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“Para ser libres nos liberó Cristo” (Gal 5,1)

Con esta clase iniciamos una reflexión sobre conceptos básicos y fundamentales de la teoría
moral, tanto filosófica como teológica. El primero que analizaremos es el de “libertad”, que a
su vez está íntimamente unido al de “responsabilidad”.

Introducción: ¿qué es un acto moral?

Santo Tomás de Aquino presentó una distinción, que se hizo clásica, entre “acto del
hombre” (actus hominis) y “acto humano” (actus humanus):

De entre las acciones que el hombre realiza, sólo pueden considerarse propiamente humanas
aquellas que son propias del hombre en cuanto que es hombre. El hombre se diferencia de las
criaturas irracionales en que es dueño de sus actos. Por eso, sólo aquellas acciones de las que el
hombre es dueño pueden llamarse propiamente humanas. El hombre es dueño de sus actos
mediante la razón y la voluntad; así, se define el libre albedrío como facultad de la voluntad y
de la razón. Llamamos, por tanto, acciones propiamente humanas a las que proceden de una
voluntad deliberada. Las demás acciones que se atribuyen al hombre pueden llamarse del
hombre, pero no propiamente humanas, pues no pertenecen al hombre en cuanto que es hombre.
(cfr. Suma Teológica, I-II, q.1, a.1,c.).

No cualquier acción que realiza el ser humano es un acto del hombre “en cuanto
hombre”; o mejor, de la “persona en cuanto persona”, sino sólo aquellos actos donde se pone
en juego lo que distingue a la persona humana de los demás seres vivos, que en términos
clásicos se designa como “razón” y “voluntad”. Distinto de los “actos del hombre” –como
puede ser comer, caminar, dormir, etc.-, los “actos humanos” se caracterizan por ser conscientes
y libres, es decir, responsables. Son precisamente estos actos y comportamientos conscientes y
libres los que pueden ser valorados moralmente como positivos o negativos, y siempre en
relación con la persona que los realiza en unas circunstancias concretas. De ahí que podamos
tomar como expresiones equivalentes “acto humano” = “acto personal” = “acto moral”.

Dado que la persona humana no es un ser aislado, sino en relación constitutiva con otras
personas, con la naturaleza, con Dios, “el obrar propiamente humano es por tanto aquel que
compromete la persona en cuanto consciente, libre y responsable, directamente frente a un “tú”
personal, o frente a aquellas realidades terrenas que en diversa manera están implicadas con el
vivir personal de alguno”.

Libertad y responsabilidad1

Libertad y responsabilidad son dos categorías esenciales del comportamiento moral


humano y cristiano. Precisamente el comportamiento tiene una dimensión moral porque nace

Extracto y condensación, con pequeñas modificaciones, del capítulo 8 de J.L. MARTÍNEZ – J.M.
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CAAMAÑO, Moral fundamental. Bases teológicas del discernimiento ético, Sal Terrae, Santander 2014, pp. 296ss.
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Libertad y responsabilidad
de una acción libre y de la cual uno mismo tiene que responder, de la que tiene que
responsabilizarse dando cuenta de las consecuencias de sus actos. Dicho de otra manera: el ser
humano es moral porque tiene libertad.

La libertad es una experiencia originaria que atraviesa todos los estratos del ser humano
y que tiene diferentes niveles entrelazados entre sí: psicológico, ético-político, ontológico y
teológico.

Se trata de una dimensión humana que ha adquirido una importancia decisiva en el


mundo actual, es un «signo de los tiempos», un valor que «nuestros contemporáneos ensalzan
con entusiasmo». Pero al mismo tiempo la libertad corre el riesgo de ser reducida a alguna de
sus dimensiones, o de ser realizada de forma equivocada (cf. GS 17).

1. Las dos dimensiones de la libertad y su dinamismo

De una manera general se puede decir que la libertad tiene una doble dimensión para el
ser humano.

Por un lado, la libertad es un existencial humano, un don que se le ofrece. El hombre


no solo tiene libertad, sino que es libre, de manera que la libertad forma parte de su propia
condición como uno de sus elementos estructurales fundamentales. Afirma Karl Rahner que la
libertad no es tan solo una facultad particular por la que el hombre puede hacer una u otra cosa
en una elección arbitraria, sino que es ante todo «la entrega del sujeto a sí mismo, de modo que
la libertad en su esencia fundamental tiende al sujeto como tal y como un todo. En la libertad
real, el sujeto se refiere a sí mismo, se entiende y pone a sí mismo, a la postre no hace algo,
sino que se hace a sí mismo»-. A este aspecto de la libertad se la puede llamar «libertad
ontológica».

Mientras la libertad para el ser humano es algo ofrecido a su propia condición


existencial, de Dios se dice que es libertad, en el sentido de que en Él existe una coincidencia
perfecta entre lo que es y lo que desea, entre esencia, voluntad y comportamiento, sin límite
alguno, es la libertad absoluta, el Santo. Dios es pura libertad, mientras que el ser humano es
libre, de manera que «la verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre»
(GS 17).

A diferencia de Dios, la libertad del ser humano no es un absoluto. Es una libertad


situada, es decir, que parte del hecho de que el hombre se halla frente al mundo y formando
parte de él, con sus límites, condicionamientos y contradicciones. Es una libertad finita.

Por otro lado, la libertad tiene también una dimensión experiencial, un aspecto
práctico que remite a la acción, y donde no es ajena a las polaridades, contradicciones, límites
y conflictos que afectan a la totalidad de la vida humana. Por eso la teología moral, que se
refiere a la dimensión práctica de la vida y remite a la acción, trata de la realización de la
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Libertad y responsabilidad
libertad bajo las condiciones de la existencia finita a la luz del misterio de Dios revelado
en Jesucristo.

El teólogo luterano Paul Tillich, afirma que la libertad «se experimenta como
deliberación, decisión y responsabilidad»:

➢ La deliberación se refiere al acto de sopesar (librare) los argumentos y motivos


implicados en la acción. Desde una perspectiva cristiana, lo que se produce es un
auténtico discernimiento, porque se busca discernir cuál es la voluntad de Dios.

➢ Este proceso de discernimiento, más o menos consciente, da lugar a una decisión. La


palabra decisión, lo mismo que incisión, conlleva la imagen de cortar, y de hecho la
decisión lo que hace es cortar posibilidades reales, excluye y selecciona, algo
enormemente difícil por la aparición de situaciones de conflicto. La persona decide
desde su propia opción fundamental tras un proceso de deliberación o discernimiento.
Las decisiones van dejando su huella en la persona.

➢ El tercer elemento que conforma el dinamismo de la libertad es la responsabilidad, que


designa la obligación moral que tiene la persona libre de responder de sus decisiones.

Es la persona en su libertad la que delibera, decide y es responsable, y ello lo hace desde su


propio centro personal. Por eso la libertad no es solo una función particular de la existencia
humana, sino que es el ser humano mismo en su totalidad y en su realización histórica.

2. Los condicionamientos de la realización de la libertad y la responsabilidad

La libertad es siempre situada, y al mismo tiempo solo existe responsabilidad cuando


las acciones son fruto de decisiones libres. La acción es libre cuando es consciente, cuando está
exenta de presiones (al menos de presiones que coaccionen a la persona) y cuando se realiza
con conocimiento suficiente de aquello que se hace. De lo contrario la responsabilidad, en
cuanto concepto moral, puede tener grados diversos.

El hecho de que la libertad sea situada no quiere decir que esté determinada de
antemano, sino que parte de unos supuestos biológicos, históricos, culturales y educativos con
los que necesariamente ha de contar.

Pueden existir muchos elementos perturbadores que condicionan verdaderamente las


decisiones que se toman, como la violencia, el miedo, la ignorancia, la enfermedad, etc. En tales
casos, el nivel de la responsabilidad es diferente. Al mismo tiempo, existe la obligación de
procurar que, si es posible, la libertad deje de tener tales niveles de influencia.
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Libertad y responsabilidad
3. La visión bíblica de la libertad: la teología de la libertad en Pablo de Tarso

En la Biblia aparece con claridad la doble dimensión de la libertad: “libertad de…”;


“libertad para…”

La libertad es un don de Dios y al mismo tiempo una tarea por realizar, en medio de un
mundo finito en donde siempre existe la posibilidad de la tentación.

La existencia cristiana es un camino hacia la liberación definitiva, total e integral;


especialmente la liberación del pecado y del egoísmo, pero también de la esclavitud y la
opresión.

Pablo de Tarso es el gran teólogo de la libertad. Para Pablo, el ser humano se encuentra
ante dos posibilidades, vivir según la carne (katá sárka) o vivir según el espíritu (katá pneuma),
de vivir para sí o de vivir para Dios, pero consciente de que tiene que responder de un don que
se le ha ofrecido gratuitamente. Por eso el imperativo (caminar en el Espíritu) se funda en el
indicativo (el don del Espíritu simbolizado en el bautismo): para vivir en libertad -según el
espíritu, no según la carne- nos liberó Cristo. De ahí que la libertad sea siempre don y tarea,
indicativo e imperativo: «si vivimos según el Espíritu, obremos según el Espíritu» (Gal 5, 25).

El concepto paulino de espíritu designa una nueva posibilidad de una vida


auténticamente histórica que se ofrece a quien se deja afectar por Cristo, a quien es capaz de
experimentar la vida y la muerte del Señor para experimentar así también la fuerza de la
resurrección (Flp 3, 10). El «ser conducidos por el Espíritu» presupone una decisión
fundamental de la vida por el espíritu y no por la carne. El comportamiento moral tiene su
origen en el pneuma y se expresa, entre otras cosas, en la realización de las virtudes y en
actitudes fundamentales como la caridad como virtud teologal, a la que se ha denominado forma
de las demás virtudes.

De este modo se entiende también la relación que Pablo establece entre libertad y ley.
En Rom 10, 4 se nos dice que Cristo es «el fin de la ley» y en Gal 2, 4 que por Él tenemos la
«libertad de la ley». La ley de Cristo es la exigencia del amor (Gal 6, 2), que es la realización
plena de la ley: «amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Rom 13, 8-10; Gal 5, 14). Pero el amor
solamente es posible para quien es un ser para los otros, para quien no está centrado en sí mismo
y vive para Cristo.

4. Libertad y gratuidad

La gratuidad forma parte del corazón mismo del cristianismo y, por ende, de la
realización de la libertad. Expresa la respuesta humana a un acto previo, libre y amoroso de
Dios hacia el ser humano.

La libertad solo es auténticamente real cuando está caracterizada desde la gratuidad,


posibilitando tener relaciones auténticas de confianza y reconocimiento, pero también de
perdón y misericordia.
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Libertad y responsabilidad
Para Benedicto XVI, la gratuidad es el culmen del dinamismo propio de la libertad
cristiana y el fundamento del orden social justo: «La "ciudad del hombre" no se promueve solo
con relaciones de derechos y deberes, sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de
misericordia y de comunión» (CV 6). Por eso mismo, todo desarrollo -económico, social y
político- necesita, «si quiere ser auténticamente humano, dar espacio al principio de gratuidad
como expresión de fraternidad» (CV 34).

5. La realización moral de la libertad: opción fundamental

El discernimiento (que incluye la deliberación), la decisión y la responsabilidad forman


el dinamismo global de la libertad en su realización existencial.

El ser humano, cuando decide, lo hace desde su centro personal, desde la totalidad
concreta de su persona, de tal manera que se puede decir que el comportamiento moral remite
siempre a una raíz, estructura y referencia primordial «capaz de proporcionar fundamento
aglutinante a las demás». Tal referencia es lo que comúnmente se denomina con la categoría de
«opción fundamental», que por un lado constituye la expresión de una comprensión personalista
del ser humano y la moral, y por el otro remite también al sustrato antropológico, psicológico
y ético de todas las decisiones morales.

De una manera sencilla, cabe decir que la opción fundamental se refiere al tipo de
persona que uno es porque así ha querido ser; algo que evidentemente remite también a otros
elementos del dinamismo concreto de la libertad como son las actitudes morales y los actos,
con los cuales guarda una estrecha relación y que evitan su caída tanto en el subjetivismo como
en el intencionalismo.

5.1. La opción fundamental como respuesta al hecho de ser

La opción fundamental es la respuesta moral globalizante del ser humano al hecho


mismo de existir; es la posición que el sujeto toma ante la pregunta que siempre surge por el
hecho y sentido de la propia existencia.

Se trata de una cuestión que de una u otra manera siempre surge del interior humano,
especialmente en situaciones límite o extraordinarias, y que nunca deja de inquietar al corazón,
pues al fin y al cabo se trata del sentido mismo de la existencia y de la manera que tenemos de
situarnos libremente ante ella.

La opción fundamental es una respuesta, consciente o no, al hecho mismo de ser y a la


inquietud que la existencia misma provoca, de manera que, sin despreciarlo, no se reduce a
ningún acto en concreto, sino que abarca todo aquello que uno es porque así ha deseado ser en
cada acto realizado. Es la decisión fundante, a veces atemática, que crea la apertura que origina
todas las acciones y la que hace posible que todo cuanto alguien hace -en el actuar humano-
tenga un sentido preciso.
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Libertad y responsabilidad
La opción fundamental es la respuesta personal a la pregunta sobre qué tipo de persona
he de llegar a ser; a la cuestión de qué quiere Dios de mí. Y parece obvio que el deseo más
radical que tiene todo ser humano es el de ser feliz, con lo cual la opción fundamental es «la
respuesta de la persona a la tendencia a la felicidad que la constituye»-.

Es el acto originario de la libertad humana, el ejercicio primero de la llamada a ser


inscrita en el corazón, la respuesta de la libertad al hecho de estar entregado a la existencia y de
ser llamado por Alguien, por el Bien, por la felicidad, en último término por Dios. Así se dice
en la encíclica Veritatis Splendor: «la libertad no es solo la elección por esta o aquella acción
particular, sino que es también, dentro de esa elección, decisión sobre sí y disposición de la
propia vida a favor o en contra del Bien, a favor o en contra de la Verdad; en última instancia a
favor o en contra de Dios. Justamente se subraya la importancia eminente de algunas decisiones
que dan "forma" a toda la vida moral de un hombre determinado, configurándose como el cauce
en el cual también podrán situarse y desarrollarse otras decisiones cotidianas particulares» (VS
65).

5.2. La opción fundamental como principio orientador de la vida: aproximación bíblica

De esta manera la opción fundamental, que se va conformando a lo largo de la vida,


organiza y orienta todo aquello que el ser humano hace; es un principio integrador de toda la
existencia y en absoluto inmune a las debilidades propias de la condición humana. De ahí su
vinculación con las actitudes y actos en los que se expresa y que le van dando su forma precisa.
Y por eso «la opción fundamental es tal porque con ella el hombre configura el marco de sentido
global de su existencia en el que se inscribe el sentido de cada decisión concreta».

Aunque la Escritura no habla de la opción fundamental, es evidente que la realidad por


ella designada conforma muchas de las afirmaciones presentes en todos los libros bíblicos y, de
forma especial, en la vida misma de Jesús de Nazaret. Se puede decir que toda la moral bíblica
está condicionada por el hecho de una llamada previa de Dios, es una respuesta total de la
persona a un don ofrecido por Él mismo en su creación, de manera que la voluntad de Dios es
la pauta de toda acción moral. La opción fundamental es la elección y la obediencia de la fe (cf.
Rom 16, 26), aquella por la que el ser humano decide entregar su vida a la voluntad de Dios
sobre él.

En todo caso la opción fundamental por Jesús se convierte en un principio orientador de


la vida de la cual dependen todas las demás elecciones. La diferencia entre la elección
existencial y los actos concretos cotidianos de una persona es subrayada también por la Sagrada
Escritura, donde se dice que Dios no mira solo a los actos de una persona, sino también a su
corazón y que quiere recrear al hombre dándole un corazón nuevo (Prov 21, 2; Ez 11, 19; 36,
26; Jl 2, 13) Por eso la conversión es, en realidad, la decisión fundante de poner la totalidad de
la vida al servicio del Reino.
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Libertad y responsabilidad
6. Opción fundamental, actitudes morales y actos humanos

La opción fundamental es, por tanto, la primordial expresión del comportamiento moral
humano y que, de algún modo, determina el compromiso personal por el bien o por el mal, y
de ahí que siempre diga referencia al fin último del hombre y a su proyecto total de vida. Es el
primer acto de la libertad fundamental.

La opción fundamental es la raíz generadora de actitudes morales. Llamamos actitud


moral al conjunto de disposiciones adquiridas que nos llevan a reaccionar positiva o
negativamente ante los valores éticos. El concepto de actitud proviene de acto, hacer, lo que
con el afijo -itud significaría “lo que hace hacer”.

En relación con el concepto tradicional de «hábito», el concepto de actitud otorga una


mayor relevancia a los componentes afectivos y emotivos de la moralidad, con una clara
orientación a la acción y un mayor énfasis en la formación de la libertad y la conciencia. Si la
opción fundamental es aceptar al Dios de Jesús como el determinante último de la moral, las
actitudes morales serán las expresiones en que ello se manifiesta, como el servicio, la
misericordia, la fidelidad, etc.

Si la opción fundamental representa el centro personal del que manan los actos, y si las
actitudes son las disposiciones derivadas y reflejas de la opción fundamental, los actos se
pueden considerar como el lugar de verificación del tipo de persona que uno es, son la expresión
concreta, visible y externa de la propia vida moral y de la identidad personal.

Los actos expresan el ser de la persona, pero también pueden comprometer y modificar
su opción fundamental de vida. Entre la opción fundamental y las acciones concretas existe una
implicación y dependencia recíprocas.

La encíclica Veritatis Splendor no niega la importancia de la opción fundamental en la


vida cristiana, como «elección de fe» por la que el ser humano se entrega totalmente a Dios y
se compromete con Él en todo aquello que hace, es decir, una fe que fructifica en las obras que
la persona realiza. Lo que la encíclica rechaza son las teorías que desvinculan esta elección
fundamental y propia de la libertad de la elección de los actos particulares.

Para profundizar (opcional): A quienes quieran seguir ahondando en este tema central de la
libertad, les recomiendo el artículo de Giannino PIANA, «Libertad y responsabilidad», en el
Nuevo diccionario de Teología Moral (Ed. Paulinas, Madrid 1992) pp. 1064-1082. Les ofrezco
un extracto del texto y una guía de lectura en un archivo adjunto a esta clase. Pueden ver el
artículo completo en: http://www.mercaba.org/DicTM/TM_libertad_y_responsabilidad.htm.

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