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Para estos sujetos, el cuerpo deja de ser un destino inalterable, por el contrario; las biotecnologías
constituyen un recurso para devenir más auténticos, más parecidos a la idea de sí mismos. La
cuestión erótica está en el centro de dichas transformaciones.
La sexualidad se encuentra fuertemente comprendida en este enfoque, por lo cual una de las
derivaciones culturales que se desprenden es que la tecnología, puede convertirse en el resorte
final de las preguntas en relación con el sexo de los mayores.
CAP 7. La corrección del sofisma. La nueva normativa sexual.
La especialista Kaplan consideraba que los nuevos conocimientos de la sexología habían
modificado el ángulo desde donde se concebían las disfunciones sexuales. Sostenía que estas no
siempre derivaban de graves trastornos psicopatológicos, sino que podían reducirse a “problemas
inmediatos y sencillos”, como la anticipación de un fracaso, las humillaciones, las exigencias
exageradas, etc. Además, afirmaba que la terapia sexual se distinguía por la implementación de
tareas sexuales y comunicativas, y que debía apuntar al alivio de la disfunción.
La sexualidad, desde este punto de vista, funcionaba a través de aprendizajes y de una
comunicación con la pareja lo suficientemente fuerte como para encontrar pautas de interacción
válidas y esencialmente móviles en el tiempo. Kaplan consideraba que el aprendizaje era clave
para acceder a un saber abierto y racional, y que en la vejez era el conocimiento de los cambios en
las funciones sexuales característicos de esta etapa de la vida lo que posibilitaba romper con los
prejuicios existentes. En este sentido, las nuevas conceptualizaciones en sexología preferían no
considerar, la dificultad sexual como síntoma, para evitar así relacionarla con el paradigma médico.
La noción de “inhibición aprendida” supone la asociación del impulso sexual con sentimientos
negativos, los cuales limitaban la posibilidad de goce. Por ejemplo el del deseo sexual aprendido a
partir de prejuicios sociales que lo consideraban pernicioso o negativo.
Alfred Kinsey planteó una nueva manera de pensar y situar a la sexualidad, en tanto la desligaban
de la clínica médica o psicológica para estudiarla desde la sociología y extraer los datos partiendo
de la estadística.
Aplicó un criterio de envejecimiento amplio, ya que marcó el comienzo de esta etapa en la
adolescencia: “el sexagenario o el octogenario que repentinamente se interesan por los problemas
de la senectud están ya muy lejos del momento en que empezó su transformación senil”. Por ello
recomendaba que las investigaciones gerontológicas se orientaran desde el comienzo de la
declinación biológicas, es decir, en la juventud.
Uno de los puntos que Kinsey cuestionó fueron los estudios clínicos que buscaban demostrar la
existencia de un periodo climatérico de brusca reducción de la estimulación sexual presente en los
varones. Sostenía que una de las causas de la disminución de la actividad sexual era la declinación
física y fisiológica, que generaba fatiga; pero también halló un factor determinante en el
aburrimiento frente a la repetición de la misma experiencia, y el agotamiento de las posibilidades
debido a la falta de ensayo de nuevas técnicas, nuevas formas de contacto y nuevas situaciones.
Enfrentó también la teoría del desgaste erótico en relación con la cantidad de relaciones sexuales.
Consideraba que aquellos que habían comenzado temprano se mantenían más tiempo en una vida
sexuales activa, aunque reconocía que los efectos de la fatiga psíquica antes descripta.
Masters y Johnson al referirse al tema de la vejez señalaron un sofisma, difundido socialmente en
su época, según el cual “la incompetencia sexual es un componente natural del proceso de
envejecimiento”.
La metodología educativa era el mecanismo que promovía la modificación del sofisma, y para ello
se servían de una prolija descripción de los cambios producidos con la edad, lo que evidenciaba
que no implicaban incompetencia ni desinterés sexual. Consideraban verdaderamente relevante la
cuestión pedagógica, ya que aseguraban que una educación prejuiciosa y, represiva inhibía el
acceso a la sexualidad en las personas de edad.
Las conclusiones a las que llegaron fueron las siguientes:
● El envejecimiento puede enlentecer la respuesta sexual humana, pero no terminar con ella
● El mejor predictor del nivel de la sexualidad humana es el nivel de actividad sexual de los años
tempranos.
Simone de Beauvoir formuló con audacia una crítica violenta al puritanismo con el que había
sido pensada la erótica en la vejez -que condenaba la práctica de la sexualidad que no tuviera
como fin la reproducción- así como al modelo psicoanalítico que consideraba al viejo como
regresivo y cuya sexualidad podía devenir perversa. Sin embargo retomó el cauce de la diferencia
entre pulsión e instinto, lo cual le permitió repensar la sexualidad de una manera más amplia, sin
objetos precisos. Si la finalidad era placer, sostenía entonces que el viejo o vieja podían encontrar
caminos auxiliares sin que esto los llevase necesariamente a un goce genital y sin que supusiera
un goce perverso.
Otro mito que criticó fue el de la perversión en la vejez relacionada con los casos de paidofilia,
voyeurismo y exhibicionismo. Cuestionó esta hipótesis a través de las estadísticas de la
investigadora en sexualidad Isadore Rubin, quien encontró que la franja etaria comprendida entre
los 30 y 40 años era la más proclive a los atentados contra “la moral y las buenas costumbres”. A
partir de datos extraídos de investigaciones, denunció que la incidencia del exhibicionismo en los
viejos no era relevante.
Una de las formas discursivas desde la cual se produjo una relectura de la sexualidad fue la
psicología. Esta mirada, heredada del psicoanálisis permitió pensar el cuerpo como afectado no
solo por del orden de lo biológico sino también por el psicológico. Desde el PSA la sexualidad es
el eje a partir del cual se conforma lo subjetivo. Según la formulación adoptada por Lacan, el
sujeto ‘’es’’ en su relación al deseo.
El erotismo del sujeto está asociado al valor fálico que posee el cuerpo. Lacan señala, que nos
volvemos deseables por la falta que causamos en el otro. Pero, es evidente que los valores
estéticos de c/época habilitan ciertos cuerpos más que otros y que, como sostenía S. de
Beauvoir, es complejo para los viejos ubicarse como objeto de deseo.
La corriente lacaniana se distingue por presentar a la sexualidad sin edad, y por no estar totalmente
subsumida a la genitalidad, lo cual permite abrir el marco de posibilidades en el plano de los goces.
Desde la corriente lacaniana, la psicoanalista francesa Maud Mannoni, propone una visión donde la
cuestión de la vejez resulta inseparable de su construcción social. Puntualiza una temática
recurrente: la desubjetivación progresiva que sufre el anciano ante diversas confrontaciones vitales.
Desde la internación geriátrica, hasta la pérdida de contacto con sus seres queridos.
Para la autora, el deseo sólo está limitado por no tener lugar para el otro, por lo que si este lugar se
restablece, aparecerán otras vías de deseo. Así también, para ella, la sexualidad se halla abierta a
múltiples vías (no limitadas por la genitalidad).
El psicoanalista argentino Leopoldo Salvarezza, propone una novedosa lectura de la vejez desde
un contexto psicoanalítico más abarcativo, que incorpora el saber gerontológico y sexológico. Toma
la noción de sexualidad de una manera similar a la de erotismo y se amplía la lectura inicialmente
acotada de la genitalidad, al tiempo que se la utiliza como marco para pensar el deseo relativo al
otro en sus múltiples articulaciones y a lo largo de toda la vida.
Investigaciones sobre la sexualidad en la vejez
● Se orientan a la POSIBILIDAD más que a la limitación.
● No sólo algunos sujetos continúan con su actividad sexual a lo largo de la vejez, sino que una
pequeña porción la aumenta.
● No se deja de tener relaciones ni deseo por la edad. El deseo persiste.
● Para la mayoría el placer sexual se incrementa con la edad.
● No se observa retiro de la sexualidad ni renuncia del goce.
● Algunas parejas continuaban manteniendo relaciones sexuales incluso después de los 80 años.
● La viudez y el deterioro en la salud eran los principales factores que daban por terminada la
sexualidad en la vejez, no así la longevidad.
CAP 8. De los mitos a los goces. El pluralismo sexual
¿La sexualidad como recurso para el bienestar? Los mitos sexuales de la vejez
La gerontología aborda la sexualidad desde un discurso moderno y científico que se enfrenta a otro
calificado mítico, moralista o puritano y que intenta presentar a la sexualidad y al envejecimiento
como
términos que no se excluyen mutuamente. No sólo eso, sino que considera la vida sexual activa
como un
valor central en la salud. Entre los mitos vinculados con esta cuestión, se encuentran los siguientes:
● La sexualidad no es importante en la vejez
● La práctica sexual no es considera normal en esa etapa de la vida
● No debería alentarse a volver a casarse a aquellas personas mayores que han quedado viudas
● Es lógico que un hombre mayor busque a una mujer joven, pero no lo contrario
● La gente mayor debería ser separada en instituciones por sexo para evitar problemas familiares,
institucionales y comunitarios.
Ebersole y Hess aluden al concepto de ‘’sensualidad’’ que a diferencia de la sexualidad, aparece
como una percepción personal e íntima y a la vez, como una expresión interpersonal. También. se
considera necesario no sólo hallar otros medios para lograr el goce sexual, sino también promover
la masturbación como una forma de dar alivio a tensiones sexuales y mantener en buen estado las
funciones genitales.
Existe una dimensión del erotismo asociada a la fantasía, que revela una medida de goce privado,
muchas veces vergonzante. Este modo de erotismo, se presenta especialmente en las mujeres y es
considerado por ellas como un aspecto importante de su vida.
En torno a la diversidad de goces - Las cuestiones de género
Troll y Parron creen que los roles de género, posteriormente a la mediana edad, tienden a
mantenerse estables y sólo se modifican en una minoría. Sin embargo, otras investigaciones,
sugieren una mayor diferenciación en la temprana adultez y una mayor indiferenciación en la vejez.
Gutmann relaciona este hecho con el tiempo que sigue a la jubilación, cuando el hombre pasa a un
espacio manejado por la mujer y afirma que existe una tendencia a considerar que en esta etapa se
produce una suavización del carácter masculino y un endurecimiento de la mujer. Debido a los
cambios ambientales y de roles sociales, los roles de género se flexibilizan en esta etapa y
permiten mejor adaptabilidad.
Envejecimiento gay y lesbiano
Kelly encontró que la vida sexual de los homosexuales mayores está en gran parte de los casos,
suficientemente satisfecha. Existe una importante evidencia de una considerable porción de viejos
gays y lesbianas que mantienen relaciones afectivas de largo término, o que viven solos pero que
están en pareja.
Quam y Whitford sostienen que la generación actual de mayores gays siente que este momento,
más allá de la homofobia que persiste socialmente, no parece comparable con lo que vivieron en su
juventud. El ‘’tener que salir del clóset’’ en circunstancias penosas y con alto riesgo. Por tal razón,
diversos investigadores especulan que ser homosexual puede facilitar el envejecimiento exitoso. El
haber atravesado esta vivencia de discriminación puede mejorar la capacidad para hacer frente a
otras crisis.
Se estima además, que los cambios de rol asociados con el envejecimiento pueden ser menos
severos, ya que los roles de género son más flexibles a lo largo del curso vital.