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La Guerra Civil Española fue un conflicto social, político y bélico —que más tarde repercutiría también en una crisis

económica— que se desencadenó en España tras el fracaso parcial del golpe de Estado del 17 y 18 de julio de 1936
llevado a cabo por una parte del ejército contra el gobierno de la Segunda República Española. Tras el bloqueo del
Estrecho y el posterior puente aéreo que, gracias a la rápida colaboración de Alemania e Italia, trasladó las tropas
rebeldes a la península en las últimas semanas de julio,3 4 comenzó una guerra civil que concluiría el 1 de abril de 1939
con el último parte de guerra firmado por Francisco Franco, declarando su victoria y estableciendo una dictadura que
duraría hasta su muerte en 1975.

La guerra tuvo múltiples facetas, pues incluyó lucha de clases, guerra de religión, enfrentamiento de nacionalismos
opuestos, lucha entre dictadura militar y democracia republicana, entre revolución y contrarrevolución, entre fascismo y
comunismo.

A las partes del conflicto se las suele denominar bando republicano y bando sublevado:

El bando republicano estuvo constituido en torno al gobierno de España elegido democráticamente, formado por el
Frente Popular, que a su vez se componía de una coalición de partidos republicanos —Izquierda Republicana y Unión
Republicana— con el Partido Socialista Obrero Español, a la que se habían sumado los marxistas-leninistas del Partido
Comunista de España y el POUM, el Partido Sindicalista de origen anarquista y en Cataluña los nacionalistas de izquierda
encabezados por Esquerra Republicana de Catalunya. Era apoyado por el movimiento obrero y los sindicatos UGT y CNT,
aunque ellos lo que perseguían era realizar la revolución social. También se había decantado por el bando republicano el
Partido Nacionalista Vasco, cuando las Cortes republicanas estaban a punto de aprobar el Estatuto de Autonomía para el
País Vasco.

El bando sublevado, que se llamó a sí mismo bando nacional, estuvo organizado en torno a parte del alto mando militar,
institucionalizado inicialmente en la Junta de Defensa Nacional sustituida por el nombramiento de Francisco Franco
como Generalísimo y Jefe del Gobierno del Estado. Políticamente, estuvo integrado por la fascista Falange Española, los
carlistas, los monárquicos alfonsinos de Renovación Española y gran parte de los votantes de la CEDA, la Liga
Regionalista y otros grupos conservadores. Socialmente fue apoyado por aquellas clases a las que la victoria en las urnas
del Frente Popular les hizo sentir que peligraba su posición; por la Iglesia católica, acosada por la persecución religiosa
desatada por parte de la izquierda nada más estallar el conflicto; por pequeños propietarios temerosos de una
«revolución del proletariado» y también por muchas personas de clase baja de firmes convicciones religiosas.6

Ambos bandos cometieron y se acusaron recíprocamente de la comisión de graves crímenes en el frente y en las
retaguardias, como sacas de presos, paseos, desapariciones de personas o tribunales extrajudiciales. La dictadura de
Franco investigó y condenó severamente los hechos delictivos cometidos en la zona republicana, llegando incluso a
instruir una Causa General, todo ello con escasas garantías procesales. Por su parte, los delitos de los vencedores nunca
fueron investigados ni enjuiciados, a pesar de que algunos historiadores7 y juristas8 9 sostienen que hubo un
genocidio10 en el que, además de subvertir el orden institucional, se habría intentado exterminar a la oposición
política.11 12

Las consecuencias de la Guerra civil han marcado en gran medida la historia posterior de España, por lo
excepcionalmente dramáticas y duraderas: tanto las demográficas (aumento de la mortalidad y descenso de la natalidad
que marcaron la pirámide de población durante generaciones) como las materiales (destrucción de las ciudades, la
estructura económica, el patrimonio artístico), intelectuales (fin de la denominada Edad de Plata de las letras y ciencias
españolas) y políticas (la represión en la retaguardia de ambas zonas —mantenida por los vencedores con mayor o
menor intensidad durante todo el franquismo— y el exilio republicano), y que se perpetuaron mucho más allá de la
prolongada posguerra, incluyendo la excepcionalidad geopolítica del mantenimiento del régimen de Franco hasta 1975.
Índice [ocultar]

1 Antecedentes

1.1 El Gobierno del Frente Popular (febrero-julio de 1936)

1.2 La violencia política

2 El detonante: el golpe de estado de julio de 1936

2.1 La conspiración militar

2.2 El golpe del 17 al 20 de julio

3 Las operaciones militares

3.1 Los dos ejércitos

3.2 Julio-octubre de 1936: avance sobre Madrid y campaña de Guipúzcoa

3.3 Noviembre 1936-marzo 1937: la batalla de Madrid y la toma de Málaga

3.4 Marzo-noviembre de 1937: la campaña del Norte y las batallas de Brunete y Belchite

3.5 Diciembre 1937-noviembre 1938: de la batalla de Teruel a la batalla del Ebro

3.6 Diciembre 1938-Abril 1939: ofensiva sobre Cataluña y derrota de la República

4 La guerra naval

5 La guerra aérea y los bombardeos sobre poblaciones

6 Evolución de la zona sublevada

6.1 La Junta de Defensa Nacional

6.2 El general Franco, «Generalísimo» y «Caudillo»

6.3 El Decreto de Unificación de abril de 1937

6.4 El nacimiento del «Nuevo Estado»

7 Evolución de la zona republicana

7.1 La reacción del gobierno a la sublevación militar

7.2 La revolución social de 1936 y el gobierno de José Giral (julio-septiembre 1936)

7.3 El gobierno de Largo Caballero (septiembre 1936-mayo 1937)

7.4 El gobierno de Juan Negrín (mayo 1937-marzo 1939)

7.5 El golpe de estado de Casado y el desplome de la República (marzo de 1939)

8 La dimensión internacional del conflicto y la intervención extranjera


8.1 La política de «no intervención» de Gran Bretaña y Francia

8.2 La intervención extranjera en favor de los sublevados

8.3 La intervención extranjera en favor de la República

8.4 La financiación de la guerra y el "Oro de Moscú"

9 La Iglesia y la Guerra Civil Española

9.1 La Iglesia católica en la zona sublevada

9.2 La Iglesia católica en la zona republicana

10 La represión en las retaguardias

10.1 Investigación de los crímenes

11 Consecuencias

11.1 Económicas

11.2 Víctimas de la Guerra Civil

11.3 La represión franquista de la posguerra y el exilio republicano

11.4 Relaciones internacionales

11.5 Las «Regiones Devastadas»

12 Memoria histórica

13 La guerra civil en el arte

13.1 Cine

13.2 Novela

13.3 Cuento y relato

13.4 Literatura infantil y juvenil

13.5 Teatro

13.6 Poesía

13.7 Música

13.8 Revistas satíricas

13.9 Historieta

13.10 Pintura y escultura

13.11 Artes gráficas, cartelismo y revistas


13.12 Fotografía

13.13 Videojuegos

14 Véase también

15 Notas

16 Referencias

17 Bibliografía

18 Enlaces externos

Antecedentes

Portada de la Constitución de 1931.

Artículo principal: Segunda República Española

En enero de 1930 el general Miguel Primo de Rivera reconoce el fracaso de la Dictadura que había instaurado en
septiembre de 1923 con el apoyo del rey y dimite.13 Alfonso XIII nombra entonces presidente del gobierno al general
Dámaso Berenguer pero éste no consigue devolver a la monarquía la "normalidad constitucional" (este período fue
conocido como "Dictablanda") y es sustituido en febrero de 1931 por el almirante Juan Bautista Aznar, quien convoca
elecciones municipales para el domingo 12 de abril.14 Las elecciones son ganadas en las ciudades por las candidaturas
republicano-socialistas surgidas del Pacto de San Sebastián de agosto de 1930 y el martes 14 de abril el rey Alfonso XIII,
ante las dudas de la Guardia Civil y del Ejército a utilizar la fuerza para frenar las multitudinarias manifestaciones
prorrepublicanas que inundan las principales ciudades, abandona el país. En Madrid el "comité revolucionario"
republicano-socialista proclama la República y asume el poder como Gobierno Provisional presidido por Niceto Alcalá-
Zamora.15

Durante el primer bienio de la Segunda República Española se aprueba la nueva Constitución republicana y el gobierno
de coalición de republicanos de izquierda y de socialistas presidido por Manuel Azaña, formado el 15 de diciembre de
1931 tras rechazar el Partido Republicano Radical su participación en el mismo por estar en desacuerdo con la
continuidad en el gobierno de los socialistas, profundiza las reformas iniciadas por el Gobierno Provisional cuyo
propósito es modernizar la realidad económica, social, política y cultural españolas. El nuevo gobierno se formó tras la
elección de Niceto Alcalá Zamora como Presidente de la República, quien confirmó a Manuel Azaña como Presidente del
Gobierno. Pero el amplio abanico de reformas que emprendió el gobierno "social-azañista" encontró gran resistencia
entre los grupos sociales y corporativos a los que se intentaba "descabalgar" de sus posiciones adquiridas: los
terratenientes, los grandes empresarios, financieros y patronos, la Iglesia católica, las órdenes religiosas, la opinión
católica, la opinión monárquica, el militarismo “africanista”. Este último organizó un fracasado golpe de estado en
agosto de 1932 encabezado por el general Sanjurjo.16 Pero también existió una resistencia al reformismo republicano
de signo contrario: el de revolucionarismo a ultranza, que encabezaron las organizaciones anarquistas (la CNT y la FAI).
Para ellos la República representaba el "orden burgués" (sin demasiadas diferencias con los regímenes políticos
anteriores, Dictadura y Monarquía) que había que destruir para alcanzar el "comunismo libertario".17 Así se produjeron
una serie de levantamientos anarquistas (en enero y diciembre de 1933) reprimidos con dureza.

La coalición encabezada por Azaña se deshace y se convocan elecciones para noviembre de 1933 (en las que votaron por
primera vez las mujeres) que son ganadas por la derecha católica de la CEDA, y por el centro-derecha republicano del
Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. Este forma gobierno con el objetivo de “rectificar” las reformas del
primer bienio, no anularlas, para incorporar a la República a la derecha “accidentalista” (que no se proclamaba
abiertamente monárquica, aunque sus simpatías estuvieran con la Monarquía, ni tampoco republicana) representada
por la CEDA y el Partido Agrario, que le dan su apoyo parlamentario.18 Cuando la CEDA entra en el gobierno en octubre
de 1934 se desencadena la Revolución de Octubre, una fracasada insurrección socialista que sólo se consolidó en
Asturias durante un par de semanas (el único lugar donde también participó la CNT) aunque finalmente también fue
sofocada por la intervención del Ejército, que trajo del Protectorado español de Marruecos a las tropas coloniales de
regulares y legionarios y, una vez finalizada, se produce una fuerte represión. Lo mismo sucedió con la proclamación por
el presidente de la Generalidad de Cataluña Lluís Companys del "Estado Catalán" dentro de la "República Federal
Española".19

La Revolución de octubre de 1934 hizo aumentar en el gobierno radical-cedista su temor a que en un próximo intento la
"revolución bolchevique" acabara triunfando. Esto acentuó la presión sobre el Partido Radical, para llevar adelante una
política más decididamente legisladora o contrarrevolucionaria.20 Y en última instancia los sucesos de octubre de 1934
convencieron a la CEDA de que era necesario llegar a alcanzar la presidencia del gobierno para poder dar el "giro
autoritario" que el régimen, según ellos, necesitaba.21 El líder de la CEDA José María Gil Robles encontró su oportunidad
cuando estallaron el escándalo del estraperlo y el del asunto Nombela que hundió a Lerroux y al Partido Republicano
Radical, del que no se recuperaría.22 Pero el Presidente de la República Alcalá Zamora se negó a dar el poder a una
fuerza “accidentalista” que no había proclamado su fidelidad a la República y encargó la formación de gobierno a un
independiente de su confianza. Manuel Portela Valladares el 15 de diciembre formó un gabinete republicano de centro-
derecha y Alcalá Zamora convocó elecciones para el 16 de febrero de 1936.23

El resultado de las elecciones de febrero de 1936 fue un reparto muy equilibrado de votos con una leve ventaja de las
izquierdas (47,1%) sobre las derechas (45.6%), mientras el centro se limitó al 5,3%, pero como el sistema electoral
primaba a los ganadores esto se tradujo en una holgada mayoría para la coalición del Frente Popular.24

El Gobierno del Frente Popular (febrero-julio de 1936)

El miércoles 19 de febrero, Manuel Azaña, el líder del Frente Popular, formaba gobierno que conforme a lo pactado con
los socialistas sólo estaba integrado por ministros republicanos de izquierda (nueve de Izquierda Republicana y tres de
Unión Republicana).25 Una de sus primeras decisiones fue alejar de los centros de poder a los generales más
antirrepublicanos: el general Goded fue destinado a la Comandancia militar de Baleares; el general Franco, a la de
Canarias; el general Mola al gobierno militar de Pamplona. Otros generales significados, como Orgaz, Villegas, Fanjul y
Saliquet quedaron en situación de disponibles.26

La medida más urgente que hubo de tomar el nuevo gobierno fue la amnistía de los condenados por los sucesos de
octubre de 1934, "legalizando" así el asalto a varias cárceles por la multitud pero dando cumplimiento también al punto
principal del programa electoral del Frente Popular.27 Otra de las medidas urgentes era reponer en sus puestos a los
alcaldes y concejales elegidos en 1931 y sustituidos durante el bienio conservador.28 Y el 28 de febrero el gobierno
decretaba no sólo la readmisión de todos los trabajadores despedidos por motivos políticos y sindicales relacionados
con los hechos de 1934, sino que, presionado por los sindicatos, ordenaba a las empresas que indemnizaran a estos
trabajadores por los jornales no abonados.29 Asimismo fue restablecido el gobierno de la Generalidad de Cataluña
cuyos miembros habían salido de la cárcel beneficiados también por la amnistía.27

La “cuestión agraria” fue otro problema que el nuevo gobierno tuvo que abordar con urgencia a causa de la intensa
movilización campesina que se estaba produciendo con el apoyo decidido de las autoridades locales repuestas y que
amenazaba con provocar graves conflictos en el campo, especialmente en Extremadura.30 31 Así el 19 de abril el
ministro de Agricultura, Mariano Ruiz Funes, presentaba varios proyectos de ley, entre ellos uno que derogaba la Ley de
Reforma de la Reforma Agraria de agosto de 1935, que se convirtió en ley el 11 de junio, por lo que volvía estar en vigor
plenamente la Ley de Reforma Agraria de 1932. Gracias a varios decretos y a esta ley entre marzo y julio de 1936 se
asentaron unos 115 000 campesinos, más que en los tres años anteriores.32 Sin embargo, continuó la alta conflictividad
en el campo, debida sobre todo a la actitud de los propietarios y a la radicalización de las organizaciones campesinas,
saldándose todo ello con incidentes violentos. El caso más grave se produjo en Yeste (Albacete), donde a finales de
mayo de 1936 "la detención de unos campesinos que pretendían talar árboles en una finca particular condujo a un
sangriento enfrentamiento entre la Guardia Civil y los jornaleros, en los que murieron un guardia y 17 campesinos,
varios de ellos asesinados a sangre fría por los agentes".33

La actividad del parlamento estuvo paralizada casi todo el mes de abril debido al proceso de destitución del presidente
de la República Niceto Alcalá-Zamora, iniciado y aprobado por la izquierda, y su sustitución por Manuel Azaña, que fue
investido en su nuevo cargo el 10 de mayo de 1936, siendo sustituido al frente del gobierno por su compañero de
partido (Izquierda Republicana), Santiago Casares Quiroga.34 35

El nuevo gobierno de Casares Quiroga continuó con la política reformista que ya había iniciado el gobierno Azaña que
consistía fundamentalmente en volver a poner en vigor los decretos que habían sido derogados o modificados durante
el bienio radical-cedista y a los que se añadieron algunos otros.36

Uno de los problemas a los que tuvo que hacer frente el gobierno fue la oleada de huelgas que se produjeron declaradas
y sostenidas muchas veces por comités conjuntos CNT/UGT, en las que en muchas de ellas se hablaba de revolución,37
pero ni UGT ni CNT preparaban ningún movimiento insurreccional después de los fracasos de 1932, 1933 y 1934, y la
única posibilidad de que se produjese alguno sería como respuesta a un intento de golpe militar.38

Otro de los problemas del gobierno de Casares Quiroga fue la división interna del PSOE, el partido más importante del
Frente Popular,39 que enfrentaba a los sectores "prietista" y "largocaballerista", ya que Francisco Largo Caballero, que
dominaba UGT y el grupo parlamentario del PSOE, continuó oponiéndose a la entrada en el gobierno de los socialistas y
defendiendo el entendimiento entre las “organizaciones obreras” para esperar el momento en que el fracaso de los
“burgueses republicanos" facilitara la conquista del poder por la clase obrera.40 Otro problema fue que en la CEDA el
sector encabezado por José María Gil Robles se decantó cada vez más por el boicot a las instituciones republicanas y por
el apoyo a la vía defendida por la derecha monárquica del Bloque Nacional de José Calvo Sotelo que propugnaba
abiertamente la ruptura violenta del orden constitucional mediante un golpe de estado militar en cuya preparación ya
estaban colaborando (por su parte los monárquicos carlistas aceleraron la formación de sus milicias requetés con vistas
al alzamiento militar con cuyos dirigentes mantenían contactos).41

La violencia política

Los gobiernos del Frente Popular también tuvieron que hacer frente a un aumento de la violencia política provocada por
el partido fascista Falange Española, que a principios de 1936 era una fuerza política marginal pero que tras el triunfo del
Frente Popular recibió una avalancha de afiliaciones de jóvenes de derechas dispuestos a la acción violenta, y por la
respuesta que le dieron las organizaciones de izquierda.42 El primer atentado importante que cometieron los falangistas
fue el perpetrado el 12 de marzo de 1936 contra el diputado socialista y “padre” de la Constitución de 1931 Luis Jiménez
de Asúa, en el que éste resultó ileso pero su escolta, el policía Jesús Gisbert, murió.43 La respuesta del gobierno de
Azaña fue prohibir el partido y detener el 14 de marzo a su máximo dirigente José Antonio Primo de Rivera, pero el paso
a la clandestinidad no impidió que siguiera perpetrando atentados y participando en reyertas con jóvenes socialistas y
comunistas.42 44

Los incidentes de mayor trascendencia se produjeron los días 14 y 15 de abril. El día 14 tuvo lugar un desfile militar en el
Paseo de la Castellana de Madrid en conmemoración del Quinto Aniversario de la República y junto a la tribuna principal
estalló un artefacto y se produjeron a continuación varios disparos que causaron la muerte a Anastasio de los Reyes, un
alférez de la Guardia Civil que estaba allí de paisano, e hirieron a varios espectadores. Derechistas e izquierdistas se
acusaron mutuamente del atentado. Al día siguiente se celebró el entierro del alférez que se convirtió en una
manifestación antirrepublicana a la que asistieron los diputados José María Gil Robles, líder de la CEDA, y José Calvo
Sotelo, líder de la derecha monárquica antirrepublicana y antidemocrática, además de oficiales del ejército y falangistas
armados. Desde diversos lugares se produjeron disparos contra la comitiva que fueron respondidos, produciéndose un
saldo de seis muertos y de tres heridos. Uno de los muertos fue el estudiante Ángel Sáenz de Heredia, falangista y primo
hermano de José Antonio Primo de Rivera.44 También resultó herido un joven tradicionalista (carlista), José Llaguno
Acha, y una muchedumbre intentó linchar al teniente José del Castillo Sáenz de Tejada al que se acusó de haberle
disparado.

Entre abril y julio los atentados y las reyertas protagonizadas por falangistas causaron más de cincuenta víctimas entre
las organizaciones de izquierda obrera, la mayoría de ellas en Madrid. Unos cuarenta miembros de Falange murieron en
esos actos o en atentados de represalia de las organizaciones de izquierda.44 También fueron objeto de la violencia los
edificios religiosos (un centenar de iglesias y conventos fueron asaltados e incendiados)45 aunque entre las víctimas de
la violencia política de febrero a julio no hubo ningún miembro del clero.46

El aumento de la violencia política y el crecimiento de las organizaciones juveniles paramilitares tanto entre la derecha
(milicias falangistas, requetés carlistas) como entre la izquierda (milicias de las juventudes socialistas, comunistas y
anarquistas), y entre los nacionalistas vascos y catalanes (milicias de Esquerra Republicana de Catalunya y milicias del
PNV), aunque no estaban armadas y su mayor actividad principal era desfilar, provocó la percepción entre parte de la
opinión pública, especialmente la conservadora, de que el gobierno del Frente Popular presidido por Santiago Casares
Quiroga no era capaz de mantener el orden público, lo que servía de justificación para el "golpe de fuerza" militar que se
estaba preparando.47 A esta percepción también contribuyó la prensa católica y de extrema derecha que incitaba a la
rebelión frente al “desorden” que atribuía al “Gobierno tiránico del Frente Popular”, “enemigo de Dios y de la Iglesia”,
aprovechando que la confrontación entre clericalismo y anticlericalismo volvió al primer plano tras las elecciones de
febrero con continuas disputas sobre asuntos simbólicos, como el tañido de campanas o las manifestaciones del culto
fuera de las iglesias, como procesiones o entierros católicos. Asimismo en el parlamento los diputados de la derecha,
singularmente Calvo Sotelo y Gil Robles, acusaron al gobierno de haber perdido el control del orden público.46

En la tarde del domingo 12 de julio era asesinado en una calle céntrica de Madrid por pistoleros de extrema derecha
probablemente de la Comunión Tradicionalista (o de Falange Española)48 el teniente de la Guardia de Asalto, José del
Castillo Sáenz de Tejada, un militar instructor de las milicias socialistas.49 El teniente Castillo era muy conocido por su
activismo izquierdista y se le atribuía la frase «Yo no tiro sobre el pueblo» tras haberse negado a participar en la
represión de la Revolución de Asturias, acto de rebeldía que le costaría un año de cárcel.

Como represalia, los compañeros policías del teniente Castillo, dirigidos por un capitán de la Guardia Civil, Fernando
Condés, secuestraron en su propio domicilio y asesinaron en la madrugada del día siguiente a José Calvo Sotelo, el líder
de los monárquicos "alfonsinos" (que no tuvo nada que ver con el asesinato del teniente Castillo), y abandonaron el
cadáver en el depósito del cementerio de la Almudena. En el entierro de Calvo Sotelo el dirigente monárquico Antonio
Goicoechea juró solemnemente “consagrar nuestra vida a esta triple labor: imitar tu ejemplo, vengar tu muerte y salvar
a España”. Por su parte el líder de la CEDA, José María Gil Robles en las Cortes les dijo a los diputados de la izquierda que
“la sangre del señor Calvo Sotelo está sobre vosotros” y acusó al gobierno de tener la “responsabilidad moral” del
crimen por “patrocinar la violencia”.49

Según el estudio más completo que se ha realizado sobre las víctimas mortales como resultado de la violencia política
entre entre febrero y julio de 1936, antes de iniciarse el golpe de estado, hubo un total de 189 incidentes y 262 muertos,
de ellos 112 causados por la intervención de las fuerzas de orden público. De las 262 víctimas, 148 serían militantes de la
izquierda, 50 de la derecha, 19 de las fuerzas de orden público y 45 sin identificar. Además ese estudio constata que el
número de víctimas mortales causadas por la violencia política fue disminuyendo en esos cinco meses.50
La violencia política de los meses de gobierno en paz del Frente Popular, de febrero a julio de 1936, fue utilizada después
por los vencedores en la guerra civil como justificación de su alzamiento. Hoy en día el debate sigue abierto, aunque la
mayoría de los historiadores opinan que en absoluto puede hablarse de una "primavera trágica" en la que el gobierno
del Frente Popular hubiera perdido el control de la situación.51 Y la conclusión de la mayoría de ellos es clara: “La
desestabilización política real en la primavera de 1936 no explica en modo alguno la sublevación militar [de julio de
1936] y menos aún la justifica".51 “La política y la sociedad españolas mostraban signos inequívocos de crisis, lo cual no
significa necesariamente que la única salida fuera una guerra civil”.43

Durante los primeros meses de 1936 se produjo una polarización de la política española, en cuyos extremos se situaba la
izquierda revolucionaria y la derecha fascista, y en medio una izquierda moderada y una derecha republicana junto con
un centro anticlerical y una derecha de fuerte componente católico y monárquico (que representaba a muchos militares,
terratenientes y a la jerarquía católica que veían peligrar su posición privilegiada y su concepto de la unidad de España).
Una división que podía remontarse al siglo XIX cuando tuvo lugar el difícil proceso de cambio que se inició en 1808 para
poner fin al absolutismo que lastraba al país, manteniendo fuertes diferencias económicas entre privilegiados y no
privilegiados, y que el moderantismo decimonónico sólo consiguió superar parte. El resultado fue una población rural
dividida entre los jornaleros anarquistas y los pequeños propietarios aferrados a (y dominados por) los caciques y la
Iglesia; unos burócratas conformistas y una clase obrera con salarios muy bajos y, por lo tanto, con tendencias
revolucionarias propias del nuevo siglo, hacen que también entre las clases pobres la división fuese muy acusada.
También provenía del siglo XIX la tradición de que los problemas no se arreglaban más que con los pronunciamientos.
No es extraño, pues, que en una España marcada por la reciente dictadura de Primo de Rivera e intentonas fallidas,
como las de José Sanjurjo, volviese a haber ruido de sables y se temiese un plan para derribar al nuevo Gobierno
establecido. Los acontecimientos darían la razón a los pesimistas.

El detonante: el golpe de estado de julio de 1936

La conspiración militar

Nada más conocerse la victoria del Frente Popular en las elecciones, se produjo un primer intento de “golpe de fuerza”
por parte de la derecha para intentar frenar la entrega del poder a los vencedores. Fue el propio Gil Robles el primero
que intentó sin éxito que el presidente del gobierno en funciones Manuel Portela Valladares declarase el “estado de
guerra” y anulara los comicios. Le siguió el general Franco, aún jefe del Estado Mayor del Ejército, que se adelantó a dar
las órdenes pertinentes a los mandos militares para que declarasen el estado de guerra (lo que según la Ley de Orden
Público de 1933 suponía que el poder pasaba a las autoridades militares), pero fue desautorizado por el todavía jefe de
gobierno Portela Valladares y por el ministro de la guerra el general Nicolás Molero.52

El 8 de marzo de 1936 tuvo lugar en Madrid, en casa de un amigo de Gil Robles, una reunión de varios generales (Emilio
Mola, Luis Orgaz Yoldi, Villegas, Joaquín Fanjul, Francisco Franco, Ángel Rodríguez del Barrio, Miguel García de la Herrán,
Manuel González Carrasco, Andrés Saliquet y Miguel Ponte, junto con el coronel José Enrique Varela y el teniente
coronel Valentín Galarza, como hombre de la UME), en la que acordaron organizar un “alzamiento militar” que derribara
al gobierno del Frente Popular recién constituido y “restableciera el orden en el interior y el prestigio internacional de
España”. También se acordó que el gobierno lo desempeñaría una Junta Militar presidida por el general Sanjurjo, que en
esos momentos se encontraba en el exilio en Portugal.53

Desde finales de abril, fue el general Mola quien tomó la dirección de la trama golpista (desplazándose así el centro de la
conspiración de Madrid a Pamplona), adoptando el nombre clave de “El Director”. Este continuó con el proyecto de
constituir una Junta Militar presidida por el general Sanjurjo, y comenzó a redactar y difundir una serie de circulares o
“Instrucciones reservadas” en las que fue perfilando la compleja trama que llevaría adelante el golpe de Estado.54 La
primera de las cinco “instrucciones reservadas” la dictó el 25 de mayo y en ella ya apareció la idea de que el golpe
tendría que ir acompañado de una violenta represión.55

Mola consiguió comprometer en el golpe a numerosas guarniciones, gracias también a la trama clandestina de la UME
pero tenía dudas sobre el triunfo del golpe en el lugar fundamental, Madrid, y también sobre Cataluña, Andalucía y
Valencia.54 Así pues, el problema de los militares implicados era que, a diferencia del golpe de estado de 1923, ahora no
contaban con la totalidad del Ejército (ni de la Guardia Civil ni las otras fuerzas de seguridad) para respaldarlo.56 Una
segunda diferencia respecto de 1923 era que la actitud de las organizaciones obreras y campesinas no sería de pasividad
ante el golpe militar sino que como habían anunciado desencadenarían una revolución. Por estas razones se fue
retrasando una y otra vez la fecha del golpe militar, y por eso, además, el general Mola, "el Director", buscó el apoyo de
las milicias de los partidos antirepublicanos (requetés y falangistas) y el respaldo financiero de los partidos de la
derecha.57 Al gobierno de Casares Quiroga le llegaron por diversas fuentes noticias de lo que se estaba tramando pero
no actuó con contundencia contra los conspiradores.58

A principios de julio de 1936 la preparación del golpe militar estaba casi terminada, aunque el general Mola reconocía
que "el entusiasmo por la causa no ha llegado todavía al grado de exaltación necesario" y acusaba a los carlistas de
seguir poniendo dificultades al continuar pidiendo "concesiones inadmisibles". El plan del general Emilio Mola era un
levantamiento coordinado de todas las guarniciones comprometidas, que implantarían el estado de guerra en sus
demarcaciones, comenzando por el Ejército de África, que entre los días 5 y 12 de julio realizó unas maniobras en el
Llano Amarillo donde se terminaron de perfilar los detalles de la sublevación en el Protectorado de Marruecos. Como se
preveía que en Madrid era difícil que el golpe triunfase por sí solo (la sublevación en la capital estaría al mando del
general Fanjul), estaba previsto que desde el norte una columna dirigida por el propio Mola se dirigiera hacia Madrid
para apoyar el levantamiento de la guarnición de la capital. Y por si todo eso fallaba también estaba planeado que el
general Franco, después de sublevar las islas Canarias, se dirigiría desde allí al Protectorado de Marruecos a bordo del
avión Dragon Rapide, fletado en Londres el 6 de julio por el corresponsal del diario ABC Luis Bolín gracias al dinero
aportado por el financiero Juan March, para ponerse al frente de las tropas coloniales, cruzar el estrecho de Gibraltar y
avanzar sobre Madrid.59 60 Una vez depuesto el gobierno de la República, se instauraría una dictadura militar siguiendo
el modelo de la Dictadura de Primo de Rivera, al frente de la cual se situaría el exiliado general Sanjurjo.59 “Los
sublevados llevaron a cabo su acción pretendiendo que se alzaban contra una revolución absolutamente inexistente en
la época en que actúan, inventan documentos falsos que compuso Tomás Borrás y que hablaban de un gobierno
soviético que se preparaba, y de hecho lo que representaban era la defensa de las posiciones de las viejas clases
dominantes, la lucha contra las reformas sociales, más o menos profundas, que el Frente Popular pone de nuevo en
marcha".61

El asesinato de José Calvo Sotelo en la madrugada del 13 de julio aceleró el compromiso con la sublevación de los
carlistas y también de la CEDA, y acabó de convencer a los militares que tenían dudas, entre ellos, según Paul Preston, el
general Franco. Además, Mola decidió aprovechar la conmoción que había causado en el país el doble crimen, y el día 14
adelantó la fecha de la sublevación que quedó fijada para los días 18 y 19 de julio de 1936.62

El golpe del 17 al 20 de julio

El 17 de julio por la mañana en Melilla, los dos coroneles y otros oficiales que estaban al tanto del alzamiento militar se
reúnen en el departamento cartográfico y trazan los planes para ocupar el 18 los edificios públicos, planes que
comunican a los dirigentes falangistas. Uno de los dirigentes locales de la Falange informa al dirigente local de Unión
Republicana, llegando esta información al General Romerales, Comandante Militar de Melilla, que a su vez informa a
Casares Quiroga. Romerales envía por la tarde una patrulla de soldados y guardias de asalto a registrar el departamento
cartográfico. El coronel al mando del mismo retrasa el registro y llama al cuartel de la Legión, desde donde le envían un
grupo de legionarios. Ante estos, la patrulla se rinde y los sublevados proceden a arrestar a Romerales (que fue fusilado
junto con el delegado del gobierno y el alcalde de Melilla que se habían resistido a la rebelión), proclaman el estado de
guerra e inician anticipadamente el levantamiento, informando a sus compañeros del resto de Marruecos que habían
sido descubiertos. Esto hizo que se adelantase en Marruecos la fecha prevista.63 En los tres días siguientes el golpe se
extendió a las guarniciones de la península y a Canarias y a Baleares.

Situación el 23 de julio de 1936 tras el fracaso parcial del golpe de Estado. En azul las zonas controladas por los
sublevados.64

Los militares sublevados no consiguieron alcanzar su objetivo principal de apoderarse del punto neurálgico del poder,
Madrid, ni de las grandes ciudades, como Barcelona, Valencia, Bilbao, Málaga o Murcia (aunque sí controlaban Sevilla,
Zaragoza y Córdoba), pero dominaban cerca de la mitad del territorio español, ya que controlaban prácticamente el
tercio norte peninsular (Galicia, León, Castilla la Vieja, Álava, Navarra, gran parte de la provincia de Cáceres, incluida la
capital, y la mitad occidental de Aragón, incluyendo las tres capitales provinciales), menos la franja cantábrica formada
por Asturias, Santander, Vizcaya y Guipúzcoa, que quedó aislada del resto de la zona republicana, y Cataluña. Además
dominaban las ciudades andaluzas de Sevilla (donde el general Gonzalo Queipo de Llano se hace con inusitada
determinación con el mando de la 2.ª División Orgánica), Córdoba y Cádiz conectadas entre sí por una estrecha franja
(así como la ciudad de Granada, pero aislada del resto), más todo el Protectorado de Marruecos y los dos archipiélagos,
Canarias (menos la isla de La Palma) y Baleares (excepto Menorca). Fuera de esta área controlaban determinados
lugares y puntos de resistencia aislados dentro de la zona republicana como la ciudad de Oviedo (que soportó un asedio
por parte de los republicanos durante 90 días, hasta la entrada de las tropas franquistas el 17 de octubre), el cuartel de
Simancas en Gijón, el Alcázar de Toledo o el santuario de la Virgen de la Cabeza en Andújar.65 Esta España controlada
por los sublevados era en general "la España interior, rural, de formas sociales más retardatarias, de grandes y medianos
propietarios agrarios, y con extenso proletariado agrario también".65

De los lugares donde ha triunfado la sublevación parten las ofensivas de las tropas rebeldes, a hacer lo que la
propaganda "nacional" llamó la «Reconquista», para tomar las ciudades en manos de la República o a liberar los lugares
en manos de los rebeldes asediados por las tropas gubernamentales, como son los casos del sitio de Oviedo y del Alcázar
toledano.

En la zona sublevada la muerte en accidente de aviación del que iba ser el jefe de la rebelión, el general Sanjurjo,
provocó que los generales sublevados decidieron crear el jueves 23 de julio una Junta de Defensa Nacional, que
quedaría constituida al día siguiente en Burgos, y que estaría integrada por los generales Miguel Cabanellas, que fue
nombrado presidente de la Junta por ser el general más antiguo entre los sublevados, Andrés Saliquet, Miguel Ponte,
Emilio Mola y Fidel Dávila, además del coronel Montaner y el coronel Moreno Calderón. En el Decreto nº 1 que publicó
la Junta se establecía que ésta asumía "todos los poderes del Estado" y que representaría al país ante los poderes
extranjeros, aunque en las semanas siguientes ningún país la reconoció y siguió considerando como gobierno legítimo
de España al de Madrid presidido por el republicano de izquierda José Giral.66 El 27 de julio de 1936 llegó a España el
primer escuadrón de aviones italianos enviado por Benito Mussolini.67

Las fuerzas republicanas, por su parte, consiguen sofocar el alzamiento en más de la mitad de España, incluyendo todas
las zonas industrializadas, gracias en parte a la participación de las milicias recién armadas de socialistas, comunistas y
anarquistas, así como a la lealtad de la mayor parte de la Guardia de Asalto y, en el caso de Barcelona, de la Guardia
Civil. El gobernador militar de Cartagena, Toribio Martínez Cabrera, era simpatizante del Frente Popular y la marinería
también era contraria al golpe militar, lo que unido a los tumultos populares de los días 19 y 20 hicieron fracasar el
movimiento golpista en la base naval de Cartagena y el resto de la provincia de Murcia.

La zona fiel a la República ocupa grosso modo la mitad este de la Península: la parte oriental oriental de Aragón (menos
las tres capitales), Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía oriental (menos la ciudad de Granada), Madrid, Castilla la
Nueva y La Mancha. En el oeste controlaba las provincias de Badajoz y de Huelva. Aislada de esta zona quedaba la franja
cantábrica formada por Asturias (menos Oviedo y Gijón), Santander, Vizcaya y Guipúzcoa. El territorio leal era superior
en extensión al rebelde y se trataba, por lo general, de las zonas de España "socialmente más evolucionadas, con
importante población urbana, más industrializadas y con núcleos de obrerismo modernos organizados".65

Así pues, el resultado del levantamiento era incierto pues tuvo éxito en unos sitios y fracasó en otros, por lo que España
quedó dividida en dos zonas: una controlada por los militares que se habían alzado contra la República (la zona
sublevada) y otra que permaneció fiel al gobierno (la zona republicana). Aproximadamente un tercio del territorio
español había pasado a manos rebeldes, con lo que ninguno de los dos bandos tenía absoluta supremacía sobre el otro.
La intentona de derrocar de un golpe a la República había fracasado estrepitosamente. Ambos bandos se prepararon
para lo inevitable: un enfrentamiento que iba a desangrar España durante tres largos años. La Guerra Civil Española
acababa de empezar.

Las operaciones militares

Los dos ejércitos

Aunque se trata de un tema muy controvertido, la mayoría de los historiadores calculan que un 70% de los 15.000 jefes
y oficiales en activo en 1936 combatieron en el bando sublevado (unos 1.500 fueron fusilados o encarcelados por ser
desafectos al bando vencedor en cada lugar), mientras que, por el contrario, la mayor parte de los 100 generales no se
sublevaron. De los 210.000 soldados de tropa y suboficiales que teóricamente formaban el ejército regular en 1936,
unos 120.000 quedaron en la zona sublevada, pero lo más decisivo fue que entre ellos se encontraban los 47.000 que
formaban el Ejército de África que constituían las mejores tropas del ejército español. La Guardia Civil, por su parte,
quedó muy dividida entre los leales y los rebeldes a la República.65

Así pues, el bando sublevado no tuvo que construir su ejército sino que contó desde el primer momento con las
unidades militares (y las fuerzas de orden público) sublevadas durante el golpe ya organizadas y dirigidas por sus
mandos, entre las que destacaba el ejército del Protectorado de Marruecos, el llamado Ejército de África, compuesto
por la Legión Extranjera y los Regulares (tropas indígenas moras mandadas por oficiales españoles) que constituía la
fuerza militar más experimentada de todo el ejército español.68 Por otro lado las milicias carlistas (requetés) y las
milicias falangistas que apoyaron a los sublevados fueron integradas en el ejército del que se consideraban aliadas y no
enemigas (al contrario de lo que sucedió en el bando republicano donde las milicias obreras, especialmente las milicias
confederales anarquistas, siempre desconfiaron de la institución militar, con la excepción de las milicias comunistas).69

En el bando sublevado el ejército alcanzó rápidamente la unidad de mando y dominó completamente la vida civil de la
zona sublevada, que ellos llamaban zona nacional.68 La muerte en un accidente de aviación en los primeros días del
golpe del general Sanjurjo, que era el militar elegido por sus compañeros para encabezar la sublevación, hizo que el
mando en la zona sublevada quedara entonces repartido entre los generales Emilio Mola y Francisco Franco, pero sólo
dos meses después, el 1 de octubre, el general Franco asumió el mando único militar y político (el general Mola murió
en otro accidente de avión al año siguiente, el 3 de junio de 1937).68

"El fenómeno de la centralización militar del esfuerzo de guerra en la zona sublevada hizo que no se permitiese nada
que se asemejase a la desunión política, al rencor entre grupos políticos y a la falta de confianza en los mandos y jefes de
la campaña, todo lo cual se manifestó especialmente en la retaguardia republicana del norte, en Aragón y en Cataluña,
que es donde se perdió realmente la guerra. (...) A medida que la República iba perdiendo la guerra, aumentaban el
hambre y las privaciones en la retaguardia, creándose una situación infernal, con refugiados, bombardeos, escasez y
frío".70
En cuanto a la ayuda extranjera, el bando sublevado recibió armas de todo tipo y aviones prácticamente desde el primer
día por parte de la Alemania nazi y la Italia Fascista a la que pronto se añadieron unidades militares completas (la Legión
Cóndor alemana y el CTV italiano) en un flujo continuo que nunca se detuvo a largo de la guerra.71

Por su parte el bando republicano no pudo contar con prácticamente ninguna unidad militar completa organizada y
disciplinada con todos sus mandos y suboficiales y durante los primeros meses la fuerza militar que se opuso al ejército
sublevado, tras la decisión del gobierno de José Giral de licenciar a las tropas para evitar que la sublevación se
extendiera, estuvo constituida por columnas improvisadas integradas por unidades sueltas y por las milicias de las
organizaciones obreras, que cuando estaban mandadas por oficiales de carrera éstos a menudo suscitaban sospechas de
traición entre los combatientes. Fue a partir de la formación del gobierno de Largo Caballero el 5 de septiembre de 1936
cuando se inició el proceso de construcción de un verdadero ejército, con la militarización de las milicias y su integración
en las brigadas mixtas, primer paso para la creación del Ejército Popular que sólo se logró tras la superación de la crisis
de los "sucesos de mayo de 1937" y la formación a continuación del gobierno de Juan Negrín. Pero el ejército
republicano siempre tuvo un problema estructural de difícil solución: la falta de mandos profesionales (según los
cálculos de Michael Alpert, sólo un 14% de los militares que figuraban en el Anuario Militar de 1936 servían todavía en
1938 en el ejército de la República). Un problema que fue especialmente acuciante en el caso de la Armada.68 Algo que
reconoció el general republicano Vicente Rojo que escribió:69

Hemos creado un ejército con el nombre de tal, con toda la nomenclatura y sistema de mandos de un ejército regular...
pero sólo hemos subido los primeros peldaños para alcanzar la cumbre

Además en el bando republicano la unidad de mando sólo se logró (y nunca fue completa) a mediados de 1937 cuando
el Ejército Popular estuvo completamente estructurado y, por otro lado, sólo a partir de ese momento las necesidades
militares se impusieron sobre las de la vida civil (marcada por la Revolución Social de 1936). Y también, a diferencia del
bando sublevado, era el gobierno quien tomaba las decisiones pero siguiendo casi siempre las recomendaciones del Jefe
del Estado Mayor, el coronel y luego general Vicente Rojo, y de otros militares leales.68

En cuanto a la ayuda extranjera la República, a causa de que Francia y Gran Bretaña no acudieron en su ayuda y además
impulsaron el pacto que dio nacimiento al Comité de No Intervención (cuya prohibición de suministrar armas a alguno
de los bandos contendientes no fue cumplida ni por Alemania ni por Italia, a pesar de haber firmado el acuerdo) la
República tuvo que adquirir el material bélico donde pudo, a menudo recurriendo a los traficantes de armas que en
ocasiones les vendieron material anticuado o en muy mal estado a precios astronómicos. Esto le hizo depender de los
suministros que le proporcionó la Unión Soviética, después de que Stalin superara sus dudas sobre la ayuda a los
republicanos españoles, cuyo material bélico (armas automáticas, tanques y aviones) acompañado de instructores y
consejeros militares soviéticos, junto con las Brigadas Internacionales reclutadas por la Internacional Comunista o
Komintern, no comenzó a llegar hasta octubre de 1936 y luego las sucesivas entregas se interrumpieron en varias
ocasiones en función de la coyuntura internacional europea (que determinaron, por ejemplo, que el gobierno francés
abriera o cerrara la frontera) y del creciente bloqueo impuesto por la Armada sublevada en los puertos republicanos.71

Julio-octubre de 1936: avance sobre Madrid y campaña de Guipúzcoa

Nada más conocerse el 17 de julio por la tarde que la sublevación militar había triunfado en el Protectorado de
Marruecos el ministro de Marina José Giral (que dos días después acabaría presidiendo el gobierno de la República tras
la dimisión de Santiago Casares Quiroga y del gobierno "relámpago" de Diego Martínez Barrio) ordenó que varios barcos
de guerra se dirigieran al estrecho de Gibraltar para que bloquearan el paso a la península de las tropas coloniales.
Gracias a que las dotaciones de esos barcos se rebelaron contra sus oficiales, que estaban comprometidos en el golpe,
los sublevados no pudieron disponer inicialmente del Ejército de África, compuesto por la Legión Extranjera y los
regulares (tropas formadas por marroquíes mandados por oficiales españoles).68
El mismo día 19 de julio en que fue sofocada la rebelión en Madrid salieron de la capital hacia la sierra de Guadarrama
varias columnas compuestas por milicianos y por tropas de las unidades militares que habían sido disueltas por orden
del gobierno para evitar que se pudieran sumar a la sublevación. Allí consiguieron impedir que las columnas de los
sublevados enviadas por el general Mola desde Castilla y León y desde Navarra consiguieran atravesar los puertos de
montaña de la sierra madrileña y llegar a la capital.72 El frente norte de Madrid quedó así estabilizado hasta el final de la
guerra.73 Esta primera campaña de la guerra civil fue conocida con el nombre de batalla de Guadarrama.74

Desde Barcelona, también una vez sofocada la rebelión, salieron varias columnas formadas rápidamente por las
organizaciones obreras y los partidos de izquierda para dirigirse a Aragón. Junto con las columnas del POUM y del PSUC
(y una de Esquerra Republicana de Catalunya que salió desde Tarragona), el contingente más importante lo aportaron
las milicias confederales de las organizaciones anarquistas (CNT, FAI, Juventudes Libertarias). La primera y más
numerosa fue la columna Durruti, así llamada porque estaba encabezada por el líder de la FAI Buenaventura Durruti,
que salió de Barcelona el día 24 en dirección a Zaragoza. Las también anarquistas columna Ascaso y columna Los
Aguiluchos de la FAI salieron en dirección a Huesca. Pero ninguna de ellas consiguió alcanzar sus objetivos de liberar las
tres capitales aragonesas (desde Valencia había salido hacia Teruel la columna de Hierro), y el frente de Aragón quedó
estabilizado, aunque los anarquistas llevaron la revolución a la mitad oriental de Aragón donde crearon el Consejo
Regional de Defensa de Aragón.75

Desde Barcelona también se organizó una expedición a las islas Baleares, de las que sólo Menorca continuaba
republicana. La operación iniciada el 8 de agosto al mando del capitán Bayo tuvo un éxito inicial al conseguir ocupar una
franja de la costa de Mallorca, pero el desembarco de Mallorca acabó en un completo fracaso.75 Otro fracaso fue la
ofensiva de Córdoba "donde la situación estaba indecisa, lo que constituyó una de las pocas iniciativas estratégicas
republicanas". Fue organizada desde Albacete por el general Miaja, cuyo jefe de Estado Mayor era el teniente coronel
José Asensio Torrado, pero el avance se detuvo pronto (el general Miaja situó su cuartel general en Montoro) y los
republicanos no pudieron reconquistar la Andalucía occidental, en manos de los sublevados especialmente después de
la llegada de los primeras unidades procedentes del Protectorado de Marruecos.75

La situación de bloqueo en que se encontraba el Ejército de África (la principal fuerza de combate con que contaban los
sublevados para tomar Madrid, una vez detenidas las columnas del general Mola en la sierra de Guadarrama) se pudo
superar gracias a la rápida ayuda que recibieron los sublevados de la Alemania nazi y de la Italia fascista. El 26 de julio
llegaron a Marruecos los primeros veinte aviones de transporte alemanes Junker, que se podían convertir fácilmente en
bombarderos, acompañados por cazas, y cuatro días después, el 30 de julio, los primeros nueve cazabombarderos
italianos. Con estos medios aéreos el general Franco, jefe de las fuerzas sublevadas de Marruecos, pudo organizar un
puente aéreo con la península para transportar a los legionarios y a los regulares, y además conseguir la superioridad
aérea en el estrecho y así el 5 de agosto pudo cruzarlo una pequeña flota llamada por la propaganda de los sublevados
"Convoy de la Victoria".3 Sin embargo el desbloqueo completo del paso del estrecho no se produciría hasta más tarde
cuando el gobierno republicano decidió transferir la mayoría de sus barcos de guerra al Cantábrico, lo que según el
historiador Michael Alpert constituyó "quizá el mayor error de la Guerra Civil". Esta decisión estuvo motivada, entre
otras razones, por la negativa de Gran Bretaña, que contaba con la flota naval de guerra más importante del
Mediterráneo, a que el gobierno republicano detuviera el tráfico neutral dirigido al territorio enemigo, por lo que los
buques de guerra republicanos no podrían impedir que los barcos mercantes alemanes e italianos desembarcaran
material de guerra en los puertos de Ceuta, Melilla, Cádiz, Algeciras o Sevilla, controlados por los sublevados.3

El 1 de agosto el general Franco da la orden de que las columnas de legionarios, moros regulares y voluntarios avancen
en dirección norte desde Sevilla para dirigirse a Madrid a través de Extremadura, teniendo el flanco izquierdo protegido
por la frontera de Portugal, cuyo régimen salazarista apoyaba a los sublevados. Además siguiendo esta ruta para llegar a
la capital se unirían las dos zonas controladas por los sublevados. Se inicia así la Campaña de Extremadura.3 La llamada
"columna de la muerte"76 a causa de la brutal represión que aplicó en las localidades extremeñas que fue ocupando, y
cuyo hecho más destacado fue la matanza de Badajoz, avanzó rápidamente a un promedio de 24 kilómetros por día. El
10 de agosto tomó Mérida y el 15 Badajoz, estableciendo a continuación contacto con las fuerzas sublevadas del norte.
El avance se volvió entonces en dirección noreste para alcanzar el valle del Tajo y el 2 de septiembre caía Talavera de la
Reina ya en la provincia de Toledo.77 El rápido avance de los sublevados hacia Madrid, unido a la noticia de la inminente
caída de Irún (con lo que el norte quedaría completamente aislado del resto de la zona republicana), provocaron que el
presidente José Giral, sintiéndose falto de apoyos y de autoridad, presentara la dimisión al presidente de la República
Manuel Azaña. El 5 de septiembre se formaba un nuevo gobierno de "unidad antifascista" presidido por el socialista
Francisco Largo Caballero, que asumió personalmente la cartera de Guerra, con el objetivo prioritario de organizar un
ejército que pudiera detener el avance de los sublevados y ganar la guerra.78

La rapidez con que cayeron una tras otra las poblaciones en el avance por Extremadura y el Tajo se debió
fundamentalmente a que el Ejército de África estaba integrado por las tropas mejor entrenadas y curtidas en combate
(legionarios y regulares), quizá las únicas verdaderamente profesionales en los primeros caóticos meses de guerra.79 En
cambio las fuerzas republicanas estaban integradas en su mayoría por milicianos a los que les faltaba adiestramiento
militar. "Eran indisciplinadas y tendían a huir, presas del pánico, abandonando las armas, las cuales constituían fusiles y
piezas sueltas de artillería, dado que el desbarajuste originado en la capital por la sublevación no permitía una adecuada
planificación militar. En julio y agosto se perdió mucho material militar. En contraste, los sublevados se armaban cada
vez más con material extranjero, aparte del que tomaban al enemigo".77 Además los milicianos, cuya inmensa mayoría
procedía de las organizaciones obreras y los partidos de izquierda, desconfiaban de los militares profesionales que
pretendían mandarlos y por motivos ideológicos rechazaban la disciplina y la organización militares, a excepción de los
comunistas que propugnaban la completa militarización de las milicias y la creación de un Ejército Popular siguiendo el
modelo del Quinto Regimiento organizado por ellos.80

El 21 de septiembre el Ejército de África tomaba Maqueda a sólo 100 kilómetros de Madrid. Ese mismo día se reunían
los generales sublevados en una finca de los alrededores de Salamanca para nombrar al general Franco como mando
único y supremo de las fuerzas sublevadas. Una semana después volverían a reunirse para dilucidar el mando político.
En el intervalo el general Franco decidió desviar hacia Toledo las columnas que avanzaban hacia Madrid para levantar el
asedio del Alcázar de Toledo, donde guardias civiles y algunos pocos cadetes de la Academia de Infantería al mando de
su director, el coronel José Moscardó, llevaban dos meses resistiendo los ataques republicanos.81 Esta decisión, que
según algunos historiadores hizo perder a los sublevados la posibilidad de tomar Madrid antes de que se organizase su
defensa,82 ha suscitado un debate entre los historiadores. Para una buena parte de ellos fue una decisión más política
que militar pues afianzó el prestigio del general Franco ante sus compañeros cuando se estaba discutiendo ya el mando
único político.82 "El Alcázar encerraba un tesoro de legitimidad simbólica: academia militar, los sitiados resistían en
medio de las ruinas, con los muros de la poderosa fábrica medio destruidos, refugiados en los sótanos. Con su
liberación, Franco recibió un enorme capital político: el Alcázar era el símbolo de la salvación de España que, como una
mártir, resucitaba del sepulcro al que la habían conducido sus enemigos".83 Además tuvo un enorme valor
propagandístico para la causa de los sublevados. "Del Alcázar se hizo posteriormente un mito por los franquistas, cuyos
principales extremos -el episodio de los diálogos de Moscardó y su hijo en manos de los asediadores, por ejemplo- están
hoy absolutamente desacreditados".82 Sin embargo algunos historiadores afirman que también tuvo una motivación
militar. "Parece convincente la explicación usual: el compañerismo militar y el valor propagandístico de rescatar a los
asediados en el Alcázar imponían levantar el asedio cuanto antes. Es posible que hubiera motivos políticos, no separados
de la ambición de Franco de ser generalísimo y jefe civil, que impusieran ese gesto heroico. Ahora bien, el hecho de
tomar primero Toledo podía justificarse militarmente: asegurar esta ciudad permitiría atacar Madrid desde el sur y el
este, protegiendo los flancos por el Tajo y contando con dos carreteras de primera categoría en lugar de una".81 El
mismo día que era levantado el asedio, el 28 de septiembre, el general Franco era nombrado por sus compañeros de
sublevación no sólo “Generalísimo de las fuerzas nacionales de tierra, mar y aire", sino también "Jefe del Gobierno del
Estado Español, mientras dure la guerra".82
El día 8 de octubre el Ejército de África alcanzó San Martín de Valdeiglesias, a unos cuarenta kilómetros de Madrid,
donde tomó contacto con las fuerzas sublevadas del norte al mando del general Emilio Mola, que acababa de finalizar la
campaña de Guipúzcoa tras tomar Irún, el 5 de septiembre y San Sebastián el 13 de septiembre, quedando el norte
republicano rodeado por tierra por los "nacionalistas". Así pues a principios de octubre las fuerzas sublevadas se habían
desplegado en un semicírculo alrededor de Madrid que partía de Toledo al sur y alcanzaba el noroeste a unos diez
kilómetros al norte de El Escorial, y que se encontraba entre 40 y 55 kilómetros de la capital. Aunque las fuerzas
republicanas opusieron mayor resistencia gracias a la reorganización militar emprendida por el gobierno Largo Caballero
(con la formación de las brigadas mixtas al mando en su mayoría de militares de carrera y en las que fueron encuadradas
las milicias, una militarización acompañada de la creación de la figura de los comisarios políticos), las fuerzas
"nacionales" fueron estrechando el semicírculo que atenazaba la capital (mientras que en el norte el 17 de octubre
rompían el cerco de Oviedo) y a principios de noviembre llegaron a los barrios del sur de Madrid. "El ataque a Madrid
marcó el final del primer periodo de la guerra".84

Noviembre 1936-marzo 1937: la batalla de Madrid y la toma de Málaga

Puente de los Franceses, sobre el río Manzanares. Famoso y disputado puente durante la batalla de Madrid.

El 6 de noviembre cuando parecía que el ejército sublevado estaba a punto de entrar en Madrid, el gobierno de Largo
Caballero decidió trasladarse a Valencia, encomendando la defensa de la ciudad al general Miaja que debería formar una
Junta de Defensa de Madrid. "Una salida precipitada, mantenida en sigilo, sobre la que no se dio explicación pública
alguna".85 "Quienes se quedaron en Madrid no pudieron interpretar estos hechos sino como una vergonzosa huida...
sobre todo porque los madrileños fueron capaces de organizar su defensa".86 Dos días después comenzó la batalla de
Madrid.

Dado que las fuerzas de los "nacionales" no eran superiores a las fuerzas republicanas que defendían Madrid (unos
23.000 efectivos), la penetración en la capital tendría que ser rápida y en un frente muy estrecho. Una columna
atravesaría el río Manzanares al norte del Puente de los Franceses y avanzaría por la Ciudad Universitaria de Madrid
para luego bajar por el Paseo de la Castellana. Otra columna cruzaría el Parque del Oeste para seguir por los bulevares y
llegar a la plaza de Colón. Y una tercera cruzaría el barrio de Rosales para alcanzar la Plaza de España y la calle Princesa.
Para apoyar este avance se consideraba fundamental tomar el cerro de Garabitas en la Casa de Campo donde se podía
situar la artillería y desde allí bombardear la ciudad. El éxito de la operación dependía de que los republicanos creyeran
que el ataque se produciría por el sur y concentraran allí sus fuerzas, pero en la noche de 7 al 8 de noviembre,
precisamente en el momento que iba comenzar la batalla de Madrid, el teniente coronel Vicente Rojo, jefe del Estado
Mayor de la defensa de Madrid, conoció los planes de los atacantes gracias a los papeles encontrados en el cadáver de
un oficial muerto del ejército sublevado.87

Entre los días 8 y 11 de noviembre se produjeron violentos combates en la Casa de Campo. El día 13 los "nacionales"
ocupaban el cerro de Garabitas y dos días después lograban cruzar el río Manzanares adentrándose en la Ciudad
Universitaria. Pero de allí no pudieron pasar gracias a la resistencia que presentaron las fuerzas republicanas, reforzadas
por la llegada de las primeras Brigadas Internacionales, de unidades de tanques soviéticos T-26 (cuya primera
intervención se había producido en la batalla de Seseña) y de 132 aviones rusos "Moscas" y "Chatos" que disputaron la
superioridad aérea a los 117 aviones de la Legión Cóndor alemana. El 23 de noviembre el "Generalísimo" Franco desistió
de continuar el infructuoso ataque frontal a la capital y el frente quedó ese día estabilizado.88

"La resistencia de Madrid cambió el signo de la guerra. Ya no sería un conflicto de rápidos movimientos envolventes,
sino de batallas a gran escala, de maniobras tácticas para alcanzar objetivos estratégicos, en las que unos cuantos
centenares de metros de terreno tendrían significado y cuyo modelo sería la la guerra de 1914-1918, más que las
campañas coloniales, única forma de guerra que los españoles conocían de modo directo".89
Al fracasar el ataque frontal los "nacionales" decidieron envolver Madrid por el noroeste concentrando sus fuerzas para
cortar la carretera de La Coruña e intentar penetrar por allí en Madrid. En el primer intento que tuvo lugar a finales de
noviembre (primera batalla de la carretera de La Coruña) sólo consiguieron avanzar tres de los siete kilómetros
previstos, quedando detenido el ataque. El segundo intento tuvo lugar en diciembre (segunda batalla de la carretera de
La Coruña) y también resultó un fracaso. El tercer y último intento (la conocida como tercera batalla de la carretera de
La Coruña) tuvo lugar a principios de enero de 1937 y constituyó la "primera batalla importante de la Guerra Civil en
campo abierto".90 Los nacionales organizaron un importante ejército, llamado División Reforzada de Madrid, que
contaba con tanques italianos, baterías antitanque para contrarrestar los T-26 soviéticos y artillería pesada. Frente a ella
los republicanos desplegaron un ejército compuesto de cinco divisiones, cada una con tres brigadas, aunque algunas no
estaban completas y muy pocas estaban mandadas por oficiales de infantería de carrera (para mandar las cinco
divisiones se tuvo que recurrir a dos oficiales retirados por la ley Azaña de 1931, a dos oficiales provenientes de las
fuerzas de seguridad, y a un miliciano, el comunista Juan Modesto). Entre los días 6 y 9 de enero la División Reforzada
atacó hacia el norte y luego giró al este al llegar a la carretera de La Coruña, pero las fuerzas republicanas resistieron y
los "nacionales" tuvieron que desistir en su avance.91

Fracasado el intento de envolver Madrid por el noroeste, los "nacionales" lo intentan por el sureste avanzando hacia el
río Jarama para cortar la vital carretera de Valencia, por donde llegaban a Madrid la mayoría de sus suministros. La
batalla del Jarama se inició el 4 de febrero con el ataque por unidades de la Legión Española y fuerzas regulares
marroquíes, apoyadas por carros de combate, a las posiciones republicanas. El 11 de febrero tomaban el puente de
Pindoque defendido por la compañía "André Marty" de la XII Brigada Internacional que tuvo 86 muertos. Los
"nacionales" prosiguieron su avance pero las fuerzas republicanas apoyadas por unidades de tanques soviéticos dirigidos
por el general "Pablo" (el general Rodímtsev) y el dominio del aire de la aviación republicana gracias a los "Chatos" les
obligó a detenerse y renunciar a alcanzar la línea Arganda-Morata de Tajuña. Sin embargo los republicanos no pudieron
recuperar el terreno perdido y el frente quedó estabilizado el 23 de febrero de 1937. Fue el final de la batalla del
Jarama.92

Mientras se iniciaba la batalla del Jarama, se producía la toma de Málaga por los "nacionales" el 8 de febrero de 1937,
gracias especialmente a la intervención de las unidades motorizadas de la división de milicias fascistas italianas
("legionari" del CTV, Corpo di Truppe Volontarie) que había comenzado a llegar a España dos meses antes enviada por
Mussolini, imbuido de la idea de que el soldado fascista era muy superior al combatiente "rojo". El ataque había
comenzado el 14 de enero de 1937 avanzando desde Ronda por el norte, siguiendo la carretera costera avanzando hacia
Marbella por el oeste (con el apoyo de los dos modernos cruceros Baleares y Canarias que bombardeaban desde el mar
y contra los que poco podían hacer los destructores y los más viejos y peor armados cruceros republicanos) y desde
Granada hasta Alhama por el noreste. Aunque las milicias republicanas consiguieron contener el ataque tierra adentro,
el día 5 de febrero convergieron varias columnas sobre Málaga encabezadas por las fuerzas italianas. Esto obligó a
retirarse a las milicias a la capital pero allí faltas de mandos, de fortificaciones para la defensa y del apoyo de la flota
republicana no tuvieron más remedio que emprender la huida hacia el este por la carretera costera de Málaga y Almería
acompañadas de miles de civiles mientras eran ametrallados y bombardeados por la aviación italiana y los barcos de
guerra de los sublevados. A los pocos días los "nacionales" llegaban a Motril haciendo numerosos prisioneros y
obteniendo grandes cantidades de material.93 "Para el Gobierno republicano, la derrota demostró una profunda
ineficacia y una falta de energía moral y señaló el comienzo de la decepción de los comunistas con respecto a la
actuación de Largo Caballero como Jefe de Gobierno y ministro de la Guerra. Las salpicaduras llegaron a los mandos que
Largo había nombrado, los cuales fueron procesados como resultado de las investigaciones llevadas a cabo después del
desastre".94

El tercer y último intento de envolver Madrid fue una iniciativa del "Corpo di Truppe Volontarie" (CTV) fascista italiano, a
la que accedió el "Generalísimo" Franco, y que dio lugar a la batalla de Guadalajara. La idea italiana de la ofensiva era
atacar Madrid desde el noreste dirigiéndose a Guadalajara y una vez tomada esta ciudad cortar la carretera de Valencia
y entrar en la capital. Para esta operación, en la se seguiría la táctica de lo que los generales italianos llamaban "guerra
relámpago" (las previsiones eran que en una semana, entre el 8 y el 15 de marzo de 1937, Madrid sería conquistada), se
desplegaron buena parte de los de los 48.000 efectivos con que contaba entonces el CTV (integrados en cuatro
divisiones con 4.000 vehículos, 542 cañones y 248 aviones).95

El día 8 de marzo comenzó el ataque y en la noche del 9 al 10 de marzo la 3.ª División italiana tomaba Brihuega y el día
11 Trijueque encontrando una fuerte resistencia de las fuerzas republicanas, entre las que se encontraban la XI y la XII
Brigadas Internacionales (de las que formaba parte el batallón Garibaldi integrado por italianos antifascistas), apoyadas
por las unidades de tanques soviéticos y por la aviación, y ayudadas por el mal tiempo (los suelos embarrados por la
lluvia dificultaba el avance de los vehículos e impedía el despegue de los aviones de los campos encharcados, mientras
que los aviones republicanos sí disponían de campos de aviación utilizables). El 12 de marzo las tropas republicanos
lanzaron una contraofensiva que hizo huir desmoralizada a la 3.ª División italiana y permitió recuperar en los días
siguientes Trijueque y Brihuega, apoderándose de material abandonado por los italianos. El día 19 de marzo las fuerzas
republicanas detuvieron su avance y organizaron líneas de defensa. El 23 de marzo terminó la batalla de Guadalajara
que la prensa internacional liberal y de izquierdas llamó la "primera victoria contra el fascismo", destacando el hecho de
que muchos "legionari" del CTV habían sido capturados por los "garibaldini" de las Brigadas Internacionales.95

"Con la ayuda rusa la República había podido responder a la amenaza que suponía la llegada de armamento desde Italia
y Alemania para el bando nacional. El Ejército Popular ya no consistía en bandas sueltas de milicianos con improvisados
mandos. Había demostrado saber retirarse a fortificaciones preparadas, resistiendo con pequeñas retaguardias a la
espera de refuerzos. Responder a esta técnica iba a exigir otras capacidades de las que poseía el CTV".96

Marzo-noviembre de 1937: la campaña del Norte y las batallas de Brunete y Belchite

La batalla de Guadalajara fue el último intento del bando sublevado de tomar Madrid y sólo una semana después de su
final se inició la Campaña del Norte, el ataque de las fuerzas sublevadas contra la franja cantábrica que permanecía fiel a
la República pero que estaba aislada por tierra del resto de la zona republicana. El objetivo de los "nacionales" era
controlar sus importantes recursos mineros e industriales (especialmente las siderurgias y las fábricas de armas),
además de que su conquista permitiría trasladar la flota sublevada al Mediterráneo para intentar detener el tráfico
marítimo que se dirigía a los puertos republicanos.97 La ofensiva de las fuerzas sublevadas al mando del general Mola
(unos 28 000 efectivos, incluidos los de las unidades del CTV italiano, apoyados por 140 aviones italianos y alemanes de
la Legión Cóndor) se inició el 31 de marzo de 1937 desde las posiciones alcanzadas en octubre de 1936 en la campaña de
Guipúzcoa, que se situaban a unos 35 kilómetros al oeste de San Sebastián, sobre las defensas de Vizcaya que había
organizado el gobierno vasco presidido por José Antonio Aguirre desde octubre de 1936 tras haber aprobado las Cortes
republicanas el Estatuto de Autonomía del País Vasco. El Ejército Vasco reclutado por Aguirre rechazaba la autoridad del
general Francisco Llano de la Encomienda que era el jefe del Ejército del Norte, que teóricamente agrupaba a todas las
fuerzas de Vizcaya, Santander y Asturias, y actuaba de forma independiente (en él no existía la figura del comisario
político y tenía pocos mandos profesionales).98

Bombardeo de Guernica, el 26 de abril de 1937.

En la primera ofensiva de la campaña de Vizcaya las fuerzas "nacionales", aunque contaban con la superioridad naval y
aérea (el grueso de la flota republicana se encontraba en el Mediterráneo y sólo había un pequeño número de cazas
soviéticos), avanzaron relativamente poco debido a la fuerte resistencia que encontraron y a las malas condiciones
meteorológicas. La segunda ofensiva iniciada el 20 de abril tuvo más éxito alcanzando cinco días después la línea
Guernica-Durango. El día 26 de abril, tras haber bombardeado Jaén y Durango los días anteriores, se produjo el
bombardeo de Guernica por aviones alemanes de la Legión Cóndor y aviones italianos del CTV causando muchas
víctimas civiles y una enorme destrucción porque además de las bombas convencionales utilizaron bombas incendiarias.
Tres días después las fuerzas "nacionales" ocupaban la ciudad y el día 30 de abril llegaban a Bermeo.99

Entonces ambos ejércitos se reorganizaron (el "lehendakari" Aguirre en persona asumió el mando supremo del ejército
vasco) para atacar y defender respectivamente el conjunto de las fortificaciones alrededor de Bilbao, el llamado
"Cinturón de Hierro", que sin embargo había perdido gran parte de su utilidad porque el ingeniero que las había
diseñado se había pasado al bando sublevado con los planos de las mismas. Gracias a ellos los "nacionales" pudieron
penetrar por sus puntos débiles mientras la ciudad de Bilbao era bombardeada por la artillería pesada y por la aviación.
Finalmente Bilbao cayó el 16 de junio, sin que el gobierno de Valencia, presidido desde el 17 de mayo por el socialista
Juan Negrín tras superar la crisis republicana de los "sucesos de mayo de 1937" hubiera podido organizar algún ataque
en otros frentes que hubiera dificultado la gran concentración de medios terrestres y aéreos desplegada por los
"nacionales" en la Campaña de Vizcaya.100

Por fin a principios de julio las fuerzas republicanas lanzaron una ofensiva en el frente de Madrid para aliviar la presión
del ejército "nacionalista" en el norte. Así el 6 de julio comienza la batalla de Brunete llamada así porque la lucha por la
conquista de ese pueblo situado al oeste de Madrid por los republicanos (que pretendía seguir después en dirección
sureste para encontrarse con las otras fuerzas gubernamentales que avanzarían desde el sur de la capital, lo que de
tener éxito obligaría a los "nacionales" a ordenar un repliegue general de sus fuerzas si no querían verse cercados) se
convirtió en el elemento central de los combates. El ataque hacia Brunete fue lanzado por el reorganizado V Cuerpo de
Ejército republicano al mando del comandante de milicias Juan Modesto apoyado por unidades de tanques T-26
soviéticos que ocupó la localidad casi sin resistencia, pero el general Franco reaccionó rápidamente y envió unidades de
la Legión y de Regulares más las brigadas de Navarra y unos 150 aviones italianos y alemanes retirados del frente del
norte, deteniéndose así el ataque hacia Santander. Esto permitió a las fuerzas nacionales realizar el contraataque.101
"Empezó así una batalla de desgaste bajo el tremendo sol veraniego, sin sombra ni agua, que terminó arrojando un
saldo de 40.000 bajas. La dura batalla concluyó el 26 de julio, por puro agotamiento. El Ejército Popular Republicano
había retenido importantes sectores del territorio que había conquistado... aunque perdió Brunete. (...) [La batalla de]
Brunete coincidía con el aniversario del principio de la guerra. A partir de unas cuantas columnas sublevadas que
luchaban contra milicias improvisadas se habían formado dos ejércitos con un considerable apoyo de artillería y
aviación".102 >

Terminada la batalla de Brunete las fuerzas "nacionales" se reorganizaron y reanudaron la Campaña del Norte atacando
Santander desde el sur por el puerto de montaña de Reinosa y desde el este siguiendo la costa. La batalla de Santander
comenzó el 14 de agosto con el ataque a Reinosa que fue ocupada sólo dos días después y cuya fábrica de armamento
no fue destruida por los republicanos en su retirada en desbandada. La resistencia republicana en la costa también se
desplomó rápidamente ante el avance de las unidades del CTV italiano gracias especialmente a la superioridad aérea (los
republicanos no pudieron enviar aviación a aquella zona debido a la lejanía de las bases) cuyos continuos bombardeos
destrozaron y desmoralizaron a las fuerzas republicanas mandadas por el general Mariano Gamir Ulibarri nombrado el 6
de agosto. El 24 de agosto, sólo diez días después de iniciada la ofensiva, la ciudad de Santander (donde escaseaban los
víveres y el combustible debido al bloqueo naval de la armada sublevada) fue ocupada después de que las fuerzas de
orden público, una vez evacuados los mandos, izaron bandera blanca.103 "La historia de la campaña de Santander es la
de un continuo avance, con ocasionales y breves resistencias. Fueron muchos los prisioneros y los que se "pasaron", lo
que daba fe del estado de desmoralización de las filas republicanas"104

Mapa del entorno donde se desarrolló la batalla de Belchite con indicación de las situaciones inicial y final.

La segunda ofensiva republicana para aliviar la presión de los "nacionales" en el Norte lllegó tarde pues comenzó el
mismo día de la caída de Santander. Esta vez se desarrolló en el frente de Aragón, que se mantenía prácticamente
inalterado desde el inicio de la guerra cuando las columnas de milicias confederales anarquistas y del POUM salieron de
Cataluña y ocuparon la mitad oriental de Aragón (donde crearon un ente casi independiente llamado Consejo de
Aragón) aunque no consiguieron su objetivo de conquistar Zaragoza, y que tras los "sucesos de mayo de 1937" habían
sido incorporadas a las unidades regulares del Ejército del Este. El 24 de agosto comenzó la ofensiva de Zaragoza cuyo
propósito era romper el frente y alcanzar la capital aragonesa, lo que obligaría al general Franco a suspender su ofensiva
del Norte. Al norte del Ebro combatían las divisiones anarquistas y al sur las comunistas dirigidas por Enrique Líster y los
dos generales internacionales "Walter" y "Kleber". Después de la toma de los pueblos de Codo y Quinto cercaron
Belchite el día 26, dando inicio a la batalla de Belchite el hecho bélico más destacado de la campaña. Los "nacionales"
que defendían el pueblo resistieron encarnizadamente hasta el 3 de septiembre. Cuatro días antes los "nacionales"
habían iniciado la contraofensiva que al norte del Ebro hizo retroceder a las divisiones anarquistas y al sur en Fuentes de
Ebro, un pueblo situado a 26 kilómetros de Zaragoza, consiguió derrotar a las unidades de tanques soviéticos BT5 y a la
XV Brigada Internacional.105

Aunque Belchite permaneció en manos de los republicanos los dos objetivos de la ofensiva de Zaragoza no se
consiguieron: ni se tomó la capital aragonesa ni se detuvo el avance "nacionalista" en el frente norte. Tras la ocupación
de Santander se inició el 1 de septiembre la ofensiva de Asturias por la costa y por el interior para poner fin al último
territorio de la franja norte republicana. Unos días antes se había formado en Gijón (Oviedo continuaba ocupada por los
"nacionalistas" desde el inicio de la guerra) el Consejo Soberano de Asturias y León bajo la presidencia del socialista
Belarmino Tomás, uno de los antiguos dirigentes de la Revolución de Asturias de octubre de 1934, que intentó organizar
la defensa, pero su situación eran tan difícil como la de Santander. Los asturianos no tenían apoyo naval (sólo disponían
del destructor Císcar) ni apoyo aéreo (los pocos aviones con que contaban eran muy inferiores a los de los atacantes) y
estaban sometidos al bloqueo naval de la armada sublevada lo que había provocado problemas de abastecimientos
civiles y militares agravados por la presencia de unos 300.000 refugiados procedentes de otras zonas ocupadas por las
tropas "nacionales". Así pues la resistencia al avance "nacionalista" fue muy difícil de mantener por la carencia de
material y alimentos y por el abandono de la zona desde aire y mar y la desmoralización de las tropas dio lugar a
retiradas desordenadas a causa del pánico. Sin embargo hasta el 20 de octubre no fue tomado Gijón, el último reducto
de la Asturias republicana y de todo el norte.106 La mayoría de los prisioneros del Frente Norte fueron recluidos en el
campo de Miranda de Ebro.

Las consecuencias de la victoria "nacionalista" en la Campaña del Norte fueron muy importantes para el curso de la
guerra. "Franco pudo concentrar todas sus fuerzas en el centro de España y en el Mediterráneo, y obtuvo el beneficio de
una industria no destruida. La victoria restableció el orgullo de Mussolini [perdido por la derrota de la batalla de
Guadalajara], que en adelante cooperaría de buena gana con Franco. La opinión internacional juzgaba que, una vez
perdido el norte, la victoria era cuestión de tiempo".107

En noviembre de 1937 el gobierno republicano de Juan Negrín decidió trasladarse de Valencia a Barcelona (donde desde
noviembre de 1936 ya se encontraba el presidente de la República Manuel Azaña) para "poner en pleno rendimiento la
industria de guerra" catalana, que en los meses siguientes quedó bajo la autoridad directa del gobierno de la República,
para que supliera la pérdida de las importantes fábricas de armamento de Vizcaya, Cantabria y Asturias, y también para
"asentar definitivamente la autoridad del gobierno en Cataluña", lo que relegó al gobierno de la Generalidad de Lluís
Companys a un papel secundario.108

Diciembre 1937-noviembre 1938: de la batalla de Teruel a la batalla del Ebro

El 12 de diciembre de 1937 la 11 División republicana al mando del jefe miliciano comunista Enrique Líster corta las de
vías de comunicación de la ciudad de Teruel con la retaguardia "nacional". Así da comienzo la batalla de Teruel, cuya
estrategia ha sido diseñada por el Jefe del Estado Mayor republicano, el coronel Vicente Rojo. El objetivo es conquistar
este saliente que en las líneas enemigas representaba Teruel además de impedir el ataque de los "nacionales" contra
Madrid previsto para el día 18 de diciembre y alcanzar un éxito militar como era tomar una capital de provincia en
manos de los sublevados desde el inicio de la guerra para fortalecer la confianza interior y exterior en la causa
republicana tras la derrota de la Campaña del Norte en un momento en que la llegada de material bélico de la Unión
Soviética estaba reduciéndose a causa de las dificultades que estaba encontrando para pasar la frontera francesa por la
caída el gobierno del socialista Leon Blum. El general Franco reaccionó inmediatamente para romper el cerco de Teruel
pero como no pudo conseguirlo en el primer intento tuvo que enviar más fuerzas y suspender el ataque previsto sobre
Madrid (con lo que uno de los objetivos estratégicos republicanos la ofensiva sobre Teruel se había conseguido). Las
bajas temperaturas y las nevadas dificultaron las acciones de los dos ejércitos e impidieron que los "nacionales"
rompieran el cerco, a pesar de gozar de superioridad aérea y artillera, por lo que el coronel Domingo Rey d'Harcourt
decidió rendirse el 8 de enero y las fuerzas republicanas (la 46.ª División al mando del miliciano Valentín González "El
Campesino") ocuparon la ciudad.109 A partir de entonces las fuerzas "nacionales" redoblaron sus ataques para
reconquistar Teruel lanzando varias ofensivas que fueron minando las defensas y la moral de las fuerzas republicanas. El
7 de febrero de 1938 alcanzaron la línea del río Alfambra y el 21 de febrero la ciudad estaba cercada. La División 46
mandada por "El Campesino" escapó o huyó, según las diferentes versiones, y la ciudad fue reconquistada por los
"nacionales".110 "El valor de unos soldados bisoños mal conducidos, armados y vestidos y enfrentados por rencores
políticos [anarquistas frente a comunistas] poco podía hacer contra tropas experimentadas y bien equipadas y, sobre
todo, contra los bombardeos".111 El coronel Vicente Rojo le escribió al ministro de Defensa de la República Indalecio
Prieto sobre la retirada de Teruel de la División 46:111

Tardaremos aún mucho tiempo para que los jefes de nuestro ejército se comporten como es debido

La batalla de Teruel mostró las debilidades del ejército republicano lo que indujo al "Generalísimo" Franco a posponer
definitivamente el ataque a Madrid para en su lugar lanzar la ofensiva de Aragón contra Cataluña y Valencia. El ataque,
que iba a extenderse por todo el frente de Aragón, comenzó al sur del río Ebro el 9 de marzo donde el frente se
derrumbó ante la gran concentración de fuego artillero y de aviación. El día 14 el CTV tomaba Alcañiz y el 17 los
"nacionales" tomaban Caspe, después de haber "reconquistado" Belchite. Lo mismo sucedió al norte del Ebro donde
tomaron Fraga el 27 de marzo y a principios de abril llegaron a Lérida (donde la 101.ª Brigada Mixta mandada por el jefe
miliciano Pedro Mateo Merino impidió que cruzaran el río Segre por allí). Al norte de Lérida avanzaron hasta el Noguera
Pallaresa y establecieron cabezas de puente en Balaguer y Tremp. Una vez alcanzadas esas posiciones el "Generalísmo"
Franco descartó dirigirse hacia Barcelona y optó por avanzar hacia el Mediterráneo al sur de la desembocadura del Ebro,
objetivo que alcanzaron el 15 de abril al llegar a Vinaroz, con lo que la zona republicana quedó dividida en dos.112

El fracaso de la batalla de Teruel y el derrumbe del frente de Aragón provocaron la crisis de marzo de 1938 en el bando
republicano cuando el presidente del gobierno Juan Negrín intentó que Indalecio Prieto cambiara de ministerio y dejara
el de Defensa ya que, como el presidente de la República Manuel Azaña, Prieto consideraba que lo que había sucedido
mostraba que el ejército republicano nunca podría ganar la guerra y que había que negociar una rendición con apoyo
franco-británico. Pero al no conseguirlo Negrín le pidió a Prieto que abandonara al gobierno,113 recomponiendo a
continuación su gabinete el 6 de abril y asumiendo Negrín personalmente el Ministerio de Defensa,114 con el coronel
comunista Antonio Cordón como subsecretario de Guerra, que procedió a la reorganización de las fuerzas republicanas
agrupadas en dos grandes grupos de ejércitos, en consonancia con la división de la zona republicana provocada por la
llegada de los "nacionales" al Mediterráneo: el GERC (Grupo de Ejércitos de la Región Centro-Sur) y el GERO (Grupo de
Ejércitos de la Región Oreintal).115 Las posiciones del nuevo gobierno de Negrín con vistas a unas posibles
negociaciones de paz quedaron fijadas en su "Declaración de los 13 puntos", hecha pública en la significativa fecha del
1º de mayo de 1938.116

Una vez alcanzado el Mediterráneo el "Generalísimo" Franco decidió dirigir sus tropas contra Valencia en lugar de contra
Barcelona, sede del gobierno republicano, no porque temiera, según el historiador Michael Alpert, que "Cataluña fuera
un bocado difícil" sino porque "la presencia de fuerzas alemanas e italianas en España hacía que un posible
acercamiento de Franco a la frontera francesa pudiera suscitar tensiones internacionales".117 Se inicia así la ofensiva
del Levante cuyo plan consistía en converger sobre Sagunto (a unos 20 kilómetros al norte de Valencia) avanzado por la
costa desde Vinaroz y por el interior desde Teruel, para desde allí tomar Valencia. La resistencia republicana fue dura
especialmente cuando las fuerzas "nacionales" tras conquistar Castellón de la Plana el 13 de junio alcanzaron la línea de
fortificaciones llamada línea XYZ que se extendía desde Almenara, unos kilómetros al norte de Sagunto, en la costa hasta
el río Turia en el interior. Allí las tropas "nacionales" tuvieron que detener su avance.118

Mapa de la zona donde se desarrolló la Batalla del Ebro.

El 25 de julio de 1938 el republicano Ejército del Ebro, uno de los dos grandes cuerpos del ejército de que se componía el
recién creado GERO, cruza en barcazas por sorpresa el río Ebro entre Mequinenza y Amposta con el objetivo de atacar
desde el norte al ejército "nacional" que se acercaba a Valencia. Fue el inicio de la batalla del Ebro que se convirtió para
ambos bandos en una dura lucha de desgaste.119 Aunque el paso del Ebro por Amposta en la costa fue pronto liquidado
por las fuerzas "nacionales" el grueso del Ejército republicano llegó a las puertas de Gandesa en el interior pero no logró
tomar esta localidad debido a la fuerte resistencia que opusieron las unidades de regulares y de legionarios que la
defendían y sobre todo porque inexplicablemente la aviación republicana no protegió el avance y la Legión Cóndor
enviada rápidamente por el general Franco dominó los aires y bombardeó y ametralló constantemente las posiciones
republicanas. Así que hacia el 2 o el 3 de agosto la maniobra republicana había fracasado ya que no se iba a producir
ninguna irrupción de unidades republicanas en el territorio dominado por los sublevados.120 A partir de ese momento
las operaciones se centraron en la bolsa de territorio ganado por los republicanos al sur del Ebro, que estos defendieron
a toda costa mientras que los "nacionales" intentaban desalojarlos de allí (a pesar de que algunos de los colaboradores
del general Franco le aconsejaron que abandonara el frente del Ebro una vez detenido el avance republicano y
reemprendiera la campaña contra Valencia, pero Franco pensó, sin embargo, "que con la ayuda constante que recibía
desde Alemania e Italia en aviación y artillería pesada, con su mayor flexibilidad logística (frente a un enemigo que no
podía llevar refuerzos a sus tropas por estar cerrada la frontera francesa) y con el virtual bloqueo marítimo de las costas,
podría destruir lentamente lo mejor de las fuerzas de la República").121 Después de tres meses de duros combates, que
causaron más de 60 000 bajas por cada bando, los republicanos tuvieron que retirarse y volver a cruzar el Ebro en
sentido contrario. El 16 de noviembre lo hacían las últimas unidades poniendo fin así a la batalla del Ebro, la más larga
de la guerra y que supuso una nueva victoria para el bando sublevado.122

Mientras se desarrollaba la batalla del Ebro estalló la crisis de los Sudetes de Checoslovaquia que podía conducir a la
guerra en Europa. Negrín decidió entonces retirar las Brigadas Internacionales para conseguir una actitud favorable
hacia la República de las potencias democráticas Francia y Gran Bretaña y lo mismo hizo el general Franco al reducir la
presencia de tropas italianas (aunque conservando lo que realmente le interesaba de la ayuda fascista italiana: la
artillería, la aviación y los carros de combate) y garantizar a Gran Bretaña y Francia que se mantendría neutral si estallara
la guerra en Europa. Sin embargo el cierre de la crisis con los acuerdos de Múnich del 29 de septiembre de 1938, según
los cuales Checoslovaquia debería entregar los Sudetes a Hitler, supuso una nueva derrota para la República en el plano
internacional porque el acuerdo significaba que las potencias democráticas, Francia y Gran Bretaña, continuaban con su
política de "apaciguamiento" respecto de la Alemania nazi, y si no intervenían para defender a Checoslovaquia menos lo
harían para ayudar a la República española.123 124

Diciembre 1938-Abril 1939: ofensiva sobre Cataluña y derrota de la República

Los dos ejércitos salieron muy quebrantados de la batalla del Ebro pero los "nacionales" lograron rehacerse rápidamente
por lo que a principios de diciembre de 1938 ya estaban preparados para comenzar la ofensiva de Cataluña, "que sería la
última significativa de la guerra",125 en un momento en que tras los acuerdos de Múnich atacar Cataluña ya no
implicaba el peligro de una reacción francesa ("Francia y Gran Bretaña habían aceptado, al menos tácitamente, la
continuación de la presencia italiana en España, y sólo deseaban el fin del conflicto. Por su parte, Franco había
garantizado su neutralidad en caso de una guerra general").125
El ataque a Cataluña se retrasó a causa del mal tiempo y finalmente comenzó el 23 de diciembre avanzando desde el sur
y desde el oeste y encontrando una fuerte resistencia durante las dos primeras semanas pero sobre el día 6 de enero los
restos del Ejército del Ebro habían quedado casi completamente diezmados, mientras que el otro grupo de ejércitos del
GERO, el Ejército del Este, se batía en retirada. El jefe del Estado Mayor republicano el general Vicente Rojo proyectó
una maniobra de diversión en la zona centro-sur para aliviar la presión sobre Cataluña pero ésta fracasó (hubo que
desistir del desembarco en Motril por la debilidad de la flota republicana, "minada por la desidia, la indisciplina y la falta
de una clara dirección político-estratégica"; la ofensiva en el frente de Extremadura tuvo escaso éxito dada la baja moral
y la falta de material y de medios de transporte que padecían los ejércitos de la zona centro-sur (GERC) al mando del
general Miaja).125

Así pues, a partir de la primera semana de enero de 1939 el avance de las tropas "nacionales" fue prácticamente
imparable (gracias de nuevo a la mejor preparación de sus mandos intermedios -comandantes, tenientes-coroneles y
coroneles-, a su superioridad artillera y aérea por la presencia permanente de la Legión Cóndor y de la aviación italiana y
a que la flota sublevada bombardeó los puertos impidiendo la llegada de material para las fuerzas republicanas). Los
"nacionales" en su avance hacían cada vez mayor número de prisioneros, lo que "siempre constituye un indicio de la
descomposición de un ejército".126 Artesa de Segre fue tomada el 4 de enero, Tárrega el 15, el 21 Villafranca del
Panadés, el 22 Igualada y el 24 alcanzaron el río Llobregat. Los destrozados ejércitos republicanos se retiraron hacia la
frontera francesa acompañados por una inmensa muchedumbre de civiles y de funcionarios y de autoridades que
colapsaba las carreteras. El 26 de enero los "nacionales" sin encontrar apenas resistencia entraban en Barcelona,
abandonada por el gobierno y las autoridades militares que cruzaron la frontera francesa el 5 de febrero después de
celebrar la última reunión de lo que quedaba de las Cortes republicanas en el castillo de Figueras. Un día antes, el 4 de
febrero, los "nacionales" habían ocupado Gerona.127 El general Vicente Rojo Lluch comparó un año después desde el
exilio lo que había sucedido en Madrid en noviembre de 1936 y lo que había pasado en Barcelona en enero de 1939:128

¡Qué ambiente tan distinto! ¡Qué entusiasmo entonces! ¡Y qué decaimiento ahora! Barcelona cuarenta y ocho horas
antes de la entrada del enemigo era una ciudad muerta... [Se] perdió lisa y llanamente porque no hubo voluntad de
resistencia, ni en la población civil, ni en algunas tropas contaminadas por el ambiente

Entre el 5 y el 11 de febrero los últimos restos de los dos ejércitos republicanos del GERO cruzaron ordenadamente la
frontera deponiendo sus armas y siendo internados a continuación en campamentos improvisados situados en las playas
francesas a la intemperie.129

Mientras las tropas republicanas cruzaban la frontera francesa se producía la ocupación de Menorca por los "nacionales"
gracias a la intervención británica, la única que se produjo en la Guerra de España.130 Para impedir que la estratégica
isla de Menorca, que durante toda la guerra había permanecido bajo soberanía republicana, pudiera caer bajo dominio
italiano o alemán, el gobierno británico aceptó la propuesta del jefe franquista de la Región Aérea de las Baleares,
Fernando Sartorius, Conde de San Luis, para que un barco de la Royal Navy lo trasladara a Mahón y negociar allí la
rendición de la isla a cambio de que las autoridades civiles y militares republicanas pudieran abandonarla bajo
protección británica. El gobierno británico puso en marcha la operación sin informar al embajador republicano en
Londres Pablo de Azcárate (que cuando más tarde se enteró presentó una protesta formal por haber prestado un buque
británico a un "emisario de las autoridades rebeldes españolas"). Así en la mañana del 7 de febrero arribaba al puerto de
Mahón el crucero Devonshire con el conde de San Luis a bordo, donde se entrevistó con el gobernador republicano el
capitán de navío Luis González de Ubieta, quien tras intentar infructuosamente contactar con Negrín, aceptó las
condiciones de la rendición al día siguiente. A las 5 de la madrugada del 9 de febrero el Devonshire partía de Mahón
rumbo a Marsella con 452 refugiados a bordo. Inmediatamente Menorca fue ocupada por los "nacionales" sin que
participara ningún contingente ni italiano ni alemán. La intervención británica dio lugar a un acalorado debate en la
Cámara de los Comunes el 13 de febrero durante el cual la oposición laborista acusó al gobierno conservador de Neville
Chamberlain de haber comprometido al Reino Unido en favor de Franco. Al día siguiente el representante oficioso del
general Franco en Londres, el Duque de Alba, hizo llegar al secretario del Foreign Office Lord Halifax "la gratitud del
Generalísmo y del gobierno nacional" por colaborar en "reconquistar Menorca"131

El día 9 de febrero cruzó la frontera francesa el presidente del gobierno, Juan Negrín, pero en Toulouse cogió un avión
para regresar a Alicante al día siguiente acompañado de algunos ministros con la intención de reactivar la guerra en la
zona centro-sur, el último reducto de la zona republicana.132 Allí se desató una última batalla entre los que
consideraban inútil seguir combatiendo y los que todavía pensaban que "resistir es vencer" (esperando que las tensiones
en Europa acabaran estallando y Gran Bretaña y Francia, por fin, acudirían en ayuda de la República española, o que al
menos impondrían a Franco una paz sin represalias),133 pero el cansancio de la guerra y el hambre y la crisis de
subsistencias que asolaba la zona republicana estaban minando la capacidad de resistencia de la población.124 El
problema para Negrín, que instaló su cuartel general en una finca cercana a la localidad alicantina de Elda (cuyo nombre
en clave era "Posición Yuste") era cómo terminar la guerra sin combatir de manera distinta a la de entrega sin
condiciones. Su posición fue prácticamente insostenible cuando el 27 de febrero, Francia y Gran Bretaña reconocieron al
gobierno de Franco en Burgos como el gobierno legítimo de España, y al día siguiente el presidente de la República
Manuel Azaña que se encontraba en la embajada española en París renunció a su cargo.134

Mientas tanto estaba muy avanzada la conspiración militar y política contra el gobierno Negrín dirigida por el jefe del
Ejército del Centro, el coronel Segismundo Casado, convencido de que "sería más fácil liquidar la guerra a través de un
entendimiento entre militares" por lo que había entrado en contacto a través de la "quinta columna" con el Cuartel
General del "Generalísimo" Franco para una rendición del ejército republicano "sin represalias" al modo del "abrazo de
Vergara" de 1839 que puso fin a la primera guerra carlista (con la conservación de los empleos y cargos militares,
incluida). Algo a lo que los emisarios del general Franco nunca se comprometieron. Casado consiguió el apoyo de varios
jefes militares, entre los que destacaba el anarquista Cipriano Mera, jefe del IV Cuerpo de Ejército, y de algunos políticos
importantes, como el socialista Julián Besteiro, que también había mantenido contacto con los "quintacolumnistas" de
Madrid. Todos ellos criticaban la estrategia de resistencia de Negrín y su "dependencia" de la Unión Soviética y del PCE,
que eran los únicos que apoyaban ya la política de Negrín.135

Probablemente en conexión con la conjura casadista, el 4 de marzo se produjo la sublevación de la base naval de
Cartagena encabezada por militares profranquistas alentados por la quinta columna que había desplegado una intensa
actividad en la base y en la ciudad. Durante el día 4 y el 5 tienen lugar combates entre los sublevados y los resistentes
republicanos. Y en medio de ellos, el almirante Miguel Buiza ordena a la flota republicana que abandone el puerto y la
dirige a la base naval de Bizerta en el protectorado francés de Túnez, a pesar de que la sublevación había sido dominada
en Cartagena por las fuerzas republicanas el día 7 de marzo.136 137

El 5 de marzo, al día siguiente del inicio de la sublevación de Cartagena, comenzó el golpe de Casado apoderándose sus
partidarios de los puntos neurálgicos de Madrid y anunciando a continuación la formación de un Consejo Nacional de
Defensa presidido por el general Miaja. El Consejo emitió un manifiesto por radio dirigido a la "España antifascista" en el
que se deponía al gobierno de Negrín, pero no hablaba para nada de las negociaciones de paz. Las unidades militares
controladas por los comunistas opusieron resistencia en Madrid y sus alrededores pero fueron derrotados (hubo cerca
de 2000 muertos). Al día siguiente Negrín y su gobierno, junto con los principales dirigentes comunistas, abandonaron
España en avión para evitar ser apresados por los "casadistas".138

Consumado el golpe de Casado, el general Franco se negó a aceptar un nuevo "abrazo de Vergara", como Mola también
lo había rechazado en el primer día del golpe de 1936, y no concedió a Casado "ninguna de las garantías imploradas casi
de rodillas por sus emisarios [que sólo se entrevistaron con miembros de baja graduación del Cuartel General], y
contestó a británicos y franceses, deseosos de actuar como intermediarios en la rendición de la República para así
contener la influencia alemana e italiana sobre el nuevo régimen, que no los necesitaba y que el espíritu de generosidad
de los vencedores constituía la mejor garantía para los vencidos".139
Comunicado emitido por el Cuartel General del Generalísimo anunciando el fin de la guerra

Franco únicamente aceptaba una "rendición sin condiciones" por lo que sólo restaba preparar la evacuación de Casado y
el Consejo Nacional de Defensa. Estos embarcaron con sus familias el 29 de marzo en el destructor británico que los
trasladó a Marsella (el socialista Julián Besteiro decidió quedarse). Un día antes las tropas "nacionales" hicieron su
entrada en Madrid y rápidamente los sublevados en su ofensiva final ocuparon prácticamente sin lucha toda la zona
centro-sur que había permanecido bajo la autoridad de la República durante toda la guerra (el 29 de marzo Cuenca,
Albacete, Ciudad Real, Jaén, Almería y Murcia; el 30 de marzo Valencia y Alicante, y el 31 de marzo la ciudad de
Cartagena).140 141 En Alicante desde el día 29 de marzo unas 15.000 personas, entre jefes militares, políticos
republicanos, combatientes y población civil que habían huido de Madrid y de otros lugares se apiñaban en el puerto a
la espera de embarcar en algún barco británico o francés, pero la mayoría no lo lograron y fueron apresados por las
tropas italianas de la División Littorio, al mando del general Gastone Gambara. Muchos de los capturados fueron
ejecutados allí mismo.142

El 1 de abril de 1939 la radio del bando rebelde ("Radio Nacional de España") difundía el último parte de la Guerra Civil
Española, que decía lo siguiente:

En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos
militares. La guerra ha terminado. Burgos, 1º de abril de 1939, año de la victoria. El Generalísimo. Fdo. Francisco Franco
Bahamonde.

La guerra naval

En la guerra civil española predominaron las acciones terrestres sobre las marítimas y las marinas de ambos bandos
evitaron las grandes acciones de guerra por motivos políticos y estratégicos.143 Así después de los combates por el
control del estrecho de Gibraltar de 1936 las dos flotas no tuvieron "encuentros decisivos en el mar" y "sus estrategias
se movieron en contextos muy conservadores, tendentes sobre todo a la conservación de sus efectivos".144 El
historiador Michael Alpert en su estudio sobre "La guerra civil española en el mar" afirma que las "dos marinas de guerra
españolas tuvieron que rehacerse" pero que la "gubernamental no consiguió estar a la altura del momento y, a pesar de
contar con la mayoría de las unidades de la flota, desempeñó un papel defensivo durante la mayor parte de la
contienda". En cambio "la Marina de los sublevados aprovechó al máximo sus exiguos recursos y la ayuda que recibió del
extranjero".145

Desde principios del siglo XX la función primordial de la marina de guerra ya no era destruir los barcos del enemigo sino
bloquear sus rutas marítimas, sus puertos e impedir sus movimientos en la costa. Esto es lo que realizó cada vez con más
éxito la marina del bando sublevado mientras que la marina que permaneció fiel al gobierno abandonó ese objetivo
después de las primeras semanas y adoptó una posición defensiva cuyo objetivo era proteger las comunicaciones
marítimas propias, mientras los "nacionales" se esforzaban en interferirlas.146

Al principio de la Guerra Civil la marina del bando republicano era muy superior a la que quedó en manos de los
sublevados pues estaba integrada por la práctica totalidad de la Armada española de entonces: el acorazado Jaime I
(botado en 1914); los cruceros ligeros Libertad (botado en 1925), Miguel de Cervantes (botado en 1928) y Méndez
Núñez (botado en 1923); dieciséis destructores en servicio o a punto de entregar; siete torpederos; doce submarinos
(del submarino Isaac Peral (C-1) al submarino C-6 y del submarino B-1 al submarino B-6); un cañonero; cuatro
guardacostas y la casi totalidad de la Aeronáutica Naval.147 148

A pesar de contar con una flota tan importante, el problema fue que a lo largo de la guerra no se consiguieron superar
los efectos de la represión que tuvo lugar en el momento del golpe de estado de julio de 1936 cuando la marinería y los
suboficiales se rebelaron para impedir que los barcos se sumaran a la sublevación ya que la inmensa mayoría de la
oficialidad era partidaria del golpe.143 En una fecha tan avanzada como mayo de 1938 un informe presentado al
presidente Juan Negrín sobre la situación de la flota señalaba la ausencia de eficacia y de disciplina. "En general la moral
ofensiva de los mandos es pequeña y la moral de combate de las dotaciones es baja". Además apuntaba la presencia de
la quinta columna franquista tanto en la Flota como en la base naval de Cartagena ("Moral derrotista. Mucho fascista
con entera libertad de acción", se decía). Informes posteriores indicaban que la situación no había mejorado.149

Además, a diferencia de lo que ocurrió con el bando sublevado que fue apoyado por las armadas italiana y alemana, la
República sólo recibió de la URSS cuatro lanchas torpederas de clase G-5, además de unos pocos mandos y especialistas
en submarinos que, según un informe "reservado y confidencial" presentado al presidente Negrín, eran "considerados -
dentro de la Flota- como huéspedes molestos a los que hay soportar con amabilidad. Lo mismo ocurre en la base naval
de Cartagena".149 Por su parte, Francia y Gran Bretaña sólo participaron en alguna ocasión puntual para evitar el
apresamiento de buques propios por la flota "nacional".

Así pues, por encima de alguna victoria ocasional, aunque espectacular, como el hundimiento del Baleares a principios
de marzo de 1938 en la batalla del cabo de Palos, "la realidad era que la marina republicana se había centrado en el
servicio de protección del tráfico mercante, en el mantenimiento de un canal suministrador de pertrechos de guerra y
de alimentos".150 Pero ni siquiera esa función de escolta la desempeñó con pleno éxito, como se señalaba en un
informe del servicio secreto republicano (SIM) de enero de 1939 en el que después de afirmar la "notoria inferioridad"
de la marina de guerra republicana respecto de la Marina de los "nacionales" se decía:149

Lo cierto es que la Marina de Guerra facciosa se ha incrementado sin hostilización por nuestra parte... y que su Marina
Mercante navega sin contratiempos por todos los mares, en tanto la nuestra, perseguida y prácticamente indefensa, es
presa fácil de los facciosos

La flota republicana y la base naval de Cartagena fueron aumentando su importancia estratégica para la causa del bando
republicano a media que aumentaban las dificultades para el abastecimiento procedente del exterior por vía terrestre,
como consecuencia de los cierres frecuentes de la frontera francesa, por lo que el mantenimiento del "cordón umbilical"
marítimo con la Unión Soviética era vital para los republicanos. También cobraron cada vez más importancia a medida
que las derrotas republicanas se fueron acumulando y el territorio de la zona republicana se redujo porque,
especialmente tras la caída de Cataluña a principios de febrero de 1939, "para los combatientes republicanos la Base y la
Flota eran una especie de salvaguarda para el caso de una evacuación organizada o de última hora".151

Al principio de la Guerra Civil la marina del bando sublevado era muy inferior a la marina gubernamental pues sólo
contaba con el acorazado España (botado en 1913 y que en julio de 1936 se encontraba en dique seco); los cruceros
ligeros República, rebautizado como Navarra, (botado en 1920 pero que se encontraba en reparaciones y no entró en
servicio hasta muy avanzada la guerra, en agosto de 1938), y el Almirante Cervera (botado en 1928); el destructor
Velasco (botado en 1923); cinco torpederos; tres cañoneras y cinco guardacostas. Pero esta inferioridad se vio
compensada muy pronto gracias al control de los sublevados del principal astillero de la marina en Ferrol donde estaba
prácticamente terminado el crucero pesado Canarias -que entró en servicio en septiembre de 1936- y otro, el Baleares, a
punto de ser entregado (entró en servicio en diciembre de 1936), junto con los dos únicos dragaminas de España (el
dragaminas Júpiter, que entró en servicio a principios de 1937, y el dragaminas Vulcano, que entró en servicio a finales
de ese mismo año).147 152

La inferioridad inicial de los sublevados se vio compensada también con el apoyo con que contaron prácticamente desde
el inicio de la guerra de la Armada Italiana, que participó con cruceros auxiliares y submarinos en el bloqueo de los
envíos de armamento de la Unión Soviética, y de la alemana. El escándalo producido al hundir un submarino italiano por
error un destructor británico, hizo que la Italia Fascista dejara de participar directamente en acciones de guerra navales,
cediendo cuatro «submarinos legionarios» a los "nacionales" y vendiéndoles cuatro destructores y dos submarinos.
Por su parte la Alemania nazi envió al Mediterráneo dos submarinos en la llamada Operación Úrsula, hundiendo un U 34
alemán el submarino republicano C3 frente a Málaga. Los alemanes aportaron cruceros, pero estos no intervinieron,
salvo en el bombardeo de Almería por el Admiral Scheer el 31 de mayo de 1937, efectuado en represalia por el ataque
aéreo que había sufrido el 28 de mayo de 1937 el acorazado de bolsillo Deutschland en Ibiza. Este llamado incidente del
Deutschland fue efectuado probablemente por tripulaciones rusas, sin conocimiento por parte del mando republicano.
Pero el escándalo internacional que provocó hizo que la República dijese que era un error y que se trataba de aviones
republicanos que creían atacar al crucero pesado Canarias. El bombardeo de Almería, que se había producido
abiertamente (exhibiendo el pabellón alemán), llegó a ser considerado como un posible motivo para que la República
declarara la guerra a Alemania (posición defendida por el coronel Rojo e Indalecio Prieto, en búsqueda de la
generalización del conflicto a toda Europa), pero finalmente se impuso la postura contraria de Negrín y Azaña.153

Un informe del servicio secreto republicano (SIM) de enero de 1939 señalaba la desventaja de la marina republicana
respecto de la "marina de guerra facciosa" que contaba con "un total de cerca de 100 unidades -contando entre ellas un
gran número de Cruceros auxiliares perfectamente artillados-".154

La guerra aérea y los bombardeos sobre poblaciones

La principal novedad en el campo de la guerra aérea de la contienda española de 1936 a 1939 fue que "por primera vez
en la historia la aviación fue utilizada intensamente en misiones de bombardeo sobre la retaguardia".155 </ref> Así "a
partir de la guerra civil española las víctimas podían estar a centenares de kilómetros de los lugares del enfrentamiento
bélico y ser sencillamente población civil indefensa".156 Dado que la aviación militar española en julio de 1936 estaba
obsoleta esto sólo fue posible porque ambos bandos recibieron ayuda de potencias extranjeras que aportaron sus
modernos bombarderos: el bando sublevado los Savoia-Marchetti S.M.81 y los Savoia-Marchetti S.M.79 de la Aviación
Legionaria de la Italia fascista y los Junkers Ju 52 y Heinkel He 111 de la Legión Cóndor de la Alemania nazi; el bando
republicano los Katiuskas de la Unión Soviética.156

El bando nacional utilizó en repetidas ocasiones el "bombardeo de terror", como lo llaman Solé i Sabaté y Villarroya,
cuyo único objetivo era la población civil para desmoralizarla y empujarla a la rendición. Esta estrategia la inició en
Madrid cuando en noviembre de 1936 fracasó el ataque frontal contra la ciudad y la continuó con el bombardeo de
Durango, el bombardeo de Guernica, el bombardeo de Lérida, los bombardeos aéreos de Barcelona en enero de 1938,
los bombardeos aéreos de Barcelona en marzo de 1938,157 el bombardeo del mercado central de Alicante, el
bombardeo de Granollers y los bombardeos sobre diversas poblaciones catalanas en los meses finales de la guerra,
especialmente los de Figueras, y cuyas víctimas principales fueron mujeres y niños en un momento en que el ejército
republicano ya no existía en Cataluña.158 El único posible caso de "bombardeo de terror" por parte del bando
republicano fue el de Cabra en noviembre de 1938, pero todo parece indicar que se trató de un terrible error cometido
por los pilotos que confundieron el mercadillo de la ciudad con un campamento de tiendas de campaña de una unidad
italiana que, según la orden que habían recibido, había que buscar y destruir.159

Bombardeo de la Estación del Norte de Valencia por aviones italianos en 1937.

Así en cuanto a las ciudades más devastadas por los bombardeos la lista la encabezan las tres principales ciudades
republicanas, Barcelona, Madrid y Valencia, seguidas por Tarragona, Reus, Lérida, Badalona, Granollers, Gerona, San
Feliu de Guíxols, Palamós, Figueras, Colera, Portbou y Perelló en Cataluña; Alicante, Sagunto, Gandía, Denia y Cartagena
en la costa de Valencia y Murcia; y en Vizcaya Durango y Guernica, esta última convertida en el símbolo de las
atrocidades de los bombardeos del bando sublevado, y que tuvo un enorme impacto a nivel internacional.160 En cuanto
al número de víctimas también existe una enorme diferencia entre las causadas por los bombardeos republicanos, unas
1100, y las causadas por los bombardeos del bando franquista, alrededor de 9000 (Barcelona 2500 muertos; Madrid,
2000; Valencia, cerca de 1000; Alicante cerca de 500; Durango, Guernica, Lérida, Tarragona, Granollers, Figueras y
Cartagena más de doscientos muertos cada una; Bilbao, Reus, Badalona y Alcañiz cerca de 200; Játiva más de 100
muertos; y pequeños pueblos cuyos muertos fueron inferiores a este número).161

Así fue como "la aviación se convirtió en un arma decisiva y la actuación de la aviación italiana y alemana fue
determinante en la victoria del ejército franquista".156

Otros hitos de la guerra aérea durante la guerra civil española son que durante la misma probablemente se efectuó el
primer puente aéreo de la historia; que en los aviones de caza empezó a primar el techo y la velocidad lo que supuso el
fin de los biplanos y además se demostró su importancia para el dominio del aire y evitar así los bombardeos enemigos
(incluso por la noche); que se realizaron ataques aéreos a unidades navales, en puerto y en el mar; que se emplearon
aviones de bombardeo en picado para lanzar víveres y mensajes de ánimo a posiciones sitiadas, como el Alcázar de
Toledo o el Santuario de Santa María de la Cabeza, y para los "bombardeos ideológicos", mediante el lanzamiento de
octavillas y soflamas a las ciudades que estaban en la retaguardia, como el "bombardeo del pan" sobre Alicante.

Billete emitido por el bando sublevado el 12 de octubre de 1937. El escudo es el de la monarquía de Alfonso XIII.

Tras la etapa de cierta provisionalidad que representó la Junta de Defensa Nacional formada tras la muerte en accidente
de aviación del general Sanjurjo, que era quien debía encabezar el Directorio militar que gobernaría el país tras derribar
al gobierno del Frente Popular, los generales y jefes sublevados decidieron nombrar un mando único militar y político.
Desde el 1 de octubre de 1936 el general Franco fue el "Generalísimo" de las fuerzas sublevadas y el "Jefe del Gobierno
del Estado". Después del fracaso de la toma de Madrid (entre noviembre de 1936 y marzo de 1937) y con la perspectiva
de que la guerra iba a ser larga el "Generalísmo" Franco con la ayuda de su cuñado Ramón Serrano Suñer comenzó a
configurar la organización política del "Nuevo Estado". El primer paso fue el Decreto de Unificación de abril de 1937 por
el que todas las fuerzas políticas que apoyaban el "alzamiento nacional", y singularmente los falangistas y los carlistas
que eran quienes con sus milicias más habían contribuido a la guerra, fueron integradas bajo un único partido
denominado Falange Española Tradicionalista y de las JONS. El paso siguiente fue la organización del "Nuevo Estado"
que fue la tarea encomendada por el "Generalísmo" a su primer gobierno nombrado el 30 de enero de 1938 (y que
sustituyó a la Junta Técnica del Estado).162

La construcción del "Nuevo Estado" fue acompañada de la destrucción de todo lo que tuviera que ver con la República.
Así en la zona sublevada, al contrario de lo que estaba sucediendo en la otra zona (en la que se había desencadenado la
revolución), se procedió a una "contrarrevolución", llevándose a cabo "una sistemática represión de las personas, las
organizaciones y las instituciones que en alguna forma, real o, incluso, imaginaria, pudieran entenderse ligadas a esa
República revolucionaria, o en manos de revolucionarios, a la que se decía combatir".163

La Junta de Defensa Nacional

Mola junto al General Franco en una aparición en Burgos el 27 de agosto de 1936, recogida por el periódico alemán
Berliner Illustrierte Zeitung. Mola es el que sobresale por la derecha.

La muerte el 20 de julio del general Sanjurjo, exiliado en Estoril, a causa del accidente que tuvo nada más despegar el
avión en el que tenía que dirigirse desde Lisboa hacia Pamplona para ponerse al frente de la sublevación, dejó a los
generales sublevados sin el jefe que iba a encabezar el levantamiento.164 Para suplir en parte la carencia de un mando
único los generales y jefes sublevados constituyeron en Burgos el 24 de julio una Junta de Defensa Nacional presidida
por el general de más graduación y más antiguo, Miguel Cabanellas.165 Su Decreto número 1 establecía que asumía
"todos los poderes del Estado"165 y en sucesivos decretos extendió el estado de guerra que los los sublevados habían
proclamado en cada sitio a toda España (lo que sirvió de base para someter a consejos de guerra sumarísimos a todos
los que se opusieran a la rebelión militar),166 ilegalizó los partidos y sindicatos del Frente Popular y prohibió todas las
actuaciones políticas y sindicales obreras y patronales "mientras duren las actuales circunstancias" (Decreto del 25 de
septiembre).167

General Cabanellas, presidente de la Junta de Defensa Nacional

Pero lo más urgente era lograr la unidad de mando militar.166 Así el 21 de septiembre de 1936 tuvo lugar en una finca
de los alrededores de Salamanca la primera reunión a la que asistieron los generales de la Junta de Defensa Nacional,
con el añadido de los generales Orgaz, Gil Yuste y Kindelán. Allí los reunidos discutieron sobre la necesidad del mando
único de las fuerzas sublevadas y nombraron para el cargo al general Franco pues era quien mandaba el ejército que
estaba a punto de conseguir la entrada en Madrid (el Ejército de África estaba cerca de Maqueda a sólo 100 kilómetros
de la capital) y el que había obtenido la ayuda de la Alemania nazi y de la Italia fascista, y que venía tratando con ellos.
Pero una vez decidido el mando único en el terreno militar aún quedaba por dilucidar el mando político.168

Entonces el general Franco realizó una "jugada maestra": ordenar que las columnas que avanzaban hacia Madrid se
desviaran hacia Toledo para liberar el Alcázar y así levantar el cerco de dos meses al que llevaban sometidos un millar de
guardias civiles y falangistas además de algunos cadetes de la Academia de Infantería al mando de su director, el coronel
Moscardó,167 y que tenían retenidos "como rehenes a mujeres y niños de conocidos militantes de izquierda".169 "La
toma del Alcázar agrandó la leyenda del general Franco. La famosa frase de Moscardó sin novedad en el Alcázar,
repetida ante Franco y numerosos periodistas dos días después de su liberación, fue adecuadamente propagada. Franco
era el salvador de los héroes sitiados, el símbolo de un ejército dispuesto a ganar la guerra a cualquier precio".170

El 28 de septiembre de 1936, el mismo día en que el Alcázar de Toledo fue liberado, se celebró la segunda reunión de los
generales en Salamanca para decidir quién ostentaría el mando político. El elegido fue el general Franco al que sus
compañeros de sublevación nombraban no sólo “Generalísimo de las fuerzas nacionales de tierra, mar y aire", sino
también "Jefe del Gobierno del Estado español, mientras dure la guerra".83 Pero cuando fue publicado al día siguiente
el decreto nº 138 de la Junta de Defensa Nacional con su nombramiento se había introducido un importante cambio en
el texto: se había suprimido la coletilla "mientras dure la guerra", y al nombramiento del general Franco como "Jefe del
Gobierno del Estado Español" se le añadía "quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado". Este decreto de 29 de
septiembre de 1936 sería el fundamento de la legitimidad del poder del "Generalísimo" durante los siguientes 39
años.167

El general Franco, «Generalísimo» y «Caudillo»

El 1 de octubre de 1936, en el salón del trono de la Capitanía General de Burgos, Francisco Franco tomaba posesión de
su nuevo cargo, como Generalísimo del ejército sublevado y Jefe del Gobierno del Estado.171

Un día antes el obispo de Salamanca Enrique Pla y Deniel había hecho pública una pastoral en la que presentaba la
guerra como "una cruzada por la religión, la patria y la civilización", dando una nueva legitimidad a la causa de los
sublevados: la religiosa. Así el "Generalísmo”, no era sólo el "jefe y salvador de la Patria", sino también el "Caudillo" de
una nueva "Cruzada” en defensa de la fe católica y del orden social.170

Casa del Cordón, en Burgos, sede de la Junta Técnica del Estado.

La primera ley que promulgó el "Generalísimo" Franco fue la que creaba la Junta Técnica del Estado (en sustitución de la
Junta de Defensa Nacional), presidida por el general Dávila (que en el verano de 1937 sería sustituido por el general
monárquico Francisco Gómez-Jordana, mucho más eficiente que su antecesor)172 y que contaba con una Secretaría
General del Jefe del Estado, cargo que desempeñó Nicolás Franco, el hermano mayor del "Generalísmo". Su ocupación
fue "rectificar toda la legislación republicana volviendo las cosas a su punto anterior".167
La sede de la Junta Técnica del Estado se estableció en Burgos aunque la capital política de la "España nacional" era
Salamanca donde residía el poder militar, pues allí se encontraba el Cuartel General del "Generalísimo" Franco.167

El Decreto de Unificación de abril de 1937

El siguiente paso en el afianzamiento del poder del nuevo "Caudillo" se produjo cuando tras el fracaso de la toma de
Madrid (entre noviembre de 1936 y marzo de 1937) se planteó la necesidad de crear un "partido único", siguiendo el
modelo de la Dictadura de Primo de Rivera, a partir de la fusión de los carlistas y falangistas.173

Desde el Cuartel General del Generalísimo el nuevo asesor de Franco Ramón Serrano Súñer (cuñado del "Caudillo" y
antiguo diputado de la CEDA que había llegado a Salamanca evadido de la "zona roja") propició un acercamiento entre la
Comunión Tradicionalista y Falange Española y de las JONS con vistas a su fusión, pero las diferencias ideológicas y
políticas que les separaban eran casi insalvables (pues eran las que separaban el tradicionalismo del fascismo), y además
había otro obstáculo que era innegociable: que al frente del "partido único" se situara el propio general Franco. Es decir,
que ambas partes tenían que aceptar que la nueva formación política quedaría supeditada al poder personal del
"Generalísmo", vértice del poder militar y político. Para apoyar esta idea se difundió desde el Cuartel General de
Salamanca el lema "Una patria, un Estado, un Caudillo", copia del lema nazi "Ein Volk, ein Reich, ein Führer" ('un pueblo,
un Estado, un caudillo').174

Se produjeron contactos entre falangistas y carlistas pero no fructificaron y todo el proceso no dejó de crear tensiones
en el seno de ambos partidos que se tradujeron en el caso de los falangistas en los "sucesos de Salamanca" de abril de
1937, durante los cuales varios falangistas murieron en los enfrentamientos entre los partidarios de la fusión y de la
supeditación al poder militar (encabezados por Sancho Dávila y Agustín Aznar) y los contrarios a ella (encabezados por
Manuel Hedilla).175

Finalmente, el Cuartel General de Franco decidió actuar, y el mismo día en que los falangistas contrarios a la fusión
celebraron un Consejo Nacional en el que eligieron a Manuel Hedilla como "jefe nacional", el domingo 18 de abril,176 el
propio general Franco anunció que se iba a promulgar al día siguiente un Decreto de Unificación de Falange y la
Comunión Tradicionalista, que pasaban a estar ahora bajo su jefatura directa como "jefe nacional" del mismo.177

Franco una semana después mandó detener a Manuel Hedilla (junto con otros falangistas disidentes) cuando se negó a
integrarse en la Junta Política del nuevo partido como simple vocal y además comunicó a sus jefes provinciales que
obedecieran únicamente sus propias órdenes.178 "Para que no quedara duda sobre la ubicación del poder en lo que ya
comenzaba a llamarse Nuevo Estado, Hedilla fue juzgado y condenado a muerte por su manifiesta actuación de
indisciplina y de subversión frente al Mando y el Poder únicos e indiscutibles de la España nacional. A todos debía
quedar claro que la unidad de mando militar sería en el futuro unidad de mando político".179 Pero el "Generalísimo"
Franco siguió los consejos de la hermana del "Ausente" Pilar Primo de Rivera (líder del sector "puro" de Falange), de
Serrano Suñer y del embajador alemán e indultó a Hedilla, aunque éste pasó cuatro años en la cárcel y cuando salió de
ella quedo apartado de la vida política.180

En los estatutos del "partido único" publicados el 4 de agosto se estableció que el "Caudillo" sólo sería "responsable ante
Dios y ante la Historia", y ante nadie más.181

Dos meses antes, el 3 de junio, en plena Campaña del Norte, el general Mola, el "Director" de la conspiración militar que
había dado el golpe de estado de julio de 1936 con el que comenzó la Guerra Civil, moría cuando el avión en el que
viajaba se estrelló en una colina del pueblo de Alcocero, cerca de Burgos.182 Mola solía emplear el avión con frecuencia
en sus desplazamientos y no existen pruebas de que hubiera sabotaje, aunque la muerte favorecía claramente a Franco
al eliminar al "Director" como rival.182 El embajador alemán escribió poco después: "Sin duda Franco se siente aliviado
por la muerte del general Mola".183
En octubre de 1937 fueron nombrados por el "Generalísmo" Franco los 50 miembros del Consejo Nacional de FET y de
las JONS, pero no pasó de ser un órgano meramente consultivo.184 Lo mismo se podía decir de la FET y de las JONS,
cuya única actividad quedaba reducida en la práctica a efectuar propaganda.185 Sin embargo, los dirigentes de Falange
ocuparon muchos de los puestos más importantes en la administración del "Nuevo Estado" y en el partido.183

El nacimiento del «Nuevo Estado»

En enero de 1938, mientras tenía lugar la batalla de Teruel, se da el primer paso para la configuración definitiva del
"Nuevo Estado" con la promulgación por el "Generalísmo" de la Ley de la Administración Central del Estado por la que se
creaba una estructura administrativa que adoptaba la forma ministerial, y con el nombramiento el 30 de enero de su
primer gobierno en el que el propio Franco asume la Presidencia, mientras que Francisco Gómez-Jordana (hasta
entonces presidente de la Junta Técnica del Estado) era el Vicepresidente y Ministro de Asuntos Exteriores. Sin embargo,
el personaje más destacado del gabinete era Ramón Serrano Súñer, ministro de Gobernación y el cuñadísimo de
Franco.186 En este gobierno se prefiguró ya la amalgama ideológica que sería siempre en el futuro el franquismo: "su
conservadurismo tradicional, y su derechismo reaccionario".187

Será este gobierno el que inicie el proceso de institucionalización del "Nuevo Estado", con la promulgación del "Fuero
del Trabajo", basado en la Carta del lavoro del fascismo italiano,188 y que constituyó la primera de las siete Leyes
Fundamentales de la Dictadura Franquista que funcionaron a modo de "constitución" del nuevo régimen;189 190 la
derogación del Estatuto de Autonomía de Cataluña de 1932 y la promulgación de una serie de órdenes y decretos que
prohibían el uso del catalán en los documentos públicos y en la conversación privada;190 la Ley de Prensa que sometía a
los periódicos a la censura previa y atribuía al gobierno el nombramiento de los directores de periódicos;190 la
reintroducción de la pena de muerte que había abolido la República;189 la aprobación de una Ley de Enseñanza Media
que garantizaba a la Iglesia católica una absoluta autonomía en la educación secundaria.190

Según Julián Casanova el fascismo y el catolicismo fueron las dos ideologías sobre cuya amalgama se construyó el
"Nuevo Estado". El proceso de fascistización era evidente por la exaltación del líder, el "Caudillo", como el Führer o el
Duce; el saludo brazo en alto establecido como "saludo nacional"; los uniformes y la simbología falangista; etc. Y al
mismo tiempo proliferaban los ritos y manifestaciones religiosas católicas como las procesiones, las misas de campaña o
las ceremonias político-religiosas que imitaban supuestas formas medievales.188

El 19 de abril de 1939, diecinueve días después del "último parte" en el que el "Generalísimo" Franco declaraba "la
guerra ha terminado", se celebró en Madrid el "desfile de la Victoria presidido por el "Caudillo". Antes de empezar la
parada militar el general Varela le impuso "en nombre de la Patria" a Franco la "Gran Cruz Laureada de San Fernando",
"que tanto había ambicionado desde sus campañas africanas y que tuvo que acabar autootorgándosela" en un decreto
firmado por él mismo y que fue leído por el general conde de Jordana al inicio del acto. Al día siguiente el diario ABC de
Madrid titulaba su crónica: "España, en el gran desfile militar ante el Caudillo, muestra al mundo el poderío de las armas
forjadoras del nuevo Estado". Un mes después el general Franco ofrendaba su espada de caudillo victorioso a Dios en
una ceremonia celebrada el 20 de mayo en la iglesia madrileña de Santa Bárbara y presidida por el cardenal primado de
Toledo Isidro Gomá.191

Evolución de la zona republicana

En la tarde del viernes 17 de julio se conocía en Madrid que en el Protectorado de Marruecos se había iniciado una
sublevación militar. Al día siguiente la sublevación se extendió a la península y las organizaciones obreras (CNT y UGT)
reclamaron "armas para el pueblo" para acabar con ella, a lo que el gobierno de Santiago Casares Quiroga se negó.192
Por la noche de ese sábado 18 de julio Casares Quiroga presentó su dimisión al presidente de la República Manuel Azaña
y éste encargó a Diego Martínez Barrio, presidente de las Cortes y líder de Unión Republicana, que formara un gobierno
que consiguiera "detener la rebelión" sin recurrir al apoyo armado de las organizaciones obreras. Martínez Barrio
incluyó en su gabinete a políticos moderados y dispuestos a llegar a algún tipo de acuerdo con los militares
sublevados193 y en la madrugada del sábado 18 al domingo 19 de julio, habló por teléfono con el general Emilio Mola,
"El Director" de la sublevación, pero éste se negó rotundamente a cualquier tipo de transacción. Así el "gobierno de
conciliación" de Martínez Barrio dimitió y Azaña nombró el mismo domingo 19 de julio nuevo presidente del gobierno a
un hombre de su partido José Giral, que formó un gobierno únicamente integrado por republicanos de izquierda,
aunque con el apoyo explícito de los socialistas, que tomó la decisión de entregar armas a las organizaciones obreras,
algo a lo que también se había negado Martínez Barrio porque, al igual que Casares Quiroga, consideraba que ese hecho
traspasaba el umbral de la defensa constitucional y "legal" de la República.194

A causa de esta decisión de "entregar armas al pueblo" el Estado republicano perdió el monopolio de la coerción, por lo
que no pudo impedir que se iniciara una revolución social, ya que las organizaciones obreras no salieron a la calle
"exactamente para defender la República... sino para hacer la revolución. (...) Un golpe de estado contrarrevolucionario,
que intentaba frenar la revolución, acabó finalmente desencadenándola".195

La revolución social de 1936 y el gobierno de José Giral (julio-septiembre 1936)

Escudo del Consejo Regional de Defensa de Aragón, órgano creado durante la Revolución social española de 1936

La entrega de armas a los partidos y organizaciones obreras hizo que éstas constituyeran rápidamente "milicias armadas
para hacer frente a la rebelión en el terreno militar y para proceder a una profunda revolución social (desentendiéndose
de las autoridades republicanas, a las que no derribaron): incautaron y colectivizaron explotaciones agrarias y empresas
industriales y mercantiles para asegurar la continuidad de la producción y distribución de bienes, y se hicieron cargo del
mantenimiento de las principales funciones competencia del Estado. La producción, el abastecimiento de la población,
la vigilancia, la represión, las comunicaciones y el transporte, la sanidad, quedaron en manos de comités sindicales, que
en no pocas localidades suprimieron la moneda para sustituirla por vales. Ante el hundimiento de los mecanismos del
poder público ["un gobierno que reparte armas es un gobierno que se ha quedado sin instrumentos para garantizar el
orden público e imponer su autoridad"], surgió en el verano de 1936 un nuevo poder obrero, que era a la vez militar,
político, social, económico”.196 "En el País Vasco, sin embargo, donde el PNV había rechazado la coalición con la CEDA
en las elecciones de febrero de 1936 y apoyado a la izquierda en la tramitación del Estatuto de Autonomía, finalmente
aprobado el 1 de octubre de 1936, no hubo revolución social y un partido católico y nacionalista se mantuvo hasta junio
de 1937 al frente de un gobierno autónomo con poder sobre poco más que el territorio de Vizcaya".197

Los comités que surgieron por todas partes eran autónomos y no reconocían límites a sus actuaciones,198 pero la
paradoja fue que al mismo tiempo la revolución no acabó con el Estado republicano, sino que simplemente lo ignoró y lo
redujo a la inoperancia. En Cataluña se constituyó el Comité Central de Milicias Antifascistas, pero el gobierno de la
Generalidad no fue destituido y continuó en su puesto. En Valencia apareció el Comité Ejecutivo Popular. En Málaga y
Lérida surgieron sendos Comités de Salud Pública. En Cantabria, Gijón y Jaén, comités provinciales del Frente Popular
(Comité de Guerra de Gijón, Comité Popular de Sama de Langreo, etc). En Vizcaya, una Junta de Defensa. En Madrid se
constituyó un Comité Nacional del Frente Popular, que organizaba milicias y la vida de la ciudad, pero junto a él seguía
existiendo el gobierno de José Giral formado sólo por republicanos de izquierda.199

Pero el gobierno Giral, a pesar de que el poder real no estaba en sus manos, no dejó de actuar, especialmente en el
plano internacional. Fue este gobierno el que pidió la venta de armas al gobierno del Frente Popular de Francia, y al no
conseguirla, luego a la Unión Soviética, para lo cual dispuso de las reservas del oro del Banco de España. En el plano
interior destituyó a los funcionarios sospechosos de apoyar la sublevación y dictó las primeras medidas para intentar
controlar las "ejecuciones" indiscriminadas, arbitrarias y extrajudiciales de "fascistas" que llevaban a cabo decenas de
"tribunales revolucionarios", también conocidos como "checas", montadas por las organizaciones y partidos obreros que
habían impuesto el "terror rojo" en Madrid y en otros lugares. Así el gobierno Giral creó los tribunales especiales "para
juzgar los delitos de rebelión y sedición y los cometidos contra la seguridad del Estado". Sin embargo estos "tribunales
populares" no acabaron con las actividades de las "checas" que siguieron asesinando "fascistas" mediante los "paseos"
(detenciones ilegales que acababan con el asesinato del detenido y cuyo cadáver eran arrojado en una cuneta o junto a
la tapia de un cementerio) o las "sacas" (excarcelaciones de presos que supuestamente iban a ser puestos en libertad
pero que en realidad eran llevados al paredón).200

Cuando el 3 de septiembre de 1936 el Ejército de África sublevado tomó Talavera de la Reina (ya en la provincia de
Toledo, después de haber ocupado Extremadura), y además también caía Irún en manos de los sublevados (con lo que el
norte quedaba aislado del resto de la zona republicana), José Giral presentó la dimisión al presidente de la República
Manuel Azaña.78

El gobierno de Largo Caballero (septiembre 1936-mayo 1937)

Tras la dimisión de Giral, el presidente de la República Manuel Azaña encargó la formación de un "gobierno de coalición"
a Francisco Largo Caballero, el líder socialista de UGT, una de las dos centrales sindicales que estaban protagonizando la
revolución. Largo Caballero, que además de la presidencia asumió el ministerio clave de Guerra, entendió este gobierno
como una gran "alianza antifascista", y así dio entrada en el gabinete al mayor número posible de representaciones de
los partidos y sindicatos que luchaban contra la rebelión "fascista" (como llamaban las organizaciones obreras a la
sublevación militar de julio). Pero el gobierno no se completó realmente hasta dos meses después, cuando el 4 de
noviembre (en el momento en que las tropas sublevadas ya estaban a las afueras de Madrid) se integraron en él cuatro
ministros de la CNT, entre ellos la primera mujer que fue ministra en España, Federica Montseny.201

El nuevo gobierno de Largo Caballero, autoproclamado "gobierno de la victoria", enseguida concluyó que había que dar
prioridad a la guerra, y de ahí el programa político que puso en marcha inmediatamente, cuya principal medida fue la
creación de un nuevo ejército y la unificación de la dirección de la guerra (que incluía la incorporación de las milicias a
las brigadas mixtas y la creación del cuerpo de comisarios). Así pues, los dirigentes sindicales de UGT y CNT al aceptar e
impulsar este programa "estuvieron de acuerdo en que la implantación del comunismo libertario, a que aspiraba la CNT,
o de la sociedad socialista, que pretendía la UGT, debía esperar al triunfo militar".202

Pero todas estas medidas no consiguieron paralizar el avance hacia Madrid del Ejército de África y el 6 de noviembre ya
estaba a punto de entrar en la capital. Ese día el gobierno decidió abandonar Madrid y trasladarse a Valencia,
encomendando la defensa de la ciudad al general Miaja que debería formar una Junta de Defensa de Madrid. "Una
salida precipitada, mantenida en sigilo, sobre la que no se dio explicación pública alguna".85 "Quienes se quedaron en
Madrid no pudieron interpretar estos hechos sino como una vergonzosa huida... sobre todo porque los madrileños
fueron capaces de organizar su defensa. Madrid resistió el primer embate y rechazó los siguientes, deteniendo así el
avance del ejército rebelde".86

El segundo gran objetivo del gobierno de Largo Caballero fue restablecer la autoridad del gobierno y de los poderes del
Estado.203 Pero no se resolvieron las tensiones con los gobiernos de las "regiones autónomas" de Cataluña y el País
Vasco, ni con los consejos regionales que habían surgido en otros sitios. En Cataluña, el gobierno de la Generalidad, que
el 26 de septiembre incorporó a varios consejeros de la CNT y del POUM por lo que el Comité de Milicias Antifascistas
quedó disuelto, organizó su propio ejército y el 24 de octubre aprobó el decreto de colectividades, cuestiones ambas
que excedían el ámbito de sus competencias. En cuanto al País Vasco, el 1 de octubre las Cortes aprobaban el Estatuto
de Autonomía de Euskadi y el nacionalista vasco José Antonio Aguirre fue investido "lehendakari" del gobierno vasco,
entre cuyos miembros no incluyó a ningún representante de la CNT (en el País Vasco no había habido revolución social ni
apenas violencia anticlerical y las iglesias continuaron abiertas). Aguirre construyó un Estado "cuasi soberano" sobre el
territorio vasco que todavía no había sido ocupado por el bando sublevado y que prácticamente se reducía a Vizcaya.
Además de una policía vasca, la Ertzaina, creó un ejército propio y no aceptó el mando del general que envió el gobierno
de Madrid para ponerse al frente del Ejército del Norte. En cuanto al Consejo de Aragón, dominado por los anarquistas,
el gobierno de Largo Caballero no tuvo más remedio que legalizarlo.204

En la primavera de 1937, tras la decisión del "generalísimo" Franco de poner fin por el momento a la toma de Madrid
después de la victoria republicana en la batalla de Guadalajara, se abría la perspectiva de una guerra larga y pronto
estalló la crisis entre las fuerzas políticas que apoyaban a la República.205 El conflicto fundamental fue el que enfrentó a
los anarquistas de la CNT, que defendían la compatibilidad de la revolución con la guerra,206 207 y a los comunistas del
Partido Comunista de España (PCE) y del PSUC en Cataluña, que entendían que la mejor forma de frenar la sublevación
militar era restablecer el Estado republicano y aglutinar a todas las fuerzas de la izquierda política, incluidos los partidos
de la pequeña y mediana burguesía, por lo que debía paralizarse la revolución social y dar prioridad a la guerra. Sin
embargo, Santos Juliá afirma, en contra de la opinión de otros historiadores, que en la primavera de 1937 entre las
fuerzas que apoyaban al gobierno de Largo Caballero "la divisora no corría entre guerra y revolución sino entre partidos
y sindicatos" porque la prioridad dada a la guerra ya se había decidido el 4 de septiembre cuando se formó el gobierno
de Largo Caballero, al que dos meses después se sumaron los cuatro ministros anarquistas.208

La crisis estalló por los enfrentamientos iniciados en Barcelona el lunes 3 de mayo de 1937 cuando un destacamento de
la Guardia de Asalto por orden de la Generalidad intentó recuperar el control sobre el edificio de la Telefónica en la
plaza de Cataluña, en poder de la CNT desde las jornadas "gloriosas" de julio de 1936. Varios grupos anarquistas
respondieron con las armas y el POUM se sumó a la lucha. En el otro bando, la Generalidad y los comunistas y socialistas
unificados en Cataluña bajo un mismo partido (el PSUC) hicieron frente a la rebelión, que ellos mismos habían
provocado, y la lucha se prolongó varios días. El viernes 7 de mayo la situación pudo ser controlada por las fuerzas de
orden público enviadas por el gobierno de Largo Caballero desde Valencia, ayudadas por militantes del PSUC, aunque la
Generalidad pagó el precio de que le fueron retiradas sus competencias sobre orden público.209 El enfrentamiento en
las calles de Barcelona fue relatado por el británico George Orwell en su Homenaje a Cataluña.

Los "sucesos de mayo de 1937" en Barcelona tuvieron una repercusión inmediata en el gobierno de Largo Caballero. La
crisis la provocaron el día 13 de mayo los dos ministros comunistas que amenazaron con dimitir si Largo Caballero no
dejaba el Ministerio de la Guerra (el PCE especialmente desde la caída de Málaga el 8 de febrero le hacía responsable de
las continuas derrotas republicanas), y que disolviera el POUM. En este ataque a Largo Caballero contaban con el apoyo
de la fracción socialista de Indalecio Prieto, que controlaba la dirección del PSOE, que como los comunistas querían
eliminar del gobierno a las organizaciones sindicales, UGT y CNT, y reconstruir el Frente Popular. Largo Caballero se negó
a aceptar las dos condiciones de los comunistas y al no encontrar los apoyos suficientes para su gobierno dimitió el 17
de mayo. El presidente Manuel Azaña, que también estaba en desacuerdo con la presencia de las dos centrales
sindicales en el gobierno, nombró a un socialista “prietista”, Juan Negrín, nuevo jefe de gobierno. Al día siguiente el
órgano de la CNT Solidaridad Obrera declaraba en su editorial: "Se ha constituido un gobierno
contrarrevolucionario".210

El gobierno de Juan Negrín (mayo 1937-marzo 1939)

El nuevo gobierno que formó el socialista Juan Negrín en mayo de 1937 respondió al modelo de las coaliciones de Frente
Popular: tres ministros socialistas ocupando las posiciones fundamentales (el propio Negrín, que mantuvo la cartera de
Hacienda que ya había ostentado en el gobierno de Largo Caballero, Indalecio Prieto, sobre el que recayó toda la
responsabilidad en la conducción de la guerra, al ser nombrado al frente del nuevo Ministerio de Defensa, y Julián
Zugazagoitia en Gobernación), dos republicanos de izquierda, dos comunistas, uno del PNV y otro de Esquerra
Republicana de Catalunya.211 Según Santos Juliá, detrás de este gobierno estaba Manuel Azaña, que pretendía "un
gobierno capaz de defenderse en el interior y de no perder la guerra en el exterior. (...) Con Prieto a cargo de un
Ministerio de Defensa unificado, sería posible defenderse; con Negrín en la presidencia, se podían abrigar esperanzas de
no perder la guerra en el exterior".212

La política del nuevo gobierno tuvo cinco ejes fundamentales, algunos ya iniciados por Largo Caballero: la culminación
de la formación del Ejército Popular213 y el desarrollo de la industria de guerra (lo que llevó al gobierno a trasladarse de
Valencia a Barcelona en noviembre de 1937 para, entre otras razones, "poner en pleno rendimiento la industria de
guerra" catalana);108 la continuación de la recuperación por el gobierno central de todos los poderes, con la
justificación de que la dirección de la guerra así lo reclamaba (fue disuelto el Consejo de Aragón, último baluarte de la
CNT; el traslado del gobierno de Valencia a Barcelona para "asentar definitivamente la autoridad del gobierno en
Cataluña" relegó al gobierno de la Generalidad de Lluís Companys a un papel secundario).214 mantenimiento del orden
público y la seguridad jurídica (con Zugazagoitia en Gobernación e Irujo en Justicia, se redujeron las ejecuciones
"extrajudiciales" y las actividades de las "checas", pero en la "desaparición" del líder del POUM el gobierno dejó hacer a
los comunistas y a los agentes soviéticos del NKVD);215 se dieron garantías a la pequeña y mediana propiedad;216 se
intentó cambiar la política de "no-intervención" de Gran Bretaña y Francia por la de mediación en el conflicto, para que
presionaran a Alemania e Italia y cesaran en su apoyo a los sublevados, con el objetivo final de alcanzar una "paz
negociada", pero no se consiguió nada.217 El gran derrotado de esta línea política fue el sindicalismo, tanto el de la UGT
y como el de la CNT.218 Por el contrario, los que resultaron más reforzados fueron los comunistas, de ahí la acusación
lanzada contra Negrín de ser un "criptocomunista"

Las derrotas de la República en la batalla de Teruel y en la ofensiva de Aragón provocaron la crisis de marzo de 1938.
Azaña y Prieto consideraron que lo que había sucedido mostraba que el ejército republicano nunca podría ganar la
guerra y que había que negociar una rendición con apoyo franco-británico. Frente a ellos Negrín y los comunistas eran
firmes partidarios de continuar resistiendo. La crisis se abrió al intentar Negrín que Prieto cambiara de ministerio
(habiendo declarado su convicción de que la guerra estaba perdida, Prieto era el peor de los ministros de Defensa
posible), pero Azaña respaldó a Prieto, así como el resto de los republicanos de izquierda y los nacionalistas de Esquerra
y del PNV. Sin embargo, éstos no consiguieron articular ninguna alternativa a Negrín, y este acabó saliendo reforzado de
la crisis, con la consiguiente salida de Prieto del gobierno.113

Negrín recompuso el gobierno el 6 de abril y asumió personalmente el Ministerio de Defensa e incorporó al gabinete a
los dos sindicatos, UGT y CNT. Además José Giral fue sustituido en el ministerio de Estado por el socialista Julio Álvarez
del Vayo.114 Las posiciones del nuevo gobierno con vistas a unas posibles negociaciones de paz quedaron fijadas en su
"Declaración de los 13 puntos", hecha pública en la significativa fecha del 1º de mayo. En ella, "el gobierno anunciaba
que sus fines de guerra consistían en asegurar la independencia de España y establecer una República democrática cuya
estructuración jurídica y social sería aprobada en referéndum; afirmaba su respeto a la propiedad legítimamente
adquirida, la necesidad de una reforma agraria y de una legislación social avanzada, y anunciaba una amplia amnistía
para todos los españoles que quieran cooperar a la inmensa labor de reconstrucción y engrandecimiento de España. En
su intento de aparecer ante las potencias extranjeras con la situación interior controlada, Negrín inició gestiones
infructuosas con el Vaticano para restablecer relaciones diplomáticas y abrir las iglesias al culto".116

Negrín era consciente de que la supervivencia de la República no sólo dependía del fortalecimiento del Ejército Popular y
de que se mantuviera la voluntad de resistencia de la población civil en la retaguardia, sino también de que Francia y
Gran Bretaña pusieran fin a la política de "no intervención" o de que al menos presionaran a las potencias fascistas para
que éstas a su vez convencieran al "Generalísimo" Franco para que aceptara un final negociado. Negrín pensaba que su
política era la única posible. Como dijo en privado "no se puede hacer otra cosa". Así pues, su idea era resistir para
negociar un armisticio que evitara el "reinado de terror y de venganzas sangrientas" (las represalias y fusilamientos por
parte de los vencedores sobre los vencidos) que Negrín sabía que Franco iba a imponer, como efectivamente acabó
sucediendo.219
Además Negrín, el general Vicente Rojo Lluch, jefe del Estado Mayor, y los comunistas, creían posible que el ejército
republicano aún era capaz de una última ofensiva, que se inició el 24 de julio de 1938, dando comienzo así a la batalla
del Ebro, la más larga y decisiva de la guerra civil. Pero después de tres meses de duros combates, se produjo una nueva
derrota del ejército republicano que tuvo que volver a sus posiciones iniciales, "con decenas de miles de bajas y una
pérdida considerable de material de guerra que ya no podría utilizarse para defender Cataluña frente a la decisiva
ofensiva franquista".124

Poco antes de que finalizara la batalla del Ebro se produjo otro hecho que también fue determinante para la derrota de
la República, esta vez procedente del exterior. El 29 de septiembre de 1938 se firmaba el acuerdo de Múnich entre Gran
Bretaña y Francia, por un lado, y Alemania e Italia, por otro, que cerraba toda posibilidad de intervención de las
potencias democráticas a favor de la República. De las misma forma que ese acuerdo supuso la entrega de
Checoslovaquia a Hitler, también supuso abandonar a la República Española a los aliados de nazis y fascistas.124 De
nada sirvió que en un último intento desesperado de obtener la mediación extranjera Negrín anunciara ante la Sociedad
de Naciones el 21 de septiembre, una semana antes de que se firmara el acuerdo de Múnich, la retirada unilateral de los
combatientes extranjeros que luchaban en la España republicana, aceptando (sin esperar a que los "nacionales" hicieran
lo propio) la resolución del Comité de No Intervención que proponía un Plan de retirada de voluntarios extranjeros de la
Guerra de España. El 15 de noviembre de 1938, el día de antes del fin de la batalla del Ebro, las Brigadas Internacionales
desfilaban como despedida por la avenida Diagonal de Barcelona. En el campo rebelde, por su parte, en octubre de
1938, seguros ya de su superioridad militar y de que la victoria estaba cerca, decidieron reducir en un cuarto las fuerzas
italianas.220

La última operación militar de la guerra fue la campaña de Cataluña, que acabó en un nuevo desastre para la República.
El 26 de enero de 1939 las tropas de Franco entraban en Barcelona prácticamente sin lucha. El 5 de febrero ocupaban
Gerona.132 Cuatro días antes, "el día 1 de febrero de 1939, en las sesiones celebradas por lo que quedaba del Congreso
en el castillo de Figueras, [Negrín] redujo los 13 puntos a las tres garantías que su gobierno presentaba a las potencias
democráticas como condiciones de paz: independencia de España, que el pueblo español señalara cuál habría de ser su
régimen y su destino y que cesara toda persecución y represalia en nombre de una labor patriótica de reconciliación.
Pocos días después, hizo saber a los embajadores francés y británico que estaba dispuesto a ordenar un cese inmediato
de las hostilidades si su gobierno obtenía garantías de que no habría represalias. Pero no las recibió".221

El día 6 de febrero, las principales autoridades republicanas, encabezadas por el Presidente Azaña, cruzaban la frontera
seguidos de un inmenso éxodo de civiles y militares republicanos que marchaban al exilio. El día 9 de febrero hacía lo
mismo el presidente del gobierno, Juan Negrín, pero en Toulouse cogió un avión para regresar a Alicante el día 10 de
febrero acompañado de algunos ministros con la intención de reactivar la guerra en la zona centro-sur. El único apoyo
con el que contaba ya Negrín, además de una parte de su propio partido (el PSOE quedó dividido entre "negrinistas" y
"antinegrinistas") eran los comunistas.132

El golpe de estado de Casado y el desplome de la República (marzo de 1939)

En el territorio que aún estaba en poder de la República se desató una última batalla entre los que consideraban inútil
seguir combatiendo y los que todavía pensaban que "resistir es vencer" (esperando que las tensiones en Europa
acabaran estallando y Gran Bretaña y Francia, por fin, acudirían en ayuda de la República española, o que al menos
impondrían a Franco una paz sin represalias),133 pero el cansancio de la guerra y el hambre y la crisis de subsistencias
que asolaba la zona republicana estaban minando la capacidad de resistencia de la población.124 Pero el problema para
Negrín era cómo terminar la guerra sin combatir de manera distinta a la de entrega sin condiciones.

El día 24 de febrero, Negrín abandonó Madrid tras celebrar un consejo de ministros e instaló su cuartel general en una
finca cercana a la localidad alicantina de Elda (la "Posición Yuste", que era su nombre en clave). Tres días después, el 27
de febrero, Francia y Gran Bretaña reconocían al gobierno de Franco en Burgos como el gobierno legítimo de España, y
el día 28 de febrero, ante este reconocimiento internacional, se hacía oficial la renuncia a la Presidencia de la República
de Manuel Azaña y su sustitución provisional por el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio (ambos se
encontraban en Francia). Después de todos estos hechos la posición de Negrín era insostenible.135

Mientas tanto estaba muy avanzada la conspiración militar y política contra el gobierno Negrín dirigida por el jefe del
Ejército del Centro, el coronel Segismundo Casado, que había entrado en contacto a través de la "quinta columna" con el
Cuartel General del "Generalísimo" Franco para una rendición del ejército republicano "sin represalias" al modo del
"abrazo de Vergara" de 1839 que puso fin a la primera guerra carlista (con la conservación de los empleos y cargos
militares, incluida). Algo a lo que los emisarios del general Franco nunca se comprometieron. Casado consiguió el apoyo
de varios jefes militares, entre los que destacaba el anarquista Cipriano Mera, jefe del IV Cuerpo de Ejército, y de
algunos políticos importantes, como el socialista Julián Besteiro, que también había mantenido contacto con los
"quintacolumnistas" de Madrid. Todos ellos criticaban la estrategia de resistencia de Negrín y su "dependencia" de la
Unión Soviética y del PCE.135

El 5 de marzo el coronel Casado movilizaba sus fuerzas (convencido de que "sería más fácil liquidar la guerra a través de
un entendimiento entre militares") y se apoderaba de los puntos neurálgicos de Madrid y a continuación anunciaba la
formación de un Consejo Nacional de Defensa presidido por el general Miaja e integrado por dos republicanos, tres
socialistas (entre ellos Julián Besteiro) y dos anarquistas. El Consejo emitió un manifiesto por radio dirigido a la "España
antifascista" en el que se deponía al gobierno de Negrín, pero no hablaba para nada de las negociaciones de paz. Las
unidades militares controladas por los comunistas opusieron resistencia en Madrid y sus alrededores pero fueron
derrotados (hubo cerca de 2000 muertos). El 6 de marzo Negrín y su gobierno abandonaron en avión España para evitar
ser apresados por los "casadistas" y poco después hicieron lo mismo los principales dirigentes comunistas.222

Consumado el golpe de Casado, el general Franco se negó a aceptar un nuevo "abrazo de Vergara" y no concedió a
Casado "ninguna de las garantías imploradas casi de rodillas por sus emisarios [que se entrevistaron con miembros del
Cuartel General], y contestó a británicos y franceses, deseosos de actuar como intermediarios en la rendición de la
República para así contener la influencia alemana e italiana sobre el nuevo régimen, que no los necesitaba que el
espíritu de generosidad de los vencedores constituía la mejor garantía para los vencidos".139

Franco sólo aceptaba una "rendición sin condiciones" por lo que sólo restaba preparar la evacuación de Casado y el
Consejo Nacional de Defensa. Estos embarcaron con sus familias en Gandía el 29 de marzo en el destructor británico que
los trasladó a Marsella (Julián Besteiro decidió quedarse). Un día antes las tropas "nacionales" hicieron su entrada en
Madrid y rápidamente los sublevados ocuparon prácticamente sin lucha toda la zona centro-sur que había permanecido
bajo la autoridad de la República durante toda la guerra. En Alicante desde el día 29 de marzo unas 15 000 personas,
entre jefes militares, políticos republicanos, combatientes y población civil que habían huido de Madrid y de otros
lugares se apiñaban en el puerto a la espera de embarcar en algún barco británico o francés, pero la mayoría no lo
lograron y fueron apresados por las tropas italianas de la División Littorio, al mando del general Gastone Gambara. El 1
de abril de 1939 la radio del bando rebelde ("Radio Nacional de España") difundía el último parte de la guerra civil
española.142

La dimensión internacional del conflicto y la intervención extranjera

La "guerra de España" (como la llamó la prensa internacional) tuvo una repercusión inmediata en las complicadas
relaciones internacionales de la segunda mitad de la década de los años treinta.223 En Europa existía una pugna política,
diplomática, ideológica y estratégica a tres bandas entre las potencias democráticas, Gran Bretaña y Francia; las
potencias fascistas, la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini; y la Unión Soviética de Stalin; y el "asunto español" fue
enfocado por cada Estado europeo desde sus intereses concretos.224
Los regímenes fascistas europeos (Alemania e Italia) y el Portugal salazarista apoyaron desde el principio a los militares
sublevados, mientras que la República, tras negarle su ayuda Francia y Gran Bretaña que optaron por la política de No
Intervención, obtuvo el apoyo de la URSS y de las Brigadas Internacionales a partir de octubre de 1936 (también recibió
el apoyo casi simbólico de México). Este "apoyo internacional a los dos bandos fue vital para combatir y continuar la
guerra en los primeros meses. La ayuda italo-germana permitió a los militares sublevados trasladar el Ejército de África a
la península a finales de julio de 1936 y la ayuda soviética contribuyó de modo decisivo a la defensa republicana de
Madrid en noviembre de 1936".225 226

Hay un aspecto humanitario de la dimensión internacional de la guerra civil que no hay que olvidar: que la mayoría de
las embajadas y legaciones extranjeras de Madrid y algunos consulados de capitales de provincia dieron asilo político a
miles de españoles de ambos bandos que se encontraban en peligro de muerte.227

La política de «no intervención» de Gran Bretaña y Francia

Gran Bretaña y Francia veían que la "guerra de España" podía complicar aún más el difícil juego estratégico que se
desarrollaba a escala europea. Por ello, la primera orientación de la diplomacia de esas potencias fue la de procurar el
aislamiento del conflicto español. A esa estrategia se debió la política sobre la "No-Intervención" al que se sumaron 27
países de Europa y que dio nacimiento al Comité de No Intervención con sede en Londres.228

La "no intervención" estuvo determinada por la política británica de "apaciguamiento" (appeasement policy) de la
Alemania nazi, a la que se vio arrastrado el gobierno del Frente Popular de Francia, que sólo contaba con los británicos
ante una posible agresión alemana. Además las simpatías del gobierno conservador británico se fueron decantando
hacia el bando sublevado, ante en el temor de que España cayera "en el caos de alguna forma de bolchevismo" (en
palabras del cónsul británico en Barcelona) si ganaba la guerra el bando republicano.224 229

La idea partió del gobierno francés consciente de que ya que no podían ayudar a la República (porque ello supondría
abrir un gran conflicto interno en la sociedad francesa y además enturbiaría las relaciones con su aliado "vital", Gran
Bretaña), al menos podrían impedir la ayuda a los sublevados. El gobierno británico se sumó enseguida al proyecto,
aunque el mismo "ponía en el mismo plano a un Gobierno legal y a un grupo de militares rebeldes".229

Pero en la práctica la política de "no intervención" se convirtió en una "farsa", como la calificaron algunos
contemporáneos, porque Alemania, Italia y Portugal no suspendieron en absoluto sus envíos de armas y municiones a
los sublevados.230 La República, que a partir de octubre de 1936 comenzó a recibir la ayuda soviética, denunció ante la
Sociedad de Naciones la intervención de las potencias fascistas en favor de los sublevados, aunque éstas nunca fueron
amonestadas.224

La intervención extranjera en favor de los sublevados

Ante el fracaso del golpe de estado de julio de 1936 (en cuanto a la toma inmediata del poder), los militares sublevados
obtuvieron ayuda rápidamente de la Italia fascista y de la Alemania nazi. Las ayudas en hombres al bando sublevado se
materializaron en la Legión Cóndor alemana (unos 6000 hombres) y el Corpo di Truppe Volontarie italiano (un máximo
de 40 000), más un contingente de combatientes portugueses denominados Viriatos.231 Para que no hubiera duda de
su compromiso con la causa del bando sublevado, el 18 de noviembre de 1936 (en plena batalla de Madrid), Italia y
Alemania reconocieron oficialmente al "Generalísimo" Franco y a su Junta Técnica del Estado como el gobierno legítimo
de España.232 En cuanto a armamento, según Julio Aróstegui, los sublevados recibieron de Italia y de Alemania 1359
aviones, 260 carros de combate, 1730 cañones, fusiles, y municiones para todo ello.231

Los combatientes alemanes, italianos y portugueses eran soldados regulares a los que se les proporcionaba una paga en
su país de origen, aunque la propaganda de los sublevados siempre los presentó como "voluntarios". Los voluntarios
genuinos fueron unos mil o mil quinientos hombres, entre los que destacaron la Brigada Irlandesa del general Eoin
O'Duffy, integrada por unos 500-900 efectivosnota 12 que habían venido a combatir a España para "librar la batalla de la
cristiandad contra el comunismo" (aunque sólo participaron en la batalla del Jarama y unos meses después volvieron a
Irlanda), y 300-500 franceses de la organización ultraderechista Croix-de-feu (luego convertida en el Partido Social
Francés) que constituyeron el batallón Jeanne d'Arc.235 nota 13 También hay que contar entre los extranjeros que
participaron en el bando sublevado a los miles de marroquíes del Protectorado español de Marruecos que fueron
enrolados de forma intensiva en las tropas de Regulares del Ejército de África a cambio de una paga.232

La razón principal de la ayuda de la Alemania nazi a Franco fue que Hitler consideró que en la "inevitable" guerra
europea que iba a estallar en los próximos años sería mejor contar en España con un gobierno favorable encabezado por
militares anticomunistas que por uno republicano que reforzaría sus vínculos con Francia (y con su aliada Gran Bretaña)
y con la Unión Soviética.237 En la decisión de Hitler también contaron otros dos factores, uno ideológico (según la
propaganda nazi la guerra de España era una confrontación entre "fascistas" y "marxistas", responsabilizando a la Unión
Soviética y al "comunismo internacional" de haberla causado)238 y otro militar (experimentar nuevas armas y nuevas
tácticas, lo que se concretó en el despliegue en la zona sublevada de una unidad aérea completa, apoyada por tanques y
cañones antiaéreos, denominada la "Legión Cóndor").232 Se probaron los cazas Messerschmitt Bf 109 y Junkers Ju 87
A/B y los bombarderos Junkers Ju 52 y Heinkel He 111. Asimismo estrenó en España sus tácticas de bombardeo sobre
ciudades. Aunque no fue el único, el más famoso fue el bombardeo de Guernica representado por Picasso en su cuadro
Guernica, expuesto en el pabellón español de la Exposición Universal de París de 1937.

La razón principal de la ayuda de la Italia fascista era ganar un aliado para el proyecto de Mussolini de construir un
imperio en el Mediterráneo, y de esa forma debilitar la posición militar de Francia y de Gran Bretaña. También como los
nazis utilizó el anticomunismo en su propaganda para justificar la intervención en la guerra civil española.239

Aunque menos aireada, la ayuda a los sublevados por parte de la dictadura de Oliveira Salazar de Portugal también fue
importante, sobre todo en los primeros meses de la guerra porque dejó que los militares rebeldes utilizaran sus
carreteras, ferrocarriles y puertos para comunicar la zona norte con Andalucía, y además devolvió a la zona sublevada a
los republicanos que huían de la represión. Después Portugal constituyó una base de operaciones para la compra de
armas y además fue un firme aliado de los sublevados en la "farsa" de la "no intervención", a quienes siempre defendió
ante el Comité de No Intervención y en la Sociedad de Naciones.240

La intervención extranjera en favor de la República

El dictador de la Unión Soviética, Stalin, respondió positivamente a la petición de ayuda formulada por el gobierno
republicano no inmediatamente sino cuando se convenció de que si la República española era derrotada aumentaría el
poder de las potencias fascistas en Europa lo que supondría una amenaza para la Unión Soviética (igual que para
Francia, una posible aliada). Así fue como en septiembre de 1936 Stalin decidió enviar material bélico a la República
española y ordenó además a la III Internacional o Komintern que organizara el envío de voluntarios, que formarían las
Brigadas Internacionales.241 Por las Brigadas pasaron un total aproximado de 40 000 hombres y el material de guerra
soviético que la República recibió, cuyos primeros envíos llegaron al puerto de Cartagena a principios de octubre de
1936, fueron 1100 aviones, 300 carros de combate y 1500 cañones (a los que habría que añadir algunas pequeñas
partidas francesas, de artillería y aviones, y fusiles y munición mexicanos).242 Otros autores precisan más las cifras y
afirman que la URSS envió 680 aviones (cazas Chato y Mosca y bombarderos "Katiuska"), 331 carros de combate, 1.699
piezas de artillería, 60 coches blindados, 450 000 fusiles Mosin-Nagant, 20.486 ametralladoras y ametralladoras ligeras
DP y 30 000 toneladas de munición.243 Este material de guerra fue acompañado de unos 2000 técnicos, pilotos y
asesores militares (y también agentes del NKVD, la policía secreta estalinista, bajo el mando de Alexander Orlov).
Asimismo envió combustible, ropa y alimentos, parte de ellos sufragados con donaciones populares.244 Los soviéticos,
como los alemanes y los italianos, probaron armas y tácticas de combate.245 246 247
Del reclutamiento y de los aspectos organizativos de las Brigadas Internacionales se encargaron dirigentes del Partido
Comunista Francés, encabezados por André Marty, y el centro de reclutamiento se estableció en París. La inmensa
mayoría de los que se alistaron fueron verdaderamente "voluntarios de la libertad" (como decía la propaganda
republicana) llegados desde los países dominados por dictaduras y por el fascismo, como Alemania, Italia o Polonia, pero
también de los países democráticos como Francia (que aportó el mayor número de brigadistas, unos 9.000), Gran
Bretaña y Estados Unidos (con el famoso batallón Lincoln). Por tanto las Brigadas Internacionales no fueron el "Ejército
de la Komintern" como aseguraba la propaganda del bando sublevado, instrumento de la política de Stalin.248 El centro
de entrenamiento en España se situó en Albacete y allí se organizaron las cinco brigadas numeradas de la XI a la XV, cuya
entrada en combate se produjo en la batalla de Madrid.249

México apoyó la causa republicana de forma militar, diplomática y moral: proveyendo a las fuerzas leales de 20 000
rifles, municiones (se habla de un aproximado de 28 millones de cartuchos), 8 baterías, algunos aviones y comida, así
como creando asilos para cerca de 25 000 españoles republicanos, dando protección, techo, alimentación y comida a
miles de intelectuales, familias y niños que llegaron al puerto de Veracruz. Argentina cooperó en la evacuación de
asilados hacia Francia con dos buques de la Armada Argentina, el ARA 25 de Mayo y el ARA Tucumán.

La financiación de la guerra y el "Oro de Moscú"

La República financió la guerra con las reservas de oro del Banco de España que envió a la Unión Soviética (lo que la
propaganda franquista llamó el "oro de Moscú"), menos una cuarta parte que fue vendida a Francia (el "oro de París"
del que la propaganda franquista nunca habló). El "oro de Moscú" estaba destinado "al pago del armamento adquirido a
Rusia y otros países que hubo de abonarse siempre, mientras que las entregas alemanas e italianas [a los sublevados]
eran gratis o con pago diferido en mercancías. Se evalúa el oro salido [hacia Moscú] en 510 toneladas, con un valor de
530 millones de dólares de la época. Hoy sabemos que no hay más "oro de Moscú" que ese, que fue invertido en su
totalidad en la compra de armas".250

La oportunidad y el acierto de la decisión del gobierno de Largo Caballero de depositar en Moscú la mayor parte de las
reservas de oro del Banco de España (a donde llegaron a principios de noviembre de 1936) ha sido objeto de polémica
entre los historiadores. Unos afirman, siguiendo fundamentalmente las investigaciones de Ángel Viñas, que el gobierno
republicano no tenía otra opción, debido a la hostilidad que habían mostrado hacia la República los bancos de Gran
Bretaña y Francia, por lo que la Unión Soviética era la única que garantizaba armamento y alimento a cambio de oro. Por
el contrario Pablo Martín-Aceña, un investigador especializado en la financiación de la guerra civil, cree que el gobierno
de la República decidió con precipitación antes de haber explorado otras opciones, como Francia e incluso Estados
Unidos.251

La propaganda franquista dijo que el oro del Banco de España (al que llamó el "oro de Moscú") había sido robado por la
República y entregado a Stalin sin contrapartidas,252 pero las investigaciones de Ángel Viñas han demostrado que el
"oro de Moscú" se gastó en su totalidad en compras de material bélico. Por su parte el Banco de Francia adquirió 174
toneladas de oro, una cuarta parte del total de las reservas, por las que pagó a la Hacienda republicana 195 millones de
dólares. En total, entre el "oro de Moscú" (tres cuartas partes de las reservas del Banco de España) y el "oro de París"
(una cuarta parte, del que la propaganda franquista nunca habló) las autoridades republicanas obtuvieron 714 millones
de dólares que fue el coste financiero de la guerra civil para la República. En Rusia no quedó nada del oro español y las
reservas estaban prácticamente agotadas en el verano de 1938. El problema fue que debido a la política de "no
intervención" en muchas ocasiones los emisarios de la República fueron estafados por los traficantes de armas que les
vendieron equipos obsoletos a precios mucho mayores del coste real.253 Los gobiernos republicanos también fueron
estafados por la propia Unión Soviética, como ha señalado Gerald Howson, o por Polonia y otros países que abusaron de
la precaria situación republicana para venderles "chatarra bélica".254
Por su parte el bando sublevado, como no contaba con oro, sufragó la mayor parte del coste de la guerra (unos 700
millones de dólares, una cantidad similar a la gastada por la República) mediante créditos obtenidos de Italia y de
Alemania.255 La Alemania nazi se cobró una parte del material de guerra que suministró "en especie" (un sistema
ideado por Hermann Goering) con alimentos, materias y primas y minerales españoles que llegaban a Alemania a través
de dos compañías creadas con tal fin. Algo parecido ocurrió con Italia, por lo que las dos potencias fascistas sustituyeron
a Francia y Gran Bretaña como los primeros clientes comerciales de España.256 Asimismo los sublevados también
obtuvieron ayuda económica y financiera de empresas y hombres de negocios de Gran Bretaña, Francia y Estados
Unidos, especialmente de aquellos que más simpatizaban con la "causa nacional" (por ejemplo, la empresas
norteamericanas y británicas Texaco y Shell les vendieron a crédito petróleo durante toda la guerra).257 El bando
sublevado también recibió ayuda financiera de españoles ricos como Juan March, que aportó 15 millones de libras
esterlinas, o del exrey Alfonso XIII, que donó 10 millones de dólares.258

La Iglesia y la Guerra Civil Española

Aunque la motivación religiosa no aparece en ninguno de los bandos de pronunciamiento del golpe de estado en España
de julio de 1936,259 la conversión del golpe de estado en una “cruzada” o “guerra santa” en defensa de la religión, se
produjo rápidamente, lo que resultó muy oportuno para legitimar el golpe militar.260 Esta "sacralización" de la guerra
se acentuó sobre todo cuando comenzaron a llegar a la zona sublevada las primeras noticias de la "salvaje persecución
religiosa" que se había desencadenado en la zona republicana, donde el alzamiento militar había fracasado.261 José
María Pemán, uno de los principales ideólogos del bando sublevado escribió: “el humo del incienso y el humo del cañón,
que sube hasta las plantas de Dios, son una misma voluntad vertical de afirmar una fe y sobre ella salvar un mundo y
restaurar una civilización”.262

La mayoría de los obispos españoles esperaron a que el Vaticano se pronunciara antes de hacer pública su visión de la
guerra, pero esto no ocurrió hasta el 14 de septiembre de 1936 cuando el papa Pío XI pronunció el discurso “La vostra
presenza” en su residencia veraniega de Castelgandolfo en una audiencia pública a un grupo de unos 500 católicos
españoles que habían conseguido huir de la zona republicana, muchos de ellos gracias a la ayuda de las autoridades
republicanas, especialmente de la Generalidad de Cataluña. Pero en el discurso el Papa no utilizó el término de
“cruzada” para referirse al conflicto bélico en España sino el de “Guerra Civil” “entre los hijos del mismo pueblo, de la
misma madre patria” e hizo una exhortación final a amar a los enemigos.263 De hecho en la zona sublevada del discurso
sólo se publicaron aquellos párrafos que parecían ratificar la condición de cruzada de la guerra civil y se suprimió toda la
segunda parte en que se exhortaba a amar a los enemigos. Los obispos españoles, que al principio sólo conocieron el
discurso de Pío XI en esta versión propagandística, hicieron públicas inmediatamente encendidas pastorales a favor de
los sublevados, entre las que destacó la del obispo de Salamanca Enrique Pla y Deniel publicada el 30 de septiembre de
1936, sólo un día antes de que el general Franco fuera proclamado “Generalísmo” y “Jefe del Gobierno del Estado”, bajo
el título “Las dos ciudades” y en la que declaraba la guerra como una “cruzada por la religión, la patria y la civilización”
(cuando Pla y Deniel conoció la versión completa no se retractó en absoluto de su pastoral, como tampoco lo hicieron el
resto de obispos).264 De esta forma "Franco contó con el apoyo y bendición de la Iglesia católica".265 En el mismo
sentido se expresó el cardenal Isidro Gomá, arzobispo de Toledo y primado de España:

¿La guerra de España es una guerra civil? No; una lucha de los sin Dios [...] contra la verdadera España, contra la religión
católica.

Se planteó un grave problema para la idea de "cruzada" defendida por el bando sublevado cuando el Partido
Nacionalista Vasco (PNV), un partido católico, permaneció fiel a la República (por lo que en el País Vasco republicano,
que comprendía Vizcaya y Guipúzcoa, no hubo persecución religiosa, ninguna iglesia fue incendiada ni clausurada y el
culto católico se desarrolló con normalidad), lo que echaba por tierra la concepción de la guerra civil como una
"cruzada". Por eso el 6 de agosto de 1936, solo tres semanas después del golpe de julio, el obispo de Vitoria (cuya
diócesis abarcaba entonces también Vizcaya y Guipúzcoa, además de Álava) Mateo Múgica y el obispo de Pamplona
Marcelino Olaechea, publicaron conjuntamente una "Instrucción Pastoral" (que en realidad había sido escrita por el
cardenal primado de Toledo Isidro Gomá) en la que instaban a los nacionalistas vascos a que pusieran fin a su
colaboración con la República.266 En la "instrucción pastoral", y en otros escritos posteriores del cardenal Gomá sobre
la "cuestión vasca", se hace referencia a los sacerdotes asesinados en las primeras semanas de la guerra por los
"nacionales", y no por los "rojos", y cuya muerte en cierta forma justifica por ser "separatistas". El asesinato de estos
sacerdotes motivó las protestas del obispo de Vitoria Mateo Múgica Urrestarazu que fue respondida por la Junta de
Defensa Nacional con la exigencia al Vaticano de que fuera destituido de su obispado y abandonara España, a pesar de
haber apoyado el "alzamiento" (el 14 de octubre de 1936 el obispo Múgica salió camino del exilio).267 Esta "cuestión
vasca" reapareció cuando el País Vasco republicano fue ocupado por los "nacionales" en junio de 1937, a causa de que la
represión también incluyó a numerosos sacerdotes vascos "separatistas" que fueron encarcelados por el delito de
"rebelión".268

Dos meses después se hizo pública la Carta colectiva de los obispos españoles con motivo de la guerra en España que fue
redactada por el cardenal primado de Toledo Isidro Gomá a instancias del "Generalísimo" Francisco Franco que le pidió
el 10 de mayo de 1937 que, dado que el episcopado español le apoyaba, publicara "un escrito que, dirigido al
episcopado de todo el mundo, con ruego de que procure su reproducción en la prensa católica, pueda llegar a poner la
verdad en su punto".269 La "verdad" que pretendía el general Franco que se difundiera en este documento estaba
destinada a contrarrestar la condena hecha por amplios sectores del catolicismo europeo y americano más avanzado de
los asesinatos cometidos por los "nacionales" de catorce sacerdotes en el País Vasco y de miles de obreros y campesinos
en toda la zona sublevada, además de su rechazo a considerar a la guerra civil española como una cruzada o guerra
santa.270

El objetivo que perseguía Franco con la carta colectiva de ganarse a la opinión católica mundial en favor de la causa del
bando sublevado lo logró plenamente porque prácticamente los obispos de todo el mundo adoptaron a partir de
entonces el punto de vista sobre la Guerra Civil Española que manifestaba la carta colectiva, sobre todo por la
descripción que se hacía en ella de la persecución religiosa que se había desencadenado en la zona republicana.271 Sin
embargo, cinco obispos no la suscribieron. Entre ellos se encontraba el obispo exiliado de Vitoria Mateo Múgica
Urrestarazu que "no podía firmar un documento en el que, respondiendo a la acusación de que en la zona franquista
también había una dura represión, se elogiaban los principios de justicia y el modo de aplicarla de los tribunales
militares".272 Tampoco la firmó el cardenal Vidal y Barraquer, que era sin duda el caso más significativo de los cinco
porque se trataba tal vez de la figura más destacada de aquel momento de la Iglesia Católica en España. La negativa a
firmar la carta se basó en que él "creía que en aquella guerra fratricida la Iglesia no debía identificarse con ninguno de
los dos bandos, sino más bien hacer obra de pacificación".272

El Vaticano anunció que iba a reconocer plenamente al bando sublevado, en medio del derrumbe del frente de Aragón
de la primavera de 1938, cuando comunicó que iba nombrar un nuncio que sustituiría al "delegado papal" Ildebrando
Antoniutti, que desde julio de 1937 había detentado la representación pontificia ante el "Generalísimo" Franco. El
designado por el papa Pío XI fue monseñor Gaetano Cicognani. Presentó sus cartas credenciales a Franco el 24 de mayo,
y un mes después, el 30 de junio, hacía lo mismo "en solemnes audiencia" ante Pío XI el embajador de la "España
nacional" ante el Vaticano, José Yanguas Messía.273

Cuando se produjo el triunfo de los "nacionales" en la guerra, la "Iglesia española, que se había adherido masivamente al
alzamiento, se volcó con entusiasmo en las fiestas de la victoria sobre la otra media. Y la misma Santa Sede, que durante
la mayor parte del conflicto se había mostrado tan reticiente, al final se sumó también a las celebraciones".274 El 1 de
abril de 1939, el mismo día en que el "Generalísmo" Franco emitió el famoso "último parte" en el que proclamaba "la
guerra ha terminado", el papa Pío XII (el cardenal Pacelli que el día 2 de marzo había sido nombrado papa tras la muerte
de Pío XI) felicitaba telegráficamente a Franco por su "victoria católica":275 Dos semanas después, el 16 de abril de
1939, Radio Vaticano difundió un mensaje leído por el propio papa Pío XII que decía:276

Con inmenso gozo nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la Católica España, para expresaros nuestra paterna
congratulación por el don de la paz y de la victoria, con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra
fe y caridad, probado en tantos y tan generosos sufrimientos

El 20 de mayo de 1939, un mes después del desfile de la Victoria presidido en Madrid por el "Generalísmo" Franco", tuvo
lugar en la Iglesia de Santa Bárbara de Madrid) una ceremonia político-religiosa "medievalizante que quería representar
en forma de drama sacro la ideología de la guerra santa que acababa de concluir" en la que el general Franco con
uniforme de capitán general, camisa azul (de Falange) y boina roja (de los requetés) acompañado de su esposa entró
bajo palio en el templo (mientras el órgano hacía sonar el himno nacional) donde ofrendó la espada de la victoria a
Dios.277 A continuación el cardenal Gomá, que presidía la ceremonia acompañado de diecinueve obispos (y en
presencia del nuncio del Vaticano monseñor Cicognani), bendijo al "Caudillo" hincado de rodillas ante él:278

El señor sea siempre contigo. Él, de quien procede todo Derecho y todo Poder y bajo cuyo imperio están todas las cosas,
te bendiga y con amorosa providencia siga protegiéndote, así como al pueblo cuyo régimen te ha sido confiado. Prenda
de ello sea la bendición que te doy en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

La Iglesia católica en la zona republicana

Sobre todo durante los primeros meses de la guerra en la zona republicana se desató una "salvaje persecución religiosa"
con asesinatos, incendios y saqueos cuyos autores fueron "los extremistas, los incontrolados y los delincuentes comunes
salidos de las cárceles que se les sumaron", todo ello inmerso en la ola de violencia desatada contra las personas y las
instituciones que representaban el "orden burgués" que quería destruir la revolución social española de 1936 que se
produjo en la zona donde el alzamiento militar fracasó.261 "Durante varios meses bastaba que alguien fuera
identificado como sacerdote, religioso o simplemente cristiano militante, miembro de alguna organización apostólica o
piadosa para que fuera ejecutado sin proceso".279

En cuanto al número de víctimas un folleto de propaganda franquista editado en París en 1937 cifró el número en
16.750 sacerdotes y el 80% de los miembros de las órdenes religiosas. Estas cifras se mantuvieron como las oficiales
durante las dos primeras décadas de la dictadura franquista hasta que en 1961 el sacerdote Antonio Montero Moreno
(que después sería obispo de Badajoz) publicó el único estudio sistemático y serio que se ha realizado hasta ahora,
citando por sus nombres a las víctimas. Según ese estudio titulado Historia de la persecución religiosa en España 1936-
1939280 fueron asesinados en la zona republicana 12 obispos, 4184 sacerdotes seculares, 2365 religiosos y 263
monjas.281 Queda pendiente conocer el número de los seglares católicos que fueron asesinados no por lo que
supuestamente hubieran hecho individualmente sino por pertenecer a una asociación confesional católica o meramente
por ser católicos practicantes.282

Lo que las investigaciones posteriores a la de Montero Moreno han aclarado es que el mayor número de asesinatos se
produjo entre julio y septiembre de 1936 cuando los miembros del clero eran apresados y ejecutados sin ningún tipo de
juicio. A partir de la última fecha comenzaron a funcionar los tribunales populares bajo el impulso del nuevo gobierno de
Largo Caballero que dieron unas mínimas garantías jurídicas a los detenidos y las condenas solían acabar con penas de
prisión y no con la muerte. Tras los sucesos de mayo de 1937 y la formación del gobierno de Juan Negrín en el que el
ministerio de justicia fue ocupado por el católico del PNV Manuel de Irujo cesaron completamente los asesinatos y la
mayoría de los sacerdotes que estaban en prisión fueron puestos en libertad. Sin embargo, la prohibición del culto
público católico continuó así como otras medidas revolucionarias. Sólo al final de la guerra con la desbandada del
ejército republicano hacia la frontera francesa volvieron a producirse nuevas víctimas entre los miembros del clero,
entre las que destaca el obispo de Teruel Anselmo Polanco Fontecha.283 Así pues, según el historiador y monje
benedictino Hilari Raguer, "no se puede negar la trágica realidad de las matanzas del verano del 36, pero es
confusionario pretender que el terror hubiera durado hasta el final de la guerra".283

Las autoridades republicanas (especialmente los gobiernos autónomos de Cataluña y del País Vasco) intentaron evitar
los asesinatos de sacerdotes y religiosos, y en general de las personas de derechas y de militares. En el País Vasco el
gobierno de José Antonio Aguirre consiguió dominar la situación y allí no hubo persecución religiosa. En Cataluña, a
pesar de que el poder efectivo lo tenían los cientos de comités revolucionarios fundamentalmente anarquistas que
habían surgido tras la derrota de la sublevación del 19 de julio, la Generalidad presidida por Lluís Companys consiguió
poner a salvo a miles de personas de derechas amenazadas, y entre ellas numerosos sacerdotes (empezando por la
cabeza de la Iglesia en Cataluña, el arzobispo de Tarragona cardenal Vidal y Barraquer que había sido detenido por un
grupo de milicianos) y religiosos (entre ellos 2142 monjas),284 concediéndoles pasaportes y fletando barcos franceses e
italianos para que pudieran huir al extranjero,285 aunque no pudo evitar que cientos de ellos fueran ejecutados por ser
católicos.286

Sin embargo, a pesar de todas estas iniciativas, la Iglesia y el culto católico en la zona republicana, excepto en el País
Vasco, habían desaparecido. En un informe interno presentado ante el Consejo de Ministros el 7 de enero de 1937 el
ministro católico sin cartera del PNV Manuel Irujo denunció que en el "territorio leal" "todas las iglesias se han cerrado
al culto, el cual ha quedado total y absolutamente suspendido". Asimismo, afirmaba Irujo, "todos los conventos han sido
desalojados y suspendida la vida religiosa en los mismos" y "sus edificios, objetos de culto y bienes de todas clases
fueron incendiados, saqueados, ocupados o derruidos". "Sacerdotes y religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión
y fusilados sin formación de causa por miles, hechos que, si bien amenguados, continúan aún".287 Acabado su informe
Irujo pidió al resto de miembros del gobierno de Largo Caballero que aprobaran el restablecimiento de la libertad de
conciencia y de la libertad de cultos reconocida en la vigente Constitución de 1931, pero su propuesta fue rechazada por
unanimidad por entender que la opinión pública lo desaprobaría debido al alineamiento de la Iglesia católica con el
bando sublevado, además de aducir el viejo (y falso) argumento, pero muy extendido, de que desde los templos se había
disparado contra las fuerzas leales y contra "el pueblo"288

La excepción la constituyó el País Vasco republicano pues allí no hubo persecución religiosa y el culto católico se
desarrolló con normalidad. La razón fue que el Partido Nacionalista Vasco (PNV), un partido católico, permaneció fiel a la
República.266

En el gobierno que formó el socialista Juan Negrín tras los sucesos de mayo de 1937 el católico y nacionalista vasco
Manuel Irujo ocupó el ministerio de Justicia que era el departamento que tradicionalmente en España se ocupaba de los
asuntos religiosos. El encargo que recibió Irujo de Negrín fue que intentara normalizar la vida religiosa en la zona
republicana.289 El primer fruto de la nueva política fue la tolerancia al culto doméstico por lo que las misas celebradas
en casas particulares ya no fueron perseguidas ni, con algunas pocas excepciones, daban lugar a detenciones, a pesar de
que en ocasiones se convertían en reuniones favorables a los sublevados.290

En cuanto al restablecimiento del culto público el gobierno se encontró con la rotunda oposición de los anarquistas, por
un lado, y, por otro, por la de algunos católicos republicanos y de las autoridades eclesiásticas que pensaban que las
iglesias no se podían reabrir sin más olvidando los asesinatos y los incendios de los primeros meses de la guerra, además
de que todo ello se podría convertir en un instrumento de la propaganda republicana.291 El gobierno llegó a enviar en
secreto a Roma a un eclesiástico para que hiciera saber al Vaticano su propósito de normalizar la vida eclesiástica y
reconciliarse con la Iglesia.292 Pero la respuesta del Vaticano fue evasiva sin comprometerse en nada.293

Un nuevo gesto de reconciliación con la Iglesia se produjo el 17 de octubre de 1938 cuando cuatro ministros del
gobierno presidieron el entierro católico del oficial vasco capitán Vicente Eguía Sagarduy muerto en combate, al que se
le dio gran publicidad en la prensa y que tuvo gran impacto a nivel internacional.294 El paso siguiente fue la creación el
8 de diciembre de 1938 del Comisariado de Cultos de la República encargado de proteger la libertad religiosa y de cultos,
al frente del cual Negrín nombró a un colega católico y amigo suyo Jesús María Bellido Golferichs,que aceptó el cargo
"cumpliendo un deber de católico". Pero el culto público no tuvo tiempo para ser restablecido a causa de la ofensiva de
Cataluña que lanzó el "Generalísimo Franco" el 23 de diciembre de 1938 y que en sólo mes y medio ocupó toda
Cataluña. Así pues, la reapertura de los templos católicos en Cataluña no fue obra de la República sino que la trajeron las
tropas de Franco (cuando ya se habían hecho los preparativos para reabrir al culto una de las capillas de la catedral de
Tarragona, los "nacionales" entraron en la ciudad el 15 de enero).295

La represión en las retaguardias

Artículos principales: Terror Rojo (España), Terror Blanco (España) y Víctimas de la Guerra Civil Española.

Durante los primeros días, unas 50.000 personas que quedaron atrapadas en el bando contrario fueron ejecutadas
mediante los llamados paseos. Estos eran realizados por grupos armados que iban a buscar a la gente a sus casas o las
cárceles donde se hallaban presos y bajo el eufemismo de vamos a dar un paseo los llevaban a cualquier carretera o a
las tapias del cementerio y los ejecutaban.

Posiblemente el más divulgado de tales ajusticiamientos entre los llevados a cabo por el bando nacional, debido a la
relevancia del protagonista, sea el del poeta y dramaturgo Federico García Lorca en el barranco de Víznar en Granada.
También adquirió gran relevancia la masacre de Badajoz, perpetrada por las tropas sublevadas tras la toma de la ciudad.

Por parte del bando republicano la mayor serie de asesinatos masivos fueron las Matanzas de Paracuellos entre el 7 de
noviembre y el 4 de diciembre de 1936, sacas de los presos de las cárceles de Madrid (entre los que se encontraba el
dramaturgo Pedro Muñoz Seca junto otras personas, intelectuales, religiosos, políticos y militares) y asesinados, la
mayoría, en la localidad de Paracuellos.

En el contexto de la guerra fueron muchos los que se aprovecharon para realizar tan macabros actos, a veces por
venganza sin relación con la propia contienda, y cuando una zona caía en manos de uno u otro bando, no tardaban en
llegar los paseos. Especialmente cruel para la población fue el caso de las localidades que fueron intermitentemente
ocupadas por ambos bandos, con las consiguientes y repetidas ejecuciones y venganzas.

En la zona bajo control de la República, los enfrentamientos entre milicias y facciones opuestas también sirvieron de
coartada a episodios de represión sangrientos, como en el caso de las jornadas de mayo de 1937 en Barcelona, narradas
por el escritor inglés George Orwell en su obra Homenaje a Cataluña, basada en su experiencia de primera mano.

El militar Ramón Salas Larrazábal estudió las cifras de víctimas que pudieron morir en estas retaguardias. Consideró,
según sus estudios que todas las víctimas fueron inscritas en los Registros Civiles, haciendo un cálculo aproximado de las
muertes de la Guerra. En el Anexo:Mortalidad en la Guerra Civil Española, por inscripción en juzgados, se puede ver un
resumen de sus conclusiones. Sin embargo en estudios posteriores, y por ejemplo, en Navarra que el consideraba lugar
testigo, se ha podido comprobar que las víctimas de la represión eran muy superiores a las cifras que él había calculado.

Investigación de los crímenes

Terminada la guerra, el bando republicano fue acusado por el bando sublevado de la comisión de crímenes desde los
primeros días de la guerra. Las principales acusaciones se refieren a la persecución religiosa contra los católicos,296 297
la creación de centros de detención semiclandestinos (checas) donde se torturaba y asesinaba a los sospechosos de
simpatizar con el bando contrario298 y la realización de asesinatos masivos como las matanzas de la Cárcel Modelo de
Madrid299 y de Paracuellos.300 El régimen franquista promovió una extensa investigación sobre estos hechos conocida
como Causa General301 302 que, pese a haber sido realizada con parcialidad y sin las suficientes garantías procesales,
contó con abundantes pruebas documentales y testificales.
Por su parte, los delitos de los vencedores nunca fueron investigados ni enjuiciados. Numerosas voces del ámbito
jurídico como Baltasar Garzón (ex-magistrado español de la Audiencia Nacional), Carlos Jiménez Villarejo (fundador de la
asociación Justicia Democrática),8 Raúl Zaffaroni (penalista y magistrado de la Corte Suprema de Argentina),9 así como
diversas asociaciones de víctimas del franquismo y otros, sostienen que el bando sublevado cometió actos de genocidio
y crímenes contra la humanidad, ya que en la documentación ahora disponible, como los archivos militares de la época,
se demostraría que sus planes incluyeron el exterminio y persecución sistemática de la oposición política, la violación de
las mujeres de la zona republicana,303 304 la imposición de tests físicos y psicológicos a presos para vincular su
ideología con enfermedades mentales o el robo sistemático de niños a padres republicanos para eliminar la
"contaminación" ideológica, a los que todavía se oculta su verdadera identidad.

Por considerar que dichos actos, por su naturaleza de crímenes contra la humanidad no pueden prescribir ni ser
absueltos, Baltasar Garzón inició un proceso para investigar los hechos, basándose en el que ya había impulsado
infructuosamente contra el exdictador chileno Augusto Pinochet, buscando la justicia y la reparación de las víctimas del
Franquismo. Entre otras consideraciones, argumentó la acusación de genocidio,305 citando al auto 211/2008 del
Juzgado Central de Instrucción núm. 2 (Caso SS-Totenkopf o Genocidio nazi), mediante el cual se consideraba delitos de
genocidio y lesa humanidad los cometidos contra los españoles recluidos en los campos de concentración nacional-
socialistas con motivaciones políticas o ideológicas.11 12 306

La Audiencia Nacional de España decidió por mayoría de votos y sin hacer ninguna valoración acerca del carácter
delictivo de los hechos denunciados, que el Juzgado Central de Instrucción nº 5 dirigido por Garzón carecía de
competencia objetiva para investigarlos, al considerar extinguida la posible responsabilidad criminal de los investigados
a causa de su fallecimiento.307 Los magistrados discrepantes consideraron que el juzgado sí era competente al ser los
hechos investigados "delitos de lesa humanidad y genocidio", por constituir una "sistemática y masiva eliminación de
adversarios políticos" tras la Guerra Civil.308

Consecuencias Económicas

El pago del gasto de la guerra por ambos bandos fue muy elevado. El haber usado el gobierno republicano las reservas
de oro para comprar armamento acabó con las reservas monetarias de la zona republicana. El bando sublevado tuvo
que abonar mucho dinero tras finalizar el conflicto, en gran parte dejando que Alemania explotara las reservas mineras
de la península y del África Española del momento, por lo que hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial casi no
tuvieron posibilidad alguna de obtener ingresos. España había quedado devastada en algunas zonas, con pueblos
totalmente asolados. La economía española tardaría décadas en recuperarse.[cita requerida]

Víctimas de la Guerra Civil

Fosa común en Estépar, provincia de Burgos, con 26 víctimas del bando republicano. La excavación tuvo lugar en el mes
de julio de 2014.

El número de víctimas civiles aún se discute. Algunos afirman exageradamente que la cifra se situaría entre 500 000 y 1
000 000 de personas.2 Muchas de estas muertes no fueron debidas a los combates, sino a la represión en forma de
ejecuciones sumarias y paseos. Esta se llevó a cabo en el bando sublevado de manera sistemática y por orden de sus
superiores, mientras en el bando republicano se produjo de manera descontrolada en momentos en que el gobierno
perdió el control de las masas armadas.309 Los abusos se centraron en todos aquellos sospechosos de simpatizar con el
bando contrario. En el bando sublevado se persiguió principalmente a sindicalistas y políticos republicanos (tanto de
izquierdas como de derechas), mientras en el bando republicano esta represión se dirigió hacia simpatizantes de la
reacción o sospechosos de serlo y sacerdotes de la Iglesia Católica, llegando a quemar conventos e iglesias y asesinando
a obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas. Es incalculable la pérdida en el patrimonio histórico y artístico de la Iglesia
Católica, pues se destruyeron unos 20 000 edificios —entre ellos varias catedrales— incluyendo su ornamentación
(retablos e imágenes) y archivos.310 311

El número de muertos en la Guerra Civil española sólo puede ser estimado de manera aproximada. El bando sublevado
estableció una cifra de 500.000, incluyendo además de los muertos en combate, a las víctimas de bombardeos,
ejecuciones y asesinatos. Estimaciones recientes arrojan esa misma cifra de 500.000 muertos o algo menos, sin incluir a
quienes murieron de malnutrición, hambre y enfermedades engendradas por la guerra. La cifra de un millón de
muertos, a veces citada, procede de una novela de Gironella, que la justifica entre los 500.000 reconocidos y otros
tantos cuya vida resultó irremediablemente destrozada.

La represión franquista de la posguerra y el exilio republicano

Tras la guerra, la represión franquista inició un proceso represivo contra el bando perdedor, iniciándose una limpieza de
la que fue llamada La España Roja y contra cualquier elemento relacionado con la República, lo que condujo a muchos al
exilio o la muerte, produciéndose el robo de bebés de padres republicanos, que aún a día de hoy desconocen, en
muchos casos, su identidad. Durante ese tiempo, hablar de democracia, república o marxismo era ilegal y perseguible.

El exilio forzoso de muchos represaliados antes, durante y después de la guerra es difícil de cuantificar. Según su
situación geográfica y sus preferencias políticas se optó entre salir por mar, cruzando el océano para pasar a países
sudamericanos en su mayoría o el mar los más pudientes para ir a Inglaterra o Francia. O por tierra cruzando los Pirineos
al lado galo, país que muchos eligieron por su cercanía con España y su creencia de buena acogida, demostrándose su
error con hechos como los campos de concentración de Bram.

El exilio republicano se produjo en tres momentos. El primero fue la campaña del Norte (marzo-noviembre de 1937); el
segundo la caída de Cataluña, enero-febrero de 1939, durante la cual pasaron a Francia alrededor de 400 000 personas
(una cantidad tan importante que desbordó a las autoridades francesas que tuvieron que improvisar diversos campos de
concentración, incluso en las playas, donde los recluidos padecieron unas duras condiciones de vida), aunque casi la
mitad de ellas acabarían retornando a España; la tercera y última oleada se produjo al final de guerra, en los últimos días
de marzo de 1939, cuando miles de republicanos se dirigieron a los puertos de Levante para conseguir un barco que los
llevara al exilio, pero muy pocos lo consiguieron.312 Se calcula que en el mes de marzo de 1939 sólo pudieron
abandonar España entre 7000 y 7500 personas, incluidos los marinos de la dotación de la Flota que huyó a Bizerta.313

Entre los exiliados se encontraba una parte significativa de las élites intelectuales españolas que buscaron acomodo en
otros países, especialmente en México, lo que supuso una enorme pérdida de capital humano para España. Así por
ejemplo, "en febrero de 1942 el consulado general de México en Vichy censó a 13 400 españoles de formación superior
que deseaban salir de la Francia ocupada; entre ellos 1743 médicos, 1224 abogados, 431 ingenieros y 163 profesores de
los 430 que poseía España en 1936".314

Relaciones internacionales

Las repercusiones políticas y emocionales de la guerra trascendieron de lo que es un conflicto nacional, ya que, por
muchos otros países, la Guerra Civil española fue vista como parte de un conflicto internacional que se libraba entre la
religión y el ateísmo, la revolución y el fascismo. Para la URSS, Alemania e Italia, España fue terreno de prueba de nuevos
métodos de guerra aérea y de carros de combate. Para Gran Bretaña y Francia, el conflicto representó una nueva
amenaza al equilibrio internacional que trataban dificultosamente de preservar, el cual se derrumbó en 1939 (pocos
meses después del fin de la guerra española) con la Segunda Guerra Mundial. El pacto de Alemania con la Unión
Soviética supuso el fin del interés de ésta en mantener su presión revolucionaria en el sur de Europa.
En cuanto a la política exterior, la GCE supuso el aislamiento de España y la retirada de embajadores de casi todo el
mundo. Sólo unos pocos países mantuvieron relaciones diplomáticas con España desde el final de la II Guerra Mundial
hasta el inicio de la Guerra Fría. A partir de los años 50, las relaciones internacionales españolas, con el apoyo de EE.UU,
pasan a ser casi normales, salvo con los países del Bloque Soviético.

Las «Regiones Devastadas»

Durante la Guerra Civil Española de 1936 a 1939, muchos pueblos y ciudades resultaron total o parcialmente destruidos.
Una vez finalizada la guerra, se constituyó la Dirección General de Regiones Devastadas que asumió la función de
reconstruirlos.

Entre muchas poblaciones devastadas, se encontraron las siguientes:

Asturias: La Foz, Oviedo, Pendones, Tarna, Villamanín.

Vizcaya: Guernica y Luno, Durango y en menor medida Baracaldo.

Cantabria: Las Rozas de Valdearroyo.

Castellón: Benafer, Chilches.

Extremadura: Mérida.

Guadalajara: Gajanejos, Hita, Masegoso de Tajuña.

Guipúzcoa: Éibar.

Huesca: Banariés, Banastás, Huerrios, Igriés, Lascascas.

Madrid: Brunete, La Hiruela, Prádena del Rincón, Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo.

Jaén: Lopera, Higuera de Calatrava, Santiago de Calatrava.

Teruel: Teruel, Híjar.

Zaragoza: Belchite.

Memoria histórica

Mapa de fosas de la Guerra Civil Española. Localización geográfica de las fosas o lugares de enterramiento en el
territorio español de las que se dispone información, representadas con símbolos de diferentes colores según la
actuación realizada sobre cada una de ellas. Fuente: Ministerio de Justicia

En 2007 el gobierno español aprobó la Ley de Memoria Histórica, que intenta restaurar la memoria y dignidad de los
represaliados.315 Esta incluye renombrar vías públicas con nombres franquistas, eliminación de símbolos falangistas de
monumentos, mapas de fosas comunes y exhumación de cadáveres, etc.316

Igualmente, otras administraciones económicas han actuado en la misma línea,317 llegando a pronunciarse a favor la
ONU318

La guerra civil en el arte

El tema de la Guerra Civil es el de mayor producción literaria de toda la historiografía española,319 así como el más
polémico y generador de debate social y político (véase memoria histórica). Aunque hay un acuerdo casi unánime en las
fechas, los denominados revisionistas próximos al franquismo, proponen la revolución de 1934 como inicio de la guerra.
La propia declaración del estado de guerra fue divergente en ambos bandos: el gobierno republicano no declaró el
estado de guerra hasta casi su final (para mantener el control civil de todas las instituciones), mientras que el gobierno
de Franco no levantó la declaración hasta varios años después de terminada (para garantizar su control militar).

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