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Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas

Maestría en Escrituras Creativas Brayan Alexis Rubio Fonseca

UNA APUESTA POR LA VIDA EN LA POESÍA MODERNA Y EN LA PROSA LÍRICA:


BAUDELAIRE Y LOS NADADÍSTAS

J'ai plus de souvenirs que si j'avais mille ans.


(Tengo más recuerdos que si tuviera mil años.)
Charles Baudelaire, “Spleen (II)

¿Cómo entender el trabajo de dos poetas y poesías diferentes pero conectadas en


espíritu, como lo son Charles Baudelaire y Gonzalo Arango en conjunto con los nadaístas?
A manera de preámbulo, se podría afirmar que el ejercicio de la poesía como vital y de la
vitalidad en sus ars poetica constituye una apuesta manifiesta en su escritura y quehacer
literario. En otras palabras, la relación entre expresión, poesía y existencia. Por
consiguiente, este trabajo tiene por objeto estos elementos en la prosa lírica en la
producción de un autor –Baudelaire- y un movimiento –el Nadaísmo-, a partir de El Spleen
de París (1869), para el primero, y de algunos manifiestos y cartas presentes en la
compilación Gonzalo Arango, Correspondencia violada (1980), editada por Eduardo
Escobar.

Baudelaire: Spleen, modernidad y ciudad

El Spleen de París es un libro compuesto por cincuenta poemas cortos escritos en


prosa. Estos no tienen un orden en particular y pueden ser leídos como pensamientos e
historias cortas, basándose en la vida cotidiana y experiencia de las personas de la ciudad
de París, que a mediados del siglo XIX era una febril metrópoli, intentando capturar su
belleza a través de la poesía. No obstante, el título del libro refiere a una sensación entre
la melancolía y el tedio, conocido como Spleen.

El origen de esta obra se remonta a 1853, cuando Baudelaire publica sus primeros
poemas en prosa, en una antología colectiva titulada Fontainebleau. Al año siguiente
publica otros con el título de Poemas nocturnos en la revista Le Présent. Posteriormente
en el contrato realizado entre el poeta y el editor Hetzel, que incluía una nueva edición de
Las Flores del mal, se esboza el planteamiento del libro, que sin embargo, no sería sino
hasta 1869, y de manera póstuma, que sería publicada una edición definitiva de los
poemas en prosa de Baudelaire (Michelena, M. en Baudelaire, C., 2002: 13).

Si bien el poeta francés afirmó haberse inspirado en Gaspard de la Nuit (1842) de


Aloysius Bertrand para sus poemas en prosa, se podría considerar un gesto moderno
detrás de su intención, y análogo a lo realizado en Las Flores del mal, en la intención
manifiesta –o no, en este caso- de romper con las restricciones métricas de la tradición
francesa en su momento. De hecho, varios de los motivos del libro anteriormente
mencionado, se repiten, como el placer, la intoxicación con alcohol y drogas, las mujeres,

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la mortalidad y la posición del poeta o artista y, ante todo, la ciudad. No obstante, estos
poemas no tienen una serie de características que los identifique en principio, salvo su
brevedad e intensidad. Al respecto, el siguiente comentario se podría ajustar a la lectura
del libro:
“Mediante la creación de un mundo posible dentro de la semiosfera literaria, el poema en
prosa puede adquirir, pues, categoría ficcional, y en consecuencia, tender de la lírica a la épica,
esto es, a la clase de poesía propia de la ficción, de la que no puede prescindir, a diferencia de la
lírica” (Martín Rodríguez, M., 2016: 226).

A manera de análisis, tomaré el poema XII, titulado Las multitudes:

“No les es dado a todos tomar un baño de multitud: gozar de la muchedumbre es un arte; y
ello sólo puede hacerlo, a expensas del género humano, en una francachela de vitalidad, aquel a
quien el hada ha insuflado en su cuna el gusto por el disfraz y de la máscara, el odio al domicilio y
la pasión del viaje.
Multitud, soledad: términos iguales y convertibles para el poeta activo y fecundo. Quien
no sabe poblar su soledad no sabe tampoco estar solo entre una muchedumbre afanosa. (…).”
(Baudelaire, C., 2002: 47).

En este pequeño fragmento se juntan varios temas: la multitud, como parte de la


ciudad, se convierte en objeto de preocupación para quien sabe observarla y deleitarse
con ella, es decir, el poeta. Y éste embriagado, tiene la necesidad de expresar este
sentimiento, de lo que constituye para él la belleza, ir tras ella.

“(…). El poeta goza del incomparable privilegio de ser el mismo y otro según desee. Como
esas almas errantes que buscan un cuerpo, el poeta entra, cuando quiere, en el personaje de cada
uno. Solo para él todo está vacante; y si en ciertos sitios parecen cerrársele es que no valen la pena
ser visitados.
El paseante solitario y pensativo obtiene una singular embriaguez de esta universal
comunión. Aquel que desposa fácilmente en la multitud conoce goces fébriles de los que estarán
eternamente privados el egoísta, cerrado como un cofre, y el perezoso, internado como un
molusco. Él adopta como propias todas las profesiones, todas las alegrías y todas las miserias que
las circunstancias le presentan (…)” (íbid.48).

La ciudad termina siendo la musa del poeta, que a través de su oficio, de su


habilidad para perderse en la multitud, encontrarse a sí mismo. Esto último en plural,
tanto en el juego de ser otros, como en el acto de observar y experimentar a los otros.

Para Walter Benjamin, en Baudelaire no solo es importante la ciudad de París


como objeto de la poesía, sino la mirada que tiene el poeta sobre esta. Según Benjamin,
esta mirada es la del alienado, la del flaneur, que busca asilo en la multitud y donde “la
ciudad es a veces paisaje, a veces habitación” (Benjamin, W., 2012: 56). Entretanto,
Michel Foucault considera a Baudelaire un “moderno”, en el sentido de adoptar una cierta
actitud frente al movimiento, un acto de sensibilidad ante un presente fugitivo: “Esta

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actitud voluntaria y difícil consiste en recapturar algo eterno que no está más allá del
instante presente, ni detrás de él, sino en él” (Foucault, M., 2014: 47).

Retomando las interpretaciones de estos dos filósofos, pienso que la mirada y


oficio del poeta frente a la ciudad, no solo implican un ser moderno, sino también y ante
todo, un gesto de vitalidad del artista, para quien la experiencia citadina y entre la
multitud (aunque también aplica para la soledad) en conjunto con la búsqueda de una
expresión poética, son indisociables. Sumado a lo anterior, esta actitud consiste puede
verse como una posición frente al tiempo, la vida y la muerte. Aún más, esto puede
complejizarse asumiendo el oficio de la poesía, no como un descubrimiento de sí mismo
sino como una “invención de sí mismo” (Foucault, M., 2014: 50).

Nadaísmo: decadentismo, vanguardia y amor a la vida

Entretanto, el nadaísmo es un movimiento poético y filosófico de contracultura,


fundado en Colombia en 1958 y cuyo apogeo se dio en las décadas del sesenta y setenta,
principalmente en poesía pero también en otras expresiones artísticas como el teatro. El
movimiento fue fundado en principio por Gonzalo Arango, a los que se sumaron otros
jóvenes de la época como Eduardo Escobar, Jotamario Arbeláez y Fanny Buitrago, y
siendo influenciado por el existencialismo, el nihilismo y los trabajos del escritor y filosofo
colombiano Fernando González. El Nadaísmo se erigió como una reacción a la sociedad
colombiana del período posterior a La Violencia, en contra de los valores y tradición
conservadora, con un marcado tono antiestablecimiento y que se podría incluir dentro del
conjunto de movimientos estéticos y expresiones de vanguardia en América Latina de
mediados de siglo, como los tzanticos ecuatorianos, El Techo de la Ballena venezolano, la
revista mexicana de poesía El Corno Emplumado y los infrarrealistas mexicanos.

Gonzalo Arango, conocido también por sus copartidarios como “el profeta”, nació
en Andes (Antioquia) en 1931, estudió Derecho en la Universidad de Antioquia en 1947,
del cual desertó para dedicarse de lleno a la literatura. En la década del cincuenta, con la
caída del gobierno del Gustavo Rojas Pinilla, Arango militó brevemente en un grupo de
apoyo al General, siendo amenazado y exiliándose voluntariamente en el Chocó. No
obstante, en 1957 llegaría a Cali, donde en conjunto con otros jóvenes –como Alberto
Escobar, Amílcar Osorio y Eduardo Escobar- esbozarían los elementos característicos del
Nadaísmo, cristalizándose en el Primer Manifiesto Nadaísta, en la quema de libros en la
Plazuela San Ignacio en 1958 y el sabotaje al Primer Congreso de Intelectuales Católicos,
ambos en Medellín. Con los años, Arango fue cambiando algunas de sus posturas iniciales,
llevándolo a una relación de amor y odio con los otros miembros del movimiento
Nadaísta. Finalmente, fallecería en un accidente automovilístico en la carretera de Tunja a
Bogotá, en 1976. De manera póstuma, su compañero y amigo Eduardo Escobar, reunió en
1980, la correspondencia del grupo, en especial la producción de Arango, bajo el título de
Correspondencia violada.

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No obstante, antes de realizar análisis y comentarios, es pertinente volver la mirada sobre
el carácter y propuesta en sus propias palabras. De esta manera, en el Mensaje Nadaísta
Anti-académico, se definen a sí mismos como

“Somos santos un poco extraños que por boca de hombres profetizan la Oscuridad Nueva.
Somos también los chancros de la belleza literaria. Somos además los atorrantes profetas
de una barbarie alucinada.
Somos otras cosas: La menstruación de una gallina, el arzobispo muerto, una actriz de cine
masturbándose con el paraguas del productor, un bombón de chocolate inmenso con la
ubre de tu madre, mi tía cagando en la bicicleta Monark, el falo de una rata, el vómito de
un gallinazo en los albañales, el dolor de muelas que me dio en un bus cuando iba para el
infierno, una nadaísta abierta de patas exhibiendo su hermosa vulva, la eyaculación de un
cohete interestelar pálido en su perdición, mi oreja inundada de piojos verdes, el arzobispo
muerto de nuevo, la Santísima Trinidad tomando té en el Astor, (….)”. (Escobar, E., 2011:
40).

Aunque el tono iconoclasta y panfletario hace que este Mensaje –así como los
manifiestos, proclamas y otros documentos- diste de ser un poema en prosa, al menos en
un sentido formal. Cosa contraria la que se puede afirmar, diciendo que la producción en
general del nadaísmo como movimiento poético, corresponde a un uso de un lirismo
narrativo.

Más aún, la apuesta de Baudelaire con respecto a la poesía, vista desde los lentes de
Benjamin, Foucault y el propio, podría aplicarse al nadaísmo, en tanto que constituyen
también una posición frente a la vida, al tiempo y a la expresión, característicamente
modernos. La particularidad en el caso de los nadaístas reposa en sus conexiones con el
contexto colombiano, en el cual nacieron: su deseo de renovación de la poesía nacional y
de subversión de la sociedad conservadora de la época.

“¿Para qué hacen esos congresos tan aburridores? Eso de la cultura se acabó. ¿Ustedes no
sabían que el nadaísmo es una revolución al servicio de la barbarie, y que la barbarie es el único
idioma que hablamos en Colombia? No se preocupen de cosas tan idiotas como el idioma, esas
son naderías que nada tienen que ver en esta época llena de explosiones radiactivas, de ángeles
nerviosos, pestañas postizas y putas místicas. ¿Qué es eso de arreglar el idioma? Nosotros
somos unos indios que no sabemos hablar y no queremos aprender. Váyanse de aquí con sus
pergaminos y plumas de gallina a escribir sus pendejadas. Nosotros estamos borrachos de
marihuana y papagayos y no queremos saber nada de esas cosas de gramática y Salamanca. El
idioma castellano sólo nos sirve para enamorar a la sirvienta y hacerle el amor en la cocina”
(Escobar, E., 2011: 41).

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Conclusiones: conexiones espirituales

Baudelaire escribe al cierre del Spleen de París


“Epílogo:
A la montaña he subido, satisfecho el corazón.
En su amplitud, desde allí, puede verse la ciudad:
un purgatorio, un infierno, burdel, hospital, prisión.

Florece como una flor allí toda enormidad.


Tú ya sabes, ¡oh Satán, patrón de mi alma afligida,
que yo no subí a verter lágrimas de vanidad.

Como el viejo libertino busca a la vieja querida,


busqué a la enorme ramera que me embriaga como un vino,
que con su encanto infernal rejuvenece mi vida.

Ya entre las sábanas duermas de tu lecho matutino,


de pesadez, de catarro, de sombra, o ya te engalanes
con los velos de la tarde recamados de oro fino,

te amo, capital infame. Vosotras, ¡oh cortesanas!,


y vosotros, ¡oh bandidos!, brindáis a veces placeres
que nunca comprende el necio vulgo de gentes profanas” (Baudelaire, C., 2002: 177).

En su análisis de la lírica narrativa de los relatos del siglo XIII, Fernando Carmona
considera que lo importante en estas no es tanto el relato como las “inserciones líricas
explican y originan la narración” (Carmona, F.,1997:72), que bien podría llevarse al trabajo
de los nadaístas y del Spleen de París, en el sentido que el tipo de flujo e imágenes
empleadas, nacidas del ingenio y alucinación de Baudelaire con respecto a la ciudad
(erotismo, satanismo, embriaguez, enfermedad, placer), como también en el ejercicio
colectivo y puesta en escena de los nadaístas (la barbarie, la oscuridad y sus profetas, pero
también la cotidianidad urbana de mediados del siglo pasado), encuentran un canal de
expresión en la prosa, pero sin que esto deje de ser una irrupción de elementos poéticos
ni tampoco una forma de acercarse a la vida y confrontarla desde la creación. En otras
palabras, liberar la poesía es equivalente a liberar la vida, pero también las inserciones
líricas en registros diferenciados.

Para Carmona, el paso de la prosa supuso una percepción nueva de la literatura, en


tanto el hecho literario cambia de forma y de sentido, cosa que creo que se puede mirar a
través de la prosa escrita por poetas, dado que este medio otorga una libertad como
instrumento de invención, de lo sentido, vivido o soñado. Y como una forma de entablar
un dialogo con los lectores (Carmona, F., 1997: 74).

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Bibliografía

Baudelaire, Charles (2002). El spleen de París (seguida de una carta de Octavio Paz).
México: Fondo de Cultura Económica

Benjamin, Walter (2012). El París de Baudelaire. Buenos Aires: Eterna Cadencia Editora.

Carmona, Fernando. Narrativa lírica o lírica narrativa. Las inserciones poéticas en los
relatos del siglo XIII. Revista de Filología Románica, N°14. Vol II, p. 7-83. Madrid:
Universidad Complutense, 1977.

Escobar, Eduardo (editor) (2011). Gonzalo Arango, correspondencia violada. Medellín:


Colección Bicentenario de Antioquia

Foucault, Michel; Kant, Immanuel (2014). ¿Qué es la ilustración?/Respuesta a la pregunta:


¿Qué es la ilustración? Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, colección Señal que
Cabalgamos n°105.

Rodríguez, Mariano Martín. Poema en prosa y mundos especulativos: en torno a Les


Chasseurs du temps de Daniel Walther. Çedille. Revista de Estudios Franceses, núm. 12,
abril, 2016, pp. 223-242. Asociación de Francesistas de la Universidad Española. Tenerife,
España

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