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FICHA DE CÁTEDRA

“Michel Foucault: modos de ejercicio del poder y mecanismos punitivos”

Autora: Ps. Alcira Marquez

Asignatura: Psicologia Jurídica Forense


Facultad de Humanidades y Artes
UADER
2014

1
La pregunta que atraviesa la obra de Foucault en torno al problema del poder es CÓMO SE EJERCE,
cuáles son los mecanismos, los procedimientos, las técnicas que hacen posible el control de los
individuos. Desplaza así la idea de un poder fundado en el consenso para pensarlo en términos de
dominación, desarrollando un planteo por el cual la obediencia no estaría basada en el acuerdo voluntario
de las partes que supone la idea de contrato sino que es garantizada a partir de la implementación de un
conjunto de técnicas que harán posible la sumisión de los individuos.

Podemos afirmar que la pregunta por el cómo del poder, por su funcionamiento, atraviesa el análisis
histórico que realiza el autor así como su concepción del poder es, al menos en parte, resultado de este
recorrido. Sitúa entonces a lo largo de su obra dos grandes formas de ejercicio del poder que refieren
históricamente a momentos diferentes: el poder soberano, característico de las monarquías feudales y
absolutas y el biopoder, que comienza a desarrollarse en el siglo XVII y alude a las monarquías
administrativas y las formas republicanas modernas. Este último supone, a su vez, la emergencia de dos
procedimientos que se desarrollan de manera independientes uno de otro en pero que finalmente se
articularán durante el siglo XIX: nos referimos al ejercicio del poder disciplinario y a la biopolítica.
El objetivo de este trabajo es introducir al lector en este recorrido, con el fin de poder abordar el castigo
en el marco de una relación entre el poder político y los cuerpos. Esto significa, por un lado, “analizar los
métodos punitivos no como simples consecuencias de reglas de derecho o como indicadores de
estructuras sociales, sino como técnicas específicas del campo más general de los demás procedimientos
de poder”

A- PODER SOBERANO
El poder soberano es característico de las formas de gobierno feudales y supone una relación rey-
súbdito.
Uno de los privilegios característicos del poder soberano fue el derecho de vida y muerte.
Formalmente, deriva de la “patria potestas” del derecho romano: se puede disponer de la vida de los hijos
como de la de los esclavos. Puesto que el padre la había dado, podía quitarla.
En los teóricos clásicos este derecho deja de ser absoluto (como en la sociedad feudal y esclavista), se
encuentra formulado de una manera atenuada: se ejerce cuando el soberano se haya expuesto en su
existencia misma:
- por enemigos externos: entonces puede hacer la guerra y pedir a sus súbditos que tomen parte
en la defensa del Estado (derecho indirecto de vida y muerte);
- por sus súbditos: al individuo infractor, a título de castigo, lo mata. La justicia es armada y la
ceremonia del castigo es una ceremonia militar. Hay que tener en cuenta que toda infracción es un
regicidio. Por qué? Porque la ley emana directamente del soberano, es la voz del soberano, y su
enunciación invoca directamente al soberano (derecho directo de vida y muerte) En este sentido, todo
infractor es un enemigo del príncipe.

Este derecho, dice Foucault, es un derecho disimétrico: el soberano no ejerce su derecho sobre la vida
sino poniendo en acción su derecho de matar o reteniéndolo. No indica su poder sobre la vida sino en
virtud de la muerte que puede exigir. De aquí que el autor diga que el derecho que se formula como de
vida o muerte es en realidad “DERECHO DE HACER MORIR O DEJAR VIVIR” Es disimétrico
entonces, porque se inclina siempre del lado de la muerte. Si interviene sobre la vida, es para hacerla
cesar. No en vano es simbolizado por la espada. (Historia de la sexualidad)
De acuerdo a este marco jurídico, el poder se ejerce básicamente:
- como instancia de deducción, mecanismo de sustracción: derecho de apropiarse de una parte de las
riquezas, de bienes, de servicio, de tiempo y de sangre. A modo de ejemplo, podemos mencionar la
imposición de impuestos a los súbditos en tanto implica la transferencia obligatoria de riquezas.
- como derecho de captación: de las cosas, del cuerpo, y en última instancia de la vida: culmina con el
privilegio de apoderarse de ésta para suprimirla.
- de manera discontinua, lacunar: recae sobre puntos, zonas, individuos, no sobre la totalidad de la
población ni en términos temporales ni en términos espaciales. En tanto no hay forma de controlar los
2
vastos territorios del rey, hay toda una serie de ilegalismos que el poder monárquico está obligado a
tolerar.
- de manera excesiva: el poder soberano se manifiesta mediante una “expresión suntuaria de potencia”
que se inscribe en una lógica teatral: el ritual, el ceremonial, el espectáculo fastuoso. Foucault describe las
ceremonias de coronación del soberano así como su entrada en una ciudad sublevada. Este tipo de poder
entonces se manifiesta en su visibilidad; supone una economía de la mirada ascendente, el poder debe ser
visto: el pueblo mira al soberano.
El plano del castigo asume las mismas características (exceso y visibilidad): el suplicio como pena se
halla altamente ritualizado. El blanco es el cuerpo como lugar de manifestación del poder y su atrocidad
muestra la disimetría de fuerzas existente entre la soberanía ultrajada y el infractor. Y si el suplicio es el
castigo por excelencia, es porque supone el mismo régimen de visibilidad descripto más arriba, el cual
garantiza, el alcance máximo al este modo de ejercicio puede, de alguna manera, aspirar: si actúa sobre
puntos específicos de manera discontinúa no puede no hacerlo excesivamente, tanto en su fastuosidad
como en su carácter atroz.
Ante el peligro (una epidemia, por ejemplo), el poder soberano responde rechazando, expulsando hacia
afuera aquello que encarnara la figura del mal, aquello que constituyera una amenaza para la comunidad.
A esta modalidad de poder que supone fundamentalmente prácticas de exclusión y de rechazo, Foucault
lo denomina el modelo de la lepra. Por qué la lepra? La lepra era una enfermedad incurable que suponía
un peligro inminente para la población en cuanto a su contagio. El leproso era entonces expulsado de la
comunidad. El autor relata el ritual que acompaña la ceremonia de separación del enfermo en Francia:
“Llevado a la Iglesia se entona el Liberame, como si fuera un muerto; él escucha la misa escondido en un
catafalco, antes de ser sometido a un simulacro de inhumación y acompañado a su nueva morada”.1 Otras
modalidades de exclusión, utilizadas como defensa ante cualquier fenómeno que ponga en peligro a la
comunidad o como ejecución de un castigo, son: la deportación o el exilio En su obra Historia de la
locura en la época clásica, Foucault describe La práctica renacentista según la cual se expulsaba a los
locos en barcos que recorrían los ríos de Europa, llamados “La nave de los locos”) y la imposición de una
tara de un modo artificial y visible, una marca, una herida, una amputación. Nathaniel Hawthorne, en su
novela La letra escarlata, relata la historia de una mujer acusada de adulterio y condenada a llevar en su
pecho una letra "A", que visibilizaba su condición de adúltera.
Estas prácticas ponen de manifiesto determinadas características de este modo de ejercicio del poder:
1) Marca a los individuos y los separa: supone prácticas de exclusión, de rechazo, de
marginación.
2) Se constituyen dos masas, una ajena a la otra: división binaria y masiva.
3) El sueño del poder político que ejecuta estas prácticas es el sueño de una comunidad política
pura, y opera apartando (mediante la muerte o la expulsión) todo fenómeno que encarne las figuras
del mal.

B- PODER DISCIPLINARIO

Ahora bien, a partir del siglo XVII, el derecho de muerte tiende a desplazarse o apoyarse en un poder que
administra la vida.
La muerte aparece como un envés de un derecho que posee el cuerpo social de asegurar su vida,
mantenerla y desarrollarla. El derecho de vida y muerte se reformula como “derecho de hacer vivir o
dejar morir”
La muerte es progresivamente descalificada en nuestra sociedad, no porque nos provoque angustia, sino
porque la lógica de esta modalidad de poder necesita apartarse de ella. Ahora es en la vida, en su
desarrollo, donde el poder establece su fuerza.

1
Foucault, M; Los anormales, p. 50: Este ritual de exclusión es esbozado a partir del año 583 por los Concilios, en el 789 es
retomado por Carlomagno, en el siglo XII y XIII se expande en los textos consuetudinarios y desaparece en el 1580 con la
extinción de la lepra.

3
A este modo de ejercicio del poder Foucault lo llama biopoder:
“Concretamente, ese poder sobre la vida se desarrolló desde el siglo XVII en dos formas principales que
no son antitéticas; más bien constituyen dos polos de desarrollo enlazados por todo un haz intermedio de
relaciones. Uno de los polos, al parecer el primero en formarse, fue centrado en el cuerpo como máquina
(…) y asegurado por procedimientos de poder característicos de las disciplinas: anatomopolítica del
cuerpo humano. El segundo, formado algo más tarde, hacia mediados del siglo XVIII, fue centrado en el
cuerpo- especie, en el cuerpo transido por la mecánica de lo viviente (…), todos esos problemas los toma
a su cargo una serie de intervenciones y controles reguladores: una biopolítica de la población. Las
disciplinas del cuerpo y las regulaciones de la población constituyen los dos polos alrededor de los cuales
se desarrolló la organización del poder sobre la vida (…), un poder cuya más alta función no es ya matar
sino invadir la vida enteramente”2
Estas series se encuentran todavía separadas en el siglo XVIII.
Teniendo en cuenta que el tema que nos ocupa, el polo que desarrollaremos es el disciplinario.
Esta modalidad de ejercicio del poder supone la utilización de una serie de procedimientos denominados
disciplinas las cuales pueden definirse como unas técnicas que permiten el “control minucioso de las
operaciones del cuerpo”3 garantizando la sujeción constante de sus fuerzas, imponiéndoles una relación
de docilidad- utilidad.:
I- El blanco de estas técnicas es el cuerpo, ya no concebido como lugar donde se manifiesta la atrocidad y
el exceso de poder del monarca, sino de un poder que tiene como objetivo establecer una relación de
coacción ininterrumpida que, en un mismo mecanismo, posibilita aumentar “la aptitud del cuerpo en
términos económicos de utilidad”4 y disminuirla “en términos políticos de obediencia”5
El cuerpo no es por tanto inaugurado como objeto del poder, pero se introducen importantes
modificaciones en la manera como es abordado: la escala del control (el cuerpo deja de ser una unidad
para ser descompuesto en gestos, movimientos y actitudes); el objeto del control (se releva la eficacia y se
impone el ejercicio: por sobre el cómo, la finalidad; por sobre el resultado, el proceso); y la modalidad del
control (que deja de ser lacunar y discontinuo para ejercerse sin interrupciones).
El cuerpo es explorado en sus partes, desarticulado y recompuesto por un mecanismo de poder que lo
explora. Anatomopolítica del cuerpo humano: el cuerpo es presa de un poder que analiza y manipula, y
su materialidad es ahora objeto de una consideración política.
Los procedimientos disciplinarios se desarrollaron, en principio, en lugares precisos y relativamente
cerrados (cuarteles, conventos, colegios, grandes talleres) en el marco del diagrama monárquico de
ejercicio del poder.
Hay sin embargo, una situación de excepción que posibilita la implementación de estos procedimientos a
gran escala: el advenimiento en la ciudad del estado de peste.
La peste acerca la muerte a la ciudad e inaugura de esta manera un estado de confusión y desorden6. La
modalidad que se impone para abordar la enfermedad es la de la cuarentena. Estricta división espacial: los
espacios recortados, los individuos fijados e inmovilizados. Construcción de una apretada cuadrícula que
restringe la circulación de los cuerpos y de las cosas. Inspección constante: facilitada por la división
espacial, todo un sistema de jerarquías se establece para supervisar los movimientos (centinelas, síndicos,
guardias). Registro permanente: de los sanos, de los enfermos y de los muertos.
El individuo se encuentra inserto en una red que lo localiza, examina y distribuye según estos tres
principios. Estas técnicas proporcionan una dimensión de análisis al desorden desatado por el estado de
peste. Su implementación lleva en sí el sueño de una “sociedad ordenada”. En este momento -una
situación de excepción- y en este diagrama de poder, la función de las disciplinas es, siguiendo al autor,
“detener el mal” de un modo absolutamente violento: “a la enfermedad que es muerte se opone el
ejercicio minucioso del derecho de espada” Su función se reduce entonces al dualismo vida muerte y es
denominada por Foucault “disciplina bloqueo”.

2
Foucault, M; Historia de la sexualidad. Tomo I: La voluntad de saber; Siglo XXI, España, 1977; pág. 168.
3
Vigilar y castigar, p. 173.
4
Ibíd. Anterior, p. 223.
5
Ibíd. Anterior, p. 224.
6
Hay sobre el tema una profusa literatura. Se sugiere consultar: Camus, La peste- Artaud, El teatro y su doble.
4
Pero durante el SXIX, las disciplinas sufrirán una serie de transformaciones diversas:
1) se generalizarán;
2) sus técnicas se aplicarán a variadas instituciones y funciones;
3) su función dejará de ser negativa (detener un mal) para insertarse en el interior del cuerpo
social en términos de positividad y productividad. En el momento en que se produce la
modificación por la cual estos procedimientos adquieren la finalidad de modificar conductas
encontramos pues, otra imagen de las disciplinas, Foucault la define como “disciplina
mecanismo”
La generalización de las disciplinas es posibilitada, para el autor, a partir de la creación del dispositivo
panóptico:
“El panóptico de Bentham7 es la figura arquitectónica de esta composición. Conocido es su principio: en
la periferia, una construcción en forma de anillo; en el centro, una torre, esta, con anchas ventanas que se
abren en la cara interior del anillo. La construcción periférica está dividida en celdas, cada una de las
cuales atraviesa toda la anchura de la construcción. Tienen dos ventanas, una que da al interior,
correspondiente a las ventanas de la torre, y la otra, que da al exterior, permite que la luz que la luz
atraviesa la celda de una parte a otra. Basta entonces situar un vigilante en la torre central y encerrar en
cada celda a un loco, un enfermo, un condenado, un obrero o un escolar. Por el efecto de la contraluz se
pueden percibir desde la torre, recortándose perfectamente sobre la luz, las pequeñas siluetas cautivas en
las celdas de la periferia”
Este dispositivo garantiza un funcionamiento automático del poder ya que, por un lado, induce en el
observado un estado de visibilidad permanente; y por el otro, la eficacia de su función no depende de la
presencia real de un guardián sino de cierta disposición de los cuerpos en el dispositivo: una relación de
sujeción real surge así de una relación ficticia.
Y si permite la generalización de las disciplinas es porque, en primer lugar, es un sistema óptico que
refiere “a una forma ideal de funcionamiento del poder que es útil para cualquier establecimiento que
tenga como función vigilar personas” En segundo lugar, porque este dispositivo se integra a una función
cualquiera (educación, castigo, producción económica, etc.) ya que, maximiza, por la omnipresencia de la
mirada que supone, la eficacia en el funcionamiento del poder “no por el poder en sí mismo, ni en función
de la salvación inmediata de una sociedad, sino para lograr en ellos (los individuos sometidos a este
dispositivo) obediencia, y optimizar la utilización de las fuerzas productivas”8

Pero el movimiento que va de un proyecto a otro, de una disciplina implementada con el fin de detener el
mal a su aplicación con finalidad correctiva, de una disciplina de excepción a una sociedad de vigilancia
generalizada, supone además una serie de procesos históricos:
1) Inversión funcional de las disciplinas:
Las disciplinas funcionan cada vez más como técnicas que fabrican individuos útiles. De un papel
negativo a un papel positivo. Así, se liberan de su posición marginal, de las formas del encierro y el retiro.
2) Enjambrazón de los mecanismos disciplinarios:
Las disciplinas salen del encierro, de las fortalezas que habitaban, para comenzar a circular en estado
“libre” De esta manera, los aparatos cerrados (por ejemplo, la escuela) agregan a su función interna (la
educación de los alumnos) una función de vigilancia externa (el control de la conducta de los padres)
En este sentido surgen, además, grupos religiosos y toda una serie de asociaciones –como las de
beneficencia- que desarrollan verdaderas campañas de moralización, una suerte de “organización de
disciplina”9 de la población. Su objetivo son básicamente los pobres y los vagabundos: la población que
hay que constituir como clase obrera. Tienen a su cargo tanto objetivos religiosos y económicos como
políticos: la conversión, la promoción del ahorro, la modificación de las conductas asociadas al “vicio”, la
enseñanza de oficios.
3) Nacionalización de los mecanismos disciplinarios:

7
Jeremy Bentham (1748-1832), filósofo inglés, considerado padre de la corriente utilitarista. También dedicó su atención a la
reforma penitenciaria, elaborando por encargo de Jorge III un modelo de cárcel: el dispositivo panóptico.
8
Foucault, M; VyC, p.192
9
Ibíd. Anterior; p. 215
5
Si bien la policía como institución es realmente organizada como aparato de Estado y se encuentra en el
centro de la soberanía política, el tipo de poder que ejerce:
- por los procedimientos que pone en juego: vigilancia permanente mediante un sistema de
observadores (“soplones”) que sean una mirada que lo vea todo pero que ella misma sea invisible.
- por los elementos a los que se aplica: lo infinitamente pequeño del poder político: conductas,
actitudes, sospechas, “todo lo que pasa”
- por la forma de registro: no necesariamente de infracciones, sino del comportamiento de los
individuos en tanto representa virtualmente la posibilidad de una infracción;
le añade una función disciplinaria.
Todos estos procedimientos constituyen además una disciplina intersticial, ya que extienden una red entre
las instituciones cerradas interviniendo donde estas no pueden.

“La organización del aparato policíaco del S XIX sanciona una generalización de las disciplinas que
alcanza las dimensiones del Estado”10

Podemos ampliar ahora la definición de disciplina: las disciplinas son técnicas que garantizan “la
ordenación de las multiplicidades humanas” según ciertos criterios:
- Menor costo económico;
- Menor costo político;
- Garantizando mayor docilidad y utilidad de todos los elementos del sistema;
- Promoviendo máxima intensidad, alcance y continuidad: “sin fracaso ni laguna”

Los procedimientos que esta modalidad de poder pone en juego son, básicamente, tres: vigilancia
jerárquica, sanción normalizadora y examen.

Vigilancia jerárquica:
Invirtiendo el eje político de la individualización, no es el poder del monarca el que será mirado en su
atrocidad o en su despliegue fastuoso; son los súbditos los que son objeto de una visibilidad inevitable.
Dispositivo que coacciona por el juego de la mirada para permitir un control articulado y detallado: el
panoptismo es el modelo acabado de este régimen de visibilidad.

Sanción normalizadora:
La aplicación de los procedimientos disciplinarios conllevan una finalidad normalizadora: los individuos
son sometidos a la calificación y jerarquización de acuerdo a enunciados que no operan a la manera de la
ley, definiendo el ámbito de lo prohibido y de lo permitido, sino distribuyendo todas las conductas entre
un polo positivo y un polo negativo.
Las normas refieren lo real a valores, expresan discriminaciones de cualidades conforme a la oposición
polar de una positividad y una negatividad. Suponen siempre una finalidad terapéutica (correctiva) y una
pretensión de poder.
Puede funcionar como umbral mínimo, término medio o grado óptimo A través de esta medida
valorizante, se coacciona a realizar una conformidad, y se excluye a quien no la realiza.
Pues bien, “en el interior de todos los sistemas disciplinarios funciona un pequeño mecanismo penal”11
cuya función es “calificar, jerarquizar y reprimir un conjunto de conductas cuya relativa indiferencia hace
sustraerse a los grandes sistemas de castigo” (micropenalidad del tiempo –retraso-, de la actividad
–descuido-, de la manera de ser-desobediencia- descortesía, de la sexualidad-indecencia-)
La penalidad disciplinaria castiga lo que no es conforme a la regla: las desviaciones.
Esta operación se lleva a cabo de la siguiente manera:
1) En primer lugar, una conducta o un hecho adquiere determinado valor (positivo o
negativo) comparado con un enunciado que es en sí mismo un principio de conformidad,
pudiendo funcionar como umbral mínimo, término medio o grado óptimo.
10
Ibid. Anterior, p. 218
11
Ibid. Anterior, p. 165
6
2) Los individuos son entonces diferenciados uno con respecto a otros y en función de esta
regla de conjunto, por lo cual son ubicados más cerca o más lejos de lo que ella postula.
3) Las dos instancias anteriores –comparación y diferenciación- tienen sentido sólo en
función del objetivo normalizador: ejercer una coacción para que esa conformidad que enuncia se
realice. La norma, entonces, obliga a la homogeneidad.
4) El castigo disciplinario no será la afirmación de la disimetría de fuerzas que se manifiesta
en la venganza del monarca, ni constituirá su función principal reconstituir la soberanía agredida o
cuestionada; si su objetivo es corregir, su sanción es la del ejercicio, su repetición incesante hasta
la realización del orden que se pretende imponer.
5) Las disciplinas no sólo sancionan, recompensan. La penalidad disciplinaria, en el mismo
movimiento por el cual distribuye las conductas entre un polo positivo y un polo negativo,
distribuye individuos según grados o rangos. El rango equivale por sí mismo a una recompensa o
a un castigo. Degradar es señalar la desviación, ascender implica jerarquizar una cualidad.
Las disciplinas castigan “desviaciones” cuya referencia es de carácter jurídico- natural: “...es dispuesta de
manera artificial por una ley, un programa, un reglamento. Pero es también un orden definido por unos
procesos naturales y observables: la duración de un aprendizaje, el tiempo de un ejercicio, el nivel de
aptitud se refieren a una regularidad, que es también una regla”12

Examen:
El examen es el instrumento que permite calificar, clasificar y castigar, por eso en los dispositivos
disciplinarios se haya altamente ritualizado.
Afirma el autor que este procedimiento: “combina las técnicas de la jerarquía que vigila y de la sanción
que normaliza”13
Como técnica, utiliza unas relaciones de poder que permiten obtener y constituir cierto saber. En el caso
de la medicina por ejemplo, la reglamentación del pase de sala forma parte de la organización del
hospital como aparato de examinar, que será la condición de su “desbloqueo epistemológico”.
El examen además:
- Invierte la economía de la visibilidad en el ejercicio del poder, garantizando hasta los grados más bajos
su ejercicio.
- Hace entrar la individualidad en un campo documental, situando a los individuos en una red de escritura.
El registro (documentación administrativa) sirve para recurrir oportunamente, ya que indica la
utilización eventual que se puede hacer de un individuo.
Supone la utilización de códigos, homogeiniza los rasgos individuales establecidos por el
examen y permite transcribirlos.
Gracias a los procedimientos de escritura que lo acompañan, el examen permite constituir al individuo
como un objeto descriptible, analizable, rescatando su singularidad, su evolución particular; y a su vez,
construir un sistema comparativo que permite la medida de fenómenos globales, descripción de grupos,
la estimación de la desviación de los individuos unos con respecto a los otros y su distribución en una
población.

El examen hace de cada individuo un caso y dicha descripción se convierte en un medio de dominación y
control.
Si el régimen de visibilidad propio del poder soberano supone una individualización ascendente; el poder
disciplinario invierte esta economía de la mirada, garantizando hasta los umbrales más bajos la visibilidad
del poder.

Las disciplinas como contraderecho

Los mecanismos disciplinarios son intrascriptibles al discurso del derecho, fundamento del poder político
en nuestras sociedades modernas. Las disciplinas, siguiendo al autor, no están bajo la dependencia
12
Ibíd. Anterior, p.184.
13
Ibíd. Anterior, p.171.
7
inmediata de las estructuras jurídico- políticas. No definen una forma de gobierno ni son en principio
implementadas por los aparatos de estado. “Y aunque se expresen en una ley o reglamento, prevean una
sanción o propongan instancias de juicio, las disciplinas son irreductibles en su principio y en su finalidad
a la penalidad tradicional de la ley”
En relación al modelo del derecho, la penalidad disciplinaria puede relevarse en términos de oposición:
1- La penalidad judicial refiere a un corpus de leyes; las disciplinas a un conjunto de
fenómenos observables.
2- La primera especifica actos en términos de categorías generales; las disciplinas diferencian
individuos.
3- La ley hace jugar la división entre lo prohibido y lo permitido; las disciplinas jerarquizan.
4- Mientras que la justicia “hace operarla división, obtenida de una vez por todas, de la
condena”, las disciplinas homogeinizan y en el límite “descalifican e invalidan”
Por ende, los mecanismos disciplinarios se oponen al marco jurídico político del cual derivan todos los
códigos:
1- Si el modelo de la soberanía postula la premisa “todos los hombres nacen libres e iguales”,
las disciplinas introducen mecanismos cotidianos que son inigualitarios y disimétricos.
2- Si el núcleo del derecho es la obligación contractual (de carácter igualitario y reversible);
el vínculo disciplinario es “disimétrico, no igualitario, excluye reciprocidades y la subordinación
no es reversible”
3- Si las teorías contractualistas intentan fijar los límites al poder del monarca (escritura de la
ley, conocimiento de la ley por parte de los súbditos, universalidad y aplicación igualitaria), las
disciplinas reconstituyen la arbitrariedad que el derecho le había quitado al príncipe. De ahí que
Foucault afirme que las disciplinas suspenden, cuando se ejercen, el derecho, aunque jamás de
manera total. Sus procedimientos “instituyen el desequilibrio definitivo de las relaciones de poder,
invalidando las normas que invocaban su redistribución”

BIBLIOGRAFIA
1. Foucault, Michel (1999); Vigilar y Castigar, Siglo XXI, México, 1999
2. Foucault, Michel (2000); Los anormales, Fondo de Cultura Económica, México.
3. Foucault, Michel (1991); Historia de la sexualidad. Tomo I: La voluntad de saber; Siglo
XXI, Buenos Aires.

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