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Goebbels y sus estrategias propagandísticas

“El Mefistófeles del Partido Nazi”, un “demagogo ingenioso y sin escrúpulos”, «el

más venenoso y mendaz de todos los nazis», un hombre por el que sentirse “fascinado por su

deslumbrante simpatía y sus perfectos modales, así como su fría lógica”. Desde luego las

reacciones que causó Joseph Goebbels entre sus coetáneos no fueron de indiferencia… y así

han durado hasta hoy, universalmente conocido por sus labores de propaganda al servicio del

nazismo y una de las más populares encarnaciones del Mal. Como ante cualquier persona o

cosa de la que se hable no faltan las opiniones, también entre historiadores, que zanjan la

discusión con un “bah, está sobrevalorado”. No sin cierta razón, ya que Hitler no llegó a

contar con él para tomar grandes decisiones políticas ni mucho menos militares, y vivió en

permanente enfrentamiento con los demás líderes nazis. Pero si bien su labor a menudo fue la

de vocero, es incuestionable que lo hizo muy bien. Supo dar respaldo popular a cada acción

del régimen y preparar el terreno para las siguientes, en ese constante ir más allá que

caracterizó al Tercer Reich hasta su armage. (Bilbao, 2013)

Durante su infancia sufrió una osteomielitis que hizo encoger su pierna derecha diez

centímetros y de la que fue operado sin éxito. Esto le impidió jugar con otro niños,

convirtiéndolo en un “lobo solitario” según sus propias palabras, al tiempo que le hizo

desarrollar una gran pasión por la lectura. Pronto destacó en los estudios y pasó con gran

provecho por las universidades de Bonn, Friburgo, Wurzburgo, Munich y Heidelberg, en las

que adquiriría el título de doctor que acompañaría su nombre el resto de su vida. A mediados

de los años 20 entra en contacto con el Partido Nazi y queda fascinado por Hitler. Comienza a

escribir en medios de comunicación afines ideológicamente y a dar discursos públicos, para

los que descubre tener una gran habilidad. En ellos se presentará como veterano de guerra, en
la que no participó debido a su pierna y que muestra precisamente como una herida de

batalla. Tales actos políticos se desarrollaban en un ambiente de tensión y a menudo

acababan con disturbios y peleas callejeras contra comunistas y socialistas, pero allí se

encontraba en su salsa. Eran el sustituto del frente en el que nunca estuvo y las audiencias

hostiles resultaban ser las que mejor se le daban: “he hablado en una fábrica frente a 10.000

proletarios. Me han recibido con silbidos y me he ido entre vítores”. Ante ellos sacaba a

relucir una oratoria enérgica y brillante, adornada con anécdotas históricas fruto de sus

lecturas, rebosante de un sarcasmo con el que ridiculizaba a sus adversarios y que divertía

enormemente a su público, llegando a cautivarlo hasta extremos como el del trabajador de

una siderurgia cuyo testimonio abre este artículo. Sus compañeros del NSDAP discutían si

acaso no era mejor orador que Hitler y debía por tanto liderar el partido. Pero su lealtad al

líder estaba fuera de duda. Cuando en enero de 1933 los nazis se hacen con el poder, él pasa a

dirigir el flamante Ministerio de Propaganda. Desde allí controlará todos y cada uno de los

aspectos de la vida social y cultural alemana para ahormarla al ideario del partido, tal como

vimos una de sus primeras medidas fue crear una vasta red de informadores distribuidos por

todo el país que redactaban las impresiones que observaban en sus lugares de trabajo, bares,

vecindarios… a cada discurso radiofónico del régimen. De esa manera podía ir modulando

mediante prueba y error su influencia en la opinión pública. Unas técnicas de estudio de

mercado con las que ahora estamos familiarizados pero que por entonces resultaron

novedosas. Perfeccionó los recursos radiofónicos en la retransmisión del sonido ambiental,

para que reflejase la reacción del público a los discursos, impuso la retransmisión de los

discursos más desatacados en escuelas, centros de trabajo y restaurantes y abarató el precio

de los aparatos de radio, de forma que Alemania era en los años 30 el país del mundo con

mayor número de ellos por habitante. (Bilbao, 2013)


Según Uribe Arcila, Juan Fernando , 1- Principio de simplificación y del enemigo

único: Adoptar una única idea, un único símbolo e individualizar al adversario como si fuera

un único enemigo.

Estrategias de Joseph Goebbels 

2- Principio del método de contagio: Reunir diversos adversarios en una sola

categoría o individuo; los adversarios han de constituirse en una suma individualizada,

aunque no sean iguales. (Uribe Arcila, 2008)

3- Principio de la transposición: Cargar sobre el adversario los propios errores o

defectos del sistema, respondiendo al ataque con el ataque. Aun: “Si no puedes negar las

malas noticias, inventa otras que las distraigan”.

4- Principio de la exageración y desfiguración: Convertir cualquier anécdota, por

pequeña que sea, en amenaza grave. Cualquier intento del enemigo es una afrenta

desmesurada.

5- Principio de la vulgarización: Dice Goebbels: “Toda propaganda debe ser popular,

adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más

grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La

capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran

facilidad para olvidar”. (Uribe Arcila, 2008)

6- Principio de orquestación: “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de

ideas y repetidas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas

pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin tesuras ni dudas. Si una mentira se

repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.


7- Principio de renovación: Hay que emitir constantemente informaciones y

argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya

interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el

nivel creciente de acusaciones. Cierre los canales que permitan responder. (Uribe Arcila,

2008)

8- El Principio de la verosimilitud: Construir argumentos a partir de fuentes diversas,

a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias. No le entregue la

información total a los actores del conflicto.

9- Principio de la silenciación: Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen

argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, también contraprogramando

con la ayuda de medios de comunicación afines.

10- Principio de la transfusión: Por regla general, la propaganda opera siempre a partir

de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional, sistema de creencias, o un

complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan

arraigar en actitudes primitivas. todo el mundo”, creando una falsa impresión de unanimidad.

(Uribe Arcila, 2008).

Relación con el Cristianismo

El nacionalsocialismo debía ir más allá del ámbito político y convertirse en una

especie de religión basada en la raza, con la que borrar del mapa no solo a los judíos, sino

también a los católicos y a los protestantes alemanes. (Viana, 2022)

En las últimas décadas se ha hablado mucho de las relaciones entre el Tercer Reich

y Pío XII . De hecho, la publicación de una parte del archivo vaticano del periodo nazi

ordenada por el Papa Francisco esta semana, y un nuevo libro han reabierto una vez más el
debate sobre el supuesto silencio del primer Pontífice al que siempre han reporchado que no

condenara el Holocausto. Para unos fue el ‘Papa de Hitler’ , tal y como le han apodado, y

para otros fue un santo que hizo todo lo que pudo en la devastadora guerra que le tocó vivir.

El nuevo libro de David I. Kertzer , ‘Papa en guerra’, que se publicará en España a

finales de año y que ya es un ‘best seller’ en Estados Unidos, ha levantado ampollas en el

Vaticano. Los documentos consultados por el historiador estadounidense y expuestos en su

obra revelan intensas búsquedas de documentos de bautismo, listas de nombres de personas

conversas entregadas por la Santa Sede al embajador alemán durante la Segunda Guerra

Mundial y desesperadas llamadas de católicos al Pontífice para que encontrara a

descendientes de judíos.

El ensayo de Kertzer, así como la inmediata reacción crítica del Vaticano ante sus

informaciones, es una muestra más de que el estudio de las diferentes iglesias alemanas y su

relación con el Tercer Reich se ha centrado, por lo general, en la figura de Pío XII. Es como

si antes de su controvertido papado, iniciado solo seis meses antes del comienzo de la guerra,

no hubiera habido ningún problema en lo que a las confesiones se refiere. Pero nada más

lejos de la realidad. Hitler ya llevaba en el poder 12 años y el nazismo ya había expresado sus

propias ideas sobre la religión en Alemania desde 1920.

En el artículo 24 de sus estatutos , publicados el 24 de febrero de ese mismo año, el

partido ya cargaba contra los judíos, aunque representaran en ese momento menos del 1% de

la población alemana. Y, sin embargo, mostraban respeto por las otras confesiones:

«Exigimos la libertad de todos los credos religiosos en el Estado, en tanto que no pongan en

peligro la existencia del Estado ni entren en conflicto con la cultura y las creencias morales

de la raza germánica. El partido como tal se atiene al punto de vista de un cristianismo

positivo sin atarse confesionalmente a ningún credo en particular. Combate el espíritu

materialista judío a nivel nacional e internacional».


«El nacionalsocialismo es mi evangelio»

Todo eso cambió pronto y los nazis más destacados comenzaron a hablar de crear su

propio credo que trascendiera el ámbito político. Así lo explica Joseph Goebbels en su diario

el 23 de julio de 1926: «El nacionalsocialismo es una religión. Solo falta el genio religioso

que rompa las viejas fórmulas y cree otras nuevas. Nos falta el rito. El nacionalsocialismo se

tiene que convertir en la religión oficial de los alemanes. Mi partido es mi iglesia y creo que

la mejor manera de servir al Señor es cumplir su voluntad y liberar al pueblo oprimido de sus

cadenas de esclavo. Este es mi evangelio». (Viana, 2022)

En agosto de 1933, poco meses después de ser nombrado ministro de Propaganda,

Goebbels concretó aún más el objetivo del Tercer Reich en este sentido: «Hay que ser duro

contra las iglesias. Nosotros mismos nos convertiremos en una». El camino no iba a ser fácil,

pues más allá de ese 1% de judíos, lo cierto es que la práctica totalidad de los 60 millones de

habitantes que tenía Alemania en ese momento eran cristianos, los cuales se dividían en 20

millones de católicos y 40 de protestantes.

Dentro de los protestantes surgió el movimiento de los llamados ‘cristianos

alemanes’, que abrazaron muchos de los aspectos raciales y nacionalistas de la ideología nazi.

Su convicción fue tal que, cuando Hitler llegó al poder, intentaron crear una ‘Iglesia del

Reich’ que difundiera una versión nazificada del cristianismo. Esta deriva no gustó nada a los

protestantes que se oponían a esta retorcida versión de su religión, hasta el punto de que

crearon la llamada ‘Iglesia Confesionista’, en cuyo documento fundacional, al que llamaron

la ‘Profesión de Fe de Barmen’, se declaraba que la iglesia debía fidelidad a Dios y no al

‘Führer’. (Viana, 2022)

Sus miembros más célebres fueron el teólogo Dietrich Bonhoeffer y el pastor Martin

Niemöller, a los que Hitler se quitó de en medio rápidamente: el primero fue ejecutado bajo
la acusación de haber participado en la conspiración para derrocar su régimen y el segundo se

pasó siete años en varios campos de concentración. Esta represión, sin embargo, no acabó

con el enfrentamiento y se desató una guerra religiosa entre estas dos facciones, con el

objetivo de hacerse con el poder dentro de la Iglesia Evangélica. Y entre estas surgió una

tercera corriente neutral, cuya prioridad era evitar un cisma y cualquier conflicto con el

Reich.

La encíclica de Pío XII

Aunque la preocupación de muchos de estos protestantes era que el Gobierno no se

entrometiera en los asuntos religiosos, era prácticamente imposible que eso no ocurriera, a

tenor de las declaraciones hechas previamente por los principales dirigentes nazis. De hecho,

una de las primeras luchas del Tercer Reich fue la de establecer un culto germánico pre-

cristiano en las escuelas donde se formaran los futuros cuadros directivos nazis y en las que

se considerara al cristianismo como una rama judía enemiga del Estado.

El ‘Führer’ quería su propia Iglesia y comenzó a presionar a los diferentes credos para

que se apartaran de su camino. En 1935 detuvo a setecientos pastores confesionistas que

habían criticado desde sus púlpitos la deriva del Gobierno respecto a las religiones. Dos años

después, cuando el Vaticano condenó abiertamente el nacionalsocialismo en la encíclica de

Pío XI, ‘Con ardiente preocupación’, la Gestapo confiscó casi todas las copias. Y, una vez

comenzada la Segunda Guerra Mundial, el dictador fue más allá y ordenó que se escribiera

una ‘Biblia nazi’ , títulada de ‘Los alemanes con Dios. Un libro de fe alemán’, que debía

eliminar cualquier referencia al cristianismo y al judaísmo.

Se imprimieron 100.000 ejemplares en los que se reescribieron pasajes enteros en

clave antisemita. «Se cree que la mayor parte de ellas fueron destruidas por los fieles, que

preferían la versión original del Libro Sagrado. No hay que olvidar que los cristianos
constituyeron un sector de resistencia pasiva al régimen nazi y que Hitler no consiguió

integrarlos en su sistema totalitario, un objetivo que quizá pretendía lograr con la publicación

de esta obra. Los que optaron por conservarla, probablemente se deshicieron del

comprometedor texto tras la caída del Tercer Reich. En la actualidad solo se conserva una

copia en una iglesia de Hamburgo», explica Jesús Hernández en ‘100 historias secretas de la

Segunda Guerra Mundial’ (Tempus, 2009).

«La iglesia nacional»

En diciembre de 1939, Goebbels escribió en su diario: «Hitler sabe que no puede

eludir la lucha entre el Estado y la Iglesia». En julio del año siguiente, líder nazi de la región

de Baviera del Este, Fritz Wächtler, declaraba: «Después de la victoria sobre Inglaterra se

hará una reordenación del Reich. Habrá cambios profundos. La Iglesia, en su forma actual,

tiene que desaparecer. Entonces solo habrá una iglesia, la iglesia nacional. Para quien no se

una a esta, ya le tenemos preparado un sitio». (Viana, 2022)

Un año después, cuando Alemania ya había invadido Francia, Grecia, Países Bajos y

otros muchos países, el jefe del Partido Nazi en Munich expresaba la misma idea, pero con

mucha más violencia y visión de futuro: «Nosotros, los que vivimos ahora, Hitler y su vieja

guardia, debemos destruir la Iglesia por completo. Que no se piense que es suficiente con que

la juventud de Alemania crezca sin Iglesia. El sucesor del ‘Führer’ podría ser más benigno,

tener conmiseración y el foco de pus volvería a estallar. El nazismo es a las confesiones

cristianas lo que el agua al fuego».

La guerra se fue complicando para el Tercer Reich y, aunque todavía encontramos

declaraciones al respecto por parte de líderes tan importantes como Martin Bormann , uno de

los hombres de confianza de Hitler –«nunca debemos permitir que las [otras] iglesias vuelvan

a tener influencia sobre la dirección del pueblo», dijo en 1941–, este objetivo fue pasando
poco a poco a un segundo o tercer plano por detrás de los problemas militares. «El golpe más

duro para la humanidad es el cristianismo, el comunismo es hijo del cristianismo, son todo

invenciones de los judíos», llegó a declarar el ‘Führer’ tres años después, pero su sueño de ser

Dios ya se había ido apagando poco a poco. (Viana, 2022)

Difusión del modelo en otros países

Después de que los nazis tomaron el poder en 1933, Hitler estableció un Ministerio

del Reich para Ilustración Pública y Propaganda, a cargo de Joseph Goebbels. La meta del

ministerio era asegurar que el mensaje nazi se comunicara con éxito por medio del arte, la

música, el teatro, la cinematografía, los libros, la radio, los materiales educativos y la prensa.

(holocausto, 2019)

Había varios públicos para la propaganda nazi. A los alemanes se les recordaba la

lucha contra los enemigos extranjeros y la subversión de los judíos. Durante los períodos que

precedían a la promulgación de leyes o a la implementación de medidas ejecutivas en contra

de los judíos, las campañas de propaganda creaban una atmósfera tolerante de la violencia

contra los judíos, en particular en 1935 (antes de las leyes raciales de Nuremberg, que se

promulgaron en septiembre) y en 1938 (antes del aluvión de leyes económicas antisemitas

que siguió a la Kristallnacht). La propaganda también fomentaba la pasividad y la aceptación

de las medidas propuestas contra los judíos, ya que estas parecían mostrar que el gobierno

nazi intervenía y “restablecía el orden”. (holocausto, 2019)

La discriminación real y percibida contra los alemanes étnicos de los países de la

Europa Oriental que ganaron territorio a costa de Alemania después de la Primera Guerra

Mundial, como Checoslovaquia y Polonia , fue tema de propaganda nazi. Esta propaganda

intentaba provocar la lealtad política y la denominada conciencia racial entre las poblaciones
étnicas alemanas. También intentaba engañar a los gobiernos extranjeros, incluidas las

grandes potencias europeas, para convencerlos de que la Alemania nazi solo estaba haciendo

exigencias razonables de concesiones y anexos.

Después de la invasión alemana a la Unión Soviética, la propaganda nazi dirigida a

los civiles de Alemania y a los soldados, policías y auxiliares no alemanes que prestaban

servicio en los territorios ocupados enfatizó los temas que relacionaban al comunismo

soviético con el judaísmo europeo, y presentó a Alemania como defensora de la cultura

“occidental” contra la amenaza “judeo-bolchevique”, pintando una imagen apocalíptica de lo

que ocurriría si los soviéticos ganaban la guerra. Esto sucedió, en particular, después de la

derrota catastrófica de los alemanes en Stalingrado en febrero de 1943. Estos temas pueden

haber sido útiles para inducir a los alemanes nazis y no nazis, así como a sus colaboradores

locales, a seguir luchando hasta el fin.

Difusión del modelo en otros países

Se extiende por distintos rincones del mundo una marea negra de intolerancia,

xenofobia y populismo. Políticas con esos denominadores comunes y medios de propaganda

desde el poder que encuentran analogías con los que puso en marcha Joseph Goebbels —

brazo agitpro de Hitler— en la década de los treinta del siglo pasado. (Sayan, 2018)

En Asia, el caso emblemático de Duterte en Filipinas es de horror. Miles de asesinatos

cometidos abiertamente desde el Estado en los últimos dos años con una secuela de más de

7.000 muertos en nombre de la guerra contra las drogas. Ejecuciones extrajudiciales

sistemáticas que no generan en el mundo horror o protesta. Y, al revés, hasta motiva elogios

de Trump, quien ha destacado el “increíble trabajo” de Duterte en este terreno.


En Europa, la ofensiva no es a sangre y fuego —al menos aún—, pero la marea negra

avasalla sin que la Unión Europea pueda hacer algo muy efectivo para contrarrestarla.

Gobiernos ultraderechistas y populistas como el de Orbán en Hungría o el de Polonia —que,

de facto, maneja Kaczynski—, son emblemáticos de un sectarismo y autoritarismo

gubernamental que no se conocía en Europa desde la década de los treinta del siglo pasado,

cuando el furor del antisemitismo. La reciente ley húngara que establece que ayudar a

inmigrantes es delito o, al igual que en Polonia, las regulaciones prohibitivas de donaciones a

las ONG. En Polonia, esto va de la mano con el feroz ataque a la independencia judicial,

poniendo bajo control gubernamental tanto al Tribunal Constitucional como a la Corte

Suprema. (Sayan, 2018)

Los objetivos de control autoritario y extremista del poder se retroalimentan tocando

fibras ciudadanas sensibles: “identidad de la nación” y hasta algunos loables como “seguridad

ciudadana”. Todo sirve para agresivas y sistemáticas campañas de propaganda de estilo

goebbeliano por Duterte, Orbán o los seguidores de Kaczynski quienes gozan hoy de respaldo

mayoritario en sus países. Preocupante, porque parecería no haber nada muy eficaz para

oponérseles. En estos tiempos de globalización conceptual de democracia y los derechos

humanos, ella está en cuestión.

De esto ha habido varios en Latinoamérica en el pasado. Y procesos como el de

regímenes hoy cuestionados, como el de la pareja Ortega-Murillo en Nicaragua, son ejemplo

de eso. Pero con una diferencia fundamental con lo que pasa en países como los

mencionados: en Latinoamérica son procesos políticos “de salida”, en caída libre. La

pregunta es si hay condiciones o terreno fértil para que fenómenos como los que menciono

aquí a modo de ejemplo pudieran “prender” en la región.


Primero, claro que hay condiciones. Si la inseguridad ciudadana es percibida, con algo

de razón, como el principal problema de la sociedad, la mano dura puede aparecer como una

opción tentadora ante el agobio sufrido por la acción impune de la delincuencia. Tentación

que puede calar en líderes políticos en contexto de hartazgo frente al crimen.

Segundo: no estamos ante una ruta fatal hacia el autoritarismo. De hecho, nada

permite concluir que un camino de ese tipo se esté volviendo una ruta modélica a ser seguida

o que las mayorías apuesten electoralmente por esas opciones. Así, por ejemplo, en las dos

elecciones presidenciales más recientes (Colombia y México) los resultados no dejaron

cabida para modelos tipo Duterte u Orbán; no se podría sostener, por ejemplo, que Iván

Duque o López Obrador encarnaran esas opciones.

Tercero, que —habiendo terreno fértil— nada puede impedir que en algún país de la

región se caiga a corto plazo en esta tentación. Algunos comentaristas, por ejemplo, ven más

de una analogía entre el discurso mortícola, homofóbico y populista de Bolsonaro en Brasil

con el de Duterte. Y algo más grave: este excapitán del Ejército, natural de Campinas, sigue a

Lula en las preferencias electorales. ¿Sin el expresidente en carrera, estaría Bolsonaro

primero? (Sayan, 2018)

Consecuencias de la segunda guerra mundial

La II Guerra Mundial acabó con la vida de 39 millones de personas sólo en Europa -la

mitad de ellos civiles-; en todo el mundo supuso la muerte del 3% de la población. Ha sido el

acontecimiento histórico más sangrante del siglo XX y, lejos de quedarse ahí, sus

consecuencias siguen coleando. (Tardón, 2014)


Un grupo de expertos (economistas) de la Universidad de Munich ha analizado los

efectos de esta guerra seis décadas después y ha visto que el hecho de haberla vivido aumenta

las probabilidades de sufrir enfermedades físicas y trastornos mentales. Así lo remarca un

estudio publicado en la revista Journal Review of Economics and Statistics.

Concretamente, relata el artículo, los supervivientes tienen un 3% más de riesgo de

tener diabetes y eran un 5,8% más propensos a la depresión y también a la enfermedad

coronaria (1,4%), en comparación con quienes no habían sufrido este conflicto mundial.

Además, dados los resultados, haber sufrido la II Guerra Mundial también estaba

asociado a un nivel menor de educación, "su satisfacción con la vida se vió reducida e incluso

se relacionó con menos posibilidades de matrimonio para las mujeres, ya que muchos

hombres morían en los combates, y muchos niños crecieron sin la figura paterna" . (Tardón,

2014)

Los autores extraen estas conclusiones después de analizar los datos de una encuesta

realizada en 2008 (Share -European Survey of Health, Aging and Retirement in Europe-) a

20.000 personas procedentes 13 países de Europa continental: Austria, Bélgica, República

Checa, Dinamarca, Francia, Alemania, Grecia, Italia, Países Bajos, Polonia, Suiza y Suecia.

Según, James Smith, Los investigadores también valoraron el estatus económico de

los participantes y vieron que "aunque un acontecimiento de esta magnitud afectaba a todas

las clases sociales, la repercusión fue algo más aguda en la clase media y especialmente en la

baja", uno de los autores del estudio.

Hasta el momento, afirman los responsables del artículo, "la atención se ha centrado

en el estudio de las batallas de esta guerra, pero poco se ha estudiado sobre cómo ha influido

este conflicto mundial en los civiles supervivientes 60 años después". Este tipo de trabajados,
añaden, "ayudan a la sociedad a entender mejor las consecuencias a largo plazo de los

conflictos bélicos" .

Esta guerra no sólo causó la muerte del 3% de la población mundial, durante seis años

destruyó miles de hogares y familias, obligó a muchas personas a abandonar sus casas, a

muchos niños a presenciar los asesinatos de sus padres, causó pobreza, hambre,

discriminación, persecución, miedo... Y, por si fuera poco, al cabo de los años, la guerra se

convierte en responsable de muchos casos de diabetes, problemas de corazón y depresión.

"Es una herramienta de salud y bienestar a lo largo de la vida". (Tardón, 2014)

Como señalaba otro estudio publicado en la revista The Journal of American Medical

Association (JAMA) hace siete años, los niños (los supervivientes analizados eran muy

jóvenes cuando les tocó vivir la II Guerra Mundial) son especialmente vulnerables al trauma

debido a su inmadurez física y emocional. Pero a los adultos, por ejemplo los soldados, cuya

salud ha sido objeto de numerosas investigaciones, también les deja huella: trastornos

mentales y un aumento de la tasa de suicidio.

Los regímenes fascistas

El fascismo surgió tras la Primera Guerra Mundial y la crisis económica que la siguió.

La burguesía, empobrecida, veía con temor el auge del movimiento obrero, especialmente

tras el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia en 1917. Frente a ello, el fascismo se

presentó como enemigo visceral de la ideología marxista y sus variantes, incluyendo

anarquismo, comunismo, socialismo o socialdemocracia, lo que le granjeó el apoyo

de grandes empresarios, aristócratas y conservadores. (Montes, 2021)


La ideología fascista se aprovechó de ese miedo, pero también del fracaso de las

democracias durante el periodo de entreguerras. De ahí que los fascistas rechacen el

constitucionalismo y parlamentarismo, a los que tachan de inservibles, y al liberalismo y al

capitalismo desregulado, a los que consideran culpables de crear una sociedad individualista,

materialista y enfrentada, incapaz de crear un sentimiento de colectividad nacional. (Montes,

2021)

En lo económico, el régimen fascista interviene en el mercado para favorecer ciertas

industrias y controlar el movimiento obrero a través de un sindicato vertical. Es también un

sistema proteccionista que pretende convertir al país en una economía autosuficiente. No

obstante, permite la propiedad privada. De hecho, algunos grandes industriales colaboraron

con los regímenes fascistas europeos: por ejemplo, Opel, Ford o Porsche fabricaron vehículos

para Alemania durante el Tercer Reich. 

Sobre lo social, el fascismo glorifica el ultranacionalismo y ultraconservadurismo. La

patria es la entidad superior a la que hay que rendir culto. Esta exaltación nacional desemboca

en el deseo de expandir las fronteras reclamando territorios a costa de otros países, por la

fuerza si es necesario. Son ejemplos de ello la Alemania nazi en Europa y la Italia fascista

con su invasión de Etiopía en 1935. La consecuencia última de este ultranacionalismo es la

marginación, violencia e incluso exterminio de quienes se consideran enemigos de la patria,

incluidos minorías étnicas, opositores políticos o intelectuales.

Ya no hay regímenes fascistas, pero sí movimientos que se inspiran en ellos

Con la derrota de Alemania y sus aliados en la Segunda Guerra Mundial, el fascismo

quedó relegado. Sin embargo, en los años noventa la sombra fascista resurgió en Europa con

la limpieza étnica en los Balcanes, la violencia de los cabezas rapadas o skinheads contra


inmigrantes en el Reino Unido, Alemania, Italia y países escandinavos, o la entrada de

partidos neonazis en Gobiernos nacionales. Ello no ha derivado en el establecimiento de

nuevos regímenes totalitarios, y existe consenso académico en que el fascismo como sistema

político ya no tiene cabida porque no se cumplen las condiciones sociales, económicas y

culturales del periodo de entreguerras. (Montes, 2021)

CONCLUSION

El régimen fascista pudo calar en la sociedad italiana debido en primer lugar a la situación
económica que vivían dicho país. A un descontento general por el problema del paro, el nivel tan
alto de precios y la debilidad de los gobernantes para tomar medidas que los sacaran de la crisis,
lo hizo que la gente buscara un gobierno fuerte que les diese esperanzas.
Una vez que llegaron al poder, quitaron las libertades de expresión, asociación y prensa,
exigiendo a la gente cómo debían pensar y los que discrepaban se convertían en sus enemigos, a
los que eliminaban.
En ese caso, el poder legislativo, ejecutivo y judicial terminó en manos de un dictador,
que hacía y deshacía a su antojo.
Crearon una policía especial que estaba encargada sobre todo de perseguir a los que veían
las cosas de otra manera. No se admitían críticas, que eran tomadas como traición a la patria.
Crearon de esta manera el régimen de terror en su país.
Se le enseñó a la población que lo único importante era el Estado, así que no tenía valor el
derecho individual.

Bibliografía

 Bilbao, J. (2013). https://www.jotdown.es/author/xabi/. (T. T. Joseph

Goebbels. Vida y muerte, Editor)

 holocausto, E. d. (24 de 04 de 2019).

 Montes, A. (31 de 08 de 2021). https://elordenmundial.com/.

 Sayan, D. G. (13 de 07 de 2018). Los Goebbels de estos tiempos.


 Tardón, L. (27 de 01 de 2014). https://www.elmundo.es.

 Uribe Arcila, J. F. (2008). Cómo los principios de propaganda de Goebbels

infiltran la vida cotidiana (Vol. XVII). Sociedad Colombiana de Urología.

 Viana, I. (26 de 06 de 2022). https://www.abc.es/historia.

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