Está en la página 1de 3

TALLER DISCIPULAR

“LAS SIETE DISCIPLINAS ESPIRITUALES PARA LA MUJER DE HOY”

TEMA 3: EN LA ORACION BIBLICA Y EL AYUNO BIBLICO. La disciplina en la oración y el ayuno.


“Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas; porque a ellos les gusta ponerse en pie y orar en las sinagogas y en las
esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú,
cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que
ve en lo secreto, te recompensará.” Mat. 6:5, énfasis mío).

“Y cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas; porque ellos desfiguran sus rostros para mostrar a los
hombres que están ayunando. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, unge tu
cabeza y lava tu rostro, para no hacer ver a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que
ve en lo secreto, te recompensará.” Mateo 6:16-18, énfasis mío.

ORANDO LA PALABRA

Una de las disciplinas espirituales más grandes de las que podemos gozar es poder orar la Palabra de Dios. Una de las
formas en que podemos aprender a orar la Palabra es a través de los salmos. El primer salmo que la mayoría se aprende
es el salmo 23, a continuación, se muestra un ejemplo de cómo podemos orar en la palabra y en ese salmo por así decir:

“Señor, Tú eres mi gran pastor, gracias por pastorear mi vida a través de todos estos años. Te ruego que pastorees la
vida de mi familia y miembros de mi familia que te tienen como su Pastor.
Te ruego por mi familia, vecinos y amigos que todavía no te tienen como Pastor. Pastorea mi corazón cuando pase por
aflicciones, en medio de mi sufrimiento y cuídame de no caer en tentaciones que deshonren tu nombre. Sé que nada me
faltará, entonces te ruego que como dice tu Palabra, sepa vivir en la escasez o en la abundancia sin que deshonre Tu
nombre.
Pastorea mi corazón para obedecer Tu palabra, para estar en los lugares de verdes pastos donde me haces descansar y
confiar que me conducirás a aguas de reposo.
Restaura mi alma, mi buen Pastor, por este sufrimiento que estoy pasando, por esta enfermedad que me aqueja, por
estas heridas de mi corazón y guíame por los senderos de justicia por amor de Tu gran nombre. Aunque estoy pasando
por este valle de sombra y de muerte, de tanto dolor, de tanto sufrimiento, mi corazón no temerá porque Tú siempre
estarás conmigo, aun en medio de este valle oscuro. Tú me infundes aliento, Tu misericordia pido en este valle mientras
espero el día que llegue a mi patria celestial para estar contigo por la eternidad.”

LLAMADAS A ORAR SIN CESAR

La Palabra nos llama a la oración. Sabemos que tenemos la necesidad de orar y el llamado a hacerlo, pero en muchas
ocasiones se nos hace difícil ser consistentes en nuestra vida de oración. Las cosas se complican aún más cuando nos
damos cuenta de lo largo de la Palabra de que no solo debemos orar, sino que también estamos llamadas a hacerlo sin
cesar: “Oren sin cesar” 1ª Tes. 5:17.

¿Qué significa orar sin cesar?

Para poder cumplir este llamado es necesario entender su significado. Para poder entender mejor lo que implica este
llamado, debemos ver el contexto de la carta de 1 de Tesalonicenses. Cuando se escribió esta carta, Pablo y los cristianos
de Tesalónica estaban sufriendo al ser perseguidos por causa de su fe en Cristo. Pablo estaba preocupado por esta
iglesia joven que había plantado durante su segundo viaje misionero. Les envía esta carta para animarlos, mostrarles su
amor, alabarlos por su fidelidad en medio de estos tiempos difíciles y recordarles la certeza del regreso del Señor. Es en
medio de este contexto que Pablo escribe el mandato de “orar sin cesar”.
Pudiéramos pensar que este llamado nos habla de una postura física, que debemos estar de rodillas todo el tiempo o
con ojos cerrados y nuestra cabeza inclinada, dejando de lado todas nuestras responsabilidades para dedicarnos
solamente a orar. Sin embargo, si leemos los versos anteriores encontraremos diferentes exhortaciones que Pablo les
hace sobre sus relaciones y responsabilidades en su vida diaria, lo que implica que este llamado no se está refiriendo a
una postura física continua, sino a una postura del corazón, uno que se encuentra en rendición y dependencia del Señor
de manera continua.

En cada momento, en cada actividad, en cada circunstancia, debemos estar conscientes de que nuestro Dios Soberano
está con nosotras El llamado que Pablo nos hace es a enfrentar cada situación con un corazón que depende del Señor y
busca Su dirección sin cesar.

Orando todo el tiempo


Si en medio del sufrimiento nos enfocamos en la oración continua y en dar gracias y gloria a Dios, entonces toda
preocupación, ansiedad y cualquier sentimiento que llegue a nuestra vida se disipará y se enfocará por medio de la
oración. Pablo exhorta a la oración continua en varios pasajes en sus epístolas. Por ejemplo, nos dice: “Por nada estén
afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica son acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones
delante de Dios” Filip. 4:6
En cada momento, en cada actividad, en cada circunstancia, debemos estar conscientes de que nuestro Dios Soberano
está con nosotras.

DIEZ RAZONES POR LAS QUE DEBO ORAR MAS

Todos pasamos por momentos en que no tenemos ganas de orar, pero es en ese momento que más debemos implorarle
a nuestro Señor. La oración no es para entretenernos, sino un mandato de nuestro Señor Jesucristo para cultivar nuestra
relación con Él y nuestro crecimiento espiritual.
¿Por qué debemos ser personas disciplinadas en la oración? Aquí algunas razones:
1. Jesús fue nuestro modelo de oración. Jesús, siendo una de las personas de la Trinidad, nos enseñó a ser
constantemente dependientes de Dios a través de la oración (Mat. 6:9-15; Luc. 22:32; 23:34; 6:12; Juan 17:9-
24).
2. La oración se somete a la voluntad de Padre. Cuando oramos no lo hacemos para torcerle el brazo a Dios, ni
para conseguir lo que nosotros queramos; oramos para que la voluntad de nuestro Padre y Sus propósitos estén
en nuestro corazón. Oramos al Padre para que nos guíe a llevar a la práctica Sus propósitos (Mat. 6:10; Luc.
22:44).
3. La oración nos hace dependientes de Dios. cuando oramos, reconocemos que nosotros no podemos por
nosotros mismos. Al mismo tiempo, confiamos en que Él nos dará todo lo que necesitamos para que nosotros
hagamos lo que nos corresponde a la Palabra (Sal. 55:22; Prov. 16:3).
4. La oración nos ayuda a vencer la tentación. Aunque Dios no tienta a nadie, Él tiene la autoridad para permitir
que seamos tentados por Satanás. A veces esa tentación es tan ligera que no la percibimos. Oramos a Dios para
que nos guarde de la tentación, nos dé fuerzas para poder soportarla y sabiduría para hacer lo correcto
(Mat.6:13, Luc. 22:40).
5. La oración nos ayuda a vivir vidas santificadas. Parte de nuestra santificación se logra cuando venimos al trono
de la gracia a pedir perdón por nuestros pecados. Somos santificados cuando practicamos la oración en lo
secreto, encomendando nuestra vida a Dios (Sal. 37:5-6).
6. Somos llamados a orar por los demás. En 1ª Timoteo vemos que los de Éfeso habían dejado de interceder por
los perdidos, así que Pablo le dice a Timoteo que está práctica debe ser una prioridad (1 Tim. 2:1).
7. La oración ha sido ordenada para sanar nuestros corazones. Debido al sacrificio de Jesús en la cruz, podemos
acercarnos a Dios en oración para pedir perdón por nuestros pecados. Además, orar unos por otros como iglesia
nos ayudará a llevar juntos las cargas y luchas espirituales que tenemos.
8. La oración debe ser persistente. La Biblia no nos enseña a orar casualmente, sino de manera insistente y con fe
(Mat 7:7).
9. La oración nos prepara para los tiempos de sufrimiento. El sufrimiento vendrá a nuestras vidas, sea por
enfermedad, consecuencias de pecado, situaciones económicas, etc. Nunca vamos a estar exentos del
sufrimiento; es parte de lo que el Señor usa para hacernos más a la imagen de Cristo. (1 Crón. 20:12; Rom
12:12).
10. Estamos en guerra. En nuestra vida cotidiana hay una guerra feroz, y debemos de estar orando unos por los
otros para que la Palabra de Dios sea propagada (2 Tes. 3:1).

AYUNO
Una de las disciplinas espirituales más olvidadas es el ayuno. Aunque el dejar de ayunar no es pecado, el Señor nos dio
ejemplo al hacerlo. El ayuno significa, de forma simple, que nos privamos de consumir alimento de forma voluntaria, con
propósitos espirituales. Ayunar tiene como objetivo final que nos parezcamos más a Cristo.

¿Cuáles son los beneficios del ayuno bíblico?


El ayuno bíblico nos lleva a una unión más íntima con Dios. Aunque nuestros cuerpos están siendo privados de sus
deseos, el propósito es acercarnos por completo a Dios. A cambio, Él ha prometido acercarse a nosotros. Esta es una
certidumbre espiritual. A medida que nosotros decrecemos, el Espíritu crece. Somos fortalecidos y renovados como
individuos, como bien lo decía el apóstol Pablo: “Aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior
no obstante se renueva de día en día” (2 Cor. 4:16). El ayuno aumenta nuestro sentido de humildad y dependencia en el
Señor (porque nuestra hambre y debilidad física continuamente nos recuerdan que no somos realmente fuertes en
nosotros mismos, sino que necesitamos del Señor).

En la medida en que con humildad privamos a nuestros cuerpos con el ayuno, nuestro ser espiritual se fortalece y
nuestros sentidos espirituales se agudizan. Este principio les fue provechoso a los ministros del Señor durante los
primeros días de la iglesia. “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”. Entonces, habiendo
ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron (Hech. 13:2-3).

Hay muchas historias de la Biblia con respecto al ayuno. Por ejemplo, toda la ciudad de Nínive ayunó al oír la declaración
de juicio del profeta Jonás y Dios los perdonó (Jon. 3:10). Jesús recibió preparación divina para su ministerio terrenal
mientras ayunaba y soportaba la tentación. Moisés esperó por Dios cuarenta días y recibió la revelación divina de los
mandamientos de Dios.

También podría gustarte