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Una guerra internacional en suelo español


Julián Casanova

La Guerra Civil Española no era sólo un combate entre fascismo y democracia. En primer
lugar, fue un conflicto militar iniciado con el golpe estado que enterró las soluciones políticas
y puso en su lugar las armas. Fue también una guerra de clases entre diferentes concepciones
del orden social, una guerra de religión entre catolicismo y el anticlericalismo, una guerra en
torno a la idea de la patria y de la nación, y una guerra de ideas de credos que estaban en
pugna en el escenario internacional.

Guerra civil y revolución

Si bien España no había participado en la Primera Guerra Mundial, existía división y tensión
dada por el proceso de modernización entre quienes temían al bolchevismo y a las diferentes
manifestaciones del socialismo, amantes del orden y la autoridad, y quiénes soñaban con un
nuevo mundo igualitario que surgía de la lucha a muerte entre las clases sociales.
Con la proclamación de la República se pusieron en primer plano algunas tensiones que
existían o se habían germinado con la industrialización, el crecimiento urbano y los conflictos
de clase. Así se abre un abismo entre varios mundos culturales antagónicos, entre católicos
practicantes y anticlericales convencidos, amos y trabajadores, iglesia y estado, orden y
revolución. El anti republicanismo venía de los sectores más influyentes de la sociedad, los
hombres de negocios, los industriales, los terratenientes, la iglesia y el ejército. La CEDA fue
el primer partido de masas de la historia de la derecha española creado en 1933 que se
propuso defender el cristianismo y combatir la legislación sectaria de la República. Debido a
la derrota electoral en 1936 este sector se propuso restablecer el orden a través de las armas.
La guerra civil empezó porque una sublevación militar debilitó y socavó la capacidad del
estado y del gobierno republicano para mantener el orden. El golpe de muerte a la República
se lo dieron desde adentro, desde el propio seno de sus mecanismos de defensa, los grupos
militares que rompieron el juramento de lealtad a ese régimen en julio de 1936. La Guerra
Civil Española fue el resultado inmediato de un golpe militar frente al cual las clases
trabajadoras con sus organizaciones, acciones colectivas y movilizaciones aparecieron en el
escenario público, en la calle, en el parlamento, en las instituciones políticas como poderosos
contendientes a los que ya no se podía excluir de sistema.
El autor considera como Guerra Civil una lucha violenta por el poder que incluye a militares
y población civil dentro de las fronteras de un estado y donde el gobierno de la nación es uno
de los principales contendientes. En el caso de la Guerra Civil Española los protagonistas
principales fueron el gobierno de la República y los militares rebeldes. Aunque desde el
momento en que el golpe militar debilitó las estructuras políticas coercitivas y administrativas
del Estado grupos y milicias armadas de diferentes tipos se metieron en el combate.
Se crearon en todos los pueblos comités antifascistas locales y revolucionarios, también
colectivizaciones campesinas. Los revolucionarios con sus milicias, sus colectivizaciones y
sus comités asesinaron a industriales terratenientes y a numerosos miembros de las
organizaciones políticas más conservadoras. Fue la CNT, la organización anarcosindicalista,
la que dirigía al pueblo en armas.
Debido al llamado terror rojo la República no pudo obtener apoyo internacional, aunque no
fue el principal motivo que motivó a las potencias democráticas a abandonarla prácticamente
sola ante el nazismo y el fascismo. Parece obvio que el miedo a la Revolución bolchevique
que había triunfado en Rusia pusieron en contra de la República a los consejos de
administración de las grandes empresas y a las cancillerías diplomáticas de los países
occidentales. Con respecto a las ayudas internacionales, fue la ayuda italo-germana la que

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permitió a los militares sublevados, Franco a la cabeza, trasladar el ejército de África la


Península a fines de julio de 1936, y la ayuda soviética contribuyó de modo decisivo a la
defensa republicana de Madrid en noviembre de 1936. Sin embargo, Gran Bretaña llevó la
delantera en firmar un acuerdo de No Intervención, a este acuerdo se le unió Francia. Esta no
intervención perjudicó decisivamente a la República. Los militares sublevados pese a no ser
reconocidos oficialmente como régimen político establecido encontraron muchas más
facilidades para obtener créditos entre los hombres de negocios occidentales en el mercado
del dólar y de la libra esterlina. Mientras tanto los republicanos tuvieron que depender cada
vez más en esas condiciones de aislamiento de la ayuda económica y militar soviética lo cual
contribuye a fortalecer e incrementar esa inclinación a favor de Franco de los banqueros e
industriales de los países capitalistas. “La Guerra Civil Española fue en su origen un
conflicto interno entre españoles, pero en su curso y desarrollo constituyó un episodio de una
guerra civil europea que acabó en 1945” (Casanova, 2011, página 122).

Conflicto interno impacto internacional

La Guerra Civil Española se manifestó en un violento combate político sobre los principios
básicos en torno a los cuales debe organizarse la sociedad y el estado. La reacción inicial del
gobierno francés (del frente popular, de socialistas y radicales) fue poner en marcha un plan
de ayuda para proporcionar material a la República Española. Parecía haber razones políticas
y militares que así lo aconsejaban: se trataba en ambos casos de repúblicas democráticas y a
Francia le interesaba tener en la frontera pirenaica un régimen amigo que, en caso de una
guerra europea, garantizara al tránsito entre las colonias africanas donde se encontraba un
tercio de su ejército y el territorio francés. Sin embargo, ese plan de ayuda no se pudo poner
en práctica, existió una opinión pública dividida: mientras que la izquierda en general mostró
su simpatía por la causa republicana, la derecha política, los católicos y amplios sectores de la
administración estatal y del ejército rechazaron el plan de ayuda.
Por otra parte, la actitud del gobierno del Reino Unido, aliado principal de Francia en Europa,
terminó por inclinar la balanza en contra de esa decisión inicial de enviar ayuda. Los
conservadores británicos en el poder desde 1931 temían que cualquier intervención en el
conflicto español obstaculizara su política de apaciguamiento con Alemania. Ese fue el punto
de partida de la política de no intervención que se puso en marcha desde el verano de 1936.
Sin embargo, no se pudo evitar la internacionalización de la Guerra Civil Española ya que las
peticiones de ayuda de Franco a Hitler y Mussolini fueron exitosas. En consecuencia, la
República que era un régimen legítimo se quedó inicialmente sin ayuda y los militares
rebeldes carentes de legitimidad recibieron casi desde el primer momento el auxilio
indispensable para hacer frente a la guerra provocada por ellos. El golpe de estado que no
había logrado su principal objetivo de hacerse con el poder se transformó así en una guerra
civil porque la ayuda ítala germana permitió a los militares rebeldes trasladar el ejército de
África a la Península, alrededor de unos 10,000 solados.
Mussolini resolvió apoyar a los militares rebeldes por razones geoestratégicas: ganar un
aliado en el Mediterráneo occidental y debilitar así la posición militar francesa. Estados
Unidos siguió manteniendo su política de neutralidad de británica mientras que la política de
no intervención partió del gobierno francés y del frente popular. Tuvieron la consideración de
evitar una intervención que enemistara a Francia con Italia y complicara la paz en el
Mediterráneo.
Gran Bretaña tuvo divisiones ya que los círculos diplomáticos, aristocráticos, burgueses y la
jerarquía de la iglesia anglicana apoyaban a los militares rebeldes. Mientras que el partido
laborista, los sindicatos y muchos intelectuales se inclinaban por la causa republicana, de
manera que la sociedad británica sufrió un cisma profundo.

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En la práctica la no intervención fue una auténtica farsa ya que dejaba la República en


desventaja con los militares rebeldes. Alemania, Italia y Portugal se burlaron
sistemáticamente del compromiso y continuaron con los envíos de armas y municiones. Para
Alemania e Italia la intervención en la Guerra Civil Española marcó el inicio y la
consolidación de una nueva alianza diplomática que a través del establecimiento oficial del
eje Roma Berlín en octubre de 1936 tuvo fuertes repercusiones políticas.
En el plano internacional las razones que motivaron la decisiva intervención nazi en la Guerra
Civil Española tuvieron mucho que ver con la estrategia militar, a la que no eran ajenas
algunas consideraciones económicas y la política de alianzas. Desde un primer momento los
nazis se valieron de su maquinaria propagandista para presentar a la Guerra Civil Española
como una confrontación entre fascistas y marxistas. El objetivo era responsabilizar a la Unión
Soviética y el comunismo internacional de haber causado esta guerra y así predisponer a los
países del llamado orden a no enemistarse con Alemania, que se convertía así en la principal
garantía contra el peligro bolchevique. Pero los nazis utilizaron el suelo español como campo
de pruebas y a los voluntarios de la legión Cóndor se les pagaban salarios ejecutivos para
poder combatir en España. Hitler consideró que la ayuda a Franco favorecía a los intereses de
la política exterior de Alemania. Se trataba de echar abajo a las fuerzas del frente popular de
España y de evitar la creación de un bloque izquierdista en Europa dirigido por las por
Francia. Para Hitler la derrota de Francia, objetivo primordial para llevar a cabo sus
ambiciones expansionistas en Europa central y del este, sería mucho más fácil con una
España dominada por militares anticomunistas. Por el contrario, una victoria republicana
reforzaría los vínculos de España con Francia y la Unión Soviética, las dos potencias que al
oeste y al este se oponían a las ansias imperialistas del Tercer Reich.
Si bien la Italia fascista como régimen político al igual que la Alemania nazi no participó en
los preparativos del golpe de estado que desencadenó la guerra civil, su ayuda militar fue
considerable y decisiva para la victoria del ejército de Franco. Mussolini respondió
afirmativamente a la petición de ayuda al general Franco y tomó esa decisión cuando se
informó de que Hitler iba a apoyar a Franco y una vez comprobado que Francia y Gran
Bretaña no iban a intervenir para lograr apoyos exteriores.
La República tuvo que reconstruir y crear sus propios cuerpos diplomáticos, formados por
prestigiosos intelectuales y profesores universitarios procedentes casi todos del campo
socialista a los que se nombró embajadores en Londres, Moscú, París, etcétera. Los militares
rebeldes por el contrario pudieron contar con ilustres miembros de la aristocracia y de los
círculos diplomáticos y financieros muy bien conectados con los selectos grupos de la
diplomacia internacional: duques, marqueses, barones,etc.
Pero en 1936 Stalin decidió intervenir en la contienda a favor de la República. Para Stalin y la
política exterior soviética el estallido de un conflicto armado en España creaba una
importante disyuntiva. No le interesaba dejar a la República abandonada, algo que
fortalecería la posición de Hitler, pero tampoco quería estropear su aproximación a las
potencias democráticas. Si apoyaba la República alimentaría la tesis de que detrás de ésta se
encontraba el comunismo internacional. Los indicios y pruebas de que Hitler y Mussolini
ayudaban a los militares sublevados pese al acuerdo de no intervención alarmaron a Stalin. Si
la República era derrotada, rápidamente la posición estratégica francesa frente Alemania
quedaría muy debilitada y el aumento del poder nazi y fascista tendría también repercusiones
negativas para la Unión Soviética. De manera que Stalin le advirtió al Comité de No
Intervención que si no se cumplía el pacto de no intervención se vería obligado a intervenir.
La Unión Soviética en octubre comenzó a ser lo mismo que ya estaban haciendo Italia,
Alemania y Portugal: incumplir los acuerdos de no intervención sin abandonar oficialmente
esa política. La guerra no era un asunto interno español. Se internacionalizó y con ello ganó
en brutalidad y destrucción. Porque el territorio español se convirtió en campo de pruebas del

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nuevo armamento que estaba desarrollándose en estos años de rearme previos a una gran
guerra que se anunciaba.

Extranjeros

Con la decisión de apoyar la guerra se comenzaron a enviar voluntarios a luchar en ella


llamados brigadistas. Las Brigadas Internacionales apoyaron la causa de la República,
mientras que muchos extranjeros que combatieron en el ejército de Franco, alemanes e
italianos, no eran voluntarios, sino que eran soldados regulares y en preparados a los que se le
proporcionaba una paga en su país de origen.
Mientras que los miembros de las brigadas internacionales dejaron las armas antes, los
fascistas estuvieron más tiempo en suelo español hasta el final de la guerra y la victoria del
ejército de Franco.
Como conclusión, la intervención alemana italiana fue decisiva para la derrota de la
República o para la victoria de los militares sublevados contra ella en julio de 1936.
Después de la Primera Guerra Mundial y del triunfo de la Revolución en Rusia ninguna
Guerra Civil podía ser ya sólo interna. Cuando empezó La Guerra Civil Española los poderes
democráticos estaban intentando a toda costa apaciguar a los fascismos, sobre todo a la
Alemania nazi, en vez de oponerse a quién realmente amenazaba el equilibrio del poder. La
República se encontró con la tremenda de adversidad de tener que hacer la guerra a unos
militares sublevados que se beneficiaron desde el principio de esta situación internacional tan
favorable a sus intereses. Las dictaduras dominadas por gobiernos autoritarios de un solo
hombre y de un único partido estaban sustituyendo entonces a las democracias en muchos
países europeos y, si se exceptúa el caso ruso, todas esas dictaduras salían de las ideas del
orden y de la autoridad de la extrema derecha.
Un grupo de criminales se hizo con el poder y la brutal realidad que salió de sus decisiones
fueron los asesinatos, las torturas y los campos de concentración. La victoria de Franco fue
también una victoria de Hitler y Mussolini, y la derrota de la República fue asimismo una
derrota para las democracias.

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