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Aclaración. Al comienzo del poema “La refalosa”, antes del “mirá gaucho
salvajón”, aparece un texto en prosa, consta de una oración que dice:
Vamos a trabajar en esta clase y la próxima, seguramente, con un tipo de poema que es
el poema patriótico. Es un tipo específico de género -aún muy común- del cual no
vamos a hacer una gran definición, pero sí una definición primaria para tener una idea.
El poema patriótico sería un tipo de poemas en el que se mezcla la idea de constitución
de un territorio colmado de sentimiento.
Ustedes me van a preguntar qué quiero decir con sentimiento. Sentimiento sería
(estoy pensando en una definición de sentimientos de Nietzsche, que luego es retomada
por Heidegger) un tipo de lenguaje que une dos formas distintas de reacción frente al
exterior. Une los dos extremos de los sentimientos: por un lado, los afectos y, por otro
lado, las pasiones.
La diferencia entre los afectos y las pasiones tiene que ver con la constitución de
lo subjetivo en el lenguaje. Los afectos son un modo de reacción frente al exterior que
solamente necesita el estímulo en el exterior y de los sentidos para que el afecto ocurra:
reacciono frente a la frialdad de los demás, reacciono frente a la indiferencia, a los
insultos, etc. Mientras que las pasiones son otro tipo de sentimiento porque necesitan la
constitución de un yo: yo amo, pero nadie ama como amo yo porque el modo que yo
tengo de amar está totalmente intervenido por mi forma de ser, mi forma de actuar, mi
forma de vivir en el mundo, yo amo como no ama nadie y odio como nadie odio porque
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Hay algo en la traducción del sentimiento patriótico que es muy extraño, mucho
más fácil es la individualidad del amor. Porque Madonna ama y yo amo como ama
Madonna. Tenemos la misma edad, yo me eduqué escuchado que ella llora como una
virgen, entiendo perfectamente el universo de Madonna. Pero si bien entiendo el texto
de “Dios salve a la Reina” y entiendo por qué un inglés puede decir eso -lo pone en una
relación con la sociedad y con el entorno en donde vive-, y lo puedo traducir, pero no
puedo traducir ese sentimiento en mí mismo. Noten la complejidad que tiene el
sentimiento patriótico porque como esta colmado de territorialidad, la idea de territorio
divide a los enunciadores. Al mismo tiempo, el sentimiento patriótico es un sentimiento
que podríamos decir que es el epitome del discurso ideológico.
Y tiene otro de los rasgos típicos del poema patriótico nacional argentino: está
escrito en el exterior, es decir, que lo escribe es un exiliado. La lista es prácticamente
infinita y llega hasta el presente: lo único que me hace querer a la patria es estar
mirando el Sena en París (en este caso, no es Uruguay, pero no importa).
La lista de poemas patrióticos termina con Juana Bignozzi, poeta que murió el
año pasado. Uno de sus últimos libros se llama Regreso a la patria. Nunca había usado
la palabra patria en sus poemas y cuando vuelve luego del exilio -de fines de la década
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del setenta-principios de los ochenta- pone la palabra patria en uno de sus poemas sin
vergüenza.
Este fue un introito para que vean que el poema patriótico permea la historia de
la literatura; y la permea de un modo que Adorno consideraría deplorable, incluso no
consideraría este tipos de textos parte de la literatura, porque son textos que renuncian,
deliberadamente, a su autonomía literaria para pasar, como es el caso de “La refalosa”,
al lugar de panfleto.
Es un texto donde aparece una voz en primera persona parta decir algo acerca de
un colectivo de otras personas –vamos a llamarlos “gauchos brutos” o “malos”, tenemos
una ristra de adjetivos que podemos adjudicarles–. Voz que no está hecha para la
empatía sino para el escándalo. Está hecho para que digamos “esto es un horror”.
El hecho de que el poema este hecho para el escandalo hace del texto una cosa de
muchas capas. Porque si el texto está hecho para el escándalo, quiere decir que en el
interior de la voz hay dos voces. Una es la voz del gaucho que nosotros estamos
escuchando, esa voz que nosotros vemos.
Cuando veamos un texto teórico, vamos a ver cómo el poema está hecho para la
memoria. Para una lectura que es la memoria. Claro, obvio, los alumnos de Letras anti
enciclopédicos me van a decir “asqueroso, la memoria”. Pero la poesía hay que
aprendérsela de memoria. Yo conozco cuentos de memoria y me encanta. Cuando me
voy de viaje, como no puedo leer -porque tengo motion sickness (es decir, no puedo leer
en autos en movimiento)- aprendí varios cuentos de memoria. Entonces, cuando viajo
me los recito y me siento muy bien.
En el poema hay una voz que es la del gaucho malo que dice “yo” y que no tiene
pudor en demostrar que es una porquería de sujeto. Pero también hay otra voz en el
mismo momento que reverbera en la voz del gaucho: es una voz que nos está diciendo
“mirá lo que dice, mirá cómo hablan”.
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Vamos a ver en “La refalosa” una reverberación: una serie de voces pegadas unas
a las otras. Es el discurso del gaucho y puesto sobre el discurso del gaucho el otro
discurso. Aparece un problema grave en el texto: pone al lector en un lugar crítico. Este
poema no se puede leer así: “el otro día estaba pensando en torturar a alguien. ¿Cuáles
serían los textos de la tortura en la literatura argentina? Todos, si la literatura argentina
es una historia de la tortura. Empiezo, ¿entonces por cortarle las falanges?”. El discurso
está hecho para que el lector se ponga en un lugar de escándalo. De hecho, el discurso
exige del lado del lector dos voces: una voz que siga la acción y una voz crítica que dice
“esto está mal”.
Voy a citar un ejemplo para que vean el contexto intertextual de este poema,
mucho antes de la Revolución. Un poema de fines de 1700 dice:
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Me manda de penitencia
Que baile la Refalosa.
A nosotros esto nos permite ver cómo la palabra gaucho va rotando su sentido
hasta volverse exactamente lo contrario.
Aparecen en “La refalosa”, entonces, los siguiente rasgos. Por un lado, un tipo de
discurso que tiene muchas reverberaciones y, por otro lado, una lectura o escucha que
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El gaucho que habla dice que esto es una refalosa, es decir, es un baile. Pero
nosotros tenemos que saber que no es una refalosa como la del cura de Santa Rosa sino
una tortura en la que persona va a resbalar sus piecitos en su propia sangre. Por lo tanto,
lo que aparece es la idea de que lo que vamos a ver ahora es una representación de lo
inhumano, es una representación de lo político nacional que es lo apolítico.
Otro de los textos sobre los cuales está trabajando este texto es el Manual de
Inquisidores. La Inquisición es forma de la captación de feligreses, una forma de la
conversión mediante la amenaza, que incluye un rasgo que en el texto es fundamental:
es un texto sobre (a pesar de que es anacrónico) la manipulación psicológica de una
persona.
El texto se define a sí mismo como una amenaza. Tiene ahí algo interesante. Es
un acto verbal que copia al acto verbal. Es un poema, y este poema lo que muestra es
una amenaza, que también es un hecho verbal. Esta hecho básicamente para generar
miedo. Y de acuerdo con los manuales de inquisición generar miedo es uno de los
objetivos fundamentales de la tortura inquisitiva. Un discurso que anuncia al torturado
los pasos por los que va a pasar la tortura es necesario para que el torturado sienta aún
más miedo. Todo inquisidor lo primero que tiene que hacer es explicarle qué le va a
hacer; muchos, con la sola amenaza, se convierten.
Este texto es toda una secuencia verbal de amenazas en las que se explica qué se
le va a hacer al cuerpo. Todo este universo de posibilidades que se plantea para el
cuerpo del torturado puede mágicamente desaparecer si esa persona entiende las razones
de este estado.
Dar la voz al otro es el rasgo principal de la literatura, tal como lo piensa Bajtín.
Implica un universo de posibilidades para la literatura porque para Bajtín ese momento
en que la literatura tiene ese efecto de voces en conflicto en el mismo texto es el
momento en que la literatura se comprende a sí misma y comprende su lugar en la
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“Che, pero matar está mal”, dice el personaje. Al decir esto, Bajtín ve lo
siguiente: ¿matar está mal? Crimen y castigo nos pone en un conflicto ideológico con
respecto de algo sobre lo que no teníamos ninguna duda. Porque después que el
personaje mata pasan 300 páginas deliberando acerca de las condiciones en las que
cometió ese acto. Eso quiere decir que hay material para la deliberación; es decir, hay en
mí distintos lenguajes que pelean. Ese espacio oscuro que hay en mí, que me permite
pensar que existe la posibilidad de un debate acerca de cualquier palabra, dice Bajtín,
está en lenguaje, y hace que las palabras roten sus sentidos todo el tiempo, que las
palabras puedan ser usadas en diferentes contextos, para tener distintos valores. Tiene
que ver con un hecho esencial: mi lugar en la sociedad y mi posición existencial por la
cual yo sé que antes de que yo sea yo y de que yo me piense a mi mismo como algo,
alguien me vio antes. Y aun cuando me vieron antes y me descubrieron antes de que yo
me descubriera a mí mismo, me ven todo el tiempo de un modo en el que yo no puedo
ver jamás. Es decir, el Otro me ve el cuerpo de un modo del que yo nunca me lo voy a
poder ver: me lo ve completamente. Al verme completamente lo que el otro hace es
poner dentro de mí la idea que, según Bajtín, no es un “yo soy” sino un “yo también
soy”; es decir, “yo soy, pero otro es antes”. Es decir que, para Bajtín, la categoría de
otro es anterior. Esa idea de que el otro sea anterior a mí genera este conflicto en mí que
es la consciencia del otro en el interior de mi consciencia.
Del mismo modo todas estas palabras con las que estamos trabajando son
palabras que resuenan para distintos lados.
Veamos un rasgo, quizás un poco lateral, del poema: todos los modos en los que
se habla de lo religioso en el poema. “Mientras lo acuchilla, claman por cuanto santo
conoce”, “para vos esto es más terrible que el viernes santo”: es decir que es más
terrible lo que se va a hacer con tu cuerpo que lo que se hizo con el cuerpo de Jesús.
Que aparezca todo el tiempo nombrado el discurso de la religión en el texto quiere
decir: a) “ese gaucho es tan basura, tan porquería que miren el uso que hace lo
religioso”; b) “los dioses se han retirado, al menos de mi conciencia”. Aparecen,
entonces, lo religioso y lo anti religioso en un discurso que es indecidible.
La idea de retirarse de los dioses, típico de fines del siglo XVIII, ocurre en el
mismo momento en que en la sociedad aparecen categorías que vienen a plantear una
verdad que antes no existía como tal. Por ejemplo las categorías de “sociedad”, “opinión
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pública”, “nación”. No estoy diciendo que no existieran antes, pero no podía competir
en su valor de verdad respecto a una verdad absoluta, la verdad de Dios. Podemos,
entonces, decir que el poema puede ser político: el poema sale como un panfleto
cualquiera que nos explica algo acerca de un nosotros.
Dijimos que el poema tiene una parte verbal –la amenaza que está incluida en el
interior del poema- y una parte física –la tortura; la exploración más o menos minuciosa
del cuerpo del otro–.
Del otro lado del gaucho, hay una persona dispuesta a hacer público lo que
sucedió porque dice que es una amenaza que se dirige a Jacinto Cielo “gacetero y
soldado”. Esas definiciones que se le ponen a Jacinto Cielo indican que es una persona
que tiene la expresión en el campo de lo público y, al ser soldad, está del lado del
estado. Esa ecuación “medios + estado” todavía sigue interpelando.
No piensen solo en la “corpo”. Piensen también en textos como Los juegos del
hambre: es una asociación entre los medios y el estado contra los jóvenes. Los textos
distópicos de la literatura juvenil global siempre muestran que el estado y los medios
están confabulados contra los jóvenes. Esto es raro en la medida en que cuando yo
estudié lo hice para ser el docente que le iba a decir a sus alumnos “chicos hay que leer
los medios para saber de qué se trata la realidad”. Mientras que ustedes están siendo
formados para un futuro en que van a tener que decirle “basta” a los medios.
Otro de los rasgos que tiene el poema es que el cuerpo ese que estamos
explorando, el cuerpo del unitario, es tratado solamente como el cuerpo de un animal.
Es decir: las partes del cuerpo que tiene son las partes del cuerpo de un animal. Tiene
pescuezo, cogote, patas, etcétera. Es alternativamente el cuerpo de un animal o el
cuerpo de un niño o, peor aún, el cuerpo de una mujer (peor en el sentido de que se
puede ir más abajo).
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Lo que trabaja Benjamin en ese texto es trabajado en un texto que ustedes tienen
en la bibliografía llamado El absoluto literario de Labarthe y Nancy.
Esto nos sucede cuando leemos los grandes textos del Romanticismo alemán
como el siguiente: “La hija de un señor que se quedó viudo se casó con otra señora. El
señor era relativamente rico, quizás noble. Cuando este señor muere, la hija es enviada a
limpiar las cenizas del hogar. Tiene unas hermanastras, Anastasia y otra. Un día en el
bosque se encuentra con un macho súper fuerte, súper todo, y casualmente este hombre
se enamora de esta mosquita muerta. Podríamos decir que le ve el potencial. Entonces,
arma el baile.”
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Esto es lo que hace Ascasubi: no nos dice “Rosas es un hijo de puta, los
Federales son malos, los gauchos son ignorantes y brutos” sino que nos muestra un
mundo posible, que es posible porque el lenguaje nos envuelve completamente y nos
define completamente, y el único lugar donde el lenguaje reflexiona sobre sus propias
condiciones de su producción lingüística es en la literatura. La literatura, entonces, se
define como el lugar crítico del lenguaje. Es decir que la literatura es crítica. Y a partir
de ahí toda literatura es crítica e incluso toda literatura lo puede ser. No hay ninguna
palabra que no pueda ser usada en el sentido inverso.
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salida, no tienen otra posibilidad; porque si no se levantan a un hombre que tenga una
buena posición van a perder. De modo tal que su único objetivo, ilusión y fantasía es
comprarse cintitas de seda para poner las tetas en bandeja. Las mujeres usan el talle
princesa para levantar el busto, para así dar a entender que funcionan, que son gallinas
que funcionan. Y van al gallinero a que un macho las agarre. ¿Qué otra cosa pueden
hacer? El capitalismo las puso en ese lugar: el dinero se les va de las manos, no pueden
tener propiedades.
En todas las novelas de Jane Austen siempre hay una que dice (Emma,
Elizabeth) “me guastaría que el hombre con el que voy a pasar el resto de mi vida no me
dé asco”. La madre, el padre dicen “¡Nooo! Esto es una desgracia: tu consciencia es la
desgracia de esta familia”. Entonces, un día Elizabeth llega a Pemberly. El dueño de la
casa, Darcy, no está. Ella entra y ve que Darcy es un coleccionista de arte, que Darcy
tiene retratos de su familia, de él mismo y de su hermana –es decir, ha contratado
pintores–, en otra sala se puede escuchar la música de un piano. (Franco Moretti en su
libro El burgués se pregunta de qué trabajan estos hombres, qué hacen. Bueno, les digo:
comercian esclavos.) Elizabeth creyó en un momento que Darcy era un frívolo. Pero
después de entrar en su casa y ver sus propiedades –que son las mejores–, ella se da
cuenta que está enamorada. Y es ahí cuando entendemos lo que Jane Austen nos quiere
decir: que un hombre es la suma de las propiedades que tiene y que una mujer es un
cuerpo.
Ese sería el modo crítico en que está pensado el texto. Miren lo que ella vio en
la sociedad en la vivía, en el pináculo de la civilización en el 1800 de Inglaterra.
Volviendo a nuestro poema que cuenta, fíjense que todos los verbos que aparecen
en el texto son verbos que discuten la categoría de “libertad”: agarran, estacan, ligan,
sujetan, desatan, sueltan. Qué es la libertad esta todo el tiempo siendo pensada en el
texto. La categoría libertad está siendo pensada en el lugar más frágil donde podemos
pensar la libertad: el cuerpo.
Lo último que quiero que observen en el texto es que el texto se está planteando
a sí mismo como un texto civilizatorio. Nos está planteando en una encrucijada
nacional. En la literatura argentina nos planteamos todo el tiempo, de un modo más o
menos sistemático: ¿cómo vamos a llamar eso que hay entre nosotros?, ¿lo vamos a
llamar civilización?, ¿no es demasiado para estos monguis al final del mundo que
somos? Ese conflicto también tiene un problema: ¿a qué llamamos civilización?, ¿cómo
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lo opuesto a qué?
Estudiante: A la barbarie.
Elias nos lleva a una especie de confín, pero en el tiempo. Llega al siglo XIII.
Según Elías, aparece, en la cultura europea, una serie de modos, formas de actuar según
las cuales una serie de hechos humanos comienzan a enrarecerse. De repente, las
personas empiezan a reírse de otras personas por alguna razón, como por tener gases
sonoros y olorosos. ¿Cuál fue el momento en que esto empezó a ser un tabú social? No
es algo que pensamos todo el tiempo, pero, sin embargo, tenemos un control total sobre
nuestro cuerpo. Llegamos a un nivel de civilización tal que, simplemente, no ocurre. No
ocurre porque hemos ejercido una violencia sobre nuestro cuerpo que hizo que eso no
vaya a pasar.
Otro ejemplo que da Elías. Siendo que en la Edad Meda el 80% de la dieta
consistía en carne, la gente dejó de tomar la carne con las manos y empezó a usar
instrumentos para llevar la comida a la boca, instrumentos que son parecidos a los de la
guerra, pero en chiquito. El concepto de higiene es un concepto del siglo XIX; esto
sucedió mucho antes. Instrumentos en otras culturas serían considerados la barbarie
misma. Esto simplemente ocurrió.
Para Norbert Elias todo esto es parte de la manera en que el Estado nos explica
que el monopolio de la fuerza lo va a tener él.
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