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1 «ya no la quieras, me han dicho».


2 «no puedo hacerlo».

O ese otro temita, «Apurimeña», que se lo cantaba al oído en


nuestros momentos de amor:
Qué me habrás hecho, apurimeña,
para quererte con delirio
cuanto más de mí te alejas
más y más te voy queriendo.

Lo cierto es que, por esa época de nuestra relación prohibida,


allá en Talavera comenzaron a ocurrir cosas extrañas en las
madrugadas. Decían las personas que habían visto volar una cabeza de
mujer, horrible y terrorífica, de cabellos largos y gruesos, que emitía
alaridos de bruja, ¡wak-wak-wak!, decía.
Los ancianos afirmaban que se trataba de una uma, la cabeza
voladora de una mujer que estaba viviendo en pecado constante.
Decían que había que capturarla pronto porque sus maldades irían
en aumento.
Y en efecto: al principio solo eran los vuelos nocturnos y los chillidos
que asustaban a las personas. Pero después vino lo peor. Todas las
mañanas aparecía muerto algún hombre, fiestero o trabajador de
amanecida, tendido en el piso, con una fina escarcha helada sobre su
cuerpo y una mordedura fatal en el cuello. Era la uma, que había
empezado a saciar con sangre sus maldades.
Yo en un inicio temí por mi Floriana, porque ella estaba
engañando a quien todavía era su marido. Pero ella me decía que
cómo iba a pensar eso, que ella en la práctica ya no estaba con ese
hombre y que solo me quería a mí. Y luego se resentía y se ponía a
llorar, y yo me sentía el hombre más malvado de la tierra.

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Hasta que una noche, saliendo de su casa luego de haberla


visitado, me quedé oculto para ver si mi amada Floriana dormía en su
casa hasta el amanecer.
Avanzada la noche, escuché unos ruidos extraños en su cuarto y
me asomé por la ventana, camuflado en unas ramas de molle. Fue
la peor escena que he contemplado en toda mi vida: mi amante
estaba echada en su cama, pero de pronto comenzó a convulsionar,
sus Ojos se pusieron blancos, su cuerpo inició una tembladera y su
cabeza empezó a deformarse, a ponerse horrible como la bruja que
era, sus cabellos crecieron y se engrosaron... Hasta que, lentamente,
haciendo unos sonidos de huesos quebrados, la cabeza empezó a
desprenderse del cuerpo, el cuello se estiraba y no salía nada de
sangre.
Apurado corrí a esconderme y la cabeza salió volando por la
ventana. Ya afuera, comenzó a hacer esos horribles chillidos y se
largó al centro del pueblo. El cuerpo se quedó tirado en la cama,
moviéndose de cuando en cuando.
Así comprobé, amigos míos, que esa mujer, mi mujer, mi Floriana,
era la malvada uma que estaba matando gente inocente en el pueblo.
Pero esta historia no termina así. Dolido, confundido, llorando y
lamentando mi suerte, me sentí culpable porque era yo quien la
estaba empujando a pecar, así que opté por no ir a trabajar al día
siguiente y me quedé a esperarla hasta su regreso. Había decidido
terminar con ella.
La uma llegó volando, la belleza de la mujer original estaba
totalmente perdida, pues la cabeza tenía los ojos rojos, las orejas
enormes, la nariz larga, los dientes crecidos y con rastros de sangre
fresca. Vomité bilis al recordar que una noche antes había dormido con
ella.
Me quedé sentado, llorando, esperando que avance la mañana
para tocarle la puerta y hacer como si nada supiese yo. Ya iba a llegar a
su puerta, cuando vi al Pedruscha el primo de floriana que entraba a la
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casa sin tocar porque la puerta estaba sin cerrojo. “algún encargo tendrá”,
pensé, y sin pesarlo fui a la ventana a ver si mi amada bruja ya se había
despertado. Ay, amigos, si mis lágrimas caen aun estando muerto es
porque seguramente la pena y el dolor me los llevaré hasta la eternidad.
Al asomarme por la ventana, vi al Predruscha besándose locamente con
su prima, en la cama, dándose vueltas como fieras en celo, amantes
perdidos. Entonces, ciego de ira entre en la casa y derecho me fui a la
cocina a coger el machete más grande. -¡tú habías sido la uma,
desgraciada , porque además estás viéndote con tu primo¡- le grite
apresado por la rabia ; y , sin que ella pudiera reaccionar , le descargue un
machetazo en el cuello con tanta fuerza que la cabeza salió volando
y, ahora sí, derramando un chorro de sangre que salpicaba por todas
partes.
El Pedruscha no me dio tiempo ni para arrepentirme. Luego de dar
el machetazo, sentí un frío en mi yugular y mi cuerpo se desplomó de
inmediato, mientras mi alma volaba a este sitio de tinieblas.

DOS

Ay, pobre músico, qué triste tu historia... Ojalá los allqos se


apiaden de ti, aunque es algo que tú mismo te lo buscaste por meterte
con mujer casada.
Ahora yo les contaré lo que me tocó vivir para morir. Mi
historia se parece un poco a la tuya, violinista, pero con otro final.
Yo soy de Pampas, Huancavelica, tierra de ricos quesos, suave
mantequilla y crocantes lechones. Mi pueblo es pequeño y todos nos
conocemos, es común estar saludando a todos cuando sales a la calle. Por
eso me da mucha vergüenza lo que me pasó, todo el mundo sabrá mi
desgracia y estará hablando de mí.
Yo, hombre adulto, me comprometí con una jovencita que nunca
había estado con ningún hombre, doncella era. Siempre la visitaba a
é

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