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LA PRODUCCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD

¿Qué es la “subjetividad”?

La “Subjetividad” refiere a los modos de ser y estar en el mundo. Es decir, a las formas de
actuar, de sentir, de valorar, de aprender, y de relacionarse: con los otros, con el conocimiento,
con el mundo físico, con nosotros mismos. No involucra sólo a lo privado, a lo propio, a lo íntimo;
sino también los modos de ser y estar en el mundo que se hacen públicos.

¿Cómo se produce?

Aclara Silvia Bleichmar (2003)1 que la idea de producción de subjetividad no es


psicoanalítica, es sociológica. La producción de subjetividad hace al modo por el cual las
sociedades determinan las formas con las que se constituyen sujetos2 plausibles de integrarse a
sistemas sociales que le otorgan un lugar. El resultado de esta producción es un sujeto histórico.

¿Por qué el sujeto es histórico?

Porque la subjetividad no está dada desde el inicio de la vida. Se produce en el discurso


de los adultos, que requiere de alguien que le acerque al niño la lengua y la cultura, y que le
ofrezca espacios de protección que le posibiliten aprehenderla. Expresa Sandra Carli3, “es en la
ligazón entre la experiencia de los niños y la institución de los adultos que adviene el niño como
sujeto”. Esta ligazón es constitutiva. La relación entre niño y adulto es asimétrica, se constituye en
una relación de poder.

¿Por qué la asimetría?

Porque el aparato psíquico4 del niño está en constitución y requiere que los adultos
organicen la realidad en los términos en que el niño pequeño pueda hacer algo con ella (los niños
no sienten, no piensan, no actúan como los adultos). El adulto tiene la responsabilidad de
preservar al niño y nunca debería abandonar su papel de mediador entre el niño y la realidad. Se
constituye como mediador en la medida en que pueda generar espacios de protección que le
permitan al niño producir su subjetividad como: los de juego, la ficción, narración, las palabras,
los lenguajes musicales, los lenguajes plásticos, y las múltiples relaciones con los otros adultos y
semejantes.

1
Bleichmar Silvia Conferencia: “Acerca de la subjetividad”. Facultad de Psicología de Rosario (U.N.R.) por invitación de la
Cátedra EPIS I, el 30/07/2003.
2
El sujeto no aparece en lo real con el parto biológico, sino más adelante, cuando empieza a apropiarse de las marcas
simbólicas que quienes lo crearon o lo criaron fueron “escribiendo” en él; es decir, cuando empieza a hablar y/o a jugar. Lo
primero que tendremos en cuenta respecto a la palabra sujeto es su acepción: la idea subyacente es la de "estar sujeto a
...." FEPI. “Abordaje Interdisciplinario de los problemas del desarrollo infantil”.
3
Carli, Sandra (1999). La infancia como construcción social, en De la familia a la escuela. Infancia, socialización y
subjetividad. Santillana. Bs As.
4
Término que subraya ciertos caracteres que la teoría freudiana atribuye al psiquismo: su capacidad de transmitir y
transformar una energía determinada y su diferenciación en sistemas o instancias. Diccionario de Psicoanálisis. Laplanche,
J Pontalis J B. (2004). VI Reimpresión. Paidós. Bs As.
Como vemos se trata del proceso de construcción de la propia subjetividad en el marco
de una transmisión entramada en el universo cultural de la sociedad y de cada familia.5 Esta
construcción singular del sujeto, sostenida por una relación de asimetría, lo ubica en una
transmisión particular, en un contexto cultural particular.

Llevada esta idea a los procesos educativos, es fundamental considerar:

- la relevancia de la posición del adulto


- la heterogeneidad de recorridos posibles - en términos de producción de
subjetividad - por parte de los niños.

La transmisión en la producción de la subjetividad

Como ya lo expresamos en la producción de la subjetividad interviene la transmisión que


realizan los otros humanos.

¿Cómo?

Mediante: la palabra del adulto empatizando con el niño, la escucha, la mirada, la


disponibilidad corporal, la disponibilidad emocional, el juego, la narración, los saberes culturales
… la enseñanza.

¿Qué implica esta intervención?

Implica ofrecer al niño la producción de la cultura, los significados que dan cuenta de la
realidad. Entendemos a la cultura como todo el patrimonio simbólico que construye la humanidad
a lo largo del tiempo. Ese patrimonio es mucho más que un contenido específico a enseñar. Es un
patrimonio que le permite al niño “abrirse a la curiosidad”, “crecer en la cultura”, “desear conocer
y “descubrir”, apropiarse de los “sistemas simbólicos” creados por la humanidad.

Los adultos ocupan un lugar esencial como “pasadores de la cultura”. Sostenernos en


este rol es pensar al niño en la trama de generaciones, ello implica una intervención en el presente
y una apuesta hacia el futuro. Pensar el tiempo presente de una generación de niños implica
pensar cómo se inscribe esa generación en las transformaciones sociales, políticas y educativas
que están por venir. Implica pensar en qué medida el tiempo propio de la infancia adquiere otra
dimensión, en tanto se inscribe en el tiempo largo de los imaginarios políticos y de los proyectos
educativos.

5
Una aclaración importante: es evidente que ha habido cambios en la producción de la subjetividad. Pero la producción de
la subjetividad no es todo el aparato psíquico. Es el lugar donde se articulan los enunciados sociales respecto al Yo. La
constitución del aparato psíquico implica ciertas reglas que exceden la producción de subjetividad.
El proceso educativo supone una intervención de modo tal que genere una diferencia,
una grieta, una fisura en el presente de los niños, a través de la cual la transmisión se realiza y
da lugar a la palabra de los niños.
La transmisión es una tensión entre la continuidad y discontinuidad, conservar el pasado
pero poder hacer diferencia con ese pasado. La transmisión es como un andamio, como un sostén
que en algún momento es necesario abandonar, pero necesario al fin. Y es en ese abandono
donde se juega la diferencia con aquello que viene dado. Lo que se juega entre un educador y un
niño, para que se logre una transmisión es el ofrecimiento de referencias que le permitan al niño
construir su diferencia, que es su propia palabra. La palabra ocupa un lugar relevante en todo
proceso de transmisión ya que el lenguaje es el soporte necesario para poner el bagaje de
saberes, el capital simbólico, sobre una base transmisible que supone darle la palabra a quien
transmite, así como a quien recibe la transmisión. Construir una transmisión requiere de tiempo,
de tiempo de diálogo, de decirse, de hacerse un lugar en el intercambio con el otro. El diálogo es
una condición necesaria para la constitución de la subjetividad. Se trata de habilitar un tiempo
para que se construya una interlocución verdadera.

Nos dice Graciela Frigerio6 que la cuestión de la transmisión hace al corazón de la


problemática educativa (que como sabemos excede a lo escolar) y se encuentra en el centro de la
vida y del tejido social, en tanto condición de construcción, inscripción e identidad cultural.
Podemos pensar a la transmisión como una ilusión necesaria al ser y al ser con otros, y a las
instituciones como encargadas de sostener esa ilusión esencial. La transmisión es una ilusión
porque hay experiencias que no se pueden transmitir, es imposible una transmisión total, hay
felices fallidos en una transmisión, a la vez, es indispensable el intento de transmisión sin el cual
no hay lazo social ni sujeto. Abordar la transmisión implica imaginar un particular
rompecabezas. Tenemos piezas que no encajan en los lugares disponibles, y a la vez hay
espacios para piezas inexistentes. Esto significa admitir, de comienzo, lo que no es transmisible, lo
que no se transmite, lo que al transmitirse se transforma, lo que en la transmisión pasa y queda
intacto, lo que en la transmisión se pierde.

Si entre dos algo se transmite, es aquello que resulta de algo que se transfiere. Sin
transferencia no hay transmisión. La transferencia alude a una relación afectiva cuyo estatuto
podrá registrarse a nivel conciente o inconciente. Desde una mirada particular – que no es la única
– la transferencia es lo que se deposita en el otro o en la relación con el otro. ¿Qué deposito yo
en el otro? ¿Cómo lo veo al otro? ¿Cómo me dirijo al otro?. 7

La identidad de cada uno de nosotros resulta de los reacomodamientos de la


transferencia de los otros sobre nosotros: de su aceptación, de su rechazo, ignorancia, de su
provocación, hasta de su eventual manipulación, de su elaboración. En las relaciones que

6
Frigerio G Diker G (2004) La transmisión en las sociedades, las instituciones y los sujetos. Un concepto de la educación
en acción. Noveduc. Bs As.
7
Ir a la lectura de las págs. 18 - 23 del Cap I Acerca de los vínculos humanos. Noemí Allidiere (2004) El vínculo profesor –
alumno. Una lectura psicológica. Editorial Biblos.
establecemos con los otros algo se da con lo que se ofrece, que va más allá de la cosa en sí. Algo se
pone en lo que se recibe, que agrega sentidos a la cosa en sí, un valor agregado. Un valor agregado
que podemos definir como un amor de transferencia. Este amor no es obstáculo sino el soporte de
la transmisión. Esto no significa que en sus versiones negativas no produzca obstáculos en las
personas. Este amor de transferencia sostiene la transmisión: alguien cree que el otro es lo que
el otro no es, alguien elige un destinatario allí donde no hay nadie o donde hay un hueco,
alguien elige que otro puede. Alguien desea darnos algo. Pero, cada uno de nosotros necesita
hacer propio lo que se considera transmitido, enseñado, aprendido.

Si necesitamos de la transmisión de los otros para insertarnos en el mundo social,


deberíamos ser el resultado del trabajo con lo de antes. El encuentro con lo de antes está
presente en cada momento, volviéndose en cada ocasión otra cosa. En nuestro mundo interno,
los antepasados dialogan, discuten, se disputan con los que en el presente tomaron a su cargo la
transmisión. Entonces, algo nos es dejado por otros, pero eso no alcanza para hacerlo propio. La
herencia nos es menos legada que inventada. En todos los casos, la transmisión trabaja si nos
dejamos atrapar por ella. Ganamos nuestras herencias porque incorporamos lo nuestro en ellas.
Las reinventamos. Por ejemplo, el apellido se hereda y el nombre es adjudicado. Sólo la firma
tiene algo de lo propio. La firma es la traza de nuestra singular vida y de hacer de lo transmitido
otra cosa.

Entonces …

La transmisión es tanto lo ofrecido como lo buscado, lo eventualmente hallado, lo perdido,


lo traducido, lo que se pasa, lo que nos pasa, lo que no nos ha sido pasado, lo conciente y lo
inconciente8. La transmisión es aquello imposible de llevar a cabo y, simultáneamente, aquello,
que, sin su intento perseverante, nos deja siendo nadie. La educación trata sobre la imperiosa
necesidad de su intento. Son los avatares de los intentos los que nos ocupan en la educación.

No hay un otro con capacidad de conocer si no hay reconocimiento recíproco. No hay


sujeto si otro no le proporciona la palabra y lo deja decir palabras. En el momento de hablar, de
narrar, de expresarnos, estamos sometidos a la ley de la palabra. La ley de la palabra implica la
ley de la alternancia: hay otro que tiene posibilidad de palabra y tiene cosas para decir
diferentes a las nuestras. Y si el otro tiene posibilidad de la palabra, de decir (utilizando
diferentes formas de comunicación, no sólo la oralidad); nuestro accionar tiene límites sobre ese
otro. Tenemos que renunciar a modelarlo según nuestros propios sueños, puesto que ese otro
puede decidir cómo ser, qué querer, qué sentir, qué hacer. Ese otro, tiene capacidad de
actuación.

8
Sigmund Freud realizó una afirmación contundente: los procesos psíquicos no coinciden con la conciencia. Sólo una
pequeña porción de ellos son conscientes. Los procesos psíquicos son fundamentalmente inconscientes; es decir, están
alojados en un sector de la vida anímica que el sujeto no sabe que sabe.
Nuevamente el descentramiento: la conciencia no es el centro de lo psíquico. Todo lo que creo que sé no coincide con lo
que sé; es decir, soy diferente de lo que creo ser.
Por ello, es necesario plantearnos una ética de la responsabilidad en la transmisión. Una
ética de la responsabilidad se preocupa por las consecuencias de los actos y de nuestra palabra:
¿qué transmitimos de nuestra herencia, por qué lo transmitimos, por qué dejamos de lado ciertos
aspectos de esa herencia?.

Por lo tanto, tenemos una responsabilidad de y por el pasado que queremos transmitir.
Pero también, responsabilidad por el presente y el futuro, por la llegada de los nuevos a quien va
destinada nuestra tarea. Podemos llegar a no dar cabida a los nuevos. Pero debemos tener en
cuenta que una transmisión es democrática cuando nos preocupamos no solamente transmitir
“lo mismo”, sino de dar la posibilidad de que los nuevos puedan reinventar eso que transmitimos.

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