensidad y sobrecarga habitacional exacerbada.
“C: La familia se destruyó totalmente. Antes el jefe era
el padre, que trabajaba y ponía los límites: todo el mundo se
acuesta a las 10 y se levanta a las 9. Hoy se rompió porque
no existe el jefe de familia, puede ser la madre, el hijo el que
trae el sustento. Yo conozco un caso en el barrio que el hijo
es el que para la olla vendiendo droga. El padre no tiene au-
toridad sobre el hijo porque es el que mantiene el hogar. Así
se destruyó la familia: padres separados, hijos deambulando
por la calle. No hay forma de contener a la familia. Esto es


17
Entrevista a cargo de Karina Nieto.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 201

grave, pero se sabe” (Entrevista a habitante, Núcleo Urbano


Segregado Carlos Gardel).
La juventud pensada otrora como una etapa de morato-
ria (Margulis, 2000), como una formación laboral heredera de
una cultura del trabajo y del empleo (Molitor, 1993) rompe los
cánones difundidos desde el centro (Feixa, 2002) y se sumerge
en la incertidumbre, el sinsentido, la inmediatez del entorno
exterior y la fragmentación en la caducidad de la categorías de
hogar y jefe de familia. El proceso implosivo estalla comprimido
entre el entorno del núcleo urbano segregado inaccesible y de
imposible abandono y las instituciones como la escuela que no
encuentran acierto, o ésta resulta ser en definitiva su tecnolo-
gía, entre el abandono de la institución disciplinaria y panópti-
ca (Foucault, 1975) y las prácticas asistenciales.
“Llego a la parada de los remises y me encuentro con
una médica de la Salita: ‘Viste ayer pobre Mónica tuvo que
recibir a un pibe de 14 años que se suicidó...’ ‘Uhh ¡me
imagino cómo está!’ ‘Y si, estaban todos hechos bolsa, se
ahorcó...’ Sí terrible, el remisero también sabe. Todos hablan
en el auto mientras vamos llegando al barrio...
Cuando entro a la Casa del Niño el clima es tenso se me
cruza que el niño puede ser... no... sé que no andaba bien en la
escuela, pero la psicóloga me dijo que no era grave y la cuida-
dora lo iba a invitar para que viniera a participar de la murga...
Entro esperando verlo y me encuentro con las caritas tristes
de sus compañeros que vienen corriendo y me abrazan, por
entre los chicos veo la cara desencajada de una cuidadora... El
nene que se ahorcó es Gaby, los chicos me lo confirman y llora-
mos juntos... ¿Qué quieren hacer? Les pregunto como puedo.
‘Tenemos que bailar por Gaby, él hubiera querido’. La cuida-
dora se acerca y me da un beso: ‘Yo lo iba a llamar pero pensé
mejor cuando se organice el taller, si lo hubiera llamado...’
Al día siguiente tengo más información: sé que dejó
una carta para la madre donde le pide perdón y le dice que
el motivo está dentro de su carpeta y se trata de una nota de
202 Los trabajadores en la nueva época capitalista

suspensión (por su conducta) en la escuela” (Relato, Núcleo


Urbano Segregado Ejército de los Andes).
Las políticas públicas crean una institución sin encaje
con la realidad contextual del joven y del niño, entre sus sen-
tidos sin sentido para esta postsociedad (De Marinis, 1999)
y el desconocimiento de la actual cultura juvenil tensionada
entre la apatía y la violencia (Murillo, 2003). Los patrones
de familia, sexualidad y horizonte laboral son quebrados y
no hay discurso que pueda contener las nuevas realidades,
los mismos juegos que se entablan se encuentran transidos
de violencia, sexualidad circunstancial, embarazos deseados
y no deseados a edades extremadamente tempranas en con-
sideración a los patrones culturales de la modernidad indus-
trial. Los procesos iniciáticos y los rituales del pasaje de la
juventud a la adultez se rompen sin horizonte cierto.
“Le hago un desiderativo a los chicos para ver su deseo:
qué es lo que quieren y qué sé yo y dos chicos me dijeron, de
siete años y de ocho años, una nena de siete y uno de ocho,
que ‘no quieren existir’, ‘que no quieren existir’, a los siete
años y a los ocho años y vos decís cómo puede haber... es una
reflexión muy fuerte para un pibe tan chico. Vos le preguntas
por qué, ‘¿Por qué no? Porque no quiero estar acá, no quiero
estar en mi casa, no quiere hacer cosas’ o un pibe de once
que se quiere matar que se quiere tirar de la guardería para
abajo y no como Superman sino que se quiere tirar porque
no quiere volver a la casa porque está el padrastro, el negro,
que le va a pegar porque se pinchó la bicicleta porque a la
hermana le supura la oreja, porque al otro le pasa otra cosa,
por cualquier cosa está al alcance de la mano el golpe, enton-
ces, ¿viste?” (Entrevista a Psicóloga, Casa del Niño, Núcleo
Urbano Segregado Ejército de los Andes)
Descubrir el método, en nuestro caso es colocar en ob-
servación los procesos que aparecen socialmente naturaliza-
dos, ocultos y sin producción social. Esta hipótesis debe ser
reemplazada por la investigación coproductiva que permita
Los trabajadores en la nueva época capitalista 203

acceder a los objetos fluidos y prohibidos (Fernandes et al., 2000).


Así pueden señalarse dos efectos institucionales invisibiliza-
dos los códigos de silencio y los vacíos.
“Es como que te vas habituando, va formando parte
del paisaje la cuestión. Y después está esta cuestión de que
uno conoce a la gente y no la conoce. Uno sabe que fulano
no trabaja, pero no averigua de qué vive porque es lo me-
jor lo que no sabés. Te mantiene a salvo. Y si te enterás lo
escuchaste y lo sacaste del oído, así inmediatamente. No es
asunto tuyo. Tu asunto es de la puerta para adentro porque
si no te mezclás en todos los problemas habidos y por haber.
A mí que siempre he sido una mujer de andar, me cuesta
horrores, hasta ahora, viste, no meterme, pero bueno hay
que aprender o morirse, una de dos” (Entrevista a Vecina,
Núcleo Urbano Segregado Ejército de los Andes).
En los núcleos urbanos segregados los silencios resul-
tan un instrumento de sobrevivencia, las instituciones se in-
sertan en este complejo enjambre discursivo y se muestran
por un lado impotentes y por el otro amenazados sin capa-
cidad de denuncia.
“La gente buena no los quiere denunciar porque no te
toman la denuncia y vienen y te aprietan, encima que vos
decís del robo... y te encontrás con tu casa llena de tiros o
quizás bajás y te esperan abajo... A nosotros nos pasó que,
hace mucho, hace ya bastante, cuando empezó todo esto
de la delincuencia, a mi mamá la habían asaltado. Le ha-
bían pegado qué sé yo y mi hermana hizo la denuncia en
la ... brigada ... porque acá no te la toman, no hacen nada”
(Trabajadora, Casa del Niño, Núcleo Urbano Segregado
Ejército de los Andes).
Asimismo las instituciones como colectivos no pueden,
por modalidad de método despótico de trabajo (Bialakowsky et
al., 2003), elevar a la categoría de colectivos su diagnóstico
de la situación contextual, ya sea la escuela, las institucio-
nes tutelares, la sala de salud, la comisaría o la delegación
204 Los trabajadores en la nueva época capitalista

municipal. He aquí otro preconcepto que debe despejarse,


al menos en la experiencia de la investigación local, el po-
bre, el indigente, el marginal, el excluido, en cualquiera de
su recortes sociales no se encuentra desafiliado en un sentido
de total aislamiento, por el contrario nuestras observaciones
siempre conducen a un juego institucional infinito de asis-
tencia, de abandono, de control y de represión. Las familias,
los grupos de convivientes, se encuentran absolutamente
penetrados por instituciones, siempre fragmentarias, de asis-
tencia sanitaria, caridad religiosa, reclusión penal, tutela de
menores, internación manicomial, subsidio estatal para jefes
y jefas de hogar, afiliaciones políticas y punteriles, designacio-
nes vecinales como las manzaneras entre otras.18
La paradoja se muestra visible, con el descubrimiento
del método, se encuentra una población modulada por el
Estado con la producción de vacíos claves entre instituciones,
las instituciones fragmentadas recortan al sujeto lo des-histo-
rizan, lo de-culturan, en definitiva lo de-socializan (Matellanes,
2003). Complementariamente se registra una transversalidad
institucional etnocéntrica que agudiza la distancia entre len-
guajes y cosmogonías, la imposición hegemónica precede y
postcede a toda intervención especialmente en el campo es-
colar y judicial. El proceso de exclusión-extinción comprende
el desalojo también de las culturas de origen y la diversidad.
Como ya se deduce la hipótesis es que las instituciones
como mediadoras de la expulsión conllevan instrumentos de
poder claves en la subjetivación y socialización. Esta pres-
cindencia del sujeto con la paradoja de la sujeción en sus
estrictos límites de circulación, de propiedad, de identidad,
de ciudadanía se acompaña paradojalmente con el vacío, el


18
Estas denominaciones populares se refieren en un caso al puntero barrial
que conduce el clientelismo político. Mientras que la denominación de
manzanera quedó asociada a las mujeres que articulaban con su volunta-
riado la distribución de ayuda pública en la Provincia de Buenos Aires.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 205

abandono en la producción de las ausencias, de los intersticios


claves para la sobrevivencia. Esta racionalidad instrumental
forma parte del método y se encuentra programada institu-
cionalmente, esta producción tiene sin duda dos víctimas el
productor y el producido, dos coproductores estrechamente
vinculados en los procesos de desagregación social.
Finalmente esta reticularidad de las tecnologías (Rose
y Miller, 1992) del poder se expresan en el reforzamiento
de tres categorías claves de la anormalidad (Foucault, 2000),
la re-victimización, la patologización individual del pade-
cimiento y la criminalización de las conductas. Las clases
superiores de la sociedad, los sectores de poder, los partidos
políticos hegemónicos, los poderes estatales e internaciona-
les, constituyen un discurso de gubernamentalidad para la
demarcación social. Un análisis discursivo de las Cumbres
de las Américas (Bialakowsky, 2001b) puede dar cuenta de
esta construcción internacional-nacional de los poderes pre-
sidenciales para formular tanto una definición de la pobreza,
la imposibilidad de analizar sus causalidades y la sustitución
explicativa para encontrar los enemigos delincuenciales, en-
tre ellos el narcotráfico y el terrorismo.

8. Notas finales y reflexiones, a modo de conclusión

Estas líneas a modo de ensayo han intentado desbrozar


y descubrir nuevas potencialidades explicativas y comprensi-
vas del proceso social de exclusión-extinción. Su radicalidad,
reflexionamos, no consiste en abarcar la integralidad del fe-
nómeno sino en brindar instrumentos para su comprensión.
Ello nos ha exigido avanzar en tres niveles al menos, a veces
secuencialmente en otras convergentemente, en el plano episte-
mológico, los contenidos y la práctica. En esta perspectiva co-
nocer es comprender, como lo afirmamos en dos sentidos, de
la comprensión hermenéutica y de la comprehensión del actor.
206 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Para comprender es necesario profundizar, calar hon-


do, tanto en la dirección del objeto como en la propia con-
moción y silenciamiento del sujeto cognoscente, paso ini-
cial para con-moverse en la dirección de la ruptura con lo
indecible. De ahí que nuestros estudios y teorizaciones se
han dirigido en esta etapa a profundizar en los procesos que
culminan en la extinción social. Proceso que comprobamos
queda substraído, marginalizado, en la teoría como si ese
límite resultara imposible científica y culturalmente de ser
captado en su continuidad con los procesos de vulnerabi-
lidad, exclusión y desafiliación. Este punto de llegada no
implica abarcar una totalidad pero preanuncia un derrame
inverso, la teoría del desarrollo idealizaba sin embargo des-
de los 60 un derrame benigno. La realidad social para mi-
llones se presenta hoy contraria a la teoría.
“[...] hoje, a angústia, o medo, o sentimiento de vulnerabilidade
voltan ao grupo operário, inclusive naquelas categorias que ainda desfru-
tam –por quanto tempo?- de uma certa seguranca. De agora em diante,
nao existe mais a nítida linha divisória entre os operários que estariam
do ‘mau lado’ e aqueles que estariam sólida e definitivamente protegidos
contra a adversidade social.” (Beaud y Pialoux, 1999: 22).
Esta corrosión del carácter, parafraseando a R. Sennett
(2000), forma parte de un contenido sistémico cuya pro-
yección no parece propicia para una evolución positiva, as-
cendente socialmente del capitalismo, las líneas dominantes
preocupan a tal extremo hoy que István Mészáros concluye
así: “Si tuviera que modificar las dramáticas palabras de
Rosa de Luxemburgo, debido a los peligros que enfrenta-
mos ahora, agregaría a ‘socialismo o barbarie’ ‘barbarie con
suerte’; en el sentido de que la exterminación de la huma-
nidad es una consecuencia inherente al destructivo curso
de desarrollo del capital” (2003: 94).
Las claves que nos han interrogado rondan en dar
un paso más allá de la observación evolutiva del sistema,
siendo conscientes que toda proyección es hipótetica, para
Los trabajadores en la nueva época capitalista 207

comprender el otro sistema subliminal, el método por el


cual se tramita este proceso de expulsión social, de desagre-
gación, desterritorialización de una clase (underclass), para
modular socialmente un ejército supernumerario, superfluo
sin capacidad material para la subsistencia para alojarlo fi-
nalmente, reticular y moebiusianamente, en un submundo
reverso inescindible del mundo.
La novedad no radica tanto en la existencia, como se
sabe histórica del proceso de separación-estigmatización-ge-
nocidio en América Latina, sino en su actualidad en curso
como contraste del capitalismo de posguerra cuyo proyecto
inclusor, resultado del sistema bipolar mundial, resultado de
las políticas pacificadoras keynesianas y socialdemócratas,
concluye su ciclo en los 70 y da paso a la reinstalación (neo)
liberal cuya potencia le permite reproducirse descarnada-
mente. Su hegemonía –en términos de legitimación entra
en crisis– pero al mismo tiempo se sostiene con menores
atributos ficcionales. La coacción y la fuerza reproducen el
sistema con formas primitivas u originarias. Sin duda, no
desconocemos los planteos de la sociedad de control pero am-
bas caras son subsistentes en la programación social.
Por ello desde nuestra perspectiva la extinción social es
un eslabón conceptual para comprender todo el proceso y
por su relevante proyección sobre el resto de la sociedad. En
esta dinámica hemos puesto nuestra mirada en las prácticas
institucionales, al menos por dos motivos, por una parte
porque las instituciones juegan un rol destacable entre la ar-
ticulación de lo público y lo privado, y porque estos órdenes
expresan tanto los discursos actuales de gubernamentali-
dad, como así y especialmente las tecnologías del poder que
modulan la creación del sobrante social. Por otra parte vista la
sociedad como un gran proceso social de trabajo las insti-
tuciones públicas resultan en buena medida la oportunidad
y el obstáculo para transformar el curso con que se repro-
duce la expulsión por medio de las políticas fragmentarias,
208 Los trabajadores en la nueva época capitalista

descentralizadas y focalizadas en el marco discursivo de las


propuestas del Consenso de Washington.
Situados en este punto de articulación, las prácticas y
discursos institucionales, es posible observar en profundi-
dad tres dimensiones relevantes en juego: la disposición de
los espacios urbanos, la concepción de lo social y la creación
de la subjetividad. La producción del macrodesmantela-
miento del sistema y la reposición del otro deja a las institu-
ciones reguladoras, otrora disciplinarias, en una doble tarea,
por un lado de administrar el orden y la rehabilitación de
los sujetos, las familias, las comunidades peligrosas, y por
el otro, atender las necesidades de los sujetos, expresadas y
tratadas individualmente. Así la distribución espacial –espe-
cularmente a la distribución del poder y la riqueza social–
se fragmenta, escotomiza, y produce marcaciones en los in-
tensos procesos de guetificación, los barrios obreros ya no
configuran continuum espacial sino fracturas de circulación
social. En esta degradación las distancias sociales se acen-
túan y las ocupaciones policíaco-militares se frecuentan, la
violencia fabrica la cotidianeidad.
En este contexto emergen nuevas subjetividades trágicas
cuyos marcos tradicionales populares se disuelven, así como
la familia en su estructura, los roles diferenciados, la domi-
nación: sexual, etaria, microeconómica, se trastocan. En este
derrumbe sin reemplazo la subjetividad transita y se esculpe
en nuevos colectivos de muy variada índole: de asistencia,
de vecindad, de bandas, de conflicto tribal y en su extremo
niñez, vejez, discapacidad, con abandono y soledad. La lega-
lidad y la ilegalidad no tienen fronteras se yuxtaponen, ya
que sobrevivir en las exigencias de la sociedad hegemónica,
que se manifiestan descarnadamente, del ya supuesto panóp-
tico reticular que se enceguece en estos espacios, exige en su
límite y en su interior documentación de identidad, domicilio
fijo, pago de impuestos, expensas vecinales, servicios públi-
cos privatizados, vigilancia privada... Estos factores tórnanse
Los trabajadores en la nueva época capitalista 209

co-constructores de nuevas subjetividades vulneradas en ex-


tremo que conduce a proyecciones explosivas-implosivas.
En las palabras de Susana Murillo acerca de la subjetivi-
dad: “La recaída en la inmediatez y la pérdida de sentidos en
muchos sujetos se expresa en el deseo de la propia muerte
y el de la muerte del otro (que no es en última instancia
sino el deseo de la muerte propia, si pensamos que un sujeto
es un atravesamiento de diversas subjetividades). Este deseo
de muerte tiene consecuencias diversas e importantes efectos
en las relaciones humanas. Ella se expresa de modo obvio en
las diversas adicciones, el aumento de la violencia doméstica,
el número de suicidios y actos delictivos. La búsqueda de
sentido en una situación trágica también produce en muchos
sujetos una negación de esta realidad que lo atraviesa y su
proyección en otros. Surge así el racismo como una mani-
festación cada vez más frecuente... Otro efecto de esa cade-
na subjetiva es la apatía. Particularmente en los menores de
treinta años, el tiempo libre, pero también el del trabajo y
el del estudio no implican búsqueda, afán de sentido, sino
que en ellos reverbera también el sinsentido de la nada de la
existencia inducida por este afán de renovación constante que
señala la eterna caducidad de todo” (2003: 36).
Las instituciones conservan –entre los mandatos de pri-
vatización, focalización y asistencialismo– formas tutelares,
asistenciales que responden a los síntomas, la calidad de los
padecimientos sociales resulta en estas prácticas inabarca-
bles, y en esta inabarcabilidad se encuentran los recursos
de la legitimación hegemónica. La impotencia no produce
interrogantes sobre el hacer sino la magra expresión del lí-
mite impuesto por las instancias superiores, la sobrevivencia
asalariada y el saber oficial adquirido. Así, la intervención
se formula sin la posibilidad de avanzar sobre las cadenas
causales del sujeto, el contexto y el sistema. La repetición, la
derivación, y la rehabilitación sin sentido resultan homólo-
ga al transcurso social del desalojo.
210 Los trabajadores en la nueva época capitalista

“Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros


y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.”
(Pablo Neruda: 20 Poemas de amor y una canción desesperada)

Bibliografía

Agamben, Giorgio (2002), Homo Sacer. El poder soberano y


la nuda vida I, Madrid, Biblioteca de Filosofía Editora
Nacional, Madrid.
Amin, Samir (2003), Más allá del capitalismo senil, España, El
Viejo Topo.
Antunes, Ricardo (2001), ¿Adiós al trabajo? Ensayo sobre la me-
tamorfosis y la centralidad del mundo del trabajo, San Pablo,
Cortez Editora.
Bauman, Zygmunt (1998), Modernidad y Holocausto, España,
Ed. Sequitur.
Bauman, Zygmunt (2003), Comunidad, Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica.
Beaud, Stéphane; Pialoux, Michel (1996), “Les ‘bacs pro’.
La ‘désouvriérisation’ du Iycée professionnel”, en Actes
de la Recherche en Sciences Sociales, Nº 114, 1996, en Hirata,
Helena y Préteceille, Edmond, “Trabalho, exclusáo
e precarizacáo socioeconómica o debate das ciencias
socias na Franca”, en Caderno CRH, Nº 37, Salvador,
Bahía, Brasil, 2002.
Bialakowsky, Alberto L. (2001b), “Políticas sociales y ex-
clusión social en la Argentina finisecular frente a la in-
tegración continental”, Capítulo Robarts Centre, York
University, Toronto, Canadá (mimeo).
Bialakowsky, Alberto L. et al. (2001a), “Fuerte Apache, de
la salud de la violencia o de la violencia de la salud”, en
Salud Problema y Debate, año XI, N° 23, Buenos Aires.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 211

Bialakowsky, Alberto L.; Campos, Oracio; Grima, José M.;


Rosendo, Ernestina; Costa, María I.; Presta, Susana;
Benzaquen, Natalia y Robledo, Guillermo (2003),
“Cooperación y conflicto en las nuevas formas de au-
togestión de los trabajadores”, en CD XXIV Congreso
de la Asociación Latinoamericana de Sociología,
Arequipa – Perú.
Bialakowsky, Alberto L.; Grima, José M.; Rosendo,
Ernestina; Costa, María I.; Crudi, Rozana; Xiques,
Mario y Haimovici, Nora (2003), “Procesos sociales
de trabajo en instituciones públicas. Actores bifrontes”,
en Revista Encrucijadas: Revista de la Universidad de Buenos
Aires, Buenos Aires.
Bialakowsky, Alberto L.; Salvia, Agustín; Vujosevich, Jorge;
Chávez Molina, Eduardo; Masello, Diego; Chébez,
María del P.; Lartigue, Luciana y Costa, María I.
(2002), “Estudio Social en Boca de Urna. Consulta
Popular 14, 15, 16 y 17 de diciembre de 2001”, en
Revista Lavboratorio - Informe de Coyuntura Nº 9, Buenos
Aires. Disponible en Internet: http://www.catedras.
fsoc.uba.ar/salvia/lavbo.htm
Bourdieu, Pierre (1999), La miseria del mundo, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica.
Castel, Robert (1991), “La dinámica de los procesos de
marginalización”, en Revista Topía, Buenos Aires.
Castells, Manuel (2000), “El Cuarto Mundo: capitalismo,
informacional, pobreza y exclusión social”, en La era de
la información. Economía, sociedad y cultura. Fin de Milenio,
vol. III, México, Siglo XXI.
De Marinis, Pablo (1999), “La disolución de lo social y la
reivindicación de la comunidad (apuntes para una so-
ciología de la ‘postsocialidad’)”, ponencia presentada en
el XXII Congreso de la Asociación Latinoamericana
de Sociología, Concepción, Chile.
212 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Deutsch, Mario y Schroeder, Damián (1997), “Terror, pen-


sar, dolor. La desaparición forzada”, en Revista Uruguaya
de Psicoanálisis, Nº 86, APU, Montevideo, en Zytner,
Richard, “De silencio... entierros... desentierros.
Reflexiones sobre ‘El Secreto’ y ‘Testigos’”, en Bekeris,
Eugenia (2002), Desentierro. Arte, memoria, identidad,
Buenos Aires, Ediciones Al Margen.
Duschatzky, Silvia; Correa, Cristina (2002), Los chicos en ban-
da. Los caminos de la subjetividad en el declive de las institucio-
nes, Buenos Aires, Paidós.
Feeley, Malcom y Simon, Jonathan (1995), “La nueva peno-
logía: notas acerca de las estrategias emergentes en el
sistema penal y sus implicaciones”, en Delito y Sociedad.
Revista de Ciencias Sociales, año 4, Nº 6-7, Buenos Aires.
Feixa, Carles, et al (eds.) (2002), Movimientos juveniles en la
Península Ibérica. Graffitis, grifotas, okupas, Barcelona, Ariel.
Fernandes, Luís y Carvalho, M. Carmo (2000), “Problemas
no estudo etnográfico de objetos fluidos. Os casos
do sentimento de inseguranca da exclusao social”, en
Educacao, Sociedade & Culturas, Nº 14, Portugal.
Fleury, Sonia (2002), “¿Excluasao e ciudadania – Teoría da
política social na América Latina?”, en Revista Socialis.
Reflexiones latinoamericanas sobre política social, vol. 6,
Rosario, Homo Sapiens ediciones.
Foucault, Michel (1975), Vigilar y castigar, Buenos Aires, Siglo
XXI Editor, 1989.
Foucault, Michel (1978), La verdad y las formas jurídicas,
México DF, Gedisa, 1986.
Foucault, Michel (2000), Los anormales. Curso en el Collège
de France (1974-1975), México, Fondo de Cultura
Económica.
Friedman, Milton y Friedman, Rose (1981), Libertad de elegir.
Hacia un nuevo liberalismo económico, Barcelona, Grijalbo.
Hardt, Michael y Negri, Antonio (2002), Imperio, Buenos
Aires, Paidós.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 213

Laparra, Miguel; Gaviria, Mario; Aguilar, Manuel (1995),


“Aproximaciones a la exclusión social”, en II Simposio so-
bre Igualdad y Distribución de la Renta y la Riqueza, Madrid.
Maliandi, Ricardo (2003), “El aspecto ético. Excluir la ex-
clusión”, en Revista Encrucijadas: Revista de la Universidad
de Buenos Aires, Buenos Aires.
Margulis, Mario (editor) (2000), La juventud es más que una
palabra, Buenos Aires, Biblos.
Marx, Karl (1844), El trabajo alienado en “Manuscritos de 1844”,
Buenos Aires, Cartago.
Matellanes, Marcelo (2003), “Sociedad cero. Algunas re-
flexiones sobre el genocidio en la Argentina”, artículo
recibido por e-mail en agosto de 2003, enviado para su
publicación en el matutino Página 12, Buenos Aires.
Mészáros, István (1999), Más allá del Capital. Hacia una teoría
de la transición, Valencia-Caracas, Vadell Hnos. Editores.
Mészáros, István (2003), El siglo XXI ¿Socialismo o barbarie?,
Buenos Aires, Ediciones Herramienta, Buenos Aires.
Molitor, Michel (1993), “Jóvenes trabajadores en situación
precaria y modelo cultural de trabajo”, en Revista de
Economía & Trabajo, Santiago de Chile, PET.
Moreno Feliú, Paz (2001), “La economía política del exter-
minio: el trabajo en los campos de concentración”, en
Revista Archipiélago. Cuadernos de Crítica de la Cultura, Nº.
48 Crisis y mutaciones del trabajo, Madrid.
Murillo Susana (2003), “Algunas consideraciones acerca
del trabajo y las subjetividades en la Buenos Aires
actual”, en Dilución o mutación del trabajo en América
Latina. O Trabalho: entre a perenidade e superfluidade, A. L.
Bialakowsky (comp.), edición Revista Herramienta,
Buenos Aires.
Nicolaus, Martín (1971), “El Marx desconocido”, en Marx,
Karl, Elementos fundamentales para la crítica de la Economía
Política- borrador 1857-1858 (Grundrisse der Kritik der
politische Okonomie), Buenos Aires, Siglo XXI.
214 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Romaní, Oriol (1996), “Antropología de la marginación.


Una cierta incertidumbre”, en Prat, Joan y Martínez,
Ángel, Ensayos de Antropología Cultural, Barcelona, Ariel.
Rose, Nikolas y Miller, Peter (1992), “Political power be-
yond the State: problematics of government”, en British
Journal of sociology, (43), 2.
Sennett, Richard (2000), La corrosión del carácter. Las consecuen-
cias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, Barcelona,
Anagrama.
Vasilachis de Gialdino, Irene (2003), Pobres, pobreza, identidad
y representaciones sociales, Barcelona, Gedisa.
Wacquant, Löic (2001), Parias urbanos. Marginalidad en la ciu-
dad a comienzos del milenio, Buenos Aires, Manantial.
Wacquant, Löic (2007), Los condenados de la ciudad. Gueto, pe-
riferias y Estado, Buenos Aires, Siglo XXI.
Zeller, Norberto y Rivkin Ana (2003), “Paradoja de la rece-
ta neoliberal”, en Le Monde diplomatique, Buenos Aires,
agosto de 2003.

Autores

Alberto L. Bialakowsky, Cristina Reynals,


Mónica Zagami, Roxana Crudi, María Igna-
cia Costa y Nora M. Haimovici: Director e inte-
grantes del Proyecto de Investigación UBACyT
S064. “Poblaciones extinguibles en nueva época.
Análisis de procesos de trabajo institucionales y
sujetos colectivos en intersección con una praxis
transdisciplinaria”, Instituto de Investigaciones
Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad de Buenos Aires.
Capítulo VII.
Familias: Modulaciones y
gubernamentalidad
en el continuum de exclusión-
extinción social1

Alberto L. Bialakowsky, Roxana Crudi, Cristina Reynals,


Mónica Zagami, Cecilia M. Lusnich y Ana L. López2

“Contrariamente a una estructura, que se define por un con-


junto de puntos y de posiciones, de relaciones binarias entre
estos puntos y de relaciones biunívocas entre estas posiciones,
el rizoma sólo está hecho de líneas: líneas de segmentaridad,
de estratificación, como dimensiones, pero también línea de
fuga o de desterritorialización como dimensión máxima se-
gún la cual, siguiéndola, la multiplicidad se metamorfosea al
cambiar de naturaleza. [...] El rizoma procede por variación,
expansión, conquista, captura, inyección.” (Gilles Deleuze y
Félix Guattari, 2002: 25-26)

Nota 1: Acerca de las interrogaciones

“Por fin todo deber ser sostenido y conservado cada vez más
con artificios. Y, en definitiva, los mismos poderes culturales
aparecen como fuerzas contrarias a esta voluntad de conserva-
ción, fuerzas que resisten y que hay que regular. Mientras que
en el período de apogeo de la burguesía se desarrollaba la fecun-


1
Una primer versión de este artículo fue publicada en el libro: Familia(s),
estallido, puente y diversidad: una mirada transdisciplinaria de derechos humanos,
Buenos Aires, Editorial Espacio, pp. 16-30.

2
Agradecemos especialmente los aportes y colaboración de Nora M. Hai-
movici, Integrante del Proyecto de Investigación UBACyT S015.
216 Los trabajadores en la nueva época capitalista

da acción recíproca por la cual la autoridad del padre se fundaba


en su papel en la sociedad, y esta se renovaba con la ayuda de
la educación patriarcal autoritaria, ahora (1936) la familia, cier-
tamente imprescindible, se convierte en un problema de mera
técnica de gobierno.” (Max Horkheimer, 1974: 149-150)
Este ensayo propone la interrogación y análisis sobre
formas de intersecciones –aquí denominadas estallidos– que
se yuxtaponen en la producción social modélica de la(s)
familia(s) atravesada(s) por procesos de exclusión-extinción
social (Bialakowsky et al., 2004).
En el ámbito de las Ciencias Sociales existe un amplio
consenso acerca de la tendencia a naturalizar las formacio-
nes familiares, desdibujando así su carácter históricamente
determinado (Durham, 1999; Grassi, 1999; Torrado, 1998;
entre otros). Dentro de los estudios de familia se elabora
con recurrencia investigaciones que, tomando la unidad de
análisis “familia”, se orientan a producir análisis relacionales
entre el nivel macrosocial (estructuras) y el microsocial (com-
portamientos), donde las familias y clases sociales se erigen
como mediación entre estos planos, situando en relevancia
la noción de estrategias familiares de vida (Torrado, 1998). Sin
desatender estos aportes nos interesa aquí desplazar el punto
de observación que se posa sobre la estructura demográfica o
estadística para analizar los procesos de desalojo y exclusión
social tomando como referencia un conjunto de relatos sobre
sujetos y familias en núcleos urbanos segregados.3
Aludimos entonces a la familia en este contexto como
un movimiento cinético, es decir como flujo mutante que,
en el continnum de exclusión-extinción social es intersectado
por vectores que la modulan. A modo de ejemplo, el vector


3
Núcleos Urbanos Segregados: “unidades o complejos habitacionales que por
determinaciones históricas y sociales quedan asociadas y segregadas de las
macrounidades urbanas, padeciendo aislamiento social, deterioro urbanístico
extremo, estigma y condiciones de vida, que los definen en la marginalidad
ecosocial y en procesos de guetificación” (Bialakowsky et al., 2001: 73).
Los trabajadores en la nueva época capitalista 217

flexibilización o precariedad laboral coloca en sus extremos a los


sujetos en el límite de la inanición, límites sobre los cuales
se libran igualmente resistencias y luchas. En este sentido,
el estallido resulta una intersección de modulaciones y resis-
tencias frente a la dominación y la incertidumbre (Bauman,
2005). En otras palabras, la conceptualización propuesta se
aleja de la noción de estructura para acercarla a movimiento:
“El problema inicial del estudio de la familia es disolver esa
apariencia de naturalidad con el objeto de percibirla como
creación humana, mutante” (Durham, 1999: 59).
Así la familia, como red vincular en esta contextualiza-
ción, tiende a recortarse más que por los lazos de parentesco
en redes vinculares, que muestran un núcleo de vínculo re-
productivo, que adquiere cinéticamente una variedad de for-
mas, reducciones y extensiones diversas; la familia instituye
un lazo mutante que resiste a las condiciones del desalojo
social. Los vínculos se constituyen como órdenes tempora-
les que varían y se reconfiguran en los atravesamientos del
desalojo, la secuestración institucional, la fragilización de los
cuerpos, la naturalización de la violencia y la escotomización me-
tódica de las tramas vinculares y contextuales de los sujetos.
En este escenario la familia, como modelo socialmen-
te im-puesto, se enfrenta al desplazamiento de las caracte-
rísticas definidas por el enunciado legitimador,4 avanza en
su lucha hacia formas dinámicas en medio de estallidos, el
esquema vincular asume reticularmente nuevas modulacio-
nes cuya apariencia parecieran ceñir un horizonte caótico
e incierto tanto para los sujetos como, fundamentalmente,
para las prácticas e intervenciones institucionales. En tal


4
Durham señala: “el concepto de familia, a pesar de que se refiere a grupos
sociales concretos, remite prioritariamente al modelo cultural y a su repre-
sentación” (1999: 73). “Las organizaciones institucionales en general, en su
acción con familias, parten de modelos que están instituidos socialmente
desde su imaginario y esperan que la familia cumpla con el modelo espe-
rado […]” (Paira, 1999: 21-22).
218 Los trabajadores en la nueva época capitalista

sentido el eje de análisis intenta colocarse más allá de las lec-


turas que señalan corrimientos de los modelos, tipicidades y
clasificaciones que circulan en los nomencladores para dete-
nerse en el ensayo y la reflexión de los tránsitos sociales de
fracciones de la población trabajadora subsumida en lo que,
desde un punto de vista clásico, se encuadra como “pobla-
ción excedente” o desplazada en el continuum de exclusión-
extinción social.5
De allí que estas interrogaciones intentan descubrir en
los extremos del continuum las modulaciones de lo social a
través de intersecciones de las instituciones gubernamenta-
les y la naturalización social de los procesos de guetificación.
Así, en esta dinámica se descubre el pasaje de modelos de
regulación de las poblaciones bajo formas biopolíticas, ha-
cer vivir y dejar morir, predominantes hasta la emergencia de
nuevas formas tanatopolíticas (Agamben, 2003), hacer extinguir
y dejar vivir, ensayadas a los espacios (estados) de excepción
(Agamben, 2004) como forma de gobierno sobre lo bío.
En la dinámica vertiginosa de estallidos, fragmentacio-
nes y luchas moleculares, que caracterizan la gran segregación
(Bergalli, 1997) molar,6 los nucleamientos familiares oponen
resistencias a las modulaciones institucionales pre-codifican-
tes que, lejos de reelaborar los horizontes de sentido en su


5
La pérdida de la centralidad del trabajo, el deterioro de los colectivos
sociales, la emergencia de violencia macro y microsocial empujan hacia
un proceso de exclusión a sectores crecientes de la población que ya no
son consideradas ejército de reserva, constituyendo nuevas fracciones de
fuerza de trabajo superflua (Mészáros, 2003; Antunes, 2001).

6
Con referencia a los conceptos de molecular y molar Deleuze y Guatta-
ri expresan lo siguiente: “Toda sociedad, pero también todo individuo,
están, pues atravesados por las dos segmentaridades a la vez: una molar
y otra molecular. Si se distinguen es porque no tienen los mismos térmi-
nos, ni las mismas relaciones, ni la misma naturaleza, ni el mismo tipo de
multiplicidad. Y si son inseparables es porque coexisten, pasan la una a
la otra, según figuras diferentes... En resumen, todo es política pero toda
política es a la vez macropolítica y micropolítica” (2002: 218).
Los trabajadores en la nueva época capitalista 219

práctica e intervención, culminan circundando y sometien-


do con categorías de extrañamiento no-ópticas a poblacio-
nes enteras de sujetos vulnerados. La existencia del derecho,
que se supone cristaliza la gubernamentalidad, queda muti-
lado en la misma intervención, invalidado en la práctica de
lo imposible. Si en el modelo keynesiano, sus antecedentes,
la inclusión por medios biopolíticos (Foucault, 2000) se ex-
presaba acorde a la asistencia de derechos, éstos en el pasa-
je actual quedan operando como metas ficcionales. Dicha
ficcionalidad se expresa en dos sentidos, por un lado en la
distancia que se opera entre el enunciado de derechos tales
como educación, rehabilitación, salud, empleo universales y
su práctica asistencial gubernamentalizada y por el otro en
las consecuencias de esta praxis fragmentada cuyo método
ya no tendería al modelo de normalización disciplinar sino a
un tipo de producción sub-normalizada que circunvala y sitia a
las poblaciones (sobrantes) desalojadas productivamente.
Las moléculas reproductivas son desgarradas de la masa
de la clase de los trabajadores, ya que sólo pueden sobrevi-
vir si venden su propia fuerza de trabajo (Antunes, 2001)
por sobre la línea de subsistencia y ello paradójicamente les
está vedado, quedando intersectados entonces por múltiples
procesos de vulneración de derechos, transformándose así
ya no sólo en sujetos alienados sino en sujetos negativiza-
dos (Bialakowsky y Antunes, 2005); que oponen en estos
procesos múltiples resistencias y líneas de fuga, no siempre
legitimadas, pero que resulta indispensable comprenderlos
socialmente en la configuración de sus luchas subjetivas, co-
lectivas y vinculares cuya metamorfosis se explica por el
atravesamiento del continuum de exclusión-extinción social
que caracteriza al sistema (Bialakowsky et al., 2004).7


7
Sobre la producción de población sobrante Bauman afirma: “La función
manifiesta de la primera de esas ramas fue la producción y reproduc-
ción del orden social. [...] La segunda rama de la industria moderna que
220 Los trabajadores en la nueva época capitalista

En este el marco de comprensión el espacio social re-


sulta fundamental como campo material del desalojo, del
extrañamiento no-óptico y, en este sentido, la historia de los
núcleos urbanos segregados (NUS), da testimonio del ejercicio
de técnicas de gobierno específicas, desde sus modulaciones
a lo largo de décadas, de los 60 a la actualidad, de alojo-
desalojo-cercamiento, erradicación-radicación-custodia, hasta sus
constantes actualizaciones que resultan de múltiples (infini-
tos macro-micro) atravesamientos ejercidos por las prácticas
institucionales. Estas prácticas se destacan conceptualmente
por la producción social guetificante que origina diferentes tipos
de cercamientos sobre los cuerpos desalojados. Reúnen en su
racionalidad un conjunto de discursos y prácticas performa-
tivas que inscriben y codifican las poblaciones expulsadas
en espacios disruptivos. Así la localización territorialidad
se transforma en seto y único margen tolerable.8 El estig-
ma y la segregación social se articulan en los procesos de
exclusión-extinción social dando marco explicativo a las im-
plosiones de los cuerpos y los colectivos cercados, donde la
nuda vida (Agamben, 2003) se devela como un tipo específi-
co en la producción racional-racionalizada del poder: “el homo
sacer9 no es solamente una oscura figura del derecho romano

ha arrojado continuamente enormes volúmenes de sobrante humano ha


sido el progreso económico, que en un determinado momento exige la in-
validación, el desmantelamiento y la eventual aniquilación de ciertos mo-
dos de vida y de subsistencia del ser humano, ya no pueden ni podrían
alcanzar los crecientes estándares de productividad y rentabilidad. Por
regla general, los practicantes de esas formas de vida devaluadas no pue-
den ser reubicadas en masse en las instalaciones de la nueva actividad
económica, más estrechas y racionales y se les niega el acceso a dichos
medios de subsistencia, ahora legítimos y obligatorios, mientras que los
medios ortodoxos, devaluados, ya no ofrecen una alternativa de supervi-
vencia. Son por lo tanto, las sobras del progreso económico” (2005: 161).

8
Para un mayor desarrollo de esta temática ver: Bialakowsky et al. (2005)

9
Dirá Giorgio Agamben a propósito de Homo sacer: “Es posible, entonces,
dar una primera respuesta a la pregunta que nos habíamos formulado en
el momento de delinear la estructura formal de la excepción. Aquello que
Los trabajadores en la nueva época capitalista 221

arcaico, sino también la cifra para comprender la biopolíti-


ca contemporánea” (Agamben, 2004: 13). Des-cubrir estás
cifras es entonces el objetivo en esta interrogación sobre la
serie estallido-exclusión.

Nota 2: La familia en la trama del continuum

En lo que sigue discurriremos conceptualmente a partir


de los ejes ensayados haciendo pie empírico en fragmentos
de testimonios y registros de campo (2004-2006) en núcleos
urbanos segregados del área oeste del conurbano bonaeren-
se, y que de algún modo –aunque incompleto– brindan la
oportunidad de hilvanar y particularizar las características
del atravesamiento metódico en las prácticas institucionales,
así como revelan conflictos, estallidos y resistencias de los
núcleos familiares en la trama del continuum de exclusión-
extinción social. En este sentido, por su defecto estadístico y
por su virtud testimonial, el análisis de las notas de campo
intentan signalizar de manera hologramática, en oposición
a su naturalización, contenidos en tanto núcleos instituyentes
en medio de una lucha compleja y desigual.
Repensar estas familias como resultado de movimien-
tos en tensión permanente y conflicto frente a las codifica-
ciones sociales prescriptivas permite comprenderlas (Bourdieu,
1999) dialécticamente en la dinámica de los procesos de ex-
clusión social.10 Se ensaya así dar cuenta de las distintas for-

queda apresado en el bando soberano es una vida humana a la que puede


darse muerte pero que es insacrificable: el homo sacer”. Y más adelan-
te agrega: “Considérese la esfera de significación del término sacer, tal
como se desprende de nuestro análisis. [...] indica, más bien, una vida ab-
solutamente expuesta a que se le dé muerte, objeto de una violencia que
excede a la vez la esfera del derecho y la del sacrificio” (2003: 109-112).
10
Cabe también señalar que la familia ha transitado históricamente diversas
formas como “objeto” de gobierno e intervención institucional. Desde la
222 Los trabajadores en la nueva época capitalista

mas que pueden adoptar las configuraciones familiares: fun-


ciones productivas, reproductivas, lazos afectivos, soportes
vinculares y subjetivos, entrelazados interna y externamen-
te atravesados con distintas formas de violencias y vulnera-
ciones históricas (Izaguirre, 1998) que modulan y modelan
los colectivos y sus prácticas.
Las notas de campo y sus protagonistas asumen des-
de esta perspectiva un sentido icónico: intentan representar
guías de lectura sobre algunos rasgos de lo social. En otras
palabras, se postulan como fragmentos que en parte espejan
y relatan hologramáticamente, hallando entonces su virtud
en el significado y la explicación narrativa y testimonial.11
“Karina (24) quedo huérfana a los 14 años –estando
embarazada– cuando su padrastro mató violentamente a su
madre. No fue aceptada en la casa familiar donde se queda-
rían sus hermanas. Se mudó con su pareja de 24 años con
quien tuvo dos hijos. Al tiempo comenzó una nueva pareja
con el hermano de su ahora ex pareja, con quien tuvo otros
dos hijos. Uno de ellos, una beba de 8 meses, quien muere
por una enfermedad que también tienen al parecer Karina y

moralización y normalización de las clases populares, nativas o inmigran-


tes en el marco del disciplinamiento de mano de obra, división sexual
del trabajo y fuerza productiva, hasta la concepción de ésta como unidad
meta-histórica bajo los regímenes dictatoriales, con mandatos autoritarios
y conservadores (Grassi 1999; Carballeda, 2001). En la actualidad exis-
ten muchas concepciones y diagnósticos sobre las mismas dentro de los
cuales es significativo el incremento de discursos de responsabilización
sobre los sujetos.

11
“Significa, en fin, trabajar por paradigmas, neutralizando la falsa dico-
tomía entre universal y particular. Un paradigma (el término en griego
quiere decir simplemente “ejemplo”) es un fenómeno particular que, en
cuanto tal, vale por todos los casos del mismo género y adquiere así la
capacidad de constituir un conjunto problemático más vasto” (Agamben,
2004: 13). Estimamos que una metodología de investigación y produc-
ción de conocimiento debe estar ligada a un diálogo con el otro y su pa-
labra transformarse en insumo dialógico y productor en el juego de verdad.
Así los fragmentos de vida relatados aquí intentan señalar rasgos para
leer en la modulación de los cuerpos esculpidos lo social.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 223

su pareja. Entre la miseria y los golpes, la violencia, Karina


escapa dejando a una de sus hijas en otro hogar y a sus dos
hijos mayores con su padre (ex pareja) que al poco tiempo
es encarcelado por la muerte de otro joven en una pelea
callejera. Los niños quedan en guarda de sus tíos de 19 y
25 años, jóvenes que a su vez años atrás escaparon cuan-
do un juzgado de menores intentó institucionalizarlos por
‘abandono’ y alto deterioro físico; desde entonces quedaron
a cargo de sí mismos y años después de sus sobrinos, hijos
de Karina.” (Nota de campo, NUS, julio de 2005)
El relato de Karina anuda la violencia, el escape y la recon-
figuración. Tríada de elementos, unidos por las antípodas de
los significados institucionales de abandono y fuga, que signan
su historia desde su condición de niña, madre, mujer, sujeto
de derechos. La intervención institucional asume por veces
un rol coercitivo que, por otras, interviene escotomizando
la constitución de un colectivo vincular y sus complejidades.
La lucha por la supervivencia se sitúa en un marco hostil,
donde la reclusión institucional amenaza como también el
desalojo y la violencia. La posibilidad es entonces la re-loca-
lización, la reconfiguración de vínculos, pactos de parentes-
co, que se traducen en una dinámica intensa de escape, frag-
mentación, recuperación, escape continuo en un entramado
que no otorga pausa e inicia circuitos mortíferos interna
y externamente incididos por vectores institucionales que
abren lo público en lo privado, en la privación, el espacio de
la gubernamentalidad (Foucault, 1981). El sostenimiento de las
redes vinculares se torna una constante búsqueda vital, de
movimiento, flujos y lucha.
“Juanjo se escapó de su casa cuando tenía 11 años, víc-
tima de los golpes paternos por negarse a trabajar. Realizada
la denuncia por fuga, el niño es enviado a un instituto de
menores donde sufre violaciones y debe reproducir el ritual
para no ser nuevamente víctima de abuso sexual. Huye del
instituto y consigue vivir con su tía hasta que ésta fallece.
224 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Juanjo, con 14 años nuevamente se encuentra viviendo en


la calle hasta los 17 cuando conoce por Internet a quien será
su pareja –23 años mayor que él– que le facilita dinero a
cambio de encuentros ocasionales a escondidas. Gracias a
estos ingresos regresa a vivir con su familia.” (Nota de cam-
po, NUS, julio de 2005)
La mirada normalizadora y con ella el orden jurídico
clasifica como niños a aquellos que se insertan en las tipici-
dad clásica de familia y clasifica a los otros niños como meno-
res sobre los que intervendrá el sistema judicial traduciéndo-
se en judicialización de los padecimientos sociales. La fragilización
de los cuerpos se naturaliza como devenir o destino de la
desagregación, cuando trocando la explicación resulta una
producción modélica de las intervenciones tutelares. El trau-
ma se hace padecimiento y se reproduce, frente al cual los
sujetos oponen tenacidades. Juanjo se resiste al destino que
vulnera a su hogar y que lo vulnera, los sucesivos abusos
hacen cadena y circuito. La tutela se ejerce como penalidad,
el derecho no está conculcado con la guarda sino también
con el método que impone la escotomización sobre los cuer-
pos sexuados, sobre los vínculos operando con escisiones, a
las instituciones se les está vedado la intervención sobre las
cadenas causales, el derecho queda suspendido en la impo-
sibilidad el método, o el método es la expresión positiva de
la suspensión del derecho. El problema es el descubrimien-
to del reverso que opera materialmente. Paradójicamente la
tutela que significa una pena se transforma en supervivencia
y mercantilización que se inscribe en el cuerpo intervenido.
La ficción, necesaria, consiste en renegar la impotencia del
método para intervenir en las determinaciones molares.
“La Sra. Castelli tiene 25 años, hace un año se quedó
viuda con seis hijos. Todos los niños Castelli están desnutri-
dos y con bajo peso, por eso sus internaciones son prolon-
gadas.” (Nota de campo, NUS, abril de 2004)
Los trabajadores en la nueva época capitalista 225

Los avances científicos y médicos moleculares resultan


aún –o por eso mismo– insuficientes frente a cuerpos que ca-
recen de alimentación básica. Se exige, sin embargo, que los
sujetos se autorresponsabilicen cuando previamente fueron
despojados, la historia social es reemplazada por el discurso
moralizante y la asistencia focalizada. El hambre testimonia
hologramáticamente relaciones y formas de organización
social no cuestionadas, imposibles de ser afrontadas por las
formas gubernamentales, se trata nuevamente del método,
cada una queda sujeta, sujetada, por el nomenclador que ha
creado: paciente, asistido. La señora Castelli esquematiza
un apremiante tránsito donde su adolescencia-maternidad-
viudez se entrelaza trágicamente con la escasez como persis-
tencia. La inanición aquí se impone como injuria corporal
frente a los postulados del progreso en la era de la informa-
ción y las telecomunicaciones. La utopía del mundo global
(uniformizado) y la desterritorialización estallan en el estallido
de los cuerpos fragilizados, la distribución queda reglada en
la tensión que arrastra la regulación biopolítica de poblacio-
nes hacia las formas de la tanatopolítica, en medio de las
cuales se produce o no la producción material de derechos.
“La mamá de Eva tiene 24 años, se presenta en la escue-
la y habla con la directora, ‘Estoy preocupada no la puedo
controlar, ella hace lo que quiere yo la llevé al juez de me-
nores para que la ponga en un instituto pero dice que ahora
no encierran más, ¿por qué no encierran más? Cuando yo
tenía 12 como ella y estaba embarazada de Eva, mi mamá
me llevó y me encerraron, yo quiero que la encierren antes
de que quede embarazada. Yo no me puedo ocupar, el padre
anda drogado, y a mi marido (actual) ella le contestó mal un
par de veces hasta que él la echó… y hasta las seis de la tarde
ella está en mi casa después viene mi marido y yo no puedo
tener problemas… así que ella se va a la calle hasta la mañana
que vuelve, se baña, desayuna y se viene para la escuela, al
mediodía vuelve a comer, ¡no se queda en el comedor! Come
226 Los trabajadores en la nueva época capitalista

conmigo y hace la tarea hasta la seis que se tiene que ir… si


tuviera un lugar yo me iría con ella y con mi hijo pero no
tengo…’” (Nota de campo, NUS, junio de 2005)
Frente a la naturalización de la violencia y la argu-
mentación sobre el padecer, la realidad se reviste de apa-
riencias insuperables, la escuela debe educar o descubrir
como parte de la gubernamentalidad que representa, la
resistencia de Eva debe ser resignificada o no cabe interro-
garse, pero al parecer el discurso institucional está comple-
to, se realiza a sí mismo. Las lógicas se superponen, así la
precodificación de la secuestración opera molecularmente,
produce una interacción discursiva a través de su práctica,
el secuestro y el encierro preventivo se tornan una repeti-
ción traumática. La escuela, podría quizás decir Foucault
(1986), hace puente en su diagrama lógico entre la división
y la complementariedad con el sistema tutelar y judicial.
El atravesamiento institucional vivido por la protagonista
madre emerge como salida y resistencia frente a condicio-
namientos sociales desfavorables, es su única alternativa,
ya trazada precodificada para las complejidades, colocadas
ficcionalmente a su vez en inexistencia. La niña Eva es
para la escuela una alumna que concurre a clases (primer
recorte visible), luego durante el día come y estudia (se-
gundo recorte) y hacia la noche sobrevive en el desamparo
(tercer recorte). Emerge la sociedad cero (Grüner, 2005).
La escotomización transforma al sujeto divisible o a la in-
versa, los recortes no ocultan lo negativo simplemente lo
solapan positivamente, las instituciones interceden frag-
mentariamente sobre la niña-alumna, la niña-paciente, la
niña-menor, la niña-ciudadana y la niña-sujeto de dere-
chos, dando por resultando el estallido del sujeto como
unidad de intervención hacia categorías abstractas en los
recortes disciplinarios e institucionales, es decir, metódi-
cos. El concepto fragmentación recuerda aquí a los arte-
Los trabajadores en la nueva época capitalista 227

factos de guerra cuyas detonaciones resultan simultáneas a


las esquirlas programadas.
“La familia de Antonella (15) opera por desborde, es-
tima que cuando se tiene una edad de 14 ya se puede auto-
sostener: ‘cuando ya tenés catorce te las tenés que arreglar,
mi mamá echó a todas mis hermanas cuando cumplieron
catorce’ dice la niña. ‘De mis hermanas mayores no sé nada
y ahora la mamá de mi amiga quiere que vaya a vivir a su
casa…no sé…’ Antonella estuvo tres meses con la familia de
su amiga donde la incluyeron por un tiempo pero cuando la
volvimos a ver ‘yo no podía quedarme allá, estaba bien pero
no podía dejar de pensar qué comían mis hermanos…, me
tuve que volver’ nos relata, más tarde, pasado un año más,
nos informaron que se encontraba embarazada.” (Nota de
campo, NUS, noviembre de 2004-2006)
Antonella se encuentra entramada en el flujo del des-
borde, la insostenibilidad material que la aloje en su familia,
al mismo tiempo se acortan las etapas de ascenso al mundo
adulto, ser niña-mujer no le resultaba convincente aunque
todas sus hermanas son coercitivamente desalojadas en el
desalojo, la métrica familiar produce una autosustentabi-
lidad entrópica, lo social observado queda alojado en un
devenir naturalizado. Cada sujeto en este poliedro vivencia
intersecciones vectoriales que lo expulsan y obliga a reela-
borar la luchas descarnada por la sobrevivencia, efectos de
estallidos que hacen cada vez más arduo el sostenimiento
de los vínculos a los que se aferran con denuedo, en me-
dio de elecciones in-contables. En esta repetición emerge la
imposibilidad de resolución institucional que no pareciera
instrumentar prácticas y nuevas alternativas12 que superen
los campos aislados de intervención.


12
Al respecto caben destacar en el nivel normativo los avances en los pro-
yectos de ley integral de infancia que sigue la Convención de los Dere-
228 Los trabajadores en la nueva época capitalista

A lo largo de cada una de las notas irrumpen historias


sobre la naturalización de la violencia social en la que las
prácticas gubernamentales son mediadoras. Se aceleran las
trayectorias sociales previstas, ser niño es tan sólo una etapa
mínima donde todo ocurre vertiginosamente: “En los ado-
lescentes de Argentina hay un círculo de vida apremiante,
vivir apurado para morirse joven. Hay una esperanza de
vida reducida en comparación con los que más tienen, y los
tiempos de los chicos pobres son más cortos, hacen todo
antes: tienen hijos antes, dejan la escuela antes, entran al
mundo del trabajo antes” (Torrado, 2003).13
Tal como se observa, en estas configuraciones vincu-
lares y familiares como un conductor de contexto y modu-
laciones institucionales, los niños representan un inductor
para reconocer como espejo el continuum; la familia dialécti-
camente resiste entre modulaciones y repeticiones de la ges-
tión punitiva, escolar, hospitalaria, las formas gubernamen-
tales, las expresiones materiales locales de la producción de
derechos. Los relatos nos han conducido un poco aleatoria-
mente a detenernos en los niños, pero debemos reconocer
que en ellos residen varias cuestiones centrales, por un lado
encarnan un vínculo reproductivo, por el otro constituyen
la mayoría de los sujetos colocados al borde del continuum en

chos del Niño así como el accionar de los organismos de derechos huma-
nos en esta dirección..

13
Cabe señalar que en observaciones puntuales, por ejemplo en el análisis
censal (2001) de un núcleo urbano segregado del conurbano bonaerense
muestra, en lo que refiere a la distribución poblacional según edad, que la
mitad de sus habitantes son menores de 25 años. Asimismo, arrojaba esta
observación una notable reducción de la proporción de jóvenes entre 15
y 19 años respecto de los otros grupos etarios del mismo barrio. En otras
palabras, de los 1825 niños/as que contaban con 9 a 14 años de edad,
aproximadamente 340 de ellos (más del 18%) no se registraba ya en la
categoría siguiente de más de 15 años de edad (Crudi y Zagami, 2005),
este hueco en el registro interroga y sólo podría explicarse hipotéticamen-
te por expulsión o migración, institucionalización o muerte.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 229

población empobrecida y desalojada, constituye el eslabón


más débil y extenso de la clase trabajadora. Al mismo tiem-
po se configura en ellos un holograma dentro del propio
holograma familiar, de ahí que convendría detenernos bre-
vemente sobre estas claves.
Las formas que entonces asumen la infancia y la niñez
hablan de la problematización del concepto mismo de infan-
cia, que históricamente el mundo adulto e instituciones han
definido. Las prácticas que se han desarrollado y las formas
de intervención los convierten, paradójicamente, en sujetos no
problematizados y en objetos de intervención. Recordemos que la
antigua sociedad tradicional occidental no podía representar
al niño ni al adolescente; la duración de la infancia se redu-
cía al período de su mayor fragilidad. El niño se convertía
rápidamente en un hombre joven sin pasar por las etapas
de infancia y juventud (Ariès, 1987). A partir de los siglos
XVI y XVII se reconstruye un cuerpo distinto, el cuerpo
infantil, que está dotado de un conjunto de características
que efectivamente lo hacen niño. Se trata de la dependencia
y la obediencia hacia el adulto, la heteronomía de la niñez.
La modernidad introdujo una ética del cuidado y de la pro-
tección hacia la infancia y en ese marco, la escolarización y
un tipo de demarcación de tiempos y espacios específicos
se transforman en instituciones para la infancia, naturales y
disciplinarias, normalizadoras hasta nuestros días.
Contrariamente a ese devenir histórico occidental en
estas observaciones y relatos se perfila una difuminación en-
tre las separaciones o distanciamiento del mundo adulto y
mundo del niño, tanto en lo material y espacial como en la
maduración productiva y reproductiva. Las familias se en-
frentan conflictivamente con las modulaciones instituciona-
les precodificantes que se les imponen estereotipos, inaccesi-
bles materialmente, se tornan exigencias penalizadas desde
los diferentes espacios institucionales (local y extralocal),
lo social es una práctica de fragmentación, no acontece como
230 Los trabajadores en la nueva época capitalista

una limitación sino como un procedimiento metódico, los


sujetos vulnerados quedan suspendidos en su unidad indivi-
dual, carecen de historia, de vínculos, de visibilidad.
El escotoma como principio de práctica sobre los su-
jetos invisibiliza los trayectos sociales en la exclusión-extin-
ción social, se naturaliza la violencia social como vector en
la resolución de múltiples conflictos y padecimientos que se
extiende transversalmente. Los sujetos transitan especular-
mente la violencia microsocial y la intervención institucio-
nal en una diacronía metódica como eje de la (des)produc-
ción de derechos. En estas notas no presenciamos, tal como
se sostiene con recurrencia, un vacío, es decir un no-lugar o
ausencia; por el contrario describimos modulaciones institu-
cionales y luchas que se libran en torno a la reproducción de
la vida misma, la nuda vida. Más allá del enunciado legítimo,
en el nivel de las prácticas el no hacer es productivo, resulta
performativo y metódico. Los sujetos no se encuentran en
la nada social, no son extranjeros en el andamiaje institucio-
nal.14 El abandono y la comprensión fragmentada obturan la
problematización compleja para instalar la exclusión y sus
extremos de extinción como destinos inabordables sobre
los que se asiste institucionalmente en operaciones aparen-
temente aisladas entre sí.
Sin embargo lo privado, lo familiar, se transforma frente
a la vulneración social cada vez más en lo público. La expre-
sión de un ejercicio institucional del poder que se tiñe de
rasgos tanatopolíticos requiere pensar los estallidos como par-
tes hologramáticas del ordenamiento social. En este sentido, se
postula la necesidad de producir derechos no sólo desde los
contenidos de atención sino desde los métodos mismos de las
prácticas gubernamentales como necesarias productoras de
una praxis social de derechos humanos (Eroles, 2004), instalando


14
“La familia es quizás la organización institucional más marcada por los
atravesamientos institucionales” (Paira, 1999: 26-27).
Los trabajadores en la nueva época capitalista 231

un marco de referencia para las prácticas institucionales en


las que el sujeto (in)dividualizado (Deleuze, 1995) se le re-
conozca en su trama vincular como un mapa complejo y so-
cialmente determinado.

Nota 3: en torno de reflexiones inconclusas

Para comprender las familias, estas familias en particu-


lar, no debe pensarse en estructuras estáticas sino en flujos
dentro de un gran flujo del continuum de exclusión-extinción
social. Estos sucesos representan una secuencia de estallidos
moleculares dentro de la modulación macro, las familias se en-
cuentran sistemáticamente intervenidas. Se libra una lucha
constante por la supervivencia, una resistencia permanente
en este devenir del desalojo, una unidad en medio de la
fragmentación, una división en medio de conexiones vincu-
lares. La resistencia se establece también en planos subterrá-
neos, dobleces de lo social: la informalidad, la ilegalidad, la
transacción, el escape.
Este breve ensayo pretende poner en evidencia las sub-
yacencias metódicas de las intervenciones institucionales. Las
instituciones proceden con contenidos (legitimados) y que-
dan opacadas en su intervención en procura de la asisten-
cia, la rehabilitación, la atención de derechos. La producción
institucional podría verse por el reverso de la apariencia, o
por su subyacencia, en escotomización, división extrema de
trabajo, fragmentación y naturalización de los flujos.
Así las instituciones pueden ignorar los colectivos, la rea-
lidad del desalojo, las determinaciones, ya que se proponen
operar sobre el (in)dividuo, en su campo la familia no es un
conector necesario. Todo conduce a la autorresponsabiliza-
ción, contracara contradictoria de la sujeción de los cuerpos.
Los mecanismos de secuestración se desentienden de la reti-
culación afectiva y las conexiones vinculares, se desentiende
232 Los trabajadores en la nueva época capitalista

también de los niños, se antepone la pena a la reproducción


de la vida. En esta distribución la secuestración resulta váli-
da para establecer los cercamientos e inválida para evitar la
aniquilación de los cuerpos. La rehabilitación carcelaria resul-
ta ficcional, tal como la normalización de la institución escolar
(Foucault, 1999), el afuera es un afuera ficcional que permite
producir vacío, des-en-tenderse. El método de modulación
consiste tanto en producir ficciones de atención-rehabilitación
como de producir pliegos de vacíos, no se trata de una caren-
cia sino de un procedimiento metódico.
Una metodología que capte en profundidad estos esta-
llidos en el flujo requiere, más que un instrumental acotado,
una interacción transdisciplinaria, un discurso que implique
un dis-curso, donde el logos se convierta en diá-logo (Maliandi,
2000), pues si no el discurso caerá, sospechamos, en el curso
de las categorizaciones institucionales, la dominación queda-
rá fijada por sus reversos y limitada en la apariencia de los
contenidos que escotomizados obturan ver la subyacencia
metódica de lo que se supone es únicamente posible.

Bibliografía

Agamben, Giorgio (2003), Homo Sacer. El poder soberano y la


nuda vida I, Valencia, Pre-Textos.
Agamben, Giorgio (2004), Estado de excepción, Buenos Aires,
Adriana Hidalgo.
Antunes, Ricardo (2001), ¿Adiós al trabajo? Ensayo sobre las
metamorfosis y la centralidad del mundo del trabajo, San Pablo,
Cortez Editora.
Ariès, Philippe (1987), El niño y la vida familiar en el Antiguo
Régimen, Madrid, Taurus.
Bauman, Zygmunt (2005), Amor líquido. Acerca de la fragilidad
de los vínculos humanos, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 233

Bialakowsky, Alberto L.; Lusnich, Cecilia; Rosendo,


Ernestina; Haimovici, Nora; Costa, María I. et al.
(2001), Proceso de trabajo y padecimiento en la exclusión social
en “Herramientas. Revista de debate y crítica marxis-
ta”, año V, N° 15, Buenos Aires.
Bialakowsky, Alberto L. y Antunes, Ricardo (2005),
“Introducción: Hipótesis y notas críticas sobre el traba-
jo y el capitalismo actual”, en Bialakowsky, Alberto L.;
Partida, Raquel; Antunes, Ricardo y Costa, María I.,
Trabajo y capitalismo entre siglos en Latinoamérica. El trabajo
entre la perennidad y la superfluidad, Guadalajara, México,
Universidad de Guadalajara-ALAS.
Bialakowsky, Alberto L.; Reynals, Cristina; Zagami,
Mónica; Crudi, Roxna; Costa, María I. y Haimovici,
Nora (2004), “Procesos sociales de exclusión-ex-
tinción. Comprender y coproducir en las prácticas
institucionales en núcleos urbanos segregados”, en
Mota Díaz, Laura y Catani, Antonio D. (coord.),
Desigualdad, pobreza, exclusión y vulnerabilidad en América
Latina. Nuevas perspectivas analíticas, Toluca, México,
UAEM-CEMAPEM-UFRGS-ALAS.
Bialakowsky, Alberto L.; Reynals, Cristina; Costa, María I.;
Zagami, Mónica; Crudi, Roxana (2005), “Núcleos ur-
banos segregados. Proceso de exclusión-extinción social
y prácticas institucionales”, en Borthagaray, Juan M.,
Igarzábal de Nistal, María A. y Wainstein-Krasuk, Olga
(comps.), Hacia la gestión de un hábitat sostenible, Buenos
Aires, Nobuko-FADU/UBA-CIM-ISUTyA-CEHyV.
Bergalli, Roberto (1997), “La caída de los mitos. (Algunos
datos para ilustrar la relación entre post-Modernidad y
secuestros institucionales). Apuntes para la discusión”,
en Secuestros institucionales y derechos humanos: La cárcel y el
manicomio como laberintos de obediencias fingidas, Barcelona,
M.J. Bosch, S.L...
234 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Bourdieu, Pierre (1999), “Comprender”, en La miseria del


mundo, Madrid, Fondo de Cultura Económica.
Carballeda, Alberto J. M. (2001), “Las políticas sociales y
la esfera de la Familia; crisis de legitimidad y repre-
sentación”, en De Jong, Eloisa; Basso, Raquel; Paira,
Marisa (comps.), La familia en los albores del nuevo mile-
nio. Reflexiones interdisciplinares: un aporte al trabajo social,
Buenos Aires, Espacio.
Crudi, Roxana y Zagami, Mónica (2005), “Los desposeídos.
Imágenes de una tanatocultura”, ponencia presentada
en la Mesa 6: Cuesta abajo. Desigualdad social, pobre-
za y exclusión social en las IV Jornadas de Sociología
de la UNLP, noviembre de 2005.
Deleuze, Gilles (1995), “Poscriptum sobre las sociedades
de control”, en Conversaciones 1972-1990, Valencia,
Pre-Textos.
Deleuze, Gilles; Guattari, Félix (2002), Mil mesetas. Capitalismo
y esquizofrenia, Valencia, Pre-Textos.
Durham, Eunice (1999), “Familia y reproducción humana”,
en Neufeld, María Rosa; Grimberg, Mabel; Tiscornia,
Sofía; Wallance, Santiago (comps.), Antropología social y
política. Hegemonía y poder: el mundo en movimiento, Buenos
Aires, Eudeba.
Eroles, Carlos; Gagneten, María Mercedes y Sala, Arturo
(2004), Antropología, Cultura Popular y Derechos Humanos,
Buenos Aires, Espacio.
Foucault, Michel (1981), “La gubernamentalidad”, en
Foucault, Michel et al., Espacios de poder, Madrid, Las
ediciones de La Piqueta.
Foucault, Michel (1986), La verdad y las formas jurídicas,
México DF, Gedisa.
Foucault, Michel (1999), Vigilar y Castigar, Buenos Aires,
Siglo XXI.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 235

Foucault, Michel (2000), Defender la sociedad. Curso en el Collège


de France (1975-1976), Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica.
Grassi, Estela (1999), “La familia: un objeto polémico.
Cambios en la dinámica de la vida familiar y cambios
de orden social”, en Neufeld, María Rosa; Grimberg,
Mabel; Tiscornia, Sofía; Wallance, Santiago (comps.),
Antropología social y política. Hegemonía y poder: el mundo en
movimiento, Buenos Aires, Eudeba.
Grüner, Eduardo (2005), La Cosa política o el acecho de lo Real,
Buenos Aires, Paidós.
Horkheimer, Max (1974), “Autoridad y familia”, en Teoría
crítica, Buenos Aires, Amorrortu.
Izaguirre, Inés (comp.) (1998), Violencia social y derechos huma-
nos, Buenos Aires, Eudeba.
Maliandi, Ricardo (2000), “La racionalidad bidimensional y
la ética convergente”, en Fernández, Graciela (comp.),
El otro puede tener razón. Estudios sobre racionalidad en filosofía
y ciencia, Mar del Plata, Argentina, Ediciones Suárez.
Mészáros, István (2003), El siglo XXI ¿socialismo o barbarie?,
Buenos Aires, Ediciones Herramienta.
Torrado, Susana (1998), Familia y Diferenciación social. Cuestiones
de método, Buenos Aires, Eudeba.
Torrado, Susana (2003), diario Página 12, Buenos Aires, jue-
ves 9 de octubre de 2003.

Autores

Alberto L. Bialakowsky: Sociólogo. Director


del Proyecto de Investigación UBACyT S064.
“Poblaciones extinguibles en nueva época. Análi-
sis de procesos de trabajo institucionales y sujetos
colectivos en intersección con una praxis transdis-
ciplinaria”, Instituto de Investigaciones Gino Ger-
236 Los trabajadores en la nueva época capitalista

mani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad


de Buenos Aires. E-mail: albiala@gmail.com
Roxana Crudi: Socióloga. Integrante del Pro-
yecto de Investigación UBACyT S064.
Cristina Reynals: Politóloga. Especialista en Po-
líticas Sociales. Integrante del Proyecto de Inves-
tigación UBACyT S064.
Mónica Zagami: Médica. Integrante del Proyec-
to de Investigación UBACyT S064
Cecilia M. Lusnich: Socióloga. Integrante del
Proyecto de Investigación UBACyT S064
Ana L. López: Socióloga. Becaria Doctoral
(CONICET)
Capítulo VIII.
Coproducción de conocimientos:
la materialidad del diálogo investigativo
en el proceso de trabajo1

Alberto L. Bialakowsky, Delia E. Franco,


M. Mercedes Patrouilleau, Nora Bardi,
Cecilia Lusnich, Constanza Zelaschi,
José M. Grima y equipo2

1. Notas introductorias

“En primer lugar en el desequilibrio estructural de la relación


entre población activa y población marginal. El desequilibrio que
emerge en formas cada vez más dramáticas se produce por


1
Una versión resumida o parcial del presente artículo ha sido publicado
en portugués como: “Uma sociologia do trabalho contrastada”, en Tempo
Social, Revista de Sociologia da USP (Universidad de San Pablo), Núme-
ro especial: Sociologia da Condição Operária, vol. 18, Nº 1, junio de 2006,
ISSN 0103 2070, pp. 241-163. Otra versión adaptada se ha publicado
como: “Homo faber esculpiendo hombres. Interioridades de una prác-
tica: investigar o coproducir”, en Revista Convergencia. Revista de Ciencias
Sociales, año 16, Nº 51, Facultad de Ciencias Políticas y Administración
Pública, Universidad Autónoma del Estado de México, septiembre-di-
ciembre de 2009, pp. 183-212. En esta oportunidad se publica la versión
original y completa del artículo.

2
Agradecemos a Humberto L. Persano, integrante del Proyecto, direc-
tor del Centro y Hospital de Día para Trastornos de la Conducta Ali-
mentaria y Trastornos Bipolares del Hospital Borda de la Ciudad de
Buenos Aires por brindar el espacio para los encuentros del dispositivo
coproductivo de investigación. Agradecemos también a los enfermeros
coproductores Ariel Díaz, Omar Navarro y Pedro Santillán; a Mercedes
Gomitolo y Graciela Passarello, cursantes avanzadas de la Carrera de
Sociología, UBA, participantes permanentes del dispositivo de investi-
gación; a Oracio Campos de la empresa recuperada IMPA (metalúrgica
y plástica), coproductor; a Mónica Zagami y Nora M. Haimovici, inte-
grantes del equipo del Proyecto Investigación UBACyT S064.
238 Los trabajadores en la nueva época capitalista

la continua reducción de la población activa frente a un universo


creciente de excluidos de la producción que tiende a elevar
en términos más que proporcionales la demanda de servicios
sociales.” (Pavarini, 1983: 79-80)
La sociología laboral y las ciencias sociales del trabajo
(Bialakowsky et al., 1995) en la hora actual pueden ser inter-
peladas al menos en tres direcciones: a) sobre la mutación
del sistema capitalista agudizado por sus contradicciones
de superfluidización de la fuerza de trabajo y el atravesa-
miento sistémico del continuum de exclusión-extinción social
(Bialakowsky et al., 2004), b) por las fuentes epistemológicas
desde el paradigma de la complejidad y la transdisciplina y,
c) por incorporar la dimensión antropológica en un sentido
profundo de la coproducción investigativa.
Desde esta perspectiva lo acumulado de los estudios
del trabajo puede ser recreado a partir de estos tres aportes
convergentes que desplazan en parte y en otra complemen-
tan los paradigmas tradicionales. Pero ciertamente en esta
conjunción o cambio de perspectiva no se trata sólo de con-
tenidos destinados para la clase trabajadora sino un cambio
que atraviesa todos los planos del conocimiento: el dato, el
concepto y sus fundamentos epistemo-metodológicos. De
esto se trata el presente ensayo que siempre y en cualquier
caso resultará una exploración y un desafío.
En este sentido nos encontramos con una realidad múl-
tiple mediada por procesos de trabajo institucionales, cono-
cerlos, o comprenderlos (Bourdieu, 1999) es una tarea a la
que nos abocamos. Ahora bien, en estas consideraciones po-
dría extenderse una línea que va de un polo metodológico
que toma al sujeto trabajador como dato, cuya exterioridad
quedaría cosificada en el propio proceso de registro, y en otro
extremo en el cual el trabajador destinatario del análisis par-
ticiparía del proceso de investigación mismo. Señalar esta
tensión metodológica implicará entonces establecer un con-
tinuo que negará, al menos conceptualmente, la negación
Los trabajadores en la nueva época capitalista 239

ejercida sobre el sujeto-dato en el método corriente de inves-


tigación. Pero iniciar este camino, claro está, no es ejecutarlo
ya, sino tan sólo construir un horizonte deseado de copro-
ducción e iniciar una larga marcha. La comprobación en
este tipo de experiencias coproductivas es que se requieren
muchos pasos y múltiples acuerdos, con avances y retro-
cesos con respecto de esta utopía epistémica, necesaria sin
duda, pues el continuum de exclusión en su larga historia tam-
bién ha cometido “epistemicidios” (De Sousa Santos, 2003).
Nuestra propuesta epistemológica, teórica y metodoló-
gica apunta al diseño de estrategias alternativas que permi-
tan la construcción de espacios en los cuales el trabajador
participe en el propio proceso de conocimiento e interpre-
tación. Este encuentro con el método coproductivo, se vio
facilitado cuando las técnicas de investigación por medio
de encuestas y entrevistas se mostraban incapaces de apre-
hender en profundidad la práctica en el marco de procesos
de trabajo institucionales frente a nuevos padecimientos en
contexto, atravesado por el continuum de exclusión-extinción
social. En este contexto, la historia de los trabajadores en-
fermeros del hospital puede presentarse entonces, además,
como metáfora de un modelo concreto, cuyas contradic-
ciones y productos se revelan con las voces propias de los
trabajadores.
El análisis de los procesos de trabajo de enfermería en
el área de salud mental nos permite realizar un recorrido
histórico de su propio desarrollo y de su intervención en los
complejos procesos de modelación-modulación de sujetos:
del sujeto que es objeto del trabajo y del sujeto que trabaja
sobre el sujeto. Se trata de un análisis que abarca diferentes
aspectos conectados por una misma lógica: el hacer de en-
fermería, el hacer hombres, el hacer trabajadores. El traba-
jo de enfermería y su historia nos posibilita, como modelo
paradigmático, releer la historia del trabajador en general.
240 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Este trabajo, en consecuencia, intentará mostrar des-


cubrimientos en dos direcciones: a) con relación a los con-
tenidos de los procesos de trabajo sobre hombres en sus
principales dimensiones del poder, el método y el saber, y
b) con relación a la producción de conocimientos misma, el
trabajador puede producir conocimientos en profundidad a
través del método de coproducción investigativa por medio
de una metodología que propicia el diálogo entre saberes.
A fin de dar cuenta de estos objetivos el texto se estruc-
tura del siguiente modo: se inicia con el relato y los concep-
tos vertidos por los trabajadores acerca del dispositivo de
coproducción investigativa, luego se pasa a la descripción y
al entramado de la historia de los paradigmas que operaban
y aún operan en las prácticas de salud mental especificando
el rol que ha cumplido el trabajador de enfermería, para
pasar al análisis de los procesos de trabajo y su relación
con el continuum de exclusión-extinción social. Por último se
pasa al encuentro discursivo entre trabajadores dando inicio
a una interpretación transversal hospital-fábrica. Asimismo
para facilitar esta doble lectura de métodos transversales se
introducen al inicio de cada punto algunas citas referidas al
trabajo en cadenas de montaje en plantas fabriles relatadas
por Robert Linhart. Los materiales que se disponen como
se verán son múltiples como así las técnicas de registro apli-
cadas comprendiendo: entrevistas semiestructuradas, histo-
rias de vida focalizadas, observaciones de campo, relatos y
escritos de coproductores, análisis conjunto, descripciones
y elaboraciones en espacios del dispositivo coproductivo.

2. Ensayo del método

“Pienso que la ineptitud del intelectual para el trabajo físico,


pero es una ingenuidad: no se trata solamente del esfuerzo fí-
Los trabajadores en la nueva época capitalista 241

sico. El primer día en la fábrica es aterrador para cualquiera.


Después, muchos de mis compañeros me hablarán de eso, a
menudo con angustia. ¿Qué espíritu, qué cuerpo puede acep-
tar sin un movimiento de rebelión el ritmo aniquilador, anti-
natural, de la cadena? Todos sienten una idéntica violencia el
oprobio y el desgaste de la cadena, el obrero, el campesino,
el trabajador intelectual y el manual, el inmigrante y el fran-
cés…” (Linhart, 1996: 27)
En este lugar interesa señalar una realidad material que
da sustento a las dinámicas investigativas, nos referimos a
las formaciones sociales que constituyen la base de la producción del co-
nocimiento en la sociología laboral, las cuales en las metodologías
formalizadas permanecen silenciadas o son tratadas lateral-
mente. Las luchas, desencuentros y encuentros discursivos parecen
asentarse sólo en las líneas abstractas del pensamiento entre
pensadores y no así en los soportes materiales sociales. Por
ello el hecho de descubrir y comprender aparecen hegemónica-
mente como una materia metodológica destinada solamente
a individuos y no a colectivos actuantes. Nos proponemos
entonces reflexionar a partir de nuestra experiencia cómo se
produce la materialidad del colectivo en la propuesta de la
coproducción investigativa.
Este trabajo en el hospital psiquiátrico surge a partir
de la pregunta formulada por los investigadores acerca de
la relación entre el proceso de exclusión-extinción social y
la intervención institucional, en el marco de un proyecto
de investigación. Dentro de esta problemática se encuentra
prontamente los límites para aprehender el proceso social
de trabajo institucional desde la metodología clásica (en-
cuestas, entrevistas, observaciones participantes). Desde los
primeros encuentros con trabajadores de la salud nos trans-
miten dificultades de su práctica asistencial a partir de las
condiciones institucionales y macrosociales. En estas inda-
gaciones iniciales se descubre que el enfermero tenía mucho
para decir acerca de las nuevas demandas en salud mental
242 Los trabajadores en la nueva época capitalista

y de las dificultades para intervenir. Los enfermeros habitan


la institución hospitalaria a lo largo del día al igual que el pa-
ciente y mantienen una proximidad estrecha con el mismo,
sosteniendo subjetivamente las dificultades y contradiccio-
nes de la institución. Por otro lado se descubre el trabajo de
enfermería como una actividad históricamente silenciada.
En el primer movimiento para dialogar con trabajado-
res enfermeros se realizan entrevistas en profundidad en el
hospital y se propone luego, a medida que se establece un
lazo de confianza, la idea de diseñar un dispositivo ad hoc
para pensar conjuntamente sobre las dificultades de la prác-
tica. Desde los trabajadores se percibe ya en este inicio una
satisfacción: “enfermería era escuchada”, se rompía el silencio
y se creaba un nuevo espacio comunicativo en el hacer del
trabajador constreñido por la muralidad institucional.
En el año 2003 se define el encuadre que tendrán los
encuentros, con día y horario estipulado en el propio lugar
de trabajo, el hospital, hacer, contexto e investigación se in-
tersectarían en un mismo espacio material. Se postula así
intercambiar sobre: el saber del enfermero, el saber sobre la
historia institucional y el proceso social de trabajo. La aper-
tura al diálogo y la escucha provocan también temores entre
los trabajadores, es en este momento que se plasma la nece-
sidad de formalizar institucionalmente la actividad, aunque
siempre la modulación del dispositivo requerirá este múl-
tiple juego tanto sobre la cuestión de la verdad (Foucault,
1980) como sobre los atravesamientos colectivos-subjetivos.
Hemos descubierto entonces que el trabajo del dispo-
sitivo supone tanto movimientos al interior, en términos de
posicionamientos subjetivos, como los desplegados hacia el
exterior, promoviendo también el diálogo con otros traba-
jadores de la institución, de otras instituciones hospitalarias
y otros ámbitos académicos, propiciando el conocimiento
y re-conocimiento de esta nueva práctica investigativa en
la que el trabajador coproduce con el investigador desde
Los trabajadores en la nueva época capitalista 243

su saber. En los términos de este proceso coproductivo, los


movimientos son pensados como estrategias creativas de in-
tervención frente a los obstáculos, lo cual implica un trabajo
de apertura, de diálogo y exposición por parte de trabajado-
res como investigadores.
“Me preguntaba si los enfermeros no creen que sus pro-
yectos de mejora se pueden llevar a cabo, me preguntaba si
el enfermero en salud mental perdía coherencia por trabajar
en el ámbito en que estamos. No encontraba respuesta. Este
sentimiento de frustración y bronca duró bastante tiempo
hasta que, como dije al principio, el grupo de trabajo que
coordina este encuentro me hizo pasar de la frustración a una
reflexión, si se quiere a una proclama: Con el científico saber
que tienen los licenciados y los (enfermeros) que se profesio-
nalizan, con el empírico saber que tenemos los que estamos
con el paciente, nos da autoridad para creer y llevar a cabo
proyectos de mejora para enfermería… No debemos silen-
ciarnos ni permitir que nos silencien, el enfermero puede si
sabe.” (Enfermero coproductor, presentado en las Jornadas
de enfermería organizadas por el dispositivo, 2004)
Más adelante, nuevos movimientos van a ser propues-
tos también por los propios trabajadores que conocen la
institución, así uno de los enfermeros recomienda la me-
todología de “caminar el hospital”. Los trabajadores abren
paso, difunden, intercambian con sus compañeros de traba-
jo sobre la actividad del dispositivo coproductivo, y luego
también se presentan en jornadas académicas junto a los
investigadores para dar cuenta de la forma y los contenidos
del cotrabajo.
El cotrabajo no constituye una forma metodológica
cerrada sino que permanece siempre abierta. Genera in-
certidumbres ciertamente para unos y para otros. Entre
los enfermeros se presenta tanto la necesidad como la di-
ficultad para distribuir con otros compañeros de trabajo
la experiencia del dispositivo y postularse para escuchar
244 Los trabajadores en la nueva época capitalista

al otro sin prejuicios, desde la posibilidad de comprender


(Bourdieu, 1999). Significa para los trabajadores un re-
posicionamiento ante los conflictos y tensiones entre com-
pañeros y jerarquías, propios del ámbito de trabajo. A su
vez, en el interior del dispositivo se producen constantes
tensiones entre unos y otros, tensiones propias del encuen-
tro discursivo, de los encuentros y desencuentros con la
metodología clásica y de la demanda de respuestas prag-
máticas a los problemas abordados. Cuando el trabajo en
el dispositivo requiere un detenerse, sobre el trabajo y sobre
la ciencia, dando lugar a la profundización necesaria en
un compromiso sostenido para la fundación de una nueva
práctica investigativa y social. Ciertamente se trata de una
praxis transdisciplinaria en un sentido más abarcativo que
el atravesamiento interdisciplinario, se trata de la materia-
lidad del colectivo productivo.
“Como sujeto de estudio desde el comienzo se promo-
vió el vínculo con los investigadores para tener la mayor
información posible, se formaron expectativas, y por qué
no decirlo en más de una oportunidad me sentí sujeto del
saber del otro investigador, cual él en su laboratorio esta-
ría refutando sus hipótesis entre anotaciones y microscopio,
y yo rata de laboratorio recorriendo los laberintos puestos
para impugnar o confirmar dichas hipótesis… Desde lo
personal, para mí, ser parte del Dispositivo Borda, es un
desafío consciente que me expone como trabajador actor
y me permite ver como me ven encuadrado en riguroso
proyecto de investigación. Esto no habla de las relaciones
investigador-objeto de estudio, sólo denota que el ‘método’
‘contra método’ o como distingan llamarlo es riguroso en sí.
En los laboratorios siempre existieron, y existirán las
ratas, los microscopios y libros de consulta, desde ese lugar
el compromiso con la ciencia, te disciplina entonces: ‘Pienso
luego existo’, y, posteriormente, por qué no dar lugar tal vez
a una publicación del objeto investigado.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 245

El planteo que aquí se expone es mucho más comple-


jo ya que el compromiso con la ciencia que ustedes idean
intenta un nuevo paradigma donde: ‘Existo, luego pienso,
luego existo’. Evidentemente esto esboza ansias de cambio
que provoca un nuevo desorden (según ustedes expresan)
que infiero interesante para ser abordado. Si el investigador
se emociona, entra en crisis, se desencanta, y estudia con el
actor, entonces existe, pero no podrá evitar que los proce-
sos devengan, y más aún que se desarrollen como piensa a
pesar de la verdad académica… ¿Cuál sería la distancia real
y la ideal aceptable que debería tomar el investigador de
su objeto de estudio? ¿Debiera haber distancia? ¿Debiera
ser aceptable esa distancia? Y si no hay distancia… ¿Quién
observa el proceso? ¿La rata, el investigador? ¿Ambos de-
bieran ser observadores? O... ¿Ambos son ratas?
Aludo a no sucumbir… a seguir planteando las dife-
rentes formas de pensamiento en los espacios académicos
y no académicos, a emocionarse aunque no alcance para
justificar una hipótesis, a seguir reflexionando.” (Notas, en-
fermero coproductor, 2005)
Entre los investigadores también se presentan resis-
tencias, mostrando contradicciones para incorporarse a
la tarea, para descentrarse de la posición de proveedor de
respuestas o creer poseerlas teóricamente antes de encon-
trarse con el otro. Coproducir mediante un dispositivo de
co-investigación resulta una ardua tarea que implica no me-
nos que un marco teórico de referencia (flexible, provisorio,
acumulativo) y una metodología práctica de trabajo que po-
sibilite producir diálogo y reciprocidad para sostener el ser
un extranjero en un lugar de trabajo otro, lenguajes y significados
requieren encuentro y traducción.
El desafío de esta experiencia es abrir la posibilidad de
elaborar un texto colectivo, con pensamiento colectivo, que per-
mita a su vez descubrir las transversalidades metódicas tanto
en el proceso de investigar como en el proceso de trabajar.
246 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Metafóricamente la cinta de Moebius da cuenta de esta perma-


nente recursividad, entre textos y reversos, de los métodos
productivos que el taylorismo (en sus expresiones micro-ma-
cro) intenta opacar persistentemente. Así será visible en este
ensayo el acto de recurrir, entre las estrategias investigativas,
al registro de la intertextualidad que produce el encuentro dis-
cursivo, el pensamiento múltiple que se despliega en un diá-
logo concreto, que dispara, diluye y reconstruye conceptos,
sostenidos por la materialidad del colectivo.
El reconocimiento entre productores es necesario
(Dejours et al., 1998), puede resultar así un síntoma pro-
misorio por romper con el trabajo alienado, de ahí que el
pasaje de miradas entre trabajadores resulte una condición
para establecer vínculos creativos.
“Yo me voy a tomar el atrevimiento de escribir, aunque
no estoy en las reuniones con ustedes y toco de costado
todo el tema del dispositivo de coproducción ya que recibo
en mi casilla los mails y los leo a todos.
Me gustaría poder participar, pero no me lo permite el
tiempo y el laburo. Yo sé que en ese grupo maravilloso que
se formó hay personas que denotan con sus palabras mucho
compromiso y unas ansias de mejorar, solucionar y cambiar
cosas que emociona. He llegado a llorar al leerlos. Lo mejor
que les podría pasar es que puedan acercarse muchos más.
Pero si esto no lo lograran, no es para ponerse mal. Soy do-
cente y en las aulas donde trabajé algún tiempo tuve hasta
34 niños. Hablaba mucho con ellos (aun con los de 6 años
– de primer grado). También por momentos me daba la im-
presión que no llegaba a ellos. Pero al transitar varios años
en la profesión me di cuenta que a pesar de mis angustias
por creer que no realizaba mi tarea de la mejor manera, ellos
mismos me demostraban que la ‘Señorita Elsa’ había sido ‘mi
maestra’ recordándome actitudes, incidentes, conocimientos,
alegrías que marcaron de alguna manera sus vidas y mejor
aun las de sus padres, ya que también ellos lo reconocieron.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 247

Mucho me gustaría que en las escuelas (instituciones vapu-


leadas si las hay) pudiéramos tener estos encuentros tan ricos
por la crítica a lo cotidiano y por la posibilidad de poder en-
tenderlo, tomar conciencia y modificar mentes y conductas.
(Piénsenlo, quizá, quien les dice podríamos lograr acercar-
nos). Yo los admiro y aunque no los conozco he llegado a
extrañarlos (en el verano) y a sentir un afecto (¿profesional?)
hacia ustedes y les agradezco la posibilidad que le dan a mi
queridísimo Pedro de participar (sáquenle el jugo que tiene
mucho para dar). Disculpen la osadía, pero: van por el mejor
camino. Sigan y vuelen. Aunque lleguen a uno solo, ése va a
ser multiplicador del maravilloso dispositivo que funciona los
lunes en el Hospital Borda.
Un beso para todos por tu medio y mucha suerte en
este año. Elsa, la esposa de Pedro.” (Mensaje de una traba-
jadora docente observando, inesperadamente, el trabajo del
dispositivo, 2005)
La forma en que este trabajo se lleva a cabo escapa a
la alienación-alineación de la línea de montaje y a la producción
académica que con frecuencia pierde de vista los sujetos y
los cuerpos sobre los que produce conocimiento. El trabajo
colectivo se convoca en derredor de una mesa y los cuerpos
demuestran el involucramiento en el intercambio, pueden
mirarse, sostener miradas, apoyar o dialectizar el discurso,
abrirse a los matices de la inflexiones subjetivas, construyen-
do paso a paso la complejidad de un conocimiento transdis-
ciplinario. Los elementos de esta práctica se constituyen con
múltiples niveles y espesores, implica siempre una ruptura,
una disolución y un encuentro, una lucha permanente entre
lo global y lo local, entre lo colectivo y lo subjetivo, entre lo
productivo y lo improductivo, entre lo excluido y lo incluido.
Desde el punto de vista de los coproductores:
“El dispositivo es una herramienta. Como cualquier otra
nos puede servir en diferentes casos. La coproducción nos
da un método para visibilizar los problemas, en este espacio
248 Los trabajadores en la nueva época capitalista

descubrimos que a esta realidad que nos tiene extrañados


hay que anteponerle una escucha, un saber y una práctica
que nos devuelva la reflexión, el afecto, la solidaridad, que
nos genere un mecanismo no condenado a repetir la histo-
ria. Tal vez no sea la herramienta perfecta, pero muestra un
movimiento superador que parte de la interacción de los que
lo componen. Este proceso permite reordenar pensamientos
dispersos, fragmentados. Mediante el intercambio con el otro
y la interrogación descubrimos nuestras prácticas y nos des-
cubrimos. Las prácticas se resignifican y revalorizan, permi-
te pararnos en otro lugar, de protagonismo, movernos de la
practica escéptica que espera cambios masivos e inmediatos,
a una práctica de cuidado, preservación, responsabilidad y
apropiación de las mismas. Nos ha enriquecido no sólo en
cantidad de información sino que se traduce en un movi-
miento subjetivizante que se expande entre compañeros y se
transmite al paciente.” (Reflexión conjunta de trabajadores
enfermeros-investigadores en el marco del dispositivo, 2004)
En consecuencia, como punto de partida y como inte-
rrogación subyacente paralelamente a la misma interrogación
investigativa, se torna necesaria una transformación subjetiva
para la producción de conocimiento, proceso para el cual no
se detiene sistemáticamente el método positivista tradicional,
en tanto que los investigadores quedan colocados en una
fracción legitimada socialmente separada (virtualmente) del
conjunto social. Sin duda alguna, no se trata solamente de un
problema de ese método respecto de sus objetos de interven-
ción sino de su orden epistemológico y teórico, que da lugar
a sucesivas tramas reduccionistas, tanto en la producción y
distribución de los conocimientos como en las prácticas. Esta
propuesta plantea, precisamente y frente a dichos obstáculos,
una postura diferente, complementaria, tanto en promover
una perspectiva sobre bases epistemológicas y teórico-con-
ceptuales que remiten a los paradigmas de la complejidad
como en la praxis coproductiva.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 249

3. La historia, ser trabajador enfermero


entre los paradigmas de la psiquiatría
y la modulación de los hombres

“…Devuelvo el termómetro: cuarenta grados.


‘Bueno, está bien’, concede el doctor, ‘mándelo de vuelta a su
casa en ambulancia. Le firmaré tres días de licencia’.
Me siento flotar mientras preparan los papeles. Enfermería
mezquina, olor a desinfectante, el camarada argelino que re-
gresa a la cadena con su vendaje, el teléfono que suena (una
historia de benzolismo en la sección de pintura, negada por
el médico que se enoja: ¿con quién? ¿una reclamación sindi-
cal?). La medicina del trabajo comprada, náuseas de nuevo,
una oleada de olor a caucho en el recuerdo… todo sigue
dando vueltas…” (Linhart, 1996: 51)
“Y luego, el miedo.
Es difícil de definir: al principio lo percibía individualmente,
en uno o en otro: el miedo de Sadok, el miedo de Simón,
el miedo de la mujer de los asientos. En cada caso podía
hallarle una explicación. Pero con el tiempo voy percibiendo
que me enfrento a algo más vasto: el miedo forma parte de la
fábrica, es uno de sus engranajes fundamentales.
Para empezar, tiene el rostro de todo ese aparato de autoridad,
de vigilancia y de represión que nos rodea: guardias, jefes de
equipo, capataces, agentes de sector…” (Linhart, 1996: 74)
Tradicionalmente la historia de enfermería en salud
mental ha sido elaborada y contada a la sombra de las prác-
ticas de intervención en psiquiatría y de la historia de las
instituciones asilares. Intentaremos en este lugar rescatar la
perspectiva de esta historia por parte de los trabajadores
enfermeros de estas instituciones, apoyándonos además
en sus propias interpretaciones sobre las contradicciones
y dificultades que este trabajo encierra. La perspectiva de
análisis laboral e institucional que aquí se propone significa
poner especial atención en los soportes colectivos y subjeti-
vos de las instituciones y sus productos (Bialakowsky et al,
250 Los trabajadores en la nueva época capitalista

2002). Descubrimos en el proceso de trabajo institucional-


hospitalario un proceso social de trabajo, que implica, por lo
menos, tres dimensiones a tener en cuenta: el trabajo sobre
el sujeto paciente, las jerarquías instituidas por el modelo
médico y el saber disciplinario contenido en ese modelo y el
pensamiento social sobre la “anormalidad”.
El origen del tratamiento moderno de la locura surge
con la psiquiatría de la razón iluminista, convergente con el
auge de la Revolución Francesa, que deja como impronta
clave en este desarrollo europeo la asignación del problema
de la locura a la Medicina. En este proceso se destaca la
figura de Pinel, quien inicia una reforma eliminando el uso
de cadenas, grillos y cepos, entrenando al personal médico
y asistentes e impulsando el “tratamiento moral” de la lo-
cura con una disciplina basada en la autoridad del médico
dentro de la institución. En nuestro país los anteriormente
“orantes” en la época de la Independencia, eran hacinados
en salas sin tratamiento, y vigilados por guardianes, quienes
les aplicaban sistemas coercitivos como el cepo o la cade-
na, pasan recién a fines de siglo XIX a recibir tratamiento
con técnicas terapéuticas provenientes de Europa (Hospital
Borda, 1965; García, 1981).
En esta etapa las instituciones para los “alienados” eran
administradas doblemente por el Estado y asociaciones de
beneficencia. Esta intervención se encuentra relacionada
con el auge modernizador, integrador y expansionista de
fines del siglo XIX que demuestra intentos de medicaliza-
ción de la conducta ciudadana, que apuntan a armonizar la
modernización y expansión del aparato productivo, contro-
lando la masiva conmoción demográfica provocada por el
caudal de las inmigraciones (Vezzetti, 1983; García, 1981;
1982).3 A partir de estos momentos, se va a producir una


3
Los años de fundación de las distintas instituciones demuestran su agre-
gación y función en este contexto de expansión de la regulación estatal so-
Los trabajadores en la nueva época capitalista 251

progresiva centralización del tratamiento de las enfermeda-


des mentales en hospicios, y luego en hospitales estatales.4
Desde el paradigma de la psiquiatría se adopta el mo-
delo anatomo-clínico, que propone clasificar y ordenar lo
patológico. Este modelo presupone que la locura puede ser
observada y descripta en condiciones similares a otros obje-
tos de la ciencia, instaura la posibilidad de un conocimiento
racional de la misma y el conocimiento de la locura como
medio para el conocimiento objetivo del hombre (Galende,
1994). El paradigma positivista, que a partir de la posguerra
a mediados del siglo XX se extiende en Europa y América,
significará la nominación de un pasaje de la etapa empírica
a la técnica, sin embargo la impronta acumulada va a dejar
como legado la práctica de la observación y la ficcionaliza-
ción que mediaba entre la clasificación y el tratamiento de
las etapas iniciales del hospicio.
(Sobre los primeros años en el hospital de un joven psi-
quiatra en la década del 70) “Teníamos que aprender clasi-
ficaciones de esquizofrenia, largas clasificaciones de delirio,
no sé cuantas clasificaciones de… francesas, alemanas. Todo
era muy clínico pero con poco…, todo era muy académico
pero con poca capacidad de resolver problemas. Describían
fenómenos y los mejores psiquiatras de la época eran los que
eran más minuciosos para describir fenómenos clínicos. Y

bre el comportamiento social: Asilo para los Orates de San Buenaventura


(1863); El Círculo Médico Argentino (1875); el Hospicio de Las Mercedes
(1887); Colonia Nacional de Alienados “Open Door” (1889), Curso de
Clínica Psiquiátrica en la Facultad de Medicina de Buenos Aires (1886).

4
Los números del Hospicio de las Mercedes, luego Hospicio Nacional Psi-
quiátrico (en la actualidad Hospital Borda) demuestran el incremento en
la racionalidad estatal interviniendo en el tratamiento de la locura: año
1899, 1.299 internados; año 1922, 1.976 internados; año 1935, 2.592 in-
ternados; año 1940, 3.138 internados, año 1945, 3.500 internados. En el
año 1947 se trasladan 1.000 pacientes internados a las colonias de aliena-
dos en el interior del país. En el año 1960 vuelve a haber un número de
3.455 internados (Hospital Borda, 1965: 3-11).
252 Los trabajadores en la nueva época capitalista

además, lo que a mí me llamaba la atención, me sonaba, diga-


mos, me crujía la cabeza era que estos tipos están observando
fenómenos y lo único a que se dedican es a observarlos, de
modo que la observación está alterada por la forma en que
se conducen los tratamientos. Si yo me siento a esperar la
evolución de determinadas formas de psicopatología como la
esquizofrenia, y después digo que la esquizofrenia evoluciona
de tal manera y no se interviene en ese proceso ¿ese proceso
es realmente así?” (Entrevista a médico psiquiatra, 27 años en
la institución, realizada en el marco del dispositivo de copro-
ducción por investigadores y enfermeros, 2005).
Recordemos a fines del siglo XIX, la universidad ingre-
sa a los hospicios, legitimando la investigación y las prácti-
cas desde el campo psiquiátrico. En este contexto, la prác-
tica de enfermería ya no va a estar ligada a la beneficencia
como en sus comienzos, sino que el rol del enfermero se
sitúa como auxiliar del médico abandonando en parte la
razón custodial. Existen en esta época cursos de formación
para enfermeros, dictados en los mismos hospicios por mé-
dicos, de tres meses de duración. Es así que en los comien-
zos del siglo XX, en los hospicios y posteriormente “hospi-
tales nacionales neuropsiquiátricos”, ya existe el enfermero
y la figura del ayudante de enfermería. En este período el
rol de la asistencia médica y del tratamiento al “alienado-de-
lincuente” se encuentra aún estrechamente relacionado, las
instituciones tenían entre sus divisiones pabellones de pre-
sos. En este marco la función del enfermero y el celador se
intercalan, parecieran bifurcarse. Sin embargo se identifica
al enfermero tanto con tareas supeditadas a la observación
sostenida como a la sujeción de los internos. Por otro lado,
la figura del celador, se encuentra más orientado al orden de
la institución y representa una figura jerárquica en la misma.
A partir de la década de 1940 se produce una expan-
sión del sistema de salud en los tres subsectores (público,
privado, obras sociales), lo cual genera una importante
Los trabajadores en la nueva época capitalista 253

fuente de empleo en este ámbito y se evidencia el problema


de la baja disponibilidad de recursos humanos formados
(Galín, 2002: 88). Otra bibliografía también afirma que la
actividad de enfermería ha adolecido históricamente de una
importante demanda insatisfecha y una escasa profesionali-
zación, y lo relaciona con las condiciones de trabajo que esta
actividad implica (Wainerman y Geldstein, 1990).
Los relatos de trabajadores de la época5 describen de
manera “descarnada” el trabajo de custodia sobre los inter-
nos, la existencia de pabellones de presos y otros servicios
más integrados a la sociedad, con cierta participación del
núcleo familiar en colaboración con el enfermero en el man-
tenimiento del hábitat hospitalario.
“…Dicho enfermero ingresa al hospital en el año 1953,
a los servicios creados en el año 1945. Cada piso –nos re-
lata– contaba con cinco servicios, las dos salas o servicios
laterales, con pacientes con distintas patologías inclusive,
sífilis; en el medio existía una ‘sala de vigilancia’, ‘vigilada
por enfermeros’, supuestamente (...con los pacientes...) más
‘peligrosos’, todos con chaleco de fuerza, desnudos, aproxi-
madamente 50 pacientes, muchos eran extranjeros prove-
nientes de la posguerra.
Los enchalecados estaban atados todo el día durante
meses, para ir soltándolos se consultaba al médico y como
indicación se aplicaba inyecciones de leche o trementina
20cc en los brazos a fin de provocar una infección, más
inflamación producida por la fiebre, impidiendo levantar
los mismos. Cuando la infección se encontraba muy avan-
zada, se lo llevaba a cirugía y se producía un corte para
drenarla. La única medicación que se les daba era por las
noches, un producto llamado ‘Cloral’, cuyos componentes


5
Queremos agradecer aquí los aportes de José Vicente Correa y Luis Di
Lorenzo, quienes ingresaron a trabajar al hospital psiquiátrico en los
años 1953 y 1957, respectivamente, y lo hacen en la actualidad.
254 Los trabajadores en la nueva época capitalista

eran desconocidos, ya que eran enviados de farmacia sin


etiquetas. También se utilizaban técnicas de electroshock;
inclusive se hicieron lobotomías.
Todo esto hasta el año 1965. A partir de este año se co-
mienza a utilizar ‘insulino terapia’ a los más agresivos, dicho
tratamiento disminuye la glucosa hasta entrar en coma. Por
el modo y el tono como me lo cuenta, tengo la sensación de
que se aplicaba como castigo. Aproximadamente en el año
1968 se comienza a utilizar el primer psicofármaco llamado
Ampliactil, antipsicótico sedativo. En los años 1976/1977 se
deja de utilizar el chaleco no en forma total.
En cada piso de todo el hospital existía una ‘sala de
vigilancia’. Dicho enfermero relata que entre los años 1961
y 1968 estuvo en el pabellón de «presos», que se encontraba
frente de la cocina actual, el cual contaba con celdas con
alrededor de 60 presos que siempre estuvieron ‘vigilados
por entre 8 y 10 enfermeros’, y dos policías que se encontra-
ban fuera del pabellón. Al lado del servicio actual de cirugía
existía ‘un pensionado denominado de segunda’ donde iban
los pacientes cuyas familias podían pagar y no estar en un
servicio común.
Cuando terminé de hacer la entrevista sentí que me
hablaba acerca de un campo de concentración.” (Relato de
un coproductor enfermero de una entrevista realizada a un
compañero de trabajo en el marco del dispositivo de copro-
ducción, 2005)
Lo cierto es que en este modelo de hospital custodial el
saber del trabajador que se demanda no es más que un saber
sobre la fuerza y la vigilancia, aunque también se adquieren
otros saberes en relación con la medicación y el tratamiento
de cada paciente para llevar adelante el servicio en ausencia
de personal médico. El progreso científico y la instauración
de la asistencia como tratamiento no disminuyen la crudeza
de las intervenciones. Por parte de los trabajadores, los pri-
meros días de trabajo en la institución significan un proceso
Los trabajadores en la nueva época capitalista 255

de mortificación, que puede homologarse al proceso de ad-


misión de los pacientes. De modo que el control de los cuer-
pos y la modelación subjetiva que debe ejercer el trabajador,
acompaña su propia modelación. En este proceso social de
trabajo, el padecimiento puede ser visto como instrumento
integrante de la dominación social.
“1957. 3 de noviembre. Vuelvo con el telegrama y
allí me atiende una figura que ya no existe, que era el
jefe de celadores y me dice: ¿Usted sabe lo que tiene que
hacer acá? No, acá yo vengo con el telegrama… Porque
en esa época te mandaban a vos siendo vos lo que eras…
Ni siquiera había entrado nunca a una sala de primeros
auxilios. Cuando él abre la puerta, miro para adentro…
era la sala de vigilancia. Me encuentro con que están to-
dos atados con chalecos. Me presentan al enfermero que
había…Y había una mesita chiquita así, una silla acá y
otra allá, frente a la sala, mirando a todos los pacientes
enchalecados. Y yo le digo: ¿pero qué es esto? esto es una
leonera le digo… yo me voy a la mierda (poniendo voz
de asombro y temor). No pibe, quedate, dice, si vos su-
pieras lo que era antes el pabellón, el pabellón viejo. Ése
sí que era bravo. Me conformaba para que yo me queda-
ra. Y así fue sucediéndose… todos los días, día a día yo
le decía: no, yo me voy, no aguanto más, esta leonera no
la aguanto más. Todos los tipos saltando, todo… porque
semejante… los polacos, alemanes, tipos de cien, ciento
diez kilos, que se movían con cama y todo. Imaginate
qué expectativas tenía yo, que no había entrado nunca
a una sala de primeros auxilios, ver todo eso, era como
si te tiraran en la jaula de los leones y te dicen defendete
como puedas.
[Entrevistador:] - Había que estar preparado para todo eso.
Lógico, no nos dijeron que esto iba a ser así. A mi no
me dijeron, me metieron adentro y me cerraron la puer-
ta y quedé con todos encerrado ahí adentro.” (Entrevista
256 Los trabajadores en la nueva época capitalista

realizada por un coproductor enfermero a un compañero


de trabajo, 2005)
Desde los movimientos de desinstitucionalización que
surgen en la posguerra, autores como Franco Basaglia van
a cuestionar la relación entre la cura y la custodia en las ins-
tituciones de salud mental, denominadas “manicomios” así
dirá: “Curación y custodia del enfermo son los términos de
una contradicción, porque curación, ‘cura’, en la acepción
latina de la palabra, significa afán, disponibilidad, ser-para.
Evidentemente, el manicomio tal cual lo describimos, no
está en condiciones para responder a este cuidado, a este
afán, a esta disponibilidad hacia el otro. Pues bien, entre
estos dos términos, el psiquiatra debe elegir uno, curación
o custodia, porque no se pude hacer cargo de la contradic-
ción…Cura-custodia, en lugar de ser los elementos de una
contradicción, pasan a ser los elementos antinómicos opues-
tos de una situación que no puede ser resuelta” (Basaglia,
1985: 20-21).
La crítica a la intervención psiquiátrica tradicional se
desarrolla una vez que se pone en evidencia las masacres de
los campos de exterminio y las similitudes entre estos en-
cierros y los de las instituciones manicomiales (Visakovsky,
2002). Por un lado la crítica apuntó a recomponer el espacio
de encierro como auténticamente médico, reconstruyendo
el concepto de paciente. Nuevas perspectivas teóricas y
prácticas terapéuticas proponen integrar al propio pacien-
te, su familia y la comunidad en los tratamientos. Por otro
lado, se tiende a abrir la relación autocentrada de la práctica
psiquiátrica en el espacio hospitalario.
Los cuestionamientos llegan a rechazar la exclusividad
médica y psiquiátrica en la intervención sobre las dolen-
cias mentales, abogando por una práctica no reductiva de
la complejidad de las problemáticas que ésta atiende y por
la promoción de un tratamiento que respete los derechos
de los afectados. La intervención se abre al “campo de la
Los trabajadores en la nueva época capitalista 257

salud mental”, no sin luchas y resistencias. Dicho campo se


constituye como un espacio amplio y complejo de interven-
ción social, relacionado con la salud integral y el bienestar
social de los sujetos, las familias, grupos humanos, institu-
ciones y comunidad (Galende, 1994), en el cual intervienen
diferentes disciplinas y que atañe a diferentes sectores de la
población.
En este nuevo paradigma interdisciplinario, la posición
de enfermería adquiere un nuevo carácter disciplinar, pero,
como se comprueba, su posición en el ámbito hospitalario
se mantiene incapaz de escapar a la contradicciones que pa-
recieran irresolubles, en tanto no son trastocados los trata-
mientos basados en la internación y el aislamiento. En tanto
los espacios destinados al tratamiento de trastornos menta-
les continúan centralizados en grandes hospitales con gran
cantidad de pacientes, el trabajo de los enfermeros sigue li-
gado a la asistencia y custodia de estos pacientes en su vida
cotidiana en la institución.
En general en los países de Latinoamérica y el Caribe,
“la atención psiquiátrica disponible continúa centrada en
los hospitales psiquiátricos tradicionales, instituciones de
características predominantemente asilares y frecuentemen-
te localizadas en zonas aisladas de la comunidad” (Vásquez
et al., 2004: 45).6 En estas diagramaciones, aún los nuevos


6
Vásquez y Caldas de Almeida, citando el Proyecto ATLAS, Latino Amé-
rica, Organización Panamericana de la Salud, Washington D.C., 2004,
también reconocen que si bien en algunas ciudades se han desarrollado
experiencias innovadoras, se encuentran limitadas a una aplicación local.
Entre ellas se destacan las experiencias en Campinas (Brasil), Río Negro
(Argentina) y Belice (Belice). A nivel nacional se destacan también la
reciente iniciativa en Chile de un Plan Nacional de Salud Mental y los
intentos de Brasil, ya que, si bien difieren los avances en los diferentes
Estados, ha implementado una política en salud mental consistente des-
de hace varios años (Vásquez y Caldas de Almeida, 2004).
Desde nuestro conocimiento agregaríamos la experiencia del proceso de
transformación de la atención en la Provincia de San Luis, Argentina.
258 Los trabajadores en la nueva época capitalista

enfermeros formados encuentran fácilmente un límite en la


práctica asistencial que pueden promover. Desde su punto
de vista no pueden “compaginar la formación con la práctica”,
dificultad que surge al encontrarse con la imposibilidad de
superar los métodos de intervención históricos, ya sea que
se presenten o no bajo nuevas modalidades.
En los puntos siguientes se intentará describir las con-
diciones de esa permanencia y las dificultades para diagra-
mar desde proyectos de salud y hospitalarios un destino
diferente a estas instituciones y a los pacientes que atienden.
La relación con el contexto social y la configuración que co-
bra el trabajo hoy, es un punto fundamental para descubrir
la deriva institucional que se presenta.

4. Más allá del trabajo, espacios y cuerpos

“A pesar de lo duro del trabajo, me había habituado a esa


relativa independencia del obrero solo frente a su banco de
trabajo… Aquí ya no es posible: el movimiento de la cadena
no hace concesiones. Al principio me duele esa mutilación
del libre albedrío que me quedaba, después me acostumbro
y veo como ventajas el automatismo del trabajo y la fatiga
menor. El automatismo reintroduce una pequeña esfera de
libertad: miro a mi alrededor, observo la vida de mi pedazo
de taller, me evado con el pensamiento, dejando de guardia
un rinconcito de cerebro para detectar defectos de pintura.”
(Linhart, 1996: 55)
En la actualidad la función social del hospital orientada
a la asistencia tiene como base el consenso en cuanto a los
aspectos psíquicos y sociales de los trastornos mentales. Se
instala, por lo tanto desde este paradigma, la necesidad de
formación para los trabajadores enfermeros y una valora-
ción del saber necesario para dicha práctica. El enfermero
invierte saber en la práctica en dirección de la promoción de
Los trabajadores en la nueva época capitalista 259

salud, sin embargo, a pesar de este estilo de pensamiento,


permanecen rasgos inalterados del modelo custodial en la
organización del trabajo hospitalario. La forma de organi-
zación del trabajo dentro de la institución se asemeja a la
fábrica en la organización de los puestos de trabajo y en la
distribución en series que se implementa para la administra-
ción de los cuerpos (pacientes). Esta distribución debe per-
mitir la vigilancia de los mismos en todas las horas del día.
“Cada 15 días ven a los pacientes internados. Ven a
un paciente, un ratito, y al que sabe que no tiene cura su-
puestamente ni lo ven y ven al otro… En el servicio hay un
hombre que entró el viernes y todavía no lo vio nadie. Fue
a la guardia, y le dijeron vaya al 9… que había cama… eh…
y no lo vio nadie. El señor estaba tomando una medicación,
entonces en la guardia le pusieron esa medicación, pero en
el servicio no lo vio nadie todavía. Y el señor se me acerca
y me pregunta que quiere saber cuando…” (Enfermero en
encuentro de dispositivo, 2003)
En esta “carrera” (Goffman, 2001)7 que se da en el
proceso de trabajo institucional, los trabajadores intervie-
nen sin poder visualizar la “cadena” en la que se encuentran
involucrados, se produce así una alienación acerca del pro-
ducto del trabajo sobre el paciente.


7
Goffman acuñó el concepto de “carrera moral del paciente mental” para
referirse al proceso social por el cual un paciente psiquiátrico llega a
constituirse como tal. Le interesan a este autor los aspectos morales de
la carrera por develar “la secuencia regular de cambios que la carrera in-
troduce en el yo de una persona, y en el sistema de imágenes con que se
juzga a sí misma y a las demás” (Goffman, 2001: 172). Este autor descri-
bió el proceso que conduce a una persona no sólo a conformarse como
un paciente mental sino también a su hospitalización en este tipo de
instituciones. Según Goffman, la carrera de estos pacientes se acompaña
de experiencias de abandono y engaños en relación con el personal e in-
cluso con allegados o familiares (Goffman, 2001: 133-172). Agreguemos
que el abandono, no debe interpretarse literalmente como tal sino como
parte del método de internación burocratizada (Freire Costa, 1991).
260 Los trabajadores en la nueva época capitalista

“Cada servicio tiene una dirección, o una determina-


da patología y esos pacientes van a caer en ese servicio en
el que sea necesario. Así como también están los servicios
de crónicos, donde son pacientes que van o… que están
internados, quedan internados ya y no hay ninguna… nin-
guna patología.” (Enfermero en encuentro de dispositivo,
2003)
Así como en el tratamiento del paciente, la asignación
de los enfermeros por los diferentes servicios sigue con fre-
cuencia fines disciplinadores, o representa una manera de
hacer conocer al trabajador los lugares en los que puede
llegar a ser alojado en el peor de los casos. Como afirma
Gaudemar, este disciplinamiento logra aumentar las fuerzas
del cuerpo en términos de utilidad, aptitud y disminuye esas
mismas fuerzas sometiéndolas a una relación de sujeción
(Gaudemar, 1981: 86).
Por otro lado, a la tarde y hasta el día siguiente en el
hospital “se instala la desidia”, sólo quedan los enfermeros y
una guardia médica para todo el hospital. La actividad de
enfermería queda supeditada al control de la sala y a aten-
der las urgencias. En estos momentos el grado de respon-
sabilidad se incrementa y recae sobre el trabajador, sin un
equipo por detrás que responda sobre las prácticas.
“Nosotros tenemos espacios, lo que pasa es que el en-
fermero… tenemos que cubrir todos los espacios, no tene-
mos que dejar un espacio vacío, tenemos que estar en los
espacios...” (Entrevista a Jefe de enfermería, 2004)
“El hecho de estar sentado, manejar todo de un lu-
gar… o todo a las corridas…no tenemos tiempo. Acá hay
tiempo, hay mucho tiempo y cada vez en el servicio…te
enferma el tiempo…” (Enfermero en encuentro de dispo-
sitivo, 2003)
Además existen servicios o áreas en los cuales priman
el control y la fuerza por parte de enfermería, sumamente
articulados con el resto de los servicios, sirviendo a éstos
Los trabajadores en la nueva época capitalista 261

ante las necesidades de contención física.8 Según los trabajado-


res de estos servicios, en éstos “la vigilia, la tensión y la violencia
son constantes”.
En este esquema, igualmente el enfermero aporta un
saber propio producto de su estrecha proximidad con el pa-
ciente, que luego y siempre es apropiado por el equipo te-
rapéutico, pero que sin embargo no es reconocido como un
saber con status científico. Se trata de un saber proveniente
de la vida en el hospital y de la vida del paciente, aspectos
que la mirada desde las terapéuticas legitimadas no logran
visualizar. Se comprueba entonces que subjetivamente el en-
fermero se debate aún entre los roles custodial y asistencial,
produciendo una escisión del sentido de las prácticas y del
deber ser según el mandato institucional:
“Cuando trabajo en equipo (en la sala de los profesio-
nales) descuido el control de los pacientes, que es mi respon-
sabilidad. No puedo estar en un sitio cuando estoy en otro.”
(Enfermera en encuentro de dispositivo, 2003)
Las malas condiciones de trabajo en este ámbito se su-
man a la descolectivización de enfermería producto de la flexi-
bilización y precarización laboral de las últimas décadas. La
asignación de módulos de seis horas adicionales “optativos”,
que se negocian “día a día y cara a cara con las autoridades”, y
que se suman a las seis horas de trabajo formales y regla-
mentarias, han significado un instrumento de presión para
cumplir prolongadas jornadas de trabajo y ha colaborado
con la destrucción de las formas colectivas de articulación la-
boral. Ante el padecimiento en el trabajo se suceden “salidas


8
La contención física en salud mental refiere a la sujeción de una persona me-
diante distintas técnicas: chaleco de fuerza, furca (atar con sábanas moja-
das) o bajo dispositivos más modernos pero con igual fin. Es indicada para
los momentos en que el paciente se encuentra en crisis y puede “atentar
contra su vida o la de otros”. Desde nuestra perspectiva estas técnicas al
interior de un proceso de trabajo pueden adquirir nuevos significados que
no se determinan solamente por el estado de la enfermedad del paciente.
262 Los trabajadores en la nueva época capitalista

individuales” entre los enfermeros. Ante estas condiciones


laborales, la formación constituye un motivo de conflicto al
interior del colectivo de enfermería. Se presentan estrategias
de profesionalización para mantener el trabajo, la no profe-
sionalización como una especie de resistencia en la posición
actual por parte de los enfermeros “empíricos” (enfermeros
idóneos, sin titulación formal). Los saberes se convierten en
tesoros, que cada uno alberga en silencio (Cirianni y Percia, 1998).
Las condiciones de trabajo sumadas al silenciamiento
colectivo acerca de la propia práctica, generan un estado de
desprotección que culmina en una forma de enfermar que
los enfermeros reconocen como de carácter institucional. En
los encuentros del dispositivo de coproducción, se plasma la
preocupación por parte de los trabajadores acerca de este tipo
de enfermedades institucionales que van padeciendo los trabajado-
res de salud, como el aislamiento, el aprender a callar, el no
poder demostrar sentimientos, el no comprometerse, trabajar
de manera rutinaria, aparecen durante los intercambios re-
flexivos instalando el interrogante “por qué se hace lo que se hace”.
En este contexto la dinámica de los procesos de salud
- enfermedad - atención adquieren nuevos significados e in-
terrogantes que interesa plantear aquí, y un desafío en las
formas en que se puede instaurar una integración (simbóli-
ca, social) a partir de la atención en salud.
“Yo decía que hay una cronicidad de los pacientes…
los profesionales los metieron acá en el hospital, hay lugares
donde ha pasado eso, y que todavía están… que son los
pabellones que… personas que han dejado de vivir... donde
hay pacientes que no se los ve.” (Enfermero en encuentro de
dispositivo, 2003)
En este marco institucional no es posible olvidar el con-
texto sociolaboral actual que interroga las prácticas asisten-
ciales en salud mental: la des-asalarización de importantes
sectores de la población y la influencia de este proceso en
la demanda en salud mental y en las posibilidades de dar
Los trabajadores en la nueva época capitalista 263

respuesta a las mismas. En palabras de Bauman: “En las


condiciones actuales el encierro no es una escuela de capaci-
tación laboral ni un método alternativo para aumentar por
la fuerza las filas del trabajo productivo cuando fallan los
métodos ‘voluntarios’. En las circunstancias actuales, es una
alternativa al empleo, un método para neutralizar o desha-
cerse de una parte importante de la población a la que no se
necesita como productora ni para la cual hay trabajo al que
deba ser ‘devuelta’” (Bauman, 1999: 145).
La institución, entonces, se conforma en un espacio en
donde tienen lugar los procesos de guetificación, producto
de una violencia del orden de la modulación social menos
visible. El encuentro entre trabajadores gubernamentales y
aquellos trabajadores en proceso de exclusión, se dará en
términos de desencuentro, marcado por la violencia interna
y externa convergente de procesos de patologización, crimi-
nalización y guetificación social (Bialakowsky et al, 2004).
“El sábado tuve la oportunidad de ir a trabajar en el ser-
vicio de cirugía de 12 a 24. Y, oh casualidad, me dejaron solo.
Pero lo novedoso de ese día, es que al entrar al servicio me
saludó un paciente ‘hola Santillán’. Este paciente, había estado
internado en otra oportunidad en mi servicio, en muy corto
tiempo y había producido varios incidentes… la Doctora lo
había derivado al Servicio 30 (Servicio de pacientes en crisis)…
Mientras yo medicaba, él me pedía insistentemente cigarri-
llos, él se encontraba atado a la cama por indicación médica.
Alrededor de las 18,30 se desató (hay pacientes que desarrollan
la capacidad de tomarse todo el tiempo para desatar los nudos,
no importa si la atadura tiene cinco nudos y se encuentran en
una posición incómoda). Le conseguí un cigarrillo y esperé a
que lo fume tranquilo, luego de lo cual lo acompañé a la cama
y lo volví a contener. Siendo alrededor de las 20,30 comencé
a medicar y el mismo paciente me volvió a preguntar ‘cómo
hago para encontrar a yo’… A todo esto, este muchacho que
se crió en la calle, casi como un animalito, me preguntó si me
264 Los trabajadores en la nueva época capitalista

gustaban los cuentos y los sueños. Yo trataba de saber hacia


dónde iba, dónde había nacido, algún punto de referencia.
Pero él no accedía a contestar. Lo único que le pude sacar en
blanco es que era de la Tablada y que de alguna manera eso
era terrible… Esto lo escribo para ver al otro (o a nosotros
mismos)… Los pacientes se presentan tal vez como yo lo vi al
paciente en cirugía, flaco, con una mirada que a mí se me ocu-
rrió inteligente y donde yo no sabía si me estaba tomando el
pelo, porque jamás encontré a alguien donde la teoría (Freud)
estaba tan hecha carne. Pero,…yo…cambiando pañales, me
estaba recostando en  él, teniendo compañía y no soledad…
¡Ah! antes de llegar a casa me llamó el abogado (por los acci-
dentes ocurridos con pacientes) para presentar pruebas, tengo
5 días… No, si en el Borda el suspenso y el terror parecen ser
una forma de vida.” (Relato escrito por un enfermero copro-
ductor en el marco del dispositivo)
El trabajador enfermero, como todo trabajador se en-
cuentra en la tarea y en el ser social, los espacios materiales
constituyen hologramas del conjunto social (Morin et al.,
2002), el trabajo donde quiera que exista construye el ser ge-
nérico (Marx, 1844). Luego también en cada espacio institu-
cional se instala el continuum que atraviesa todo el sistema ca-
pitalista, así el continuum de exclusión-extinción social se hace
presente en forma reticular, en cada espacio se libra esta
lucha estructural, como lo había develado Foucault de una
u otra manera, el poder constituye un estallido productivo
dentro de las instituciones disciplinarias. En la contempo-
raneidad este sentido constructivo-deconstructivo de la do-
minación se ha complejizado por la existencia de una doble
muralidad, una referida a la relación entre instituciones y
otra entre las instituciones y la sociedad, ambas de-mudadas
hoy por el continuum, no hay destino para los pacientes, reconver-
tir, reeducar, rehabilitarlos como trabajadores como otrora
en la sociedad del capitalismo fordista es sólo parte de un
artificio institucional y social ficcional.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 265

Trágicamente los cuerpos “abandonados”, sin abando-


no de vigilancia, se construyen como población errante en
el predio hospitalario, absolutamente territorializados, sin
salida, condenados dentro de un paradigma, un método
y un proceso de trabajo que ha encontrado su límite. Los
cuerpos en las salas clasificadas, clausuradas, los cuerpos en
el parque, los cuerpos mendicantes, los cuerpos sentados o
acostados en los pasillos… y los equipos médicos, los visita-
dores de laboratorios farmacéuticos y visitantes transitando
entre ellos de manera esquiva. Las palabras repetidas de
los internos que se acercan atrevidamente quedan sin lazo,
arrojadas al vacío, los cuerpos han encontrado la era del vacío
(Lipovestky, 1996), se constituyen en metáfora del trabaja-
dor universal subnormalizado.

5. La distribución de los cuerpos


y distribución de los gestos

“Hago cálculos: ciento cincuenta por día, doscientos veinte


días por año… en este momento, a fines de julio y tres mil.
Treinta y tres mil veces en el año ha repetido los mismos
idénticos gestos: mientras otros iban al cine, charlaban, ha-
cían el amor, nadaban, esquiaban, recogían flores… mientras
el viento aplastaba las mieses, acariciaba la hierba de los pra-
dos y hacía murmurar al follaje de los bosques, treinta y tres
mil esqueletos de 2 CV han desfilado ante Mouloud para que
él soldara treinta y tres mil veces el mismo intersticio de cinco
centímetros de largo…” (Linhart, 1996: 176).
“Los pintores tienen diez minutos de descanso cada dos ho-
ras, en una supuesta sala de reposo (unas cuantas sillas de
hierro en un rincón sucio algo más alejado de los vapores
químicos), y un vaso de leche por día, para simular alguna
lucha contra la destrucción fisiológica que todos saben in-
eluctable.” (Linhart, 1996: 104).
266 Los trabajadores en la nueva época capitalista

“Segundo acto: ‘Tapar agujeros’. Multiplicación de


la demanda/ fragmentación/ proceso de responsabili-
zación en el individuo/ abandono/ violencia. Un muro
negro con agujeros, en cada uno de ellos palabras: medi-
cación, contención, aseo, alimentación, report. De repen-
te, se escucha una voz en off (que personifica la voz –el
silencio– de la institución) que llama y ordena ‘¡enfermero!:
hay que medicar’, ‘¡¡¡enfermero!!!: necesito los permisos’;
‘¡¡¡enfermero!!! ¿Quién controla a ese paciente?’. Uno de
los enfermeros se acerca al muro y comienza a introducir
sus manos por uno de los agujeros; denota cierto esfuerzo
para hacerlo. En otro agujero mete otra parte del cuerpo. El
enfermero queda atrapado en uno de los agujeros, intenta
zafarse, pero no puede… Tercer Acto… Otro enfermero se
acerca al muro y sin ver al que estaba atrapado, comienza
a introducir un brazo, una pierna o la cabeza en uno de
los hoyos con cada una de las órdenes… ‘Vamos mucha-
chos que ustedes son la columna vertebral del hospital.’”
(Bialakowsky et al., 2005, fragmento de obra de teatro idea-
da en el marco del trabajo del dispositivo de coproducción
con enfermeros)
Los cuerpos entran en obra (Foucault, 2000), la cadena
de montaje fabril exige cuerpos, dóciles, disciplinados, dis-
tribuidos en la línea. Pero ese cuerpo debe ser útil (población
económicamente activa, productiva), debe cumplir para ingresar
al empleo los requisitos sanitarios que le permitan saludable-
mente cumplir la tarea. En este ritual iniciático se produce un
doble movimiento hacia el exterior, de consentimiento, y
hacia el interior de obediencia, el acto de alienación (Marx,
1844) se inicia con este investimiento dual, de cesión de la
propia fuerza de trabajo y de la autonomía subjetiva. Sin la
cual la cooperación organizativa (Naville, 1963), la cade-
na, de producción no puede concretarse. En medio de esta
dualidad objetiva-subjetiva se modula al hombre trabajan-
do, el trabajador enfermero trabajando sobre hombres. Esta
Los trabajadores en la nueva época capitalista 267

dualidad cosificadora atraviesa con el método productivo


al enfermero y culmina en el interno, lo cronifica, se produce
el conjunto de una alienación (la del trabajador) sobre otra
alienación (la del paciente) y se reinicia la cadena en sentido
inverso sobre el cuerpo del enfermero y el sistema custodial.
El método desde el inicio supone sujetos cosificados.
“Venían las cámaras, venía la televisión cada dos minu-
tos era una persecución fundamentalmente contra enferme-
ría. Nosotros le dijimos al jefe de servicio, no es enfermería,
acá no hay medios, no hay una sala de contención… Quedó
visto eso, como que nosotros tiramos a cualquier paciente
en cualquier lado y lo tenemos en cualquier lado, y no lo
podemos ver y no lo miramos. No es que no lo miramos, no
lo podemos ver y ahí se hizo esa sala de contención al lado.
Que también es terrible porque el paciente que esta gritando
día y noche… Una vez yo me terminé pinchando sin querer
con una gillete porque estaba solo, hay veces que estamos
solos en el servicio y no es un servicio para estar solo, mu-
chas horas de trabajo este servicio, hay otros servicios que
podés estar solo todo el día, pacientes gritando contenien-
do a uno, pidiendo ayuda al otro, medicando 20-25-30…
y bueno termina uno mal, te mandan a medicar… voy a
pedir una ampolla a la guardia porque no tenía… ‘Doctora
déle algo a este pibe que no baja nunca, le han aumentado
20 veces… no baja no ve los gritos’ –‘Medicalo y dale…’ Y
no lo puedo seguir medicando, dele otra cosa qué sé yo, no
sé. Entonces cuando vengo con la ampolla de Trapax… (se
encuentra con que el paciente se había ahorcado) y ahí está
quien paga las consecuencias… pero ahí están las muertes,
enfermería no tiene nada que ver, está mal estructurado.”
(Enfermero en encuentro de dispositivo, 2003)
La condición del enfermero encarna una duplicidad entre
la subordinación auxiliar y el quedarse a cargo del servicio tra-
bajando en forma aislada, sin un equipo de apoyo, deja al tra-
bajador sesgado entre la autorresponsabilidad y la alienación
268 Los trabajadores en la nueva época capitalista

generada a partir del no reconocimiento de ese otro (jerárqui-


co) en el trabajo (Dejours et al., 1998), aquellos otros que inclu-
so no pueden testimoniar la verdad que lo atraviesa.
El método impone una distribución de cuerpos, espa-
cios y tiempo, que en el proceso de trabajo taylorista fa-
bril, aun en sus formas más avanzadas se combinan para
eliminar obsesivamente el tiempo muerto (Slaughter, 1998).
Extrañamente en el interior de estas instituciones y, sobre
todo a lo largo de todo el día éste parece no adquirir valor
o inversamente el estar inmóvil se constituye en el recurso
del método. La institución instaura un sistema de reclusión
sedentario, y en esa lógica también paciente y asistente (en-
fermero) comparten la misma condición. En los tiempos de
vigilia, el enfermero ve pasar las horas:
Hay muchos problemas dentro de lo que es enfermería
en cuanto a disciplina… supuestamente tendría que haber
un jefe de unidad que tiene que ser una división de activi-
dades por turno, esto es en teoría, no existe en la práctica
y aparte es muy difícil sostener eso porque las actividades
se reducen a las 12 del mediodía… enfermería sostiene des-
pués de las 12 del mediodía que no haya lío y que cuando
haya lío sean atendidas, digamos, las urgencias. Al no haber
una dinámica institucional y vital tampoco la tiene enferme-
ría… Yo creo que el problema no es enfermería solamente,
sino una dinámica institucional que hace que en realidad
acá se trabaje esas horas a la mañana… (Enfermera en dis-
positivo, primeras elaboraciones conjuntas, fines de 2003)
Yo entro acá tengo claro que todo el sistema es psiquiá-
trico. Entonces al ser psiquiátrico, no es que hago una dis-
criminación sino que hago que todo esto no me tiene que
entrar, sino me lo llevo a mi casa. Es como el reloj, yo el re-
loj, salgo de acá y me lo saco y vivo el día, yo salgo de acá y
el día trato de disfrutarlo… Acá hay mucho tiempo para eso
también, hay mucho tiempo para pensar, hay mucho tiem-
po para hacer cosas positivas pero a veces no te dejan. Te
Los trabajadores en la nueva época capitalista 269

lo prohíben, te dicen esto no te corresponde; y yo les digo


¿qué es lo que le corresponde a uno hacer?” (Enfermero,
encuentro en el dispositivo, 2003)
Este tiempo muerto que se instala cotidiana y metódicamen-
te en la institución resulta ser un componente en la relación
trabajador enfermero-paciente, que en oportunidades instala
el riesgo de un estallido o el temor y la culpa en los trabaja-
dores. Los enfermeros también encuentran límites en las fun-
ciones prescritas, el reglamento que enmarcan su actividad y
en la responsabilidad que implica tener a cargo entre 20, 30 y
hasta 40 pacientes. La responsabilidad sobre esa acumulación
de cuerpos instaura una tarea rutinaria y desubjetivizante.
“Tengo temor del disparador que significa para el pa-
ciente estar tanto tiempo encerrado en el servicio… qué sé
yo […]. Los pacientes de mi servicio están podridos, no sa-
ben qué hacer. Hay uno que por ahí se asoma a la sala y nos
dice si puede mirar un poco, y lo dejamos. Y nos mira, po-
bre, ya se cansó de mirar todo el servicio entonces nos viene
a mirar a nosotros.” (Enfermero coproductor en encuentro
de dispositivo, 2005)
El enfermero es al mismo tiempo quien convive diaria-
mente con los internos y el que actúa en situaciones de crisis
y violencia. Nuevamente cuidado y custodia se amalgaman.
En el hospital se evidencian formas descarnadas de tramita-
ción del padecimiento social con la población descarte. En sus
extremos, el interno representa la nuda vida (Agamben, 1998)
como objeto de intervención. En esta modulación, trabajador y
paciente quedan enfrentados, configurándose cuerpos marcados.
“Médico: Bueno, se quemó un paciente y a raíz de eso
fallece. Cinco días después, el día martes, falleció en cirugía,
lo derivamos inmediatamente al quemado, no estaba para
morirse. Yo los sábados vengo y me avisan que el paciente
se había quemado. Lo habían duchado, es un paciente psi-
cótico que estaba grave, se sale de la cama de donde estaba
y se mete solo en la ducha y se quema.
270 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Enfermero: Hay 30 paciente quemados en los últimos


años de los cuales 15 murieron.
Médico: ¿15? (Silbido de sorpresa)
Enfermero: Más o menos.
Médico: ¿Quemados por la ducha?
Enfermero: Si, por la ducha.
Médico: Entonces se puede quemar por la ducha…”
(Entrevista e intercambio con médico psiquiatra del
hospital en el marco del dispositivo de coproducción, 2005)
En la institución total, pacientes con ínfimos espacios
de resistencia producen incendios, ponen en juego su vida y
la del personal de enfermería. Los trabajadores enfermeros
mismos se ven sitiados en el servicio bajo llave, que impide
el escape y asediados por el riesgo de manifestaciones de lo
no dicho, de lo contenido.
“Hace más de un año que se viene prendiendo fuego
el servicio.” (Enfermero coproductor en dispositivo, 2005)
En el hospital, las quemaduras9 expresan también la
dificultad del trabajo institucional frente al mandato de la
asistencia y el sin destino rehabilitador de la práctica. Para
comprender esta contradicción debe profundizarse en la ló-
gica que subyace a la práctica. La institución posee un mé-
todo, esta sistematicidad conforma un orden.
“Aquí se hacen muchas cosas para tapar la muerte,
porque todos los que trabajamos acá hacemos mucho para
que sucedan las muertes… ¿Cuántos viejos se mueren por
broncoespasmo?” (Enfermera coproductora en dispositivo,
a partir de las reflexiones sobre los incendios en los servi-
cios, 2005)


9
Es usual en el análisis de las condiciones de trabajo en salud mental la re-
ferencia al síndrome “burnt-out”, término en inglés que significa “quedar
quemado” en el trabajo. El quemarse se utiliza aquí en términos metafó-
ricos y en relación a las exigencias psíquicas del trabajo. Al interior del
hospital y de la fábrica puede verse cómo la metáfora se concreta en el
propio cuerpo de los trabajadores.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 271

El pasado del paradigma psiquiátrico, desde una pers-


pectiva crítica, podría ser interpretado como constructor de
normalidad (Foucault, 1989), como reparador de la fuerza
de trabajo (García, 1981), como inclusión de los inmigran-
tes (Vezzetti, 1983). Podría deducirse alguna sintonía entre
el empleo de masas del fordismo y la continuidad de la repa-
ración de los cuerpos. La pregunta que queda pendiente en
la hora actual, donde el sistema capitalista alcanza una alta
contradicción autodestructiva con la producción de la mano
de obra superflua (Mészáros, 1999) y la creación de población
excedente descartable, puede interrogarse: cuál es el destino de
las instituciones destinadas a la reparación de los cuerpos
para el mercado de trabajo. Así en la cotidianidad institucio-
nal se presenta “el alta” como sin salida, o con salidas “sin
redes”, sin significado social.
“Hay un graffiti que lo escribe un paciente que decía…
‘Si no volvés al Borda estás muerto’”. (Enfermero en en-
cuentro de dispositivo, 2003)
En el interior del proceso de trabajo hospitalario y en re-
lación con la dinámica social general, se descubre una lógica
subyacente en la que el poder regulador médico y discipli-
nario, biopolítico (Foucault, 2000) modula la vida, al tiem-
po que se troca en fracciones de tanatopolítica (Agamben,
1998) al no evitar reproducir en espacios institucionales la
extinción social.

6. Miradas paralelas y miradas convergentes,


horadando muralidades

Este ensayo intenta, con una hipótesis metodológica,


avanzar en dos direcciones, una ya usualmente utilizada de
registro y transcripción del discurso de los trabajadores y
otra, la operación que intenta recuperar no sólo dicho dis-
curso sino la interpretación entre trabajadores de diferentes
272 Los trabajadores en la nueva época capitalista

espacios: hospital, fábrica, centro de salud barrial, en cami-


no de la coproducción de conocimientos. Este objetivo a su
vez parte de dos hipótesis básicas: a) la crítica a la enajena-
ción del saber del trabajador, b) los límites del pensamiento
individual y la materialidad del colectivo productor de co-
nocimiento sobre el proceso de trabajo.
Un punto de partida, bastante lógico, es pensar que los
conocimientos sobre los procesos de trabajo se pueden obte-
ner por múltiples vías, por ejemplo: la gerencial, los registros
públicos, o por medio del trabajador mismo como fuente de
información, en cualquiera de estos casos queda pendiente
que la producción del saber del trabajador le sea devuelto
en alguna forma. Ahora bien, aunque este punto de partida
ético es necesario, resulta insuficiente a la hora de pensar
acerca de la sustracción del saber obrero como proceso de
enajenación (Braverman, 1980). Luego recursivamente, si
la investigación puede ser vista también como un proceso
de trabajo, la enajenación del saber obrero queda pendiente
para interpelar al trabajo del propio investigador. De ahí
entonces que surge la propuesta de la coproducción investigativa
para comenzar a saldar esta deuda y este destino del cono-
cimiento con y para un encuentro entre trabajadores. Es
posible que esta propuesta altere los patrones de compren-
sión científicos tradicionales, es posible también que resulte
muy difícil de llevarlo a la práctica, pero la hipótesis intenta
abarcar esta praxis.
En segundo lugar nos encontramos con una tensión en-
tre el pensamiento individual y el pensamiento colectivo, un
acceso por qué no al general intellect (Virno, 2003). Traspasar
el umbral del pensamiento individual del investigador y ho-
radar sus propias muralidades, implica en esta metodolo-
gía propuesta dirigirse hacia el encuentro discursivo entre
trabajadores, el trabajador investigador-trabajador investi-
gado. No es suficiente ya la distribución del conocimiento
sino también la distribución de la interpretación y este nivel
Los trabajadores en la nueva época capitalista 273

exige sin duda la construcción de un colectivo productor


de conocimientos. La hipótesis metodológica que subyace
a esta estrategia es que el plus productivo en el trabajo del
conocimiento sobre el trabajo, es equivalente al plus que
brinda la cooperación (Marx, 1867). Pero he aquí nuevamente
dos cuestiones relevantes, primero, que la cooperación en
este sentido clásico es esencial a la producción y caracterís-
tica del sistema capitalista y segundo, que el rasgo relevante
de esta cooperación es el plan despótico de producción. Luego no
cabe duda de que más allá de los materiales y las propias
fuerzas productivas ordenadas en cadena para el trabajo,
lo esencial del método productivo es obtener dicho plus
otorgado por la cooperación. Entonces es posible sostener
que la cooperación social en el proceso de trabajo (Hardt y
Negri, 2002) es un elemento vital de productividad, pero
al mismo tiempo un plan maquínico (Gaudemar, 1981) que
domina a los trabajadores.
Deducimos así que, frente a los desafíos del conocer
los significados del trabajo enajenado, es necesario producir
conocimientos colectivos, ello no es posible sin un méto-
do que comprenda la cooperación y que supere, al mismo
tiempo, el método taylorista (despótico). En conclusión nos
encontramos con una complejidad en la complejidad, co-
nocer el proceso de trabajo requiere un conocimiento en sí
y para sí, por lo tanto el encuentro discursivo se constituye
en la herramienta de descubrimiento y de distribución de la
interpretación.
Hasta aquí el paso dado ha sido coproducir con traba-
jadores enfermeros y codescubrir la historia del trabajo en
la propia historia institucional, codescubrir el padecimiento
y sus fuentes de dominación en el entrecruce del destino
como constructores-deconstructores de hombres. Cabe dar
un paso metodológico adicional: qué opinan otros traba-
jadores frente al espejo del trabajo de enfermería en salud
mental y frente al trabajo coproductivo.
274 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Se presenta a continuación un diálogo entre trabaja-


dores acerca del proceso y del producto del dispositivo de
coproducción con enfermeros. Los fragmentos que siguen
corresponden a encuentros ad hoc llevados a cabo en el hos-
pital y en ocasiones en las aulas de la universidad (2005) y
cuya selección intenta dar cuenta de los intercambios.
A partir de la propuesta “Homo faber trabajando homo
sapiens-sapiens” un trabajador propone:
“El eje tiene que ser la alienación. En la institución el
mandato es que no exista el lugar del hombre pensante,
la institución no te deja pensar, no te dejan.” (Enfermero
coproductor).
El trabajador de la fábrica recuperada comenta una vi-
vencia cotidiana en los tiempos de la gerencia despótica: “–
Había un jefe de disciplina. (Trabajador fábrica recuperada)
–¿Un jefe de disciplina en una fábrica? (Enfermero
coproductor)
–Claro, aparecía en cualquier momento. De vez en
cuando nos lavábamos las manos para sacarnos un poco la
grasa. Pero teníamos que dejar siempre alguna herramienta
sucia cerca para tomarla si aparecía el jefe de disciplina, las
manos limpias era signo de no estar trabajando. (Trabajador
fábrica recuperada)
–Lo primero que me imagino es al psiquiatra trabajan-
do un paciente, luego al psicólogo trabajando un paciente,
y luego al enfermero… Se me aparecen las disciplinas, me
cuesta ver al hombre detrás de la disciplina. (Enfermera
coproductora)
–Ésa es la consigna institucional, que no veas al hom-
bre. Nosotros vemos al paciente y también vemos atrás del
paciente al hombre, y eso es lo que nos provoca padecimien-
to. (Enfermero coproductor)
[El trabajador de fábricas vuelve a intervenir, explican-
do cómo puede entenderse esta ‘producción de hombres’
en la fábrica] Sonaba la hora en que teníamos que entrar a
Los trabajadores en la nueva época capitalista 275

la sala de máquinas, uno por máquina, no podía haber dos


en una máquina. Uno tenía que estar listo cinco minutos
antes de que suene. Si se le contestaba al patrón te echaban.
Para ir al baño había que pedir relevo, hasta dos veces por
turno se podía. Si uno iba más de dos veces, enseguida ve-
nían y le preguntaban a uno si se sentía mal, si tenía algún
problema… Con ese régimen que teníamos éramos muy
malditos… Con la bronca que teníamos, nos vengábamos.
Yo era mecánico y trabajaba cuando me llamaban. Por ahí
yo quería hacer horas extras pero si no me llamaban no
tenía que ir. Entonces yo iba y agarraba una chaveta de una
máquina para que se descompusiera y me llamen sábado y
domingo para arreglar la máquina. Antes de irme le avisaba
que la máquina no funcionaba bien. Y yo tenía la chaveta,
pero ellos no se iban a fijar ahí abajo.” (Trabajador fábrica
recuperada).
Luego el intercambio se detiene en las posibilidades del
trabajador en el puesto. Las preguntas se dirigen entre los
trabajadores, pareciera que se trata de trabajos sumamente
diferentes, en uno se habla de producción, de mercado, de
productos. En otros se habla de cuidado, vigilancia y salud.
“Era tentador producir más porque nos pagaban bien.
En un nivel de sobreproducción el margen va al maquinista.
Por eso en la prueba molde se procuraba dejar un tiem-
po para uno, también levantar la temperatura para que se
haga más rápido, ganar ese tiempo. Cada uno trabajaba a
su temperatura, según su ritmo… Cada uno se hace cargo
de las trampas propias, no había a veces mucha solidaridad
entre los compañeros, algunos delataban al jefe de discipli-
na: ‘Hey, mirá cómo me dejó la máquina…’” (Trabajador
fábrica recuperada)
Los enfermeros reflexionan, parece que no hay conexio-
nes entre esos tipos de trabajo. Sin embargo las trampas
propias hacen recordar a uno de ellos acerca de los módulos
–horas extra–, que se acumulan entre los enfermeros, por
276 Los trabajadores en la nueva época capitalista

las cuales un enfermero puede pasar días en la institución y


hasta perder la noción del tiempo y el día en que se encuen-
tra. Afirma entonces: “Las trampas para los enfermeros son
los módulos.” (Enfermero coproductor)
Esta producción discursiva permite hacer puentes entre
las distintas posiciones y lugares que cada trabajador ocupa,
descubriendo las lógicas subterráneas que los atraviesan,
que los colocan en encrucijadas, en “encerronas trágicas”
(Ulloa, 1995). Al final se produce una devolución inespe-
rada. El trabajador de fábricas que comparte las reflexiones
con el dispositivo de enfermeros en el hospital testimonia:
“Uno va a una reunión y ve que unos charlan por acá,
otros están por allá… En cambio esto es diferente, esto tiene
que ser la base. La fábrica cuando la recuperamos cambió
bastante… antes teníamos la vigilancia, teníamos al patrón
al lado. Hoy todo depende de la base, de los que están en la
máquina, de cada uno… Pero antes podíamos hacer reunio-
nes, lo estábamos haciendo, reuniones informativas, para
conversar, para unirnos y defender la fábrica…para que na-
die venga atrás de cada uno. Teníamos tiempo porque no
había pedidos. Luego cuando hubo más pedidos ya no fue
posible juntarse tanto. Los mismos compañeros decían…
para qué perder tiempo de producción, si total nos pode-
mos manejar con los consejeros por reunión… Luego pasó
que los consejeros sólo informaban a los que se acercaban,
que los compañeros no preguntaban…” (Trabajador fábrica
recuperada)
“La fragmentación puede salir del mismo trabajador.”
(Enfermero coproductor)
El diálogo logra decir sobre la dominación, sobre la
producción y reproducción de la máquina. La mirada de
otros trabajadores da posibilidad de un diálogo y del descu-
brimiento de las lógicas comunes en un mismo proceso de
modelación-modulación de hombres.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 277

“El sistema político, económico y social trabaja sobre


los hombres que producen (para ellos), ya sea quienes pro-
ducen aluminio o quienes intervienen en salud, nos alcanza
a todos los trabajadores el muestrario de ‘espejos de colores’,
llámase premios a la producción o “módulos” para que pro-
duzcamos más (para ellos). Nos alcanza a todos la fragmen-
tación, para debilitar y no poder llegar a ser un colectivo
que re-viera esta situación… Me sentí sorprendido cuando
nos descubrimos, que el trabajador que produce aluminio
esté igual que el trabajador que interviene en salud… cómo
se trabajan hombres con la salud del hombre.” (Enfermero
coproductor)

7. Nota final, a modo de cierre

Este ensayo transita por varios cauces y deseamos que


su lectura invite a recorrer otros múltiples senderos o mode-
los para armar. Básicamente se intentó introducir en escena
tres carriles y trasmutarlos en su complejidad: el trabajador
enfermero en salud mental, los métodos de trabajo, y el pro-
ceso del conocer laboral. Habitualmente este rol auxiliar del
trabajador enfermero se encuentra subsumido en visiones
que opacan su rol en el proceso de trabajo del equipo de
salud, al mismo tiempo las historias institucionales resulta-
ron particularmente homologables a la historia del trabaja-
dor universal fabril que ha sido privilegiado en la atención
de los investigadores en la sociología del trabajo. En esta
dirección el investigador se tropezará con el obstáculo de
comprender y de conocer la historia ininterrumpida que
acumula capas tectónicas que refluyen y se subsumen al in-
finito. Trabajadores trabajando sobre trabajadores, método,
sistema y paradigma se ponen en juego de verdad, de vida
y de muerte. Dilemas que recursivamente nos interpelan y
278 Los trabajadores en la nueva época capitalista

nos animan, por qué no, a transitar nuevas fronteras para


investigar el trabajo.
“Enajenidad del saber del trabajador: esto me recuerda
a las tantas veces que otros profesionales, sobre todo médi-
cos, se apropian del saber, conocimiento, información brin-
dada por enfermería haciéndolos suyos. Y digo haciéndolos
suyos porque pasa a ser parte de la información necesaria
para elaborar sus diagnósticos, no hay una vuelta, una re-
troalimentación, una distribución de los aportes realizados
por la experiencia, capacitación de enfermería en este caso.
De esta manera se estaría contribuyendo a la enajena-
ción, al no sentir como propio ni el trabajo ni los conoci-
mientos. Posiblemente una respuesta sería lo que ustedes
proponen: la producción del conocimiento colectivo.
Otra cuestión que se me ocurre agregar es que nosotros
como trabajadores de salud mental estamos sometidos (a
nivel macro) a las mismas fuentes de dominación que los
compañeros de las fábricas, de la sala de algún hospital, ya
que producimos dentro de un mismo sistema económico, el
capitalista. Lo bueno de estos encuentros con compañeros
de otras áreas de trabajo, es poder analizar cuestiones más
micro, más cercanas a nuestra subjetividad, de ahí la sensa-
ción de sentirse acompañados, e indudablemente producir
conocimientos entre todos.” (Enfermera coproductora)

Bibliografía

Agamben, Giorgio (1998), Homo Sacer I. El poder soberano y la


nuda vida, Valencia, Pretextos.
Basaglia, Franco (1985), “La institucionalización psiquiátri-
ca de la violencia”, en Suarez, Armando (coord.), Razón,
Locura y Sociedad, México, Siglo XXI.
Bauman, Zygmunt (1999), La globalización: Consecuencias hu-
manas, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 279

Braverman, Harry (1980), Trabajo y capital monopolista,


Barcelona, Amorrortu.
Bialakowsky, Alberto L.; Persano, Humberto; Franco,
Delia; Bardi, Nora et al. (2005), “Acerca de negar o
inventar la práctica de enfermería en salud mental”,
ponencia presentada en XXI Congreso Argentino de
Psiquiatría, Mar del Plata, 21 al 24 de abril de 2005.
Bialakowsky, Alberto L.; Reynals, Cristina; Zagami, Mónica
y otros (2004), “Procesos sociales de exclusión-extin-
ción. Comprender y coproducir en las prácticas insti-
tucionales de núcleos urbanos segregados”, en Mota
Díaz, Laura; Cattani, Antonio (coord.), Desigualdad, po-
breza, exclusión y vulnerabilidad en América Latina, Editado,
Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública,
UAEM; Centro de Estudios sobre Marginación y
Pobreza del Estado de México; Universidad Federal do
Rio Grande do Sul y Asociación Latinoamericana de
Sociología.
Bialakowsky Alberto L.; Lusnich, Cecilia; Faraone, Silvia
(2002), “Proceso de trabajo en instituciones de Salud
Mental: Soportes laborales, sociales y subjetivos”, en
Bialakowsky, Alberto L.; Lezcano, Alicia y Senén
Gonzalez, Ceciclia, Unidad en la diversidad. Estudios labo-
rales en los 90, Buenos Aires, Eudeba.
Bialakowsky, Alberto L. y Hermo, Javier P. (1995), “¿Puede
la sociología del trabajo dar cuenta de las nuevas articu-
laciones laborales?”, en Revista de Trabajo, año 2, Nº 8,
Argentina, MTSS, julio-diciembre de 1995.
Bourdieu, Pierre (1999), La miseria del mundo, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica.
Cirianni, Maluca y Percia, Marcelo (comp.) (1998), Salud
y Subjetividad. Capacitación con enfermeras y enfermeros en un
psiquiátrico, Buenos Aires, Lugar Editorial.
Dejours, Christophe; Dessors, Dominique y Molinier,
Pascale (1998), “Para comprender la resistencia al
280 Los trabajadores en la nueva época capitalista

cambio”, en Organización del trabajo y salud. De la psicopato-


logía a la psicodinámica del trabajo, Argentina, Asociación
Trabajo y Sociedad PIETTE - Lvmen - Humanitas.
De Sousa Santos, Boaventura (2003), “Entrevista”.
Disponible en Internet: www.comminit.com/la/entre-
vistas/laint/entrevistas-23.hml
Foucault, Michel (1989), Vigilar y Castigar, Buenos Aires,
Siglo XXI.
Foucault, Michel (2000), Defender la sociedad, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica.
Foucault, Michel (1980), Microfísica del poder, Madrid,
Ediciones La Piqueta.
Freire Costa, Jurandir (1991), “Psiquiatria burocrática: duas
ou três coisas que sei dela”, en Tarlei de Aragáo, Luis
y Calligaris, Contardo et al, Clínica do social. Ensaios, San
Pablo, Ed. Escuta.
Galende, Emiliano (1994), Psicoanálisis y salud mental. Para una
crítica de la razón psiquiátrica, Buenos Aires, Paidós.
Galín, Pedro (2002), “Dependencia y precarización laboral:
los profesionales de la salud en la argentina”, en Revista
Latinoamericana de Estudios del Trabajo, año 8, Nº 15.
García, Juan César (1981), “La medicina estatal en América
Latina/1 (1880-1930)”, en Revista Latinoamericana de
Salud, Nº 1, México.
García, Juan César (1982), “La medicina estatal en América
latina/2 (1880-1930)”, en Revista Latinoamericana de Salud,
Nº 2, México.
Gaudemar, Jean-Paul (1981), “Preliminares para una genea-
logía de las formas de disciplina en el proceso capitalis-
ta del trabajo”, en Espacios de Poder, Madrid, Ediciones
La piqueta.
Goffman, Irving (2001), Internados. Ensayo sobre la situación
social de los enfermos mentales, Buenos Aires, Amorrortu.
Hardt, Michael y Negri, Tony (2002), Imperio, Buenos Aires,
Paidós.
Los trabajadores en la nueva época capitalista 281

Hospital Borda (1965), “Historia del Hospital Nacional


Neuropsiquiátrico de Hombres”, en Cuadernos de
ACHON, agosto de 1965.
Ley Nacional de Enfermería N° 24.004 (1991).
Linhart, Robert (1996), De cadenas y de hombres, México,
Siglo XXI.
Lipovetsky, Gilles (2003), La Era del Vacío, Barcelona,
Anagrama.
Marx, Karl (1844), “El trabajo alienado”, en Manuscritos de
1844, Buenos Aires, Cartago, 1984.
Marx, Karl (1867), Capítulo XI: “Cooperación”, en El
Capital, México, Fondo de Cultura Económica, 1973.
Mészáros, István (1999), Más allá del Capital. Hacia una teoría
de la transición, Caracas, Vadel Hermanos.
Morin, Edgar; Ciurana, Emilio y Motta, Raúl (2002), Educar
en la era planetaria. El pensamiento complejo como método de
aprendizaje en el error y la incertidumbre humana, Salamanca,
UNESCO, IIPC, Universidad de Valladolid y USAL.
Naville, Pierre (1963), “División del trabajo y distribu-
ción de las tareas”, en Friedmann, Georges y Naville,
Pierre, Tratado de Sociología del Trabajo, México, Fondo de
Cultura Económica.
Pavarini, Massino (1983), Control y Dominación. Teorías crimino-
lógicas burguesas y proyecto hegemónico, México, Siglo XXI.
Ulloa, Fernando (1995), Novela clínica psicoanalítica. Historial de
una práctica, Buenos Aires, Paidós.
Vásquez, Javier y Caldas de Almeida, José Miguel
(2004), “DOSSIER OMS. Salud Mental y Derechos
Humanos: un nuevo enfoque”, en Revista Átopos, vol. 2,
Nº 1, octubre de 2004. Disponible en Internet: www.
atopos.tv.
Vezzetti, Hugo (1983), La locura en la Argentina, Buenos Aires,
Folios Ediciones.
Virno, Paolo (2003), Gramática de la multitud, Buenos Aires,
Colihue.
282 Los trabajadores en la nueva época capitalista

Visacovsky, Sergio (2002), El Lanús. Memoria y política en la


construcción de una tradición psiquiátrica y psicoanalítica argen-
tina, Buenos Aires, Alianza.
Wainerman, Catalina y Geldstein, Rosa (1990),
“Condiciones de vida y de trabajo de las enfermeras en
Argentina”, en Cuadernos CENEP, Nº 44, Buenos Aires

Autores

Alberto L. Bialakowsky: Sociólogo. Director


del Proyecto de Investigación UBACyT S064:
“Poblaciones extinguibles en nueva época. Análi-
sis de procesos de trabajo institucionales y sujetos
colectivos en intersección con una praxis trans-
disciplinaria”, Instituto de Investigaciones Gino
Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Univer-
sidad de Buenos Aires.
Delia E. Franco: Socióloga. Integrante del Pro-
yecto de Investigación UBACyT S064.
M. Mercedes Patrouilleau: Socióloga. Becaria
Doctoral (CONICET).
Nora Bardi: Enfermera. Coproductora del Pro-
yecto Investigación UBACyT S064.
Cecilia Lusnich: Socióloga. Integrante del Pro-
yecto Investigación UBACyT S064.
Constanza Zelaschi: Psicóloga.
José M. Grima: Sociólogo. Integrante del Pro-
yecto Investigación UBACyT S064.

También podría gustarte