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En Venezuela, el control, la vigilancia y la inspección de los ingresos, gastos, bienes

públicos y nacionales, son regulados por el artículo 287 de la Constitución, la Contraloría


General de la República (CGR), órgano encargado de la autoridad y del control de los
mismos, goza de autonomía funcional, administrativa y organizativa; su función más
relevante se manifiesta en la realización de inspecciones a las autoridades públicas y
demás entidades bajo su control, declaración de responsabilidad y sanciones
administrativas, si las hubiere. Su administración central se encuentra en la Ley de la
Autoridad Presidencial para el Control de la República y el Sistema Nacional de Control
Tributario de 2001.
Este instrumento legal establece los métodos sancionatorios a disposición del organismo,
la autoridad de control, podrá entre otras cosas: acordar la destitución de los funcionarios
públicos por las faltas más graves y por vulneración de derechos que produzcan privación
de derechos de los funcionarios públicos, en el ejercicio de sus funciones.
En 2004 la CGR inició dos procesos administrativos contra el político venezolano
Leopoldo López Mendoza para determinar la responsabilidad patrimonial, finalmente
recibió dos sanciones administrativas incluida una multa, luego de lo cual el administrador
aplicó una sanción secundaria de privación del derecho a ejercer funciones públicas por
períodos de 3 y 6 años. Estas decisiones administrativas fueron apeladas por el
interesado hasta que llegaron a la Sala Político Administrativa de la Corte Suprema de
Justicia, sin obtener respuesta favorable a su solicitud.
En marzo de 2008, López Mendoza presentó formalmente una denuncia ante la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por su inhabilitación para desempeñar
funciones públicas. Esta inhabilitación fue impuesta por la Contraloría General de la
República. Al término del procedimiento, en agosto de 2009, la CIDH emitió el informe de
gestión número 92/09 y lo remitió al Estado de Venezuela, con dos meses para informar
sobre las medidas adoptadas para dar cumplimiento a las recomendaciones del Comité.
Posteriormente, y constatando el incumplimiento de Venezuela, la CIDH acordó someter
el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el cual se reivindicó la
responsabilidad internacional del Estado con violaciones de las disposiciones normativas
de la Convención de los Estados Unidos sobre Derechos Humanos. Específicamente, la
CIDH, en su petición a la Corte Interamericana, señaló: “al momento de adoptarse la
decisión de inhabilitación para el ejercicio de funciones públicas de López Mendoza, la
Sala Político Administrativa de la Corte Suprema de Justicia, no aportó argumentos
adicionales a favor de imponer una pena mayor a una sanción previamente impuesta, ni
aportó argumentos definitivos, definiendo la clase de conducta ilícita y su correspondencia
con la imposición de la sanción”
SANCIONES ACCESORIAS.
Satisfechos con los requisitos procesales inherentes a la jurisdicción del sistema
interamericano, el 1 de septiembre de 2011 la Corte Interamericana resolvió y así,
conforme a lo dispuesto en la Sentencia, declara la responsabilidad del Estado de
Venezuela por los siguientes daños al ciudadano Leopoldo López Mendoza:
1. Violación del derecho al voto, establecido en los artículos 23.1 y 23.2 de la Convención.
2. Violación del deber de motivación y del derecho a la defensa en vía administrativa,
previsto en el artículo 8.1 de la Convención.
3. Violación del derecho a la protección judicial, establecido en el artículo 25.1 del Pacto.
4.Incumplimiento de la adecuación de la legislación interna con respecto a la Convención
de los Estados Unidos sobre Derechos Humanos, tal como se establece en su artículo 2.
Finalmente, el Tribunal Interamericano ordenó, con responsabilidad establecida, la
obligación del Estado de Venezuela de reparar el daño causado, no permitiendo que
López Mendoza compareciera en ningún proceso electoral, aceptar la revocación o
nulidad de los actos administrativos en el caso aprobado por la Contraloría General de la
República y ajustar las normas habituales, mediante la reforma del artículo 105 del citado
instrumento legal.
LAS INHABILIDADES PÚBLICAS IMPUESTAS EN SEDE ADMINISTRATIVA
CONFORME A LA CONVENCIÓN AMERICANA DE DERECHOS HUMANOS
El artículo 23 del Pacto de Derechos Humanos de los Estados Unidos incluye el contenido
básico reconocido en contextos políticamente interamericanos para su efectiva aplicación.
Como parte de una categoría de libertades protegidas bajo el nombre de "derechos
políticos", el derecho al voto es de doble sentido, activo y pasivo, prominente. Es decir, el
derecho a elegir en elecciones libres, universales, directas, secretas y periódicas. Y el
derecho de sufragio, que obliga a los Estados Partes en el presente Pacto a asegurar la
designación de personas y partidos, no tendrá más limitaciones que las que
razonablemente resulten de las normas de derecho, principios de igualdad e integridad.
A tal efecto, la Convención reconoce el estatuto de su sistema político electoral como
autoridad soberana de los Estados; No obstante, respecto de los límites admitidos al
derecho de voto a la configuración legal y su aplicación efectiva, se aclara al precisar que
las limitaciones sólo son admisibles por razones de edad, nacionalidad, residencia,
idioma, educación, capacidad civil o mental, o creencias. por un juez competente en
materia penal.
Debe admitirse que los conceptos planteados por la Convención no están exentos de
controversia. En la práctica, sin embargo, un tipo de acuerdo material que incluya una
cantidad mínima de consideraciones democráticas, que permita la afirmación o el
reconocimiento de estos conceptos es un requisito previo del juego político y físico de los
regímenes democráticos y constitucionales modernos. En efecto, el mínimo incorporado a
la Convención y complementado por la Carta Democrática Interamericana de 2001
constituye una especie de guia de ruta democrática para los Estados que integran el
Sistema Interamericano.
Por ese motivo, en consideración del fallo comentado se hace necesario evaluar las
restricciones legítimas o permisibles a los elementos de los derechos políticos a la luz de
los principios y disposiciones normativas del Sistema.
Igualmente, por constituir un asunto que transversaliza el fallo objeto de análisis, otra
cuestión relevante para comprender la discusión que subyace al pronunciamiento de la
alta corte interamericana refiere a la ética pública y la moral administrativa o, en términos
contemporáneos, a la transparencia y a la probidad exigida por estándares nacionales e
internacionales para el ejercicio legal y democrático de la función pública.
Sobre este tópico, especialmente en Latinoamérica, una región caracterizada por altos
niveles de corrupción política, las normas internacionales y nacionales han desarrollado
múltiples sistemas de control y sanción con niveles de actuación administrativas y
judiciales, en procura de cautelar como bienes jurídicos esenciales la transparencia y el
fortalecimiento institucional de la democracia. Esta legítima acción de los Estados recoge,
en algunos casos, procedimientos y sanciones que suelen afectar uno o más atributos
reconocidos a los derechos políticos. Esta afectación desde luego alcanza, especialmente
por la tipificación de hechos de corrupción, la limitación del derecho a ser elegido o en
definitiva el derecho al ejercicio de la función pública.
Lo anterior no es objeto de discusión cuando dicha privación de uno o algunos de los
atributos reconocidos a los derechos políticos deriva de un proceso penal ajustado a las
garantías procesales esenciales, y la sanción de inhabilitación o suspensión es impuesta
por un órgano de naturaleza jurisdiccional en ejercicio de la competencia penal. La
siguiente sección resume el contenido e interpretación del artículo 23.2 de la Convención,
que prevalece en la sentencia comentada
“Además, el Estado de Venezuela es parte de la Convención y por lo tanto está obligado a
cumplirla. Asimismo, las disposiciones de los instrumentos internacionales de derechos
humanos del sistema interamericano, previstas por la Constitución vigente, se
implementan directa e inmediatamente en el ordenamiento jurídico interno. Este se
entiende como la amalgama del ordenamiento jurídico interno por “las normas básicas del
ordenamiento jurídico supraestatal, con sus principios imperativos o no vinculantes y las
costumbres válidas en comunidad de naciones”
Un órgano administrativo como un Consejo de Administración impondría, en el marco
habitual, una sanción como la privación provisional del derecho al voto. ¿o no? La
respuesta que prevaleció en la sentencia fue no, por lo que ordenó al Estado reformar las
leyes que rigen el ejercicio de la función de control tributario. Pero esto requiere al menos
una implementación proporcional que tenga en cuenta las variables intervinientes, en
particular las amplias facultades conferidas por el legislador a las diferentes agencias para
garantizar el control administrativo. Y así, para lograr este objetivo, los procedimientos y
sanciones de la CGR pueden ser justificados en gran medida. En otras palabras, la
facultad del órgano rector de limitar las propiedades de los derechos políticos en manos
de la autoridad de control preserva efectivamente la vigencia administrativa y fortalece la
institución, de manera que la norma se aplica a un determinado fin legítimo.
Ahora bien, en cuanto a la adecuación de la pena, la respuesta se vuelve más
complicada. El CGR está facultada constitucional y legalmente para llevar a cabo sus
funciones y tiene aún más poder para influir de manera efectiva en el logro de sus
objetivos de supervisión.
Así, esta amplia potestad de control y sanción, debido al actual sistema normativo, le
permite imponer multas razonables y adecuadas a la magnitud del daño causado al erario
público, pero, y esto es cuestión, la perfección de las sanciones le permite, actuando en
sede administrativa, para recibir, por la gravedad del hecho, la imposición de
subsanaciones que entendemos propias del ámbito penal. Una vez más, la respuesta es
no, lo que también plantea la cuestión de la idoneidad de la sanción.
Se entiende que, con base en el grado y trascendencia de la conducta contra la privación
de la libertad, el Estado, como medida de última tasa, puede calificar un hecho,
estableciendo así una sanción penal. Esta forma de sanción debe ser determinada y
declarada por el juez penal conforme a un procedimiento común. Como muestra la
información contextual referida al caso, el Estado de Venezuela ha desplegado instancias
y procedimientos administrativos únicamente para imponer una sanción que se considera
contraria a las convenciones, pues si bien es de carácter penal, pero se declara en un
marco administrativo.
En cuanto a la determinación del medio menos restrictivo de los derechos fundamentales,
cabe señalar que la sanción, que hemos considerado improcedente, también desplaza
equilibrios construidos a partir de los principios que integran el sistema interamericano y el
ordenamiento jurídico venezolano. mismo, al imponer arbitrariamente sanciones más
restrictivas que afectan y limitan el ejercicio de los derechos civiles, sin tener en cuenta
que el propio órgano ejecutivo de control principalmente, en el ejercicio de sus funciones
legítimas, existen sanciones adecuadas y libertades menos restrictivas como las
sanciones pecuniarias (multas).
El ejercicio anterior de proporcionalidad, muy brevemente desarrollado, puede ayudar a la
inferencia y decisión final en el juicio. Es claro que sancionar la suspensión del ejercicio
de los derechos políticos por parte de un órgano administrativo no sólo es anti
convencional sino también desproporcionado y por lo tanto arbitrario; y violar las reglas
del debido proceso.
Finalmente, otra cuestión particularmente curiosa que se desprende de la sentencia y al
mismo tiempo justifica su argumento, es que no existe tal proceso penal, aunque López
Mendoza está involucrado, por hechos constitutivos de corrupción, alega la propia CGR,
se impuso una sanción adicional. se le impuso, que obviamente tenía un carácter penal,
pero nunca fue perseguido penalmente, con la identificación de la responsabilidad por
actos corruptos que se le atribuyó en el marco de un procedimiento administrativo y esto
motivó una política de exclusión temprana. Esto último constituye una vulneración del
derecho a la presunción de inocencia, ya que “los efectos que sólo puede producir una
condena son edificantes y, por tanto, ignora que la culpabilidad debe ser aprobada por el
Estado en juicio”.
LÍMITES DE LOS DERECHOS POLÍTICOS EN EL SISTEMA INTERAMERICANO DE
DERECHOS HUMANOS
El artículo 30 de la Convención de Derechos Humanos faculta a los estados miembros a
establecer límites en el ejercicio de los derechos y las libertades que se les otorgan. Sin
embargo, tales restricciones son legítimas en la medida en que satisfagan ciertas
condiciones derivadas del propio texto de la Convención o de criterios interpretativos
adoptados por los órganos del Sistema. Estos criterios son los siguientes.
A) Restricciones que establezca la ley, las disposiciones normativas definen el alcance y
los límites del ejercicio de los derechos políticos. La doctrina sostiene que los derechos
políticos, para su efectivo ejercicio, requieren disposiciones normativas emanadas del
poder legislativo, el cual tiene un componente democrático que debe incidir en la
definición de los sistemas políticos y electorales, en definitiva, en las reglas del poder
político.
B) Las restricciones deben perseguir un fin legítimo y regulado en la Convención Toda
limitación legalmente establecida debe ampararse en las propias limitaciones que la
Convención reconoce como finalidades generales legítimas: los derechos y libertades de
las demás personas o las justas exigencias del bien común en una sociedad democrática.
El párrafo 2 del artículo 23 de la Convención, tal como se afirmó en el apartado anterior,
establece que la ley puede reglamentar limitaciones o restricciones al ejercicio de los
derechos y oportunidades a tales derechos, exclusivamente en razón de la edad,
nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena por juez
competente en proceso penal. Esta disposición impide el ejercicio de funciones de
carácter administrativo para la limitación de los derechos políticos, previniendo así actos
arbitrarios, de abuso de poder o desviación de poder.
D) Las restricciones deben ser estrictamente necesarias en una sociedad democrática,
para evaluar si se cumple con tal postulado o principio se debe analizar si el requisito que
restringe temporalmente el ejercicio del derecho a ser elegido en el caso de análisis
satisface una necesidad social imperiosa, esto es, está orientado a satisfacer un interés
público imperativo
D) Las restricciones deben ajustarse al principio de proporcionalidad, el derecho de la
ciudadanía política no es absoluto, pero sus restricciones tampoco. El derecho a elegir y a
ser electo se limita por situaciones que deben constituir ‘motivos idóneos, suficientes y
justificados’. En otras palabras: cualquier restricción al derecho al voto como derecho
fundamental suscita un debate sobre la "justicia": nadie puede ser privado del derecho al
voto sin justificación.
CONCLUSIÓN
El análisis de la sentencia objeto de este comentario se centra en tres aspectos, primero
en el contexto del caso, y segundo en los orígenes de las manifiestas desigualdades en la
jurisdicción administrativa; y el tercero a los límites permisivos o restrictivos de los
derechos políticos en el sistema americano de derechos humanos. Estos aspectos
impiden en gran medida que se desarrollen argumentos en la sentencia.
En efecto, el desarrollo previo de la argumentación a favor de la decisión de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos y los nuevos juicios, a partir de varios referentes
doctrinarios y normas jurídicas nacionales e internacionales, parte fundamental de la
teoría de competencia de la Corte. La medida adoptada por la Contraloría General de la
República de Venezuela enfatiza claramente las normas supraestatales, en especial la
que la considera como origen de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
El citado instrumento internacional establece una clara distinción entre jurisdicciones o
mandatos restrictivos de derechos fundamentales, en cuanto al artículo 23.2, que prevé
para el poder judicial y en particular para los jueces penales, la imposición de políticas de
derechos fundamentales como consecuencia de sanciones penales. Esta limitación, como
se indicó anteriormente, tiene por objeto orientar razonablemente el poder punitivo del
Estado, protegiéndolo de las arbitrariedades y abusos de poder que manifiesta en el
ejercicio de sus facultades especiales, propias de los derechos de funcionamiento y de
decisión administrativa.
Un acto que califica como delito, según lo determine un tribunal con las garantías
procesales necesarias y de acuerdo con el principio de proporcionalidad.

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