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El 1 de abril de 1939 se dio por terminada la Guerra Civil, ese final no fue más que el de las
confrontaciones bélicas, no hubo paz porque oficialmente el estado de guerra, y con él la actuación
de los durísimos tribunales militares, se mantuvo hasta abril de 1948. Poco antes de finalizar la
guerra, febrero de 1939, Franco dictó la Ley de Responsabilidades Políticas, que con efectos
retroactivos, estaba destinada a perseguir a quienes desde octubre de 1934 habían colaborado “con
actos u omisiones a forjar la subversión roja”
Para que nadie pudiera quedar libre de sospecha en marzo de 1940 se promulgó la Ley de
Represión de la Masonería y el Comunismo cajón de sastre que sirvió para condenar a todo aquel a
quien no se le pudiera probar otra cosa.
Con el armazón legal de las leyes citadas el régimen de Franco procedió a una represión
sistemática y selectiva de todas aquellas personas que de una u otra forma pudiesen hacer cualquier
tipo de oposición, no se vislumbraba el menor atisbo de reconciliación entre vencedores y vencidos.
En el orden demográfico la guerra se había saldado con 243.000 españoles muertos, sin
contar las bajas de los extranjeros combatientes, y con unas consecuencias económicas importantes
ya que la producción española descendió en todos los sectores de forma dramática, no
recuperándose el nivel de renta anterior a la guerra hasta 1959.
En cuanto a las consecuencias sociales, y unidas a la anterior, fue la carencia de alimentos
lo que obligo al racionamiento, la falta de viviendas en buena parte del país y la carencia de las
mínimas condiciones de vida. A esto se une el efecto moral. La guerra dejó marcadas a varias
generaciones por el trauma del sufrimiento durante los tres años de conflicto, pero también por la
represión posterior y la atmósfera de la España postbélica, un clima de revancha, de persecución y
de imposición de una escala de valores unilateral, la de los vencedores, que prolongó durante
muchos años la división y el enfrentamiento entre los españoles.
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El Ejército y el nacionalpatriotismo
La Falange y el nacionalsindicalismo
En los años cuarenta, la Falange aportó al franquismo los elementos más novedosos de su
ideario, así como su imagen externa. Antiliberal, antimarxista y antidemocrática, la Falange
propiciaba un sistema totalitario al que denominaba nacionalsindicalismo. Las bases de dicho
sistema se habían inspirado en las teorías del fascismo italiano sobre la organización del Estado
corporativo, un Estado controlado por un partido y un sindicato únicos que habrían de superar los
conflictos entre clases sociales fomentando los sentimientos de solidaridad nacional.
Si al estallar la guerra la Falange contaba con unos 6 000 militantes, los llamados camisas
viejas, durante los años cuarenta llegó a tener unos 600 000 afiliados. Ejerció su labor de
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Otro aspecto clave fue la identificación de la dictadura con el catolicismo, hasta el punto de
que se ha generalizado el término nacionalcatolicismo para etiquetar el régimen. Desde el inicio de
la guerra la jerarquía católica se identificó con la sublevación, bautizando la causa nacionalista
como cruzada. El dominio que la Iglesia ejerció sobre la vida social de la España franquista fue
absoluto en la censura, en los medios de comunicación y en la educación, donde el clero controlaba
la enseñanza a través de la censura de los libros de texto y la enseñanza obligatoria de la religión
católica, al tiempo que se facilitó la implantación de una amplia red de centros escolares regidos por
órdenes religiosas.
Además, la participación en los rituales y liturgias católicos (misa dominical, procesiones,
confesiones anuales, bautizos, bodas, entierros) fue casi obligatoria, bajo pena de ser considerado
desafecto al régimen. Se impuso una estricta moral católica, pública y privada, hasta el punto de que
su incumplimiento llegó a castigarse en el Código Penal.
El Estado se declaró confesional y suprimió toda la legislación laica de la República, con lo
que desapareció la posibilidad del matrimonio civil, el divorcio y el aborto, por considerarlos
anticristianos.
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Por último, Franco sintió por la masonería una especial aversión, ya que la
consideraba ajena al genuino espíritu español. En virtud de ello justificaba la dura represión que se
emprendió contra esta ideología.
Con este substrato ideológico el régimen se tuvo que enfrentar a su primera decisión
importante en materia de política internacional: el estallido de la II Guerra Mundial.
A pesar de ello, la colaboración con las potencias fascistas fue constante y, en junio de
1940, ante las arrolladoras victorias alemanas, Franco decidió adoptar una política de no
beligerancia con la que mantenía abierta la posibilidad de intervenir a favor de Alemania (continuó
facilitando el trabajo de los espías nazis contra la Marina inglesa, el aprovisionamiento secreto de
los barcos alemanes en puertos españoles y la exportación de materiales estratégicos, como el
wolframio, el hierro y las piritas para la fabricación de armamento), lo que significaba que aunque
no combatiente en forma directa pasaba a serlo en forma indirecta. El momento de máxima
colaboración se produjo en junio de 1941, cuando se decidió enviar al frente ruso un cuerpo de
voluntarios al que se llamó la División Azul. Con la entrada de EE UU en la guerra, la caida de
Mussolini y a medida que el signo de la guerra cambiaba de sentido y que se hacía más patente la
pérdida de posiciones de la Alemania nazi. El gobierno franquista se acomodó a la nueva situación,
sustituyendo al pro nazi Serrano Súñer por un ministro de Asuntos Exteriores anglófilo (el conde de
Jordana), volviendo a la política de neutralidad y retirando del frente a la División Azul en 1943.
EL BLOQUEO INTERNACIONAL
Una vez terminada la II Guerra Mundial España quedó marginada internacionalmente. Los
países vencedores consideraban al régimen franquista un residuo del fascismo contra el que habían
luchado, y las grandes potencias –EE.UU., URSS, Gran Bretaña- acordaron que nuestro país no
sería admitido en la recién creada ONU por su pasada vinculación con la Alemania nazi.
Dos años más tarde, la derrota de Italia y Alemania aconsejó disimular los aires fascistoides
del régimen. Se impuso el relevo en el gobierno de los falangistas más destacados mientras se
promocionaba a destacados miembros de asociaciones católicas, principalmente personas
vinculadas al tradicionalismo y a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, en un intento
de homologar al régimen con la democracia cristiana italiana que en la posguerra había tomado el
relevo al fascismo.
Hacia 1950 el nuevo entorno internacional parecía más favorable para España, el inicio de
la Guerra Fría contribuyó a suavizar el rechazo de las democracias occidentales y la ONU
reconoció de hecho al gobierno de Franco. Por su parte, EE.UU. comenzó a modificar su actitud
valorando positivamente el inequívoco anticomunismo del régimen español e iniciando los primeros
acercamientos diplomáticos y financieros.
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LA SOCIEDAD FRANQUISTA
A principio de los años 50 comenzó una fase de lenta recuperación económica coincidiendo con
la obtención de ayuda financiera norteamericana y con el cambio de orientación de la política
económica gubernamental. Las autoridades franquistas, reconocido el fracaso de la política
autárquica, impulsaron la apertura de la economía española al comercio internacional, favorecieron
la importación de productos industriales y disminuyeron las intervenciones estatales innecesarias.
A mediados de la década el crecimiento, especialmente en el sector secundario, se aceleró. Sin
embargo, en 1957 España se encontraba al borde de la suspensión de pagos al exterior, con las
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reserva de divisas agotadas y casi en bancarrota porque el volumen de las exportaciones nacionales
resultaba insuficiente para compensar la creciente importación de productos. Ese mismo año entran
en el gobierno los llamados tecnócratas que ponen en marcha un conjunto de medidas legislativas
de reforma económica conocidas con el nombre de “Plan de Estabilización”.
Sus objetivos eran modernizar, liberalizar, racionalizar y sanear la economía nacional. Las
medidas concretas tomadas consistieron en:
Devaluación de la peseta para fomentar las exportaciones y eliminar el déficit de la balanza
comercial.
Limitación del gasto público y congelación salarial para contener el alza de precios.
Incremento de impuestos.
Concesión de facilidades a la inversión de capital extranjero en España.
El plan de Estabilización redujo a corto plazo la inflación y salvó la bancarrota. Por el contra
disminuyo el nivel de consumo de los asalariados e hizo aumentar el desempleo al quebrar empresas
anteriormente protegidas. No obstante, en conjunto, el Plan resultó un éxito y puso las bases para el
espectacular desarrollo económico de los años 60.
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Franco, con su sentido pragmático fue elaborando diversas leyes fundamentales (6) que le sirvieran de base
institucional a su régimen:
• Fuero de trabajo 1937: inspirada en el modelo fascista italiano. Articulaba las relaciones del mundo
del trabajo y los fundamentos de la organización económica del régimen
• Ley de Cortes 1942: que creaba un “órgano parlamentario”, pero sin atribuciones legislativas,
compuesto por más de 500 “procuradores”, de los cuales la mayoría eran de oficio, unos 50
designados directamente por Franco. La elección nunca fue directa, salvo a partir de 1968, cuando se
permitió elegir 1/3 de los procuradores bajo sufragio restringido a los cabezas de familia y mujeres
casadas.
• Fuero de los Españoles 1945: como operación de maquillaje del régimen ante las exigencias
democráticas de los vencedores, que de hecho apenas transformaron en nada la realidad política
española, pues no supuso una democratización del sistema.
• Ley del Referéndum 1945: un sistema sin garantías de voto directo para ratificar textos legales
considerados de extraordinaria trascendencia. Intentó dar una cierta apariencia democrática
reconociendo el derecho de los españoles al voto. Las pocas que se llegaron a realizar estuvieron
sujetas a todo tipo de manipulaciones propagandísticas.
• Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado 1947: que confirmaba el carácter vitalicio de la jefatura
de Franco, regulaba el mecanismo de sucesión y definía España como Reino. El dictador se
reservaba el derecho a designar, a la persona que a su muerte le sucedería como rey, lo que creó
enemistades con Don Juan de Borbón, padre de Juan Carlos I. Esta ley fue aprobada mediante
referéndum en uno de los “pucherazos” de la Historia del Régimen por más del 93 % de los votantes
y tan solo un 18 % de abstención. Su sucesor, como veremos, no se decidió hasta 20 años después.
• Ley de Principios del Movimiento Nacional 1958: que reafirmaba los viejos valores teóricos del
régimen: antiliberalismo, centralismo, nacionalcatolicismo...
• Ley Orgánica del Estado 1967: última ley del régimen, que pretendía refundir legislativamente los
elementos dispersos de las leyes anteriores, depurando algunas connotaciones totalitarias.
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