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R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA
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LA MELANCOLÍA DEL DOCTOR FRANCIA

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ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA
(ESTUDIOS PSIQUIÁTRICOS)

LA N E U R O S I S DE R O S A S
LA MELANCOLÍA DEL DOCTOR FRANCIA

EDITORIAL -AMÉRICA
MADRID

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S O C I E D A D E S P A Ñ O L A DE L I B R E R Í A
FERRAZ, 25
LA N E U R O S I S DE ROSAS
CAPÍTULO PRIMERO

LOS PROGRESOS DE LA PSIQUIATRÍA

Progresos de la Medicina en el estudio de la fisiología


y patología del sistema nervioso.—Las localizaciones
cerebrales y los fisiólogos modernos.—Conclusiones
de Charcot, Beuillaud, Broca, Luys, etc.—El lengua-
je y la tercera circunvolución cerebral.—La sangre»
la orina y la inteligencia.—Trabajos de los alienis-
tas.—Fisiología patológica del delirio.—Voisin, Clous-
ton, Kelps.—Progresos de la Psiquiatría moderna.—
Las neurosis; su definición y división.—Entre la razón
y la locura hay una zona intermediaria.—Los inter-
mediarios son enfermos.—Laséguey los exhibicionis-
tas.—Morel, Moreau de Tours, etc.-—La historia pre-
senta muchísimos ejemplos de intermediarios y aun
de verdaderos locos.—Felipe II, Carlos V y su epilep-
sia.—Reyes locos.—Influencia de las neurosis en la
Historia.—Ideas de Moreau de Tours.—El genio y la
locura emanando de una misma fuente.—Ejemplos.—
La parálisis general, la hemorragia cerebral y I03
grandes representantes de la Humanidad.—Enferme-
dades de los grandes hombres.—Newton, Spallanza-
ni, Haller, Boerhave.—Aplicaciones históricas.

L A profecía maravillosa de Voltaire se ha


cumplido. No era posible r e s o l v e r el p r o -
b l e m a del alma hasta q u e la anatomía n o
10 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

h u b i e r a p e n e t r a d o en la constitución íntima de
esa pulpa divina q u e palpita bajo la cúpula
del cráneo.
Lo q u e él llamaba la Anatomía es hoy la
Biología, ciencia de horizontes vastísimos que,
principiando esa larga y gigantesca labor, "ha
hecho menos obscuro aquel intrincado p r o -
blema, tendiendo á resolver lo q u e posee de
más esencial".
Esos m o n u m e n t a l e s trabajos q u e tienen
por objetivo exclusivo la interpretación clara
del mecanismo encefálico, se c o m p r e n d e n hoy
en una escala extensísima, con una paciencia
q u e asombra, con un resultado q u e avasalla y
d e s l u m h r a á los espíritus más teológicos. N u -
merosos puntos obscuros del funcionamiento
cerebral, que hace pocos años eran un m i s t e -
rio inabordable, son ya hoy nociones claras y
casi axiomáticas de la fisiología, q u e p r e s t a á
la medicina práctica un contingente inaprecia-
ble, r e v e l a n d o la filiación complicada de m u -
chas e n f e r m e d a d e s .
L a s épocas "teológica" y "metafísica", dire-
mos, adoptando la terminología de A u g u s t o
Comte, han pasado felizmente; los trabajos de
Charcot, Claudio B e r n a r d , Benedikt, Volk-
man y otros, inician con sus revelaciones la
"edad positiva" de la ciencia médica, singular-
mente en esta rama importante que abraza el
estudio de los centros de inervación.
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 11

L a idea de las localizaciones funcionales en


el cerebro había sido abandonada. F l o u r e n s ,
r e s u m i e n d o los principios de la fisiología de
su época, había dicho q u e la substancia c e r e -
bral era inexcitable y h o m o g é n e a en su fun-
cionamiento, puesto q u e una parte r e l a t i v a -
m e n t e mínima parecía suficiente para r e e m -
plazar las funciones del todo. A pesar de los
trabajos de Broca, Bouillaud, Longet, Jackson,
la patología no parecía s e g u i r adelante, cuan-
do en 1870 los estudios de F r i t s c h é Hitzig
hicieron cambiar la faz de la cuestión, demos-
trando que ciertas regiones de la superficie
cerebral respondían á las excitaciones eléctri-
cas y q u e esta excitación se traducía por mo-
vimientos parciales y diferentes, según se ex-
citara tal ó cual región.
Las ideas de F l o u r e n s y de los fisiólogos de
su tiempo estaban destruidas, y la fisiología
del encéfalo tomaba otro n u e v o aspecto. D e s -
p u é s vinieron en comprobación de esta tesis
nuevos trabajos de Hitzig, y bien pronto F e -
rrier, Carville, D u r e t , L e p i n e y Charcot d i e -
ron un impulso poderoso, c o n t r i b u y e n d o á
descifrar esta misteriosa incógnita.
L a s localizaciones c e r e b r a l e s — d i c e el pro-
fesor Charcot—están fundadas sobre la idea
de que el encéfalo no es un ó r g a n o homogé-
neo sino una asociación, ó mejor dicho, una
confederación, constituida por un cierto nú-
12 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

m e r o de ó r g a n o s diversos. A cada uno le están


e n c o m e n d a d a s fisiológicamente p r o p i e d a d e s ,
funciones, facultades distintas; en el o r d e n pa-
tológico—agrega el profesor de la S a l p e t r i é r e ,
la lesión de cualquiera de ellos se revela por
síntomas particulares, resultantes de una p e r -
turbación s o b r e v e n i d a en el ejercicio de estas
propiedades, de estas funciones especiales.
Es esto lo que hace posible el diagnóstico re-
gional de las afecciones encefálicas, ideal h a -
cia el cual tienden todos los esfuerzos de la
clínica m o d e r n a (i).
L o s e x p e r i m e n t a d o r e s , como F e r r i e r y otros,
habían buscado la luz en la e x p e r i m e n t a c i ó n
verificada en animales, olvidando, s e g ú n C h a r -
cot, q u e es en el h o m b r e en quien es preciso
ir á buscarla, p u e s el h o m b r e , según él, se
aleja bajo muchos puntos de vista, con r e s -
pecto á las funciones de los centros nerviosos,
de los animales más elevados de la escala
zoológica. P o r lo q u e á éstos respecta, los r e -
sultados de la experimentación más ingeniosa
y mejor dirigida no podían s u m i n i s t r a r sino
presunciones más ó menos fundadas y no una
demostración absoluta. P o r esto es que él ha
fundado su escuela sobre la observación clí-
nica, paciente y constante, medio que, a u n q u e
tardío, p r o m e t e resultados más s e g u r o s .

(i) GARNIER: Dictionnairc des sciences medicales.


ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA

Alejándose de los e x p e r i m e n t a d o r e s q u e
p r e t e n d e n establecer la escuela de las locali-
zaciones motrices sobre la base casi exclusiva
de la experimentación, Charcot ha buscado
fundarla s o b r e la observación del enfermo,
comprobando d e s p u é s de la m u e r t e las altera-
ciones del movimiento o b s e r v a d a s d u r a n t e la
vida. Un n ú m e r o de hechos clínicos bastante
n u m e r o s o s le p e r m i t e hacer frente á sus a d -
versarios, q u e le atacan con violencia, y en cu-
yas filas se d e s c u b r e la figura s i e m p r e r e s p e -
table de B r o w n - S e q u a r d . L u y s combate t a m -
bién la doctrina de las localizaciones, h a c i e n -
do notar q u e no hay ejemplo auténtico de
lesión cerebral que haya producido una pará-
lisis directa. Al contrario, p r e s e n t a algunas
planchas fotográficas de atrofia de los lóbulos
cerebrales, de los cuerpos estriados, de las
capas ópticas, o b s e r v a d a s en un amputado á
los quince ó veinte años de verificada la o p e -
ración. D e s p u é s , el descubrimiento de la sen-
sibilidad de la "dura m a d r e " , hecho por R o -
chefontaine, parece t r a e r otro a r g u m e n t o po-
deroso en contra de la doctrina de las localiza-
ciones. H a comprobado este o b s e r v a d o r que
rascando l i g e r a m e n t e la superficie de esta
m e m b r a n a al nivel de la parte media de uno
de los hemisferios, los párpados de este cos-
tado se cierran y el movimiento se p r o p a g a á
[os m i e m b r o s del mismo lado; y haciendo más
14 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

viva la irritación, llegan hasta p r o d u c i r s e ver-


d a d e r a s convulsiones g e n e r a l e s más i n t e n s a s .
Resulta de esto q u e la irritación mecánica de
la " d u r a m a d r e " se transmite por continuidad,
á más ó menos distancia, según su intensidad t

sin el intermedio de la substancia gris ó blan-


ca subyacente, q u e había sido quitada de a n -
temano.
S e a de esto lo que fuere, lo cierto es q u e la
escuela de Charcot, se sostiene con vigor, y
q u e unos y otros van iluminando con sus des-
cubrimientos, diarios p u e d e decirse, las fun-
ciones del encéfalo. B r o w n - S e q u a r d , L u y s ,
Rochefontaine, Carville, F e r r i e r , etc., han h e -
cho ya menos confuso aquel dédalo profundo,
á punto de que parte de su mecanismo íntimo
nos es casi del todo conocido.
S e busca con ahinco sus s e c r e t o s , emplean-
do todos los medios admirables de i n v e s t i g a -
ción con q u e cuenta la biología m o d e r n a p a r a
hacer hablar aquella esfinge que ha g u a r d a d o
por tanto tiempo un silencio d e s e s p e r a n t e .
Sólo la localización del lenguaje ha m e r e c i d o
en esta última década estudios curiosísimos,
suscitado controversias ardientes, hasta q u e
por fin los trabajos de muchos o b s e r v a d o r e s ,
particularmente de P a u l Broca, el v e n e r a b l e
fundador de la antropología moderna, han
dejado casi resuelta la cuestión. Bouillaud, le-
vantándose hasta las n u b e s con sus concepcio-
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 15

nes atrevidas, con sus intuiciones proféticas,


lanzaba, quiza el primero, u n a interpretación
juiciosa y m a d u r a d a al calor de su larga y en-
vidiable experiencia: en 1825 declaraba, fun-
d á n d o s e en la anatomía patológica, q u e la
pérdida de la facultad del lenguaje e n c o n t r á -
base s i e m p r e religada á lesiones materiales
del lóbulo anterior de uno ó ambos h e m i s f e -
rios cerebrales; q u e en ciertos casos las lesio-
nes de la palabra dependían de la imposibili-
dad en la ejecución de los movimientos c o o r -
dinados ó coasociados necesarios á la a r t i c u -
lación del lenguaje; q u e en otros, las p e r t u r -
baciones dependían de una lesión del ó r g a n o
de las palabras y no del acto de su pronuncia-
ción, de donde resultaba q u e existía en los
lóbulos c e r e b r a l e s otro centro, sin la coopera-
ción del cual no podía ejecutarse el lenguaje.
Más tarde D a x sostenía que el ó r g a n o de la
palabra era únicamente el hemisferio izquier-
do, hasta que de una manera definitiva, y apo-
y á n d o s e en n u m e r o s a s observaciones, lo fija-
ba Broca en la tercera circunvolución izquier-
da, admitiendo la ley de los ó r g a n o s supleto-
rios, en virtud de la cual, cuando el hemisfe-
rio izquierdo está lesionado, el d e r e c h o le
reemplaza en sus funciones.
Los estudios de Kussmaul, según el cual la
integridad de las sílabas parecía d e p e n d e r de
la regularidad funcional de los núcleos moto-
16 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

r e s de la medula oblongada; los de Jaccoud,


q u e buscaba en otro tiempo el centro de la ar-
ticulación de las palabras en las "olivas", lo-
calizando la coordinación de los movimientos
de las mismas en el sistema conmisural c e r e -
belo-bulbar; los de Voisin, de M e y n e r t y de
Carville, han llevado adelante este g é n e r o fe-
cundo de observaciones.
E n este sentido se han realizado los más
g r a n d e s adelantos de la fisiología n o r m a l y
patológica del sistema nervioso, c o n s t i t u y e n -
do para muchos de esos g r a n d e s sabios el ob-
j e t i v o predilecto de todos sus estudios, de t o -
dos sus desvelos.
Es q u e en todos los t i e m p o s - - c o m o lo ob-
s e r v a L u y s — e s t o s estudios han llamado viva-
m e n t e la atención de los h o m b r e s de ciencia.
Es q u e no sólo se ven impulsados por el de-
seo instintivo de p e n e t r a r los secretos íntimos
de la organización de los elementos anatómi-
cos, sino q u e se e n c u e n t r a n dominados por
esa atracción inconsciente que a r r a s t r a al
h o m b r e hacia Jas r e g i o n e s inexploradas de lo
desconocido, hacia los l u g a r e s misteriosos en
q u e se elaboran en silencio las fuerzas vivas
de todas n u e s t r a s actividades mentales y en
d o n d e se oculta t e n a z m e n t e la solución de
esos eternos problemas de las relaciones de
la organización física del s e r viviente, con los
actos de su vida psíquica é intelectual (i).
(i) LJYS: Le Ccrveau.
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 17

L a r g a es la historia de estos combates s i -


lenciosos, dados d e n t r o de las cuatro p a r e d e s
de un laboratorio humilde, como el que oyó
las p r i m e r a s palabras q u e balbuceara la a n a -
tomía por boca de Vesalio, de Vieussens y de
Fabricio. G e n e r a c i o n e s enteras de sabios han
pasado año tras año consumiéndose en medio
de u n a noche q u e parecía eterna, y sólo de
poco tiempo á esta parte la organización de
los centros de inervación ha principiado á re-
velar sus secretos inescrutables, i n t e r r o g a d o s
por la curiosidad a g r e s i v a de este niño hecho
gigante q u e se llama la fisiología moderna. Y a
siglos atrás se creía, es v e r d a d , q u e el c e r e b r o
era el ó r g a n o de la inteligencia y de la volun-
tad; p e r o esta noción, como observa muy bien
el sabio catedrático de la Escuela de Alford,
era más bien hija del instinto q u e de una de-
mostración dada por la experiencia y la o b -
servación de los hechos. La experimentación
bien dirigida ha probado después, perentoria-
mente, q u e ese sueño de la fisiología embrio-
naria es hoy una hermosa realidad. El c e r e -
bro es el sitio de las facultades instintivas é
intelectuales, y el místico esplritualismo de
los psicólogos del Instituto tiene forzosamen-
te q u e inclinarse ante estas llemaradas de luz
q u e le envía la ciencia m o d e r n a e n g r a n d e c i d a
con el trabajo de pocos años.
L a s a n g r e es el elemento material y tangi-
2
18 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

ble q u e hace vivir, anima y sensibiliza ese


o b r e r o incansable q u e se llama la célula y q u e
participa de todos los fenómenos g e n e r a l e s de
la vida de las demás células; los animales de-
capitados quedan privados del funcionamien-
to cerebral, pero así q u e restituímos artificial-
m e n t e el elemento nutritivo indispensable,
por medio de inyecciones de s a n g r e desfibri-
nada, á la m a n e r a q u e lo practicaba B r o w n -
S e q u a r d , la célula r e v i v e bajo la acción de su
estímulo habitual, los signos de la vida reapa-
recen como por encanto y la cabeza del a n i -
mal en experiencia, vivificado m o m e n t á n e a -
mente, manifiesta los signos inequívocos de
u n a percepción consciente de las cosas e x t e -
r i o r e s (i).
L a continuidad de la irrigación s a n g u í n e a
es la condición sine qüa non del trabajo re-
g u l a r de las células cerebrales, y es á e x p e n -
sas de los j u g o s filtrados por las p a r e d e s de
los capilares, q u e se alimentan y r e p a r a n con-
tinuamente las pérdidas s o b r e v e n i d a s en su
constitución integral. Gracias á este ambiente
e x u b e r a n t e q u e la rodea, la célula r e n u e v a
de una m a n e r a c o n t i n ú a l o s elementos de vida,
p u d i e n d o hacer frente á las p é r d i d a s e n o r m e s
q u e tiene, p a r t i c u l a r m e n t e en aquellos c e r e -
b r o s dotados de una actividad e x a g e r a d a .

(i) I.UYS: Le Cerveau.


ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 19

El trabajo del ó r g a n o de la inteligencia se


revela en la composición de la orina, por el
fósforo q u e en diversos estados manifiesta el
análisis químico. Byansson ha d e m o s t r a d o
que toda célula cerebral q u e funciona gasta
sus materiales fosforados, y que estos p r o d u c -
tos de la actividad mental, como las excrecio-
nes fisiológicas naturales, se arrojaban fuera
del organismo, pasando á la orina al estado de
residuos y bajo la forma de sulfatos y de fos-
fatos; de m a n e r a q u e por este procedimiento
sencillo se p u e d e químicamente dosar el t r a -
bajo cerebral verificado en un tiempo dado.(i).
P e r o esto no d e b e s o r p r e n d e r n o s , p o r q u e
hay algo más admirable todavía. La ciencia no
se ha contentado con a v e r i g u a r ú n i c a m e n t e la
relación q u e existe e n t r e la actividad de los
fenómenos cerebrales y las p é r d i d a s de su
propia substancia; ha q u e r i d o ir más lejos, in-
t e r r o g a n d o á la Física s o b r e los fenómenos
q u e en este o r d e n pasan en las profundidades
de aquel órgano. Estudiando las modificacio-
nes físicas apreciables que p r e s e n t a la s u b s -
tancia encefálica en actividad, ha notado q u e
ese trabajo íntimo se revela por signos sensi-
bles bajo la forma de un d e s p r e n d i m i e n t o más
acusado de calor; el cerebro, como el m ú s c u -
lo en acción, manifiesta su potencia dinámica

(i) L U Y S : Ob. cit., pág. 55.


20 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

por un calentamiento local, apreciable con la


ayuda de ciertos instrumentos. Un autor n o r -
teamericano, el D r . L o m b a r d , de Boston, ha
sido el p r i m e r o que ha hecho estos e x p e r i -
mentos por medio de aparatos t e r m o - e l é c t r i -
cos muy precisos, publicando sus r e s u l t a d o s
en los Archivos de Fisiología Normal y Pato-
lógica. Mas tarde, Schiff los ha c o m p l e m e n t a -
do, obteniendo m a y o r exactitud por medio de
aparatos termoscópicos de una sensibilidad
extrema, i n t e r r o g a n d o directamente la s u b s -
tancia cerebral en el momento en q u e e n t r a
en conflicto con las incitaciones e x t e r i o r e s y
d e t e r m i n a n d o por este curiosísimo medio de
análisis cuáles eran los g r a d o s de elevación
de t e m p e r a t u r a q u e el c e r e b r o era capaz de
desarrollar en sus operaciones (i).
Mach, siguiendo esta c o r r i e n t e de ideas, ha
d e t e r m i n a d o comparativamente el tiempo p r e -
ciso para que una impresión sensorial c u a l -
q u i e r a se convierta en el encéfalo en una de-
terminación motriz. Donders, con la ayuda de
aparatos r e g i s t r a d o r e s s u m a m e n t e ingeniosos,
ha llegado hasta introducir una anotación pre-
cisa de ciertos fenómenos de la actividad ce-
rebral.
D e s p u é s de la publicación de su obra m o -
n u m e n t a l s o b r e El sistema cerebro-espinal, co-
(i) Véase Archivos citados, 1869, pág. 671, y LUYS,
ob. cit.
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 21

roñada por la A c a d e m i a de Ciencias, L u y s ha


publicado otro precioso libro titulado El cere-
bro y sus funciones, en el q u e r e s u m e sucinta-
mente su sistema anátomo-fisiológico s o b r e
este ó r g a n o . En él, el médico de la S a l p e t r i é r e
da una idea exacta del estado de nuestros co-
nocimientos sobre estas fundamentales c u e s -
tiones, m o s t r a n d o q u e todos esos actos, al pa-
r e c e r inmateriales, como la atención, el juicio,
las ideas, etc., están íntimamente sujetos á la
actividad de las células y fibras nerviosas del
c e r e b r o . Esto es lo q u e en la actualidad pare-
ce acercarse más á la v e r d a d . La fisiología
m o d e r n a a b u n d a en p r u e b a s , y cada día se
hacen más claras estas nociones que, en otro
tiempo, debido á la falta lamentable de e l e -
mentos de investigación, no pasaban de s i m -
ples concepciones teóricas, de hipótesis á e s -
tudiar. Los alienistas son tal vez los q u e m e -
j o r han a p r o v e c h a d o estas adquisiciones, no
viéndose ya obligados á r e c u r r i r á fuerzas
ocultas, á entidades imaginarias y casi i n c o n -
cebibles para la explicación de ciertos fenó-
menos q u e tienen lugar en la esfera del dina-
mismo encefálico.
L a fisiología patológica del delirio—por
ejemplo—se c o m p r e n d e fácilmente con el co-
nocimiento exacto de las p r o p i e d a d e s que po-
seen los elementos anatómicos de la s u b s t a n -
cia cortical. En las células de la capa más s u -
22 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

perficial afectas á la inteligencia—dice P o i n -


caré—se ha reconocido un automatismo fisio-
lógico, en v i r t u d del cual les es dado e n t r a r
en acción de un modo espontáneo y sin el e s -
tímulo funcional inmediato de las sensaciones,
evocando impresiones, percepciones y juicios
formados en otro tiempo y c o n s e r v a d o s vir-
tualmente al estado de r e c u e r d o s . Este auto-
matismo espontáneo de la inteligencia se ma-
nifiesta en un g r a d o relativamente remiso en
el estado normal; mas cuando por cualquier
influencia morbosa, d e t e r m i n a d a s células c e -
r e b r a l e s entran en eretismo patológico, su
actividad funcional se multiplica e x t r a o r d i n a -
r i a m e n t e y el o r g a s m o de q u e se hallan po-
seídas se comunica á las inmediatas, hasta un
radio más ó m e n o s g r a n d e . Entonces cesa la
armonía en las operaciones intelectuales y
este d e s o r d e n constituye el carácter más cul-
minante del delirio (i).
Este es el proceso del delirio g e n e r a l ó di-
fuso. El delirio circunscrito ó sistematizado se
explica p o r q u e el eretismo iniciado en algunas
células cerebrales, se p r o p a g a á corta distan-
cia y, por consiguiente, sólo un corto n ú m e r o ,
las q u e están más p r ó x i m a m e n t e relacionadas
con aquellas en donde se originó la alteración
primitiva, participan de la irritación morbosa.
(i) POINCARÉ: Lecons sur la physiologia du systéme
nerveux.
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 23

L a "parálisis g e n e r a l " ha sido en estos úl-


timos tiempos objeto de estudios completos
debidos á Voisin, el autor de las Lecciones clí-
nicas sobre las enfermedades mentales; á Magnan,
q u e ha r e u n i d o en un precioso volumen todas
las memorias publicadas principalmente en los
Archivos de Fisiología, y q u e ha sido uno de
los p r i m e r o s en d e m o s t r a r q u e la lesión habi-
tual en la parálisis g e n e r a l consiste en una en-
cefalitis intersticial difusa y generalizada.
Clouston ha hecho un trabajo completo so-
b r e las p e r t u r b a c i o n e s de la palabra en los lo-
cos, estudiándolas, no sólo en la parálisis ge-
neral, sino también en la epilepsia, en la de-
mencia senil, etc., a t r i b u y e n d o el mutismo que
se o b s e r v a en los melancólicos á una inhibi-
ción ó entorpecimiento de los centros motores
del lenguaje.
Kelp, a b a n d o n a n d o los adultos y c o n c e n -
t r a n d o su atención en las otras e d a d e s de la
vida, ha estudiado la locura en los niños y pu-
blicado varios casos curiosos de psicosis in-
fantil, d e d u c i e n d o q u e la enajenación mental
es en ellos m e n o s r a r a de lo q u e g e n e r a l m e n -
te se piensa. Kelp cree poder afirmar q u e mu-
chos casos escapan á la observación médica,
sea p o r q u e las p e r t u r b a c i o n e s psíquicas p a -
san desapercibidas ó son consideradas como
una simple debilidad intelectual, sea p o r q u e
concluyen habitualmente en el idiotismo, t é r -
24 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

mino á que, por desgracia, llegan más rápida-


m e n t e los niños q u e los adultos.
L a s d i v e r s a s formas de enajenación m e n -
tal, y p a r t i c u l a r m e n t e la melancolía, han sido
objeto de trabajos completos como los de Voi-
sin, Christian, Bigot, Foville, q u e las han ana-
lizado bajo todas sus fases, sacando c o n c l u -
siones prácticas de s u m a importancia.
Las alteraciones del sistema cutáneo, las
pertubaciones psíquicas de la epilepsia, el
diagnóstico, el tratamiento y p a r t i c u l a r m e n t e
la patogenia de las frenopatías, han recibido
un impulso considerable en estos últimos
años.
N a d a p u e d e resistir á este espíritu de p r o -
g r e s o q u e nos empuja. E s una c o r r i e n t e i m -
petuosa q u e va por días e n g r o s a n d o su cauce,
e n s a n c h a n d o sus horizontes, ampliando s u s
planes, hasta hace m u y poco r e d u c i d o s y e s -
trechos por exigencias ineludibles.
Hasta el tecnicismo clásico ha cambiado, al-
terándose, modificándose bajo la acción de
este impulso benéfico. Ha sufrido a m p l i a c i o -
nes y restricciones saludables, impuestas p o r
el conocimiento exacto y claro de las cosas.
La palabra "neurosis", q u e antes tenía u n a
acepción tan vaga y general, está hoy más cir-
cunscrita, y el n ú m e r o de e n f e r m e d a d e s q u e
abraza es mucho más r e s t r i n g i d o por c o n s e -
cuencia. No hace mucho, casi todas las a f e e -
R O S A S Y EL D O C T O R FBANCIA 25

ciernes n e r v i o s a s e r a n c o m p r e n d i d a s en esta
clasificación arbitraria; pero d e s p u é s que la
fisiología patológica, y particularmente la h i s -
tología, han mostrado en las intimidades del
tejido lesiones materiales ocultas á la simple
vista, muchas de las llamadas neurosis han
dejado de serlo, e n t r a n d o en el n ú m e r o de las
que reconocen como causa eficiente una lesión
nutritiva. La "parálisis esencial de la infan-
cia", que Rilliet y Barthez incluyeron en e s t e
grupo, p o r q u e en algunos casos, y d e s p u é s de
un examen minucioso, no habían podido c o m -
p r o b a r lesión alguna en el c e r e b r o y en la
medula, está ya eliminada, gracias á los traba-
jos de Cornil, de L a b o r d e , de Charcot y de
Damaschino. La "parálisis a g i t a n t e " es otra
de las afecciones q u e tiende, debido á n u e v o s
estudios histológicos, á s e p a r a r s e también, á
p e s a r de que, como decía C h a r c o t en 1868,
sus lesiones materiales no han sido todavía
precisadas. T a l ha sucedido con otros p r o c e -
sos análogos cuya filiación nos ha r e v e l a d o el
microscopio, arrancándolos al g r u p o de esos
estados tan vagos é i n d e t e r m i n a d o s q u e lla-
m a m o s neurosis.
Sin e m b a r g o , la clasificación subsiste toda-
vía, y lo c o m p r e n d e m o s , p o r q u e aún huy cier-
tas e n f e r m e d a d e s nerviosas q u e al p a r e c e r
d e p e n d e n , no de una lesión material, sino de
p e r t u r b a c i o n e s p u r a m e n t e dinámicas. Las en-
26 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

f e r m e d a d e s q u e Cullen definía como "afeccio-


nes contra n a t u r a del movimiento y del s e n -
timiento, sin fiebre y sin lesión local", forman,
como dice Mareé, un g r u p o provisorio ú n i c a -
mente, mal definido, destinado á sufrir impor-
tantes modificaciones y tal vez á d e s a p a r e c e r
á medida q u e la anatomía patológica h a g a
nuevos progresos.
Las "neurosis", q u e en el estado actual de
la ciencia p u e d e n definirse como afecciones
q u e tienen por carácter distintivo una pertur-
bación funcional sin lesión perceptible en la
e s t r u c t u r a material del centro encefálico y s u s
d e p e n d e n c i a s , s e dividen, s e g ú n H a r d y y
Behier, en convulsiones, neuralgias, parálisis
y vesanias, p r e s e n t a n d o algunos r a s g o s comu-
nes q u e hasta cierto punto las hacen i n s e p a -
rables las u n a s de las otras. L a s vesanias afec-
tan la inteligencia, las neuralgias más particu-
l a r m e n t e la sensibilidad, m i e n t r a s que, al con-
trario, las parálisis musculares, las afecciones
convulsivas, como la epilepsia, la histeria, la
corea, afectan más especialmente á la motili-
dad (i). Los signos q u e las distinguen de los
d e m á s g r u p o s de enfermedades, son: la falta
d e fiebre, aun cuando, como lo o b s e r v a el a u t o r
citado, en el principio de la "manía" y de la
"melancolía" se perciba una ligera elevación

(i) MARCÉ: Traite prctique des maladies mentales.


ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 27

de t e m p e r a t u r a ; la movilidad de los síntomas;


la periodicidad, q u e á veces suele ser una cir-
cunstancia a g r a v a n t e para el pronóstico; la
integridad más ó menos completa de las fun-
ciones de la vida animal; la herencia, q u e en
la etiología de las " n e u r o s i s " d e s e m p e ñ a un
papel tan importante que, puede decirse, for-
ma uno de sus caracteres especiales; y ese
estado nervioso, esa neuropatía proteiforme,
como la llama Cerise, y q u e constituye el
fondo de todas ellas (Mareé).
L a s vesanias, q u e forman la parte funda-
mental de este g r u p o nosológico, son las q u e
por su importancia y por el objeto de n u e s t r o
trabajo, d e b e m o s a b o r d a r más p a r t i c u l a r -
mente.
D e s d e la simple pobreza de espíritu ó la
extravagancia poco acentuada de un carácter,
c o m ú n m e n t e inapreciable para un ojo profano,
hasta las más profundas y terribles p e r t u r b a -
ciones de la inteligencia humana, todo entra
fatalmente incluido en este g r u p o sin término
de las " n e u r o s i s " , fuente inagotable de e s t u -
dios, cuyo alcance no se aprecia suficiente-
m e n t e todavía.
Nada más curioso que esos estados interme-
dios, esa zona indefinida, como llama M a u s d -
ley á estas p e n u m b r a s en q u e el espíritu
h u m a n o se columpia entre la tranquilidad
fisiológica de la salud y la exaltación anómala
28 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

de la locura declarada, en q u e se vive p r ó x i -


mo á las s o m b r a s y misterios de la enajena-
ción, sin p e r d e r de vista, sin a b a n d o n a r c o m -
pletamente los deminios s e r e n o s de la razón.
L a s organizaciones q u e se hallan bajo este
cielo en eterno crepúsculo, viven solicitadas
por dos fuerzas contrarias é igualmente p o -
derosas, a u n q u e por lo común se hace m á s
sensible el poder implacable de la atracción
patológica, á la q u e van acercándose sin sen-
tirlo, hasta a b a n d o n a r s e completamente á ella.
Participan más de su influencia, p o r q u e m u y
á m e n u d o el t e r r e n o viene p r e p a r á n d o s e des-
de la cuna ó de más lejos todavía, d e s d e el
claustro materno, en donde reciben el g e r m e n
q u e da á su idiosincrasia cerebral el sello i n -
c o m p r e n s i b l e de la predisposición. Este equi-
librio inestable á q u e están sujetos y en v i r -
tud del cual, ora se ven en el goce pleno de
sus facultades, ora en el dominio de la enaje-
nación, constituye ese misterio á q u e los auto-
res, á falta de una denominación más precisa,
han dado el n o m b r e de "estados i n t e r m e d i o s " .
Es en ellos q u e se o b s e r v a n esas g r a n d e s r e -
velaciones de locura pasiva, mansa, circuns-
crita, al mismo tiempo que las más elocuentes
manifestaciones de una salud cerebral p e r -
fecta é intachable. Son, p u e d e decirse, una
confusión de luz y de sombras, una mezcla
incomprensible de la salud y de la e n f e r m e -
ROSAS Y E L D O C T O R FRANCIA 29

dad, u n a combinación e x t r a ñ a de la razón y


de la locura.
Nadie p u e d e decir q u e un h o m b r e e n c e r r a -
do en uno de estos círculos de h i e r r o está en
el goce pleno de sus facultades, ni tampoco
nadie podría, sin temeridad, e n c e r r a r l e en las
celdas de un manicomio clasificándolo de ena-
j e n a d o . Son s e r e s híbridos que participan de
los rasgos fisionómicos de dos razas d i a m e -
tralmente opuestas, o r g a n i s m o s c o n t r a d i c t o -
rios, concepciones imaginarias para el crite-
rio profano, fantasías científicas para a q u e l
que, no teniendo la cabeza suficientemente
fuerte, t e m e a s o m a r s e á ese abismo q u e se
llama el c e r e b r o h u m a n o .
Lo q u e p a r e c e indudable es q u e la e n f e r -
medad, con más derechos, los reclama. C o m -
baten sin éxito, resistiendo por un tiempo
más ó menos largo á sus atracciones horri-
bles, p e r o al fin caen en la lucha, y el delirio
bajo cualquiera de s u s múltiples formas toma
posesión de su cabeza. Constituyen matices
de colores más fuertes, g r a d a c i o n e s inferio-
r e s de estados más g r a v e s y complejos, pu-
diendo establecerse e n t r e ellos y los locos la
misma comparación q u e e n t r e un individuo
q u e sufre una bronquitis ligera y uno que cae
p o s t r a d o por una n e u m o n í a aguda, franca,
g r a v e ; e n t r e un atacado por la congestión c e -
r e b r a l de forma leve y otro q u e sufre una
30 JOSÉ M. RAMOS MEjfA

h e m o r r a g i a violenta. A m b o s son estados pa-


tológicos: el uno leve, pasajero g e n e r a l m e n t e
y más ó menos incómodo; el otro g r a v e , mor-
tal muchas veces.
Estas zonas intermedias son, pues, e v i d e n -
t e m e n t e estados enfermizos del espíritu. R e -
montaos si no á sus p a d r e s , á sus abuelos,
á sus más lejanos ascendientes, y r a r o s e r á
q u e no encontréis en ellos la explicación de
estas anomalías, q u e en la mayoría de los c a -
sos son fatalmente h e r e d i t a r i a s .
Esta curiosa m a n e r a de s e r del espíritu t i e -
ne sus modos especiales y caprichosos de
manifestarse. Sin concepciones delirantes, sin
alucinaciones q u e la justifiquen, cometen casi
automáticamente actos ridículos, irracionales,
e x t r a v a g a n t e s y hasta a g r e s i v o s , con una
tranquilidad, con una impudencia q u e sólo ex-
plica un estado de desequilibrio mental. La
variedad y multiplicidad interminables de sus
manifestaciones es tal —dice L e g r a n d du Sau-
lle—que no se p r e s t a á una descripción g e n e -
ral. T o d o s sus actos están s i e m p r e en oposi-
ción abierta con las costumbres establecidas:
en sus vestidos, en sus muebles, en la educa-
ción de sus hijos, en sus lecturas y en los in-
cidentes más insignificantes de la vida, m u e s -
tran algo de e x t r a o r d i n a r i o y anormal. Morel
ha conocido un m a g i s t r a d o cuyas "requisito-
r i a s " eran un modelo de lógica y de lucidez;
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 31

descendía de p a d r e s n e u r ó p a t a s y fué toda su


vida un h o m b r e excéntrico y e x t r a v a g a n t e .
P a s a b a su vida s e p a r a d o completamente de
su familia, aislado en un cuarto del hotel, en
el cual no permitía á nadie la entrada. Cuan-
do caminaba en la calle ponía g r a n cuidado
en no pisar en las líneas de junción de las
piedras, temiendo formar una cruz, que era
para él un a u g u r i o terrible. Un b a n q u e r o dis-
tinguido, citado por L e g r a n d du Saulle, se
creía obligado á cometer, de cuando en cuando
y con cierta periodicidad, una extravagancia
p a r a p r e s e r v a r s e , s e g ú n decía, de la locura.
H a y e n t r e estos " n e u r ó p a t a s " individuos
q u e r e h u s a n absolutamente tocar ciertos obje-
tos: las monedas de oro ó de plata, por e j e m -
plo, t e m i e n d o c o n t r a e r e n f e r m e d a d e s d e s c o -
nocidas. Morel tenía relación con un abogado
excéntrico y " h e r e d i t a r i o " q u e no tocaba j a -
más una p u e r t a sin t e n e r el cuidado de lim-
piarse las manos en sus r o p a s . A estos casos
F a l r e t ha dado el n o m b r e de "enajenación
parcial con p r e d o m i n i o del temor al contacto
de los objetos e x t e r i o r e s " , denominación inad-
misible, pues si se hace de éstos un g r u p o e s -
pecial, no hay razón para no formar otros tan-
tos cuantas son las v a r i e d a d e s de actos excén-
tricos q u e p u e d e n cometer los h e r e d i t a r i o s (i).
Estas e x c e n t r i c i d a d e s se r e p r o d u c e n a l g u -
(i) L E G R A N D DU S A C L L E : Folies hereditaires
32 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

ñas veces con una tenacidad e x t r a o r d i n a r i a


d u r a n t e l a r g o s años, a c e n t u á n d o s e de más en
más su carácter positivamente patológico.
H a y allí fijeza de los actos delirantes, análoga
á la q u e o b s e r v a m o s en las ideas del mismo
c a r á c t e r . U n a mujer e x t r a v a g a n t e , cuya obser-
vación refiere Trélat, razonaba con una recti-
tud y lucidez intachables; hacía u n a vida a r r e -
glada y tranquila, y la única cosa q u e parecía
e x t r a o r d i n a r i o en ella era el detenimiento q u e
manifestaba en su aseo personal, para p e r m a -
n e c e r e n c e r r a d a en su cuarto muchas h o r a s
del día y de la noche. D u r a n t e largos años su
familia i g n o r a b a completamente el empleo
q u e daba á su tiempo, hasta que, por fin, h a -
biendo caído g r a v e m e n t e enferma, pudo pe-
n e t r a r el misterio. T o d o su a r m a r i o estaba
lleno de p e q u e ñ o s paquetitos c u i d a d o s a m e n t e
hechos y rotulados. Esta s e ñ o r a empleaba las
h o r a s en coleccionar sus detritus corporales, y
cada g r u p o de p a q u e t e s contenía un p r o d u c t o
especial. Unos e n c e r r a b a n el c e r u m e n , otros
la suciedad de las uñas, algunos las m u c o s i -
d a d e s nasales desecadas, y m u c h o s la caspa
q u e sacaba de su cabello; cada p a q u e t e conte-
nía una etiqueta especificando la n a t u r a l e z a
del producto y la fecha en q u e había sido e x -
traído (i).
Y sin e m b a r g o , como s u c e d e en todos ellos,
(i) Cit. por L E G R A N D DU S A U L L T .
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 33

nada indicaba en esta p o b r e víctima una p e r -


turbación mental general; todos sus actos y
palabras m a r c h a b a n en armonía con el resto
de sus facultades. Dominándola, la impulsión
enfermiza la a r r a s t r a b a á este g é n e r o de ex-
travagancias, q u e tenía q u e satisfacer so pena
de g r a v e s complicaciones ulteriores.
Satisfecha la impulsión s o b r e v i e n e una tre-
gua acompañada de cierta satisfacción íntima
é indescriptible. Una vez p e r p e t r a d o el acto,
el enfermo e x p e r i m e n t a b a un bienestar infini-
to, un alivio e x t r a o r d i n a r i o , p o r q u e el cumpli-
miento de este deseo imperioso p a r e c e q u e
fuera una válvula q u e calma y consuela ese
c e r e b r o enfermo, dando escape á esta fuerza
indomable q u e se concentra con e n e r g í a en
su masa, p e r t u r b a n d o su dinamismo.
El a u t o r de la Psicología Mórbida refiere la
historia de uno de estos enfermos, q u e d e s -
p u é s de e n t r a r en su acceso espontáneo é i n -
motivado de cólera habitualmente injustifica-
ble, e x p e r i m e n t a b a un sentimiento indefinible
de bienestar. T a l s u c e d e también con los mo-
nomaniacos incendiarios que sienten un p l a -
cer incomparable al v e r el fuego, al oir las
campanas y el tumulto q u e pone en alarma á
toda una población, mezclándose e n t r e la mul-
titud q u e c o r r e á a p a g a r el incendio p r o d u c i -
do por sus propias manos (i).
(i) GRIESINGER: Maladies mentales.
3
34 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

T o d o esto d e p e n d e del estado particular en


q u e se e n c u e n t r a el sistema n e r v i o s o g e n e r a l .
El dinamismo mental colocado en condiciones
excepcionales, e n g e n d r a todos estos m o d o s
curiosos de la inteligencia, con una a b u n d a n -
cia s o r p r e n d e n t e de matices, q u e varían hacia
el infinito. L a transmisión hereditaria, q u e es
la vía por donde g e n e r a l m e n t e se reciben e s -
tos estados, imprimiendo con energía su sello,
p e r m a n e c e por completo velada y tiene su ori-
g e n fuera del individuo; esto explica tal vez
por q u é hasta el p r e s e n t e (i) ha estado c o m -
pletamente desconocida y ni siquiera s e le ha
sospechado, aun siendo en ciertos casos tan
manifiesta.
E s t a s formas particulares, esas cualidades
excepcionales q u e distinguen á ciertos c a r a c -
t e r e s como los q u e hemos mencionado, están
ligadas, por lo general, á condiciones orgáni-
cas de un o r d e n patológico. Son, á veces, es
v e r d a d , p r o d u c t o s de la transmisión heredita-
ria; p e r o también no es r a r o q u e se m u e s t r e n
solas, aisladas, p r o d u c i d a s por causas q u e e n
muchos casos escapan al análisis m á s sutil y
paciente (2).
Existe, dice Gaussail (3), u n a disposición

(1) MOREAU DE T U R S escribía esto en el año 1 8 5 9 .


(2) MOREAU DE TOURS: Psychologie morbide.
(3) G A U S S A I L : De l'influence de l'herédité sur la pro-
duction de la surexitation neníense.
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 35

particular del organismo, caracterizada por la


imposibilidad en q u e se e n c u e n t r a el aparato
i n e r v a d o r de recibir sin p e r t u r b a c i o n e s la ac-
ción de las causas excitantes exteriores é inte-
riores. Esta disposición, q u e conviene desig-
nar bajo el n o m b r e d e "sobreexcitabilidad
nerviosa", es original ó adquirida, y en uno
como en otro caso está ligada á u n a falta de
armonía en las relaciones preestablecidas que
deben existir en el elemento nervioso y en el
elemento arterial, para formar la condición in-
variable y constante de la excitabilidad fisio-
lógica. Este defecto de armonía, no pudiendo
d e p e n d e r sino de una actividad defectuosa ó
p r e d o m i n a n t e del uno ó del otro d e los ele-
mentos constitutivos de la excitabilidad n o r -
mal, la sobreexcitación nerviosa no puede, por
esto, p r e s e n t a r s e sino bajo cuatro formas prin-
cipales; es decir, s i g u i e n d o la modificación
orgánica de q u e d e p e n d e , s e r á "hiponéurica"
ó "hipernéurica", "hipohémica" ó " h i p e r é m i -
ca". P u e s t a en j u e g o p o r influencias físicas ó
morales, la sobreexcitación nerviosa tiene por
resultado constante é inmediato la s o b r e e x c i -
tación. Esta se manifiesta y a por una simple
exaltación d e la sensibilidad normal, ya por
fenómenos mórbidos variables en su forma é
intensidad (i).

(i) Ver G A U S S A I L , ob. cit.


36 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

El estado nervioso, q u e cuando toma u n a


acentuación patológica d e s i g n a m o s con el
n o m b r e g e n é r i c o de "neurosis", s e r e v e l a á
m e n u d o por fenómenos á los cuales no se les
da más importancia bajo el punto de vista fisio-
lógico que la q u e tienen esas simples desigual-
dades de carácter bajo el punto de vista moral.
L o s fenómenos propios de estos modos de
s e r del o r g a n i s m o p u e d e n d i v i d i r s e — d i c e
Moreau—en dos categorías: la p r i m e r a c o m -
p r e n d e aquellas neurosis q u e tenemos costum-
b r e de d e s i g n a r bajo el n o m b r e de tics, mue-
cas, etc., y q u e son producidas por l i g e r a s
convulsiones de los diferentes músculos, d e
los párpados, de los labios, etc.; en la s e g u n d a
están colocadas las q u e habitualmente desig-
namos con el n o m b r e de "manías", y q u e á
m e n u d o atribuímos á distracciones, preocupa-
ciones de espíritu, etc. E n t r e estas dos catego-
rías h a y u n a solidaridad mórbida i n d u d a b l e
y probada. E n virtud de lo q u e los a n t i g u o s
autores llamaban una metástasis, un cambio
de l u g a r del principio mórbido, las " n e u r o s i s "
de la p r i m e r a categoría pueden, por vía de he-
rencia, t r a n s f o r m a r s e en accidentes p u r a m e n -
te morales, como m u y frecuentemente s u -
cede (i).
T o d a s estas manifestaciones deben conside-

(i) Véase MORBAU D E TOURS, ob. cit., pág. 198.


ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 37

r a r s e , sin d u d a alguna, como hechos patológi-


cos por los cuales se t r a d u c e un estado espe-
cial del sistema nervioso, producto de modifi-
caciones más ó menos profundas de las facul-
tades intelectuales, q u e revelan una organiza"
ción moral particular. T o d a s ellas, á cualquier
o r d e n q u e pertenezcan, bajo cualquiera forma
sintomática que se nos presenten, desde la más
simple hasta la más compleja, e n t r a ñ a n p a r a
el funcionamiento cerebral las mismas conse-
cuencias q u e la predisposición hereditaria, es
decir, el d e s o r d e n de las facultades (locura
p r o p i a m e n t e dicha), extravagancia, excentri-
dad, r a r e z a del carácter, defecto q u e suele
v e r s e ligado á un notable desarrollo de las
facultades intelectuales y morales. (Moreau de
T o u r s , pág. 198).
El n ú m e r o de los q u e atraviesan esta obs-
cura p e n u m b r a del espíritu es muy g r a n d e , y
m u y á m e n u d o pasan desapercibidos, cuando
sus p e r t u r b a c i o n e s e m b r i o n a r i a s p e r m a n e c e n
estacionadas ó cuando no hay un ojo de cierta
exquisita a g u d e z visual q u e o b s e r v e y escu-
driñe, a p r e c i a n d o el medio sombrío en q u e s e
agitan. Los hay de muchas, de infinitas y va-
riadas especies, o b s e r v á n d o s e en unos en su
principio y apenas perceptibles; en estado de
desarrollo medio en otros, y en algunos en su
completa y acabada evolución. En todos, lo
repetimos, se p e r c i b e un fondo enfermizo que
38 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

altera en diversos g r a d o s la salud d e la inte-


ligencia, y a u n q u e al p a r e c e r viven á igual
distancia de la razón como de la locura, p a r e -
ce indudable, como ya lo h e m o s dicho, q u e la
e n f e r m e d a d con su acción potente tiene s o b r e
sus cabezas mucha m a y o r influencia.
Como ejemplo palpitante de esta v e r d a d ,
estudiad e n t r e otros ese g r u p o de n e u r ó p a t a s
curiosísimo, mezcla de lo ridículo y de lo te-
rrible, q u e L a s é g u e ha bautizado con el n o m -
b r e pintoresco de "exhibicionistas". Esta e x -
t r a ñ a " n e u r o s i s " , q u e p a r e c e constituir para
él un g é n e r o nuevo, a b u n d a en todas las so-
ciedades de una m a n e r a s o r p r e n d e n t e . Un
j o v e n empleado—refiere ese autor—pasa sus
horas, d e s p u é s de salir de la oficina, bajo las
v e n t a n a s de una j o v e n . P i e n s a q u e está e n a -
m o r a d a de él y que la resistencia de sus p a -
d r e s es el único obstáculo á su unión. Este
dato delirante que nada justifica, le ofusca, y
d e s p u é s de muchos días d e d u d a s y de fluc-
tuaciones se r e s u e l v e á e m p r e n d e r la lucha.
Jamás ha intentado hablarla, hacerle llegar
una carta, d e m o s t r a r l e de alguna m a n e r a su
amor; p e r o todas las t a r d e s primero, y d e s -
p u é s todos los días, a b a n d o n a n d o las o c u p a -
ciones en q u e gana su pan, se coloca infali-
blemente delante de la p u e r t a de su supuesta
prometida. S i g u e á la familia por todas p a r t e s ,
á la iglesia, al paseo, al teatro, e s p e r a n d o en
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 39

la p u e r t a de las amigas á quienes va á visitar,


p e r o sin enviar una mirada, un gesto expresi-
vo, una palabra, una sonrisa siquiera. Su rol
se limita d u r a n t e un año á hacer el papel de
sombra, hasta q u e la familia, alarmada, trata
á todo t r a n c e de d e s h a c e r s e de él.
Si este hecho fuese una excepción i n d i v i -
dual, no m e r e c e r í a mencionarse; pero se ha
r e p r o d u c i d o muchas veces ante mis ojos—dice
L a s é g u e — c o n v a r i a n t e s q u e en nada cambian
el fondo y q u e a d q u i e r e n un valor patológico.
Este h o m b r e e n t r a en la clase de los " e x h i b i -
cionistas"; no hacía otra cosa q u e exhibir su
persona, sin ir más lejos. C u a n d o se i n t e r r o g a
á estos enfermos con el tino q u e exigen seme-
j a n t e s aberraciones, se supone, más bien q u e
se d e s c u b r e , el trabajo íntimo q u e se opera en
su espíritu (Laségue).
El sentido genital es c i e r t e m e n t e el que me-
j o r se p r e s t a á estas p e r v e r s i o n e s compatibles
con un ejercicio hasta cierto punto r e g u l a r de
la inteligencia. Un individuo (generalmente es
un hombre) es a r r e s t a d o por ultraje público
al pudor. S e le ha e n c o n t r a d o m o s t r a n d o sus
ó r g a n o s á los t r a n s e ú n t e s , sin distinción de
sexo, con esta circunstancia: q u e s i e m p r e es
en el mismo sitio y á la misma hora. Este es-
cándalo se ha r e p e t i d o muchas veces antes de
s e r vigilado y a r r e s t a d o . L o p r i m e r o q u e nos
imaginamos es q u e se trata de un h o m b r e de-
40 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

p r a v a d o , vicioso y q u e echa mano de este ú l -


timo r e c u r s o para excitar sus ó r g a n o s y c u r a r
su impotencia. P e r o las averiguaciones p r u e -
ban s o b r e a b u n d a n t e m e n t e todo lo contrario:
es un individuo de antecedentes honorabilísi-
mos, cuya virilidad está lejos de a g o t a r s e y
cuya situación pecuniaria é i n d e p e n d i e n t e le
hace fácilmente accesible toda clase de "satis-
facciones autorizadas".
El p r i m e r caso que o b s e r v ó L a s é g u e , cuyo
artículo estamos copiando, fué todavía más cu-
rioso y le impresionó profundamente. S e tra-
taba de un j o v e n de treinta años, más ó m e -
nos, ligado á una de las familias más h o n o r a -
bles de F r a n c i a y q u e gozaba de una posición
envidiable como secretario de un célebre per-
sonaje político de la época. E r a un h o m b r e in-
teligente, bello, y q u e por su educación tenía
abiertas las p u e r t a s del g r a n m u n d o . A h o r a
bien, la autoridad había recibido frecuentes
quejas de un escándalo q u e se r e p r o d u c í a en
una iglesia p e r i ó d i c a m e n t e y á la caída de la
noche. Un h o m b r e joven, cuyas s e ñ a s no se
especificaban, p r e s e n t á b a s e súbitamente d e -
lante de una de las tantas mujeres q u e iban á
orar; sacaba sus órganos, sin p r o n u n c i a r una
palabra, y d e s p u é s de haberlos exhibido des-
aparecía en las sombras. La vigilancia era di-
fícil á causa del n ú m e r o de l u g a r e s en d o n d e
hacía esta curiosa exhibición. Una tarde, sin
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 41

e m b a r g o , este e x t r a ñ o personaje fué arresta-


do en Saint-Roch en momentos en q u e se e n -
tregaba á sus prácticas periódicas delante de
una pobre vieja, q u e al o b s e r v a r l o dio un gri-
to, llamando la atención del a g e n t e de policía.
El delito era tan singular, q u e la autoridad pi-
dió un informe médico, e n c a r g a d o al profesor
L a s é g u e . Yo he tenido—dice éste—largas con-
versaciones con él, de las cuales no he p o d i -
do d e d u c i r los m e n o r e s indicios. La impulsión
era invencible y se r e p r o d u c í a periódicamen-
te, á las mismas horas, p e r o j a m á s por la m a -
ñana; era precedida de una ansiedad q u e el
enfermo atribuía á una resistencia interior.
L a s investigaciones continuaron con una c u -
riosidad y paciencia fácilmente concebibles,
p e r o sólo dieron datos negativos; en él todo
era i r r e p r o c h a b l e , salvo el acto q u e había mo-
tivado el a r r e s t o .
A l g ú n tiempo d e s p u é s — c o n t i n ú a el d i s t i n -
guido médico—oía hablar de una queja q u e
había sido puesta contra un empleado s u p e -
rior, de sesenta años de edad, viudo y c a r g a -
do de hijos. S e le acusaba de colocarse en su
ventana, m o s t r a n d o sus ó r g a n o s á una j o v e n
de quince años, q u e vivía enfrente. La exhibi-
ción tenía l u g a r todos los días por la mañana,
e n t r e las diez y las once; la escena repitióse
d u r a n t e quince días, y cesó otros tantos para
repetirse en seguida en condiciones idénticas.
42 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

Yo conocía p e r s o n a l m e n t e al culpable—refie-
r e el profesor citado—, lo fui á v e r y le exigí
confidencialmente datos q u e él no rehusaba;
convenía perfectamente en la enormidad y en
lo a b s u r d o de su falta, p e r o no podía dominar
su impulsión. La incitación instintiva era in-
termitente; p e r o d e s d e el momento que se pro-
ducía se manifestaba invencible y poderosa.
A d v e r t i d o á tiempo, resolvió partir para B é l -
gica, en d o n d e un año d e s p u é s murió á causa
de g r a v e s accidentes c e r e b r a l e s . O t r o i n d i v i -
duo, j o v e n de veinticinco años, fué a r r e s t a d o
en las circunstancias siguientes: todas las tar-
d e s , así q u e daban las cinco, se colocaba en el
rincón de la p u e r t a de un colegio de niñas. E n
el m o m e n t o en q u e salían las e x t e r n a s , s a c a -
ba sus ó r g a n o s y dejaba desfilar por delante
á las p o b r e s j ó v e n e s , escandalizadas. Este ma-
nejo fué s i e m p r e igual en cuanto al modo, á
la h o r a y al lugar, y se repitió d u r a n t e doce ó
quince días. Intervino la policía y fué conde-
nado á algunas s e m a n a s de prisión. Dos me-
ses d e s p u é s cayó enfermo, el médico se aper-
cibió q u e su escritura era i r r e g u l a r y q u e t e -
nía una debilidad intelectual incompatible con
su empleo. D e s p u é s de un año le s o b r e v i n i e -
ron accidentes c e r e b r a l e s , púsose h i p o c o n -
dríaco, hasta q u e por fin la locura se le decla-
r ó completamente.
L a s é g u e cita otros ejemplos q u e le p e r m i -
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 43

ten establecer los caracteres científicos de la


especie: exhibición á distancia sin manejos lú-
bricos, sin tentativas p a r a e n t r a r en r e l a c i o -
nes más íntimas, vuelta de la impulsión en el
mismo l u g a r y habitualmente á las mismas ho-
ros, n i n g ú n otro acto r e p r e n s i b l e bajo el pun-
to de vista genital, fuera de esta manifestación
monótona. Los hechos mencionados—conclu-
y e el apreciable d i r e c t o r de los Archivos de
Medicina—llevan el sello de los estados pato-
lógicos; su instantaneidad; su periodicidad; la
e n o r m i d a d del acto, reconocida por el e n f e r -
mo mismo; la ausencia de a n t e c e d e n t e s poco
honorables; la indiferencia por las consecuen-
cias q u e de él resultan; la limitación del a p e -
tito á una exhibición q u e nunca es el punto de
partida de a v e n t u r a s lúbricas, todos estos d a -
tos " i m p o n e n " la idea de una enfermedad (i).
Y no p u e d e s e r de otra m a n e r a . S e trata,
e v i d e n t e m e n t e , de estos estados mixtos d e
q u e venimos hablando, tan comunes en la vida
diaria y á m e n u d o desconocidos por la g e n e -
r a l i d a d . T o d o s , ó los más de ellos,marchan con
más ó menos rapidez hacia la p é r d i d a p e r p e -
tua de la razón, á la locura declarada. P u e d e n ,
no hay duda, p e r m a n e c e r por largo tiempo es-
tacionados en esta zona fluctuante, a c e n t u á n -
dose más sus p e r t u r b a c i o n e s sin llegar al l í -
(i) L A S É G U E : «Les exhibitionistes». Gazeltedes Hopi-
taux, núm. 5 1 . Mai, 1 8 7 7 , 5 6 2 année,
44 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

m i t e fatal; p e r o su estado, a u n q u e lejano, está


i n d u d a b l e m e n t e — volvemos á insistir — más
p r ó x i m o á la enfermedad q u e á la salud c o m -
pleta. Esta fusión imperfecta de ambos e s t a -
dos, esta mezcla e x t r a ñ a de situaciones tan
opuestas, la singular coexistencia de la razón
y de la locura, coloca á semejantes organiza-
ciones en una posición e x t r a o r d i n a r i a . E s —
dice un v e n e r a b l e alienista—el crecimiento de
las razas t r a n s p o r t a d o al o r d e n moral: se t r a -
ta de una clase de s e r e s aparte, v e r d a d e r o s
mestizos intelectuales q u e tienen m u c h o del
loco, p e r o q u e también poseen algo del h o m -
b r e razonable, ó bien del uno y del otro en
grados diversos.
P e n s a r q u e el m u n d o los cuenta p o r cientos
y por miles, y q u e sólo en F r a n c i a h a y c u a -
r e n t a mil epilépticos "conocidos", jes algo
q u e contrista y d e p r i m e al espíritu más a n i -
moso!
L o s " i n t e r m e d i a r i o s " están r e p a r t i d o s en
todas las clases sociales; n i n g u n a escapa á
este proteo, q u e se insinúa en todos los g r e -
mios, en todos los pueblos, y q u e vive con
igual e x u b e r a n c i a bajo todos los climas, a u n -
q u e bien es v e r d a d q u e en a l g u n o s se m u e s -
tra con m a y o r abundancia. T o d o s los h o m b r e s
son susceptibles de sufrir esas alteraciones,
a u n q u e , como lo d e m u e s t r a el a u t o r de la
Psicología Mórbida, parecen estar más e x p u e s -
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 45

tos los q u e han sido dotados por la Naturaleza


con una inteligencia s u p e r i o r .
Esto último, q u e tiene el aspecto seductor
de una paradoja brillante, está en parte com-
p r o b a d o por documentos irrecusables. Regis-
trad la historia, q u e ella va á s u m i n i s t r a r o s
un caudal a b u n d a n t e de datos. E n c o n t r a r é i s
un n ú m e r o considerable de h o m b r e s superio-
res, de r e y e s , de dinastías enteras, sufriendo
estos trastornos curiosos y transmitiendo de
p a d r e s á hijos el g e r m e n de sus terribles v e -
sanias.
Q u i e r o hacer en la historia de otros p u e -
blos u n a revista g e n e r a l , p a r a p r o b a r este
aserto, y m o s t r a r q u e lo q u e o b s e r v a m o s en
la n u e s t r a no es sino la producción de un f e -
nómeno, curiosísimo si se q u i e r e , p e r o bien
conocido, a u n q u e poco estudiado todavía. La
enunciación de estos hechos probados, mejor
q u e toda discusión teórica llevará, no lo dudo,
al espíritu m e n o s crédulo el más amplio y
completo convencimiento.
¿Cómo se producen, cuál es su mecanismo
íntimo? ¿Por q u é en aquellos individuos d o -
tados de una inteligencia privilegiada, estos
t r a s t o r n o s suelen m o s t r a r s e más acentuados,
por q u é se e n c u e n t r a n en íntima alianza, en
fusión i n s e p a r a b l e con el perfeccionamiento
excepcional de sus más altas facultades? T a l
es el p r o b l e m a q u e la patología mental de
46 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

n u e s t r o s días trata de r e s o l v e r estudiando el


c e r e b r o h u m a n o bajo todas su faces. Moreau
d e T o u r s , q u e ha acariciado por tanto tiempo
esta idea a p a r e n t e m e n t e ilusoria, ha escrito
un h e r m o s o libro, cuya p r i m e r a página e n -
cierra todo el a r g u m e n t o en estas pocas líneas:
"Las disposiciones del espíritu q u e hacen q u e
un h o m b r e se distinga de los d e m á s p o r la
originalidad de sus p e n s a m i e n t o s y de sus
concepciones, p o r la excentricidad ó e n e r g í a
de sus facultades afectivas, por la t r a n s c e n -
dencia de sus facultades intelectuales, provie-
nen de una misma fuente, en las mismas con-
diciones orgánicas q u e las d i v e r s a s p e r t u r b a -
ciones morales, de las cuales la "locura" y el
"idiotismo" son la e x p r e s i ó n más completa".
En el curso de ese precioso libro, la tesis
s e desarrolla y s e sostiene de una m a n e r a
brillante. L a herencia, s o b r e la cual insistimos
en d i v e r s a s p a r t e s de este trabajo, s e p r e s e n -
ta s i e m p r e , ó por lo menos en la mayoría de
los casos, explicando estos modos tan singu-
lares del espíritu. Moreau de T o u r s le da la
importancia capital q u e tiene, y cita en su
apoyo infinidad de ejemplos, tomados d e la
historia de los diversos pueblos. Nosotros sa-
c a r e m o s de su capitulo final algunos de los
más notables, a g r e g a n d o otros q u e e n c o n t r a -
mos en libros más ó m e n o s conocidos.
C a r l o s V—por ejemplo—en quien la t r a n s -
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 47

misión h e r e d i t a r i a aparece más visible, r e c i -


bió su neuropatía de Felipe el Hermoso, su
padre, q u e murió joven á consecuencia de la
vida d e p r a v a d a q u e llevó y de ataques r e p e -
tidos de una enfermedad nerviosa q u e se ase-
mejaba mucho á la "manía a g u d a " ; su mujer,
"Juana la Loca", d u r a n t e el curso de una vida
miserable, p r o b ó por la extravagancia de su
conducta q u e merecía este n o m b r e . Carlos V
venía al m u n d o habiendo recibido el g e r m e n
de las perturbaciones m o r a l e s de sus p a d r e s
y de su abuelo materno, F e r n a n d o de A r a g ó n ,
m u e r t o á la edad de sesenta y dos años en un
estado de melancolía profunda. En su j u v e n -
tud fué epiléptico y estuvo sujeto d e s d e su
más tierna edad á los accesos de lipemanía,
q u e lo obligaron más t a r d e á abdicar y á b u s -
car el reposo en el silencio de un claustro (i).
Felipe II, su hijo, aquella alma de h i e r r o q u e
ha dejado en el m u n d o tan siniestros r e c u e r -
dos, e r a víctima d e los más n e g r o s a t a q u e s de
melancolía, y basta—como dice Guardia—, re-
c o r r e r su c o r r e s p o n d e n c i a p a r a e n c o n t r a r el
indicio cierto de un mal profundo q u e se t r a -
duce por alteraciones del carácter.
Esta h e r e n c i a maldita no se detiene ni se
e x t i n g u e en tan pocas generaciones; continúa
insinuándose en las q u e vienen después, c a m -

(i) J . M. GUARDIA.- La Médecine a travers les siécles.


48 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

biando caprichosamente sus formas, sin p e r -


d e r su naturaleza,casi s i e m p r e i n a l t e r a b l e . P o r
esto es q u e se ven familias, generaciones, pue-
blos enteros, a r r a s a d o s por la transmisión casi
infalible de la h e r e n c i a patológica. Felipe II
no es el último de los n e u r ó p a t a s regios de su
dinastía. Viene su hijo Carlos, h e r e d e r o de la
corona, epiléptico y sujeto á extravagancias y
accesos de furor asimilables á una manía h e -
reditaria. D e s p u é s s i g u e esa s e r i e de Felipes
imbéciles y locos todos ellos: Felipe III e r a
casi un cretino, F e l i p e IV, su sucesor, se p a -
recía m u c h o al e m p e r a d o r Claudio, y tenía el
aire, las facciones y la conducta de un idiota.
L a debilidad intelectual de los últimos r e p r e -
s e n t a n t e s de la dinastía austríaca, s e r e v e l a
sin atenuación alguna en la p e r s o n a de C a r -
los II, este p o b r e príncipe miserable y e n f e r -
mizo, impotente y maníaco, q u e se creía e n -
demoniado. Felipe V, el nieto de L u i s XIV,
abdicó la p r i m e r a vez en un acceso de manía.
Vuelto al trono, su conducta en el palacio e r a
la de un v e r d a d e r o loco; pasaba meses e n t e r o s
en cama, sin q u e r e r cambiar las sábanas y en
medio de la más r e p u g n a n t e inmundicia, mal-
t r a t a n d o á su mujer y e n t r e g á n d o s e á toda
clase de e x t r a v a g a n c i a s (i).
G e n i o elevado á su más alta potencia, i m -

(i) Véase GUARDIA, ob. cit.


ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 49

becilidad congénita, virtudes y vicios i g u a l -


m e n t e poderosos, ferocidad tremenda, t r a n s -
portes maníacos irresistibles, inmediatamente
seguidos de arrepentimiento, hábitos crapulo-
sos, m u e r t e p r e m a t u r a de los hijos, ataques
epileptiformes, todo—dice Moreau d e T o u r s —
se e n c o n t r a b a r e u n i d o en el czar P e d r o el
G r a n d e ó en su familia.
F e d e r i c o Guillermo, el p a d r e del g r a n Fe-
derico de Prusia, e r a víctima de sus accesos
de locura moral. No se p u e d e explicar de otra
manera, sino por una p e r v e r s i ó n real de las
facultades afectivas, las brutales excentrici-
dades q u e señalaron los últimos días de su
vida. B o r r a c h o hasta el exceso, había concluí-
do por caer en una profunda hipocondría; va-
rias veces intentó e s t r a n g u l a r s e , y á no s e r
por la intervención de la reina h u b i e r a puesto
fin á sus días (i).
H e r m a n d a d curiosa q u e nos obliga á incli-
narnos y aceptar, a u n q u e con las r e s e r v a s
consiguientes, el origen común del genio y
de la locura. ¡Lo más g r a n d e y más sublime de
las perfecciones h u m a n a s confundida en la
cuna y e m a n a n d o de un mismo tronco con la
más deplorable de las enfermedades! Q u e la
observación confirma esta aserción atrevida,
esta ridicula paradoja de no hace muchos años,
(i) M O R E A U DE TOURS: Troisiéme partie: faits biogra-
phiques.
50 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

es una v e r d a d innegable sin duda, p o r q u e en-


tre otras razones está la de e n c o n t r a r s e e n t r e
los ascendientes de aquellos individuos dota-
dos de una inteligencia s u p e r i o r ó solamente
colocados arriba del nivel común—dice Mo-
rel—, alienados ó personas sujetas á afecciones
del sistema n e r v i o s o , alcohólatras, idiotas ó
suicidas, y e n t r e los hijos ó nietos de estos
desgraciados, p e r s o n a s dotadas de cualida-
des morales é intelectuales de un o r d e n s u -
perior.
La v e r d a d es q u e estos estados enfermizos
llevan al o r g a n i s m o y p a r t i c u l a r m e n t e al c e -
r e b r o , elementos de vida poderosos, d e t e r m i -
n a n d o una excitación considerable y una con-
centración m u y g r a n d e de la vitalidad en el
ó r g a n o de las ideas. El loco en sus m o m e n t o s
lúcidos raciocina g e n e r a l m e n t e (y salvo c i e r -
tas excepciones más ó menos comunes) con
m a y o r claridad y con más rectitud de juicio
q u e en las épocas a n t e r i o r e s á su e n f e r m e -
dad. E s t e es un hecho de observación y d e -
p e n d e e v i d e n t e m e n t e de ese estímulo p o d e -
roso q u e o b r a s o b r e el ó r g a n o de la inteligen-
cia y cuya e x a g e r a c i ó n p r o d u c e el delirio.
Estos signos de perfección intelectual q u e
tienen sus m o m e n t o s fugaces ó d u r a d e r o s de
lucidez ''extrema, constituyen, p o d e m o s decir
así, sus extravagancias, p o r q u e son actos y
n s a m i e n t o s en oposición con su vida y
p e
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 51

modo d e raciocinar habitual; así como las c o -


nocidas " m a n í a s " de los h o m b r e s s u p e r i o r e s
son sus instantes de locura y constituyen r a s -
gos de lo q u e podía llamarse "atavismo m e n -
tal", p o r q u e se desvían de la c o r r i e n t e natural
y lógica en q u e m a r c h a n sus ideas para retro-
c e d e r hasta el punto de su nacimiento común
con la locura. En aquél, en esos momentos de
bonanza, la excitación es r e l a t i v a m e n t e dema-
siado débil p a r a producir el delirio, y e n t o n -
ces sólo s e manifiesta una actividad de las fa-
cultades intelectuales; en éstos, el elemento
patológico originario despierta por la s o b r e -
excitabilidad en q u e suele e n c o n t r a r s e su e s -
píritu s u p e r i o r y q u e se t r a d u c e por actos q u e
revelan su cuna. A m b o s terminan, g e n e r a l -
mente, en el mismo estado, el p r i m e r o en el
estupor, en la demencia, en el idiotismo; el
segundo, en una enfermedad cerebral que v a -
ría en cuanto á sus formas, pero q u e frecuen-
temente se acerca por s u s síntomas á a l -
guna de aquéllas. Esto, nadie n e g a r á , es un
lazo común e n t r e esos dos estados, y si bien
no lo p r u e b a definitivamente, por lo menos
hace s o s p e c h a r m u y g r a n d e s afinidades de
origen.
L o s ejemplos de paralíticos, afásicos ó i m -
béciles, e n t r e ese g r u p o de predestinados, no
faltan por cierto.
O'Connell, el célebre o r a d o r irlandés, m u -
52 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

rió de una parálisis general, lo mismo q u e


Donizetti, el inmortal a u t o r de Lucía y de Lu-
crecia Borgia; esta enfermedad (pariencefali-
tis difusa) es tan común en los locos, q u e por
mucho tiempo se ha creído q u e sólo ellos la
sufrían; de aquí su n o m b r e de "locura p a r a l í -
tica" y de aquí también la idea de c o n s i d e -
rarla como una vesania. En los últimos años
de su vida, N e w t o n cayó en un e s t u p o r p r o -
fundo y, s e g ú n Z i m m e r m a n , su cabeza se h a -
bía debilitado tanto, q u e le privaba de la facul-
tad de pensar; eran los síntomas p r i m e r o s de
una demencia crónica indudable (i).
Beethoven, naturaleza e x t r a o r d i n a r i a y d o -
tada de una susceptibilidad casi patológica,
e x t r a v a g a n t e y maniático, exaltado y violento
como pocos h o m b r e s , terminó en ese estado
de t e r r i b l e melancolía, de estupor e x t r e m o
q u e puso t é r m i n o á su existencia.
B o e r h a a v e 'caía, d e s p u é s de trabajos menta-
les prolongados, en un estado de estupor com-
pleto y murió de una enfermedad á la cabeza;
p r o b a b l e m e n t e de h e m o r r a g i a c e r e b r a l .
L i n n e o t e r m i n ó sus días en un estado de
"demencia s e n i l " horrible, d e s p u é s de h a b e r
sufrido en el curso de su vida frecuentes ata-
q u e s nerviosos cuya naturaleza no p o d e m o s
especificar.

(i) ZIMMKRMAM: La experiencia, pág. 238.


ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 53

W e l l i n g t o n , el g r a n Beccaría, L u i s X I V ,
C o r v i s a r t , Cabanis, Spallanzani, m u r i e r o n
como otros muchos h o m b r e s de su talla, de
congestión cerebral, lo mismo q u e Catalina la
g r a n emperatriz de Rusia, q u e D u p u y t r e n ,
q u e E u l e r y que Malpighi.
A d e m á s , no es raro, ó mejor dicho es c o -
mún, e n c o n t r a r en la descendencia de muchos
de ellos m i e m b r o s afectados de e n f e r m e d a d e s
nerviosas de cualquier g é n e r o . Ejemplo: los
hijos del g r a n Conde; la familia de Alejandro
el G r a n d e ; sus p a d r e s , sus hijos y él mismo,
q u e murió de una forma de locura alcohólica;
los descendientes de lord Chatam y de B e r -
n a r d i n o de S a i n t - P i e r r e , el autor de Pablo y
Virginia.
T o d o esto revela p u n t o s d e afinidad i n d u -
dable e n t r e los h o m b r e s s u p e r i o r e s y los " i n -
t e r m e d i a r i o s " por lo menos, no sólo por estos
rasgos comunes, sino también por sus e x t r a -
vagancias, y á veces por los síntomas de ver-
d a d e r a locura; exaltación maníaca, delirio
de las persecuciones, lipemanía, etc. En los
alienados v e s e tombién en muchas ocasio-
nes una actividad, una perfección y desarro-
llo inusitado de ciertas facultades, y a u n q u e
esto no es tan frecuente como podía i m a g i -
narse, se observa, sin e m b a r g o , no sólo en
sus momentos de calma, sino también d e s p u é s
de su curación. No son excepcionales, en
54 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

p r u e b a de este último aserto, los ejemplos


q u e encontramos en los tratados especiales
de individuos qué, dotados p o b r e m e n t e por
la Naturaleza, a d q u i e r e n d e s p u é s de u n a en-
fermedad mental un desarrollo más g r a n d e
d e algunas funciones intelectuales, una v i v e -
za especial de su imaginación, q u e desplega
bríos insólitos y se m u e v e con una facilidad
relativamente grande.
Si estos ejemplos no son comunes, t a m p o -
co pueden e n t r a r en los límites de las c u r i o -
sidades patológicas. N o por esto quiero, ni
aun r e m o t a m e n t e , afirmar este disparate: q u e
todos los locos son h o m b r e s de genio. H a g o
esta advertencia para las inteligencias inacce-
sibles á ciertas v e r d a d e s poco conocidas y
para los q u e están s i e m p r e dispuestos á inter-
p r e t a r las cosas torcidamente y con la l i g e r e -
za de juicio propia del vulgo. P e r o lo q u e
evidencia la observación es q u e las n a t u r a l e -
zas más prosaicas, los t e m p e r a m e n t o s menos
excitables pueden e l e v a r s e á g r a n d e s alturas
en el período de exaltación de la manía, fran-
ca, libre y e x t r e m a d a m e n t e estimulada su fan-
tasía por las incitaciones poderosas de su
mismo estado anómalo. En la "monomanía ra-
z o n a d o r a " ó, como q u i e r e Bigot, en el p e r í o d o
razonador de la enajenación mental, es mu-
chas veces difícil para el alienista descifrar el
delirio de un loco, por la m a n e r a sabia y el
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 55

exquisito talento con q u e algunos manejan la


paradoja y la simulación (i).
H a y ciertos maníacos y lipemaníacos q u e
en sus buenos momentos razonan de una ma-
n e r a tan clara y tan perfecta, q u e á veces h a -
cen imposible la interdicción. Bigot cita el
caso de un loco q u e ocultaba con e x t r e m a d a
sagacidad su estado valiéndose del c o n v e n c i -
miento, q u e á no s e r la a y u d a del guardián,
testigo diurno y nocturno de sus acciones, le
habría tomado por un h o m b r e en su más per-
fecto estado de salud.
L a creencia de q u e los h o m b r e s privilegia-
dos tienen s u s extravagancias y e x c e n t r i c i d a -
des, q u e por su fuerte acentuación toman m u y
á m e n u d o un carácter patológico; la e x i s t e n -
cia de sus delirios, alucinaciones y á veces
accesos d e v e r d a d e r a enajenación mental, es
una v e r d a d q u e viene dibujándose y h a c i é n -
dose camino hace mucho tiempo en la m e n t e
de los o b s e r v a d o r e s . Esto no es nuevo, p o r -
q u e en el m u n d o de las ideas no h a y nada
nuevo; la tesis, a u n q u e ligeramente d e s a r r o -
llada por algunos a u t o r e s modernos, está s i n -
tetizada en esta estrofa profética de V o l -
taire:

(i) V . BIGOT: Des periodes raiaonnenles de l'aliena-


tion mentale.
56 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

«De notre etre imparfait voila les éléments:


Le ciel en nous formant mélangea notre vie
De raison, de folie,
lis composent tout Thomme, ils forment son essence.

"He aquí por q u é — d i c e Moreau de T o u r s ,


q u e ha escrito sobre esto un libro de quinien-
tas páginas, algunas de cuyas ideas dejamos
expuestas—, he ahí p o r q u é el genio está á
veces condenado á delirar; por q u é la aplica-
ción m u y sostenida de la atención, la e x a l t a -
ción d e la imaginación (facultades que, s e g ú n
N e w t o n , son el genio mismo) conducen a m e -
n u d o á las p e r t u r b a c i o n e s del espíritu; por-
qué, en fin, el h o m b r e , como ha dicho R o u s -
seau, r e t o r n a tan fácilmente á su primitiva es-
tupidez. A u g u s t o Comte, el más ferviente
p r o p a g a d o r y r e c o n s t r u c t o r del Positivismo,
es uno de los h o m b r e s en quien tal vez es más
visible esta p r e t e n d i d a h e r m a n d a d , y en
quien, s e g ú n la expresión poética de L a m a r -
tine, las vibraciones de la fibra h u m a n a fueron
tan fuertes, q u e su corazón no p u d o soportar-
las sin r o m p e r s e . En el p r i m e r t r i m e s t r e de
1826—diceEmilioLittré—, cuando estaba ocu-
pado en la p r i m e r a exposición del sistema d e
filosofía positiva q u e entonces p r o p a g a b a en-
t r e sus contemporáneos, fue atacado de enaje-
nación mental (1). Y bien, dos años d e s p u é s

(i) LITTRÉ: Auguste Comte et la PhilosophiePcsitive.


R O S A S Y EL D O C T O R P R A N C I A 57

d e este a t a q u e t e r r i b l e , q u e C o m t e llamaba
su crisis cerebral, publicó su curso completo
de Filosofía Positiva, uno de los productos
más perfectos del espíritu humano, según el
autor de la Historia de la Lengua francesa.
P e r o C o m t e no es el único. Lo mismo q u e
él, y á igual altura, se e n c u e n t r a n otros, como
K e p l e r o , cuyas e x t r a v a g a n c i a s lo acercan mu-
cho á los g r a n d e s alucinados, á la cabeza de
los cuales se e n c u e n t r a n S w e d e n b o u r g y Hen-
nequin.
Swift murió loco, y su espíritu enfermo se
revela e l o c u e n t e m e n t e en ese folleto q u e p u -
blicó en 1729 y q u e T a i n e ha r e p r o d u c i d o en
la Revue des Deux Mondes. L l e v a b a por título:
Proposición modesta para impedir que los niños
pobres en Irlanda no sean una carga á sus pa-
dres y á su país. En este panfleto Swift propo-
nía q u e á los niños de b u e n a constitución y
de cierta edad se les beneficiara para v e n d e r
su carne, colocando " p u e s t o s " en distintos
puntos de la ciudad de Dublin a d o n d e p u d i e -
ran c ó m o d a m e n t e c o n c u r r i r los carniceros (ci-
tado también por Moreau). Swift había presen-
tido su enfermedad, y e n t r e sus ascendientes
se e n c o n t r a b a n algunos n e u r ó p a t a s .
W a t t murió hipocondríaco. S a v o n a r o l a s u -
fría frecuentes alucinaciones y caía á m e n u d o
en éxtasis, d u r a n t e los cuales, s e g ú n él, se
comunicaba con el E s p í r i t u S a n t o .
58 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

Haller sufrió en los últimos períodos de su


vida una v e r d a d e r a lipemanía religiosa. Ha-
r r i n g t o n era un alucinado, lo mismo q u e Car-
dano y Lavater. Z i m m e r m a n , el autor de la
E x p e r i e n c i a en Medicina, fué víctima d u r a n t e
su vida de crueles ilusiones y t e r m i n ó en una
hipocondría. Goethe, lo mismo q u e Pascal, su-
fría alucinaciones.
Y p a r a no concluir sin citar al h o m b r e cuya
neurosis ha tenido más influencia s o b r e su
época, hablaremos de Juan Jacobo Rousseau,
el tipo más acabado del t e m p e r a m e n t o n e r -
vioso y una de las misantropías más acentua-
das q u e se e n c u e n t r a n en la historia de los
q u e llama E m e r s o n g r a n d e s r e p r e s e n t a n t e s
de la h u m a n i d a d . R o u s s e a u tenía accesos de
v e r d a d e r a locura afectiva, y las revelaciones
curiosas q u e uno de sus más íntimos amigos
ha dejado s o b r e el estado mental de este hom-
b r e e x t r a o r d i n a r i o , sirven a d m i r a b l e m e n t e
para la confección de un diagnóstico r e t r o s -
pectivo. T e n í a algunas veces accesos q u e se
manifestaban por un delirio de las p e r s e c u -
ciones en que, á propósito de cualquier c i r -
cunstancia pueril, hablaba de las pérfidas y
ocultas maquinaciones de sus enemigos; e n -
traba en convulsiones fuertísimas q u e i m p r i -
mían á su fisonomía, s e g ú n dice Corancez, un
aspecto h o r r o r o s o , e n t r e g á n d o s e á extrava-
gancias propias ú n i c a m e n t e de un loco. Rous-
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 59

seau, como s u c e d e casi s i e m p r e , había recibi-


do p o r herencia su estado mental.
L a m a y o r í a de estos datos biográficos son
tomados del libro de Moreau de T o u r s , cuyo
capítulo último está c o n s a g r a d o á hacer una
r e s e ñ a m u y ligera del estado mental de estos
h o m b r e s . En casi todos se concreta ú n i c a -
m e n t e á consignar la enfermedad q u e sufrían,
puesto q u e su objeto principal no es estudiar-
los individualmente, como es n u e s t r o propó-
sito hacerlo con algunos de n u e s t r o s más cé-
l e b r e s personajes.
N o p o d e m o s , p o r q u e no es ese n u e s t r o
objeto, e n t r a r á apreciar la p a r t e q u e en los
acontecimientos históricos hayan tenido los
estados mentales de q u e acabamos de h a -
blar, p a r t i c u l a r m e n t e de aquellos que, como
Cromwell, víctima de frecuentes t r a s t o r n o s y
agitado por los accesos t e r r i b l e s de una hipo-
condría; de Richelieu, sujeto también á a c c e -
sos de locura; de Carlos el T e m e r a r i o , q u e
s e g ú n Michelet se volvió loco de pesar; de
P e d r o el G r a n d e , de Carlos V, de F e r n a n -
do Vil, y de tantos otros q u e han tenido en
sus manos la s u e r t e del m u n d o e n t e r o ó q u e
han dispuesto de la vida de sus pueblos h a -
ciéndolos víctima de sus caprichos, como Fer-
n a n d o y Felipe II.
¡Cuántas h o g u e r a s se han levantado, c u á n -
tas cabezas han caído sin causa, sólo por las
60 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

exigencias de un c e r e b r o agitado p o r el a u r a
t e r r i b l e de incurable neurosis!
¡Cuántas g u e r r a s sangrientas, cuántos p u e -
bles en ruina, cuántos h o g a r e s disueltos por
un espíritu en convulsiones, p o r una inteli-
gencia " e m i n e n t e " p o r su desequilibrio!
L a explicación d e ciertos acontecimientos
históricos d e b e buscarse, en m u c h a s ocasio-
nes, d e n t r o del cráneo de algún r e y h i p o c o n -
dríaco, ó de algún m a n d a t a r i o enardecido p o r
las vibraciones enfermizas de su encéfalo.
El desarrollo de este punto sería objeto de
un libro q u e nadie ha escrito todavía, y nues-
tro objetivo, a u n q u e s i g u i e n d o la misma c o -
r r i e n t e de ideas, es más circunscrito, p o r q u e
sólo tomamos la historia patria como tema d e
estos a p u n t e s .
C A P Í T U L O II

LAS NEUROSIS EN LA HISTORIA

Las neurosis en la Historia.—Ideas de Tissot y Dide-


rot.—Los neurópatas célebres.—La Histología de la
historia.—Fisiología de la generación de la Revolu-
ción é Independencia.—Su temple, sus costumbres,
sus enfermedades.—Por qué fué vigorosa y sana.—
La selección natural.—-La lucha por la existencia.—
Los conquistadores de América.—Herencia de cier-
tos rasgos.—Quiroga y Artigas.—Atavismo moral.
Caracteres adquiridos y hereditarios.—La imagina-
ción de los conquistadores transmitida en su estado
de exaltación.—Los milagros en la historia de la con-
quista.—Predisposición hereditaria á las perturba-
ciones cerebrales.—Influencia délos acontecimientos
políticos.—Opiniones de Esquirol, Piner, Lunier, et-
cétera, etc.—Influencia déla Revolución Argentina y
de la anarquía.—La Montonera.—Epidemias de his-
terismo en las provincias.—Exaltación cerebral du-
rante la anarquía.—Quiroga y Aldao en la etiología
de la enteritis en Tucumán.—La anarquía en la pa-
togenia de las perturbaciones nerviosas y en las en-
fermedades al corazón.—Enfermedades nerviosas en
nuestros grandes hombres.—Rivadavia.—Don M. J.
García.—D. Vicente López.—El almirante Brown.—
Los epilépticos.—D. Florencio y D . J. Cruz Várela.
62 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

Influencia del clima.—Opiniones ds M. Moussy.—


Conclusión.

D E q u é naturaleza e r a esa fuerza irresis-


tible q u e a r r a s t r a al suicidio al almi-
r a n t e B r o w n , el viejo paladín de n u e s t r a s l e -
y e n d a s marítimas, q u e poblaba su m e n t e de
p e r s e g u i d o r e s t e n a c e s q u e e n v e n e n a b a n el aire
d e s u s pulmones y a m a r g a b a n los días d e su
vida?
¿Cómo s e producían en el Dr. F r a n c i a los
fuertes accesos de aquella n e g r a hipocondría,
q u e r o d e a b a de s o m b r a s su espíritu selecto,
a c e n t u a n d o tanto los r a s g o s d e su fisonomía
de C é s a r d e g e n e r a d o ?
¿Cuál era la fibra oculta q u e animaba la
mano de la Mazorca en s u s d e p r e d a c i o n e s in-
terminables, q u e ponía en movimiento el cu-
chillo del fraile Aldao, la lanza de F a c u n d o ,
la pluma de Juan Manuel Rosas en sus v e l a -
das homicidas tan largas?
T o d o espíritu d e s p r e v e n i d o admitirá en
presencia de ciertos hechos—decía T i s s o t —
la necesidad de hacer i n t e r v e n i r l a psicología
m ó r b i d a en la apreciación de todo aquello q u e
s e refiere á la actividad moral é intelectual
del h o m b r e en g e n e r a l y en particular d e
aquellos individuos á quienes la P r o v i d e n c i a
ha colmado con sus d o n e s . O r i g e n , p r e d i s p o -
siciones h e r e d i t a r i a s , p r ó x i m a s ó lejanas,
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 63

a g r e g a el sabio autor, r e v e l a d a s por los pa-


rientes, descendientes, ascendientes ó c o l a t e -
rales, disposiciones idiosincrásicas, innatas ó
adquiridas, aferentes al estado fisiológico y
patológico del sistema nervioso, al estado pa-
tológico s o b r e todo, todas estas causas r e c l a -
man su parte de influencia, tanto más m a n i -
fiesta cuanto más v i g o r o s a m e n t e dotada sea
la constitución.
"Conjeturo q u e estos h o m b r e s de un t e m -
p e r a m e n t o s o m b r í o y melancólico, no debían
esa penetración e x t r a o r d i n a r i a y casi divina
q u e les notamos por intervalos y q u e los con-
ducía á e n g e n d r a r ideas, u n a s veces dispara-
tadas y e x t r a v a g a n t e s y otras sublimes, sino
á una perturbación periódica de la máquina
c e r e b r a l " (i). N o q u e r e m o s v o l v e r á insistir
s o b r e este punto "que dejamos l i g e r a m e n t e
ampliado en el capítulo anterior; pero todo
esto nos induce más á c r e e r q u e efectivamen-
te el genio y la locura tienen algunos puntos
de afinidad. El que q u i e r a c e r c i o r a r s e de la
m a y o r ó m e n o r exactitud que encierra esta
proposición, todavía m u y discutible, p u e d e
leer á W a g n e r , á D r a g ó n , á Bigot, á Lucas, á
Moreau de T o u r s , para convencerse de q u e
esos dos p r o d u c t o s tan opuestos dimanan, tal

(i) D I D E R O T : Diccionario Enciclopédico, art. «Teó-


sofos».
64 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

vez, d e un tronco común y tienen a l g u n a s de


s u s faces idénticas.
E s t u d i a n d o con atención la Historia A r g e n -
tina, n u e s t r o espíritu se ha familiarizado más
con esta idea, que tiene algo de p a r a d o j a y mucho
de verdad, porque allí hemos e n c o n t r a d o t a m -
bién organizaciones privilegiadas sufriendo
esas p e r t u r b a c i o n e s inconcebibles del espíritu.
S e m e j a n t e s dislocamientos/profundos, incura-
bles, a p a r e c e n en algunos con todo su horrible
aspecto y vienen como a m a r r a d o s á la cuna,
absorbidos en la leche materna; p a r e c e q u e al
n a c e r trajeran un pedazo del alma del p a d r e
ó de la m a d r e , como fundido en su cabeza con
todas sus s o m b r a s y su colorido enfermizo;
es q u e no han podido eludir el peso abruma-
d o r de este misterio inescrutable q u e llama-
mos herencia patológica. O t r o s sólo p r e s e n t a n
matices más ó menos fuertes y obscuros, y
sólo espiando los momentos en q u e se p r o d u -
cen sus exaltaciones s u p r e m a s , buscando aten
t a m e n t e en todos los actos de su vida pública
y privada, i n t e r r o g a n d o al o r g a n i s m o físico en
s u s interminables manifestaciones, p u e d e n
d e s c u b r i r s e estas modalidades patológicas tan
d i g n a s de estudio.
P a r a los q u e viven alejados de ese g é n e r o
de investigaciones y q u e sólo consideran una
faz en estos h o m b r e s superiores, la idea de un
estado moral distinto al de los d e m á s es indu-
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 65

dablemente ridicula y hasta imposible. S u p o -


n e r estados excepcionales, perturbaciones del
cerebro, leves ó profundas, en individuos q u e
han mostrado en todos los actos de su e x i s -
tencia precisamente lo contrario; que muchos
de ellos han descollado por su cordura y por
el brillo de sus facultades y no por sus e x t r a -
vagancias (de las cuales nuestra historia no se
ha dignado ocuparse) es cometer una locura
ó tratar de p r o b a r un absurdo. P e r o basta ho-
j e a r siquiera l i g e r a m e n t e uno de estos libros
especiales, un tratado cualquiera de patología
mental, q u e tanto a b u n d a n en la literatura
médica de n u e s t r o s días y q u e tratan fisioló-
gicamente la cuestión, para c o n v e n c e r s e de
dos cosas: la primera, q u e esta idea, es decir,
la de q u e casi todos los h o m b r e s s u p e r i o r e s
están llenos de manías ó son notoriamente
neurópatas, no es nueva, y la s e g u n d a q u e le-
j o s de ser una quimera, es una aserción m u y
discutida y q u e tiende á tomar un l u g a r defi-
nitivo en la ciencia.
La aplicación de estos principios á n u e s t r a
historia p a r e c e r á impropia, p o r q u e hemos c o -
nocido la vida de casi todos nuestros h o m b r e s
célebres transmitida por la tradición fabulosa
y desfigurada, ó por la biografía meliflua de
sus biógrafos amigos, y p o r q u e muchos histo-
r i a d o r e s "han c r e a d o " al personaje á su c a p r i -
cho y nos lo han impuesto difundiendo e r r o -
5
66 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

r e s q u e h o y es difícil combatir. Nos los han


hecho conocer incompletamente, i n s p i r á n d o s e
en la doctrina poco provechosa de Salustio:
Animi corforis servido magis utimur, e s -
cribiendo sus Vidas i m p e r s o n a l m e n t e y sin
q u e r e r r e v e l a r n o s los detalles más preciosos:
su modo de s e r habitual, su fisonomía, sus
caprichos, su parte moral y su p a r t e física,
sus estados fisiológicos y patológicos. C o n o -
cemos al poeta, en la estrofa mentirosa, en el
poema, sin reflexionar q u e el poeta, y m u y es-
pecialmente el nuestro (salvo excepciones), es
todo lo contrario de lo q u e a p a r e c e en sus
versos; son lo q u e " r e s u e l v e n " ser, ó lo q u e
ha sido el modelo q u e se han p r o p u e s t o imi-
tar. Esto es evidente. P a r a muchos de ellos
hay una filosofía oficial, la d e los v e r s o s de
Byron, Leopardi, Foseólo, etc., de la cual no
p u e d e n s e p a r a r s e . Los poetas, ante todo, son
h o m b r e s , y con r a r o s ejemplos no hay h o m b r e
q u e esté hastiado de la vida y q u e aspire c o n s -
t a n t e m e n t e á abandonarla por otra de m u y
problemática existencia. Esto sólo p u e d e s u -
c e d e r bajo la presión de un estado patológico
perfectamente caracterizado, y sin e m b a r g o ,
¿cuál es aquel de todos n u e s t r o s g r a n d e s y
p e q u e ñ o s versificadores q u e no manifieste ese
mentido cansancio de la existencia terrena,
ese constante aspirar á otra vida más perfecta
y por la cual, e v i d e n t e m e n t e , no a b a n d o n a r í a
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 67

la q u e tiene? No conozco e n t r e ellos n i n g ú n


suicida, y sí muchos apasionados de los más
pueriles goces de la vida, y sin duda que á s e r
cierta esta atrofia deplorable del instinto de la
propia conservación, todos ellos lo serían.
Lo q u e s u c e d e con los poetas, sucede, a u n -
q u e m e n o s fecuentemente, con los militares,
con los abogados, estadistas y escritores de
aquella época. P o r esto, para conocerles, es
m e n e s t e r no d e t e n e r s e en la p u e r t a del hogar,
m e n o s p r e c i a n d o ciertas nimiedades de c a r á c -
ter p u r a m e n t e p r i v a d o , ciertas debilidades
más ó m e n o s g r o s e r a s , como indignas de la
p o m p a y majestad de la historia, p o r q u e sería
cometer un a b s u r d o y falsear la v e r d a d d e s -
preciar un criterio de inapreciable valor p a r a
la averiguación de los hechos.
L a anatomía de la vida íntima es muchas ve-
ces una p i e d r a de toque bastante sensible
para el estudio y conocimiento de estos g r a n -
des caracteres, p o r q u e los revela en toda su
desnudez, p o r q u e los da á conocer de una ma-
n e r a acabada, con u n a minuciosidad anatómi-
ca, m o s t r a n d o sus s o m b r a s y sus secretos más
recónditos, y c o n t r i b u y e n d o á darles ese r e -
lieve histórico q u e anima y vivifica las g r a n -
des figuras resucitadas por el pincel a d m i r a -
ble de lord Macaulay. Esto es lo q u e p u e d e
llamarse la histología de la historia. Ella s i r v e
para el estudio de los móviles ocultos q u e en-
68 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

cierran ciertas acciones, al p a r e c e r incompren-


sibles, d e s c u b r e el misterioso motor de m u -
chas determinaciones caprichosas, la índole de
sus tendencias, la naturaleza íntima de su c a -
rácter, e s c u d r i ñ a n d o la vida hasta en sus más
pueriles manifestaciones, de la misma m a n e r a
q u e la histología p r o p i a m e n t e dicha, con su
espíritu'esencialmente analítico, estudia y des-
cribe el último de los elementos anatómicos^
d á n d o s e cuenta por su evolución y t r a n s f o r -
maciones de todos los procesos orgánicos ulte-
r i o r e s . No escapa nada á este método a g r e s i -
v o de análisis, á esta luz p e n e t r a n t e y sutil
q u e se insinúa por los más obscuros r e p l i e -
g u e s del alma humana, q u e i n t e r r o g a al c u e r p o
p a r a explicarse las evoluciones del espíritu y
q u e desciende hasta el h o m b r e privado, b u s -
cando en sus idiosincrasias morales el c o m -
plemento necesario del h o m b r e público. Den-
t r o de esa p l é y a d e de p e r s o n a s ilustres q u e
nos da á conocer la historia patria, existen
m u c h a s que, gracias á este sistema de i n v e s -
tigación, nos han r e v e l a d o en sus manifesta-
ciones morales é intelectuales un fondo ner-
vioso, enfermizo, herencia, en parte, de la épo-
ca y del medio en q u e vivieron, en parte de
la organización excepcional de su propia na-
turaleza.
Bajo el p u n t o d e vista físico y moral, la ge-
neración á quien cupo la ardua t a r e a de la
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 69

Revolución é Independencia del país, estaba


formada por individuos maravillosamente pre-
p a r a d o s . La Naturaleza nos había hecho el pre-
sente de este conjunto de h o m b r e s p r o v i d e n -
ciales, vigorosos, audaces, favorecidos por la
s u p r e m a c í a de un t e m p e r a m e n t o nervioso y
de una constitución fuerte, atlética é intacha-
ble. S e a q u e el sibaritismo de los monarcas
españoles no había llegado hasta ellos para
aniquilar la sencillez patriarcal de sus costum-
bres, la rectitud admirable de sus hábitos d o -
mésticos, para d e s t r u i r la frugalidad legenda-
ria de su tiempo y la actividad física, ya que
no la intelectual, adormecida por una inacción
a l a r m a n t e , lo cierto es q u e aquella tribu ve-
n e r a b l e no fué azotada por las e n f e r m e d a d e s
á q u e estuvo sujeta la que le sucedió y q u e se
han hecho patrimonio ineludible de la actual.
L a s fuertes emociones de la libertad, que sólo
d e s p u é s conocieron, la u s u r a orgánica q u e
p r o d u c e n en la economía los trabajos propios
de otras épocas más felices, y sobre todo ese
e n e r v a m i e n t o y molicie i n h e r e n t e s al refina-
miento de c o s t u m b r e s que trae consigo la ci-
vilización y q u e ellos no conocían, contribuyó
sin duda á la conservación de ese vigor físi-
co envidiable y necesario que desarrollaron
e n ' t o d o s los instantes de aquella odisea sin
ejemplo.
T o d a s esas enfermedades, con sus determi-
70 JOSÉ M. R A M O S MEJÍA

naciones múltiples y difusas, de q u e sólo nos-


otros, y por experiencia dolorosa, t e n e m o s
una noción precisa; aquellos d e s ó r d e n e s c r ó -
nicos y e t e r n o s con sus consecuencias inevi-
tables, la escrófula con sus síntomas diversos,
con su m a r c h a r e g u l a r d e s d e las partes super-
ficiales hasta lo más íntimo del organismo; la
clorosis, con las alteraciones obscuras de la
h e m a t o p o y e s i s y sus trastornos curiosos; el
tubérculo, la sífilis, el cáncer, la gota, el raqui-
tismo, con sus deformaciones e n o r m e s y h o -
r r i b l e m e n t e ridiculas á veces, no eran conoci-
das, ó por lo m e n o s lo eran poco, en aquellos
días de tranquilidad evangélica. La Colonia
no ha conocido hospitales, no por lo que no
conoció "la academia" y el " g i m n a s i o " ó por
lo q u e la Escuela Náutica c e r r ó sus p u e r t a s ,
sino p o r q u e , e v i d e n t e m e n t e , no los necesitó.
B u e n o s A i r e s no luchaba entonces, como lucha
ahora, p o r el aire q u e falta á sus p u l m o n e s ;
cada habitante tenía los pies cúbicos n e c e s a -
rios; hoy tiene un déficit e n o r m e c o m p a r a d o
con la cantidad q u e con a r r e g l o á los sanos
p r e c e p t o s de la h i g i e n e le c o r r e s p o n d e n . L e s
falta el doble de lo q u e necesitan y B u e n o s
A i r e s se asfixia en la estrecha superficie aerea-
toria q u e posee, cosa, q u e es claro, no le suce-
día á La Colonia por razones q u e cualquiera
se explica.
D e s a r r o l l ó s e el c u e r p o con e x u b e r a n t e l o -
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 71

zoma, m i e n t r a s el espíritu, manifestándose


sólo por la viveza de aquellas imaginaciones
meridionales, velaba inactivo e s p e r a n d o la
oportunidad propicia para estallar y emplear
s a l u d a b l e m e n t e esos órganos, cuya r e g u l a r i -
dad casi inalterable e n g e n d r ó aquellos atletas.
El alimento era a b u n d a n t e y sano, y en c o n -
secuencia las e n f e r m e d a d e s del tubo d i g e s t i -
vo: la dispepsia, la enteritis y toda esa serie
de p e r t u r b a c i o n e s crónicas q u e de una mane-
ra tan rápida d e s t r u y e n el organismo, no rei-
naron tampoco de un modo alarmante. Ellas
son á m e n u d o sintomáticas de fiebres e r u p t i -
vas, de la tuberculosis q u e se ha desarrollado
después en nuestra generación de una m a n e r a
rápida y temible, de la fiebre tifoidea, de la
enfermedad de Bright, de la gota y afecciones
del hígado, todas poco ó nada observadas. En
nuestros días, la enteritis de los niños de p e -
cho, afección q u e tan fuertemente r e p e r c u t e
s o b r e el estado general, en consorcio maligno
con la escrófula, nos están formando esa g e -
neración empobrecida con la tez pálida y el
" r o s t r o volteriano", con sus c a r n e s blandas y
flácidas, y esa m i r a d a tristísima tan c a r a c -
terística. E x a m i n a d su etiología fácil y veréis
q u e ella no ha podido p r e s e n t a r s e entonces
por la bondad de la alimentación, y eliminad
otras causas q u e hoy actúan p o d e r o s a m e n t e
para producirlas.
72 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

La generación de la I n d e p e n d e n c i a fué en
este concepto la generación de la salud y del
vigor; formóla el r é g i m e n colonial mismo, á
la s o m b r a de esas c o s t u m b r e s primitivas y en
medio de aquella inocente molicie q u e a d o r -
mecía la inteligencia en beneficio del cuerpo.
L o q u e e v i d e n t e m e n t e contribuyó á prepa-
rarla, fué, e n t r e otras causas, el cumplimiento
de esa ley ineludible q u e establece e n t r e los se-
r e s animados de la creación la lucha por la
existencia; ese combate e t e r n o y t e r r i b l e que
da el triunfo al más fuerte y que aniquila para
s i e m p r e al débil; que da la p r e e m i n e n c i a á las
razas vigorosas, a s e g u r a n d o la vida de sus
d e s c e n d i e n t e s por el temple q u e manifiestan,
por la fuerza, l a g r a n d e z a y la naturaleza de los
medios de ataque y de defensa, por la belleza
y las aptitudes para s o p o r t a r las privaciones
y p r o c u r a r s e el alimento. Nadie p u e d e escapar
á su influencia universal. L a s especies más
humildes como las más elevadas en la escala
zoológica, viven y se e x t i n g u e n ó se p e r -
petúan debido á su cumplimiento. La acción
del clima, los accidentes del frío y de la s e q u e -
dad, vienen á a g r e g a r s e á la insuficiencia de
la alimentación, y por esto es que en los rigu-
rosos inviernos de 1854 y 1855 la quinta parte
de los pájaros de caza perecieron en I n g l a t e r r a
p o r los hielos, c o n s e r v á n d o s e sólo los más
fuertes y m e j o r e m p l u r n a d o s , los más r o b u s t o s ,
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 73

aclimatados y astutos para alimentarse. C u a n -


do en una bella t a r d e de p r i m a v e r a — d i c e
D a r w i n — l o s pájaros tranquilos hacen oir al-
r e d e d o r n u e s t r o el sonido de sus cantos a l e -
g r e s , cuando la Naturaleza e n t e r a no p a r e c e
si no q u e respira paz y serenidad, no p e n s a -
mos s e g u r a m e n t e que todo este espectáculo
tan lleno de alegría y de bonanza, reposa sobre
un vasto y p e r p e t u o aniquilamiento de la vida,
puesto q u e los pájaros se n u t r e n de insectos
y del g r a n o de la planta indefensa; olvidamos
q u e esos cantores de la selva cuyos acentos
r e c o g e m o s complacidos, no son sino los r a r o s
sobrevivientes entre sus h e r m a n o s , q u e han
sido sacrificados por la voracidad de las aves
de rapiña, de los e n e m i g o s de todo g é n e r o
q u e devastan el nido ó q u e han sucumbido á
los r i g o r e s de la miseria y del frío (i).
N u n c a se vio con más vigor y m a y o r encar-
nizamiento esta lucha colosal q u e en la época
de la conquista de América, lucha horrible
entre las razas a b o r í g e n e s y los recién v e n i -
dos, lucha de éstos con sus propios h e r m a n o s
y con los r i g o r e s de un clima variable en cada
palmo de tierra. P o r esto es que muchas t r i -
bus han desaparecido totalmente, dejando el
campo á los más fuertes y q u e mejor se "adap-
t a b a n " por su resistencia y medios de ataque

(i) DARVIN: Origine des'JLspéces.


74 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

y de defensa. El trabajo m a t a d o r de los h i e r -


bales y el alimento "tenue y de poca s u s t a n -
cia", como dice el historiador Lozano, m a t a -
ron un s i n n ú m e r o de indios que d e s p u é s for-
m a r o n en los bosques inmensos osarios, d a n -
do fin á sus desdichas. A d e m á s , e r a tan larga
la época q u e p e r m a n e c í a n lejos de sus toldos,
q u e no les q u e d a b a el tiempo material p a r a
a t e n d e r á sus familias, cuidar de sus hijos,
h a c e r sus s e m e n t e r a s y r e p r o d u c i r s e . P o r esto
las d e s a m p a r a b a n y huían á provincias extra-
ñas y distantes, y los pueblos q u e formaren,
d e s a p a r e c i e r o n por completo (i).
Es necesario leer la historia de los conquis-
tadores del N u e v o Mundo, para d a r s e cuenta
exacta de la magnitud homérica de aquella
e m p r e s a . Es m e n e s t e r s e g u i r á esos p u ñ a d o s
de a v e n t u r e r o s , a t r a v e s a n d o la selva v i r g e n ,
c r u z a n d o la montaña, v a d e a n d o el río en b u s -
ca de oro y de gloria, y dejando sus h u e s o s
en el camino, para explicarse cómo la " s e l e c -
ción n a t u r a l " ha venido á formar d e s p u é s
esa raza física y moralmente privilegiada, con
una preparación maravillosa para a c o m e t e r la
e m p r e s a de n u e s t r a i n d e p e n d e n c i a . El h a m b r e
y las e n f e r m e d a d e s hacían s u c u m b i r al que,
poco vigoroso, no resistía á la influencia de
aquellas calenturas y afecciones d e los ojos,

( i ) L O Z A N O : Historia de la conquista del Paraguay,


Rio de la Plata y Tucumán,
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 75

q u e reinaban en Marzo y A b r i l en el P a r a -
guay, y de las q u e habla Ruiz Díaz en su his-
toria del descubrimiento. Sólo la contestura
hercúlea y el temple animoso de su alma, h i -
cieron q u e P e d r o Mendoza p u d i e r a resistir
aquel cúmulo de desgracias q u e traían afligido
su ánimo y el de los otros caballeros, s e g ú n
a s e g u r a el p a d r e Lozano al hablar de la p r i -
m e r a fundación de Buenos A i r e s . H u b o mo-
mentos s u p r e m o s en q u e sus soldados sólo
comían una ración e x i g u a de harina podrida;
más t a r d e a p u r ó el h a m b r e : los débliles mu-
rieron y los fuertes luchaban, comiendo pri-
m e r o los caballos, luego los ratones, los sapos,
las culebras y por fin se cocieron en mala
agua el c u e r o y la suela de los zapatos, y hasta
á la c a r n e h u m a n a y e x c r e m e n t o s viéronse
obligados á r e c u r r i r (i).
A p u r a d o Mendoza por las exigencias del
h a m b r e y de las e n f e r m e d a d e s q u e se d e s -
arrollaban, partió al Brasil con la mitad de la
gente q u e trajo. Los indios huían en p r e s e n -
de los conquistadores, incendiaban sus p u e -
blos, talaban las mieses y los mataban por
h a m b r e , como le sucedió á Juan de Ayolas,
cuya miseria fué h o r r i b l e por muchos días.
Aquellos trescientos a v e n t u r e r o s q u e a c o m -
pañaron á Gonzalo P i z a r r o en su e m p r e s a te-

(i) LOZANO: Tomo II, pág. 9 3 .


76 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

m e r a r i a al través de las montañas y en busca


de esa tierra fabulosa q u e por tanto tiempo
había cautivado la imaginación de los c o n -
quistadores, es sin disputa el hecho más c u l -
minante como r a s g o de valor en toda la h i s -
toria de América, y al mismo tiempo una
p r u e b a palpitante de la resistencia de aquella
r a z a excepcional. Así, con e m p r e s a s de esa
magnitud, era como se mejoraba la raza, "eli-
g i e n d o " e n t r e los más fuertes y de mejor tem-
ple los q u e más d e r e c h o tenían á la vida. Estos
r a s g o s étnicos se ven d e s p u é s palpitar en
el carácter de C a m a r g o s , de Muñecas, de los
g a u c h o s de G ü e m é s , de los habitantes de Co-
chabamba, y un destello de esas almas primi-
tivas a l u m b r a y vigoriza el espíritu de la g e -
neración de la Independencia.
Sólo una raza selecta por su vigor e x t r a ñ o
y dotada de una resistencia p r i m o r o s a p a r a
s o b r e v i v i r á las influencias hostiles de la N a -
turaleza, p u d o sobrellevar las p e n u r i a s i n h e -
r e n t e s á esas expediciones ciclópeas. "Al b a -
j a r las v e r t i e n t e s orientales cambió s ú b i t a -
m e n t e el clima, y al paso q u e descendían á
niveles más inferiores, reemplazaba al frío
un calor sofocante; fuertes a g u a c e r o s , a c o m -
p a ñ a d o s de t r u e n o s y r e l á m p a g o s , inundaban
las g a r g a n t a s de la sierra, de donde se d e s -
p r e n d í a n en t o r r e n t e s sobre las cabezas de los
expedicionarios, casi sin cesar ni de día ni de
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 77

noche." " P o r más d e seis semanas—continúa


diciendo el histoi iador americano—siguió el
diluvio sin p a r a r y los a v e n t u r e r o s sin t e n e r
dónde abrigarse, mojados y a b r u m a d o s de fa-
tiga, apenas podían a r r a s t r a r Jos pies por
aquel suelo q u e b r a d o y saturado de humedad;
las provisiones, d e t e r i o r a d a s por el agua, s e
habían acabado hacía tiempo. Habían sacado
de Quito unos mil p e r r o s , m u c h o s de ellos de
presa, acostumbrados á a c o m e t e r á los d e s -
graciados indios; matáronlos sin escrúpulos,
p e r o sus m i s e r a b l e s c u e r p o s no p r o p o r c i o n a -
ban sino un escaso alimento á su h a m b r e fa-
mélica, y cuando se acabaron h u b i e r o n de
a t e n e r s e á las h i e r b a s y peligrosas raíces q u e
podían r e c o g e r en los bosques. A g o t a d a s las
fuerzas y el sufrimiento, resolvió Gonzalo
construir un barco bastante g r a n d e para l l e -
var los bagajes y á los más débiles de sus
c o m p a ñ e r o s . Los árboles les proporcionaron
m a d e r a s , las h e r r a d u r a s de los caballos fue-
ron convertidas en clavos, la goma que desti-
laban los (roncos hizo el oficio de brea y los
andrajosos vestidos de los soldados sirvieron
como estopa. Gonzalo dio el mando del b e r -
gantín á F r a n c i s c o de Orellana y, embarcan-
do á los r e z a g a d o s y enfermos, continuaron
así, trabajosamente, por espacio de muchas
semanas a t r a v e s a n d o las espantosas s o l e d a -
des del Ñapo. Ya no q u e d a b a n hacía mucho
78 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

tiempo ni vestigios de provisiones; habían


d e v o r a d o el último caballo, y para mitigar los
r i g o r e s del h a m b r e se veían obligados á c o -
m e r las c o r r e a s y los cueros de las sillas. L o s
b o s q u e s apenas les ofrecían algunas raíces y
frutas de que alimentarse, y tenían á dicha
cuando encontraban casualmente sapos, cule-
b r a s y otros reptiles con q u e aplacar sus ne-
cesidades. Gonzalo resolvió enviar á Orellana
en busca de provisiones. En consecuencia,
llevando éste consigo cincuenta soldados, se
apartó hasta el medio del río y el barco, impe-
lido por la rápida corriente, partió como una
flecha p e r d i é n d o s e de vista. Más tarde, no re-
cibiendo noticias suyas, resolvió P i z a r r o vol-
v e r á Quito. Muchos se enfermaron y m u r i e -
ron por el camino; el e x t r e m o de la miseria
los había hecho egoístas y más de un p o b r e
soldado se vio a b a n d o n a d o á su s u e r t e , d e s -
tinado á m o r i r solo en los bosques, ó más pro-
b a b l e m e n t e á s e r d e v o r a d o vivo por los a n i -
males feroces. Volvían sin caballos, sus a r m a s
se habían roto ú oxidado; en vez de v e s t i d u -
r a s colgaban de sus cuerpos pieles de anima-
les salvajes; sus largos y e n m a r a ñ a d o s c a b e -
llos caían en d e s o r d e n s o b r e los h o m b r o s , sus
rostros estaban q u e m a d o s y e n n e g r e c i d o s por
el sol de los trópicos; sus cuerpos, consumidos
por el h a m b r e y desfigurados por dolorosas
cicatrices" (i),
(i) PRESCOTT: Historia de la Conquista del Perú.
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 79

Y, sin e m b a r g o , habían resistido con u n


r a r o valor, m u r i e n d o sólo aquellos de comple-
xión poco fuerte para resistir las p e n u r i a s .
D e los 300 españoles, ú n i c a m e n t e r e g r e s a r o n
ochenta y tantos, y de los 4.000 indios q u e los
acompañaban, más de la mitad dejó sus h u e -
sos en los b o s q u e s .
D e estas expediciones, a u n q u e no en escala
tan fabulosa, está llena la historia de la c o n -
quista del N u e v o Mundo. E n el territorio a r -
gentino, en el P a r a g u a y , en Chile y en el
P e r ú , en cada palmo de tierra recorrido, ha
dejado aquella raza un rastro, una p r u e b a de
su b a r b a r i e enfermiza, es verdad, p e r o t a m -
bién de su vigor y de su temple moral tan
poco común. La Naturaleza con sus influen-
cias y caprichos irresistibles; los r i g o r e s del
clima, el h a m b r e , la envidia, la ambición d e s -
medida, la m u e r t e misma constantemente ante
sus ojos, no fueron nunca un inconveniente
serio para la realización de sus increíbles pro-
pósitos. Había algo que los enardecía y q u e
excitaba esos c e r e b r o s efervescentes arras-
trándoles al abismo; había una imaginación
meridional constantemente exaltada, p e r p e -
tuamente estimulada por el grito de una a m -
bición de oro y de gloria, q u e no reconocía
límites ni lazo alguno q u e la dominara. L a
idea de un país en q u e los metales preciosos
corrían á raudales en el lecho de los ríos, sin
80 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

d u e ñ o s y despreciados por los indios mismos;


de q u e aquellas zonas fabulosas eran habitua-
das por gigantes y amazonas, exaltaba su e s -
píritu calenturiento y a l e g r a b a aquellos cora-
zones en p e r p e t u a lucha con la emoción. L a
presencia edificante de p a n o r a m a s como el
q u e p r e s e n t a el río Ñapo, d e s e n c a d e n á n d o s e
con brío en su c o r r i e n t e y y e n d o á precipi-
tarse en la cascada con un clamoreo e s p a n -
toso; el ruido de la catarata del T e q u e n d a m a ,
q u e á seis ó siete leguas habían principiado á
oírlo, formando un contraste con el silencio
triste de la Naturaleza americana; los árboles
de sus b o s q u e s inmensos, e x t e n d i e n d o p e r e -
z o s a m e n t e sus r a m a s descarnadas; los ríos—
dice Prescott, describiendo estos c u a d r o s —
c o r r i e n d o en su lecho de piedra como habían
corrido por siglos; la soledad y el silencio de
aquellas escenas, i n t e r r u m p i d o solamente por
el e s t r u e n d o de la cascada y por el m u r m u l l o
s u a v e y lánguido de los bosques; todo parecía
m o s t r a r s e á los a v e n t u r e r o s en el mismo
a g r e s t e y primitivo estado en q u e salió de
mano del C r e a d o r , c o n t r i b u y e n d o cada vez
más á excitar su m e n t e (i). Corrían de t e r r i -
torio en territorio, p r e s e n c i a n d o á cada m o -
mento espectáculos análogos, en lucha con la
distancia en esas llanuras e x t e r m i n a d o r a s en

(i) Ver P R E S C O T T , ob. cit.


R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 81

q u e el ojo se cansa en inútiles esfuerzos b u s -


cando algo en q u e fijar la mirada; por el valle
sin horizontes, por la montaña sin fin, pelean-
do con el h a m b r e y con la sed, con los fríos
aniquiladores ó el aire a b r a s a d o r de las zonas
tropicales, buscaban esas tierras soñadas, los
ríos de plata, las vetas interminables de oro
tan t e n a z m e n t e incrustadas en su c e r e b r o .
T o d o s estos r a s g o s étnicos, á la par de
otros no menos sensibles, se han transmitido
con ínfimas modificaciones á las generaciones
q u e les sucedieron. El vigor físico conservado
por el ejercicio q u e lo alimenta y sostiene, la
constancia, el valor personal, la ciega intrepi-
dez, todo ha venido transfundiéndose hasta
llegar á las g e n e r a c i o n e s actuales. La "selec-
ción", con su principio de mejoramiento, ha
ido a g r e g a n d o esas cualidades morales q u e
complementan la fisonomía de la generación
de la Independencia, todos esos destellos de
virtud q u e m u y de cuando en cuando a l u m -
braban el alma angulosa de aquellos h o m b r e s .
F a c u n d o Q u i r o g a , A r t i g a s y los otros c a u d i -
llos de su talla, sólo atestiguan que la ley del
"atavismo", en virtud de la cual el individuo
tiende por un esfuerzo de su propia naturale-
za á p a r e c e r s e á un tipo ó especie anterior
más imperfecta, se cumple s i e m p r e con igual
regularidad.
No hay duda q u e ciertos caracteres psico-
82 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

lógicos y aun físicos, se fijan p o r medio d e la


herencia, no sólo en una familia, sino también
en un pueblo, puesto q u e es un o r g a n i s m o
análogo al o r g a n i s m o h u m a n o (i). "La s u m a
de los c a r a c t e r e s psíquicos q u e se e n c u e n t r a n
en toda la historia de un pueblo, en s u s insti-
tuciones y en todas las épocas, se llama el "ca-
rácter nacional" (2). P e r o "la evolución" t r a n s -
forma ese carácter, y debido á estas transfor-
maciones es q u e nosotros nos e n c o n t r á b a m o s
ya un tanto modificados en la época d e la R e -
volución, pues subsistiendo muchísimos de los
caracteres de la g e n e r a c i ó n de la conquista,
habíamos a d q u i r i d o algunos otros, el sentido
moral, por ejemplo, q u e s e g ú n Maudsley, no
es un a g e n t e preexistente, sino un efecto con-
comitante de la evolución; y habíamos atrofia-
do otros, d e la misma m a n e r a q u e se atrofian
en algunos animales ciertos ó r g a n o s q u e h a n
dejado d e s e r útiles. C o n s e r v á b a m o s , e n t r e
otros, la viveza meridional de la imaginación,
transmitida en ese estado d e emoción y e s t í -
mulo en q u e ellos la tuvieron constantemente.
E s a imaginación q u e constituye un r a s g o d e
raza y q u e d e s e m p e ñ a un papel tan importan-
te en el sueño, en la locura y en las alucina-
ciones, origen probable, en mi concepto, d e

(1) HERBERT SPENXER: Principios de sociología.


(2) RIBOT: La Herencia.
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 83

muchos d e los hechos s o b r e n a t u r a l e s que r e -


fiere la historia de la conquista y colonización
de la A m é r i c a . L a s curaciones rápidas verifi-
cadas por el a g u a de S a n t o T o m é , la a p a r i -
ción del mismo santo en el camino de arena
de la Bahía de T o d o s los Santos, y muchos de
los episodios q u e la credulidad primitiva de
los cronistas nos ha transmitido, no tienen
e v i d e n t e m e n t e otro origen.
El pueblo q u e habita el extenso territorio
q u e se e x t i e n d e al o r i e n t e de la inmensa cade-
na de los A n d e s y al occidente del Atlántico,
siguiendo el Río de la Plata, es por h e r e n c i a
y por el clima un pueblo de imaginación viva
y exaltada; por esto es n a t u r a l m e n t e poeta y
músico, como se ha dicho, apasionado y e n t u -
siasta.
El sentimiento religioso m u y desarrollado
en su alma, el espectáculo de lo bello, el p o -
der t e r r i b l e de la inmensidad, de la e x t e n s i ó n ,
de lo vago, de lo incomprensible—como dice
S a r m i e n t o — t o d o contribuye á exaltar al á n i -
mo, q u e se siente sobrecogido y vibra con
fuerza ante la majestad de ciertos e s p e c t á c u -
los. El simple acto de clavar los ojos en el ho-
rizonte, y no ver nada, p o r q u e cuanto más
los h u n d e en aquel espectáculo incierto, v a -
poroso, indefinido, más se le aleja y le fasci-
na, lo confunde y lo s u m e en la contemplación
y la duda; el h o m b r e q u e s e m u e v e en estas
84 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

escenas se siente asaltado d e t e m o r e s é incer-


t i d u m b r e s fantásticas, de s u e ñ o s q u e le p r e -
ocupan despierto (i).
A esta natural predisposición a g r e g u e m o s
la influencia evidente q u e han tenido los gran-
des acontecimientos políticos,las conmociones
sociales fuertísimas, desarrolladas d u r a n t e
tantos años y t e n d r e m o s , en parte, la explica-
ción d e estas p e r t u r b a c i o n e s nerviosas, ya le-
ves, ya profundas, q u e vamos á estudiar.
P o r esto, lo q u e ha p r e d o m i n a d o en el p e -
ríodo posterior á la Revolución y, m á s aún,
en los días fúnebres de la tiranía, ha sido el
elemento nervioso, las alteraciones g e n e r a l -
mente dinámicas y á veces pasajeras del c e n -
tro encefálico. Este estado de tensión al máxi-
m u m del espíritu, explica, p o r ejemplo, la
m u e r t e d e aquel ciudadano, cuyo n o m b r e no
r e c u e r d o , y q u e cayó como fulminado al r e c i -
bir la noticia d e la d e r r o t a d e los españoles
en la j o r n a d a de Maipo, episodio q u e bien se
explica p o r la exageración súbita de la acción
cardíaca, provocada por u n a viva emoción
moral (2).
L a explicación d e este predominio evidente
q u e se a d v i e r t e en la lectura de ciertas piezas
especiales, científicas é históricas d e la época
p u e d e e n c o n t r a r s e en la acción continuada de
(1) SARMIENTO: Civilización y barbarie.
(2) JACOUD: Traite de Pathologie interne.
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 85

causas cuya influencia, demasiado conocida,


no es ya discutible. Los acontecimientos polí-
ticos d e s e m p e ñ a r o n un rol importante, si no
en la producción de la locura, por lo menos
en la patogenia de estos estados individuales
enfermizos q u e se o b s e r v a n en ciertas p e r s o -
nas ilustres y, a u n q u e con menos acentuación,
en pueblos e n t e r o s . El brusco y considerable
estímulo q u e d e t e r m i n ó s o b r e todos los c e r e -
bros el cambio rápido q u e produjo la indepen-
dencia, haciéndonos pasar sin preparación al-
g u n a de la vida tranquila y p u r a m e n t e v e g e -
tativa de la Colonia, á las luchas y emociones
de u n a existencia libre y casi desenfrenada, á
los a z a r e s de una democracia demagógica y
tumultuaria, tuvo q u e c o n m o v e r fuertemente
todos los corazones haciendo v i b r a r hasta la
última célula del c e r e b r o más perezoso y atro-
fiado de la época.
La influencia de los g r a n d e s acontecimien-
tos políticos, como la revolución y g u e r r a de
n u e s t r a independencia, tienen una acción p o -
d e r o s a en la génesis, no sólo de ciertos esta-
dos nerviosos, sino también de la enajena-
ción mental misma, particularmente en los in-
dividuos p r e d i s p u e s t o s . L a s conmociones po-
líticas imprimen i n d u d a b l e m e n t e — d i c e Es-
q u i r o l — m a y o r actividad á todas las faculta-
d e s intelectuales, exaltan las pasiones tristes
y r e n c o r o s a s , fomentan la ambición y las ven.
86 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

ganzas, d e r r i b a n la fortuna pública, alteran


profundamente el orden social y, por lo tanto,
p r o d u c e n las distintas formas d e locura. Esto
es lo q u e ha sucedido en Inglaterra, lo q u e s e
ha visto en A m é r i c a d e s p u é s de la g u e r r a de
la Independencia, y en F r a n c i a d u r a n t e la r e -
volución, con la diferencia e n t r e F r a n c i a é
Inglaterra, q u e en est?. última, s e g ú n Mead,
más fueron los ricos q u e p e r d i e r o n el juicio,
al paso q u e en F r a n c i a casi todos los q u e e s -
caparon á la hoz revolucionaria se vieron
atacados de enajenación mental (i).
L a s conmociones políticas—continúa el ve-
n e r a b l e alienista—son, como las ideas domi-
nantes, causas excitantes de la locura q u e po-
nen en j u e g o tal ó cual influencia, imprimien-
do un sello particular á sus distintas formas.
C u a n d o la destrucción de la antigua m o n a r -
quía francesa m u c h o s individuos se v o l v i e -
ron locos por el espanto; cuando vino el P a p a
á Francia, las manías religiosas a u m e n t a r o n ;
cuando Bonaparte hizo r e y e s , h u b o muchos
e m p e r a d o r e s y r e y e s en las casas de locos.
En la época de las invasiones francesas, el te-
r r o r produjo m u c h a s manías, s o b r e todo e n
las aldeas; los alemanes hicieron la misma
observación el día q u e sufrieron las i n v a s i o -
n e s de los ejércitos de F r a n c i a . N u e s t r a s s a -

(1) ESQUIROL: Tratado de Enfermedades Mentales.


R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 87

cudidas políticas—concluye el médico de Cha-


r e n t o n — h a n producido muchos casos de locu-
ra provocados y caracterizados por los a c o n -
tecimientos q u e han señalado cada página de
la Revolución; en 1791 hubo en Versailles un
n ú m e r o prodigioso de suicidios, y cuenta Pi-
nel, q u e un entusiasta de Danton, habiendo
oido acusarle, se volvió loco y fué enviado á
Bicétre (1).
El trabajo mental llevado hasta el c a n s a n -
cio del cerebro, p u e d e favorecer el desarrollo
de estos estados; la experiencia enseña q u e
en ese concepto ejercen mucho mayor influjo
las penas, las pasiones contrariadas, el o r g u -
llo, la ambición, la exaltación mística, las de-
cepciones, los q u e b r a n t o s de fortuna y todo
g é n e r o de emociones de índole afectiva (2).
Sin e m b a r g o , algunos autores niegan q u e
las conmociones políticas tengan influencia
s o b r e la producción de la locura. P e r o esto es
evidente, en mi concepto, según p a r e c e n r e -
velarlo los últimos estudios; es preciso fijarse
q u e al hablar de " g r a n d e s " acontecimientos
políticos, los autores q u e sostienen su influen-
cia se refieren, no á hechos de poca importan-
cia, como las agitaciones electorales diarias
en las repúblicas, ó á cualquier otro suceso
sin trascendencia alguna, sino á los g r a n d e s
(1) E S Q U I R O L : Id. id.
(2) GINE Y PARTAGAS: Tratado de Frenopatologia.
88 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

acontecimientos políticos y sociales, de esos


que invierten completamente el o r d e n estable-
cido, conmoviendo por su base á toda una s o -
ciedad, la Revolución francesa, p o r ejemplo,
la Revolución s u r - a m e r i c a n a , y bajo otra faz y
en otra escala, las d e p r e d a c i o n e s de la Comu-
na, de la Mazhorca, de F a c u n d o Q u i r o g a , d e l
fraile Aldao. L u n i e r , uno de los d i r e c t o r e s d e
los Anuales Medico-psychologiques, de P a r í s , é
inspector g e n e r a l del servicio de alienados,
ha publicado no hace mucho una e x c e l e n t e
Memoria sobre este punto, y de la cual se d e -
ducen las siguientes conclusiones: los aconte-
cimientos de 1870 y 1871 han d e t e r m i n a d o ,
más ó m e n o s directamente, del i.° de Julio
de 1870 al 31 de D i c i e m b r e de 1871, la explo-
sión de 1.700 á 1.800 casos de locura; su r e -
sultado ha sido, pimero, un d e s c e n s o conside-
rable en la cifra de admisiones en los asilos,
d e s p u é s d e un reconocimiento ulterior (fines
de 1871), luego una elevación excepcional
(1872), y, finalmente, un r e t r o c e s o á la propor-
ción media. A q u í , como s e ve, está comproba-
do q u e la influencia de la herencia ha sido
r e l a t i v a m e n t e débil, y p r e p o n d e r a n t e la de las
emociones.
A h o r a bien; si, como dice el e m i n e n t e Grie-
s i n g e r , el a u m e n t o de las e n f e r m e d a d e s men-
tales en n u e s t r a época es un hecho real en
relación con el estado d e las sociedades actúa-
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 89

les, s o b r e las q u e obran ciertas causas de una


influencia incontestable; q u e la actividad im-
p r e s a hoy día á las artes, á la industria y las
ciencias tiene p o r resultado inmediato un
acrecentamiento considerable de actividad en
las facultades intelectuales; q u e los goces físi-
cos y morales van sin cesar a u m e n t a n d o ; q u e
n u e v a s inclinaciones y pasiones desconocidas
principian á g e r m i n a r ; que la educación libe-
ral hace cada día p r o g r e s o s , desarrollando
ambiciones q u e sólo un p e q u e ñ o n ú m e r o pue-
de satisfacer, y, finalmente, q u e las crueles
decepciones, la agitación industrial y política
son causas bastante poderosas para d e s a r r o -
llar esos t r a s t o r n o s de la inteligencia, es cla-
r o q u e iguales razones existen, en mi concep-
to, para s u p o n e r q u e el estado efervescente
y v e r d a d e r a m e n t e excepcional por q u e han
atravesado nuestros pueblos en ciertas é p o -
cas, ha influido poderosa y activamente para
desarrollar, si no la locura, por lo m e n o s un
estado de exaltación ó de depresión intelec-
tual y moral m u y análogo, y de su misma n a -
turaleza.
E n t r e las causas q u e más vivamente han in-
fluido, según Lunier, para d e t e r m i n a r el a u -
m e n t o de locos d u r a n t e la g u e r r a franco-pru-
siana, se e n c u e n t r a n : la inquietud causada por
la aproximación del enemigo; el t e m o r al r e -
clutamiento; la partida de una p e r s o n a q u e r i -
90 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

da para el ejército; las fatigas físicas y m o r a -


les de la g u e r r a , p a r t i c u l a r m e n t e del sitio d e
P a r í s ; la ansiedad y angustias e x p e r i m e n t a d a s
durante una batalla ó un b o m b a r d e o ; los cam-
bios de posición ó de fortuna, resultado inme-
diato de las acontecimientos; el t e r r o r causa-
do por la noticia de una n u e v a derrota, y, p o r
fin, la excitación política y social, y la o c u p a -
ción del país por el e n e m i g o (i). T o d a s ellas,
y con exuberancia, las vemos actuar s o b r e
la masa de n u e s t r o pueblo d u r a n t e un lapso
d e tiempo de veinte años, a g r e g a d a s á otras
tal vez más poderosas, y que el estado d e p l o -
rable de nuesta comunidad misma hacía g e r -
minar. Si allí en d o n d e la civilización i m p e r a
eran aquéllas suficientemente eficaces p a r a
e n g e n d r a r tales trastornos, ¿qué no s u c e d e r í a
e n t r e nosotros, en d o n d e una b a r b a r i e ingo-
b e r n a b l e é indigna h a b í a , d e s g r a c i a d a m e n -
te, asfixiado n u e s t r a sociabilidad e m b r i o n a -
ria, atrofiado el sentido moral y d o m i n a d o
p r e p o t e n t e por tantos años?
Si en F r a n c i a producía t r a s t o r n o s mentales
la aproximación de un ejército de h o m b r e s
civilizados, ¿qué no produciría la presencia
de las b a n d a s de Q u i r o g a , q u e iban a r r a s a n -
do pueblos y fusilando sin valla, q u e vol-
teaban á r e b e n c a z o s á las mujeres y q u e ata-
(i) LU.NMER: De l'influsnce des grandes conmoiionspo-
litiques et sociales, etc, etc.
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 91

ban d e s n u d o s á las c u r e ñ a s de los cañones á


los h o m b r e s más h o n o r a b l e s de las ciudades?
P a r a c o m p r e n d e r la patogenia de estos t r a s -
t o r n o s curiosos, para apreciar el g r a d o de exal-
tación á que llegábamos, basta entresacar á
la v e n t u r a ciertos cuadros históricos, r e c o r d a r
algunos episodios lamentables de la vida des-
o r d e n a d a y bulliciosa de aquella democracia
pampeana. L l e g ó un día en q u e las facciones
se hicieron más t u r b u l e n t a s y agrestes, los ma-
les se a g r a v a b a n sin la esperanza, siquiera le-
jana, de un r e m e d i o eficaz y enérgico. La d i -
visión de las ideas—dice el distinguido histo-
r i a d o r d e B e l g r a n o — e r a completa al c o m e n -
zar el año 16; los ejércitos, d e r r o t a d o s ó en
embrión, a p e n a s cubrían las fronteras, el e l e -
m e n t o semi-bárbaro se había s o b r e p u e s t o en
el interior á la influencia de los h o m b r e s de
principios... aquello era un caos de d e s ó r d e -
nes, de odios, de d e r r o t a s y luchas intestinas,
de teorías mal c o m p r e n d i d a s , de principios
mal aplicados, de hechos no bien apreciados
y d e ambiciones legitimas ó bastardas q u e se
personificaban en pueblos ó en individuos (i).
Había llegado un momento t e r r i b l e para las
revoluciones q u e se desenvuelven desordena-
d a m e n t e y por instinto, ese momento en q u e
el mal y el bien se confunden, en q u e las ca-

(i) MITRE: Historia de Belgrano, tomo II.


92 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

bezas más firmes trepidan, en q u e las malas


pasiones neutralizan la influencia saludable de
los principios y en q u e cada bando se a p o d e r a
de u n a p a r t e de la razón y de la conveniencia
social, como d e los j i r o n e s de una b a n d e r a
d e s p e d a z a d a en la lucha (i).
En m e d i o de aquella "bancarrota moral",
las emociones súbitas y variadísimas, la ambi-
ción, la vanidad herida, la alegría misma, el
t e r r o r , la cólera d e t e r m i n a n d o cambios b r u s -
cos é intensos en todas las funciones c e r e b r a -
les, el dolor moral, el trabajo físico, la envidia
y el r e n c o r , a g r e g á n d o s e á todas ellas las in-
fluencias climatéricas y hereditarias, provoca-
ban esta irritación intensa del encéfalo, d e t e r -
m i n a n d o esas exaltaciones patológicas q u e s e
t r a d u c e n p o r actos e x t r a v a g a n t e s , insólitos y
m u c h a s veces s a n g r i e n t o s .
H a y en aquellos d r a m a s de la Revolución
escenas i n t e r e s a n t e s bajo este punto de v i s -
ta episodios q u e el o b s e r v a d o r menos avisado
no t r e p i d a r í a en clasificar de delirantes, en el
v e r d a d e r o sentido de la palabra. Muchos de
aquellos c e r e b r o s dominados p o r una e s t i m u -
lación continua y pertinaz, sacudidos por el
cúmulo de causas excitantes q u e gravitan s o -
b r e ellos; c o n g e s t i o n a d o s ó anemiados alter-
n a t i v a m e n t e p o r las p e r t u r b a c i o n e s q u e esa

(i) MITRE: Ídem.


R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 93

vida sin s u e ñ o y sin t r e g u a llevaba á los ó r -


g a n o s de la respiración, de la digestión y de
la hematosis, principiaron á p e r d e r el equili-
brio fisiológico, dando l u g a r á todas esas ma-
nifestaciones de un carácter aliénico tan mar-
cado. L a s revoluciones se sucedían una tras
otras con una rapidez pasmosa; los g o b i e r n o s
sólo tenían una existencia efímera y hasta ri-
dicula. Así q u e caía uno, el que lo había vol-
teado se e n t r e g a b a m u y a m e u d o á actos de su-
pina crueldad, y a l g u n a s veces de v e r d a d e r a
demencia. C o m o la Revolución de 5 y 6 de
Abril de 1816, dice el autor citado, y como casi
todas las conmociones internas q u e se habían
sucedido, la q u e d e r r i b ó á A l v e a r se cambió,
á su vez, en p e r s e g u i d o r a ; llevó su encarni-
zamiento hasta el g r a d o de cebarse en enemi-
gos impotentes y m u y dignos de toda con-
sideración, y su impudencia ó su "delirio"
llegó hasta el e x t r e m o de calificar de crimina-
les las acciones más inocentes. P a r a colmo de
v e r g ü e n z a vendió por dinero, á los mismos
compatriotas perseguidos, la dispensación de
las penas arbitrarias á que eran sentenciados
por las comisiones instituidas en tribunal (1).
H a y más aún. Había allí dos tribunales d e -
nominados el uno "Comisión Civil de Justi-
cia", y el otro "Comisión Militar Ejecutiva",

(1) M I T R E : Ob. cit.


94 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

cuyos actos, i n d u d a b l e m e n t e , son los síntomas


d e una v e r d a d e r a exaltación enfermiza de esa
enajenación q u e han estudiado D e s p i n e , L a -
b o r d e y Dubois R e y m o n d en la C o m u n a de
P a r í s . E r a una creación monstruosa inspirada
p o r el odio, y cuyo único objeto parecía, no la
persecución del enemigo, sino la persecución
de las opiniones disidentes de los patriotas
caídos. El voluminoso proceso q u e con tal
motivo se formó—continúa el autor m e n c i o -
n a d o — e s la más completa justificación de la
inculpabilidad de los acusados, á pesar de q u e
se inventó con este motivo el "crimen de fac-
c i ó n " (la C o m u n a inventó clasificaciones v a -
ciadas en el mismo molde), que indicaba sim-
p l e m e n t e la disidencia de opiniones. L a s e n -
tencia q u e dictó la Comisión Civil es un
m o n u m e n t o "de cínica injusticia ó de obceca,
ción", de q u e la historia a r g e n t i n a p r e s e n t a
pocos ejemplos. P o r esta sentencia, D. H i p ó -
lito Vieytes, q u e murió de p e s a d u m b r e (una
lipemanía t e r m i n a d a en la demencia), D. Ber-
n a r d o Monteagudo, D . G e r v a s i o P o s a d a s y
D . Valentín Gómez, fueron condenados, "por
equidad", á d e s t i e r r o indefinido, á pesar de no
r e s u l t a r contra ellos en el proceso, sino el
"hallarse comprometidos con principalidad
en la facción de A l v e a r , s e g ú n voz pública y
voto g e n e r a l de las Provincias", teniendo sin
e m b a r g o la g e n e r o s i d a d de d e v o l v e r l e s s u s
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 95

b i e n e s d e s p u é s de e n t r e g a r el valor de las
costas en q u e quedaban á descubierto. A don
Nicolás R o d r í g u e z P e ñ a se le condenaba, p o r
"el crimen de su influjo en la opinión", á salir
d e s t e r r a d o hasta la reunión del congreso; á
D . Antonio A l v a r e z F o n t e s se le desterraba,
sin acusarlo de ningún delito, "para q u e no
p u d i e r a entrar en lo futuro en alguna revolu-
ción"; al Cr. D. P e d r o J. A g r e l o , se le confi-
naba al P e r ú "por la exaltación de ideas con
q u e había explicado sus sentimientos patrióti-
cos (i). El fiscal, D. Juan J. Passo, clasificaba
de execrables "estos c r í m e n e s " y llamaba
"dulce" al t e m p e r a m e n t o adoptado por el
tribunal.
Si se tiene p r e s e n t e la honorabilidad y man-
s e d u m b r e de algunos de los q u e formaban
estos tribunales, se v e r á q u e sólo bajo la a c -
ción deletérea de un estado cerebral anómalo,
de v e r d a d e r o s a r r a n q u e s de monomanía exal-
tada, han podido cometer t r a n q u i l a m e n t e estas
a b e r r a c i o n e s inadmisibles en un espíritu com-
pletamente sano. H e c h o s análogos sólo se ob-
s e r v a r o n en la Comuna, y respecto al estado
de sus c e r e b r o s , los alienistas citados más
a r r i b a nos han dado ya su opinión a u t o r i -
zada.
N o era posible tampoco que sucediera de

(i) M I T R E : Ob. cit.


96 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

otra manera, dadas n u e s t r a s condicionas so-


ciales y políticas. Un pueblo que, como el
n u e s t r o , vivió d e s d e su nacimiento d e s q u i c i a -
do por tan distintos elementos, d e s o r g a n i z a d o
y sin brújula, tenía q u e s e n t i r s e a r r e b a t a d o
p o r movimientos pasionales de esta naturale-
za, p r o d u c i é n d o s e las n e u r o p a t í a s epidémicas
q u e se revelan en la historia por actos de na-
turaleza tan extraña. ¿Cómo no s e n t i r s e fuer-
t e m e n t e contristado, deprimido, en p r e s e n c i a
de a q u e l l a s invasiones q u e López, el a g r e s t e
caudillo de Santa F e , verificó en 1819 á C ó r -
doba, residencia de Bustos, su rival infortu-
nado? S u presencia i m p o n e n t e hubiera basta-
do por sí sola para producir una inquietud
mental colectiva. La columna q u e le s e g u í a
—dice el autor de Belgrano y Guarnes—pre-
s e n t a b a un aspecto original y v e r d a d e r a m e n -
te salvaje; su escolta, compuesta de d r a -
g o n e s a r m a d o s de fusil y sable, llevaba p o r
casco la parte s u p e r i o r d e la cabeza d e un
b u r r o , con las orejas p a r a d a s por crestón. L o s
e s c u a d r o n e s de gauchos q u e le acompañaban,
vestidos de chiripá colorado y botas de potro,
iban a r m a d o s de lanza, carabinas, fusil ó sable
indistintamente, con boleadoras á la cintura, y
enarbolaban en el s o m b r e r o de panza de b u -
r r o q u e usaban una pluma de avestruz, d i s -
tintivo q u e d e s d e entonces empezó á ser pro-
pio de los montoneros. L o s indios, ccn cuer-
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 97

nos y bocinas por trompetas, iban armados


d e chuzas emplumadas, cubiertos en gran par-
te con pieles de tigre del Chaco y seguidos
p o r la chusma de su tribu, cuya función mili-
tar e r a el m e r o d e o (i).
Estas invasiones de los montoneros de una
provincia á otra, eran casi constantes, y á su
paso iban dejando un rastro de s a n g r e , d e g o -
llando y s a q u e a n d o poblaciones enteras, como
lo efectuó la división de López en su retirada,
producida por la aproximación del general
A r e n a l e s , q u e al frente de 300 h o m b r e s d i s -
ciplinados, corrió á batirlo. R e t i r á r o n s e a s o -
lando al país por ambas m á r g e n e s del T e r c e r o ,
d e s d e la H e r r a d u r a hasta la Esquina, saquean-
do ciudades, r o b a n d o mujeres y esparciendo
el t e r r o r por todas partes. E r a n v e r d a d e r a s
irrupciones de b á r b a r o s d e s b o r d a d o s sobre las
ciudades indefensas, las que hacían estos hom-
bres ensoberbecidos con la prepotencia que la
desorganización política del país les había
d a d o . D u r a n t e el "año veinte",López y Ramírez
entran á Buenos A i r e s con sus escoltas de sal-
vajes, cuyo aspecto agreste imponía á las po-
blaciones, y atan sus caballos en las rejas de
la p i r á m i d e de Mayo. E s e "año veinte"'' p u e d e
c o n s i d e r a r s e , en n u e s t r a historia, como un
v e r d a d e r o acceso de exaltación maníaca g e -

(1) MITRE: Historia de Belgrano, vol, II.


7
98 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

neral, rabiosa y d e s o r d e n a d a , c o m o el m o m e n
to s u p r e m o en q u e una crisis agudísima y bru-
tal r o m p e en todos los c e r e b r o s ese equilibrio
benéfico que constituye la razón. Este obscuro
proceso, manifestación bulliciosa de ese "mor-
bus democraticus", como llamaba B r i é r r e de
Boismont, á una epidemia análoga d e s a r r o -
llada en el F a u b o u r g Saint Antoine, en P a r í s ,
llegó á su colmo cuando en aquel día lamoso
en los fastos de la a n a r q u í a , B u e n o s A i r e s
tuvo t r e s g o b e r n a d o r e s en pocas horas, e l e -
v a d o s y arrojados del mando por otras tantas
revoluciones.
S e c o m p r e n d e q u e este estado deplorable
del espíritu, a g r a v á n d o s e cada vez más, diera
más t a r d e nacimiento á otros fenómenos de
origen nervioso, p e r o de un fondo patológico
más acentuado. A esta categoría p e r t e n e c e el
desarrollo relativamente considerable del his-
terismo, en sus diversas formas, en algunas de
las provincias a r g e n t i n a s , y cuyo a u m e n t o se
hizo más sensible bajo el r e i n a d o del t e r r o r .
Un médico r e s p e t a b l e de la provincia de T u -
cumán y q u e ejercía entonces su profesión,
nos decía q u e en esa época, casi todas las mu-
j e r e s , la q u e no era histérica declarada, tenía
en su modo de s e r , en su carácter, algo q u e
r e v e l a b a la influencia p e r t u r b a d o r a de esta
afección. E n estas organizaciones débiles por
naturaleza, y dotadas de una sensibilidad emo-
R O S A S Y EL D O C T O R FAANCIA 99

tiva exquisita y propia del t e m p e r a m e n t o , agi-


tadas por esa imaginación fosforescente, tan
propia no sólo del sexo sino de la época y del
clima, bien s e explica q u e aquellos días de
tanta a m a r g u r a , q u e todas esas transiciones
bruscas de la tristeza profunda á la más a m -
plia y e x p a n s i v a alegría, haciendo vibrar con
fuerza sus débiles nervios, produjera si ñ o l a
h i s t e r o - e p i l e p s i a ó la histeria tipo, cualquiera
de sus manifestaciones solapadas, tan c o m u -
nes y n u m e r o s a s en estas afecciones. F r e c u e n -
tes, sin d u d a alguna, tienen q u e h a b e r sido; lo
q u e h a y es q u e pasarían desapercibidas para
la g e n e r a l i d a d i g n o r a n t e , p o r q u e al manifes-
t a r s e lo harían bajo un aspecto a p a r e n t e m e n t e
sin importancia, m o s t r á n d o s e el cuadro sinto-
mático en detalle, como s u c e d e á m e n u d o . El
"clavo histérico", por ejemplo, ó algún otro
signo casi inequívoco, por p a r t e de la sensibi-
lidad; sensaciones de un frío glacial ó de un
calor intenso, excitaciones sensoriales, d e t e r -
m i n a n d o alucinaciones fugaces, trastornos del
tacto ó cualquiera de esas infinitas s e n s a c i o -
n e s alucinatorias, á veces tan accidentales ó
transitorias en la histeria. L a s perturbaciones
del carácter bien podían atribuirse á causa de
otro orden, á los disgustos domésticos, al t e -
dio, á la tristeza, etc., y entonces la razón de
este desconocimiento es perfectamente a t e n -
dible. La etiología es fácil, en mi concepto -
100 J O S É M. R A M O S MEJÍA

Q u i r o g a , A r t i g a s , Manuel O r i b e y Aldao, con


las exaltaciones del alcoholismo crónico de
este último, están ahí p a r a explicarlas. El te-
r r o r es la palanca más poderosa p a r a d e s p e r -
tar todos estos trastornos, q u e p u e d e n s e r no
sólo dinámicos, sino también orgánicos, nutri-
tivos del c e r e b r o y de los demás ó r g a n o s del
c u e r p o h u m a n o . ¿Reconoce este mismo origen
la propagación rápida de las afecciones c a r -
díacas d u r a n t e la tiranía de Rosas? El doctor
Colombres, distinguido médico de la p r o v i n -
cia de Salta, a s e g u r a b a q u e eran entonces tan
frecuentes en B u e n o s A i r e s , q u e él las tomó
como punto para su tesis inaugural, propo-
niéndose a v e r i g u a r la influencia i n n e g a b l e
q u e en su patogenia había tenido el r é g i m e n
de Rosas. El j o v e n doctor D. Eulogio F e r n á n -
dez, p r e s e n t ó el año pasado al "Círculo M é -
dico A r g e n t i n o " un trabajo haciendo o b s e r v a r
esto mismo, estudiando su origen, y a u n q u e
adolecía de ciertos defectos capitales respecto
á la estadística y etiología, consignaba sin
e m b a r g o a l g u n o s datos de mucha importancia.
P o r lo q u e dejamos a p u n t a d o más arriba,
fácilmente p u e d e explicarse esta influencia y
el origen p r i m i t i v a m e n t e nervioso de s e m e -
j a n t e s perturbaciones, q u e p o r otra p a r t e pue-
den c u r a r s e u n a vez q u e la causa ha cesado de
obrar, ó h a c e r s e orgánicas si persiste p o r mu-
cho tiempo. E n t o n c e s se establece un círculo
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 101

mórbido: el c e r e b r o ha influenciado primiti-


v a m e n t e al músculo cardíaco, y éste, una vez
enfermo, influencia á su t u r n o al encéfalo,
d e t e r m i n a n d o p e r t u r b a c i o n e s q u e varían en
intensidad, según la predisposición del i n d i -
viduo y la amplitud de causas de otro orden
que, a g r e g a d a s á aquéllas, actúen con mayor
fuerza s o b r e el resto del organismo.
D u r a n t e la p e r m a n e n c i a de F a c u n d o Q u i -
r o g a en T u c u m á n , el t e r r o r se apodera de la
población de u n a m a n e r a pavorosa. Q u i r o g a
azota por su propia mano á los miembros de
las principales familias, fusila algunos y saca
al pueblo contribuciones ingentes para cubrir
sus d e u d a s de tahúr. F a c u n d o se presenta un
día en una casa y p r e g u n t a por la s e ñ o r a á un
g r u p o de chiquillos q u e juegan á las nueces;
el más vivaracho contestó q u e no estaba.
—Dile que he estado aquí, responde.—¿Y
quién es u s t e d ? — S o y F a c u n d o Quiroga... El
niño cae redondo, y sólo el "año p a s a d o " (es
decir, dos años después), ha empezado á dar
indicios de r e c o b r a r un poco la razón; los
otros echan á correr, llorando á gritos; uno se
se s u b e á un árbol, otro salta unas tapias y se
da un t e r r i b l e golpe (i). Una familia de las
más respetables de la provincia—refiere el
mismo Sarmiento—-recibe la noticia de la

(i) SARMIENTO: Civilización y Barbarie


102 J O S É M. R A M O S MEJÍA

m u e r t e de su p a d r e , q u e ha sido fusilado, y
momentos d e s p u é s de tan t e r r i b l e anuncio,
dos d e sus hijos, un v a r ó n y una mujer, se
vuelven locos. Un j o v e n distinguido de la pro-
vincia de Buenos A i r e s cae también fusilado
por aquel j a g u a r ; su linda prometida, al r e c i -
bir la sortija q u e el sacerdote tenía e n c a r g o
de e n t r e g a r l e , pierde la razón, q u e no ha r e -
cobrado hasta hoy (i).
Estas emociones brutales, llevando cada día
m a y o r estímulo á aquellos n e r v i o s crispados
por las más dolorosas alternativas, conmovie-
r o n con violencia sus cerebros, d e t e r m i n a n d o ,
como era consiguiente, la explosión de afec-
ciones nerviosas, muchas veces g r a v e s é in-
curables. L a enteritis estalla en T u c u m á n y
c u n d e por toda la población con una rapidez
alarmante. H e aquí otra p r u e b a del influjo de
las acciones nerviosas. Los médicos a s e g u r a n
q u e no hay tratamiento, q u e la enteritis viene
de afecciones morales, del t e r r o r , e n f e r m e -
dad—dice el autor de Facundo-—contra la cual
no se ha hallado r e m e d i o en la República A r -
gentina hasta hoy.
Esta enteritis, cuando se p r e s e n t a bajo for-
mas y circunstancias análogas, d e p e n d e de
t r a s t o r n o s nerviosos, bien estudiados ya. E s
una fluxión catarral por trastornos de la i n e r -

(i) SARMIENTO: loc.cit


R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 103

vación vaso-motriz, y reconoce por causas la


impresión del frío s o b r e el v i e n t r e y sobre
los pies, las emociones morales fuertes, el t e -
r r o r y los disgustos intensos, particularmente
d u r a n t e el trabajo de la digestión. En estos
casos—dice Jaccoud—los fenómenos intestina-
les p u e d e n p r e s e n t a r la rapidez y duración
de las acciones nerviosas; la predisposición
individual y la persistencia de las impresiones
patogénicas son los dos elementos que cons-
tituyen la m a y o r ó m e n o r duración (i).
Al influjo de todas estas causas q u e a c a b a -
mos de e n u m e r a r , no podía escapar nadie,
como es lógico suponerlo, y por esto es q u e
v e m o s á un n ú m e r o considerable de nuestros
h o m b r e s célebres sufriendo afecciones del
cerebro, ya orgánicas ya dinámicas puramen-
te, y q u e en muchos de ellos se traducen por
los t r a s t o r n o s morales é intelectuales q u e va-
mos á estudiar más adelante.
Lo q u e es indudable es el predominio acen-
tuado de un t e m p e r a m e n t o e m i n e n t e m e n t e
nervioso en casi todos y la circunstancia no
casual, sino necesaria, de padecer de afeccio-
nos de este aparato, como vamos á verlo.
" B e r n a r d i n o Rivadavia", d u r a n t e su des-
tierro tuvo v e r d a d e r o s accesos de hipocon-
dría. En los últimos períodos de su enfermé-
is) JACCOUD: Traite de Pathologie Interne.
104 J O S É M. R A M O S MEJÍA

dad, s u s facultades mentales, como es con-


siguiente, habían decaído; era l i g e r a m e n t e
afásico, pues encontraba con mucha dificultad
las palabras y había p e r d i d o completamente
la m e m o r i a de algunas. Murió de un r e b l a n -
decimiento c e r e b r a l .
El "Dr. D. Manuel J. G a r c í a " sufría también
accesos de hipocondría. E n c e r r á b a s e en su
cuarto y allí se e n t r e g a b a á la soledad, e m b e -
bido en sus l a r g o s monólogos. Murió de u n a
afección al c e r e b r o , cuya especificación no me
es posible hacer. T e n g o estos datos del d i s -
tinguido coronel B a r r o s , sobrino carnal del
ilustre ministro de Rivadavia.
El "general G u i d o " murió de una hemo-
r r a g i a cerebral. Cuatro años antes había caído
del caballo á consecuencia de un a t a q u e a n á -
logo.
El " g e n e r a l B r o w n " estaba afectado de una
"melancolía", en la q u e el delirio de las p e r -
secuciones se destacaba con bastante claridad.
T u v o un pariente consanguíneo, afectado d e
enajenación mental, y él, llevado de impulsio-
nes suicidas, arrojóse de una azotea, f r a c t u -
r á n d o s e una pierna. C r e e m o s , a u n q u e no t e -
n e m o s s e g u r i d a d alguna, q u e murió de una
hemorragia cerebral.
El "Dr. D. Vicente López", a u t o r i n m o r t a l
del himno patrio, murió de una e n f e r m e d a d
nerviosa. L o s síntomas q u e se me han r e f e -
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 105

rido, dejan e n t r e v e r una afección á la medula,


con ramificaciones en el c e r e b r o (esclerosis
en placas). A n t e s de morir, y d u r a n t e ' s u ú l t i -
mo ataque, le s o b r e v i n o un delirio que d u r ó
treinta y tantas horas, según me lo ha r e f e -
rido su ilustre hijo. E r a un delirio tranquilo,
s u a v e y sin determinaciones motrices (delirio
verbal). S e n t a d o al lado de su cama, c o n v e r -
saba consigo mismo de m u c h o s y variados
asuntos, y en un tono solemne y g r a v e r e c i -
taba trozos enteros de las poesías de Horacio,
su poeta favorito. La memoria, fuertemente
excitada, le hacía desfilar por delante a c o n t e -
cimientos q u e no r e c o r d a b a en su estado de
salud, personajes q u e habían vivido en los
p r i m e r o s años de su vida y cuyas fisonomías
y detalles refería con p r i m o r o s a claridad.
El "Dr. D. Florencio V á r e l a " sufría de a c -
cidentes epilépticos (el g r a n mal) q u e princi-
piaron á manifestarse en la edad adulta.
"Don Valentín Gómez", m u r i ó de u n a he-
morragia cerebral.
El " g e n e r a l D. A n t o n i o González Balear-
ce", murió r e p e n t i n a m e n t e .
"Don Juan C r u z V á r e l a " estaba afecta-
do, como su h e r m a n o , de accidentes e p i l é p -
ticos.
El " g e n e r a l D. Marcos G. Balcarce" murió
repentinamente.
El "Dr. D . G r e g o r i o F u n e s " murió de a p o -
106 J O S É M. R A M O S MEJÍA

plejía cerebral, sentado en u n a d e las calles


del antiguo "Jardín A r g e n t i n o " .
El "Dr. T a g l e " , personaje d e un c a r á c t e r
s o m b r í o y un tanto hipocondríaco, padecía d e
u n a dispepsia crónica y murió, como R i v a d a -
via, d e un reblandecimiento al c e r e b r o .
"Beltrán", q u e colgó los hábitos p o r s e r v i r
en los ejércitos d e la República, y d e s p u é s
iluminaba con antorchas betuminosas las hon-
d o n a d a s d e la cordillera p a r a facilitar en
medio d e la noche el pasaje d e los t o r r e n -
tes (i), fué años d e s p u é s atacado d e e n a j e n a -
ción mental en el P e r ú , y andaba p o r las calles
de Lima c o r r i e n d o desaforadamente y v e n -
diendo figuritas. Los d e s a i r e s é i n g r a t i t u d e s
de Bolívar hicieron q u e en esta organización,
p r e d i s p u e s t a sin duda, estallara la e n f e r -
medad.
El "coronel E s t o m b a " , conocido en los ana-
les d e n u e s t r a s g u e r r a s civiles, fué atacado d e
enajenación mental e n c o n t r á n d o s e al frente
de s u s tropas (2). S u s oficiales c o m p r e n d i e r o n
el estado d e s u s facultades p o r la e x t r a v a g a n -
cia de s u s marchas; p e r o cuando se apercibie-
ron e r a y a tarde, p o r q u e los había e n t r e g a d o
al e n e m i g o .
"D. Hipólito V i e y t e s " , d e s p u é s d e la s e n -
tencia q u e contra su p e r s o n a dictó la C o m i -
(1) SARMIENTO: Vida del Fraile Aldao.
(2) Rosas y sus Opositores.
R I V E R A INDARTE:
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 107

sión Civil de Justicia, o r g a n i z a d a por la revo-


lución de 15 y 16 de Abril de 1815, cayó en un
estado completo de lipemanía, á consecuencia
de la cual murió.
T o d o esto se explica, no sólo por las causas
accidentales de q u e nos hemos ocupado, sino
también por la natural predisposición q u e
e n g e n d r a el clima con sus d i v e r s a s y múltiples
influencias. H a y en este país un m a r c a d o pre-
dominio de las e n f e r m e d a d e s del sistema ner-
vioso. L a s m u e r t e s súbitas resultantes de
apoplejías s a n g u í n e a s ó serosas—dice Martín
de Moussy en su libro s o b r e la República
A r g e n t i n a — s o n comunes, y lo mismo s u c e d e
con las parálisis producidas por congestiones
y apoplejías parciales q u e se o b s e r v a n con
alguna frecuencia. Una alteración cerebral
bastante generalizada es el reblandecimiento,
q u e se manifiesta aun en los extranjeros q u e
han pasado cuarenta años en el país (Martín
de Moussy). Y nótese bien que la generación
en q u e Moussy toma estos datos, es p r e c i s a -
m e n t e la q u e había vivido d u r a n t e la época de
agitaciones y de fuertes sacudimientos m o r a -
les del período de la Revolución y de la I n d e -
pendencia. El mismo hace notar q u e más se
o b s e r v a en aquellas p e r s o n a s que h a n viajado
mucho y q u e han pasado a l t e r n a t i v a m e n t e de
una g r a n actividad física y moral á un r e p o s o
pasajero y más ó menos completo. La i r r i t a -
108 J O S É M. R A M O S MEJÍA

bilidad e x t r e m a q u e se nota en el sistema


nervioso, s o b r e todo en el litoral, hace n e c e -
s a r i a m e n t e más frecuentes estas e n f e r m e d a -
des y más r e b e l d e s q u e en cualquiera otra
parte; el g r a n n ú m e r o de t o r m e n t a s , los c a m -
bios bruscos de t e m p e r a t u r a q u e t r a e n los
vientos, algunas veces m u y frescos, contribu-
y e n i n d u d a b l e m e n t e á producirlas. (Martín de
Moussy.)
A este dato s o b r e la influencia de n u e s t r a s
condiciones meteorológicas q u e consigna el
autor citado, a g r e g a r e m o s nosotros una, cuyos
efectos, a u n q u e no m u y intensos, son, sin em-
bargo, indudables. Es ésta la influencia e v i -
d e n t e q u e tienen s o b r e el c e r e b r o los vientos
del Norte, q u e reinan en el país con mucha
frecuencia. El influjo poderoso de este a g e n t e ,
consignado de m u c h o s años atrás en la t r a d i -
ción popular, lo han o b s e r v a d o d e s p u é s los
h o m b r e s de la ciencia y, e n t r e ellos, el inolvi-
dable Mossotti, cuyas excelentes lecciones s e
c o n s e r v a n todavía en la memoria de sus discí-
pulos. E s t e apreciable m a e s t r o lo atribuía á
los cambios de presión en los líquidos del
organismo, producido por las modificaciones
q u e en la densidad del aire d e t e r m i n a n estos
vientos. E s observación diaria en los m a n i c o -
mios del país q u e los alienados se e n c u e n t r a n
más exaltados cuando aquéllos soplan. Y este
dato, q u e nos ha sido suministrado por el di-
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 109

rector de uno de ellos, nos r e c u e r d a un caso


curioso recogido por un respetable médico, el
doctor Valdez, y comentado en una Memoria
q u e escribió con ese motivo. Un j o v e n de bue-
na familia sentíase periódicamente a r r a s t r a d o
p o r impulsiones homicidas y salía á la calle
sin otro objeto q u e el de r e p a r t i r puñaladas
á todo el q u e encontraba á su paso; tomado
por la autoridad, confesó i n g e n u a m e n t e todos
sus delitos, pero declaró q u e él no tenía la
culpa, p o r q u e esos deseos enfermizos lo a s a l -
taban irresistiblemente cuando reinaban los
vientos del N o r t e . La observación del a l i e n a -
do (pues no era otra cosa) había sido confir-
mada por el autor de la Memoria, quien le ha-
bía p r e s t a d o s u s auxilios profesionales en
otras ocasiones análogas.
Bajo la influencia de este viento, a g r e g a de
Moussy, se producen cefalalgias intensas, par-
ticularmente micráneas, tics dolorosos de la
cara, tortícolis, etc., etc. A l g u n a s de estas neu-
ralgias se hacen r e a l m e n t e i n t e r m i t e n t e s y son
p r e c e d i d a s de escalofríos, á punto de p r o d u -
cir una fiebre larvada que cede s i e m p r e á los
antiperiódicos.
Más adelante, en el capítulo destinado á la
"marcha de las e n f e r m e d a d e s " y á las "cons-
tituciones médicas del Plata", el Sr. Moussy
vuelve á insistir s o b r e esta frecuencia, sobre
la insidiosidad con q u e suelen aparecer, y
110 J O S É M. R A M O S MEJÍA

apunta también la frecuencia e n t r e n a c i o n a -


les y extranjeros de las afecciones del cora-
zón y de los g r a n d e s vasos.
Esta predisposición á las e n f e r m e d a d e s de
los centros nerviosos, revelada por las obser-
vaciones pacientes de Martín de Moussy y d e
otros médicos e x p e r i m e n t a d o s , constituye un
elemento fundamental en la etiología de las
neurosis q u e v a m o s á estudiar. Ella había pre-
p a r a d o el t e r r e n o , colocando al o r g a n i s m o en
condiciones propicias p a r a su desarrollo, a u -
m e n t a n d o la receptividad m ó r b i d a y c r e a n d o
oportunidades q u e el clima, los acontecimien-
tos políticos y sociales y ciertos caracteres ét-
nicos q u e y a hemos m a r c a d o hacían cada vez
más frecuentes.
L a s e n f e r m e d a d e s de los centros de inerva-
ción son el patrimonio de las sociedades l l e -
n a s de vigor y dotadas de esa savia m a r a v i -
llosa q u e palpita en cada célula cerebral. L a s
fuertes emociones q u e e x p e r i m e n t a n en esa
vida de v é r t i g o eterno, en q u e el elemento
sensitivo hace el gasto principal, traen como
consecuencia obligada todos esos trastornos,
cuya patogenia no s i e m p r e es conocida. L o
q u e s u c e d e en el o r g a n i s m o h u m a n o s e obser-
va igualmente en el o r g a n i s m o social y polí-
tico. L o s h o m b r e s q u e abusan de la vida in-
telectual, se crean una predisposición m a r -
cada á esas e n f e r m e d a d e s y á m e n u d o p e r e -
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 111

cen bajo su influencia formidable. En los p u e -


blos en quienes una civilización avanzada
mantiene el c e r e b r o en p e r p e t u o estímulo,
c r e a n d o esa susceptibilidad enfermiza q u e
p r o p a g a el suicidio y la locura, es donde las
neurosis hacen m a y o r n ú m e r o de víctimas.
CAPÍTULO ra
LA NEUROSIS D E ROSAS

Los padecimientos del cuerpo y del espíritu (i).—Ano-


malías de la organización moral.—Diátesis y morales.
La educación.—Los grandes criminales.—Opinión de
Bruce Thompson y de otros autores.—Impulsiones al
crimen.—Ejemplos notables.—Impulsiones homici-
das.—Monomanía impulsiva ú homicida.—Naturale-
za de esta enfermedad.—Pródromos y accesos.—La
locura moral.—Opiniones de Maudsley y otros auto-
res sobre la locura moral.—Descripción y marcha de
la enfermedad.—Los defectos físicos, la escrófula y
el raquitismo en los locos inórales.—El temperamento
y la constitución de Rosas.—Estado de su cerebro.
Infancia de Rosas.—Su inteligencia.—La lesión de
una facultad en el orden moral no entraña fatalmente
una lesión correlativa del orden intelectual.—Los
médicos de Rosas.—Lepar y Cuenca.—Sus papeles y
referencias.—Patogenia.—Diagnóstico y pronóstico.
Conclusión.

1 A naturaleza moral tiene sus monstruosi-


dades como la naturaleza física. Un indi-
viduo es incompleto bajo el punto de vista de
(i) Cuando digo espíritu, alma, etc., me refiero al
onjunto de las funciones cerebrales,
c 8
114 J H S É M. R A M O S MEJÍA

su organización moral, como otro lo es bajo


el punto de vista de su organización física.
La m e n t e tiene sus imperfecciones, sus ano-
malías en el desarrollo de sus facultades, como
las tiene el cuerpo en el de sus ó r g a n o s .
Estos principios q u e Moreau de T o u r s con-
s i g n a en su capítulo: De las influencias de los
estados patológicos sobre el funcionamiento in-
telectual, son v e r d a d e s inconcusas p r o b a d a s
por la observación diaria.
Así como se nace con la predisposición o r -
gánica para ciertas e n f e r m e d a d e s somáticas,
se nace igualmente con predisposición para
las de la mente. H a y diátesis físicas y diátesis
morales, p o r q u e el espíritu no p u e d e sustraer-
se á ciertas leyes q u e d e t e r m i n a n en él p a d e -
cimientos de marcha y aspectos iguales á los
del cuerpo. La herencia patológica, q u e t r a n s -
mite de generación en generación la inminen-
cia mórbida para los sufrimientos del cuerpo,
sigue fatalmente la misma m a r c h a y r e c o r r e
las mismas faces q u e la q u e transmite la h e -
rencia psicológica para los padecimientos del
c e r e b r o . La herencia de ciertas enfermedades,
la tuberculosis, por ejemplo, es frecuente, y
el niño nacido de p a d r e s tuberculosos no t r a e
el tubérculo en su cuerpo, sino q u e viene con
la maldición ineludible de la predisposición;
los descendientes de p a d r e s q u e no son t u -
berculosos, p e r o q u e han sufrido la escrófula,
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 115

la diátesis caquéctica, ó el alcoholismo, pue-


den nacer con la diátesis tuberculosa, p o r q u e
la enfermedad sufre, al transmitirse, una ver-
d a d e r a transformación.
E n cierta m a n e r a s u c e d e lo propio con e s -
tos padecimientos proteiformes y á veces i n -
comprensibles q u e llamamos neurosis. El mo-
nomaniaco p u e d e legar á sus hijos ó la mono-
manía misma ó la aptitud para contraer cual-
q u i e r g é n e r o de vesania, y como esto es lo
q u e más frecuentemente se observa, resulta
q u e los hijos, los nietos ó los sobrinos (heren-
cia colateral) de un loco, cualquiera que sea
su locura, p u e d e n s e r ó maníacos ó alcohóla-
tras, histéricos, epilépticos, perseguidos, cri-
minales ó e x t r a v a g a n t e s y los hijos de estos
últimos, maníacos, lipemaníacos, etc.
L a tendencia á reincidir q u e se o b s e r v a en
ciertos g é n e r o s de criminales, es una simple
cuestión de fisiología ó de psicología m ó r b i -
da. Algunos de esos desgraciados á quienes
la ley condena á la última pena como asesinos
vulgares, no son sino enfermos. Aquí es don-
de se o b s e r v a la acción de la herencia, la in-
fluencia mórbida deletérea de la organización
de los p a d r e s s o b r e la de sus hijos y las trans-
formaciones de las n e u r o p a t í a s de los unos
en m o n s t r u o s i d a d e s morales en los otros (Mo-
reau de T o u r s ) . Los más e x p e r i m e n t a d o s d i -
rectores de prisiones han llegado á c o n v e n -
116 J O S É M. R A M O S MEJÍA

cerse q u e para ciertos criminales no a l u m b r a


esperanza alguna de reforma, puesto q u e el
crimen es el fruto de la locura en muchos de
ellos.
E n la g e n e r a l i d a d de los casos, la educación
no cura radicalmente estas gibosidades del
espíritu, como no cura la cirugía las g i b o s i d a -
des de-I cuerpo ó sus interminables vicios de
conformación, como tampoco cura la medicina
las diátesis tuberculosa ó cancerosa. La e d u -
cación a d o r m e c e su potencia, a t e m p e r a sus
manifestaciones, estableciendo un equilibrio
saludable, como calma la terapéutica las exa-
cerbaciones de la escrófula por medio del t ó -
nico q u e ayuda á la Naturaluza en esa lucha
e t e r n a en q u e viven los diatésicos. La e n f e r -
medad subsiste, a u n q u e debilitada; p e r o de
r e p e n t e y bajo la acción de cualquier causa
insignificante, r e c o b r a su vigor primitivo y su
mano de plomo aplasta estas organizaciones
empobrecidas.
Esto s u c e d e á m e n u d o con las p e r v e r s i o n e s
enfermizas de que habla el autor antes citado,
con las d e g e n e r a c i o n e s que debilitan el s e r
moral, aniquilando el equilibrio de sus facul-
tades y paralizando toda reacción de la volun-
tad contra los a r r a n q n e s de las pasiones, c o n -
tra la fuerza de esa diátesis moral, temible,
q u e casi fatalmente conduce al crimen y para
la cual no hay r e m e d i o en todas las terapéuti-
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 117

cas del m u n d o . Estas organizaciones capricho-


sas e n c u e n t r a n en el crimen v e r d a d e r o s goces,
una satisfacción particular en el sacrificio in-
útil de un semejante, un placer inefable en el
t o r m e n t o lento, pausado, en q u e se bebe la
m u e r t e á intervalos crueles, á la m a n e r a que
lo hacía Rosas.
Gall consigna casos curiosísimos de este
g é n e r o de trastornos psíquicos. E n t r e otros,
refiere el de un d e p e n d i e n t e de botica que, sin-
tiendo fuertes inclinaciones al asesinato, c o n -
cluyó por h a c e r s e v e r d u g o ; y el de un rico
propietario irlandés, que pagaba á los carni-
ceros p a r a q u e le permitieran el placer de
matarles los bueyes. El caballero L e l w i n —
dice L e g e n d r e — a s i s t í a á todas las ejecuciones
de criminales y hacía toda clase de esfuerzos
p a r a colocarse cerca de la gillotina.
L a - C o n d a m i n e buscaba con a r d o r el placer
de p r e s e n c i a r la agonía de los ajusticiados,
y los libros de P i n e l y de Esquirol refieren
casos análogos al de aquella mujer q u e vivía
en las inmediaciones de P a r í s y atraía con
cariño á los niños para degollarlos, salarlos y
luego comérselos con una s a n g r e fría tre-
menda.
Cuenta el v e n e r a b l e Esquirol que un día
fué consultado por un h o m b r e como de c i n -
cuenta años, de e n o r m e s músculos, de bue-
na constitución, y que d e s p u é s de h a b e r lie-
118 J O S É M. R A M O S MEJÍA

vado una vida activa, trabajando y r e c o r r i e n -


do casi todos los países de Europa, se había
r e t i r a d o á vivir tranquilo. Estaba poseído de
u n a impulsión al asesinato, y d u r a n t e todos
los instantes de su vida, vivía en una angustia
p e r p e t u a ; esta impulsión variaba de i n t e n s i -
dad, p e r o j a m á s desaparecía e n t e r a m e n t e ; á
veces e r a sólo una idea q u e ocupaba con t e -
nacidad su espíritu, p e r o sin inclinaciones
motrices á ponerla en ejecución, una idea h o -
micida más bien q u e u n a impulsión. A l g u n a s
veces t o m a b a una intensidad g r a n d e y enton-
ces sentía q u e toda su s a n g r e se le agolpaba
á la cabeza, entraba en un v e r d a d e r o paroxis-
mo, e x p e r i m e n t a b a una sensación h o r r i b l e de
plenitud, un sentimiento angustioso de males-
tar y de desesperación, su c u e r p o e n t r a b a en
convulsiones y se cubría de s u d o r profundo;
tirábase de la cama, pues casi s i e m p r e los a c -
cesos eran de noche, y d e s p u é s de un rato de
horrible i n c e r t i d u m b r e , t e r m i n a b a el acceso
d e r r a m a n d o a b u n d a n t e s lágrimas.
Maudsley refiere la historia de una s e ñ o r a
de setenta y dos años de edad, en cuya familia
había muchos locos, q u e estaba sujeta á p a r o -
xismos frecuentes de una cólera convulsiva, y
q u e en medio del acceso hacía esfuerzos d e s -
e s p e r a d o s por e s t r a n g u l a r á su hija, á quien
idolatraba. H a b i i u a l m e n t e estaba sentada, l a -
m e n t á n d o s e del estado de abatimiento y d e -
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 119

crepitud á que le había reducido la edad; pero


d e r e p e n t e se levantaba con una energía e x -
traordinaria y, echando á correr, saltaba sobre
la niña gritando: "¡es necesario que y o l a mate!
¡es necesario q u e y o la matel" (i).
Un químico distinguido y amable poeta, do-
tado de un carácter dulcísimo y m u y sociable,
se constituyó en prisión en u n o de los asilos
del b a r r i o de S a n Antonio. A t o r m e n t a d o del
d e s e o de matar, se p r o s t e r n a al pie de los a l -
tares é implora á la Divinidad para que lo l i -
b r e de una inclinación tan atroz y de cuyo
origen j a m á s ha podido d a r s e cuenta. C u a n d o
el enfermo sentía que su voluntad flaqueaba
bajo el imperio de esta impulsión, corría hacia
el jefe del establecimiento y se hacía atar las
manos con un cordel. Sin e m b a r g o , concluyó
por ejercer una tentativa de asesinato sobre
u n o de los g u a r d i a n e s , y falleció más tarde en
medio de un acceso violento de manía fu-
riosa (2).
Este aniquilamiento intermitente del s e n t i -
do moral, producto indudable, a u n q u e desco-
nocido en su esencia, de un estado patológico
de la masa cerebral, constituye esta íorma cu-
riosa de locura q u e todos los autores m o d e r -
nos, r e s p e t a n d o la clasificación de Pinel, lia—
(1) M A U D S L E Y : Fisiología y Patología del espíritu.

(2) M A R C : De ta folie considerée dans ses rapports avec


les qmstions médico-judiciaires.
120 J O S É M. R A M O S MEJÍA

man la "monomanía homicida". E s u n a forma


de manía análoga á las otras y en la cual el
paciente, dominado por la necesidad de m a -
tar, a r m a su mano, y sin vestigio alguno de
delirio^ mata y d e s t r u y e hasta satisfacer su
sed horrible. E s una h e r m a n a de la m o n o m a -
nía suicida, de la tendencia irresistible al robo
y al incendio; es una de las tantas v a r i e d a d e s ,
interminables y obscuras en su patogenia, de
ese cuadro infinito de la locura. Esta i m p u l -
sión que, como se ha visto, es en ciertos indi-
viduos causa de abatimientos y de a m a r g o s
disgustos, constituye una fuerza desconocida,
indomable, brutal, q u e echa m o m e n t á n e a m e n -
te un velo espeso s o b r e la razón humana, q u e
asfixia el alma a h o g a n d o el sentimiento hasta
el e x t r e m o incomprensible de a r r a s t r a r á una
m a d r e contra sus hijos. No p u e d e d a r s e per-
turbación más curiosa y más temible. E s u n
g é n e r o de atavismo psicológico, un r e t o r n o á
las especies animales más inferiores, q u e nos
acerca al h o m b r e más primitivo.
La monomanía homicida da o r i g e n á los po-
b r e s " p o s e í d o s " de q u e habla Esquirol, y q u e
viven en constante alarma, agitados por esas
convulsiones malignas q u e , como o b s e r v a
Maudsley, llevan á muchos al suicidio por evi-
tar el asesinato.
El p r ó d r o m o convulsivo es á m e n u d o u n a
sensación extraña, incómoda, d e s e s p e r a n t e ,
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 12l

q u e principia en u n a p a r t e cualquiera del


cuerpo, en el estómago, la vegija, en el cora-
zón, en las manos, en los pies mismos, y que
luego sube al cerebro, d e t e r m i n a n d o el esta-
llido de aquellas fuerzas comprimidas, q u e
obligan al paciente á caminar, á c o r r e r p r e c i -
pitadamente, robar, incendiar, á clavar un pu-
ñal en el pecho del p r i m e r o q u e se presenta
delante. E s algo como el "aura epiléptica" q u e
anuncia con tiempo el momento s u p r e m o y
q u e le p e r m i t e g r i t a r á la víctima q u e h u y a de
su presencia p o r q u e va á matarle. Skae, el cé-
lebre alienista inglés, habla de un h o m b r e en
quien esta "aura homicida" principiaba en los
d e d o s de los pies, luego ganaba el pecho, pro-
duciendo un sentimiento de debilidad y cons-
tricción, en seguida subía á la cabeza y d e -
t e r m i n a b a una p é r d i d a completa de la concien-
cia (i). A esto se a g r e g a b a un sacudimiento
violento é involuntario, de las piernas p r i m e -
ro, d e s p u é s de los brazos, y cuando aquél es-
taba en su m a y o r fuerza, era q u e el enfermo
s e sentía impulsado á cometer todo g é n e r o de
violencias. En otro—dice Maudsley—es una
sensación de malestar, una especie de v é r t i -
go ó d e temblor invencible, como un vago pre-
sentimiento de algo pavoroso q u e va á produ-
cirse; el q u e ha sufrido un p r i m e r ataque sabe

(i) Cit. por M A U D S L E Y .


122 J O S É M. R A M O S MEJÍA

lo q u e este preludio significa, y, si puede, se


p r e c a v e . En estas anomalías el enfermo, d e s -
p u é s q u e ha pasado ei acceso, c o m p r e n d e la
e n o r m i d a d de su delito. El r e m o r d i m i e n t o
subsiste, y una vez q u e el sentimiento r e c u -
p e r a sus dominios se lamenta y se a r r e p i e n t e
s i n c e r a m e n t e . P o r esto es q u e muchos r e c u -
r r e n al suicidio como á un s u p r e m o r e c u r s o .
P e r o hay otra v a r i e d a d de la misma e s p e -
cie, i n d u d a b l e m e n t e mucho más h o r r i b l e . Si
en la manía homicida el paciente sufre un
eclipse pasajero del sentido moral, en aquélla
es p e r m a n e n t e , p o r q u e p r o c e d e de u n a atrofia
i n c u r a b l e y congénita de todos los s e n t i m i e n -
tos q u e g u a r d a el alma h u m a n a en su r e g a z o .
T a l es lo q u e llama P i c h a r t la "locura moral".
Esta es la locura de Rosas y tal vez de O r i b e ;
es esa forma d e enajenación mental q u e s e
entrelaza con el vicio y con el crimen, y q u e ,
d e s p u é s de h a b e r sido por m u c h o tiempo ob-
j e t o de largas controversias, ha q u e d a d o i n -
cluida en el c u a d r o nosológico de la enajena-
ción. Esta degeneración de la naturaleza m o -
ral del h o m b r e forma el t e r c e r g r u p o de las
t r e s g r a n d e s clases en que divide Krafft-
E b i n g las e n f e r m e d a d e s mentales. L a locura
moral la constituyen esas p e r t u r b a c i o n e s del
espíritu, sin delirio, sin ilusiones, sin alucina-
ciones, y cuyos síntomas—que, s e g ú n Mauds-
ley, consisten principalmente en una p e r v e r -
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 123

sión completa de las facultades afectivas, de


las inclinaciones, sentimientos, costumbres, y
de la conducta misma—se han o b s e r v a d o de
u n a m a n e r a tan clara y tan sensible en Juan
M. Rosas, c u y a vida afectiva se manifiesta
p r o f u n d a m e n t e alterada d e s d e sus primeros
años. T o d o s los que la sufren viven en una in-
capacidad completa para sentir; sus tenden-
cias, los deseos que los dominan, llevan un
sello de r e p u g n a n t e egoísmo. T i e n e n una in-
sensibilidad moral aterradora, y su inteligen-
cia, á m e n e d o vivaz, si bien no se manifiesta
s e n s i b l e m e n t e p e r t u r b a d a , está casi s i e m p r e
viciada por los sentimientos mórbidos, bajo la
influencia de los cuales piensan y obran. Ro-
sas m o s t r a b a hasta esa sutileza e x t r a o r d i n a r i a
tan propia de los h o m b r e s q u e se e n c u e n t r a n
en este caso y que se manifiesta en las excu-
sas y justificaciones q u e dan á su conducta
atrabiliaria, e x a g e r a n d o ciertas cosas, aparen-
tando i g n o r a r otras y dando al conjunto de
sus acciones un colorido e n g a ñ o s o q u e los
hace a p a r e c e r como víctimas de falsos infor-
mes ó de juicios e r r ó n e o s . "Son —dice Mauds-
ley—incapaces de dar á su vida una dirección
regular, de r e c o n o c e r las reglas más v u l g a r e s
de la p r u d e n c i a y del interés social, y por
más q u e se insista no es posible hacerles com-
p r e n d e r sus faltas y sus crímenes, que excu-
san y justifican de alguna manera. T o d o les
124 J O S É M. R A M O S M E J Í A

a r r a s t r a á la satisfacción de sus deseos funes-


tos; han p e r d i d o el instinto más profundo del
s e r organizado, aquel p o r el cual el organis-
mo asimila todo aquello q u e p u e d e contribuir
á su desenvolvimiento ó su b i e n e s t a r moral,
desarrollando en su l u g a r inclinaciones y sen-
timientos p e r v e r s o s , q u e s i e m p r e los condu-
cen á la destrucción (i).
Estos d e g e n e r a d o s están d e s d e su n a c i -
m i e n t o p r e d i s p u e s t o s á las d i v e r s a s p e r t u r b a -
ciones del espíritu y atraviesan su existencia
en un estado p e r m a n e n t e "de locura razonan-
t e " en diversos g r a d o s (2). Si nos r e m o n t a m o s
en la historia de sus ascendientes, se d e s c u -
b r e n casi s i e m p r e n u m e r o s o s ejemplos d e
enajenación mental ó de e n f e r m e d a d e s nervio-
sas diversas, y y a v e r e m o s en el curso de
este capítulo cómo, e s c u d r i ñ a n d o la g e n e a l o -
gía del T i r a n o , e n c o n t r a m o s ejemplos, si no
d e afecciones mentales, por lo m e n o s de e n -
fermedades n e r v i o s a s . Estos locos, q u e r e s u -
men en sí todos los caracteres enfermizos de
su raza y q u e d e s d e su más t e m p r a n a edad
son una plaga social por sus instintos p e r v e r -
sos, sus sentimientos d e p r a v a d o s , sus d e s e o s
violentos é incoercibles, forman, d e s g r a c i a d a -
mente, un g r u p o más g r a n d e de lo q u e p u e d e
c r e e r s e , y á s u s anomalías morales s u e l e n
(1) MA-JDSLEY: Le crime et la folie.
(2) Ver F A L R E T : La folie raisonnanie.
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 125

a g r e g a r defectos físicos más ó menos r e p u g -


n a n t e s . Rosas no tenía defecto físico alguno;
antes al contrario, la contextura material y la
belleza varonil de sus formas hacían de él un
h o m b r e de singular h e r m o s u r a . En cambio,
toda esa fuerza mórbida que, d i r e m o s así, se
distrae en estos defectos del cuerpo, estaba
t e n a z m e n t e concentrada en su espíritu, deter-
m i n a n d o esas profundas y g r a v í s i m a s pertur-
baciones afectivas, q u e hacen de él el más
acabado tipo de la locura moral.
S u c e r e b r o , evidentemente, no participaba
de esa salud completa q u e tiene su expresión
g e n u i n a en la r e g u l a r i d a d de las funciones,
q u e impide el desorden, que enfrena al i n s -
tinto, s i e m p r e bravio y tumultuoso, por medio
del alto equilibrio q u e impone la razón.
H a y entre su organización y la de los d e -
más h o m b r e s un abismo profundo abierto por
esa falta completa de sentimientos, por esa
tenaz persistencia en el crimen y por la a u -
sencia absoluta del r e m o r d i m i e n t o .
L o s g r a n d e s n e u r ó p a t a s como Rosas, en
cuya contextura espiritual existe una atrofia
tan e x t r a o r d i n a r i a del sentido moral, consti-
tuyen todas esas anomalías q u e son en el o r -
den psíquico lo que las monstruosidades de la
organización del cuerpo en el o r d e n físico.
Vienen al m u n d o con el g e r m e n de su locu-
ra, de esta locura temible que busca el placer
126 J O S É M. R A M O S MEJÍA

en las emociones intensísimas del crimen, q u e


a r r a n c a al corazón fibra por fibra y que en
cada gota de s a n g r e q u e v i e r t e n e n c u e n t r a n
una fuente inagotable de g r a t a s emociones.
A g o t a d a en s u s últimos límites la sensibili-
dad moral por los a r r a n q u e s de una p e r v e r -
sidad violenta y activa, se manifiesta una sed
insaciable q u e e n g e n d r a esos d e s e o s de muer-
te, y buscan con avidez las ocasiones propi-
cias de satisfacerla. S o n naturalezas nacidas
p a r a el crimen, o r g a n i z a d a s para vivir y d e s -
a r r o l l a r s e en ese medio homida en el cual pe-
recen asfixiados los espíritus en q u i e n e s la
p r e s e n c i a constante y saludable de la razón
moral impide la formación de los impulsos
q u e e n c u a d r a n el alma formidable de los gran-
des criminales. Rosas cedía sin r e p u g n a n c i a á
sus más p e r v e r s a s inspiraciones, y, a r r e b a t a -
do p o r esa fibra enfermiza q u e lo animaba
d e s d e su infancia, mataba con d e s e s p e r a n t e
tranquilidad y como si verificara el acto más
natural de la vida ordinaria. Esta frialdad a t e -
r r a d o r a q u e acompaña s i e m p r e á todos sus
actos forma el r a s g o más p r o m i n e n t e de la
"locura moral", causa única en él de esa cíni-
ca insensibilidad q u e lo llevaba hasta b u r l a r -
se de sus víctimas una vez cometido el de-
lito.
No existiendo en su conciencia ni el v e s t i -
gio de un cruel r e m o r d i m i e n t o , sus d e s e o s
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 127

homicidas estaban s i e m p r e en libre y p e r p e -


tua efervescencia, p o r q u e en su c e r e b r o h a -
bía m u e r t o todo lo q u e podía resistir con éxi-
to á la fuerza temible de sus inclinaciones. La
lucidez indiscutible de su inteligencia inculta,
a u n q u e vivaz, empleada en la satisfacción ex-
clusiva de sus designios, era tanto más peli-
g r o s a cuanto mayor fuera su desarrollo, p o r -
q u e todos ellos, en halago de sus instintos, la
utilizan en el único propósito de formular pro-
yectos criminales y en idear los medios de
d a r l e s cima.
La lesión de una facultad cualquiera del
o r d e n instintivo no e n t r a ñ a fatalmente, según
p a r e c e probarlo la observación, una lesión
correlativa del o r d e n intelectual, ó si la trae
es tan poco sensible algunas veces, que pasa
desapercibida y como disimulada por el lujo
de manifestaciones con q u e se p r e s e n t a la
p e r t u r b a c i ó n moral. P a r a el criterio v u l g a r
no hay enajenación donde no existe el delirio,
y la "locura m o r a l " circunscrita á las faculta-
des " p u r a m e n t e afectivas", se confunde sin
razón con el vicio y con el crimen. Esta espe-
cie de monomanía que no invade sino la p a r -
te sensitiva de la naturaleza humana, como lo
afirman P r i t c h a r d , Esquirol, Maudsley y otros,
p r e s e n t a una sintomatología exacta y algunos
datos etiológicos precisos. P a r a q u e en un
individuo pueda manifestarse, es m e n e s t e r
128 J O S É M. R A M O S MEJÍA

q u e haya en sus c o n m e m o r a t i v o s individuales


y en su genealogía el a n t e c e d e n t e de e n f e r -
m e d a d e s ó estados nerviosos de cualquier g é -
n e r o y q u e la e n f e r m e d a d moral se manifies-
te d e s p u é s de un t r a s t o r n o mental a g u d o cual-
q u i e r a "ó d e s d e los p r i m e r o s años de su vida".
Es p r e c i s a m e n t e en esta época, antes que el
individuo t e n g a conciencia de sí mismo y p o -
sea una noción v e r d a d e r a de lo j u s t o y de lo
injusto, q u e la p e r v e r s i ó n moral, las e x t r a v a -
gancias de carácter, las inclinaciones viciosas
y criminales se han o b s e r v a d o (i). Y si s i g u e
aquélla una evolución gradual—afirma el c é -
l e b r e médico de Bicétre—su violencia obscu-
rece y falsea la conciencia, y la razón, en vez
de dominar, como sucede en los individuos
suficientemente bien organizados, se hace
cómplice y les presta el concurso de su
fuerza.
Rosas, en su niñez, mostraba ya en g e s t a -
ción activa todo este cúmulo de e x t r a v a g a n -
cias morales, q u e d e s p u é s han acentuado tan-
to su fisonomía. S e refiere q u e inventaba t o r -
mentos p a r a m a r t i r i z a r á los animales y q u e
sus j u e g o s en esta edad de la vida en q u e ni
el más leve sentimiento i n h u m a n o agita el
alma adolescente, consistían en quitarle la piel
á un p e r r o vivo y hacerle morir l e n t a m e n t e ,

(i) M O R E E U D E TOURS: Psychologie Morbide.


R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 129

s u m e r g i r en un barril de alquitrán á un gato


y p r e n d e r l e fuego, ó a r r a n c a r los ojos á las
aves y r e i r de satisfacción al verlas e s t r e l l a r -
se contra los m u r o s de su case. Ese cuerpo
tan artísticamente formado y macizo se des-
arrollaba e x u b e r a n t e en la vida saludable de
la campaña, y con él, esos instintos de feroci-
dad q u e forman la masa de su alma y que en
veinte años de crímenes diarios eran todavía
insaciables.
En esos enfermizos estremecimientos j u v e -
niles se presentía ya el asesino aleve de Maza
y de Camila.
En la m i r a d a inquieta de aquel niño temi-
ble podía d e s c u b r i r s e un c e r e b r o precoz, b a -
tido por mil pensamientos siniestros, y al tra-
vés de su pecho h u b i é r a s e percibido el ruido
tumultuoso y convulso de un corazón agitado
por la impaciencia de h o r r o r e s y de s a n g r e .
Mal p u e d e atribuírsele una organización
moral íntegra cuando d e s d e tan t e m p r a n o
principiaba su "diátesis" á manifestarse.
T e n í a ya todos los atributos de esta enfer-
m e d a d mortífera y hacíase notable por sus
malos instintos, sus insubordinaciones y sus
actos de violencia. Conociendo los padres sus
instintos p e r v e r s o s , su carácter r e b e l d e y
atrevido, colocáronlo de mozo de tienda bajo
la dirección inflexible de un señor D . Ildefon-
so P a s s o , quien le dio algunas lecciones de
9
130 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

escritura, conservándolo á su lado hasta el día


en q u e huyó. Allí cometía toda clase de extra-
vagancias y "diabluras"; se cuenta q u e p e l e a -
ba con los q u e iban á la tienda, destruía todos
los g é n e r o s , cortándolos al sesgo, y agujerea-
ba con su cuchillo los s o m b r e r o s , b u s c a n d o
hasta en esas puerilidades una satisfacción de
sus deseos d e s t r u c t o r e s . D e s p u é s fué enviado
á un establecimiento de campo, bajo las ó r d e -
nes de un esclavo capataz de la estancia, q u e
solía castigarlo s e v e r a m e n t e imponiéndole du-
r a s penas corporales. Cuentan q u e un día, ha-
biendo malgastado un dinero, su p a d r e lo lla-
mó para r e p r e n d e r l o . Rosas lo escuchaba s i -
lencioso, con la fisonomía contraída por la
rabia. P e r m a n e c í a inmóvil y de pie, m i e n t r a s
el anciano le hacía s e v e r o s r e p r o c h e s por su
vida licenciosa y d e s o r d e n a d a . C u a n d o h u b o
concluido sacóse precipitadamente su poncho
y la casaca q u e llevaba debajo, y arrojándolos
al rostro de su p a d r e se retiró haciendo a d e -
manes indecentes. Más tarde pasó á la R e p ú -
blica Oriental, siguiendo, á pesar de sus c o r -
tos años, su vida v a g a b u n d a , hasta que al re-
g r e s a r a l a campaña de Buenos A i r e s e n c o n -
tró á D . L u i s D o r r e g o , cuya protección traba-
j ó por algún tiempo.
Su adolescencia ha sido un continuo d e s o r -
den y la conducta posterior no ha hecho sino
acentuar más los contornos de su carácter,
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 131

completando con n u e v o s r a s g o s la fisonomía


especial de su alma, la más curiosa de la tera-
tología moral. Lastimar á sus peones dándoles
argollazos en la cabeza ó haciéndolos golpear
con animales bravios, echar e x c r e m e n t o s en
la comida de la p o b r e gente q u e sentaba á su
mesa, incendiar las p a r v a s de trigo para go-
zar con los estragos del fuego; tales eran los
entretenimientos de su niñez, la niñez típica y
brutal de los q u e llevan e t e r n a m e n t e en su
c e r e b r o enfermo los síntomas inequívocos de
la "locura moral".
P o r eso, repetimos con Maudsley, estos s e -
r e s son incompletos bajo el punto de vista
mental y algunas veces físico. O b s é r v a n s e —
dice—ciertos niños p e r t e n e c i e n t e s á familias
distinguidas por su honorabilidad, su educa-
ción y o r i g e n , afectados de esa imbecilidad
moral; á nadie quieren y una inclinación fatal
y tenaz los lleva habitualmente al crimen, sin
q u e nada pueda d e t e n e r esas impulsiones or-
gánicas; es que la locura sensitiva principia á
manifestarse, y todos esos actos puede decir-
se q u e son los p r i m e r o s vagidos de ese em-
brión peligroso q u e está verificando su g e s -
tación bulliciosa, libre de las trabas saludables
del sentido moral. E s que en muchos de estos
casos la locura radica, como en Rosas, en una
imperfección ó en una imbecilidad moral que,
en proporciones más ó menos g r a n d e s , cons-
132 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

tituyé un hecho del nacimiento. C u a n d o s e


ven n i ñ o s — a g r e g a M a u d s l e y — e n t r e g a r s e á
los más e x a g e r a d o s vicios, cometer los más
r e p u g n a n t e s c r í m e n e s con una ferocidad i n s -
tintiva y como por una propensión al mal in-
h e r e n t e á su naturaleza; cuando se encuentra,
a u n q u e sea r e m o t a m e n t e , á la h e r e n c i a des-
e m p e ñ a n d o un rol activo, cuando, como en
Rosas, la experiencia p r u e b a " q u e el castigo
no tiene ninguna acción reformadora", esta-
mos autorizados para c r e e r q u e s e trata de
una imbecilidad, de una "locura moral". Esta
p e r v e r s i d a d — d i c e L e b r a n d du Saulle—se ma-
nifiesta " d e s d e los más tiernos a ñ o s " por u n a
crueldad horrible, y son v e r d a d e r o s m o n s -
truos morales q u e viven poseídos por el g e -
nio de la destrucción y q u e concentran toda
su actividad intelectual en un objetivo único:
practicar el mal.
T o d o s estos individuos constituyen u n a va-
riedad d e g e n e r a d a y m ó r b i d a de la especie
h u m a n a , e n c o n t r á n d o s e algunos q u e están
como estigmatizados por caracteres particula-
r e s de inferioridad física y mental. Es tan fá-
cil—dice Maudsley—reconocerlos e n t r e los
demás h o m b r e s , como lo es distinguir en una
majada de c a r n e r o s blancos uno de cabeza ne-
gra. En aquellos cuyos caracteres físicos e s -
tán en armonía con sus caracteres morales, un
aspecto especial, "un aire común de familia
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 133

los denuncia d e s d e lejos". Bruce-Thomson


a s e g u r a q u e casi todos son escrofulosos, r a -
quíticos, de cabeza angulosa y mal conforma-
dos, muchos de ellos están desprovistos de
energía vital "y á menudo son epilépticos". Si
estos caracteres materiales no se observan en
Rosas, es porque, como h e m o s dicho antes,
toda la fuerza patológica q u e en aquéllos se
e n c u e n t r a diseminada en la parte física y mo-
ral, en él parecía fuertemente concentrada en
su c e r e b r o únicamente.
P a r a Rosas el crimen'Jera una especie de
emuntorio, algo como una válvula q u e daba
escape á las fuerzas patológicas que lo d o m i -
naban; h u b i é r a s e manifestado el delirio, la epi-
lepsia, la corea ó cualquiera otra afección ner-
viosa, si no hubiese cometido el crimen que
aliviaba su c e r e b r o de un peso enorme, como
s u c e d e en muchos de ellos, que por la circuns-
tancia de s e r criminales es que no se vuelven
locos, s e g ú n lo observa el autor ya citado.
T o d o s los síntomas que revela en el curso
de su vida, c o n c u e r d a n perfectamente con el
cuadro q u e los autores describen de la locura
moral.
En ciertos momentos, los extraños deseos
q u e tanto lo conmovían presentaban una for-
ma e x t r a v a g a n t e , pero típica y feroz. Había,
á veces, algo como un delirio moral inclasifi-
cable, diabólico, como cuando mandaba de-
134 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

gollar á los prisioneros indefensos al compás


de una "media caña" ó de un "cielito federal"
cuando paseaba por las calles de la ciudad las
cabezas h u m a n a s en carros, cuyos c o n d u c t o -
r e s anunciaban con gritos destemplados la
v e n t a de duraznos, y,finalmente, cuando hacía
colocar á uno de sus bufones debajo del lecho
d o n d e estaba el c a d á v e r de su mujer, con or-
den de imprimirle movimientos q u e p e r s u a -
dieran al sacerdote q u e todavía le animaba
un soplo de vida, para administrarle los últi-
mos auxilios. El éxito de estas b r o m a s b r u t a -
les, q u e d e s p u é s han sido clasificadas de "dia-
b l u r a s " , lo hacían p e r e c e r de risa.
Los deseos homicidas, dominando d e s p ó t i -
camente su cabeza, lo impulsaban al crimen
bajo formas diversas, y asesinaba sin distin-
ción de sexos ni de edades, p o r q u e sentía in-
d u d a b l e m e n t e una satisfacción intensa. T o d o s
estos pensamientos de m u e r t e se habían fija-
do en su espíritu de una m a n e r a indeleble;
casi, p u e d e decirse, se habían formado en su
c e r e b r o y lo absorbían por completo. P o r eso
vivió constantemente t r a m a n d o el asesinato y
b u s c a n d o en las s o m b r a s de su alma t i b e r i a -
na las inspiraciones del crimen para i n v e n t a r
el t o r m e n t o del " s e r r u c h o " , el degüello á "cu-
chillo mellado", la m u e r t e angustiosa á son de
músicas diabólicas ó de t a m b o r e s d e s t e m p l a -
dos. Vivió bajo la presión maligna d e estas
R O S A S Y EL D O C T O R FBANCIA 135

tentaciones homicidas, a r r a s t r a d o por las acti-


vidades anómalas de su cerebro, dominado
por ese estado enfermizo, extraordinario, en
q u e se m a n t u v o tantos años volteando cabezas
y haciendo abofetear mujeres. C u a n d o éstos
q u e podemos llamar los paroxismos de su lú-
g u b r e insania tenían lugar, cuarenta, cincuen-
ta, cien ó más individuos eran apuñalados en
b a r r i o s centrales de la ciudad, se azotaban las
damas en sus propios h o g a r e s , se profanaban
los templos y se afrentaban las j ó v e n e s con
aquellos moños colorados de tan horrible r e -
cuerdo.
La exaltación e x t r e m a en q u e vivía perpe-
t u a m e n t e el cerebro, se manifiesta en estas
escenas inolvidables para el q u e haya vivido
en aquellas épocas de h o r r o r e s y bajo la p r e -
sión de su mano crispada.
No hay duda, pues, q u e estas e f e r v e s c e n -
cias malignas r e s p o n d e n á estados patológicos
perfectamente caracterizados, y estudiando su
t e m p e r a m e n t o y su historia clínica puede des-
c u b r i r s e al virus vesánico manifestándose en
otra época bajo la forma probable de una "epi-
lepsia l a r v a d a " . Rosas tenía, sin duda alguna,
un t e m p e r a m e n t o n e r v i o s o y s u f r í a fuertes ata-
q u e neuropáticos, en los cuales saltaba á caba-
llo 3' echaba á c o r r e r por el campo, lanzando
gritos descompasados y agitando sus brazos
hasta q u e caía e x t e n u a d o y traspirando á ma-
136 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

r e s (i). O t r a s veces se e n t r e g a b a á a r r a n q u e s
de furor súbito, q u e nada justificaban, y los
p e o n e s de su estancia y los objetos q u e e n -
contraba á su alcance pagaban su tributo c a -
y e n d o bajo los golpes de sus puños formida-
bles. T o d o s ellos terminaban, como los q u e
refiere el S r . S a r m i e n t o , por "un s u d o r profu-
so y a b u n d a n t e acompañado de una e x t e n u a -
ción más ó menos prolongada".
Estos accesos tienen un carácter epiléptico
e v i d e n t e y son uno de los tantos matices bajo
los cuales se p r e s e n t a esta enfermedad. Bajo
el punto de vista somático la epilepsia r e c o -
noce t r e s ó r d e n e s de fenómenos: el " v é r t i g o " ,
el "acceso incompleto" ó p e q u e ñ o mal y el
"ataque convulsivo" ó g r a n mal. El individuo
afectado de vértigo goza de todas las aparien-
cias de la salud, se ocupa de su trabajo ó con-
v e r s a tranquilamente, cuando de r e p e n t e p a -
lidece, se detiene, i n t e r r u m p e la frase y con
ojos d e s m e s u r a d a m e n t e abiertos y fijos, p e r -
manece casi inmóvil, d u r a n t e cuatro, ocho,
diez ó más s e g u n d o s ó minutos; concluido el
acceso lanza un profundo suspiro, y r e a n u d a
la conversación interrumpida, sin s o s p e c h a r
q u e ha estado enfermo. Esta es una de las
m a n e r a s de manifestarse q u e tiene el v é r t i g o .
El acceso incompleto ó p e q u e ñ o mal es una

(i) S A R M I E N T O : Civilizacióny Barbarie,


R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 137

manifestación epiléptica intermediaria entre


el v é r t i g o y el ataque convulsivo; está c a r a c -
terizado por movimientos convulsivos parcia-
les, ó, mejor dicho, por contracciones involun-
tarias de ciertos músculos de la cara ó de los
m i e m b r o s . El gran mal es la epilepsia propia-
m e n t e dicha, caracterizada por la caída, el
grito inicial, la p é r d i d a del conocimiento y
las convulsiones clónicas y tónicas de los
músculos (i).
L o s "ataques n e r v i o s o s " de Rosas, de los
cuales hablan algunos historiadores contem-
poráneos, corresponden, en mi concepto, á
una de las dos p r i m e r a s categorías, y están
e n t r e el vértigo y el acceso incompleto: d e -
secho completamente la idea del "gran mal",
p o r la falta de los síntomas q u e lo caracteri-
zan. A p e s a r de la duración efímera y de su
casi instantaneidad, el vértigo conduce con
igual rapidez que al acceso incompleto y el
a t a q u e convulsivo á las manifestaciones psí-
quicas anormales, á las impulsaciones peligro-
sas y á la verificación de todos esos actos i n -
sólitos y r e p r e n s i b l e s que cometía Rosas tan
frecuentemente. D e s p u é s de un solo acciden-
te ó de una serie de ellos, el vertiginoso p u e -
de b r u s c a m e n t e r e c o r r e r todos los tonos de la
gama delirante, d e s d e la irascibilidad c a p r i -
( i ) Ver L E G R A N D DU SAULLE: Eludes medico-legale: sur
les epileptiques
138 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

chosa ó la exitación turbulenta, hasta la i n c o -


h e r e n c i a y el furor (i). L a s e x t r a v a g a n c i a s á
q u e se e n t r e g a n y q u e constituyen los distin-
tos modos de manifestarse el vértigo son á
m e n u d o apreciadas en su justo valor por el
criterio vulgar, q u e las a t r i b u y e á la corrup-
ción de costumbres ó á las conveniencias de
h a c e r s e pasar por locos.
U n a mujer distribuye m o n e d a s de oro á los
t r a n s e ú n t e s ; concluidas éstas, principia con
sus g u a n t e s , su pañuelo, su libro de misa, su
sombrilla, y por fin t e r m i n a r e g a l a n d o su
s o m b r e r o . La g e n t e la cree ebria; p e r o así q u e
ha pasado el vértigo, v u é l v e l e el conocimiento
y t o m a n d o un carruaje se retira a v e r g o n z a d a
á su casa. Un sabio naturalista, sentado en su
mesa de trabajo, se i n t e r r u m p e t r e s ó cuatro
v e c e s en un corto espacio de tiempo para ir
á d e s h a c e r su cama y luego volverla á hacer.
Un excelente o b r e r o " v e r t i g i n o s o " entra en
un café lleno de gente, se pone á silbar u n a
canción y d e s p u é s de h a b e r s e d e s n u d a d o co-
mienza á cepillar su camisa. T o d o s estos e p i -
sodios y muchos más, p o r q u e el catálogo de
las e x t r a v a g a n c i a s de los epilépticos de esta
categoría es interminable, son casos q u e con-
signa L e g r a n d du Saulle en su excelente mo-
nografía. Esto, a p a r t e de las impulsaciones

(i) L E G R A N D U SAULLE: Ob. cit,


R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 139

suicidas y homicidas q u e forman muchas ve-


ces sus principales tendencias.
L a s extravagancias q u e encontramos en la
vida de Rosas, y q u e han sido clasificadas de
"pillerías" por la psicología poco científica de
sus contemporáneos, r e v e l a n la acción del
v i r u s epiléptico y nos ayudan á hacer un diag-
nóstico retrospectivo. Con el v é r t i g o e p i l é p -
tico—dice L e g r a n d du Saulle—se p u e d e cons-
t r u i r toda la enfermedad y explicar entonces
cómo el mismo h o m b r e p u e d e ser conducido
casi p e r i ó d i c a m e n t e á las mismas singularida-
des intelectuales, á las mismas impulsiones
peligrosas, á los mismos actos anómalos. Con
este criterio podemos explicarnos ciertas "sin-
g u l a r i d a d e s intelectuales" tan propias de R o -
sas y tan visibles en muchos de sus actos pú-
blicos, en su p r e n s a y por la publicación de
ciertos "documentos epilépticos" y aun en sus
actos privados más pueriles. S i n g u l a r i d a d e s
q u e revestían, no sólo la forma e x t r a v a g a n t e
característica, sino también su periodicidad;
claro es q u e no nos referimos á aquellas q u e
en realidad sólo revelan su astucia proverbial
y q u e no pasan de nimiedades sin trascenden-
cia p a r a el diagnóstico.
E x a m i n e m o s algunas de ellas y v e r e m o s la
v e r d a d de esta afirmación.
Rosas hizo q u e todos los individuos del
"Batallón L i b r e de Buenos A i r e s " , compuesto
140 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

de n e g r o s y mulatos, y q u e formaba parte


de su ejército en la campaña de C ó r d o b a
en 1830, p e r d i e r a n s u s n o m b r e s , sustituidos
por otros que su c e r e b r o inventaba. Al efec-
to, dio o r d e n de q u e á cada soldado se le
afeitara el parietal d e r e c h o y luego se proce-
diera á la ceremonia de la aspersión. Una
parte del batallón sufrió este vejamen, la otra
escapó p o r q u e él mismo lo mandó s u s p e n d e r .
E s t o , como se ve, es enfermizo y todas las
circunstancias q u e acompañaron al acto reve-
lan elocuentemente su carácter. Mandó s u s -
p e n d e r la ceremonia, sin duda, cuando el vér-
tigo había pasado.
Un día, encontrábase en su residencia de
P a l e r m o , cuando una Comisión de la Sociedad
de Beneficencia llegó á felicitarlo por no re-
c u e r d o q u é triunfo obtenido sobre los "salva-
j e s unitarios". Matronas de lo más distin-
guido, muchas de ellas ancianas, componían
aquella m e m o r a b l e embajada. E n t r a n á la sala
y allí Rosas las recibe afectuosamente, h a -
ciendo á cada una los cumplimientos de forma
y mostrando, como nunca, la más fina y g a -
lante solicitud. S e conversa l a r g a m e n t e s o b r e
los trabajos de la Sociedad, encareciendo el
T i r a n o los beneficios que reporta el pueblo
con tan santa institución, y concluye a s e g u -
rándoles su firme y decidido concurso. A g o -
tado el tema, s o b r e v i n o un largo intervalo de
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 141

silencio. Rosas, con la vista baja, parecía m e -


ditar; pero r e p e n t i n a m e n t e se pone de pie, y
dirigiéndose á las damas les dice con voz im-
p e r i o s a : — Vamos, señoras, v a m o s , q u e ya
están prontos los caballos, é iremos á dar un
paseo. Las señoras, sorprendidas, le siguen
automáticamente al través de una serie de
cuartos y de patios. L l e g a n al último y allí
r e c o g e varias escobas, monta en una de ellas,
hace q u e las s e ñ o r a s monten en las otras, y
t o m a n d o la delantera, p a r t e imitando el g a l o -
pe, caracoleando y escarceando como si r e a l -
m e n t e fuera á caballo. Aquellas p o b r e s muje-
r e s le seguían, unas con más bríos q u e otras,
s e g ú n los años y el g r a d o de sus fuerzas, g a -
lopando detrás de aquel g r a n insensato q u e
manejaba la escoba para un lado y otro, y
q u e le pegaba en la cabeza cual si fuera efec-
tivamente un animal d u r o de boca.
El día q u e la C á m a r a de Buenos A i r e s le
n o m b r ó g o b e r n a d o r de la provincia, todas las
corporaciones m a r c h a r o n al palacio de g o -
b i e r n o á ofrecerle sus cumplimientos. L a s
g u a r d i a s de honor se multiplicaron y no h u b o
individuo—dice un historiador c o n t e m p o r á -
n e o — q u e no le ofreciera la suya. A cada una
de estas felicitaciones, él dirigía m o d e s t a -
m e n t e sus a g r a d e c i m i e n t o s , e n c a r e c i e n d o la
necesidad de q u e todos los ciudadanos pa-
triotas c o a d y u v a r a n á sus esfuerzos para la
142 J O S É M. R A M O S MEJÍA

realización de la nacionalidad argentina. H a -


blábales de sus g r a n d e s proyectos políticos,
cuya ejecución, decía, debían dar por r e s u l -
tado la unión de todos los a r g e n t i n o s bajo el
paternal sistema de la federación de los p u e -
blos. Hasta aquí, todo iba bien; p e r o más ade-
lante principiaron los discursos contra los
salvajes unitarios y contra la idea de dar una
constitución á la provincia, contra los e n e m i -
gos de la Santa Federación, contra "los q u e
vestían frac y tenían el cuello de la camisa
limpia". P o r fin, aquel c u a d r o grotesco ter-
minó obligando á todos los c o n c u r r e n t e s " q u e
llevaban su cara á la unitaria", es decir, sin
bigote, á q u e se lo pintaran con un corcho
quemado, q u e él mismo ofrecía con este o b -
jeto.
H e aquí toda una serie de d e s ó r d e n e s y de
actos anómalos q u e traicionan la enfermedad,
p e r o cuya significación real, es, según a s e g u -
ra L e g r a n d du Saulle, i g n o r a d a todavía de
muchos médicos. Estos d e s ó r d e n e s y estos
actos p e r t e n e c e n á los epilépticos (Legran du
Saulle); lo q u e hay, es q u e el médico, á m e -
nudo, no c o m p r e n d e su importancia. T o d a s
estas e x t r a v a g a n c i a s y particularidades cu-
riosas del carácter de Rosas, c o r r e s p o n d e n ,
aceptando el neologismo de Maudsley, á u n a
mentalidad d e s o r d e n a d a y tienen todo el ca-
r á c t e r de la epilepsia. N o debemos olvidar
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 143

tampoco q u e si en el T i r a n o la enfermedad
ha pasado inapercibida aun para su misma
familia, es porque, según lo afirman L e g r a n d
du Saulle, Jaccoud, Krafft-Ebing y Maudsley,
su existencia puede escapar aun al ojo del
médico mismo; esto es lo q u e sucede en m u -
chas ocasiones, sobre todo cuando la atención
del o b s e r v a d o r se concentra en otros r a s g o s
más llamativos (Maudsley).
L a s ideas q u e L e p a r y Cuenca, q u e fueron
los únicos médicos de Rosas, debían t e n e r
sobre las neurosis, y particularmente s o b r e
estas variedades caprichosas de la epilepsia,
q u e son, p u e d e decirse, una conquista de la
clínica moderna, debieron ser muy limitadas,
como es consiguiente suponerlo. Ellos han
debido conocer ú n i c a m e n t e el " g r a n m a l " por
el ruidoso cuadro de síntomas con q u e se pre-
senta, por el grito, la caída, y esas horribles
convulsiones que hasta en el ánimo del médi-
co más acostumbrado producen un pavor inex-
plicable. El p e q u e ñ o mal ó accesos incomple-
tos y, sobre todo, los vértigos con sus mane-
ras multiformes de p r e s e n t a r s e , s e g u r a m e n t e
no los conocieron.
L e p a r sabía, no hay duda, q u e su e n c u m -
b r a d o cliente había tenido "ataques n e r v i o -
sos", q u e no asimiló nunca á la epilepsia, y
q u e atribuía á "excesos de vida" y á las i n c o -
modidades q u e le proporcionaba una e n f e r -
144 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

medad crónica de sus ó r g a n o s urinarios. Estos


dos apreciables profesores, tan poco curiosos,
no han dejado, q u e nosotros sepamos, indica-
ción ó papel alguno relativo á las dolencias de
Rosas, á su carácter, á sus hábitos, y sí sólo
referencias escasas en las familias q u e forma-
ban su clientela aristocrática. No han^podido
estar tan adelantados, y esto es natural, como
para conocer la importancia de estas r e v e l a -
ciones y, s o b r e todo, para saber q u e los acce-
sos de vértigos epilépticos son algunas veces
tan poco acentuados q u e se les toma por un
simple d e s v a n e c i m i e n t o . E s notorio — dice
M a u d s l e y — q u e las personas afectadas de este
mal y q u e van á consultar á un médico se
quejan ú n i c a m e n t e de una incomodidad que á
m e n u d o atribuyen al estómago ó al hígado, y
sólo á fuerza de preguntas, y á veces por
casualidad, se alcanza á descubrir la v e r d a d e -
r a naturaleza de la enfermedad. O t r a circuns-
tancia q u e explica el por q u é p u e d e el vértigo
pasar desapercibido, es q u e los accesos se
p r o d u c e n á veces d u r a n t e la noche, en el
sueño, y aun sin q u e el paciente mismo lo
sospeche (i). Delasiauve y otros autores q u e
han escrito s o b r e esta neurosis, refieren casos
en q u e sólo la casualidad ha podido d e s c u -
brirla.

(i) T R O U S S E A U : Clínica Médica del Hotel Dieu.


R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 145

A h o r a bien, el estado de perturbación sen-


sitiva de Rosas, ¿era un producto de la epilep-
sia, ó esta última fué completamente indepen-
diente de su locura moral? Nada p r u e b a q u e
en su edad viril haya padecido de epilepsia,
p u e s los datos que hemos podido obtener sólo
se refieren á su adolescencia. E v i d e n t e m e n t e ,
la neurosis se ha manifestado d u r a n t e aquella
época, bajo esta forma vaga é intermediaria
e n t r e el vértigo y el " p e q u e ñ o mal", especie
de p r ó d r o m o de esa locura moral q u e luego
se m u e s t r a enardecida y maligna en el resto
de su vida.
Entonces sucedió lo que ya ha observado la
ciencia: los fenómenos epileptiformes fueron
substituidos por la locura afectiva. F a l r e t
habla de un individuo en quien la enfermedad
parecía h a b e r terminado hacía veinte años,
y q u e fué r e p e n t i n a m e n t e atacado de una
invencible inclinación al homicidio. Maudsley
cita el caso de un h o m b r e de sesenta y dos
años q u e en su j u v e n t u d había sufrido accesos
epilépticos y, q u e después de curar, quedó
sujeto á ataques periódicos de exaltaciones
q u e se traducían s i e m p r e por inclinaciones
violentas al homicidio. Delasiauve refiere la
historia de un joven perteneciente á una de
las principales familias de Francia, primorosa-
m e n t e educado y con una inteligencia nada
común, que fué condenado á prisión por robos
10
146 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

repetidos; d e s p u é s de p e r m a n e c e r allí mucho


tiempo, fué conducido á Bicétre, p o r q u e s e
adquirió la p r u e b a evidente que los síntomas
de locura moral manifestados eran el p r o d u c -
to de una epilepsia q u e había cesado y q u e
luego volvió á manifestarse. Esquirol, en su
Tratado de Enfermedades Mentales, consigna
la curiosa observación de un paisano nacido en
K r u m b a c h , de veintiséis años y q u e á los ocho
había principiado á sufrir ataques epilépticos;
á los diez el carácter de éstos cambió comple-
tamente; en vez del acceso convulsivo, este
h o m b r e se encontraba desde entonces atacado
de una inclinación irresistible al asesinato.
L e g r a n d du Saulle cuenta de un sujeto de
treinta años de edad, que fué condenado á
m u e r t e por g r a v e s "vías de h e c h o " contra su
superior, y que estaba poseído de esta inex-
tinguible sed de destrucción: no había tenido
nunca v e r d a d e r o s ataques.
Estos casos en q u e una neurosis convulsiva
cesa para s e r reemplazada por trastornos de
otro orden en que las manifestaciones físicas
d e s a p a r e c e n d a n d o l u g a r á perturbaciones mo-
rales é intelectuales, p u e d e n explicarse por
un mecanismo análogo al q u e produce esas
emigraciones terribles en las enfermedades
de otro orden, que abandonan un ó r g a n o y
h u y e n á otro produciendo trastornos d u r a b l e s
ó fugaces, s e g ú n la importancia del aparato en
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 147

q u e van á situarse. Cuando la erupción e s c a r -


latinosa ó sarampionosa d e s a p a r e c e por c u a l -
quier causa del t e g m e n t o cutáneo, va á refu-
g i a r s e en el c e r e b r o , los pulmones ó el riñon,
transformando completamente sus funciones.
El aparato nervioso no escapa tampoco á esta
ley patológica. Así, sucede q u e cuando una
"corea", que es una "locura de los músculos",
ó una epilepsia convulsiva desaparecen, r e e m -
plázalas en muchas ocasiones una p e r t u r b a -
ción más ó menos profunda de los ó r g a n o s de
la inteligencia y vienen á manifestarse bajo la
forma de convulsiones, no de los músculos,
sino del espíritu, como lo o b s e r v a muy bien
Maudsley. D e aquí proviene, a g r e g a este a u -
tor, q u e en ciertos casos la perturbación pasa
r á p i d a m e n t e de los centros de una categoría
á los de otra, cesando los síntomas primitivos
para ser reemplazados por síntomas de otroor-
den. S i g u i e n d o esta ley d e s a p a r e c e una v i o -
lenta n e u r a l g i a para ser reemplazada por un
fuerte ataque de locura de cualquier forma:
aquí se ha producido una v e r d a d e r a e m i g r a -
ción de las condiciones mórbidas q u e p e r v e r -
tían las funciones de los centros sensoriales,
hacia los centros intelectuales y afectivos. El
t r a n s p o r t e — d i c e Maudsley, á quien estamos
copiando—se hace de los centros del m o v i -
miento á l o s centros del espíritu, ó bien inver-
samente, la aparición de las convulsiones p u e -
148 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

d e d e t e r m i n a r la conclusión d e un a t a q u e d e
locura.
Esto p r u e b a q u e la especie de alteración
mórbida, condición física de la alteración fun-
cional en los centros nerviosos motores y sen-
soriales es parecida á la que e n g e n d r a estos
trastornos.
L a idea de una perturbación d e t e r m i n a d a
por el mismo mecanismo, no p u e d e s e r más
evidente en Rosas. Al cesar sus a t a q u e s n e r -
viosos ó sus vértigos, la locura moral e n a r d e -
cióse, ó mejor dicho, estalló por una r e p e r c u -
sión violenta sobre sus ó r g a n o s sensitivos. Y
esto es tanto más evidente, por cuanto esas
r e p e r c u s i o n e s son más frecuentes cuando se
p r e s e n t a n más leves en apariencia los s í n t o -
mas epilépticos. La "locura moral", sea por
repercusión ó idiopática, está ahí manifestán-
dose en todos los actos de su tumultuosa exis-
tencia.
D e s d e sus p r i m e r o s años, todo ha sido en él
e x t r a ñ o y d e s o r d e n a d o . H a vivido en una
e t e r n a p e n u m b r a , s e m b r a n d o el d e s o r d e n y la
anarquía allí d o n d e sentaba su mano. "En lu-
cha abierta con su familia y con la sociedad
entera—dice Falret, describiendo un caso de
locura moral—ha levantado por todas partes
el odio y la repulsión más profunda. Lleno de
insubordinación ha huido del lado de su fami-
lia ó de sus tutores para llevar una vida vaga-
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 149

b u n d a é irregular, escapando por milagro á la


acción de la justicia y haciendo gala de la m á s
feroz insensibilidad".
Si se casó, fué para hacer más visible la
aridez e s t u p e n d a de su alma, convirtiendo en
objeto de burlas soeces hasta el cadáver de su
propia mujer.
No hay nada en su larga vida q u e m a r q u e
el r a s t r o de un sentimiento elevado, el d e s t e -
llo de una afección siquiera rudimentaria, de
esas q u e han brillado a u n q u e m o m e n t á n e a -
m e n t e hasta en el alma bravia de Cómodo y
de F a c u n d o .
¿En q u é momento de su vida se vislumbra
un r a y o q u e ilumine esa tiniebla eterna, un
r e l á m p a g o de sus afecciones paternales, de su
a m o r filial ó fraternal?
¿Cuándo ha cesado su egoísmo epiléptico
de animar la fibra flácida é i n e r t e de su c o -
razón?

Estudiando sin prevención alguna el o r g a -


nismo cerebral de este h o m b r e , la idea de una
"locura m o r a l " no p u e d e r e p u g n a r al e s p í -
ritu.
Bajo el a m p a r o de su mano, dice R i v e r a
Indarte, se ha a r r a n c a d o la piel de los c a d á -
v e r e s insepultos y se han hecho maneas y
bozales para su uso; se ha "comido la carne
h u m a n a " y se ha castigado con la m u e r t e al
150 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

q u e se atrevía á echar un p u ñ a d o de t i e r r a
s o b r e un cadáver a b a n d o n a d o (r).
En C ó r d o b a hizo degollar trescientos sol-
dados prisioneros.
E n el cuartei de Cuitiño se fusilaba por pe-
lotones, y a r r e b a t a d o por sus deseos hizo
t r a e r de Bahía Blanca 400 indios, q u e fueron,
unos fusilados, otros degollados á " s e r r u c h o " .
A l g u n o s de ellos, vivos aún—dice un h i s t o -
riador de la época—, se alzaban en los c a r r o s
q u e los conducían al cementario y otros al
b o r d e de la zanja q u e se abrió, cerca d e la
Recoleta, para e n t e r r a r l o s . Allí todavía los
oficiales y comisarios de policía, los edecanes
de Rosas, se disputaban "el placer" de aca-
barlos de matar, festejando con risotadas las
convulsiones q u e aquellos desgraciados ha-
cían en su horrible agonía.
T e n í a días terribles, épocas como el "año
cuarenta", en q u e las matanzas eran diarias y
acompañadas de circunstancias terribles.
Sin causas aparentes, sin cambios políticos,
sin batallas perdidas ni conspiraciones descu-
biertas, de una m a n e r a insólita, como era n a -
tural q u e sucediera, pues! o q u e esas i m p u l -
siones nacían e s p o n t á n e a m e n t e en su cerebro,
estallaban sus brutales accesos, y la cuchilla y
el s e r r u c h o comenzaban á j u g a r . T e n í a p e -

(1) R I V E R A INDARTE: Rosas y sus opositores.


R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 151

ríodos de exacerbación y de calma, h o r a s de


fiebre maligna en q u e su cabeza, agitada por
esas fuerzas anómalas de que habla el vene-
rable Falret, se sentía fuertemente convulsio-
nada arrastrándolo al asesinato aleve, con un
encarnizamiento tranquilo, con esa frialdad
d e s e s p e r a n t e tan característica.
No era la cólera la que provocaba estos im-
pulsos lamentables.
¿ Q u é odio podía inspirarle una mujer, un
niño inocente, un anciano decrépito?
¿ Q u é cólera podía e n g e n d r a r en su alma la
presencia de su hija, de su noble m a d r e ó de
sus hermanos?
Martirizaba por exigencias orgánicas, s o l i -
citado por impulsiones ocultas y poderosas á
q u e obedecía sin r e p u g n a n c i a y hasta con pla-
cer. O r d i n a r i a m e n t e mataba sin q u e ningún
síntoma objetivo hiciera p r e s e n t i r esos v é r t i -
gos de lascivia homicida á que iba á entregar-
se: hay individuos en quienes el paroxismo es
precedido de signos que indican una excita-
ción g e n e r a l cuando el "aura" homicida c o -
mienza su ascensión; se quejan de cólicos, de
a r d o r e s en las visceras, de cefalalgia é insom-
nio; la cara está pálida ó roja, el color de la
piel es obscuro, el pulso lleno y d u r o y el
cuerpo entra en un estado de temblor convul-
sivo. P e r o Rosas estaba libre de este s e n t i -
miento tan angustioso, p o r q u e es más frecuen-
152 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

te observarlo en las manías impulsivas q u e en


la "locura moral". Mostrábase sereno, sin p e -
sares, sin remordimientos, contemplando á
s a n g r e fría las víctimas próximas á expiar sus
delitos imaginarios, y hasta e x p r e s a n d o cierta
íntima satisfacción. Aquella r e s p u e s t a que d i o
á un alto funcionario suyo, cuando vino á i n -
t e r c e d e r por un preso, sintetiza toda su insen-
sibilidad: "¡Cuando pongo preso á un h o m -
bre—dijo—es para mortificarlo y no para q u e
viva de regalos!" (i).
Rosas—dice Rivera I n d a r t e — a m a r g ó los
últimos días de la vida de su padre, y p u e d e
decirse q u e le asesinó, insultándole en su l e -
cho de m u e r t e (2).
"En 1838—agrega el autor citado—expiró
su inquieta mujer. En sus últimos m o m e n t o s
se v i o rodeada, no de profesores q u e aliviaran
los dolores de su cuerpo, ni de la amistad, ni
de la religión, sino de una profunda y deses-
p e r a n t e soledad, i n t e r r u m p i d a por las risas y
las obscenidades de los bufones del T i r a n o .
Ellos le aplicaban algunas medicinas y muchas
veces d e s g a r r a b a los oídos de la p o b r e enfer-
ma la voz satírica de su marido q u e gritaba á
alguno de los locos: "¡Ea!, acuéstate con Encar-
nación, si ella q u i e r e , y c o n s u é l a l a un poco." L a
infeliz se sintió morir y pidió un sacerdote

(1) Diabluras de Rosas.


(2) R I V E R A I N D A R T E : Rosas y sus opositores.
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 153

p a r a confesarse. Rosas se lo negó, pretextan-


do que su mujer sabía muchas cosas de la Fe-
deración y q u e podía revelárselas al fraile.
C u a n d o le avisaron q u e había expirado m a n -
dó venir un clérigo para q u e le pusiera la
"extrema-unción", y para que c r e y e r a que el
óleo santo se d e r r a m a b a sobre un moribundo
y no s o b r e un cadáver, uno de los locos, pues-
to debajo de la cama en q u e estaba el c a d á -
ver, le hacía hacer movimientos, pero con tal
torpeza, q u e el sacerdote, d e s p u é s de h a b e r
fingido q u e nada comprendía, salió espantado
de aquella c a v e r n a de impiedad y reveló la
escena infernal en q u e había sido involuntario
actor á un eclesiástico v e n e r a b l e , de cuyos
labios tenemos esta relación" (i). Al día s i -
g u i e n t e de su m u e r t e se e n c e r r ó en su cuarto
con Viguá y Eusebio, y lloraba á gritos la
m u e r t e de su Encarnación. En algunos m o -
mentos daba t r e g u a á su dolor, pegaba una
bofetada á uno de aquéllos y con voz doliente
p r e g u n t á b a l e s : —¿Dónde está la heroína?
—Está sentada á la diestra de Dios P a d r e T o -
d o p o d e r o s o — r e s p o n d í a Viguá y volvían á
llorar.
Esta mezcla horrible de la burla y la fero-
cidad más inaudita, son rasgos frecuentes de
su vida. T o d o lo grotesco halagaba aquella

(i) RIVERA INDARTE: Ob. cit


154 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

naturaleza lapidada con los estigmas de una


inferioridad moral deplorable. B r u c e - T h o m p -
son, q u e por su posición de médico de las pri-
siones de Escocia, ha podido estudiar cientos
de criminales famosos, no ha o b s e r v a d o q u e
p r o s p e r a r a e n t r e ellos el sentimiento de lo
bello. Ese signo de d e g e n e r a c i ó n q u e palpita
en todas las cosas de Rosas, en todas sus
obras viene casi s i e m p r e acompañado de este
estado de insensibilidad moral p r e d o m i n a n t e
q u e acusaba.
Esas figuras siniestramente alegres q u e cru-
zan en el escenario de su tiranía, tienen t a m -
bién su parte en este proceso médico. L o s
perfiles grotescos de sus bufones, los férreos
contornos de sus fisonomías deformes, a g r e -
gados á todos esos r a s g o s conocidos ya, dan
la evidencia del diagnóstico. Eusebio, Viguá
y toda esa cohorte de imbéciles que abofetea-
ba en sus h o r a s de recreo, y "cuyos i n t e s t i -
nos hacía insuflar por medio de fuelles" p a r a
montarlos con espuelas; esos dementes i n c u -
rables como el "Loco de la F e d e r a c i ó n " , á
quien hacía a r r a n c a r los pelos del periné por
medio de pinzas, dejan v i s l u m b r a r todas las
asperezas q u e tenía aquel espíritu en comple-
to desequilibrio. El rol importante q u e des -
e m p e ñ a r o n en su vida todos estos d e s g r a c i a -
dos es bien conocido. Eusebio asistía de noche
á los cuarteles, hacía que le formaran la guar-
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 155

dia, y al pasar por debajo del Cabildo, el cen-


tinela gritaba echando el a r m a al h o m b r o :
"Cabo de guardia, el s e ñ o r g o b e r n a d o r " , y la
tropa batía m a r c h a y presentaba sus a r m a s .
L o q u e comúnmente se llama "las diabluras
de R o s a s " son todas aquellas extravagancias
feroces q u e han q u e d a d o g r a b a d a s con carac-
t e r e s indelebles en la imaginación de todo un
pueblo. Mandar á Eusebio que se calzara un
p a r de botas llenas de b r a s a s de fuego, obligar
á latigazos al imbécil Viguá á c o m e r s e media
docena de sandías, d i v e r t i r s e en darle de p u -
ñetazos en la boca y en el v i e n t r e en el j u e g o
brutal de "la inflada", y hacerlo s e n t a r sin cal-
zones s o b r e un h o r m i g u e r o hasta q u e h u b i e r a
d e v o r a d o dos fuentes de d u l c e ; tal e r a el r e -
pertorio de sus b r o m a s .
Rosas está pintado en todas ellas. G i r a en
una órbita en d o n d e la naturaleza h u m a n a ca-
mina sin el apoyo de la razón, q u e en el o r d e n
moral es el equilibrio de las facultades, según
decía A u g u s t o Comte. No vivía en esa zona
misteriosa de q u e habla Maudsley y en uno
de cuyos b o r d e s se ve á la p e r v e r s i d a d p r e -
dominando sobre la locura, mientras q u e en
el opuesto la p e r v e r s i d a d es m e n o r y la locura
domina. Rosas estaba francamente afectado de
una "locura m o r a l " en toda su horrible pleni-
tud. Principió á manifestarse en su j u v e n t u d ,
y d e s p u é s públicamente, haciendo pintar b i -
156 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

gotes con corcho q u e m a d o á sus g e n e r a l e s ,


proscribiendo el frac y cortando por sus p r o -
pias manos los faldones del q u e llevaba el se-
ñor Gómez de Castro en un baile público en
la casa de Gobierno, " p r e s e n t á n d o s e en man-
gas de camisa y en calzoncillos en m o m e n t o s
solemnes y notables" (i), y o r g a n i z a n d o ban-
das de h o m b r e s feroces q u e tenían la misión
de tuzar las b a r b a s de los "salvajes u n i t a r i o s "
y p e g a r moños con b r e a en las cabezas de sus
mujeres. Rosas hacía bailar á su hija y á sus
g e n e r a l e s con n e g r a s y mulatas en la A l a m e d a
y en las plazuelas de las iglesias, y r e p r e s e n -
taba con sus bufones "farsas indecentes y obs-
c e n a s " parodiando las cosas más serias, sin
miramiento alguno por las personas q u e tenía
cerca (2).
E s a s tendencias obscenas q u e manifestaba
son propias y casi patognomónicas de estados
c e r e b r a l e s especiales, análogos al suyo. Lasé-
g u e ha referido un n ú m e r o considerable de
ejemplos. Individuos, muchos de ellos que, á
pesar de su posición y de las consecuencias q u e
necesariamente producían semejantes a t e n t a -
dos, se e n t r e g a b a n con v e r d a d e r o placer á es-
tos manejos, reducidos, b u e n o es decirlo, á la
exhibición pasiva de sus ó r g a n o s genitales.
O t r o s que, como Rosas, no hacían otra cosa
(1) L A M A S : Escritos políticos y literarios.
(2) LAMAS: Ob. cit.
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 157

que salirse en camisa y calzoncillos á la sala,


al patio ó a la plaza misma, "siempre que h u -
biera e s p e c t a d o r e s " (i). L e g r a n d du Saulle en
su libro sobre los epilépticos, refiere también
casos idénticos y no menos curiosos. Este "ex-
hibicionismo" de Rosas es un dato más que se
a g r e g a al proceso.
Las extravagancias, como aquella de obli-
g a r á todo un pueblo á que vistiera chaleco
colorado, á q u e pintara las puertas y el frente
de sus casas del mismo color, á que llevara
bigote como signo de exterminio, quedan t o -
das muy atrás de ese cúmulo de escenas s a n -
grientas q u e constituían el alimento diario de
sus sentidos.
Hizo m e t e r vivo en un tonel lleno de alqui-
trán, para luego p r e n d e r l e fuego, al español
R o d r í g u e z de Eguilaz.
E r a frecuente en aquel tiempo, encontrar
las cabezas h u m a n a s en los puestos de los
mercados, colgadas y adornadas de perejil y
de cintas azules.
A los ancianos y v e n e r a b l e s sacerdotes, Ca-
brera, F r í a s y Villafañe los hizo fusilar en
su residencia de Santos L u g a r e s ; pero antes
quiso a p u r a r "el placer" y les mandó cortar
del cuero cabelludo toda la parte de la c o r o -

(i) L A S E G U E : en Gaszette des Hopitaux, núm. 5 1 ,


Mayo 1877.
158 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

na, luego les hizo sacar la piel de las manos y


en s e g u i d a los mandó al banquillo.
Los prisioneros de g u e r r a que no eran fu-
silados ó degollados "á s e r r u c h o " ó á "cuchi-
llo mellado" se les hacía llevar una existencia
atroz, viviendo e n t r e los animales y p o d r e -
d u m b r e y obligándolos, e n t r e otras cosas, á
trabajar a r r a n c a n d o troncos de d u r a z n o s con
las u ñ a s (i).
Rosas—dice el S r . L a m a s , á quien copia-
mos textualmente—tenía sus goces en la ago-
nía lenta y prolongada de esos míseros prisio-
neros, q u e en cada ruido q u e percibían creían
distinguir el paso y la voz del q u e iba á de-
gollarlos; q u e bebían lentamente la m u e r t e ,
q u e presenciaban transidos de h o r r o r el de-
güello del amigo ó del h e r m a n o , y q u e creían
sentir á cada momento el frío del cuchillo al
introducirse en su carne.
La ejecución á degüello, q u e era una insti-
tución suya, producía una agonía dolorosísi-
ma y era ejecutada lentamente y con cuchi-
llo de poco corte, buscando el martirio p r o -
longado y cruel. L o s degollados no recibían
j a m á s los consuelos con q u e la religión p r e -
p a r a á los h o m b r e s para el trance s u p r e m o , y
Rosas, q u e ha mostrado una fecundidad d i a -
bólica p a r a inventar el tormento, hacía a c o m -
(1) V Í C T O R B A R R A N T : Exposition des violences, outra-
ges, etc., etc.
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 159

p a ñ a r las ejecuciones con una música p a v o r o -


sa, con unas canciones de una alegría extra-
ña y satánica, y las víctimas lanzaban sus ú l -
timos suspiros en medio de sus horribles
acordes.
Las orejas del coronel Borda, q u e cayó pri-
sionero de uno de sus tenientes, las tenía "sa-
l a d a s " en una bandeja de plata y colocadas
s o b r e el piano de su sala para mostrarlas á
sus tertulianos (i).
Camila O ' G o r m a n , joven de veinte años,
perteneciente á una de las principales fami-
lias, que había cometido el delito de e n a m o -
r a r s e de un clérigo, fué traída de un p u e b l e -
cito de Corrientes, en donde estaba escondi-
da, y fusilada en las prisiones de S a n t o s Lu-
g a r e s . Camila estaba embarazada, y Rosas
hizo bautizar al niño introduciendo el agua
bendita por la boca de la m a d r e . [A esta h o -
rrible burla la llamó el bautismo federal!
No había nunca en las modalidades de su
espíritu atrabiliario esos términos indecisos,
esas zonas intermedias é indefinidas que pa-
recen acusar una lucha de sentimientos opues-
tos. Las manifestaciones de su carácter eran
s i e m p r e fuertemente acentuadas y vivaces,
como los síntomas de una enfermedad a g u d a ,
franca y rápida en su marcha.

(i) The Britatmiatt, núm. 4, Junio 25 de 1842.


160 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

Rosas no sintió nunca el temor, q u e es el


sentimiento más cercano al miedo, sin s e r el
mismo, sino el t e r r o r .
En circunstancias difíciles no tuvo j a m á s un
destello de virilidad, sino q u e se mostró ano-
nadado, deprimido por el más innoble pavor,
por la más d e g r a d a n t e cobardía. T u v o miedo,
p e r o ese miedo depresivo y enfermizo q u e in-
v a d e á los alucinados, cuando por delante de
sus ojos absortos cruzan esas s o m b r a s s i l e n -
ciosas y amenazadoras, esos e n o r m e s fantas-
mas q u e crispan sus nervios cuando sienten
la frialdad de la cuchilla imaginaria q u e se
introduce en su carne d e t e r m i n a n d o los ac-
cesos.
Bajo la influencia de causas relativamente
insignificantes, caía en estos paroxismos de
t e r r o r , q u e r e s p o n d í a n e v i d e n t e m e n t e á esta-
dos particulares de su cerebro. En 1828, des.
p u e s de la j o r n a d a de N a v a r r o , en q u e el go-
b e r n a d o r D o r r e g o fué vencido, h u y ó solo, en
"alas del miedo", á refugiarse á S a n t a F e ;
llegó allí "asustado y tembloroso", y, á pesar
de los esfuerzos de López, no pudo volver la
tranquilidad á su espíritu, profundamente con-
t u r b a d o . E r a tal su depresión moral, q u e soli-
citó y rogó al g e n e r a l Lavalle le otorgase g a -
rantías y un pasaporte para irse á los Estados
Unidos (1). Si entonces Lavalle se p r e s e n t a á
(1) L A M A S : Agresiones de Rosas.
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 161

las p u e r t a s de Santa F e , Rosas hubiera caido


en un acceso, producido por una fuerte e m o -
ción moral.
En 1833 se repitió la misma escena. F u é in-
vadido súbitamente por un t e r r o r inexplica-
ble, á pesar de encontrarse al frente de un
poderoso ejército. Entonces escribió á sus
amigos, aterrorizado, lloroso y suplicante, para
q u e le permitieran salir del país, a b a n d o n á n -
dolo todo. E n 1839, cuando estalló la célebre
revolución del Sur, repitióse de nuevo, afec-
tando una forma horrible y desapareciendo
d e s p u é s p a r a dar lugar á un v e r d a d e r o acce-
so de furor, en el q u e pretendió m a n c h a r la
reputación intachable de su propia m a d r e con
una calumnia atroz (1).
En estos hechos dice, Griesinger, h a b l a n -
do de la influencia de las emociones fuer-
tes, e n t r e v e m o s ya una predisposición moral
seria á la enajenación mental, en esta i m p r e -
sionabilidad, en esta tendencia á las oscilacio-
nes p e r p e t u a s del espíritu, que hacen que t o -
das las impresiones morales susciten juicios
confusos. La pupila del ojo del espíritu, dice
este sabio autor, se estrecha entonces, y el
único objeto por que se deja a t r a v e s a r es ese
dolor moral que se apodera fuertemente de la
conciencia. En razón de esta concentración

(1) Véase RivrR


.A INDA* T E : Rosas y sus opositores.

11
162 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

misma, a g r e g a el profesor de Z u r i c h , todas


las percepciones son tristes y penosas; hábil
para p r o p o r c i o n a r s e t o r m e n t o s y solamente
ocupado en su dolor, el enfermo se hace ex-
traño á la mayor parte de las cosas q u e h a b i -
tualmente le interesan, dando origen á esa
sombría desconfianza q u e e n g e n d r a el t e r r o r
de los alucinados.
Estas bruscas transformaciones q u e se ope-
raban en favor de su espíritu á favor de la
más leve impresión dolorosa, estos cambios
violentos é insólitos, eran todos hijos de su
estado neuropático.
Mil otros detalles é incidentes de su vida,
q u e no necesitamos para complementar este
cuadro clínico, pintan gráficamente esta orga-
nización p e r t u r b a d a desde su infancia y cuyas
peripecias inolvidables formarían por sí solas
un libro sin término.
Si Rosas no ha sufrido la neurosis q u e le
atribuímos, particularmente en aquellos pe-
ríodos de su vida, la naturaleza h u m a n a es in-
comprensible.
CAPÍTULO IV

CAUSAS DE LA NEUROSIS DE ROSAS

Etiología de las perturbaciones cerebrales.—Causas mo-


rales y causas físicas.—Rol de la herencia.—Opinio-
nes de Buchner, Haeckel, Virchow, etc.—La genealo-
gía de Rosas. -Herencia materna.—Carácter de la
madre de Rosas.—Su temperamento.—Carácter de los
hereditarios.—Transformaciones de las enfermedades
nerviosas.—El cráneo de Rosas.—Causas determi-
nantes.—Traumatismo del cráneo.—Afecciones de
los órganos génito-urinarios.—Cólicos nefríticos.—In-
fluencia de estas afecciones sobre el carácter.—Opi-
niones de Mercier y otros autores.—Conclusión.

ÚLTIPLES y v a r i a d a s son las causas d e


IVA esta e n f e r m e d a d obscura, q u e consis-
te en la abolición más ó m e n o s completa de la
p e r s o n a l i d a d h u m a n a , en sus manifestaciones
m o r a l e s é intelectuales.
S u g é n e s i s la han b u s c a d o los patologistas
d e todos los t i e m p o s en el a g r e g a d o físico, en
la fuerza q u e p r e s i d e á sus movimientos y á
sus manifestaciones v a r i a d a s . El corazón, el
164 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

cerebro, el hígado, el estómago y los intesti-


nos, lo mismo q u e los ó r g a n o s de la r e s p i r a -
ción, todos los que forman la máquina animal,
p u e d e n t e n e r su parte en esta d e s v e n t u r a q u e
sepulta la razón en las regiones obscuras de
un e n s u e ñ o eterno. L a mayoría de ciertos e s -
tados anómalos del organismo, q u e p e r t u r b a n
más ó menos l e v e m e n t e su marcha regular,
d e p r i m i e n d o ó exaltando el funcionamiento
de un ó r g a n o importante; la clorosis, que azo-
ta al sexo femenino, t r a s t o r n a n d o la vida del
c u e r p o y del espíritu con la m u e r t e m i s t e r i o -
sa del glóbulo sanguíneo; la tisis pulmonar,
las fiebres intermitentes, y hasta la época apa-
cible de la lactancia materna, todas son causas
ó estados propicios para su invasión, sin q u e
la herencia ó cualquiera de esas g r a n d e s fuer-
zas t e n g a necesidad de intervenir.
O b r a n además en el o r d e n físico y como
causas locales, todas las que influyan directa-
m e n t e sobre el encéfalo, principal motor de la
vida, ó q u e lo hagan á distancia y simpática-
mente; como causas g e n e r a l e s , la anemia, el
onanismo y las pérdidas seminales, la diátesis
neuroartrítica, la fiebre tifoidea; como causas
fisiológicas, la menstruación, el embarazo, el
parto, y como causas específicas, las intoxica-
ciones por medio del mercurio, del plomo, de
la belladona, el opio ó el haschich. En el o r d e n
moral, y como ocasionales, las emociones fuer-
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 165

tes, el d e s b o r d e de las pasiones, los disgus-


tos, la imitación; como predisponentes genera-
les, la civilización, las ideas religiosas, los
acontecimientos políticos, y como individua-
les, la "herencia", el sexo, la edad, lo mismo
que el clima, el estado civil de las personas,
la profesión y por fin la educación. Q u e estas
influencias etiológicas—dice el autor de quien
tomamos estos párrafos—obren aisladamente,
es m u y raro; lo más á menudo se asocian en-
t r e sí causas p r e d i s p o n e n t e s y causas ocasio-
nales, causas morales y causas físicas, y su
unión no hace sino a u m e n t a r la intensidad de
su acción (i).
U n a de las q u e obran con m a y o r fuerza en
la etiología de la locura y la que más ha fijado
la atención de los sabios, es sin duda la h e -
rencia, fenómeno misterioso q u e hace la d e s -
esperación de los médicos, y en virtud del
cual el niño nace con el carácter, con las incli-
naciones, con las disposiciones patológicas,
con las calidades corporales, con las p r e o c u -
paciones del espíritu del padre, del abuelo ó
de cualquiera de sus ascendientes directos ó
colaterales.
Hace años un h o m b r e ilustre en los anales
de la medicina, el profesor Virchow, emitió la
opinión atrevida, a u n q u e poco explicativa, de

(i) MARCÉ: Traitepratique des maladies mentales.


166 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

q u e el cuerpo del padre y de la m a d r e c o m u -


nicaban á la sustancia del g e r m e n y, en c o n -
secuencia, á los s e r e s q u e de ellos provenían,
cierto movimiento material de una naturaleza
i n d e t e r m i n a d a y q u e cesaba únicamente con
la m u e r t e . Más tarde, Haekel, el apreciable
autor de la Morfología general de los organis-
mos, se pronunció también por esta opinión,
sosteniendo para explicar los fenómenos i n -
finitamente variados y complejos de la h e r e n -
cia, q u e la evolución completa del individuo
es u n encadenamiento continuo de m o v i m i e n -
tos moleculares del plasma activo que, g r a -
cias á su tenuidad infinita, se e n c u e n t r a en el
óvulo y en el espermatozoide, con una estruc-
t u r a molecular y atómica específica.
P e r o estas explicaciones, tan complicadas y
tan poco satisfactorias, han dejado la cuestión
casi en el mismo t e r r e n o , envuelta en los mis-
mos misterios y o b s c u r i d a d e s de antes.
Sin e m b a r g o , las observaciones r e u n i d a s
hasta nuestros días parecen autorizarnos, dice
Buchner, para afirmar que las disposiciones
del espíritu, tendencias, etc., etc., adquiridas
ó nativas, se h e r e d a n con m a y o r facilidad q u e
las disposiciones corporales. Los caracteres
de la voluntad y del sentimiento, la memoria,
la imaginación, la inteligencia, suelen pasar
todos, de p a d r e s á hijos, de la misma m a n e r a
q u e s e t r a n s m i t e n l a s facultades sensoriales,las
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 167

particularidades de la visión, el estrabismo, la


miopía ó la presbicia, las perfecciones ó i m -
perfecciones más s i n g u l a r e s del tacto, las d e -
bilidades é hiperestesias del oído, las a n o m a -
lías todas del olfato y del gusto.
La influencia p r e p o n d e r a n t e de la herencia
en la producción de las perturbaciones m e n -
tales, es un hecho comprobado por los t r a b a -
jos estadísticos de los alienistas m o d e r n o s .
Y es tal su importancia, dice L e g r a n d du Sau-
lle, que cada vez q u e por la marcha del e s t u -
dio hemos llegado á la etiología de una de
d e estas perturbaciones, la herencia se ha
p r e s e n t a d o en p r i m e r a línea. S u c e d e á menu-
do q u e las causas ocasionales de estas afec-
ciones son ligeras; y cuando circunstancias,
insignificantes en apariencia, determinan en
ciertos sujetos la explosión de perturbaciones
c e r e b r a l e s g r a v e s y á veces incurables, es me-
nester ir á buscar allí la razón de esta despro-
porción a p a r e n t e "entre la pequenez de la
causa y la magnitud del efecto" (i).
En la mayoría de los casos, continúa el autor
citado, la transmisión hereditaria no se hace de
una m a n e r a similar, sino que es esencialmen-
te polimorfa, y la regla general es que las afec-
ciones de este g é n e r o se transformen al trans-
mitirlas. Un p a d r e ó una m a d r e epiléptico,

(i) LEGRANF» D U S A U L L E : Foliehereditairt.


168 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

excéntrico ó extravagante, p u e d e e n g e n d r a r
hijos alienados, idiotas, p e r s e g u i d o s ó c r i m i -
nales; y un loco, á su vez, p u e d e e n g e n d r a r l o s
epilépticos, p o b r e s de espíritu, alcoholistas,
etc. P a r a c o m p r e n d e r bien estas transmisio-
nes polimorfas es preciso considerar á las
afecciones mentales y á las g r a n d e s neurosis
como v a r i e d a d e s de una misma especie. Las
g r a n d e s neurosis y las diversas formas de
enajenación, son estados mórbidos entre los
cuales existen lazos íntimos de parentesco;
sus productos patológicos tienen e n t r e sí rela-
ciones directas, es decir, que lo q u e g e n e r a l -
m e n t e se llama extravagancia, estado n e r v i o -
so, r a r e z a de carácter, debilidad de espíritu ó
de locura, tienen relaciones estrechas y no
son sino v a r i e d a d e s de un mismo tipo (i).
Esto era lo que e v i d e n t e m e n t e sucedía en
Rosas, cuyo estado anómalo parecía, con cier-
sas transformaciones, h e r e d a d o por línea m a -
terna, q u e es lo q u e más frecuentemente se
o b s e r v a s i e m p r e que en los ascendientes se
h a g a notar cualquiera de esas perturbaciones,
ya leves, ya g r a v e s ; siempre que, según el
respetable autor del Delirio de las persecucio-
nes, sean aquéllos neurópatas, personas extra-
vagantes, originales, exaltadas, violentas, apa-
sionadas, histéricas, epilépticas, suicidas, a l -

(i) L E G R A N D D U S A U L L E : Loe. cit.


R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 169

coholistas ó locos v e r d a d e r o s . Insisto en esto


p o r q u e he vislumbrado en el carácter de la
m a d r e de Rosas manifestaciones claras de un
estado nervioso acentuado, de un histerismo
evidente. Esta señora, matrona respetable por
muchos conceptos, era persona de un t e m p e -
r a m e n t o e m i n e n t e m e n t e nervioso y exaltado,
hasta donde p u e d e permitirlo la sensibilidad
exquisita de su sexo; una organización dotada
de una actividad excesiva y casi febril, con
una movilidad de espíritu francamente neuro-
pática. Caminaba precipitadamente, hablaba
con una ligereza nerviosa, accionaba con viri-
lidad, y en los movimientos de sus miembros,
en la vivacidad de su rostro, en su a n d a r firme
y resuelto, y hasta en los destellos de sus ojos,
brillantes y convulsivos, podía d e s c u b r i r s e
una naturaleza llena de vida y azotada por
esas efervescencias indomables que agitan
tanto la sensibilidad femenil.
T r a s estas confusas manifestaciones se abre
paso ese estado vaporoso del histerismo, en
q u e la retina se siente herida con fuerza por
el r a y o de luz más pálido, en que, por la exa-
geración insólita de su potencia emocional,
siente la mujer esos espasmos dolorosos y se
estremece hasta su última fibra al m e n o r r u i -
do, con el más leve movimiento de un objeto.
Modalidad singular de su espíritu, que deja
e n t r e v e r ciertas alteraciones fugaces de la
170 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

personalidad moral propias de la histeria, de-


lineada con fuerte colorido en su organización
a r r e b a t a d a por un n e r v o s i s m o e x t r e m o . P o r
ese influjo particular y en virtud de las e x a l -
taciones de la afectividad, vivía aguijoneada
por las exigencias de este estímulo sensitivo,
t r a s el cual el ojo m e n o s e x p e r i m e n t a d o d e s -
cubriría el estado de excitación enfermiza de
q u e hablan los autores. E n c o n t r á b a s e poseída
d e un deseo e x t r a ñ o de ocuparse de muchos
asuntos á la vez, de e m p r e n d e r l o todo sin con-
cluir nada, de una actividad incesante, de u n a
especie de movimiento continuo, análogo á
" e s e vaivén agitado q u e se a p o d e r a de la agu-
j a de un péndulo cuando ha desaparecido el
disco que regula su m a r c h a " .
U n a anécdota q u e me ha sido referida por
u n a p e r s o n a ligada á su familia, y de cuya
v e r a c i d a d no p u e d o dudar, dará una idea de
su carácter excitable, violento y varonil. Un
día se p r e s e n t a en su casa un comisario d e
policía con el objeto de e x p r o p i a r los caballos
de su carruaje para no r e c u e r d o q u é fin. La
s e ñ o r a lo recibe, y al significarle aquél el o b -
j e t o de su visita monta en cólera, n e g á n d o s e
r e d o n d a m e n t e á hacerle la entrega. El c o m i -
sario insiste, y como intentara e m p l e a r la
fuerza, la s e ñ o r a corre á una de las habitacio-
nes inmediatas, toma un par de pistolas, dirí-
g e s e á la caballeriza y las d e s c a r g a s o b r e los
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 171

caballos. A q u e l de ios que quedó agonizante,


fué ultimado por su propia mano.
O t r o episodio me es conocido, tomado de
las tradiciones orales de la época. Una tarde,
compra en una tienda algunos objetos, que
dejó apartados p a r a llevarlos cuando r e g r e s a -
ra á su casa. Momentos d e s p u é s vuelve por
ellos y se impone con s o r p r e s a q u e el t e n d e -
r o los ha vendido.—Los he vendido, le dice
éste, viendo q u e usted no volvía.—Soy sorda,
le r e s p o n d e la señora, colocando en el oído la
mano d e r e c h a á guisa de pabellón; tenga usted
la bondad de acercarse más. El t e n d e r o acerca
su cabeza, y antes q u e h u b i e r a articulado la
palabra, una feroz bofetada le hacía p u r g a r su
insolencia.
L a s e x p r e s i o n e s súbitas de la cólera, la s o -
breexcitación constante en q u e vivía, agrega-
das á estos rasgos de su carácter e x t r a v a g a n -
te, nos han llamado la atención, llevándonos
á buscar en la "herencia", transformada indu-
dablemente, una de las causas que han influí-
do con más ó menos vigor en la producción
de este dislocamiento de las facultades mora-
les q u e e n c o n t r a m o s en Rosas.
Estas explosiones de la sensibilidad, ¿no se-
rían ese matiz intermediario entre la salud y
la enfermedad que L o r r y llamaba la caquexia
nerviosa y P o m m e la fiebre nerviosa? ¿No
sería la neuropatía proteiforme de Cerice, el
172 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

estado nervioso de S a n d r a s ó la n e u r o s p a s m i a
de Brachet?
I n d u d a b l e m e n t e había mucho de enfermizo
en esas actividades extrañas, p u e s t o que, s e -
g ú n L e g r a n d du Saulle, este estado no es otra
cosa q u e la exageración patológica del t e m -
p e r a m e n t o nervioso. A l g o más en mi concep-
to: estaba allí visible el histerismo con sus
manifestaciones caprichosas, múltiples y va-
riadas. Esta s e ñ o r a era i n d u d a b l e m e n t e extra-
v a g a n t e y exaltada, y esto se ha r e p r o d u c i d o
— d i c e el eminente autor del Facundo—en
D . Juan Manuel y dos de sus h e r m a n o s . T e -
nía un carácter d u r o y tétrico, y se hacía ser-
vir el mate de rodillas con las negritas e s c l a -
vas q u e criaba. Estos datos (i) me los ha
c o r r o b o r a d o el Dr. D. Vicente F . López, cuya
madre, a u n q u e en g r a d o lejano, es p a r i e n t e
de aquella señora. A la par de su d u r e z a e x -
t r a o r d i n a r i a de carácter, tenía sin e m b a r g o , y
en un estado de exaltación propio de su
t e m p e r a m e n t o , sentimientos completamente
opuestos, p o r q u e era caritativa, solícita con
los pobres, á los que repartía dinero y ropas,
y para q u i e n e s fué, s e g ú n se refiere, una ver-
d a d e r a Providencia. F r e c u e n t e m e n t e (y c o n -
signo este dato como un complemento al diag-
nóstico), vélasele atada la cabeza con un ancho

(i) S A R M I E N T O : Civilización y Barbarie, pág. 179.


R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 173

pañuelo de seda, p o r q u e padecía de fuertes y


r e p e t i d a s cefalalgias.
Bien, pues este carácter neuropático, es el
g e r m e n de entidades mórbidas más g r a v e s ,
"que la h e r e n c i a hace estallar" y evolucionar
de cierta m a n e r a propicia á la enfermedad,
más aún, "cuando el g e r m e n es fecundado en
la descendencia por elementos morbosos nue-
v o s " . (Legrand du Saulle).
S i e m p r e que encontréis en una familia uno
de estos m i e m b r o s g a n g r e n a d o s — d i c e M o -
reau de T o u r s — u n a de estas naturalezas e x -
t r a o r d i n a r i a m e n t e viciadas, de estos s e r e s q u e
hacen d e s d e sus p r i m e r o s años la d e s e s p e r a -
ción y m u y á m e n u d o la d e s h o n r a de sus des-
graciados padres, cuya honorabilidad y c o s -
t u m b r e s ejemplares parece q u e debiera p r e -
servarlos de esta calamidad, estad s e g u r o s
"que encontraréis un vicio neuropático oculto
en alguna parte del árbol genealógico". En-
contraréis, agrega, una de estas afecciones
nerviosas tan comunes como la locura, la his-
teria, las enfermedades convulsivas, bajo cual-
q u i e r a forma, g r a v e ó ligera, las lesiones de
los centros nerviosos, de la medula espinal,
etcétera.
Hay entre estos productos patológicos rela-
ciones directas que la herencia combina y
transforma de m a n e r a q u e pueden pasar por
una serie compleja de metamorfosis, y no es
174 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

extraño, como antes h e dicho a p o y á n d o m e en


la palabra respetable de todos estos g r a n d e s
m a e s t r o s , q u e de p e r s o n a s e x t r a v a g a n t e s ,
exaltadas, etc., etc., nazca un criminal, un p a -
ralítico, etc., siendo precisamente más f r e -
c u e n t e por línea m a t e r n a esta terrible t r a n s -
misión. La m a d r e transmite á veces simple-
m e n t e esta tendencia enfermiza, este modo de
s e r del organismo q u e lo pone en mejores
condiciones p a r a recibir las impresiones mór-
bidas y para reaccionar en favor de ellas, de
ese modo particular q u e llamamos p r e d i s -
posición; otras, transmiten directamente su
enfermedad, transformándola.—(Legrand du
Saulle.)
El rol importante que d e s e m p e ñ a la m a d r e
en la transmisión de los fenómenos p a t o l ó g i -
cos hereditarios, está hoy completamente ave-
r i g u a d o y no necesitamos insistir s o b r e él.
R e c o r d e m o s de una m a n e r a general, dice Mo-
reau du T o u r s , que como toda causa, todo
a g e n t e físico ó moral, tiene el p o d e r de sobre-
excitar y de p e r t u r b a r sobreexcitando la fuer-
za vital ó dinámica de los centros nerviosos
en los p a d r e s , p u e d e desarrollar en los hijos
d e s ó r d e n e s análogos "más ó menos i n t e n s o s " .
A h o r a bien; estudiando los rasgos q u e mar-
can los autores como signos de estas t r a n s m i -
siones en el o r d e n afectivo y en el o r d e n mo-
ral, y comparándolos con los q u e en este sen-
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 175

tido revelaba en su carácter D . Juan Manuel,


no dejará de s o r p r e n d e r la curiosa semejanza
que muestran entre sí, á tal punto, q u e al des-
cribirlos, parece que L e g r a n d du Saulle h u -
biera adivinado los duros contornos de su lú-
g u b r e silueta.
Las profundas perturbaciones morales q u e
agitaban el c e r e b r o de este hombre, son p r e -
cisamente las q u e la mayoría de los h e r e d i t a -
rios llevan palpitantes en su carácter. Casi
todos ellos tienen las facultades afectivas pro-
fundamente alteradas.
Son, como Rosas, malos hijos, malos e s p o -
sos, p a d r e s indiferentes, fríos, insensibles á
todos los dolores de la tierra, á todo lo q u e no
les toca directamente; presuntuosos, a u n q u e
afectan mucha modestia, r a s g o q u e era p r o -
verbial en el " h o m b r e de P a l e r m o " y que ha
dado origen á tradiciones curiosas. Déspotas
violentos, dice L e g r a n d du Saulle, no sufren
nunca contradicción alguna, envidian los h o -
n o r e s y desean la riqueza de todos.
Son burlones, amigos de chanzas brutales,
y les gusta incomodar á sus más fieles amigos
y s e r v i d o r e s con b r o m a s cruentas; incapaces
de sentimientos elevados, no conocen la c a r i -
dad, el patriotismo y el honor. T o d a la moral
s e resume para ellos en el interés particular;
la hipocresía y el e n g a ñ o les parecen m u y na-
turales, desde el momento que pueden sacar
176 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

p r o v e c h o . Cínicos y disipados (como Rosas),


sistemáticamente hostiles á toda acción mora-
lizadora, insensibles á los goces del hogar,
inaccesibles á las dulzuras de la afección, h a -
cen s i e m p r e la desgracia de su familia y son
á m e n u d o su d e s h o n r a (i).
H a y un g r a n n ú m e r o de casos, a g r e g a ese
autor, en los cuales e s t a s perturbaciones de
las facultades son poco aparentes, sea p o r q u e
en realidad están poco desarrolladas, sea por-
q u e en cierto modo las ocultan síntomas más
g r a v e s y de otro orden. P e r o se ven otros,
agrega, en quienes las p e r t u r b a c i o n e s afecti-
vas p r e d o m i n a n de una m a n e r a completa, per-
turbaciones caracterizadas por ciertos estados
de exaltación enfermiza y por la p e r v e r s i ó n
de la sensibilidad moral.
Esos actos de v e r d a d e r a locura moral q u e
conocemos en la vida de Rosas, aquellas " i n -
fladas" al loco Eusebio, aquellos j u e g o s del
"peludón", todas esas b r o m a s infernales de
q u e eran teatro P a l e r m o y la Casa de G o b i e r -
no, son extravagancias á q u e frecuentemente
se e n t r e g a n los hereditarios, quienes, s e g ú n el
autor mencionado, se manifiestan sin motivo
alguno inmorales y peligrosos, como si se
sintieran a r r a s t r a d o s por una necesidad liga-
da á su organización anómala; "ninguna c o n -

fuí) L E G R A N D D U S A U L L E : Folie hereditaire.


R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 177

cepción delirante provoca estos actos, n i n -


g u n a incoherencia en el discurso las expli-
ca" (i). S u naturaleza, dice el mismo autor, es
e x t r e m a d a m e n t e variable, unas veces son pue-
rilidades insignificantes, absurdos, e x t r a v a -
gancias; otras, actos peligrosos, obscenos, vio-
lentos ó criminales.
Hasta en la forma de su cabeza había con-
diciones orgánicas q u e favorecían la p r o d u c -
ción de su imbecilidad moral. S u cráneo, aun-
q u e no era visiblemente m u y defectuoso y
asimétrico, no parecía tampoco artísticamente
conformado. La abundancia e x u b e r a n t e de
su cabello encubría á la m i r a d a poco curiosa
d e sus cortesanos las señales inequívocas del
desigual desarrollo de su c e r e b r o .
Gratiolet ha d e s c u b i e r t o q u e en las razas
menos perfectibles, las s u t u r a s a n t e r i o r e s del
c r á n e o se c i e r r a n antes q u e las posteriores,
es decir, q u e el crecimiento de los lóbulos an-
t e r i o r e s del c e r e b r o se detiene antes q u e el
de los posteriores. En las razas s u p e r i o r e s ,
por el contrario, la osificación de las s u t u r a s
principia por las occipitales, y cuando éstas
están ya definitivamente cerradas y t e r m i n a -
do el crecimiento de los lóbulos posteriores,
las frontales, todavía abiertas, permiten al c e -
r e b r o desarrollar sus lóbulos a n t e r i o r e s q u e

(i) L E G R A N D D U S A U L L E : Loe. cit.

13
178 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

están en relación con las facultades más e l e -


v a d a s del entendimiento. E r a ya, dice Broca,
una noción v u l g a r en la ciencia q u e el d e s -
arrollo de la frente estaba en relación con el
de las más altas facultades del espíritu, c u a n -
do C a m p e r imaginó d e t e r m i n a r esta relación
por la medida del ángulo facial. S u p r o c e d i -
miento, a u n q u e exento de un r i g o r absoluto,
ha revelado, sin e m b a r g o , las desigualdades
intelectuales de las distintas razas h u m a n a s .
L a s menos perfectibles son las q u e tienen un
ángulo facial más a g u d o y en las que, en con-
secuencia, se e n c u e n t r a n menos desarrollados
los lóbulos frontales del c e r e b r o . P a r a d e t e r -
minar el desarrollo relativo de la p a r t e ante-
rior y posterior del cerebro, P a r c h a p p e ha
imaginado un procedimiento que, a u n q u e no
es aplicable al estudio comparativo de las r a -
zas, puede, sin embargo, aplicarse al de los
individuos de una misma raza.
D e estos estudios resulta, q u e en los h o m -
b r e s m e n t a l m e n t e s u p e r i o r e s la región a n t e -
rior del c e r e b r o está mucho más desarrollada
que en los h o m b r e s v u l g a r e s , y la parte pos-
terior, por el contrario, es mucho más p e q u e -
ña, no sólo de una m a n e r a relativa, sino tam-
bién absoluta. (Broca.)
Y bien, estudiemos el cráneo de Rosas, la
configuración exterior de su cabeza, y v e r e -
mos cómo las pasiones ciegas, los instintos
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 179

del bruto, e l f a l m a occipital", en una palabra,


están desarrolladas de una m a n e r a e x u b e r a n -
te, con g r a n detrimento de los lóbulos ante
riores.
H e examinado ochenta y tantos retratos su-
yos, p e r t e n e c i e n t e s á la h e r m o s a colección del
doctor L a m a s ; muchísimos de perfil, debidos
al pincel de Merel, de C a r r a n d i , y "tomados
del n a t u r a l " ; e n t r e ellos, el que paseaban en
el carro y colocaban en los altares, q u e es de
m a n o m a e s t r a indudablamente. El ángulo fa-
cial es tan a g u d o q u e basta un examen super-
ficial para c o m p r e n d e r l o . L a frente, poco e s -
paciosa, es d e p r i m i d a , estrecha y c e r r a d a ,
signo incontestable de inferioridad mental.
La frente vertical, elevada, con las bosas fron-
tales prominentes, se ve en ciertos h o m b r e s
de genio; los microcéfalos y los idiotas poseen
una frente fugitiva, las bosas frontales depri-
midas y m u y bajas. F r e n t e ancha, llena, incli-
nada m u y l i g e r a m e n t e hacia atrás, describien-
do una curva amplia al nivel de las eminencias
frontales y dirigiéndose de allí r á p i d a m e n t e
hacia atrás, son, dice T o p i n a r d , los caracteres
del tipo e u r o p e o bien constituido.
E s t e aplastamiento de la parte anterior del
cráneo, sujetando en su natural desarrollo á
los lóbulos correspondientes q u e hace á los
h o m b r e s más d u e ñ o s de sí y desarrollan las
más nobles facultades del espíritu, determina,
180 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

como es consiguiente, una prominencia n o t a -


ble de la p a r t e posterior. Esta era visible en
la cabeza de Rosas, y favorecía, ó mejor di-
cho, indicaba un desenvolvimiento g r a n d e de
todas las facultades más inferiores, s o b r e todo,
de esa "ferocidad occipital",como llama G o s s e
á ese signo tan característico de los h o m b r e s
de un nivel moral muy bajo. Mirada su cabeza
de frente, el ojo menos perspicaz d e s c u b r e al
instante la estrechez y poca extensión del
frontal: angosto, corto y r e v e l a n d o toda la in-
ferioridad de su alma. L o s arcos superciliares
p r o m i n e n t e s , espesos y p r o y e c t á n d o s e atrevi-
d a m e n t e hacia a f u e r a ; la órbita profunda,
ancha, elevada á expensas de las h e n d i d u r a s
frontales y r e d u c i e n d o los lóbulos a n t e r i o r e s ,
las cejas abundantes, el p á r p a d o de aspecto
edematoso, signo para mí de inferioridad, y la
m i r a d a encapotada, siniestra, q u e brotaba de
unos ojos celestes bellísimos; tal e r a el c o n -
j u n t o de su fisonomía.
A d e m á s de todos aquellos signos orgánicos
de degeneración, es probable que el t r a u m a -
tismo del cráneo tuviera también su p a r t e en
la producción de su estado mental. En su j u -
ventud, y en uno de los j u e g o s brutales á q u e
se entregaba, recibió de un potro una patada
en la frente misma y s o b r e la eminencia d e -
r e c h a del frontal; el golpe lo dejó por mucho
tiempo privado del sentido. En ese punto t e -
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 181

nía una depresión más ó menos visible, que se


extendía d e s d e la eminencia d e r e c h a oblicua-
mente de afuera á adentro y de arriba á aba-
jo, y llegaba hasta la glabela, en donde era
más profunda (i).
Los efectos del traumatismo craneano en la
etiología de la enajenación, ya como causa d e -
terminante, ya como ocasional, son conocidos
por todos los autores m o d e r n o s . Las h e r i d a s
de cabeza, dice G r i e s i n g e r , tienen una i n -
fluencia considerable s o b r e el desarrollo de la
locura, sea q u e produzcan simplemente una
conmoción del c e r e b r o ó que se acompañen
de fractura del cráneo. En algunos casos, con-
tinúa, se forman p e q u e ñ o s focos purulentos
de m a r c h a crónica q u e p e r m a n e c e n largo
tiempo sin producir accidentes, ó bien son pe-
q u e ñ o s quistes apopletiformes, ó una inflama-
ción de la d u r a m a d r e ; otras veces se forman
á consecuencia de las h e r i d a s una exóstosis,
un t u m o r ó una caries de los huesos del c r á -
neo q u e trae una hiperemia más ó menos e x -
tendida, ó la exudación de falsas m e m b r a n a s
en las m e n i n g e s . En otros no se o b s e r v a nada
de esto, la fuerte conmoción que ha sufrido el
c e r e b r o basta, sin necesidad de otras lesiones
anatómicas, para d e t e r m i n a r en este ó r g a n o

(r) Esto me lo ha referido el Sr. D. Juan I . Ezcurra


y lo veo consignado en la obra de X. Marmier, titulada
Leltres sur l'Amerique, t. II, pág. 3 0 1 .
182 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

una susceptibilidad mórbida tal, q u e bajo la


influencia de causas ligeras, y al fin de a l g u -
nos años, v e m o s a p a r e c e r la locura.
I n d u d a b l e m e n t e esto último es lo q u e ha su-
cedido en Rosas, p o r q u e nada nos autoriza
para c r e e r en la existencia de t u m o r e s de
cualquier g é n e r o ni menos de meningitis ó
encefalitis crónica, pues á h a b e r existido estas
últimas, h u b i é r a n s e manifestado d u r a n t e la
vida síntomas g r a v e s que no le conocemos.
D e 500 locos o b s e r v a d o s por Schlager, había
49 cuyas p e r t u r b a c i o n e s mentales, g r a v e s en
algunos y leves en otros, eran producidas por
la conmoción del cerebro; en 21 casos el trau-
matismo había sido s e g u i d o i n m e d i a t a m e n t e
de p é r d i d a completa del conocimiento; en 16,
de simple confusión de ideas; en 19, la locura
desarrollóse en el p r i m e r año del accidente;
en cuatro, á los diez años, p e r o s i e m p r e s e
inicia antes. Casi todos estos e n f e r m o s tenían
d e s p u é s una g r a n tendencia á las c o n g e s t i o -
nes de la cabeza, bajo la influencia del m e n o r
exceso en la bebida, de una emoción moral,
etc., etc. (1). A esta tendencia á las c o n -
gestiones en un t e m p e r a m e n t o s a n g u í n e o ,
como el de D. Juan Manuel, y á la i r r i t a b i l i -
dad de su cerebro, d e s p e r t a d a por el t r a u m a -
tismo, deben a g r e g a r s e las causas q u e ya e s -
(1) S C H L A G E R : Sur les lesioris de l'intelligence, consé-
cutilcs a Vebralement du cerveau.
R O S A S Y EL D O C T O R PRANCIA 183

tudiamos como factores de mucha i m p o r t a n -


cia en la etiología de su estado moral.
P e r o h a y todavía otra causa no menos i m -
portante, cual es su enfermedad de los ó r g a -
nos urinarios, bien caracterizada en mi c o n -
cepto por ciertas particularidades sintomáti-
cas que la revelan. No es dudoso q u e Rosas
haya sufrido una enfermedad á la vejiga, y
afirmamos esto en virtud de datos suministra-
dos por personas de su relación y aun por
m i e m b r o s de su familia. A l g u n a s veces q u e -
j á b a s e de dolores vagos en las regiones renal
é hipogástrica y echaba frecuentemente a r e -
nilla al orinar. Estas arenillas renales son la
forma común de la litiasis, dice Jaccoud, y
la m a y o r parte de los cálculos vesicales son
piedras renales que han descendido á la veji-
ga y engrosado en ella por la adición de nue-
vos depósitos.
El S r . E z c u r r a me ha referido que Rosas, á
consecuencia de un fuerte golpe que recibió
corriendo una c a r r e r a en L o n d r e s , cayó en-
fermo y q u e inmediatamente d e s p u é s arrojó
una orina fuertemente sanguinolenta y carga-
da en abundancia de g r u e s a s arenillas. D e s -
pués de este accidente no volvió á sentir la
m e n o r incomodidad, restableciéndose al pa-
r e c e r completamente. En otras ocasiones este
restablecimiento puede explicarse por la ca-
lidad del cálculo que, siendo úrico, desciende.
184 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

á la vejiga y escapa por la orina sin la i n t e r -


vención del arte. En estos casos, dice T h o m p -
son, el enfermo debe p o n e r s e sobre aviso,
p u e s un accidente semejante revela en él una
g r a n predisposición á la formación de una
piedra, cuya evolución d e b e impedirse. L a
orina de s a n g r e ó hematuria se produce en
todos aquellos individuos, p r e c i s a m e n t e des-
p u é s de algún movimiento brusco, violento,
como la caída q u e e x p e r i m e n t ó D . Juan Ma-
nuel, y la que tal vez produjo el r o m p i m i e n t o
de algún cálculo en formación.
P e r o si ese no fué un cálculo de b u e n a s di-
mensiones, vivió ciertamente aquejado por lo
q u e los autores franceses llaman la "gravelle".
Esta enfermedad consiste en la formación de
p e q u e ñ o s cuerpos granulosos, de diámetro
variable, a u n q u e g e n e r a l m e n t e p e q u e ñ o s . L o s
síntomas son variados y todos se refieren, na-
turalmente, al aparato génito-urinario. El q u e
más molesta es el dolor renal, q u e p u e d e ser
pasajero y accidental, a u n q u e algunas veces
se hace vivo é insoportable, y constituye, con
otros síntomas no menos molestos, ese c u a d r o
terrible q u e conocemos con el n o m b r e de có-
lico nefrítico.
Si Rosas ha sido víctima de esta diátesis,
nada de e x t r a ñ o tendría que el cólico nefríti-
co h u b i e r a más de una vez a m a r g a d o los días
de su vida. Este episodio patológico es, con
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 185

razón, el t e r r o r de los enfermos, y las convul-


siones profundas q u e en esos momentos su-
premos e x p e r i m e n t a el organismo, explican
hasta cierto punto las p e r t u r b a c i o n e s morales
q u e acarrean sus repeticiones frecuentes. S e
anuncia á veces por p r ó d r o m o s que el e n f e r -
mo habituado aprecia, poseído de una a g i t a -
ción dolorosa. O t r a s s o b r e v i e n e con una ins-
tantaneidad insólita y brutal, sin q u e nada
haga p r e s e n t i r su aparición; la víctima, dice
Jaccoud, siente un dolor renal que va aumen-
tando hasta q u e a d q u i e r e una intensidad in-
soportable, s u d o r e s profusos bañan su r o s t r o ,
y en los rasgos de su fisonomía descompuesta
e x p r e s a los sufrimientos h o r r i b l e s por q u e
atraviesa todo su cuerpo. L o s padecimientos
intensos del parto, los dolores gravativos de
la peritonitis a g u d a y de la estrangulación in-
testinal, no son para algunos autores, D u r a n d
F a r d e l e n t r e otros, comparables con los q u e
e x p e r i m e n t a el paciente en estos paroxismos
t e r r i b l e s . En lo más a g u d o del acceso, el en-
fermo se agita y se queja de la angustia q u e
lo tortura, el semblante palidece, el pulso s e
hace p e q u e ñ o y las e x t r e m i d a d e s se ponen
heladas; la secreción urinaria disminuye, y en
medio de los esfuerzos vesicales más doloro-
sos, arroja en corta cantidad, ó á gotas, una
orina ya clara y limpia, y a turbia, mucosa y
sanguinolenta, s e g ú n p r o v e n g a del lado sano
186 JOSÉ M. RAMOS MEJIA

ó del lado enfermo. El acceso d u r a algunas


h o r a s y concluye r e p e n t i n a m e n t e arrojando,
a u n q u e no siempre, el cuerpo del delito (i).
S u modo de aparición es i r r e g u l a r . P u e d e
p r o d u c i r s e uno solo y no volver j a m á s ; otras
veces sucede q u e se r e n u e v a n todos los años,
otras cada dos años; en un año p u e d e n verifi-
carse muchos y aun r e p e t i r s e en un solo mes.
Q u e Rosas ha padecido de '"gravelle" no cabe
duda, puesto que, para la mayoría de los au-
tores, basta para hacer el diagnóstico la pre-
sencia de esas arenillas q u e arrojaba en la
orina.
Y véase aquí, como decíamos antes, otro
elemento etiológico importante a g r e g á n d o s e
á ese cúmulo de causas de tan diverso géne-
ro, físicas y morales, predisponentes y o c a -
sionales, hereditarias y adquiridas, obrando,
ora en conjunto, ora aisladamente, s o b r e su
espíritu p r e d i s p u e s t o d e s d e la cuna.
E n a r d e c i d a su enfermedad moral por los
sacudimientos irresistibles q u e p r o d u c e n en
todo el o r g a n i s m o los cólicos nefríticos, t e n -
dría q u e s e n t i r s e dominado por todas sus in-
clinaciones p e r v e r s a s , por ideas n e g r a s , por
deseos inmorales; la rabia, el odio, el a m o r
p e r v e r t i d o y e x t r a v a g a n t e estallando sólida-
m e n t e en sus entrañas, pondrían en m a y o r

(i) JACCGUD: Traite de pathologie interne.


R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 187

efervescencia aquel c e r e b r o congénitamente


enfermo.
L a influencia q u e las e n f e r m e d a d e s genito-
urinarias tienen sobre el carácter del i n d i v i -
duo es evidente. H e q u e r i d o m o s t r a r por un
ejemplo célebre—dice A u g u s t o Mercié—qué
influencia p u e d e t e n e r s o b r e la vida de un
h o m b r e y aun sobre la marcha de la h u m a n i -
dad una alteración de estos órganos, tan p e -
q u e ñ a como "para pasar desapercibida á los
ojos de médicos i n s t r u i d o s " y q u e la han t o -
cado con sus propios dedos. Juan J. R o u s e a u
fué d u r a n t e toda su vida atormentado por una
enfermedad de este g é n e r o , cuya causa ha
p e r m a n e c i d o inexplicable aun d e s p u é s de la
a b e r t u r a de su cadáver. Más adelante, hablan-
do de estas mismas influencias, a g r e g a : Los
infelices q u e están afectados de esta enferme-
dad y que no p u e d e n curar, sea por su propia
incuria, sea por insuficiencia del tratamiento
q u e se les aplica, viven condenados á una
existencia penosa cuando la afección es leve,
y á un fin próximo y doloroso cuando la afec-
ción es g r a v e . Alejados de la sociedad por mil
inconvenientes, por las exigencias secretas de
su enfermedad, todo les es indiferente. Difícil
me sería decir, a g r e g a Mercié, cuántos céli-
bes no e n g e n d r a y cuántas horribles confiden-
cias se me kan hecho en mi práctica, cuántos
infelices, atormentados en la soledad por con-
188 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

tinuas a p r e h e n s i o n e s y disgustados de sí mis-


mos, han concluido por odiar la vida y s u i c i -
darse. En general, podemos decir q u e las
vías urinarias son causas poco conocidas de
frecuentes suicidios. Y no es esto todo: c u á n -
tas veces no hemos visto la más bella facul-
tad del h o m b r e p e r t u r b a r s e por d e s ó r d e n e s
s o b r e v e n i d o s en aquellos ó r g a n o s y provoca-
dos por el dolor, la rabia y la desesperación.
D i v e r s a s formas de monomanía, de hipocon-
dría y de manía han sido la consecuencia d e
estas afecciones frecuentes ( i ) .
La e s p e r m a t o r r e a e n g e n d r a , como secuela
obligada, la tristeza, la hipocondría y hasta el
suicidio.
En los individuos q u e p a d e c e n alguna en-
fermedad crónica de la vejiga, el carácter su-
fre profundas modificaciones.
P o d r í a m o s aducir m a y o r e s a r g u m e n t o s en
p r u e b a de esta influencia; pera con lo e x p u e s -
to queda, en n u e s t r o concepto, suficientemen-
te probada la q u e p u d o t e n e r s o b r e el c a r á c -
t e r de Rosas.
S e ve, pues, el n ú m e r o y la magnitud de
las causas q u e han influido para producir su
neurosis. T o d a s ellas se han combinado, r e -
forzándose las unas á las otras y a u m e n t a d o
c o n s i d e r a b l e m e n t e su potencia mórbida. P r i -
(i) MERCIER: Memoire sur la maladie de J. J. Rous-
seau.
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 189

m e r a m e n t e se d e s c u b r e la herencia, causa
p o r sí sola suficiente para e n g e n d r a r estas
p e r t u r b a c i o n e s incurables, la herencia mater*
na, s o b r e todo, q u e es aún más terrible y fre-
cuente q u e la paterna. La m a d r e de Rosas era
una mujer histérica y con todos los atributos
de un t e m p e r a m e n t o nervioso marcadísimo.
Estas neuropatías q u e se o b s e r v a n en los p a -
d r e s (particularmente en la madre) son en los
hijos el g e r m e n de trastornos más g r a v e s , que
la herencia transforma y acentúa. En seguida
viene el traumatismo del cráneo, otro elemen-
to poderoso que, aun cuando obra g e n e r a l -
m e n t e con lentitud, produciendo t r a s t o r n o s en
la nutrición íntima del encéfalo, no por esto
es menos temible en sus efectos. D e s p u é s , la
conformación misma de su cráneo, revelándo-
se en los caracteres anatómicos q u e dejamos
m a r c a d o s en otro lugar, y, finalmente, la en-
fermedad crónica de sus ó r g a n o s urinarios,
fuente inagotable de t r a s t o r n o s morales en
todos los t e m p e r a m e n t o s .
T e n e m o s , pues, en conclusión, que cuatro
de las causas más formidables para la produc-
ción de esas p e r t u r b a c i o n e s c e r e b r a l e s han
o b r a d o en Rosas de una manera completa y
d u r a d e r a . Lo q u e v e m o s no es sino la con-
secuencia forzosa de su influencia, el c u m -
plimiento estricto de una ley á la cual no p u e -
de s u s t r a e r s e ningún o r g a n i s m o humano.
CAPITULO V

ESTADO MENTAL DEL PUEBLO DE BUENOS AIRES

BAJO LA TIRANÍA DE ROSAS

Generalización de los trastornos cerebrales.—Ejemplos


en la historia antigua y moderna.—Epidemias mora-
les en Francia, Italia y Alemania.—Opiniones de los
autores.—Propagación del histerismo.—Patogenia de
estas epidemias.—Estado moral de Buenos Aires.—
La demonolatría de la Mazorca.—Las fiestas federa-
les.—Testimonios de la prensa de Rosas.—El terror
en la etiología de los trastornos nerviosos.—Efectos
del contagio moral y del alcoholismo. —Exaltación y
depresión moral.—Fisiología de la Mazorca.—Su in-
fluencia sobre el resto de la población.—Sus orgías,
sus héroes, sus víctimas.—La prensa de la época.—
El clero.—Períodos de remisión y de enardecimiento.
—Conclusión.

P ARECE q u e los p u e b l o s , como los i n d i v i -


duos, p u e d e n , bajo la acción de c i e r t a s
causas, sufrir estas p e r t u r b a c i o n e s del espíri-
tu, q u e , a u n q u e t e m p o r a r i a s , ofuscan la razón
y a d o r m e c e n el s e n t i m i e n t o hasta la oclusión
completa.
192 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

Los ejemplos de casos análogos abundan en


la historia de la humanidad.
L a encarnación del "espíritu de las t i n i e -
b l a s " en el o r g a n i s m o h u m a n o , producía, s e -
gún el misticismo de aquella época, aquellas
alucinaciones que, bajo el n o m b r e de " d e m o -
nofobia" ó "demonomanía", a r r a s a b a n en la
E d a d Media conventos y poblaciones e n t e r a s .
L a razón humana, adormecida por supersti-
ciones increíbles, sufría á m e n u d o esos dislo-
camientos epidémicos q u e en las m á r g e n e s
del Rhin y en los P a í s e s Bajos dieron origen
al "Mal de los a r d i e n t e s " ó "Mal de San J u a n " .
La exaltación perniciosa del fanatismo e n -
g e n d r a b a en la Moravia y en Lorena, en la
H u n g r í a y en Siberia, la e x t r a ñ a manía del
v a m p i r i s m o , bajo cuya influencia un s i n n ú m e -
r o de visionarios sentíanse a t o r m e n t a d o s por
los m u e r t o s que abandonaban sus tumbas p a r a
b e b e r l e s la s a n g r e .
L o s convulsionarios de S a n Medardo, e m -
p e ñ a d o s en p e r m a n e c e r en cruz por l a r g a s
horas, colgándose de los pies, a r r a s t r á n d o s e
s o b r e el pecho y d á n d o s e fuertes golpes en el
vientre; la coreomanía, q u e principió en F r a n -
cia y recorrió casi toda Europa; el t a r a n t u l i s -
mo, q u e a r r a s a b a la Calabria; el baile de S a n
Vito en Alemania, y en Holanda el baile d e
S a n Juan, son ejemplos palpitantes de estas
terribles epidemias de neurosismo, bajo cuyo
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 193

imperio también vivió Buenos A i r e s en c i e r -


tas épocas de la tiranía.
No hace mucho vivían todavía los famosos
estigmatizados del T i r o l , el estático de K e l -
deren, la paciente de Capreana, q u e poblacio-
nes e n t e r a s iban á a d o r a r personalmente.
Monstrelet refiere detalladamente la epidemia
demonolátrica que, en 1459 se apoderó de una
p a r t e de los habitantes de A r r a s y que, como
siempre, terminó por repetidos autos de fe.
La m a y o r parte de todos estos trastornos
fueron v e r d a d e r a s epidemias histéricas que
atacaban á los habitantes en g r u p o s c o n s i d e -
rables y les hacían e x p e r i m e n t a r un sinnúme-
ro de sensacionos, de alucinaciones del oído,
del tacto y de la vista, agitándoles en trans-
portes nerviosos q u e eran e x a g e r a d o s por
las ceremonias violentas, las abjuraciones, la
afluencia de curiosos y el frenesí de los exor-
cistas (1).
Estas epidemias se curaban sin tratamiento,
q u e tal es uno de sus caracteres más resaltan-
tes, y tenían intervalos de calma, de depresión
consecutiva á la excesiva tensión nerviosa;
hoy parecen h a b e r disminuido mucho, y sólo
se han manifestado, dice Máxime du Camp,
de tiempo en tiempo y con una cierta periodi-
cidad.".Sus formas varísn desde la más feroz

(1) M Á X I M E DU C A M P : París, etc., La Possession.!3


194 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

hasta el simple absurdo, é indican u n a enfer-


medad más ó menos fugaz del ó r g a n o del
entendimiento. L o s actos de la C o m u n a cons-
tituyen v e r d a d e r o s accesos de piromanía epi-
démica y furiosa (Laborde-Despine), así como
los excesos de la Mazorca y del pueblo q u e la
acompañaba tenían todo el tinte sombrío de
una monomanía homicida furiosa. Esto se veía
en una parte de la población, mientras q u e en
la otra persistió por mucho tiempo un estado
de depresión moral, neuropático y epidémico
también.
D e b i d o á causas morales, dice D e s p i n e , á
sus efectos contagiosos y á causas físicas
debilitantes, pueden d e s a r r o l l a r s e todas estas
epidemias h i s t e r o - m o r a l e s , convulsivas, etcé-
tera. L o q u e las d e t e r m i n a es la excitación
c e r e b r a l producida por causas múltiples, la
exaltación moral, la p e r v e r s i ó n de los s e n t i -
mientos, que concluye por p r e s e n t a r todos los
caracteres de la locura. La creencia i n v e n c i -
ble, a g r e g a D e s p i n e , en la realidad y bondad
de sus inspiraciones irracinoales q u e resulta
del enceguecimiento moral en q u e se encuen-
tran todos esos apasionados, p r u e b a q u e son
r e a l m e n t e locos respecto á sus actos (i).
Bien se podría, hasta 1851, caracterizar dos
períodos perfectamente delimitados en la his-

(1) DESPINE: Psychologie Naturelle.


ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 195

toria de n u e s t r o país. El primero, de excita-


ción, que principia con la Revolución de Mayo,
y en el cual el pueblo despertaba de ese s í n -
cope de t r e s siglos q u e le había producido el
embrutecimiento colonial, para m o v e r s e en
todo sentido y con la actividad febril q u e
d e t e r m i n a b a en sus centros ese estímulo peli-
g r o s o q u e p r o d u c e una resurrección política
inesperada. No nos es posible, por ahora,
llevar la observación hasta aquella época;
p e r o no hay duda que encontraríamos más de
un c e r e b r o en efervescencia patológica e n t r e
aquellas turbas indomables; p o r q u e es i n d u -
dable, como lo afirma Foville (hijo), q u e los
g r a n d e s acontecimientos políticos, como el
q u e sufrió F r a n c i a á fines del último siglo, y
como la revolución de nuestra Independencia,
tienen una influencia notable en la producción
de las p e r t u r b a c i o n e s cerebrales (i).
Un s e g u n d o período, q u e contrasta v i v a -
mente con aquél y q u e e n v u e l v e y concluye
la tiranía, período de depresión mental, en el
q u e se vislumbra un modo de s e r análogo á
la demencia. ¡A tal punto se encontraban
abolidas, ó por lo menos suspendidas, todas
las facultades afectivasl
Aquella insensibilidad moral con tintes tan
profundos de un egoísmo frío y d e s e s p e r a n t e ,

(i) FOVILLE.
] 96 JOSÉ M. R A M O S MEJÍA

la e x t r a ñ a indiferencia q u e se a p o d e r a b a de
todos, ese desligamiento de la existencia c o -
m ú n en q u e los h o m b r e s viven, como dice
T a i n e , como el buzo en su campana, a t r a v e -
sando la vida como éste los niveles del mar;
aquella supresión de la actividad del espíritu,
acompañada de la inmovilidad e t e r n a de las
esfinges, imprimía en su fisonomía todos los
caracteres del estupor profundo de la demen-
cia, toda la serenidad granítica del idiotismo,
q u e anula para s i e m p r e la vida del c e r e b r o .
T e n í a n la obediencia automática que imprime
la fuerza oculta de la costumbre, movían los
brazos, articulaban la palabra, sin t e n e r c o n -
c encia del fenómeno.
;

Al lado de las turbas desenfrenadas q u e


seguían á la Mazorca, estaba esa otra parte de
la población hundida en este estupor e x t r e m o .
S u b y u g a d a por el r é g i m e n e n e r v a n t e de R o -
sas y dominada por el miedo y la desconfianza,
había perdido sus hábitos varoniles y debili-
tado todas sus fuerzas; una decadencia i n t e -
lectual e x t r e m a d a vino á a g r a v a r este estado
de embotamiento en que se encontró en p r e -
sencia de los homicidas de la Mazorca.
L a familia—dice un escritor c o n t e m p o r á -
neo—ya no prestaba desahogo al pecho o p r i -
mido, á la pena q u e despedaza el alma; había
perdido su vínculo más precioso, cual era la
confianza ilimitada que ia e m b e l l e z e y conso-
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 197

lida; la n e g r a suspicacia, la traidora hipocre-


sía, la habían sustituido, y la mujer, deidad
del h o g a r destinada á ejercer en él una útilí-
sima misión social, perdió su libertad, su i n -
munidad y su prestigio, en aquellos días h o -
rribles (i).
No podía ir más allá esta exaltación e n f e r -
miza por parte de Rosas y de la Mazorca y de
depresión moral por parte de una masa consi-
d e r a b l e del pueblo.
S e pintaban de colorado todas las puertas
de la ciudad p o r q u e era el color predilecto de
Rosas y el símbolo de su sistema; se llevaban
chalecos colorados, divisas coloradas, y las
s e ñ o r a s ostentaban e n o r m e s moños colorados
también, por satisfacer las exigencias de los
"poseídos". Si á un pulpero se le ocurría c o -
locar en su azotea una banderilla, su vecino lo
imitaba, temiendo que fuera una orden de Ro-
sas; el de más allá hacía lo mismo, el otro le
seguía y así se iba de casa en casa y de barrio
en barrio colocando hasta que aparecía la mi-
tad de la ciudad empavesada.
Estas escenas muestran hasta dónde p u e d e
e n f e r m a r s e un pueblo bajo la acción de c i e r -
tas c a r s a s positivas, dando lugar á p e r t u r b a -
ciones asimilables á una v e r d a d e r a demono-
manía.

(i) LAMAS: Agresiones de Rosas.


198 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

Esta adoración á la persona de Rosas, e r a


en algunos hija de un estado cerebral p a t o -
lógico producido por el terror; p e r o en otros
parecía e n g e n d r a d o por la exaltación, también
patológica, de un sentimiento de admiración
profundo, mezclado á ese pavor s u p r e m o q u e
inspiraba el Diablo y sus atroces castigos á
los demonomaníacos del siglo xv. E n ambos,
pues, el elemento enfermedad d e s e m p e ñ a b a
un rol importante y decisivo.
Los poseídos de la Edad Media adoraban al
Diablo por temor á sus maleficios y viéndose,
según ellos, a b a n d o n a d o s por Dios; aquellos
n u e v o s demonólatras adoraban la imagen de
Rosas por temor á la "verga", al " s e r r u c h o "
y á los azotes.. Exaltados p o r la convicción de
q u e pertenecían al Demonio, los poseídos de
q u e habla Despine, se acusaban de h a b e r l o
elegido como Divinidad, de n e g a r la e x i s t e n -
cia de Dios, de profanar las hostias consagra-
das y de inmolar un s i n n ú m e r o de niños con
el objeto de ofrecerlos en sacrificio; algunos,
agrega, tenían tan d e s a r r e g l a d a su i m a g i n a -
ción, que decían e n c o n t r a r su mayor placer en
cohabitar con el Diablo, en blasfemar, en te-
ner en sus manos sapos, culebras, serpientes
venenosas y en acariciarlas tiernamente. L o s
poseídos de la época de Rosas, " q u e le hacían
n o v e n a s " y q u e le decretaron tan estúpidos
honores, vivían bajo la influencia del terror,
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 199

q u e impresionaba sus c e r e b r o s con m a y o r ó


m e n o r fuerza, según el g r a d o de educación y
de resistencia moral. La Inquisición, que en
la Edad Media estaba en todo su esplendor,
favorecía la rápida propagación de aquellas
epidemias, del mismo modo que el t e r r o r que
logró infundir el sistema de Rosas determinó
la aparición de este estado de perversión mo-
ral q u e sufrió Buenos A i r e s , tan parecido en
ciertas manifestaciones á la "demonolatría".
H a y afinidades notables e n t r e el "poseído",
q u e encontraba un placer inefable en el é x t a -
sis de admiración en que caía delante del "es-
píritu del mal" y el m a z o r q u e r o q u e exclama-
ba, ebrio de rabia: "es j u s t o a d o r a r á Dios,
p e r o más j u s t o es a d o r a r al R e s t a u r a d o r de
las L e y e s " ; entre aquellas e x t r a v a g a n t e s p e -
r e g r i n a c i o n e s de los demonólatras á ciertos
l u g a r e s donde se verificaba la adoración y la
función "del r e t r a t o de R o s a s " , cuyo carro
a r r a s t r a b a n , en l u g a r de bestias, h o m b r e s ves-
tidos de g e n e r a l e s , matronas distinguidas, es-
posas de los altos funcionarios de B u e n o s
A i r e s (i).
E n estas inolvidables p e r e g r i n a c i o n e s p a l -
pita un e s t a d o m e n t a l completamente anómalo,
y el relato de aquellas fiestas bochornosas
llena el alma de un pavor inexplicable. E r a

(i) LAMAS: Escritos políticos.


200 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

necesario h a b e r p e r d i d o completamente el
sentido y la razón moral en esa noche de eter-
nos infortunios para d e s c e n d e r tan abajo en
el nivel h u m a n o .
La Gaceta Mercantil, en su n ú m e r o de 19
de S e p t i e m b r e de 1839, refiere así una de esas
fiestas: "A las diez de la m a ñ a n a del 29, el
juez de Paz y vecinos se dirigieron con un
elevado carro triunfal á casa del " H é r o e " á
sacar su retrato y el de su esclarecida esposa.
Al recibir el retrato, el j u e z de P a z pronunció
en la puerta de la calle de n u e s t r o Ilustre Res-
taurador, la alocución q u e va señalada con el
n ú m e r o 1. En el centro de las tropas de caba-
llería é infantería q u e escoltaban los retratos,
conducía don L. B. un rico e s t a n d a r t e de seda
punzó alegóricamente b o r d a d o en oro, c o s -
teado para este acto por el mismo ciudadano.
El r e t r a t o fué recibido en el atrio de la c a t e -
dral por el s e ñ o r cura y otros eclesiásticos y
colocado d e n t r o del templo al lado del E v a n -
gelio. El templo estaba e s p l é n d i d a m e n t e ador-
nado; la majestad con q u e brillaba, p e r s u a d í a
q u e era el tabernáculo del " S a n t o de los San-
tos". La misa fué oficiada á g r a n d e orquesta,
y la augusta solemnidad del acto no dejaba
nada q u e desear. N u e s t r o ilustrísimo s e ñ o r
obispo diocesano, Dr. D . Mariano M e d r a n o ,
asistió de medio pontifical, y celebró n u e s t r o
digno provisor, canónigo D. Miguel García»
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 201

El s e ñ o r cura de la catedral, D. Felipe E l o r -


tondo y Palacios, d e s e m p e ñ ó con la maestría
que lo tiene acreditado, la difícil tarea de h a -
cer la apología del A r c á n g e l S a n Miguel, mez-
clando o p o r t u n a m e n t e elocuentes trozos a l u -
sivos á la función cívica en honor del H é r o e
y en apología de la causa federal. F u é en s e -
g u i d a p r e s e n t a d o el nuevo estandarte ante las
a r a s y recibió la bendición episcopal."
Con motivo de h a b e r r e t i r a d o Rosas su r e -
nuncia del m a n d o de la provincia, hubo una
manifestación popular con el objeto de felici-
tarlo. El jefe de policía, en una nota publicada
en la Gaceta Mercantil, refiere de la m a n e r a
siguiente esta fiesta: "Ningún q u e h a c e r d i e -
ron á la policía los millares de c o n c u r r e n t e s
á la quinta de V. E., á excepción que cuando
V. E. h o n r ó á sus conciudadanos con su p r e -
sencia, aquellos inmensos g r u p o s se movían
gozosos y entusiastas hacia donde V. E se d i -
rigía, con el objeto de vitorearlo, "de verlo, y
m u c h o s aún de tocarlo"; así es q u e V. E. sabe
cuántas felicitaciones recibió, cuánta infinidad
de p e r s o n a s "le tomaron la mano y se la besa-
r o n " . E r a tal el entusiasmo, excelentísimo se-
ñor, q u e las p e r s o n a s "no sentían los golpes
y los encontrones q u e se d a b a n " por a b r i r s e
paso y poder oir, ver y aun tocar á V. E. Este
entusiasmo patriótico, "esa pasión hasta el de-
lirio" que animaba á aquel inmenso pueblo,
202 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

así g r a n d e s como p e q u e ñ o s y de todos sexos


edades, por la ilustre p e r s o n a de V. E., oca-
sionaron algunos leves daños en los j a r d i n e s ,
p o r q u e , tanto el q u e firma como sus d e m á s
empleados, estaban extasiados á la par d e los
demás."
T o d o esto era el producto de un estado ex-
cepcional del c e r e b r o convulsionado por cau-
sas de tan distinto g é n e r o .
El t e r r o r en las clases s u p e r i o r e s y ese
brusco cambio de nivel q u e e x p e r i m e n t a r o n
las clases bajas, elevadas r á p i d a m e n t e por el
sistema de Rosas á una altura y prepotencia
inusitada, tuvieron también su p a r t e en la pa-
togenia de tales trastornos. Un e s t u p o r p r ó -
ximo á la demencia crónica, una "panofobia"
d e p r e s i v a y humillante fué, d u r a n t e m u c h o
tiempo, la situación de una p a r t e c o n s i d e r a b l e
de B u e n o s A i r e s .
La otra sufrió p e r t u r b a c i o n e s de un c a r á c -
t e r m u c h o más terrible, p o r q u e estaba poseída
de u n a exaltación homicida, llevada hasta sus
últimos límites.
Si se tiene p r e s e n t e , dice G r i e s i n g e r , q u e
las emociones violentas dan por r e s u l t a d o or-
dinario un t r a s t o r n o en la r e g u l a r i d a d de la
circulación, de la digestión y de la hematosis,
se c o m p r e n d e r á entonces cuan fácilmente
p u e d e p e r t u r b a r s e el c e r e b r o . A m e n u d o la
enfermedad c e r e b r a l q u e reconoce este o r i -
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 203

gen, no se declara sino d e s p u é s de muchas


oscilaciones. V e s e p r i m e r o s o b r e v e n i r una
demacración y enflaquecimiento c o n s i d e r a -
bles, la digestión se hace mal, las funciones
del intestino se debilitan y el enfermo p i e r d e
el sueño; las palpitaciones y la tos aparecen,
p r e s é n t a n s e s o b r e diversos puntos del cuerpo
anomalías de la sensibilidad, congestiones á
la cabeza, y entonces las ideas tristes, la hipo-
condría y la depresión moral s o b r e v i e n e n .
Un fenómeno q u e ha de h a b e r sido frecuen-
te d u r a n t e la época del t e r r o r (1840 y42) y q u e
tiene una influencia especial en el desarrollo
de las perturbaciones de esta naturaleza, es el
insomnio prolongado, á m e n u d o producido
por esas emociones d e p r e s i v a s que tanto
sobreexcitan, t r a s t o r n a n d o profundamente la
nutrición del cerebro. Las p e r t u r b a c i o n e s pro-
vocadas por el terror, p r e s e n t a n o r d i n a r i a -
m e n t e este carácter de melancolía con e s t u -
por, q u e p a r e c e o b s e r v a r s e en la población
pacífica y q u e se c o m p r e n d e perfectamente,
dado el estímulo peligroso q u e llevarían al
c e r e b r o aquellos horribles martirios q u e les
imponía Rosas.
No hay más q u e buscar en las familias las
p e r s o n a s q u e perdieron el juicio, entre las
cuales hay muchas q u e aún no lo han r e c u p e -
rado. S e r í a esto un elemento precioso para
d e m o s t r a r la tensión nerviosa en que se vivía
204 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

y el n ú m e r o de p e r t u r b a c i o n e s morales é i n -
telectuales q u e se produjeron. C i t a r é algunos
ejemplos:
En la familia de D... hay tres ó cuatro v a r o -
nes q u e p e r d i e r o n la razón á consecuencia de
los t o r m e n t o s q u e sufrieron d e s p u é s de la ba-
talla de Q u e b r a c h o .
L a familia de M... tiene dos de sus m i e m -
bros, un v a r ó n (que m u r i ó en la fiebre a m a r i -
lla) y u n a mujer, q u e enloquecieron el día q u e
entró la Mazorca á su casa.
E n la familia de O... he visto u n o q u e se
volvió loco el año 40, d e s p u é s de un susto q u e
experimentó.
La s e ñ o r a de P... y dos de sus hijas fueron
i g u a l m e n t e afectadas el año 42, á c o n s e c u e n -
cia de h a b e r sido afrentadas por la Mazorca á
la salida de un templo.
El S r . L... director de C o r r e o s d u r a n t e la
administración de Rosas, murió en medio de
una lipemanía profunda, ocasionada por los
vejámenes q u e recibió de Maza.
En el Hospital de H o m b r e s , muchos de los
locos q u e he visto, han p e r d i d o el juicio en
aquella época. En el hospicio de S a n B u e n a -
ventura, s e g ú n me lo refirió el D r . U r i a r t e ,
había también algunos, e n t r e otros el e s c r i -
bano E..., cuya locura fué p r o d u c i d a p o r igua-
les causas q u e las anteriores.
Bien se ve por estos pocos datos cuál sería
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 205

la situación moral de este pueblo, y cómo por


ellos es posible explicarse las distintas faces
patológicas por q u e ha atravesado en aquella
época.
La generalización de todos estos estados
frenopáticos epidémicos, verifícase, ó p o r q u e
un n ú m e r o dado de causas obra s c b r e toda la
comunidad, ó por medio de ese agente invisi-
ble q u e los alienistas han llamado "contagio
n e r v i o s o " y que transmite, de individuo á indi-
viduo, todas esas múltiples faces por que atra-
viesa el cerebro, todos esos modos de ser de
la sensibilidad, tan caprichosos y á veces tan
incomprensibles.
A q u í obraban ambos a g e n t e s á la vez; por
lo que respecta al contagio, parece que p r o -
ducida en un individuo la manifestación de un
sentimiento cualquiera, él despierta en las na-
turalezas análogas la explosión de un s e n t i -
miento idéntico.
La generalización de la tristeza, de la a l e -
gría, la risa, el pavor ó cualquier otro estado
en un n ú m e r o de personas, es indudablemente
producto de su influencia, y muchas veces se
p r o p a g a con m a y o r fuerza y espontaneidad
que una enfermedad infecciosa, por medio de
ese otro contagio que por oposición llamamos
"físico". El contagio moral es el que p r o d u c e
la fuga vergonzosa en una fila de valiente?, el
abatimiento en un corazón alegre, por el solo
206 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

contacto con un alma deprimida; es ese lazo


invisible q u e une dos caracteres por la analo-
gía de sus naturalezas sensitivas; q u e t r a n s -
mite, con una velocidad increíble y con el s i -
lencio de las operaciones orgánicas, todas las
faces, todos los estados, y a expansivos, ya de-
presivos por q u e atraviesa el c e r e b r o en las
evoluciones maravillosas de su vida. El conta-
gio nervioso hace q u e la satisfacción ó la tris-
teza se difunda en todos los enfermos de una
sala, de la misma m a n e r a que la erisipela ú
otra cualquiera enfermedad contagiosa, cuyo
desarrollo más ó m e n o s rápido d e p e n d e pura-
m e n t e de influencias nosocomiales.
El contagio de los b u e n o s y de los malos
ejemplos, el contagio de las pasiones, es un
hecho reconocido, tanto más fácilmente p r o -
pagable cuanta mayor energía poseen los sen-
timientos manifestados. P a r a d a r una idea cla-
ra de este fenómeno, dice D e s p i n e que, así
como la resonancia de una c u e r d a hace v i b r a r
la misma nota en todas las tablas de la a r m o -
nía, de la misma m a n e r a las manifestaciones
de un sentimiento, de una pasión, excitan los
mismos elementos instintivos en todos los i n -
dividuos susceptibles por su constitución mo-
ral de e x p e r i m e n t a r esta excitación. Esto ú l -
timo, agrega, explica p o r q u é ciertos h o m b r e s
no son susceptibles de e x p e r i m e n t a r el conta-
gio de tal ó cual sentimiento y por q u é otros,
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 207

por el contrario, lo sufren de una m a n e r a com-


pleta.
En la historia a r g e n t i n a conocemos más de
un ejemplo e v i d e n t e de este g é n e r o de conta-
gio, en q u e uno ó más h o m b r e s comunican á
todo un pueblo la exaltación de sentimientos
d e q u e se hallan poseídos. Citaremos, e n t r e
otros, la reacción de B u e n o s A i r e s d e s p u é s de
ese profundo pavor q u e produjo la entrada de
los ingleses en 1806, y debida á la acción viril
del célebre Alzaga, por medio del contagio
súbito del entusiasmo febril q u e lo dominaba.
E n la etiología de la anarquía argentina, el
"contagio mental" tiene una parte activísima,
y sería curioso investigar cómo este a g e n t e
de tan extraña naturaleza, a u n q u e de tan p o -
sitivos efectos, ha producido todas esas r e v o -
luciones sin b a n d e r a , todos esos movimientos
de propósitos tan pueriles, contribuyendo de
un modo poderosísimo á relajar los vínculos
políticos y sociales d u r a n t e el paroxismo del
"año v e i n t e " .
C u a n d o el ejemplo del mal toma proporcio-
n e s formidables, reviste, según Despine, todo
el carácter de una v e r d a d e r a infección moral.
E n t o n c e s el contagio va cundiendo de i n d i v i -
duo en individuo, hasta infectar al pueblo e n -
tero que, bajo la influencia coadyuvante de
ciertas causas g e n e r a l e s , manifiesta su estado
anómalo por medio de síntomas q u e r e v e l a n
208 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

una v e r d a d e r a enfermedad cerebral e p i d é m i -


ca, como la de Buenos A i r e s . Aquí la infección
se producía de un modo tan positivo, como el
cólera en la p e r s o n a q u e ha tocado las r o p a s
de un colérico ó ha estado sometida á las ema-
naciones de sus c á m a r a s . Un colérico, un f e -
briciente ó un varioloso, como la chispa h u -
milde que va á incendiar una ciudad como
Chicago, p u e d e n con su sola presencia infec-
tar una ciudad entera, del mismo modo que
ese otro agente incomprensible contribuye, á
la p a r de otras causas, p a r a producir estas epi-
d e m i a s morales, tal vez más terribles todavía.
Estos estados extraños q u e se manifiestan
d e s p u é s tan generalizados son producidos por
este contagio y por la acción persistente de
causas físicas, debilitantes y deletéreas p a r a
el sistema nervioso. El g r a d o de a g u d e z de
semejantes neuropatías—dice el autor m e n -
cionado—está s i e m p r e en relación con la i n -
tensidad de estas causas, de m a n e r a q u e todas
las circunstancias q u e conmueven vivamente
la parte moral de un cierto n ú m e r o de p e r s o -
nas, q u e sobreexcitan sus sentimientos, que
p r o m u e v e n la explosión de pasiones, e s t i m u -
lando, sea directamente y por sí mismas, sea
indirectamente y por medio del contagio, sen-
timientos y pasiones parecidas, y, por c o n s e -
cuencia, delirios idénticos en un gran n ú m e r o
de h o m b r e s , pueden e n g e n d r a r p e r t u r b a c i o -
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 209

nes c e r e b r a l e s en toda una población, en "po-


blaciones e n t e r a s " (i). Cuando en las masas
i g n o r a n t e s se excitan vivamente ciertos sen-
timientos enérgicos, como el miedo, la codi-
cia, el t e r r o r y el fanatismo, estas epidemias
no tardan en aparecer, más aún cuando se les
estimula sistemáticamente, como sucedía du-
r a n t e la administración de Rosas.
En aquella época obraban sobre Buenos
A i r e s un cúmulo de causas propicias para el
desarrollo de una epidemia moral, causas t o -
das q u e los autores marcan como de influen-
cia más a v e r i g u a d a y positiva.
A d e m á s de la t r e m e n d a corrupción política
y social q u e había en todos los ramos de la
administración, actuaba otro orden de causas
físicas y morales, d e t e r m i n a n d o en unos un
embotamiento de las facultades afectivas, á
que ya hemos hecho alusión, y en otros una
exaltación homicida extraordinaria y sin ejem-
plo. Una de las más frecuentes y activas era
e v i d e n t e m e n t e el abuso del alcohol, p o r q u e la
embriaguez, con todo su acompañamiento de
escenas r e p u g n a t e s , constituía el estado casi
habitual de la clase baja.
En la época moderna, la g r a v e d a d de las
locuras morales g u a r d a casi siempre una r e -
lación estrecha con la cantidad de alcohol

(i) DESPINE: De la folie.


14
210 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

consumido. Basta conocer la acción deletérea


q u e este a g e n t e ejerce s o b r e el c e r e b r o , y,
por consecuencia, s o b r e las facultades m o r a -
les é intelectuales, para c o m p r e n d e r cuan per-
judicial es su abuso. L a dipsomanía es la q u e
ha reclutado más soldados á la C o m u n a de Pa-
rís—dice D e s p i n e — . Y, por lo q u e á nosotros
toca, baste decir q u e en todos los festines fe-
derales la Mazorca bebía el vino, no ya en va-
sos ni en j a r r o n e s , sino en tinetas. L o s licores
alcohólicos corrían con profusión, y el cuadro
final de aquellas escenas de magna crápula
era una b o r r a c h e r a g e n e r a l .
El mismo Rosas, q u e habitualmente e r a so-
brio, no pudo alguna vez resistir á s u s tenta-
ciones diabólicas. Una noche del m e s de Junio
de 1840, en q u e celebraban con g r a n bullicio
la d e r r o t a de la Revolución del S u r en la b a -
talla d e Chascomús, Rosas, su compadre B u r -
gos y todos los federales q u e lo seguían esta-
ban completamente ebrios. D o s días y dos no-
ches d u r ó el beberaje, y la última la empleó
el " G r a n A m e r i c a n o " en cantar y bailar con
una n e g r a vestida de bayeta punzó (1).
La m u e r t e del g e n e r a l Lavalle la hizo c e l e -
b r a r o r d e n a n d o al cura Gaete la g r a n borra-
chera q u e tuvo l u g a r en la P i e d a d en O c t u b r e
de 1841, y mandó á Cuitiño y á Salomón q u e

(1) FRANCISCO BARBARA: Vida de Rosas.


R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 211

en la plaza de la Concepción hicieran lo m i s -


mo. T o d o s , á cuál más, bebían con delirante
entusiasmo, dice un folleto q u e tengo á la vis-
ta, describiendo estas orgías, cuyas c o n s e -
cuencias hacían temblar á Buenos A i r e s .
En todas ellas los q u e se manifestaban t i -
bios, es decir, los q u e no bebían en a b u n d a n -
cia, eran considerados sospechosos y debían
s e r tratados con rigor, s e g ú n lo manifestaba
Rosas en una circular pasada á los j u e c e s de
Paz.
El D r . D. Manuel P . de Peralta, catedrático
de Clínica Médica en la Facultad de B u e n o s
A i r e s , nos hacía notar en una de sus conferen-
cias s o b r e las e n f e r m e d a d e s del hígado, lo ge-
neral q u e era en aquel tiempo el abuso de las
bebidas alcohólicas, y afirmaba que, casi todas
esas t u r b a s q u e lanzaba Rosas á las calles
eran e m b r a v e c i d a s por medio de libaciones
a b u n d a n t e s de caña y de g i n e b r a .
I n d u d a b l e m e n t e una de las causas más p o -
derosas en la patogenia de estas exaltaciones
enfermizas de la Mazorca era este abuso in-
m o d e r a d o de las bebidas espirituosas.
A d e m á s , y como causa y efecto al mismo
tiempo, el desenfreno de las más brutales p a -
siones, los instintos feroces y aguzados siste-
máticamente, salvando todas las vallas y des-
b o r d á n d o s e de la m a n e r a r e p u g n a n t e q u e c o -
nocemos, iban p r o p a g á n d o s e por el contagio
212 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

y a r r a s t r a n d o en torbellino la totalidad de las


masas.
El t e r r o r q u e infundían las b a n d a s de c r i -
minales enardecidos por la rabia y las excita-
ciones anómalas de su cerebro, la miseria q u e
encanecía las cabezas adolescentes todavía, la
sórdida desconfianza trabajando todos los c o -
razones, el p u d o r ultrajado, la i n c e r t i d u m b r e ,
el dolor extremo, minaron s e g u r a m e n t e aque-
llas cabezas, p r o d u c i e n d o las p e r t u r b a c i o n e s
morales q u e se manifiestan por la exaltación
en unos, por la depresión más profunda en
otros.
Rosas, q u e dominaba por el terror, s i s t e -
mando la corrupción é introduciéndola d e n t r o
de las p a r e d e s domésticas, dice el s e ñ o r L a -
mas, había d e g r a d a d o la familia, tiranizándola
de un modo q u e no tiene ejemplo. L a sirvien-
te q u e delataba á sus patrones obtenía la liber-
tad, si era esclava, y r e c o m p e n s a s crecidas,
si e r a libre; y no sólo ellas, sino las m u j e r e s
de todas las condiciones eran llamadas por el
cebo de crecidas ganancias y por e x t a v a g a n -
tes é inmorales nociones del d e b e r á delatar
al esposo, al p a d r e , al amante. Publicaba los
n o m b r e s de las p e r s o n a s q u e había envileci-
do, y esta publicación tenía visiblemente dos
objetos: p r i m e r o , provocar n u e v a s delaciones
por el ejemplo y el premio; s e g u n d o , a t e r r a r
con el hecho de tantos h o m b r e s y de tantas
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 213

mujeres pervertidas, haciendo intensa y u n i -


versal la desconfianza, é irrealizable todo con-
cierto para escapar á su tiranía. La confian-
za era imposible, y "esto explica mucho de los
fenómenos curiosos que se observan en B u e -
nos A i r e s " (i).
Basta describir esas escenas inolvidables
q u e tenían lugar en la "Sociedad popular res-
t a u r a d o r a " para comprender, primero, el e s -
tado de aquellos cerebros, víctimas de la más
deplorable exaltación maníaca, y s e g u n d o , la
influencia profundamente depresiva q u e ejer-
cía sobre el resto de la población.
H a s t a la casa donde celebraba sus sesiones,
pintada de colorado, vieja y carcomida, llena-
ba el alma de un t e r r o r inexplicable. Las ven-
tadas, r e s g u a r d a d a s por g r u e s a s rejas de hie-
rro, el aspecto lóbrego de sus pasadizos alum-
brados por una luz mortecina, el corte antiguo
y e x t r a v a g a n t e de su arquitectura, sus patios,
sus p a r e d e s llenas de letreros obscenos, todo
contribuía á darle un aspecto tétrico y r e p u g -
nante. Allí se reunían los asociados, gente la
m a y o r parte reclutada en las clases más infe-
riores, a u n q u e favorecidos algunas veces con
la presencia de personas cultas y altamente co-
locadas; y bailando y bebiendo, formulaban
los planes de asalto y de asesinato que d e -

(i) LAMAS: Escritos políticos.


214 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

bían p e r p e t r a r en las principales casas de la


ciudad.
T i b u r c i o Ochoteco, Julián Salomón, Pablo
A l e g r e y Cuitiño (i), q u e e r a n los principales
instigadores de la turba, sostenían s i e m p r e
vivo el entusiasmo de aquella célebre S o -
ciedad.
Ella manejó alternativamente la daga, el
"moño e m b r e a d o " y la " v e r g a " con q u e azota-
ban ancianos y mujeres en el templo, en la
plaza pública, al pie del altar ó al b o r d e de la
tumba; el sitio, el sexo, la edad, e r a n p a r a
ellos indiferentes, p o r q u e sólo buscaban la
s a n g r e para satisfacer las exigencias d e sus
imperiosos deseos.
Cuitiño y T r o n c o s o costeaban el vino, q u e
se bebía en tinetas y q u e corría con profusión,
hasta q u e la mitad de los asociados, frailes,

(i) Un amigo, de cuya sinceridad no puedo dudar,


me ha referido que Cuitiño era un hombre ejemplar an-
tes de ingresar á la Mazorca Fué agente de policía en
Buenos Aires por los años de 1833 á 34 (?) siendo jefe
político el Sr. Somalo. Su moralidad y buenas costum-
bres, como empleado y como hombre, le granjearon el
aprecio de sus superiores. Si, como no dudo, es cierto
esto, la idea de su estado enfermizo producido por todo
ese cúmulo de causas que ya hemos estudiado, confirma
mis aserciones. Más aún si se recuerda que Cuitiño su-
frió una hemiplejía que lo tuvo postrado por mucho
tiempo. Este último dato lo ha referido el Dr. Langen-
heim.
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 215

mujeres, h o m b r e s de todas las clases, r o d a -


ban por el suelo, en medio de las carcajadas
y de un ruido infernal, producido por los gri-
tos y las maldiciones de los que quedaban en
pie. C u a n d o la excitación alcohólica había pre-
parado el ánimo y los p r ó d r o m o s del alcoho-
lismo a g u d o principiaban á acentuarse, p r o -
vocando esas alucinaciones penosas, en que el
oído percibe mil injurias y provocaciones ima-
ginarias, en que se ven fantasmas horribles,
animales deformes, patíbulos, puñales e n s a n -
grentados, sus instintos estimulados por la
impunidad y solicitados por las fuerzas extra-
ñas q u e los poseían, entraban en efervescen-
cia revistiendo el aspecto horrible de una mo-
nomanía h o m i c i d a . T a m b a l e a n t e s a l g u n o s , q u e
d e s p u é s q u e d a b a n tirados en las calles, salían
todos en confusión, a r m a d o s de látigos y afi-
lando con alegría sus e n o r m e s cuchillos.
P a r a inspirar más terror, muchos de ellos
pintábanse la cara de colorado; marchaban en
pandilla, los unos e m p o n c h a d o s y medio ocul-
to el rostro tras el pañuelo, casi desnudos, y
haraposos; sostenían, otros sus cabellos, q u e
caían sobre la frente, por medio de e n o r m e s
vinchas rojas con "¡mueras!" en letras n e g r a s ,
formando aureola á la imagen de Rosas.
Algunos, á cara descubierta, iban delante
golpeando las p u e r t a s con el cabo de sus pu-
ñales y r o m p i e n d o á ladrillazos los vidrios de
216 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

las v e n t a n a s . E n t r a b a n á los templos y a z o t a -


ban al sacerdote si era sospechado de e n e -
migo oculto de la federación, luego r e c o r r í a n
los altares, y si alguna imagen tenía cara de
"salvaje unitario", hacíanla d e s c e n d e r á lazo,
la azotaban, le ponían la divisa y se retiraban,
festejando con risotadas y m u e r a s sus h a z a -
ñas tiberianas.
S i e m p r e buscaban al más inocente p a r a
darle de puñaladas, al más débil p a r a e s t r o -
pearle á latigazos, al más anciano para blanco
de sus burlas procaces.
R e p a r t í a n s e en g r u p o s de cincuenta ó cien
por distintos puntos de la ciudad, y allí d o n d e
hubiera una familia comprometida, e n t r a b a n
y registraban hasta la última pieza, cometien-
do toda clase de tropelías. Si alguna mujer
había olvidado el "moño", se lo pegaban en la
frente con brea, ó era t o m a d a por cuatro ma-
nos crispadas y vigorosas y, arrojándola al
suelo, la desmayaban á rebencazos. D e s g a r r a -
ban los papeles que cubrían las paredes, los
muebles, los cortinados que fueran celestes,
destruían á sablazos los cuadros y las p e r s i a -
nas, y llegaban hasta la cuna donde dormía
algún niño, "para cerciorarse si tenía las con-
diciones necesarias para s e r un completo fe-
deral".
L u e g o volvían á salir para continuar sus de-
predaciones y se veía á la gente aterrorizada
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 217

disparando por las calles, y "el ruido de las


puertas q u e se c e r r a b a n iba repitiéndose de
cuadra en cuadra y de manzana en manzana",
tal era el h o r r o r que causaban aquellos h o m -
bres, impulsados por un soplo irresistible de
locura.
Vivían diseminados en todos los barrios,
p o r q u e era por cientos q u e se contaban los
afiliados á la Mazorca, y llenaban las tabernas
y los cafés, se metían en los templos, frecuen-
taban los parajes públicos y asaltaban y m a -
taban en media calle. Habían declarado g u e r r a
á m u e r t e á la g e n t e culta é ilustrada, y j ó v e -
nes, viejos, comerciantes, eclesiásticos, a b o -
gados, literatos, p e r t e n e c i e n t e s todos á la pri-
m e r a clase de la sociedad—dice R i v e r a Indar-
t e — a r r a s t r a b a n pesados grilletes en las horri-
bles cloacas á q u e se les destinaba. Casi d i a -
riamente, uno ó dos de ellos, eran llevados á
la m u e r t e , y no pocas veces fusilados á a l g u -
nos pasos del calabozo, sin que se les h u b i e r a
permitido a r r e g l a r sus negocios, dar sus ú l t i -
mas disposiciones, dejar una palabra á sus
familias.
Los cadáveres, a r r a s t r a d o s con escarnio
hasta la puerta de la cárcel, se llevaban en
un carro sucio y se arrojaban en una zanja
del cementerio. L o s degollados en la c a m -
paña, se les desollaba, se les castraba, se
hacían maneas de su piel y se les dejaba inse-
218 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

pultos, pasto de las fieras y j u g u e t e de los


vientos (i).
Bajo la presión a b r u m a d o r a de esta s i t u a -
ción, determinada por un estado de e m b o t a -
miento sensitivo completo, vivió Buenos A i -
r e s d u r a n t e mucho tiempo con cortos interva-
los de t r e g u a . T a n t o él como la exaltación
homicida que en ciertas ocasiones manifestó-
se con síntomas m a r c a d o s de exacerbación,
eran el producto del contagio moral, determi-
nado en c e r e b r o s y a p r e p a r a d o s un estado
patológico q u e venían elaborando, de tiempo
atrás, causas s u m a m e n t e deletéreas del s i s t e -
ma nervioso. Estado m ó r b i d o y epidémico,
pero pasajero y q u e r e s p o n d e á p e r t u r b a c i o n e s
cerebrales p u r a m e n t e dinámicas y no á l e s i o -
nes materiales profundas y más ó menos apre-
ciables, como e r r a d a m e n t e podría c r e e r s e y
como s u c e d e en las otras formas de enajena-
ción mental individuales y rara vez c o n t a -
giosas.
Estas epidemias, q u e tienen en sus manifes-
taciones d i v e r s a s todos los caracteres de la
enfermedad, r e s p o n d e n únicamente á trastor-
nos funcionales producidos por una multitud
de causas, cuyos efectos están n e c e s a r i a m e n -
te en razón directa de su magnitud, del tiem-
po q u e han actuado, de la predisposición y de

(i) E i V E R A INDARTE: Rosas y sus opositores.


R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 219

la inminencia mórbida en q u e se e n c u e n t r a
cada individuo.
Al finalizar el año 41 manifiéstase una calma
q u e indica la m a r c h a r e g r e s i v a de esta curio-
sa afección popular. L o s ánimos, por razones
q u e explicaremos, parecían tranquilizarse; la
exaltación apasionada tendía á d e s a p a r e c e r y,
a u n q u e no de una m a n e r a completa, la calma
se anunciaba por la disminución de los p a r o -
xismos. £1 año 40 y principios del 41, marcan
la época de la algidez convulsiva, período du-
r a n t e el cual esos episodios terribles se suce-
den de una m a n e r a h o r r e n d a é increíble.
Principian á insinuarse en el año 34 y siguen,
en nna p r o g r e s i ó n lentamente ascendente el
35> 36, 37 y 40, en que llegan al m á x i m u m ,
descendiendo entonces para volver á a s c e n -
d e r en el 42, en el q u e se fusilan ochenta y
tantos prisioneros de g u e r r a en S a n t o s Luga-
r e s y en q u e la Mazorca r e c o r r e en bandas,
de día y de noche, las calles de la ciudad, d e -
gollando á todo el q u e encuentra en su cami-
no. C u a n d o ha degollado á cuarenta ó c i n -
cuenta ciudadanos, arroja un cohete volador
para anunciar á la policía que salga en carros
á r e c o g e r los cadáveres!
F u é á fines del año 39 y principios del 40
q u e las cabezas h u m a n a s se exhibían en los
mercados, a d o r n a d a s de perejil y de cintas
celestes, y en q u e la Mazorca substituía á la
220 J O S É M. R A M O S MEJÍA

cuchilla "la s i e r r a desafilada p a r a degollar á


las p e r s o n a s d i s t i n g u i d a s "
-

En todos los actos, colectivos ó individua-


les, se hace visible la exaltación lamentable
q u e los dominaba. E n la p r e n s a diaria, en los
parlamentos, en los anuncios de teatro y h a s -
ta en el pulpito, se sentía la influencia deleté-
r e a de su estado neuropático.
"Es m u y cierto, decía un oficio del j u e z de
paz de M o n s e r r a t publicado en el núm. 2.277
de la Gaceta, es muy cierto q u e los "salvajes
unitarios, bestias de carga, agobiados con el
peso e n o r m e de sus delitos, las asquerosas
unitarias y sus i n m u n d a s crías, habrían m u e r -
to degolladas; p e r o el h o r r e n d o montón q u e
formasen las e n s a n g r e n t a d a s é i n m u n d a s osa-
mentas de esta maldita é infernal raza, sólo
podría manifestar al m u n d o una v e n g a n z a jus-
ta, p e r o nunca el r e m e d i o á los males inaudi-
tos q u e nos ocasionara su p e r v e r s i d a d asom-
brosal"
"¡Insensatos!" vociferaba el C u r a Vicario de
la G u a r d i a del Salto, en un oficio publicado
en el n ú m e r o 5.308 de la Gaceta, "los pueblos
hidrópicos de cólera os buscarán por las c a -
lles, en v u e s t r a s casas, en la iglesia, en los
campos, y s e g a n d o vuestros cuellos, formarán
con v u e s t r a i n m u n d a s a n g r e un h o n d o río en
d o n d e se b a ñ a r á n los patriotas para r e f r i g e r a r
su devorante ira!"
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 221

"Esté bien convencido V. E.—escribía el


coronel Villamayor, en una nota inserta en la
Gaceta del 21 de Julio de 1840, que el Dios de
los ejércitos protege la causa de la justicia,
poniendo en descubierto los infames é infer-
nales planes de los traidores sobornados por
u n vil interés, como sucede con "el traidor,
sucio, i n m u n d o y feroz" Manuel Vicente Maza
y su hijo b a s t a r d o . "
T r a s este lenguaje maníaco y procaz, cla-
r a m e n t e se vislumbran las anomalías de aque-
llos c e r e b r o s en p e r p e t u a erupción.
Y no podía s e r de otra manera, p o r q u e todo
venía p r e p a r á n d o s e para producir esta g e n e -
ralización epidémica de la neurosis.
Cada conmoción política ó social, cada u n o
de esos c r í m e n e s ruidosos, hacen p a g a r su
tributo fatal á la inteligencia humana, r o m -
piendo las cuerdas de la sensibilidad é i m -
primiendo á ciertos organismos p r e d i s p u e s -
tos, una sobreexcitación enfermiza ó una d e -
presión i r r e m e d i a b l e (1). No hay médico, en
P a r í s por lo menos, dice Figuier, que no haya
comprobado algún g r a v e desorden de la inte-
ligencia ó de la sensibilidad, causado por la
emoción profunda q u e el crimen de Pantin
suscitó en todas las clases de la sociedad; las
neurosis p r e e x i s t e n t e s se exacerbaron y las

(1) SIMPLICE: en la Union Medícale.


222 J O S É M. R A M O S MEJÍA

q u e estaban en g e r m e n estallaron. El h o r r o r
producido por este crimen, r e p e r c u t i ó de u n a
m a n e r a rápida s o b r e las inteligencias excita-
das, s o b r e las imaginaciones vivas, sobre la
sensibilidad exaltada; tal cual sucedió con
todos los crímenes verificados públicamente
por la Mazorca y acompañados de las más
h o r r o r o s a s circunstancias.
"El infrascripto "tiene la g r a t a satisfacción"
—se lee en un documento inserto en el núme-
ro 5.010 de la Gaceta y firmado p o r un Calisto
V e r a — d e participar á V. E., "agitado de las
más g r a n d e s sensaciones", q u e el infame cau-
dillo Mariano Vera, cuyo n o m b r e pasará mal-
decido de generación en generación, q u e d ó
m u e r t o en el campo de batalla, cubierto de
lanzadas, igualmente q u e su escribiente José
P i n o . Felicito á V. E. y á toda esa b e n e m é r i t a
provincia, igualmente á toda la Confederación
A r g e n t i n a , por tan insigne triunfo, en q u e
h e m o s recogido los laureles de la victoria,
tanto m á s frondosos cuanto q u e han sido
"empapados en la s a n g r e de un sacrilego uni-
tario!" E s e Calisto V e r a q u e firma el documen-
to, "era h e r m a n o de p a d r e y de m a d r e " del
m u e r t o D . Mariano Vera (1).
Esto es horrible como un parricidio, y los
parricidas son casi s i e m p r e locos; ejemplo:

(1) LAMAS: Agresiones de Rosas.


R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 223

Vivado, Bousequi, Collas y G u i g n a r d , que son


los más célebres que conozco. Una m a d r e no
mata á sus hijos sino bajo la presión horrible
de una fuerte perturbación sensitiva. Un hom-
b r e , en su estado perfecto de salud mental, no
h u n d e la lanza en el pecho de su propio h e r -
mano, e x p e r i m e n t a n d o como V e r a una "grata
satisfacción", sino d e s p u é s q u e el equilibrio
de sus facultades morales se ha roto bajo la
influencia de alguna causa patológica q u e lo
abruma.
A t r i b u i r estos actos simplemente al deseo
de complacer á Rosas y no á una perturbación
cerebral, es un e r r o r lamentable q u e la c i e n -
cia se a p r e s u r a á corregir, es mostrar ignoran-
cia de las leyes q u e rigen á la naturaleza del
hombre; sólo estas esflorescencias enfermizas
pueden atrofiar en el c e r e b r o h u m a n o ciertos
sentimientos q u e alumbran el alma e t e r n a -
m e n t e y q u e sólo se apagan bajo la influencia
maldita de una locura ingénita ó adquirida.
" E n t r e los prisioneros de la batalla, e s c r i -
bía un teniente de Rosas dando cuenta de la
acción del Monte G r a n d e , se halló ai t r a i d o r
salvaje unitario, coronel F a c u n d o Borda, q u e
fué al momento ejecutado con otros traidores,
"cortadas y saladas sus orejas" (i). Las orejas
de Borda fueron remitidas á Rosas y coloca-

(i) LAMAS: Agresiones de Rosas.


224 J O S É M. R A M O S MEJÍA

das por él sobre una bandeja de plata, con el


objeto de exhibirlas.
"En fin, mi amigo, escribía Mariano Maza
al g o b e r n a d o r de Catamarca, la fuerza de este
salvaje unitario tenaz pasaba de 600 h o m b r e s ,
y todos han concluido, p u e s así les prometí
degollarlos."
"Con la más grata satisfasción, decía P r u -
dencio Rosas, en un documento con q u e acom-
pañaba la cabeza del infortunado Castelli,
acompaño á V. E. la cabeza del traidor, fora-
jido, unitario, salvaje P e d r o Castelli, g e n e r a l
en jefe titulado, de los desnaturalizados sin
patria, sin honor y sin leyes, para q u e V. E. la
coloque en medio de la plaza, á la expectación
pública."
S e r í a interminable la transcripción de estos
documentos horribles. El teatro mismo se ha-
bía convertido en escuela de degüello. El
anucio publicado en la Gaceta del 23 de D i -
ciembre de 1841, dice lo siguiente: " C o n c l u -
y e n d o el espectáculo con la muy admirable y
nunca vista prueba: El duelo de un federal
con un salvaje unitario, en el que el p r i m e r o
degollará al s e g u n d o á la vista del público."
Este espectáculo fué concurridísimo y su pro-
ducto puesto á disposición de R o s a s " (1).
L o s h o m b r e s q u e vivían bajo esta p e s a d a

(1) LAMAS: Escritos políticos.


R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 225

atmósfera de s a n g r e habían perdido, en v i r -


tud de causas p u r a m e n t e patológicas, hasta el
último destello del sentido moral, y animados
por una v e r d a d e r a "necrofagia", iban hasta
r a s t r e a r los c a d á v e r e s de sus enemigos, para
d e s e n t e r r a r l o s , cortarles la cabeza y e s c a r n e -
cerlos. E n t o n c e s se vio por p r i m e r a vez "á
todo un ejército" ocupado en buscar los hue-
sos de un muerto, el cadáver del general L a -
valle, para a r r a n c a r l e la cabeza y remitírsela
á Rosas, sediento de aquella noble s a n g r e . T o -
das las autoridades—dice el señor L a m a s — s e
ocupaban en abrir sepulcros, todos los curas
párrocos se a p r e s u r a b a n á certificar que no
habían dado sepultura al ilustre difunto. "He
mandado—decía O r i b e — h a c e r activas p e s -
quisas s o b r e el l u g a r donde está e n t e r r a d o el
cadáver, para que le corten la cabeza y me la
traigan." P u e s t o s los restos en tierra bolivia-
na, O r i b e reclamó la extradición, p e r o el g e -
neral U r d i m e n e a rechazó, horrorizado, tan
atroz exigencia (i).
Los enfermos, los heridos, lo mismo que los
cirujanos y los clérigos q u e los ayudaban á
bien morir, tenían todos que caer victimas de
aquella temible exaltación.
El 29 de D i c i e m b r e d e 1839, en los campos
de C a g a n c h a y en lo más recio de la pelea, se

(1) LAMAS: Escritos políticos.

15
226 J O S É M. RAMOS MEJÍA

destacó una división de Rosas s o b r e las carre-


tas en q u e estaba colocado el hospital, y allí
fueron degollados enfermos, heridos, m u j e -
res, niños y cirujanos; se r o m p i e r o n los i n s -
t r u m e n t o s quirúrgicos y se inutilizaron los
vendajes y las medicinas (i).
D e todas las causas físicas y morales q u e
p u e d e n p e r t u r b a r la armonía de las fuerzas
del cerebro, sea por fatigas funcionales exa-
g e r a d a s , sea por la usura orgánica, n i n g u n a
ha faltado en este largo período de h o r r o r e s
inauditos, y la razón y el sentido común afir-
man—dice Voisin, hablando de la locura c a u -
sada por la Comuna—, que una serie de acon-
tecimientos semejantes puede conducir á un
c e r e b r o predispuesto á la locura declarada.
Y si se tiene en cuenta el n ú m e r o de indivi-
duos predispuestos por herencia q u e existen
en una población y la predisposición induda-
ble q u e la influencia de ciertas causas p o d e -
rosísimas crea en otros, v e r e m o s cuan s e n c i -
llo es explicarse todos estos trastornos epidé-
micos, bajo cuya influencia han vivido muchos
pueblos en ciertos períodos de su vida. P a r a
convencernos, no tenemos sino r e c u r r i r al
h e r m o s o libro de Calmeil (2), en donde un
s i n n ú m e r o de ejemplos muestran la extensión
(1)
( 2 )
Escritos políticos.
LAMAS:
De la folie consideréc sous les points de
CALMEIL:
vite pathologique, judiciaire et historique.
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 227

a l a r m a n t e q u e han tomado algunas veces estos


delirios simples ó complicados. Ejemplos de
ello son la curiosa "monomanía homicida y
antropofágica" de los habitantes del país de
Vaud, en q u e muchos de ellos fueron quema-
dos vivos en Berna; el delirio de los s o r t i l e -
gios q u e r e i n ó epidémicamente en Artois; la
la p r e t e n d i d a "antropofagia" de los habitantes
de la Alta A l e m a n i a , en q u e cien mujeres se
acusaban de h a b e r cometido g r a n d e s asesina-
tos y de cohabitar con los demonios; la h i s t e -
ro-demonopatía q u e se hizo epidémica en el
condado de H o o r n , por los años 1551, en el
m o n a s t e r i o de Brigitte, en el convento de
Kingtorp, que estalló d e s p u é s en H o w e l y se
p r o p a g ó e n t r e los judíos de Roma; y por fin,
las convulsiones histéricas y la ninfomanía
contagiosa de Colonia.
L a generalización a l a r m a n t e q u e había t o -
m a d o en B u e n o s A i r e s , llegó á contaminar á
todos los g r e m i o s y á todas las clases, sin ex-
ceptuar al clero, en quien se manifestó de un
modo horrible. D e esto último tenemos e j e m -
plos r e p u g n a n t e s . El furor homicida se había
a p o d e r a d o de él también de una m a n e r a tan
pavorosa, q u e hacía tronar el pulpito con d i s -
cursos q u e destilaban s a n g r e . Un canónigo
subía á la cátedra y hablaba de las "siete v i r -
t u d e s " q u e a d o r n a b a n al p a d r e de B u e n o s
A i r e s , como llamaba á Rosas, y después de
228 J O S É M. R A M O S MEJÍA

p e r o r a r una ó dos horas, empleando el lengua-


j e más procaz, concluía tomando en sus manos
el r e t r a t o del R e s t a u r a d o r p a r a colocarlo en
el altar. El j o v e n D . Avelino Viamont fué con-
ducido prisionero á S a n Vicente; el cura le
ofrece el p e r d ó n si r e v e l a un secreto q u e á
Rosas le convenía a v e r i g u a r ; p e r o como él re-
p u s i e r a que prefería morir, el s a c e r d o t e llamó
á los soldados y les dijo: "Fusilen á este s a l -
vaje, q u e no q u i e r e m o r i r como cristiano."
Los s e r m o n e s del p a d r e Juan A. González,
cura de S a n Nicolás de Bari, m u e s t r a n el vér-
tigo q u e se apoderaba de él en esos momentos
de delirio: un día subió al pulpito, y a r r e m a n -
g á n d o s e hasta el codo, dijo mostrando unos
brazos secos y convulsivos: "Estos brazos q u e
veis se han de e m p a p a r hasta el codo en la
i n m u n d a s a n g r e de los a s q u e r o s o s salvajes
unitarios", y golpeaba con fuerza s o b r e la ba-
randa, lanzando r u g i d o s y maldiciones.
El cura Gaete, de tan horrible r e c u e r d o y
q u e en medio de su asquerosa e m b r i a g u e z
b r i n d a b a g o r las t r e s santas, la "santa federa-
ción, la santa v e r g a y la santa cuchilla", hacía
q u e las s e ñ o r a s q u e se confesaban con él se
p e r s i g n a r a n diciendo: " P o r la señal de la
santa federación".
El cura Solís decía en una de aquellas baca-
nales q u e celebraba la Mazorca: " S e ñ o r e s : te-
nemos hoy ricas y a b u n d a n t e s sardinas (alu-
R O S A S Y EL D O C T O R F R A N C I A 229

diendo á los degüellos q u e se verificarían en


ese día), s e g ú n m e lo ha dicho el presidente
de serenos; cada uno afile su cuchillo, p o r q u e
la j a r a n a va á ser larga y divertida".
E n medio de esta vida de e n e r v a m i e n t o mo-
ral y de decadencia sensitiva, es claro que el
resto de la población se encontraba i m p o s i b i -
litada p a r a reaccionar contra estas t u r b a s em-
bravecidas. Este descenso brusco de la perso-
nalidad humana, esta oclusión h o r r i b l e de la
razón y del sentimiento, manifestándose bajo
dos distintas faces (depresión en unos, e x a l -
tación en otros), es lo q u e constituye el r a s g o
principal de la epidemia.
L a influencia de una causa patológica es,
pues, evidente.
E s a s fugaces épocas de calma q u e solían
sobrevenir, se p r e s e n t a n en casi todas las epi-
demias de este g é n e r o y se explican perfec-
tamente. Cuando la tiranía llegó á su l ú -
g u b r e apogeo, la desconfianza mutua p r i n c i -
pió á separarlos y se aislaron; aislándose, se
suspendía el contagio nervioso, que era uno
de los a g e n t e s más poderosos de su p a t o g e -
nia, y entonces la enfermedad manifestaba
tendencias á d e s a p a r e c e r sin tratamiento a l -
guno, q u e es lo q u e más habitualmente s u c e -
de. La sucesión de esos accesos t e r r i b l e s en
que entraba la Mazorca en ciertas épocas,
traía así q u e t e r m i n a b a una depresión com-
230 JOSÉjM. RAMOS MEJÍA

pleta, una sedación del sistema nervioso: era


la calma q u e s o b r e v i e n e á consecuencia d e un
gasto excesivo de fluido y una vez satisfechos
los impulsos m o r b o s o s q u e dominan al c e -
rebro.
D e s p u é s de un período de excitación m u y
g r a n d e , sucedió otro completamente contra-
rio y caracterizado por una especie de l a -
xitud saludable, de cansancio, de postración
análoga á la q u e trae el acceso de histeria una
vez q u e ha terminado. Esto es lo q u e s u c e d e
en la manía y en la m a y o r parte de las for-
mas de locura con exaltación violenta.
Finalmente, todas aquellas circunstancias
q u e distraen mucho la imaginación de los h a -
bitantes, q u e solicitan con viveza la atención,
adormeciendo m o m e n t á n e a m e n t e las ideas
delirantes, producen, s o b r e estas epidemias,
efectos benéficos, calmando la excitación a n -
terior, cuando no las hace d e s a p a r e c e r c o m -
pletamente. E s una especie de " d e r i v a c i ó n "
moral de acción rápida y de un efecto m a r a -
villoso.
P o r esto creo q u e los intervalos de calma
q u e o b s e r v a m o s en Buenos A i r e s , e r a n de-
bidos á esta fuerte concentración del espíri-
tu, producida por la presencia de un ejército
enemigo, ó por la d e r r o t a de alguno de los
ejércitos de Rosas: la inminencia del peligro
despertaría con viveza el instinto de la propia
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 231

conservación, obrando como un poderoso se-


dante.
En el último tercio del año 1840—dice el
S r . L a m a s en sus Escritos políticos—, estaba
Rosas totalmente perdido. L e habían r e t i r a d o
sus p o d e r e s y se hallaban en armas contra él
la m a y o r parte de las provincias argentinas;
el g e n e r a l Lavalle se encontraba á las p u e r t a s
de B u e n o s Aires, y el general L a m a d r i d v e -
nía con otro ejército de las provincias á colo-
carse en línea de operaciones con el de La-
valle.
El general Paz levantaba un n u e v o ejérci-
to en Corrientes, y la Francia bloqueaba los
p u e r t o s argentinos. Entonces Rosas se v i o
obligado á tratar, y d e s p u é s de ese tratado,
fué q u e desplegó un r i g o r formidable.
T o d o s esos acontecimientos fueron p a r a
Buenos A i r e s lo q u e para ciertas poblaciones
n e u r ó p a t a s de la Edad Media la aparición de
la peste ó la producción de cualquier otro in-
cidente que a b s o r b i e r a violentamente al e s -
píritu: un fuerte " d e r i v a t i v o " .
Más adelante, la mayoría de las causas q u e
producían la epidemia, fueron, ó disminuyen-
do su acción por una especie de tolerancia
establecida en la población connaturalizada ya
con sus efectos, ó d e s a p a r e c i e n d o espontánea-
mente por una evolución natural y sin que
nada conocido, á no ser los acontecimientos
232 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

arriba mencionados, viniera á precipitar la


crisis.
Esta época de desolación fué, para B u e n o s
A i r e s , el momento más crítico de su vida:
fueron las convulsios propia s de una infan-
cia difícil y enfermiza.
BIBLIOGRAFÍA

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S C H L A G E R . — L e s i o n s de l'intelligence, consecutives
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J A C C O U D . — T r a i t e de pathologie interne.
F R A N C I S C O B A R B A R Á —Vida de R o s a s .
-

M A C A U L A Y - - E n s a y o s Políticos.
V O I S I N . — L e c c i o n e s clínicas s o b r e l a s e n f e r m e d a -
des mentales.
J . M . G U A R D I A . — L e médécine á travers les siécles.
L E G R A N D DU S A U L L E . —La Folie.
L E G R A N D DU S A U L L E . — F o l i e s héiéditaires.
B O U C H U T . —Nervosismo.
P I N E L . — T r a t a d o de enfermedades mentales.
F A L R E T . — L e c o n s s u r l e s maladies mentales.
M A G N A N . - Mémoires Cliniques.
D U R A N D F A R D E L . — M a l a d i e s Croniques.
RIBOT. — L ' h é r e d i t é .
H A E C K E L . — H i s t o i r e de la création naturelle.
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FERNÁNDEZ.—Memoria sobre las enfermedades de
la vista en Buenos Aires (laureada p o r el Círculo
Médico A r g e n t i n o ) .
Anales del Círculo Médico Argentino.
L Ó P E Z V . F.—Historia de la Revolución Argen-
tina.
Rui D Í A Z D E G U Z M Á N - L a Argentina.
L a Gaceta de Buenos Aires.
Anales Médico Psicológicos.
MARMIER.—Lettres sur l'Amerique.
HERBERT S P E N C E R . — B i o l o g i e .
LITTRÉ.— L a Science au point de vue philoso-
phique.
LA MELANCOLÍA DEL D O C T O R
FRANCIA
CAPÍTULO PRIMERO

Juicios sobre el dictador Francia, emitidos por diversos


autores: Kengger y Longchamp, Moreau de Tours, et-
cétera.—Los padres de Francia.—Su origen y ante-
cedentes.—La niñez.—Primeros síntomas de locu-
ra.—Incidentes íntimos.—D. Martín Arámburu.— En
la Universidad de Córdoba.—Influencia de la educa-
ción que recibió allí, sobre su enfermedad.—Qué era
la Universidad de Córdoba y cómo pudo influir de
una manera tan poderosa. —El Colegio de Monse-
rrat.—Opinión de Funes.—Influencia de la educación
en el desarrollo de los trastornos mentales.—Cómo
iba acentuándose su melancolía.—Síntomas avanza-
dos.—Episodios de su vida de colegial.— Contestura
moral de los educandos de Loreto y Monserrat.—Sus
entretenimientos.—Otros síntomas.

L A g e n e r a l i d a d de los a u t o r e s q u e han e s -
crito s o b r e la d i c t a d u r a d e F r a n c i a h a -
blan de las p r o v e r b i a l e s s i n g u l a r i d a d e s de su
carácter. D e s d e R e n g g e r y L o n g c h a m p , q u e
h i c i e r o n un libro r e p u t a d í s i m o , hasta las ú l t i -
mas biografías de los diccionarios e u r o p e o s ,
todos están de a c u e r d o s o b r e este punto, p a r a
240 J O S É M. R A M O S MEJÍA

cuya confirmación basta, por otra parte, un


conocimiento superficial de su vida. El mismo
Moreau de T o u r s , cuyo chispeante libro h e -
mos citado tantas veces en el curso de este
trabajo, consagra con la autoridad irrefutable
de su palabra, esa afirmación de los alienistas
"dilettanti", digámoslo así: "Una e n f e r m e d a d
terrible, la locura, dice el autor citado, ha he-
cho muchas víctimas entre los s u y o s . A veces,
en medio de accesos repetidos de h i p o c o n -
dría, su razón parecía t u r b a r s e , y se había no-
tado q u e el viento del Norte, s i e m p r e caliente
y h ú m e d o , cuya influencia es una causa a c t i -
va del malestar para las p e r s o n a s nerviosas,
agriaba su carácter hasta el más alto g r a d o . "
Francia, pues, por consagración universal,
pertenecía, como dice Paul de Saint-Víctor,
hablando de Nerón, al alienismo histórico,
u n a ciencia á crearse, y en cuyos cuadros figu-
raría la m a y o r parte de los malos C é s a r e s (i).
No sé si me equivoco; pero creo q u e n i n g u n o
es más digno q u e él de q u e esta m o d e r n a ten-
dencia de los estudios morales, q u e algún día
formará una rama importante de la psicología
positiva, le c o n s a g r e su atención, t r a t a n d o d e
investigar cuáles fueron las secretas influen-
cias q u e produjeron su e n o r m e d e s e q u i l i b r i o
moral.

(i) P A U L DE S A I N T - V Í C T O R : Hombres y Diosds.


R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 241

F r a n c i a (ó F r a n c a como él pretendía, b u s -
cando en la adulteración de su apellido una
p r u e b a de su s u p u e s t o origen francés), era
hijo de un brasilero q u e había venido al P a -
r a g u a y llamado por el g o b e r n a d o r J a i m e S a n -
just, cuando la corte de Madrid quiso hacer
competencia á Portugal, introduciendo en su
colonia la fabricación del tabaco n e g r o (i).
García F r a n c a era un mameluco, paulista de
origen obscuro y de conducta equívoca, mitad
a v e n t u r e r o y vagabundo, que sentó sus reales
en la Asunción con la esperanza fundadísima
de levantar con el contrabando del tabaco una
fortuna fácil. Allí contrajo matrimonio con
una criolla de buena clase y de n o m b r e m u y
conocido (2); de la cual, algunos años d e s p u é s
de nacer n u e s t r o h é r o e (1757), se separó, r e -
g r e s a n d o de nuevo al Brasil á continuar su
ágil y holgada vida de aventurero, ya que las
p i n g ü e s fortunas que había soñado sólo alcan-
zaron para c o m p r a r una casa en la ciudad y
una chacra q u e fué más t a r d e el refugio m e -
lancólico y el único patrimonio do su primo-
génito. Pocos años d e s p u é s r e g r e s ó de nuevo

(1) A. D U M A R S A Y : Histoire Physiquc, etc. du Paraguay.


(2) Del documento que insertamos en el Apéndice
resulta que la madre de Francia era de una de las prin-
cipales familias del Paraguay. Pero, según informes
que tengo de otra fuente, era una mujer vulgar y de ori-
gen completamente obscuro.
16
242 J O S É M. R A M O S MEJÍA

al P a r a g u a y , en d o n d e murió á una edad avan-


zada. Ni había estado en F r a n c i a j a m á s , ni su
tipo m e n u d o y restringido, ni su color aceitu-
nado y bilioso, revelaba q u e por sus v e n a s
corriera una sola gota de s a n g r e francesa, se-
g ú n en sus delirios de g r a n d e z a s n a p o l e ó n i -
cas se lo imaginaba su hijo.
C u a n d o el niño se hizo h o m b r e lo tomó
bajo su paternal protección un comerciante
español llamado Martín A r á m b u r u (i), y g r a -
cias á sus infinitas b o n d a d e s y á las r e p e t i d a s
dádivas de q u e fué objeto por mucho tiempo,
p u d o i n g r e s a r en la Universidad de Córdoba,
donde, s e g ú n sus propias palabras, lo empuja-
ban á estudiar la c a r r e r a eclesiástica.
No conocemos los p r i m e r o s años de su ado-
lescencia, que se pierden en la obscuridad de
su origen mismo, y que, p r o b a b l e m e n t e , se
deslizaron en la inalterable quietud de su al-
dea, en la e t e r n a soñadora molicie de esos cli-
mas cálidos, q u e dan m a y o r sensibilidad á los
sentidos, despiertan la fantasía con su e x u b e -
r a n t e lujuria y hacen g e r m i n a r con precipita-
ción peligrosa la semilla que en las n a t u r a l e -
zas p r e d i s p u e s t a s p r o d u c e la enajenación. No
es extraño q u e este niño v a g a b u n d o y des-
a m p a r a d o por su propio padre, en la edad en
q u e el c e r e b r o se deja modelar dócilmente

(i) Datos suministrados por el Sr. Machain.


ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 243

por las mil influencias q u e lo acechan, haya


principiado entonces á sentir los p r i m e r o s
síntomas de su enfermedad; todos esos t e m o -
r e s inciertos y obscuros q u e asaltan la i m a g i -
nación precipitándola en el tedio i n s o p o r t a -
ble, en los v a g o s y tristes anhelos con que se
inicia la pálida " m a d r e de las s o m b r a s " . Lo
único q u e r e c u e r d a n los c o n t e m p o r á n e o s y
q u e la tradición ha transmitido con cierta r e -
pugnancia supersticiosa, es que aquel bruto,
ya medio e n v e n e n a d o por sus propios vicios
morales, tuvo á la edad de veinte años un
fuerte altercado con su padre, en el cual r e -
veló toda la fría y e n o r m e ferocidad de su ca-
rácter simio y bestial. T o m á r o n s e ambos en
palabras, y como su p a d r e le i n c r e p a r a acre-
m e n t e ciertos p r o c e d e r e s poco limpios, F r a n -
cia levantó su mano y lo abofeteó desapiada-
damente; lo abofeteó sin q u e mediaran ímpe-
tus y exaltaciones justificables; fríamente im-
pulsado por esa maligna obsesión q u e m u e v e
la mano de un parricida.
E n este incidente hay todavía algo más
cruel para la especie humana. Muchos años
después, m o r i b u n d o el p o b r e viejo, lo mandó
llamar con el deseo v e h e m e n t e de reconciliar-
se. " D e s e a salvar su alma—le decían, tentan-
do la única grieta por d o n d e parecía e n t r a r
luz á aquella naturaleza proterva—, ciertos
escrúpulos implacables lo empujan á solicitar
244 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

esta entrevista s u p r e m a . " "|Y á mí q u é m e


importa de ese viejo; q u e se lleve el diablo
su alma!"—fué toda su contestación. " T h e oíd
man died almost r a v i n g and calling for his son
José Gaspar", dice R o b e r t s o n refiriendo este
episodio que hace temblar la pluma (i).
C u a n d o fué á C ó r d o b a tendría veinticinco
años próximamente, y no llevaba otro caudal
de ilustración que el que había podido r e c o g e r
en aquellos colegios cuyos maestros, s e g ú n el
juicioso autor del Ensayo de la historia civil
del Paraguay, difundían la corrupción d e
ideas q u e les era familiar. E n r e d a d o e n t r e los
lazos de Aristóteles y las trabas pegajosas de
la escolástica colonial, e n t r e las cuales el alma
g r a n d e de Maziel sufrió crueles angustias,
s e g ú n se ha dicho, terminó sus estudios y se
g r a d u ó en la facultad de teología. Sólo cono-
cía el d e r e c h o por los preceptos del Decálogo,
la teología de Goti y la filosofía de D u p a s -
quier; libros en boga entre las eruditas falan-
g e s del Claustro Universitario, y en cuyas
páginas escritas con ese estilo inflexible con
q u e B e r i g a r d de Piza escribió su Líber triun
verborum, habían causas suficientes para e n -
loquecer al c e r e b r o más bien templado.
Si es cierto, como lo es, q u e la educación
intelectual defectuosa, a g r a d a á causas de otro
(i) J . P. y V. P. ROBERTSON: Carias sobre el Para-
guay, tomo II, pág. 297.
RGSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 245

o r d e n más poderoso, encierra g é r m e n e s infi-


nitos de perturbaciones mentales, la que reci-
bió F r a n c i a en el P a r a g u a y y particularmente
en Córdoba, debió influir en el desarrollo u l -
terior de sus extraordinarias anomalías.
Cuatro años de T e o l o g í a revelada deben
ser para el espíritu algo como la gravitación
de un t u m o r semejante á una montaña; y si á
esto se a g r e g a la masticación casi diaria de
las Eneadas de Plotino y del Proslogium hi-
p e r e m i a n t e de S a n Anselmo; si se a g r e g a el
extravío que causaría en aquellas pobres ca-
bezas la idea de que, terminado ese suplicio,
irían á "refrescar" la inteligencia adormecida
por el estilo tenebroso de sus textos h e r m é -
ticos, en la deglución obligada de alguna rap-
sodia filosófica llena de congestiones c e r e -
brales, se t e n d r á una idea vaga de lo que era
en aquel tiempo y la influencia que podría
t e n e r aquella educación lóbrega y estéril como
sus claustros. E r a n larvas de locuras i n c u r a -
bles, algo como cuerpos extraños angulosos y
á s p e r o s q u e se echaban dentro del cráneo in-
defenso de estos pobres filósofos, y que les
estaban pinchando, oprimiendo, irritando el
c e r e b r o , si c e r e b r o les quedaba, d e s p u é s de
cuatro mortales años de abstinencias y flage-
laciones intelectuales inicuas. La "gótica p a -
g o d a " de Monserrat q u e agobiaba el espíritu
con el peso de su beca e n c a r n a d a , era la que
246 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

con éxito no menos maravilloso formaba las


m á s firmes columnas d e aquel obscurantismo
exótico, q u e el clima y la localidad misma, con
el horizonte s o b r e los ojos, hacía más p e s a d o .
P o r q u e Córdoba, por su situación extraña, r e -
cibe "la l u z " más tarde q u e las otras ciudades,
colocadas sobre los valles y las altiplanicies.
Monserrat e r a un recurso, p o r q u e en s u s
rígidos encierros y en su disciplina p r e s i d a -
ria, en la á s p e r a misantropía de los maestros
y en aquellas lecturas místicas, verificadas
por s u s discípulos escuálidos y h u r a ñ o s en
medio de un silencio profundo y desolado, fué
d o n d e p r e t e n d i e r o n e n c o n t r a r el " g r a n m a -
g i s t e r i o " q u e les permitiera hacer las trasmu-
taciones tan deseadas por u n a política q u e
g o b e r n a b a con la sombra y el fuego, y e d u -
caba con el silencio y la penitencia. No había
otro r e c u r s o : ó p e r m a n e c e r obscuro en la a l -
dea dejando q u e la inteligencia se atrofiara
en su inercia soñolienta, ó caer en las a g u a s
de aquel lago turbio, en d o n d e circulaban r e -
vueltas las añejas ideas d e Aristóteles con los
b á r b a r o s comentos de los árabes (i).
P a r a aquellos v e n e r a b l e s astrólogos de las
letras, la lógica e r a el arte del sofisma, y la
física convertida en el "estudio infructuoso de
accidentes y cualidades ocultas, q u e nada t e -
(i) JUAN M. GUTIÉRREZ: Vida del Dr. D.Juan B.Ma-
siel.
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 247

nían que ver con el conocimiento de los fenó-


menos n a t u r a l e s " más bien que una ciencia
exacta, era la continuación estéril de los en-
sueños inocentes de A r n a l d o de Vilanova. La
teología, envuelta también en las r e d e s de la
escolástica "corría cenagosa, apartada de sus
fuentes p u r a s por el campo de las sutilezas y
de las disputas frivolas á que daba lugar el
espíritu de facción, introducido en las e s c u e -
las monásticas que declinaban y a " (i). D e s p u é s
de todo esto y de h a b e r t o r t u r a d o su inteli-
gencia con la absorción lenta de la " P a r s p r i -
ma", de la " P r i m a secondse" y de la " T e r t i a
pars", quedaban como sumidos en el estado
intelectual deplorable en que q u e d a n los fue-
guinos embrutecidos por la repetición de sus
orgías estomacales, e s p e r a n d o q u e la ansiada
digestión levantara el peso que gravitaba s o -
b r e sus cráneos inermes.
Una vez terminados sus estudios, ó se e n -
volvían en el ancho sayal continuando la vida
áspera del monasterio ó salían al mundo, como
Francia, inválidos del cerebro, cuando no pal-
pitaba en su corazón el "empuje innovador"
del deán F u n e s , el temple de Baltazar Maciel
ó la ambición saludable, el vigor de espíritu
de los q u e lograron eliminar el veneno que se
bebía allí hasta en el aire de sus claustros l ó -
bregos y desamparados.
(i) GUTIÉRREZ: Ob. cit.
248 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

Tenía, pues, que s e r n e c e s a r i a m e n t e nociva


esa vida de e t e r n a masturbación intelectual,
aquel constante v a g a r del entendimiento opri-
mido por el grillete que lo a m a r r a b a ai n e b u -
loso sistema del P e r i p a t o ó al viejo p e r g a m i n o
apolillado y v e n e r a d o en los éxtasis excesivos
en q u e caían aquellos " h e r m i g i o s " coloniales;
aquella densa tiniebla que envolvía las c a b e -
zas, y que nacida de adentro de los cráneos
angustiados de Salamanca, fué, sin un r e l á m -
pago de luz, difundiéndose por toda la A m é -
rica, donde sólo era permitido el comercio
e m b r u t e c e d o r de los autores que, s e g ú n la
j e r g a peculiar de sus prosélitos, "simbolizaban
con las v e r d a d e s r e v e l a d a s " .
El clero—decía el inolvidable Dr. G u t i é -
r r e z — m a n t e n í a una r e d tendida p o r toda la
superficie del m u n d o católico, y sus hilos se
estremecían á la aparición de un talento p r e -
coz, a p o d e r á n d o s e i n m e d i a t a m e n t e de él. P e r o
Francia, a u n q u e tenía talento, era demasiado
h u r a ñ o y misántropo para que pudiera s o s t e -
n e r con la a u g u s t a resignación necesaria el
peso de una tonsura muda y estéril como su
alma. Así es q u e h u y ó cuando pudo del cole-
gio de Monserrat, a d o n d e habia ido d e s t e r r a -
do para i n g r e s a r en la Universidad á t e r m i n a r
sus estudios.
L a vida sombría y monacal de Córdoba, su
educación p r i m e r a y una indudable predispo-
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 249

sición nativa, habían ya desarrollado, a u n q u e


en tonos vagos, la melancolía q u e d e s p u é s lo
hizo célebre. El j o v e n teólogo vivía e x t r a ñ o á
todo y á todos, sustraído por completo al con-
tacto diario de los compañeros y de los a m i -
gos cuyas francas y cordiales afecciones no
necesitaba su corazón áspero y ya medio t i -
bio. Un escaño casi p e r d i d o en la p e n u m b r a
y en cuyo d u r o respaldo g r a b ó su nombre, le
servía de asiento, ó mejor dicho, de refugio,
p o r q u e allí se ocultaba á las miradas curiosas
de sus compañeros que principiaban á p r e -
ocuparse y á sentirse impresionados por su ca-
rácter tan torvo y anguloso.
A medida q u e su concentración melancólica
aumentaba, iba p e r d i e n d o su rostro aquella
vivacidad i n g e n u a q u e en la plenitud de la
vida palpita en los rostros de los j ó v e n e s , y
su cuerpo, espigado y flexible como un junco,
esas posiciones francas y amplias, signos h a -
bituales de un bienestar inconmovible y de
una confianza sincera y despreocupada, iba
g r a d u a l m e n t e dibujándose en toda su p e r s o n a
la m a r c h a p a u l a t i n a q u e seguía la enfermedad.
El hábito de estar en acecho habíale hecho ad-
quirir á sus ojos la movilidad nerviosa y me-
dio convulsiva, tan peculiar de los melancóli-
cos y de los felinos, cuyas oscilaciones furti-
vas de cabeza, moviéndose siempre temerosa y
desconfiada, le daban con ellos cierta analogía.
250 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

A d e m á s de estos r a s g o s corporales q u e son,


d i r é así, la firma visible q u e escribe en la fren-
te la dolencia íntima, sus padecimientos habían
adquirido y a en este tiempo ciertos signos
característicos. Su estado habitual de sombría
tristeza, de fría repulsión, mezclado á un sen-
timiento de disgusto por todas las cosas h u -
manas, s e acentuaba profundamente en los
p r o l o n g a d o s encierros á q u e se condenaba él
mismo en las celdas mal aireadas de M o n s e -
rrat. L a opresión incómoda q u e trae este mal-
estar, la sensación tan característica de un
peso e n o r m e q u e gravita s o b r e el pecho, sólo
se aliviaba, y aun á veces desaparecía, en sus
largos paseos por la ciudad. Y esto q u e tanto
llamaba la atención de la p e r s o n a q u e con
cierto supersticioso a s o m b r o me comunicaba
el fenómeno, se explicaba fácilmente r e c o r -
d a n d o la curiosa observación de Gratiolet: el
tedio y el a b u r r i m i e n t o vienen con m a y o r fa-
cilidad en los l u g a r e s en d o n d e el aire no se
r e n u e v a , q u e en las montañas ó en las orillas
del mar, allí donde circula profusamente y en
g r a n d e s masas. D e aquí la necesidad imperio-
sa de tomar aire q u e sentía d e s p u é s de algu-
nos días de reclusión mortal y de a b u r r i m i e n t o
enfermizo, y q u e "le obligaban á estirar su
largo pezcuezo de espectro", como dice P o e .
El tedio en un c e r e b r o enfermo es, como
alguien lo ha establecido ya, un principio de
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 251

congestión pasiva y d e asfixia, y así se concibe


q u e todas las causas q u e p u e d a n directa ó
simpáticamente disminuir los movimientos
respiratorios, un canto lento y monótono, por
ejemplo, lo soliciten irremisiblemente (i).
T o d a s esas peculiaridades e x t r a ñ a s con q u e
s e dio á conocer entonces, y q u e son expre-
siones legítimas d e una misantropía q u e pue-
de y debe considerarse sólo como el período
p r o d r ó m i c o d e su g r a v e enfermedad poste-
rior, le valieron de parte de s u s compañeros
el apodo apropiadísimo d e "el gato n e g r o " .
Y debieron s e r a g u d a s las u ñ a s de aquel
teólogo felino, p o r q u e en u n a contienda de
colegio hirió g r a v e m e n t e á uno d e sus con-
discípulos con un corta-plumas, cuyo filo había
p r e p a r a d o de antemano, r u m i a n d o á cuenta,
digámoslo así, la íntima satisfacción q u e e x -
p e r i m e n t a r í a al v e r saltar la s a n g r e de su
inofensivo c o m p a ñ e r o .
Estos procedimientos ejecutivos eran u s u a -
les en aquel y a funestísimo h o m b r e , educado
como el fraile Aldao y otros neurópatas, bajo
férula teologal d e la famosa Universidad, y
destinado como él, por no sé q u é singular
coincidencia, á v e s t i r hábitos de m a n s e d u m b r e .
Con motivo de una penitencia impuesta por
uno de sus profesores, y q u e en su h u m o r

(i) GRATIOLET; La Fisionomía.


252 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

agrio y destemplado consideró s u m a m e n t e


ofensiva, concibió una venganza, cuya ejecu-
ción, meditada y s a b o r e a d a con perfidia bizan-
tina, refleja de una m a n e r a perfecta toda la
doblez de su carácter atrabiliario y p e l i g r o s í -
simo. P a r a el mejor éxito de la empresa, e m -
pezó por simular un noble olvido, un sincero
y cariñoso apego al profesor, cuya confianza
ganó de un modo a d m i r a b l e m e n t e ruin y c a l -
culado, y después, de examinar, c o m e n t a r y
m a d u r a r d u r a n t e dos largos años todos sus
planes, eligió aquel q u e le pareció más s e g u r o .
El dormitorio del profesor estaba debajo del
suyo, y como había estudiado con la minucio-
sidad q u e r e q u e r í a el caso, la ubicación de la
cama y de todos los m u e b l e s de la víctima,
fijó en el piso de su cuarto el punto p r e c i s o
q u e c o r r e s p o n d í a á la cabecera. E n los r a t o s
en q u e el p o b r e clérigo salía á sus o c u p a c i o -
nes habituales, F r a n c i a trabajaba p a c i e n t e -
mente, sacando ladrillo por ladrillo hasta q u e
el agujero le p e r m i t i e r a ampliamente la intro-
ducción de la mano. H e c h o esto, se p r o c u r ó
un fusil, probó su exactitud haciendo tiros en
una supuesta cacería, y una noche q u e s u p u s o
al catedrático sumido en las beatitudes volup-
tuosas de su profundo sueño, metió el a r m a
por el agujero y la d e s c a r g ó con rabia s o b r e
su cráneo. El golpe, sin embargo, á p e s a r de
tanta precaución, se había frustrado. P a r a
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 253

felicidad suya, la inocente víctima no se e n -


contraba en la cama. Esta circunstancia p r o -
dujo en F r a n c i a el primer acceso de esa amar-
ga odiosidad q u e toda su vida profesó á los
clérigos.
¿No se ve en estas minuciosidades p a v o r o -
sas, toda la aridez melancólica y t r a n q u i l a -
m e n t e bravia de su alma?
O t r o episodio del mismo g é n e r o : Un com-
p a ñ e r o de cuarto v i o sobre la cama de F r a n -
cia tres ó cuatro duraznos, y se los comió de-
j a n d o los carozos s o b r e su mesa de noche.
C u a n d o aquél entró, g u a r d ó l o s sin decir una
palabra y todo pasó sin más ruido. P a s a r o n
los días, las s e m a n a s y pasaron también los
meses, cuando en u n a t a r d e al c e r r a r la puer-
ta de la letrina, sintió el muchacho que de
afuera se la empujaban violentamente y que
se p r e s e n t a b a F r a n c i a agitado, con una pisto-
la en la m a n o : — " C ó m e t e estos tres carozos,
ó te mato aquí mismo"—y le presentaba tres
carozos puntiagudos y llenos de e s c a b r o s i d a -
des. El p o b r e colegial trepida. F r a n c i a levanta
el arma á la altura de la cara y cierra un ojo
a p u n t a n d o . La víctima estira la mano resigna-
da p o r q u e el "gato n e g r o " es insensible á las
súplicas, y aquellos ojos magnéticos p r o d u -
cían vértigos, mil t e r r o r e s supersticiosos, y
se echa el carozo á la boca... lo detiene en el
b o r d e de las fauces, lo pasea sobre la lengua
254 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

haciendo tiempo y valor, lo p e g a contra el


carrillo, lo vuelve á a s o m a r á las fauces sin
a t r e v e r s e á tragarlo... ¡Trágalo! le dice F r a n -
cia, y como empujado p o r la palabra misma,
el carozo se desliza p o r la g a r g a n t a escribien-
do en aquella p o b r e fisonomía todos los dolo-
r e s y las opresiones indescriptibles q u e causa
su b á r b a r a peregrinación hasta el estómago.
—Este otro
— P e r o ... aulla el infeliz echando fuera de
sus órbitas unos ojos extraviados, y se lo tra-
g a también, no sin q u e el "gato n e g r o " le r e -
visara la boca p a r a c e r c i o r a r s e q u e r e a l m e n t e
s e los había comido.

L a m a y o r p a r t e de estos individuos f o r m a -
dos en los claustros de la célebre U n i v e r s i -
dad, se resienten visiblemente de su educación
viciosa, y hasta podría decirse deletérea. S u
influjo ha sido un famosísimo incubador d e
todos los vicios incurables q u e constituyen el
fondo turbio en estas naturalezas anómalas y
mal dispuestas d e s d e la cuna, como F r a n c i a y
sus c o n g é n e r e s . Muchos de ellos llevan en su
carácter, cuando m e n o s , la doblez de los p r o -
cedimientos jesuíticos, la desolada frialdad de
sus cálculos, la mansa y falaz hipocresía de
sus m a n e r a s ; un corazón lleno de las c i r c u n -
voluciones y las encrucijadas obscuras de s u s
claustros; y hasta la p e s a d e z ciclópea de s u s
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 255

m u r o s se refleja viva y elocuente en el estilo


de muchas de las reputaciones literarias q u e
nos ha legado la colonia. Cada u n o e x p e r i -
mentó esta influencia á su m a n e r a y con a r r e -
glo á las condiciones y tendencias virtuales
q u e s u s respectivos o r g a n i s m o s trajeron al
nacer, y q u e ella desarrolló con la e x u b e r a n -
cia q u e la época le permitía. Y al v e r las grie-
tas q u e han conservado toda su vida ciertos
caracteres, p a r e c e q u e h u b i e r a elegido con
maléfica complacencia á aquellos c e r e b r o s
llenos de m a y o r plasticidad, para a d o r m e c e r
en unos y atrofiar en otros todas las tenden-
cias bondadosas, favoreciendo el desarrollo
de las máculas incurables y orgánicas q u e
dieron p o r resultado esas naturalezas equívo-
cas q u e harto conocemos.
E s t u d í e n s e sus más célebres discípulos y se
v e r á con q u é viveza reflejan muchos de ellos,
aun en los actos más pueriles de la vida, la
influencia decisiva de aquella educación s i n -
gularísima. El arte silencioso y paciente con
q u e el D r . T a g l e urdía y llevaba á cabo la in-
triga más atrevida, su gesto fijo é inalterable
como sus ideas, impasible como su corazón y
como sus escrúpulos (i) mostraban la firmeza
con q u e había influido fomentando ese s o m -
brío y taciturno disimulo q u e tenía F r a n c i a en
(i) VICENTE F. LÓPEZ: Historia de la Revolución Ar-
gentina.
256 JHSÉ M. RAMOS MEJÍA

tan alto g r a d o . El tarturismo medio soñoliento


y sibarítico de Bustos; la astucia felina de Iba-
rra; las tendencias mefistofélicas y el espíritu
opaco y frío de Vélez Sársfield, ¿no era, a c a -
so, su e x p r e s i ó n más elocuente?
Si no fuera científicamente cierto el influjo
peligroso de este g é n e r o de educación, sería
casualidad singular que la m a y o r parte de los
h o m b r e s formados en las aulas inolvidables
de Monserrat y de Loreto, h u b i e r a n sacado
u n a contextura moral equívoca, cuyas anoma-
lían eran tan acentuadas q u e se abrían paso al
t r a v é s de ciertas calidades lapidarias y de los
escasos haces de luz q u e los salvaron de u n
olvido infalible, utilizando o p o r t u n a m e n t e el
carácter y la inteligencia de muchos de ellos.
El mismo F u n e s , á pesar de su notoria r e -
putación y de sus inclinaciones liberales, era
un hijo rollizo del colegio de Monserrat, cuyo
sistema de severísima disciplina, llevada h a s -
ta sus útimos y más brutales extremos, produ-
ce el decaimiento moral q u e traba, cuando no
impide, el desarrollo de los sentimiento afec-
tivos s o b r e los cuales se apoyan los instintos
más g e n e r o s o s . P a r e c í a un h o m b r e de c a r á c -
ter débil "para afrontar responsabilidades d i -
rectas y p a r a m a n t e n e r s e en sí mismo frente
á las exigencias del poder ó de los h o m b r e s
influyentes del partido dominante; sus m a n e -
ras eran tan obsequiosas, q u e á veces "cora-
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 257

p r o m e t í a n l o q u e s e debe á la propia dignidad",


p u e s parecía casi s i e m p r e predispuesto á p e -
dir permiso para tener ó e x p r e s a r un p a r e c e r ,
" s o b r e todo si había conflicto ó choque de pa-
s i o n e s " y d e intereses políticos. P o r esto se
le tachaba de t e n e r un carácter doble y de s e r
inclinado á la hipocresía y al servilismo" (i).
Lafinur, otro de los educandos célebres de la
Universidad, tenía todas las r a r e z a s y e x t r a -
vagancias, cuyas afinidades, nada equívocas
con la enajenación mental, daban á su c a r á c -
ter cierto tinte profundo de su hipocondría; y
por lo q u e toca á Monteagudo (2), ese h i s t é r i -
co megalómano lleno d e sombrías petulancias
y de vicios enormes d e organización moral,
fermentados al calor del claustro, él, como po-
cos, c o m p r u e b a la v e r d a d de este aserto.
Insisto sobre este factor, q u e constituye,
como dice P a r r o t , u n a fuente etiológica deplo-
r a b l e m e n t e fecunda, p o r q u e en este caso lo
creo de particular importancia; pues si bien la
educación moral é intelectual q u e "ayuda" á
formar el carácter, no cambia el sello típico
que constituye la propia é inalterable idiosin-

(1) VICENTE LÓPEZ: Historia de la Revolución argen-


tina.
(2) El DOCTOR GJTIÉRREZ, en sus Apuntes biográficos
de escritores y oradores, etc., dice que el célebre auditor
de Guerra hizo sus estudios en Córdoba, pasando des-
pués á Chuquisaca a completarlos.
17
258 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

crasia del sujeto, en cambio, cuando actúa s o -


b r e un organismo limpio de predisposiciones,
p u e d e p r e s e r v a r l o de los desvíos a n o r m a l e s
resultantes de las aberraciones de su s e n s i b i -
lidad elemental. C u a n d o hay vicios ingénitos,
los fomenta y ayuda mucho á su desarrollo.
E s un riesgo fecundo q u e empuja fuera de la
tierra morosa, esa vegetación abundante, q u e
d e s p u é s se hace lasciva y t r e p a d o r a . El i n t e -
rés, la cultura muy trabajada del corazón ú
otra causa cualquiera, p o d r á n tal vez modifi-
car (pero modificar simplemente) las manifes-
taciones del carácter; p e r o su tipo fundamen-
tal no se p i e r d e j a m á s al través de las más
g r a n d e s vicisitudes de la vida: "genio y figu-
ra, hasta la sepultura", es un adagio vulgar,
p e r o profundamente cierto y filosófico.
U n a educación viciosa, como se daba en
aquel tiempo en Córdoba, con todos los peli-
g r o s q u e s u r g e n de la lucha del carácter con-
tra las imposiciones de sistemas atrabilia-
rios, q u e oponían á la movilidad natural de
la inteligencia una coerción antipática, era
propia para e n a r d e c e r la irritabilidad e n f e r -
miza nativa, más que para sujetarla d e n t r o de
sus límites saludables. S u r é g i m e n interno, la
disciplina conventual y depresiva de sus c o -
legios (i), su m a n e r a de enseñar, sus libros,
( i ) Véase en el Ensayo de FUNBS, el régimen del Co-
legio de Monserrat. Era bárbaro.
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 259

sus maestros y hasta el r é g i m e n y los hábitos


mismos de aquella ciudad, más colonial y r e -
tardataria que ninguna, echaban al espíritu en
esas propensiones hipocondríacas que desvían
los sentimientos y q u e dan á la inteligencia
una dirección e r r ó n e a .
E s necesario leer la descripción aterrante,
a u n q u e poco vivaz, q u e nos ha hecho el deán
F u n e s , del sistema s e g u i d o en el famoso c o -
legio de Monserrat y en la Universidad para
c o m p r e n d e r cuan g r a n d e debió s e r su influen-
cia sobre el físico mismo, no y a s o b r e el e s -
píritu, q u e tenía tósigo suficiente con las lec-
t u r a s r e g l a m e n t a r i a s . La comida, las flagela-
ciones mortíferas á q u e sujetaban sus cuerpos
enjutos por la abstinencia, el inmenso t r a -
bajo mental improductivo y una vida s e d e n -
taria y soñolienta á fuerza de ser debilitante,
p e r t u r b a b a profundamente aquellas pobres
cabezas q u e esterilizaron s u s fuerzas y e m -
pobrecieron una s a n g r e destinada á vivificar
sus elementos nerviosos. P o r q u e fué p r e c i s a -
mente por ahí, por la s a n g r e , por el aparato
circulatorio, q u e la célebre "pagoda" llevó al
espíritu una parte de su influjo, c o m p l e m e n -
tado d e s p u é s por otros medios eficacísimos.
P o r la s a n g r e q u e hace vivir á la célula n e r -
viosa, que es la q u e domina y r e g l a m e n t a las
diversas formas de su actividad; y no hay san-
g r a ni organismo, por bien templado q u e se
260 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

halle, q u e resista un par de años á las t o r t u -


ras físicas y morales á q u e vivían sujetos los
que, como Francia, ingresaban allí á estudiar
para clérigos.
Me imagino la impresión d e s a g r a d a b l e q u e
producirían aquellos claustros, en d o n d e des-
filaban á la media luz de un crepúsculo a r t i -
ficial, todas esas s o m b r a s humanas, e n t r e g a -
das á sus meditaciones excesivas, t r a n s i d a s
por la anemia, pálidas, secas y como identifi-
cadas con el p e r g a m i n o de sus infolios; con lá
s a n g r e hecha agua, la esclerótica azulada y el
c e r e b r o gimiendo bajo el peso de su mendici-
dad circulatoria.
C u a n d o el t o r r e n t e s a n g u í n e o ha sido l a n -
zado en los haces nerviosos con u n a i m p e -
tuosidad insólita—dice L u y s — ó cuando se
establece de una m a n e r a persistente bajo la
forma de irrigación continua, el movimiento
vital se desarrolla en la célula, q u e poco á
poco se eleva á una faz de eretismo i n c o e r c i -
ble; estonces este mismo movimiento fluxio-
nario, según q u e se localice en tal ó cual de-
p a r t a m e n t o cortical, ó q u e se circunscriba á
tal ó cual g r u p o de células aisladas, determina,
aquí fenómenos de emotividad incesante, allí
asociaciones de ideas, excitación de la m e m o -
ria y de la imaginación, más allá exaltación
de las fuerzas motrices, turbulencia, locua-
cidad incoercible; fenómenos variados y mo-
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 261

vibles que, á pesar de su diversidad, entran


en acción bajo el influjo de una causa única:
la aceleración de las corrientes sanguíneas en
los haces de las células nerviosas (i). Así se
explica p r o b a b l e m e n t e la turbulenta iniciativa
de Ramírez; Ja movilidad incansable y el e s -
píritu travieso de D o r r e g o ; los a r r a n q u e s pe-
tulantes de A l v e a r y el brío fosforescente y
movible de aquellos " c h i s p e r o s " inolvidables
q u e capitaneaba Beruti en los arcos de la R e -
coba. Bajo la influencia de una alimentación
sana y abundante, de un aire p u r o y c o n v e -
n i e n t e m e n t e oxigenado y de una existencia
libre, fácil y estimulante, su s a n g r e e n r i q u e -
cida y saludable corría sin obstáculo irritando
la célula y produciendo en cada uno las m a -
nifestaciones s i e m p r e bulliciosas de su i d i o -
sincrasia moral.
Cuando, al contrario, la circulación se hace
lánguida y la s a n g r e se e m p o b r e c e bajo el in-
flujo de un ascetismo inconveniente, de una
alimentación p r e c a r i a ó del r e c a r g o indigesto
de la inteligencia verificado en la melancólica
soledad de un claustro c b s c u r o y asediado por
las mil preocupaciones de una sociedad sin
horizontes, fenómenos inversos se manifies-
tan; es la v i d a — a g r e g a L u y s — q u e r e t r o c e d e
de todas partes d e g r a d a n d o la actividad n e r -

(i) LUYS: Traite des Maladies mentales.


262 JOSÉ M. HAMOS MEJÍA

viosa, q u e cae debilitada por debajo del pro-


medio fisiológico. Son los fenómenos de d e -
presión, de lipemanía y de laxitud q u e a p a r e -
cen y q u e se presentan bajo el aspecto de di-
v e r s a s y variadas modalidades, s e g ú n q u e el
proceso anémico se haga sentir en tal ó cual
p a r t e del sistema, y según q u e un n ú m e r o
más ó menos considerable de células hayan
caído en la faz de torpeza incurable (i).
Así también podría explicarse el lánguido
y e m b r u t e c e d o r abandono de Bustos, "ejemplo
irreconciliable con la m a r c h a p r o g r e s i v a del
país", especie de topo cretinizado por el Co-
legio de Monserrat y sin más calidad i n t e l e c -
tual q u e la astucia agudísima del lobo; así la
misantropía h u r a ñ a de Lafinur; la morosidad
sensitiva del doctor T a g l e , su fisonomía ne-
bulosa y fría, aquel color lipemaníaco tan des-
a g r a d a b l e y las aptitudes medio linfáticas de
su cuerpo p e q u e ñ o y bilioso; así, por fin, la
d u r a obscuridad del espíritu de Francia, s u s
angulosidades y precipicios, d o n d e no brilló
j a m á s el más pálido destello de un sentimien-
to h u m a n o . Nada hay q u e produzca más de-
crepitud nutritiva, q u e h a g a más lenta la i r r i -
gación s a n g u í n e a del encéfalo y aun del r e s t o
del organismo, q u e esa vida s e d e n t a r i a y pa-
siva del claustro, d o n d e todo es pálido y lan-
g u i d e c i e n t e , lento, inmóvil, desprovisto d e
(i) LUYS: Obra citada.
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 263

esos h ú m e d o s r e s p l a n d o r e s de la vida q u e
abrillantan la pupila y coloran la carne de los
j ó v e n e s con sus t r a n s p a r e n c i a s celestes.
P o n g a m o s en condiciones semejantes á un
o r g a n i s m o dispuesto al raquitismo mental por
vicios hereditarios, y p r o n t o v e r e m o s con q u é
maligna lozanía se desarrolla; tal cual sucedió
en Francia, sobre quien se hicieron sentir de
una m a n e r a funesta y decisiva.
Con lo expuesto tenemos, pues, un elemen-
to poderoso para el diagnóstico de su n e u r o -
sis; elemento q u e si bien no lo creo único,
influyó, sin embargo, como se ha visto, de una
m a n e r a poderosa.
H a y algo más, q u e es necesario apuntar.
El joven teólogo, á pesar de su concentración
bravia, amaba las mujeres tanto cuanto odiaba
á los h o m b r e s . ¡Las calles apartadas de la ciu-
dad fueron más de una vez testigos m u d o s de
escenas ruidosas en las cuales salió s i e m p r e
apaleado por algún galán de baja estofa. S u
mala s u e r t e y sus inclinaciones naturales lo
habían obligado á rozarse con gente de la
clase ínfima, p o r q u e era donde e n c o n t r a b a
más fácilmente satisfacción plena de sus pa-
siones de sátiro hidrópico, y p o r q u e s i e m p r e
que solicitaba los favores de alguna dama de
pasición más alta q u e la suya, recibía en con-
testación un desaire, le daban con la puerta
en las narices ó le acomodaban por la mano
264 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

anónima de los sirvientes, una paliza llena de


cruentos r e c u e r d o s .
Uno de los protagonistas en estos d r a m a s
amorosos q u e d e r r a m a b a n tanta a m a r g u r a en
su alma, pagó sus agresiones, "diez años des-
pués", gimiendo en una de las m a z m o r r a s de
la A s u n c i ó n , en donde fué e n t e r r a d o por
Francia, cuyas espaldas c o n s e r v a b a n tadavía
vivaz el escozor humillante de la ofensa.
O t r o vivió cautivo en un sótano, h a m b r i e n -
to y martirizado como sólo él sabia hacerlo,
d u r a n t e diez y ocho años, al fin de los cuales
fué enviado al patíbulo, a d o n d e tuvo q u e
a r r a s t r a r s e materialmente, p o r q u e las piernas,
entumecidas por la inacción del presidio, lo
habían paralizado. P e r o éste tenía cuentas
m u y largas q u e a r r e g l a r con él. No sólo había
rechazado con indignación ciertas p r e t e n s i o -
n e s matrimoniales ambiciosas de Francia, sino
q u e al rechazarlas le había llamado " m u l a -
to!" Y el "mulato" estuvo d u r a n t e n u e v e años
sonando en su oído con la intensa c o n t i n u i -
dad de una alucinación orgánica hasta que
llegó el momento de saciarla, secando los la-
bios v e n e r a b l e s q u e la habían pronunciado.
El no v e n g a b a n i n g u n a injuria inmediata-
mente, p o r q u e era cobarde; p e r o su r e c u e r d o
le acariciaba la memoria con cierta fruición
diabólica, manteniéndosela vivaz hasta el día
de la venganza.
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 265

H e dicho q u e "amaba" á las mujeres, y he


dicho mal, como se c o m p r e n d e r á fácilmente.
Sólo buscaba la hembra, cualquiera que fue-
se su clase y su color; la carne a b u n d a n t e y
de fácil adquisición, como medio de satisfa-
cer pronto las exigencias apremiantes de sus
instintos p u r a m e n t e bestiales. La médula, con
su automatismo irreflexivo y prepotente, a b -
sorbía al corazón, demasiado frío para ser fe-
cundo y sensible.
Las r e u n i o n e s de la clase baja, en donde
los "niños d e c e n t e s " gozan del prestigio de
su clase y de ciertas p r e r r o g a t i v a s inaliena-
bles, lo seducían, y por esto eran el teatro
diario de sus hazañas, el refugio s u p r e m o en
donde iba á consolar su amor propio í n t i m a -
mente h e r i d o por las repulsas de las clases
aristocráticas. Y aun allí mismo, para colmo
de sus desdichas, no privaba como correspon-
día á su "alcurnia" y á su ambición hinchada
y petulante. Sea que su g e n e r o s i d a d fuera un
poco equívoca y su tipo demasiado r e p u g n a n -
te, ó q u e su fama de poco escrupuloso h u b i e -
ra llegado hasta ellos, lo cierto es que no
s i e m p r e sus tentativas eran coronadas de un
éxito feliz.
Sin embargo, él se mantuvo r o d a n d o e n t r e
esa gente, hasta que una aventura, en q u e
como de c o s t u m b r e salió machucado, le obli-
gó á huir para s i e m p r e de todo contacto, e n -
266 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

volviéndose definitivamente en las s o m b r a s


de su propio espíritu.
S e c o m p r e n d e q u e esta repulsión instintiva
q u e inspiraba á todos, hiriera profundamente
su i n c o n m e n s u r a b l e orgullo, haciéndolo más
r e t r a í d o aún y diera pábulo á sus p r o p e n s i o -
nes melancólicas.
C u a n d o ya la ciudad mística comenzó á
ahogarlo con su fastidiosa monotonía y el va-
cío s e hizo á su d e r r e d o r , pensó en su viaje
como en un r e m e d i o á sus dolorosas ansieda-
d e s . S e había a p o d e r a d o de él esa s u p r e m a
inquietud q u e sucede á los g r a n d e s dolores y
q u e nos impulsa á m o v e r n o s de un lado
otro. El valle p e q u e ñ o y profundo lo echaba
en la angustia constrictiva q u e oprime el p e -
cho como si g r a v i t a r a s o b r e él una montaña.
Así fué q u e , sin d e s p e d i r s e de nadie, m a r -
chóse un día á su tierra, sin más penates q u e
una capa, una Historia Universal y la d i s -
pepsia con q u e anunciaba su entrada la "gota"
punzante q u e tanto acrecentó d e s p u é s su neu-
rosis.
C A P Í T U L O II

Llegada de Francia al Paraguay.—Nuevos síntomas.—


Ataques de hipocondría.—El Dr. Gauna.—Retrato de
Francia.—Sus trajes.—Sus hábitos.—La organización
interna de su casa.—Acentuación de su enfermedad.
—Accesos de furor.—Sus sobrinos y su hermana.—
La dispepsia.—Efectos de la dispepsia sobre su es-
píritu.—Síntomas neuropáticos de los dispépticos.—
Delirio de las persecuciones.—Desfallecimiento de
sus facultades.—La «Cámara de la Verdad».—Sus
ensueños mórbidos.—Efectos de ellos.—Su constipa-
ción habitual.—La melancolía termina su evolución.—
Derrame seroso.—Decrepitud.—Muerte de Francia.—
Estigarribia.—Sultán.

C UANDO F r a n c i a r e g r e s ó al P a r a g u a y ,
t e n d r í a de t r e i n t a y cinco á c u a r e n t a
años p r ó x i m a m e n t e , y una reputación de p r o -
bidad intachable p a r a los q u e no conocían los
detalles de su vida u n i v e r s i t a r i a . Era, decían,
el d e f e n s o r más celoso de la justicia, el p r o -
tector del débil, el p a d r i n o de todos lo p o b r e s
contra las r a p i ñ a s de los ricos, y en el desem-
p e ñ o de sus m o d e s t a s funciones d e cabildante
268 JOSÉ M. R A M O S MEJÍA

y más t a r d e de alcalde, m o s t r ó s e de un carác-


ter independiente, firme é inexorable en de-
fensa de su país y contra las p r e t e n s i o n e s
ambiciosas de la metrópoli (i).
Así era, efectivamente: un esfuerzo podero-
so de voluntad, y el cambio s i e m p r e benéfico
de clima, habían contenido en los límites de
su h o g a r doméstico los accesos hasta e n t o n -
ces poco ruidosos de su enfermedad. Un d i -
simulo jesuítico consumado con la supina h a -
bilidad con q u e ciertos alienados ocultan s u s
impulsiones inequívocas, le habían dado tem-
poralmente el gobierno interno, logrando res-
tablecer el orden en sus facultades cerebrales,
anarquizadas por sus propios vicios.
P e r o más adelante la m a r e a comenzó de
nuevo su ascensión laboriosa; la "tolerancia"
hizo ineficaz la acción del cambio d e lugar, y
entonces, bajo el influjo de causas pueriles y
por lo g e n e r a l i g n o r a d a s en estos casos, vol-
vió á desquiciarse su cabeza, arrojando al
espíritu en las convulsiones de la e n f e r m e d a d .
Al principio, ciertas extravagancias extra-
ñas q u e e m b a r g a b a n su inteligencia inspirán-
dole determinaciones insólitas y envolviéndo-
lo en las laxitudes femeniles q u e aniquilan á
los hipocondríacos, hicieron e n t r e v e r á ciertas
personas sus dolores secretos; pero luego, la

(t) REXGG.R y LONGCHAMP: Revolución del Paraguay.


ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 269

intervención necesaria del médico y de algu-


nos amigos curiosos é indiscretos acabaron de
divulgarlos en toda la ciudad. El "histérico",
como le llamaba el vulgo á sus males, comen-
zaba á golpear con más frecuencia en su
cráneo, suscitando presentimientos p e n o s í s i -
mos de una m u e r t e próxima; las ideas de
suicidio, los t e r r o r e s inciertos que le mordían
el corazón y lo arrojaban en esa fantasmagoría
interna y convulsiva que fatiga el espíritu de
los alucinados con las luces siniestras y varia-
dísimas de su caleidoscopio. S e sentía morir
y llamaba á gritos un médico español, D. Juan
L o r e n z o Gauna, por cuya ciencia tenía enton-
ces un profundo respeto, para q u e le quitara
de encima—decía—el peso de aquella a n g u s -
tia q u e le a r r e b a t a b a el s u e ñ o y le desfiguraba
el rostro de una m a n e r a r e p u g n a n t e (i).
El Dr. Gauna, que sin duda era un t a u m a -
t u r g o q u e allanaba fácilmente las dificultades
de cualquier tratamiento, tenía una teología
peculiar para el pronóstico de estos " h i s t é r i -
cos", que, según él, dependían de influencias
astrológicas más q u e de causas morales incu-
rables. Un poco de agua en las sienes y la
estimulación del olfato por medio de s u b s t a n -
cias aromáticas, bastaban para calmar el a c -
ceso, q u e por otra parte tenía su ciclo conocí-

(i) Apuntes suministrados por el Sr. Machain.


270 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

do y terminaba cuando debía. El Dr. Zava-


la, q u e también acompañaba á F r a n c i a en e s -
tos trances amargos, hacía j u g a r sus r e c u r s o s
apostólicos concretándose á perorarle, tratan-
do de convencer al doliente q u e moriría cuan-
do Dios quisiera y no cuando él pensaba; q u e
o r a r a con fervor, ¡que hiciera "ejercicios!", y
q u e saliera del país; como si al dar este c o n -
sejo sincero presintiera cuál iba á s e r el p o r -
v e n i r de aquel "histérico" q u e evolucionaba
con tanta m a n s e d u m b r e y en cuyas manos no
se descubría todavía una sola pinta de s a n g r e .
P a r a q u e nada faltara en el cuadro abun-
d a n d e de los síntomas, tenía F r a n c i a un tipo
marcadísimo de neurópata.
E r a de estatura mediana, más bien bajo q u e
alto, delgado y bien conformado, a u n q u e con
una espalda l i g e r a m e n t e gibosa y prolongada,
circunstancia que, haciendo más g r a n d e el vo-
lumen de su cuerpo, establecía cierto contras-
te ridículo con sus piernas enjutas y d e p l o r a -
blemente delgadas. Un pie árabe, como el de
Monteagudo, el pie delicado de la g e n t e de
buen origen, completaba el conjunto de los
m i e m b r o s abdominales. T e n í a una cabeza vul-
gar, en realidad, pero asimismo reveladora,
p o r q u e se expandía a t r e v i d a m e n t e hacia atrás
por la acentuación marcadísima de la dolico-
cefalia occipital. La frente era alta, a u n q u e
corta y l i g e r a m e n t e oprimida, con las eminen-
ROSAS Y F!L D O C T O R FRANCIA 271

cias frontales s u m a m e n t e pronunciadas y con


un surco vertical profundo que la dividía,
como si debajo de la piel estuviera todavía
palpitante la sutura metópica. E r a una frente
muda y estéril, porque, en verdad, es r a r a y
confusa una frente con mil surcos y protube-
rancias vacías q u e escapan á la más atrevida
y paciente interpretación frenológica.
S u piel era cobriza, obscura y llena de b i -
lis; en sus ojos, ocultos tras un párpado p l e -
gado y laxo, estaba como reconcentrada toda
la vivacidad felina de su fisonomía, llena de
una perspicacia traidora y pavorosa. C u a n d o
algún pensamiento siniestro le hincaba el c e -
rebro, los ojos se clavaban oblicuamente, y las
cejas se hinchaban encrespadas con altanería,
echando sobre ellos una sombra intensa y re-
cogiendo la frente que se plegaba en surcos
hondos y obscuros, como si toda la vida se
concentrara s o b r e ella en ese s u p r e m o m o -
mento. S e movían pausada y trabajosamente,
como g o b e r n a d o s de adentro por un s e n t i -
miento profundo de desconfianza; la mirada
curiosa y centelleante, iluminada por una i n -
tención agresiva y sagaz, se fijaba con sumo
imperio en el rostro de sus interlocutores,
que debían mirarle de frente y sin pestañear
siquiera. Una nariz delgada y filosa como la
hoja de un cuchillo, larga, aguda, con esos dos
tubérculos de la base que, según el p a t r i a r -
272 JOSÉ M. R A M O S MEJÍA

ca de la inocente Fisiognomía, son s e ñ a l e s


evidentes de firmeza y contumacia. T o d a s
las carnes de la cara, a r r a s t r a d a s por un m o -
vimento pasivo, parecían a b a n d o n a d a s á su
propio peso; y los carrillos pendientes, secos
y medio momificados, tiraban hacia abajo el
párpado, dejando en lo alto la pupila m e d i o
velada y confusa. La boca era, como n i n g ú n
rasgo, el más elocuente, el más típico de su
nacionalidad; p o r q u e los p a r a g u a y o s , s o b r e
todo los q u e nacen cruzados por s a n g r e g u a -
ranítica, tienen este aparato peculiarísimo y
s u m a m e n t e característico. E r a una boca a n -
cha, de labios delgados y verticales casi, m o -
vibles, flácidos y j u g u e t o n e s : el labio inferior
entrante, l i g e r a m e n t e invertido hacia afuera
y cubierto por el superior, tenía hacia la c o -
misura d e r e c h a un ligero encogimiento d e s -
preciativo. E r a la boca de los desdentados,
con ese visible ortognatismo de los viejos, á
q u i e n e s la falta de los dientes la empuja hacia
a d e n t r o . Hclbein ha pintado, en la cara del
J u d a s que inmortalizó su pincel, ciertos r a s -
gos que, a u n q u e parecen exclusivos del avaro
bestial, corresponden, sin embargo, á muchas
de estas naturalezas malignas y h o n d a m e n t e
degeneradas.
S u palabra era lenta, o b s c u r a y e m b a r a -
zada; le gustaba, como al viejo T i b e r i o , e m -
plear ciertos arcaísmos favoritos y e x p r e s i o -
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 273

nes poco usuales; y, cuando hablaba, acompa-


ñaba su palabra con aquellas gesticulaciones
pesadas y desagradables con q u e el h e r m a n o
de D r u s o parecía estimular su pensamiento
perezoso.
Aquellos pómulos p r o m i n e n t e s y agudos,
aquella piel enjuta y deslustrada, aquellas
manos heladas y convulsas, con sus dedos
largos y de pulpa achatada como los de los
tuberculosos, complementaban de una m a n e r a
acabada y admirable la "facies" típica y e l o -
cuente del melancólico hereditario.
Habitualmente vestía un pantalón ajustado
color almendra y unas polainas de casimir
m u y altas y elegantes; frac azul obscuro con
dos galones en la bocamanga, g r a n d e s botones
amarillos y dos estrellas en cada faldón; c h a -
leco blanco y un corbatín de dimensiones con-
siderables.
Este era el traje q u e usaba en los p r i m e r o s
años de su dictadura, pues m u y pronto, y bajo
el influjo de causas conocidas, cambió no sólo
de m a n e r a de vestir, sino también de hábitos,
transformándose totalmente en un h o m b r e so-
brio y de costumbres templadísimas. La d e s -
confianza lo a p u r a b a y era m e n e s t e r huir el
contacto peligroso de las mujeres que habían
constituido antes el deleite s u p r e m o de su
vida. A d e m á s , ese a r d o r i n m o d e r a d o que h a -
cía insaciables sus apelitos genésicos, no fué
18
274 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

sino un p r ó d r o m o q u e t e r m i n ó con la a p a r i -
ción franca de la enfermedad q u e anunciaba.
Jamás le s o r p r e n d í a n en la cama los prime-
ros rayos de sol, y al levantarse se hacía t r a e r
con un negrito esclavo, una estufilla, una olla
y una pava con agua para cebarse con sus
propias manos el mate interminable con q u e
se desayunaba. Entonces tenían l u g a r a q u e -
llos largos paseos en el peristilo interior de su
palacio, fumando un cigarro, q u e también a r -
maba el mismo y que hacía e n c e n d e r con el
negro, u r g i d o por esa desconfianza enfermiza
q u e iba por h o r a s i n v a d i e n d o su espíritu, q u e
le imponía la frugalidad e x t r e m a d a de su co-
mida, y q u e lo obligaba á verificar la elección
de lo q u e habían de cocinarle.
C u a n d o r e g r e s a b a del m e r c a d o la mujer
que le servía de cocinera, de ama de llaves y
aun de confidente íntima, dejaba la canasta á
la p u e r t a de su gabinete y sólo d e s p u é s d e
h a b e r hecho un minucioso examen de todo su
contenido, separaba aquello que más apetecía
y m a n d a b a arrojar á su p e r r o y á los cuervos
el resto. H e c h o todo esto, entraba el b a r b e r o :
un mulato ebrio consuetudinario, sucio y de
costumbres crapulosas, q u e d e s p u é s ascendió
á espía de confianza. Si el dictador estaba de
buen humor, lo q u e era raro, c o n v e r s a b a l a r -
g a m e n t e , valiéndose de él para a v e r i g u a r lo
q u e hacían y pensaban ciertos personajes q u e
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 275

al principio de su g o b i e r n o le despertaban
a m a r g a s sospechas. En seguida recibía á los
oficiales y al resto de sus empleados, que v e -
nían á pedirle ó r d e n e s con una humildad y
con un servilismo asiáticos; revisaba los p a -
peles que le traía el "fiel de fecho", "siestea-
b a " y leía hasta la h o r a de montar á caballo.
En aquella época eran todavía frecuentes sus
paseos, rodeado de escoltas, p r e c e d i d o de nu-
merosos batidores y a r m a d o de un largo sable
y de un par de pistolas de bolsillo.
S u templanza era notoria y la castidad bra-
via en q u e entraba, por razones fácilmente
explicables, levantaron su buen n o m b r e á una
g r a n altura. P e r o lo q u e el pueblo atribuía á
un esfuerzo potente de voluntad, no era sino
la expresión genuina de su enfermedad mis-
ma. C u a n d o estos "genesíacos", por impulsos
patológicos, llegan á este término doloroso en
el cual ciertas partes de la esfera emotiva del
sensorium, como dice L u y s , quedan como pri-
vadas del pábulo de la vida, el elemento n e r -
vioso q u e producía antes esas exaltaciones
ruidosas, comienza á anestesiarse, s o b r e v i -
niendo la fría indiferencia que los hace insen-
sibles al estímulo del medio habitual. Conclu-
yen para ellos todas las curiosidades i n g e n u a s
del corazón, como también todas estas delica-
dezas de o r d e n moral, que antes estimulan el
c e r e b r o procurándoles emociones i n c e s a n t e -
276 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

m e n t e r e n o v a d a s . A medida q u e la enferme-
dad avanza, la esfera de esas emociones se va
r e s t r i n g i e n d o hasta que, como dice un e m i -
nente alienista, q u e d a n condenados á vivir
tan sólo por una porción limitada del s e n t i -
miento q u e aún resite á la torpeza g e n e r a l .
E s t o sucedía á Francia.
Hasta allí su ascetismo melancólico revestía
tan sólo el carácter inofensivo de una simple
hipocondría; tenía accesos repetidos de un
spleen convulsivo y a m a r g o , en que, sin duda,
y como suele s u c e d e r en estos casos, oiría las
mil voces destempladas q u e lanzan injurias y
amenazan con la muerte; ó bien los ruidos
confusos de campanas lejanas, de t a m b o r e s y
silbidos agudos; la visión de espectros de
figuras cadavéricas, de b ó v e d a s s u b t e r r á n e a s ,
de c r á t e r e s q u e se a b r e n á sus pies y q u e tan
dolorosamente crispan los n e r v i o s de los me-
lancólicos (i). P e r o estos accesos, a u n q u e
transitoriamente, cesaban bien pronto, d e j a n -
do l a r g o s intervalos de salud casi completa,
d u r a n t e los cuales se e n t r e g a b a á sus habitua-
les ocupaciones: daba audiencia á todo el q u e
quería verlo, paseaba d i a r i a m e n t e visitando
los cuarteles, las o b r a s públicas, las g u a r d i a s
lejanas y, lo q u e es más aún, se permitía con
algunos c a m a r a d a s de escuela indigentes,

(i) GRIESINGBR: Maladies mentales.


ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 277

ciertos impulsos d e r a r a generosidad; especie


de estremecimientos h u m a n o s q u e todavía se
abrían paso á través de ese escepticismo frío
y sarcástico q u e lo suspendía oscilando e n t r e
T i b e r i o y Calígula. F u é por esta época q u e
habiendo sabido q u e el hijo de una honorable
casa cordobesa, en donde había sido tratado
con suma benevolencia, se encontraba en la
Asunción, d e s a m p a r a d o y pobrísimo, lo hizo
llamar para obsequiarlo y n o m b r a r l o secreta-
rio suyo (i).
Esos escasísimos paréntesis de normalidad
cesaron á su vez para s i e m p r e y dejaron en
su l u g a r la a m a r g a acritud, las angustias s ú -
bitas y violentas q u e inspiraban sus frecuen-
tes atentados; la incurable y profunda exalta-
ción melancólica q u e hace odiosa y desprecia-
ble la existencia y q u e arroja al carácter en
las fascinaciones ineludibles de la m u e r t e vo-
luntaria, del incendio y del homicidio cruel y
fríamente calculado, como vamos á verlo.
P o r q u e esta percepción penosa del m u n d o
exterior, q u e a r r a s t r a necesariamente á la so-
ledad y q u e es al principio pasiva é inocente,
s e hace más t a r d e activa y peligrosa, y obliga
al paciente á destruir, á matar con una i m p a -
sibilidad glacial (2).
Asi fué q u e poco tiempo después no r e c o -
(1) RENGGER Y LONGCHAMP: Revolución del Paraguay.
(2) KRAFFT-EBBING: Obra citada.
278 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

noció más amigos ni parientes, reconcentran-


do en sus odios, exclusivamente, las pocas
fuerzas q u e tenía, distraídas, diremos así, en
uno q u e otro débil sentimiento bondadoso,
a m a m a n t a d o por mera especulación tal vez,
más q u e por n a t u r a l e s impulsos. D e s p u é s de
h a b e r abofeteado á su padre, nada le q u e d a b a
q u e hacer para r e v e l a r su naturaleza m e l a n -
cólica, si no era complementar la sintomatolo-
gía, n e g á n d o s e á reconciliarse con él en c i r -
cunstancias q u e el p o b r e mameluco moría
i n d i g e n t e y abandonado, llamando á su hijo
para p e r d o n a r l o (i).
T e n í a á su lado á un sobrino, q u e a u n q u e
ligado á él por vínculos de s a n g r e , era un
j o v e n lleno de b u e n a s cualidades y q u e en
uno de sus b u e n o s momentos lo había hecho
su a m a n u e n s e ó su ayuda de cámara; s o b r e -
vino una de tantas crisis, y por razones fúti-
les lo mandó fusilar en la plaza pública y en
su presencia, como acostumbraba verificar
más tarde las ejecuciones. U n a h e r m a n a suya,
mujer medio atrabiliaria é histérica, q u e había
recibido como él el g e r m e n de una enfermedad
mental q u e d e s p u é s hizo explosión, única per-
sona por quien había mostrado algún apego
durable y que vivía en su quinta, fué también
abandonada, expulsada de su lado de una ma-

lí) Datos suministrados por el Sr. Machain.


ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 279

ñ e r a ruidosa é infamante. A otros dos s o b r i -


nos los cargó de cadenas y fueron sumidos
por tiempo indeterminado en las cárceles de
estado.
T o d o esto paulatinamente, á medida que
aquella savia prodigiosa, que da á la Melan-
colía la a b u n d a n t e variabilidad de sus cua-
dros obscuros, iba ascendiendo con su p r e c i -
pitación habitual.
Bajo el punto de vista físico, no era sólo la
coloración amarillenta difusa de su rostro, la
sombría inquietud de su mirada, sino también
las habituales calenturas de cabeza, el enfria-
miento intensísimo de las e x t r e m i d a d e s infe-
r i o r e s , la perezosa lentitud de su circulación
y esta susceptibilidad e x t r e m a d a de la s e n s i -
bilidad que al m e n o r contacto producía una
sobreexcitación e x t r a o r d i n a r i a .
El apetito se conservaba bien; pero comía
poco y hasta se privaba de ciertas cosas para
no e x p o n e r s e á los supuestos e n v e n e n a m i e n -
tos. Poco ó mucho que comiera, s i e m p r e se
ponía, después, más sombrío que nunca. La
" d i s p e p s i a " , q u e hace t a n s u m a m e n t e laboriosa
la digestión, daba pábulo á sus crisis, desper-
tando multitud de sensaciones penosísimas,
originando el meteorismo y las flatulencias
que ponen el vientre tenso como un tambor,
que producen la angustia y provocan los a c -
cesos de sofocación, los fuertes latidos del co-
280 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

razón, las p u n z a n t e s y e m b r u t e c e d o r a s c o n -
gestiones del c e r e b r o (i).
Si conocierais de lo q u e es capaz un pedazo
de alimento q u e se digiere mal y q u e va t r a -
bajosamente a b r i é n d o s e paso al t r a v é s del in-
testino, por cuatro ó seis largas horas, c o m -
p r e n d e r í a i s cómo era posible que una mala
digestión alterara el ánimo de aquel melancó-
lico destructor, hasta el punto de m a n d a r t r a e r
su propia h e r m a n a para fusilarla (2).
A este respecto conozco cosas curiosísimas
y q u e p u e d e n darnos la clave de las e x a c e r -
baciones q u e sufría F r a n c i a d e s p u é s de comer,
exacerbaciones que, b u e n o es decirlo, no eran
de n i n g u n a m a n e r a atribuíbles á excesos a l -
cohólicos sino á r e p e r c u s i o n e s del aparato di-
gestivo s o b r e los centros encefálicos.
H a y enfermos que inmediatamente d e s p u é s
de sus comidas y al levantarse de la mesa se
tambalean como embriagados; otros e x p e r i -
mentan un sentimiento de vaguedad, de v a -
cuidad en la cabeza, ó bien les parece q u e s u s
sienes son comprimidas con violencia por un
círculo de hierro. Una penosísima sensación
d e frío glacial, una b r u m a densa que cruza los
ojos deformando los objetos, les confunde y

(1) DAGONBT: Traite des maladies mentales.


( 2 ) Creo que es en el libro de .RENGGER donde se
dice que Francia intentó una vez fusilar á su hermana
por el «delito» de haberse vuelto á juntar con su esposo,
ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 281

atormenta la inteligencia de una m a n e r a tenaz


y violenta. D u r a n t e la evolución de estos s í n -
tomas, diversos, el dispéptico p u e d e todavía
e x p e r i m e n t a r una sensación de ansiedad i n -
tensa en la región cardíaca, sensación q u e á
veces se acompaña de irradiaciones dolorosas
q u e e m b a r g a n todos los sentidos. Un g r a d o
más, y las lipotimias y los desfallecimientos
le hacen p e r d e r totalmente la cabeza; siente
algo que lo estrangula, q u e lo sofoca, q u e le
detiene el corazón produciendo las constric-
ciones a g u d a s á q u e se han atribuido ciertas
v a r i e d a d e s de la angina de pecho.
Y esto no es todo: hay dispepsias con reper-
cusiones neuropáticas tan acentuadas del lado
de la sensibilidad, q u e hasta p r e s e n t a n a n e s -
tesias extensas en diversas partes del cuerpo;
anestesias que ocupan y a un punto, ya otro de
la piel, las manos, los brazos y, s o b r e todo, la
cara interna de los antebrazos. T a n g r a n d e es
la parálisis de la sensibilidad, q u e se les p u e d e
pellizcar, pinchar fuertemente con una aguja
hasta atravesarles el t e g u m e n t o en todo su es-
pesor, sin que m u e s t r e n sufrimiento de ello.
Véase, pues, hasta dónde lleva su influencia
p e r t u r b a d o r a el aparato digestivo.
Así se c o m p r e n d e n fácilmente las súbitas
impulsiones pasionales, las determinaciones
inmotivadas y rápidas q u e solían empujarlo
en las h o r a s incómodas de sus digestiones
282 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

s i e m p r e lentas y laboriosas. V e r d a d es q u e
estos influjos nocivos se hacían s e n t i r s o b r e
un c e r e b r o p r e s a y a de la melancolía; q u e es-
tos síntomas, más q u e causas, eran epifenó-
m e n o s de la m i s m a e n f e r m e d a d mental, p u e s -
to q u e e s difícil (no digo imposible) q u e en u n a
p e r s o n a sin una fuerte p r e d i s p o s i c i ó n a n t e -
rior, actúen con el vigor suficiente p a r a p r o -
d u c i r p o r sí solos u n a e n f e r m e d a d mental.
F r a n c i a e r a melancólico hacía y a m u c h o tiem-
po, y su dispepsia, fenómeno t a m b i é n inhe-
r e n t e á la gota q u e lo aquejaba, no hacía sino
e n a r d e c e r los s í n t o m a s d e su psicopatía (i).

(i) El Sr. Navarro, en el folleto que cítame s en el ca-


pítulo anterior, afirma que Francia era gotoso; el señor
Alvarizos me aseguró que el año 6 3 , cuando estuvo en
el Paraguay, D. Vicente Estigarribia le había afirmado
lo mismo. Creo también, aunque no tengo seguridad,
que Molas y Robertson lo dicen. La gota es una de las
diátesis, cuya influencia patogénica sobre la producción
de las neurosis está fuera de toda duda (Grasset). Re-
cuérdense, en comprobación de este aserto, los trabajos
deTrousseau, Gueneau de Mussy, etc., etc. La jaqueca
es una de sus manifestaciones frecuentes. El asma, se-
gún Jaccoud y otros autores, es uno de los estados pato-
lógicos cuya correlación con la gota es evidente. Los ac-
cesos epilépticos pueden igualmente depender de ella en
muchas ocasiones. Van Swietten cita un caso en el cual
los ataques epilépticos cesaron tan pronto como apare-
cieron los accesos de gota.Garrot habla de muchos ejem-
plos del mismo género, y Lynch da dos casos que le pa-
recen demostrativos á Jaccoud (Grasset). Sdiber, Klein
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 283

C u a n d o t e r m i n a b a la comida, ó mejor dicho,


la cena, p o r q u e conservó s i e m p r e entre sus
hábitos la proverbial " m e r i e n d a " de los t i e m -
pos coloniales, comenzaba la noche; esa noche
tristísima, sepulcral, de una ciudad que gime
bajo el peso de la tiranía de un melancólico,
q u e es la peor de las tiranías. El silencio más
absoluto se producía en todos los barrios y
con él empezaban á l e v a n t a r s e en el cerebro,
como fuegos fatuos, todo ese cúmulo de agita-
ciones q u e daban pábulo á sus insomnios. Si
se movía la llama de la vela, agitada por el
aire, parecíale que alguien la había soplado
s u a v e y diabólicamente para dejarlo á o b s c u -
ras... y dejar á obscuras á un p e r s e g u i d o , á la
hora en q u e comienzan á filtrarse al través de
las p a r e d e s y de las p u e r t a s los g r u p o s grotes-
cos de 5 us fantasmas, es lo más g r a v e , lo más
cruel q u e pueda acontecerle. Si chillaba el
pestillo de la puerta ó crujía el mueble que se
d e s p e r e z a hinchando sus m i e m b r o s e n t u m e -
cidos, le parecía que alguien lo había hablado,
q u e lo llamaban, que lo chistaban ó q u e se mo-
vían detrás de él cautelosamente.
E r a n síntomas evidentes de ese "delirio de

yMusgrave refieren ejemplos de histeria en los cuales


la neurosis desaparecía ante un ataque de gota. Stoll
ha visto una corea gotosa; Sauvage y Ackerman un té-
tanos, y varios autores alemanes y franceses han obser-
vado casos de locura producidos por esa diátesis.
284 JOSÉ M. R A M O S MEJÍA

las persecuciones", un tanto vago, q u e p a d e c e


este g é n e r o de melancólicos, q u e lo asaltaban
á esa hora, llenándolo de t e m o r e s y de a n g u s -
tias q u e nada justificaba. Él mismo c e r r a b a las
puertas, revisaba con s u m e cuidado sus habi-
taciones y hasta sus muebles. P o n í a s e á escu-
char ruidos q u e la soledad y el silencio de la
noche hacían pavorosos; aplicaba su oído al
ojo de la llave, revisaba bajo su cama, d e t r á s
de las ropas contenidas en su a r m a r i o y d e s -
p u é s se acostaba p a r a pasar el insomnio q u e
la edad y su panofobia depresiva y p u n z a n t e
le producían, con algunas intermitencias con-
soladoras, sin e m b a r g o .
P o r último, ciertos ímpetus de p e r s e g u i d o
peligroso no t a r d a r o n en presentarse, y lo hi-
cieron tan temible q u e y a no era posible ni
mirarlo siquiera. No sabiendo una p o b r e mu-
j e r cómo acerársele, se trepó hasta la v e n t a n a
de su cuarto, y no sólo fué e n c e r r a d a en una
prisión por este "acto tan s o s p e c h o s o " , sino
q u e se buscó á su marido, completamente ig-
norante de lo q u e había pasado, pero "proba-
b l e m e n t e complicado también en el infame
complot", y se le e n c e r r ó con ella por tiempo
indeterminado.
P a r a evitar la repetición de un acto tan ul-
trajante para su propia dignidad y que, s o b r e
todo, "parecía e n c e r r a r intenciones tan maléfi-
cas como misteriosas", ordenó, q u e en adelan-
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 285

te, á toda p e r s o n a q u e se le viera "mirar al


palacio", fuera allí mismo fusilada.
— T o m a , le dijo al centinela; esta es u n a
bala para el p r i m e r tiro, y esta—dándole otra—
es para el segundo, por si y e r r a s el p r i m e r o ;
p e r o si y e r r a s el segundo, puedes estar s e g u -
ro q u e no te he de e r r a r á ti el t e r c e r o (i).
Conocida esta orden, la más triste soledad
reinaba a l r e d e d o r del palacio. Sin e m b a r g o ,
quince días después, un indio P a y a g u á " m i r ó " ,
al pasar, las ventanas sagradas, y el centinela
le descerrajó un tiro, e r r á n d o l e felizmente. El
dictador, asustado, salió á la p u e r t a y dio con-
t r a o r d e n , "diciendo q u e él j a m á s había orde-
nado semejante cosa", circunstancia que indi-
caba en su memoria una falta q u e fué para él
uno de los más crueles síntomas de d e c r e p i -
tud. T a n t o más cruel, cuanto q u e antes su ce-
r e b r o c o n s e r v a b a las impresiones y los r e -
c u e r d o s con cierta satisfactoria y pasmosa fa-
cilidad: el vigor de su memoria había tenido
fama e n t r e los condiscípulos, á punto de s e r
citado como un prodigio. Era, según se afir-
ma, uno de los ejemplares más correctos de
esos " m e m o r i o n e s " d e colegio q u e absorben
como la esponja y q u e tragan sin r u m i a r todo
lo que se p r e s e n t a á sus sentidos. La atrofia
de esta facultad, q u e á pesar de su vigor no le

(i) ROBERTSON: Cartas sobre el Paraguay.


286 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

absorbía, sin e m b a r g o , el resto de sus fuerzas


cerebrales, fué una de las lesiones q u e más
influyeron en su decaimiento mental ulterior,
echándolo en las mil contradicciones sangrien-
tas q u e son conocidas.
Ya en los p r i m e r o s m e s e s del año 28 había
comenzado á disminuir sus salidas. P o c o des-
p u é s se e n c e r r a b a en sus piezas semanas en-
t e r a s y no lo veían—ó mejor dicho, sólo le
oían, p o r q u e sin dejarse v e r daba sus ó r d e n e s
por una rendija de la p u e r t a — s i n o el médico
Estigarribia, P a t i n o algunas veces y la vieja
q u e le llevaba la comida.
P o r esa época fué que su áspera melancolía
llegó á su colmo.
Cuenta el mismo E s t i g a r r i b i a q u e en a l g u -
nas ocasiones se le oía hablar solo, p a s e a r s e
trémulo, agitado, y g r i t a r como si hablara d e -
lante de alguien á quien insultara: "¡A la hor-
ca! ¡al patíbulo! ¡al calabozo, miserable!" Un
día que esta agitación llegó á su más alto g r a -
do, se le v i o salir á los c o r r e d o r e s y, sin duda
en un acceso de delirio alucinatorio, g r i t a r
desaforadamente é insultar con palabras s o e -
ces al S u m o Pontífice (1), por quien decía t e -
n e r el más profundo desprecio. F u é entonces
q u e las ejecuciones, las prisiones y los t o r -
mentos aplicados en la célebre "Cámara de la
(1) MOLAS: Descripción histórica de la antigua Pro*
vincia del Paraguay.
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 287

V e r d a d " tomaron todo su carácter feroz. L a


t o r t u r a fué aplicada con un lujo de detalles
diabólicos; ías delaciones se multiplicaron y
los fusilamientos, inútiles, p e r o necesarios
para la satisfacción exigente de sus caprichos,
se hicieron diarios y acompañados de circuns-
tancias lamentables.
La " C á m a r a del tormento", la más satánica
y maligna invención de su ingenio, no cesaba
de trabajar; aquellas torturaciones metódicas
q u e aplicaban á la inocencia sus dos lobos fa-
voritos, abrían una válvula saludable á su
saña. Como las noches de insomnio se habían
hecho frecuentes, había que p r o p o r c i o n a r s e
alguna distracción "melancólica", cualquier
" s u a v e " derivativo que a m o r t i g u a r a la explo-
siva espontaneidad de esa ideación morbosa
q u e lo molestaba tanto, y q u e es tan activa y
atropellada en las cabezas q u e no tienen el su-
p r e m o consuelo de la t r e g u a orgánica que pro-
porciona el sueño.
E r a la C á m a r a una institución triste, tan
b á r b a r a como eficaz para la consecución de
sus crueles propósitos; destinada á a r r a n c a r
por medio de mil procedimientos dolorosísi-
mos revelaciones de imaginarias conspiracio-
nes y asesinatos. S e puede creer, y con mucho
fundamento, á mi juicio, que en sus sueños ó
tal vez por efecto de alucinaciones p e r f e c t a -
mente concebibles en este caso, el Dictador
288 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

adquiría las sospechas y aun la c e r t i d u m b r e


d é l o s hechos q u e lo inducían á aplicar el tor-
mento á d e t e r m i n a d a s personas, con tanta
crueldad como notoria injusticia. Esto es p o -
sible, pues s e g ú n lo afirman algunos alienis-
tas, p u e d e s u c e d e r en individuos amenazados
de enajenación mental y en los q u e L a s e g u e ,
con su acostumbrada exactitud de clasifica-
ción, ha llamado " c e r e b r a l e s " . Son personas
dispuestas á los trastornos mentales por vicios
hereditarios ó adquiridos en algún accidente
traumático lejano, q u e tienen un tinte e s p e -
cial en sus crisis, incompletas, i r r e g u l a r e s y
medio frustradas; p e r o no por eso menos e v i -
dentes.
El curioso fenómeno á q u e me refiero lo
designan con el n o m b r e de "sueños m ó r b i -
dos", p o r q u e el estado equívoco de las facul-
tades intelectuales hace q u e los incidentes i n -
finitos del e n s u e ñ o se tomen como cosas rea-
les, dando este resultado, q u e tiene mucho de
ridículo, si no fuera algunas veces terrible.
Así se ve q u e se resientan de una injuria r e -
cibida en el s u e ñ o y obren en consecuencia;
q u e m a n d e n c o b r a r dinero prestado y se e n -
furezcan cuando les niegan el préstamo; y q u e
vivan por largo tiempo profundamente d i s -
gustados con individuos á quienes "los han
visto" cometer acciones indecorosas q u e todo
el m u n d o ignora. Falta en ellos el control de
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 289

la razón, q u e atestigua la falsedad de la afir-


mación patológica.
Es verosímil q u e Francia tuviera estos sue-
ños mórbidos, dada su enfermedad mental, y
q u e en muchas ocasiones fueran sometidas á
los más crueles tormentos personas completa-
m e n t e inofensivas, pobres cuitados q u e h u i -
rían hasta de pensar mal del Dictador. Los
s u e ñ o s de los " c e r e b r a l e s " son terribles cuan-
do se producen en una organización tan p r o -
fundamente melancólica como la suya, p o r q u e
son un incentivo l ú g u b r e y poderosísimo que
r e v u e l v e el cieno, dando un extraordinario
p o d e r de infección á todo ese "parasitismo"
moral q u e está como soñoliento é inactivo en
el fondo obscuro donde germina. Cuando la
enfermedad está ya declarada no son sino un
r e s o r t e sensible que deiermina con toda segu-
r i d a d la explosión de las crisis.
D u r a n t e los fuertes calores de D i c i e m b r e y
E n e r o del año 28, no pasaba una noche sin
q u e se aplicara el suplicio en el "cuarto del
t o r m e n t o " (1).
La alta t e m p e r a t u r a de la estación y la mar-
cha natural de su enfermedad lo habían pues-
to más h u r a ñ o aún: los rasgos profundos de
su fisonomía, más que nunca contraída y apre-
tada, e x p r e s a b a n con suma viveza esa s u p r e -
ma ansiedad que lo arrastraba á sus transpor-

(1) Clamor de un Paraguayo, atribuido á MOLAS.


T9
290 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

tes maníacos, El labio inferior estaba y a p e n -


diente, medio i n g o b e r n a b l e y como fuliginoso;
la m i r a d a h ú m e d a y con ciertas v a g u e d a d e s
indefinidas q u e le habían dado un aspecto
aliénico tan característico, que el mismo E s t i -
garribia, s e g ú n lo e x p r e s ó después, llegó á
t e m e r q u e el " S u p r e m o " t e r m i n a r a sus días
en un acceso de locura. S u s d e s o r d e n a d o s mo-
nólogos se habían hecho más frecuentes y en
las rarísimas ocasiones que salía á los c o r r e -
d o r e s se le veía accionar con violencia, p a -
s e á n d o s e con trabajo, levantando una voz
agria y cascada, p a r a r s e s ú b i t a m e n t e y con
los ojos trémulos m i r a r afuera largo rato,
como si o b s e r v a r a en la v a g u e d a d del espa-
cio un objeto sólo para él visible.
S u s ideas, fruto de l ú g u b r e s y continuas
meditaciones, a u n q u e más escasas por la d e -
generación q u e necesariamente e x p e r i m e n t a -
ría el c e r e b r o en esa época de completa deca-
dencia orgánica, eran más sombrías, más
tristes, más extrañas aún, si es posible. Así es
q u e la creciente taciturnidad de su h u m o r
había introducido en los castigos ciertas m o -
dificaciones originales, de a c u e r d o con s u s
e x t r a v a g a n t e s necesidades afectivas.
L a s ejecuciones y a no se verificaban lejos
de él, sino en su misma presencia, á treinta
varas de su p u e r t a (i). £1, con su propia mano,
(i) EOBBRTSON: Cartas sobre el Paraguay.
ROSAS Y EL D O C T O R PRANCIA 291

r e p a r t í a á los pelotones los cartuchos y m i r a -


ba d e s d e su v e n t a n a la m a n e r a cómo ultima-
ban á bayonetazos á los reos q u e no habían
podido morir á bala. Los c a d á v e r e s debían
p e r m a n e c e r frente á las ventanas durante el
día; y se le veía, con bastante frecuencia,
a s o m a r s e y p e r m a n e c e r largas horas m i r á n -
dolos fijamente, como para "saciar sus ojos
en esa obra de m u e r t e y p r o p o r c i o n a r diabóli-
ca satisfacción á sus inclinaciones maléficas (i).
¡Qué pavor no inspiraría aquella figurita
enjuta, encorvada y temblorosa, asomándose
á los balcones á ciertas horas de la noche,
para darse el placer, placer de melancólico,
de contemplar cadáveres abandonados allí
con ese único propósito! Estos espectáculos
eran sus platos favoritos, e x t r a ñ a m e n t e e s t i -
mulantes y adecuados de una m a n e r a admira-
ble á la torpeza enfermiza de su paladar de
viejo decrépito y de hipocondríaco homicida
y empecinado.
C u a n d o los accesos se repetían con cierto
carácter de agudez alarmante, se e n c e r r a b a
en su dormitorio por cuatro ó seis días sin
ocuparse de nada, ó descargaba sus furores
sobre las personas que lo rodeaban. Entonces
los empleados civiles, los oficiales y soldados,
todos eran igualmente maltratados por su
mano y por su boca, tan soez como no es
(i) ROBERTSON:' Id., id.
292 JOSÉ M. RAMOS MEjfA

posible imaginarlo. Vomitaba injurias y ame-


nazas contra supuestos enemigos, y e r a en
aquel momento cuando hacía ejecutar con u n a
saña inconcebible, sentencias y a r r e s t o s injus-
tos, é imponía los más crueles y s e v e r o s t o r -
mentos, hasta el punto de m i r a r como u n a
bagatela las condenaciones numerosísimas
q u e le dictaba su mal h u m o r (i).
¡Para hacer aún más l ú g u b r e su figura, r e -
solvió q u e el tormento sólo se aplicara d e
noche!
Las p u e r t a s de la " C á m a r a de la V e r d a d " ,
abiertas exprofeso, dejaban e s c a p a r mil q u e -
jidos lastimeros, gritos desfallecidos, impreca-
ciones de ira, si es q u e aún q u e d a b a en el
P a r a g u a y alguna g a r g a n t a con el vigor sufi-
ciente para lanzarlos. Bien sabían los q u e
escuchaban, ateridos de miedo y transidos por
un t e r r o r q u e ninguna pkima describirá j a m á s ,
q u e allí se p u r g a b a n los pensamientos heréti-
cos y se satisfacían con lascivia las ansias
sanguinolentas de aquel implacable d i s p é p -
tico.
En un cuarto del antiguo Colegio de Jesuí-
tas había instalado la famosa institución. Un
largo catre a t r a v e s a d o por un trozo de m a d e -
ra, sobre el cual descansaba el vientre, recibía
á la victima, que, echada boca abajo, e r a
a m a r r a d a de pies y manos, las nalgas y las
(ij RENGGER y LONGCHAMP: Obra citada.
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 293

espaldas desnudas, el pescuezo agobiado por


una e n o r m e piedra y la cabeza colgando y
envuelta en un poncho, que se transformaba
en dogal cuando la g a r g a n t a incomodaba con
sus gemidos inoportunos. Ni un grito, ni un
espasmo, "ni uno de esos movimientos de
cólera q u e abrevian el suplicio ó q u e lo levan-
tan dándole el carácter de un combate. D e s -
pedaza simétricamente á su víctima; la divide
y la subdivide infligiendo un dolor elegido á
cada miembro, una convulsión especial á cada
fibra".
Al lado del catre dos colosales G u a y c u r ú e s ,
con u n a s manos chatas y espesas, manejaban
como plumas unos látigos de " v e r g a s de toro",
p r e v i a m e n t e sobados, s e g ú n un procedimien-
to propio, por medio del cual les restituían la
flexibilidad q u e el uso y la s a n g r e les hacían
p e r d e r . Aquellas dos bestias, humanizadas por
la estación bípeda, eran como dos r u e d a s lo-
cas que no cesaban de funcionar una vez pues-
tas en movimiento, hasta que Patino ó Beja-
rano los sacaban á empujones del lado del
catre.
Patino y Bejarano eran los jueces, y a u n q u e
compartían con los indios sus rudas funcio-
nes, lo hacían, naturalmente, con cierto arte
maligno, p o r q u e apuraban el sufrimiento sin
producir aquellas m u e r t e s inoportunas q u e
arrebataban á los v e r d u g o s la mitad de su
294 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

j o r n a l de a g u a r d i e n t e y privaban al Dictador
d e su parte de gemidos y lamentos. P a r a i n -
v e n t a r suplicios atroces, tenían—como dice
Paul de Saint-Victor—la "fantasía p e r v e r s a
de esos tiranos italianos á quienes bien se les
podía llamar los artistas de la tortura".
En el cuarto inmediato estaba F r a n c i a d e -
v o r a n d o los instantes en anchos paseos c u a n -
do los e n g o r r o s o s procedimientos para asegu-
r a r al reo r e t a r d a b a n las ejecuciones a p e t e c i -
das (i). Allí escuchaba él los ayes q u e le a c a -
riciaban el oído, produciéndole aquel rictus
de tetánico agonizante, tan peculiar de su fiso-
nomía bañada en esos instantes p o r la satis-
facción de una v e n g a n z a cumplida u s u r a r i a -
m e n t e . La víctima sudaba s a n g r e por las e s -
paldas y las nalgas ulceradas, y cuando el do-
lor horrible, intensísimo, le producía el sínco-
pe, P a t i n o pasaba al cuarto inmediato á dar
cuenta al Dictador,.que resolvía lo q u e debía
hacerse: si continuar el castigo hasta q u e mu-
riera, ó si cesaba la tortura, vista su completa
inutilidad.
O t r o síntoma q u e molestaba e n o r m e m e n t e
su susceptibilidad rabiosa y que ayuda eficaz-
m e n t e al diagnóstico, eran sus "insomnios t e -
n a c e s " (2).
P e r t u r b a n d o las condiciones físicas de la
(1) Clamor de un Paraguayo, atribuido á MOLAS.
(2) MOLAS: Provincia del Paraguay.
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 295

circulación é inervación, y produciendo un


estado p e r m a n e n t e de hiperemia en el c e r e -
bro, se habían deteriorado de una m a n e r a pro-
funda sus funciones nutritivas. Dos, tres y aun
ocho días pasaba d u r m i e n d o una hora, y cuan-
do por un esfuerzo s u p r e m o conseguía conci-
liar el sueño, se veía atormentado por e n s u e -
ños y pesadillas penosas q u e le hacían a b o -
r r e c e r la cama y daban á sus empujes m e l a n -
cólicos un tinte aún más obscuro que de ordi-
nario. Y cuentan los que sobrevivieron que
una noche de insomnio costaba más al P a r a -
g u a y q u e veinte conspiraciones; p o r q u e sus
vigilias forzadas, d e t e r m i n a n d o las tenaces
congestiones, que son sus consecuencias in-
dispensables, fomentaban la recrudescencia
de sus crisis.
Así vivió d u r a n t e muchísimos años, hasta
q u e síntomas evidentes de "parálisis" le anun-
ciaron el decaimiento completo en q u e había
caído su cuerpo. E n estas alternativas de ca-
rácter y de h u m o r fantástico, aguijoneado por
las punzantes sospechas q u e le inspiraba su
incurable neurosis, y en el ejercicio constan-
te, inflexible, de un despotismo melancólico,
F r a n c i a llegó á los noventa años.
No le alarmaron los signos de su e n f e r m e -
dad final, y á p e s a r del debilitamiento p r o g r e -
sivo de sus fuerzas y aun de sus facultades
intelectuales, laceradas por hondas grietas,
296 JOSÉ ¡V!. RAMOS MEJÍA

siguió g o b e r n a n d o i m p e r t u r b a b l e , rígido, c o -
mo en los p r i m e r o s a ñ o s de su dictadura. A
medida que su mal aumentaba, sus ó r d e n e s se
hacían más caprichosas, más violentas y e x -
t r a v a g a n t e s . Últimamente su memoria funcio-
naba apenas; su palabra se hacía cada vez
más difícil y t o r p e y medio balbuciente, como
q u e un lento d e r r a m e iba paulatinamente com-
primiendo la superficie del c e r e b r o : "l'intelli-
gence atrophiée s'affaiblit et expire par d e -
g r é s , la béte survit seule".
P o r fin, el 20 de S e p t i e m b r e de 1840 hizo
b r u s c a m e n t e irrupción una "apoplegía", m a -
tándole en pocas horas: la Melancolía se había
convertido en demencia, término habitual de
esta forma. Moría según la predicción q u e
Swift había hecho para sí: "comme un rat em-
poisonné dans son trou".
Sólo Estigarribia, su médico, y "Sultán", su
a m i g o interesado, rodearon su cama en ese
momento s u p r e m o .
Estigarribia rezaba con el fervor y la sin-
ceridad que le eran peculiares; " S u l t á n " roía
un hueso con la más profunda indiferencia.
C A P I T U L O III

Los íntimos.—Los chambelanes.—Los heraldos y los


verdugos.—Bejarano.—El médico Estigarribia, su re-
trato, su vida y sus talentos.—La terapéutica de las
enfermedades de Francia.—Sus insomnios y su cons-
tipación.—Preocupaciones de Estigarribia.—Patio.
Sistema penal de Francia.—El gabinete de estudio.—
Su ama de llaves.—El perro Sultán.—El negro Pilar.
Los cuervos.—Extravagancias dolorosas.—Matan-
zas de perros.—Ejecuciones.—Servilismo.—Sus
únicos amigos.—Minuciosidades administrativas.—
Conclusión.

A PESAR del aislamiento claustral en q u e


vivía aquel g r a n misántropo, le rodea-
ban cierto n ú m e r o de favoritos, que consti-
tuían, diré así, su Corte. P e r o era una Corte
peculiarísima, única en su género, y q u e col-
ma la medida de las singularidades h u m a n a s .
T e n í a sus chambelanes oficiosos como la
corte célebre de T o u r n e y , su médico, sus le-
trados, sus pajes y, lo que es aún más r a r o
dentro de ia probidad genésica proverbial q u e
tanto contribuyó á exaltar su cerebro, sus da-
298 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

mas; unas g o r g o n a s t r i g u e ñ a s y verdosas q u e


sólo en las polleras r e v e l a b a n su sexo y q u e
p r o l o n g a r o n los años de su larga vida por la
atrofia de sus funciones genésicas.
La C o r t e era reducida, p e r o selecta en cuan-
to á la especialidad de sus ejemplares, r e c l u -
tados en la clase más ínfima de su pueblo.
E r a una nobleza como la de los príncipes
de Napoleón I, á quien él trataba de imitar
por medio de un s o m b r e r o de lastimosas d i -
mensiones; una nobleza de origen c o m p l e t a -
m e n t e sucio y plebeyo, q u e completa de una
m a n e r a notable la tétrica sintomatología de su
neurosis.
D r a g o n e a b a de comandante de la g u a r d i a
e n c a r g a d a de cuidar la s a g r a d a persona, un
capitán de milicias, que, q u e r i e n d o explicar
á sus s u b o r d i n a d o s lo que era la libertad y no
e n c o n t r a n d o en su cabeza una definición s a -
tisfactoria, concluyó por decirles que "era la
fe, la esperanza, la caridad y el d i n e r o " .
T e n í a su cardenal en el provisor ó vicario
g e n e r a l q u e g o b e r n a b a la diócesis, y por c o n -
ducto del cual prohibió las procesiones y el
culto nocturno, t e m e r o s o de q u e dieran l u g a r
á r e u n i o n e s sospechosas. S u s pajes, en dos
negrillos mal entrazados y medio raquíticos,
con los huesos contrahechos por alguna diá-
tesis hereditaria, á quienes hacía azotar d i a -
r i a m e n t e con uno de los altos dignatarios de
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 299

la Corte. S u médico, ó mejor dicho, su n i g r o -


mántico, dada la talla p e q u e ñ a y el aspecto
misterioso y cabalístico del inolvidable E s -
tigarribia, cuyas m a n o s , como manojos de
zarzaparrilla, eran las únicas q u e tenían la
piadoso misión de p r e p a r a r la pócima de "du-
raznillo", con q u e el Dictador se p u r g a b a s e -
manalmente.
Había un heraldo en calzoncillos y camiseta
colorada; singular heraldo, por cierto, cuyas
funciones múltiples de v e r d u g o y b a r b e r o
d e s e m p e ñ a b a un chino de proporciones m o -
numentales, llamado Bejarano; h o m b r e de ma-
n e r a s brutales, de larga barba, cabeza p e q u e -
ña con las líneas y las estrecheces de un c r e -
tinismo acentuadísimo y una mano de canalla,
ancha, espesa y de agilidad s o r p r e n d e n t e para
manejar la " v e r g a " q u e hacía hablar á los de-
lincuentes en aquella triste " C á m a r a de la
T o r t u r a " . Bejarano gozaba en alto g r a d o ante
el Dictador esa privanza depresiva y humi-
llante que tenían con él todos su coadjutores.
E r a una especialidad para los azotes y se p r e -
ciaba de poseer como ninguno el arte dificilí-
simo de azotar á la víctima, produciéndole
e n o r m e s sufrimientos sin que p e r d i e r a el sen-
tido. C u a n d o , excepcionalmente, alguna s e n -
sibilidad demasiado reaccionaria caía bajo sus
manos y el paciente se desmayaba, Bejarano
tomaba con rabia el hisopo e m p a p a d o en "sal-
300 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

m u e r a y orines", y con ojo de chacal v e n g a -


tivo se lo pasaba g r o s e r a m e n t e por la llaga
s a n g r i e n t a q u e le había abierto su poca maes-
tría. En una palabra: era una mezcla maligna
de G u a y c u r ú y de gitano, con rasgos pronun-
ciados de ese atavismo simio que se revelaba
en su a r d o r i n m o d e r a d o por los placeres
sexuales.
Estigarribia era el más alto " p r i v a d o " de
Francia. Cierto secreto y misterioso respeto,
hacía q u e el Dictador lo m i r a r a con una bene-
volencia artificial, hija del miedo que natural-
mente le inspiraba la idea de q u e aquel hom-
b r e tenía su vida entre las manos. Aquel p o -
b r e t a u m a t u r g o , que ni leer bien sabía, era el
más bello ejemplar de la ciencia médica de la
colonia; un dignísimo hijo intelectual del
"físico" Cornelias; un jirón de la posteridad
pavorosa del bachiller Bazán, aquel e n c a r n i -
zado protomédico que no dejó vivo ni u n o
siquiera de los alcaldes y r e g i d o r e s s a n t i a -
guinos q u e cayeron en sus manos mortíferas.
E s t i g a r r i b i a era un h o m b r e íntegro y de
una bondad moral á prueba de todas las t e n -
taciones. Su alma sin doblez, y casi diría can-
dorosa, no sintió j a m á s la fascinación del
asesinato impune que pedía haberlo llevado
fácilmente á librarse de F r a n c i a por medio de
una pócima cualquiera. T e n í a un aspecto gra-
ve, reposado, casi venerable: unas patíllitas
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 301

cortas y fáciles salpicadas a b u n d a n t e m e n t e de


canas y una de esas fisonomías t r a n s p a r e n t e s
al t r a v é s de las cuales se d e s c u b r e sin g r a n
trabajo hasta el último repliegue del espíritu.
Hablaba poco, como convenía á su regio
"cliente", y á pesar de q u e cultivaba c o r d i a -
les relaciones con el pueblo, no se le conocían
amistades estrechas con nadie.
E r a un hombre, ó mejor dicho, una m i n i a -
tura de h o m b r e , pequeño, enjuto y reducido,
a u n q u e muy proporcionado: tenía un c u e r p e -
cito de niño raquítico, con prominencias y
jibosidades en la espalda, y un cuello corto y
flaco terminado en un cráneo voluminoso para
tan precaria estatura; pero un cráneo inteli-
gente, con frente amplia y con mucha luz en
los surcos y en los rasgos, que eran hondos y
sinceros, como que reflejaban con toda la i n -
g e n u i d a d de la línea la superficie mansa y
t r a n q u i l a de un corazón irreprochable. Debió
s e r un espíritu de una viveza nada común por
el movimiento que revelaba su fisonomía.Pero
de una viveza pasiva, poco bulliciosa y sin el
carácter fosforescente y movible con que se
r e v e l a en los nativos esta especie de " t e m p e -
r a m e n t o intelectual" que tanto se confunde
con la inteligencia v e r d a d e r a . T e n í a ojos cla-
ros, s u m a m e n t e claros, y metidos como dos
anteojos en unos rodetes formados por la piel
laxa de la frente y por el párpado inferior
302 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

abultado y obscuro. U n a boca g r a n d e , un c a -


bello poco a b u n d a n t e , s u a v e y con pretensio-
nes de ensortijado,y dos orejas largas, anchas,
q u e parecían r o b a d a s á algún g i g a n t e mitoló-
gico, completaban el rostro del inolvidable y
b e n e m é r i t o D . Vicente, el más conspicuo
"consular" de la C o r t e de Francia.
C u a n d o salía á sus q u e h a c e r e s profesiona-
les, montaba en un peticito lobuno; y con los
pies fuera de los estribos y las piernas p e n -
dientes y agitadas por el movimiento q u e le
imprimía el trotecito revoltoso del petizo, reco-
rría todos los cuarteles haciendo precipitada-
m e n t e sus visitas y r e t i r á n d o s e otra vez á es-
p e r a r las ó r d e n e s del S u p r e m o . No había, p o r
supuesto, tocadita del pulso, ni siquiera por
fórmula, y la auscultación no se sospechaba;
ni aun la prehistórica observación de la l e n -
gua, sin la cual no hay para el vulgo medicina
posible. Había instinto: la clarovidencia sinto-
matológica q u e ilumina el r a r o buen sentido
del c u r a n d e r i s m o y q u e se a d q u i e r e á los
treinta ó c u a r e n t a años de una práctica diria
y constante.
D . Vicente curaba—esto es indudable—y
curaba, allí, con más éxito que cualquier mé-
dico ilustrado, p o r q u e á su tino nativo r e -
unía el conocimiento profundo, a u n q u e em-
pírico, de las e n f e r m e d a d e s propias del clima
y de las hierbas medicinales a b u n d a n t í s i m a s
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 303

c o n q u e la Naturaleza ha enriquecido aquel


suelo.
Vivía en su botica completamente sustraído
á todo contacto vulgar. Y sólo cuando ciertas
mortificantes dolencias atacaban al D i c t a d o r ,
se le veía salir rápido como una ardilla y e n -
t r a r al palacio, metiéndose hasta el d o r m i t o -
rio mismo del César, no sin g r a n d e y profun-
da admiración de parte del pueblo, para quien
aquel privilegio inaudito tenía algo de sobre-
natural.
Las lavativas variadas y múltiples, los s u -
d o r e s profusos, producidos por la aglomera-
ción asfixiante de e n o r m e s pilas de cobijas y la
s a n g r e repetida "jusque ad animi deliquium",
como decía el divino Celso, constituían el fun-
damento invariable de su terapéutica casi mi-
lagrosa. A q u e l h o m b r e hacía prodigios con
esos tres únicos recursos, y, s e g ú n la t r a d i -
ción de su pueblo, tal vez un poco benévola,
el tristel, sobre todo, operaba entre sus m a n o s
las maravillas del unto mágico de P a r a c e l s o .
P e n s a b a como Voltaire, á quien inútil p a r e c e
decirlo, no conoció, que las p e r s o n a s "colédo-
co corriente y entrañas aterciopeladas", son
dulces, afables, graciosas, mucho más compla-
cientes y desenvueltas q u e el p o b r e constipa-
do, e t e r n a víctima de su propia inercia i n t e s -
tinal.
F r a n c i a padecía habitualmente de una cons-
304 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

tipación tenaz; constipación q u e tenía para él


la doble molestia de r e p e r c u t i r fuertemente
s o b r e sus facultades cerebrales y de alejarlo
de Napoleón I, q u e gracias á una tisana c é l e -
b r e de Corvisat, y por una erupción crónica
del cuello, tenía que c o n s e r v a r s i e m p r e flojo
su vientre.
L a r g a s y profundas meditaciones costaba á
E s t i g a r r i b i a esta i r r e g u l a r i d a d intestinal. Ha-
bía ensayado todo su arsenal terapéutico sin
e n c o n t r a r la "tisana i m p e r i a l " q u e lo librara
de las exigencias a p r e m i a n t e s de su impacien-
te amigo. Y como él sabía la recíproca i n -
fluencia que tienen las afecciones morales y
las constipaciones del vientre, se q u e m a b a el
cráneo buscando la solución del problema su-
premo, sin salir de su singular farmacopea.
Aquella mortificación, tan d e g r a d a n t e para
Francia, exigía un pronto r e m e d i o . L a f r e -
cuencia con q u e se p r e s e n t a b a este tétrico
malestar, q u e tanto prolongaba sus ansias me-
lancólicas, lo hacía por m o m e n t o s más e x i -
g e n t e con su médico, que en cierta ocasión
hubo de ser expulsado "por ignorante y b r i -
bonazo".
Esto último aconteció, sin duda, p o r q u e
Francia, á pesar del temor supersticioso q u e
le tenía, se había permitido, un día de "crisis",
s o n d e a r los alcances del médico, c o n v e n c i é n -
dose, muy á pesar suyo, q u e toda su ciencia
ROSAS Y EL D O C T O R F R A N C I A 305

no alcanzaría j a m á s á proporcionarle el í n t i -
mo placer de p a r e c e r s e á Napoleón I, y a q u e
no en la cabeza, por lo menos en el s o m b r e r o
y en la envidiable regularidad d e su intestino.
Y es probable q u e esta última circunstancia,
tanto como las molestias d e la enfermedad, in-
fluyera para exigir con tanto apremio su t r a -
tamiento definitivo.
Francia tenía la ambiciosa pretensión, hija
de ese vago delirio de las g r a n d e z a s q u e se
d e s c u b r e en muchos de sus actos, de parecer-
se á ese g r a n d e h o m b r e en su figura y aun en
su genio maravilloso. T e n í a en el gabinete
una caricatura de N u r e m b e r g r e p r e s e n t a n d o
á su héroe, y á la q u e tomó de buena fe como
un excelente retrato, hasta q u e el suizo R e n g -
g e r le explicó la inscripción alemana q u e te-
nía debajo. L a idea de completar el traje d e
corte con un e n o r m e ridículo elástico c r u z a -
do, le provino de este dibujo, en el cual se ha-
bía p r e t e n d i d o ridiculizar á Bonaparte exage-
r a n d o las dimensiones de su s o m b r e r o (r).
Al lado d e Estigarribia y como p e r s o n a
conspicua también, estaba el "fiel de fecho",
especie de vampiro capaz de s o r b e r la san-
g r e de su propia madre, y q u e tenía, como
Bejarano, funciones múltiples de delator, de
j u e z , de secretario y espía. Este personaje pe-

(i) RENGGER Y LONGCHAMP: Obra citada.


20
306 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

culiarísimo á quien F r a n c i a llamaba su " S a n -


cho Panza", y que por la universalidad de sus
aptitudes d e s e m p e ñ a b a también el rol de b u -
fón, ocupaba en el palacio un l u g a r p r e f e r e n t e
d e s p u é s del médico. Hacía las veces de s e c r e -
tario cuando no se trabajaba en la " C á m a r a de
la V e r d a d " ó cuando los ratos fugaces de b u e n
h u m o r del S u p r e m o no le llamaban á d e s e m -
p e ñ a r sus funciones estúpidas de juglar. R e -
cibía los informes, las solicitudes y todos los
papeles que venían "dirigidos al g o b i e r n o " ,
teniendo especial cuidado, s e g ú n o r d e n r e c i -
bida, de rechazar con una amenaza todo do-
cumento que no trajera el consabido S. E. el
Excmo. Dictador S u p r e m o del P a r a g u a y " .
Con otra circunstancia más, y por cierto cu-
riosa: que el peticionario no debía p o n e r la fe-
cha, sino dejar al Dictador que la pusiera con
su propia mano.
C u a n d o el "fiel de fecho" escribía el dicta-
do de S. E., debía hacerlo sin mirarle á la
cara, sin h a c e r p r e g u n t a s impertinentes y
"con los pies d e s n u d o s " , p u e s según las e x -
t r a v a g a n t e s concepciones de aquel singular
fisiólogo, el calor de los botines acumulaba
en los pies la s a n g r e q u e para funcionar re-
g u l a r m e n t e necesitaba la cabeza.
Patino (así se llamaba este cortesano o r i g i -
nal), a u n q u e con menos angulosidad, tenía la
misma estructura moral de Bejarano. E r a s e -
ROSAS Y EL D O C T O R FBANCIA 307

g ú n creo, un criollo de origen español, p e r o


sin la mezcla nociva del toba, que daba al "he-
r a l d o " su ferocidad nativa y ese refinamiento
característico que manifestaba en la aplicación
artística del tormento. Patino tenía un alma
n e g r a y con las dobleces necesarias para lle-
gar hasta Bejarano, p e r o pasiva, morosa y sin
la inventiva maligna de aquél. E r a feroz por
contagio más q u e por organización. Poseía
las aptitudes de un lego inquisidor e m b r u t e -
cido en el ejercicio diario del tormento, p e r o
no la espontaneidad dispuesta y fecunda del
" m a z h o r q u e r o " refinado, q u e inventaba para
cada víctima y para cada caso particular una
t o r t u r a especial. E r a malvado, más q u e por in-
clinaciones enfermizas, de p u r o b r u t o é igno-
rante; parecía una reproducción humilde y un
tanto d e g r a d a d a de Facundo, en quien no h a -
bía e n f e r m e d a d sino el salvajismo impulsivo y
la á s p e r a rusticidad del h o m b r e primitivo. S e -
g u r a m e n t e q u e de su c e r e b r o perezoso no hu-
biera b r o t a d o j a m á s el "degüello á s e r r u c h o "
ó las mutilaciones lentas por el cuchillo m e -
llado, q u e trasplantadas al P a r a g u a y h u b i e r a n
hecho las delicias de Bejarano.
T o d o el aspecto físico de la persona, y h a s -
ta la misma inercia de su fisonomía, ponían de
manifiesto su e s t r u c t u r a interna. E r a de cortas
p r o p o r c i o n e s , r e g o r d e t ó n y vasto de espaldas
como convenia al homólogo de Sancho. Un
308 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

cuello espeso y corto, de esos cuellos caracte-


rísticos q u e viven solicitando apoplegías; y
unas piernas cortas y abiertas por la a c u m u -
lación e x o r b i t a n t e del tejido adiposo. U n a s
piernas columnarias, enormes, y de una agili-
dad tan dudosa q u e el mismo F r a n c i a se s e r -
vía de ellas para establecer un t é r m i n o de
comparación: "para darles á estos p u e b l o s ,
decía, las libertades q u e ellos quieren, es n e -
cesario a n d a r con las piernas de P a t i n o " .
E n su cara r e d o n d a é i m b e r b e , con los e n -
anchamientos laterales propios de las p e r s o -
nas glotonas, manifestaba dos r a s g o s p r o f u n -
d a m e n t e e x p r e s i v o s y q u e se abrían paso al
t r a v é s de la g r a s a q u e la hacía informe: el
arco superciliar g r u e s o y r e d o n d o como la
piel de un p a q u i d e r m o , formando esa c u b i e r t a
espesa d e t r á s de la cual se esconde, p a r a m i -
r a r á mansalva, el ojo de los picaros; y u n a
pupila p e q u e ñ a , p e r o con una fosforescencia
inquieta y s u m a m e n t e elocuente. El "fiel de
fecho" tenía entrada á toda h o r a en el palacio
y en todos sus departamentos, menos al d o r -
mitorio del Dictador, d o n d e sólo la modesta,
a u n q u e ancha planta d e E s t i g a r r i b i a , podía
pisar.
El gabinete era la sala destinada á la recep-
ción de los g r a n d e s "dignatarios". Allí concu-
rrían Patino y Bejarano asiduamente, y de
cuando en cuando el comandante de la " G u a r -
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 309

día imperial" á recibir las ó r d e n e s s u p r e m a s .


Allí también era donde el entusiasmo y la su-
persticiosa veneración q u e profesaban al amo
tomaba su altísimo vuelo. En presencia de
aquellos viejos volúmenes de Voltaire, de Ray-
nal y del abate Rollin, dotados, por el solo he-
cho de ser libros, de un prestigio sibilino, su
fama de sabio crecía y se hinchaba en la ima-
ginación de esos p o b r e s patanes. El globo ce-
leste en q u e el Dictador estudiaba, y en cuya
contemplación respetuosa se pasaban las h o -
ras enteras mirando como dos autómatas aque-
llas e x t r a v a g a n t e s "figuritas", los había p e r -
suadido q u e F r a n c i a conocía, por el e s t u -
dio de las constelaciones, los más recónditos
designios del corazón humano. Y si no era
así, ¿qué significaban, aquellos globos m i s t e -
riosos, aquellas observaciones estelares á a l -
tas horas de la noche, aquellos éxtasis a s t r o -
nómicos en q u e lo s o r p r e n d í a la aurora miran-
do "pa arriba", s e g ú n la observación de uno
de sus chambelanes? Los escasos i n s t r u m e n -
tos de matemáticas, las cartas geográficas y un
antiguo c u a d r o de osteología, en que los es-
queletos parecían próximos á d e s p r e n d r s e de
la pared, completaban esta idea de la s u p r e m a
omnipotencia del Dictador.
P a r a la época y para el país en q u e vivió,
podía considerársele á Francia como un h o m -
b r e de vastísima ilustración, Poseía bien el
310 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

francés, tenía nociones g e n e r a l e s y b a s t a n t e


adelantadas d e agricultura, geografía, botáni-
ca, y, últimamente, cuando p o r su evolución
natural la enfermedad tomó vuelo, aumentan-
do su intolerable desconfianza, aprendió i n -
glés, solo y con u n a paciencia d e benedictino.
Y lo aprendió p a r a poder leer los pasaportes
q u e venían escritos en ese idioma; con la úni-
ca a y u d a de una vieja gramática q u e poseía
en su biblioteca.
T o d a su Corte se componía de ejemplares
como Bejarano y Estigarribia.
Había tenido el cuidado de a r r o j a r de su
lado todo lo que tenía d e honorable y de sano
la A s u n c i ó n . S u s comandantes y sus jueces,los
celadores y los alcaldes eran de la hez del bajo
pueblo. L o s empleos de j u e c e s y d e s u s aseso-
r e s estaban d e s e m p e ñ a d o s p o r p e r s o n a s igual-
m e n t e i g n o r a n t e s y rústicas, q u e no tenían
otro Código q u e el más ó menos b u e n sentido
con q u e los había dotado la Naturaleza (i).
Bajo el antiguo r é g i m e n e r a n n o m b r a d o s d e
e n t r e los g r a n d e s propietarios y n e g o c i a n t e s
ricos, interesados en dejarse dirigir por g e n -
tes instruidas; p e r o F r a n c i a invirtió este o r -
den, p o r q u e tenía h o r r o r á la gente decente,
á quien trataba con el d u r o r i g o r i s m o de u n
sistemático atrabiliario.

(i) RENGGBR y LONGCHAMP: Revolución del Paraguay.


R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 311

P a r a la práctica d e su e x t r a ñ a penalidad, te-


nía en toda esa gente fieles ejecutores q u e se
disputaban el h o n o r de cumplir con exceso
sus ó r d e n e s . S e g ú n la naturaleza del delito, y
á m e n u d o según el h u m o r en q u e se encontra-
ba, resolvía inmediatamente sin h a b e r oído ni
aun visto a l a c u s a d o . L o s crímenes de estado,el
contrabando, los robos en los caminos y, final-
mente, las tentativas de evasión, eran juzga-
dos directamente por él, y entrañaban de o r -
dinario la pena de muerte, q u e era ejecutada
sin dilación. E n la categoría de los crímenes
de estado, comprendía "toda acción, toda p a -
labra que, según su h u m o r sombrío y c a p r i -
choso, e n c e r r a r a alguna ofensa á su autoridad.
Y esto no sólo en su propia persona, sino tam-
bién en la de sus empleados y allegados; de
m a n e r a q u e la g e n t e decente, para no s e r tra-
tada como traidora á la patria, debía sufrir sin
exhalar una queja las mil vejaciones de todos
los instrumentos más serviles y subalternos
del despotismo de aquel h o m b r e " (i).
S u s secuaces mismos no escapaban á sus
excesos cuando los vapores de su melancolía,
llena de impulsos y de impaciencias, le e m -
b a r g a b a n los sentidos. La más leve falta, la
más vaga sospecha de una tentativa sobre su
p e r s o n a lo arrojaban en mil ansias y transpor-

(i) RBNGGBR Y LONGCHAMP: Obra citada.


312 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

tes peligrosísimos. Así, una mujer del pueblo


q u e no sabiendo cómo hablarle se había apro-
ximado á la v e n t a n a de su gabinete, fué e n -
viada al calabozo en castigo de tan inaudito
atrevimiento. Y fué tal la impresión q u e causó
esto s o b r e su ánimo desconfiado, q u e la s u -
puesta falta de respeto lo obligó á e n c e r r a r s e
por muchos días, dando origen á aquella s i n -
g u l a r orden á que me he referido en el capí-
tulo anterior. La orden corrió de boca en boca
por todo el pueblo, y d e s d e entonces los tran-
s e ú n t e s pasaban con la vista fija en el suelo
sin a t r e v e r s e á m i r a r el palacio.
C u a n d o sintió q u e su pie pisaba sobre t e r r e -
no firme, inconmovible, y v i o q u e le o b e d e -
cían sin restricciones, y q u e sus más pueriles
caprichos eran ó r d e n e s s u p r e m a s p a r a todos,
su espíritu enfermo, t r a q u e a d o y privado de
la derivación p r o v e c h o s a q u e le proporciona-
ban sus múltiples ocupaciones, se hizo más
atrabiliario aún, más inaccesible que antes. L a
desconfianza llegó á tal punto, q u e no sólo e s -
tudiaba las cuentas de la administracción, sirio
q u e examinaba con escrupuloso cuidado hasta
los más insignificantes asuntos domésticos. La
comida, el pan, los cigarros q u e fumaba, eran
objeto de constantes sospechas, habiéndose
impuesto, en consecuencia, una frugalidad pe-
nosa q u e á m e n u d o lo privaba de ciertos pla-
ceres á que era s u m a m e n t e afecto.
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 313

T e n í a á su lado, y con ciertas p r e r r o g a t i v a s ,


una vieja esclava q u e le a r r e g l a b a su cama,
limpiaba su ropa y corría con todo el m o v i -
miento d e la casa. E r a una vieja arpía q u e
participaba en algo de la reclusión conventual
y de las extravagancias de su amo. No se aso-
maba j a m á s á la calle ni la veía nadie, t e m e -
rosa d e q u e la hicieran partícipe del odio q u e
le profesaban á él.
C u a n d o las medicaciones inocentes de Esti-
g a r r i b i a no daban el resultado apetecido, p a -
rece q u e la vieja Hécate r e c u r r í a á sus untos
mágicos y aplicaba con éxito ciertas fricciones
anodinas en las piernas gotosas y doloridas
"del G o b i e r n o " . Esta mujer y el viejo h e r b o -
lario eran los únicos q u e gozaban de aquel
singular privilegio. A la sirviente las u n t u r a s
y las pomadas, á Estigarribia la terapéutica
interna q u e r e q u i e r e algo más q u e buena v o -
luntad y manos s u a v e s y avezadas. F r a n c i a
tenía por esa vieja cierta benevolencia q u e se
atribuía á su g r a n influjo en "la corte"; así es
q u e á m e n u d o se veía asediada con solicitudes
y empeños, q u e se g u a r d a b a bien de hacer,
t e m i e n d o s u s iras olímpicas y peligrosas.
S o b r e la larga mesa en q u e el S u p r e m o , pro-
visto de la tiza y de un p a r de tijeras, demos-
traba á s u s sastres la cantidad de paño q u e le
r o b a b a n (i), la vieja confidente iba colocando
(i) EEKGGER Y LONGCHAMP: Obra citada.
314 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

todos los objetos q u e enviaban al palacio: gri-


llos, c e r r a d u r a s , calzones, kepíes, m u e s t r a s de
comestibles de los almacenes del Estado, etc.
Esto y la autorización para emitir juicios más
ó m e n o s aceptables s o b r e las costuras de la
ropa q u e se cosía para el ejército, eran las
dos únicas funciones públicas q u e d e s e m p e -
ñaba.
A s u s ó r d e n e s , a u n q u e gozando de cierta
bulliciosa independencia q u e d e s p u é s le costó
la vida, estaba el n e g r o "Pilar", personaje po-
p u l a r y fatídico por las estrechas vinculacio-
nes q u e tenía con F r a n c i a .
Pilar d e s e m p e ñ a b a el papel de "valet de
c h a m b r e " , y diríase mejor, de s o m b r a del Dic-
tador, p o r q u e era inseparable de su persona.
E r a un negrito como de diez y siete años, q u e
se ocupaba en c o r r e t e a r por las calles de la
Asunción espiando y r o b a n d o i m p u n e m e n t e
en las tiendas y casas de familia, donde for-
zosamente tenía q u e s e r bien recibido. A q u e l
h o m b r e atrabiliario se hacía contar por él
historias picantes, en las cuales figuraban
como protagonistas p e r s o n a s conocidas del
pueblo, á quienes ridiculizaba con un s a r c a s -
mo g r o s e r o . El n e g r o le llevaba noticias y
detalles satisfactorios sobre la vida de las fa-
milias espiadas por el gobierno; lo sentaba á
su mesa y compartía con él su comida, más
por e x p e r i m e n t a r "¡n anima vili" ciertos p í a -
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 315

tos sospechosos, q u e como p r u e b a de aprecio


y de confianza. En los escasos días de buen
humor, el viejo César pasaba sus largos ratos
de solaz o y e n d o sus bufonadas y despachando
con e x t r a ñ a benevolencia las solicitudes y
e m p e ñ o s q u e introducían por sus manos algu-
nos litigantes d e s e s p e r a d o s que explotaban la
codicia del n e g r o . En sus largas c o n v e r s a c i o -
n e s Pilar se permitía licencias cuya t o l e -
rancia nadie se explicaba. Sólo la naturaleza
caprichosa del Dictador y su b u e n a disposi-
ción de ánimo en algunos días de laxitud
cerebral, podían explicar los g r a v e s abusos
q u e cometía condimentando con palabrotas y
obscenidades sus pláticas estrafalarias.
P e r o un día las licencias de Pilar llegaron,
sin duda, á un g r a d o disgustante. El viento
del Norte, seco y molesto, sopló recio, y los
n e r v i o s del S á t r a p a octogenario, crispándose
más q u e otros días, levantaron la m a r e a y
produjeron más n e g r a y más destructora que
nunca su tenaz melancolía. S e le v i o salir á la
p u e r t a llamando á g r a n d e s voces al oficial de
sus g u a r d i a s y darle orden de que sacara al
n e g r o y lo fusilara inmediatamente "por rate-
r o " . El oficial tomó de un brazo al p o b r e m u -
chacho, que abría d e s m e s u r a d a m e n t e sus
g r a n d e s ojos, p r e s a de un t e r r o r profundo, y
que, en las ansias de la m u e r t e próxima, l u -
chaba por desasirse dando gritos terribles y
316 J O S É M. R A M O S MEJÍA

difundiendo la alarma p o r todo el pueblo.


La m u c h e d u m b r e , llamada por sus ayes, se
a g r u p a b a silenciosa a l r e d e d o r del patíbulo
improvisado. Iban a b r i é n d o s e las p u e r t a s una
tras otra, y por rendijitas estrechas, comen-
zaban á asomarse los vecinos asustados y
temblorosos. Los más atrevidos salían á la
vereda, p e r o nada más q u e á la vereda; los
t e m e r a r i o s se acercaban á veinte pasos y
se i n t e r r o g a b a n furtivamente con la vista,
p o r q u e , en circunstancias tales, la lengua se
escondía en la g a r g a n t a y cortaba todas sus
peligrosas comunicaciones con el c e r e b r o . El
reo es atado á un poste, y en presencia del
Dictador mismo se le pegan los cuatro tiros,
que, s e g ú n la c o s t u m b r e establecida, él con su
propia mano había r e p a r t i d o .
En casos como éste, hasta el mismo E s t i -
garribia sentía sobre su pecho ciertos escozo-
r e s proféticos q u e lo hacían cada vez más
r e s e r v a d o y parco con "el g o b i e r n o " . El ejem-
plo era edificante y e n c e r r a b a una enseñanza
provechosa aun para "los a m i g o s " favoritos.
La vida estaba vinculada á los caprichos del
b a r ó m e t r o , y cuando el viento cauteloso del
N o r t e comenzaba con su s u a v e perfidia á
acariciar la frente del viejo, la aguja tomaba
una inclinación fatídica y se sentía cierto olor
á s a n g r e , d e s a g r a d a b l e y picante.
Francia contempló por un momento el c a -
ROSAS Y EL D O C T O R FRANCIA 317

d á v e r de su paje, y se retiró tranquilamente á


sus piezas interiores seguido de "Sultán",
cuyas caricias hoscas, pero discretas, r e e m p l a -
zaron desde entonces las del p o b r e Pilar.
Sultán, creo necesario decirlo, ya que lo
introducimos en la escena, era todo un perso-
naje: un oasis de t e r n u r a en medio de aquella
inclemente esterilidad. P o r los estrechos lazos
q u e él y Pilar tenían con el amo, participaban
del odio y del respeto artificial q u e el pueblo
le profesaba.
C u a n d o Sultán, con su a c o s t u m b r a d a i n d o -
lencia, se echaba largo á largo en la vereda, los
t r a n s e ú n t e s bajaban r e s p e t u o s a m e n t e p a r a no
molestarlo. Y como tenía el d e r e c h o inaliena-
ble de transitar libremente por todas las c a -
lles, de comer como Pilar en el plato del G o -
b i e r n o y aún, s e g ú n se afirmaba entonces, de
compartir la cama del amo como los " T u r c o s
viejos" de Stambul, todos le tributaban los
h o n o r e s y las consideraciones q u e el m u s u l -
mán i n d i g e n t e á los canes hambrientos q u e
en Constantinopla dividen con ellos el odio y
la antipatía á los infieles.
P e r o Sultán solía abusar de sus p r e r r o g a -
tivas h u m a n a s . Con sus roncos y monótonos
l a d r i d o s concitaba la desobediencia de los
otros p e r r o s , cuyas bulliciosas r e u n i o n e s noc-
t u r n a s mortificaban el oído nervioso del amo,
dando pábulo á sus largos insomnios. Mordía
318 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

el hocico á los caballos, é iba á lamer la san-


g r e de los ajusticiados si los fusilamientos se
verificaban frente á los balcones del Gobier-
no (i). En las t a r d e s de paseo, cuando F r a n c i a
salía á caballo, Sultán y Pilar iban delante
d e s e m p e ñ a n d o tan bien su'papel de batidores,
q u e antes de d e s c u b r i r la figura ridiculamen-
te enhiesta y rígida del amo, todo el m u n d o
se retiraba c e r r a n d o las p u e r t a s y v e n t a n a s
con el profundo t e r r o r q u e inspiraba su p r e -
sencia. El n e g r o corría delante y Sultán d e -
trás ladrándolo y buscándole las pantoirillas.
L o s g r a n a d e r o s con sus sables al h o m b r o y
g r i t a n d o el " c h a q u é c a r a y " fatídico, y ese rui-
dito especial tan conocido q u e hacía la silla
del Dictador y q u e en el profundo silencio d e
las calles percibían claramente los q u e espia-
ban d e t r á s de las v e n t a n a s (2), formaba un
c u a d r o grotesco, p e r o al mismo tiempo triste
é imponente, para todos los q u e sentían p a s a r
por delante de su p u e r t a aquella procesión
l ú g u b r e y temible.
F u é en uno de esos paseos, frecuentes al
principio de su gobierno, q u e una de esas
cuadrillas de p e r r o s e r r a n t e s tuvo la audacia

( 1 ) Veinte años en las cárceles del Paraguay, etc.


(2) El Sr. Peña (el Ciudadano Paraguayo) decía que
varias veces había intentado, ocultándose detrás de su
ventana, ver al Dictador; pero que al sentir el ruido de
la silla se había retirado poseído de un terror inmenso.
R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 319

de l a d r a r á su caballo, tentando una batida á


su p e r r o . Este incidente sin importancia dio
o r i g e n á q u e se repitiera con m a y o r e n c a n i -
zamiento una escena grotesca p e r o de conse-
cuencias dolorosas p a r a la población. V i v a -
mente impresionado con esa falta inaudita de
respeto, y sospechando una intención velada
de parte de sus enemigos, aquel espíritu pue-
rilmente atrabiliario o r d e n ó á sus g r a n a d e r o s
y á algunos m i e m b r o s de la " C o r t e " q u e reco-
r r i e r a n las calles de la ciudad y a r m a d o s de
picas y de sables mataran todos los p e r r o s
q u e hallaran á su paso.
P a r a c o m p r e n d e r con q u é escrupulosidad
temible seria cumplida esta disposición extra-
vagante, es necesario t e n e r p r e s e n t e que no
había en F r a n c i a la a m a r g a ironía, la i n t e n -
ción traviesa q u e inspiraba á Rosas ciertas
m e d i d a s de este g é n e r o . Con la misma majes-
tad teatral con q u e leía las cartas de la reina
de I n g l a t e r r a ó mandaba fusilar á un ciudada-
no, disponía que se mataran los p e r r o s ú o r -
denaba á P a t i n o q u e se sacara los botines
p a r a la mejor repartición de su s a n g r e . No
cabían en su espíritu t e r r i b l e m e n t e ampuloso
y egotista, esas t r u h a n e r í a s s a n g r i e n t a s y su-
tilísimas q u e brotaban como chispas en el
espíritu vivaz de D . Juan Manuel.
Encabezados por los más "altos dignatarios*
de aquel imperio rabelesiano, salieron los
320 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

g r u p o s á cumplir la s u p r e m a resolución. L a
alarma cundió p o r todo el pueblo al apercibir
los pelotones sucesivos q u e venían en son de
g u e r r a . L a lucha se a r m ó e n t r e los soldados y
los p r i m e r o s p e r r o s q u e e n c o n t r a r o n , dando
l u g a r á las escenas q u e son de s u p o n e r s e ; los
gritos d e la tropa atrajeron los p e r r o s d e las
casas inmediatas, q u e brotaban de todas p a r -
tes como p o r obra d e encantamiento y q u e
aullaban y b r a m a b a n j u n t o s p r o d u c i e n d o una
algazara h o r r i b l e . L o s soldados los p e r s e g u í a n
d e s c a r g a n d o hachazos y palos con un e n c a r -
nizamiento de batalla indecisa. L o s escasos
t r a n s e ú n t e s corrían á su vez, alarmados, sin
saber si eran ellos ó los p e r r o s quienes debían
morir, y empujados por esta terrible d u d a s e
metían en sus casas ó en la del vecino, y ce-
r r a b a n sus p u e r t a s , produciendo, como e r a
consiguiente, la más angustiosa confusión en
las familias, bastante acongojadas ya. P e r o
los soldados, enardecidos por la natural resis-
tencia, la lucha y la e n s o r d e c e d o r a gritería de
las víctimas, empujaban las puertas, las vol-
teaban si ofrecían resistencia y entraban hasta
las piezas interiores (i), matando p e r r o s y
volteando muebles, mujeres, criaturas, viejos
y todo lo q u e se les ponía por delante, á fin
de q u e la orden se cumpliera con la exquisita

(i) RENGGER y LONGCHAMP: Obra citada.


R O S A S Y EL D O C T O R FRANCIA 321

e x a c t i t u d de detalles q u e tanto complacía a


S . E . U n a vez t e r m i n a d o el combate, la tropa
s e r e t i r ó triunfante, dejando el campo sem-
b r a d o con los c a d á v e r e s mutilados de los p o -
b r e s p e r r o s . P a s ó s e el parte correspondiente,
con el consabido al "Excmo. s e ñ o r Dictador
S u p r e m o de la República del P a r a g u a y , etc.",
y restablecida la tranquilidad todo volvió á
su antiguo quicio con la misma s a n g r i e n t a
monotonía de antes!
Los comandantes de campaña, q u e se c o m -
placían en imitar en sus vejaciones y e x t r a -
vagancias al jefe del Estado, declararon igual
g u e r r a á los p e r r o s , h a c i e n d o p e r e c e r en pocas
horas un n ú m e r o considerable de ellos.
E n esto de imitaciones, lo mismo "los ínti-
m o s " que los comandantes y hasta el más hu-
milde alcalde, llevaban lejos su ridículo entu-
siasmo. Cuenta R e n g g e r q u e a l g u n o s de ellos,
habiendo visto q u e el Dictador usaba por la
m a ñ a n a "una r o b e de c h a m b r e " , se habían
hecho hacer un traje análogo, p e r o á guisa de
uniforme ordinario y sin a b a n d o n a r l o jamás,
aun para montar á caballo, se paseaban llenos
de orgullo pero descalzos, y sin calzoncillos
muchas veces.
En la casa de los antiguos g o b e r n a d o r e s ,
que era uno de los edificios más g r a n d e s de
la ciudad, construido por los jesuítas poco
tiempo antes de su expulsión, era donde el
2 1
322 JOSÉ M. RAMOS MEJÍA

viejo déspota tenía su residencia oficial, r o -


deado de esta C o r t e singular: el "fiel de fecho"
m e m o r a b l e , su e x t r a ñ o heraldo, su médico
herbolario, sus v e r d u g o s , el p e r r o y otros dos
amigos q u e compartían con este último los
afectos del gobierno. E r a n éstos dos cuer-
vos (i), q u e vivieron humillados y o b s c u r e c i -
dos en la inacción á q u e los había destinado
la rapacidad s a n g u i n a r i a de Patino y B e j a r a -
no. Sólo se ocupaban en picar el lomo d e los
caballos de los g r a n a d e r o s y en c o m e r s e la
c a r n e podrida q u e éstos tiraban. C u a n d o la
abstinencia se prolongaba demasiado, sus ojos
r e l a m p a g u e a b a n y las alas se movían con esa
agitación convulsiva con q u e se m u e v e n en
presencia de la p r e s a codiciada: tomaban olor
á s a n g r e y aleteaban hincados p o r el h a m b r e
y por las p r o m e s a s no cumplidas, de un e t e r -
no b a n q u e t e de ojos y de c a r n e h u m a n a . Sin
e m b a r g o , nunca p u d i e r o n s o r p r e n d e r l o s de-
v o r a n d o el ojo de algún muerto; bien es v e r -
dad q u e a u n q u e lo h u b i e r a n intentado sólo
habrían hallado la órbita vaciada por la mano
de alguno de los G u a y c u r ú s q u e custodiaban
la " C á m a r a de la T o r t u r a " . Esos eran sus dos
más formidables rivales.
A pesar de todas estas amistades a p a r e n t e s ,
F r a n c i a era suficientemente suspicaz, y dema-

(i) Veinte años en los calabozos del Paraguay.


ROSAS Y EL DOCTOR FRANCIA 323

siado cruel y s e v e r o , para conceder p o r com-


pleto su c a n ño á nadie: á no ser al p e r r o y á
los cuervos, por q u i e n e s tenía v e r d a d e r a p r e -
dilección, más por misantropía q u e por amor
á los animales.
BIBLIOGRAFÍA

GUISLAIN.—Lecciones orales, etc, etc.


RENGGER Y LONGCHAMP.—Historia de la Revolucién
del Paraguay.
ROBBERTSON. - Cartas sobre el Paraguay.
TARDIEU.—La Folie.
GRATIOLET.—De la fisonomía.
RAMÓN GIL NAVARRO.—Veinte años en un calabozo,
ó la desgraciada historia de veinte argentinos enve-
jecidos en los calabozos del Paraguay.
VOGT. —Lettres physiologiques.
FOURNIER (E.).—Psychologie.
TERÁN Y PEREIRA GAMBA.—Compendio de Historia
y Geografía del Paraguay.
DAGRON.—Des Alienes.
W . C. ELLIS.—Traite de l'alienation mentale.
MOLAS. — Descripción histórica de la antigua
provincia del Paraguay.
HOFFMANN. — Elements de medecine légale.
DUMERSAY.—Histoire phisique, economique, et-
cétera du Paraguay.
MOREAU DE TOURS.— Psichologie morbide.
JACCOUD.—Patología interna. —Apuntes de los se-
ñores Machain y Loizaga.
326 BIBLIOGRAFÍA

ROBERTSON.—Cartas sobre el reinado del T e r r o r


bajo la dictadura de Francia.
FALRET.—Maladies mentales.
LEGRAND DU SAULLET.—Traite de Medecine légale.
LUYS. - T r a t a d o de las enfermedades mentales.
FUNES. E n s a y o de la Historia Civil del P a r a g u a y .
MITRE.—Historia de Belgrano y de la I n d e p e n -
dencia Argentina.
Du G R A T Y . — L a República del P a r a g u a y .
.BARROS ARANA. —Compendio de la Historia de
América.
F . PAGF. —La Plata, the A r g e n t i n e confederation
and P a r a g u a y .
ARCOS. L a Plata.
ÍNDICE

Páginas.

LA NEUROSIS DE ROSAS

CAPÍTULO PRIMERO
LOS PROGRESOS DE LA PSIQUIATRÍA

Progresos de la medicina en el estudio de la fisio-


logía y patología del sistema nervioso.—Las
localizaciones cerebrales y los fisiólogos mo-
dernos.- Conclusiones de Charcot, Beuillaud,
Broca, Luys, etc.—El lenguaje y la tercera cir-
cunvolución cerebral.—La sangre, la orina y
la inteligencia.—Trabajos de los alienistas.—
Fisiología patológica del delirio. — Voisin,
Clouston, Klelps —Progresos de la Psiquiatría
moderna:—Las neurosis; su definición y divi-
sión.—Entre la razón y la locura hay una zona
intermediaria.—Los intermediarios son enfer-
mos. —Laségue y los exhibicionistas.—Morel,
Moreau de Tours, etc.—La historia presenta
muchísimos ejemplos de intermediarios y aun
de verdaderos locos.—Felipe II, Carlos V y
328 ÍNDICE

Páginaa.

su epilepsia.— Reyes locos.—Influencia de las


neurosis en la Historia.—Ideas de Moreau de
Tours.—El genio y la locura emanando de una
misma fuente.—Ejemplos.—La parálisis gene-
ral, la hemorragia cerebral y los grandes repre-
sentantes de la Humanidad.—Enfermedades de
los grandes hambres.— Newton, Spallanzani,
Haller, Boerhave.—Aplicaciones históricas. 9- 60

CAPÍTULO II
LAS NEUROSIS EN LA HISTORIA

Las neurosis en la Historia.—Ideas de Tissot y


Diderot.—Los neurópatas célebres.—La His-
tología de la historia. —Fisiología de la genera-
ción de la Revolución é Independencia.—Su
temple, sus costumbres, sus enfermedades.—
Por qué fué vigorosa y sana.—La selección na-
tural.— La lucha por la existencia.—Los con-
quistadores de América.—Herencia de ciertos
rasgos.—Quiroga y Artigas. —Atavismo moral.
Caracteres adquiridos y hereditarios.—La ima-
ginación de los conquistadores transmitida en
su estado de exaltación.—Los milagros en la
historia de la conquista,—Predisposición heredi-
taria á las perturbaciones cerebrales.—Influen-
cia de los acontecimientos políticos.—Opi-
niones de Esquirol, Piner, Lunier, etc., etc.—
Influencia de la Revolución Argentina y de la
anarquía.—La Montonera.—Epidemias de his-
terismo en las provincias.—Exaltación cerebral
durante la anarquía.—Quiroga y Aldao en la
etiología de la enteritis en Tucumán.—La anar-
quía en la patogenia de las perturbaciones ner-
ÍNDICE 329

Página».

viosas y en las enfermedades al corazón.—En-


fermedades nerviosas en nnestros grandes hom-
bres.—Rivadavia.—Don M. J. García.—D. Vi-
cente López.—El almirante Brown.—Los epi-
lépticos.—D.Florencio y D. J. Cruz Várela.—
Influencia del clima.—Opiniones de M. Mous-
sy.—Conclusión 61 - n i

CAPITULO III
LA NEUROSIS DE ROSAS

Los padecimientos del cuerpo y del espíritu.—


Anomalías de la organización moral.—Diátesis
y morales.—La educación. —Los grandes crimi-
nales.—Opinión de Bruce Thompson y de otros
autores.—Impulsiones al crimen.—Ejemplos
notables. —Impulsiones homicidas.—Monoma-
nía impulsiva ú homicida.—Naturaleza de esta
enfermedad.—Pródromos y accesos.—La locu-
ra moral.—Opiniones de Maudsley y otros au-
tores sobre la locura moral.—Descripción y mar-
cha de la enfermedad.—Los defectos físicos,
la escrófula y el raquitismo en los locos mora-
les.—El temperamento y la constitución de Ro-
sas.—Estado de su cerebro.—Infancia de Ro-
sas.—Su inteligencia.—La lesión de una facul-
tad en el orden moral no entraña fatalmente
una lesión correlativa del orden intelectual.—
Los médicos de Rosas.—Lepar y Cuenca. —Sus
papeles y referencias.—Patogenia.—Diagnós-
tico y pronóstico.—Conclusión 1 1 3 - ióa-
330 ÍNDICE

P4ginaa.

CAPÍTULO IV
CAUSAS DE LA NEUROSIS DE ROSAS

•Etiología de las perturbaciones cerebrales.—Cau-


sas morales y causas físicas.—Rol de la heren-
cia.— Opiniones de Buchner, Haeckel, Vir-
chow, etc.—La genealogía de Rosas. -Heren-
cia materna.—Carácter de la madre de Rosas.
Su temperamento.—Carácter de los heredita-
rios.—Transformaciones de las enfermedades
nerviosas.—El cráneo de Rosas.—Causas de-
terminantes.—Traumatismo del cráneo.—Afec-
ciones de los órganos génito-urinarios.—Cóli-
cos nefríticos.—Influencia de estas afecciones
sobre el carácter.—Opiniones de Mercier y
otros autores.—Conclusión 163- 189

CAPÍTULO V
ESTADO MENTAL DEL PUEBLO DE BUENOS AIRES
BAJO LA TIRANÍA DE ROSAS

•Generalización de los trastornos cerebrales. —


Ejemplos en la historia antigua y moderna.—
Epidemias morales en Francia, Italia y Alema-
nia.—Opiniones de los autores.—Propagación
del histerismo. — Patogenia de estas epide-
mias.— Estado moral de Buenos Aires.—La
demonolatría de la Mazorca.—Las fiestas fede-
rales.—Testimonios de la prensa de Rosas.—
El terror en la etiología de los trastornos ner-
viosos.—Efectos del contagio moral y del alco-
holismo.—Exaltación y depresión moral.—Fi-
siología de la Mazorca.—Su influencia sobre el
ÍNDICE 331

Páginas.

resto de la población.—Sus orgías, sus héroes,


sus víctimas.—La prensa de la época.—El cle-
ro.—Períodos de remisión y de enardecimien-
to.—Conclusión. 191- 232
BlBLIGRAFÍA......
233

LA MELANCOLÍA DEL DOCTOR FRANCIA

CAPÍTULO PRIMERO

Juicios sobre el dictador Francia, emitidos por


diversos autores: Kengger y Longchamp, Mo-
reau de Tours, etc.—Los padres de Francia.—
Su origen y antecedentes.—La niñez.—Prime-
ros síntomas de locura.—Incidentes íntimos.—
D . Martín Arámburu.—En la Universidad de
Córdoba.—Influencia de la educación que reci-
bió allí, sobre su enfermedad.—Qué era la Uni-
versidad de Córdoba y cómo pudo influir de
una manera tan poderosa. — El Colegio de
Monserrat.— Opinión de Funes.—Influencia de
la educación en el desarrollo de los trastor-
nos mentales.—Cómo iba acentuándose su me-
lancolía.—Síntomas avanzados.—Episodios de
su vida de colegial.—Contestura moral de los
educandos de Loreto y Monserrat.—Sus entre-
tenimientos.—Otros síntomas 239- 266

CAPITULO II

Llegada de Francia al Paraguay.—Nuevos sín-


tomas.—Ataques de hipocondría.—El Dr. Gau-
na.—Retrato de Francia.—Sus trajes.—Sus ha-
332 ÍNDICE

Páginas.

bitos.—La organización interna de su casa.— '


Acentuación de su enfermedad.—Accesos de
furor.—Sus sobrinos y su hermana.—La dis-
pepsia.—Efectos de la dispepsia sobre su es-
píritu.—Síntomas neuropáticos de los dispépti-
cos.—Delirio de las persecuciones.—Desfalle-
cimiento de sus facultades.—La «Cámara de la
Verdad".—Sus ensueños mórbidos.—Efectos
de ellos.—Su constipación habitual.—La me-
lancolía termina su evolución.—Derrame sero-
so.—Decrepitud.—Muerte de Francia.—Estiga-
rribia.—Sultán 267- 296

CAPÍTULO III

Los Íntimos.—Los chambelanes.—Los heraldos


y los verdugos.—Bejarano.—El médico Esti-
garribia, su retrato, su vida y sus talentos.—
La terapéutica de las enfermedades de Fran-
cia.—Sus insomnios y su constipación.—Pre-
ocupaciones de Estigarribia. —Patio. — Siste-
ma penal de Francia.—El gabinete de estu-
dio.—Su ama de llaves.—El perro Sultán.—El
negro Pilar.—Los cuervos. —Extravagancias
dolorosas.—Matanzas de perros. —Ejecucio-
nes.—Servilismo.—Sus únicos amigos.—Minu-
ciosidades administrativas.—Conclusión. 297- 323
BIBLIOGRAFÍA 325
BIBLIOTECA AYACUCHO
BAJO LA J^ECCION DE DON RUFINO BLANCO-FOMBONA

OBRAS PUBLICADAS

f-U.—MEMORIAS DEL GENERAL O'LEARY: /


Bolívar y la emancipación de Sur-América.
Dos lujosos volúmenes de 700 á 800 páginas er 4. Se 3

venden separadamente sA precio de 7,50 peseta? cada


uno.

HI.—MEMORIAS DE O'CONNOR
sobre la
Independencia Americana.
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V.—MEMORIAS DEL GENERAL JOSÉ ANTONIO PÁEZ.


Un volumen muy bien impreso, en 4." Precio: 7,50
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V.—MEMORIAS DE UN OFICIAL DEL EJÉRCITO ESPAÑOL.
Por el Capitán Rafael Sevilla.
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VI-VII.—MEMORIAS DEL GENERAL GARCÍA CAMBA.
Para la historia de las armas españolas en el Perú.
Dos magníficos y gruesos volúmenes en 4.°, á todo •
lujo. Precio: 7,50 pesetas cada uno.

VIII.—MEMORIAS DE UN OFICIAL DE LA LEGIÓN BRITÁNICA.


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pación Hispsmo-americana.
Un volumen en 4.°, 4 pesetas.

IX.—MEMORIAS DEL GENERAL O'LEARY.


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dos volúmenes sobre Bolívar y la emancipación; es una
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X.—DIARIO DE MARÍA GRAHAM.


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XI.—MEMORIAS DEL REGENTE HEREDÍA.
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