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UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

DEPARTAMENTO DE PUBLICACIONES

PRÁCTICA PROFESIONAL

LA ANGUSTIA EN LA EXPERIENCIA ANALÍTICA

Profesor Adjunto a cargo: Dr. Leopoldo Kligmann


Cátedra única: 827

Ficha de cátedra

FUNDAMENTOS Y ESTABLECIMIENTO
DEL DISPOSITIVO ANALÍTICO

Parte 2

2021
FUNDAMENTOS Y ESTABLECIMIENTO DEL DISPOSITIVO ANALÍTICO
PARTE 2

A lo largo de la primera parte de esta ficha delimitamos el dispositivo analítico en la


conceptualización freudiana. Ubicamos como ejes el conflicto psíquico, la transferencia y lo
no ligado. Y a la vez, particularizamos el lugar de la angustia en cada caso.

En esta segunda parte vamos a precisar la delimitación del dispositivo analítico a partir de
trabajar, por un lado, las operaciones de la constitución del sujeto y sus dimensiones
clínicas y, por otro, el pasaje que conduce de la transferencia a la constitución de la realidad
fantasmática.

Las operaciones de la constitución del sujeto y sus dimensiones clínicas

Vamos a comenzar trabajando el modo en que se constituye el sujeto, y simultáneamente,


ubicaremos sus dimensiones clínicas.

A modo de introducción, ubiquemos las dos operaciones de la constitución del sujeto:


alienación y separación1. Cada una apunta a una cuestión distinta2. Comencemos por la
alienación. Veamos de qué se trata esta operación.

S1 S2 ALIENACIÓN
$ M.E.P.

En primer lugar situamos un momento fundacional. Un tiempo cero al que, leyendo a Freud,
Lacan llama “masoquismo erógeno primario” 3 (M.E.P).

1
LACAN, J. (1962). Posición del inconsciente. En: Escritos II. Buenos Aires. Siglo Veintiuno Editores, 2013.
Especialmente pp. 798-803.
2
En particular la angustia será el correlato de la segunda operación, la separación.

1
Con este concepto nos interesa ubicar la forma en que se constituye el cuerpo erógeno a
partir de la libidinización materna. Vale recordar, en este punto, la noción freudiana de la
madre como primera seductora del niño4. Aquella función que encarna la madre, el padre, el
tutor o el encargado, que permite la libidinización del cuerpo del niño. Es decir, aquella
función materna que volviendo al niño objeto de su voz y de su mirada, permite que se
constituya el cuerpo recortado en zonas erógenas, libidinizado.

Freud lo nombra “masoquismo” porque esa es la posición pasiva, de objeto, que el sujeto
tiene como primer lugar en la estructura. Entonces, el primer lugar para ese niño, es el de
ser objeto de la voz y la mirada materna. A la vez, lo ubica como “primario” porque lo sitúa
como un momento lógico previo, ni cronológico ni observable, de las operaciones
posteriores, aquellas que sí son posibles de situar clínicamente.

A partir de ubicar el masoquismo erógeno primario en un momento inaugural, podemos


situar una primera operación de la constitución del sujeto: la alienación.

¿En qué consiste la alienación? La alienación es la alienación a los significantes maternos.


Lacan dice que el sujeto nace “en el campo del Otro”5. Es decir, el sujeto es hablado por el
Otro. Se aliena a esas primeras marcas con las cuales es hablado.

¿Se entiende ahora por qué iniciamos este recorrido por la noción freudiana de conflicto
psíquico? ¿Recuerdan que ubicamos el conflicto entre el conjunto de las representaciones y
una representación inconciliable con las demás? El conflicto se produce por el surgimiento
de una representación heterogénea respecto del conjunto. Llamemos a esta representación,
que se reprime6, Significante 1. Este Significante 1 produce un conflicto cuando se entrama

3
FREUD, S. (1924). El problema económico del masoquismo. Tomo XIX. Buenos Aires. Amorrortu editores.
4
FREUD, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. En: Obras Completas, Tomo VII, pp. 203-204 Buenos Aires,
Amorrortu Editores, 1986.
5
LACAN, J. El Seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires,
Paidós, 2016, p. 216.
6
En sentido estricto, el concepto de significante es equivalente a la representación reprimida freudiana, no a una
representación consciente.

2
con el resto de los significantes. Llamemos Significante 2 a este conjunto de significantes
homogéneos entre sí.

Esta noción de conflicto psíquico, anticipa y conduce a la definición lacaniana de sujeto. De


este modo, el sujeto es lo que un significante (S1) -la representación reprimida- representa
para otro significante (S2). Por ello escuchamos al sujeto en las formaciones del
inconsciente.

¿Y por qué nos remitimos a la categoría de sujeto? ¿En qué radica su importancia? El
sujeto que nos interesa en la clínica no es el yo. Porque el yo habla, dice cosas, pero hay un
punto en el que dice más de lo que quiere decir. El yo porta un saber no sabido, y entonces,
respecto de ese saber inconsciente, escuchamos al sujeto.

¿Y a qué nos referimos cuando hablamos de sujeto? A que “el sujeto es lo que un
significante representa para otro significante”7. El sujeto no es un significante, sino aquello
que un significante, S1, representa para otro significante, S2.

Se entiende que de esta definición de sujeto, y el desarrollo que hicimos del conflicto
psíquico como su antecesor, se desprende que al remitirnos al sujeto estamos refiriéndonos
a una división. El sujeto con el que opera el psicoanálisis es el sujeto dividido. El corte entre
una cadena de representaciones y otra.

En el recorrido de un análisis se ponen en juego las marcas que habitan al sujeto. Las
relaciones de parentesco crean un orden simbólico. Y en este punto, la alienación es la
operación mediante la cual el sujeto, valga la redundancia, quedó sujetado a dicho orden
simbólico; que no es otra cosa que un conjunto de marcas.

Por ello es que un análisis no apunta a tratar a los padres, ni los datos biográficos de ellos.
Sino que se trabaja con lo que ellos representan. Se trabaja con las representaciones. Lo
que un padre, o una madre representan. Pero también aquello que representa los abuelos,
los tíos, los primos. Aquellos Otros que dejan sus huellas y en algunos casos cumplen
funciones supletorias.

7
LACAN, J. (1962). Posición del inconsciente. Escritos 2. Op. Cit., p. 799.
3
¿Cuáles son las marcas familiares que atraviesan al sujeto sin que esté advertido de ello?
Goces, silencios, hábitos, creencias, tradiciones. Pero también traiciones, secretos,
fantasmas, duelos, etc. Diversas marcas que irán configurando un argumento, una letra,
que se entona siempre igual y opera como guión, como argumento, del fantasma. Luego
trabajaremos esta articulación entre los significantes y el fantasma.

Por ahora estamos ubicando la alienación del sujeto a los significantes del Otro, y
destacamos una serie de cuestiones que permiten otorgarle su estatuto a los significantes a
los que el sujeto se aliena.

¿Cómo incide esta primera dimensión del sujeto en los modos en que se configura el
padecimiento? La forma paradigmática es el síntoma. Y es desde el síntoma y en
transferencia, en el transitar de un análisis, que el sujeto podrá armar la diferencia entre las
marcas que le vienen del Otro y la posibilidad de constituir una nueva cadena significante,
es decir, hacer su juego.

Tomemos como ejemplo un caso que comenta Lacan. Se trata de “un sujeto cuyo calambre
de escritor estaba ligado a algo que su análisis reveló: la ley islámica en la que había sido
educado disponía que al ladrón le fuera cortada la mano. Y esto nunca lo pudo aceptar.
¿Por qué? Porque a su padre lo habían acusado de ladrón. La niñez del sujeto transcurrió
en una especie de profunda suspensión respecto de la ley coránica. Toda su relación con
su medio original, el sostén, el orden, los cimientos, las coordenadas fundamentales del
mundo quedaron obstruidos, porque había una cosa que él se negaba a comprender: por
qué si alguien era ladrón le tenían que cortar la mano. Por esta razón además, y
precisamente porque no la comprendía, este sujeto tenía cortada su propia mano”8.

Que el sujeto está alienado y dividido por los significantes del Otro se ubica en su síntoma.
¿Cuál es su síntoma? a la hora de escribir, su mano vale como una mano cortada.

¿Cómo entender este síntoma? Sin que él lo sepa, el síntoma se articula, por un lado, con
la lengua que lo preexiste -la ley coránica y el robo de su padre-. Y por otro, con su

8
LACAN, J. (1954). El Seminario, libro 2. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica (1954-1955).
Buenos Aires: Paidós. p.199.
4
respuesta subjetiva -”esto no lo entiendo”, es decir, un no querer saber, tal como diría
Freud-.

La culpabilidad en juego se deduce del castigo que resulta ser su síntoma: esta es la
solución de compromiso que construye la neurosis: el síntoma.

Ubiquemos un segundo ejemplo, para ilustrar que, en tanto el sujeto se deja interrogar por
aquello que se dice en las formaciones del inconsciente, en lugar de ocultarlo o hacerse el
distraído, el saber no sabido lo puede conducir a demandar un análisis.

Se trata de un caso comentado por un analista contemporáneo de Freud9.

El paciente es de origen judío y para poder casarse con su novia cristiana se convierte al
cristianismo. El paciente comenta: “la finalidad perseguida -poder casarse con su novia
cristiana- me pareció justificar el cambio, sobre todo porque no renegaba de una convicción
que no tenía, ya que mi adhesión al judaísmo era puramente formal”.

Varios años después de la conversión y el casamiento, el paciente se encuentra pasando


las vacaciones con su esposa e hijos en la casa de una familia de conocidos, cuando la
dueña de casa, quien desconocía el origen judío de él, realiza algunos comentarios
antisemitas. El paciente en cuestión, temeroso de tener que abandonar la bella campiña
vienesa si se descubre su origen judío, piensa que la espontaneidad de sus hijos podría
atentar contra su intento de mantener oculta su ascendencia, aquella que quedó atrás por la
conversión. En este punto, se le ocurre enviar a sus hijos al jardín a jugar para alejarlos de
la conversación y que no hablen acerca de su conversión. Les dice: "Vayan a jugar al jardín,
juden (judíos)”. Y rápidamente se corrige agregando “jungen” (jóvenes).

El lapsus, juden -judíos- que sustituye a jungen -jóvenes- confronta a nuestro personaje con
su herencia en conflicto. El acto fallido inscribe simultáneamente al paciente y a sus hijos en
un linaje. Construye una filiación. Pero no por ello resuelve la división del sujeto.

Este caso permite ilustrar que el sujeto está dividido entre un conjunto de representaciones
que intentan constituir una identidad -en ese sentido decíamos representaciones

9
TAUSK, V. (1916). El culto de los antepasados. En Obras psicoanalíticas. Buenos Aires: Morel.
5
homogéneas-, y la irrupción de un significante que hace presente la inconsistencia de ese
conjunto de representaciones. Es decir, se revela la falta respecto de ese ser con el que él
habitaba y se sostenía en las escenas cotidianas. Un ser sostenido en la renegación de una
herencia. En este caso, el lapsus revela el conflicto psíquico, el sujeto, que lo conduce a
demandar un análisis. Ahora, el paciente puede interrogar aquello que para él adquiere
valor de nombre propio, su inscripción respecto de un linaje10.

En conclusión, ubicamos hasta aquí una primera operación de la constitución subjetiva que
consiste en la alienación del sujeto a las marcas con las cuales fue hablado por el Otro. Y el
resultado de dicha alienación es la constitución del sujeto en su división.

Esta primera operación, la alienación, opera como fundamento de las formaciones del
inconsciente, principalmente cuando el motivo de consulta se presenta bajo la forma de un
síntoma. ¿Por qué? Porque permite ubicar lógicamente la constitución de la cadena
significante.

A la vez posibilita delimitar una primera dimensión de la transferencia. En ese sentido


recordamos el modo en que se configura la transferencia simbólica en el Hombre de las
ratas tal como la trabajamos en la primera parte de esta ficha. ¿Por qué? Porque el analista
ocupaba el lugar de una representación de la cadena asociativa. Y la alienación es
constituyente de dicho lugar, porque es a partir de dicha operación que el sujeto se aliena a
los significantes, aquellos que luego se pondrán en juego en la transferencia.

Pasemos a la segunda operación: la separación.

En determinado momento -que implica un segundo movimiento lógico- surge una pregunta,
que si el paciente pudiese formular sería así: cómo no existir únicamente en el plano de los
significantes. Es decir, cómo podría existir el sujeto por fuera de los significantes con los
cuales fue hablado por el Otro. Para situar esta pregunta y el movimiento que ella introduce,
ubicamos esta segunda operación que es la separación.

10
Ídem.
6
S1 S2
$ SEPARACIÓN

OBJETO /
DESAMPARO

Vamos directamente a lo central para nosotros en este punto. La pregunta por la existencia
del sujeto por fuera de los significantes con los cuales fue hablado es crucial. Se trata de
una pregunta muy importante porque introduce la problemática de la determinación: ¿el
sujeto es solamente el resultado de cómo fue hablado? ¿El sujeto sólo existe en tanto
efecto de la cadena significante? Si uno se apresura responde que sí, porque la definición
de sujeto que venimos trabajando, y que habitualmente se desarrolla, conduce hacía allí...el
sujeto es lo que un significante representa para otro significante. Si dicha definición la
articulamos con la operación de alienación, los significantes del Otro, si el sujeto es
solamente eso, no habría ningún margen de libertad en su constitución, el sujeto estaría
plenamente determinado por las marcas con las cuales fue hablado.

Sin embargo esto no es así. ¿Por qué? Porque el estatuto del sujeto supone también otra
cuestión, por fuera de la determinación del Otro. Si la primera dimensión del sujeto se
delimita a partir de los significantes y allí se destaca la división del sujeto en tanto ningún
significante lo representa, la segunda dimensión del sujeto permite situarlo por fuera de la
determinación simbólica del Otro. Es decir, una dimensión de la existencia del sujeto que no
es el resultado del encadenamiento significante.

¿De qué se trata ahora? de la relación del sujeto con el deseo. ¿Qué deseo? el deseo del
Otro respecto del cual el sujeto es un objeto.

Ubiquemos primero los referentes clínicos.

El juego de las escondidas. ¿Por qué los niños encuentran tanto placer en dicho juego? Y,
por otra parte, el juego, ¿es exclusivo de los niños?
7
Para pensar esto me interesa tomar cierta dimensión de este juego de las escondidas:
cuando el niño juega a esconderse y esperar que el otro lo busque, independientemente de
correr hacia la pica cuando el otro se distrae. ¿Me siguen? Estoy hablando de la puesta en
juego de una pregunta. Porque se trata de eso, de la escenificación de una pregunta: si me
escondo ¿el otro me va a venir a buscar?

Esta pregunta, incluso puede manifestarse en los bordes del juego. Por ejemplo, cuando un
niño se esconde dentro de un placard, abajo de la cama, etc., esperando a que los padres
lo busquen. Ahí comenzamos a rozar una dimensión muy importante de la clínica que ahora
ubico diciendo que se trata de aquellos casos donde el sujeto interroga qué lugar ocupa
para el deseo del Otro. ¿Ocupa algún lugar? Sin duda, la respuesta del Otro no es
intrascendente.

Pueden ver la película italiana “Dulces sueños” donde el niño se esconde para que la madre
lo busque, y ella, melancolizada, tarda horas en ir a ver a dónde está su hijo, si está vivo o
no, etc.

Otro ejemplo de esto, en una versión más lavada de esta pregunta, pero igualmente
dramática, es “Mi pobre angelito”, donde los padres se lo andan olvidando en cualquier
momento y lugar. Pero además, son bastante ineficientes para encontrarlo rápidamente.

Son ficciones. Pero en la clínica no se trata de otra cosa. Porque dichas ficciones son las
que permiten escenificar una pregunta, aquella que Lacan postula sintetizando este
problema, aquella pregunta que el niño le dirige al Otro: “¿Puedes perderme?” “¿Puedes
soportar mi desaparición?”11.

¿Se entiende? Se trata del sujeto interrogando el deseo del Otro. Interrogando qué lugar
ocupa respecto del deseo del Otro. Me refiero a que el sujeto juega con la posibilidad de la
ausencia de su ser, con la posibilidad de desaparecer, para de este modo, interrogar la
reacción del Otro ante su falta. “¿Puedo faltarle al Otro?”, “Si desaparezco ¿me va a venir a
buscar?”, “¿Puede soportar mi desaparición?”.

11
LACAN, J. El Seminario. Libro 11. Óp. Cit., p. 222.

8
Si siguieron este desarrollo ahora se entiende porqué Lacan afirma lo siguiente respecto de
la separación: “Lo que colocará allí es su propia falta bajo la forma de la falta que produciría
en el Otro su propia desaparición”12.

Con la alienación ubicamos la división del sujeto, es decir, la falta en ser del sujeto, que no
es ni un significante ni el otro. Ahora con la separación, ¡descubrimos que hay otra falta! No
estamos hablando de esa falta que ubicábamos en la alienación, no, ahora estamos
situando una falta que se produce por la desaparición del sujeto. Desaparición que produce
una falta en el Otro. “Es el sujeto que juega con la ausencia de su ser para tantear, palpar la
reacción del Otro ante su falta, su ausencia como objeto causa el deseo del Otro”13.

Es con su propia desaparición que produce una falta en el Otro. Es una falta instrumental.
La separación instrumenta una pérdida. Y esto lo encontraremos en el núcleo de la práctica
analítica.

Volvamos la pregunta ¿puedes perderme? que se escenifica en el juego del niño.

Freud tenía razón cuando decía que el juego del niño se continúa luego en el fantaseo del
adulto14. No se refería al Candy Crush, ni al Pictionary que se continúa en el Sexionary. No
se trata de eso. Sino de que el juego del niño de “hacerse desaparecer”, como modo de
interrogar el deseo del Otro, se continúa en el fantaseo del adulto. Por ejemplo, en sus
formas más domesticadas: cuando fantasea con su propia muerte y lo que al otro le
pasaría, como le dolería, si se las arreglará solo o no, etc.

Pero aún más. En ocasiones, dicha fantasía se escenifica de maneras no tan domesticadas.
En este punto, nos encontramos con ciertos pasajes al acto que no se explican a la manera
habitual -como una ruptura de la escena-, sino más bien, como modos de introducir esta
pregunta: ¿puedes perderme?.

12
LACAN, J. (1962). Posición del inconsciente”. En Escritos 2. Buenos Aires. Siglo XXI.
13
RABINOVICH, D. (2007). El deseo del psicoanalista. Buenos Aires. Manantial.
14
FREUD, S. (1908 [1907]) El creador literario y el fantaseo. En Obras Completas, Tomo IX, pp. 123-135,
Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1986.
9
Pongamos como ejemplo el caso de una supervisión clínica. Se trata de un paciente que
tenía un “juego” con varios amigos. El juego consistía en cruzar la autopista corriendo a ver
quién pasaba más cerca de los autos. Ganaba el que se arriesgaba más. En realidad, el
juego se constituía como tal cuando lo relataba en el tratamiento: “¿A que no sabés a qué
vamos a jugar hoy a la tarde?”.

Esta viñeta permite ilustrar la idea de Lacan respecto de la operación separación. La


separación permite interrogar qué lugar ocupa el sujeto respecto del deseo del Otro. Se
trata de una pregunta por el deseo, que se manifiesta principalmente por la vía del juego, la
fantasía o el pasaje al acto.

Agreguemos algo más. Si la alienación producía al sujeto como falta en ser, dividido por los
significantes, la separación lo produce como un objeto, caído de los significantes, un objeto
perdido respecto de los significantes del Otro.

¿De qué objeto se trata? De aquel que el sujeto fue para el deseo del Otro. ¿Qué objeto
fue? Causa de deseo.

Dijimos que el sujeto juega a perderse y de este modo interroga el deseo del Otro. Al
perderse, causa el deseo del Otro. Es decir, que al jugar a perderse no sólo interroga qué
lugar ocupa para el Otro sino que causa el deseo. En ese sentido decíamos que la
separación instrumenta una pérdida.

Por esta razón, Lacan releyendo a Freud, introduce una articulación muy importante al
situar al sujeto como el objeto perdido mismo. Sí, conceptualiza al sujeto como el objeto
perdido freudiano. ¿Por qué? porque el sujeto, al jugar a perderse, causa el deseo del Otro.
Y solo hay deseo si el objeto está perdido, decía Freud.

¿Se entiende? Al faltarle al Otro, introduce una carencia en el Otro. Este movimiento lo
realiza en tanto objeto que causa el deseo, al faltarle al Otro.

10
La angustia en la experiencia analítica

Ahora estamos en condiciones de ubicar conceptualmente el lugar estructural que tiene la


angustia en la constitución del sujeto y en la experiencia analítica.

Habíamos ubicado que con la primera operación el sujeto se alienaba a los significantes del
Otro, produciéndose como falta en ser. La separación, en cambio, supone la producción del
sujeto en tanto un objeto no simbolizado: caído de los significantes en los que se
representaba.

Esta caída supone el pasaje por un momento de desvalimiento psíquico15. En ese punto,
Lacan introduce la noción de desamparo16.

Recordemos que cuando Freud trabaja la diferencia entre angustia señal y angustia
traumática, articula a la segunda con el desvalimiento psíquico, en tanto, a partir de la
irrupción de lo no ligado, se produce en el aparato psíquico una perturbación económica.
Lacan, leyendo a Freud en este punto, ubica lo no ligado como no simbolizado.

En ese sentido, cuando decimos que de la separación resulta la producción del sujeto en
tanto objeto no simbolizado, lo que queremos decir es que, al haberse caído del amparo de
los significantes del Otro, le es imposible simbolizar su lugar frente a ese Otro. Aquí es
donde aparece la angustia como el afecto concomitante17.

Para decirlo de otro modo: No hay constitución del sujeto sin pasaje por la angustia, porque
ella es el afecto que acompaña la separación del sujeto de los significantes y su producción
como el objeto perdido para el deseo del Otro.

Quizás valga aclarar, en este punto, que producirse como objeto perdido para el deseo del
Otro sitúa una dimensión del objeto perdido particular: no se trata de perder un objeto que el

15
Cf. FREUD, S. (1926 [1925]) Inhibición, síntoma y angustia, cap. VII y VIII. En: Obras Completas, Tomo XX.
Buenos Aires: Amorrortu Editores.
16
LACAN, J. (1957-1958) El Seminario. Libro V. Las formaciones del inconsciente Buenos Aires. Paidós.
17
Es en este punto que Lacan retoma la conceptualización de la angustia a partir del che vuoi? La angustia
surge frente a la ausencia de simbolización de lo que el Otro desea.

11
sujeto tenía sino de que el sujeto mismo interroga con su pérdida, con su ausencia -
haciéndose desaparecer- el deseo del Otro.

Es esa interrogación que el sujeto dirige al Otro - y que podría formularse como “¿Puedes
perderme?” o “¿Qué lugar ocupo para el deseo del Otro?”- lo que lo conduce al pasaje
ineludible por la indefensión, la angustia, el desamparo. Ineludible, justamente porque “ese
pasaje es la única garantía que asegura no ser sólo una marca, no quedar coagulado en los
significantes de la demanda del Otro”.18

Por todo esto, postulamos que la angustia resulta ineludible tanto de la constitución del
sujeto como del campo de la experiencia analítica.

Constitución de la realidad

Ahora concluiremos situando brevemente el modo en que se constituye el fantasma a partir


de todos estos desarrollos. ¿A qué nos referimos con fantasma? A los modos de relación
del sujeto al objeto.
($ a)

El fantasma está constituido por los dos elementos privilegiados que fuimos trabajando a los
largo de la ficha: el sujeto y el objeto. Entonces, necesitamos ubicar qué operación permite
articular estos dos elementos. Esa operación es la transferencia.

S1 S2
$

TRANSFERENCIA

OBJETO

18
LAZNIK y LUBIÁN (2009): Separación y desamparo. En Memorias de las XVI Jornadas de Investigaciones.
UBA. 2009.
12
De esta manera vamos a ubicar ahora, brevemente y para concluir, la relación entre
transferencia y fantasma. Y diremos que la transferencia es constitutiva del fantasma.
Cuando ubicamos que el “fantasma” es la relación del sujeto a un objeto, nos estamos
refiriendo al fantasma fundamental, es decir, a aquel que enmarca y fundamenta las
fantasías que relatan los pacientes.

Con la alienación ubicamos el significante y el sujeto dividido. Entonces, hay una primera
dimensión de la transferencia que permite transferir dichos significantes. Los guiones del
fantasma, sus historias, interrupciones, personajes, etc., vienen de aquella primera
operación de alienación a los significantes. Es otro modo de decir, que el material con el
que se construye el fantasma viene del Otro. Pero esto es más preciso. Son esas marcas a
las que se alienó el sujeto las que luego fundamentan y constituyen los guiones
fantasmáticos. Es el sujeto dividido por el significante que se transfiere en esta primera
dimensión de la transferencia19.
S1 S2
$

$ a

El otro elemento del fantasma, el objeto, se constituía a partir de la operación separación.

$ a a
º

Se configura de este modo una segunda dimensión de la transferencia.

¿Se acuerdan que ubicamos que el sujeto quedaba en el lugar del desamparo por efecto de
la separación y que el afecto concomitante era la angustia?

Ese lugar es inhabitable. En ese punto de angustia no hay escena, por eso es inhabitable.

19
Lacan formalizará esta dimensión de la transferencia a partir del algoritmo de la transferencia.
13
Bueno, aquí viene la función central del fantasma que consiste en la constitución de una
escena habitable para el sujeto. Esa escena que fundamenta los relatos cotidianos de los
neuróticos.

En ese sentido, Lacan plantea al “fantasma como solución al desamparo” (LACAN 1957). El
sujeto desamparado de los significantes halla una solución en el fantasma fundamental.
Una solución que implica la constitución de una escena habitable.

Es otro modo de decir que el fantasma resuelve la pregunta por el deseo. Si con la
separación el sujeto interrogaba el deseo del Otro, con el fantasma obtura dicha pregunta y
construye una escena habitable. El fantasma otorga una respuesta a la pregunta por el
deseo del Otro. Por ello, en el momento en que dicha respuesta vacila surge la angustia.

¿De qué manera el fantasma produce una respuesta al deseo?

El sujeto valía como un objeto para el Otro. Dicho objeto, la mirada, la voz, se transfieren al
fantasma, se escenifican. De esta manera, el fantasma otorga la posibilidad de enmarcar,
inscribir aquel objeto.

Si bien reviste un grado de complejidad que excede los límites de esta ficha, dejemos
planteado que en el fantasma hay dos objetos en juego. Sí, habitualmente se ubica la
relación del sujeto a un objeto pero eso es porque es una simplificación para la transmisión.
Hay dos objetos en el fantasma. El modo más sencillo de transmitirlo es como lo hace Freud
en Pegan a un niño.

ESCENA
PADRE NIÑO
PEGADO

NIÑO QUE MIRA


Objeto a mirada

14
Freud dice que en el segundo tiempo de la fantasía de paliza, aquella que se construye a lo
largo de un análisis, hay tres elementos en juego: el que golpea, el cuerpo golpeado, y la
mirada. Entonces, el fantasma constituye un cuerpo “golpeado”, que Freud figura con el
niño golpeado por el padre, pero también una mirada que sostiene la escena, que Freud
figura con el niño que mira la paliza. Tendremos que desplegar estas cuestiones. Por ahora
lo que nos interesa dejar ubicado es que el sujeto en posición de objeto, encuentra una
solución al desamparado por la vía de la constitución del fantasma. En el fantasma se
enmarca dicho objeto. Un objeto imaginario que cotidianamente encarna un semejante y del
que se desprenden toda una serie de problemas clínicos.

ALIENACIÓN
S1 S2 M.E.P.
$

SEPARACIÓN

OBJETO
($ a)
DESAMPARO

Estos desarrollos nos van a permitir ubicar, en la ficha siguiente, las modalidades
privilegiadas en las que se configura el padecimiento en la clínica y el modo en que se
instala el dispositivo analítico.

BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA

FREUD, S. (1905) Tres ensayos de teoría sexual. Tomo VII. Buenos Aires. Amorrortu
Editores. 1986.

FREUD, S. (1908 [1907]) El creador literario y el fantaseo. Tomo IX. Buenos Aires.
Amorrortu Editores. 1986.
15
FREUD, S. (1920). Más allá del principio del placer. Tomo XVIII. Buenos. Aires. Amorrortu
Editores. 1986.

FREUD, S. (1924). El problema económico del masoquismo. Tomo XIX. Buenos Aires.
Amorrortu editores. 1986

FREUD, S. (1926 [1925]) Inhibición, síntoma y angustia. Tomo XX. Buenos Aires. Amorrortu
Editores. 1986

KLIGMANN, L. (2016). Superyó y dispositivo analítico en la clínica psicoanalítica. Tesis de


Doctorado. En prensa.

LACAN, J. (1963-1964). El seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis. Buenos Aires. Paidós. 1984.

LACAN, J. (1962). Posición del inconsciente. Escritos II. Buenos Aires. Siglo Veintiuno
Editores, 2013.

LACAN, J. (1967). Seminario 15. El acto psicoanalítico. Versión Íntegra. Inédito.

LAZNIK, D. (2003). Configuraciones de la transferencia: masoquismo y separación. Revista


Universitaria de Psicoanálisis. Volumen 3. Buenos Aires. Facultad de Psicología. UBA.

LAZNIK, D. y LUBIÁN, E. (2009): Separación y desamparo. En Memorias de las XVI


Jornadas de Investigaciones. UBA. 2009.

RABINOVICH, D. (2007). El deseo del psicoanalista. Buenos Aires. Manantial.

Autor: Leopoldo Kligmann

Desgrabación y revisión: Andrea Fiochi y Esteban Salvia

16

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