Está en la página 1de 127

Autobiografía 2022

Taller de Expresión I

Cátedra exKlein

(a cargo Teresita Vernino)

Material preparado por Ana Sarchione y Patricia Somoza

Colaboración: Teresita Vernino, Laura Di Marzo, Silvana Meta, Alicia Méndez, Osvaldo Beker y Magdalena Giovine

1
2
Taller de Expresión I (Klein) los prácticos y será evaluado (con nota) a través de diferentes
producciones escritas.
La materia Taller de Expresión I es un taller de escritura en el que se lee
para escribir y se escribe para pensar. Desde esa perspectiva, la práctica
de lectura y producción de textos que se realiza tiene como principal Clases prácticas
objetivo desarrollar la capacidad crítica del estudiante y la capacidad de
La modalidad de trabajo en las comisiones consiste en diversas
diálogo a partir de la certeza de que en las Ciencias Sociales no hay
prácticas:
certezas sino problematización del saber.

El Taller propone una práctica de lectura y escritura de diferentes  Escritura individual o grupal de diferentes géneros a partir de
géneros (narraciones autobiográficas; relatos de ficción; crónicas consignas propuestas por la cátedra.
urbanas; reseñas bibliográficas, textos ensayísticos).  Lectura, análisis y comentario de las producciones de los
estudiantes.
A fin de promover un pensamiento de mayor complejidad, creativo y
crítico, en el Taller se trabaja fundamentalmente la narrativa de ficción,  Lectura y análisis de relatos literarios, crónicas, textos
en tanto la imaginación creadora, puesta en práctica en las narraciones ensayísticos.
ficcionales, se trama indisolublemente con la reflexión especulativa de  Lectura de material bibliográfico.
la escritura ensayística.

Página de la Cátedra: http://tallerexpresion1k.sociales.uba.ar/ Instructivo para la presentación de los trabajos escritos

Le sugerimos consultar la página y sobre todo el campus


Los textos tendrán que presentarse escritos en procesador de textos, en
virtual, tanto el de teóricos como el de su comisión de
Arial 11, interlineado 1 y ½ o en Times New Roman, cuerpo 12, también
prácitcos.
interlineado 1 y ½ con márgenes de aproximadamente 2 centímetros de
cada lado.
Clases teóricas
Los teóricos se dictarán en los siguientes horarios: los lunes, de 19 a 21 Cada trabajo debe consignar arriba, en el margen izquierdo de la
y los viernes de 9 a 11 horas. Inicio de las clases: lunes 28 de marzo. página:

Son de asistencia obligatoria, el conocimiento de los temas que se 1. Nombre y apellido del alumno.
2. Número de comisión y nombre del docente del práctico.
desarrollan en ellas es imprescindible para el trabajo que se realiza en 3. Enunciado de la consigna.

3
4. Modalidad (individual o grupal).
5. Indicación de si el texto es primera escritura o reescritura.
6. Título del texto.

4
5
Autobiografía: Índice

1. A modo de prólogo
Ricardo Piglia 4. Recuerdo y ficcionalización
Sylvia Molloy
Alicia Steimberg
Laura Meradi
2. Autobiografías de escritores Lorrie Moore
Prólogo de Beatriz Sarlo al libro Primera Persona Alejandro Zambra
Héctor Tizón Juan Villoro
Alberto Laiseca Jorge Luis Borges
Osvaldo Soriano
Hebe Uhart 5. Autobiografías de estudiantes
Sylvia Molloy Inti Caporale Leal-Marchena
Vlady Kociancich Dámaris Rolón
Ricardo Piglia
Rodolfo Walsh
José Saramago
Isadora Duncan 6. Teoría sobre la autobiografía y las narrativas del yo
Patti Smith Philippe Lejeune
Sylvia Molloy
Paul De Man
3. Fragmentos de autobiografías y memorias
Juan Orbe
Stephen King

6
Juan Carlos Gorlier
Paula Sibilia
Jorge Baron Biza

7
8
1. A modo de prólogo

9
10
Ricardo Piglia
Los libros de mi vida. Páginas de una autobiografía futura1
Mi abuelo, dijo Renzi, abandonó el campo y vino a vivir
con nosotros a Adrogué, cuando murió mi abuela Rosa. Dejó sin
cambiar la hoja del almanaque en el 3 de octubre de 1943, como
—Desde chico siempre repito lo que no entiendo —se reía
si el tiempo se hubiera detenido la tarde de la muerte. Y el
retrospectivo y radiante Emilio Renzi esa tarde, en el bar de
aterrador calendario, con el block de los números fijo en esa
Arenales y Riobamba—. Nos divierte lo que no conocemos; nos
fecha, estuvo en casa durante años.
gusta lo que no sabemos para qué sirve.
Vivíamos en una zona tranquila, cerca de la estación de
ferrocarril, y cada media hora pasaban ante nosotros los pasajeros
A los tres años le intrigaba la figura de su abuelo Emilio
que habían llegado en el tren de la capital. Y yo estaba ahí, en el
sentado en el sillón de cuero, ausente en un círculo de luz, los
umbral, haciéndome ver, cuando de pronto una larga sombra se
ojos fijos en un misterioso objeto rectangular. Inmóvil, parecía
inclinó y me dijo que tenía el libro al revés.
indiferente, callado. Emilio el chico no comprendía muy bien lo
que estaba pasando. Era pre-lógico, pre-sintáctico, era pre-
Pienso que debe haber sido Borges, se divertía Renzi esa
narrativo, registraba los gestos, uno por uno, pero no los
tarde en el bar de Arenales y Riobamba. En ese entonces solía
encadenaba; directamente imitaba lo que veía hacer. Entonces,
pasar los veranos en el hotel Las Delicias, porque ¿a quién si no
esa mañana se trepó a una silla y bajó de una de las estanterías de
al viejo Borges se le puede ocurrir hacerle esa advertencia a un
la biblioteca un libro azul. Después salió a la puerta de calle y se
chico de tres años?
sentó en el umbral con el volumen abierto sobre las rodillas.

1
Este texto, publicado como libro autónomo por Biblioteca Nacional,
Ministerio de Cultura, en 2014, es también el primer capítulo de Los diarios de
Emilio Renzi (Buenos Aires, Anagrama, 2015), cuyo título es “En el umbral”.

11
¿Cómo se convierte alguien en escritor —o es convertido sobre un frágil standard, variaciones, cambios de ritmo, armonías
en escritor—? No es una vocación, a quién se le ocurre, no es una de una música olvidada, dijo y se acomodó en la silla.
decisión tampoco, se parece más bien a una manía, un hábito, una Podría por ejemplo contar mi vida a partir de la repetición
adicción, si uno deja de hacerlo se siente peor, pero tener que de las conversaciones con mis amigos en un bar. La confitería
hacerlo es ridículo, y al final se convierte en un modo de vivir Tokio, el café del Ambos Mundos, el bar El Rayo, la Modelo, Las
(como cualquier otro). Violetas, el Ramos, el café La Ópera, La Giralda, Los 36
La experiencia, se había dado cuenta, es una billares... la misma escena, los mismos asuntos. Todas las veces
multiplicación microscópica de pequeños acontecimientos que se que me encontré con amigos, una serie. Si hacemos algo —abrir
repiten y se expanden, sin conexión, dispersos, en fuga. Su vida, una puerta, digamos— y pensamos después en lo que hicimos, es
había comprendido ahora, estaba dividida en secuencias lineales, ridículo; en cambio, si observamos desde un mirador la
series abiertas que se remontaban al pasado remoto: incidentes reproducción de lo mismo, no hace falta nada para extraer una
mínimos, estar solo en un cuarto de hotel, ver su cara en un sucesión, una forma común, incluso un sentido.
fotomatón, subir a un taxi, besar a una mujer, levantar la vista de Su vida se podría narrar siguiendo esa secuencia o
la página y mirar por la ventana, ¿cuántas veces? Esos gestos cualquier otra parecida. Las películas que había visto, con quién
formaban una red fluida, dibujaban un recorrido —y dibujó en estaba, qué hizo al salir; tenía todo registrado de un modo
una servilleta un mapa con círculos, cruces—, así sería el trayecto obsesivo, incomprensible e idiota, en detalladas descripciones
de mi vida, digamos, dijo. La insistencia de los temas, de los fechadas, con su trabajosa letra manuscrita: estaba todo anotado
lugares, de las situaciones es lo que quiero —hablando en lo que ahora había decidido llamar sus archivos, las mujeres
figuradamente— interpretar. Como un pianista que improvisa con las que había vivido o con las que había pasado una noche (o
una semana), las clases que había dictado, las llamadas

12
telefónicas de larga distancia, notaciones, signos, ¿no era ¿Otro blanco?, dijo. Pidió un Fendant de Sion... era el vino que
increíble? Sus hábitos, sus vicios, sus propias palabras. Nada de tomaba Joyce, un vino seco, que lo dejó ciego. Joyce lo llamaba
vida interior, sólo hechos, acciones, lugares, circunstancias que la Archiduquesa, por el color ambarino y porque lo tomaba como
repetidas creaban la ilusión de una vida. Una acción —un gesto— quien pecaminosamente —a la Leopoldo Bloom— bebe el néctar
que insiste y reaparece y dice más que todo lo que yo pueda decir rubio de una núbil muchacha aristocrática que se agacha desnuda,
de mí mismo. en cuclillas, sobre una ávida cara irlandesa. Venía Renzi a este
En el bar donde se instalaba al caer la tarde, El Cervatillo, bar —que antes se llamaba la Casa Suiza—, porque en los sótanos
en la mesa de la ochava, contra la ventana, había colocado sus guardaban, al fresco, varias cajas del vino joyceano. Y con su
fichas, un cuaderno y un par de libros, el Proust de Painter y The pedantería habitual, citó, en voz baja, el párrafo del Finnegans
Opposing Self de Lionel Trilling, y al lado un libro de cubierta celebrando esa ambrosía...
negra, una novela, por lo visto, con frases elogiosas de Stephen
King y Richard Ford en letra roja. Era una radiografía de su espíritu, de la construcción
Pero se había dado cuenta de que debía empezar por los involuntaria de su espíritu, digamos mejor, dijo, e hizo una pausa;
restos, por lo que no estaba escrito, ir hacia lo que no estaba no creía en esas pamplinas (subrayó), pero le gustaba pensar que
registrado pero persistía y titilaba en la memoria como una luz su vida interior estaba hecha de pequeños incidentes. Así podría
mortecina. Hechos mínimos que misteriosamente habían empezar por fin a pensar en una autobiografía. Una escena y
sobrevivido a la noche del olvido. Son visiones, flashes enviados luego otra y otra, ¿no? Sería una autobiografía seriada, una vida
desde el pasado, imágenes que perseveran, aisladas, sin marco, serial... De esa multiplicidad de fragmentos insensatos, había
sin contexto, sueltas y no podemos olvidarlas, ¿estamos?, se reía empezado por seguir una línea, reconstruir la serie de los libros,
Renzi. Estamos, dijo, y miró al mozo que cruzaba entre las mesas. “Los libros de mi vida”, dijo. No los que había escrito, sino los

13
que había leído... Cómo he leído alguno de mis libros podría ser imaginación personal. ¿Por qué nos dedicamos a escribir después
el título de mi autobiografía (si la escribiera). de todo? Se nos da por ahí ¿a causa de qué? Bien, porque antes
hemos leído... No importa, desde luego, la causa, importan las
Punto primero, los libros de mi vida entonces, pero consecuencias. Más de uno tendría que arrepentirse, yo mismo
tampoco todos los que había leído sino sólo aquellos de los cuales para empezar, pero en cualquier bar de la ciudad, en cualquier
recuerdo con nitidez la situación, y el momento en que los estaba McDonald’s hay un gil que, a pesar de todo, quiere escribir... En
leyendo. Si recuerdo las circunstancias en las que estaba con un realidad no quiere escribir, quiere ser un escritor y quiere que lo
libro, eso es para mí la prueba de que fue decisivo. No lean... Un escritor se autodesigna, se autopropone en el mercado
necesariamente son los mejores ni los que me han influido: pero persa, pero ¿por qué se le ocurre esa postura?
son los que han dejado una marca. Voy a seguir ese criterio
mnemotécnico, como si no tuviera más que esas imágenes para La ilusión es una forma perfecta. No es un error, no se la
reconstruir mi experiencia. Un libro en el recuerdo tiene una debe confundir con una equivocación involuntaria. Se trata de una
cualidad íntima, sólo si me veo a mí mismo leyendo. Estoy afuera, construcción deliberada, que está pensada para engañar al mismo
distanciado, y me veo como si fuera otro (más joven siempre). que la construye. Es una forma pura, quizá la más pura de las
Por eso, quizá pienso ahora, aquella imagen —hacer como que formas que existen. La ilusión como novela privada, como
leo un libro en el umbral de la casa de mi infancia— es la autobiografía futura.
primera de una serie y voy a empezar ahí mi autobiografía.
Al principio, aseguró después de una pausa, somos como
Claro que recuerdo esas escenas después de haber escrito el Monsieur Teste de Valéry: cultivamos la literatura no empírica.
mis libros, por eso podríamos llamarlas la prehistoria de una Es un arte secreto cuya forma exige no ser descubierta.

14
Imaginamos lo que pretendemos hacer y vivimos en esa ilusión... pálido de la luz de la calle que entraba por los visillos de la
En definitiva, son los cuentos que cada uno se cuenta a sí mismo ventana. No me había movido, no había querido levantarme para
para sobrevivir. Impresiones que no están en condiciones de ser encender la lámpara porque temía quebrar el sortilegio de esa
entendidas por extraños. Pero ¿es posible una ficción privada? ¿O prosa. Primera conclusión: para leer, hay que aprender a estar
tiene que haber dos? A veces, los momentos perfectos tienen por quieto.
testigo sólo a quien los vive. Podemos llamar a ese murmullo —
ilusorio, ideal, incierto— la historia personal.
La primera lectura, la noción, subrayó, de primera lectura
Me acuerdo dónde estaba, por ejemplo, cuando leí los es inolvidable porque es irrepetible y es única, pero su cualidad
cuentos de Hemingway: había ido a la terminal de ómnibus a epifánica no depende del contenido del libro sino de la emoción
despedir a Vicky, que era mi novia en aquel tiempo, y al costado que ha quedado fijada en el recuerdo. Se asocia con la infancia,
del andén, en una galería encristalada, en una mesa de saldos, por ejemplo, en el capítulo de Combray en Swann, Proust regresa
encontré un ejemplar usado de In Our Time en la edición de al paisaje olvidado de la casa de la niñez convertido de nuevo en
Penguin. Cómo había ido a parar ahí ese libro, no lo sé, un viajero un chico y revive los lugares y las deliciosas horas dedicadas a la
quizá lo había vendido, un inglés con sombrero de explorador y lectura desde la mañana hasta el momento de acostarse. El
una mochila que seguía viaje al sur lo había cambiado, digamos, descubrimiento se asocia con la inocencia y con la infancia pero
por una guía Michelin de la Patagonia, vaya uno a saber. Lo persiste más allá de ella. Persiste más allá de la infancia, repitió,
cierto es que volví a casa con el libro, me tiré en un sillón y la imagen persiste con el aura del descubrimiento, a cualquier
empecé a leerlo y seguí y seguí mientras la luz cambiaba y edad.
terminé casi a oscuras, al fin de la tarde, alumbrado por el reflejo

15
Los escritores argentinos siempre dicen, bueno, los libros nombres de las calles remiten a los mártires muertos en defensa
de mi vida, a ver, la Divina Comedia, claro, la Odisea, los de su fe en el cristianismo primitivo, y mientras andaba por esas
sonetos de Petrarca, las Décadas de Tito Livio, siempre navegan callejuelas, imaginé de pronto una ciudad, esa misma quizá, cuyas
por esas antiguas aguas profundas, pero yo no me refiero a la calles llevaran el nombre de los activistas que han muerto
importancia de los libros, me refiero simplemente a la impresión luchando por el socialismo, por ejemplo”, dijo). Estuve ahí, crucé
vívida que está ahí, ahora, descolgada sin remitente, sin fecha, en un puente sobre los canales y fui a dar al zoo. Era una tarde
la memoria. El valor de la lectura no depende del libro en sí liviana, de primavera, y me senté en un banco a mirar el paseo
mismo, sino de las emociones asociadas al acto de leer. Y muchas circular de los osos polares. Eso es para mí construir un recuerdo,
veces atribuyo a esos libros lo que corresponde a la pasión de estar disponible y ser sorprendido por el brillo fugaz de una
entonces (que ya he olvidado). reminiscencia.
Lo que se fija en la memoria no es el contenido del
recuerdo, sino su forma. No me interesa lo que puede esconder la Escuela Nº1 de Adrogué. Clase de lectura. La señorita
imagen, me interesa sólo la intensidad visual que persiste en el Molinari ha creado una especie de concurso: se lee en voz alta y
tiempo como una cicatriz. Me gustaría contar mi vida siguiendo el que se equivoca queda eliminado. La competencia de las
esas escenas, como quien sigue las señas en un mapa para guiarse lecturas ha comenzado. Me veo en la cocina de casa, dijo Renzi,
en una ciudad desconocida y orientarse en la multiplicidad la noche antes, estudiando “la lectura”. ¿Por qué estoy en la
caótica de las calles, sin saber muy bien adónde quiere llegar. cocina? Quizá mi madre me toma la lección. No la veo a ella en
Sólo busca en realidad conocer esa ciudad, no ir a un lugar el recuerdo: veo la mesa, la luz blanca, la pared de azulejos. El
determinado, incorporarse al torbellino del tráfico para poder libro tiene grabados, lo veo, y recuerdo de memoria todavía la
alguna vez recordar algo de ese lugar. (“En esa ciudad los primera frase que estaba leyendo a pesar de la enorme

16
distancia: “Llegan barcos a la costa trayendo frutos de afuera…” noche, cuando todos duermen, y sin que lo vean copia en lugar de
Los frutos de afuera, los barcos que llegan a la costa. Parece su padre, imitando —todo lo que puede— su letra. Lo que fijaba
Conrad. ¿Qué texto era ese? Año 1946. la escena en el recuerdo, creía Renzi, era la pesadez de esa
—Aprendemos a leer antes de aprender a escribir y son las bondad sin espectadores, nadie sabe que es él quien escribe. El
mujeres quienes nos enseñan a leer. invisible escritor nocturno: de día se mueve como un sonámbulo.

Es mi cumpleaños. Natalia, una amiga de mi abuelo, Hay una serie con la figura del copista, el que lee por
italiana, recién llegada. Su marido ha muerto “en el frente”… escrito textos ajenos: es la prehistoria del autor moderno. Y hay
Bellísima, sofisticada, fuma cigarrillos rubios “americanos", muchos amanuenses imaginarios a lo largo de la historia, que han
habla con mi abuelo en italiano (en piamontés, en realidad) de la perdurado hasta hoy: Bartleby, el espectral escribiente de
guerra, imagino. Me trae de regalo Corazón de Edmundo Melville; Nemo, el copista sin identidad —su nombre es Nadie,
D´Amicis. Recuerdo nítido el libro amarillo de la colección de Casa desolada de Dickens—; François Bouvard y su amigo
Robin Hood. Estamos en el patio de casa, hay un toldo, ella tiene Juste Pécuchet de Flaubert; Shem (the Penman), el alucinado
un vestido blanco y me entrega el libro con una sonrisa. Me dice escriba que confunde las letras en el Finnegans Wake; Pierre
algo cariñoso que no entiendo bien, con mucho acento, con sus Menard, el fiel transcriptor del Quijote. ¿No era la copia —en la
ardientes labios rojos. escuela— el primer ejercicio de escritura “personal”? La copia
estaba antes del dictado y antes de la “composición” (tema: Los
Lo que me impresionó en esa novela (que no he vuelto a libros de mi vida).
leer) fue la historia del “pequeño escribiente florentino”. El padre
trabaja de copista, el dinero no alcanza, el chico se levanta de

17
Estudio inglés con Miss Jackson, viuda de un alto Era una mujercita simpática, irascible, nada convencional:
empleado de los ferrocarriles del sur, que habita sola una casa de si alguno de nosotros se tiraba un pedo —sorry decíamos— nos
dos pisos y ha publicado en La Prensa dos o tres traducciones de hacía parar en fila y nos olía el ass. Uno por uno hasta descubrir
Hudson. Nos daba clases particulares (se ganaba de ese modo la al culpable, que de inmediato era llevado de una oreja al patio.
vida, porque la pensión, se quejaba, le llegaba a desgano). Lo Parece una escena de Dickens, un repentino cambio de tono en
primero que leemos —con ella— es el libro de Hudson sobre los una novela de Muriel Spark. Todavía conservo la vieja edición de
pájaros del Plata. Una tarde nos llevó a visitar los Los Veinticinco Birds of La Plata, con notas escritas en el margen por Miss
Ombúes, la casa natal del escritor, que estaba a pocos kilómetros Jackson. Un círculo envuelve la palabra peewee y al costado, con
de Adrogué. Fuimos en bicicleta, ella con sus bellas faldas su diminuta letra de hormiga anotó la definición: “A person of
parecía ir de perfil, como si montara de costado a caballo, la short stature”.
pollera de medio luto, al viento. Oh la imaginación, oh los
recuerdos, recitó Renzi, a esa altura ya un poco borracho. Voy en un tren y tengo el libro abierto sobre una pequeña
Tiene la inglesa nostalgia de Londres, pero sobre todo de mesa contra la ventanilla. Leo Los hijos del Capitán Grant de
Sudáfrica (Rhodesia, dice) donde su marido estuvo un par de Julio Verne. No recuerdo cómo descubrí esa novela que cuenta
años. La savannah infinita, los monos de cara blanca y los una travesía por la Patagonia mientras yo atravesaba la misma
pelícanos de gráciles patas rojizas. Nos mostraba fotos de su Patagonia que leía.
casona de troncos cerca del río, al costado de un muelle;
debíamos describir en inglés lo que veíamos. Al terminar el colegio primario mi abuelo me lleva con él
en un largo viaje al sur. Vamos en el coche dormitorio, las literas
se convierten en asientos, hay un pequeño lavatorio que baja de la

18
pared, plateado, minúsculo, con un espejo. En el compartimento geógrafo francés Santiago Paganel, que ha subido a bordo por
vecino viaja, sola, Natalia. Hay una puerta corrediza que equivocación. La expedición circunnavega el paralelo 37º Sur,
comunica los dos camarotes. Desayunamos y comemos en el atraviesa la Argentina explorando la Patagonia y gran parte de la
vagón comedor, vajilla inglesa, soperas de plata. región pampeana.

Natalia en el vertiginoso pasillo del tren me acaricia el Mientras cruzábamos un alto puente de hierro sobre el río
pelo. Un olor inolvidable viene de su cuerpo; usa una solera Colorado, yo leía en la novela que cruzando un alto puente de
floreada y no se afeita las axilas. hierro sobre ese caudaloso río de aguas rojizas empezaba la
Patagonia.
En la novela de Verne el aristócrata escocés Lord Edward
Glenarvan descubre un mensaje en una botella lanzada al mar por El libro de Verne me explicaba lo que yo veía. El erudito
Harry Grant, capitán del bergantín Britannia, que ha naufragado geógrafo francés clasificaba y definía la flora y la fauna, las
dos años antes. La principal dificultad consiste en que los datos aguadas, los vientos, los accidentes geográficos. La literatura
del mensaje lanzado por los náufragos son ilegibles, excepto la popular es siempre didáctica (por eso es popular). El sentido
latitud: 37º Sur. prolifera, todo es explicado y aclarado. En cambio, lo que yo veía
por la ventanilla era árido, ventoso, los pajonales, el arenal, los
Lord Glenarvan, los hijos del capitán Grant y la yuyos aplastados, las piedras volcánicas, el vacío. Siempre habrá
tripulación de su yate Duncan parten para Sudamérica, ya que el un hiato insalvable entre el ver y el decir, entre la vida y la
mensaje incompleto sugiere la Patagonia como sitio del desastre. literatura.
En mitad de la travesía descubren a un inesperado pasajero: el

19
“Debemos recordar”, decía Jean Renoir, “que un campo Viajamos dos días y dos noches hasta Zapala y de ahí en
de trigo pintado por Van Gogh puede despertar mayor emoción un coche de alquiler hasta un casco de estancia en el desierto.
que un campo de trigo tout court.” Puede ser, depende de lo que Visitamos a un amigo de mi abuelo que había hecho con él la
uno haga en el trigal… primera guerra. Era un hombre alto y desgarbado, de encendida
cara rojiza y ojos celestes. Llamaba a mi abuelo el Coronel, y
A la noche me asomaba por la ventanilla y veía en las juntos recordaban los resbaladizos puestos de combate en las
sombras los faros de un auto en el camino, las casas iluminadas laderas heladas de las montañas de Austria y las interminables
en los pueblos que pasaban frente a mí. Oía el lento y angustioso batallas en las trincheras. El hombre tenía grandes bigotes de
suspiro de los frenos en estaciones vagamente entrevistas; la cosaco y le faltaba el brazo izquierdo. “Ese muchacho —dijo mi
cortina de cuero, al levantarse, dejaba ver un andén desierto, un abuelo— es un valiente, me rescató herido de la tierra de nadie y
changador que empujaba el carro de equipajes, un reloj circular perdió el brazo en la maniobra.”
con números romanos hasta que se oía por fin el tañido de la
campana anunciando la partida del tren. Entonces encendía la Varias veces pensé en volver a la estancia en la Patagonia,
pequeña luz en la cabecera de la cama y leía. Mi abuelo estaba en viajar a ver al hombre que había perdido un brazo. “Pues bien —
el compartimento de al lado. hubiera podido decirme—, voy a contarle la verdadera historia de
su abuelo en la guerra.” Pero nunca fui y sólo tengo de esa guerra
La fugaz visión de Natalia sola, al amanecer, que hurga personal rastros aislados: una foto de mi abuelo vestido de
entre objetos de vidrio en su necessaire sobre la felpa gris de su soldado y los papeles, libros, mapas, cartas y notas que me dejó
compartimento iluminado, es inolvidable. como su única herencia al morir. Sin embargo, a veces, todavía
escucho su voz.

20
desaparecidos en combate. Su trabajo consistía en juntar los
En 1960, 1961, cuando yo estudiaba en La Plata pasaba objetos personales —el reloj, el anillo de bodas, las fotos
mucho tiempo con él en la casa de Adrogué, incluso, en un familiares, las cartas no enviadas o a medio escribir— y enviarlos
sentido a la vez cómico y entrañable, me contrató, me dio trabajo: con una carta de pésame a los deudos.
yo andaba sin plata en esa época y entonces pensó que podía “Morían muchos, muchísimos cada día, las ofensivas
ayudarlo a ordenar sus papeles y a reconstruir su experiencia en la contra las defensas austríacas eran una masacre.” ¿Qué obligación
guerra. Temía perder, con la edad, la memoria, y había ordenado puede ser más opresiva que la de clasificar cartas muertas y
sus documentos espacialmente: en un cuarto estaban los mapas y contestarle a la madre, al hijo, a la hermana?
los planos de las batallas (El cuarto de los mapas, había escrito en Cartas inconclusas, interrumpidas por la muerte, mensajes
la puerta), en otro tenía las vitrinas y las mesas cubiertas con las de los desaparecidos, los aterrados, los que murieron en la noche
cartas de la guerra; en otro cientos de libros dedicados sin conocer el alba, decía el Nono, piedad para quienes cayeron
exclusivamente a la conflagración mundial de 1914-1918. Había ateridos, solos, hundidos en el fango. “¿Cómo podemos darles
peleado en el frente de los Alpes, lo habían herido en el pecho y voz a los muertos, esperanza a los que murieron sin ninguna
su amigo y compañero (cuyo nombre no sé; mi abuelo lo llamaba esperanza, alivio a los fantasmas que vagan espantados entre las
a veces el Africano porque el hombre había nacido en Sicilia) le alambradas y la luz blanca de los reflectores...?”
había salvado la vida a costa de perder un brazo. Mi abuelo había De a poco, luego de meses y meses de lidiar con esos
hecho la guerra y tenía una honda cicatriz en el pecho. Estuvo tres restos, empezó a enloquecer: se guardaba las cartas, ya no las
meses en un hospital de campaña, y luego fue enviado a la oficina enviaba, estaba, me dijo, paralizado, sin voluntad, sin ánimo, casi
postal del Segundo Ejército (porque sabía inglés, alemán y no recordaba nada de esa época, y cuando al fin lo repatriaron a la
francés), a la sección de cartas de los soldados muertos o Argentina con su familia se trajo con él las palabras de los que

21
iban a morir. Tengo conmigo, todavía, los prismáticos de un todavía en mis oídos porque a veces, aún hoy, me parece
oficial francés que el Nono me regaló cuando cumplí dieciocho escucharlo y su voz vuelve a mí en los momentos más
años; en un costado se lee Jumelle Militaire, pero el número del desdesperados.
regimiento está raspado con una navaja o una bayoneta para que
no se pueda ver su destino. En el círculo metálico de las dos —El lenguaje… el lenguaje…, decía mi abuelo —dijo
lentes chicas está grabado Chevalier Opticien y al darlo vuelta, Renzi—, esa frágil y enloquecida materia sin cuerpo es una hebra
entre las dos lentes más grandes hay una pequeña brujulita que delgada que enlaza las pequeñas aristas y los ángulos
marca aún el venturoso norte. A veces me asomo a la ventana y superficiales de la vida solitaria de los seres humanos, porque los
miro con esos largavistas desde el décimo piso la ciudad: mujeres anuda, cómo no, sí, decía, los liga, pero sólo por un instante,
con la cabeza envuelta en una toalla roja hablan por teléfono en antes de que vuelvan a hundirse en las mismas tinieblas en las
un cuarto iluminado; los diminutos y ágiles dueños del que estaban sumergidos cuando nacieron y aullaron por primera
supermercado coreano de la esquina mueven cajas y hablan entre vez sin ser oídos, en una lejanísima sala blanca y desde donde,
sí a los gritos, como si pelearan en un idioma lejano, otra vez en la oscuridad, lanzarán también desde otra sala blanca
incomprensible. su último grito antes del fin, sin que su voz llegue por supuesto,
¿Por qué había robado esas cartas? No decía nada, me tampoco, a nadie...
miraba, sereno, con sus ojos claros y cambiaba de tema; eran para
él, imagino, un testimonio de la insoportable experiencia de las En el cuarto del fondo de la casa de mi abuelo estaba la
interminables batallas heladas, un modo de honrar a los muertos. biblioteca donde encontré el libro azul, pero ahora junto con el
Las tenía con él, como quien conserva letras escritas de un Diario de la guerra de Carlo Emilio Gadda. Lo descubrí en aquel
alfabeto olvidado. Estaba furioso y su dicción alucinada suena tiempo cuando estudiaba en La Plata y venía a visitarlo, una

22
edición de La cognizione del dolore. Gadda había vivido en la con ser solo su descendiente voluntario pero ilegítimo y no
Argentina y en su novela situada en un pueblo de Córdoba, los reconocido...
vecinos, aterrorizados por la inseguridad, contrataban un equipo
de vigilancia privada y ellos —los custodios— eran quienes iban Ahí tendría que concluir la primera parte de la así llamada
asesinando a esos argentinos del barrio cerrado, uno atrás de historia de los libros de mi vida, pero sin embargo queda un resto,
otro... ¡Un vidente! Gadda entendió todo al toque en una novela un desvío, un pequeño cambio de dirección —un viraje— que
de 1953. puedo contar antes de irme, dijo, mientras se tomaba la copa del
¿Cómo se podía escribir sobre la Argentina? Se veía claro estribo.
en Los siete locos, en Trans-Atlántico y en La cognizione del Joven —levantó la mano e hizo un círculo en el aire—,
dolore. Los tres son escritores extravagantes, intraducibles, que otra vueltita, dijo.
viajan mal. No usan la lengua literaria media, dijo Renzi, miran
todo con ojo estrábico, al sesgo, son tartamudos disléxicos, Un tiempo después de aquel viaje al sur, a los dieciséis
guturales: Arlt, Gombrowiz, Gadda. En cuanto a mí, yo que era años, yo cortejaba, digamos así, dijo, a Elena, una bella
hijo y nietos de italianos, me he sentido a veces sobre todo un muchacha, muchísimo más culta que yo, con la que cursaba el
escritor ítalo-argentino, no sé si existe esa categoría... pero veo tercer año del Colegio Nacional de Adrogué. Una tarde veníamos
que la línea secreta de mi vida va del libro al revés, a Corazón y a por una calle arbolada junto a un muro pintado de celeste, al que
La cognizione del dolore, pasando por “Llegan barcos a la costa todavía veo con nitidez, y ella me preguntó qué estaba leyendo.
trayendo frutos de afuera”. Me hubiera gustado ser sobrino de
Carlo Emilio Gadda, pero tengo que conformarme, decía Renzi, Yo, que no había leído nada significativo desde la época
del libro al revés, me acordé que había visto, en la vidriera de una

23
librería, La peste de Camus, otro libro de tapas azules, que una serie de dos: El oficio de vivir de Pavese y Stendhal par lui-
acababa de aparecer. La peste de Camus, le dije. ¿Me lo podés même. Fueron los primeros que compré, a los que siguieron
prestar?, dijo ella. cientos y cientos. Los he traído y llevado conmigo como un
talismán o un fetiche, y los he puesto sobre las paredes de piezas
Me acuerdo que compré el libro, lo arrugué un poco, lo leí de pensión, departamentos, casas, hoteles, celdas, hospitales.
en una noche y al día siguiente se lo llevé al colegio.... Había Se puede ver cómo es uno a lo largo del tiempo sólo con
descubierto la literatura no por el libro sino por esa forma hacer un recorrido por los muros de la biblioteca: sobre Pavese
afiebrada de leerlo ávidamente con la intención de decir algo a escuché una conferencia de Attilio Dabini y compré el libro
alguien sobre lo que había leído: pero ¿qué?... Eterna cuestión. (porque yo también escribía un diario). Stendhal par lui-même lo
Fue una lectura distinta, dirigida, intencional, en mi cuarto de encontré en la librería Hachette de la calle Rivadavia. Recuerdo
estudiante, esa noche, bajo la luz circular de la lámpara… De el tren en el que volvía a Adrogué y el guarda que apareció por el
Camus no me interesa La peste, pero recuerdo al viejo que le pasillo y no me dejó terminar la frase que estaba escribiendo atrás
pegaba a su perro y cuando al fin el perro se escapa, lo busca en el libro. Quedó una frase incompleta, ese rastro (Es difícil ser
desolado por la ciudad. sincero cuando se ha perdido... ¿qué?) no sé si es una cita o una
¿Y cuántos libros he comprado, alquilado, robado, frase mía (las que nos vienen a la cabeza cuando leemos). Puedo
prestado, perdido, desde entonces? ¿Cuánto dinero invertido, ver cómo cambian las marcas, los subrayados, las notas de lectura
gastado, derrochado en libros? No recuerdo todo lo que he leído, de un mismo libro a lo largo de los años. En El oficio de vivir, por
pero puedo reconstruir mi vida a partir de los estantes de mi ejemplo, Editorial Raigal, traducción de Luis Justo. Está firmado
biblioteca: épocas, lugares, podría organizar los volúmenes con mis iniciales ER con la fecha 22 de julio de 1957. Anotaba
cronológicamente. El libro más antiguo es La peste. Luego hay impresiones en los márgenes o en la última página: El diario

24
como contraconquista o los múltiples modos de perder una
mujer. Anotaba ver p.65. Y algunas citas: "Así termina nuestra La peste y El oficio de vivir fueron los primeros libros
juventud: cuando vemos que nadie quiere nuestro ingenuo propios, digamos así, y mi último libro lo conseguí ayer a la
abandono”. Y en la primera hoja blanca del libro, antes de los tarde, fue The Black-Eyed Blonde (A Philip Marlowe novel) de
títulos, hay una de las tantas listas que he hecho siempre con la Benjamin Black, me lo regaló Giorgio, un amigo. Tenés que
intención de dar por hecho lo que he escrito: Llamar a Luis, Latín escribir algo, me dice, dijo Renzi, es Chandler pero le falta…
II (martes y jueves) y más abajo, una de las tantas anotaciones ¿Qué le falta?, preguntó mi amigo. El touch, pensé, le falta la
supersticiosas. En ese momento estaba escribiendo mis primeros mugre, como dicen los tangueros cuando un tango está solo
relatos, me interesaba “vivamente” saber cuánto tardaba un “bien” tocado...
escritor en escribir un libro y reconstruí la cronología de la obra Renzi abrió el libro y leyó: “It was one of those Tuesdays
de Pavese partir de su diario. in summer when you begin to wonder if the earth has stopped
27 noviembre 1936-15 de abril de 1937: Il carcere revolving.” Así empieza; es lo mismo, pero no es lo mismo (tal
3 de junio-16 de agosto de 1939: Paese tuoi vez porque sabemos que no es de Chandler...).
septiembre 1947-febrero 1948: La casa en la colina Demasiados pastiches, viejo, esta temporada, dijo ahora,
junio-octubre 1948: Il diavolo sulle colline demasiadas parodias, prefiero el plagio directo...
marzo-junio 1949: Tra donne sole
septiembre-noviembre 1949: La luna e i falò Me lo podés prestar, me dijo Elena. No sé qué fue de ella
después, pero si no me hubiera hecho esa pregunta, quién sabe
En aquel entonces escribir un cuentito de cinco páginas qué hubiera sido de mí... Ya no hay destino, no hay oráculos, no
me llevaba tres meses. es cierto que todo esté escrito en la vida pero, pienso a veces, si

25
no hubiera leído ese libro, o mejor, si no lo hubiera visto en la Plata. En esos días, en medio de la desbandada, en una de las
vidriera quizá no estaría aquí. O si ella no me lo hubiera pedido, habitaciones desmanteladas de la casa empecé a escribir un
¿no? Quién sabe... Exagero, retrospectivamente, pero recuerdo diario. ¿Qué buscaba? Negar la realidad, rechazar lo que venía.
con ardor esa lectura, un cuarto al fondo, una lámpara de Todavía hoy sigo escribiendo ese diario. Muchas cosas cambiaron
escritorio, ¿qué decirle a una mujer de una novela? ¿Contarla de desde entonces, pero me mantuve fiel a esa manía.
nuevo? Tampoco el libro valía mucho, demasiado alegórico, un
estilo pesado, profundo, sobreactuado, pero, en fin, ahí pasó algo, No hay evolución, nos movemos apenas, fijos a nuestras
hubo un cambio.... Nada especial, una tontería la verdad, pero esa viejas pasiones inconfesables, la única virtud, creo, es persistir sin
noche estuve otra vez, hablando en sentido figurado, en el cambiarlas, seguir fiel a los viejos libros, las antiguas lecturas.
umbral: sin saber nada de nada, haciendo que leía... Mis viejos amigos, en cambio, a medida que envejecen aspiran a
ser lo que antes odiaban, todo lo que detestaban ahora lo admiran,
—Oh el azar, los azahares, las muchachas en flor… Tengo ya que no pudimos cambiar nada, piensan, cambiemos de parecer,
setenta y tres años, viejo, y sigo ahí, sentado con un libro, a la bibliotecas enteras enterradas, en el patio, quemadas en el
espera... incinerador, es difícil desprenderse de los libros, pero ¿y el modo
de leer? Siguen igual, lectores dogmáticos, literales, dicen ahora
Mi padre, dijo después, había estado casi un año preso cosas distintas con la misma sabiduría engolada de los viejos
porque salió a defender a Perón en el 55 y de golpe la historia tiempos. Vivimos en el error de pensar que nuestros viejos
argentina le parecía un complot tramado para destruirlo. Estaba amigos están con nosotros. ¡Imposible! Hemos leído los mismos
acorralado y decidió escapar. En diciembre de 1957 abandonamos libros y amado a las mismas mujeres —por ejemplo Junior— y
medio clandestinamente Adrogué y nos fuimos a vivir a Mar del conservamos algunas cartas que no fuimos ni somos capaces de

26
enviar o de quemar en la hoguera del tiempo y de eso trataría agregarle a lo que ya me había contado, un epílogo, un remate,
entonces mi autobiografía, si alguna vez me decidiera yo también una visita, subrayó mientras saboreaba el café. Un encuentro que
a escribir una... podía entenderse, con un poco de buena voluntad y viento a
favor, como el final de su aprendizaje literario, o algo así, un
Mi abuelo (ya que empecé con él) murió en 1968, casi puente, dijo, un rito de pasaje.
cincuenta años después del fin de la guerra en la que había —Una vez en el centro de estudiantes organizamos un
peleado, y el hombre sin un brazo estuvo con nosotros en el ciclo de conferencias y decidimos, claro, empezar con el viejo
entierro, pero Natalia no, vaya uno a saber qué se ha hecho de esa Borges. Lo llamé por teléfono para invitarlo y accedió en seguida.
mujer, era bella como una diosa y cantaba, me acuerdo, cuando Me recibió en la Biblioteca Nacional, amable, con su tono
estaba contenta... indeciso, parecía siempre a punto de perder la palabra que quería
decir.
Era casi de noche ya. Afuera el asfalto brillaba bajo las Enseguida me habló de La Plata, donde vivía su amigo el
cálidas luces de la ciudad. Era hora de irse, volver a casa. poeta Paco López Merino, con quien se visitaban asiduamente.
—Mejor vamos. Un domingo en casa, me dice Borges, contaba Renzi, después de
Salimos a la calle y mientras íbamos hacia Charcas (ex almorzar y antes de irse, su amigo insistió en saludar al padre de
Charcas), caminando con lentitud porque Emilio tenía un Borges que, como era costumbre en los criollos viejos, dormía la
problemita en la pierna izquierda (“Consecuencia de los vicios siesta. Luego de algunos cabildeos, decidieron acompañarlo al
privados, la crisis económica, el peronismo, las malas noches”) dormitorio.
decidimos parar a tomar un cafecito en la barra del Colombiano Doctor, quería despedirme de usted, dijo López Merino.
en la esquina de Callao y Santa Fe y ahí entonces Emilio decidió

27
Todos se sintieron incómodos, pero como lo querían inteligentes que él, con tantos sobrentendidos comunes que no
aceptaron la amistosa e imperativa resolución, y el doctor Borges, hace falta andar explicando lo que ya se sabe. Y es esa intimidad
con una sonrisa, tranquilo, lo saludó con un abrazo... Al salir la que sienten sus lectores.
López Merino vio la guitarra de Güiraldes, que el autor de Don Le encantó la propuesta de ir a La Plata, pensaba hablar
Segundo Sombra le había obsequiado a la madre de Borges antes sobre los cuentos fantásticos de Lugones, ¿qué me parecía?, dijo.
de irse a París, y López Merino la hizo sonar, dulcemente. Perfecto, le digo, además Borges, mire, le vamos a pagar, no sé
Está destemplada; nunca fue muy buena esta guitarra, dijo cuánto dinero era en ese momento, digamos unos quinientos
malicioso el poeta, contó Borges, y agregó Borges, dijo Renzi, dólares.
parece una maldad, pero sólo era un chiste de muchachos. —No —me dice—, es mucho.
Lo cierto es que López Merino se mató de un tiro al día Me quedé cortado, mire Borges, le digo, no es nuestra la
siguiente y ahí entendieron lo imperativo y sobrio de su saludo plata, no es de los estudiantes, la universidad nos dio un dinero.
final. —No importa, les voy a cobrar doscientos cincuenta.
Lindo, ¿no?, dijo Borges con una sonrisa cansada como si Y seguimos hablando, él siguió hablando, ya no me
la elegancia de la secreta despedida lo hubiera emocionado. acuerdo si de Lugones o de Chesterton, pero lo cierto es que me
sentí tan cómodo, tan cercano a él, con esa sensación de
Tenía una forma inmediata y cálida de crear intimidad, liviandad, de inteligencia plena y de complicidad, que al rato, casi
Borges, dijo Renzi, siempre fue así con todos sus interlocutores: sin darme cuenta y hablando del final de los cuentos de Kipling,
era ciego, no los veía y les hablaba como si fueran próximos y esa le digo, envalentonado por el clima de intimidad y agradecido por
cercanía está en sus textos, nunca es paternalista ni se da aires de la sensación de estar hablando con alguien de igual a igual:
superioridad, se dirige a todos como si todos fueran más

28
—Sabe, Borges, que veo un problema en el final de “La Hubo un silencio. Borges sonrió, compasivo y cruel.
forma de la espada”. —Ah —dijo—. Usted también escribe cuentos…
Alzó su rostro hacia mí, alerta. Yo tenía veinte años, era arrogante, era más idiota de lo
—Un problema dijo, caramba, usted quiere decir un que ahora soy pero me di cuenta de que la frase de Borges quería
defecto... decir dos cosas.
—Algo que sobra. Habitualmente si alguien lo encaraba en la calle para
Miraba el aire, ahora, jovial, expectante. decirle “Borges, soy escritor”, “Ah, yo también”, le contestaba y
El cuento narra con una técnica que Borges había usado hundía al interlocutor en la nada. Algo de esa delicada maldad y
ya en “Hombre de la esquina rosada” y usaría después: está algo de tranquila soberbia tenía la frase “Este mocito impertinente
contado por un traidor y asesino como si fuera otro. Al que cuenta cree que escribe cuentos...”.
le cruza la cara “una cicatriz rencorosa” y circular. En un La otra aserción era más benévola y tal vez quería decir:
momento del cuento se enfrenta a un adversario que con una “Usted ya lee como si fuera un escritor, entiende el modo en que
espada curva le marca la cara. Uno se da cuenta entonces que los textos están construidos y quiere ver cómo están hechos, ver
quien cuenta es el traidor porque la cicatriz lo identifica. Borges, si puede hacer algo parecido o en el mejor de los casos algo
sin embargo, sigue el relato y lo cierra con una explicación. distinto.” Escribir, me estaba diciendo, cambia sobre todo el
“Borges”, dice, “yo soy Vincent Moon, ahora desprécieme.” modo de leer.
Escuchó mi resumen del relato con gestos de afirmación y repitió Seguimos conversando un rato más, yo ya estaba atontado
en voz baja la frase “Sí… ahora desprécieme”. y avergonzado y como adormecido. Borges me hizo ver el
—¿No le parece que esa explicación está de más? Sobra, escritorio circular de Groussac que él recorría con su mano
creo.

29
espléndida y pálida, la mano con la que había escrito “Tlön Uqbar suben a la web, pero igual les falta la certificación, que alguien
Orbis Tertius” y “La supersticiosa ética del lector”. —personalmente— les diga usted también está de este lado...
Me doy cuenta que Borges ha sido siempre un cuentista
clásico, sus finales son cerrados, explican todo con claridad; la Hablo de más, me pongo sentencioso y apodíctico, como
sensación de extrañeza no está en la forma —siempre clara y corresponde a un hombre de mi edad, se quedó pensando. Ya
nítida— ni en los finales ordenados y precisos, sino en la estábamos en la puerta del edificio de la calle Charcas (ex
increíble densidad y heterogeneidad del material narrativo. Charcas) al mil ochocientos. A lo mejor pensó que iba a morir en
Me acompañó amable hasta la puerta y antes de esa guerra, mi abuelo, pero igual fue. Un acto de heroísmo, ir, yo
despedirme me dijo, como para que yo no olvidara su lección no me hubiera animado, dijo Emilio mientras abría la puerta de
sobre las historias bien cerradas: entrada, la sostenía con el cuerpo y se daba vuelta, sonriendo.
—He conseguido una considerable rebaja, ¿no? —dijo —Una tarde de estas te termino la historia... Nos vemos,
divertido el viejo Borges. querido —dijo y entró con paso incierto en el hall buscando el
ascensor.
En fin, me hundió, pero me reconoció como escritor, ¿no Ya era noche cerrada y lo vi subir envuelto en una luz
es cierto?, dijo Renzi. Yo había escrito dos o tres cuentos, amarillenta, con los ojos radiantes y una sonrisa de satisfacción
horribles, mal terminados, pero, en fin, las ilusiones tienen que que le iluminaba el rostro, como si, digamos, se hubiera quedado
ser confirmadas alguna vez por otro, aunque sea por medio de la pensando en la muchacha que le pidió prestado el libro de Albert
humillación y el espanto. Por eso los jóvenes —y los no tan Camus.
jóvenes— andan por ahí con sus escritos buscando que alguien
los lea y les diga “Ah, usted también escribe”, claro que ahora los

30
2. Autobiografías de escritores2

2
Todas las autobiografías de esta sección están incluidas en el libro de Graciela Speranza, Primera persona. Conversaciones con quince narradores argentinos
(Buenos Aires, Norma, 1995), excepto la última, la de Rodolfo Walsh, incluida en Rodolfo Walsh, Ese hombre y otros papeles personales (Buenos Aires, Seix Barral,
1996).

31
32
Prólogo de Beatriz Sarlo al libro Primera persona Los reportajes de Graciela Speranza, entonces, nos dan lo que
buscábamos como lectores que no se resignan: una imagen del
Este libro menciona en su título, Primera persona, una
escritor antes y después del libro. La imagen ha sido construida por
cuestión que bibliotecas enteras de teoría literaria han querido
dos operaciones: Speranza lee al escritor y lo interroga a partir de
desplazar del interés de los lectores: precisamente, el “yo” del
esa lectura, de la lectura de otros reportajes, de declaraciones y de
escritor, que su obra no sólo enmascara sino que niega para que
hipótesis; el escritor responde con una sinceridad también
emerja la narración y la palabra de los personajes. En efecto, desde
construida, diciendo lo que puede ser dicho, siendo fiel en la medida
hace décadas la teoría más a la moda desconfía de dos cosas:
de lo posible (siempre en una medida, como cualquier otra persona
primero, de que el escritor diga alguna verdad cuando se refiere a su
que fuera interrogada), disponiéndose frente a una pregunta como
obra; segundo, que lo dicho por el escritor tenga alguna relevancia
quien se coloca frente a la imagen reflejada en un espejo, que posee
en el momento de la crítica.
una verdad relativa y, sin embargo, indispensable. “Yo soy el único
Sin embargo, de manera empecinada, los lectores nos
que nunca me veo”, dijo Barthes en un reportaje. ¿Qué refleja el
interesamos por los escritores y nuestro interés se sostiene en que no
espejo? El personaje que construimos cuando sabemos que vamos a
hemos sido convencidos, ni por la teoría ni en nuestra experiencia,
ser reflejados: todos recordamos la extrañeza que nos produce
de que la ficción sea, siempre y en primer lugar, un borramiento
nuestra propia imagen cuando sorpresivamente, sin esperarlo, ella
completo de la vida. Y, aunque lo fuera, de todos modos nos sigue
nos asalta desde un espejo cuyo reflejo no preparamos. Y, sin
pareciendo interesante qué es lo que la ficción borra para ser ficción,
embargo, la imagen en el espejo nunca puede ser armada por
sobre qué suelo de experiencias, de lecturas, de lenguajes surge la
completo: en el rictus mismo con que la vigilamos, surge, disparada
ficción incluso para ocultar ese suelo de experiencias, de lecturas, de
desde algún fondo, otra cara, esa que quisimos controlar para que se
lenguajes surge la ficción incluso para ocultar ese suelo, para que se
adaptara a lo que buscamos que los demás vean de nosotros mismos.
desvanezca la vida y aparezca la escritura.

Página 33
Así, la actividad del reportaje, lo que Speranza pregunta y los timidez, por énfasis. Sin duda, un buen reportaje tiene algo de
escritores contestan, nunca puede ser sometida del todo ni por milagroso.
voluntad de componer una imagen ni por la intención de presentar Speranza ha pedido a los escritores que le cuenten cómo
una hipótesis. trabajan y, sobre todo, a partir de qué cosas trabajan. Además le
En todo buen reportaje (y los que forman este libro lo son) interesa el pasado: no insiste sobre la biografía pero supone que el
siempre hay un rastro de happening: la escena está armada y relato de “los comienzos” encierra no sólo un mito de origen sino
Speranza ha trabajado intensamente sobre un cuestionario que también destellos de esa primera pulsión que empujó a alguien hacia
presupone siempre un saber sobre el escritor; éste percibe ese saber la literatura. Les ha pedido a los entrevistados que escriban una corta
que, al mismo tiempo, lo amenaza y lo tranquiliza. Pero, a través de narración de sus vidas: allí encontramos miniaturas de novelas de
esa red tan fuertemente tejida, puede saltar algo inesperado, una aprendizaje, relatos de viajes, historias familiares, revelaciones de
frase que sobrevive a la voluntad de lo que se quiere hacer saber, una gustos o manías y también silencios. Estos textos escritos por los
frase que, milagrosamente, sobrevive al pasaje de la oralidad a la entrevistados forman un contrapunto con los reportajes: en ellos no
escritura, persiste en los cortes, las correcciones, el retoque. hay ni más ni menos verdad que en las respuestas que obtuvo
El género ‘reportaje’ no es precisamente un género sincero Speranza, pero nos obligan a un cotejo entre la oralidad transcrita en
porque en él se enfrentan dos personas cuyos objetivos son el reportaje y el texto, que se debate entre la ficción y la
diferentes: una de ellas, la entrevistadora, se ve en la obligación autobiografía, con que los escritores respondieron. Así, el libro de
profesional de dominar sus gustos para encontrar lo que busca; otra, reportajes se convierte también en un pequeño álbum donde cada
la entrevistada, debe administrar el saber que tiene de sí misma en escritor muestra lo que le parece apropiado que se sepa de su vida.
función de lo que desea que se haga público. Ambas corren el Un test que a veces coincide con los caminos de sus ficciones y otras
peligro de traicionar sus objetivos: por cortesía, por locuacidad, por los contradice. Paralelo a ese álbum de cortas biografías, las

Página 34
imágenes de Alejandra López que también pueden ser leídas como
una estética de fotos de escritor; y los detalles visuales de una
escenografía literaria con que Speranza comienza sus reportajes: los
libros sobre la mesa, las computadoras, pequeños apuntes de paisaje.
Además, todos los reportajes incluyen, sin la confianza de que ese
dato diga más de lo que dice, la mención del barrio o ciudad donde
fueron hechos.
Hablan quince escritores argentinos, interrogados por una
crítica. El arte de la biografía (tan difícil porque evoca todos los
riesgos de parcialidad, de simpatía ingobernable, de encono) está
puesto en las preguntas. El arte de la autobiografía (también arduo
porque la sinceridad no paga y, sin embargo, es una exigencia del
género) rinde la verdad que es posible conseguir cuando hombres y
mujeres hablan de sí ante un espejo que no puede evitarse ni
olvidarse. Graciela Speranza no buscó confesiones, ni sometió a
prueba de sinceridad a los entrevistados: a cambio de esta medida
inteligencia, obtuvo mucho más de lo que buscaba.

Página 35
Héctor Tizón bonete, que venían a vender pescado fresco y que hablaban con
dificultad y abuso de gerundios. Después, en un salto, mi abuela
Soy un ejemplar de frontera. Mi abuelo paterno, español cubano, yaciente en su féretro, mi padre silencioso, mis tíos con nombres de
hijo de español, cónyuge de cristiana vieja, llegó a estas tierras al emperadores y filósofos romano hispánicos. Y después la ciudad de
norte del lejano sur en busca del calor, las palmeras, las iguanas y provincia. Mi casa en el páramo –una de mis primeras fotografías
fue el primer y fugaz plantador de bananas en el trópico jujeño. fue tomada en Abra Pampa, en el andén de la estación ferroviaria,
Padre de catorce hijos y autor de un epigrama en contra del concepto barrida por los vientos-; los buscadores de oro y los balancines para
de familia abandonó a la suya y se fue quién sabe a dónde. Mi abuela pesarlo. Y el paraíso con árboles frondosos y lagunas en Yala, el
conservó la casa de madera, de diez habitaciones, rodeada de bambú artista lapidario que grabó las lajas que aún –algunas. existen, con
y habitada por pájaros habladores y pequeños monos barbudos y leones con cara de gente y mujeres desnudas frente a espejos de
prohibió que sus hijos recordaran a su padre. Aquella prohibición, piedra como solipsismos de una pasión imposible.
como todas, incentivó, mitificándolo, el recuerdo de aquel varón Después, la visión de Yala en el último vagón del raudo tren
confuso e irresponsable. y mi perro ovejero, que corría inalcanzándolo, despidiéndose para
De mi abuela recuerdo su perfil aguileño, el color cetrino de siempre como si fuera mi infancia en forma de perro abandonado,
su piel –la memoria enriquece y empobrece- sus ropas oscuras y sus cada vez más pequeño, atrás, detrás de ese tren que me llevaba a mis
consejos indirectos: en el cocido no debía haber cerdo, que es cosa estudios secundarios.
de marranos, puesto que un cristiano viejo lo era sin más, sin tener Después esa ciudad remota igual a Salta, a Potosí, a Tarija, a
que aparentar. Cochabamba y a Catamarca, arropado apenas con doce años de
Recuerdo, en mis vacaciones de verano, los indios historia personal y consejas de mis niñeras y criadoras bilingües,
semidesnudos, pero con sombreros puntiagudos de fieltro, como un parcas, llorosas, indígenas.

Página 36
Después yo también tenía casi veinte años y lo leí: No Alberto Laiseca
permitiré que nadie diga que es la edad más hermosa de la vida.
Educado como un señorito de provincias, atrapado en las hipóstasis Es imposible que una autobiografía sea sincera. Por lo menos, no del
de San Agustín y Lenin; siglos de discursos históricos, una catarata todo. O porque calla algunas cosas o porque transforma otras. Ni a la
de voces, rumores, emociones, señales, se desplomaron sobre mí. mujer amada uno le cuenta todo (ni ella a uno). ¿Por qué entonces
Escribía entonces en un cuaderno, que he perdido; aunque ya alguien uno habría de ser más sincero con un pedazo de papel? Ni aunque
había publicado algunas de esas páginas en un periódico remoto. supiera que voy a morir mañana.
Tanteaba, supongo, entre dios y el diablo, presa de esa pasión No sólo uno silencia defectos: también virtudes. Ojo: no
herética y erótica entre el Uno y el Otro. virtudes grandísimas, a lo mejor chiquititas, pero sí muy molestas.
Llegué, como tantos otros, con mi única valija a la Sobre todo porque la gente es rara y uno también: lo que uno ve
Universidad y me inscribí en la carrera. Allí comencé por el final: como virtudes los demás tienen por graves defectos, y defectos
por la filosofía del Derecho, no por el estudio de las leyes en sí. Así propios (que para uno son clarísimos) los demás, si los supieran, se
aprendí temprano que el destino de toda contienda de opiniones era quedarían lo más frescos (pero uno se moriría de vergüenza): “¡Qué
otra opinión: la del juez. Mis derroteros, mis dos caminos quedaron humano es por esos defectos!”, dirían como si no tenerlos no fuera
trazados, y comencé a morir, lentamente, hasta hoy. también muy humano.
De todas maneras, aquí van algunas cosas. Nací el 11 de
febrero de 1941. Estudié ingeniería y la dejé para dedicarme a la
literatura. Era ateo y ahora soy pagano (por lo menos, todo lo que me
da el cuero) Conocí muchísima gente, toda distinta: obreros de la
construcción, cosechadores, peones de limpieza, telefónicos,

Página 37
portuarios, bolivianos, paraguayos, uruguayos, chilenos, Gente rica y Una de las primeras cosas que me enseñaron, ya sea
gente pobre. Sé que las brujerías existen, pero por suerte la amistad y trabajando o viviendo en pensiones fue: “Si no le gusta, vayasé.
el amor, también. Creo que los que más me lo decían lograban con ello una
Hace treinta años quise ir a una guerra (no importa cuál). No suerte de erotismo. Yo no sé cómo a los médicos no se les ha
pude. A lo mejor me salvé de una buena o a lo mejor me jodí. Me ocurrido este remedio soberano contra la impotencia: usted tiene que
voy a quedar con la duda eterna. No era por ideología, era para alquilarle sucuchos a unos veinte tipos y que los pobres infelices no
seguir un curso rápido de crecimiento. tengan adónde ir. Entonces usted dígales ocho veces diarias: “Si no
De cualquier manera, vayas o no a una guerra, igual pasan le gusta, vayasé” (aunque ellos ni hayan abierto la boca). Siga este
cosas pesadas y perpetuamente te echan de Saigón. Pero uno es un tratamiento durante seis meses y tendrá erecciones que se las
vasco cabeza dura: siempre vuelve. envidiaría el mismísimo Casanova.
Durante unos cuantos años viví en pensiones. Ganaba poco, Casi siempre tuve problemas de convivencia con los tipos
así que tenía que compartir las piezas con dos o tres tipos. Imposible con quienes compartía habitaciones. Muchas veces la culpa no fue ni
tener un cuarto para mí solo. Recuerdo una de las tantas casas de de ellos ni mía, sino que los roces eran el resultado inevitable del
pensión: había chinches y cucarachas, sin embargo no me daba el hacinamiento. Con los que peor me llevé fue con dos hermanos:
cuero para tener un lugar sin compartir: El dueño me dijo “Los lujos Juan Carlos y Luis Soria. Sufrí tanto, pero tanto con esa gente que la
hay que pagarlos”. Cuando el tipo me salió con esa yo miré una única manera de librarme de ellos (de sus fantasmas) fue escribir un
grieta en la pared (parecida a la de la casa Usher) llena de bichos y libro de mil doscientas páginas. Se llama Los Sorias. Con los
otras alegres bestezuelas que por ahí pululaban y le contesté: “Tiene hermanos viví tres meses. Para escribir la obra tardé diez años.
razón señor”

Página 38
Osvaldo Soriano que me sacó de muchos apuros en los sufrientes días en que escribía
A sus plantas rendido un león. Vivía con una chica alérgica a los
Mi primer libro lo leí en 1961 y todavía tengo el ejemplar, mortecino gatos y al tiempo nos separamos. En París, mientras trabajaba en El
y pegado con el scotch amarillo de aquellos tiempos. Es Soy leyenda ojo de la Patria, en un quinto piso inaccesible, se me apareció un
de Richard Matheson, un tipo que el verano pasado, ya viejo, se jugó gato equilibrista caminando por la canaleta del desagüe. Para
la vida en el incendio de California para salvar su gato. Después vino sentirme más seguro de mí mismo puse un gato negro al comienzo y
Raymond Chandler y a él le debo el gusto por escribir historias con uno colorado al final de Una sombra ya pronto serás.
muchos diálogos. Chandler, enamorado de los gatos, hacía un Para decirlo mal y pronto: hay gatos en todas mis novelas. Soy uno
romanticismo irónico de hombres duros que dicen frases de ellos, perezoso y distante. No sé si aprendí la sutileza de la
shakespeareanas. Esto explica muchas cosas. Me las explica a mí al especie. Ahora mismo, una de mis gatas se lava las manos acostada
menos. El día que nací en la calle Alem de Mar del Plata, había un sobre el teclado y tengo que apartarla con suavidad para seguir
gato esperando al otro lado de la puerta. Mi padre fumaba como loco escribiendo. Hace cinco meses que ella y yo hemos parado de fumar.
en el patio de la casilla de madera. Mi madre dice que fue un parto Juntos sufrimos la abstinencia. Hace unos meses esta habitación era
difícil, a las cuatro y veinte de la tarde de un día de verano. El sol un quemadero de fragancias maravillosas. Tabaco de aquí y de
rajaba la tierra. Los jóvenes Borges y Bioy Casares paraban cerca, Cuba, de Holanda y de Egipto. Ya no: resignamos algo de la utilería
ahí en Los Troncos, alucinando las historias de don Isidro Parodi. A que compone a los duros: cigarrillos, sombrero, impermeable, un
Borges lo seguían los gatos. revólver. El realismo sucio de Matheson y Chandler sobrevive a las
A mí un gato me trajo la solución para Triste, solitario y final. Un modas y los desprecios porque el lector quiere verse ahí, en la sangre
negro de mirada fija y contundente, muy parecido a la gata de de papel. Necesita leer sus miedos. Con eso Stephen King hizo una
Chandler. Otro me acompañó al exilio. Tuve uno llamado Peteco

Página 39
obra. En uno de sus libros un personaje acusa de plagiario al perdí, los regalé, los vendí; ahora los guardo más. Cuando un libro
narrador y le mata el gato. me gusta mucho suelo reponerlo y comprarlo, porque he leído
La mitología dice que al morir los gatos van a sentarse sobre la siempre mucho todo lo que me gusta o pienso que me va a gustar: en
redondez de la luna. Hay quienes sólo pueden verlos en las noches ese sentido soy muy prejuiciosa: si pienso que algo no me va a
claras. Otros los vemos en todas las penumbras. Yo no tengo gustar, no lo leo. Por eso estoy bastante desinformada, lo que en sí
biografía. Me la inventarán, un día, los gatos que vendrán cuando yo mismo no me preocupa, salvo cuando quedo fuera de las
esté, muy orondo, sentado en los bordes de la luna. conversaciones. Soy egresada de Filosofía y lo mismo me pasa con
los filósofos: si me interesa, leo mucho de lo mismo, autor o tema y
si no, ignoro. Como soy una persona que saca poco partido de la
Hebe Uhart experiencia en cuestiones prácticas y además no me gusta muchas
gestiones: administrativas, editoriales y de dentista, cada vez que
Tengo 56 años pero me siento de 46. Vivo en un barrio medio, ni debo ir a una editorial nueva a llevar mis cosas o al dentista yo
pobre ni rico y así es como me gusta: no desearía ser muy rica ni misma me premio. Yendo así a variados dentistas, editoriales y
pobre. Tengo y he tenido desde que recuerdo muchos amigos, tengo gestores, uno puede entender lo uno y lo múltiple. “Venga la semana
la certeza de que puedo hacerme amigos en cualquier parte del que viene”, o “No hay plata”, dicho de las maneras más
mundo, aunque la barrera del idioma es enojosa, le tengo miedo a los inverosímiles. Desde hace más de treinta años trabajo en la docencia,
aviones; me gusta viajar pero volar es un suplicio. ¿Cómo voy a primaria, secundaria, ahora universitaria, privada, pública, de
volar si no tengo alas? Me gusta viajar para encontrar a mi casa adultos. No creo que los jóvenes de ahora sean tan distintos a como
diferente, bah, para volver. De los primeros libros que compré en mi fuimos nosotros: quieren ser reconocidos, valorados y tratados con
vida (y los segundos y los etc) no conservo ninguno: los presté, los justicia, por lo tanto, casi siempre responden. Rechazo las ideas

Página 40
apocalípticas en todas sus manifestaciones, a saber: que los jóvenes hablo, no sé para dónde hablo. Debe ser tiempo de volver a la
no leen y van a ser ágrafos, que el mundo se va a destruir, que el país ficción, me digo.
va hacia la disolución, que el tango va a morir, etc. De los libros de
la Biblia, el Apocalipsis es el que menos me gusta. Tengo muy Me impresiona pensar que tengo la edad que tenía mi madre
pocos principios o convicciones firmes, pero sí creo en que debemos cuando me fui de casa, cuando me le escurrí de entre las manos para
tratar bien a los que tenemos cerca y en que todas las personas tienen vivir mi vida. Me impresiona empezar a calcular el tiempo que me
derecho a momentos de placer, alegría o como se llame: debemos queda.
tratar de no amargar a nadie. Me he vuelto impaciente. Fantaseo vidas paralelas. Me veo
en distintos países, me pienso en distintos idiomas, como para
multiplicar espacios y ganar tiempo.
Sylvia Molloy
En una de mis fantasías, regreso a la Argentina, me invento
De un tiempo a esta parte sueño, con cierta frecuencia, con una vida en Buenos Aires. Es una fantasía muy pobre, en el sentido
comunicaciones frustradas. Pongo por caso: anoche soñé que de que intenta retomar aspectos de la vida que dejé allí hace más de
llamaba a E., que por alguna razón estaba en Londres, y apenas veinticinco años. No retomo acontecimientos ni relaciones, sí
comenzada la conversación se quedaba dormida. Pese a mis lugares. Por ejemplo, me veo de nuevo viviendo en Palermo, me veo
esfuerzos por mantenerla despierta, yo sentía que el sueño la iba comprando remedios en la misma farmacia, comida en el mismo
venciendo hasta hacer desaparecer su voz. Emerjo de esos sueños almacén de entonces. Por alguna razón, la comida es muy
desorientada, como quien ha perdido coherencia. No sé con quién importante: el queso, el jamón, el dulce, el café, el pan adquieren
dimensiones auráticas. Fantaseo perversamente un comadreo con

Página 41
vendedores, con otros clientes, una lengua callejera en la que nunca ¿Qué sentido tendrá que el primer libro que escribí en inglés
participé cuando vivía allí: era más bien hosca. haya sido un libro sobre autobiografías? Hasta entonces el inglés no
La última vez que estuve en Buenos Aires, quedándome de era lenguaje de crítica. Estaba destinado, en su versión más
hecho no lejos de mi vieja casa, me pasó algo extraño. Busqué el pragmática, a la vida cotidiana del exilio; en su versión excesiva, no
edificio pero no lo encontré. Es decir, pasé por una casa de utilitaria, a los afectos, presentes y pasados. Y era también uno de
departamentos que tenía que ser la mía, pero no la reconocí con los lenguajes del recuerdo, el recuerdo de mi padre.
certeza. Me pareció que era el mismo número pero no logré La elección del inglés, para ese libro, fue deliberada.
identificar un solo detalle que me permitiera salir de la duda. Por un También mi método para adquirir soltura con un inglés escrito.
momento –y sin duda para mitigar mi desconcierto- llegué a pensar Anotaba en papelitos palabras, expresiones, cláusulas adverbiales
que a lo mejor habían echado abajo el edificio para construir uno (por lo general adversativas) que me gustaban y que quería usar,
nuevo. como quien plagia. Fue un largo ejercicio de traducción. Acaso allí
está la justificación autobiográfica. Y también el recuerdo de mi
Mi madre murió hace diez años. Todavía no he podido abrir padre.
su libreta de teléfonos (la misma que tenía cuando yo era chica) y
repasar esos nombres que también fueron míos mientras viví en la Desde el jardín de un departamento que da al mismo centro
Argentina, nombres que convocan voces familiares disponibles, una de manzana que el mío, un perro ladra todos los días al atardecer. En
comunidad telefónica. Todavía me cuesta, a mí que me encanta abrir cierta época del año –en otoño, cuando la luz ya es gris a esa hora en
cajones ajenos. Nueva York y las tardes destempladas- ese ladrido me devuelve a
Buenos Aires, las tardes de invierno de mi infancia, los perros
ladraban en la casa del fondo mientras yo hacía los deberes y

Página 42
escuchaba atenta las conversaciones de mi madre y mi tía, siguiente. Veinticuatro horas después de nacer fui sustituida por un
pequeñeces chismosas que se intercambiaban entre costuras y varón con ictericia. Tuvo que intervenir la policía. De alguna cama
radioteatros del aire. Yo era triste de chica, también muy curiosa: ajena volvió la beba de ojos claros. Comprensiblemente, mi madre
¿de qué hablaban, en realidad, mi madre y mi tía? En Nueva York se negó a tener más hijos.
los ladridos reproducen, intacto, aquel desencanto. También la Me crié fuera del centro, en el lado pobre de Olivos, hoy una
curiosidad. zona de típica clase media, entonces un barrio de obreros
Desde hace un tiempo que siento que me ha cambiado la especializados, la mayoría inmigrantes. Las calles eran de tierra. Las
memoria. No es que me olvide de las cosas, es que recuerdo de casas, cuadradas, sin revoque, toscas crisálidas de donde saldrían
manera diferente: como si mi memoria hubiera cambiado de retórica chalecitos de tejas. Tenían un fondo con parra, quinta de verduras y
y necesitara una escritura nueva. frutales. El matrimonio de mis padres fue una las tantas alianzas de
familias criollas y europeas. Los Kociancich (Cociansi), eslovenos
de Friuli, habían ido llegando de a gotas: primero mi abuelo, luego
Vlady Kociancich mi abuela y dos hijas, finalmente mi padre, un chico de catorce con
su hermana de diez. Durante el viaje, mi padre tiró al mar la camisa
Nací en el barrio de Palermo. Mis padres vivieron ahí tan poco negra que le había puesto su tía Nina. La tía Nina era una autoridad
tiempo que solo recuerdan un departamento prestado y la sala de de las flamantes Juventudes Fascistas. Recuerdo haber visto una
maternidad del Hospital Rivadavia. Por una de las ventanas que da a fotografía de ella de uniforme. Se parecía a Marlene Dietrich y a
Las Heras mi madre trató de arrojarse, en medio del trabajo de parto. todas las nazis rubias de los campos de concentración. Diez años
Esa noche no había médicos disponibles para atender a una después, su único hijo, Walter, huía a Inglaterra, se enlistaba en la
primeriza y las enfermeras la encerraron bajo llave hasta la mañana

Página 43
Royal Air Force y moría en combate. Hollywood hizo más films que cambiaba de manos según la suerte de cada batalla. Una
realistas de lo que uno supone. Navidad, mi padre, furioso, tuvo que ir a buscarme a casa de mi
Mi familia materna, los Correa, venían del campo, de la zona abuelo en Urquiza. Pasamos la medianoche solos arriba de un
de Lincoln. Como toda la gente de la provincia de Buenos Aires se tranvía.
jactaban de haber estado ahí desde siempre. Pero mi bisabuela Tenía dos años y medio cuando desaparecí nuevamente. Me
materna era irlandesa, una Collins, y mi bisabuelo era un vasco, un encontraron en el fondo de un pozo de cal seca, después de un día de
Bastida. Correa es apellido de judíos conversos que se refugiaron en búsqueda. Sana y callada. No hablé durante meses y luego, con
Galicia. tartajeantes monosílabos. Enfermé de asma. Para distraerme, mi
Mis dos familias habían conocido un pasado mejor o lo abuela materna me enseñó a leer y escribir. También me contaba
inventaban para despreciarse mutuamente. Crecí en una guerra de historias que yo escuchaba como cuentos de hadas: mi bisabuelo,
mujeres. Criollas contra europeas. Las Kociancich eran de una cautivo de los indios; mi bisabuela, haciendo encaje para los
belleza exangüe, con su delgadez crónica, su pelo claro, sus ojos patrones de una estancia dentro de una carreta; el desierto, los
grises de muñeca. Las Correa eran morochas, de inmensos ojos malones, los caballos. Mi padre me hablaba de tierras con castillos,
negros, impetuosas, audaces. Mis abuelas dirigían las maniobras de la nieve, de Roma, como si ese mundo estuviera a la vuelta de la
desde la base de domando del patio o de una mesa de costura: Fanny esquina. Mi tío, actor de un teatro independiente, vestido de Cyrano
Kociancich, con su languidez de posguerra, injuriosamente refinada; de Bergerac, recitaba junto a mi cama. Aprendí que todo lo extraño
Isabel Correa, con su insoportable altivez de criolla bien nacida que era posible.
no le debe nada a nadie. Los hombres eran piezas de relativa A los dieciocho años, descubrí Buenos Aires. Como un libro
importancia, suministraban víveres y armas. Yo iba y venían entre a otros libros, la ciudad daba a otras ciudades: la sórdida de un
estos continentes enfrentados. No había otros chicos. Fui un botín cuarto de pensión, que compartía con dos chicas igualmente

Página 44
hambreadas; la radiante de mi amistad con Borges, Bioy Casares y Le debo a Europa una identidad de escritora que mi país solo
Silvina Ocampo; la marginal de mi primer empleo, en una agencia me ha dado lenta y mesuradamente, con ese afán de madre que
de automóviles cerca del Botánico, de la que me echaron mis jefes, educa en el rigor, no en la ternura, para templarnos el carácter. Le
buenos muchachos, antes de caer presos. Ciudades incompatibles, debo a Buenos Aires un amor por su gente y por sus voces que no se
simultáneas. extingue nunca, y mi única, verdadera conciencia de una patria
Me decían que escribiendo no se va muy lejos. Cuando me
hice a la idea, ya estaba en Roma, París, Londres, Moscú,
escribiendo para una revista de turismo. No tenía plata para pagarme Ricardo Piglia

un taxi en Buenos Aires ni una cena en Bachín, pero en Europa me


Cuando me vine a vivir a Buenos Aries, en marzo de 1965, alquilé
alojaba en los grandes hoteles, comía en los mejores restaurantes y
una pieza en el Hotel Almagro, en Rivadavia y Castro Barros. Estaba
tomaba mi copa de champagne en la Ópera de Viena. Durante seis
terminando de escribir mi primer libro y Jorge Álvarez me dio un
largos años fui una especie de Cenicienta en tránsito. La literatura
trabajo. Le preparé una antología de literatura norteamericana para la
me mantuvo cuerda. Un día, con gran fe en mi talento, dejé la revista
serie de las Crónicas y con lo que me pagó y con lo que yo ganaba
y sus espejismos de película para dedicarme a escribir. Esa misma fe
en la universidad me alcanzó para mudarme y vivir en la ciudad. En
ha llevado a muchos al suicidio. A mí, a la humildad y a la alegría de
ese tiempo trabajaba en la cátedra de Introducción a la Historia en la
estar haciendo lo que quiero. Mi Ángel de la Guarda es literario y le
Facultad de Humanidades y viajaba todas las semanas a La Plata.
gustan los viajes. Publiqué mi primera novela en una editorial de
Había alquilado una pieza en una pensión y me quedaba tres días.
España. Un año después se publicaba en Alemania e Italia. Desde
Tenía la vida dividida, vivía dos vidas en dos ciudades como si fuera
entonces, he viajado siguiendo el caprichoso itinerario de mis libros
dos tipos diferentes, con otros amigos y otras circulaciones en cada
en el extranjero.
lugar. Lo que era igual, sin embargo, era la vida en la pieza de hotel.

Página 45
Los pasillos vacíos, los cuartos provisorios, el clima anónimo. La alusiones y los sobreentendidos son tantos que se descifran las
sensación de estar siempre de viaje. Vivir en un hotel es el mejor palabras pero no el sentido o la emoción de lo que está pasando. La
modo de no caer en la ilusión de “tener” una vida personal, de no mujer se llamaba Angelita y no estaba dispuesta a que la llevaran a
tener quiero decir nada personal para contar salvo los rastros que vivir a Trenque Lauquen. Se había escapado de la casa y parecía
dejan los otros. La pensión en La Plata era una casona interminable desesperada y me dio la sensación de que se estaba despidiendo. En
convertida en una especie de hotel berreta manejado por un la última página, con otra letra, alguien había escrito un número de
estudiante crónico que vivía de subalquilar los cuartos. La dueña de teléfono. Cuando llamé me atendieron en la guardia del hospital de
la casa estaba internada y el tipo le giraba todos los meses un poco City Bell. Por supuesto me olvidé del asunto, pero un tiempo
de plata a una casilla de correo en el hospicio de Las Mercedes. La después, en Buenos Aires, tendido en la cama de la pieza del hotel,
pieza que yo alquilaba era cómoda, con un balcón que se abría sobre se me ocurrió levantarme a inspeccionar el ropero. Sobre un costado,
la calle y un techo altísimo. También la pieza del Hotel Almagro en un hueco, había dos cartas: eran la respuesta de un hombre a las
tenía un techo altísimo que daba sobre los fondos de la Federación cartas de Angelita. Explicaciones no tengo. La única explicación que
de Box. Las dos piezas tenían un ropero muy parecido, con dos tengo es que yo estaba metido en un mundo escindido y que había
puertas y estantes forrados con papel de diario. Una tarde, en La otros dos que también estaban metidos en un mundo escindido y
Plata, encontré en un rincón del ropero las cartas de una mujer. pasaban de un lado a otro igual que yo y por esas extrañas
Siempre se encuentran rastros de los que han estado antes cuando se combinaciones que produce el azar, las cartas habían coincidido
vive en una pieza de hotel. Las cartas estaban disimuladas en un conmigo. No es raro encontrarse con un desconocido dos veces en
hueco como si alguien hubiera escondido un paquete con drogas. dos ciudades; parece más raro encontrar, en dos lugares distintos,
Estaban escritas con letra nerviosa y no se entendía casi nada; como dos cartas de dos personas que están conectadas y a las que uno no
siempre sucede cuando se lee la carta de un desconocido, las conoce. La casa de pensión en La Plata todavía está y todavía sigue

Página 46
ahí el estudiante crónico que ahora es un viejo tranquilo que sigue fue mi hermano. Supongo que a partir de ahí me quedé sin vocación
subalquilando las piezas a estudiantes y a viajantes de comercio que y tuve muchos oficios. El más espectacular: limpiador de ventanas;
pasan por La Plata siguiendo la ruta del sur de la provincia de el más humillante: lavacopas; el más burgués: comerciante de
Buenos Aires. También el Hotel Almagro sigue igual, y cuando voy antigüedades; el más secreto: criptógrafo en Cuba.
por Rivadavia hacia la Facultad de Filosofía y Letras de la calle Mi padre era mayordomo de estancia, un transculturado al
Puán, paso siempre por la puerta y me acuerdo de aquel tiempo. que los peones mestizos de Río Negro llamaban Huelche. Tuvo
Enfrente está la confitería Las Violetas. Por supuesto hay que tener tercer grado, pero sabía bolear avestruces y dejar el molde en la
un bar tranquilo y bien iluminado cerca si uno vive en una pieza de cancha de bochas. Su coraje físico sigue pareciéndome casi
hotel mitológico. Hablaba con los caballos. Uno lo mató, en 1947, y otro
nos dejó como única herencia. Este se llamaba "Mar Negro", y
marcaba dieciséis segundos en los trescientos: mucho caballo para
Rodolfo Walsh ese campo. Pero esta ya era zona de la desgracia, provincia de
Buenos Aires.
Me llaman Rodolfo Walsh. Cuando chico, ese nombre no terminaba
Tengo una hermana monja y dos hijas laicas.
de convencerme: pensaba que no me serviría, por ejemplo, para ser
Mi madre vivió en medio de cosas que no amaba: el campo,
presidente de la República. Mucho después descubrí que podía
la pobreza. En su implacable resistencia resultó más valerosa, y
pronunciarse como dos yambos aliterados, y eso me gustó.
durable, que mi padre. El mayor disgusto que le causo es no haber
Nací en Choele-Choel, que quiere decir "corazón de palo".
terminado mi profesorado en letras.
Me ha sido reprochado por varias mujeres.
Mis primeros esfuerzos literarios fueron satíricos, cuartetas
Mi vocación se despertó tempranamente: a los ocho años
alusivas a maestros y celadores de sexto grado. Cuando a los
decidí ser aviador. Por una de esas confusiones, el que la cumplió

Página 47
diecisiete años dejé el Nacional y entré en una oficina, la inspiración hay momentos en que me siento disponible para cualquier aventura,
seguía viva, pero había perfeccionado el método: ahora armaba para empezar de nuevo, como tantas veces.
sigilosos acrósticos.
En la hipótesis de seguir escribiendo, lo que más necesito es una
La idea más perturbadora de mi adolescencia fue ese chiste
cuota generosa de tiempo. Soy lento, he tardado quince años en
idiota de Rilke: Si usted piensa que puede vivir sin escribir, no debe pasar del mero nacionalismo a la izquierda; lustros en aprender a
escribir. Mi noviazgo con una muchacha que escribía armar un cuento, a sentir la respiración de un texto; sé que me falta
mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma
incomparablemente mejor que yo me redujo a silencio durante cinco óptima; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance
años. Mi primer libro fueron tres novelas cortas en el género policial, laborioso a través de la propia estupidez.
del que hoy abomino. Lo hice en un mes, sin pensar en la literatura,
aunque sí en la diversión y el dinero. Me callé durante cuatro años
más, porque no me consideraba a la altura de nadie. Operación
masacre cambió mi vida. Haciéndola, comprendí que, además de mis
perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior. Me fui
a Cuba, asistí al nacimiento de un orden nuevo, contradictorio, a
veces épico, a veces fastidioso. Volví, completé un nuevo silencio de
seis años. En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el
violento oficio de escritor era el que más me convenía. Pero no veo
en eso una determinación mística. En realidad, he sido traído y
llevado por los tiempos; podría haber sido cualquier cosa, aun ahora

Página 48
Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos
abuelos, y eran analfabetos uno y otro. En el invierno,
cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el
agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían
de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban
Discurso de aceptación del Premio ante la Academia a su cama. Debajo de las mantas ásperas, el calor de los
humanos libraba a los animalillos de una muerte cierta.
sueca
Aunque fuera gente de buen carácter, no era por primores
José Saramago de alma compasiva por lo que los dos viejos procedían así:
lo que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas,
era proteger su pan de cada día, con la naturalidad de
quien, para mantener la vida, no aprendió a pensar mucho
más de lo que es indispensable. Ayudé muchas veces a este
mi abuelo Jerónimo en sus andanzas de pastor, cavé
El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no muchas veces la tierra del huerto anejo a la casa y corté
sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando leña para la lumbre, muchas veces, dando vueltas y vueltas
la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de a la gran rueda de hierro que accionaba la bomba, hice
Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando subir agua del pozo comunitario y la transporté al hombro,
hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad muchas veces, a escondidas de los guardas de las cosechas,
se alimentaban él y la mujer. Vivían de esta escasez mis fui con mi abuela, también de madrugada, pertrechados de
abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que rastrillo, paño y cuerda, a recoger en los rastrojos la paja
después del desmame eran vendidos a los vecinos de la suelta que después habría de servir para lecho del ganado.
aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Y algunas veces, en noches calientes de verano, después de
Ribatejo. la cena, mi abuelo me decía: "José, hoy vamos a dormir los
dos debajo de la higuera".

Página 49
Había otras dos higueras, pero aquella, ciertamente por ser de toda la ciencia del mundo. Cuando, con la primera luz
la mayor, por ser la más antigua, por ser la de siempre, era, de la mañana, el canto de los pájaros me despertaba, él ya
para todas las personas de la casa, la higuera. Más o menos no estaba allí, se había ido al campo con sus animales,
por antonomasia, palabra erudita que sólo muchos años dejándome dormir. Entonces me levantaba, doblaba la
después acabaría conociendo y sabiendo lo que significaba. manta, y, descalzo (en la aldea anduve siempre descalzo
En medio de la paz nocturna, entre las ramas altas del hasta los catorce años), todavía con pajas enredadas en el
árbol, una estrella se me aparecía, y después, lentamente, pelo, pasaba de la parte cultivada del huerto a la otra,
se escondía detrás de una hoja, y, mirando en otra donde se encontraban las pocilgas, al lado de la casa.
dirección, tal como un río corriendo en silencio por el cielo
cóncavo, surgía la claridad traslúcida de la vía láctea, el Mi abuela, ya en pie desde antes que mi abuelo, me ponía
camino de Santiago, como todavía le llamábamos en la delante un tazón de café con trozos de pan y me
aldea. Mientras el sueño llegaba, la noche se poblaba con preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal
las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me
leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, tranquilizaba: "No hagas caso, en sueños no hay firmeza".
muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras Pensaba entonces que mi abuela, aunque también fuese una
de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mujer muy sabia, no alcanzaba las alturas de mi abuelo,
mantenía despierto, al mismo que suavemente me acunaba. ese que, tumbado debajo de la higuera, con el nieto José al
Nunca supe si él se callaba cuando descubría que me había lado, era capaz de poner el universo en movimiento apenas
dormido, o si seguía hablando para no dejar a medias la con dos palabras. Muchos años después, cuando mi abuelo
respuesta a la pregunta que invariablemente le hacía en las ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho,
pausas más demoradas que él, calculadamente, le llegué a comprender que la abuela, también ella, creía en
introducía en el relato: " Y después?". Tal vez repitiese las los sueños. Otra cosa no podría significar que, estando
historias para sí mismo, quizá para no olvidarlas, quizá sentada una noche, ante la puerta de su pobre casa, donde
para enriquecerlas con peripecias nuevas. En aquella edad entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y
mía y en aquel tiempo de todos nosotros, no será necesario menores de encima de su cabeza, hubiese dicho estas
decir que yo imaginaba que mi abuelo Jerónimo era señor palabras: "El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de

Página 50
morir". No dijo miedo de morir, dijo pena de morir, como la irrealidad sobrenatural del país en que decidió pasar a
si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la vivir. La misma actitud de espíritu que, después de haber
suya, en aquel momento casi final, estuviese recibiendo la evocado la fascinante y enigmática figura de un cierto
gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de bisabuelo berebere, me llevaría a describir más o menos en
la belleza revelada. Estaba sentada a la puerta de una casa, estos términos un viejo retrato (hoy ya con casi ochenta
como no creo que haya habido alguna otra en el mundo, años) donde mis padres aparecen. "Están los dos de pie,
porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos bellos y jóvenes, de frente ante el fotógrafo, mostrando en
como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de el rostro una expresión de solemne gravedad que es tal vez
irse de la vida sólo porque el mundo era bonito, gente, y temor delante de la cámara, en el instante en que el
ese fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, objetivo va a fijar de uno y del otro la imagen que nunca
que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se más volverán a tener, porque el día siguiente será
despidió de los árboles de su huerto uno por uno, implacablemente otro día.
abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a
ver. M madre apoya el codo derecho en una alta columna y
sostiene en la mano izquierda, caída a lo largo del cuerpo,
Muchos años después, escribiendo por primera vez sobre una flor. Mi padre pasa el brazo por la espalda de mi
este mi abuelo Jerónimo y esta mi abuela Josefa (me ha madre y su mano callosa aparece sobre el hombro de ella
faltado decir que ella había sido, según cuantos la como un ala. Ambos pisan tímidos una alfombra floreada.
conocieron de joven, de una belleza inusual), tuve La tela que sirve de fondo postizo al retrato muestra unas
conciencia de que estaba transformando las personas difusas e incongruentes arquitecturas neoclásicas". Y
comunes que habían sido en personajes literarios y que esa terminaba: "Tendría que llegar el día en que contaría estas
era, probablemente, la manera de no olvidarlos, dibujando cosas. Nada de esto tiene importancia a no ser para mí. Un
y volviendo a dibujar sus rostros con el lápiz siempre abuelo berebere, llegando del norte de Africa, otro abuelo
cambiante del recuerdo, coloreando e iluminando la pastor de cerdos, una abuela maravillosamente bella, unos
monotonía de un cotidiano opaco y sin horizontes, como padres graves y hermosos, una flor en un retrato, ¿qué otra
quien va recreando sobre el inestable mapa de la memoria, genealogía puede importarme? ¿en qué mejor árbol me

Página 51
apoyaría?". Escribí estas palabras hace casi treinta años sin fabricarían y traerían los materiales y las herramientas que,
otra intención que no fuese reconstituir y registrar instantes finalmente, en lo bueno y en lo menos bueno, en lo
de la vida de las personas que me engendraron y que bastante y en lo insuficiente, en lo ganado y en lo perdido,
estuvieron más cerca de mí, pensando que no necesitaría en aquello que es defecto pero también en aquello que es
explicar nada más para que se supiese de dónde vengo y de exceso, acabarían haciendo de mí la persona en que hoy
qué materiales se hizo la persona que comencé siendo y me reconozco: creador de esos personajes y al mismo
esta en que poco a poco me he convertido. tiempo criatura de ellos. En cierto sentido se podría decir
que, letra a letra, palabra a palabra, página a página, libro a
Ahora descubro que estaba equivocado, la biología no libro, he venido, sucesivamente, implantando en el hombre
determina todo y en cuanto a la genética, muy misteriosos que fui los personajes que creé. Considero que sin ellos no
habrán sido sus caminos para haber dado una vuelta tan sería la persona que hoy soy, sin ellos tal vez mi vida no
larga. A mi árbol genealógico (perdóneseme la presunción hubiese logrado ser más que un esbozo impreciso, una
de designarlo así, siendo tan menguada la sustancia de su promesa como tantas otras que de promesa no
savia) no le faltaban sólo algunas de aquellas ramas que el consiguieron pasar, la existencia de alguien que tal vez
tiempo y los sucesivos encuentros de la vida van pudiese haber sido y no llegó a ser.
desgajando del tronco central. También le faltaba quien
ayudase a sus raíces a penetrar hasta las capas subterráneas Ahora soy capaz de ver con claridad quiénes fueron mis
más profundas, quien apurase la consistencia y el sabor de maestros de vida, los que más intensamente me enseñaron
sus frutos, quien ampliase y robusteciese su copa para el duro oficio de vivir, esas decenas de personajes de
hacer de ella abrigo de aves migratorias y amparo de nidos. novela y de teatro que en este momento veo desfilar ante
Al pintar a mis padres y a mis abuelos con tintas de mis ojos, esos hombres y esas mujeres, hechos de papel y
literatura, transformándolos de las simples personas de de tinta, esa gente que yo creía que iba guiando de acuerdo
carne y hueso que habían sido, en personajes nuevamente y con mis conveniencias de narrador y obedeciendo a mi
de otro modo constructores de mi vida, estaba, sin darme voluntad de autor, como títeres articulados cuyas acciones
cuenta, trazando el camino por donde los personajes que no pudiesen tener más efecto en mí que el peso soportado
habría de inventar, los otros, los efectivamente literarios, y la tensión de los hilos con que los movía. De esos

Página 52
maestros el primero fue, sin duda, un mediocre pintor de ocasiones, preciosa, sagrada y sublime. Gente popular que
retratos que designé simplemente por la letra h., conocí, engañada por una Iglesia tan cómplice como
protagonista de una historia a la que creo razonable llamar beneficiaria del poder del Estado y de los terratenientes
de doble iniciación (la de él, pero también, de algún modo, latifundistas, gente permanentemente vigilada por la
la del autor del libro, protagonista de una historia titulada policía, gente, cuántas y cuántas veces, víctima inocente de
Manual de pintura y caligrafía, que me enseñó la honradez las arbitrariedades de una justicia falsa. Tres generaciones
elemental de reconocer y acatar, sin resentimientos ni
de una familia de campesinos, los Mau-Tempo, desde el
frustraciones, sus propios límites: sin poder ni ambicionar
comienzo del siglo hasta la Revolución de Abril de 1974
aventurarme más allá de mi pequeño terreno de cultivo, me
quedaba la posibilidad de cavar hacia el fondo, hacia que derrumbó la dictadura, pasan por esa novela a la que di
abajo, hacia las raíces. Las mías, pero también las del el título de Alzado del suelo y fue con tales hombres y
mundo, si podía permitirme una ambición tan desmedida. mujeres del suelo levantados, personas reales primero,
No me compete a mí, claro está, evaluar el mérito del figuras de ficción después, con las que aprendí a ser
resultado de los esfuerzos realizados, pero creo que es hoy paciente, a confiar y a entregarme al tiempo, a ese tiempo
patente que todo mi trabajo, de ahí para adelante, obedeció que simultáneamente nos va construyendo y destruyendo
a ese propósito y a ese principio. para de nuevo construirnos y otra vez destruirnos. No
tengo la seguridad de haber asimilado de manera
Vinieron después los hombres y las mujeres del Alentejo, satisfactoria aquello que la dureza de las experiencias
aquella misma hermandad de condenados de la tierra a que tornó virtud en esas mujeres y en esos hombres: una
pertenecieron mi abuelo Jerónimo y mi abuela Josefa, actitud naturalmente estoica ante la vida.
campesinos rudos obligados a alquilar la fuerza de los
brazos a cambio de un salario y de condiciones de trabajo Teniendo en cuenta, sin embargo, que la lección recibida,
que sólo merecerían el nombre de infames. Cobrando por pasados más de veinte años, permanece intacta en mi
menos que nada una vida a la que los seres cultos y memoria, que todos los días la siento presente en mi
civilizados que nos preciamos de ser llamamos, según las espíritu como una insistente convocatoria, no he perdido,
hasta ahora, la esperanza de llegar a ser un poco más

Página 53
merecedor de la grandeza de los ejemplos de dignidad que escrito, fue a este hombre enfermo que regresa pobre de la
me fueron propuestos en la inmensidad de las planicies del India, adonde muchos sólo iban para enriquecerse, fue a
Alentejo. El tiempo lo dirá. este soldado ciego de un ojo y golpeado en el alma, fue a
este seductor sin fortuna que no volverá nunca más a
¿Qué otras lecciones podría yo recibir de un portugués que perturbar los sentidos de las damas de palacio, a quien yo
vivió en el siglo XVI, que compuso las Rimas y las glorias, puse a vivir en el teatro en el escenario de la pieza de
los naufragios y los desencantos patrios de Os Luisiadas, teatro llamada Que farei con este livro? ( Qué haré con este
que fue un genio poético absoluto, el mayor de nuestra libro?), en cuyo final resuena una otra pregunta, aquella
Literatura, por mucho que eso pese a Fernando Pessoa, que que importa verdaderamente, aquella que nunca sabremos
a sí mismo se proclamó como el Súper Camoens de ella? si alguna vez llegará a tener respuesta suficiente: " Qué
Ninguna lección a mi alcance, ninguna lección que yo haréis con este libro?". Humildad orgullosa fue esa de
fuese capaz de aprender salvo la más simple que me podría llevar debajo del brazo una obra maestra y verse
ser ofrecida por el hombre Luis Vaz de Camoens en su injustamente rechazado por el mundo. Humildad orgullosa
más profunda humanidad, por ejemplo, la humildad también, y obstinada, esta de querer saber para qué
orgullosa de un autor que va llamando a todas las puertas servirán mañana los libros que vamos escribiendo hoy, y
en busca de quien esté dispuesto a publicar el libro que luego dudar que consigan perdurar largamente (¿hasta
escribió, sufriendo por eso el desprecio de los ignorantes cuándo?) las razones tranquilizadoras que quizá no estén
de sangre y de casta, la indiferencia desdeñosa de un rey y siendo dadas o que estamos dándonos a nosotros mismos.
de su compañía de poderosos, el escarnio con que desde Nadie se engaña mejor que cuando consiente que lo
siempre el mundo ha recibido la visita de los poetas, de los engañen otros.
visionarios y de los locos. Al menos una vez en la vida,
todos los autores tuvieron o tendrán que ser Luis de Se aproxima ahora un hombre que dejó la mano izquierda
Camoens, aunque no escriban las redondillas de Sobolos en la guerra y una mujer que vino al mundo con el
rios. Entre hidalgos de la corte y censores del Santo Oficio, misterioso poder de ver lo que hay detrás de la piel de las
entre los amores de antaño y las desilusiones de la vejez personas. Él se llama Baltasar Mateus y tiene el apodo de
prematura, entre el dolor de escribir y la alegría de haber Siete-Soles, a ella la conocen por Bilmunda, y también por

Página 54
el apodo de Siete-Lunas que le fue añadido después porque un libro en que el aprendiz de autor, gracias a lo que le
está escrito que donde haya un sol habrá una luna y que venía siendo enseñado desde el antiguo tiempo de sus
sólo la presencia conjunta de uno y otro tornará habitable, abuelos Jerónimo y Josefa, consiguió escribir palabras
por el amor, la tierra. Se aproxima también un padre jesuita como estas, donde no está ausente alguna poesía: "Además
llamado Bartolmeu que inventó una máquina capaz de de la conversación de las mujeres son los sueños los que
subir al cielo y volar sin otro combustible que no sea la sostienen al mundo en su órbita.
voluntad humana, ésa que según se viene diciendo, todo lo
puede, aunque no pudo, o no supo, o no quiso, hasta hoy, Pero son también los sueños los que le hacen una corona
ser el sol y la luna de la simple bondad o del todavía más de lunas, por eso el cielo es el resplandor que hay dentro
simple respeto. Son tres locos portugueses del siglo XVIII de la cabeza de los hombres si no es la cabeza de los
en un tiempo y en un país donde florecieron las hombres el propio y único cielo". Que así sea. De las
supersticiones y las hogueras de la Inquisición, donde la lecciones de poesía, sabía ya alguna cosa el adolescente,
vanidad y la megalomanía de un rey hicieron levantar un aprendidas en sus libros de texto cuando, en una escuela de
convento, un palacio y una basílica que asombrarían al enseñanza profesional de Lisboa, andaba preparándose
mundo exterior, en el caso poco probable de que ese para el oficio que ejerció en el comienzo de su vida de
mundo tuviera ojos bastantes para ver a Portugal, tal como trabajo: el de mecánico cerrajero. Tuvo también buenos
sabemos que los tenía Bilmunda para ver lo que escondido maestros del arte poético en las largas horas nocturnas que
estaba. Y también se aproxima una multitud de millares y pasó en bibliotecas públicas, leyendo al azar de encuentros
millares de hombres con las manos sucias y callosas, con y de catálogos, sin orientación, sin alguien que le
el cuerpo exhausto de haber levantado, durante años sin aconsejase, con el mismo asombro creador del navegante
fin, piedra a piedra, los muros implacables del convento, que va inventando cada lugar que descubre. Pero fue en la
las alas enormes del palacio, las columnas y las pilastras, biblioteca de la escuela industrial donde El año de la
los aéreos campanarios, la cúpula de la basílica suspendida muerte de Ricardo Reis comenzó a ser escrito.
sobre el vacío. Los sonidos que estamos oyendo son del
clavicornio del Doménico Scarlatti, que no sabe si debe Allí encontró un día el joven aprendiz de cerrajero (tendría
reír o llorar. Esta es la historia del Memorial del convento, entonces 17 años) una revista Atena era el título en que

Página 55
había poemas firmados con aquel nombre y, naturalmente, "He ahí el espectáculo del mundo, mi poeta de las
siendo tan mal conocedor de la cartografía literaria de su amarguras serenas y del escepticismo elegante. Disfruta,
país, pensó que existía en Portugal un poeta que se llamaba goza, contempla, ya que estar sentado es tu sabiduría".
así: Ricardo Reis. No tardó mucho tiempo en saber que el
poeta propiamente dicho había sido un tal Fernando El año de la muerte de Ricardo Reis terminaba con unas
Nogueira Pessoa que firmaba poemas con nombres de palabras melancólicas: "Aquí donde el mar acabó y la
poetas inexistentes nacidos en su cabeza y a quien llamaba tierra espera". Por tanto no habría más descubrimientos
para Portugal, sólo como destino una espera infinita de
heterónimos, palabra que no constaba en los diccionarios
futuros ni siquiera imaginables: el fado de costumbre, la
de la época, por eso costó tanto trabajo al aprendiz de las
saudade de siempre y poco más. Entonces el aprendiz
letras saber lo que ella significaba. Aprendió de memoria imaginó que tal vez hubiese una manera de volver a lanzar
muchos poemas de Ricardo Reis ("Para ser grande sé los barcos al agua, por ejemplo mover la propia tierra y
inteiro / Poe quanto és no mínimo que fazes"), pero no ponerla a navegar mar adentro. Fruto inmediato del
podía resignarse, pesar de tan joven e ignorante a que un resentimiento colectivo portugués por los desdenes
espíritu superior hubiese podido concebir, sin históricos de Europa (sería más exacto decir fruto de mi
remordimiento, este verso cruel: "Sábio e o que se contenta resentimiento personal), la novela que entonces escribí La
com o espectáculo do mundo". Mucho, mucho tiempo balsa de piedra separó del continente europeo a toda la
después, el aprendiz de escritor ya con el pelo blanco y un península Ibérica, transformándola en una gran isla
poco más sabio de sus propias sabidurías se atrevió a fluctuante, moviéndose sin remos ni velas, ni hélices, en
escribir una novela para mostrar al poeta de las Odas algo dirección al Sur del mundo, "masa de piedra y tierra
de lo que era el espectáculo del mundo en ese año de 1936 cubierta de ciudades, aldeas, ríos, bosques, fábricas,
bosques bravíos, campos cultivados, con su gente y sus
en que lo puso a vivir sus últimos días: la ocupación de la
animales", camino de una utopía nueva: el encuentro
Renania por el Ejército nazi, la guerra de Franco contra la
cultural de los pueblos peninsulares con los pueblos del
República española, la creación por Salazar de las milicias otro lado del Atlántico, desafiando así, a tanto se atrevió
fascistas portuguesas. Fue como si estuviese diciéndole: mi estrategia, el dominio sofocante que los Estados Unidos

Página 56
de la América del Norte vienen ejerciendo en aquellos su lado visible y su lado invisible y que no sabremos nada
parajes. Una visión dos veces utópica entendería esta de ellas, mientras no les hayamos dado la vuelta completa.
ficción política como una metáfora mucho más generosa y De eso precisamente trata una conversación que tiene con
humana: que Europa, toda ella, deberá trasladarse hacia el el historiador. Así: "Les recuerdo que los revisores ya
Sur de manera que, en descuento de sus abusos coloniales vieron mucho de literatura y vida, Mi libro, se lo recuerdo,
antiguos y modernos, ayudar a equilibrar el mundo. Es es de historia. No es propósito mío apuntar otras
decir, Europa finalmente como ética. Los personajes de La contradicciones, profesor, en mi opinión todo cuanto no
balsa de piedra dos mujeres, tres hombres y un perro viajan sea vida es literatura. La historia también. La historia sobre
incansablemente a través de la Península mientras ella va todo, sin querer ofender.
surcando el océano. El mundo está cambiando y ellos
saben que deben buscar en sí mismos las personas nuevas Y la pintura, y la música. La música va resistiéndose desde
en que se convertirán (sin olvidar al perro que no es un que nació, unas veces otras viene, quiere librarse de la
perro como los otros). Eso les basta. palabra, supongo que por envidia, pero regresa siempre a
la obediencia. Y la pintura, mire, la pintura no es más que
Se acordó entonces el aprendiz que en tiempos de su vida literatura hecha con pinceles. Espero que no se haya
había hecho algunas revisiones de pruebas de libros y que olvidado de que la humanidad comenzó pintando mucho
si en La balsa de piedra hizo, por decirlo así, revisión del antes de saber escribir. Conoce el refrán, si no tienes pero
futuro, no estaría mal que revisara ahora el pasado caza con el gato, o dicho de otra manera, quien no puede
inventando una novela que se llamaría Historia do cerco de escribir, pinta, o dibuja, es lo que hacen los niños. Lo que
Lisboa, en la que un revisor trabajando un libro del mismo usted quiere decir, con otras palabras, es que la literatura
título, aunque de historia, y cansado de ver cómo la citada ya existía antes de haber nacido, sí señor, como el hombre,
historia cada vez es menos capaz de sorprender, decidió con otras palabras, antes de serlo ya lo era. Me parece que
poner en lugar de un "sí" un "no", subvirtiendo la autoridad usted equivocó la vocación, debería ser historiador. Me
de las "verdades históricas". Raimundo Silva, así se falta preparación profesor, qué puede un simple hombre
llamaba el revisor, es un hombre simple, vulgar que sólo se hacer sin preparación, mucha suerte he tenido viniendo al
distingue de la mayoría por creer que todas las cosas tienen mundo con la genética organizada, pero, por decirlo así, en

Página 57
estado bruto, y después sin más pulimento que las primeras aprendizaje de la duda el que le llevó, dos años más tarde,
letras que se quedaron como únicas. Podía presentarse a escribir El Evangelio según Jesucristo. Es cierto, y él lo
como autodidacta producto de su digno esfuerzo, no es ha dicho, que las palabras del título le surgieron por efecto
ninguna vergüenza, antiguamente la sociedad estaba de una ilusión óptica, pero es legítimo que nos
orgullosa de sus autodidactas. interroguemos si no habría sido el sereno ejemplo del
revisor el que, en ese tiempo, le anduvo preparando el
Eso se acabó, vino el desarrollo y se acabó, los terreno de donde habría de brotar la nueva novela. Esta vez
autodidactas son vistos con malos ojos, sólo los que no se trataba de mirar por detrás de las páginas del Nuevo
escriben versos o historias para distraer están autorizados a Testamento a la búsqueda de contradicciones, sino de
ser autodidactas, pero yo para la creación literaria no tengo iluminar con una luz rasante la superficie de esas páginas,
habilidad. Entonces métase a filósofo. Usted es un como se hace con una pintura para resaltarle los relieves,
humorista, cultiva la ironía, me pregunto cómo se dedicó a las señales de paso, la oscuridad de las depresiones. Fue así
la historia, siendo ella tan grave y profunda ciencia. Soy como el aprendiz, ahora rodeado de personajes
irónico, sólo en la vida real. Ya me parecía a mí que la evangélicos, leyó, como si fuese la primera vez, la
historia no es la vida real, literatura sí, y nada más. Pero la descripción de la matanza de los inocentes y habiendo
historia fue vida real en el tiempo en que todavía no se le leído, no comprendió. No comprendió que pudiese haber
podía llamar historia. mártires de una religión que tuviese que esperar treinta
años para que su fundador pronunciase la primera palabra
Entonces usted cree, profesor, que la historia es la vida de ella, no comprendió que no hubiese salvado la vida de
real. Lo creo, sí. los niños de Belén precisamente la única persona que lo
podría haber hecho, no comprendió la ausencia, en José, de
Que la historia fue vida real, quiero decir. No tengo la un sentimiento mínimo de responsabilidad, de
menor duda. “¿Qué sería de nosotros si el deleatur, que remordimiento, de culpa o siquiera de curiosidad, después
todo lo borra, no existiese?”, suspiró el revisor. Escusado de volver de Egipto con su familia. Ni se podrá argumentar
será añadir que el aprendiz aprendió con Raimundo Silva en defensa de la causa que fue necesario que los niños de
la lección de la duda. Ya era hora. Fue probablemente este Belén murieran para que pudiese salvarse la vida de Jesús:

Página 58
El simple sentido común, que a todas las cosas, tanto a las escribió las últimas palabras del diálogo en el templo entre
humanas como a las divinas, debería presidir, está ahí para Jesús y el escriba: "La culpa es un lobo que se come al hijo
recordarnos que Dios no enviaría a su hijo a la Tierra con después de haber devorado al padre, dijo el escriba. Ese
el encargo de redimir los pecados de la humanidad, para lobo de que hablas ya se ha comido a mi padre, dijo Jesús.
que muriera a los dos años de edad degollado por un Entonces solo falta que te devore a ti. Y tú, en tu vida,
soldado de Herodes. En ese Evangelio escrito por el fuiste comido o devorado. No sólo comido y devorado,
aprendiz con el respeto que merecen los grandes dramas, también vomitado, respondió el escriba".
José será consciente de su culpa, aceptará el
remordimiento en castigo de la falta que cometió y se Si el emperador Carlomagno no hubiese establecido en el
dejará conducir a la muerte casi sin resistencia, como si norte de Alemania un monasterio, si ese monasterio no
eso le faltase todavía para liquidar sus cuentas con el hubiese dado origen a la ciudad de Münster, si Münster no
mundo. El Evangelio del aprendiz no es, por tanto, una hubiese querido celebrar los 1.200 años de su fundación
leyenda edificante más de bienaventurados y de dioses, con una ópera sobre la pavorosa ópera que enfrentó en el
sino la historia de unos cuantos seres humanos sujetos a un siglo XVI a protestantes anabaptistas y católicos, el
poder contra el cual luchan, pero al que no pueden vencer. aprendiz no habría escrito la pieza de teatro que tituló In
Jesús, que heredará las sandalias con las que su padre nomine Dei. Una vez más, sin otro auxilio que la pequeña
había pisado el polvo de los caminos de la tierra, también luz de su razón, el aprendiz tuvo que penetrar en el oscuro
heredará de él el sentimiento trágico de la responsabilidad laberinto de las creencias religiosas, esas que con tanta
y de ella la culpa que nunca lo abandonará, incluso cuando facilidad llevan a los seres humanos a matar y a dejarse
levante la voz desde lo alto de la cruz: "Hombres, matar. Y lo que vio fue nuevamente la máscara horrenda
perdonadle, porque él no sabe lo que hizo", refiriéndose al de la intolerancia, una intolerancia que en Münster alcanzó
Dios que lo llevó hasta allí, aunque quien sabe si el paroxismo demencial, una intolerancia que insultaba la
recordando todavía, en esta última agonía, a su padre propia causa que ambas partes proclamaban defender.
auténtico, aquel que en la carne y en la sangre, Porque no se trataba de una guerra en nombre de dos
humanamente, lo engendró. Como se ve, el aprendiz ya dioses enemigos sino de una guerra en nombre de un
había hecho un largo viaje cuando en el herético evangelio mismo dios.

Página 59
Ciegos por sus propias creencias, los anabaptistas y los la vida no tiene nada más importante que pedir a un ser
católicos de Münster no fueron capaces de comprender la humano. El libro se llama Todos los nombres. No escritos,
más clara de todas las evidencias: en el día del Juicio Final, todos nuestros nombres están allí. Los nombres de los
cuando unos y otros se presenten a recibir el premio o el vivos y los nombres de los muertos. Termino. La voz que
castigo que merecieron sus acciones en la tierra, Dios, si en leyó estas páginas quiso ser el eco de las voces conjuntas
sus decisiones se rige por algo parecido a la lógica de mis personajes. No tengo, pensándolo bien, más voz
humana, tendrá que recibir en el paraíso tanto a unos como que la voz que ellos tuvieron. Perdóneseme si les pareció
a otros, por la simple razón de que unos y otros en Él poco esto que para mí es todo.
creían. La terrible carnicería de Münster enseñó al
aprendiz que, al contrario de lo que prometieron las
religiones, nunca sirvieron para aproximar a los hombres y
que la más absurda de todas las guerras es una guerra
religiosa teniendo en consideración que Dios no puede,
aunque lo quisiese, declararse la guerra a sí mismo.
Ciegos. El aprendiz pensó "estamos ciegos", y se sentó a
escribir el Ensayo sobre la ceguera para recordar a quien lo
leyera que usamos perversamente la razón cuando
humillamos la vida, que la dignidad del ser humano es
insultada todos los días por los poderosos de nuestro
mundo, que la mentira universal ocupó el lugar de las
verdades plurales, que el hombre dejó de respetarse a sí
mismo cuando perdió el respeto que debía a su semejante.
Después el aprendiz, como si intentara exorcizar a los
monstruos engendrados por la ceguera de la razón, se puso
a escribir la más simple de todas las historias: una persona
que busca a otra persona sólo porque ha comprendido que

Página 60
sencilla. He pensado muchas veces que un
hombre podría llegar él solo al Ecuador, y
luchar heroicamente con leones y tigres, y
Mi vida fracasar luego en su tentativa de escribir el
relato de lo que vio y vivió. Y, viceversa,
Introducción otro hombre que no hubiese salido nunca de
su hogar podría acaso describir la muerte de
Isadora Duncan
los tigres en la selva con un arte que
transmitiera a sus lectores la sensación de
Confieso que me infundió terror la hallarse en el propio lugar de la lucha,
proposición primera de escribir este libro. Y compartiendo sus temores e infortunios,
no porque mi vida no haya sido más percibiendo el hedor de los leones y
interesante que cualquier novela ni más escuchando el espantoso ruido del crótalo
azarosa que cualquier película, al punto de que se acerca. Parece que nada existe si no es
que no pudiera servir, en el caso de estar en la imaginación, y todas las cosas
realmente bien escrita, de relato que "hiciera maravillosas que a mí me han ocurrido
época", sino porque... —y he ahí el busilis— pueden perder su sabor si yo no tengo la
porque había que escribirla. pluma de Cervantes o, por lo menos, de un
Casanova.

He necesitado años de lucha, de estudio Y aún más. ¿Cómo podemos escribir la


y de duro trabajo para aprender un simple verdad sobre nosotros mismos? ¿Es que
gesto; y en cuanto al arte de escribir, conozco acaso la conocemos? Hay la visión que
lo suficiente para comprender que necesitaría nuestros amigos tienen de nosotros; la visión
de nuevo otros tantos años de esfuerzo que tenemos de nosotros mismos, y la visión
concentrado para redactar una frase bella y que nuestro amante tiene de nosotros, Hay

Página 61
también la visión de nuestros enemigos. Y sacaba del bolsillo una trompetilla, al tiempo
todas ellas son diferentes. Poseo una gran que me confesaba que era completamente
experiencia sobre todo en esto: muchas sordo y que ni aun con ese aparato podía
mañanas me han servido con el café críticas apenas oír la orquesta, aunque se sentara en
de periódicos en que se me decía que era un la primera fila de butacas! Los juicios de tal
genio y bella como una diosa, y apenas había hombre me habían hecho perder el sueño
terminado de sonreír satisfactoriamente, muchas veces.
cuando tomaba otro periódico y leía que yo
no tenía ningún talento, que estaba mal hecha
y que era una perfecta arpía. Así, pues, casi todos los demás ven en
nosotros a una persona diferente, ¿cómo
Tuve que renunciar a leer las críticas de vamos a encontrar en nosotros mismos una
mi trabajo, porque no podía pedir que todas nueva persona de quien escribir en este libro?
me elogiaran y porque las malas críticas eran ¿Será de una Virgen María, de una Mesalina,
demasiado deprimentes y me incitaban al de una Magdalena o de una Marisabidilla?
homicidio. Hubo en Berlín un crítico que me ¿Dónde puedo encontrar la mujer de todas
abrumaba de insultos. Entre otras cosas decía estas aventuras? Le parece que no es una
que yo carecía totalmente de instinto sola, sino centenares, y que mi alma está muy
musical. Un día le escribí suplicándole que lejana, sin que ninguna de aquellas aventuras
viniera a verme para convencerlo de su error. la ro en ce realidad.
Vino, y se sentó contiguo a la mesa de té.
Hora y media estuve defendiendo mis teorías Se ha dicho muy bien que la primera
acerca del movimiento visual creado por la condición para escribir sobre algo es que el
música. Me di pronto cuenta de que era un escritor "no haya vivido el asunto". Si se
hombre bastante prosaico y estólido; pero quiere transcribir con palabras un asunto que
¡cuál no sería mi desencanto al ver que se ha vivido efectivamente, las palabras

Página 62
huyen. Los recuerdos son menos tangibles de su vida. Jean-Jacques Rousseau hizo este
que los sueños. Yo he tenido muchos sueños supremo sacrificio por la Humanidad: revelar
que hoy me parecen más reales que el la verdad de su alma, sus acciones y
recuerdo de hechos efectivos. La vida es un pensamientos más íntimos. El resultado fue
sueño, y tanto mejor que así sea, porque un gran libro. Walt Whitman ofrendó su
¿quién podría sobrevivir a algunas de sus verdad a América. Su libro estuvo algún
experiencias, al hundimiento del "Lusitania", tiempo prohibido como "libro inmoral",
por ejemplo? Una experiencia como aquella expresión que hoy nos parece absurda.
debería dejar una eterna expresión de terror Ninguna mujer ha dicho toda la verdad de su
en la cara de los hombres y mujeres que la vida. Las autobiografías de las mujeres más
vivieron. Y, sin embargo, los vemos famosas constituyen una serie de relatos de
sonrientes y felices por todas partes. Tan sólo su existencia exterior, detalles y anécdotas
en las novelas cambian de súbito, livianos que no dan ninguna idea de su vida
radicalmente, los personajes. En la vida real, verdadera. Los grandes momentos de gozo o
aun después de las más terribles peripecias, de tristeza quedan en silencio.
el carácter permanece, en su base,
exactamente igual. Ved a esos príncipes Mi arte es precisamente un esfuerzo que
rusos que han perdido todo lo que poseían y tiende a expresar, en gestos y movimientos,
que, diariamente, acuden de noche a la verdad de mi Ser. He necesitado muchos
Montmartre, y allí cenan alegremente con las años para encontrar el más pequeño
girls del coro, lo mismo que antes de la movimiento absolutamente verdadero. Las
guerra. palabras tienen un significado distinto. No he
vacilado nunca ante los públicos que se
Una mujer o un hombre que escribieran la apelotonaban para verme trabajar. Les he
verdad de su vida escribirían una gran obra. dado los impulsos más secretos de mi alma.
Pero nadie se ha atrevido a escribir la verdad Desde el primer momento, yo no he hecho

Página 63
sino bailar mi vida. De niña, bailaba el gozo Nada tan lejano de la verdad efectiva de
espontáneo de las cosas que crecían. De una persona como el héroe o la heroína de
adolescente, bailaba con un gozo que se una película o de una novela corrientes.
transformaba en captación de las primeras Dotados, generalmente de todas las virtudes,
sensaciones de trágicas corrientes les sería imposible cometer una mala acción.
subterráneas, captación de la brutalidad Nobleza, valor, fortaleza, etc., etc., son las
despiadada y del progreso aplastante de la
virtudes del héroe. Pureza, dulzura, etc., las
vida.
de la heroína. Todas las cualidades
Cuando tenía dieciséis años bailé en mediocres y todos los pecados corresponden
público sin música. Al terminar, una voz al traidor de la fábula y a la "mala mujer".
surgió súbitamente del concurso: "Es la Pero ya sabemos que nadie es enteramente
Muerte y la Virgen", dijo, y aquella danza se bueno ni enteramente malo. Quizá no
llamó desde entonces y para siempre, La pequemos contra los diez mandamientos,
Muerte y la Virgen, Pero yo no lo había pero todos somos capaces de pecar. En
querido: yo había pretendido únicamente nosotros alienta el violador de todas las
expresar mi primer contacto con la tragedia leyes, dispuesto a salir a la superficie a la
que existe en todas las manifestaciones menor oportunidad. Los hombres virtuosos
jubilosas. A mi juicio, aquella danza hubiera
son sencillamente aquellos que no han sido
debido llamarse La Vida y la Virgen.
suficientemente tentados porque viven en un
Más tarde, bailé mi lucha con esta misma estado vegetativo, o porque sus deseos se
vida, que el público había llamado muerte, y hallan tan concentrados en una sola dirección
mi afán por arrancarle sus goces efímeros. que no tienen ocio para mirar a su alrededor.

Página 64
Una vez vi un film maravilloso. Se mismo Phoebus Apolo. D'Annunzio ha
llamaba El rail. El tema desarrollado era que logrado el amor de algunas de las más
la vida de los seres humanos es como una grandes y bellas mujeres de su tiempo.
máquina lanzada sobre una vía fija. Y si la Cuando ama a una mujer, eleva su espíritu
máquina se sale de la vía o encuentra en su por encima de esta tierra y escala la región
camino un obstáculo insuperable, viene el divina donde Beatriz alienta y resplandece. Y
desastre. Dichosos aquellos conductores que, a su vez, transforma a la mujer, haciéndola
a la vista de una pendiente pronunciada, no partícipe de la esencia divina, y la eleva tan
sienten el impulso diabólico de abandonar alto que ella se cree la misma Beatriz cantada
todos los frenos y de precipitarse a la por el Dante en estrofas inmortales. Hubo un
destrucción. tiempo, en París, en que el culto dc
D'Annunzio alcanzó tal magnitud que era
Algunas veces se me ha preguntado si amado por todas las más famosas bellezas.
creía yo que el amor era superior al arte, y he En aquella época ponía, por turno, un velo de
contestado que no podía separarlos, porque el luz a cada favorita. Y ella se alzaba sobre la
artista es el amante único, el único amante cabeza de los mortales y paseaba rodeada de
que tiene la pura visión de la belleza, y amor una extraña claridad. Pero cuando terminaba
es la visión del alma al contemplar la belleza el capricho del poeta, este velo de luz
inmortal. desaparecía, la claridad se eclipsaba y la
mujer volvía a la arcilla común. Ella no
Una de las personalidades más comprendía lo que le ocurría, pero tenía
asombrosas de nuestro tiempo es acaso conciencia de un súbito descenso a la tierra,
Gabriele d'Annunzio. Es pequeño y, excepto y al volver la mirada hacia su ser
cuando su rostro se ilumina, no puede decirse transformado cuando D'Annunzio la adoraba,
que sea hermoso. Pero si habla a una mujer a percibía que nunca más en su vida volvería a
quien ama, se transforma hasta semejarse al encontrar a este genio del amor. Lamentando

Página 65
su suerte, cada vez crecía más su desolación, semejante a la sensación de Eva cuando oía
hasta que alguien, al verla, exclamaba: " la voz de la serpiente en el Paraíso. D'
¿Cómo pudo D'Annunzio amar a esta mujer Annunzio podía hacer creer a una mujer que
superficial de los ojos morados?". Tan gran ella era el centro del Universo.
amador era D' Annunzio, que podía
transformar a la mortal más ordinaria en una Recuerdo un maravilloso paseo que di con
apariencia momentánea de ser celestial. él en el Forêt. Nos detuvimos, y se hizo el
silencio. Entonces D'Annunzio exclamó:
En toda la vida del poeta, una mujer tan "iOh, Isadora, únicamente con usted es
sólo se resistió a esta prueba. Era la posible estar solo en la Naturaleza! Todas las
reencarnación misma de la divina Beatriz, y demás mujeres destruyen el paisaje; usted es
sobre ella no necesitó D'Annunzio arrojar su la única que se convierte en una parte de él
velo. Porque yo he creído siempre que (¿podía una mujer resistir a tal homenaje?).
Eleonora Duse era la Beatriz efectiva del Usted forma parte de los árboles y del cielo;
Dante, reencarnada en nuestros días, y por es usted la diosa dominante de la Naturaleza.
eso, ante ella, D'Annunzio no podía sino
hincar en tierra sus rodillas para adorarla. Así era el genio de D'Annunzio. Daba a
Fue la única experiencia beatífica de su vida. cada mujer la sensación de que era la diosa
En las otras mujeres encontraba la materia de un dominio diferente.
que él mismo les transmitía; únicamente
Eleonora se elevó sobre él, revelándole la Tendida aquí en mi lecho, en el
inspiración divina. Negresco, quiero analizar eso que llaman
Memorias. Siento el calor del sol del
¡Qué poca gente conoce el poder del mediodía. Oigo las voces de los niños que
halago sutil! Oírse alabar con esa magia juegan en el parque vecino. Barrunto el calor
peculiar a D'Annunzio es —yo creo— algo de mi propio cuerpo. Dirijo la mirada hacia

Página 66
mis piernas desnudas, mientras las estiro; negra. Era el doctor. "No es verdad —dijo—;
hacia la dulzura de mis senos; hacia mis yo los salvaré".
brazos, que nunca están quietos, sino que
flotan en suaves ondulaciones, y me doy Le creí. Quise acompañarlo, pero los
cuenta de que estoy cansada desde hace doce amigos me lo impidieron. Luego supe que no
años. Este pecho encierra un dolor incurable; me dejaron salir porque no había esperanza.
estas manos que aquí tengo delante están Temían que la impresión me produjera
marcadas por la tristeza, y cuando estoy sola, alguna enfermedad; me hallaba en un estado
estos ojos tienen una rara sequedad. Las de gran exaltación. Todos lloraban a mi
lágrimas han brotado durante doce años, a alrededor, pero yo no podía llorar. Por el
partir del día —hace doce años— en que, contrario, sentía un inmenso deseo de
tendida en otro lecho, fui repentinamente consolar a todos. Hoy, al mirar hacia el
despertada por un gran alarido, y en que, al pasado, no puedo comprender mi extraña
volverme, vi a L. que gritaba, como un situación espiritual de aquel momento. ¿No
hombre herido: "Los niños han muerto". sería que logré un estado tal de clarividencia
que comprendí enseguida que la muerte no
Recuerdo que el grito me produjo un existe, y que aquellas dos pequeñas imágenes
extraño malestar, y que sentí en mi garganta de cera no eran mis hijos, sino únicamente
un fuego corno si me hubiera tragado los vestidos de mis hijos, y que mis hijos
algunos carbones encendidos. Pero no podía vivían y vivirán eternamente? Dos veces
comprender aquello. Le hablé en voz baja: lanza la madre ese grito que parece ajeno a
intenté callarlo; le dije que no podía set ella misma: al alumbrar y al perder al hijo;
verdad. Llegaron más personas, y yo cuando sentí el roce de aquellas dos
continuaba sin comprender lo que había pequeñas manos frías que ya nunca volverían
sucedido. Entonces entró un hombre de barba a estrecharme, escuché mi grito —el mismo
grito que escuché cuando nacieron. ¿Por qué

Página 67
el mismo, siendo el uno grito de suprema
alegría y el otro de suprema tristeza? No sé
por qué, pero sé que era el mismo. ¿No será
acaso que en todo el Universo no hay más
que un solo Gran Grito, que expresa la
Angustia, la Alegría, el Éxtasis y el Dolor: el
Grito de Creación de la Madre?

FRAGMENTOS DE LA AUTOBIOGRAFÍA DE PATTI SMITH


Yo estaba durmiendo cuando él murió. Había llamado al
hospital para desearle las buenas noches como siempre, pero la
morfina lo había dejado inconsciente. Me quedé escuchando su
respiración fatigosa, sabiendo que ya nunca volvería a oírlo.
Más tarde, me puse a ordenar mis cosas, mi cuaderno y pluma
Eramos unos niños estilográfica. El tintero azul cobalto que había sido suyo. Mi taza de
té, mi corazón morado, una bandeja con dientes de leche. Subí los
Patti Smith peldaños despacio, contándolos, los catorce, uno a uno. Arropé a mi
hija en su cuna, besé a mi hijo dormido. Luego me acosté junto a mi
Prólogo marido y recé mis oraciones. «Sigue vivo», recuerdo que susurré.
Luego, me dormí.

Página 68
Me desperté temprano y, al bajar las escaleras, supe que había Cuando era pequeña, mi madre me llevaba de paseo por el
muerto. Reinaba un silencio casi absoluto, quebrado únicamente por parque Humboldt, junto a la orilla del río Prairie. Tengo recuerdos
el sonido del televisor, que se había quedado encendido durante la borrosos, semejantes a huellas dactilares en platos de cristal, de un
noche. Emitían un programa cultural. Se oía una ópera. La pantalla viejo cobertizo para barcos, una glorieta circular, un puente de
captó mi atención cuando Tosca anunció, con fuerza y dolor, su piedra con arcos. El río desembocaba en una vasta laguna y en su
pasión por el pintor Cavaradossi. Era una fría mañana de marzo y me superficie presencié un milagro singular. Un largo cuello curvo se
puse el jersey. alzó de un vestido de plumas blancas.
«Cisne», dijo mi madre, percibiendo mi emoción. El ave
golpeteó el agua resplandeciente con sus grandes alas y alzó el
vuelo.
La palabra en sí apenas dio fe de su grandeza ni transmitió la
emoción que me produjo. Su imagen me generó un deseo para el que
no tenía palabras, un deseo de hablar del cisne, de decir algo acerca
de su blancura, la naturaleza explosiva de su movimiento y la
Subí las persianas y el estudio se inundó de luz. Alisé la gruesa lentitud con que había batido las alas.
tela de lino que cubría mi sillón, escogí un libro de pinturas de El cisne se fundió con el cielo. Me esforcé por hallar palabras
Odilon Redon y lo abrí por la imagen de una cabeza de mujer que que expresaran mi noción de él. «Cisne», repetí, no enteramente
flota en una franja de mar. Les yeux clos. Un universo aún por satisfecha, y sentí un cosquilleo, un anhelo curioso, imperceptible
descubrir contenido bajo sus pálidos párpados. Sonó el teléfono y me para los transeúntes, mi madre, los árboles o las nubes.
levanté a cogerlo.
Era Edward, el hermano menor de Robert. Me dijo que había ***
dado a Robert un último beso de mi parte, como había prometido.
Me quedé inmóvil, paralizada; luego, despacio, como si estuviera Nací un lunes, en el North Side de Chicago durante la gran
inmersa en un sueño, volví a sentarme. En aquel instante, Tosca nevada de 1946. Me adelanté un día, porque los niños nacidos en la
comenzó la magnífica aria «Vissi d’arte». «He vivido para el amor, víspera de Año Nuevo salían del hospital con un frigorífico nuevo.
he vivido para el arte». Cerré los ojos y entrelacé las manos. La Pese a sus esfuerzos por no dejarme salir, mi madre comenzó a tener
Providencia había dictado cómo sería mi despedida. fuertes dolores de parto mientras el taxi atravesaba a paso de tortuga
la ventisca que azotaba el lago Michigan. A decir de mi padre, nací
Nacidos en lunes larga, flaca y aquejada de bronconeumonía, y él me mantuvo con
vida sosteniéndome sobre una bañera humeante.

Página 69
Me siguió mi hermana Linda, que también nació durante una mí, donde debía estar. Quizá para satisfacer mi curiosidad, mi madre
nevada en 1948. Por necesidad, me vi obligada a despabilarme muy me apuntó a catequesis. A fuerza de repetir aprendíamos versículos
pronto. Mi madre planchaba para otros mientras yo permanecía de la Biblia y las palabras de Jesús. Después nos colocaban en fila y
sentada en las escaleras de nuestra pensión, esperando al heladero y nos recompensaban con una cucharada de miel. Solo había una
los pocos carros de caballos que aún quedaban. El heladero me daba cuchara para servir a un montón de niños con tos. Yo rehuía la
pedacitos de hielo envueltos en papel de estraza. Yo me metía uno cuchara de forma instintiva, pero enseguida acepté la noción de
en el bolsillo para mi hermana menor, pero, cuando más adelante iba Dios. Me gustaba imaginarme una presencia por encima de nosotros,
a sacarlo, descubría que ya no estaba. en continuo movimiento, como estrellas líquidas. No satisfecha con
Al quedarse mi madre embarazada de mi hermano, Todd, mi oración infantil, pronto pedí a mi madre que me dejara inventar
abandonamos nuestro estrecho alojamiento de Logan Square y nos las mías. Fue un alivio no tener que seguir repitiendo las palabras If l
mudamos a Germantown, en Pensilvania. Durante los años should die before I wake, I pray the Lord my soul to take y poder
siguientes, habitamos en viviendas temporales para militares y sus expresar, en cambio, lo que tenía en el corazón. Acostada en mi
hijos: barracones encalados con vistas a un campo abandonado cama junto a la estufa de carbón, me sentía libre para murmurar
rebosante de flores silvestres. Lo llamábamos La Parcela y en verano largas cartas a Dios. No dormía mucho y debí de irritarlo con mis
los adultos charlaban, fumaban y se pasaban jarras de vino de diente interminables promesas, visiones y proyectos. Pero, conforme pasó
de león mientras los niños jugábamos. Mi madre nos enseñó los el tiempo, terminé experimentando una clase distinta de oración, una
juegos de su infancia: las estatuas, el Martín pescador y Simón dice. oración silenciosa que requería escuchar más que hablar.
Hacíamos guirnaldas de margaritas para adornarnos el cuello y la Mi riachuelo de palabras se disipó en una compleja noción de
cabeza. Por la noche, recogíamos luciérnagas en botes de conserva, expansión y alejamiento. Fue mi entrada en el fulgor de la
les extraíamos la luz y nos hacíamos anillos. imaginación. Aquel proceso se acentuó con los estados febriles
Mi madre me enseñó a rezar; me enseñó la oración que su debidos a la gripe, el sarampión, la varicela y las paperas. Contraje
madre le había enseñado a ella. Now I lay me down to sleep, I pray todas aquellas enfermedades y, con cada una, tuve el privilegio de
the Lord my soul to keep: «Ahora que me acuesto, ruego al Señor alcanzar un nuevo grado de conciencia. En profunda comunión
que vele por mi alma». Al anochecer, me arrodillaba delante de mi conmigo misma, mientras la simetría de un copo de nieve giraba
camita mientras ella, con su omnipresente cigarrillo, me escuchaba sobre mí y se intensificaba a través de los párpados cerrados, accedía
recitarla. Nada me gustaba más que decir mis oraciones, pero a una visión del más alto valor, un fragmento del calidoscopio
aquellas palabras me inquietaban y la acosaba a preguntas. ¿Qué es celestial.
el alma? ¿De qué color es? Yo sospechaba que mi alma, como era Poco a poco, mi amor por los libros fue desbancando mi amor
traviesa, podía escabullirse mientras soñaba y no regresar. Hacía por la oración. Me quedaba sentada a los pies de mi madre, viéndola
todo lo posible por no quedarme dormida, para mantenerla dentro de tomar café y fumar con un libro en el regazo. Su ensimismamiento

Página 70
me fascinaba. Aunque aún no iba a la guardería, me gustaba mirar En invierno, construimos fuertes en la nieve y yo capitaneé
sus libros, acariciar las páginas y levantar el papel de seda que nuestra campaña, trazando mapas y elaborando estrategias de ataque
protegía los frontispicios. Quería saber qué contenían, qué captaba y retirada. Libramos las guerras de nuestros abuelos irlandeses. Entre
tanto su atención. Cuando mi madre descubrió que había escondido naranjas y verdes. Íbamos de naranja, pero desconocíamos su
su tomo carmesí de El libro de los mártires de John Foxe debajo de significado. Solo era nuestro color. Cuando la atención decaía, yo
mi almohada, con la esperanza de absorber su significado, se sentó instauraba una tregua y visitaba a mi amiga Stephanie. Se estaba
conmigo y comenzó el laborioso proceso de enseñarme a leer. Con recuperando de una enfermedad que yo no comprendía, una forma
sumo esfuerzo, pasamos de la mamá Gansa a los cuentos de Dr. de leucemia. Era mayor que yo. Debía de tener doce años, mientras
Seuss. Cuando ya no necesité más instrucción, me permitía unirme a que yo tenía ocho. Yo no tenía mucho que decirle y puede que no le
ella en nuestro duro sofá mientras leía Las sandalias del pescador y fuera de mucho consuelo, pero ella parecía disfrutar con mi
Las zapatillas rojas. Leer me apasionaba. Anhelaba leerlo todo, y lo compañía. En realidad, creo que lo que me inducía a visitarla no era
que leía me creaba nuevos anhelos. A veces me iba a África y mi buen corazón, sino mi fascinación por sus cosas. Su hermana
ofrecía mis servicios a Albert Schweitzer o, engalanada con mi gorro mayor colgaba mi ropa mojada y nos traía una bandeja con chocolate
de piel de mapache y mi polvorera de cuerno, defendía al pueblo caliente y galletas. Stephanie se recostaba en un montículo de
como Davy Crockett. Podía escalar el Himalaya y vivir en una cueva almohadones y yo le contaba cuentos y le leía tebeos.
donde haría girar una rueda de oración para mantener la tierra en Me maravillaba su extensa colección de tebeos, fruto de una
movimiento. Pero la necesidad de expresarme era mi deseo más infancia pasada en la cama, que incluía todos los números de
fuerte, y mis hermanos fueron los primeros que conspiraron conmigo Superman, La pequeña Lulú, Classic Comics y House of Mystery. Su
para sacar partido a mi imaginación. Escucharon atentamente mis vieja caja de puros contenía todos los colgantes clásicos en 1953:
historias, se prestaron a actuar en mis obras de teatro y combatieron una ruleta, una máquina de escribir, una patinadora sobre hielo, el
en mis guerras con arrojo. Con ellos de mi parte, cualquier cosa caballo rojo alado de Exxon Mobil, la torre Eiffel, una zapatilla de
parecía posible. En los meses de primavera, estaba enferma a bailarina y colgantes con la forma de los cuarenta y ocho estados de
menudo y me vi obligada a guardar cama mientras oía jugar a mis Estados Unidos. Nunca me cansaba de jugar con ellos y en
camaradas al otro lado de la ventana. En los meses de verano, los ocasiones, si tenía alguno repetido, Stephanie me lo regalaba.
más pequeños me informaban de cuánta parte de nuestro campo sin Yo tenía un escondite secreto cerca de mi cama, bajo las tablas
arar habíamos ganado al enemigo mientras yo seguía enferma. del suelo. En él guardaba mi alijo, lo que ganaba jugando a las
Perdimos muchas batallas en mi ausencia, y mis cansadas tropas se canicas, cromos, objetos religiosos que rescataba de cubos de la
reunían alrededor de mi cama para que yo las bendijera con nuestra basura católicos: viejas estampas, raídos escapularios, santos de
biblia infantil, Jardín de versos para niños de Robert Louis escayola con las manos y los pies mellados. Metía allí el botín de
Stevenson.

Página 71
Stephanie. Algo me decía que no debería aceptar regalos de una niña en la cama, no pude asistir al funeral de Stephanie. Su madre me
enferma, pero yo lo hacía y los escondía, un poco avergonzada. trajo montones de tebeos y la caja de puros que contenía sus
Había prometido visitarla el día de San Valentín, pero no lo colgantes. Ahora que tenía todos sus tesoros, estaba demasiado
hice. enferma para mirarlos siquiera. Fue entonces cuando conocí el peso
Mis deberes como general de mi ejército de hermanos y niños del pecado, incluso de un pecado tan nimio como robar un alfiler de
del vecindario eran agotadores y había mucha nieve que franquear. una patinadora. Reflexioné sobre el hecho de que, por muy buena
Fue un invierno crudo el de aquel año. Al día siguiente, abandoné mi que ansiara ser, jamás obtendría el perdón de Stephanie. Pero,
puesto para pasar la tarde con ella y tomar chocolate caliente. mientras estuve en cama noche tras noche, se me ocurrió que a lo
Stephanie estuvo muy callada y me suplicó que me quedara aunque mejor era posible hablar con ella rezándole o, al menos, pedir a Dios
se durmiera. Hurgué en su joyero. Era de color rosa y, cuando lo que intercediera por mí.
abrías, una bailarina daba vueltas como el hada de los confites. A Robert le fascinaba aquella historia y, a veces, en un domingo
Dentro, había un alfiler de una patinadora y me fascinó tanto que me frío y lánguido, me suplicaba que se la volviera a contar. «Quiero
lo metí en la manopla. Me quedé sentada junto a Stephanie durante volver a escuchar la historia de Stephanie», decía. Yo no omitía
mucho rato, paralizada, y me marché con sigilo mientras dormía. ningún detalle en las largas mañanas que pasábamos bajo las mantas
Guardé el alfiler en mi escondrijo. Esa noche, mis remordimientos entreteniéndonos con las historias de mi infancia, con sus pesares y
por lo que había hecho me despertaron muchas veces. Por la su magia, para intentar olvidar el hambre. Y siempre, cuando llegaba
mañana, estaba demasiado enferma para ir a clase y me quedé en la a la parte en que abría el joyero, él gritaba: «Patti, no…».
cama, atormentada por la culpa. Prometí devolver el alfiler y pedirle Solíamos reírnos de cuando éramos pequeños. Decíamos que yo
perdón. había sido una niña mala que intentaba ser buena y él un niño bueno
Al día siguiente era el cumpleaños de mi hermana Linda, pero que intentaba ser malo. A lo largo de los años, aquellos papeles se
no hubo ninguna fiesta en su honor. El estado de Stephanie se había fueron invirtiendo hasta que terminamos aceptando nuestra doble
agravado y mis padres fueron a donar sangre al hospital. Cuando naturaleza. Albergábamos principios opuestos, luz y oscuridad.
regresaron, mi padre estaba llorando y mi madre se arrodilló junto a Yo era una niña soñadora y sonámbula. Irritaba a mis profesores
mí para decirme que Stephanie había muerto. Su dolor enseguida se con mi precoz capacidad lectora unida a una incapacidad para
trocó en preocupación cuando me tocó la frente. Yo tenía muchísima aplicarla a nada que ellos consideraran práctico. Todos acababan
fiebre. diciendo que fantaseaba demasiado, que siempre tenía la cabeza en
Pusieron nuestro piso en cuarentena. Había contraído la otro sitio. No sé dónde estaría ese sitio, pero yo a menudo terminaba
escarlatina. En los años cincuenta, era una enfermedad muy temida en el rincón, sentada en una banqueta a la vista de todos con un
porque a menudo evolucionaba en una forma mortal de fiebre sombrero cónico de papel. Más adelante, hice a Robert dibujos
reumática. Pintaron de amarillo la puerta de nuestro piso. Confinada grandes y muy detallados de aquellos cómicos momentos de

Página 72
humillación. Él disfrutaba con ellos y parecía valorar todas las disminuyó conforme la conducta de Manson se volvía más
cualidades que repugnaban a otros o los alejaban de mí. A través de excéntrica. Cuando Matthew le enseñó la fotografía de un periódico
aquel diálogo visual, mis recuerdos de infancia se hicieron suyos. donde aparecía con una «X» grabada en la frente, Robert copió la
«X» y la utilizó como símbolo en un dibujo.
Hotel Chelsea «La “X” me interesa, pero Manson no —dijo a Matthew—. Está
loco. La locura no me interesa».
(…) Una o dos semanas después, entré en El Quixote buscando a
Se percibía una vibración en el ambiente, una sensación de Harry y Peggy. Era un bar restaurante contiguo al hotel que estaba
aceleramiento. Había comenzado con la luna, tan inaccesible y comunicado con el vestíbulo por una puerta, por eso lo
poética. Ahora, el hombre había caminado por ella, suelas de goma considerábamos nuestro bar, como les había ocurrido a muchos
pisando una perla de los dioses. Quizá fuera la conciencia de que el desde hacía décadas. Dylan Thomas, Terry Southern, Eugene
tiempo pasaba, de que era el último verano de la década. A veces, yo O’Neill y Thomas Wolfe eran algunos de los clientes que habían
solo quería levantar las manos y parar. Pero ¿parar qué? Mi bebido más de la cuenta en El Quixote. Yo llevaba un vestido azul
maduración, tal vez. marino de lunares blancos y un sombrero de paja, mi conjunto de Al
La luna estaba en la portada de la revista Life, pero los titulares este del Edén. A mi izquierda, Janis Joplin estaba conversando con
de todos los periódicos pregonaban los brutales asesinatos de Sharon su banda en una mesa. A mi derecha vi a Grace Slick con Jefferson
Tate y sus amigos. Los asesinatos de Manson no encajaban con Airplane y a componentes de Country Joe & The Fish. En la última
ninguna de las imágenes de un crimen sacadas del cine negro, pero mesa, delante de la puerta, estaba Jimi Hendrix con la cabeza gacha,
eran la clase de noticias que avivaban la imaginación de los comiendo con el sombrero puesto, delante de una rubia. Había
residentes del hotel. Casi todos estaban obsesionados con Charles músicos por doquier, sentados a las mesas con montañas de gambas
Manson. Al principio, Robert repasó la información con Harry y con salsa verde, paella, jarras de sangría y botellas de tequila.
Peggy, pero yo no soportaba hablar del tema. Los últimos momentos Pese a mi asombro, no me sentía una intrusa. El Chelsea era mi
de Sharon Tate me obsesionaban pues imaginaba su horror al saber casa y El Quixote mi bar. No había guardias de seguridad ni ningún
que estaban a punto de asesinar a su hijo nonato. Me refugié en mis trato de privilegio. Estaban allí por el festival de Woodstock, pero yo
poemas, que escribí en un cuaderno naranja. La imagen de Brian estaba tan encerrada en el hotel que no era consciente del festival ni
Jones flotando boca abajo en una piscina era la dosis máxima de de qué significaba.
tragedia que podía asimilar. Grace Slick se levantó y pasó por mi lado. Llevaba un vestido
Robert estaba fascinado con la conducta humana, con lo que indio hasta los pies y tenía los ojos violetas como Liz Taylor.
impulsaba a personas que parecían normales a cometer actos —Hola —dije, advirtiendo que yo era más alta.
criminales. Siguió las noticias sobre Manson, pero su curiosidad —Hola —respondió ella.

Página 73
Cuando regresé a mi habitación, sentí una inexplicable afinidad
con aquellas personas, aunque no tenía forma de interpretar tal
sentimiento. Jamás habría podido predecir que un día tomaría su
camino. En aquella época, aún era una larguirucha dependienta de
librería de veintidós años que lidiaba con varios poemas inconclusos.
Esa noche, demasiado excitada para dormir, me pareció que
había infinitas posibilidades dando vueltas sobre mi cabeza. Miré el
techo de escayola como había hecho de niña. Me pareció que los
vibrantes dibujos se perfilaban.
El mandala de mi vida.

Página 74
Fragmentos de autobiografías y memorias

Página 75
Página 76
Lo mejor es ser sincero.

STEPHEN
Proverbio

Los mentirosos medran.


ANÓNIMO

KING CURRICULUM VITAE

Me impresionó mucho The Liars’s Club, la autobiografía de Mary


Karr.

Mientras Me impresionó por su virulencia, su hermosura y su dominio


exquisito del lenguaje coloquial, pero también me impresionó por su

escribo totalidad. La autora lo recuerda todo sobre su infancia. No es mi


caso. Yo tuve una infancia muy rara, con una madre soltera que al
principio viajaba mucho, y que durante una temporada (aunque no
(On Writing)
estoy completamente seguro) quizá nos dejara a mi hermano y a mí
al cuidado de una hermana suya porque no estaba en situación
anímica de ocuparse de nosotros. Otra posibilidad es que sólo lo

Página 77
hiciera para perseguir a mi padre, que a mis dos años (cuatro, en el En mi caso fue así, como podía haber sido de cualquier otra manera:
caso de mi hermano David), habiendo acumulado una montaña de un proceso inconexo de crecimiento donde intervinieron la
deudas, se despidió a la francesa. Si es así, no tuvo éxito en su ambición, las ganas, la suerte y un poco de talento. No vale la pena
búsqueda. Mi madre, Nellie Ruth Pilisbury King, fue una de las esforzarse por leer entre líneas, ni buscar el hilo conductor, porque
primeras mujeres liberadas de Estados Unidos, pero no porque no hay ninguno. Sólo son instantáneas, casi todas desenfocadas.
quisiera. Mary Karr presenta su infancia como un panorama casi
ininterrumpido. La mía es un paisaje de niebla, de donde surgen 1
recuerdos aislados como árboles solitarios... de esos que parece que
vayan a echarte las ramas encima y comerte. Mi primer recuerdo soy yo imaginándome como otra persona, ni más
Voy a dedicar algunas páginas a esos recuerdos, añadiéndoles ni menos que el forzudo del circo de los hermanos Ringling. Fue en
una serie de instantáneas de mi adolescencia y mi primera juventud, casa de mis tíos Ethelyn y Oren, en Durham, población del estado de
que fueron épocas un poco más coherentes. No es ninguna Maine. Mi tía se acuerda con bastante claridad, y dice que tenía dos
autobiografía. Se parece más a un curriculum cuyo objetivo es años y medio o tres.
explicar la formación de un escritor. ¡Ojo! Formación, pero no Había encontrado un bloque de cemento en un rincón del
creación. Yo no creo que el escritor se haga, ni por circunstancias ni garaje y, tras conseguir levantarlo, lo transportaba lentamente por el
por voluntad (antes sí lo creía). Es un accesorio que viene de fábrica, garaje, viéndome vestido con una camiseta de piel de animal
y que, dicho sea de paso, no tiene nada de excepcional. Estoy seguro (probablemente leopardo) y llevando el bloque por la pista central.
de que hay muchísima gente con talento de escritor o narrador, y que El público, nutrido, guardaba silencio. Un foco azulado seguía mi
es un talento que puede potenciarse y aguzarse. Si no lo creyera, admirable recorrido, las caras de asombro hablaban por sí mismas:
escribir un libro de estas características sería una pérdida de tiempo. nunca habían visto a un niño tan fuerte «¡Y sólo tiene dos años!»,

Página 78
murmuraba alguien, incrédulo. Lo que no sabía yo era que el bloque muy aficionado a la cerveza. Es posible que mamá hubiera cambiado
de cemento albergaba un pequeño avispero en su parte inferior. de domicilio para estar cerca de ellos. Si es así, no recuerdo haber
Quizá una de las avispas se molestara por el cambio de ubicación, visto mucho a los Weimer. Ni mucho ni poco, la verdad. Mi madre
porque salió volando y me picó en la oreja. Nunca me había dolido trabajaba, pero tampoco recuerdo en qué. Me suena una panadería,
nada tanto en mi corta vida, pero el dolor sólo gozó de unos pero creo que fue más tarde, al instalarse en Connecticut para estar
segundos de protagonismo. Cuando solté el bloque de cemento y se cerca de su hermana Lois y el marido de ésta (Fred, que no
me cayó en un pie descalzo, machacándome los dedos, me olvidé destacaba ni en cuestión de cervezas ni de simpatía, y cuyo mayor
completamente de la avispa. No sé si me llevaron al médico. Mi tía orgullo, cosa extraña, era ir en descapotable con la capota...
Ethelyn tampoco se acuerda (el tío Oren, a quien debía de pertenecer ¡puesta!).
el Bloque Malvado, lleva muerto casi veinte años), pero sí de la La época de Wisconsin coincidió con una interminable
picadura, los dedos rotos y mi reacción. «¡Cómo gritabas, Stephen! sucesión de niñeras. No sé si se marchaban porque David y yo
Está claro que en cuestión de voz tenías un buen día.» éramos demasiado traviesos, porque encontraban trabajos mejor
pagados o porque mi madre les exigía más de lo que estaban
2 dispuestas a dar. Sólo sé que hubo muchas, aunque sólo me acuerdo
bien de una: Eula, o puede que Beulah. Era una verdadera mole
Un año después, aproximadamente, estábamos mi madre, mi adolescente que se reía mucho. Yo sólo tenía cuatro años, pero no
hermano y yo en West De Pere (Wisconsin). Ignoro por qué. En dejé de observar que Eula-Beulah tenía un sentido del humor
Wisconsin vivía otra hermana de mi madre, Cal (que durante la estupendo; por desgracia, además de estupendo era peligroso: cada
Segunda Guerra Mundial había sido belleza oficial del WAAC, el estallido de júbilo, con su aparato de palmadas, meneos de culo y
cuerpo auxiliar femenino del ejército), con un marido simpático y movimientos espasmódicos de la cabeza, parecía ocultar la amenaza

Página 79
de un trueno. Cada vez, que veo filmaciones con cámara oculta de para la crítica literaria. Después de haber tenido encima a una niñera
alguna niñera que le arrea un tortazo al niño que le han confiado, me de noventa kilos tirándote pedos en la cara y gritando «¡Bum!», el
vuelven a la memoria los días de Eula-Beulah. ¿Y mi hermano Village Voice da muy poco miedo.
David? ¿Recibía un tratamiento igual de duro? No lo sé. No aparece No sé cómo acabaron las demás, pero a Eula-Beulah la
en ninguna de las imágenes. Imagino que estaría menos expuesto al despidieron. Fue por los huevos. Un día me hizo un huevo frito para
peligroso soplo de Huracán Eula-Beulah, porque ya tenía seis años y desayunar. Yo me lo comí y pedí otro. Eulah-Beulah me frió el
debía de estar en primero de básica, a salvo de la artillería durante segundo, y luego me preguntó si quería más. Miraba como diciendo:
muchas horas. He aquí una escena típica: Eula-Beulah hablando por «Seguro que no te atreves a comerte otro, Stevie.» Yo le pedí el
teléfono, riendo y haciéndome gestos de que me acercara. Cuando tercero, claro. Y otro. Y otro. Creo que me quedé en siete; es el
me tenía a tiro, me abrazaba, me hacia cosquillas y, a carcajada número que tengo en la memoria. Es posible que se acabaran los
limpia, me empujaba la cabeza con tanta fuerza que me tiraba al huevos, o que me echara a llorar. Quizá Eulah-Beulah se asustó. No
suelo. Después seguía haciéndome cosquillas con sus pies descalzos, lo sé, pero calculo que fue una suerte dejar el juego en siete. Para un
hasta que volvíamos a reírnos. Eula-Beulah era propensa a los pedos, niño de cuatro años, siete huevos son muchos huevos. Al principio
en su variedad sonora y olorosa. me encontraba bien, pero de repente me retorcí por el suelo. Eulah-
En ocasiones, avecinándose uno, me tiraba en el sofá, me Beulah rió, me dio un topetón en la cabeza y me encerró en el
ponía el culo en la cara (con falda de lana interpuesta) y disparaba, armario. Bum. Sí hubiera elegido el lavabo quizá no la hubieran
gritando eufórica: «¡Bum!» Era como quedar sepultado por fuegos despedido, pero eligió el armario. A mí no me importó. Estaba
artificiales a base de metano. Recuerdo la oscuridad, la sensación de oscuro pero olía al perfume de mi madre, Coty, y por debajo de la
asfixia y las risas; porque, sin dejar de ser horrible, la experiencia puerta se colaba una franja de luz que me tranquilizaba. Me puse a
tenía su lado divertido. Puede decirse que Eula-Beulah me fogueó cuatro patas y me arrastré hasta el fondo, los abrigos y vestidos de

Página 80
mamá rozándome la espalda. Luego empecé a soltar una batería de […]
eructos que me quemaban la garganta. No recuerdo ningún dolor de
estómago, pero debí de tenerlo, porque al abrir la boca para soltar 4
otro eructo lo que salió fue vómito. En los zapatos de mi madre.
Eulah-Beulah estaba sentenciada. A los cinco o seis años le pregunté a mi madre si había visto morir a
Cuando volvió mi madre del trabajo, la niñera dormía como alguien. Contestó que sí, que una vez de vista y otra de oídas. Yo le
un tronco en el sofá y el pequeño Stevie estaba encerrado en el pregunté cómo se podía oír morir a alguien, y me explicó que se
armario, igual de dormido que ella y con huevos fritos medio trataba de una niña que se había ahogado delante de Prout’s Neck, en
digeridos secándosele en el pelo. los años veinte. Al parecer nadó demasiado lejos y, no pudiendo
volver, pidió ayuda a gritos. Varios hombres intentaron rescatarla,
3 pero la corriente tenía una resaca muy fuerte y no consiguieron
llegar. Al final tuvieron que quedarse todos en la playa, turistas y
Nuestra estancia en West De Pere no fue ni larga ni muy lucida. Nos gente del pueblo (entre ellos la adolescente que sería mi madre),
echaron del piso, un tercero, porque un vecino vio a mi hermano de esperando una lancha de rescate que ni siquiera llegó, y oyendo
seis años, en el tejado y avisó a la policía. No sé dónde estaba mi gritar a la niña hasta que se quedó sin fuerzas y se hundió. Según
madre, ni la niñera de la semana; sólo sé que yo estaba en el cuarto dijo mi madre, el cadáver apareció en Nueva Hampshire. Le
de baño, descalzo y subido a la estufa, vigilando a. mi hermano para pregunté la edad de la niña, y me dijo que catorce años. Después me
ver si se caía del tejado o conseguía volver sano y salvo al lavabo. leyó un tebeo y me acostó. Otro día me contó la muerte que había
Lo consiguió. Ahora tiene cincuenta y cinco años y vive en Nueva visto: un marinero que se tiró a la calle desde el tejado del hotel
Hampshire. Graymore de Portland (Maine).

Página 81
—Reventó —dijo mi madre como si fuera lo más normal del cambiar ni una coma, y si me parecía oportuno añadía descripciones
mundo, y tras una pausa añadió—: Lo salpicó todo de un líquido de cosecha propia. Era capaz de escribir: «Estaban acampados en las
verde. Todavía me acuerdo. jolinas.» Todavía tardé uno o dos años en descubrir que «jolines» y
Yo también, mamá. «colinas» eran palabras diferentes. Me acuerdo de que en la misma
[…] época creía que una puta era una mujer altísima. Un hijo de puta
tenía condiciones para jugar a baloncesto. A los seis años, todavía
están revueltas casi todas las bolas del bingo.
7 Un día le enseñé a mi madre uno de mis híbridos, y le
encantó. Recuerdo una sonrisa un poco sorprendida, como si le
El mismo año, mi hermano David pasó a cuarto de básica y a mí me pareciera increíble tener un hijo tan listo. ¡Caray, si prácticamente
sacaron del colegio. Mi madre y el colegio estuvieron de acuerdo en era un superdotado! Yo nunca le había visto poner aquella cara (al
que me había perdido demasiados meses del primer curso. Ya menos por mí), y me entusiasmó.
empezaría en otoño desde cero, salud mediante. Me preguntó si me lo había inventado, y no tuve más
Pasé la mayor parte del año en cama o sin poder salir de casa. remedio que reconocer que había copiado la mayor parte de un
Me leí aproximadamente seis toneladas de tebeos, di el salto a Tom tebeo. La cara de decepción que puso mi madre hundió mi gozo en
Swift y Dave Dawson (un aviador, héroe de la Segunda Guerra un pozo. Me devolvió la libreta y dijo:
Mundial, que siempre «arañaba altura») y progresé hasta Jack —Escribe tú uno, Stevie. Los tebeos de Combat Casey no
London y sus relatos escalofriantes sobre animales. A partir de cierto valen nada. Se pasa el día partiéndole la cara a la gente. Escribe uno
punto empecé a escribir mis propios cuentos. La imitación precedió tú.
a la creación: copiaba en la libreta tebeos de Combat Casey, sin

Página 82
Dije que no. Ella comentó que merecía publicarse. Desde
8 entonces no me han dicho nada que me haya hecho tan feliz. Escribí
otros cuatro cuentos sobre el conejo blanco y sus amigos. Mi madre
Recuerdo haber acogido la idea con la sensación abrumadora de que me los pagaba a veinticinco centavos y se los mandaba a sus cuatro
abría mil posibilidades, como si me hubieran dejado entrar en un hermanas, que a mi juicio le tenían cierta lástima. Claro, ellas aún
edificio muy grande y con muchas puertas cerradas, dándome estaban casadas. No las habían abandonado. Cierto que el tío Fred no
permiso para abrir la que quisiera. Pensaba (y sigo pensando) que tenía mucho sentido del humor y estaba obsesionado con el capó de
había tantas puertas que no bastaba una vida para abrirlas todas. su coche, y que el tío Oren bebía un poco demasiado y tenía teorías
Acabé por escribir un cuento sobre cuatro animales mágicos ligeramente sospechosas sobre el dominio del mundo por los judíos,
que iban en un coche viejo ayudando a los niños. El jefe, y pero al menos estaban en casa. En cambio Ruth, abandonada por
conductor del automóvil, era un gran conejo blanco. El cuento Don, se había quedado sola con un bebé. Quería demostrar que al
constaba de cuatro páginas escritas a lápiz con mucho trabajo, y que menos era un bebé con talento.
yo recuerde no describía ningún salto desde el tejado del hotel Cuatro cuentos. A veinticinco centavos cada uno. Fue el
Graymore. Después de acabarlo se lo di a mi madre, y ella se sentó primer dólar que gané en la profesión.
en el salón, dejó en el suelo su libro de bolsillo y se leyó el cuento
entero. Vi que le gustaba, porque se reía donde había que reírse, pero
no supe si lo hacía por amor a su hijo, para que estuviera contento, o
porque el cuento era bueno.
—¿Este no es copiado? —preguntó al acabar.

Página 83
Página 84
4. Recuerdo y Ficcionalización

Página 85
Página 86
Sylvia Molloy (Varia imaginación, Buenos Aires, Beatriz Viterbo,
2003)
Atmosféricas
En septiembre de 2001 cambió el tiempo, mi tiempo, quiero decir.
Homenaje
No me refiero a que los acontecimientos del 11 me hayan hecho
Plumetí, broderie, tafeta, falla, gro, sarga, piqué, paño lenci, casimir,
sentir frágil, con un futuro incierto, aunque todo eso se dio. Me
fil a fil, brin, organza, organdí, voile, moletón, moleskin, piel de
refiero a la temperatura, a las estaciones, como si el ataque hubiera
tiburón, cretona, bombasí, tobralco, terciopelo, soutache, cloqué,
desordenado algo en mí de manera mucho más profunda. El día del
guipure, lanilla, raso, gasa, algodón mercerizado, bramante, linón,
atentado hacía un tiempo magnífico en Nueva York, de primavera
entredós, seda cruda, seda artificial, surah, poplin dos y dos, dril,
más que de otoño, con un cielo muy claro y un sol radiante. Así
loneta, batista, nansú, jersey, reps, lustrina, ñandutí.
como quedaron fijas las agujas de muchos relojes cercanos a la
La Exposición. La San Miguel de Elías Romero. La Saida.
catástrofe, quedó suspendido el clima, en un buen tiempo
Los turcos de la calle Cabildo. Los saldos.
inamovible, durante semanas, meses. Se esperaba el invierno pero el
Canesú, rangland, manga japonesa, canotier, talle princesa,
invierno no vino. Las plantas empezaron a brotar como si comenzara
traje trotteur, pollera plissée, pollera tableada, pollera plato, pollera
la primavera, el cielo siguió azul, apenas llovió. Fue entonces
tubo, un tablón, una bocamanga, un pespunte, un añadido, una pinza,
cuando empecé a soñar con Buenos Aires, noche tras noche. Fue
una presilla, un hilván, las hombreras, ribetear, enhebrar, una
entonces cuando me sorprendí pensando en mi madre, mi padre, mi
pestaña, vainilla, punto yerba, un festón. La sisa, la hechura.
tía, mi hermana: todos muertos. Eran recuerdos o sueños (no estoy
Recuerdo estas palabras de mi infancia, en tardes en que
segura de poder distinguir entre los dos) de un pasado muy lejano,
hacía los deberes y escuchaba hablar a mi madre y a mi tía que
cuando todavía no sabía que no iba a pasar el resto de mi vida en
cosían en el cuarto contiguo. Reproduzco este desorden costurero en
Buenos Aires, recuerdos de niñez, de adolescencia. Sueños (o
su memoria.

Página 87
recuerdos) de tonos de voz, de expresiones enterradas en mi casa de mis padres. No, no me he ido. Está refrescando, mejor que
memoria, de imágenes sueltas, desconectadas, en general felices, a entre.
pesar del ruido de helicópteros que también contribuía a que se me
mezclaran las dos ciudades. Creo que el tiempo, ese radiante otoño Curas
suspendido, tuvo mucho que ver con mi desorientación, el tiempo Se llamaba Quintana, no recuerdo su nombre de pila pero mi madre
que se me antojaba el de Buenos Aires: como hacía calor en le decía así, hola Quintana necesito que vengas mañana (porque
noviembre, terminarían las clases, y para Navidad habría olor a Quintana se tuteaba con todo el mundo), tengo a las chicas enfermas.
fresias y a jazmines. Era enfermero y daba inyecciones a domicilio, no sé bien de qué, de
Ese desfasaje me persigue, impide que me instale del todo en algo que curaba gripes y resfríos invernales. Era una práctica tan
la cronología corriente, mucho menos en esas estaciones invertidas inútil como festiva porque Quintana hablaba hasta por los codos y
cuyas temperaturas, cuando hace años cambié de hemisferio, me era divertido, a ver, boca abajo en la cama, m´hijita, no me llore que
costaron un largo aprendizaje. Ahora es abril pero a veces creo que no va a sentir nada, cuando pincha Quintana no duele y sí sana, mirá
estamos en septiembre. Sé que estamos por entrar en verano pero si yo voy a hacerte mal, así quietita querida, no ves que no te dolió y
hay días en que algo me dice que está por llegar el invierno. Con sus ya está, pinchó Quintana, pinchó, y ahora a otra cosa, chau, que se
lluvias y su humedad, casi lo presiento en el viento fresco que a va Quintana. Y así, como una ráfaga, pasaba Quintana, de quien
veces sopla por la tarde. Y también lo presiento en el ladrido recuerdo la voz algo arrastrada, con un leve acento provinciano, y el
desolado de un perro que me llega desde el fondo de manzana, que olor a agua de colonia. Recuerdo el pequeño calentador de alcohol
es el de aquel perro de la casa del fondo, en Olivos, que ladraba de en que brevemente hervían las jeringas y agujas, y también que mi
tarde cuando tenía frío. Estoy en Buenos Aires, me digo, estoy en madre le tenía preparadas unas toallas blancas de hilo. Muy
planchadas para que se secara las manos después de lavárselas, antes

Página 88
de administrar la inyección. De vez en cuando reconocíamos su auto Alicia Steimberg (Músicos y relojeros, Buenos Aires, CEAL, 1971)
estacionado frente a alguna casa, o lo cruzábamos en la avenida, y
En el tren también me preguntaron si lo quería, y contesté que sí,
mi padre tocaba la bocina y decía ahí va Quintana a pinchar algún
como me habían enseñado. Lo llevaban en brazos y a veces lloraba,
traste.
pero qué me importaba si yo iba sentada del lado de la ventanilla
Pero sobre todo recuerdo una vez que yo sola estaba enferma
mirando el campo y las vacas.
y vino Quintana, que acababa de quedarse viudo. Andaba
Cuando llegamos al hotel le cambiaron los pañales y lo
desganado, se ha quedado muy solo, observaba mi madre. Se le
sentaron en el cochecito. Después desapareció. Ellos me dejaron en
notaba en la cháchara, forzada, como una representación que ha
la arena con mis moldes para hacer formas, y también
perdido su gracia. Me dio la inyección (que no me dolió) y me dijo
desaparecieron. Los otros que jugaban allí eran más grandes, y
que estaba muy triste,, y luego me dio vuelta en la cama, y me bajó
agarraban mis moldes. “Son míos”, dije. Pero los otros dijeron: “Los
los calzones hasta los muslos, dejáme que te vea querida, y me
necesitamos”, y no me devolvían los moldes aunque yo dijera “Son
acarició diciéndome cómo te parecés a mi mujer, probrecita, y por
míos”. El tiempo andaba muy despacito, mientras yo esperaba que
un instante apoyó la cabeza contra mi vientre y me besó, y vi de muy
ellos me vinieran a buscar.
cerca su pelo engominado. Luego se levantó y se fue.
Los otros se rieron de la forma en que yo me sentaba en la
No sé dónde estaba mi madre esa tarde. Tampoco recuerdo si
arena, porque se me veía la bombacha. Decían que estaban tomando
le dije algo, pero si no, algo adivinó, porque Quintana no volvió a
una fotografía. “Foto Rembrandt”, me decían y se morían de risa.
casa. Desde entonces, recurrimos a otras curas, igualmente
Hacían muchas formas de arena con mis moldes que los habían
ineficaces, para nuestros resfríos y gripes.”
agarrado todos, porque los necesitaban, y yo no hacía ninguna
porque no tenía con qué, pero traté de sentarme con las piernas bien
juntas para que no me dijeran “Foto Rembrandt”. Cuando ellos

Página 89
vinieron a buscarme me devolvieron los moldes enseguida. Uno me Fotografías de esa temporada tenemos varias: ellos parados
levantó la cara por el mentón y dijo “Qué rica”. Ya no podía hacer detrás del cochecito, él en el cochecito, con una boina para que no le
formas en la arena porque nos teníamos que ir. hiciera mal el sol, y yo a un costado, que no se me ve la bombacha,
También paseábamos por un camino. Él iba en su cochecito y con la valija de moldes para hacer formas en la arena.
no se le veía la cara. Yo iba más atrás, con mis moldes para la arena
en una valijita pero allá no había arena, y no nos hubiéramos podido ***
parar porque estábamos paseando.
Al día siguiente volvieron a dejarme en la arena con los La abuela Ana se murió de golpe. Enferma, lo había estado desde
otros. “Buen día, Foto Rembrandt”, me dijeron. “¿Trajiste los tiempo inmemorial. Yo jamás la vi distinta que el día de su muerte:
moldes?”. Yo tenía miedo de que me los perdieran, así que miraba consumida, blanca en canas, muda, con un gesto de dolor
para dónde los llevaban, hasta que ellos me vinieron a buscar. permanente. Los tíos lloraban a gritos, junto a la cama de bronce con
Al día siguiente dije que no quería ir a la arena, porque me angelitos en la cabecera. Todos rodeábamos la cama, con las cabezas
quitaban los moldes. Ellos dijeron: “Una nena tiene que prestar sus bajas. Yo ni me acordé de los fideítos con leche. Se decía que la
juguetes”, y me dejaron en la arena. abuela no había podido soportar el dolor del primer aniversario de la
Yo me sentaba con las piernas juntas, pero nunca me muerte de mi padre. Papá no podía defenderse de este cargo, de
llamaron por mi nombre, que ni me lo habían preguntado. “Ahí modo que cargó con esa muerte, cuando ya cargaba con la suya.
viene Foto Rembrandt”, decían. Ese fue un mal año para la familia. Se murieron también la
Los moldes no los pude usar nunca, pero no me perdieron hermana mayor de papá y el abuelo José. No terminaba de aliviarse
ninguno. Cuando ellos me venían a buscar me los devolvían, yo los un luto cuando ya había que empezar otra vez con el riguroso. Las
ponía en la valijita y nos íbamos para el hotel. tías quedaron tan sacudidas que no podíamos pasar domingo sin

Página 90
visitarlas. Por suerte ya nadie se ocupaba de mí, y tenía libre acceso
a la biblioteca. No había mucho para elegir, pero había cosas de
atracción siniestra, como el Rey hambre de Andréiev, con el cuento Laura Meradi (Tu mano izquierda, Buenos Aires, Alfaguara,
2009).
del asalto a una pareja de jóvenes en un bosque, el cuento de los
leprosos, y otro libro de cuentos con uno sobre un tipo que encuentra
Dormiste en la cama de tu hermano la noche que lo despidieron en el
en una calle a una mendiga deforme y se la lleva a vivir con él. La
aeropuerto. Boca abajo, los ojos fijos en la raya de luz que se filtraba
mendiga queda embarazada, y eso la va consumiendo, termina
por debajo de la puerta, pensabas en qué lugar del mundo estaría
caminando en cuatro patas, abrumada por un peso que no puede
durmiendo Manuel. No sabías la ubicación exacta del país hacia
soportar. Entonces el tipo se va, la deja abandonada, pero después le
donde se dirigía, pero te lo imaginaste atravesando la noche en un
da pena y vuelve y la encuentra muerta, muerta, en medio de un
avión pequeño, él solo en una butaca gris, alejándose de vos a la
charco de sangre, de sangre, y el chico ha nacido: no tiene brazos ni
velocidad de un cohete. Suspiraste hondo y sentiste un dolor en el
piernas, y está cubierto de pelos. El hombre llora, es el padre de un
pecho, como si te hubieses despertado de una pesadilla, y juntaste las
monstruo. Al final se escapa y deja que el bebé se ahogue en el
manos por debajo de la almohada para rezarle a tu anillo de la suerte.
charco de sangre, ¡ay! de sangre, ¡ay! que se ahogue en el charco de,
Un anillo con una piedra gigante, tornasolada entre verde y marrón,
en el charco de sangre, mientras él se escapa, se escapa.
que usabas en el dedo gordo y te llegaba hasta el nudillo. Te lo
Vamos, nena, que ya está servido el té. Dejá ese libro, que ya
paseaste mano por mano y dedo por dedo, por las dudas, y en cada
están las tazas sobre el mantel, la hepática en la cabecera de la mesa,
dedo repetiste la misma plegaria: en voz baja, para que tus padres no
los abuelos en sus retratos ovales, el dulce en la dulcera, la paja en el
te escucharan pero para que el pedido no quedara sólo en tus
ojo ajeno, el bebé en el charco de sangre, la muerte semanal para
pensamientos, pediste que tu hermano quisiera regresar.
llegar al lunes.

Página 91
***
Por el ruido de las diferentes puertas podías saber en qué lugar de la
Parabas los almohadones grandes del comedor a modo de pared. Dos casa estaban tus papás. Tu papá abrió la puerta del cuarto y salió
filas de almohadones que formaban un pasillo angosto por el que rápido. Mamá lo siguió atrás, arrastrando esas alpargatas de yute que
sólo pasaba tu cuerpo, y una sábana encima que, desde adentro, le se le salían pero que insistía en ponerse. Caminaron hasta el baño.
daba el aspecto de un túnel. A veces te llevabas una bolsa con Papá se metió adentro y cerró la puerta. Mamá la abrió a la fuerza y
comida y te pasabas ahí adentro toda la tarde. ¿Qué hacías, Cecilia? se metió con él. No sabías si mamá le decía algo en voz baja o si
Cuidabas tu refugio de las sombras. En cuanto veías acercarse a simplemente lo miraba. Recién escuchaste algo cuando se abrió la
alguien a través de las sábanas gritabas “ocupado”, como si te puerta nuevamente y papá salió del baño y mamá le dijo: No te
estuvieran golpeando la puerta del baño. Casi siempre era tu mamá escapes. Escuchaste la puerta, otra vez, cerrándose. Escuchaste un
que te llamaba para tomar la leche. Tengo acá, le decías. Bueno, te puño de mamá golpeando la puerta del lado de adentro. Abrime, le
contestaba del otro lado de la sábana, pero no manches el piso. Y decía, hijo de puta. Escuchaste sus pulseras de plata agitándose con
desde el interior del túnel, recostada sobre la alfombra, veías a la los golpes. Después abrió la puerta: Mirá lo que me hiciste, le decía.
sombra alejarse. Después mirabas la bolsa con las galletitas, las Papá no respondió. Siguió caminando y abrió la puerta de la cocina.
bananas o lo que te hubieras llevado, y te decías: Todavía no, A vos se te heló el cuerpo. Atrás entró mamá con un puño adentro de
Cecilia. Porque alguna vez habías escuchado sobre un náufrago en la boca, chupándose los nudillos. Abriste la heladera, desesperada, y
una isla desierta que racionaba sus comidas y las guardaba como buscaste algún espacio donde meterte y no verlos más.
provisiones para cuando no encontrara qué comer.
***
***

Página 92
Hacías como que sabías leer. Tomabas un libro y movías los labios. fuera, un poco agachada sobre su cono de helado, con una mueca
Murmurabas historias que inventabas en el momento, pero que loca: la lengua afuera, los ojos bizcos.
creías leer de los libros. Y es que quizás de alguna forma sí sabías
leer: porque dependían de la combinación de las letras, de los ***
cambios de párrafo y de la disposición de las palabras, las historias
que vos armabas. A veces, cuando mamá te leía, te aprendías de Me acuerdo de haber oído un fragmento robado de una pelea de mis
memoria al menos una oración, un diálogo, un verso. Y cuando te padres. O más bien de que mi madre estaba llorando y tenía
figurabas que estabas leyendo intercalabas esas palabras dificultades para explicarle por qué a mi padre, porque él parecía
memorizadas en algún lugar de tu historia. distante y enojado, dijo ella, y de pronto, él estaba gritándole que
debería dejar de llorar, mierda, y ponerse a hacer ejercicio o algo así.
Cuando él dijo esto, mi madre lloró todavía más fuerte y mi padre
Lorrie Moore (“Lo que se llevan”, en Autoayuda, Buenos Aires, salió de la casa, furioso, pero al día siguiente, y varias veces por
Emecé, 2001)
semanas durante años después de eso, mi madre corrió por el lago en
ropa deportiva y zapatillas viejas, de esas que aunque se mojaran, no
Ella tiene quince y se trató el cabello hasta ponerlo crespo, salvaje,
le importaban.
un cabello que baila, oscuro y frenético, mucho más allá de las
hebillas que usa para sujetarlo. Está sentada en un banco de parque
en alguna parte, comiéndose un cono de helado, con los vaqueros
Alejandro Zambra (Formas de volver a casa, Barcelona,
enroscados hasta la mitad de la pantorrilla, las piernas bien abiertas y Anagrama, 2011)
las puntas de los pies hacia adentro, los tobillos curvados hacia

Página 93
Una vez me perdí. A los seis o siete años. Venía distraído y de Esa noche mi madre me cargó hasta la cama y me dijo, tal
repente ya no vi a mis padres. Me asusté, pero enseguida retomé el vez sabiendo que fingía dormir, que la escuchara con atención, con
camino y llegué a casa antes que ellos –seguían buscándome, curiosidad: tu papá tiene razón, ahora sabemos que no te perderás.
desesperados, pero esa tarde pensé que se habían perdido. Que yo Que sabes andar solo por las calles. Pero deberías concentrarte más
sabía regresar a casa y ellos no. en el camino. Deberías caminar más rápido.
Tomaste otro camino, decía mi madre, después, con los ojos Le hice caso. Desde entonces caminé más rápido. De hecho,
todavía llorosos. un par de años más tarde, la primera vez que hablé con Claudia, ella
Son ustedes los que tomaron otro camino, pensaba yo, pero me preguntó por qué caminaba tan rápido. Llevaba días
no lo decía. siguiéndome, espiándome. Nos habíamos conocido hacía poco, la
Mi papá miraba tranquilamente desde el sillón. A veces creo noche del terremoto, el 3 de marzo de 1985, pero entonces no
que siempre estuvo echado ahí, pensando. Pero tal vez no pensaba en habíamos hablado.
nada, tal vez sólo cerraba los ojos y recibía el presente con calma o Claudia tenía doce años y yo nueve, por lo que nuestra
resignación. Esa noche habló, sin embargo –esto es bueno, me dijo, amistad era imposible. Pero fuimos amigos o algo así.
superaste la adversidad. Conversábamos mucho. A veces pienso que escribo este libro
Me recosté en el sillón de enfrente y me hice el dormido. Los solamente para recordar esas conversaciones.
escuché pelear, al estilo de siempre. Ella decía cinco frases y él
respondía con una sola palabra. A veces decía, cortante: no, a veces ***
decía, al borde de un grito: mentira. Y a veces, incluso, como los
policías: negativo. Creía que pasaríamos semanas e incluso meses a la intemperie, a la
espera de algún lejano camión con alimentos y frazadas, y hasta me

Página 94
imaginaba hablando por televisión, agradeciendo la ayuda a todos que usaba la abuela cuando venía a vernos (escorpión) –no hay
los chilenos, como en los temporales –pensaba en esas lluvias problema, tenemos otros vasos, no necesitamos más, dijo mi padre, y
terribles de otros años, cuando no podía salir y era casi obligatorio ella le respondió sin mirarlo, mirándome a mí: sólo el tuyo se salvó.
quedarse frente a la pantalla mirando a la gente que lo había perdido Enseguida fue a buscar el vaso de signo libra, me lo dio con un gesto
todo. solemne y pasó los días siguientes un poco deprimida, pensando en
Pero no fue así. La calma volvió casi de inmediato. En ese regalar los demás vasos a gente géminis, a gente virgo, a gente
rincón perdido al oeste de Santiago el terremoto había sido nada más acuario.
que un enorme susto. Se derrumbaron unas cuantas panderetas, pero La buena noticia era que no volveríamos pronto al colegio. El
no hubo grandes daños ni heridos ni muertos. La tele mostraba el antiguo edificio había sufrido daños importantes y quienes lo habían
puerto de San Antonio destruido y algunas calles que yo había visto visto decían que era un montón de ruinas. Me costaba imaginar el
o creía haber visto en los escasos viajes al centro de Santiago. colegio destruido, aunque no era tristeza lo que sentía. Sentía
Confusamente intuía que ése era el dolor verdadero. simplemente curiosidad. Recordaba, en especial, el sito baldío al
Si había algo que aprender, no lo aprendimos. Ahora pienso final del terreno donde jugábamos en las horas libres y el muro que
que es bueno perder la confianza en el suelo, que es necesario saber rayaban los alumnos de la media. Pensaba en todos esos mensajes
que de un momento a otro todo puede venirse abajo. Pero entonces volando en pedazos, esparcidos en la ceniza del suelo –recados
volvimos, sin más, a la vida de siempre. burlescos, frases a favor o en contra de Colo-Colo o a favor o en
Papá comprobó, satisfecho, que los daños eran pocos: nada contra de Pinochet. Me divertía mucho una frase en especial: A
más que algunas grietas en las paredes y un ventanal trizado. Mi Pinochet le gusta el pico.
mamá solamente lamentó la pérdida de los vasos zodiacales. Se Entonces yo estaba y siempre he estado y siempre estaré a
quebraron ocho, incluidos el de ella (piscis), el de mi papá (leo) y el favor de Colo-Colo. En cuanto a Pinochet, para mí era un personaje

Página 95
de la televisión que conducía un programa sin horario fijo, y lo razón de ser de burla o enigma para los demás, diversión
odiaba por eso, por las aburridas cadenas nacionales que inconfesable para mí...
interrumpían la programación en las mejores partes. Tiempo después Llegado a este punto, veo que ahora debo describir el
lo odié por hijo de puta, por asesino, pero entonces lo odiaba jueguito de las esquinas, o explicarlos (en estos casos, describir es
solamente por esos intempestivos shows que mi papá miraba sin explicar). De hecho, tenía la intención de hacerlo desde hace rato,
decir palabra, sin regalar más gestos que una piteada más intensa al aunque me da un poco de vergüenza extenderme en algo tan pueril e
cigarro que llevaba siempre cosido a la boca. impráctico, pero si no lo cuento yo, nadie lo hará, y va a morir
conmigo; y nunca se sabe si una información no puede tener alguna
importancia para alguien; o bien debería decir que mi vacilación se
César Aira (El Tilo, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 2005) debe a la dificultad de transmitir el mecanismo de algo tan preciso y
a la vez tan inútil.
Del barrio conocía algunos detalles precisos en los que seguramente Como ya dije, el juego se jugaba en la intimidad de mi
nadie se había fijado nunca, porque tenían importancia para mis conciencia, y lo jugaba yo solo, aunque a expensas de otro. Las
juegos. Por ejemplo la línea justa en la que terminaba la edificación ocasiones se daban por casualidad, aunque a veces hacía algo por
en las esquinas... Sabía de memoria la configuración de cada amañarlas. Básicamente, se trataba de lo siguiente: yo iba caminando
esquina: la había aprendido en la práctica de uno de los juegos que por la vereda, y de pronto notaba que alguien venía caminando atrás
había inventado, el que llamaba para mis adentros, justamente, “el de mí en la misma dirección, ya fuera por la misma vereda o la de
juego de las esquinas”, o, para ser más preciso, “el jueguito de las enfrente. Ese otro podía ser grande o chico, conocido o desconocido:
esquinas”; el diminutivo indicaba de modo muy expresivo la cualquiera; aunque en general todos eran más o menos conocidos.
característica secreta, privada, intraconciencia, de este juego, su Entonces yo seguía caminando al mismo paso que traía, hasta la

Página 96
esquina, y doblaba; no bien quedaba oculto a la vista de mi víctima Había una técnica para hacerlo, y yo me la tomaba muy en
me lanzaba a correr a toda velocidad hasta el momento en que serio. Por lo pronto, en los tramos de marcha “visible”, antes y
calculaba que mi víctima estaba a punto de llegar a la esquina, y después de la carrera, era preciso mantener una velocidad estable, lo
entonces retomaba el mismo paso de antes de doblar. De modo que más lenta posible pero no tanto como para que llamara la atención:
cuando el otro volvía a verme, me veía a una distancia para él normal, natural. Y la carrera debía ser lo más veloz posible. También
inexplicable, y se preguntaba: “¿cómo puede ser?”. había que contener las ganas de salir corriendo antes de haber
Lo llamo “víctima” pero ya se ve que lo victimizaba muy doblado por completo en la esquina y haber quedado oculto a la
poco. Como máximo, y siempre que no fuera un distraído que no mirada del otro, para lo cual se debía calcular perfectamente el
advertía nada, lo hacía dudar del testimonio de sus sentidos, podía ángulo de la ochava. No tenía que haber ni siquiera un “conato” de
hacerle sospechar de la eficacia de sus cálculos y previsiones en el carrera, una inervación de los músculos; la experiencia me había
campo de la realidad. La broma habría llegado a su perfecta enseñado que eso se notaba, aun de espaldas y a la distancia; al
consumación si mi víctima hubiera temido estar perdiendo la razón, contrario, había que relajarse y pensar que uno seguiría caminando
o, mejor, si hubiera tenido un asomo de pánico al avizorar un largo rato a ese paso tranquilo. Por supuesto, lo más difícil era
derrumbe discreto de las leyes físicas, como si al doblar la esquina calcular el momento en que el otro llegaba a la esquina; ese cálculo
hubiera traspuesto la frontera de un mundo con un paradigma era el mismo que el otro haría después, y le fallaría. A mí no podía
espaciotemporal diferente. No creo que nadie haya llegado a tanto. fallarme, pues habría sido un bochorno que me vieran corriendo; en
Era un jueguito inofensivo, aunque no se puede negar que tenía un realidad, frenaba un poco antes del instante proyectado, para
fondo cruel. Practicándolo, yo encarnaba al “demonio burlón” que asegurarme; sacrificaba un poco de “distancia de broma” para no
han postulado todos los filósofos. correr ningún riesgo. Hay que recordar que todo el juego se jugaba

Página 97
“a ciegas”, en tanto el otro iba atrás y yo no me volvía a mirarlo en daban los mayores, incapaces de captar el placer hedónico de la
ningún momento, para no delatarme. broma gratuita.
Me pregunto si esta descripción se entenderá. Lo ideal sería Antes dije que todo es alegoría. Este jueguito tiene algo de
ponerle diagramas, planitos esquemáticos de la calle, de la esquina, y simbólico de la vida. Puede funcionar como un diagrama de un
líneas de puntos para las trayectorias, no sólo las de los cuerpos en proyecto vital para un joven de pueblo. Todas las fantasías de huida,
movimiento sino también la de la línea de visión de la víctima (se éxito y regreso siguen el mismo esquema, y se elaboran alrededor de
podrían usar líneas de guiones para las primeras, de puntos para las una transmutación de la mirada vigilante de los otros: esa mirada
segundas). Y crucecitas con letras (A, B, A’, B’) para los sitios implacable es la que hace de los pueblos una cárcel, y es de ella
donde estaríamos en los distintos momentos del juego. En el fondo, principalmente de la que se planea la huida, pero sólo para rescatar
era un juego-mapa. vengativamente esa mirada, pasados los años, como testigo de la
Lo curioso es que a pesar de mis precauciones, y sin que nada transformación.
fallara, todos percibían el truco; es decir, entendían que había un
truco, que no era natural (o sobrenatural, como yo quería hacerles
creer), y además veían cuál era el truco. Si eran chicos, me lo Juan Villoro (Materia Dispuesta, Buenos Aires, Interzona, 2011)
gritaban ahí mismo, “¡No me engañaste! ¡Te creés que no me di
Mi padre siempre usó el lado rasposo de la toalla. Si algo definía su
cuenta que saliste corriendo!”, etc. Si eran mayores, se lo guardaban,
carácter era la furia para frotar y admirar su carne enrojecida; el
pero tarde o temprano me lo hacían saber. Algunas señoras, madres
vapor se disolvía en el espejo, mostrando a un hombre joven (en mi
de mis amigos, a las que creía crédulas y presa fácil de mis
primer recuerdo debe haber tenido 28 años), con la toalla firmemente
maniobras, me interpelaban después preguntándome “por qué me
atada a la cintura, satisfecho de los músculos que en su particular
había escapado de ellas”; en general ésa era la interpretación que le
código de valores significaban “estar vivo”. Había que mantener el

Página 98
cuerpo en guardia, rascarse las sienes, darse un golpe estratégico en circunstancias; persigo el recuerdo de sus ojos en éxtasis y sé que
el pecho, usar agua fría. corro el riesgo de inventarlo. Las formas de la memoria me
En la casa las toallas se planchaban hasta lograr un efecto de recuerdan, de manera inevitable, a una esfera de dulces en la
prensado. Al desdoblarse hacían ruido, y con ese rumor empezó mi farmacia cercana a la casa. El aparato contenía caramelos redondos.
historia general del mundo. Ignoraba casi todo, pero no que hubo Con una moneda de veinte centavos se podían obtener tres o cuatro.
una civilización con las manías paternas: Esparta. Me gustaba localizar una bola roja en la pecera de cristal y verla
A los seis años recibí un mini globo terráqueo y mi índice descender rumbo a la boca del aparato, oprimida por las demás. En
asalchichado trató de posarse en Esparta. En vano. La nación de las ocasiones, el dulce avistado llegaba a la cuenca de mi mano, sin
molestias edificantes, donde las manzanas se comían verdes, fue embargo, ¿podía estar seguro de que se trataba del mismo que había
derrotada por tribus confortables. escogido antes? Lo único cierto es que para obtener un dulce había
–Y eso qué? –preguntó mi padre. que sacar otros. Algo semejante sucede con los instantes perdidos, a
No me atrevía a responder “eso demuestra que se veces no llega el momento solicitado, o llega en compañía de otros;
equivocaron”, para él los rigores eran un fin en sí mismos. regresa en densidad, y al final resulta imposible saber si se trata del
Supongo que me seguí bañando porque mamá suavizaba recuerdo auténtico o de su copia, trabajada por las manías del
toallas secretas para ella y para mí. Crecí del lado opuesto, algo que tiempo, las presiones de los demás instantes que pugnan por salir.
en la esotérica valoración de las telas familiares significaba dejarse Como es de suponerse, mientras engordaba con los dulces de
llevar por la vida fácil, ceder a las presiones y a los gustos plácidos. la farmacia no sabía que mi memoria se adiestraba en sus
Mucha miel de abeja, mucha televisión, muchos cojines en el sofá. imposibilidades, en la azarosa contigüidad de los recuerdos.
Ante el espejo, mi padre se adoraba con una pasión casi
mística. Me cuesta trabajo encontrarle esa mirada en otras

Página 99
Escojo la mirada de mi padre ante el espejo, y al girar la No advirtieron mi presencia ni se enteraron del temblor.
manivela, con los dedos pegajosos de otra hora, recibo algo que no Cerré la puerta con cuidado. En el barandal de las escaleras descubrí
solicité y sin embargo forma parte de ese orden. el rastro de pulpa de tamarindo que dejé al subir.
Digo “toalla” y recupero los ojos encendidos de mi padre, La escena se me impone al barajar los años como la dura
pero en el lugar equivocado. El barroco desorden de ese instante no impronta de la que todo deriva. Sin embargo, fueron necesarias
puede ser pospuesto. muchas cosas para llegar ahí. Un enredo de suplantaciones,
Estoy en el jardín de una casa ajena. Soy un bulto que silencios, valores entendidos me llevó a contemplar la intimidad
“juega” a ver hormigas. De pronto algo blando se desgaja en el ajena; (la mayor cercanía no fue visual, más que los cuerpos me
pasto, un desmembramiento, un hormigueo de tierra. Alzo la vista y asombraron sus impensables ruidos) En ese umbral, sin saber por
los columpios se mecen solos. Me vuelvo hacia la casa y sé que va a qué, me sentí en total desventaja: gordo, sucio, incapaz de dejar de
venirse abajo. Lo único que me importa es morir adentro. comer el hule con que forraba mis cuadernos, carne para las
Subo las escaleras, abro una puerta de golpe y lo que veo hormigas.
coincide precisamente con algo que ya sospechaba y en esencia Pero tampoco quiero exagerar la fuerza del momento.
quería comprobar, es difícil acomodar el exceso visual de la escena. Aquella imagen no daba para un trauma profundo. ¿Entonces, por
Hay un traje de charro en una silla, un corbatín de color se extiende qué me sentí tan mal? en principio porque el hombre que jadeaba era
sobre un tapete de peluche, junto a unas sandalias cheroquees, el aire mi padre, pero más seguramente, porque ciertas combinaciones
huele a cuero crudo, a vagas monturas. Las nalgas de mi padre son exceden la mirada. Vi las plantas callosas de los pies, los dedos
perfectas, redondas, rojizas. Con furia, con minuciosa exactitud, se torcidos en la almohada, una flor de papel lila en el buró, los
hunde en la adorable Rita, a 6.3 en la escala de Mercalli. Sus ojos aditamentos de la mala hora. Eran pocos pero todos sobraban.
tienen un brillo acerado, ciego

Página 100
Hasta ese día nada me parecía mejor que acompañar a mi la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la
padre. Dos veces por semana íbamos al “cine”. Mamá detestaba las prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un
películas; le tenían sin cuidado los naufragios y los tigres de modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería
Bengala que los productores pudieran llevar a la pantalla, se exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo
desprendió de la pasión de la época como de un desierto vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me
incultivable. Por entonces Estados Unidos acababa de devolvernos justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas
un pedazo de país: El Chamizal, una franja seca, que a pesar de los válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo
discursos no valía gran cosa. Mamá nos legaba algo semejante, con bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la
el fastidio de quien concede poco: la vida exterior que llamábamos tradición. Por lo demás yo estoy destinado a perderme,
“cine”. definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el
otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su
perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que
todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente
Jorge Luis Borges (“Borges y yo”, en El Hacedor, 1960)
quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no
en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra.

Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del

arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el arrabal a los juegos con el tiempo y lo infinito, pero esos juegos son

correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un de Borges y ahora tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una

diccionario bibliográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas,

Página 101
fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál de
los dos escribe esta página.

Página 102
Página 103
5. Autobiografías de estudiantes

Página 104
Página 105
En la vida no hay punto final No eran buenos los resultados que fuiste a buscar. Me lo
explicaste como pudiste. Mi abuelo se despediría en poco tiempo.
Yo te abracé como quien abraza a una niña desconsolada. Los roles
I se invirtieron y por un rato tú fuiste niña de nuevo y yo fui adulta.

“Vas a ser madrina”, me dijiste y me reí burlonamente. No


era la primera vez que jugábamos con eso. La risa se me atoró en la III

garganta cuando noté en tu cara una expresión de miedo y en tus Madrugamos mucho. El hospital no quedaba cerca y la sesión
ojos un cierto dejo de vergüenza que al instante se manifestó en empezaba a primera hora. Durante el viaje sentí dentro mío dos

forma de lágrimas. fuerzas, como dos monstruos que se batían a duelo. Uno quería
Fue la primera vez que experimenté la amarga sensación de llegar cuanto antes, el otro, mas miedoso, no quería llegar nunca.

quedarme sin palabras que decir. Supongo que a vos te pasaba lo mismo. Sólo supongo, puede que
pasaran muchas otras cosas dentro tuyo. Puede que tuvieras más

II monstruos que yo.


Los elementos y la disposición de los lugares eran los Suspirando profundamente, inflamos el pecho y entramos.

mismos de siempre. El mate estaba listo y las dos estábamos en la Escogiste el sillón que te pareció más cómodo y dejaste que el
ubicación recurrente. Lo único nuevo era la conversación que enfermero con apariencia de astronauta hiciera su trabajo. Te miré

tendríamos aquella tarde. durante las dos horas que duró el proceso.
No puedo negar que sospeché lo que me ibas a decir y, de Si cierro hoy los ojos y pienso en ese momento, te vuelvo a
alguna manera, la forma en que me miraste al llegar me lo confirmó. ver ahí sentado y hasta puedo sentir el olor de los químicos.

Página 106
IV
Un lunes de marzo, como cualquier lunes de marzo, fui a la V
escuela en la mañana y estimo que a la tarde hice algo que no me El día de la despedida fue como todas las despedidas que son
permitió tomar mi sagrada siesta. No recuerdo que fue, pero estoy definitivas. Sólo reconocía las caras de mi madre, de mi abuela y de
segura que algo hice porque no suelo estar acostada a la hora en que mi hermano. Los demás eran simplemente cuerpos con caras
me llegó tu mensaje. Recostada, miraba con mi mamá un discurso de borrosas que se me acercaban y me abrazaban. Algo me impedía
la presidenta. Los problemas con el campo estaban en pleno auge. reparar con certeza de quienes se trataba.
Extendí mi brazo cuando sonó el celular y lo abrí con la misma Había compañeros del abuelo. Todos de azul. Se sacaban la
tranquilidad que lo abro siempre. Yo esperaba encontrarme con una gorrita cuando entraban. Me es imposible aún hoy ver a un
cadena, un “que andas haciendo”, un “como estas”; algo trivial, lo de trabajador del Correo sin pensar en él.
todos los días. Las cosas importantes no se dicen por mensaje de Volvimos a casa y tuvimos la charla que pudimos, ni buena
texto, así que no había razón alguna para alarmarme. Sin embargo ni mala, solo charla.
me alarme y salté de la cama. “¡Está con contracciones!” fue lo Intenté ir a dormir. Hacía bastante que no lo conseguía. Tu
único que atiné a decirle a mi vieja antes de salir corriendo al madre frustró mi intento, que no sé si en realidad era el de dormir o
comedor a buscar las zapatillas que lógicamente estaban al lado mío el de estar sola. Probablemente era lo segundo. Me pidió que te
en la pieza. cuide hasta que ella regrese. No me negué pero por dentro pensé que
Son tres las cosas que recuerdo con claridad de esa noche: era una desconsiderada o al menos inoportuna petición.
mis miedos, la batucada que improvisaron unos muchachos en la Eso fue hasta que te despertaste llorando y te alcé. Me
estación del tren y las palabras que la enfermera le dijo a tu mamá al miraste y entendí. Entendí todo.
rato de que ingresaste, “La felicito abuela, es un hermoso varón”. Dámaris Rolón

Página 107
Sobre una mesa Pero desde que llegué a la Argentina, hace unos catorce años,
la mesa pasó de la cocina de mi abuela a la mía y acá sigue desde
Escribir sobre uno mismo es un poco entonces. Por lo tanto, fue en esta mesa, o al lado de ella y por qué
incómodo, por eso prefiero escribir sobre una mesa.
no sobre ella, que pasó mi vida.
Dalmiro Sáenz
Me acuerdo de mi hermana, Marina, que aprovechando para
jugar a la maestra me enseñó a leer y escribir, a multiplicar, sumar,
La mesa sobre la que estoy escribiendo es la misma sobre la que
dividir, etc. Yo debía tener cuatro o cinco años, así que cuando iba al
transcurrió mi vida, al menos desde que tengo memoria.
colegio me aburría de ver cosas que ya sabía y le pedía tarea extra a
En Venezuela, donde nací, teníamos otra mesa; hecha por mi
la señorita. Esto debe haber durado hasta tercer grado, cuando
papá, creo. En ella debo haber hecho los primeros dibujos, o
empezaron las cuentas de dividir por dos y por tres y las fracciones,
garabatos, y tal vez las primeras letras sueltas y mi nombre. Pero de
y la cosa se complicó.
esto no me acuerdo ya que solo tenía tres años cuando me fui.
Las primeras tareas y las últimas. Aunque a medida que pasaba
La que considero mi mesa es ésta. Bastante común, por cierto,
el tiempo cada vez eran menos. Siempre entre todos, porque acá
y bastante fea. Tienen forma rectangular, con un color entre verde y
siempre fue así, sigue pasando con las tareas de Alexis, mi
blanco arriba, y siempre desprovista de mantel. Hace ya cuarenta
hermanito. Cuando había que dibujar generalmente pintaban una
años que está en la familia, así que muchos deben considerarla su
parte cada uno; si tiene que ver con las ciencias exactas, mi mamá es
mesa. En un principio estaba en la casa de José León Suárez donde
la profesora; si es de sociales, a preguntarle a mi papá.
todavía vive mi abuela, y donde vivieron su infancia y adolescencia
Definitivamente, yo salí con más afición por esto último.
mi mamá y mis tíos cazando mariposas y revolcándose en las zanjas,
Podría ejemplificar con algunos episodios: en cuarto grado,
según cuentan.
aproximadamente, tenía que hacer un dibujo sobre los bomberos, y

Página 108
como no tenía ganas de pintarlo lo pintaron por mí. Alguien le pintó que más tengo presente es uno de Heidi que me hizo mi papá y
la manguera a lunares, me ofendí muchísimo, en ese momento las estuvo colgado en mi pieza por mucho tiempo. Hoy, mirando las
mangueras de los bomberos eran rojas, los perros marrones o negros fotos donde aparecía la mesa, veo que en la mayoría aparecen los
(nunca azules) y los pájaros amarillos. O una tarde de lunes, lápices de colores de fondo, los Prismacolor venezolanos
intentando estudiar los alcanos, alquenos y alquinos con mi mamá, y Las cartas de los Súper Amigos con la patota, los collares de
con paciencia, porque en un día tenía que aprender todo lo de un fideos que armaba con Ximena, amiga de la infancia, los palitos
trimestre. Como siempre, todo a último momento. O una mañana de chinos con las amigas del barrio. Las velitas de todos mis
domingo estudiando a “mi amigo” David Ricardo con mi papá y un cumpleaños. Las cartas a mis amigas, o a algún novio. O un
mate de leche. domingo como hoy, jugando a las basas en familia o tomando una
También me trae recuerdo de sabores, limón con azúcar que cerveza y jugando al truco con amigos de siempre y de ahora. Los
nos hacía mi abuelo Jorge. Los fideos, arroz y polenta; polenta, llantos, todos los malos momentos, incluida la “crisis” al momento
fideos y arroz, de la época en que eso era todo lo que se podía de elegir una carrera, y darse cuenta de que uno no tiene vocación.
comprar. Las bananas con dulce de leche que traía mi abuelo Carlos, Un libro, aunque sólo unas páginas, porque todos sabemos que es
postre preferido de toda la familia Caporale. Y los huevos pasados más cómodo leer en la cama.
por agua que la Sira me hacía todos los mediodías. En fin, todo y todos pasaron sobre esta mesa. Y es sobre esta
Además de para comer, una de las cosas para lo que más misma mesa bastante común, por cierto, y bastante fea, rectangular,
usamos la mesa es para dibujar. Me gusta bastante dibujar, aunque con un color entre verde y blanco arriba y siempre desprovista de
no tenga mucha aptitud. Sólo de vez en cuando, muy de vez en mantel, que estoy escribiendo mi primera “tarea” de facultad, una
cuando, algún dibujo sale bien, y va a parar enmarcado a la pared, autobiografía, “Sobre una mesa”.
junto con otros dibujos míos y de mi hermana. Uno de los dibujos Inti Caporale Leal-Marchena

Página 109
6. Teoría sobre la autobiografía y las narrativas del yo

Página 110
Página 111
Philippe Lejeune, El pacto autobiográfico (fragmento) (en La sutiles. No evitaré el primero; en cuanto al segundo, intentaré
autobiografía y sus problemas teóricos, Barcelona, Suplemento
razonar mis distinciones.
Anthropos, 1991)
He concebido mi definición, no situándome sub specie
¿Es posible definir la autobiografía? aeternitatis, examinando las “cosas-en-sí” que serían los textos, sino
He intentado hacerlo en L’autobiographie en France, con el poniéndome en el lugar de un lector de hoy que trata de distinguir
objeto de sentar las bases para establecer un corpus coherente. Pero algún orden en la masa de textos publicados cuyo rasgo en común es
mi definición dejaba de lado ciertos problemas teóricos. He sentido que cuentan la vida de alguien. De esta manera, la situación del
la necesidad de afinarla y dotarla de mayor precisión, tratando de “definidor” resulta doblemente relativizada y precisada:
hallar criterios más estrictos. Al hacerlo me he tropezado en mi históricamente, esta definición no pretende abarcar más que un
camino con las discusiones clásicas que siempre suscita el género período de dos siglos (desde 1770) y no cubre más que la literatura
autobiográfico: relaciones entre la biografía y la autobiografía, europea; eso no quiere decir que haya que negar la existencia de una
relaciones entre la novela y la autobiografía. Problemas irritantes por literatura de tipo personal antes de 1770 o fuera de Europa, sino
la repetición de los argumentos, por la zona difusa que rodea el especialmente que el modo en que hoy concebimos la autobiografía
vocabulario empleado, y por la confusión de problemáticas se convierte en anacrónico o poco pertinente fuera de ese campo.
precedentes de campos sin posible comunicación entre ellos. Con un Textualmente, parto de la posición del lector: no se trata ni de partir
nuevo intento de definición, me he propuesto aclarar los términos de la interioridad de un autor (la cual constituye precisamente el
mismos de la problemática del género. Al querer aportar claridad se problema), ni de establecer los cánones de un género literario. Al
corren dos riesgos: repetir de nuevo la evidencia (pues resulta partir de la situación del lector (que es la mía, la única que conozco
necesario comenzar por los cimientos) y, riesgo opuesto, dar la bien), tengo la oportunidad de captar con más claridad el
impresión de que se quieren complicar las cosas con distinciones funcionamiento de los textos (sus diferencias de funcionamiento),

Página 112
puesto que han sido escritos para nosotros , lectores, y que, al a) identidad del narrador y del personaje principal;
leerlos, somos nosotros quienes los hacemos funcionar. De esta b) perspectiva retrospectiva de la narración.
manera, he tratado de definir la autobiografía por una serie de
Una autobiografía es toda obra que cumple a la vez las condiciones
oposiciones entre los diferentes textos que nos son propuestos para
indicadas en cada una de esas categorías. Los géneros vecinos de la
su lectura.
autobiografía no cumplen todas esas condiciones. He aquí la lista de
Levemente modificada, la definición de la autobiografía sería
condiciones que no se ven cumplidas en los otros géneros:
la siguiente:
 memorias (2)
Definición: Relato retrospectivo en prosa que una persona
 biografía (4 a)
real hace de su propia existencia, poniendo énfasis en su vida
 novela personal (3)
individual y, en particular, en la historia de su personalidad.
 poema autobiográfico (1 b)
La definición pone en juego elementos pertenecientes a
 diario íntimo (4 b)
cuatro categorías diferentes:
1. Forma del lenguaje  autorretrato o ensayo (1 y 4 b)

a) narración
b) en prosa. Resulta evidente que las diferentes categorías no constriñen
2. Tema tratado: vida individual, historia de una de igual manera: ciertas condiciones pueden ser cumplidas en su
personalidad. mayor parte sin serlo totalmente: El texto debe ser
3. Situación del autor: identidad del autor (cuyo nombre fundamentalmente una narración, pero sabemos el lugar que ocupa el
reenvía a una persona real) y del narrador. discurso en la narración autobiográfica; la perspectiva debe ser
4. Posición del narrador: fundamentalmente retrospectiva, por eso no excluye secciones de

Página 113
autorretrato, un diario de la obra, o del presente contemporáneo a la discurso científico o histórico, pretenden aportar una información
redacción, y construcciones temporales muy complejas; el tema debe sobre una “realidad” exterior al texto, y se someten, por lo tanto, a
ser fundamentalmente la vida individual, la génesis de la una prueba de verificación. Su fin no es la mera verosimilitud, sino
personalidad, pero la crónica y la historia social o política pueden el parecido a lo real; no “el efecto de realidad”, sino la imagen de lo
tener algún lugar. Se trata de una cuestión de proporción o, más bien, real. Todos los textos referenciales conllevan, por lo tanto, lo que yo
de jerarquía: hay zonas naturales de transición con los otros géneros denominaría pacto referencial, implícito o explícito, en el que se
de la literatura íntima (memorias, diario, ensayo) y el clasificador incluyen una definición del campo de lo real al que se apunta y un
goza de cierta libertad a la hora de examinar cada caso particular. enunciado de las modalidades y del grado de parecido a los que el
Por otra parte, hay dos condiciones sometidas a una ley de texto aspira.
todo o nada, y esas son, con certeza, las condiciones que oponen la El pacto referencial, en el caso de la autobiografía, es en
autobiografía (y, a la vez, las otras formas de la literatura íntima) a general coextensivo con el pacto autobiográfico, siendo difíciles de
la biografía y a la novela personal: son las condiciones (3) y (4 a). disociar, como lo son el sujeto de la enunciación y el del enunciado
En este caso no hay ni transición ni libertad. Una identidad es o no en la primera persona. La fórmula no sería “Yo, el abajo firmante”
es. No hay gradación posible, y cualquier duda implica una sino “Yo juro decir la verdad, toda la verdad, y nada más que la
conclusión negativa. verdad”. El juramento raramente toma forma tan abrupta y total: es
Para que haya autobiografía (y, en general, literatura íntima) una prueba suplementaria de la honestidad el restringirlo a lo posible
es necesario que coincidan la identidad del autor, la del narrador y (la verdad tal como se me aparece, en la medida en que la puedo
la del personaje. conocer, etc., dejando margen para los inevitables olvidos, errores,
Por oposición a todas las formas de la ficción, la biografía y deformaciones involuntarias, etc.) y el indicar explícitamente el
la autobiografía son textos referenciales: de la misma manera que el

Página 114
campo al que se aplica el juramento (la verdad sobre tal aspecto de más que llamarme, me recuerda mi nombre”. El lenguaje es la única
mi vida, sin comprometerme en ningún otro aspecto) forma de que dispongo para “ver” mi existencia. En cierta forma, ya
he sido “relatado” por la misma historia que estoy narrando.

Sylvia Molloy, Acto de Presencia. La escritura autobiográfica en


Hispanoamérica (fragmento) (México, Fondo de Cultura Paul De Man, La autobiografía como desfiguración (en La
Económica, 1996.) autobiografía y sus problemas teóricos, Barcelona, Suplemento
Anthropos, 1991)
La autobiografía es siempre una re-presentación, esto es, un
volver a contar, ya que la vida a la que supuestamente se refiere es, Empírica y teóricamente, la autobiografía no se presta fácilmente a

de por sí, una suerte de construcción narrativa. La vida es siempre, definiciones teóricas, pues cada ejemplo específico parece ser una

necesariamente, relato: relato que nos contamos a nosotros mismos, excepción a la norma y, además, las obras mismas parecen solaparse

como sujetos, a través de la rememoración; relato que oímos contar con géneros vecinos o incluso incompatibles, y tal vez el detalle más

o que leemos, cuando se trata de vidas ajenas. Por lo tanto, decir que revelador sea que, mientras las discusiones genéricas pueden tener

la autobiografía es el más referencial de los géneros –entendiendo un gran valor heurístico en casos como el de la tragedia o el de la

por referencia un remitir ingenuo a una “realidad”, a hechos novela, resultan terriblemente estériles en el caso de la autobiografía.

concretos y verificables- es, en cierto sentido, plantear mal la Otro intento recurrente de circunscribir la autobiografía,

cuestión. La autobiografía no depende de los sucesos sino de la ciertamente más fructífero que las clasificaciones genéricas, aunque

articulación de esos sucesos, almacenados en la memoria y tampoco resuelva nada, rata de establecer una distinción entre

reproducidos mediante el recuerdo y su verbalización. “Mi nombre, autobiografía y ficción. La autobiografía parece depender de hechos

Página 115
potencialmente reales y verificables de manera menos ambivalente
que la ficción. Parece pertenecer a un modo de referencialidad, de
representación y de diégesis más simple que el de la ficción. Puede
contener numerosos sueños y fantasmas, pero estas desviaciones de Juan Orbe (comp.) La situación autobiográfica (fragmentos de la
Introducción) (Buenos Aires, Corregidor. 1995)
la realidad están enclavadas en un sujeto cuya identidad viene
definida por la incontestable legibilidad de su nombre propio: el
[…] la escritura autobiográfica es, quizá más que cualquier otro
narrador de las Confesiones de Rousseau parece estar definido por el
género, trabajo de elaboración textual y no ya de recuperación bio-
nombre y por la firma de Rousseau de manera más universal, según
gráfica. De allí que es más una estrategia de lectura, y no una
admite el propio Rousseau, que en el caso de su novela Julie. Pero
inmanencia genérica o lingüística, la que otorga carácter
¿estamos tan seguros de que la autobiografía depende de un
autobiográfico a una página. Este énfasis central en la producción
referente, como una fotografía depende de su tema o un cuadro
textual a su vez explica y agudiza los cuestionamientos al género
(realista) depende de su modelo? Asumimos que la vida produce la
autobiográfico, en especial como se construye en la Europa
autobiografía como un acto produce sus consecuencias, pero ¿no
moderna, género que consagra la escena del Sujeto-Modelo,
podemos sugerir, con igual justicia, que tal vez el proyecto
discursividad netamente normalizadora dentro de un proyecto de
autobiográfico determina la vida, y que lo que el escritor hace está,
expansión imperial. […]
de hecho, gobernado por los requisitos técnicos del autorretrato, y
está, por lo tanto, determinado, en todos sus aspectos, por los
[…] en la segunda mitad del siglo XX lo autobiográfico se presenta
recursos de su medio? Y, puesto que la mímesis que se asume como
en muy conflictiva relación con su propia identidad. Sí ¿quién habla
operante en la autobiografía es un modo de figuración entre otros,
en la escritura autobiográfica? pero hoy quizá más, y con una
¿es el referente quien determina la figura o al revés?
minuciosidad y urgencia no registradas, la pregunta que más

Página 116
atención solicita, y que a su vez centra otro tipo de información con diversos medios semióticos. En estas prácticas autobiográficas
sobre escritura y sociedad, se gana desde numerosos escenarios: alguien sigue relatándole su vida a otro, pero la proliferación de
¿qué habla en lo autobiográfico? En otras palabras, ¿qué sujetos contenidos disturba la forma canónica. Los relatos de la propia vida
(individuos, géneros, clases), qué relaciones (culturales, políticas, siguen marcados por comienzos, desenvolvimientos,
económicas) y qué propósitos (normalización, ruptura) se textualizan complicaciones, éxitos o fracasos. La continuidad y la coherencia
en la escritura autobiográfica, con y sin aprobación autorial? El siguen lastrando el relato. Pero paulatinamente, o de un solo golpe,
género autobiografía, inherente a la emergencia y expansión de la irrumpe la discontinuidad en la continuidad, la incoherencia de la
revolución industrial, ¿subsistirá en tanto que discursividad de un Yo coherencia, y alguien lo percibe. Aparecen narradores, audiencias e
(des)ejemplificador […] intelectuales con destrezas y sensibilidades nuevas u olvidadas.
Bajo la atracción ejercida por los “pequeños relatos” (petit récits,
Lyotard, 1989: 132), lo irrelevante, anécdotas mundanas,
confidencias casi involuntarias, recuerdos vagos de experiencias
Juan Carlos Gorlier. ¿Un género entre otros? Narración, fragmentarias, pasa a ser lo único relevante. Presencias disruptivas
autobiografía, testimonio, 2008 (disponible en la web) que suelen desaparecer sin dejar rastros, que se resisten a la
integridad que pretende imponerles “la historia de mi vida”.
[…] El relato de la propia vida se presta a infinidad de usos: de la
La autobiografía también puede abordarse como una práctica investigación etnográfica al talk show, del encuentro amoroso on-
narrativa multiforme. En lugar de forzar la atención a fijarse en un line al testimonio judicial, del formulario de antecedentes laborales a
repertorio limitado de textos escritos, ahora se la invita a recorrer un la conversación en la sala de espera… la lista es demasiado larga.
abanico de actividades, que se despliegan en distintos contextos y Usado en distintos contextos, el sentido del relato personal cambia,

Página 117
sirve para hacer distintas cosas. Los contextos están dominados por La autobiografía puede abordarse como una respuesta a la pregunta:
discursos maestros. Abierta o subrepticiamente, los relatos ¿cómo llegó a ser el que es? Hay en la pregunta un mandato
personales quedan encastrados en ellos. Esos discursos sólo tienen implícito: preséntate como uno. La obediencia a ese mandato mueve
una existencia parasitaria. ¿Qué sería de los personajes y los a desplegar una unidad que acaso no exista. La misma acción puede
guiones del discurso terapéutico o del discurso militante, sin la vida insertarse en tramas distintas, conectándola a otros sentidos e
que extraen del relato autobiográfico? Casi siempre el narrador es el intenciones. Desde otro relato, una acción heroica puede aparecer
primer traidor, el que silencia el murmullo de la vida, traduciéndolo como una vileza. A veces, resistiendo el mandato, el sujeto
a los sentidos que le ofrecen la militancia o la terapia. ¿Pero, autobiográfico declara que ora se comportó como un héroe, ora
realmente, quién o qué usa, parasita, traiciona, silencia la como un villano, y no cede a la presión de explicar el vaivén,
autobiografía, sometiéndola a sus propios fines? ¿A eso, qué haciéndolo formar parte de un designio mayor. Sin embargo se trata
nombre, qué definición darle? Imposible saberlo. Puede de comportamientos estereotípicos, fáciles de entender. Más difícil
conjeturarse que siempre, al decir algo, al nombrar y definir eso, es aceptar que acaso la misma acción es al mismo tiempo vil y
alguien dice algo de sí mismo, hace una “autoconfesión heroica. Eso exigiría vislumbrar que el sujeto autobiográfico es un
involuntaria” (Nietzsche, 1979: 26). La autobiografía no es un sujeto dividido. Los estereotipos sólo pueden mantenerse
género entre otros. No es un objeto para un sujeto. No se deja multiplicándose incesantemente. Véase la proliferación de
poseer. “orientaciones sexuales”. Tal vez la diferencia entre una acción
buena y una mala sea una diferencia mínima, radical, pero casi
[…] imperceptible. Acaso lo único que realmente existe es el vaivén y el
sujeto autobiográfico no sea nada, sino ese vaivén. Si fuera así, el

Página 118
mandato a ser uno estaría animado por el deseo, imposible, de invoca la autoridad de su propia experiencia, la autenticidad de sus
rectificar lo real. recuerdos.
Cuando alguien no consigue captar el sentido, lucha con las Los eventos del pasado, histórico o personal, son maleables.
palabras, trata de pronunciarlas, de escribirlas, de leerlas, En ellos lo verosímil tiene primacía sobre lo puramente fáctico.
forcejeando con ellas. Cuando finalmente lo logra, el forcejeo Caminando por un sendero estrecho, alguien, repentinamente, se
concluye y las palabras se vuelven dóciles, agrupándose en tropieza: eso es algo fáctico que irrumpe de manera inexplicable.
oraciones. Todavía están allí, pero ya no se las percibe. El sentido, Puede que se detenga y maleando eso, encuentre una explicación que
invisible e inaudible, se adueña de la palabra, audible y visible, lo haga verosímil: otro puso esa roca allí para que yo me tropezara.
tornándola imperceptible. Si alguien insistiera en percibir cada O puede que olvide que se ha tropezado y siga caminando, sin
palabra, cada letra, cada rasgo, el sentido volvería a desaparecer. Por buscarle explicación. Lo mismo ocurre con los recuerdos de las
eso el auténtico acto autobiográfico sea inseparable de una lucha propias acciones. Hay recuerdos que se experimentan como
cuerpo a cuerpo con el lenguaje. verdaderos tropiezos. Son recuerdos involuntarios, de intensidad y
¿Qué deseo mueve a relatar la propia vida, a seleccionar los textura singulares. El recuerdo insiste, “yo hice eso”, el yo
eventos más significativos, a hacerlos hablar por sí mismos? ¿Será autobiográfico resiste, “yo no pude haber hecho eso” (Nietzsche,
acaso el deseo de negar lo real? Entre el relato histórico y el relato 1972: § 68). Usualmente, al final, el recuerdo involuntario cede y
autobiográfico hay diferencias. El historiador intenta borrar su otro recuerdo, hecho de palabras dóciles y bien articuladas, ocupa su
persona, hacer que los hechos del pasado hablen por sí mismos, sean lugar. Tal vez, la única prueba real de la autenticidad del recuerdo
la única autoridad. Tal la función del narrador impersonal en ese sea su carácter inverosímil. Los recuerdos involuntarios más
relato. El autobiógrafo narra en primera persona del singular e excepcionales, aquellos que realmente se resisten a formar parte de
una trama épica, son los recuerdos de acciones insignificantes,

Página 119
alguien recuerda el acto de barrer el umbral de su casa, sin intentar pilares de la subjetividad: las turbulencias no conciernen solo a ese
hacer de eso, retroactivamente, una cruzada del bien contra el mal. eje “espacial”, sino también a lo que podríamos llamar su eje
Pero con esos recuerdos, excepcionales en su insignificancia, no “temporal”. Es decir, el estatuto del pasado como otro cimiento
basta. Se requiere un sujeto capaz de sostenerlos y llevarlos a la crucial del yo moderno.
palabra. Con ese doble desplazamiento, cambian las reglas de
constitución del yo. Se transforma aquella primera persona del
singular que era autor, narrador y protagonista de los diarios íntimos
tradicionales. A pesar de permanecer como factores aún muy
Paula Sibilia. “Yo actual y la subjetividad instantánea” relevantes hoy en día, tanto el cultivo de la interioridad psicológica
(fragmentos) (En La intimidad como espectáculo, Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica, 2008.) como la reconstrucción histórica del pasado individual parecen
perder peso cuando se trata de definir lo que es cada uno. Ya no se
Tanto la exhibición de la intimidad como la espectacularización de trata solamente de un declive de la contemplación introspectiva, sino
la personalidad, esos dos fenómenos que hoy proliferan como los que también la mirada retrospectiva tiende a extinguirse en las
dos lados de una misma moneda, denotan cierto desplazamiento de nuevas prácticas autorreferenciales, atenuando su valor antes
los ejes alrededor de las cuales se construían las subjetividades primordial al plasmar la propia vida como un relato.
modernas. Se nota un abandono de aquel locus interior hacia una Así, los nuevos géneros confesionales de internet se presentan
gradual exteriorización del yo. Por eso, en vez de solicitar la técnica como tentativas muy actuales de “recuperar el tiempo perdido” en la
de la introspección, que intenta mirar hacia dentro de sí mismo para vertiginosa era del tiempo real, de la falta de tiempo generalizada y
descifrar lo que se es, las nuevas prácticas incitan el gesto opuesto: del presente constantemente presentificado. Pero se hace evidente el
impelen a mostrarse hacia afuera. Complementando esos complejos contraste de estas nuevas modalidades con algunas formas modernas
movimiento, también es posible detectar deslizamientos en otros

Página 120
de actualizar la memoria de lo vivido, desde el diario íntimo hasta el Sigmund Freud, un autor completamente empapado de ese
psicoanálisis, pasando por la novela clásica y las autobiografías paradigma,3 recurrió a dos bellas metáforas para ejemplificar las
románticas. Pero, ¿qué cambia y qué permanece intacto luego de diversas maneras de practicar esa búsqueda arqueológica en los
estas metamorfosis? ¿Y cuáles son los sentidos de esos cambios? En laberintos de la mente: Roma y Pompeya […]
primer lugar, llama la atención la peculiar inscripción cronológica de La metáfora de Roma evoca la ciudad eterna, como un
los nuevos relatos de sí. Especialmente notoria en los blogs y territorio en ruinas donde una infinidad de escombros constituyen los
fotologs, aunque también presente en otras manifestaciones de este añicos del pasado, todos dispersos desordenadamente en diversas
fenómeno, es esa insistencia en la prioridad de la actualización capas históricas. Esa imagen ilustra muy bien un famoso postulado
permanente –y siempre reciente- de las informaciones, por medio de del psicoanálisis: nada en la vida psíquica se pierde para siempre,
fragmentos de contenido agregados en todo momento., Este porque todo lo que ha sucedido puede reaparecer y tornarse
procedimientos parece confirmar la idea rápidamente formulada en significativo en el presente. Todo queda amontonado en el desván de
los párrafos precedentes: no sólo la profundidad sincrónica del yo se la memoria. Aunque parezca haber sucumbido a las nieblas del
va desafiada en estas nuevas formas de autoconstrucción –es decir, olvido, de repente, cualquier fragmento polvoriento del pasado
su interioridad-, sino también su coherencia diacrónica. Cambia puede salir a la luz y actualizarse repleto del sentido. En su caos
tanto la función como el grado de importancia de este otro factor en despedazado, sin embargo, Roma también expresa su carácter
la constitución de la identidad individual: el estatuto del pasado espectral: el sueño imposible de mantener cada cosa en su lugar,
como un pedestal del yo. todo de alguna manera conservado en su totalidad. En contraste con
[…]
3
Sibilia se refiere al paradigma en el que el pasado y la interioridad eran
fundamentales en la construcción de la subjetividad, que respondía al modelo del
homo psychologicus y que propiciaba el buceo o la excavación en las
profundidades del yo. (N. del E.)

Página 121
esa acumulación de múltiples pedazos rotos y dispersos que Roma lado, un tiempo de captura, corte, instante, pero totalizantes”, resume
emblematiza, la otra metáfora arqueológica tendiente a elucidar los Dubois.
mecanismos del recuerdo en el aparato psíquico es Pompeya. La […]
alusión a la ciudad petrificada evoca la preservación intacta de una Hay que admitir sin embargo que recurrir a la arqueología para
imagen instantánea eternizada, genuino recuerdo fotográfico de un metaforizar el funcionamiento mental puede parecer, hoy en día, un
momento único e irrepetible. Un bloque espacio-tiempo congelado anacronismo. Esa actividad emerge con su aire retro o vintage,
de una sola vez y para siempre, como la ciudad momificada bajo la envuelta en una atmósfera digna de otros tiempos que invita a la
lava del volcán. recreación en películas de aventuras o de época, en parques
Son dos temporalidades distintas y opuestas, que se excluyen temáticos o en vistosos escenarios de videojuegos. Así, hoy en día,
mutuamente y a la vez se complementan: una convoca a Roma, la sin desdeñar esas tradiciones, son otras las metáforas que se imponen
multiplicidad de las capas infinitas, aunque siempre destrozadas; la con mayor vehemencia cuando se trata de reconstruir el pasado
otra, a Pompeya, la totalidad preservada en un momento singular. como un elemento significante de la historia individual. Solapando
Estas metáforas sugieren que la psiquis oscilaría entre ambas aquellas imágenes ya clásicas que aludían a la arqueología y la
modalidades del recuerdo, entre esos dos tipos de restos geología –y dejándolas juntar polvo en algún rincón de nuestro aleph
arqueológicos –marcas mnésicas enterradas, vestigios de un yo que cultural–, se multiplican las imágenes provenientes de la fotografía y
ya se ha ido– sin lograr juntarlas jamás, porque sería imposible el cine, por ejemplo. Ahora es posible rebobinar la película de la
actualizar simultáneamente todas esas virtualidades. De modo que es propia vida, operar flashbacks o cortes abruptos en ciertas
Roma o Pompeya, nunca ambas a la vez. “De un lado, un tiempo de secuencias, enfocar o aplicar zoom sobre un detalle, evocar una
acumulación, propagación y saturación, pero fragmentado; del otro escena en cámara lenta o realizar un montaje cuidadoso, audaz,
clásico o vertiginoso. Revelar o velar un recuerdo, verlo empañado,

Página 122
fuera de foco. Obturar, sobreexponer, aplicar filtros. Hacer un rápido
travelling en un paisaje o en un acontecimiento, efectuar un close-up
sobre un rostro o un objeto, repasar una escena del pasado de manera Dom06.06.2010
Últimas Noticias Edición impresa
lineal y pormenorizada, priorizar la banda sonora de un determinado
Secciones/Suplementos
episodio o editar diversos eventos con la estética y los compases de
Rosario/12
un videoclip.
También proliferan las metáforas procedentes del universo
informático cuando se trata de archivar o deletear algún dato
› Por Jorge Baron Biza
particular de nuestro acervo mental, escanear la propia memoria
buscando algo olvidado, grabar una información con seguridad Creo que el límite inferior de la autobiografía está en la lucha contra
el chisme y la autocomplacencia. Son los dos peligros básicos que
redoblada en el cerebro, deshacer un pensamiento indeseable o
aparecen cuando nos sentamos a escribir sobre nosotros mismos.
hacer clic en el sitio adecuado para abrir un link hipertextual. Puede
Pero vamos a tratar de señalar también el límite superior. La
ocurrir, también –y de hecho sucede cada vez más asiduamente– que biografía es el instrumento por el cual podemos insertar en la historia
nuestra memoria “se cuelgue”. En estos casos, es muy probable que nuestras vivencias, de manera tal que –tanto la historia como
nuestras propias vivencias– tengan un significado más rico. Es casi
nos hayamos olvidado también de hacer back up. En ciertas uno de los pocos medios que existen para que eso ocurra. Cuando
ocasiones, conviene apagar el equipo, desconectar todos los cables, hablamos de vivencias, nos referimos a los recuerdos en los que
predomina más la sensación y la emoción que la simple memoria
respirar hondo e intentar reiniciar el aparato mental presionando automática.
algún prodigioso botón. Quizás se deba sopesar la posibilidad de
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando escribimos una biografía y sobre
cambiar el disco rígido o, por qué no, mejorar la capacidad de todo cuando la publicamos? Sucede lo mismo que con todo libro;
memoria haciendo un upgrade general. aparecen los lectores, que son el otro término fundamental de la
biografía. Habitualmente, el pacto autobiográfico entre el escritor y

Página 123
el lector presupone, de parte del lector, el reconocimiento de que es creer que ocurrió hace treinta años. Entre ayer y hoy también pudo
posible escribir autobiografías. ¿Qué quiere decir esto? Presupone haber una explosión que me conmocionó, pude haberme tomado tres
que el sujeto se puede conocer a sí mismo, puede expresar ese botellas de whisky o haberme enamorado y las perturbaciones que
conocimiento que, además, tiene características especiales y surgieron en mi interior me impiden tener una visión privilegiada de
privilegiadas en algunos aspectos. El lector acepta estas bases, estos lo que ocurrió ayer, y mucho menos de lo que pasó hace treinta años.
supuestos, y decide que recibe un conocimiento privilegiado.
Precisamente, para verificarlo, asume una actitud de juez; o sea: para La memoria es selectiva. La memoria es réplica –es embellecedora,
saber cuánto dice de verdad este hombre y en qué momento ingresa también– pero nos tiende enormes traiciones. Así que tampoco creo
en los límites inferiores de la autocomplacencia, el chisme o lo no en el privilegio de la persona que se sienta a escribir una
auténtico. autobiografía. Quizás estoy saboteando a muchos editores, pero
verdaderamente creo que es así y mi experiencia así lo indica.
En mi concepto, nada de esto es verdad ni funciona realmente así, si
lo analizamos en profundidad. Finalmente, la interpretación que hago de los hechos va a estar
también teñida por emociones tanto más intensas cuando son acerca
Empecemos por el escritor. Es un tanto ingenuo creer que si uno de nosotros mismos que cuando tenemos que interpretar un hecho
escribe un texto sobre uno mismo, ese texto va a ser privilegiado por interno. De manera tal que la autobiografía, como se la concibió en
un conocimiento especial. Pensemos: cuando la gente habla sobre sí el siglo pasado, sobre todo en la época del positivismo, no se puede
misma, habitualmente es cuando más se equivoca. Esa es una sostener.
experiencia que todos hemos vivido alguna vez, y que sabotea la
idea básica de la autobiografía. Entonces, la crítica empezó a buscar hasta qué mínimo podemos
llegar a encontrar en la autobiografía algo que sea indudable desde el
Otro de los supuestos que corroen a la autobiografía es la idea de que punto de vista literario. Y se encontró un elemento, una célula
uno tiene un punto de vista especial sobre los acontecimientos mínima que nos da pie para la autobiografía: el nombre. Nuestro
(además de un conocimiento preferencial). Si reflexionamos, no hay nombre es, indudablemente, un elemento autobiográfico no
autobiografía inmediata. O sea, el escritor no va volcando en el texto mentiroso. Por lo tanto, hay que empezar a reflexionar sobre cómo
los hechos a medida que ocurren, sin ninguna mediación. La vida no funciona con respecto a nosotros.
es como un torrente que cae sobre un papel y queda ahí plasmada.
Hay mediación. Es más, existe la misma mediación que hay en todo Un nombre tiene una función intransitiva, digamos así, que es la de
conocimiento que tenemos de cualquier cosa o de otra persona. Si nuestra identidad. El nombre va a cubrir lingüísticamente los hechos
me senté ayer a escribir sobre lo que hice hace treinta años, en esa más o menos conocidos de nuestra vida, las partes físicas –nosotros
escritura va a estar la mediación de la memoria y lo que yo pueda somos físicamente “esto”– y quizá las consecuencias físicas de

Página 124
nuestras acciones. Va a ser una especie de imán en torno del cual En esos aspectos profundos e informes, que nosotros somos y vamos
van a girar una suerte de limaduras dispersas que vamos a llamar el a ser en la muerte, es donde se generan el sueño y el subconsciente y
yo, lo que nosotros somos. donde aprendemos que somos básicamente contradicción. ¿Por qué
ocurre esto? Porque todos los aspectos subterráneos han dejado de
Pero también hay otra función, que es muy importante, y es lado el tiempo. Tanto el subconsciente, como el sueño y la muerte,
transitiva. El nombre va a ser lo que nos va a unir con nuestra muerte son elementos atemporales.
y nos va a permitir que después de que muramos sigamos siendo
nosotros mismos. En esta función transitiva, precisamente, quiero Esto es importante porque lo temporal es lo que nos ordena. El orden
poner el acento. de la sucesión es lo que nos da el sentido habitual en nuestra vida,
mientras que aquello en lo que no hay tiempo tiende a desordenar
Un gran poeta inglés, William Wordsworth, un romántico del siglo nuestro ego y a desconcertarnos. En el subconsciente, ya se sabe,
XIX, se planteó de igual modo estos temas y encontró que la gran podemos seguir siendo niños, seguir sufriendo una herida de hace
metáfora de la autobiografía –la metáfora esencial y fundante– es la treinta o cuarenta años y se pueden seguir enviando pulsiones al
lápida. Trae los hechos fundamentales de nuestra vida: el nombre, el consciente y desordenar esa prolija parte de la lápida que está al aire
momento del nacimiento, el año de la muerte (el marco temporal), a libre y que aparentemente es tan clara como un nombre, como una
veces una declaración de afecto, de amor, que también es un fecha.
elemento clave de la autobiografía.
¿Qué sucede con la contradicción? La contradicción profunda y
Reflexionando sobre esta metáfora, un ensayista inglés, Paul de Man vital, como es en este caso, nos comunica con el infinito. La
–-quien escribió un texto muy interesante titulado La autobiografía contradicción fundamental –como la de la muerte, el sueño y el
como desenmascaramiento–, señala que la lápida tiene dos aspectos: subconsciente– no tiene solución, por lo tanto es eterna. A diferencia
uno abierto al mundo y otro enterrado. El aspecto abierto –esa parte de las contradicciones que podemos encontrar en el mundo del sol,
de la lápida que tiene la escritura, que da la cara al sol, que nos plantea un diálogo eterno. Esto no quiere decir que sean
representa los aspectos luminosos de nuestra vida– comunica con contradicciones dramáticas. En ellas, sencillamente las cosas se dan
una parte enterrada que representa –o que es– la muerte. Esa pieza fuera del tiempo, eternamente. Y lo que se da afuera del tiempo,
oculta también es todo aquello que no tiene forma, que permanece contradictoriamente, o sea incomprensiblemente, es la esencia de la
en nosotros de manera informe, y que por lo tanto no se puede espiritualidad. En ese mundo vamos a encontrar nuestra
expresar tan sencillamente, como por ejemplo el sueño o el espiritualidad de una manera que no se puede expresar directamente.
subconsciente.
Vemos así que la autobiografía es un elemento integrador del ser
humano. Y que el auténtico autobiógrafo no debe escribir para

Página 125
elogiarse ni para chismear, sino para salvarse de la muerte. ¿Cómo Entonces, esa vida empobrecida por el error, por el desconcierto, por
trata de salvarse? Escribiendo. Sabe o reconoce que gran parte de lo esas fuerzas oscuras que acechan al hombre, florece en centenares y
que escribe no se comprende, que él no se presenta como un miles de interpretaciones. Y así, el autobiógrafo llega por medio de
proyecto cerrado, como un ser que se ha conocido a sí mismo ese texto al lector, y a través de la multiplicidad llega a lo colectivo;
totalmente. Se sabe incompleto e ignorante de muchos aspectos de sí y a través de lo colectivo, quizás también llegue a esa gran
mismo. Se sabe sorprendido por lo que ha hecho, y al mismo tiempo concepción del ser humano que es Dios. Tal vez, el hermeneuta final
se sabe arrepentido. Porque también en el arrepentimiento está del texto sea la suma de todos esos lectores, y el único que pueda
presente todo ese mundo subterráneo que nos desconcierta. hacer ese balance sea Dios.

Y así, en ese estado imperfecto, reconociéndose no ya como un ser


que sabe todo y lo va a contar desde un punto de vista privilegiado,
sino con la humildad del que sabe que no domina, que no se conoce
a sí mismo ni nunca va a poder conocerse completamente, se conecta
con el mundo subterráneo y desde allí sale a relucir una nueva
lápida, que es el texto autobiográfico. Este texto se produce en el
mundo del sol y de lo diurno, en el mundo de lo consciente. Pero
ahora viene impregnado de todo ese universo profundo de la
contradicción, de lo infinito espiritual.

¿Y qué pasa con el texto de la persona que se reconoce incompleta,


que sabe que ha fallado y que se arrepiente de muchas cosas que ha
hecho? Es un texto necesariamente incompleto. ¿Quién tiene el
poder de completarlo? ¿Quién tiene la llave para convertir al
autobiógrafo imperfecto que reconoce toda su oscuridad? ¿Quién
tiene el poder de recoger eso?

Aquí aparece un tema de importancia en la autobiografía: el lector.


Porque es él quien le va a dar la verdadera inmortalidad al
autobiógrafo. El lector va a ser el constructor de la realidad de esa
vida mediante un arma poderosísima que se llama interpretación. La
hermenéutica, la interpretación que hace el lector del texto.

Página 126
Página 127

También podría gustarte