Está en la página 1de 10

EL CASO PIGGLE A LA LUZ DE LACAN

Departamento de psicoanálisis, 12 enero 2023


Beatriz García Martínez

Con demasiada frecuencia los que nos hemos formado en el psicoanálisis de


orientación lacaniana sabemos poco del movimiento analítico y de por qué comienza
Lacan su enseñanza. Lo cierto es que, como señaló Vicente palomera en su conferencia
introductoria al curso que vamos a desarrollar este año, Lacan en sus 10 primeros
seminarios avanza en su enseñanza en debate con los analistas de su tiempo, los
llamados post-freudianos. Eric Laurent 1 señala que Lacan, a partir de los años 50,
quiere mostrar a los psicoanalistas, que por aquel entonces se ahogaban en la riqueza
imaginaria de los fantasmas, que las formaciones del inconsciente estaban
estructuradas como un lenguaje. En Función y campo de la palabra en psicoanálisis
Lacan se pregunta cómo sancionar simbólicamente los fantasmas imaginarios en la
interpretación, especialmente en el psicoanálisis de niños. “Psicoanálisis de una niña
pequeña (the Piggle)”, un trabajo que Donald Winnicott lleva a cabo entre 1964 y
1966, nos sirve para pensar este pasaje que Lacan propone a partir del trabajo de sus
contemporáneos.

Winnicott fue un pediatra y psicoanalista británico que ejerció durante 40 años en el


Hospital de Paddington. Durante la SGM se ocupó de los niños evacuados. Alcanzó un
gran prestigio por sus conferencias dirigidas al gran público, que difundían los
conocimientos psicoanalíticos mediante un lenguaje simple. Era popular su confianza
en los recursos espontáneos de la familia para encontrar soluciones a los conflictos de
los niños, prefiriendo siempre apoyar a los padres en su responsabilidad. Su forma de
trabajar siempre estuvo caracterizada por la adaptación a las necesidades del paciente,
fuera de los rígidos encuadres habituales en los analistas de su tiempo.

Se analizó con Strachey y Joan Rivière, y, según cuenta Silvia Fendrik 2, Lacan envió a
Maud Mannoni y Françoise Dolto a supervisar con él. Seguidor al principio de la
doctrina Kleiniana, se fue distanciando poco a poco de ella por considerar que su
teoría centrada en los objetos internos prestaba poca atención a la influencia efectiva
de los padres.

Lacan dedicó una parte del seminario 1 analizar la práctica de Melanie Klein esta
consideraba que lo importante es plantearse el lugar que ocupa el sujeto en el discurso
de sus padres a nivel simbólico. En los niños autistas falta esta dimensión y su relación
con la realidad es demasiado inmediata. La simbolización de una situación tal como se
da en los mitos coma es lo que puede tener consecuencias en el sujeto. Esta
perspectiva aporta una dimensión dinámica al psicoanálisis que es la que prosigue
winnicott a través de una rehabilitación de la fantasía y del juego, como diferentes al
terreno de la mera realidad. Melanie klein resuelve las situaciones bloqueadas cuando
el sujeto se encuentra en un callejón sin salida, sin palabras para decir lo que le inhibe.
Con sus interpretaciones ella introduce un mito. Con sus simbolizaciones edipicas,

1
Eric Laurent. “Lire Gabrielle et Richard a partir de Hans”. Quarto nº 1
2
Fendrik, Silvia. Psicoanalistas de niños. La verdadera historia. Winnicott y la Sociedad Británica”. Ed.
Letra Viva, Buenos Aires, 2004.

1
permite al sujeto situarse y establecer equivalencias de ese modo el sujeto puede
situar lo que él es y lo que no es, y además puede rechazar. Los seguidores de Klein, sin
embargo, terminaron reduciendo lo que dice el paciente a un campo fantasmático,
olvidando la dimensión del juego y la fantasía. Ya no había espacio para lo imprevisto,
para lo que enseña el paciente, sí no que se trataba de traducir lo que el paciente decía
al lenguaje kleiniano de los objetos internos. La posición de winnicott fue muy
diferente. Él no necesita hacer traducciones constantemente, sino que reduce sus
intervenciones (dice que muchas veces habla para no estar en silencio y dar la
impresión de que lo entiende todo) y se deja guiar por lo que el paciente enseña.

Winnicott señala en Realidad y juego que Melanie Klein solo se interesó por el juego en
razón de su utilidad. Para él en cambio el juego es una terapia en sí mismo. Fue él
quien profundizó en la posibilidad que tiene el sujeto de escapar a la monotonía de
una vida adaptada y convertirse en actor en un mundo en el que la creación es la
propia vida.

Silvia Fendrik señala que lo que le interesa a Winnicott es conectar con el conflicto por
el cual el niño ha llegado a la consulta con un analista. Esto le puede brindar al niño la
posibilidad de conectarse con el punto en el que quedó detenido para que la vida
misma pueda seguir ayudándolo. La conclusión de la sesión para él no la marca el reloj,
sino el que haya ocurrido algo importante que marca una diferencia. La entrevista
winnicottiana no apuntaba a la desaparición del síntoma sino a tocar algún punto de la
vida fantasmática del niño, apostando a la recomposición psíquica espontánea. Se
trataba, pues, de establecer un puente con el inconsciente, lo cual de por sí suponía un
efecto terapéutico.

Winnicott y el objeto transicional

Winnicott es conocido sobre todo por sus conceptos de madre suficientemente buena
(aquella capaz de adaptarse a las necesidades de su hijo en cada momento
madurativo) y de objeto transicional. Lacan lo valoraba mucho, manteniendo con él
una conversación fluida y mencionándolo en varios de sus seminarios. Lacan va a
inspirarse en Winnicott para elaborar lo que llama su única invención: el objeto a.

La noción de objeto transicional es introducida por Winnicott en su artículo ”Objetos y


fenómenos transicionales”, de 1951. Más tarde escribirá el libro “Realidad y Juego” 3,
donde amplía su idea, que fue bien recibida por la comunidad analítica de su época. Es
Lacan, sin embargo, quien capta en este aporte la introducción de una nueva topología
para dar cuenta de lo esencial de la naturaleza humana.

Winnicott observa la importancia de determinados objetos (el osito de peluche, un


trapito o un trocito de manta. Puede ser también una canción de cuna, un sonido que
3
Winnicott, D. “Realidad y Juego”. Editorial Gedisa, Barcelona, 1982.

2
el niño se arrulla) que tienen la cualidad de permitir al niño tolerar la ausencia de la
madre. De algún modo ese objeto la representa a ella en el momento de la transición
entre el estado de fusión primaria a un momento en que pueden percibirla como
separada de sí mismos. Ese objeto es la primera posesión “no-yo” del niño, un objeto
material que anima a vincularse con el mundo exterior mientras permite renunciar a la
presencia constante de la madre porque de algún modo se convierte en un símbolo de
esta. No es un objeto interno como es el objeto kleininano. Tampoco se trata de un
objeto exterior, en la medida en que supone algo que aporta al niño la ilusión de que
las cosas que el crea ilusoriamente existen realmente.

Con su idea de un objeto en el espacio de la ilusión y del jugar, ese objeto entre el niño
y la madre que permite al niño representarse y soportar la ausencia de ésta, Winnicott
hace un aporte fundamental. Se trata de un espacio tercero, paradójico, ni interno ni
externo, donde encuentra su lugar lo más propiamente humano que posibilita el
surgimiento del sujeto y el ingreso al orden simbólico.

Lacan en el seminario 4, clase 2, explora las tres formas de la falta de objeto partiendo
de la intuición primitiva de Winnicott de que, para que las cosas vayan bien, es
necesario que la madre esté al principio presente con el objeto real que el niño
necesita siempre que el niño lo pida, para luego ir poco a poco dando paso a la
frustración y a la diferencia entre la realidad y la fantasía del niño, por la vía de la
desilusión. Todos los objetos con los que el niño juega son objetos transicionales que le
sirven al niño para ir asimilando la ausencia de la madre. Se trata en último término,
para lacan, de hacer operativa la noción de la falta de objeto, cuyo carácter esencial
nos es mostrado por la experiencia analítica.

En el seminario 5, clase 27, dirá: el problema es saber cómo el niño sale de la


satisfacción, no de la frustración, para construirse un mundo.

En el seminario 6, clase 23, p. 164, dirá que el objeto transicional es la pequeña pelota
del Fort-Da.

En el seminario 10, clase 23, p. 339 conectará la aparición en la producción humana de


objetos cesibles que pueden ser equivalentes a los objetos naturales con la función del
objeto transicional de Winnicott. Este sirve al sujeto de sostén que lo conforta en su
caída respecto a la confrontación significante. Es decir, que el objeto a es aquí el
suplente del sujeto. Al sujeto mítico primitivo nunca lo captamos porque el objeto lo
ha precedido. Es decir, cuando el sujeto es tomado por el significante, desaparece
como sujeto y algo aparece: un pedazo separable del cuerpo vehicula la identidad del
sujeto en el momento de su constitución. Esto es lo que Lacan nombra como objeto a,
objeto causa del deseo y de la angustia.

En el seminario 15 reconoce la ayuda que la noción de objeto transicional le supuso


cuando se interrogaba sobre como desmitificar la función del objeto parcial y darle el
estatuto de causa que va a tener para él en la constitución subjetiva y la experiencia
analítica.

3
El caso Piggle

Los padres de la pequeña Gabrielle contactan con Winnicott en 1964, cuando ella tiene
2 años y 4 meses, y el tratamiento concluye cuando la niña ya ha cumplido 5. En este
caso va a trabajar a pedido de los padres, recibiendo 14 veces en 2 años y medio a la
niña. Es interesante señalar que los encuentros fueron poco frecuentes y que los
padres tenían que insistir para que Winnicott recibiera a Gabrielle, cuando esta lo
demandaba. El trabajo publicado incluye las cartas de los padres y escribe
consideraciones como que “es posible que en realidad el tratamiento perjudique algo
tan valioso como la capacidad del medio doméstico para tolerar y hacerse cargo de los
estados clínicos del niño”.

En la primera carta que le dirigen los padres, relatan que la Piggle, como la llama la
madre, tiene pesadillas y angustia. Hay imágenes que se le imponen durante la noche y
la alteran de forma importante. La niña al parecer era alegre y segura de si misma
hasta que nace su hermanita cuando ella tiene 21 meses. A partir de entonces surgen
las con la mamá negra y el Babacar, una especie de neologismo con el que nombra la
causa de su angustia. La mamá negra se presenta a Piggle en mitad de la noche y
reclama sus “ñams”, que es su forma de nombrar los pechos.

Los padres, inteligentes e instruidos en las teorías winnicottianas, observan que Piggle
experimenta un retroceso, quiere ser un bebé. Les preocupa su angustia, ha dejado de
jugar como antes y se muestra excesivamente preocupada de portarse bien. La
encuentran abatida. Dice que teme ser mala, que es negra y teme que su negrura se
contagie a la madre.
En el seminario 4 Lacan dice que el objeto fóbico es un significante que nombra la falta
en el Otro. Frente a la angustia que esta falta suscita, la fobia localiza, limita, prohíbe y
nombra un objeto. La fobia tiene una función defensiva en lo relativo al deseo
enigmático de la madre insuficientemente metaforizado. La castración materna es una
falta que amenaza al niño de tener que colmarla. La fobia es un tratamiento de la
angustia de castración.

La escuela kleininana, de la que Winnicott participa, entiende de otra forma la fobia: se


trata de la proyección sobre el objeto fóbico de las propias tendencias sádicas y
destructoras que terminan por volverse contra el niño induciendo en él una intensa
culpabilidad. Esta operación es resultado de las pulsiones mismas y no de la represión
educativa y social. Se observa la ausencia de un agente real de la castración siendo los
efectos de angustia las derivadas del propio ejercicio pulsional sobre el objeto, en este
caso la madre, y la posterior culpabilidad.

Comentario de Esthela Solano al caso Piggle

4
Voy a seguir el comentario que hace Esthela Solano4 recogido en el libro “¿Con qué
sueñan los niños?” 5
Mamá negra y Babacar son los significantes con los que la niña cifra el goce del
síntoma fóbico. Son significantes enigmáticos que llaman a una interpretación:
Gabrielle pide a su madre “dime algo sobre el babacar, todo sobre el babacar”. Es
sobre el significado de lo negro y del babacar que el tratamiento con Winnicott se va a
desarrollar. Podemos pensar en Babacar como significante de la transferencia, nombre
del enigma de lo que angustia a Gabrielle, dado que los padres le han dicho antes de
empezar el tratamiento que el dr. Winnicott sabe sobre el babacar.

Sin embargo, ya en la primera sesión Winnicott empieza a interpretar desde el Edipo:


La primera hipótesis con la que trabaja es que el asunto en juego con la mamá negra es
la rivalidad con la madre en competencia por el amor al padre. Cuando Piggle juega
con un palito y lo empuja dentro de un coche y W dice “el hombre pone algo dentro de
la mujer para hacer un bebé”, dándole la significación del coito parental. Cuando
Gabrielle comienza a guardar objetos en unas cestas le indica “estás haciendo bebés
como si cocinases, mezclándolo todo”. La idea de W es que P querría tener un bebé
igual que la madre y su interpretación se dirige al eje de la codicia imaginaria en la
relación madre-hija. Para colmar la falta, lo que hay, según Winnicott, es la práctica de
la devoración con el fin de hacer bebés. Introduce así, dice Solano, dos objetos
privilegiados: el pene del padre y el pecho de la madre.

W piensa que Piggle está elaborando una nueva relación con la madre en la que
cupiese el odio debido a su amor al padre. Entiende que hay un problema para tolerar
la ambivalencia y el negro representaría entonces el odio que ha entrado en juego
por la rivalidad edípica. En consecuencia, Winnicott conduce el tratamiento haciendo
interpretaciones que remiten al sentido sexual edípico de todo lo que hace o dice la
niña.

W le interpreta el negro con el interior de la madre, como el odio al nuevo bebé que
ha nacido, en términos de envidia, es decir, de un fenómeno imaginario. Para
Winnicott el pecho y la madre son una misma cosa. Si la niña se come el pecho, devora
a la madre, que es la que tiene el pecho. En la teoría kleiniana el pecho se come
porque se ama a la madre, pero también porque se la quiere destruir debido a los
celos en relación con lo que ella tiene. Basándose en esta axiomática, en la segunda
sesión Winnicott interpreta de forma actuada: encarna al niño voraz que quiere
comerse a la mamá Piggle y que quiere ser el único bebé, con todos los juguetes para
él. Interpreta así la avidez oral de la niña y su ansiedad porque la hermanita se ha
quedado con todo. La niña corre angustiada a buscar la protección de su padre y
termina jugando a ser parida entre las piernas de él. Este juego, dice Laurent 6, es la
fabricación de un mito, algo simbólico diferente de lo meramente imaginario, que
inicia la mejoría en el estado de la niña. Gabrielle dice, “acabo de nacer y dentro no

5
Esthela Solano-Suárez. “Las interpretaciones de la pequeña Piggle”, en “¿Con qué sueñan los niños?”
Eric Berenguer, compilador. NED Ediciones, Barcelona, 2020.

6
Laurent, E. “Lire Gabrielle à partir de Hans”. Quarto, 1

5
estaba negro”. En la sesión anterior W le había dicho que dentro estaba negro y ella
responde con una negación, que es el signo del nacimiento del sujeto.

Entre la primera y la segunda sesión Gabrielle enuncia “El babacar lleva negrura desde
mi hasta ti y entonces me asusto de ti” y “estoy asustada de la Piggle negra” y “soy
mala”. Vemos aparecer el miedo y también la culpa situados ahora en el analista.

En la tercera sesión le dice “Winnicott no tiene que ser un bebé tiene que ser
Winnicott” y le dice que ella va a verlo “para saber por qué la mamá negra y el
babacar”. Winnicott le dice “trataremos de averiguarlo”. Lo que la niña pide es una
elaboración simbólica de la falta en la madre que ha aparecido con el nacimiento de su
hermanita. Pero W persiste durante las siguientes sesiones en hacer interpretaciones
de lo negro en tanto que representación del odio a la madre porque el padre le había
dado un bebé y de sus intentos de hacer bebés por medio de la incorporación oral. La
niña en ese tiempo se succiona furiosamente el pulgar y pide a la madre que le deje
chuparle los pechos, según describen los padres.

En paralelo a todo este trabajo imaginario de Winnicott la niña ha ido articulando su


cuestión fundamental, que, vista desde una óptica lacaniana, sería la pregunta por el
deseo del Otro, surgido a partir del nacimiento de la hermanita, hecho que deja
suponer que algo le falta a la madre. Dice Colette Soler 7 que el complejo de
castración, cuyo efecto estructural y separador Lacan nunca puso en duda, es la
respuesta del niño a su encuentro con la falta fálica en la madre, ya que la castración
no se inscribe directamente del lado del sujeto, sino que toma su envergadura solo a
partir de la actualización de la falta del Otro, aquí la madre, y a partir de la pregunta
por el objeto que responde a esa falta. Gabrielle es presa del complejo de castración,
pero no ha podido sintomatizar su angustia, es decir, localizarla por la vía de
desplazarla de su lugar de origen (la confrontación con la castración de la madre) hacia
un objeto que se pueda evitar (como hace Juanito con los caballos). Gabrielle no puede
huir de sus pesadillas. El babacar nombra el enigma, pero no tiene una significación
que proteja de la angustia y además está en todas partes, siempre.

Lo que vamos a ver en este caso el que para salir del problema la niña va a inventar su
propia ficción sobre el deseo de la madre, mientras el analista sigue interpretándole la
voracidad oral y la rivalidad con la hermanita y la madre. En la 4ª sesión, mientras el
analista continúa hablándole de su enfado por el nuevo bebé, que hace que su mamá
se ponga negra, Gabrielle replica: “mamá quiere ser la niñita de papá”. Hace así una
primera interpretación del deseo de la madre, lo cual tiene ciertos efectos
terapéuticos: puede volver a jugar y se produce una disminución del miedo. A partir de
esta interpretación, Gabrielle va elaborando su propia insuficiencia para satisfacer el
ansia fálica de su madre.

En la 5ª la niña juega a comer y Winnicott, somnoliento, interpreta que su intención


era tener un bebé propio, hecho con comida, y que ese era el trabajo que había venido
a hacer.

7
Soler.C., “Una neurosis infantil” en “Lo que Lacan dijo de las mujeres”. Paidós, Buenos Aires, 2006.

6
En la 6ª el analista dice tener la clara noción de que debe dejar de llamarla Piggle y
pasar a llamarla Gabrielle. Quizá percibe que la niña ya no es tanto el objeto de la
madre, que era quien la llamaba así.

En la 8ª sesión W le dice “tu detestas a Susan, pero al mismo tiempo la amas” y


Gabrielle le contesta “Yo quiero mucho a Susan, papá quiere a mamá, mamá quiere
más a Susan y papá me quiere más a mí”. Vemos aparecer los vectores de la libido
familiar, y podemos observar que falta el que iría de la madre al padre. Es esta su
segunda interpretación del deseo de la madre, que claramente va hacia el nuevo
bebé: una mujer es una madre y el falo no se busca en el hombre sino en el niño. La
elaboración sobre el falo va tomando cuerpo.

En la 9ª sesión la niña está bastante mejor y escenifica una especie de combate con la
madre negra donde la niña le dice a esta que la cama es suya y que se tiene que ir, y
termina enunciando “durante mucho tiempo mamá no quiso un bebé, y luego quiso
un niño, pero tuvo una niña. Vamos a tener un niño varón cuando seamos adultas.
Yo y Susan. Tendremos que encontrar un hombre papá para casarnos”. Gabrielle ha
pasado de interpretar por el objeto oral (los ñams) a interpretar el deseo por el
objeto fálico (el niño portador de falo) y tiene su fórmula: el hombre ama a la mujer
y la mujer busca un hijo.

En la 10ª sesión continua la elaboración hecha por la niña de la significación fálica:


Gabrielle le dice a la madre que cree que ella (la madre) tiene un pipí, porque el padre
se lo dio. La madre le pregunta de dónde lo sacó y la niña dice: de sus estudiantes (el
padre era profesor). Es decir, el padre no ha tomado el objeto privilegiado (el pecho)
de su propia madre, como teoriza Klein, sino que, en la teorización de la niña, lo ha
conseguido de sus alumnos. Luego dirá que piensa hacerse profesora ella misma.

En la 11ª sesión la interpretación de Winnicott se focaliza alrededor del pene del padre
a raíz de un juego de la niña formando un tren con distintas partes. Ella dice que “es un
tren largo” y W replica que es como una cosa grande de papá. Mas adelante, Gabrielle
coge un muñequito y pone su dedo en el lugar del pene y W le dice, “estás enfadada
con el pipí del hombre, no debiera tenerlo”, anotando que se refiere a la envidia de
pene de Gabrielle.

Lo que Solano destaca es que ya desde la primera sesión, en que la niña pide ayuda
para hinchar un balón azul deshinchado, y en la undécima sesión, cuando busca cómo
poner en marcha el tren roto, de lo que se trata es de la deficiencia del padre. En la
conceptualización de Lacan no se trata de la envidia de pene en la niña, sino de su
problemática con el falo, representante de la falta de la madre. SI la madre está
insatisfecha es la niña la que tiene que soportar el embate de su voracidad. Esta es una
de las lecciones que podemos extraer de Juanito. Pero para Winnicott se trata de otra
cosa, como vemos en esta sorprendente interpretación en la sesión 11ª: “El hombre es
un ladrón. Roba los pechos de la madre. Luego usa el pecho robado como una cosa
larga (como el tren), un pipí, que pone en el agujero para bebés de la niña, y allí planta
bebés (…) de este modo no se siente tan mal por haber sido un ladrón “(p 152). Esto es
opuesto punto por punto a la dialéctica edípica freudiana, consistente en que el niño

7
se da cuenta de que su madre no tiene y por tanto hay un objeto privilegiado que se
puede perder.

Lo que esta interpretación nos muestra es, en primer lugar, un analista que actúa
como un Otro no barrado que ostenta un saber. No se trata de una interpretación
alusiva, como las que Lacan promueve, sino un conocimiento previo puesto en
palabras muy sólidas. En segundo lugar, el punto débil de Winnicott es su manera de
tratar la castración y el falo: está ausente la dimensión de la falta de objeto. Es esta
una interpretación solidaria de una concepción teórica de la madre como no castrada,
donde hay una equivalencia del seno y el pene.

Para Winnicott la madre tiene el objeto. El pecho es el objeto más valioso, el fetiche
por excelencia, y ella lo tiene. Es, entonces, una interpretación que deniega la
castración materna. El hombre para tenerlo se lo tiene que robar a la madre, y por eso
siente envidia y frustración frente a ella, que es la que lo tiene sin discusión. Winnicott
le dice en esa sesión “Te ríes de mi como del hombre que tiene un pipí en vez de
pechos”. Se trata de una interpretación que no tiene en cuenta la diferencia sexual y
en la que el objeto está positivizado. Ahí Winnicott se separa de Freud mismo, para
quien el objeto perdido es central. En el análisis de Winnicott la recuperación del goce
se promete y se busca activamente. Vemos como Gabrielle durante largos meses se
dedica a chupar el pulgar de su padre y los pechos de su madre frenéticamente.
Incluso en una sesión tras chupar el lavaojos azul llega a algo que Winnicott lee como
“algo muy cercano a un orgasmo oral generalizado”, lo cual es leído como un progreso
en la cura, puesto que tal capacidad orgiástica se había perdido con la madre buena
que había sido devorada por la niña.

En una lectura menos imaginaria y más lacaniana, la niña tiene dificultades con la
castración en su madre y se encuentra confrontada a la terrible deuda que ella,
Gabrielle, cree que tiene que pagarle con su vida. Eso la lleva a estar profundamente
mortificada y no quiere dormir porque, dice, quiere “sentirse viva”. Cuando finalmente
es capaz de construir una madre afectada por una falta de la que ni ella ni su hermana
pueden curarla, encuentra una solución: ella y su hermana criarán niños para su
madre. Finalmente se decantará por ser profesora de biología. La interpretación del
hombre ladrón de pechos es más vana que nociva ya que la niña no le presta mucha
atención y da su propia interpretación. Es el inconsciente el que gana al final, dice C.
Soler8

La interpretación fundamental para la salida de la fobia nos dice Solano, ocurre en la


12ª sesión, cuando Gabrielle dice: “Negro no es nada, ¿qué es?” Winnicott pregunta
“¿es negro lo que no ves? G: “no puedo verte porque eres negro” W: ¿quieres decir
que cuando no estoy soy negro y no puedes verme? Y luego “cuando vienes me echas
una buena mirada y me vuelves a poner blanco”. Aquí W se desmarca de sus
anteriores lecturas imaginarias y ayuda a la niña a encontrar una salida de la fobia. El
enigma de lo negro ha sido descifrado bajo transferencia: el negro nombra el vacío
excavado por la ausencia del Otro. Este lugar, que Lacan designa como Deseo de la
Madre (DM) introduce el lugar del enigma en la significación: es el enigma del Deseo
8
Ibid.p. 170

8
del Otro. A falta de un soporte simbólico, Gabrielle estaba perdida en el enigma del
deseo de Otro, que cobraba una negrura excesiva.

El babacar y la mamá negra son significantes asemánticos que, al modo de un


fenómeno elemental, son producidos por la niña por fuera del sentido común, para
cifrar el goce que emerge al aparecer la hermanita. Se trata entonces, nos dice
Laurent9, de extraer aquello que viene del orden Simbólico en lo que puede aparecer
enmascarado en lo Imaginario, para poder abordar lo Real del síntoma. Ahora que la
niña ha definido las coordenadas de lo negro descifrando el síntoma, puede salir de la
fobia. En la sesión saca una llave de su bolso y le dice a Winnicott: “esto abre tu
puerta”. A lo largo de la 15ª sesión trabaja para reducir a su analista a un resto y
termina diciéndole “te estoy arrojando lejos”. Produce un objeto con papel doblado y
pegamento, lo colorea y se lo pone encima, le hace un agujero y ata una cuerda. Dice
de este objeto “está gastado…huele, es horrible”10. Se trata de su analista, resto de la
operación analítica que la ha liberado de su síntoma.

El superyo materno en Piggle: comentario de Colette Soler

Soler11 va a tomar el caso de la pequeña Piggle de Winnicott para hablar de la aparición


de la culpa en ella: todo iba bien hasta que aparece la hermanita y la niña deja de
jugar, parece triste. Ella, la pequeña maravilla de la familia, al llegar la hermana ya no
sabe cuál es su lugar ni lo que vale. Dice que no es ella sino la madre o la hermana:
vemos aparecer el germen del odio de sí misma y las pesadillas que le dicen que “la
madre negra reclama sus ñams”. Es esta una frase impresionante, dice Soler, en boca
de una niña tan pequeña: ¿se puede encontrar algo más sencillo y condensado como
nombre del Otro barrado que madre negra? Es una forma de interpretar lo que
quiere la niña, sus ñams, el objeto oral, que es también lo que ella interpreta como
deseo del Otro. Piggle interpreta con su pesadilla el deseo del Otro en términos orales:
ella es el objeto oral de la madre, que está ahí para ser devorado. Nombra así su ser de
objeto en su “erección de viviente” según expresión de Lacan.

Soler12 habla del negro como el color del duelo y de lo malo, el color del Otro barrado
en tanto que enigma. Gabrielle no sabe qué es lo que hay que poner en la boca del
Otro para calmarlo. Le supone al Otro materno una voluntad de goce: pide que le
devuelvan sus pechos. Soler lee ahí una demanda superyoica de sacrificio de su goce
oral. La hermanita viene a indicar que el Otro materno tiene una hiancia amenazante:
no ha sido suficiente con el amor de Piggle. Soler dice “cada vez que el amor
manifiesta su impotencia a tapar el enigma del deseo o la aspiración del goce del Otro
el superyo surge. El caso de Piggle lo demuestra muy claramente” (p. 13). El superyo
habla, enuncia: “quiero mis ñams”. Pero además de esta enunciación, dice Soler,
aparece la culpa, repercusión en el sujeto de la confrontación con la falta del Otro.
9
Eric Laurent, “Leer Gabrielle y Richard a partir de Hans”. Quarto, 1
10
D.W.Winnicott. “Psicoanálisis de una niña pequeña (the Piggle)”. Editorial Gedisa, Barcelona, 1977.
11
Soler.C., “Una neurosis infantil” en “Lo que Lacan dijo de las mujeres”. Paidós, Buenos Aires, 2006..
12
C. Soler. “Las paradojas del superyo” en Actas de la 8ª Jornada de la Nueva Red Cereda. “Reproches y
fracasos: clínica del superyo en la infancia”.

9
Piggle empieza a decir “soy mala”, se acusa y empieza a prometer que va a mejorar.
Empieza a arreglar, limpiar: es el esfuerzo del sujeto por reparar la falta aparecida por
vía del Otro. Cuando la hiancia del Otro se destapa a pesar del amor, el niño debe
interpretar lo que quiere el Otro y toma la culpa sobre si mismo, dice Soler.

En este sentido podemos pensar que la madre se encuentra doblemente conectada al


superyó: en tanto que educadora, con su tarea de dar al goce su forma troceada y
limitada (la forma del inconsciente) con sus demandas educativas, siendo la primera
figura castradora. Y también en tanto que primer objeto de amor, que es ella misma un
sujeto animado por un deseo que hay que interpretar. Es así como se puede
desarrollar la idea de un superyó materno, que es lo que estaría operando en este caso
dice Soler.

Para terminar, me gustaría enfatizar la singularidad que aporta D.W. dentro de la


historia del movimiento psicoanalítico. Además del modo que hemos comentado antes
en que retoma la noción freudiana de “un espacio para la fantasía”, así como la noción
de juego, incluso de poesía y de creación para hacer posible el trabajo con el paciente
y que un cambio pueda producirse, fue uno de los analistas que no retrocedió ante el
trabajo con la psicosis y, según análisis de Maud Mannoni13, de los pocos que se
resistió a la institucionalización y esclerotización del psicoanálisis, sosteniendo siempre
la posición de aprender del paciente, mantener abierto el espacio a lo imprevisto por
las referencias teóricas, y poner por delante que el paciente pueda aprender acerca de
si mismo antes que el interés puramente terapéutico.

13
Mannoni, Maud. “La teoría como ficción. Freud, Groddeck, Winnicott, Lacan”. Editorial Crítica, 1980,
Barcelona.

10

También podría gustarte