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EL MUQUI Y EL MINERO TONTO

Esto ocurrió en las minas de Madre de Dios, donde el oro abunda y su


dorado brillo hace perder la cabeza a los hombres que van en busca de él.

Resulta que un minero muy pobre había ido hasta allá desde su natal
Apurímac, convencido de que con el oro podría salir de la miseria en que
vivía. Empezó como lavador en los ríos, buscando pepitas que luego
vendía en el mercado negro. Pero para hacer eso hay que saber, y él con
inexperiencia apenas ganaba para comer. Así que decidió trabajar en las
minas informales que abundan ahí y donde se trabaja al filo de la muerte
por la falta de seguridad de los socavones rudimentarios. Ahí conoció el trabajo
duro, pero vio que se ganaba un poco más y decidió quedarse, aunque
trabajara hasta catorce horas seguidas, sin descanso.

Un día que había hecho doble turno, se quedó dormido en la mina,


vencido por el hambre y el cansancio, y entre sueños se le apareció el
muqui, el duende de la mina, y le regaló una tuna de oro.
—Para que te alimentes bien —le dijo.
El minero despertó sobresaltado por la escena tan real que había soñado,
sonriendo, pero luego se dio cuenta de que solo había sido un sueño...
Hasta que, al recoger sus herramientas para seguir trabajando, vio, reluciente,
en el piso de tierra, la tuna de oro puro que el muqui le había obsequiado.
Cogió la tuna y esta pesaba, no cabía duda de que era de oro macizo y que
la suerte estaba con él. Se sintió muy alegre y agradeció al muqui dentro de
sí.
De inmediato, se fue a vender la tuna y le dieron una buena paga por
ella. Pero, como te digo, joven amigo, el dinero fácil es mal compañero y no se

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llega muy lejos con él.


Cegado por la cantidad de plata que jamás había tenido, gastó billete
tras billete en diversión, se fue a la ciudad y empleó todo su dinero en
amigos falsos, mujeres y harto trago. Se emborrachó veinte días, hasta que se
dio cuenta de que ya no le quedaba ni un céntimo.
A rrepentido, dec idió v olver al trabajo duro de la mina para poder
comer. Al cabo de un mes de exigentes trabajos y menos sueldo porque
lo habían castigado por abandonar el trabajo, ya casi sin fuerzas, volvió
a quedarse profundamente dormido en su lugar de trabajo. Y nuevamente
se le apareció el muqui en sus sueños.

—Eres un pobre hombre, no has sabido aprovechar lo que buenamente se te


ha dado. Ahora espero que cambies y seas una mejor persona —le dijo con
su voz grave.
El minero despertó de un salto para hablarle al muqui, pero este ya se había
ido. Mas, para sorpresa del hombre, en el suelo estaba brillando otra tuna de
oro igual a la anterior.
Pero, como te digo, la plata fácil se va así como viene. El infeliz minero,
convencido de que el muqui lo ayudaría siempre que él estuviese en
problemas, volvió a derrochar el dinero de parranda en parranda con sus
antiguos amigos que le habían dado la espalda cuando se le acabó su plata.
Las mujeres con quienes había estado también lo buscaron con halagos y
enamoramientos falsos, hasta que nuevamente se vio en la peor pobreza, sin
dinero ni para comer. El alcohol y la diversión se habían acabado, y con él sus
amigotes y las mujeres.
«Ahora volveré a dormirme en el trabajo y seguramente el muqui otra
vez me dará su oro», pensó. Entonces, por tercera vez pidió volver a su
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trabajo, y al tiempo forzó un pesado sueño para que el duende lo visitara.


Efectivamente, en sus sueños, el muqui se presentó ante él, en silencio.
El minero le habló:
—Por favor, necesito dinero, estoy en la ruina otra vez. Regálame otra
tuna de oro.
—¿Y qué has hecho con las tunas que te he dado?
Las vendí y el dinero se me ha ido sin darme cuenta. Por favor, regálame otra
tuna. —Muy bien, te daré —le dijo el muqui.

El minero, muy contento se despertó de su sueño y se tiró al piso a


buscar la tuna prometida.
Pero, en el suelo terroso y húmedo, su cuerpo, su cara y sus manos se
encontraron con las espinas punzantes de enormes pencas y tunas verdes
que le produjeron tantos cortes y heridas que, poco tiempo después, lo
llevaron a la tumba.
Así es, querido amigo, joven minero que crees que ese personajito del
socavón no existe. Voy a terminar con esta historia de un muqui que se hizo
amigo de un niño, porque, como duende que es, también tiene el espíritu
infantil y juguetón.
EL NIÑO Y EL MUQUI
Un joven matrimonio de Tayacaja había ido a buscar su futuro en unas viejas
minas de Huancavelica. El hombre trabajaba de siete de la mañana a seis
de la tarde y la mujer se dedicaba a llevar el almuerzo a los trabajadores,
además de cuidar a su pequeño de cinco años de edad.
En la mina mucho se hablaba de la presencia de un joven muqui que paraba
burlándose de los trabajadores tirándoles piedrecitas en la cabeza o
escondiéndoles sus herramientas, pero que cuando le daban su cigarrito y
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