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Pbro. José Ignacio Martínez Aurioles. T. B. L.

“DOMIGO III DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO”


JESÚS ANUNCIA LA LLEGADA DEL REINADO DE LOS CIELOS

Lee detenidamente los textos,


siguiendo el orden en que se presentan,
“déjalos que resuenen en tu corazón” ...
y después,
profundízalos en los comentarios...

Aclamación antes del Evangelio


Cfr. Mt 4,23: Jesús predicaba la Buena Nueva del Reino
y curaba a la gente de toda enfermedad
Evangelio
Mt 4,12-23: Vino a Cafarnaúm y se cumplió lo que
fue dicho por Isaías
1ª Lectura
Is 8,23-9,3: En Galilea, las gentes que andaban en tinieblas
vieron una gran luz

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Salmo responsorial
Sal 26,1.4.13-14
Estribillo: “El Señor es mi luz y mi salvación
2ª Lectura
1 Co,1,10-13.17: Tengan todos un mismo hablar
y no haya división entre ustedes
Antífona de la comunión
Cfr. Sal 33,6: Acudan al Señor y no quedarán defraudados
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Contexto celebrativo
Después de tiempo de Navidad y Epifanía, que concluyen con la
fiesta del Bautismo de Jesús, que marca el inicio de su ministerio, y que
es, litúrgicamente el principio del tiempo durante el año, que viviremos
con los textos del Ciclo A, y que nos llevarán a experimentar la obra
salvadora de Jesús, con el testimonio del Evangelio de San Mateo.
Juan el Bautista da testimonio de que Jesús es el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo, y de cómo, al bautizarlo en el Jordán, ha
sido testigo de la manifestación trinitaria: la voz del Padre, sobre Jesús:
“Este es el Hijo mío, el Amado, Escuchadlo”, y con la manifestación del
Espíritu Santo en forma de paloma, sobre Jesús.
Jesús asume su misión con fidelidad a la voluntad y los designios de
su Padre, con la luz, la fortaleza y la gracia del Espíritu Santo.
En este tercer Domingo del tiempo durante el año, experimentamos
el inicio del ministerio de Jesús, marcado por el llamado a la conversión:
reorientación de la vida en la escucha, fidelidad y seguimiento de Jesús.
No podemos ignorar que en estos días del 18 al 25 de enero, fiesta
de la conversión de San Pablo, todas la Iglesias cristianas nos
hermanamos en la oración, para pedir al Señor la unidad de los cristianos,
en la concordia y fidelidad al Evangelio, y asumiendo la súplica de Jesús:
“Que todos sean uno, como tu Padre estás en mí, y yo en ti, que también
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ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has
enviado. Yo en ellos y Tú en mí para que sean perfectamente uno, y el
mundo conozca que tú me has enviado, y que los has amado a ellos como
me has amado a mí”. Jn 17,21-23.

Aclamación antes del Evangelio


Reconocemos y exaltamos a Jesús que se hace presente, vivo, y
salvador en medios de su Iglesia y con la Aclamación antes del Evangelio,
manifestamos nuestra alabanza al Señor YHWH = ¡Aleluya! Esta
aclamación – alabanza - tiene un sentido y una razón:
“Jesús predicaba la Buena Nueva del Reino, y curaba a la gente de
toda enfermedad”.
El Evangelio, la Buena Nueva, Mc 1,1; Rm 1,16; Ga 1,6; Flp 1,5; 1 Ts
1,5; cfr. Is 52,7, no es un libro, ni una predicación, ni tampoco un escrito,
es la “Salvación” que Jesús, el Cristo = Ungido, trae para nosotros, y que
en última instancia es Él mismo. Esta “Buena Nueva” ha sido anunciada
y se ha ido escribiendo poco a poco, hasta quedar plasmada en los cuatro
Evangelios canónicos.
Así reconocemos, valoramos, y experimentamos a Jesús, vivo y
vivificante, (curaba toda enfermedad), que se hace presente y actualiza
su misión evangelizadora, en el hoy, aquí, y ahora de nuestra celebración
Eucarística.

Evangelio
Jesús después de su Bautismo, y de las tentaciones del maligno en
el desierto, enterado del encarcelamiento de Juan el Bautista, regresa a
Galilea, deja Nazareth y se va a Cafarnaúm, junto al lago en la frontera
entre Zabulón y Neftalí, cumpliendo lo anunciado por el profeta Isaías: la
Galilea de los paganos, donde un pueblo en las tinieblas vio una gran luz.
Para los que habitaban en una región de sombra y de muerte, una luz
brilló sobre ellos, cfr. Is 8,23-9,1.

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El v. 17 subraya la realeza de Dios = Reinado de los cielos, sobre el


pueblo elegido, y por su medio, sobre todo el mundo envuelto por el
pecado, y que tendrá que ser restaurado por Dios y su Mesías, Dn 2,28.
Con la llegada de este Reinado, se manifiesta al mundo la soberanía
de Dios que viene a establecer una realidad totalmente nueva. Las
Palabras y los Signos que Jesús manifiesta, son la prueba clara de que ha
llegado el tiempo para establecer su Reinado en, con y para nosotros, cfr.
Mt 7,28; 9,33.
Jesús reúne un grupo de discípulos que lo acompañen, y sean
testigos de sus obras salvadoras, y puedan después continuar su misión.
La respuesta de los primeros discípulos a la llamada de Jesús son un
ejemplo de la conversión que nos propone el evangelista, como exigencia
radical frente a la llegada del Reinado de los cielos.
Este llamado es tan radical y seductor que los lleva a romper con las
relaciones familiares y sociales, para seguir a Jesús.
Serán testigos de las palabras y los signos que Jesús realiza, y que
después ellos mismos tendrán que anunciar y realizar por mandato del
Maestro, cfr. 9,36-38; 10,41-42.
Jesús empieza a predicar la conversión, pues el Reinado de lo Cielos
está llegando. Mt evita usar el nombre de Dios. Este Reinado hace
presente la soberanía de Dios, e inaugura un nueva situación. Jesús
manifiesta con hechos, la llegada de su Reinado.
En el v. 23 encontramos el termino “Buena Nueva”, que equivale al
término griego: Evangelio. Cfr. lo dicho en la Aclamación.
Asumamos el camino de conversión al Evangelio, decidámonos a
seguir a Jesús, y compartamos su llamado con los que nos rodean,
familiares, amigos, compañeros de trabajo y recreación, pues somos sus
discípulos, compartimos su misión y su tarea evangelizadora.

1ª Lectura
Para la Primera Lectura la liturgia nos propone nuevamente el texto
del profeta Isaías, ahora del c. 8,23 al 9,3.
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Los vv. 21 del c. 8, al 6 del c. 9, no nos dejan ver con claridad su


sentido, y quizá tendrían mejor significado después de 5,26-30, ya que
parecen tener referencia a la invasión del ejército de Asiria.
Como aparece actualmente, corresponde al contexto de un pueblo
cansado, hambriento, en medio de la angustia y la obscuridad. Este
panorama trágico, sin embargo, no será definitivo, cfr. 8,23- 9,6, “porque
el pueblo que caminaba en tinieblas, ha visto una gran luz, para los que
habitaban en tierra de sombras, una luz ha brillado”. Llegará el tiempo
de júbilo, y alegría por la cosecha abundante, con un regocijo semejante
al de los que se reparten el botín. Se romperá el yugo, la vara que
castigaba sus espaldas, el látigo opresor que los hería. ¡Esta es la Buena
Nueva!, el ¡Evangelio!
Isaías anuncia el Día de YHWH, que liberará a los deportados por
Teglatfalasar, cfr. 2 R 15,29, y el reinado pacífico de un niño, de condición
real: el Emmanuel de Is 7,14.
La llegada de Jesús a Galilea, dará una realización plena a esta
profecía, Mt 4,13-16. Jesús es la luz que salva y santifica, como lo iremos
experimentando, paso a paso, y a lo largo de este tiempo en nuestras
celebraciones litúrgicas.

Salmo responsorial
Dóciles a la Palabra que hemos escuchado, y que hemos dejado
actuar en nosotros, respondemos al Señor que nos habla con el Salmo
26, que es un salmo de confianza y súplica individual, en el que podemos
reconocer tres partes: a) un cántico de confianza, vv. 1-6; b) una súplica
en medio del acoso, vv. 7-12; y c) concluye reafirmando su confianza, con
los vv. 13-14.
Hoy tomamos los vv. 1. 4. y 13-14, para manifestar nuestra
respuesta a la Palabra escuchada, y asumimos las actitudes que
demostrarán con los hechos de nuestra vida, nuestra correspondencia a
la Palabra escuchada.

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Reconocemos en el v. 1, al Señor como nuestra luz y salvación, y en


quien encontramos firmeza y seguridad para seguirlo. En el v. 4
reconocemos que solo en el Señor está lo que buscamos: vivir en su casa,
y disfrutar de su ternura y dulzura, frecuentando su templo. De esa
manera creceremos en la intimidad y comunión con el Señor.
En los vv. 13-14 reafirmamos nuestra confianza y esperanza de
gozar de los bienes del Señor aquí en la tierra, y nos exhortamos
mutuamente a esperar en el Señor, con firmeza y buen ánimo.
El seguimiento de Jesús no es una carga, sino un camino de gozo y
alegría, pues a pesar de los obstáculos, Él permanece con nosotros.
El estribillo está tomado del v, 1: “El Señor es mi luz y mi salvación”.
Con esta respuesta ponemos en evidencia nuestra confianza y
esperanza en el Señor, que es la luz y la vida nueva: nos da la salvación.
Como las muchedumbres que seguían y escuchaban a Jesús,
también nosotros acerquémonos con confianza y humildad a Él, para
gozar de la luz y salvación, que ya anunciaba el profeta Isaías.

2ª Lectura
Continuaremos escuchando en la Segunda Lectura, la Primera carta
del Apóstol Pablo a los Corintios, hoy con lo vv. 10-13.17, del c. 1.
Pablo afronta en primer lugar uno de los varios problemas que se
dan entre los cristianos de Corinto, y es el de las divisiones dentro de la
comunidad. Han surgido varios grupos, en los que cada uno se identifica
con alguno de los evangelizadores de esa comunidad: Pablo, Apolo,
Pedro, Cristo. Frente a esto el apóstol les hace ver que Cristo no está
dividido. Entre los seguidores de Jesús no hay mas que un guía, un
maestro, una sola fuente de sabiduría, y sobre todo un solo, y único
Señor: Jesucristo. Todos los demás son servidores de Cristo, y
administradores de los misterios de Dios.
En el v. 12 se manifiesta como algunos están contra Pablo, y se
apoyan en Apolo, cfr. Hch 18,24; o en Pedro, o en Cristo mismo.

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En el v. 17, y después de enumerar a los que ha bautizado, Pablo


afirma de manera categórica: “Cristo no me ha enviado a bautizar, sino a
evangelizar, y esto sin sabios discursos, para que no pierda eficacia la cruz
de Cristo”. Esto no implica, de parte de Pablo un menosprecio del
Bautismo, otros tienen esa misión, Cfr. Rm 6,3-4; Ga 3,26-27.
La habilidad de pensamiento y la retórica, cfr. 1 Co 2,1-5 se
encuentra rebasada por la “sabiduría de Dios”: 1,22-25; 2,5-7; cfr. Jb
32,8; Hch 17,22 ss.; Rm 16,25-28; Ef 3,9-10; St 3,13-18. Afirmación que
sigue teniendo actualidad, pues el seguimiento de Jesús no puede estar
marcado por divisiones y sectarismos que rompen la unidad, y armonía
de la comunidad cristiana.
Revaloremos el sentido de unidad y armonía en nuestras
parroquias, comunidades, familias, grupos apostólicos, etc.

Antífona de la comunión
De la Liturgia de la Palabra pasamos a la Liturgia Eucarística, que nos
hace experimentar en el pan y el vino, la presencia sacramental de Jesús
en su Cuerpo y su Sangre, que se nos ofrece como alimento de salvación
y vida eterna.
Valoramos este encuentro con la Antífona de la Comunión, tomada
del Sal 33, que es un salmo alfabético, de acción de gracias, y con el estilo
sapiencial de los Proverbios. Tiene dos partes: a) vv. 2-11, alabanza y
agradecimiento, y b) vv. 12-23, reflexión sapiencial.
La Antífona de la Comunión está tomada del v. 6: “Acudan al Señor,
y no quedarán defraudados”.
El don del Reinado de los Cielos que Jesús hace realidad en nuestro
mundo, con sus retos y exigencias, nos hace tomar conciencia de la
necesidad de su Palabra y de su Eucaristía, como verdadero alimento que
nos nutre y fortalece, para asumir nuestra tarea en el seguimiento y
testimonio de Jesús, en este mundo que nos toca vivir.
Los retos son significativos, pero tenemos que dejarnos fortalecer
por el Señor, para enfrentar en nosotros mismos, en nuestras familias y
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comunidades, en nuestros centros laborales, en nuestras parroquias, y


en toda circunstancia y con fidelidad al Evangelio, nuestra misión como
bautizados, testigos y constructores del Reinado de Jesús.
El Señor es nuestra fortaleza, no quedaremos defraudados.

Respuesta en tu vida
Escuchada la Palabra y nutridos con la Eucaristía, nuestra
celebración litúrgica se continúa con nuestra respuesta en la vida
cotidiana. En este sentido, nuestras actividades cotidianas, vividas en
armonía con lo que hemos celebrado, son ofrenda y continuidad de
nuestra celebración Eucarística.
No podemos conformarnos con cumplir mandamientos, pues lo que
el Señor espera de nosotros es una forma de vivir coherente con lo que
vivimos en la celebración, haciendo vida su Palabra con la gracia y
fortaleza de su alimento Eucarístico.
Valorar esta realidad, y no quedarnos simplemente con un cumplir
por cumplir, o reducir nuestra vida cristiana a ciertas prácticas, no es lo
que el Señor nos pide y espera de nosotros, Él quiere de nosotros una
vida auténtica de hijos de Dios, con la manifestación de nuestra identidad
en las situaciones y realidades de nuestra vida cotidiana.
+ Jesús nos llama a la conversión: reordenamiento de nuestra vida
para cumplir su Palabra, no como esclavos, sino como hijos de Dios. ¿En
qué actitudes o comportamientos tendrías que renovarte, para crecer en
el seguimiento de Jesús?
+ ¿Cómo demuestras, en tu vida diaria, que eres testigo del
Evangelio de Jesús? ¿Qué tendrás que reformar y mejorar en tus
comportamientos familiares y sociales, para manifestarte como hijo de
Dios, fiel al Evangelio?
+ ¿Consideras que tu vida está iluminada y regida por la Luz que es
Cristo Jesús? ¿Cómo lo demuestras?

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+ Desde nuestro bautismo somos familia de Jesús, ¿Qué necesitarás


superar, para ser constructor de unidad, solidaridad, fraternidad?
+ ¿Eres consciente de la presencia y acción de Dios en tu vida diaria?
¿Cómo le correspondes y agradeces?
Como lo estamos viviendo en estos días, del 18 al 25 de enero,
estamos llamados a orar por la unidad de todos los cristianos en una sola
Iglesia, superando las divisiones y confrontaciones. ¿Estás pidiendo al
Señor esa unidad?

Oración colecta:
Dios todopoderoso y eterno, dirige nuestras acciones según tu
voluntad, para que, invocando el nombre de tu Hijo, abundemos en
buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, quien vive y reina
contigo, en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
A. M. D. G. Mq.

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