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Historia Universal

LOS AUTORES

Louis Bergeron Siglo veintiuno


Nació en 1929. Terminó sus estudios en la École Normale
Supérieure. Profesor de Historia desde 1951; docente en la
École Normale Supérieure hasta 1966, de donde pasó al Cen­ Volumen 26
tre Natíonal de la Recherche Scíentifíque de París. Ha pu­
blicado Les Révolutions européennes et le partage du monde,
1715-1914 (1968), en 2 vals. Actualmente trabaja en una te­
sis sobre la vida económica y el mundo de los negocios en
el París napoleónico. Ha redactado la introducción y los ca­
pítulos 1, 4, 5 y 6 de este volumen.
LA EPOCA
Franfois Furet
DE LAS REVOLUCIONES
Nació en 1 927 . Estudió filosofía e historia en la Sorbona.
Dedicado a la enseñanza entre 1954 y 1960, pasó luego al
Centre National de la Recherche Scientifique. A partir de
EUROPEAS, 1780-1848
1966, es director de estudios en la École Pratique des Hautes
Études (Sección VI, Ciencias EconómiCas y Sociales), en Pa­
rís. Colabora en el semanario Le Nouvel Observateur. Ha
participado en diversos trabajos de investigación (Le mou­
vement du profit en France au XIXe sif:cle, París, 1965 ¡
Livre et sociét� dans la France au XVIIIe siecle, París, 1965.
Publicó, en colaboración con Denis Richet, una importante Louis Bergeron
obra en dos volúmenes: La Revolution, París, 1965-1966). Fran�ois Furet
Trabaja en una tesis sobre los bUl'gueses parisinos en la se­ Reinhart Koselleck
gunda mitad del siglo XVIII. Ha redactado los capítulos 2 y 3
de este volumen.

Reinhart Kos"elleik
Nació en Gorlitz ( 1 923). Estudió en Heidelberg y en Bristol.
Lector en la UniverSidad de Bristol ( 1953-1955); adjunto del
Historísches Semini:lr de Heidelberg (1�56-1960); profesor de
Ciencias Políticas en la· Ruhr-Universit1it de Bochum (1966-
1968), y profesor de Historia Moderna en Heidelberg. Entre
sus publicaciones d�stacan: Kritik und Krise, ein Beitrag zur
Pathogenese der bürgerlíchen Welt (1959); Preussen t.wischen
Re/orm und Revolution¡ AJlgemeines Landrecht, Verwaltung
und sot.iale Bewegung 1791 bis 1848 (1967). Ha redactado
los capítulos 7-10 de este volumen.

TRADUCTOR
historia
Francisco Péret. Gutiérrez México
universal
DISEÑ O DE LA CUBIERTA
Argentina . siglo
Julio Silva España
naria, que se apodera de Londres durante toda una semana no 2. La Francia revolucionaria (1787-1791)
d�semboca aquella vez en ninguna reforma parlamentaria; le 1a
mtsma manera que, durante la Revolución francesa, el movimiento
<dacobino)) inglés no logrará nunca quebrantar el régimen, a pesar
de los temores oficiales y de las oportunidades ofrecidas a ve­
·
ces por la situación económica o internacional o por el peligro
militar.
Por eso, aunque la sociedad inglesa de los años 1780 y 1790 En la politica contemporánea, la frase de Clémenceau: <da re­
h_aya tenido también sus ·«sans-culottes)), y aunque las organiza­ volución es un bloque», hace tiempo que ha sentado jurispruden­
clones obreras nacientes, concretamente en el Lancashíre acu­ cia. Se la acepta o se la rechaza, como en 1789, como en 1792,
d_ieran muy pronto a reforzar el movimiehto radical, Ingiaterra como en 1915; pero si la vida política francesa, y en una gran
stgue conservando en la épóca de la Revolución industrial una porción h'l europea, se han visto obsesionadas por esta alterna­
estructura política estable o en muy lenta evolución. Sin duda tiva, los progresos de la historiografía revolucionaria han des­
se debe a que el recurso a la violencia revolucionaria se vio compuesto lentamente este «bloque», sin por otra parte escapar
contrari ado, incluso en las masas popula-res' por el senttmtento a su extraordinario poder de fascinación.
nacional y antifraricés; pero sobre todo a que el radicalismo Descomposición cronológica, ante todo, la más simt:�le, que los
popular carecía del elemento dirigente, que hubiera podido ser positivistas creyeron durante mucho tiempo «objetiva», si bien
1� burguesía comercial inglesa. Esta, por el contrario, no podía comporta evidentemente, aunque sólo-sea por la selección de los
smo formar un bloque contra aquél, junto con toda la alta acontecimientos, una parte previa de interpretación. Descomposi­
sociedad, por el hecho de que no tenia nada esencial que repro­ ción que permite dar pleno sentido a uno de los aspectos más
char al régimen político: su fortuna le permitía incorporarse misteriosos del fenómeno revolucionario: la aceleración del tiem­
a él. Así, por una paradoja que sólo es aparente, la Inglaterra po histórico. Desde los Notables hasta la reunión de los Estados
de los primeros años de la Revolución industrial fue quien, a Generales, dos años. Luego, en algunos meses, en el espacio de
través del liberal Burke (Reflexiones sobre la Revolución fran­ un verano, de mayo a octubre de 1789, la subversión más pro­
cesa, 1790), se puso a la cabeza de la contrarrevolución europea funda, la más inesperada, la más rápida que haya conocido una
y de la defensa del orden establecido. sociedad moderna hasta la Rusia de 1917. La Asamblea recons­
truye luego, en menos de dos años, una Francia distinta, pero
todo anuncia su fragilidad. Todo la arroja a la aventura: las ne­
gativas del rey, el odio de los nobles, la división de la Iglesia
y las luchas por el poder. Resultado de las contradicciones in­
ternas más aún que de la hostilidad de los reyes europeos, la
marcha hacia la guerra asimila revolución y patriotismo, pacifis­
mo y traición. Nueva ruptura cronológica, nueva aceleración del
mecanismo sobre el que va a pesar en adelante, de manera deci­
siva, del 9 de termidor al 18 de brumario, el conflicto con Euro­
pa. Conviene, pues, comenzar por analizar la explosión francesa
en sí misma, antes de la guerra, a partir de sus elementos
internos.
Pero esta sumaria periodización se basa a su vez en una división
de otra naturaleza, que deriva de las definiciones sucesivas del
contenido sociológico de cada etapa de la Revolución: Mathiez ha
sido el primerO en distinguir una rebelión aristocrática, que des­
encadena el proceso general, de la revolución burguesa victo­
riosa en 1789, y de una segunda revolución social y popular a
partir del lO de agosto. Si se tienen en cuenta todos los extre·

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fuerzas no cesaron de animar y de impulsar hacia adelante --cada
mas! e�ta concepcwn del desarrollo histórico a partir de las con­ una a su manera y en su propia dirección- el formidable acon­
t radJc� wnes sociales.' tan seductora para la interpretación de las tecimiento que habría de conmover al mundo.
_
explosw�es revo!ucwnanas, coincide con la gran intuición de Es indudable que el proceso revolucionario no puede reducirse
-r:ocq�evdle, segun la �ual la Revolución francesa consagra la por entero a un análisis de las clases o de los grupos sociales
v1ctona de la democraCia sobre el liberalismo, y abre el inevi­ en sus determinaciones económicas y sociales globales. Cobban
t�ble proceso de las sociedades hacia la igualdad. Pero en Fran· lo ha puesto de relieve oportunamente al criticar ciertas sim­
cta, dad� el pred�minio de las tendencias marxistas en la his­ plificaciones sociológicas. En 1789, una parte de la aristocracia
tonog_
�a�Ia revolucwnaria, se ha hecho hincapié en la dialéctica francesa es no sólo antiabsolutista, no sólo liberal, sino partida­
matertahsta de las �!ases., ya implícita en Barnave, redescubierta ria de la causa de 'la igualdad civiL Más importante aún: las
por Jaures , Y Mathiez, y completada en tiempos recientes por
divisiones entre los grupos dirigentes de la Revolución ---entre
Georges Lefebvte y C. E. Labrousse. monárquicos y patriotas, entre La Fayette y el triunvirato, entre
Jaures habfa puesto de relieve la importancia de la expansión girondinos y feuillants, más tarde entre girondinos y montag­
burguesa en la Fran:ia rica del final del Antiguo régimen. La­ nards- no proceden, las más de las veces, de distinciones eco­
brousse, que h� reahzado un análisis estadístico de esta coyun­ nómicas o sociales, Todo el problema de las ideologías se plan­
tur� de prospendad, ha mostrado hasta qué punto se repartieron
tea aquí, y ante todo la siguiente cuestión: la Revolución creyó
dest gualmente sus b_enefki�s:_ más todavfa que a las burguesías ser hija de las «luces)), pero ¿qué revolución y qué «luces)>?
de�:h_cadas al comercio matltlmo, que viven del «negro» y cuyo Los ideólogos de la guerra de liberación no tuvieron los mismos
brillo hab1a _ deslumbrado a Jaures, estos beneficios van a Jos
ideales que los doctrinarios de la separación de poderes. Y en
posesores de rentas procedentes de la tierra en todas sus formas la medida en que, por el contrario, la revolución no es hija de
a los «propietarios» tan cordialmente queridos de los fisiócratas'
la filosofía, sino de una crisis económica y social, la intervención
Y que �on en pri�cipio, ante todo, los nobles y la Iglesia. L�
popular que la marca tan profundamente remite al estudio de las
�conorn1a revela as1 uno de los secretos de las tensiones sociales: mentalidades, bosquejado por G. Lefebvre en La Grande Peur.
Junto al ascenso de la burguesía, el dinamismo nobiliario. Por
De la misma forma que hay interferencias entre numerosos gru­
otra parte, la masa de pequeños campesinos, cada vez más nu­
pos sociales en la revolución, hay varios niveles de cultura, y
merosa, q�e no ha ganado nada con el alza de los precios, puesto
sin duda contaminación de varias culturas, en el sentido antro­
que no tiene nada que vender, se encuentra siempre a merced
pológico del término, en los Cahiers de 1789 o en el mesianismo
de las m�las cosechas periódi�as, como es d caso de 1788 y 1789.
francés de 1792.
La Francta de 1789, que Mtchelet había calificado de miserable
Nuestra época, en la que comienza a esfumarse la fascinación
era , pró �pera para Jaures: es que, como aclara Labrousse, un�
hab �a VIsto la crms _ . cíclica del mundo rural, y otro el progreso ideológica de la gran revolución, puede sin duda plantear muchas
_ cuestiones nuevas relativas a estos años decisivos de la historia
semtsecular de la rtqueza nacionaL
moderna; lo importante es que ha dejado de presuponer su
Este análisis explica por qué la explosión de la sociedad tran­
claridad, y ha comprendido que, por el contrario, en la cadena
ces� ?el antiguo régimen no se presenta como una sucesión cro­
del tiempo, toda ruptura es tan misteriosa como un nacimiento.
n?logtc;_a de rev�l �ICÍones, sino como un nudo de movimientos
stmultaneos movilizados por determinaciones diferentes: de esta
manera se comprende definitivamente la armonía del movimiento LA REBELION NOBILIARIA Y LA CRISIS PRERREVOLUCIONARIA
I.
rec?nstruida con pos�erioridad por los partidarios y por los adver:
sartas de la revoluctón, por razones inversas pero convergentes. El mecanismo de la crisis política que conduce a los Estados
Y paral�Iamente a esta , obra de Labrousse, pero en otro plano, Generales es bien conocido: todo parte de la Asamblea de los
soctolo, �1co y no economice, la de G. Lefebvre ha permitido re­
Notables, o sea de los nobles. Calonne reunió a los mayores
construir la autonomía de los diferentes movimientos que se accionistas de la sociedad del Antiguo régimen para pedirles que
entre�ruzan en la Revolución francesa: el antiabsolutismo aris­ redujeran sus beneficios; concretamente les propuso la «subven­
tocrático, la reivindicación burguesa de la igualdad y las dos cton territoriah>, impuesto a los propietarios de tierras tan que­
.
gra?des corrientes populares de la clase baja urbana y de �a
rido de los fisiócratas. Rechazo de los notables, caída de Ca-
sociedad campesina. Entre 1789 y 1794, las tres últimas de estas
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lonne; nuevo rechazo ante Brienne, sucesor de Calonne, y el carestía, moviliza contra el poder a las clases populares de las
aplazamiento de la Asamblea hasta finales de mayo de 1787.
ciudades y del' campo. Desequilibrios estructurales y coyunturales
Tomando el relevo de l a oposición aristocrática, el Parlamento .
acumu lan sus efectos. Luis XVI, que nunca supo aplicar la forma
de París, seguido muy {:!tonto por todos los tribunales- provin­
«divide y vencerás», se encuentra solo frente a lo que esta, a
ciales, reclama, a partir del mes de julio, la reunión de los Estados
punto de convertirse en «la nación». Cuando emprende la lucha
Generales, únicos habilitados, según él, para votar nuevos im­
contra los Parlamentos, en mayo de 1788, lo hace en las p� ores
puestos. Asf culmina en los años 1787-1788, a través de múl­ _
condiciones polfticas: la Asamblea de Jos estados provmctales,
tiples conmociones, parisinas y provinciales, el viejo conflicto
reunida en Vizille, triunfa sin dificultad sobre los edictos del
entablado después de la .muerte de Luis XIV entre la admi­
guardasellos Lamoignon.
nistración absolutista y las resistencias parlamentarias y aristo­
Pero al mismo tiempo, esta lucha desgarra el velo de la una­
cráticas.
nimidad y deja ver claramente las ambiciones tJarticulares del
El comportamiento de la nobleza francesa en el siglo xvm
Tercer Estado que equilibra numéricamente al clero y a la
plantea así un problema que se halla muy lejos de haber sido
completamente resuelto. Los trabajos de E. Labrousse, y en par­

nobleza, y obli a a los privilegiados a concebir una Asamblea na­
.
cional con poder de decisión. Desde el momento en que Luts XVI
ticular su EsquiJse, permiten comprender sobre qué bases de
cede en agosto convocando los Estados Generales para mayo
prosperidad económica (alza de las rentas de la tierra) se des­ de Í �
789 ' la m sa heterogénea de la oposición anti-absolutista
arrolló el dinamismo aristocrático y lo que se ha llamado la revela a ta vez la hegemonía burguesa (que no excluye la parti­
«reacción feudal»; pero esta «reacción», que generalmente se cipación de ciertos aristócratas) y la reivindicación igualitaria:
sitúa a finales del siglo, en el momento en que la nobleza con­ se trata de conseguir que al duplicarse su representación y obte­
trola cuidadosamente sus derechos señoriales y monopoliza los ner d voto por cabeza, el Tercer Estado, que da por descontadas,
grados militares (edicto de 1781), es probablemente, y bajo otras .
con razón, las adhesiones entre la nobleza y el ba¡o de�o, sea
formas, más antigua, ya que la vemos triunfar en Versalles tras mayoritario en los próximos Estados Generales. El <<parttdo na­
la muerte de Luis XIV. Toda una psicología colectiva, de l a cional», o incluso «patriota», se esfuerza en ello, apoyado por
que h a quedado Saint-Simon como testigo inolvidable, s e expresa
ya a través del odio hacia el absolutismo de Luis XIV y de l a
la opinión ilustrada de las ciudades; también Necker, el í olo
_

de los rentistas parisinos, que acaba de ser llamado al miniS­
búsqueda histórica d e las libertades tradicionales y de l a «cons­ terio y Luis XVI acepta que el número de representantes del
titución del reino». Por otra parte, esta nobleza es múltiple; el �
Terc ·r Estado se duplique.
denominador común del privilegio aglutina a la aristocracia cor­
Durante los meses decisivos que preceden a la reunión de los
tesana, (que con frecuencia no desdeña los matrimonios con
Estados Generales, la crisis económica hace que el P_ueblo se
miembros de la burguesía financiera y que está dividida en cla­ levante contra el tradicional chivo emisario de la mtseria: la
nes políticos y mundanos), a la nobleza de toga, guardiana de l a
administración real. A la industria urbana, ya afectada por el
doctrina de l a s libertades, y a l a nobleza campesina, provinciana
tratado comercial franco-inglés de 1786, le falta el mercado rural,
y pobre, tanto más aferrada a su status social. Pero la preocu­
y el alza de los precios acaban de reducir los ingresos tJopulares,
pación por el privilegio no basta tampoco para definir la actitud ya afectados por el paro. El invierno de 1788-1789 se ve turbad
nobiliaria: porque gracias a su liberalismo, su amor por la cul­ .?
por violencias y motines a causa del hambre; son los pro lego­
tura, su estilo de vida, sus salones, sus mujeres, hay toda una _
menos del motín parisino de abril contra la fábrica de Réve!llon.
nobleza que ha alimentado l a filosofía de las luces y ha con­ Como sucede con frecuencia en estos casos, las motivaciones exac­
tribuido al nacimiento de una sociedad nueva, que ya no será
la de los nobles, sino la de los notables.
tas y las modalidades de estos movimientos son mal cono� d�s. }
Pero el contexto politico las aureola con la esperanza mestantca
La ambigüedad de la situación de 1787-1788 radica en que de que, con la reunión de los Estados Gen� rales, «tod v a a
las reivindicaciones liberales de Jos Parlamentos, que aspiran las ? .
cambiar por fin». Si la opinión ilustrada piensa en termrnos
_
más de las veces al mantenimiento de los privilegios, aglutina políticos, el sentimiento casi religioso de un nue;ro «adveni­
provisionalmente a toda la opinión ilustrada, comprendido el .
miento» domina las mentalidades populares: advemmtento del
Tercer Estado; y que, paralelamente, la crisis cíclica señalada pobre, del bienestar social, llevado a cabo por el buen rey,
por su indicador habitual, la subida de los precios en tiempo de desembarazado de sus malos consejeros.

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Pata un análisis más completo de los diferentes sectores y Je arbitraje queda con ello desacreditado. Desde este momento, y a
los diferentes niveles de la opinión- francesa en 1789, el histo­ pesar de la capitulación que sigue a la sesión del día 23, la
riador dispone por otra parte de una fuente excepcional: los resistencia del rey a la revolución se c�nvi�rte en uno de los
Cahiers de doléances, redactados por orden y en favor del Tercer elementos principales de la dialéctica . ���tónca:
Estado, al nivel más elemental de las comunidades: las parro­ Esta resistencia es la que en defmltlva crmenta la alianza.
quias rurales y las corporaciones urbanas. Es la consulta nacional entre los diputados de Versalles y la multitud parisina. �1 motín
más grande de la historia mOderna: Cerca de 40.000 cahiers. De del hombre, latente desde la primavera, une sus emociones al
estas innumerables voces, no se ha tenido en cuenta hasta el pánico político provocado por la ll�mada . a. las . tro�as ! la
presente, de acuerdo con· un encadenamiento causal un poco in­
.

destitución de Necker el 11 de jubo. Cotnctdencta snnbolica,


genuo, más que lo que anunciaban como futuro inmediato: el puesta de relieve por E. Labrousse; el día 14 es el dia en que
c?nflicto �e. los órdenes, los derechos naturales, la igualdad el pan cuesta más en todo el siglo. La caída de la Bastilla se
ftscal Y civil, la monarquía constitucional Se ha buscado en inscribe así dentro de una semana de revolución popular, pro­
ellos sobre todo la conciencia política y la filosofía de las Luces· vocada a la vez por la caresúa del pan y por razones políticas,
queda por descubrir todo su peso humano como pasado el len� y constituye una especie de modelo d; las fu.turas jorn?das p�l'�­
guaje de la antigua Francia, popular y culta. Es una de las _
sinas: el viejo motín del hambre, clastco baJo el An ttguo regr­
tareas en curso de los historiadores del siglo. XVIII francés.
'

men, encuentra una nueva salida en la pasión revolucionaria, en


la voluntad popular de terminar con el complot de los causantes
del hambre, o sea, los nobles y los ricos. De momento, la
II. LAS REVOLUCIONES DEL VERANO DE 1789 burguesía canaliza el movimiento, lo que le da el control de las
ciudades del reino y salva la Asamblea de Versalles. Pero es
Entre mayo y octubre de 1789, en cinco meses, poco más sin duda una revolución distinta de la suya, y mañana habrá
de una estación, se desfondó todo el Antiguo régimen francés. de buscar sus propios mandatarios, sus propias consignas: como
�ras la extraordi';laria brutalidad del acontecimiento, que sub­ lo ha visto con claridad George Rudé, los sans-culottes de 1793
vte�te el calendano del reformismo ilustrado, hay en realidad tienen aquí su origen.
vartas revoluciones que se entrecruzan o se encadenan . la in­ Tercera revolución: la del campo, latente también desde hace
tervención popular es la que en definitiva determina d ritmo algunos meses, en la Francia mendicante y miserable descrita
de la historia. por Michelet. Una Francia salvaje, iletrada y silenciosa, qu�
Mayo-junio: Revolución de los diputados. La colectividad bur­ revela de súbito la otra cara del mundo de las luces y la fragi­
guesa de los diputados del Tercer Estado, dominada por los hom­ lidad de una civilización: en la segunda quincena de julio Y
bres de leyes y animada por dos tránsfugas de la nobleza y del durante el mes de agosto se produce el fenómeno que los histo­
clero, Mirabeau y Sieyes, se enfrenta con el rey, con los obispos, riadores han bautizado como la Grande Peur (el gran miedo), Y
con los nobles, y atrayendo al bajo clero y a la aristocracia ilus­ cuyo doble carácter ha puesto de manifiesto Georges Lefebvre.
trada, forma, el 17 de junio, la Asamblea nacional. Primera Las más de las veces nos hallamos ante un pánico colectivo en
prueba para Luis XVI: la seguirán muchas otras, pero ésta t:s el campo, que se extiende paso a paso con la noticia . de los
la .�ás decisiva y casi el testamento de la monarquía. En !a sucesos parisinos. Es el tiempo de la cosecha, dato capital de
seswn solemne del día 23, sobre la que ha llamado la atención la vida rural, y la imaginación campesina ve enemigos por todas
?·. Lefebvre, Luis XVI dice por una vez -la primera y la partes: unas veces son unos facinerosos, otras un ejército ex­
ulttma- lo q�e acepta y /o que rechaza: sí a los impuestos y tranjero -sustitutos aún más elementales del «complot aristo­

a los emprestttos de los Estados Generales; sí a las libertades crático» temido por el pueblo urbano-. Toda la Francia cam­
individuales y de la prensa; sí (condicional) a la igualdad fiscal. pesina se levanta en armas. Pero en algunas regiones va derecha
Pero no a la igualdad civil; no a la abolición de los órdenes· al castillo y al señor: en Normandía, Hainaut, Alsacia, Franco
no al fin de �a sociedad aristocrática. El debate triangular dei Condado, valle del Saona, el «gran miedo» es pura y simple­
año precedente -privilegiados, Tercer Estado, monarquía- :.e mente una guerra social.
.
convterte en un duelo en el que el absolutismo aparece final­ Eh Versalles la Francia de las luces descubre a la Francia sal­
mente como solidario de los privilegiados, y a la inversa: su vaje. Jaures h� descrito maravillosamente la vacilación de los
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diputados <<patriotas» ante la irrupción de la violencia campesina,
cuanto en dos elementos fundamentales para el futuro: en primer
así como la alternativa que se les ofrece: restablecer el orden lugar, el hecho de que la sublevación parisina se ha constituido
por la fuerza, ·lo que equivale también a romper el frente común
como fuerza autónoma y permanente, no sólo contra el rey,
del 14 de julio; enviar contra el campo las nuevas milicias bur­
sino también frente a la Asamblea; en segundo lugar, la primera
guesas y los mercenarios reales, lo que significa ponerse a merced
escisión sobrevenida en el interior del partjdo patriota. En los
del rey. O bien extinguir el fuego condescendiendo con él
debates sobre el veto, y más aún después de las jornadas de
pero entonces había que actuar más rápida y ampliamente de 1�
octubre, Mounier y sus amigos «monárquicos» se separan del
previsto: la igualdad fiscal no será suficiente, asÍ como tampoco
campo revolucionario; al hombre de Vizille le hubiera gustado
el ab�ndono de las servidumbres personales que subsisten en
frenar el mecanismo que había contribuido a poner en marcha
Franela. Para salvar la propiedad burguesa había que liquidar
_
la propiedad feudal. Este es el sentido de los famosos decretos y que acabó por desbocarse: después de octubre emigra. De
esta manera la corriente popular ha comenzado ya a desempeñ<l.r
votados desde el 4 al 11 de agosto, que abolían confusamente
su papel de diferenciadora de los grupos políticos de la revolu­
en nombre del espíritu nacional, todo el_sistema feudal: diezmos'
ción burguesa, manifestando asÍ el impulso decisivo que ha dado
derechos �eñoriales, privilegios personales o colectivos, Parlamen:
a los acontecimientos.
tos, venalidad de los cargos públicos. Al declarar indemnizabJes
Al final de esta subversión sin precedentes, todo el problema

. c ertos derechos señoriales y cargos judiciales, mientras que los
está en saber si las fuerzas enfrentadas pueden conducir a un
dtezmos de la Iglesia se suprimen sin indemnización la Asamblea

ha querido salvar la propiedad privada asimiiándol en adelante
nuevo equilibrio, y a qué nivel. La sociedad aristocrática ha muer­

!a ?erecho común, que se convierte en derecho burgués. El prin­


to, pero ¿qué saldrá de sus cenizas?

ctpto queda a salvo, aunque los campesinos no entregarán jamás


el dinero de aquellas famosas compras. III. LA FRANCIA DE LAS LUCES Y LA FRANCIA BURGUESA
Porque sin duda no retuvieron de los decretos más que las
La aristocracia nostálgica ha emigrado, emigra o va emigrar·.
palabras mágicas: aboli�lón del régimen feudal. Pero no deja
_ fenómeno bastante sorprendente, y todavía muy mal conocido,
de ser cterto que al fmal del verano se había apaciguado ya
_ de la dimisión colectiva de los diferentes grupos sociales que
la mayor Jacquerie de la historia de Francia: vinculado en ade­
la componen. Sin duda tiene raíces muy lejanas en la historia
lante a la revolución, consolidado en su parcela -que muy pron­
nacional, en la humillación sufrida bajo Luis XIV al aceptar
to habrá de ampliar con los. bienes nacionales-, el campesino
francés va a convertirse, hasta el día de hoy, en un conservador la vida cortesana, y luego, en la época de las luces, en el
aislamiento provinciano o en la irresponsabilidad de Versalies.
del orden burgués. El «modelo» vandeano de 1793 es una
El siglo XVIII fue para la nobleza un gran siglo, gracias al alza
excepción a la regla.
El último acto del ciclo revolucionario de 1789 tiene lugar de las rentas de la tierra y al esplendor de un estilo de vida,
pero al mismo tiempo multiplicó las pruebas de la incapacidad
de nue�o en Paris. Reproduce fielmente el mecanismo de. julio,
_ de la gran sublevación campesina, bastante política de la aristocracia: la emigración constituyó su sanción
como st, al contrario
. final.
desorgamz�da, el pueblo urbano y sus dirigentes hubieran adqui­
_ _ Prueba suplementaria de esta dimisión: en la Asamblea cons­
ndo conctencta de su fuerza: negativa del rey a firmar los
tituyente una cierta aristocracia construye la nueva Francia alineada
decretos del 4 de agosto debates sobre el «veto» en la Asamblea
� ;
penuria e ��n ·(la buen cosecha de 1789 está todavía por moler) : con los plebeyos del antiguo Tercer Estado. En el partido pa­
triota nos encontramos con dos La Rochefoucauld, un Montmo­
paro, agttacton popular permanente contra el <(complot de la
rency, un Talleyrand-Périgord; La Fayette, en la cima de la
Corte». Igual que el 11 de julio, con la destitución de Necker
popularidad, a la cabeza de la guardia nacional, o sea de París.

es tambi � esta vez la real pareja quien prende fugo a la yesc ;
Entre sus rivales del «triunvirato», que le disputan la autoridad,
con ocaston del banquete a la guardia; el 6 de octubre los
un noble militar, Alexandre de Lameth, y el antiguo parla­
reyes son conducidos a las Tullerías, con una buena escolta po­
mentario Duport junto a Barnave, el abogado de Grenoble. El
pular: nueva capitulación forzada y segunda ola de emigración.
talento de Mirabeau, en fin, ejerce una extraordinaria influencia.
La novedad ahora con respecto al 14 de julio no consiste tanto
Mathiez ha puesto de relieve que lo que se esboza en 1790 es
en las intrigas misteriosas de Mirabeau o del duque de Orléans,
una suerte de fusión «a la inglesa» entre una aristocracia ali-

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De ellos depende la nueva administración -municipio, dis­
neada, que conserva su prestigio social, y la revolución burguesa.
trito, departamento-, liberada del intendente centralizador y de­
La Fiesta de la Federación, que celebra el espíritu «nacional»
testado;_ la nueva justicia independiente del poder; el nuevo
contra el «feudalismO>> desaparecido, es su testimonio más bri­
ejé_rcito: la guardia nacional, nacida de los sucesos de 1789, cus­
llante. Es el año del reinado provisional -pero ella no lo
todia del nuevo orden. La sociedad de las luces es una revolución
sabe- de una sociedad de las luces formada por toda la evolución
cultural del siglo, y en la que confluyen la aristocracia ilustrada de empleos.
y la burguesía moderada; salones, clubs y periódicos son otros Otro aspecto de la preponderancia burguesa, sobre el que ha
tantos instrumentos maravillosamente nuevos de difusión y discu­ llamado justamente la atención E. Labrousse: la liberación Je
sión de los grandes temas debatidos durante todo el siglo, y al los intereses. La Constituyente abolió monopolios, reglamentos,
fin convertidos en actuales. Pero la Sociedad de Amigos de la privilegios industriales y comerciales, instauró la libertad de cir­
Constitución, que se instala en diciembre de 1789 en el antiguo culación interior y llegó incluso a liquidar, en 1791, la democra­
convento de los jacobinos, pone buen cuidado en descartar a los cia de los intereses corporativos en virtud de la ley Le Chape­
pobres mediante una fuerte cotización: ·la Francia que nace Ce lier, que extendió el imperialismo del contrato burgués al mundo
las cenizas de la Francia de los nobles es una Francia de notables del trabajo. Muchos historiadores han subrayado como un signo
gra,ndes y pequeños; una Francia de propietarios reemplaza a la de los "tiempos que ni siquiera la izquierda de la Asamblea defen­
de los aristócratas. ¿Era ésta la Francia que habían proyectado dió el derecho de asociación de los asalariados. En el campo,
incansablemente los numerosos reformadores de los «abusos>>, la nueva ortodoxia liberal aprendida en Gournay, Quesnay y
filósofos y fisiócratas? ¿Era ésta la Francia sobre la que habían A. Smith, choca con el viejo sistema comunitario, cuya impor­
discutido incansablemente -y por otra parte con más timidez­ tancia psicológica y económica para el pequeño campesino ha
Academias provinciales, sociedades culturales, logias franmasóni­ puesto de relieve Georges Lefebvre. El gran terrateniente, figura
cas? Seguro que s.i, en una gran medida: la inmensa elaboración predilecta de los fisiócratas, reclama desde hace mucho tiempo
cultural del siglo constituye el patrimonio común de los diputa­ la apertura de mercados y la libertad de precios, el fin de las
dos. Pero ya para entonces la tempestad social de 1789 -tan obligaciones campesinas, la libertad de la roturación de cultivos,
imprevisible, tan imprevista por el pensamiento politice ilustra­ el derecho a cercar campos y prados, el fin de· los pastos colee·
do-- había impreso a su obra un carácter más popular. tivos: el capitalismo rural es la condición necesaria para una
mejor productividad. La Asamblea acaba por transigir: instaura
Al nivel de los principios está dicho ya todo desde agosto
de 1789 en la «Declaración de los derechos del hombre», y casi la libertad de precios, autoriza la de los cultivos, pero acepta
en una sola frase: «Los franceses nacen y permanecen libres e el mantenimiento de los pastos sin cultivar y de los bienes comu­
nales, en beneficio de los indigentes. De la misma manera, la
iguales en derechos», lo que va mucho más allá que el babear
corpus inglés y garantiza más la igualdad, o sea la concesión a Francia de las luces cede ante la Francia popular en el terreno
del libre cambio internacional: a pesar de la buena cosecha
todos de iguales oportunidades, obsesión del viejo Tercer Es­
de 1790, prohíbe la exportación del trigo; el viejo temor al
tado. En adelante todo deberá hallarse abierto a todos, gracias
a la gran liberación burguesa del trabajo y de las capacidades. hambre sigue dominando las mentalidades.
Pero los hombres de la Constituyente han aprendido también Pero la medida más importante para vincular la Francia cam­
pesina a la revolución burguesa es la venta de los bienes de la
en los libtos del siglo que la aptitud para d gobierno y la vida
Iglesia, y ante todo de sus tierras. Para resolver el problema
pública nace de la independencia y de la instrucción, por tanto,
de la propiedad y el desahogo: de ahí un escalonamiento com­ financiero, que dio origen a su reunión, la Asamblea recoge una
vieja idea de la filosofía de las luces: nacionalizar los bienes
plejo de los derechos politices de acuerdo con las tarifas fisca­
del clero, aceptando en cambio, a cuenta del Estado, los gastos
les, que restablecen el arbitraje de la riqueza. Quedan, no
obstante, en la base de la pirámide, más de cuatro millones de públicos de la Iglesia. Se obtiene así un doble resultado: se
resuelve un problema técnico gracias a la consolidación del nuevo
«ciudadanos activos» -cifra notable si s e la compara, cincuenta
orden y se destruye el poder económico del antiguo primer orden
años más tarde, con los doscientos mil electores de la Francia
del reino. El decreto de noviembre de 1789 completa la abo­
de Luis Felipe-. Por encima están los electores de segundo
lición sin indemnización de los diezmos, votada en agosto: la
grado, luego los elegibles, que forman el nuevo encuadramiento
propiedad eclesiástica, progresivamente enajenada, va a servir Je
del paJs.

34
35
garantía para la emisión de un papel de Estado, el asignado, con la revolución burguesa continúa, desde muchos puntos de vista,
un interés del 5 por 100, con el que el Estado enjugará su como lo mostró Tocqueville, la obra de los reyes de Francia,
deuda. al coronar las promesas de un gran siglo, se rompe en cambio
De nada sirve que en la Asamblea, Lavoisier, Condorcet .¡ una tradición en el gobierno del país: la de la autoridad legíti­
Dupont de Nemours denuncien la rápida conversión de este ma y la unanimidad de los franceses.
«bono del tesoro)) en un verdadero papel moneda, que se bene· A pesar de los ofrecimientos implícitos del duque de Orléans,
ficia del cwso forzado y se democratiza por la emisión de billetes la revolución no osó cambiar al rey de Francia. Pero instruida
pequeños; de nada sirve . que predigan la inflación y sus miserias por la experiencia de julio y octubre, y con el pretexto de la
sociales. Sin .embargo , tienen tanta más razón cuanto que el anti­ separación de poderes, la Asamblea organiza, a falta de otra
guo sistema fiscal ha sido abolido, y la recaudación muy aleatoria cosa, su propio reino: es permanente, invencible, toma la ini­
de los nuevos impuestos sobre Ia riqueza territorial, mueble v ciativa y vota las leyes. Frente a ella, el viejo poder real está
comercial, ingenuamente confiada a cuerpos elegidos, habrá de desacralizado y desmantelado; Luis XVI, «rey de los franceses
forzar a la revolución a cubrir sus gastós sin cargados sobre .a por la gracia de Dios y la ley constitucional del Estado», será
riqueza producida. Pero no habían comprendido que la principal en adelante una creatura de la soberanía nacional y habrá de
razón de ser del billete de banco revolucionario no era técnica, prestar juramento de fidelidad a la nación y a la ley. Sólo ten­
sino politica, y encaminada a crear una amplia democracia de drá sobre los decretos de la Asamblea un derecho de veto pro­
campesinos propietarios, vinculados al orden nuevo. Es preciso visional y más teórico que real; como jefe del ejecutivo, no tiene
que los asignados se hallen en todas las manos para que la tierra control directo más que sobre sus ministros, sospechosos para Ja
de la Iglesia pase al Tercer Estado. Puestos en venta por los Asainblea; carece de autoridad sobre la mayoría de los funciona­
municipios mediante pequeños lotes que podfan reducirse a 500 ii­ rios, que en adelante serán elegidos. En definitiva lleva teórica­
bras, con amplias facilidades de pago, los «bienes nacionales)) mente la dirección de la politica exterior, pero es la Asamblea,
cimentaron la estrecha alianza entre la burguesía y el campesi­ a propuesta de él, quien decide de la paz y de la guerra, y ella
nado, si bien la ciudad, en situación de poderse hacer con terrenos, también quien ratifica los tratados.
se benefició más aún que el campo de aquella inmensa transfe­ También en esto revela el verano de 1789 el alcance de 'iU
rencia de propiedad. Todos los beneficiarios, pequeños o grandes, ascendente psicológico: los «monárquicos)), partidarios del siste­
son en adelante cómplices. La historia política de la Francia con­ ma bicameral y del régimen inglés, son aplastados en septiembre,
temporánea va a quedar profundamente marcada con ello. Pero en las votaciones decisivas sobre la organización de los pode­
su historia económica también: gracias al mantenimiento de los res. La general reverencia hacia el espiritu de las leyes no im­
viejos dere�hos colectivos y la multiplicación de las tierras cam­ pide la instauración de la preponderancia de una Asamblea única.
pesinas liberadas de sus señores, que corona y acelera una evo­ Todavía está todo demasiado reciente para que pueda recuperarse
lución multisecular, el viejo sistema precapitalista logró sobrevi­ la confianza. Del nuevo régimen sólo es clara su suspicacia. El
vir en el campo a la subversión de las instituciones económicas. drama está en que, para arraigarse en el pasado, para borrar en
As'f, el verano de 1789 dejó· una profunda huella en la nueva las conciencias la ruptura de 1789, el nuevo régimen necesi­
Francia, no sólo en su sensibilidad, sino también en su realidad tada el consentimiento interior y explicito del rey. Pero tal con­
social. La Francia de las luces es en primer lugar una Francia sentimento no se dio jamás.
burguesa, y la Francia burguesa es también una Francia cam­ En efecto, la Asamblea pasó, como era natural, de la expropia­
pesina. ción de la Iglesia a su reorganización. Era necesario sin duda
que el Estado se ocupara en adelante del sostenimiento del
culto. Los miembros de la Constituyente no eran antirreligiosos;
IV. LOS ELEMENTOS DE LA INESTABILIDAD POLITICA como buenos hijos de su siglo, prohibieron simplemente los votos
monásticos; pero aquellos legisladores, herederos de las tradicio­
Pero al mismo tiempo que nace un equilibrio de larga dura­ nes césaro-papistas de la administración monárquica, y con fre­
ción, surge también, en la misma época y de la misma conmo· cuencia galicanos, asumieron el riesgo de reconstruir todo el sis­
ción, un desequilibrio de duración igualmente larga: la crists tema de relaciones entre la Iglesia, el Estado y Roma, mediante
politica francesa. Mientras que en el terreno económico y social la «Constitución civil del clero»: el catolicismo sigue siendo

36 37
religión del Estado -los otros cultos son naturalmente tolera­ España, protesta solemnemente contra todos los actos que !e
dos-, pero sus sacerdotes serán en adelante elegidos por los fueron arrancados por la fuerza a partir del 15 de julio; sigue
<�lectores>> de las comunas y departamentos, asalariados como ateniéndose a su ptograma del 23 de junio, leído por sus minis­
todos los funcionarios y como ellos obligados al juramento de tros en presencia de los Estados Generales. En el fondo, el rey
fidelidad a la Constitución. Sustraída al papa, la investidura le es quizá débil, como siempre se subraya, pero hay que aclarar
será conferida al cura por su· obispo, al obispo por un metropo­ el sentido de las palabras; carece de energía espiritual, pero
litano. Aparte del nacionalismo galicano, volvemos a encontrar opone una resistencia encarnizada a la más formidable presión
aqui un recuerdo de la . democracia clerical soñada por el janse­ que un rey de Francia haya tenido jamás que sufrir. A partir
nismo del siglo XVIII, que se inspiraba en Edmond Richer. de 1790, esta resistencia se basa ya no sólo en la tradición politica,
Pero semejante reorganización general, que el rey autoriza al sino en sus escrúpulos de católico: débil, lo es sin duda Luis XVI
principio a disgusto, no tiene nada que pueda agradar a Roma: en el sentido de que se deja llevar por su inclinación y por su
¿Por qué habría de bendecir Pío VI la obra de una revolución confesor refractario.
que amenaza a la vez a todas las tradiciones y a su territorio En esta Francia sin poder ejecutivo, en esta monarquía cons­

de Aviñón? El Papa habla condenado ya; en consistorio secreto, titucional sin rey constitucional, la dialéctica revolucionaria es
la Declaración de los derechos del hombre, pero aguarda a la la respuesta más natural a la resistencia real: ése es el papel
primavera de 1791 para lanzar su anatema contra la Constitu­ que desempeña París, descrito con más frecuencia con ocasión de
ción civil. Sin embargo, la Asamblea ha intimado ya al clero tal o cual «jornada» que analizado en sus estructuras y en sus
francés a prestar juramento, lo que equivale al cisma. La mayoría mecanismo s. Se han instalado tres poderes: la municipalidad, la
de los obispos se niegan a jurar, y el bajo clero se divide, guardia nacional y los distritos. Los dos primeros, elegidos 0
dibujando así, bajo otra forma, algunos rasgos del mapa religioso reclutados sobre la base del censo, se hallan en manos de los
de la Francia contemporánea: Vendée, Bretaña y Alsacia son re­ «patriotas» de la Asamblea, La Fayette y Bailly. Pero las cuarenta
fractarias; el Macizo central, «constitucional». y ocho secciones que suceden en 1790 a los sesenta distritos
En no pocos casos, y sobre todo en las zonas de profunda fe desempeñan un papel más popular y autónomo: a través de sus
religiosa, el campesino sigue escuchando a su cura, dueño de asambleas primarias, de sus comités que disfrutan de atribucio­
su vida futura: suerte inesperad� para la contrarrevolución, que nes de policía, de sus peticiones, de sus proclamas, de sus res0.
puede así poner el temor de DIOs al servicio de sus nostalgias. luciones, personifican la soberanía popular La agitación debida
Hasta el momento del cisma clerical, la emigración no encuentra a la falta de pan cesó con las buenas cosechas de 1789 y de
eco en Francia; la pequeña corte turinesa del conde de Artois, los años siguientes; es la vigilancia revolucionaria quien erige
en la que Calonne se incorpora de nuevo al servicio y recupera las secciones, mientras la «austriaca)> trama sus complots en d
sus galones, organiza complot tras complot y trata de resucitar secreto de las Tullerías. Durante el invierno de 1789-90, un
la guerra religiosa de los católicos del Languedoc contra los hi­ violento conflicto opone el distrito de los Cordeliers, presidido
jos de los camisards, pero en vano. Cuando el campesinado se por Danton, al ChS.telet de París, que quiere detener a Marat
agita todavía, en 1790-91, es más bien para imponer su inter­ por sus artículos incendiarios. La Asamblea legisla bajo la pre­
pretación del 4 de agosto y rechazar a la vez el pago de los sión constante de aquella puja popular.
derechos señoriales y su retroventa: así sucede en Quercy, en En 1791, al mismo tiempo que se enrarece el clima político,
Périgord. Pero basta que el cura murmure a la comunidad cam­ hace su aparición el anticlericalismo urbano: fenómeno más anti­
pesina que la revolución de Pads ya no se hace contra el sefior, guo que la revolución, y cuyas raíces habría que buscar concre­
sino contra Dios, para que las mujeres se conmuevan y asedien tamente en las crisis del jansenismo parisino de los decenios
a la familia: los sacerdotes refractarios proporcionan a la con­ de 1720 Y 1730. El movimiento democrático se organiza mediante
trarrevolución sus primeras tropas. la creación de clubs populares y de hermandades, donde, a la
Así, confirman como su jefe al rey. Luis XVI no había espe­ luz de una vela, se da lectura pública a periódicos verdaderamente
rado sin duda al cisma del clero para rechazar cuanto había «patriotas». En la orilla izquierda, Marat y Danton animan
pasado y practicar la política de lo peor, que los contemporáneos a los Cordeliers, y muchas sociedades de barrio se federan en 1791
no atribuyen más que a la reina, pero que es también la suya. en torno de un Comité central. Los equipos que se pondrán
En octubre de 1789, en una carta secreta a su primo, el rey de a la cabeza del movimiento revolucionario, opuestos al exceso

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de moderación de la Asamblea, se preparan así para su próximo Ello nos indic¡t que después de Mounier, después de Mirabeau,
papel con el encuadramiento de las secciones y de la calle. Pero, les tocó a Barnave , Duport y Lameth batallar contra los movi­
para tener razón, para ganar, necesitan ya de la traición real, mientos parisinos y el pequeño grupo que se constituyó en su
de la misma manera que, para contener el extremismo parisino intérprete en la Asamblea. A decir verdad, por otra parte, ¿es
y la pasión revolucionaria, habría necesitado la Asamblea la pala­ f Paifs quien avanza o el Triunvirato quien retrocede? La natu­
bra real. ¿Pero y si París y_ el rey están de acuerdo -aunque raleza misma del desequilibrio revolucionario explica que ambas
en sentido inverso-- contra la Asamblea? cosas sean ciertas: porque en este debate triangular es el temor
al extremismo parisino el que acerca al rey, por oleadas sucesi­

vas a no pocos diputados «patriotas». En la tribuna de la
V. LA CRISIS POLITICA
As�mblea lo explica Duport con toda claridad: «La Revolución
ha acabado. Hay que estabilizada y preservarla combatiendo sus
¿Cuál es la situación de la Asamblea? Mientras que sus comi­ excesos. Hay que restringir la igualdad, reducir la libertad y
siones, compuestas de hombres serios y competentes, llevan a cabo consolidar la opinión. El gobierno debe ser fuerte, sólido y
un trabajo legislativo inmenso, la Asamblea no ha dejado nunca estable.» Es el programa de la nueva moderación de 1791. Lleva
de estar dividida por los celos de sus dirigentes, ninguno de infaliblemente a los triunviros a las Tullerías, cuyo consentimiento
los cuales ha logrado imponerse. ,Mirabeau, el orador torrencial es necesario para «estabilizar la revolución>> y fundar «un gobierno
del verano de 1789, el gran artista desplazado de aquella Asam­ fuerte, sólido y estable». Pero, por su parte, el obstáculo real
blea burguesa, se hace pronto sospechoso para los demócratas no se ha movido. En 1791 es incluso más insut>erable que
parisinos; pagado por el rey, al que aconseja en vano la acep­ nunca.
tación de las nuevas reglas del juego, emplea su genio en una La respuesta de Luis XVI es Varennes, expedición largamente
política inconfesable e imposible, y muere en la primavera de 1791. madurada, pero mal preparada y mal ejecutada. Cautivo en París,
La misma historia se repite con La Fayette --con menos venali­ aislado en medio de su pueblo al que no reconoce, el rey pre­
dad y menos talento--: el comandante de la guardia nacional tende huir, sin dejar en las Tullerías más que una declaración
no cuenta con el beneplácito de la casa real, que no le perdona solemne de su hostilidad a la revolución. Da por descontado,
las jornadas de octubre, a pesar de lo cual Marat no dejará una vez fuera de las fronteras, un cambio en la actitud de los
de denunciarle a los patriotas como cómt>lice de los aristócratas. franceses; en realidad lo que hace es firmar el acta de defunción
El mismo «triunvirato» resulta sospechoso. El debate «colonial» de la monarquía del Antiguo régimen ante la opinión. Quizá
de mayo de 1791 lo demuestra bien a las claras. En las «islas», no hay nada que diga tanto sobre la Francia revolucionaria como
el tesoro de la Francia del siglo XVIII) las noticias de la revolu­ aquella movilización a rebato de una diminuta aldea perdida ante
ción han hecho saltar por los aires el frágil equilibrio social entre la llegada de la extraña berlina, así como aquella multitud silen­
los colonos, los mulatos libres y los esclavos negros. Los prime­ ciosa del retorno, vigilando, con la cabeza descubierta, el convoy:
ros tratan de aprovecharse de la ocasión para librarse de la Luis XVI murió por primera vez el 22 de junio de 1791. Todavía
tutela del Exclusif metropolitano y comerciar libremente con Lo­ no es un rehén, pero ya no es más que una apuesta.
dos los países; pero en manera alguna pretenden renunciar a sus Porque su huida revela la realidad de aquella monarquía cons·
privilegios, precisamente cuando los mulatos alegan los principios titucional nacida de un monarca absoluto, y plantea de nuevo
de 1789 para reclamar sus derechos politicos. Jaures narró e al partido patriota el problema del futuro de la revolución. La
interpretó admirablemente aquellos largos debates en los que consigna de «república» es lanzada por pequeños círculos ilus­
Lam.eth y Barnave sostenían a los colonos, mientras Robespierre trados, en torno a Condorcet. Pero Robespierre desconfía de
apoyaba a los mulatos. una república que puede llevar a la oligarquía; con la izquierda
La causa de los mulatos acaba por triunfar, apoyada por las de la Asamblea, los clubs y las sociedades populares, se contenta
sociedades parisinas, una de las cuales se titula «Amigos de los con reclamar el juicio y el castigo del rey: es el intérprete de
Negros». Nadie se atreve a plantear en la Asamblea el problema la reacción punitiva del pueblo, ante aquella nueva prueba del
de la esclavitud; pero la división politica que se ha establecido complot arístócratico. El rey ya no es sagrado, sino culpable;
va más allá del problema de los mulatos, puesto que está en el padre se ha convertido en un tirano.
juego la aplicaci6n de los principios definidos por la Revolución. Desde €Se momento, ¿cómo «estabilizar» la revolución? Los

40 41
patriotas moderados de la Asamblea siguen empeñados en conse­
L a Revolución francesa y l a guerra
3.

1
guirlo, no obstante, a costa de una ficción que gravitará pesada­
menle sobre su futuro: La Fayette, Bailly y los triunviros hacen ( 1792-1799)
votar a los diputados que el rey ha sido <iraptado»; dominados
por el temor a una nueva intervención popular, se ven obligados '
a sostener, contra toda evidencia, que Luis XVI es su bienamado
rey constitucional. Pero sin embargo, no por ello logran evitar
la reacción de París . Toda una campaña de peticiones a favor
del castigo del rey desemboca en una manifestación central en
de
el Campo de Marte, el 17 de julio. ExactamntC un año después de 1791, el extraordinario ritm�
Entre 1787 y el otoño datos ln�er­
de la gran fiesta engañosa de la unanimidad nacional, y en el ca franc esa se explica por los
la transformación políti acogida
rey y la tormenta popular. La
sitio mismo en el que había sido aclamado, La Fayette da orden nos.. la resistencia del ' ade1ante se
a la guardia nacional de disparar sobre · la multitud. Dato im­ a la revo 1uCion -co mo mas
que Europa dispensa
"
_
a hacia Europa.
portante: por primera vez, los poderes públicos salidos de la '
estud,tara- no hace que la revolución se vuelv
al de los reyes sopor ta bastante
revolución hacen lo que no se atrevieron a hacer contra los cam­ y por su parte, la Intern_acion .
_ XVI: las potencia con­
pesinos en agosto de 1789, ni contra París en octubre; se vuelven de Lms � .
tranquilamente las desg¡·actas
contra el pueblo, del lado del rey. . s prevén con ello mayo r libertad para sus ambtcto�es
tinentale ¡as
Imperio turco, e Inglaterra, venta
Provisionalmente son los vencedores, pero al precio de una con respecto a Polonia y el
nueva y grave escisión de los patriotas: los rrioderados desertan comerciales.
n sin embargo a perturbar
del club de los Jacobinos y se instalan en el convento de los Numerosos acontecimientos viene
Feuillants, � donde les siguen casi todos los diputados, mientras ca y caut� : tod�s ellas son
esta coexistencia hostil, pero pacífi
que Robespierre permanece en la antigua sede y se ingenia por ias secun darias de las transf ormaCiones mternas. La
consecuenc
más que la adhe­
mantener fieles al jacobinismo a las socidades provinciales afi­ palabra «patriotismo» no desig na de � �ento
o
liadas, temible instrumento para el futuro. Por el momento, los a la nueva Franc ia. Sólo con vacilaciOnes, Y con la precau­
sión
Constituyente a proclamar un
Feuillants parecen triunfar: hacen detener a algunos agitadores ción de evitar conflictos, llega la _
los príncipes alemanes propieta­
parisinos, mantienen el orden público y votan algunos retoques nuevo derecho internacional: a �es,
an sus derech os feuda
conservadores a la Constitución. El 14 de septiembre, Luis XVI rios de biénes en Alsacia, que reclam .
una mde ntza­

se aviene a prestar juramento de fidelidad a un régimen que o que les propo ne �
les responde, al mismo tiemp
f "! por derecho . e conqutsta o
. ' acepta menos que nunca, y la Constituyente proclama orgullo­ ción, que Alsada es francesa no _
samente, antes de disolverse: «Ha llegado el final de la revo­ Westf alia, sino por su adheston voluntarra a
\ por el tratado de
: ' 1791 J?�ra
?
hasta septie mbre de
!
lución». En realidad, transmite a la Legislativa un régimen que la Federación . En Aviñón, espera
no puede funcionar. una anexió n ratific ada de antem ano por 1� P? lac1?�:
pronunciar
sito de la constltucton ovd
el conflicto con el Papa, a propó
del clero, ha inducido a los diput ados a ratifica� el de�echo, e �
os. Amenaza evtd,ente, i�pbcaa
los pueblos a disponer de sí mism '
amenaza solo te?;tca de
para toda la Europa dinástica, -'?ero
icable entre la Revol ucwn fran­
momento: -el lazo decisivo e inextr
es Luis XVI, quien se esfuer za J?Or
cesa, Europa y la guerra,
erte muy pron to. Ha seg�udo
anudado, y en cuyo símbolo se convi _
a, a su cunado de Vtena,

escribiendo a su primo el rey de Españ
_
ctos de fuga. Y st a prensa
poniéndolos al corriente de sus proy�
estos proye ctos, Si las sec­
parisina denuncia con tanta frecuencia
torno a las T ullerias, lo h cen con el
ciones montan guardia en �
iento confuso de que Luis XVI es ya un rehen �on res­
sentim
io de Varennes es mterpre-
pecto a Europa. De hecho, el episod

42
43
tado por e1 pueblo ante todo com un p.rel_udio a la
? invas_ión, _ Y de prlmos y cuñados En realidad, va a dar a la revolución �oda
1 arresto del rey y su retorno ba¡o custodta,
como una vtctona ¡ y ansto-¡
:obre el exrranjero. Sensi bilidad de inter
pretación tanto más su fuerza y toda su um"dad· frente al derrotismo real

significativa cuanto que resu crático, el patuo . · tls


. n1o revolucionario dernocrauza . a guerra, �
lta excesiva : después de
el emperador Leopoldo y el Varennes, mismo t'empo1 que la aureoja con una misión universaL El sentl·
rey de Prusia se limitan .
la declaración de Píllnitz, que
subordina cualquier interven
a firmar miento nacio?al de¡a de deflntr , icamente a la nueva FrancJ· a
.

a un acuerdo general ción para converurse en un modelo ��ológico' en una bandera de


:l de los soberanos europeo .
se equivoca respecto a s. Pero si París . , en el
. r¡ cruzada. Al rntsmo tiempo, se convierte ' cada vez mas,
t
la realidad dipiomátiq; acie
respec ta a los más recó
que Luis XVI, sabe algo
nditos deseos del _ rey, ya
que las cancillerías de Eur
rta en lo que
que, lo mismo tracias y clases popu ares en
;
elemento unificador e la « gr�n n ióm> ' ue funde clases ilus-
a �sión cdrnún. La filosofía de
sabido todavía comprende opa no han ·
¡as luces ' amp¡,¡amente cosmon:lita y europea, sólo había con-
r: que la guerra, si tiene luga r ,
guerra ideológica. Este secr r, será una quistado un publlco . restringido' aristocrático y burgues, y casi
eto compartido es casi el
de una complicidad,_ un anh fundamento únicamente urbano· Ahora penetra hasta las' masas populares
elo a la vez · común y con . a un mediador imprevJsto:
En la marcha hacia la gue tradictorio. de Jas _el� . dades y del campo grae1as .
rra, del lado francés no hay .
técnicos ni ambiciones terr cálculos e1 sentlmtento nacionaL Aeeba Por encontrarse transformada v
itoriales: nada de aquella . .
maquiavélica y principesca racionalidad simplifica da hasta e1 punto de que muy pron to la Europa ilus-
, de aquellos cálculos de '
que caracterizaban la gue cancillería trada no podrá ya reconocer en ella «SU» filosoffa ; ¿pero que
rra del Antiguo régimen. .
luación de fuerzas y ries No hay eva­ importa eso a los franceses ? Mediante esta sfnteús extraerdma-
gos : por otra parre, el
se halla desorganizado por ejército francés riamente precoz -y con ta_ntas promesas de porvenir- entre
la emigración de mucho . .
la subversión de la disc s oficiales ) mestamsmo t'deológíco y pastón nac1o . nal, los franceses han sido
iplina tradicional; los vol
dos después de Varennes untarios alista­ . ado a las masas en el Estado, que

son todavia poco numero Jos primeros que han mteg
es que la guerra equival sos. La verdad �
;
e al relevo, representa una han fo:mado u a ci En este sentido su experiencia
de la explosión revoluci nueva forma � �: � ":i�s ��i:�o ilustrado: c�ntru todos los
onaria francesa y de sus es la mversa e l
contradicciones. .
¿Qué papel desempeñan
en ella el aumento de la reyes de Europa, un nacwna1'Ismo dcmocrático se hace cargo de
y la preponderancia de� población la realización de las «luces» . .
ográfíca de Francia en Eur .
importante, que no ha opa ? Cuestión Desde ese momento' l os. ob¡euvos de la revolución reciben una
sido nunca objeto de un .
mático . Pero a juzgar por estudio siste­ dtmcnst.6n nuev a, y su rumo una aceleración supkmentana: . 1a
las estimaciones serias de .
de mendicidad de la Asa los comités guerra eon Europa no ttene un final previsible · . ¿Las fronteras
mblea constituyente -e
cierto, inmediatamente des fectuadas, es na turales? El be110 libro' tan inteligente y tan ctego (la expre­
pués de la crisis cíclica
que concluir que se pro de 1789-, hay sión es de A . Dupront), de Alb rt Sorel quiere hacer de ellas
dujo una fuerte superp
urbana: las crisis ya no oblación rural y la finalidad francesa del c?nflicto�. los girond.inos lo han dicho,
matan, como en otros
siguen acusando la frag
ilidad del equilibrio ent
tiempos, pero ast, como Danton, y tamb1én Reube11' ba¡'o el Directorio . Pero
los medios de subsistenc re la oferta de Brissot habla a su vez, en una caeta a Servan de «prender fuego>,
ia, el empleo y una dem
cada vez más amplia. La anda de trabajo a toda Euro�a y el montagnard Chaume;te expresa con más
tormenta de 1789 lo dem
sobrevengan tiempos difí ostró. Cuando viveza el delmo : emocwn . al de la cruzada revolucJOnana: . . «El
ciles, la guerra revolucion
una inmensa salida a la aria ofrecerá territorio que se��ra _a P ri, d Petersburgo será muy pronto
superpoblación francesa: : \
sino y al sam-culotte
que parten hacia el frenre
dará al campe­ afrancesado, muntctpahzad ' J co�inízado» . En realidad, la gue­

llevar consigo sus pasion la ocasión de 1 · ·

rra revo uctonarta n0 tiene una mtenct'ón definida' ya que hunde


es y la esperanza de un
riscal bastón de ma­ sus raJces mas profundas en 1a m,'sma revolución ' y sólo con

Porque gracias a la gue e11a puede acabar· por eso las vrc . torías francesas no desembocan,
rra, la revolución exporta
sus problemas políticos sobre todo en el mejor de los casos , ma, q ,
una tregua · la busque d::J
y su dialéctica interna �
Varennes, la pareja real
desea un conflicto seguid . Después de de la paz resulta tan . so�pech sa ��:� la derrota, �a que ambas
francesa, como última pos o de una derrota son traiciones al patrwusmo revo1 cionario Puede asf calibrarse
de la manera más natu
ibilidad de su restauració
ral una Francia debilita
n: imagina t
el extraordinario factor e me ta -l'dad
.
�1
l i�terior que va a ser
por la revolución, incapaz da, desintegrada la guerra :n �odas sus ases, � tas y victorias. Al justificar

44
de resistir a los ejército
s coalígados todas las rlvahdades, a] llevar b:::: el extremo las luchas políti­

45
0 3 8 SH
ra))' de los que Sieyes
. nales de la . «Llanu azares
cas, va a conducir sucesivamente tres grupos al poder: los giran Aquellos convencto t a través de los
enca�nan admtrablemen e,
�s

.
dinos, los montagnards y los termidorianos. Del mismo modo el ejemplo tipo, l't¡ca' una ¡·d 1 ad fundam
1 el'd
ental: quteren cons-
untura po nl. reyes. y
que las derrotas tienen sus consecuencias lógicas, la República de la coy repu'bl. tea nobles
Europa una gran . ero el terror' luego el go1pe
n l r truir contra .
i

e precio ' prtm


1

su
: =� 1 pago d e
una paz que es ya la
bandera
51· 0

l o aceptan e
nente. En lugar de
� �s�i::�n��!� �::�:t!i:: ��::�� �::::,; :u � :; :
de las asambleas y las instituciones revolucionarias para acentuar, 1
¡ de estado perma
de la mon
1

arquta , Y de la restau
ia que los mantiene
. ' pre
rac¡on, .
fier
en el
en infa
poder
libl
en
em ente la
nom bre
por el contrario, el de los grupos políticos dirigentes; vieja uerra revolucionar
juv�n tu�-
�e sus su�ños de dorianos, el smdicato de
\\
costumbre que se remonta al siglo XIX y que sigue siendo
n realid ad, gobJetn de los termi mantiene y cumple
legítima: es evidente que el 2 de junio de 1793 y el 9 de , E . re e Dr . rect orio '
termidor de 1794 son rupturas más importantes que el fin de los regtc·dt as q�e re_ina sob alenci a . . al: 1a guerra
ongm
ndm_a,s en su ambiv
el

esas gtro esores


d e conqui . Los suc
1

la Convención, que sobrevive en los termidorianos del Directorio. las prom sta
Pero la guerra sigue siendo el demento. común que domina todo de liberación es tambte� una guerra irond inos una posibilidad
. sobre l os g . .
el proceso político: en esta medida, nuestra subdivisión general de Robesplerre so'lo t uvteron . . on sustituir el acUvtsmo
. vez vtcto nosos . , pu dier .
de la Revolución rompe con una tradición de la historiografía suplementana : una exteriO r Y liberar su domma
cton 1-
mes tan ismo d er
interior por e ero al continuar y exten
. ' ol'

francesa, que consiste en subrayar con más energía la ruptura


del 9 de termidor: con la caída de Robespierre termina el árquic a de las prest· one� popu1ares. P como Brissot , com ' o
g tan detener, ereara n'
·

.
1

Pod
período «democrático» - y comienza, con el reflujo popular, el Una guerra que no . d .
tcto
.
nes de su propta catd a.
rre' las con
reinado de la burguesía. Bajo este aspecto, en el que se adivina Danton, como Robespte · a de que aquella , guerra se
había converu
.
"do
el peso de un cierto romanticismo jacobino, y el ulterior del Pru eba suplem entan
revo lucton,
. casi en su misma na-
ancta.. 1 can la negaba a "¡
ideal socialis-ta, el corte del 9 de termidor sigue siendo eviden­ en algo consust a, la revolución se
pon ía fm a la guerr
Y

temente esencial, si bien los trabajos de Albert Soboul han mos­ tur aleza: st propia conde na.
seguta , ftrmaba su
misma; si la pro
.

trado sus límites: el reflujo del movimiento popular parisino


comienza varios meses antes del 9 de termidor. Pero toda la
,

cuestión está en saber si este punto de vista no interrumpe un


poco arbjttariamente el análisis de conjunto del fenómeno revo­
internos de
lucionario francés. La caída de Robespierre fue sentida por los z los problemas
(1792-1793)

de P"llnit
Después ,de Varennes y
OS
LOS GIRONDIN

eos: Luis XVI


l.

termidorianos como el final del Terror, no como el de la Revo­ rmm . os europ


lantearon en. té 1os pr¡n·
lución; idéntica reacción se dio en el adversario: los realistas la revo1ucton se P ·Alem ani a de
tratar de hutr h act·a la
1

franceses y la Europa monárquica. Y si es cierto que la guerra dio el ejemplo al ya se habían reunido ,
·

d or, dande
,

- do. el empe ra
domina en una gran medida la coyuntura interior francesa --desde cipes y de su cuna grados ¡ranceses.
la mayorí a de Jos emi . -ya
la muerte del rey hasta el advenimiento de un nuevo salvador-, a las ort.11as dd Rin ea Iegts auva
nuevos diputa dos que farman la Asambl la no reele·
termidorianos y aristócratas tienen razón: esta guerra no ha cam­ Los ituyen te
.

votar po a Const
1

que Robespierre ha . hecho -acep:an inmediatamen te recoger el


biado de carácter, mezcla de pillaje económico y de liberación ros


gibilidad de sus mtemb con Europa. Ese
1

sociaL Ni Danton, ni Robespierre, ni Carnot, ni Barras pudieron, .


propio terreno. la guerra
u osaron, buscarle un término; de hecho, el patriotismo revolu­ desafío rea1 en su . atum de noviembre de 1791 a 1os e1ec-
ulum ,
cionario, si había dejado de movilizar las masas parisinas, no es ya el sentido del .
de Maguncia.
había perdido nada de su fuerza fundamental al haber revertido tares d e T r verts especie de unammt·dad
XV1 son c1aros , la
en la sed de gloria militar. Si los deseos de Luis guerra lo es menos. Camo
alred�do d 1
é · y

patriótica que s� crea del princi� , . los


·

La historia revolucionaria, con frecuencia obsesionada por el


al P pef d�. �onsejeros
estudio de los grandes dirigentes, subraya sin embargo raras veces nuevos pretendientes sus hombre s en Jos mmts te·
de lntroduclt
que aquella continuidad política fue percibida espontáneamente feuillants, que tratan (entr e e¡¡as B arna-
as pocas excepciones
por la mayoria parlamentaria que sucesivamente sostuvo -o rios, fomentan, con algun a por descont ado mando de un
dejó actuar- a girondinos, montagnards y termidorianos, y que ve), d bd.tcxs · mo: La Fayette d guerra corta y ¡·tml' tada,
espera de una
ejército, y todo el grupo
el

se perpetuó bajo el Directorio con el decreto de Jos dos tercios.


47
46
gracias a la autoridad que habrá
de dar a l05 Las malas noticias de los primeros combates, cerca de Lille,
estabilización interior Pero genera les, la
estos ca,1cu1os
danos · : 1o esencial es · que .
Inexactos son secun- desencadenan de nuevo el mecanismo ya clásico: movilización
. la guerra es popular•
1 a Izqu
. ierda de la Asa preconna
. da por de las secciones, de los clubs y de las sociedades populares que
. mblea ' enarbol
1os Jacob'mas. La argu ada como una denuncian al <(comité austriaco» de las TuUerias. Inquietud de
bandera por
B nssot
.
mentacwn
es bien conocida .
., de 1os gr·.. ndes d'lscursos de ]a Asamblea, que vota la llamada a filas de 20.000 <dederados))
· destruu. eoblenza'
grados, equivale a obligar centro de los emi- para defender París, al mismo tiempo que un decreto contra
_ a· Luis XVI a
su doble JUego ; esco er' es el final los sacerdotes refractarios. Y negativa de Luis XVI, que des­
la guerra contra � de
mano, ya que el ejé los eyes esta tituye además a sus ministros girondinos para volver a llamar
ganada de ante-
rcito frances ' sera
!
de los pueblos. . festej ado como libera a los feuillants. A diferencia de 1791, pero igual que en 1789,
Es tamb·len ' conoCida la . dor
bespJer· re' así como vana resistencia
de Ro- d arbitraje lo va a dar la calle: es un signo de los tiempos, la
. "•u 1uc1
• 'do temor ( ·
dJctadura militar st b1en ' prema turo) a una prueba de que la revolución se ha puesto de nuevo en marcha.
Lo que ya no
ha SI·¿o tan
·

extraordinaria reson
.
.
ancr'a socta1 que
la pred"Icacw,n .
estudiado es 'a ... En un primer intento, el 20 de junio, la insurrección, dueña
Bnssot encue de las Tullerías, no consigue romper la resistencia del rey.
ntra en 1a Francl. sentimental de
r:�·ottsm
·
m� de 1 789 al
a revoluci na ta
� � · y e1 paso del «pa- Pero lo que ha fracasado el 20 de junio va a lograrse el 10 de
del 1792 .· com
cJon capital de o Interprete de agosto, con ayuda de las provincias: Mathiez subraya justamente
las mentalidades _ esta muta-
tiano --o grrondi . revo lucw narias, e1 grupo
no-- o¡rece a 1a . brisso- que por primera vez, el 10 de agosto de 1792, los «federados)>
lismo Y nacio mezcla Inestab1e de univers de provincias, y concretamente de Marsella, aportan una contri­
nalismo una fas · . ,n a-
cmacw que es ya mode
Facilitada en la rna. bución decisiva a una <(jornada)) parisina. Porque el movimiento
primavera por la
no Brtssot y·
:� � :l-
. . constit ·
UCion ' de un ministe- revolucionario urbano, aunque sea mejor conocido en París, no
·
por el adv un
ento trono de Francis
Austria, decidido co U de se limita a París : una de las tareas necesarias de los futuros
a su
: ��
Bohemia y de n lcto, la guer estudios -sea dicho de paso-- será la de descentralizar la his­
Hungria)) es ra al «rey Je
ot a el dia , 20 de abril
Asamblea cuasi-un por I.a toria de la revolución. El 10 de agosto representa el desenlace
ánime• a propue
ha previsto · sta de Luis XVI de todo un movirnento patriótico contra la traición : Francia
sus consecuencias .
, ni el rey' al · pero nadie
perder; ni Brissot, . que la guerra va se halla amenazada por la invasión (los prusianos entran en gue­
a qmen destrm_ , . a
11evara, a1 poder, ra '· ni Robespter rra en julio), y la Asamblea acaba de declarar: <da Patria está en
antes de llevar1e a1 re, a quien
cadalso como a los peligro». Sobre este telón de fondo se despliegan las reivindica­
otros dos
.
ciones republicanas, a las que Robespierre, que sostiene el movi­
a) La derrota y la miento entre bastidores, hace añadir la elección por sufragio
República
universal de una nueva Asamblea. Ya no le queda al duque de
A partir de esta Brunswick, comandante en jefe de las tropas enemigas, otra cosa
fecha' la revuel ta
generalmente urba popular parisina' y por hacer que prender la mecha para que se produzca el 10
na' va a enco más
derrata. No signif ntrar un nuevo de agosto.
ica esto que h catalizador : la


tes: al contra rio _ yan desaparecido
la depreciacto _, � los preceden­ Pero la jornada sólo concluye con la caída del rey a causa de
Inevitable del asign
dido ya al 60 p r � 100 de su va or n ado (descen la humillación de la Asamblea : los girondinos vacilan, atrapados
?minal) y el alza de los pre
cios vuelven a
,
dar fuerza a los
gritos contra 1a
� entre la lógica de su propia política y la defensa del trono;
1os gener as. Se acusa al «carestía)) de s i los diputados destituyen a Luis XVI, es bajo la presión de las
«comp1ot an.s tocrattc ,
que nunca . Pues' · o)) más vivam
sI· e1 ejérci to
Jque
e ' nre¡'or pru e .
ba de 1 a tratciOn . , ente picas, y se ven obligados a votar la elección de una Convención
revolucionado que la derrota? por sufragio universaL Esta es la inmensa diferencia con julio
retroc ede ante .
debe a que el el enemJgo, ello · de 1789: la calle, que había salvado a la Constituyente, condena
rey los nobles' �e
a la nación : hay ' Io� generales y
los ricos traicio a la Legislativa.
pues• que castig nan
ar
'

.
cast.Igar para comer Al .
para vencer, como hay que ¿Quiere decir esto que el 10 de agosto comienza otra revolu­
· ra d'ica1tzar
� hl
el mamquet
· ,smo 1atente de
conctencias popu ción? No. La jornada no hace más que coronar una evolución
lares 1 g r las
! � :: �d
a or ad con
salvac ón de la
patri , a d �
rmt a e unpul
la aureola de la inevitable ya tras la huida de Varennes y acelerada por la gue­
terronsta. so a la emula rra: la deserción de La Fayette y una nueva oleada de emigración
ción
simbolizan el fracaso de la monarquía constitucional de los
48
49
feuillants. Por no haber osado --o podido-- cambiar de dinas­
tia, como los ingleses de 1688, burgueses moderados pesino. Se Ponen en venta en pequeños lotes las propiedades .,
y nobles
liberales se condenan a sí mismos a una quieb de los emigrados y desaparece la obligación de indemmzacto�
ra que_ su equivo­ señoriales, salvo presentación del título oi!gl-
or los beneftclOs
!
cada postura sobre la guerra acaba de preci
de la interpretación de Mathiez, la caída
pitar. Pero en contra
del rey no marca por
� al. El 10 de agosto de 1792 completa d� esta or�a las grandes
_ '
t as de 1789 y acelera la exproptacwn senonaL es uno de
sí sola una nueva revolución social:
el verano de 1789 sigue siendo e1
desde este punto de vista
episodio fundamental de 1�
.med·¿
los secretos de la fidelidad del campo a 1a revo1uc�on
_ _
. , pan. . na. �
historia contemporánea de Fran Pero ni la Asamblea, ni el Consejo e¡ecuttvo, m_ stqutera . a�-
cia. Lo que cambia con el 10 _
agosto es la naturaleza política Je - que es la gran voz del verano, logran canalizar el movl-
. del régimen: se produce la rup­ . .
tura con una forma de gobie
rno multisecular y . comienza ! a .miento popular, que por el con�rarJo vue1ven a reavtvar �
aventura republicana. Cambian
también los grupos dirigentes de m alas noticias de las fronteras (catda de Longwy Y � � Verdun �.
la revolución, de la que los Las .matanzas organizadas que tienen lugar en_ las pnswnes pan­
.
1
nobles están excluidos y que �e .
reclutan en ge eral en los medi
� os inte�ectuales de la burguesía stnas entre. el 2 y el 6 de septiembre atestiguan de . ,
nuevo el
.
.
aquellos penodtstas y abogados demó ; razonamiento de la mentalidad terrori�_ta: derrota-tratcton-castlgo.

cratas, formados en la es­ Pero muestran también con su salvaJISmo -de 1.000 a 1 .500
cuela de l �s luces, han eredad
. o su respeto hacia la propiedad _
, ictimas en su mayorÍa prisioneros de derecho comun- hasta
pero son Igualmente htJOS de la revolución militantes de
secciones Y de los clubs, en Parí '
s lo mismo que en provincias.
las � ué pu� to ha aumentado desde la primavera la sed de sang�e.
.
Esperan su hora desde 1789, Danton se calla; los girondinos se hallan paraliza�?s por el mie­
formados en las rivalidades de .
oposición, menos alejados dd Ja do·' Robespierre ha acusado ya a Brissot de tratc1on. Las luchas
pueblo que sus predecesores:
patriotismo es precisamente la e1 de hombres y grupos por el poder van a adoptar en adelante
ideología de aquella fraternida
que tan profundamente había d el lenguaje del terror del populacho.
ignorado la sociedad exclusivis .
que acaba de abandonar la escen ta El mismo dia en que se reúne la Convención (20 de septlem­
a. Por tanto, lo que diferencia . _
a estos hombres de
sus predecesores es sobre todo bre), Valmy salva a Francia de la inv�sión: tri�nfo psicológtco
más abierta respecto a Una alian una actitud y politico' ya que el ejército de voluntariOs ha temdo que verselas ,
za popular que necesitan para ' ' que vtc . .
vencer; pero esto es también con los mejores soldados de la epoca, pero nad<1 mas tona
lo que les va a dividir. _ d las
militar parcial, seguida de negociaciones a consecuencia �
cuales Dumouriez deja marchar tranquilamente a los pru�tan�s
b) Gironda, Montaña y Llanura hacia sus cuarteles de invierno. El célebre duelo de artillena
no ha servido, por tanto, para arreglar nada a largo plazo, Y el
.
El periodo que si 10 de agosto se ve seguido de una cascada de rupturas diplo­
., �c; al 10 de agosto y que precede a la
reumon de la convencton (22 de septi máticas con Europa. La República solemnemente proclamada po_r
embre) está marcado por
una dualidad de poderes: Parí la Convención se acerca al modelo girondino: misionera Y li­
s y la Asamblea . El poder
de la Legislativa, que no tiene legal beradora.
más que un mes de vida se halla
contrarrestado por la dictadura ' Efectivamente ha sido forjada por Brissot Y sus amigos,
urbana de una Comuna insurrec­
ciona! nacida del 10 de agos valiéndose de su notoriedad ante la opinión y de sus posiciones
to; el ·movimiento de las secci
parisinas ha encontrado su ones en el ministerio y entre los jacobinos. El grupo es dificil de
intérprete, y su constante pres
fuerza a la Asamblea a avalar ión definir, y Georges Lefebvre ha subrayado su di�ersidad; pero todo
una
�os com� tés de vigi�ancia de las polí tica que prefigura el Tetrot':
secciones multiplican registros,
el pasado inmediato le opone a la democracta de las secciones
.
.
mcautac10nes de tngo, arres
tos de sospechosos; los dipu parisinas. El girondinismo for�_a bloque �o� tra Robespterre, co�­
nombran un Consejo ejecutivo tados tra Marat, elegidos por los mllttantes partstnos, que son los u, �t­
les se halla Danton, para reem
de seis miembros , entre los
plazar al rey encarcelado insti
cua­ cos que han podido votar, pero no porque sea socta ente dis­
.
.

un tribunal de excepción y tuyen tinto en una Asamblea que, por el contrario, es unammemente
agravan las penas cont;a el
clero burguesa; el grupo se define menos por sus c�nvicciones p�r­
�efractario. La obra legislativa a plazo más largo
IgUalmente afectada por la coyu se encuentra ticulares que por sus enemigos comunes, es de�tr, la Montana.
ntura: laicización del estado
vil, institución del divorcio y ci­ Contra París, contra el fanatismo fiscal y terronsta de los sans­
nuevas concesiones al mundo .
cam- culottes, los girondinos derivan casi sin darse cuenta hacta los
50
51
'
ene�gos de la revolución, retrocediendo ante
las consecuencias ! la intervención de Inglaterra, del Papa, de los príncipes italia­
políticas de una guerra que tanto han contri

1
. but·do a desencadenar· nos y alemanes y de España), hace reaparecer la derrma y la
El roman .
tiCISmo cantó por boca de Lama
.
. es ' de
rtine, a aqueUos poetas amenaza de invasión y renueva la situación del año precedente:
un poco superfiCial la guerra liberadora, a aqueU
os ante- los prusianos reconquistan la orilla izquierda del Rin, y Dumou­
pasados de1 nacto · nalismo de izquierda. Desp
ue'o
" de Math.1ez ¡a riez vencido en Bélgica, se pierde en intrigas y acaba por
h.Istono · grafía ftancesa prefiere generalmen ' �
te a 1os montagnards, pas rse a los austriacos, como La Fayette en 1792. Este había
precursores de la dtcta .
dura revolucionaria Pero deshonrado a sus amigos feuillants, aquél desacredita ahora a sus
. e"ta
. � t· ­
r�a postu ' ma, en la que s enzarzan como 1
� siempre pasado y protectores girondinos. Pero � guerra aporta aI imp�lso _revolu­
pres�nte, no debe hac�t olvtd _ _ __
ar que en conjunto globalmen cionario una prueba mas evidente de la tra1c1on tntenor : la
te

co�s derada, la Convención es
� �
} la «Llanura»: porqu sí la insurrección de La Vendée. Es talla en marzo, y las condiciones
ucio� Revo­
esgasta rápidamente a sus líder de su desencadenamiento son hoy las más conocidas: el campe­
- es, continúa en cambio
eneftciand ose de una amplia fidelidad
, por parte de la hurgue­ sino de La Vendée se levanta espontáneamente contra los reclu­
SI . Desde este punto de vista
� �
re, , Barere, cambon y tanto
� . .
, hombres como Sieyes Camb
s otros, �ncarnan una co�tinuida

tadores de la Convención, que vienen a enrolar algunos millares
de soldados en nombre de la leva de 300.000 hombres votada
. d
�� ; �
stortca al m1smo ttem po que una posición pree
minente en el en el mes precedente. Al negarse a ir a hacer la guerra en t1
rla e to; ontra la Euro pa
� aristocrática, su sucesiva acep frente, acepta batirse en sus horizontes familiares, por su señor,
! n e os diferentes equ.ipos ta­
gubernamentales no traducen por su cura, por su rey. Semejante inversión de la alianza entre
s azares de la coyuntura polit sino
� ica, y jamás un reniego En burguesía y campesinado que hizo la Revolución francesa ha sido
mvel es donde la Revolució este
de e1ase.
n francesa encuentra su sig
� ificación atribuida las más de las veces a factores locales de orden geográ-
• fico (terrenos boscosos, aislamiento regional, ausencia de cami­
nos, etc.) y religioso (influencia particularmente fuerte de los
e) El fin de los girondinos curas refractarios sobre un campesinado ferviente). Hoy en cam­
bio se trata de subrayar los datos económicos y sociales, con Ja

, as luch�s por el poder son dominadas de inme ayuda de documentos estadísticos del final del Antiguo régimen
diato por la

l gtca políttca e ideológica
� de la guerra, que la Giro y del período revolucionario: pauperismo, marasmo de las indm­
nda no llega
a p�ever DI. a adopt
�� completamente. Después de Valmy y de trias locales , venta de los bienes nacionales en beneficio exclusivo
ret�rada de los eJercttos .
austro-prusianos, se desp de los burgueses de las ciudades (M. Faucheux). Un soctólogo
expanston , liega la
francesa en Sabaya en Niza .
.
y en la orilla tzqm erda americano, Charles Tilly, ha renovado recientemente la explica­
del Rin. Después de Jernm ' ·
ape, (nov¡embre), Dumo _ ción geográfica al comparar las sociedades campesinas atrasadas
·
Be'1gtca: urte z ocupa
otros tantos terri torios que
. hubiesen podt.do, en 1a guer de los Mauges insurrectos con las más evolucionadas del Saumu­
de ayer, haber servido ra
: de garantías para una nego rois fiel.
ciación ven-
taJosa pero la Convencwn ·
?
. · ' es ¡·el 1 a ¡os nuevos tiempos al La crisis nacional de la primavera de 1793 encuentra una vez
xtonarse Sa oya, al vota ane
r «fraternidad y apoyo a
blos ue qUieran gozar de
� la libertad» al introducir
todos los ue � más a la Revolución sin un verdadero gobierno, desgarrada entre

conquistados la legislación �
en los paises los generales, el Consejo ejecutivo y la Convención; de ahí la
"'
bten
· · b
francesa . li ertad' ,·guald
ad, pero tam­ resonancia cada vez más fuerte de las consignas parisinas contra

;
e1 astgn do y los impu
� estos. Lo es también al la traición girondina, Terror y salvación pública, impuestos y
uerte de Lms XVI, que votar la
acelera la hora de conflicto requisas. La Montaña lo usa como arma y la Convención la sigue,
utopa.. pero son ya muc con toda
hos los girondinos que votando el curso obligatorio del asignado, el precio máximo de
ello, no para salvar las posi se niegan a
bilidades de una paz ulter , los cereales, la institución de un tribunal revolucionario y de
según parece, 1 ca'1eulo . . . ior -ese es,
� : mtctal de Danton, que acab un comité de salvación pública . Al principio, en abril, no elige
1a m erte-, smo por ará por votar
moderación ulterior: no más que diputados centristas, dominados por Danton, que ha
que a muerte del rey, que han comprendido
rompe las amarras del esperado hasta ese momento evitar la ruptura entre Gironda y
pasado y con Europa país con �u
, se hallaba inscrita en la decla Montaña. Pero va a ser la Gironda la que entable el combate
su guerra. ración de
interior, animando a las provincias -Marsella y Lyon- contra
Ahora bien, la guerra,
que en primavera es ya París. Michelet escribió que la Gironda se vuelve «realista)).
general (con
52
53
R<:'�espie.rre
parece haber creído pode
r convenc, er a 1 a
vencwn de que se autoeliminara- Con­ Gobierno revolucionario y «.sans-culotten)
pe�o 00 fue as1. Y a)
ser finalmente una insurrección
zada por los enragés los jefes
. .
�a tsma, utdadosame
� � habrá de
nte organi­ Durante el verano de 1793, el movimiento de las secciones
de secCiones � de los barr
populares, la que fue �
ce a la Asamb
el dia 2 de junio. Cercada
::
� a su propia «mutilación»,
ios parisinas alcanza su apogeo, al mismo tiempo que la crisis nacio­
por la multItud arm nal, lo que no es un azar. La victoria del 2 d� junio asigna
decreta el arresto de �da, la Convención a las secciones un papel provisionalmente decisivo en la situa­
. veint¡' nueve de sus
gttondma
' s La Monta nne
. · ¡es
_
mbros, 1os Je
ción: no pueden prescindir de la mediación parlamentaria de la
Estado popular contr l
ña ha a ado
a a re e entac n
v
:r ; ai
�� ������ �
on un golpe le
e Montaña, pero los diputados montagnards, que le deben la expul­
sión de los girondinos , no pueden tampoco seguir ignorando sus
reivindicaciones. El gobierno revolucionario ya no aparece, por
II. LOS « M ONTAGN
ARDS» tanto, hoy como la punta más «avanzada» de la revolución, sino
. más bien como el árbitro de una alianza que agrupa al mismo
El periodo que comienz
pues, por un gobiem
a el 2 de .u : .o
o de hecho
; �r - de 1793 se caracteriza,
tiempo a los parlamentarios de la Llanura y a la plebe urbana:
Daniel Guérin ha subrayado el abismo que separa a aquéllos,
'f' o e derecho: fech
tante, puesto que pon a impor­ a los que llama los «brazos desnudos)), de quienes forman la
e de ma�t lesto la inca
blica en guerra para dars pacidad de la Repú-
_
e ¡'ns tltucwnes defi burguesía revolucionaria e incluso del grupo encabezado por
. , nidas Y estables y un
procedtrmento legal. . Robespierre. Georges Lefebvre, secundado por Albert Soboul, ha
Al remitir a ttem pos meJ.ores la apli
de una constitución cación calificado a la dictadura montagnarde de «frente populatJ), sub­
. ., democrá t"tea votada
optruon para tranquil'Izar a
después del 2 de 1.u . la rayando así la heterogeneidad de su contenido social y la unidad
nto, al decretar un po ,
que «el gobierno pro �o m�s tarde
visional de Francta · sera, revolucw de su política.
que se consiga la paz ., nano hasta Los historiadores soviéticos de la Revolución francesa califi­
., », la Convencwn montagnarde hace una
feston que los termido con­ can de «preproletariadm) a esta plebe; Daniel Guérin la designa
rianos habrán de esfo
borrar, entre term¡'do rzarse en vano por
r y brumano , , "d con la expresión de «brazos desnudos», y A. Soboul le ha de­
· reconace 1ucr amente el peso
de las circunstancias
'

' de 1a guerra con el · .. vuelto su antiguo nombre: los sans-culottes. Esta incertidumbre
1a Vendée es dueña . . exterwr Y de 1 a ctvi l:
del terr1 tono entre Se terminológica refleja el carácter mixto de esta población; la ciudad
tamentos normandos vr e Y L otre' , 1os depar-
. y brerones se federa . del Antiguo régimen, ampliamente precapitalista, no ha reunido
. n en Caen grae1as
reststencta girondina a 1a
.

Lyon 1as ctu todavia a ese asalariado uniforme descrito por Ricardo y Marx.
l
dades del sudeste se
en manos de los re lista � hall an
.

s• oulon en las de los Indigentes -cuyas filas ha engrosado probablemente una inmi­
. ing1eses, eonde'
Y Va1enctennes han caíd gración rural en Parf�, después de la crisis de 1789�, obreros
. o en el frente norte ·
en Alsaeta. Desde 178 y los prUslanos están
9• 1a Revoluc1o ., de las fábricas, trabajadores a domicilio, oficiales, artesanos o
n no tuvo nunca .
cuttvo verdadero · la ., un eje-
.
.
�� ��
' Conven on tenderos, los sans-culottes se definen mejor por una mentalidad
nsl te, por la fuerz
verano de 1783, una �� a, en el que por una situación económica. Soboul ha puesto de relieve
auténti de gacwn de sus poderes
sabe que el sistema . Pero lo que deben a la adoración de Rousseau ; pero también tiñen
de gob"terno que así .
sentt'do en relación se ins taura so'l0 tien
con 1a coyuntura y e con el viejo milenarismo de los pobres los tiempos exaltantes. y
de fuerzas · El gobierno
e1 equili'bno · p rovisiona
. . l crueles que están viviendo, transformados por el advenimiento
revo1ucw narto es un contrato
no un cheque en blan revocable, de la fraternidad. Una sensibilidad religiosa secular se ha inves­
co.
Este sistema de gob . tido -o invertido-- en un retorno a las fuentes y a la imagen
ierno se hace 9fCta
a finales de 1793 ' l 1, de . alguna manera'
med"Jante 1 a gran ley . del «sans-culotte Jesús)> ; frente a la Iglesia, que ha traicionado
n:f
de evolucionar al mis de Fri�ano, y no deja
mo tie o ue su b se soctal, su misión, alimenta una escatología nueva, secularizada por el
interna y la situació
gobierno de hecho,
n gener .
.
un Sistema creado por
J �
ero precisamente porq
su coherencia

.
ue es un
culto de los santos y los mártires de la Revolución. Pero pueden
adivinarse también las huellas psicológicas del próximo pasado:
una Sttu · acto ,n de crisis,
una dictadura de tie.rn gorro rojo, pica en mano, tuteo, virtud, el sans-culotte es el
po de guerra, hay que
zos de 1793 , en analizarlo a comien-
P1eno drama nacional • cuan reverso de la sociedad aristocrática. Personifica a la igualdad y
Comité» . do nace el «Gran
sus enemigos son los de la igualdad y los de la sociedad vir­
tuosa y pobre con la que sueñan: no sólo los nobles y los ricos,
54
55
sino los J?Oderosos también, a los que hay
mel_lte �aJo la amenaza de la guillot
la Igualdad» La pasmn
con un profu· ndo deseo de d
d cornp1emento de la dem
.
ciones y que los sans
mediante el control
· '

.
du:ecto
pumt1

.
esquue y de mvers10n
ocracta
·

· ¿·Irecta practtcada

de los diputados.
,
-culottes quer an extender a la Convenc
n
. ,
que tener constante­
ina, verdadera «guadaña de
· · va y terrorista que se alimenta
' .
.
.
soctal es asi
'
en las sec-
ión,
baila dispuesto a ceder a !as exigencias de la calle; su fuerza
proviene precisamente de su posición de árbitro provisional.

b) LaJ instituciones y los hombreJ

La Constituyente había legislado a través de sus comisiones .


En el terreno .
�:
mi a reenc a
da
� .
� en
econo'mtco
:I.
· y social, nos encontramos con J
intervencionismo y en la vigila
ncia, here­
a La Convención gobierna por medio de .sus comités: dos de ellos
son esenciales, salvación pública y seguridad general. El segundo,
. . de Antiguo .regtmen, y duec _
� � tamente contraria a los pr'n que posee las temibles atribuciones de policía, es menos conocido
�;
tpros el liberalismo burgués: el gobie
rno tiene que conre e que el primero, que en realidad es el verdadero poder ejecutivo,
os precios, supervisar los
aprovisionamientos dar a · digentes dotado de muy vastos poderes . Data del mes de abril, pero su
. 1os 10
lo q e 1es quite a los ricos; '
� la revuelta urban a sigue estando composición se ve profundamente alterada durante el verano : d
defm _
tda por la repartición igualitaria .
de la penuria no por 10 de julio dimite Danton y el 24 entra en él Robespierre. Estos
solidart"dad de los .
1a
. ?reductores Ni siquiera falta, e 1792-179 d dos nombres evocan la larga querella que ha opuesto, en la
el personaJe tradtcwn _ 3,
al del cura revolucionario historiografía francesa, a partidarios de Danton y de Robespierre,
amtg _
o de los pobres y fiel a Jesú 1 1 ' . de1 sacerdote
s frente a a 1g esta en concreto a Aulard y Mathiez. En la medida en que poseen
en la historia de las revueltas , que abunda
popu1ares eu opeas. realmente valor de símbolos, no se trata tanto, en julio de 1793,
� Esta vez se
; :��;� � � �
trata de Jacques Roux
sacerdot ad de una oposición entre corrupción e integridad cuanto de un
apóstol de la sección 'de Jefe los enragéJ
Jos g av , conflicw entre dos políticas: una vez más, Georges Lefebvre ha
J . m a VI_ rt Alb
Soboul en su discusió � � ert
n con Daniel G�énn, puntualizado la cuestión de manera muy convincente. Los histo­
los JanJ-culotteJ es, e �ovmnemo de
pues, de naturaleza prec . riadores nos han ofrecido muchas pruebas de la venalidad Je
paradoja constante en apt�ahsta; por una
la historia de 1as revo Danton, sin que por otra parte se hayan tenido en cuenta los
luc10nes' no. faltan
gruPos SOCiales caracter
� , .
·

ísticos del ant"tgu , · servicios que en contrapartida prestó a la contrarrevolución ;


abren el camino, con �egtmen econom.Jco que
su extremismo po Uco más importante e s su política durante l a primavera d e 1793,
que acabará con ello , a un nuevo orden
s. cuando domina el novisimo comité : el más moderado de los
Pero en el curso de
parcial de la manifes
1973 - 5 � :
sobr� to o hasta el
fracaso
montagnards explora bajo cuerda la posibilidad de una paz de
compromiso, dispuesto sin duda a entregar a la reina a cambio
tación del septtem re Y el fina
asam . bleas de sección-, 1a Monta : l de las del reconocimiento por Europa del hecho revolucionario fran­
. . na va a tener en
retvmdtcaciones popul . cuenta las .
ares, y e1 gobtern cés Pero tropieza con la situación militar, desfavorable a los
o revolucionario hab
de deber1e muehas de rá ejércitos franceses, y ya no le es posible parar el engranaje interno
sus rasgos· Hay adema
el movimiento de as . 's cter· tos lazos entre de la guerra revolucionaria. Su dimisión del Comité señala el
1 seccione s ·y las ¡ns tt·tuClon · es centrale s:
Collot d'Herbois y B"ll fracaso de su política. Paradójicamente, Robespierre ha acabado
1 aud"Varenne que pertenecen al eomit . '
de salvación pública , ', e por ser, en cuanto que símbolo de fidelidad a los principios
se h a11an pro tmos al
no. Lo mismo en la 'com � maximalismo parisi-
una de parJS que en y de radicalismo revolucionario, el hombre de una guerra mesiá­
. e1 mtm · · sterto
guerra, los Jam-culotte
r� � � · de la

,
nica contra la que sin embargo combatió.

1
s tienen f rz , ro egtd
dades como Hébert o � os por personalí­ En este sentido, Robespierre es indudablemente, desde el prin­
�;
como e1 al e e ans, Pach , que
disputar a los pobres , 1 e quieren cipio, el hombre clave del «gran comité» de salvación pública :
jefes enr eJ 1a eltent ' e a extremista. Pero
el grupo montagnard " le aporta su convinción de que sólo la alianza entre la burguesía
' s1' bten es sens _
tb1e a las presiones de
calle Y de su propta _ la y el pueblo puede salvar a la revoluci6p., así como su sueño .ie
da»' st· . bten
. .
«tzquter "
·
Instaura el Terror y ta
economía diri ida
�:
intelectual rousseauniano que le empuja hacia las utopías iguali­
de la Conven ión'• � p
q
otra p rte tiene que
� conservar el apoyo tarias. Rodeado de sus partidarios, Couthon y Saint-.Tust, es el

'
le es ta reprochando ya

;
decrrselo' su capitula . . ' sm · atreverse a «puente» necesario entre París y la Convención, y, como consu­
ci"o'n de1 2 de JUDlO Du
e- d 1 · b"
·� -·
,..;:: ;.:;;;:o0:"':: mado táctico parlamentario, no deja de darlo a entender en ia
.
"""
"" ., e�, • • " ASamblea, porque el Comité es renovable cada mes. Pero el
,
57
. 3
grupo robespierrista no basta para definir el «gran Comité», cuya una realidad administrativa : de hecho, afecta a Francia de ma­
nera muy desigual. Por otra parte, uno de los l_Jtoblemas actuales
dirección sigue siendo colegial, a pesar de la especificidad de
las tareas de cada uno: la división de sus miembros en «políticos» es el de conocer mejor, en los diversos departamentos y n.giones,
y «técnicos)> es una invención termidoriana destinada a atribuir el funciOnamiento real del gobierno revolucionario, compleja mez­
únicamente a los partidarios de Robespier�e la responsabilidad ch de autoridad pública e iniciativas locales, que la gran ley
de los estragos del Terror. Muchas son las cosas que oponen, 'iin de Primario del año U no logró definir sino a posteriori y
embargo, a los doce comisarios : más que del Comité, Barere e:s desde arriba.
«el hombre de la Convención» (Jaures). Lindet se opone al
Terror, que por el contrario propugnan Collot d'Herbois y Bil­
laud�Varenne, los hombres del grupo de los cordeliers; a dife­ e) El balance del año II
renCia de Robespierre y sus amigos, sólo provisionalmente y por
razones de estado, se ha adherido Carnot a una política de con­ El balance del sistema resulta demasiado vasto como para que
cesiones al pueblo. Pero la coyuntura que les une en el verano pueda ser expuesto en detalle. Este sistema no se limita a poner
d e 1793 es más fuerte que sus disenSiones; la desintegración remedio a una situación aparentetnente desesperada, sino que
del grupo de los montagnards, que habrá de conducir a la dic­ afecta en profundidad1 aunque de modo desigual, a todos los
tadura exclusiva del grupo robespier.rista (abril-julio de 1794), sectores de la vida nacional. El Terror le dio, ante los contem­
se produce solamente después del restablecimiento relativo de poráneos y en la tnemoria colectiva de los franceses, un matiz
la situación interior y exterior, durante el invierno de 1793-1794. patético: 17.000 condenas capitales; de acuerdo con la estadís­
�o obstante, aquella dictadura de guerra estuvo menos cen­ tica de D. Greer, un total aproximado de 35.000 a 40.000
tralizada cua�to se ha dicho durante mucho tiempo, en virtud tnuertos. Cifra relativamente alta, pero que oculta grandes dife­
.
del test101oruo de sus víctimas y de sus partidarios así como rencias de tieml_Jo y de espacio: en París, el tribunal revolucio­
de l a o�inión de Tocqueville, que la describió como Í a heredera nario, aplicando la ley del 22 de Pradial, castiga muy particu­
de I�s mte�dentes del �ntiguo régimen y la anunciadora de .La larmente en el último período, que precede a la caída de Robes·
. .
a¿mJnistraCion napoleónica El comité de salvación pública tro­ pierre. En provincias, la aplicación de la ley de sospechosos
pieza a veces con las prerrogativas de Jos otros comités y en varía según la situación local, los comités de vigilancia o la ac­
concreto el d� s�guridad general trata constantemente d� opo. ción del representante en funciones. El 71 por 100 de las conde­
nerse a sus mtrtgas, con lo que se produce un conflicto de nas capitales se pronuncia en las dos regiones en guerra civil,
graves con�ecuencias Ge�rges Lefebvre ha mostrado, por otra el oeste y el sudeste.
parte, que Junto a la resistencia de moderados y girondinos hay Esta politica terrorista, que corona la aspiración de los sans­
un «federalismo» revolucionario: la lentitud de las comunicacio­ culottes, ofrece al gobierno indiscutibles medios de movilización
nes Y las guerras civiles regionales explican que muchas veces del pais: porque no basta con haber concedido a los campesinos,
1� acción espontánea de las sociedades populares y de Jos jaco­ después del 2 de junio, la abolición pura y simple de cuanto
btnos locales supere o desvíe o simplemente ignore las directrices subsisúa de los derechos señoriales, así como haber puesto en
gubernamentales Con frecuencia -si bien la mayoría de las venta por pequeños lotes los bienes de los emigrados. Había que
aldeas no �o� pos�e- hubo comités populares que reemplazaron vestir alimentar y armar a toda aquella población campesina
a las adm�mstracwnes el�gidas en 1792, sospechosas de simpa­ llama da a filas por la leva del 23 de agosto: cerca de un millón
.
� guondmas;
tlas pero el remado de las minorías militantes no fue de hombres. Más que una politica social (porque los famosos
P?r ello uniforme. En fin, los miembros de la Convención en­ «decretos de Ventosm) de 1794, obra de Saint-Just, parecen indu­
vtad�s pot el gran comité como «representantes en funciones» dablemente no haber sido otra cosa que una medida circunstan­
P:�vlstos d e plenos poderes, reaccionan a la vez según las con­ cial), lo que el gobierno revolucionario siguió fue una política
d�cton:s loc�les y sus propias tendencias: Lindet pacifica el oeste económica -animada en concreto por la Comisión de aprovisio­
guondino sm una sola condena a muerte, mientras que Carrier namiento- sobre la que Georges Lefebvre ha llamado algunas
hace ahogar a cerca de 3.000 vendeanos en Nantes. La famosa veces la at;nción: se trata de la primera «anticipacióm) (Labrous­
centralización jacobina es un imperativo de la salvación pública se) de una economía dirigida en condiciones excepcionales de
una poderosa corriente de patriotismo unificador mucho más qu� penuria, que probablemente la iniciativa individual no hubiese

58 59
1
logrado llevar a cabo a su debido tiempo. Fijación general de una severa depuración ha renovado el m�ndo y promovido a
los precios y salarios máximos, impuestos, requisas, control Je oficiales jóvenes, hijos de la revolución, como Hoc�� Y Jourdan.
la producción, creación de empresas estatales: semejante «naciona­ Ultimo feudo del Antiguo régimen, la carrera militar se abre
lización» (G. Lefebvre) de la economía responde a la vez al viejo ahora a los hijos del pueblo, más ampliamente incluso que la
anhelo de reglamentación de la plebe urbana y a las necesidades _
Politica. y ' al igual que la politica, la primera
.
guerra ideológtca

1
de la guerra. Pero por una parte, demuestra ser --como siem­ de los tiempos modernos ha encontrado tambten ' sus h'eroes . En
pre� de dificíl aplicación, y en todo momento corre el riesgo el otoño, la situación militar está ya enderezada en la frontera
.
de unir contra el Estado la mala voluntad campesina y la coali­ norte (Wattignies), y antes de que las tropas se retuen a los
ción urbana de beneficios y salarios: el Terror consigue evitarlo, · cuarteles de invierno lo estará también en la frontera este (Es­
en cierta medida, así como también «el ejército revolucionario» trasburgo y Landau). Al mismo tiempo se reducen los focos
de Ronsin, recientemente estudiado por R. Cobb, pero a base contrarrevolucionarios interiores; Lyon es recuperado en octu­
de hipotecar el porvenir. Por otra parte, en cambio, los burgueses bre, Toulon en diciembre, y los vandeanos son der�otados J??r
tnontagnards del Comité de salvación pública siguen siendo, en K.léber, primero en Chalet y luego en Le Mans: la msurreccton
. .
principio, fieles al liberalismo, y no conciben esta economía diri­ organizada se transforma entonces en chouanne_rte.
.
gida sino como un expediente provisional: Daniel Guérin ha Pero los mismos éxitos del gobierno revoluctonano hacen mas
,

subrayado las consideracione.'> que muestran frente al gran co­ aleatoria su unidad.
mercio y a la banca, y no es casual que la liquidación del heber­
tismo, en la primavera de 1794, conduzca a una flexibilización
de las presiones económicas, d) Contradicciones y desintegración del gobierno revolucionario
De esta forma, el gobierno revolucionario aparece al mismo
tiempo como una dictadura de guerra, nacida de las circunstan­ La historia propiamente política del gobierno revolucionario
cias, y como una segunda subversión, después de la de 1789-1790, desde julio de 1793 a julio de 1794 �entre la entrada de Ro­

i
de las estructuras estatales de la nación. Si ha dejado unas huellas bespierre en el Comité de salvaci�n pública y su caída- es
. _
tan profundas, como objeto de odio o como valor de ejemplo, mejor conocida que sus bases sociales, su fun�lOn� mtento r� al
en la conciencia política moderna, ello no se debe sólo a que 0 sus modalidades locales: este sector de la htsto ta revolucto
. � . :
el Terror abriera un abismo de sangre entre sus partidários '! naria ha sido el campo favorito de vastfstmas polem17 as Y a� t

sus adversarios; sino Iambién a que, al llevar hasta sus últimas es bien conocida, por ejemplo, la inmensidad de la btbltograha
consecuencias la dialéctica igualitaria de la revolución burguesa, consagrada a Robespierre, Danton y sus relaciones.
aceptó la participación de minorías populares en el gobierno del La reciente aportación de Albert Soboul, después de Daniel
Estado y forjó una conciencia nacional a la vez democrática v Guérin, y dentro de la tradición de Georges Lefebv::• ha ;�n­
totalitaria, cuyo ejemplo sigue estando vivo en el mundo de hoy. _
sistido en el análisis cronológico prectso de la evolucwn polltlca
Su leyenda, a fin de cuentas, tiene mucho que ver con su del movimiento popular de los sans-culottes y de sus jefes s�ce·
mismo éxito. Esto no quiere decir que las divisiones del adver­ sivos durante este período. Durante el verano de 1793, la agita­
sario no tuviesen su importancia: se ha hecho notar la flaqueza ción de las secciones es permanente, avivada por �os peligros
veleidosa del «federalismo» girondino, el aislamiento de las .
extremos del momento y las dificultades del abastectmtento: �o
insurrecciones realistas separadas por un Macizo Central fiel, d es que la Comuna haya echado en olvido el control del precJo
. _ .
carácter local del levantamiento de La Vendée, así como la ce" del pan, que sube cada vez más de prisa en las provtnctas, smo
guera y las contradicciones de la Europa coaligada que hace !a que las llegadas de mercancías se vuelven escasas, y ctertos _
guerra de ayer y no consigue armonizar sus esfuerzos. Por su .
articulas como la carne y el jabón resultan inaseqmbles. Los
parte, la revolución tampoco ha subvertido todavía las reglas jefes de los enragés, Jacques Roux y Varlet, reclaman la pena
del viejo modo de combatir y se mantiene fiel a la estrategia de muerte contra la especulación y la usura, asi como el proc:so
del asedio y de las tropas en orden cerrado; pero posee un ejér­ de los girondinos y de la reina; el ala izquierda de la Montana,
cito nuevo, amalgamado con el antiguo, y todo cambia con !a Hébert y su Pere Duchesne, que recogen la sucesión �e Mara� ,
autoridad en adelante indiscutida del poder civil y el impulso asesinado en julio, les diputa la clientela en las secciones. El
que de él emana a través de sus representantes en los ejércitos: día· 4 de septiembre comienza una nueva «jornada» con mani-

60 61
{estaciones que reclaman pan; al día siguiente, como el 10 de través de algunos de sus amigos, sospechosos de prevaricaciones
agosto Y el 2 de junio, las secciones armadas rodean la Con­ en la liquidaCión de la antigua Compañía de las Indias. En
vención, empujando ante ella al alcalde de París. La Asamblea enero de 1794, Robespierre da marcha atrás y desarrolla el tema
les concede la creación del ejército revolucionario del interior centrista de las «dos facciones» que amenazan a la revolución.
la instalación del Terror a la «orden del día», el arresto de lo; Para combatir la ofensiva hebertista que se desarrolla al final
sospechosos y la depuración de los comités; pero se aprovecha del invierno a partir de los cordeliers, induce al Comité a atacar
. ante todo a los «exagerados)), Hébert y sus amigos, pero en
de la sttuación para suprimir el carácter permanente de las asam­
bleas de sección, y el Comité de salvación pública hace detener contrapartida, abandona a Danton y a Desmoulins al Comité de
a Jacques Roux y a Varler. La victoria de los enragés representa segUridad general. Hábilmente mezclados con Jos diputados preva­
al mismo tiempo su fin; si bien recoge una parte de su programa, ricadores, son guillotinados menos de dos semanas después que a
el gobierno decapita el movimiento. En adelante el debate po­ sus adversarios, el 1 6 de germinal (5 de abril) de 1794. La Con­
lítico va a transcurrir únicamente en el interior de la Montaña. vención, aunque vacilante, acaba por ceder.
El hebertismo, apoyado en los cordeliers. y la Comuna se con­ Las carretas de Germinal marcan así el comienzo de la dicta­
vierte en el último intérprete del extremismo parisino: i�térprete dura robespierrista propiamente dicha; en adelante la Comuna
menos espontáneo, menos auténtico que los enragéJ, pero más obedecerá, las sociedades y los clubs se callan o desaparecen,
influyente y mejor situado. El conflicto que entabla en otoño «la revolución está congelada>> {Saint-Just). Pero como ha hecho
con la mayorfa de la Convención y del Comité ya no concierne notar A. SobouJ, el reflujo del movimiento popular anuncia así
al Terror -que ya ha comenzado-- ni a los precios máximos a corto plazo el final del grupo robespierrista, al dejarlo a mer­

1
-que ya han sido votados--, sino a la descristianización. A ced de la Convención. El gobierno revolucionario alcanza de esta
ejemplo de lo hecho por Fouché en Nevers, la Comuna la organiza manera su plenitud de autoridad, su máxima centralización,
sistemáticamente en París, mediante mascaradas antirreligiosas y cuando desaparecen sus bases sociales; gobierno de minoría que
luego con la clausura de las iglesias. Todo un anticlericalismo ha guillotinado por su mismo principio, y ya no puede reco­

1
popular y urbano cuyos orígenes no son tan conocidos como su brar a su derecha lo que ha perdido a su izquierda. De hecho,
posterior desarrollo, encuentra provisionalmente en la revolución ha acabado con los «ultras» del cadalso sin satisfacer a los
un culto de sustitución. La mayoría de la Convención, que ha moderados: la segunda carreta de Germinal anuncia el reforza­

1
votado �1 calendario republicano, es también antirreligiosa; pero mientO de la dictadura y del Terror. Este aislamiento un poco
más realista, ve en la tendencia hebertista un motivo suplemen­ patético es lo que traducen sin duda en este periodo, en planos
tario y gratuito de discordia civil; además, Robespierre detesta muy diferentes, el enloquecimiento de la represión terrorista (ley
el ateísmo, legado de la aristocracia y de los ricos. Por eso en del 22 de Pradial) y la huida de Robespierre a la compensación
ideológica: con la fiesta del Ser supremo, este hombre que cree
otoño se acerca a la co"rriente moderada de la Montaña, a la
que dan nuevas fuerzas el enderezamiento de la situación y el en las ideas morales asimila solemnemente su primada a la del
retorno d� Danton a París. Deja, por tanto, que se despliegue orden natural.
una ofenstva antihebertista, brillantemente orquestada por Le La campaña de primavera, cuidadosamente preparada, bastante
Vieux Cordelier de Camille Desmoulins, y que, más . allá de la mal ejecutada, se beneficia de la inmovilidad prusiana, igual que
descristianización, apunta al Terror mismo. Sin duda alguna, el año precedente. Desemboca finalmente en la apertura del frente
Danton sigue también fiel a su sueño de un compromiso con norte en dos alas, y Fleurus devuelve Bélgica a Francia. Co­
Europa; el «gtan comité»! por otra parte, es en este terreno mienza la expansión revolucionaria: a partir de ese momento, ¿de
qué sirven la guillotina y la dictadu!a? RObespierre caerá por
�ás prudente que los girondinos . El mismo Robespierre, en sus obstinarse en unir dos términos que han acabado -por ser con­
discursos de noviembre y diciembre, introduce distinciones entre
las naciones coaligadas contra la revolución. tradictorios: el Terror y la victoria. El «complot>� de Termldor
Pero esta política, que por lo menos es la de Danton, es incon­ saca así su fuerza de un inmenso cansancio de la opinión y
reagrupa a todos los descontentos de la Convención y de los
fesable: en la Francia de 1793, la búsqueda de la paz no suscita
sólo la oposición de las secciones de París, sino de todo el per­ Comités: los antiguos <(procónsules» terroristas que se sienten
sonal revolucionario, promovido recientemente y vinculado al amenazados, la Llanura que vuelve a descubrir su fuerza, los
Terror Y a la guerra. Danton se halla además comprometido a viejos rivales del Comité de seguridad general, y en el Comité

63
62
de salvación pública, los amigos de Hébert Billaud y Collot en un curso que por desgracia no se ha editado nunca. Si la
la derecha, Y los moderados en torno a Carn�t. A. Ollivier ere� historia diplomática es mejor conocida gracias a Sorel y a Guyot,
�clu�o adivinar signos de división en el interior del grupo robes­ la de la Francia interior, incluso la puramente política, ha · que­
plerrJsta, entre Saint-Just y Robespierre. dado relativamente olvidada. Es que los termidorianos apenas
Lógic� de la victoria, presión de la opinión, desquite de la alimentaron, en el interior, la crónica de las glorias nacionales:
C_o�vencJÓn: . el 9 de Termidor es indudablemente todo esto. Síg­ como sucesores de héroes y predecesores de un genio legendario,
ntflca �ue s1 _Ja meta de Danton --<<la libertad por la paz»---­ ofrecen una fisonomía de personajes de transición corrompidos,
_
sJgue stendo mconfesable, si la de Robespierre -«la libertad
por el Terror� no ha sido más que un expediente la revolución aferrados al poder, sin escrúpulos en sus medios. La izquierda
las sustituirá por una tercera, muy próxima en d�finitiva a los no quiere demasiado a estos hombres venales y amantes de pla­
' i ceres, y la derecha sigue todavía fiel al mito bonapartista del caos
sueños girondinos: «la libertad por la vi�toria y por Ía con­ y el salvador. Y es una lástima: porque este gobierno burgués
quista».
encarna la revolución de forma más exacta que sus predecesores
y que su sucesor, y descubre muchos aspectos de los orígenes
de la Francia contemporánea. Parlamentarios regicidas, antiguos
(1794-1799)
111. LOS TERMIDOI\IANOS
funcionarios del gobierno revolucionario, generales fuera del es­
Es _la hora de la Uanura, apegada por el pasado, el patriotismo calafón, hombres de negocios enriquecidos a manos llenas; no es
precisamente el reino de la · virtud, tan caro a Robespierre, el
Y el mterés a la revolución: si ha sostenido al gobierno revolu­ que emerge de la subversión terrorista: es una clase dominante.
cionario, sólo lo ha hecho bajo la doble amenaza de la invasión Seguirá defendiendo siempre una revolución amenazada, pero es
Y de Paris. La mayoría parlamentaria de la Convención se llena
hija de una revolución «ya hecha».
de terroristas arrepentidos y de girondinos amnistiados con lo
que borra retrospectivamente su capitulación del 2 de junio
de 1793: de acuerdo con las lecciones de la filosofía desearía a) La Francia posrevolucionaria
s�stituir el � del hecho consumado por el de la 'ley. Pero
ftel �al expansJOnismo revolucionario, no logra, como tampoco lo No conoCemos bien a esta Francia «ya hecha». En las fuentes
logro en 1793, escapar a las consecuencias internas de la guerra; de la historia económica y social, el fenómeno revolucionario ha
para estos regicidas, la lucha contra Europa y contra la restaura­ introducido una confusión que hace particularmente difícil el
c�ón monárquica en Francia son una misma cosa: una lucha, establecimiento de las series indispensables; el admirable trabajo
sunplemente, por la vida. Los termidorianos dan en 1795 una estadístico de los intendentes de Luis XVI sólo encontrará las
nueva constitución a Francia, al mismo tiempo ' que devu'elven más de las veces continuadores bajo el Imperio, o incluso más
la palabra a la opinión pública burguesa, pero violan inmediata­ tarde. Circunstancia agravante, la inflación hace que la unidad
mente tanto su espíritu como su letra con el decreto de los dos monetaria sea muy inestable y difícil de estimar entre 1799
ter�ios, Y p�eblan l?�r la fuerza las nuevas asambleas, llegando y 1800. Estas razones técnicas -unidas a la tradicional prepon­
a mstalar cmco reg1c1das en el Directorio. Están condenados a derancia de la política y la diplomacia en la historiografía­
perpetuarse, cosa (¡ue hacen sin elegancia, pero no sin energía, explican las dificultades que hay para trazar un cuadro incluso
tratando en vano, a través de una serie de golpes de Estado de somero de la Francia del Directorio, cuando indudablemente no
dar �n � función de un régimen estable. El apoyo de los eÚrci­ se puede dejar de intentar un primer balance del período revo­
tos . v1ctor10sos ha reemplazado a la presión popular: jamás las lucionario.
l6gtcas inversas y simétricas de la derrota y la victoria fueron El terreno que se conoce un poco mejor es el de la evolución
más claras. demográfica, gracias a los esfuerzos de la escuela de demografía
Estos terrnid?rianos, que acaban por convertirse en los perpé­ histórica francesa (en concreto M. Reinhard, P. Goubert, L. Hen­
tuels, los sempiternos del Directorio, y cuyo personaje simbólico
ry). En el XII congreso internacional de ciencias históricas (Vie­
es . Barras, han sido menos estudiados que sus predecesores. No na, 1965), M. Reinhardt ha mostrado, a partir de las fuentes
extste ninguna historia profunda y general del Directorio fuera
globales, el descenso de la natalidad francesa entre el final del
de la síntesis de Georges Lefebvre, más completa por otra parte Antiguo régimen y el Imperio. Las monografías locales efectuadas
64
65
permiten fechar con más precisión el fenómeno: en una aldea En las ciudades, la evolución social de estos años sigue siendo
normanda y en tres pueblos de la Isla de Francia, el viraje de mal conocida, pero su sentido es inequívoco; está dominado por
los dramas de la inflación y la penuria: mientras que el rentista
la natalidad resulta particularmente perceptible a partir de los
años noventa, y coincide así con el decenio revolucionario. La se encuentra arruinado, comerciantes y artesanos se benefician
de la situación, modificando las leyes de los precios máximos,
población francesa no se resiente por ello; beneficiándose, por
anticipándose a l6s subidas. Al mismo tiempo, la Declaración de
el contrario, del retroceso de la mortalidad que caracteriza al
derechos y el final de los «oficios» hereditarios y venales supri­
siglo, sigue siendo la más numerosa de Europa y puede así
men la sociedad de rangos y abren a todos la posibilidad Je
alimentar a los ejércitos de la República y poco después a los
acceder a los cargos públicos ; la revolución, concretamente en
del Imperio. Pero el descenso de la natalidad, demasiado fuerte
su fase- jacobina, ha multiplicado los cargos y los funcionarios,
y demasiado regular como para que se pueda imputar a la par­
ofreciendo nuevas salidas a los ciudadanos. Con harta frecuencia,
tida de los hombres para la guerra, indica una profunda trans­
ha quedado inscrita en la topografía urbana: las grandes resi­
formación de la mentalidad: traduce sin P,uda alguna la genera­
dencias de los nobles se hallan desiertas, a veces vendidas y trans­
lización de la contracepción conyugal, ya denunciada por los
formadas, y todo el hermoso barrio de otrora parece muerto.
demógrafos y los moralistas del Antiguo régimen. La seculariza­
En París, la Chaussée d'Antin ha reemplazado al barrio Je
ción revolucionaria es en este caso la de las mismas conciencias;
St-Germain. De esta forma, la ciudad burguesa comienza a adqui­
al romper con Dios, innumerables franceses, que ya no son sola­
rir sus rasgos modernos, dominada por el dinero y el poder,
mente aristócratas o los «ilustrados» como en el tiempo de las
el comerciante y el diputado; imagen de una sociedad brillante
luces, adoptan un comportamiento «malthusiano» con medio siglo
y en adelante abierta, ofrece a los jóvenes de las clases pobres
de adelanto sobre todos los demás países de Europa. Semejante
la posibilidad de soñar y triunfar.
precocidad de una conducta colectiva (que sólo se modificará
Es la hora del triunfo de París. Al destronar a Versalles, la
a mediados del siglo xx) remite probablemente a otras evolucio­
revolución consagra a partir de 1789 el triunfo de la ciudad sobre
nes culturales profundas: nueva actitud ante la vida, la felici­
la Corte; el esfuerzo jacobino de centralización refuerza el im­
dad, el matrimonio y la familia ; integración de la masa de los
perialismo parisino sobre la vida nacional, y el advenimiento de
franceses en un sistema de valores burgueses. El terreno se halla
los termidorianos le otorga todo su fulgor: la «fiesta» parisina,
todavía demasiado poco explorado como para que puedan preci­
la reacción de toda una sociedad contra el Terror y la austeridad
sarse estas afirmaciones excesivamente generales.
santificados por los sans-culoÚes, el desquite de la vida mundana
El comportamiento «malthusiano» revela también una Francia y las mujeres, el reinado de Madame Tallien, han sido descritos
de pequeños propietarios, preocupada por el porvenir social de innumerables veces por la historia anecdótica. Este nuevo mundo,
unos hijos menos numerosos: nación de propietarios, país peque­ que corre libremente tras el dinero, el poder y el placer, es ya
ño, burgués y rural, donde la pequeña propiedad se ha consoli­ completamente moderno; pero sigue hallándose profundamente
dado y multiplicado con la venta de los bienes nacionales. La marcado -más de lo que se ha creído, más de lo que se ha
progresión de las cuotas territoriales será señalada por los pre­ dicho-- por el recuerdo tan próximo de la sociedad nobiliaria.
fectos de Bonaparte en la mayoría de los departamentos. No Al igual que los fermiers généraux de Luis XVI, hace fortuna
es posible evaluar, en la expropiación de los nobles y del clero, con el déficit del Estado, y no con la inversión industrial; al
la parte respectiva del burgués de las ciudades y del campesino, igual que los arist6cratas, prefiere la prodigalidad a la acumu­
pero las ventas por pequeños lotes permitieron al segundo ser lación. Con un protocolo subvertido en el que la cena mundana
parte activa en el reparto. En el departamento del norte, estu­ ha reemplazado a la reverencia al rey, pero en un escenario de
diado por Georges Lefebvre, de 30.000 campesinos que habían estilo Luis XVI, las mujeres han vuelto a encontrar la supre­
adquirido bienes nacionales, un tercio no poseia nada en 1789. macía mundana que les había conferido el siglo. ¿Cómo sorpren­
Pueden medirse, en estas circunstancias, las consecuencias sociales derse de que los emigrados que vuelven, como Madame de Stael
de una revolución democrática, llevada a cabo por las masas o Talleyrand, reanuden tan fácilmente sus costumbres? Su mundo
populares: no es la «gran finca)) capitalista, cara a los fisiócratas, se ha degradado simplemente en un demi-monde; la sociedad
la que sale con ello victoriosa, sino la parcela campesina , unas burguesa que nace del Terror ha vuelto a encontrar sin saberlo
veces multiplicada, otras un poco ampliada. una herencia más antigua que su revolución.

66 67
b) Los atolladeros del parlamentarismo burgués muestra hasta ,qué punto la guerra sigue condicionando la política
interior.
A través de la Convención y luego de las asambleas del Di­ Las instituciones del año III tratan, sin embargo, de basar
rectorio, esta sociedad sabrá legislar para el futuro y establecer esta polftica en la ley: separación de poderes, ejecuttvo colegiado,
su predominio. Restablece la economía liberal, funda la enseñanza sistema bicameral, voto censitario, esta República de propietarios
secundaria y superior francesa y acaba por yugular, después de debe muchos de sus rasgos al pensamiento político del siglo. Pero
haber sacado de él el máximo provecho gracias a los «mandatos hace demasiadas concesiones a las consultas electorales, impruden­
territoriales», el desorden _monetario nacido del asignado. Pero temente multiplicadas: no podrá afrontar ni una sola de ellas
fracasa en su proyecto esencial: estabilizar la Francia burguesa con regularidad. En otoño de 1795 destacan el decreto de los
mediante instituciones nuevas y duraderas. dos tercios y la jornada del 13 de Vendimiario: los termidorianos
Sobre los feuillants de 1791, con los que a veces se les com­ vuelven a tener mayoría en las "nuevas asambleas, y cinco de ellos,
para en este aspecto, los termidorianos poseen numerosas ven­ cinco regicidas, forman parte del Directorio: todos los miembros
tajas: se ha levantado la hipoteca real, el movimiento popular del nuevo ejecutivo, de acuerdo con la expresión de un contem­
ha comenzado su reflujo y la experiencia acumulada desde 1789 poráneo, «han quemado sus naves)), y el personal ministerial y
puede utilizarse pru:a un mejor equilibrio de poderes. Pero ¡qué departamental ha seguido las más de las veces el mismo camino.
temible herencia la de esta Francia politica después del Terror! En resumen, la revolución continúa a través del personal político
La República es todavía demasiado reciente para no verse asimi­ que ha llevado al poder, pero a costa de nuevas instituciones.
lada, en las profundidades de la opinión burguesa, a la dictadura Este fallo original y esta fidelídad fundamental, que se hallan
sangrienta de los comités revolucionarios : el 9 de Termidor ha relacionados entre si, pesan sobre toda la historia del Directorio.
dado ya la señal de unos anárquicos arreglos de cuentas y de La herencia del Terror y de la guerra resulta demasiado pesada
un Terror blanco realista en los departamentos del sudeste. Los para una oligarquía parlamentaria a la que por otra parte las
vencedores de Robespierre, la mayor parte de los cuales han luchas políticas y la presión de la opinión pública no tardan en
votado la muerte del rey y participado en el gobierno revolu­ dividir. Pero las filas jacobinas y los soldados patriotas no
cionario, tratan de purificar su pasado haciendo detener a los cejan; el régimen va a durar cuatro años: por débil que sea, los
jacobinos y entregando a Carrier al verdugo: pero no lograrán adversarios son aún más débiles : barrios desarmados y una
jamás la confianza de la opinión pública, y este divorcio original chouannerie monárquica prisionera de la intransigencia reacciona­
entre los grupos en el poder y sus mandantes no hará más que ria de los hermanos de Luis XVI. Sobre todo, el régimen va a
acentuarse. En pocas palabras, si hay ya una Francia burguesa, hacer de la guerra indefinida su industria y su propaganda, del
no hay todavía consenso con respecto a un parlamentarismo bur­ ejército victorioso su sostén. En pocas palabras, quiere durar y
gués. El recurso político de la opinión moderada sigue siendo pone para ello los medios : Barras y Reubell controlan la situa­
las más de las veces el rey; el del extremismo urbano vuelve a ción con energía.
ser muy pronto la nostalgia del año 11. Infortunio suplementa­ Se ha denominado a su politica, la política de la «báscula»: la
rio: las malas cosechas de 1794 y 1795, que suman sus efectos expresión se ha hecho clásica, y designa la alternancia de los
a los de la inflación y traen consigo de nuevo la escasez y la golpes asestados por el ejecutivo contra la izquierda babouvista
agitación ¡x>pular. La Convención se vuelve contra la izquierda, ( 1796), luego contra la derecha monárquica ( 1797) y de nuevo
desarmando sistemáticamente los barrios populares y liquidando contra los diputados demasiado «jacobinos» (1798). Pero resulta
la insurrección parisina durante treinta y cinco años, hasta 1830: engañosa en su fácil simetría : en realidad, después de la repre­
el mes de Pradial del año 111 marca definitivamente -«la derrota sión de Pradial del año III, el movimiento popular parisino
de los sans-culottes» (K. Ttpnnesson). Pero eljacobinismo sigue está desarticulado y ya no constituye una amenaza seria contra
siendo una imagen política fundamental, que acaba finalmente las instituciones. En la primavera de 1796, es verdad que h
por reconciliar las «facciones» del año 11: fanáticamente odiado terrible crisis económica y financiera -tan evidente en las cur­
por la derecha, puede contar con la fidelidad secreta de todos vas de mortalidad del invierno-- permite a Babeuf reunir en
los que deben su puesto al Terror, desde Barias al comisario torno a sí los restos del hebertismo y del robespierrismo. Pero
más modesto, desde Hache al más humilde soldado. Frente al el primer «comunista>> de nuestra historia no tuvo en aquel
«desembarco» de Quiberon, la Convención cierra filas: esto entonces la importancia que le otorgó luego en el siglo xx !::1

68 69
historiografía marxista. Mezclando con el viejo igualitarismo su preponderancia a la expansión francesa y a las victorias de
agrario la idea más moderna del pustch político, no logra inte­ la República.
resar más que a algunos centenares de antiguos terroristas, último
sobresalto sans-culotte mucho más que primer despertar bolche­
vique. Fácilmente desarticulado por Carnot, que se ha redescu­
e) La República, la guerra y Bonaparte
bierto como conservador con k victoria, el complot babouvista,
La expansión francesa por Europa tiene, pues, una historia
al margen de su legado ideológico, encierra sobre todo una impor­
compleja, vinculada indisolublemente a la inestabilidad interior.
tancia negativa; impide provisionalmente la política de unión
Después del 9 de Termidor, los sucesores de Robespíerre here­
de los jacobinos deseada por Barras y permite a Carnot utilizar
dan ante todo los resultados del gran Comité de salvación pública.
el pdmer pánico de la burguesía en beneficio de su polftica de
Se aprovechan de las conquistas francesas en Bélgica y en Ho­
coalición de las fuerzas moderadas.
landa para aceptar una negociación con Prusia, que quiere tener
Pero estas fuerzas moderadas no son republicanas; son mo­
las manos libres en Polonia, consienten una anexión eventual
nárquicas, como lo muestra la primera consulta electoral del
de la orílla izquierda del Rin y hacen de Holanda un país
régimen, en la primavera de 1797. La mayoría parlamentaria
satélite, que se convierte en la República Bátava aliada, y tratan
de los «sempiternos» se encuentra con ello amenazada, y el ver­
con la España de Godoy en contra de la parte española de Santo
dadero, el único peligro que amenaza a la coalición termidoriana,
Domingo.
definido: se trata simplemente de la restauración realista. Bien
Quedan Inglaterra y Austria, o sea, lo esencial de la coalición:
es verdad que hay dos realismos, el primero constitucional y
como no puede alcanzar a la primera, Carnot prepara contra
moderado, heredero del sueño de los feuillants, el segundo nostál­ Austria la campaña de 1796, mediante el célebre plan que da
gico y fanático, fiel en medio de la desgracia a los príncipes. prioridad a los ejércitos de Alemania, y que el nombramiento de
Pero en una Francia en la que Hache acaba apenas de «pacificar»
Bonaparte como comandante del. ejército de Italia va a echar
el oeste mediante una represión metro por metro, el realismo abajo. Pero es necesario tratar de definir los fines bélicos del
se halla demasiado prisionero de su pasado, de sus combates, Directorio antes de que se vean alterados por el peso del héroe
de la Iglesia refractaria y de su legitimo rey como para que no victorioso. En realidad, estos fines no son tan simples como
sean la chouannerie y el deseo de desquite los que den el tono. puede hacerlo suponer la teoría de las fronteras naturales, en Ja
Por otra parte, ¿dónde está el rey constitucional de los mode­ que A. Sorel y J. Bainville han querido ver, con exceso de apre­
rados? Continúa el viejo drama de aquel realismo sin rey, que suramiento, la gran finalidad colectiva de toda la aventura revo­
había obligado ya a Mirabeau, La Fayette, Barnave y que obliga lucionaria. De esas fronteras naturales, el Rin y el Escalda, es
a sus sucesores de Clichy a prestar su apoyo a una tentativa un partidario intransigente el alsaciano Reubell, y el tratado de
de restauración de la antigua Francia. Basilea con Prusia, sin zanjar la cuestión definitivamente, orienta
Barras, Reubell y La- Revelliere-Lépeaux rehacen, frente al pe­ la opinión pública en esa dirección. Pero el acuerdo de La Haya
ligro realista, la unión del personal republicano, civil y sobre con la República Bátava prefigura otra política, no forzosamente
todo militar: ése es el sentido del 18 de Fructidor, modelo de contradictoria, pero sí más ambiciosa todavía: la de las <(Repúbli­
golpe de Estado burocrático, retorno al régimen de excepción cas hermanas», agrupadas como un baluarte protector en torno
y al Terror, nuevo 2 de junio contra la representación nacional, a la «gran nación». Hombres como La Revelliere-Lépeaux o Sieyes,
fracaso irreversible de la tentativa de estabilizat la revolución fieles a la idea girondina de la cruzada revolucionaria, son más
por la ley. Lo que habían hecho los montagnards bajo la pre­ o menos confusamente favorables a ella. Por el contrario, Carnot,
sión de los sans-culottes en junio de 1973, lo hacen los termi­ prudente ya en tiempos del Comité de salvación pública, va a
dorianos con el apoyo del ejército en septiembre de 1797. No buscar en adelante una paz de compromiso como condición de
son todavía, como se ha dicho demasiadas veces, «prisioneros» la unión interior: las conquistas pueden servir de moneda de
de este ejército: por el contrario, el Terror fructidoriano contra cambio a una Francia engrandecida, que comprende flOr supuesto
los nobles y los sacerdotes, la «corrección» inversa de las elec­ Niza y Sabaya, asf como el territorio entre el Sambre y el Masa,
ciones de 1798 subrayan la preponderancia del poder ejecutivo. necesario para la defensa nacional. Hay, pues, más claramente
De lo que ya son prisioneros es del frágil mecanismo que liga que en período precedente, varias politicas exteriores de la revo-

70 71
lución. A este mosaico de diversas ambiciones Bonaparte va a no es falso) pqr adversarios veleidosos; sobre todo, es el inventor

añadir la cuestión suplementaria de su política i aliana, finalmente de algo que no pudieron encontrar ni Carnot ni Saint-Just: la
avalada por París. estrategia revolucionaria del nuevo ejército. Y desde la entrada
Con respecto a las condiciones en que se acuerda este aval en Milán, en mayo de 1796, se da cuenta de su futuro político
Y a las relaciones entre el general y el Directorio, hoy es algo y trata con París de poder a poder; al año siguiente, después
.
bien establecido que el ejecutivo consintió en las improvisaciones de la victoria, realiza el aprendizaje de su futuro consulado,
italianas tanto más cuanto que tenia necesidad de Bonaparte y haciendo de árbitro de Italia ante Francia, proyectando un país
de sus victorias para cons.ervar el poder en París. Pero hay que de notables una República Cisalpina cuyo ejecutivo y cuyo con­
entenderlo en un sentido estricto y en un sentido amplio: el sejo nombr � él mismo. Soldado victorioso, héroe de Leoben y de
ejército no es sólo necesario para la ejecución práctica del golpe Campoformio después de Rívoli, es ya la imagen misma de la
de Estado de Fructidor; no es sólo útil para los intereses finan­ República victoriosa frente a los políticos de París; deja que
cieros, gracias al saqueo de Italia; es también el instrumento Hache y Augereau hagan el 18 de Fructidor al servicio de Barras,
Y el símbolo de una República conquistadora cuya gloria com­ con su apoyo pero sin él. Porque si es ante todo hostil, como
pensa la inestabilidad interior. Por lo demás, cuando un poco sus soldados, a una restauración monárquica, no por ello es par­
más tarde haya partido Bonaparte para Egipto, los miembros del tidario de entregarse al partido republicano, cuyo fracaso, por el
Directorio reemprederán por su propia cuenta la política de las contrario, da por descontado para poder aparecer un día como
«Repúblicas hermanas». Hay, pues, una especie de encadena­ salvador inevitable de la revolución.
miento interior hacia la prosecución de una guerra de fines cada De la misma manera que no ha participado en los sucesos de
vez más indeterminados, aparte de una victoria total: en Francia Fructidor, se mantiene al margen del Terror fructidoriano, invir­
esta guerra se basa en la propia naturaleza de la revolución y t.n tiendo en Egipto su capital italiano, administrado en París por
los profundos lazos establecidos en la opinión pública entre sus hermanos. En Francia, la dictadura provisional del ejecutivo,
conquista y república, paz y monarquía. El consorcio de los al deportar a numerosos sacerdotes y nobles, destruye la cons­
regicidas que gobierna en París teme menos la paz cuanto que piración anglo-realista y permite incluso un cierto saneamiento
no ve en ella la amenaza de una restauración. Al hacer la guerra administrativo y financiero. Pero esta dictadura es demasiado dé­
se protege por la derecha. Pero se protege también por la iz­ bil; se halla demasiado desacreditada para poder asegurar la
quierda: porque la revolución se ha definido por un patriotismo inmensa herencia que reclama y construir una Francia burguesa
popular que ha mezclado las dos pasiones del Terror y de la enteramente nueva, liberada de la Iglesia y de la <( supersticióm>,
guerra. Ahora que el cadalso está arrinconado y los /aubourgs iluminada por el culto decadario y los profesores del Instituto,
desarmados, ¿habrá que insultar tOdavía a los sans-culottes que educadora en definitiva de Europa : porque la lógica de la lucha
pueblan los ejércitos desde el año II con una paz de compromiso interna impulsa de nuevo al Directorio hacia el sueño girondino
con los reyes? Sin duda, en la conciencia de muchos «patriotas», y hacia las «Repúblicas hermanasl>, Suiza, Roma e incluso Ná­
la aventura militar no es más que una forma nueva de activismo poles. Campoformio sólo ha sido una tregua.

revo ciooario, que por añadidura ofrece dinero, cargos, honores;

Pero una vez más -la última- la guerra europea va a añadir
el eJercito, aquel relicario tao bien guardado por el Antiguo sus efectos decisivos a la crisis interna de la autoridad : los
régimen, se ha conver�ido en el cuerpo por excelencia donde el Consejos se han tomado su desquite sobre el Directorio en Pra­
talento encuentra posibilidades de promoción. Ya no puede se­ dial de 1799, y la clase política parisina nacida de la revolución
parar su futuro de la suerte de la cruzada revolucionaria y de la anda de nuevo en busca de una constitución. Es la hora de
República. Sieyes, que piensa quizá -¿y quién no piensa en ello des­
En este sentido, resulta exacto hacer de Bonaparte en Italia pués de 1789?- en una nueva dinastía «Constitucional». Las
el hombre de una extraordinaria coyuntura. Llega en el momento derrotas del ·verano, la pérdida de Italia, la amenaza que pesa
justo para encarnar aquel ejército, aquella cruzada, aquella gloria. sobre Francia hacen que la opinión pública vuelva a sus recuer­
Pero para encarnarlos, para convertirse en el supremo recurso dos: toda una izquierda de oradores y de genei-ales trata de
de la revolución, se necesitaba también su genio militar y po­ reanimar el espectro jacobino, el empréstito forzado, los rehenes,
Htico, que brilla en el momento de la campaña de Italia. G. Pe­ la leva en masa, peto le falta lo esencial del jacobinismo: el
rrero le h a descrito como disdpulo de Guibert, servido (lo que apoyo y la movilización popular. Por el contrario, el cansancio

72 73
general del desorden y de la guerra empuja a la opinión mo.
? _ el rey legítimo como hacia un hábito secular· la
erada hacia '
4. La Francia revolucionaria
tdea de volv�r a poner en manos de uno solo la salvación de y los Estados europeos ( 1 789-1799)
todo st_�ue stendo, a�nque por muy poco tiempo, una tradición

monar',lmca. En semeJant situació ?, la iniciativa de Sieyes puede

muy bten adoptar una mascara antlJacobina: en realidad se vuelve
cont:� la restauración amenazadora . En 1793, la derrota había
movdtzado a los sans-culottes; en 1799, reanima a los chouans.
Es�apad? d� Egipto, Bo�aparte se convierte para Sieyes en

el a 1ado mevtta ble; poco Importa que regrese después de que
La historia de las relaciones entre Francia y Europa en .'':1
_,
la sltua ton :_ _
mdttar haya sido enderezada por Masséna y por época revolucionaria puede ordenarse en torno a dos constatacio­
Brune; el representa la victoria y la paz, y Sieyes Jo ha prevís.to
� �
_ : 1 popular dad del héroe, la extrapola­
t ? o, salvo Io esencial �
nes principales. La primera, que dichas relaciones evolucionan


rápidamente hacia una guerra general y prolongada. Guerra que
Clan , .
emocrauca de la tdea monarquica a la persona de un se presenta bajo apariencias ambiguas, porque ha de interpre­
peque?o noble corso que prepara su papel de árbitro desde hace tarse a la vez como una proyección de los conflictos internos de
_
dos anos. Nadte_ lo sabe todavía en la tarde del 19 de Brumario:
Francia, como una consecuencia de la profunda conmoción que
_
pero al cabo de dtez a ños, frente al pretendiente de la legitimi­
_ la Revolución comunica a las sociedades europeas, y como la
_ revolucional'Ía
dad, la Francia ha encontrado por fin su rey. reanudación, bajo nuevas justificaciones y a veces con nuevos
medios, de conflictos tradicionales. La segunda, que la Revolu­
ción francesa acelera la formación de corrientes de pensamiento
y provoca el endurecimiento de las fuerzas sociales y políticas
del Antiguo régimen, que, como reacción contra ella y contra la
filosofía de las luces, habrán de dominar todo el comienzo del
siglo xrx, y al frenar ciertas evoluciones ya emprendidas a finales
del siglo precedente, acabarán por acentuar determinados desajus­
tes y contrastes en d seno de Europa .

l. LA FRANCIA REVOLUCIONARIA, NACION GUERRERA

«Mirad este vasto país erizado de picas y de bayonetas}> (Le


Pere Duchesne, J de julio de 1791 ). «Liberaremos al universo
de esos criminales que oprimen a los pueblos desde hace tanto
tiempo. . . Hemos jurado estrangular, no importa cómo, hasta el
último de los tiranos}> (Id., 12 de julio de 1791) .
La Revolución activa la maduración del sentimiento nacional
en Francia, y suscita en ella las manifestaciones de un naciona­
lismo militar. Pacifista pero universalista en su origen, la ideolo­
gía revolucionaria, bajo la amenaza exterior, conoce muy pronto
un retroceso en sentido ofensivo: se pasa casi sin transición de
la defensa patriótica a la cruzada por la libertad de los pueblos
y luego a la guerra de conquistas, y, por ello mismo, de la
fraternidad al desprecio y del idealismo al cinismo . La guerra
revolucionaria ha podido encontrar apoyo, en la psicología colec­
tiva, en una xenofobia fundamental que se transforma en chau-
74
75
de Zurkh por haberse plegado al objetivo austriaco de liberar
Suiza, en tanto que las terceras (Suvorov), que habían conseguido S. Francia y Europa napoleónicas
una serie de brillantes victorias en Italia del norte y proyectaban
la invasión de Francia por el sur, recibían finalmente la orden
de dirigirse a Suiza, viéndose así obligadas a replegarse hada
el este.
Dos acontecimientos vinieron, hacia 1800, a modificar las
perspectivas interiores y exteriores de la política rusa. El primero l. FRANCIA : UNA NUEVA VERSION DE LA ESTABILIDAD POLITICA
fue el 18 de Brumario. La irritación del emperador contra sus
aliados contribuyó sin duda a que tomara en consideración a Al iniciar ante el Tribunado una oposición destinada a un
Bonaparte y se lo imaginara como un restaurador de la autoridad, porvenir muy breve, Duverrier ridiculizaba a Bonaparte, califi­
y quizá muy pronto de la monarquía, y como un posible cóm­ cándole de «Ídolo de quince días». Ahora sabemos post-factum
plice en el reparto del Próximo Oriente y la lucha cOntra la que hay que leer de quince años. Incluso está permitido ima­
supremacía naval y comercial de Inglaterra: El otro fue el súbito ginar que estos quince años no hubieran sido más que el prólogo
despertar de la aristocracia rusa. La autocracia había adoptado de una fase política mucho más larga, si Napoleón hubiese encon­
rápidamente, durante el reinado de Pablo I , unas formas suma­ trado el medio, después de Amiens o de Tilsit, · de un sistema
mente arbitrarias, que parecían presagiar el retorno a los más internacional duradero basado en su superioridad militar. Napo­
sombríos años del siglo XVIII. Una serie de ucases había anu­ león Bonaparte logró, sin embargo, una estabilización política y
lado la mayor parte de los privilegios otorgados por Catalina II social de la que habían carecido la Constituyente y el Directorio;
y restablecido obligaciones muy estrictas en materia de servicio en julio de 1804, el Journal des Débats -publicación, bien es
militar y civil del Estado; las vejaciones y sanciones personales verdad, inspirada- agradecerá a la Providencia «habernos con­
se multiplicaban. Semejante estado de cosas hizo sentir a los ducido al fin al que deseábamos llegar en 1789». Semejante «Pro­
nobles todo el valor de la libertad de clase que habían con­ videncia» no fue otra que el genio politico de Bonaparte, genio
quistado durante los cuarenta años precedentes, así como toda hecho tanto de prestigio personal y de empleo audaz de l_a
su precariedad; al mismo tiempo, los más lúcidos de entre ellos
autoridad como de una estimación realista de la situación inte­
pudieron comprobar hasta qué punto el poder militar de Rusia rior francesa, concebida como un juego de fuerzas.
resultaba insuficiente en cuanto sus tropas se aventuraban fuera La Revolución, que en un principio babia estado dirigida con­
de sus teatros habituales de operaciones en .la Europa oriental tra el poder monárquico y que tanto había insistido en la eli­
Las aspiraciones a una monarquía liberal y reformista adquirían minación de la soberanía, acaba con una renuncia por parte de
de nuevo toda su fuerza, precisamente cuando el rostro de Fran­ la mayoría de los ciudadanos. Avidos de las más amplias liberta­
cia se volvía más tranquilizador. El asesinato de Pablo I para tades civiles, los franceses parecen no saber ya qué hacer con
alivio general (24 de marzo de 1801) y el advenimiento de un la libertad política. La Décade Pht!osophique, órgano de los
príncipe que había sido discípulo del revolucionario valdense hombres de las Luces --que se encuentran entre los más fer­
Laharpe, �podían significar el comienzo de una nueva experiencia vientes tJartidarios de Bonaparte antes de la dictadura- saluda
de despotismo ilustrado? en la Constitución del año VIII un <muevo pacto sociah), gra­

cias al cual la población francesa va a poder consagrarse a sus


negocios al abrigo de un gobierno fuerte. La Revolución se
había hecho desde abajo; ahora, para garantizar su asimilación
profunda por el organismo francés, los hijos de los filósofos

1
ponen sus esperanzas en un déspota ilustrado. Creen haberlo
encontrado en el General Cónsul, a quien Garat bahía calificado
en 1797, en el momento de su elección para el Instituto, de

1
«filósofo que por un instante hubiera aparecido a la cabeza
de los ejércitos»: Bonaparte, filósofo republicano, dotado por
añadidura de genio estratégico, tanto polftico como militar. Vol-

120 121
5
ney, que estuvo a punto de ser cónsul y ministro, es en todo habida cuenta del estado de ánimo de la población, a renunciar
caso senador, como Cabanis, Garat o Tracy; íntimo de la Mal­ a gobernar en· contra de los sacerdotes y a planteat· en términos
maison, se jacta de ser la eminencia gris del nuevo régimen y nuevos las relaciones entre el Estado y la Iglesia. Estos térmi­
de poder rodear a su amigo Bonaparte de la élite de los hombres
del 89. En el Primer Cónsul depositan sus esperanzas los tec­
nócratas J- la época, los que saben gobernar y defienden los
J1
nos se fundan en consideraciones de fuerza y de utilidad. Había
que restablecer la paz religiosa negociando con el Papa, !o qui­
siera o no la burguesía revolucionaria y volteriana, y tratar con
principios. Paralelamente, goza de la confiam.a de todos aque­ ,¡ Pio VII «como si mandara 200.000 hombresl>. El inmenso triun­
llos que, como sigue observándose todavía en los electorados 1 fo de Bonaparte en la negociación del Concordato está en que
de hoy, no piden otra casa que desembarazarse de las preocu­ • tiene en sus manos, hasta cierto punto, el porvenir de la Iglesia
paciones del Estado, confiándolas a un hombre competente y roman�: si arrastra a Francia a un cisma nacional, toda la Europa
·

glorioso. católica se fragmentaría en Iglesias particulares. En cuanto a la


El Primer Cónsul representa en primer lugar la garantía de utilidad, es política y sociaL El poder no puede tener mejor
la seguridad de las personas y de las propiedades, en un país apoyo, junto con el ejército, que el de los que dirigen las con­
que teme a la vez la reacción realista y ' los excesos revolucio­ ciencias. La religión es «el misterio del orden sociah) : ¡qué
narios, hastiado del terror y del contraterror: el Consulado no error, por parte de las nuevas clases dominantes, creer que pue­
tardó en tranquilizar sobre estos puntos al renunciar a la ley den conservar sus intereses sin recurrir a semejante ayuda! De
de los rehenes, al préstamo forzado y a la deportación de los esta forma, el Concordato es una pieza esencial de la reconci­
sacerdotes, y al liquidar el problema de los emigrados, al mismo liación nacionaL Pero hay que medir también la reacción ideo­
tiempo que disipaba cualquier equívoco concerniente a una even­ lógica que lleva consigo esta integración del clero en el sistema
tual restauración y garantizaba las adquisiciones d� bienes nacio­ del despotismo. Las obras de teología y de piedad para uso
nales y la desaparición del feudalismo. de los fieles, las novelas piadosas, aparecen en gran número.

,
¿Cómo mantener el equilibrio entre disposiciones en apariencia Los racionalistas -que se confunden con los republicanos- que­
contradictorias? No ciertamente apelando a la idea de «justo dan reducidos a la defensiva, frente a la vulgarización de la
medio» o de «politica de báscula», sino trazando una raya, filosofía contrarrevolucionaria: Rlvarol, un Burke francés de via

1
volviendo la página . La historia de Francia vuelve a comenzar estrecha, hace a las Luces responsables de las calamidades de
en 1800. «Ciudadanos, la Revolución ha realizado los principios la Revolución, a causa de su corrosión de las ideas y las insti­
que la han dado origen; ha concluido» (15 de diciembre de 1799). tuciones del pasado; Chateaubriand, en el Génie du Christianis­
Y con ella el tiempo de las facciones. Bonaparte, que no hubiera me, atríbuye «a la vanidad del saber . . . casi todas nuestras des­
sido nada sin 1a Revolución, no fue sin embargo ni un patriota Los siglos de saber humano han producido siempre
gracias . . .
de 1789 ni un regicida de 1793; no es. más que un oficial siglos de destrucción». La Harpe exalta la superioridad del caba­
incorporado bastante tarde a la política e inclinado a fechar llero cristiano sobre el héroe griego. La Francia del Concordato
por el nacimiento político de todos a partir del 18 de Brumario, aspira a recuperar el inmovilismo de los valores y rechaza las
según la fórmula de Madame de Stael: «Yo soy nadonab, gusta Luces como filosofía militante de un combate que ya no tiene
de decir después del golpe de Estado; «ya no hay más que un objeto.
solo partido», repetirá todavia en 1805. «El gobierno no quiere Pero la estabilización interior de Francia, para poder durar
ya, no reconoce ya, partidos y no ve en Francia más que fran­ y lograrse, segtúa suponiendo una Francia victoriosa en el exte­
ceses», escribía Luciano Bonaparte, ministro del Interior, en una rior. El éxito militar garantizaba la destrucción definitiva del
circular a los prefectos, en marzo de 1800. De ahi una insis­ Antiguo régimen en Francia: gracias a la victoria, Bonaparte no
tencia extrema sobre el tema de la reconciliación, de la unani­ seria ya tan sólo, según la expresión de Joubert, <mn interrey
midad nacional. Unanimidad que, como se verá, cada vez más admirable». Por otra parte, el deseo de estabilidad hará que
claramente no puede encontrar su principio más que en la fide­ se acepte la acentuación progresiva, en medio de una decora­
lidad a la persona del dueño, el único a quien corresponde deter­ ción teatral y cambiante de títulos, vestimentas y palacios, del
minar, según sus propios términos, «lo que hay de real y de carácter personal del poder. Se ha hablado, a propósito del
posible en la aplicación de los principios>) (de la Revolución). Imperio, de «dirección espiritual»: pero Bonaparte actuó más
Fue este realismo el que indujo también al Primer Cónsul, todavÍa sobre la imaginación, fascinó a la opinión hasta la últi-

122 123
ma hora con el fulgor de: sus maniobras. Tras haber conseguido en el poder. Pero los hombres de Brumario no habian pensado


en el interior que la nación perdiera la costumbre de pensar, en crear un ·emperador cuando empujaron al general Bonaparte
continuó ofreciéndola en el exterior el lujo de la dominación, �
al golpe de Estado. Indudablemente el t r'<to del senadoconsulto
que en realidad no era con frecuencia otra cosa que la miseria del 18 de mayo de 1804 sólo es par dó ico en apariencia: «El
del pillaje. «Yo sólo actúo sobre la imaginación de la nación», ,z
gobierno de la República queda \ onfiad a un emperador» que­
declaraba a Volney en abril de 1800; «cuando me falte e:;te ría decir que Bonaparte, sensible a..Ja. agilidad de las conquistas
medio, no seré ya nadie, y atto me sucederá». de la Revolución mientras sólo estuvieran garantizadas t>Or su
Si, por lo que hace a los principios generales, Napoleón Borra­ vida, siempre amenazada por los complots, había decidido conso­
parte encontró su fuerza en una conformidad entre su acción lidarlas por herencia. Santificar así la Revolución, según la ex­
y ciertas tendencias profundas de la nación, no es menos cierto tJresión de van Gentz, confiscar en provecho propio el mito
que se apartó sensiblemente, al nivel de las instituciones poli­ monárquico, desafiar al Antiguo régimen al proclainar el Impe­
ricas y sociales cuya organización dirigió personalmente, de las rio, ¿no era en efecto una hábil operación? No deja de ser
formas predilectas de la burguesía modera�a, que, a través del cierto que Nat>oleón Bonaparte se asemejó cada vez más a un
grupo de los hombres de Brumario, había puesto en él su con­ soberano del siglo XVIII, preocupado por tejer en torno a Fran­
fianza. El Consulado y el Imperio, tanto como contribuyeron cia una red de intereses dinásticos, y de asociarlos mediante
a la asimilación de la Revolución de 1789 , reincorporaron a la alianzas matrimoniales con las más antiguas familias reinantes
vida pública francesa algunos elementos de la tradición del --entre aquellas a las que no había desposeído-. Acentuó aún
reformismo autoritario, tradición anterior a la Revolución y que más el equívoco al dar simultáneamente un carácter más arbitra­
hasta entonces apenas habfa tenido ocasión de dar frutos en rio al ejercicio de su autoridad, volviéndose cada vez menos
Francia. penetrable en sus designios y consultando cada vez menos al
Cuando Napoleón afirma : «El verdadero pueblo de Francia Consejo de Estado a medida que se concluía la gran elaboración
está constituido por los presidentes de los cantones y los pre­ legislativa, de la que habfa sido instrumento; cada vez más ro­
sidentes de los colegios electorales; es el ejército», y no «veinte deado de ejecutantes sin personalidad, dejaba a la polida y Ja
o treinta mil rufianes o gentes de esta especie . . . , el populacho censura tal autonomÍa en el mantenimiento del orden ----o
---c n oca­
ignaro y corrompido de una gran ciudad», no hace sino com­ sión de ausencias cada vez más frecuentes- que hizo que la
partir la opinión de los notables a los que está rindiendo ho­
atmósfera reinante evocara desde entonces mucho más la de la
menaje. Pero si volvía la espalda a la democracia política, Austria del conde Pergen que la de la Francia liberal de 1790.
rechazaba igualmente al régimen representativo: ya en 1802, el
Otro equívoco fue el del restablecimiento de una nobleza, cosa
Tribunado y el Cuerpo Legislativo no eran más que fachadas.
que parecía en contradicción con la igualdad civil y la unidad
Por debajo de ellos , Napoleón Bonaparte prefirió recurrir oca­
de las leyes tan firmemente establecidas por el código. Cierto
sionalmente al sufragio universal, que· volvía a adquirir vida
que aquella nobleza no se pareda en nada a la precedente:
con ocasión de los plebiscitos, y tJor encima de ellos, en cual­
tenfa que ser el medio de reagrupar a todos aquellos que se
quier ocasión, recurría al Consejo de Estado, órgano consultivo
hubiesen distinguido por sus méritos al servicio del Eslado. Pero
y legislativo, verdadera asamblea de gobierno, constituida e in­
no dejaba de ser aquélia una idea del Antiguo régimen, que
cluso presidida por él, reunión de todos los talentos y de todas
hubiera podido ser el gran acierto de un monarca reformista,
las Luces de los que gustaba rodearse. En cuanto al Senado,
árbitro efectivo entre los distintos estamentos. Por su adhesión
unía a la debilidad de no ser una asamblea representativa la
personal al soberano, por la jerarquía de los títulos, tJor su
de no tener otro pat>el que el de simple lacayo.
carácter terrateniente, la nobleza imperial, insoportable para los
Cuando se precisó y se aceleró la evolución hacia una forma
supervivientes de la antigua aristocracia, tenía forzosamente qúe
monárquica de poder, de 1802 a 1804, se hizo igualmente claro
que los deseos de los moderados habían quedado sensiblemente resultar sospechosa para muchos franceses en quienes la nueva
superados. La Llanura de 1793 había admitido la necesidad de pasión por la igualdad era más fuerte que la vanidad social.
la dictadura de salvación pública. · Los termidorianos habían es­ Como consecuencia de las importantes desviaciones experi­
carnecido el sufragio universal mediante el decreto de los dos mentadas por el régimen, desde su nacimiento con el golpe de
tercios. El Directorio había utilizado la fuerza para mantenerse Estado hasta su apogeo imperial, era inevitable que subsis-

124 !25
tieran, o se reconstituyeran, centros de oposición irreductibles tituto. El denominador común de esta oposición se encontró
a la gran politica de unanimidad querida por Bonaparte. muy pronto en e1 anticlericalismo, ya que el Concordato fue
La primera en manifestarse, y la más importante tanto por su interpretado por ella como el signo más evidente de la reacción
ascendencia como por su posteridad ideológica, fue la oposición en la que el Primer Cónsul había caído.
liberal. Reagrupaba a políticos e intelectuales que persistían en Al otro extremo seguía existiendo una oposición monárquica,
querer conciliar un gobierno fuerte con el libre uso de sus fiel a los Barbones y a la contrarrevolución, apoyada como en
facultades críticas y una vida política activa. As1, por ejemplo, el pasado en Inglaterra y en las provincias del oeste y dis­
Madame de Stael, que continuaba creyendo, como hija de las puesta a servirse del complot y de los restos de la chouannerie.
Luces y a pesar de las calamidades de la Revolución, en la idea El Concordato y el catecismo imperial impidieron que se recons­
de progreso en política y trataba de convertir su salón parisino truyera aquella solidaridad entre la fe católica y la fe monárquica
en un eco de la opinión ilustrada. O Benjamin Constant, que que tanto había perjudicado a la Revolución. Pero a partir
quería que el Tribunado fuera una asamblea libre en sus acti­ de 1808, el conflicto con el Papa restableció parcialmente aquella
vidades y capaz de ejercer un control efec.tivo sobre la legisla­ solidaridad, al menos en la medida en que comenzaba a desarro­
ción. O el equipo de la Décade philosophique, que solicitaba la llarse en el clero y la masa de los fieles una corriente ultra­
organización de una oposición conservadora, destinada a «formar montana . La ruptura entre Chateaubriand y el emperador dio
un espíritu nacional». Se trataba de un puñado de disconfor­ a aquella oposición una cierta resonancia. El escritor más cono­
mes. Pero su actividad irritó J! inquietó en el más alto grado cido y más en boga pudo permitirse el lujo de comparar a
a Bonaparte, persuadido como se hallaba en e1 fondo de la Bonaparte con Nerón y evocar, a propósito del régimen impe­
superioridad del espíritu sobre la · espada, y que, por consi­ rial, «el silencio de la abyección>>, sin ser encarcelado. Para
guiente, no podía soportar la idea de no merecer la aprobación Napoleón era un fracaso perder el apoyo del antiguo emigrado
aduladora de las gentes cultas. Ese fue el origen del destierro que había cooperado tan brillantemente a la reconciliación na­
de Madame de Stael, que poseía el don de exasperar al máximo cional al comienzo del Consulado.
el antifeminismo decidido de Bonaparte, de la depuración del En fin, los intereses · económicos en conjunto desaprobaron la
Tribunado y su progresiva reducción al silencio, y de los es­ política del emperador desde el momento en que fue evidente
fuerzos, también, para atraerse a algunos, como por ejemplo a que implicaba la prolongación indefinida de la guerra. Las va­
Cabanis y Volney, que figuraron entre los primeros galardonados riaciones de la cotización de los valores en la Bolsa de París
con la Legión de Honor, pero que sin embargo se acantonaron son uno de sus testimonios : en menos de un mes, en julio
en una muda reprobación, en una abstención altanera, forma de 1807, desde la firma del tratado de Tilsit hasta el regreso
de resistencia discreta que ciertamente alcanzó su objetivo en el de Napoleón a París, subió de 61 a 93 francos, alcanzando así
plano psicológico. En el profundo antagonismo que enfrentó a la cotización más alta del reinado. A la inversa, 1813 habría
estos hombres con el dueño de Francia se manifiesta toda la de quedar marcado por una caida profunda tanto de la renta
distanc;ia que separó muy pronto a los hombres de Brumario como de las acciones de la Banca de Francia.
de la original creación politica que fue el Consulado. El auto­ Pero -Y aquí puede medirse hasta qué punto tuvo razón
ritarismo cínico de Bonaparte, apoyado en una burguesía francesa Bonaparte al acentuar el carácter plebiscitario del régimen político
que en su mayoría tenía más intereses que ideas, estimaba que francés- la lealtad de las masas sostuvo al emperador casi hasta
el gobierno representaba al pueblo, y no tenia, por tanto, nece­ el fin. Asi, y una vez que los complots realistas no fueron
-sidad alguna de darle garantías en forma de diputados pertur­ capaces de sobrevivir al ejemplo terrorista de la ejecución del
badores. Los liberales, poco satisfechos al ver la propiedad me­ duque de Enghien, las intrigas de generales o de ministros,
jor protegida que las libertades individuales, y siendo como eran incapaces y mediocres como Malet, o prudentes y previsores como
una élite política ansiosa de representar su papel, querían, por Fouché y Talleyrand, no tenían ninguna probabilidad de pro­
el contrario, f!ometer el poder a las reglas de un idealismo vocar un movimiento de fondo. Esto no quiere decir que a la
político. larga no se desarrollaran en la población poderosos motivos de
La oposición liberal carecía de bases populares. Pero al menos descontento. El reclutamiento, que le valió a Napoleón la deno­
contaba con numerosos simpatizantes en un cierto número de minación de <iel Ogro» por parte de sus detractores, se hizo
instituciones: ejército, administraciones centrales, enseñanza, Ins- muy gravoso a partir de 1810, y la importancia de las desercio-

126 127
nes lo atestigua: en 1813, 250.000 de cerca de un millón de
reclutas. Los campesinos se indignaban contra los gendarmes y
los militares de las columnas móviles que perseguían a los re­
fractarios y utilizaban como cuarteles las casas de unos ciuda­
danos que se hallaban en regla con la ley. La deserción estaba
relacionada, en parte, con la crisis económica. La mala cosecha �Ad�uisiclones francesas de ·--·
de 1811 había traído consigo un alza de los precios que alcanzó r:_-_-_1 Pa1ses gobernados por los
"""'"'"'
L"'-"::.� Napoleón idas
su cima en la primavera de 1812. Este alza iba acompañada de
QI[O Otros paises dependientes de
una crisis industrial como · consecuencia del bloqueo y de la �:�iH Aliados de Franela
evolución desfavorable de la guerra: a partir de 1813 quedaron -- Confederación renana
bloqueados cantidad de créditos e interrumpidas muchas expor­
taciones. La presión fiscal acabó por hacerse tan insoportable
como el tributo de sangre: a fines de 1813, cientos y diezmos
adicionales hicieron aumentar de un 10 a un 30 por lOO todos
los impuestos, y en particular los arbitrios y el impuesto sobre
la sal, mientras que los sueldos de los funcionarios sufrían una
deducción de un 25 por 100. Pero todos estos males no tuvieron
las repercusiones políticas directas que hubieran podido tener
y que hubieran deseado suscitar los partidarios de los Barbones
ruando en la primavera de 1814 trataron de levantar a los
franceses en torno a la consigna: -«Abajo el reclutamiento y los
impuestos», porque Napoleón había hecho gravar en 1812 el
pan y la harina, despertando asf un eco favorable entre los
sans-culottes, aunque también es verdad que varios manifes­
tantes, entre ellos algunas mujeres, fueron fusilados durante las
revueltas del hambre en Caen aquel mismo año. Por otra parte,
el prestigio de la gloria militar continuaba contrarrestando el
descontento suscitado por el reclutamiento.
Fig. 2. Europa en 1812. Napoleón en el apogeo de su poder.
En vano, por tanto, había puesto el conjunto de la oposición
-republicanos, moderados partidarios de una experiencia de mo­
narquía constitucional, legitimistas- sus esperanzas en la ten­
tativa de Malet, simultánea a las primeras dificultades del empe­
rador en Rusia. Sin embargo, la alarma había sido seria: mientras
encargaba a Clarke, su ministro de la Guerra, que disimulara
ante la opinión la amplirud de la conjura, Napoleón hizo fusilar
a Malet y a trece cómplices y destituyó al prefecto del Sena,
Frochot. Hubo que esperar a que las tropas de los coaligados
llegaran a las fronteras de Francia y a que fuera evidente el
cansancio general incluso en las propias filas del ejército, donde
algunos se disponían a la traición, para que despertaran las
asambleas. El 28 de diciembre de 1815, Lainé -un girondino---­
reclamó al Cuerpo Legislativo «el libre ejercicio de sus derechos
políticos» para la nación, lo que enfureció a Napoleón. El 3 de
abril de 1814, bajo la protección del ocupante, el Senado redactó
el acta de acusación; Napoleón habfa Violado la Constitución

128
129
al elevar los impuestos y declarar la guerra por su sola inicia­ objetivamente a Napoleón con la Revolución antifeudal de 1789 _
tiva · era responsable de las prisiones del Estado, de la censura, temblaban por sus privilegios y su supremacía . Ya en 1800, Pit�
i
de a crisis económica, de la negativa a negociar la paz, cuyo le describía como «d hijo y el campeón de todas las atrocida­
restablecimiento era invocado por «el deseo manifiesto de todos des de la Revolución». El archiduque Carlos, que aquel mismo
Jos franceses». El 8 de abril caía el ídolo desde lo alto de la año permanecía en Bohemia -paÍs que ciertamente no se hallaba
columna VendOme. por completo en manos del clero y conservaba un espíritu na­
La caída de Napoleón volvió a abrir un período de inesta­ cional-, se sentía inquieto al encontrarse con que los campe­
bilidad en la historia politica de Francia. Los once meses de sinos se hallaban impacientes por ver llegar al enemigo : «Aca­
la Primera Restauración y los tres meses después del regreso baremos Con nuestros señores y ya no tendremos que pagar nada».
de la isla de Elba habían de saldarse, desde �ste punto de vista, Y el mismo Napoleón, ante las reacciones suscitadas en el ex­
mediante dos fracasos. La Primera Restauración creó un sistema tranjero por la ejecución del duque de Enghien, resumía: «Yo
que, de derecho, privaba a las clases me?ias de los dere:hos soy la Revolución francesa».
políticos, restringÍa las libertades y de hecho, a�nqu� no dejaba Pero la inspiración de la conquista no era sin embargo la
de oonsolidar las conquistas sociales de 17891 1mphcaba dema­ misma, como tampoco sus modalidades técnica � '
l
ni su desen ace
siadas consecuencias pata la reacción. Fatalmente tenía que resul­ político. La inspiración ya no era ideológica: ya no quedaba
tar impopular y empujar una vez más a los liberales a la oposición. nada de la cruzada de la libertad, ni de la guerra de defensa
En cuanto a los Cien Días, pusieron de evidencia la incapacidad nacional, al menos entre 1a estabilización de 1801-1802 y los
de Napoleón para cambiar de papel y transformarse en monarca sombríos días de 1814-1815. Indudablemente, en el aspecto
constitucional, así como la negatiVa de sus adversarios a creer franco-británico del conflicto volvemos a encontrar los elementos
en el porvenir de un régimen y de un hombre definitivamen�e de una rivalidad permanente; después de 1803 vuelven a afir­
hipotecados por sus relaciones con Europa. El papel secundarto marse tanto la oposición irreductible de los intereses econó­
y episódico representado entonces por Benjamín Constant, re­ micos como la fuerza de la anglofobia francesa y de la repulsa
dactor del Acta Adicional a las Constituciones del Imperio, inglesa hacia la persona y la política de Bonaparte : reflejo de
ilustra bien la carrera incierta _ y la perpetua decepción de los un antagonismo entre culturas políticas sociales e intelectuales
herederos políticos de 1789, de los notables en busca de un ;
tan vivo sin duda entre Francia y G an Bretaña como entre
estado que los protegiera sin asfixiarlos. Francia y los países continentales del Antiguo régimen. Pero
precisamente en el continente, si después de Amiens no se logra
llegar a la estabilización de la paz y de las fronteras, ello se
11. LA EUROPA DEL BLOQUEO CONTINENTAL
debe, como se ve cada vez más claramente a medida que pasan
los años, a que la estrategia napoleónica se ha impuesto el con­
La Europa napoleónica fue, evidentemente, en primer lugar trol de Europa para obligar a Inglaterra a ceder. La conquista
una Europa sometida a una conquista militar sin precedentes en se hallaba ligada también a la forma cesarista del régimen, ins­
la historia francesa a causa de su amplitud geográfica, que talado por la fuerza: «Un primer cónsuh>, declaraba Bonaparte,
constituía sin duda el máximo que podía exigirse· a un ejército «no tiene nada que ver con esos reyes por la gracia de Dios que
organizado de acuerdo con los medios de que entonces se dis­ consideran sus Estados como una herencia. Necesita acciones
ponía. Aquella conquista, único apoyo verdadero de una cons­ fulgurantes y por consiguiente la guerra». Expresa finalmente
trucción política brotada de la imaginación del conquistador, ya la voluntad personal de aventura y de hegemonía de un hombre
no era la misma que la de antes de 1799. Ciertamente, siguió inclinado a asociarse o a identificarse con las glorias del pasado
siendo profundamente revolucionaria: aun cuando los gobiernos nacional: con Juana de Arco, «heroína de la independencia
se hallasen a veces inclinados, durante los años 1800-1815, a nacional», cuya estatua vuelve a levantar en Orléans · con Car­
'
tratar con Napoleón como si sólo hubiese que arreglar conflictos lomagno, al que llama «SU augusto predecesor» y ante cuya
entre Estados de tipo tradicional, las clases dirigentes, común­ tumba se recoge a meditar en septiembre de 1804 durante un
mente aristocráticas, en el campo de los coaligados no cesaron viaje por Renania que le vale el entusiasmo de las poblaciones.
jamás de denunciar la subversión que iba unida al avance de La voluntad de un hombre convencido igualmente de disponer
las tropas francesas, y no les faltaba razón cuando, al identificar de instrumentos de una invencible superioridad, y de poder so-

131
130
meter, administrar y perfeccionar cualquier país en el mundo de cualidades · intelectuales y morales que le hacían apto para
ganar batallas lo mismo que para ejercer el poder político su­
con la ayuda de sus soldados, de sus auditores del Consejo
premo. Quizá es así como hay que interpretar su célebre fór­
de Estado y del código al que ha dado su nombre. La voluntad
mula: «La guerra es un arte simple, y todo él de ejecucié.m>.
de un hombre, en definitiva, que se consideró sin duda a sí
mismo, si es licito hacer hipótesis sobre una psicología íntima Si hubiese tenido tiempo de escribir sobre su carrera militar
tan poco conocida como la suya, un moderno Alejandro, y que habría resultado un relato de sus camp::tñas, pero no una obr�
teórica. Su cerebro poseÍa una notable capacidad para efectuar
escogió el águila de alas desplegadas como emblema del régimen
imperial. el trabajo que a otro nivel de complejidad se confiaría hoy a
un ordenador electrónico: a saber, el análisis de una situación
El instrumento de la conquista, el ejército napoleónico, con­
servaba muchos rasgos del ejército revolucionario: ejército de

militar �da y la elecci�n de una s�lución, de una réplica, 0 !a
preparacton de un abamco de solucwnes y de réplicas en fun­
masas basado en el reclutamiento, que ofrecía a todos posibili­
dades de ascenso y se apoyaba en una po�erosa artillería. Pero ción tanto de los medios disponibles como de los movimientos
posibles del enemigo; con una preferencia, en Napoleón, por las
estos rasgos se modificaron progresivamente hasta dejar de ser
opciones sorprendentes, audaces, arriesgadas. No menos notable
un ejército nacional en el sentido que esta expresión podía tener

en 1792. La enorme necesidad de hombres para combatir en era su aptitud para traducir tales opciones en órdenes e instruc­
nu.m6:osos teatros de operaciones y para satisfacer las exigencias ciones tan claras como imperativas; para controlarlas sostener
o modificar su ejecución mediante su presencia en �edio del
de la ocupación y la vigilancia, llevó a Napoleón a recurrir con
combate, donde la resistencia física y el coraje de que daba
creciente amplitud, entre 1806 y 1812, a los contingentes de los
pruebas le permitían exigir a los demás el máximo de sacrifi­
Estados aliados y vasallos. En su parte francesa, aquel ejército
cios. La contrapartida de este genio fue sin duda el aislamiento
fue siendo cada vez menos el del entusiasmo revolucionario y
patriótico, por más que nuflca le faltara, y cada vez más el de psicológico y humano en el que Napoleón ejerció su mando
la fidelidad personal, una fidelidad que sólo una personalidad la confianza excesiva que nunca dejó de tener en su estrella :
Napoleón hizo el vado a su alrededor, al no poner a ninguno
tan extraordinaria y magnética como la de Napoleón podía sus­
de sus mariscales al corriente ·de sus planes, al no tratar de
citar: si bien es verdad que el interés personal desempeñó tam­
formar a ninguno de sus oficiales en el arte del mando al nivel
bién un papel muy eficaz entre los oficiales superiores: si el
Primer Cónsul y el EID.perador velaron siempre celosamente por más elevado. Su jefe de estado mayor, Berthier, no fue jamás
el carácter único de la autoridad, en compensación los genera­ para él otra cosa que una buena correa de transmisión. Aunque
les pudieron ver cómo se les ofrecían todas las ventajas mate­ consultara y escuchara, el Emperador raras veces cambiaba de
riales y todas las satisfacciones del prestigio: elevados estipen­ parecer,_ incluso cuando un D:uu formulaba sus opiniones con
dios, ricas mansiones, primer rango en la nueva nobleza. Sin t��a la energí� del �lto funcionario consciente de las imposi­
embargo, no cabe duda que lo esencial fue que este ejército bthdades matertales. Sm duda, los mejores entre quienes hubieran
estuvo dirigido por un jefe de una calidad militar excepcional: podido ser auxiliares o verdaderos sustitutos de su maestro ha­
bían muerto prematuramente -un Desaix, un Kléber- o habían
desde este punto de vista, la conquista fue la expresión del
genio_ peculiar de Napoleón. Genio que no era el de los primeros sido alejados por razones políticas, en particular Moreau. Indu­
dablemente el Emperador era un conocedor lo suficientemente
generales de la República, a los que se dejó una amplia iniciativa
estratégica, y que se habían formado en el transcwso de sus bueno -y se jactaba de ello- de quienes le servían como para
campañas. Napoleón Bonaparte tenía tras si una formación cien­ no haberlos clasificado en su mayoría entre los mediocres y
tífica y técnica, la del oficial de artillería salido de una escuela haberse desinteresado de ellos. Sin embargo, puede resultar sor­
militar y que ha leído mucho; además, dio a su oficio de gene­ prendente que no sacara del montón a hombres como Davout'
ral en jefe un carácter burocrático. Pero no fue un innovador Lannes, Soult, y que por el contrario se mostrara indulgente
en materia de estrategia ni de táctica; las excelentes recetas por solidaridad familiar, con otros que no lo merecían, com�
que utilizó no eran suyas y la víspera de las batallas no fue la Murat o Eugenio de Beauharnais. Más grave todavía nos parece
contabilidad de hombres y armamentos lo que �le inspíró las que Napoleón cometiera con la mayor tranquilidad unos cuantos
líneas de su plan de acción. Es indudable que en Napoleón no contrasentidos que provenían bien de la obstinaciPn de su ca­
había un genio militar específico, sino simplemente un conjunto rácter, bien de la insuficiencia de información: así ocurrió a

133
132
propósito de la política del bloqueo continental, a propósito de tralización, presente en la idea del homenaje monumental que
la naturaleza de la guerra de España y a propósito de la opor­ habrían de rendir, en las colinas de París, todos los soberanos
tunidad y luego de la marcha misma de la campaña de Rusia. del continente a su señor, aparecía al mismo tiempo en el es­
El objeto polftíco de la conquista sólo poco a poco se fue fuerzo de unificación económica. Instrumento al principio de
precisando : en 1801-1802, después de Lunéville y Amiens, no una lucha contra Inglaterra que el Emperador había renunciado
se trataba todavÍa sino de consolidar las fronteras naturales y a entablar por mar, el bloqueo era también el baluarte a cuyo
los Estados satélites. En 1806-1807 hay que situar la fase más abrigo debía organizarse una nueva economía europea. En la
fecunda de la construcción europea de Napoleón: «la gran mas­ mente de Napoleón, Francia habría de ser su principal benefi­
carada de Europa>>, dirá injustamente Madame de Stael a pro­ ciaria: sus fronteras se abrirían a todos los productos necesarios
pósito de aquellas creaciones de soberanos. Iba apareciendo Ja para la marcha de las industrias francesas, como por ejemplo
idea de una gran confederación de Estados europeos en torno las sedas de los Estados italianos ; las fronteras extranjeras deja­
a Francia, a través de vinculas dinásticos y del Protectorado rían pasar los artículos franceses, destinados a sustituir a los
de los Estados de Rheinbund. Semejante ·operación amalgamaba ingleses. Es fácil denunciar las ilusiones de semejante sistema
de manera curiosa ideas muy clásicas, como la de multiplicar económico: chocaba con los hábitos seculares de consumo y de
los tronos en la familia de los Bonaparte, y proyectos ilustrados, intercambios de Europa, que suponían un contacto permanente
como el de crear sobre las ruinas del Imperio germánico unos con ultramar; habría exigido una red de comunicaciones terres­
Estados modernos que se distinguieran por la cohesión y la con­ tres y fluviales internacionales de las que no existían sino frag­
tinuidad territorial, la precisión de sus fronteras, la sumisión mentos, y una densa infraestructura comercial y bancaria que
a un soberano único y la unidad del sistema administrativo y sólo la .parte occidental de Europa poseía . En lo fundamental,
legislativo. Resultaba ciertamente interesante la consolidación de este sistema era contrario a la estructura de la producción y del
Baden, Würtemberg y Baviera, por otra parte tan importante en consumo europeos: Francia no se hallaba en condiciones de
los planes estratégicos franceses, como núcleo de resistencia con imponer una complementariedad de las economías como la In­
vistas tanto a Prusia como a Austria. No lo era menos basarse glaterra del siglo XIX en medio de su Imperio de colonias y
en Sajonia, rival y víctima tradicional de Prusia, para romper nuevos países. El ejemplo de las relaciones franco-rusas ilustra
el control que esta última, de acuerdo con Rusia y Austria, ha­ hasta el absurdo esta contradicción: Francia, ocasionalmente ex­
bía establecido sobre Europa oriental; no hubo ningún Estado portadora de cereales, no podia ofrecer un mercado de recambio
más sometido ni más fiel a Napoleón, quien escogió Dresde a una Rusia cuyos productos agrícolas y vegetales se vendían
en 1812 para reunir, en el palacio Marcolini, la corte de toda ampliamente fuera de sus fronteras; a la inversa, no podía pro­
Europa en vísperas de la invasión de Rusia. Pero al hacer a curar a la aristocracia de Moscú, San Petersburgo o Riga el aba­
Federico Augusto rey de Sajonia y gran duque de Varsovia, nico de productos, de una calidad y un precio determinados, que
Napoleón se negó a utilizar la fuerza del setltimiento nacional habitualmente recibía de Inglaterra por el Báltico. Por otra
polaco, del que sin duda hubiera podido sacar partido, mediante parte, la Europa de comienzos del siglo XIX comprendía toda
su apoyo militar, para contener a Rusia en vez de ir a comba­ una serie de núcleos de industrias rurales, textiles y metalúrgi·
tirla en su propio terreno. El .sistema continental adquirió toda cas, que sólo habrían podido aprovecharse plenamente de las
su amplitud en una tercera etapa. Como respuesta a las necesi­ ventajas de la suspensión de la competencia inglesa si el Impe­
dades del bloqueo, nuevas anexiones llevaron al Gran Imperio rio francés se hubiera abierto sin restricciones a sus exporta­
a la cima de su grandeza al incorporarle zonas litorales (Iliria ciones: ahora bien, el mercado francés no beneficiaba verdade­
y Alemania del norte). La consolidación dinástica del régimen ramente más que a las regiones reducidas a departamentos, por
y el estrechamiento del control sobre Europa central fueron a ejemplo a las industrias belgas que se resintieron duramente
la par con la inesperada realización del matrimonio austriaco. después de 1815 del restablecimiento de la frontera política y
1811 fue el año del nacimiento del rey de Roma, así como tam­ aduanera. Hubo también otras regiones que sacaron beneficios
bién el del gran proyecto de transformación de París en capital de la situación: la Suiza del norte, con sus suministros de telas
de Europa. La derrota del zar, preludio a la esperada capitula­ de algodón a la industria francesa del estampado; las minas del
ción de Inglaterra, y la reducción del Papa a funcionario del Rw; las industrias de Sajonia y del ducado de Varsovia . . . Poca
Imperio habrían de ultimar la construcción. La voluntad de cen- cosa en comparación con la perturbación producida en la co-

134 135
rriente normal de exportaciones hacia América, concretamente ías :>ervidumbre, . acceso a las carreras en función del talento y no
exportaciones de tejidos. Además, junto con el bloqueo, el con­ del nacimiento; así, de acuerdo con la idea de Napoleón, nadie
trabando hada subir los precios. En resumen, los intereses eco­ querda, después de haber gozado de semejantes beneficios, vol­
nómicos, empezando por los de los grandes puertos, no podían ver a las antiguas dominaciones. La administración con depar·
,
acomodarse a las condiciones artificiales que Napoleón trataba tarnentos y prefecturas, la unidad de las aduanas y de las dis­
de imponerles. Su descontento venía a reforzar la impresión posiciones, así como la construcción de carreteras y canales,
general de empobrecimiento que las poblaciones y los gobiernos habían de dejar, desde Holanda hasta Italia, huellas duraderas.
experimentaban ante el enorme esfuerzo fiscal exigido por Fran­ Pero la importancia histórica de la dominación francesa proviene
cia: indemnizaciones de guerra a los vencidos, pero al mismo sobre todo del desmantelamiento de la sociedad del Antiguo
tiempo gastos corrientes de mantenimiento de las tropas fran­ régimen que prosiguió activamente durante la época napoleónica.
cesas de ocupación y de ornamento de los contingentes milita­ La abolición del régimen feudal se efectuó generalmente, esta
res. La financiación de las guerras francesas por parte del resto vez, de acuerdo con las modalidades francesas de 1790, o sea
de Europa, además de constituir una gigantesca desviación de contra retroventa de los derechos reales: en Nápoles en 1808,
recursos en detrimento de la economfa, provocaba un vivo resen­ en 1808-1809 en el gran ducado de Berg y en el reino de Westfa­
timiento, elemento importante de la formación de un sentimiento lia, en 1810-1811 en Holanda, en los departamentos hanseáticos
nacional. y en las provincias ilirias. Pero ni el Directorio, ni Napoleón,
Pero la gloria efímera de los campos de batalla y la caducidad ni sus hermanos y protegidos llevaron a cabo la redistribución
del sistema continental no deben · hacer olvidar la huella pro­ de tierr&s que hubiera podido conducir a la constitución de una
funda dejada por Francia en un cierto número de regiones nueva clase de propietarios libres e independientes. En Rena­
europeas que, gracias a Napoleón, conocieron la experiencia de nía, en el Piamonte, las órdenes religiosas fueron suprimidas
un nuevo despotismo ilustrado. Nuevo porque se distinguía ' en 1803 y las ventas comenzaron en 1804; pero fuera del depar·
de las experiencias anteriores en su eliminación deliberada de la tamento de Mont Tonnerre, administrado por Jean Bon Saint
resistencia y del obstáculo que constituían los privilegiados a la André, las ventas no se hicieron por división de las propieda·
voluntad reformadora del soberano, aspecto en el que se hada des y por consiguiente no beneficiaron a los campesinos pobres.
visible la impronta de la Revolución francesa de 1789. Pero En Italia, lo mismo en el norte que en N:ípoles, los bienes na­
indudablemente seguía siendo un despotismo ilustrado, porque cionales fueron adquiridos por la burguesía rica, e incluso a
la reforma venía de arriba: aquf se hace patente la concepción veces por la nobleza; en la provincia de Salerno, los campesinos
autoritaria del gobierno de Napoleón. se adjudicaron sólo el 0,21 por 100 de las tierras enajenadas;
En las instituciones de los Estados satélites y vasallos es el monopolio de la tierra quedó, por tanto, simplemente com­
donde se advierte mejor a dónde se dirigían las preferencias de partido entre la vieja aristocracia terrateniente y la burguesía.
Bonaparte en materia de régimen. En la constitución de 1807 En el reino de Westfalia, las secularizaciones y las ventas no
elaborada para el reino de Westfalia, concebido como un Estado comenzaron más que en 1810. En el gran ducado de Berg no
modelo para la Confederación del Rin, aparece la intención del hubo más que una secularización de los bienes de los cap_ítulos.
Emperador de prescindir del principio electivo, de reconocer Por las mismas fechas, el código civil, en el que Napoleón veía
diversos derechos personales, diversas libertades civiles, pero de una panacea, llevó a todas partes las nociones revolucionarias de
rechazar el sufragio y la expresión politica; en resumen, de la igualdad ante la ley y del carácter civil del contrato matri­
conseguir la felicidad de los pueblos si fuera necesario contra monial, así como una nueva definición de la propiedad.
su voluntad. Ya en la constitución de 1802 impuesta a la Repú­ ' En los Estados de Rheinbund, cuya administración no estaba
blica italiana apareda una evolución similar: el electorado que· directamente en manos de Francia, pero donde se planteaba de
daba escindido en tres colegios -possidenti, dotti y commer­ manera urgente el problema de la consolidación del Estado, el
cianti-, que evocaban el retroceso de la representación demo­ modelo francés ejercÍó una gran influencia, tanto por su eficacia
crática a la representación corporativa. evidente como porque permitía resolver cuestiones de primera
Al seguir siendo el ejecutivo muy fuerte, se encontraba en importancia para unos soberanos que habían adquirido reciente­
condiciones de ofrecer a las poblaciones una administración mo­ mente la dignidad y el poder. Asl, por ejemplo, la tolerancia
derna, una justica liberal e igualdad jurídica : abolición de la religiosa proclamada en Baden, Würtemberg y Baviera, era indis-

136 137
pensable para la paz de unos Estados desprovistos de unidad una evolución, liberal, volviendo la espalda al viejo orden aristo­
confesional. La abolición de la exención fiscal de los nobles crático. Habiendo permanecido al margen del sistema napoleóni­
las secularizaciones de los bienes eclesiásticos, el control de la ; co, aunque una de ellas tuviese que soportar el peso de la ocu­
universidades, la igualdad de acceso a las carreras administrativas pación militar y la otra el de una alianza dinástica, Austria y
la supresión de los privilegios locales eran otras tantas medida ; Pr'usia coincidieron en extraer de su misma humillación la fuerza
impuestas a los Estados por su necesidad de dinero y de hom­ de un cierto despertar. Lo que no significa que haya que apre­
bres de talento, asÍ como por la urgencia de reforzar el poder ciar su alcance únicamente en función del uso, en aquellos paí­
del príncipe. Pero en otros aspectos, a causa de algunas lagunas ses, de un vocabulario que los mismos hombres de gobierno
de sus reformas, aquellos · mismos Estados seguían ateniéndose tomaron prestado de la Revolución francesa y las anticipaciones
a la tradición del despotismo ilustrado más clásico: la que de los escritores. No siempre resulta fácil distinguir, en el
consistía en que los soberanos respetaran a la aristocracia y movimiento reformador que anima en un momento dado la Pru­
evitaran a todo trance que ésta se levantara contra el trono: sia de Stein, de Humboldt o de Hardenberg, y el Austria de
ésta había sido la elección de un José - II, muerto en plena Stadion o de Metternich, lo que es esfuerzo de restauración o
rebelión de sus posesiones. Por esta razón fue abolida sin indem­ de preservación del pasado de lo que, como recuperación de la
nización la servidumbre, allf donde existía todavía, mientras que tradición del despotismo ilustrado, pod1a contribuir a moderni­
otros elementos del régimen señorial eran declarados redimibles zar realmente aquellos Estados. El Congreso de Viena de 1815
e incluso seguían subsistiendo, como en Baden y en Würtem­ y los primeros años de la posguerra habían de mostrar en todo
berg, de la misma manera que subsistieron, siquiera fuese par­ caso h;�sta qué punto las dos «cabezas)) de Alemania continuaban
cialmente, los pl'ivilegios honoríficos y judiciales. Incluso en el alejadas de la concepción de un Estado alemán nacional y
ducado de Varsovia, donde la influencia francesa se ejerció de unitario.
forma muy directa por encima de la soberanía sajona el cam­ Al sustraer a Rusia el control que había pretendido arrogarse

pesino fue emancipado a final de 1807, p-ero el p opietario a fines del siglo XVIII sobre los asuntos de la <( tercera Alema­
conservó el derecho de evicción; la prestación personal y las nia)), la de los Estados medianos, pequeños y minúsculos,
otras obligaciones continuaron siendo la · contn!partida de la Napoleón Bonaparte hizo en unos pocos años, de lo que era
posesión feudal; y el antiguo señor, generalmente nombrado un vado político análogo al de la antigua Polonia en el flanco
alcalde, conservó de hecho sus derechos de policía. Es indudable oriental del Imperio germánico, el tercer elemento efectivo de
que NapoleOO, en contacto con sociedades muy diferentes de un nuevo equilibrio alemán. Equilibrio que, en la paz de Luné­
la Francia aburguesada, y a causa de la inclinación misma de ville, podía parecer todavía aceptable. Prusia no se inquietaba
su evolución política, admitía a su vez la necesidad de respetar por ello, saciada como estaba con las anexiones polacas que
a las aristocracias. Después de todo, la Polonia napoleónica consideraba esenciales, satisfecha en el fondo con cualquier cosa
seguía estando socialmente muy cerca de la Prusia de Hardenberg. que supusiera una humillación de Austria, dando, por otra parte,
por descontadas las compensaciones ofrecidas sobre la orilla de­
recha del Rin, donde no tenía por qué temer todavía la inter­
III. AUSTRIA Y PRUSIA ENTRE LA REFORMA Y LA REACCION vención activa de Francia. La misma Austria podía juzgar rea­
lista el aumento de la concentración de sus territorios gracias
La reordenación de los paises germánicos como consecuencia al cambio, desde hada tiempo en cuestión, de los Países Bajos:
de la tr�ple derrota de Austria (1801, 1805, 1809) y del aplas­ pero este cambio favorecía la apertura al Adriático septentrio­
tamiento de Prusia (1806) fue uno de los aspectos más espec­ nal y no procuraba una mejor base en el Danubio. Sobre todo,
taculares, pero también realmente más fecundos, de la expan­ el articulo 7 del tratado de paz abría el camino al Receso de 1803
sión napoleónica. La intervención de Francia en el antiguo al anunciar que los Estados con posesiones en la orilla izquierda
Imperio fue responsable, tanto en los principados de la Confede­ del Rin serían compensados con secularizaciones en la orilla
ración del Rin (Rheibund) como en los territorios bajo adminis· derecha. El Acta de 1803 fue desastrosa para los Habsburgo.
tración francesa, de un cierto número de reformas que, por incom­ Con los principados eclesiásticos desaparecieron, en efecto, los
pletas que fuesen en más de un caso, orientaron a los países mejores aliados (entre lo que se encontraban también sin duda
alemanes a los que afectaron, y de una manera irreversible, hacia ciudades libres y Ritterschaft) del Emperador católico; todavía

138 139
no hací:l mucho que un hermano de José II había ocupado la
sede de Colonia. La transferencia de la dignidad electoral de
los arzobispos de Tréveris y de Colonia al margrave de Baden
y al ducado de Würtemberg, así como la creación del nuevo
electorado de Hesse-Kassel dieron la mayoría a los protestantes
en el colegio electoral. En contrapartida era Prusia una vez más
la beneficiaria, por la anexión de cuatro obispados en Westfalia
y en Alemania central.
Se comprende perfectamente que Austria juzgase necesario, con
la ayuda de una coalicióri, reemprender la guerra, a fin de
restablecer la estructura tradicional del Imperio, aquella liga de
Estados indispensables para el equilibrio de fuerzas en el centro
de Europa, aquella armonia orgánica de principados grandes y
pequeños, laicos y eclesiásticos, cuya excelencia había puesto
siempre de relieve la enseñanza jurídica e histórica de las uni­
versidades imperiales. Pero la guerra de 1805 resultó desafor­
tunada, y más aún durante el año 1806. La disolución del Im­
perio, aparte de la pérdida de prestigio, afectaba a la capacidad
militar de Austria, al reducir el reclutamiento de una parte de
sus mgimientos y de sus oficiales hasta entonces asegurado por
la Ritterscha/t. Sin necesidad ni deseos de añadir al conjunto
de sus títulos el del Imperio germánico en decadencia, Napo­
león 1 arrebataba a Austria el control de los Estados alemanes
gracias al original y eficaz sistema del Rheinbund: mediante la
organización al oeste de la línea Weser-Turingia de unidades
AUSTRIA político-territoriales más consistentes, establecía las bases de un

lt fácil reclutamiento de contingentes militares más amplios, al mis­


mo tiempo que se . creaba una clientela de príncipes soberanos
unidos a él por los lazos del interés más evidente. Tales fueron
los hechos que condujeron a Prusia, hasta entonces muy cauta
en sus relaciones con Francia, y sorda a las propuestas austriacas
de coalición, a jugar la carta de la alianza rusa y a utilizar de
nuevo sobre el terreno el viejo aparato militar heredado de Fe­
derico II: se trataba, después de haber hecho retroceder a Fran­
cia al otro lado del Rin, de restablecer la posición dominante
de Prusia entre el Rin, el Elba y el Main, muy directamente
Fig. 3. El desmembramiento del viejo Imperio germánico comprometida por los recientes cambios. Jena le valió a Prusia,
mediante la distribución de la propiedad ( 1795-1806). junto con el hundimiento de un ejército anticuado, un trato
inexorable: mutilaciones territoriales mucho más graves que las
sufridas por Austria en el tratado de Presburgo, ocupación mi­
litar y explotación financiera. Al mismo tiempo, el Rheinbund
se extendía hacia el este , con lo que cercaba, con el reino de
Sajonia y el ducado de Varsovia, a una Austria temerosa de
verse desmembrada o absorbida a su vez en el nuevo sistema
politice y dinástico brotado de la imaginación napoleónica_

140
141
gobierno, o quizá a lo mejor aquell_a
La in�inencia del pel�gr?, al mismo tiempo que el privilegio el pueblo por oposición al
la que los escritores comenzaban a fami­
de una libertad de movtmrentos preservada todavia, provocaron comunidad cultural con
ánimo s . En ellos, el sentido nacional no podía ser
un nuevo sobresalto en Viena, que adquiría así el valor sim­ liariza r los
que rodeaban con un halo de
bólico de último centro de resistencia al dominio francés. Stadion otro que el de los aristócratas
io, aún más bello desde que
en la cancillería, Metternich en la embajada de Paris : dos afección nostálgica al antiguo Imper
de família suaba el primero y renana eJ segundo dejado de existir . el pueblo, la aparición de un
.
Rezchsgrafen, había Entre
muy representativos de los emigrados en la Corte de Viena' verdadero sentido nacion al hubier a tenido que seguir, como en
cción completa del feudal
ismo:
víctimas de Napoleón y de sus satélites, se pusieron 8 la cabez � la Francia de 1792, a la destru
estars e lejos de semeja nte cosa en una . �-a­
de Jos partidarios de, la gueua y el desquite. El punto de vista pero no podía más .
to de ampliar la composlClon
d_e Stadion era tfpicame� t� reaccion�io; consistía en la restaur9- narquía en la que el simple proyec
r acusaciones de jacobinismo,
_
,
cton J?
del lm erio g�rmanico, beneflClosa a la vez para Austria de las Dietas bastaba para suscita
quiene s rodeab an a Francisco JI. La exalta­
Y para la aristocracia, pero a la que se oponían todos los res­ concretamente entre
nación germánica, tal como
tantes príncipes alemanes. Este punto de vista iba unido a una ción literaria e histórica de la vieja
ac �� �
i ud i eológica no menos contrarreVolucionaria en este diplo­ se esforzaban por hacerl a r ev ivir los
s
Schlegel o Hormayr, no
vieneses. Por lo d�ás,
matic.o drscípulo de Burke y amigo de Pitt, que tanto había podía difundirse más allá de los salone
episod io «nacio nal». de 1809 fue la msu·
trabaJado por organizar la tercera coalición y que habría de el úniro de la guerra
alcanc e quedó muy por detrás de la
pag�r con su caída en 1809 el fracaso de la ofensiva que tan rrección del Tiro!, y su
ardrent�ente había deseado. Metternich compartía este ardor significación de la resistencia contem
?
porán�a de Espa a: en
susttatdo a Austna para
�n Stadion Y deseaba como él restablecer la autoridad de Aus­ aquella provincia que Napoleón había
con ocasión · de la paz
dársela a Baviera, convertida en
tr�a sobre toda Alemania, incluida Prusia. Pero no sentía el reino
donde Juan, el barón Hor�ayr Y �­
mismo fervor por los principios y aportaba a la elaboración de de 1806, y el archid uque
amiento que hubiera podtdo
la diplomada austriaca mucho más realismo y' en definitiva un dreas Hofer fomentaron un levant
alemanes no pertenecien­
notable sentido de la adaptación a la nueva situación po tica Íí resultar ejemplar para todos los paises
urgo, no se pasó jamás de un patriotismo .local.
de Europa centtal, campo de acción normal e inmediato de su tes a .los Habsb
ca, Tirol permanecía fiel al
Si a causa de la común fe cató
li
país. Su origen social, su formación, su experiencia, tenían for­
de Viena , no lo era menos a una t7adición de �uto­
zosamen �e q_ue hacerle odiar la Revolución : pero al mismo tiempo emperador
a combatt� el absolu tismo
era partidario de aceptada como un dato odioso sin duda, pero nomía que había conducido a Hofer
d de la BaVIera de Montge­
con el que había que contar, de la misma manera que había centralizador de José JI antes que
más odioso a causa de su
que contar con el poderlo de Napoleón, la reestructuración de las que por cierto se había vuelto
o al ejército austriaco, baste
ali nza militar con Francia. En cuant

los Estado� alemanes o la destrucción del Imperio germánico.
que se había reorga nizado bajo �
la autoridad del ¡:¡rc ­
Se ha podido llegar a hablar, a propósito de este heredero de recordar
ejércit o, minist ro . �: la Guerra Y pres_t­
la diplom�cia de gabinete del siglo XVIII, de «bonapartismo» duque Carlos, jefe del ,
trad1c10n, no obedecta mas
en la medtda en que, más que la idea pe resucitar d cadáver dente del Hofkriegsrat: hombre de
��
ca y lo aspiraba a una
ya frlo del Imperio germánico, tuvo la de aprovechar a favor que el sentimiento de la fidelidad dinásti
las fuerzas mi1Har es, de acuerdo
de Austria el sistema del Rheinbund, que habría de permitir reestruct ación progresiva de
ur
f siempr e limitados de los Habsburgo,
una vez cerrado definitivamente el episodio de la hegemoní � con los medio s inan cieros
precipitada como de
francesa, que los Habsburgo resistiesen a las ambiciones de Pru­ mientras desconfiaba tanto de una guerra
base del �erv�cio militar
sia y Rusia . aquella Landwehr reclutada sobre la
era partidario. Cuan�o

En la preparac ón de la guerra, Stadion quiso emplear contra universal, y de la que su hermano Juan
� .
rancta susf n;Ptas armas, creando un ejército nacional y un
Metternich declaraba a comienzos
pueblo
de
s
1809: «La causa de Austna
hasta las orillas del Rin)),
l.Dlpulso patrtottco en toda la sociedad, muy pronto estimulado es ahora la de todos los
lidad de una guerra na­
en esta dirección por las noticias de la insurrección española. estaba evocando en abstracto la posibi
todas las clases. La ofen­
Tal es el sentido de la creación de la Landwehr y del esfuerzo cional para todos los alemanes y para
ión del gobierno austriaco,
de la propaganda oficial Pero cuando Stadion o sus pares ha­ siva de abril de 1809 fue una operac
te suyos, entablada sin Prusia
blaban de nación, lo que evocaban era, en el sestido tradicional, <nJyos objetivos eran exclusivamen

143
142
procurada al príncipe canciller la satisfacción de ver cómo la
(como Prusia, a su vez, había luchado sola en 1806-1807 . . . ), en
capital de su patria de adopción se convertía, menos de seis meses
�n momento en . el que la coyuntura diplomática (neutralidad después de Wagram, en la capital de la diplomacia europea.
mdudable de Rusra) y militar (ínsuficiencia de Jos efectivos fran­
Austria había tenido su levantamiento patriótico de 1809.
ceses Y aliados en Alemania a causa de la guerra de España)
Prusia a su vez dio la señal de la Befreiungskrieg (guerra de
parecía ofrecer perspectivas de éxito a las tropas del archiduque
liberación) de 1813, seguida muy pronto por la VDlkerschlacht
Carlos. De hecho, en Aspetn y Essling infligió a Napoleón I
(batalla de las naciones) de Leipzig. Pero siguen siendo palabras
unas derr? tas que, aunque fueron obscurecidas por Wagram,
_ cuyo contenido tiene que ser cuidadosamente examinado, no sea
tuv1eron sm embargo un relieve comparable al de los sinsabores
que el sentido que les atribuían algunos espíritus ardientes o el
fra��eses en la penJnsula · ibérica. Pero la dureza de la paz de
. uso que hacían de ellas los hombres de gobierno acaben por
Schonbr��n, que �n�aba en concreto a Austria de sus provin­
ocultar, con el tiempo, las realidades del naciente siglo XIX.
c
_ras manumas mendtonales y una parte de su vertiente polaca,
'1

_ .
liD.Itab� s�s fuerzas a 150.000 hombres y le imponía pesadas
El equívoco surgió desde el principio con la persona, las ideas
y la acción de Stein, Reichsfreiherr procedente de la Ritterschaft
mdemmzacJones de guerra, la obligó definitivamente a repk
. de Nassau, el hombre de estado indudablemente más nuevo que
garse sobre sí mrsma. Metternich, que sucedió a Stadion, supuso
el abandono de t��apolítica fundada sobre una ideologfa, y el
la Prusia de entonces tuvo a su servicio. En aquel funcionario
distinguido de la administración prusiana, cuyos peldaños había
retorno a una política de supervivencia del Estado de los Habs­
ido escalando brillantemente a partir de 1780, volvemos a en­
burgo, a la espera de poder recuperar algo de su influencia en
contrar los aspectos conservadores y hasta reaccionarios ya seña­
los países alemanes. Porque en adelante iba a tratarse efectiva­
lados en Stadion, cuya condición aquel compartía: se trata de la
mente de supervivencia: en 1810, Baviera recibía como recom·
concepción del Imperio germánico, que no anuncia en absoluto
pensa el baluarte occidental de Austria -Salzburgo y el Innvier­
. la idea unitaria, sino que solamente expresa el anhelo de una
tel-, mientras que la carga de las contribuciones exigidas en
restauración de las fronteras anteriores a 1802, las dinastías in­
concepto de indemnizaciones de guerra ponia de nuevo en tela
dependientes del Imperio, los privilegios aristocráticos, una jerar­
de juicio la lealtad de las Dietas. En Viena, la llamarada de
quía de Estados asegurada en cualquier caso por una superestruc·

exal �ac ón patrióti�a de 1809 había dado paso a un profundo
tura federal reforzada. Tal es su objetivo desde el proyecto de
abattmrento: sucesivamente la segunda ocupación militar fran­
insurrección popular del verano de 1808, que precipitó su ca:ída,
cesa, la crisis económica y financiera, el increíble matrimonio de
hasta las esperanzas depositadas sucesivamente en la guerra aus­
una archiduquesa con el mortal enemigo de la víspera y la ban­
triaca de 1809, luego en la acción de Alejandro I y por fin en
carrota d e 1811, fu�r?n interpretados como sombríos presagios.
_ aquel papel de administrador de las regiones ocupadas por Ale­
En semejantes condtctones, la política de Metternich fue la de
mania, durante 1813-1814, que nadie más que él tomó en serio.
la conservación y el oportunismo. El matrimonio de María Luisa

Y apoleón, ?reparado por el embajador en Parfs, Schwarzenberg,
La originalidad de Stein reside en otro aspecto: en la nueva idea
que se había hecho de la estructura de la monarquía prusiana,
hab1a de mejorar, pensaba Metternich, las relaciones de Austria
y que se hallaba alimentada por influencias muy diversas (Montes­
con Francia Y por consiguiente asegurar el porvenir inmediato

Y salv�r el prestigio e Francisco II en el interior del propio
.
quieu, Inglaterra por experiencias de viaje y a través de Burke,
la Revolución de 1789 en sus principios, aunque no en sus mo­
Imperio y en relac10n con los Estados del Rheinbund, que
dalidades). Se trata de un Conservadurismo renovado por una
a�renderian así que ellos no eran los únicos entre los antiguos
moral poHtica que hace del afecto del pueblo por su monarca y
miembros del Imperio germánico que gozaban del favor del
del desarrollo del sentido dvico en el seno de las comunidades
dueño de Europa. Durante 1813-1814, en el curso del cambio ! locales el vínculo orgánico del Estado. Semejante renovación del
efectuado por Austria, Metternich había de desplegar todos los

recursos de una retord a diplomacia para llegar con Napoleón
Estado supone reformas de una cierta audacia: el 9 de octubre
de 1807, Stein abolió de hecho la Erbuntertlinigkeit (servidum­
a una compo enda y evitar comprometerse a fondo junto a Ru­
. �
sJa, con el ftn de preservar un equilibrio europeo en el que bre hereditaria) y todas las sujeciones personales que de ella se
las dos grandes potencias del este y del oeste habrían de con­ derivaban; en visperas de su caida, en noviembre de 1808, .se
disponía a liberar a la población de las ciudades mediante la
�arrest�rse en . torno a una Alemania protegida por Viena. Seme­
Jante diplomacia careda de medios para imponerse·' no obstante abolición de los privilegios y las corporaciones, así como a reor-
. '

144 145
ganizar el gobierno central, en detrimento de las prerrogativas los asuntos administrativos, y fue Hardenberg quien alcanzó el
reales, mediante la institución de un gabinete de ministros inde­ límite extremo de la audacia reformadora. Ahora b1en, este Último
pendientes y responsables, de tipo inglés. El mismo espíritu encarna una tradición de gobierno prusiano muy alejada de toda
reformista inspira la acción de los oficiales que prosiguieron des­ idea nueva, liberal, igualitaria o nacional. En materia de pro·
pués del exdio de Stein la reconstrucción del ejército prusiano. blemas alemanes, Hardenberg era absolutamente opuesto a una
Efectivamente, el ambiente de los oficiales había manifestado revitalización del Imperio, así como era hostil a los Estados del
siempre una notable permeabilidad a las nuevas ideas; Scharn­ Rheinbund, ya que aspiraba, con la ayuda inmediata de Rusia,
horst y Gneisenau modificaron el espíritu y el sistema de reclu­ a un verdadero reparto de Alemania entre Austria y Prusia
tamiento del nuevo ejército con la abolición de los castigos de­ hallándose esta última llamada a dirigir una confederación d�
gradantes (Freiheit der Rückenr, libertad de responsabilidad), el Alemania del norte. En materia de asuntos internos prusianos,
acceso de los plebeyos a los grados superiores y la formación '!n Hardenberg figuró ciertamente entre quienes comprendían y en­
la Kriegsakademie de oficiales de estado mayor muy preparados. vidiaban el poderío del Estado francés, dándose cuenta de la
A partir de 1808, la comisión de reorganización militar reco­ necesidad de que los restantes Estados se inspiraran en él, si
mendó la adopción del sistema de reclutamiento; «la Revolución querían sobrevivir. Pero se propuso como modelo una Prusia
francesa», había dicho Gneisenau, «ha puesto en movimiento la moderna más cercana del josefismo que de la Revolución y carac­
energía nacional de todo el pueblo... Si los otros Estados quie­ terizada por una especie de arbitraje del Estado centralizador
ren restablecer el equilibrio de fuerzas, tienen que recurrir :1 que Georges Lefebvre ha definido magistralmente como sigue ;
las mismas fuentes»; pero la prohibición napoleónica, así como «El burgués y el campesino tendrían que estar asociados a la
la hostilidad de Federico Guillermo III , hicieron que hubiera vida del Estado, peto el poder seguida perteneciendo al rey;
que limitarse al sistema del ejérciro profesional cubierto con las castas desaparecerían, pero se conservaría la autoridad social
reservas. El conjunto no sobrepasaba, por otra parte, Jos 65.000 de l�s ]unken>. Canciller en 1810, Hardenberg conoció también
hombres en 1813, año en el que se reclutó por fin una Landwehr los smsabores que ponen de relieve hasta qué punto la voluntad
que proporcionó 120.000 hombres más. Hay que vincular tam­ reformadora de un José II se babia pulverizado contra la resis·
bién al espíritu de Stein los esfuerzos de Wilhelm van Humboldt tencia masiva de los nobles. Quiso apoyarse en 1811 sobre una
por dotar a Prusia de medios suficientes en el reclutamiento del asamblea de notables, sustituida en 1812 por una cámara electiva .
personal civil cualificado; a ejemplo de la Francia napoleónica, pero los propietarios plebeyos, lo mismo de la ciudad que del
organizó con este fin en 1809-1810 los gimnasios, establecimientos campo, no tenían en ella la mayoría. De aquello no salió más
donde se impartía una enseñanza de gran calidad, y la nueva que un simulacro de reforma agraria, que puso de manifiesto
universidad estatal de Berlín, de la que un equipo de prestigiosos que si el deseo profundo de Hardenberg era el de reforzar el
profesores estaba haciendo un centro de investigación, así como poder del Estado arrebatando a los nobles su3 privilegios y
de formación profesionaL reduciendo su influencia sobre los campesinos, en el fondo no
Pero inspirarse en la Revolución francesa para combatirla me­ tenía ni los medios ni la verdadera intención de romper violenta­
jor era un ardid en manera alguna característico de la actitud mente con la nobleza para conseguirlo; hubiera equivalido aquello
media de las clases dirigentes prusianas. La Prusia de esta época, precis�mente a olvidar la lección del fracaso de José II, y pasar,
y más que nunca después de las amputaciones territoriales de cuando el conflicto con Napoleón, corifeo de la Revolución, -;e­
1807, era un Estado al este del Elba, totalmente bajo la influen­ guía abierto, por un traidor y un revolucionario.
cia de los Junker, o sea, de unos conservadores regionalistas, A fin de cuentas, nos podemos preguntar si los años 1806-1815
cerrilmente reaccionarios. Entre ellos figuraban Voss y Zastrow, fueron para Prusia los de las reformas o los de una victoriosa
que contribuyeron en 1808 a la cafda de Stein; o los miembros reacción aristocrática. Lo más claro, desde el primer punto de
de la berlinesa Christlichdeutsche Tischgesellschaft, que unfa la vista, fue la indudable y rápida modernización técnica del ejér­
resistencia antinapoleónica a la defensa de la organizaci9n social cito, pero no se vio en manera alguna acompañada de una
tradicional, es decir, a los intereses de la nobleza prusiana. El desaparición del carácter fundamentalmente aristocrático de la
movimiento reformador en Prusia se vio en consecuencia podero­ institución. En cambio, en las reformas sociales de Stein-Harden­
samente frenado e incluso parado. Después de 1808, Stein no berg, el verdadero ganador fue, de momento, el Junker, si �e
participó ya nunca, a pesar de las apariencias, en la marcha de deja a un lado la conquista, jurídicamente importante, de la

146 147
libertad personal del campesino. En efecto, la abolición de !a milación. Pero la afirmación del yo no es sólo una cuestión indi­
Untertiinigkeit tuvo como contrapartida la desaparición de la vidual; la nació"n es también una personalidad colectiva, que
Bauermchutz, es decir, de la mayor parte de las garantías que tiende a afirmar su poder y su originalidad histórica contra las
protegían hasta entonces al siervo contra la evicción de su tierra. otras naciones. Los Díscursos a la noción alemana de Fichte ponen
Los derechos señoriales -beneficios feudales y prestaciones per­ de relieve las nociones de Urvolk (pueblo original) y de Geist
sonales- no desaparecían más que en el caso de que el cam­ (espíritu), reflejos de un absoluto, de una forma superior de la
pesino cediera al señor entre el tercio y la mitad de la tierra razón humana que se manifiestan en las formas culturales y so­
trabajada por él. El conjunto de lo� privilegios de la nobleza ciales de una colectividad determinada. Insisten en la necesidad
terrateniente seguía subsistiendo, con la excepción del monopolio de formar a los ciudadanos en el culto de los valores nacionales.
de la propiedad de la tierra. Podía así iniciarse una nueva evo­ Semejante filosofía se encontró en la encrucijada de las diversas
lución en la que los ]unker, al mismo tiempo que seguían siendo tendencias del pensamiento alemán del momento: historicismo,
en la práctica igualmente poderosos en sus dominios y sus al­ romanticismo, renovación de la fe religiosa y mística . . . , con las
deas, se esforzarían por constituir explot;�ciones más grandes, que el idealismo poskantiano tiene muchos temas en común,
trabajadas por una mano de obra que, de la servidumbre al hasta el punto de presentarse como su forma sintética . A la
peonaje agrícola, no experimentó ningún mejoramiento real de espera de que la Revolución industrial y el desarrollo de las
su condición. Los historiadores marxistas han podido calificar clases medias vinieran a dar a la unificación de Alemania un
este proceso de modernización del sistema señorial de -«VÍa pru­ impulso decisivo en el curso del siglo XIX, los representantes de
siana del capitalismo». estas tendencias intelectuales y espirituales mntribuyeron a pre­
¿Cuál es entonces la razón de que, a pesar de esta resistencia pararla en el plano psicológico, como Brentano y Arnim al tratar
victoriosa de las estructuras sociales arcaicas, los alemanes con­ de popularizar la herencia cultural alemana mediante su reco­
sideren los años de la dominación napoleónica como aquellos pilación Des Knaben Wunderhorn (El cuerno mágico del mu­

(
que engendraron una Alemania nueva? La razón está en que la chacho); como Kleist, director de las Berliner AbendblCitter, al
formación de una conciencia nacional progresó notablemente du­ hacer representar su Hermannsschlacht (La batalla de Arminio)
rante este período entre la élite culta. La aparición de un sen­ el año del ataque austri.aco; o como el mismo Arnim en 1813,
tido de la identidad nacional y cultural era ya un hecho en esta al trasplantar el chauvinismo para uso de sus compatriotas en
élite alrededor de 1800. La catástrofe de 1806 hizo comprender el momento en que las tropas prusianas franqueaban el Rin y
la necesidad de traducir esta identidad nacional en términos marchaban sobre Francia . Se creó un impulso patriótico; fue el
politicos y puso punto final a la actitud de indiferencia de los comienzo del movimiento liberal y nacional, ·a cuya cabeza se
intelectuales alemanes. De ahí provino un impulso patriótico colocada el mundo de la universidad. Pero la política de los viejos
expresado de formas diversas -romanticismo literario o idea­ Estados, lejos de hacerlo suyo, se dispondrá a combatirlo en
lismo filosófico- del que el gobierno prusiano o austriaco sacó cuanto desaparezca el peligro napoleónico.
partido en las grandes ocasiones para apoyo de su política, sin
sentirse en absoluto solidario con él. Durante su estancia en
Weimar en 1803-1804, Madame de Staél se declaraba estupe­ IV. MAS ALLA DE LA EUROPA NAPOLEONICA! ESPAÑA

facta ante la indiferencia de Wieland, Schiller y Goethe con res­


pecto a la política europea y su admiración por el geP.io personal Por más que no permaneciera personalmente en ella sino de
de Napoleón. Pero semejante actitud iba a ser muy pronto su­ noviembre de 1808 a .enero de 1809, España ocupó un lugar
perada. importante en la acción y en el pensamiento de Napoleón; no
El idealismo poskantiano, entonces difundido en Jena y luego sólo porque este país absorbió una parte considerable de las
en Berlín por la enseñanza de Fichte y Schelling, proporcionó fuerzas militares imperiales, llegando a inmovilizar a 370.000
al nacionalismo político un soporte filosófico. La noción funda­ hombres a lo largo de 1811, sino porque estaba en el centro
mental de esta filosofía es la identidad de estructura entre '.o de los grandes proyectos que entre 1807 y 1812 el Emperador
real y la conciencia, entre el yo y el �niverso, a pesar de s� no consiguió ver triunfar, siendo cada vez más consciente de
antagonismo: el individuo tiene que descubrir su relación con las desastrosas consecuencias de aquel fracaso para el conjunto
el mundo exterior a costa de un esfuerzo de dominio y de asi- de su política europea. Por otra parte, de todos los países

148 149
que conocieron la ocupación militar y la administración fran­ león en Chamartín en diciembre de 1808: disolución del Consejo
cesas, Espaiia fue el que más profundamente escapó al control de Castilla y de' la Inquisición, abolíción de los derechos seño­
de un vencedor que hasta entonces nunca había conocido más riales y de la justicia feudal, reducción en sus dos tercios de
que la dusión de la conquista. La invasión y la dominación ex­ las órdenes religiosas, supresión de las aduanas interiores . . .
twnjeras no fueron, por su impacto, más que la ocasión de una Pero José Bonaparte, «por la gracia de Dios y l a Constitución
revoluctón española íntimamente vinculada al levantamiento na­ del Estado rey de España y de las Indias» , nunca ejerció más
cional, revolución que se desarrolló al margen de la influencia que una soberanía nominal. Los españoles vieron siempre en él
francesa y contra ella. Por eso mismo el fracaso final de la al (<rey intruso>>; los panfletos nacionalistas difundidos desde
reforma, vencida por la tradición, se explica en parte por el Cádiz por toda España hicieron de él «Pepe Botella» o «el rey
hecho de que no recibió en este caso apoyo del exterior. de copas>' . La esfera de su autoridad no hubiera rebasado de
Es posible que la intervención francesa en España sea la que todas maneras la de la presencia militar de los franceses. Incluso
más claramente pone de mamfiesto el carácter imperialista de la en aquellos límites, su autoridad, contrarrestada por la hostilidad
política de Napoleón en el apogeo de su carrera. El Emperador casi general de la población, se veia reducida a la nada por �.a
despreciaba profundamente a un país como España, gobernado total insubordinación de los generales, que no reconocían otro
por una dinastía borbónica decadente y corrompida y por d superior que el Emperador, y se comportaban a escala local como
oscurantismo del clero. Su intección era, a ser posible de acuerdo otros tantos soberanos en país cOnquistado, agotando por lo demás
con los españoles, y si no contra ellos, renovar este país me­ todos los ingresos fiscales y paralizando de esta forma cualquier
diante reformas sociales y administrativas y poner sus recursos esfuerzo reformador. José, que no carecía de buenas cualidades,
a disposición de Francia; ni� la independencia ni la unidad nacio­ aunque éstas no fueran de las que podían agradar a su hermano,
nales de España se tenían en cuenta, y al margen de la sol�ción trató sin embargo de reinar, con la ayuda de los afrancesados.
finalmente adoptada -la de la instalación de un miembro de la Bajo este nombre, como bajo los de josefinos o juramentados,
familia Bonaparte en el trono de Madrid-, Napoleón había los contemporáneos designaron a aquella fracción de la IJustra­
pensado también en la de un desmembramiento en virreinatos ción que, unas veces por simpatía ideológica, otras por interés,
administrados directame'nte por Francia . España tenía un doble por oportunismo o por cansancio, optó por apoyar al rey francés.
papel que cumplir: alinear contra Inglaterra sus fuerzas nava­ Para estos miles de hombres, que pertenecían por lo general a
les, una vez reorganizadas, al lado de las flotas francesa y la élite administrativa e intelectual, la monarquía josefina repre­
holandesa, y abastecer a Francia de metales preciosos americanos, sentaba, entre la impotencia de la dinastía borbónica y los
abandonando el comercio con su imperio colonial en manos de riesgos de una revolución popular violenta de tipo parisino, una
los intereses franceses. Los españoles, de acuerdo con los pro­ tercera vía, la de un reformismo autoritario de Estado; una
yectos del Emperador, tendrían que sentirse halagados al verse posibilidad única de reemprender la modernización de España
reducidos así al rango de instrumentos de Francia, puesto que interrumpida desde el reinado de Carlos IV, imponiendo silencio
ésta, como contrapartida, los baria entrar en el camino del a la Iglesia y a los privilegiados. La opinión nacional española
progreso. les clasificó como traidores. Puede, sin embargo, verse en su
Pero Napoleón nunca pudo llegar a servirse de España, ya actitud una forma utópica de patriotismo, de un patriotismo que
que tuvo que empezar por conquistarla, y nunca logró concluir carecía de posibilidades de éxito. Si unos logros militares deci­
la conquista por más que sus tropas mantuvieran de hecho cons­ sivos hubieran reimplantado el orden y aliviado la ocupación,
tantemente la supremacía militar en el país desde finales de 1808 si José hubiera podido aparecer como soberano dueño de su
a mediados de 1812. Tampoco logró dejar en España su huella reino y relativamente independiente de Napoleón, quizá la opi­
reformadora, por no haber podido ejercer en ella una autoridad nión pública se hubiera puesto ampliamente de su parte, como
efectiva. El primer acto legislativo con respecto a España fue pareció por un momento que iba a suceder en Andalucía. Pero
la Constitución adoptada en Bayona en junio de 1807 por un los verdaderos reyes de España eran los generales franceses, a
simulacro de asamblea nacional. De cualquier manera, dejaba sub­ quienes Napoleón habfa otorgado en 1810 plenos poderes civiles
sistir el catolicismo como religión única, las órdenes monásticas, y militares en CastiJla la Vieja y al norte del Ebro, con la
la Inquisición y los derechos feudales. Los verdaderos decretos esperanza de anexionarse a Cataluña en 1812, como si España
innovadores -en teoría al menos- fueron emitidos por Napa- le perteneciera por derecho de conquista, Por el contrario, en

!50 !5!
diciembre de 1813, Napoleón tendría que devolver España a liaridad con las mujeres. En los sucesos del 2 de mayo
aparecen
Fernando VII, evacuar el país y conceder a José, a su vez los dos aspectos fundamentales de la violación de la dignidad
convertido en «rey deseado», el premio de consolación de la española por los franceses: por la mañana, la
partida de los
lugartenencia general del Imperio . . . Así, pues, en la misma Es­ infantes hacía Bayona, símbolo del sometimiento de
la dinastía
paña, bajo control francés, la legislación de José se redujo a nacional; por la tarde y por la noche, la «lección»
voluntaria y
un corpus de buenas intenciones -secularización de los bienes conscienteme�ue infligida a la canalla madrileña. Al
proclamar:
monásticos tras la sUpresión de la totalidad de las órdenes, «Se ha vertido sangre francesa. Clama venganza»
Murat abrió
desarrollo de la enseñanza- o a creaciones de prestigio -fun­ el ciclo de repr salias y contrarrepresalias, al mis o �
� tiempo que
dación del Museo del Prado, urbanismo madrileño-. A lo más encendía la chtspa de la rebelión general Durante
la larga
esta legislación dio lugar a una especie de emulación por parte g�erra que sigu�ó, los franceses contribuyeron en buena
parte a
del reformismo liberal y nacionalista de Cádiz, que no podía alimentar este ctclo: saqueos, devastaciones, matanza
s, de las que
quedar por detrás. el saqueo de Córdoba y la columna de castigo enviada
a Jaén
No hubo, por tanto, en España una experiencia de despo­ fueron, durante la primavera de 1808, los primero
s ejemplos.
tismo ilustrado al estilo francés. El verdadero papel de la inter­ Venganza contra las atrocidades españolas, pero
también efecto
vención francesa en España consistió, bajo el efecto del impacto, de la exasperación de un ejército perpetuamente frustrad
o en los
en suscitar una insurrección popular de carácter revolucionario resultados normalmente esperados de su superior
idad en el te­
tanto como nacional, y engendrar así las condiciones de una rreno puramente militar, de su sentimiento de
continua insegu­
experiencia de reformismo liberal, finalmente abocada al fracaso, ridad en un país cuya población le había bloquead
o de tal
que fue la ocasión de un arreglo de cuentas entre la tradición manera que era prácticamente imposible consegu
ir de él la menor
y el progreso. La consecuencia de ello fue la consolidación de información, el menor indicio. De 1809
a 1812 durante el
período en que las tropas francesas controlaron
un retraso secular. �fectivamente
Las formas de la intervención y de la presencia francesas en numerosos centros urbanos y sus inmediaciones,
el gobierno de
España entre 1808 y 1813 constituyen un caso extremo; en nin­ los g��erale� fu� el gobierno del terror : requisas
, impuestos,
guna parte de Europa durante la época napoleónica gravitaron repres10n, ejecuciones, actos de injusticia y brutalid
ad; fueron
tan pesadamente sobre le. vida del país, ni provocaron una reac­ pocos aquellos --como Suchet- cuya mano se hizo
sentir menos
ción nacional tan hogoménea y eficaz. Las relaciones entre Na­ y que no perdieron el sentido de la honradez persona
l.
poleón y España se vieron hipotecadas, desde el principio, por la Pero si la guerra adquirió un carácter de inexora
ble crueldad
decepción y la ofensa experimentadas por los españoles en la de guerra total, se debió sobre todo al tipo particula
r de resis�
persona de Fernando VII. Cegada por su odio he.cia Carlos IV tencia opuesta por España a Napoleón : una resistencia
popular
-el «Choricero»----- y Godoy, la opinión pública espe.ñola quiso y nacional. Con su sobresalto revolucionario y con su
pasividad
creer durante el invierno de 1807-1808 que las trope.s francesas fundamental, los campesinos y artesanos españoles fueron
los que
sólo entraban: masivamente en España para sostener la acción verdaderamente guiaron el curso de los acontecimientos.
emprendida contra Portugal, por una parte, y para favorecer el Un sobresalto revolucionario: tal es, efectivamente,
el sentido
e.cceso al trono del príncipe de Asturias, por otre.. El desenlace del motín de A.ranjuez, de la insurrección madrileña de
los
de las conversaciones de Bayona, en abril-mayo de 1808, s6lo levantamientos patrióticos que se difundieron enseguida or
el país a partir de Oviedo. Cuando los campesinos y los
� todo
hizo que pareciera más hipócrita la conducta del Emperador. Y criados
e.sí fue como Fernando VII, rey de unos pocos días, espíritu de Aranjuez Y de los pueblos vecinos impusieron, del
17 al 19
cobarde y vil, amargado por la frustración del poder, se encontró de marzo de 1808, la abdicación de Carlos IV, estuvieron
·�
con que encarnaba a los ojos de su pueblo al mártir de la punto de matar a Godoy y aclamaron como rey a Fernando
VII;

1
independencia nacional. Igualmente importante fue la manera cuando el pueblo bajo de Madrid, reforzado pot los
campesinos
como se estableció el contacto entre tropas francesas y habitantes de los alrededores, después de haber esperado durante
días
de las regiones ocupadas. El descontento se reforzó muy pronto ent:ros con ansiedad las noticias de Bayona , se arrojó
en la
con los primeros saqueos, requisas y ocupaciones de fortalezas; manana del 2 de mayo sobre los caballos y los soldados
franceses
en Madrid, los soldados de Murat cayeron mal con sus cons­ mientras nobles y burgueses se parapetaban temerosam
ente en
tantes exhibiciones militares, su irreverencia religiosa y su fami- sus casas; cuando el 9 de mayo, en Oviedo, la multitud,
arras-

152 153
6
trada a la calle por los estudiantes, reclamó la guerra contra simplemente leales, con una lealtad en la que del modo más
Francia y quince días más tarde impuso la creación de la natural se apoyará Fernando VII a su regreso, cuando en mayo
primera junta insurteccional; en todos estos casos se trataba indu­ de 1814 se siente suficientemente seguro de su pueblo- y de su
dablemente, �amo reacción contra el vado de poder mon quico ár ejército- como para abolir en bloque la constitución de 1812

Y la expectativa temerosa de las autoridades' del ejercicio directo y todas las reformas de inspiración liberaL
por parte del pueblo, de una soberanía que en tiempos normale � Pero incluso antes de haber favorecido así la solución política
jamás habría discutido a su rey. Al condenar con su acción las más de acuerdo con los deseos de un soberano del que ignoraban
instit?ciones vacilantes del Antiguo régimen y los grupos des­ que era el más falso de los héroes, las clases populares desempe­
acreditados por su impotencia para evitar el drama de la inva­ ñaron un papel no menos esencial durante la misma guerra. Si
sión, el pueblo español exigía la instalación de poderes resueltos los franceses no hubieran tenido nunca ante sí más que los
a luchar por la independencia nacional. Más profui:tdamente ejércitos regulares españoles, la guerra habría acabado por extin­
-pero la catástrofe nacional habla modificado el orden de urgen­ guirse, porque hubieran podido eliminar sin gran dificultad uno
cias- el descontento politice se apoyaba también en el campo tras otro todos los ejércitos reconstruidos por las juntas locales

en una resistencia latente a los excesos ·del ré imen señorial : o la junta central. Si los franceses no hubiesen tenido que
restringir sus efectivos en la Península ibérica a partir de 1812
Pero aparte de esto, las revoluciones urbanas de 1808 no
abría� el c�mino a una subversión de las estructuras políticas y como consecuencia irse replegando progresivamente hacia el
norte a comienzos de 1813, las condiciones para un avance vic­
Y sociales, smo todo lo contrario. Era una revolución al servicio
de la tradición, de la que seguía estando impregnada toda la torioso de Wellington no se habrían dado nunca. Por el con­
conciencia popular, hasta el punto de que las energías de las trario, las franceses habrían encontrado las mayores dificultades,
_ incluso dedicando a la tarea enormes esfuerzos, para acabar con
masas pudteron después ser fácilmente explotadas por los ele­
mentos ultraconservadores del clero y la nobleza, y servir Je la guerra de guerrillas. Por dos decretos del 28 de diciembre
soporte a la restauración -o mejor la retrogradación- de 1814. de 1808 y del 17 de abril de 1809, la junta central se esforzó
Los insurrectos no pretendieron en modo alguno hacerse con en vincular la guerrilla a la guerra oficial; pero de hecho los


e ?oder; dejar�n que los miembros de las clases dirigentes tra­ guerrilleros,salvo aquellos que se hallaban rígidamente encua­
dtcmnales constituyeran las nuevas juntas, con la coridición de drados por oficiales de los antiguos ejércitos regulares dislocados
que fuesen ardientes patriotas. La movilización apasionada y y dispersos, llegando así a constituir unidades militares de ver­
_
,
f�atlca de las clases populares se efectuó en torno a un pequeño dadera importancia, continuaron librando un tipo de lucha autó­

nurnero e conceptos de una gran fuerza emotiva, pero pertene­
_
noma, popular y patriótica, cuya espontaneidad y originalidad
cientes t�dudablemente a la más vieja tradición. En primer constituyen un fenómeno social, e incluso antropológico, sin pa­
lugar 1� Imagen del buen rey, Fernando VII, cuyo alejamiento rangón en la Europa de entonces. En aquella guerra de volun­
_ _ tarios donde el anarquismo del desertor y del bandolero iba
Y cautividad no de¡aron nunca de simbolizar la ofensa hecha
a la patria, y cuyo retorno había de provocar manifestaciones a la par con el más puro desinterés, se revelaron, lo mismo que
de idolatría. Luego la de la fe católica: Madame de Stael no durante las guerras de la Revolución francesa, talentos excep­
dejó de notar que los españoles eran junto con los rusos los cionales que no hubieran hecho carrera en la sociedad de los
dos únicos pueblos europeos de una p�ofunda religiosidad. ons­C tiempos de paz: un simple campesino como Mina, «el rey de
tantemente aparecen las manifestaciones de piedad asociadas de Navarra», un castellano de extracción más alta como el Empe­
manera espontánea a los episodios de la lucha nacional. En Za­ cinado, fueron -mucho más que un Castaños o un Palafox,
ra�oza, en junio de 1808, se hace prestar juramento a las tropas personajes cuya acción simbólica superaba su profunda medio­
ba¡o el estandarte de la Virgen del Pilar; en pleno asedio y bajo cridad- los verdaderos genios de la situación. Sin duda no eran
la am�naza de los bombardeos franceses se celebra con gran otra cosa que la manifestación de un genio colectivo y profundo:
_ el de una tierra que mimetiza al combatiente, el de una pobla­
solemnidad allí el 25 de julio y la solemne procesión de San­
tiago interrumpe los trabajos de fortificación. La guerra contra ción que alirrienta, protege, pertrecha e informa a «sm> soldado,
los franceses es como una nueva reconquista, alentada por sacer­ y lo hace desaparecer al aproximarse las columnas móviles del
dotes y monjes. La patria es el rey y la religión. Ajenas a los adversario. De esta forma, unos 50.000 hombres, todo lo más,
grandes debates de las Cortes de Cádiz, las masas permanecen lograron paralizar constantemente la circulación y el abasteci-

!54 !55
miento de las tropas francesas, llegando a imponer más de un El día 24 de septiembre de 1810, por iniciativa de dos sacer­
mes de viaje a los convoyes que se dirigían de Bayona a Madrid, dotes se apróbó un decreto según el cual la soberanía nacional
a pesar de la creación de un cuerpo especial de gendarmería para Í
resid a en las Cortes: aquello parecía junio de 1789 . . . 1811 fue
la protección del itinerario y de' fuertes escoltas militares. en Cádiz el año de las Luces: se abolieron la tortura judicial
Una guerra, por tanto, que evoca al mismo tiempo los y .Jos derechos señoriales, y se redactó la Constitución, solemne­
episodios de la resistencia ante la conquista romana y ciertas mente adoptada en marzo de 1812. En 181.3 quedó abolida la
formas modernas de guerra en la que participa toda una nación Inquisición.
en la totalidad de su territorio. Simultáneamente, y sin apenas Un año más tarde, el rey exiliado borraba todo esto de un
relación con lo precedente, a un nivel completamente distinto, plumazo en vísperas de su regreso triunf�l a �adrid. La ver­
.
tuvo lugar un intento de revolución política y social, querida dader2 España arrojaba por la borda el ltberahsmo, del mismo
por la pequeña élite de los liberales. modo que habfa rechazado al enemigo fuera de las fronteras.
Las juntas provinciales, de origen insurrecciona!, se hallaban Aisladas en la periferia del país, las Cortes de 1810-1813 no
también arraigadas en la tradición española, la de la vivacidad habían tenido prácticamente ninguna influencia sobre él. Las
de los particularismos regionales, que no · excluían un vigoroso juntas, dominadas en casi todas partes desde 1811 por g7nera­
sentimiento nacional. Sin embargo, la necesidad de combatir les, habían ignorado el poder de Cádiz. Los grandes terratenientes
eficazmente a los franceses llevó a varias de estas juntas a cons­ y los administradores de los señores feudales habían saboteado
tituir la junta central en Aranjuez, de donde huyó a Sevilla. la abolición de los privilegios. Víctima a su vez de las reformas,
Los diputados que la componían pertenecían a todas las ten­ todo el personal de las antiguas instancias administrativas y judi­
dencias: conservadores extremistas, como La Romana; represen­ ciales aguardaba su desquite. El clero, en su mayor parte, gara�­
tantes del absolutismo ilustrado, como su primer presidente, el tizaba el éxito de una mayoría conservadora en las Cortes ordi­
viejo Floridablanca¡ reformadores moderados, como }avellanos, narias elegidas a finales de 181.3. Los oficiales superiores perte­
partidario de una monarquía constitucional a la inglesa, de una necían también a la oposición más conservadora, a diferencia de
reforma agraria y de la abolición de la Inquisición. Una provi· los oficiales subalternos; fue precisamente el apoyo de Elio,
sional y superficial unanimidad les hada compartir la convicción capitán general de Valencia, y de Eguía, nombrado por el rey
de que era preciso organizar la victoria, y que para ello habrfa capitán general de Castilla la Nueva, lo que permitió a Fernan­
que pagar un tributo al espíritu de reforma; y ¿no equivalía do VII restablecer el absolutismo mediante una acción que,
esto a anunciar implícitamente una renovación de las viejas lo mismo en Valencia que en Madrid evoca directamente los
estructuras burocdticas de España, así como afirmarse contra pronunciamientos que tendrán lugar durante todo el siglo . Por
la anticuada autoridad del Consejo de Castilla? A pesar de ello, el contrario, las Cortes no supieron atraer a su causa las simpa­
no recayó sobre la junta central la tarea de emprender el es· das populares, ni tuvieron tiempo de hacerlo, por no ha er ?
fuerzo de modernización inseparable del esfuerzo de guerra; colocado la reforma social en primer plano, ni haber sabtdo
desacreditada por el fracaso de sus ejércitos , discutida su auto­ difundir su propaganda entre las masas. Con sus élites intelec·
ridad a causa de su escasa representatividad, tuvo que ceder d tuales mal preparadas para representar su papel, con su bur·
puesto a la reunión de las Cortes. guesfa quebrantada por la decadencia del comercio, España que­
Esta fue la oportunidad de los liberales, a los que las cir­ dó al margen del camino hacia el progreso.
cunstancias colocaron artificialmente en una posición dominante.
La historia de las Cortes de 1810 se halla, en efecto, unida
a su instalación en Cádiz, asediada pero invicta: la menos espa­ V. MAS ALLA DE LA EUROPA NAPOLEONICA: RUSIA
ñola y la más europea de las ciudades de España. La asamblea,
cuya convocatoria no se habfa llevado a cabo según la distinción Los años 1800-1815 presenciaron en Rusia, de manera deci­
tradicional de los brazos, sino por ciudades y provincias y sobre siva el choque de una corriente de occidentallzación poderosa­
la base del censo de 1797, encontró allf el apoyo de una bur­ d
me te renovada contra otra corriente de reacción ideológica vio­
guesJa abierta a las ideas nuevas, así como a las relaciones con lenta. La primera iba unida tanto a la persistente influencia del
países lejanos, partidaria de la libertad religiosa, política y eco­ modelo francés como a la admiración por Inglaterra. La segunda
nómica, y que otorgaba más valor al trabajo que al nacimiento. encontró un estímulo irresistible en la lucha entablada contra

156 157
Francia en dos ocasiones, 1805 y 1812, y su éxito final se debió tos a los muchachos de cualquier condición, con la excepción
en gran parte a la acción personal de un zar de ideas cambiantes de los siervos·. Los programas incluían especialmente el estudio
y de ambigua personalidad. de las ciencias, teóricas y aplicadas, naturales y sociales . El
Si los primeros años dd reinado de Alejandro I pueden ser resultado abiertamente buscado era el reclutamiento de funcio­
calificados de liberales, ello se debe más a la reforma del sistema narios cualificados. «Dotada por la altísima generosidad del
de educación en 1803-1804 que a sus reformas polfticas, admi­ soberano y erigida bajo el patrocinio imperiah>, proclama un
nistrativas y sociales, de un alcance muy limitado, cuya ·pater­ manifiesto de la administración universitaria en 1805, <<la uni­
nidad hay que atribuir al comité secreto de los amigos del zar. versidad de Moscú tiene el placer de invitar a los jóvenes de
La creación de un Ministerio de Educación ·(1802), la publicación todas clases, deseosos de enriquecer su inteligencia con toda
de un Reglamento para la educación nacional ( 1803) y de una suerte de conocimientos, a hacerle el honor de inscribirse como
carta de la universidad de Moscú ( 1804) dieron origen a un estudiantes. La universidad promete solemnemente proporcionar
conjunto de instituciones públicas que hablan de tener un por­ atención y protección especiales a sus nuevos ciudadanos y con­
venir duradero, por más que sus comienzos fueran diffciles; ferirles todos los derechos y prerrogativas concedidas por el
se trataba de una innovación cuyas consécuencias intelectuales Emperador. Después del cumplimiento de tres años de estudios,
y sociales a largo plazo habían de ser considerables: al tratar los es tudian tes entrarán en la administración civil con un rango
de mejorar la formación de unos cuadros cuya falta se hada equivalente al de mayor en el ejército, en reconocimiento y
sentir cruelmente, el Estado autocrático construyó al mismo tiem­ recompensa de su trabajo en la universidad».
po el molde en el que se forjaría la intelligentzia; al propor­ De esta manera se confería a la universidad el estatuto de
cionar una estructura escolar al país, Alejandro introdujo un corporación autónoma, independiente en materia de programas,
germen de disolución en d mismo edificio que trataba de con­ de censura y de reclutamiento, y dotada de su propia jurisdic­
solidar modernizándole. ción. De hecho, las universidades segufan sometidas a los inspec­
El zar era perfectamente consciente de que se hallaba mal tores de los seis distritos escolares. Sus tareas intelectuales com­
secundado y que la superioridad de Francia en Europa provenía prendían a la vez la difusión de una enseñanza al corriente de
en concreto de la calidad de su potencial humano. «No tengo a todos los progresos cientfficos y el patrocinio de sociedades cul­
mi lado más que gentes sin educación sana», decía en 1812 al turales consagradas a la investigación (en Moscú, por ejemplo,
embajador británico sir Robert Wilson. «La Corte de mi abuela la Sociedad de la Antigüedad y de la Historia de Rusia, la
ha dado a todo el Imperio la peor educación, limitada como Sociedad para el estudio de las ciencias médicas y físicas, la So"
se hallaba al estudio del francés , de las frlvolidades francesas, ciedad de matemáticas . . . ). En 1803 se había reorganizado igual­
de los vicios franceses, sobre todo del juego. Tengo muy poca mente la Academia de Ciencias de San Petersburgo. Toda esta
gente con la que pueda contar en firme». Ahora bien, tenía que renovación de la vida intelectual rusa (que por otra parte depen�
luchar «COntra un antagonismo infernal que a la más horrible día siempre mucho del extranjero) se beneficiaba en definitiva
perversidad une el talento más eminente y se encuentra secun­ de una indudable libertad : reanudación de la importación de
dado por las fuerzas de toda Europa y por una masa de hom­ libros reapertura de las imprentas privadas, régimen de cen­
'
bres de valor que se han formado durante veinte años de guerras sura moderada, bajo el. control del Ministerio de Educación.
y revoluciones». Descartadas de la reforma las instituciones políticas y sociales,
La reforma escolar tenía sin duda como objetivo la realización ¿iban por fin a hacer su entrada triunfal en Rusia las Luces
en Rusia de aquella movilización de las aptitudes de todos los gracias a las escuelas?
individuos de los diferentes niveles sociales, de la que la Fran­ En realidad, la reforma escolar se vio saboteada por la arista·
cia revolucionaria ofreda el ejemplo. Inspirada en las recomen­ erada, cuya juventud debería haber sido la primera en frecuentar
daciones de Diderot y Condorcet, a través de los trabajos pre­ los gimnasios y las universidades. Los nobles reprochaban ante
paratorios de Muraviev, la reforma de 1803 preveía cuatro grados todo a la enseñanza pública la mezcla de alumnos de todas las
coordinados : escuelas parroquiales, escuelas de cabezas de par­ clases sociales, y además la imposición de un cursus studiorum
tido, gimnasios en las capitales de gobierno, universidades: largo y austero, muy diferente de la educación mundana «a la
Moscú, Dorpat y Vilna (1802), Kazán y Jarkov ( 1804) y San francesa)> que ellos habían adoptado desde los tiempos de Cata­
Petersburgo (1819). Todos los establecimientos se hallaban abier- lina. Así, los hijoS de la nobleza continuaron frecuentando pre-

158 159
ferenteroente los centros privados dirigidos por emigrados fran­
en Rusia un regtmen representativo censitario y un código vlst­
ceses y las academias militares. Finalmente, su abstención provocó
blemente influenciado por d ejemplo de la Francia napoleónica,
concesiones por parte del poder y una verdadera reacción escolar
a partir de 1810, bajo el ministro Razumovski. Se crearon esta­ y que por otra parte se dirigía contra los privilegios de la aris­
tocracia al someterla al impuesto sobre la renta. La Memoria
blecimientos reservados a la nobleza -lo que equivalía a renegar
de uno de los principios fundamentales de 1803-como por sobre la antígua y la nueva Rusia de Karamzin le opone una
ejemplo, los liceos (Zarsko 'e-Selo,1811; Odessa, 1817), �
d un critica que constituye un texto fundamental de la reacCión
europea. «Nos hemos convertido en ciudadanos del mundo, pero
nivel intermedio entre el gimnasio y la universidad, el Instituto .
Pedagógico de San Petersburgo (que habría de convertirse en hemos deJado de ser en parte ciudadanos de Rusia. . . Desde
universidad en 1819) o el internado de la universidad de Moscú los tiempos de Pedro el Grande, las clases superiores se han
separado de las inferiores, y e1 campesino, el ciudadano, el co­
(1818). El otro aspecto de la reacción fue la altetacióD. de los
merciante ven desde entonces en los miembros - de nuestra no­
programas, que inspectores como Uvarov, en el distrito de San
Petersburgo, volvieron a orientar hacia la enseñanza del latín bleza simples extranjeros, en detrimento de esa comunión fra­
del griego, del ruso y de la religión. Ti-as esta evolución s � ternal que debe existir entre las diferentes clases de la nación.»

adivina toda una contraofensiva filosófica; la que realiza, por De este modo el cosmopolitismo de la cultura y del género de
medio de sus amistades, uno de los «faros» de los salones aris­ vida se considera responsable en general del debilitamiento de
tocráticos, el embajador del rey de Cerdeña en el exilio, Joseph la cohesión social y se invoca el sentimiento nacional como
De Maistre. nueva fuerza cohesiva a la cual la aristocracia podrá restablecer
Llegado a Rusia en 1803, publicó allf en 1809
sus Principes una supremacía quebrantada. Karamzin incluye dentro de la
générateurs des constitutions politiques) donde se reafirma con cultura rusa tradicional la autocracia y la servidumbre: todo ello
tiene que ser respetado como depósito sagrado; el zar no tiene
fuerza el principio de autoridad: «La ley no es propiamente ley,
tampoco derecho a modificar esta herencia. «La intangibilidad
y no posee una verdadera sanción más que si se la supone ema­
nada eJe una voluntad superior, de suerte que su carácter esen­ de la autocracia es para Rusia la condición esencial de su feli­
cidad. El zat es la suprema y única fuente de todo poder. Pero
cial consiste en no ser la voluntad de todos». Se comprende el
éxito de una doctrina como ésta entre la aristocracia rusa. En la nobleza es tan antigua como Rusia ' y el zar no debe hu-
millarla.»
cuanto a la educación, tenía que eliminar el estudio de las
ciencias y de la filosofía del derecho natural que encierran en ;
He a�uí reafirmada en suelo uso la nueva estrategia política
germen el atefsmo y el igualitarismo. de la anstocracia: se insiste tanto en el reforzamiento de la auto­
También en relación con la educación se desarrolló otra co­ ridad monárquica como en el mantenimiento de los privilegios
rriente anti-occidental del pensamiento ruso, la del nacionalismo
dado que estos dos órdenes de intereses se consideran rigur ;
samente solidarios y no opuestos como en tiempos de la ofen­
ruso, la del nacionalismo cultural, soporte del conservadurismo
siva aristocrática.
polftico. Su principal representante fue Ka!amzin, cuya evolución
reaccionaria concluía por entonces. En 1803obtuvo el nombra­
La literatura rusa de los años de la guerra contra Francia está
animada por las mismas preocupaciones: la exaltación del sen­
miento de historiógrafo oficial, a fin de preparar una historia
timiento patriótico mediante el recurso a la historia nacional.
de Rusia escrita en la lengua nacional que pudiera servir de
base para una educación patriótica e inspirar a escritores y Mientras que las comedias de Krylov atacan la galomania de
artistas; se trataba de inculcar a los rusos la conciencia de su las damas de la buena sociedad, otros escritores tratan de temas
destinados a alcanzar gran éxito, como el de la superioridad de
propia valla, y de alejarlos del modo de pensar del extranjero.
la civilización rusa medieval sobre la del Occidente en aquella
La obra capital de este hlstoricismo será la Historia del Estado
misma época, o el de la lucha victoriosa de los eslavos sobre
ruso, en once volúmeneS (1818-1824), uno de los libros más
leidos del siglo XIX ruso. Anteriormente, en 1811,
Karamzin
los mongoles (cf. Zukovski, autor prerromántico del Canto del

estuvo en el centro de las intrigas urdidas por la gran duquesa


bardo sobre la tumba de los eslavos victoriosos · Dmitri del Don
Catalina contra las reformas de Speranski. Durante el breve
pieza de Ozerov representada triunfalmente �on ocasión de ��
batalla de Eylau; las compilaciones históricas de Glinka). La
periodo en que gozó del favor imperial, este último había some­
rea�ción antifrancesa llegó a adoptar incluso formas extremas y
tido en efecto a Alejandro una serie de proyectos para introducir
caricaturescas en el primer movimiento eslavófilo, y en particular

160
161
en el nacionalismo del almirante SlSkov, que era puramente lin­
inf��
de sus conversaciones con Jung-S tilling durante su viaje a Vien
güístico. Fundador de una «Conferencia de amantes de la lengua Esto culminó, después del traumatismo que los Cien Días
rusa)), y más tarde presidente de la Academia, creía que la gieron a una Europa tranquilizada demasiado de prisa, en sus
lucha contra Jos galicismos era esencial para proteger a Rusia encuentros con la baronesa de Krüdener y en la redacción del
contra el contagio revolucionario. pacto de la Santa Alianza (junio-septiembre de 1815). Así fue
Pero ·quizá la forma más original de la reacción rusa contra como vino a realizarse en Rusia en sumo grado la fusión entre
la expansión de la Revolución francesa por medio de los ejér­ la dirección poUtica del Estado y unas corrientes de pensa­
citos napoleónicos fuera la reacción religiosa y mística, cuya miento que implicaban, junto a experiencias de piedad interior
eficacia se hizo sensible a niveles muy diferentes: el emperador de una cierta elevación, el charlatanismo de unos visionarios
y su séquito, la nobleza culta, las masas campesinas. Rusia se 1 profesionales. Semejante fusión, por breve y superficial que fue­
hallaba desde hada tiempo en relación con el pensamiento mís­ ra, no deja de ser uno de los fenómenos más sorprendentes del
tico, teosófico y ocultista de la Europa central y occidental, por desconcierto general de la Europa del Antiguo régimen.
intermedio de las logias escocesas. Masones eminentes como El caso de la baronesa de Krüdener merece un momento de
KoSelev, antiguo oficial y diplomático, amigo de Alejandro, :.e atención. Pertenecía al medio social más refinado y occidenta­
dedicaban a la difusión de las obras de Madame Guyon, Claude lizado de Rusia, el de la aristocracia báltica de Riga. En su
de Saint-Martin, Lavater, Eckhartshausen y Swedenborg. Volve­ ascendencia paterna, la de los Vietinghoff, contaba con dos gran­
mos a encontrarle en los orígenes de la sociedad bíblica rusa, des maestres de los Caballeros de la Espada, y un padre primer
fundada en 1812, y centro muy pronto de reunión de laicos consejero de Estado de Livonia, senador del Imperio el «rey de
y eclesiásticos al margen de las confesiones católicas romana, i
Riga»: mecenas fastuoso, reunia en la _ primera p anta de .m
ortodoxa y luterana. A imitación de las sociedades bíblicas ingle­ palacio un «Círculo de entretenimiento» y mantenía en el piso
sas, ésta tenia como objetivo primero dar a conocer mejor los bajo un teatro, una compañia de comediantes y .una orquesta.
textos sagrados editándolos en todas las lenguas habladas en Y por su ascendencia materna, la de los Münnich, un mariscal
Rusia, y esto era ya una novedad, porque la espiritualidad orto­ ilustre de los tiempos del reinado de Pedro el Grande, que fue
doxa concedía poca importancia a la lectura individual de ta también un luterano místico profundamente influenciado desde
Biblia. Más aún, la Sociedad actuaba como una Inquisición, su juventud por Fénelon. De estos linajes prestigiosos nació una
condenando los libros que contenian afirmaciones contrarias a ia muchacha de temperamento romántico, que habría de escribir
fe, y se convirtió en el centro de las intrigas d� todos los novelas emparentadas por su estilo y su sentimentalismo con
adeptos de la religión interior, que tanto en Rusia como en Bernardin de Saint-Pierre y Chateaubriand, igualmente sensible
Alemania soñaban con el nacimiento de una creencia y una al espectáculo de las auroras boreales y al de la salvaje Provenza
Iglesia universales, frente común de las almas cristianas contra calcárea. « ¡ Oh dulce sensibilidad! Te debo los momentos más
la impiedad revolucionaria. KoSelev y Golicyn, este último pro­ dulces de mi vida. Tú has elevado mi corazón hacia el Ser
curador general del Santo Sínodo, encargado de los asuntos de supremo y bueno.» En el curso de sus viajes por Francia, Suiza
las religiones no ortodoxas, y presidente de la Sociedad bíblica y los países alemanes, aquella alma formada por la educación
rusa, contagiaron al zar sus obsesiones místicas, cuyas implicacio­ materna en una ardiente piedad, herida por las decepciones de
nes politicas adqúuieron así bruscamente un alcance incalculable. una vida conyugal rota muy pronto, busca el contacto de todo
Bajo el efecto de la lectura de los libros sagrados y el impacto lo que la Europa de entonces considera como místico: Lavater,
de la invasión francesa y de la peligrosa situación de su imperio Zacharias Werner, Jung-Stilling, las comunidades de Hermanos
hasta comienzos del invierno de 1812-1813, Alejandro se con­ Moravos, la secta ginebrina de las «Almas interiores», los mile­
venció poco a poco de ser_ el elegido de Dios para liberar a naristas. Hacia 1808 abandona toda vida mundana para acoger
Europa de la barbarie napoleónica y para hacer reinar luego la revelación divina, y luego se consagra a una especie de pro­
sobre ella un orden politice conforme a los principios cristia­ selitismo místico entre los grandes del siglo ( «Creedme mi voz
nos: versión inspirada y profética de una pol1tica de hegemonfa �
es profética», escribe en 1809 a la reina Luisa de Prusi ) y a la
continental inaugurada por Catalina II. La adhesión del zar al organización de «esa gran Iglesia invisible a la que ningún
misticismo se reforzó a consecuencia de sus contactos con los culto divide», en la que todos los adeptos de la religión interior
cuáqueros durante su estancia en Londres en junio de 1814, y y el puro amor habrán de reagruparse para luchar contra las

162
!63
fuerzas demoníacas desencadenadas sobre Europa por el anti­ tinopla; ¡;e esbozaron proyectos de acción común después del
cristo: Napoleón Bonaparte. Curiosamente, semejante concepción tratado de amistad franco-rusa de 1801, y más exactamente, des­
no está muy alejada, en el fondo, de la de los diplomáticos más pués de Tilsit. Pero Bonaparte, aparte de que los otros aspectos
realistas: Talleyrand, Caulaincourt, Metternich, que ven en el de. su política le impidteron siempre poner de nuevo en marcha
Emperador francés, en ese mismo momento, <mn piloto extra­ una expedición hacia Egipto y la India y de que en el terreno
vagante». En 1815, cuando la baronesa de Krüdener logre llegar de los intercambios comerciales sólo podía ofrecer a la econornia
hasta Alejandro 1, encontrará en él un terreno ya abollado. La rusa muy mediocres perspectivas, era de hecho hostil a la insta­
idea de la Santa Alianza, ep particular, parece efectivamente bro­ lación de los rusos en Constantinopla, e incluso en el Danubio
tada de las meditaciones bíblicas de la baronesa. El « documento inferior. No podía, por tanto, proporcionar a AleJandro el apoyo
de misticismo sublime y de estupidez» del 26 de septiembre ' ' que éste esperaba para la reanudación de su política de expan­
de 1815, según palabras de Metternich, sigue siendo, no obstan­ sión (guerra con Persia, 1804-1813; con Turquía, 1806-1812).
te, un acto auténticamente personal de Alejandro I, que dejó A su vez, Napoleón esperaba de la alianza rusa una colaboración
en él una especie de síntesis entre su fe de convertido, intima­ esencial para la eficacia del bloqueo continental: ahora bien,
mente persuadido de ser el Elegido de los Elegidos, y las ten­ semejante colaboración lesionaba, si no todos, sí la mayor parte
dencias liberales que no ha eliminado todavía del fondo ideo­ de los intereses económicos y arruinaba, junto con la balanza
lógico de su acción. comercial rusa, una moneda ya muy frágil. En cuanto a los
Una de las grandes fuerzas del llamamiento religioso residió problemas de Europa central, no se prestaban a ninguna conci­
en que, no contentO con inspirar la acción del conservadurismo liación. Desde el Receso imperial de 1803, Bonaparte no hab.ía
ruso al nivel de los circulas dirigentes, dio también pruebas de hecho más que acumular, en los países germánicos, provocaciones
su eficacia en medio de las masas campesinas. La guerra de 1812 hacia Rusia, que hubiera deseado una neutralización de estos
fue librada como una guerra patriótica y religiosa por los gue­ paises; provocaciones que alcanzaron su punto culminante con la
rrilleros de las regiones invadidas por los franceses. Napoleón creación de la Confederación del Rin y la ocupación militar de
no llegó a recurrir a la proclamación de la emancipación de los las fortalezas prusianas después de la batalla de Jena; después
siervos, tan temida por los propietarios. Pero ¿hubieran reac­ de Tilsít, los ducados de Oldemburgo, Mecklemburgo-Strelitz y
cionado éstos, llegado el caso, con una rebelión generalizada? Mecklemburgo-Schwerin, vinculados a Rusia por lazos dinásticos,
Puede dudarse de ello cuando se comprueba la resonancia po­ fueron incorporados al sistema continental, mientras que con los
pular de todos los gestos llevados a cabo por las autoridades: territorios orientales de Prusia se c�nstitu.ía un Gran Ducado de
anatema lanzado contra Napoleón por el Santo Sínodo; proce­ Varsovia. La influencia de Rusia en los asuntos europeos hab.ía
siones y administración de los sacramentos la víspera de los quedado anulada, replegada dentro de sus fronteras, protegida ,
combates {concretamente antes del de Borodino). bien es verdad, por sus propias dimensiones . A pesar de todo,
No se puede, ciertamente, reducir todo el conflicto entre Rusia Alejandro I tuvo miedo a la invasión cuando los franceses llega"
y Francia, entre 1800 y 1815, a un conflicto ideológico. Este ron al Niemen, y en adelante ya no se sintió tranquilo por el
último no hada otra cosa que revelar el aspecto pasional de hecho de que las tropas francesas, presentes en Prusia y en
una oposición de intereses entre los dos Estados más poderosos Polonia, parecían servir de garantía a la reconstitución de un
del continente. Que esto siguió siendo lo esencial puede dedu­ reino de Polonia aliado de Francia, lo que hubiera sido una
cirse con facilidad del hecho de que el zar no vaciló en acercarse amenaza intolerable al flanco occidental de Rusia. De esta ma­
a Napoleón cuando le pareció que podfa aprovechar en beneficio nera el zar llegó a desear con toda su alma una nueva guerra,
propio semejante aproximación. Rechazar a los turcos más allá en la que contaba con obligar al adversario a agotar sus tropas
de los Estrechos, mantener un comercio libre en el Báltico, en el" inmenso territorio ruso; y, una vez ganada esta guerra,
afirmar el derecho de supervisión de Rusia sobre los asuntos llevarla a sus ejércitos hasta Francia, para impedir que Napoleón
alemmes y naturalmente salvaguardar su territorio, tales eran reconstituyese nuevas fuerzas e iniciase de nuevo una ofensiva,
los grandes intereses permanentes de la política rusa. Las ilu­ extirpando así el mal en la misma Francia. Asf, de 1799 a 1815,
siones de una alianza pudieron mantenerse un cierto tiempo a Rusia puso de manifiesto los temibles y peculiares caracteres
propósito del primer punto. Fl:ente a Austria e Inglaterra, Rusia de su intervención en los asuntos europeos: inmunidad natural
necesitaba un aliado para asegurar su marcha hacia Constan- contra la invasión; peso de sus reservas humanas ; autonomía

164 !65
de una acción que se manifestaba, según el capricho imperial,
6. Inglaterra en la pnmera mitad
en el envio o la retirada de un ejército y la aceptación o el del siglo XIX
rechazo de una alianza. Metternich no carecía ciertamente de
razón al pensar, desde su observatorio vienés, que una �ez eli·
minada con la restauración de los Barbones en FranCia, una

import nte causa de perturbadón del equilibrio europeo, habr1a
que tener cuidado enseguida de que este equilibrio no volviera
a verse turbado por las ambiciones de Alejandro l.
Vamos a estudiar en este capitulo la evolución de Inglaterra
de 1793 a 1849, incluyendo en él los últimos años del siglo XVIII.
1793 fue el año en que Inglaterra entró en guerra contra la
Francia revolucionaria, y más tarde napoleónica, lo que para el
caso viene a ser lo mismo : veintidós años de guerra, interrum­
pidos por algunos meses de tregua después de la paz de Amiens,
que pusieron fío a la primera ola de la Revolución industrial,
modificaron de una manera temporal pero sensible las condi­
ciones de la vida política y las reacciones colectivas, y otorgaron
al poder británico sus contornos geográficos modernos. 1849 es
el momento en torno al cual se pueden señalar las mutaciones
decisivas de la Inglaterra del siglo XIX: en esa fecha optaría
por estimular sin restricciones, mediante la adopción del libre
cambio, la expansión de su capitalismo industrial ; entre la in­
vención del ferrocarril y la del acero Bessemer, la nación se
hallará a punto de entrar, modificando la coyuntura durante
mucho tiempo dominante, en la plenitud de la prosperidad vic­
toriana; con la coincidencia entre el fracaso de los movimientos
revolucionarios y el debilitamiento de las resistencias conserva­
doras, dará la impresión de haber encontrado una vez más aquel
equilibrio social que los paises del continente no han alcanzado
por lo general más que a costa de episodios de violencia. Entre
estos dos límites cronológicos hay un período de transición co­
rrespondiente a los años 1810, transición de la que el período
1813-1815 (desde el fracaso del bloqueo continental hasta .la
batalla de Waterloo) constituye sólo un elemento: desde la crisis
económica de 1812 a la de 1817, Inglaterra se embarca en una
etapa de dificultades que coincide, paradójicamente, con el re­
torno de la paz; dificultades económicas de una agricultura
habituada a los precios altos, de una industria que busca mer­
cados y pierde beneficios; dificultades políticas y sociales pro­
vocadas por las grandes olas de fondo del descontento artesanal
y obrero que la clase dominante trata de quebrantar, habituada
como se halla desde hace un cuarto de siglo a identificar el
radicalismo con el detestado jacobinismo.

167
166
industrial parecen esfumarse ante la prosperidad de la era de

los errocarriles, primera fase de la gran prosperidad mid-victorian. 7. La Restauración y los acontecimientos
�1 Impulso de la industrialización lleva consigo el triunfo polí­ subsiguientes ( 1 8 1 5- 1 830)
tiCo del conservadurismo liberal, que concede simultáneamente

el ibre cambio Y la jornada de diez horas (1847). La nueva estra­
t�gra obrera se ha transforinado a su vez con la derrota del car­
t�sm? · Nuevas confederaciones profesionales y una nueva central
smd1cal renuncian en los años cuarenta a querer hacer triunfar
un� �eorfa general de la. sociedad, para atenerse en adelante a

O Jettvos p�ácticos y limitados. Con la desaparición del predo­
. Con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciuda­
ffillllO econom1_�o ?e la Inglaterra agraria, la aceptaciór1 implicita
dano de 1789 y con la igualdad jurídica de los códigos napoleó­
del orden capttahsta por las nuevas trade-unionr es sin duda
nicos se había creado un marco que el futuro debía colmar
el hecho de mayor alcance en esta mitad de siglo: confirma
social y políticamente. Inmediatamente después de la caída de
el carácter evolucionista propio del desarrollo de la · democracia
Napoleón se planteó la misma pregunta que ya Napoleón había
británica.
intentado infructuosamente responder: ¿iba a proseguir la Re­
volución francesa o no? Antes de su caída había manifestado
una vez Napoleón que después de él la Revolución, o mejor
dicho, las ideas que la habían hecho, reanudarían su obra con
nuevas fuerzas. Sería exactamente como cuando se abre de nuevo
un libro y se continúa la lectura alli donde se había dejado
la señal. Todos los hombres de Estado de 1815 se esforzaron
precisamente en desmentir este ·pronóstico de Napoleón. Así,
escribía Talleyrand en 1814: «El grandioso y definitivo objetivo
al que Europa debe cQnsagr�rse, y el único que debe fijarse
Francia, es acabar con la Revolución y llevar a cabo una paz
efectiva». Hasta entonces, continuaba diciendo, se babia tratado
de la guerra entre dos principios: el republicano y el monárquico.
Ahora era necesario que prevaleciera el monárquico. Por más
que este retorno debiera interpretarse como una maniobra tác­
tica, Talleyrand tomaba partido por la Restauración.
Desde el punto de vista político, el concepto de Restauración
significaba por aquel entonces, ante todo, el restablecimiento de
la antigua situación, según el modelo de 1660, tras el final de la
gran revolución inglesa. Asi, los ultrarrealistas y emigrados espe­
raban forzar en Francia el regreso de los tiempos anteriores
a 1789. Pero tan imposible como era en Francia el restableci­
miento del Antiguo régimen con Luis XVIII, iba a resultar en
toda Europa una restauración en este sentido. El término Res­
tauración se convirtió en un concepto de partido, en el que
los radicales veían un crimen contra la Revolución, mientras que
para los conservadores seguía siendo un programa político irrea­
lizable.
Desde el punto de vista hirt6rico, el concepto de Restauración
llevaba también a ignorar, tras la normalización de la paz
de 1815, la cantidad de objetivos alcanzados durante la Revolución
186
187
francesa y la era napoleónica. La ordenación de la paz de 1815
es un resultado de la RevoluciÓn francesa, y al mismo tiempo
una respuesta a ella, la respuesta que las fuerzas tradicionales
trJitaban de encontrar bajo una etiqueta restauradora. La Restan·
ración siguió viviendo del desafío de la Revolución, no sólo en
relación con el pasado, sino más aún en relación con el futuro,
tanto más cuanto que las fuerzas revolucionarias estaban recu­
perándose. Que no se podía retroceder en el tiempo era algo
en lo que coincidían tradicionalistas y revolucionarios. Así, escri­
bía por ejemplo Joseph de Maistre que el tiempo era el primer
ministro en este mundo de Dios y no se podía hacerlo retroceder,
que cada siglo tenia su propia fisonomía y la rebelión contra
Dios era el acontecimiento característico de la época moderna.
En aquel mismo año de 1815, Friedrich von Gentz expresaba
sus dudas sobre el paralelo con 1660: «Un desenlace como el
:;-.a'!:; Es:J:.dos restau­ del año 1688 es el único que las revoluciones de nuestra época
,.'(0;:� ��e�� �ntclón podían haberse propuesto razonablemente)>. Con ello se admitía
Umltes de la lo inútil del intento de imponer una Restauración, así como
-- Confadersclón
Germtinlca su carácter transitorio. Y en 1826 aceptaba Chateaubriand que
la historia no se repite jamás: «aunque se halla muy lejos de
haber alcanzado su objetivo, la sociedad camina hacia nuevos
cometidos; esto es lo que me parece indiscutible». En otras
palabras: el término de Restauración no sólo era un concepto
de partidos contemporáneos, sino que había sido también, y se
puede decir que en todas partes, tanto histórica como filosó­
ficamente relativizado. Este contenido semántico nos librará de
abusar del término de Restauración como concepto general de
la época. Asf, por ejemplo, las decisiones del Congreso de Viena
sobrevivieron con mucho a la época de la Restauración.

I, EL C O NGRESO DE VIENA Y LA GEOGRAPIA POLITICA DE EUROPA

Durante el Congreso de Viena se sentaron las bases politicas


Fig. 4. Europa en 1815.
y jurídicas para una nueva ordenación de Europa destinada a
durar cerca de un siglo redondo. El resultado de los pactos
inauguró una época en la cual --comparada con las épocas pasa­
das- las guerras en Europa fueron contadas, mientras que aumen­
taron las guerras civiles y «la revolucióm> se hizo incesante. Por
consiguiente, el juicio sobre este Congreso varía de acuerdo
con el punto de vista de las partes interesadas. No se debe,
sin embargo, subestimar la actividad política de la vieja diplo­
macia que se había reorganizado tras los desórdenes de la
Revolución. Sólo dos guerras desplazaron políticamente las fron­
teras establecidas por el tratado: las guerras de independencia

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primer lugar, Rusia había conseguido libertad de movimient�s
de Italia y de Alemania entre 1859 y 1871. La otra guerra mediante tratados de paz con Suecia en 1809, con Turquta
internacional del siglo, la de Crimea, perseguía la ordenación en 1812 y con Persia en 1813. Mediante la adquisición e�
territorial de la Europa sudorienta! y del Imperio turco, que Besarabia y de Finlandia, avanzó hacia el oeste, lo que conduJO
había sido excluido del Congreso de Viena. En comparación también a un debilitamiento de la soberanía sueca. Suecia se
con las conmociones políticas y sociales que agitaron al siglo desquitó de la pérdida de Finlandia con Noruega, a la q�e
y que el Congreso no pudo prevenir, sus repercusiones en el pla­ Dinamarca hubo de renunciar en el tratado de paz de Kt�l
no de la política exterior fueron sorprendentes. El nuevo sistema ( 14 de enero de 1814). Asi, los problemas escandinavos, baJO
de la pentarquía, el predominio de las cinco grandes potencias,
la activa intervención de Inglaterra, quedaban ya fuera de debate.
que más tarde se ampliarí:i a Italia, se mantuvo hasta la primera
Quedaba sólo para Rusia el problema de Polonia, que seguía
guerra mundial. Con el conocido recurso al instrumento. mecánico ocupada, tanto mayor cuanto que con una cuarta partición hu­
del equilibrio en el plano de la poHtica exterior -del que todos
biera podido guardarla para sí.
se sirvieron, y en primer lugar Metternich, el barón de la
En segundo lugar, también Inglaterra, en la paz de Gante
balanza, y que también había de ser aceptado por Alejandro­
(24 de diciembre de 1814) con Estados Unidos, se había cubierto
se alcanzó un relativo orden que incluso sobreviviría a los
las espaldas para poder ejercer un influjo mucho más resuelto
cambios de régimen político interior y a los desplazamientos de
sobre el continente. Las colonias francesas, españolas y holan­
poder. La independencia de los Estados -tal como se entendía
desas de las que se había apoderado estaban tOOavía ocupadas por
en el siglo XVIII- mutuamente condicionada, y no la indepen­
los ingleses, que intentaban servirse de ellas como garantia en
dencia de los pueblos -tal como la entendía la Revolución-,
las negociaciones. Después de haber eliminado una tras otra
era el principio básico del derecho internacional. Pero igualmente
durante las guerras napoleónicas las flotas española, francesa,
las diferencias de poder quedaban plasmadas en formas jurí­
holandesa y danesa, podía ahora Inglaterra retener para sí zonas
dicas precisas y con ello reconocidas : sólo l.as grandes potencias
estratégicamente importantes, como la provincia del Cabo, la
tenían la posibilidad, según la jerarquía de rangos diplomáticos
isla Mauricio Ceilán _ y otras islas. En definitiva, Inglaterra se
nuevamente introducida, de intercambiar embajadores.

abrió paso h cia el Extremo Oriente. Todo aquello lo consiguió
Con el Congreso de Viena comenzó una época de esplendor
Londres mediante pactos bilaterales con los respectivos países,
de la diplomacia europea, en la que los intereses burgueses se
hasta el extremo de llegar a establecer con España un tratado
asocian cada vez más a las formas aristocráticas, sin por ello
con la cláusula de nación más favorecida. Con ello Inglaterra
lograr suprimirlas en el curso del siglo XIX. Ya en Viena se
había establecido su predominio ilimitado en el mar. En otras
renunció al formalismo superado de la antigua diplomacia, al
palabras : Inglaterra había alcanzado ya su hegemonía en el mar
mismo tiempo que el Congreso mostraba nuevos aspectos de
antes de esforzarse en Viena por conservar el equilibrio en el
la vida social. Intelectuales y burgueses fueron admitidos a la
continente. Los problemas del derecho marítimo quedaron fuera
vida cortesana, dominada por el monarca en persona. Artistas,
de la jurisdicción del Congreso. ( Inglaterra consiguió en Viena
reformadores del mundo, libreros, judíos, soberanos despOseídos
que se condenara, al menos moralmente, la trata de es�lavos
y otros grupos trataron de ganar prestigio, y sobre todas las _
-no la esclavitud-, aunque sin un plazo de tiempo determtnado.
facciones reunidas en la mascarada se extendían las redes de
Los argumentos humanitarios que para ello presentó Castlereagh
los confidentes de la policía. Pero ninguno de estos elementos
estaban basados en intereses económicos. Inglaterra, con esta
era capaz de debilitar la dura lucha por el poder, que segu)a
prohibición, trataba de influir sobre d mercado de trabajo en
su camino en parte entre bastidores, en parte en las diferentes
el ultramar español, francés y norteamericano, y para ello reda­
comisiones.
m6 igualmente un derecho de pesquisa en alta mar.)
El relativo éxito de los compromisos de Viena fue posible
En tercer lugar, no fue menos importante para el resulta o ?
s6lo porque antes, con la rápida conclusi6n de una serie de
del Congreso de Viena el rápido tratado de paz que las potencl�S
tratados de paz, se habían resuelto ya un buen número de
vencedoras firmaron con Francia el 30 de mayo de 1814. Franela
cuestiones, sentando de este modo las premisas para las con­
quedó reducida de nuevo a sus fronteras de 1792, la expansi n �
versaciones de Viena, que permitieron sobre todo a las dos gran­
de Holanda y el Piamonte se detuvo y se dispuso para Alemanta
des potencias europeas, Inglaterra y Rusia, P?der influir de l�
una constitución federal. Para los franceses resultaba muy dolo-
_ manera más libre sobre los problemas rodavía por resolver. En
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rosa la pérdida de los territorios napoleónicos, pero Talleyrand cerrado por el reino de Hannóver, que había sido asignado a
no se equivocaba al considerada un gran éxito: también él, en Inglaterra. Pero no consiguió la restitución de los territorios
contra del decidido deseo de Prusia, adquiría así libertad para polacos que le habían sido atribuidos en la anterior partición,
desempeñar en Viena su extraordinario papel diplomático en ni . Sajonia, países a los que aspiraba para dar una cierta unidad
un plano de igualdad con los demás. a su territorio. En cambio fue indemnizada con las zonas del
Como consecuencia de los sucesivos tratados de paz, que ha­ Rin y con Westfalia, donde -como pretendían Metternich y
blan excluido dd programa de l:i conferencia las zonas margi­ Castlereagh- tenía que asegurar sus fronteras militares contra
nales de Europa y los territorios de ultramar, en Viena no se Francia . Después de los «Cien Días» consiguió también en ia
trató tanto de un Congreso de paz cuanto de un «congreso segunda paz de París la región del Sarre. Mientras tanto, Prusia
de consumación de la paz». Quedaba solamente el bloque de formulaba, con vistas a un desarrollo interior de Alemania, 'lin
Europa central, que en Viena esperaba una nueva ordenación llegar a se.r un Estado geográficamente coherente, una especie de
en la que estában interesadas todas las potencias. Las regiones programa polftico , que luego se realizaría bajo Bismarck . El des­
en cuestión comprendían desde Holanda. hasta Sicilia y desde . plazamiento de Prusia hacia el oeste, como _el de Suecia, fue
Polonia hasta Suiza; en pocas palabras: los territorios del anti­ ante todo el resultado de la presión que Rusia ejercía sobre el
guo Sacro Imperio Romano. centro de Europa. Efectivamente, la cuestión de la partición de
En la dura lucha por la reestructuración de aquellos terri­ los territorios polacos y sajones fue el problema más explosivo
torios estaban en juego especialmente dos tipos de problemas: de las negociaciones de Viena, y llevó a Prusia y Rusia al borde
en primer lugar, la ordenación territorial, y en segundo lugar, de una confrontación bélica con Inglaterra, Francia y Austria.
la forma constitucional por la cual se luchó en los países que Las verdaderas víctimas fueron Polonia, por cuya independencia
hablan estado bajo el poder napoleónico. A continuación vere­ Inglaterra se hab1a ·esforzado en vano, y cuya parte mayor,
mos el resultado de esta situación. · llamada la «Polonia del Congreso», perteneda al zar de Rusia,
y Sajonia, que en sus dos quintas partes pertenecía a Prusia.
Mientras que la fijación definitiva de las fronteras de los
a) Las fronteras Estados alemaries medianos y pequeños se arrastraba hasta las
sesiones del Congreso territorial de Franckfort (1819), Suiza
AL nordeste de Francia estaban los Paises Bajos Unidos, am­ obtenía de nuevo, ya en 1815, un territorio estratégicamente
pliados con la ariexión de la antigua Bélgica de los Habsburgo completo. La neutralidad de Suiza quedó garantizada internacio­
y algunos territorios dd Imperio germánico, incluidas las regio­ nalmente, arma siempre de dos filos, ya que con ello a las
nes del Masa y · sus fortificaciones. Al sudeste de Francia se grandes potencias se les abrfan de par en par las puertas para
había restaurado un reino de Cerdeña y Piamonte engrandecido, intervenir indirectamente. Muy pronto se reveló que los con­
al que también se le había añadido Génova . Los dos Estados flictos europeos sociales y políticos en torno a la interpretación
fueron elevados al rango de potencias mediadoras y conservaron de las cláusulas de neutralidad repercutían sobre la politica
después de los <<Cien días» una serie de posiciones estratégica­ interna suiza. En último término, la neutralidad suiza era sola­
mente imponantes para servir como barrera contra Francia bajo mente un índice del equilibrio europeo, pero dependía igual­
la especial protección de Gran Bretaña. mente de un mínimo de homogeneidad social y politica en los
La casa de Habsburgo se retiró, en cambio, por completo de Estados europeos vecinos.
sus antiguas posesiones de Alemania occidental, adquiriendo en La garantía más sólida del equilibrio europeo se apoyaba sin
compensación SalzburgO y la Italia septentrional y haciendo duda en la presencia insular de Inglaterra. Esta pOtencia ma­
reconocer sus derechos dinásticos en segundo grado sobre los rítima se supo asegurar en 1815, como única adquisición terri­
Estados de Italia central hasta la frontera de los Estados Ponti­ torial en Europa, la propiedad de Heligoland y Malta y el
ficios, que a su vez fueron restaurados. Transformado en un protectorado sobre las islas Jónicas, desde las cuales podía in­
Estado territorialmente compacto, el nuevo Imperio austriaco fluir sobre el continente. El resultado final de la nueva estruc­
amplió hacia el sudeste el antiguo territorio imperial. turación muestra que Rusia por un lado e Inglaterra por otro
Prusia siguió la dirección contraria. Es verdad que no consi­ obtuvieron una relativa victoria, mientras las restantes potencias
guió el paso a través de Frisia a la costa del mar del Norte, tenían que arreglárselas a expensas de las aún más débiles. Todo

192 193
tenso arco b_ajo el que habían de ser discutidos los problemas
lo que en Viena se hizo sirvió en último término para org�­ constitucionales de Europa. Las decisiones habían correspondido,
nizar de tal manera el equilibrio en el continente que Rust¡¡ según el principio formal del derecho internacional, a los res­
no pudiera ocupar el lugar de la Francia napoleónica como J?oder pectivos soberanos, por lo que en el mismo Congreso de Viena
.
hegemónico. Los argumentos que Castlereagh y Alejandro mter­ sólo se determinó el estatuto de la Confederación alemana. Sin
cambiaron en el Congreso no han perdido todavía hoy su actua­ embargo, hubo que prometer que en los diversos tratados de paz,
lidad · bajo ellos se oculta el enorme contraste entre la Inglaterra los derechos privados de los súbditos como individuos quedarían
i
marít ma y la gran Rusia continental, que en el siglo siguiente perfectamente amparados . Por debajo de los cálculos racionales
había de estallar una y Otra vez. El temor al renacimiento de de poder seguía habiendo un espacio interior de residuos libe­
la Francia revolucionaria queda ya eclipsado por el temor a la rales mucho más amplio que aquel que muchos países han cono­
ascensión de Rusia a largo plazo. cido después de las catástrofes bélicas del siglo xx. El derecho
Todas las negociaciones sobre casos concretos de número de de emigración quedó regulado con amplitud de miras; se dejaron
habitantes, enjuiciados y evaluados de modo estadístico, todas en libertad las diversas opciones; la propiedad privada perma­
las reivindicaciones sobre plazas fuertes como Maguncia, Luxem­ neció intacta; los mismos franceses pudieron conservar aquellos
burgo, TorurÍ, etc., estaban bajo el influjo de las dos principales bienes públicos que habían adquirido fuera de las nuevas fron­
potencias europeas, entre las cuales Talleyrand supo actuar con teras. De esta manera la garantía del derecho privado se extendió
incomparable maestría, particularmente para proteger a los pe­ hasta fuera de aquéllas y sobrevivió al cambio de régimen. Cier"

queños y medianos estados alemanes de la supremac a de Pr�s a ! tamente hubo algunos príncipes, como los de Hesse-Kassel o el
y Austria. Por primera vez, sobre este fondo, adqmere tamb1en Piamonte, que hicieron de ello caso omiso. Pero sin embargo,
su importancia internacional el problema de la unidad alemana. por lo general, se siguió la norma de no reclamar de nuevo los
Era necesario hacer a Europa central lo bastante fuerte para bienes del Estado y de la Iglesia, que habían sido repartidos
poder hacer frente a cualquier pretensión de hegemonía con­ y vendidos. Naturalmente, se renovaron las cláusulas de amnistía
tinental, pero igualmente había que impedir que alcanzase a � basadas en las experiencias de las guerras civiles religiosas de
suficiente estabilidad para transformar a Alemania en potencta tiempos anteriores. Además, se concluyó un tratado sobre Ia
hegemónica, como había previsto Wilhelm van Humboldt. libre navegación fluvial, en primer lugar en Europa central, aun­
La verdadera obra de Metternich consiste en haber transfor­ que los holandeses sometieron la desembocadura del Rin a su
mado esta situación transitoria en un <<sistema». Asegurar el control aduanero, lo que había de provocar controversias que
equilibrio europeo, particularmente de Europa central, significaba durarían décadas. Pero en conjunto no puede menospreciarse la
para él suprimir rigurosamente toda aspiración nacionalista, como auténtica liberalidad técnica como realización específica del tra­
las que estaban surgiendo en Polonia, Alemania o Italia. Dicho tado de paz. Como correlato a la nueva distribución de la tierra,
de otra manera: la delimitación de las fronteras excluía, por se reconoció en general el ius emigrationis, incluida la tutela
su técnica de iniciativa del poder, que tuvieran éxito las reivin­ del patrimonio.
dicaciones nacionales de una constitución. Metternich dio un La zona neutralizada del derecho privado explica también que
paso más todavía, desde el punto de vista de la política inte­ el llamado concepto de legitimidad pudiera ser entendido de un
rior al considerar todo movimiento constitucional como una modo mucho más funcional y que más tarde se hiciera de él

her ncia de la Revolución. En toda Europa la geografía de las un uso netamente polftico. La palabra mágica de legitimidad fue
aspiraciones constitucionales, así como la de las estructuras auto­ introducida en el debate por Talleyrand para establecer un para­
. lelo entre los derechos polfticos de soberanía y los derechos de
ritarias, revela una orientación cuyos polos son Rusia e In­
glaterra. propiedad. Ilegítimo era, según eso, el principio revolucionario
y bonapartista de usurpación, legítimo el derecho contrario del
anterior. La lucha política radicó precisamente en definir este
b) Los problemas constitucionales derecho contrario de modo concreto, así como la legitimidad en
general, concepto constitucional básico que se babia puesto en
Desde la autocracia rusa en el este, que se escondfa bajo la tela de juicio. Para Talleyrand, y lo mismo valía, mutatis mu­
m:iscara religioso-liberal de Alejandro; hasta el parlamentarismo tandis, para los demás diplomáticos, la legitimidad tenfa facetas
aristocrático de los inflexibles tories en el oeste, se extendia el
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194
muy diversas, según que se tratara del ámbilo de la política títuido a su ·vez a Napoleón. La nueva constitUción redactada
interior o exterior. Por lo general se la identificó con la suce­ por el senado se basaba aún en el concepto de soberanÍa del
sión monárquica, pero Talleyrand modificó esta interpretación pueblo. Pero a pesar de la alteración que el rey llevó a cabo,
mediante el derecho internacional. De esta manera permanecían como si él hubiera impuesto a la nación la constitución que en
en vigor todos los tratados con Napoleón, salvo que hubiesen realidad había reconocido, es evidente el compromiso entre !a
sido expresamente · anulados. Y por consiguiente todos los cam­ Francia surgida de la Revolución y su nuevo rey. Se trataba de
bios de propiedad basados en el simple derecho de ocupación una Charle constitutionelle, que era a un tiempo un decreto y
fueron declarados ilegales .. De este modo podía Talleyrand poner una constitución: de ahi su doble carácter.
a salvo el reino de Sajonia, aunque no, indudablemente, Polonia El ::;enado se transformó en una cámara de pares, a la que
ni Génova. Por el contrario, las potencias vencedoras, basándose
siguieron perteneciendo 84 antiguos senadores. Todas las etapas
en esta interpretación, consiguieron retener incluso en 1815 todas de la Revolución estaban representadas en la primera cámara
las secularizaciones y mediatizaciones, ya que se hallaban legali­ por senadores como Volney o Beauharnais. El sistema de las
zadas por el derecho internacional. El cOncepto de legitimidad dos cámaras se basaba en el modelo inglés, ·que por entonces
era lo suficientemente elástico como para garantizar cambicis revo­
propagaban Madame de Stael o Benjamin Constant, y que tam­
lucionarios o intereses restauradores. Dicho de otro modo: e(
bién Luis XVIII había tenido ocasión de apreciar cuando estaba
concepto de legitimidad pudo ser ensanchado funcionalmente de
refugiado en Londres. No se llevó a cabo una estricta separación
acuerdo con las situaciones de poder. En ello estriba su mo­
de poderes: el monarca conservaba la soberanía absoluta, pero
dernidad.
la compartía voluntariamente con diferentes órganos constitucio­
Esto le habría de servir igualmente a Talleyrand para su
nales. La autorización para los impuestos competía enteramente
política interior. Al informar a su rey de la utilidad de la legi­
a las cámaras. Eran liberales, además del censo, el catálogo de
timidad en el juego diplomático, le puso de manifiesto al mismo
tiempo que aquélla no se reducía a la sucesión monárquica. derechos fundamentales, la igualdad ante la ley, que excluía
Legítima sólo era una constitución que se mostrara accesible a todos los privilegios, y la garantía de todos los «bienes naciona­
las peticiones de la opinión pública: un ordenamiento de tipo les» adquiridos durante la Revolución. Las cámaras tenían más
efectivamente constitucional con su apéndice de derechos funda­ poder del que jamás habían tenido bajo Napoleón. Durante su
mentales. Las monarquías hereditarias no son legítimas ipso iure, gobierno de los <<Cien Días», Napoleón intentó superar la Charle,
sino solamente de manera funcional, de acuerdo con la felicidad tratando de subrayar con más fuerza los aspectos democráticos
que en virtud de sus constituciones pueden proporcionar a los y parlamentarios. Pero después del restablecimiento de la Charte
pUeblos. Así se convertia la legitimidad en un concepto histórico­ impuesta, hubo durante el siguiente decenio una tendencia por
filósofico que podía cambiar con los tiempos. Era un concepto parte de las cámaras a adquirir un creciente influjo sobre la
funcional que se acomodaba a partidos y situaciones de poder composición y la política del Ministerio. El camino hacia el par­
diferentes, si bien se redujo, bajo la subsiguiente reacción polf­ lamentarismo se apoyó también, como anteriormente en Ingla­
tica, a un vocablo monárquico, antes de que un siglo más tarde terra, en unas mayorías conservadoras. Por reaccionaria que
fuera neutralizado por Max Weber al introducirlo en la sociología. fuera la primera asamblea después de los <<Cien DíaS}> de Napo­
En ningún caso se identificó la legitimidad a la restauración. león, la chambre introuvable, por conservadoras que siguieran
Esto vale también para la constitución que Luis XVIII había siendo las prácticas de los ministerios posteriores, la forma cons­
arbitrado para la nación francesa. titucional de Francia era algo muy distinto de una restauración.
Luis XVI había muerto ajusticiado en 1793; su hermano Se trataba de una constitución de compromiso, que a su vez
volvió a París detrás de los vencedores y subió de nuevo al tenia que influir fuertemente en las monarquías constitucionales
trono, con la ayuda de Talleyrand. Su recurso al poder absoluto de Alemania meridional. El ideal inglés fue reemplazado pot
y a todos los adornos que en el preámbulo a la constitución un modelo practicable. Una verdadera restauración sólo se llevó
de 1814 habían querido hacer olvidar los veinticinco años a efecto en tres Estados:

transcurridos, no pueden ocultar ni de lejos el hecho de que el


nuevo rey trataba de apoyarse en los precedentes napoleónicos. 1 . En España, después del regreso de Fernando · vrr, quien
El senado instituido en su momento por Napoleón babia des- revocó la Constitución de 1812 y restableció la Inquisición.

196 197
2. En Roma, donde el papa fue autorizado a reorganizar sus danesa, inglesa· y holandesa, a través de sus territorios en Holstein,
Estados Pontificios sin haber firmado las actas de Viena. Re­

Hannóver y Luxemburgo, participaban en la Dieta de la Confe­
chazó la vacuna contra la viruela y la iluminación de las . cal es deración. En cambio estaban fuera de ella Prusia, con sus dos
como si fuesen absurdos de la Ilustración francesa; los JUdtos provincias orientales, y Austria, con su jurisdicción sobre los
fueron de nuevo recluidos en el ghetto y sometidos a regulares territorios de Galitzia, Hungría e Italia. Las fronteras de la
predicaciones para su conversión. Asimismo se restableció la . ?r­ Confederación eran, por así decirlo, osmóticas. Esta circunstancia
den de los jesuitas, considerada como víctima de la IlustraclO?- . de que las jurisdicciones políticas pasaran por encima de las
3. En los cantones suizos y en las ciudades del I'?pe�10 fronteras federales fue el motivo de que en 1848 de manera
germanrco, que restablecie'ron muchos puntos de sus constitUCIO­ transitoria y en 1864-1866 definitivamente saltara por los aires
nes patricias y estamentales. la Confederación. Y ante todo fue ciertamente Metternich quien
supo aprovechar la complejidad de la constitución federal, con
Sobre el fondo de estas islas restauradoras de Europa, la cons­ habilidad diplomática, para manejar el congreso permanente de
titución federal de Alemania parece una ·creación moderna, por ministros plenipotenciarios reunido en Francfort.
reaccionaría o estacionarlo que siguiera siendo su funci.onamiento Políticamente, los beneficiarios de aquella constitución fede­
a lo largo de un siglo. La institución de una constitución federal ral eran las familias reinantes que habían sobrevivido al proceso
alemana era uno de los problemas más escabrosos, una vez que napoleónico de unificación, mientras que sus pares eran reducidos
había desaparecido el titulo de legitimidad del antiguo Imperi� . a la condición de intermediarios. Estos ya no fueron admitidos
Todos los intentos de crear un Estado federal con una orgam­ al congreso de Frandort. Igualmente se desplazó el centro de
zación rígida fracasaron en el curso de las negociaciones T�nto gravedad, desde el punto de vista confesional, hacia los prínci­
:
las protestas de las grandes potencias europeas como la nvaltdad pes protestantes, ya que tampoco en aquel terreno se anularon
entre Austria y Prusia impidieron la formación de una confede­ las secularizaciones. Solamente seis casas reinantes segufan per­
ración con un emperador a su cabeza y órganos constitucionales teneciendo a la confesión católica. Por eso precisamen te, al con­
para toda la confederación, como los que. pedfa incansablemente trarío de lo que ocurrió en Occidente, en Alemania la aristocra­
el barón van Stein. Ahora bien, es evtdente que las formas cia fue la única ganadora del nuevo orden de 1815, ya que
específicamente federales como sociedades polf�icas para la dC: también allí los cambios de propiedad habían sido legalizados.
fensa de la paz pertenecían desde hacía largo tlempo a la tradi­ Ante todo quedó en pie el problema de si también las cons­
ción del Imperio, cuya última formación -paradójicamente­ tituciones internas de cada miembro de la Confederación habían
babia sido la confederación francesa del Rin. de ser ordenadas de acuerdo con un principio general. El conocido
El aspecto constructivo de la constitu�ión federal al�mana artículo 13 de las actas de Viena rezaba así: <<En todos los
de 1815 radica en que legalizaba el dualismo de las pnmeras territorios se establecerá una constitución del Estado provincial
potencias orientales, escudándolo tras la igualdad de derechos (Landstand)». Con ello se definía una homogeneidad mínima 'lin
_ , .
de 34 reinos soberanos, a los que se anadtan cuatro cmdad�s i�­ fijar un plazo determinado de tiempo para su consecución. Sobre
periales libres. Desde el punto de vista del derecho constltu�t�­ lo que deberían o podrían ser los Landstiinde se produjo muy
nal esto se manifestaba en la duplicidad de la representacJon pronto una discusión general, que introdujo en los Estados orde­

fed ral que comprendía una asamblea plenaria con derecho a namientos muy diversos, desde las antiguas formas de los esta­

veto d todos los Estados en todas las cuestiones fundamentales mentos hasta las constitucionales .
y un congreso restringido de ministros plenipo tenciarios con un En la tradición de los antiguos estamentos se daba por su­
. �
derecho de voto cualificado de acuerdo con la rmportancta de los puesto que éstos eran instituciones relativamente autónomas, que
Estados miembros . Asf nació, para decirlo con palabras de Hum­ sólo se representaban a sí mismas. Así, por ejemplo, en Mecklem­
boldt una mezcla de elementos federalis tas que a través de las burgo, la antigua nobleza entró corporativamente a formar parte

form s de estructuración de los Estados nacionales de ayer se de la Dieta local. Donde eran admitidos los burgueses, sólo
adelanta a los problemas de hoy. El compromiso federa! s�bre­ representaron el estamento de las ciudades, y no a toda la pobla­
.
vivió a la Revolución de 1848 y duró exactamente medio stglo. ción . En este sentido, por ejemplo, los representantes de las
El carácter paneuropeo de la Confederación alemana podía ciudades en la Dieta sajona eran nombrados por magistrados
deducixse particularmente del hecho de que también las dinastías patricios. En estas antiguas instituciones de los estamentos ha-

198 199
bfa pocos cafi,lpesinos y los intereses de la población rural que­
daban en manos de los respectivos señores. También en Sajonia
fueron excluidos los campesinos, mientras que en Hannóver
en 1819 algunos representantes de los campesinos comenzaron

a sumarse al estamento de las ciudades. Mientras que, por una
parte, de esa manera la antigua estructura autoritaria podía aco­
modarse al concepto de una constitución provincial, por otra era
posible aplicarlo a un sistema constitucional, como el que se
babia desarrollado en 1814 en Francia.
Las constituciones de 1818 y 1819 en Alemania meridional
admitían un sistema bicameral en el cual los estamentos no �e
representaban a si mismos, sino que se concebían como repre­
sentantes de todos los ciudadanos. El mandato libre de todos
los diputados debia asegurar su independencia y su carácter
representativo. Corno en Francia, las cámaras primera y segunda
no podían ser consideradas, respectivamente, una representación
de nobles y de la burguesía. «Valía mucho más el principio de
la doble representación» (E. R. Huber). Sin embargo, en las
leyes electorales de Alemania meridional fueron incluidas muchas
disposiciones del Antiguo régimen, cosa que no sucedía en los
• vecinos paises occidentales . La alta nobleza, las universidades,
las iglesias conservaban --en unos sitios más, en otros menos­
un número constante de escaños. En resumidas cuentas, la ex­
tensión de las disposiciones constitucionales en la Alemania me­
• ridional recuerda mucho a los antiguos sistemas de derechos
individuales; también la circunscripción de los colegios electo­
rales era distinta según los estamentos profesionales. A pesar de
las cláusulas de propiedad que limitaban el derecho de voto,
las cámaras de Alemania meridional respetaban la estratificación
profesional con mayor fidelidad que la segunda cámara francesa,
en la que sólo estaba representada una escasa minoría de pro­
pietarios. Así se hallaban también limitadas las competencias de
las cámaras de Alemania meridional: por ejemplo, no tenían
ninguna intervención en el poder ejecutivo, si bien en todo
caso participaban en el ejecutivo. Leyes concernientes a libertad
y propiedad, como la legislación fiscal en particular, sólo podían
• se remitidas con su consentimiento. Con ello se asignaba a la
esfera privada burguesa un ámbito legaL Todas estas constitu­
ciones, que por lo demás habían sido impuestas -sólo en Wür­
temberg se había negociado un acuerdo--, no servían en último
f lugar más que para integrar a la multitud de nuevos súbditos
en la estructura ampliada del Estado. Impulsos dosificados tanto
burgueses como revolucionarlos, cálculos bonapartistas, objetivos
de estabilización estatal, todo ello conducía a formas constitucio-

200 201
una libre comu.oidad econó­
a través de un acto legislativo, crear
nales manifiestamente diferentes de los antiguos tipos corpora, ipació n de los estam entos en el Estado, co�o
mica. La parúc
tivos en la Alemania central y septentrional. intent os de Hardenberg, . ha�na
pusJeron de manifiesto algunos
En qué medida actuó esta tendencia constitucional dentro de
do la reacci ón más de lo que deseaba la burocracta libe­
famen ta de l"l
los Estados miembros fue algo que dependió en último término el rigur oso libera lts�o . ;con?'mlCO "
• raL En otras palabras, l beral e-? el
de la dirección que siguieron las dos grandes potencias. También cons� ltuno n
administración prusiana impedía una . �
tas esteras
el rey de Prusia había prometido, en su famoso decreto del 22 en tal A esto habrí a que añadu las dtsttn
sentl·¿o occ1'd
de mayo de 1815 sobre las normas sobre representación popular, y aun de tdtomas, d eJando
· rídicas la diferencia de confesiones
· ·

JU
. ·

una constitución escrita. Pero aquella promesa, reiterada en va­


lado las diver sas tradic iones existentes, que probablemente
a un
rias ocasiones, no fue cUmplida. Así se vio Prusia envuelta en esentac'to'n de todo el Estado. habri , an tenido un efecto
en una repr
un manto de sospechas cuyas tinieblas se hacían cada vez más . se hmlto a crear «estamentos
centr.l'fu�o A i el Estado prusiano
.

profundas y negras, al mismo tiempo que se iban configurando ' lo que const ituía la peor , de todas las solu­
provmctales}> '(i82 3)
las fuerzas liberales. Con todo ello era imposible en el Estado más fuerte despu e� de 1a muerte de
dones posibles. La reacción,
prusiano de 1815 crear una constitución; del mismo modo que g, consi guió que la noble za en aquello� e� tamentos
Hardenber
ello era posible en los Estados medianos y pequeños relativamente · e un veto de minoría· de otro modo
, sus atnbuciOnes hu-
tuvtes · ' , a la
homogéneos. Las estructuras sociales diferían de tal manera desde ra que su oposi·clOn
hieran sido recortadas de tal mane
'

Sarrebruck hasta Memel que resultab� inverosímil la idea de r a teni�� que endur ecerse much o mas. D�
administración hubie .
mantener un Parlamento capaz de encontrar una salida social­ _ repre
. sentante de todo e
esta manera, la admmtstracwn' como . ,
mente justa a las dificultades financieras existentes. A ellas se clOn creciente contra ,los
·
vio impe lida a una opost
Es tado, se
añadieron otros inconvenientes, acumulados a partir del movi­ que so'l0 eran y podtan
estamentos tolerados en un prmclp.to,
· ·
·

miento de reforma de 1807 y de los años siguientes. La clave culares.


ser representantes de intereses paru . .
de la reforma prusiana estaba en la reorganización de la admi­ Hard enber g había tenido razones ob¡ettvas,
Si la Prusia de
nistración. Esta última había sido separada de la justicia, pero , para dar l�rgas a la
ancladas en el liberalismo económico
organizada colegiadamente, de manera que en el gobierno esta­ ión gener al, Mette rnich tení� a .su vez motivo� opues-
representac
ban unidas las funciones legislativa, ejecutiva, deliberativa y jurí­ iento const itucio nal en Austna, don­
. tos para 1mped'tr un movim ,
anstocracta fuerte -:-:-� e11o
.

dico-administrativa El gobierno tenía una estructura similar a la ncia de Prusi a, hab!a una
de a difere
. ·

de los estamentos. En con[raposción con los paises occidentales, e la antigua tradtci.on .de
vaÍia todavía más para Hungría- y dond
Ja administración prusiana no se circunscribía a las funciones a la regl�. Los . t�rnto�ws
los estamentos no había escapado
ejecutivas: era el núcleo del ordenamiento social y político. burgo no form aban una provi ncia admtntstrauva,
de los Habs
Mediante los criterios de selección de la propiedad y la cultura,
sino que seguían incorporad os los .
La�td stdn_d e con sus cuatro
nobleza y burguesía participaban en el gobierno, cuya estructura , pequ ena �obl,cza Y ��,r-
a

corporaciones: alto clero, aristocracia


social correspondía a la composición de las cámaras en la Ale­
uesía, a· las que en el Tirol y en Vorar lberg se anad : an tam �en
mania meridional, en las que los funcionarios desempeñaban un . s de estos grupo s social es ha�tan
fos campesinos Las atribucione
papel directivo. te recor tadas a parti r de la guer:a de los Tremt�
sido fuertemen
El programa político de esta administración reorganizada se mas de Mana !�resa y Jase.
Años y sobre todo desde las refor
esforzaba en Prusla por quebrantar la antigua sociedad estamen­ ·ch eonsideraba que estos estamentos
tradtctonales, pero
Metterm "d erar rea1·tzado el
tal. Ningún Estado alemán era tan decididamente liberal como eran sufic iente s para cons
careotes de poder'
'

1
el prusiano en lo que concernía al sector económico: precisa­ a l E n S a lz b urgo Y ,en Galitzia
artículo 13 de la constitución feder analoga repte­
mente por este motivo, por paradójico que parezca, no se habfa los antig uos estam entos
·

'
otorgo a lo"" grup os de .
conseguido establecer una constitución representativa para todo " ' erntch renunciara · a una cons-
sentacton. La t""on de que Mett fuerzo po.r es �-
el Estado. En la misma medida en que se reforzó la libertad ante todo al es
titución general estaba vinculada
<l.L.

profesional general en detrimento de los antiguos artesanos y en l exist ente, mien t�a,s que el mot �o e
bilizar la situación socia .
nal. ;a teab. a,
que consiguió la liberación del mercado de la tierra y del trabajo repre senta cton nac�o
que Hardenberg retardara una
en detrimento de los antiguos señores, desapareció también la en la volun tad de alter ar la s¡tuact?n soCial
or el contrario,
oposición entre los estamentos. Todas las leyes de reforma se ién la fuerte desconfianza riel
�xistente. De aquí procedía tamb
fijaron objetivos a largo plazo; en consecuencia, era imposible,
203
202
canciller austriaco respecto a los funcionarios prusianos en los restitución del .droit publique de l'Europe en el Congreso de
Viena, disminuyeron rápidamente con la política de los años si­
que no veía otra cosa que jacobinos disfrazados. De 1� misma
manera, las dos grandes potencias de la Confederación alemana guientes. Con respecto a las diferencias constitucionales y a los
cuyo centro de �rav�dad estaba en el este, desistieron de adopta;
consiguientes programas revolucionarios y contrarrevolucionarios,
el modelo const1tuc10nal de Occidente la poHtica exterior de todas las grandes potencias se transformó
Este hecho tuvo también repercusi�nes sobre la constitución en una especie de política interior europea. Esta transformación
federal, que en las actas formales de Viena de 1820 alcanzó fue llevada a cabo por los congresos y conferencias. Ciertamente
su forma definiti�a . Ya_ alli consiguió Mettcrnich, aprovechando sería necesario un decenio para que la política exterior recobrara
. su propia autonomía, hasta que, gracias a la revolución de ju­
el �emor al mov1m1:nto estudiantil y republicano alemán que
se Iba creando, enfnar el precedente movimiento constitucional lio de 1830, hubo de adaptarse en una nueva constelación. Esto
�n :� artículo 58 de las conclusiones se dice: «Ninguna cons� es lo que ahora queremos considerar.
t�tuc10n de los Est�dos provinciales puede impedir que los prín­
c!p�s soberanos umdos en la Confederáción cumplan sus obli­
gaciOnes federales>:o. Se consideraba conforme a las obligaciones U. LA SERIE DE CONGRESOS, REVOLUCIONES, INTERVENCIONES

federales que « toda la autoridad política permanezca unida en Y C ONFERENCIAS

la cabeza del Estado» ( �rticulo 57). Las constituciones ya exis­


tent s permanectan _ en vtgor, pero el principio monárquico era
; . Que no pueda subsistir ante el foro de la moral ninguna dife­
el . umco título de legitimidad impuesto a todos los Estados rencia esencial entre una política interior y una exterior era
miembros. Un derecho recíproco de intervención (artkulo 26) un hecho sobre el que se hallaban de acuerdo los ilustrados, y
debía garantizar la conservación del statu quo en el sentido de los proyectos de una paz eterna desde Saint-Pierre, a través de
las dos potencias orientales. Nacía así, dentro de la Confede­ Rousseau hasta Kant, así lo prueban. También el pathos de bs
._
raC1on alemana, una graduación este-oeste, que iba desde los ·primeras guerras revolucionarias seguía viviendo de esta pre­
Estados admlnistrativ�s, a través de los restos de los antiguos misa. La guerra era considerada una guerra civil, iba sólo dirigida
estam�ntos, que adqmrían nuevo vigor en las ciudades libres del contra los príncipes, no contra los pueblos. Invirtiendo esta fra­
��peno, hasta las constituciones de Alemania meridional. La se, la última guerra fue dirigida contra Napoleón personalmente,
unica homogeneidad es taba en el reconocimiento del principio
. no contra la nación francesa. Este presupuesto ideológico guiaba
monárquico, con cuya mterpretación Austria mantenía el predo­
también a Alejandro 1 de Rusia cuando levantó en contra de
minio político.
la fraternidad revolucionaria de los pueblos una fraternidad cris­
Lo que hemos dicho de la ordenación de fronteras y territo­
. tiana, que él trataba de unir en una «Santa Alianza». Las tres
rios del Congreso de Vien·a se puede decir con mayor razón de
� a geografía constitucional, que fue su consecuencia. Ofrecía una
confesiones -la greco-ortodoxa, representada por Rusia ; la pro­
testante representada por Prusia, y la católica, representada por
Imagen mucho más diferenciada, en la que viejos y nuevos ele­
Austria� habían de encontrarse reunidas en un reinado de paz
men:os se hallaban representados de manera parecida. Estabilizar
que dejaría tras de sí todos los principios de la política ma­
las sttuaciones constitucionales en el interior de los Estados para
quiavélica practicada hasta entonces. Para los ilustrados había
Metternich era sólo la otra cara de su empresa es de�ir la
que conjugar moral y política; para Alejandro, politica y reli­
conservación del equilibrio político internacional. :bicho de �tro
gión. Castlereagh podía burlarse fácilmente de ello, cuando en
modo: política interior y política exterior eran después de 1815
el Parlamento definía la Santa Alianza como una recaída en
mucho más convergentes que antes.

Como la a emana, también la �eografía constitucional europea
la sustancia del puritanismo. La obra polftica de Metternich
había de consistir en reducir la alianza al terreno del cálculo
mostraba. desigualdades basadas en los diferentes_ alcances de la
racional y político, mediante una interpretación lineal del ori­
Revolu�ión francesa. La clásica separación entre política interior
ginal. Metternich transformaba la fraternidad de los pueblos en
Y exterior que ya se había extendido en lo fundamental al sis·
una fraternidad de los prfncipes, cuyos deberes patriarcales sub­
tema del siglo XVIII, quedaba con ello debilitada. La igualdad
rayaba, y suprimía así toda referencia a una renovación de los
. d: derechos de todos los Estados, la igualdad de rango de las
tiempos que había de derivarse de la alianza. Diplomáticamente,
cmco grandes potencias, tal como había sido hipostasiada con la
205
204
;¡ue, p�r
Metternich transformaba la alianz
a en un instrumento de de
_
u�a parte ju dficaba cualq
e1 pnncrpro monarqurco ; �
y
uier intervención en n
.
:� : br fueron una institución estable, sino que eran convocados según
. ' por otra, con la Invocación a la los casos, a fin de regular los problemas que salían al paso.
Id d de 1 s monarcas exclu
���: � � .
ió hegemomca de una
, ía jurídicamente cualquier
potencia concreta · Equ¡'l'b . e rnter.
pre- En conjunto, se asistió a una alternación de revoluciones y
conferencias, de intervenciones y no intervenciones; de temor a
· '
r no -
vencr n estaban en relac
?, ión directa De esta man la revolución y complicidad con ésta; a una competencia entre
. era uedaron
i
tambren reducrda _ s las
� n nombre de una rdeo �
_ prete siones de hegemonía de A ejandro los grandes a costa de los pequeños; en fin, a una continua

::�� / :
hos e
logta de redención a la

?das las. potencias europeas. Es as se adhiriero
igualdad d � determinación, cuyo significado fue cambiando de lo que había
que considerar como la mínima homogeneidad de las constitu­
b
.
a a � �anza, exceptuados el rey de Inglaterra - or
n en
ciones europeas.
tlvos de pohttca constituc P m ­
ional- el Papa � Todo esto sucedía en diferentes planos. Se producían inje­
liar catolicidad- Y _e1 su1tan, , .' -a causa de su pecu-
. . quten al no ser cristiano rencias en beneficio de los que intervenian o de los que recla­
ser Invitado a parttctpa . no podí a
r en ella. De este mod . maban ayuda, o de ambos a la vez. Las injerencias iban dirigidas
la Santa AJlanz o, en conJunto
'
· ·

símbo1o para 1a conver-'


a vmo a ser como un
. contra levantamientos revolucionarios (España, Italia) o en apoyo
genci::¡ de po1'lttca .
·

exteriOr e interior sin



lie ar a ser por e11o de éstos (Portugal, Grecia). Fuera de eso las intervenciones
el instrumento de un mo . . ' . . �
� �/·
Imlento de umf
;
lcación religiosa, como nunca eran unánimes, produciéndose siempre la protesta o la
Alejandro había en d
l rgen de la critica liberal del siglo abstención de un grupo, variable en cada caso, de grandes poten­
pasado que en a �
,' l�nza so o podía ver la cias. Sin embargo, los intereses ·de las potencias no se oponían
reaccíon no puede olvi hipocresía de la
,
aba de so1 cton�r
, darse que aquélla trat hasta el punto de no poder tolerar la injerencia de las otras,
problemas estructurales 1 �
que eran el resultado a pesar de sus reservas. Por eso mismo, la confrontación entre
en un espacio limitado . de a convivencia
de Estados soberan ellas, que iba tan lejos como lo permitfa este margen de toh:­
e

: ::� : ;: �!��: : �; ��: :��� !: � N:� � �: :J :,:::::�


• e i s, S nta n rancia, pasó a formar parte de este juego de alternancias. El
,e d ., 1
, J P anes para un paz eterna presupuesto de todo ello era la graduación descrita este-oeste y
inten to que mas ·
tarde se repetiría en . '
la Sociedad de NaCiones norte-sur de la estructura constitucional y social europea, que
y en la ONU eon una ,
problematica más amplia, con el paso del tiempo provocó una y otra vez revueltas y
pero siem pre

�� � ¡
análoga.
erupciones. ¿Cuál fue entonces el curso de los acontecimientos?
prax s de a colaboraci n ?
entre monarcas y min
istros se En el primer Congreso de Aquísgrán, en el otoño de 1818,
lle a ca o en as conferen
, cias. Ya antes de la caíd se concluyó la evacuación de Francia, cuyas contribuciones de
a de N po­
r:at ) i � :
lean las cuatro grandes
potencias se habian com guerra fueron reducidas -por otra parte a costa de los acreedo­
prometido
�� �:
e t en a Cuá ruple
Alianza de Chaumont res privados-, y Francia fue incluida de nuevo en el concierto
4 a sa vaguar ar la ( 1 de ma
paz en Europa una .

�:�:· ��� ��
vez term de las grandes potencias europeas. Con ello la Cuádruple Alianza
��� ;;
da
regreso de Napoleón
es'tas cuatro pote as
cambiaba de carácter. El acuerdo -originariamente dirigido con­
i ci s a mantener sus
c�mpromisos mutuos y tra un país revolucionario-- sirvió a partir de entonces, con 1a
prometieron salemnemen así
�� �: ��
v. mb de !! t�, en la reumón cuatripa
15, reumrs de vez en cuan
rtita del 20 de
do, incluso después
admisión de este mismo país, de garantía general de la conser­
vación de la situación europea en cuestión de propiedad y cons­

cuaci de Francia para fijar
' los m tereses comunes titución. Pero con la incorporación del antiguo adversario ·se
y las medidas que habr_an í
·

de ser adoptadas a fin suscitaba inmediatamente una cuestión : ¿contra qué enemigos
la paz y la tranquilidad de mantene'
de los pueblos· Los prm . . . actuales o potenciales se dirigía ahora el nuevo pacto? En reali­
Alianza podían as1• SI. c1p10s de la
rs� � � ; �

.
d l
.
er� necesario, ser . defendid
os sólo en la dad, en un protocolo secreto se confirmaba la Cuádruple Alianza

� �
ueva mstrtución diplomá contra Francia, pero en todos los demás problemas apuntaba de
_ tica de los congresos.
aci nec stdad del . momento
' � , una singular forma nuevo el antagonismo entre Rusia e Inglaterra . Alejandro queria,
diplomática· e a misma manera que

ya en Viena se habían en nombre de la Santa Alianza, obtener una garantía formal de
�:
ll ado .
� ;:: !:�
c negoci ctones de un mod
o relativamente elás- seguridad colectiva, por medio de la cual se conservaran intactas
ti y l s s I os se abfan regi. strado las fronteras establecidas y las situaciones constitucionales . Pero
solamente e 1
� �: �
mados «protocolos», así ll
también los siguientes Inglaterra no quería vincularse a un compromiso tan amplio.
cong es n
Un segundo tema de las negociaciones fueron los desórdenes
206
207
estudiantiles alemanes. En aquel mismo año -1818- se había Cámara francesa vaHa para todos los Estados: <(Las leyes de
fundado la Allgemeine Dcutsche Burschenschaft, que por encima excepción son e�préstitos usurarios que arruinan a los poderes,
de todas las regiones y sociedades patrióticas ofrecía la imagen aun cuando parezcan reforzarlos)>. En el período siguiente �e
de una sociedad de ciudadanos unida, ltbre e igualitaria. Con ello htzo habitual, a consecuencia de Ia abolición más o menos com­
s � habla , formulado de hecho un programa constitucional poten­ pleta de las leyes represivas, la transformación de la estructura
Cialmente repubhcano, _ cuya realización era incompatible con la política interior de las grandes potencias hasta e1 punto de
Confederación alemana. El ásesinato de Kotzebue el año siguiente repercutir sobre la constelación política exterior. Esto lo demos­
.
por un estudiante radical ofreció a la próxima conferencia un trarfan los sucesivos congresos.
pretexto para, por medio de los Acuerdos de Karlsbad: La Revolución, tan temida en Inglaterra, Francia y Alemania,
l . Prohibir la Deutsche Burschemchaft. se produjo en un país en el que, como dijo Guizot en 1820,
2. Reforzar la vigilancia estatal sobre la universidad. todo el mundo sabía que era inevitable una nueva conmoción:
J . Establecer una censura previa en toda la Confederación.
España. La Revolución saltó en el mismo año a Portugal, y
luego al Reino de las Dos Sicilias y al Piamonte, y finalmente
4. Or�anizar en Maguncia una comisión extraordinaria de
. . en 1821 se produjo la primera sublevación de Grecia. Toda el
mvestlgactón para indagar las actividades de los «movimientos
r�volucionarios» y las <( asociaciones demagógicas». Estas conclu­ área mediterránea se vio afectada por este movimiento. Los con­
SlOnes, c onvertidas en ley el año siguiente, fueron el preludio gresos convocados no pudieron establecer un frente común de
_
de una Interpretación restrictiva de la constitución a favor del las grandes potencias contra estas alteraciones: en 1820-21, en
principio monárquico, impuesto por Metternich con ayuda de Troppau y Laibach, Metternich pidió autorización para intervenir
Gentz en 1820. en Italia; pero Inglaterra, que miraba los movimientos liberales
Los Acuerdos de Karlsbad procedían de un miedo a Ja Revo­ con relativa simpatía, envió sólo un observador. Francia siguió
lución que de ninguna manera era exclusivo de Alemania. Ham­ este ejemplo, pero a su vez en el Congreso de Verona de 1823
bre�, revueltas y manifestaciones sociales y políticas habían con­ consiguió plenos poderes para intervenir en España en nombre
ducido en Ingla�erra ya en 1817 a revocar el Habeas Corpus del derecho internacional. Mientras tanto Inglaterra, bajo Can­
Act. Nuevas acc10nes de masas en apoyo de los intentos de ning, sucesor de Castlereagh, conseguía tener las manos comple­
r:fo�ma parlamentaria fueron sangrientamente reprimidos en 1819. tamente libres en América del Sur, donde las colonias españolas
Stguteron las llamadas Six Acts, en virtud de las cuales el Par­ durante el transcurso de la Revolución se independizan defini­
lamento acentuó la represión: se suprimieron las libertades de tivamente. Tampoco se llegó a ningún frente unitario en torno
p:ensa Y de reunión, y se autorizaron las inten-enciones en ám­ al problema greco-turco: Metternich se aferraba estrictamente al
bito de los derechos individuales. principio de legalidad e indujo también a Alejandro a hacer lo
Algo parecido ocurrió en Francia: medio espontáneo medio mismo en contra de su conciencia cristiana. El nuevo zar Nicolás
impuesto, después de los «Cien Días)> se desencadenó e1' «terror comenzó por llevar a cabo en 1825 un cambio radical y tomó
blanc?», el cual quedó además legalizado mediante tribunales contacto con Inglaterra para, junto con ésta y con Francia,
esp�1�les Y sentencias discutibles. Pero apenas había cedido intervenir a favor de Grecia. A raíz de esto, los congresos, que
. hasta entonces se habían reunido por indicación de Metternich,
la vtgdancia de Jos bonapartistas, de la prensa y de las reunio­
. fueron sustituidos por conferencias, celebradas especialmente en
nes, gracias a un gobierno más moderado, cuando la reacción
gano, n_ueva fuerza a causa del asesinato del aspirante al trono Londres. Las revoluciones en el área del mediterráneo rompieron,
,
borbontco, el duque de Berry (1820): reforzamiento de la cen­ en otras palabras, la homogeneidad restauradora de la pentarquía
sura Y leyes de excepción que permitían arrestos arbitrarios de­ y establecieron en su lugar una libre política de intereses, cuyo
contenido de ningún modo se identificaba con los programas revo­
�uestran que el miedo de los regímenes europeos ante un resur­ lucionarios, a faVor o en contra de los cuales se lleval?_an a cabo
gu de la Revolución era algo general. La fermentación en toda
Europa no conoda, como dijo una vez A. H. Everett fronteras las respectivas intervenciones. ¿Cómo, pues, cambió la situación
políticas: «Los partidos políticos se infiltran entre 1; masa de interna de los países mediterráneos?
los pue�l?s de un extremo a otro». De esta manera las inquietu­ Apenas regresado a España en 1814, Fernando VII abolió me­
. . diante un golpe de Estado la Constitución de Cádiz, a la que
des pohucas mtenores produjeron una especie de unanimidad
política exterior. Pero la advertencia de Royer-Collard en la había prestado juramento. La Constitución gaditana de 1812 era

208 209
obra de los liberales españoles -de aquí tomó su origen d
concepto político de liberalismo-- y había normalizado en gene­ franceses, cuyos Sueños y Aquelarres ilustraron y al mismo tiem­
ral los ?e�echos t�adidonales de los estamentos provinciales, po trascendieron los trastornos políticos.
El desenlace de la revolución en Portugal fue mucho más
?er? habta mtroduCJdo en lugar de las corporaciones un derecho
_
mdtvtdual de voto y recortado rigurosamente los privilegios del complicado, porque allí las presiones inglesa y francesa se habían
clero Y de la nobleza. La soberanía popular, fortalecida a lo largo llevado a cabo en direcciones diferentes. Al principio, después
del afortunado levantamiento contra Bonaparte, constituía la base del precedente español, mediante un golpe de Estado de un

de la Con�titución, que seguía formalmente un principio riguroso grupo de oficiales se pudo introducir una constitución radical
de separactón de podere$. Siguiendo el modelo francés de 1791 con una sola cámara de representantes. La revolución pasó luego
el poder legislativo ganaba una fuerte preponderancia mientra ; a Brasil, donde en 1822 fue proclamada la independencia bajo

que el rey sólo conservaba un veto suspensivo. Esta· manación
el emperador Don Pedro. En Portugal, su padre, Juan VI, para­
lelamente a la restauración española de 1823, tuvo que humillarse
de �na r�ón ilustrada n? encontró en principio en el pueblo
ante el partido cortesano absolu tista. Gracias ante todo a la
esp�nol mnguna resonancia. El pueblo seguía venerando a su
intervención de la flota inglesa en 1826, se consiguió implantar
antlg�o rey con sencillez arcaica y con. eso sólo privó a la
_ una nueva constitución copiada de la Charle francesa, que fra­
c?nsut ctón democrátic� de su legitimación. Invocando aquella
.� casó igualmente tan pronto como Wellington -tras la muerte
sttuaciOn pudo e1 rey Imponer la reacción: los liberales fueron
de Canning- privó de su protección a los liberales portugueses.
ar:astrados por una ola de sangre; aparatos de justicia y venganzas
Mediante un golpe de Estado en nombre del legitimismo, Don
pnvadas entraron en competencia. Esta contrarrevolución en t'l
más estricto sentido no podía quedar sin respuesta. Miguel, vuelto de Viena en 1828, organizó de nuevo la fachada
de las antiguas Cortes, que desde 1698 no habían vuelto a con­
En 1820 llegó el contragolpe. Las tropas que tenían que con­
. _ a la reconquista de las colonias secesionistas de América
tnbUir vocarse. En lugar de la legítima reina, la joven María da Gloria,
del Sur se sublevaron, y el coronel Riego dio la señal para Don Miguel reinó ejerciendo· un terror que, como entonces se
� .
levantamiento; con su pronunciamiento entró de nuevo en dijo, habfa de transformar las cárceles en logias masónicas. Sólo
después de la revolución de julio, bajo la amenaza de una nueva
vigor la constitución de 1812; los sediciosos obligaron al rey a
_ . intervención inglesa, Don Miguel fue expulsado en 1834, sin
pronunciar de nuevo el Juramento de fidelidad a la constitución.
que se pusiera fin a la latente guerra civil.
Así, el «código de la anarquía», como Metternich lo llamó
adquirió de nuevo validez. Ciertamente no era Metternich el únic ¿ En los dos países de la península ibérica los intentos liberales
que se hallaba preocupado ante este estado de cosas. Los libera­ para obtener una constitución habían fracasado. Intrigas corte­
sanas, juntas de bficiales, grupos de intereses estamentales de la
les, que después de su victoria se habían dividido en moderados
nobleza y del clero, intervenciones extranjeras: estos factores
Y exaltados, no consiguieron resolver la -crisis financiera y los
problemas de las colonias. Un Parlamento vacilante unos círculos formaron el paralelogramo de fuerzas, lo que demuestra que no
é
radicales inest�bl�s, un cambio de poder en el ej rcito, y sobre se trataba de una revolución social bien cimentada. Es más exacto
decir que todos aquellos acontecimientos se hallaban dentro de
todo un rey mtrtgante rodeado de una camarilla cortesana hi­
cieron naufragar el experimento liberal. Chateaubriand nomb ado � la esfera de la guerra civil prerrevolucionaria, con la única dife­

i
ministro del exterior por los ultrarrealistas en Franc a, especial­
rencia de que las fuerzas opuestas se hallaban ya impregnadas
_ por las ideologías de la época moderna.
mente por este mottvo, aprovechó la situación para restablecer
el honor militar francés precisamente alli donde Napoleón había En Italia, donde la antigua y reciente evocación de una repú­
blica italiana unía las esperanzas de una constitución al deseo
tenido que encajar su primera derrota. Con breves ataques el
de liberarse del poder extranjero, la situación era bastante di­
ejército francés derribó en España el régimen constitucional y
versa. Pero las sacudidas en Italia, de corta duración, fueron
repuso en el trono como rey absoluto a Fernando VII el cual
con implacab�e espíritu de venganza, persiguió y ex ulsó d � � aplastadas por los soldados de Metternich. La sublevación había
comenzado en Nápoles, donde Fernando IV, como su homónimo
nuevo a los liberales. Igualmente, el éxito politice en el exterior
español, había restaurado el régimen absolutista. Abolida la
contribuyó, como era de esperar, a apoyar la restauración en
_ constitución introducida en 1812 por los ingleses en Sicilia, todas
Francia. Una cosa influyó en la otra. De estos años son los
sus disposiciones no hicieron sino unir, como en España, a ofi­
siniestros frescos de Goya, en otro tiempo colaborador de los
ciales, funcionarios e intelectuales en una oposición secreta que
210
211
seguía conservando vivo el recuerdo del reinado de Murat. Tam­ causa de las rivalidades entre los jefes militares. Los jefes griegos
bién Fernando IV tuvo que jurar, bajo la presión de los sedi­ no lograron llegar ·a una unidad política, situación que por aque­
ciosos una constitució� según el modelo de la española, pero �e llos días no era muy diferente en España, donde el Estado s�

sustraJo de ella enseguida para en Lalbach, con quebranto de .�u había descompuesto en los distintos territorios de las juntas
palHbra, solicitar la ayuda de las tropas austriacas . A éstas no provinciales. Los turcos lograron poco a poco sofocar el levanta­
les costó demasiado aniquilar la constitución, en particular míen­ miento mediante el exterminio de la población. El cuadro de
tras los sicilianos, en una sublevación dentro de la sublevación' Delacroix con los muertos y moribundos de Quíos y la muerte
se levantaban para liberar su isla del predominio napolitano. de Lord Byron en Missolonghi, que finalmente cayó en manos
Finalmente, en el Piamonte, donde los desórdenes fueron ini­ de los turcos, son muestras del creciente interés que la lucha
ciados por los estudiantes, la sublevación de los oficiales con­ griega por la libertad había suscitado entre los liberales y ro­
dujo a la abdicación de Víctor Manuel I y a la proclamación mánticos europeos. Grecia quedó al fin libre, porque la opinión
de la constitución española; pero con el nuevo rey Carlos Félix pública la reclamó como parte de la Europa cristiana y de la
triunfó también allí la restauración al amparo deÍ ejército aus� comunidad cultural europea. Rusia, Inglaterra y Francia se gana­
triaca (1821). Los hilos de la conspiiación habían conducido ron así en 1826 las simpatías europeas para -sin dejar de des·
hasta el pobre príncipe Carlos Alberto, sospechoso de simpatizar confiar mutuamente- ponerlas al servicio de sus respectivas
con tos sublevados aunque no hubiera hecho nada por ayudarles. politicas de poder. Sin declarar la guerra al sultán, intervinieron
En los dominios lombardo-venecianos de Austria comenzó juntas y derrotaron a la armada turca en 1827 en Navarino. Con
a<l:uella dura ola de persecuciones que condujo a un grupo de esta acción naval quedaba legitimado internacionalmente el le­
aristócratas y burgueses destacados italianos a la fortaleza de vantamiento griego. Rusia, en la guerra entablada a continuación
Spielberg; de la situación que alli reinaba ha dejado Silvio Pellico contra los turcos, obtuvo la pacificación del territorio griego,
en sus memorias. un testimonio de resonancia mundial. El monarca imponiendo además la navegación libre por el Bósforo y ocu­
austriaco, Francisco, no tenía escrúpulos en aterrorizar a sus pando la desembocadura del Danubio, al mismo tiempo que algu­
detenidos con la ayuda del confesor, espía a sueldo. Con semejan­ nos territorios de la costa caucásica del Mar Negro (Paz de
tes métodos policíacos -en contradicción con la racionalidad de Adrian6polis, 1829).
la administración austriaca- se sentaron las bases de aquel con­ La solución definitiva del problema greco-turco fue negociada
flicto crónico que sólo se llegada a resolver con la unidad naturalmente en Londres, donde en una serie de sucesivas con­
nacional de Italia. ferencias se estable¡;ieron las fronteras, se determinó la consti­
Carácter nacional tuvo desde un principio la sublevación de tución y finalmente se designó al príncipe que había de ser
los griegos, a cuyos esfuerzos de independencia opuso Metternich ofrecido a los griegos. Así fue rey de Grecia en 1832, con el
las mismas objeciones de derecho internacional que a las res­ apoyo de tropas rusas, Orón de Baviera, que se mantuvo en el
tantes sublevaciones de los paises mediterráneos. Metternich apoyó trono durante treinta años. Aparte de su liberación nacional, los
también alJf, enajenándose con ello las simpatfas del mismo griegos no lograron ciertamente institucionalizar una vida cons-_
Alejandro, protector de los griegos ortodoxos, al legitimo poder, titucional liberal, que era el motivo por el que aquellos miles
o sea, el de los turcos. No obstante los servíos habían conse­ de voluntarios se habían apresurado a ayudarlos.
guido ya en 1817, en medio de sang�ientas luchas, una relativa ¿Cuáles fueron entonces los rasgos comunes de esta serie de
autonomía. Los griegos les siguieron, conducidos por el príncipe revoluciones en el Mediterráneo?
Ypsilanti, pero su primer intento fue rechilzado: el príncipe se 1. La constitución española de 1812 sirvió en todos aqueJlos
refugió en Transilvania y cayó prisionero de Austria. A pesar países de guía y modelo para el futuro político. Hasta en Grecia
de esto, el levantamiento griego, que, influido por la Ilustra­ se intentó bajo Capodistria, antes de su dictadura, imitar la cons­
ción, habfa conocido ya anteriormente un renacimiento literario titución norteamericana; pero en ningún país se lograron estos
no iba a detenerse. Con renovadas arremetidas el pueblo :::� intentos. Las constituciones siguieron siendo construcciones en
levantó en las islas y en el Peloponeso, mientras en una despia­ el aire.
dada carnicería se degollaban mutuamente griegos y turcos . Pero 2. Se trataba de levantamientos que no brotaban del pueblo
los intentos, en los territorios pacificados, de establecer una mismo. Sólo Grecia fue en esto una excepción. Todo el pueblo
constitución griega fracasaron en la práctica una y otra vez a se sintió afectado por la sublevación y tomó parte en ella, y

212 213
abierta declaración de principios sobre la política internacional.
sólo allf la revolución tuvo éxito. Desde este punto de vista,
Los americanos; no sin razón, temían que la ola de la restau·
la rebelión griega contra los turcos es comparable con la lucha ración cruzara el Atlántico y sometiera de nuevo las colomas
española contra Napoleón. Pero sobre todo los levantamientos españolas a la soberanía hereditaria. El zar de Rusia insistía en
fueron resultado de conspiraciones secretas tramadas por élites
que se produjera esta invasión como continuación de la inter·
reducidas, las más de las veces formadas por oficiales y fun­ vención, y al mismo tiempo en que los establecimientos rusos
cionarios, así como intelectuales y co�erciantes. Los fr�ncma­
en la costa occidental americana se extendieran desde Alaska
sones en España e Italia, los carbonan en el sur de !taha, los hasta California. Con ello los americanos se sintieron amenazados
federalistas en el norte los filiki eteria en Grecia y otros grupos
en dos puntos; la Doctrina Monroe es una respuesta a la Santa
d
aportaron ese mínimo · e organización necesario para aventurarse
Afianza, rechazando su pretensión de intervenir en cualquier
a convocar un levantamiento. Se trataba también de un tipo de

parte. El mensaje de Monroe constaba de os ideas fundame?­
organización capaz de dar una respuesta a las instituciones ..¡
tales; una de ellas se apoyaba en John Qumcy Adams: repetta
a los métodos de la policía secreta, pero cuyos peligros espe­
la vieja tesis de los dos hemisferios, la cual deda en resumidas
cíficos están constituidos por las contraasociaciones secretas, la cuentas que las colonias del continente americano, una vez libres ,
existencia de espías y la traición, cosas todas ellas que contri­
jamás volverían a depender de una autoridad ex tranjera y que
buyeron en buena medida a retrasar las sublevaciones o a hacer­
además la tierra origen de América jamás debería verse expuesta
las fracasar. Esto vale también para la primera sublevación que
a la nueva colonización de una potencia europea. Pero al mismo
estalló en Rusia, en el mismo corazón de la ortodoxia, en 1825.
tiempo -y éstas eran la tesis del propio Monroe- su declara­
Pero resultaron vanos los intentos de los decembristas en di­
ción era un manifiesto republicano, según el cual los verdaderos
ciembre de este mismo año de utilizar los desórdenes para cam­
principios de todo gobierno al oeste del Atlántico estaban en casa,
biar el soberano, derribar el gobierno y establecer _ una consti­
mientras que por el contrario las tiranías dominaban en Europa.
tución.
Así se configuraba potencialmente una intervención en sentido
3, De todos los paises se puede decir que las proclamas contrario, que se manifestó con declaraciones verbales de sim­
ideológicas de la Revolución francesa tenian una fuerte vitalidad
patía hacia los españoles oprimidos y los griegos sediciosos.
y podían despertar impulsos revolucionarios, pero no crear si­
Metternich vio, pues, en la Doctrína Monroe un llamamiento a
tuaciones revolucionarias, Las condiciones sociales de los respec­
la Revolución, orientado contra las instituciones religiosas y
tivos países no habían desarrollado aún inclinación revoluciona­
políticas del viejo continente. De esta forma se desarrolló por
ria propia, con lo que las formaciones de partidos se agotaban
primera vez, desde el punto de vista ideológico, la dialéctica
casi siempre en relaciones de familia, formación de clientelas .
de la intervención y la no intervención a nivel mundtal. En la
y vinculaciones a personalidades individuales . Como dice Diez del
política práctica esto se tradujo ante todo en el reconocimiento
Corral: lo asombroso de tantos levantamientos es el exiguo _
de la independencia sudamericana por parte de Estados Umdos.
provecho que la violencia extrajo de ellos.
Con ello se legalizaba aquella deserción de la madre patria que
4. Se dio la coincidencia de que todas las revoluciones unie­ había comenzado gradas a las guerras revolucionarias y como
ron entre sí a las tres penínsulas del Mediterráneo, como en un
consecuencia de la cual se había derrumbado por completo el
sistema de vasos comunicantes. Su curso dependió siempre de
sistema económico y comercial en la península ibérica, lo que
la intervención de las grandes potencias, cuyos intereses Y res­
a su vez había estimulado la agitación revolucionaria en España
pectivas relaciones mutuas decidían la marcha de Jos aconteci­
y Portugal. La acción recíproca de revolución y contrarrevolución
mientos en cada país. _
se basaba en su interdependencia en el plano mundiaL
Así pues, si se prescinde de la independencia griega, parece
El primer conflicto entre Estados Unidos y Rusia, tal como
que en general las cosas no cambiaron mucho, si bien los acon­
estaba formulado ideológicamente en la antítesis entre la Doctrina
tecimientos en el área mediterránea siguen siendo, a pesar de
Monroe y la Santa Alianza, tuvo en cambio un valor episódico.
todo un indicio del desplazamiento del centro de gravedad de
El poderío naval inglés se interpuso entre ambos: Canning reco­

la p litica mundial: la restauración impuesta por los franceses
noció poco después la independencia de las colonias españolas,
en España provocó directamente en 1823 aquel célebre mensaje
documentando así oficialmente la ruptura de los británicos con
de Monroe ante el Congreso americano que ha pasado a la
los principios de la Santa Alianza. Al mismo tiempo ofrecía al
historia con el nombre de Doctrina Monroe. Se trata de una

215
214
comercio inglés todo un continente y ponía freno a la temida 8. La situación agrícola de Europa
pretensión hegemónica de los Estados Unidos sobre el hemisferio
al comienzo de la industrialización
occidental. En otras palabras: el equilibrio europeo fue modi­
ficado por Inglaterra a escala mundial. El mismo Canning lo
dijo en 1826 ante el Parlamento: <<Yo me he propuesto que si
Francia se apodera de España, queden al margen las Indias
[occidentales] . Quiero Contribuir al fortalecimiento del nuevo
mundo para restablecer el equilibrio en el antigum> . Desde esta
perspectiva la contrarrevolución en la península ibérica e Italia Es hoy una costumbre subrayar la unidad de la revolución
quedaba superada en el plano de la política internacional, y la industrial y de la política. Sin embargo, hay que guardarse de
restauración limitada a regiones concretas. exagerar la concomitancia o el paralelismo de las dos revolucio­
nes que tuvieron su origen en Inglaterra y Francia. En torno
a 1815, Gran Bretaña se encontraba, utilizando una expresión
de Rostow, en la segunda fase de su industrialización, mientras
el continente entero se hallaba todavía en el umbral del moderno
mundo técnico. En el continente, que todavía tenía en general
una estructura agraria, las zonas industriales eran pocas y ais­
ladas. La reciprocidad de los dos movimientos revolucionarios
es un hecho que no se puede ignorar , pero este proceso presenta
a menudo desfases, ocasionados frecuentemente por tendencias
contrapuestas , de tal manera que la unidad de la historia europea
en la «época de las revoluciones)) sólo puede establecerse me­
diante un grado de abstracción relativamente alto.

I. ESTRUCTURAS Y TENDENCIAS GENERALES

El rápido crecimiento de la población es un presupuesto, en


parte una consecuencia y en· todo caso un fenómeno concomitante
de la industrialización. El crecimiento demográfico que ya babia
comenzado en el siglo XVIII se mantuvo constante en la primera
mitad del siglo XIX. El pequeño continente europeo albergaba
ahora alrededor del 20 por 100 de los habitantes de la tierra;
su población total pasó entre 1800 y 1850 de 188 a 267 mi­
llones, o sea, un aumento de cerca del 40 por 100. En esta época
histórica el enorme incremento demográfico debe ser atribuido
sin duda a una natalidad en alza (número de nacidos por 1.000
habitantes), pero en primer lugar a una mortandad en disminu­
ción. Epidemias que remitían y una mayor higiene elevaron
-aparte de factores desconocidos- el número de supervivientes,
prolongando la duración de la vida. Además, a consecuencia de
un cambio en las estructuras económicas en la ciudad y en el
campo y del levantamiento de antiguas prohibiciones, los matri­
monios ----con variaciones regionales- se realizaban a una edad
más temprana. Todas estas circunstancias juntas elevaron el nú-

216 217
conjunto, las zonas agrícolamente más atrasadas eran también La Revolución de julio y sus
9.
aquellas en las que se producían las mayores desigualdades en el
niVel de enseñanza. Para ello basta recordar el primitivismo consecuencias hasta 1 848
arcaico en que han seguido viviendo muchas poblaciones en d
sur y este de Europa: en Galitzia, Hungría y Sicilia la población
campesina empobrecida atacó a la nobleza porque la consideraba
responsable de la aparición del cólera. Por comprensibles que
fueran semejantes erupciones frente a un fenómeno cuya impor­
tancia muestran las estadis�icas de mortalidad, detrás de ellos
babia una mentalidad mágico-natural que sólo será superada len­ «La Revolución, que con tanta frecuencia ha afirmado ya estar
tamente con el desarrollo d� la enseñanza obligatoria. acabada, parece no querer acaban>: esta nueva experiencia era
e) Todos los conocidos problemas de diferencias de propiedad formulada por Ranke después de la caída de los Barbones,
y de educación, . que más tarde o más temprano aguardaban .la cuando publicaba su Historisch-Politische Zeitschri/t para sumi­
nistrar argumentos a las fuerzas moderadas. Hasta 1830 todos
1
solución, suponían ya la paulatina desapariCión de principio de
la organización corporativa. Si hasta entonces el status jurídico, los gabinetes europeos se habfan esforzado en mantener el staJu

económico, social y político se identificaban y permitían encua­ quo de 1815 en cuestiones de politica interior y exterior. En 1830
drar a una persona en su respectivo estamento, ahora aquellos
.
1 la Revoludón estalló donde babia comenzado, en Francia ; Y por

"j
ámbitos se habían separado: el derecho se convirtió en obra de tratarse de una gran potencia, las restantes grandes potencias se
una legislación general y con ello desaparecieron los privilegios negaron a intervenir, a pesar de los cOnvenios de Aquisgrán. Con
individuales; la economía se transformó en un campo de libre ello como Metternich hacia constar, se derrumbaba el dique
actividad y con ello los privilegios de clase se convirtieron en �
pen samente levantado en Europa. Se abría un futuro descono­
ventajas para los respectivos grupos profesionales y para los cido ante el cual ninguna de las experiencias hasta entonces

j
más variados sectores; en cuanto el Estado político -resultado habidas parecía tener valor .
de undesarrollo a largo plazo--- se sustrajo a la vieja ordenación En 1830 apareció en la política de toda Europa un nuevo
corporativa, que consiguió superar constituyéndose, gracias a sus punto de tensión, porque varios países lograron superar con una
instituciones, en instancia soberana suprema. «Estado» y «socie­ solución nacional y liberal-democrática el princ1p1o de la legttt­
dad» se fueron distanciando gradualmente en todo el continente. midad monárquica. Las fuerzas de la bui:guesía obtuvieron un
. .
En primer lugar, la decadencia de 1a nobleza y la disolución de éxito total, que les había sido negado en los acontecimientos de
la Iglesia como factor político dieron via libre a un tipo de 1814-1815, cuando se habían visto excluidas de los proyectos y
Estado que ya no estada vinculado a la persona de un monarca. resoluciones. La primera revisión de la ordenación de la paz se
Se hallaba disponible para un poder social, podía llegar a ser refería a aquellas cuestiones que desde entonces no habían teni­
un Estado de clases. Esto nos conduce finalmente a un fenómeno do respuesta o habían sido dejadas de lado: la participación ple­
moderno más amplio: en la misma época en la que se plantea namente responsable de la burguesía en la vida constitucional y
la cuestión social se acrecentaron las posibilidades del poder la independencia nacionaL Sin que estos objetivos hubiesen
sociaL Dicho en otras palabras, a medida que la libre compe­ sido alcanzados en todas partes, en cualquier caso a partir de

J
tencia, el prestigio y el influjo rompían los vinculas de clase 1830 la estructura de un Estado constitucional liberal y nacional
y el dominio personal, el poder podía mostrarse más abierta­ se fue asociando a los elementos del mundo polftico europeo.
mente. Que el poder sea malo en sí (Jacob Burckhardt) es 11n En consecuencia se produjo un cambio de toda la geografía po­
pensamiento del siglo XIX. Htica. Dos modelos de constitución aparecieron entonces enfren­
Será la Revolución de julio de 1830 la que destruya defini­ tados en el continente, y en general, como las consecuencias del
tivamente la aparente continuidad de la vieja Europa. movimiento revolucionario se iban extinguiendo en dirección este
y sur -de acuerdo con las situaciones sociales anteriormente

descritas-, se produjo una tensión permanente que urante la
época siguiente se fue plasmando de manera progresiva en las
reivindicaciones nacionales y constitucionales. He aquí los dos

250 251
temas que en 1815 fueron dados de lado y desde entonces que­ bieron un fuerte impulso en la opinión pública: en noviembre
daron pendientes hasta 1848. de 1830 cayó' el gabinete tory presidido por Wellington, viejo
Pero al mismo tiempo apareció un tercer problema más am­ amigo íntimo de Polignac, anterior embajador en Londres. In­
plio que había quedado relegado desde la caída de Robespierre mediatamente comenzaron los preparativos para la reforma elec­
y el descubrimiento de la conjuración de Babeuf. En el mismo toral y en abril de 1832 el gabinete whig abrió a la burguesía
momento en que la burguesía nacional ---en Francia y en Bél­ media un acceso al parlamento, previniendo con esta reforma,
gica- conseguía un puesto autónomo en la familia de- los Es­ como dijo McCaulay, una revolución en la Cámara de los Ca·
tados de Europa, sobrevino la ola radical democrática y socialista munes. En todo caso, ya en noviembre de 1830 la ola revo­
de las clases media y baja .que venían empujando desde atrás, lucionaria alcanzaba en el continente a Polonia y finalmente,
coadyuvando decisivamente al resultado de la Revolución de 1830. en febrero de 1931 a los Estados del centro de Italia. La Revo·
En otras palabras, el movimiento revolucionario no sólo desenca­ lución, después d �pasar por encima de estos. paises, había
denó una tensión en toda Europa, sino que tendió igualmente penetrado hasta el este.
a transformar aquella sihlación que se había establecido exac­ Exito y fracaso de las diferentes sublevaciones dependieron
tamente en 1830. La impresión de provisioÍlalidad, a duras pe­ de dos componentes que en cada caso condicionaron el resultado
nas ocultada por la Restauración, se extendió cada vez más por de manera distinta según las circunstancias . Por una parte estaba
la conciencia de toda Europa. El titulo del periódico de Lamen­ la disposición de cada país para acoger un cambio de consti­
Dais, L'Avenir, es un indicio de aquella búsqueda de nuevas tución, por otra el juego de fuerzas de las grandes potencias,
formas para el futuro que habían emprendido con diversos obje­ cuyo respectivo peso actuaba en direcciones opuestas. Un par­
tivos todas las fuerzas resultantes de . la gran Revolución fran­ cial rearme y movilización de los ejércitos recrudeció la situación,
cesa. En la medida en que éstas formulaban proyectos contra­ y el reguero de pólvora de las respectivas rebeliones amenazó
dictorios para el futuro, se hadan más nítidos los contornos de con desembocar en una guerra revolucionaria internacional. Este
las facciones y grupos, que llegaron a atravesar las fronteras era en realidad el objetivo del ((movlmiento» republicano en
de Estados y pueblos, aunque sin poder superarlas. Las diferen­ Francia, como escribió eritonces Edgar Quinet: «Dejar que las
cias regionales relacionadas con la estructura social, la indivi­ consecuencias de la Revolución se detengan en las fronteras sig­
dualidad étnica de los pueblos y los elementos religiosos cons­ nifica ocultar la misión e instinto de Francia para difundir la
titufan el punto de partida de las evoluciones peculiares de civilización». Los revolucionarios belgas, polacos e_ italianos pu­
cada Estado. Las cuestiones sociales se conjugaron, pues, con las sieron sus esperanzas en la ayuda de Francia, así como en París
nacionales y constitucionales, por cuyo motivo se crearon nuevas los radicales, ante un avance en las fronteras dd Rin, se pro­
situaciones de conflicto que hacen · presagiar los acontecimien­ metían la guerra y con ello la prosecución de la Revolución.
tos de 1848. Inglaterra y Prusia trataron de adelantarse diplomáticamente a
este peligro, para lo cual reconocieron enseguida al nuevo rey
_
Luis Felipe en un documento al que acabaron por adhenrse
l. REPERCUSIONES Y DERIVACIONES DE LA REVOLUCION DE JULIO Metternich con algunas dudas Y. Nicolás de Rusia a disgusto.
Mediante esta legalización se intentaba atajar la Revolución en
La sorprendente calda de Carlos X de Francia y de su mi­ Francia, deseo que obviamente también compartía Luis Felipe
nistro Polignac en el plazo de tres dfas (29-31 de julio de 1830) para estabilizar el poder alcanzado.
provocó una ola revolucionaria que se extendió por amplias zo­ El rey burgués y Talleyrand, nuevo embajador en Londres,
nas de Europa. Aunque la Revolución de julio produjo una invocaron en contra de la alianza oriental el principio de la
reacción en cadena en toda Europa, no se concretó un gran no intervención: aquella máxima según la cual una Revolución,
acontecimiento, como habfa de suceder en la Revolución de 1848. una vez desencadenada, no debía ser interferida desde el exte­
La chispa revolucionaria prendió en Bélgica (agosto de 1830) rior. Inglaterra siguió la misma . línea. Como decía Talleyrand,
y Suiza (final del verano y otofio de 1830) y desencadenó allí la no intervención era sólo una variante de la intervención, a
tumultos que en septiembre pasaron también a las ciudades del fin de proteger a los inswrectos. Pero esta variante sólo podía
centro de Alemania. Sus efectos alcanzaron incluso a Ingla­ mantenerse el tiempo que tardaran las otras potencias en tomar
terra. Los grupos liberales ·de los whigs y sus seguidores red- sus medidas. Metternich sólo veía en el principio de la no

252 253
N

...

Petersburgo 1825

� Revolución francesa de 1830


QIITil Sublevaciones
�j Revoluciones triunfantes
Confines de la Confederación
- germl!inica
La Rep. cie Cracovla desde
1846 a Austria

IMPERIO RUSO

B. = Baden
· Br. = Brunswlck
H. = Hesse
Ho. = Holsteln

L. = Luca

M. = Módena

Me. = Mecklemburgo

Mo. = Montenegro
P. ::: Parma
S. = R-eino de Sajonia
T. = Turlngla
W. == Reino de

Württemberg

B. = Baden

L. = luce
M. = Módena
Mo. = Montenegro
P. = Panna

W. = Württemberg

Revolución española
'!,
y sus Irradiaciones
�� Revoluciones
� Serbla 1804-1817 e irradiaciones �3 triunfantes¡
en Grecia 1821-1 829 Confines de la Confederación germánica

� Figs. 6 y 7. Revoluciones constitucionales y sublevaciones


nacionales de 1815 a 1847.
intervención una autorización concedida a los incendiarios, de
forma que él se sintió obligado a actuar como bombero y pro­ bajo la jurisdicción protectora de las tres grandes potencias del
noroeste, los movimientos nacionales y sociales. de emancipación
cedió en consecuencia, ya que se hallaba seguro del apoyo ruso.
Con ello quedaba trazado el nuevo paralelogramo de fuerzas. pudieron desplegar una fuerza propia.
Algo análogo puede decirse también de Suiza, que situada en­
La separación de Bélgica de los Países Bajos fue legitimada
internacionalmente en el espacio de tres meses por una confe­ tre Francia Y Austria, en una atmósfera de desconfianza por
parte de sus poderosos vecinos, consiguió democratizar sus cons­
rencia rápidamente reunida eó Londres. Las grandes potencias
limítrofes, Inglaterra, Francia y Prusia, se comprometieron a la tituciones cantonales. Modificando el principio revolucionario de
moderación, pero el rey holandés trató de recobrar mediante la la no intervención, la Dieta resolvió lo siguiente: «Todo Estado
fuerza de las armas las provincias perdidas. De esta maneia los federado, en virtud de su propia soberanía, es libre de empren­
franceses �udieron, gracias a una acción militar de ayuda a Am­ der las reformas que considere necesarias y adecuadas con tal
de que no sean contrarias a la convención federal». Con ello se
beres (18.31), desquitarse por Waterloo y condicionar su reti­
cerraba el círculo de Jos éxitos de la Revolución de julio.
rada al desmantelamiento de algunas plaz�s fuertes belgas. Las
En cambio la Revolución no obtuvo resultados positivos en
grandes potencias acordaron la neutralización de Bélgica, si bien
aquellos países cuya estruc;:tura agraria permanecía estancada,
las fronteras con Holanda sólo fueron definitivamente fijadas en
donde la burguesía era débil y la Iglesia, lo mismo que la no­
el Tratado de Londres del 9 de abril de 18.39. Un juego diplo­
mático tenaz y áspero impidió que la guerra civil belga-holandesa bleza, eran relativamente fuertes : Italia y Polonia. En ambos
casos los levantamientos nacionales fueron rápidamente sofoca­
se transformara en una guerra europea entre Estados. En esto
dos po� las grandes potencias reaccionarias, como en Italia, o
Prusia desempeñó un papel decisivo al pasarse del bando de
Europa oriental al de Inglaterra. en medto de sangrientas y duras luchas, como en Polonia.
Dado que la monarquía de julio, con la proclamación de Ja
El principio de legitimidad quedaba con ello doblemente vio­
no intervención, parecía querer proteger también estos levanta­
lado, puesto que un rey elegido por los revolucionarios después
mientos , los insurrectos se sintieron inevitablemente traiciona­
de muchas discusiones -Leopoldo de Coburgo- había alcan­
dos cuando Francia, para evitar una radicalización interior, no
zado su título legal mediante una intervención internacional,
se opuso a que Austria restableciera de nuevo en sus derechos
de la misma manera que Otón de Grecia. La realeza se con­
vertíS. en una institución funcional. Con ello se introducían en trad�cionales a los príncipes italianos y al papa. Luis Felipe
llevo a cabo un complicado doble juego sirviéndose de un len­
la comunidad monárquica internacionalmente legitimada Jas nue­
vas formaciones nacional-revolucionarias.

guaje revolucionario que luego desauto izaba secretamente por
conductos diplomáticos. La no intervención fue interpretada al
La misma moderación dosificada que Prusia había empleado
pie de la letra, ignorándose toda llamada de auxilio, e incluso
respecto a Bélgica la mantuvo también, a pesar de las presiones
opuestas por parte de las potencias orientales, en Alemania cen­ la toma de Ancona por una flota francesa --en 1832- fue
sobre todo un gesto de cara a la opinión pública francesa y a
tral. En Brunswick, Kassel y Dresde, los soberanos fueron tam­
la tribuna del parlamento. Los polacos fueron completamente
bién expulsados o remplazados por sus herederos, mientras en
abandonados a pesar de todas las simpatías europeas. En el
Hannóver fue nombrado un virrey; después de lo cual se pro­
clamaron también en estos países al norte de la línea del Main otoño de 1831, después de una lucha de nueve meses la insu­
constituciones con garantías liberales: división de poderes, res­ ;
rección fue sofocada. Una manifestación popular en P rís --eco
de la caída de Varsovia- fue reprimida por el nuevo régimen.
ponsabilidad de los ministros y leyes sobre el presupuesto. Estos _
La consolidación de ambas posiciones -la de las potencias
eran los países que el Estado prusiano quería incluir en sus
.
hberales en el oeste y la de las potencias contrarrevolucionarias
planes de unión aduanera entonces incipientes. Los Estados ve­
en el este-, entre las cuales Prusia sostenía una postura vaci­
cinos trataron por su parte de alinearse con el desarrollo pru­
lante, influyó a su vez en la situación general de la politica
siano en la legislación de la reforma emprendida en 18.30: ali­
exterior y con ello en los restantes países de Europa. En 1833
vio de la presión fiscal sobre el suelo, liberación de los campe­
Rusia, Austria y Prusia firmaron un nuevo tratado de ayuda
sinos, autonomfa administrativa de las ciudades y finalmente
mutua, sobre el que se apoyó Palmerston, el activo ministro
colaboración económica.
de asuntos �teriores del gobierno liberal whigh, para sellar !a
De esta manera la Revolución triunfó sobre todo alli donde,
_
Cuadruple Alianza de 1834 con Francia, Portugal y España. Se

256
257
trataba, como dijo él mismo, de una cuádruple alianza entre de 1845. Esta.constitución era un compromiso entre los elementos
los «Estados constitucionales del oeste, que servirá como con­ esp��oles liberales y tradicionalistas, eliminaba cualquier invo­
trapeso a la Santa Alianza del este». Ciertamente la cuádruple cacton a �a sobe arúa po¡>ular e introducía un senado que, como
;
alianza de Palmerston sirvió en primer lugar para terminar en en Franela, habta de hacerse cargo de la jurisdicción poHtica.
un sentido liberal las guerras civiles de la península ibérica. Las . fa�ultades de los diputados quedaron reducidas, pero no
Don Miguel y Don Carlos, adversarios absolutistas de la reina suprtmtdas, Esta constitución -y este hecho es otro testimo­
Maria da Gloria de Portugal y de la regente María Cristina de nio de la peculiaridad de España- sobrevivió a la Revolución
Espafia, tuvieron que aPandonar la península ibérica bajo la de 1848. La teología de la historia de Donoso Cortés, que sirve
presión de las potencias occidentales. Pero ni siquiera el retorno de puente entre el tradicionalismo y la moderna dictadura resulta
de la antigua institución de las Cortes españolas me.diante el inco�pre?sibl7 si se olvida que los intentos de procla� ar una
estatuto real de 1834 pudo impedir que la guerra de sucesión constituctón liberal en España fueron frustrados una y otra vez
de carlistas contra cristinos estallara de nuevo y envolviera desde la derecha Y desde la izquierda. Pero precisamente esta
a Espafía en una guerra civil durante máS de siete años. experiencia ¡>ermitió a Donoso Cortés formular sus pronósticos
La confrontación europea entre el este y el oeste, patente más sombrfos, t:�resagio de nuestro siglo.
desde 1830, influyó a su vez de manera nueva en los aconteci­ Las v�dsit_ndes de . la serie de constituciones españolas seme­
.
mientos es¡>afioles. Las tres potencias orientales reconocieron a Jaban �as bten un ctclo prerrevolucionario, en vez de insertarse
Don Carlos como único rey legítimamente reinante, retiraron en el rtt?Io revolucionario del restante movimiento europeo. Pero
a sus representantes de Madrid y apoyaron al partido carlista el peculiar proceso de España nos muestra -a pesar de las
con crecientes sumas de dinero. Inglaterra, por el contrario, i-?ter�enciones extranjeras- que la contradicción político-cons­
moviliro su flota, dinero y voluntarios a favor de los cristinos, �ttucton�l eurooea de _ 1830 tampoco logró resistir en política
y Francia envió legionarios extranjeros. Pero el hecho de que mternactonal. El confhcto de intereses entre Francia e Ingla­
uno de los dos Estados se inclinase por los radicales y progre­ terra en todo el ámbito mediterráneo dividió a ambas potencias
sistas y otro por los mlis moderados impidió una solidaridad visiblemente.
eficaz de las potencias occidentales. Los esfuerzos internacionales ¿Cómo transcurrió la Revolución en los otros países? ¿Cuáles
contribuyeron a prolongar la terrible guerra civil, en lugar de fueron sus consecuencias?
abreviarla. Intervenciones frecuentes fomentaron la caída de los
ministerios, que cambiaban continuamente. Cuanto más se pro­
longaba la guerra, más se enfrentaban Inglaterra y Francia en­ 11. LOS PROBLEMAS CONSTITUCIONALES y NACIONALES

tre s1. España era demasiado grande, y sobre todo los españoles Y SUS REPERCUSIONES. .If;N
0
�ADA ESTADO DESDE 1830
demasiado orgullosos para resignarse a las intervenciones extran­
jer.as; al mismo tiempo, su pais se hallaba demasiado desgarrado Para casi todos los pueblos europeos el ¡>ostulado ¡>tapio del
polÍticaMente _para que pudiera llegar a consolidarse antes de momento, de crear una constitución se vio en par t� dificultado
. y en parte reforzado por una exigencia ulterior : la de la for­
un agotamiento total Asf quedaba demostrada de nuevo la rela­
tivr lllltonom{a y singularidad del proceso españ.ol. mación de un Estado nacional Esto vale para Bélgica como
Después de la caída del liberal Mendizábal, regresado desde para Alemania, para Italia como ¡>ara Polonia, e incluso para
_
Espana, donde los frentes de la guerra civil se deshacían una
Lonclre.s, un pronunciamiento militar impuso por la fuerza en
18}6, ana constitución más radical, que se remitía de nuevo· a
. Y otra vez a causa de las antiguas unidades regionales y étnicas,
loa priñcipios de 1812, así como a la constitución belga de 1831. como las .de los vascos y catalanes. Francia babia conseguido
.
Le victf>ria final sobre los carlistas no pudo impedir que en 1840 una ventaJa terminante: desde las guerras revolucionarias era
la repnte María Cristina tuviera que ceder a su vez ante un una nación consciente, cuya unidad era la premisa indiscutida
dictador, el general Espartero . La impresión de estos aconteci­ de todas las luchas en torno a su organización autónoma. Por
mientos indujo a Donoso Cortés a transformarse de liberal mo­ eso resulta el caso de Francia tanto más significativo, puesto que
derado en tradicionalista y a seguir al exilio a la reina madre no era un modelo directamente imitable. Asf, después de Ja
María Cristina. A su regreso, Donoso Cortés fue la cabeza caída .de los Barbones, Vicini afirmaba en Bolonia «que la
rectora de la comisión parlamentaria que redactó la constitución posteridad tendría que colocar con gratitud aquellos tres días

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de París junto a los primeros seis días de la creación del mun­ tarnente reprimidos, de Lyon en 1831 y 1834 y repetidas veces
do». Pero esta esperanza no habría de cumplirse. en Paris, los trabajadores manuales se unieron a los republicanos.
La de julio fue una revolución política que determinó cam­ Pero desde 1835 se consolidó el régimen del jurte milieu, que
bios en las capas sociales dirigentes -la gran burguesía sustituyó entre las reivindicaciones de legitimidad de la camarilla borbónica
a la nobleza en los puestos clave, el soberano legítimo fue sus­ los bonapartistas, los republicanos y finalmente también los so �
tituido por el «rey burgués)>._, pero la organización constitu­ cialistas, trataba de mantener una postura intermedia que fuera
cional y la estructura social permanecieron relativamente intactas. razonable . Alta finanza (Pereire), nobleza liberal (duque de Bro­
La ambivalente .Charte de 1814 fue adaptada a las exigencias de glie), eruditos (Guizot), abogados y escritores (Thiers) figuraban
aquella clase superior burguesa que había alcanzado en las elec­ en los ministerios, que cambiaban casi cada año, lo que, si bien
ciones de 1827 una mayoría en la cámara y que en general se demuestra su dependencia parlamentaria de la mayoría de la
hallaba en el terreno de la Constitución. Como había dicho Royer­ cámara, aumentaba al mismo tiempo la autoridad personal del
Collard: «La· monarquía cesa el día en que la cámara le impone rey burgués.
·

los ministros». Aparentemente donúnaba la burguesía liberal del censo como


Carlos X trató de frenar esta ascensión de la burguesía, ple­ clase abierta. Así había que interpretar la famosa sentencia de
·namente legal, primero mediante la maniobra de distracción de Guizot en el sentido de que había que enriquecerse mediante
una invasión de Argelia, que sin embargo no produjo ningún el trabajo y el ahorro para obtener con el beneficio económicO
cambio brusco de la situación¡ luego mediante las cuatro orde­ una participación en el poder politice. En realidad, el monopolio
nanzas que suprimían la libertad de prensa y debían alterar el del poder siguió en manos de un grupo relativamente pequeño
sistema electoral a expensas de los burgueses que pagaban im­ y constante, que durante el régimen napoleónico había hecho
puestos sobre la industria. Esta fue la prueba decisiva para una un excelente uso de su propia política. Inmediatamente después
monarquía constitucional que tenía que vivir a base de com­ de la Revolución fueron sustituidos casi todos los prefectos
promisos entre la corona y el parlamento o hundirse. Thiers -sólo los magistrados conservaron su inamovilidad-, mientras
acuñó entonces la fórmula «Le roi regne. mair il ne gouverne la compatibilidad entre los cargos de funcionario y diputado
pas», para sustraer al rey al control directo del gobierno, fórmu­ {en la segunda cámara el número de funcionarios llegaba al
la de la que Bismarck dijo, en una situación análoga, que no 43 por 100) permitía conseguir, mediante compra o extorsión,
era exactamente traducible al alemán. mayorÍas adictas al gobierno. Las elevadas cauciones exigidas a
El último Barbón buscaba por su parte la manera de imponer los editores estaban destinadas a aumentar el precio de los
una vez más la monarqUÍa · absoluta, recurriendo a su derecho periódicos, con lo que su compra quedaba restringida a las
a decretar leyes de emergencia (artículo 14). Era un golpe de clases pudientes; la educación política no sólo tenía que ser
Estado desde arriba, contra el cual la población de París des­ impartida por la propiedad, sino estar reservada a ésta. Por
encadenó espontáneamente la revolución desde abajo. Como dijo consiguiente, se combatieron resueltamente las crecientes soli­
Metternich, fueron los mismos legitimistas quienes legitimaban citudes . de una democratización del derecho al voto. No tenia,
la revolución. Los impresos, afectados por la censura, fueron los por tanto, nada de sorprendente que Ia opinión pública de cual­
primeros que se declararon en huelga ¡ estudiantes y obreros quier tendencia se concentrara cada vez más contra aquel régi�
levantaron barricadas, e inmediatamente comenzó la carrera por men de élites, régimen que por añadidura iba efectuando en
establecer a quién correspondía la soberanía. La mayoría liberal su política exterior una lenta aproximación al grupo conservador
de la cámara, las altas finanzas y Luis Felip� de Orléans se del este. Por todas estas razones se acumularon aquellas energías
coaligaron para excluir al «pueblo)). Concluyeron un pacto que dirigidas contra el status de la burguesía, cuando la situación
instituía al rey en <<interés» y no en nombre del pueblo; su economía ·dejó de ofrecer una salida. Esto tuvo lugar en 1847.
derecho a decretar leyes de emergencia fue suprimido, se intro­ Francia ofrecía un modelo de dominio de clase, tal como Marx
dujO el derecho de iniciativa de las cámaras y se hizo extensivo lo había analizado. Pero la gran burguesía francesa perdió
el censo a la alta burguesía. en 1848 su poder directo, manifiesto y casi ilimitado, en un mo­
Siguieron años de intranquilidad, durante los cuales la clase mento en que en el este la burguesía comenzaba a apremiar al
inferior, apenas organizada, quiso obtener una revisión cuando gobierno. Pero el modelo de constitución que desde 1830 ejer­
menos de las relaciones soci�les : en los levantamientos, sangríen- cía mayor poder de irradiación era el de Bélgica.

260 261
Bélgica era el punto de cristalización de todos los problemas Bélgica sólo -fue posible porque ----o-c mo en París- la clase
europeos, asociado a un intento muy eficaz de conseguir una inferior contribuyó a ello decisivamente: sobre todo en las ciu­
solución moderna. El origen del Estado belga se basaba en d dades había resultado extremadamente perjudicado por el siste­
origen histórico común· de sus ciudadanos, sin que la nación ma tributario holandés, de manera que las inquietudes sociales,
hablase por ello un idioma común. Antes bien, la nueva frontera que todavía no habían tenido efecto en el sector industrial en
pasaba a través de un territorio lingüísticamente homogéneo; la este caso fueron favorables a la independencia nacional. P
ero
tradición de las provincias católicas de los Habsburgo, y sobre un presupuesto único de la independencia belga era que allí , por
todo la larga duración de la pertenencia política a Francia, primera vez en la historia, los católicos se habían coaligado con
diferenciaba claramente a los Países Bajos del sur de los anti­ los liberales (1828). El alto clero, que esperaba en vano la
guos Países Bajos Unidos, en su mayoría calvinistas. La consti­ restitución de sus perdidos privilegios, opuso desde · un principio
tución de 1815 no había eliminado este contraste : fue impuesta resistencia a una autoridad politica que de manera creciente ha­
a los belgas en contra de la voluntad categórica de su mayoria, bía intensificado su intervención en la administración de la
y por añadidura, a pesar de que constitúían las tres quintas Iglesia y los órganos educativos clericales. Los procesos contra
partes de la población total, obtuvieron sólo una representación altos eclesiásticos se extendieron también, forzosamente, a la
paritaria en las cámaras en comparación .con la concedida a las prensa, que había tomado partido contra el gobierno, cuyos
provincias holandesas. Sobre el fondo de esta desproporción cons­ periodistas fueron llevados ante tribunales especiales. Asi se
titucionalmente fijada, el gobierno personal de Guillermo Je estableció una alianza que sólo aglutinaba el programa común'
Orange añadió ciertas tensiones suplementarias, cuya supresión de libertades liberales, alianza que la mayoría de los católicos
habría de ser el objetivo de la constitución revolucionaria de 1830. sólo entendió francamente como una maniobra táctica . Mientras
En lugar del principio monárquico-estamental se declaraba abier­ tanto se formaba también en torno a Lamennais un grupo libe­
tamente la soberanía del pueblo, el rey era considerado sólo como ral-católico que reivindicaba las libertades políticas como pre­
un órgano ejecutivo dentro del marco de las leyes y sus atribu­ misa para el desarrollo progresivo del verdadero catolicismo.
ciones sufrían una restricción. Eso significaba -en segundo lu­ De la mayor eficacia para la causa de la independencia fue la
gar- la introducción de la responsabilidad de los ministros ante condena papal de este grupo en 1832 mediante la encíclica
la representación nacional y la creación de un régimen parla­ Mirari vos, con el apoyo por escrito de Metternich. Aquello no
mentario, sin que esta expresión apareciera para nada, En tercer tuvo ninguna repercusión sobre la posición particular adoptada
lugar, contra la expansión administrativa del holandés como len­ de hecho por el clero católico belga. La alianza táctica con lOs
gua oficial en Flandes, la cuestión lingüística era sometida a la liberales había proporcionado al clero una situación única : la
legislación, En cuarto lugar era introducidS la libertad general Iglesia católica conservó la más absoluta libertad en todo el sec­
de prensa, lo mismo que la jurisdicción de los jurados. Fina ­ � tor de la enseñanza, donde se encontraba protegida por las
mente se garantizaba la libertad de enseñanza, así como la reli­ leyes y financiada por el Estado. La tolerancia liberal se con­
giosa, asumiendo el Estado la retribución permanente del clero. vertía de hecho en una ventaja para la ·religión dominante. Nada
Esta combinación constitucional era el resultado de una expe­ de sorprendente tuvo, por tanto, que después de la victoria
riencia de quince años que los belgas habían acumulado bajo común volvieran a surgir muy pronto las diferencias con los
la política r_lgida e inflexible de Orange, cuyas concesiones llega­ liberales. En la estruc;tura_ social se perpetúa la división entre
ban siempre demasiado tarde. Así pudo la nobleza belga, que no un clero privilegiado .y un tercer estado compuesto por ciuda­
había logrado canjear sus perdidos privilegios por nuevas posi­ danos burgueses, tap.to más cuanto que en Bélgica no se hallaba
ciones directivas en el Estado, ponerse de acuerdo con la alta todavía resuelto de una forma terminante el problema de los
burguesía: juntas fundaron el Senado como ótgano del latifun­ �bienes negros» adquiridos legalmente durante la época de- la
dio (en una época en la que la propiedad de las tierras repre­ Revolución, y por tanto conducía a continuos procesos. Pero
sentaba todavía el 60 por 100 de todo el tJatrimonio nacional). el tránsito _general en Europa de las formaciones políticas anti­
Al mismo tiempo se reunía la segunda cámara como órgano de guas a las modernas fue propulsado con especial rapidez gracias
la burguesía censitaria, aquella burguesía cuyos intereses indus­ al resultado de la revoluci6n belga .
triales habían quedado relegados una y otra vez ante los inte­ En cambio el conflicto lingüístico, hoy tan actual, comenzó
reses del gran comercio holandés. Asjmismo, la separación de a emerger lentamente, Toda la clase superior hablaba francés,

262 263
que estaba difundido también entre casi todos los que no eran que el descon�ento de los campesinos y los artesanos, que fre­
analfabetos. Bélgica se había emancipado de Holanda como na­ cuentemente se hallaba todavía asociado a la vieja tradición cor­
ción de cultura lingüística francesa. Esto dio origen al problema porativa, no llegó a plasmarse en una acción común con los
flamenco. Los vlaamsgeúnden, dirigidos por intelectuales, exigie­ intelectuales revolucionarios. El destino de Büchner, que tuvo
ron por primera vez en 1840 el reconocimiento del flamenco que huir en 1834, lo demuesua.
como lengua oficiaL Desde entonces el movimiento con sus peti­ La primera generación de estudiantes radicales, cuya Burschen­
ciones siguió creciendo de modo decisivo. Esto tenía, dado el schaft había sido prohibida en 1819, había iniciado entretanto
estricto censo electoral, ya. desde el principio implicaciones de­ su vida profesional. En estos círculos se reclutaron aquellos pro·
mocráticas, de las que en adelante se sirvió también el clero, fesores que junto con los estudiantes ocuparon temporalmente
obligado a estar cerca del pueblo. Así, desde los años cuarent� en 1831 la dudad universitaria de Gotinga. Y de estos círculos
los frentes políticos comenzaron también a sufrir la influencia precisamente procedían los fundadores de la Press-und Vater­
de los problemas lingüísticos. lands vereins, que se extendió por el sur y centro de Alemania
Independientemente de los cambios en la situación interna, y mantuvo entrechos contactos en las universidades con la aso­
la constitución belga influyó también en el exterior: su carác­ ciación secreta Germani(l. Estas fuerzas organizaron en 1832 la
ter liberal-representativo influyó en la constitución española fiesta de Hambach, que en la zona suiza consiguió democratiza!
de 1836, en la griega de 1844 y por último en la serie rie una constitución cantonaL Al grito de «patria, soberanía popu­
constituciones revolucionarias de 1848. Pero igualmente el nuevo lar, unión de los pueblos», miles de hombres aclamaron a los
modelo histórico-social de una alianza entre liberales y católicos oradores populares, los cuales en parte ---como BOrne- habían
repercutió en el movimiento de unificación en Italia y en ;a acudido desde Francia. El programa de la «reunificadón» de
situación del Kulturkampf surgido en 1836 en Prusia. El rápido Alemania se planteaba ya -a la vista de las potencias orienta­
auge económico de Bélgica contribuyó también a imponer que , les- la interrogación de si había que preferir <moldad sin líber·
este país pasara como modelo liberaL tad» o «libertad sin unidad».
Hasta qué punto todo esto había modificado la situación En el año siguiente, 1833, se intentó por primera vez «hacer»
europea se mostró de un modo particularmente claro en la una revolución en vez de esperarla. En Francfort fue asaltado el
vecina Confederación alemana. Guillermo de Orange había soli­ il cuartel central, y -emigrantes polacos trataron de atravesar hs
c.itado en vano la intervención de la Confederación, tratando fronteras alsacianas para apoyar el esperado levantamiento popu­
de obligarla a ello. En su impotencia se había visto además lar. Desde el punto de vista táctico, la revolución estaba mal
obligado a renunciar a la parte valona de Luxemburgo, que fue preparada y fracasó bajo el peso de circunstancias tragicómicas ;
incorporada a la Bélgica revolucionaria. Con ello, por primera desde el punto d e vista histórico. y social, la insatisfacción de
vez, un aspecto lingüístico-nacional prevalecía sobre el principio amplios sectoreS de la población no fue suficiente para trans­
monárquico, cosa que, consecuentemente llevada a la práctica, formar una revuelta de estudiantes en un movimiento de masas.
tenía que haber cambiado casi todas las fronteras de Europa. Rochau, que más tarde habría de lanzar el concepto de Real­
Con esto quedaron delimitados los efectos de la Revolución de politik, tuvo su primera experiencia política participando en es­
julio. La constitucionalización de los Estados medianos de Ale­ tos sucesos. Francfort no era en realidad, como Viena y Berlín,
mania septentrional babia sido un logro inequívoco de la ·bur­ una capital en la que fuera posible disponer de unos resortes de
guesía liberal, pero detrás de ésta se anunciaba --en una se­ poder. Pero las consecuencias de este intento de revolución
gunda ola- el movimiento nacional-democrático, que, con su fueron decisivas, pues a partir de entonces se puso en marcha
programa unitario, ponía en tela de juicio toda la constitución una ola de revoluciones que oscureció con mucho a la de los
federal. Cualquier reivindicación a favor de la alemana modi­ años veinte.
ficaba potencialmente las fronteras existentes. En 1832 y 1834 se promulgó, mediante decretos federales, una
Este movimiento tuvo su punto de partida en la zona Rin­ serie de medidas y leyes para suprimir la libertad de asociación,
Main y del Palatinado, donde aún estaba vivo el recuerdo de abolir los restos de la libertad de prensa y crear una nueva
la época francesa, favorecido por la actuación relativamente blan­ comisión de investigación contra prófugos y alborotadores, orga­
da de los tribunales frente al delito político. Pero el movimiento nizar la colaboración de las policías secretas, vigilar rigurosa­
nacional-democrático careció inicialmente de consecuencias, por- mente las universidades -el número de estudiantes disminuyó

264 265
en cerca de up tercio por entonces- y recortar los derechos
regionales de cada Estado en beneficio de la jurisdicción federal.
Además parte de estas leyes no fueron publicadas, sino aplicadas
en secreto. En una palabra, la constitución federal se vio debi­
litada por un golpe de Estado desde arriba, y para ello, en
nombre de la reacción, se reforzó notablemente la autoridad
federal. Una situación como ésta permitió en 1837 a Ernesto
Augusto de Hannóver suspender la constitución, acto al que se
opuso la conocida minada de los siete profesores de Gotinga,
con un gesto- que les costó la cátedra. Fueron éstas medidas aná­
logas a las que en occidente habian provocado la revolución.
Instaurada la reacción en la Confederación alemana, una oleada
de emigrantes se dirigió hacia occidente, y tanto Inglaterra como
Francia protestaron en nombre de los acuerdos de Viena contra
semejantes medidas, cosa que acentuó en el plano internacional
los contrastes y desequilibrios entre oriente y occidente.
Pero poco tiempo después se vio hasta qué punto habian
evolucionado las posturas nacionales, que, a pesar de las dife­
rencias constitucionales, se revelaban como fuerzas homólogas
¡ y factores genuinos de la politice exterior. Durante el año 1840
1
• la lenta decadencia del Imperio otomano culinilló en una crisis
internacional en oiiente. Intereses estratégicos -el dominiq de
los Dardanelos- y comerciales -1�-- apertura de ruta's hacia
Asia- superpuestos originaron tranSitodamente una situación en
la que Francia, con Thiers, se encontró repentinamente aislada
por las. otras grandes potencias. Durante la guerra civil oto­
mana Francia habfa intervenido a favor de Mehmet Ali, pachá
de Egipto, mientras las restantes potencias apoyaban en interés
11'1 Unión aduanera prusiana desde 1818 � !;atados adheridos tt la Unión
aduanera alemana después
propio a la Sublime Puerta. Francia tuvo que ceder a la presión
mm =1:��n�s f�a�=��a ��uanero de_ 1848
de las grandes potencias· y trató de desviarla espontáneamente
l!iiiT
, i�r%�:1�8de la Conf.ederaciOn_
_
TI'I Esta_!ll)8 qua, Junto con el sistema hacia las fronteras del Rin. Por aquel entonces en Alemania, a
� aduanero prusiano, se adhirieron
··--- Unión comercial ooootrn,goo·mo'"" /
a 1_11 Unión aduanera alemana
{1828.1834) pesar de las simpatías constitucionales, estallaron los sentimien­
m Eatadoa adheridos a la Unión adua­ tos nacionales (en esta época fue escrito el himno a Alemania,
nara alemana a prlncrproa de i84B de Hoffmann von Fallersleben); eran sentimientos que, desenca­
denados por la política exterior, empujaban crecientemente en
Fig. 8. La Unión aduanera alemana. poHtica interior hacia una constitución de toda Alemania con
participación popular. En este aspecto, 1840 fue un año crucial,
ya que fue entonces cuando el problema, insoluble en las condi­
ciones de entonces, adquirió un carácter demasiado virulento para
que las dos potencias principales de la Alemania oriental, Prusia
y Austria, con sus posesiones fuera de la Confederación, pudie­
ran tolerar una revisión constitucional que apuntase hacia una
única Alemania.
En esta situación, la postura de Prusia adquiría una particular
significación, ya que su centro de gravedad se hallaba mucho

266
267
primas-, delünitaron desde entonces, a pesar de todas las dife­
más cerca de Alemania que el del Imperio austriaco. Pero sobre
rencias, el ámbito que había de ocupar la futura Ah�mania.
todo �on su creación de la Zollverein habla erig1do una confe­
- n dentro de la confederación convirtiéndose en portavoz La paradoja de Prusia, que desconcertaba por igual a adver­
deraciO ,
, .
hegemontco _
de los mtereses de la burguesia industrial alemana.
sarios y partidarios, estaba en que este país, que con tenaz
energía había creado un área económica liberal, seguía siendo
Después de haber suprimido en 1818 las aduanas interiores ild­
politicamente conservador e iba a remolque de Metternich. Peto
quiriendo e'? consecuencia, desde el punto de vista de la poÍítica
desde 1840 la situación política interna había cambiado también.
aduanera, dtversos enclaves, en 1829, aliándose con Hesse, Prusia
Los mismos burgueses a los que Prusia había impue�to en la
pudo llevar a cabo la unión económica y polftica de sus terri­
constitución de las ciudades la autonomía administrativa y cuya
to�ios ?rientales Y occidéntaJes. Luego, mediante un duro tra­
?
baJo �plomático, la administración prusiana consiguió fusionar
competencia liberal había exigido, seguían excluidos de cual­
quier decisión política, aun en materia de política aduanera.
la umon aduanera de Alemania meridional y la de Alemania
Cuanto más se agravaba durante los años cuarenta el conflicto
central con la suya propia, de forma que. -con la excepción
entre proteccionistas Y. librecambistas, tanto más insistía la bur­
del noroeste- desde Luxemburgo hasta Memel y desde Stettin
guesía industrial para obtener una participación en el gobierno,
a Munich surgió un área económica Cerrada con barreras adua­
en un intento de transformar en influjo político el poder eco­
neras unitarias, que comprendía 24 · miHones de hombres. Fue
nómico alcanzado. Así, aquellas fuerzas burguesas, cuyo creci­
la última �an r�alización de la burocracia refonnadora, que bajo
miento había sido favorecido por la misma administración ,,1
M��z habt� aspirado secre tamente al objetivo de impulsar una
, de la unión económica. Prusia renunció cOnceder una constitución representativa, iban uniéndose entre
un�on polittca a traves
sí. El Estado administrativo que en 1830 -prescindiendo de
arriesgadamente a unos beneficios directos -con la conclusión
algunas agitaciones de trabajadores en Aquisgrán, Berlín y Bres­
del acuerdo perdía el 25 p�r 100 de sus ingresos aduaneros
lau- parecla haber salido airoso de la prueba fue perdiendo
mientras Bavie�� pudo ese mismo año duplicarlos-, canjeándolo;
crecientemente su crédito. A partir de 1840, después de que
P?t una ventaJa � largo plazo, que Austria, todavía fuertemente

vmcu!ada a su si� tema pro ibicionista, ya no pudQ recuperar.
.
Federico Guillermo IV se hiciera cargo del poder, se multipli­
caron los cambios de ministerios; la flexibilidad aparente y !a
No stn mottvo vela Mettermch en la Zollverein el primer paso
. rigidez apresurada de las disposiciones contribuyeron igualmente
hacta una futura revolución que se abría camino silenciosamente.
a reforzar las peticiones de un gobierno constitucionaL Pero ya
Las consecuencias de la Revolución de julio fomentaron la
durante el mismo decenio estaban empujando las fuerzas radical­
unión aduanera, por cuanto que una vez derribadas las barreras
democráticas y en parte también socialistas --es entonces cuando
adua�era� eran más difíciles de cerrar y los nuevos gobiernos
Marx se hace cargo de la Rheinische Zeitung- y comenzaron a
constJtuctonales se mostraban más condescendientes hacia las ten­
presionar sobre el liberalismo. Se formaron agrupaciones pol.f­
dencias de unificació_n económica.
ticas ante cuyos frentes cruzados habría más tarde de naufra­
Dentro de la Confederación alemana la Zollverein comenzó a
desarrollar desde entonces sus propias instituciones federales

gar la revolución de 1848, pues ni la solución repu l�cana o libe­
_
ral-constitucional ni la pequeño-alemana o pangermantca pud1eron
(cfr. E. R. Huber), que abarcaban exactamente aquel sector
combinarse de � modo eficaz en el citado paralelogramo de
que había sido dejado libre en 1815. La Zollverein se arrogaba
fuerzas. Es verdad que antes de 1848 la alta burguesía liberal
derechos de soberanía económica ; disponía de una plantilla de
había recibido ya de la crisis social de la clase inferior un
funcionarios y pod1a promulgar normas obligatorias. Una confe­
impulso político que había de llevarla al poder poco después.
rencia general que se reunía en distintos sitios podía decidir sólo
Los primeros dirigentes de la burguesfa, los Camphausen, Han­
por unanimidad por cuyo motivo la soberanía de los Estados
semann, Mevissen, von der Heytd, descendían las más de las
miembros quedaba a salvo aparentemente, mientras la hegemonía
veces de una minoría protestante de Renania, donde tenían ante
de Prusia no adquiría un aspecto ofensivo. No obstante, Prusia
los ojos el ejemplo de la Bélgica liberal-constitucional y al mismo
tenfa responsabilidades particulares para estipular tratados comer­
tiempo católica, Pero aun cuando pudieron conseguir una cons­
ciales con el exterior y albergaba también el aparato burocrático
titucionalización de Prusia, la solución de toda la cuestión ale­
(en B�rlfn). L?s sencillos y liberales principios de la política
mana era todavía imposible en el área de tensión prusiano-aus­
comerctal prustana -gravar con impuestos aduaneros el peso.
triaca. La unión aduanera, aunque fructífera, puso de manifiesto
pero no el valor, y dejar entrar y salir libremente las materias
269
268
que los puros intereses económicos no podían
tener una prioridad
directa sobre las problemas poJíticos miento · como profesor en la nueva universidad de Zurich en 1839
' ni delimitar el ámbito de
los Estados nacionales. de D. F. Strauss, que con su Das Leben ]esu habia despojado
A diferencia de la Confederación la vida de Jesús de su divinidad e historicidad, produjo una
alemana, que
.
, de un Estado nacional, fue posible transformarexc
1u¡a la
so1ucwn violenta caída del gobierno. Mientras que allí se afirmaba 1J
la inesta­
ble Confederaci.On
, de
E� ta�os suizos en un Estado federal, por­ tradición patrística protest-ante, en Lucerna vencía el partido
que sus fronteras eran mdtscutidas Com católico, lo que provocó la readmisión de los jesuitas. Con ello
. . . o en Be'1glca,
· ¡a p¡ura-
lidad l"u� mstlca los frentes político-constitucionales se complicaron con las ten­
? , . no fue ningún obstáculo para la forma
ción de
una nacton que había adqUirido concie siones confesionales. En el período posterior se formaron bandos
ncia de sí misma. También
en este cas actuaron las experiencias que en uno u otro cantón hicieron caer los gobiernos o incluso
� históricas comunes como
fuerza motnz par la unificación. A decir las instituciones y recrudecieron las guerras intestinas cantonales,
� verdad, los oríge.nes
de la moderna Su1za -la llamada Regene de tal manera qu_e acabaron por formarse asociaciones defensivas
ración- fueron acom­
pa � ados de duros conflictos que se prolon intercantonales. Poco a poco se fueron aclarando los frentes
n_ garon durante todo el
pe�1odo co _ regionales . En 1843-1845 Lucerna concertó con otros seis can­
�prendido entre las dos revoluciones. Por
�mza la cr1s1s se caracterizó como en ningún otro país ello en
por el
tones católicos un Sonderbund conservador. Por otra parte, los
Juego alterno de polftica interior y polític radicales demócratas obtuvieron cambios constitucionales en Ber­
a exterior .
na y sobre todo en Ginebra en 1846 -según Metternich , «la
primera victoria plena del proletariado sobre las otras clases so­
ciales»-, hasta el extremo de que en 1847 se produjo en la
Dieta, órgano de la Confederación, una mayoría liberal-demo­
crática de 12 votos que permitió la intervención de la Confede­
ración contra el Sonderbund católico. La victoria fue rápida:
el escaso número de muertos -128- de esta breve guerra civil
muestra que el partido católico conservador había aceptado su
derrota casi sin lucha. De esta manera, la Federación de Estados
formada por cantones soberanos federados pudo transformarse en
un Estado federal más rígido, que se convirtió, como la consti­
tución americana, en un modelo para el movimiento alemán
de 1848.
La crisis suiza fue igualmente un indicio de la situación europea
en conjunto. Las grandes potencias, con la excepción de Ingla­
terra, insistían en que la garantía de neutralidad protegiera tam­
bién la constitución de 1815, y que se extendiera a su vez a
la inestable estructura federativa, asi como a las fronteras . De­
trás de todo esto estaba el temor general a los grupos revolu­
cionarios que habían encontrado asilo en Suiza: alemanes, ita­
llanos, polacos incitaban a la revolución desde el país neutral
y veían en la neutralidad sólo pusilanimidad, mientras las gran­
Fig. 9. La crisis suiza del Sonderbund. des potencias establecidas volvfan a condicionar la neutralidad
Desde el punto de vlsta de la política interior la d�.:mucrati­ a la constitución de 1815. Francia temía al partido bonapartista
zación, realiza�a en �a ��
cantón de forma divers;, trajo consigo -Luis Napoleón había intentado en 1836 desde Suiza organizar
un golpe de Estado en Estrasburgo-, de manera que los con­
un� fuerte diferenc1ac10n entre los antiguos cantones corpo­

ratt�os, por un lado, y l?s ibe�ales, por otro . Pero la partici­
- del ueblo en las
federados se hallaban siempre sometidos a nuevas presiones desde
el este y el oeste. Finalmente, Guizot · y Metternich apoyaron
paclOn � �stHuct�nes constitucionales podfa vol­
- abiertamente el Sonderbund con dinero y armas. De esta manera
verse tamb1en contra las mnovac10nes liberales. Así, el nombra-
los desórdenes suizos condujeron a una guerra civil, que a su
270
271
leocia del pueblo. Así el fracaso fue el signo distintivo de los
vez descubrió los frentes de la «guerra de religión social» (Mazzi­ múltiples esfuerzos que desde entonces, a pesar de todo, lenta
ni) en Europa. Ochsenbein -antiguo insurrecto-- pronunció en pero resueltamente, cambiaron en Italia el clima polftico.
la Dieta de 1847 el «discurso de la corona de la Revolución a El incentivo para el movimiento italiano de liberación radi­
toda la vieja Europa» (G. J. Baumgartner), y Palmerston le caba en dos situaciones problemáticas que se interferian: si que­
apoyó indirectamente: Austria y Francia vieron interceptados ría conseguir la unidad tenía que desembarazarse del dominio
por Inglaterra sus intentos cl.e intervención. Con la nueva cons­ de los alemanes, pero al mismo tiempo tenía que resolver la cues­
titución federal surgió una constitución nacional unitara, con­ tión de cómo se podía recoger bajo una única constitución la
seguida en lucha con la Iglesia y las grandes potencias conser­ variedad de los principados italianos existentes. Mazzini, encar­
vadoras. El constante cerCo internacional en torno a Suiza y la celado por sus actividades de carbonara, convirtió la experiencia
guerra civil habían - provocado así doblemente la unidad de ;a de los levantamientos fracasados en un programa decidido, uni­
nación: desde entonces d concepto de neutralidad fue asociado tario y republicano. Este programa sirvió como estatuto de la
en primer lugar a la autonomía nacional, sustrayéndose asf a la asociación ]oven Italia. La lucha ya no podía reducirse a las
presión conformista de las viejas potencias. Antes de que éstas sectas secretas de los carbonari y grupos semejantes; era preciso
pudiesen intervenir, se vieron inmersas en la revoludón de 1848. crear una clara organización politica que, públicamente en el
De esta manera, los acontecimientos que tuvieron lugar en Suiza extranjero y secretamente en el interior, encuadrase a todo el
desde la revolución de julio a la de febrero asumieron un valor pueblo. Educación para la rebelión y educación mediante la
ejemplar para toda Europa. La supresión de las constituciones rebelión eran los medios que debían llevar a la revolución; para
patricio-estamentales, la irrupción de la burguesía liberal e indus­ el tiempo de transición estaba prevista una dictadura a plazo
trial, la igualdad de derechos de ciudad y campo, la extensión fijo. El más amplio futuro debía quedar reservado a la espon­
del derecho de voto a las clases inferiores, la consecución Je taneidad popular. Este programa de acción se hallaba inserto
la unidad nacional contra todos los intentos de intervención en en una filosofía de la historia, que señalaba a la Joven Italia la
nombre del principio de legitimidad internacional: todo esto se
misión de representar un papel dirigente en la historia de la
llevó a cabo en el transcurso del tiempo anterior al marzo revo­
humanidad. La época del individualismo había pasado, se aye­
lucionario. Suiza emprendió así un camino que el programa de
cinaba la de l a colectividad. De esta manera el programa repu­
Jos revolucionarios de 1848 habría de dejar atrás en un tiempo
blicano expresaba una religión secular que prescribía a todos los
muy reducido. _
hombres el deber· de constituirse en naciones para reorgamzar
También en Italia, como en Suiza, el movimiento de 1830
a toda la humanidad en una federación de repúblicas. Como
desembocó directamente en la revolución de 1848. Las insurrec­
sostenía en sus estatutos, la ]oven Italia no era una secta, ni un
ciones en los Estados del cefltro de Italia, Módena, Parma, Bolo­
partido, sino una fe y un mensaje. La aplicación de este prin­
nia y la Romaña, que estallaron en 1831, fueron apoyadas por
cipio llevó en Suiza a la creación de la ]oven Europa, en la
una clase de notables burgueses aliada con la nobleza liberal.
cual la alianza de los tres monarcas de diferentes confesiones
Abogados, comerciantes, oficiales, industriales, todos ellos bus­
tenfa que ser sustituida por la hermandad de las tres naciones
caban con sus organizaciones secretas la manera de avanzar hacia
una constitución representativa. Pero sus logros fueron de corta
representativas: la de los italianos para los latinos, la de los
duración porque ni consiguieron transformar las «provincias uni­ alemanes para los germánicos y la de los polacos para los eslavos.
das» del centro de Italia en una unidad 'de acción, ni contagiar El intento práctico de irrumpir en 1834 en Sabaya para des­
la rebelión a los Estados en los que la revolución había fraca­ encadenar desde allí, con la participación de emigrados revo­
sado en 1820. De esta manera le fue fácil a la casa de Habsburgo lucionarios de Polonia y Alemania, la revolución en Italia, fra­
entronizar de nuevo su rama segundogénita y asegurar el éxito casó de forma lamentable. También en los años siguientes
de la reacción en los Estados de la Iglesia. Pero los italianos fracasaron uno tras otro todos los intentos de insurrección. Pero
pasaron por dos grandes experiencias: comprendieron en primer ningún fracaso podía detener la difusión del movimiento: a u­

lugar que las dinastías reinantes no estaban en condiciones de dían a él ante todo jóvenes insatisfechos y obreros de las CIU­
impedir el estallido de la revolución, y en segundo lugar que dades. La serie de acciones desencadenadas sin vistas al éxito
los esfuerzos individuales no bastaban para lograr el éxito de una ni a la diplomacia condujo a un resultado que no entraba �n
revolución entre la suspicacia de las grandes potencias y la indo-
273
272
los planes de los revolucionarios : el despertar de una conciencia En 1847 se creó en los Estados Pontificios, Toscana y Piamonte,
polÚica, especialmente entre los moderados.
una unión aduanera según el modelo alemán. La ocupación aus­
Los escritores llevaron a cabo, en nombre de un romanticismo
triaca de Ferrara y la situación política desencadenaron por todas
orientado hacia el presente, a partir de 1830 un viraje declarada­
partes sentimientos nacionales. En �nero de 1848 los sicilianos
mente anticlasicista hada la littéroture engagée; entendieron la
se levantaron contra la tutela,.�centralizadora de Nápoles: la revo­
poesía, con ..Byron, como «la conciencia de un mundo futurm> lución, planeada y proclamada· abiertamente, triunfó, y su ejem­
y a ellos mismos como educadores del pueblo frente a la con­ plo tuvo numerosas consecuencias en toda Europa. En Nápoles
ciencia nacional; su objetivo era el Risorgimento de Italia. En tuvo que ser concedida una constitución ; le siguieron Piamonte
!este clima prosperaron otras corrientes poHticas. Como fuerza
y muy pronto, incluso antes de la revolución de febrero en Pa­
Contraria al republicanismo unitario, cuya realización parecía su­
rís, los otros países italianos . Las constituciones concedidas en
mamente improbable, se formó un grupo en el que participaban los diferentes paises fueron consideradas el preludio de la futura
los más distintos federalistas, que aparentemente se atenían de
unidad, sobre cuya posibílidad de realización nadie tenía en
modo más realista a la situación de hecho de los muchos Estados verdad ideas claras. Carlos Alberto de Piamonte, esperando poder
italianos. Cattaneo era un republicano federalista, mientras el resarcirse de su fracaso de 1820, intentó ponerse a la cabeza del
historiador Balbo ponía su esperanza en una hegemonía del Pía­ movimiento de unificación, frente a la competencia de los Bar­
monte; pero el más influyente fue Gioberti. En su exilio de bones de Nápoles. Pero la unificación siguió siendo irrealizable
o
.Bruselas escribió en 1843 Del primato m rale e civile degli ita­ durante otro decenio: los sentimientos nacionales no fueron sufi­
liani>· en
torno a él se agruparon los neo-güelfos, ya que apelaba cientes para resolver el campo de tensión entre las grandes poten­
a la burguesía, a los príncipes y sobre todo solicitaba el apoyo cias, entre autoridades laicas y clericales, entre republicanismo
del papa. Con el papado creia él poder trasponer la tradición y federalismo.
romana del pasado también al futuro. Polonia, el otro país en el que Jos levantamientos habían fra­
Pero en Italia había para ello una peculiar difiq.lltad porque casado tanto en 1830 como en 1846, mostraba bastantes seme­
si bien la común fe católica unía al país, no podía identificarse janzas con Italia: tenía también una gran tradición histórica que
con una política nacional, como en Polonia, Irlanda o Bélgica. había sido decapitada políticamente y vivía además bajo una
El catolicismo se oponía más bien al postulado nacional, pues dominación extranjera. En ambos pueblos se desarrolló una reli­
el papado era al mismo tiempo exponente de la autoridad tem­ gión nacionalista que exigía al individuo sacrificios en nombre
poral de un Estado territorial, sin identificarse por completo, del propio pueblo, sacrificios que al mismo tiempo eran consi­
en cuanto institución religiosa, con la patria italiana. derados sufrimientos por toda la humanidad, como por ejemplo
Con Pío IX ocupó en 1846 la Santa Sede un papa que parecía comprobó un consejero del gobierno prusiano cuando leyó los
responder a las aspiraciones liberales y que fue recibido espon­ poemas de Mickiewicz introducidos de contrabando en Poznan.
táneamente por todo el pueblo italiano como el esperado salvador Por ello el romanticismo fue en ambos pueblos un movimiento
de la crisis nacional. Algunas reformas en los Estados de la de liberación. Incluso levantamientos sin éxito tenían un sentido:
Iglesia �las primeras desde 1815� se propagaron también a creaban mártires y con ello nuevas tradiciones, que ofrecían una
otros Estados, estimuladas por .diplomáticos ingleses: participa­ prenda del próximo renacimiento.
ción de los laicos en el gobierno de los Estados Pontificios, es­ La historia de la rebelión polaca es trágica, porque la posibili­
tablecimiento de consejos estatales y cuerpos de guardias cívicos, dad de un entendimiento con los rusos parecía todavía viable
mitigación de la censura, así como también introducción de :a en noviembre de 1830 �por primera vez en enero de 1831 fue
iluminación de gas en Roma y otras medidas análogas que. de destronada la dinastía Romanov� y porque las tensiones socia­
ninguna manera admitían más demora. Mientras que hasta en­ les en la clase dirigente, a pesar de las distintas dictaduras (la
tonces todos los intentos de levantamiento --en Turín en 1833, del general Chlobicki y más tarde la del general Krukowiecki)
Calabria en 1837 en Sicilia y Calabria de nuevo en 1841 y 1844, eran irreductibles. El levantamiento había sido desencadenado por
Ú
y en 1845 en I mini� habían sido cortados de ralz, a partir una conjuración de militares subalternos ( teniente Wysocki), pero
de 1846 ya no fue posible detener su progreso. Algunos escri­ luego la dirección política se dividió en dos ramas, una bajo
tores exiliadospudieron regresar y alcanzarc;m influjo en las el principe Czartoryski, representante de la alta nobleza, y otra
cortes: !i
d'Azeg o, por ejemplo, fue acogido en Turfn Y Roma. bajo el profesor Lelewel, exponente de la burguesía liberal-demo-

274 275
crática. La cuestión decisiva, es decir, si también el campesinado ramente en 1846 cuando se hizo un intento para sustraer a Po­
podía sumarse al levantamiento, se malogró más tarde cuando lonia al predominio de las tres potencias responsables de su
la Dieta revolucionaria , en marzo de 1831, no supo decidirse a partición . Después del fracaso en la Polonia rusa, las sociedades
repartir la tierra entre los campesinos ni a suprimir las cargas secretas con centro en Versalies prefirieron trasladar la actividad
que los oprimían. De esta manera la estructura social vinculada de sus agentes a Poznan, donde la población polaca gozaba desde
al predominio de la nobleza fue siempre el principal obstáculo 1840 de una libertad mayor, tras el fracaso del intento realizado
para una acción de masas, situación que no pudo compensar el por el gobernador Flottwell (1830-1840) para atraer a Polonia a
heroísmo de las tropas en el campo de batalla. En la fase final la esfera prusiana. El otro centro del levantamiento de 1846
del levantamiento se produjeron incluso en Varsovia agitaciones fue la República de Cracovia, que en 1815 babia sido excluida
y actos terroristas jacobinos que contribuyeron a acelerar !a de la partición. Desde allí las sociedades secretas se extendieron
también a Galitzia : pero el levantamiento traicion3.do en Poznan
P
catástrofe.
La derrota tuvo consecuencias desastrosas. La relativa autono­ antes de producirse, fracasó en GalitziS: orque la clase inferior
mía de la Polonia del Congreso fue suprimida casi totalmente. polaca y rutena -no sin la intervención de la administración
El ejército y la Dieta polacos fueron abolidos, las universidades austriaca- se lanzó contra sus terratenientes (Bochnia, Tarnów),
de Varsovia y Vilna cerradas, la Iglesia greco-unida incorporada en vez de luchar conjuntamente con ellos pot la libertad nacio­
a la Iglesia ortodoxa, y la administración rusificada. Con las nal. La ;acquerie pudo desencadenarse únicamente porque la
tropas fugitivas emigró a occidente una gran parte de los inte­ , emancipación de los campesinos diferida en la Galitzia austriaca
lectuales más destacados. Además las represalias rusas tuvieron --en contraste con Prusia- había hecho nacer sentimientos
como consecuencia un cambio total en la estructura social de elementales de odio. Así, el proyectado levantamiento nacional
la poJiétnica nobleza polaca. En la Polonia del Congreso, alre­ se transformó en una insurrección social, sin que naturalmente
dedor de un 1 0 por 100 de los latifundistas perdieron sus tie­ el gobierno de Viena respondiera con medidas legislativas en fa­
rras, pero sobre todo fueron expulsados de los territorios antes vor de la clase inferior. Lo que hizo en cambio fue incorporar
polacos de Ucrania y Lituania las capas superiores de la nobleza, Cracovia al Imperio austriaco, violando incluso con ello Jos acuer­
y 45.000 familias de la pequeña nobleza fueron deportadas a dos de Viena, lo que en última instancia confirmaba la banca­
Siberia. La burguesía polaca de las provincias orientales fue rrota de la restauración en vísperas de la revolución de 1848.
sometida también a una depuración administrativa. El concepto El proceso de Berlfn contra ·más de lOO conspiradores polacos
nacional polaco asociado al dominio de la nobleza, tal como se constituyó en cambio, por primera vez, un debate público que
condensaba por ejemplo en los poemas épicos de Mickiewicz, paradójicamente sancionó la tendencia hacia la liberación. Tam­
perdió su substrato social; pero en cambio se formó una con­ bién en este sentido el levantamiento polaco marcaba el final
ciencia nacional polaca popular que habría de orientarse contra de una época. El caudillo del levantamiento de Poznan Mieros­
'
todo predominio nobiliario, y más tarde, en 1863, llevar a cabo l�wski, fue condenado a muerte junto con otros, pero ¡a ejecu�
acciones características. Estas tensiones dividieron también a la ctón de la sentencia fue impedida por el estallido de la revo­
emigración polaca: las asociaciones de prófugos se escindieron lución. En definitiva, en 1848 los polacos no fueron capaces,
en dos grandes tendencias, la aristocrática, de nuevo bajo la dado el rigor del gobierno ruso, de coordinar los nuevos intentos
presidencia del príncipe Czartoryski (Hotel Lambert, París), y de insurrección en los tres territorios separados.
la democrática, también entonces con el historiador Lelewel (Bru­
1
P ero el hech? de que el Íracaso de los movimientos polacos
selas) como cabeza rectora. El contraste entre los blancos y los
1 .
de mdependencta provocara al mismo tiempo cambios ·en la t!S­

!
rojos no fue el único, pues las asociaciones demócratas en Ingla­ tructura social a expensas de la vieja clase noble revela una
terra, Bélgica y Francia sufrieron también varias escisiones, se­ tendencia secular que se oponía tanto a los levantamientos revo­
gún la intensidad de las exigencias sociales. Cualquier proyecto lucionarios como a las medidas reaccionarias: se trataba del
de levantamiento, al cual jamás se renunció, quedó desde enton­
ces condicionado a la ayuda que los partidos, por razones socia­
1 comienzo de una unidad de acción nacional que ya no se apoyaba
en la antigua nobleza, sino que, con una ideologfa anticlasista,
les, no estaban dispuestos a prestarse mutuamente.
La profundidad de esta contradicción social, que en definitiva
1 comenzaba a desarrollar diversos instrumentos de intervención
en la voluntad política. Estos grupos a�tuaron siempre en un
mediatizaba los intentos de unificación nacional, se mostró da- sentido democrático, porque socavaban el significado tradicional

276 277
de una nación nobiliaria. La <macrom> se convirtió en un con­ bielorruso como lenguas nacionales . A su vez las nuevas revis­
cepto de integración política. Este movimiento era, en sus reper­ tas en lenguas maternas eran publicadas con frecuencia en d
cusiones, común a toda Europa. Las reivindicaciones constitu­ extranjero, como por ejemplo en Viena, para Grecia o Serbia
cionales de la burguesía recibieron de los diversos nacionalismos en 1790-1791 . El primer paso para desarrollar una lengua lite­
un enorme poder de penetración antes de que la burguesía raria autónoma se basaba siempre en traducciones' diccionarios

f
_consiguiese la participación en el gobierno. Sólo más tarde, en gramáticas y revistas. A esto se añadían además institucione ;
los Estados de constitución burguesa, las reivindicaciones na­ permanentes, como imprentas {la primera imprenta búlgara, por
cionales asumieron un carácter imperialista, lo que las llevó a ejemplo, data de 1830), sociedades científicas o patrióticas u
enfrentarse entre sí, a no contentarse con los resultados obte­ finalmente fundaciones de teatros, como en 1834 en Prag o �
nidos y a tratar continuamente de superarse. en 1837 en Pest, que prepararon el terreno para representaciones
en la lengua locaL Austria se esforzó también, por motivos de
_
técnicas administrativas, porque en las universidades se crearan
III. RASGOS FUNDAMENTALES DE LOS JOV�NES MOVIMIENTOS cátedras de lenguas vernáculas: en 1826 en Lemberg de polaco,
NACIONALES en 1775 en Viena o en 1791 en Praga de checo. Así nacieron
instituciones sociales de carácter nacional, como las que en el
Tras los intentos constitucionales nacional-revolucionarios hasta resto de Europa desde el barroco o la ilustración pertenecían ya
ahora descritos, que tuvieron lugar a partir de 1830 en el espa­ a la vida cotidiana. Al influjo de la ilustración, y más aún al
cio histórico de antiguas unidades culturales o políticas (Francia, del romanticismo alemán, hubo que agradecer que, además de
Bélgica, Alemania, Suiza, Italia, Polonia), también en otras zo­ los hombres ya citados, fueran muchos los que emprendieran
nas de Europa se produjeron movimientos nacionales «autóno­ el enorme trabajo de dar categoría literaria a aquellos idiomas
mos». Fueron sobre todo los pueblos del sudeste europeo los o de conservarlos como tales; citemos, por ejemplo, la labor"
que, con un programa de renacimiento nacional o formación ele de Caray en favor del griego, la de Samuel Linde en favor del
un Estado de base nacional, intentaron durante el siglo XIX polaco, la de Stur en favor del eslovaco, la de Kopitar y Gaj
emular el desarrollo alcanzado en la época de la Ilustración m en favor del esloveno y el croata y la de Karadzic en favor Jel
Europa occidental o septentrional. En estos fenómenos _es posi­ serbio. Por primera vez, lentamente --como condición previa
ble distinguir elementos estructurales comunes. para la formación de una voluntad política� salió a la luz
Una dialéctica aparece en el campo lingüístico, especialmente pública la multiplicidadl de dialectos de la familia de los pueblos
en los territorios habilitados por grupos de población mezclados eslavos.
o socialmente estratificados, donde los estudiosos que hablan otro A esto hay que añadir las viejas contradicciones religiosas
idioma descubren de nuevo la lengua de la clase inferior y la que --como en Bélgica- se sumaron a las luchas nacionales. En
elevan en el plano gramatical, léxico o históric-o, al nivel de hi Irlanda, por ejemplo, pero sobre todo en Polonia y también en
escritura. Junto a Herder, que, como oriuil.do de la zona fron­ Bohemia, la Iglesia católica era un apoyo para las clases infe­
teriza germano-eslava, fue capaz de descubrir la grandeza de !a riores nacionales. Y puesto que en los territorios sometidos al
«Única nación eslava», como él la llamaba, los suecos Porthan dominio turco todos los infieles eran considerados «griegos)) -a
y Snellmann introdujeron la lengua finlandesa en la lireiatun1; causa de su común religión ortodoxa-, rumanos, búlgaros y ser­
los bohemios de lengua alem:ina Dobrowsky y Jungmann con­ bias desarrollaron a su vez una conciencia nacional que les per­
virtieron al checo en lengua literaria mediante sus revistas, gra­ mitió oponerse no sólo a los turcos, sino también al predominio
máticas y diccionarios; el transilvano Klein (Micu, como él mis­ de la cultura, el comercio y el clero griegos. También algunas
mo se apellidaba en rumano) redactó una gramática de la lengua minorías protestantes, por ejemplo en Eslovaquia y Transílvania
rumana y un léxico; los daneses y noruegos revelaron las carac­ consiguieron manifestarse como catalizadores de las energía ;
terísticas de su lengua; de modo análogo, los ingleses fueron en nacionales.
un principio los defensores de la libertad irlandesa ; y los polacos, Pero el descubrimiento o el renacimiento de las naciones lin­
que no sólo (como Lelewel o Mickiewicz) plasmaron su propia gillsticas no se redujo sólo, como ya había demostrado la expe­
conciencia nacional en el territorio fronterizo lituano-polaco, sino riencia de Herder, a las zonas fronterizas religiosas y lingüís­
que además ayudaron a descubrir el ucraniano, el lituano o el ticas; detrás de estos aspectos más aparentes se condensaba

278 279
lentamente una fuerza social que las más de las veces en la quedan impedir que los derechos de soberanía de antiguo ori­

s guiente generación había de rebelarse contra el predominio cla­ gen estamental se transformaran inesperadamente en instrumen­
Sista de las clases que hablaban otro idioma. A su vez en tos de opresión nacional. Estos movimientos, que en un principio
cada
renacimiento de una nación dotada de una lengua ju pia � yacía estuvieron sostenidos sobre todo por nobles bienintencionados o
latente un fermento democrático, consecuencia política que de�clasados, por sacerdotes separados de la Iglesia o fanáticos,
se
acentuó de manera creciente a partir de los años cuarenta. por profesores ilustrados o intelectuales románticos, terminaron
Tam­
bién los antiguos privilegios de clase excitaron la conciencia por defender un tipo de nación lingüística que a través de la
ua­

c onal: asf, en Transilvania, donde los rumanos menos
privile­ lengua popular diera origen a un concepto antiestamental de
giados se �nieron contra húngaros, székeley y alemanes; lo mismo

pueblo. De esta manera cada uno de los movimientos se iba
puede
:cuse de _la� clases inferiores en GaHtzia y Eslovaquia, integrando en el movimiento europeo de conjunto; en 1830 Maz­
Y tamb1en del Báltico, donde letones y estonios, precisamente/ zini formuló así el programa de emancipación : la Revolución
a consecuencia de la liberación de los campesinos tomaron con­ francesa acaba de empezar.
' 1
ciencia como nación frente a los aristócratas y burgueses La fe en la propia misión nacional era internacional, así como
ale­
manes. HavliCek evocó en la Prager · Zeitung la lucha de 1 la emigración facili taba la rápida evolución de la ideología. Ha­

los
irlandeses contra los latifundistas ingleses para levantar elu­ bía asombrosos parecidos entre Gioberti o Mazzini en Italia,

diendo la censura, a los checos contra lo alemanes. La 1 lenta Arndt o Fichte en Alemania, Mickiewicz o Lelewel en Polonia,
?
separaci n de los bohemios en checos y alemanes llevó consigo
.
Michelet o Quinet en Francia, Palacky en Bohemia o Kossuth
el hundimtentb de' la estructura corporativa porque las diferencias en Hungría. A la conciencia de ser al mismo tiempo puro, joven
u'
sociales entre la clase noble y la alta b rguesía de lengua ale­ e incorruptible y de representar valores originales, antiguos y
mana y los estratos inferiores correspondían a una diferencia auténticos, se añadía un horizonte de expectativa religiosa con
lingüística (la pequeña burguesía, los campesinos y los siervos eran referencias al pasado histórico, lo que por encima de todo -lle­
de lengua checa). En lucha contra la ordenación estamental gando incluso a la falsificación (canciones épicas de la Alta Edad
emergió una burguesía checa que se fue diferenciando lentament Media de Hanka)- se expresaba en unas historias nacionales
e
de la alemana, como puso de manifiesto la chequización ideológicas. Si la humanidad fue siempre consideraba como "1
de la
revista BOhmischen Museum durante el período anterior objetivo común, cada pueblo debía ser a su vez el vehículo de
a la
revolución de 1848. su realización. El nacionalismo era entonces un fenómeno inge­
Mucho más agudas fueron las contradicciones en Hungtfa. En nuo y espontáneo, todavía no contaminado por ideologías impe­
un primer momento se produjo un enfrentamiento entre la antigua rialistas, que los nacionalistas de entonces habrían rechazado con
nobleza Y la excesiva presencia de funcionarios extranjeros en indignación.
la administración (conde Széchenyi); pero la formación de Ja Dentro de su parecido en el plano de la filosofía de la his­
conciencia nacional, sostenida por una literatura política (EOtvOs toria, y como consecuencia de su común orientación anticlasista,
PetOfi), se propagó entre el pueblo y encontró en Kossuth, u � los jóvenes racionalismos manifiestan además una nueva función,
resultado del desnivel anteriormente descrito entre el este y el
�oble empobrecido, su dirigente democrático, que se levantó
. oeste. Se dirigían inevitablemente contra los grandes imperios
mmed1atamente contra el predominio de la nobleza loca'l. Estos
círculos radicales, si bien no pudieron suprimir en la Dieta poliétnicos, cuya organización autoritaria estaba vinculada a la
húngara los privilegios sociales, en cambio intentaron hacer rigu­ x
Iglesia, la nobleza y la administración, con lo que e cluía un
rosamente extensiva la magiarización lingüística a los pueblos concepto de nación integral, aunque más restringido. Turquía,
sometidos (eslovacos y croatas). En 1844 se consiguió suprimir Rusia y el Imperio austrohúngaro vieron así socavada -a largo
el latín como vieja lengua europea supranacional usada en los plazo-- su legitimidad tradicional. Allí mismo se anunciaba ya
debates de la Dieta húngara e imponer el húngaro a los eslo­ francamente otra novedad: el ascenso de todo el mundo eslavo,
vacos y sobre tc..::lo a los croatas. No es sorprendente que estos todavía hoy inconcluso. «Los eslavos ocupan en la tierra un
hechos provocaran movimientos nacionales contrarios que pronto espacio mayor que en la historia», observó por primera vez
degeneraron en actos de violencia. La lucha por la lengua admi­ Herder, y el eslovaco Kollár añadió : «Todos los pueblos han
nistrativa Y escolar ya se había iniciado antes de 1848. Casi en hablado ya, ahora les toca a los eslavos tomar la palabra>>.
todas partes fue una lucha de las clases sociales - inferiores _que Efectivamente, para convertir en realidad la aspiración de una

280 281
10
nación moderna tenía que concurrir otro elemento que antes Ascenso y estructuras
de 1848 �penas si se había hecho notar en la Europa oriental:
10.
1� formacxon de �na moderna sociedad industrial que al parecer del mundo burgués
sol� podía orgamzarse en el territorio de una nación política
.
suÍlaentemente grande. Por eso Marx declaraba en 1848 a los
checos: «guerra hasta la muerte, exterminio sin miramientos»
d
porque . elJqs, como rninorla; eran un obstáculo para la revolució
mdustnal y politica, y por tanto para la emancipación. Esta
,
postura solo es comprel).sible si se parte con Marx del supuesto
Cualquier división en épocas es una cuestión de perspectiva.
de que cada historia nacional es sólo un epifenómeno del mo­
Así, el ascenso del mundo burgués puede remontarse hasta la
derno de��rrollo industrial. Para concluir, vamos a Volver nues­
Reforma y el Renacimiento italiano y aún más allá; y en lo que
tra atencion al promotor de este mundo, la burguesía.
respecta a su organización política y comercial, ésta tuvo lugar
en Inglaterra y en Holanda antes que en el resto del continente.
Pero sólo a partir de la Revolución francesa la formación a escala
nacional de una burguesía se convertía en un desafío general
para las monarquías europeas. Al mismo tiempo puede mostrarse
un substrato natural sobre el que precisamente la sociedad bur­
guesa, a partir de la revolución de julio, _alcanzó su autonomía
histórica: en 1830 apareció en escena una nueva generación
política que no había conocido la vieja Europa.

I. CARACTERES Y EXPERIENCIAS DE LA NUEVA GENERACION

La paz de Viena fue concluida por una generación que se


benefició de las experiencias del Antiguo régimen y la Revo­
lución. Hardenbcrg vivió de 1750 a 1822, Talleyrand de 1754
a 1838, Castlereagh de 1769 a 1822, Metternich de 1773 a 1856,
Alejandro 1 de 1777 a 1825. En Francia pertenecían a la misma
generación los tradicionalistas y sus adversarios liberales o socia­
listas: De Maistre nació en 1753, De Bonald en 1754, Saint­
Simon en 1760, Constant en 1767, Chateaubriand en 1768, Fou­
rier en 1772. La etapa posterior a 1830 estuvo caracterizada
por una nueva generación cuya niñez transcurrió durante la Re­
volución francesa, pero cuya juventud en todo caso quedó mar­
cada por Napoleón y su cafda. Guizot y KaradZic nacieron en
1789, Heine y Thiers diez años más tarde, Kollár en 1793.
Michelet, Mickiewicz, Palacky, Hoffmann von Fallersleben,
Comte, nacieron todos en el mismo año, 1798; al año siguiente
nació Balzac; los hermanos Pereire en 1800 y 1806; en 1802
Víctor Hugo, . Kossuth y Amold Ruge ; en 1805 Tocqueville y
Mazzini; éstos y todos los que nacieron después pertenecen ya,
como generación política, a la época de la Restauración: Gari­
h•ldi (1807), Napoleón III ( 1808), Proudhon (1809), C•vour

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