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LOS CONFLICTOS Y SU TRANSFORMACIÓN POSITIVA

Isabel Puerta Lopera

Asesora de la Unidad para la Resolución de Conflictos de la Universidad de Antioquia

18 08 2021

Agradezco a la Universidad Nacional de Colombia esta invitación, a la Escuela de


formación política para el buen vivir, la paz y la democracia que, en buena hora, ha
organizado este espacio académico denominado Paz, desarrollo territorial y democracia y
al Docente Carlos Medina Gallego, quien ha dado forma y ha impulsado vitalmente una
idea que sin duda fortalece el proceso de paz que se construye en Colombia, tarea nada
sencilla pero que, de la mano de la esperanza, nos permite soñar en una Colombia sin
violencias y en la existencia de una sociedad civil suficientemente empoderada como para
poder reclamar constantemente el derecho a la paz —hasta ahora norma de papel—, y
contribuir a su consolidación. Mi agradecimiento va también para los integrantes de la
Unidad Especial para la Paz de la Universidad de Antioquia, coordinada por el docente
Hugo Alberto Buitrago Montoya, quienes amablemente me ha invitado a participar y que
generosamente han pensado que podría tener algo para decir en este escenario.

Espero que estas líneas agreguen algunos elementos a las reflexiones que me han
precedido, pero aclaro, desde ahora, que van a referirse a asuntos cotidianos, a pequeñas
acciones y estrategias sencillas que se recogen como esfuerzos de paz, que ayudan a tejerla
en el día a día y que vinculan afectiva, social y políticamente al ciudadano de a pie, en
relación con el otro y con lo otro.

1. El conflicto

Saber que estamos frente a un conflicto no es siempre sencillo, requiere consciencia


sobre tal situación, consciencia que es, el producto de un acto intelectual, donde las partes
asumen y admiten que se encuentran en una relación que los ubica en orillas diferentes,
porque sus objetivos o intereses son incompatibles (Entelman 2009). Esta situación es
diferente de aquella en que las partes perciben el contenido con que ingresan a nuestro
cerebro los datos externos que tienen que ver con el conflicto y referidos a asuntos como:
conductas, actitudes, pretensiones, intenciones, riesgos y amenazas.

El poder es un elemento infaltable en el conflicto; de acuerdo con Entelman (2009) el


poder hace alusión …al conjunto de recursos de cualquier índole de que dispone cada actor,
o cree disponer, para procurar su objetivo, es decir se entiende más como una capacidad
que como la ejecución de esa capacidad (2009: 125) (Subrayas fuera del texto). Algunas de
las modalidades que revisten estos recursos son: las amenazas, las ofertas, las propuestas que
combinan las dos anteriores, la influencia sobre el otro, la persuasión, la posibilidad de una
alianza con terceros, el poder de convicción, la autoridad moral o el prestigio frente al otro.
Esta lista no es fija, y al analista de conflictos le corresponde tener en cuenta estos recursos
e incentivar su creatividad para atender las situaciones conflictivas. Así, puede decirse que
el poder es una característica, cualidad o atributo producido en el marco de una relación social
específica: en una concreta relación conflictual.

El poder puede medirse de varias formas: a) por la probabilidad de producir en el otro,


el efecto buscado con los recursos de que se dispone; b) por el número de destinatarios a
quienes se orienta; c) por la posibilidad de referir a una escala de valores que permita
establecer comparaciones entre poderes mayores y poderes menores; d) por el grado de
modificación de la conducta del otro, que logra quien ostenta el poder e) por la posibilidad
de restringir las opciones del otro con el grado de poder propio de quien activa sus recursos.
Entelman (2009).

J.P. Lederach (1992) configura los elementos del conflicto, lo cual permite su
análisis y mejor comprensión, dice que son: el problema, el proceso y las personas. El
primero de ellos alude al meollo del asunto, a aquello que mantiene vinculados en conflicto
a las partes, al tema que no se ha resuelto y lo genera; el proceso se refiere al movimiento o
la dinámica del conflicto, que tiene vida propia, escala, desescala o se estanca, lo cual
permite decir que es dinámico y en su espiral ascendente, se complejiza, agrega más
actores, más intereses, circulan más y de manera más intensa las emociones, las posturas se
polarizan, degrada el lenguaje, deshumaniza a los sujetos y puede culminar en violencia,
que sin ser de suyo uno de su elementos, puede ocasionar la invisibilización, la falta de
reconocimiento y la eliminación simbólica o física del otro, visto como enemigo
irreconciliable. No es lo mismo la dinámica del conflicto de aquella que configura su
resolución o transformación.

El elemento personas por su parte, alude a que, quienes están en relación conflictiva
son solamente los humanos, pues aún en el caso en que una de las partes sea un colectivo (un
sindicato, una iglesia, un club deportivo), serán, finalmente las personas que lo configuran,
quienes viven y atienden el conflicto. El análisis en este caso tiene que ver con, quiénes son
las partes, qué intereses los mueven, cuáles son sus percepciones, cuáles sus necesidades, que
alianzas establecen, qué poder manejan: un mapa de relaciones resulta bastante útil en este
caso. Fue a mediados de la década de los noventa del siglo pasado que Lederach se refirió a
estos elementos como constitutivos del conflicto, pero actualmente alude a los contextos,
dándoles un lugar preponderante.

Dos de las relaciones que establecen las personas entre sí, son las violencias y los
conflictos, las primeras, susceptibles de ser erradicadas en cuanto construcción cultural que
genera daños y los segundos, asumidos como dinamizadores de la sociedad, susceptibles de
transformación positiva. La transformación positiva de los conflictos, de acuerdo con Paris
(2009), se caracteriza por dar un carácter natural a los conflictos; permitir que se conviertan
en experiencias de aprendizaje; asumir, como parte del conflicto, la propia valía y el
reconocimiento del otro como un legítimo otro; poner en juego la cooperación, buscar entre
sus objetivos, la reconciliación de las partes y la reconstrucción de las relaciones humanas y
permitir la superación de las tensiones por medios pacíficos.

2. Las salidas al conflicto

Con las anteriores precisiones me refiero ahora a las formas de resolver los conflictos,
representadas en la figura No. 1 que es un mapa conceptual donde se muestran varias maneras
—no arbitrarias sino legales—, que existen Colombia para hacerlo. El mapa deja claras por
lo menos tres posibilidades: una, en la que hay una decisión unilateral de una de las partes;
otra en la que el Estado haciendo uso del monopolio del poder y de la fuerza resuelve los
Figura No. 1 Mapa conceptual: formas de tratamiento de conflictos en Colombia. Fuente elaboración
propia (2006), con ajustes.

conflictos y finalmente, aquella en que la ley da potestad a los ciudadanos para que de
manera creativa negocien sus diferencias y puedan lograr un acuerdo, en este último caso,
me refiero a fórmulas de justicia co-construida por las mismas partes en conflicto, que
legitiman el acuerdo y permiten que las relaciones mejoren de tal manera que se logre, por
lo menos, el reconocimiento y el respeto entre ellas. A continuación, refiero brevemente a
cada una.

21. La autotutela

Es, tal vez, la forma menos atractiva de resolver conflictos pues una de las partes,
autorizada por la ley y haciendo uso del poder o la fuerza, decide cuál será la salida. Es el
caso de la guerra que, aunque declarada unilateralmente, tiene límites previstos en el Derecho
Internacional Humanitario.

2.2 La heterocomposición

Obedece a la lógica de un tercero que, con carácter vinculante, toma decisión sobre el
conflicto que se presenta a su consideración, lo cual puede dejar malestar o sensación de
injusticia en alguna, o en todas las partes. El caso típico es la sentencia del juez en el
proceso judicial.

2.3 La autocomposición

De acuerdo con el mapa conceptual de la figura No.1, podemos decir que la ley
colombiana permite a las personas en conflicto, en algunos casos, resolverlo sin necesidad
de acudir a un tercero que tome por ellos la decisión, bajo varias modalidades, todas
arropadas por la negociación: a) de manera directa, significa que son solo las partes quienes
intervienen y deciden, para lo cual es importante que acuerden la metodología a adoptar para
la negociación, los asuntos que van a atender, la forma en que se va a configurar el proceso
y el compromiso de cumplir los acuerdos. Es la forma ideal de resolver los conflictos y tal
vez por eso, la menos frecuente.

b) La negociación asistida, adjetivo este último que designa la presencia de un


tercero en la mesa, que acompaña, facilita, y tiende puentes entre las partes, los incentiva en
la búsqueda de salidas, apoya el fortalecimiento de la comunicación, cuida la relación y
crea condiciones para el logro de un acuerdo que solo las partes pueden construir. Cuenta
por lo menos con dos modalidades: la conciliación y la mediación, figuras emparentadas
pero que guardan entre sí, algunas diferencias.

La conciliación y la mediación se reconocen como métodos alternativos de


resolución de conflictos (MARC), la primera con mayor tradición y protagonismo en
nuestro país, ha sido elegida por el legislador como la figura más emblemática en lo que
autocomposición se refiere, elevada a rango constitucional en la Carta Política del 1991 y
rodeada de reglas jurídicas que buscan atender al espíritu descongestionador de despachos
judiciales que se hizo explícito en la ley 23 y le da un carácter instrumental, en el afán de
evitar el colapso del poder judicial cuya oferta era y es, muy inferior a la demanda
ciudadana, generando un déficit en el acceso a justicia, derecho de rango fundamental.

Refiriéndome a la mediación, una posible definición está contenida en la figura No.


2 la cual destaca que se trata de un proceso configurado en fases o etapas, que cuenta con la
intervención de un tercero neutral e imparcial, quien por voluntad de la partes las
acompaña, les facilita los procesos de comunicación y el mejoramiento de la relación,
proceso que busca, como cualquier otra negociación, lograr un acuerdo y que cuenta con
diferentes enfoques cada uno de los cuales da un rol más o menos protagónico al mediador
según el propósito que busque.

Son tres los enfoques de mediación más reconocidos en el mundo: el de la


negociación por intereses o por principios propuesta por la Escuela de Harvard (Fischer,
Ury, Patton, 1993), en el que el mediador cuenta con un rol muy directivo pues su intención
se enfoca hacia la consecución del acuerdo por lo que las formas de relacionamiento y la
comunicación guardan esa misma intención; la mediación transformativa impulsada por
Baruch Bush y Joseph Folger (1996), sus pilares son la revalorización propia y el
reconocimiento del otro; enfatiza más en el empoderamiento de las partes y en el
fortalecimiento de las relaciones, por lo que el mediador se hace cada vez menos visible en
la mesa en la medida en que las partes vayan alcanzando estos logros y la mediación
circular-narrativa (Sara Cobb) que puede entenderse como una integración de los
propósitos de los dos anteriores y, por lo tanto, el rol del mediador es mucho más flexible.
Figura No. 2. Concepto de Mediación. Fuente: Sepúlveda, Builes et al (2019)

El rol del tercero en las mediaciones promovidas en las comunidades es de gran


importancia dado que se trata de un ciudadano cercano a los entornos y al contexto,
conocedor de la cultura y la idiosincrasia del lugar, relacionado directa o indirectamente
con las partes y sobre todo con el interés de que se logre el bienestar para ellas y para su
comunidad. No tiene que ser un experto y, en todo caso, debe tener presente que las
posibles salidas al conflicto deben guardar directa relación con las necesidades e intereses
de las partes, sin que su propia opinión interfiera en la decisión.

Son varios los límites éticos que acompañan la labor del mediador: su intervención
debe convertirse en una acción sin daño lo cual significa entender que las comunidades son
autogestionarias de su propio desarrollo, que las partes cuentan con autonomía para tomar
decisiones y responder por ellas y que los derechos fundamentales de las personas son
innegociables. El tercero debe separarse de la mesa de negociación cuando sienta que se
inclina indebidamente hacia una de las partes o que tiene un interés directo o indirecto en el
tema o sustancia que se negocia, sin desconocer que siempre estará interesado en que haya
una decisión que beneficie a todos, incluyendo a la comunidad.
Reseño como una de las formas autocompositivas de resolución de conflictos la
Justicia restaurativa, aunque existe una diferencia con las anteriores (conciliación y
mediación) pues como se implementa para el caso de violencias, la negociación recae,
necesariamente sobre la reparación integral a la víctima por parte del ofensor y el tercero
facilitador no podrá avalar el acuerdo si tal reparación no se incluye.

El movimiento de Justicia Restaurativa se inicia aproximadamente en la década de


los setenta pero se ubica en América Latina con mucha fuerza, en los ochenta y los noventa
lo que explica, en parte, su desconocimiento y la falta de una teoría relativamente acabada
sobre el tema; se cataloga como un tipo de justicia que privilegia la reparación de aquellos
y aquello que ha sido dañado sin dejar de lado los derechos de quien causó dicho daño; así
mismo, constituye una forma alterna al enfoque retributivo predominante en las sociedades
modernas. (Builes, 2017).

La Justicia Restaurativa centra su atención en la víctima de quien se espera que el


proceso restaurativo le permita contar su historia, superar el trauma, recuperar el control de
su vida y lograr nuevamente el equilibrio en la relación; en justicia restaurativa se amplía el
número de actores que intervienen en el proceso; asume que el delito daña a las personas y
las relaciones; tiene como uno de sus principios que las ofensas conllevan obligaciones que
deben repararse integralmente —en este aspecto está precisamente su énfasis—; debe
ofrecer una oportunidad para el encuentro y perseguir el fin de restablecer a la víctima y al
infractor quienes deben recibir acompañamiento y asistencia especial por parte de la
comunidad, en este regreso a la convivencia (Domingo, 2013).

La Justicia Restaurativa cuenta con un carácter dialogal, deliberatorio —ajeno por


completo a la Justicia Retributiva— que permite el logro de consensos; diálogo que se
defiende porque la parte ofendida puede expresar directamente al ofensor sus sentimientos
de ira, miedo, o angustia y así avanzar hacia la superación del impacto del delito; es
beneficioso para el infractor pues su encuentro con la víctima le permite ser consciente del
daño ocasionado, lograr mayor comprensión de las consecuencias de sus actos pues puede
verlos más claramente, cuando la persona se enfrenta a una víctima de carne y hueso.
El diálogo que conduce al acuerdo debe ser fruto de una negociación que debe
mantener el equilibrio entre las partes para evitar que degenere en imposición, basada en el
temor; debe incluir la reparación integral para la víctima, quien deberá señalar la forma en
que se sentiría efectivamente resarcida con el acuerdo, pues son sus necesidades e intereses
los que señalan la ruta y los alcances del mismo; debe ser abierto a futuro por lo que debe
contener el compromiso de que no volverán a producirse acciones que dañen nuevamente a
la víctima y ser el resultado de un cambio, una transformación en las relaciones que se
produce durante el encuentro restaurativo, se evidencia mediante el respeto hacia el otro y se
refleja en los contenidos y en la convicción que muestren las partes para cumplirlos.
(Larrauri, 2004).

El dolor y el sufrimiento como rasgos de la condición humana nos acompañan de


forma ineludible en el transcurso de la vida y se hacen evidentes, como en ningún otro
escenario, en los encuentros restaurativos; la fragilidad y vulnerabilidad, la exposición al
riesgo y al infortunio, juegan un rol sustancial cuando surgen los conflictos y sobre todo, las
violencias y han de ser tenidos en cuenta en su análisis y atención, porque les agregan
complejidad y pueden llevar a la expresión de emociones intensas y desbordadas, a salidas
viscerales e impetuosas, a temores a veces, paralizantes y difíciles de rebasar que inhiben o
dificultan espacios de escucha, de palabra, de narrativas, de comunicación empática y de
reconocimiento.

Como elementos de la Justicia Restaurativa se enuncian: la existencia de violencias;


los actores en calidad de ofensores y ofendidos, la consciencia de producción de un daño
por parte del ofensor, la responsabilización de las partes: el ofensor al reconocer la comisión
del hecho dañino o la omisión que produjo daño, para buscar repararlo, y la persona ofendida
empoderándose como sujeto de derechos que está lista para iniciar una negociación en busca
de la reparación; la producción de daños y la necesidad de repararlos integralmente; el
restablecimiento de los actores a la convivencia, sin ninguna clase de estigma. La Justicia
Restaurativa no conlleva el perdón ni éste constituye su objetivo primordial; sin embargo, el
proceso permite aspectos como el encuentro, el diálogo, la sanación que acercan a la
posibilidad de perdonar.
Las columnas o soportes de la Justicia Restaurativa (Van Ness, 2006 citado en
(Puerta, 2017, págs. 106-107): encuentro con el otro: la Justicia Restaurativa da gran
importancia a los encuentros voluntarios, que se realizan cara a cara entre el ofensor, la
víctima y aquellos integrantes de la comunidad que han sido afectados con la violencia; estos
encuentros permiten ganar en empatía; expresar la propia versión de lo sucedido en narrativas
que incluyen las percepciones, el sentir, los temas que preocupan los participantes y giran
alrededor de aquello que constituye la situación misma; es un escenario donde los
participantes manifiestan la forma en que los ha afectado; hacen consciencia de los daños
ocasionados; logran una mayor, y mejor comprensión de lo sucedido y buscan salidas para
que las cosas queden bien, lo cual conducirá eventualmente, a un acuerdo específico,
concreto y realizable entendiendo, eso sí, que nunca logrará reparar totalmente el daño
causado. La escucha ocupa un lugar central en este escenario y es la que permite avanzar
hacia el diálogo.

Hacer enmiendas: tiene que ver con la pregunta ¿Qué tiene que hacer el ofensor para
que las cosas queden bien? En este caso la víctima tiene un lugar protagónico en la respuesta,
es ella la que establece las diferentes posibilidades para lograr sentirse reparada integralmente
y es sobre esa base que negocia con el ofensor las bases de tal reparación, que debe ser
proporcional a la ofensa, cumplible y no dañar la integridad física o moral de quien ocasionó
el daño.

Reintegración a la comunidad: las partes directas —víctima-ofensor— recuperan su


lugar en la comunidad como miembros activos, productivos y valiosos. Las relaciones que
deben restablecerse con ellos deben estar signadas por el respeto hacia las personas, pero en
adelante, la no tolerancia de las violencias. Un reto evidente para la comunidad que los acoge
es el de evitar la estigmatización y la exclusión de las partes.

Inclusión de todas las partes: las partes son activas en Justicia Restaurativa; son
invitadas a participar, a hablar, a escuchar y a tomar decisiones. Cada una de ellas tiene sus
propios intereses y develarlos en ese espacio facilitará el determinar qué hacer para que las
cosas queden bien. Víctima y ofensor pueden intercambiar percepciones, ideas o propuestas,
guiados por las interpelaciones o preguntas que hagan la víctima o el facilitador.

3. La praxis o algunas maneras de caminar la paz

En este apartado del escrito haré alusión a algunas experiencias que nacen de
reflexiones y acciones de otros y se ponen a disposición de los trabajadores de la paz, con
quienes comparto mi sentir respecto a la riqueza que encierra el integrar la teoría y la
práctica y el interés de que puedan potenciarse las propias realizaciones para producir
esfuerzos sinérgicos que impulsen los ideales contenidos en el camino hacia la paz del país

3.1 Los wayúu: la palabra para prevenir y atender las violencias

Existen estereotipos que circulan en torno a la etnia wayúu, algunos se refieren a


que, ante una ofensa o daño a las personas o propiedades, debe acordarse una
indemnización en dinero o especie y su no cumplimiento da lugar a la venganza, por
el daño real o presunto; otros se relacionan con la consideración de que la violencia está en
la naturaleza de los wayúu y por este motivo, la actitud frente a ellos debe ser de
desconfianza y recelo, pues ésta, puede hacerse evidente en cualquier momento (Ponce,
Pastor. 2006). A pesar de esta “mala prensa” quiero dedicar unas líneas a la forma en que
resuelven los conflictos o atienden las violencias en la cultura wayúu, dando a la palabra un
lugar privilegiado para evitar que el daño causado amenace debilite o interfiera la armonía,
la paz y el bienestar entre sus miembros. La figura del palabrero cuya labor ha sido
reconocida en 2010 por la UNESCO como patrimonio inmaterial de la Humanidad, es
central para ellos; se perfila como una persona respetable, prudente, con capacidad de
persuasión y garante de que el conflicto, en lo posible, se va a llevar a buen término.
(Ponce, 2006).

En El lugar de la palabra, Ardila Gerardo (SF) relata cómo se vive la experiencia con
este tercero en el conflicto: ante la ocurrencia de agravio, ofensa o agresión contra alguien,
se entiende afectada toda la familia; los ofendidos envían un mediador o palabrero, cuya
misión es buscar un acuerdo equitativo. Si sus buenos oficios no producen el resultado
esperado, los ofendidos recurren a la violencia, buscan ocasionar un daño similar al que
recibieron y pueden incluso llegar a producir la muerte del ofensor. El palabrero busca reducir
las violencias tratando de resolver las afrentas por medio de las compensaciones y haciendo
visible y onerosa cualquier movilización de fuerza contra otro o contra sí mismo. Si el
conflicto es grave, los palabreros acuden a hacer varias entrevistas o reuniones denominadas
acuerdo o espacio de palabra, cuya mayor fortaleza es la capacidad de escucha de los
intervinientes. Cuando todos han participado, el público tiene la palabra y se produce un
resultado: se resuelve el conflicto o se declara la guerra.

Algunos de los argumentos persuasivos a los que acuden los palabreros wayúu
cuando acompañan la gestión del conflicto, facilitados por el conocimiento que tienen de su
entorno, son: evocar las formas en que se han resuelto conflictos anteriores en su territorio;
recordar los horrores de la guerra y las experiencias dolorosas de sus familias cuando no se
ha podido llegar a acuerdos; hacer analogías con el comportamiento de animales que son
propios de su entorno y que siempre dejan enseñanzas; mostrar como un paradigma de
dignidad a la personas así consideradas en su comunidad; anteponer, al dinero, valores
como la paz, la libertad y la vida; mencionar el que las mujeres y madres ruegan a sus
autoridades y hombres que no las lleven a sufrir y perder a sus hijos ante el sentimiento que
las invade al escuchar historias de venganzas; la alusión a lo sagrado de la vida que hace
que, dar muerte a otro ser humano, se califique como falta gravísima, que afecta por igual a
la familia de los ofensores y de los ofendidos.

Los palabreros además, “invitan a la riqueza” para que las partes reciban
reconocimiento y adquieran un mayor estatus lo que hacen, en últimas, es invitar a
demostrar que los ofensores cuentan con suficientes pertenencias para responder por la
compensación del daño, que hace que, al entregar sus riquezas, muestren su talante de
persona digna que sabe cumplir con sus deberes culturales; e invitan todavía, a la mayor
riqueza: no tener enemigos, poder ser libre para moverse por su territorio sin temor. El
respeto por la palabra sustenta los actos de la vida de los wayúu, cuando alguien empeña la
palabra, lo hace toda su familia y por eso mismo, se da por hecho lo dicho.
Los palabreros dominan la palabra, la llevan y la traen, hacen un manejo correcto,
efectivo y convincente de ella, la usan en su propia lengua, se preparan desde niños para
ofrecer este servicio a su comunidad; buscan que las partes puedan llegar a consensos,
producir acuerdos que fortalecen la cultura y permiten el despliegue de la autonomía; son
insistentes en los encuentros con las partes y las familias (ofensoras y ofendidas), que
nunca están presentes en el mismo tiempo y espacio, sino que se comunican con la ayuda
de este tercero cuyo afán es que se resuelva la situación para mantener la armonía y el
bienestar en la comunidad (Polo Nicolás. 2017).

La palabra, en todos los casos, antecede a cualquier respuesta violenta. En esta


cultura la palabra circula hasta en los niveles mínimos de la vida social, así que los
problemas familiares o los conflictos interpersonales dentro de una misma familia se
resuelven allí, y se convierten en tratos orales, con la participación de todos, incluidos los
niños. Las mayores enseñanzas de los wayúu son: la educación asumida como base de la
vida social y la posibilidad de negociar los daños producidos por las violencias mediante
mecanismos existentes en la cultura. (Ardila, SF)

3.2 Círculos de convivencia. Pedagogía para una cultura de respeto a los


Derechos Humanos y estrategia de protección integral a la infancia

A continuación, el relato de una experiencia del oriente antioqueño fundamentada en


la filosofía de los círculos restauradores, pero con un sello e intenciones propias, de acuerdo
con los contextos y vivencias de unas poblaciones que estuvieron directamente tocadas por
el conflicto armado colombiano. La información se obtuvo de un texto de 2017, presentado
a una ponencia internacional en Brasil, por docentes en el Foro Departamental del año
anterior. (Builes, 2017).

Contexto: la Corporación para la Participación Ciudadana -Conciudadanía- desarrolló


el Proyecto "Cultura de Paz y protección integral a la infancia víctima del conflicto armado",
en 40 municipios del Oriente, Suroeste y Occidente Antioqueños, con estas características:
estas localidades tienen fuerte influencia de grupos armados ilegales, particularmente de
paramilitares, que se disputan el control del territorio con grupos guerrilleros; existe una
cultura patriarcal, con rasgos autoritarios, desconocedora de derechos en las personas con
menos poder, y visible en la familia, la escuela, la comunidad, la vida municipal; se legitima
la violencia en la solución de los conflictos cotidianos, incluso atribuyéndole valores
pedagógicos.

Antecedentes: procesos organizativos de mujeres participantes en movimientos de paz


en la zona; procesos de capacitación y fortalecimiento organizativo en los consejos directivos
de instituciones educativas y con los personeros de los estudiantes de los municipios; diversas
expresiones del Movimiento por la paz; un diagnóstico participativo en el 2001 en la región
del Oriente, para dimensionar el problema de la infancia y la adolescencia víctima de la
guerra, con la participación de diferentes Mesas Municipales de Infancia; más de 15.000
personas en desplazamiento forzado en los 3 años previos a la ejecución del proyecto, con
alto porcentaje de madres con sus hijos e hijas: la población infantil victimizada en la guerra,
estaba escolarizada.

1. Los Círculos de Convivencia: una pedagogía de los Derechos Humanos

Los Círculos de Convivencia nacen como una pedagogía de los derechos humanos y
una estrategia de cambio cultural dirigida especialmente a los espacios de socialización, al
entender que es allí donde pueden lograrse transformaciones en la cultura de la violencia que
actualmente pasa de una generación a otra; donde se entiende que las mujeres son las
protagonistas principales en estos espacios y que esta es una iniciativa de ellas, organizadas
en torno a la responsabilidad de romper la cadena de violencias y producir un círculo virtuoso
de convivencia como aporte al movimiento por la paz y expresión de su ciudadanía;
inicialmente se aplicaron al vecindario y la familia y luego de comprobada su eficacia
pedagógica en la construcción de sentimientos morales y de una ética del respeto a la
dignidad y los derechos de cada persona, Conciudadanía la proyectó masivamente a la
comunidad educativa y a las organizaciones de mujeres y otras organizaciones sociales de 40
municipios de Antioquia.
Bajo el entendido que un cambio cultural, perceptible en un mediano plazo, no ocurre
por casualidad sino como resultado de una conciencia, un propósito, una metodología y un
trabajo sistemático, se buscó entonces definir para los círculos de convivencia:

El principio básico fue el del respeto a la dignidad humana y los derechos que de ella
se derivan que, aplicado al manejo de los conflictos, buscó su transformación noviolenta.

La estrategia de aplicación está configurada por el círculo de convivencia como


espacio de formación mediante la experiencia, es decir, la vivencia y la reflexión personal y
colectiva como fuente de aprendizaje.

El quién estratégico, capaz de generar el proceso de cambio lo constituyeron los


equipos de Promotores@s-capacitador@s, en alianza con las autoridades educativas de cada
municipio. El Proyecto 'Cultura de Paz y protección integral a la infancia víctima de la guerra'
se propuso formar 146 Promotor@s, cada un@ de l@s cuales actuaría sobre 12 comunidades
educativas. Casi en su totalidad fueron docentes, elegidos por sus propios compañeros,
participantes en talleres sobre dignidad y derechos humanos, comunicación interpersonal,
noviolencia, perspectiva de género y pensamiento de la diferencia sexual, y entrenados en la
metodología de los círculos de convivencia. A su vez, est@s Promotor@s capacitaron y
asesoraron a l@s Animador@s direct@s de los Círculos.

La levadura crítica constituida por las personas capacitadas por ell@s como
Animador@s de los círculos de convivencia. Fueron cerca de 6.000 personas (docentes,
estudiantes, padres y madres de familia) que se apropiaron del propósito de cambio cultural,
y eran parte de un 80% a las distintas comunidades educativas y el 20% restante pertenecían
a organizaciones de mujeres.

La masa crítica que se involucró en el proceso de cambio cultural fueron 1.787


comunidades educativas, organizaciones de mujeres u otras organizaciones sociales de 40
municipios del Departamento de Antioquia. En total, más de 20.000 personas.
El tiempo de intervención cubrió un período de 3 años, y el proyecto aspiraba a
institucionalizarse y hacerse autosostenible. Una perspectiva, para el caso de la comunidad
educativa, era proponer que los círculos de convivencia fueran incorporados a los Programas
de Convivencia, Paz y Noviolencia, establecidos en la Ordenanza de la Asamblea
Departamental de Antioquia de diciembre de 2001 y el Decreto reglamentario de la Secretaría
de Educación y Cultura, 666 de abril de 2002.

2. Aspectos Metodológicos

Los círculos de convivencia son tertulias en las que, a partir de la lectura de un


Derecho Fundamental establecido en la Constitución Política de Colombia, los y las
participantes hacen este recorrido: a) reconstruir colectivamente su significado y contrastarlo
con otras definiciones más académicas; b) expresar vivencias personales sobre la forma como
han violado el derecho en cuestión; c) analizar el efecto de tal comportamiento violento sobre
la dignidad y la autoestima de otras personas; d) buscar hacer consciencia sobre el fin
pedagógico que motivó el comportamiento ahora considerado violento; e) narrar vivencias
no violentas de otras personas en situaciones similares buscando encontrar alternativas de
intervención para conseguir el fin pedagógico sin violar la dignidad de las personas; f) cerrar
al caso dando oportunidad a la persona que expuso su situación, para que exprese sus
sentimientos y sus propias conclusiones. Tres aspectos que se destacan en la metodología del
Círculo de Convivencia, son:

La relación interpersonal: el círculo es una tertulia íntima, de pequeño grupo; donde


se genera un clima de confianza; cada persona pueda ser reconocida y respetada, no
culpabilizada, juzgada o condenada; los intervinientes pueden fortalecer su identidad y
autoestima y los vínculos más próximos puedan reconstruirse y fortalecerse como también,
el tejido social. El ritmo, la periodicidad, los contenidos, el lugar de encuentro son definidos
por el pequeño grupo; en cuanto al número, se sugiere entre 10 y 15 personas, para facilitar
la participación y un tiempo máximo de hora y media para evitar la fatiga.
El grupo cumple un papel de contención emocional y de canalizador de la culpa hacia
el reconocimiento de una cultura autoritaria que propicia y legitima el comportamiento
violento; participa en la construcción de un propósito común de transformación hacia la
reparación y hacia un cambio cultural de respeto y valoración de la dignidad de cada persona.
Las relaciones entre las personas son vistas de una forma distinta: mediada por la ética y por
una estética que propicia la empatía o capacidad de percepción emocional positiva del otro
que es asumido como un sujeto 'con derecho a derechos'.

El partir de sí: el contenido básico de un círculo de convivencia es la comunicación


de una experiencia viva, vigente en el sentimiento, aunque haya ocurrido en el pasado. El
círculo no es una clase magistral, no es para enseñar un "deber ser". Es para agregarle
reflexión a las propias vivencias y extraer aprendizajes. Es un espacio vivencial, de mucho
contenido emocional, porque este tipo de aprendizaje puede, orientar efectivamente,
comportamientos futuros. La persona que toma conciencia del otro-a como sujeto de derecho,
se percibe a si misma también con iguales derechos, dispuesta a defenderlos sin necesidad de
acudir a la violencia.

La comunicación: en este espacio no se juzgan los comportamientos de otra persona,


ni se le aconseja o condena; se le escucha, se comparten vivencias similares, se construyen
alternativas de forma colectiva; todas y todos aprenden porque circula un lenguaje de la
aceptación que favorece el intercambio cultural, el diálogo de saberes y fortalece la identidad
y la autoestima; no hay lugar para la manipulación; es un espacio de acción comunicativa,
humanizante, donde se desarrollan actitudes de respeto por la diferencia, de solidaridad, de
pluralismo, de democracia radical, de transformación noviolenta de los conflictos cotidianos.

2. Logros

Dado que los círculos de convivencia se organizaron en 1.787 comunidades


educativas, es allí donde los logros son más visibles: muchos docentes se han percibido ya
no solo como víctimas de violación de sus derechos por parte del Estado, sino también como
violadores de los derechos de sus hijos, sus estudiantes, sus compañeros y como eslabones
de una cadena de reproducción cultural que legitima la violencia y le atribuye valores
pedagógicos; se va instalando en la convivencia y en la práctica educativa una actitud de
escucha y de respeto a la palabra, como expresión de la dignidad de cada persona; muchas
comunidades educativas los han recibido con entusiasmo como la continuación y
profundización de procesos previos en el Departamento de Antioquia; se viven como un
espacio de encuentro, de solidaridad y ternura, de vida, de sanación, de reconstrucción de
vínculos en áreas donde la guerra ha sembrado la desconfianza y el miedo. Los Círculos
comienzan a multiplicarse en algunos municipios de Antioquia, integrados sólo por varones.
Se prevé su impacto social en áreas de conflicto armado, deslegitimando la violencia y
formando ciudadanas y ciudadanos participantes, con conciencia de sus derechos y de los
derechos de las demás personas. (Builes 2017).

3.3 Disciplinas del operador de la paz

Uno de los propósitos de este Diplomado es el de contribuir a que los líderes


sociales y políticos participen activamente en planes, programas, proyectos, políticas e
iniciativas que aporten a la paz y al desarrollo territorial, por eso me parece valioso dejar a
disposición del lector, la propuesta Juan Pablo Lederach en su libro La imaginación moral
el arte y alma de la construcción de la paz (2005) acerca de la forma de asumir el análisis
de los conflictos, como una refinada técnica que, metafóricamente, compara con el ejercicio
de observación de las telarañas. Explica que los trabajadores por la paz están ubicados en
comunidades conectadas entre sí, que deben ser observadas para detectar esos lazos a veces
invisibles que las unen, lazos que se asemejan a los hilos de seda de la telaraña que en muy
pocas oportunidades pueden ser vistos en su totalidad por el observador y que, en el caso de
lo social, requieren hacerse completamente evidentes. El autor considera que las disciplinas
del operador de la paz son la quietud, la humildad y la percepción sensual.

1. La quietud

Requiere paciencia, intensa atención, movimientos minuciosos y observación. Esta


guía es difícil de adoptar porque hay personas que se dedican al activismo social sin atender
antes al desarrollo de su capacidad de ver lo que existe. No implica estar inactivo sino no
moverse y ser disciplinado lo cual produce una posible escucha y una visión verdadera. Es
estar alerta, reducir la velocidad, observar lo que se mueve alrededor y sentir lo que se
mueve en el propio interior. En no pocas ocasiones lo obvio, lo que tienes frente a los ojos
no lo ves porque estás apresurado. La falta de la disciplina de la quietud tiene grandes
dificultades en la construcción de paz, pues quienes llegan de afuera para trata de apoyar la
salida al conflicto: i) no son capaces de reconocer y ver lo que existe en un lugar como
potencial para construir una infraestructura de redes para el cambio positivo, ii) entran en
acción rápidamente, con respuestas cortoplacistas a problemas predeterminados, es el afán,
la urgencia. En ambos casos se pasa por alto, omite, reduce, reemplaza o destruye la red
para el cambio que estaba ya configurándose en ese lugar. La quietud permite escucha,
observación y aprendizaje; acercarse a las conexiones que deben ser vistas antes de
emprender cualquier acción.

3. La humildad

Significa respeto y capacidad de conexión; es estar en un determinado contexto


encontrándose con nuevas sorpresas y sabiendo que cada movimiento propio lo afecta; es la
capacidad de verse a sí mismo en esa relación. La humildad nos lleva a comprender no solo
la naturaleza del lugar en que nos encontramos sino nuestro sitio en esa ubicación, definir
nuestro rol, en este caso, en el conflicto, su análisis histórico, la valoración de las
necesidades e intereses de ese lugar. La humildad es la búsqueda del significado en la
identidad, las relaciones y la geografía; el lugar de encuentro que permite hacer conciencia
que vivimos y hacemos parte de una red mucho más grande. Unos rasgos de la humildad
serían, reconocer que soy una pequeña parte de algo más grande y que, el entendimiento de
que aprender y buscar la verdad, son asuntos para toda la vida lo cual, en términos de
construcción de paz, significa que por más que se sepa, siempre habrá algo más que
aprender y readaptar a lo que hemos creado, según las experiencias que vamos adquiriendo.

3. La percepción sensual

Los sentidos nos permiten percibir y lo sensual tiene que ver con aquello que
pertenece, afecta o está relacionado con los sentidos. La percepción sensual es una forma de
estar en el mundo, de mantener abierta la conciencia y de indagar en la naturaleza del ser;
exige poner en juego las capacidades de interacción de acuerdo con la experiencia de estar
en el mundo. El cambio social y la construcción de paz comprometen todos los sentidos,
incluyen y rebasan la palabra.

3.4 Transformación del conflicto por medios pacíficos

Transformar un conflicto por medios pacíficos supone reconstruir sus energías positivas;
crear una atmósfera óptima para el diálogo y la comunicación; describir su naturaleza desde todas sus
perspectivas; comprender las razones por las que las otras personas tienen esa actitud; analizar las
causas, las necesidades y qué intereses no son satisfechos; buscar acuerdos siguiendo criterios de
igualdad; pensar otras formas alternativas favorables a la satisfacción de las necesidades; y planificar
actos que lleven a la ejecución de fines comunes. Kottler citado por Paris (1994: 8).

La transformación de los conflictos por medios pacíficos, de acuerdo con Lederach,


se entiende como una metodología para la paz que comprende la reconstrucción de las
habilidades propias, para lograr un empoderamiento de los sujetos que les permita, por sí
mismos, remover la violencia y las injusticias. Surge así, el modelo reconstructivo que se
aleja de las prescripciones que centran la labor de un trabajador para la paz en aspectos
teóricos y prácticos para la regulación de las situaciones conflictivas, que asume que el
modelo ha sido ya diseñado por expertos y se ha venido implementando en los diferentes
contextos, sin atender las especificidades de los mismos y los conocimientos de las partes,
como sabiendo de antemano lo que necesitan y les interesa.

Este modelo en cambio, da un vuelco al rol de trabajador por la paz, quien pasa de ser
un experto a ser un facilitador, sin modelos prediseñados, apoyando a las personas para que
descubran sus capacidades a partir de sus propios poderes y sean ellos quienes le den salida
a la situación. De esa manera, este modelo toma en cuenta los saberes de las partes, el espacio
local en que se mueven, las circunstancias del contexto, los aspectos que rodean a cada
conflicto y la autonomía para que sean ellas, las partes, quienes den salida a la situación.

Metodológicamente, la reconstrucción comprende: el descubrimiento: busca el


diálogo con las personas para conocer las formas en que se resuelven las situaciones
conflictivas en ese contexto especifico, antes de que se plantee cualquier salida al mismo; la
categorización: permite identificar los roles de cada uno de los afectados por el conflicto,
las formas para su manejo apropiado y las actividades que han de realizarse en esta dirección;
la evaluación del proceso; la adaptación: consiste en ajustar lo que existe, a lo que las
personas piensan que debía existir; y la aplicación práctica: da lugar a la realización de
ejercicios de experimentación para determinar los resultados. (Paris 2009).

Culmino con un texto que nos recuerda que somos seres de relación, que el otro
siempre está en frente nuestro y que nos necesitamos mutuamente:

“… nunca la vida es nuestra, es de los otros,


la vida no es de nadie, todos somos
la vida —pan de sol para los otros,
los otros todos que nosotros somos—,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,…”

Piedra de sol (fragmento)


Octavio Paz
Fuentes

Ardila Gerardo. Doc. SF. El lugar de la palabra

Builes Luis. 2017. Investigación Justicia Restaurativa en la escuela. Estado del arte en
Colombia. Facultad de Derecho y Ciencias Políticas Universidad de Antioquia. Informe
final, SP

Bush B. Folger J. (1996). La promesa de Mediación, Granica, EEUU.

Domingo, 2013). Justicia Restaurativa, mucho más que mediación. EEUU


Entelman Remo. 2009. Teoría de conflictos, Gedisa, Barcelona
Fisher, R. Patton B. Ury William. 1993. Si…de acuerdo!: cómo negociar sin ceder, Norma,
1993, Bogotá
Larrauri, E. (2004). Tendencias actuales de la Justicia restauradora. Estudios de Derecho, 61,
55-58.

Lederach J.P. 2005. La imaginación moral el arte y alma de la construcción de la paz.


Editorial Oxford, EEUU

Lederach J.P. (1992). Enredos, pleitos y problemas. Una guía práctica para ayudar a
resolver conflictos. Ediciones Clara Semilla, p.p. 20-34)

Paris Sonia. 2009. Filosofía de los conflictos. Una teoría para su transformación pacífica,
Icaria Editorial S.A Barcelona

Polo, Nicolás. 2017. La palabra en la cultura wayúu EN: Cuadernos de Lingüística


Hispánica N0. 30 Julio-diciembre 2017, pp. 43-54, recuperado de:
https://www.researchgate.net/publication/317226574_La_palabra_en_la_cultura_wayuu
Ponce, Pastor. Abril 2006. En: Frónesis v.13 No.1 Caracas. Resolución de conflictos en
la sociedad Wayuu contemporánea. Recuperado de:
http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315-62682006000100008.

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