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EL BAÑO EN LA PRESA

Por Rafael Escandón H., Colombia.

Carlitos era un niño muy bueno. Su maestra lo quería mucho porque conocía bien sus aptitudes y
que su conducta era intachable. Figuraba como el mejor alumno de su curso; por esa razón su
influencia se hacía sentir en toda la escuela.

Tenía alrededor de nueve años y era de aspecto atrayente, de cabellos castaños ensortijados y de
mirada franca y penetrante. Disponía de muy buenas cualidades para tratar a sus compañeros y
sabía comportarse frente a los mayores.

Aunque gozaba de buena reputación en la escuela, algunos de sus compañeros no lo querían, tal
vez por envidia; lo criticaban y decían que era un muchacho poco sociable porque no jugaba a la
pelota con ellos y siempre se alejaba del grupo cuando criticaban a los maestros.

Cierta tarde, al terminar las clases Carlitos notó que Julián, Pedro y Luis querían acompañarlo hasta
su casa; estos muchachos estaban en cursos más avanzados que él, y desde luego, eran mayores y
más grandes. Carlitos, nada esquivo, se sintió muy contento por esa compañía; ellos nunca le habían
brindado ni siquiera una sonrisa. Cuando llegaba a la escuela, con la gorra en la mano les deba los
buenos días, pero no le contestaban.

—¿A dónde vas? —le preguntó Julián.

—Voy a casa –repuso Carlitos con una sonrisa en los labios.

—¿Te gustaría que te acompañemos? –inquirió Luis con sorna.

—Desde luego, la compañía de Uds. me es muy inspiradora y, por cierto, yo había pensado invitarlos
a mi casa una tarde de éstas, para que pasemos juntos un rato agradable.

Los niños conversaron sobre diversos temas. La charla se extendió tanto que parecía haber abarcado
todos los comentarios escolares. Cuando Carlitos miró alrededor se dio cuenta de que se habían
alejado del camino que los conducía a su casa y que se apartaban lentamente de la ciudad. Para
tranquilizarlo, sus compañeros le dieron que haciendo una travesía por un camino que ellos
conocían podrían llegar pronto a su casa, y aunque Carlitos no conocía muy bien el lugar, confiaba
en la palabra de sus condiscípulos y dejó que lo guiaran.

Después de recorrer un corto trecho se quedó muy sorprendido al ver que habían llegado a la pesa
donde muchas veces los niños iban a nadar, sus compañeros había preparado el plan de tal manera
que con sus artimañas lo llevaron hasta ese lugar; tenían hasta un pantalón de baño para él.
Pensaban divertirse un rato al ver al pobre Carlitos en el agua, pues su propósito era sumergirlo
hasta que tragara bastante agua, darle algunas zambullidas forzadas y después dejarlo ir a su casa
bien asustado.

EL AMIGO DE LOS NIÑOS (The Children’s Friend). Publicaciones Interamericanas de la Pacific Press Publishing Assn.
1350 Villa Street, Mountain View, California 94041, U.S.A. 4to. Trimestre de 1962
Carlitos trató de librarse del baño, pero no pudo, y con cierta intrepidez resolvió tirarse a la presa.
Fue el primero en ponerse el pantalón de baño y lanzarse al agua. ¡Cuán sorprendidos quedaron los
tres muchachos! Carlitos era un gran nadador, era un verdadero pez. Su padre le había enseñado a
nadar y lo hacía con cierto estilo y maestría.

¡Qué gran chasco para sus compañeros! No resultaría el plan. Sin embargo, sentados a la orilla
fraguaron la venganza: esconderle la ropa para que cuando terminara de bañarse no la encontrara
con facilidad, en esa forma se quedaría un buen rato buscándola, pasando frío, y de seguro, llorando.

Julián se encargó de esconderla mientras los otros dos, con el agua hasta la cintura, trataban de
distraer a Carlitos para que no se diera cuenta del ardid. También ellos habían dejado su ropa en la
orilla y estaban muy contentos viendo cómo nadaba Carlitos, cómo se sumergía e imitaba a los
peces. Mientras los tres estaban embelesados mirando, no notaron que dos mozalbetes vagabundos
tomaban la ropa de la orilla y salían corriendo hasta perderse en la maraña más cercana.

Cuando se dieron cuenta de lo ocurrido, todos salieron del agua llenos de tristeza, lamentando su
suerte. Carlitos oró a Dios le pidió que los ayudara. Al abrir los ojos vio algo azulado que se movía
debajo de un arbusto, parecía su pantalón. Corrió hasta allá, y cuál no sería su sorpresa al encontrar
toda su ropa; se la puso volvió donde estaban sus desesperados compañeros para tratar de
ayudarles en algo.

Pedro, Julián y Luis le confesaron cuál había sido el plan, cómo se habían chasqueado al ver que era
un buen nadador, cómo le habían escondido la ropa y la manera en que Dios los había castigado al
permitir que perdieran las suyas. Los tres le pidieron perdón a Carlitos y prometieron que desde ese
momento serían sus amigos. Carlitos los perdonó y les dijo que él iría hasta su casa para traerles
ropa, de modo que pudieran llegar a sus respectivas casas.

Cuando Carlitos iba por el camino en busca de ropa para sus amigos se acordó de ese texto que dice:
“A los que a Dios aman todas las cosas les ayudan a bien”.—

EL AMIGO DE LOS NIÑOS (The Children’s Friend). Publicaciones Interamericanas de la Pacific Press Publishing Assn.
1350 Villa Street, Mountain View, California 94041, U.S.A. 4to. Trimestre de 1962

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