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Primera parte: Derecho político y constitucional 2-1

EDITORIAL
EZCURRA

TEMA 2
Formas de Estado

FORMAS DE ESTADO
La determinación de las formas de Estado plantea, en primer término, un grave problema
de índole conceptual. En efecto, la doctrina científica no se ha puesto de acuerdo al determinar
el alcance y contenido de la expresión «formas de Estado», al equipararla con expresiones tales
como «formas de Gobierno», «regímenes políticos» «formas políticas» y otras similares. Por
tanto, la respuesta a esta cuestión depende en gran medida del enfoque teórico que en cada
caso se utilice, puesto que las corrientes doctrinales dominantes nos permiten distinguir tres
puntos de vista para tal enfoque: el ideológico, el político y el jurídico.
1. PUNTO DE VISTA IDEOLOGICO
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Atiende fundamentalmente al sistema político en función del cual se articulan los diversos
elementos que integran el Estado. Se trata, en definitiva, de analizar los contenidos políticos
básicos que configuran una determinada organización estatal.
Por tanto, según la ideología predominante en cada forma de Estado puede hablarse fun-
damentalmente de Estado absolutos, liberales, democráticos, autoritarios y socialistas.
a) Estados absolutos
Maquiavelo, Bodino, Hobbes y Bossuet, entre otros, consideran que la aparición en Europa
del Estado absoluto es el resultado de un largo proceso evolutivo que abarca toda la Edad Media
y que, cimentado en múltiples factores de carácter político, económico e ideológico, culminará
en la época del Renacimiento.
El Estado absoluto alcanzará su punto culminante en el siglo XVII, para sucumbir ante las
nuevas concepciones políticas y sociales que surgen a partir de la Revolución Francesa.
Las principales características de esta forma de Estado son, entre otras, las siguientes:
a) El poder adquiere carácter soberano e ilimitado y se unifica en manos de una sola persona
–Emperador, Rey, Príncipe, etc.–.
b) Las funciones del Estado se centralizan y su ejercicio es acaparado por el poder regio, que
se apoya en una burocracia de origen burgués y de carácter técnico.
c) El Estado se integra en un sistema de economía capitalista, que se caracteriza por una
mayor movilidad del mercado y por la centralización de su actividad en el núcleo urbano.
En última instancia, la dirección económica corresponde al Monarca, que recaba para sí
toda la gestión financiera.
En esta clase de Estado puede decirse que no existe ningún derecho fundamental oponible
al poder real, que es el único intérprete de las necesidades de la colectividad, componiéndose
el pueblo simplemente de súbditos, no de ciudadanos.
b) Estados liberales
La Revolución Francesa señala el comienzo de la forma de Estado liberal, que proclama
como principios fundamentales la libertad y la igualdad de todos los hombres.
El liberalismo político, cuya paternidad se atribuye a Locke, supone un ataque directo a los
pilares básicos del Estado absolutista. La forma de Estado que surge a raíz de tal enfrenta-
miento, se caracterizará fundamentalmente por:
a) El imperio de la Ley como expresión de la voluntad general frente al poder arbitrario
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2-2 Primera parte: Derecho político y constitucional

del Monarca. Consecuencia de ello, es el desarrollo de una importante corriente codifi- EDITORIAL
cadora –Code de Napoleón, Código penal– que culminará con el llamado «constituciona- EZCURRA
lismo escrito».
b) La división de poderes y el control recíproco entre los órganos que desempeñan las di-
versas funciones del Estado.
c) El establecimiento de límites a la intervención de los poderes públicos en favor de la
iniciativa individual y el consecuente auge de la economía liberal, basada en el trabajo
como fuente y legitimación de la propiedad privada.
d) La protección de los derechos y libertades fundamentales del hombre.
El Estado liberal representa, por tanto, el tránsito de la sociedad estamental a la sociedad
de clases y la conversión del súbdito en ciudadano.
c) Estados democráticos
Con el transcurso del tiempo, el liberalismo ha evolucionado hacia nuevas estructuras po-
líticas y jurídicas que tratan de enmendar los defectos derivados de un exacerbado abstencio-
nismo estatal y los aspectos negativos de un individualismo a ultranza, y que postulan plan-
teamientos más solidarios. Tal proceso desembocará en el Estado social y democrático de De-
recho, que representa un fortalecimiento de los poderes públicos, una mayor intervención es-
tatal en la planificación y organización de la vida social y económica, un amplio sistema de
garantías para el ciudadano y un férreo control de actividad que despliega la Administración.
Son instituciones típicas de los Estados democráticos:
• Una pluralidad de órganos constitucionales.
• Un Parlamento elegido por sufragio universal.
• La aceptación de la teoría de la división de poderes.
• Un control de constitucionalidad de las leyes.
• El Parlamento no posee el monopolio de la creación de normas con rango de ley, puesto

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que podrá delegar en el Gobierno la potestad de dictar normas con tal rango.
• El Gobierno tiene una posición preferente en los trabajos parlamentarios, lo que conlleva
la prioridad de los proyectos de ley sobre las proposiciones de ley, es decir, de la iniciativa
legislativa del Gobierno sobre la del Parlamento.
d) Estados autoritarios
Se basan en la convicción de la inferioridad de las masas frente a las élites, y como conse-
cuencia de ello se produce el rechazo de las instituciones democráticas, concentrándose, de éste
modo, todos los poderes públicos en el jefe político. Sus dos expresiones más conocidas son el
fascismo y el nacional-socialismo.
En estos Estados se produce una separación absoluta entre gobernantes y gobernados. En
contraposición del pluralismo político de los Estados democráticos anteriores, el Gobierno es
controlado por un sólo grupo político, produciéndose una limitación de los derechos de libertad
de los ciudadanos.
e) Estados socialistas
Parten de las premisas teóricas del marxismo, afirmándose la primacía absoluta de los
factores económico-sociales sobre los de cualquier orden –jurídico, religioso, cultural, etc.–. Hay
un partido único que se superpone a los órganos del Estado, de modo que estos últimos se
limitan a ratificar o formular las decisiones que los dirigentes del partido adoptan. Niega el
principio de división de poderes, concentrando la unidad del poder en la Asamblea Legislativa,
de la que emana la Jefatura del Estado elegida por el Parlamento.
2. PUNTO DE VISTA POLITICO
Trata de analizar, en primer lugar, la configuración y caracteres de la más alta magistratura
del Estado –Monarca o Presidente–, y de estudiar, en segundo término, las conexiones y rela-
ciones entre los principales órganos que conforman el gobierno de la Nación.
La distinción entre Monarquía y República tiene su origen en la obra de Maquiavelo «El
Príncipe». Según el citado autor, todos los Estados y soberanías que han tenido y tienen potestad
sobre los hombres, fueron o son Repúblicas o Principados.
Tomando como punto de referencia el poder soberano del Estado, diversos son los criterios
doctrinales que pretenden perfilar los conceptos de Monarquía y República. Entre ellos desta-
camos los siguientes:
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Primera parte: Derecho político y constitucional 2-3

EDITORIAL
1. Según tenga o no carácter hereditario. En palabras de Duguit, la Monarquía es la forma
EZCURRA de Estado en la que existe una cabeza hereditaria del Estado, mientras que la República
es aquélla en que no existe tal cabeza o, si existe, no hereda sus funciones.
2. Según su naturaleza. Max Weber y Jellineck entienden que en la Monarquía la voluntad
del Estado es física, de una sola persona –voluntad psicológica– y tiene un origen natural,
mientras que en la República existe una voluntad plural, de una entidad corporativa
–voluntad jurídica-, que se conforma mediante un proceso de índole racional.
3. Según su trascendencia. Se dice que en la Monarquía existe un poder más alto y más
fuerte que en la República. El Monarca, según Roscher, impone su voluntad a los súbditos,
su persona es inviolable y carece de responsabilidad jurídica, mientras que el Presidente
de la República está vinculado al mandato conferido por sus electores, su voluntad se
halla sometida a la responsabilidad que conlleva tal cesión y su actuación condicionada
por la posibilidad de la reelección en el cargo.
4. Según su justificación. El poder del Monarca es instaurado por el ordenamiento jurídico
del Estado, en tanto que el poder del Presidente deriva de la delegación otorgada por los
miembros de la comunidad política a quienes representa.
No obstante, tales criterios de distinción adolecen de cierta simplicidad y rara vez permiten
una diferenciación clara y convincente entre Monarquía y República. En un intento de resolver
tales deficiencias, el profesor Xifra Heras afirma escuetamente que la Monarquía es una forma
de organización en la que existe una persona que ostenta un determinado título honorífico
–Emperador, Rey, Regente, Príncipe, etc.–, simbolizado en una Corona y un Trono, mientras
que la República es aquella forma de Estado en la que la sociedad misma, permaneciendo
soberana, ejerce las funciones supremas por medio de órganos delegados y responsables.

A) MONARQUIA

a) Concepto y notas características


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Podemos definir la Monarquía como la forma de Estado donde una persona individual os-
tenta todo el poder o una parte principal del mismo. Son atribuibles al Monarca, entre otras,
las siguientes notas características:
• Está investido de un derecho propio y originario a la soberanía.
• Se halla dotado de poderes mayestáticos.
• Está exento de responsabilidad jurídica.
• Ejerce su función con carácter vitalicio.
• Accede al trono en virtud de normas sucesorias o hereditarias.
• Interviene en el proceso de constitución del Estado.
Los razones que justifican la Monarquía se reconducen, según Loewestein, a dos grupos de
motivaciones:
b) Justificación sentimental
Se basa en argumentos:
• De tipo religioso: el Rey es una especie de dios en su territorio.
• De carácter paternal o familiar: el Rey es un «pater familias» y como tal ejerce la patria
potestad sobre sus súbditos.
• De índole económico-patrimonial: el Rey es el propietario de todo el país y su soberanía
va aparejada a ese título de dominio.
• De base legitimadora: el Rey es descendiente de la casa reinante, y la Monarquía se
justifica en función de la legitimidad de aquélla.
c) Justificación racional
El liberalismo decimonónico pretendió encontrar una justificación racional a la Monarquía,
argumentando que el poder del Rey es un poder neutro de carácter moderador que se sitúa por
encima de la propia Constitución y de las luchas políticas, y que tiene por objeto mantener el
equilibrio constitucional.
En definitiva, la Monarquía se justifica mejor desde la fe que desde la razón. Sin embargo,
aunque en tiempos pasados han prevalecido argumentos de carácter sentimental, los motivos
racionales han ido alcanzado mayor preponderancia, determinando, en numerosos países, la
caída de los regímenes monárquicos.
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d) Clases EDITORIAL
La distinción entre las diversas clases o tipos de Monarquía suelen basarse en los siguientes EZCURRA
criterios:
1. Atendiendo al procedimiento de acceso al trono, cabe hablar de Monarquía electiva y
hereditaria.
a) La Monarquía electiva se caracteriza por la ausencia de una norma que determine a
priori y de manera indefectible la persona a quien ha de corresponder el título de
Monarca.
El sistema de elección que imperó durante siglos en diversas zonas de Europa1
iría incorporando ciertas variaciones en lo que a la forma de designación, el tiempo
de vigencia o las personas con derecho a elegir o ser elegidas se refiere.
El transcurso del tiempo ha evidenciado que este tipo de Monarquía carece de la
estabilidad que lógicamente requiere la más alta representación del poder del
Estado. Las numerosas conspiraciones y conciliábulos, el incremento de poder en
los electores y la correspondiente pérdida de influencia en el Monarca, las discre-
pancias entre lo que el pueblo demanda y lo que a la Corona interesa son, entre
otras, razones suficientes para desestimar la elección como vía de acceso a la
suprema magistratura del Estado.
Por tanto, el sistema electivo, tan recomendable en la mayoría de los casos, mina y
subvierte alguno de los pilares que, dentro de la relatividad humana, sostienen con

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mayor eficacia y utilidad la institución monárquica.
b) Por el contrario, en la Monarquía hereditaria, único modelo que subsiste en la
actualidad, la designación del Monarca se efectúa en virtud de reglas previamente
determinadas y según el orden legalmente establecido entre los miembros de una
dinastía o estirpe2.
Dos son los sistemas fundamentales de elección:
• El agnaticio-lineal, que otorga preferencia a los varones de la línea reinante y, en
su defecto, a los de la línea más próxima, excluyendo en todo caso a las mujeres.
• El cognaticio, que impide completamente a las mujeres acceder al trono o bien
relega su elección a la ausencia de varones en la Familia Real.
2. Según la amplitud del poder del Monarca, se distingue entre Monarquía absoluta y
limitada.
a) La Monarquía absoluta surge a partir del Renacimiento como la forma más pura de
asunción del poder soberano por parte del Monarca.
A lo largo del tiempo cabe reconocer diversas versiones de Monarquía absoluta, entre
ellas, la confesional o religiosa, encarnada en la figura de nuestro Monarca Felipe II;
la cortesana o palatina, personificada en Luis XIV de Francia; y la ilustrada,
simbolizada por Federico el Grande de Prusia.
b) Con posterioridad a los cambios ideológicos y políticos introducidos por la Revolución
Francesa, aparece una nueva forma de Monarquía, la limitada, caracterizada por el
reparto de poder entre el Monarca y otros órganos o instituciones del Estado.
Este régimen monárquico admite diversas modalidades, por lo que cabe hablar de:
• Monarquía estamental: al margen del poder regio, que continúa gozando de
autonomía y sustantividad, se sitúan otros centros de representación del poder
–el clero, la nobleza y el pueblo llano–, cuyas facultades no derivan del Monarca,
sino de su propia configuración como clases o estamentos.
• Monarquía constitucional: el poder del Monarca se ve limitado por la existencia
de un órgano de representación política –el Parlamento–, que comparte con el Rey
las decisiones más importantes, y de un estatuto jurídico –la Constitución–, que
el Rey no puede modificar unilateralmente.

(1) Recordemos, entre otros ejemplos, las célebres intrigas de la época visigoda, el imperio germano, la monarquía
polaca o la corona danesa.
(2) Como puntualiza Pérez Serrano, con el sistema de Monarquía hereditaria se satisface la pretensión de que ni
por un solo momento esté sin cubrir la suprema magistratura del Estado.
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• Monarquía parlamentaria: constituye el último paso en el proceso de limitación
EZCURRA del poder regio3. En ella, la participación del Parlamento en la vida política
adquiere tal notoriedad que la intervención personal del Monarca queda relegada
a un plano meramente simbólico o formal, no carente, sin embargo, de importancia
en cuanto punto de partida de la actividad pública o nexo de unión entre las
instituciones del Estado. En consecuencia, las funciones del Estado se distribuyen
entre órganos ajenos a la Corona e independientes de ella. Así, la elaboración y
aprobación de las leyes corresponde al Parlamento; su ejecución, al Gobierno; y la
apreciación acerca de su correcto cumplimiento, al Poder judicial4
Tanto la Monarquía constitucional como su versión más evolucionada, la Monar-
quía parlamentaria, suelen presentar las siguientes peculiaridades:
– Minoría de edad del Monarca, Regencia y tutela: ante la posibilidad de que el
Monarca no haya alcanzado la mayoría de edad al tiempo de la muerte de su
causante se articulan una serie de instituciones que suplen dicha deficiencia.
Tales instituciones serán la Regencia –a efectos del Derecho público– y la tutela
–en el marco jurídico privado–.
– Dotación económica de la Casa Real: la separación entre el patrimonio del
Estado y los bienes privados del Monarca obliga a dotar a éste de recursos
financieros con cargo a los Presupuestos Generales.
– Extinción del poder regio: tiene lugar mediante la abdicación total del titular
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de la Corona o como consecuencia de una revolución política que suprima el


poder monárquico.
– Restauración: puede ser voluntaria o forzosa y jurídica o antijurídica. La
restauración voluntaria y jurídica se establece por vía parlamentaria o a través
de referéndum.

B) REPUBLICA

a) Concepto y notas características


Aunque pudiera parecer lo contrario, el término «República» encierra graves dificultades
para su definición, dado que carece del rigor conceptual que posee la palabra “Monarquía”. Por
esta razón es frecuente acudir a fórmulas negativas o comparativas, expresando lo que no es
República o lo que la diferencia de otras formas de Estado.
En esta última línea, Lucas Verdú entiende que la República es una forma de Estado no
hereditaria, no vitalicia y, en consecuencia, electiva, con participación más directa del pueblo
que en la Monarquía. La República, por tanto, representa un grado más intenso de racionali-
zación, de regularización y de responsabilidad en la organización y ejercicio del poder político,
con una clara tendencia a la participación popular y una evidente vocación de libertad e igual-
dad, mientras que las formas monárquicas más representativas, aún en el marco de un sistema
democrático, implican un núcleo irracional, tradicional e histórico, reservado a la corona y a
su titular personal, el Monarca.
Superado el tradicional argumento de que la República representa la paz y la tranquilidad
frente a las belicosas Monarquías, pueden atribuirse a aquélla las siguientes notas caracterís-
ticas:
a) En la República no existe una persona que de forma automática asuma la investidura
del órgano superior del Estado. No hay quien por derecho propio acceda a su titularidad,
sino que ha de recibir ésta por delegación o por elección.
b) El Presidente de la República carece de poderes residuales, puesto que sus prerrogativas
están taxativamente señaladas en la Constitución.
c) El Presidente de la República está sujeto a responsabilidad jurídica.
d) Normalmente se asocia a la República la idea de democracia. No obstante, aunque la
realidad demuestra que tal vinculación no siempre es cierta, la República, por su propia
esencia, implica un mínimo de igualdad y de acceso común de los ciudadanos.

(3) Respecto al actual sistema español, la vigente Constitución de 1978 señala en su art. 1.3 que la forma política
del Estado español es la monarquía parlamentaria.
(4) De ahí la célebre expresión de que «el Rey reina pero no gobierna».
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b) Clases EDITORIAL
La doctrina suele distinguir las siguientes clases de República: EZCURRA

1. Según la naturaleza de los órganos inmediatos, cabe hablar de República aristocrática


o democrática.
En la actualidad inviable, la República aristocrática se basó fundamentalmente en la
existencia de privilegios estamentales, en virtud de los cuales una determinada clase
–profesional, sacerdotal, militar, etc.– ejerce un poder de dominación sobre los restantes
grupos sociales.
Hauriou afirma que para hablar de República democrática es preciso que concurran dos
elementos básicos:
• La igualdad entre todos los ciudadanos –nota social–.
• El ejercicio de la soberanía por parte de la mayoría –nota política–.
2. Según su estructura institucional, la Repúlica puede ser parlamentaria, presidencialista
y directorial.
a) Lo característico de la República parlamentaria es que el gobierno debe contar con
la confianza del Parlamento.
b) En la República presidencialista el Presidente está investido de grandes facultades
y los miembros del gabinete dependen de la confianza que aquél deposite en ellos.
c) En la República directorial los ministros están sometidos a los dictados que provienen
directamente de la Asamblea federal.

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3. PUNTO DE VISTA JURIDICO
Según nuestro criterio, éste es el verdadero enfoque que clasifica correctamente las «formas
de Estado», ya que hace referencia a la estructura jurídica interna del poder estatal y utiliza,
como criterio básico, la organización territorial del Estado. En efecto, si ya conocemos los ele-
mentos integrantes del Estado –territorio, población y poder–, no nos será difícil diferenciar
entre lo que es el Estado, y sus diferentes formas, y lo que es el Gobierno, y las suyas corres-
pondientes5, ya que este último no es más que el órgano que ejerce uno de los poderes del
Estado6.
Pues bien, desde esta óptica pueden distinguirse, en el marco de lo que podíamos denominar
formas territoriales de Estado, los modelos de centralización del poder –Estado unitario–, los
sistemas de descentralización –Estado federal– y los tipos intermedios –Estado regional–.

a) Estado unitario
El Estado unitario presupone la existencia de una sola estructura de poder o de un único
centro de impulsión política. Representa, por tanto, la expresión más primitiva o elemental de
organización política, puesto que en ella no es posible distinguir subgrupos que merezcan por
sí mismos la denominación de Estado.
En general, cabe atribuir al Estado unitario las siguientes características:
• El poder está encomendado, en última instancia, a un único centro de decisión. No obs-
tante, las diversas funciones del Estado –legislativa, ejecutiva y judicial– pueden atri-
buirse a órganos distintos entre sí, pero siempre con referencia a un único centro de
producción constitucional.
• La población es considerada de forma homogénea. Respecto del trato que reciben quienes
integran el elemento humano del Estado no existen diferencias de orden corporativo,
individual o personal. Por consiguiente, los poderes públicos dirigen su actuación a una
colectividad entendida globalmente. Y las decisiones del Estado obligan por igual a todos
los miembros de la comunidad estatal.
• El territorio es valorado como un elemento unitario. En consecuencia, el poder del Estado
se extiende por igual a todo su ámbito territorial, sin que su ejercicio homogéneo se
modifique y particularice en función de los factores diferenciales con que pudieran iden-
tificarse las diversas entidades locales, comarcales, regionales, etc.

(5) Las formas de Gobierno se estudian en otro Tema del Programa.


(6) Al igual que muchas veces se toman erróneamente como sinónimas las palabras «Estado» y «Gobierno», es mu-
chísimo más frecuente que la gente de la calle confunda la palabra «Municipio» con «Ayuntamiento», cuando este
último es tan sólo el órgano de gobierno del Municipio.
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Primera parte: Derecho político y constitucional 2-7

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En función del grado de concentración de la actividad pública, el Estado unitario puede
EZCURRA revestir las siguientes modalidades:
1. Estado unitario centralizado. Los órganos centrales están investidos de competencia
ilimitada. En efecto, toda la actividad pública procede del poder central, se proyecta sobre
todo el conjunto de personas que integran el Estado, y converge nuevamente hacia aquél.
Por tanto, el ejercicio de las diversas funciones que corresponden al Estado está enco-
mendado exclusivamente a un órgano centralizado. Sin embargo, dado el complejo en-
tramado de actividades que integran la gestión pública, es difícil que en la práctica este
modelo aparezca en toda su pureza.
2. Estado unitario descentralizado. Aunque en virtud del carácter unitario que se concede
al poder constituyente, la determinación de la actividad política se concentra finalmente
en una sola estructura estatal, su ejercicio se distribuye, no obstante, en función de las
diversas competencias que asumen entidades de carácter intermedio. Por ello, este sis-
tema de descentralización permite alcanzar una mayor fluidez en el desarrollo de la
acción pública.
Las notas que caracterizan al Estado unitario descentralizado son, entre otras, las si-
guientes:
• La pluralidad de órganos con capacidad de decisión y de centros particulares de
intereses.
• La distribución de la actividad del Estado entre las autoridades que representan a los
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diversos órganos intermedios.


• El sometimiento de los titulares de los órganos intermedios a la tutela del poder único
estatal.
Puede afirmarse que el fenómeno de la descentralización es producto de la incapacidad del
Estado de concentrar en una sola entidad el ejercicio práctico de todos los poderes que por su
configuración unitaria le corresponden. Se habla entonces de una mera descentralización ad-
ministrativa, ya que el centro de decisión de poder continúa siendo único y es tan sólo su
desarrollo lo que se confía a los diversos órganos intermedios.
Admitida la descentralización de carácter administrativo, se plantea una importante cues-
tión: ¿Es posible hablar de descentralización política sin quebrantar con ello la esencia del
Estado unitario?
Diversas han sido las respuestas vertidas sobre este punto. En general, la doctrina parece
decantarse por la incompatibilidad de ambos términos. La concesión de autonomía política a
los entes descentralizados determina ciertamente la ruptura del Estado unitario y conduce
bien a subtipos o sistemas intermedios, como ocurre con el Estado regional, bien al modelo
contrapuesto de Estado federal.

b) Estado federal
En el Estado federal, junto a la unidad política central, conviven un conjunto de entidades
que, bajo la denominación de Estados federados o Estados miembros, presentan las siguientes
características definitorias de su propio régimen:
• Cuentan con un poder político propio.
• Poseen gobierno y jurisdicción autónoma.
• Están dotados de potestad constituyente y legislativa7.
La forma de Estado Federal puede originarse por dos vías fundamentales: de dentro a fuera
–por descentralización– y de fuera a dentro –por asociación–.
1. La descentralización implica la transferencia de competencias por parte del Estado a
entidades o grupos asentados en su propio territorio, con la finalidad de que acometan
su ejercicio con plena autonomía. Es el caso de Suiza, de Méjico, etc.
2. La asociación tiene lugar cuando, por razones de identificación cultural, histórica y es-
piritual, Estados originariamente independientes se integran en un Estado común, con-

(7) La forma de Estado federal, que se establece por vez primera en la Constitución americana de 1787, permite, en
primer lugar, la organización racional de grandes áreas geográficas cuya dispersión física favorece la aparición
de tendencias económicas, culturales o políticas diversas. En segundo término, con el Estado Federal se logra
integrar en una unidad superior estructuras autónomas de nivel inferior. Finalmente, la implantación de tal
modelo de organización política logra satisfacer la apuntada necesidad de que exista un poder conjunto que
coordine el poder autónomo de los diversos Estados.
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2-8 Primera parte: Derecho político y constitucional

servando, no obstante, las competencias que les son propias. Así ocurre, como ejemplo EDITORIAL
más significativo, en los EE.UU. EZCURRA
Para evitar toda confusión conceptual entre el Estado Federal y la Confederación de Estados,
conviene señalar que, al margen de que el primero es un término de origen constitucional frente
al carácter internacional de la Confederación, la diferencia fundamental entre ambos conceptos
estriba, según gran parte de la doctrina, en que el Estado Federal posee un poder soberano
propio y originario, mientras que en la Confederación existen tantos poderes soberanos como
Estados se integran en ella. Además pueden añadirse, entre otros, los siguientes puntos de
distinción:
a) La Confederación representa una mera coordinación entre los diversos Estados que ac-
ceden a poner en común la gestión de determinados asuntos. Por contra, el Estado Federal
supone una realidad estatal distinta de la de sus Estados miembros, cuya unidad se
erige por encima de ellos.
b) La Confederación carece de territorio, de población y de poder estatal autónomo, en tanto
que el Estado Federal cuenta claramente con tales elementos.
c) La Confederación no posee un verdadero órgano estatal, sino un simple foro de discusión
política –Asamblea, Dieta, etc.–. En cambio, el Estado Federal cuenta con órganos propios
para la resolución de los asuntos que le corresponden.
La aludida cuestión de la soberanía en los Estados Federales no deja, sin embargo, de
suscitar controversias. Es posible constatar al respecto hasta tres posturas doctrinales diversas:
1. La soberanía reside en los Estados miembros.
2. La soberanía corresponde al propio Estado Federal.
3. La soberanía está dividida entre el Estado Federal y los Estados miembros que la ejercen
de modo compartido.
Al igual que en el Estado unitario, en el Estado Federal existe un sólo territorio. Sin embargo,

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es doble la función que tal elemento ejerce en este último: de un lado, es el ámbito físico sobre
el cual el poder federal proyecta sus competencias y, de otra parte, constituye el soporte material
de los poderes de los Estados miembros.
El Estado federal presenta los siguientes caracteres definitorios:
a) Existe un sistema de derechos y obligaciones común a todos los Estados miembros y a la
propia Federación. Hay, por tanto, una Constitución federal o central que:
• Garantiza tanto los derechos individuales como los derechos de los Estados miembros.
• Establece los límites a que deben ajustarse las respectivas constituciones de los
Estados miembros, sobre las que prevalece en caso de discrepancia.
• Requiere para su revisión de la participación de los diversos Estados miembros.
b) Se determina el alcance de la competencia autónoma de los Estados Federales. La Cons-
titución Federal contempla tal delimitación, bien determinando directamente las facul-
tades que corresponden al Estado central, entendiéndose que todas las demás están
conferidas a los Estados miembros, o bien precisando las facultades de los Estados miem-
bros, de modo que las restantes se entienden atribuidas al Estado central. Generalmente,
el Estado Central tiene encomendada:
• La dirección de la política exterior.
• El mando supremo de las fuerzas armadas.
• La regulación del sistema monetario y de los medios de comunicación e intercomuni-
cación –sistemas telegráficos, postales, etc.–.
c) Existe normalmente un órgano judicial supremo –Tribunal Superior o Tribunal Federal–
que, al margen de sus propias competencias, asume la resolución en última instancia de
los conflictos que puedan originarse entre el Estado federal y los Estados miembros, o
de los de éstos entre sí.
d) El poder legislativo suele tener estructura bicameral. El Parlamento se articula habitual-
mente en base a una doble representación: la de la Federación y la de los Estados miem-
bros.
c) Estado regional
La aparición del modelo de Estado regional es relativamente reciente, y aún se discute si
goza de identidad propia como sistema intermedio entre el Estado unitario y el federal, o si,
por el contrario, constituye un subtipo de éstos.
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Primera parte: Derecho político y constitucional 2-9

EDITORIAL
La organización del Estado en base al reconocimiento de la región como unidad política
EZCURRA tiene su origen en la Constitución española de 1931, en cuyo artículo primero se estableción
que el Estado español, dentro de las líneas irreductibles de su territorio actual, estará integrado
por municipios mancomunados en provincias y por las regiones que se constituyan en régimen
de autonomía.
Sin embargo, será la doctrina italiana, encabezada por Ambrosini, la encargada de dotar
de contenido a esta nueva estructura política. De esta forma, la Constitución italiana de 1947
proclama que la República, una e indivisible, reconoce y promueve las autonomías regionales,
entendiendo que las regiones son constituidas en entes autónomos con propios poderes y fun-
ciones, según los principios de la Constitución.
Con la implantación del modelo de Estado regional se aspira a satisfacer, entre otros, los
siguientes objetivos:
• Adecuar las decisiones emanadas del Estado a las peculiaridades de cada parcela terri-
torial.
• Atender a la necesidad de una mayor participación de los ciudadanos en la actividad
política del Estado.
• Lograr un mayor equilibrio económico y social entre los diversos territorios o regiones,
promoviendo una mejor redistribución de la Renta Nacional.
Como apuntábamos anteriormente, el Estado regional se configura sobre la base de las
regiones, entendiendo por éstas las entidades jurídicas de carácter público y de origen territorial
que están dotadas de autonomía legislativa.
No obstante, en la práctica caben distinguirse hasta tres clases de Estado regional:
1. Estados en que el ordenamiento regional es regla común. El territorio se halla subdividido,
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por tanto, en regiones autónomas.


2. Estados en los que el ordenamiento regional es una excepción. Su contenido se aplica
limitadamente a las regiones que reúnen ciertas condiciones, en tanto que para el resto
del territorio continúa vigente la estructura del Estado unitario8.
3. Estados en los que conviven dos ordenamientos regionales: uno común, aplicable a la
mayoría de las regiones, y otro especial, para determinadas regiones en atención a sus
características peculiares.
Sea como fuere, el Estado regional se caracteriza por poseer una sola Constitución y un
único poder constituyente, pero, a diferencia del Estado unitario, existen en él una pluralidad
de órganos con capacidad legislativa.
Así:
• Cada región tiene sus propios órganos legislativos, ejecutivos y jurisdiccionales.
• Cada región tiene atribuidas competencias propias.

(8) Es el llamado Estado integral establecido por la Constitución española de 1931.

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