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La Vie En Rose || Larry Stylinson

by Braveisfree

(Adaptación del filme Sabrina de 1954)

"Hay dos asientos delanteros, dos asientos traseros y un cristal en medio".

Harry ha tenido que repetirse esto toda su vida, al ser el hijo del chofer de la adinerada familia
Tomlinson y vivir enamorado del hijo menor de la misma, Samuel Tomlinson, sin ser
correspondido.

Mientras él es enviado a una academia de cocina en París, se arregla el compromiso de Samuel


con una mujer que traerá todavía más ganancias económicas a la familia, sin embargo, Harry
regresa, completamente cambiado y capaz de pasar por un miembro de la alta sociedad,
ganando la atención de muchas personas, incluyendo al mismo Samuel.

Harry está poniendo en riesgo la boda, y el hermano mayor de Samuel, Louis Tomlinson, no está
dispuesto a permitirlo, él tiene que seducir a Harry, enamorarlo, hacer que se olvide de Samuel, e
impedir que intervenga en sus planes. No es un gran problema.

El problema será hacerlo sin que los roles se inviertan.

Portada por mayheartxplodes.

Trailer por fallingthoughts.

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La Vie En Rose || Larry Stylinson

Había una vez una gloriosa mansión situada en la costa norte de Long Island,
a aproximadamente cincuenta kilómetros de Nueva York.

Aquella mansión era inmensa y estaba atendida por infinidad de servidores. Contaba
con jardineros a las órdenes de un botánico, que se ocupaban de los jardines que la embellecían.
Había un barquero que al llegar la primavera enviaba al agua las embarcaciones, y en invierno las
varaba para limpiar los fondos. Había un alto personal encargado de las instalaciones deportivas:
de la pista de tenis al aire libre y de la pista de tenis techada, así como de la piscina abierta y de
la piscina cerrada. Y había un hombre sin oficio, que cuidaba de una fuente donde entre
nenúfares, se deslizaba un pez dorado. También estaba empleado en la mansión un chofer
apellidado Styles, quien hacía varios años había sido importado de Inglaterra junto con un nuevo
Rolls-Royce.

Styles era un chofer muy profesional y extraordinariamente pulcro, lo que se reflejaba en el brillo
rutilante de los ocho coches que tenía a su cuidado, y tenía un hijo llamado Harry.

Esto ocurría en vísperas de los últimos días del verano, y como ya era tradicional en Long Island,
la familia Tomlinson daba una majestuosa fiesta aquella noche. Jamás había llovido la noche en
que los Tomlinson daban una recepción, aunque claramente ellos no lo hubieran permitido.

Los Tomlinson eran cuatro, padre, madre y dos hijos.

Johanna y Mark Tomlinson, los padres, contrajeron matrimonio en 1985, y entre sus innumerables
presentes nupciales figuraban una casa en Nueva York y esta soberbia mansión para los fines de
semana. La casa de Nueva York hacía tiempo que se había convertido en unas grandes oficinas
de la quinta avenida.

Louis Tomlinson, el hijo primogénito, hacía un año había sido aceptado en Yale, donde sus
compañeros pronosticaron que algún día podría legar a dicha universidad una impresionante
cantidad de dinero, solo visitaba la casa durante las vacaciones hasta que concluyera la carrera.

Su hermano Samuel, mejor conocido por todos como Sam, pasó en cambio por varios colegios en
cortos periodos de tiempo, y pasó también por incontables noviazgos en periodos de tiempo
mucho más cortos todavía. Es un buen jugador de golf y aparentemente, eso es todo lo que algún
día llegaría a aportar a la familia.

La mansión de los Tomlinson era como un rincón del paraíso en Long Island, la vida ahí era tan
placentera que cualquiera podría asegurar que era la perfección como tal.

Aunque muchas veces, simplemente bueno es mucho mejor que perfecto.


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Capítulo 1

La noche caía ya sobre la mansión de los Tomlinson, seguramente era una noche estrellada, pero
si lo era no se podría apreciar de todas formas debido a las luces que adornaban magníficamente
los jardines.

No era una típica fiesta de adolescentes como las que solía organizar Samuel cuando los señores
se encontraban de viaje, esta vez había gente importante riendo, bebiendo y bailando, todo
pretenciosamente. Parecían divertirse de esa manera. Cerca de la cabina del DJ, se encontraba
sentado uno de los más importantes socios de Mark Tomlinson, un hombre de unos cincuenta
años, corpulento y prácticamente calvo, tenía a una rubia escultural casi sentada encima de él,
riendo escandalosamente y tocándole el hombro cada tres segundos. Y por allá, junto a la fuente
de chocolate, tres amigas de Johanna Tomlinson, luciendo todas diseños de la última colección
de haute couture de algún diseñador reconocido, cotilleaban sobre cuanto invitado veían después
de haberle sonreído de manera hipócrita.

Eso era lo que sucedía en todas las fiestas que ofrecía esta familia ¡Pero cuánto deseaba Harry
formar parte de una de ellas!

Sam iba saliendo de la casa, llevaba del brazo a quien Harry supuso sería una de las hijas de
algún importante empresario neoyorkino, de vez en cuando se detenían para compartir sugestivos
susurros. Le hervía la sangre.
Desde que tenía memoria había estado enamorado de Sam.

—¡Harry! —la voz de su padre lo hizo dejar de contemplar la escena desde el árbol en el que
acostumbraba subir desde que estaba pequeño— Harry, baja de ahí, tienes que apresurarte a
terminar tus maletas.

—¿Qué hace Samuel con ella? —preguntó mientras bajaba a donde su padre me esperaba,
ahora Sam y la muchacha bailaban, o mejor dicho, se restregaban contra el otro lentamente en un
rincón, a pesar de que la canción llevaba un ritmo más rápido.

—La señorita Nicholson, su padre es socio del señor Tomlinson.

—Detesto a las chicas que ríen con tanta fuerza.

—Tú detestas a todas las chicas que se acercan a Samuel —interrumpió.

Su padre sabía de sus sentimientos hacia el hijo menor de la familia, o mejor dicho, toda la
servidumbre de la casa lo sabía, y parecían estar bien con eso. Pero estaba claro que lo suyo
con Sam era algo imposible. En primer lugar, Harry no era mas que el hijo de su chofer, sus
clases sociales diferían en mucho. Y en segundo lugar él era un hombre al igual suyo, y uno
bastante mujeriego ya que salía con cuanta muchacha linda pasara frente a él, ante todos era
completamente heterosexual. Claro, que ellos no sabían lo que hacía con sus amigos cuando se
quedaban a pasar la noche.

—Vamos, Harry, no puedes pasar toda tu vida pensando en él —lo confortó su padre poniendo
una mano sobre su hombro—, debes olvidarlo —Harry asintió—. La distancia te ayudará, ya lo
verás, vamos.

—Iré en un rato —respondió tratando de sonreír lo mejor que podía, su padre le devolvió la
sonrisa y se alejó.

Subió de nueva cuenta al árbol y regresó a mirar la fiesta, la chica se alejaba de Sam, quien se
acercó al bar, tomó dos copas que escondió en los bolsillos traseros de su pantalón, pidió una
botella de champán la cual escondió en su chaqueta, y caminó hacia donde Harry estaba. Se
apresuró a bajar de nuevo, saltando al suelo justo en el momento en el que él iba pasando con la
intención de que lo notara, ocasionando que Sam se sobresaltara.

—¡Ah, Harry! —exclamó soltando el aire que contuvo— Solo eres tú, creí que era alguien
importante —y sin decir nada más siguió con prisa su camino.
-Sí... —suspiró— solo soy yo.

Sam se dirigía a la piscina techada, donde seguramente lo esperaba aquella chica. Entonces
seguiría lo mismo de cada fiesta, y no quería quedarse a presenciar eso por su propia salud
emocional. Suspiró y caminó a su habitación, en la planta alta de la parte de la casa reservada
para la vivienda de los sirvientes.

El jardín de la casa, junto con todas las instalaciones cuyo propósito era entretener a la familia y
amigos, se encontraba al fondo, tenías que salir por las amplias puertas de cristal traseras. En la
casa había un sinfín de habitaciones, cada una con su baño, dos baños generales, uno de ellos
con sauna, la enorme cocina, el lujoso comedor, varias salas para relajarse, un estudio para cada
integrante de la familia, y la recepción.

Frente a la casa de tres pisos, había un patio limpio de baldosas lisas, con una fuente en el
centro, y cruzando éste, casi al llegar a la barda y enrejado que protegían la mansión, un edificio
mucho más pequeño, de dos pisos. Abajo, era el garage, donde descansaban todos los vehículos
de la familia. Unas angostas escaleras llevaban arriba, donde con las puertas de frente a la casa
principal y un largo balcón que abarcaba todas ellas, había más habitaciones, donde dormían
todas las personas al servicio de los Tomlinson.

Los Tomlinson eran personas generosas, o tal vez eran de esa manera con Harry por los años
que su padre llevaba trabajando fielmente para ellos. Los dos llegaron a Long Island cuando él
apenas caminaba, desde entonces Desmond es uno de sus mejores trabajadores, a no ser que el
mejor de todos ellos, habían depositado mucha confianza en él. Harry se creió ahí, su madre
murió cuando él tenía apenas meses de edad así que su familia habían sido el resto de los
sirvientes.

Incluso los señores Tomlinson le tenían afecto, por eso y por los años de confianza en su padre,
habían pagado su educación hasta el momento y ahora habían aceptado pagarle una cara
escuela privada en París, Francia, donde estudiaría gastronomía durante cuatro años como idea
de su padre, ya que su madre solía ser una grandiosa cocinera. Se iría al día siguiente. No
quería.

Se tiró en la cama y miró al techo. Su habitación era muy pequeña, aunque bastante grande
considerando que él no era nadie ahí, como Sam dijo. Era estúpido pensar que algún día él le
prestaría atención. ¿Y cuál era el sentido de seguir ahí de todas formas? París debía ser lo mejor
para él, nueva gente y nuevos lugares.

Pero ¿sería capaz de resistir un día sin verlo? Él era el ser más perfecto en todo el universo, de
eso Harry estaba seguro, no había despertado un solo día sin tener la certeza de que lo tenía
cerca de alguna manera. Estaba profundamente enamorado de él, sin embargo todos los días se
recordaba que su amor no era correspondido, si no es que el mismo Sam se lo recordaba con su
indiferencia. Estaba hundido, perdido, muerto en vida.

No habría diferencia alguna cuando se fuera de ahí, tampoco en París notarían su ausencia si no
fuera. Se levantó de la cama y salió de la habitación, y de la casa. Caminó durante un rato hasta
que llegó al muelle, que si bien no era propiedad exclusiva de los Tomlinson, se encontraba en su
terreno. Lejos de todo el alboroto de la casa la noche parecía bastante pacífica, le gustaba. Iba a
echar mucho de menos este lugar.
Sin pensar se tiró al agua. Una idea brillante, bastante descabellada —y suicida— puesto que no
sabía nadar. De todas formas iba a tener que extrañar Long Island.

Cuando se dio cuenta de lo que acababa de hacer ya no parecía tan brillante la idea, comenzó a
patalear y a mover los brazos con desesperación intentando salir del agua, sin éxito. Le
empezaban a arder los ojos y el aire se agotaba. Le dolía el pecho por la falta de aire y solo
escuchaba el sonido del agua salpicando por culpa de sus movimientos y atormentados jadeos
cuando lograba subir un poco a la superficie, todo se estaba volviendo borroso.

Negro.

Las cosas ocurrieron con excesiva rapidez. En la poca conciencia que le quedaba sintió a alguien
más entrar al agua y sacarlo de ella, recostarlo sobre el muelle y darle suaves bofetadas
acompañadas de palabras como "Harry" y "reacciona", tosió un poco, sintiendo también un poco
de agua abandonar sus pulmones. Después abrió los ojos intentando parpadear como le era
posible y se encontró con el hijo mayor de los Tomlinson y hermano de Sam, Louis, empapado de
pies a cabeza aún en su elegante traje, arrodillado a su lado. Asintió a lo que sea que estuviera
diciendo, recuperándose de a poco.

—¿¡En qué estabas pensando!? —casi gritó.


—Quería aprender a nadar —murmuró lo más fuerte que le fue posible para que Louis pudiera
escucharlo, volvió a toser un poco.

—Sin nadie que te enseñara, claro —respondió con evidente sarcasmo y rodando los ojos.

—Necesitaba estar solo —respondió luego de un rato, él volvió a rodar los ojos, era más que
claro que no le creía— además no quería molestar a nadie.

—Sí, otro poco y no vuelves a molestar a nadie, nunca más —continuó sin abandonar su tono de
regaño—, vamos —le ayudó a levantarse y lo guio de vuelta a la casa.

—A todo esto ¿tú qué hacías en el muelle? —su tono sonó un poco imprudente y hasta grosero.
Louis le llevaba unos cinco o seis años, ellos dos nunca habían tenido una muy buena relación, o
más bien Louis no tenía buena relación con nadie, era muy reservado y siempre cargaba con esa
sonrisita superficial, nadie en la servidumbre había intercambiado nunca más de diez palabras
con él en una sola conversación. Él actuaba siempre como si nadie estuviera a su altura.

—La señora Nicholson no encuentra a su hija —su hija, la chica que en esos momentos estaría
con Sam haciendo ese tipo de cosas. Harry no dijo nada solo para no meter a su querido Sam en
problemas.
No dijeron nada más durante el resto del trayecto. Louis lo dejó en la puerta de su habitación,
seguramente para asegurarse de que no regresara al muelle.

—No vuelvas a intentar "nadar" sin nadie cerca ¿escuchaste bien? —dijo dándole una palmada
en el hombro junto con un intento de sonrisa sin abandonar su constante superficialidad. Se dio la
vuelta y lo dejó ahí, mirando el suelo.

Al día siguiente tomaría el vuelo a París, y desde ese momento tendría cuatro años para olvidar
a Sam.

Hola :) bien, este es el primer fic capitulado Larry que hago, planeo estar subiendo capítulo cada
semana. Como ya especifiqué en la descripción, se trata de una adaptación de la película de
1954 Sabrina, que llevaba planeando desde hace mucho tiempo. El personaje de Sam es el actor
británico de Skins Sam Jackson (Alex en la sexta temporada) que para quienes no lo conozcan,
dejo una imagen en el vínculo externo de foto. Muchas gracias a Mayte por la portada del fic, y a
todos por leer, espero que les guste y eso xx-

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Capítulo 2

París, Francia.

El sol brillaba con intensidad sobre la cuidad del romance, mucha de hecho, tomando en cuenta
que era una tarde de Agosto.

Por las calles se llevaba un ritmo apresurado, los niños salían de las escuelas, los trabajadores ya
se encontraban laborando, en las grandes ciudades nunca hay un solo momento de
descanso. Parecía que solo había un lugar en completo silencio, en los relucientes pasillos
de Le Cordon Bleu mientras todos los alumnos se encontraban en clase y justo afuera del amplio
salón del curso de repostería, aunque no se escuchara sonido alguno, se sentía la tensión.

El chef que ejercía la labor de profesor en este curso, caminaba hacia la larga mesa rectangular
donde descansaban dos decenas de platos, cada uno con una porción de tiramisú recién sacadas
de las neveras. Cada cursante erguido frente a su respectiva prueba esperaba su opinión que
bien podría ser aprobatoria o lo más probable, rotundamente desaprobatoria.

Finalmente cuando llegó a la mesa, tomó el primer plato que se encontraba frente a una
muchacha rubia, delgada y pequeña con el fino cabello dorado recogido en una coleta. El
hombre tomó un pedazo con la cuchara, se lo llevó a la boca y degustó por un par de segundos
para regresar el plato y el cubierto a su lugar. La chica se mordió los labios.

—Demasiado chocolate —dijo en tono fuerte y con un acento francés marcado.

Mirando con desprecio a la muchacha, dio otro paso y repitió el procedimiento con el plato de un
hombre cerca de los treinta, un poco subido de peso y con pinta de ser asiático

—Le falta azúcar.

Lo mismo ocurrió con todos los estudiantes del curso, a algunos les sobraba crema, otros no
batieron lo suficiente los huevos, siempre era el mismo tono despectivo y hasta grosero que los
hacía bajar la cabeza y suspirar en silencio. Solamente una mujer mayor a los cincuenta años se
llevó una sonrisa luego de que el profesor probara su postre describiéndolo como "perfecto".

Sin embargo el ánimo de alegría del chef se esfumó al notar que después de la mujer solo
quedaba un plato por evaluar, el de un muchachito de rizos color chocolate oscuro que escondía
sus manos detrás de su espalda y temblaba un poco mirando al suelo, evidentemente
nervioso. Aquél hombre de edad avanzada le miró de arriba abajo por varios segundos sólo
ocasionando que el nerviosismo del chico aumentara y por ende su temblor también.
Finalmente cortó un pequeño trozo de su tiramisú y lo llevó a su boca, escupiendo casi al
instante.

—¿¡De qué demonios se trata esto!? —Harry se sobresaltó— ¡Has olvidado el café! ¿¡En qué
maldita cabeza cabe olvidar el café en un postre de café!? —botó el plato sobre la mesa
causando otro sobresalto por parte del chico— ¡No tienes futuro en esto!

Dicho esto caminó de vuelta al fondo del salón entre murmullos y risitas retenidas por parte del
resto de los estudiantes e hizo un par de anotaciones en las hojas sobre el escritorio.

—Si van a estar aquí más les vale no perder el tiempo, mañana a la misma hora —y con un gesto
les indicó que podían retirarse.

Todos comenzaron a levantar sus utensilios, Harry no se movía, se mantenía mirando al piso y
moviendo el pie derecho levemente. La mujer a su lado, la misma que obtuvo una calificación
perfecta, notó esto, y dejó delicadamente su batidor de globo sobre la mesa junto con el resto de
sus cosas.

—Estás distraído —le dijo sujetándolo por el hombro. Harry la miró.


—Estoy bien —le regaló una pequeña sonrisa fingida.

—Estás enamorado —sonrió. Harry la miró con curiosidad— y no eres correspondido ¿cierto? Por
eso olvidas los ingredientes —Harry volvió a bajar la mirada—. ¡Bingo! te diré algo, lo noté desde
que te vi por vez primera. Estás constantemente ido, tu mirada se pierde, con frecuencia
encuentras más interesante el suelo que lo que está sucediendo a tu alrededor. Cielo, tú no
quieres estar aquí, quieres estar a su lado.

—Él apenas y nota que existo —murmuró Harry mirándola de reojo.

—¡Ah, se trata de un chico! Descuida cariño, el amor es una enfermedad.

—¿Lo es?

—Claro que lo es, puede dejarte tirado y sin ánimos con mucha facilidad, tú lo sabes ¿no es
así? —Harry asintió— pero ¿sabes qué? Como para toda enfermedad, existe una cura.
Harry la miró esperanzado y dibujando una pequeña sonrisa en su rostro.

—Mi nombre es Amber, soy de Inglaterra —ella le ofreció la mano— y por lo visto tú tampoco
eres de aquí.

—Soy Harry, vengo de los Estados Unidos, pero también soy de Inglaterra —estrechó su
mano ensanchando su sonrisa.

—¡Ah! finalmente alguien de casa, y dime, Harry ¿dónde te estás hospedando?

—Los Tomlinson me están pagando un pequeño departamento a un par de calles de aquí.

—¿Los Tomlinson?
—Cierto, disculpe —se excusó— son las personas que están pagando por que yo esté aquí.

—Háblame de tú, cariño. Entonces los Tomlinson son buenas personas —añadió terminando de
guardar sus cosas y abandonando el salón junto con Harry.

—Lo son, viven en Nueva York y mi padre trabaja para ellos. Son muy gentiles con su
servidumbre. Los hijos más bien nos ignoran —dijo esto último con un tono de nostalgia.

—¿Es uno de los hijos acaso quien ha robado tu corazón, muchacho?

Harry no dijo nada, continuó caminando con la mirada fija en sus pies y abrazando sus
pertenencias.

—Tranquilo, hijo, te aseguro que existe una cura, tienes tiempo de recuperarte, pero tenemos que
trabajar en ti.

—¿Trabajar en mi? —se detuvo mirándola asustado.


—En tu autoestima, querido. Ven a verme un día de estos, tampoco me estoy quedando muy
lejos de aquí, si quieres podemos ir ahora mismo por una taza de té ¿qué dices, cielo?

—Me encantaría —esta vez la sonrisa no fue forzada.

Salieron de la escuela, adentrándose en las limpias y conocidas calles de París.

Viernes por la tarde, el día en que el señor Styles disponía de una de las computadoras de la
casa para hablar con su hijo desde Francia, desde luego, al tratarse de un muchachito muy
querido, el resto de la servidumbre quiso formar parte de la llamada.

Luego de varios intentos de establecer la conexión (con la que Skype no parecía querer
cooperar), finalmente se dejó ver Harry en la pantalla, con una grande sonrisa que le iluminaba
los ojos, el cabello despeinado y aún ligeramente húmedo por la ducha de hacía poco y la pijama
de cuadros azules.

—¡Hola! —saludó prolongando la "a" y sacudiendo su mano vigorosamente frente a la cámara,


feliz de ver a sus seres queridos por primera vez desde que llegó a París, hace casi una semana.

—¡Hola! —le repitieron todos el saludo de la misma manera, casi al unísono.

—¿Cómo has estado, pequeño? —preguntó su padre con suma ternura.

—¡Muy bien! Me gusta mucho aquí, la escuela es grande y bonita, los primeros días fueron
aburridos, pero ya sé lo básico de repostería y he aprendido a preparar un par de postres —no
borraba su amplia sonrisa.
—Me alegro mucho de que te guste, seguramente los Tomlinson estarían felices de saber eso.

—¿Qué tal es París? —preguntó Christine, una de las mucamas.

—Lluvioso, tiene un clima muy lindo, aunque no he podido verlo bien, he tenido clases
y tareas, un par de investigaciones sobre ingredientes.

—¿Investigaciones sobre ingredientes? —cuestionó reteniendo la risa la Sra. Wood, la nana.

—Sí, el profesor nos hace preguntas por crédito extra, no soy precisamente muy bueno así que
no puedo asistir al curso sin saber por lo menos algo conveniente para ese día. No he tenido
mucho tiempo, es mi primera semana y las clases de lunes a viernes son de varias horas, si no
estoy en la academia estoy comprando cosas, me han pedido muchos utensilios. Por cierto,
papá —agregó dirigiéndose al señor Styles—, dile a los señores Tomlinson que muchas gracias
por la tarjeta, en verdad me ha servido mucho.

—¿La tarjeta? —le susurró María, la cocinera a George, uno de los encargados de la limpieza de
las piscinas.
—Le dieron a Harry una tarjeta de crédito para que pueda costear los materiales, ellos la
pagan —respondió en voz baja.

—Y aún en el departamento no puedo descansar mucho, me quedan muchas cosas por ordenar,
apenas llegué el domingo y el lunes inicié con las clases, este horario me quiere enloquecer.

—¿Qué hora es allá, cielo? —preguntó Emma, otra mucama.

—Son las nueve de la noche con cuarenta minutos —respondió Harry mirando el pequeño reloj
en la esquina de la pantalla de la portátil que también le habían obsequiado los Tomlinson un par
de años atrás por su cumpleaños.

—Hay cinco horas de diferencia —agregó Greg, el mayordomo— ¿No deberías estar dormido ya,
Harry? Según tengo entendido mañana también tienes clases.

—No me he podido acostumbrar al horario —respondió encogiéndose de hombros—. Además


mañana solo tengo tres horas en la academia, a partir del medio día estoy libre.
—¿Has hecho algún amigo ya? —preguntó su padre.

—¡Sí! Ya tengo una amiga, se llama Amber, Amber Anderson, empecé a tratarla desde el
miércoles, es inglesa y hace varios años que vive a unas pocas calles de aquí.

Todos sonrieron y algunos suspiraron ante el hecho de que Harry comenzara a socializar con
más gente. Era un gran alivio que por fin pudiera despejar su mente de Samuel Tomlinson, ya
que todos eran conscientes de que aquél irresponsable enamoramiento no podría traerle nada
bueno a Harry, quien era como el bebé de todos ellos.

—¿Y cómo es ella?

—Es alta, tiene ojos color miel y es muy culta, ha tomado cursos de cocina por todo el mundo, en
Italia, Suiza, España, Argentina y México. Es muy buena con los idioma, me va a ayudar con mi
francés, así puedo tomar el curso de vinos con la clase normal y no la de extranjeros.

—¡Me alegro mucho, cariño! —lo felicitó María.


—Además tiene dos hijos en los veinte, pero ya están casados y se quedaron en Manchester, es
viuda desde hace mucho tiempo.

—Ah, creí que se trataba de una chica.

—No —soltó una pequeña risita— tiene cincuenta y dos años, dice que le recuerdo mucho a su
hijo cuando tenía mi edad.

—Qué maravilloso, cielo.

—¿Cómo está Sam?

Todos se miraron entre sí, incapaces de decirle que Samuel ni siquiera había notado su ausencia
hasta la fecha. Harry pareció entender, pues su semblante se apagó, nadie volvió a mencionar el
tema.
—Espero volver a llamarlos pronto, mañana saldré a ver un poco de la ciudad.

—Te estaremos esperando ansiosamente, Harry.

—Debo dormir, les mando un abrazo muy grande, los extraño mucho —añadió abriendo los
brazos.

—Te extrañamos más, cielo.

—Duerme bien.

—Descansa.

—¡Hasta luego! —volvió a sonreír y agitó la mano con la misma energía que al principio, antes de
cortar la llamada.
Cuando Harry apareció como desconectado, el señor Styles cerró la computadora y suspiró.

—¿Cómo es su plan de estudios? - preguntó Greg.

—Cuatro meses estudiando repostería —respondió él— después, dos meses más de vacaciones,
otros cuatro de vinos, dos de vacaciones y cuatro de ensaladas, así sucesivamente durante
cuatro largos años.

—Entonces tendremos a Harry en casa para Diciembre —comentó Emma con alegría
contagiando ésta a casi todos.

—No lo creo, a este niño lo que más le conviene es mantenerse alejado de Sam Tomlinson el
mayor tiempo posible, es lo mejor para él.

—¿A qué te refieres, Des? —cuestionó Christine.


—Yo quiero lo mejor para Harry, incluso si eso significa que pase sus vacaciones en Francia
también y no volver a verlo en persona hasta dentro de cuatro años —le respondió con una
sonrisa triste.

—¿Le has comentado algo a los señores?

—Ellos están de acuerdo, no conocen mis motivos, pero prometieron que no habrá un vuelo para
Harry de regreso a América hasta que concluya todos los cursos.

Todos suspiraron, extrañarían al no tan pequeño de ya quince años que vieron crecer corriendo
entre los jardines y que ahora se encontraba del otro lado del mundo, y sin decir nada más,
volvieron cada uno a sus labores, una casa tan grande no se podía a mantener de nostalgia.

En París, Harry apagó la portátil y la dejó sobre el escritorio vacío. El cuarto quedó casi a oscuras,
solo con la luz de la calle entrando por la ventana. Era cierto que no había tenido tiempo y de
hecho aunque el departamento estuviera amueblado, todas sus cosas seguían empacadas,
sacaba de éstas solamente lo que usaría en el día, por las tardes llevaba la ropa del día anterior a
la lavandería y de regreso simplemente volvía a botar las prendas hechas bolita en las maletas.
Miró su cama con las sábanas lisas y limpias y el armario vacío al fondo para sorprenderse
pensando en lo solo que se sentía todo ahí.

Suspiró y se levantó de la silla del comedor que había llevado frente al escritorio para hacer la
llamada y caminó directo a las maletas al pie de su cama. En la cima de estas había una más
pequeña, una maleta pequeña y circular forrada de terciopelo azul marino, la cual le permitieron
llevar consigo en el avión durante el viaje.

Se sentó en el borde de la cama y poniendo la pequeña maleta sobre sus rodillas, la abrió, solo
contenía dos cosas: su diario y una cajita rectangular de madera oscura, barnizada y muy
antigua que le dio su padre cuando se despidieron en el aeropuerto y que según le dijo,
perteneció a su madre.

Sacó la cajita y dejando lo demás sobre la cama, caminó con ésta en las manos hasta la mesita
de noche, donde la depositó con delicadeza y la abrió lentamente. Dio cuerda un par de veces
con la diminuta manija a un costado y pronto comenzaron a escucharse las notas características
de una caja musical entonando una vieja canción francesa. Sonrió.

Amber había prometido que al día siguiente saldrían a tomar más té y comprar algunas cosas
para su departamento, le ayudaría a hacerlo sentir su hogar de nuevo y también prometió que él
tendría un cambio de imagen, pero comenzarían desde adentro, con un cambio de actitud.
Cuando la melodía se detuvo luego de haberse repetido varias veces, Harry cerró la cajita
dejándola ahí y se metió bajo las sábanas dispuesto a dormir y soñar con ser curado de aquella
fatal enfermedad llamada amor.

=================

Capítulo 3

Viernes.

Las cosas habían seguido su curso normalmente a lo largo de los años. Harry hacía
una videollamada a su padre y el resto de la servidumbre cada semana y ese día correspondía la
última. Finalmente regresaría a casa el próximo jueves.

Los señores Tomlinson y Louis habían desayunado hacía ya un rato y ahora se


encontraban fuera. Cuando Louis se graduó con honores de la universidad más de la mitad de las
acciones de la familia pasaron a sus manos. Había sabido manejar de una manera magistral
todos los negocios impresionando a todo el mundo pese a su corta edad, según la gente era una
mente maestra en cuanto a ello se refería.

Era cerca de medio día y la cocina era ocupada por los sirvientes, quienes almorzaban
rápidamente mientras comentaban cualquier cosa, cuando vieron pasar rápidamente a
Sam hacia el garage. Des había llevado a sus padres a una conferencia en las oficinas en
Manhattan y él lo sabía (lo había escuchado, llevaba horas despierto pero no había querido
abandonar su habitación hasta hacía un rato que bajó a la recepción) así que no preguntó. Salió
de la casa en su más nuevo auto sin dirigir una sola palabra a nadie.

—Ya se enteró —anunció María lo obvio y todos estuvieron de acuerdo.

El sonido de las llantas rechinando fuertemente contra el pavimento al dar vuelta en una esquina
sonó por toda la calle. Una madre a punto de cruzar con su hijo pequeño se aferró fuertemente a
éste gritando alguna maldición al insensible que conducía aquel Lamborghini deportivo de color
rojo a toda velocidad.

En un par de minutos con el acelerador a fondo, el lujoso auto se detuvo frente a un imponente
edificio en el centro de Queens con la palabra "Tomlinson" escrita en letras grandes y doradas
sobre la puerta automática de cristal.

A un costado de estas puertas se mostraban esplendorosamente varias placas metálicas en dos


filas, perfectamente pulidas y grabadas con mecánica caligrafía.

"Industrias Tomlinson LTD."


"Constructora Tomlinson Co."

"Propiedades Tomlinson Co."

"Embarcaciones Tomlinson Co."

"Fundación Tomlinson."

"Cobre Tomlinson Co."

"Distribuidora Tomlinson Co."

En cuanto lo vieron llegar, dos sujetos uniformados corrieron hacia el auto, uno de ellos abrió la
puerta del conductor mientras el otro se alistaba para recibir las llaves y después estacionarlo. De
éste descendió Samuel Tomlinson, vistiendo jeans, una camiseta blanca, sudadera
roja, Converse, y sus bien cuidados Ray Ban. Le arrojó las llaves al segundo hombre y entró al
edificio haciendo una bomba con su goma de mascar y acomodando sus lentes de sol en el cuello
de su camiseta.

Sam caminó con prisa y enojo, ignorando los saludos de las secretarias asustadas por su
sorpresiva visita y evitando a todo aquél en su camino. Llegó hasta el ascensor e ignorando
también al ascensorista él mismo presionó los botones casi automáticamente, golpeando con el
pie el piso al ritmo de la molesta musiquita que lo acompañó en su camino hasta el octavo piso.
Una vez ahí, giró a su derecha y caminó entre los escritorios ignorando de igual manera a todos
los empleados.

—Joven Tomlinson, qué agradable verlo por aquí —sonrió una mujer cerca de los
cincuenta vestida en púrpura y gris con el cabello oscuro recogido en un
moño— joven Tomlinson... ¡señor! —gritó persiguiéndole angustiada y perdiendo su falsa
sonrisa haciendo sonar sus tacones en el suelo de pulído mármol en vista de que Sam no se
detuvo y se dirigía a una gran puerta de madera— ¡No puede interrumpir! -dijo exasperada
tomándolo del brazo cuando lo hubo alcanzado ya frente a la puerta, mas él no la escuchó y giró
el picaporte para luego abrir prácticamente con un golpe.

—¡Louis! —gritó haciendo que la docena de hombres vestidos con elegantes trajes alrededor de
una larga mesa rectangular de cristal dejaran de hablar y le miraran.

El aludido que se encontraba al final de la mesa vistiendo un costoso traje, camisa blanca y
corbata color malva, presintiendo (o sabiendo) lo que sucedía, se levantó con una media sonrisa y
soltó un suspiro.

—Lo lamento tanto, señor —dijo con desesperación la mujer— intenté detenerlo, le dije que no
podía interrumpir.

—Está bien, Edna —respondió Louis con calma—. Caballeros —añadió dirigiéndose a los
socios— les ruego me disculpen diez minutos —todos se levantaron también, asintiendo de mala
gana y caminaron hacia la puerta en donde Samuel seguía esperando con cara de pocos
amigos —Edna les servirá café o una copa si gustan. Edna, llévalos al loft, no tardaré mucho.

Ella asintió y se retiró murmurando un "con permiso", llevándose a todos los sujetos en traje con
ella.

-¿Y... a qué debo tu infortunada presencia? —Louis se volvió a sentar esperando a que Samuel
entrara e hiciera lo mismo.

—No finjas —respondió él ingresando y cerrando después con un fuerte portazo.

Louis volvió a sonreír y se levantó cínica y lentamente. Se alejó de la mesa a la pequeña cantina
en un rincón de su despacho y sirvió vino blanco en un par de elegantes copas estilizadas, le
extendió una a Sam quien permaneció quieto en su lugar. Al no ver en él señales de tomarla, la
depositó en el lugar más cercano a él sobre la mesa que antes era ocupada por varios de sus
socios en la junta que Sam interrumpió. Caminó de manera altiva hacia uno de los grandes
ventanales con vista a la ciudad, dio un trago a su copa y suspiró.

—¿Qué es lo que sabes? —cuestionó sin dejar de mirar el resto de los edificios y los autos
transitar.
—Todos los malditos diarios están hablando de Catherine Davis y yo —vociferó—, no sé qué
mierda estés pensando pero me hubiera gustado enterarme.

—¿Y por qué no estarían hablando los diarios de ustedes dos? Ella es bastante guapa, buena
posición y además tengo entendido que están saliendo.

—Ella es solo una amiga.

—Una amiga con quien hace dos semanas desapareciste por varios días hasta que la prensa los
encontró vacacionando en El Congo.

—Por favor, no es nada serio, es como Ann, Frida, Duncan, Nancy, Gina, Yazmin o John.

—Polvos fáciles y temporales, lo sé, lo sé... pero Catherine es una Davis —Louis se giró y dio un
trago más a su copa antes de dirigirse al proyector al fondo del despacho y encenderlo, éste
inmediatamente mostró una imagen de toda la familia Davis, incluyendo a Catherine Davis a la
corta edad de dos años.
—No estoy entendiendo nada.

—Eso es porque no eres muy inteligente. Verás, tienes enfrente a los poseedores de
las imprentas Davis.

La mente de Samuel comenzó a trabajar a toda velocidad, haciendo que todas las piezas
encajaran en cuestión de segundos.

—¡Woah! Dime que no lo hiciste.

—Hicimos, querido Sam.

—No, yo solo sé que despierto esta mañana y todas las noticias son acerca de mi compromiso
con Catherine, compromiso del cuál yo no estoy enterado. Ahora me entero de que es un
compromiso que tú arreglaste para obtener una nueva placa en este edificio, disculpa pero yo no
pienso-

—De hecho —interrumpió— fuiste tú quien envió el anillo a Catherine el martes pasado, por lo
menos hasta donde ella sabe. Y hasta donde la prensa sabe, se lo diste en aquél viaje "privado".
No estás arriesgando mucho comparado a todas las ganancias que traerá, imagínalo:
Editorial Tomlinson —agregó formando con una mano el espectacular en el aire.

—¿¡Por qué no te casas tú con ella si te parece tan brillante!?

—¿Casarme? —rio— no, yo no puedo casarme. Si algún día se diera la desgraciada situación, a
mi luna de miel tendrían que acompañarme un notario y tres secretarias. Estoy casado con mi
trabajo, sería infiel todas las noches con un contrato diferente ¿qué tan justo puede ser eso?

—¿Y qué tan justo es arreglar un matrimonio como si de la época Medieval se tratara? ¡Estás mal
de la cabeza!

—Puede que lo esté —el tono de Louis se tornó serio y dándole la vuelta a la mesa se acercó a
su hermano, lo suficiente como para irrumpir en su espacio personal y parecer un poco
amenazante—. Puede que sea interesado, puede que esté chiflado, pero este loco es quien te
mantienen con todos estos lujitos que ahora mismo tienes —quitó los Ray Ban de donde Sam se
los había colgado al entrar en el edificio y se volvió a alejar, quedando a poco más de un metro de
distancia de él—. Ahora mismo solo te corresponde el 10 por ciento de las acciones Tomlinson,
demasiado puesto que no haces nada mas que vagar todo el día, si no fueras de mi familia no te
tocaría ni un solo centavo. Cuando te cases con Catherine Davis, casi la mitad de las ganancias
de la editorial será solo para ti —dijo extendiéndole un papel sobre la misma mesa.
Samuel se sentó en la silla que tenía más cercana poniendo el papel entre ambas manos sin
despegarlo del cristal. En éste se leía claramente que el cuarenta por ciento de los bienes
obtenidos por "Editorial Tomlinson" pasarían a sus manos desde el primer día de desempeño de
esta.

—Como puedes ver —dijo en voz baja Louis a su lado, tan solo lo suficientemente fuerte para que
Sam escuchara— es conveniente. Los Davis no hacen alianzas con cualquiera y están a punto de
declararse en bancarrota, sin embargo cuando te cases con su hija y Editorial Tomlinson surja,
surgirá también la salvación de su imprenta, ellos tendrán un cincuenta por ciento de las
ganancias y a nosotros nos corresponde el otro cincuenta por ciento, yo me comprometo a que
cuarenta por ciento será exclusivamente para ti, la casa se queda con el diez por ciento restante,
solo para sacar lo necesario. Piénsalo, millones y millones al año, lo suficiente para que no tengas
que trabajar el resto de tu vida.

La oferta era muy tentadora, sin embargo una duda hacía que las piezas no terminaran de
encajar.

—¿Y tú por qué querrías invertir tanto en algo de lo cuál solo obtendrás un diez por
ciento? —preguntó Sam alzando la vista para ver a su hermano mayor.

—No debes conformarte con planes a corto plazo, querido Sam —volvió pequeña
sonrisa—. Empezamos con la editorial, eventualmente con ésta vendrán los audiolibros, si todo
sigue su curso seguirán los libros electrónicos y al final llegaremos a una alianza con alguna
empresa asiática para nuevos productos tecnológicos. Todo comienza con una nueva placa
afuera del edificio.
Sam volvió la mirada a la hoja de papel en la mesa, mordió su labio inferior sopesando los pros y
contras de la situación.

Justo como Louis lo dijo, tendría millones al año sin tener que hacer nada, no es como si ya
hiciera algo, prácticamente todo lo que tenía era por la posición económica de la familia pero
sabía que eso no sería para siempre y que algún día tendría que comenzar a hacer algo por ésta.
Sin embargo ahora Louis estaba resolviendo toda su vida y no tenía que hacer mucho. Si bien
casarse no es cualquier cosa, nadie dijo que tenía que ser para siempre, nadie dijo que tenía que
ser exclusivo para Catherine ni que debía dejar de frecuentar a Rebecca, Danielle,
Scott, Veronica, Rick, Cassandra, Lilian y el largo etcétera que conformaba su lista de amantes de
ambos sexos. Además, en un par de años podría incluso divorciarse y seguramente para ese
entonces la editorial ya sería reconocida y no se vería afectada por el divorcio.

—Bueno —dijo finalmente poniendo una mano sobre el papel y tomando con la otra la copa que
había sido dejada para él minutos antes— Catherine Davis es una linda chica.

—Lo sé, lo sé —Louis sonrió de lado y Sam lo imitó, esa sonrisa egocéntrica y muchas veces
descrita por otros como odiosa, la sonrisa Tomlinson.

Ambos alzaron sus copas y las hicieron chocar antes de dar un largo trago en un brindis
silencioso por el matrimonio Tomlinson-Davis y la editorial Tomlinson.
Mientras tanto en París la noche había caído ya, las limpias calles brillaban gracias a las luces de
la ciudad que además se reflejaban en el pavimento aún húmedo por la lluvia de aquella misma
tarde. Junio, ya varios turistas paseaban por ahí tratando de aprovechar al máximo su tiempo en
la ciudad del romance, los principales restaurantes como siempre estaban al
tope, constantemente se veía a mujeres salir de las tiendas cargadas de bolsas contagiadas de la
euforia por la moda francesa y más de un extraviado buscaba indicaciones para llegar
al Moulin Rouge.

Harry miraba con melancolía desde su ventana cómo la gente y los autos seguían sus cursos,
hacía un par de días había concluido la segunda parte del curso de comida gourmet, el último de
todos los que tomó y ahora le quedaba menos de una semana en Francia, que ahora consideraba
su hogar y aunque extrañaba Long Island más de lo que podría expresar, no quería dejar París.
Se sorprendió y entristeció en sobremanera cuando al terminar el primer curso supo que
los Tomlinson no le permitirían regresar sino hasta que finalizara los cuatro años, después vino un
corto periodo de ira, finalmente pasó sus vacaciones en el Reino Unido, con Amber y sus
hijos, Barbara y Jeff y las familias de éstos.

La posición económica y social de los Anderson era elevada, incluso Barbara trabajaba
para Burberry y habían asistido con Harry ya a varios desfiles de moda. En esos años había
crecido bastante y además Amber cumplió su promesa, ahora se trataba de un joven seguro de si
mismo, bastante sociable y de esas personas que atraen todas las miradas desde el momento en
el que entran en la habitación.

Todas las personas que conocía rogaban por un poco de su tiempo, había conseguido también
un par de tatuajes y un montón de aquella ropa de diseñador de los desfiles. Cabe mencionar que
terminó en el cuadro de honor de la academia y ahora su francés era perfecto.

Amaba su vida en París y más que nada le asustaba regresar a su patética existencia invisible.

El sonido de la llamada que provenía de la portátil sobre el escritorio (ahora lleno de dibujos a
carboncillo productos del ocio) llamó su atención y corrió a atender la llamada sintiendo los codos
un poco adoloridos por haberlos mantenido tanto tiempo apoyados contra el marco de la ventana.
Ahora todo el departamento estaba lleno de luz y las paredes llenas de cuadros. El armario
estaba ordenado y en el cajón de la mesita de noche descansaban varios libros, sobre ésta una
lámpara de aspecto clásico y la cajita musical que había proclamado ese como su lugar.

Se sentó en el banquillo frente al escritorio y dio un click, inmediatamente se mostraron los rostros
conocidos con quienes conversaba cada semana.

—Hola —sonrió.

—¡Harry! ¿Cómo has estado? —saludó su padre.

—Muy bien, gracias ¿qué tal todo por allá? —ahora su acento era una mezcla graciosa de
británico y americano con tintes marcados de francés.

—Lo mismo de siempre.

—Escuché que tenías algo que presumirnos, cariño —dijo María, Harry rio.
—Todavía no, mañana. Tendré mi último diploma —ensanchó la sonrisa cerrando incluso los
ojos.

Todos del otro lado de la pantalla estallaron en felicitaciones que él recibió gustosamente con un
ligero sonrojo.

—Lamento que no podamos quedarnos mucho tiempo, tenemos cosas que hacer, debo ir a
recoger a los señores temprano, al parecer tienen un anuncio que dar.

—Está bien, y yo debo dormir temprano. De todas formas nos estaremos viendo el
jueves —volvió a sonreír grande al recordarlo—, en verdad los he extrañado mucho.

—Sabes que nosotros más, cielo —añadió con ternura Christine.

—Los quiero, hasta luego —todos ondearon sus manos a la vez y con otro click dio por finalizada
la corta llamada, la última antes de regresar a Long Island.
Hacía tres años que había dejado de preguntar por Samuel Tomlinson.

Bien, un poco tarde pero aquí está el capítulo tres de esta historia, me alegra mucho que les esté
gustando :) no olviden votar y comentar y pasársela a sus amiguitos y conocidos (que lean Larry
obvio). Estoy considerando la opción de actualizar también los miércoles, pero eso depende de si
el fic sigue teniendo buena recepción. ¡Un beso enorme! Nos estamos leyendo xx-

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Capítulo 4

Long Island

Viernes y la casa de los Tomlinson se engalanaba una vez más por la celebración que ahí tendría
lugar por la noche, lucía igual de decorada y festiva como la noche anterior a que Harry la
abandonara.
Hablando de Harry, se suponía que su padre lo iría a recoger al aeropuerto la noche anterior,
pero su vuelo había sufrido un enorme retraso y terminó llegando a Nueva York el mismo viernes
por la mañana, y para ese entonces Des tuvo que llevar a Louis a la quinta avenida en donde
tenía que arreglar un par de asuntos y después lo esperaría para llevarlo de vuelta a la casa con
tiempo de sobra para la fiesta.

Así que Harry se quedó aproximadamente dos horas en el aeropuerto, esperando con un jet lag
terrible, las cinco maletas (más de con las que se fue, pero es que regresaba con el doble de
cosas debido a todo lo adquirido en Francia e Inglaterra) a su lado y mucho sueño. No podía
hacer llamadas puesto que la compañía francesa de su teléfono lógicamente no tenía señal en los
Estados Unidos y ridículamente se había acostumbrado tanto a las tarjetas que olvidó llevar
dinero en efectivo para pagar cualquier imprevisto. Los taxistas no lo querrían llevar a su destino
aceptando pagar con una tarjeta que ni siquiera sabía si funcionaría de igual manera en ese país
y su nuevo y adquirido orgullo no le permitía pedir que alguien en la casa le pagara el taxi.

Entonces, fue así como Harry tomó la tonta decisión de caminar hasta la casa cual animal de
carga, un backpack grande al hombro, en una mano la maleta impermeable y el portafolios, en la
otra arrastrando la maleta de ruedas y la pequeña con su diario y la caja musical. Al principio no
lo pasaba tan mal, fue hasta una hora después caminando bajo el sol que recorrer cuarenta
kilómetros a pie ya no pareció tan buena idea.

No llevaba agua y ya era medio día, estaba cansado por el viaje y ahora casi no sentía los pies,
estaba fastidiado y solo quería que algún desconocido le ofreciera acercarlo a su destino. Seguro
de que si continuaba se desmayaría, se detuvo en una de las calles llenas de comercios a buscar
un lugar en el cuál descansar por un rato. Encontró junto a una vinatería, un pequeño callejón
cubierto por la sombra que ofrecían las dos paredes que lo conformaban, en éste había un gran
contenedor de basura y varias cajas de cartón pero además un gran cajón de madera que le
podría servir de asiento. Dio un suspiro de alivio en cuanto sintió el fresco de la sombra y uno aún
más largo cuando se sentó sobre el cajón dejando todo su equipaje a un lado.
Sin embargo no tenía ni quince segundos descansando cuando escuchó un ruido proveniente de
una de las cajas que estaba tirada, además, se movía. Esperó en silencio un par de segundos
más y aquél sonido agudo y suave se repitió. La caja estaba sucia y muy maltratada,
evidentemente se había mojado antes por el estado dañado del cartón, la tenía prácticamente a
su lado así que solamente tuvo que estirarse para levantarla. Sintió su pecho oprimirse de tristeza
y a la vez ternura cuando descubrió al gatito debajo de ésta. Blanco y gris, ojos grises, y ya
estaba desesperado por salir, Harry supuso que lo abandonaron dentro de la caja y ésta se
habría volteado, era muy pequeño, seguramente acababa de abrir los ojos. Supo que se trataba
de una hembra hasta que la hubo tomado entre sus manos.

—Hola, pequeña ¿estás sola? —ella chilló en respuesta, Harry sonrió— ah, somos dos.

Era tan pequeña y estaba tan indefensa, inmediatamente se acurrucó en el regazo de Harry.
Hacía calor pero el callejón estaba muy fresco y debajo de la caja debía hacer frío, la gatita
encontró calor inmediatamente en la ropa de Harry que había pasado mucho tiempo bajo el sol.
Comenzó a mimarla y a hacerle cariñitos en las orejas. Probablemente se metería en problemas
si la llevaba a casa, en vista de que ni siquiera era su casa, pero en el momento en el que ella
mordisqueó su dedo decidió que en definitiva, lucharía por quedársela.

El sonido de la campana en la puerta del establecimiento llamó por completo su atención. Miró
hacia el individuo que de éste salía y bastaron fracciones de segundo para tirar cuatro largos
años por la borda. Jeans desgastados y chaqueta de cuero como si de una estrella de rock de los
años setenta se tratase. El corazón de Harry se aceleró y por varios instantes olvidó todo lo
sucedido en Europa, era como volver en el tiempo.
Tenía que ser una obra del destino que de entre tantas personas en el condado de Queens
tuviera que toparse justamente a Samuel Tomlinson.

Dos sujetos con uniformes del local llevaron cada uno una pesada caja a la cajuela del lujoso
automóvil rojo mientras Samuel enviaba mensajes de texto por su celular, les dio un par de
billetes y ellos regresaron adentro, él continuó su teléfono mientras hacía una bomba con su
goma de mascar. Tras un par de segundos de sentir aquella persistente mirada detrás de él, se
giró con violencia. Reventó la bomba de fresa que acababa de formar y miró al sujeto del callejón
a menos de dos metros de distancia, el cabello desordenado y ojeras enmarcando sus grandes
ojos verdes, además acariciaba a un gato callejero, a simple vista pudo ser un vagabundo
cualquiera. Sin embargo lo miró mejor, la camiseta blanca enmarcando los trabajados músculos,
pantalones negros ceñidos sobre un par de piernas largas y estilizadas y un par de botines color
café. Su ropa evidentemente era cara y él no se veía sucio.

—¿Qué tal? —preguntó con media sonrisa.

—Hola —respondió Harry enseñando todos los dientes, con ese acento mezcla de varios que
había conseguido.

—¿Extranjero?
—¿Ah? —preguntó extrañado, pero no tomó mucho tiempo para que comprendiera que en
realidad Sam no lo recordaba— ah, algo así.

—Hm —Sam lanzó un mohín de comprensión acercándose un poco más, a decir verdad aquél
desconocido le parecía bastante atractivo— ¿todo eso es tuyo? —cuestionó señalando el
equipaje de Harry, él asintió— ¿y te perdiste o...?

—No llegaron a recogerme al aeropuerto y no tengo efectivo —se encogió de hombros sin borrar
la sonrisa de su rostro, incluso estaba seguro de estar un poco sonrojado.

Samuel se dio cuenta de ello, así como de la mirada de quinceañera que los ojos verdes le
clavaban y de que prácticamente su respiración eran suspiros. Sonrió para sí mismo, aquél look
de chico malo siempre le funcionaba a la hora de ligar.

—Ya veo, ¿a dónde te dirigías?

—Glen Cove —los ojos de Harry brillaron un poco.


—Perfecto —Sam abrió la puerta del copiloto y señaló el asiento— sube, yo voy para allá.

No necesitó pedirlo dos veces, Harry ya estaba tomando otra vez todas las maletas para subirlas
al auto, Sam incluso le ayudó a ponerlas en los asientos traseros puesto que el maletero estaba
ocupada por las cajas de licor que acababa de comprar. Harry abordó el asiento del copiloto aún
con la gatita en las manos, la sonrisa más grande que había tenido en mucho tiempo y el corazón
latiendo a mil por hora.

—Así que no eres de por aquí —Sam conducía y hablaba con un tono bajo y ronco, el mismo que
usaba para seducir a quien fuese.

—Lo soy, simplemente estuve fuera por un largo tiempo —ya hacía rato que Harry había decidido
seguirle la corriente, fingir que no le conocía para ver qué tan lejos podría llegar ese juego.

—Interesante... ¿cómo se llama? —preguntó señalando con la cabeza a la gatita.

—Creo... creo que la llamaré Sam —Samuel frenó en seco mirándole asustado, en ningún
momento le había dicho su nombre—. Ya sabes, Samantha —Harry le guiñó un ojo reteniendo la
risa.
—Yo me llamo Sam —dijo reanudando la marcha.

—¿En serio? —agregó Harry con sarcasmo, que Samuel no alcanzó a captar.

—En serio, y tú... ¿me dirás tu nombre?

—No, esto es divertido —una pequeña risita—. Mejor deberías hablarme de ti.

—De acuerdo, Sam Tomlinson —continuó orgulloso de poder alardear sobre su apellido.

El resto del camino continuó con Harry escuchando la historia de la familia Tomlinson y cómo
habían alcanzado su acomodada posición, todo lo que poseían y los numerosos lujos que se
daban, era el método que Samuel empleaba para conseguir siempre a quien deseara. No existe
persona en el mundo que pueda resistirse al poder.
—¿A dónde vas exactamente? —interrumpió su propia palabrería cuando ya habían entrado a
Glen Cove.

—Dosoris Lane.

—¡Fantástico! Vivo en Dosoris Lane.

—Perfecto ¿por qué no me llevas a tu casa? —dijo Harry en tono bajo mordiendo un poco su
labio inferior. Incluso Sam se sorprendió de la rapidez de aquella conquista.

—¿No es un poco pronto? quiero decir, ni siquiera me has dicho tu nombre -Harry no resistió más
y estalló en carcajadas, Sam lo miró sin entender nada.

—¿En serio no sabes quién soy? ¡Harry! ¡Harry Styles! ¡Mi padre es el chofer de tu familia!

Samuel volvió a frenar para revisar a Harry, no era para nada el chiquillo de cabello alborotado
que se sentaba en silencio a leer bajo el gran sauce del jardín o perseguía a las aves que bajaban
a la fuente y cantaba Bee Gee's por toda la cocina (aunque honestamente no lo recordaba mucho
así que no podría decir si eran los Bee Gee's o John Lennon).

—¡Harry, claro! —exclamó como si no le sorprendiera— ¿Cómo has estado? ¿Qué tal España?

—Francia.

—Cierto, Francia -se corrigió.

—Completamente maravilloso.

Ahora fue el turno de Harry de hablar sobre París, la academia, los viajes al Reino Unido y los
macarrones al horno con ragú de cerdo, aunque no fue por mucho tiempo, en pocos minutos
habían llegado a la casa. El deportivo entró al garage justo en el momento en el que Des abría la
puerta de la recién estacionada camioneta negra para que Louis descendiera.

—¡Papá! —Harry saltó de su asiento sin abrir la puerta y dejando en éste a la gatita y corrió a
abrazar a su padre en cuanto el auto de Sam se detuvo.
—Dios mío, Harry ¡mírate! has crecido tanto, en persona te ves aún más grande y más cambiado
-dijo el Sr. Styles apartando un poco a su hijo para mirarlo.

—Lo sé —dijo dándole otro corto abrazo con la misma sonrisa grande de hace rato—, Sam no me
reconoció —añadió mirando al menor de los Tomlinson.

—¿Fue él a recogerte?

—No, yo pensaba llegar solo, nos encontramos en algún punto del camino.

—Entiendo -sonrió forzadamente. No le agradaba en lo más mínimo la idea de que Harry se


volviera a acercar a Samuel sabiendo que hace unos años era la razón por la cual lo envió a
Europa—. Ven, llevemos tus cosas arriba, tu habitación sigue justamente como la dejaste —dijo
sacando del deportivo las dos maletas más grandes.

—Voy enseguida, yo llevo lo demás —dijo Harry a su padre, éste asintió y abandonó el garage
con las dos maletas, Harry levantó a la gatita del asiento y se volvió a dirigir a Sam—. ¿Crees que
pueda quedármela?

—Seguro —Sam sonrió seductoramente sacando el resto del equipaje de Harry—, yo me encargo
de que la conserves. ¿En verdad es el nombre que le vas a dejar?

—No —respondió acariciando las orejas de la minina—. No tendrá nombre, no por ahora.

—Por cierto, Harry, estaba pensando, ya que has vuelto y llevas mucho tiempo fuera, podríamos
salir a dar una vuelta. Abrieron un restaurante italiano a varios minutos de aquí, o podríamos ir al
muelle, tal vez al cine, solo debes decirme cuándo estás disponible.

—Claro, me encantaría -y si Harry no suspiró fue por pura suerte.

Louis miraba la escena apoyado en la puerta de la camioneta, no tardó en darse cuenta de la


pose de Sam y la manera en que estaba evidentemente coqueteando con Harry y cómo Harry
caía como la presa que era, cayendo al barranco sin siquiera intentar evitarlo, asintiendo con una
sonrisita embobada a todo lo que Samuel decía.
—¡Espera! esta noche tenemos una fiesta ¿por qué no vienes?

—¿Me estás invitando a una de las famosas fiestas de tu familia? —el brillo en los ojos de Harry
era casi deslumbrante.

—¿Necesito repetirlo? Por supuesto que te estoy invitando.

—¡Sí! ¡Claro que asistiré! me pondré lo mejor que tengo, ya lo verás ¡no puedo creerlo! siempre
he querido estar en una de esas fiestas ¡será asombroso! —Habló emocionado, palabras
chocando unas con otras.

—Hey, tranquilo —rio Sam—. Te veré ahí, la gente empieza a llegar a las ocho.

—Gracias —dijo dando un pequeño salto y con el brazo que no sostenía a la gatita tomó las
maletas que quedaban ahí y se dirigió a la salida del garage para subir a su habitación— Iré a
dejar esto y a alistarme. ¡Oh! Hola, Louis, he vuelto —saludó al hermano mayor de los Tomlinson
del cuál no había notado antes su presencia.
—Harry —saludó con un movimiento de la cabeza—. Sí, lo noté.

—Ahí estaré, lo prometo —Harry se dirigió una última vez a Sam antes de desaparecer por la
puerta que llevaba a las escaleras.

—Ha cambiado ¿verdad? —le dijo Samuel a su hermano una vez que se encontraron solos— yo
lo recordaba como un niñito escuálido con cara de bebé que me seguía a todos lados. ¿Quién
diría que se iba a poner tan bien?

—Sí, espero que en verdad valga la pena haber querido ir tan lejos por el vino, por cierto, tu
prometida te está esperando en el vestíbulo —respondió con indiferencia dándole una palmada
en la espalda para después salir por la entrada de los autos, que llevaba al patio.

Por la noche el vestíbulo de los Tomlinson estaba repleto de gente, conocidos y socios de la
familia como siempre en aquellas absurdas fiestas de etiqueta. Esta noche la atención estaba
centrada en Samuel Tomlinson, con un esmoquin pulcramente negro y camisa blanca como muy
raramente se le veía, y en Catherine Davis, luciendo un escotado vestido largo y estilizado color
plata.
Ella presumía a todo el mundo el costoso anillo de diamantes que adornaba su dedo, respondía
cuanta pregunta se le hacía acerca de la ceremonia próxima y parloteaba a su prometido que
fingía escucharla.

Por su parte, la atención de Sam estaba sobre aquél tipo que usaba un saco verde oscuro y
pantalones de vestir y se centraba en la mesa de bocadillos más alejada ignorando que era una
fiesta de compromiso. Harry notó su mirada y sonrió sobre su hombro tomando otro canapé.
Sabía cómo hacer mejores que esos, pero no se sentía lo suficientemente cómodo como para
alejarse de aquél rincón, si bien había asistido a fiestas similares en el Reino Unido, el hecho de
que fuera una de los Tomlinson, esas fiestas que eran lugar de sus mejores sueños desde
siempre, lo ponía nervioso.

—Y mamá dice que podríamos pasar nuestra luna de miel en Australia, pero yo no quiero estar
rodeada de todas esas especies animales raras ¿a dónde quieres ir tú? —le decía Catherine
pasando un largo y ondulado mechón de cabello color chocolate detrás de su oreja con la mano
que no sostenía la copa de vino- Sam... Samuel ¿acaso me estás escuchando?

—Sí, sí, Australia está bien —respondió él con falso interés.

—No, no estás escuchando ¿qué miras?


—Nada, querida. Iremos a donde tú quieras —le sonrió y se inclinó para besarla, aprovechando
para "accidentalmente" derramar la copa sobre su vestido— ¡demonios! lo lamento tanto.

—Debo ir a limpiarme —dijo ella angustiada pasándole la copa.

—Claro, uh dile a Emma que te ayude —respondió haciendo una señal a la mucama para que
acudiera con Catherine, ésta inmediatamente la llevó escaleras arriba.

En cuanto se encontró solo, como era de esperarse, Sam se dirigió a donde estaba Harry.

—¿Pasándola bien? —dijo recargándose a su lado en la pared.

—Algo así, esperaba más atención de tu parte, pero la comida está muy buena —sonrió con
timidez.

—Bueno, desgraciadamente me tocó ser el anfitrión —le quitó a Harry la galleta con aceitunas
negras que acababa de tomar y le dio un mordisco a ésta bajo la mirada atontada del más chico,
masticó y tragó sin dejar de mirarle de esa manera provocativa—. Aunque podríamos estar solos
un rato, no hemos convivido en años —susurró.

—Sí, ha sido mucho tiempo —murmuró, rodando a la red sin oponer resistencia.

—¿Por qué no me esperas en la piscina techada, Harry? Estaré ahí en un par de minutos.

Nuevamente el pulso de Harry se aceleró y sintió su respiración detenerse por la propuesta


indirecta al recordar lo mucho que esperó esas palabras, no le importó que fuera demasiado
pronto o que lo más seguro fuera que solo sería utilizado, asintió con la cabeza mientras Sam
ponía en su boca el resto de la galleta y guiñaba un ojo.

Harry terminó ese bocado y salió disimuladamente de la casa para dirigirse casi corriendo y
saltando a donde se le indicó, mientras tanto Sam entró a la cocina y tomó una botella de
champaña que adquirió esa misma tarde y la escondió en su saco, también ocultó un par de
copas en cada uno de sus bolsillos traseros. Salió apresuradamente de la cocina pero justamente
antes de escabullirse también fuera de la casa, Louis lo frenó atravesándose en su camino con
una mirada acusadora.

—Ah, mira, Catherine ha regresado —señaló las escaleras y la chica volvía con una chalina ligera
color lila cubriendo la mancha del vestido. Louis tomó a Sam del brazo y casi a la fuerza lo dirigió
al centro del vestíbulo, a donde ella se dirigía mientras sacaba la botella del saco de su hermano.

—¿Qué crees que haces?

—Atención todos —inició abriendo la botella y haciendo que todos lo miraran cuando el tapón
salió disparado a cualquier parte—, la razón de esta celebración —prosiguió una vez que la
atención estaba sobre él— es el compromiso de mi hermano Samuel, con esta bella muchacha
—añadió tomando de la mano a Catherine que ya se encontraba junto a ellos—. Y propongo un
brindis por su felicidad —mientras decía esto sacó también una de las copas que Sam había
metido en sus bolsillos y éste le miró desconcertado por lo que estaba haciendo, a Louis no le
importó, estaba vertiendo el licor en la copa— ¡Salud! —finalizó alzando la copa y todos le
siguieron repitiendo a coro el brindis.

Poco a poco cada uno de los invitados fue brindando también, extendiendo su discurso cada uno
más que el anterior, rodeando a la pareja y centrando por completo su atención en ellos. Esto le
dio a Louis la oportunidad de ir a la piscina techada.

Harry esperaba ansioso sentado en flor de loto al borde del agua, golpeaba rítmicamente el
mosaico con el pie contando los segundos que estaba tardando, estaba tan concentrado en eso
que se sobresaltó cuando escuchó la puerta abrirse, cerró los ojos y esperó lo que fuera a pasar.

—No vendrá —pero todo lo que pasó fue que escuchó la voz de Louis. Se giró avergonzado y
algo molesto sin saber que decir, pero el mayor volvió a hablar—. No creo que seas tan tonto
como para no saber que sé que dijo que te vería aquí, y que todo este tiempo he sabido lo que
causa en ti.

Louis apoyó la rodilla derecha en el mosaico y a su vez los codos en ésta, a un lado de Harry
quien no lo miraba sino que veía el agua moverse casi sin poder ser percibida. Evitaba su mirada
y prácticamente intentaba ocultarse en el cuello de su saco.

—¿Por qué no vendrá? —murmuró.

—Está algo ocupado ahora mismo.

—Ah —Harry asintió con decepción—. Entonces... creo que debería irme a dormir, he tenido un
largo día y... en el avión tampoco pude dormir —se levantó—.

—Sí, deberías —Louis se levantó también, adelantándose a Harry en el camino e indicándole que
lo siguiera—. Vamos.
Caminar al lado de Louis Tomlinson mientras la fiesta seguía en la casa, durante todo el trayecto
Harry tuvo una innegable sensación de deja vú. Caminar en silencio, con los brazos cruzados, a
un metro de distancia de la persona más ególatra y superficial que haya conocido y vaya que
incluso ahora lo seguía siendo pese a todas las personas que conoció en Europa.

Louis lo volvió a dejar en la entrada de su habitación, Harry se preguntó si en realidad algo había
cambiado en todo este tiempo.

—Pasa buena noche —Harry asintió y abrió la puerta, Louis se dio la vuelta y se alejó un poco
con la misma postura de quien se convence de que es más que los demás.

—Parece que todo sigue igual ¿cierto? —habló Harry deteniendo a Louis— él no ha cambiado, lo
sé. Incluso tú sabes que mis sentimientos por él no han cambiado —entró en su habitación y se
detuvo antes de cerrar la puerta bajo la mirada analítica de Louis—. Y claro que sé por qué es la
fiesta. Tienes razón, no soy tan tonto. Pero te aseguro que yo sí cambié, Louis. Buenas noches
—y cerró suavemente.

Louis se quedó por un par de segundos frente a la puerta cerrada, pensando en aquellas
palabras. Finalmente se recargó en la pared, sacó un cigarrillo y el encendedor de su bolsillo y
empezó a fumar mirando la estrellada noche y la fiesta que seguía en la casa cruzando el patio.

Era claro que esta vez, Harry iba a dar pelea.


En el pasado no habría representado ningún problema puesto que aunque Samuel gritara su
bisexualidad a los cuatro vientos, jamás le había prestado atención, anteriormente Harry era
solamente un mocoso que buscaba alcanzar lo inalcanzable. Pero ahora había un grave
problema y es que Harry ya no tenía quince años, y Sam estaba evidentemente interesado en él.

Conociendo a su hermano, no le daría la más mínima importancia a su compromiso si se trataba


de liarse con alguien que le interesaba tanto como Harry parecía interesarle, pero Catherine no
era tonta, estaba seguro de que si atrapaba a Sam en su juego se arruinaría el compromiso, el
trato con los Davis y sus planes para la editorial. Todo directo y sin escalas a la basura.

En el silencio de aquella parte de la propiedad, escuchó una melodía de caja musical provenir de
la habitación de Harry, el ingenuo Harry, inocente y letal a la vez, al que no le importaba que
Samuel estuviera próximo a casarse, el que escuchaba una caja musical y tenía una espalda muy
bien trabajada para alguien de diecinueve años.

Sam tenía mucha razón cuando dijo que el muchacho de cabello rizado y ojos verdes había
cambiado, y había cambiado para bien. Ya no era un niño y eso le sentaba de lujo. Pero Louis
quería la editorial, y Louis iba a conseguir la editorial, incluso si tenía que empezar una guerra
contra su hermano y el mismo Harry. El chico no estaba mal después de todo.

Si era la única manera de hacer que Harry se olvidara de Samuel pese a su constante coqueteo,
lo haría. Haría lo que fuera para conseguir a Harry si con Harry conseguía también la editorial.

Porque cuando Louis Tomlinson quería algo, lo conseguía.

Notas finales (Aquí me voy a extender pero es importante):

Apenas ayer me estaba dando cuenta de que este capítulo quedó muy largo, como sea, espero
que les haya gustado. Lo había subido ya pero Wattpad lo desacomodaba por completo así que
lo tuve que borrar, pero parece que ya está.

Como ya especifiqué antes, es una adaptación de Sabrina, una de mis peliculas favoritas que
además tiene por protagonista a mi actriz favorita: Audrey Hepburn. Sin embargo no estoy
haciendo la adaptación al pie de la letra del guión de la película, ya le he cambiado varias cosas
(también cambiaré por completo el final puesto que no me satisface), incluso recién conseguí otra
película de Hepburn que casualmente transcurre en París así que tomaré un par de elementos
para las memorias de Harry (espero no haber spoileado lo que sigue entonces). La gatita que
había escrito originalmente era marrón de ojos azules (bien Louis) pero justo esta semana me
dieron una gris con blanco y de ojos grises, así que en la edición mejor de esa forma la describí.

Hablando de, en la película, Sabrina (que aquí sería Harry) ya llega con la mascota, que era un
perro y se llamaba David (en este caso vendría a llamarse Samuel), pero lo hice otra vez, metí un
elemento de otra película de Audrey: un gato sin nombre. Y dedicaré el próximo capítulo a quien
me diga de qué película se trata (si es que a alguien le interesa el super sencillo premio).

Muchas gracias por sus comentarios, sigan votando, comentando y compartiendo la historia que
así me ayudan a seguir, son lo mejor. Un beso del tamaño del amor con el que Harry y Louis se
miran, xx-
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Capítulo 5

El lunes siguiente Johanna Tomlinson se levantó en el preciso momento en el que el despertador


de su lado de la cama sonó, saltando de ésta cual resorte y apenas dándose un par de segundos
para desperezarse con un largo y profundo bostezo, se quitó el antifaz rosa para dormir que hacía
juego con el camisón de seda y encaje e ignorando las cómodas pantuflas del mismo color,
caminó descalza hasta el baño de la enorme habitación, Mark hacía rato que se había levantado.

Justo como debía ser, el gorro de baño estaba listo y las toallas la esperaban limpias y suaves.
Abrió las llaves para ajustar la temperatura y dejó caer el camisón al piso, tomaría
una ducha rápida esta mañana, por la noche podría tomar su relajante baño de burbujas en la
bañera.

Pocos minutos después salió del baño con la bata del mismo tono de rosa cubriendo su cuerpo y
abrió el inmenso armario en el cual, de lado izquierdo descansaban en pulcras filas de ganchos
sus planchados e impecables trajes. Tomó uno de la cuarta fila, blusa en tono palo de rosa con
varios pliegues, falda de cachemira azul marino por debajo de la rodilla y el saco a juego. Lo
complementó con las medias de lycra del color de su piel y altas zapatillas de tacón de aguja del
mismo color del traje.

Se sentó en el cómodo banquillo frente a su espectacular tocador y estilizó su cabello con uno de
esos caros aparatos térmicos, aplicó el maquillaje con magnífica experiencia y en pocos minutos
estaba lista, roció en su cuello la última fragancia de Chanel y agregó el último toque, un collar de
blancas perlas y pendientes largos de oro blanco con un pequeño diamante rosa cada uno.
Con la elegancia propia de una mujer de su posición, bajó las escaleras haciendo sonar los
tacones en medio del silencio de la casa, el cabello en suaves ondas cayendo sobre sus hombros
y moviéndose graciosamente a cada escalón descendido.

Pasó por la alfombra del vestíbulo y por los ventanales divisó a su esposo hablando por su
teléfono, manoteando al aire y vociferando cosas que por fortuna, no alcanzaba a escuchar,
seguramente estaría peleando con algún trabajador a causa del trabajo. Mark siempre había sido
así, preocupado en demasía por su trabajo, al grado de que a veces parecía ser incluso lo único
que le importaba y a diferencia de su hijo menor, Louis parecía haber heredado el carácter de su
padre y seguramente también todo lo demás. En ese momento se encontró a si misma
preguntándose si es lo que le gustaría para su primogénito, una vida de papeles y negociaciones,
vacía, superficial.

Inconscientemente llevó la mano al cuello para encontrarse con el fino collar adquirido hace años
en Tiffany & CO. como si su misma mano intentase ahorcarla, entonces recordó que ella misma
era una mujer superficial, con una disfrazada vida vacía. Ese era el precio a pagar por los trajes
de cachemira y el oro blanco.

Desvió la mirada de los ventanales y continuó su camino, girando en la cocina por fin solo para
sorprenderse con la vista. En primer lugar el desayuno aún no estaba listo a pesar de que a esa
hora siempre lo estaba. En segundo lugar, María no estaba ahí. En vez de eso, el delantal azul
cielo que la mujer solía usar ahora estaba siendo ocupado por una figura alta que se movía por
toda la cocina, combinando el contenido previamente preparado de distintos trastes, los rizos
sujetados por una bandana púrpura.
—Harry —habló fríamente haciendo que éste se asustara y el plato con hierbas de olor finamente
picadas que tenía en la mano casi terminara en el suelo.

—Señora Tomlinson —saludó—. Buenos días.

—Buenos días ¿dónde está María?

—Oh —escondió las manos tras la espalda—. Le dije que podía levantarse tarde hoy.

—Muy bien ¿y quién te autorizó para darle indicaciones al personal? —dijo ella con esa misma
voz helada dándole la vuelta al desayunador para quedar exactamente frente a él.

—Precisamente eso, señora: que yo no formo parte del personal.


—Explícate, muchacho —dijo sentándose en una de las sillas.

—Verá —comenzó— creo que antes era aceptable que yo viviera aquí sin hacer nada puesto que
mi padre es quien trabaja para su familia, pero en vista de que ya soy prácticamente un adulto
ahora que he regresado a esta casa y pasé cuatro años estudiando gastronomía en una
prestigiosa escuela, por lo cual, por cierto, nunca terminaré de agradecerle; me pareció buena
idea ayudar en la cocina. No piense que es todo lo que voy a hacer, ayudaré en lo que sea que se
ofrezca mientras aquí viva, la limpieza de la casa, planchado de la ropa, también podría servir de
segundo chofer si lo necesitan. Después de todo espero encontrar un empleo pronto y poder
pagar un departamento en Queens, así no seré un estorbo, que es lo que menos quisiera ser.

Johanna se quedó prácticamente boquiabierta por la disposición del joven y la decisión con la que
hablaba a pesar de mantener una pose tímida.

—Bueno —dijo suavizando el tono de voz después de varios segundos en silencio—, me parece
bien si es lo que quieres hacer.

Harry sonrió y le dio la espalda para agregar las hierbas de olor al omelette que preparaba.
Después de un par de minutos plantó frente a ella un plato con omelette con jamón, pan tostado,
un par de salchichas fritas rellenas de queso envueltas en tocino y una taza de humeante café
con leche.
—¿Sirvo los otros tres platos? —preguntó poniendo los cubiertos en la servilleta?

—Solo uno más, no creo que Louis baje pronto y Samuel definitivamente no lo
hará —respondió recordando que el menor de la familia tendría que pasar todo el día en cama
cual niño mimad por cierton incidente la noche anterior— ¿dónde está Des?

—Seguramente en el garage.

—Perfecto, hoy tiene que llevarnos a Manhattan terminando el desayuno ¿puedes llamar a
Mark? debe seguir en el patio.

—En seguida —dijo quitándose el delantal y colgándolo en su lugar junto a la alacena.

—Harry —lo detuvo antes de que saliera.

—¿Sí?
—Puedes quedarte en la casa el tiempo que quieras —finalizó con la voz más gentil que había
mostrado en mucho tiempo. Harry murmuró un "gracias" antes de abandonar la cocina con una
sonrisa pequeña que ella le devolvió más grande, mostrando sus dientes que hacían juego con el
collar de relucientes perlas.

Luego de asegurarse de que Samuel estaba completamente indispuesto (y discutir con él acerca
de no poder levantarse de la cama) Louis salió de la habitación de éste agradeciendo a un Dios
en el que no creía por haber hecho las defensas de su hermano tan débiles.

La tarde anterior la familia había salido a pescar con los Davis para seguir hablando del
compromiso, pero era época de lluvias y una tormenta casi los voltea en lo que regresan a la
orilla. Sin embargo la lluvia fue suficiente para enviar a Samuel a la cama con un fuerte resfriado y
fiebre arriba de cuarenta grados.

Lo mejor de todo es que Louis estaba enterado de que para esa misma tarde había quedado con
el hijo del chofer. Definitivamente los astros se estaban alineando para que él pudiera comenzar
con su plan de acercarse a Harry.
Esa tarde el cielo estaba nublado, no al grado de que en cualquier momento pudiera llegar una
tormenta otra vez, pero no había sol que molestara.

Harry se encontraba sentado al borde de la fuente en el patio que separaba la casa del garage y
las habitaciones de los sirvientes. Un libro de pasta gruesa en las manos, gorro color gris en la
cabeza, tan concentrado que la casa podría estarse cayendo y él no lo notaría.

Louis se sentó a su lado y miró la portada del libro sin que Harry siquiera se inmutara.

—Otelo —dijo haciendo que se sobresaltara, por fortuna no al grado de caer al agua.

—Ah, sí —respondió cerrando el libro—, lo siento, no me di cuenta de que estabas aquí.

—Acabo de llegar. Es un buen libro, por cierto —inició la conversación aprovechando que conocía
esa historia de principio a fin con lujo de detalles.

—Muy bueno, lo estoy leyendo por segunda vez, lo compré en Inglaterra.


—No imaginaba que te gustara Shakespeare.

-En realidad es lo único que he leído de él, era el único esa vez en la librería, estaban
agotados —dijo recordando el pequeño local en Manchester donde lo adquirió.

—Cualquier día que vayas a la ciudad encontrarás los que quieras, este no es un lugar en el
que puedes esperar que alguien lea Otelo, es viejo. Por otra parte, tampoco le
entenderían —Harry sonrió para sí mismo ante el hecho de que Louis acababa de citar otro libro.

—Sam dijo que me llevaría al centro un día de estos, aunque claro, ahora dudo que
pueda —sería muy extraño que Harry no estuviera enterado del estado de salud de Samuel,
tomando en cuenta que era algo que escandalizó a la casa entera la noche anterior.

—Sí, es una lástima —respondió con fingida compasión.

—Sabes? En París llueve mucho, me sorprende que una simple tormenta le haya tirado.
—¿La habrías soportado tú?

—¡Por supuesto! Debería ser un crimen usar paraguas en París, no hay nada mejor que dejarte
empapar por la lluvia.

—¿En qué cabeza cabe que es una buena idea terminar completamente mojado por agua
fría? —comentó haciendo una mueca.

—En la mía, por ejemplo —se defendió.

—Es ridículo, completamente absurdo.

—Supongo que yo soy completamente absurdo, de todas formas ¿qué haces hablando
conmigo? —el tono de Harry cambió de ser tranquilo a defensivo, no tenía sentido que de la nada
el hermético Louis Tomlinson hubiera decidido dejar de lado las cuentas y los contratos
para sentarse en la fuente a charlar con alguien sin la más mínima influencia en sus asuntos.
—En realidad, quiero saber sobre París —dijo Louis adoptando una pose más relajada al darse
cuenta del cambio de Harry.

—¿Qué quieres saber? —preguntó dejando el libro en medio de los dos.

—Ya sabes, lo más básico, he estado pensando en tomarme unas vacaciones por primera vez
desde mi graduación y es curiosamente el lugar que más me interesa visitar.

—¿Nunca has ido? —Louis negó— ¡No puedo creerlo!

—¿Qué resulta tan increíble? Lo mío no es viajar, sino administrar los negocios familiares.

—Vaya vida tan aburrida la tuya —murmuró e inmediatamente se dio cuenta de que lo que
dijo sonó parecido a lo que había dicho Louis poco antes, arrepintiéndose inmediatamente con la
esperanza de no sonar tan engreído—. Lo lamento, no quise decir eso.
—Sabes que sí. Anda, repítelo.

—No, en verdad lo lamento, no quise decirlo.

Louis dejó escapar una pequeña risa sin sentir la gracia y volvió la mirada hacia enfrente.
Un gorrión había bajado a comer algún residuo en las baldosas del patio y picoteaba las
divisiones de éstas. Harry también lo miraba, de repente esa escena se había convertido en la
cosa más interesante del mundo para ambos, permitiéndoles escapar de la tensión que se había
creado en la fuente.

—Así que, Harry, háblame sobre París.

Harry estuvo a punto de decirle que lo dejara en paz, que si quería saber en realidad cómo era
París podría buscar en internet todo lo que quisiera saber; e irse dignamente a leer a otra parte.
Pero seguía siendo de la familia a quien servía y sabía que no podría darse el lujo de ser grosero
después de todo lo que habían hecho por él. Suspiró.

—No hay mucho que decir, es algo que tendrías que ver con tus propios ojos —murmuró todavía
mirando al ave.
—Bueno, es algo que haré de todas formas así que podrías intentar darme una idea.

—Bien... todo el mundo es feliz en París.

El gorrión frente a ellos levantó el vuelo perdiéndose así entre las frondosas copas de los árboles
del jardín mas Harry no dejó de mirar al punto en el que éste estuvo anteriormente. Louis
comenzaba a desesperarse y a pensar que tal vez su idea de acercarse a Harry fracasaría
rotundamente, cuando éste volvió a hablar.

—Durante mi estancia allá —dijo— escuchaba diariamente una canción que se volvió mi favorita.
Es vieja, es de Edith Piaf y está en francés, aprendí a hablar francés pero esa canción la
memoricé antes de saber lo que decía, en serio me gusta mucho. Habla sobre ver la vida de color
de rosa, todo es perfecto y no hay nada que te preocupe. Así es como todos ven las cosas allá.
Así es todo en París.

—Bueno, debe ser algo como su Hakuna Matata entonces —Harry rio escandalosamente ante
esto.

—También comen caracoles, así que... sí —volvió a reír.


Un breve timbre proveniente del móvil de Louis captó la atención de ambos, Harry inspeccionó
con la mirada al mayor discretamente mientras éste tocaba un par de veces la pantalla. No
encontraba aún una razón para tener a Louis ahí cuando pudo pedir a alguien más una
descripción mucho mejor que la que él proporcionó, seguramente eso Louis lo sabía y sin
embargo ahí estaba, pidiendo palabras a una persona insignificante, perdiendo su increíblemente
valioso tiempo en alguien como él y era en verdad sorprendente que incluso hubiera mostrado un
minúsculo ápice de humor.

—Debo irme —informó levantándose al tiempo que volvía a guardar el móvil—, un placer charlar
contigo —Harry lo despidió con un corto movimiento de la mano y volvió a abrir su libro en las
páginas entre las cuales dejó el separador de metal. Louis se alejó un par de pasos y se detuvo
por un instante, volviendo después sobre estos— Harry —llamó, éste levantó la vista una vez
más— ¿aún quieres ir al centro de Queens?

—Claro —las comisuras de su boca se elevaron ligeramente—, me encantaría.

—Tengo libre mañana después de medio día, a menos que mi vida sea tan aburrida como para
querer que sea yo quien te lleve —Harry sintió sus mejillas tomar color, avergonzado por lo que
dijo minutos antes.

—Lo lamento.
—Deja de disculparte ¿vendrás?

—Por supuesto —esta vez la sonrisa mostró sus dientes.

Louis se alejó con su característica media sonrisa y las manos en los bolsillos, directo a hacer una
llamada y poder desocuparse para ir la biblioteca de la casa donde seguramente encontraría
algún ejemplar de Shakespeare que pudiera hacerlo ganarse a Harry al día siguiente, el primer
movimiento se había ejecutado con total éxito.

Mientras tanto Harry continuó con su lectura, sin embargo poco después una pesada gota de
agua entre las palabras le interrumpió. Miró al cielo y otra de éstas lo golpeó en la nariz. Cerró el
libro y escondiéndolo en su chaqueta se dirigió rápidamente a su habitación.

Definitivamente, la lluvia en París era mejor.

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Capítulo 6
El día siguiente amaneció parcialmente nublado, pero una de las pequeñas cosas que aprendió
Harry en Francia era que no por eso estaba lejos de ser un buen día.

Se desperezó y vistió con rapidez. Esa mañana María haría el desayuno y él dejaría listo el
almuerzo antes de salir. Su emoción por salir a distraerse en lugares que siempre tuvo tan cerca y
nunca antes visitó era inmensa. La gatita sin nombre se quedó echa una bolita en su almohada
tratando de mantener el calor que él dejó en la cama al levantarse. Le dio un par de caricias en
las orejas antes de abrir la puerta de su cuarto para tomar algo de desayuno con el resto de la
servidumbre de la casa.

No obstante, antes de dar un paso afuera se topó con un libro abandonado a propósito frente a su
puerta. En el título tenía adherido un post it con una nota en cursivas y perfecta caligrafía

Posiblemente este otro sea de tu interés. En vez de ir a la biblioteca de Queens, siéntete con
completa libertad de tomar lo que quieras de la biblioteca de la casa, si aún así quieres recorrer la
ciudad, te espero en el garage al medio día.

Louis.
Quitó la nota de la portada del libro: "Troilo y Crésida" de William Shakespeare. La pasta era dura
y de color café, las letras estaban en dorado; a simple vista se notaba que era una edición vieja,
incluso contaba con ese característico aroma a libro antiguo.

Se encontró a sí mismo sonriendo ante la sorpresa afuera de su habitación. Ciertamente desde


que se fue a París sonreía casi todo el tiempo, y eso le gustaba. Regresó a la habitación y metió
el libro entre los demás que poseía esperando leerlo más tarde.

Al medio día Louis ya lo esperaba parado junto a su Ferrari, vestido como todos los días en su
despacho, seguramente ni siquiera le dio tiempo de cambiarse, o simplemente no quiso hacerlo.
Harry saludó con timidez y prácticamente sin moverse para no evidenciar lo mucho que le
emocionaba visitar la ciudad. Louis se negó a dar detalles de sus planes para esa tarde, solo le
indicó que subiera al auto y casi inmediatamente arrancó rumbo a Queens.

—¿Cómo está Sam? —preguntó poco después de iniciado el trayecto.

—Mejor, ya diferencía el día de la noche.


Harry rio y segundos después pidió permiso para encender el estéreo, cuando Louis no se lo
negó, dejó salir toda la emoción que guardó en el día. Subió el volumen y cantó con fuerza la
canción que sonara, cuando no la conocía simplemente hablaba de lo que sea, la escuela de
cocina, el clima de Inglaterra o lo que sea que viera en las calles por las cuales pasaban; y Louis
lo escuchaba en silencio simplemente haciendo cortos comentarios.

—It's not fair, just let me perfect it, don't wanna live a life that was comprehensive. But seeing
clear would be a bad idea, now catch me up on getting out of here —cantaba Harry a todo lo que
daban sus pulmones, su ventanilla abierta y él mirando por ésta todas las calles; el viento
golpeándolo en la cara y desordenando su cabello a remolinos.

Louis mantenía las manos fijas en el volante, ocasionalmente moviendo la cabeza al ritmo de la
música, evadiendo a la vez las ráfagas que entraban por el lado de Harry.

—¡Me encanta esta canción! —exclamó Harry bajando el volumen una vez que la música hubo
terminado.

—Lo noté —comentó Louis con una pequeña risa casi inaudible.

—No es de mis favoritas, pero es pegajosa, la escuché mucho cuando recién salió.
Louis se limitó a escucharlo con atención mientras Harry hablaba de su gusto por aquella canción.
En realidad a él nunca le interesó, si bien la escuchó accidentalmente un par de veces mientras
estaba de moda ni siquiera se molestó en saber el nombre.

—¡Esta también me gusta! —dijo Harry completamente emocionado volviendo a subir el volumen,
sonaba No Surprises de Radiohead. Él ya se preparaba para volver a cantar otra canción que
conocía de memoria, sin embargo el semblante de su compañero cambió drásticamente al
escuchar las primeras notas.

—Harry... —habló Louis— ¿Te molesta? —dijo apagando el estéreo del auto justo antes de que
se comenzara a escuchar la voz.

—¿Por qué? —preguntó extrañado— ¿A ti no te gusta?

—Solía gustarme hace tiempo —dijo en un tono neutro.

—Entiendo... —Harry bajó los hombros y concentró la mirada en sus manos entrelazadas en
medio de sus rodillas y sus pulgares jugando el uno con el otro— Yo también tengo algunas
canciones que me traen memorias ¿A qué te recuerda?
—Prefiero no tocar ese tema —respondió sin abandonar ese tono que no expresaba nada en
absoluto.

—Lo lamento.

—Está bien.

Pasaron un par de minutos sin decir nada con Louis concentrado al cien por ciento en el camino y
Harry jugando con sus manos y mirándolo de reojo de vez en cuando.

—¿Por qué ya no hablas? —Louis rompió el silencio— pasaste todo el camino sin callar un
segundo y ahora parece que te has quedado mudo.

—Es que... -dudó- disculpa si esto suena grosero, pero me sorprendió que una canción te pueda
recordar algo.
—¿Qué tiene de sorprendente? —Louis alzó una ceja ante lo ridículas que le parecieron esas
palabras.

—Es solo que eres tan... frío, que simplemente resulta difícil imaginarte vinculado a alguien.
Quiero decir, siempre has estado solo.

Louis rio ligeramente mientras negaba y continuó el camino bajo la verde mirada curiosa y
avergonzada.

—Nadie está solo por su voluntad —dijo después de un rato.

—Me refiero a que, por muchos años observaba por mi ventana y te miraba siempre solo, callado,
sin interés en nadie las pocas veces que estabas en casa, siempre en la biblioteca. Siempre has
parecido frío y calculador, incapaz de querer o...

—Siempre el perfecto prototipo del hombre de negocios ¿no es verdad? —interrumpió— una
bestia insensible cuyo cardiograma únicamente mostraría las altas y bajas de la bolsa de valores
—Harry buscó esconderse en su asiento completamente apenado—. No obstante —siguió
Louis—, ese ser con nada más que agua helada corriendo por sus venas un día se para en la
orilla de un rascacielos y pasa tres horas allá arriba, considerando si debería o no saltar.

Harry se quedó atónito y esta vez deseó con más fuerzas que nunca poder desaparecer en ese
preciso instante.

La imagen de Louis, arrogante en traje y corbata como si fuera a una junta para cerrar tratos
incluso ahora que solo iba al museo; al borde de un edificio a punto de suicidarse por razones que
Harry no entendía y que sin embargo él le acababa de confesar se quedó en su cabeza. Decenas
de preguntas llegaron a ésta a la vez, ¿cuándo? ¿dónde? y la más importante ¿por qué?

—¿Fue por alguien? -preguntó.

—No, Harry —negó haciendo una mueca que una vez más mostraba que la idea de Harry le
resultaba absurda— ¿es que no te parece fuera de lugar que una persona intente quitarse la vida
por razones sentimentales?

—¡Claro que no! —casi gritó recordando su última noche en Long Island antes de irse a Francia.
Calló inmediatamente al darse cuenta de que casi se había delatado y ahora Louis lo miraba
inquisitivamente, seguro también recordaba aquella vez en la que evidentemente no creyó que
intentaba nadar. Desvió la mirada hacia la ventanilla y sintió cómo Louis quitaba la suya también.

—¿Sabes? En verdad creo que deberías ir a París —dijo en un intento de iniciar una
conversación diferente— es un lugar mágico, para despertar ilusiones, te aseguro que es
completamente distinto a todo lo que has visto hasta ahora.

—No, París es un lugar para los enamorados ¿no es así? —preguntó.

—Bueno... sí.

—Tal vez por esa razón es que nunca he ido —dijo volviendo a encender el radio y bajando el
volumen a la vez para que quedara solo como música de fondo, otra canción sonaba y a Harry no
le quedaban ganas de seguir cantando.

—Louis —murmuró— en realidad no pienso que seas una bestia sin sentimientos, sabes que eso
no es lo que quise decir.
—Déjalo, Harry.

—Louis, en serio lo siento.

—Eso no, deja de disculparte por todo.

—De acuerdo —irónicamente, eso lo fue solo para evitar el "lo siento" que estuvo a punto de
decir.

—Llegamos —anunció.

Frente a ellos se alzaba el Museo de Arte de Queens. El tema anterior quedó olvidado cuando los
ojos de Harry se abrieron más de lo que debía ser considerado normal a la vez que brillaban,
justo como un niño la primera vez que visita una juguetería.

—Espero que te guste Andy Warhol —dijo Louis sacando de la guantera un folleto del museo en
el cuál se leía en rojo "Los 13 hombres más buscados: Andy Warhol y la Feria Mundial de 1964".
Anochecía cuando el auto negro regresó a casa de los Tomlinson.

A Harry poco le faltaba para saltar en círculos por todo el garage sin dejar de agradecerle a Louis
y repetir lo fantástica que fue la exposición. El mayor sonreía ideando nuevos lugares para
llevarlo después, basándose en lo mucho que le gustó un museo. Fue una vez más el teléfono el
culpable de quitarle a Harry su atención, Louis se despidió silenciosamente con la mano y caminó
al interior de la casa, seguramente a su estudio.

Harry ya calmándose se dirigió a su habitación, topándose a mitad del camino con su padre.
—¡Hola! —saludó enérgicamente.

—Harry ¿dónde estuviste todo el día?

—Louis me llevó a una exposición, fue fabuloso.

—¿Te divertiste?

—Mucho.

—Me alegro —le dio una palmada en el hombro—. Ya era hora de que salieras de la casa. María
dejó tu cena lista, vamos, ceno contigo.

—Gracias —dijo Harry siguiéndolo a la cocina—. Papá —dijo ya en un tono más serio—, has
convivido con Louis mucho tiempo ¿qué sabes de él?
—Sé que es bueno en lo que hace, todo un empresario ejemplar a su corta edad, no me imagino
lo lejos que llegará cuando sea mayor.

—¿Es todo?

—El chofer debe mantener la vista fija en la carretera, Harry, solo de vez en vez mirar por el
retrovisor.

—Creo que si prestaras más atención te darías cuenta de que es muy humano.

—Yo creo que todos podemos viajar en el mismo auto, siempre y cuando cada quién se
mantenga en su propio asiento —se giró para asegurarse de que entendía lo que quería decir.

Harry asintió en silencio y metió las manos en los bolsillos para seguir caminando.
Aún quedaba algo que daba incesables vueltas en su cabeza, aparentemente se perdió de
muchas cosas durante el tiempo que estuvo afuera y aunque el hijo mayor de la familia ahora se
mostrara un poco más abierto con él, seguía ocultándole algo, tal vez muchas cosas. Pero Louis y
él ni siquiera eran amigos, así que la duda no lo dejaría dormir esa noche, y no esperaba que lo
hiciera.

Creo que este es corto, una disculpa. Gracias por sus comentarios, sigan comentando, votando y
compartiendo la historia c: las quiero xx-

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Capítulo 7

Louis leía el periódico en una de las bancas de madera bajo un árbol en el jardín de la casa,
vestido como todos los días solo que con un sombrero negro marcando la diferencia.

No había mucha actividad en la casa, todos debían encontrarse haciendo sus deberes mientras
que Samuel seguía en cama y sus padres estaban en alguna de las oficinas como todos los días.

Fingió seguir leyendo cuando sintió actividad frente a la casa. Harry iba saliendo directo al
garage, minutos más tarde salió por las rejas en el volvo blanco, seguramente a cumplir algún
encargo.
Revisó una vez más la lista mental con toda la servidumbre de la casa, asegurándose de que no
faltara ninguno. Una vez que se aseguró de que no había nadie cuya ubicación actual coincidiera
con las habitaciones del servicio o por lo menos cerca del patio donde pudieran verle, cerró el
periódico y caminó pasando a un lado de la fuente, subiendo las escaleras que llevaban arriba del
garage.

La cuarta puerta, de la misma madera que el resto, junto a la ventana de tamaño mediano y las
paredes en azul cielo; una habitación casi igual a todas las de los sirvientes, con la única
excepción de las cortinas: blancas tipo encaje, aunque cada habitación tenía cortinas diferentes.
De todas formas, a Louis le causaba gracia que Harry se tomara la delicadeza de recogerlas a
ambos lados de la ventana con dos lacitos amarillos en lugar de simplemente unirlas en el centro
con una sola cinta, mucha gracia.

Giró el pomo, entró. El contraste con su propia habitación era impresionante.

Él recordaba a Harry como un niño que corría de un lado a otro en el patio, rescataba aves
heridas y las alimentaba hasta que eran lo suficientemente fuertes como para volar, subía a los
árboles y pasaba horas allá arriba, hablaba mucho y se caía de la bicicleta una y otra vez.

Siempre vio a Harry como alguien lleno de vida al punto de llegar a ser fastidioso, pero estaba
seguro de que en un futuro sería alguien perdido, que pasaría de la chispeante felicidad
despreocupada a no saber qué hacer con su vida y esperaba que eso, como es natural, se
reflejara en su cuarto. Esperaba encontrar desorden, objetos por todos lados y restos de decenas
de actividades sin terminar.

Mas en lugar de eso la habitación debía ser uno de los lugares más ordenados de toda la casa.
La cama perfectamente tendida con el edredón verde y un par de almohadas esponjosas color
naranja, dos mesas de noche de madera con pintura blanca a cada lado de ésta sin una sola
señal visible de polvo; en una de ellas una caja musical a juzgar por la cuerda a un lado y la
lámpara estilo pop art en forma de un hongo azul conectada a uno de los enchufes, en la otra una
pequeña grabadora roja con la larga extensión conectada al otro enchufe. A un lado de la cama,
en el suelo, un pequeño tapete en forma de ovalo color amarillo.

De lado derecho estaba el armario, cerrado y sin una sola prenda afuera; frente éste una caja de
plástico púrpura con la arena de la gata. De lado izquierdo el escritorio con la portátil, un vaso de
metal serigrafiado a modo de porta lápices, un revistero con varios sobres en él y una canastilla
tipo oficina de alambre pintado de negro con varios objetos dentro; frente al escritorio la silla de
madera, a un lado de éste el estrecho librero con dos puertas pequeñas en la parte de abajo.

El contraste con su propia habitación era impresionante, mientras él mantenía todo en blanco y
negro con un poco de café oscuro, parecía que en el de Harry no había dos cosas de un mismo
color, salvo el armario, el escritorio, la silla y el librero que conservaban el color de la madera.

Cerró la puerta tras de sí al entrar, asegurándola por precaución. Lo primero que miró fue el
librero al ser lo más cercano. No debía medir más de medio metro de ancho y tenía solo tres
repisas antes de las puertas de abajo. Harry no tenía en realidad muchos libros, un par de alguna
colección artística: el de fotografía y el de cine; El Principito, antologías de Oscar Wilde y Edgar
Allan Poe, alguno de Hemingway, uno más de Huxley; Otelo, el que leía en la fuente; y el que
Louis dejó en su puerta anteriormente. Todos distribuídos verticalmente en los costados de las
repisas, en la primera a la izquierda, en la segunda a la derecha y Troilo y Crésida en la tercera a
la izquierda, apartado de los demás.

Louis sintió una ligera molestia en el estómago que se esfumó casi al instante cuando consideró
que Harry debió apartarlo puesto que no era suyo.

En los espacios que no eran ocupados por libros, había un cuadro no más grande que una
fotografía en una reproducción a escala de un caballete, en él se apreciaba el paisaje parísino.
Había también una figura de metal de la torre Eiffel, y un modelo a escala en cerámica de la
catedral de Notre Dame; lo primero que pensó Louis es que lo de Harry con París debía ser una
obsesión.

Por último estaba un portarretratos de cristal de tamaño considerable con una foto, Louis lo tomó
entre sus manos para observarlo mejor. Se trataba de una foto de Harry con tres tres personas
más: una mujer mayor, una joven de cabello largo y lacio y un sujeto con un sujeto parecido a
ella. De fondo estaba el Big Ben de Londres y los cuatro sonreían como si fuera el mejor día de
sus vidas pese a llevar pesados abrigos y las cabezas cubiertas debido al helado clima.

Recordó que Harry en algún momento comentó que esos años durante las vacaciones viajaba a
Inglaterra, así que devolvió la foto a su lugar restándole importancia. Por lo menos ahora sabía
que en Europa había tres personas importantes para Harry al grado de ponerlos en una fotografía
en su habitación.
Se sentó en cuclillas para abrir las puertas de abajo, ahí solo había CDs apilados en tres
ordenadas filas. Sacó uno por uno: Coldplay, Oasis, REM, Radiohead, Keane y más y más
bandas de ese estilo; era obvio entonces que el chico se inclinaba por el alternativo.

Dejó cada CD en su lugar y cerró las puertecillas. Se levantó y fue al armario, lo abrió, todo
doblado perfectamente o colgado en exacta alineación en ganchos. A este grado el
perfeccionismo de Harry le empezaba a asustar así que lo cerró, lo que sea que pudiera
encontrar ahí de todas formas no le serviría de mucho.

Regresó a donde estaba en un principio, sólo que un poco más adelante: el escritorio. Lo primero
que tocó fue la computadora, pero para ingresar pidió la contraseña, así que volvió a cerrarla. Sin
embargo notó que la fotografía de usuario de Harry era una toma de la torre Eiffel al
atardecer, "Obsesión", pensó una vez más.

Revisó ambos contenedores, en el porta lápices había varias barras de carboncillo y diversos
tipos de lápices, algunos crayones y dos bolígrafos; mientras que en la canastilla había una goma
de borrar, clips metálicos y hojitas para notas. Harry dibujaba. Lo confirmó cuando tomó uno de
los sobres del revistero, tenía hojas de papel con dibujos a lápiz, distintos escenarios y paisajes.
Los dibujos eran limpios, pero evidentemente aficionados, la técnica era bastante mejorable y las
figuras un poco faltas de realismo, pero la perspectiva era excelente. Recordó el libro de
fotografía que Harry tenía y que seguramente le ayudó en eso, entonces a Harry en verdad le
gustaban las artes.
Había sobres y sobres llenos de dibujos, a excepción de uno. En éste último había cartas o lo que
parecían ser cartas ya que estaban escritas en francés y Louis no perdería tiempo en buscarles
sentido.

Faltaban las mesitas de noche, rodeó la cama para ir a la grabadora, ésta en el apartado del CD
aún tenía uno dentro. La cerró y abrió el cajón del mueble, adentro solo había una cámara digital
color plata. La encendió para revisar las fotos pero la memoria había sido limpiada recientemente,
no había fotografías que mostrar. La devolvió al cajón y regresó sobre sus pasos para ir a la otra
mesita.

La curiosidad ganó y lo primero que hizo fue abrir la cajita y darle cuerda, inmediatamente la
melodía que escuchó la noche de la fiesta comenzó a escucharse y él la dejó sonar. Mientras,
abría el cajón, en éste último solo estaba el diario de Harry.

Comenzó el debate interno sobre abrirlo o no, hasta ese momento la moral empezó a molestarle
ya que abrir su diario no sería más grave que entrar a su habitación a revisar sus pertenencias a
escondidas.

Un ruido en la ventana llamó su atención, la gatita de Harry sin nombre estaba entrando por ahí.
Cayó dentro de la habitación y corrió subiendo inmediatamente a la cama, mirando a Louis con
los ojos muy abiertos y las pupilas dilatadas. Maulló, él por inercia acarició su lomo y ella
comenzó a ronronear. Él suspiró y dejó el diario en su lugar, sin abrirlo; esperó a que la música
terminara y cerró también la caja. Una última caricia a la felina y abandonó la habitación de Harry,
volviendo a asegurarse de no ser visto mas que por la mascota de Styles.
Corrió con suerte, nadie lo vio sino hasta que pasó por el vestíbulo y subió las escaleras.

Pasó a un lado de su habitación, ubicada justo junto a su estudio (por dentro una puerta
conectaba ambos cuartos) y frente a la biblioteca. Siguió, entrar en su espacio después de haber
estado en el de Harry hubiera sido mucho impacto; de una mezcla de estilos en arco iris a lo
minimalista en tonos neutros.

El mundo de Harry era muy aniñado para él, todo lo contrario a lo que esperaba encontrar.
Aquella fijación por Francia lo sacaba de sus casillas, pero en verdad para Harry significaba
mucho. Louis en verdad no olvidaba la mancha gris que le rodeaba antes de irse, y resultaba
agradable darse cuenta de que la había perdido cuando se fue. Pensándolo bien, no entendía por
qué creyó que las cosas seguirían mal en la vida de Harry, estaba mejor que nunca.

Tocó un par de veces la puerta frente a él una vez que se detuvo y entró al no recibir respuesta
alguna. La habitación en cuestión no era alegremente colorida ni fría y estética, sino algo similar a
la de algún estudiante de bachillerato promedio.

Samuel tenía veintiún, casi veintidós años cumplidos y seguía manteniendo ese lugar como
cuando tenía dieciséis: pósters de películas y una que otra banda en las paredes, autos de
colección en miniatura sobre las repisas, ropa en montones en el suelo y demás características
inmaduras que causaban la repulsión de Louis. Iba saliendo de su baño aún con la pijama puesta
y un pañuelo desechable contra su nariz.
—Hola —saludó con voz nasal.

—¿Cómo sigues? —preguntó cerrando la puerta y apoyándose en ésta.

—Mejor, la fiebre se fue por completo.

—Me alegro por ti.

—Gracias, espero poder salir de aquí mañana, el encierro me está matando —se sentó sobre la
cama—, quedé de salir con Harry ayer y no pude, tengo que disculparme por eso.

La mención de Harry le recordó a Louis que debía esperarlo para arreglar una nueva salida,
ahora conocía más de sus gustos y eso era de ayuda. La doble moral volvió a atacar,
recordándole que todo era con el propósito de alejarlo de su hermano y que no se interpusiera
entre los Tomlinson y su nuevo proyecto.
Harry era muchos colores y luz para seguir formando parte de todo eso.

—Yo me encargo de hacerle llegar tus disculpas -dijo acercándose, hasta sentarse en la cama a
un lado de Sam—. ¿Cuáles son tus verdaderas intenciones con Harry? soltó.

—¿Mis intenciones? —la pregunta le tomó por sorpresa— Solo quería mostrarle la ciudad.

—Tú nunca querrías simplemente mostrarle la ciudad —afirmó— ¿Vas en serio con ese chico?

—Louis —rio—, yo no voy en serio con nadie. Nunca.

Samuel se quitó las pantuflas de carros iguales a las que usaría un niño y subió los pies a la
cama a la vez que giraba un poco, quedando acostado en ésta. Louis seguía mirando
analíticamente, el pensamiento en su cabeza de que tal vez Harry no merecía ser utilizado.

—Quiero divertirme un poco con él, es todo.


—Sabes que él no —también sabía que Harry se sometería a cualquier cosa que Sam le pidiera,
el pobre ingenuo.

—Bueno, si es el caso y él sí lo toma en serio no será cosa mía -Samuel sacó un poco la lengua a
un lado de su boca, mordiéndola en una sonrisa.

Louis volvía a debatirse sin demostrarlo, no le parecía justo jugar con Harry para apartarlo del
camino, pero de nuevo, la chica en cuestión no toleraría que su prometido cometiera alguna
infidelidad, aunque no fuera algo sentimental.

—Catherine no estará de acuerdo en compartirte a pesar de que sea un juego para ti.

—Pero será un juego divertido -dijo estirándose para tomar una revista y ponerse a leerla,
fingiendo que Louis no estaba ahí.

El mayor miró por un rato más siendo ignorado, hasta que se decidió a salir de ahí sin decir nada
más, caminando de vuelta a las escaleras. Iría a su oficina, su día no estaba planeado para ser
solamente un intento de espía de cuarta.

Harry iba llegando en ese momento, cargando siete bolsas del supermercado y dirigiéndose a la
cocina. Louis se apresuró a llegar con él.

—Permíteme —dijo quitándole tres de las bolsas, Harry lo miró con seriedad.

—Louis, no soy una colegiala debilucha —el mayor rio ante este comentario.

—Lo sé, lo siento.

—Sigue siendo extraño que te disculpes -respondió a la vez que entraban en la cocina y dejaban
las bolsas sobre la barra.

—Acostúmbrate, ya te he dicho que no soy nada fuera de este mundo.


—Sí, perdona.

—Sin embargo —Louis levantó un dedo para indicar que no hablara—, tu deberías dejar de
disculparte por todo —Harry sonrió un poco.

—¿Cómo sigue Sam? Me preocupa.

—Continúa mejorando. Harry, ¿te gustaría ir mañana al Museo de Arte Moderno de Nueva York?
—preguntó de golpe para evitar el tema.

—¿Otro museo?

—¿Por qué no? Disfrutaste mucho el anterior, pareces ser una persona que gusta del arte... A
menos que sean solo suposiciones mías, claro.

—No —un ligero color carmín subió por sus mejillas—, sí me gusta.
—Bien, mañana a las once —no espero a que Harry respondiera, se acomodó el sombrero y salió
de la cocina para continuar sus planes del día sintiendo la verde mirada en su espalda.

Irremediablemente seguía en el juego.

Perdóooooon, siento que este quedó muy aburrido :c a mi no me gustó tanto. Pero en verdad que
los dos siguientes son hermosos, de hecho el ocho y el nueve son mis capítulos favoritos de lo
que llevo, LO PROMETO sdfghjkjhg. Un beso enorme a todas, sigan votando, comentando y
compartiendo xx-

PD (a Mayte que me acaba de decir que siempre debe esperar una semana): Sigo pensando en
subir también los miércoles pero no creo poder durante este mes, una disculpa, en serio.

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Capítulo 8
El auto rojo se estacionó en el garage que lo guardaba todas las noches después de los viajes a
toda velocidad por simple diversión de su dueño. Esta vez, llegaba de un centro comercial en la
ciudad. Más precisamente, del cine.

El primero en bajar fue Samuel, informal y despreocupado. Rodeó a su recién encerado bebé por
la parte de enfrente y abrió la puerta del copiloto, de ahí bajó después Harry. Sam se despidió de
él con un fugaz beso casi robado en los labios y se apresuró a salir de ahí rogando que nadie
viera eso.

Louis no lo vio, pero lo sabía. Lo supo desde que su hermano estaba completamente recuperado
y Harry seguía dispuesto a aceptar lo que le pidiera. Esperó cerca del garage el momento
indicado para "encontrarse" con Harry. Y ahí estaba, caminando entre los autos sin hacer nada
más, con la invisible nube de colores que le rodeaba constantemente y aquél brillo de júbilo en los
ojos por la magnífica mañana que seguramente tuvo.

Repugnante.

—Harry —saludó exhalando el humo de su cigarrillo casi consumido.

—¡Hola Louis! —detuvo su caminata a ninguna parte para corresponder con sumo entusiasmo el
saludo, entusiasmo casi nauseabundo para Louis.
—¿Vienes de la ciudad? —preguntó tirando el cigarrillo al suelo para después apagarlo con la
suela de su zapato.

—Sí, Sam me llevó al cine, una película de terror -respondió mostrando a plenitud los hoyuelos de
sus mejillas.

—El cine de terror es una de las mayores y más repulsivas representaciones artísticas de estos
días, alguien como tú debería saberlo —Louis agregó en ese mismo tono arrogante y superior
que Harry tanto detestaba.

—De todas formas pasamos un buen rato —dijo con seriedad, la sonrisa borrada por completo.

—Maravilloso —el sarcasmo en sus palabras era casi exagerado, irritaba a Harry al punto que en
ese instante estaba deseando gritarle lo mucho que odiaba cuando era el empresario modelo.

—Sí, he tenido un excelente día —hizo énfasis en "excelente".


—Me alegro por ti —dijo con total indiferencia—. Por cierto, pensé que tal vez te gustaría esto
—le extendió un libro, un poco más grueso que el que le prestó anteriormente pero de una edición
más reciente. Harry ni siquiera había notado que lo llevaba.

—Gracias, lo leeré cuando tenga tiempo —le arrebató el libro ni siquiera fijándose en el título,
mirando a cualquier otro lado para evitar la mirada de Louis, seguramente burlona y altanera que
él no quería ver.

—Cuando quieras, te veré luego —y restándole importancia al comportamiento de Styles, el


mayor se fue, saliendo del garage a donde sea que se dirigiera, a Harry no le importaba.

La película había sido tan mala que ni siquiera quería recordar el nombre y las palomitas tan
insípidas que no se las terminó. Lo único memorable pudo haber sido la compañía, y es que
esperó una cita con Sam por tantos años que hubiera aceptado hasta un paseo por el basurero.

Sin embargo ni siquiera eso fue lo que esperaba, Samuel estuvo casi toda la película enviando
mensajes de texto sin prestarle atención así que para cuando salieron del cine él estaba tan
molesto que pidió regresar a la casa, no quiso pasar a otro lugar.
Igualmente terminaron besándose en el estacionamiento del centro comercial antes de
emprender el camino de vuelta; pero si bien le había dicho a Louis anteriormente que no era una
colegiala debilucha, ante Sam había quedado más bien como una colegiala virgen. No fueron
besos apasionados, sino simples y cortos, interrumpidos todos por su propio nerviosismo cada
que Sam intentaba profundizar los mismos o colar sus manos por debajo de su ropa.

Al final la mañana había sido todo lo contrario a excelente, pero estaba feliz. Feliz como una
adolescente enamorada después de su primera cita y primer beso con su crush.

¿Cuál era la diferencia de todas formas?

Le echó un vistazo por primera vez al libro en sus manos, "Estudio en escarlata" de Sir Arthur
Conan Doyle. Parecía un buen momento para leer algo sobre Sherlock Holmes, pero no lo haría
por el sencillo hecho de que venía de Louis, y odiaba los cambios de humor de Louis. Odiaba que
pudiera ser la persona más agradable y sensible del mundo y después el ejemplo perfecto del tipo
de personas con las que no quería relacionarse y en ese preciso momento, simplemente odiaba
todo de Louis.

Por costumbre levantó la tapa del libro y se encontró con un sobre casi del tamaño de ésta justo
detrás.
Sabía que lo más cercano a lo correcto sería no abrirlo, pero no le debía nada a Louis. Además,
seguramente sería otra nota. Ah, y odiaba su manera de dejar recados.

Se sintió como otro estereotipo de adolescente femenina, la fangirl, cuando descubrió que lo que
contenía el sobre eran dos boletos VIP para ver a Coldplay esa misma noche en Nueva York. Su
primera reacción de haberlos encontrado en otras circunstancias hubiera sido gritar en el tono
más agudo posible y dar saltitos en círculos, pero no había nada escrito en el sobre, algo que
indicara que podía tomarlos. No valía la pena emocionarse.

—Louis... ¡Louis! —gritó corriendo en la dirección que Tomlinson había seguido, encontrándolo a
mitad del patio caminando lentamente con las manos dentro de los bolsillos; se detuvo
suavemente esperando a que Harry lo alcanzara— Esto estaba dentro del libro —jadeó para
recuperar el aire y estiró el brazo con los boletos para que Louis los tomara.

—Oh, ya veo... —dijo Louis con una sonrisita burlona— ¿quieres ir?

—¿No tienes con quién ir? —preguntó esperanzado.

—Tenía, pero esa persona me canceló de último momento —mintió, aunque claro, esto tampoco
tenía que por qué saberlo Harry.
—Hm —expresó, porque fue solo un sonido, no una palabra. Odiaba a Louis, odiaba la simpleza
con que decía las cosas y su especie de invitación como si invitarlo a él fuera su última
alternativa—. ¿Por qué no vas solo?

—No soy fan de Coldplay.

—¿Entonces por qué los compraste?

—Curiosidad.

Seguía con ese tono de voz y esa actitud. Harry reprimía las ganas de arrojarle los boletos a la
cara y gritarle "Bien, entonces no vayas, desperdicia dos perfectas entradas VIP porque Coldplay
es una de las mejores bandas del planeta y no merecen que vayas a verlos sólo por curiosidad y
yo no iré contigo porque alguien más te canceló y soy el primero al que te encontraste, y aunque
muera de ganas de verlos esta noche no quiero estar ni un minuto más cerca de ti porque te
odio".

—Harry, ya no lo pienses ¿vienes conmigo esta noche?


Pero no lo hizo. Estuvo a nada de hacerlo de no ser porque la pose de Louis se perdió y su tono
sonó incluso tal vez un poco a súplica. Por un momento pareció que Louis dejó de ser Louis
Tomlinson volvió a ser Louis el de los museos y la radio a todo volumen; mientras Harry no
dejaría de ser Harry, el ridículamente sumiso que pocas veces diría "no" (y fan de Coldplay).

—Me encantaría.

—Nos vamos a las siete —Harry volvió a ver la "sonrisa Louis", la auténtica, junto con un guiño, y
Louis se fue, dejándole con el libro y las entradas en las manos y reprimiendo los gritos agudos y
los saltos en círculos.

Bien, no pasaba de las cuatro pm, pero definitivamente volvería al centro comercial para comprar
un par de artículos, así que volvió a correr para dejar las cosas en su habitación e
inmediatamente después irse en alguno de los autos si quería regresar antes de las siete.

Louis le había dejado casi sin tiempo, ¡lo odiaba tanto!


Y el auto negro estaba listo a las siete en punto, cuando tenía menos de diez minutos que Harry
había regresado. Pudo cambiarse, ahora llevaba una camiseta blanca con el logo de la banda
debajo de su chaqueta. Palpó el bolsillo del lado derecho de su pecho para asegurarse de que las
entradas seguían ahí y Se sentó en el asiento del copiloto llevando una bolsa consigo.

—Espero que no te moleste si te obsequio algo.

—¿Por qué habría de molestarme?

Harry abrió la bolsa y sacó de ella una playera igual a la suya pero con los colores invertidos,
negra con letras blancas y se la mostró.
—Genial, gracias —sonrió.

—Póntela —ordenó.

—Harry, no usaré eso hoy.

—¿Ya te viste, Louis? No pensarás entrar a un concierto en traje y corbata.

—Mírame entonces —le hizo otro guiño y arrancó el auto—. Gracias de todas formas, me gusta.
Por cierto, no incluye el pase a backstage, espero que esté bien.

—No importa —Harry volvió a guardar la prenda en la bolsa y pasó ésta al asiento trasero.

—Harry, tengo una cena el viernes, quisiera que vinieras —dijo de golpe, Harry clavó la mirada en
él. No se la devolvió.
—Louis...

—¿Sí?

—¿Por qué yo?

—¿Qué quieres decir?

—Podrías llevar a alguien más o podrías ir solo ¿por qué llevarme a mi? ¿O por qué llevarme a
cualquier otro lado? Lo siento, pero sigo sin entenderlo.

Llegó otro silencio de esos infinitamente incómodos ya tan comunes entre ellos dos, tan largos
que se podría olvidar la conversación entera de extenderse éstos por un segundo más.
—Tú hablas —dijo—. Y escuchas. Ya basta, Harry, enciende la radio y canta lo que salga.

—Ok —Harry asintió, deteniendo su mano centímetros antes del botón de encendido—. Bueno...
deberías saber que me gusta salir contigo cuando no eres lo que esperan que seas —dijo
rápidamente. Louis sonrió.

—¿Estoy siendo lo que tú esperas que sea?

—Eso creo.

—Entonces está bien para mi.

Harry le devolvió la sonrisa y dejó la música sonar el resto del camino, esperando que el ardor en
sus mejillas se aliviara. Seguramente era la emoción por el concierto.

Seguro era eso.


El viernes por la noche fue su primera oportunidad desde la fiesta en casa de los Tomlinson que
Harry tuvo para usar algo de la costosa ropa inglesa que adquirió allá, traje negro y camisa gris.
Louis llevaba un traje similar, camisa de un gris más oscuro que la suya y corbata color marfil.

La cena era en un hotel en la ciudad, y ahora que lo pensaba estaba pasando en ella más tiempo
del que habría esperado. Un sujeto uniformado tomó las llaves del auto para estacionarlo cuando
ellos bajaron, Louis por delante de él para dar su nombre en la recepción e indicar que Harry
venía con él.

El bar del hotel estaba decorado en blanco y azul rey con muebles de acero con efecto mate tipo
modernista. Todo lleno de sujetos trajeados y tipas con vestidos cortos de colores vivos, una
fiesta más como aquellas llenas de falsedad a las que Louis estaba acostumbrado.
—Jack Osterberg —le susurró a Harry cuando un hombre rubio cerca de los cuarenta en un traje
gris se acercaba a ellos—, uno de los importantes.

—Tomlinson —saludó aquél hombre ofreciéndole la mano— qué gusto verte por acá.

—Lo mismo digo —estrechó su mano—. Él es Styles, Harry —dijo haciendo que el aludido diera
un paso al frente- es... un viejo amigo de la familia —le sonrió al menor.

—Styles —ahora ofreció su mano a Harry— Jack Osterberg —Harry contuvo un "lo sé"— un
placer conocerte.

—El placer es mío —se inclinó un poco hacia enfrente en un gesto cordial.

—Bien, la barra está por allá y el buffet del otro lado —señaló dos puntos contrarios en el bar—
espero que todos pasemos una buena noche.
—Tenlo por seguro —Louis sonrió de lado con la postura y el tono de voz que sacaban a Harry de
sus casillas.

Jack se retiró afirmando que se verían más tarde, seguramente iría a saludar a alguien más. No
era que Harry no entendiera de qué iba todo ello, pero ya no quería continuar en ese lugar, no
desde que se dio cuenta de que su compañía era el Louis Tomlinson al que quería patear por las
escaleras.

—De hecho —Louis volvió a hablar bajo cuando se volvieron a encontrar "solos"— todos aquí son
importantes, es solo que algunos más que otros.

—¿Actuarás así toda la noche? —Harry cambió el tema rodando los ojos. Louis rio
discretamente.

—Creo que deberíamos ir por un trago, Harry, estoy a punto de mostrarte mi mundo —dijo
pasando la mirada por todo el lugar—, y espero que no vomites.

=================

Capítulo 9
Harry siguió a Louis hasta la barra donde el mayor pidió un coctel para cada uno. Harry miró con
desconfianza la bebida rojiza con una cereza dudando si tomar un sorbo o no,
un Manhattan según recordaba. Por su parte Louis bebió un pequeño trago y se apoyó en una
pared del lado oeste, mirando el salón.

—Ese de allá —señaló con la barbilla a un hombre de gris con la mitad de la cabeza cubierta de
canas— está en su posición gracias a la herencia de su esposa, los rumores dicen que ella tuvo
que ver con la muerte de sus padres para heredar la fortuna, claro que nunca comprobaron nada
y parte de esa fortuna desapareció misteriosamente antes de que las investigaciones cesaran, si
entiendes lo que quiero decir —miró a Harry levantando una ceja y él asintió en silencio—. Ese de
allá —continuó, esta vez indicando a un hombre calvo de gran complexión— está en bancarrota
aunque casi nadie lo sabe; desconozco la causa, pero sospecho que es gracias a su afición a los
burdeles y lugares de ese tipo. Aquél otro —un sujeto de baja estatura que reía
escandalosamente— bueno, su esposa es la rubia de pelo corto que acaba de salir con el joven
atractivo con el que él conversaba anteriormente, probablemente a una habitación más arriba.

—¿Lo sabe? —preguntó Harry en el mismo tono bajo de Louis.

—Claro que lo sabe, pero finge que no es así. Todo lo que ves aquí son apariencias. En este
preciso momento y lugar, Harry, todos somos actores —Louis bebió un poco más de su copa y
Harry continuaba sin probarla siquiera. El mayor lo notó y le hizo un gesto con la mano para que
lo hiciera.

—No me fue muy bien en el curso de vinos y licores —se excusó.


Miró detenidamente a las personas que conversaban unas con otras como si fueran amigos de
toda la vida y reían de sus comentarios que suponían ser graciosos como si fuera lo más divertido
que hubieran escuchado en años. Todos se veían falsos. Probablemente en cuanto fueran a
charlar con otras personas hablarían de aquellas con las que acababan de estar, como en todas
esas fiestas y reuniones de alta sociedad en casa de los Tomlinson con la diferencia de que
ahora no había árboles que alguien pudiera trepar para observar tanta hipocresía.

Apariencias. Esa era la razón por la cuál ahora estaba con Louis el empresario, el de la sonrisa
engreída que miraba solo por arriba del hombro y no se acercaba a saludar a nadie hasta que le
saludaran ellos primero.

—Anda con cuidado por aquí —murmuró Louis.

Se acercaba a ellos una pareja de atuendos azul rey a juego tomados del brazo. Al notarlos Harry
adoptó una postura similar a la de Louis y esperó a que intercambiaran saludos pero esta vez no
esperó a que lo presentara.

—Harry Styles, amigo de la familia Tomlinson —repitió lo que Louis dijo cuando llegaron,
estrechando la mano del hombre.
—Eric Dumont. Y ella es mi esposa, Sandra.

—Gusto en conocerlo, señor Styles —dijo ella en un tono suave.

—El gusto es todo mío —sonrió Harry, tomando delicadamente su mano y llevando ésta a sus
labios, dejando un beso en el dorso. Louis torció los ojos.

Harry no lo notó.

—¿Nos conocíamos de antes? —dijo Eric tomando posesivamente la cintura de su mujer.

—No lo creo.

—Harry llegó recientemente de Europa -interrumpió Louis—. Ha pasado allá los últimos años.
—En algunas propiedades de mi padre en Francia —mintió.

—¿A qué se dedica tu padre? —preguntó ella.

—Automóviles —respondió sin dudarlo. Louis se esforzó por contener la risa por el chiste interno
que indirectamente había sido lanzado.

Tras varios minutos de plática superficial lo Dumont les indicaron también que los verían más
tarde y se fueron a cualquier otro lugar.

—¿Qué fue eso?

—Bien, dijiste que todos son actores ahora mismo y aquí —dijo con simpleza—, y yo también
quiero jugar —tomó por fin un pequeño sorbo de su bebida haciendo una mueca casi al
instante—. ¿Puedo pedir en lugar un daiquiri de durazno y lima?
—Entonces... —se adueñó de esa copa y bebió un poco más de su contenido— Por cierto, lo de
que tu padre se dedica a los automóviles fue brillante.

—¿Ves? En realidad no mentí en eso —rio—. A todo esto ¿para qué es esta reunión?

—Simple convivencia, supuestamente. Al final de la noche varios habrán tenido acuerdos con
otros tantos.

—¿Incluido tú?

—No. Yo ya tengo otros planes para la empresa. ¿Y tu daiquiri? —cambió el tema antes de que
Harry quisiera entrar en detalles y no tener que mentir sobre la editorial.

De camino a la barra para conseguir la bebida se toparon con otros dos tipos cuyos apellidos no
le interesaban a Harry en realidad. Esta vez habló de las vacaciones en Inglaterra, donde se
quedaba en un loft de cinco estrellas en Londres que fue su regalo dieciséis años.
Así transcurrió la noche, pequeñas charlas con decenas de personas, Louis reservando todo lo
que podía de sus asuntos y Harry hablando de las múltiples propiedades que poseían en Europa
y cómo su familia había decidido moverse a París y un viaje de visita era lo que lo tenía viviendo
con los Tomlinson.

En cierto momento de la noche, cuando ya algunos estaban ebrios, un sujeto rozando los treinta
muy idiotizado por el alcohol derramó su copa en la corbata y camisa de Louis y casi
inmediatamente derramó también todo el contenido de su estómago en el piso. Louis se apartó
rápidamente para que el vómito no lo ensuciara todavía más y maldijo mil veces en silencio la
oscura mancha que quedó también en su camisa.

—Imbécil —murmuró llamando la atención de Harry que había estado mirando con asco.

—Por lo menos no fue uh, lo otro.

—Lo peor es que ni siquiera sé quién demonios es, pero espero que vomite hasta los intestinos -
continuó apretando fuerte los dientes mientras intentaba limpiarse.

—Vamos, no es tan grave... —Harry abrió los ojos muy grande, como si acabara de tener la mejor
idea del mundo- ¡Ya sé! vamos al auto.
—¿Para qué?

—No preguntes, vamos —tiró brevemente del puño del saco de Louis para que lo siguiera, y así
lo hizo.

Harry se abrió paso entre la gente del lugar entre cortos "permiso" y "lo siento" con Louis
pisándole los talones y agachando un poco la cabeza, en parte por la mancha oscura del pecho,
en parte porque esa falsa clase de Harry que se perdía un poco más conforme el menor chocaba
contra la gente en su intento de ir más rápido.

En la recepción dio el nombre de Louis, así como el modelo y número de placas del auto. La
señorita de uniforme le entregó las llaves y él agradeció dándose la vuelta para prácticamente
correr, haciendo que Louis le siguiera hacia las escaleras que conducían al estacionamiento
subterráneo, ni siquiera quiso esperar el ascensor.

—Necesitamos recoger algo del auto —le dijo a uno de los guardias cerca de la entrada del
estacionamiento sin dejar de correr. Louis negó corriendo tras él.

—Harry —dijo recuperando el aliento cuando se detuvieron junto a su auto y el menor


desactivaba la alarma—, no tenías que dar explicaciones.

—Shh, ven —dijo abriendo la puerta trasera y entrando al auto. Louis lo siguió.

—¿Qué?

—Ponte esto —sacó la bolsa de papel en la que le llevó la playera de Coldplay la noche del
concierto.

—¿Qué demonios...?

—Mi padre no me diría nada sobre tu auto, pero de alguna manera sabía que eres de esas
personas que dejan las cosas dentro, así que supuse que estaría aquí —explicó sacando la
prenda—. En tu saco no se nota, pero en la camisa es muy obvio. Ten, póntela.

—No voy a usar mercancía de bandas en un evento importante.


—Es mejor que tu nuevo estampado abstracto —dijo señalando la mancha—. Toma, se verá bien
—Louis lo miró con desaprobación—. No te miro ¿vale? —Harry se encogió en su asiento
dándose la vuelta de modo que su cara quedó escondida entre sus brazos y rodillas mientras
Louis se cambiaba.

—Esto es lo más ridículo que he hecho —habló ya vestido, la playera negra con el logo de
Coldplay debajo del saco.

—¿Por qué? —Harry volvió a sentarse normalmente— ¡Se ve genial!

—¡Se ve descaradamente informal, Harry!

—¿Y no está allá lleno de personas hipócritas que te critican de todas formas? Anda, te ves
guapo.

—Gracias —endureció la expresión con el propósito de disimular la sonrisa que estuvo a punto de
surgir.
—Por nada. Volvamos adentro —lo empujó para que saliera del auto.

—Lo que hago por ti —dijo Louis cerrando la puerta y regresando al interior del hotel con Harry,
que rio levemente ante esto.

—A mi me gusta mucho cómo se ve.

—Así que ¿por qué le preguntas a tu padre sobre mi auto? —volvió a cambiar el tema.

—Deja de hacerme tantas preguntas.

—Solo te hice una.

—Louis... cállate —volvió a correr haciendo que Louis dejara el asunto por completo.
No era que los dos estuvieran muy ebrios, de hecho Louis podría conducir sin problema alguno
de vuelta a la casa, pero tras varios de sus daiquiris de durazno y lima Harry definitivamente no
se encontraba en sus cinco sentidos.

Hablaba tan pausadamente como siempre pero con un tono extraño, el mismo de quien consumió
alcohol; hablaba de quienes le agradaron y quienes no así como de cuáles vestidos eran bonitos
y cuáles no. Louis no encendía el radio solo para escucharlo hablar.

—Te dije que no dirían nada de tu ropa —balbuceó poniendo el dedo índice en el pecho de
Louis.

—Se sigue viendo informal de todas formas.

—No me importa, me gusta como te ves así, es mi look favorito.


Louis no respondió nada, ya estaba acomodando el auto en el garage de la casa, eran más de las
cuatro de la mañana. Harry bostezó y empezó a acomodarse en su asiento.

—No. Harry, llegamos —lo sacudió del brazo un poco.

—Voy a dormir aquí.

—No puedes, vamos.

Como pudo lo sacó del auto y lo sacó del garage, ayudándolo a subir las escaleras a las
habitaciones del servicio. Harry se tambaleaba un poco, terminó apoyando la espalda en la puerta
de su habitación abriendo los ojos que había tenido medio cerrados en ese trayecto.

—Ya estás aquí, entra a dormir —le indicó Louis.


—Louis —susurró— ¿puedes usar otra vez la camiseta con tus trajes? —clavó la mirada en la
azul oscurecida por la poca luz. No había nadie despierto aparte de ellos.

Si estaban a cinco centímetros de distancia era tal vez mucho, sus respiraciones chocaban una
con la otra. Hasta ese momento Louis no había notado lo mucho que Harry creció en sus años
fuera, le sacaba varios centímetros y tal vez sí lo había notado pero no le había tomado
importancia hasta que notó que Harry se estaba deslizando para quedar a su altura.

—Lou... —cerró los ojos.

El alcohol no impidió que Harry sintiera los suaves labios sobre los suyos, moviéndose con
delicadeza y una lentitud desesperante. No abrió los ojos, pero sintió las manos de Louis
apoyándose en la puerta a cada lado de su cabeza y casi por instinto tomó el cuello del saco del
mayor atrayéndolo un poco más hacia él. Louis inmediatamente bajó las manos hasta estrechar la
cintura de Harry, clavando delicadamente los dedos cuando sintió la suave mordida en su labio
inferior.

Tras escasos segundos (menos de los que alguno de los dos hubiera querido) se separaron,
manteniendo ambas miradas unidas por un rato, respiraciones a la par.

—Sí —respondió a su pregunta y dejó otro corto beso en los labios del menor—. Buenas noches,
Harry.
Se separó de él dejándolo con un cosquilleo en los labios y el corazón latiendo tan fuerte como
hace años no lo hacía. Lo vio desaparecer por las escaleras mas no se quedó a mirar si entraba a
su casa, ingresó en su habitación despertando a la gatita quien casi al segundo volvió a quedarse
dormida.

Los efectos del alcohol parecían haber desaparecido, dejando a las mariposas en su estómago
más activas que nunca.

Ni crean que la bebida favorita de Harry la saqué de una de mis canciones favoritas de Panic! at
the Disco xx-

=================

Capítulo 10

Harry despertó casi a las once de la mañana siguiente cuando la luz solar empezó a entrar a
través de las delgadas cortinas que colgaban en la ventana. Intentó obstruir su paso poniendo un
brazo sobre sus ojos, cubriéndolos sin éxito. Gruñó y se giró sobre la cama, quedando bocabajo
pero el malestar físico le impidió seguir durmiendo.
Aún ligeramente adormecido se incorporó en la cama hasta quedar sentado y se mantuvo así por
un largo rato esperando a que el constante martilleo en su cabeza se esfumara, como esto no
sucedió intentó levantarse, pero el suelo se movió obligándolo a caer de nuevo en la cama.

La noche anterior Louis lo había llevado a una reunión de aquellas llenas de personas
pretenciosas e importantes sin siquiera decirle razones así que nunca entendió para qué estaba
ahí, así que quiso divertirse y jugar a ser hijo de una familia importante, construyó la historia a lo
largo de la noche y si alguno de ellos en el futuro descubría sus mentiras no importaría porque de
todas formas no volverían a verse.

Estuvo bien, pudo conocer a mucha gente y darse cuenta de que no todos eran tan huecos y
falsos como creía y algunos mucho más de lo que imaginaba. Louis incluso le ayudó con la farsa
del muchacho adinerado que residía en Francia cuyas vacaciones eran siempre privadas, total si
alguien volvería a tratar ese tema con esa gente sería Tomlinson. Pasaron un buen rato, le
sorprendió la facilidad con que Louis cambiaba su manera original a la faceta que mantenía
durante el trabajo (eso mismo le hizo preguntarse si a veces se comportaba de esa forma con él
solo para desesperarlo).

Una de sus partes favoritas fue cuando la ropa de Louis se ensució y él lo hizo cambiarse con el
regalo que le dio la noche que fueron al concierto. La cara de Louis fue épica cuando regresaron
a la reunión e intentaba que nadie se diera cuenta. Y nadie lo hizo, a nadie le importó o bien todos
criticaron en silencio mientras desde su punto de vista, así de informal dentro del formal traje,
Louis se veía mejor que nunca.

También había podido saciarse de su coctel favorito, mismo que no probaba desde la última vez
que estuvo en Manchester. Sin embargo ahora mismo desearía que hubieran sido solo uno o dos,
porque el martilleo no se iba y mucho menos ahora que hacía el esfuerzo por recordar el resto de
la noche. Se quejó cual pequeño que no quiere levantarse para ir al jardín de niños hasta que se
dio por vencido y luchando contra el fantasma del mareo que se negaba a abandonarlo pudo por
fin levantarse. Notó que llevaba puesto el mismo traje y que el sol ya estaba casi en lo más alto
del cielo, tomaría un baño y empezaría con lo que sea que tuviera que hacer ese día ¿sábado?

Louis, Louis con el logotipo de Coldplay en su pecho, las manos de Louis, el aliento de Louis, los
labios de Louis.

Volvió a caer sentado en la cama ante la impresión del repentino recuerdo, despertando a su
gatita que acababa de acomodarse en su almohada ahora que estaba vacía.

Tenía que ser una broma de su mente o un nada divertido juego de la misma porque no había
manera, ni en un universo paralelo, ni en un millón de años se le ocurrió que pudiera haber
pasado. Tal vez habían sido sueños en lugar de recuerdos y en ese caso serían pesadillas,
porque simplemente era imposible.

No podía haber besado a Louis Tomlinson.

Ni aunque le pareciera una persona realmente interesante dentro de la sensibilidad que


constantemente ocultaba, ni aunque haya pasado buenos momentos a su lado en días anteriores,
ni aunque lo haya hecho descubrir su gusto por la manera en que se veía con mercancía de
bandas debajo del saco (¡pero es que mierda que se veía bien!).

Sencillamente Louis fue por mucho tiempo todo lo que él jamás hubiera querido cerca y las cosas
no podían cambiar en tan poco tiempo.

Tomó rápidamente entre negaciones su toalla y lo primero que encontró en el armario para
cambiarse dentro del baño al final de las habitaciones, ya era tarde y no podía seguir perdiendo el
tiempo lamentando lo que seguramente no había sido más que un error por la bebida que le
causaba más arrepentimiento que la misma resaca, que ahora mismo, parecía nada.
Tuvo mucha suerte de que nadie preguntara la hora a la que llegó o las razones para que fuera
con Louis, pero obviamente todos imaginaban que había sido muy tarde puesto que nadie
tampoco comentó haber visto nada. Actuaban como cualquier otro día y contrario a lo que había
pensado, esto lo ponía todavía más nervioso.

Emma y Christine reían ante una anécdota de Greg acerca del día anterior. Él escuchaba un poco
a la distancia, apoyado en la alacena sin comentar nada y bebiendo su vaso de agua.
Seguramente los señores Tomlinson ya estaban fuera, no le interesaba la ubicación de Louis, y
Samuel...

Ah, Samuel entraba en la cocina en ese momento, seguramente acabando de levantarse.

—Buenos días —dijo a las tres personas más cercanas a la entrada.

—Joven Tomlinson —dijeron casi a unísono.

—Harry —saludó guiñándole un ojo, Harry respondió el saludo con una mano y sin acercarse,
llevando una vez más el vaso a su boca.

No deseaba que nadie se le acercara, necesitaba primero aclarar su mente y más que nada,
convencerse de que no era ni un poco consciente en aquél momento; después, buscar una forma
de volver a acercarse a Louis como antes, dejar de ser cercanos o lo que fueran y regresar a
ignorarse pero sin querer desaparecer cada que se lo topara, porque eso era seguramente lo que
pasaría. Si continuaba con suerte, resultaría que Louis también estaba muy borracho y ninguno
de los dos lo había querido.

—Harry —dijo Samuel sacando del microondas su plato con el desayuno que María había
preparado para él horas atrás— ¿puedes ayudarme con mi bebé? parece que a los asientos les
hace falta la aspiradora.

—Sí —dijo, y nada más. Terminó con el agua y dejó el vaso en el fregadero, más tarde regresaría
a lavarlo, cuando regresara del nuevo encargo en el garage.

—¡Genial! Iré para allá cuando termine con esto —respondió el menor de los Tomlinson, dando a
entender que no dejaría que lo hiciera solo, o tal vez que solo deseaba algo de privacidad para
los dos.

Ambas opciones estaban bien para él.


Samuel lo encontró en el garage mientras preparaba la aspiradora, el auto rojo ya estaba abierto.
Lo detuvo tomándolo del brazo antes de que la conectara.

—Oye, solo quería que estuviéramos a solas —y al final la segunda opción era la correcta—.
Lamento que fueras a ese aburrido evento con mi hermano, no imagino lo mucho que te
aburriste.

—¿Ah? —fue más un sonido que pregunta, estaba realmente confundido.

—Creo que Louis creyó que sería sospechoso que tú y yo saliéramos la otra vez, así que si te
llevaba a esa cosa mi prometida no sospecharía o algo así.

Bien, al parecer tampoco era como si hubiera sido un beso sincero por parte de Louis. Si todo era
una estrategia no le sorprendía. No era como si se hubiera ilusionado en el fondo.

Para nada, jamás.


—¿Él te dijo eso? —preguntó apoyando la cadera en el cofre del auto hasta quedar medio
sentado en éste.

—No realmente, pero lo conozco, seguramente en eso estaba pensando.

Samuel imitó su posición, incluso los brazos cruzados y permanecieron sin hablar por un rato.

—A veces creo que debería regresar a París —dijo rompiendo la burbuja de silencio.

—No lo creo —rio.

—Mientras estaba allá todo parecía estar en su lugar.

—Vamos, no te pudo haber ido tan bien.


—De hecho sí me iba muy bien —se defendió.

—¿En qué sentido? Porque dudo que en realidad todo eso de la "ciudad del amor" sea verdad.

—Lo es.

Sam lo miró incrédulo. Harry sabía que había estado ahí, pero seguramente no por el tiempo
necesario para apreciarlo. Pero no era sobre París, sino sobre continuar con el juego que inició en
la reunión.

—No puedo dar muchos detalles, no sería correcto —se incorporó y comenzó a caminar
lentamente alrededor del auto con la mirada de Sam siguiéndolo—. Además ni siquiera recuerdo
los nombres de todas las personas que me ayudaron a comprobarlo —continuó alardeando.

—Así que estuviste con muchas personas allá —lo siguió.


—Tampoco sería correcto que lo afirmara —sonrió para sí mismo.

—Sabes que de todas formas siempre quisiste regresar —se adelantó para quedar frente a él.

Esta vez fue Harry quien lo besó y lógicamente Sam le siguió la corriente. Terminaron en otra
sesión de besos húmedos con una que otra caricia más allá de lo debido, que finalizó con Harry
decidiendo que era suficiente y dejando a Sam en el garage solo y muy caliente.

Fueron más mentiras, no tuvo una larga lista de amantes en Francia ni en ningún otro país. Más
mentiras, al igual que las casas allá y todo lo que dijo en la reunión.
Solo quería saber si podía despertar algo en Samuel ¿celos tal vez? Puede ser, pero funcionó,
aunque fuera en solo actos carnales y simple calentura.

Era suficiente, era más de lo que antes creía poder alcanzar. Él era su crush y estaba bien con
eso, incluso era posible que cancelara la boda y terminaran huyendo a alguna isla en el Caribe.
Eso era lo que quería y estaba convencido.

O más bien de eso quería convencerse. La cabeza le daba vueltas y ya no era para poder culpar
al alcohol. Puede que solo haya buscado distraerse o puede que buscara encontrar algo que ya
casi podía sentir perdido. Pasó el resto de la tarde pensando en cosas al azar como la posibilidad
de que los Kennedy hayan matado a Marilyn y reparando cosas que no necesitaban ser
reparadas para mantenerse ocupado.

El anochecer estaba cerca cuando ingresó en la biblioteca de la familia con el pensamiento de


que la encontraría vacía, pero al parecer su suerte del día ya se había agotado.

Frente a uno de los estantes, junto a una pequeña mesita con una lámpara que terminaba de
darle al lugar un ambiente algo antiguo, en un sillón individual color rojo estaba Louis leyendo
cualquier cosa, probablemente algo sobre Historia. Tenía puestas las gafas de lectura que Harry
únicamente le había visto usar en una ocasión, antes de entrar a la universidad; y se encontraba
sentado en una posición relajada, con la espalda por completo apoyada en el respaldo. Levantó la
vista cuando sintió la presencia de otra persona en ese espacio, sin darle tiempo de darse la
vuelta y salir de ahí.

—Hola, Harry —dijo cerrando el libro y poniéndolo en su regazo.

—Vine a traer esto —no saludó, solo lo dijo acercándose hasta una distancia considerable y
mostrando el viejo ejemplar de Troilo y Crésida que Louis hubo dejado semanas atrás en la
puerta de su recámara.

—Es tuyo.

—No, ya lo terminé y vengo a devolvértelo —sin acercarse, estiró más el brazo para que Louis
tomara el libro.

—En ese caso, es un regalo.

—Entonces gracias, pero no pienso aceptarlo.


—¿Por qué no? —Louis se levantó, quitándose las gafas y dejándolas en el sillón junto con el
libro que leía anteriormente, acercándose peligrosamente a Harry hasta hacerlo retroceder un par
de pasos.

—No puedo, gracias, pero no.

Louis ya estaba lo suficientemente cerca como para efectuar su siguiente movimiento. Tomó a
Harry de las mejillas, una mano en cada una y lo acercó a él, besando de nuevo los labios que
anteriormente su hermano besaba sin que él lo supiera.

Y Harry se rindió, se dejó hacer derritiéndose en sus brazos como lo hizo en la puerta de su
habitación. Creyó que Louis sabría a café a juzgar por la taza sobre la mesita, pero simplemente
sabía a Louis y su mente no trabajaba correctamente para describir cuál era ese sabor.

Suspiró involuntariamente cuando se alejó.

—¿Lo ves? No estabas tan ebrio —dijo Louis besando su mejilla. Cerró ambas manos de Harry
en el lomo del libro, dándole a entender que se lo llevara y fue él quien se fue de la biblioteca sin
importar si dejaba lo demás sobre el sillón o a un Harry en blanco con las piernas temblando que
lo seguía con la mirada.

Bajo el saco llevaba una camiseta de Blur.

=================

Capítulo 11

Pasaron tres semanas desde que Louis lo besó en la biblioteca.

En ese tiempo todo siguió su curso naturalmente, sólo que como en los primeros días desde que
Harry regresó de París, sin interacciones entre ellos. Mientras Louis intentaba acercarse Harry
buscaba todo lo contrario, tratando arduamente de no topárselo por ninguna razón, evitándolo por
completo dentro de la casa y cortando con menos de cinco palabras cada intento de invitación a
algún lado por su parte.

Cuando Louis se presentó con boletos para el teatro Harry argumentó que estaría ocupado esa
noche.

Cuando le ofreció ir al Central Park Harry se excusó con deberes encargados por los padres de L.

Cuando sugirió llevarlo a una premier en Nueva York Harry simplemente dijo que no podría y se
fue.

Incluso evitaba acercarse a la biblioteca y al estudio de Louis así como a su habitación. Se


mantenía alejado de la entrada a la hora en que suponía él debería estar llegando e intentaba
arduamente mantenerse alejado de los lugares en los que Louis podría estar.
Al mismo tiempo la relación que llevaba con Samuel iba progresando, si es que se le puede
llamar así. Sus "encuentros" se volvieron más frecuentes, en cualquier lugar mientras no fueran
vigilados. Lo mismo de siempre, besos y toqueteos interrumpidos por el mismo Harry antes de
llegar más lejos.

Irremediablemente después de cada uno de ellos terminaba con una sensación de vacío
fastidiosa y punzante, cuando tenía que volver a recordarse a sí mismo que era la única manera
en que podía tener a la persona que siempre quiso tener y que estaba por casarse en un par de
meses. Se decía a sí mismo que aún estaban a tiempo, tal vez algún día Sam despertaría y se
daría cuenta de que era él lo que quería, cancelaría la boda y huirían lejos. Sí, seguía con esa
idea.

Por otra parte, esa imagen mental se hacía cada vez más borrosa, se difuminaba con el paso de
los días y la vaga ilusión se iba perdiendo un poco más cada noche; hasta que se dio cuenta de
que se entregaba a la calentura a medias solamente con el propósito de mantenerla, de otra
manera la soledad de después no habría valido la pena.

Cuando Louis entró en la cocina mientras estaba prácticamente llena y le ordenó con un tono
seco y autoritario que lo llevara a una junta en Nueva Jersey. En ese momento su padre había
llevado al Señor Tomlinson a Connecticut, supo que cualquier excusa sería escuchada por todos
en la habitación y después vendrían las preguntas sobre su negación.

No pudo negarse.

Esperó a Louis en el auto cerca de quince minutos, le había advertido que no regresarían a la
casa esa noche, ya anochecía y al parecer su asunto en el otro estado demoraría.

No sabía llegar a Nueva Jersey así que dejó que el GPS lo guiara y esa era la única voz que se
escuchaba dentro de auto durante las casi dos horas que duró el viaje, ni siquiera encendieron el
radio. Tampoco miró a Louis en todo ese rato, mantuvo la mirada fija en el camino todo el tiempo.

Cuando llegaron a un edificio no muy alto que reflejaba el resto de la ciudad como un espejo y
hubo acomodado el auto en el estacionamiento privado de éste, Louis le habló por primera vez
desde que salieron de la casa, no lo miraba.
-No sé exactamente cuánto tarde, te aconsejo esperar.

Cerró la puerta con la fuerza necesaria pero con evidente molestia, Harry se sobresaltó un poco.
Después de un rato presionó su botón favorito en el auto y dejó que la música fluyera a través de
sus oídos en un volumen moderado. Cerró los ojos tirando la cabeza hacia atrás y comenzó a
mover los labios, cantando en voz baja la canción que sonaba en ese momento.

-There was a time when was so brokenhearted, love wasn't much of a friend of mine. The tables
have turned 'cause me and them ways have parted, that kinda love is the killin' kind. All I want is
someone I can't resist. I know all I need to know by the way I got kissed. I was cryin' when met
you, now I'm tryin' to forget you, your love is sweet misery.*

¡Maldita sea!

¡Si nunca se hubieran acercado de esa manera! No era solo la incomodidad durante todo el viaje,
sentía que lo extrañaba. Él y su maldita manera de acostumbrarse a las personas, de crear
vínculos afectivos con tanta facilidad. Extrañaba a Louis o por lo menos a la especie de
amistad/compañerismo/lo que sea que crearon anteriormente.

Si tan solo no hubieran cruzado la línea de una manera tan fatal y estúpida.

Azotó su cabeza contra la almohadilla del respaldo repetidas veces hasta que se hartó. Mantuvo
los ojos cerrados por mucho rato, pasaron varias canciones y el volumen descendía un poco más
con cada una hasta que desapareció por completo.

La torre Eiffel y sus resplandecientes luces brillaban majestuosamente reflejándose además en el


suelo que la lluvia mojaba con insistencia, su paisaje favorito en mejor definición desde el lugar en
donde se encontraba, mirando desde un balcón a la distancia perfecta para apreciar mejor la
imagen.

En la habitación se sentía cálido, el tipo de calidez de ese lugar al que llamas tu hogar. La calidez
aumentó considerablemente cuando de la nada dos brazos fuertes le rodearon por detrás con
firmeza, entonces además se sintió protegido, seguro. Ese era su hogar.

Era Louis.

Despertó sobresaltado por un trueno increíblemente sonoro (mucho para que se escuchara hasta
el interior del auto en el estacionamiento a pesar de la música), de todas formas no le quedaron
ganas de seguir durmiendo. Se reprimió mentalmente por el sueño que acababa de tener hasta
que un par de golpecitos en la ventanilla del copiloto llamaron su atención, Louis había regresado.
Sacudió la cabeza como si quisiera eliminar todo rastro de aquél sueño, como si pudiera hacer
que las imágenes salieran disparadas hacia otro lado y quitó los seguros para que Louis entrara.

-Toma -extendió su brazo pasándole un vaso térmico cubierto que seguramente contenía café, él
llevaba uno igual. Harry lo tomó dejándolo casi inmediatamente en el portavasos entre ambos
asientos mientras Louis se acomodaba en el asiento y abrochaba su cinturón de seguridad-.
Vámonos.

Hubiera imaginado que el camino continuaría igual de absurdo, Louis le dio la dirección del hotel
donde al parecer pasarían la noche para dejar al GPS hacer su trabajo, pero no fue todo, venía
más animado y sentía cómo lo acosaba con esa estúpida y encantadora sonrisa.

-¿No notaste que llevo una camiseta de The Smiths?

Harry le dio una mirada de reojo para confirmar que así era.

-Creí que te parecía informal -volvió la mirada a la carretera.

-Lo he adoptado como mi nuevo estilo.

-Hm -expresó.

Ahora se encontraban en una carretera de un solo sentido con altos muros cubiertos de
enredaderas y vegetación, nada más. Harry supuso que era otra zona de personas con dinero.
-De acuerdo, estoy harto de ti -dijo Louis alzando la voz.

-¿Ah?

--¿Cuál es tu problema, Harry? Llevas semanas actuando como si...

-¿Cómo si nuestra relación se limitara a patrón y servidumbre? ¿No se supone que es así como
siempre debió ser?

-Harry... -Louis se frotó las sienes con una mano- yo conduzco. Tienes razón, es más, ni siquiera
debería estar hablando contigo si eso es lo que quieres -Louis se quitó el cinturón de seguridad y
bajó del auto cerrando la puerta de un azotón, lo rodeó por el frente y abrió la puerta de Harry-. Es
lo que debiste decir desde un principio, pero no parece ser lo que en verdad quieres ¿verdad? -
escupió las palabras- De otra manera no seguirías buscando miserias de cariño con mi hermano.

Harry no dijo nada y bajó también, dejando que Louis tomara su lugar al volante con un nuevo
azotón de la puerta. Pero él no regresó al asiento que Louis ocupaba anteriormente, caminó por
la carretera solo haciendo el espacio suficiente para que el auto pasara y él no corriera el riesgo
de ser atropellado por algún otro.

-Harry... -Louis bajó la ventanilla y asomó la cabeza por ésta- regresa.

-No -siguió caminando.

-Harry, regresa al auto -Louis reanudó la marcha a una velocidad muy lenta, solo para seguirlo.

-¿Para qué?

-¡Carajo, Harry, regresa de una vez al maldito auto! -gritó.


-Déjame en paz.

-¿De qué maldita manera puedes estar satisfecho? he intentado darte lo que quieres.

-No, no me das lo que quiero -giró la cabeza para mirarlo sin dejar de avanzar-, me das lo que
quieres darme.

-Harry... -bajó la voz- lo intento.

Harry se detuvo en seco y con los brazos cruzados y mirando al suelo regresó con Louis,
sentándose en el lugar del copiloto a la vez que Louis volvía a avanzar a la velocidad inicial. Notó
que los estruendos del cielo se habían mantenido y ahora las gotas de agua comenzaban a
impactar en los vidrios.

-No entiendo para qué querías que fuera contigo a todas partes -dijo en un tono molesto.

-No entiendo por qué tú ya no querías.

-Nunca dije que no... -calló sin terminar la frase. Louis lanzó lo que parecía un suspiro que no
pudo ser reprimido por más tiempo.

-Solo deja de evitarme.

-Esto es muy incómodo ¿sabes? -dijo mirando sus manos.

-¿Quieres decir que ha significado algo para ti?

-No -se apresuró a responder-, no es eso.


-¿Por qué otra razón sería incómodo?

Harry no dijo nada más, otro silencio incómodo nació entre ambos, ya debían estar
acostumbrados.

-Escucha... no sé lo que pase por tu mente.

-¡Ah, dímelo a mi! -exclamó.

-El punto es que, creo que estábamos teniendo días verdaderamente buenos ¿no hay manera de
que vuelvan? Me disculpo por haberte besado, si lo consideras un error podríamos olvidarlo; sólo
quiero que intentemos estar... normales de nuevo.

-Está bien -dijo serio después de otro rato.

-¿Está bien?

-Sí -afirmó con una sonrisa fingida.

-¿Y entonces qué has hecho en estos días? -preguntó mirándolo.

-No mucho ¿y tú? -y volvía a ser cortante.

-Vete al demonio -gruñó.

Louis volvió a salir del auto e imitando a Harry, caminó, con la diferencia de que se veía más que
furioso.

-Louis... ¡Louis! -lo llamó- Louis -Harry también salió otra vez del auto, casi corriendo para
seguirlo empapando sus ropas con la lluvia que se hacía cada vez más fuerte.
-Ni siquiera lo estás intentando ¡está bien! Yo también puedo hacer un berrinche al bajarme de
ese estúpido automóvil, lo que es más estúpido es que me estés siguiendo cuando has pasado
semanas construyendo una barrera de indiferencia entre los dos -gritó sin voltear a verlo.

-Louis... Louis lo lamento. -gritaba detrás de él- Louis no te enojes conmigo, por favor.

Harry se detuvo a recuperar el aliento mientras miraba cómo Louis seguía avanzando sin
prestarle atención, dejándolo con cierta sensación de culpa y malestar emocional por haberlo
hecho enojar cuando él había intentado que estuvieran bien. Se obligó a pensar con rapidez y
una idea no tardó en llegar.

-Louis... ¡bailemos bajo la lluvia! -gritó.

Louis se detuvo y giró mirándolo con una mescla entre sorpresa y desprecio de arriba abajo.

-¿Qué demonios?

-Ven, baila conmigo -Harry corrió para alcanzarlo, cuando lo hizo, tomó sus manos y comenzó a
girar arrastrándolo con él.

-Harry, somos adultos.

Pero Harry no lo escuchó, estaba decidido a sacarle una sonrisa. Siguió girando mojándolos a
ambos y saltando sobre los charcos que se formaban, abriendo la boca y mirando al cielo para
que el agua entrara en ésta y riendo después de manera natural. Louis no tardó en imitarlo, ni
siquiera estaban bailando, solo corrían y giraban como dos niños pequeños, pateando los charcos
para empapar más al otro, riendo como hace mucho no lo hacían. No sentían el frío de la noche,
eran solo momentos invaluables de diversión. En cierto momento Louis atrapó a Harry que
intentaba huir y terminaron forcejeando a modo de juego.

Ya estaban considerablemente lejos del auto que seguía con las luces encendidas y las puertas
abiertas siendo ellos las únicas personas en toda la calle que ya comenzaba a extenderse y
hacerse más amplia ante la proximidad de un pequeño parque.

En medio de su forcejeo la risa de Harry se esfumó poco a poco, perdiéndose en los ojos de
Louis que brillaban de una manera especial en medio de la noche enmarcados por las pestañas
por las que goteaban pequeñas gotas de agua, al igual que por todo su cabello. Se aproximó un
poco más a él y Louis lo sujetó con firmeza por los hombros.

-¿Quieres esto?

Harry suspiró.

-En realidad ya no sé lo que quiero.

-Yo sí.

No fue un beso como el de la puerta de su habitación o la biblioteca, fue más especial. Ambos
cuerpos pesaban con la lluvia que escurría por ellos y no paraba de caer desde el cielo,
seguramente les costaría un resfriado al día siguiente. Louis llevó sus manos al cabello de Harry,
enredándolo suavemente entre toda la humedad del mismo, él sonrió en medio del beso, no hacía
frío.

No era el abrigo lo que lo mantenía cálido y no era Nueva Jersey en donde estaban. Era un lugar
familiar y cómodo, el lugar en el que en ese momento deseó permanecer el resto de su vida, a
donde se sintió pertenecer como cuando estuvo en París, Louis.

Su hogar.

Al romper el beso se inclinó todo lo que pudo para esconder su rostro entre el cuello y el hombro
de Louis sujetándolo fuertemente por la cintura sin querer dejarlo ir.

-Eres tan voluble y manipulador y estás tan acostumbrado a tener siempre lo que quieres que me
pareces la persona más difícil de comprender y te... -calló.

-¿Me qué? -preguntó Louis besando su cabeza- ¿Me odias?

-Sí -suspiró.

Permanecieron así por unos instantes. Para ese punto la lluvia ya no se sentía, de todas formas
no le quedaba nada más por cubrir.

-Deberíamos irnos -murmuró Harry lo suficientemente fuerte para que Louis escuchara-. No
dormiremos en casa esta noche.

Se incorporó para darle una mirada cómplice a Louis que no tardó en ser captada y
correspondida por una de duda. Harry le dio otro corto beso en los labios aún sin soltarlo. Louis
también lo aferró a él.

-No lo haremos -sonrió y se separó sin soltarlo del todo, dejando un brazo rodeando sus hombros
para caminar a su lado de vuelta al vehículo que los llevaría al hotel que los esperaba.

*: "Hubo un tiempo cuando tenía el corazón roto, el amor no era muy amigo mío. Las cosas han
cambiado, ese camino y yo nos separamos, ese tipo de amor era mortal. Todo lo que quiero es
alguien a quien no pueda resistir. Sé todo lo que tengo que saber por la manera en que fui
besado. Estaba llorando cuando te conocí, ahora estoy intentando olvidarte, tu amor es una dulce
miseria." -Aerosmith, Cryin'.

Besos a todas :) xx

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Capítulo 12
El hotel no estaba muy lejos de donde estaban, Louis condujo el auto los pocos minutos que
faltaban para llegar ante la mirada insistente de Harry que no se despegó de él en la recepción
cuando le entregaron las llaves de su habitación doble, tampoco en el ascensor.

Al cruzar la puerta pasaron por un pequeño pasillo con un espejo hexagonal en él para entrar en
la habitación como tal. Ésta era muy amplia, decorada en tonos marrones y bien iluminada por la
luz del enorme candelabro que colgaba en el centro. Al fondo, con una larga cortina beige
recorrida hacia uno de los lados, había una puerta corrediza de cristal que llevaba al balcón,
seguramente con vista a la piscina del hotel; justo ahora por medio de aquella puerta que a la vez
servía como ventanal se miraba perfectamente el cielo sorprendentemente estrellado para estar
en la ciudad.

Antes de llegar al balcón había una pequeña mesa redonda con dos sofás individuales de cuero.
Del lado derecho de la habitación una televisión de pantalla plana descansaba sobre un mueble
blanco.

Frente a la televisión y del otro lado del cuarto estaba una cama matrimonial con dos almohadas
tan blancas como las sábanas que la cubrían y una cabecera café oscuro sobre la que colgaba
una pequeña lámpara rústica. a su lado una encimera de madera con cuatro cajones.

Del lado derecho del pasillo del espejo estaba un armario cerrado donde se suponía dejaran el
equipaje si es que llevaban, y una puerta, seguramente la del baño. A menos de un metro de
ésta, en la pared contigua había una puerta más, abierta en la que se veía otra cama idéntica a la
principal y lo que seguramente sería una especie de tocador.
—Puedes —había dicho Louis tosiendo un poco— puedes dormir aquí o allá —señaló la puerta
abierta-, donde prefieras.

Harry asintió sin dejar de mirarlo con esa combinación entre duda y expectativa y se encerró en el
baño para tomar una rápida ducha si es que era posible evitar el resfriado. En cuanto salió sintió
el roce del brazo de Louis al pasar junto a él para hacer lo mismo que él.

Había sido un día largo, como cualquier otro en la oficina, y la reunión en Jersey no fue todavía
mejor, más de lo mismo solamente. Por si eso fuera poco se le sumaba el cansancio mental que
Harry le causaba manteniendo su distancia desde hace tiempo y que aumentó con su odiosa
actitud durante el viaje.

Finalmente todo valió la pena cuando llegó la lluvia.

Repasaba los minutos bajo la lluvia a la vez que el agua de la ducha lo repetía.

Salió con una toalla en la cintura y otra sobre los hombros, con la que se había secado el cabello.
Al salir encontró a Harry recostado sobre la cama por debajo de las sábanas, había apagado la
luz del candelabro y miraba televisión con la lámpara de la cabecera encendida; le sonrió al verlo
salir.

Louis le devolvió la sonrisa asumiendo que Harry tomaría esa cama y se aproximó a la otra
puerta, pero la voz baja y ligeramente quebrada de Harry lo llamó.

—Louis...

—¿Sí? —se detuvo para mirarlo de vuelta, Harry ya había apagado la televisión y se había
sentado en la cama dejando ver su torso desnudo, mirándole desde abajo con un poco de temor.

—Ven.

Louis tuvo que tragar saliva para lograr avanzar el par de pasos que lo separaban de Harry,
expectante y nervioso. Lo sintió contener la respiración cuando estuvo al borde de la cama.

—Ven —repitió casi en un susurro.


Louis se acercó más, quedando a pocos centímetros el uno del otro. Harry rodeó su cuello con
brazos temblorosos haciendo que terminara de acercarse y nuevamente sus labios se
encontraran, el contacto dulce y tímido.

El fino y delicado beso no tardó en subir de intensidad, volviéndose rudo y necesitado. Harry se
dejó caer en la cama con la cabeza sobre la almohada sin soltar todavía a Louis y jalándolo con
él. Louis soltó los labios de Harry y bajó a dar suaves mordidas en su mandíbula bajando poco a
poco. Una de sus manos corrió hacia un lado la sábana que cubría a Harry comprobando que
efectivamente, tampoco llevaba nada puesto. Se posicionó sobre él, el contacto de piel con piel
sintiéndose como la gloria misma. Cuando llevó su boca al cuello de Harry y siguió
mordisqueando y chupando en la parte alta éste soltó un jadeo fuerte.

Hubiera sonreído de no ser porque Harry continuó haciendo esos sonidos que hacían que su
cabeza diera vueltas. Sentía la semi erección de Harry rozar en su vientre mientras su miembro
en mismo estado buscaba fricción desesperadamente en el muslo del menor.

Sus manos se deslizaron por todo el torso del rizado sintiendo cada centímetro de éste; cuando
Harry regresó de Francia era evidente que su cuerpo no era más el de un niño, sin embargo
nunca se había detenido a pensar en lo bien formado y trabajado que era ahora hasta hacía unos
minutos que lo había llamado con él, hasta ahora que lo tenía a su merced. Por su parte las
manos de Harry viajaban por toda la espalda de Louis y su abdomen, mantenía los ojos cerrados
dejándose hacer por completo.
Abrió las piernas para dejarle espacio a Louis de acomodarse mejor entre ellas. El mayor de
inmediato comenzó con un vaivén rítmico de estocadas largas y desesperantes para ambos
frotando ambas erecciones, Harry gimió profundo y eso enloqueció a Louis, aumentó la velocidad
haciendo que se rozaran con más insistencia, más rápido, más fuerte.

—Dios —jadeó Harry.

Louis gimió despacio y enredó sus dedos en el cabello de Harry, tirando de su cabeza hacia atrás
para dejar más al descubierto su cuello. La luz de la lámpara sobre la cabecera hacía resaltar la
delgada capa de sudor que se formaba ya en todo su cuerpo. Pasó su lengua por la manzana de
Adán de Harry, degustando su sabor hasta regresar a la boca ajena que lo pedía con
desesperación.

Lo soltó con una pequeña mordida y bajó sin dejar de besar cada porción de piel a su paso,
mordiendo las clavículas seguro de que quedarían marcas después hasta llegar al inquieto pecho
de Harry, dejando a su lengua juguetear con su pezón derecho. Harry se tragó un gemido
buscando la manera de hacer que Louis bajara un poco más. Tras trabajar un rato con su boca
sobre los pezones de Harry siguió su recorrido hacia abajo, tomándose su tiempo para disfrutar el
gusto del cuerpo bajo el suyo pese a sus sonidos suplicantes incapaces de formular palabras
coherentes.

Cuando llegó a su entrepierna la ignoró por completo, llegando hasta sus muslos que acarició
posesivamente. Los besó como al resto de su cuerpo, dejando más marcas que seguramente
dolerían después, deleitándose con la manera en que Harry se retorcía sobre las sábanas
murmurando con la respiración agitada cualquier cosa que bien podría ser su nombre
repetidamente o muchos "por favor".
Llevó una de sus manos al erguido miembro frente a él haciendo que Harry diera algo parecido a
un suspiro, lo acarició un par de veces y dejó la mano en un puño en la base de éste, rodeando la
punta con sus labios y lamiendo el pre semen. Harry gimió y sonó mejor que todo el porno del
mundo. Louis bajó por su extensión y otro de esos gemidos porno inundó la habitación, viajando
directo a su entrepierna. Tuvo que bajar la otra mano para auto complacerse.

Harry se retorcía aferrándose con fuerza a las sábanas y enterrando la cabeza en la almohada
haciendo un esfuerzo universal por no alzar las caderas y embestir en la boca de Louis que
estaba haciendo magia en su parte íntima; metiendo a su boca todo lo que podía, succionando y
lamiendo como si se le fuera la vida en ello.

El frío le impactó con la falta de contacto cuando Louis le soltó y se hizo a un lado en la cama
estirándose hacia la cómoda.

—T-tiene que... —jadeó abriendo cada uno de los cajones de ésta hasta topar con lo que
buscaba en el último— aquí —arrojó a la cama un pequeño bote de lubricante y un condón.

—¿Cómo demonios supiste que habría...? —Harry dejó la frase sin terminar al sentir nuevamente
el tacto en su pene, la mano de Louis subiendo y bajando como anteriormente lo hubiera hecho
con la boca, sintió escalofríos recorrer por toda su espina dorsal con el contraste entre su cuerpo
caliente y el frío de los dedos de Louis gracias al lubricante.
Tenía las piernas de harry sobre sus hombros, tanteó con la punta de un dedo su entrada para
que se relajara lo más posible antes de introducir la punta, Harry suspiró de entrecortado al
sentirlo, Louis hacía pequeños círculos introduciéndolo un poco más a cada movimiento. Los
pequeños jadeos suspiros de Harry le indicaron cuándo añadir uno más, siguió moviéndolos
lentamente y doblándolos hacia arriba buscando, Harry se mordía el labio cerrando con fuerza los
ojos para concentrarse en aquellas sensaciones dolorosas y placenteras. Gimió con esa voz suya
profunda cuando Louis lo encontró, su pecho subía y bajaba más rápidamente conforme el mayor
masajeaba insistentemente ese montoncito de nervios en su interior y restregaba su propia
erección contra el muslo de Harry.

—L-Louis por —gimió.

No hizo falta que lo pidiera dos veces, Louis sacó sus dedos haciéndole gemir otra vez al sentirse
vacío. Louis abrió el empaque del preservativo y se acomodó mejor entre las piernas de Harry
llevando ambas hasta sus hombros para tener un mejor ángulo y sujetó las caderas de Harry que
por su parte acariciaba con manos temblorosas el abdomen de Louis.

Empujó un poco y Harry reprimió un gruñido sosteniendo la respiración. Louis avanzaba


despacio, lo suficiente para dejar que Harry se acostumbrara antes de dejar entrar un centímetro
más; él se quejaba por lo bajo aunque sin querer que se detuviera, el ambiente era muy caliente y
el deseo aún mayor que la punzada de dolor.
Cuando estuvo dentro por completo Louis se detuvo respirando profundo , la presión en su pene
sintiéndose como una tortura, c que quería que durara para siempre, caliente y ajustado, muy
caliente.

—Por favor —jadeó Harry temblando de pies a cabeza.

Louis comenzó con los movimientos, despacio y de a poco, dejando salir ambos pequeños
sonidos por lo bajo al mismo ritmo que llevaban. Louis sujetaba con fuerza los tobillos de Harry
dejando salir pequeñas maldiciones entre dientes por las abrumantes sensaciones. Las manos de
Harry viajaron hasta el trasero de Louis apretando cada vez que se enterraba un poco más en él.

Cuando la posición se volvió incómoda para la velocidad que las embestidas habían adoptado,
Louis bajó las piernas de Harry y salió de él para acomodarse mejor, las puso alrededor de su
cintura y apoyó los codos en la almohada a cada lado de la cabeza de Harry, acariciando su
cabello y besándolo mientras lo volvía a penetrar.

Con el cambio de ángulo Harry empezó a gemir repetidamente, cada vez más fuerte, el pene de
Louis estimulaba su próstata cada que entraba y salía, nublaba su visión y todo lo que podía decir
era el nombre de Louis entre pequeños gemidos cada que su boca no estaba siendo ocupada por
la lengua del mayor.
Pudo enfocarse por un momento en lo que estaba pasando: Louis sobre él con el cabello
alborotado y algunos mechones pegados a la frente por el sudor con una iluminación perfecta
gracias a la lámpara, besándolo y jadeando, con la respiración agitada y embistiéndolo a un ritmo
enloquecedor. Sin duda la cosa más excitante en toda su vida.

Sus uñas llevaban un rato dejando líneas rojas en la espalda de Louis, dejó una seguir con ese
trabajo y llevó la otra a su propia erección para masturbarse, no tomó mucho tiempo para que se
viniera con el nombre de Louis en los labios y la sensación de fricción interna golpeándole
todavía. Segundos después Louis le siguió, corriéndose en el condón y maldiciendo en medio de
un gemido bajo.

Se miraron a los ojos por un par de segundos, Louis dejó un suave beso en los labios de Harry y
salió de él, sin embargo quedándose encima un rato más, solo acariciándose sin palabras ni más
acciones.

Un rato después Louis se levantó al baño llevándose consigo el condón usado para tirar en la
basura y una de las toallas que llevaba al terminar su ducha. Mojó ésta con agua tibia y regresó
con Harry para limpiar el desastre de semen en sus cuerpos.

—Entonces —dijo al terminar— ¿Ahora puedo ir a mi cama?

Harry lo miró serio por algunos segundos y le tiró la otra toalla encima.
—Idiota —gruño. Louis rio quitándose la toalla de la cara.

—¿Quieres acurrucarte? —preguntó dando una caricia en su hombro.

—Creo que deberíamos.

Louis se acomodó a un lado de Harry acunándolo entre sus brazos y él hundió la cara en su
cuello, respirando profundamente su aroma combinado con el propio antes de quedarse
profundamente dormido. El mayor no tardó en seguirle, dejando un beso en su cabello alborotado
antes de hundirse también en el mundo de los sueños.

Unnnngh no sean crueles conmigo, hace tres años que no escribía smut, espero que no haya
quedado tan basura.

Gracias por sus votos y comentarios significan mucho para mi Xx-


PD: Las invito a que se pasen por el fic de mi amiguita Vivian (usuario dawnrents), se llama
"Suffer Well", dejo el link en el vínculo externo :D

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Capítulo 13

Harry fue el primero al despertar, sintiéndose terriblemente cansado y con un sueño de los mil
demonios pero incapaz de volver a conciliar el sueño. El reloj sobre la televisión marcaba las seis
así que si acaso había dormido poco más de cuatro horas. Louis ahora dormía plácidamente boca
abajo como si nada pudiera despertarlo a menos que fuera una verdadera catástrofe.

Tras aproximadamente media hora de dar vueltas en su lado de la cama sin éxito para volver a
dormir, Harry se levantó (no sin sentir una característica molestia al levantarse) y fue directo al
baño.

La noche anterior no tuvo el tiempo o tal vez el deseo de darse un baño como tal sino una ducha
rápida solamente, así que esta vez abrió las llaves de la bañera a una temperatura que consideró
adecuada y dejó que se llenara mientras tarareaba alguna canción que tenía en la cabeza al
despertar.

Terminó tirando en la bañera un poco de algún líquido para burbujas que había en un estante y se
sumergió en éstas, mantenía la mente en blanco simplemente mirando los mosaicos y las
esferitas de jabón en el agua que le cubría hasta el cuello y hubiera querido mantener las cosas
así por todo el tiempo que le fuera posible de no ser que simplemente no se puede ignorar a la
conciencia todo el tiempo.
Tampoco era como si haber tenido sexo con Louis fuera algo que se pudiera ignorar solamente,
de hecho estaba muy consciente de ello y era como si aún pudiera sentir sus manos por el cuerpo
y su aliento contra su cuello.

Pero se suponía que él se había ido tanto tiempo para bien y que incluso si había regresado para
volverse a infectar con aquél tóxico virus que la gente llama "amor" sería con la misma persona
de siempre; y lo había intentado, tal vez no de la mejor manera pero lo había intentado.

Ahora con la mente más clara (o más confundida dependiendo desde qué punto de vista se mire)
y el agua ya fría entumeciéndole los músculos, no estaba seguro de sentir algo tan fuerte por
Louis como para que no contara como un error.

Cuando Louis despertó el sol no estaba muy alto pero ya había salido por completo y no había
nadie más en la habitación salvo una nota adherible en el espejo.

"Desayuno en el restaurant de la planta baja. -H".


Resultaba sorprendente que ya faltando un mes para la boda Sam tuviera su primera salida a
solas con los Davis.

Las veces anteriores se había rehusado a hacerlo solo, siempre le había acompañado alguien
más de su familia o de su círculo de amigos, pero ahora estando solo con Catherine y sus padres
por primera vez se daba cuenta de que tal vez, solo tal vez, podría llevarse bien con ellos.

Los tres se esforzaban por mantener una plática agradable con él, y eso era sencillo, él siempre
fue de aquellas personas que pueden hablar de lo que sea mientras el ambiente sea cómodo.

Incluso podría acostumbrarse a la mano de Catherine con el brillante anillo sobre la suya.

Podría con todo esto mientras no se enteraran de que había pasado la noche con Juliet Wander,
alguna muchacha hija de un productor, o de que le pareció ver cámaras por la ventana de la casa
de la chica, y no precisamente de su padre.
Mientras hubiera sido una alucinación (y rogaba que lo fuera), podía con ello.

Harry no regresó a la habitación, Louis tuvo que ir a buscarlo cuando ya era hora de irse y lo
encontró con una taza de té mirando por la ventana, se limitó a asentir y dejar su té sin terminar
para seguirlo al estacionamiento. Harry conduciría.

Y como si el viaje regresara al inicio conforme pasaban por las mismas calles, como si recogieran
todo lo que fueron dejando a su paso la noche anterior cuando comenzaba a llover, así regresaba
el silencio incómodo que duró horas.

—¿Qué tienes? —preguntó Louis sabiendo la respuesta, ya estaban en Long Island.


—Me estoy sintiendo mal —mintió.

—¿La lluvia te hizo mal?

—Eso creo.

—Y te burlabas de mi hermano.

Harry no respondió. La tarde era tranquila y eso se notaba en la gente paseando pacíficamente
por las calles, por un segundo deseó ese tipo de tranquilidad en cada sencillo aspecto de su vida,
a este punto volvía a ser un garabato interno.

—Harry...

—¿Hm?
—¿Vamos a empezar de nuevo?—-Louis suspiró frustrado.

—No sé —murmuró—. Me siento...

—Culpable —terminó la frase.

No hubo respuesta. Louis rio sin gracia pero exageradamente. Harry lo miró molesto.

—Estoy... cansado —puso ambas manos sobre sus rodillas cuando paró—. Creo que después de
todo simplemente eres muy joven. O inmaduro, da igual.

—Ah ¿lo soy? —alzó la voz.


—Lo confirmo.

—¿Para qué fue este viaje de todas formas? Has viajado solo antes.

—Quería solucionar las cosas.

—¡Lo planeaste! —gritó.

—¿Qué?

—Por favor, no llegaríamos a la casa, nos quedaríamos en el mismo cuarto y encima de todo
quisiera saber por qué demonios sabías que habría condones y lubricante en la habitación
¡Maldita sea, lo planeaste! —golpeó el volante con ambas manos.

—¡Sí, obviamente yo lo planeé! ¡Fui yo quien te esperó sin nada de ropa encima cuando saliste
del baño! —gritó también exagerando movimientos con las manos— Yo fui quien prácticamente
suplicó que tuviéramos sexo, qué estúpido ¿cómo es que te acabas de dar cuenta?
Harry lo miró dolido por un par de segundos y después volvió la vista al frente. No tardaron mucho
en llegar a la casa y estacionar el auto en el garage.

—Tenías razón —dijo entre dientes Louis—, ni siquiera sabes lo que quieres.

Bajó del auto dejando a Harry dentro y caminó con las manos en los bolsillos, cruzando el patio
sin importarle si alguien miraba la manera furiosa en la que se movía. Estaba frustrado y quería
un cigarrillo, una copa de vino y que una caja fuerte aplastara a Harry.

En la entrada de la casa se encontró con su hermano al casi chocar con él.

—¡Louis! tenía un tiempo sin verte.

—Lo mismo digo —se puso a la defensiva al instante— ¿tuviste el desayuno con los Davis?
—Sí, uh —dudó—, aburrido, ya sabes. Lo de siempre.

—Sí, lo imagino —tosió.

—¿Te estás enfermando?

—Tal vez.

—Ya... ¿Y Harry?

Sintió su estómago revolverse ligeramente, bien pudo responder un "No sé y no me


interesa" o "Bien, anoche nos acostamos ¿sabes? lo detesto". Su mayor impulso era la segunda
opción.

Entonces recordó que si Harry se sentía culpable por eso era seguramente porque aún sentía
algo por Samuel.
Y maldición.

Tenía que haberlo olvidado momentáneamente, no importa, no volvería a suceder así tuviera que
pegar recordatorios por toda su oficina: sólo estás distrayendo a Harry para que no se entrometa,
nada con él va en serio.

Y definitivamente no iba a dejar que un mocoso obsesionado volteara su mundo de cabeza.

-Debe seguir en el garage —espondió serio.

—Ya veo —sonrió y le dio la vuelta como un niño que oculta la evidencia de sus travesuras—
¿envíale mis saludos?

Louis asintió y continuó su camino, iría a la biblioteca, definitivamente. Ahora también necesitaba
una aspirina porque tenía el presentimiento de que lo que fuera que Samuel ocultara no era nada
bueno. Al final, ninguno de los dos guardaba secretos insignificantes.
Corto corto, lo siento, las adoro -xx.

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Capítulo 14

Louis Tomlinson había crecido con la vida que cualquier niño pudo desear, rodeado de los
mejores lujos y teniendo siempre incluso lo que no pedía.

Desde muy pequeño estuvo bajo el cuidado de una niñera que recién llegaba desde California
con una buena paga por vigilarle las veinticuatro horas del día y encargarse de sus comidas, baño
y todo lo que requiere un bebé. La chica había crecido con tres hermanos menores así que no
tuvo problema alguno en hacerse cargo de él, Sandra era su nombre, su piel era clara y su
cabello negro y corto, tenía ojos color miel y era la persona más dulce que pudo pedir.

Los señores Tomlinson viajaban mucho más en ese entonces así que no era de sorprenderse que
Sandra fuera quien crió a Louis durante su primera infancia, quien asistió a sus festivales, incluso
quien inculcó sus primeros modales y lo impulsó a leer y escribir desde casa fuera del jardín de
infantes; por ende quien se ganaba todos los dibujos y pequeñas manualidades hechas por él.
Ella también vivía en la casa, en el pequeño edificio de las habitaciones de servicio que desde
ese entonces ya estaba ocupado por varias personas; así que estaban juntos todo el tiempo y
formaron un vínculo especial y sólido lleno de cariño y afecto.

Pero ella era joven y tenía una vida por delante, había encontrado a alguien para compartir el
resto de su vida, se casó y tuvo que abandonar esa casa, su empleo como nana y por supuesto,
al pequeño de la familia.

Algunos dicen que la personalidad de un infante se forja durante los primeros siete años de vida,
no todos los especialistas están de acuerdo en esto; sea verdad o no, Louis tenía cinco años
cuando Sandra se fue y su pequeño e inocente mundo dio un giro completo. Le siguieron más
niñeras, cada una no durando más de dos meses gracias a él y su dificultad para llevarse bien
con ellas, en parte debido a una negación personal al darse cuenta de que ella no volvería.

La única persona que estuvo con él en los momentos importantes, la única persona que lo
arropaba al dormir y le cantaba para calmarlo cuando tenía pesadillas, quien fue una madre para
él cuando Johanna no estuvo (siempre) se había ido, sin importarle qué sería de él. Ella sería feliz
y formaría una familia de verdad con hijos que comieran todas sus verduras y miraran los
programas de televisión que miran todos los niños de su edad en lugar de simples documentales.

Louis se aisló, continuó mirando ese tipo de programas e hizo de la biblioteca de la casa su
espacio personal, leyendo solo lo que entendía y enfocando toda su atención restante en repasar
las tareas de la escuela, no necesitó otra niñera porque no pasaba ya tiempo con nadie más que
con sí mismo. Comía lo que la cocinera preparaba y las mucamas se encargaban de su
habitación; aprendió que no necesitaba a Sandra, no necesitaba a nadie.

Su hermano tenía un año de haber nacido y tenía a su propia nana, Louis intercambió palabras
con ella a lo mucho cinco veces, nunca supo si la conexión con Sam a ella se aproximó tan
siquiera a la suya con Sandra y tampoco le interesó. Desde siempre supo que ellos dos serían
diferentes.
Sus notas en la escuela eran considerablemente altas causando desde siempre admiración entre
profesores y alumnos, su nombre estaba en lo más alto del cuadro de honor sin importar cuántos
cambios hubiera debajo. Sin embargo cuando los otros niños intentaban acercarse a él
terminaban huyendo por su hostilidad e indiferencia hacia los demás. Lo mismo en secundaria,
diplomas y reconocimientos y ni un ápice de interés por socializar, porque no necesitaba a nadie.

En la universidad se repitió el mismo patrón a niveles más grandes, desde el principio todas las
expectativas de la facultad estaban sobre él y en el campo estudiantil no tuvo problema alguno;
en cuanto a las fiestas no fue invitado a ninguna y muy pocas veces cruzó palabras con su
compañero de cuarto. De todas formas se graduó con honores y siendo el orgullo de sus
profesores.

A los veintiún años su padre lo puso al frente de la distribuidora de la familia durante seis meses
como una prueba, y lo hizo de hecho mejor que él en todos esos años. Se quedó con ese cargo y
en poco tiempo fundó también la constructora y una fundación contra la venta de animales
exóticos. En diversos medios locales y no locales se comenzó a hablar de cómo el primogénito de
los Tomlinson engrandecía las propiedades del apellido en poco tiempo a una edad
impresionante, y en sus propias palabras, sin necesitar de nadie.

Después vino la crisis personal, cuando se dio cuenta de que necesitaba de sí mismo en una
faceta distinta para negociar y que todo eso no le estaba dejando más que cortas alegrías y la
oportunidad de enaltecer su ego públicamente un poco más. Fuera de eso, no había amistades,
romances ni otros objetivos. ¿Qué es de la existencia de una persona cuando no queda nada por
lo cuál luchar, cuando ni siquiera se le puede seguir llamando vida?
Después de no haber tenido el valor para concretarlo, decidió que seguiría sin necesitar a nadie
salvo a sí mismo.

A pesar de todo esto, todavía había noches y madrugadas cuando se acumulaban imágenes
abstractas con un significado en específico. Dibujos a crayón rotos por la mitad, libros de
ilustraciones quemados, diplomas roídos y montañas sofocantes de dinero; todo cayendo por un
agujero negro por el que él también caía, sin detenerse.

Despertó sudando y sin un poco de sueño ya gracias a la impresión de la misma pesadilla de


siempre con una pequeña e insignificante variante que no recordaba bien.

Después de un baño rutinario y de elegir el traje que usaría ese día y la camiseta de Pearl Jam,
bajó por el café que como era costumbre ya estaba servido y humeante en su taza negra sobre el
desayunador.

—Buenos días —saludó a María que lavaba los platos.

—Joven Tomlinson, buenos días —saludó ella con una tierna sonrisa. Louis la hubiera
correspondido si no se encontrara ya con la taza en los labios probando el sabor amargo del café
negro.

Él avisaba la noche anterior si quería desayuno por la mañana porque por lo general solo bebía el
café y salía a su oficina, así que si ella ya estaba limpiando significaba que sus padres ya habían
salido, Sam se levantaba mucho más tarde.

Buscó por toda la cocina a alguien sin nombre ni apariencia, no más identidad que la que estaba
en su cabeza como una sola idea. Tal vez en el vestíbulo o el patio, pero la cocina tenía vista a
ambos lugares y no encontró nada, muy raro que María fuera la única persona en la casa.

—Creo... —comenzó dejando la taza sobre la mesa— puede que hoy necesite ir a Manhattan.
Des llevó a mis padres ¿cierto? —ella asintió— ¿Y dónde está Harry?

-Ah -exclamó ella como si recordara algo- el muchacho salió temprano.

—¿Dijo a dónde iría? —preguntó ya con más interés en el tema.

—A la ciudad —dejó el último plato en el escurridor y se secó las manos—. Me preocupa, ha


estado muy distraído ¿sabe? y antes de irse dijo algo sobre una galería en la que quiere trabajar
—Louis dio el último trago a su bebida y se levantó para llevar la taza—. Una vez mencionó algo
sobre buscar empleo y mudarse solo a la ciudad.

Louis se sintió extraño en ese momento, como si las palabras de María hubieran impactado
directo en todo su torso hasta casi hacerlo retroceder y un sentimiento de negación ligero como
un fantasma.

—Ya estuvo lejos mucho tiempo, no es secreto que lo estimo mucho, casi como a un hijo. No me
gusta la idea de que vuelva a irse —continuó ella tocando su brazo que se extendía para dejar la
taza en donde ya no había trastes sucios.

—No —dijo él con voz firme dándole la razón.

—Estaría más cerca, pero me he acostumbrado a tenerlo aquí a diario otra vez —explicó y él
asintió—. En fin, espero que regrese a tiempo para llevarlo, le diré ¿a qué hora tiene que estar
allá?

—Puedo ir solo, no te preocupes —sonrió sin ganas y le dio un par de palmadas suaves en el
hombro— ten un buen día.
—Igualmente —ella sonrió y se dio la vuelta para lavar también la taza que Louis acababa de
dejar.

Su trato con ella era un poco más cercano a como lo era con el resto de los empleados de la
casa, era otra de las personas que le conocieron desde niño y tenía mucho tiempo trabajando
para su familia al igual que el padre de Harry.

Ciertamente cuando Harry llegó siendo prácticamente un bebé tampoco le prestó atención, como
a cualquier otra persona que le rodeaba. Crecieron, él aprendía de las personas con la muy poca
interacción que tenía con ellas de vez en cuando, aprendió que al mocoso le gustaba su hermano
porque honestamente cualquier persona pudo notar eso, le dio igual. Lo único interesante de
Harry era que podía ser pisoteado y seguir buscando no serlo, podría decirse que el pobre daba
lástima. Hasta que comenzó a tratarlo desde que regresó de su largo viaje de cuatro años se dio
cuenta de que a veces vale la pena detenerse a charlar con algunas personas sobre cualquier
cosa, personas como Harry.

Aunque claro, tenía que arruinarlo todo con su eterna indecisión sobre lo que quiere y lo que no,
con su manera voluble de cambiar de parecer y su estúpida confusión sobre lo que sea que pase
por su cabeza cuando se trata de Louis.

Tampoco necesitaba de Harry, nunca lo hizo y estaba seguro de que nunca lo haría, pero él
simplemente no podía irse, no podía escapar porque de todas formas nada garantizaba que
dejara de meterse en el camino y ya Louis no podía dejar de recordarse que esto se trataba de
distraerlo de la futura boda. Cuando lo olvidó arruinó todo su avance.

Pensó en todo eso mientras conducía al edificio, mientras entraba a su oficina y mientras firmaba
algunos papeles y revisaba las acciones de lo que iba del día. Nunca tuvo muchas dificultades
para resolver conflictos aunque ahora mismo cualquiera diría que estaba tomando medidas
desesperadas, todo por el bien de todos.

Tenía la página abierta en el ordenador portátil sobre el escritorio de madera fina en la pared
contraria a la mesa de cristal en donde se reunía con socios constantemente, la puerta se abrió
anunciando a su hermano menor vestido tan informal como siempre. Levantó la vista de la
pantalla y se incorporó para recibirlo.

—Me dijeron que estabas desocupado y podía entrar —dijo Samuel como excusa cerrando la
puerta antes de que Louis pudiera quejarse o echarlo.

—Está bien —Louis se levantó— ¿qué se te ofrece?

—Sí... yo... —juntó ambas manos frente a él de manera nerviosa— tengo un problema.
Había ido por fin dispuesto a confesar que había engañado a su prometida y eso tal vez no era
tan grave, sino que era muy probable que hubiera fotos en manos de la prensa quienes estaban
listos para soltarlas en el momento indicado y arruinar todo lo planeado. Pero Louis caminaba de
un lado a otro con las manos detrás de su espalda, más encerrado en sus propios pensamientos
que en lo que sucediera a su alrededor.

—Sé que mayormente no te interesa —continuó—, pero créeme que es importante.

Nada. Lo más probable era que Louis ya estuviera formulando en su mente las probabilidades de
que el problema de Samuel le afectara y fuera esa la razón de que acudiera a él antes que a
alguien más, pero no estaba escuchando.

Se había acercado a mirar por los ventanales; y puede que fuera una persona muy cerrada pero
al final, conviviendo como tal o no, eran hermanos y lo conocía. Supo que algo estaba mal.

Se acercó al escritorio a revisar lo que fuera que Louis estaba haciendo cuando él llegó, mientras
tanto Louis no se movió.

—Louis —frunció el ceño mirando la pantalla—, tú no viajas.


—No.

—¿Por qué revisabas vuelos a París?

Louis dio dos pasos atrás y siguió caminando con la misma postura, en círculos por todo el cuarto
bajo la mirada curiosa de su hermano.

—Voy a enviar a Harry de vuelta a París —respondió—, él nunca estuvo listo para volver.

Sorpresa :) gracias por comentar y votar bbys xx-

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Capítulo 15

Las mismas calles de Nueva York pueden ser consideradas un ícono nacional, no parece haber
nadie que no conozca por lo menos la quinta avenida o el emblemático Central Park. Sin embargo
Nueva York es un estado con mucho más que lo que todo el mundo conoce, y es que realmente
no se puede terminar de conocer todo el mundo con perfección en cada uno de los detalles.
De todas formas sería muy aburrido, imaginar que se recorre el mundo entero resulta una imagen
mental encantadora porque lo primero que se piensa es en esos lugares históricos pero resulta
incluso aterrador pensar en pasar por cada pequeña calle y cada insignificante callejón que no
tienen nada más que ofrecer que una vista casi igual a la anterior.

La diferencia con las calles de París es que nunca tuvo el tiempo suficiente para prestarles tanta
atención y fastidiarse de ellas. Nunca consideró incluso la posibilidad de aburrirse de la vista de
su habitación, el tiempo que estuvo fuera todo siguió pareciendo nuevo siempre. Tal vez también
era que las cosas allá marchaban tan bien que las calles eran tan solo el condimento de aquella
semi perfección de vida que llevaba.

Los días en París se sentían tan lejanos a pesar de haber pasado tan solo tres meses desde su
regreso a casa. El aire ya se sentía más frío de lo normal a cualquier hora del día y cada vez era
más común ver a la gente cambiar sus atuendos ligeros por suéteres y botas. El helado viento no
le golpeaba en la cara porque los vidrios del auto estaban arriba pero aún así podía mirar de reojo
cómo hacía volar las hojas caídas de los árboles ahora teñidos de tonos anaranjados.

En esos tres meses pasó por situaciones por las que nunca pensó que tendría que pasar,
comenzando por encontrar a Samuel Tomlinson comprometido, pasando por semanas y semanas
de constantes paseos con Louis Tomlinson y finalizando en lo sucesos más extraños todavía
como haber terminado en la misma cama con él. Y no quería repasar en su mente todas esas
cosas que hace tres meses hubiera considerado posibles únicamente en algún universo alterno,
así que hacía lo de siempre: cantar cualquier canción de la radio y mirar las mismas aburridas
calles que ya podría conocer de memoria.
Esa mañana como ya era costumbre fue a la cocina a desayunar algo para después salir a la
ciudad, pero esta vez se encontró con el recado de que el hijo mayor de los Tomlinson pidió que
fuera a recogerlo a su oficina en la tarde. No creyó que algún día odiaría tanto que su padre se
encargara de llevar y traer a los padres de Louis ya que de lo contrario él no sería requerido en
aquellas situaciones.

No hablaba con Louis desde la salida a Nueva Jersey y aunque no había pasado mucho tiempo
desde esa ocasión hubiera preferido no volver a hablar con él nunca. Pero no había conseguido
el empleo en la galería y tampoco un departamento tan pequeño como lo necesitaba, así que no
estaba en posición de sacar a flote el orgullo y negarse a lo que se le pedía.

Se estacionó frente al edificio porque de todas formas el auto era de la familia y estaba seguro de
que en cualquier momento saldrían los encargados de estacionarlo en un mejor lugar. Entre las
indicaciones de Louis fuera que avisara cuando llegara, no le dio hora exacta para hacerlo.

Metió las manos a los bolsillos durante los pocos metros que separaban la puerta del auto de las
puertas automáticas del edificio. Después de éstas había un largo escritorio circular con una
mujer de mediana edad detrás revisando cosas en una computadora, se detuvo frente a ella.

—Buenas tardes —ella hizo un gesto con la cabeza y repitió esas mismas palabras casi
automáticamente y en un cansado volumen muy bajo—, estoy aquí por Louis Tomlinson.
La mujer tecleó un par de veces más manteniendo la fija vista en el monitor. Harry notó que la
gente entraba y salía sin parar de las puertas abiertas a los lados que seguramente llevaban a
oficinas, pasillos y escaleras.

—¿Harry Styles? —la recepcionista volvió a captar su atención con su nombre en forma de
pregunta.

—Sí.

—El señor Tomlinson pidió que subiera.

Harry la miró incrédulo por un par de segundos esperando a que dijera que era una broma o que
era una equivocación en los nombres o cualquier cosa, pero no que tenía que subir al espacio
privado de Louis, que era lo que menos quería.

—Octavo piso a la derecha —dijo ella cansada de que Harry no se moviera.


—Gracias —suspiró y se dio la vuelta hacia el ascensor, donde le indicó el piso al que iba al
sujeto encargado de eso.

En el trayecto golpeaba el suelo con los pies al ritmo de la característica música de elevador y
notó que sus manos sudaban, culpó a los bolsillos puesto que aún las llevaba dentro de ellos y el
frío era únicamente afuera gracias al viento de otoño.

Agradeció al hombre del ascensor y descendió de este una vez que las puertas se abrieron. Giró
a la derecha justo como le dijeron y se encontró frente a decenas de personas trabajando en
computadoras sobre sus escritorios, nadie pareció percatarse de su presencia. Al final de la
enorme habitación un escritorio ubicado de manera perpendicular en relación a todos los demás
mostraba a una mujer que ordenaba papeles y garabateaba algunas cosas en una libreta de
notas. Justo a su lado y después de una maceta con una planta de bambú de tamaño
considerable, una puerta grande de madera dejaba ver una placa similar a las de la entrada.

"L. Tomlinson"

Se dirigió a esa puerta pero la mujer del escritorio junto al bambú (de quien fácilmente diría que
no podría ser otra que la secretaria de Louis) lo detuvo poniendo expresión de pocos amigos.
—Nombre, por favor.

—Styles —respondió rápidamente. La secretaria buscó en una agenda entre todo el desorden de
su escritorio y después le sonrió mostrando los dientes.

—Ah, muy bien, adelante, señor Styles.

—¿Gracias? —el tono de pregunta fue por el cambio de actitud de la secretaria al saber quién
era.

Por un momento cruzó por su cabeza la idea de que Louis le haya indicado que se trataba de
alguien importante, mas ese pensamiento lo abandonó de inmediato al notar lo ridículo que
resultaba. Abrió la puerta de la oficina de Louis y entró con inseguridad cerrando la puerta detrás
de él.

Se trataba de un espacio muy amplio y lleno de la luz que entraba de afuera ya que dos paredes
estaban sustituidas por amplios ventanales con vista a las áreas verdes de la zona y los tejados
de edificios más pequeños. En un rincón un pequeño bar se mostraba lleno de botellas de licor
del más alto prestigio y numerosas copas que reflejaban la luz de la habitación. Al centro lucía la
enorme mesa rectangular de cristal rodeada de acolchadas sillas de cuero negro. Junto al otro
muro estaba el que supuso sería el escritorio de Louis, con un tamaño aproximadamente tres
veces mayor que los de afuera y una silla a cada lado, mejores que las que rodeaban la mesa.
Detrás del escritorio y frente a una separación antes del final de la habitación, un librero grande
lleno de los artículos favoritos de Louis, probablemente escritos también por sus autores favoritos.
Finalmente en el rincón de las dos paredes de cristal había una sala de sofás de cuero negro otra
vez, con una pequeña mesa redonda para café al centro.

Louis apareció detrás del librero, o más bien de la estrecha barda que respaldaba a éste; teléfono
en mano sostenido junto a su oído.

—Entonces ordena otros cien —continuó en su conversación incluso después de haber visto a
Harry.

Su cabello estaba tan ordenadamente desordenado como era usual y saba uno de sus
característicos trajes negros, aunque una vez más sin la corbata ni la camisa sino la misma
camiseta de Coldplay que Harry le había comprado para el concierto. El menor rio sin ganas
notando como en verdad Louis usaba ese tipo de ropa combinada con la que siempre había
usado para el trabajo desde que él le dijo que le gustaba cómo lucía.

—Sí, que lo hagan... no, no me interesa... lo que sea necesario —y cortó.

—Estoy aquí —dijo Harry al no encontrar nada más para saludar.


—¿En serio? —respondió con sarcasmo dirigiéndose al mini bar, Harry rodó los ojos—. Te
esperaba más tarde.

—No, yo no quiero —protestó cuando notó que Louis servía dos copas.

—¿Por qué no?

—Creo que deberíamos limitarnos a como eran las cosas antes de que me fuera, esta vez de
verdad. No nos está haciendo ningún bien, Louis, y yo tampoco quiero que estemos mal, solo
normales. He estado pensando y es lo mejor.

—¿Te han dicho que hablas mucho para no decir nada? —Louis le dio su copa, Harry la recibió
dudando— Tranquilo, es amaretto, no te voy a emborrachar.

Con una mano en la espalda de Harry, Louis lo guio hasta la sala de la oficina. Ya ahí
completamente sumiso Harry tomó asiento, aunque en un sillón distinto al que ocupaba Louis y se
dedicó a beber pequeños sorbos de sus bebidas sin mirarlo.
Louis también bebía a cortos tragos, aunque a diferencia de Harry él sí lo miraba, fijamente y
tratando de intuir lo que sea que estuviera pensando, aunque con Harry nunca era muy
complicado.

—Estoy avergonzado —murmuró, Louis pudo escucharlo en el silencio del lugar.

—¿Por qué?

—Sigo intentando poner distancia entre nosotros y tú sigues tratándome como si nada ocurriera,
quedo mal.

Eso le sacó una pequeña y desganada risa a Louis, dejó su copa en la mesa circular y se inclinó
hacia el frente apoyando los codos en las rodillas.

—Bueno, tampoco hemos interactuado mucho en los últimos días.


—Ah, créeme que no he interactuado con casi nadie en los últimos días —se justificó.

—¿Ni siquiera mi hermano? —Harry negó— bien, si hubieras dicho que sí sabría que mentías; ha
estado actuando extraño. La semana pasada vino a decirme que tenía un problema y se fue sin
contármelo, desde entonces no he hablado con él —intentó comenzar la plática. Harry suspiró de
frustración y enterró el rostro entre las manos.

—Es que...

—¿Qué ocurre?

—Es que toda mi vida creí que si había un indicado para mi sería él —balbuceó—, pero tú tenías
razón.

Dejó pasar un rato en el que ninguno de los dos dijo nada, entonces descubrió su rostro y miró a
Louis por primera vez desde que se sentó.
—Tenías razón —repitió—¡Maldición, tenías razón! —gritó— ¡No sé lo que quiero! ¡No he
madurado en lo absoluto! —golpeó sus rodillas con los puños—. Creí que me había ido para
regresar con una nueva vida y reestablecerme por completo, creí que ya había crecido y ya era
maduro y podía comprender lo que busco... —suspiró una vez más— pero creo que lo único que
cambió fue mi guardarropa.

—Harry...

—¡No! ¡Grítame, Louis! —comenzaba a alterarse de verdad— Dime que no merezco nada más,
que nunca debí regresar... ¡Por Dios, deja de tratarme así!

—Ya, cálmate —Louis se cambió de asiento, sentándose a su lado y rodeándolo con un brazo.

Al principio Harry se resistió pero terminó cediendo y apoyando su cabeza en el hombro de Louis
hasta que se hubo relajado un par de minutos después.

—Y ahora acabo de hacer el ridículo.


—Merecías un pequeño colapso —frotaba su hombro con una mano—. Ahora, sé qué te puede
hacer sentir mejor —Harry levantó la cabeza—. Necesitaba que vinieras por mi porque iré al
teatro con algunos socios, una especie de ópera, nada formal, simple "socialización". Si no
aceptas de todas maneras haré que me esperes afuera, pero créeme que lo disfrutaré mucho
más si entras conmigo.

—Nunca he ido a la ópera —admitió.

—No es tan aburrido como parece ¿qué dices?

Harry lo consideró por algunos momentos.

—Creí que dije que ya no quería salir contigo.

—Creí que dijiste que no sabías lo que querías —contraatacó. Ante eso Harry ya no tuvo más
argumentos—. Ni siquiera tendrías que seguir fingiendo ser de la alta sociedad, no les tienes que
hablar si no quieres.
—Voy —aceptó.

—Entonces vámonos.

Louis se levantó y le ayudó con una mano a Harry a levantarse por el simple gusto de hacerlo ya
que no era verdaderamente necesario.

—Tengo más noticias para ti, he decidido ir a París —dijo mientras caminaban a la entrada. Harry
se detuvo en seco y lo enfrentó con una expresión total de sorpresa y alegría.

—¿En serio? ¡Te va a encantar! No puedo creer que al fin te decidieras a ir.

—Completamente en serio, en Noviembre.

—Me alegro tanto por ti, Louis —dejó que el mayor rodeara sus hombros con un brazo,
completamente en contra a la mentalidad que llevaba al entrar al edificio.
Moría de ganas de hablarle más a Louis sobre todo lo maravilloso que encontraría París y lo
mucho que le gustaría cada pequeña cosa allá, pero al final tendrían más tiempo para hablar de
eso. También deseaba comunicarle de alguna manera que le gustaría regresar, completamente
inocente de que no sería Louis quien subiera a ese vuelo.

Bien, espero que les haya gustado, gracias por leer :3 las quiero xx-

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Capítulo 16

Llegaron casi comenzando la función, así que no hubo que fingir por mucho tiempo acerca de la
vida de Harry, y él agradeció infinitamente eso, además los sujetos que los acompañaban esta
vez eran mucho menos entrometidos que todos los que conoció anteriormente.

Tenían un balcón privado y el teatro daba un aire antiguo, era la primera vez que Harry iba a una
función de ópera y a pesar de que le gustaban las artes de todo tipo y le habían dicho muchas
veces que tenía buen oído, no fue lo que esperaba.

No es que no fuera una buena obra, es que simplemente no la entendió.


Cuando terminó a quien agradeció fue a Louis, que no quiso quedarse otro rato con la excusa de
que dejó un par de asuntos pendientes en su oficina; lo cual al final no fue una excusa, ya que le
pidió que lo llevara de vuelta al edificio, sólo que fue el teléfono y no asuntos pendientes lo que
había olvidado.

En fin, ya era cercana la media noche y no quedaba casi nadie en el edificio aquél mas que
alguna que otra persona que terminaba de revisar las acciones del día, incluso el piso en el que
estaba la oficina de Louis estaba vacío.

—¿Entonces? ¿Estuvo bien? —preguntó caminando a la gran puerta de madera.

—Sí —se apresuró a mentir.

—¿Sí? Te estabas quedando dormido, Harry.

Harry se sonrojó mientras Louis ingresaba en la oficina con él detrás suyo cerrando la puerta.
Louis corrió al escritorio y efectivamente, ahí estaba el celular. Lo guardó en su saco mientras se
reprendía a sí mismo en voz baja por haber sido tan tonto y dejarlo ahí al colgar cuando llegó
Harry en lugar de guardarlo inmediatamente.
—Lo siento —dijo Harry apoyado en la puerta. Louis alzó la vista al escucharlo.

—¿Por qué?

—Porque en realidad no entendí la obra —se encogió de hombros apenado.

Louis sonrió de lado, no su sonrisa cínica y ególatra, una de verdad y se acercó a él.

—No tienes que disculparte por eso.

Harry clavó su mirada en la suya y antes de que Louis pudiera reaccionar atacó sus labios con
miedo a ya no ser correspondido después de todo lo ocurrido. Pero eso no sucedió, Louis
correspondió al beso sin dudar e incluso retiró el gorro de lana que Harry llevaba para poder
enredar los dedos entre su largo cabello como acostumbraba hacerlo cada vez que lo besaba, y
eso a Harry le gustaba.
El beso fue aumentando de intensidad, cada vez un poco más hasta que se volvió húmedo y
caliente. Harry buscó a tientas en la pared el interruptor que Louis había accionado al entrar y
apagó las luces de la enorme habitación. No quedaron completamente a oscuras gracias a los
ventanales. El abrigo de Harry y el saco de Louis terminaron en el suelo en cuestión de segundos
y ellos avanzaron torpemente hasta la pequeña sala de la oficina.

Louis se dejó caer en uno de los sillones jalando a Harry consigo, las manos por dentro de sus
camisetas tocaban todo lo que podían y el aire se hacía cada vez más escaso en sus pulmones.

Harry miró por un par de segundos a Louis y sus manos se apresuraron a desabrochar el
pantalón del mayor mientras él se deslizaba entre sus piernas, quedando arrodillado frente a él en
el suelo y acariciándolo lentamente. Louis tragó fuerte sabiendo lo que vendría.

Metió solo la punta en su boca, haciendo lentos círculos en ésta con la lengua. Louis soltó de
golpe todo el aire contenido en sus pulmones y murmuró un "joder" ronco.

Harry dio una lenta lamida en el frenillo y Louis gimió, provocándole una sonrisa interna de
satisfacción. Prosiguió a meter un poco más en su boca, succionando lento y poco; Louis se
mordía los labios tratando sin éxito de evitar sonidos muy fuertes.

Los dedos de una de las manos del menor subían y bajaban por toda su extensión haciendo
presión y esparciendo la saliva que soltaba; con la otra mano masajeaba sus testículos y detrás
de ellos con otro de sus largos dedos, llevando a Louis al límite.

Tiró de su cabello cuando las sensaciones se volvieron casi insoportables y eso a Harry pareció
gustarle, gimió profundo sin sacar a Louis de su boca y esa vibración hizo que Louis gimiera
también, tan fuerte que agradeció que no hubiera nadie en ese piso. Harry lo notó y repitió su
acción mirando directo a los ojos de Louis, cuyo pecho subía y bajaba rápidamente.

Siguió succionando bajando cada vez un poco más con algo de esfuerzo hasta que logró tener
toda la erección dentro. Con su mano ahora libre daba pequeños apretones en el muslo izquierdo
de Louis y continuaba metiendo y sacando el pene de su boca con Louis maldiciendo entre
jadeos y soltando gemidos entrecortados mientras daba pequeños jalones al cabello de Harry,
hasta que sintió no poder más y jaló con fuerza dándole a entender que estaba a punto.

Aún así Harry no se alejó del todo y se detuvo de nuevo en el glande jugueteando con más
intensidad que al principio hasta que sintió los cálidos disparos en forma de chorros.

Lo soltó con un sonido húmedo y limpió con su pulgar un poco que había quedado en sus labios,
chupándolo después sin despegar de Louis su mirada llena de lujuria. Subió por su cuerpo
quedando sobre él con las rodillas a cada lado de su cadera y lo besó con la misma intensidad de
hacía un rato. Las manos de Louis no perdieron tiempo y tras un par de caricias en el notorio
bulto en los pantalones de Harry, lo desabrochó bajándolo un poco junto con la ropa interior.
Lo envolvió con su mano, jugando con el pulgar en la punta y esparciendo el líquido pre seminal
por toda su erección. Lo masturbó rápidamente y Harry ahora se derretía en cortos gemidos y
jadeos, enterrando su rostro en el cuello de Louis asegurándose de hacerlo muy cerca de su oído
y mordiendo y chupando donde seguramente dejaría vistosas marcas.

Su ronco gemido a la vez que la mano del mayor se humedecía anunciando que Harry se había
corrido seguramente perseguiría a Louis siendo el sonido de fondo de sus pensamientos eróticos
por el resto de su vida.

Cuando ambas respiraciones se tranquilizaron, Harry buscó con sus labios los de Louis,
besándolo esta vez de manera delicada y suave.

—Mierda —susurró cuando notó el desastre que habían dejado en su ropa—. Tendré que ser yo
quien lleve la ropa a lavar mañana.

Louis rio y lo volvió a besar de la misma manera tierna, apegándolo más a su cuerpo entre cortos
besos con Harry aferrándose con los puños cerrados en el cuello de su camiseta. Se fue dejando
caer lado en el sofá sin despegarse de él, quedando ambos cuerpos recostados abrazados de
frente con las piernas entrelazadas.

Louis se separó lo suficiente para contemplar por algunos segundos a Harry, con las mejillas aún
ligeramente sonrosadas por el reciente orgasmo y los ojos llenos de cansancio, tan adorable
como celestial y aún así tan sucio y tentador; la mezcla perfecta ente ternura y perversión. Llevó
uno de los desordenados rizos detrás de su oreja acariciando al momento su piel y arrebatándole
un suspiro.

—¿Esto es correcto? —preguntó.

—¿Qué cosa?

—Esto. Tú y yo —Lo miró a los ojos.

—No quieras volver a empezar con todo eso del arrepentimiento y lo que es correcto y lo que no
—puso un dedo sobre sus labios para silenciarlos, pasando después a acariciarlos apenas con un
ligero roce.

Harry cerró los ojos sintiéndose más relajado con el tacto y terminó acercándose más a Louis
hasta el punto de sentir pecho con pecho y los latidos de su corazón arrullándolo; respirando de
su cuerpo el embriagante aroma a lavanda, tabaco y café.
Dejó que todos esos elementos en conjunto lo sosegaran poco a poco, llevándolo a un estado en
el que olvidó por completo su misma existencia y lo que estuviera sucediendo en el resto del
mundo mientras se perdía en todo lo que era Louis en el momento en que se dejaba llevar por el
sueño.

—Harry... —la voz de Louis sonó lejana, muy lejana y tan hipnotizante como su aroma o su tacto
pero fue suficiente para traerlo de regreso.

—¿Hm?

—No sé qué debo esperar de París.

—Solo cosas buenas —murmuró encogiéndose en su lugar y buscando a la vez acercarse


todavía más a Louis.

—¿Buen clima?
—¿Noviembre? —preguntó alzando la cabeza para mirarlo a los ojos.

—Así es.

—Vas a encontrar lluvia —bostezó—. Pero no te preocupes, la lluvia en París es hermosa; ya te


he dicho que es mucho mejor que aquí. Y frío, mucho frío, pero también el frío es bueno. No sé si
planeas quedarte hasta que aparezca el hielo, pero te aseguro que aunque fueras en los días
más helados o en los más soleados te va a gustar. Tienes que dar un paseo por el Sena si
puedes y visitar el Louvre, ha sido de mis sitios favoritos. Y un café al aire libre jamás puede ser
mala idea en ningún lugar, pero en París es aún mejor, te lo aseguro.

Harry dejó un beso en el mentón de Louis y permaneció ahí por un par de segundos.

—Te voy a extrañar —susurró después.

Louis sintió un nudo formarse en su garganta ante estas palabras. Tuvo la necesidad de decirle la
verdad a Harry, que en realidad estaba planeando un viaje a París pero que sería él quien fuera
en su lugar, que lo pensó cuando las cosas estaban mal entre ellos pero ni siquiera ahora parecía
tan mala idea ya que Harry estaría mejor en París durante la boda. Ese último pensamiento lo
dejó debatiéndose nuevamente. Si lo que creía era verdad y Harry seguía sintiendo cosas por
Sam, tendría que ser él quien se sintiera culpable. Y no se sentía ni un poco culpable.
Por otro lado si en verdad se mantuviera fiel a los principios que se estableció desde un principio,
no debería sentirse tan cómodo teniéndolo entre sus brazos, no debería ser esa la sensación más
agradable que haya tenido en años porque no debería haber sentimientos hacia él, y no tendría
que haber otro encuentro sexual, ni siquiera el primero. Pero era Harry quien se apegaba a su
pecho como si quisiera permanecer ahí para siempre, y eso lo dejaba en blanco.

Un par de pequeñísimos impactos contra el vidrio de las ventanas hicieron que Harry pegara la
vista en ellas y casi inmediatamente se levantara dejando a Louis con un hueco agrio entre los
brazos.

—Hablando de lluvia —dijo animado acercándose a la ventana.

Se quedó un par de minutos contemplando el paisaje a través de los ventanales con Louis
mirándolo a él hasta que se levantó también y se acercó lentamente. Harry mantenía una mano
apoyada contra el vidrio completamente concentrado en la actividad nocturna en la ciudad, la
ropa aún desordenada y con las luces de afuera dándole un aire especialmente angelical.

—¿Fue de aquí desde donde intentaste saltar? —preguntó cuando sintió a Louis lo
suficientemente cerca como para escucharlo.
—Cerca —respondió.

—¿Qué te detuvo?

—Había un par de niños jugando en el parque de en frente.

Harry se giró lentamente como si tocar ese tema pudiera haber hecho que la actitud de Louis
cambiara con él, entonces lo besó otra vez, corto y lento. Inmediatamente lo abrazó con fuerza
apoyando la cabeza en su hombro. Louis sintió aquél abrazo un poco más especial, como si
Harry estuviera transmitiendo un millón de cosas que él simplemente no quería pensar qué
significaban.

—Me alegro mucho de que estuvieran ahí.

Los brazos de Louis se ciñeron en Harry al escuchar eso, correspondiendo el abrazo con la
misma fuerza. Y duraron así quizá por un par de segundos o varios minutos, hasta que la lluvia se
hizo más fuerte e imposible de ignorar.
—Deberíamos ir a casa —dijo Harry negándose a soltar a Louis, pero Louis lo hizo.

—Sí —como pudo giró la cabeza para darle un beso en la frente ya que él seguía apoyado en su
hombro—, es tarde.

Recogieron lo que quedó de su ropa en el suelo y acomodaron el resto. Salieron juntos de la


oficina, esta vez con las manos entrelazadas y a ninguno de los dos parecía importarle.

El siguiente viene de una de mis escenas favoritas c: las quiero xx-

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Capítulo 17

No había querido decir nada hasta que todo estuviera listo, y ahora lo estaba. Hacía un par de
semanas había recibido la noticia de que una importante revista quería entrevistarlo en vista al
rápido crecimiento de la empresa familiar. A él. Era la primera entrevista realmente relevante que
daba él solo en nombre del apellido. Había atendido al equipo por la mañana y ahora que la
entrevista estaba lista todos podían enterarse.

Volvió a la casa con la intención de contárselo a Harry. No solo eso, quería llevarlo a dar un
paseo y hacer que la primera persona en saberlo lo hiciera de una manera especial. Tenían la
tarde libre, de eso estaba seguro y seguramente él estaría en la cocina.

No se equivocó, pero no estaba solo. Tal vez si hubiera esperado un poco más no habría visto
cómo su hermano le susurraba a Harry al oído de una manera no muy seria.

No se sintió con derecho a molestarse con Harry, después de todo siempre supo que lo suyo con
Harry no era exclusivo (si es que en verdad tenían algo).

Se sentó en la fuente esperando a que Harry saliera, y así lo hizo pocos minutos después.
Mientras tanto la pequeña gatita del rizado se adelantó, llegando de un salto al regazo de Louis
dispuesta a recibir caricias en las orejas.

—¿Cuál es su nombre? —le preguntó cuando ya estuvo cerca.

—No tiene nombre, no me siento con derecho a darle uno.

Louis resistió el impulso de rodar los ojos y continuó mimando a la gatita sin nombre de Harry.
había crecido, por lo general ahora vagaba por toda la casa y el patio volviendo con su amo cada
que él tenía un rato libre y por las noches para descansar. Para ese momento Harry ya estaba
sentado a su lado en la fuente contemplando con ternura a la minina ronroneando en las rodillas
de Louis.

—¿Quieres venir al lago? —preguntó de la nada.

Harry asintió entusiasmado. Bien, si esas eran las condiciones, el juego seguía.

Habían tomado el auto de Sam (sin permiso) al encontrar poca gasolina en el de Louis, en estos
años el camino había tenido varias modificaciones y ahora la manera de acceder al lago era por
una carretera que no hacía más que dar vueltas inservibles; pero ahí estaban, en un bote de
remos a la mitad del lago, pudieron haber tomado uno con motor pero Louis se había negado, y
Harry se veía feliz con la idea.
—Me entrevistaron para el próximo número de Forbes —lo soltó.

Harry abrió los ojos muy grande y sonrió con tanta alegría que él mismo se sorprendió.

—¿En serio? —el mayor asintió—¡No lo puedo creer, Louis! ¿Habrá algo para celebrar?

—Probablemente papá quiera hacer una especie de reunión en el edificio con todos los
trabajadores, no lo sé. Aún no lo sabe.

—Oh —comprendió que entonces sería algo mucho más laboral que personal y por ende él no
estaría invitado—. Me alegro mucho por ti.

Louis agradeció la sinceridad de esas últimas palabras y continuó remando, el atardecer estaba
próximo.

—Ahora tienes más razones para celebrar con tu viaje. En cuanto llegues a París tienes que
esperar a que llueva; o podrías encargar lluvia artificial —rio ante su propia idea—. Consigue
buena compañía y den un paseo por el Bois de Bolougne.

—Es más sencillo encargar lluvia artificial que conseguir buena compañía —dijo Louis arqueando
una ceja.

Harry fijó la vista en el agua a un costado suyo por un largo rato. Los silencios con Louis ya no
eran tan incómodos, y eso asustaba. Cuando un silencio deja de ser incómodo eso hace especial
a la persona.

—¿Cómo se dice en francés "mi hermana tiene un lápiz amarillo"?

—¿Uh?

—Creo que deberías empezar a ayudarme con mi francés.

—Eres inteligente, aprenderás rápido —sonrió—. "Ma soeur a un crayon jaune".


—Ma soeur a un crayon jaune —repitió.

—Muy bien.

—¿Cómo se dice "Mi hermano tiene un amigo maravilloso"?

—"Mon frère a un merveilleux ami".

—¿Cómo se dice "Me gustaría ser mi hermano"?

Harry calló entendiendo la indirecta, y ese silencio sí fue incómodo.


De regreso a la casa no encendieron el estéreo del auto a pesar de que seguramente Louis
entendía cómo funcionaba. El silencio incómodo no se había ido más que cuando acordaron que
era hora de volver. Y de cualquier manera ambos parecían decididos a mantener las apariencias,
fingir que nada que afectara estaba sucediendo para evitar más problemas.

A los pocos segundos de que el auto comenzara a andar Harry empezó a cantar con voz suave.

—Il me dit des mots d'amour, des mots de tous les jours, et ça m'fait quelque chose —Louis
sentía la mirada insistente de Harry sobre él, de reojo pero fuerte mientras cantaba a un volumen
que hacía imposible que estuviera cantando solo para sí mismo—. Il est entré dans mon coeur
une part de bonheur dont je connais la cause...

—¿Por qué me miras así? —preguntó interrumpiéndolo.

—Toda la tarde he tenido el terrible impulso de hacer algo —respondió con una repentina
sonrisa.
—No debes reprimir tus impulsos, mucho menos si son terribles.

—Está bien —Harry se estiró en su asiento y llevó ambas manos a los botones del saco de Louis
que seguían abrochados, soltándolos todos y dejando a la vista el estampado de su playera—.
Listo.

—¿Por qué fue eso? —Louis lo miró frunciendo el ceño.

—No pretendas ir a París luciendo como el empresario que eres si no se trata de un viaje de
negocios —explicó como si fuera lo más obvio del mundo—. Y recuerda, no usar cartera en París
y jamás sombrilla. ¡Es una ley!

—¿Qué voy a hacer en París sin ti? —suspiró— Quiero decir ¿quién me ayudará con mi francés y
todo eso?

—Supongamos que conoces a alguien en el avión —Harry se encogió de hombros.


—Yo tengo una mejor suposición —fijó la vista en el parabrisas y tomó un respiro profundo—.
Supongamos que soy cinco años más joven. Supongamos que no estás enamorado de Samuel.
Supongamos que te propongo que...

En algún momento Louis volteó la cabeza y terminó encontrándose con los ojos de Harry llenos
de duda y expectativa. Se acobardó.

De todas las cosas que tenía por decir en ese instante no fue capaz de decir una sola porque
hubiera sido perder el tiempo. Aunque no lo supiera o mejor dicho no quisiera aceptarlo, le había
dolido saber que era una situación mutua: desde el principio se estuvieron utilizando el uno al
otro. Tuvo razón cuando creyó que los sentimientos y pensamientos de Harry no habían
cambiado, todo el tiempo la tuvo. Lo mejor era no decir nada.

En cuestión de semanas Harry estaría del otro lado del mundo y una gran boda tendría lugar en
Long Island; y las cosas deberían quedarse de esa manera.

—Supongamos que solo estoy diciendo tonterías.

Por su parte, Harry se quedó esperando las palabras que nunca llegaron. Bajó la mirada
concentrándola en sus manos sobre sus rodillas, su mente ahora estaba en blanco.

—Lo suponía.

—Vuelve a cantar esa canción —pidió Louis—. Lentamente.

Harry tomó aire y siguió con la melodía sin mirar a Louis.

—Quand il me prend dan ses bras, il me parle tout bas, je vois la vie en rose...

Sintió su voz quebrarse en las primeras notas, pero continuó. Ahora era la mirada de Louis la que
estaba fija en él, podía sentirla gritando un millón de cosas que él no decía. La ignoró por
completo, pues Louis tampoco parecía querer darse cuenta de la canción que le iba dedicada
desde un principio.

Siguió cantando siendo todo lo que se escuchaba en el ambiente incómodo que se había formado
dentro del auto hasta que llegaron a la casa, el cielo ya estaba oscuro. Samuel los esperaba en el
garage con los brazos cruzados y pinta de querer volverse loco.
—¿¡Por qué tomaste a mi bebé!? —gritó sin dar tiempo a que se estacionara.

Louis contuvo una risa amarga al imaginar que por "mi bebé" se refiriera a Harry, sabiendo de
sobra que no era así.

—El mío no tenía combustible —dijo firme bajando del auto mientras Harry hacía lo mismo.

En otra ocasión Sam habría armado un escándalo a gritos sobre que pudo haber recargado en
alguna gasolinería o tomar cualquier otro vehículo pero no su precioso automóvil, pero la tensión
era tangible. Algunos cables hicieron conexión en su cabeza, no los suficientes para aclarar todo,
pero decidió que era mejor dejarlo así.

—Bueno, la próxima vez pide permiso —trató sin éxito de sonar molesto.

—Sí, la próxima vez —Louis salió del garage con expresión ausente en un intento de parecer
indiferente, tan fallido como el suyo.
Se apoyó en la pared viendo cómo se alejaba a cualquier lugar en el interior de la casa. Recordó
cómo había estado actuando extraño desde hacía tiempo y aún no habían tenido la oportunidad
de hablarlo, aunque Louis no era de esas personas que hablaran de su vida personal sentía que
debía hacer el intento. Se disponía a salir detrás de él cuando se dio cuenta de que Harry seguía
ahí a su lado, mirando el mismo punto en la entrada.

—Es aburrido ¿cierto? —dijo señalando en la dirección en que Louis se fue. Harry resopló.

—Abrázame —dijo prácticamente lanzándose a él.

Harry se aferró a su espalda como si fuera lo que lo mantenía a salvo de hundirse en mar abierto,
buscando un soporte o lo que fuera para evitar derrumbarse por algo que podía ser muy simple.
Lo tomó por sorpresa, por primera vez en mucho tiempo sintió a Harry como algo indefenso y no
como alguien que le quitaba las ganas cuando estaba caliente.

—¿Quieres hablar? —preguntó.

—No.
Y lo comprendió. Las salidas sin sentido a cualquier lugar, las excusas por parte de Louis sobre
necesitar ayuda de Harry cuando por varios años se valió por sí mismo, su comportamiento
ausente; que Harry que antes le siguiera el juego sin interesarse por nada más íntimo como si
solo quisiera convencerse de algo que ya no seguía ahí, ahora lo buscara no para una larga
sesión de besos húmedos sino para ocultarse como un niño pequeño cuando no quiere que sus
amigos sepan que le ha dolido al caerse del columpio.

No lo hubiera imaginado, si se le hubiera dado la tarea de formar parejas ellos dos hubieran sido
las últimas personas en las que hubiera pensado como una.

—Louis es un idiota —dijo dando un par de palmadas suaves en su ancha espalda.

—¿Es de familia?

Sam rio sin ganas y negó dando un par suaves caricias confortantes sin otra intención. Harry se
separó para mirarlo a los ojos.
—Creo que lo siento.

—Está bien —le restó importancia—. De alguna manera ya lo sabía —por un momento la
expresión de Harry pasó a una de miedo.

—Por favor no se lo digas a nadie —rogó.

—No lo haré —Sam sonrió en respuesta poniendo una mano sobre el hombro del más chico.

—Gracias —se vio un poco más relajado.

—Vete a descansar, Harry, lo necesitas.

Él asintió y volviendo a darle las gracias se despidió, saliendo después del garage y subiendo con
recelo las escaleras a su habitación.
Las cosas cambian constantemente, a veces el cambio es mínimo y a veces ese cambio podría
considerarse universal en la vida de una persona. Puede ocurrir en un par de días o ir lentamente
con el paso de los años; pero todo está siempre en constante cambio, aunque parezca que las
cosas se quedan como están siempre habrá una pequeña variación, el valor puede aumentar o
hacerse más insignificante, pero nada se queda como está.

Sabiendo esto, cuando regresó lo último que le pasó por la cabeza fue que terminaría con Sam
Tomlinson consolándolo porque la enfermedad que lo hizo irse había vuelto ahora con el nombre
de Louis Tomlinson. Vaya que hay cambios.

Tampoco le hubiera pasado por la cabeza que en su distracción no haya notado que
seguramente Louis había estado afuera de su habitación, porque en la puerta había otro post it.

"Supongamos que, en realidad no quiero celebración sin ti.

Louis".
Notas, notas: Este es personalmente muy especial para mi porque aparece mi escena favorita de
la película :)

Traducción de las partes de la canción (y link en vínculo externo):

"Él me dice palabras de amor, palabras de todos los días y eso me provoca algo. Él ha dejado
entrar en mi corazón una parte de felicidad y conozco la causa" (...) "Cuando él me toma en sus
brazos, me habla bajo, veo la vida de color de rosa".

Y ahora un anuncio que me tiene muy feliz: he conseguido permiso de la autora de uno de mis
fics favoritos de mi otro OTP (Frerard) para adaptarlo a Larry, en un par de semanas comienzo a
subirlo y espero que les guste.

Un abrazo enorme, las quiero xx-

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Capítulo 18

El sábado anterior a la publicación de la revista se llevó a cabo una especie de reunión como
aquellas a las que Louis asistía con frecuencia, en el bar de un hotel de cinco estrellas en el
centro de Queens; solo que el motivo en esta ocasión era precisamente celebrar la entrevista.

Él no quería, ahora le parecía extraordinariamente absurdo que hicieran tanto alboroto por una
simple serie de preguntas y respuestas acerca de su trabajo. Pero al parecer sus padres no
pensaron lo mismo y habían invitado a todos los trabajadores del edificio a su cargo, algunos de
las oficinas de Manhattan y a la servidumbre entera de la casa.
No parecía ya un evento tan formal y por ende debía ser menos aburrido, pero era todo lo
contrario. Estaba fastidiado y el fastidio solo hacía mayor la evidente ausencia de una persona en
especial que al parecer llevaba una vida muy ocupada para haber asistido, ignorando por
completo la nota que le había dejado.

Por si fuera poco, sentía ganas de estrangular a su hermano menor que se había aparecido por
ahí con ropa deportiva sin importarle el ridículo que hacía al destacar entre todas las demás
personas. Pero tampoco eso le importó cuando Louis le pidió que se cambiara, él rodó los ojos y
se fue por un trago.

Un par de horas después, cuando Louis ya estaba más que aburrido porque ni siquiera podía
distraerse en fingir como siempre lo hacía, Samuel que parecía estar disfrutando mucho más que
él la fiesta, regresó.

—¿Te estás divirtiendo? —preguntó ofreciéndole una copa, la cual Louis rechazó con una mano.

—No en realidad.
En ese momento sonó el teléfono celular de Samuel, quien con un dedo indicó a Louis que
esperara mientras atendía la llamada.

—¿Sí? ah, perfecto... —dijo en la línea— Está bien —y cortó—. Louis...

Con una mano en el hombro de su hermano mayor lo condujo a una esquina apartada de la gente
y el alto volumen de la música, muy cerca de la salida.

—Escucha, tienes que ir a casa —dijo lo suficientemente alto para que únicamente Louis lo
oyera—. No preguntes nada, solo confía en mi.

—¿Desde cuándo es buena idea confiar en ti?

—¡Hazlo! —exclamó dándole un golpe de juego en la espalda como cuando eran pequeños— yo
te cubro el tiempo que sea necesario.

Louis dudó por un rato, pero al final terminó accediendo. Sin decirle nada salió del bar cuidando
no ser visto por alguien que preguntara a dónde se dirigía.
En cuestión de minutos estuvo en la casa. Antes de entrar en el garage pudo percibir que la luz
de la cocina estaba encendida, sintió algo removerse en su estómago por alguna extraña razón
que prefirió ignorar. Se estacionó como todas las veces que llegaba a casa, sin querer resaltar
diferencia alguna. Sin embargo al salir del garage, todas las luces de la casa estaban apagadas.

Caminó con cautela por el patio de la casa vacía. No es que temiera que algún desconocido
hubiera entrado, el sistema de seguridad de la casa no lo habría permitido. Y en cuanto a
fantasmas y esas niñerías, nunca creyó en esas cosas. Era simplemente duda, se preguntaba
qué estaba pasando porque podría jurar que la luz estaba encendida minutos antes.

Entró a la casa y giró inmediatamente a la cocina, buscando a tientas el interruptor en la pared.


Lo accionó dejando que la luz del foco central iluminara toda la pieza y al instante reconoció una
voz muy familiar.

—Felicidades, señor Tomlinson.

Louis retuvo el aire por unos momentos ante la imagen que veía. Harry sonreía ampliamente
apoyado en la alacena con los brazos cruzados, usaba pantalones como los que acostumbraba
con una chaqueta de mezclilla debajo del delantal azul con algunas manchas de salsa que aún
llevaba puesto. Su cabello se veía desordenado, como si apenas le hubiera dado tiempo de
peinarlo con las manos después de haberlo llevado recogido por mucho tiempo.
En el desayunador de isla en el centro de la cocina se exhibía una colección de pequeñas tapas
tipo restaurante con sus respectivas bandejas debajo de cada una, una botella de Cabernet
Sauvignon y un espacio vacío junto a los cubiertos y frente a la única silla en el lugar.

—El señor Tomlinson es mi padre —dijo contemplando casi atónito el banquete cubierto frente a
sus ojos, casi sintiendo el calor que irradiaba de la mesa.

—¿Entonces cómo se supone que debo llamarte ahora que estás ampliando tus horizontes como
empresario?

—Harry...

—No, yo hablo —Harry comenzó a jugar retorciendo entre sus manos una de las esquinas del
delantal—. A todos les pareció muy importante lo de la entrevista, ya sabes, tú solo y en una
publicación tan importante. Todos quisieron celebrarte y yo no quise ser la excepción. Si quieres
puedes regresar a tu fiesta, yo solo... —se encogió de hombros.
Louis sonrió mirando al piso sin saber exactamente qué hacer. No esperaba eso. Si le hubieran
asegurado que Harry tenía una sorpresa para él hubiera dicho que simplemente llegaría sin avisar
al evento. Ahora se sentía enternecido e infinitamente halagado de que el chico le haya
preparado un festín exclusivamente para festejar algo que ahora parecía tan insignificante.

—Gracias, Harry.

El aludido levantó la vista del juego de sus manos con la tela y se sintió aliviado cuando vio a
Louis acercarse a la silla y tomar asiento en ésta. Se acercó a las bandejas y fue destapando una
por una dejando a la vista una suculenta galería, indicando los nombres de los platillos conforme
los dejaba al descubierto: macarrones con queso, tallarines salteados con ragú de callampas y
tomates secos, lasaña boloñesa, risotto de champiñones, y panna cotta de vainilla sobre masa
filo.

—Sam dijo que tu comida favorita era la italiana. Pero creo que si vas a pasar tus vacaciones en
Francia deberías probar algo bueno de allá, así que: filete Mignon con tulipas rellenas —dijo
quitando la última tapa tirando el brazo hacia atrás dramáticamente.

—¿Él te ayudó?

—Algo así. Me dijo algunas de las cosas que prefieres en cuanto a alimentos y se ofreció a que le
llamara cuando tuviera todo listo para que te enviara acá.
—¿Y lo hiciste todo tú solo? —preguntó incrédulo.

—Sí. Me tomó toda la tarde, así que más vale que te guste.

Louis seguía maravillado ante la impecable presentación de los platillos y más que nada ante la
idea de que Harry se hubiera esforzado tanto para él. Mientras tanto Harry se acercó a un
pequeño reproductor que había conectado y colocado sobre la barra y lo encendió. Una suave
melodía de jazz llenó la cocina.

—¿Esto es para seguir con el ambiente de restaurante? —dijo Louis con un no intencional tono
de burla, Harry lo miró con los ojos entrecerrados.

—Puedo quitarla...

—No —alzó una mano con la intención de detenerlo a pesar de que estaba a algunos metros de
distancia—, me gusta.
Volvió a quedar de frente a la mesa y quitó de la bandeja el plato más cercano, los macarrones
con queso y lo puso en el espacio vacío frente a él. Harry se mordía el labio inferior con
nerviosismo mirando a Louis preparar el tenedor y detenerse un par de segundos después.

—¿Y tú?

—¿Yo qué?

—¿Tú no cenarás?

—Ah. No, hice muy poco de hecho —explicó—, solo para ti.

Eso hizo que se sintiera aún más especial. Probablemente y si hubiera tan solo un poco más de
confianza entre ellos, incluso habría suspirado.
—Tonterías, come conmigo —hizo con la cabeza un gesto para que se acercara.

—Pero no preparé más.

—Podemos dividirlo, yo quiero que me acompañes —insistió.

Harry dudó un poco pero terminó accediendo. Se quitó el delantal y después de colgarlo donde
siempre, se acercó a la orilla de la cocina donde había acomodado el resto de las sillas para
tomar una. La acomodó frente a Louis del otro lado del desayunador y después sacó de la
alacena un plato igual al de Louis, éste último se lo quitó de las manos y con ayuda del tenedor
dividió su porción por la mitad, pasando una de ellas al plato de Harry mientras él regresaba a la
alacena por otro juego de cubiertos y un par de copas.

—¿Por qué aquí y no en el comedor? —preguntó moviendo las charolas y haciendo espacio
frente a la silla de Harry.

—El comedor es muy grande para una persona, o dos —respondió desde otro punto de la cocina
a donde había llevado la botella para abrirla.
Volvió cuando Louis ya había acomodado todo en su lugar dejándolo listo para comenzar. Sirvió
vino en ambas copas y le pasó una al mayor, haciendo ambos un brindis silencioso antes de
empezar a degustar los platillos.

—Debo decir que los años estudiando esto valieron la pena —dijo Louis después de un par de
bocados.

—¿Estás hablando en serio? Porque quiero que seas completamente sincero, no quiero que
termines comiendo algo que no te guste.

—Hablo en serio, está delicioso.

Continuaron comiendo en silencio hasta que terminaron con los macarrones, pasando a la
siguiente bandeja y repitiendo el procedimiento: partir la porción y pasarla al otro plato.

—¿Es interesante? —preguntó Harry cortando un pedazo de la lasaña— la entrevista, quiero


decir.
—No, es la misma cosa aburrida de siempre en ese mundo.

—De todas formas voy a comprar un número —aseguró.

—Espero que no te quedes dormido después de la primera página.

—¿Y por qué lo haría? Ah, seguro lo dices porque terminaste hablando de la evolución del
hombre y esas cosas —bromeó.

—¿Te aburriría si lo hiciera? —añadió con tono pensativo, siguiéndole el juego.

—Bueno, no es de algo de lo que me guste hablar. Si vamos a hablar que sea de otra cosa.

—¿De qué cosa? —Harry se encogió de hombros mientras seguía masticando— déjame ver...
¿has estado en alguna relación?
La pregunta tomó por sorpresa a Harry y sintió que casi se ahogaba con el queso. Tragó con
dificultad y le dio un trago al vino antes de responder.

—Sí.

—¿Mientras estabas en París?

—Sí —repitió con seguridad y cortó otro pedazo, resistiendo las ganas de cuestionarle por qué
esas preguntas—. ¿Y tú? —dijo tímidamente.

—¿Te refieres a una relación seria con todas las formalidades que lleva? —Harry asintió— No.

—¿Entonces de qué tipo?


—¿Por qué estás preguntando ese tipo de cosas?

—Estaba por decir lo mismo ¡Tú empezaste!

—En ese caso no creo que sea algo que queramos saber en realidad.

Harry le dio la razón y continuaron con el siguiente plato, dejando un espacio de esa clase de
silencios cómodos/incómodos ocupados solamente por la suave música de fondo durante el resto
de la cena.

—Quiero preguntar algo más —dijo Louis terminando con el risotto— ¿Habías cocinado antes
algo así para alguien?

—Sí —respondió sonriendo de lado. Al instante sintió la expresión de Louis cambiar a una
molesta y sarcástica ¿también celosa, tal vez?—. Para mi amiga y su familia —esta vez no pudo
contener la risa por haberlo hecho enojar aunque sea un poco de aquella manera graciosa.

Louis se molestó aún más con eso y Harry tosió un par de veces por lo bajo buscando la manera
de solucionarlo.

—Es que hasta el momento he preparado este tipo de alimentos solo para las personas que
considero importantes.

—¿Qué me hace importante? —preguntó todavía en tono seco.

—Todo lo que nadie ve ¿sabes por qué crees que la entrevista fue aburrida? Porque preguntaron
cosas sobre Louis Tomlinson, con todo y el apellido. No preguntaron tus actividades favoritas o el
tipo de música que te gusta.

—Ese tipo de cosas no le interesan a nadie —Louis rio.

—Bueno, a mi sí... ¿postre?

—Creo que tuve suficiente, gracias —se quejó dejando los cubiertos sobre el plato—. No creo
poder aguantar una cucharada más.
—¡No me vas a dejar con mi panna cotta! —fingió enojo levantándose y partiendo el postre para
pasarle una mitad a Louis—tienes que probarla, en serio. Es mi favorita y puse mucho cariño en
ella.

Louis no dijo nada y dejó pasar la palabra "cariño" en la voz de Harry, fingiendo que no había
escuchado eso y que no se estaba sintiendo más completo emocionalmente de lo que nunca
antes estuvo.

Ese maldito bastardo encantador.

Tengo más bonitas noticias sobre adaptaciones :D pero en otro momento las suelto, gracias por
leer, comentar, votar y todo eso ¡las quiero! <3

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Capítulo 19
Hace meses Louis habría jurado que su prioridad sería cualquier cosa relacionada a su trabajo y
a los ingresos del apellido Tomlinson.

Hace meses lo único en su mundo era el trabajo y aseguraba que así sería por el resto de su
vida.

Hace meses hubiera dicho que cualquier actividad que no produjera algún nuevo conocimiento o
ganancias a la bolsa era una pérdida de tiempo.

Y sin embargo ahí estaba, cenando un postre italiano hecho por un muchacho de ojos verdes,
degustándolo con ese muchacho de ojos verdes porque lo había hecho especialmente para él y
cada que recordaba eso sentía algo acelerarse en su pecho.

—Entonces ¿estuvo bien? —preguntó Harry una vez que terminaron con todo.

—Perfecto, mis felicitaciones al chef.

Harry rio con el chiste y se puso a levantar la mesa, dejando todos los trastes en el fregadero y
esperando que por alguna razón nadie notara lo que había hecho. De cualquier manera, si
preguntaban diría que se puso a experimentar en la cocina porque extrañaba la academia. Con
suerte tal vez lo dejarían cocinar más a menudo.

En las bocinas que había conectado ahora sonaba la inconfundible y hechizante voz de Frank
Sinatra, Harry cantaba la canción en voz baja, una de sus favoritas.

—I've got a crush on you, sweetie pie. All the day and night time, hear me sigh.

—I never had the least notion that I could fall with so much emotion.

Louis interrumpió desde su lugar. Harry volteó y notó que tenía la mirada fija en él con una media
sonrisa que no era arrogante sino sincera y expectante.

—¿La conoces?

—No, Harry, adiviné la letra —rodó los ojos.


La canción siguió sonando, más fuerte ahora que no se escuchaban los cubiertos contra la vajilla
ni sus voces. Louis se levantó y se aproximó a Harry, extendiendo su mano derecha.

—Ven, bailemos.

Estaba a punto de rechazar la oferta porque en ese momento le parecía ridículo bailar una balada
de Sinatra en medio de la cocina, pero Louis no le dio tiempo a responder cuando lo jaló de un
brazo y rodeó su cintura con el que no lo sujetaba, quedando muy cerca los dos de una manera
extraordinariamente repentina para Harry.

Tampoco es que le molestara, claro está.

Una trompeta siguió marcando el ritmo lento y ellos se movían con completa lentitud a un lado y
al otro en un baile tranquilo y relajado sin nada de prisa. Louis tenía casi apoyada la barbilla en el
hombro de Harry y susurraba la letra de la canción en su oído, sin molestarse en seguir el ritmo
original o que era un espacio instrumental y eso a Harry le estaba haciendo estremecer de pies a
cabeza.
En la última parte sintió los dedos de Louis tomarlo de la barbilla y a él separarse un poco hasta
completar la acción que sabía que no rechazaría.

Como si todos los besos importantes entre ellos dos fueran diferentes. No fue como la vez en la
puerta de la habitación de Harry, ni como esa ocasión en la biblioteca. Fue más íntimo que el de
Nueva Jersey y mucho más necesitado que el de la oficina de Louis.

Lento y peligrosamente profundo, con más sabor a vino y a Louis que nada.

Habían llegado hasta la habitación de Harry bajo la seguridad de que la casa seguía vacía y eso
era lo mejor que había pasado en mucho tiempo. Con excepción claro de la mascota de Harry
que jugueteaba en los jardines y no regresaría sino hasta la madrugada, cuando se cansara como
ya era costumbre y se metiera por la ventana que comúnmente quedaba lo suficientemente
abierta.
Se besaban con calma y ternura, sin querer apresurar las cosas. Louis recordó la vez pasada que
estuvo ahí y se sintió empalagado por los colores que ahora parecían solo matices de gris con la
luz apagada. Aún así se sentía el ambiente de coleccionista amante de París, o tal vez era la
sensación del espacio de Harry. Le gustaba.

El saco de Louis se deslizó por sus hombros hasta terminar en el suelo. Las yemas de los dedos
de Harry recorrieron entonces sus bíceps, sintiendo cada pulgada de piel a plenitud, tocando los
músculos formados y sintiendo a la vez el aliento de Louis impactar contra sus labios.

No lo besó, solo se quedó exhalando suavemente en su boca, aliento cálido, sus manos hicieron
lo mismo que Harry había hecho, se deshicieron de su chamarra y recorrieron la piel descubierta
provocándole escalofríos.

Levantó su playera, acariciando despacio la piel de su abdomen y Harry correspondió haciendo lo


mismo y bajando después a la hebilla del cinturón. La boca de Louis fue al cuello de Harry,
mordiendo y succionando, logrando sacarle varios sonidos y asegurando que marcaría ahí.

Pronto las prendas quedaron en el suelo con un Harry desnudo y un Louis en ropa interior sobre
la cama revuelta.

Louis se encontraba semi sentado apoyado en la cabecera y tirando la cabeza hacia atrás cuando
sintió el aliento de Harry contra el elástico de su única prenda. Lo tomó con los dientes y bajó tan
solo un poco, dejándolo esperando más. El menor se incorporó quedando de rodillas entre los
muslos de Louis y terminó de quitarla con las manos y un poco de ayuda de las piernas de Louis,
éste llevó ambas manos a recorrer por completo su cuerpo cubierto en una fina capa de sudor,
acariciando todo lo que le era posible.

La mano de Harry bajó lentamente como si estuviera jugando, como si quisiera torturarlo y
hacerlo sufrir por lo detestable que ha sido todos estos años, hacer que suplique y pague por las
veces que se ha comportado como un completo cretino con todo el mundo. Llegó hasta la base y
lo tomó, fuerte pero no tanto, lo suficiente para hacerlo jadear ronco.

Arriba y abajo, acariciando tan tortuosamente como venía haciéndolo todo, llevando corrientes de
electricidad desde el pene de Louis al resto de su cuerpo. El movimiento haciendo que se
retuerza entre las sábanas y entonces Harry lo hizo. Louis sintió la humedad de repente y supo
que había bajado la cabeza y estaba lamiendo. Gimoteó cuando se lo llevó adentro,
envolviéndolo con sus labios que hacen presión, la suficiente para volverlo loco.

Jugó un rato con la lengua, insistiendo entre el frenillo y la ranura y Louis sentía que se iba a
derretir. Pero Harry bajó más, tragando a su alrededor e inundándolo en el calor húmedo. La
garganta estaba relajada y siguió bajando. Louis sintiendo que se moría cuando Harry lo tenía
adentro por completo y succionó. Llegaron los celos, porque ahora sabía que había tenido parejas
antes y si bien se estaba esforzando (lo sabía por los sonidos ahogados y la respiración pesada)
resultaba relativamente sencillo.

Esos pensamientos se fueron de su mente porque Harry lo seguía haciendo, con una mano
masajeaba los testículos y la humedad asfixiante casi lo estaba haciendo ver estrellas, lo sentía
cerca, muy cerca. Enredó los dedos en el cabello de Harry y jaló con fuerza, haciendo que lo
soltara con un sonido gracioso y supo que había sido brusco porque Harry se llevó una mano a la
cabeza y lo miró con reproche.

—Ven acá —dijo antes de que le reclamara algo.

Harry obedeció y subió por su cuerpo otra vez. Lo besó acaloradamente mientras se tocaba.
Louis llevó ambas manos al redondo trasero de su amante y acarició, apretó y sintió toda su piel
bajo las manos, deseándolo con ganas.

Harry se estiró y metió la mano debajo de la almohada, justo como Louis suponía: lubricante y un
condón.

—Así que... ¿ahora quién era quien lo tenía planeado?

—Cállate —frunció el ceño y lo volvió a besar, lento y desesperado a la vez.

Louis rio y a Harry le dieron escalofríos, sudaba y era caliente como el infierno, Harry paseaba
sus manos por toda la piel del mayor como intentando memorizar cada centímetro y en ese
momento juraba que era lo mejor que había tocado en esta vida y todas las anteriores.

Fue a su cuello y lamió el sudor de ahí, besó y mordió devolviéndole la marca de hacía un rato. Al
poco tiempo sintió la presión en su parte trasera, fría y húmeda que le indicaba que estaba
comenzando a prepararlo. Gimió y Louis hizo lo mismo, no supo si por sus dientes en su cuello o
por el sonido que acababa de hacer.

Louis estaba abriéndolo separando los dedos dentro de él y tanteando para encontrar ese lugar
especial. Para este punto Harry había dejado de moverse sobre Louis porque seguramente si lo
haría se correría de una vez y no quería eso.

Estaban temblando y toda la tranquilidad con la que habían comenzado estaba desapareciendo,
siendo opacada por la necesidad del otro. Harry abrió el pequeño paquete de plástico y en un
abrir y cerrar de ojos cubrió a Louis, haciéndolo temblar con el tacto.

Puso ambas rodillas a cada lado de su cadera y se tomó el tiempo para besarlo una vez más,
chupando sus labios suavemente. Louis enredó los dedos de ambas manos en su cabello,
queriendo mantenerlo ahí por siempre, sentir a Harry tan cerca como estaba por el resto de su
vida.

Cuando se separaron se miraron fijamente a los ojos y se sintió como si fuera la primera vez que
lo hacían.

No exactamente años atrás, cuando Harry llegó apenas sabiendo caminar y Louis evitaba a toda
costa jugar en el patio. Era más bien como si todos esos días no hubieran existido, como no
fueran quienes eran, como si Harry no fuera hijo del chofer de la familia y Louis no fuera un
hombre de negocios.

Como si fueran otras personas, tal vez dos estudiantes en alguna universidad lejana que se
conocieron en los pasillos y al verse por primera vez lo supieron, se perdieron en el brillo de la
mirada del otro y lo supieron en la boca del estómago.

Como recibir buenas noticias después de un periodo de mucho estrés. Como la briza fresca
después de una tarde de tormenta.

Ambos estuvieron a punto de decir algo, pero terminaron tragándose las palabras junto con el
nudo que la anticipación les había formado.

Harry se levantó lo suficiente para que Louis acomodara su erección en su entrada y bajó lento,
haciéndolos sisear a los dos.
—Mierda... —Louis gruñó.

Harry comenzó a moverse lento, adelante y atrás enterrado hasta el fondo y respirando de
manera entrecortada, con la boca entreabierta en busca del aire que le faltaba ante la sensación
de lleno y el exceso de calor en la habitación.

Louis acariciaba sus muslos mordiendo su labio inferior. Mantenían las miradas conectadas, fijas,
oscuras y líquidas. Harry apoyó ambas manos en el pecho de Louis, volviendo a sentir la perfecta
textura a la que se estaba haciendo adicto y empezó a subir y bajar.

Ahora era más intenso, más fuerte, más todo. Louis gruñía y jadeaba, gimiendo desde la garganta
de vez en cuando.

—Maldita sea, Harry... —tragó— joder...

Harry gimió fuerte, le gustaba cuando Louis hablaba mientras lo hacían, con ese tono ronco y la
voz entrecortada, le gustaba escuchar su nombre en esa voz y saber que era él quien le causaba
eso.
Aumentó el ritmo, sintiendo que ese poco aire que le quedaba también se esfumaba. Louis
enterró las uñas en su cadera dándole punzadas de dolor que no quería que desaparecieran.
Ahora él estaba arañando, dejando marcas rojas en su pecho que con suerte se quedarían ahí
como la del cuello gritando mío.

Estaba cerca, muy cerca.

Louis también, lo notaba por las pulsaciones de su miembro en su interior en medio del frenético
movimiento. El mayor llevó una de sus manos hasta donde Harry goteaba líquido pre seminal y
acarició rápido, fuerte.

Un par de segundos más y tuvo que cerrar los ojos apretándolos con fuerza hasta que
aparecieron puntitos blancos detrás de sus párpados, se corrió tan bien y tan fuerte que el cuerpo
le temblaba por completo con escalofríos recorriendo cada fibra de su ser mientras Louis también
se corría en su interior con el gemido más erótico que jamás había escuchado.

Cuando las cosas debían haberse calmado no lo hicieron. Harry seguía sintiendo a Louis por
todas partes, y estaba bien porque Louis ahora lo pedía desde abajo con la mirada, de esa
manera en que siempre se gritaban las cosas sin palabras.
Se inclinó y pegó su frente a la de él, quedándose así por un largo rato sin necesidad de palabras
o acciones, tan solo deseando que ese momento fuera eterno. Era lo que los dos necesitaban.

=================

Capítulo 20

Eran cerca de las dos de la madrugada cuando el ruido leve en la ventana despertó a Harry.
Levantó la cabeza tan solo un poco para notar que la cortina junto a ésta se movía lentamente.
No hacía frío en realidad y la había dejado abierta para que su mascota pudiera entrar cuando
finalizara sus juegos en el jardín.

Soñoliento y perezoso le restó importancia y con un gruñido bajo se dejó caer en la cama
nuevamente, enterrando la cara en la almohada y dejando caer la mano fuera del colchón casi
tocando el piso.

No pasó mucho tiempo para que sintiera en los dedos la humedad rasposa de una lengua
pequeña saludándolo. Le arrebató una risa desganada y correspondió acariciando el suave pelaje
de la gatita.

Iba a tener que ponerle un nombre pronto.


La pequeña se recostó sobre el reducido tapete junto a la cama, dejándose mimar por las ciegas
caricias de Harry hasta que se volvieron casi nulas, el sueño lo estaba venciendo.

Se quedó dormitando por algunos minutos sin poder dormir realmente porque la posición le
estaba adormeciendo el brazo así que se acomodó para quedar mirando al techo, sin embargo al
girarse su cadera chocó con un cuerpo desnudo.

En medio de la nube de somnolencia casi había olvidado que estaba ahí.

Se dio la vuelta para acomodarse de costado frente a él sin despertarlo lo cuál de todas formas
habría sido imposible, Louis dormía bocabajo con la boca semi abierta y con una expresión tan
serena que parecía que no había dormido tan bien en años.

Harry estaba seguro de que ya todos habrían regresado y rogaba a todos los santos que Sam
hubiera hecho un buen trabajo y nadie se preguntara en dónde estuvo Louis el resto de la noche.
No había luces dentro de la casa ni en los faroles que comúnmente alumbraban los jardines, pero
bien podía ser la luna o el que sus ojos se hayan acostumbrado ya a la oscuridad lo que le
ayudaba a ver mejor a la persona que descansaba a su lado.

El lado izquierdo de su cara estaba contra la almohada y su brazo derecho descansaba por
encima de la sábana que lo cubría hasta la cadera, seguramente el izquierdo estaría escondido
detrás de ésta. Tenía el castaño cabello completamente desordenado y esparcido en mechones
en la almohada y en su rostro. A pesar de tener los ojos cerrados sus ojos resaltaban gracias a
las largas pestañas y sus labios entreabiertos y ligeramente hinchados (quizá por las largas
sesiones de besos antes de quedarse dormidos) parecían una total invitación.

Quiso besarlo, moría por hacerlo pero probablemente si lo hiciera Louis despertaría y lo privaría
de tan majestuosa vista. Las puntas de sus dedos sentían cosquillas por las ganas de tocarlo, de
pasarlas por la suavidad de su piel que estaba sin cubrir por la sábana y volver a sentir su
perfecta textura.

El aire en sus pulmones lo abandonó de golpe y quería capturar esa imagen en su mente para
toda la vida.

Se remontó a años atrás y a todas las veces que creyó estar enamorado.

La primera fue Samuel, conociéndolo desde su llegada a Nueva York, prácticamente de toda la
vida. Desde niño lo admiró por todo, desde meterse en problemas y salir igual que antes hasta
sus simples paseos en bicicleta por los jardines de la casa. A muy temprana edad ya podía
imaginar que su admiración había pasado a ser algo más fuerte. Antes de entrar en la
adolescencia estaba consciente de su orientación sexual y de que si había alguien con quien
quisiera compartir el resto de su vida, ese era Sam Tomlinson.

A los doce años Sam se ofreció a enseñarle a andar en patineta y él sintió que era lo mejor que le
había pasado. Sin embargo, después de la primera lección no hubo otra más. Días después se
enteró de que simplemente lo había olvidado y había salido con su nueva novia, una chica rubia
de encantadores ojos color miel con la que cortaría una semana después.

Los siguientes años pasaron de manera similar, la mayoría del tiempo Sam simplemente parecía
olvidar que Harry vivía en su casa o simplemente que existía, y a Harry no le importaba. Era feliz
solo con verlo, con compartir su espacio y soñar con un futuro maravilloso en el que terminarían
juntos gracias al destino.

Después se fue a París y tras un año de no poder volver a casa y haber enfriado la cabeza sobre
que a Sam realmente no le importaba si regresaba o no, decidió seguir adelante, al menos
temporalmente.

Dean era otro estudiante de la academia, rubio, ojos grises, delgado y muy dulce. Lo conoció en
el tercer curso/semestre y comenzaron a salir un par de meses después. Llevaron las cosas lento
y vivieron todo lo que se debe vivir en una relación.

Pero faltaba algo.

Así que Harry terminó con él antes de que cumplieran el año porque simplemente no estaba
seguro de lo que sentía. Lo pensó por semanas y al final lo hizo, dejó de ignorar ese no sé qué
que tenía presente todo el tiempo y que le decía que en realidad no lo amaba.
Dean no regresó a la academia, tal vez el rompimiento en realidad le afectó o tal vez se dio
cuenta de que esas no eran sus metas en la vida. Lo que fuera, para Harry no era un capítulo en
su vida que valiera la pena recordar a menudo.

Al año siguiente conoció a Jérémie, un profesor de la Universidad París-Dauphine casi quince


años mayor.

Estaban en una cafetería, cada quien por su parte, los dos solos y por cualquier razón terminaron
en la misma mesa intercambiando teléfonos. Fueron un par de meses en una especie de relación
intensa y apasionada, pero también irremediablemente destructiva. Los celos de Jérémie
resultaban enfermizos, pero a Harry pareció no importarle por un tiempo.

Finalmente ocurrió lo mismo, dejó de ignorar a su instinto y puso fin a todo eso en la misma
cafetería en la que empezó. En el fondo siempre supo que por parte de Jérémie se trataba de un
capricho y que jamás dejaría su perfecto hogar con su perfecta familia y su perfecta vida por él.

También salió con algunos otros sujetos durante sus periodos vacacionales en el Reino Unido,
pero nada tan largo o tan importante para considerarlo formal.
Ahora se preguntaba seriamente lo que era estar en verdad enamorado.

Una vez leyó que era un proceso químico del cerebro en el que crees que todo es mágico y
perfecto, ves a la otra persona bajo una especie de filtro en el que todos sus defectos
desaparecen y dejan espacio únicamente a sus virtudes, que parecen incluso amplificadas.

Nunca se sintió verdaderamente enamorado de Dan, por eso supo que no estaban llegando a
ningún lado. Tampoco se sintió enamorado de Jérémie porque estaba consciente de que era algo
sin sentido. Tal vez estuvo enamorado de Samuel, pero con el tiempo se convirtió en
simplemente una torpe obsesión, quizá siempre lo fue.

Ninguna de esas veces encajaban con lo que se suponía que era estar enamorado.

Cuando te enamoras eres feliz, las aves cantan, el sol brilla y te sientes como en un dibujo a
crayón de niño de preescolar. Cada canción cursi por más melosa que sea te recuerda a esa
persona y si pudieras bailar en medio de cualquier lugar en donde te encuentres al ritmo de algún
musical de Disney, lo harías. El mundo gira alrededor suyo, cada sencilla cosa que haces parece
llevar su nombre y su nombre es la palabra más hermosa que tus oídos han escuchado. Cada
que te mira sientes claramente cómo tu aliento se esfuma y ni se diga de cuando te toca, su roce
son descargas de electricidad que te recorren por completo y te hacen estremecer. En sus brazos
te sientes seguro, como si cualquier cosa que suceda ajena a los dos no puede afectarlos en lo
más mínimo, tienes un refugio personal rodeándote. Y sus besos son tu cura, tu alivio a todos los
males, tu droga y tu perdición. Una sola persona tiene todo el poder del mundo sobre ti con
únicamente existir, podría destruirte y rehacerte cuantas veces quisiera, pued
e hacer de tu día el mejor o el peor de tu vida con solo una palabra, una acción. Estar enamorado
debe ser la mejor sensación del mundo.

Te hace creer que tu vida es color de rosa.

El cosquilleo en sus dedos no se iba y como si estuvieran siendo guiados por una fuerza
magnética excesivamente fuerte, subieron dudosos y temblando hasta encontrarse con las finas
hebras desordenadas.

Llegaron las descargas eléctricas.

Pasó los dedos con cuidado por su cabello como peinándolo pero sin verdaderamente querer
hacerlo, se veía perfecto así de despeinado. Recorrió poco a poco, bajando por su mejilla
descubierta delicadamente, apenas tocando la piel como una suave pluma para no despertarlo.

Dormido se veía tan inocente, tan expuesto, más humano de lo que nunca pensó verlo. Quería
una fotografía de ese Louis, una pintura, quería dibujarlo si tan solo sus habilidades para dibujar
personas fueran más. De cualquier manera no sería nunca tan bueno como para plasmar todo lo
que significaba esa imagen.
Lo más correcto sería compararlo a un ángel y eso seguiría sin hacerle justicia.

Siguió viajando con los dedos por su espalda hasta toparse con la sábana. Lo supo. Lo supo
cuando se encontró a sí mismo sin querer parpadear para no perderse ni un instante de lo que
estaba frente a él y su corazón latía tan fuertemente que podía escucharlo y supo también que ya
no podía seguirlo negando ante sí mismo.

Estaba profundamente enamorado de Louis.

Cuando sonó el despertador estaba solo, no había nadie más en la cama y tampoco en la
habitación con excepción de la gata que aún dormía en el tapete y seguía sin tener un nombre.
Se reprendió mentalmente por no haberle elegido uno durante la noche, pero es que siguió
perdido en Louis hasta que el sueño lo derrotó nuevamente.
Se estiró y se frotó los ojos para terminar de despertar, se sentía cansado y a la vez relajado y
feliz. Parecía un día más soleado y fresco que el resto pero nuevamente, podría ser solo su
imaginación. Después de algunos minutos de quedarse solo sentado sobre la cama, se levantó y
escogió del armario la ropa que usaría ese día, dejándola lista sobre la cama. Se vistió a medias
con lo mismo que llevaba la noche anterior y salió al baño en el mismo edificio para darse una
ducha que en verdad le hacía falta.

Cantó cualquier canción que se le vino a la mente mientras se limpiaba y se sentía estúpidamente
ridículo pero no le importó.

Regresó a la habitación, se puso lo que había elegido, ordenó un poco y dejó la cama hecha y
lisa; todo en medio de una nube de felicidad que lo tenía sin medir el tiempo ni detenerse a
pensar en lo que estaba haciendo. Se tomó un tiempo para jugar con la gatita y planear algo para
los próximos días. Podría volver a cocinar para Louis y tal vez darle un par de datos más para sus
futuras vacaciones en París. De hecho, sería increíble si Louis considerara llevarlo a París con él,
podría enseñarle sus lugares favoritos y justo ahora parecía una buena idea pasear juntos por sus
calles.

Terminó dejando el cuarto antes de medio día para buscar algo qué desayunar sin
preocupaciones, después de todo no tenía instrucciones sobre algo qué hacer ese día.

Al llegar a la cocina, su padre lo esperaba en el desayunador. Los trastes de la noche anterior ya


estaban limpios y guardados y eso definitivamente era para agradecerse a María.

—Buenos días.

—Buenos días —saludó su padre educadamente pero sin levantarse.

—¿Hoy no tienes que llevar a ninguna parte a los señores Tomlinson?

—Hasta la tarde, tengo un rato libre.

Harry asintió acercándose a la alacena para prepararse una taza de café.

—Hijo, creo que debemos hablar.


—Dime —se volteó escuchando con atención.

—¿Qué ha pasado con Sam?

—Ah... nada en realidad, nos llevamos bien, es todo —se encogió de hombros.

—Ya... —su padre asintió sin creerle— Entonces ¿podrías decirme por qué alguien dijo ver a uno
de los hijos de la familia saliendo de tu habitación al amanecer?

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Capítulo 21

Debía haber pasado poco más de una hora de que Louis se había ido, quienes primero se habían
dado cuenta de su ausencia ya habían olvidado el asunto, con otros tantos fue necesario que el
hermano menor del festejado les inventara algún imprevisto que le surgió.

Entre la celebración a la que ni siquiera se había molestado en asistir vestido de manera un poco
elegante. Nadie ahí se interesaba en él, al igual que toda su vida el interés principal era Louis y
Louis no estaba.
No le molestaba en realidad, de hecho lo compadecía, él no se imaginaba a sí mismo rodeado de
tantos contratos y finanzas, solo pensarlo le causaba escalofríos.

En un momento de la noche se dio cuenta de que faltaba alguien en el salón principal, una chica
delgada de estatura promedio, cabello ondulado y castaño que se suponía él debía llevar del
brazo.

Preguntó a uno de los meseros por ella. No fue difícil encontrarla, éste le indicó que la mujer se
había acercado a un rincón apartado detrás de la barra que daba a un balcón con vista a la
ciudad. Agradeció lo más educadamente posible (tanta formalidad era enfermiza, en verdad) y fue
a su encuentro.

Catherine estaba, en efecto, apoyada en el balcón. Su silueta se enmarcaba perfectamente con el


entallado vestido azul rey que llevaba puesto y su cabello todo acomodado a un solo lado caía
suavemente por su hombro. Se veía tan delicada y bella que por un segundo se sintió
afortunado.

En cuanto estuvo a unos tres metro, ella giró la cabeza un poco, recibiéndolo con una sonrisa
coqueta al percatarse de su presencia.
—¿Dónde está tu hermano? —preguntó volviendo la vista al paisaje.

—Él... tuvo que salir, asuntos personales.

Ella asintió, bien creyéndole o no dándole importancia, daba igual. Volvió a perder la mirada en
las luces de la ciudad a sus pies. Sam por su parte se acercó a ella, rodeándola por la cintura e
inclinándose un poco para apoyar la barbilla en su hombro, del lado del que no caía su cabello.

—¿Muy aburrido allá adentro?

Catherine se encogió de hombros haciendo un mohín. Sam sonrió para sí mismo. Ella olía a
flores, como a una mañana en el campo y soltó una mano del borde del balcón para subirla y
acariciar el cabello de él, dulce y maternal.

De repente se sintió culpable por lo que se supone quería decirle a Louis hace tiempo en busca
de ayuda y no dijo al verse en medio del romance de éste con Harry.

—Cath... —murmuró— tengo algo que decirte.


—¿Que me engañaste con la hija de Wander? —lo interrumpió.

—¿Qué? —la soltó sorprendido alejándose, ella se dio la vuelta con completa serenidad, ni un
pequeño rasgo de molestia en su rostro.

—Ya lo sabía.

—¿Cómo?

—Sam... —sonrió— no soy tonta.

Ella se acomodó de espaldas al balcón, mirándolo con una pequeña sonrisa de lado en los rojos
labios.
—Siempre lo he sabido, te conozco lo suficiente, no habría aceptado casarme con un completo
extraño. Y aún conociéndote, no habría manera de que hubiera aceptado, de no ser por salvar los
bienes de mi familia.

Hablaba con tanta tranquilidad y paciencia que Samuel se quedó atónito por algunos minutos.
Estaba seguro de que nadie más sabía eso, pero ella acababa de confesar que por su parte el
interés era tanto como el de Louis. Y Louis definitivamente no sabía eso.

—¿Así que no te importa?

Ella rio ligeramente.

—¿Por qué habría de importarme? —se encogió de hombros y volvió la vista a la ciudad—. Esto
es lo que pasará: nos casaremos, fingiremos ser un matrimonio feliz, ambos lados saldrán
beneficiados y tanto tú como yo seguiremos sin sentir nada en absoluto el uno por el otro, en un
par de años nos divorciamos y seguimos nuestras vidas normalmente. Parece una buena idea.

Samuel rio, no supo si de la impresión o de lo irónico que resultaba que al final pudo solucionarse
con un simple trato y no con una costosa boda que continuaba posponiéndose.
—Eres genial —dijo, ella rio también.

—No significa que la vayamos a cancelar —le mostró el anillo—, no deberíamos privar a los
invitados de una bella ceremonia.

Él no contuvo el deseo de abrazarla, se sentía extrañamente feliz. No le diría a Louis, preferiría


que quedara como un secreto.

—Basta —ella se separó del abrazo después de un rato y lo tomó de la mano— vamos adentro.

Así, de la mano, caminaron de vuelta al interior del bar, donde al no estar el festejado no tardaron
en llegar felicitaciones de los invitados que en toda la noche no habían visto a la feliz pareja.
Parecía que toda la casa estaba en silencio, un silencio infernal y tenso que era tan solo
interrumpido por el constante goteo de la llave de fregadero.

Se había quedado en blanco y le faltaba el aliento al no encontrar respuesta por dar.

—¿Harry? —su padre lo miraba con una ceja alzada desde el desayunador.

—Yo...

—Era yo, Sr. Styles —Louis entró a la cocina, aparentemente había escuchado la pregunta.

Estaba ya vestido con un traje como era habitual, no llevaba camisa ni corbata así que Harry
asumió que aún seguía su consejo de usar camisetas de bandas debajo del sacó. Se sintió
aliviado, más no fue por la respuesta salvadora sino porque se trataba de Louis, a quien no había
visto desde que se quedó dormido mirándolo y que sin embargo seguía viéndose tan angelical
como cuando estaba dormido.

Se posicionó de lado casi entre Harry y su padre y por un segundo Harry pensó que se trataba
de un patético y ridículo cuento de hadas en donde el príncipe llegaba defenderlo del dragón.

—¿Louis? —su aparición había tomado por sorpresa al padre de Harry.

—Harry no llegó a la fiesta anoche porque organizó otra aquí con algunos de mis viejos amigos
de la universidad.

—Sí —dio un paso al frente siguiéndole el juego—, pude contactarlos y pensé que sería una
agradable sorpresa para Louis.

—Y lamento ser yo quien tenga que decirle esto, pero su hijo —Louis señaló con el pulgar a
Harry— se excedió con la bebida y después de acompañar a mis colegas a su hotel tuve que
dejarlo en su habitación al volver en la madrugada.
—Lo siento, papá —fingió tristeza.

El señor Styles los miró inquisitivamente, primero a Louis, a Harry, a Louis. Dudaba. No pasó por
alto el hecho de que Harry se contenía para no morderse el labio por los nervios de ser
descubiertos o que Louis había ocultado las manos detrás de su espalda.

—Está bien —dijo levantándose—. Tengo que recoger a tus padres, Louis, lamento no quedarme
a charlar —se dirigió a ambos—. Con su permiso.

—Propio, Sr. Styles —Louis respondió. Harry se despidió con su padre agitando la mano.

Esperaron a que estuviera lejos, mirando por la ventana hasta que lo vieron desaparecer por el
jardín, entonces exhalaron el aire contenido, sintiéndose aliviados.

—No te creyó.

—Prefiere que creamos que sí —Louis rodeó a Harry por la cintura y dejó un suave y corto beso
en sus labios, casi fugaz—. Tengo un día ocupado, te veré en la noche.

Harry asintió y Louis se acomodó el saco un poco, comenzando a caminar fuera de la cocina.

—Louis... —lo llamó.

El aludido se dio la vuelta, atento a lo que Harry quisiera decirle. Pero esperó y esperó, empezaba
a impacientarse, al final Harry solo dijo algo simple.

—Olvídalo.

Se había acobardado.

Louis lo miró con los ojos entrecerrados, pero no tenía tiempo para insistirle. Así que lo hizo, lo
olvidó y siguió su camino, dejando a Harry mirándolo alejarse con un suspiro contenido.
Mini capítulo pequeñito de mitad de semana :) xx-

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Capítulo 22

Era el lunes siguiente a la fiesta, un día después del pequeño "incidente" con el padre de Harry.
Se había establecido ya que la boda sería de ese sábado al siguiente. Las invitaciones habían
sido enviadas y no podría retrasarse más, podría parecer poco tiempo pero ningún invitado
querría perderse tan importante evento, así que sin importar asistirían seguramente.

Tampoco podría retrasarse el plan.

—Llame a Distribuidora Tomlinson, necesitamos dos mil gardenias blancas para la boda, dígales
que acaparen todo el mercado.

Louis soltó el botón del intercomunicador en su escritorio y continuó revisando las acciones del
día, la misma cosa aburrida de diario. En la mesa de la pequeña sala en la oficina había una
botella de vino, la misma marca que Harry había comprado el fin de semana. Había ordenado
comida china del mejor restaurante especializado de la ciudad, no era lo más elegante o fino para
una cena de dos, pero había escuchado que a Harry le gustaba y de cualquier manera sus
habilidades culinarias eran nulas como para prepararle algo él mismo.
—¿Sr. Tomlinson? —la puerta se abrió y un par de gafas y una melena corta recogida se
asomaron.

—Adelante —le dijo a su secretaria sin despegar los ojos de la computadora.

—Las gardenias han sido ordenadas, señor.

—Muy bien.

—Si no es mucha molestia, ¿puedo preguntar por qué necesita tantas flores?

—Las vamos a poner en la piscina abierta —dijo—. A modo de decoración de la misma.

—Oh, entiendo —dejó un sobre en la mesa de cristal—. Los boletos de avión, señor. Uno para
mañana en la tarde y otro para el miércoles, justo como lo pidió.
—Gracias, Edna —ella se disponía a retirarse cuando Louis la volvió a llamar—. Espera, necesito
que arregles algunos otros asuntos.

—Dígame —se acercó al escritorio donde Louis estaba, haciendo sonar sus tacones rítmicamente
en el suelo.

—Haga una llamada a París, Francia. Quiero una habitación en el Hotel Ritz, a nombre de Harry
Styles.

—Entendido, Hotel Ritz... —Edna asintió. Algo en su cerebro se activó e inmediatamente volvió la
mirada hacia los boletos en la mesa, con destino a París, Francia— ¿Señor?

—¿Sí?

—Verá —dudó—, no quiero ser más impertinente de lo que ya he sido, de hecho es algo que no
me concierne —Louis la miró con una ceja levantada ya entendiendo por dónde iba el asunto—,
pero ¿está planeando irse a París con ese tal Harry en vísperas de la boda de su hermano?
Louis se levantó, rodeando el escritorio hasta quedar frente a la mujer que comenzaba a verse
apenada anticipando que su jefe reaccionara mal ante lo entrometida que era la pregunta.

—¿Puede guardar un secreto? —ella asintió.

Louis suspiró comenzando a caminar en círculos grandes alrededor de toda la oficina con las
manos detrás de su espalda. Normalmente la habría enviado a continuar con lo que le había
pedido, pero en el fondo necesitaba decirlo.

¿Culpa, tal vez?

—Bien, él creerá que voy, pero no es así.

Edna se veía confundida, pero atenta.


—Se dará cuenta cuando esté allá, la habitación estará vacía con una nota de disculpa y algunos
regalos para suavizar la situación —continuó Louis—. Consiga que envíen varios libros de
Shakespeare, los que sean en la mayor cantidad posible y algunos viniles de Coldplay. Llame a
Charlie, que le ponga un coche en París y un departamento, que Harry lo elija cuando esté allá
—ordenó con leves movimientos de las manos y hablando rápidamente, casi como si lo hiciera
más para sí mismo que para ella— También una nueva tarjeta de crédito a nuestra cuenta, de
hasta cincuenta mil dólares.

Se detuvo frente a los ventanales sin mirar en realidad, solo considerando qué mas convendría.

—Transfiera a Des Styles mil acciones ordinarias... —pensó por un par de segundos— ¡No! que
sean mil quinientas acciones preferentes —volvió a acercarse a ella, que ahora lo miraba como si
estuviera loco—. Que Harry tenga una buena estancia en París durante dos semanas, pide un
vuelo de regreso a Nueva York para esas fechas.

—¿Está seguro de todo esto? —preguntó asustada.

—Haga lo que le pido, que bastante favor le estoy haciendo al responder su pregunta.

Ella se sintió ofendida por el tono de su respuesta, pero era algo normal solamente que hacía
tiempo que él no contestaba de esa manera. Se limitó a asentir y salir de la oficina.
Al día siguiente Harry se iría, justo como él lo planeó. Extrañamente, no se sentía feliz. No había
ni siquiera un poco de satisfacción en medio de todo lo que estaba haciendo para los próximos
días, ni un poco de emoción por la editorial.

No se iba a detener a pensar en los porqués. Prefirió mantenerse ocupado el resto de la tarde
para no pensar, e incluso cuando Harry llegó se mantuvo ocupado.

Harry estuvo en la oficina poco después de las seis de la tarde, vestido como cualquier día común
y corriente. Louis lo recibió, mas casi al instante volvió al teléfono. Duró con llamadas durante
media hora, con Harry esperando en uno de los sillones.

—¿Un día muy ocupado? —preguntó cuando Louis cortó la cuarta llamada.

—Me voy el miércoles.


—¡¿A París?! —Louis asintió— ¡Por fin! Espero que pases el mejor tiempo de tu vida.

Harry no conocía la fecha de la boda, fue sencillo mentir.

—No te has olvidado de mis instrucciones ¿verdad? Nunca lleves paraguas en París y en cuanto
llegues encarga lluvia.

—Créeme que no he olvidado ni una palabra —sonrió con nostalgia—. Mi hermana tiene un lápiz
amarillo: Ma soeur a un crayon jaune.

—Muy bien —sonrió—. Tres bien.

El teléfono movil de Louis volvió a sonar, con una seña le pidió a Harry que lo disculpara y atendió
la llamada desapareciendo detrás del librero.

Al encontrarse solo otra vez y más aburrido que hacía un rato, Harry se levantó y comenzó a
vagar por toda la oficina, por mera curiosidad. Se dio cuenta de que nunca había tenido el tiempo
o el interés suficiente para detallar cada espacio. Ese lugar irradiaba el nombre de Louis en cada
centímetro cúbico, y le gustaba. Sintió algo parecido a burbujas en el estómago cuando pensó en
decirle a Louis lo que había querido decirle anteriormente. Esa noche sin duda lo haría.

Seguía recorriendo el lugar despacio, dejando su chaqueta en una de las sillas junto a la mesa, al
mirar ésta se topó con el sobre olvidado. Dicen que la curiosidad mató al gato, fue la misma
curiosidad la que lo hizo abrirlo y encontrar los dos boletos, leyendo solo el primero. La sonrisa
que apareció en su rostro fue casi dolorosa.

Como cruel broma del destino, también el intercomunicador intervino en ese preciso momento.

—La reservación está lista, señor: Hotel Ritz, París, a nombre de Harry Styles.

Cuando Louis volvió, después de cortar también esa llamada, se encontró con un Harry radiante
mirándolo con la sonrisa contenida escapándole por los ojos.

—¿Por qué no me lo habías dicho?


—¿Qué cosa? —preguntó confundido.

—Me quieres llevar contigo ¿no es así? —se acercó en lo que bien pudieron ser pequeños
saltitos, los boletos en las manos detrás de la espalda.

—¿De qué hablas?

—Edna dijo que tienen la reservación a mi nombre lista.

Eso golpeó a Louis directo en el pecho. Harry estaba tan feliz que la culpa seguramente le
perseguiría por el resto de sus días.

Iba a tener que decirle.

—Harry... esto no es lo que te imaginas.


—¡Ya sé por qué no me lo dijiste! —interrumpió sin escucharlo— Se haría un escándalo ¿verdad?
—lo abrazó con tanta fuerza que fácilmente podría haberle sacado todo el aire de los pulmones,
si Louis estuviera respirando como se debe— ¡Louis Tomlinson, el hombre de hielo me lleva a
París!

—Harry, yo no iba a llevarte a París —dijo con la voz tan firme como le fue posible y aún
increíblemente baja—. Iba a enviarte a París.

Harry aflojó el abrazo como su las palabras viajaran a la velocidad de la luz hasta su capacidad
de entendimiento.

—¿Solo? —murmuró.

—Completamente solo.

—Pero hay un boleto para ti...


—Para un asiento vacío.

Se soltó con mucha lentitud, tal vez presintiendo que esa sería la última vez que abrasaría a Louis
Tomlinson.

Sacó los boletos del sobre aún en sus manos, comparando uno con otro. Efectivamente, un vuelo
saldría el martes, el otro el miércoles. Comprendió al instante que Louis le mostraría ambos,
argumentando que tendrían que llegar con un día de diferencia para evitar sospechas ahora que
su nombre se estaba haciendo mucho más conocido, y al final no llegaría.

—Creo que ya entiendo.

—Lo siento.

La voz de Louis seguía en volumen bajo para mantenerse firme, tragaba saliva constantemente
ante un nudo en su garganta que Harry estaba ignorando.
—Y... ¿Por qué?

—Cosas de negocios. Expansión, matrimonio, una fusión —respondió—. Una nueva placa en el
edificio Tomlinson y tú te interpusiste.

Dolió.

—¿Samuel?

—Así es —asintió.

Ya todo estaba claro, lo que fue desde un principio y que Harry no había visto. El repentino
cambio de actitud de Louis, las salidas, cenas y regalos, todo explicado en menos de dos
minutos.

No había significado nada.


Fue muy estúpido al pensar por un segundo que sí.

—¡Qué desconsiderado de mi parte! —dijo con menos ánimos de los que pretendía y haciendo un
esfuerzo gigantesco por mantenerse firme— Y cuantas molestias para ti, un hombre tan ocupado
perdiendo tanto tiempo solo para subirme a un avión.

—Lamento admitir que disfruté cada segundo.

Eso había sido sincero.

Ni en un millón de años, ni en el más retorcido de los universos, imaginó que dolería.

Tal vez si no se hubiera estropeado de última hora hubiera resultado mucho más fácil, con Harry
del otro lado del mundo descubriendo que todo era un montaje. Probablemente para su regreso
todo estaría mucho más calmado, Samuel estaría casado, todos los contratos firmados y Harry no
lo odiaría tanto.
Tal vez si tan solo no hubiera llevado las cosas tan lejos, ni siquiera le importaría que lo odiara.

—Y supongo que en París me esperaría una nota de despedida redactada por tu secretaria, quizá
algún regalo...

—Más que eso.

Louis caminó al escritorio, abrió una agenda pequeña en la que tenía algunas anotaciones y
empezó a leer.

—Una tarjeta de crédito de cincuenta mil dólares, un automóvil, un nuevo departamento en la


zona que elijas, algunos libros y álbumes de vinil. Y mil quinientas acciones preferentes para tu
padre.

—Qué generoso —el sarcasmo dolió tanto como cada palabra antes dicha.
Dejó uno de los boletos en la mesa, guardando el otro en el sobre y mostrándoselo.

—Solo voy a tomar esto.

Harry tomó su chaqueta de la silla en la cual la había dejado y se la puso de vuelta, movimientos
tan automáticos como fríos.

—Yo era muy feliz en París —le dijo sujetando el último botón—. Y creo que tú también lo
hubieras sido.

Louis no guardó la agenda, se quedó apoyado en ambas manos sobre el escritorio con la mirada
fija en ésta, escuchando a Harry cada vez más lejano a pesar de que seguía ahí.

—Lamento no quedarme para la cena, pero me voy mañana y tengo que hacer mis maletas.

—Ordené que las hicieran ya —Louis reaccionó al instante, tratando inconscientemente de hacer
que Harry se quedara un poco más—, con todo lo que necesitas para pasar dos semanas allá.
Harry rio sin ganas, una risa amarga y triste desde la puerta.

—¿Y qué te hace pensar que tomaré el avión de regreso?

Louis se remontó a años atrás, cuando el vacío en su vida se volvió insoportable y quiso ponerle
fin a toda esa basura.

Era como acabar de despertar de un sueño profundo y darse cuenta de que era mejor estar
dormido que viviendo en automático. Su garganta quemaba tanto que no fue capaz de responder
ya.

No volvería a ver a Harry.

Y la culpa era únicamente suya.


—Buenas noches, Señor Tomlinson —se despidió con una sonrisa tan fingida que dolería tan
solo recordarla y desapareció cerrando la puerta tras de sí.

Quiso salir detrás de él, disculparse, decirle que todo había salido mal desde que se sorprendió a
sí mismo pensando que su vida ya no era tan asquerosa desde que Harry regresó. En lugar de
eso, se quedó en shock, con la sensación de haber despertado y no poder recordar el sueño.

NOTICIAS SOBRE LAS ADAPTACIONES: Una ya está, la empecé a publicar el día viernes, lleva
el nombre de "All You Are It's On Your Back" y la pueden encontrar en mi perfil, de todas formas
dejo el link en el vínculo externo, pásense por allá y si les gusta comenten y voten :) gracias
también por sus votos y comentarios en este, volvimos a las partes sacadas de la película *se va
antes de que la apedreen* xx-

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Capítulo 23

El martes por la mañana Edna llegó tarde al edificio. Sus vecinos eran un par de adolescentes a
los cuales se les ocurrió que si no dormirían por las tareas escolares nadie más lo haría así que
dejaron la música a todo volumen hasta altas horas de la noche y ella no pudo dormir bien, así
que el despertador no fue capaz de levantarla a tiempo.
Con el cabello mal recogido y el maquillaje a medias llegó casi saltando fuera del taxi y entró
corriendo, con solo el cuidado necesario para no resbalar en el pulcro piso de las oficinas.

—Buenos días —saludó a las demás secretarias en cuanto bajó del ascensor.

—Buenos días —respondieron ellas a coro sin que Edna se detuviera, lo hizo hasta que llegó
frente a la gran puerta y golpeó un par de veces.

—¿Sr. Tomlinson?

—Pase, Edna —le dijo una voz cansada desde adentro.

—Buenos días —dijo entrando.

—Buenos días, llega tarde. Tuve que hacerme el café solo, peor imposible —Louis reclamó
enojado sin esperar lo debido entre las pausas.
—Disculpe, he pasado una mala noche.

—Lo imaginaba, sé lo que es eso.

Hasta ese momento al percibir la nostalgia que emanaba de su voz, lo miró. Louis estaba
apoyado junto a la barra dentro de su oficina con la taza de café en las manos. Se veía igual o
más desvelado que ella, las grandes y marcadas ojeras debajo de los ojos lo delataban.

—Será mejor que anote, hay muchas cosas qué hacer hoy.

Edna asintió y se apresuró a buscar su agenda portátil en el bolso junto con un bolígrafo mientras
Louis tomaba un trago largo de café y hacía una mueca de disgusto. Muy amargo. Dejó la taza en
la mesa y habló caminando hacia el escritorio.

—Llame a la constructora Tomlinson y dígales que detengan el trabajo en la planta, vamos a


cancelar la fusión de la empresa.
—¿En verdad? —preguntó sorprendida.

—Quiero una reunión con los Davis, lo más rápido posible —continuó Louis ignorando la
pregunta—. Y consiga un frasco de sales aromáticas, vamos a cancelar la boda.

—¡¿Es en serio, señor?!

—¿Qué día cumple años su madre? —continuó ignorándola.

—¿Por qué?

—Le voy a enviar dos mil gardenias.

La secretaria casi se queda boquiabierta. En cualquier otro momento tal vez hubiera tenido el
atrevimiento de contradecir a su jefe, pero no tenía sentido ahora que cada vez estaba más
convencida de que se había vuelto loco.

—Necesito otro boleto para el vuelo de hoy a París, el mismo para el que consiguió el otro. Y el
pasaporte de mi hermano, asegúrese de que esté en regla —Louis se sentó en la silla del
escritorio, buscando algo entre los papeles desordenados del lado derecho de éste—. Por último,
localice a Samuel, el avión sale a las tres. Llamé a casa y no está ahí, tenemos que localizarlo
urgentemente.

—¿Quiere que envíe los regalos al hotel Ritz? —preguntó notando la relación entre las órdenes
del día anterior y las que acababa de recibir.

—No, enviaremos a Sam en lugar de.

—Buenos días.

Como si lo hubieran invocado, ahí estaba él, sonriendo desde la puerta después de haber
saludado con toda la calma del mundo. Jeans rotos de las rodillas y la sudadera negra deportiva
con la capucha apenas caída, nadie pensaría que se trataba de un miembro de la familia
propietaria de aquella empresa.
—Te he estado buscando.

—Y yo te estaba buscando a ti —Samuel señaló a Louis adentrándose en la oficina.

—Hoy sales a París —Louis se levantó.

—¿Es broma?

—Con Harry.

Samuel se detuvo justo frente al escritorio y haciendo una mueca señaló a Edna, dirigiéndose aún
a Louis.

—¿Puede irse?
—Bien, Edna —Louis señaló la puerta con la mano hablándole a la mujer—, tiene mucho trabajo
por hacer.

Ella nuevamente sintiéndose indignada y aún con un humor terrible gracias al poco sueño, se
retiró irguiendo la espalda en exceso.

—¿No te agrada la noticia? —preguntó Louis cuando la puerta se cerró y se encontraron a


solas— ¿Cuál es el problema?

—Anoche vi a Harry haciendo sus maletas.

Así que tenía que ver con Harry. Como si Louis no hubiera tenido suficiente de Harry en menos
de veinticuatro horas.

—¿Qué te dijo?
—Nada. Ese es el problema.

Puede que se tratara de un gesto de sangre, pero justo en la manera en que Louis a menudo
recorría su oficina caminando con desinterés y las manos en la espalda mientras hablaba,
Samuel empezó a hacer lo mismo.

—Que el hijo de nuestro chofer después de haberse visto en extremo feliz por varios días ni
siquiera quisiera despedirse.

—Son ideas tuyas —Louis intentó evadir el tema.

Así que todo eso iba por aquél rumbo. No iba a permitir que se divagara más sobre el tema, no
con el riesgo de que alguien que lo conocía medianamente bien supiera algo que él ya sabía muy
en el fondo.

Samuel no le prestó atención y siguió hablando.


—Entonces hasta esta mañana, todo tuvo sentido. Ya sabes, Catherine, yo, la editorial y Harry...
—se acercó de nuevo al escritorio quedando de frente a su hermano mayor— ¿y sabes?

—¿Qué?

Tan pronto Louis terminó de hacer tan corta pregunta, un puño impactó con mucha fuerza en su
mandíbula, tanta fuerza que lo hizo retroceder y tener que sentarse otra vez en su acojinada silla.

Samuel lo había golpeado, con la rabia satírica inyectada en los ojos marrones y una pequeña
sonrisa sarcástica en los labios.

—Perdona que le haga esto a un hombre de negocios cansado.

Louis llevó una de sus manos al lugar en donde había sido golpeado, mirando con confusión a su
hermano. No dijo nada, no se molestó en intentar defenderse. A pesar de que desconocía (o
quería pensar que desconocía) las razones de aquél golpe, sentía que era lo más mínimo que
merecía por lo que le había hecho a Harry. Fingió que no había pasado nada.
—Vete a hacer las maletas, yo me encargo de Catherine, voy a cancelar la fusión —se levantó
sintiéndose mareado, tuvo que sostenerse del escritorio—. Edna tiene tu pasaporte y tu boleto,
dile si necesitas dinero. Espero que tú y Harry la pasen bien en París —dicho esto hizo una larga
pausa con la nostalgia formándole un nudo en la garganta— . Adiós.

—¿Y por qué estás tan seguro de que Harry todavía me quiere?

Samuel se había cruzado de brazos adoptando una postura de sabelotodo fastidiosa. Era como si
los roles se hubieran invertido en cuestión de minutos.

—Obviamente te quiere —respondió con la voz apagada—, te ha querido toda su vida.

—Sí, hasta que llegaste tú con esas estúpidas camisetas de las bandas que le gustan bajo el
traje.

Maldita sea.
—Ya vete, vas a perder el vuelo —volvió a intentar desviar la conversación.

—No te preocupes, no me lo perderé —Sam sonrió como quien ha ganado una batalla—. Me
voy.

La risa lo venció a medio camino hacia la puerta, sin poder ocultarla y sabiendo que Louis lo
miraba sin entender el motivo de ésta, lo explicó:

—Esto es lo más gracioso del mundo: Louis Tomlinson, el gran Louis Tomlinson, tirando un
contrato millonario a la basura.

Tras abrir la puerta se detuvo en ella. La gente del otro lado de la oficina ni siquiera se inmutó, lo
que sea que discutían los hermanos no debía ser de su incumbencia, para conveniencia de Louis
más tarde.

—¿Estás seguro de que no quieres ir tú con él? —preguntó mirándolo desde el marco.

—¿Por qué querría ir con él?


Sam se encogió de hombros.

—Porque estás enamorado de él.

Y se fue cerrando la puerta tras de sí.


Una de las camionetas de la familia Tomlinson se dirigía al aeropuerto internacional dos horas
antes de que el vuelo de las tres saliera. Los únicos ocupantes en este vehículo terrestre eran los
Styles, padre e hijo, en los asientos delanteros.

No se había pronunciado palabra alguna en todo el trayecto, la melancolía se podía sentir desde
la casa. Entre lágrimas por parte de la servidumbre, Harry, mostrándose más fuerte de lo que en
realidad se sentía se despidió de todos antes de salir. Hubo una especie de deja vu cuando
anunció que volaría hacia París, solo que ahora se desconocía cuándo regresaría o incluso si lo
haría. Nuevamente no los vería durante el verano, Navidad o Año Nuevo; y todos sabían que esta
vez, sería por voluntad propia.

En el portaequipaje iban todas sus maletas, las mismas que trajo consigo cuando volvió de
aquella estancia de cuatro años en la ciudad del romance. Llevaba exactamente lo mismo que
cuando había regresado, tal vez un par de artículos más o un par de artículos menos que no
marcarían gran diferencia.

Era una tarde nublada aunque según el pronóstico no llovería, el ambiente se sentía frío además
por la época del año. Harry se abrigaba a sí mismo en la pesada chaqueta verde oliva que llevaba
puesta, tenía la cabeza apoyada en el cristal mirando sin atención las calles neoyorkinas de las
que se despedía en silencio.
—Me sentiría mejor si estuvieras enojado conmigo por permitir esto —habló su padre.

Harry se incorporó en su asiento, los músculos le cobraron factura entumecidos después de tanto
tiempo en esa posición.

—No fue culpa tuya, papá, fue mía —suspiró—. Tuve que haberte escuchado: hay un asiento
delantero, uno trasero y un cristal en el medio.

Citó las palabras que su padre le había dicho muchos años cuando descubrió que el pequeño
Harry miraba con tal devoción a Sam Tomlinson.

Parecían siglos.

—Si te sirve de consuelo —siguió su padre—, quizá esta vez superes lo de Samuel.
Harry soltó una ligera risa sin nada de ganas, únicamente por lo irónico que resultaba el lugar en
el que estaba ahora. Si supiera, si todos supieran que lo de Samuel era tan pasado que parecía
otra vida.

—Samuel... ya lo superé, estoy curado —un suspiro entrecortado—. Ahora debo superar la cura.

Una cura que terminó encontrando en la misma casa que la enfermedad inicial, mas no en París.

—No habría funcionado —su padre siguió con los intentos de animarlo—. Tal vez la prensa hoy
en día habría dicho que es correcto y democrático que un Tomlinson saliera con un hombre, más
aún con el hijo de un chofer. ¿Pero elogiarían al hijo del chofer? No.

Quizá en eso tendría razón, pero no era algo que a Harry le hubiera preocupado. Si de haber
tenido una relación seria y eso pudiera afectar los negocios de los Tomlinson, entendería
perfectamente si quisieran mantenerlo en secreto. No le interesaba el reconocimiento que pudiera
obtener de ello.

De cualquier manera ¿por qué pensar en eso ahora que estaba perdido?
—La democracia puede ser algo terriblemente injusto: a ningún pobre se le ha considerado jamás
democrático por casarse con un rico —concluyó el señor Styles.

Harry volvió a reír, de nervios esta vez.

—No estaba pensando en casarme con Louis.

—¿Louis? —lo miró alzando una ceja— Creí que hablábamos de Samuel.

Harry desvió la mirada sintiendo sus mejillas arder. Volviendo a esconderse contra el cristal de la
ventana para evitar seguir la conversación.

Su mente empezó a dar vueltas entre lo lógico y lo ilógico. Empezó a combinar su propia fantasía
con la realidad y terminó imaginando que la majestuosa boda que se planeaba en la casa que
habitó era la de Louis y que él sería la otra persona cuyo nombre aparecería en las invitaciones.

Pero seguramente Louis no querría una boda tan planeada ni llena de tantas formalidades.
Probablemente terminaría siendo secreta, en alguna playa o bosque en el que no durarían mucho
tiempo después de la ceremonia, Louis pagaría por un concierto privado de alguna banda y
terminarían celebrando de esa manera en lugar de fiesta, si no irían a un concierto normal para el
que tendrían entradas. Sería perfecto que fuera de Coldplay otra vez.

Pero todo eso estaba muy dentro del lado de la fantasía y lo ilógico.

Y si dentro de toda esa ilógica fantasía quisiera terminar casándose con Louis, era con un Louis
que nunca existió.

Desechó todos esos pensamientos y dejó la mente en blanco mirando todo afuera porque ya
mucho se había dañado. La gente y los automóviles seguían su curso como cualquier día normal,
era cualquier día normal. Definitivamente Nueva York no lo echaría de menos.

—¿Vas a extrañarme? —preguntó a su padre después de un rato.

—No tienes una idea de cuánto.


Con eso bastaba, ser lo suficientemente importante para una persona. Con eso podría ponerse
de pie y rehacer la vida que había hecho años atrás en Europa. Sonrió para sí mismo para
impulsarse ahora que el aeropuerto se dejaba ver no muy a lo lejos.

MÁS NOTAS SOBRE ADAPTACIONES:

Es bien sabido que para cada ship hay una serie de fanfictions que es casi obligatorio leer si los
shippeas, ya sea porque son los mejores o los más famosos; podríamos citar algunos de Larry
Stylinson pero es precisamente por eso que no hace falta mencionarlos, todos saben cuáles son.
Bien, uno de los emblemáticos del Frerard (mi otro mayor OTP por los siglos de los siglos) se
llama "Frankie Karma".

Después de muchísimo trabajo, mi amiga Mayte y yo pudimos localizar a la autora de ese fanfic y
ella, contrario a lo que pensamos (ya un par de autoras nos habían enviado por un tubo) y
mostrándose además entusiasmada por la idea, nos dio permiso de adaptarlo a Larry. Así que lo
rebautizamos simplemente como "Karma" y abrimos otra cuenta para ambas ya que no es lo
único que subiremos entre las dos.

Creo yo que una historia tan icónica para las shippers de cierto pairing es tan reconocida por algo,
fue uno de los primeros fanfiction que leí y le tengo mucho cariño ya que fue en parte uno de los
responsables de que yo quisiera escribir también fanfiction (por allá del año 2009), por lo tanto me
siento muy feliz de que podamos compartirlo con las personas que shippean Larry. Tenía que
comunicárselo a ustedes porque me emociona mucho.

Si alguna quiere leer la adaptación, esa no está en mi perfil porque como ya mencioné, Mayte y
yo hicimos otra cuenta, pero pueden buscar la historia como "Karma Larry Stylinson" o como
siempre, dejo el link en el vínculo externo.

¡Y perdón por lo que esá pasando en este fic! Sigo sacando gran parte de las escenas finales de
la película. Eso no significa que ya vaya a terminar, cambié el final porque el original no me
satisfacía. Espero que les haya gustado, que comenten y que voten, las quiero :) xx-
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Capítulo 24

Contra pronóstico, llovió.

Una lluvia no muy fuerte, pero lo suficiente para que se retrasaran algunos vuelos. Así que ahí
estaba Harry a las quince horas con diez minutos, esperando a que su padre regresara con los
sándwiches que fue a comprar para los dos mientras esperaban.

Se encontraba prácticamente recostado en la silla con los audífonos del ipod y Frank Sinatra
dejándose oír a través de éstos.

No sabía qué lo hacía más masoquista, si escuchar "Theme From New York, New York" poco
antes de dejar esa ciudad, o estar escuchando la voz que acompañó su baile especial con Louis
hace tan solo algunos días.

Si de ahora en adelante todo se iba a relacionar con Louis, entonces eran ambas cosas las que lo
hacían querer esconderse dentro de la pesada chaqueta como un niño pequeño y no salir nunca
más.
Quince con treinta, Harry ya debía estar muy lejos. Louis miraba por la ventana, la lluvia se había
calmado y el aspecto tranquilo de la ciudad después de ésta era mucho mejor así. La ciudad
entera parecía estar más en paz que él, él nunca se iba a perdonar a sí mismo.

—¿Señor? —Edna asomó la cabeza por la puerta— la familia Davis ha llegado, junto con su
padre.

—Gracias por llamarlo también —asintió él— ¿conseguiste el frasco de sales aromáticas?

—El más grande que encontré —dijo ella mostrándoselo.

—Bien, hazlos pasar.

Ella volvió a abandonar la oficina dejándolo solo y con la mente en blanco por voluntad propia. Lo
mejor en ese momento y tal vez siempre, era no pensar en nada que pudiera desequilibrarlo.
Edna regresó un minuto después acompañada de Catherine, sus padres y el padre de Louis.
Le dio la mano a cada uno cordialmente junto con un saludo común que ellos correspondían de
manera educada, todavía sin saber para qué habían sido llamados exactamente.

—¿Y mamá? —preguntó a su padre.

—En Nueva Orleans —dijo sentándose a la mesa—, digamos que también vengo en
representación suya.

Louis hubiera preferido que estuvieran todos presentes. De cualquier manera tenía que proseguir,
se sentó al final de la mesa, en su silla de siempre desde donde dirigía las reuniones. Edna se
sentó a su lado por indicación previa esa misma tarde. Dejó que pasaran un par de minutos en los
que Catherine y su madre charlaban de cualquier cosa, al igual que el señor Davis y el señor
Tomlinson. Simplemente estaba retrasando el asunto por pura comodidad.

—Damos inicio a la reunión —Louis se puso de pie después de un rato llamando la atención de
los demás.

—Pero Sam no ha llegado —dijo Catherine.


Sin mirarla siquiera Louis fingió que ella no había hablado, se aclaró la garganta y siguió.

—Estamos aquí para firmar la fusión Tomlinson-Davis —los demás asintieron—. Hemos dedicado
mucho esfuerzo a hacer que esta unión sea posible, muchos obstáculos, noches completas...
—sonrió de lado sin ganas sintiendo algo en su pecho oprimirse— Nadie lo sabe mejor que yo.

Se dio cuenta de que había agachado la cabeza de más y de que probablemente llevaba más
tiempo así del que imaginaba puesto que ya podía sentir las miradas desentendidas entre la
familia Davis, así que se obligó a erguir la espalda y recobrar su faceta de líder de la conferencia.

—Sin embargo... —siguió, Edna se levantó para entregarle el frasco— todavía no —la detuvo.

La secretaria volvió a sentarse golpeando el suelo impacientemente con el pie. Ya sabía por
dónde iba todo el asunto y le desesperaba tener que estar presente en ese momento.

—Sin embargo a veces el hombre de negocios más experimentado puede estropear un trato por
alguna razón u otra —continuó Louis—. No quiero decir que se haya presentado un obstáculo en
el trato, o que hayan quedado cabos sueltos o que se haya desplomado. Déjenme decirlo así: se
fue volando.
—Me parece que me estoy perdiendo de algo —el padre de Louis hizo ademán de levantarse
también, mas se detuvo cuando Louis volvió a hablar.

—Bien, señorita Dav... Catherine —se corrigió—, odio decírtelo yo, pero en este momento
Samuel...

—Llega tarde, como siempre.

La voz cantarina y más grave que la de Louis se escuchó desde la puerta recién abierta. Todos
miraron en aquella dirección, donde Sam iba entrando y dirigiéndose hacia la mesa.

—Hola a todos. Hola, cariño —saludó a Catherine con un corto beso en los labios—. Hola, Louis
—sonrió descaradamente a su hermano— ¿cómo estás?

—¿Qué diablos estás haciendo aquí? —Louis se veía entre sorprendido y molesto.
Sorprendido de que Samuel siguiera en Nueva York, molesto porque ¡mierda! le había dado
indicaciones y el desgraciado se las pasó por donde le cupieron.

—Escuché lo de la reunión ¿Dónde están los contratos? —fingió buscar con la mirada en la
mesa.

—¿Dónde está Harry? —Louis rodeó la mesa para enfrentarlo.

—¿Quién es Harry? —intervino Catherine.

—En el avión, supongo —Samuel se encogió de hombros.

—Pero el avión ya salió.

Samuel fingió quedarse pensativo por varios segundos frente a Louis, incluso se frotó la barbilla
con un par de dedos, después lo pasó de largo hasta llegar a los ventanales y miró al cielo.
—Y allá va él.

—¿Quién? —preguntó el señor Tomlinson.

—Harry —respondió con desinterés su hijo menor.

—¿Y quién es Harry? —volvió a preguntar, esta vez el señor Davis.

Louis alcanzó a Samuel junto a la ventana, tomándolo del hombro con fuerza para que lo mirara,
éste en cambio seguía manteniendo el semblante de que nada sucedía ahí.

—¿Por qué lo hiciste?

—¿Hacer qué?
—Dejarlo ir solo.

—¡Ah! —su rostro se iluminó con una amplia sonrisa— según esto, no irá solo.

Sacó de su chaqueta un periódico hecho un rollo que seguramente había guardado horas antes y
lo abrió en una página que había dejado marcada mientras caminaba de vuelta a la mesa. Louis
lo reconoció, era el periódico local de Queens.

—Aquí dice que Louis Tomlinson —señaló a su hermano—, ese eres tú ¿verdad?, y Harry Styles,
es él ¿no? —preguntó con muy falsa curosidad— tomarán vacaciones en Francia.

—¡Deberían convertir a todos los periodistas en combustible! —furioso, el señor Tomlinson se


levantó también.

Louis le arrebató el periódico y leyó tan solo un par de líneas sin poder dar crédito a sus ojos.
Efectivamente eso decía, en un pequeño párrafo en la única página de la sección de sociedad.
Arrojó el periódico a la mesa con fuerza exagerada para tratarse de hojas de papel y se acercó
amenazante a su hermano.

—¿Tú vendiste eso?

—Creí que tu relación era de dominio público —Samuel se mantenía sonriendo sin intimidarse.

—¡¿Cuál relación?!

—¡¿Pero quién es Harry?! —preguntó exaltada la señora Davis.

—El hijo de nuestro chofer —dijo por fin Samuel para calmar la constante pregunta y se detuvo en
el sitio al final de la mesa, donde Louis estaba antes— ¿qué me dicen de eso?

Louis se quedó inmóvil, rechinando los dientes por lo que fuera que Samuel estuviera a punto de
decir aunque eso era predecible. El resto de los presentes se encontraban atónitos, mirándose
unos a otros expectantes de lo que viniera después.
—Louis Tomlinson, el magnate, presidente de la mesa, una mente maestra según sus
profesores... —Samuel apoyó ambas manos en la mesa inclinándose hacia adelante en un gesto
dramático— ¡Liado con el hijo de su chofer!

—Es suficiente, Samuel —Louis gruñó entre dientes.

—Él iba detrás de mi, pero se decidió por Louis —dijo Sam quien parecía ser el único cómodo en
toda la oficina—, apuesto que porque tiene más dinero. Ya conocen a esa clase de personas, él
es así, ordinario, aunque no lo parezca.

—Basta —pidió, cada vez más molesto.

—Ya se enojó —le dijo a los de la mesa refiriéndose a Louis, rio, y se giró para hablarle a su
hermano—. Louis, ¿fue porque lo llamé "ordinario" o porque te quedaste aquí en tierra firme
mientras él ya va en camino?

—Ya cállate.
—Qué lastima que al final hayas querido más a tu cuenta bancaria.

Lo siguiente sucedió casi como esa misma mañana, pero al revés. Sam retrocedió hasta topar
con el cristal de la mesa, se tocó la boca y sintió el líquido caliente correr en un fino hilo. Louis
todavía apretaba los puños respirando agitadamente. Su padre se había levantado para intervenir
pero algo le había dicho que era mejor no hacerlo, todos miraban la escena como si de un
espectáculo se tratara. De cierta forma, lo era.

—¿Lo viste? ¿Todos lo vieron? —Samuel rompió a reír sonoramente— Al final yo tenía razón ¡yo
tengo razón! ¡Demonios, te enamoraste de él!

Los hombros tensos de Louis se relajaron, al igual que la mirada que le dirigía a su hermano
menor. Había algo de preocupación y desesperación en esa mirada, Sam había dado justo en el
blanco. Él se la devolvió de una manera dulce, haciéndole saber que era patético pensar que lo
juzgaría.

Resultaba curioso que la primera vez que Louis se enamorara fuera de un chico, de Harry. Le
gustaba eso, le gustaba verlo feliz después de todo.
Louis respiró profundo y entrecortado manteniendo la súplica en sus ojos, como si preguntara qué
debía hacer.

—¿Qué estás esperando? ¡Ve por él! —Samuel lo empujó para hacerlo reaccionar, prácticamente
leyendo su mente— Todos los vuelos se retrasaron por la lluvia y hay una patrulla de la policía
abajo esperando a llevarte al aeropuerto —explicó rápidamente— ¡¿Por qué sigues aquí?!
¡Muévete!

Empujó a Louis una vez más, un poco más fuerte logrando moverlo de su lugar en el que se
había quedado paralizado. Louis sonrió grande, agradecido y sintiendo que se había quitado un
enorme peso de encima.

—Si me disculpan, creo que ya tenía otro compromiso —corrió a la puerta de la oficina.

—¡¿Esto es el siglo XXI para ti?! —gritó su padre para que lo escuchara a pesar de haber salido
ya— ¡Francia! ¡Hombres! ¡Hijos de choferes!

—Siéntate, papá —Sam también elevó la voz, sonando más dominante que su propio padre quien
obedeció a regañadientes—. Yo también he dormido con otros hombres.
Casi se atraganta con su propia saliva al darse cuenta de que lo había dicho frente a su
prometida y futuros suegros, que ahora lo miraban indignados y boquiabiertos. Tomó asiento en
la que era la silla de Louis pretendiendo no haber dicho nada.

—Así que... —tosió— ¿los contratos?

Louis bajó por las escaleras corriendo y casi tropezando varias veces, no tenía tiempo para
esperar el ascensor. En efecto, afuera del edificio una patrulla con las puertas abiertas lo
esperaba. Sin decir nada abordó, las puertas se cerraron y sonando la sirena para que ningún
auto se interpusiera en su camino un oficial pisó el acelerador rumbo al aeropuerto.

Lógicamente tenía indicaciones previas de Samuel. El poder del dinero.


En el camino fue pensando lo que le diría en cuanto lo viera. Le pediría que no subiera al avión, le
explicaría que todo había empezado por conveniencia pero con el tiempo dejó de ser así. Le diría
que perdió el objetivo desde la primera vez que se besaron, que fue Harry quien había ganado.
Estaba dispuesto a abrirse por completo frente a él, algo que nunca había hecho. Le diría que lo
quería.

Que había perdido la cabeza en su totalidad por él.

Llegaron en doce minutos cuando en un recorrido normal hubiera tomado media hora. Se bajó de
la patrulla agradeciendo al oficial mientras corría. Corría esquivando a las personas, tirando un
par de maletas de algunos viajeros y buscando a Harry entre la multitud. Sentía el corazón
agitado por la carrera y la anticipación.

No tenía tiempo de leer todos los números colgando varios metros sobre su cabeza, se dirigió a la
azafata detrás de un largo mostrador. Para ese punto su cabello estaba completamente
desordenado y su saco hecho un desastre.

—Vuelo 023 a París ¿qué puerta? —preguntó sin saludar o detenerse a respirar por lo menos.

La chica de no más de veintisiete años revisó en la computadora con más calma y lentitud de la
que Louis desearía. Sintió su mundo caerse en grandes pedazos cuando ella volteó a verlo con
cierto aire de lástima.

—El vuelo 023 salió hace diez minutos.

Feeeeliiiiz cumpleaños a la mejor amiga, compañera, cómplice y hermana sin lazos de sangre
que pude haber pedido. Eres mi larry shipper favorita, espero que tengas un maravilloso
cumpleaños y vengan muchos más, ningún espacio me alcanzaría para escribir cuánto te quiero.

NOTAS: Si hubiera seguido el final de la película, hubiera terminado con este capítulo, Louis
hubiera alcanzado a Harry y se encontrarían en el camino a París. Pero me pareció un final muy
simple y predecible, de cualquier forma pensaba extender el fic hasta treinta capítulos así que...
las quiero, gracias por sus comentarios bonitos :3

*Huye antes de que la linchen* xx-

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Capítulo 25

Destino:

1. Fuerza desconocida que se cree obra sobre los hombres y los sucesos.

2. Encadenamiento de los sucesos considerado como necesario y fatal.


3. Circunstancia de serle favorable o adversa esta supuesta manera de ocurrir los sucesos a
alguien o algo.

Se crea o no en el destino algo es muy cierto, que la mayoría de las veces cuando algo debe
suceder el universo y la vida harán todo lo posible porque así sea.

Y viceversa, cuando algo no debe suceder simplemente no importa todo el poder que se tenga,
las altas posibilidades de que ocurra o la determinación. Si es algo que no está destinado, no va a
pasar.

Louis quedó en shock por varios minutos en los que todo en su mente eran el nombre de Harry y
la palabra arrepentimiento. Se quedó en blanco a la mitad del aeropuerto, entre viajeros que iban
y venían con su equipaje, despidiéndose o saludando a sus seres queridos. La mayoría muy
ocupados en sus propios asuntos como para prestarle atención, uno que otro simplemente
mirándole extrañado por su repentino estado catatónico y la ropa revuelta gracias a la carrera en
vano.
Caminó después por las calles sin rumbo y sin tener la mente clara todavía, hasta que llegó la
noche y la lluvia regresó. No se dio cuenta hasta mucho tiempo después, cuando su ropa estaba
tan mojada que pesaba y terminó tomando un taxi hasta su oficina, ahí le dio dinero de más al
conductor sin esperar el cambio ni cerrar la puerta.

En la oficina ya solo quedaba Edna, cuidando los papeles cuya única firma que faltaba era la de
Louis. Él entró sin saludar y los firmó sin ver, sentándose en su acostumbrada silla al final de la
mesa. Se quedó contemplando el bolígrafo en sus manos, dándole vueltas como si lo estuviera
examinando pero sin tan siquiera mirarlo en realidad.

—¿Señor?

—Harry se fue.

Su voz sonó débil y asustada. Decirlo en voz alta fue como un golpe directo en la cara, con eso
terminó de asimilarlo.

Harry se había ido, en verdad se había ido.


—Tiene un boleto para mañana —dijo ella en voz baja esperando que la escuchara.

Eso animó a Louis quien se levantó como si lo hubieran impulsado y corrió directo a su escritorio,
buscando entre los papeles y los cajones.

—¡Encuéntrelo! —le gritó.

Ella se movió también y movió al resto de sus compañeras, todos los trabajadores que quedaban
en el edificio terminaron buscando un desaparecido boleto de avión, llamaron inclusive a Sam que
buscó en la casa. De cualquier forma, el boleto no apareció.

Edna intentó conseguir otro, pero los vuelos a París para el miércoles estaban llenos y no habría
más sino hasta el viernes en la noche. Compró uno para esa fecha, pero Louis gritó más y
terminó arrojando varias cosas, el viernes en la noche era mucho tiempo de espera.

El avión privado de la familia llevaría esa misma noche a sus padres a California, así que
tampoco estaba disponible.
Simplemente el destino o la vida o lo que fuera no lo quería en París.

El viernes por la mañana llamó a Charlie, un colega residente en París a quien después de
resignarse a esperar decidió llamar para pedirle toda la información referente a Harry. Los
resultados no fueron muy favorecedores.

La habitación en el hotel Ritz que había sido reservada para Harry nunca fue ocupada, a pesar de
que su vuelo llegó el miércoles por la mañana. Nunca llegó a la agencia inmobiliaria a revisar el
departamento que querría, tampoco reclamó su automóvil ni la tarjeta de crédito. Charlie buscó
también el antiguo apartamento de Harry, el que ocupaba mientras estudiaba allá, solo para
encontrarse con que ahora tenía un nuevo inquilino.

Harry estaba en París, eso era seguro, pero estaba desaparecido. No tenían noticias de su
ubicación exacta porque él no quiso que lo encontraran.

Así que Louis dejó perder también el vuelo del viernes por la noche, porque Harry no quiso nada
más de él.

A la semana siguiente se celebró la boda, con todos los lujos y exageraciones que se planearon
desde un principio, las gardenias en la piscina, los diferentes tipos de vino para cada gusto y el
perfecto vestido de Catherine.

Louis fue el padrino, pero no pudo fingir la más mínima alegría por el evento. Se retiró después
del brindis.

Fue directo a la oficina, a revisar los planos y el avance de la editorial. Deseó tirar todo por la
ventana, incluyéndose a sí mismo. Esa noche y muchas otras que le siguieron no durmió en casa,
se quedó en el largo sofá junto a los ventanales en donde alguna vez se abrazó a Harry tan fuerte
que juraba que eran uno mismo.

Él solía ser de ese alto porcentaje de personas que nunca creyeron en el destino, hasta que éste
decidió que una tarde de Junio Harry volvería a pisar su casa y sus propias decisiones lo
enredarían en una telaraña de la cuál le sería imposible escapar después de algunos meses.

Por alguna cruel jugada del destino en el que nunca creyó, esos eran ahora tan solo recuerdos
lejanos a los que se aferraba a toda hora. Tal vez en el futuro ese mismo destino voluble los
volvería a encontrar, pero sin importar lo que les esperara, estaba seguro de que la culpa lo
acompañaría hasta el final de sus días.
Había extrañado infinitamente ese paisaje, ese ambiente. Incluso el aire se sentía diferente al que
se respiraba en Nueva York. Había extrañado las luces, los olores, la gente que transitaba por las
calles, lo había extrañado tanto que las palabras eran imposibles de encontrar.

Ahí estaba otra vez, en el balcón, con el calor del que se sentía más su hogar que cualquier otro
lugar, respirando el fino rocío después de una lluvia cotidiana y sintiendo la ciudad tan suya como
nunca.

Se sentía tan en paz que podría perder completamente la noción del tiempo, tal vez ya la había
perdido.

Y de repente ahí estaban los fuertes brazos rodeándolo y haciéndolo sentir tan seguro que el piso
podría derrumbarse bajo sus pies y no sentiría miedo, porque en ese momento era invencible.
Podía respirar el aroma a lavanda con tabaco y café que hacían la combinación más exquisita y
sentir el aura invisible que lo apartaba del mundo.
Buscó echar la cabeza hacia atrás para apoyarse en él y abrazar los brazos que lo protegían,
pero al hacerlo terminó dando un paso atrás y sujetando los suyos propios.

Porque Louis no estaba ahí, nunca había estado.

El paisaje desapareció, el calor se había ido y ahora el frío le calaba hasta los huesos, apestaba a
deshechos industriales y las náuseas no se hicieron esperar. Ya no estaba en París y si lo estaba
no lo creería porque un lugar tan hermoso no podía despedir tanto temor. Efectivamente el piso
se estaba cayendo en pedazos, cayendo al vacío y él ya era algo insignificante. Estaba solo en un
lugar desconocido.

Quiso gritar pero su garganta se había cerrado, sentía cómo se desgarraba sin emitir sondo
alguno. Su pecho se sentía oprimido por cien placas de plomo a pesar de sentir el desenfrenado
latido de su corazón. Intentó escapar pero sus pies no reaccionaban, estaba inmóvil, esperando a
caer.

Su propio llanto lo despertó.

Se encontraba en posición fetal en la cama, enredado entre la sábana mientras gruesas lágrimas
seguían mojando la almohada. Lloró por un rato esperando a calmarse, pasaron así varios
minutos hasta que solo un espectro quedaba del sueño. Era la misma pesadilla que lo
atormentaba desde que aterrizó en Francia pero todavía no lograba acostumbrarse, como cada
que ésta lo despertaba, tocó la pared junto al lado derecho de la cama para asegurarse de que no
se estaba derrumbando y tomó varias respiraciones profundas en lo que sus latidos volvían a la
normalidad.

La cama era matrimonial y muy cómoda, pero ni siquiera eso lograba que pudiera descansar
como se debe, de hecho todo el día se sentía fatigado y con sueño. Culpaba a las pesadillas que
lo despertaban en medio de la noche impidiendo su sueño de calidad.

La luz que entraba por los espacios semi abiertos de la persiana era prácticamente nula, supuso
que apenas estaba amaneciendo. Se sentó sobre la cama apoyando las palmas de las manos en
el colchón y volteó el reloj en la mesita de noche, efectivamente eran las 6:12 de la mañana.

Esperó a que sus ojos se acostumbraran a la poca iluminación y miró a su alrededor, la


habitación estaba prácticamente desamueblada, pero él ya había acomodado sus pertenencias
en el pequeño armario y el buró. Frente a la cama la gatita lo miraba desde su casita de viaje con
la rejilla abierta y un pequeño colchón dentro, seguramente el alboroto la había despertado pero
estaba muy cansada para levantarse.

Él ya había pegado incluso algunos de sus dibujos favoritos en las paredes, pero justo ahora se
veían como sombras deformes en hojas de papel. Suspiró notando como el llanto había cesado y
se abrazó a sí mismo sabiéndose incapaz de volver a conciliar el sueño.
La puerta de la habitación se abrió y por la velocidad con la que volteó supo que seguía alterado.

Amber se asomó con cuidado, entrando con una gran sonrisa al percatarse de que el chico ya
estaba despierto. Ahora tenía el cabello teñido de castaño claro para disimular en lo posible las
canas, encendió la luz deslumbrando un poco a Harry que se frotó de inmediato los ojos en parte
para disimular que había llorado mientras ella se acercaba a la cama con una bandeja con una
taza de café, un plato de cereal con leche y un sándwich.

Ella fue a la primera y única persona que buscó en cuanto llegó. Sabía gracias a los correos
electrónicos que se enviaban de vez en cuando, que cuando él regresó a Nueva York ella abrió
un restaurante en el centro de la ciudad en el que ejercía de chef. Pudo haber regresado al Reino
Unido o viajar a cualquier otra parte del mundo, pero al parecer su plan había sido residir en París
ya para siempre, y fue una sabia decisión ya que el negocio estaba teniendo mucho éxito.

Permitió que Harry se quedara a vivir en su casa sin dudarlo, después de todo extrañaba su
compañía, además su regreso le había venido de maravilla porque él había aceptado ayudarla
con el restaurante.

—Buenos días —saludó con ese tono maternal sentándose en el borde.


—Hola —Harry le sonrió sin muchos ánimos, todavía sentía el pulso acelerado.

—Levántate, perezoso, hoy es tu primer día —le alborotó el cabello.

—¿No es muy temprano?

—Tengo que mostrarte toda la cocina, no es tan sencillo una vez que estás allá —le explicó ahora
acomodando la bandeja en el lado vacío de la cama—. Tranquilo, yo sé que lo harás bien.

Harry asintió jugando con el borde de las mangas de la sudadera que ocupaba como pijama y se
estiró un poco. La gatita por fin decidió levantarse y de un salto se subió en la cama, directo al
regazo de Amber que no dudó en comenzar a mimarla con caricias detrás de las orejas mientras
Harry miraba la escena.

—La voy a llamar Lily.

Dijo de la nada, con voz firme pero infantil. Amber detuvo sus juegos con la minina y lo miró con
las cejas arqueadas.

—Es un nombre muy extraño para un gato.

Harry se encogió de hombros.

—Me gusta —respondió después de un rato.

—Sí, es bonito —le dio la razón y se levantó con la gata en brazos—. Me llevo a "Lily", te dejamos
desayunar, cielo. Cuando termines la ducha está libre, no tardes.

Se dirigió a la entrada hablándole a Lily como a una niña pequeña, pero Harry la detuvo antes de
que cerrara la puerta.

—Oye, gracias por todo.


Ella volvió a sonreír, dulce y maternal dándole a entender que no había nada que agradecer y lo
dejó solo.

Volvió a estirarse aún sentado en la cama y volvió a estirarse al buró, tomando lo que estaba
justo detrás del reloj, la vieja caja musical. Le dio cuerda y la dejó sonar, tarareando la canción
por lo bajo. Se deleitó con la melodía pensando una vez más en que la única vida de color de
rosa posible para él era en París, y de eso ya no le quedaba duda. Tomó una cucharada del
cereal y masticó lentamente pensando en todo lo que le esperaba ese día.

Estaba de vuelta en el inicio.

Feliz cumpleaños, Diana /o/ *caen globos y papelitos de colores*.

Creo que hay algo que debo explicar con respecto a esto: como especifiqué en el primer capítulo
en el que aparece la gatita, en ese aspecto me basé en otra película de Hepburn, Breakfast at
Tiffany's. Tanto en el libro como en la película el gato sin nombre representa a su dueña, que al
final lo abandona al no poder encontrarse a sí misma, pero en la película al aceptarse regresa por
él. Aquí a la gata no se le dio un nombre por algo similar: Harry en realidad no sentía lo que creía
sentir (con respecto a Sam), y al aceptar lo que en realidad sentía (ya hablando de Louis) no lo
dice y a este punto ya no queda nada de eso; las cosas con él nunca han estado bien en ese
sentido. Entonces le pone un nombre porque en serio necesita un nuevo comienzo. ¿Por qué
Lily? Hablando como persona, yo, siempre relaciono todo a alguna canción, en este caso "Lily
(My One And Only)" de The Smashing Pumpkins, de la cual ciertas frases me recuerdan a Harry
en esta historia.
N O T I C I A S: NUEVO FIC.

Si siguen "Karma" ya habrán notado que Mayte está dejando algunas pistas al final de los
capítulos, y es que el martes subiremos algo nuevo. Ya no adaptación a una historia existente,
sino una historia completamente nueva en la que hemos estado trabajando las dos desde
principios de año, Larry por supuesto. Estará en la misma cuenta desde donde subimos "Karma"
(Disenchanted11) y espero la próxima semana dejarles el vínculo acá :D

Un beso a todas xx-

PD: Qué bonito verte por acá, Abril bebé <3

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Capítulo 26

Como era de esperarse, las cosas no volvieron a ser las mismas.

Algo bien sabido por todas las personas con quienes Louis había tratado en algún momento era
que a él no le gustaba la gente, se mantenía alejado en lo posible, constantemente llegaba a ser
grosero y sólo acudía a eventos y reuniones de ser muy necesario.

Ahora bien, desde que Harry se fue esas características suyas fueron en aumento. Dejó de recibir
a las personas, manteniéndose casi todo el tiempo en la biblioteca de la casa leyendo cualquier
cosa que seguramente ya había leído anteriormente. También estaba leyendo mucho
Shakespeare, a pesar del vacío que se sentía el recuerdo viviente con los simples títulos.
Cuando Sam volvió de su luna de miel lo notó.

Entre las muchas cosas que no entendía del comportamiento de Louis estaban cómo podía
dejarse destrozar tanto por un sujeto de diecinueve años con quien convivió tan solo un par de
mese, y la más importante: ¿por qué no había ido a buscarlo?

Pero Louis seguía sin hablar de sus sentimientos.

Es una especie de método de auto defensa que muchos emplean, si no abres tu corazón nadie
podrá lastimarte. Pero es como mantener un chocolate en una caja cerrada, dejándola en un
ambiente húmedo sin tocarlos por mucho tiempo; se va a derretir, se echará a perder, cuando
quieras sacarlo ya no servirá.

Así que no le pidió autorización, simplemente contactó a un terapeuta, un veterano de


aproximadamente cincuenta y siete años graduado en Harvard que actuaría con completa
discreción en sesiones en la habitación de su hermano mayor.
El Dr. Hewer llegaba cada tercer día a charlar con Louis antes de que éste decidiera encerrarse
en la biblioteca sin permitir la entrada a nadie más o bien huir a su oficina en donde permanecería
con su regla de "no me molesten".

No hablaba con él, fingía que no existía o las pocas veces que intercambiaban palabras Louis se
las ingeniaba para desviar los temas de su vida personal, como si en verdad lo único importante
para él fueran las finanzas y el estado de la compañía familiar.

Cuidaba y vigilaba a distancia el progreso de la editorial, con la sensación vacía de que nunca
habría nada tan insignificante como las placas afuera del edificio. Seguramente con un poco
menos de sentido común ya habría cedido la empresa de sus padres a cualquiera.

Y las veces que escuchaba música para deshacerse de los sentimientos negativos y la soledad,
irónicamente lo hacía con una mezcla de Coldplay, Oasis, REM, Radiohead, Keane y otras
bandas; en ese orden, para nada era que recordara el orden exacto en el que una vez encontró
una pila de CDs buscando en la habitación de alguien.

Simplemente era un ser muy, muy masoquista.

Después de un mes de insistir con él, en el que el Dr. no lograba encontrar todo lo que Louis
escondía perfectamente, el paciente se sentó frente a él hablando firme y claro.
—Él merece ser libre y yo merezco que se haya ido.

Fue todo lo que dijo antes de levantarse y abandonar la habitación. El Dr. no entendió el
significado de aquellas palabras al desconocer la historia de fondo, pero decidió dejarlo por la
paz. Le comunicó a Samuel lo que había pasado y sin ceder a sus insistencias, dejó de asistir a
los intentos de sesiones.

Eventualmente, Sam se rindió también.

"Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido".
Dos años y seis meses después las cosas sin embargo eran diferentes.

Samuel y Catherine Tomlinson, contrario a lo que cualquiera que haya conocido al portador del
apellido antes de su matrimonio hubiera pensado, no se divorciaron. Por el contrario, vivían juntos
en un departamento de lujo cerca de la quinta avenida, dándose vida de reyes y luciendo tan
felices que no había forma de que su felicidad no fuera auténtica. De hecho lo era, eran realmente
felices, ambos resultaron teniendo mejor química de la que imaginaban.

La Editorial Tomlinson funcionaba mejor de lo previsto, los ingresos se habían elevado no solo
con las publicaciones, sino también con el resto de los negocios familiares. Ahora, más que
nunca, la mira estaba sobre el hijo mayor de la familia.

Su nombre se había vuelto incluso más mencionado que el de su propio padre, sonando cada vez
más en los medios y todo ese ambiente pretencioso de la alta sociedad.

A pesar de su propio principio de no dedicarse a los viajes de negocios, sino a la administración


desde la sede, ahora viajaba más. Se presentaba a las juntas internacionales cada que le era
posible aunque terminara regresando al terminar éstas, había adquirido su propio jet privado
además. Era evidente que todavía no le terminaba de gustar todo eso, pero tal vez lo había
adoptado como una especie de desahogo y esa era la razón de su aparente mejoría.
Así que ahora después de una breve entrevista con una revista que en realidad no le interesaba,
subía al jet de la mano de Renée: modelo, alta, rubia, delgada, ojos verdes, gran presencia.

Como era lógico los fotógrafos se apresuraron a tomar fotografías de la pareja, la más icónica en
Nueva York en los últimos meses a pesar de que debían llevar aproximadamente un año juntos.
Se veían felices, sonrientes, perfectos juntos.

Las puertas del avión se cerraron porque debían salir cuanto antes. En California algunos
ejecutivos curiosos y entrometidos deseaban conocer a la hermosa novia de Louis Tomlinson,
mejor llegar cuanto antes.

Sin embargo tan pronto se cerraron también las manos se soltaron y Renée se dirigió a su propio
asiento, muy apartado del de Louis mientras mandaba mensajes de texto a su verdadero novio
antes del despegue.

Louis por su parte tomó su asiento favorito e ignorándola por completo se colocó los auriculares
con su acostumbrada lista de reproducción de tiempos mejores, cuando lo más importante había
dejado de ser fingir, por lo menos por un tiempo; dejar de fingir cuando creía que lo estaba
haciendo. Y dudaba que los cambios fueran reales.
**

Faltaba una hora para la media noche y el centro de París seguía tan activo como siempre. Las
luces en el interior del ahora ampliado local seguían brillando, a pesar de que el reluciente letrero
en que se leían las palabras "Averse Nord" se había apagado para cerrar.

Una pareja continuaba cenando en una mesa apartada, sin intenciones de terminar con su
entrada todavía. No habían ordenado todo de una vez e incluso llegaron un poco tarde, así que
únicamente por ellos aún había personas trabajando adentro. La puerta de hecho estaba ya
cerrada.

En la cocina Harry conversaba con una de las meseras acerca de una nueva película que se
había estrenado el fin de semana pasado y que ambos habían tenido la oportunidad de ver en
esa ocasión.

La opinión de Harry sobre la actuación de la protagonista fue interrumpida por un grito y un par de
manos sobre sus hombros.
—¡Sorpresa!

Él gritó y pegó un salto que hizo reir fuertemente a la chica con quien estaba charlando. Se volteó
fingiendo molestia y con la servilleta que llevaba en la mano golpeó a su "agresor" en broma.

—Me asustaste.

—Bueno —sonrió—, ese era el plan.

A pesar de esforzarse por mantener una expresión enojada terminó sonriendo también,
enroscando los brazos alrededor del cuello del sujeto para besarlo. Era más o menos de su
misma estatura, su cabello era profundamente negro y sus ojos del café más puro que haya
existido.

Cuando se separaron volvió a fingir estar enfadado, pero él sabía que bromeaba así que lo dejó
pasar. La chica de inmediato sintió que sobraba, así que salió de la cocina para ver si en la única
mesa ya se habían decidido. Los únicos tres empleados que permanecían en el local eran
precisamente ella, él y Amber, y cuando ésta última se acercaba a la entrada de la cocina, Harry
supo que fue ella quien lo dejó entrar.
—Me dijiste que pasara por ti y aún no estás listo —dijo el otro chico sin afán de soltarlo.

—Aún hay una pareja en una mesa y no han terminado de ordenar, no es mi culpa que llegaran
tarde. ¿Y si ahora piden algo muy elaborado?

—Puedo correrlos si quieres.

—No —le dio un beso corto—. Espérame afuera ¿vale?

Él frunció el ceño pero terminó sonriendo de la misma manera cálida de siempre y salió a
sentarse en alguna mesa vacía mientras Harry terminaba.

—Es un chico adorable —dijo Amber detrás de él.

—Lo es.
La mesera volvió al poco tiempo con algunas cosas anotadas en su pequeña libreta, al parecer la
pareja se había decidido por algo muy simple: espagueti, y natilla como postre. Amber le
agradeció y le dio permiso de retirarse, ella llevaría los platos después. La chica le agradeció y se
despidió rápidamente de ella y de Harry, quien ya preparaba los utensilios. Puede que fueran
recetas simples, pero ya tenían todo limpio y listo para terminar el día.

—¡Casi lo olvido! —exclamó Amber acercándose a él— Nos llegó una solicitud esta misma tarde
para un evento.

—¿Sobre qué?

—Una especie de reunión de personas aburridas.

—Oh.

A pesar del poco tiempo en funcionamiento el restaurante se había convertido en un lugar


conocido por su cocina gourmet, y no era para menos teniendo por líder a alguien con semejante
experiencia y a otro graduado ayudándola. Seguido los requerían para eventos y cosas por el
estilo. Era muy bien pagado por noche, pero por lógicas razones a Harry no le gustaba. Había
estado en esas reuniones como invitado, entre la gente y no era una etapa que quisiera recordar.

No valía la pena recordarla.

—Será en tres semanas, el hotel no está muy lejos —explicó—. ¿Sabes? Podrías invitar a Fred,
tal vez resulte entretenido para él.

—¿En qué día exactamente? —preguntó revolviendo la pasta en la olla.

—El veintitrés —Harry hizo una mueca de descontento al instante—. ¿Qué ocurre?

—Habrá una exposición de recién graduados en la galería.

—¿Y?
—Fred no podrá ir.

Harry conoció a Fred en uno de esos eventos hacía un año y medio, no tan formal. Fue en una
exposición grande con muchos nuevos artistas que buscaban alguna oportunidad, aunque él no
era tan nuevo. Se trataba de un joven de en ese entonces veinticuatro años que dejó la
secundaria y hacía mucho tiempo se había graduado en la Escuela de Bellas Artes de
París. Había conseguido abrir una pequeña galería en compañía de un amigo suyo y además de
exponer sus obras en ocasiones la rentaban para artistas no tan afortunados.

—¿Se expone alguna obra suya?

—No...

—¿Entonces?

—Pero es su galería, tiene que estar presente.


Amber suspiró. A Harry no le gustaba meterse con lo que Fred debía hacer o no, y mucho menos
que alguien más se metiera.

Cuando el restaurante alcanzó la fama que ahora tenía Harry se mudó a un departamento aparte
con Fred, en medio de éste y de la galería así resultaba conveniente para ambos.

—Bueno, no puede ser malo que le preocupen sus cosas —se encogió de hombros llevando al
lava platos los utensilios que Harry iba terminando de ocupar.

Harry sonrió para sí mismo. Fred en realidad era maravilloso, sensible, visionario, todas las
cualidades que puede tener alguien que se dedica a ello; mejor aún para alguien que siempre se
interesó en el arte.

—Soy afortunado ¿cierto? —le preguntó con esa sonrisita— voy a casarme con un artista.

—¡¿Casarte?! —Amber casi arroja lo que llevaba cuando se sobresaltó ante esas palabras.
—Bueno... —dudó— si él no lanza la pregunta pronto, lo haré yo.

—Harry, cielo —se acercó a él haciendo que dejara lo que estaba haciendo y la mirara de
frente—, tienes veintiún años, no es hora de casarte.

Lo miró de la misma forma tierna y familiar con la que siempre lo trataba, intentando que lo
reconsiderara y no hiciera algo de lo que pudiera arrepentirse gracias a una decisión precipitada.

—Creo que estoy listo.

Respondió aún con la duda en sus ojos y la voz temblando, pero intentando sonar convincente.
Amber suspiró, no tenía sentido hablar con él ahora.

—Yo termino con eso —con una sonrisa comprensiva le quitó el tenedor con el que se disponía a
servir—, vete a casa.

Harry agradeció dándole un beso en la mejilla, quitándose rápidamente el delantal y el incómodo


y ridículo sombrero que tenía que usar más por higiene que por gusto y corrió a encontrarse con
su novio para volver juntos a casa.

NUEVO FIC.

Creo que lo había mencionado antes pero finalmente está en línea, se llama "Under The
Lights", Mayte y yo estamos emocionadas por él y sería fabuloso que lo leyeran. Si quieren un
pequeñísimo resumen, es Larry (obviamente), sobre una batalla de bandas y contiene algo de
Ziam. Lo curioso es que tenemos mucho tiempo escribiéndolo y muchas cosas que pusimos
terminaron ocurriendo en la vida real. A La Vie En Rose le restan cuatro capítulos y no sé cuánto
tarde en subir algo más, pero ese es original nuestro (mío y de ella, de ella y mío, de las dos ah)
así que si les interesa (espero que sí) el link está en el vínculo externo, en el usuario
@Disenchanted11 o en la búsqueda :D subimos dos veces por semana.

Gracias por los votos y comentarios aunque esté siendo una desgraciada que no los deja estar
juntos, debo correr antes de que quieran golpearme, las quiero xx-

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Capítulo 27

Harry despertó a las seis de la mañana sintiendo frío, mucho para estar en primavera. Por instinto
supo que se encontraba solo, intentó recuperar el sueño sin mucho éxito aunque de cualquier
manera solo habría tenido media hora más para dormir. Se sentó al borde de la cama para
desperezarse, estirando sus extremidades una por una y bostezando, le esperaba una jornada
larga. Buscó a tientas su ropa interior en el suelo y se la puso, pero aún se quedó un buen rato
sentado negándose a empezar el día. Finalmente y después de varios minutos, caminó descalzo
por la habitación que ya empezaba a iluminarse con la luz del sol.

Al abrir la puerta Lily ya lo esperaba. Había crecido todo lo que era posible y ahora dormía en una
cama que Harry le compró y colocó en la sala de estar, pero aparentemente llevaba despierta
mucho más rato que él. La tomó en brazos y sin tocar a la puerta de la otra habitación, entró.

Sí, el departamento tenía dos habitaciones pero una de ellas no era ocupada como tal. La habían
adaptado para hacer el estudio de Fred, tenía el material regado por todas partes, un restirador y
una mesa sobre la que esculpía. Alrededor había varios cuadros secos y algunos dibujos y
bocetos (en sus ratos libres también ayudaba a Harry con su técnica).

Fred trabajaba frente al caballete con la luz encendida, ni siquiera se giró a ver la puerta cuando
Harry entró con su mascota en brazos, estaba muy concentrado en la parte inferior del lienzo
aplicando algunos tonos violetas.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Harry se acercó a mirar lo que estaba haciendo.

—No lo sé, estabas dormido —respondió sin mirarlo, retocando con algo de azul—. Tenía que
terminar, creo que quedó bien —despegó el pincel del lienzo y se alejó un paso para mirar su
obra—, ¿qué piensas?

Se trataba de un retrato de Amber, la jefa y amiga de Harry con quien Fred llevaba conviviendo
desde que estaban juntos. Estaba retratada perfectamente con su vestido favorito en tonos fríos
para darle un aire un poco menos realista.
—Lo va a querer —aseguró.

—No, tal vez pueda venderlo en la exposición de esta noche.

—Creí que no mostrarías nada tuyo.

—Cambié de opinión —dijo limpiándose las manos con un trapo que había dejado junto al set de
acuarelas—. Dime ¿crees que se venda?

—Sí —se encogió de hombros—, pero ella lo va a querer —repitió.

—¿Entonces qué se supone que lleve?

Harry se mordió el labio inferior y buscó con la mirada alrededor del cuarto. Sin soltar a Lily
caminó hasta el otro extremo de donde se encontraban y tomó una tabla de madera con un
paisaje al oleo: una casa grande vista desde el segundo piso de la construcción frente a ésta, con
un patio grande de por medio y una fuente en el centro.

Hace tiempo él le había descrito aquella imagen a Fred con tal detalle que él terminó plasmándola
esa misma noche.

—Esta —sonrió señalándola.

—Harry, no creo que algo así se venda fácilmente.

—¡Pero es genial! —insistió— Además cuando Amber vea su retrato ella misma te lo comprará,
estoy seguro.

—Bien —Fred suspiró no muy convencido—, confiaré en ti esta vez.

—¿Quieres desayunar antes de que me vaya? —preguntó acercándose a la puerta. Fred miró el
reloj sobre ésta.
—¿No es un poco temprano para que te vayas?

—Tenemos que dejar indicaciones en el restaurante, no estaremos en la noche, hoy es esa cosa
—hizo una mueca.

—Ah, entiendo.

—¿Estás seguro de que no puedes ir, aunque sea un rato?

—Harry... —negó— tú mismo has dicho que esos eventos son un asco, y tengo que cuidar de la
exposición —se acercó a él—. Además, quiero preguntarte algo.

Como cada vez que se presentaba una oportunidad así, la respiración de Harry se aceleró
esperando las cuatro palabras que tanto ansiaba escuchar.
—¿A qué hora vas a regresar? —mismas palabras que no llegaron.

—Ah —no pudo ocultar su decepción—, no lo sé.

—Pensaba visitar a mi madre —explicó—, pero deberíamos dejarlo para la próxima semana, así
vas conmigo.

Harry asintió. La familia de Fred residía en Borgoña, no exactamente muy cerca de París así que
si iban muy tarde tendrían que pasar la noche allá y él no quería eso, ciertamente su suegra no lo
apreciaba mucho.

—De todas formas trataré de regresar antes.

—Eres el mejor —le dio un fugaz beso en los labios.

—Lo sé.
Salió a preparar el desayuno. Era mentira que tendría que llegar antes al trabajo para dejar
indicaciones al personal, no era la primera vez que dejaban el negocio en manos de los demás
cocineros, pero quería hacer algunas compras antes de ir al restaurante. Y ahora que había
vuelto a emocionarse y Fred seguía sin proponérselo, lo había terminado de decidir, iría a la
joyería a comprar algo importante.

A la noche la cocina del hotel había sido tomada en su totalidad por trabajadores del restaurante
que habían elegido esa presión a cambio de una paga extra a quedarse cubriendo su turno
normal como cada sábado. Los meseros entraban y salían con bandejas tanto llenas como
vacías.
—Ya no hay camarones.

—Se terminó la salsa de chocolate.

—¿Más bebidas?

—Ya no hay queso —le dijo Fabienne, una de las meseras a Harry dejando una bandeja a su
lado.

—Estoy ocupado —le respondió acomodando pequeños canapés de langosta en otra que más
tarde se llevaría otro mesero para el grupo de gente afuera.

—Bien —ella apresurada abrió otro paquete y comenzó a cortarlo en cubos pequeños que
acomodó hasta llenar la superficie de metal, para después encajar un palillo de madera en cada
uno. Salió rápidamente en cuanto terminó, llamando la atención de Harry.

—¡Olvidaste la salsa! —gritó para que lo escuchara, pero ella no se detuvo— ¡Fabienne!
No parecía haber más pedidos para él en por lo menos un minuto, así que tomó un recipiente
muy pequeño de vidrio y con un cucharón vertió un poco del contenido de una olla. Se trataba de
una salsa dulce de manzana y frutos secos especial para ese tipo de queso y se suponía que
debía acompañarlo, pero seguramente ella olvidó llevarlo con las prisas así que él tomó el
pequeño tazón ahora lleno y salió en su búsqueda.

—¡Fabienne! —la llamó saliendo de la cocina.

Ahora se encontraba en el salón en el que tenía lugar aquella reunión. Sintió náuseas de recordar
tiempos que en verdad no quería recordar, así que rápidamente buscó con la mirada a la chica
para darle el recipiente que tenía que haber puesto en el centro de su bandeja.

—¡Fabienne! —volvió a gritar en medio del ruido de las charlas hipócritas y las carcajadas
fingidas. La divisó a lo lejos pero ella parecía no escucharlo, así que era él quien se aproximaba a
ella cuando sin querer chocó con una de las invitadas— ¡Lo lamento! —se disculpó tras la
maniobra que tuvo que hacer para evitar derramar la salsa sobre cualquiera de los dos o en el
piso.

—¡Fíjate por donde vas, carajo! —ella exclamó levantando los brazos dramáticamente ignorando
sus disculpas.
Se alejó caminando como si el lugar le perteneciera únicamente a ella. Harry la miró de arriba
abajo, llevaba zapatos altos y un vestido corto negro que contrastaba con lo rubio de su cabello
con reflejos platinados en una coleta alta.

—Perra —murmuró para sí mismo.

—¡Harry! —en ese momento Fabienne ya se encontraba a su lado— olvidé...

—Sí —ahora molesto por la falta de educación de aquella tipa simplemente le entregó el tazón a
la mesera y se dio la vuelta para regresar a la cocina.

En su trayecto de vuelta terminó topándose de vista a la misma mujer, tal vez porque ahora la
ubicaba bien. Seguía caminando hacia un rincón del lugar hasta reunirse con un grupo reducido
de personas que conversaban junto a la pared, copas y bocadillos en mano.

Y quiso que lo partiera un rayo en ese preciso momento.


Cuando ella se acercó a ellos una mano se posó en su cintura, y habría jurado que estaba
alucinando de no ser que también la espalda y el peinado le parecieron conocidos.

Se quedó congelado en su lugar sin saber qué hacer porque cuando escuchó la risa exagerada
no le quedaron dudas.

Sintió que las piernas no le respondían y el resto de su cuerpo también había dejado de
funcionar, estaba inmóvil en el centro de la habitación sin tener una idea de cómo reaccionar.
Había pasado mucho tiempo y tenía sentimientos encontrados, pero era incapaz de reaccionar.

No fue sino hasta que por alguna razón el motivo de su shock terminó volteando hacia donde él
estaba que, por primera vez en más de dos años volvió a mirarlo a los ojos y se volvió
insoportable. Se sintió colapsar en cualquier momento así que huyó, echó a correr a la cocina sin
importarle contra quién chocaba o qué tiraba. Llegó casi derrapando hasta detrás de la barra en la
que preparaba los bocadillos que llevaban a la reunión y se apoyó con las palmas de ambas
manos contra ésta.

La cabeza le daba vueltas y su garganta ardía repentinamente, sentía la respiración agitada y los
latidos en su pecho más rápidos que el contador de un cronómetro y no pensaba que fuera por la
carrera que había pegado para esconderse ahí.
—Harry —Amber se acercaba a él— ¿qué sucede, cariño? —lo sacudió ligeramente del brazo,
pero Harry solo negaba con la cabeza— ¿qué pasó?

—E-está allá afuera... —murmuró con la voz quebrada.

—¿Quién? —preguntó tomándolo de los hombros— ¿Harry? ¿Quién está allá afuera?

—Louis...

Ella lo soltó comprendiendo. Pasaron semanas desde que Harry regresó a París para que le
contara las verdaderas razones por las que volvió, conocía su historia con Louis y lo difícil que era
para él tratar ese tema, por eso lo había enterrado por tanto tiempo como si no hubiera sucedido.

Todas las noticias que surgieron después sobre la familia Tomlinson, los reportajes en televisión,
los recortes en el periódico, todo lo que ella reconocía al instante cuando los veía y que Harry
ignoraba como si no supiera quienes eran.
Como si no tuviera a Louis impregnado para siempre en la piel.

Amber se alejó de la cocina hasta la entrada de ésta, observando en silencio la reunión para
terminar volviendo con el menor que parecía a punto de derrumbarse.

—Está con su novia, los vi en internet la semana pasada.

—Tengo que irme —la miró con una combinación de pánico y súplica en los ojos.

—Cariño, no puedo quedarme yo con todo.

—No quiero estar aquí —dijo más alterado.

—Yo sola no puedo, Harry —pasó los dedos por el cabello del chico para tranquilizarlo. Después
de varios segundos él suspiró.
—Solo dame diez minutos.

Amber asintió y Harry volvió a correr fuera de la cocina. Fue directo a los baños del personal del
hotel, se les permitía usarlos puesto que si bien no trabajaban ahí permanentemente, habían sido
contratados por el organizador del evento.

Se lavó la cara esperando que el agua fría lo tranquilizara, pero fue necesario hacerlo más de una
vez hasta que sintió que todo en su organismo había vuelto a la normalidad. Seguía agachado
frente al espejo con los ojos cerrados tratando de convencerse de que era solo una pesadilla
mientras el agua de la llave corría.

—No deberías desperdiciarla así.

Saltó en su lugar por la sorpresa y el susto, casi tropezando con sus propios pies y quedando de
frente al dueño de esa voz, su favorita incluso después de tanto tiempo.

Mucho tiempo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó en tono agresivo pero sin dejar de sonar asustado, sus
sentidos traicionándolo porque se negaba a creer que eso estaba sucediendo.

—¿En estos baños? —Harry negó por inercia— Ah, en París —se acercaba peligrosamente
mientras Harry retrocedía a lo largo de los lavamanos para evitar que acortara la distancia—, me
invitaron a la fiesta.

—A ti no te gusta viajar.

—Bueno, empecé a hacerlo.

Louis seguía acercándose poco a poco, hablaba con ese tono, el tono que utilizaba para el resto
del mundo pero mantenía la duda en la mirada, las manos le temblaban y eso definitivamente no
era la imaginación de Harry.

—Harry...
—Vete de aquí —pidió con un hilo de voz.

—Quiero hablar contigo.

—Yo no.

—Harry, por favor —suplicó—. No tenemos mucho tiempo, mi novia se quedó distrayendo a mis
socios.

—¿Tu novia? —rio escandalosamente— ¡Por favor! ¿Hay alguien allá afuera que sepa que ni
siquiera te gustan las mujeres?

—¡No fue mi elección!

—No, Louis, nada de esto fue tu elección.


Dejó de avanzar, la sola imagen de Harry lo rompía en mil pedazos pero el sarcasmo hacía que
doliera más. Lucía como un niño indefenso ocultándose del monstruo debajo de su cama, y él era
ese monstruo. Lo había dañado irremediablemente, tenía razón cuando se juró jamás perdonarse
a sí mismo.

Pero tenía que hacerlo. Entonces con dos largas zancadas terminó con el espacio que los
separaba y sujetando el rostro de Harry entre sus manos lo besó, rápido y fiero, casi agresivo.
Harry lo empujó con todas sus fuerzas estrellando su propia espalda contra la pared mirándolo
con lágrimas en los ojos.

—No hemos terminado, Styles.

Intentó sonar amenazante, pero el temblor en su propia voz lo delató. Harry se estaba volviendo a
alterar.

—¡Déjame en paz! —gritó.

Louis quiso reír, pero ni siquiera una pequeña sonrisa nerviosa salió. Dudó por varios segundos
en los que la sensación de hormigueo en sus extremidades no desaparecía, al final terminó
abandonando el baño, cerrando a su paso la llave que había quedado abierta.

Harry se sentó en el piso del baño, temblando y con los ojos ardiendo por las lágrimas guardadas,
hecho un mar de sentimientos. Rabia. Dolor. Nostalgia.

Dejó el agua salada bajar por fin por sus mejillas mientras se cubría la cabeza con las manos
esperando que la noche terminara pronto, o que al salir de ahí Louis no estuviera más.

Lean Under The Lights.

Lean Under The Lights.

Lean Under The Lights.

Lean Under The Lights.

Lean Under The Lights.

Lean Under The Lights.

Lean Under The Lights.

Las quiero, bebés :3 xx-


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Capítulo 28

Para cuando regresó a la cocina sonreía y se mostraba tan gentil como siempre con todos sus
compañeros, a pesar de que le fue imposible engañar a Amber. Aun así se negó a dar detalles
sobre lo que había ocurrido y se limitó a permanecer detrás de la barra en la que seguía
preparando todos los bocadillos conforme se acababan en la reunión.

Le temblaban las manos al cortar los camarones, le temblaban al acomodar las galletas y le
temblaron también cuando tomó una copa de Old Fashioned de una charola que viajaba al salón
principal. Entonces se sintió un poco mejor y pudo continuar con sus actividades.

**
Para su fortuna una hora y media más tarde terminó el tiempo por el que habían sido contratados,
pero como el mundo parecía odiarlo lo suficiente afuera se había desatado una tormenta.
Normalmente Amber lo llevaría a casa en su camioneta, pero la mujer era tan gentil que se había
ofrecido a llevarlos a todos para evitar que se expusieran a la lluvia. Faltaba una plaza, y el buen
y generoso Harry fue quien se ofreció a ir en Taxi.

Regresaba al interior del hotel desde el estacionamiento para tomar el taxi en la entrada
maldiciendo internamente el tener que permanecer más tiempo con ellos.

—¿Te llevo?

Sí, el universo entero lo odiaba.

—Déjame en paz.

¿Cómo era posible que en uno de los hoteles más grandes de la ciudad hubiera únicamente dos
personas en esa zona del estacionamiento?
—No hay taxis disponibles allá afuera —insistió.

—¿Nos estuviste espiando?

—Si prefieres llamarlo así...

—No, gracias, vuelve adentro con tu "novia".

—¿Es en serio? —rio— ¿Estás celoso de Renée?

—No —por primera vez en ese rato lo enfrentó, girándose y regresando frente a él—, pero es una
perra.

—¿Estuviste bebiendo?
—Solo tres... ¡¿Pero a ti qué te importa?!

—Deja de hacerte del rogar —dijo desactivando la alarma del porsche negro en el que estaba
recargado.

Harry dudó un momento, pero un trueno que hizo estremecer el estacionamiento entero lo
sobresaltó. De cualquier forma, ni siquiera estando completamente sobrio le hubiera dicho que no
a Louis porque es algo que nunca aprendió a decir en realidad tratándose de él. A regañadientes
subió al auto y Louis de inmediato tomó asiento en el lugar del conductor encendiendo el motor
instantes después.

—¿Cómo conseguiste un auto en París?

—Es alquilado.

—¿Y la licencia?
—¿Cuál licencia?

Arrancó con una media sonrisa que Harry no alcanzó a ver.

—Van a notar que la dejaste sola.

—No lo harán, ella ya subió a su habitación.

—¿Una doble, con dos camas separadas por una puerta?

Sonó como un berrinche que enterneció a Louis todo lo que era posible, pero no respondió.
Siguió conduciendo sin rumbo fijo por las calles de París esperando a que Harry fuera quien le
dijera a dónde iban.

Pero no lo hacía, solo miraba a Louis desde su lugar como si fuera una ilusión que desaparecería
al siguiente parpadeo. El rencor había desaparecido por lo menos temporalmente siendo
reemplazado por algo mayor que se sentía extraño y repicaba en su cabeza recordándole que en
realidad nunca lo olvidó.

Fue en un semáforo cuando se dio cuenta de que Louis no estaba yendo a ningún lugar, ahí
mismo él se rindió. Dejó caer su cabeza en el hombro del conductor del auto, dudando un poco
en su siguiente movimiento. Fue él quien lo hizo como horas antes, alzando su cara con un par de
dedos en la barbilla y besándolo nuevamente.

Ya no hubo resistencia, solo alivio. Estaba de nuevo en ese hogar del que nunca debió alejarse y
el mundo exterior desapareció.

***

Si tuviera que culpar a alguien culparía al alcohol por correr en su sangre e impedirle pensar con
claridad, culparía a Amber por no tener una camioneta más grande y culparía a Louis por haberse
presentado ante él de esa manera.

Siempre es más sencillo culpar a los demás por nuestras acciones, es un modo de defensa
natural. Y lógicamente Harry no se culparía a sí mismo por haber terminado con Louis en el
asiento trasero en medio de un callejón largo por el cuál ningún alma pasaría, no mientras el
mayor lo dejaba con el torso desnudo y recorría su boca con la lengua.

—Te extrañé tanto —susurró sobre sus labios—, tanto, tanto.

Estuvo a punto de responder pero la boca de Louis viajó rápidamente a su cuello y la parte de su
cabeza que no había perdido la razón lo hizo reaccionar. Lo apartó no tan delicadamente para
evitar que dejara evidencia alguna y antes de que Louis preguntara algo hizo lo mismo con él,
mordiendo y succionando justo debajo de su oreja, sabiendo lo mucho que eso lo enloquecía.
Mientras tanto le desataba el nudo de la corbata y los primeros botones de ésta, bajando después
con húmedos besos por su pecho, un poco más a cada botón que desabrochaba hasta donde la
posición se lo permitió (él a horcajadas sobre Louis).

El mayor bajó rápidamente los pantalones de Harry quien terminó por deshacerse de éstos con
dificultad, al igual que de su ropa interior, quedando sentado nuevamente sobre él, el contacto
mucho más cercano con su erección expuesta gracias al pantalón ya abierto.

Buscó en el bolsillo trasero de los pantalones que había botado a un lado del asiento su cartera y
sacó con desesperación un preservativo de ésta, ahora llevaba uno a todas partes desde que
Fred lo había sorprendido yendo por él al trabajo y terminó follándolo en los baños. Envolvió
rápidamente a Louis con la barrera de látex y volviéndolo a besar se levantó sobre sus rodillas
para acomodarse sobre él, reprimiendo un gruñido grave en la garganta.

No hubo preparación previa porque las ansias de ambos por sentir al otro lo dejaron pasar,
además de que no lo creyó necesario puesto que la noche anterior tuvo suficiente con Fred, y si
bien debería dejarse acostumbrar antes de empezar a moverse, no lo hizo, comenzando a
balancearse adelante y atrás casi al instante.

Y esa fue la última vez en mucho rato que recordó el nombre de su novio, porque ahora la única
palabra que conocía era "Louis" repitiéndola constantemente entre jadeos desesperados. El sudor
de Louis, la voz de Louis, el tacto de Louis, la fricción de Louis, Louis en su totalidad como
habiendo regresado en el tiempo.

Louis.

****
Resultaba incluso gracioso como la lluvia acompañaba varios de los momentos que por alguna u
otra razón terminaban ocupando un lugar en su diario, a veces para recordarlos, a veces para
sacarlos junto con la tinta del bolígrafo, dejarlos en el papel olvidados y desprenderse de lo que
implicaba traerlos de vuelta a su memoria.

Miraba por la ventana mientras llovía, habiendo limpiado ya todo el vapor de los vidrios
empañados con su manga y aún así sin poder ver con completa claridad porque el aguacero era
fuerte y formaba cortinas que dificultaban la vista al exterior del auto, solo distinguía bien las luces
de la calle como círculos imperfectos y deformados con las gotas gruesas que se estampaban
contra lo primero que encontraran a su paso.

—Detente aquí —dijo reconociendo un lugar cercano a la dirección que le había indicado a Louis.

Éste se fijó por la ventana del lado de Harry, estaban en una calle llena de pequeños comercios,
todos cerrados por la hora de la noche.

—¿Aquí vives? —preguntó incrédulo.


—A tres calles —dijo mordiéndose después un poco el labio.

—¿Y por qué no vamos hasta allá? —preguntó. No obtuvo respuesta pronto, así que sacó sus
propias conclusiones— Ah estás con alguien.

Harry asintió todavía sin mirarlo. Dolió saberlo, era como si todavía Harry pudiera manejarlo a su
antojo de esa manera estúpida, lastimándolo simplemente al no pertenecerle. Ya no importó que
hubiera sido su culpa porque mierda que se arrepentía y no había planeado terminar perdido por
él, se sintió dolido porque no lo había esperado, porque pareciera que para Harry fue muy sencillo
reemplazarlo cuando él se había sumido en un negro abismo por su ausencia.

—Debí suponerlo, no eres la clase de persona a las que les gusta permanecer solas —añadió
sintiéndose inevitablemente herido, y precisamente con la intención de herir también—. ¿Y cuál
es su nombre?

—Fred.
—Es un buen nombre —dijo sonriendo con la falsa intención de que fuera un halago—. ¿Cuánto
llevan juntos? ¿Lo suficiente?

—Sí, ya... —suspiró— bastante tiempo.

—Me alegro por él, aunque lo compadezco— rio—. Me pregunto si sabrá lo fácil que es su novio.

Harry dejó escapar de golpe todo el aire en sus pulmones y miró a Louis con una ceja arqueada y
el orgullo herido al saber que tenía razón.

—¿Fácil?

—Bueno, te tomó tres copas y dos horas volver a meterte conmigo.

Otro golpe al orgullo por parte de la verdad. Se quitó el cinturón de seguridad y se giró en su
asiento para quedar de lado y prácticamente frente a Louis.
—¿Y quedaste feliz con eso? —sonrió de manera cínica.

—Ah —volvió a reír— ¿era un favor?

—Obviamente —gruñó—. No te necesito, estoy muy bien ahora, mejor que nunca. Estoy con Fred
y nos vamos a casar muy pronto y...

—¿Cuándo te lo propuso? —lo interrumpió. Harry se quedó callado ante la pregunta— Ah, no lo
ha hecho ¿tan difícil es decir esas cuatro palabras?

Ese fue un golpe más. Se lo había estado preguntando desde hacía mucho tiempo, llevaban una
relación estable desde hacía más de un año, vivían juntos y se llevaban mejor de lo que
cualquiera esperaría; y aún así el tono burlón de Louis parecía tener razón, incluso aunque no
dieran pronto el gran paso le gustaría por lo menos la propuesta que Fred evitaba a toda costa.

—Eres patético —escupió sosteniendo con fuerza el volante—, fingiendo una vida ejemplar ¿y
luego qué? ¿se casarán y adoptarán hijos? ¿serán una perfecta familia feliz?
Harry se sintió incapaz de seguir tolerando eso, buscó desesperadamente abrir la puerta y salir
de ahí, pero los seguros estaban puestos y Louis no parecía tener intención de quitarlos.

—No puedo creer que no hayas cambiado en absoluto en estos dos años, ni en los cuatro
anteriores, sigues haciendo lo mismo: pretendiendo felicidad junto a alguien para evitar aceptar tu
realidad. La mejor etapa de tu vida no fue mientras estudiabas en París, no es tampoco ahora
mismo, la mejor etapa de tu vida ni siquiera tuvo lugar en París y creo que lo sabes.

Hablaba mirando al frente, con rabia en cada palabra que para el menor ya no se sentían como
golpes. Eran cuchillos afilados y mortales, clavándose en cada uno de sus órganos internos y se
desangra por dentro, hemorragias internas inundándolo y acabándolo poco a poco, los pulmones
dejando de funcionar y la garganta cerrada, o tal vez solo atravesada por una más de esas
navajas lanzadas en su dirección.

—El problema eres tú, Harry.

El golpe final, el último corte. Tuvo que tomar aire con todo su esfuerzo para recordarse que
seguía vivo después del ataque, que había sobrevivido a la tormenta de verdades que jamás
admitiría y que Louis acababa de arrojar en su cara como su hubiera invadido su mente.
—De todos mis errores —murmuró con la voz quebrada—, tú has sido el peor.

—Cariño, no tienes derecho a decir eso cuando acabamos de tener sexo, ¿en verdad me
extrañabas tanto o es que él no te satisface?

Louis lo estaba logrando y no le importaba. Harry apretaba los puños sintiéndose usado y patético
por haber cedido sin la más mínima insistencia. Y sí, lo había extrañado, lo extrañaba y
probablemente lo extrañaría toda su vida, a pesar de que se estuviera empeñando en ser el
mismo patán que siempre conoció.

—Está bien, Louis, sigamos jugando a las falsas familias felices— dijo alzando la voz con los ojos
rojos llenos de agua salada—. Pero veamos cuál es más convincente. Vuelve tú con tu falsa
novia y dale un anillo como yo lo haré con Fred. Continúa con tu relación de juguete solo para
proteger el apellido de tu familia frente a los demás.

—Bueno, yo no sería el que se casara por despecho.

Silencio de ambas partes. La tensión era fuerte y a la vez estaba rota, quebrada como sus voces
y sus respiraciones, el ambiente tenso como sus cuerpos y afuera las calles inundadas como sus
miradas.
Con un botón Louis bajó los seguros de las puertas, tragando saliva fuertemente antes de volver
la mirada al parabrisas y añadir algo más en un tono mucho más cortante, si es que eso era
posible.

—Por lo menos ten la decencia de bañarte antes de meterte en la cama con tu novio.

Harry bajó del auto azotando fuertemente la puerta, tres segundos después éste arrancó,
perdiéndose entre las calles hasta desaparecer de su vista. Metió las manos en los bolsillos de su
chaqueta y caminó con prisa para evitar mojarse tanto y a la vez porque tantas emociones no le
permitirían ir a una velocidad normal. Sintió la necesidad de correr pero el peso que el agua ya
había dejado en su ropa era tanto que lo haría imposible, solo caminó rápidamente buscando
escapar de algo que no conocía.

Subió empapado de pies a cabeza hasta su apartamento dejando pequeños charcos a su paso,
metió la llave en la cerradura temblando por el frío del agua y de la noche pero con los dientes
mordiendo con tanta fuerza que era imposible que castañearan. Procuró no hacer ruido al entrar,
ni siquiera cuando Lily corrió a su encuentro porque la puerta de su habitación estaba abierta así
que Fred ya estaba en ella, seguramente dormido.

Y aunque él era lo último en lo que quería pensar, hizo lo que Louis le dijo.
Fue directo a la ducha, haciendo uso del agua caliente que el edificio proveía a toda hora, abrió
las llaves y arrojando su ropa a cualquier lugar del baño se metió bajo el chorro. Más agua, agua
por todas partes, agua tibia de la ducha contrarrestando el agua fría de la lluvia que lo acababa
de atacar, agua roja regándose en todo su interior gracias a las puñaladas que Louis le dio, agua
brotando de sus ojos, sollozos líquidos reprimidos para evitar ser escuchado. Las uñas se
seguían enterrando en las palmas de sus manos y entre tanta agua deseó más que nunca que
Louis no hubiera aparecido aquella vez cuando planeaba que el agua del lago acabara con su
vida.

Cuando se hubo calmado, limpiado y secado, salió del baño en la bata blanca con su nombre
directo al cuarto. Buscó con cuidado una pijama cálida que lo protegiera del frío entumecedor que
hacía afuera y que él sentía más a flor de piel después de haberse expuesto a la tormenta. Se
vistió y se metió en su lado de la cama, Fred gimoteó al sentir la presión en el colchón y se giró
medio despierto y medio dormido para rodearlo con un brazo.

Su tacto jamás había quemado tanto.

—Por fin llegaste.

—Sí —murmuró cerrando los ojos a pesar de estar dándole la espalda—, estoy aquí.
—¿Cómo te fue?

—Bien —se apresuró a responder—. ¿Podemos hablar de esto en la mañana? Estoy exhausto.

Fred asintió con un "mjm" flojo y pasaron tan solo un par de segundos para que Harry escuchara
el ligero ronquido proveniente de su parte, se volvió a quedar dormido mientras lo abrazaba.

Cuando amaneció Harry no había logrado conciliar el sueño todavía, y eso le preocupó porque la
razón de su insomnio fueron las múltiples hemorragias invisibles en su alma, y no la culpa por lo
que había hecho.

Se quedó despierto sintiéndose culpable por casi no sentirse culpable.

A esto le quedan dos capítulos y ya lo extraño :c las quiero xx-

PD: Lean Under The Lights, vínculo externo.


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Capítulo 29

Edna esperaba a Louis dentro de su oficina, justo como él lo había indicado cuando avisó que
estaba a punto de tomar el vuelo de regreso. Entró cansado, con el jet lag afectándole como un
infierno y aún sujetando la mano de Renée, misma que soltó en cuanto cerraron la puerta.

—Señor Tomlinson —saludó—¿disfrutó el viaje?

Él hizo una mueca y fue directo a tumbarse en el sofá largo. Renée se sentó en otro de los
sillones sacando su celular para enviar un mensaje. Después de un rato fue ella quien miró a la
secretaria y con una sonrisa fingida se encogió de hombros.

—Lo encontró.

Poco faltó para que Edna saltara de emoción, después de tanto tiempo soportando nuevo Louis
gracias a su desaparición.

—¿Es verdad eso, señor?


—Sí —gruñó—. Después de cinco viajes esperando verlo por allá, finalmente la búsqueda de
coincidencias dio resultado —rio amargamente—, todo para encontrar que en verdad ya tiene una
nueva vida ¡y no solo eso!, se va a casar.

A pesar de que Renée trataba de mantenerse neutral ante la vida privada de Louis, vaya que
estaba bien enterada y le era imposible no sentirse mal por la situación. Le dirigió a Edna una
mirada cargada de lástima por el hombre a su lado. Puede que ella fuera tan solo una mujer
contratada por Louis a consejo de su padre (ya que "El asunto de Harry podría afectarnos, debes
conseguir una novia") pero al final era capaz de sentir compasión.

—Louis —dijo tomando su hombro— ¿no has pensado en decirle lo que sientes?

—Ya no tengo forma de localizarlo.

—¿Y qué tal... públicamente? —sonrió de lado— Tienes el poder para hacerlo.

Louis se levantó como si ella acabara de tener la idea más brillante del mundo. En todos los
viajes que había tenido hacia Francia en los últimos años, iba únicamente con la esperanza de
encontrarlo y dejar pasar todo así parecía más estúpido que no haberlo buscado directamente.

—Edna ¿todavía tengo programada la entrevista del martes?

—Así es, señor.

—Comunícame con ellos, necesito aclarar que pregunten cosas personales —indicó—. En cuanto
a ti —señaló a Renée y tomándola fuertemente del rostro le plantó un beso en la mejilla, el mayor
gesto de afecto que había tenido con ella desde que la conoció— ya no voy a necesitarte, no te
preocupes, igual te pagaré.

Aplaudió un par de veces para que Edna se apresurara. Antes de que ésta abandonara la oficina,
pudo percibir lo que le pareció una sonrisa auténtica, y ella sonrió también feliz de que ese Louis
estuviera de vuelta por lo menos por un par de segundos.

**
Día libre.

No le podía haber sentado mejor que Fred también descansara ese día, porque había reservado
un paseo por el Sena para el atardecer, y ese sería el día en el que lanzara la propuesta. La cajita
negra con el anillo que había comprado recientemente pesaba en el bolsillo de su chaqueta, a
pesar de haberla dejado colgada en el perchero junto a la puerta.

El desayuno estaba listo: pan francés horneado apenas la noche anterior y café, nada muy
elaborado pero cuando se trabaja en la cocina lo que menos quieres es ejercer ese mismo trabajo
en casa. El pequeño comedor era de tan solo cuatro plazas, de forma ovalada con sus sillas
alrededor y se encontraba justo junto a la cocina, pero frente al televisor que no cabía en la sala
por el reducido tamaño de ésta.

Harry sorbía pequeños tragos de su taza esperando a Fred, que recién había salido de la ducha y
ahora se vestía en la habitación. Cuando salió usando un pantalón deportivo y camiseta blanca
con una que otra mancha de pintura, Harry tuvo que resistir su propio impulso de recordarle que
esa tarde saldrían.

Y al recordarlo él mismo su estómago saltó.


Fred se sentó en la silla frente a la de Harry, en los lugares que comúnmente ocupaban y tomó
una pieza de pan del plato en el centro, estiró la mano y con el control remoto encendió la
televisión para mirar las noticias.

—Por cosas como estas es que sigue habiendo mejores países que este —comentó después de
que terminara una nota acerca del régimen.

—Bueno —respondió Harry—, yo creo que todo el mundo está mal sin excepción —dudó un poco
antes de decir la siguiente frase, porque lo primero que se le vino a la cabeza fueron palabras
pronunciadas varios días antes, la idea de que en realidad no estaba siendo completamente feliz
ahí—. No creo que haya regiones perfectas.

Fred se encogió de hombros y volvió la atención al aparato frente a él.

"—En otras noticias, algo que se ha encargado de darle la vuelta al mundo han sido las
confesiones de la vida privada de un miembro de la adinerada familia Tomlinson, dueños de la
empresa del mismo nombre, anoche durante una entrevista para el noticiero local."

Por poco se ahoga con el café al escuchar el apellido pronunciado con acento gracioso de parte
de la periodista. Fred lo notó, pero solo lo miró de reojo más preocupado por lo siguiente que diría
la mujer. Harry también dirigió la vista a la pantalla, donde una foto de Louis se mostraba en una
esquina superior, tuvo ganas de arrojarle el control remoto.

"—A continuación un fragmento de la entrevista al hijo mayor de la familia".

—¡Qué porquería! ¡Vaya noticia de impacto! ¡¿No tienen nada mejor qué poner?! —exclamó
enojado, más que nada nervioso por lo que Louis fuera a decir.

—¿No eran los Tomlinson para quienes trabajaste en Nueva York? —Fred lo miró curioso, tan
solo para regresar a mirar la entrevista.

Estaba Louis en un gran sofá blanco frente a otro en el que se encontraba una mujer mayor que
él, por sus posturas podía asegurar que habían estado charlando cómodamente en los minutos
previos al fragmento que estaban transmitiendo, ella incluso parecía acabar una carcajada, una
entrevista bastante informal. Harry se encogió en su asiento esperando lo que fuera.

"—Así que a tus veintiocho años estás a cargo de la empresa familiar.


—Sí, no exactamente a cargo pero yo hago la parte principal desde hace un par de años.

—¿Y hay planes para tu propia familia? Se te ha visto desde hace tiempo con una chica, la
semana pasada te acompañó a París ¿no es así?"

El café que bajaba por su garganta de repente se sintió espeso y mucho más amargo. Total,
quiso dejarlo pasar, no debía importarle lo que sucediera después con Louis si era él quien
pensaba dar el gran paso.

"—Bueno... Renée ya no es mi novia, terminamos hace poco. Fue algo mutuo.

—¿Poco tiempo para el amor?

—En realidad no, he estado enamorado antes."

Ah bueno, por lo menos había terminado con esa farsa y...


¿Qué?

No.

"—¿Y sería mucha intromisión preguntar quién era ella?

—Él —respondió Louis serio e inclinándose un poco hacia enfrente—. Harry. Fue hace algunos
años, lo polémico será que diré que solía trabajar para mi familia."

Para ese momento Harry ya se encontraba con la cabeza entre las manos y los codos apoyados
en la mesa, y aún así podía sentir la mirada de Fred sobre él.

"—Muchas confesiones en una sola frase —el tono de la entrevistadora ahora era más calmado,
como si estuvieran solo ella y Louis conversando.
—Creo que es algo que la mayoría de la gente no entiende, tú no eliges de quién te enamoras, es
algo que simplemente sucede de la nada. Empezó como un juego para mi, pero las cosas pasan
y no puedes evitarlas, antes de que me diera cuenta estaba hundido. Así que... ahí lo tienes, se
llama Harry Styles y... —tragó saliva— lo amo.

—¿Lo amas?

—Todavía lo hago."

Todavía.

Fred apagó el televisor y el silencio sepulcral le anunció a Harry que nada bueno podía estar
pasando en su cabeza por esos momentos. Dejó pasar algunos segundos antes de alzar la
mirada para encontrarse con su novio mirándolo dolido y furioso.

—¿Qué? —murmuró solo porque no encontró nada más qué decir.


—¿Qué? Que de todas las cosas en el mundo tenías que ocultarme algo tan importante.

—No era "tan importante". No fue nada, en verdad.

—¿Entonces por qué estuviste escondiéndote todo el rato como si quisieras desaparecer?

Harry no tuvo respuesta contra eso. Se encogió de hombros buscando las palabras correctas,
suspiró profundamente y trató de forzar una sonrisa que al final no salió.

—Sí, tuve algo con Louis, pero eso fue hace mucho tiempo. Estoy contigo ahora ¿no es así?

—Estuvo aquí la semana pasada. Mírame —sentenció—, mírame a los ojos —Harry obedeció
con cierto temor, pero lo hizo, sus miradas se cruzaron tensas a cada lado de la mesa—. ¿Lo
viste? —no pudo evitarlo, nunca fue bueno mintiendo, terminó volteando a la pared— ¡Lo viste!

Harry asintió y Fred se levantó haciendo ruido con la silla en el piso, directo a su habitación. Harry
fue detrás de él sabiendo que estaba enojado, y si bien tenía razones de sobra aún no las
conocía, así que no entendía el por qué.
—¿Y qué tiene de malo? Era invitado al evento en el que nos contrataron, me lo topé por
casualidad, en serio no fue nada.

Hasta ese momento cayó en la cuenta de que Fred se encontraba buscando en el armario, pero
dejó lo que estaba haciendo para enfrentarlo.

—Te conozco, Harry. Te conozco mucho mejor de lo que crees, te conozco mejor incluso que tú
mismo —dijo—. Y has estado tan raro que creí que era temporal, pero ahora veo que no —hizo
una pausa larga—. Tuviste algo con ese tipo hace años, sí, pero lo volviste a ver, llegaste tarde
¿qué se supone que piense, Harry?

—Fred...

—Dime que no estuviste con él.

Si en ese momento le hubieran propuesto a Harry que cambiara su vida con la de alguien más lo
habría aceptado sin dudarlo, así fuera con un esclavo o un enfermo terminal. Tener a Fred frente
a él, molesto y mirándolo de esa manera cortaba ya no como navajas, era una enorme katana
cortándolo por la mitad y podía sentir con perfecta claridad a pesar de la distancia, cómo el
bolsillo de la chaqueta que seguía colgada se hacía más y más ligero.

Sus verdes ojos picaban y el cálido líquido los llenó poco a poco mientras pensaba en formular
una mentira que al final no salió.

—No puedo.

Lo dijo casi en un susurro entrecortado. La expresión de Fred se rompió y seguramente algo más,
lo hizo a un lado para pasar de vuelta al armario. Harry se sentó al borde de la cama a llorar en
silencio mientras lo veía empacar, lo había arruinado todo y lo sabía, pero no sabía que tardaría
tan poco en darse cuenta, y ahora en serio que se arrepentía.

—Esta tarde —dijo Fred guardando la ropa en la maleta, con la voz quebrada también—, durante
el paseo, pensaba pedirte matrimonio.

Harry suspiró profundo en medio de sus propias lágrimas, dudando en decirle o no que él
pensaba hacer lo mismo. En otro contexto habría sido gracioso, pero en ese momento tal vez era
el último tema que debían tocar.
—Todavía podemos casarnos —murmuró apenas lo suficientemente fuerte para que Fred lo
escuchara desde donde estaba, causando su risa sarcástica.

—¡¿Me estás jodiendo?! —dejó de empacar— No, Harry, no vamos a casarnos, ya no.

—¿Por qué no?

Y ahora resultaba tan ridícula la pregunta que Fred ni siquiera rio. Se frotó las sienes, la
frustración era tanta que faltaba poco para que opacara el dolor y la decepción. Había pasado
tantas cosas junto a Harry que no lo hubiera imaginado, no como había imaginado todo un futuro
a su lado. Estaba resistiendo con todas las fuerzas posibles las ganas de llorar porque al final el
odio era más, hacia Louis y hacia él mismo.

—Porque no hay confianza —dijo firme—. Tú no confiaste lo suficiente en mi para contarme de


esa relación, y ahora yo no puedo confiar en ti sabiendo que me engañaste.

—Louis y yo no tuvimos una relación.


—Entonces podrías engañarme con cualquiera.

Nadie dijo nada ante lo que ambos en el fondo sabían bien.

No fue una relación, fue algo mucho más intenso a pesar de ser tan corto, tan poco. No sabían lo
que significaba para Louis, pero para Harry había sido todo, y eso no era necesario decirlo porque
de sobra lo sabían, la reacción de Harry ante su nombre lo decía todo.

Fred se arrodilló junto a la cama, frente a Harry, secó las lágrimas que corrían por sus mejillas y
tomó sus manos entre las propias.

—Harry... está todo en ti. Dime que me quede, dime que no sucedió nada recientemente entre
ustedes, dime que ya no sientes nada por él, dime que no lo amas... y me quedo.

¿De verdad estaba dispuesto a olvidarlo todo si Harry decía tan solo esas palabras?
Por una sarta de mentiras, mentiras al fin y al cabo, Fred se quedaría sin importarle que lo
hubiera engañado, que hubiera pasado esos años con él añorando a alguien más, que aunque
siguiera sin admitirlo todavía lo amaba con tal intensidad que no tenerlo dolía cada noche.

Si estaba dispuesto a aceptar eso, significaba que Fred lo amaba mucho más de lo que Harry
algún día sería capaz de amarlo a él.

Y eso no era justo.

—No... —lo dijo mirándolo a los ojos y negando como si la cabeza le pesara más que el resto del
cuerpo— No.

Fred presionó sus manos, acariciándolas por última vez antes de levantarse a terminar de
guardar lo que se llevaría por lo menos esa tarde.

Se fue después de unos minutos, sin despedirse y cerrando la puerta con un sonido hueco,
dejando a Harry llorando todavía por sentirse la peor basura sobre la fas de la Tierra, con un
anillo que jamás sería usado y el café enfriándose sobre la mesa.
En mi perfil hay una lista de lectura con todos mis fics (o sea los de esta cuenta y los que tengo
con Mayte), por si quieren leer algo y hay algunos que no... y eso :)

Varias preguntaron así que SÍ, habrá epílogo, pero el siguiente es el capítulo final, las quiero xx-

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Capítulo 30

(Importante leer las notas finales)

Casi todos los puntos de vista le temen al control mental, a ser controlado mentalmente para
permanecer a gusto con lo que se tiene y no desear nada más, pero en realidad eso no es muy
distinto a la manera en que ocurren las cosas hoy en día. Crecemos escuchando sobre la
infelicidad, sobre la inconformidad, el enojo y los problemas. Nos enseñan la manera correcta de
reaccionar ante las emociones. La manera en que crezcamos viene condicionada por nuestros
seres más cercanos, quienes a su vez también fueron manipulados sin querer por los suyos.

Nos enseñan a ocultar lo que sentimos para evitar que nos lastimen.

Por si eso fuera poco, se nos condiciona la felicidad. Puede que las cosas que nos hagan felices
sean las más sencillas del mundo, pero es inevitable envenenarse por lo que reciben nuestros
sentidos. Escuchamos a la tía que se desborda de alegría por haber recibido un jugoso cheque, al
vecino adolescente que clama odiar a su madre por hacer miserable su vida al no dejarle ir a la
fiesta, a la amiga de la familia que se divorcia porque ese no era el estilo de vida que buscaba.
Así aprendemos que la felicidad se encuentra en cosas superficiales: en los lujos y artículos
envidiables que podría comprar ese cheque, en la diversión artificial que ofrecerá la fiesta, en la
vida perfecta que nos esforzamos en alcanzar.

Y cuando obtenemos todo eso deseamos más, porque esa no era la felicidad que buscábamos.
Llega un vacío profundo cuando obtienes lo que quieres, pero no hay nadie con quién compartirlo.
Todos necesitamos a alguien, ya sea un amigo, una mascota, un familiar o un amante, incluso un
simple conocido en quién confiar. Nadie nos advirtió nunca que el ser humano fue hecho para
muchas cosas, menos para estar solo.

Y al no querer aceptarlo, lo negamos.

Día nublado, más no lluvioso. La ciudad se extendía de manera pacífica y gris bajo la oficina de
Louis Tomlinson mientras pensaba en todas las cosas estúpidas que se esforzó en negar.

Por ejemplo, que en el fondo siempre supo que los Davis no serían tan tontos como para dejar
pasar un contrato tan jugoso y que una boda no era necesaria en lo más mínimo, pero parecía
una buena manera de hacer que su hermano sentara cabeza de una vez por todas. O que
Catherine no sería tan estúpida como para echar por la borda el evento que la pondría en boca de
todos solo por algo tan trivial como una infidelidad por parte de alguien que ni siquiera le
interesaba.
Que Harry nunca representó amenaza alguna para esa farsa, pero la misma negación cubrió las
verdaderas intenciones. Fue la manera en que regresó, llenando de luz cada oscuro rincón en la
casa, con la gracia torpe de sus movimientos y su habilidad para reír por las cosas más sencillas,
la verdadera amenaza nunca fue para Sam. Que la verdadera razón para enviarlo de vuelta a
París fue para tener un tiempo para pensar, porque no era posible cómo se había dejado hundir
por su existencia.

Nunca tuvo que ver con que la editorial corriera peligro, ni por un segundo. Había tejido una red
de eventos y negaciones, solo para cubrir que necesitaba una excusa para acercarse a Harry, y
más tarde para ocultar que lo necesitaba tanto como respirar, y se la creyó él mismo.

—No creo que lo entienda, necesito verlo.

—Necesita una cita, lo siento.

—¿Cómo voy a sacar una cita si acabo de llegar?

Louis dejó la libreta sobre el escritorio, esa misma en la que estaban anotadas sus exigencias
para que Harry la pasara bien en aquél último viaje a París. La revisaba de vez en cuando, era
como volver en el tiempo a poco antes de estropearlo todo.
Pero parecía una cruel broma del destino escuchar las palabras que se intercambiaban del otro
lado de la puerta. Con largas zancadas se aproximó a ésta, y justo al momento de abrirla supo
que la broma efectivamente era para él.

Seguramente el plan de Harry era precipitarse contra la puerta, porque ahora que estaba abierta
terminó impactándose con Louis, la expresión de sorpresa de su rostro era invaluable, mientras
que la del mayor era completamente incrédula.

—Harry... —susurró.

—¿Harry? —preguntó Edna que corría detrás del aludido. Seguramente no lo había reconocido,
de otra manera ni en un universo alterno le habría negado la entrada. No se le culpaba, nunca fue
buena recordando rostros, y había pasado un tiempo desde la última vez que lo vio por ahí.

No, Louis no se dio cuenta de en qué momento sucedió que se hizo tan indispensable. Tal vez
fue desde que aceptó salir a la ciudad con él. Tal vez fue desde el primer encuentro de sus labios.
Tal vez fue desde la primera noche que pasaron juntos, cuando durmió en sus brazos.
Lo aceptó muy tarde, sin embargo.

Él había sido una de esas personas que se enseñan a esconder.

—¿Puedo pasar? —preguntó Harry desde la puerta con expresión seria y tímida a la vez.

—Adelante —Louis se hizo a un lado permitiéndole ingresar—. ¿Quieres algo de beber?

—Té verde, por favor.

—Ya lo escuchaste —se giró hacia la secretaria de forma demandante, ella asintió
completamente apenada por el incidente anterior y echó a correr también dentro de la oficina para
prepararlo. Louis se dirigió esta vez a Harry, con preguntas rápidas e impacientes— ¿Cómo has
estado? ¿Dónde te estás quedando?

—No voy a quedarme, tomaré el vuelo de regreso esta misma noche —dijo firme y fuerte, pero
mirando a la nada—. Solo vine a hablar.
Louis asintió en silencio porque no parecía haber nada más qué decir. Tenía a Harry frente a él,
celestial como un sueño, con el verde que hacía juego con sus ojos y que siempre adoró cómo se
le veía y los pantalones negros que le quedaban mejor que nada, y no parecía haber mucho que
decir después de cómo terminaron las cosas la última vez. El ser humano puede ser muy tonto.

—¿Y cómo va la boda? —preguntó sentándose en el sofá grande solo por decir algo.

—Se canceló —suspiró—. Antes de planearse.

—Qué mal —respondió con dramatismo exagerado—, siéntate.

Harry obedeció tomando asiento en otro de los sillones. Nadie dijo nada durante un largo rato, en
el que tal vez pensaban cómo comenzar la conversación o bien, trataban de asimilar lo que
estaba pasando.

—Creo que te debo una disculpa —dijo Harry—, de haberte contado sobre Fred desde un
principio nos habríamos evitado algunos disgustos.
—Estoy de acuerdo con eso —asintió.

—Pero tú también deberías disculparte por todo lo que me dijiste.

En ese momento Edna puso dos tazas de té sobre la mesa, cada una con su pequeño plato de
porcelana debajo y algunos terrones de azúcar en un tazón aún más pequeño. Louis le hizo una
seña para que se retirara y ella obedeció al instante, dejándolos solos. El mayor miró fijamente a
Harry por un par de segundos.

—No —dijo al final.

—¿Cómo?

—No voy a disculparme porque no me arrepiento de nada.


Revolvió el té de su taza con la cuchara dentro, después de haber metido en ésta un par de
terrones de azúcar. Aún sentía la mirada fuerte de Harry y la segura presión de su mandíbula.
Tomó un sorbo de la bebida y volvió a dejar la taza sobre la mesa.

—Cuando te fuiste empezaste una nueva vida —comenzó—, conseguiste un empleo, una casa,
un novio y pretendías ser feliz. Aun sabiendo que no lo eras te esforzabas en serlo, mientras yo
aquí lamentaba mi estupidez y tu pérdida con cada minuto que transcurría. Ni siquiera estaba
triste, estaba destruido.

Dijo lo último con aires de ira y la voz a punto de quebrarse a la vez. Harry hizo lo mismo que él,
de añadir el azúcar y proceder a beber, más que nada por evitar agregar palabras.

—Puedes estar bien sin mi, eso está claro. Pero nadie preguntó si yo puedo estar bien sin ti
—Louis lo dijo sin pensar, retractándose después—. Claro que lo estaría, pero... te extraño
¿sabes? —suspiró— Bueno, no tiene sentido que lo diga.

—No lo tiene —murmuró—. Deberías intentarlo, Louis. Busca a alguien, salgan, avanza, no lo sé.

—A ti te dio buenos resultados ¿verdad? —preguntó de la manera más sarcástica posible— Creo
que tienes razón, alguien más para llevar al teatro, a conciertos, a recorrer museos, prestigiosas
cenas, para odiar juntos las reuniones obligadas...
Harry se inclinó hacia Louis con el ceño fruncido.

—¿Estás insinuando que esas eran mis razones?

Sin respuesta, dejó también su taza para comenzar a expresarse incluso con las manos, ofendido
porque Louis creyera eso.

—Yo no estaba contigo por los regalos, ni por las entradas VIP o los tragos caros. Lo hacía
porque... se sentía bien. Porque la pasábamos bien juntos y me gustaba estar el rato contigo,
hablando de cualquier cosa o compartiendo silencios —hizo una pausa—. Estaba contigo porque
me gustaba estar contigo.

Al igual que Louis, intentó retractarse al darse cuenta de que tal vez había hablado de más. Ahora
la mirada azul indagaba dentro de él, tratando de descifrar lo que en realidad había intentado
decir, así que lo esquivó.

—No voy a pedirte que volvamos a empezar, porque no ha funcionado y no habría mucha validez,
pero podríamos intentar otra cosa. Dejemos de pelear y volvamos a ser capaces de compartir
esos silencios como... amigos.

Louis se dejó caer en el respaldo por un par de segundos, increíble que después de todo Harry
regresara a pedir algo tan tonto como eso.

—Sí —rio—, como amigos debe servir.

—Sí —Harry asintió en voz baja, tal vez sin darse cuenta de que ese comentario fue también
sarcástico.

Decidió seguirle el juego, porque de todas formas ya había perdido.

—Después de todo no funcionaríamos como pareja —dijo levantándose y comenzando a caminar


como era usual—, no compartiríamos los mismos ideales.

—No.
—Ahora que le he tomado cariño a esto, yo quiero seguir impulsando la empresa, abrir nuevas
puertas, extender los horizontes, llegar más lejos de lo que mi padre lo hizo...

—Suena bien —acordó.

—Y tú quieres algo más doméstico, una casa, seguir en la gastronomía, casarte, formar una
familia con tres niños adoptados: uno inglés, otro francés...

—Y una niña neoyorkina —interrumpió.

—A ella seguramente la llamarías Nancy al no poder llamarla Frank —Harry rio por lo bajo—. Son
cosas que no puedo darte —suspiró sin ganas—, así que supongo que una amistad es lo más
conveniente.

—Así es.
—¿Y así es como terminamos?

—Eso creo.

Era mejor que nada.

Así de perdido estaba el juego, y lo debió suponer desde el momento en el que lo vio esperando a
entrar. Nada puede ser tan bueno.

Se acercó a los ventanales, mirando una vez más la asquerosa y magnífica ciudad como si le
perteneciera, tratando de convencerse a sí mismo de que era todo lo que podría necesitar.
Engaños y más engaños. Harry terminó con su té y volvió a hablar.

—No creas que viajé siete horas y media hasta acá solo para discutir lo que queremos de la vida
y que mutuamente estamos menos que indispuestos a darnos —dijo acomodando los cubitos
restantes.
—¿Entonces qué buscas?

Su tono fue frío y herido. Ser amigo de Harry. Como si fuera tan sencillo. Harry se percató de este
timbre dolido y se levantó, acercándose despacio. Cuando estuvo lo suficientemente cerca Louis
lo encaró.

—Diste una entrevista a un noticiero local.

—Nacional —lo corrigió.

—Da igual, porque terminó siendo internacional. La pasaron en París al día siguiente, al parecer
fue noticia que revelaras ciertas cosas.

—¿En París?

—Sí, bueno, con subtítulos en francés y todo eso —explicó—. Y hay algo que dijiste... pero que
nunca me dijiste.
—¿Que te amo?

—Sí.

Louis asintió muy despacio un par de veces, porque tenerlo enfrente y admitirlo era mucho más
difícil que decírselo al mundo entero. Tragó saliva con dificultad.

—Ahora lo sabes.

Harry también asintió solo por hacer algo, se mordía los labios para evitar quebrarse ahí mismo.
Se preguntó en menos de un segundo cuántas cosas se habrían ocultado mutuamente a pesar de
sentirse capaces de saber los pensamientos del otro, y se sintió tan pequeño e indefenso frente a
la persona más importante en su vida.

—Y agradezco que hayas tenido el valor de decirlo frente a una cámara sabiendo que lo sabrían
miles, tal vez millones de personas.
—Es la verdad —se encogió de hombros—. Sí, comenzó como un juego para mi, pero fue
también una excusa personal.

—¿Disculpa?

—Que creo que todo eso de intentar alejarte de Sam para que no intervinieras en la boda fue mi
propio pretexto para acercarme a ti —sonrió sin ánimos—. Y cuando me di cuenta tus altibajos ya
eran mi segunda naturaleza. Lamento mucho la manera en que sucedieron las cosas.

—Bueno, Fred me dejó después de ver esa entrevista, supo que le fui infiel contigo porque soy un
libro abierto cuando se trata de ti.

—Lamento también eso —volvió a darse la vuelta, escuchando a Harry a un par de metros detrás
de él.

—Está bien, porque el problema sigo siendo yo —tosió un par de veces para evitar el
rompimiento de su propia voz—. No me importó que se fuera, y eso es lo que me hizo sentir mal.
Entonces lo hablé con una vieja amiga, y ella me convenció de que te lo debía. Así que tomé el
siguiente vuelo hacia acá para verte y hacer lo que tenía qué hacer.

Explicó todo muy rápido, torciendo sus propios dedos entre la mano contraria y balanceándose un
poco de lado a lado. Esperó y esperó, hasta que Louis se dio cuenta de que era a él a quien
esperaba y volvió a mirarlo haciendo que quedaran frente a frente. Harry respiró profundo antes
de volver a hablar.

—Vine a decirte que yo también te amo, Louis.

Años después.

Incluso cuando lo hubo callado en varias ocasiones, para algunas cosas nunca será muy tarde.
Después de que Louis lo confesara de manera pública, concluyó que lo mínimo que él podría
hacer sería decirlo de frente. Y se sintió liberado.

Era como si un enorme peso que llevó sobre sus hombros por tanto tiempo se hubiera esfumado,
sintió ganas de bailar y saltar por toda la oficina porque dejarlo salir lo hacía sentir tan bien que
podría gritar. Sin embargo no se atrevió ni siquiera a sonreír porque la falta de reacción por parte
de Louis lo inquietaba más que nada.
Porque Louis no lo podía asimilar.

Harry lo amaba.

Bueno, eso ya lo sabía, pero escucharlo directamente de él superaba todo.

—Eso era todo —dijo el menor—. Hasta luego.

Con pasos apresurados se dirigió a la puerta, pero su muñeca izquierda fue sujetada con fuerza
antes de que intentara abrirla.

—¿Y qué te hace pensar que te dejaré ir esta vez?

Su rostro se iluminó por completo. Trató de decirle que tenía un boleto de regreso para dentro de
dos horas y que tenía que estar en el aeropuerto ya porque tenía una vida en París, su empleo,
su departamento, su mascota, a su mejor amiga y todas las cosas que no podía dejar. Pero las
palabras no salieron porque en realidad no quería decirlas. Louis lo jaló hasta que quedaron tan
cerca que podrían abrazarse sin dificultades.

—¿Sabes? esto es lo que tenías que haber hecho en esa ocasión —dijo Harry en un fallido tono
de regaño.

Se inclinó hasta que pudo enterrar el rostro entre el cuello y el hombro de Louis, ciñendo con
fuerza sus brazos alrededor de su cintura, justo como Louis también lo estaba haciendo. Se
permitió volver a respirar el familiar aroma con los ojos cerrados y ahí estaba de nuevo, en el
hogar que siempre quiso y mereció. Louis se aferraba con tanta fuerza a él que algo le decía que
podría tener la certeza de que nunca jamás lo soltaría. A la sensación de deja vu solo le faltaba
algo más.

—Eres tan voluble y manipulador y estás tan acostumbrado a tener siempre lo que quieres que
me pareces la persona más complicada, y odio tus sarcasmos y comentarios altaneros y...

—¿Y qué? —lo interrumpió— ¿Con todo eso aun me amas?

Harry sonrió, grande y aliviado en medio de un profundo suspiro.


—Sí. Todavía lo hago.

Notas bebés:

Escribo fanfiction desde el año 2009 (con mi merecido hiatus a principios de 2012 del que volví
con este, mi primer Larry capitulado), y me atrevo a decir que es el primero con el que me
encariño tanto. Este fic es mi bebé y no quiero que termine, este ha sido el último capítulo pero
todavía falta el remate. Me ha permitido conocer personas maravillosas y en verdad, re leer sus
comentarios del capítulo anterior para contestarlos me ha subido el ánimo hoy que me sentía
como mierda por completo. Muchas gracias por soportar lo que les he hecho soportar a lo largo
de estos seis meses, espero que lo hayan disfrutado tanto como yo disfruté hacerlo, si les he
provocado alguna emoción creo que lo he hecho bien.

Tengo algunas otras ideas pero probablemente pasen algunas semanas antes de que suba un fic
nuevo, de cualquier manera me gustaría verlas allá, y POR FAVOR en Under The Lights (jodo
mucho, ya lo sé, pero ese es mi otro bebé y lo amo mucho mucho, además es lo único original
que haré mientras me decido por una trama para el siguiente) y Karma que es adaptación a otro
fic.

Gracias a Mayte nuevamente por la portada (que me sigue gustando mucho) y por ser una de las
mejores personas en mi vida, probablemente mi mayor apoyo, a este punto no sé qué haría sin ti
casi todo el tiempo.

Y gracias a todas y cada una de ustedes por cada lectura, voto y comentario. Son maravillosas y
especiales para mi, y en serio las quiero aunque probablemente no conozca ni siquiera sus
nombres. Nos leemos la próxima semana en el epílogo xx-

=================
Epílogo

La tarde en que Harry se fue, cuando Louis trató de alcanzarlo sin éxito, fue la misma tarde en la
que el Sr. Tomlinson decidió que no dejaría que algo así ensuciara la pulcra imagen de su familia.
De esa manera, y contra las quejas de Louis, fue que contrató a Renée para que fingieran una
relación y lo de Harry quedara enterrado mucho antes de esparcirse.

Entonces cuando Louis la despidió y declaró ciertas cosas en televisión, su padre pidió hablar
seriamente con él. Esa fue la primera vez que Louis se negó rotundamente a aceptar lo que el
apellido le otorgaba, tuvieron una fuerte discusión que terminó con Louis amenazando con
renunciar a su propia empresa si su padre no aceptaba lo que había.

Y después de todo, ¿qué sería de esa empresa sin Louis?

Así que cinco días después de que Harry apareciera por su oficina para hablar, cuando Louis
llevó a Harry a la oficina de sus padres en una pequeña reunión improvisada, la alegría de la Sra.
Tomlinson no pudo ser más auténtica y tanto ella como su esposo terminaron celebrando la
nueva relación.

Harry habría regresado a Francia esa misma tarde, por cierto, pero solo para recoger sus
pertenencias más preciadas, incluyendo a Lily en su transportador de viaje. Se encontró con que
Fred había vaciado el estudio mientras él estaba fuera, por fortuna no fue lo suficientemente
egoísta o rencoroso para llevarse también a la mascota o algo de Harry. Después de empacar
llamó a Amber para pedirle que enviara más tarde el resto de sus cosas, y disculparse por su
inevitable renuncia. Regresó a Long Island, a la misma casa en donde vivió por tantos años.
No obstante al día siguiente Harry le contó a Louis sobre el libro de cocina que Amber estaba
escribiendo, y de cómo entre los dos inventaban recetas combinando conocimientos de otras
cuantas. No pudo llamar mejor su atención. Louis viajó para ver a Amber, al final del día ya
habían acordado que el libro se publicaría bajo la editorial Tomlinson, además firmaron una
alianza nueva para abrir una cadena de restaurantes iguales en las ciudades más importantes de
los Estados Unidos, más amplios, con terrazas y músicos de jazz ya que, según Louis, lo mejor
después de una cena gourmet era un buen baile lento con esa persona especial.

Él lo sabía bien.

El primero de los nuevos se abrió en Nueva York, no sin antes cambiarles el nombre a Maison ya
que <<Harry, un restaurante no va a funcionar en Nueva York si traduces el nombre al inglés y es
una canción emo del 2008>>. Fue Harry quien quedó como dueño de éste. En cuanto reunió el
dinero suficiente, se mudó al departamento que quería en Queens, ya que no dejaría que Louis lo
pagara por él y era muy incómodo seguir viviendo en la misma casa mientras todos se daban
cuenta de sus "sigilosas" escapadas hasta la habitación del otro a la mitad de la noche.

El siguiente fue en Los Ángeles, quedó a cargo de Samuel Tomlinson, su esposa Catherine
Tomlinson y próximamente de su pequeño hijo, Eldrick Tomlinson, de ocho meses.

Al año y medio después del regreso de Harry ya había también uno en Las Vegas, en Miami y
estaban por iniciar la construcción del de Chicago. Cerca de un 10% de los derechos de la
cadena eran para Harry al haber aportado muchas de las ideas para el menú, así que también
formaba parte de los contratos.

Esa tarde acababan de llegar los papeles firmados por Amber en los que se autorizaba el
procedimiento consecuente. Después de firmarlos tanto Harry como Louis asistirían a una función
de teatro.

—¿Ya has terminado? —preguntó Harry desde la mesa.

—Ya casi, tranquilo.

—Louis, vamos a llegar tarde.

Louis rodó los ojos y continuó pasando las hojas y plasmando su rúbrica en éstas. A veces Harry
podía ser realmente desesperante y hasta la fecha, seguía logrando sacarlo de sus casillas sin
mucho esfuerzo y en ocasiones le daban ganas de arrojarlo por el auto en movimiento. Pero era
Harry, y ciertamente a este punto era completamente incapaz de imaginar un día sin él.
Cuando terminó, cerró la carpeta con los papeles dentro y se levantó del escritorio, llevándola
hasta la mesa donde Harry esperaba. La abrió sobre el cristal y le entregó el bolígrafo. Harry
comenzó a leer rápidamente, solo por encima y sin prestar atención en realidad ya que había
firmado de esos anteriormente y en realidad deseaba llegar temprano al teatro. Firmó casi
automáticamente, página tras página mientras Louis caminaba en círculos, una acción muy de
Louis.

—Me emociona mucho esta obra ¿sabes? —dijo pasando a otra hoja.

—¿Sí?

—Muchísimo, siempre quise verla —entonces llegó al último papel, y se percató de que no tenía
nada que ver con los contratos que debería firmar. Se quedó inmóvil, exceptuando que sentía sus
manos temblar al sostenerlo— ¿Louis? —y su voz también temblaba— ¿Qué es esto?

—¿Qué cosa? —nervioso volteó, sabía de sobra lo que era.

—Esto —murmuró mostrándole el papel.


—Ah, eso... —rio nerviosamente— no es el original, pero... no sabía cómo preguntar —tosió—.
Como sea, si quieres déjalo ahí y olvidemos esto, se hace tarde. Finjamos que esto no ha
sucedido y vamos, debemos tener tiempo para...

—Sí quiero —lo interrumpió levantándose.

—¿Cómo?

—¡Que sí, idiota! —gritó con la sonrisa más enorme que Louis le hubiera visto, antes de arrojarse
a sus brazos con tal fuerza que lo tiró.

Ahí en el piso se besaron con la seguridad de que el mundo les pertenecía. Sobra mencionar que
la función de teatro quedó en el olvido, al igual que la hoja de papel suelta que había volado hasta
la silla, llena con sus datos previamente escritos con cuidado y en cuya parte superior se leía:
Estado de Nueva York

Licencia y Certificado de Matrimonio.

Tomó menos de media hora organizar la boda, mientras revisaban los anillos en la página de
internet de una famosa joyería de la quinta avenida y enviaban a un mensajero a recogerlos, y
Edna ponía en orden los documentos de ambos, después le indicarían las reservaciones de la
luna de miel. Mientras ella hacía esto último, los dos salieron a la oficina de la ciudad para
tramitar la licencia y la orden judicial para realizar inmediatamente los trámites, no tomó mucho
tiempo.

Convencieron al juez de acompañarlos al edificio Tomlinson, y en la oficina de Louis ocurrió todo,


únicamente con Edna y el mensajero como testigos legales. Para esa misma noche estaban
casados, así, rápido, simple y casi secreto. No pudo haber sido mejor para ninguno de los dos.

Así que mientras Harry y Louis caen uno al lado del otro sobre la cama con sábanas de seda,
cuerpos agitados y sudados, terriblemente cansados y relajados, piensan que no necesitan nada
más.
Es otoño y están en París, en la suite matrimonial del mismo hotel al que Louis habría enviado a
Harry años antes, el sol brilla y brinda el suave calor necesario apenas para la ocasión. Harry
permite que los brazos de Louis lo acunen como lo han hecho muchas otras veces antes para dar
paso a una ya muy necesaria siesta. El cuerpo de Harry se siente cálido y suave, es lo mejor que
Louis ha tenido y no necesita pensarlo dos veces para saber que es verdad.

—Creo que ya lo decidí —murmura Harry contra su piel.

—¿Qué cosa?

—Quiero adoptar primero en el Reino Unido a un niño mayor de lo necesario para estar en el
jardín de niños, no pienso en su nombre porque ya lo tendrá —dice—. Después quiero a una niña
de Nueva York para llamarla Nancy. Por último un bebé muy pequeño, de París —besa
delicadamente el hombro de su ahora esposo—, él se llamará Louis.

—¿Louis? —sonríe de lado— ¿Por qué Louis?

—Louis es un nombre maravilloso —susurra.


—¿No es muy pronto para pensar en hijos, Harry?

—Tienes razón —se abraza con más fuerza a él, aferrándose a su torso dispuesto a no dejar que
nada lo separe de donde está ahora mismo—, tenemos todo el tiempo del mundo.

En medio del sopor del sueño Harry piensa en varias cosas. Por ejemplo, en que dejó a Lily al
cuidado de su padre, en que él y Louis deben buscar una nueva casa tan pronto vuelvan de su
luna de miel, o en que debió traer consigo la caja musical para recordar lo bueno que es todo
ahora mismo, de color rosa. Entonces siente la argolla de matrimonio y ríe muy suavemente,
despertando a Louis quien también estaba a punto de caer dormido.

—¿Qué ocurre?

—Soy Harry Tomlinson.

—¿Y...?
—Yo odiaba tu apellido.

Louis acomoda los húmedos rizos de Harry por detrás de su oreja.

—Bueno, puedo ser Louis Styles si quieres.

—No —bosteza—, estoy bien así.

Decir que se ve la vida "de color de rosa" suele ser sinónimo de perfección, una vida sin dolor ni
dificultades en la que todo es tan fantástico como es posible. Sin embargo ¿puede haber
perfección usando solo un mismo color? La respuesta es no, se necesitan varios.

El verde del árbol que da sombra para leer a Shakespeare.

El azul de un paseo en medio del lago.


El negro de un traje que pierde seriedad sobre un logotipo informal.

El naranja de la llama en la vela que alumbra una cena de celebración.

El rojo de un beso con sabor a vino tinto.

El blanco de las sábanas que son testigo de la unión de dos amantes.

El morado de cada día que transcurre sin nadie con quién compartirlo.

El gris de un baile improvisado bajo la lluvia.

Todos en conjunto con otros más conforman la paleta que pintará el cuadro adecuado para cada
quién, el mejor, mas no perfecto. La perfección es un punto máximo y cuando algo está en su
punto máximo, es imposible que mejore.
Si algo no es perfecto es porque puede seguir sorprendiendo con las demás cosas fantásticas y
buenas que traerá consigo. No describiría su situación como perfecta, y nada es mejor que eso.
No es de un solo color aburrido y perfecto, es de tonos y matices brillantes y opacos que seguirán
mejorando con los años.

Es de mil colores imperfectos y maravillosos.

~FIN~

_______________

Y así, mi bebé ha terminado.

Espero que haya sido un final lo suficientemente satisfactorio.

Hice una especie de playlist, una lista de reproducción de Youtube con una canción por capítulo
(contando introducción y epílogo) porque yo, la traumada, necesita soundtrack para cada historia
aunque sea pequeña. Lo dejo en el vínculo externo.

He corregido el capítulo 1, que era desde el punto de vista de Harry y no encajaba con el resto de
la narración, creo que finalmente en ese momento era solo una prueba personal para checar mi
narración en primera persona.

Muchas, muchas gracias por todo. No puedo creer que haya terminado, lo voy a extrañar
muchísimo. Si me siguen en Twitter (@_Braveisfree) y no las sigo de vuelta háganmelo saber, a
veces olvido dar el followback.

En serio espero leerlas de nuevo en futuras historias, a todas ustedes. Un beso y un abrazo tan
fuerte como puedo.

Mucho amor, Larry de a montones y pay de queso con zarzamoras. XX -Y.

=================

Anuncios/agradecimientos/pregunta muy importante.

Hola, amores míos :)

Antes que nada muchas gracias por el adorable y magnífico recibimiento que sigue teniendo esta
historia, en serio me hace muy feliz saber que a pesar de tener más de un año de haber
comenzado a ser publicada, la siguen leyendo, siguen comentando, siguen votando, la siguen
recomendando. Me hace feliz que de alguna manera siga haciendo felices a las personas, y una
enorme disculpa si no contesto los comentarios, la verdad no paso mucho tiempo en Wattpad y
las notificaciones me llegan hechas un asco.

He estado escribiendo, y esa es la principal razón de publicar esto. ¿Qué les parece la siguiente
trama?:

Harry y Louis con apenas seis meses de noviazgo se casan, porque están enamorados y no
piensan con mucha claridad. Sin embargo, el matrimonio, lógicamente, no es lo que esperaban,
no son tan compatibles a fin de cuentas. Así que, un año después, están listos para divorciarse,
pero los trámites se encuentran con algunas dificultades así que tomará mucho tiempo, durante el
que ellos dos seguirán viviendo juntos, conviviendo diariamente y topándose con varias
situaciones que pondrán en duda sus decisiones en más de una ocasión.

¿Les interesa esta especie de drama/comedia? Bueno, esa historia ya la estoy escribiendo junto
con mi amiga y socia incondicional. El fanfic se llama "Disenchanted", lo pueden encontrar como
"Disenchanted || Larry Stylinson", No se encuentra en este perfil, sino en el que comparto con ella
(Disenchanted11).

Es algo que estamos disfrutando mucho escribir, en verdad, y nos encantaría leer a algunas de
ustedes por allá, si les llama la atención. Les prometo que a pesar de que parece más drama al
inicio, la parte de comedia no tarda en llegar, y me encanta.

Por otra parte, a finales de mes estaré publicando por aquí una especie de One Shot largo/mini
fic, no spoilearé mucho. También estoy trabajando en un nuevo fic, basado en la película "The
Butterfly Effect", ya saben, viajes en el tiempo, universos alternos, dolor... espero que les guste si
deciden leerlo, no tengo fecha para publicarlo porque estoy haciendo los capítulos largos, pero no
puedo esperar.

Es todo lo que quería decir, aunque eventualmente borraré esta carta. Una vez más, muchas
gracias por seguir leyendo, y perdonen si tardé en responder algunos de sus mensajes, he leído
ya todos los comentarios y les agradezco mucho sus palabras. En verdad espero leerlas en un
futuro en los nuevos fics, y ahora mismo en Disenchanted que es un bebé pequeñito al que amo
mucho.

Abrazos de panda xx~

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