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Introducción (se hace a lo último)

 Conceptos a definir
o Hiperpresidencialismo
 Degeneración del presidencialismo → antidemocrático
 Se potencian los elementos de la polarización y del
personalismo
 A diferencia del presidencialismo en su forma democrática, este
sistema de gobierno prevé también otros elementos normativos:
 Posibilidad para el ejecutivo de censurar el órgano
legislativo;

“Como se ha dicho anteriormente se puede entender el hiperpresidencialismo como una
degeneración de la forma común del presidencialismo dentro de un sistema democrático,
que consiste en la situación por la cual existe una mayor concentración de poder en las
manos del mandatario y un desequilibrio entre los tres poderes del Estado, de manera que la
del ejecutivo se vuelva una branquia preordinada a las otras dos”.

o Facultades del presidente 


o Estado de Sitio
o Estados de excepción 
 Pregunta problema:
 Tesis: 

El presente escrito tiene por objeto analizar cómo se refleja, y se ha reflejado, el fenómeno
del hiperpresidencialismo en el panorama colombiano. Lo anterior se busca alcanzar desde
una mirada histórica -a través de la evolución de la figura del régimen de excepción- y
desde una mirada jurídica -a partir del estudio del marco normativo dispuesto en la
Constitución de 1886 y los cambios introducidos por la Constitución Política de 1991 al
respecto-. 

Ahora bien, no es necesario indagar mucho para llegar a la conclusión de que la noción de
“estado de sitio” estuvo estrechamente asociada a concepciones negativas durante gran
parte del siglo XX. El estado de sitio fue una constante durante los regímenes
presidenciales que fueron cobijados por la Constitución de 1886; su utilización
indiscriminada condujo a que un régimen constitucional ordinario adquiriera naturaleza
excepcional. El status quo estaba determinado por la permanente anormalidad, lo cual,
consecuentemente, condujo al resquebrajamiento del Estado de Derecho, a la vulneración
del principio de la separación de poderes, a la disminución de las otras ramas del poder
público, al autoritarismo y la represión, a la vulneración de los derechos fundamentales de
los ciudadanos y, especialmente, a la degeneración del modelo presidencial.

A partir de lo anterior, en vista de que el abuso de la figura del estado de sitio representó
una problemática durante la vigencia de la Constitución de 1886, la Constituyente de 1991
partió de la premisa de limitar las facultades del ejecutivo, incluso en situaciones de
anormalidad institucional. Es decir que, a diferencia del régimen anterior, se buscaba
configurar un sistema de límites basado en controles ejercidos por las otras ramas del poder
público; se trataría, entonces, del fortalecimiento de lo que en el sistema parlamentario se
denomina «checks and balances».

Por su parte, la Constituyente de 1991 propuso tres tipos de controles encaminados a trazar
límites respecto de las facultades del ejecutivo: uno de carácter jurídico, encabezado por la
Corte Constitucional, en donde hace un juicio de proporcionalidad estricto sobre los
decretos legislativos de desarrollo y los decretos legislativos de los estados de excepción;
un segundo control de carácter político, realizado por el Congreso, el cual examina los
decretos legislativos; y un control de legalidad, realizado por la jurisdicción Contencioso-
Administrativa, en donde a partir de un control automático e integral se decide sobre la
legalidad de los decretos expedidos por el gobierno nacional, por los gobernadores o por los
alcaldes1. Además, con el tránsito hacia el régimen de 1991 se plantearon diferentes
modificaciones con respecto al régimen previo, tales como: (i) la tipificación de las
emergencias; (ii) la temporalidad del derecho de excepción; (iii) el sistema de controles;
(vi) y la expedición de la ley estatutaria de los estados de excepción2.

Ahora bien, después de 1776, Estados Unidos fue el primer país en adoptar la forma de
gobierno que se consagró como la más presente dentro del continente americano. El
presidencialismo se caracteriza por una concentración del poder ejecutivo en manos de uno
solo; de acuerdo con Faivre, “en el marco de un régimen que se afirma como presidencial,
el poder ejecutivo no se comparte. El presidente dispone de autoridad suprema con el riesgo
de llegar a situaciones por lo menos sorprendentes 3”. En Colombia, el artículo 188 de la
Constitución Política de 1991 dispone que “el Presidente de la República simboliza la
unidad nacional”4, y el artículo 189 preceptúa que el Presidente de la República es el Jefe
de Estado, Jefe de Gobierno y Suprema Autoridad Administrativa5.

Desde esta perspectiva, de acuerdo con Cerbone:

“se puede entender el hiperpresidencialismo como una degeneración de la forma común del
presidencialismo dentro de un sistema democrático, que consiste en la situación por la cual
existe una mayor concentración de poder en las manos del mandatario y un desequilibrio
entre los tres poderes del Estado, de manera que la del ejecutivo se vuelva una branquia
preordinada de las otras dos6”.

Dentro de este orden de ideas, el estado de sitio -perpetuado durante la vigencia de la


Constitución Política de 1886- y el estado de excepción -introducido por la Constituyente
de 1991- resultan evidentes manifestaciones del hiperpresidencialismo, en el sentido de que
el acrecentamiento de las atribuciones concedidas al presidente en función de alcanzar el
restablecimiento del orden público, por lo que se plantea el siguiente interrogante: ¿cómo se
ha venido reflejando el fenómeno del hiperpresidencialismo en los estados de sitio y de

1
Parafraseo p. 73 artículo “Los estados de excepción en el régimen constitucional colombiano”.
2
Ley 137 de 1994.
3
P. 38, Catherine Faivre, Colombia: un régimen presidencial bajo la tentación del parlamentarismo.
4
CITAR
5
CITAR
6
P. 10. Cerbone
excepción: (i) durante el régimen de la Constitución Política de 1886 y (ii) después de la
Constituyente del 91?

1. Estado de sitio durante el régimen de la Constitución Política de 1886

En principio, la herramienta consagrada en el artículo 121 7 de la Constitución Política de


1886 se previó como un mecanismo excepcional del ejecutivo; sin embargo, su uso
constante la trivializó. Además de conllevar una gran limitación a los derechos
fundamentales de los ciudadanos, la aplicación arbitraria e indiscriminada del Estado de
Sitio durante gran parte del siglo XX implicaba la amplificación de las atribuciones del
ejecutivo, en detrimento de las otras ramas del poder público y, en consecuencia, se
vulneraba el principio de separación de poderes. Por otra parte, la reiterada aplicación del
régimen de excepción permitía que el Presidente se arrogara facultades propias del
Legislativo. Y, adicionalmente, la ausencia de un control material de constitucionalidad por
parte de la Corte Suprema a los Decretos que declaraban el estado de sitio, limitándose a un
análisis meramente formal, legitimaban el uso desmedido de éste instrumento
aparentemente excepcional. 

De acuerdo con la Corte Constitucional8:


El original artículo 121 de la Constitución de 1886 confería al Presidente de la República la
posibilidad de declarar turbado el orden público en todo el territorio o parte de él y de ese
modo quedaba investido de las facultades conferidas en caso de guerra, de las que se
derivaran del derecho de gentes y de facultades legales.  Tal declaratoria, que procedía en
caso de conmoción interior o guerra exterior, debía estar precedida de un concepto del
Consejo de Estado y el decreto correspondiente debía llevar la firma de todos los Ministros. 
De acuerdo con ello, el ejecutivo tenía la potestad de dictar decretos con fuerza legislativa
provisional, limitados a tomar las medidas necesarias para el restablecimiento de la
normalidad en la Nación y, una vez levantado el estado de excepción, era obligación del
Presidente presentar al Congreso un informe sobre los motivos de sus decisiones.

Resulta preciso mencionar que para el año 1960 se realizó una reforma constitucional
encaminada hacia la limitación de las facultades excepcionales atribuidas al Presidente en

7
Artículo 121. En los casos de guerra exterior, o de conmoción interior, podrá el Presidente, previa audiencia
del Consejo de Estado y con la firma de todos los Ministros, declarar turbado el orden público y en estado de
sitio toda la República o parte de ella. 
  
Mediante tal declaración quedará el Presidente investido de las facultades que le confieran las leyes, y, en su
defecto, de las que le da el Derecho de gentes, para defender los derechos de la Nación o reprimir el
alzamiento. Las medidas extraordinarias o decretos de carácter provisional legislativo que, dentro de dichos
límites, dicte el Presidente, serán obligatorios siempre que lleven la firma de todos los Ministros. 
  
El Gobierno declarará restablecido el orden público luego que haya cesado la perturbación o el peligro
exterior; y pasará al Congreso una exposición motivada de sus providencias. Serán responsables cualesquiera
autoridades por los abusos que hubieren cometido en el ejercicio de facultades extraordinarias. 

8
Sentencia C-802/02
razón del mencionado precepto. En aquélla se le concedió al Congreso la potestad de
decidir, a través de la aprobación por mayoría absoluta de las dos Cámaras, que cualquiera
de los decretos dictados por el Gobierno en los Estados de Sitio se remitiera a la Corte
Suprema de Justicia, con la intención de que se pronunciara respecto de su
constitucionalidad.

En una segunda instancia, con el objeto de realizar una ubicación respecto de las
atribuciones excepcionales del Presidente, en virtud del Acto Legislativo No. 1 de 1968, se
le concedían tres tipos de facultades al ejecutivo: (i) facultades de carácter constitucional,
las cuales le eran otorgadas por la Constitución en “tiempo de guerra” como la posibilidad
de realizar arrestos sin orden judicial, la expropiación administrativa sin indemnización, la
concentración de la autoridad política o civil y judicial o militar, etc.; (ii) facultades
derivadas de las reglas del Derecho de Gentes para la guerra entre naciones, entendiéndose
Derecho de Gentes como el derecho internacional; (ii) facultades de carácter legal, es decir,
las que no fueron definidas por el legislador. De acuerdo con la Corte Constitucional, el
quid de la reforma de 1968 fue la instauración del control constitucional automático de los
decretos legislativos proferidos por el Gobierno durante el estado de sitio; por lo que el
Ejecutivo tenía la carga de remitir tales decretos a la Corte Suprema de Justicia para que
ésta se pronunciara sobre su constitucionalidad 9. No obstante, se trataba de un control
meramente formal del decreto.

Las problemáticas principales al estado de sitio se podían sintetizar en: (i) la carencia de
límites temporales, (ii) la suspensión permanente de los derechos fundamentales y (iii) la
suplantación del legislativo10. En relación con lo primero, se concebía desproporcionado
que el límite temporal de la medida dependiera del criterio discrecional del ejecutivo, pues
lo previsto para situaciones de anormalidad, terminaba por normalizarse; además, en lugar
de resolver la alteración al orden público, la prolongación del estado de sitio agravaba el
desorden. Respecto de lo segundo, la figura en cuestión era aprovechada para restringir
arbitrariamente los derechos de los ciudadanos -en especial los relacionados con el debido
proceso y las libertades de información y de locomoción-, acentuando el autoritarismo y la
represión. En tercer lugar, el Ejecutivo suplantaba al Legislativo en la medida que, durante
gran parte del siglo XX, el régimen excepcional fue instrumentalizado para legislar sobre
diversas materias que no guardaban relación con los hechos que fundamentaron la
declaratoria del estado de sitio, vulnerando el principio de conexidad11.

9
Ibidem.
10
Ibidem.
11
Algunas materias sobre las que se legisló fueron: medidas administrativas -como la creación y supresión de
cargos en la administración pública-; medidas que afectan la administración de justicia y la Procuraduría
General de la Nación; medidas relacionadas con el funcionamiento del Congreso, las Asambleas
Departamentales y los Consejos Municipales; medidas de carácter penal en el derecho procesal;
modificaciones en el derecho civil o procesal civil; medidas relativas a la legislación laboral (cita de una cita,
p. 126 ius et praxis).
De acuerdo con lo expresado por la Asamblea Nacional Constituyente convocada en 1990:
“El Presidente de la República queda ipso facto investido de todas las facultades
excepcionales que permite la Constitución acumulando un poder enorme. A pesar de
haberse utilizado en exceso ha sido ineficaz para resolver las situaciones de conmoción
interna que hemos tenido en los últimos años. Es como tener un cañón para cazar un ratón.
No existe una gradación de la medida de excepción, de modo que cada situación se pueda
responder con una acción proporcional adecuada a su gravedad”.

Conclusión
Aplicación práctica

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