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4. BIBLIOGRAFÍA ..................................................................................................................... 38
5.- ESTRATEGIAS METODOLÓGICAS ....................................................................................... 39
6.- ACTIVIDADES A REALIZAR Y RECURSOS DIDÁCTICOS A UTILIZAR ..................................... 40
7.- SISTEMA DE EVALUACIÓN ONLINE ................................................................................... 41
Es importante anotar la importancia que tiene el comprender que la evaluación debe ser
coherente con los objetivos y propósitos tanto del docente como de la institución dentro del
proceso de enseñanza-aprendizaje, además debe utilizar instrumentos de calidad, que sean
confiables y se apeguen a la realidad de los estudiantes.
Los contenidos tratados en cada uno de los capítulos han sido tomados de libros y de artículos
científicos que sustentan los postulados de autores importantes para el tema tratado.
“La evaluación es el motor del aprendizaje, ya que de ella depende tanto qué y cómo se
enseña, cómo el qué y el cómo se aprende”.
(Neus Sanmamrtí, 2007)
"La evaluación se reconoce actualmente como uno de los puntos privilegiados para estudiar
del proceso de enseñanza-aprendizaje. Abordar el problema de la evaluación supone
necesariamente tocar todos los problemas fundamentales de la pedagogía. Cuanto más se
penetra en el dominio de la evaluación, tanta más conciencia se adquiere del carácter
enciclopédico de nuestra ignorancia y más ponemos en cuestión nuestras certidumbres. Cada
interrogante planteada lleva a otras. Cada árbol se enlaza con otro y el bosque aparece como
inmenso" (CARDINET, 1986a, pág. 5).
La evaluación es una práctica muy extendida en el sistema escolar en todo nivel de enseñanza
y en cualquiera de sus modalidades o especialidades. Conceptuarla como "práctica" quiere
decir que estamos ante una actividad que se desarrolla siguiendo unos usos, que cumple
múltiples funciones, que se apoya en una serie de ideas y formas de realizarla y que es la
respuesta a unos determinados condicionamientos de la enseñanza institucionalizada. Ése es
el sentido de la cita anterior. La práctica de la evaluación se explica por la forma en que se
llevan a cabo las funciones que desempeña la institución escolar y por eso viene condicionada
su realización por numerosos aspectos y elementos personales, sociales e institucionales; al
mismo tiempo, ella incide sobre todos los demás elementos implicados en la escolarización:
Todas estas interrelaciones obligan a un análisis de las funciones que cumple la evaluación en
la práctica educativa como un medio de sensibilización de los profesores, antes que
preocuparse de proporcionar modelos prescriptivos de evaluación para que los sigan. Tal
como entendemos la práctica de evaluar, el significado y usos de los profesores no van a
cambiar necesariamente con sólo decir cómo ha de realizarse ésta, siguiendo modelos
teóricos o aconsejando técnicas concretas. De hecho, hay que preguntarse la razón de que
determinadas formas de evaluar, que no se aconsejan desde hace mucho tiempo, sigan
practicándose tan masivamente.
Aunque no tenemos datos sobre nuestro sistema escolar, a todos nos consta que se trata de
una actividad ampliamente rechazada por los alumnos y bastante molesta y engorrosa para
muchos profesores. Lo que no obsta para que encontremos estudiantes que cuando obtienen
buenas calificaciones se muestren orgullosos por las mismas y que muchos profesores utilicen
la evaluación, incluso con cierta complacencia, para mantener el orden, la autoridad y su
sentimiento de superioridad sobre los alumnos. Estas situaciones demuestran algunas de las
funciones que cumple este rito escolar.
La complejidad de la práctica de evaluar exige tratar este tema desde dos perspectivas que se
interrelacionan entre sí:
Dicho de otra forma, a los profesores no sólo les interesa plantearse la evaluación como un
problema técnico-pedagógico que han de resolver en su enseñanza, apoyados en distintos
modelos de proceder, sino que han de concebirla como un camino para entender el
currículum real del alumno, algo que es un problema práctico previo que desborda incluso su
voluntad, que forma toda una mentalidad.
Dentro de la concepción y usos más extendidos se suele entender la evaluación como una
actividad de los profesores sobre los alumnos. En el lenguaje pedagógico más corriente hablar
de evaluación es pensar en algo que inevitablemente recae sobre éstos. El pensamiento
educativo ha elaborado su discurso referido a ese ámbito, porque es una función exigida a la
escuela por la sociedad, con urgencia y prioridad sobre cualquier otra práctica posible de
evaluación. En la investigación educativa y en la bibliografía especializada pueden encontrarse
abundantes estudios y resultados referidos a la evaluación de alumnos, y muchos menos
relativos a otros elementos que intervienen en la enseñanza, como es la evaluación de
profesores, de materiales o de centros, por ejemplo. Existen estos otros ámbitos prácticos en
los que se realiza la evaluación, sólo que, por economía de espacio y utilidad para los
profesores, nosotros nos referiremos a la evaluación de alumnos.
De una forma más sintética, STUFFLEBEAM (1987, pág. 19) la define como "el enjuiciamiento
sistemático de la valía o el mérito de algo".
En el pensamiento y las prácticas de evaluación que tienen lugar dentro del sistema educativo
se mezclan las distintas misiones y concepciones de que ha sido objeto, en consonancia con
la evolución de las instituciones educativas. Hoy nos planteamos la evaluación desde una
perspectiva comprensiva, cuyos objetos son muy variados, con muy diversas metodologías o
técnicas de realizarla y al servicio del mejor conocimiento de la realidad y del progreso de los
alumnos en particular. Pero en la práctica en las aulas la evaluación evidencia su servidumbre
al servicio de otras políticas y de otras ideas: selección, jerarquización, control de conducta.
etc.
Haciendo un apretado resumen, se pueden destacar los siguientes hitos en la evolución del
pensamiento y de las prácticas de evaluación:
1) Una primera tradición de dar calificaciones al rendimiento escolar de los alumnos en
las asignaturas o áreas del currículum, para permitir su graduación, determinar quién
pasa una asignatura, un curso o un nivel, quién obtiene una titulación, propiciando la
selección y jerarquización de alumnos. Valoración y sanción realizada a partir de la
competencia, por saber y por autoridad, de la que la institución escolar inviste a los
profesores, legitimada por la selección que se ha realizado de éstos: el profesor es un
"experto" de competencia reconocida para evaluar a sus alumnos. Función ejercida sin
más bagaje técnico que aplicar una escala de puntuaciones sencillas. Se sobrentendió
que se trataba de una actividad profesional poco complicada: dar notas. En realidad,
así la ejercen hoy muchos docentes. Es preciso reconocer, frente a declaraciones de
intención y pretensiones de cientificidad diversa, que los profesores realizan la
evaluación sin grandes complicaciones de planteamiento, de elaboración de pruebas
o sofisticadas formas de puntuar.
…” La evaluación tiene por objeto descubrir hasta qué punto las experiencias de aprendizaje,
tales como se las proyectó, producen realmente los resultados apetecidos” (TYLER, 1973, pág.
108). ...” En primer lugar significa que ella (la evaluación) debe juzgar la conducta de los
alumnos, ya que la modificación de las pautas de conducta es precisamente uno de los fines
que la educación persigue” (pág. 109).
“Puesto que la evaluación supone reunir elementos que certifiquen los cambios de conducta
de los estudiantes, todo testimonio válido acerca de las pautas que procuran los objetivos de
la educación constituye un método idóneo de evaluación” (pág. 110).
BLOOM y otros (1975) definirían la evaluación en esta misma línea como: “(...) la reunión
sistemática de evidencias a fin de determinar si en realidad se producen ciertos cambios en
los alumnos y establecer también el grado de cambio en cada estudiante” (pág. 23).
La evaluación de alumnos se entendería desde esta óptica como el proceso por medio del cual
los profesores, en tanto que son ellos quienes la realizan, buscan y usan información
procedente de numerosas fuentes para llegar a un juicio de valor sobre el alumno en general
o sobre alguna faceta particular del mismo.
Nótese que el término "juicio" es más amplio en significado que el de notas o calificaciones
escolares. Las informaciones pueden apoyarse en datos y observaciones procedentes de
pruebas, del trato directo personal o del seguimiento del trabajo cotidiano. La idea misma de
evaluación incluye la valoración, en el sentido de que implica no sólo la identificación del grado
en el que un estudiante posee un cierto rasgo o el nivel en el que su conducta se ha
modificado, sino que también se valora la adecuación de los resultados obtenidos a los
criterios u objetivos deseables. Es decir, se hace referencia a valores, a ideales educativos, que
no dejan de ser construcciones aceptadas en momentos determinados por grupos de
individuos, sobre los que existen acuerdos y discrepancias. La objetividad positivista es una
ilusión imposible, lo que no equivale a instalarse en el terreno de la arbitrariedad. Desde hace
tiempo se sabe que ni la selección de los contenidos de las pruebas de evaluación, ni el proceso
de su corrección puede ser algo objetivo, ajeno a opciones del que selecciona y valora el
contenido o da notas a los alumnos (PIERON,1963; NOIZET y CAVERNI, 1978).
Si, desde esta amplia perspectiva, creemos que evaluar sirve para tomar conciencia sobre el
curso de los procesos y resultados educativos, con el objeto de valorarlos, es evidente que
habrá que tratar no sólo con problemas de índole técnica (cómo obtener la información, con
qué pruebas, etc.), sino también plantearnos opciones de tipo ético (qué se debe evaluar y
por qué hacerlo; qué se debe comunicar sobre la evaluación de los alumnos a padres, a otros
profesores, a la sociedad; cómo conviene expresar los resultados de la evaluación).
Cualquier tipo de evaluación que se realice en el ámbito educativo, debe cumplir con
funciones como las que se citan a continuación (Posner, 1998; Hernández, 1998; Díaz Barriga,
1999):
Función instructiva: El proceso de evaluación en sí mismo, debe producir una síntesis de los
indicadores de la puesta en práctica del currículum. Por lo tanto, las personas que participan
en el proceso, se forman, aprenden estrategias de evaluación e incorporan una nueva
experiencia de aprendizaje laboral.
La evaluación desempeña diversas funciones, es decir, sirve a múltiples objetivos, no sólo para
el sujeto evaluado, sino de cara al profesor, a la institución escolar, a la familia y al sistema
social. Su utilidad más llamativa no es, precisamente, la pedagógica pues el hecho de evaluar
no surge en la educación como una necesidad de conocimiento del alumno y de los procesos
educativos. Partimos de una realidad institucional históricamente condicionada y muy
asentada que exige su uso: se evalúa por la función social que con ello se cumple. Es una
misión históricamente asignada a la escuela y a los profesores en concreto, se realiza en un
contexto de valores sociales, por unas personas y con unos instrumentos que no son neutrales.
Sorprende, como señala BATES (1984, pág. 128), la rapidez con la que los supuestos por los
que se realiza la evaluación en las escuelas son asimilados por los procesos de ubicación social
y creación de jerarquías. Si ello es así es porque esos procesos sociales son valores previos y
demandas que se vierten sobre la escolarización, aunque sea de forma inconsciente. Una
institución como la escuela genera valores y prácticas que la sociedad asimila, pero incorpora
otros muchos que antes de ser comportamientos escolares son prácticas sociales a las que no
puede o no sabe sustraerse. Muchos de los efectos o funciones que cumple la evaluación son
producto de toda una "patología" en las formas de realizarla producida por necesidades no
pedagógicas.
Por el modo en que está institucionalizada la enseñanza, por el hecho de que los resultados
obtenidos repercuten en valoraciones de los sujetos y hasta son puntos de referencia para la
autoestima, las prácticas de evaluación tienen influencia decisiva en los alumnos, en sus
actitudes hacia el estudio y hacia el contenido, en los profesores, en las relaciones sociales
dentro del aula y en el entorno social. Esa proyección múltiple obliga a deslindar los
significados de esta práctica tan extendida, que escapa a los mismos profesores. Una cosa es
querer realizarla con unos objetivos y otra son los papeles que realmente desempeña, como
bien distinguía SCRIVEN (1967, pág. 40). Los profesores tienen que plantearse esta doble
perspectiva: para qué y cómo evaluar, desde un punto de vista pedagógico, y qué funciones
cumple la evaluación que realizan.
La práctica de evaluar genera un cierto currículum oculto. Pondremos un ejemplo para dar
idea de lo que comentamos. Un sistema de evaluar es plantear pruebas de varias preguntas
cortas que difieren en cuanto a la dificultad y rapidez de la respuesta requerida. Consecuencia
de ese planteamiento es que los alumnos, una vez que conocen el sistema, se dedicarán a
responder el 30 máximo número de preguntas, independientemente del valor que cada una
de ellas tenga. Es curioso cómo en ciertas aplicaciones de pruebas de inteligencia o en los
llamados vulgarmente exámenes de "tipo psicotécnico", por ejemplo, se aconseje
explícitamente no detenerse en las preguntas (ítems) que plantean dificultades, dejando éstas
Entenderemos mejor los efectos de las prácticas de evaluación si ordenamos las funciones,
pretendidas o no, que cumple. Las sistematizaremos en tipos para lograr una cierta claridad,
lo que no significa que no existan interdependencias entre unas y otras:
Para Boud (2006) las innovaciones en la evaluación del aprendizaje universitario se están
desarrollando en torno a cuatro direcciones fundamentales:
— Se está implicando a los estudiantes de una forma más activa, no sólo en los procesos y
actividades de enseñanza y aprendizaje sino en los propios procesos de evaluación. La
sociedad actual demanda algo más que graduados pasivos conformistas con un régimen de
evaluación predeterminado. Se pretende, en cambio, graduados que sean capaces de
planificar y monitorizar su propio proceso de aprendizaje de forma autónoma.
Si conceptualizamos la evaluación como el proceso por medio del cual se selecciona una
realidad (objeto de la evaluación), se recoge información sistemática sobre ella, se analiza y
se valora la información, sobre la base de unos criterios previamente establecidos, emitiendo
un juicio sobre el mérito y el valor de esa realidad e informando de los resultados a fin de
poder tomar las decisiones de mejora pertinentes, podemos afirmar que la orientación está
presente en cada uno de los momentos del proceso evaluativo.
Muchos han sido los términos que se vienen utilizando para matizar o diferenciar las
concepciones o modalidades de evaluación (sumativa, formativa, auténtica, de ejecución,
basada en competencias, autónoma, sostenible, etc.). Como base de nuestra propuesta de
procedimiento de evaluación partimos del concepto de evaluación sostenible (Boud, 2000) y
1. Las tareas de evaluación deben promover el tipo de aprendizaje necesario para el lugar
de trabajo en el contexto sociocultural del siglo XXI.
— Utilizar métodos para la evaluación del trabajo presencial y no presencial del alumnado.
Podemos concluir por lo tanto que cuando cobra protagonismo la orientación es cuando nos
referimos a la retroalimentación prospectiva/proalimentación, es decir, cuando además de
aportar información (profesorado, compañeros, el propio estudiante) sobre el nivel de
desempeño desarrollado por el estudiante con la intencionalidad de mejorar su nivel
competencias y de desempeño, existe la posibilidad de ese cambio o mejora en un futuro
inmediato.
Gibbs y Simpson (2004-2005) consideran que las condiciones que son necesarias para que la
retroalimentación/orientación favorezca el aprendizaje son:
b) Calidad de la retroalimentación.
3. La retroalimentación se centra sobre el aprendizaje antes que sobre las calificaciones
o sobre los propios estudiantes
4. La retroalimentación es comprensible para el estudiante.
Por su parte, Nicol (2007), (ver figura 2), considera que una buena práctica de evaluación y
retroalimentación debería cumplir los siguientes diez principios:
Objeto de evaluación
Productos/actuaciones de aprendizaje
Tarea de evaluación
Criterios de evaluación
Medios, técnicas e instrumentos de evaluación
En la figura 3 se representan los distintos elementos, así como sus relaciones, que configuran
un procedimiento de evaluación del aprendizaje. En esta misma figura se destaca la
importancia tanto de la participación de todos los implicados en el proceso de evaluación
como de la proalimentación, constituyendo ésta un eje clave para la orientación y mejora de
los resultados de aprendizaje.
Objeto de evaluación
El objeto es lo que se pretende evaluar, hacia dónde se dirige la actividad evaluativa. En este
sentido, en el contexto universitario el objeto básico de evaluación lo constituye el grado de
desarrollo competencial de los estudiantes. Entendemos la competencia como un atributo
latente, conocimiento, actitud, habilidad, destreza y facultad para el desarrollo de una
profesión, puesto de trabajo o actuación académica, ejecutando adecuada y correctamente
las actuaciones y actividades laborales o académicas exigidas.
Las competencias toman como referente directo las funciones que los estudiantes tendrán
que ser capaces de desarrollar cuando se enfrenten a la gestión de problemas relevantes en
los ámbitos académicos y/o profesionales.
Tarea de evaluación
Una tarea de evaluación es entendida como la actividad/es o trabajo/s que deben realizarse,
coherentes con el objeto de evaluación especificado (competencia) y acorde con los
resultados de aprendizaje que se esperan conseguir, y que se concretarán, por lo general, en
uno o varios productos/actuaciones que serán evaluados.
Carles y otros (2006) consideran que las tareas de evaluación deben promover el tipo de
aprendizaje necesario para el lugar de trabajo en el contexto sociocultural del siglo XXI. Por su
parte, Wiggins (1998:25) considera que una tarea de evaluación debe suponer:
b) Investigación disciplinada
Conocimientos de los contenidos fundamentales de la materia
Procesos fundamentales de la disciplina
Comunicación para elaborar el entendimiento
Las condiciones bajo las cuales las tareas de evaluación apoyan y favorecen el aprendizaje son
expuestas por Gibbs y Simpson (2004-05) quienes consideran que son:
Desde esta consideración la evaluación se puede llevar a cabo de acuerdo con las siguientes
modalidades:
Un criterio se define como la condición que debe cumplir una determinada actividad,
actuación o proceso para ser considerada de calidad o el principio (norma o idea) de valoración
en relación al cual se emite un juicio valorativo sobre el objeto evaluado.
Los requisitos que debe tener un criterio de evaluación, se pueden sintetizar en los siguientes:
Las técnicas son las estrategias que sigue el evaluador para recabar información sistemática
sobre el objeto de evaluación (observación, encuestación, análisis documental y de
producciones).
Los instrumentos son las herramientas tangibles que el evaluador utiliza para sistematizar sus
valoraciones, básicamente referidas como listas de control, escalas de estimación, escalas de
diferencial semántico, matrices de decisión, rúbricas o instrumentos mixtos.
Para llevar a cabo la evaluación desde el enfoque formativo es necesario que el docente
incorpore en el aula estrategias de evaluación congruentes con las características y
necesidades individuales de cada alumno y las colectivas del grupo.
Diseñar una estrategia requiere orientar las acciones de evaluación para verificar el logro de
los aprendizajes esperados y el desarrollo de competencias de cada alumno y del grupo, así
como la técnica y los instrumentos de evaluación que permitirán llevarla a cabo.
Para algunos autores, las estrategias de evaluación son el “conjunto de métodos, técnicas y
recursos que utiliza el docente para valorar el aprendizaje del alumno” (Díaz Barriga y
Hernández, 2006). Los métodos son los procesos que orientan el diseño y aplicación de
estrategias, las técnicas son las actividades específicas que llevan a cabo los alumnos cuando
aprenden, y los recursos son los instrumentos o las herramientas que permiten, tanto a
docentes como a alumnos, tener información específica acerca del proceso de enseñanza y de
aprendizaje. Las estrategias de evaluación, por el tipo de instrumentos que utilizan, pueden
tener las siguientes finalidades:
Estimular la autonomía
Monitorear el avance y las interferencias
Comprobar el nivel de comprensión
Identificar las necesidades
Las técnicas de evaluación son los procedimientos utilizados por el docente para obtener
información acerca del aprendizaje de los alumnos; cada técnica de evaluación se acompaña
de sus propios instrumentos, definidos como recursos estructurados diseñados para fines
específicos.
Tanto las técnicas como los instrumentos de evaluación deben adaptarse a las características
de los alumnos y brindar información de su proceso de aprendizaje.
Cabe señalar que no existe un instrumento mejor que otro, debido a que su pertinencia está
en función de la finalidad que se persigue; es decir, a quién evalúa y qué se quiere saber, por
ejemplo, qué sabe o cómo lo hace.
En Educación Básica, algunas técnicas e instrumentos de evaluación que pueden usarse son:
observación, desempeño de los alumnos, análisis del desempeño, e interrogatorio.
Esta autora menciona terminología interesante relacionada con los criterios de evaluación los
cuales deben concretarse en distintas dimensiones, subdimensiones y atributos que permitan
medir de manera más precisa la evolución en el aprendizaje de los alumnos, su nivel y calidad.
Introduce el concepto de escalas de valoración para medir las dimensiones, subdimensiones
y atributos asociados a cada tarea de evaluación. Ejemplifica con una rúbrica o matriz de
valoración para evaluar el desempeño de los alumnos y la puntuación o escala que se aplicará
a cada criterio diseñado. Así, se tiene como estrategia de evaluación la elaboración de
proyectos y como criterios de evaluación: presentación y defensa oral, redacción, y contenido.
Cada uno de estos criterios entonces contiene una serie de dimensiones, subdimensiones y
atributos de ser necesario; para el primer criterio se tiene: estructura de la exposición,
contenido de la exposición; para el segundo criterio: claridad, adecuación ortográfica y
gramatical; y para el contenido: título (coherencia con objetivos y problema), introducción
(presentación adecuada de la estructura del proyecto, idoneidad de las fuentes y bibliografía
utilizada). Estas dimensiones contendrán de ser necesario subdimensiones, las cuales a su vez
estarán integradas por atributos, esto con la finalidad de alcanzar un nivel de detalle que
permita tener escalas de valoración justas, objetivas y transparentes.
Para García (2010, p. 84) la conjunción de todos los elementos que forman parte del sistema
de evaluación diseñado debería sintetizarse en el documento Procedimiento de Evaluación.
Por otro lado, (Garfolo, States y Arabia, 2015) se presentan una serie de instrumentos de
puntuación tales como: listas de cotejo (checklists), escalas de calificación básica y rúbricas;
también aborda el tema de los métodos de evaluación de los resultados de aprendizaje del
estudiante; afirma que los resultados de aprendizaje necesitan estar enunciados como una
actividad, producto, o desempeño que pueda medirse; éstos, deben reflejar habilidades del
pensamiento de orden superior y ser significativos para la disciplina; este tema lo abordan
ampliamente (Pérez, Méndez y Pérez, 2016) con resultados interesantes.
Para Moon (2004, p. 21) “los criterios de evaluación pueden ser desarrollados a partir de los
objetivos de aprendizaje o de las tareas de evaluación, pero en cualquiera de los casos
deberían relacionarse con los objetivos de aprendizaje”. Sin embargo, esto depende del
enfoque utilizado para formular y estructurar los programas de estudio descrito en los
modelos educativos de las instituciones, dado que, para un enfoque de formación por
competencias, los criterios de evaluación se formulan a partir de las competencias a
desarrollar enunciadas.
A continuación, se presenta una lista de ítems, incluidos de manera explícita en los programas
de estudio revisados (mencionados anteriormente) y otros seleccionados a partir de algunos
rasgos semánticos identificados; estos ítems representan los criterios de evaluación para
evaluar el aprendizaje de los estudiantes en las diversas asignaturas.
Dado que los programas de estudio revisados en este trabajo han sido formulados en términos
de resultados del aprendizaje y no por competencias, se han identificado y analizado aquellos
criterios de evaluación, utilizados para evaluar los aprendizajes de los alumnos, para
determinar si éstos cumplen con las características sintácticas y semánticas descritas en la
literatura revisada. Algunos de los ítems incluidos de manera explícita en los programas de
estudio son: participación en clase; trabajo final; portafolio de evidencia; evaluación escrita;
que el estudiante cumpla con los requerimientos propios de su rol (asistencia, puntualidad,
orden, atención, concentración y participación); que cada estudiante sea consciente del
significado filosófico que tiene su participación lingüística, comunicativa y social en la
representación escénica; que el estudiante se conduzca de manera original y con criterio
propio en todos los discursos escritos y orales respecto de los mapas conceptuales, reportes
descriptivos y explicativos y la síntesis individual.
Es fácil identificar que estos ítems guardan una estructura sintáctica y semántica de
estrategias de evaluación y no de criterios de evaluación puesto que carecen de dimensiones
y subdimensiones, que impide tener una matriz de valoración para evaluar el desempeño de
los alumnos y anotar la puntuación o escala. Estos ítems sin lugar a dudas no están redactados
en términos de criterios de evaluación; por lo tanto, el profesor encontrará dificultades para
evaluar puntualmente el aprendizaje de los estudiantes, y éstos encontrarán dificultades para
saber a qué aspectos, tanto cualitativos como cuantitativos se les asignará una valoración
final.
3.3.2.1 Validez
4.3.2.2. Confiabilidad
¿Qué es la confiabilidad?
La confiabilidad se refiere a la consistencia con que el instrumento mide, o visto de otro modo,
al grado de error presente en la medida (Cohen y Swerdlik, 2009). Un test confiable entrega
resultados consistentes a lo largo del tiempo. Por ejemplo, estudiantes con el mismo nivel de
comprensión lectora que toman un test de compresión lectora tendrán puntajes similares o
idénticos, sin importar cuándo lo tomen, asumiendo que su nivel de comprensión lectora no
ha variado (Timmons, Podmostko, Bremer, Lavin y Wills, 2005).
3.4.1 La calificación
La “nota”, es la que establece la unión entre el proceso educativo que sucede en la de clase
con lo que espera la sociedad, especialmente padres y administradores de la educación.
Aunque la evaluación de los aprendizajes es mucho más amplia y compleja que “poner notas”,
es importante situar la calificación educativa en el lugar que le corresponde en ese proceso,
sin minimizarla ni desvincularla de éste. El tema de la evaluación ha sido unas de las
preocupaciones constantes de todos los que se interesan por la educación. No en vano se
afirma que las formas que emplea un centro educativo para evaluar reflejan las concepciones
sobre el aprendizaje que éste tiene. Sin embargo, los profesores y profesoras que día a día
ejercen su profesión en la clase, con cuarenta o más alumnos niños o adolescentes, con todo
el desgaste físico y emocional que esto significa, perciben que esa preocupación y sus
respuestas están alejadas de su práctica cotidiana. Sin desconocer el valor de los avances en
la reflexión y en la investigación sobre el asunto, pareciera ser que el mensaje de los
estudiosos del tema no les alcanza. Hasta se llega a desarrollar un cierto sentimiento de
culpabilidad al seguir poniendo notas y tomando pruebas de papel y lápiz. O, en el mejor de
los casos, van por canales paralelos la llamada evaluación cualitativa, que en muchos casos no
es tal, y la cuantitativa que se traduce en la “nota” que, al final, importa a los alumnos, a
mayoría de los padres y a las autoridades.
Los profesores, en su práctica cotidiana, están sometidos a una serie de obligaciones propias
de su labor. Entre otras, deben crear situaciones de aprendizaje, controlar la convivencia
dentro de la clase, responder a las formalidades necesarias para comunicar el desarrollo de
sus alumnos, entrevistar a padres, conversar con sus alumnos, prepara materiales, evaluar los
aprendizajes de sus alumnos. La calificación es también una de las tantas actividades del
docente que, en muchas ocasiones, se realiza en forma rutinaria y sin el alcance que merece.
Sin embargo, la calificación, como parte del proceso de evaluación, tiene una relevancia
especial puesto que despierta expectativas en los alumnos, en sus padres y en el sistema.
Junto a esto, es la certificación del aprovechamiento escolar y la “carta de presentación” para
futuras instancias educacionales.
Quizás la confusión entre evaluación y calificación, que aún persiste en muchos profesores,
padres de familia y directivos, haya hecho que esta última, en círculos académicos, se haya
minimizado en su importancia. La calificación como juicio es una realidad en la vida escolar.
La nota escolar, o el concepto, que se asigna a un alumno, es un elemento que está en el límite
entre las prácticas evaluativas del profesor y las consecuencias sociales y psicológicas para el
alumno, su familia y la sociedad. Estimar de esta forma a la calificación da sentido a las
exigencias de una evaluación realizada con seriedad, profesionalismo y de acuerdo a las
declaraciones curriculares del respectivo centro educativo.
La calificación es parte del proceso de la evaluación, por tanto, el juicio que manifiesta
sintetiza ese proceso y tiene como objetivo último mejorar los resultados de la actividad
educativa. De esta forma, la tan conocida situación de “poner notas” no es un simple acto de
cálculos estadísticos, especialmente de cálculos de promedios. Calificar debería ser una
instancia para expresar y comunicar juicios responsables acerca de los logros de los alumnos
y alumnas, tomando en cuenta las observaciones y mediciones hechas durante el proceso de
aprendizaje. Para responder a esa exigencia, los profesores y la dirección del colegio
enfrentan tres desafíos:
2. Aplicar calificaciones que expresen lo más certeramente posible los resultados de las
evaluaciones.
Este último desafío, asocia a la calificación con otro elemento propio y necesario de la vida
educativa: los informes (notas y descripciones en el libro de clases, comunicaciones de
rendimiento, libretas de notas parciales o de final de un periodo, certificados, referencias en
documentos oficiales, etc). A través de éstos los profesores registran sus juicios como
consecuencia del proceso de evaluación. Las calificaciones, que en nuestro sistema
educacional se expresan en una escala de 1 a 10, tienen la necesidad y la obligatoriedad de
ser comunicadas. Surge de esta característica pública de las calificaciones el compromiso de
transparencia y profundidad informativa. Para esto, la calificación y su notificación, debería
cumplir con los siguientes principios:
Claridad: Cualquiera sea el sistema que se utilice ha de quedar perfectamente claro qué
significan los símbolos, términos y conceptos utilizados.
Sencillez: Debe ser comprensible para los diferentes usuarios de la información: los propios
alumnos, los padres, la administración, otros profesores, orientadores, etc.
Facilidad: El sistema de calificación debe ser medianamente económico a nivel del esfuerzo y
del tiempo que exige para su cumplimiento por parte de todos los profesores.
Por ejemplo, no abusar de los promedios cuando se ven claros indicios de un avance en los
aprendizajes.
En síntesis, las notas escolares como elemento tan propio de la dinámica educacional, son
expresiones de juicios de valor, que resumen y comunican el proceso de evaluación de los
aprendizajes y que tienen importantes consecuencias psicológicos y sociales. Esto obliga a
considerar que la asignación de puntajes o de notas no es un evento aislado, sino que tiene
un “antes” y un “después”. De este modo es posible dar significancia y alcances
verdaderamente pedagógicos al proceso de la evaluación de los aprendizajes.
Desconocer esta característica esencial de la calificación, significa seguir poniendo notas como
expresión aislada de un juicio de valor, desconectado de los otros aspectos de la evaluación:
medición, congruencia con los objetivos propuesto e información para la toma de decisiones.
Los reportes son una descripción de algo, de una tarea realizada, de una observación. Los auto
reportes son los juicios y las afirmaciones que la gente hace de sí misma y que adoptan
diversas formas: cuestionarios, encuestas, recapitulaciones dirigidas, reflexiones en voz alta y
diálogos.
https://archivos.csif.es/archivos/andalucia/ensenanza/revistas/csicsif/revista/pdf/Numero_
16/MARIA%20DEL%20CARMEN_RUIZ_1.pdf
Campus virtual
El Aula Virtual está diseñada para que el estudiante tenga un aprendizaje contextualizado,
trabajando de manera colaborativa las unidades del programa, permitiéndole un rápido
entendimiento de los temas de estudio.
Es de vital importancia que el estudiante determine un horario y lugar de estudio, para que
pueda revisar e interactuar en la plataforma donde se realizan una serie de actividades como:
El estudiante debe dar a conocer cualquier inquietud que le pueda surgir a lo largo de su
aprendizaje. El docente está dispuesto a atenderlo.
El estudiante debe presentar o defender virtualmente, los trabajos y ejercicios solicitados en
base a las indicaciones del docente; por lo cual, es necesario primero leer las orientaciones
del trabajo previo a su desarrollo.
Es necesario que el documento presente las ideas con continuidad y en tercera persona,
aplicando las normas APA 6ta o vigente.
Lecturas adicionales