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https://www.amssac.org/biblioteca/sexualidad-desarrollo/
Niños y niñas deben tener el mismo valor dentro de cada una de las familias. Sin embargo,
es frecuente que el desconocimiento de los factores que entran en juego en la definición
biológica del sexo puede conducir a malos entendidos e inclusive a culpabilizar a uno de
los miembros de la pareja por el nacimiento de una criatura de uno u otro sexo, por
infortunados condicionamientos culturales que aún persisten.
Sexo cromosómico
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Sexo gonadal
Sexo hormonal
Los genitales externos se derivan de órganos que inicialmente son similares para ambos
sexos. Para el varón, hacia la octava semana la testosterona es sintetizada y da origen al falo
(pene). Las prominencias genitales se fusionan y originan la uretra peneana y el escroto.
Para la mujer, el tubérculo genital origina el clítoris. Las prominencias genitales
permanecen separadas y originan labios mayores y menores. En la semana catorce el feto
ya puede ser identificado por sus estructuras internas. Hacia la semana 20, el proceso de
diferenciación y determinación del sexo prácticamente ha sido completado.
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Distintas aproximaciones al desarrollo proporcionan orientaciones útiles para la
comprensión del ser humano. Sin embargo, es necesario recordar que aunque el desarrollo
sexual avanza a través de distintas etapas a manera de secuencias (de lo simple a lo
complejo, de lo general a lo específico), existen amplios rangos en el desarrollo normal con
extensa variación individual. Asimismo, la naturaleza, la crianza y la experiencia individual
actúan de manera especial en cada persona para influir en la construcción única de su
sexualidad y su personalidad.
La teoría sistémica de la sexualidad humana de Rubio (1994), resulta ser una propuesta
interesante relativa a la construcción de la sexualidad. A continuación se presenta un
resumen de la misma:
b) Las experiencias vividas facilitan el que ese potencial biológico interactúe con el medio
(la familia, la escuela, la religión, la sociedad) y genere en cada individuo significados y
afectos, de simples a complejos, en todas las dimensiones de la sexualidad
(biopsicosociales).
d) Cada uno de estos elementos es complejo y tiene una expresión específica y a la vez, al
relacionarse entre sí, funcionan como un sistema.
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El inicio de la sexualidad
John Money y Anke Erhardt (1972) han contribuido notablemente al estudio del desarrollo
de la identidad y los papeles de género. En su clásico esquema se observa que a partir de la
diferenciación genital y por ende del sexo de asignación, se abren dos vertientes: por una
parte la interacción social (denominada “conducta de los otros”) y por la otra, la
configuración mental interna (imagen corporal). Estos dos elementos actúan sinérgicamente
para crear la base de la identidad de género.
Después del nacimiento los estímulos del medio empiezan a influir notoriamente en la
construcción del género. En un estudio realizado por Richard Green, en el que se visten a
varios recién nacidos con telas rosas y azules (típicamente femenino y masculino
respectivamente en nuestra cultura) sin decir a los adultos de qué sexo son, los adultos
hablan con mayor dulzura e incluso perciben como más “bonitas” a los bebés que creen
niñas, a diferencia de aquellos que creen niños.
En etapas muy tempranas del desarrollo los y las menores no distinguen su independencia
de la de otras personas, no existen límites claros entre el “yo” y el “no yo”. Alrededor de
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los 4 meses de edad se presenta la “angustia de separación”, que nos habla de que los
menores están dando pasos en el transcurso de la diferenciación. El desarrollo psicomotriz,
las fuentes de estimulación sensorial externa y en especial el contacto afectivo con la
madre, el padre y los eventuales cuidadores ayudan al menor a concebirse como una
persona con vida independiente. Posteriormente, se comparará o identificará con otras
personas por elementos muy básicos. Es esta la etapa en que los menores identifican a
“papás” “mamás” o “niños” de acuerdo a generalizaciones.
Hacia los dieciocho meses suele conformarse según Money (1972) el “núcleo de la
identidad de género”, basado en aspectos superficiales y convencionales como la ropa. Es
decir, los menores pueden expresar ser “niño” o niña”. Cerca de los dos años, según Freud
se desarrollan los inicios de la masculinidad y feminidad representados en pasividad y
actividad. Hacia los cuatro años de edad se logra un concepto de permanencia de género,
esto significa que difícilmente después de los cuatro años un menor se confundirá sobre si
es niño o niña.
No siempre el o la menor convive con ambos progenitores ya que existen muchos tipos de
familias, sin embargo, en cada una de ellas o en el medio circundante suele haber modelos
masculinos y femeninos que los niños y las niñas pueden observar e imitar. De manera que
las expresiones de esta pertenencia serán más claras, los menores buscarán hacer
actividades, utilizar juguetes y formas de expresarse de acuerdo a lo esperado por la
sociedad, principalmente por la influencia de los padres. A esta forma de expresión del
género se la denomina “rol o papel de género”. Pero el proceso no está totalmente
terminado cuando el niño y la niña se han identificado con un rol de género. Existen otros
elementos de gran importancia que están relacionados con la valoración que la cultura
otorga a los roles, y que influyen en una preferencia de rol sexual, es decir, la percepción de
cuál rol es el más valorado por la cultura.
Otro elemento importante en la construcción del género es la adopción cada vez más
definida de uno de los roles de género, proceso en el cual la “identificación” juega un papel
importante. Los menores aprenderán y desearán “ser como” sus modelos de identificación.
Éstos suelen ser personas significativas tanto por ser amadas, respetadas, temidas,
admiradas u odiadas. En este sentido, además de los padres tanto las amistades como los
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medios de comunicación, los grupos religiosos y otras influencias pueden ser los modelos a
seguir. En esta etapa se adoptan papeles que corresponden al modelo de identificación
(padre, madre, tíos, educadoras). Por este mecanismo de identificación y diferenciación de
los otros es común ver a menores intentando orinar como lo hace el sexo diferente al suyo,
corroborando con preguntas si puede o no utilizar cierta vestimenta o eligiendo personajes
de televisión y decir por ejemplo “yo soy ella”.
El proceso de adopción del rol sexual o de género durará desde las etapas preescolares
hasta la pubertad para cambiar de forma y modelos a seguir. El núcleo de la identidad de
género, la pertenencia de género, los roles de género, la identificación y la adopción de un
rol de género son aprendizajes que se integran paulatinamente para construir significados
del ser niña o niño; este significado se integrará también al cuerpo que se posee.
El rechazo, el evitar hablar o la negación de los genitales en los niños tiene como
consecuencia que el niño o la niña crezca con una imagen incompleta (Freud), No se puede
cuidar, amar y respetar algo que no se conoce o que se niega, pues no existe. Si bien es
común que los menores expresen ocasionalmente querer ser del sexo diferente al suyo, por
percibir diferencias de trato hacia sus amigos y hermanos, o que ocasionalmente cualquier
menor utilice y juegue con prendas del sexo diferente al suyo, no es frecuente que un menor
exprese constantemente el deseo de ser del otro sexo, insista en quitarse partes de su cuerpo
para parecer del otro sexo o esperar a que sucedan cambios que sólo ocurren en el sexo
diferente al suyo. En estos casos, es recomendable evaluar con un especialista al menor.
“El niño aparece capacitado para la vida erótica (…) Aun en la más temprana infancia, el
estímulo de distintos lugares de la epidermis (zonas erógenas), la acción de ciertos instintos
biológicos y la excitación concomitante a muchos estados afectivos engendran cierta
magnitud de placer, innegablemente sexual (…) esto es conocido con el nombre de
autoerotismo” (Freud).
La respuesta sexual humana (el deseo, la excitación, el orgasmo) “se refiere a una serie de
procesos fisiológicos que tienen como objetivo principal responder a ciertos estímulos con
la potencialidad de desencadenar un orgasmo” (Rubio y Revuelta, 1994). Los estímulos que
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pueden desencadenar una respuesta erótica pueden ser reflexogénicos: principalmente por
la estimulación táctil en la zona genital y alrededores, o psicogénicos: los percibidos por los
órganos de los sentidos.
Antes de los siete años, es común observar menores tocando sus genitales en lugares
públicos, en su casa o en la escuela. Cerca de un cuarto de otros menores tocan sus
genitales abiertamente (Méndez, 1994). Pueden querer tocar el cuerpo de otros niños,
animales y adultos y cerca de la mitad tienen juegos sexuales con fines placenteros y de
descubrimiento con otros menores, también consiguen disfrutar al exhibir su cuerpo y
observar el de los otros, y al querer besar a sus compañeros y compañeras indistintamente.
Después de los siete años la conducta autoerótica (masturbación) suele ser privada y
aumentar en frecuencia. Algunas investigaciones reportan que cerca de tres cuartos de
menores de 15 años han tocado sus genitales (Haffner, 1999).
El autoerotismo suele considerarse un aspecto positivo del desarrollo erótico, que ayuda a
consolidar la imagen corporal, aumenta la comprensión sobre las sensaciones del cuerpo y
acrecienta el sentirse querido y apreciado con un determinado cuerpo. Sin embargo, en
nuestra cultura es una manifestación de la sexualidad poco tolerada, y suele asociarse a
ideas de maldad, suciedad y pecado, que repercuten nocivamente en el desarrollo erótico.
También encontramos frecuentemente conductas opuestas, como permitir a los menores
tocarse en casa sin ningún límite al respecto. En forma ideal, es recomendable expresar al
menor que puede conocer su cuerpo y tocarlo para sentirlo agradable, pero que este es un
acto privado e íntimo que hacemos solos, en un lugar seguro fuera de las miradas de los
demás, como una habitación privada cuando ésta existe.
No todas las formas de tocamiento de genitales son signos de una sexualidad saludable.
Cuando los menores tocan su cuerpo inmediatamente después de vivenciar ciertos
conflictos (regaños, riñas familiares, alejamiento de personas queridas), cuando se observa
imposibilidad de dejar de tocarse a pesar de haberle sugerido que lo haga en su cuarto o en
un espacio privado, se percibe angustia y miedo. O cuando no puede dejar de intentar tocar
a otras personas, puede ser que estemos hablando de una necesidad de eliminar la ansiedad
causada por sus conflictos internos, sexuales o no, por lo que es recomendable consultar a
un profesional.
En muchas sociedades es común que los menores duerman en el cuarto o en la cama de los
padres. Aún en países desarrollados se calcula que alrededor que el 75% de los menores de
cinco años duermen con sus padres (Haffner, 1999). En este sentido es conveniente sugerir,
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cuando es posible, límites más adecuados para la privacidad en los hogares. Los padres
tienen lógicamente una vida erótica frente a los menores y a pesar de creer que éstos
siempre duermen, no es así. Los menores se despiertan y se dan cuenta de la vivencia
erótica de la pareja, lo cual, en general, no es recomendable para su desarrollo sexual.
De igual forma, de los cinco a los siete años es una edad adecuada para que los menores se
hagan responsables de la limpieza de su cuerpo, se bañen solos y aprendan sobre las
responsabilidades e higiene de su propio cuerpo. Esto puede hacerse en el contexto de
instalaciones sanitarias modernas y aún en ambientes rurales donde el aseo se efectúa en
ríos y arroyos. En reiteradas ocasiones se ha encontrado a menores de hasta 11 años que
siguen bañándose con alguno de sus progenitores, en situaciones donde no existen límites
adecuados o hay inadecuada interpretación sobre lo natural y saludable que son las
expresiones de la sexualidad. Es decir, al evitar asociar a la sexualidad la culpa y el miedo
en los menores, se amplían los límites de la intimidad o privacidad al grado que ésta última
desaparece Tampoco son expresiones saludables los “juegos sexuales” en los que existe una
notable (más de cuatro años) diferencia de edad entre los involucrados o cuando,
independientemente de la edad, existen elementos de coerción o engaño en el juego que
fuerce a uno de los integrantes a participar. Hacia el final de la niñez la mayoría de los
niños han besado, mediante juegos o en sus primeras experiencias de descubrimiento y
amor; muchos de ellos han tenido experiencias de caricias y tienen claridad sobre qué sexo
les atrae más (Méndez, 1994).
Por último, es habitual encontrar menores que identifican con claridad su orientación sexual
alrededor de los siete años o en los años subsecuentes. Debra Haffner (1999) define a la
orientación sexual como “la atracción erótica, afectiva y romántica hacia una persona del
mismo sexo (homosexual), hacia el sexo diferente al propio (heterosexual) o hacia ambos
sexos (bisexual)”. Otra definición útil es: “La orientación sexual es la organización
específica del erotismo y/o el vínculo emocional de un individuo en relación al género de la
pareja involucrada en la actividad sexual. La orientación sexual puede manifestarse en
forma de comportamientos, pensamientos, fantasías o deseos sexuales, o en una
combinación de estos elementos”(OPS, et al., 2000).
Los estímulos y el afecto recibido por el bebé serán pauta de construcción de su capacidad
vinculativa. Aprenden que son queridos, que existen como individuos y que son seres a
quienes se desea acercar y amar. Cuando los adultos tienen serias restricciones en este
sentido, el menor puede entender un mensaje parecido a “¿qué hice mal, por qué no me
quiere?” De modo que la educación de respeto al cuerpo no puede excluir las muestras de
afecto y ternura que tanto nutren la autoestima de los y las menores.
El mundo de los niños más pequeños gira alrededor de lograr el amor y la aprobación de
sus seres más queridos, por el que son capaces de hacer cualquier cosa. Este es un poder
inevitable que los adultos tienen sobre ellos y es su responsabilidad enseñar, desde las
primeras etapas, las maneras de vinculación saludables, equitativas y respetuosas. De hecho
son muchos los teóricos del amor que consideran que los patrones de vinculación se
desarrollan a partir de estas primeras relaciones, saludables o destructivas. En los primeros
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años los menores manifiestan deseos de casarse con su progenitor, de cualquier sexo, y
pueden desear ser novios de parientes y amigos. El amor por las personas puede generar en
los adultos confusión al interpretar sólo eróticamente estas expresiones, que no hablan sino
de la conformación de la capacidad de amar. Paulatinamente, los menores aprenderán a
diferenciar las expresiones de amor hacia las diversas relaciones.
Los niños y las niñas pueden tener su primer amigo verdadero alrededor de los cinco años
(Papalia, 1992), y presentar síntomas como los que vivimos los adultos en el
enamoramiento, pueden querer llevar flores, atender y cuidar a su “novio” o “novia”, y
vivir realmente un duelo doloroso cuando se pierden vínculos significativos, desde
mascotas hasta familiares. Una de las manifestaciones de la capacidad para relacionarse se
refleja en el tipo de juego de los menores. Ésta atraviesa desde etapas en donde cada menor
juega en forma solitaria seguido por la observación pasiva de otros menores, sin considerar
la presencia de ellos, posteriormente el juego independiente que considera la presencia
momentánea de los otros, el juego de actividades paralelas en donde varios menores pueden
jugar a una misma actividad a pesar de no tener contacto entre ellos todo el tiempo, el juego
asociativo que integra comunicación y actividades claras sobre un mismo tema o proyecto
concreto, hasta el juego cooperativo y organizado en forma complementaria, en donde cada
menor puede hacer actividades diferentes y organizarse por una meta común. En este tipo
de juego el menor respeta y crea reglas para la convivencia, existe un líder o varios y se
forma un grupo (Papalia, 1992).
Todos los tipos de familias pueden, si son saludables, ofrecer la oportunidad de crear un
ambiente afectuoso que facilite el desarrollo de vínculos emocionales en los niños. La
separación y el divorcio de los padres puede ser una pérdida afectiva de inmensa dimensión
en la infancia. Sin embargo, es preferible una situación de separación que una convivencia
carente de afecto y respeto. En el mejor de los casos, Macías (1994) sugiere que:
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Alrededor de los siete años, el niño puede aceptar explicaciones semejantes a la de la célula
del padre y la madre, aunque no le preocupa cómo ésta llegó al vientre materno. Después de
los ocho años casi todos los niños comprenden con claridad explicaciones más complejas.
El profesional de la salud debe orientar a los padres y las madres para que respondan en
forma concisa, veraz y precisa las explicaciones que el niño requiere. Es importante señalar
que, dentro del ámbito escolar, los libros de texto de Ciencias Naturales elaborados por la
Secretaría de Educación Pública contienen información clara y precisa referente a la
reproducción y pueden ser utilizados no sólo por los docentes sino también por las familias.
También son recomendables “Los libros de Mamá y Papá” publicados por la misma
Secretaría.
Muy pronto aparecerá la primera menstruación y la primera eyaculación que capacitan para
la reproducción. Estos son temas de interés, curiosidad y preocupación por lo que es
necesario preparar a los menores oportuna y adecuadamente.
La adolescencia
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La adolescencia se considera una etapa evolutiva específica del crecimiento y el desarrollo
del ser humano con valor en sí misma. Con frecuencia se destacan sus aspectos conflictivos
más comunes; sin embargo, muchas de sus manifestaciones son signos positivos de
desarrollo. La Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la
Salud han convenido en que el período de la adolescencia se define como el lapso de la
vida comprendido entre los 10 y los 19 años, y la juventud como el intervalo entre los 15 y
24, y se utiliza el término personas jóvenes para incluir a ambos grupos (OMS, 1995).
Muchos autores reconocen dos fases: la adolescencia temprana, período entre los 10 y 14
años, y la adolescencia tardía, de los 15 a los 19. La transición hacia la vida adulta deberá
estar marcada por la consolidación de la identidad, la capacidad de autonomía e
independencia y la posibilidad de establecer relaciones de intimidad.
Estos logros del avance se ven modulados por el ámbito social en que se desarrolla la
persona. En algunos grupos y regiones se ven acortados hasta desaparecer prácticamente
cuando los niños y las niñas pasan de esa condición a la de integrantes de la sociedad con
todas las obligaciones, aunque no siempre con los mismos derechos.
No es posible catalogar a los jóvenes como un grupo homogéneo, de hecho son un grupo
muy heterogéneo. Sus experiencias varían ampliamente de acuerdo con su contexto
cultural, el género y su estatus sociocultural, pero existen similitudes entre los distintos
tipos de adolescentes. Durante un período mayor o menor de tiempo el o la adolescente
experimentará transformaciones radicales que lo llevarán a reestructurar su imagen
corporal, su concepto de sí mismo y que le permitirán o no conformar una nueva identidad
y avanzar en la tarea de desarrollo de convertirse en un ente autónomo con capacidad de
intimidad.
Una gran proporción de la población mexicana atraviesa esta fase. Para el profesional de la
salud es muy importante entenderlos y prepararlos oportunamente para poder confrontar
esta etapa de la mejor manera posible.
La pubertad
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Los cambios hormonales son los responsables de la pubertad. Ésta tiene una secuencia
específica y se inicia en las mujeres con la primera menstruación, aproximadamente entre
los 9 y los 15 años. Para los hombres este fenómeno aparece aproximadamente entre los 11
y los 17 años, con la primera eyaculación. La secuencia de cambios biológicos que ocurren
en el organismo del y la adolescente temprano son:
Todavía se necesitarán alrededor de dos años más, después de iniciada la pubertad, para que
el eje hormonal se estabilice. El crecimiento corporal y ponderal continuará en algunos
casos hasta los 21 años.
Para esa construcción es elemental resaltar la influencia que los estereotipos de género
tienen en las distintas dimensiones de la sexualidad adolescente. En numerosos sectores de
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nuestro país aún persiste una expectativa social de virginidad y castidad en la mujer antes
del matrimonio. La “Encuesta Nacional de Juventud 2000” realizada en México por el
Instituto Mexicano de la Juventud y otras organizaciones (IMJ, 2001) mostró que la razón
esgrimida por la que el 40% de las mujeres que todavía no habían tenido relaciones
sexuales era “mantenerse virgen hasta el matrimonio”. Esta razón abarcó sólo al 5.8% de
los hombres en las mismas circunstancias. Estas expectativas sociales obstaculizan una
educación sexual integral al limitar la información referente al uso de anticonceptivos y
genera conductas de riesgo respecto al VIH/SIDA, especialmente al incrementar la práctica
del coito anal no protegido.
Por otro lado, el prototipo de mujer pasiva ideal hace a las adolescentes más susceptibles de
agresión sexual al no contar con una educación que les brinde herramientas para decidir y
establecer límites adecuados en los encuentros sexuales con sus parejas. Como resultado,
alrededor del 50% de las adolescentes ejercen su primera relación sexual con algún tipo de
coerción (Family Health International, 1997). A un lado de esta adolescente en riesgo, se
encuentra un varón también adolescente, incitado y presionado por el estereotipo masculino
a tener varias parejas sexuales e iniciar su vida sexual a temprana edad.
Los mismos estereotipos de género hacen que los padres, los maestros y en general los
adultos traten de manera muy diferente a hombres y mujeres adolescentes. A menudo se
considera que las jóvenes deben ser “más cuidadas” que los varones por los “mayores
riesgos” que enfrentan. En numerosos casos ellas ven así más coartada su libertad. En la
búsqueda de modelos de identificación, los medios de comunicación también tienen un
papel importante en la construcción del género adolescente. Todos hemos sido testigos de
las dietas severas y el control insano de peso y talla corporal de algunas adolescentes que
intentan parecerse a los “modelos de belleza” promovidos en la actualidad. En resumen, los
cambios corporales, la autoimagen, la interacción social y los valores culturales influyen en
la construcción de la identidad de género de los y las adolescentes tempranos.
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Así como la actividad autoerótica es preparatoria para el erotismo en pareja, los y las
adolescentes tempranos imaginan a las personas por las que sienten atracción, practican
darles besos, abrazos, caricias o tener relaciones sexuales con éstas, incluyéndolas en sus
fantasías, y que tienen la función de estructurar un ideal erótico. Es usual encontrar juegos
eróticos en esta edad, tanto entre adolescentes de sexo diferente como del mismo sexo, sin
que ello necesariamente signifique una expresión homosexual. Entre hombres son comunes
los juegos y las competencias relacionadas con el tamaño del pene y la eyaculación, a veces
acompañados de caricias.
Para esta edad, hombres y mujeres tienen claridad sobre quién les atrae sexualmente y con
quién quisieran vincularse. Sin embargo, es posible que menores homosexuales
influenciados por la presión social no expresen su orientación e incluso tengan novios o
novias del sexo diferente al suyo para ser aceptados y evitar conflictos producto de la
ignorancia y el rechazo social. Al respecto, Ortiz y Rubio (2000) encontraron que cerca de
la mitad de los adolescentes tempranos consideran que la orientación homosexual es una
manifestación de problemas psicológicos y que se requiere de ayuda terapéutica para ser
eliminado. Ideas erróneas como éstas requieren de atención inmediata por parte de los
profesionales de la salud.
Por último, es frecuente que los y las adolescentes tempranos expresen su curiosidad sexual
observando películas y revistas. En este sentido es aconsejable aclararles que la vida erótica
suele ser más afectuosa, menos intensa y diversificada que lo que puede observarse en estos
productos, además de propiciar información adecuada para la edad en materiales serios, que
ofrezcan al menor un equilibrio en la construcción de su ideal erótico.
Otras influencias importantes sobre el erotismo de hombres y mujeres adolescentes son los
estereotipos que por la edad son depositados en los mismos en nuestras culturas. La idea
popular de que los y las adolescentes son buscadores de situaciones sexuales riesgosas que
viven sólo en el presente, aunada al error de algunos adultos que consideran que los y las
adolescentes son naturalmente promiscuos y por lo tanto si se les brinda información sobre
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sexualidad serán sexualmente más activos, más que ayudar a fortalecer la capacidad de
tomar decisiones y ejercer una sexualidad saludable, de acuerdo a lo que se quiere ser
siendo hombre o mujer, provoca que se eviten temas educativos sobre la sexualidad
protegida y sin riesgos (Rivers y Aggleton, 1998).
Los vínculos afectivos con la familia siguen siendo importantes, ahora como modelo de
contraste, en donde se evaluarán y criticarán tan abiertamente como sea posible las formas
de convivencia, las diferencias de trato, los valores y las reglas familiares. En el intento
para ser una persona independiente, autónoma y con identidad propia, muchos adolescentes
critican mordazmente a sus padres, se oponen a su autoridad y este proceso modifica
notablemente la comunicación e interacción con los padres, marcada por una gran
ambivalencia (sentimientos opuestos), expresiones impulsivas intensas y agresivas, y
cambios constantes del estado de ánimo que desconciertan. Algunos padres se sienten
amenazados ante sus hijos porque no han resuelto sus propios conflictos juveniles. Así, la
adolescencia de sus hijos resucita recuerdos y conflictos de su pasado. Otra razón de peso
en el malestar paterno estriba en que nuestra sociedad hace culto a la “juventud”, admitir
que los hijos crecen implica necesariamente aceptar que ellos envejecen El diálogo con los
adolescentes en esta etapa debe manejarse cuidadosamente: en vez de ordenar, sugerir; en
vez de sermonear, preguntar. Alguien dijo que el mejor diálogo con un adolescente es
escucharlo. Asimismo, deben establecerse límites adecuados. Se sugiere que se traten de
evitar confrontaciones por cuestiones sin importancia y sólo marcar, con firmeza, las que
verdaderamente amenazan la integridad del adolescente, la familia y el entorno.
Los grupos pueden ayudar a un menor a cubrir carencias vividas en la infancia y ser fuente
de crecimiento y maduración, o pueden ser destructivos. A veces la presión del grupo va en
contra de su educación o buen juicio, pero sus carencias y necesidad de aceptación pueden
hacerlos aceptar situaciones aun cuando puedan ser dañinas o autodestructivas. Así, muchas
veces el inicio de actividades como fumar o consumir drogas o bebidas alcohólicas, e
incluso tener una relación sexual, puede ser influenciado por la presión del grupo de pares.
Los adolescentes suelen desarrollar una amistad íntima y profunda en especial con algún
miembro del grupo. Cuando esta amistad se ve amenazada por la presencia de un tercero,
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pueden vivirse celos intensos y temor a perder la amistad. El amor platónico en esta edad
puede presentarse como sustituto y medio de aproximación al enamoramiento, incluye
fantasías increíbles sobre el futuro idealizado de una pareja y es a la vez un reflejo de la
construcción de la capacidad de amar.
Es muy frecuente que en los primeros años de la adolescencia surja el enamoramiento hacia
personas imposibles de alcanzar, como un artista de cine, una cantante o inclusive de
adultos que están cerca de ellos pero con los cuales no existe la más remota posibilidad de
reciprocidad, como es el caso de un maestro o el padre o la madre de algún amigo. Este tipo
de amor se explica porque existe la necesidad de establecer un vínculo amoroso con una
persona real, que ya tiene rostro, pero simultáneamente está el temor de ser rechazado o de
no poseer los atributos que lo hagan atractivo ante el ser amado. Así, esta relación platónica
florece exclusivamente en el mundo de la fantasía. No obstante, alrededor de un tercio de
los adolescentes tempranos han tenido novio o novia.
Los cambios anatómicos y fisiológicos que definen a la pubertad son la pauta para la
madurez del sistema reproductivo. En promedio, las mujeres tienen su primera
menstruación a los doce años y los hombres su primera eyaculación a los trece años y
medio, aunque puede existir una variación individual de tres años de más o de menos y
excepciones. Aún en la actualidad hay menores que desconocen que vivirán este proceso y
algunos experimentan con angustia la posible llegada de este momento. Estudios recientes
(Mexfam, et al., 1999) muestran que cerca de un tercio de los púberes ignoran que el inicio
de la menstruación indica la capacidad para reproducirse y cerca de la mitad ignora que la
primera eyaculación significa la capacidad de embarazar.
Los hombres suelen tener su primera eyaculación en los “sueños o emisiones nocturnas” o
mediante el autoerotismo. Cuando carecen de información adecuada, algunos viven con
preocupación qué hacer, incluso con las sábanas húmedas ya que los demás pueden pensar
que se han orinado o que algo nocivo ha sucedido a su cuerpo. Por su parte, para las
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mujeres se ha generado a lo largo de los años una serie de errores de información sobre qué
hacer cuando se menstrúa, cuando existe miedo al dolor anticipadamente, al creer vivir una
sorpresa sumamente desagradable ante el primer sangrado, limitan sus actividades, temen
que otros se den cuenta y desconocen los hábitos higiénicos a seguir si no han recibido una
educación oportuna.
El embarazo es un tema de interés para los y las adolescentes y los profesionales de la salud
tienen una gran tarea por realizar en este sentido. Los errores de información respecto al
tema ponen en alto riesgo de embarazo no planeado a este grupo de edad. Ortiz y Rubio
(2000), encontraron en adolescentes de 12 a 14 años que una cuarta parte de ellos piensa
que existe menor probabilidad de embarazo si se tienen relaciones durante la ovulación, una
quinta parte considera que hay menos probabilidad de embarazo en la primera relación
sexual, uno de cada diez adolescentes cree que la posibilidad de embarazo es menor si se
tiene una relación sexual rápida y cerca de dos tercios tienen ideas negativas asociadas a los
anticonceptivos orales. Entre ellas, que pueden provocar infertilidad, que hacen daño en la
adolescencia o que es un crimen tomarlos. Ante esta muestra de carencia de información
sexual, el embarazo adolescente puede ser una consecuencia lógica.
La adolescencia tardía
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intenso de encontrar su lugar en la sociedad y de pensar en el futuro tanto profesional como
afectivo.
Los y las adolescentes tardíos con frecuencia han aprendido que su cuerpo es fuente de
placer y de orgullo: ya no lo ocultan, ahora lo exhiben vanidosos de sus formas. La mayor
parte de los jóvenes urbanos siente la necesidad de incorporar la moda dentro de su
guardarropa. Como muestra del avance de su identidad genérica, definen ahora con claridad
sus gustos de arreglo personal, se identifican con precisión como cierto tipo de hombre o de
mujer y buscan ser coherentes en la expresión de la misma.
Las presiones ejercidas por los estereotipos de género se manifiestan en la interacción entre
adolescentes tardíos. La encuesta “Gente Joven” (Mexfam, et al., 1999), encontró que con
más frecuencia que las mujeres, los hombres jóvenes tienen de 2 a 3 e incluso más de 4
compañeras sexuales. La educación sexista que reciben hombres y mujeres se refleja en sus
conocimientos, conductas y actitudes. Ejemplos de algunas diferencias (IMJ., 2001) son:
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Los hombres tienen mayor información que las mujeres sobre cómo prevenirse de
una infección de transmisión sexual.
Los hombres perciben el uso del condón como método preventivo en mayor medida
que las mujeres, y las mujeres consideran en mayor medida que los hombres a la
abstinencia y la elección de un solo compañero sexual como método de prevención
de ITS.
Los hombres temen dos veces más las ITS y al Sida que las mujeres.
Las mujeres desean 7 veces más que los hombres mantenerse vírgenes hasta el
matrimonio.
Los hombres valoran dos veces más que las mujeres el físico en las mismas.
Tanto hombres como mujeres consideran más importante la responsabilidad en el
hombre que en la mujer.
Las mujeres participan más en la limpieza del hogar y los hombres en las
reparaciones hogareñas.
Las mujeres acuden con más frecuencia a juntas escolares y los hombres a realizar
trámites oficiales.
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No obstante estas diferencias, se encontró que también existen fuertes similitudes entre
hombres y mujeres adolescentes, tanto en las expectativas de vida como en los aspectos que
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sienten que los identifican por pertenecer a su grupo de edad, en las actividades por las que
participarían socialmente, en el número de hijos que desean tener, en sus creencias, entre
otras.
También, otros aspectos relacionados con el género han sido evaluados. Por ejemplo, Ruiz
y Fawcett (1999) han encontrado que la violencia en la pareja adolescente frecuentemente
no es reconocida por ninguno de los miembros de la relación, sino que por el contrario es
percibida como expresión de interés y amor. Un factor que consideran que aumenta el no
reconocimiento de este tipo de violencia es la “desvalorización de las relaciones amorosas
de los adolescentes” por parte de los adultos, ya que son consideradas como “cosas de la
edad” o como una exageración. De acuerdo a las mismas autoras, factores de género, como
que el muchacho quiera cumplir cabalmente su rol tradicional, “lo hará propenso a la
violencia: aparentar actividad sexual, ser quien tome las decisiones en la pareja, dominar y
controlar las actividades y comportamientos de ella, probar constantemente que él es
hombre a través de actos agresivos, y dureza por temor al estigma de la homosexualidad,
esperar que la novia renuncie a sus intereses y le brinde a él la máxima prioridad”.
Por su parte, la muchacha puede “creer que puede cambiar al hombre que ama, sentirse
culpable por los problemas y responsable del funcionamiento de la relación, pensar que
jamás encontrará otro novio” u otras ideas y comportamientos que la pondrán en riesgo
potencial de ser violentadas. No obstante el daño que la educación sexista puede provocar
en los adolescentes, los y las profesionales de la salud cuentan ahora con una herramienta
de gran valor. El desarrollo intelectual de los adolescentes, que les permitirá orientarse a la
reflexión, a la toma de decisiones respecto a sus vínculos afectivos, y al beneficio o no de
sus ideales de hombre y mujer.
En esta etapa existe un cambio importante en la relación con los padres. Aunque subsiste la
crítica, ésta se vuelve más objetiva y realista. Ya no tratan de oponerse tan sólo porque algo
fue dicho por sus padres, sino que reflexionan sobre dichas observaciones. El conflicto
dependencia-independencia empieza a resolverse. Paulatinamente toman decisiones y se
responsabilizan de sí mismos.
El grupo de amigos sigue teniendo importancia, pero ahora es mixto y menos exclusivo.
Con el aprendizaje de habilidades sociales se adquiere confianza y seguridad personal para
relacionarse. El antecedente del amor romántico y después erótico es el amor que se siente
hacia uno o varios amigos. Esto significa que en el establecimiento de amistades se aprende
a ganarse la estimación y afecto de alguien que no es de la propia familia y a apreciar las
cualidades y tolerar los defectos del otro. Quien no ha aprendido a amar a un amigo
difícilmente podrá amar a un compañero o cónyuge. La diferencia entre un tipo de amor y
el otro es que al segundo se agregan los deseos sexuales y la manifestación erótica.
Si bien el “amor” es un elemento deseable en las uniones de pareja, el amor maduro implica
una decisión consciente de compromiso, implica el conocimiento real de la pareja, la
negociación de las discrepancias, la posibilidad de compatibilidad entre expectativas de
vida, que a su vez son explícitas, entre otras. Por ello, los adolescentes requieren de
espacios donde puedan hablar sobre su futuro, planear y decidir sobre el mismo.
En México, siete de cada cien mujeres entre los 15 y los 19 años paren. (Beltrán, 2003). El
17 % de los nacimientos en México en el año 2000 fueron de madres adolescentes de 15 a
19 años. La falta de planeación del embarazo en la adolescencia suele asociarse a la
ausencia de planeación de las relaciones sexuales. Según hallazgos de la “Encuesta Joven”,
alrededor de cuatro de cada diez mujeres no planeaban tener relaciones sexuales cuando las
tuvieron y una de cada diez no planeaba embarazarse cuando tuvo relaciones sexuales. La
misma fuente muestra que existe una fuerte carga emocional asociada a la maternidad. Los
adolescentes piensan que si una mujer se embaraza ésta debe preferentemente casarse o
tener al bebé. Solamente una quinta parte de ellos está a favor del aborto. Aunado a estos
datos, desconocen la anticoncepción de emergencia y sólo el 2 % de ellos la ha utilizado en
alguna ocasión (Mexfam, et al., 2000).
Por otra parte, el 13 % de los jóvenes utiliza métodos naturales para evitar el embarazo
(IMJ., 2000). A pesar de estos preocupantes hallazgos, alrededor de dos tercios de los y las
adolescentes no reciben educación sexual formal. Los adolescentes son educados en primer
lugar por el personal docente, seguidos de los padres, ellos mismos y los amigos. Los
profesionales de la salud sólo educan en un diez por ciento. Contrariamente a esta
participación del profesional de la salud en la educación sexual adolescente, son los
médicos las personas en las que los adolescentes más confían. No obstante, la educación
sexual informal existe, y tiene efectos importantes. Por ejemplo la educación sexista que
21
exige “cumplir” a cualquier propuesta de relaciones sexuales, o la educación restrictiva que
impide hablar y por lo tanto planear la vida reproductiva en donde una salida aparentemente
mejor es comprometerse en matrimonio, entre otros tantos ejemplos, y que incrementan el
riesgo de que los y las adolescentes se enfrenten a un embarazo que, independientemente de
la forma como se resuelva, cambiará sus vidas y limitará sus posibilidades de crecimiento
personal.
Culminación de la adolescencia
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Autonomía e independencia de la familia. Esto se refiere no sólo a los aspectos
económicos sino también a los emocionales.
Establecimiento de un sistema personal de valores.
Capacidad de mantener relaciones duraderas y de unir el amor sexual con las
emociones de ternura y afecto.
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Es evidente que estos logros del desarrollo aparecen a edades distintas y no siempre todos
coexisten. Por otra parte, existen personas que nunca obtienen estos parámetros y que
permanecen indefinidamente en un estado de adolescencia temprana crónica.
Por último, recordemos que cada adolescente es diferente, por lo que no necesariamente
deberá atravesar por etapas de gran conflicto familiar y personal y, como se ha mencionado
anteriormente, esto dependerá de todas las dimensiones en las que la sexualidad se
construye y la forma como éstas se interrelacionan en cada individuo, en una etapa de vida
personal y social determinada.
La edad adulta
La identidad de género, en la que se define una idea clara de quién se es como mujer u
hombre, qué roles de desean adoptar o construir, la forma de vestir y actuar de acuerdo al
propio estilo de expresar la masculinidad y feminidad, la autoimagen y el grado en que ésta
concuerda con la percepción interna de ser mujer u hombre, está claramente definida en la
adultez. La autoimagen se ve favorecida con los cuerpos que suelen ser más fuertes, bien
conformados y saludables y su consolidación depende más del propio ideal de cada hombre
o mujer que del exterior. Se cuenta con mayor independencia y libertad de realizar acciones
que comprometan los ideales propios.
La elección vocacional es una de las decisiones más importantes para los próximos años.
En la actualidad cada vez más mujeres se involucran en el estudio y en actividades
laborales, pero este ha sido un camino difícil de lograr. Es conocida la diferencia
injustificada de oportunidades de trabajo y de remuneración económica entre hombres y
mujeres. Aunado a esto, si la mujer desea desempeñarse en el ámbito laboral, tendrá que
23
vivir un doble rol de madre y trabajadora. En este sentido es tarea de los y las profesionales
de la salud nuevamente el promover tratos justos y responsables dentro de la familia, las
instituciones y la sociedad en general.
Todavía existen grupos en donde la presión social relacionada con la maternidad limita a la
mujer en sus posibilidades de independencia, especialmente para aquellas que no
comparten ese ideal. Por su parte, las opciones para los hombres se dirigen a la posibilidad
de ser económicamente productivos, agresivos, determinados y responsables, el hombre se
enfrenta a un mundo de exigencias. De modo que si la situación económica lo permite, la
mejor opción para el hombre adulto será definitivamente el estudio y de no ser así, el
trabajo remunerado. Por otro lado, los hombres suelen involucrarse más en actividades
físicamente agresivas y esto se relaciona por ejemplo con una mayor morbilidad por
accidentes que para el caso de las mujeres.
Incluso a sabiendas de que en la actualidad las oportunidades de trabajo son cada vez más
limitadas y que durante los primeros años de la edad adulta esto podrá generar conflictos y
desesperación, en general es una etapa de logros y oportunidades.
La mayoría de los y las personas adultas han tenido experiencias eróticas ya sea en soledad
o en compañía. En su expresión saludable, las personas experimentan un crecimiento en su
desarrollo erótico, con mayor capacidad de intimar, viven sin culpas o prejuicios la
respuesta sexual humana, conocen su cuerpo y cómo siente, pueden hablar sobre las
relaciones sexuales sin conflictos, hacer acuerdos y explicitar sus deseos. Comprenden la
diferencia entre fantasía y realidad, son responsables del cuidado de su cuerpo y apoyan el
cuidado de su pareja,, pueden tener conductas autoeróticas y relaciones sexuales, utilizan
una variedad de posiciones sexuales que identifican como preferidas, pueden pedir caricias
específicas y negarse a las no deseadas y convierten al encuentro erótico en un momento de
crecimiento personal.
No todos los adultos tempranos viven la sexualidad en esta forma ideal. En esta etapa de la
vida erótica pueden presentarse las disfunciones sexuales o disfunciones de la vida erótica,
es decir, problemas relacionados con el deseo sexual, con la capacidad para excitarse y
tener orgasmos, dolor en las relaciones sexuales, imposibilidad de relajar la vagina para
permitir una penetración o angustia extrema que dificulta el intento de la relación sexual. Si
bien no siempre sucede así, la mayoría de estos problemas en los primeros años de la
adultez tienen que ver más con factores psicológicos y de aprendizaje que con deficiencias
fisiológicas o alteraciones anatómicas. La angustia y la depresión son trastornos frecuentes
asociados a las disfunciones sexuales. En las mujeres, los síndromes más frecuentes son la
dificultad para tener orgasmos y la disminución del deseo sexual. En los hombres, la
dificultad para controlar la eyaculación y para lograr la erección. Además, la edad más
frecuente de consulta para los problemas sexuales se sitúa entre los 26 y los 40 años (Ortiz,
Velasco, Rubio, 1999). Mientras más avanza la edad, la posibilidad de encontrar factores
orgánicos en las disfunciones sexuales aumenta considerablemente.
24
En este sentido, el profesional de la salud debería ser fuente de eliminación de errores de
información y un consultor “permisivo” que ayuda a los adultos a comprender que las
necesidades eróticas son naturales, que hombres y mujeres tenemos derecho a conocer y
disfrutar de nuestro cuerpo, podemos hablar de ello con nuestra pareja y cuando se
presentan conflictos éstos tienen altas posibilidades de resolverse. Encuestas realizadas a
nivel mundial reflejan cómo en las entrevistas clínicas el tema del erotismo suele evitarse,
lo cual puede conducir a problemas sexuales crónicos que podrían haberse resuelto
adecuadamente con la consecuente mejoría de la relación familiar y de pareja. Otra función
importante de las y los profesionales de la salud es la promoción del conocimiento de las
infecciones de transmisión sexual y sus síntomas, así como la promoción de la
responsabilidad del cuidado tanto personal como de la pareja.
De acuerdo a Erikson la y el adulto joven están listos para fusionar su identidad con la
identidad de otros. Se encuentran con disposición para establecer una relación cercana e
íntima con otra persona, y están dispuestos a correr el riesgo de la entrega temporal en
situaciones de intensa exigencia emocional, como el acto sexual. Comparten la confianza y
pueden regular ciclos de trabajo, procreación y recreación, realizar acciones en común con
el fin de proteger a su familia o intereses comunes.
La temprana edad adulta representa el momento en el que la mayoría de las personas viven
el nacimiento del primer hijo. El hecho de que la pareja pase de tener una relación íntima a
incluir a otra persona, desvalida y dependiente de ellos, cambia sus vidas. Algunas parejas
viven este evento como un ajuste deseable y se sienten mejor integradas y complementadas.
En general, las parejas incrementan el nivel de satisfacción matrimonial o de pareja con el
nacimiento del primer bebé. Para otras los hijos representan una crisis que trastorna la
relación. La respuesta dependerá en mucho de los acuerdos explícitos que haya realizado la
pareja al respecto, la edad, la situación económica, el grado de planeación de la
reproductividad, entre otros.
Además de la alegría inmensa y el deleite que puede representar una hija o un hijo, su
cuidado exige una cantidad de energía y tiempo, idealmente, de ambos miembros de la
pareja. En nuestra cultura, usualmente las mujeres se ven presionadas a detener su
crecimiento profesional o laboral, pues la mayor responsabilidad en la crianza de los hijos
sigue siendo de las mujeres. Los padres y madres que se prepararon para la paternidad y
maternidad viven los cambios de hábitos y ajustes de la pareja con mayor tolerancia y
disfrute que aquellos que no se prepararon para ello. Tanto hombres como mujeres deben
intervenir en la educación de sus hijos y en las aportaciones económicas al respecto. Es
necesario continuar la sensibilización de ambas partes de la pareja en la educación familiar,
pues los hijos necesitan de ambas figuras de afecto y autoridad.
Ambos miembros de la relación necesitan delimitar los espacios que dedicarán a la atención
de los hijos y a la continuación del proceso de consolidación de la pareja, pues tienen el
riesgo de volcarse hacia los hijos, y hacer de éstos el sentido único de su vida. La vida
erótica e íntima puede declinar o hasta desaparecer, y los espacios en que no se habla de los
hijos se vuelve inexistente. En este sentido es primordial recordar a las parejas o padres y
madres sobre sus espacios íntimos, desde cerrar la puerta de su habitación, hasta la
planeación de actividades que puedan disfrutar para sí mismos de modo que la relación
continúe y esté fortalecida cuando los hijos crezcan y se vayan.
Hay personas que toman la decisión de no tener hijos. Inclinan su vida a actividades
productivas y de distintos niveles de crecimiento y, a pesar de no tenerlos, pueden
26
desarrollar sus capacidades creativas cuidando, educando, dirigiendo a otros y dando a los
demás, al crear y realizar actividades de trascendencia personal, al ofrecer su ternura y
cuidados y su energía a la construcción de otra variedad de proyectos de vida.
Por otro lado, existen personas que desean tener hijos pero se enfrentan a problemas
relacionados con la infertilidad. Se considera que una pareja es infértil (Dávila, 2000)
cuando ésta no ha logrado concebir, después de un año de relaciones sexuales frecuentes y
sin utilizar ningún método de control natal. Cuando la pareja desea tener hijos y es infértil,
se pueden presentar conflictos tanto a nivel de pareja como personal, afectar la relación y la
autoestima. Es necesario reconsiderar las demás dimensiones de la pareja y enfocar la vida
erótica no sólo a la expectativa del embarazo sino en toda su dimensión e intentar disminuir
el efecto de la presión social al respecto. Las parejas infértiles requieren apoyo
especializado, comprensión y orientación clara.
Nuevamente, cada persona es diferente. Y la vida adulta podrá significar desde la etapa de
mayor triunfo y construcción hasta el seguimiento de conflictos sin resolver. Factores como
el alcoholismo, la depresión y otras enfermedades mentales así como el resultado de los
hábitos de vida se irán manifestando hacia el final de la adultez.
La mitad de la vida
Entre los 40 y los 65 años los individuos atraviesan la vida media. Según Erikson, de
generatividad en oposición al estancamiento. Generatividad entendida como la
preocupación por establecer y guiar a la generación siguiente. Peck (en: Papalia, 1992), por
su lado, propuso cuatro tipos de acuerdo psicológico para el ajuste en la mitad de vida:
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evalúan sus aspiraciones iniciales y se replantean sus metas de manera objetiva y realista
incluso cuando construyen un nuevo estilo de vida.
En este periodo el cuerpo expresa cambios propios de la edad, desde arrugas en la cara y
menor vigor corporal hasta los cambios en la producción hormonal que repercuten en la
autoimagen, en las actividades comunes y la vida erótica de los individuos. La mujer
atraviesa por el climaterio con cambios emocionales y corporales incluyendo el cese de la
menstruación y de la capacidad de reproducirse. Los hombres viven también una
disminución en la producción de testosterona. Suelen aparecer con mayor frecuencia desde
pequeñas molestias hasta enfermedades crónicas que requieren de cuidado cotidiano o la
necesidad de intervenciones quirúrgicas.
Los y las personas adultas de mediana edad suelen tener una gran claridad respecto al
significado su ser mujer u hombre. Sin embargo, muchos fenómenos que corresponden a
esta etapa pueden conducir a un replanteamiento de la manera en que se ha vivido hasta ese
momento. En esta etapa la autoimagen sufre un reajuste asociado a los cambios en la
imagen corporal. Muchos adultos en este período pueden tener una autoimagen positiva. Si
sus condiciones materiales y emocionales lo permiten podrán apreciar más su posición en la
sociedad, y tener un nuevo sentido del poder y la competencia al reconocerse como un
grupo de edad poderoso.
La vida erótica en la vida media puede ser, para el caso de las parejas que dejaron a un lado
su relación por dedicarse exclusivamente al cuidado de los hijos, rutinaria y ausente. O en
forma ideal, el olvido de la prisa y la urgente necesidad de satisfacer y el decline de la
necesidad de ser el o la mejor amante. Ahora hay mayor flexibilidad, deseos de intimar y
compartir, sin temor a perderse o necesidad de controlar. La vida erótica se torna intensa,
28
cuidadosa del otro o la otra, permite la propia satisfacción y cuida mas no exige la
satisfacción del otro. Evidentemente, elementos como la diversidad, la búsqueda, la
reconquista de la propia pareja y la fantasía siguen siendo importantes y necesarios para
alimentar el encuentro erótico.
Existen muchas falacias referentes al erotismo en esta etapa de la vida. Algunas de ellas
relacionadas con la sexualidad femenina, asocian la menopausia al cese de la vida erótica.
En realidad, puede ser todo lo contrario, además de la experiencia y el conocimiento del
propio cuerpo y del encuentro con otra persona ahora la mujer puede tener una vida erótica
sin preocupaciones sobre el embarazo y sin períodos menstruales. No obstante, quizá estos
errores sean también promovidos por la frecuencia con que por efecto de la ausencia de
estrógenos, la mujer puede presentar depresión, disminución del deseo sexual y dolor en las
relaciones sexuales. Todos estos efectos pueden ser eliminados con un adecuado
tratamiento. La mujer y el hombre de edad media tienen derecho a expresar sus deseos
sexuales y experimentarlos tan libre y responsablemente como en otras edades.
En el caso de los hombres suelen también haber ideas erróneas a este respecto. Es frecuente
escuchar a hombres que se preocupan porque ya no tienen una segunda erección después de
haber tenido relaciones sexuales, tan pronto como solía ocurrirles previamente. Incluso en
que ahora tardan un poco más de tiempo en obtener una erección inicial o necesitan mayor
estimulación para mantenerla. Esto es resultado normal de los cambios propios de la edad.
Lo cual no significa que la satisfacción y el placer obtenidos tengan que disminuir. Algunos
hombres tienen disminución en la producción de testosterona y esto puede disminuir su
deseo sexual por lo que, cuando esto ha sido comprobado por medio de estudios de
laboratorio, la atención de un endocrinólogo puede regular esta situación.
Mientras más se acercan las personas a los 65 años, mayor es la probabilidad de presentar
enfermedades como la hipertensión arterial o la diabetes que, entre otras, alteran
notablemente la función sexual en el varón. Por esta razón cuando existen disfunciones en
la mitad de la vida es recomendable hacer una valoración integral a los consultantes. Como
podemos observar, es erróneo lo que aún se dice en algunos sectores de la población: “si se
tienen problemas eróticos a esta edad, es necesario resignarse”. La vida erótica continuará
también en la vejez y adquiere distintas formas, por lo regular más intensas y completas.
Según Macías (1994), las familias de los adultos de la mitad de la vida atraviesan varias
etapas. Mientras los hijos se convierten en adultos, su tarea consiste en lograr un equilibrio
entre libertad y responsabilidad y el establecimiento de cuidados de la pareja.
29
Para algunos individuos es un momento de libertad, de cese de presiones y
responsabilidades. Ahora pueden hacer juntos actividades que habían esperado compartir,
emprender o terminar. La pareja se replantea su futuro como tal, ambos satisfechos de sus
labores realizadas en la educación de los hijos, con independencia y mejor sustento
económico que en otras etapas. Sin embargo, la separación de los hijos puede también
hacer obvia la ausencia de relación de pareja y entonces precipitar una separación que no se
había dado precisamente por la presencia de aquéllos. El divorcio es un proceso complejo
que claramente puede darse en otras etapas de las relaciones de pareja o familias. Macías
señala que en estos casos es necesario propiciar formas para liberarse del pasado, tanto de
los rencores como de las culpas, que si no son resueltos impedirán la separación real, y
enfatizar en un enfoque hacia el futuro y la reparación. En nuestra cultura las mujeres
separadas o divorciadas son también estigmatizadas, incluso los hijos pueden expresar
abiertamente el rechazo a que éstas reanuden su vida de pareja con otra persona. Hombres y
mujeres son libres de buscar e intentar relacionarse en forma saludable y reconstruir su vida
amorosa.
Las amistades siguen siendo importantes en esta edad. Pérdidas de amistades y parientes
por la muerte de los mismos aceleran el temor a quedarse solos o a perder a su pareja y a la
vez preparan para la aceptación de la muerte como inevitable.
Esto puede ser vivido con alivio para aquellas personas solitarias y sin actividades
organizadas para el resto de su vida, casi como una segunda oportunidad. Los abuelos
suelen dar y expresar a sus nietos afectos y experiencias que antes no pudieron por tener
otras ocupaciones u otras responsabilidades con sus hijos, además de mantenerse en
contacto constante con la familia y de alguna forma recibir más atención y compañía. En
otras ocasiones se vive de forma desagradable cuando la cantidad de tiempo y cuidados
dedicados al menor son prácticamente igual a como fue con sus hijos, e impide el desarrollo
de otras actividades que esperaban hacer en el resto de la vida.
La tercera edad
La tercera edad es un período normal del desarrollo, y como tal presenta satisfacciones y
conflictos. Quizá los mayores problemas que muestra este grupo de edad son las
desventajas económicas y políticas que consideran su participación en forma limitada. A
diferencia de otras culturas, en las que los ancianos son considerados sabios y son incluidos
en importantes actividades, en nuestra cultura es una población frecuentemente
discriminada y devaluada. Tales actitudes son observables tanto en menores como en
30
adultos como un ciclo difícil de romper. Seguramente este factor contribuye a que las
personas de la tercera edad limiten también su sexualidad.
Durante la senectud se acelera el deterioro general de las funciones mentales y físicas del
individuo. Aunque, el envejecimiento saludable es posible. Según la teoría de la actividad,
mientras más activas permanezcan las personas, más satisfactoriamente envejecerán. Sin
embargo, estas actividades son producto de una reconstrucción social en donde las personas
mayores dejan de valorarse específicamente por su nivel de productividad, adoptando
valores más humanos al evaluarse y sustituir este valor por el reconocimiento del saber, del
compartir, del tolerar y sentir. Por otro lado, la reconstrucción social implica el brindar a
estas personas aquellos servicios sociales que les ayuden a enfrentarse a la vida, como
vivienda, transporte y cuidado médico. En tercer lugar permitirles en el mayor grado
posible que controlen sus propias vidas.
De igual forma, esta integración contempla a la autoimagen y los roles que como hombre o
mujer hacen en la actualidad, con sus limitantes y satisfacciones, el cuidado y la aceptación
de un cuerpo posiblemente enfermo y con menor habilidad que en otras épocas de la vida.
El bienestar del cuerpo ya no es el eje de la felicidad de la vida, ahora lo son la relación con
los otros y las actividades que no los lleven a depender en extremo de la salud.
Cuando hombres y mujeres han vivido los roles estereotipados de género, encuentran
desventajas en esta etapa de la vida. Muchos ancianos son pobres por primera vez en su
vida, pues su rendimiento corporal no les permite seguir trabajando como lo hacían
anteriormente. Por su parte, las mujeres incrementan aún más su dependencia y continúan
con labores domésticas diarias, cuidando de sus nietos en una tarea interminable y cada vez
más difícil de realizar.
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Durante la senectud, el erotismo continúa desempeñando un papel importante. El
envejecimiento produce algunos cambios en la sexualidad como una mayor lentitud y
menor intensidad en la respuesta sexual. Estos cambios no impiden que la vida erótica
desaparezca, aunque la actitud de la persona añosa contribuye notoriamente a una posición
activa o no ante este elemento de la sexualidad.
Para el hombre, disminuyen las respuestas como la erección del pezón, hay un menor
enrojecimiento facial y una menor contracción muscular, los testículos se elevan menos que
en edades anteriores, la erección requiere de más tiempo y estimulación para lograrse y es
frecuente la disminución de la misma antes de la eyaculación, especialmente si el acto
sexual es tardado. En general la erección puede durar en promedio 7 minutos, y el máximo
momento de erección se presenta justo antes de la eyaculación. A su vez, ésta emerge con
menor fuerza seguida de una rápida flacidez del pene.
Si bien es claro que mientras más avance en edad la persona anciana, no hay razón para
eliminar por completo la vida erótica como una dimensión deseable y asequible. Además,
las personas de la tercera edad podrían haber aprendido ampliamente sobre su sexualidad y
pueden incorporar alternativas de caricias y acercamientos altamente satisfactorios que de
hecho son recomendables en las dos etapas anteriores.
Es necesario que comprendamos a la vida erótica de forma más amplia e integral que la
penetración de una vagina. El crecimiento erótico tiene que ver con un encuentro donde el
principal objetivo puede ser sentir placer y compartir espacios de intimidad con el otro en el
que cinco sentidos más la fantasía participan activamente.
La pareja en la vejez tiene varias tareas a realizar (Zumaya, 1994): el afrontamiento de las
pérdidas probablemente de la pareja y de amigos y parientes, el cierre del hogar familiar o
la adaptación de este hogar a la vejez y al retiro.
No obstante, muchos hombres y mujeres no logran esta integración final por la frecuencia
con que alguno de los miembros de la pareja fallece. La pérdida de la pareja puede
relacionarse con una soledad intensa y con depresión, especialmente en aquellos ancianos
que no tienen cercanía con otros familiares. Para este momento, el grado en que la vida
tenga sentido propio por diversos proyectos y actividades a realizar es un factor que influirá
notoriamente en el ajuste a las pérdidas. El matrimonio en la tercera edad suele ser un
factor positivo. Algunos estudios han encontrado que el matrimonio en esta etapa de la vida
da a los hombres la percepción de compañía y a las mujeres mayor seguridad. No obstante,
las mujeres suelen tener mayor dificultad para encontrar en esta edad una pareja afectiva y
sexual. En estos momentos, las nuevas y antiguas amistades son fuente de compañía,
comprensión, empatía y desarrollo.
Los ancianos suelen necesitar dar y recibir. En esta etapa de la vida pareciera que los
papeles se invierten y algunas funciones elementales de cuidado se espera que vengan por
parte de los hijos. En general hay en esta etapa una mejor relación con ellos aunque en gran
parte ésta depende de la dinámica familiar que antecedió.
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