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La consulta por dolor abdominal es un hecho muy frecuente y abarca patologías de escasa
gravedad hasta aquellas que requieren intervención inmediata por amenazar la vida del
paciente.
VISCERAL: originado en los órganos abdominales cubiertos por peritoneo visceral. Los
nociceptores están en la capa muscular de las vísceras huecas y en las capsulas de los
órganos macizos. El estímulo viaja desde las fibras aferentes con los nervios simpáticos
hasta el asta dorsal de la medula y desde allí a los centros superiores para ser procesado.
Los estímulos son en general estiramiento o contracción en vísceras huecas (obstrucción
en intestino delgado), distensión de la capsula en órganos macizos (hepatitis,
pancreatitis), isquemia o inflamación (colecistitis, apendicitis). Se trata de un dolor sordo,
mal localizado, que incluso puede percibirse en más de un cuadrante o localizarse en la
línea media por el ingreso de fibras nerviosas bilaterales.
SOMATICO: esta generado en el peritoneo parietal, inervado por fibras espinales
toracolumbares (T7 a L1), y es estimulado por inflamación gracias a infecciones
(peritonitis) o irritación química (perforación de ulcera duodenal con liberación de ácido
gástrico). Se trata de un dolor localizado, intenso, agudo, que se agrava con los
movimientos, la tos y la respiración, por ende el paciente estará quieto y con la
musculatura abdominal contraída (en tabla).
REFERIDO: surge en las vísceras pero se percibe a la distancia, este es conducido por
axones propioceptivos hasta el asta dorsal, donde convergen con los axones provenientes
de la inervación cutánea, siendo imposible para el cerebro discriminar el estímulo y
percibiéndolo entonces en la piel.
El peritoneo visceral que recubre las vísceras huecas tiene muy escasa respuesta dolorosa. No
ocurre lo mismo con las cápsulas peritoneales de envoltura de los órganos macizos, como la
cápsula de Glisson del hígado y la cápsula del bazo, que responden con dolor a la estimulación.
Estas envolturas pueden ser agredidas desde dentro, por hemorragias postraumáticas, edema,
inflamación o aumento brusco del tamaño del parénquima, o desde fuera, por traumatismos
de todo tipo.
La propia víscera hueca no tiene respuesta dolorosa a la agresión externa. Lo que duele en
estos órganos es la irritación química de la mucosa, con ácidos o álcalis, por ejemplo, la
distensión de las paredes por gases, líquidos o heces a presión, y la tensión ejercida sobre los
mesos al traccionarlos pretendiendo movilizar los órganos. También la oclusión vascular de las
arterias que irrigan estas vísceras provoca dolor de tipo isquémico, conocido como “angina
abdominal”.
Como conclusión de orden práctico, se puede decir que cualquier intervención quirúrgica
abdominal puede realizarse sin anestesia, si se evita contactar el peritoneo parietal, irritar
químicamente las mucosas, distender la luz intestinal, fraccionar los mesos o interrumpir su
irrigación.
El análisis del dolor abdominal por sus características asienta en cuatro pilares: evolución, tipo,
intensidad y localización.
1. EVOLUCIÓN. Supone investigar la aparición del dolor, sus cambios en el tiempo y su
manera de terminar.
No existe consenso para determinar la agudeza o cronicidad del dolor abdominal, a rasgos
generales, se sabe que un dolor que dura horas o pocos días y que varía desde su aparición es
de tipo agudo, mientras que aquel que dura semanas o meses invariable será un dolor crónico;
aquel que no cumpla ninguna de esas características será denominado subagudo, es mas
prolongado que el agudo pero menos que el crónico.
Si hay dolor en los flancos y fosas lumbares, se debe buscar, aparte de patología muscular de la
zona, afecciones nefro ureterales, y tener presente, si el dolor es derecho, la proyección a esa
región del dolor provocado por la brusca distensión de la vía biliar principal.
Cada segmento del colon provoca dolor en el cuadrante de la pared sobre el que se proyecta.
Los tumores malignos que cierran la luz intestinal, produciendo oclusión, distienden las
porciones del colon proximales respecto de la lesión, y son éstas las que duelen; es por eso
que un tumor de sigmoides rara vez duele en la fosa ilíaca izquierda, y se hace evidente por
dolor de fosa ilíaca derecha, testigo de la distensión del ciego.
En el caso del lactante que sugiere dolor con su llanto, la ubicación del dolor y la
estructuración del síndrome sólo se encaminan con el aporte de los signos concomitantes. El
anciano en ocasiones no experimenta dolor, y si lo siente, éste suele ser a típico, deformado,
exagerado o minimizado según las circunstancias; en este caso, los signos o síntomas
concomitantes son, con mucho, más importantes que el propio dolor. Los enfermos mentales
suelen padecer dolores irrelevantes para los fines del diagnóstico, y otro tanto ocurre con los
simuladores, los pusilánimes y los histéricos, en los cuales los signos y síntomas acompañantes
proporcionan los datos necesarios.
Para analizar los síntomas y signos que acompañan al dolor abdominal, los datos aportados por
el interrogatorio y el examen se separan en cinco grupos:
1. Datos personales
3. Manifestaciones digestivas
5. Signos abdominales
1. DATOS PERSONALES. Se considerarán los que se enumeran a continuación:
a) El sexo y la edad del paciente son los primeros datos generales a tener en cuenta en un
portador de dolor abdominal. Buena parte de la patología se distribuye preponderantemente
en uno y otro sexo y en determinados grupos etarios. La litiasis biliar, por ejemplo, prepondera
en mujeres de más de 40 años. El lactante, por sus paredes delgadas y omentos cortos,
generaliza sus peritonitis con mayor rapidez.
b) Los antecedentes hereditarios revisten singular importancia, ya que hay muchas patologías
relacionadas con el dolor abdominal, como el cáncer de colon, cuya incidencia es mayor en
determinadas familias.
d) La profesión tampoco debe ser subestimada, ya que hay enfermedades profesionales, como
el saturnismo, que simulan un abdomen agudo.
e) La raza, lo mismo que los tipos raciales, deben ser incluidos en un contexto general. La
drepanocitosis, que en ocasiones provoca cuadros de seudoabdomen agudo, es privativa de
los negros, mientras que la fiebre mediterránea familiar, o “maladie vedette”, que cursa con
intensos dolores de abdomen, se describe con frecuencia en los árabes.
f) La personalidad es un dato de gran valor, pero no debe inducir a descartar enfermedad por
el hecho de que el paciente sea un ansioso, un histérico o un hipocondríaco. Debe ser tenida
en cuenta, pero con mesura.
a) Estado nutricional. El enfermo tiene que ser clasificado como obeso, edematoso,
disproteinémico, caquéctico, emaciado, etc., desde el ingreso. Es aquí donde el dato “pérdida
de peso”, poca, mucha, en escaso o largo período de tiempo, contribuye al diagnóstico. En
aquellos que han perdido mucho peso y padecen dolor abdominal es indispensable descartar
una neoplasia digestiva.
b) Fiebre. Debe ser investigada, analizada correctamente como signo aislado, e incorporada
como elemento de mucho valor al síntoma dolor. Se la debe investigar en sus equivalentes, los
escalofríos o la taquisfigmia.
d) Apnea. Se evidencia por la palidez cérea de piel o mucosas, por la taquisfigmia, por la
hipotensión arterial o sensación de lipotimia (sensación de desmayo) y se confirma por el
laboratorio. Distintos procesos abdominales agudos o crónicos suelen tenerla como signo
fundamental. En ocasiones, la sola anemia acompañada de otro signo de valor, como
amenorrea o diarrea, por ejemplo, indica el camino seguro hacia un diagnóstico de patología
abdominal aguda, como el embarazo ectópico, o crónico, como el cáncer de ciego.
a) Vómitos. El vómito debe conocerse por sus pródromos: la náusea, las populares “arcadas” y
los eructos; por su tipo: fácil, difícil, en “proyectil”; por su contenido: gástrico, alimenticio,
bilioso, hemático o estercoráceo; y en relación con el dolor: si lo calma, lo provoca, o lo
exacerba. La hematemesis o vómito de sangre a veces no aparece, observándose sólo su
equivalente, la melena o eliminación de heces negras.
b) Diarrea. Adquiere gran valor si acompaña al dolor de manera crónica; es trivial o banal si es
reciente o pasajera; y su significado se agrava si tiene moco, espuma, pus o sangre en su
contenido. La diarrea puede integrar el signo “cambios en el hábito defecatorio”, considerado
síntoma de alarma, lo mismo que el pujo y el tenesmo, que deben ser tenidos en cuenta.
Las alteraciones del ciclo sexual femenino nunca deben ser pasadas por alto en el análisis del
dolor abdominal, sobre todo si éste es agudo y de corta evolución. La ruptura de folículos
ováricos suele provocar breves hemorragias en la mitad del ciclo, y los embarazos ectópicos
complicados son precedidos de amenorrea antes de romperse. Toda mujer con dolor
abdominal debe ser interrogada en cuanto a sus ciclos sexuales, a sus embarazos, abortos,
anticoncepción y a la fecha de su última menstruación.
A la inspección también resulta útil evaluar la actitud del paciente frente al dolor;
generalmente un paciente que adopta quietud es aquel con afecciones mas generalizadas, por
ejemplo aquellas que comprometen el peritoneo, con dolor permanente o sordo, en cambio
un paciente que transite cólicos, por ejemplo ante el compromiso de una víscera hueca, estará
inquieto, en busca de posiciones antiálgicas. Es una forma de evaluar la intensidad del dolor
desde la perspectiva del examinador también, a modo de ver si lo que el paciente manifiesta
se condice con la evidencia.