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Hablar hoy de evaluación, toma mayor vigencia y urgencia, por cuanto es a través de ella
y de sus diferentes enfoques, formas, instrumentos y criterios, que se hace seguimiento
a los procesos y resultados educacionales y pedagógicos y que se toma una postura
crítica – interpretativa, reflexiva – argumentativa y creativa – propositiva para cualificar
la educación y todos los factores implícitos en ella.
Por otra parte para ello, se tienen en cuenta varios aspectos al momento de evaluar
como son:
Algunos principios evaluativos que deben tenerse en cuenta para llevarlos a la práctica
evaluativa del proceso educativo (formativo) y de los aprendizajes son (Ianfracesco,
2004):
La evaluación del aprendizaje constituye una importante función que todo profesor
debe saber realizar como parte de su actividad docente, sin embargo es frecuente
constatar la existencia de diversas dificultades que afectan la calidad de la misma.
Habría que preguntar entonces si el sistema de evaluación así concebido permite que
se cumplan los objetivos educativos de la evaluación. Preguntas como Las
calificaciones reflejan lo que el alumno sabe? Calificar es sinónimo de evaluar? Tienen
rigor científico las pruebas e instrumentos de evaluación? sugieren respuestas que
contradicen el espíritu formativo, desarrollador que debe cumplir la evaluación.
“Uno de los mayores problemas de las escuelas es que son producto de un sistema
evaluativo orientado hacia el fracaso y de un enfoque de la educación centrado en los
errores. Nos preocupa más las deficiencias y culpas de los alumnos que sus aspectos
vigorosos y sus dotes…Si estamos interesados en el aprendizaje de una persona dentro
de un sistema escolar, hemos de desarrollar un sistema que le permita (más aún, lo
estimule) a aprender y luego reconocerle lo que haya aprendido. Sino sabe algo hoy,
hemos de confiar que quizá lo sepa mañana. El sistema de calificaciones muchas veces
le cierra esta oportunidad o le quita todo deseo que pudiera tener de hacer otra vez la
prueba mañana.” (Villarroel Idrovo J., 1990).
El propio Villarroel (1990) expresa una serie de “reparos al sistema de calificaciones”
tales como: se valora las notas y no el aprendizaje, declina la calidad de la enseñanza,
reduce la motivación por aprender, provoca que se midan objetivos intrascendentes,
destruyen el sentimiento del poco valer, crea barreras entre alumnos y profesores,
promueven el individualismo y la competencia, promueven conductas reñidas con la
moral, etc. Para este autor el sistema de calificaciones no tiene ningún valor
pedagógico ni humano.
Tal como señala Días Barriga A. “la asignación de una calificación es un problema de la
institución educativa y de la sociedad, no es una cuestión intrínsecamente de la
pedagogía” criterio compartido por Materi Lidia EH. cuando plantea con mucha razón
que el docente al evaluar el desempeño del alumno, no lo puede traducir a un número
rígido pues en la evaluación están implícitos una serie de factores y observaciones que
permiten apreciar los resultados del aprendizaje (Díaz B. A., 1993).
Siguiendo esta concepción, el instrumento y el momento evaluativo se convierten en
un fin en sí mismo porque se considera sólo al conocimiento medido como
conocimiento socialmente relevante, válido. Trabajos de investigación (Black 1986 cit.
p. Sacristán G., 1992) destacan que para los profesores evaluar es una actividad que
viene exigida como una obligación institucional, que evalúan porque tienen que
informar de ello, más que cualquier otra razón pedagógica.
Tal como plantean diversos autores (Montañez S., García J., Soria J., 1994) otra
problemática es torno a la evaluación es la utilización de la escala numérica que ha
estado acompañada por un conjunto de actitudes y acciones que distorsionan el
proceso educativo evidenciado en hechos como: especulación en torno a la nota como
fin de la tarea escolar, parcialización y atomización en la medición de logros del
aprendizaje y la calificación sujeta a la medición de una circunstancia y no de un
proceso.
Para terminar consideramos que lo más importante es la reflexión sobre cada una de
problemáticas explicadas en el presente trabajo. Ello permitirá autovalorar nuestra
práctica evaluativa como profesores de la educación superior. Valorar cómo
ejecutamos la evaluación del aprendizaje para contribuir verdaderamente a la
educación del estudiante, de su aprendizaje, constituye un importante paso para
perfeccionar este proceso.
Evitar hechos, situaciones, actos en el proceso docente que disminuyan por sí mismos
el carácter educativo de la evaluación del aprendizaje debe ser una constante alerta
tanto de directivos como de profesores de las instituciones escolares. Incluso aquellos
que sean inevitables por razones ajenas al proceso, por ejemplo, la necesaria
acreditación de los estudiantes para permitir su paso a niveles ascendentes o el
establecimiento del llamado escalafón respecto al rendimiento académico y otros
requisitos del estudiante que lo harán merecedor de un determinado status. Se trata
de que prime el espíritu formativo, desarrollador de la evaluación y no su matiz
sancionador, selectivo o meramente obligatorio.
Por supuesto ninguna de las sugerencias anteriores podrían lograrse sin el el esfuerzo
conjunto de los factores sociales, institucionales y personales involucrados en el
fenómeno de la evaluación. Pero sin dudas, el profesor es una figura esencial para
lograr una evaluación del aprendizaje más humana y definitivamente educativa.
A partir del reconocimiento de los problemas anteriormente mencionados y
comentados en la bibliografía internacional sobre el tema, realizamos una
investigación que nos permitió constatar muchas de estas dificultades y que
resumimos a continuación.