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POEMAS AL EXTREMO, LA DESESPERANZA DEL PRESENTE Y EL TRABAJO PARA UN

POR-VENIR RADICALMENTE DIFERENTE

“Feliz soy yo, el escritor de lo insano” Alain Mesili

Alain Mesili nació en Febrero de 1949 en Francia, públicamente se conoce que participó en el
Mayo del 68, frustrado por los errores del Partido Comunista Francés, en 1969 se traslada junto
con otros activistas a Argentina, allí, encantado por la Patagonia, se convirtió, en uno de los
primeros en caminar por el hoy conocido como Parque O’Higgins. Su vida está signada por
ideas y actividades extremas, por situaciones particulares que bien podrían explicar el libro del
que se hablará.

Para inicios de 1971 Mesili llegaría a La Paz y ya en 1990 se lo consideraría sospechoso de


pertenecer al Comando Néstor Paz Zamora (CNPZ), cuando este grupo fuera desbaratado con
una masacre de por medio de sus miembros. Desde entonces Mesili sería declarado prófugo.

En 1992 se producen en La Paz dos explosiones con dinamita, una en el cuartel de los marines
norteamericanos y la otra a los pies del monumento del ex presidente John F. Keneddy. De
estos hechos se inculpó al Ejército Guerrillero Tupak Katari (EGTK), indicando que entre ellos
estaría Mesili como instructor militar y político del grupo. En mayo de 1994 es arrestado en
Miami y deportado a Bolivia donde estuvo preso hasta 1997.

Una vez absuelto porque no se pudo probar su participación en los atentados, Mesili desarrolló
diversas actividades, entre ellas el alpinismo y la fotografía de paisajes andinos, se convierte en
un estudioso de los mismos, de allí que tiene alrededor de 20 libros de fotografía publicados en
el país.

Su libro “Poemas al extremo”

Este libro fue publicado en 1984 y en 1991, que la poeta y novelista Yolanda Bedregal lo
incluye en su antología de poesía.

Es un libro poco conocido en general, pese a estar incluido en la antología antes mencionada.
Es un poemario dividido en tres partes: Intermitencia, rebelión y destrucción. Tiene un
comentario en la contratapa escrito por César Junaro.

Los poemas que contiene son escritos en diferentes ciudades, en diferentes años, son
entonces, una recopilación de poemas que viajan desde Guatemala en 1974, París – Berlín
1975, Córdoba – Tucumán en 1976, La Paz en 1978, Perú y el Salvador el mismo año, Quito
1979, Panamá y Zurich, esto sólo por el afán de trazar un recorrido en fechas y lugares.

Si buscamos cómo definir todo el poemario, podemos decir muy de rápidamente que el
poemario destila amor y muerte, asco y odio, hastío y ganas de incendiarlo todo, de entregar el
cuerpo que es apenas un pedazo de carne maltrecho y asqueroso, para intentar cambiar algo
que está casi seguro no logrará, pero que no se rinde pese a todo lo contenido en el libro, a
toda la secuencia de decadencia que plantea desde su inicio.

El inicio, el primer poema, fuera de las tres partes, ya da un pincelazo que en realidad es una
amenaza o advertencia pues sabe que escribe con odio y rabia contra la sociedad, pide ser
juzgado por todo lo que ofrece el libro, por eso en su apertura “al lector” sostiene que “venimos
del vientre maternal/para enlutar el terrenal”, un pesimismo de existencial para con la
humanidad, porque como él sabe, alguna vez, cómo él, sentimos “soledad y angustia”, hemos
conocido sensaciones de saber que vinimos a sufrir, por ello dice de entrada “¡Ya sé! Conociste
por el sueño/momentos parecidos.” El canto de la tierra que todos oímos un día, el canto que
nos llama a sus entrañas, él lo oyó y sabe que nosotros también. Por eso pide ser juzgado
“pero por todo lo que te doy”.

Los temas recurrentes en el libro van a ser la crítica a la iglesia, a la idea el paraíso,(“Luchar
por algo más que un Edén/para que nadie nos desdeñe el derecho a la libertad”.), al sistema y
su desigualdad, sus milicos y su brutalidad (“La úlcera anal de nuestros días/creció como un
pobre indio/triplicando sus miserias,/cuando el general multiplica sus galones;/más pobre es
uno, más rico se hace este otro.”), a la clase dominante (“La panza pálida del burgués
respetable/anda cada domingo después de misa/como digna Bastilla/sudando reverencias y
cálculos comerciales”), a la belleza que se desvanece (“La belleza que nos atropelló/nos da
señas que el corazón evapora/mientras que las crisálidas afuera/estremecen sus fúnebres
tallos”), al amor descarnado y doloroso (“Soy dos manos quebradas/dos manos de tinieblas
acariciando tu sombra”), (“Te quiero decir lo sublime/de tus archipiélagos. ¡Ámame!/en lo
profundo de mi carne./En tus abandonos húndeme”.), la muerte, el suicidio que siempre está
rondando y es una muerte deseada (“Quiero escoger mi momento/tenerlo en una visión
última”), (“Soy la sempiterna vencedora mineral de tu descomposición”.). El hilo conductor va
ser siempre buscar las contradicciones en todo (“La lepra, tiene sus afloraciones/y la belleza,
sus forúnculos de pus llenos”), los extremos que chocan y que pueden ser resueltos de una
forma personal, a través del suicidio,darse fin así mismo al no soportar la realidad horrorosa
que a ratos deja ver su derrota pues deja un tufo de que no se puede cambiar, y de forma
colectiva, a través de la revolución pero, esa revolución siempre es mencionada desde sí
mismo, como individuo preparándose para la revolución, lo que le quita su sentido colectivo
aunque lo menciona y es que la palabra revolución no tiene un sentido individual aún así el
autor no lo logre visualizar del todo.

Además dedica poemas a individuos que para él fueron importantes, el loco Borda, Godard,
Baudelaire, Fanon, así también al malditismo del cual se nota que ha bebido y trata de seguir
esa senda con sus poemas, tanto por los temas que aborda como por la actitud de rechazo a
las normas, la búsqueda de la belleza donde no parece haberla, por la actitud destructiva para
consigo y la sociedad.

El libro bien pudo haberse reducido pues los temas que aborda se repiten en cada sección sin
aportar mayores elementos discursivos aunque innovando en cuanto a las imágenes que va
desarrollando. El estilo libre y directo, la búsqueda de generar la sensación de crudeza, de
asco en el lector van a dominar las tres partes del poemario. El verso libre de los poemas le da
la posibilidad de moverse sin buscar sonoridad ni cadencia, menos aún rimas, la libertad de
conectar palabras a ratos rebuscadas, a ratos vulgares, pero que en la conexión adquieren
sentido las más veces, logrando el efecto deseado. El lenguaje en general es prosaico,
descuidado, preocupado más por lo discursivo que por lo formal, son poemas como vomitados
desde lo hondo sin importar dónde ni cómo, por ello tiene cortes en los versos que dificultan la
lectura, que les restan potencia. Es más un libro de reflexiones sobre situaciones cotidianas
que buscan hacerse poesía, lográndolo en distintos momentos, son conversaciones consigo
mismo y los distintos momentos que ha vivido, pensando siempre en la sociedad actual y sus
manifestaciones, sociedad a la que no pertenece y contra las cuales choca permanentemente.

Hay un par de poemas en particular que resalto: “La poesía”, segundo poema del libro en que
rechaza la poesía oficial “para dormitar la realidad”, “con ética, teología y moralidad”, “la poesía
de lujo, aquí; cuando se hambre se mueren los pueblos”, “los versos enmohecidos tapando la
miseria con pomposas palabras de felicidad” y reivindica que la poesía camina entre las
inteligencias humanas, que es un grito, un silencio buscando en cada uno la íntima fibra
sensible, es decir, una poesía que busque encontrar en el otro, en el lector, tocar una fibra
sensible, su inteligencia, aquello que calla pero grita por dentro, busca con la poesía conocer la
realidad de la cual forma parte y aborrece pero que profundiza con sus letras. Recuerda de
alguna manera el posicionamiento de Parra en su poema “Manifiesto”. El poema “Destrucción”,
es un poema herético, furiosamente anti clerical, anti religioso, pero además profundamente
identificado con los desposeídos: “No quiero/el amor y la bondad para el privilegiado./Quiero
reemplazarlo todo por profundas tinieblas” pero sostiene siempre la libertad como salida:
“¡Señores!/prefiero las tinieblas del presente/con sus largos infiernos del pecado terrestre,/al
placer arcangélico del postrado”.

El libro entero alberga una desilusión, son realmente poemas extremos, al borde de un abismo
personal y social, una mirada con asco a la realidad pero que se mueve en el filo como
equilibrista entre la belleza y lo terrible, entre la muerte que es deseada y un acto de libertad y
hermosura y la vida que es el amor y las ansias de transformarlo todo, sin poder hacerlo, al
acabar de leerlo queda una sensación de impotencia, de derrota profunda, de un hombre que
grita en el desierto hasta que se queda sin voz y nada más puede hacer que acostarse a morir
en soledad.

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