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LUNES 18 DE ABRIL DE 2022

“ACTUANDO CON TRANSPARENCIA Y RESPETO ANTE LA LEY, EN TODO TIEMPO”

Lección: Ruth Cap. 4, Versículos 1 Al 6. Booz subió a la puerta y se sentó allí; y he aquí pasaba aquel
pariente de quien Booz había hablado, y le dijo: Eh, fulano, ven acá y siéntate. Y él vino y se sentó. Entonces él
tomó a diez varones de los ancianos de la ciudad, y dijo: Sentaos aquí. Y ellos se sentaron. Luego dijo al pariente:
Noemí, que ha vuelto del campo de Moab, vende una parte de las tierras que tuvo nuestro hermano Elimelec. Y
yo decidí hacértelo saber, y decirte que la compres en presencia de los que están aquí sentados, y de los
ancianos de mi pueblo. Si tú quieres redimir, redime; y si no quieres redimir, decláramelo para que yo lo sepa;
porque no hay otro que redima sino tú, y yo después de ti. Y él respondió: Yo redimiré. Entonces replicó Booz:
El mismo día que compres las tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del
difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión. Y respondió el pariente: No puedo redimir
para mí, no sea que dañe mi heredad. Redime tú, usando de mi derecho, porque yo no podré redimir.

Comentario: Boaz adquiere los derechos y se casa con Rut, 4:1-13a


El capítulo abre confirmando lo que detectamos del 3:15: que Boaz no tardó nada en iniciar sus esfuerzos
para arreglar cuentas con “el otro pariente redentor más cercano” (3:12). Había que encontrarle, presentarle el
caso (según un plan tan sagaz como el que Noemí había confeccionado para Rut y el episodio de la era), y
conseguir su decisión. El lugar para hacerlo sería la puerta de la ciudad (v. 1a). Se refería a un lugar junto a la
muralla de la ciudad, que servía de sitial para resolver toda clase de cuestiones legales y donde se atendían
también otros negocios de la ciudad (comp. Deut. 2:15; 25:7; 2 Sam. 15:2; Job 29:7; Sal. 9:15; 68:1). Era de
suponer que el pariente que Boaz buscaba pasara por allí. Y así sucedió (v. 1b): pasó el hombre, y Boaz le invitó
a conversar. (En los vv. 1–8, ¡otro diálogo!) La redacción que el autor usa para expresar la invitación y el
comienzo de la conversación (¡Eh, Fulano! ¡Ven acá, y siéntate!, v. 1c) da a entender que Boaz lo llamó por
nombre pero que no nos importa saberlo; no implica falta de respeto por parte de Boaz. Para el tiempo de la
redacción del libro de Rut, el nombre puede haber quedado en el olvido; o puede ser que la familia no quería
divulgarlo. El pariente accedió a la invitación de Boaz (v. 1d), acto que da base para que Boaz convocara un
grupo de “diez concejales” (Nueva Biblia Española) como “testigos” (vv. 9 y 11; también tenían poderes judiciales
y notariales; comp. Deut. 19:12; 21:2–4; 25:7–9; 1 Rey. 21:8 ss.; ver también Prov. 31:23). Una vez reunido el
grupo, Boaz hace su presentación del asunto al pariente, delante del grupo de ancianos de la ciudad: Noemí ha
vuelto (lo que es de conocimiento público; comp. 1:19–21); las circunstancias le obligan a vender un terreno (o
los derechos a recuperarlo), cuyo dueño había sido nuestro hermano Elimelec (v. 3b; habla por supuesto en el
sentido amplio de familia, clan o raza; comp. Éxo. 2:11; Lev. 19:17); es tiempo que el remanente de la familia
actúe, mediante la costumbre de “pariente redentor” (v. 6); por lo tanto, él (Boaz) ha buscado esta oportunidad
de informar al pariente Fulano (v. 1), siendo éste el más cercano, y presentarle el caso, con el propósito de
saber si actuará o no. Si lo hace, bien; si no, Boaz mismo entrará en el cuadro, siendo el próximo en la línea
familiar (vv. 3b y 4).
El pariente Fulano acepta: Yo redimiré (v. 4d). Es hasta este momento que Boaz menciona a Rut: Ahora aclara
que (por ley o por costumbre ampliamente apoyada) el mismo día que adquieras el campo... deberás también
adquirir a Rut la moabita, mujer del difunto [la referencia es a Majlón como se aclara en el v. 10, aunque la
muerte aludida en el v. 3 fue la de Elimelec] para restaurar a su heredad el nombre del difunto (v. 5; aquí parece
que la referencia es a Elimelec, y a la esperanza justa de que él tenga un heredero vivo, ya que su nuera aún
vive). Algunos eruditos consideran que, en el sentido más estricto, el caso de Rut no representaba un matrimonio
levirático, según las pertinentes leyes del Pentateuco (ver Deut. 25:5–10; comp. Gén 38 y Lev. 25). De todos
modos, ha habido alusiones a las vigentes costumbres (o leyes) desde el cap. 1 (ver 1:11–13; 2:1, 20; 3:1, 9,
10–12) como la esperanza de estas mujeres viudas.
La ley del levirato
Deuteronomio 25:5–10
La ley del levirato estipulaba que, si un hombre muriera sin tener prole, entonces el hermano tenía que tener
relaciones con la viuda y tener hijos. El primer hijo llevaría el nombre del difunto. También heredaría los bienes
dejados por el difunto. En caso de no haber hermanos, se aplicaba el concepto del redentor, un pariente cercano
que podría asumir la obligación. Pero si no quería, la viuda tenía que quitar el zapato en presencia de los jueces
y escupir en la cara. Por consiguiente, otro pariente podría asumir la obligación de tomar la viuda. Así Boaz logró
tomar a Rut como esposa.

En este párrafo encontramos los tres problemas más serios en la interpretación del libro de Rut: (1) La
naturaleza del “pariente redentor” y sus responsabilidades, (2) el derecho de Noemí de vender, y (3) la
naturaleza e implicaciones del matrimonio levirático, y sus relaciones con la historia de Rut. Un cuarto problema,
pero de menos importancia, tiene que ver con el uso de la sandalia en vv. 7 y 8. Frederic Bush, en lo que
probablemente será el comentario evangélico más completo sobre Rut en nuestra generación (¡268 páginas de

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tipo relativamente pequeño!), analiza estas dificultades en exhaustivo detalle. Analiza, como base, los criterios
y principios de literatura narrativa en la antigüedad: (1) Tenía que ser coherente e inteligible; (2) tenía que
incluir suficiente información para que sus oyentes (o lectores) entendieran qué sucedía y por qué, y (3) tenía
que ser creíble (esto es, sin crear situaciones que sus oyentes o lectores bien sabrían eran ilegales o
inverosímiles). Bush alega que la narrativa de Rut responde a estos criterios. También basa su exposición sobre
la postura de que lo que sabemos de las leyes y costumbres de Israel (y de todo el Medio Oriente antiguo) es
incompleto, que los códigos que tenemos (específicamente en el Pentateuco) no son exhaustivos. Casos y
circunstancias podrían traer ciertas modificaciones sin que siempre éstas consten en los documentos existentes.
Este concepto es especialmente pertinente a Rut. Luego y después de análisis largos, técnicos y detallados, Bush
llega a concluir, sobre los problemas mencionados que:
(1) “Pariente redentor” (goel 1350) no es siempre usado en Rut en un sentido técnico y legal. Interpreta que
tanto Noemí (en 2:20) como Rut (en 3:9) usan el término en el sentido genérico en vez de técnico, refiriéndose
así a uno que, por cuanto existen vínculos de familia, es responsable para rescatar, de la familia, a otro que se
encuentra en el momento enredado por males como la pobreza, la injusticia o la opresión. Esto hace que tanto
lo que propone Noemí (3:1 ss.) como lo que pide Rut esa noche en la era (3:9) sea algo más relacionado con
Rut y su futuro que con propiedades, herencias o herederos.
(2) Noemí tenía algo que vender. Bush concluye que la historia tiene sentido solo si, a pesar de, o por encima
de, lo que entendemos en otras partes del Pentateuco sobre herencias y sucesión de herederos, intuimos que
las leyes y costumbres habían evolucionado lo suficiente en los tiempos del autor del Libro de Rut para permitir
que Noemí, esposa del ya finado Elimelec, tuviera ciertos derechos al usufructo del campo que antes pertenecía
a su esposo y por lo tanto el derecho de redimir el campo (esto es, comprarlo de quien ahora lo tenga) y que
son estos derechos los que están siendo ofrecidos al pariente redentor.
(3) La naturaleza y obligaciones del matrimonio levirático son pertinentes a la historia de Rut, aunque
técnicamente presentan sus diferencias también. Sobre el matrimonio levirático, según Deuteronomio 25 y
Génesis 38, Bush concluye: (1) que técnicamente era una obligación, no una opción, (2) que era limitada a
hermanos, (3) que daba a la viuda tanto obligaciones legales como también prerrogativas valiosas para conseguir
sus derechos y (4) que, en el caso de hermanos que rehusaban aceptar sus obligaciones, había serias
penalidades sociales. Bush no encuentra estos elementos en la historia de Rut. Encuentra, más bien, una
concepción similar EN SU PROPOSITO. Lo que vemos en Rut, según Bush, no es una historia de cuestiones
legales sino obligaciones morales, claramente entendidas y apoyadas por la comunidad. Su aceptación era
voluntaria, y aun podían ser renunciadas, sin grandes problemas sociales. Consistían en que el pariente más
cercano se casara con la esposa de un familiar que había fallecido, con el propósito de procrear heredero(s)
para el difunto, quien(es) heredaría(n) sus propiedades. Bush prefiere llamarla una responsabilidad “de tipo
levirato” y reservar el término “levirático” a los casos que estrictamente encajan en las definiciones de Génesis,
Levítico y Deuteronomio.

1er Título: Todo ocurre en el tiempo de Dios. Versículos 1 al 3. Booz subió a la puerta y se sentó allí; y
he aquí pasaba aquel pariente de quien Booz había hablado, y le dijo: Eh, fulano, ven acá y siéntate. Y él vino
y se sentó. Entonces él tomó a diez varones de los ancianos de la ciudad, y dijo: Sentaos aquí. Y ellos se
sentaron. Luego dijo al pariente: Noemí, que ha vuelto del campo de Moab, vende una parte de las tierras que
tuvo nuestro hermano Elimelec. (Léase: Salmo 31:15 En tu mano están mis tiempos; Líbrame de la mano de
mis enemigos y de mis perseguidores. ▬ Gálatas 4:4-5 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios
envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de
que recibiésemos la adopción de hijos.).

Comentario de Gálatas 4:4 y 5: [4]. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo …
La venida de Cristo proveyó de la base para la liberación del hombre. Además, él vino “en el cumplimiento del
tiempo”; esto es, entró en el escenario de la historia humana en el tiempo prefijado por el Padre (cf. la ilustración,
v. 2).
Esto es lo único que podemos afirmar con seguridad de la frase “el cumplimiento del tiempo”. Con todo, es
posible que se han incluido otras ideas dentro del concepto; por ejemplo, por mencionar sólo una, que era el
tiempo más oportuno para esparcir las semillas del evangelio lo más ampliamente posible. En conexión con esto,
uno podría pensar en:
▬ a. la difusión del griego en todas partes del mundo civilizado,
▬ b. la presencia de las sinagogas judías en muchos lugares, haciendo posible que los misioneros [p 166]
cristianos pudiesen llegar tanto a judíos como a gentiles (prosélitos) a la vez, y
▬ c. la gran ayuda que representaba para estos evangelistas el sistema de caminos que los romanos habían
construido, y, hasta cierto punto, la paz lograda por los romanos. Pero sólo Dios sabe completamente por qué,
en su inescrutable decreto, decidió que en ese específico momento terminara todo el largo período (chronos)
en que llegan a su fin todos los acontecimientos preparativos. Fue entonces que “envió de sí mismo” a su Hijo.

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Decimos que Cristo nació en Belén, y está bien. Pero en algunos aspectos este nacimiento no fue como el de
ningún otro niño. Los demás niños no existen en ningún sentido real antes de ser concebidos en el vientre. Ellos
llegan a existir por medio de ser concebidos y nacer. Pero el Hijo de Dios ya existía desde la eternidad con el
Padre (Jn. 1:1; 8:58; 17:5; Ro. 8:3; 2 Co. 8:9; Fil. 2:6; Col. 1:15; Heb. 1:3). El existía—y existirá por siempre
en cuanto a su deidad. Por consiguiente, el hecho de que fue enviado tiene que significar que ahora tomó la
naturaleza humana (Jn. 1:14), la que fue milagrosamente preparada en el vientre de María por el Espíritu Santo
(Lc. 1:35). De tal modo que llegó a ser, y siempre será, el poseedor de dos naturalezas, la divina y la humana,
unidas indisolublemente en una sola persona divina. Desde el mismo principio la naturaleza humana de Cristo
(al igual que la divina) era sin pecado y llena de positiva santidad (Mr. 1:24; Lc. 1:35; Jn. 4:34; 6:38; 8:29, 46;
Hch. 3:14; 22:14; 2 Co. 5:21; Heb. 4:15; 7:26; 1 P. 1:19; 2:21; 3:18; 1 Jn. 2:1; 3:5). Y así permanecerá para
siempre. Con todo, durante los días de su humillación fue oprimido por los efectos del pecado, ya que Pablo
dice: nacido de mujer.
Algunos han usado este texto como prueba de la doctrina del nacimiento virginal, como si “nacido de mujer”
significara “nacido sin paternidad humana”. Ahora bien, es cierto que el Espíritu Santo se ocupó de que Pablo
se expresara de tal forma que Gá. 4:4 estuviese en plena armonía con la enseñanza que da la Escritura respecto
al nacimiento virginal. Pero la evidencia directa para el nacimiento virginal—una verdad importantísima, por
cierto—no debe buscarse en Gá. 4:4 sino en Mt. 1:18–25 (cf. Is. 7:14) y en Lc. 1:34, 35. El hecho de que Jesús
haya “nacido de mujer” no significa en y por sí mismo que su nacimiento fuera virginal. Juan el Bautista también
nació de mujer, y lo mismo sucede con todos, con la excepción de Adán y Eva (Mt. 11:11). J. G. Machen observa
correctamente: “Algunas veces se ha afirmado que este pasaje (Gá. 4:4) demuestra que Pablo no creyó en el
nacimiento virginal, y otras veces se ha afirmado que demuestra que sí lo creía. De hecho, ambas opiniones
probablemente son incorrectas; el pasaje no nos permite sacar ninguna conclusión con respecto a lo que Pablo
creía sobre el asunto”.
Lo cierto es que para que nos salvara Jesucristo tenía que tener en una sola persona tanto la naturaleza divina
como la humana; la divina para poder dar a su sacrificio un valor infinito, para liberarnos del reino de las tinieblas
y trasladarnos al reino de la luz eterna (Is. 9:1, 2, 6; Jn. 1:1–4; Col. 1:13, 14); y la humana, porque ya que fue
un hombre que pecó, también un hombre debía pagar por el pecado y entregar su vida a Dios en perfecta
obediencia (Ro. 5:18; 1 Co. 15:21; Heb. 2:14–17). Era de esperarse que el Redentor fuera un hombre sin
pecado, porque aquel que es pecador no puede pagar sus pecados ni satisfacer por otros (Sal. 49:7, 8; Heb.
7:26, 27; 1 P. 3:18). Por tanto, en el nacimiento de Cristo tenemos algo común y algo especial. Lo que es
especial se declara con las palabras: “Dios envió a su Hijo”. Lo que es común se describe con: “nacido de mujer”,
lo que significa que al igual que todo humano, nació a la aflicción, el dolor, las tribulaciones, etc. “El hombre
nacido de mujer, corto de días, y hastiado de sinsabores” (Job 14:1). Cristo en una forma real “fue tentado en
todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Heb. 4:15).
Continúa, nacido bajo la ley, y esto no sólo en el sentido que estaba bajo la obligación personal de cumplirla,
sino que también estaba moralmente obligado (¡con un deber al cual se obligó voluntariamente!) a sufrir
vicariamente la pena de la ley y satisfacer sus demandas de la perfecta obediencia.
La naturaleza altruista de la venida de Cristo se hace resaltar en la cláusula de propósito: 5. a fin de que
redimiese a los (que estaban) bajo la ley. Tenemos esencialmente aquí el mismo pensamiento que fuera
expresado en 3:13: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiendo llegado a ser maldición por nosotros”.
Hasta el verbo—redimir—es el mismo. Así que, véase la explicación de 3:13, y compárese la idea con 2 Co. 5:21.
No obstante, hay una diferencia, porque aquí en Gá. 4:5 se coloca el énfasis en el hecho de que nosotros
(gentiles y judíos; los destinatarios, el que escribe y todo el que ha sido destinado a la salvación) estábamos
“bajo la ley”, y esto no sólo en el sentido de estar sujetos a la ley moral, la cual éramos por naturaleza incapaces
de cumplir y cuya maldición no éramos capaces de soportar como para poder salir de debajo de ella, sino que
[p 168] también (en el contexto presente; véase los vv. 3, 8–10; cf. Col. 2:8, 14, 20–23) en el sentido de que
“nosotros” creíamos que para ser salvos era necesaria una estricta obediencia a la ley ceremonial y a todas las
ordenanzas de hechura humana que habían sido añadidas. En consecuencia, el propósito que tenía el Padre al
comisionar a su Hijo, si se considera en su sentido más amplio, era para que comprara la libertad de aquellos
que estaban bajo la ley; y no sólo eso, sino que: para que recibiésemos la adopción de hijos. Cf. Ro. 8:15,
23; 9:4; Ef. 1:5. De modo que está del todo claro que el propósito que tenía el Padre al enviar a su Hijo y el del
Hijo al dignarse nacer “de mujer y bajo la ley”, no sólo era liberarnos del más grande mal, sino también
coronarnos con la más exquisita bendición. Pablo mismo es el mejor intérprete de sus propias palabras en Gá.
4:4, 5: pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Co. 8:9).

2° Título: Respetando la autoridad de los ancianos. Versículo 4. Y yo decidí hacértelo saber, y decirte
que la compres en presencia de los que están aquí sentados, y de los ancianos de mi pueblo. Si tú quieres
redimir, redime; y si no quieres redimir, decláramelo para que yo lo sepa; porque no hay otro que redima sino
tú, y yo después de ti. Y él respondió: Yo redimiré. (Léase: 1a de Pedro 5:5 Igualmente, jóvenes, estad sujetos
a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da

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gracia a los humildes...; Romanos 13:7. Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que, impuesto,
impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.).

Comentario de 1ª de Pedro 5: 5. Asimismo ustedes, jóvenes, sométanse a los que son mayores
de edad. Revístanse todos de humildad en su trato mutuo, porque “Dios se opone a los orgullosos,
pero da gracia a los humildes.”
Observemos estos puntos:
▬ a. Someter. Pedro se vuelve a los jóvenes y usa la expresión, asimismo. En la epístola de Pedro esta frase
puede no significar más que el escritor está haciendo una transición en su consideración (véase 3:1 con su
explicación). La frase, pues, es más o menos el equivalente del adverbio conectivo también.
Por consiguiente, Pedro primero instruye a los ancianos a demostrar su disposición a servir y a ser modelos
para los creyentes. Luego, les dice a los jóvenes que se sometan a los que son mayores que ellos. ¿Está Pedro
considerando aquí primeramente el oficio de anciano y luego un oficio ocupado específicamente por jóvenes? Si
bien la Escritura introduce el oficio de anciano (1 Ti. 3:1–7; Tit. 1:5–9), no menciona ningún oficio específico
para los jóvenes. Es cierto que en la iglesia antigua los jóvenes cumplían ciertas tareas en los oficios de sepelio
(Hch. 5:6, 10); y que Pablo instruye a Timoteo para que “trate a los jóvenes como hermanos” (1 Ti. 5:1), y a
Tito para que los anime a ser sobrios (Tit. 2:6). Pero el Nuevo Testamento no aporta ninguna evidencia de que
estos jóvenes sirviesen en algún cargo oficial. Por consiguiente, si tenemos en cuenta esta falta de evidencia,
no podemos comprobar que Pedro esté pensando en estos jóvenes como diáconos.
Cuando consideramos este versículo vemos claras líneas de subordinación. El trasfondo cultural es evidente.
El escritor judío del primer siglo, Filón, observa que la secta denominada Esenios separaba a los hombres
mayores de los jóvenes. El sábado, en sus sinagogas, “distribuidos en filas según sus edades, los jóvenes estaban
por debajo de los mayores, y se sentaban decorosamente como cuadraba con la ocasión …
¿Se refiere el vocablo griego que traducimos “ancianos” (“mayores de edad” v. 5) a la función (véase v. 1) o
a la edad? Dado que Pedro no menciona ningún oficio específico para los jóvenes en el versículo 5, colegimos
que está pensando en edad y función. Una interpretación no elimina la otra. Una palabra puede tener dos
significados cuando un escritor da indicaciones a tal efecto. Por ejemplo, Pablo confirma un cambio como este
en el significado para la palabra presbyteros en 1 Timoteo 5:1 (“hombre mayor”) y en 1 Timoteo 5:17
(“anciano”).
Pedro enseña que en la iglesia los ancianos están llamados a ocupar posiciones de liderazgo; exhorta luego a
los hombres más jóvenes a someterse a ellos. Insta también a estos jóvenes a mostrar respeto y deferencia por
los que son de edad más avanzada. La implicación es que ellos aprenden así obediencia y humildad de sus
mayores, y que al mismo tiempo se capacitan para tomar posiciones de liderazgo en la iglesia y en la comunidad.
▬ b. Humildad. Tanto para la generación mayor como para la más joven, la humildad debe ser el sello de la
vida cristiana. Pedro escribe: “Revístanse todos de humildad en su trato mutuo”. ¿Es la palabra todos restrictiva
o inclusiva? En el sentido restrictivo se aplica a los jóvenes, de modo que los versículos 5a y 5b conforman una
unidad. Pero esta combinación deja el resto de la oración gramáticamente desconectada de la que la precede.
La mayoría de los traductores, por consiguiente, han optado por el significado inclusivo de todos. Han combinado
el versículo 5b y el 5c, de modo tal que 5a forma una oración separada.
“Revístanse todos de humildad en su trato mutuo”. El griego da una descripción interesante de esta acción de
revestirse de humildad. La palabra vestir o revestir significa atarse una prenda de ropa. Por ejemplo, los esclavos
acostumbraban a anudar un pañuelo o un delantal blanco sobre su ropa para distinguirse de los hombres libres.
La sugerencia es que los cristianos deben atar a su conducta la humildad de modo que se los pueda reconocer.
Pedro exhorta a los lectores a atar la humildad a sus personas una vez y para siempre. En otras palabras,
permanece con ellos por el resto de sus vidas.
¿Qué es la humildad? Jesús invita a sus seguidores a aprender de él la humildad. Invita a todos los que están
cansados y cargados a venir a él y a aprender. Porque, dice él, “soy manso y humilde de corazón” (Mt. 11:29).
La humildad se manifiesta cuando consideramos a otros mejores que nosotros mismos (Fil. 2:3). La humildad
es una de las virtudes cristianas, junto con la compasión, la amabilidad, la bondad y la paciencia (Col. 3:12). La
Escritura también advierte en contra de la falsa humildad, que tiene apariencia de sabiduría y que demuestra su
inutilidad en un despliegue de “adoración autoimpuesta” (Col. 2:18, 23). Finalmente, Pedro enseña a sus lectores
cómo deben vivir como cristianos al decirles, entre otras cosas, que deben ser “compasivos y humildes” (3:8).
▬ c. Autoridad. “Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes”. Pedro sustenta su exhortación
con una apelación a la Escritura. Él cita Proverbios 3:34, que en Hebreos difiere ligeramente de la redacción
griega, pero no en su significado: “[Dios] escarnecerá de los escarnecedores y a los humildes da gracia”. Es
posible que este pasaje circulara en sinagoga y en la iglesia como dicho proverbial, ya que Santiago también
cita este versículo (4:6).
El creyente debe saber que Dios ha provisto para él todo lo que necesita. “El creyente nada posee que no
haya recibido, nada es a no ser por la gracia de Dios, y aparte de Cristo nada puede hacer”. De atribuirse algo

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a sí mismo, no sólo estaría robando a Dios, sino que también se encontraría con él como su adversario. Por
consiguiente, el cristiano vive humildemente con su Dios (Mi. 6:8).

COMENTARIO DE Romanos 13:7: [7]. Pagad a todos lo que (les) debéis: al que (le correspondan)
impuestos, impuestos; al que aranceles, aranceles; al que respeto, respeto; al que honor, honor.
En cuanto a las obligaciones monetarias para con el gobierno, se exhorta a aquellos a quienes la carta se dirige—
también a todos nosotros—a que cualquier cosa que se deba debe ser pagada a las personas indicadas: el
“impuesto”, gravado a personas o propiedades (Lc. 20:22–25), debiera pagarse a quien el impuesto
corresponda; el “arancel” aduanero, gravado a bienes importados o exportados, ha de ser abonado, de modo
similar, a quien corresponda.
Sobre la próxima expresión (“al que respeto, respeto”) las opiniones varían mucho. La palabra que aquí se
traduce “respeto” indica a veces “terror” (véase v. 3, más arriba), o “temor” (por ejemplo, “a los judíos”, Jn.
7:13; 19:38; 20:19), o “reverencia”, con Dios como objeto da la misma (Fil. 2:12). La misma palabra puede, sin
embargo, significar también “respeto” (de un esclavo por su amo, 1 P. 2:18; y cf. Ef. 5:33, donde el verbo
cognado se usa para indicar el respeto que una mujer le debe a su esposo). Si tenemos en cuenta que aquí (en
Ro. 13:7) Pablo exhorta a los romanos a darle a los funcionarios lo que les corresponde, la traducción “respeto”
parecería ser la mejor.
Lo que Pablo quiere decir es probablemente algo así: “No es suficiente que os limitéis a pagar vuestros
impuestos. Decirles a los funcionarios: ‘Aquí está el dinero, y ahora ¡fuera de aquí!’, no servirá. Vosotros debéis
respetar a estas personas a causa de su investidura, y honrarlos por su fiel devoción a su tarea (véase v. 6).
Recordad: ¡ellos son ministros de Dios!, y que por medio de lo que se hace con este dinero, no sólo la gente en
general, inclusive vosotros mismos, se beneficia, sino que también beneficia la causa del evangelio”.

3er Título: Menospreciando la bendición por amor a los bienes temporales. Versículos 5 y 6. (Léase:
San Mateo 6:21. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. y 24. Ninguno puede
servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No
podéis servir a Dios y a las riquezas.).

Comentario de San Mateo 6:21 y 24: Naturalmente, si el verdadero tesoro de una persona, su meta final
en todos sus esfuerzos, es algo que pertenece a esta tierra—la adquisición de dinero, fama, popularidad,
prestigio, poder—entonces su corazón, el centro mismo de su vida (Pr. 4:23), será completamente absorbido
por ese objetivo mundano. Todas sus actividades, incluyendo aun las así llamadas actividades religiosas, estarán
subordinadas a esta única meta. Por otra parte, si por un sentido de sincera y humilde gratitud a Dios ha hecho
del reino de Dios su tesoro, esto es, el reconocimiento glorioso de la soberanía de Dios en su propia vida y en
toda esfera, entonces es allí donde estará su corazón. En ese caso el dinero no será un estorbo, sino una ayuda.
En algo de esta naturaleza debe de haber estado pensando Jesús cuando dijo: [21]. Porque donde está
vuestro tesoro, estará también vuestro corazón. El “corazón” no puede estar en ambos lugares al mismo
tiempo. Es una proposición en que lo uno excluye a lo otro. Véase v. 24.
El amontonar tesoros terrenales borra la visión. Con una forma de expresión que es casi igual a una parábola,
Jesús dice: 22, 23. El ojo es la lámpara del cuerpo. Por lo tanto, si tu ojo es sano, todo tu cuerpo será
iluminado. Pero si tu ojo está en malas condiciones, todo tu cuerpo será oscuro. Entonces, si la luz
(misma) en ti es oscuridad, ¡cuán grande (es) esa oscuridad! Jesús no quiere decir que el ojo es la fuente
de luz de nuestro cuerpo, sino que es el portador de la luz, el guía del que depende todo el cuerpo para su
iluminación y dirección. Es por el ojo que un individuo puede hacer uso de la luz. Por lo tanto, en este sentido
secundario, el ojo mismo también podría ser llamado la luz o lámpara del cuerpo.
Sin embargo, esto significa que el ojo debe ser sencillo, esto es, en esta conexión, sin ninguna manchita, por
eso, sano. Debe estar en condiciones de ver claramente. Si el ojo está enfermo, el cuerpo estará lleno de
oscuridad y así no podrá funcionar en forma adecuada. Es un hecho muy conocido que la falta de luz suficiente
del sol, la luna, las estrellas, lámparas, etc., hace difícil ver las cosas. Sin embargo, un ojo sano se adapta
rápidamente a las tinieblas. Pero si el ojo mismo, el órgano mismo de la luz (en el sentido ya explicado), está
en malas condiciones, la oscuridad será ciertamente grande. En ese caso, aun cuando brillara el sol, no se
ganaría mucho. En el mejor de los casos, todo se vería confuso, como un gran borrón.
Consecuencia basada en los vv. 19–21: Así como una persona tiene un ojo natural (un ojo en representación
de los dos aquí) para iluminar su existencia física y para ponerlo en contacto con su ambiente terrenal, así tiene
un ojo espiritual, a saber, la mente, para iluminar su vida interior, para guiarle moral y espiritualmente, y para
mantenerlo en contacto con el Padre celestial. Pero si se oscurece la “luz” que hay en él—por ejemplo, debido
a un anhelo excesivo de tesoros terrenales—entonces, ¡cuán grande debe de ser esa oscuridad!, puesto que el
órgano mismo de recepción de luz ha sido oscurecido por el pecado. Al errar en lo que debiera ser su meta, a
saber, la promoción de la gloria de Dios, esta persona pierde todo.

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 5
La imposibilidad de combinar dos metas opuestas (glorificar a Dios y satisfacer los anhelos de la carne) se
afirma muy concisamente y sin ambigüedades en el v. 24. Ninguno puede servir a dos amos; porque o
odiará a uno y amará al otro, o será devoto a uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios
y a Mammón. La persona que ha puesto en mal lugar el corazón (v. 21) y ha dirigido mal la mente (vv. 22 y
23) también sufre de una voluntad mal alineada, una voluntad que no está en línea con la voluntad de Dios (v.
24). Quizás se imagina que puede dar su plena lealtad a las dos metas de glorificar a Dios y de adquirir
posesiones materiales, pero se equivoca. Odiará a uno y amará al otro, o viceversa. Cuando se dice “Dios” se
está refiriendo al Padre celestial como representante de la Trinidad como revelado a nosotros por Jesucristo.
Con “Mammón”, palabra de derivación incierta, se quiere decir riquezas, posesiones, como claramente lo indica
Lc. 16:5, 9, 11. Piénsese en el dinero, propiedades, víveres, vestidos, etc. Aquí en Mt. 6:24, así como en Lc.
16:13, sin embargo, se personifica las riquezas en posesiones: se presenta como un amo a quien la persona
sirve con devoción y al cual ama. Hoy en día también la gente dice: “Es esclavo de sus riquezas”.
Si una persona ama a Dios, demostrará esto al dedicarse a él, poniéndolo todo—dinero, tiempo, talentos,
etc.—a su disposición, sirviéndole. Por lo tanto, es claro que amar a Dios no es solamente un asunto de
emociones sino de corazón, alma, mente y fuerzas (Mt. 22:37; Mr. 12:30). Amar a Dios requiere servicio y aun
sacrificio (Mt. 10:37–39). Así descrito, es muy evidente que esta lealtad suprema, sacrificada y entusiasta no
puede darse a las dos partes. El que rinde su lealtad se convierte en adorador y Aquel a quien se rinde llega a
ser su Dios. Además, puesto que hay solamente un Dios verdadero, se sigue que el culto a Mammón es idolatría.
La tensión psicológica que se produce en el alma de una persona que se imagina por un tiempo que puede
amar y servir a ambos maestros llega a ser tan severa e insoportable que tarde o temprano, en actitud, palabra
y hecho comenzará a mostrar donde está su verdadera lealtad. Uno de los dos amos saldrá victorioso; realmente
ha estado “a la cabeza” todo el tiempo, aunque tal vez el individuo en cuestión no estuviera completamente
consciente de ello. En la crisis el alma agitada, al mostrar su amor por un amo, comenzará a mostrar que
aborrece al otro, quizás hasta el punto de querer traicionarlo. Piénsese en Judas Iscariote. ¿No fue Mammón
quien lo condujo a entregar a Cristo en las manos del enemigo? Véanse Mt. 26:14–16; Jn. 12:6. Y por otra parte,
piénsese en Pablo. Llegó un momento en la vida del experseguidor en que comenzó a considerar como poca
cosa todo lo que era de mérito personal, posesiones terrenales y el prestigio que antes había tenido tan en alto.
Lo que antes era ganancia, ahora lo consideraba pérdida (Fil. 3:7ss).

Amén, para la honra y gloria de Dios.

Estudio bíblico I.E.P. Autor hermano Roberto Saldías Roa; https://estudiobiblicotiquico.wordpress.com; WhatsApp +5676426950; correo electrónico rsaldiasroa@gmail.com 6

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