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Se analizó con Strachey y Joan Rivière, y, según cuenta Silvia Fendrik 2, Lacan envió a
Maud Mannoni y Françoise Dolto a supervisar con él. Seguidor al principio de la
doctrina Kleiniana, se fue distanciando poco a poco de ella por considerar que su
teoría centrada en los objetos internos prestaba poca atención a la influencia efectiva
de los padres.
Lacan dedicó una parte del seminario 1 analizar la práctica de Melanie Klein esta
consideraba que lo importante es plantearse el lugar que ocupa el sujeto en el discurso
de sus padres a nivel simbólico. En los niños autistas falta esta dimensión y su relación
con la realidad es demasiado inmediata. La simbolización de una situación tal como se
da en los mitos coma es lo que puede tener consecuencias en el sujeto. Esta
perspectiva aporta una dimensión dinámica al psicoanálisis que es la que prosigue
winnicott a través de una rehabilitación de la fantasía y del juego, como diferentes al
terreno de la mera realidad. Melanie klein resuelve las situaciones bloqueadas cuando
el sujeto se encuentra en un callejón sin salida, sin palabras para decir lo que le inhibe.
Con sus interpretaciones ella introduce un mito. Con sus simbolizaciones edipicas,
1
Eric Laurent. “Lire Gabrielle et Richard a partir de Hans”. Quarto nº 1
2
Fendrik, Silvia. Psicoanalistas de niños. La verdadera historia. Winnicott y la Sociedad Británica”. Ed.
Letra Viva, Buenos Aires, 2004.
1
permite al sujeto situarse y establecer equivalencias de ese modo el sujeto puede
situar lo que él es y lo que no es, y además puede rechazar. Los seguidores de Klein, sin
embargo, terminaron reduciendo lo que dice el paciente a un campo fantasmático,
olvidando la dimensión del juego y la fantasía. Ya no había espacio para lo imprevisto,
para lo que enseña el paciente, sí no que se trataba de traducir lo que el paciente decía
al lenguaje kleiniano de los objetos internos. La posición de winnicott fue muy
diferente. Él no necesita hacer traducciones constantemente, sino que reduce sus
intervenciones (dice que muchas veces habla para no estar en silencio y dar la
impresión de que lo entiende todo) y se deja guiar por lo que el paciente enseña.
Winnicott señala en Realidad y juego que Melanie Klein solo se interesó por el juego en
razón de su utilidad. Para él en cambio el juego es una terapia en sí mismo. Fue él
quien profundizó en la posibilidad que tiene el sujeto de escapar a la monotonía de
una vida adaptada y convertirse en actor en un mundo en el que la creación es la
propia vida.
Silvia Fendrik señala que lo que le interesa a Winnicott es conectar con el conflicto por
el cual el niño ha llegado a la consulta con un analista. Esto le puede brindar al niño la
posibilidad de conectarse con el punto en el que quedó detenido para que la vida
misma pueda seguir ayudándolo. La conclusión de la sesión para él no la marca el reloj,
sino el que haya ocurrido algo importante que marca una diferencia. La entrevista
winnicottiana no apuntaba a la desaparición del síntoma sino a tocar algún punto de la
vida fantasmática del niño, apostando a la recomposición psíquica espontánea. Se
trataba, pues, de establecer un puente con el inconsciente, lo cual de por sí suponía un
efecto terapéutico.
Winnicott es conocido sobre todo por sus conceptos de madre suficientemente buena
(aquella capaz de adaptarse a las necesidades de su hijo en cada momento
madurativo) y de objeto transicional. Lacan lo valoraba mucho, manteniendo con él
una conversación fluida y mencionándolo en varios de sus seminarios. Lacan va a
inspirarse en Winnicott para elaborar lo que llama su única invención: el objeto a.
2
el niño se arrulla) que tienen la cualidad de permitir al niño tolerar la ausencia de la
madre. De algún modo ese objeto la representa a ella en el momento de la transición
entre el estado de fusión primaria a un momento en que pueden percibirla como
separada de sí mismos. Ese objeto es la primera posesión “no-yo” del niño, un objeto
material que anima a vincularse con el mundo exterior mientras permite renunciar a la
presencia constante de la madre porque de algún modo se convierte en un símbolo de
esta. No es un objeto interno como es el objeto kleininano. Tampoco se trata de un
objeto exterior, en la medida en que supone algo que aporta al niño la ilusión de que
las cosas que el crea ilusoriamente existen realmente.
Con su idea de un objeto en el espacio de la ilusión y del jugar, ese objeto entre el niño
y la madre que permite al niño representarse y soportar la ausencia de ésta, Winnicott
hace un aporte fundamental. Se trata de un espacio tercero, paradójico, ni interno ni
externo, donde encuentra su lugar lo más propiamente humano que posibilita el
surgimiento del sujeto y el ingreso al orden simbólico.
Lacan en el seminario 4, clase 2, explora las tres formas de la falta de objeto partiendo
de la intuición primitiva de Winnicott de que, para que las cosas vayan bien, es
necesario que la madre esté al principio presente con el objeto real que el niño
necesita siempre que el niño lo pida, para luego ir poco a poco dando paso a la
frustración y a la diferencia entre la realidad y la fantasía del niño, por la vía de la
desilusión. Todos los objetos con los que el niño juega son objetos transicionales que le
sirven al niño para ir asimilando la ausencia de la madre. Se trata en último término,
para lacan, de hacer operativa la noción de la falta de objeto, cuyo carácter esencial
nos es mostrado por la experiencia analítica.
En el seminario 6, clase 23, p. 164, dirá que el objeto transicional es la pequeña pelota
del Fort-Da.
3
El caso Piggle
Los padres de la pequeña Gabrielle contactan con Winnicott en 1964, cuando ella tiene
2 años y 4 meses, y el tratamiento concluye cuando la niña ya ha cumplido 5. En este
caso va a trabajar a pedido de los padres, recibiendo 14 veces en 2 años y medio a la
niña. Es interesante señalar que los encuentros fueron poco frecuentes y que los
padres tenían que insistir para que Winnicott recibiera a Gabrielle, cuando esta lo
demandaba. El trabajo publicado incluye las cartas de los padres y escribe
consideraciones como que “es posible que en realidad el tratamiento perjudique algo
tan valioso como la capacidad del medio doméstico para tolerar y hacerse cargo de los
estados clínicos del niño”.
En la primera carta que le dirigen los padres, relatan que la Piggle, como la llama la
madre, tiene pesadillas y angustia. Hay imágenes que se le imponen durante la noche y
la alteran de forma importante. La niña al parecer era alegre y segura de si misma
hasta que nace su hermanita cuando ella tiene 21 meses. A partir de entonces surgen
las con la mamá negra y el Babacar, una especie de neologismo con el que nombra la
causa de su angustia. La mamá negra se presenta a Piggle en mitad de la noche y
reclama sus “ñams”, que es su forma de nombrar los pechos.
Los padres, inteligentes e instruidos en las teorías winnicottianas, observan que Piggle
experimenta un retroceso, quiere ser un bebé. Les preocupa su angustia, ha dejado de
jugar como antes y se muestra excesivamente preocupada de portarse bien. La
encuentran abatida. Dice que teme ser mala, que es negra y teme que su negrura se
contagie a la madre.
En el seminario 4 Lacan dice que el objeto fóbico es un significante que nombra la falta
en el Otro. Frente a la angustia que esta falta suscita, la fobia localiza, limita, prohíbe y
nombra un objeto. La fobia tiene una función defensiva en lo relativo al deseo
enigmático de la madre insuficientemente metaforizado. La castración materna es una
falta que amenaza al niño de tener que colmarla. La fobia es un tratamiento de la
angustia de castración.
4
Voy a seguir el comentario que hace Esthela Solano4 recogido en el libro “¿Con qué
sueñan los niños?” 5
Mamá negra y Babacar son los significantes con los que la niña cifra el goce del
síntoma fóbico. Son significantes enigmáticos que llaman a una interpretación:
Gabrielle pide a su madre “dime algo sobre el babacar, todo sobre el babacar”. Es
sobre el significado de lo negro y del babacar que el tratamiento con Winnicott se va a
desarrollar. Podemos pensar en Babacar como significante de la transferencia, nombre
del enigma de lo que angustia a Gabrielle, dado que los padres le han dicho antes de
empezar el tratamiento que el dr. Winnicott sabe sobre el babacar.
W piensa que Piggle está elaborando una nueva relación con la madre en la que
cupiese el odio debido a su amor al padre. Entiende que hay un problema para tolerar
la ambivalencia y el negro representaría entonces el odio que ha entrado en juego
por la rivalidad edípica. En consecuencia, Winnicott conduce el tratamiento haciendo
interpretaciones que remiten al sentido sexual edípico de todo lo que hace o dice la
niña.
W le interpreta el negro con el interior de la madre, como el odio al nuevo bebé que
ha nacido, en términos de envidia, es decir, de un fenómeno imaginario. Para
Winnicott el pecho y la madre son una misma cosa. Si la niña se come el pecho, devora
a la madre, que es la que tiene el pecho. En la teoría kleiniana el pecho se come
porque se ama a la madre, pero también porque se la quiere destruir debido a los
celos en relación con lo que ella tiene. Basándose en esta axiomática, en la segunda
sesión Winnicott interpreta de forma actuada: encarna al niño voraz que quiere
comerse a la mamá Piggle y que quiere ser el único bebé, con todos los juguetes para
él. Interpreta así la avidez oral de la niña y su ansiedad porque la hermanita se ha
quedado con todo. La niña corre angustiada a buscar la protección de su padre y
termina jugando a ser parida entre las piernas de él. Este juego, dice Laurent 6, es la
fabricación de un mito, algo simbólico diferente de lo meramente imaginario, que
inicia la mejoría en el estado de la niña. Gabrielle dice, “acabo de nacer y dentro no
5
Esthela Solano-Suárez. “Las interpretaciones de la pequeña Piggle”, en “¿Con qué sueñan los niños?”
Eric Berenguer, compilador. NED Ediciones, Barcelona, 2020.
6
Laurent, E. “Lire Gabrielle à partir de Hans”. Quarto, 1
5
estaba negro”. En la sesión anterior W le había dicho que dentro estaba negro y ella
responde con una negación, que es el signo del nacimiento del sujeto.
Entre la primera y la segunda sesión Gabrielle enuncia “El babacar lleva negrura desde
mi hasta ti y entonces me asusto de ti” y “estoy asustada de la Piggle negra” y “soy
mala”. Vemos aparecer el miedo y también la culpa situados ahora en el analista.
En la tercera sesión le dice “Winnicott no tiene que ser un bebé tiene que ser
Winnicott” y le dice que ella va a verlo “para saber por qué la mamá negra y el
babacar”. Winnicott le dice “trataremos de averiguarlo”. Lo que la niña pide es una
elaboración simbólica de la falta en la madre que ha aparecido con el nacimiento de su
hermanita. Pero W persiste durante las siguientes sesiones en hacer interpretaciones
de lo negro en tanto que representación del odio a la madre porque el padre le había
dado un bebé y de sus intentos de hacer bebés por medio de la incorporación oral. La
niña en ese tiempo se succiona furiosamente el pulgar y pide a la madre que le deje
chuparle los pechos, según describen los padres.
Lo que vamos a ver en este caso el que para salir del problema la niña va a inventar su
propia ficción sobre el deseo de la madre, mientras el analista sigue interpretándole la
voracidad oral y la rivalidad con la hermanita y la madre. En la 4ª sesión, mientras el
analista continúa hablándole de su enfado por el nuevo bebé, que hace que su mamá
se ponga negra, Gabrielle replica: “mamá quiere ser la niñita de papá”. Hace así una
primera interpretación del deseo de la madre, lo cual tiene ciertos efectos
terapéuticos: puede volver a jugar y se produce una disminución del miedo. A partir de
esta interpretación, Gabrielle va elaborando su propia insuficiencia para satisfacer el
ansia fálica de su madre.
7
Soler.C., “Una neurosis infantil” en “Lo que Lacan dijo de las mujeres”. Paidós, Buenos Aires, 2006.
6
En la 6ª el analista dice tener la clara noción de que debe dejar de llamarla Piggle y
pasar a llamarla Gabrielle. Quizá percibe que la niña ya no es tanto el objeto de la
madre, que era quien la llamaba así.
En la 9ª sesión la niña está bastante mejor y escenifica una especie de combate con la
madre negra donde la niña le dice a esta que la cama es suya y que se tiene que ir, y
termina enunciando “durante mucho tiempo mamá no quiso un bebé, y luego quiso
un niño, pero tuvo una niña. Vamos a tener un niño varón cuando seamos adultas.
Yo y Susan. Tendremos que encontrar un hombre papá para casarnos”. Gabrielle ha
pasado de interpretar por el objeto oral (los ñams) a interpretar el deseo por el
objeto fálico (el niño portador de falo) y tiene su fórmula: el hombre ama a la mujer
y la mujer busca un hijo.
En la 11ª sesión la interpretación de Winnicott se focaliza alrededor del pene del padre
a raíz de un juego de la niña formando un tren con distintas partes. Ella dice que “es un
tren largo” y W replica que es como una cosa grande de papá. Mas adelante, Gabrielle
coge un muñequito y pone su dedo en el lugar del pene y W le dice, “estás enfadada
con el pipí del hombre, no debiera tenerlo”, anotando que se refiere a la envidia de
pene de Gabrielle.
Lo que Solano destaca es que ya desde la primera sesión, en que la niña pide ayuda
para hinchar un balón azul deshinchado, y en la undécima sesión, cuando busca cómo
poner en marcha el tren roto, de lo que se trata es de la deficiencia del padre. En la
conceptualización de Lacan no se trata de la envidia de pene en la niña, sino de su
problemática con el falo, representante de la falta de la madre. SI la madre está
insatisfecha es la niña la que tiene que soportar el embate de su voracidad. Esta es una
de las lecciones que podemos extraer de Juanito. Pero para Winnicott se trata de otra
cosa, como vemos en esta sorprendente interpretación en la sesión 11ª: “El hombre es
un ladrón. Roba los pechos de la madre. Luego usa el pecho robado como una cosa
larga (como el tren), un pipí, que pone en el agujero para bebés de la niña, y allí planta
bebés (…) de este modo no se siente tan mal por haber sido un ladrón “(p 152). Esto es
opuesto punto por punto a la dialéctica edípica freudiana, consistente en que el niño
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se da cuenta de que su madre no tiene y por tanto hay un objeto privilegiado que se
puede perder.
Lo que esta interpretación nos muestra es, en primer lugar, un analista que actúa
como un Otro no barrado que ostenta un saber. No se trata de una interpretación
alusiva, como las que Lacan promueve, sino un conocimiento previo puesto en
palabras muy sólidas. En segundo lugar, el punto débil de Winnicott es su manera de
tratar la castración y el falo: está ausente la dimensión de la falta de objeto. Es esta
una interpretación solidaria de una concepción teórica de la madre como no castrada,
donde hay una equivalencia del seno y el pene.
Para Winnicott la madre tiene el objeto. El pecho es el objeto más valioso, el fetiche
por excelencia, y ella lo tiene. Es, entonces, una interpretación que deniega la
castración materna. El hombre para tenerlo se lo tiene que robar a la madre, y por eso
siente envidia y frustración frente a ella, que es la que lo tiene sin discusión. Winnicott
le dice en esa sesión “Te ríes de mi como del hombre que tiene un pipí en vez de
pechos”. Se trata de una interpretación que no tiene en cuenta la diferencia sexual y
en la que el objeto está positivizado. Ahí Winnicott se separa de Freud mismo, para
quien el objeto perdido es central. En el análisis de Winnicott la recuperación del goce
se promete y se busca activamente. Vemos como Gabrielle durante largos meses se
dedica a chupar el pulgar de su padre y los pechos de su madre frenéticamente.
Incluso en una sesión tras chupar el lavaojos azul llega a algo que Winnicott lee como
“algo muy cercano a un orgasmo oral generalizado”, lo cual es leído como un progreso
en la cura, puesto que tal capacidad orgiástica se había perdido con la madre buena
que había sido devorada por la niña.
En una lectura menos imaginaria y más lacaniana, la niña tiene dificultades con la
castración en su madre y se encuentra confrontada a la terrible deuda que ella,
Gabrielle, cree que tiene que pagarle con su vida. Eso la lleva a estar profundamente
mortificada y no quiere dormir porque, dice, quiere “sentirse viva”. Cuando finalmente
es capaz de construir una madre afectada por una falta de la que ni ella ni su hermana
pueden curarla, encuentra una solución: ella y su hermana criarán niños para su
madre. Finalmente se decantará por ser profesora de biología. La interpretación del
hombre ladrón de pechos es más vana que nociva ya que la niña no le presta mucha
atención y da su propia interpretación. Es el inconsciente el que gana al final, dice C.
Soler8
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del Otro. A falta de un soporte simbólico, Gabrielle estaba perdida en el enigma del
deseo de Otro, que cobraba una negrura excesiva.
Soler12 habla del negro como el color del duelo y de lo malo, el color del Otro barrado
en tanto que enigma. Gabrielle no sabe qué es lo que hay que poner en la boca del
Otro para calmarlo. Le supone al Otro materno una voluntad de goce: pide que le
devuelvan sus pechos. Soler lee ahí una demanda superyoica de sacrificio de su goce
oral. La hermanita viene a indicar que el Otro materno tiene una hiancia amenazante:
no ha sido suficiente con el amor de Piggle. Soler dice “cada vez que el amor
manifiesta su impotencia a tapar el enigma del deseo o la aspiración del goce del Otro
el superyo surge. El caso de Piggle lo demuestra muy claramente” (p. 13). El superyo
habla, enuncia: “quiero mis ñams”. Pero además de esta enunciación, dice Soler,
aparece la culpa, repercusión en el sujeto de la confrontación con la falta del Otro.
9
Eric Laurent, “Leer Gabrielle y Richard a partir de Hans”. Quarto, 1
10
D.W.Winnicott. “Psicoanálisis de una niña pequeña (the Piggle)”. Editorial Gedisa, Barcelona, 1977.
11
Soler.C., “Una neurosis infantil” en “Lo que Lacan dijo de las mujeres”. Paidós, Buenos Aires, 2006..
12
C. Soler. “Las paradojas del superyo” en Actas de la 8ª Jornada de la Nueva Red Cereda. “Reproches y
fracasos: clínica del superyo en la infancia”.
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Piggle empieza a decir “soy mala”, se acusa y empieza a prometer que va a mejorar.
Empieza a arreglar, limpiar: es el esfuerzo del sujeto por reparar la falta aparecida por
vía del Otro. Cuando la hiancia del Otro se destapa a pesar del amor, el niño debe
interpretar lo que quiere el Otro y toma la culpa sobre si mismo, dice Soler.
13
Mannoni, Maud. “La teoría como ficción. Freud, Groddeck, Winnicott, Lacan”. Editorial Crítica, 1980,
Barcelona.
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