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TEMA 53.

LA DICTADURA FRANQUISTA: RÉGIMEN


POLÍTICO, EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL

1. INTRODUCCIÓN
2. EL FRANQUISMO. UNA DEFINICIÓN
3. EL PRIMER FRANQUISMO (1939 – 1957)
4. EL APOGEO DEL FRANQUISMO (1957 – 1973)
5. CRISIS DEL RÉGIMEN (1973 – 1975)
6. CONCLUSIÓN
7. BIBLIOGRAFÍA

1. INTRODUCCIÓN
En este tema vamos a estudiar los treinta y seis años de la dictadura franquista. Para poder llevar
una explicación coherente del mismo, hemos optado por una división cronológica en las tres
etapas en las que se divide tradicionalmente la historia de este régimen político. En cada una de
ellas, analizaremos la política interior, la internacional, sociedad y la economía con el objetivo
de tener una visión global del franquismo. Antes de hacer esto, es necesaria una explicación de
la naturaleza y las principales características del franquismo.

2. EL FRANQUISMO. UNA DEFINICIÓN

Las características del franquismo y sus similitudes y diferencias con otros regímenes
dictatoriales contemporáneos, han sido ampliamente discutidas por sociólogos, economistas e
historiadores. Algunas de las interpretaciones más destacadas son las de Juan José Linz, Javier
Tusell, Josep Fontana, Molinero e Ysas y Stanley Payne, entre otros.

Todos ellos coinciden en una periodización del régimen que evoluciona desde la autarquía de
posguerra inmediata (1939 – 1959), los años centrales del franquismo marcados por el
desarrollismo (1959 – 1973), hasta su ocaso final caracterizado por una profunda crisis del
régimen (1973 – 1975). El fracaso de la economía autárquica e intervencionista a llenar un
segundo viraje en los años cincuenta. Esto va a permitir que España se incorpore al ciclo de
crecimiento excepcional de la economía mundial. Los cambios y las luchas sociales en los años
sesenta, van a forzar al régimen franquista a una mayor permisividad, también forzada por las
exigencias derivadas de las relaciones exteriores. Asimismo, cabe señalar el funcionamiento
intenso de los aparatos represivos hacia el final de la dictadura. El franquismo de los años
setenta no era el de los años cuarenta. El régimen había cambiado forzado por las
circunstancias.

Las principales características del franquismo son:

1) Carencia de Constitución. No obstante, con los años se irá produciendo un proceso


acumulativo de leyes básicas, conocidas como Leyes Fundamentales. Dichas leyes
regularán los principales aspectos del derecho público.
2) Inexistencia de partidos políticos: El Decreto 25 de septiembre de 1936 pretendió
unificar las distintas fuerzas políticas rebeldes contra la república. La unificación
definitiva vendrá por el decreto del 19 de abril de 1937, que dará lugar a la aparición de
la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas Ofensivas Nacionales Sindicalistas
(FET y de las JONS)
3) Concentración del poder. Es la característica intrínseca del nuevo régimen político. Se
concentraba todo el poder político y militar en una sola persona, el general Franco. Éste
asumirá sucesivamente la Jefatura del Gobierno, la Jefatura del Ejército, la Jefatura del
Estado y la Jefatura Nacional del Movimiento.
4) Potestad legislativa en la Jefatura del Estado. La ley del 30 de enero de 1938 y la ley
del 8 de agosto de 1939 atribuían al jefe del estado la potestad de dictar normas
jurídicas y leyes, respectivamente, sin deliberación del Consejo de Ministros.
5) Existencia de “familias políticas”. En torno al poder, se establecieron diferentes
fuerzas o familias políticas heredadas, en algunos casos, de los partidos que apoyaron el
pronunciamiento y que se aglutinaron tras el Decreto de Unificación de 1937. Dichas
fuerzas son: Falange, los católicos, los monárquicos alfonsinos y carlistas, los
tecnócratas del Opus Dei y los militares.

3. EL PRIMER FRANQUISMO (1939 – 1959)

El nuevo sistema político iniciado a partir del 1 de abril de 1939 se basa en la división entre
vencedores y vencidos, en la imposición de los valores de los primeros y en la negación de los
principios políticos e ideológicos de los segundos.

El estado de guerra siguió en vigor hasta 1948, momento en el que se impuso una estricta
censura de prensa, se prohibió toda manifestación de la diversidad cultural y lingüística y se
persiguió cualquier tipo de disidencia política, religiosa o ideológica.

La dureza de la represión fue amortiguándose con el paso del tiempo. Fueron disminuyendo las
ejecuciones por motivos políticos, muy numerosas durante el periodo de posguerra inmediata, y
muchos disidentes tomaron la vía del exilio.

En lo que respecta a la política interna del primer gobierno de la posguerra, se constituyó el 8 de


agosto de 1939. Franco, que ya acumulaba la Jefatura del Estado y del Gobierno, eligió
cuidadosamente a sus ministros entre las distintas familias del bando nacional: monárquicos
alfonsinos, carlistas, falangistas y militares. Sin una ideología definida claramente, Franco inició
su tradicional papel de árbitro entre estas familias.

En 1939, Falange Española Tradicionalista y de las Juntas Ofensivas Nacionales Sindicalistas


(FET y de las JONS) contaba con una afiliación numerosa y poco activa. La mayoría de sus
miembros no parecían comulgar con el creado nacional sindicalista de su creador, José Antonio
Primo de Rivera y de los camisas viejas. En la inmediata posguerra, los falangistas ocuparon el
37% de los ministerios y el 30% de los cargos administrativos. Mucho más importante fue el
papel de los militares que, hasta 1945, ocuparon casi la mitad de los ministerios. Controlaban la
represión, las fuerzas de seguridad y los ministerios económicos y gozaban de privilegios
especiales.

En 1939, Ramón Serrano Suñer, concuñado de Franco, se consolidó de manera definitiva como
mano derecha de éste. Inició entonces la fascistación del régimen siguiendo el modelo italiano.
Para ello, se apoyó en la Falange, a la que trató de descargar de su contenido social. Así, se
aprobaron los estatutos de FET y de las JONS; se encomendó al Sindicato de Estudiantes
Universitarios (SEU) y a su organización juvenil, Frente de Juventudes, el adoctrinamiento de la
juventud; se estableció la Organización Sindical bajo el mando de los falangistas, y se impuso
una política económica inspirada en el corporativismo italiano. Fue un proyecto fallido, pues el
resto de las familias del régimen se opusieron a una configuración fascista del régimen.

Los falangistas animados por los éxitos del Eje, y liderados por Serrano Suñer, pretendían el
establecimiento de un Estado corporativo de corte fascista. Los monárquicos y la mayoría de los
militares pensaban más en la restauración de la monarquía dentro de un régimen con un claro
talante autoritario. En el verano de 1942, las peleas callejeras entre falangistas y sus rivales eran
cada vez más habituales, culminando en agosto con el atentado de Begoña1 (Guipúzcoa). El
Caudillo volvió a ejercer sus dotes arbitrales con la ayuda de Luis Carrero Blanco, Subsecretario
de la Presidencia del Gobierno y monárquico de extrema derecha. Fue quién sustituyó a Serrano
Suñer, Varela y Galarza.

A partir de entonces, la situación se mantuvo tranquila e inestable. Sin embargo, el final de la


Segunda Guerra Mundial volvió a recrudecer la lucha entre ambos sectores. Desde 1945, Franco
planteó la defensa de su régimen y para ello, se apoyó en los falangistas. Por el contrario, los
monárquicos, mayoritariamente partidarios de Don Juan de Borbón como futuro rey, vieron
llegada la hora de sustituir al Caudillo. Franco, que nunca renegó de sus principios
monárquicos, intentó mantener buenas relaciones con este grupo, estando predispuesto al
diálogo. No obstante, el pretendiente se decantó hacia posturas claramente democráticas en el
Manifiesto de Lausana2 (marzo 1945). Esto agravió aún más las relaciones. La oposición vio
también la posibilidad de acabar con el régimen, optando los sectores más moderados por pactar
con Don Juan. Comunistas y monárquicos, por su parte, reanudaron las operaciones guerrilleras
en el norte en los años 1946 – 1947.

Franco supo resistir la presión exterior e incluso decidió dar forma institucional al régimen, lo
que implícitamente reflejaba una voluntad de permanencia en el poder. Lo hizo mediante el
Fuero de los Españoles3 y la Ley de Sucesión. Esto revistió al régimen de una falsa imagen
democrática hacia el exterior: la democracia orgánica. A partir de 1942, se habla de Falange
como movimiento y no como partido. La pérdida de influencia de la Falange como fuente
ideológica del régimen fue sustituida por el Nacionalcatolicismo. El catolicismo tradicional
pasó a ser el fundamento doctrinal del franquismo. La principal figura fue Alberto Martín
Artajo.

La redefinición del régimen avanzó un paso más con la Ley de Sucesión, del 7 de junio de
1947. Para la aprobación de la misma se recurrió a un referéndum, con el se pretendía legitimar
la autoridad de Franco como un régimen vitalicio con facultad para designar al sucesor de la
Corona. Sin embargo, el Caudillo nunca se comprometió en plazos ni procedimientos con los
monárquicos.

1
Suceso ocurrido en el verano de 1942 en el que un grupo de falangista arrojó una bomba contra el general José
Enrique Varela, carlista. Los militares vieron en este atentado un ataque contra todos ellos.
2
Fue un manifiesto hecho público por don Juan de Borbón el 19 de marzo de 1945 en Lausana. En él, el pretendiente
al trono de España rompió con la dictadura del general Franco. Don Juan le pedía al dictador que abandonara el poder
y diera paso libre a la restauración de la monarquía en su persona, como hijo y heredero legítimo del rey Alfonso
XIII.
3
Fue promulgado el 17 de julio de 1945. Pretendía ser una carta magna de los derechos individuales de los españoles
siempre y cuando no atentaran contra los principios fundamentales del Estado que se reservaba el derecho de
suspenderlos temporalmente.
Al final de la década de los cuarenta, no existía ninguna oposición seria al régimen. No
obstante, a partir de 1951 siguieron años en el que los enfrentamientos entre estudiantes fueron
creciendo hasta 1956. A mediados de los cincuenta, había mucho inconformismo con el régimen
entre la mayoría de los estudiantes y el profesorado más joven.

La falange quiso entonces asegurarse su papel en el régimen proponiendo al Caudillo la


aprobación de unas leyes que fijasen su competencia e ideario. Franco se mostró reticente y la
jerarquía eclesiástica expresó su frontal oposición. Fue dando largas al asunto hasta que el grado
de enfrentamiento entre las familias se hizo insostenible. El 25 de febrero de 1957, se vio
obligado a ejercer nuevamente de árbitro en las rencillas gubernamentales, sustituyendo a doce
de sus dieciocho ministros. En el nuevo gobierno, quedaba consagrado el sector tecnócrata y la
definitiva marginación de la falange.

Tras la derrota de los proyectos de Arrese (Falange), la institucionalización del régimen correría
a cargo de Laureano López Rodó, que se había convertido en la mano derecha de Carrero
Blanco. López Rodó presentó un proyecto de ley del Régimen Jurídico de la Administración
del Estado (1957) que omitía cualquier referencia al movimiento y que se basaba en parámetros
administrativos. La Ley del Movimiento fue finalmente aprobada en 1958.

En lo que respecta a la política exterior, tras iniciarse la Segunda Guerra Mundial, la posición
del nuevo estado era claramente proclive hacia Alemania e Italia, llegando a plantearse incluso
la entrada en el conflicto. El 4 de septiembre de 1939, España se declaró neutral debido a las
diferencias diplomáticas con Alemania. El 23 de octubre de 1940, Franco y Hitler se reunieron
en Hendaya para negociar los términos de la colaboración, pero la reunión concluyó sin
acuerdo.

Con la evolución favorable a los aliados, tras su desembarco en el noroeste de África, el 8 de


noviembre de 1942, la diplomacia española elaboró un memorándum en el que declaraba que
Alemania podía acabar sufriendo una derrota como la de 1918.

A comienzos de 1944, la política económica aliada hacia España se endureció


considerablemente, llegando finalmente a un acuerdo oficial el 1 de mayo. El acuerdo estipulaba
que España reservaría todo su wolframio para los aliados, que se cerraría el consulado alemán
en Tánger, y que se expulsaría a los agentes de información alemanes de España, a cambio de
envíos de petróleo y de otros productos.

El éxito de la invasión aliada de Francia convenció a Franco finalmente de que la derrota


alemana era inevitable. El intento de Franco de cambiar parcialmente de táctica era pobre y
demasiado tardío. Inmediatamente después del fin de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno
de Franco solía describirse en otros países como “la última dictadura fascista” de Europa. Se
denegó su ingreso en las Naciones Unidas, por lo que el régimen se vio condenado al
ostracismo.

El gobierno de Franco siguió la consigna que le sugirió Carrero al Caudillo: “orden, unidad y
aguantar”. Además, para compensar el ostracismo de Franco respecto a Europa, se trató de
estrechar las relaciones con los países latinoamericanos. Principalmente, tuvo éxito al conseguir
el apoyo del régimen argentino de Perón, que proporcionó una ayuda económica fundamental
entre 1946 y 1948. La instauración de dictaduras comunistas en la Europa oriental dio comienzo
a la Guerra Fría. La política de ostracismo internacional comenzó a debilitarse y el 10 de febrero
de 1948, Francia abrió la frontera pirenaica por primera vez en casi dos años. Estados Unidos
inició un acercamiento, cuyo primer beneficio consistió en un préstamo de 25 millones de
dólares de un importante banco neoyorquino, en febrero de 1949.

Las relaciones con Estados Unidos se desarrollaron en el clima anticomunista de la Guerra de


Corea. Las negociaciones con esta nación se materializaron en los tres acuerdos ejecutivos que
integraron el Pacto de Madrid, firmado el 26 de septiembre de 1953. Estos acuerdos preveían
la defensa mutua y la asistencia militar a España durante 10 años, así como ayuda económica.

Las negociaciones con el Vaticano fructificaron con la firma del Concordato, que se llevó a
cabo finalmente en agosto de 1953.Contenía el reconocimiento pleno, por parte de la Iglesia, del
Estado español.

Con estos dos acuerdos, parecía que el panorama internacional se abría de forma definitiva para
España. Poco después, surgía el problema de Marruecos; problema que provocó fuertes
tensiones hasta el final del franquismo. El 13 de enero de 1956, el Consejo de Ministros español
decidió que pronto habría que negociar la independencia con Marruecos. Después de que
Francia concedió la independencia oficialmente a su zona en marzo de 1956, el gobierno
español no tuvo más remedio que hacer lo propio al cabo de un mes. En noviembre de 1957, se
produjeron los incidentes de Sidi Ifni, que terminaron una nueva intervención militar franco-
española, que pacificó el territorio.

Respecto a la economía, España inició la posguerra con unas perspectivas desalentadoras. No


había reservas de oro y el acceso a créditos internacional estaba cerrado como consecuencia de
la Guerra Mundial.

El fin de la Segunda Guerra Mundial no sirvió para aligerar la penuria económica que padecían
los españoles. España se vio sometida a un ostracismo que le privó de participar en los
proyectos de reconstrucción europea promovida por los Estados Unidos. La economía española
se vio empujada hacia la autarquía, sin ayuda externas para reactivar la producción agrícola e
industrial. El Estado asumió la dirección de la economía, pero sus fondos eran tan insuficientes
que el proceso de recuperación resultó extraordinariamente lento si lo comparamos con lo
sucedido en el resto de Europa. La economía española se ruralizó. La razón de esta vuelta al
campo se debió a las dificultades de abastecimiento de los núcleos urbanos. A pesar de esto, la
política económica del Gobierno se centró en grandes proyectos industriales de escasa eficacia.

La prioridad del régimen fue el desarrollo de la industria básica bajo el control estatal, que
encontró su plasmación en 1941 con la creación del holding público del Instituto Nacional de
Industria (INI).: Iberia (1943), ENASA (1946), SEAT (1949). Se nacionalizó el transporte por
ferrocarril (RENFE) y se dio prioridad a la inversión en siderurgia, carbón e industria
hidroeléctrica. Por el contrario, las industrias dedicadas a la elaboración de productos de
consumo, continuaron en una situación deprimida. La falta de inversión en la agricultura y la
larga sequía de estos años, provocaron la carestía de alimentos por lo que el régimen se vio
obligado a comprarlos en los pocos mercados extranjeros dispuestos a vender, destacando la
Argentina liderada por Perón.

Esta política económica fue seguida por una política fiscal injusta, alimentada por impuestos
indirectos que no favorecía una distribución más igualitaria de la renta y beneficiaba a las
grandes fortunas. Durante estos años, los bancos lograrán beneficios que llegarían a superar el
500 por 100. Los niveles de renta per cápita de los años anteriores a la Guerra Civil, no se
recuperarían hasta 1951.

En todo caso, el modelo autárquico era cada vez menos viable. La elevada inflación, los déficits
crónicos en la balanza de pagos, los pobres resultados en cuanto a la elevación de los niveles de
vida, y la escasez de capitales, ponían de manifiesto que la autarquía no podía mantenerse.

Respecto a la sociedad, hasta finales de la década de 1940, la población sería víctima de grandes
escaseces. Los alimentos eran escasos y de ínfima calidad. Con la finalidad de garantizar el
suministro de productos de primera necesidad, se implantó la cartilla de racionamiento, que se
reveló claramente insuficiente. Los que disfrutaban de una buena situación económica
recurrieron al mercado negro. Los españoles padecieron las penurias del racionamiento durante
10 años, mientras unos pocos acumulaban fortunas gracias al estraperlo.

Como consecuencia de esta escasez generalizada de productos básicos, se producen los


conflictos sociales. En 1951 se produjeron las primeras manifestaciones importantes de
descontento social de la posguerra. Del 1 al 6 de marzo, los barceloneses boicotearon a los
tranvías en protesta por la elevación del precio de los billetes. También en las Vascongadas y
Madrid se registraron las primeras huelgas contra la elevación del coste de vida muy por encima
de las alzas salariales.

4. EL APOGEO DEL FRANQUISMO (1959 – 1973)

Se sucedieron cuatro gobiernos a lo largo de este periodo. El primero de ellos ejerció sus
funciones entre el 10 de julio de 1962 y el 7 de julio de 1965. El segundo ejerció sus funciones
entre el 7 de julio de 1965 y el 29 de octubre de 1969. El tercer gobierno, conocido como el
“Gobierno Monocolor” porque la mayoría de sus miembros se adscribían al Opus Dei, ejerció
sus funciones entre el 29 de octubre de 1969 y el 8 de junio de 1973. El cuarto y último
gobierno ejerció sus funciones entre el 8 de junio y el 20 de diciembre de 1973.

En lo referente a la política interna, los años sesenta suponen la marginación de las tradicionales
familias del régimen y el intento de institucionalizar el régimen a través de torpes medidas
aperturistas que lo adaptasen a la nueva realidad social. En 1966, se aprobó la Ley Orgánica del
Estado, una reforma más administrativa que política del régimen. No era más que una
codificación de seis Leyes Fundamentales, clarificándolas, eliminando la terminología fascista.
La Ley de Prensa presentada por Fraga en 1966, la Ley de Libertad Religiosa (1967) y la Ley de
Representación Familiar (1967) completan las reformas de finales de los sesenta. La primera
supuso la supresión de la censura previa. Las reformas de los años setenta fueron una ocasión
pérdida para liberalizar el régimen y canalizar las nuevas tendencias de la sociedad española.

El nuevo gobierno de 1962 reforzó el liderazgo de los tecnócratas con la incorporación de


nuevos miembros de esta tendencia. Manuel Fraga fue el prototipo de burócrata eficaz. Por
primera vez, el gobierno de 1962 escapaba del tradicional reparto de cargos entre las familias
del régimen ya que prácticamente habían dejado de existir. Se produjeron nuevos alineamientos:
Carrero Blanco se convirtió en el líder de los tecnócratas. Según estos, el poder debería estar en
manos de los “mejores”, que se renovarían por un sistema de captación.

Una vez concluida la institucionalización del régimen, Carrero Blanco y López Rodó
presionaron a Franco para que garantizara la continuidad y estabilidad política, nombrando un
sucesor. El 21 de julio de 1969, Franco presentó ante el Consejo del Reino la designación de
Juan Carlos como sucesor al Trono.

El 29 de octubre de 1969 se constituyó un nuevo gabinete después del estallido del escándalo
del Asunto Matesa4. Franco remodeló totalmente el Gobierno cesando a los miembros
implicados. Sin embargo, el nuevo gobierno supuso una victoria clara de Carrero Blanco, que
consiguió colocar a personas de su confianza, la mayoría vinculadas al Opus Dei, en los
ministerios más importantes. El proyecto de mayor calado durante este gobierno fue el borrador
de asociaciones, presentado en 1970 por el ministro secretario general del Movimiento, el
monárquico conservador Torcuato Fernández Miranda. Tal y como Franco y Carrero deseaban,
el proyecto no llegó a concretarse por falta de impulso político que se suplía con grandes dosis
de retórica oficial. Sin directrices de un Franco cada vez más débil por motivos de salud, el
gobierno se dedicó a labores gestoras, abandonando cualquier proyecto político de envergadura.
El crecimiento de la violencia política por parte de las organizaciones terroristas y los grupos de
extrema derecha paralizó cualquier iniciativa reformista que el Gobierno pudiera albergar.

En junio de 1973, Franco decidió mantenerse al margen de las funciones ejecutivas. Por eso,
nombra a Carrero Blanco presidente del gobierno.

La política exterior en este periodo histórico estuvo personificada por Fernando María de
Castiella, ministro de Asuntos Exteriores entre 1957 y 1969. Los miembros de la CEE no se
dignaron a iniciar conversaciones para una posible incorporación de España hasta 1967, y
algunos de los países de la OTAN vetaron su entrada hasta que Franco no abandonase el poder.
Tampoco resultaron fructíferas las negociaciones de Castiella con los Estados Unidos.

Los desencuentros con Marruecos fueron el principal foco de tensión en las relaciones
exteriores españolas. En 1961, España retiró su último contingente en el protectorado y las
reivindicaciones marroquíes se trasladaron a las restantes posesiones y a la ampliación de sus
aguas territoriales donde tradicionalmente faenaban los pesqueros españoles. En 1963, se
promulgó un estatuto de autonomía que abrió el camino de la independencia concedida en 1968,
y ratificada en referéndum.

El problema de Gibraltar continuó siendo inteligentemente llevado por la propaganda oficial


para demostrar la teoría del acoso externo del régimen por países supuestamente más
desarrollados como Gran Bretaña.

En 1969, Gregorio López Bravo sustituyó a Castiella al frente de la diplomacia española. El


nuevo ministro consiguió que España pasase a ser país asociado de la CEE a partir de 1970, lo
que suponía un trato preferencial en materia comercial. López Bravo también fue el artífice de
la reanudación de relaciones con países del Este como la República Democrática Alemana,
China, Hungría, Polonia, Bulgaria, Rumania y Checoslovaquia.

La política de López Bravo fue continuada por López Rodo, ministro de Asuntos Exteriores en
1973.

En lo referente a la economía, gran parte del éxito de la continuidad de Franco dependía de las
posibilidades del régimen de mantener el crecimiento económico. Al iniciarse la década de los

4
La prensa del Movimiento utilizó el asunto para arremeter contra los ministros, pero Franco no se dejó arrastrar por la campaña y
remodeló totalmente el Gobierno cesando a los ministros implicados y a Fraga, Solís, Castiella y Nieto Antúnez, enemigos de los
tecnócratas, y que habían intentado aprovechar el incidente para acabar con el poder de estos.
cincuenta, España logró recuperar los niveles de renta de antes de la Guerra Civil. En 1952, se
suprimió el racionamiento, aunque continuaron las restricciones en el suministro de energía
eléctrica y el excesivo reglamentarismo en materia de transportes y comercio.

Cuando en 1957 llegaron al gobierno Mariano Navarro Rubio y Alberto Ullastres, ambos
tecnócratas vinculados al Opus Dei, España se encontraba prácticamente en bancarrota, con una
balanza de pagos profundamente desequilibrada y una inflación galopante, y con unos niveles
de consumo y bienestar muy por debajo de los alcanzados en el resto del continente.

El 22 de julio de 1959, Navarro Rubio presentó el Plan de Estabilización Interna y Externa de la


Economía, un amplio paquete de medidas para combatir la inflación, favorecer el ahorro,
liberalizar la inversión nacional y extranjera de las trabas administrativas y reducir el
intervencionismo y reglamentarismo estatal. El plan de choque previsto por Navarro Rubio
pudo contar con los recursos provenientes de inversiones extranjeras, divisas aportadas por los
emigrantes españoles y el incipiente turismo.

El desarrollo económico conseguido a partir del plan de estabilización se convirtió en la pieza


clave de la legitimación del régimen. Franco lo presentó como la culminación de una trayectoria
cuando en realidad era fruto de una rectificación de la política autárquica implantada en la
posguerra.

A pesar de las contradicciones y limitaciones de los planes de desarrollo, el crecimiento


industrial fue extraordinario entre 1963 y 1972. La productividad se duplicó durante el mismo
periodo. Las exportaciones se multiplicaron por diez. Las tasas anuales de crecimiento eran las
más altas de Europa y unas de las más altas del mundo.

La industrialización de los años sesenta y setenta provocó una auténtica transformación social y
cultural en España. Nuestra nación dejó de ser un país rural y agrícola. El proceso de
urbanización se llevó a cabo de forma regionalmente desequilibrada. Al final de franquismo, la
estructura de la población agrícola era superior a las del resto de Europa, el sector servicios y el
industrial ocupaban el 40 y el 38% de la población activa. Sin embargo, el pluriempleo y la
escasa incorporación de la mujer al mundo laboral distinguían todavía a España de la realidad
laboral del resto de Europa.

Demográficamente la población española creció entre un 30% entre 1940 y 1970. Al final de la
dictadura ya serán perceptibles los primeros signos de envejecimiento de la población que se
iban a intensificar en las décadas siguientes. Otro fenómeno destacado fue la emigración
exterior, con destino a Alemania, Francia y Suiza.

La modernización de España supuso el surgimiento de una nueva clase media urbana nacida del
esfuerzo y la austeridad, del pluriempleo y de las largas jornadas laborales. Sin embargo,
mientras que el nivel de vida mejoró, la distribución de ingresos empeoraba.

Una de las principales consecuencias de la modernización de España fue el progresivo


abandono de las costumbres inspiradas en la moral católica tradicional. El bienestar económico,
el impacto cultural del turismo y la propia reforma interna de la Iglesia a raíz del Concilio
Vaticano II impulsaron unos nuevos hábitos en la sociedad española.
5. CRISIS DEL RÉGIMEN FRANQUISTA (1973 – 1975)

El 20 de diciembre de 1973 fue asesinado Carrero Blanco por ETA. Comenzaba entonces un
periodo histórico que se caracterizaría por la inestabilidad y la crisis. Dicho periodo finalizaría
el 20 de noviembre de 1975.

Se designó de manera forzosa a Carlos Arias Navarro como nuevo presidente del gobierno. Su
nombramiento sorprendió a todo el mundo.

El programa del nuevo gobierno se concretó en el discurso del presidente del gobierno ante las
Cortes el 12 de febrero de 1974. Dicho discurso se llamaba el “espíritu del 12 de febrero” y
suponía un alineamiento claro del gobierno con las posiciones de los sectores aperturistas. No
obstante, el franquismo volvía a ofrecer su faceta más negra, con la ejecución del delincuente
polaco Heinz Chez y al anarquista Salvador Puig Antich, pese a las peticiones de clemencia que
se cursaron desde todas las instancias internacionales.

El 9 de julio de 1974, Franco tuvo que ser ingresado en un hospital aquejado de una flebitis. El
Caudillo decidió ceder temporalmente los poderes de la Jefatura del Estado. Los sectores más
aperturistas del régimen creyeron que había llegado la hora del relevo definitivo, de la
restauración de la monarquía en Don Juan Carlos. Su sola insinuación bastó a Franco para
decidirse a recuperar la Jefatura del Estado el 2 de septiembre de ese mismo año.

Por otra parte, el gobierno de Arias Navarra tuvo que enfrentarse a una escalada de violencia
callejera y de terrorismo. El gobierno endureció la legislación antiterrorista fijando la pena de
muerte obligatoria para los asesinos de miembros de las Fuerzas de Seguridad con efectos
retroactivos. Las ejecuciones desataron una campaña internacional de condena en toda Europa.
El 12 de octubre Franco cayó enfermo y finalmente muerte el 20 de noviembre de 1975.

En cuanto a la política exterior, Marruecos se convertiría en foco de conflictos, por la


reivindicación pública que su rey, Hassan II, hizo del Sahara Occidental que concluyó con la
Marcha Verde de 1975.

La mayoría de los problemas económicos planteados después del franquismo se derivan de la


recesión internacional provocada por la crisis del petróleo 5(1973). No obstante, la política
económica franquista provocó graves desajustes que tuvieron que ser combatidos por los
gobiernos de transición: el fuerte desequilibrio regional, la falta de flexibilidad, fruto de
excesivo reglamentarismo oficial; la carencia de infraestructuras como consecuencia de la
escasez de recursos del Estados; las tendencias inflacionistas, y la incapacidad de nuestra
economía para dar empleo a toda la mano de obra disponible sin recurrir a la emigración. Desde
1972, se asistirá a una extraordinaria elevación de los precios de productos primarios y
energéticos; el desarrollismo había llegado a su fin, y la gran dependencia de la economía
española en relación con los suministros exteriores hizo que la crisis revistiera en una España
una especie de gravedad.

5
Comenzó el 16 de octubre de 1973  a raíz de la decisión de la Organización de Países Árabes Exportadores de Petróleo (que
agrupaba a los países árabes miembros de la OPEP más Egipto, Siria y Túnez) con miembros del golfo pérsico de la OPEP (lo que
incluía a Irán) de no exportar más petróleo a los países que habían apoyado a Israel durante la guerra de Yom Kipur (llamada así por
la fecha conmemorativa judía Yom Kipur), que enfrentaba a Israel con Siria y Egipto. El aumento del precio, unido a la gran
dependencia que tenía el mundo industrializado del petróleo, provocó un fuerte efecto inflacionista y una reducción de la actividad
económica de los países afectados. Estos países respondieron con una serie de medidas permanentes para frenar su dependencia
exterior.
Con respecto a la oposición política al régimen franquista, los años que siguieron a la guerra
civil fueron muy duros para los opositores al régimen. La fuerte represión, acompañada de las
victorias del Eje, crearon la idea de que la dictadura sería imposible de vencer. Sin embargo,
tras el final de la Segunda Guerra Mundial, pareció que el régimen sería derrotado por las
potencias vencedoras. No obstante, la Guerra Fría, que ya se vislumbraba, truncó todas las
esperanzas.

Tras años de distanciamiento, en 1948, Franco y Don Juan se reunieron por primera vez en el
yate Azor, para hablar de la restauración de la monarquía. En aquellas fechas, Don Juan ya
había descartado la posibilidad de una restauración monárquica inmediata y sus preocupaciones
estaban orientadas en la formación de su hijo Don Juan Carlos en España.

Al margen de esta oposición tradicional, a lo largo del franquismo fueron apareciendo grupos de
carácter revolucionario como el Frente de Liberación Nacional (FELIPE). En todo caso, la
oposición al franquismo se caracterizaba, ante todo, por su fragmentación en múltiples grupos.

En la década de los setenta, la oposición que más preocuparía al régimen era la de las bandas
armadas. Las acciones de Euzkadi Ta Askatasuna (ETA), del Frente Revolucionario
Antifascista y Patriótico (FRAP) y de los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de
Octubre (GRAPO) minaron el orden público.

Mucho más numerosa era la oposición social nacida con la aprobación de la Ley de Convenios
Colectivos (1958), que permitía la participación de los trabajadores en la negociación de las
condiciones laborales. El sindicato legal Comisiones Obreras (CCOO) logró infiltrarse en la
organización sindical franquista, obteniendo grandes éxitos en las elecciones sindicales desde
1967.

La oposición moderada y tolerada la formaban políticos y tecnócratas jóvenes del régimen,


partidarios de una evolución lenta hacia la democracia. Parte de esta oposición se organizó en
torno al grupo Tácito. Sin embargo, para la mayoría de los españoles oposición era sinónimo de
comunismo. El PCE era el partidario clandestino más activo en los círculos universitarios,
sindicales y culturales. Respecto al PSOE, se reunió en el Congreso de Suresnes (Francia), que
permitió a Felipe González convertirse en secretario general.

A partir de finales de los años cincuenta, el movimiento estudiantil tuvo un papel destacado. En
su seno, se formaron un buen número de pequeñas organizaciones de orientación comunista o
socialista, y fue el protagonista de buena parte de los conflictos sociales a los que tuvo que
hacer frente el régimen.

También hay que destacar el papel jugado por amplios sectores de la Iglesia Católica que, a
partir del Concilio Vaticano II, mostraron una preocupación social evidente que acabó
derivando en una creciente oposición al régimen, promovida desde la Santa Sede.

6. CONCLUSIÓN

Finalmente, los últimos años del franquismo estuvieron presididos por los intentos de
coordinación de los distintos grupos políticos, en busca de orquestar una alternativa seria al
agónico sistema político. El objetivo era constituir un gobierno provisional de transición a la
democracia. Ya muerto Franco, los colectivos se unieron en la llamada Platajunta, que sirvió de
interlocutor de la oposición con el gobierno de Suárez.
7. BIBLIOGRAFÍA
- FONTANA, J. (2000): España bajo el franquismo. Barcelona: Crítica.
- SUÁREZ FERNÁNDEZ, L. (2005): Franco. Barcelona: Ariel.
- PRESTON, P. (2000): Franco. Caudillo de España. Barcelona: Crítica.
- ROTHER, B.M. (2005): Franco y el Holocausto. Madrid: Marcial Pons.

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