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EL PERRO QUE ASISTIÓ A UNA BODA

Por M. E. S.

Leal no sólo asistió a la boda, sino que salvó la vida de sus amos.

Casi desde el momento en que naciera, mereció toda nuestra confianza. Estaba siempre listo para
mirar y escuchar. Sobre todo era muy voluntario para obedecer órdenes. Cuando hubo crecido lo
suficiente para ser enseñado, se lo llevó a una institución de Nueva Jersey, encargada de adiestrar
perros para guiar ciegos.

Leal era apenas un cachorro durante la guerra mundial. Muchos soldados volvieron a sus casas
privados de la vista. Entre ellos Tomás, a quien Leal sirvió de ojos mientras vivió con él en Baltimore,
Estados Unidos.

Los vecinos se habían acostumbrado a ver pasar diariamente para la oficina al perro ovejero gris y
al apuesto joven. Cada día Leal acompañaba a Tomás al trabajo, y observaba a los clientes que
entraban a la oficina de los “Almacenes Leal” (Tomás había dado a su negocio el nombre de su socio).

Un día Tomás susurró en secreto en oídos de Leal: “Leal, viejo amigo –le dijo–, voy a casarme. Y tú
tendrás que asistir a la boda”.

El perro, no acostumbrado a verse entre tanta gente extraña, se sintió algo molesto, al notas que
todos rodeaban a su amo y a la joven que había a su lado. Se sentía un poco celosos al principio,
pero muy pronto aprendió a amar a la esposa de Tomás y a cuidar también de ella.

En dos ocasiones en que vino un niño a aumentar la


familia, Leal se sintió dominado de nuevo por los celos;
pero cada vez abrió su corazón y agregó al niño a su
círculo de amigos.

Con la cola en alto, el viento dividiendo su largo pelaje,


Leal ladraba alegremente corriendo carrera con Tomás
cuando éste andaba a caballo en sus momentos libres
era una forma de ejercicio que podía disfrutar con
seguridad, porque el caballo y Leal eran buenos amigos.
Ambos sentían su responsabilidad de velar por la
seguridad de su amo ciego.

Pero un día mientras corrían por el campo llegar a un


lugar en el cual había un camino nuevo en construcción.
Había que hacer volar grandes rocas, y precisamente
cuando ellos se acercaban se había colocado una carga
y la terrible explosión que siguió hizo que el caballo de

EL AMIGO DE LOS NIÑOS (The Children’s Friend). Publicaciones Interamericanas de la Pacific Press Publishing Assn.
1350 Villa Street, Mountain View, California 94041, U.S.A. 4to.. Trimestre de 1962
Tomás se espantara y lanzara una desenfrenada carrera hacia el acantilado. Leal conocía el camino
de la costa que había hacia abajo, la altura de ese acantilado y el peligro que corría su querido amo
si era lanzado hacia abajo.

Sólo unos pocos metros los separaban de la orilla. De repente, una bola peluda se lanzó tras el
caballo, se le puso a la par y dando un salto en el aire frente al animal lo hizo desviarse del peligro.

Y ésta no fue la única hazaña de salvamento. Tomás y su familia decidieron cierto día realizar un
picnic en cierta playa que no conocían. Mientras jugaba con sus hijitos en el agua, la esposa de
Tomás perdió pie y comenzó a hundirse. Leal, echado junto a Tomás en la orilla, mantenía atenta su
mirada en los miembros de la familia. Al ver luchar a su ama entre las olas, se lanzó al agua y asiendo
con los dientes las ropas de la madre la arrastró hacia la costa, mientras los dos niños aplaudían
emocionados.

No hace mucho, un cartel colgado en la puerta de la oficina de Tomás decía: “Cerrado en honor de
mi socio, Leal”

Después de muchos años de servicio, el perro que había servido de ojos para Tomás, había
envejecido y se cansaba mucho. Con triste mirada se había resignado a ver salir a Tomás solo para
su trabajo, pues él estaba ya demasiado débil para trotar a su lado. Y un buen día… el fiel Leal murió.

Como dijera tristemente Tomás, al ponerlo a descansar. Leal había sido para él “un verdadero
amigo”.—

EL AMIGO DE LOS NIÑOS (The Children’s Friend). Publicaciones Interamericanas de la Pacific Press Publishing Assn.
1350 Villa Street, Mountain View, California 94041, U.S.A. 4to.. Trimestre de 1962

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