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Facilitadora: Autores
Pérez Jocely Castro Cristian 28.120.377
Cortes Isnaidy 27.409.868
Cortes Isneidy 28.645.347
Pèrez Engerber 28.317.285
Pérez Mairy 28.421.677
Segovia Ana 30.302.782
Villa Stefanny 29.968.110
Año: 3ero
Sección: “2”
San Juan de los Morros, febrero de 2022
❖ Función energética: Este punto resulta fundamental para cualquier ser humano y
para cualquier actividad que se desempeñe. Los aportes de hidratos de carbono,
proteínas y grasas deben ofrecerse en cantidad, calidad y proporción adecuados. De
este modo, se consigue un correcto funcionamiento del sistema metabólico.
❖ Función reguladora: viene dado generalmente por la incorporación al organismo de
vitaminas y minerales. En el caso de las vitaminas, funcionando como catalizadoras
de las reacciones bioquímicas permitiendo la liberación de energía. Dentro de los
minerales a tener en cuenta, destacamos el calcio, quien como elemento plástico
cumple un papel fundamental en la contracción muscular y en la transmisión de los
impulsos nerviosos.
❖ Función de reserva: Teniendo en cuenta que hidratos de carbono y grasas son las
principales fuentes de energía, se presupone el almacenamiento de estos substratos
en el organismo para colaborar en el metabolismo energético a la hora de un esfuerzo
físico. Las grasas son fácilmente acumulables, por tanto, no presentan problemas de
almacenamiento ni disponibilidad. Todos los seres humanos contamos con un
porcentaje de grasas considerable. Aproximadamente un 11 % del peso de una
persona en buen estado físico que desarrolle actividad en forma cotidiana (unos 7
kilogramos, para un individuo de 70 kilogramos de peso). Los hidratos de carbono se
acumulan como glucógeno en hígado y músculos, pero no superan el 0,5 % del peso
total del individuo (alrededor de 500 gramos en una persona de 70 kilogramos de
peso.). Este glucógeno se va metabolizando a glucosa y así convirtiendo en energía.
Por esta causa aparece la fatiga muscular después del gasto excesivo de glucógeno
después del ejercicio.
Podemos clasificar los alimentos en las funciones que desempeñan en nuestro organismo
día a día que ayudan al mantenimiento y desarrollo de nuestro cuerpo para que se encuentre
en un estado de equilibrio optimo y desempeñe sus funciones. Podemos clasificarlos en tres
grupos principales: constructores, energéticos y reguladores.
❖ Alimentos Constructores. Los alimentos constructores (o plásticos) son los que
contienen proteínas y minerales en su composición. Estos brindan las sustancias
necesarias (los aminoácidos) para construir o formar los tejidos del cuerpo, tales como
los músculos, los huesos, la piel o la sangre. Asimismo, permiten reparar aquellas partes
dañadas por un golpe, una herida, entre otros. Entre estos alimentos encontramos los
siguientes: leche y productos lácteos, huevos, carne, pescado, soya, frijoles, garbanzos,
lentejas, avena, castañas, nueces, almendras y semillas oleaginosas.
Las funciones que desempeñan son:
• Participan en el crecimiento y desarrollo del cuerpo. La función primordial la
edificación del cuerpo y la reposición del desgaste que se genera a diario. Estos
aportan proteínas como nutriente principal que a su vez se descomponen en
aminoácidos. Además, favorecen la elasticidad de algunos de estos tejidos y permiten
una acción de contracción y estiramiento.
• Respaldan el sistema inmunitario. Los alimentos constructores ayudan a formar
anticuerpos y algunas células del sistema inmune como los linfocitos o los
macrófagos.
• Son necesarios para ciertas reacciones químicas. Las enzimas son proteínas
encargadas de llevar a cabo un gran número de acciones bioquímicas, tanto dentro
como fuera de las células. Estas reacciones son fundamentales para todos los procesos
metabólicos.
• Contribuyen a la síntesis de hormonas. Las hormonas son en parte formadas por
las proteínas por esto los alimentos constructores son importantes para su síntesis.
Las hormonas desarrollan una función mensajera que permite la comunicación entre
las células, los tejidos y los órganos. Algunas de ellas son la insulina, el glucagón, la
hormona antidiurética o la hormona del crecimiento; por lo que su campo de acción
es muy variado.
❖ Alimentos energéticos. Los alimentos energéticos son aquellos que proporcionan
combustible para que el organismo tenga la energía suficiente para su normal
funcionamiento; tanto físico como intelectual (EcuRed, s.f.). Por tanto, aquellos que son
ricos en hidratos de carbono y/o grasas.
Sus nutrientes participan en funciones como la respiración, la digestión y la circulación,
y además, te permiten moverte, estudiar y realizar tus actividades del día a día.
Algunos ejemplos de alimentos energéticos son:
• Cereales como las pastas, pan, arroz y harinas (deben ser utilizados
preferiblemente en su versión integral, por su contenido en fibras).
• Aceites y grasas. Frutos secos.
• Dulces, chocolates, bizcochos (por ser ricos en grasas y azúcares deben ser
consumidos esporádicamente).
Es necesario destacar la importancia de las grasas de los alimentos para nuestro
organismo, pues las grasas dietéticas participan en diferentes funciones, entre las cuales
destacan:
• Ayudar al transporte de las vitaminas liposolubles (A, D, E y K).
• Contribuir a la protección de los órganos frente a cualquier tipo de lesión.
• Favorecer el mantenimiento de la temperatura corporal.
En cuanto a las recomendaciones de este grupo de alimentos, la Organización Mundial de
la Salud indica que lo ideal es que los carbohidratos hagan parte del 55 al 75 % de nuestra
ingesta diaria; y las grasas se ubiquen entre el 15 y 30 %, esto en personas sanas.
❖ Alimentos reguladores. Aportan fundamentalmente vitaminas y minerales. Tienen una
acción antioxidante y regulan los procesos metabólicos. En este grupo se encuentran:
Verduras y frutas frescas. Sus nutrientes se consideran esenciales, porque no son
producidos por el cuerpo. En este grupo están las vitaminas, minerales y oligoelementos,
se incluyen los minerales como el hierro, fósforo, calcio, zinc, yodo, y el agua.
Hacen parte de algunas funciones, por ejemplo, ayudan a fortalecer los huesos, curar las
heridas y reforzar el sistema inmunológico. También convierten los alimentos en energía por
medio del metabolismo y reparan el daño celular.
Los aditivos son un conjunto de sustancias que son artificiales; por tanto, no vienen
incluidos de manera natural en los alimentos. Se añaden con el fin de conservar, agregar,
potenciar o cambiar algunas de las características de estos.
Su principal objetivo es, sin duda, preservar los alimentos en el mejor estado durante el
máximo tiempo posible. Y esto no es nada malo, ya que un alimento que se altera puede
proliferar hongos y bacterias. Aunque la mayor parte de los aditivos alimentarios que
conocemos hoy día son sintéticos, el modo de preservación de los alimentos es algo que
existe desde tiempos remotos. Nuestros antepasados ya usaban sal, azúcar o dióxido de azufre
con este objetivo.
Los principales tipos de aditivos son:
❖ Conservantes. Es uno de los grupos de aditivos alimentarios más conocidos, y su
función es la de preservar el alimento en buen estado evitando su deterioro. Los más
destacados son el ácido sorbido y benzoico, o algunos tipos de nitratos que se agregan
en embutidos y productos con adobo.
❖ Aromatizantes. Estos aditivos alimentarios se agregan en diversos alimentos con el
fin de potenciar su aroma y sabor. Además de hacerlos más atractivos al consumidor.
Los ingredientes en los que más se usan son la bollería, los vinos o los cereales, justo
algunos de los que parecen causar adicción.
❖ Colorantes. Estos pueden sintéticos o naturales, y tienen como fin provocar una
mejora en el aspecto de los alimentos a través de la modificación del color. Por tanto,
su sabor no suele alterarse, pero su color se convierte en atractivo para el consumidor.
Entre los más destacados naturales se encuentran la clorofila o el azafrán. En los
sintéticos, debemos mencionar la eritrosina o la tartracina.
❖ Antioxidantes. La oxidación es un proceso natural que hace que los alimentos
cambien de color y sabor. Podríamos decir que es el paso previo a la putrefacción. Si
bien es cierto que muchos alimentos contienen antioxidantes de forma natural, en
otros muchos se hace necesarios añadirlos para protegerlos de este proceso. Entre los
antioxidantes más conocidos podemos mencionar el ácido L-ascórbico, el láctico o el
cítrico.
❖ Estabilizantes y espesantes. Cualquiera de ellos tiene la función de modificar la
textura de un alimento; tal vez para hacerlo más atractivo o simplemente más sencillo
de comer. Gracias a ellos podemos disfrutar de alimentos con textura de gel o
emulsionados. La pectina y el sorbitol son los más utilizados.
❖ Almidón. Los almidones se usan para mezclar dos o más tipos de alimentos que por
ellos mismos no podrían unirse.
❖ Edulcorantes. No hay duda de que este tipo de aditivos alimentarios pretende alterar
el sabor de los alimentos para darles un toque más dulce. Normalmente, se usa como
un sustituto del azúcar para productos light o destinados a personas que tienen algún
tipo de enfermedad. Los más conocidos son la sacarina y el aspartamo, aunque debido
a la mala fama que ha cobrado este último, cada vez se está utilizando más la estevia.
Se trata de un edulcorante natural que no es dañino para la salud.
❖ Potenciador del sabor. Gracias a este tipo de aditivos alimentarios, hay alimentos
que contienen mucho más sabor del que tendrían de manera natural. El ácido L-
glutámico es el que más se utiliza, aunque también se pueden encontrar otros en el
mercado.
A pesar de que muchos de estos aditivos no son dañinos para la salud, te recomendamos
leer las etiquetas de los alimentos y fomentar en tu vida el consumo de alimentos frescos, de
modo que puedas mantener una buena salud. Llevar una alimentación saludable, junto con
un poco de ejercicio físico, es la única manera de sentirnos bien por dentro y por fuera.
Sabemos que una alimentación saludable constituye uno de los principales factores de
promoción y mantenimiento de una buena salud durante toda la vida, y que la ausencia de
ella, es decir, una alimentación inadecuada puede llevar a grandes desenlaces y perjudicar la
vida de la persona.
Al pensar en una dieta, normalmente caemos en el error de tener una alimentación
excesiva, o una tan insuficiente que genere desnutrición, es decir, o elegimos un extremo o
elegimos el otro, pero a veces resulta tan difícil lograr un equilibrio, e irónicamente, es ese
equilibrio que cuando se logra, nos beneficiamos grandemente en todos los aspectos de
nuestra vida.
Todo lo que comemos modifica de buena o mala manera el funcionamiento de nuestro
organismo. Los alimentos contienen todos los nutrientes que necesitamos para lograr un
perfecto estado, para ello, nuestra alimentación debe cumplir 5 principios (o leyes) básicos:
completa, equilibrada, suficiente, adecuada e inocua.
La alimentación debe ser completa, es decir, debe aportar todos aquellos nutrientes
necesarios para el correcto funcionamiento del cuerpo, por lo tal, debe incorporarse
carbohidratos, lípidos, proteínas y vitaminas, garantizando el correcto aporte de energía al
cuerpo.
A su vez, también debe ser equilibrada, guardando relación entre ellos, siendo
recomendable entre un 50-60% de carbohidratos, entre 10-35% para las proteínas y las grasas
entre 20-35%, de manera que el consumo calórico no sea mayor de las necesidades del
individuo, o por el contrario, no sea suficiente el consumo con el gasto calórico.
Podemos decir que la comida es suficiente cuando abarca los de eslabones ya anteriores,
esto quiere decir que una alimentación suficiente es aquella que incorpora todos los nutrientes
y de manera equitativa en sus componentes, para una correcta satisfacción de las necesidades
del individuo, siendo esta diferente y adaptable a cada persona.
Los requerimientos nutricionales de cada persona varían de acuerdo a diversos factores,
como el género, la edad, el nivel de actividad física y estado fisiológico del individuo
(necesidades especiales, embarazo o lactancia), por lo cual, la alimentación debe adecuarse
a cada tipo de persona, con los casos anteriormente mencionado, en pro de su bienestar físico.
Finalmente, la comida tiene que estar libre de contaminantes o sustancias tóxicas que
pudieran dañar la salud de quien la consume. Por lo que ellos deben darnos la seguridad que
han cumplido todos los estándares de calidad a los que han sido sometidos, asimismo, se hace
referencia a aquellos alimentos o bebidas que tomamos en su justa medida, ya que su exceso
trae efectos perjudiciales a nuestro organismo.
Estas leyes se complementan entre sí de modo a que llega un punto en el que si una de las
leyes no se cumple lleva forzosamente al incumplimiento del resto. Cuando nuestra
alimentación cumple con estas cuatro leyes, se considera una alimentación saludable y
normal.
El hombre, como todos los seres vivos, necesita alimentarse para vivir. Asimismo, el ser
humano ha ido adquiriendo distintas costumbres y hábitos alimentarios que contribuyeron a
que pudiera persistir ante las adversidades que el medio le presentaba. El hecho consiste en
que él con la aplicación de la inteligencia, comenzó ya desde épocas remotas, a hacer de la
necesidad de comer un verdadero arte, eligiendo sus ingredientes y creando sus comidas más
allá de su primitivo acto de supervivencia. Prácticamente la totalidad de la población conoce
la importancia de una correcta alimentación y los beneficios que implica, sin embargo, hoy
día no hemos conseguido adquirir esos hábitos alimentarios y estilos de vida. La alimentación
es una necesidad fisiológica pero también un hábito de vida, por ello, los cambios en la
alimentación que ha experimentado la sociedad en los últimos años tanto de manera
cuantitativa como cualitativa cobran especial interés.
En la historia del hombre, la dieta ha sido el factor evolutivo más fuerte. Su evolución se
remonta a unos siete millones de años, lapso en el cual la alimentación experimentó varias
transformaciones. En la vida arbórea, la base de alimentación fue de frutas. La transición a
la vida en planicies, obligada por los cambios climáticos que redujeron la densidad de las
selvas, obligó a los primeros homínidos a cubrir extensiones grandes de terreno mediante la
locomoción bípeda. Su alimentación se hizo más diversa y además de frutas y otros vegetales,
incluyó raíces y nueces. Los cambios de la dentición y de la mecánica de la masticación
fueron adaptaciones ventajosas para esta etapa. A este proceso se agregaron estrategias
culturales como la utilización de piedras para romper las nueces y para producir lascas con
filo que les sirvieran para cortar alimentos.
Nuestros antepasados descubrieron la carroñería y con ella, el acceso a las reservas de
grasa y proteína contenidas en la médula de los huesos largos de animales muertos. El
consumo de estos ingredientes de origen animal aumentó mediante la cacería, y a esta
práctica se agregó la antropofagia. El consumo de fuentes más amplias de energía se tradujo
en un mayor desarrollo del cerebro y en el acortamiento del tubo digestivo.
La cooperación social y la adquisición progresiva de tecnología pertinente permitieron
expandir la caza desde la captura de mamíferos pequeños hasta la de presas mayores,
principalmente herbívoros ungulados como el caballo y la cebra, entre otros. La diseminación
de estas actividades y la ampliación de los territorios cubiertos por los homínidos se fueron
dando con los movimientos de las grandes manadas de animales.
Como resultado de la sobreexplotación de recursos, de cambios climáticos y del
crecimiento de la población humana, el período inmediato anterior al advenimiento de la
agricultura y de la crianza de animales se caracterizó por el desplazamiento de la cacería a
favor de un patrón de actividades de subsistencia más diverso. Los fósiles de la época
muestran cantidades crecientes de restos de peces, conchas y animales pequeños, así como
de herramientas para procesar vegetales como las piedras de moler y los morteros.
El advenimiento de la agricultura y de la ganadería modificó drásticamente el patrón
paleolítico y tuvo como resultado una dependencia de cereales que aportaban
aproximadamente el 90% de la dieta y muy pequeñas cantidades de proteína animal.
El último cambio de la dieta humana es más reciente y es resultado de la revolución
industrial. En esta etapa la agricultura intensiva y la tecnología han hecho disponibles
alimentos que no estuvieron presentes durante los grandes tramos de la evolución de los
homínidos, como los azúcares refinados y aceites vegetales. Se describen estos cambios de
la siguiente manera:
❖ Hubo un aumento de la ingestión de energía y disminución del gasto energético.
❖ Hubo asimismo un aumento del consumo de grasas saturadas, ácidos grasos omega-
6 y ácidos grasos trans, y una disminución en la ingestión de ácidos grasos omega-3.
❖ Hubo una disminución del consumo de fibra y carbohidratos complejos
La presencia del hombre en la Tierra está condicionada, entre otros factores, a su
capacidad de adaptación a los cambios físicos y químicos naturales; pero también, está
marcada por la necesidad de alimentarse adecuadamente para evitar de esta manera la
profusión de enfermedades y la incapacidad orgánica para enfrentarlas.
En el estilo de vida general actual de la sociedad y en el cual se ven inmersos los hombres,
se observa un alto grado de sedentarismo, una vida mucho más cómoda, un aumento de la
ingesta calórica y a su vez una disminución de la calidad nutricional de los alimentos. A estos
hechos hay que sumarles la inclusión de sustancias perjudiciales en la dieta tales como el
alcohol o el tabaco. Todos estos factores pueden desembocar en un gran abanico de
enfermedades, algunas de ellas enfermedades crónicas como el sobrepeso y la obesidad,
principales protagonistas en países desarrollados.
Para seguir evolucionando, el ser humano requiere asumir una dieta acorde con su
condición física, desgaste energético, actividad laboral y relación con el ambiente. La
permanencia del ser humano en este planeta depende de factores externos e internos. Por un
lado, la incidencia de ciertos fenómenos naturales (climáticos, geográficos) que pueden
atentar sobre la vida en la Tierra. Por otro lado, la desnutrición, la carencia de alimentos, de
agua, vitaminas y minerales que debilitan el cuerpo produciendo enfermedades y
malformaciones (genéticas y/o hereditarias) que pueden convertirse en irreversibles daños a
la evolución de la especie.