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DESAFÍOS DE LA PRÁCTICA PSICOANALÍTICA ANTE EFECTOS DE SEXUALIZACIÓN SOBRE EL PSIQUISMO

INFANTIL Almagro, María Florencia

Los niños/as y adolescentes son analizadores privilegiados de las instituciones y de la sociedad (Stolkiner,
2013), dado que sus acciones resultan disruptivas y obligan a revisar instituidos, además de verse
colocados en el epicentro de fenómenos sociales complejos como la tendencia a la cosificación propia del
proyecto neoliberal

Los siguientes interrogantes surgidos de la práctica clínica con niños/as y adolescentes motivaron la
indagación teorética: ¿qué define la especificidad del concepto de abuso? ¿en qué se diferencia de otros
modos intromisionantes de ejercicio de la sexualidad del adulto? ¿qué indicadores clínicos son relevantes
para evaluar el destino que esas inscripciones tuvieron en el psiquismo infantil? ¿hacia dónde debe
orientar sus intervenciones el analista? En función de este objetivo, se recuperarán los desarrollos
metapsicológicos de Sigmund Freud en torno a la sexualidad, y los aportes de autores posfreudianos
como Jean Laplanche y Silvia Bleichmar que han planteado una perspectiva crítica y enriquecedora en
relación al origen de la pulsión sexual y a la función del adulto en la constitución del psiquismo infantil.

Si partimos de la situación antropológica fundamental que supone la asimetría -sexual y simbólica- entre
adulto/a y niño/a (Laplanche, 1989) dentro de la cual se constituye el sujeto psíquico, no podemos
soslayar la incidencia traumática inherente a la operatoria que realiza el adulto sobre el psiquismo infantil
en proceso de estructuración, tal como lo ha explicado el Psicoanálisis desde sus orígenes.

Al denominar trauma psíquico, Freud afirma: "En calidad de tal obrará toda vivencia que suscite los
afectos penosos del horror, la angustia, la vergüenza, el dolor psíquico y, desde luego, de la sensibilidad
de la persona afectada" (Breuer, J. y Freud, S., 1980).

Lo vivido o su recuerdo opera al modo de un cuerpo extraño, que aún mucho tiempo después de su
intrusión conserva eficacia presente, aquello inligable que debe ser engarzado en una simbolización
posible para evitar los efectos compulsivos que acarrea para el psiquismo.

Ahora bien, ¿qué define a la situación de abuso? Según lo describe Unicef "el abuso sexual contra niños,
niñas y adolescentes incluye los contactos e interacciones entre un niño/a y un adulto cuando el adulto
(agresor) lo usa para estimularse sexualmente a sí mismo, al niño o a otra persona. El abuso sexual
también puede ser cometido por una persona menor de 18 años cuando esta sea mayor
significativamente que el niño (víctima) o cuando el agresor esté en una posición de poder o control
sobre la víctima".

Se desprende de esta definición que el concepto de abuso incluye prácticas sexuales genitalizadas con
niños/as producidas por la conducta avasallante y conciente de quien lo ejerce como forma de
apropiación del cuerpo del otro como lugar de goce. Es una operatoria sobre el cuerpo que pretende
fracturar la subjetividad de la víctima de manera que deje de tener autonomía frente al que ejerce el
poder (Bleichmar, 2016).
Es indudable que el efecto psíquico del abuso es una intromisión que obtura los procesos

de simbolización del sujeto en función de su idoneidad determinadora y su fuerza traumática. Sin


embargo, en la actualidad nos encontramos en la clínica recurrentemente además con severos efectos de
indigestión psíquica en niñas y niños como consecuencia de cosas escuchadas o de escenas vistas
referidas a modos de ejercicio de la sexualidad del adulto que desbordan la capacidad de procesamiento
simbólico del psiquismo infantil, sin que pueda ser atribuido a una situación de abuso en sentido estricto.

Rompiendo con el endogenismo dominante en psicoanálisis, Jean Laplanche (1992) ha puesto en cuestión
la idea freudiana de un continuo entre las necesidades autoconservativas y el surgimiento de la
sexualidad. El gran mérito de Freud ha sido descubrir que lo sexual surge de fuentes no sexuales, que se
produce en los actos más banales de los seres humanos -en el comer, en la defecación- y de este modo,
ha extendido el concepto de sexualidad ligándolo al cuerpo en su totalidad, no sólo a lo genital. Sin
embargo, desde la perspectiva de este autor, el problema epistemológico se presenta en que la presencia
de lo somático ha obturado la posibilidad de considerar que por esa zona está siempre metido el
semejante, al punto de concluir su análisis sosteniendo que "la verdad del apuntalamiento está en la
seducción". Las zonas erógenas, en tanto lugares de tránsito y de intercambio por donde se focalizan los
cuidados del adulto que están atravesados por fantasías de deseo inconsciente, son los puntos por los
que se introduce en el niño/a ese cuerpo extraño interno que es la excitación sexual.

Desde esta perspectiva, el traumatismo proviene al mismo tiempo del exterior -específicamente desde la
sexualidad del otro- y del interior porque brota de ese externointeriorizado que se reactualiza a partir de
un nuevo elemento que viene a producir un reensamblaje. En síntesis, la eficacia la genera esta fuente de
energía auto-traumatizante que constituyen las inscripciones reactivadas endógenamente, pero que
tuvieron una proveniencia exógena.

El psiquismo se constituye a partir de la acción sexualizante y narcisizante del adulto sobre el niño -
premisa de partida para la estructuración de sus sistemas psíquicos-, quien ejerce una pulsación primaria
que funda exógenamente la sexualidad a la par que propicia una serie de ligazones que regulan las
excitaciones evitando la fijación a la satisfacción inmediata y la compulsión repetitiva (Bleichmar, 1993).
Este desdoblamiento de la función del otro: es la fuente de toda constitución posible y de la del sujeto
ético, porque en la medida en que se produce su reconocimiento ontológico y, al mismo tiempo, una
diferenciación de necesidades y un reconocimiento de estas diferencias, el sujeto no queda capturado
por una sexualidad desorganizante que el otro le inscribe, sino que empieza a constituirse en un
entramado simbólico que lo des-captura, tanto de la inmediatez biológica como de la compulsión a la que
la pulsión lo condena (Bleichmar, 2011: 22).

Luego de este derrotero, proponemos retomar la distinción entre abuso y otros modos de ejercicio de la
sexualidad del adulto que producen una situación intromisionante para el psiquismo, para definir
coordenadas del trabajo terapéutico que no se orienten hacia una búsqueda de lo factual, sino al rastreo
de los elementos vivenciales -restos de lo visto, lo oído y lo sentido- que insisten sin posibilidad de
metabolización en el psiquismo de los niños/as y adolescentes. Entre la conducta intromisionante del
adulto y lo que emerge en el psiquismo infantil, hay un proceso de descualificación y metábola; las
inscripciones caen en un aparato psíquico ya articulado por representaciones fantasmáticas. Por lo cual es
fundamental que el terapeuta explore cómo se inscribió metabólicamente aquello que al sujeto le ocurrió
e intervenga con la finalidad de evitar la tendencia a la repetición (Bleichmar, 2016).

La cría humana prematura no solo neurológica sino en su inermidad frente al mundo sexual adulto, recibe
inscripciones libidinales con carácter enigmático ya que el agente mismo de esta transmisión desconoce
la emisión de las mismas por el hecho de que provienen de su propio inconsciente. A partir de esto un
sentido a buscar se inaugura, el niño tendrá que recomponerlas bajo modos de simbolización diversos.
Para Laplanche, el enigma, aquel cuyo resorte es inconciente, es por sí mismo seducción; los "cuidados
maternos" o el "atentado paterno" son seductores porque no son trasparentes sino opacos, vehiculizan lo
enigmático. En este punto, tomamos partido por la diferenciación que establece Silvia Bleichmar entre
pulsación primaria y seducción, con el propósito de distinguir la inscripción erogeneizante que produce el
adulto desde su inconsciente, del efecto seductor del adulto perverso que es consciente de su accionar
(Bleichmar, 2001).

V. tiene 19 años, consulta por "ataques de pánico", el primero a los 16 años, mientras se preparaba para
ir a una fiesta. Describe una serie de síntomas corporales -pesadez en los ojos, mareos, aceleración del
ritmo cardíaco, una sensación rara en los pies, hipersensibilidad a ciertos olores-. Inmediatamente se le
impone el temor a tener alguna enfermedad grave que la lleve a la muerte. Estudios médicos descartaron
toda causalidad orgánica, luego de lo cual empezamos a trabajar hacia la búsqueda de una etiología
representacional y libidinal intrapsíquica. A partir de la indagación de los motivos de su fuerte inhibición
para el ejercicio de la genitalidad, aparece el conflicto entre su mundo de fantasía en el cual despliega la
sexualidad con mucha libertad, y por otro lado, pensamientos censuradores desde los cuales se
autorreprocha los contenidos imaginados que le generan culpa y vergüenza. Surge el recuerdo de una
intensa masturbación compulsiva en la infancia, también fuente de culpa y temor al castigo divino. La
investigación analítica condujo posteriormente al recuerdo del abuso sufrido a sus 4 años por parte de un
familiar adolescente, la sensación de que eso no estaba bien, pero sin poder comprender del todo la
significación. Su impreparación ante la acción sexual del joven mucho mayor que ella la enfrentan a una
experiencia de carácter fortuito, inesperado y traumatizante cuyo recuerdo queda en espera con
idoneidad determinadora, pero deviene traumático cuando entra en resonancia asociativa con lo
activado en la adolescencia. La presencia de elementos indiciarios en el relato - olores, sensaciones en los
ojos y los pies, entre otros- da cuenta del carácter de genitalización precoz que tuvo la experiencia,
inscribiendo elementos no digeridos, huellas productoras de dolor por exceso de excitación en el
psiquismo, de ahí lo compulsivo de la masturbación infantil en este caso. Asimismo, la seducción en juego
en este caso por parte del primo implica un grado de violencia productora de culpa y angustia en la
medida en que la niña queda implicada fantasmáticamente en la escena.

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