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A comienzos del siglo XIX se había intentado llevar a cabo la revolución del régimen
señorial, de manera que en 1808 se había llevado a cabo la revolución liberal, una
etapa que rompía con el pasado. En 1811 se dicta el primer decreto para abolir los
señoríos, algo que se retomará en todos los periodos liberales (1812, 1820, 1823 y
1837). En agosto de la última fecha se va a producir un cierto retroceso, porque se habla
de abolir el régimen señorial pero sin reconocer el concepto burgués de propiedad.
Los señores debían presentar los documentos que probaran la territorialidad de su
señorío, de manera que con ese documento podía justificarse que un noble fuera dueño
de una propiedad. Lo que se pretendía era que esa propiedad cambiara al concepto de
propiedad burguesa: una propiedad libre, individual y absoluta.
Hay que indicar que en España hay un elemento fundamental para comprender como se
establece el estado liberal: superada la etapa del liberalismo más exacerbado, ciertos
sectores de la población, sobre todo la nobleza, va a militar en el bando de los liberales,
lo cual significaba que en la mentalidad de la época se va a crear una nueva aristocracia
que, lejos de alejarse de la ideología liberal, se va a conseguir involucrar dentro de ese
liberalismo y va a pasar a ser un grupo muy respetado y un grupo social que sigue
teniendo bastantes títulos de nobleza, pero tiene una dificultad: no tiene dinero
suficiente para mantener su estatus.
En España se podía poner en funcionamiento una frase: “Si queremos que todo siga
como está, es preciso que todo cambie” (el gatopardo). De los dos estamentos más
importantes que teníamos en España (aristocracia y clero) una nobleza que se ha
trasformado pero no se ha quedado debilitada, que ha salvado sin excesivas perdidas la
difícil situación en que le ha puesto la revolución, y ha permitido involucrarse en una
sociedad predominantemente clasista. Esa aristocracia ha acertado a convertirse en un
grupo social que ya no quiere que su forma de dominio sea el de la tierra, sino que tiene
intención de que el nuevo estado liberal permita que sus antiguas propiedades se
conviertan en esa propiedad burguesa ya mencionada. Esa aristocracia va a seguir
manteniendo los privilegios anteriores y va a mostrarse interesada en integrarse en la
sociedad burguesa, haciendo compras de títulos nobiliarios siempre que sea posible.
La iglesia en estas fechas se va a despegar del campesinado a medida que tenga que
aceptar como un hecho consumado la desamortización. Parece que el verdadero poder
de España lo había tenido hasta ese momento el clero, porque la iglesia española de esas
fechas podía ser entendida como una institución democrática, ya que un primado podía
ser hijo de un carbonero y aun así llegar a ser primado, y por su parte, el episcopado
podían ser individuos respetables pero a la vez generosos y caritativos. Lo más
importante es que esa iglesia va a querer ser una institución de caridad y, por otro
lado, tener también una íntima conexión con otras formas de la vida social. El único
problema que va a tener en estas fechas es la desamortización.
La ley de 1820 fue retomada, aboliendo la vinculación civil de una serie de terrenos
que habían pertenecido a la iglesia. La liberación de la tierra fue considerada casi
como el logro del liberalismo español. Hay una serie de leyes desde 1813 a 1855 fueron
vendidas tierras cultivables que habían sido propiedad de los municipios y más adelante
las tierras de la iglesia habían sido vendidas en su mayoría a aquellos individuos que
habían comprado obligaciones al gobierno. Esas propiedades pasaban de manos de los
hidalgos a los compradores. Esa transferencia de tierras aumento la productividad
agrícola, como se había previsto, pero no resolvió el aspecto económico que se
pretendía.