XI Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología.

XXVI
Jornadas de Investigación. XV Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. I
Encuentro de Investigación de Terapia Ocupacional. I Encuentro de Musicoterapia.
Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2019.

Sufrimiento psíquico y cuerpo:

¿Síntoma o trastorno?.

Almagro, María Florencia.

Cita:
Almagro, María Florencia (2019). Sufrimiento psíquico y cuerpo:
¿Síntoma o trastorno?. XI Congreso Internacional de Investigación y
Práctica Profesional en Psicología. XXVI Jornadas de Investigación. XV
Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR. I Encuentro
de Investigación de Terapia Ocupacional. I Encuentro de Musicoterapia.
Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.

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SUFRIMIENTO PSÍQUICO Y CUERPO:
¿SÍNTOMA O TRASTORNO?
Almagro, María Florencia
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Psicología. Argentina
RESUMEN
A partir del interés por conocer cómo incrementar las posibi-
lidades de producción psíquica en pacientes cuyo sufrimiento
se expresa en el cuerpo, pero también tratando de evitar los
riesgos a los cuales se ven sometidos cuando se confrontan a
procesos de deconstrucción psíquica, iniciamos la investigación
sobre los “Estatutos del cuerpo en las formas actuales de pre-
sentación subjetiva en púberes y adolescentes de la ciudad de
La Plata. Indagaciones preliminares” (PPID 2019-2020. UNLP),
dentro de la cual se enmarca este trabajo. El presente escri-
to se propone como objetivo plantear algunas consideraciones
teoréticas acerca de las manifestaciones corporales sufrientes
de niños, niñas y adolescentes recurrentes en nuestra práctica
psicoanalítica. Indagar si todas ellas responden a síntomas en
sentido estricto o si por el contrario aluden a otros modos de
funcionamiento psíquico que requieren la necesidad de delimi-
tar el estatuto de lo corporal en el sujeto psíquico. Conocer los
modos de organización de los distintos sistemas de simboliza-
ción o de representaciones posibilita articular modos de inter-
vención diferentes para cada uno de ellos, y de este modo tratar
de evitar reduccionismos biologicistas y/o psicologicistas que
anulan la complejidad del sufrimiento humano.
Palabras clave
Psicoanálisis - Cuerpo - Síntoma - Trastorno
ABSTRACT
PSYCHIC SUFFERING AND BODY: SYMPTOM OR DISORDER?
From the interest to know how to increase the possibilities of
psychic production in patients whose suffering is expressed in
the body, but also trying to avoid the risks to which they are
subjected when confronted with processes of psychic decons-
truction, we initiate the research on the “Statutes of the body
in the current forms of subjective presentation in pubertal and
adolescents of the city of La Plata. Preliminary inquiries” (PPID
2019-2020, UNLP), within which this work is framed. The pur-
pose of this paper is to propose some theoretical considerations
about the suffering corporal manifestations of children and ado-
lescents recurrent in our psychoanalytic practice. To investigate
if all of them respond to symptoms in the strict sense or if, on
the contrary, they allude to other modes of psychic functioning
that require the need to delimit the statute of the corporal in
the psychic subject. Knowing the modes of organization of the
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different systems of symbolization or representations makes it
possible to articulate different modes of intervention for each
one of them, and in this way try to avoid biologicist and / or
psychologicist reductionisms that annul the complexity of hu-
man suffering.
Key words
Psychoanalysis - Body - Symptom - Disorder
1. Introducción
Como tempranamente lo definiera S. Freud (1993, p.231), el
Psicoanálisis constituye un procedimiento que sirve para inda-
gar procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías; un
método de tratamiento de perturbaciones neuróticas fundado en
esa indagación, y una serie de intelecciones psicológicas gana-
das por ese camino, que han conformado una nueva disciplina
científica.
Es sabido que con procesos anímicos alude a la indagación del
sistema Icc en correlación con el sistema Prec-Cc, cuya diná-
mica determina el conflicto que está en la base de los síntomas
neuróticos -histéricos, obsesivos, fóbicos-. A la reconstrucción
de las series psíquicas en las que se ha engarzado el o los trau-
mas infantiles, arriba Freud diseñando el método psicoanalítico:
la asociación libre desplegada por el paciente en transferencia,
le permite la recolección de la materia prima a partir de la cual
el analista construye la interpretación en conjunto con el sujeto.
Por una condición intrínseca de esta disciplina, el método de
investigación coincide con el procedimiento curativo; el gran
hallazgo de Freud consiste en que descubriendo determinadas
situaciones -traumas, recuerdos o conflictos-, los síntomas de
la enfermedad se modifican y la personalidad se enriquece, se
amplía y se reorganiza.
En este sentido, se podría sostener, siguiendo a Horacio Etche-
goyen (1997, p.27), “que lo que da coherencia y sentido a las
normas técnicas del psicoanálisis es su raíz ética. La ética se
integra en la teoría científica del psicoanálisis no como una sim-
ple aspiración moral sino como una necesidad de su praxis”.
Sin embargo, los tiempos han cambiado y los padecimientos
que presentan los sujetos que nos consultan actualmente, no
necesariamente se corresponden con los procesos anímicos
descriptos por Freud, exigiéndonos por tanto una revisión de
las nuestras intervenciones y de las premisas metapsicológicas
que las sustentan. Personas con procesos de desarticulación
6

del pensamiento, con procesos de desubjetivación, con severos
procesos de desidentificación, expresan problemáticas psico-
somáticas, ataques de pánico, angustias masivas, depresiones
agudas, y, en el caso de los niños y niñas, importantes dificul-
tades para responder a las demandas escolares como efecto de
sus psiquismos desbordados. Subjetividades atravesadas por
el exceso de investimientos libidinales que interpelan nuestra
práctica, en la medida en que la dirección de la cura no pue-
de orientarse hacia el levantamiento de las defensas cuando
estamos frente a sujetos cuyo sistema defensivo se encuentra
corroído por factores traumáticos de la vida diaria.
A partir del interés por conocer cómo incrementar las posibi-
lidades de producción psíquica en pacientes cuyo sufrimiento
se expresa en el cuerpo, pero a su vez tratando de evitar los
riesgos a los cuales se ven sometidos cuando se confrontan a
procesos de deconstrucción psíquica, iniciamos la investigación
sobre los “Estatutos del cuerpo en las formas actuales de pre-
sentación subjetiva en púberes y adolescentes de la ciudad de
La Plata. Indagaciones preliminares” (PPID 2019-2020. UNLP),
dentro de la cual se enmarca este trabajo.
El presente escrito se propone como objetivo plantear algunas
consideraciones teoréticas acerca de las manifestaciones cor-
porales sufrientes de niños, niñas y adolescentes recurrentes en
nuestra práctica psicoanalítica. Indagar si todas ellas responden
a síntomas en sentido estricto o si por el contrario aluden a otros
modos de funcionamiento psíquico que requieren la necesidad
de delimitar el estatuto de lo corporal en el sujeto psíquico.
2. El cuerpo en sus diversos modos de expresión
De la experiencia de alojamiento que la clínica psicoanalítica
posibilita, extraemos algunas presentaciones:
Marcia con tan sólo 14 años, y luego de un par de intentos de
suicidio, acurrucada en el sillón, relata las historias de la larga
lista de lesiones corporales que había sufrido desde la infancia;
modalidad con la que intentaba manejar un dolor psíquico inasi-
ble, localizándolo físicamente.
Paula de 17 años, consulta por una anorexia parcial producida
por la fobia a cierto tipo de alimentos; atravesada por intensos
fantasmas genitales, se rehúsa a “comer carne”.
Martín, de 20 años, en el marco de las primeras entrevistas, no
tolera sentarse en el diván ofrecido por el analista, aludiendo a
que hay restos corporales de otras personas, así como tampoco
acepta el saludo corporal a la llegada y partida de los encuen-
tros terapéuticos. El pedido de consulta se ha efectuado a raíz
de que, luego de su primera relación sexual, ha entrado en un
cuadro de angustia masiva.
Los padres de Lía, de 3 años y medio, consultan preocupados
por las fuertes angustias de la pequeña ligadas a la evacuación
de la materia fecal; niña sensible y afectuosa que es capaz de
retener durante varios días, atravesando estados de mucha irri-
tabilidad y llanto.
Valentín de 3 años, con una grave falla en la estructuración psí-
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quica, sin haber logrado la constitución de la instancia yoica ni
habiendo adquirido el lenguaje, llega a la segunda entrevista y,
ni bien entra al consultorio, se pone las manos cubriendo sus
genitales, se acuesta boca abajo en el diván y comienza a mas-
turbarse compulsivamente.
La madre de María (15 años), consulta preocupada porque su
hija se corta, se provoca vómitos diariamente y tiene desma-
yos. Ha vivido muchas situaciones de violencia física entre los
padres y le ha criticado a la madre reiteradas veces que no fue
cariñosa, que más bien ha sido un témpano. El padre no sólo
ha sido explosivamente agresivo, sino también intensamente
seductor con su hija.
Matías de 22 años, llega deprimido a partir de descubrir que los
tatuajes que se había realizado en gran parte de su cuerpo 5
años antes, hoy le resultaban ajenos e incómodos de portar. No
llegaba a comprender los motivos por los cuales había tomado
la decisión de inscribirse esas marcas fijas en su piel. Inscrip-
ciones cutáneas que lo enfrentaban a un enigma que exigía un
trabajo interpretativo para dilucidar efecto de qué lógicas se
había producido.
Indudables cambios producidos en la subjetividad de los ac-
tuales niños, niñas y adolescentes; sin embargo los procesos
históricos, políticos y sociales que determinan la producción de
subjetividad, no deben ser homologados a los procesos de la
constitución psíquica, aquellos universales -con validez vigente-
que aportó el paradigma psicoanalítico al conocimiento científi-
co (Bleichmar, 2009). Órdenes de determinación diferentes que
confluyen en un ensamblaje relativo, y que resulta enriquecedor
conservar como parámetros en el análisis de las problemáticas
aquí abordadas.
Los discursos portadores de imaginarios sociales transmiten
valores instituyentes de identidades; representaciones, enun-
ciados que forjan la masa ideológico-identitaria que constituye
a la instancia yoica, y de este modo, las sociedades, en cada
momento histórico, producen destinos pulsionales diferentes,
haciendo posible ciertas formas de resolución de fantasmas y
deseos, y prohibiendo otras. Desde esta concepción, por tanto,
la psicopatología no es algo que esté determinado endógena-
mente, por el contrario, supone una construcción a partir de la
relación que el psiquismo establece con lo que le llega desde el
exterior. Sin embargo, para contar con posibilidades de produc-
ción psíquica en el sujeto, tiene que instalarse la represión (aún
cuando los contenidos de lo reprimido hayan cambiado), orga-
nizarse la tópica psíquica que permita el funcionamiento dife-
renciado de sus sistemas, y debe constituirse el superyó con los
enunciados que permitan la regulación tendiente a evitar la des-
trucción tanto física como psíquica, y de este modo protegerse
del riesgo de sufrir desorganizaciones y fracturas psíquicas.
Ahora bien, ¿responden todos los sufrimientos relevados a las
legalidades psíquicas determinantes de los síntomas en sentido
estricto?
7

Como lo definiera Freud en Inhibición, síntoma y angustia
(1992), el síntoma es una formación que da cuenta del con-
flicto intersistémico, intrapsíquico, una formación de compromi-
so, subrogado efecto de “una rehusada satisfacción pulsional”,
a partir del cual un sistema goza a expensas del sufrimiento
del otro. Desde esta explicación, los síntomas no son efecto de
la represión, sino del retorno de lo reprimido por sustitución y
desplazamiento, fenómenos que portan una alta complejidad
simbólica y sentidos inconscientes en su determinación, entra-
mados de series psíquicas a las que el análisis apunta a develar.
En este sentido, la anorexia en el marco de una joven con una
dominancia estructural histérica nos demuestra que el rechazo
a la ingesta de carne está determinado por una simbolización
producto de un desplazamiento a una representación que ocu-
pa, por sustitución, del lado del preconciente, el espacio ausente
de una representación expulsada al inconciente (efecto de una
represión secundaria). De este modo se ha configurado una for-
mación sustitutiva que opera como síntoma, al modo de un con-
trainvestimiento. Clásicamente, es posible mediante el análisis
restituir la simbolización faltante a través de las asociaciones
que a ello conducen.
Sin embargo, como se ilustra en otra de las viñetas, la mastur-
bación compulsiva da cuenta de un funcionamiento distinto de
la economía libidinal en el psiquismo de ese pequeño; un ejerci-
cio pulsional directo que busca de modo compulsivo la descar-
ga, responde a una corriente psíquica que no logra sepultarse
en el inconsciente, sino por el contrario, a contenidos que no
encuentran ligazón, ni transcripción, y que operan al modo de un
más acá del principio de placer (Bleichmar, 1993, p.53).
Consideramos fecundo recuperar los aportes de Silvia Bleich-
mar en torno a la psicopatología infantil, en la medida en que in-
troduce la noción de trastorno para nominar ciertos fenómenos
clínicos que no responden a la categoría de síntoma psicoana-
lítico. Alude con ello a emergencias patológicas que se produ-
cen en tiempos anteriores a la diferenciación entre los sistemas
psíquicos y por ende a la instalación de la represión originaria
-trastornos del sueño, del pensamiento, del aprendizaje, del len-
guaje, de la marcha, psicosomáticas-. No estando atravesadas
por el juego entre el deseo y la defensa, ni remitiendo a fantas-
mas específicos, no pueden ser abordables mediante el acceso
a su contenido inconciente por libre asociación sino por diversas
intervenciones tendientes a un reordenamiento psíquico (Blei-
chmar, 1993, p. 259)
3. Lo ligado y lo desligado en relación a lo corporal
Como se evidencia en este recorte teórico-clínico, nos encon-
tramos con funcionamientos psíquicos que expresan diferentes
modos y niveles de simbolización: descargas pulsionales direc-
tas que no encuentran vías de derivación de la energía; efectos
sufrientes en el yo producto del retorno de lo originariamente
reprimido, y por otro lado, representaciones sobreinvestidas
del orden de lo secundariamente reprimido, desarticuladas del
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doble eje de la lengua en la cual estaban insertas. Diversas
corrientes de la vida psíquica que dan cuenta de la no homo-
geneidad de la simbolización psíquica, en la cual coexisten re-
presentaciones de diverso orden, y sobre las cuales nos vemos
obligados a ejercer movimientos de simbolización, y no sólo de
levantamiento de represiones.
Si circunscribimos dicha heterogeneidad representacional al
lugar que el psicoanálisis ha otorgado a la corporeidad al inte-
rior de sus desarrollos metapsicológicos, debemos distinguir el
cuerpo somático, cuya naturaleza conserva su espesor propio
durante toda la vida, espacio familiar que deviene algo del or-
den de lo siniestro cuando se enferma, activando en el sujeto
psíquico un intenso trabajo para tratar de absorber el impacto.
Otro orden, remite al cuerpo erógeno, es decir, aquellas zonas
de particular sensibilidad a la excitación, efecto de la pulsación
erogenizante que realiza el adulto a cargo de la cría humana,
instalando la pulsión como motor del progreso psíquico y, de
este modo, los orígenes de la simbolización. Y finalmente, el
tercer aspecto lo constituye el cuerpo representacional unifica-
do organizado a partir del narcisismo como gestalt que toma a
su cargo la representación de una superficie corporal, imagen
narcisista que no se integra por sumatoria, sino que proviene de
los aspectos narcisistas, amorosos del semejante que toma a su
cargo la defensa de la vida de la cría humana en su indefensión
(Bleichmar, 1994).
La constitución de la instancia yoica introduce un salto estruc-
tural, cualitativo en la organización del psiquismo, se instala una
masa ligadora, conjunto de enunciados representacionales que
imprimen su textura al sujeto y definen las formas de resolución
de los afectos en el aparato psíquico. Siendo residuo identifica-
torio que metaforiza en un conjunto representacional la totalidad
del organismo, sus enunciados autoconservativos toman a su
cargo la vicariancia de la vida, así como en términos autopreser-
vativos, porta los núcleos de permanencia de la nociones acerca
de quién es y qué se es (Bleichmar, 2005, p.58).
Consideramos fundamental no reducir estas dimensiones a la
primacía del significante, a creer que lo que no logra atravesa-
miento lenguajero queda en el orden de lo no psíquico. Por el
contrario, diferenciar lo inscripto, de lo representado y simboli-
zado, abre líneas fecundas para pensar abordajes clínicos que lo-
gren desactivar la eficacia sufriente de la materialidad psíquica.
Trastornos precoces en la infancia con formas de expresión so-
mática -diarreas a repetición, cólicos, mericismo, regurgitación,
broncoespasmos- testifican la existencia de inscripciones exci-
tantes e inmetabolizables por el psiquismo, que al mismo tiempo
no logran ser tramitadas ni fantasmatizadas, y que se expulsan a
nivel corporal. En esta misma línea podemos ubicar los vómitos
ante situaciones de angustia intensa como intentos de evacuar
aquellos montantes intolerables que no se logran simbolizar. Los
crecientes casos de ataques de pánico, con los concomitantes
somáticos que Freud ha descripto -la aceleración de la respira-
ción, sudoración, temblores, etc.- revelan a un yo con angustias
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muy masivas, que desconoce lo que lo afecta y no logra esta-
blecer algún tipo de transcripción, tomando como referencia el
modelo freudiano de la Carta 52/112 (Freud, 1994, p. 275)
La relación yo-cuerpo no puede pensarse por fuera de la re-
lación entre el cuerpo propio y el del semejante, entre el yo
y el otro, y su desenvolvimiento en el espacio. Los aportes de
Lacan (1996) acerca del estadio del espejo han contribuido a la
comprensión de esta cuestión, aunque se pueden señalar algu-
nas limitaciones. Ha puesto en evidencia que la relación con la
realidad no es inmediata, sino que está constituida por la inter-
posición del semejante, de la imago constituyente del sujeto que
estructura la percepción en la medida en que la mirada unifica
un campo despedazado desde la cenestesia. Es la gestalt preg-
nante, constituyente del yo, la envoltura imaginaria que viene a
recubrir esta fragmentación.
A partir de ello, Lacan va a denominar narcisismo originario a
la carga libidinal propia de este momento de constitución de la
imagen especular, y en ese sentido su aporte es decisivo. Sin
embargo, el problema se presenta al ubicar el estadio del espejo
como paradigma del primer tiempo del Edipo. Si el estadio del
espejo viene a instaurar la matriz simbólica en la cual el yo se
constituye, su función no sería la de precipitar de la insuficiencia
a la anticipación, sino la de obturar el carácter despedazante
que tiene el autoerotismo en la constitución del sujeto psíquico.
El carácter fundamental del vínculo materno en los orígenes no
es, para autores como J. Laplanche (1989, 1992) y S. Bleichmar
(1993) a los cuales tomamos como referencia en este trabajo,
la unificación del cuerpo infantil, sino su despedazamiento libi-
dinal. Esto alude a que la constitución de las zonas erógenas,
marcadas por el cuidado excitante al cual la cría humana es
sometida como objeto pasivo del sujeto activo que lo pulsa, in-
troduce en el cuerpo los espacios de discordancia que marcan
la impronta de la sexualidad.
El narcisismo materno es, al igual que posteriormente el yo del
niño, obturador de la vida pulsional anárquica de los orígenes.
Sin embargo, en el momento del nacimiento, esta dimensión se
encuentra presente sólo en la madre, no aún en el niño. Será
posteriormente la instancia yoica en el psiquismo infantil, como
estructura privilegiada de la contracarga del preconciente, lo
que formará parte de lo que reprime.
Consideramos central remitir a la función del adulto como un
doble conmutador (Bleichmar, 1993), es decir, con su aspecto
libidinizante que constituye la seducción inicial instauradora de
la sexualidad polimorfa-perversa en el niño, y por otro lado, des-
de su narcisismo promueve el sexual-desexualizado, ligazones
amorosas obturadoras de lo pulsional inscripto.
En síntesis, cuerpo fragmentado libidinalmente y a la vez unifi-
cación imaginaria, cuerpo del autoerotismo infantil y, en un se-
gundo tiempo, cuando el yo se constituya, angustia de fragmen-
tación a la cual el sujeto queda sometido para siempre debido al
embate constante de la pulsión sexual.
Este derrotero metapsicológico deviene un ordenador privile-
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TRABAJO LIBRE
giado al momento de investigar las problemáticas que reflejan
riesgo de desorganización general de la vida psíquica como se
puede observar en la viñeta de Martín. El fantasma de contacto
con el cuerpo del otro se expresa en lo manifiesto, no posee
estatuto de reprimido, no siendo por tanto un síntoma en senti-
do estricto, sino una angustia masiva frente a la posibilidad de
fracaso no sólo de la diferenciación entre el preconciente y el
inconsciente, sino respecto al yo y al semejante.
En la misma dirección, se pueden recortar sujetos con alteracio-
nes en el proceso identificatorio y en el narcisismo primario, con
modalidades fallidas de las organizaciones de la piel en relación
a la imagen del propio cuerpo, donde ciertos modos de vestirse
o arreglarse aparecen a veces como intentos de restitución de
aquello que no se ha organizado bien en los límites del yo mis-
mo, en los límites de la representación corporal.
4. Consideraciones finales
La determinación causal de las patologías psíquicas debe ser
replanteada en psicoanálisis en toda su complejidad. Si bien fal-
ta mucho por explorar respecto a la relación entre lo somático y
lo psíquico, este trabajo se propuso introducir algunas líneas de
investigación al respecto, distinguiendo diferentes estatutos de
lo corporal en sus diversas dimensiones de simbolización, a los
fines de tratar de evitar reduccionismos biologicistas y/o psico-
logicistas que anulan la complejidad del sufrimiento humano.
Entre lo somático, la sexualidad pulsional y el yo representacio-
nal, se juegan tres modalidades de emergencia del cuerpo en
el ser humano, con las imbricaciones que dan origen a diversas
patologías que desafían al método psicoanalítico clásico.
La acefalía de la pulsión hace que no repare en el cuidado del
objeto, es el yo representación el que toma a su cargo la de-
fensa de la vida, y no por transcripción directa de una “pulsión
autoconservativa” biológicamente inscripta, sino por modos
representacionales mediante los cuales el narcisismo toma a
cargo el deseo de vivir.
Analizar la heterogeneidad de la simbolización, o sea sus dife-
rentes modos de organización, conlleva la revisión de los alcan-
ces del método. La práctica analítica gira en torno a la posibili-
dad de ampliar los márgenes de transcripción de los sistemas
representacionales, fundamentalmente la posibilidad de simbo-
lización de aquello no simbolizado o no simbolizable espontá-
neamente, de los elementos que no han logrado organizaciones
discursivas de captura y ligazón, que dan cuenta de formas de
degradación de la simbolización a partir del pasaje al cuerpo.
Conocer el estatuto de los distintos sistemas de simbolización
o de representaciones posibilita articular modos de intervención
diferentes para cada uno de ellos.
9
 TRABAJO LIBRE

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