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Entrevista Carlos Gamerro/Facundo o Martín Fierro.

Los libros que


inventaron la Argentina
Por Horacio Bernades

El título mismo obliga a hacerse preguntas. ¿Puede la literatura inventar un país? ¿No es acaso a la
inversa? Inspirado por las tesis “antimiméticas” de Oscar Wilde (el arte no imita a la vida, sino al
revés) y cierta idea de Borges (la de que a la Argentina le hubiera ido mejor si su “gran libro
nacional” hubiera sido el Facundo, en lugar del Martín Fierro), Carlos Gamerro (Buenos Aires,
1962) propone, en Facundo o Martín Fierro. Los libros que inventaron la Argentina, jugar a un
“como si”. “Hagamos como si la literatura fuera no sólo muy importante, sino lo más importante
del mundo”, propone en el prólogo. “Supongamos que de algunos libros escritos por una dispersa
dinastía de solitarios dependen los destinos del país, las realidades en las que nos movemos […] y
con todo ello nuestras vidas, y veamos qué ha resultado”.

A lo largo de quinientas páginas y siguiendo una cronología que va del Facundo a las más recientes
ficciones políticas (las escritas por Félix Bruzzone, Laura Alcoba o Mariana Eva Pérez), el autor de
las novelas Las islas (1998) y Un yuppie en la columna del Che Guevara (2011) --pero también de El
nacimiento de la literatura argentina y otros ensayos (2006) y Ficciones barrocas (2010)-- revisa las
relaciones entre literatura y política, entre realidad y ficción y entre historias e Historia,
subvirtiendo el planteamiento habitual. Según su tesis, la “o” de Sarmiento en Civilización o
barbarie sería la madre de todas las batallas por la exclusión del otro a lo largo de la historia
argentina. La desconfianza por la Ley tendría su origen en el Martín Fierro. La represión ilegal de
los años 70 habría sido avizorada por Roberto Arlt en Los siete locos y Los lanzallamas. El Che
Guevara, en sus escritos, habría practicado literatura de género. Y así sucesivamente, con extensos
capítulos dedicados a la civilizada barbarie de Sarmiento y Borges, al racismo de Cortázar, a “El
puto en la literatura argentina” o a comparar la literatura política de Rodolfo Walsh con ciertas
novelas de Manuel Puig.

El resultado es polémico, irreverente, sólidamente fundamentado, siempre a contrapierna de lo


esperable.

- ¿Qué hubiera pasado de haber ocurrido lo que Borges pedía, trocar el Martín Fierro por
Facundo como gran libro nacional?
- En principio sabemos lo que pasó: el Facundo influyó sobre toda la historia argentina.
- ¿En qué aspecto?
- En su visión dicotómica de la historia, de la política, del mundo en general. Desde el
subtítulo, Sarmiento plantea una oposición radical entre términos que se excluyen entre
sí. Es civilización o barbarie, no hay posibilidad de conciliación. En función de esa oposición
se alinea todo, todo responde a ella. No hay otra forma de superar esa dicotomía que no
sea la completa supresión de uno de los dos términos por parte del otro.
- Usted señala, sin embargo, la fascinación que Facundo, el bárbaro, ejerce sobre
Sarmiento, el supuesto civilizado.
- En Sarmiento había una puja entre el novelista romántico y el pedagogo iluminista. Su
carácter de novelista lo lleva a ensalzar el coraje de Quiroga, a mitificarlo. De pronto se da
cuenta, se acuerda de que quería presentarlo como modelo negativo, como aquello que
hay que combatir, y ahí aparece el pensador iluminista, predicando la superioridad de la
razón por sobre lo atávico. Esa oposición aparece a veces en el mismo párrafo. Es tan
maniquea la dicotomía que ni el propio Sarmiento logra entrar dentro de sus esquemas.
Se comporta como un civilizado bárbaro. Eso es, sin ir más lejos, lo que le reprochó su gran
opositor intelectual, Juan Bautista Alberdi.
- Borges se queja, en los 70, de que nuestro héroe nacional, Martín Fierro, sea un desertor
y un asesino.
- Sí, pero eso en los 70, cuando empieza a temer que la figura de Martín Fierro sea
apropiada por el peronismo de la época. No olvidemos que los Montoneros toman su
nombre de la gauchesca. Es muy curioso su cambio de punto de vista, en relación con el
Martín Fierro. En sus comienzos abjuraba de la segunda parte del poema, “La vuelta de
Martín Fierro”, que es donde Fierro “se civiliza”, convirtiéndose en padre de familia y
aconsejando a sus hijos el respeto por la ley. Por entonces Borges se proponía
“rebarbarizar” el Martín Fierro. “Desarmientizarlo”, si se quiere.
- ¿Se puede establecer una vinculación entre el culto del coraje del cuchillero y el del
gaucho?
- Desde ya. En su cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”, Borges convierte en un
momento central de la literatura argentina la pelea a cuchillo en la que el sargento Cruz se
pone del lado de Fierro, en contra de sus propios compañeros, los soldados. Y en “El fin”
“corrige” el final de Martín Fierro, haciendo morir al héroe en duelo a cuchillo. En los 70
reinvierte la interpretación, diciendo que lo que estaba mal era “La Ida”, por su culto de la
violencia (en esa época Borges hizo un mea culpa en ese punto), mientras que “La Vuelta”
estaba bien.
- ¿Qué influencia ejercería sobre la historia posterior la relación de Martín Fierro con la
Ley?
- En la primera parte, Martín Fierro se opone a la ley, en tanto ésta perjudicaba
explícitamente al gaucho. Se rebela frente a la leva obligatoria, deserta del ejército y
termina huyendo de la civilización, refugiándose en la toldería junto a Cruz. Es su
momento o, si se prefiere, su momento bárbaro. Creo que toda esa peripecia prefigura la
desconfianza del argentino hacia la ley, su rebeldía a cumplirla. Tanto el Viejo Vizcacha
como Picardía la transgreden con astucia. El famoso “Hacete amigo del juez” de Vizcacha.
En el ejército, Picardía se hace amigo de los oficiales y participa de negociados y estafas,
de los que el resto de los soldados resultan perjudicados.
- ¿No recuerda esto a lo que pasó en Malvinas, donde los oficiales se apropiaban de
víveres y envíos dirigidos a los soldados y suboficiales?
- Los relatos de Fierro y Picardía sobre su experiencia en el ejército son muy semejantes a
los de los soldados que volvieron de Malvinas. Privaciones de alimento, rancho y
vestimenta. Intemperie, frío, malos tratos de la superioridad. El castigo que los superiores
infligían a los soldados propios era, por otra parte, el mismo: el estaqueamiento.
- ¿Hay alguna continuidad posterior con respecto a la figura del héroe como desertor?
- Los protagonistas de la primera novela sobre Malvinas, Los pichiciegos, de Rodolfo Fogwill,
son desertores, como Fierro y Cruz. Pero no pueden huir, porque están en una isla.
Entonces cavan madrigueras y se esconden en ellas. Algo semejante a lo que en un sentido
más metafórico hacían, durante la dictadura, los militantes perseguidos.
- En uno de los capítulos más abiertos a la discusión, usted contrapone a Rodolfo Walsh y
Manuel Puig como modelos de literatura política.
- Sin duda que Walsh es un modelo poderosísimo de literatura política, empezando por sus
investigaciones ejemplares, continuando por el modo en que liga ambos terrenos y
finalizando con el hecho de que es un gran escritor. Pero la suya es una literatura que se
escribe en función de una determinada lucha política. Se supedita a ella. Puig, en sus
novelas más explícitamente políticas --El abrazo de la mujer araña y Pubis angelical--
cuestiona algunos parámetros de la militancia, cosa que Walsh no había hecho. El
guerrillero de El abrazo… es homofóbico, y en Pubis angelical un abogado que milita en
Montoneros manipula a la heroína, internada con una enfermedad terminal. No
olvidemos que en los años 70, formas “subsidiarias” de discriminación y explotación, como
la de las mujeres por parte de los hombres, o la de los homosexuales, se postergaban en
función del objetivo mayor de la revolución. Los intentos de aunar la lucha por los
derechos de los gays y las luchas revolucionarias no fructificaron. Al plantear el tema, Puig
anticipa la confluencia que sí se va producir mucho más tarde. Lo cual confirma el carácter
productor de realidad que la ficción está en condiciones de tener.

RECUADRO 1: CORTÁZAR RACISTA

- Una de las referencias más “picantes” del libro es al racismo de Cortázar, en el cuento
“Las puertas del cielo”
- El protagonista del cuento es un “doctor” que va a la milonga del Santa Fe Palace a ver a lo
que llama “los monstruos”, una pareja de clase baja por la que siente tanta repulsión
como fascinación. El personaje es una especie de Lucio V. Mansilla, que como se sabe era
un dandy aristocrático. En Una excursión a los indios ranqueles Mansilla habla tanto del
“mal olor” de los indios como de su sentido del orden, limpieza y organización, que lo lleva
a compararlos con estancieros. “Las mujeres casi enanas y achinadas”, escribe Cortázar.
“Los tipos como javaneses o mocovíes”. Se podría pensar que el que describe es el
protagonista y no el autor. Pero el propio Cortázar reconoció, en una entrevista posterior
con Paco Urondo, que el doctor Hardoy era su alter ego, manifestando entonces su
arrepentimiento por las dosis de racismo. En el libro yo reivindico como algo positivo que
Cortázar haya hecho visible un racismo que la sociedad argentina del siglo XX invisibiliza,
reprimiéndolo y naturalizándolo. Hay que tener en cuenta, además, que la heroína del
cuento resulta ser finalmente Celina, la “negra” del cuento, y que el protagonista
reconoce, como en otros relatos de Cortázar (“Casa tomada”, notoriamente) que a partir
del surgimiento del peronismo, los que están fuera de lugar no son los “monstruos” sino
él.
RECUADRO 2: UN ESCRITOR LLAMADO ERNESTO GUEVARA

- Dejando de lado los referidos a Facundo y el Martín Fierro, el capítulo más largo del libro
es el que le dedica al Che Guevara como escritor.
- Lo interesante del Che como escritor --esto lo han señalado, entre otros, Ricardo Piglia y
Martín Kohan-- es que se comporta como tal. No sólo eso: en buena medida su fama, la
proyección de su figura, se basan en sus escritos. Si el Che no hubiera escrito, su estatura,
en términos de recepción masiva, no hubiera sido la misma. Como escritor recurre de
manera más o menos consciente a determinados modelos narrativos o géneros literarios.
Diarios de motocicleta recuerda los relatos de viajes de los beatniks, que le eran
contemporáneos. Pasajes de la guerra revolucionaria: Cuba es claramente una epopeya.
La guerra de guerrillas, un manual. Pasajes de la guerra revolucionaria: Congo tiene un
tono de farsa, incluso a su pesar. El Diario de Bolivia, que quedó inconcluso a su muerte,
puede ser visto como una tragedia o un drama sacrificial. El Che era muy lector, y sus
lecturas aparecen en ocasiones de manera explícita. Durante el viaje del Granma citó un
cuento de Jack London, y en cartas a su madre, previas al viaje al Congo, se comparó con
el Quijote. Congo puede ser leída en relación con El corazón de las tinieblas, de Joseph
Conrad. En ambas, un hombre blanco intenta llevar la civilización (el socialismo, en el caso
del Che) al África negra, fracasando estrepitosamente.

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