Está en la página 1de 11

stm/EGUILUZ OK* 30/9/04 18:02 Página 1

INTRODUCCIÓN
P. Sánchez Gómez e I. Eguíluz Uruchurtu

PSICOPATOLOGÍA: SEMIOLOGÍA PSIQUIÁTRICA


La psicopatología es un término polisémico, y su utilización en el lenguaje médico o psi-
cológico varía en función de la orientación científica o de la especialidad de quien hace uso de
él. Esto no es algo nuevo en el campo de la psiquiatría, donde conceptos y términos se toman
sin rigor, lo cual contribuye a difuminar sus límites semánticos, ya de por sí endebles en
nuestra especialidad.
En este libro, el término «psicopatología» se empleará como sinónimo de «semiología».
Dicho de otra manera, la psicopatología es el conjunto de signos y síntomas que los profe-
sionales de la salud mental utilizan para el diagnóstico de las enfermedades psíquicas. Así,
mientras la psicopatología es la ciencia básica de la psiquiatría, y su función consiste en la
descripción y explicación de la conducta patológica, la psiquiatría se define como el conjunto
de consecuencias cientificotécnicas y culturales que resultan de la correcta aplicación de un
lenguaje psicopatológico.
Utilizada de esta manera, psicopatología es sinónimo de otros términos que los lectores
podrán encontrar en otros textos: psicopatología descriptiva, fenomenología o semiología psi-
quiátrica.
En la obra que el lector tiene en sus manos, la psicopatología no pretende ser un tratado
de la teoría de formación de las anomalías psíquicas sino que aspira a recoger, como se
acaba de resaltar, el conjunto de síntomas a través de los cuales el profesional llega al diag-
nóstico. Por eso resulta sinónimo del término «psicopatología descriptiva», pues éste es el
nivel (descriptivo) en el que trata de quedarse. Para Berrios (1), la psicopatología descriptiva
es un lenguaje que se define por un conjunto sistemático de principios generales, enuncia-
dos descriptivos y reglas de aplicación. Como todos los lenguajes, es un producto histórico
© Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L.

que surge en unas coordenadas socioculturales determinadas y que está sujeto a cambio.
Deja para otras áreas del conocimiento médico o psicológico la determinación de las causas
que llevan a las personas a sufrir las anomalías mentales descritas.
El proceder médico se basa en una serie de actuaciones que son comunes al conjunto de
las especialidades. De manera muy simplificada, comienza por la recogida de una serie
de datos, que conformarán la historia clínica de una persona que acude al médico aquejada
stm/EGUILUZ OK* 30/9/04 18:02 Página 2

2 Introducción a la PSICOPATOLOGÍA

por una serie de anomalías. Utilizará para ello el concepto de enfermedad como modelo expli-
cativo de las mismas. Tras la recogida de la información, se emite una hipótesis diagnóstica
de la que se deriva un tratamiento. El ensayo de tratamiento se practica siguiendo su resul-
tado. En caso de que el tratamiento escogido modifique el curso de las anomalías detectadas,
se confirmará la hipótesis inicial; si éste es fallido, se propondrá otro o bien se refutará la hipó-
tesis inicial propuesta, y se tratará de llegar a una nueva mediante el reanálisis del caso o la
realización de nuevas exploraciones.
En la realización de la historia clínica, el psiquiatra seguirá igualmente el proceder del
resto de las especialidades médicas: el detalle de la enfermedad actual, la determinación de
los antecedentes personales, tanto psiquiátricos como médicos o quirúrgicos, los antece-
dentes familiares, una aproximación a la personalidad premórbida del paciente y ciertos datos
biográficos del mismo.
La historia clínica finalizará con la exploración, y es aquí donde la psiquiatría diverge de
otras especialidades médicas. La exploración no se basa aquí en la recogida de signos físicos,
sino mentales. Aquí reside la especificidad de la psiquiatría y el motivo del texto que el lector
tiene entre manos. Sin embargo, los síntomas y signos mentales, entendidos en contraposi-
ción a los físicos, no son específicos de la psiquiatría. Son ampliamente utilizados en otras
especialidades médicas: es el caso del dolor, el malestar, el cansancio, la fatiga física o men-
tal y la dificultad respiratoria. Todos estos son síntomas subjetivos experimentados por el
paciente y referidos al profesional, y que carecen de instrumentos objetivos para su medi-
ción. Lo característico de la semiología psiquiátrica, frente a otras especialidades, es que en
aquélla la recogida de síntomas descansa casi exclusivamente sobre los síntomas mentales.
Durante los últimos 200 años de psiquiatría moderna se han hecho esfuerzos ímprobos
por encontrar signos físicos o pruebas «objetivas» que permitan un diagnóstico fiable de las
enfermedades mentales. En algunos casos se ha conseguido, como en la parálisis general
progresiva que llenaba los manicomios del siglo XIX y parte del XX, y en la que la determinación
de Treponema pallidum como agente etiológico de la enfermedad, así como su diagnóstico
mediante pruebas bacteriológicas y serológicas, permitió que una enfermedad mental pose-
yera un signo «objetivo» que conducía a su diagnóstico. Paradojas de la historia, esta enfer-
medad salió del campo de atención de los psiquiatras para recaer en otras especialidades.
Teniendo en cuenta esta excepción (y unas pocas más similares), el psiquiatra del siglo XXI se
encuentra con las mismas dificultades y el mismo proceder clínico que los alienistas del
siglo XIX: depende de los síntomas mentales referidos por el propio paciente o de la observa-
ción de la conducta del mismo para llegar al diagnóstico de una enfermedad mental concreta.
Podemos decir, en resumen, que la semiología psiquiátrica es la psicopatología, y ésta
resulta ser el equivalente a la exploración física que se realiza mediante aparatos en el resto
de las especialidades médicas. El conocimiento de esta subdisciplina psiquiátrica es funda-
mental, en consecuencia, para un correcto diagnóstico en psiquiatría.
Son muchos los autores que afirman que el movimiento filosófico denominado «fenome-
nología», originado por E. Husserl, influyó de manera decisiva en la psicopatología descriptiva
© Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L.

a través de la obra de Jaspers, Psicopatología general (2). Jaspers, por su vinculación con la
obra de Husserl, sostenía la posibilidad de descripciones neutrales y ateóricas de las con-
ductas anómalas. Sin embargo, autores como Berrios (1) sostienen que la psicopatología des-
criptiva que poseemos en la actualidad comenzó a desarrollarse casi un siglo antes de que
Jaspers publicara su obra, y que ésta no parece haber sido tan crucial para su evolución
como muchos afirman.
stm/EGUILUZ OK* 30/9/04 18:02 Página 3

INTRODUCCIÓN 3

Por otra parte, en la actualidad se acepta que los síntomas psicopatológicos poseen
dos componentes: a) biológico, que genera una alteración de la conducta, y b) psicosocial,
relacionado con la interpretación de esta alteración por el propio paciente y por el observador.
Otro hecho constatable es que la investigación neurobiológica ha producido hasta el momento
escasos resultados, bien por la utilización de una metodología deficiente o por la posibilidad
de que el objeto sometido a estudio, esto es, la conducta humana, sea intrínsecamente opaca
y, por tanto, no pueda ser captada su especificidad por parte de ningún lenguaje. Según
Berrios, esta opacidad viene dada, más que por una característica intrínseca al objeto de
estudio, por el fracaso en la definición del mismo, esto es, por la insuficiencia de la psicopa-
tología descriptiva tradicional para capturar las supuestas señales biológicas envueltas en los
códigos expresivos socioculturales y personales.
Todo ello lleva a plantear una remodelación de la psicopatología científica. La psicopato-
logía descriptiva actual ha avanzado poco desde sus orígenes en el siglo XIX, y si entonces el
nivel de descripción se acoplaba a la perfección con el de las necesidades del trabajo de
microscopia y con la anatomía macroscópica, hoy la investigación neurobiológica debe
de incluir análisis cuantitativos, estadísticos y dimensionales que distan mucho del poder reso-
lutivo de la psicopatología tradicional. Por todo ello, se necesita una puesta al día que favo-
rezca un encuentro entre la psicopatología descriptiva y las técnicas neurofisiológicas actua-
les: tomografía por emisión de positrones (PET), tomografía computarizada por emisión de
fotón único (SPECT), tomografía computarizada (TC), resonancia magnética (RM), marcadores
biológicos, etc.
No es el objetivo de esta obra desarrollar estas últimas ideas, siendo ello un reto futuro
y probablemente imprescindible. Aquí, se tratará de sistematizar el conjunto de signos y sín-
tomas que los psiquiatras han utilizado durante décadas para diagnosticar enfermedades
mentales. La construcción de los síntomas mentales y los conceptos que señalan es la obra
de 200 años de psiquiatría científica. Muchos términos que habitualmente se usan para des-
cribir los síntomas mentales resultan a veces de difícil comprensión para el lector que se intro-
duce por primera vez en este campo. Para allanar estas dificultades conviene realizar una
serie de aclaraciones previas antes de iniciar la lectura o consulta de los capítulos que siguen.

LOS SÍNTOMAS MENTALES COMO ALTERACIONES


DE LAS FUNCIONES DE LA MENTE
Desde las últimas décadas del siglo XVIII, un conjunto de médicos comenzó a acercarse a
ciertos individuos que se comportaban de manera extraña o incomprensible para el resto de
las personas que conformaban la sociedad de la época. Durante siglos, dichas conductas
habían sido tradicionalmente comprendidas como influjos de los astros, de fuerzas ocultas,
del Maligno o de la maldad humana. Aunque no fueron originales, estos médicos fundamen-
taron su mérito en la insistencia con la que promulgaron que tales conductas extrañas o anó-
© Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L.

malas debían ser comprendidas siguiendo el modelo médico, el mismo que se venía utilizando
para explicar otras variaciones anómalas en el comportamiento o funciones del cuerpo
humano.
Cuando estos médicos —originalmente denominados «alienistas», y ya casi finalizado el
siglo XIX, «psiquiatras»—, comenzaron a describir los fenómenos observados en sus nuevos
pacientes, se encontraron con la dificultad de no tener un lenguaje semiológico propio que les
stm/EGUILUZ OK* 30/9/04 18:02 Página 4

4 Introducción a la PSICOPATOLOGÍA

ayudara en su tarea. Por ello, recurrieron tanto a la psicología como a la filosofía decimonó-
nica para ayudarse a crear conceptos sobre las funciones mentales normales y, de esta
forma, sobre las previsibles anomalías que se encontraban en los pacientes.
Esta labor de construcción de un nuevo lenguaje semiológico para comprender y diag-
nosticar las enfermedades mentales se desarrolló a lo largo de todo el siglo XIX y de las pri-
meras décadas del XX. Las modas filosóficas cambiaron en varias ocasiones, al igual que lo
hizo la psicología durante estos dos siglos. Los sistemas conceptuales de la filosofía de la
mente o de la psicología sobre los que se construyeron los conceptos que cimentaron los sín-
tomas mentales desaparecieron como las civilizaciones antiguas.
Sin embargo, esos mismos síntomas mentales y muchos de los conceptos unidos a
ellos han seguido siendo utilizados por los psiquiatras hasta hoy. Todavía no ha surgido ningún
sistema semiológico capaz de sustituir al que, con tanto esfuerzo, se construyó durante
siglo y medio. No sabemos si este hecho obedece a la robustez del sistema antiguo o, quizá,
a la insuficiencia de los psiquiatras contemporáneos por elaborar uno nuevo y más eficaz a
la hora de detectar las enfermedades mentales, acorde con la filosofía de la mente y las
ciencias psicológicas modernas.
En cualquier caso, y para el manejo clínico diario de las enfermedades mentales, es
preciso contar con un buen dominio de la semiología psiquiátrica, dado que no conocemos
otro sistema mejor. A lo largo de esta obra el lector se encontrará con conceptos que pue-
den resultarle completamente extraños, pues derivan de los movimientos filosóficos y/o
psicológicos de los que se sirvieron los psiquiatras de la época, y que ya han desaparecido.
Algunos de dichos conceptos perviven como auténticas reliquias en el acervo del quehacer
diario del psiquiatra, a pesar de que, paradójicamente, hace décadas que dejaron de ser
utilizados en sus respectivos campos, salvo por los historiadores de la filosofía o de la psi-
cología. Conocer, aunque sea superficialmente, el fundamento de estos conceptos es
imprescindible para la correcta utilización y detección de síntomas como el delirio, el senti-
miento o la anhedonía.
Berrios (3) señala que, a comienzos del siglo XIX, se extiende en la psicología un renaci-
miento de la forma de entender el funcionamiento de la mente. Se trata de la psicología de
las facultades. Así, se entiende que la mente está compuesta por una serie de funciones
(facultades) discretas, que inicialmente y siguiendo el modelo kantiano eran tres: la intelec-
tiva o racional, la afectiva o emocional y la conativa o volicional. Con el paso de los años,
estas funciones mentales se subdividieron en otras más simples, o bien se les añadieron
otras nuevas.
Los alienistas pensaron que, si existe una serie de funciones o facultades de la mente,
también puede darse su contrapunto: esto es, la enfermedad o disfunción de dichas faculta-
des mentales. De ahí deriva la creación de algunas enfermedades como disfunción de una
facultad concreta, o bien la determinación de signos y síntomas mentales igualmente como
alteración de dichas facultades.
La psicopatología ha seguido tradicionalmente este modelo, y así se mantendrá en la
© Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L.

obra presente. Los signos y síntomas mentales se clasifican en función de la facultad putati-
vamente afectada: los delirios constituirán una afectación de la facultad intelectiva o del pen-
samiento; las alucinaciones, de la facultad perceptiva, etc. Sin embargo, como se verá más
adelante, esta clasificación, aunque necesaria, es claramente imperfecta, ya que cada sín-
toma mental comparte características de distintas funciones mentales afectadas.
stm/EGUILUZ OK* 30/9/04 18:02 Página 5

INTRODUCCIÓN 5

EL CONCEPTO DE COMPRENSIBILIDAD
A lo largo de este libro el lector encontrará referencias a fenómenos psicopatológicos que
son denominados «comprensibles» o «no comprensibles». El hecho de que, por ejemplo, el
denominado delirio primario sea incomprensible no significa en este contexto que quien lo
escucha no acaba de comprender su contenido. Es algo más complejo, y para ello debemos
aclarar ciertas ideas que surgen de la filosofía del pasado siglo y sobre las que se cimenta la
construcción de los conceptos psicopatológicos que hoy utilizamos.
A comienzos del siglo XX, y coincidiendo con la publicación de la primera edición del tra-
tado de Psicopatología general de Karl Jaspers (2), existía un apasionado debate en la filoso-
fía de la ciencia sobre la metodología y el estatus científico de las denominadas ciencias
«humanas» o «del espíritu». Jaspers, junto a otros autores (Weber, Dilthey, Husserl, Heidegger,
entre otros), consideró que las ciencias humanas debían de utilizar una técnica diferente a la
de las ciencias denominadas naturales.
Para entonces, las ciencias naturales ya habían establecido las bases metodológicas
sobre las que construirían el avance del conocimiento en sus respectivos campos: el método
científico. Este modelo se basaba en el método ya consolidado en las ciencias «duras», con-
cretamente en la física. Tales disciplinas utilizaban la explicación como método de descripción
y predicción de algunos fenómenos naturales. Así, por ejemplo, la física explicaba mediante
una serie de leyes la caída de un objeto esférico a lo largo de un plano inclinado.
Pero el método de la explicación se demostró muy insuficiente cuando se aplicaba a
describir, y aún más a predecir, ciertos fenómenos naturales, pero en esta ocasión deriva-
dos de la conducta del ser humano, de los que se ocupaban las ciencias humanas. Este último
grupo de disciplinas, por su parte, venían utilizando de forma tradicional otros métodos de
investigación distintos a los de las ciencias naturales, técnicas que se agruparon dentro de
lo que se denominó la comprensión.
Esta última técnica se refiere concretamente a la comprensión por parte del investiga-
dor de las intenciones, experiencias y significados de una persona. «Comprensión» y «empa-
tía», por tanto, son conceptos íntimamente relacionados. Comprensión, en palabras de Walker
(4), es «mi acceso empático a la experiencia subjetiva de la otra persona haciendo uso de la
analogía con mi propia experiencia».
En la entrevista con el paciente, el profesional trata de dar un sentido a la experiencia
subjetiva de aquél utilizando el modelo de las disciplinas médicas, es decir, analizando las
anomalías subjetivas experimentadas por el paciente u observadas por los demás a modo de
signos y de síntomas. En el caso de las enfermedades mentales abordadas por la psiquiatría,
ya se ha señalado anteriormente cómo dichos signos y síntomas son predominantemente
mentales.
Es aquí donde entra de lleno el método de la comprensión como sistema de análisis de la
experiencia subjetiva, en el caso del que estamos hablando anómala, de los pacientes. Jas-
pers señaló diferentes grupos de comprensión fenomenológica de la experiencia subjetiva:
© Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L.

• El primer grupo comprende aquellos fenómenos «que nos son familiares a todos
desde nuestra propia experiencia». Como señala Walker (4), la recreación empática de
estas experiencias es familiar y no presenta problemas. Se trata, por ejemplo, de la
reacción de tristeza y desolación que experimenta una persona ante la pérdida de un
ser querido.
stm/EGUILUZ OK* 30/9/04 18:02 Página 6

6 Introducción a la PSICOPATOLOGÍA

• El segundo grupo incluye todos aquellos «fenómenos que son comprendidos como
exageraciones, disminuciones o combinaciones de fenómenos que habitualmente
experimentamos». En este grupo se incluyen las denominadas ideas sobrevaloradas
o deliroides, que serán analizadas en el capítulo sobre trastornos del pensamiento.
Un ejemplo de estos fenómenos es la creencia de un trabajador de estar controlado en
una empresa después de haber sido amonestado por sus superiores.
• El tercer grupo de fenómenos se caracteriza por «su completa inaccesibilidad a cual-
quier intento de comprensión o recreación empática». Son fenómenos «incomprensi-
bles», utilizando el significado de comprensión que aquí le venimos dando. Por más
que el entrevistador trate de recrearla empáticamente, carecen de cualquier prece-
dente en su propia experiencia. Dentro de este grupo de fenómenos se incluye el deno-
minado delirio primario, procesal o esquizofrénico, que será analizado en el capítulo de
trastornos del pensamiento. Un ejemplo de esto sería la convicción a la que llega un
paciente en pleno brote esquizofrénico de que alguien le ha desangrado por la noche
mientras dormía, justo en el momento en que ve pasar un coche de bomberos por
delante de su domicilio.

Hay que señalar, además, que se pueden diferenciar otros dos tipos de comprensión: la
estática y la genética. La comprensión genética se refiere a la coherencia que guarda un
fenómeno actual de una persona en relación con su pasado, sus características individuales,
etc. A través del conocimiento de dicha persona y de sus circunstancias actuales, el clínico
puede comprender empáticamente la aparición en la misma de un fenómeno psicológico o
psicopatológico ante una situación determinada. Por el contrario, un fenómeno no es com-
prensible genéticamente cuando, a pesar del conocimiento de la persona y de la situación
desencadenante, no es posible «comprender» las razones por las que esa persona se ha com-
portado o vivido de una manera determinada.
El otro tipo de comprensión de fenómenos psicopatológicos es el estático. En éste, el clí-
nico trata de recrear empáticamente en sí mismo los fenómenos que está observando en el
paciente. Así, un fenómeno puede ser «incomprensible» desde el punto de vista estático por
razones cualitativas (p. ej., un delirio esquizofrénico de vivencia de influencia corporal
por energías del espacio sideral) o por razones cuantitativas (p. ej., una reacción de tristeza
ante el fallecimiento de un ser querido que se prolonga durante varios años).

PROCESO, DESARROLLO Y REACCIÓN


Los conceptos de proceso, desarrollo y reacción fueron completados y popularizados
por Jaspers (2) y recogidos en nuestro medio por Cabaleiro (5). En torno a ellos se ha orga-
nizado buena parte de la psicopatología psiquiátrica actual. Por eso es necesario comprender
su significado para poder hacer un buen uso de otros conceptos psicopatológicos.
© Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L.

Proceso
Jaspers (2) denomina «proceso» a una modificación duradera de la vida psíquica del indi-
viduo que conduce a una alteración permanente, considerando la presencia de dicha altera-
stm/EGUILUZ OK* 30/9/04 18:02 Página 7

INTRODUCCIÓN 7

ción como un fenómeno totalmente «nuevo». La personalidad del sujeto experimenta una
descomposición y una transformación que acaba generando algo nuevo, totalmente distinto
a la vida y al carácter que había existido hasta ese momento. Diferencia el proceso de la
fase, entendiendo como «fase» una alteración que no lleva implícita la característica de per-
manencia.
Cuando nos enfrentamos a una persona que ha sufrido un proceso, sea del tipo que sea,
vemos que la vida anterior de esta persona es una sucesión «comprensible» de sucesos vita-
les y de emociones. Sin embargo, llega un momento en que la vida de esta persona se vuelve
de pronto «incomprensible». Hay una clara ruptura biográfica entre el antes y el después de
la aparición del proceso.
Esta «mutación» de la vida del paciente no puede ser comprendida. Según señala Jas-
pers (2) sólo puede ser «explicada» por la alteración orgánica (hoy, neurobiológica) de aque-
llas estructuras cerebrales en las que asienta la personalidad, e incluso llega a afirmar que
es imposible «comprender» su génesis. Lo procesal, por ser de orden somático, es de natu-
raleza causal (conocida o desconocida) y por tanto «incomprensible» en su génesis, siendo
sólo «explicable» a partir de una serie de alteraciones de la función cerebral que determinan
estos cambios.
En el proceso se distinguen tres características fundamentales: la transposición simple,
la transformación y una descomposición de la personalidad del individuo, creando un nuevo
estado en una progresión constante.
Dentro del proceso, Jaspers distingue una serie de estados agudos que son los que con-
ducen a la alteración permanente de la personalidad y que son los que van acrecentando
dicha alteración. A estos fenómenos se les denomina «brotes», que deben diferenciarse tanto
de las fases como de las reacciones, aunque ocasionalmente esta diferenciación sea difícil de
establecer.
Jaspers (2) distingue dos tipos de procesos: los orgánicos y los psíquicos.

• Los procesos orgánicos se corresponden con enfermedades orgánicas cerebrales con


un curso totalmente dependiente de la evolución del proceso cerebral correspon-
diente. Desde el punto de vista clínico, la manifestación de su estado psíquico aparece
como una destrucción de la vida psíquica, aunque pueden existir remisiones sintoma-
tológicas e incluso (en ocasiones aisladas) curaciones.
• Los procesos psíquicos se caracterizan por una alteración de la vida psíquica sin des-
trucción aparente. La causalidad de estos procesos es desconocida casi por com-
pleto.

La diferencia fundamental entre ambos procesos reside en que en los orgánicos es evi-
dente una lesión orgánica cerebral constatada, mientras que en los psíquicos el sustrato lesio-
nal falta o bien todavía no ha sido puesto de manifiesto.
Continuando con las propuestas de Jaspers (2), éste sugiere como modelo de estos
© Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L.

procesos la parálisis general progresiva (secundaria a la infección por Treponema pallidum)


como ejemplo del orgánico, y la esquizofrenia, como muestra del psíquico. No obstante,
teniendo en cuenta el supuesto componente somático de las mal llamadas enfermedades psí-
quicas (y en concreto de las psicosis), puede resultar artificial la diferencia entre ambos pro-
cesos en el sentido causal. La diferencia entre ellos vendrá dada desde el punto de vista psi-
copatológico.
stm/EGUILUZ OK* 30/9/04 18:02 Página 8

8 Introducción a la PSICOPATOLOGÍA

Ya se ha mencionado con anterioridad cómo en el proceso la personalidad se trans-


forma de forma significativa, mostrándose en la vida del individuo una ruptura profunda: lo que
antes era comprensible, ahora se convierte en incomprensible. Las vivencias de las perso-
nas afectadas de un proceso son, por tanto, inderivables, irreductibles y primarias, lo que
las hace siempre genéticamente incomprensibles. Dichas vivencias son las que denomina-
mos, por su naturaleza, delirios primarios o procesales (como se verá en otros capítulos de
este libro).
Una vez que ha cedido la actividad procesal, no siempre es fácil detectar esa quiebra de
la personalidad, y el paciente puede retornar a su estado anterior. En ocasiones, la remisión
no es completa y se observan restos de la actividad procesal, lo que da lugar a los denomi-
nados estados «residuales» o «defectuales». En ellos, la personalidad puede continuar alte-
rándose cada vez de forma más intensa con la reaparición de nuevos «brotes».
En resumen, el proceso se define como un cambio en la vida psíquica del individuo, que
invade su personalidad de forma aislada o repetitiva, que es heterogéneo respecto a ésta y
hoy día es incurable.

Desarrollo
El concepto de «desarrollo», al igual que el anterior, fue establecido por Jaspers (2),
entendiéndolo como un despliegue interno de ciertos caracteres de la personalidad originaria,
propios de ésta desde un punto de vista posibilístico, y al cual contribuyen determinadas cir-
cunstancias vitales que le son propicias. En el desarrollo, la personalidad pierde su contacto
con la normalidad, pero sus componentes no varían. Así, existen una serie de trastornos
(hoy se engloban en el grupo de los trastornos delirantes) que parecen emerger comprensi-
blemente desde una personalidad premórbida determinada.
La diferencia entre el desarrollo y el proceso, en opinión de Jaspers (2), reside en que en
el segundo hay una ruptura biográfica, siendo la personalidad que surge a raíz del proceso
algo nuevo y que no puede ser comprendido desde la vida anterior. En el caso del desarrollo,
el cuadro que aparece en la persona que delira puede seguirse retrospectivamente a lo largo
de su vida. El delirio es consecuencia comprensible de determinadas circunstancias, y no algo
nuevo que aparece en la vida de quien lo manifiesta. Mientras que los delirios procesales resul-
tan totalmente incomprensibles estática y genéticamente, los desarrollos delirantes son
comprensibles desde el punto de vista estático (los elementos del sistema delirante carecen
de ruptura entre sí, e incluso el propio sistema delirante puede mostrar una cierta conexión de
sentido).
No obstante, los desarrollos, al igual que los procesos, son incomprensibles desde el
punto de vista genético, puesto que partiendo de las vivencias del hombre normal no puede
comprenderse la ligazón con estos desarrollos delirantes. Cabaleiro (5) afirma que para que
tenga lugar un «desarrollo» se requieren determinados contenidos o caracteres psíquicos de
© Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L.

la personalidad capaces de ser desplegados, posibilidades implícitas de base somática o bio-


lógica, y circunstancias exteriores, vitales, de intensa resonancia afectiva, capaces de movili-
zar el despliegue de aquellos contenidos o caracteres de la personalidad.
Los desarrollos delirantes constituyen el núcleo de la paranoia de Kraepelin, y existen
marcadas diferencias con respecto a los delirios esquizofrénicos (delirios procesales), que
tienen su origen en una vivencia delirante primaria, concretamente en una percepción deli-
stm/EGUILUZ OK* 30/9/04 18:02 Página 9

INTRODUCCIÓN 9

rante. Sin embargo, la diferencia fundamental entre proceso y desarrollo reside en que en el
primero la vida del individuo sufre una ruptura que la divide en dos partes diferentes sin solu-
ción de continuidad, mientras que en el caso del desarrollo no existe tal quiebra, y la vida del
sujeto, aunque su personalidad pierda el contacto con la realidad, se muestra unitaria.

Reacción
Finalmente, Jaspers (2) describe la «reacción» como una respuesta del psiquismo frente
a una vivencia determinada. Es decir, se trata de una reacción psicológica. Esta reacción
resulta comprensible al profesional por las características de la persona y del tipo de cir-
cunstancia vital que han motivado su aparición. Se considera que, junto a las reacciones nor-
males o «legítimas» que toda persona experimenta, pueden aparecer también reacciones
denominadas «patológicas».
La reacción patológica tendrá una parte de lo comprensible (vivencia y contenido), una
parte causal (alteración de lo extraconsciente) y una parte de pronóstico (esta alteración es
pasajera).
No obstante, la complejidad existente entre las relaciones causales y su comprensión es
de tal naturaleza que, en numerosas ocasiones, resulta difícil precisar las diferencias entre las
reacciones legítimas, una fase y un brote. La falta de contenidos comprensibles puede llevar
a engaño sobre la reacción psíquica, conduciéndonos a pensar que se trata de una reacción
procesal o esquizofrénica. Por el contrario, la abundancia de contenidos aparentemente com-
prensibles puede hacer pensar que estamos ante una reacción psíquica normal, cuando se
puede tratar en realidad de una vivencia procesal.
Uno de los dilemas más complejos de dilucidar en el campo de la salud mental ha
sido siempre el diferenciar «lo normal» de «lo anormal». El concepto de reacción de Jaspers
pone de relieve alguna de sus diferencias. Una reacción normal ante una determinada viven-
cia será siempre comprensible, al entender que la respuesta está en consonancia con el
factor desencadenante: una persona reacciona con una gran tristeza ante el fallecimiento
de un ser próximo. Esta misma reacción será considerada anormal si resulta inadecuada
cuantitativa y/o cualitativamente, o si la duración de la misma se prolonga en el tiempo
de una forma desproporcionada. En este caso, aunque la reacción sea comprensible, sólo
lo es en cuanto a su génesis, pues su inadecuación resulta incomprensible para el hombre
normal.

LO NORMAL Y LO ANORMAL
El debate filosófico entre lo que se considera normal o anormal en psiquiatría, en medi-
cina o en psicología es apasionante, aunque dicho debate todavía sigue sin cerrarse y no es
© Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L.

previsible que lo haga en un futuro próximo. Cualquier persona que se acerque al mundo de
los síntomas mentales reclamará, con fundamento, una norma que le ayude a detectar lo
que debemos considerar normal respecto a lo patológico, con vistas a identificar esto último
y tratar de solucionarlo.
Sin embargo, dicha norma todavía no ha sido dictada. Los profesionales que trabajan en
el mundo de la salud mental manejan los síntomas mentales concibiéndolos como normales o
stm/EGUILUZ OK* 30/9/04 18:02 Página 10

10 Introducción a la PSICOPATOLOGÍA

patológicos con un sorprendente grado de consenso en general, y esto desde hace dos
siglos. Sin embargo, carecemos de una norma aceptada de forma unánime que ayude a
determinar esta distinción entre lo que es normal y lo que es patológico.
A modo de resumen, proponemos una serie de criterios que, usados conjuntamente,
podrán ayudar al clínico en esta distinción. Ninguno de ellos es lo suficientemente sensible
como para discriminar todos los síntomas mentales, y cada uno de ellos tiene una baja espe-
cificidad, por lo que puede llevar a confusión a la hora de determinar como anormal algo que
no debería ser considerado así. Nos vemos obligados a recomendar el uso del sentido común
a falta de otro criterio más objetivo.

• Lo anormal como desviación estadística del conjunto de comportamientos y vivencias


consideradas frecuentes en la inmensa mayoría de personas. La mayor parte de los
síntomas mentales son infrecuentes en el conjunto de la población, ya sea por sus
características (como las alucinaciones) o por su intensidad (como la euforia desbor-
dante de una persona con un episodio maníaco). Sin embargo, no toda conducta o
fenómeno que se escapa de la norma estadística puede ser considerado anormal. La
inteligencia superdotada, ciertos hábitos sexuales o las ideas de ciertas personas con-
sideradas como revolucionarias por su entorno, por poner unos ejemplos, no pueden
catalogarse como patológicos sin más.
• Lo anormal como presencia de lesión o disfunción de la fisiología humana. Algunos sín-
tomas mentales y enfermedades se han asociado a una lesión cerebral determinada
o a disfunción de ciertas áreas cerebrales o sistémicas. Es el caso de muchos signos
derivados de la pérdida de las funciones lingüísticas, ciertas alucinaciones visuales o
el deterioro de las funciones intelectuales en el conjunto de las demencias. Pero la
inmensa mayoría de los síntomas mentales siguen sin poder asociarse o identificarse
con una función o área cerebral específica.
• Lo anormal como desventaja biológica para quien lo sufre, es una idea propuesta por
Kendell (6). Según este autor, que bebe de las fuentes del evolucionismo, la presen-
cia de síntomas o enfermedades mentales tiene una consecuencia objetivable que es
la desventaja biológica. Dicha desventaja se plasma en una mayor mortalidad y un
menor índice de natalidad. Estos hechos se han demostrado en ciertos trastornos,
como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, pero no en otros, como el grupo de los
trastornos de la personalidad, donde se puede encontrar incluso un paradójico
aumento de la natalidad (en alguno de ellos).
• Lo anormal como una desviación del conjunto de creencias y conductas aceptadas por
la sociedad. En efecto, buena parte de los síntomas mentales llama la atención en
legos y profesionales por desviarse de lo que es comúnmente aceptado por el con-
junto de la sociedad. Es el caso de buena parte de las ideas delirantes. Pero enseguida
salta a la vista que no toda creencia o conducta extraña para la sociedad donde se
manifiesta puede ser considerada patológica. Esto se debe tener muy en cuenta para
© Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L.

evitar posibles abusos derivados de la instrumentalización de las ciencias de la salud


mental, basados en objetivos distintos al único y exclusivo alivio del sufrimiento de los
pacientes (Scharfetter [7]).

Según Luque y Villagrán (8), desde el punto de vista práctico los conceptos anteriores
se materializan, a su vez, en algunas de las siguientes características:
stm/EGUILUZ OK* 30/9/04 18:02 Página 11

INTRODUCCIÓN 11

• Exposición al tratamiento psiquiátrico.


• Mala adaptación social.
• Diagnóstico psiquiátrico.
• Malestar subjetivo.
• Síntomas psicológicos objetivos.
• Fracaso en alcanzar una autonomía personal.

En todos ellos está implícito el componente estadístico. El diagnóstico y tratamiento psi-


quiátricos se fundamentan en las otras cuatro características. Según esta propuesta, la enfer-
medad es lo que tratan los médicos, y se corresponde con lo que Kräupl-Tayor (9) denominó
«preocupación terapéutica», en sus tres indicadores de morbilidad:

• La preocupación terapéutica del individuo por sí mismo.


• La preocupación terapéutica de sí mismo en su medio ambiente.
• La preocupación terapéutica por sí mismo que deposita en su médico.

De esta forma, la enfermedad mental sería el estado en el que al menos una de estas
dimensiones o variables se encuentran por debajo de un nivel o criterio de normalidad.
Otros autores señalan que el concepto médico de salud mental se basa en la suposición
de que la salud es lo opuesto a la enfermedad, cuando es conocido que la ausencia de enfer-
medad mental no es un criterio suficiente para poder catalogar a una persona como de men-
talmente sana. A este concepto se le ha denominado desde los años cincuenta como salud
mental positiva, que se manifiesta como un estado de bienestar psíquico, aunque el término
esté sujeto a múltiples interpretaciones.
De acuerdo con Luque y Villagrán (8), sólo en el caso poco probable de coincidir la sen-
sación subjetiva de bienestar y la ausencia de signos manifiestos de alteraciones funcionales
o estructurales puede hablarse de salud absoluta, por lo que es preferible utilizar el con-
cepto de salud relativa como estado de equilibrio dinámico que incluye los estados transito-
rios de enfermedad.

BIBLIOGRAFÍA
1. Berrios GE. Concepto de psicopatología descriptiva. En: Luque R, Villagrán JM, editores. Psicopato-
logía descriptiva: nuevas tendencias. Madrid: Trotta, 2000.
2. Jaspers K. General psychopathology. Manchester: Manchester University Press, 1963.
3. Berrios GE. The history of mental symptoms. Cambridge: Cambridge University Press, 1997.
4. Walker C. Delusion: What Jaspers really said. Br J Psychiatry 1988; 1: 624-629.
5. Cabaleiro Goas M. Temas psiquiátricos: algunas cuestiones psicopatológicas generales. Madrid: Paz
Montalvo, 1966.
6. Kendell RE. The concept of disease and its implication for psychiatry. Br J Psychiatry 1975; 127:
© Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L.

305-315.
7. Scharfetter Ch. Introducción a la psicopatología general. Madrid: Morata, 1988; p. 35-54.
8. Luque R, Villagrán JM. Conceptos de salud y enfermedad en psicopatología. En: Luque R, Villagrán
JM, editores. Psicopatología descriptiva: nuevas tendencias. Madrid: Trotta, 2000.
9. Kräupl-Tayor F. A logical analysis of the medico-psychological concep of disease. Psychol Med 1971;
1: 356-364.

También podría gustarte