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TEORÍA DE LA PENA.'SUMARIO: A. Concepto.
1. Desde el punto de vista normativo. 2. Como
consecuencia del delito. B. Fundamento y fin de la
pena. 1. La pena como retribución. 2. El concep-
to de intimidación. 3. El criterio de la enmienda.
C. Clases de pena. 1. Según el bien jurídico que
afectan, a) Penas Corporales, b) Penas privativas
de la libertad, c) Penas restrictivas de la libertad,
d) Penas pecuniarias, e) Penas privativas de dere-
chos. 2. Según su autonomía, a) Principales; b)
Accesorias. 3. Según la disponibilidad de imposi-
ción, a) Penas Copulativas, b) Penas Alternativas.
4. Algunas penas en particular, a) La pena de
muerte, b) La pena de prisión, c) La pena de
multa. D. Individualización de la pena. 1. Legal;
2. Judicial; 3; Administrativa; 4. La sentencia in-
determinada. E. Las circunstancias modificatorias
de la responsabilidad penal. 1. Clasificación. 2.
Circunstancias agravantes y atenuantes. 3. Cir-
cunstancias generales y especiales. 4. Circunstan-
cias objetivas y personales. 5. Circunstancias ante-
riores, concomitantes y posteriores. F. Ejecución
de las penas. G. Sustitutivos penales. H. Causas
que impiden la ejecución de la pena. 1. Causas de
extinción de la acción penal, a) Muerte del incul-
pado; b) La amnistía; c) La prescripción de la ac-
ción penal. 2. Causas de extinción de la pena.
a) La muerte del sentenciado, b) La amnistía.
c) El indulto, d) La prescripción de la pena, e) La
rehabilitación, f) E! perdón del agraviado, g) El
perdón judicial, h) Las excusas absolutorias.
A. CONCEPTO:
La acepción corriente de la palabra "pena" va
directamente ligada a la de castigo, dolor físico o
sentimiento moral o corporal.
Se han intentado muchas definiciones que re-
flejan el criterio que sobre el fundamento y fin de
la pena tiene cada autor. Así, en vías de ejemplo,
tenemos: Ricardo Núnez nos dice que "la pena es
un mal consistente en la pérdida de bienes como
retribución por haber violado el deber de no
* Por la Dra. AURA E. GUERRA DE VILLALAZ
cometer un delito"('). Enrique Cury, por su par-
te, se expresa así: "La pena debe ser un mal que,
adecuándose a la magnitud de la culpabilidad,
sea hábil, además, para satisfacer, tan integral-
mente como se pueda, finalidades de protección
social y resocialización social del delincuente"(2).
Cuello Calón en su conocida obra La moderna
penologia dice que la "pena es la privación o res-
tricción de bienes jurídicos impuesta conforme a
la Ley, por los órganos jurisdiccionales compe-
tentes, al culpable de una infracción penal"(3).
Desde el punto de vista sustancial y tal cual lo
afirma Antolisei, la pena es un mal que consiste
en la privación o disminución de un bien indivi-
dual. Esa privación o disminución puede afectar
la vida, la integridad física, la libertad, el patri-
monio o el ejercicio de algunos derechos, tales
como: las penas de muerte, flagelación, prisión,
multa e interdicción.
Valga aclarar que el concepto de pena varía si
se analiza a nivel normativo (punibilidad) o en su
realidad concreta (consecuencia del delito).
1. Desde el punto de vista normativo. Si tom a-
mos en consideración el hecho de que toda norma
penal se compone, estructuralmente, de un tipo
(precepto) que contiene la descripción de una
figura delictiva y la punibilidad (sanción) que
señala el intervalo penal con que se amenaza al
que infrinja el tipo, el concepto de pena a nivel
normativo viene a ser la punibilidad.
2. Como consecuencia del delito, A nivel fác-
tico, al momento en que ocurre el delito, la ame-
naza de pena se convierte en una pena concreta,
específica y temporal y entonces la pena viene a
ser la consecuencia directa que acarrea el delito
cometido.
(1) Nuñez, Ricardo. Manual de Derecho Penal. Cór-
doba, Editorial Lerner, Bs. As., 1972, pág. 319.
(2) Cury U., Enrique "Programa de la Pena" en
Revista Mexicana de Prevención y Readaptación Social.
Enero-Feb., Vol. H, 1973, pág. 5.
(3) Cuello Calón Eugenio. La 'moderna penología.
Edit. Bosch, Barcelona, 1958, T. ¡, pág. 16.
 Mientras la punibilidad aparece como la facul-
tad estatal de señalar una sanción al que infringe
el tipo, la pena como consecuencia del delito es el
intervalo penal que el juzgador impone al sujeto
activo que funge como autor del hecho punible.
B. FUNDAMENTO Y FIN DE LA PENA.
Si bien es cierto que la determinación del fun-
damento y fin de la pena constituye mas bien un
problema de carácter filosófico, no cabe duda de que
la pena tiene su razón 'de ser en la necesidad social
de que el Estado garantice la protección de los bie-
nes e intereses de los asociados y ofrezca la seguri-
dad de que cada acto que lesione o ponga en peli-
gro un bien jurídico tutelado, no quede impune.
Tradicionalmente, el estudio del fundamento y fin
de la pena se hizo a través de las corrientes ideológi-
cas seguidas por las escuelas penales, lográndose así
agrupar las teorías en absolutas, relativas y mixtas.
En la actualidad, se descarta esa pluralidad ar-
tificiosa de teorías y se ubica la finalidad de la
pena, a base de tres (3) criterios fundamentales,
alrededor de los cuales gira toda la política crimi-
nal referente a la elaboración, aplicación y ejecu-
ción de las penas, esto es: la retribución, la inti-
midación y la enmienda o corrección.
1. La pena como retribución. Según este crite-
rio se considera que la pena debe representar un
castigo, una aflicción que el sujeto deba recibir
en si mismo, para de esa manera compensar o
retribuir el daño causado al cometer el delito.
2. £/ concepto de intimidación. Para quienes
consideran que la pena debe constituir un mal o
sufrimiento, sostienen que la pena concebida en
ese sentido, cumple los propósitos de ejemplari-
dad y prevención.
Según Novoa Monreal "la intimidación tiene por
finalidad: a) evitar la comisión de delitos intimidan-
do al criminal; b) robusteciendo los propósitos del
ciudadano respetuoso del orden jurídico y c) mante-
niendo a raya con el miedo al indeciso" ( 4 ).
Una concepción más moderna del concepto de
la pena como intimidación la concibe a un mayor
alcance, de prevención general.
3. El criterio de la enmienda. Según esta
teoría la pena tiene como fin reformar al delin-
cuente, reeducarlo con miras a su readaptación
social. En este sentido, la pena pierde su carácter
de aflicción o de mal, para adquirir los caracteres
de un bien, tanto para el delincuente mismo
como para la sociedad. Carlos Augusto Roeder
en su obra Las doctrinas fundamentales reinan-
tes sobre el delito y la pena sustenta, con acierto,
las bases ideológicas de esta teoría y señala que
"aún el hombre corrompido continúa siendo
hombre, esto es un ser en el cual jamás se extin-
gue todo el divino destello de la razón, eterna-
(4) Novoa Monreal, Eduardo. Curso de Derecho
Penal Chileno, Parte General, Edit. Jurídica de Chile, San-
tiago, 1966, T. II, pág. 315.
mente capaz de infinito desarrollo, sin que sea lícito
dudar de esta perfectibilidad mientras viva" (5).
Las ideas correcionalistas y de enmienda han
sido aceptadas por las legislaciones contemporá-
neas e incorporadas al Derecho Penitenciario.
C. CLASES DE PENA.
Los autores han ideado múltiples y varia-
dos criterios de clasificación de las penas, no
obstante se considera con mayor fundamento
científico la clasificación que toma en cuenta, los
siguientes aspectos:
1. El bien jurídico de que privan al delincuen-
te. Son bienes jurídicos aquellos valores, bienes o
intereses a los cuales el Estado les brinda protec-
ción, incriminando todos los comportamientos
que en alguna forma los lesionen o pongan en
peligro. Según el bien jurídico que se ve afectado
con la imposición de la pena, tenemos la siguien-
te clasificación:
a) Penas corporales: Se consideran como tales
las sanciones que recaen sobre la vida o la integri-
dad física. Entre estas penas pueden mencionar-
se: la pena de muerte, los azotes, lapidación, etc.
b) Penas privativas de libertad: Se les da esta de-
nominación a las penas que suprimen o coartan la
libertad corporal del sujeto, sometiéndolo a un en-
cierro o internamiento en centros especialmente
destinados para tal fin. Son penas privativas de
libertad: la reclusión, la prisión y el arresto.
c) Penas restrictivas de la libertad: Son aque-
llas que limitan la libertad de tránsito o ambu-
latoria del sentenciado, reduciendo su opción de
traslación y permanencia en un lugar determi-
nado. Entre estas penas cabe mencionar el con-
finamiento, el extrañamiento, el destierro y la
sujeción a la vigilancia de las autoridades.
d) Penas pecuniarias: Reciben este nombre
aquellas sanciones que recaen sobre el patrimo-
nio económico del sentenciado y se materializa
en el pago al Estado de una suma líquida de
dinero o en la pérdida de los bienes adquiri-
dos o utilizados en la comisión del hecho pu-
nible. Son penas pecuniarias o patrimoniales:
la multa, el comiso, la caución y la confisca-
ción de bienes.
e) Penas privativas de derechos: Son aque-
llas que restringen, limitan o suspenden deter-
minados derechos o actividades. Entre esta clase
de penas se encuentran: la suspensión temporal
o perpetua en el ejercicio de determinada pro-
fesión u oficio, la inhabilitación para el ejerci-
cio de cargos públicos y políticos, las inter-
dicciones, etc.
2. Según su autonomía. Atendiendo la inde-
pendencia con que las penas pueden ser im-
puestas; éstas se dividen en:
(5) Roeder, Carlos David Augusto. Las doctrinas
fundamentales Binantes sobre el Delito y la Pena. Imp. J
M. Pérez, Madrid, 1876, pág. 402.
 a} Penas principales: Son las que pueden
imponerse con independencia de otras y,
b) Penas accesorias: Reciben esta denomina-
ción aquellas penas cuya aplicación depende del
cumplimiento o aplicación de u n a pena
principal a la cual deben acceder.
3. Strgiífi la disponibilidad de imposición. De
acuerdo con la forma como el legislador las
ponga a disposición del tribunal encargado de
imponerlas, las penas pueden ser copulativas o
alternativas.
a) Copulativas: Cuando la norma penal con-
tiene varias penas asignadas a un delito y todas
ellas deben ser impuestas al mismo tiempo.
reciben el nombre de copulativas.
b) Alternativas: En los casos en que el legis-
lador dispone que un delito sea sancionado con
diversas penas, dando al juzgador la facultad de
elegir entre una de ellas, las penas son alter-
nativas.
Por regla general las penas copulativas se
establecen para delitos de cierta gravedad,
mientras que las penas alternativas obedecen a
la necesidad de regular algunas figuras delic-
tivas cuya ejecución plantea una gran variedad
en las formas de ejecución social (").
Entre las distintas penas conocidas cabe
detenerse brevemente en algunas de ellas, ya
por las polémicas que han suscitado o j>or su
arraigo en las distintas legislaciones.
La pena de muerte: Por su propia naturaleza,
se dirige a destruir la vida humana en su indivi-
dual existencia física.
La primera voz, con resonancia universal,
que se levantó contra la pena capital, fue la de
Beccaria en el Siglo X V I I I . aun cuantío se
sostiene que fue William Edén (1771) quien
inició la lucha contra la pena de muerte a través
de su obra Principien of Penal Late ( ~ ) .
El Dr. Alfonso Quirós Cuarón, criminólogo
mexicano fallecido en noviembre de 1978,
sostenía que "en el ámbito penal se encamina al
abolicionismo de esta pena, porque ésta no sana
ni remedia nada. Simplemente elimina total y
definitivamente. Entre eliminar y conservar, la
criminología opta por conservar e inocui/ar al
delincuente para tratarlo" C).
En un reciente trabajo presentado al Tercer
Seminario de Criminología celebrado en
Panamá, se analiza la pena capital en la legisla-
ción panameña desde la época colonial a
nuestros días, llegándose a la conclusión, una
vez más, de que la pena de muerte debe ser
abolida de todos los ordenamientos jurídicos
penales comunes y de todas las leyes militares y
((¡l Muño/. Campo Klías y Cucrra de Villalu/.. A u r t i .
Dtrcrfifi /Viw/ l'dntnncñit. Parle Ccneral. Kdicioncs Panamá
Viejo. Panamá. 1!)77. páií. -1112.
(7) Cuello Calón. Kiigrnio. Oh. cíl.. ¡lág. 1'21.
(Si (Quiñis Cuarón. Alfonso. 1.a ¡H-IIU ili inncrlr
i'ii .Wcjri'r». Kdil. liólas. México. l!Mi2. pai;. 101.
jamás contemplada en las leyes excepcionales f).
La pena de prisión: Tanto a nivel doctrinal
como de las legislaciones, se ha optado por
unificar las penas privativas de libertad en la de
prisión, eliminando así las clasificaciones de
reclusión y arresto, cuyas diferencias basadas
en ¡a duración, trabajo y lugar de cumplimiento
no han funcionado adecuadamente en la práctica.
Si bien es cierto que hasta el presente se con-
sidera a la prisión como un instrumento insus-
tituible para "la seguridad de los sujetos
peligroso que no pueden ser dejados en libertad
sin grave quebranto de la vida ordenada de la
comunidad y constituye un medio de resociali-
zación de los delincuentes" ( ! "), ios más recientes
encuentros internacionales de especialistas o
interesados en la prevención del cielito y la
lucha contra la delincuencia, han detectado la
decadencia, o ineficacia de la pena de prisión y
han declarado la crisis del derecho represivo (").
Se ha insistido también en el problema que
generan las penas cortas privativas de lil>ertad a
fin de que sea debatido con un criterio más so-
ciológico que jurídico ('-).
La pena de multa. Es una pena pecuniaria
que consiste en la obligación de pagar una suma
cíe dinero a favor del Estado, por la violación de
la ley penal. Supone una disminución patrimo-
nial inferida al sentenciado como retribución
por el daño causado ante la comisión del delito.
I,a multa ha evolucionado y a fin de subsanar
algunos de los defectos que se le han señalado a
través de los tiempos, las legislaciones han
adoptado algunos criterios reguladores de una
mayor eficacia, como son los de indeterminación
de los límites máximos, la facultad judicial de
señalarla en proporciones hasta ei triple del
máximo fijado por la Ley y el sistema de días-
multa. Este último propuesto por el profesor
Thyren, es el que ha logrado bastante aceptación.
El día-multa es la unidad en dinero de la cual
deberá privarse al sentenciado y consiste en "la
fijación de la multa con arreglo a un doble
criterio. Supone, por una parte, la determina-
ción abstracta de un número de unidades
expresadas en días-inultas, unidades que depen-
den estrictamente del delito de que se trata
—entre un máximo y un mínimo de días— y
que deben lijarse por el juez en cada caso, con
arreglo a los criterios comunes cíe la pena: por
(í)l Muño/ PO|H-. Cario-. |-*nrii|lic. l.tí ¡H-ntl rapitttl
en Oí1//-'1 Aincrird. Kdiciones Panamá Virjo. Crn'ro de i m -
presión rduca'Ka. Panamá. ¡!I7N. paL'. 42. Véase 'amhicn
Ac'as del Tercer Seminario de Criminolo<:iji. \o\. 15-17 de
li)7V Panamá.
(10í Curllo Calón. Kiiücnio. ()/;. rit.. páíí. 25S.
( 1 1 ) José Mu. líico man'mo esta [Malura en una [tonen-
cia presentada a! Tereer Seminario de Criminología ( -n
Panamá (l!t7S) y Antonio lierinsiain I"» anali/a eon proíun-
didad en su obra Cri.sís del l)rrn-lu> /iiym'sirri.
(12) Varios autores se lian ocupado del problema €-u!re
ellos, l.ojx'7 Hey, Mallín*!. ("Hr,vrww"i /'riiw/óííímv. K<lit<>-
rial Kichank'í. Únenos Aires. I!K>.V pa<¿. <>2
 otra parte, la evaluación in concreto del contenido minado con motivo de la comisión de un delito;
de cada unidad depende exclusivamente de la situa- es concreta porque individualiza un hecho
ción económica del sentenciado" ( 13 ). punible específico que es objeto de enjuicia-
miento y es temporal, en el sentido de que dicha
D. INDIVIDUALIZACIÓN DÉLA PKNA pena es válida para el caso concreto y se extingue
por su cumplimiento.
A nivel normativo, la punibilidad describe el in- Las legislaciones contemporáneas denotan
tervalo penal con que se amenaza a quien materiali- una marcada tendencia a otorgar una amplia
za con su comportamiento el tipo descrito por la nor- discrecionalidad al Juez, dentro de ciertas
ma. Una vez consumado el delito y establecida pro- pautas que la Ley señala, para que fije la clase
cesalmente su existencia, surge la pena como conse- y cantidad de la pena que se le impone a la per-
cuencia. La tarea de señalar la pena a que se hace sona que ha cometido un delito.
acreedor el sujeto que delinque exige: a) que exista 3. Individualización administrativa: La pena
una ley que la describa o fije y b) el juzgador con no sólo es objeto de individualización desde el
facultad legal para ello, señale la pena exactamente punto de vista legal y judicial, sino también a
api ¡cable al caso concreto. nivel administrativo durante la ejecución penal.
La individualización de la pena se define Esta clase de individualización sólo puede
como "la adecuación de la reacción punitiva, en operar con motivo del cumplimiento de las
naturaleza y grado, al sujeto acreedor a ella, llenas privativas o restrictivas cíe la libertad.
realizada en función de la importancia del La individualización administrativa consiste
delito \ la personalidad del actuante" ( u ). en la facultad concedida a la administración tle
Suelen distinguirse tres tipos de individualiza- los centros penitenciarios para ajustar el cumpli-
ción de la pena, a saber: miento de la ¡lena imputada al sentenciado,
1. Individualizarían legal. Consiste en la atendiendo el proceso de readaptación social o
fijación del intervalo penal por el legislador, ai de enmienda, a la naturaleza del delito cometido
momento de crear la norma. Esa lalx>r exige un y su acatamiento a las normas reglamentarias
estudio de la realidad social con todos los y de convivencia que rigen en el establecimiento
factores que inciden en la generación de la donde se ejecuta la pena privativa de libertad.
problemática delictiva y los instrumentos e ins- Los países que han acogido las normas jurí-
tituciones con que cuenta el Estado al establecer dicas para el tratamiento de reclusos, recomen-
la política criminal a seguir. dada por las Naciones Unidas, cuentan con
La mayoría de las legislaciones fundamentan métodos de prevención y readaptación social que
la individualización legal de la pena en atención incluyen capacitación y educación laboral,
a los siguientes elementos: a) grado de perfeccio- medios de recreación cultural e integración de
namiento del delito; b) naturaleza de la inter- la familia; todo esto con miras a la individua-
vención del delincuente en el delito; c) la mayor lización de la pena a nivel administrativo o de
o menor extensión del mal producido por el deli- ejecución penal.
to: d) la calidad del sujeto activo; e) el concurso Cabe señalar que este tipo de individualiza-
de delitos; f) la participación criminal: g) la cali- ción está directamente vinculada al sistema pe-
dad y número de los sujetos pasivos y h) la nitenciario y cobra mayor imix>rtancia en los
jerarquía del bien que es objeto de tutela. países donde rige la sentencia indeterminada.
2. Individualización judicial. Es la que hace Analizada desde otro punto de vista, la indivi-
el juzgador, conforme a la facultad legal dualización administrativa es una especie de
otorgada y en consideración a la verdad premio o reconocimiento estatal traducido en
histórica que arroja el proceso, atendiendo la una rebaja de la pena impuesta, a base del buen
naturaleza del hecho punible, las condiciones comportamiento durante el período de ejecución
personales del sujeto y demás circunstancias penal y de la asimilación efectiva del tratamiento
objetivas o subjetivas, al escoger entre varias de reeducación aplicado.
clases de |>enas o entre diversos grados o cuan- 4. La sentencia indeterminada. La individua-
tías de la pena señaladas por el legislador. lización administrativa se aprecia con mayor
La individualización judicial sólo es posible claridad cuando la sentencia que impone una
apreciarla con motivo de la materialización de pena privativa tle libertad es indeterminada.
un delito. |K>r ello la pena al momento de ser Conforme al sistema de la sentencia indetermi-
aplicada difiere do la amenaza de pena a nivel nada el sujeto sentenciado empieza a cumplir la
normativo. La pena que impone el juzgador cu |M.*na cuyo término no está lijado de antemano,
particular, en cuanto se aplica a un sujeto cleter- dicha fijación tendrá lugar una vez que se com-
pruebe en él manifestaciones evidentes de en-
l l - i ! Tullían llalrslra. Carlos. TrtltHtltt tlf />rrrr/fo mienda y readaptación social.
renal. Parir Crnrral. ~'' rdk-ion, AlH'li'ito-IVrrol. Bunios En verdad, la sentencia indeterminada tiene
Ain-s. 1070. Tomo I I I . |>ai>. :J7<(.
i N ) Aririhay Molina. Damianot icli. Moras Moni y \Vr-
antecedentes que se remontan al siglo VIII D.C.
^ara. DrrrclHt /Vfi«/. Parte (¡rm-ral. Kíliar. liilrnos Ain-v Cuello Calón sostiene que las prescr¡|iciones del
I!t72. T i H i H t l . |>á«. 277. Segundo Concilio de Verneuil al señalar que los
culpables debían mantenerse recluidos hasta que
dieran señales de su arrepentimiento, son una
demostración de indeterminación penal sujeta a
la transformación conductual del delincuen-
te ( l s ).
La sentencia indeterminada presenta dos
vanantes: absoluta y relativa. Según la primera,
dictada la sentencia condenatoria, el cumpli-
miento de la misma no tiene límite en el
tiempo, su duración la determina la reforma del
delincuente. Por su parte, la sentencia indeter-
minada relativa, es más flexible, por cuanto
señala ciertos límites, mínimo y máximo, den-
tro del cual se espera que el tratamiento
penitenciario demuestre su eficacia ( i6 ).
Las legislaciones que admiten las penas como
retribución del mal causado por el delito adver-
san el sistema de la sentencia indeterminada,
otras se oponen a la forma de sentencia indeter-
minada absoluta.
La sentencia relativamente indeterminada ha sido
defendida por muchos autores como más eficaz pa-
ra conciliar las exigencias de la individualización
penal por un lado y la eficacia del tratamiento de
readaptación social del sentenciado.
E. LAS CIRCUNSTANCIAS MODIFICATORIAS DE LA
RESPONSABILIDAD PENAL:
Si bien es cierto que algunos autores incluyen el
estudio de las circunstancias en la teoría del delito,
a través del examen de los elementos accidentales,
resulta de mayor precisión práctica incluirlo en la
teoría de la pena, porque tienen como efecto inme-
diato la modificación de la pena.
Las circunstancias son elementos variables del
delito, de naturaleza personal, material o
psíquica, que determinan una modificación
cuantitativa o cualitativa de la pena, disminu-
yéndola o agravándola.
1. Clasificación. Es posible hacer una clasifi-
cación de las circunstancias atendiendo diversos
factores:
a) Según sus efectos, suelen clasificarse en ate-
nuantes y agravantes;
b) De acuerdo a su aplicación, se dividen en
generales y especiales
c) Conforme a su calidad, son objetivas y per-
sonales;
d) Atendiendo a su relación cronológica, se
dividen en antecedentes, concomitantes y sub-
siguientes;
e) Según su previsión legal, se clasifican en es-
pecíficas y genéricas.
2. Circunstancias agravantes y atenuantes.
Se denominan agravantes a aquellas circuns-
tancias de hecho personal o material que acceden
o rodean una figura delictiva determinada y que
(15) Cuello Calón, Eugenio. Ob. cít., pág. 52.
(16) Novoa Monreai, Eduardo. Tomo II Ob cit
pág. 395.
tienen como efecto modificar la pena, aumen-
tándola.
Son atenuantes aquellos elementos accidenta-
les de hecho, personales, materiales o psicológi-
cos que se presentan como variables en el delito
y alcanzan la virtualidad jurídica de disminuir
la pena. Esta modificación penal puede ser
cuantitativa o cualitativa.
3. Circunstancias genérale* y especiales. Reci-
ben el nombre de circunstancias generales
aquellos elementos accidentales de carácter
personal o material que pueden concurrir en un
número determinado de delitos. A estas circuns-
tancias también se les conoce con el nombre de
circunstancias comunes.
Son circunstancias especiales las que la Ley
prevé para un delito en particular o para un
número determinado de delitos. Mientras que
las circunstancias comunes se encuentran en el
Libro I del Código Penal, las especiales se
encuentran a continuación de las normas des-
criptivas de los delitos, en capítulos con dis-
posiciones comunes a las figuras delictivas que
se regulan en un Título; están ubicadas en la
parte especial de los códigos, que describen los
delitos en particular.
4. Circunstancias objetivas y personales. Las
primeras guardan relación directa con los ele-
mentos que rodean el delito como hecho puni-
ble. Inciden sobre los medios de ejecución,
referencia de modo, tiempo o lugar, la mayor
o menor gravedad de la lesión o amenaza del
bien jurídico que es objeto de tutela.
Las circunstancias personales son elementos acce-
sorios que se refieren a condiciones o cualidades es-
trictamente personales de los sujetos, ya del agente
activo del delito o de la persona agraviada.
5. Circunstancias anteriores, concomitantes y
subsiguientes. Según el orden cronológico de
aparición de los elementos accesorios del delito,
éstos pueden presentarse antes de que el hecho
punible se realice, y en este caso se les deno-
mina circunstancias anteriores o antecedentes;
si concurren coetáneamente a la realización o
consumación del delito, se les conoce como
circunstancias concomitantes y si se producen
después de consumado el delito, por razón del
momento de su aparición, se les denomina cir-
cunstancia subsiguiente.
Cabe apuntar que en la práctica las circunstan-
cias aparecen participando de manera simultánea
de diversas calidades, así: una circunstancia puede
ser al mismo tiempo atenuante, personal, especial y
anterior, como lo sería la menor edad del sujeto ac-
tivo; a su vez, una circunstancia puede ser agra-
vante, objetiva, concomitante y general. En este
último caso valdría como ejemplo el uso de arma
blanca en el delito de lesiones.
F. EJECUCIÓN DE LAS PENAS:
En algunos países se han creado códigos o le-
yes especiales que regulan todo lo referente a la
ejecución penal. La tendencia moderna en esta
materia es la de separar en una rama autónoma
el estudio de su contenido. Así, la teoría de la
pena se detendría exclusivamente en los aspec-
tos hasta ahora examinados, profundizando más
sobre la naturaleza y alcances de cada una de
las penas y sobre las causas que extinguen la
pretensión punitiva estatal. El Derecho Peniten-
ciario o el Derecho Ejecutivo Penal se ocuparía
de estudiar los diferentes sistemas penitenciarios,
los tratamientos de readaptacíón social y toda
la integración multidisciplinaria que se requiere
en el proceso de readaptación social durante la
ejecución penal y en la etapa postliberatoria.
Todo apunta hacia una crisis del derecho re-
presivo, hacia una decadencia de la pena de
prisión, hacia la sustitución de las penas cortas
privativas de libertad y esencialmente a la rees-
tructuración del sistema punitivo. No faltan
autores como Rodríguez-Devesa que al criticar
el fracaso de las medidas de seguridad apelan
a un regreso a las penas de prisión ( 17 ).
G. SUSTITUTIVüS PENALES:
El problema que exige una solución rápida en
muchos de nuestros países, es el que se genera en las
penas cortas privativas de libertad. López-Rey,
quien se ha ocupado de examinar la problemática
penológica de América Latina en particular, abo-
ga por una "transformación profunda de la Feno-
logía basada en un concepto claro y realista de la
readaptación del delincuente, lo que exige una ma-
yor participación de la comunidad como tal en la
prevención del delito lo que implica una nueva ac-
titud social frente al delito y por ende la incorpora-
ción en el campo criminológico del estudio de las
actitudes sociales'' (lí!).
Como solución al problema anterior, se pre-
sentan entre otras alternativas, las siguientes:
1. Suspensión condicional de la pena o sen-
tencia suspendida.
2. Trabajo en días no laborables.
3. Libertad bajo palabra.
4. Arresto domiciliario.
5. Trabajo obligatorio en obras estatales; etc.
Enrique Cury sostiene que "el trabajo obligatorio,
remunerado, ejecutado en libertad y sin segrega-
ción, debiera ser contemplado como forma de pena
principal aplicable a diversos delitos. La coacción
debe limitarse a sustituir la pena por otra de entre
las que contempla el catálogo penal" (19).
La opinión anterior ha sido rebatida por
penitenciaristas que estiman que el trabajo no
puede ser una forma de pena, porque aceptarlo
(17) Rodríguez Devesa, José M". Alegato contra las
medidas de seguridad. Separata. Anuario de Derecho Penal,
Madrid, 1978.
(18) López Rey y Arroyo, Manuel. Ob. cit., pág. 62.
(19) Cury, Enrique, ob. cit., pág. 10.
significaría una regresión a la aceptación de las
galeras y diversas formas de esclavitud y de ex-
plotación del hombre. El trabajo como derecho
y deber del ser humano, en la medida en que
se practica en los centros de privación de liber-
tad, debe cumplir una función educativa, de te-
rapia ocupacional o de tratamiento hacia el lo-
gro de la readaptación social del sentenciado y
por ello, asimilarlo a una sanción es impropio.
Las legislaciones han ido incorporando muy
lentamente estos sustitutivos y no muy pocos los
países que han destinado los recursos necesarios
para llevarlos a la práctica, en forma tal que
permita una correcta evaluación y un examen
comparativo sobre los efectos de estos cambios
en el problema de prevención del delito y de
lucha contra la delincuencia.
H. CAUSAS QUE IMPIDEN LA APLICACIÓN DE LA
PENA:
La satisfacción de la pretensión punitiva como
consecuencia de la aplicación de la pena a que se ha
hecho acreedor quien infringe la norma, no siem-
pre puede llevarse a cabo ( 2Ü ). El derecho subje-
tivo del Estado de hacer efectivo el ius puniendi, en
su sentido estricto, desaparece o se extingue en los
casos en que la ley así lo dispone.
Doctrinalmente se distingue entre las causas que
extinguen la pena, o sea, aquellas que impiden la fa-
cultad de ejecución, de las que afectan la facultad
de juzgar o el ejercicio de la acción penal.
1. Causas de extinción de la acción penal:
Son determinadas situaciones que se presentan
después de perpetrado el delito y antes de que se
dicte la sentencia con que finaliza el caso y que
impiden que el Estado ejerza la potestad punitiva.
Entre las causas extintivas de la acción penal
cabe mencionar:
a) La muerte del inculpado: Dado el carácter
personalísimo de la responsabilidad penal, el
fallecimiento del acusado durante el proceso,
extingue la facultad de juzgarlo, precisamente
por ausencia de la persona a quien se incrimina.
Como es sabido, según el principio de persona-
lidad de la pena, sólo pueden soportar la acción
punitiva aquellos que han cometido la acción
punible y no otros sujetos ajenos a la acción.
b) La amnistía: Según Novoa Monreal, "la
amnistía es la expresión más amplia del derecho
de gracia, pues mediante ella se tiene por no
existente la violación de la ley penal que se per-
petró. No se trata propiamente de una especie
de derogación de la ley para el caso o casos a
que la amnistía se refiere, sino a una supresión
total de la responsabilidad penal que nació del
hecho delictivo" (21)-
Se reconoce que la amnistía puede ser dictada
(20) Argibav Molina. Ob. cit., pág. 417.
(21) Novoa Monreal, Eduardo. Ob. cit.. T. II, pág. 420.
en cualquier momento con posterioridad a la
comisión del delito.
Esta facultad de conceder amnistía se le otor-
ga en algunos países a ios Órganos Legislativos
(~), sólo para delitos políticos, de manera im-
personal, objetiva y general.
c) La prexcripñón de la acción penal. Según
Maggiore. la prescripción "es la cesación de la
potestad punitiva del Estado al transcurrir un
período de tiempo fijado por la ley" ( a) ). En
verdad, constituye una institución procesal pe-
nal en virtud de la cual el solo transcurso del
tiempo extingue el derecho a promover la ac-
tividad jurisdiccional estatal para investigar la
existencia del delito y determinar la pena corres-
pondiente.
Las legislaciones adoptan diversos sistemas en
cuanto al cómputo del tiempo, el señalamiento
de los términos según la gravedad de los delitos
y las causas de interrupción de la prescripción.
Las variantes obligan a examinar el fenómeno
prescriptivo en cada caso en particular.
Otro aspecto que tiene relevancia en cuanto
a la prescripción de la acción penal, es el estu-
dio de los efectos que tienen el desistimiento o
renuncia de la parte agraviada, ya que hay
delitos en los que la Ley ha previsto que no
pueden castigarse si no media acusación de la
parte agraviada y si la parte ofendida no presen-
ta la acusación o denuncia del caso, se da en
esa omisión una causa de extinción de la acción
penal. Cabe aclarar, sin embargo, que esa renun-
cia o desistimiento de la parte agraviada no ha-
ce cesar la ejecución de la pena sino en los ca-
sos en que la ley así lo disjxinga de manera
expresa ( 24 ).
2. Causas de extinción de la pena. Son cau-
sas extintivas de la pena las que tienen por efec-
to impedir la ejecución de la pena impuesta me-
diante sentencia condenatoria firme. Se trata en
estos casos que se ha probado plenamente la
existencia del delito como acción típica, antijurí-
dica y culpable; que se ha establecido también
la responsabilidad de una persona determinada
contra quien se le ha dictado una sentencia con-
denatoria; no obstante, se produce una causa que
impide la ejecución de la pena. Estas causas son:
a) Lo muerte del sentenciado: Si el sujeto
activo del delito fallece con posterioridad a la
dictación de la sentencia condenatoria, la pena
se extingue dada ¡as características personalísi-
mas de la misma.
(22) Kti Panamá, según el articulo 141 numeral 4" de
la Constitución Política el»' 1972 com|X'te a la Asamblea
Nacional de Representantes de Corregimiento decretar
amnistía ¡M>r delitos políticos.
(23) Maggiore, Giuseppe. Oh. cit.. T. II, pág. 363.
(24) Argibay Molina explica que la facultad de de-
sistir u renunciar de la parte agraviada se funda en la
"plena vigencia del principio de oportunidad y divisibili-
dad, que hacen posible que el ofendido o agraviado decida
sobre el inicio de la acción". Ob, cit,, T. II, págs. 436-437.
En la doctrina se considera que si bien la
muerte del sentenciado extingue el cumplimiento
de la pena, aunque sea esta pecuniaria (multa).
no alean/a a dejar sin electo la pena accesoria
del comiso de los instrumentos utili/ados en la
realización del delito o de los bienes obtenidos
como consecuencia de él.
b) La amnixtía de la condena: Ya señalamos
antes que la amnistía puede decretarse como el
derecho de gracia que hace cesar la acción pe-
nal o la ejecución de la pena, según se dicte
durante el curso del proceso o con posterioridad
a la sentencia condenatoria. Cuando la amnis-
tía se concede después de dictada una sentencia
condenatoria basada en autoridad de cosa jux-
gada, se habla de amnistía impropia (-').
c) El indulto: Esta institución extintíva de la
pena consiste en la remisión total o parcial de
la pena impuesta por una sentencia judicial eje-
cutoriada, o su conmutación por otra menos
severa. Se diferencia de la amnistía en que
mientras el indulto es por lo general una facul-
tad del Jefe del Ejecutivo, tiene carácter parti-
cular, alcanza delitos comunes y sólo se concede
después de dictada la sentencia: la amnistía es
manifestación de una facultad legislativa, tiene
carácter general, sólo se aplica a delitos políti-
cos y se concede en cualquier momento |x>s-
terior al delito.
d) La prescripción de la pena: El transcurso
del tiempo no sólo determina la extinción de la
acción penal, también impide que se ejecute la
|>ena que ha sido impuesta mediante sentencia
ejecutoriada.
Maggiore señala que el fundamento de la
prescripción "es la acción natural del tiempo
que extingue el interés, no sólo de comprobar el
delito, sino también de ejecutar la pena inflin-
gida" (2(i).
En algunas legislaciones el término de la pres-
cripción de la pena se computa con base a la
pena aplicada al caso concreto, esto es, se apoya
en la individualización judicial ( 2T ).
Juega un papel importante la interrupción de
la prescripción y en cuanto a la renuncia, la ley
no admite la renuncia de la misma por el sen-
tenciado y su declaración procede de oficio.
e) La rehabilitación: Es una causa de extin-
ción de las penas privativas o restrictivas de de-
rechos con efectos permanentes.
Las penas de interdicción o incapacidad per-
petua son susceptibles de extinción a través de la
rehabilitación, en virtud de la cual el sujeto
(25) El artículo N3 del Código Penal panameño esta-
blece que "I.a amnistía hace cesar la condenación, así cuino
todas sus consecuencias".
(26) Maggiore. Ciiiseppr. T. II, pág. 383.
(27) I.a I.cy N" 25 de 1927 reformatoria del Código
Pena! panameño establece "Las penas impuestas por senten-
cia ejecutoriada prescriben en un término igual al doble
de la (tena señalada en la sentencia. La prescripción de
penas de diferentes clases, impuestas en una misma senten-
cia se cumple en el plazo fijado por la mas grave".
interdicto o incapacitado permanentemente en
el ejercicio cíe una profesión u olicio o de un
derecho político, puede ser habilitado para
actuar normalmente. Se estima que esta causa
de extinción de la pena puede solicitarse después
de cumplida la pena principal y cumplido el
término señalado por la ley. En los casos en que
la pena es accesoria será preciso que el senten-
ciado haya observado buena conducta, compor-
tamiento del que se deduzca un sincero arrepen-
timiento y que se solicite cuatro años después de
cumplida la pena principal.
Los plazos para solicitar la rehabilitación se
duplican cuando se trate de reincidentes.
f) El perdón del atrofiado: La Ley presé al-
gunos casos en que la parte ofendida por algu-
nos delitos de acción privada, puede hacer cesar
la ejecución de la sentencia condenatoria.
El acto de perdonar la ofensa del delito debe
provenir de una persona capaz de realizar actos
de esta naturaleza.
Algunas legislaciones se resisten a aceptar el
perdón del agraviado mientras no se aseguren
los mecanismos correspondientes que eviten el
abuso de la parte ofendida sobre el autor me-
diante exigencias de retribución económica.
g) Perdón judicial: Es una causa que impide
la ejecución de la pena basada en consideracio-
nes de orden político criminal o trente a pronós-
ticos multi-clisciplinarios que establecen la posi-
bilidad de una readaptación social o de una en-
mienda en un delincuente primario.
El perdón judicial no tiene la efectividad pa-
ra borrar la existencia del delito, ni la respon-
sabilidad del autor, sirve para condonar la pena.
Esta causa extintiva de la ejecución de la pena
Depaima. Hílenos Aire-.. l í M I . C.irr:inra \ I r i i j i l l o . l i a u l . lirrrrlm
l'rnal nucirán», l'arlr ( icncral. l-.di'. l'orrna. México. 1'lTI). C n r \ I ' . .
F.nri'pic. •Troürama de la pena", lití isM \li'\iiaiia ti'' l'rni'itfi'in
i/ Kcailunlariiiu Norial. Kncro-ícbroro. Vul. I I . 1!I7:¡. Chichi/ola. Ma-
rio. 1.a ¡mlitiilmlliza,iim ilr la Jicwl. Alx-kilo l'crroi Buenos Am^. l!«¡7.
l-'oncaull. Miclicl. Vitiflar y rasliaar. Nacimiento de la prisión. Siclo XXI
Edito»*, üda. edición. \lcxim. HITS- Carcia Básalo. Carlos J La
fiplitañiiií tli ltt\ íV!¿/<i-s Humilla* ¡>ara rt tratainirnl» di n:-htM>\ fu
AI/IITÚII I.aliña. Talleres C ral icos ik-1 Scr\ icio Penitenciario Kedcra!.
Buenos Aires. 11171 Carcia Hamicz. Serum. Manual <li ;iri*i»m-.s. Edi-
ciones liólas. Mcsico. III7II. Jiménez (le Asna, l.uis. 1.a H-ntrnriu ¡11-
ililrnniímlu. 2da. ttlieii'ni. Tip. Ed. Arucn'hia TEA. Buenos Ain-s. ÜMS.
jinn-nc/ IliK-rla. Mariano, í'atirtninni fiel ( l i l i l í / . Imprenta I ni\i l rsila-
ria. Méxko. l!«l l.aia«liaia. Anis-l Kalad. (jailríliuriim al ri,lmlii>
dr la rriiu-lili-iifia. Tradinvitin (Ir Carlos A. To/./ini. AU'lfdo-IVrroi.
Buenos Aires. llKij I...JW li ( ->. Manuel. Clmlúmn ;»->i»f»ui>w. Kili
(nrial l(i<-luír(k-t. liu< L nos Aires. !?).">. Majada l'lanelles. Arturo. /-./ ¡>rt>-
hli'imi tic la inutrlr ti tic /<(.-. /»*i<*i¡r* t/rfWíríiras (;¡isa Kditorial Bostl;.
Barcelona. Mauraeli. Ki-inhart. Tratmlii il< Drrcrho l'rmll. l'arle Cenera!.
Trail. de). Córdoba H.«la. 2 vjnineno. Ediciiuu» Aircl. Banvlona. l!»)2.
Morris. Norva!. 1:1 ¡ntinn (/." /íí.\ liri*iimt:\. Kstmiios solire eríiüen \
jiislicia. Siíjlí. XXI. K<!ilores. \l.\ie... 1!)7S. Muño/ l'ope. Carlos En-
riíjne. /.(( ¡ii'tta cafñlul <-n í ' t n f r ! » .\imrii-a. Kliieiones Panulna \ ieio.
Centro (le Impresión Edneatna. l'anainá. IÍI7.S. \tincK. llicurdn C.
Manual it<- llrni-lui l'i'nal. l'arle (,i-neral. Edieioiu-s l.erner. Buenos
Aires. ÜI72. Uniros Cnaron. Allon.so. I.a ¡n-na ili uiurrlr CM Mnim.
Edilorial Bolas. Me\i(,,. 1<KÍ2. Olmo, llosa ¡leí. l'rnnlnnia. 'I exlos
para su eslndii> Dirccc-ion (le l're>emion del Di l i t o Ministerio de
jnsíieia > Centro de Imes'ii-aeíones Penales > Criininnloiíicas \ e m -
/iicla. l!)72. llodriuiiiv Dehesa. José María. .\/ej;a/i) rnnlra lar: mitliihn
ili- v'^iiridíiíl cu venfií/fí c\/n>í(,. Separata ilel Anuario de Heu-elio
IVnal > Cuneias l'enales. Inslilnlo Nac-ional de Estudios Jnridin.-,.
Mailriií. 1!I7S. KiKlriuue/ Monrullo. Con/alo. "Siunilieado ^ i l M i e o v
hnulainento etico de Sa pena \ de (as medidas de seguridad''.
íií r/.s/(j Í.Ytirru/ tic /.eyí.s/ííí ion if ¡Itrixfirntlrnfia. Díeiembre líí(>5. Kdi
torial Beus. Madrid. Separata. Hornero Sí>tt>. Luis K(inardo. l)cn-rhi>
l'i'iial. l'arte Celicral. 2 lolumenes. Edilorial Tcinis. Boiiola. l«d>).
liosa. K n r ' . ¡.ti ¡tt-ita <lc nuterlr. Traducción de J. Adsnart Ortega.
Barcelona. IÍ170. Síieo, jóse \1. Oiuirii ¡f ¡xslitiíi fu Aunrml Lu/inu.
Editorial Si|_'U> XXI \le\ieo. l¡)77. ¡(uif. Servio l'nlü.. IM n-lrwluru
M 1/1 lilu ni «7 Drn-ilu, l'tual mhmhiumt. Editctrial Teinis. Itouola. l!«íl.
Soler. Sebastian. Dfrt'cha l'rnai awntinu. 'íi|H)Hráfica Editora Ar^en
tina. Buenos Aires. IÍI7II (2 tumos. I" edicionl. Towiní. Carlos A y
Ari|neros. Mana de las Mercedes, í.m ;,n«T«» i, la rj,;-litiilail ilt
las ¡irnax tic enrirrni. Ediciones Depahna. Buenos Aires. 1!)7S. \ i i k -
«us. Am.fl Camilo. I.a ,,,;ia ti,' miirrli: Talleres El Marinero. Car
taüena. I9íi5. V'on Uentinu. Uans. La ¡><-na. La\ /.jrmfls uiinii'riiii^ </(
a/iaririiiH. \ oí I I . Traducción de José Mana llodnijne/ Hevesa.
Kditorial Ks|>¿tsa-Cü!|íe, Madrid. H«>K. /.dra\omislo\. Selineider. Kelina
> Hashko\skaia. Dcrniui l'rnal Siniflírii. l'arte Ccncral. Tradneeion
de Nina de la Mora í Joriíc (.tierrero Editorial Tcinis. Bollóla. 1((7(P.

ha sido recomendada como sustitutivn de las pe-

nas cortas privativas de libertad, aplicadas a de-
lincuentes primarios, no como un acto de bene-
volencia, sino fundamentado en una individua- TEORÍA DEL DIVORCIO-REMEDIO.* I.
lización científica del caso y del comportamiento CONCEPTO. 1. El divorcio, del latín divortium,
que se incrimina según las pruebas que constan separación, división, se ha entendido tradicional-
en la investigación. mente desde dos puntos de vista: el liamado
h) Excusas ab.wlutoria.i: Se denominan excu- divorcio vincular (quo ad vinculum), con disolu-
sas absolutorias a ciertos hechos previstos por la ción del matrimonio, y la que en los países que
ley (¡ue eximen de penalidad al hecho delictivo. admiten el primero se prefiere llamar de separa-
Estas excusas son de carácter individual y sólo ción de cuerpos (divortium quo ad thorum), en la
excluyen los efectos penales del delito, lo que que se interrumpen las obligaciones nacidas del
visto desde otro ángulo significaría que el de- matrimonio, pero éste susiste como vínculo de los
lito cometido existe, lo que se excusa es la pena- cónyuges.
lidad. En otras palabras, el delito aparece con En ambas situaciones, pero fundamentalmen-
todos sus elementos integrativos de acción, tipi- te en el caso del divorcio vincular, se ha recurri-
cidad, antijuridicidad, culpabilidad, io que se do, de modo general, a tres clases de fundamen-
extingue o borra es la penalidad, basada en tos o explicaciones:
causas de utilidad y de política criminal. a) la del divorcio-repudio, como derecho de
uno de los esposos (generalmente el hombre) de
BlBl.KK;HAKIA. Anccl. Marc. /.o mina drjriaa tortol. Trad.
desechar o repeler al otro cónyuge, incluso sin
de Eranci.seo B. Kcrnande/. de Moreda y Delia García. Ediciones dar razones; se practicó en el primitivo Derecho
i.a IA°V. Buenos Aires. 1961. Argjbay Molina, Damianovich, Moras Mom romano, al comienzo como facultad del hombre,
y Versara. />m/ií> l'rnal. Parte General, Vol. U. Edtar, Editores.
Buenos Aires, 1972. Baigun. Daniel. Naturaleza de las circunstancias
agravantes. Ediciones Pannedille, Buenos Aires, 1971. Beccarta, Cesare.
/> los delitos y de las penas. Ediciones Araya. Buenos Aires, 1955. Beiing,
Km*. Esquema de Dera-ho Fenol, Trad. de Sebastián Soler. Buenos Aire, * Por el Dr. NELSON NICOLIELLO
luego también de la mujer, y se halla consagrado
en el Antiguo Testamento y en el Corán que,
además de libos religiosos, constituyeron y consti-
tuyen códigos civiles de sus respectivas comuni-
dades;
b) la del divorcio-sanción, formulada como el
castigo merecido por el cónyuge que ha dado
motivo a la separación; en este sentido, se ha
recordado que, durante la época de Stalin, el
esposo culpable era condenado a una multa,
además de disolverse su matrimonio (Mazeaud:
Lecciones de Derecho Civil, parte I, t. IV, núm.
1412); en el mismo sentido, el art, 183 del Código
Civil uruguayo dice que "el marido queda siem-
pre en la obligación de contribuir a la congrua y
decente sustentación de la mujer no culpable de
la separación";
y c), la del divorcio-remedio, que viene a
poner fin a una situación conyugal insostenible,
permitiendo, incluso, una nueva dirección en la
existencia de los casados desavenidos, con subsi-
guientes nupcias.
Se suele agregar la mera voluntad de los intere-
sados que, en una concepción contractual del
matrimonio recurrirían a la disolución del víncu-
lo con la misma sencillez con la que se rescinde
una convención cualquiera (caso de algunas leyes
locales de los Estados Unidos, de Suiza, de la
China Popular, etc.), pero nos parece que en
estas situaciones subyace el principio del divor-
cio-remedio, desde que es evidente que la separa-
ción se produce como resultado de la afección
recíproca de las partes, que tornan la unión en
una relación falsa y sin sentido.
En este artículo nos hemos de limitar al estudio
del tercero de los aspectos anunciados, que nos
parece el más atendible y actual.
2. La teoría del divorcio-remedio ha tenido su
origen en la doctrina y en la jurisprudencia fran-
cesas. Y la ha recogido la jurisprudencia urugua-
ya, ya que fue el Uruguay uno de los primeros
países iberoamericanos en legislar el divorcio ad
vinculum.
En una sentencia de los años cuarenta se distin-
gue entre las causales de divorcio que suponen
una sanción a la conducta culpable de uno de los
esposos (adulterio, sevicias, abandono, etc.) y las
que simplemente remedian una situación de des-
composición matrimonial (riñas y disputas fre-
cuentes): "En nuestro Derecho —dice ese fallo,
en resumen— las circunstancias que pueden dar
mérito al divorcio responden a los conceptos de
divorcio-sanción y divorcio-remedio; el primero,
presupone la existencia de una culpa y es una
sanción impuesta al cónyuge que falta a alguno
de los deberes matrimoniales; en el segundo, se
atiende a que el matrimonio no puede ya llenar
los fines que le son propios. La enunciación de las
causales de divorcio es taxativa" (Revista de
Derecho, Jurisprudencia y Administración; Mon-
tevideo, t. 47, pág. 41). En otra sentencia más
reciente, del Tribunal de Apelaciones en lo Civil
de Segundo Turno, ya asentada de manera casi
pacífica la tesis, se sostiene que "acreditado que
se está ante un matrimonio irremediablemente
disuelto en los hechos, que no cumple sus fines, su
mantenimiento es socialmene inconveniente"
(revista citada, t. 67, pág. 82).
Esta posición ha tenido su utilidad para que los
tribunales aprecien con amplitud de criterio la
prueba relativa a las desavenencias conyugales,
sobre la base que, en la duda, y ante la realidad
de la separación, sería socialmente más grave
mantener una pareja desunida y sin respeto recí-
proco, que apreciar con severidad los defectos
procesales de su juicio de divorcio. Pero, además,
ha servido para que en la generalidad de los
divorcios por esa causal no se declare la respon-
sabilidad de las partes (con las consecuencias que
ello podría suponer en materia de alimentos,
guarda de los hijos, etc.), apoyándose en la cir-
cunstancia de que la experiencia enseña que, en
estos casos, la culpa suele ser recíproca —por in-
tolerancia—; si se extremara la severidad, habría
que rechazar generalmente tales juicios, desde
que nadie puede litigar amparado en su propia
culpa (respecto del divorcio lo establece expresa-
mente el art. 149 del Código Civil) y, tratándose
de riñas y disputas, la culpa sería de ambos nor-
malmente, y ninguno de ellos podría invocar la
causal.
3. Corresponde decir, sin embargo, que la
teoría ha tenido sus fuertes contradictores.
El ilustre civilista desaparecido, prof. Hugo
Gatti, expresaba que "los padres deben postergar
sus propósitos de separarse o divorciarse cuando
el interés de sus hijos así lo reclama" (La diso-
lución del vínculo matrimonial, Montevideo,
1967, pág. 132). Comparte esta opinión el Dr.
Ernesto Araújo Azaróla, quien ha expresado que
"las razones alegadas en favor del divorcio no son
tan fuertes si se considera al matrimonio en el or-
den moral y social; porque el matrimonio en sus
leyes, como todo lo social y universal, más atien-
de a los bienes de todos que a los de cada uno".
("El divorcio frente a los hijos", en Revista de
Derecho, Jurisprudencia y Administración, t. 67,
pág. 83).
Esta oposición, como en los ejemplos prece-
dentes, se apoya, fundamentalmente, en la nece-
sidad de proteger a los hijos contra los males del
divorcio. En 1972, el Dr. Evangelista Pérez del
Castillo, que fuera un prestigioso juez de menores
y presidiera el Consejo del Niño, escribió un
libro, Divorcio, prioridad de los hijos (Montevi-
deo, Barreiro y Ramos), en el que presentaba un
proyecto por el cual no podría pronunciarse una
sentencia de divorcio sin que previamente se,
hubiera dispuesto sobre la situación de los hijos
del matrimonio en crisis. Algunos años más tar-
de, el ministro del Tribunal de Apelaciones en lo
Civil de Tercer Turno y profesor universitario,
Dr. Alberto Reyes Terra, publicó en la Revista
del Colegio de Abogados del Uruguay el artículo
 "Prejudicialidad del Juez de Menores sobre la consumado no puede disolverse por potestad
situación de los hijos en el juicio de divorcio (in- humana, sino por la muerte.
terpretación del inciso 3° del art. 154 del Código El propio Derecho romano recogió esta posi-
Civil)" en el que sustentaba la obligación de ese ción cuando adoptó oficialmente la religión cató-
pronunciamiento sobre los menores, pero en lica: nuptiae autem, sive matrimonium est viri
aplicación del derecho hoy vigente. mulieris conjunctio, individuam consuetudinem
En apariencia sobre una preocupación razona- vitae continens (el matrimonio o las nupcias es la
ble, como es la de la situación de los menores en unión del varón y de la mujer como si fueran un
un matrimonio cuyas dificultades no les son im- solo individuo, por toda la vida), dicen las Insti-
putables, y exigiendo de los padres el cumpli- tutos (cap. I, de Patria potestate, parág. 1). Y en
miento de un deber social que les debe ser más el Digesto: nuptiae autem, conjunctio maris et
caro que la satisfacción de sus intereses y pasio- feminae, consortium omnis vitae, divini et
nes personales, en esta antítesis —a cargo de ju- humani juris communicatio (el matrimonio es la
ristas de reconocida filiación religiosa , se ad- unión del hombre con la mujer por toda la vida y
vierte una antipatía contra la propia institución en plena comunión, según el derecho divino y
del divorcio, que se considera contraria a la humano); ley I, de ritum nuptiarum. cap. XIII,
estabilidad de la familia. tít.2).
II. EL DIVORCIO Y LAS RELIGIONES. 4. ¿Es Las legislaciones medievales de los países que
la institución del divorcio, de por sí, contraria adoptaron la religión católica apostólica
al espíritu religioso? romana, lo siguieron. En las leyes de Partidas se
Por regla general, las religiones no sólo no han establece que "matrimonio es ayuntamiento de
prohibido la disolución del matrimonio sino que, marido y mujer, fecho con tal intención de vivir
incluso, la han favorecido. siempre en uno e de non se departir" (ley 1 a , tít.
En el Viejo Testamento, al que ya nos hemos l°,Part. 4 a ).
referido, Moisés decía al pueblo judío, repitiendo 5. El argumento antidivorcista religioso, hoy se
los mandamientos de Jehová, que "cuando algu- rebate fácilmente, recordando que los estados
no tomare mujer y se casara con ella, si no le que han establecido la posibilidad de la disolu-
agradare por haber hallado en ella alguna cosa ción del matrimonio por ase medio, lo disponen
indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la respecto del matrimonio civil y no del sacra-
entregará en su mano y la despedirá de su casa. Y mental.
salida de su casa podrá ir y casarse con otro hom- Cuando alguien le reprochaba a nuestro inol-
bre" (Deuteronomio, cap. 24, vers. 1 y 2). vidable profesor Dr. Alvaro Vargas Guillemete
En el Corán se estatuye sobre el repudio, con- que, siendo abogado católico, tramitara juicios
cedido solamente al hombre (azora II), al que le de divorcio, él respondía, con toda razón, que no
basta decir hasta tres veces en forma pública "yo procuraba disolver el matrimonio religioso, sino
te repudio", para que se disuelva el matrimonio. el civil; el primero quedará subsistente en la con-
Incluso las manifestaciones no católicas del ciencia y en el sentimiento religioso de quienes lo
cristianismo (el anglicismo, el protestantismo, el celebraron; pero no hay razón para considerar
luteranismo, etc.) han admitido que el matrimo- indisoluble el que se ha celebrado solamente ante
nio no es indisoluble. Como se recordará, la el Estado.
oposición del papado al divorcio de Enrique VIII III. EL DIVORCIO Y LA ESTABILIDAD DE LA FA-
con Catalina de Aragón provocó la separación de MILIA. 6. El argumento que la propia Iglesia
la iglesia de Inglaterra respecto de la de Roma. Católica opone hoy, ya no tiende al aspecto sa-
En el siglo pasado, cuando solamente Francia, cramental, solamente admisible en el matrimo-
entre los países latinos (y por lo general católicos) nio eclesiástico, sino a indicar que, siendo la
admitía el instituto del divorcio vincular, se en- familia un pilar de la sociedad —como suele
contraba reconocido por las legislaciones de decirse—, quien niegue su estabilidad está
Inglaterra, Rusia, Suecia, Polonia, Alemania, negando también la base de la sociedad humana.
Dinamarca, Holanda, Bélgica y Suiza. Con motivo de un reciente proyecto sobre
La iglesia católica se apoya para sostener la in- divorcio por la sola circunstancia de la separa-
disolubilidad del matrimonio, en palabras de ción de hecho por cierto lapso, presentado en el
Jesús, que equiparan al divorcio con el adulterio: Consejo de Estado del Uruguay, la Conferencia
"Pero yo os digo que cualquiera que repudia a su Episcopal Uruguaya ha dicho que "recuerda que
mujer a no ser por causa de fornicación y se casa ha sido constante preocupación de ella misma y
con otra, adultera; y el que se casa con la repu- de la Iglesia Católica la defensa y el fortaleci-
diada, comete adulterio" Mateo, cap. V, vers. miento de la familia. Esta preocupación la reco-
32 y cap. XIX, vers. 9). El matrimonio se contrae gió de su Divino Fundador que, con su propia
para toda la existencia, haciendo de ambos espo- vida de hogar y con su doctrina renovadora del
sos una misma persona (serení due in carne una) matrimonio ofreció la solución más concreta
y sólo Dios puede desatarlo con la muerte. para una evolución positiva de la sociedad.
Así lo dice el Derecho canónico; el canon 1118 [........] Ante un proyecto que debilitaría aún
establece, sin lugar a dudas, que el matrimonio más nuestra probada familia uruguaya, ofrece-
IDOS estas reflexiones, tanto a nuestra propia
grey, cuanto a los ciudadanos en general, pues a
todos interesa la suerte de sus hogares, fundados
en el amor y sostenidos por diarios e incontables
esfuerzos" (publicación del diario El Paít de
Montevideo, del 29 de octubre de 1977).
7. La tesis del divorcio-remedio demuestra
que, en realidad, el divorcio no atenta contra la
familia bien avenida sino contra la familia en
crisis que, en puridad, ha dejado de ser tal y sub-
siste solamente como una ficción. "Ningún hogar
bien constituido —decía el Dr. Arena en 1907, al
debatirse la primera ley uruguaya sobre divor-
cio— tiene nada que temer del divorcio; la
armonía conyugal y la armonía social, en conse-
cuencia, nunca serán perturbadas por el divor-
cio" (citado por el diario El Día, de Montevideo,
del 30/X/977). Bredin, celebrado jurista y perio-
dista francés, en oportunidad de estudiarse un
nuevo proyecto para acelerar los trámites, en su
país, ha dicho coincidentemente que "el divorcio
que decreta el juez, si es prudente, no destruye
una familia: comprueba solamente que ella no
existe". ("Divorce: quelques mensong.es de
moins", en Le Nouvel Obsi'rvateur, del 20 de
enero de 1975, pág. 34).
IV. El. DIVORCIO v i.os HIJOS. 8. El argu-
mento más fuerte que se hace contra la institu-
ción del divorcio es su repercusión sobre el desti-
no y la salud psíquica de los hijos menores del
mismo. El antropólogo Raux ya había averigua-
do, a mediados del siglo pasado, que, de 385
jóvenes internados en el correccional de Lyon,
222 pertenecían a familias privadas del- padre, de
la madre o de ambos (citado por Laurent: An-
tropología Criminal; Barcelona, Henrich y Cía.,
1905, p. 116).
9. Pero aquí podría decirse algo parecido a lo
expresado en el capítulo anterior. Defendiendo el
instituto, antes de que se consagrara en el Dere-
cho positivo uruguayo, decía bien Guillot que "el
mal para ellos (para los hijos del matrimonio
desavenido) es, pues, siempre el mismo; la condi-
ción de los hijos no es empeorada por el divorcio;
lo que constituye la desgracia de ellos no es la
ruptura legal del matrimonio: es la discordia, el
odio, el crimen, de todo lo cual serán los testigos
y las víctimas" (Comentarios al Código Civil,
Montevideo, Dornaleche y Reyes, 1896; t. I,
pág. 220). Sin contar con que, muchas veces, la
posibilidad de regularizar una segunda unión es
también la de brindar un hogar a inocentes hijos
que la sociedad considera ilegítimos.
V. LAS ESTADÍSTICAS. 10. Las previsiones
sobre consecuencias catastróficas de la admisión
del divorcio vincular, en general no se han cum-
plido. Las estadísticas muestran que, luego de un
impulso inicial —explicable por la cantidad
acumulada de situaciones hasta entonces insolu-
oles—. luego predominan los matrimonios libre-
mente estables, y solamente se acogen al "reme-
dio" los conflictuados.
Cuando, con motivo de la instauración de la
República Española, el 2 de marzo de 1932, se
dictó la primera ley de divorcio en ese país de in-
tensa tradición católica, ley que luego derogara
el franquismo en 1939, se tramitaron 7.059
divorcios, de los que 3.649 correspondían a
matrimonios ya separados de hecho; posterior-
mente, se tramitaron sólo unos 706 por cada año,
proporción muy baja a los casi ciento cincuenta
mil matrimonios celebrados en cada uno de esos
mismos años (según De Casso y Cervera: Diccio-
nario de Derecho Privado; Barcelona, Labor,
1954; t. I, pág. 1.609). En el Uruguay, un
estudio realizado en el aula del profesor de Dere-
cho Civil Dr. Romeo Grompone, en 1954, llevó a
la conclusión de que las cifras obtenidas "no pro-
vocan alarma ni nos hacen pensar que vamos
hacia la inestabilidad de la familia"; la relación
entre los divorcios y los matrimonios oscila entre
el 44 por mil en 1937 y el 68.4 por mil en 1953
(Revinta de la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales, Montevideo, año XII, núm. 1, pág.
151). Y según informaciones de la Dirección
General de Estadísticas y Censos publicadas
recientemente, entre 1970 y 1974 se celebraron
en el país 117.839 matrimonios y se registraron
17.955 divorcios, lo que supone una relación de 1
a 7, o sea del 15% ; en relación a la población del
país, el 0,64 por mil (anual).
Incluso el record mundial, a cargo de los
Estados Unidos, no es excesivamente trágico: el
4,6 por mil sobre su población. Le siguen Puerto
Rico y las Islas Vírgenes, con el 4,3 y 3,8 por mil
respectivamente; Ucrania y Suecia, con el 3 por
mil: la Unión Soviética, con el 2,9 por mil; Cuba,
con el 2,7 por mil y Dinamarca, con el 2,6 por
mil (telegrama de la agencia de noticias ANSA,
publicado en la prensa en octubre de 1977).
11. El remedio no es, entonces, excesivamente
amargo.
BlIil.lOCHAHA. Albcrt. Carlos: Kl Anuir /.¡Are: llarcolona.
Kdit. Presa, s'f. Araiíjo A/arola, Kntesto: "Heseña de la jurisprudencia
de líMiS. en materia de familia", en /{»•( i\ta di' Drrfrltii, JitriHfirtidrntifi (/
.\tliiiinixtruritni. Montevideo, t. (Í7. pp. S.5 y ss. Bredin. Jcan-Denis:
"Divorce: f|iicl(|iles mensoniíes de moins". en /.<• \tnnrt íí/Wrt üírfjr:
París. 20 de enero de 1»?S. pp. 32 - 34. l>ia/. de Cuijarro. Knrii|ile:
'Nuevos iijMir(es al estudio del Aeln Jiiridie Familiar". en /'..VÍHÍ/IOA di
Dcrrchit í'ii // fu hinitfna¡f al /mi/r.vor tta : Pamplona, IttfíK. vnl. VI.
p. 2IB. Catti. Huno: 1.a dim/lirífm drl 'ítlti famiiiar. Montevideo.
1!KÍ7. Cron>|x>nc. Horneo: Kl Dhm Mu levideo: Kactiltad de IVrc-
ello y (.'. Sociales. IM48. "Estadística •orcios", en /ÍÍT¿VÍC dt- la
¡•'anillutl <li' Drrrrluí i, C. .Son ití-viuW i. \U. N" í,
pp. 120
ji|". IJMI y\ ss.
™. Nicoliello.
mvi'iiciiu. Nelson: isiiit iit. rr mt'ditt?:
,*tiM»ii; O, inruurr: Monti'VKÍco,
Annnv\nm*, Fun-
ruii-
dación de Cultura rniversitaha. 197 Per / del (bastillo. . Kvan^-lista:
i'riitri/idil tlr l/tx liiin\ Difun-iif \\i\\i -\.-ii\i
idi Kum-ir» \-
. Barrvini y K-mtii< Ut~-?
Hamos. I!I72.
Heyes Tcrru, Alberto: "l'ri'judicialidad drl pronunciamiento del Jne/ clt-
Mt'iHirut .sobre ia situación dt- los hijos t-n t-l juicio tU- dixorcio (inu-rpri'-
lación del ar(. 154. inc. ,1" «U-l Codi«o Ci\il". t-n Hrritta tlrl Cuicw*, ti,-
AlmufultntíM l'rtitíiiatf. Monti-\idi-o. t. V I I I . mim. 1 di- 1!)75. ]ip. 17 y»,
()tra.\citas, en el testo.
TERMINACIÓN DEL CONTRATO DE
TRABAJO EN EL DERECHO CHILENO'
El Estado, en general, ha intervenido en la
* Por el Dr. Gi IDO MACCIII.U 1:1.1.0 CONTHKHAS.
terminación del contrato de trabajo en una
tendencia muy generalizada a través de los di-
versos países. Lo hace, en distintas formas: así,
exige que el empleador tenga una causa justa
para despedir, limita los períodos durante los
cuales puede exonerar y, en algunos casos, pro-
hibe despedir a trabajadores en razón al cargo
que desempeñan o a su estado personal.
Chile, no se ha podido sustraer a esta corrien-
te mundial, y, de allí, que su ley 16455, de 1966,
pese a defectos y críticas tiene, sin embargo, el
contenido histórico de haber respondido a ese
fenómeno general.
Ya, en 1963, la O.LT. tuvo oportunidad de
referirse a la materia, adoptando una recomen-
dación acerca de los principios que sería de de-
sear que rigieran en la terminación del contrato
de trabajo.
La eficiencia de la ley 16444, desde su dicta-
ción. ha estado en permanente tela de juicio.
Diversos estudios han querido demostrar que
con ella no se lia logrado el objetivo perse-
guido de regular el mercado del trabajo.
Se han hecho, también, esfuerzos tendientes a
su derogación, a lo largo de sus 10 años de
vigencia y, sin embargo, aún, esa ley se mantiene.
Ks que la terminación del contrato de traba-
jo es una materia muy polémica, en que hay en
juego factores, a veces dramáticos de subsisten-
cia y cesantía, frente al derecho, legítimo tam-
bién, del empleador de buscar mejor personal,
de eliminar al trabajador mediocre y de hacer
rendir más su empresa en benelicio de todos.
Nos hemos permitido ilustrar el tema con al-
gunas citas de legislaciones extranjeras.
Antes de comenzar, nos parece oportuno re-
cordar la estructura de la ley 16455. aprobada
en 1966.
A) La ley 16455. básicamente, pretendió re-
ducir, y. más bien, eliminar los desahucios de
los empleadores que no tuvieren causas justi-
ficadas.
Según esta norma legal, el desahucio del em-
pleador, generalmente, debe fundarse en una
necesidad de funcionamiento de empresa dentro
del amplio concepto del riesgo económico que
su ejercicio entraña.
B) El desahucio del trabajador, es. por el
contrario, libre y sin expresión de causa.
Q El empleador "Caduca el contrato" inme-
diatamente y sin indemnización en los casos de
infracción contractual o mal comportamiento
del trabajador. Se establece un control judicial
a poxteriori para quienes se estiman injusta-
mente despedidos.
También el trabajador puede caducar el con-
trato si quien lo infringiere, fuere el empleador.
El control se traduce en un examen judicial
del caso y en la orden de reincorj)oración si ha
habido un despido injustificado. Si no se cumple
dicha reincorporación se indemniza al trabaja-
dor jx»r el daño que se le ha causado con la
privación de su empleo. Si el empleador hubiere
causado la caducidad del contrato, debe in-
demnizar.
D) Por excepción, hay un sistema cerrado de
inamovilidad sólo para los trabajadores que go-
zan de "fuero".
Ño hay, pues, inamovilidad general, ni tam-
poco estabilidad plena en el empleo, como a ve-
ces se escucha decir, equivocadamente, a pro-
pósito de la ley 16455.
Damos por sentado, que se conoce la evolución
que se ha desarrollado en nuestro país, en ma-
teria de terminación de contrato; como asimismo,
las doctrinas que sustentan un sistema de libre
despido y contratación, y las otras que sostienen
lo contrario, apoyándose en el control estatal
sobre los despidos para mantener los niveles
ocupacionales y cargando sobre las empresas las
tareas y peso de la mantención de dichos niveles.
Para los fines de nuestra exposición nos ha
parecido mejor método dividir la materia en los
capítulos que siguen:
1. FORMAS nv. TKHMINACION ni-:i. CONTÜATO
i\ni\ nx AI. ni-: THABAJO.
1. Expiración dd plazo (en contrato a plazo
fijo). El art. 2 de la ley 16.455, estableció que una
de las causales justificadas de terminación del
contrato es la expiración del plazo: obviamente,
tratándose de contratos a plazo fijo. La ley,
limitó la autonomía de las partes para pactar
plazos más allá de los 6 meses, disponiendo
que. el hecho de continuar el trabajador pres-
tando servicios para el mismo empleado, con el
conocimiento de éste ultimo, importa la conti-
nuación del contrato pero "a tiempo indefinido".
Se siguió, en esta forma la norma cíe las leyes
belgas de 1954, y 1960 y de Luxemburgo de
1961, que así lo estatuyeron.
Con respecto a la extinsión del plazo, calx1
señalar que se han suscitado algunas discusiones
acerca de ciertos casos en que el plazo pueda
confundirse con la terminación de la obra o ser-
vicio que dieron origen al contrato; terminación
(esta última) que se encuentra considerada como
otra causal de terminación de contrato.
Ejemplos pueden encontrarse en faenas teni|x»ra-
les, obras de construcción, agrícolas, marítimas, etc.
El asunto tiene interés porque en los contratos
a plazo nos parece que el plazo es lina materia
entregada a la voluntad de las partes. La dura-
ción de la faena o servicio en cambio, es obje-
tiva e independiente de aquella voluntad.
Sin embargo, nada obstaría para que en un trabajo
temporal, se pactara un contrato por un plazo inferior.
El problema se suscitaría si el trabajador una
vez vencido el plazo continúa laborando, ya que
entonces el contrato se transformaría en uno a
tiempo indefinido; pero, sujeto siempre a su
terminación causada por la conclusión de la obra,
o del trabajo de temporada de que se trate.
 2. Mutuo consentimiento. Según el art. 1545
del Código Civil, todo contrato legalmente
celebrado es ley para las partes contratantes y no
puede invalidarse sino por su "consentimiento
mutuo" o por causas legales.
La ley 16455, no menciona el consentimiento
mutuo como causal justificada de terminación.
Sin embargo, en nuestro parecer, no hay duda
alguna que las partes son soberanas para dar por
terminado su contrato con o sin previo aviso,
con o sin indemnizaciones, siempre que el acuer-
do se extienda en forma de finiquito, solemne,
con los requisitos especificados por la misma
la ley 16455 en el art. 9, inc. 3° (se trata
de una solemnidad que consiste en la celebra-
ción del acto por escrito, ante un ministro de
Fe idóneo. Para la ley, es tal, el Inspector del
Trabajo, o el Presidente del Sindicato o el dele-
gado del personal).
En realidad, el finiquito está considerado en
la ley a propósito del desahucio del trabajador
al empleador; pero, para nosotros no hay nin-
gún inconveniente en que se extienda su aplica-
ción a la terminación de contrato por consen-
timiento mutuo.
3. Desahucio de una de las partes. Histó-
ricamente, existen tres etapas: 1a, de desahucio
libre y sin expresión de causa de cada parte,
sin preaviso.
2 a , de desahucio con aviso de 6 días y 1 mes
(obreros y empleados), igualmente, libre y sin
expresión de causa.
3 a , la actual; con desahucio libre y sin ex-
presión de causa, con preaviso de 30 días del
trabajador, y desahució limitado y controlado
del empleador, corno veremos más adelante.
3) a. Desahucio del trabajador. La ley 16.455,
en el art. 9°, estableció el desahucio libre, y
solemne, del trabajador al empleador, debiendo
darlo con 30 días de anticipación. La termina-
ción unilateral del contrato por el trabajador,
sin expresión de causa, obedece a un propósito
de aplicación del principio de libertad de trabajo.
Este desahucio debe extenderse voluntaria-
mente, por escrito, y con intervención de Minis-
tro de Fe idóneo. Puede tener lugar en cualquier
momento, con una anticipación de 30 días, siem-
pre que, a nuestro juicio, el trabajador no se
encuentre vinculado al empleador por un con-
trato a plazo fijo y que este último se encuen-
tre pendiente; por cuanto, en este caso, debería
esperarse la extinción de aquél (la doctrina y
jurisprudencia así lo estiman también).
3) b. Desahucio del Empleador. La ley 16455,
dispone que el empleador puede desahuciar al
trabajador, libremente, sin expresión de causa, con
un aviso de 30 días, siempre que el trabajador
tenga una antigüedad menor a los 6 meses en la
Empresa.
No se encuentra reglamentado cuándo comienza
y cómo se cuenta tal antigüedad, por cuanto,
sería de desear que se evitara el sistema de con-
trataciones a plazos discontinuados, sobre los que
han debido pronunciarse los Tribunales, y, así,
excluir por ley, un motivo de litigio.
Pueden darse varios casos, como que un tra-
bajador cambie de obrero a empleado, esté en-
fermo, tenga una licencia, o sea contratado por
5 meses y luego de una semana de interrup-
ción sea nuevamente contratado por 5 meses, etc.
La ley 16455, agrega que el empleador puede
desahuciar a los empleados a quienes haya dado
poder o representación y a aquellos de su exclu-
siva confianza, con 30 días de anticipación, o
abonándoles la remuneración correspondiente
como si se hubieran trabajado.
Creemos que debería, también, el empleador
pagar las imposiciones correlativas a ese período.
La Jurisprudencia no es clara al respecto.
La calificación de cargos de exclusiva confian-
za en caso de duda la hace el inspector del Tra-
bajo.
Los empleados de casas particulares se desa-
hucian también con 30 días de anticipación,
en forma libre y sin expresión de causa.
3) c. Desahucio del empleador por necesida-
des de funcionamiento de la empresa. En nuestro
concepto, la causal del N° 10 del art. 2° de la
ley 16.455, es una forma de desahucio del
empleador, que se caracteriza por exigir al
empleador para usarla que tenga motivos justi-
ficados.
Es desahucio, porque, una parte, en forma
unilateral comunica a la otra su intención de
poner término al contrato, pero en virtud de
un motivo justificado en las necesidades de
funcionamiento de la empresa. Algo similar ocu-
rre en el arrendamiento de bienes raíces.
Admitimos que hay otras opiniones sobre esta
causal de terminación del contrato: pero, en
todo caso, nosotros trataremos esta materia aquí,
a propósito del desahucio del empleador.
El art. 4°, inciso 3°, de la ley 16455, dis-
puso un preaviso de 30 días. '
Acerca del momento en que comienzan a con-
tarse los 30 días del preaviso en caso de sus-
pensiones en el trabajo por feriado, licencia por
enfermedad, por reposo preventivo, etc., la ley
nada dispone. Creemos que el preaviso sólo pue-
de darse una vez que el trabajador se ha inte-
grado regularmente a sus funciones.
En seguida, habría sido de mucho interés
precisar el concepto de "necesidades de funcio-
namiento" y al respecto puede enunciarse que se
han hecho variadas elaboraciones por la Juris-
prudencia y modernas concepciones de la teoría
del riesgo económico del ejercicio de la Empresa.
4. Muerte del trabajador. Se trata de una
causal de terminación automática del contrato,
ya sea a plazo fijo o a tiempo indeterminado.
La ley 16455, no la menciona. Nosotros lo
hacemos no sólo por razones de teoría jurídica,
sino por lo siguiente:
Creernos que si un trabajador fallece, el em-
picador debería pagar el mes completo de re- pas; primarias, medias y finales y antes que se
muneración cualquiera que hubiere sido el día practiquen las recepciones finales (no las provi-
de su muerte, más lo adicional y correlativo y sionales) la empresa ya está en la necesidad de
proporcional a feriado y gratificaciones, direc- tomar nuevas propuestas.
tamente a la viuda o sucesión, según corresponda. También se discuten los trabajos de tempo-
Así sucede en el Derecho Administrativo, pe- radas (diversos de los temporales) puesto que
ro no hay norma privada para los trabajadores concluida una temporada, después viene la si-
regidos por el Código del Trabajo. guiente, sosteniéndose, por algunos que en el
La muerte del empleador no causa la extin- intertanto el contrato solamente ha suspendido
sión del contrato, pero ello sólo podría presen- sus efectos (esta opinión es minoritaria).
tar problema en los casos de contratos intuito 7. La caducidad del contrato. Creemos opor-
•personas (servicios personales a artistas, en tuno especificar el concepto de caducidad, ya
consideración a su calidad de tal, etc.). que la ley no lo ha hecho. Seguiré a los juristas
5. Caso fortuito o fuerza mayor. En teoría italianos.
Jurídica ésta es otra causa de ter- El contrato de trabajo, como todo contrato,
minación automática de contrato, que acaece está expuesto al incumplimiento de unas de
en forma ajena a la voluntad o culpa y sin las partes. El art. 1489, del Código civil lo di-
responsabilidad de ambas partes, no dando lugar ce "en los contratos bilaterales va envuelta
a indemnizaciones. la condición resolutoria de no cumplirse por
Para que proceda, se requiere la concurrencia uno de los contratantes lo pactado. Pero, en
copulativa de requisitos, que a nuestro juicio tal caso, podrá el otro contratante pedir a su
deben ser muy exigentes. arbitrio o la resolución o el cumplimiento for-
Así, debe tratarse de un hecho inevitable, zado del contrato", en ambos casos con indem-
imprevisible, e insuperable, que haga imposible, nización.
absoluta y definitivamente, el contrato de trabajo. Si se aplicara el art. 1489 del C. Civil,
No es cuestión de que luego del hecho, resul- al contrato del trabajo, frente al incumplimien-
te sólo más costoso el contrato o que la imposi- to de una parte, el contratante diligente debe-
bilidad sea transitoria para el empleador. Así ría recurrir al juez, pidiendo a su arbitrio, el
lo dispone, la ley alemana de 1951, las de Bél- cumplimiento forzado o la resolución del contrato.
gica de 1954 y 1960, la de Holanda de 1955, Razones de dinámica de la empresa impusie-
la de Italia de 1960 y el Código francés. ron una de las grandes innovaciones del Dere-
No son hechos que constituyen la causal en cho del Trabajo. El contratante diligente no
examen, las clausuras por incumplimientos de recurre al juez; él mismo, resuelve el contrato,
exigencias de funcionamiento por el empresario, inmediatamente y, si la parte contraria reclama
los incendios que debieron evitarse cumpliendo por esa decisión, se verifica, a posteriori, el
con las normas de la ley de Construcciones control judicial.
industriales, como así también los temblores si Es decir, la resolución del contrato por in-
no se han adoptado las medidas antisísmicas. cumplimiento queda entregada a las partes. El
Tampoco sería caso fortuito el cierre que pro- Estado, sin renunciar a su potestad jurisdiccional,
grama el empleador sólo porque la explotación reserva ésta para que tenga lugar a petición de
fuere momentáneamente contraria a sus intereses. parte y a posteriori.
La ley 16455, no da un concepto del caso for- En la empresa, entonces, se es juez y parte
tuito o fuerza mayor, limitándose a enunciarlos, a la vez, por exigencias del ejercicio económico
en circunstancias que en Derecho del Trabajo empresarial; pero, si sucediera que en el control
tales conceptos son más rigurosos que en el De- judicial (a posteriori) se resuelve que ha sido
recho Civil por la teoría del riesgo profesional arbitraria o errónea la determinación de un
del ejercicio de empresas. contratante que se atribuyó la calidad de "dili-
6. Conclusión del trabajo o servicio que gente" e imputó a la contraria incumplimiento,
dieron origen al contrato- En esta materia no deberá aquél atenerse a las consecuencias y pa-
hay definición y existen problemas conceptuales. gar indemnizaciones.
No es el cierre, ni la paralización parcial de Este es el concepto de caducidad del contra-
fábrica o faenas. No es el caso fortuito o fuer- to de trabajo.
za mayor. Se trata de contratos que se han ce- Históricamente, nació en Europa y fue incor-
lebrado única y exclusivamente para efectuar porado en Chile, primero, débilmente en 1924,
una obra o servicio, única, determinada, y de y, luego, en 1966, con la ley 16455 adquirió
duración relativamente breve en posición de su- mayor contextura, aunque nos parece que no
bordinación. tuvo una suficiente claridad conceptual.
El asunto se complica cuando se trata, no de Hasta 1966, cuando se caducaba el contrato
empleadores ocasionales, sino de empresarios arbitrariamente, el Juez si así lo establecía, con-
permanentes; por ej. en el caso de una empresa denaba al contratante incumplidor al pago de
constructora, en donde la terminación de una una indemnización que regulaba subjetivamente.
obra, lleva en sí la conclusión de diversas eta- Este tipo de regulación motivaba largas trami-
taciones, con todos los inconvenientes que ella ficada en las faenas convenidas en el
significaba. contrato.
La ley 16455, substituyó la regulación "sub- Acerca de la letra b), últimamente se-
jetiva" de la indemnización, por una "objetiva", ñalada, nos cabe comentar que en reali-
refiriéndola a la última remuneración y a la dad no hay propiamente un "abandono"
antigüedad funcionaría, estimando, en línea de real del sitio de trabajo, sino que una no
principio, que a mayor antigüedad había mayor prestación de trabajo, la que por contrato,
daño por el despido arbitrario y viceversa. corresponde realizar. Se ha querido en la
Señalaremos, muy brevemente, las "causales" ley, con ello, representar que hay siempre
de caducidad, que establece la ley 16455, siem- "abandono del trabajo", aunque el traba-
pre, bajo el concepto más genérico de "causa- jador alegue haber continuado físicamente
les justificadas de terminación del contrato de en el sitio de aquél.
trabajo". En todas las causales que hemos señalado,
En principio, según lo hemos establecido, po- casi reproduciendo su redacción en la ley 16455.
dría decirse que todo incumplimiento contractual hay formas específicas de incumplimiento con-
(evidentemente de significación) da derecho al tractual. El propósito de la ley no ha sido otro
contratante diligente a declarar caducado el que subrayar determinados hechos y omisiones
contrato. Esto se encuentra manifestado en la que consagra como típicas infracciones e incum-
causal N" 11 del art. 2" de la ley 16455, que plimientos contractuales, las cuales importan
consagra "el incumplimiento grave de las obli- causales de caducidad contractual y de termina-
gaciones que impone el contrato". ción de la relación laboral, que no darán lugar
En realidad, las demás causales de caducidad a indemnizaciones, sino que por el contrario,
que contempla la ley, no constituyen sino que debería la parte infractora indemnizar al con-
hechos u omisiones que importan aquel incum- tratante diligente.
plimiento contractual. Debemos señalar que a las causales indicadas
En efecto, son formas específicas de incum- corresponde agregar otras contempladas ix>r el
plimientos contractuales, los siguientes hechos u D.L. 32, de 1973.
omisiones, que la ley citada, consagra como En realidad, este D.L. #_. tío crecí figuras
causales precisas de terminación justificada: nuevas de caducidad, sino que recogió casos ya
— Las negociaciones que ejecute el trabajador establecidos en la ley 12927, de Seguridad In-
dentro del giro del negocio y que hubieren terior del Estado, dictada en 1957. Tales situa-
sido prohibidas por escrito en el respec- ciones, que contemplaba esta última ley. daban
tivo contrato. derecho, desde entonces, a terminar el contrato
— Los actos, omisiones e impisídencias teme- de trabajo cuando se presentaba una de las situa-
rarias que afecten a la seguridad del es- ciones sancionadas por aquella ley. aun cuando
tablecimiento o de los trabajadores o a la corresponde especificar que tal terminación ope-
salud de éstos. raba en forma consccucncial a la sanción penal
que la infracción importaba.
— La falta de probidad, vías de hecho, in- Ahora, al haber sido incluidos estos hechos
jurias y conducta inmoral grave, debida- —y algunas variantes— como causales de exone-
mente comprobada. ración, en el D.L. 32. de 1973, no es la Auto-
— El perjuicio material causado intencional- ridad la que tendrá que determinar cuándo un
mente en las instalaciones, maquinarias, trabajador está cometiendo uno de estos hechos
herramientas, útiles de trabajo, productos |>enados. sino que sería directamente el emplea-
o mercaderías. dor y para lo cual puede invocar uno de aque-
— La no concurrencia del trabajador a sus llos hechos, inclusive, alguno que tuviere lugar
labores sin causa justificada durante dos fuera de la empresa.
días seguidos, dos lunes en el mes o un to- No se discute que si un trabajador comete
tal de tres días durante igual período de alguno de los hechos criminales que se sancio-
tiempo; asimismo la falta injustificada o nan del)e perder el empleo: |KTO. se ha dicho que
sin aviso previo al trabajo, de parte del por tratarse de hechos muy graves y que in-
trabajador que tuviere a su cargo una cluso pueden tener lugar fuera de la empresa,
actividad, faena o máquina cuyo abando- deljería ser la Autoridad quien en forma priva-
no o paralización signifique una perturba- tiva diere por establecida la falta.
ción en la marcha de la obra. Con todo, clelx- consignarse que las causales
— El abandono del trabajo por parte del agregadas por el D.L. 32. de 1974. tuvieron
trabajador. Se entiende por abandono del por razón, la conveniencia de enfrentar el |>c-
trabajo; a) la salida intempestiva e injus- ríodo que siguió al cambio de Gobierno de 11
tificada del trabajador del sitio de la faena de Septiembre de 1973. y. estimamos que su
y durante las horas de trabajo sin permiso redacción clel>erá revisarse, dentro de uu pro-
del empleador o de quien lo represente y pósito de normalización instilucional.
b) la negativa a trabajar sin causa justi- 8. La conjimiñn. Se trata de la reunión en una
misma persona de las calidades de empleador y juega entonces la autorización del representante
trabajador. Ello sucede cuando un hijo es em- que se suma al consentimiento del menor para el
pleado de su padre y éste fallece, o en los casos acuerdo del contrato? No es lo mismo que en el
de socios y empleados o de trabajadores que ad- Derecho Civil. No está desarrollada esta materia
quieren las empresas. en el Derecho Chileno Laboral.
No son frecuentes las situaciones señaladas. En la nulidad por contratos con objeto o causa
Algunas legislaciones europeas consideran esta ilícita (prostitución, contrabando, tráfico de dro-
forma de terminación del contrato de trabajo. gas, robos) el contrato debe también ser decla-
La ley 16.455, no la incluye, pero su omisión rado nulo, absolutamente o inexistente sin que
puede subsanarse de acuerdo con las reglas gene- produzca ningún efecto, perdiéndose trabajo
rales del Derecho Civil. y retribución, tiempo servido, previsión, etc. No
9. La nulidad. La ley 16455, no se refiere a obstante, podría ser justo establecer algunas ex-
ella como causal de terminación. cepciones.
El art. 2126 del Código Civil Italiano, contie- Tratándose de solemnidades ad substantiam,
ne una fuente de referencia. hay envueltos conceptos de Derecho Público o de
En Francia, hay una jurisprudencia muy am- orden público vitales que habría que desarrollar.
plia sobre las consecuencias provisionales, an- Sabido es que la nulidad del contrato de trabajo
tigüedad, certificado de trabajo, etc. en casos de se trata como la de las Sociedades. El contrato
contratos nulos. ¡fue válido hasta que se declare nulo. Por eso rige,
La nulidad puede deberse a distintas causas y •en principio, para el futuro y se practican liqui-
según ellas debería graduarse la respuesta del dacione compensadoras para el lapso de vigen-
Derecho. cia, salvo que haya sanción de retroactividad por
Hay nulidad por vicios de consentimiento, por ineludibles razones de moral e higiene social.
incapacidad, por ilicitud de causa u objeto y por No obstante, la importancia del tema, la ley
falta de solemnidad ad substantiam. 16455 nada menciona al respecto y nuestra juris-
Nos parece que no todos los vicios del consen- prudencia no muestra grandes elaboraciones,
timiento deberían tratarse igual; el error, no aun cuando debe reconocerse que los pleitos
puede igualarse al dolo o la fuerza. sobre estas materias no son comunes.
El error de buena fe estimamos que permite La nulidad, por último, podría sólo afectar a
que e! contrato, antes de su declaración de nuli- una sola cláusula y no a todo el contrato.
dad, pueda surtir efectos. Lo dicho nos parece, que justificaría una deci-
No así, el dolo o la fuerza que deberían llevar a sión de incorporación de la teoría de la nulidad
la declaración de inexistencia del contrato o nuli- laboral, debidamente desarrollada en nuesta
dad absoluta con todas sus consecuencias; pérdi- legislación.
da del derecho a la retribución, previsión, anti- No existiendo estas normas, los jueces del tra-
güedad funcionaría, etc. El trabajo ejecutado bajo eme son jueces de derecho, deberán aplicar
con intención dolosa no debería ser retribuido. las reglas de los arts. 1681 y siguientes del C.C. a
Lo pagado debería ser restituido y si estos vicios pesar que están diseñadas con otra concepción y
afectan también al empleador debería confiscar- no tengan la elasticidad suficiente para compren-
se lo pagado. der el caso laboral.
Si el dolo o fuerza es sólo imputable al emplea- 10. Renolución judicial previa del contrato.
dor, las consecuencias deberían ser diferentes y La inamovilidad. Hemos visto que una parte pue-
entonces el trabajador tendría derecho a benefi- de resolver inmediatamente, sin indemnización el
ciarse con los efectos del contrato e incluso a in- contrato —caducidad— en caso de incumpli-
demnización en la terminación de aquél. miento de la contraria, como asimismo, la expi-
En materia de incapacidades también nos pa- ración del contrato por decisión unilateral, con
rece que habría que afinar disposiciones. Junto o sin expresión de causa justificada.
al trabajo de menores de 18 años hay otros casos Estas reglas tienen una excepción calificada
que igualmente interesaría contemplar, cómoda tratándose de los trabajadores que gozan de
contratación de débiles mentales, o sordos mudos fuero. :E1 art. 10 de la ley 16455, en disposición
que no pueden darse a entender por escrito, pero difícilmente redactada, así trata de expresarlo.
sí por otros medios. El art. 10 de la ley 16455. estableció un rígido
Recordemos, además, que una línea de acción sistema de inamovilidad, que solamente com-
social consiste en tratar de rehabilitar a los defi- prende, como se ha dicho, a los trabajadores qué
cientes mentales y a otros parcialmente incapaci- gozan de fuero. Estos son: dirigentes de sindi-
tados de modo que puedan ganarse total o par- catos de ler. grado, de 2° grado (federaciones),
cialmente su subsistencia. Sería oportuno que se de Ser. grado (confederaciones), delegados de
dictaran normas para la contratación de algunos empleados, vocales integrantes de Cortes (esta
inhábiles jurídicamente hablando y de personas disposición no se aplica en la realidad), miem-
con capacidad de trabajo disminuida. bros de comisiones mixtas de sueldos, de Juntas
Tratándose de menores, sallemos que son éstos de Conciliación, (temporalmente suspendidas),
los que deben consentir el contrato ¿Qué papel de algunos organismos provisionales y otros ad-
ministrativos. Gozan de fuero, también, las per-
sonas acogidas a medicina preventiva según la ley
6174, o curativa de la ley 16781, y las madres
durante su embarazo, puerperio y lactancia
(1 año).
Es decir, la inamovilidad, rige, actualmente,
para dos grupos de trabajadores: uno, en razón
del cargo que ocupan, con el fin de garantizar
libre elección, dirección y autonomía de acción,
lo que alcanzaba su expresión máxima tratándose
de dirigentes sindicales y en conflictos colectivos,
y, dos, en razón de protección de la capacidad de
trabajo, elevada ai rango de un bien público, así
orno la maternidad.
La ley 16455, dispuso que estos trabajadores
no podrían ser desahuciados o despedidos por
causas justificadas en las necesidades de funcio-
namiento de la empresa, ni por expiración del
plazo, ni por conclusión del trabajo que dio
origen al contrato, ni podían ser caducados sus
contratos directamente por el empleador, aun
cuando se hubiere cometido una infracción
grave. En esta última situación, el empleador
debe pedir al Juez que autorice previamente el
despido.
Si el Juez considera que el empleador presenta
un caso muy fundado, dispone la suspensión del
trabajador mientras se tramita el proceso.
Fallado el asunto, el empleador con sentencia
favorable, está en condiciones de despedir al
trabajador, legalmente.
Si el empleador se coloca al margen de la ley,
el Juez le aplica fuertes multas, tantas, cuantas
fueran necesarias, hasta obtener la efectiva rein-
corporación del trabajador, indebidamente
despedido, más el pago de remuneraciones, im-
posiciones e indemnizaciones.
Es decir, se trata de un cúmulo de medidas que
no dejan alternativas al empleador: debe ajus-
tarse a las reglas del fuero.
Es por ésto que se ha dicho que, el único caso
de inamovilidad de la ley 16455, es el que rese-
ñamos.
El D.L. 32, de 1973, tuvo por finalidad en-
frentar la emergencia siguiente al 11 de setiem-
bre de 1973, y sustancialmente dispuso que en los
casos de extremistas que a la vez eran dirigentes
sindicales, debía privar la seguridad nacional y
en mérito a ella correspondía que se dispusiera el
despido inmediato; pero, reconociendo, en todo
caso, el derecho al que se considerase injusta-
mente despedido para reclamar a la Justicia.
Corresponde agregar que en la calificación de
los "extremistas" participan directamente la
Autoridad: obviamente esta era la razón de inte-
gración de Los Tribunales especiales por un
representante de las F.A.A.A. Estos tribunales
funcionaron brevemente y cumplida su misión
fueron cerrados definitivamente.
11. La transferencia de empresa. Ni la ley
16455, ni otra norma regula específicamente esta
materia.
En la República Federal Alemana y Luxem-
burgo se considera que en toda empresa hay un
activo y un pasivo. En este último están los con-
tratos de trabajo, en forma inseparable del resto
de la empresa. La transferencia incluye necesa-
riamente tales contratos. En cuanto a los traba-
jadores se presume su voluntad de continuar
trabajando. El que no desea hacerlo, simplemen-
te debe renunciar.
En Italia, el art. 2112 del Código Civil y en
Francia el art. 23 del libro sobre el Contrato del
Trabajo, expresamente resuelven el caso en
examen, reglamentando en igual sentido la
cesión, transformación, transmisión por heren-
cia, modificación de la forma jurídica de la em-
presa o de la sociedad que sea su titular.
En nuestro país, si vendedor y comprador
nada han dispuesto al respecto, se entiende que
este último tiene derecho a terminar los contratos
"por cambio de empleador".
Podría, sin embargo, refutarse lo anterior,
señalándose que "el cambio de empleador" no se
encuentra contemplada como una "causal justifi-
cada" de terminación de contrato.
Estimarnos que se precisaría una norma legal
al respecto que pusiera fin a las discusiones que
suscita el caso en referencia, el que presenta gran
interés jurídico frente a la naturaleza jurídica del
contrato de trabajo y de la relación del mismo
nombre, y su transferencia.
Resulta oportuno agregar que en los casos de
quiebra de las empresas no opera una transfe-
rencia de estas últimas y el Síndico de Quiebras es
representante legal del fallido y por lo mismo no
puede invocar para la terminación del contrato el
cambio de empleador.
Lo mismo nos parece en el caso de requisición
de empresas, puesto que el interventor, tiene
también la calidad de representante del empre-
sario.
Los casos de nacionalizaciones, sin embargo,
consideramos que son más complejos, puesto que
habría un cambio en la esencia de la función que
pasaría a desarrollar la empresa y sus trabaja-
dores al servicio de un fin o interés público en
lugar del privado que desarrollaban antes de la
nacionalización. Como ésta es decidida por acto
legítimo de autoridad, generalmente la ley, se
reglamenta en aquél mismo la calidad, el estatu-
to jurídico y la continuación del trabajo para los
respectivos trabajadores.
12. Otros casos específicos de terminación del
contrato de trabajo, a) La ley 16455 consagra
el derecho al empleador a dar por terminado el
contrato cuando el trabajador ha reunido los
requisitos para jubilar por invalidez (no por vejez).
Igual derecho tiene el empleador, cuando el tra-
bajador y siempre que sea especializado, haya
perdido su aptitud profesional, lo que deberá ser
debidamente acreditado por el Organismo Públi-
co respectivo.
b) El Código del Trabajo, en arts. 6 bis y 119,
da derecho al empleador para despedir sin
derecho a deshaucio al trabajador que se niegue a
firmar el contrato, a menos que pruebe que
había sido contratado en condiciones diversas. Si
el trabajador fuere analfabeto —aunque la ley no
lo dice— el asunto se soluciona mediante la inter-
vención de un Inspector del Trabajo, que obra
como Ministro de fe y el trabajador estampa su
huella dígito pulgar.
c) El Código del Trabajo, en el art. 66, sobre
empleados de casas particulares, dispone que las
dos primeras semanas son de "prueba" (único
caso específicamente contemplado) y ambas par-
tes, sin desahucio, pueden terminar el contrato
con un aviso de sólo 3 días, pagándose solamente
el tiempo servido. Este es un caso muy claro de
un derecho de desahucio y con un plazo breve y
especial.
d) Se recuerdan los casos de trabajadores que de-
ben cumplir con requisitos de especialidad y exi-
gencias legales; por ej. de aquellos que precisan de
carnets sanitarios al día (panaderías y lugares de
consumo) o carnet de suficiencia física o de salud
compatible, como para los hombres de rnar.
Cuando se retiran tales carnets, entendemos
que hay derecho a poner término al contrato, al
no cumplirse con un requisito establecido por las
leyes para la validez de un contrato (art. 1682 del
Código Civil sobre la nulidad absoluta).
e) Por último, hacemos referencia al art. 115
del Código del Trabajo, que dispone que el 85 %
de los empleados que trabajan para un mismo
empleador, deben ser chilenos. En consecuencia,
aquellos contratos celebrados con empleados ex-
tranjeros (nótese que no se comprenden los obre-
ros) que exceden el 15% referido, deben darse
por terminados. La causal también sería la nuli-
dad, al no cumplirse con una norma prohibitiva,
de Derecho Público (Hay causal de nulidad en
Chile, en los actos en que se contraviene al
Derecho Público Chileno, art. 1462 del C. Civil).
II. EL PROCEDIMIENTO JUDICIAL DE RECLAMA-
CIÓN POR DESPIDO INJUSTIFICADO.
1. El reclamo en juicio. La ley 16455, diseñó tres
mecanismos para enfrentar los problemas que ge-
nera la terminación de los contratos de trabajo.
a) En primer término, alentó la creación de
comisiones internas en las empresas, mixtas, con
representantes del empleador y del personal. La
ley pretendió que hubiere una especie de "instan-
cia interna" y directa entre las partes a fin de que
los empleadores llevaren allí sus decisiones de
despidos, debiendo dar las justificaciones de los
mismos (art. 2°, de la ley 16455).
En realidad este mecanismo no ha dado los
resultados esperados. Tales comisiones en general
no se han constituido.
b) En segundo lugar, la ley creo una especie de
"instancia administrativa". Se pensó que en caso
de fracasar la labor de la comisión mixta interna,
las partes podrían recurrir a la Inspección del
Trabajo y allí resolver el conflicto por vía amisto-
sa o de avenimiento extrajudicial.
Tampoco este mecanismo ha dado buenos
resultados. La acción de la Inspección del Traba-
jo (art. 2° de la ley 16455), no es relevante, no
tiene fuerza obligatoria para las partes y su inter-
vención es ilustrativa y orientadora de los dere-
chos de las partes y lo que es más grave, no sus-
pende el plazo para reclamar judicialmente de la
injustificación del despido. Por ello, la parte
afectada recurre directamente al Tribunal del
Trabajo competente por el temor a que caduque
su plazo y pierda su derecho a reclamar la rein-
corporación a su trabajo.
c) El reclamo Judicial, en tercer lugar. La ley
16455, en el art. 7° estableció un "procedimien-
to especial" para el conocimiento y resolución de
los reclamos por despidos. En síntesis, aquél con-"
siste en una reclamación que no requiere cumplir
con todas las reglas de las demandas judiciales.
Presentada, el Tribunal la notifica (personalmen-
te o por cédula) por Carabineros, por un funcio-
nario del Juzgado o por Receptor y cita a las par-
tes a una audiencia a la que deben concurrir las
partes con sus medios de prueba, no siendo nece-
sario anunciar previamente a los testigos.
En la audiencia, el demandado contesta el
reclamo y habiendo hechos controvertidos, el
Tribunal fija los puntos de prueba y pasa, inme- .
diatamente, a recibir las distintas probanzas que
han llevado las partes a la audiencia. Presentadas'
las pruebas a la causa queda en estado de fallo.
El Tribunal aprecia la prueba "en conciencia" y
falla, también "en conciencia".
Este procedimiento tiene defectos, entre ellos,
el ser de "única instancia"; es decir, excluye la
apelación y con ello, fuerza a la parte que consi-
dera el fallo erróneo o injustificado o que le per-
judica, a que interponga el "recurso de queja"
ante la Corte respectiva. Este último, es un re-'
curso de carácter disciplinario que tiene la fina-
lidad de enmendar un fallo cuando éste ha sido
emitido con falta o abuso del Juez que lo ha
dictado. Este recurso, entonces, se desnaturaliza
y se le hace cumplir un objetivo distinto de aquel ,
para el que fue establecido.
Es oportuno recordar que en caso que el traba-
jador desee obtener una resolución judicial que
declare "caducado" el contrato por infracciones
graves al contrato por parte del empleador, a fin
de que, además de darse por terminado el contra-
to, se condene al empresario al pago de indemni-
zación. El procedimiento a utilizarse es el del
juicio ordinario del trabajo (art. 9°, inc. final, de
ley N° 16455), y no el especial de reclamación.
La primera notificación no requiere ser en
forma personal y el plazo para la interposición
del reclamo es de sólo 30 días.
2, La alternativa de reincorporación o indem-
nización. La ley 16455 dispone que en los casos
en que judicialmente se califique el despido como
"injustificado" se "ordena la reincorporación in-
mediata del trabajador afectado". Esta "orden",
en el fondo no es tal y la reincorporación pasa
a ser voluntaria para el empleador.
Si el trabajador no se presenta al trabajo, in-
mediatamente de notificado el fallo, pierde todo
derecho. No se encuentra bien determinado en la
ley los requisitos que debería cumplir tal presen-
tación y el vacío se ha suplido con un "hábito"
jurisprudencial: el empleador, que desea reincor-
porar, debe comunicarlo al Tribunal dentro de
las 48 horas siguientes a la notificación del fallo.
A su vez, el trabajador se presenta con testigos a
la empresa, a fin de que estos atestigüen —si lle-
gare a ser negada la presentación— de que efecti-
vamente tuvo lugar ésta.
Si el empleador acata la sentencia debe pagar
¡as remuneraciones por el lapso del jucio y volver
a su puesto el trabajador. Si no la acata, el Juez
condena al empleador, al pago de una indemni-
zación que no puede ser inferior a la remunera-
ción de un mes por año de servicios continuos o
discontinuos prestados a la misma empresa.
Lo primero que procede es calificar el carácter
de esta indemnización. Ella, es evidentemente
por el despido injustificado, por que éste fue el
motivo de la reclamación y del reconocimiento
judicial.
No hay dudas en que lo que se indemniza es el
despido emanado de la arbitrariedad; es la priva-
ción de la fuente de trabajo sin que medien nece-
sidades de la empresa, ni el hecho o culpa del
trabajador.
Esto viene de Francia, cuya jurisprudencia
consagró este tipo de indemnización sobre la base
de la teoría del "abuso del Derecho" y que luego
la República Federal Alemana, en la ley de 1951,
consagró como la teoría del "despido antisocial"
reconocido judicialmente. Según ésta, por "deber
social", el empleador no puede dejar de manifes-
tar el motivo de la exoneración; todo, bajo la
teoría del riesgo de la empresa.
La referencia que hace la ley 16455 a los
"años de servicios" por esta indemnización, sólo,
tiene por objeto "cuantificar" el volumen de
ellas.
La confusión, pues, que a veces se hace de
esta indemnización con aquella por "años de ser-
vicios" no es valedera.
Esta indemnización por despido injustificado y
no por años de servicios, debe incluir los siguien-
tes rubros: una suma equivalente a la remunera-
ción por el lapso del juicio, las imposiciones que
siempre deberían enterarse, y además el resarci-
miento del daño por la privación indebida del
empleo, que será mayor o menor según el padrón
de medida de los años servidos.
La ley 16455, en el art. 8°, tiene el defecto de
no especificar lo expuesto, siendo fuente de fallos
erróneos, fundados en una interpretación de
gramática lineal que establece una alternativa de
pago o no pago, según se acate o no el fallo, de la
remuneración e imposiciones referidas.
La lev 16455 tiene además el defecto, de no
especificar debidamente "el volumen" de la in-
demnización, ya Cjue si se establece como padrón
objetivo de medidas, los años de servicios,
debería referirlo también al padrón objetivo de
la última remuneración y eliminar así un factor
de controversia, en una disposición que fija míni-
mo pero no máximo para la referida indemniza-
ción.
El D.L. 676, de 1974, ha dispuesto que el em-
pleador pueda enervar el reclamo consignando
una suma equivalente a los años de servicio
multiplicada por la última remuneración. Si el
trabajador recibe el dinero, el acto se considera
como transacción y surte sus efectos legales.
III. LAsrspFNSioxDELCUMPLIMIENTODELAS
OBLIGACIONES DEL CONTRATO DE TRABAJO
El Código actual no establece normas al res-
pecto.
La suspensión del cumplimiento de las obliga-
ciones del contrato, y no de los "efectos" de! con-
trato, corno se acostumbra a decir, puede tener
dos fuentes: la ley y la voluntad de las partes. La
ley dispone la suspensión referida en los casos de:
a) accidentes o enfermedades del trabajo, b) li-
cencia por enfermedad, en que se ordena reposo
curativo (medicina curativa), según lo dispuesto
en los arts. 17 de la ley 16781 y 11 de la ley 6174,
c) reposo preventivo, según esta última disposi-
ción (medicina preventiva): d) Servicio Militar
Obligatorio, arts. 156 y 157 del C. del T. Sólo
para los empleados y disposiciones de la ley res-
pectiva, e) reposo pre y post natal, art. 307 y del
C. del T. f) ¡a huelga legal (transitoriamente
suspendida) y otros casos de suspensiones meno-
res por ejemplo, exámenes de salud, cumplimen-
to de deberes cívicos (ley de elecciones, transito-
riamente, suspendida).
La suspensión en examen se caracteriza porque
el contrato sigue vinculado a las partes, aunque
el cumplimiento de las obligaciones principales
de prestar servicio y remunerar se suspenden recí-
procamente, mientras dura el motivo que las
origina, salvo que la ley disponga que el tiempo
de suspensión da derecho al pago excepcional del
todo o parte de las remuneraciones o de los subsi-
dios previsionaíes.
Pero las obligaciones secundarias subsisten por
regla general ín integrum, por ej.: guardar
secretos, custodias y depósitos, prohibiciones de
ambas partes, etc.
La suspensión de las obligaciones opera restric-
tivamente o sea, en forma limitada a su causa
generadora. Sí una de las partes pretende dar a
aquélla una extensión mayor que la debida, cae
en infracción grave a los derechos contractuales:
abandono, inasistencia reiterada, negativa de
trabajo, etc.
 La otra causal de suspensión, la podría consti-
tuir el acuerdo de las partes.
No hay ninguna norma que regle esta causal de
suspensión.
El problema está en el carácter del convenio, o
se trata de acuerdo soberano de las partes, o de
una "imposición" de una de ellas. En el segundo
caso, podría vulnerarse el principio de la libertad
de trabajo o bien violarse la obligación de dar
trabajo, lo que quedaría sancionado por el prin-
cipio del "abuso del Derecho", o, todavía, podría
ser una forma de burlar las normas sobre despido,
lo que debería ser penado de acuerdo con las re-
glas sobre terminación del contrato.
Si se está en presencia de las suspensiones
legales, el problema de mayor interés lo constitu-
ye la inamovilidad que sigue a la reanudación del
cumplimento de las obligaciones. Tratándose de
reposos por enfermedad, accidentes del trabajo o
maternidad, la ley protege al trabajador ampa-
rándolo con inamovilidad por el período de la
recuperación más los 6 meses siguientes.
¿Qué pasa si no se respetan las normas sobre
suspensión?
Si el trabajador, es el infractor, pierde los beneficios
y podría ser exonerado previa comprobación judicial.
Si el empleador despide al trabajador incurre
en una falta a las normas de inamovilidad y a
petición del afectado la Justicia repondrá al
trabajador a su cargo, para lo cual dispone de los
medios de conminación antes indicados. El despi-
do así, no podrá formalizarse hasta que haya ex-
pirado la inamovilidad, y además, el empleador
habría debido pagar el tiempo de la separación,
imposiciones previsionales e indemnización.
IV. El, DESPIDO COLECTIVO V PARALIZACIÓN DE
EMPRESAS.
El despido colectivo se reglamentó en el Código
del Trabajo sólo para los obreros (art. 86). La nor-
ma establecida fue muy incipiente. Califica de tal,
al desahucio justificado, simultáneo para más de
10 obreros o sea, 11. En este caso, como en el de la
paralización de las empresas se requiere autorización
previa de los Ministerios de Economía y Trabajo.
Los despidos que se materialicen sin esperarse
un preaviso de 30 días, dan lugar a una indem-
nización de 15 días por cada año de servicio o
fracción superior a 9 meses.
Estas disposiciones se encuentran rediseñadas
en el D.L. 674 art. 4° de 1974 y el D.S. 913 de
1975 que lo reglamenta.
Según estas últimas normas, se entiende que
hay paralización de empresas cuando se suspen-
den las actividades de cualquier forma.
Hay despido colectivo cuando en un mes se
despide a más de 10 trabajadores. Esta última
expresión comprende a los empleados y obreros,
en forma uní o bilateral. Las autoridades tienen
un plazo de 45 días para pronunciare sobre la
solicitud de autorización.
Si el empleador despide, no obstante habérsele
negado autorización o sin solicitud, se hace
acreedor a una multa de 1 a 10 sueldos vitales
anuales y aun además, a pena corporal (presidio
menor en su grado medio a máximo (art. 10 del
D.L. 280 de 1974) (actualmente el sueldo vital es
de un valor muy bajo).
Los trabajadores afectados con un despido sin
autorización tienen derecho a una indemnización
de 1 mes de remuneración por cada año de servi-
cio o fracción superior a 6 meses. ¡
.'•>
V. PRESCRIPCIÓN v SANCIONES. .
Finalizaremos, refiriéndonos, brevemente, a
las materias indicadas.
La ley 16455, establece un plazo de 30 días
"hábiles" para interponer el reclamo. No obstan-
te, la mera interposición interrumpe el plazo
señalado y no se necesita que el demandado haya
sido notificado dentro del término especificado.
La no interposición caduca el derecho a recla-[
mar. Sin embargo, subsistiría el derecho a inter-
poner demanda en juicio ordinario del trabajo-»
para reclamar, específicamente, no reincorpora-,
ción, sino indemnización por infracción contrac-
tual.
El plazo general de prescripción es de 180 días
contados desde la terminación del contrato. :
En cuanto a las sanciones, debemos recordar
que se establece una de carácter general y que se
aplica en defecto de otra especial y es multa de
hasta 10 sueldos vitales mensuales del departa-
mento de Santiago, cuya cuantía ya se ha dicho
que alcanza hoy en día, más o menos al 20 por
ciento del "ingreso mínimo" (nuevo concepto de
remuneración vital).
NUEVA REGLAMENTACIÓN. (NOTA CUMPLE,
MENTARÍA).
1. Referencias legales y doctrina. El Decreto
Ley N° 2.200, publicado en el Diario Oficial del
día 15 de Junio de 1978, fijó las normas relativas
al contrato de trabajo y a la protección a los
trabajadores. El título I de dicho Decreto Ley
reglamenta el contrato individual de trabajo y,
específicamente la terminación de éste, en los ar-
tículos 13 al 22.
Debe comenzarse por establecer que entre las
disposiciones transitorias de este D.L., figura el
artículo 4° transitorio, que dispone que esta re-
glamentación no rige para los contratos de tra-
bajos celebrados con anterioridad a la fecha en
que entró en vigencia el D.L. en referencia.
Además, en otro artículo transitorio, el 7°, se
reglamentó el despido masivo de trabajadores,
modificándose las normas que existían al respecto.
Como apreciación general cabe señalar en ma-
teria de despidos y terminaciones de contratos
individuales dos puntos: 1) en la actualidad hay
dos regímenes que regulan esta materia; para los
trabajadores con contratos celebrados con ante-
rioridad al 15 de Junio de 1978 rigen las normas
de la ley 16.455 y para los trabajadores contra-
tados con posterioridad a la fecha indicada rigen
las nuevas normas y que se reseñan más adelan-
te; y, 2) el nuevo sistema de terminación de con-
trato es esencialmente diferente al anterior, por
cuanto, ideológicamente ya no se considera que
un trabajador tiene derecho a conservar su empleo
en tanto cumpla eficientemente con sus obligacio-
nes laborales, sino que el empleador tiene un
derecho prioritario para despedir a un trabaja-
dor, sin expresión de causa, debiendo, cuando
no pueda invocar necesidades de funcionamiento
de la empresa, pagar una indemnización por un
monto fijo (que luego se indicará). En torno a es-
te cambio ideológico hay un conjunto de refor-
mas que se podría decir que han significado ma-
yores flexibilidades para el empleador, para que
vaya conformando su personal en la forma que
lo considere conveniente y necesario.
2. El nuevo sistema de terminación del contra-
to de trabajo. El art. 13 (del D.L. 2.200, en
lo sucesivo, sólo se indicará el número del artícu-
lo) clasifica las causales de terminación en las
siguientes: a) mutuo consentimiento; b) venci-
miento del plazo estipulado; c) conclusión del
trabajo o servicio que dio origen al contrato; d)
muerte del trabajador; e) caso fortuito o fuerza
mayor; f) desahucio escrito de una de las partes y
g) caducidad en los casos que se indican en los
arts. 14 y 15.
En la anterior legislación, el plazo máximo del
contrato era de seis meses; ahora, se ha alargado
el plazo hasta dos años. La importancia de la
modificación consiste en que la expiración del
contrato por vencimiento del plazo no da dere-
cho a indemnización alguna al trabajador, den-
tro de los dos años de su asunción en la em-
presa.
En la anterior enumeración de la ley 16.455 no
se consideraban las causales indicadas en las le-
tras a), d) y f) recién indicadas. Sin embargo,
obviamente, dichas causales podían manifestarse,
según ya se refirió en este mismo trabajo.
Nuevamente, se ha dejado sin definir lo que se
entiende por "caso fortuito" o "fuerza mayor",
dejándose entregada la conceptuación a la ca-
suística jurisprudencial. Al respecto, pudo haber-
se aprovechado la experiencia laboral de otros
países en los que se ha ido conformando un con-
cepto de caso fortuito y fuerza mayor especial
para el campo laboral.
En cuanto al desahucio, se ha dispuesto que
es un acto solemne debiendo cumplirse con dos
requisitos: 1) extenderse por escrito; 2) una anti-
cipación de 30 días (en cualquier época de la
mensualidad). Si el desahucio es del trabajador
debe cumplir con un tercer requisito, que consis-
te en que sea firmado por el trabajador y por el
presidente del sindicato o delegado del personal
o ratificado ante la inspección del trabajo.
En caso que el empleador prescinda de la an-
ticipación en el desahucio debe pagar una indem-
nización equivalente a la última remuneración
mensual devengada del trabajador.
3. Desahucio - Indemnización. La latitud dada
al empleador para poner término al contrato de
trabajo discrecionalmente, sin expresión de causa,
en cualquier momento, tiene una contrapartida
en el derecho reconocido al trabajador de perci-
bir una indemnización, de un mes de remune-
ración por cada año completo o fracción superior
a seis meses de servicios continuos prestados al
mismo empleador.
La indemnización no procede respecto de ser-
vicios discontinuos, en el caso de cambios de em-
pleador por cualquier título y no beneficia a los
trabajadores que no tengan, a lo menos, un año
de antigüedad con contrato "vigente".
La indemnización tampoco opera en los casos
de trabajadores que tengan poder para repre-
sentar al empleador (gerentes, agentes, apode-
rados), de trabajadores de casas particulares, de
trabajadores con cargos o empleos de exclusiva
confianza del empleador, cuyo carácter de tal
emane de la naturaleza de aquéllos. No obstante,
en los casos de empleados con poder o con cargos
de exclusiva confianza se dispone que si previa e
inmediatamente antes hubieran prestado otros
servicios al "mismo" empleador, tienen derecho
a una indemnización sólo por el tiempo que
duraron aquellos servicios previos.
4. Incompatibilidad de la indemnización. La
nueva norma ha dispuesto que las indemniza-
ciones que pague el empleador establecidas en el
D.L. (arts. 16 y 17) son incompatibles con toda
otra indemnización que por el término del con-
trato pudiere corresponderle al trabajador, cual-
quiera que sea su origen y a cuyo pago concurra
el empleador parcial o totalmente y salvo las in-
demnizaciones que paguen los organismos pre-
visionales. En caso de concurrencia de indem-
nizaciones el trabajador es quien debe optar por
una u otra. Esta disposición ha puesto término a
los sistemas de "doble indemnización" y afecta
especialmente a los trabajadores cuyos convenios
colectivos les establecían indemnizaciones suple-
mentarias.
5. Caducidad. En esta materia se reiteran con-
ceptos anteriores con leves modificaciones. El
empleador puede poner término al contrato,
inmediatamente, en caso de infracciones a las
obligaciones del trabajador y viceversa. Si el tra-
bajador ha actuado indebidamente es despedido
sin derecho a indemnización alguna e inmediata-
mente. Si el incumplidor es el empleador, el
trabajador da por terminado el contrato y ad-
quiere el derecho a una indemnización, del mon-
to de aquellas del desahucio. En esta situación
el trabajador afectado comunica la terminación
al inspector del trabajo (dentro del 5° día),
quien lo transmite al empleador y este último
tiene un plazo de 15 días para reclamar judi-
cialmente. Si no reclama o su reclamo es recha-
zado, debe pagar la indemnización.
La caducidad en este D.L. opera por: 1°. fal-
ta de probidad, vías de hecho o conducta inmo-
ral gravemente comprobada; 2°. negociaciones
que haga el trabajador, dentro del giro del ne-
gocio y que le hayan sido prohibidas por escri-
to en su contrato de trabajo; 3°. ausencia in-
justificada durante dos días seguidos, dos lunes
en el mes o de tres días en el mes; y además la
ausencia injustificada y sin aviso del trabajador
que tenga a su cargo actividad, faena o máquina
cuya paralización signifique una perturbación
grave en la marcha de la obra; 4°. abandono
del trabajo (salida intempestiva, injustificada y
sin permiso previo) y negativa a trabajar injus-
tificadamente; y, 5°. incumplimiento grave de
las obligaciones.
De estas causales solamente la 1a y 5a pueden
constituirse en faltas de caducidad que afecten
al empleador.
El D.L. incorpora otras causales de caducidad
que tienen la característica de ser de origen de-
lictivo y de una latitud que exceden el simple
marco del contrato de trabajo.
Así (el art. 15°) menciona 1°. la comisión de
actos ilícitos que impidan al trabajador concurrir
o cumplir sus obligaciones laborales; 2°. atenta-
do contra los bienes situados en las empresas;
3°. comisión de actos que produzcan la des-
trucción de materiales; instrumentos o productos
de trabajos o mercaderías o disminuyan su va-
lor o causen su deterioro; 4°. dirección o par-
ticipación activa en la interrupción o paraliza-
ción ilegales de actividades, totales o parciales
en empresas o lugares de trabajo y además en
retención indebida de personas o bienes; 5°.
incitación a destruir, inutilizar o interrumpir
instalaciones públicas o privadas o la parti-
cipación en los hechos que las dañen y 6°. co-
misión de un delito sancionado en las leyes de
seguridad interior del estado o de control de
armas.
En estos casos el empleador debe, además,
dar cuenta por escrito a la Autoridad para que
ésta tome medidas y efectúe las denuncias que
procedan.
Se mantiene, sobre caducidad, la norma de
comunicarse la medida a la Inspección del Tra-
bajo (sin perjuicio del caso señalado en el párrafo
anterior).
6. Necesidades de la empresa. La terminación
de contrato fundado en razones de necesidades
de la empresa se rige por las mismas normas que
se han señalado para la caducidad por razones
de infracciones laborales. Esto es, opera de in-
mediato y sin derecho a indemnización. En la
legislación anterior se comunicaba con 30 días de
anticipación.
7. Reclamos. El trabajador que estime que se
ha puesto término a su contrato injustificada-
mente, en virtud de la invocación de una causal
de caducidad, cualquiera que ella sea, o de nece-
sidades de la emprea, o de desahucio sin que se
le haya pagado la indemnización, tiene derecho
a reclamar al Juzgado del Trabajo competente.
El art. 19 dispone que si el tribunal acoge el
reclamo, el empleador deberá pagar una multa a
beneficio fiscal equivalente al 20% del total a
que sea condenado. Las indemnizaciones deben
pagarse con la corrección monetaria del índice
de Precios al Consumidor calculado según la va-
riación que haya experimentado entre el mes
anterior al del término del contrato y el mes
anterior a aquel en que se hace el pago efec-
tivo.
No obstante, el empleador tiene derecho, antes
de contestar la demanda, a consignar el monto
de la indemnización, y entonces queda liberado
de la condena a la multa.
8. Fuero. En los casos de trabajadores con
fuero, el empleador debe obtener autorización
judicial previa para el despido. El Tribunal pue-
de concederla si las causales invocadas son de
caducidad o el vencimiento del plazo o la con-
clusión de la obra o servicio.
Sin embargo, si el empleador invoca una de
las causales "delictivas" de caducidad, puede des-
pedir libremente y sin autorización judicial. El
trabajador afectado puede recurrir a los tribuna-
les del trabajo y si la sentencia lo favorece,
estableciéndose que no ha incurrido en la causal
invocada, la caducidad será nula absolutamente
y deberá reponerse al trabajador afectado en
su mismo empleo anterior.
9. Procedimiento judicial. A lo ya dicho,
habría que agregarse que con la nueva regla-
mentación se ha puesto término al sistema es-
tablecido en la ley 16.455, de reposición del tra-
bajador en su empleo en caso que la sentencia
establezca que el despido fuere injustificado.
Ahora, el contrato quedó definitivamente termi-
nado por el acto del despido y la declaración
de injustificación de la caducidad o de las ne-
cesidades de la empresa acarrea solamente la con-
dena al pago de la indemnización, cuyo monto
se determina por elementos fijos (tiempo y monto
de remuneración) y al pago de la multa. A su
vez la indemnización comprende solamente el
tiempo de servicio y no la duración del pleito.
10. Despido colectivo. Los artículos 7 y 8 tran-
sitorios de este D.L. han pasado a regular los
despidos colectivos. Se entienden por tales, los
que un empleador formalice debido a paraliza-
ción de actividades, total o parcial o que afecten
a "más de diez trabajadores" dentro de "un
mismo mes calendario". Este número de diez
trabajadores se refiere a las empresas que ocupen
hasta 100 trabajadores. Aquellas que ocupen a más
de cien trabajadores solamente quedan incluidas en
las normas sobre despido colectivo, en el caso que
se afecten a un número de trabajadores equi-
valente a diez más un 10% calculado sobre el
número que exceda de cien. Consiguientemente
 si se tratare de una empresa con 1.000 traba-
jadores, por ej., el 10% del exceso equivale
a 90, más los 10 de base, conforman una cifra
de 100. En este caso, para que se hable de
despido colectivo el empleador tendría que des-
pedir a más de cien trabajadores en el mismo
mes.
Las normas sobre despido colectivo no se
aplican a las faenas agrícolas de temporada.
a los trabajos transitorios por su naturaleza y
de plazos no superiores a seis meses, a las obras
de construcción que duren hasta dos años, y a
las obras públicas fiscales efectuadas sin inter-
vención de contratistas.
Los empleadores que requieran paralizar o
efectuar despidos colectivos, dentro de los már-
genes indicados y fuera de las excepciones indi-
cadas, deben solicitar autorización previa de los
Ministerios del Trabajo y de Economía (Fo-
mento y Reconstrucción).
Los despidos .aunque afecten a varios traba-
jadores al mismo tiempo, si no superan, en un
mismo mes, la cifra de diez o de diez y su
complemento, no son colectivos y no requieren
de ninguna autorización.
Si se trata de casos de despidos colectivos y
se conceden las autorizaciones, aquéllos se for-
malizan sin derecho a indemnizaciones. Sin
embargo, aquellas que establezcan los convenios
colectivos deberán pagarse.
Las solicitudes de despidos, deben informarse
en un plazo máximo de 45 días.
Si el empleador materializare los despidos
colectivos sin la autorización previa, los afecta-
dos tienen derecho a una indemnización equi-
valente a un mes de remuneración por cada
año o fracción superior a seis meses. Esta in-
demnización es compatible con la que establez-
can convenios colectivos o la del desahucio según
las normas del D.L. ya vistas.
Aparte de este efecto, el empleador que des-
pide sin autorización o paraliza debe ser san-
cionado con una multa e inclusive con pena
de presidio. Si en un período de doce meses,
"ima misma empresa" lleva a cabo dos o más
despidos colectivos sin autorización, se dobla la
m u l t a y se aumenta la pena de presidio.
Además, frente a despidos colectivos o parali-
zaciones, sin autorización, el Ministerio del Tra-
bajo y Previsión Social, con informe del Minis-
terio de Economía, Fomento y Reconstrucción,
podrá, "en casos calificados", designar un "dele-
gado de gobierno", para que asuma la adminis-
tración de la empresa, y con facultades de re-
presentación judicial y extrajudicial. Esta función
está sujeta a normas especiales.
TIMOCRACIA (V. DEMAGOGIA)
TRABAJADORES DE C O N F I A N / A EN
URUGUAY*
I. CONOF.ITO
1. El concepto de los términos "empleado de
confianza" no es muy preciso en el Derecho
uruguayo. Barbagelata ha dicho, con razón, qui-
los límites que permiten categorizarlos dentro del
criterio general de los trabajadores son "impreci-
sos'^).
En general se les confunde total o parcialmen-
te con otra clase de trabajadores. De Ferrari, por
ejemplo, los incluía en el grupo genérico de los
funcionarios de mayor jerarquía en las empresas,
haciendo su denominación un sinónimo de "diri-
gentes de empresas", "empleados superiores" y
otros(2).
2. Como explica el propio Barbagelata(') la
calificación "de confianza" puede tener un carác-
ter muy amplio en nuestro Derecho, pues se pre-
sume que todo trabajador, por el hecho de ingre-
sar en una empresa, asume ciertos deberes que
implican un grado de confianza (sería el deber de
lealtad, al que se refería Pérez Botija). De este
modo, se deposita confianza en los directivos y
ejecutivos, en los técnicos, con carácter general,
pero también suele extenderse esa situación a los
empleados de nivel medio y hasta de grado infe-
rior (secretarios, personal de seguridad, cobrado-
res, etc.).
No existen dudas de que estos empleados
medios o inferiores son sujetos del Derecho
laboral, con todas las consecuencias jurídicas, no
afectándoles sino muy relativamente la garantía
que se les exige. Pero, comí) se verá, la situación
es diferente cuando se trata de los funcionarios de
jerarquía superior.
3. El concepto ha llegado al lenguaje jurídico
nacional a través de los Convenios Internaciona-
les que, ratificados por la República, han pasado
a integrar nuestro Derecho positivo.
En el Convenio Internacional de la O.I.T. nú-
mero 1, por ejemplo —ratificado por la ley
número 8.950— el literal a) del artículo 2" dice
que sus disposiciones no son aplicables a "las per-
sonas que ocupen un puesto de inspección, de
dirección o un puesto de confianza", indicando,
según parece, categorías diferentes, para los
trabajadores industriales. En el Convenio
número 30 (igualmente ratificado por la ley uru-
guaya 8.950), las disposiciones del Convenio n" 1
se extienden a los trabajadores de comercio y de
(1) Barbagelata, Héctor-Hugo: Esfifrialidadra y míala-
lidadcfi de los contrato* de Irahajo (Montev ideo. Fundación de
Cultura Universitaria. 1970, página UiO).
(2) De Ferrari, Franeiseo: El xalario mínimo (Montevi-
deo, edicionesSela, 1955, pág. 162).
(3) Opta citado en la nota 1, pág. 116.
Por el Dr. NELSON NICOLIEI.LO
oficinas, jx;ro el artículo 3" autoriza a la legisla-
ción doméstica a exceptuar de sus beneficios, en-
tre otros empleados, a "las personas que ocupan
un cargo de dirección o de confianza" (literal c).
De estas normas de Derecho externo, la frase
ha pasado al dominio interno, aceptándola la
reglamentación y la jurisprudencia. Así. por
ejemplo, el artículo 4" del decreto de 29 de octu-
bre de 1957, enumera a los empleados que, por
considerar que "ocupan un puesto de dirección o
vigilancia o un puesto de confianza" no tienen
limitada su jornada a las ocho horas máximas de
labor. Y en la sentencia dictada por el Juzgado
Letrado del Trabajo de 4" Turno, en 1976. se
sostiene que los convenios internacionales no ex-
cluyen necesariamente a la limitación de la jor-
nada al "personal de inspección, dirección o espe-
cial confianza"(').
4. Pero, en general, y ante las dificultades de
categorizar a este personal al que anteriormente
nos referíamos, y por la unidad que suele haber
entre su calificación y la.de empleados superiores
o de principal categoría (que son aquellos, a ios
que la legislación del trabajo ha tratado de modo,
un tanto diferente que a los demás), se ha prefe-
rido habla* de "personal de dirección", y asi, les
sude denominar la doctrina nacional,.
De Ferrari los definía corno "los altos funcjo-
narios. que unas veces sustituyen y otras represen-
tan al empleador y disponen, en el desempeño.de
sus tareas, de cierto encumbramiento jerárquico
y de cierta libertad de acción"!"'), libertad o auto-
nomías relativas en las que reside, preeisainente,
la confianza que les dispensa la empresa.
I I . NATI'li ALE/A i.ABUKAI.
5. Estos funcionarios superiores o de especial
confianza, ¿son trabajadores en el sentido de
sujetos de la relación jurídica ¡de trabajo?
Son muy pocas las normas de Derecho urugua-
yo que permiten establecer qué se debe entender
como trabajador, a los fines de la legislación
laboral. Aunque refiriéndose a Jos obreros, el ar-
ticulo 2" de la ley n° 10.004, de 28 de febrero de
1941, nos proporciona algunos extremos de defi-
nición aplicables a los trabajadores en general:
son los que "bajo la dirección de otra persona y
por cuenta de ella, ejecuten habitualmente tra-
bajos". Y el artículo 1° del decreto de 19 de octu-
bre de 1938, con mayor aproximación, define a
los empleados (diferenciándolos de los obreros)
como a "toda persona que, sin estar encargada de
un trabajo manual —conio los obreros— se obli-
ga a ayudar a un comerciante, en su comercio, su
industria o su oficina, y que su trabajo es más
bien intelectual". Con la horrísona sintaxis
propia de los testos administrativos, podemos,
(4) Anuario tic jíiríxpruilí'ncia Laboral - J.976', ;?óg.
(5) Opus vi locus, citados en la nota 2.
sin embargo, advertir, (pie, para que se les pueda
considerar sujetos de la relación de trabajo, estos
empleados superiores deben trabajar habitual-
mente, en tareas principalmente intelectuales,
bajo la dependencia de otra persona, o, de otro
modo, bajo su dirección y por su cuenta.
Corresponde ver si el personal de dirección o
de confianza se encuentra en esta situación.
6. De Ferrari entendía que no(") porque la
libertad dé acción de que gozan es inconciliable
con la idea de subordinación y de dependencia.
No compartimos esta opinión de! fallecido maes-
tro laboralista uruguayo, porque también hay un
alto grado de autonomía en la actividad de los
técnicos (ingenieros*.abogados) en lo que se refie-
re a su específfca. atíción, y ello no se ha consi-
derado incompatible «fon la dependencia propia
déla vinculación,labwal{").
Los restantesxaijtotes nacionales suelen incluir
esta categoría dentrt* de la concepción general de
trabajadores. Pía Rtxlríguez propone una clasifi-
cación ;eii ¡grandes categorías, que puede sinteti-
zarse, así:: a)'• personal de dirección: b) personal
técnico: e) personal administrativo; d) personal
obrero ye.) personal de servicio('s). Como se ve, el
personalíde, dirección se halla incluido en la cate-
goría-a) y pueck- considerarse como de especial
confianza, el efe las categorías a) y b) y, en ciertos
qasos (secretarios, cajeros, cobradores, etc.), en
[«.categoría c); para quienes también,incluyen en
el ¡personal de dirección a los capataces, la asimi-
lación llegaría a la categoría d).
Barbagt-íata hace», una interesante distinción
entre los directores, que deciden ew último térmi-
no el objetivo y fines de la empresa, que la diri-
gen o determinan, y el personal de dirección, en-
cargado de la actividad ejecutiva de la empresa;
su puesta en marcha, el manejo de sus medios.
Los primeros son, en puridad, empleadores: los
segundos pueden y deben ser normalmente consi-
derados como empleadosf). Un criterio parecido
había dado Pía Rodríguez hace más de treinta
años; sería preciso distinguir entre quienes tienen
la vigilancia y el contralor de la empresa, gene-
ralmente en funciones honoríficas de los directo-
rios (lo que en Alemania se llama el vorstancl) y
entre quienes actúan directamente en la gestión
(gerentes, administradores; el aiifoichrath alemán);
estos últimos, serían verdaderos empleados, no
obstante su jerarquía('").
(fi) Opus í'l Inclín, citados en la nota 2.
(7} Véase, ai respecto, entre otras manifestaciones de la
doctrina y de la jurisprudencia nacionales, el articulo de
Eduardo J. Conture: "Abogacía y contrato de trabajo", en ht
revista Dererhti l.ahitral (tomo 11, pág. 359 y siguientes); y. del
propio De Ferrari: "Trabajo intelectual y contrato dt1 traba-
jo", en la niisnia revista, tomo I I , págs. 49 y siguientes. Kn la
jurisprudencia, el caso publicado en esa revista, tomo X I V ,
pág. 100.
(8) Pía Rodríguez, Américo: Cunto de Drm-hii i.alniral:
Montevideo, Aeali, 1977; tomo I , volumen 1", pág. 118.
(9 Opta, citado en la nota 1, pág. 159.
(10) Citado por el Di. Estanislao Valdés Qlascuaga.
 La reglamentación nos proporciona una enu-
meración bastante útil de quiénes integrarían
esta categoría laboral. El decreto de 1° de
noviembre de 1943 y, con mayor amplitud, el
decreto de 29 de octubre de 1957 (art, 4°) indican
que ocupan un cargo de dirección, vigilancia o
confianza, a los asesores en general, altos em-
pleados administrativos o técnicos que sustituyan
a los gerentes, subgerentes, jefes o habilitados
principales en la dirección o el mando del lugar
de trabajo; el personal de secretaría que se halle
afectado a la dirección o gerencia y que no sea
meramente subalterno; los jefeS de sección, de
departamentos, de taller, de equipos, de personal
de máquinas, de personal de calderas o de perso-
nal de cuadrillas y subjefes, mientras reemplacen
al jefe respectivo con la paga de éste.
7. Por otra parte, la legislación laboral no los
ha ignorado.
A.los efectos salariales, por ejemplo, cuando
las retribuciones se fijaban por intermedio de los
laudos de los consejos de salarios (paulatinamen-
te desplazados por los convenios colectivos y, ac-
tualmente, suspendida la actividad sindical, por
disposiciones administrativas), se toman en consi-
deración el artículo 5° de la ley n° 10.449, de 12
de noviembre de 1943, el que confería a tales
consejos (tripartitos) la facultad de establecer ios
salarios mínimos de los "trabajadores, empleados
u obreros del comercio, la industria, oficinas,
escritorios de propiedad privada y de los servicios
públicos no atendidos por el Estado", sin hacer
distinciones, como lo reconocía, no obstante su
posición, De Ferrari(11). Sobre esta interpreta-
ción, los consejos dictaron muchos laudos relacio-
nados con el personal de dirección o de confian-
za. En una rápida lectura de la revista Derecho
Laboral, se reproduce los laudos relativos al per-
sonal de dirección de la banca privada (de 8 de
setiembre de 1948); al personal con cargos de
dirección de varios frigoríficos (de 12 de mayo de
1948), y los decretos de 25 de noviembre de 1949,
que modifica laudos para el personal de adminis-
tración y dirección de la empresa CONAPROLE,
y de 26 de diciembre de 1950, que confirma el
laudo para el personal de dirección de las fábri-
cas de ladrillos y productos similares(12).
8. Un problema hace algunos años muy deba-
tido, fue el relativo a si los directores de las socie-
dades anónimas deben ser considerados como
empleados, a los efectos de la legislación laboral.
El decreto de 2 de junio de 1937 estableció que
a los dirigentes de las sociedades anónimas no les
alcanzan las limitaciones de las leyes obreras (ni,
desde luego, sus beneficios) siendo su situación
como trabajo inédito de Pía, en el escrito de apelación publi-
cado en la Revista de Derecho Público y Privado, tomo XIII,
pág. 197.
(11) Opus et locas citado en la nota 2.
(12) Revista de Derecho Laboral, tomo II, pág. 70;
tomo II, pág. 134; tomo IV, pág. 127; tomo IV, pág. 177, y
tomo XVI, pág. 459.
similar a la de los patronos de las empresas co-
merciales e industriales (empresarios).
Ello no obstante, algunos directores solicitaron
el beneficio de la jubilación en calidad de em-
pleados, lo que fue desechado por la caja respec-
tiva. Los interesados ocurrieron ante la vía judi-
cial reclamando por esta denegación, y el titular
del Juzgado Letrado Nacional de Hacienda y de
lo Contencioso Administrativo de 2° Turno,
Dr. Larghero, les dio la razón, apoyándose en
que trabajaron habitualmente, mediante retribu-
ción (aunque se tratara de una dieta) y bajo
dependencia, pues estaban sometidos a los esta-
tutos sociales y a las disposiciones de la asam-
bajo dependencia, pues estaban sometidos a los
estatutos sociales y a las disposiciones de la asam-
blea de accionistas, que podía, incluso, destituir-
los. En segunda instancia, el Tribunal de Apela-
ciones en lo civil de ler. Turno confirmó ese
fallo, refutando el argumento del recurrente, de
que los directores de las sociedades anónimas no
están en relación de dependencia sino en ejercicio
de un mandato, sobre la base de que muchos em-
pleados son también representantes de sus princi-
pales, como los factores de comercio, los corredo-
res, los procuradores y otros(13). Sin embargo,
este segundo fallo contó con la discordia del exce-
lente camarista y más tarde fiscal de corte, Dr.
Aníbal R. Abadie-Santos, quien demostró que la
representación de los trabajadores mencionados
por el Código de Comercio es legal, consecuencia
de su actividad laboral, en tanto la de los direc-
tores de las sociedades anónimas es extraña a la
relación de trabajo; y que no se puede ser patrono
y empleado de sí mismo(14). Entendemos que ésta
es la verdadera solución, coincidente con las de
Barbagelata y Pía Rodríguez que hemos indicado
ya en el parágrafo 6.
III. LIMITACIONES JURÍDICAS
9. Admitidos los empleados de dirección o de
especial confianza como trabajadores, cabe
recordar, no obstante, que tienen, frente a los
demás, algunas limitaciones importantes que, sin
embargo, no les quitan esa calidad.
a) En primer lugar, y tal como se ha indicado
anteriormente, estos trabajadores, como regla
general, no gozan del privilegio de la jornada
máxima legal.
Los Convenios Internacionales números 1 y
30, anteriormente mencionados, los exceptúan de
tal privilegio. Al recibir la legislación doméstica,
por la ratificación de la ley 8.950, de 5 de abril de
1933, estas normas internacionales, ellas han
pasado a formar parte del derecho positivo
nacional. El art. 2°, literal a) del Convenio n° 1,
(13) Estos fallos y la discordia del Dr. Abadie-Santos,
pueden verse en La Justicia Uruguaya, tomo IX, caso 1.692, y
en la Revista de Derecho Público y Privado, tomo XIII, págs.
181 y siguientes.
(14) Opus citados en la nota anterior.
exceptúa del beneficio de la jornada máxima
laboral de ocho horas, en la industria, a las per-
sonas que ocupen cargos de inspección, de direc-
ción o de confianza; y el art. 3°, literal c) del
Convenio n° 30, que establece la misma limita-
ción horaria para el personal del comercio y de
las oficinas, autoriza a las autoridades nacionales
a exceptuar de ese beneficio a las personas que
ocupan un cargo de dirección o de confianza.
Reglamentando estas disposiciones, y, funda-
mentalmente, la ley n° 5.350, de 17 de noviem-
bre de 1915, que introdujo la jornada laboral de
ocho horas diarias en Uruguay (antes de que
Europa la pusiese en ejercicio con la paz de
1918), el decreto de 15 de mayo de 1935 excep-
ciona de dicha ¡imitación de horario, entre
otros trabajadores, a "un director o un gerente
para cada empresa comercial o industrial; los
directores técnicos de servicios industriales cuan-
do sus funciones no están sujetas a un horario
regular" (art. 9°), y, ya con mayor amplitud, el
decreto reglamentario de 29 de octubre de 1957
exime de dicha jornada máxima, en su artículo
1° a "un director o un gerente o un jefe o habili-
tado principal para cada empresa comercial o
industrial y los empleados de dirección o vigilan-
cia de los mismos" (inciso 3°); a "los directores
técnicos de servicios industriales cuando sus fun-
ciones no están sujetas a un horario regular"
(inc. 4°); a "los jefes de estación de ferrocarril"
(lo que se explica porque en aquella época no se
había nacionalizado aún a todos los caminos de
hierro nacionales; inc. 7°); a "los capitanes de los
buques de bandera nacional" (inc. 8°) y a "los
dirigentes de las sociedades anómimas, que se
considerarán equiparados a los patronos cuando
se inscriban en los documentos de contralor del
Instituto Nacional del Trabajo con la función de
directores". Una observación al margen, que
confirma la naturaleza laboral de estos emplea-
dos superiores y de confianza, es la de que la
reglamentación limita a un funcionario de esta
categoría por empresa en el inciso 3° del art. 1°
del decreto de 1957, en cuyo mérito, de existir
más de uno tendrá derecho a la jornada legal
máxima de labor.
En cuanto a la posibilidad de que estos fun-
cionarios, por obra de la convención personal o
colectiva, puedan, sin embargo, y en caso de
silencio de la ley o de la reglamentación, gozar de
las ventajas de la limitación horaria del trabajo,
nuestra jurisprudencia se ha manifestado vaci-
lante. Una sentencia dictada por el Juzgado
Letrado del Trabajo de 4° Turno, a cargo de la
Dra. Barbat Garmendia, consideró que los conve-
nios no excluyen del beneficio necesariamente a
este personal, pudiéndose establecer limitaciones
de jornadas para el mismo mediante el convenio
colectivo o los laudos de los consejos de salarios;
interpretación que, en caso de silencio de la ley,
corresponde en virtud del principio de protección
al trabajador(15); no obstante, en la segunda ins-
tancia, el Tribunal de Apelaciones del Trabajo,
con menor técnica, revocó aquella sentencia, en-
tendiendo que los convenios aprobados por la
República son ley en la misma y, no establecien-
do distinciones, deben interpretarse como que,
en todo caso, los trabajadores del personal de
dirección o de confianza no gozan del beneficio
de la jornada máxima laboral(16). Cuando el
autor de este artículo, en 1966, se desempeñaba
como Juez Letrado del Trabajo de Segundo Tur-
no, sostuvo, sin que la sentencia le fuera recurri-
da, que si lo normal es que el mencionado perso-
nal no tenga limitación de horario en su trabajo,
cuando por convención o laudo se ha establecido
un salario mínimo, y el trabajador ha pactado
expresamente cierto horario con la empresa, las
horas que exceden de esa jornada deben conside-
rarse extraordinarias y remunerarse como ta-
les(")-
b) Otra limitación al derecho de esta categoría
de empleados se advierte, en nuestro país, en lo
que se relaciona con su actividad gremial.
Aunque la Constitución les asegura, como a los
demás trabajadores, el derecho de sindicarse (ac-
tualmente suspendido por razones notorias), el
inciso 1° del artículo 12 de la ley n° 10.449, de 12
de noviembre de 1943, les prohibió ejercer la
representación de los trabajadores en general, en
los Consejos de Salarios.
Para Pía Rodríguez(18) el objeto de esta prohi-
bición es, sin duda, asegurar la autenticidad de la
representación, impidiendo las posibles manio-
bras patronales para obtener que los delegados
del personal sean empleados de su confianza y,
por tanto, personas más fácilmente influibles o
que representen con menos energía y decisión los
intereses obreros.
Pero esta situación, según De Ferrari, llevó a
que en muchos casos el Poder Ejecutivo convoca-
ra a Consejos de Salarios para todo el personal de
una empresa, sin distinción, dando lugar a que el
sueldo de los empleados superiores fuera deter-
minado por sus subordinados, lo que configuraba
una descomposición del orden y de la disciplina
interna(19). Por esta razón, el artículo 8° del
decreto reglamentario del 19 de noviembre de
1943 dispuso que los salarios de los trabajadores
que desempeñen cargos de dirección fueran fija-
dos por consejos establecidos al efecto, cuyos
delegados obreros deberían ser forzozamente
miembros del personal de dirección; como dice
Pía, con ello, más que reglamentar la ley estric-
tamente, se la enmendó(20).
(15) Opus citado en ¡a nota 4 (eadem locas).
(16) Opus citado en ¡a nota 4, págs. 267-268.
(17) Revista Derecho Laboral, tomo XIV, pág. 273.
(18) Pía Rodríguez, Américo: El salario en el Uruguay
(Montevideo, Facultad de Derecho, 1956; tomo II, pág. 180).
(19) Opus citado en ia nota 2, pág. 164.
(20) Opus et locus citado en la nota 18.
 El problema carece actualmente de interés
práctico, pues la fijación del salario se deja libra-
da al contrato individual de trabajo, establecien-
do los aumentos mínimos el Poder Ejecutivo (art.
1°, inciso e, de la ley 14.791, de 8 de junio de
1978).
c) Finalmente, se ha entendido que estos em-
pleados (si bien extendiendo el criterio a todos los
administrativos) no están amparados por el régi-
men de compensación por desocupación y bolsa
de trabajo de la industria frigorífica. En un pro-
yecto de ley del Poder Ejecutivo, del 2 de abril de
1948, se explicaba que, a diferencia del personal
obrero, estos empleados no están sometidos a la
desocupación zafral de la industria frigorífica,
sino que tienen mayor estabilidad y, en caso de
despido, más que estar sometidos a las posibilida-
des de la bolsa de trabajo, les convenía ser indem-
nizados; podríamos agregar que, por otra parte,
su calidad de personal de confianza resulta in-
compatible con la limitación del derecho de
elección por la empresa que supone el régimen de
bolsa. Es verdad que, como antes decía, este
proyecto no prosperó, pero, no por ello, dejó de
ser el criterio de la caja de compensaciones res-
pectivas; en realidad, con el proyecto, lo que se
intentaba era establecer un régimen más benefi-
cioso de indemnización por despido para los em-
pleados de dirección.
IV. CONCLUSIONES
Creemos oportuno establecer, al final de este
trabajo, las siguientes conclusiones;
a) La denominación empleados de confianza es
imprecisa en el derecho positivo del Uruguay; la,
calificación se le puede aplicar a trabajadores,dé
diferente categoría, de los que en los¿ grados
medios e inferiores no se distinguen de ios demás
respecto de la legislación laboral, en tantQ.los de
mayor jerarquía tienen sus beneficios paeciiai-
mente limitados. Por ello, se les llama^ normal-
mente, miembros del personal de direecMn (o
empleados superiores, ejecutivos, cuadros» etc.).
b) Cuando su tarea se halla inserta era una rela-
ción laboral que supone subordinación jurídica,
son trabajadores, en el sentido específico del tér-
mino.
c) Las limitaciones establecidas en las leyes son
en general razonables: siguiendo las normas in-
ternacionales, lo común es que no se beneficien
con la jornada máxima legal de trabaja; por su
situación respecto de la empresa, no, pueden
ser delegados del resto del personal, y no están
sometidos a la desocupación cíclica qw autorice
su inclusión en el régimen de compensación por
falta zafral de trabajo y de bolsas de labor.
Pero tales limitaciones no excluyen, en lo funda-
mental, su condición de sujetos del Derecho del
trabajo, en calidad de empleadas.
TRABAJO DE CONSTRUCCIÓN CIVIL EN EL
PERÚ*. SUMARIO. I) Tipificación de la actividad
de construcción civil. 1. Antecedentes. 2. Elemen-
tos tipificantes del trabajo de construcción civil.
3. Conclusiones. II). Estabilidad laboral y cons-
trucción civil. 4. La estabilidad laboral en la legis-
lación. 5. La estabilidad de los trabajadores de
construcción civil. 6. Conclusiones.
I) TIPIFICACIÓN DE LA ACTIVIDAD DE
CONSTRUCCIÓN CIVIL
1. Antecedentes. El primer antecedente legis-
lativo sobre el trabajo de construcción civil lo en-
contramos en el decreto supremo de 20 de enero de
1921, que consagra normas atinentes a la garan-
tía del pago de salarios a los obreros que laboran
en obras de construcción.
Con motivo de la promulgación de la ley 4916
(7 de febrero de 1924)r, que introduce el sistema
del beneficio social de la compensación por tiem-
po de servicios para empleados en el Perú, el
reglamento de dicha ley (resolución suprema de
22 de junio de 1928) excluyó a los trabajadores de
construcción civil de tal beneficio social (art. 4).
Es recién el decreto -supremo dft 23 de. octubre
de 1942 ei que reconoce a dichos trabajadores el
derecho a la compensación por tiempo de servi-
cios en un monto original equivalente al: 4.8%
del ¡total de los salarios percibidos por el obrero
en la ejecución de una obra; monto que aetuaí-
mente es> del 15,%, con arreglo al decreto
supremo de 2 de noviembre de 1953v
Diversos dispositivos legalfes y Convenios
Colectivos de trabajo han; instituido otros bene-
ficios, tales como; vacaciones, estabilidad labo-
ral, salarios mínimos, bonificacioaes y asignacio-
nes especiales, etc.
La naturaleza eventual y temporal de la labor
de construcción, ha¡ sido el motivo para que los
referidos trabajadores hayan alcanzado ei men-
cionado porcentaje de la compensación por
tiempo de servicios, que es aproximadamente el
triple de la que corresponde a los trabajadores
comunes; y un nivel de salarios mínimos muy
superior al de estos últimos.
El elevado costo de la mano de obra en la cons-
trucción, por los motivos señalados en el párrafo
anterior, induce con frecuencia a quienes ejecu-
tan alguna obra de construcción a considerar a
sus obreros dentro del régimen labora! común.
Por otro lado, el hecho de que los trabajadores de
construcción civil no están sujetos a la estabilidad
en su labor, estimula a su vez a aquellos que eje-
cutan trabajos u obras no tipificantes como cons-
trucción civil, a calificar a sus trabajadores como
obreros de este régimen, a fin de no incluirlos en
sus planillas como servidores estables y perma-
nentes.
' Por e! Dr. EI.IOPIMKNTKI.BENITKS
 Se impone, pues, la necesidad de dilucidar los
temas relativos a la tipificación de la actividad de
construcción y a la estabilidad del trabajador que
ejecuta tal labor.
2. Elementos tipificantes del trabajo de cons-
trucción civil. La legislación y la jurisprudencia
han aportado diversos elementos para la califica-
ción de una construcción u obra como de "cons-
trucción civil". Algunos autores se han ocupado,
de modo tangencial, de este tema, pero sin llegar
a delinear en forma precisa la calificación de la
referida actividad.
Los diversos elementos tipificantes los hemos
reunido en los grupos siguientes:
2.1 Tipo de labor que desempeña el trabaja-
dor (eventual o permanente);
2.2 Naturaleza de la actividad de la empresa
(construcción u otra actividad);
2.3 Duración de la empresa (temporal o per-
manente);
2.4 Tipo de obra ejecutada (civil, montaje,
reparación, mantenimiento);
2.5 Condición del trabajador (obrero o em-
pleado) ;
2.6 Condiciones del contrato de trabajo (for-
ma de pago, tipo de jornal, régimen laboral
señalado en el contrato, planilla especial, etc.);
2.7 Ubicación geográfica de la obra (ciudad o
campo).
No existe consenso sobre cuál de estos elemen-
tos es el que define la naturaleza de la mencio-
nada actividad. Los tribunales y los comentaris-
tas de la jurisprudencia oscilan entre uno y otro
elemento.
2.1 Tipo de labor que desempeña el trabaja-
dor. El decreto supremo de 23 de octubre de
1942, que consagró el régimen laboral de cons-
trucción civil, estableció como características de
una obra del mencionado género la eventualidad
y duración limitada.
Eventual significa, según Guillermo Cabane-
llas, "sujeto a contingencia; de realización incier-
ta o imprevisible. En Derecho Laboral se dice
que un obrero es eventual cuando la duración de
sus servicios es incierta, pero en principio limi-
tada y relativamente breve; de manera que en
cualquier momento puede dejar de prestar sus
servicios a un mismo patrono. Tal suele ser la
situación de los sustitutos y la de los trabajadores
tomados por encargo o atraso de trabajo o para
una función muy transitoria" (Diccionario de
Derecho Usual, t. II, 5a edición, pág. 133).
Para Montenegro Baca "el trabajo eventual es
el accidental, efímero, episódico o inesperado
porque no se relaciona con las funciones perma-
nentes y necesarias del centro de trabajo; de allí
tjue no se pueda precisar cuándo podrá repetirse,
pues su repetición depende de circunstancias
especiales". Más adelante precisa el concepto de
trabajo transitorio como "el servicio provisional
pero relacionado directamente con las necesida-
des permanentes y habituales del centro de traba-
jo". (Jornada de Trabajo y Descansos Remunera-
dos, Edit. Bolivariana, Trujillo, 1.1, pág. 59).
El Dr. Jorge Ángulo Argomedo dice que los ser-
vicios eventuales son los que efectivamente se
prestan con carácter de temporalidad y por corto
plazo, pero esa eventualidad depende de la dura-
ción transitoria de la empresa o centro de traba-
jo, de tal suerte que no hay servicio eventual
cuando la empresa es permanente. Al revés, el
servicio extraordinario, es aquel que realiza una
empresa de duración permanente, con el carác-
ter de especial y temporal (La Jurisprudencia del
Derecho Laboral en el Perú, t. II, pág. 220, t.
III, pág. 269).
Para Celso Becerra "trabajo eventual es aquel
que no corresponde a las actividades estables y
habituales de una empresa" y "se caracteriza,
además, por su corta duración" (Teoría y Legis-
lación de los Contratos de Trabajo, Volumen
Primero, Lima, 1961, págs. 273 y 274).
A nuestro juicio, el trabajo eventual puede ser
ejecutado tanto por una empresa de duración
permanente como por aquella de actividad tran-
sitoria o efímera.
El trabajo de construcción civil, es por su natu-
raleza eminentemente eventual y de duración
temporal o limitada; puede ser ejecutado por una
empresa de duración permanente, ya sea que se
dedique a la construcción o a cualquier otra ac-
tividad, o por una empresa de corta o episódica
duración.
El acento se coloca en la naturaleza eventual y
temporal del trabajo de construcción; no en la
duración y naturaleza de la empresa, salvo que
por empresa se entienda también el centro de
trabajo y el lugar donde se ejecuta la obra o cons-
trucción.
Cuando una empresa dedicada, por ejemplo,
a la fabricación de zapatos, construye o am-
plía directamente el edificio para su planta
para lo cual contrata personal adicional: o cuan-
do una empresa constructora permanente, eje-
cuta una obra de edificación; o cuando una
empresa constructora se constituye específica-
mente para levantar una edificación y luego se
extingue; los trabajos son, en todos estos casos,
eventuales y tienen el carácter de construcción
civil.
Basta que se constate la eventualidad y tem-
poralidad de las labores de construcción para que
éstas sean calificadas como "civiles", sin relación
alguna con la situación permanente o temporal
de la Empresa o centro de Trabajo.
La atención que la doctrina puso sobre el tra-
bajo eventual, tuvo por fin precisar los alcances
de los artículos 4 y 5 del reglamento de la ley
4916. En efecto, el primer numeral dice: "no
están comprendidos en la ley 4916 y sus amplia-
torias, las personas que prestan sus servicios en las
empresas que, por la naturaleza de sus fines, son
de duración limitada o eventual, como son las
personas contratadas para prestar servicios en
una construcción o en un espectáculo público de
carácter transitorio".
Y el art. 5 expresa: "No están comprendidos,
tampoco, en la ley 4916 y sus ampliatorias... las
personas que han sido contratadas para un servi-
cio especial extraordinario, salvo que éste dure
más de un año".
Debemos subrayar que el citado art. 4 tipifica
al trabajo de construcción civil como uno de
duración limitada o eventual aunque tales carac-
teres apuntan hacia la permanencia o temporali-
dad de la Empresa.
Es importante mencionar que el decreto supre-
mo de 14 de noviembre de 1978 destacó el
"carácter transitorio" de la actividad de la cons-
trucción civil, así como las circunstancias de los
cambios frecuentes de lugar de las obras y fluc-
tuaciones del número y composición de la mano
de obra; habiendo subrayado sus notas de "even-
tualidad y duración limitada" el Informe N° 351-
70-NOR de 14/XII/70 de la Dirección General de
Asesoría Jurídica del Ministerio de Trabajo y
diversas resoluciones del Tribunal de Trabajo (de
17/X/56, Rep. de Jurisprudencia Peruana, N°
156, pág. 110; de 7/VII/60, Elio Pimentel,
pág. 309; de 28/VI/71, Rev. Peruana de Trabajo,
N° 3, Año I, pág. 58; de 23/XII/71, Revista
Peruana de Trabajo, N° 7, Año II, pág. 9; de
10/1/74, J. Ángulo, ob. cit, t. V, pág. 182; de
5/II/75, J. Ángulo, ob. cit., t. VI, pág. 279).
Las empresas constructoras de cierta magnitud
disponen de algunos obreros que desempeñan
labores permanentes, tales como mecánicos de
mantenimiento de equipos, maestros de obras,
guardianes de sus locales u oficinas, etc. Estos
trabajadores, si bien están al servicio de empresas
constructoras, su labor no es eventual, pues no
termina con la conclusión de una obra, por lo mis
mo no se les aplica las normas sobre salarios,
compensación por tiempo de servicios, bonifica-
ciones, que son propios del citado régimen espe-
cial. Tal es lo que determina la resolución del
Tribunal del Trabajo de 7 de julio de 1960 (Elio
Pimentel, ob. cit., pág. 309).
2.2. Naturaleza de la actividad de la empresa.
El género de actividad que habitualmente de-
sarrolla una empresa es otro elemento que se
toma como referencia para catalogar a una obra
o construcción como civil o común. Si se dedica
de modo habitual a la actividad de construcción
civil, sus trabajadores necesariamente quedan
sujetos a este régimen laboral.
De acuerdo con esta tesis, una obra ejecutada
por una empresa que no tiene por objeto la
construcción sino otras actividades (industrial,
comercial, agrícola, etc.), no tiene la naturaleza
de construcción civil, aun cuando para ello
haya tenido que contratar personal por un tiem-
po determinado en tanto dure el desarrollo de
la obra. Esta situación puede presentarse cuando
una empresa no constructora, efectúa la edifi-
cación de su propio local o planta industrial
o cualquier otra obra de su propiedad.
Es pues la naturaleza de la actividad del
empleador o empresa que ejecuta una construc-
ción la que sirve de pauta para calificar a ésta
como civil o como construcción común. La even-
tualidad del trabajo no juega aquí papel pre-
ponderante en la tipificación.
Este criterio se ha dejado de lado actualmen-
te, pues se atiende más a la eventualidad y
duración transitoria de la obra, que al tipo de
actividad que despliega la empresa.
El decreto supremo de 23 de octubre de 1942,
cuando exige el cumplimiento de las obligaciones
salariales e indemnizatorias del régimen de cons-
trucción civil, al que construye para sí y al
que construye para otro..., está calificando co-
mo construcción de este tipo la obra propia que
desarrolla cualquier empresa, esté dedicada o no
a la construcción.
Pero existe un caso en que subsiste aún el
referido criterio de la habitualidad o naturaleza
de la actividad de la empresa. Se trata de las
obras de montaje de maquinarias y equipos
para la iniciación de nuevos centros industria-
les, siempre que hubieren sido contratados por
particulares o entidades no dedicadas habitual-
mente a esa actividad, según el precepto con-
tenido en el decreto supremo de 14 de noviem-
bre de 1958. Contrario Sensu, si la empresa se
dedica habitualmente a trabajos de montaje,
cualquier obra de este género que ejecute no se
considera dentro de la categoría de construcción
civil.
La mencionada empresa de montaje, puede
contar desde luego -con trabajadores estables
que ejecuten labores permanentes de construc-
ción de estructuras y maquinaria, montaje,
mantenimiento o conservación de equipos, etc;
sin embargo, la instalación o ampliación de una
planta industrial, por la magnitud de la obra,
no puede realizarla utilizando únicamente su
personal estable, viéndose precisado entonces a
contratar un número adicional de trabajadores,
los mismos que, a la conclusión del montaje,
son liquidados. Estos trabajadores deben perci-
bir todos los beneficios salariales e indemniza-
torios correspondientes al mencionado régimen
especial, aun cuando la empresa se dedique de
modo permanente a labores de montaje.
Podría suscitarse un problema con aquellos
trabajadores estables de las empresas dedicadas
a la construcción civil o montaje, que tempo-
ralmente son asignados a labores en una obra
de naturaleza eventual con el propósito de apo-
yar la tarea de los trabajadores contratados.
¿Tendrán dichos trabajadores estables derecho a
percibir beneficios del régimen de construcción
civil durante el lapso mencionado? Estimamos
que no. Nuestra opinión se fundamenta en el
art. 2 del citado decreto supremo de 14 de no-
viembre de 1958, que se refiere a montaje,
pero que puede aplicarse por analogía juris a palabra "empresa", esto es, referida tanto a una
la construcción civil propiamente dicha. El re- persona jurídica como individual.
ferido numeral dice que no están comprendidos El art. 1° del decreto supremo de 31 de agosto
en el indicado régimen laboral, los trabajadores de 1933 denomina centro de trabajo "a todos
estables de las entidades cuya actividad perma- los establecimientos, empresas industriales, co-
nente y especializada sea la instalación, montaje, merciales, agrícolas y mineras que en alguna
conservación o mantenimiento de maquinarias forma funcionan dentro de los límites del te-
o implementos mecánicos. rritorio nacional". Y el art. 3 del decreto su-
En la práctica, los aludidos trabajadores es- premo de 20 de agosto de 1943 declara al res-
tables podrían negarse a ejecutar las menciona- pecto: "se entiende por centro de trabajo todo
das labores eventuales, con el argumento de que lugar o sitio de cualquier clase o naturaleza,
hay un cambio o recargo de labor y en algunos en el que una o más personas por cuenta pro-
casos puede significar también el traslado de su pia o de terceros, con o sin contrato de locación
residencia. No existe impedimento legal para que de servicios, se dedican en forma habitual a la
se convenga entre empresario y trabajadores, a producción de índole estractiva, industrial o de
fin de que éstos perciban temporalmente los otro orden sea cual fuere su clase, cuantía o
beneficios como trabajadores de construcción ci- importancia".
vil, manteniendo su estabilidad laboral, o que, De lo anterior se desprende que una empresa
sin cambiar de régimen disfruten de alguna re- puede tener uno o más centros de trabajo y que
muneración adicional u otro beneficio compen- en el lenguaje común se usan indistintamente
satorio. los términos de "empresa" y "centro de trabajo".
2.3. Duración de la empresa. Otro de los ele- Si la locución "centro de trabajo" alude al
mentos referenciales para determinar en qué sis- lugar o sitio donde se desarrolla una actividad
tema legal se encasilla una obra civil o de mon- industrial o de otra índole, es incuestionable
taje, es la temporalidad o permanencia de la que el lugar donde se construye una obra o
empresa o centro de trabajo. se ejecuta el montaje o ampliación de un equipo
industrial, configura un auténtico centro de tra-
Según este criterio, quedan excluidos de los bajo; el cual tiene, como es obvio, duración
beneficios salariales e indemnizatorios del aludi- temporal y transitoria en tanto se ejecuta la obra.
do régimen especial aquellos trabajadores con- Siguiendo esta línea interpretativa, habría que
tratados por una obra que ejecuta una empresa concluir que la temporalidad del centro de
que tiene duración permanente, aun cuando el trabajo, define la calidad de construcción civil
trabajo u obra fuere eventual y aun cuando la de una obra.
empresa se dedicase en forma habitual a la Empero, la situación se complica cuando se
actividad de la construcción. toma como parámetro la empresa en sí y no el
La duración temporal y transitoria de la em- centro de trabajo, toda vez que una empresa
presa es la nota que caracteriza y define la constructora normalmente tiene duración per-
calidad de la obra. manente, mas no así los centros de trabajo que
Antes que se instaure en el país el sistema instala en cada lugar donde ejecuta una obra.
legislativo objeto de este comentario, los traba- Al respecto, apunta el Dr. J. Ángulo "... cuan-
jadores ocupados en tareas de edificación no do las construcciones se hacían por personas o
gozaban ni siquiera de los beneficios como ingenieros que tomaban a precio alzado una
trabajadores comunes, por aplicación del art. 4 construcción, terminaba esa y comenzaba con
del reglamento de la ley 4916, que excluía otra; y así sucesivamente; frente a esa transito-
de tales beneficios sociales a "las personas que riedad, en la actualidad existen verdaderas em-
prestan servicios en las empresas que, por la presas constructoras que han perdido en forma
naturaleza de sus fines, son de duración limitada evidente y clara su existencia de transitoriedad,
o eventual, como son las personas contratadas y no hay que perder de vista que la eventua-
para prestar servicios de una construcción..." lidad en el servicio, se ha basado siempre en
Antes de continuar cabe hacer una breve dis- la transitoriedad de la empresa o el empleador"
tinción entre empresa y centro de trabajo. (ob. cit.,T.V.,pág. 182).
Empresa es la "organización de personal, ca- Juzgamos que la transitoriedad del centro de
pital y trabajo, con una finalidad lucrativa, ya trabajo, entendido éste como lugar donde se eje-
sea de carácter privado, en que persigue ¡a ob- cuta la obra, es realmente otro de los ele-
tención de un lucro para los socios o los accio- mentos importantes que califica a una obra co-
nistas; o de carácter público, en que se propo- mo de construcción civil, en razón de que toda
ne realizar un servicio público o cumplir otra obra transitoria es lógicamente eventual; sin em-
finalidad beneficiosa para el interés general" bargo, si la empresa se constituye expresamente
(G. Cabanellas, ob. cit. T. II, pág. 41). para realizar una obra determinada que fenece
La actividad empresarial puede ser desarro- a la terminación de la misma, la obra es tam-
llada, obviamente, por una sociedad o por una bién en este caso del género aludido.
persona individual. En este sentido usamos la 2.4. Tipo de obra ejecutada. Según la División
5 de la Clasificación Industrial Internacional las labores son llevadas a cabo por un contra-
Uniforme de las Actividades Económicas de las tista, constituyen actividades de construcción.
Naciones Unidas (CIIU), constituyen actividades El Tribunal del Trabajo del Perú considera
de construcción, las siguientes: como actividad de construcción civil los traba-
jos de reparación de casas y calzadas (resolu-
a) La construcción, reforma, reparación y ción de 15.11.76, J. Ángulo, ob. cit., T. VI,
demolición de edificios; pág. 270); mas no el mantenimiento de edifi-
b) La construcción, reforma y reparación de cios en virtud de que "los trabajadores de
carreteras, calles y puentes; viaductos, atarjeas, mantenimiento son constantes", aun cuando ha-
alcantarillas y conducciones de agua, gas y elec- yan sido realizados por un contratista (resolución
tricidad; superestructura de ferrocarriles subte- de 5.2.71, flí't. Peruana de Trabajo. N" 1,
rráneos, puertos y canales: muelles, aeropuertos Año I, pág. 52).
y zonas de estacionamiento; presas, obras de
2.5. Condición del trabajador. El régimen la-
drenaje, obras de riego y defensa contra inun-
boral que venimos estudiando se aplica única-
daciones; instalaciones hidráulicas y centrales
mente a los obreros; los empleados que trabajen
hidroeléctricas; oleoductos y gaseoductos; perfo-
en una obra civil perciben los haberes, indem-
ración de pozos de agua; campos deportivos; sis- nizaciones por tiempo de servicios y demás be-
tema de comunicaciones; trabajos marítimos;
neficios sociales de acuerdo con la legislación
instalación de pilotes y bonificación y rehabili-
común.
tación de tierras y otras clases de construcciones Así lo estableció el decreto supremo de 23.10.42
pesadas; que instituyó dicho régimen laboral en el país,
c) Las actividades especializadas como parte habiéndolo reiterado, entre otros, los disix>sitivos
de un proyecto, tales como instalación de plo- legales siguientes: d.s., de 14.7.46. d.s. de 20.12.48,
mería, calefacción; colocación de ladrillos, car- d.s. de 21.7.55 y d.s. de 14.11.58.
pintería, etc. Hace algunos años había una marcada dife-
d) El montaje e instalación in xitu de partes rencia entre los derechos y beneficios sociales de
prefabricadas de puentes, tanques de agua, insta- los obreros y empicados, diferencia que poco a
laciones de depósito y almacenamiento, ferro- poco se ha ido eliminando, utilizándose ahora
carriles y caminos elevados y sistemas de ascen- la denominación genérica de "trabajadores" que
sores y escaleras móviles, plomería, racionamiento engloba a ambas categorías. El último signo de
contra incendios, calefacción central, ventilación la distinción entre obreros y empicados —refe-
y acondicionamiento de aire, alumbrado y cir- rente a la forma de cotización y prestaciones
cuitos eléctricos, etc. de edificios y toda clase asistenciales del Seguro Social— acaba de ser
de estructuras. eliminado con el decreto-ley 22482 que unifica
No están incluidos como actividades de cons- totalmente los sistemas del seguro social de los
trucción, los trabajos de mantenimiento o repa- obreros y empleados.
ración efectuados por el personal de mante- Aun cuando en la actualidad en el orden legal
nimiento empleado con jornada completa por los no existe la denominación de obreros y emplea-
establecimientos en cuyos locales se ejecutan. dos, sino de trabajadores, subsisten todavía en
Las actividades mencionadas en los puntos la práctica ambas categorías (planillas diferen-
a), b) y c) se asignan dentro de lo que la tes, sindicatos distintos, sistemas de remuneración
legislación y jurisprudencia del Perú denominan y categorías salariales diversos, etc.).
construcción u obra civil (decreto supremo de Los Convenios Colectivos y las resoluciones
23.10.42); y las citadas en el punto d) se ca- Administrativas del Ministerio de Trabajo y del
lifican como montaje que origina beneficios sa- Tribunal del Trabajo, que tratan sobre el tra-
lariales e indemnizatorios equivalentes a la cons- bajo de construcción civil, si bien utilizan el
trucción civil (ley 15522 y decreto supremo de término "trabajadores", se entiende que se refie-
14 de noviembre de 1958). ren únicamente a los obreros.
Tanto en las obras civiles como en el montaje De lo expuesto se infiere que si un trabajador
no sólo se consideran como construcción civil la que desarrolla una actividad de construcción o
construcción propiamente dicha, sirio también montaje, tiene la categoría de obrero, obviamen-
la reforma y reparación, y en los edificios, la te está dentro del citado régimen especial; si
demolición (resolución del Tribunal del Trabajo es empleado, queda excluido del mismo.
de 15.11.76, J. Ángulo, ob. cit.. T. VI, pág. 270). Esta situación innegablemente está rodeada
En cuanto a la reparación y mantenimiento de toda legalidad, pero dista mucho de ser
de edificaciones, maquinaría y equipo, la refe- justa, puesto que, tanto el obrero como el em-
rida Clasificación de las NN.UU., las excluye pleado que intervienen en una construcción tie-
de la lista de actividades de construcción, cuan- nen que soportar el riesgo de la desocupación
do son ejecutadas por el personal estable del por razones de la eventualidad y temporalidad
centro de trabajo; cabe entender, contrario de la obra y no existe justificación alguna para
sensu, si su desarrollo corre a cargo de personal que el primero esté protegido por un sistema
contratado especialmente para dichas tareas o remunerativo e indemnizatorio especial que no
lo disfruta el segundo, a menos que el empleado
perciba un haber superior al obrero, que nor-
malmente se presenta sólo en los niveles profe-
sionales o de cierta jerarquía en los puestos.
2.6 Condiciones del contrato de trabajo. Es
equivocada la creencia de que configuran fac-
tores definitorios de la situación laboral del tra-
bajador, la calificación que se le dé en el con-
trato de trabajo; el asiento de los salarios me-
diante planilla especial o común; la forma de
pago de la remuneración y los beneficios so-
ciales; la integración de determinado gremio
sindical, etc. Se recurre al sistema laboral común
cuando lales condiciones lo definen como traba-
jador común; en caso contrario, se aplicará el
sistema legislativo de construcción civil.
Sin embargo, la condición de un trabajador
no se define por la denominación o condición
de pago señaladas por el empleador, ni siquiera
por las ([lie acepte el propio trabajador, porque
los derechos sociales son irrenunciables, sino por
¡a naturaleza de la labor que despliega.
No basta, entonces, que en un contrato de
trabajo se convenga que el obrero que presta
servicios en una obra percibirá los salarios y
beneficios indemnizatorios correspondientes al
obrero común. Si se demuestra que la obra es
de construcción civil, aquél tendrá derecho a
todos beneficios correspondientes a dicha cate-
goría de trabajadores. Lo mismo puede decirse
de las demás condiciones cíe la relación laboral
(planilla, remuneración, gremio sindical).
Desde luego, las citadas condiciones del con-
trato y relación laboral, pueden servir de ele-
mentos referenciales en caso de contienda o re-
clamación: pero lo que primará en el fallo será
incuestionablemente la naturaleza de la labor.
2.7 ubicación gfogrd/íra de la obra. Cons-
trucción civil era originalmente la que se ejecu-
taba en la ciudad, dentro del radio urbano
de una población. Las obras realizadas fuera
de los límites urbanos no constituían obras
civiles.
Y aun nías, el Decreto Supremo cíe 23.10.42
<¡ue estableció beneficios especiales para los
obreros de construcción civil no señaló ámbito
geográfico para su aplicación; empero, sólo ri-
gió para los trabajadores de la zona urbana de
Lima, Callao y Balnearios, de acuerdo con los
Decretos Supremos de 2.3.45, art. 1 y 14.7.46.
art. 5 y es recién desde la fecha de vigencia
del Decreto Supremo de 5.12.46 que se hizo
extensivo tal beneficio a los obreros del referido
gremio de todo el país.
Aun cuando los referidos beneficios se aplicó
en todas las circunscripciones de la República,
se mantuvo por mucho tiempo el criterio dé que
ias obras ubicadas fuera del radio urbano de las
ciudades no constituían obras civiles: ¡x)r ejemplo,
las centrales hidroeléctricas, túneles, canales, re-
presas, carreteras, etc.
Con motivo de la ejecución de las grandes
obras hidráulicas y de irrigación emprendidas
por el Estado, a través de firmas contratistas,
se ha ido progresivamente involucrando dentro
de los beneficios del sistema de construcción
civil, a los trabajadores de dichas obras.
Finalmente la Ley 15522 de 23.4.65 reconoció
la categoría de trabajadores de construcción civil
a los ([lie prestan servicios en la construcción
y montaje de centrales hidroeléctricas en todo
el país, las mismas que indudablemente se ubi-
can fuera del ámbito urbano.
Tanto por la gravitación de los referidos an-
tecedentes como por las pautas de las NN.UU.,
al clasificar las actividades Industriales, en la
actualidad no tiene ninguna incidencia para la
calificación de una obra, su ubicación geográfica.
Kl Dr. José Montenegro Baca ha expresado
al respecto: "A simple vista si se tiene en cuen-
ta e! calificativo «civil» parece que la construc-
ción cu referencia debe tener lugar únicamente
en las civitas o ciudad, por lo que toda cons-
trucción fuera del radio urbano no estaría en-
marcado en el régimen especial. En realidad,
no es así; la locución «construcción civil» tiene
alcances más amplios, pues abarca las edifica-
ciones que tienen por objeto satisfacer las nece-
sidades normales de la población, ya sea dentro
de la ciudad o fuera de ella, ya sea la edifica-
ción de viviendas o el levantamiento de obras
destinadas a satisfacer las necesidades de vías de
comunicación o de agua potable o de energía
eléctrica. Tal es el concepto que al respecto, ha
establecido el Proyecto del Convenio sobre Cons-
trucción Civil elaborado por la O.I.T." (Ob.,
cit.pág. 205).
3. Conclusión. El análisis precedente de los
diversos elementos que sirven para determinar la
calidad de una obra o construcción, nos conduce
a las conclusiones siguientes:
3.1 Se califica como construcción civil todas
las actividades mencionadas en la División 5 de
la Clasificación Industrial Internacional Unifor-
me de todas las Actividades Económicas de las
Naciones Unidas (CIIU), esto es, la obra civil
propiamente dicha, y el montaje de maquina-
rias, equipo o estructuras;
3.2 Son trabajadores de construcción civil
aquellos que ejecutan, en forma eventual y tem-
poral, una obra civil o de montaje.
3.3 No se toma en consideración para la cla-
sificación de los nombrados trabajadores, la na-
turaleza de la actividad de la empresa construc-
tora, la duración de la misma, las condiciones
deí contrato cíe trabajo, la calidad del trabaja-
dor y la ubicación geográfica de la obra.
II) ESTABILIDAD IABOIUI. v CONSTHI'CUON uva,.
4. La estabilidad laboral en la legislación. En el
I'erú la estabilidad laboral se inicia con el sistema
de estabilidad relativa creado por la ley 4916 y su
reglamento; luego se pasa al otro extremo, a la
estabilidad absoluta, con el decreto-ley 19471; y,
finalmente, se llega al sistema mixto donde se
combinan los dos anteriores con el decreto-ley
22126, en actual vigencia.
Estamos de acuerdo con la opinión del Dr.
Montenegro Baca en cuanto expresa que es ina-
decuado el uso de las locuciones sustantivadas
de "estabilidad absoluta o perfecta" y "estabili-
dad relativa o imperfecta", porque "hablar de
estabilidad absoluta es hablar de derechos ab-
solutos al empleo; en la ciencia jurídica no cabe
hablar de derechos absolutos, sino de derechos
relativos... La estabilidad en el empleo dista de
ser un derecho absoluto del trabajador". Señala
además que "la estabilidad en el empleo al
igual que todos los derechos es relativa y al igual
que todos los institutos jurídicos es imperfecta.
Las palabras relativa e imperfecta deben ser
usadas como calificativos pero no como sustan-
tivos". Y precisa, finalmente, que "la denomina-
ción más acertada al instituto es la de estabi-
lidad propia o estabilidad en sentido propio o
propiamente dicha" (Revista de Derecho y Cien-
cias Políticas y Sociales, Universidad Nacional
de Trujillo, N° 5, Año II, Octubre 1966, pág. 169).
Mario Deveali, entre otros autores, usa la de-
nominación de "estabilidad en sentido propio"
(Lineamiento de Derecho de Trabajo, TEA,
1953, pág. 265).
Si bien no es apropiado hablar de estabilidad
relativa y absoluta; sin embargo, vamos a usar
dichas denominaciones en esta exposición única-
mente con el propósito de destacar las diferencias
entre los sistemas legislativos que han normado
tal instituto.
La estabilidad relativa, bajo el sistema de la
ley 4916 y su reglamento, la adquirían los
trabajadores después del período de prueba.
Los trabajadores podían ser despedidos aunque
no medie justa causa, con un pre-aviso de 90 días,
o en forma imtempestiva, percibiendo en este
último caso una indemnización especial equiva-
lente a tres remuneraciones mensuales, además
de la compensación por tiempo de servicios.
En la estabilidad absoluta, establecida por el
decreto ley 18471, los trabajadores alcanzaban
el derecho a conservar su empleo, después del
período de prueba, y sólo podían ser despedidos
por las causas expresamente señaladas en la ley.
En caso de despedida injusta, tenían derecho a
su reposición en el trabajo con pago de remune-
raciones devengadas, y si admitían su cese, re-
cibían tres sueldos por despedida intempestiva,
adicional a la compensación por tiempo de
servicios.
Desde el 24 de marzo de 1978 rige el decreto-
ley 22126 que consagra el nuevo sistema de es-
tabilidad laboral, según el cual existen tres pe-
ríodos dentro del proceso de adquisición del
mencionado derecho de estabilidad:
Período de prueba. Este período tiene una
duración de tres meses y durante el cual los
trabajadores pueden ser despedidos en cualquier
momento, sin formalidad alguna; no tienen de-
recho a reposición ni a indemnización por des-
pedida; perciben únicamente, en forma propor-
cional a los meses trabajados, la compensación
por tiempo de servicios y la remuneración vaca-
cional. En este período los trabajadores están
expuestos a inestabilidad total. (Resolución Su-
prema de 22.6.28, art. 6; decreto-ley 14218).
Período de estabilidad relativa. Se inicia des-
pués de vencido el período de prueba y rige
hasta que los trabajadores cumplan tres años de
servicio de un mismo empleador en forma inin-
terrumpida. Durante este lapso los servidores
pueden ser separados de su trabajo con un
pre-aviso de 90 días; la falta de este aviso o la
despedida intempestiva, les da derecho a perci-
bir una indemnización especial equivalente a 90
días de remuneración. Como en el período an-
terior, no tienen derecho a reposición. En forma
excepcional, adquieren la estabilidad relativa
desde el primer día de su ingreso al centro
de trabajo los servidores que hayan sido admi-
tidos previo concurso, examen de conocimientos
o de aptitud (decreto-ley 14218; decreto-ley
22126, arts. 2 y 28).
Período de estabilidad absoluta. Comienza
después que los trabajadores han superado el
período de tres años al servicio de un mismo
empleador en forma ininterrumpida; o cuando,
al 23 de marzo de 1978 (fecha de promulga-
ción del decreto-ley 22126), habían cumplido el
período de prueba de tres meses, con arreglo
al decreto-ley 18471. Excepcionalmente gozan
también de estabilidad absoluta, los dirigentes
sindicales aun cuando no tuvieren el record de
tres años de servicios. Los trabajadores pueden
ser despedidos durante este período únicamente
por las faltas graves taxativamente señaladas en
la ley; en caso contrario, tienen dos opciones:
a) Recurrir a la Autoridad Administrativa de
Trabajo solicitando su reposición y pago de has-
ta seis meses de remuneraciones devengadas des-
de la formulación de la denuncia hasta la reso-
lución sobre reposición; y b) Aceptar la ruptura
del vínculo laboral e interponer demanda ante
el Fuero Privativo de Trabajo para la cancela-
ción de sus beneficios sociales, una indemniza-
ción de doce remuneraciones mensuales y el
pago de hasta seis meses de remuneraciones de-
vengados desde la fecha en que se interpone
la demanda hasta la expedición de la resolución
que pusiera fin al procedimiento. El pago de
estos dos últimos conceptos procede únicamente
cuando el empleador no hubiere probado la
causal de falta gra invocada en la despedida
(decreto-ley 22126, Arts. 4, 5 y 6).
5. La estabilidad de los trabajadores de
construcción civil. Están amparados por la ley
de estabilidad todos los trabajadores sujetos al
régimen laboral de la actividad privada, sea
cual fuere la naturaleza del patrimonio del
empleador y que laboren cuatro o más horas
diarias para un solo empleador (decreto-ley
22126, art. 2).
En atención a esta premisa, ningún trabajador
de la actividad privada queda fuera de la es-
fera de protección de dicha ley; por lo tanto,
el de construcción civil tiene también derecho a
la estabilidad laboral, según los términos del
acotado decreto-ley.
Esta conclusión, rodeada de sólidos funda-
mentos legales, no tiene sin embargo aplicación
a esta última categoría de trabajadores, como
lo veremos más adelante.
En atención a que los nombrados trabajado-
res desempeñan una labor eventual y de breve
duración, disfrutan desde el primer día de su
ingreso al centro de trabajo, de especiales de-
rechos indemnizatorios por tiempo de servicios,
pago de vacaciones y otros beneficios, sin espe-
rar el vencimiento del período de prueba como
ocurre con el resto de los trabajadores comunes
(decreto supremo de 23.10.42, art. 2).
En tal virtud, aquéllos adquirían automáti-
camente, dentro del sistema de la ley 4916, el
derecho a la estabilidad relativa con la inicia-
ción de su trabajo. La resolución ministerial
N° 480 de 20.3.64 consagró este principio al
establecer que dichos trabajadores "sólo podrán
ser despedidos de una obra, el día de cierre
de su semana laboral, sin previo aviso de des-
pedida" (punto 2).
Con la promulgación del decreto-ley 18471,
que introdujo la estabilidad absoluta, se creó
una duda respecto de su aplicación al caso de
estos trabajadores, la misma que fue aclarada
por la Dirección General de Asesoría Jurídica
del Ministerio de Trabajo mediante su Informe
N° 351-70-NOR de 14.12.70 que concluye en
los términos siguientes "por todas estas razones,
en opinión de este Despacho, los trabajadores
sujetos al régimen de construcción civil, sólo
están amparados en el decreto-ley 18471, mien-
tras estén realizando las obras para las cuales
fueron contratados y una vez terminado el
trabajo específico o eventual, podrán ser despe-
didos".
Esta misma interpretación ha mantenido el
Ministerio de Trabajo, en diversas resoluciones,
siendo una de ellas la resolución divisional
N° 038-77 de 21.1.77, confirmada por resolu-
ción sub directoral N° 92-77 de 16.5.77, que
declara: "Que la estabilidad de los trabajadores
de la construcción civil, conforme lo ha esta-
blecido la uniforme jurisprudencia administra-
tiva de trabajo, sólo está garantizada mientras
existan labores para la especialidad para la que
son contratados, teniéndose en cuenta el avance
de la obra y las sub partidas respectivas".
El Tribunal del Trabajo, por su parte, ha
sostenido también, a través de diversas ejecuto-
rias, un criterio similar al expuesto anteriormen-
te. Citamos a continuación los fundamentos
de algunas de éstas:
— "Que las normas sobre estabilidad en el
trabajo establecidas por el decreto-ley 18471 no
son aplicables a los obreros de la industria de
construcción civil en razón de la naturaleza de
trabajo, la diversidad de relaciones legales con
los propietarios y constructores y por la even-
tualidad y duración limitada de las obras"
(ejecutoria de 23.12.71, Rev. Peruana de Tra-
bajo, N° 7, Año II, pág. 9).
— "Que en los trabajos de construcción civil
no se dan los requisitos legales para otorgar la
indemnización de 90 salarios por despedida in-
justificada..." (ejecutoria de 10.1.74, J. Ángulo,
ob.,cit.,T.V., pág. 182).
— "Que los trabajadores de construcción civil
gozan de un régimen especial de indemniza-
ciones, por cada obra ejecutada, así como de
otros derechos propios, por lo que no es apli-
cable el régimen común relativo a despedida..."
(ejecutoria de 6.11.74, Rev. Asesoría Legal
N° 9, Setiembre 1978, pág. 867).
— "Que la naturaleza propia del trabajo de
construcción civil y el régimen especial de que
gozan los obreros de esta actividad, excluyen la
consideración de despedida a que se contrae el
Decreto Ley 18471..." (ejecutoria de 14.2.75,
Rev. Asesoría Legal N" 9, Setiembre 1978,
pág. 568).
De la jurisprudencia administrativa y judicial
aludida, se desprende que, dentro del sistema
de estabilidad creada por el decreto-ley 18471,
los trabajadores de construcción civil gozaban
de estabilidad absoluta, pero únicamente por
un período comprendido entre la iniciación de
su trabajo hasta el día del cierre de la semana
laboral inmediatamente después de la termina-
ción de las labores de su especialidad para las
cuales fueron contratados, aun cuando la obra
no hubiese sido terminada en su integridad.
Si la despedida se decidía dentro de dicho pe-
ríodo, los trabajadores tenían derecho o a solici-
tar su reposición en su puesto o a demandar
el pago de una indemnización especial de 90 sa-
larios por despedida intempestiva (ejecutoria del
Tribunal del Trabajo de 25.8.77, Rev. de Ju-
risprudencia Peruana N" 408, enero 1978,
pág. 75).
Desde luego, podían también ser despedidos,
dentro de dicho período de estabilidad absolu-
ta, por comisión de faltas graves. Si el emplea-
dor no probaba la falta invocada, obviamente
quedaba obligado a pagar la indemnización es-*
pecial de 90 salarios por despedida intempestiva
(ejecutoria del Tribunal del Trabajo de 22.11.76,
J. Ángulo, ob., cit, T. VI, pág. 282).
¿Cuál es ahora la situación de estos trabaja-
dores frente al sistema de estabilidad creado
por el decreto-ley 22126?
 Como hemos visto anteriormente, cuando ri-
gió el sistema de estabilidad relativa de la ley
4916, los nombrados trabajadores estuvieron su-
jetos al mismo derecho. Cuando el decreto-ley
18471 instauró el sistema de la estabilidad abso-
luta, se acogieron también a este beneficio mien-
tras existía trabajo de su especialidad, según lo
aclaró la jurisprudencia administrativa del Mi-
nisterio de Trabajo.
Ahora que el decreto-ley 22126 ha regresado
a la estabilidad relativa, durante los tres prime-
ros años de servicios, ¿se aplicará nuevamente
este tipo de estabilidad o continuará la estabi-
lidad absoluta?
Si cabe lo primero, es indudable que podrán
ser despedidos con el pre-aviso de 90 días o en
forma intempestiva recibiendo la indemnización
especial de 90 salarios, antes de que terminen
las labores de su especialidad.
Si rige la estabilidad absoluta, los trabajado-
res tendrían dos opciones: o solicitar su reposi-
ción y el pago de hasta seis meses de remune-
ración por devengados, o demandar la cancela-
ción de sus beneficios sociales y de la indemni-
zación especial de doce sueldos y hasta seis
remuneraciones mensuales por devengados.
Juzgamos que rige únicamente la estabilidad
relativa, por las razones siguientes:
a) Los trabajadores de construcción civil dis-
frutan de remuneraciones y beneficios sociales
extraordinarios y mayores eme los que corres-
ponde a los trabajadores comunes, por razones
de la eventualidad de las actividades de cons-
trucción que los expone al riesgo constante de
la desocupación;
b) Los hechos anteriores han conducido tam-
bién a que se configure un régimen especial
de estabilidad para esta categoría de trabaja-
dores, acorde con la situación de temporali-
dad de las obras de construcción:
c) Si bien durante la vigencia del decreto-ley
18471 la jurisprudencia del Ministerio de Tra-
bajo declaró que aquellos trabajadores gozaban
de estabilidad mientras tenían labor de su espe-
cialidad (lo cual significaba que tenían dere-
cho a su reposición en caso de despedida injus-
tificada); el tribunal del Trabajo reiteradamente
declaró que no les era aplicable dicha norma
legal;
d) No existe en la actualidad dispositivo legal
alguno que reconozca el derecho a la estabili-
dad absoluta antes de los tres años de servi-
cios, para ninguna categoría de trabajadores
en el pais;
e) La realidad laboral de dichos trabajadores
no se ajusta, por su naturaleza mi génerii,
dentro del marco de la estabilidad progresiva
creado por el decreto-ley 22126, por lo que re-
quiere de una regulación propia que armonice
con sus características específicas.
En consecuencia, los citados trabajadores tie-
nen derecho únicamente a la estabilidad rela-
tiva desde la iniciación de su trabajo hasta el
cierre de la semana laboral inmediata a la ter-
minación de las lalx>res de su especialidad, pu-
diendo ser despedido durante dicho lapso con
un pre-aviso de 90 días o en forma intempes-
tiva con el pago de 90 salarios. Y una vez con-
cluidas las mencionadas labores pueden sor re-
tirados del trabajo, sin ningún aviso ni indem-
nización especial alguna, percibiendo únicamente
la compensación normal por tiempo de servi-
cios (15% del total de sus salarios).
No les corresponde el derecho a la reposi-
ción en su trabajo, ni tampoco a las indemni-
zaciones especiales por despedida injustificada
previstas en el decreto-ley 22126 (12 sueldos y
hasta seis remuneraciones mensuales por deven-
gados) .
Pero subsisten algunos casos dudosos. Por
ejemplo, la situación de aquellos trabajadores
que, por la magnitud de una obra, sobrepa-
sen el record de tres años de servicios y al-
cancen el período de la estabilidad absoluta; el
caso de los dirigentes sindicales de los gremios
de construcción, que según el art. 33 del decre-
to-ley 22126 estarían amparados por la estabi-
lidad absoluta desde su ingreso al centro de
trabajo.
Si nos atenemos a la tesis de que es inapli-
cable a los referidos trabajadores las normas
del decreto-ley 22126,: tenemos que admitir in-
cuestionablemente que en los casos citados rigen
en forma plena las pautas de la estabilidad
relativa, con los alcances antes referidos.
6. Conclusiones. 3.1 Por las condiciones espe-
ciales de la labor que desarrollan los trabaja-
dores de construcción civil, que se caracteriza por
la eventualidad y temporalidad, gozan de benefi-
cios remunerativos e indemnizatorios superiores
al resto de los trabajadores comunes; ix>r lo tanto,
no les son aplicables las normas del Dcereto-Ley
22126, sobre estabilidad laboral.
3.2 Los trabajadores de construcción civil
qujdan incluidos dentro de la estabilidad rela-
t i v a desde su ingreso al centro de trabajo has-
ta el día del cierre de la semana laboral'inme-
diatamente después de la terminación de las la-
bores de su especialidad respectiva.
3.3 Durante dicho período de estabilidad re-
lativa, pueden ser despedidos con un preaviso
de 90 días o en lormu intempestiva con el pago
de 90 salarios y a la conclusión de las Ialx>res
de sus es¡)ecialidades su dcs|>edida procede sin
ningún aviso ni pago indcmnizatorio cs|)ecial,
percibiendo únicamente su compensación |x>r
tiempo de servicios (15S del total de sus remu-
neraciones v 10'i por vacaciones).
 TRATADO DEL CANAL DE PANAMÁ DE
1977 (V. PANAMÁ THATAIJO DEL CANAI, DK).
TRIALISMO*. Sl-MAKK): I. Contenido; II. Tor-
minoloííía: I I I . Historia.
I. Contenido. El trialismo (o tridimensionalin-
ino) es una visión filosófica del Derecho que ad-
vierte en el mundo jurídico tres dimensiones di-
ferentes aunque ensambladas: la sociológica o
fáctica. la normológica y la dikelógica o axioló-
gica. Este enfoque de la ciencia del Derecho, así.
supera a todas las posiciones unilaterales y tridi-
mensionales que clásicamente han dominado la
historia del pensamiento jurídico. Los unidimen-
sionalismos, por de pronto, han campeado —con
uno u otro rostro— prácticamente hasta media-
dos del siglo XX; sus exponentes más radicales,
más puros, han sido: la teoría kelseniana (unidi-
mensionalismo normológico o legalista-positivis-
ta); la Escuela Clásica del Derecho Natural, de
Crocio, Puffendorf, Hobbes, Locke, Thomasius,
Wolff (unidimensionalismo estimativo o axioló-
gico, por lo general de base protestante); y los
realismos jurídicos (Pound, Cardozo, Holmes,
Hall, Frank) y escuelas escandinavas (Lundstedt.
Ross, Olivecrona), proclives al unidimcasionalismo
sociológico, que a la postre siempre redondearía
lo que C. Jellinek llamara, con Mi?, expresión,
fuerza normativa de lo fáctico.
Todas esas posturas unilaterales, que incluso
combinadas han conformado algunos hidiinen-
ftionalismoii, han pecado (X>r ser enfoques par-
ciales acerca del mundo jurídico: sea que hayan
recalado en hechas, valores o normas, evidente-
mente al descartar uno o 'dos de los elementos
esenciales del Derecho han propuesto un pano-
rama ideológico precario, incompleto, parcial.
El trialismo, en ese sentido, lejos incluso de
adoptar un criterio meramente ecléctico, susten-
ta su verdad jurídica —extensiva tanto a los
planos especulativos como prácticos del Dere-
cho— en un triple basamento, en una triple pers-
pectiva histórica, en una triple intuición: con-
ducta, ley, justicia (y valores secundarios).
Resulta obvio que una cosmovisión jurídica de
este tipo habría de tener el más amplio frente de
batalla. Por cierto que en la aguda —y resbala-
diza— palestra de la Filosofía del Derecho,
diversas posiciones se han enfrentado contra el
trialismo: aunque ya es bien constatable el cre-
ciente predominio intelectual de esta teoría
—sea implícita o explícitamente— en los círculos
científicos y académicos de América Latina y de
Europa. Se advierte, incluso dentro de la misma
escuela tridimcnsionalista, una marcada escisión
cultural entre las variantes de dos de sus más
* Porrl Dr. Jn.ioO. CHIAITIM
eximios precursores: Miguel Reale y Werner
Goldschmidt: divergencia que se analizará, si-
quiera sucintamente, al alx>rdar luego la historia
de los movimientos también ahora llamados
"triádicos".
Para el trialismo, entonces, el hecho, el valor y
la norma son las tres fases inexcusables que com-
ponen la experiencia jurídica. Y el Derecho, así.
pasa a ser una obligatoriedad ética qite se plasma
en conducta promovida por ley eficaz.
II. Terminología. La teoría trialista del mundo
jurídico elaborada por W. Goldschmidt —en ella
reposaremos para la confección de este capítulo
conceptual-terminológico— ha edificado su enfo-
que del Derecho a través de una particular
configuración. Así, distingue, por empezar, entre
una Filosofía jurídica mayor (o dependiente, o
Filosofía del Derecho a secas) y una Filosofía
jurídica menor (independiente, o turística). La
primera de ellas parte de un sistema filosófico
general, que puede ser cualquiera de los que ofi-
cialmente o no circulan por allí, y ubica al Dere-
cho en un determinado sector: en áreas juxta-
pucstas se encuentran la Filosofía del arte, de la
Historia, de la Naturaleza, de las Matemáticas,
etc.: en síntesis, viene a preguntarse cuál es la
provincia jurídica en el paisaje total de lo cognos-
cible. Filósofas como Aristóteles, Platón, Santo
Tomás, Kant, Hegel, han encarado, a través de
sus versiones, tal faena.
La Filosofía jurídica menor o jtirísfica (la voz,
bien que con otra semántica, pertenece a H.
Lévy Bruhl), en cambio, ya no "integra": cons-
truye al universo del Derecho desde adentro; ya
la tarea deja de estar ventilada por los filósofos:
pasa a los juristas, más preocupados por su parti-
cular ciencia, su particular cosmovisión, que por
el panorama general de la cultura.
Miguel Reate (') no adhiere a esta dicotomía;
señala que además de ser artificial promueve un
pernicioso divorcio entre filósofos y juristas. Sin
embargo, tal bipolaridad inicial no resulta im-
puntual ni con el trialismo ni con cualquier en-
foque de la ciencia del Derecho que arriesgue-
mos.
Como sea, ambas filosofías jurísticas —la ma-
yor y la menor— pueden a su vez dividirse en
dos sectores: una parte histórica y otra sistemá-
tica. El trialismo se abocará, en su técnica, a la
parte sistemática de la Filosofía jurídica menor.
Esta turística, a su turno, abstractamente con-
tendrá las tres dimensiones: sociológica (la con-
ducta, los hechos), normológica y dikelógica.
La dimensión sociológica(2) atañe al tema de
las adjudicaciones (repartos y distribuciones) de
potencia y de impotencia. Adjudicar es discernir.
(1) Cfrar. MI Tniría trutlmrmional do fMn-Uu. Edicio-
nes Saruiva. Sun Pablo. 1ÍJ68; jHmim.
(2) La terminología expuesta es la acuñada |x>r \V.
(¿oldschmídt: efmc. su latrtHtwcitin JiliHtfíjica al D<Jrrc7i«. IM
titiria trialixta tlel miindu iuritlicn y mv /i»ri¿í>ii/<p.v. Kdit.
Dcpalnia. Bs. As.. I!)78,5a i-d., ;xmim.
dar: en el mundo se encuentran innumerables
ejemplos de adjudicaciones de potencia y de im-
potencia; quizas resulta más fácil mostrar que
definir todo ello.
Por ejemplo, concebir adjudica la potencia de
la vida, y matar la de la muerte; salud y enferme-
dad, juventud y vejez, ayuda y desamparo, vir-
tud y vicio, sabiduría e ignorancia, riqueza y
pobreza, son claros ejemplos —al menos desde el
punto de vista de las concepciones tradiciona-
les— de potencia y de impotencia. Desde luego
que al Derecho interesarán las adjudicaciones
atinentes al mundo jurídico.
Continuando, el género adjudicaciones com-
prende dos especies: repartos y distribuciones.
Los repartos son promovidos exclusivamente por
conductas humanas; las distribuciones, en cam-
bio, por la naturaleza (granizo que arruina una
cosecha), el azar (que hallemos un tesoro, el sexo,
etc.) o las fuerzas humanas difusas (caso del smog
o contaminación ambiental), en donde el origen
de la adjudicación no es determinado ni deter-
minable.
Los repartos incluyen cinco elementos: los
repartidores, los recipiendarios, los objetos a re-
partir, las formas, y las razones. Los reparti-
dores serán siempre hombres; los recipiendarios
generalmente hombres, pero ya también seres de
la naturaleza con vida, y los objetos culturales;
los objetos a repartir serán potencia e impoten-
cia, que pueden definirse —siquiera en un ap-
proach— como aquello que asegura —o no—
enaltece y prolonga la vida humana o la existen-
cia en general de algo en alguna medida valioso.
Las formas del reparto serán los caminos, las
modalidades, mediante las cuales el reparto se
realiza (un contrato, una sentencia judicial, un
hecho ilícito que no consulta la voluntad del reci-
piendario, etc.). Las razones del reparto, por fin,
son los motivos —explícitos o subyacentes— que
movieron la voluntad del repartidor.
Los repartidores —cuyo círculo es cuantitati-
vamente menor que el de los recipiendarios— se
extienden en todas las capas sociales; en la comu-
nidad, el gobierno, el poder de Estado, represen-
ta al llamado repartidor supremo; de allí en más,
a cada sector corresponde su supuesto: el pater
famüiae, etc. Los recipiendarios serán gravados o
beneficiados según reciban, de un reparto, po-
tencia o impotencia; pueden incluso ser ambas
cosas al mismo tiempo: por ejemplo en una com-
praventa inmobiliaria el vendedor recibe la im-
potencia de perder el dominio de una propiedad,
pero —compensatoriamente— la potencia de in-
corporar el precio a su patrimonio; para el com-
prador ocurrirá exactamente lo contrario. Los
repartos, por fin, pueden ser autoritarios o autó-
nomos; en el primer caso el repartidor no consul-
ta la voluntad del recipiendario (una sentencia,
un hecho ilícito); en el segundo caso, el reparto es
por acuerdo mutuo (caso típico del contrato).
La jurística normológica halla a las normas, a
su turno, como proyectos de repartos; como cap-
taciones lógicas de un reparto —a priori— por
parte de un tercero imparcial. De las tres dimen-
siones, sin dudas que es la que más se ha desa-
rrollado a través de la historia de la ciencia del
Derecho. La jurística dikelógica, por último,
propone a la justicia como valor (primario, ob-
jetivo), como valencia (en la medida en que en-
gendra un deber ser; de allí el clásico giro de
Lotze, permisible en alemán, Der Wert gilt: el
valor vale) y como valoración, que concierne al
fundamental material estimativo de la justicia:
dar a cada uno lo suyo.
Y así, si sostenemos —con base kelseniana—
que la vigencia del Derecho atañe a su obligato-
riedad formal y la eficacia a la medida en que ese
Derecho se cumple en la comunidad, se pueden
distinguir tres sentidos vectoriales de indagación,
a los cuales corresponderán diversas exigencias
metódicas:
Hecho-valor-norma (vigencia)
Valor-norma-hecho (eficacia)
Norma-hecho-valor (fundamento)
De modo que el Derecho y la conducta —por
ejemplo—, se correspondan o no, son cosas dife-
rentes; otro tanto ocurre con las otras dos dimen-
siones. Así, el Derecho puede proponerse como
un proceso normativo cuya fuerza o coacción
deriva de que sus reglas de conducta sean reco-
nocidas espontáneamente —por los sujetos capa-
ces de experiencia jurídica— como obligatorias.
III. Historia. La historia del trialismo puede
proponerse a través de diversos sistemas: cronoló-
gico, geográfico, lingüístico, cultural, etc. Inspi-
rados en una intención predominantemente di-
dáctica, escogeremos la modalidad geográfica.
En Alemania el auge inicial de las dimensiones
dikelógicas y sociológicas nace como una com-
pensación respecto a los excesos de la ciencia
pandectista —normológica— de Windscheid y al
dogma casi exegético del Código Civil de 1896.
Las aperturas axiológicas nacerían a través de la
Escuela de Badén o Sudoccidental alemana, a
cargo de una nueva filosofía de los valores (Win-
delband y Rickert); luego, con Max Scheler, de
orientación fenomenológica, Max Weber, a su
turno, propondría las primeras bases de una
sociología cultural y jurídica; en ese ambiente
finisecular y previo a la primera gran guerra
—que en rigor daría comienzo al siglo—, el ma-
logrado Emil Lask alude por vez primera, ma-
terialmente, a la estructura tridimensional del
mundo jurídico(3).
En 1925 Hermann Kantorowicz acuña el tér-
mino trialismus(4), a poco menos de veinte años
del opúsculo Der kampfum die rechtswissencháft
(3) Rechtsphíhsophie, 1905. Recomendable la versión
castellana de Roberto Goldschmidt (Ed. Depalma, Bs. As.,
1946), con Prólogo de Enrique Martínez Paz.
(4) Rechtswissenschaft und Soziologte, 1925. Kantoro-
wicz distingue entre realidad, sentido y valor.
("La lucha por la ciencia del Derecho") que bajo
el seudónimo de Gnaeus Flavius comenzara a dar
fama al inspirador de la Escuela del Derecho
Ubre. Puede también sostenerse que otro precur-
sor del trialismo en la cultura alemana fue Ru-
dolf von Ihering (1818-1892) con tres de sus obras
capitales: El espíritu del Derecho romano (ju-
rística normológica); El fin en el Derecho (ju-
rística sociológica), y La lucha por el Derecho
(jurística dikelógica). En una u otra medida, son
ya multitud los juristas alemanes contemporá-
neos que han prestado su adhesión a la orienta-
ción tridimensional: G. Radbruch, Hans Welzel,
Hans Nawiasky, Helmut Coing, Erich Fechner,
WilhelmSauer.
El origen francés del tridimensionalismo se
plasma con Fracois Gény (1861-1959), quien
tendría a su cargo dar el golpe de gracia —por el
paso y el peso de los tiempos— a la Escuela de la
Exégesis que naciera en torno al código de Napo-
león de 1804. Gény concreta las bases de la llamada
Escuela científica francesa con su Méthode d'inter-
pretation et sources en droit privé positif (1889)
y su Sience et technique en droit privé (1914-1915).
Este autor pone de relieve lo que él llama le donné
(los hechos, la realidad social); le construit (por la
técnica del hombre: las normas jurídicas), y le
droit naturel (la justicia).
Paul Roubier, maestro de Lyon, señalaría a la
teoría tridimensional como inspirada por tres fi-
nalidades principales, que son: la seguridad jurí-
dica, la justicia y el progreso social; de modo que
el Derecho puede descomponerse en tres distintos
dominios de investigación: Política del Derecho,
que indaga los fines; Sociología Jurídica, que abor-
da los comportamientos efectivos y su relación
con esos fines, y Ciencia del Derecho, que se inte-
resará por \&s formas de la experiencia jurídica(5).
Francis Lamand, discípulo de Roubier, en
parte junto a Duguit, Bonnard, Reglade y Bur-
deau pueden contarse también entre los precur-
sores franceses del tridimensionalismo; por fin,
Michel Villary, con sus ensayos El pensamiento
jurídico (1960) y El fenómeno jurídico (1966),
propicia una fórmula trialista, imprimiéndole a
las normas jurídicas un tratamiento predominan-
temente histórico.
En el área del common law el australiano
Julius Stone auspicia su llamada concepción in-
tegral del Derecho, basada en una Analytical
Jurisprudence —fiel a la largamente influyente
tradición de John Austin—, una Theorie of Jus-
tice (Ethical Jurisprudence), y una Historical o
Sociological Jurisprudence, sabemos que de gran
predominio en todas las culturas anglosajonas
y nórdicas. Roscoe Pound (ex decano de la Facul-
tad de Derecho de Harvard) y Jetóme Hall se
encuentran, siquiera parcialmente, también en-
tre los inspiradores de la visión tridimensional.
(5) Théorie Genérale du Droit, París, 1951; 2" ed.,
págs. 318ysigtes.
El origen italiano del trialismo cuenta entre sus
precursores a Norberto Bobbio, antiguo maestro
de Turín, quien señalaba tres dimensiones en la
experiencia jurídica: fin, medio y forma. Diño
Pasini, por su parte, distingue en toda realidad
jurídica un momento condicionante o situacional
(el hecho o la acción), un momento normativo
o estructural (la ley) y uno teleológico o funcio-
nal (el valor). Además, pueden aquí citarse a Giu-
seppe Lumia, Luigi Bagolini y G. Ricci, quienes
en 1956 traducen al italiano (G. Giappichelli
Editore, Torino) La Filosofía do Direito de Miguel
Reale, con prólogo del propio Bagolini, maestro
de Bolonia; entre los autores actuales, se pue-
den... citar también —aunque con todas las reser-
vas que imponen listados de este tipo— a Sergio
Cotta y a Vittorio Frosini, profesores de Filosofía
del Derecho en la Universidad de Roma.
' En los pueblos de habla portuguesa, es de citar,
en Portugal, a Luis Cabral de Moneada, traduc-
tor de Radbruch. En Brasil, el principal exponente
es Miguel Reale, verdadero pionero en la concep-
ción tridimensional. Reale nació en Sao Bento do
Sapucaí —descendiente de familia calabresa— el
6 de noviembre de 1910. En 1934 publica su prime-
ra obra: O Estado moderno. En 1940 es nombrado
profesor de Filosofía del Derecho —por concurso—
en la Universidad de San Pablo; ya en ese año da a
luz a una de sus obras capitales, Fundamentos do
Direito(6); en dicho ensayo, sienta las bases de la
teoría tridimensional. Poco después, en sus leccio-
nes académicas, acuñaría, incluso, la voz tridimen-
sionalismo. En 1949 es nombrado rector en la Uni-
versidad de San Pablo, y funda la importante
Revista Brasileira de Filosofía, editada por el Insti-
tuto Brasileiro de Filosofía, bajo su creación y pre-
sidencia. En 1953 publica la primera edición de la
Filosofía do Direito, cuya séptima edición apa-
reció en 1975. Multitud de otros libros completan
la producción bibliográfica de Miguel Reale; en-
tre ellos: O Direito como Experiencia^), Licoeí
preliminares de Direito^), Teoría tridimensional
do Direito^), Experiencia e cultura (1977), y do-
cenas de ensayos más. En 1977, con organización
y selección de Teófilo Cavalcanti Filho, se publi-
caron en San Pablo (Editora Revista dos Tribunais)
unos Estudos em homenagem a Miguel Reale.
La Escuela Egológica argentina, a través del
maestro Carlos Cossio, ha dirigido acerbas críti-
cas al tiridimensionalismo de Miguel Reale(10).
Señala Cossio que ese tridimensionalismo con-
forma un "arcaísmo... (que imprime)...un retro-
(6) Hay traducción castellana por J. O. Chiappini (Ed.
Depalma, Bs. As., 1976).
(7) Hay traducción —corregida y aumentada— por
Helda Barraco (Giuffré, Milán, 1973), con Saggio introductivo
por Domerúco Coccopalmerio.
(8) Hay traducción al castellano, por Bufrau Prats (Eds.
Pirámides, Madrid, 1976).
(9) Hay traducción al castellano por J. A. Sardina
Páramo ÍImp. Paredes, Santiago de Compostela. 1973).
(10) "Crítica egológica del tridimensionalismo jurídico"
en La Ley, tomo 147, págs. 1360-1381.
ceso dentro de la ciencia y la filosofía jurídicas
del momento... Por eso la teoría... del ilustre
Miguel Reale no nos dice qué es el Derecho cuan-
do se satisface con decirnos que el Derecho es a la
vez hecho, norma y valor. Aquí el verbo ser nos
habla de atributos, pero no de una esencia.
Tampoco sabemos qué es el alfabeto si sólo se nos
dice que tiene veintiocho letras, ni sabemos qué
es el espacio cuando sólo se nos advierte que tiene
tres dimensiones (anchura, altura y profundi-
dad)". Desde el punto de vista político, Cossio
achaca al tridimensionalismo su dependencia res-
pecto al capitalismo individual, operado por el
"desgaste de la ideología iusnaturalista de los
católicos de derecha". En Pluralismo e liberdade
(obra de Reale, 1963), "de ideología ultraconser-
vadora... no se advierte la más mínima acepta-
ción de alguna tesis izquierdista", además de no
ser "un instrumento para el revolucionario de la
revolución, pero tampoco para el revolucionario
de la contrarrevolución"; dicho ensayo, por fin,
"además de mantenerse en un plano de vaguedad
conceptual es de una admirable placidez verbal".
Cossio equipara egología con ontología y tridi-
mensionalismo con ideología o a lo sumo con uni-
dad gnoseológica, y "en la medida en que la dia-
léctica sobrevive en la filosofía actual como
marxismo y no como hegelianismo, el tridimen-
sionalismo se ha colocado de por sí en la vía
muerta de una ideología burguesa"; la teoría
existencial predica —concluye— mientras que la
dialéctica tridimensional suma; y sospecha, si no
"habrá acaso en la teoría tridimensional más ego-
logía que tridimensionalismo"^').
Cabe ya sentar aquí, por de pronto, que entre
el tridimensionalismo de Reale y la posición tría-
lista que preconiza Werner Coldschmidt, es de
advertir una diferencia casi esencial en lo que
atañe al fenómeno jurídico. El tridimensionalis-
mo realiano es de corte específico o concreto, de
modo que ve en el mundo del Derecho una per-
manente dialéctica entre hechos, normas y valo-
res, en donde no puede formularse un análisis ab-
tracto o por separado respecto a cada una de las
tres dimensiones. El trialismo goldschmidtiano,
en cambio, de estructura netamente abstracta o
genérica, permite una clara disección de cada di-
mensión; Coldschmidt achaca a la otra posición
la circunstancia de representar sólo una variedad
dentro del historicismo. Así, acota que "El méto-
do dialéctico, en Miguel Reale, se basa en la
polaridad ética entre ser y deber ser. A través de
la dialéctica de la polaridad, cree Reale que será
posible restablecer la coimplicación entre expe-
riencia gnoseológica y experiencia ética reclama-
da por la unidad fundamental del espíritu. El
mundo jurídico contiene una tensión entre hecho
y valor que plasma en la objetividad de la norma.
( 1 1 ) Miguel A. Ciuro Caldani, entre otros. contesta la.s
criticas de Cossio: cfrar. "Teoría tridimensional y teoría tria
lista'en La Lni. tomo 148. págs. 1203-1225.
Reale hasta ahora no ha sabido dar el paso que
conduce de la concepción a la teoría. El método
dialéctico que proclama no es hasta hoy sino sim-
ple programa. No obstante, conforme al carácter
del programa que enfoca la unidad del Derecho
como un proceso esencialmented dialéctico e his-
tórico, el crítico puede ya anticipar que habrá de
repudiar la necesaria relatividad de los valores a
la que Reale forzosamente tiene que llegar, si
toma en serio la correlación fundamental entre
valor y tiempo, axiología e historia"(12).
Como sea, Reale ha congregado en torno suyo,
en Brasil y con influencias que se extienden a
toda América Latina y a Europa, a una impor-
tante escuela. Entre sus discípulos, se destacan
Paulo Dourado de Gusmáo, Renato Cirell Czer-
na, Luís Washington Vita, Irineu Strenger,
Teófilo Cavalcanti Filho, Wilson Chagas,
Manoel Pedro Pimentel, y varios otros.
El trialismo descuella también en los pueblos
de habla hispana: Luis Recaséns Siches y Luis
Legaz y Lacambra en España; Eduardo García
Máynez en México; Lino Rodríguez-Arias Busta-
mante en Panamá; Jorge I. Hübner Gallo en
Chile.
En la Argentina, el trialismo ha encontrado
franca aceptación. Tal suceso sin dudas que obe-
dece a la prédica de Werner Goldschmidt
(nacido en Berlín el 9 de febrero de 1910). Dejan-
do de lado un enorme número de estudios mono-
gráficos, sus obras sistemáticas son: La ciencia de
la justicia (dikelogia), Madrid, 1958; Introduc-
ción al Derecho (La estructura del mundo jurídi-
co), cuya primera edición de 1960 se halla hoy
muy ampliada en la versión Introducción filo-
sófica al Derecho. La teoría trialista del mundo
jurídico y sus horizontes (5a edición, Bs. As.,
1976); y DerAufbau der juristischen Welt (Franz
Steiner Verlag, Wiesbaden, 1963). Asimismo,
Goldschmidt ha trasladado su teoría trialista al
tratamiento de varias disciplinas prácticas: Dere-
cho administrativo, penal, privado; empero,
sobre todo al Derecho internacional privado, que
lo cuenta como uno de sus constructores cientí-
ficos en el mundo occidental: Sistema y filosofía
del derecho internacional privado (Bs. As.. 3 ts.,
1952-54); Derecho internacional privado, basado
en la teoría trialista del mundo jurídico (varias
ediciones), etc.
La Escuela Trialista argentina incluye
—siempre con los riesgos de las menciones de esta
suerte— a los siguientes publicistas: en Filosofía
jurídica, a Juan Carlos Gardella, Horacio N.
Castro Dassen, Carlos A. González Sánchez,
Héctor F. Rojas Pellerano, Marcelo E. Aftalión,
Antonio Boggiano, Alicia M. Perugini de Paz y
Ceuse, Julio Osear Chiappini, Julio César Casti-
gliones, Torres Lacroze; también participa de la
corriente goldschmidtiana el brasilero Edgar de
Codoi da Mata-Machado. Derecho internacional
(12) liilrixlurrión... cit., págs. 24-25.
público: Juan Carlos Puig, Bohdan Tadeo Halaj-
czuk, Alberto Séve de Gastón y Horacio Daniel
Piombo. Derecho político, constitucional y ad-
ministrativo: Germán J. Bidart Campos, Zalema
Julia Escobar, Enrique C. Romero, Amado
Adip, Néstor P. Sagiiés, Agustín A. Cordillo,
Juan Carlos Cassagne, Francisco H. Picone.
Derecho procesal: Pedro Aragoneses Alonso
(español), Pedro J. Bertolino, Néstor H. Rivera
Rúa, Juan Manuel Villarruel. Derecho penal:
Nemesio González, Héctor F. Várela. Derecho
civil y comercial: Elias P. Guastavino, Roberto
E. Capón Filas, Hornero Rondina, Aurora Cam-
pos. Sociología: Miguel Herrera Figueroa, Pedro
David. Derecho internacional privado: Miguel
A. Ciuro Caldani, Eduardo L. Fermé, Carlos N.
Gattari, Dora B. Vilaseca de Palacio. *
* (N. ik- la R.) Sobre el importante tema iusfilo-
sófico a que la voz redactada por el Dr. Chiappini se
refiere, consúltense en !a Enciclopedia Jurídica Oint'ba
los siguientes autores y temas:
Piombo, Horacio Daniel, Teoría trialMa del mundo
jurídico. Apéndice I, pág. 729.
Herrera Figueroa, Miguel, Indiiitrialixinii jurídico,
Apéndice II, pá^- 460.
Herrera Kigueroa, Miguel. Triplomacia. Apéndice
H.pág. 808.