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1) La Contraloría General de Venezuela es el organismo encargado de controlar los ingresos y gastos públicos del país y puede imponer sanciones como multas o inhabilitaciones a funcionarios.
2) En 2004, la Contraloría inhabilitó al político Leopoldo López para ejercer cargos públicos por 6 años. López apeló esta decisión sin éxito.
3) En 2011, la Corte Interamericana de Derechos Humanos falló a favor de López, determinando que Venezuela violó sus derechos políticos al inhabilit
1) La Contraloría General de Venezuela es el organismo encargado de controlar los ingresos y gastos públicos del país y puede imponer sanciones como multas o inhabilitaciones a funcionarios.
2) En 2004, la Contraloría inhabilitó al político Leopoldo López para ejercer cargos públicos por 6 años. López apeló esta decisión sin éxito.
3) En 2011, la Corte Interamericana de Derechos Humanos falló a favor de López, determinando que Venezuela violó sus derechos políticos al inhabilit
1) La Contraloría General de Venezuela es el organismo encargado de controlar los ingresos y gastos públicos del país y puede imponer sanciones como multas o inhabilitaciones a funcionarios.
2) En 2004, la Contraloría inhabilitó al político Leopoldo López para ejercer cargos públicos por 6 años. López apeló esta decisión sin éxito.
3) En 2011, la Corte Interamericana de Derechos Humanos falló a favor de López, determinando que Venezuela violó sus derechos políticos al inhabilit
En Venezuela, el control, la vigilancia y la inspección de los ingresos, gastos, bienes
públicos y nacionales, son regulados por el artículo 287 de la Constitución, la Contraloría
General de la República (CGR), órgano encargado de la autoridad y del control de los mismos, goza de autonomía funcional, administrativa y organizativa; su función más relevante se manifiesta en la realización de inspecciones a las autoridades públicas y demás entidades bajo su control, declaración de responsabilidad y sanciones administrativas, si las hubiere. Su administración central se encuentra en la Ley de la Autoridad Presidencial para el Control de la República y el Sistema Nacional de Control Tributario de 2001. Este instrumento legal establece los métodos sancionatorios a disposición del organismo, la autoridad de control, podrá entre otras cosas: acordar la destitución de los funcionarios públicos por las faltas más graves y por vulneración de derechos que produzcan privación de derechos de los funcionarios públicos, en el ejercicio de sus funciones. En 2004 la CGR inició dos procesos administrativos contra el político venezolano Leopoldo López Mendoza para determinar la responsabilidad patrimonial, finalmente recibió dos sanciones administrativas incluida una multa, luego de lo cual el administrador aplicó una sanción secundaria de privación del derecho a ejercer funciones públicas por períodos de 3 y 6 años. Estas decisiones administrativas fueron apeladas por el interesado hasta que llegaron a la Sala Político Administrativa de la Corte Suprema de Justicia, sin obtener respuesta favorable a su solicitud. En marzo de 2008, López Mendoza presentó formalmente una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por su inhabilitación para desempeñar funciones públicas. Esta inhabilitación fue impuesta por la Contraloría General de la República. Al término del procedimiento, en agosto de 2009, la CIDH emitió el informe de gestión número 92/09 y lo remitió al Estado de Venezuela, con dos meses para informar sobre las medidas adoptadas para dar cumplimiento a las recomendaciones del Comité. Posteriormente, y constatando el incumplimiento de Venezuela, la CIDH acordó someter el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el cual se reivindicó la responsabilidad internacional del Estado con violaciones de las disposiciones normativas de la Convención de los Estados Unidos sobre Derechos Humanos. Específicamente, la CIDH, en su petición a la Corte Interamericana, señaló: “al momento de adoptarse la decisión de inhabilitación para el ejercicio de funciones públicas de López Mendoza, la Sala Político Administrativa de la Corte Suprema de Justicia, no aportó argumentos adicionales a favor de imponer una pena mayor a una sanción previamente impuesta, ni aportó argumentos definitivos, definiendo la clase de conducta ilícita y su correspondencia con la imposición de la sanción” SANCIONES ACCESORIAS. Satisfechos con los requisitos procesales inherentes a la jurisdicción del sistema interamericano, el 1 de septiembre de 2011 la Corte Interamericana resolvió y así, conforme a lo dispuesto en la Sentencia, declara la responsabilidad del Estado de Venezuela por los siguientes daños al ciudadano Leopoldo López Mendoza: 1. Violación del derecho al voto, establecido en los artículos 23.1 y 23.2 de la Convención. 2. Violación del deber de motivación y del derecho a la defensa en vía administrativa, previsto en el artículo 8.1 de la Convención. 3. Violación del derecho a la protección judicial, establecido en el artículo 25.1 del Pacto. 4.Incumplimiento de la adecuación de la legislación interna con respecto a la Convención de los Estados Unidos sobre Derechos Humanos, tal como se establece en su artículo 2. Finalmente, el Tribunal Interamericano ordenó, con responsabilidad establecida, la obligación del Estado de Venezuela de reparar el daño causado, no permitiendo que López Mendoza compareciera en ningún proceso electoral, aceptar la revocación o nulidad de los actos administrativos en el caso aprobado por la Contraloría General de la República y ajustar las normas habituales, mediante la reforma del artículo 105 del citado instrumento legal. LAS INHABILIDADES PÚBLICAS IMPUESTAS EN SEDE ADMINISTRATIVA CONFORME A LA CONVENCIÓN AMERICANA DE DERECHOS HUMANOS El artículo 23 del Pacto de Derechos Humanos de los Estados Unidos incluye el contenido básico reconocido en contextos políticamente interamericanos para su efectiva aplicación. Como parte de una categoría de libertades protegidas bajo el nombre de "derechos políticos", el derecho al voto es de doble sentido, activo y pasivo, prominente. Es decir, el derecho a elegir en elecciones libres, universales, directas, secretas y periódicas. Y el derecho de sufragio, que obliga a los Estados Partes en el presente Pacto a asegurar la designación de personas y partidos, no tendrá más limitaciones que las que razonablemente resulten de las normas de derecho, principios de igualdad e integridad. A tal efecto, la Convención reconoce el estatuto de su sistema político electoral como autoridad soberana de los Estados; No obstante, respecto de los límites admitidos al derecho de voto a la configuración legal y su aplicación efectiva, se aclara al precisar que las limitaciones sólo son admisibles por razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, educación, capacidad civil o mental, o creencias. por un juez competente en materia penal. Debe admitirse que los conceptos planteados por la Convención no están exentos de controversia. En la práctica, sin embargo, un tipo de acuerdo material que incluya una cantidad mínima de consideraciones democráticas, que permita la afirmación o el reconocimiento de estos conceptos es un requisito previo del juego político y físico de los regímenes democráticos y constitucionales modernos. En efecto, el mínimo incorporado a la Convención y complementado por la Carta Democrática Interamericana de 2001 constituye una especie de guia de ruta democrática para los Estados que integran el Sistema Interamericano. Por ese motivo, en consideración del fallo comentado se hace necesario evaluar las restricciones legítimas o permisibles a los elementos de los derechos políticos a la luz de los principios y disposiciones normativas del Sistema. Igualmente, por constituir un asunto que transversaliza el fallo objeto de análisis, otra cuestión relevante para comprender la discusión que subyace al pronunciamiento de la alta corte interamericana refiere a la ética pública y la moral administrativa o, en términos contemporáneos, a la transparencia y a la probidad exigida por estándares nacionales e internacionales para el ejercicio legal y democrático de la función pública. Sobre este tópico, especialmente en Latinoamérica, una región caracterizada por altos niveles de corrupción política, las normas internacionales y nacionales han desarrollado múltiples sistemas de control y sanción con niveles de actuación administrativas y judiciales, en procura de cautelar como bienes jurídicos esenciales la transparencia y el fortalecimiento institucional de la democracia. Esta legítima acción de los Estados recoge, en algunos casos, procedimientos y sanciones que suelen afectar uno o más atributos reconocidos a los derechos políticos. Esta afectación desde luego alcanza, especialmente por la tipificación de hechos de corrupción, la limitación del derecho a ser elegido o en definitiva el derecho al ejercicio de la función pública. Lo anterior no es objeto de discusión cuando dicha privación de uno o algunos de los atributos reconocidos a los derechos políticos deriva de un proceso penal ajustado a las garantías procesales esenciales, y la sanción de inhabilitación o suspensión es impuesta por un órgano de naturaleza jurisdiccional en ejercicio de la competencia penal. La siguiente sección resume el contenido e interpretación del artículo 23.2 de la Convención, que prevalece en la sentencia comentada “Además, el Estado de Venezuela es parte de la Convención y por lo tanto está obligado a cumplirla. Asimismo, las disposiciones de los instrumentos internacionales de derechos humanos del sistema interamericano, previstas por la Constitución vigente, se implementan directa e inmediatamente en el ordenamiento jurídico interno. Este se entiende como la amalgama del ordenamiento jurídico interno por “las normas básicas del ordenamiento jurídico supraestatal, con sus principios imperativos o no vinculantes y las costumbres válidas en comunidad de naciones” Un órgano administrativo como un Consejo de Administración impondría, en el marco habitual, una sanción como la privación provisional del derecho al voto. ¿o no? La respuesta que prevaleció en la sentencia fue no, por lo que ordenó al Estado reformar las leyes que rigen el ejercicio de la función de control tributario. Pero esto requiere al menos una implementación proporcional que tenga en cuenta las variables intervinientes, en particular las amplias facultades conferidas por el legislador a las diferentes agencias para garantizar el control administrativo. Y así, para lograr este objetivo, los procedimientos y sanciones de la CGR pueden ser justificados en gran medida. En otras palabras, la facultad del órgano rector de limitar las propiedades de los derechos políticos en manos de la autoridad de control preserva efectivamente la vigencia administrativa y fortalece la institución, de manera que la norma se aplica a un determinado fin legítimo. Ahora bien, en cuanto a la adecuación de la pena, la respuesta se vuelve más complicada. El CGR está facultada constitucional y legalmente para llevar a cabo sus funciones y tiene aún más poder para influir de manera efectiva en el logro de sus objetivos de supervisión. Así, esta amplia potestad de control y sanción, debido al actual sistema normativo, le permite imponer multas razonables y adecuadas a la magnitud del daño causado al erario público, pero, y esto es cuestión, la perfección de las sanciones le permite, actuando en sede administrativa, para recibir, por la gravedad del hecho, la imposición de subsanaciones que entendemos propias del ámbito penal. Una vez más, la respuesta es no, lo que también plantea la cuestión de la idoneidad de la sanción. Se entiende que, con base en el grado y trascendencia de la conducta contra la privación de la libertad, el Estado, como medida de última tasa, puede calificar un hecho, estableciendo así una sanción penal. Esta forma de sanción debe ser determinada y declarada por el juez penal conforme a un procedimiento común. Como muestra la información contextual referida al caso, el Estado de Venezuela ha desplegado instancias y procedimientos administrativos únicamente para imponer una sanción que se considera contraria a las convenciones, pues si bien es de carácter penal, pero se declara en un marco administrativo. En cuanto a la determinación del medio menos restrictivo de los derechos fundamentales, cabe señalar que la sanción, que hemos considerado improcedente, también desplaza equilibrios construidos a partir de los principios que integran el sistema interamericano y el ordenamiento jurídico venezolano. mismo, al imponer arbitrariamente sanciones más restrictivas que afectan y limitan el ejercicio de los derechos civiles, sin tener en cuenta que el propio órgano ejecutivo de control principalmente, en el ejercicio de sus funciones legítimas, existen sanciones adecuadas y libertades menos restrictivas como las sanciones pecuniarias (multas). El ejercicio anterior de proporcionalidad, muy brevemente desarrollado, puede ayudar a la inferencia y decisión final en el juicio. Es claro que sancionar la suspensión del ejercicio de los derechos políticos por parte de un órgano administrativo no sólo es anti convencional sino también desproporcionado y por lo tanto arbitrario; y violar las reglas del debido proceso. Finalmente, otra cuestión particularmente curiosa que se desprende de la sentencia y al mismo tiempo justifica su argumento, es que no existe tal proceso penal, aunque López Mendoza está involucrado, por hechos constitutivos de corrupción, alega la propia CGR, se impuso una sanción adicional. se le impuso, que obviamente tenía un carácter penal, pero nunca fue perseguido penalmente, con la identificación de la responsabilidad por actos corruptos que se le atribuyó en el marco de un procedimiento administrativo y esto motivó una política de exclusión temprana. Esto último constituye una vulneración del derecho a la presunción de inocencia, ya que “los efectos que sólo puede producir una condena son edificantes y, por tanto, ignora que la culpabilidad debe ser aprobada por el Estado en juicio”. LÍMITES DE LOS DERECHOS POLÍTICOS EN EL SISTEMA INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS El artículo 30 de la Convención de Derechos Humanos faculta a los estados miembros a establecer límites en el ejercicio de los derechos y las libertades que se les otorgan. Sin embargo, tales restricciones son legítimas en la medida en que satisfagan ciertas condiciones derivadas del propio texto de la Convención o de criterios interpretativos adoptados por los órganos del Sistema. Estos criterios son los siguientes. A) Restricciones que establezca la ley, las disposiciones normativas definen el alcance y los límites del ejercicio de los derechos políticos. La doctrina sostiene que los derechos políticos, para su efectivo ejercicio, requieren disposiciones normativas emanadas del poder legislativo, el cual tiene un componente democrático que debe incidir en la definición de los sistemas políticos y electorales, en definitiva, en las reglas del poder político. B) Las restricciones deben perseguir un fin legítimo y regulado en la Convención Toda limitación legalmente establecida debe ampararse en las propias limitaciones que la Convención reconoce como finalidades generales legítimas: los derechos y libertades de las demás personas o las justas exigencias del bien común en una sociedad democrática. El párrafo 2 del artículo 23 de la Convención, tal como se afirmó en el apartado anterior, establece que la ley puede reglamentar limitaciones o restricciones al ejercicio de los derechos y oportunidades a tales derechos, exclusivamente en razón de la edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena por juez competente en proceso penal. Esta disposición impide el ejercicio de funciones de carácter administrativo para la limitación de los derechos políticos, previniendo así actos arbitrarios, de abuso de poder o desviación de poder. D) Las restricciones deben ser estrictamente necesarias en una sociedad democrática, para evaluar si se cumple con tal postulado o principio se debe analizar si el requisito que restringe temporalmente el ejercicio del derecho a ser elegido en el caso de análisis satisface una necesidad social imperiosa, esto es, está orientado a satisfacer un interés público imperativo D) Las restricciones deben ajustarse al principio de proporcionalidad, el derecho de la ciudadanía política no es absoluto, pero sus restricciones tampoco. El derecho a elegir y a ser electo se limita por situaciones que deben constituir ‘motivos idóneos, suficientes y justificados’. En otras palabras: cualquier restricción al derecho al voto como derecho fundamental suscita un debate sobre la "justicia": nadie puede ser privado del derecho al voto sin justificación. CONCLUSIÓN El análisis de la sentencia objeto de este comentario se centra en tres aspectos, primero en el contexto del caso, y segundo en los orígenes de las manifiestas desigualdades en la jurisdicción administrativa; y el tercero a los límites permisivos o restrictivos de los derechos políticos en el sistema americano de derechos humanos. Estos aspectos impiden en gran medida que se desarrollen argumentos en la sentencia. En efecto, el desarrollo previo de la argumentación a favor de la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y los nuevos juicios, a partir de varios referentes doctrinarios y normas jurídicas nacionales e internacionales, parte fundamental de la teoría de competencia de la Corte. La medida adoptada por la Contraloría General de la República de Venezuela enfatiza claramente las normas supraestatales, en especial la que la considera como origen de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. El citado instrumento internacional establece una clara distinción entre jurisdicciones o mandatos restrictivos de derechos fundamentales, en cuanto al artículo 23.2, que prevé para el poder judicial y en particular para los jueces penales, la imposición de políticas de derechos fundamentales como consecuencia de sanciones penales. Esta limitación, como se indicó anteriormente, tiene por objeto orientar razonablemente el poder punitivo del Estado, protegiéndolo de las arbitrariedades y abusos de poder que manifiesta en el ejercicio de sus facultades especiales, propias de los derechos de funcionamiento y de decisión administrativa. Un acto que califica como delito, según lo determine un tribunal con las garantías procesales necesarias y de acuerdo con el principio de proporcionalidad.
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