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El absoluto rigor del hambre

La tradicional frase que reza “más viejo que el hambre” nos da a entender que esta necesidad
ha acompañado al ser humano desde el principio, pero el hambre está incluso antes de este
constituirse como tal. Los primos homínidos del homo sapiens impulsados por la necesidad
primaria de conseguir alimentos y, probablemente ante la escasez de estos en las alturas de
los árboles, pusieron sus pies en el suelo, y así el ser humano presa de sus propias necesidades
y con la aspiración de satisfacerlas han sido el motor de su historia, vale decir que, el hambre y
sus circunstancias serían la medida de nuestra propia “evolución”.

El desarrollo de las fuerzas productivas tienen como proyección la posibilidad de superar estas
necesidades que han sido y son la preocupaciones centrales del ser humano; es preciso
distinguir el hambre como necesidad biológica y el hambre producto de la escasez de
alimentos, esta segunda manifestación del hambre, que se genera por diferentes causas, tiene
una manifestación particular en cuanto aparece la sociedad dividida en clases, esta se
expresaba en un fenómeno conocido como hambrunas las cuáles afectaran a las clases
desposeídas en la sociedad y las clases dominantes siempre estarán blindadas a este mal.

Siendo el hambre un elemento natural y político del recorrido de la humanidad en su historia,


es natural que esta haya influido en todas las actividades que desarrollamos, el arte no es
ajeno a esta influencia, recién se descifró el misterio de las “figurillas de venus” que se
consideran las piezas de arte más antiguas encontradas en diferentes regiones del planeta y
estas surgieron como una herramienta ideológica para ayudar a mejorar la fertilidad y la
supervivencia de la madre y los recién nacidos. El arte tuvo una función significativa al
enfatizar la salud y la supervivencia, para adaptarse a condiciones climáticas cada vez más
austeras y extremas que, se proyectaban como un ideal del ser humano a alcanzar. Las
“rechonchas figurillas de venus” son la proyección de la fortaleza para la reproducción y la
satisfacción casi exagerada, la muestra de la abundancia.

El arte y el hambre

El recuerdo escrito más antiguo que


tenemos de una hambruna, se conoce
como la “Estela del hambre”, que es un
texto de treinta dos columnas grabado
en la cara de una de las rocas superiores
de un afloramiento rocoso en el extremo
sur de la isla de Sehel, en Egipto. Data de
más de dos mil años antes de cristo, y
relata un período de hambruna
producto de los siete años de sequía y
hambre que se dio durante el reinado de
la tercera dinastía. Ante la imposibilidad material de resolver este impasse el faraón pide a su
visir Imhotep que investigue donde nace el dios del Nilo, quien se encargaba anualmente de
provocar la inundación del Nilo, por ende, el riego de los campos para la producción de
comida. La solución pasaba por erigir un templo a Jnum encargado de la crecida del Nilo.

La “Estela del hambre” es importante para entender a cómo el hambre ya en la sociedad de


clases movilizaría la religión, la política y el arte mismo. El relato de los siete años, se
reproduce en muchos otros relatos religiosos incluso en la biblia cristiana en el famoso
episodio de las “vacas flacas y vacas gordas”.
Casi esta misma trascendencia pasa con la “Caritas
Romana”, que es una escena representada en toda
la historia del arte, la encontramos en pinturas, en
grabados, en frescos y en esculturas de todas las
épocas. Es la figura alegórica de "la caridad", es lo
que se denominaba en el imperio romano como un
exemplum (Fábula), el cuento aparece en “Hechos y
dichos memorables” de Valerius Maximus
presentado como un gran acto de pietas. La historia
es acerca de una mujer llamada, Pero, quien le da
de comer de su pecho, a escondidas, a su padre,
Cimón, un anciano encarcelado y sentenciado a
muerte por inanición, de esta manera Cimón se
mantuvo vivo. Al final, un carcelero los descubre y
los jueces, impresionados por el gran acto de
caridad de la hija, decidieron liberar al padre.

Muchos artistas se vieron inspirados en esta historia y la


encontramos, por ejemplo, en un fresco de Pompeya. La
imagen se hizo muy popular en los siglos XVI y XVII, la
pintaron, por ejemplo, Rubens y Dirck van Baburen (alrededor
de 1630). Una de las más importantes quizá es la
reproducción inmersa en las “Siete obras de la misericordia”
de Caravaggio (1606), que es una composición vertical que
muestra una escena callejera, a donde varios santos hombres
dan muestras de caridad humana, pero la terrenidad de esta
caridad esta representada por la reproducción de la Caritas
Romana, es el elemento realista más fuerte en la escena, al
mismo tiempo se pueden observar dos gotas de leche en la
barba del hombre, la impregna no solo de un realismo
simbólico sino de un realismo formal al mismo tiempo.

La época azul de Picasso, de ese “Azul Prusia”, podemos rescatar “La sopa” (1902-1903).
Picasso representa un hecho cotidiano y mundano, pero no por eso exento de una
profundidad valiosa, la escena patenta un realismo de alto nivel, una madre con actitud
abnegada entrega una sopa a su hija cual bien preciado. La niña la recibe en una actitud
trascendental, cual acto de comunión, las circunstancias configuran este hecho. Este período
especial el llamado “Azul”, Picasso se ocupó de retratar los aspectos más duros de la vida
cotidiana, muchos de ellos relacionados con el hambre de manera directa como en “La sopa” o
indirecta. (QUIZAS PONER ALGUNO INDIRECTO)

En esta misma línea quizá podamos nombrar los “Comedores de patatas” de Van Gogh, quien
desentraña de una cena familiar después de un día de trabajo hasta convertirla en un evento
universal, cuando lo clásico era pintar los festines de los Dioses. Una obra que alcanza una
expresividad realista intensa tanto que los campesinos parecen pintados por la misma tierra en
la que trabajan y cosecharon las patatas. El hambre es un fenómeno enteramente terrenal, y
propio de los hombres, Van Gogh sitúa al hambre en su lugar y en su momento.

Por último, podemos citar “Niño comiendo uvas y melón” de Bartolomé Esteban Murillo
(1650), la pintura presenta a dos personajes, dos niños, que muestra la algarabía con la que
disfrutan de su banquete, probablemente robado. Sevilla fue y es un centro económico
importante de la España, por ende, el desamparo y el hambre no podían estar ausentes. El
hambre esta ligado siempre a los desposeídos, y no es una visitante del olimpo.

Del ejercicio de esta compilación podemos deducir que el arte es una herramienta para
profundizar nuestra comprensión sobre la realidad, en este caso sobre el hambre. Esta
categoría está inscrita en la esencia misma del hombre, muchas cosas nos distinguen de los
animales, pero el punto de partida de esta diferencia es el momento en el que el hombre
comienza producir sus medios de vida. Este hecho le permite indirectamente producir su
propia vida material. Es este momento el que compromete al ser humano con su propia
hambre, sin deshacerse del componente natural del hambre, el ser humano al producir su vida
material es capaz de proponerse objetivamente superar el hambre.

Esta posibilidad puede entenderse como la interacción de las dimensiones materiales y no


materiales del hombre, que entran en conflicto al ser separadas, ya que estas configuran el
más amplio y completo sentido humano. Para Marx de acuerdo con Esquilo, las fieras se
convierten en hombres cuando son dotadas por Prometeo de las artes y estos salen de la
cueva1.

Utilizando la metáfora de Esquilo presentada por Marx, estas artes son la comprensión de la
difícil ciencia de las salidas y los ocasos de los astros, los números, las letras, la memoria, la
agricultura, la medicina, el arte adivinatorio, el discernimiento para los sonidos de obscuros
presagios y los encuentros del camino, la habilidad para distinguir las aves rapaces y las que no
lo son, los odios que las separan y los afectos que las unen y porqué comparten la misma rama
del árbol, la religión, el arte, los presagios, el hambre y hasta los dota de riquezas: el bronce, el
hierro, la plata. O sea, por una parte, la technique es el saber hacer. Y, por otra, es también la
sensibilidad. En contraste, es el poder crear, pensar, amar.

Luego, el conflicto surge en la escisión del sentido humano y la naturaleza, cuando la fiera que
luego fue hombre se transforma en obrero. Este vuelve a la cueva y pierde su sensibilidad;
porque en esta transformación, sus sentidos —afirma Marx— aunque continúan existiendo, ya
no lo hacen de forma humana, ni siquiera inhumana, ni de fiera; sino en forma de máquina. Es
esta contradicción presente entre la redención o la barbarie de la humanidad la que como
termómetro tiene al hambre.

El hambre en la contemporaneidad

Es la primera vez que el ser humano tiene la oportunidad de producir técnicamente lo


suficiente para satisfacer sus necesidades mas vitales en el menor tiempo posible y para un
período razonable de tiempo, pero al mismo tiempo es el tiempo en el que una enorme
cantidad de personas puede pasar hambre. La lógica de funcionamiento del capitalismo hace
que para la gran mayoría poco a poco los lujos les sean censurables, y todo lo que excede de la
más abstracta necesidad les vaya a parecer un lujo.

Para desentrañar el porqué de estas características debemos recurrir a Marx en el inicio de su


principal obra el Capital, que nos dice:

“La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se
presenta como un “inmenso cúmulo de mercancías” y cada mercancía como su forma
elemental. De ahí que nuestra investigación comience por el análisis de la mercancía.

1
Metáfora presentada por Marx en el tercer Manuscrito de Marx.
La mercancía es, ante todo, un objeto externo, una cosa que por sus cualidades
satisface cualquier tipo de necesidades humanas. La naturaleza de estas necesidades,
el que broten por ejemplo del estómago o de la fantasía, no modifica en nada este
hecho. Tampoco se trata de considerar cómo la cosa satisface las necesidades
humanas, si directamente como medio de vida, es decir como un objeto de disfrute, o
indirectamente, como medio de producción”. (Marx, 2014 [1867], p. 41)

El argumento central de Marx es que, en el capitalismo todo se convierte en mercancía -hasta


el hambre- en consecuencia, el dinero como posibilidad de existencia e intercambio en dicho
sistema económico se hace fundamental; por lo tanto, el deseo incesante de conseguirlo,
poseerlo, reproducirlo o acumularlo. Además, señala que no cambia el hecho de que las
mercancías surgen de la necesidad del “estómago, o la “fantasía”, o en lo que se utilicen;
porque igual, en el sentido más abstracto y material, todo es y será una mercancía. En
resumen, en esa tensión entre la agencia y la estructura, lo que se puede hacer —o no—
depende del dinero obtenido, dada la posición que se ocupa en la realidad o en el sistema
capitalista. El hombre ya no es ese ser que sueña, piensa, observa, siente, ama. Ahora él es lo
que el dinero le permite ser. El hombre piensa, siente, crea y ama lo que el dinero le permite y
le hace posible, lo que este hace asequible y accesible.

Vale resaltar que, para Marx, la preocupación de la


transformación —o si se prefiere la deformación—
del hombre-humano es nodal en la comprensión de
la realidad. Esta sugiere ciertos problemas materiales
que, siguen transformando-deformando al ser
humano (Schmidt, 1975); y negándole el desarrollo
de su profunda complejidad, de su sagrada esencia;
reduciéndola a la necesidad de subsistencia.

El arte en último término, desde su génesis, es la


expresión del deseo más puro y profundo de que el
ser humano transforme -o deforme- su realidad
tomando como punto de partida la comprensión de
la realidad. Nos puede servir de ejemplo, el famoso
cuento de Kafka titulado “Un artista del hambre”,
que relata la historia de un “ayunador”, este trabajo
consiste en generar dinero a partir de pasar hambre.
El “ayunador” contraía contrato con un empresario
de espectáculos y giraban por toda Europa, el acto de degradación del trabajador se ofrecía y
se vendía como mercancía, como cualquier mercancía tiene vigencia mientras el interés se
mantenga encendido, para después desechar el cuerpo exprimido y destruido del “ayunador”.

Convertida el hambre en mercancía, la forma que adquiere para circular es el dinero, el dinero
es la única y verdadera necesidad porque, según Marx, solo el poseedor del dinero puede
comer y beber, ir al teatro y al baile, conocer el arte, viajar; mientras que el obrero “solo debe
tener lo suficiente para querer vivir y solo debe querer vivir para tener” (Marx, 2007c [1932],
p. 156). Justamente este conflicto de la sociedad capitalista en la que vivimos es explicado
desde el poema “hambre” de Miguel Hernández:

Los años de abundancia, la saciedad, la hartura


eran sólo de aquellos que se llamaban amos.
Para que venga el pan justo a la dentadura
del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.
Luego, el conflicto surge en la escisión del sentido humano y la naturaleza, cuando la fiera que
luego fue hombre se transforma en obrero. Este vuelve a la cueva y pierde su sensibilidad;
porque en esta transformación, sus sentidos —afirma Marx— aunque continúan existiendo, ya
no lo hacen de forma humana, ni siquiera inhumana, ni de fiera; sino en forma de máquina
(Marx, 2007c [1932], p. 155). El poema de Miguel Hernández advierte: (REPETIDO)
Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos
donde la vida habita siniestramente sola.
Reaparece la fiera, recobra sus instintos,
sus patas erizadas, sus rencores, su cola.
En ese camino en el que el hombre-humano es convertido en hombre-mercancía, en hombre-
máquina, en obrero; este es empujado a participar en conflictos materiales para buscar y
encontrar su posibilidad de subsistencia. Básicamente su posibilidad de comer. Ante ojos
desprevenidos, comer es una práctica que puede ser tildada de simple. Hay mucho de erróneo
en esa idea. Como diría Feuerbach: comer es un poder divino; con el comer se celebra y se
renueva el acto de creación. Pero con Marx, cuando se da el vínculo entre lo humano y lo
divino, Karl Marx explica la unidad entre lo material y lo no-material, el comer materializa la
realidad humana, en su más vasta definición. En ese comer se materializa la complejidad de la
realidad social, política y/o económica: ¿come el hombre-humano para pensar, crear y amar?,
¿come el hombre-humano para satisfacer sus amplias necesidades, deseos y sensibilidades
corporales, intelectuales, prácticas y espirituales? o ¿acaso come llanamente para vivir como lo
hace un animal o, incluso, ni siquiera como lo hace un animal?

La alimentación, para él, o específicamente el comer y el beber, son funciones auténticamente


humanas. Estas actividades hacen parte de un placer sensorial y son, al mismo tiempo, una
necesidad vital material para que el hombre exista en el mundo y pueda llegar a sentir, pensar,
crear y amar. El análisis de Marx supera la simpleza del acto mecánico de satisfacer el hambre
no solo se trata de reproducir biológicamente la vida del ser humano, sino además social, es
decir, culturalmente.

El hambre, la cultura y el arte FALTA HABLAR DEL ARTE, O FUSIONAR CON LO ANTERIOR
PARA QUE NO QUEDEN SUELTOS LOS SUBTITULOS.

Si bien el hambre es un problema que atraviesa la historia de la humanidad, la época que nos
toca vivir propone un nuevo componente en la perspectiva de superar el hambre, las
posibilidades técnicas de producir suficiente alimento en el mundo para satisfacer todos los
estómagos es una realidad, el candado a la aplicación empírica de esta posibilidad se
denomina propiedad privada. Pero planteado así, crea un conflicto, cuando el comer y el beber
se convierten en el fin único y absoluto del hombre, y además son funciones que, en el sistema
capitalista, se desarrollan bajo las peores condiciones. Dice Marx:

“Comer, beber y engendrar, etcétera, son realmente también auténticas funciones


humanas. Pero en la abstracción que las separa del ámbito restante de la actividad
humana y las convierte en fin único y último son animales”. (Marx, 2007c [1932], p.
110)
El conflicto se origina porque cuando el hombre-humano es convertido en obrero, queda
reducido a una actividad abstracta y a un vientre, a comer. El obrero se ve obligado a vender
su fuerza de trabajo para poder vivir, para poder acceder a los medios de subsistencia. La
fuerza de trabajo es, entonces, una mercancía comprada por el capitalista. La fuerza de trabajo
es el hombre mismo: su cuerpo, sus músculos, sus nervios, el tiempo de su vida y lo que crea;
que básicamente es todo lo que posee el obrero. La fuerza de trabajo es su vida. El hombre se
convierte en una mercancía. La vida se convierte en una mercancía. Y para que este pueda
seguir siendo una mercancía útil, para que pueda seguir siendo un oferente en el mercado de
las mercancías de la fuerza de trabajo necesita alimentarse. Necesita recuperar su cuerpo cada
día. Es por esto por lo que el consumo de alimentos se hace crucial, para el obrero, para su
familia y, en términos generales, para la clase trabajadora. Los alimentos, sus propiedades, sus
nutrientes, los modos de prepararlos y consumirlos, y sus posibilidades de acceso —o no—
son, entonces, cruciales en Marx.

La alimentación es una de las dimensiones materiales del hombre. El hombre tiene que comer,
debe comer para no morir. El hombre requiere de nutrientes básicos para su cuerpo. El
hambre es una necesidad que debe ser saciada. Saciar el hambre requiere de objetos —
exteriores, materiales y tangibles— que se llaman alimentos. Afirma Marx:

“El hambre es una necesidad natural; necesita, pues, una naturaleza fuera de sí, un
objeto fuera de sí, para satisfacerse, para calmarse. El hambre es una necesidad
objetiva que un cuerpo tiene de un objeto que está fuera de él y es indispensable
para su integración y exteriorización esencial”. (Marx, 2007c [1932], p. 192)

La relación sensación-hambre y objetos-alimentos planteada en Marx comienza a trazar el


camino en el que la construcción de la noción hombre-humano tiene una necesidad básica y
vital, entre muchas otras. Una necesidad que va más allá de las ideas y de la contemplación.
Una necesidad que aterriza la noción de hombre-humano en un determinado espacio y
tiempo, también material. Aun cuando ese hombre-humano, en línea con la metáfora de
Esquilo, también se ubica en un espacio y tiempo no materiales, de ideas y contemplaciones.
Por lo tanto, es un hombre-humano que existe bajo determinadas condiciones materiales y no
materiales; interiores y exteriores.

Justamente la crítica a la economía política planteada por Marx, sustancialmente plantea


superar la frialdad en el análisis económico y lo aborda desde su aspecto filosófico, las
relaciones de producción adquieren una complejidad enorme de variables, y el problema de la
alimentación —del hambre— no se reduce a la mecanicidad de la satisfacción si no que se
involucran aspectos, fisiológicos, geográficos, culturales, etc.

Por eso para Marx, para reproducir la vida del hombre en el sentido de hombre-humano,
superar la simple ingesta de alimentos, para despojarle de su condición hombre-máquina es
necesario devolverle su humanidad, el salario debe cubrir necesidad como el consumo de arte
y la formación cultural del obrero y su familia (ENFATIZAR ESTO COMO CONCLUSION DE TODO
LO ANTERIORMENTE DICHO AL RESPECTO DEL ARTE Y SU IMPORTANCIA EN SER HUMANO).
Cada hombre debería existir para soñar, pensar, crear y amar; pero en el sistema capitalista él
ahora se ve obligado a privarse de su humana sensación, de su sensibilidad. Idea a la cual
suscribimos plenamente.
EL APARTADO DEL HAMBRE EN LA CONTEMPORANEIDAD SE PODRIA SUPRIMIR Y PONER EL
OTRO SUBTITULO DE HAMBRE, CULTURA Y ARTE Y RE ORGANIZAR TODO ESO PARA DARLE
UNA CONTINUIDAD CON LO DE LOS OBREROS, LOS ARTISTAS QUE HABLARON DEL ARTE Y
COMO EL COMER ES UNA COSA CULTURAL TAMBIEN Y NO SOLO INSTINTO

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