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GRUPO: LEVADURA
CURSO:
FERMENTACIONES INDUSTRIALES
DOCENTE:
ING. JUAN FLORES GARAZATUA
INTEGRANTES:
IQUITOS-PERU
2022
El vino no es más que fruta líquida y fermentada. La receta para la transformación en
vino es en líneas generales la siguiente:
1.Recoge una gran cantidad de uvas maduras de las vides. También podrías
usar este procedimiento para fermentar cualquier tipo de fruta, como
frambuesas o cualquier otra, pero ten en cuenta que el el vino se elabora con
uvas.
2.Coloca las uvas en un recipiente limpio y que no pierda (estanco).
3.Machaca las uvas de alguna forma para liberar su zumo. Antiguamente se
solía hacer con los pies.
4.Espera.
En su forma más básica, la elaboración de vino es así de simple. Una vez que las uvas
estén machacadas, las levaduras (organismos diminutos unicelulares que habitan de
forma natural en la viña y, por consiguiente, en las uvas) entran en contacto con el
azúcar del zumo liberado de las uvas y lo convierten gradualmente en alcohol. Las
levaduras también producen dióxido de carbono, que se evapora en el aire .Cuando
éstas hayan culminado su trabajo, tu zumo será vino, el azúcar que contenía el zumo
habrá desaparecido y, en su lugar, aparecerá el alcohol. Cuanto más maduras y
dulces sean las uvas, mayor cantidad de alcohol tendrá el vino. Este proceso se llama:
fermentación.
Giros modernos en la elaboración de vino
En la actualidad, si todos los enólogos (se llama así a la persona que hace el vino)
hicieran el vino de la forma que acabamos de describir, siempre estaríamos bebiendo
lo mismo, y probablemente muy, muy ácido. De hecho antiguamente, para evitar esta
acidez se usaban varios métodos, como rebajar con agua o mosto el vino, o
simplemente fermentarlo paracialmente, para que mantenga mayor proporción de
azúcar.
Sin embargo, los enólogos de hoy en día tienen un montón de técnicas, trucos, y
tecnología, lo que hace que los vinos tengan diferentes sabores y sean menos ácidos.
La fermentación puede durar tres días o tres meses, y el vino puede madurar desde un
par de semanas a un par de años o más. Si eres una persona indecisa a la que le
cuesta tomar decisiones, no pienses en hacerte enólogo.
El ingrediente principal
Las uvas, la materia prima del vino, no crece en el vacío. El lugar en el que crecen, el
suelo y el clima de cada región vinícola, así como las tradiciones y especialmente los
trabajos de las personas que cuidan las uvas (los viticultores) afecta a la naturaleza de
las uvas maduras y en consecuencia al sabor del vino elaborado de la mismas.
Sin lugar a dudas, uno de los factores más importantes a la hora de elaborar un vino
es la naturaleza y el trabajo de la materia prima: las uvas. La uva es el principal
ingrediente del vino, y todo lo que hace el viticultor, desde la viña y el cuidado de la
uva repercutirá en el vino que nos beberemos.
CUESTIONARIO:
1. ¿Por qué el zumo de uva se transforma en vino?
Respuesta: De manera simple podemos decir que la fermentación es la gran
transformación de zumo de uva a vino. Se produce cuando una serie de hongos
(levaduras naturales) se comen los azúcares que contiene el mosto, liberando
alcohol y gas.
Embotellado y almacenaje
En el embotellado el vino se estabiliza, encontrando los aromas y propiedades
propias de cada elaboración. En sí, el producto final, ya sea por un almacenaje en
botella o en barrica, variará según el tiempo de crianza. Así, es posible obtener
diferentes resultados de los que disfrutar: vino de crianza, reserva o gran reserva.
Despalillado y estrujado
A través del despalillado, que actualmente se realiza a través de máquinas
especializadas (despalilladoras) conseguimos separar las uvas del raspón (el
resto del racimo). De esta manera nos aseguramos de que el mosto no vea
alterado su sabor por el contacto con hojas, ramas y otros elementos. Una vez
despalillados los racimos y sin necesidad de ejercer ningún tipo de presión,
obtenemos un primer mosto, conocido como mosto yema, lágrima o flor. Este
primer jugo, el más valorado, se consigue por la simple acción de la gravedad y
del peso de las propias uvas.
A continuación, se procede al estrujado, en donde se aplica presión a las uvas
para extraer el mosto de ellas. Así, separamos el zumo de la uva del hollejo.
Durante este proceso se debe cuidar de no romper las semillas que contienen las
uvas, para evitar la presencia de sabores amargos en el mosto.
Maceración
La maceración consiste en dejar reposar el mosto junto con los hollejos durante
un tiempo determinado. De esta manera el jugo de la uva adquiere el color y
demás características de la piel del fruto. El tiempo que el mosto permanezca en
contacto con los hollejos determinará también la cantidad de taninos del vino, su
cuerpo, etc. En el caso del vino tinto, el proceso de maceración dura varios días,
ya que se encadena con una primera fermentación. En el caso del vino blanco, sin
embargo, este proceso suele ser inexistente, o durar tan solo unas horas (entre 12
h. y 16 h.) y se produce a una temperatura controlada de unos 16º C, para evitar
el inicio del proceso de fermentación. En el caso de los rosados, el tiempo de
contacto con los hollejos suele ser mayor (unas 24 h.) y también se mantiene la
maceración a baja temperatura. A partir de este punto, los procesos de
elaboración de blancos y rosados son los mismos.
Sangrado y desfangado
A través del sangrado separamos el mosto obtenido durante la fermentación de
los hollejos haciéndolo pasar a otro recipiente. El desfangado consiste en dejar
reposar el mosto durante un tiempo para que los restos sólidos que puedan
quedar en suspensión se decanten hacia el fondo del recipiente.
Fermentación
Una vez que disponemos de un mosto limpio, se inicia el proceso de
fermentación, durante el cual mantenemos la cadena de frío (entre 14º C y 16º C).
Así preservamos la complejidad aromática de las diferentes variedades de uva
escogidas para la elaboración de nuestro vino. Esta fermentación de blancos y
rosados suele realizarse en tanques de acero inoxidable, aunque también puede
hacerse en barriles de madera. Durante la fermentación, las levaduras se
alimentan de los azúcares presentes en el mosto, procesándolos y dando como
producto el alcohol etílico y dióxido de carbono. El que obtengamos vinos secos,
semisecos o dulces dependerá del tiempo durante el cual dejemos actuar a las
levaduras: cuanto más tiempo actúen más azúcar van a consumir. Por lo tanto, el
tiempo de fermentación que necesitaremos para obtener un vino seco será mayor
que el necesario para obtener un vino dulce. En este sentido, la fermentación
puede ser interrumpida cuando sea oportuno a través de la química, con la adición
de sulfitos; o de la física, bajando aún más la temperatura del recipiente.
Si quisiéramos dar crianza a nuestro vino (la mayoría de vinos blancos no suelen
llevar crianza y prácticamente ningún rosado), este sería el momento de
introducirlo en barricas de roble que añadiría ciertas notas de aroma y sabor al
producto final.
Trasiego
Mediante el trasiego, al igual que se hace en la elaboración del vino tinto,
cambiaríamos el vino varias veces de recipiente, con el fin de eliminar los residuos
sólidos que pudiesen encontrarse en suspensión y de airear el vino.
Clarificación y filtrado
Para seguir “limpiando” el vino de impurezas sólidas, lo someteríamos a la acción
de sustancias clarificantes que arrastren las pequeñas partículas sólidas al fondo.
Si fuese necesario, se finalizaría este proceso con un filtrado del vino a través de
una fina membrana.
Embotellado
Para concluir el proceso de producción del vino blanco y rosado, terminaríamos
con el embotellado. Durante el tiempo en botella, el vino termina de equilibrarse y
sus aromas y matices terminarían de asentarse. En el caso de este tipo de vinos,
como no suelen ser sometidos a unos tiempos de crianza en barrica demasiado
elevados, el tiempo que transcurres desde el embotellado a la comercialización es
mucho menor.
Con el tiempo, puede ocurrir que el vino destinado a fino sufra un debilitamiento
de su flor, el vino afectado se encabeza por encima de los 17º con la intención de
que el velo de flor deje de desarrollarse y se mezcle con el vino, dando lugar a
los amontillados, que continuarán así una crianza oxidativa cuando previamente
habían permanecido un tiempo de crianza biológica. El amontillado es un
verdadero tesoro enológico muy valorado