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18 08 2021
Espero que estas líneas agreguen algunos elementos a las reflexiones que me han
precedido, pero aclaro, desde ahora, que van a referirse a asuntos cotidianos, a pequeñas
acciones y estrategias sencillas que se recogen como esfuerzos de paz, que ayudan a tejerla
en el día a día y que vinculan afectiva, social y políticamente al ciudadano de a pie, en
relación con el otro y con lo otro.
1. El conflicto
J.P. Lederach (1992) configura los elementos del conflicto, lo cual permite su
análisis y mejor comprensión, dice que son: el problema, el proceso y las personas. El
primero de ellos alude al meollo del asunto, a aquello que mantiene vinculados en conflicto
a las partes, al tema que no se ha resuelto y lo genera; el proceso se refiere al movimiento o
la dinámica del conflicto, que tiene vida propia, escala, desescala o se estanca, lo cual
permite decir que es dinámico y en su espiral ascendente, se complejiza, agrega más
actores, más intereses, circulan más y de manera más intensa las emociones, las posturas se
polarizan, degrada el lenguaje, deshumaniza a los sujetos y puede culminar en violencia,
que sin ser de suyo uno de su elementos, puede ocasionar la invisibilización, la falta de
reconocimiento y la eliminación simbólica o física del otro, visto como enemigo
irreconciliable. No es lo mismo la dinámica del conflicto de aquella que configura su
resolución o transformación.
El elemento personas por su parte, alude a que, quienes están en relación conflictiva
son solamente los humanos, pues aún en el caso en que una de las partes sea un colectivo (un
sindicato, una iglesia, un club deportivo), serán, finalmente las personas que lo configuran,
quienes viven y atienden el conflicto. El análisis en este caso tiene que ver con, quiénes son
las partes, qué intereses los mueven, cuáles son sus percepciones, cuáles sus necesidades, que
alianzas establecen, qué poder manejan: un mapa de relaciones resulta bastante útil en este
caso. Fue a mediados de la década de los noventa del siglo pasado que Lederach se refirió a
estos elementos como constitutivos del conflicto, pero actualmente alude a los contextos,
dándoles un lugar preponderante.
Dos de las relaciones que establecen las personas entre sí, son las violencias y los
conflictos, las primeras, susceptibles de ser erradicadas en cuanto construcción cultural que
genera daños y los segundos, asumidos como dinamizadores de la sociedad, susceptibles de
transformación positiva. La transformación positiva de los conflictos, de acuerdo con Paris
(2009), se caracteriza por dar un carácter natural a los conflictos; permitir que se conviertan
en experiencias de aprendizaje; asumir, como parte del conflicto, la propia valía y el
reconocimiento del otro como un legítimo otro; poner en juego la cooperación, buscar entre
sus objetivos, la reconciliación de las partes y la reconstrucción de las relaciones humanas y
permitir la superación de las tensiones por medios pacíficos.
Con las anteriores precisiones me refiero ahora a las formas de resolver los conflictos,
representadas en la figura No. 1 que es un mapa conceptual donde se muestran varias maneras
—no arbitrarias sino legales—, que existen Colombia para hacerlo. El mapa deja claras por
lo menos tres posibilidades: una, en la que hay una decisión unilateral de una de las partes;
otra en la que el Estado haciendo uso del monopolio del poder y de la fuerza resuelve los
Figura No. 1 Mapa conceptual: formas de tratamiento de conflictos en Colombia. Fuente elaboración
propia (2006), con ajustes.
conflictos y finalmente, aquella en que la ley da potestad a los ciudadanos para que de
manera creativa negocien sus diferencias y puedan lograr un acuerdo, en este último caso,
me refiero a fórmulas de justicia co-construida por las mismas partes en conflicto, que
legitiman el acuerdo y permiten que las relaciones mejoren de tal manera que se logre, por
lo menos, el reconocimiento y el respeto entre ellas. A continuación, refiero brevemente a
cada una.
21. La autotutela
Es, tal vez, la forma menos atractiva de resolver conflictos pues una de las partes,
autorizada por la ley y haciendo uso del poder o la fuerza, decide cuál será la salida. Es el
caso de la guerra que, aunque declarada unilateralmente, tiene límites previstos en el Derecho
Internacional Humanitario.
2.2 La heterocomposición
Obedece a la lógica de un tercero que, con carácter vinculante, toma decisión sobre el
conflicto que se presenta a su consideración, lo cual puede dejar malestar o sensación de
injusticia en alguna, o en todas las partes. El caso típico es la sentencia del juez en el
proceso judicial.
2.3 La autocomposición
De acuerdo con el mapa conceptual de la figura No.1, podemos decir que la ley
colombiana permite a las personas en conflicto, en algunos casos, resolverlo sin necesidad
de acudir a un tercero que tome por ellos la decisión, bajo varias modalidades, todas
arropadas por la negociación: a) de manera directa, significa que son solo las partes quienes
intervienen y deciden, para lo cual es importante que acuerden la metodología a adoptar para
la negociación, los asuntos que van a atender, la forma en que se va a configurar el proceso
y el compromiso de cumplir los acuerdos. Es la forma ideal de resolver los conflictos y tal
vez por eso, la menos frecuente.
Son varios los límites éticos que acompañan la labor del mediador: su intervención
debe convertirse en una acción sin daño lo cual significa entender que las comunidades son
autogestionarias de su propio desarrollo, que las partes cuentan con autonomía para tomar
decisiones y responder por ellas y que los derechos fundamentales de las personas son
innegociables. El tercero debe separarse de la mesa de negociación cuando sienta que se
inclina indebidamente hacia una de las partes o que tiene un interés directo o indirecto en el
tema o sustancia que se negocia, sin desconocer que siempre estará interesado en que haya
una decisión que beneficie a todos, incluyendo a la comunidad.
Reseño como una de las formas autocompositivas de resolución de conflictos la
Justicia restaurativa, aunque existe una diferencia con las anteriores (conciliación y
mediación) pues como se implementa para el caso de violencias, la negociación recae,
necesariamente sobre la reparación integral a la víctima por parte del ofensor y el tercero
facilitador no podrá avalar el acuerdo si tal reparación no se incluye.
Hacer enmiendas: tiene que ver con la pregunta ¿Qué tiene que hacer el ofensor para
que las cosas queden bien? En este caso la víctima tiene un lugar protagónico en la respuesta,
es ella la que establece las diferentes posibilidades para lograr sentirse reparada integralmente
y es sobre esa base que negocia con el ofensor las bases de tal reparación, que debe ser
proporcional a la ofensa, cumplible y no dañar la integridad física o moral de quien ocasionó
el daño.
Inclusión de todas las partes: las partes son activas en Justicia Restaurativa; son
invitadas a participar, a hablar, a escuchar y a tomar decisiones. Cada una de ellas tiene sus
propios intereses y develarlos en ese espacio facilitará el determinar qué hacer para que las
cosas queden bien. Víctima y ofensor pueden intercambiar percepciones, ideas o propuestas,
guiados por las interpelaciones o preguntas que hagan la víctima o el facilitador.
En este apartado del escrito haré alusión a algunas experiencias que nacen de
reflexiones y acciones de otros y se ponen a disposición de los trabajadores de la paz, con
quienes comparto mi sentir respecto a la riqueza que encierra el integrar la teoría y la
práctica y el interés de que puedan potenciarse las propias realizaciones para producir
esfuerzos sinérgicos que impulsen los ideales contenidos en el camino hacia la paz del país
En El lugar de la palabra, Ardila Gerardo (SF) relata cómo se vive la experiencia con
este tercero en el conflicto: ante la ocurrencia de agravio, ofensa o agresión contra alguien,
se entiende afectada toda la familia; los ofendidos envían un mediador o palabrero, cuya
misión es buscar un acuerdo equitativo. Si sus buenos oficios no producen el resultado
esperado, los ofendidos recurren a la violencia, buscan ocasionar un daño similar al que
recibieron y pueden incluso llegar a producir la muerte del ofensor. El palabrero busca reducir
las violencias tratando de resolver las afrentas por medio de las compensaciones y haciendo
visible y onerosa cualquier movilización de fuerza contra otro o contra sí mismo. Si el
conflicto es grave, los palabreros acuden a hacer varias entrevistas o reuniones denominadas
acuerdo o espacio de palabra, cuya mayor fortaleza es la capacidad de escucha de los
intervinientes. Cuando todos han participado, el público tiene la palabra y se produce un
resultado: se resuelve el conflicto o se declara la guerra.
Algunos de los argumentos persuasivos a los que acuden los palabreros wayúu
cuando acompañan la gestión del conflicto, facilitados por el conocimiento que tienen de su
entorno, son: evocar las formas en que se han resuelto conflictos anteriores en su territorio;
recordar los horrores de la guerra y las experiencias dolorosas de sus familias cuando no se
ha podido llegar a acuerdos; hacer analogías con el comportamiento de animales que son
propios de su entorno y que siempre dejan enseñanzas; mostrar como un paradigma de
dignidad a la personas así consideradas en su comunidad; anteponer, al dinero, valores
como la paz, la libertad y la vida; mencionar el que las mujeres y madres ruegan a sus
autoridades y hombres que no las lleven a sufrir y perder a sus hijos ante el sentimiento que
las invade al escuchar historias de venganzas; la alusión a lo sagrado de la vida que hace
que, dar muerte a otro ser humano, se califique como falta gravísima, que afecta por igual a
la familia de los ofensores y de los ofendidos.
Los palabreros además, “invitan a la riqueza” para que las partes reciban
reconocimiento y adquieran un mayor estatus lo que hacen, en últimas, es invitar a
demostrar que los ofensores cuentan con suficientes pertenencias para responder por la
compensación del daño, que hace que, al entregar sus riquezas, muestren su talante de
persona digna que sabe cumplir con sus deberes culturales; e invitan todavía, a la mayor
riqueza: no tener enemigos, poder ser libre para moverse por su territorio sin temor. El
respeto por la palabra sustenta los actos de la vida de los wayúu, cuando alguien empeña la
palabra, lo hace toda su familia y por eso mismo, se da por hecho lo dicho.
Los palabreros dominan la palabra, la llevan y la traen, hacen un manejo correcto,
efectivo y convincente de ella, la usan en su propia lengua, se preparan desde niños para
ofrecer este servicio a su comunidad; buscan que las partes puedan llegar a consensos,
producir acuerdos que fortalecen la cultura y permiten el despliegue de la autonomía; son
insistentes en los encuentros con las partes y las familias (ofensoras y ofendidas), que
nunca están presentes en el mismo tiempo y espacio, sino que se comunican con la ayuda
de este tercero cuyo afán es que se resuelva la situación para mantener la armonía y el
bienestar en la comunidad (Polo Nicolás. 2017).
Los Círculos de Convivencia nacen como una pedagogía de los derechos humanos y
una estrategia de cambio cultural dirigida especialmente a los espacios de socialización, al
entender que es allí donde pueden lograrse transformaciones en la cultura de la violencia que
actualmente pasa de una generación a otra; donde se entiende que las mujeres son las
protagonistas principales en estos espacios y que esta es una iniciativa de ellas, organizadas
en torno a la responsabilidad de romper la cadena de violencias y producir un círculo virtuoso
de convivencia como aporte al movimiento por la paz y expresión de su ciudadanía;
inicialmente se aplicaron al vecindario y la familia y luego de comprobada su eficacia
pedagógica en la construcción de sentimientos morales y de una ética del respeto a la
dignidad y los derechos de cada persona, Conciudadanía la proyectó masivamente a la
comunidad educativa y a las organizaciones de mujeres y otras organizaciones sociales de 40
municipios de Antioquia.
Bajo el entendido que un cambio cultural, perceptible en un mediano plazo, no ocurre
por casualidad sino como resultado de una conciencia, un propósito, una metodología y un
trabajo sistemático, se buscó entonces definir para los círculos de convivencia:
El principio básico fue el del respeto a la dignidad humana y los derechos que de ella
se derivan que, aplicado al manejo de los conflictos, buscó su transformación noviolenta.
La levadura crítica constituida por las personas capacitadas por ell@s como
Animador@s de los círculos de convivencia. Fueron cerca de 6.000 personas (docentes,
estudiantes, padres y madres de familia) que se apropiaron del propósito de cambio cultural,
y eran parte de un 80% a las distintas comunidades educativas y el 20% restante pertenecían
a organizaciones de mujeres.
2. Aspectos Metodológicos
2. Logros
1. La quietud
3. La humildad
3. La percepción sensual
Los sentidos nos permiten percibir y lo sensual tiene que ver con aquello que
pertenece, afecta o está relacionado con los sentidos. La percepción sensual es una forma de
estar en el mundo, de mantener abierta la conciencia y de indagar en la naturaleza del ser;
exige poner en juego las capacidades de interacción de acuerdo con la experiencia de estar
en el mundo. El cambio social y la construcción de paz comprometen todos los sentidos,
incluyen y rebasan la palabra.
Transformar un conflicto por medios pacíficos supone reconstruir sus energías positivas;
crear una atmósfera óptima para el diálogo y la comunicación; describir su naturaleza desde todas sus
perspectivas; comprender las razones por las que las otras personas tienen esa actitud; analizar las
causas, las necesidades y qué intereses no son satisfechos; buscar acuerdos siguiendo criterios de
igualdad; pensar otras formas alternativas favorables a la satisfacción de las necesidades; y planificar
actos que lleven a la ejecución de fines comunes. Kottler citado por Paris (1994: 8).
Este modelo en cambio, da un vuelco al rol de trabajador por la paz, quien pasa de ser
un experto a ser un facilitador, sin modelos prediseñados, apoyando a las personas para que
descubran sus capacidades a partir de sus propios poderes y sean ellos quienes le den salida
a la situación. De esa manera, este modelo toma en cuenta los saberes de las partes, el espacio
local en que se mueven, las circunstancias del contexto, los aspectos que rodean a cada
conflicto y la autonomía para que sean ellas, las partes, quienes den salida a la situación.
Culmino con un texto que nos recuerda que somos seres de relación, que el otro
siempre está en frente nuestro y que nos necesitamos mutuamente:
Builes Luis. 2017. Investigación Justicia Restaurativa en la escuela. Estado del arte en
Colombia. Facultad de Derecho y Ciencias Políticas Universidad de Antioquia. Informe
final, SP
Lederach J.P. (1992). Enredos, pleitos y problemas. Una guía práctica para ayudar a
resolver conflictos. Ediciones Clara Semilla, p.p. 20-34)
Paris Sonia. 2009. Filosofía de los conflictos. Una teoría para su transformación pacífica,
Icaria Editorial S.A Barcelona