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TEMA 46
LA CELESTINA
1. Introducción
2. La autoría de La Celestina
2.1. El primer autor
2.2. Fernando de Rojas
3. Ediciones de La Celestina
4. El género de la obra
5. El estilo de La Celestina
5.1. La lengua
5.2. La retórica
5.3. Sentencias y refranes
5.4. Diálogos, monólogos, apartes y acotaciones
6. Estructura
7. Las fuentes literarias
8. Los temas de la obra
9. Los personajes
10. Sentido e interpretación de la obra
11. Contribución a las asignaturas
12. Conclusión
13. Bibliografía
1. INTRODUCCIÓN
La literatura es uno de los medios que permite al ser humano comunicarse, expresar sus
sentimientos y su mundo interior y, en definitiva, crear e inventar todo tipo de realidades. Por
ello, su conocimiento y estudio son fundamentales para entender cómo el pensamiento y la
expresión de los humanos se han ido desarrollando en cada siglo.
Para ello, este tema resumirá los aspectos principales de La Celestina, obra literaria cumbre
de nuestra literatura. Abordaremos diferentes cuestiones de la obra dividiendo el presente tema
en diferentes apartados, a saber: la autoría, las ediciones de la obra, el género al que pertenece, el
estilo de la misma, su estructura, las fuentes literarias, sus temas principales, una descripción de
los personajes y, finalmente, su sentido e interpretación.
2. LA AUTORÍA DE LA CELESTINA
Una de las cuestiones que ha dado lugar a diversas teorías es la autoría de la obra. La
característica ambigüedad celestinesca abarca plenamente la cuestión. Según nos asegura el
Bachiller Fernando de Rojas, La Celestina es una obra de dos autores: él mismo y otro, que
habría escrito el Acto I. Al mandar una copia del manuscrito de la Comedia al anónimo amigo a
quien va dirigida la Carta, explica los motivos que le habían llevado a continuar y acabar la
primorosa obra que había encontrado inacabada en forma manuscrita y sin nombre de autor. En
los versos acrósticos añade el dato de que el hallazgo del manuscrito por su parte tuvo lugar en
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Salamanca. Puso fin a la Carta con la noticia de que, para que no se confundiese el trabajo de este
autor anónimo con la continuación suya, había dejado sin tocar toda la obra de su predecesor,
llamándola Acto I.
La Carta en su forma impresa no lleva firma, pero, en los versos acrósticos, Rojas descubre
su propio nombre y pueblo nativo: “El bachiller Fernando de Rojas acabó la Comedia de Calysto
y Melybea y fue nascido en la Puebla de Montalbán”.
A pesar de esto, ha habido críticos que, desde el siglo XIX hasta hoy, han negado su
veracidad. Con frecuencia su postura se funda en la supuesta improbabilidad de que una obra tan
singular pudiese ser creación de más de un solo escritor. Esta presunción ha llevado a
conclusiones como que Rojas pudiera haber escrito toda la obra, ocultando por sus propios fines
desconocidos su autoría del Acto I. Otra sugerencia es que, tal vez con la complicidad del
verdadero autor, Rojas se habría apropiado de la autoría de una obra que no era suya.
Ya en el siglo XVI algunos se maravillaban de la unidad artística de una obra que tenía dos
autores. Sin embargo, otros escritores más cercanos a la época de Rojas no encontraban problemas
con la noción de dos autores, concepto en realidad bastante familiar tanto en la Edad Media como
en los siglos posteriores.
Peter Russell (1991) opina que nada contradice de modo significativo los asertos de Rojas
sobre la autoría de La Celestina. Al contrario, al escudriñar cuidadosamente el Acto I, se da cuenta
el lector de que este Acto no está tan bien integrado con los actos siguientes como se ha supuesto.
Según estableció Lida de Malkiel, Rojas, al introducir la obra a sus lectores, emplea con respecto
a su propia identidad estratagemas tradicionales que, en la Edad Media, señalaban que el que
escribía no pretendía ser el único autor de la obra en cuestión.
Fernando de Rojas, en la octava estrofa de sus versos acrósticos ofrece dos sugerencias al
respecto al alabar la obra de su predecesor: Cota o Mena. Mena es, desde luego, Juan de Mena.
La autoría de Mena debe considerarse improbable. El descubrimiento por Rojas en Salamanca de
un manuscrito de una desconocida obra atribuible a un escritor tan admirado como Mena no
hubiera podido pasar inadvertido en los medios cultos castellanos de la época. La sugerencia de
Rojas debe considerarse más bien como término de comparación empleado para enaltecer el valor
literario de la obra que había descubierto.
La candidatura de Cota es mucho más plausible. Se trata otra vez de un conocido poeta,
Rodrigo Cota. Sin embargo, no puede decirse que el estilo ni el punto de vista del poeta se
reflejen en el Acto I de La Celestina. De posibles obras de Cota en prosa no sabemos nada. Sus
biógrafos modernos no han podido tampoco encontrar datos acerca de su juventud que le
relacionen con Salamanca. Sin embargo, tanto Rojas como él eran ambos de tierras toledanas, y
es perfectamente posible que fuera allá donde se conociesen. En síntesis, Peter Russell (1991)
no cree que el caso a favor de Cota sea concluyente.
Relacionada con este problema está la cuestión de otro anonimato, el del amigo a quien
se dirige la Carta del autor. Dicho documento sigue de cerca el patrón retórico del género
epistolar que, con frecuencia, permitía que la carta se dirigiese a un destinatario imaginario. Pero
esta epístola, a juzgar sobre todo por los datos ofrecidos hacia el final, parece haber sido dirigida
a un personaje real. Es tentador pensar en la posibilidad de que este corresponsal y el autor del
Acto I son el mismo, pero es entrar plenamente en el dominio de la especulación.
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Antes de 1500, según explican los versos acrósticos de La Celestina, había recibido ya el grado
de Bachiller en Derecho. Nada cierto se sabe de Rojas en los años que inmediatamente siguieron
a la publicación de La Celestina.
3. EDICIONES DE LA CELESTINA
El único ejemplar que sobrevive de la presunta edición primera, A (la de Burgos, con
probable fecha de 1499), está falta de la primera hoja. No tenía tampoco los versos finales que
después aparecerían en todas las ediciones.
El éxito de la Comedia de Calisto y Melibea fue inmediato. Con fecha de 1500 apareció en
Toledo una segunda o, más probablemente, tercera edición (C). Esta ya llevaba nueva materia
en forma de una carta del autor “a un su amigo” anónimo, once octavas acrósticas y, al final del
libro, seis octavas más de mano de un humanista profesional, Alonso de Proaza, que había
actuado como corrector de la impresión. Es muy probable que la intervención de Proaza tuviese
lugar por vez primera en una edición salmantina perdida (B) del mismo año 1500.
En 1501, y en Sevilla, se publicó una nueva edición de la Comedia (D). Hasta ahora no se
han encontrado más ediciones de La Celestina en la versión de dieciséis actos, pero es posible
que, aparte de la presunta edición salmantina, hubiese otras ahora desaparecidas.
Poco después apareció una nueva versión de la historia de Calisto y Melibea con
importantes cambios textuales. Entre ellos se incluía la sustitución de un título, Tragicomedia, en
lugar de Comedia. La razón de la sustitución se explica de modo humorístico al final de un largo
Prólogo que ahora también aparecía por primera vez. El principal cambio textual fue la adición
de seis actos nuevos. Además, se hicieron, en la Tragicomedia, varias adiciones al texto original
de la Comedia. Hubo también algunas supresiones.
Deben mencionarse dos ediciones más. En Salamanca, en 1540, se publicó en coplas reales
una versión metrificada de la entera Tragicomedia (Ff). Es obra de Juan Sedeño, jurista y
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escritor. Al ir adelantándose el siglo, el texto impreso de La Celestina se alejaba cada vez más de
la ortografía en uso y empezaba a presentar a los lectores problemas de interpretación
lexicográfica y sintáctica. Adolecía, además, de errores inevitablemente introducidos por los
cajistas a lo largo del siglo. Como tentativa de poner término al mal estado del texto se publicó
en Salamanca, en 1570, una edición (SAL1570) cuya portada proclamaba que había sido
corregida y enmendada. Con la edición salmantina puede decirse que, después de más de setenta
años, las metamorfosis del texto de La Celestina se dieron por terminadas.
Entre 1499 y 1634 se ha calculado que se publicaron unas 109 ediciones en castellano. La
obra también gozó de una fama europea que le atrajo lectores de muchos países por medio de las
traducciones. Desde una fecha temprana, parece que muchos lectores rechazaron el título que
habían dado sus dos autores a la obra, reemplazándolo por un título que pronto se hizo popular,
Celestina o La Celestina.
4. EL GÉNERO DE LA OBRA
Problema muy debatido por la crítica ha sido el del género al que pertenece la obra. En los
siglos XVI y XVII se aceptó sin demasiadas discrepancias la naturaleza dramática de la obra. A
partir del siglo XVIII se empezó a postular su carácter híbrido. Moratín la calificó como “novela
dramática”.
Las aportaciones de María Rosa Lida de Malkiel al estudio del género son fundamentales.
Si se quiere encuadrar esta obra dentro de alguna tradición literaria del Occidente europeo, lo
primero que acude al pensamiento es la llamada “comedia nueva”, cuyo principal representante
fue Menandro.
Para Peter Russell (1991) no cabe duda de que, para sus dos autores y sus primeros
lectores, La Celestina, aunque obra evidentemente no representable en las tablas, pertenecía al
género dramático. Rojas, en la Carta al anónimo amigo, coloca el manuscrito salmantino que
había encontrado dentro de la tradición de la comoedia latina. A pesar de estar escrita en lengua
vernácula y de desbordar a cada momento las perspectivas tradicionales y los límites formales de
este modelo, La Celestina, efectivamente, tiene hondas raíces directas en dicha comoedia y en la
mutación cuatrocentista de esta que se ha designado como “Comedia humanística”. Esta última
se inicia antes de 1330 con algunas obras de Petrarca, hoy perdidas, y se desarrolla con éxito en
Italia durante los siglos XIV y XV. La comedia humanística, antes de desaparecer, dejó su huella
en la literatura en lengua vulgar. Podemos hablar de La Celestina como una comedia humanística,
pues Fernando de Rojas aprovechó prácticamente todas sus características:
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b) El enfoque, muy detenido, concede escrupulosa atención a todos los personajes, en todas
sus frases, en todos sus actos y sentimientos, motivando muy pormenorizadamente la
sencilla trama.
c) También ofrece La Celestina el rasgo de dotar a los humildes no solo de pasiones e
intereses propios, sino también de dignidad personal.
d) La Celestina convierte a la amada en un personaje activo, más enérgica que el amante y
no menos ávida de goce; la muestra, además, protestando contra el orden social.
Morón Arroyo (1974) ha reflexionado también sobre la cuestión del género, considerando
que la obra no se parece nada al teatro tal como se concebirá desde el siglo XVI y se concibe en
nuestra época. Sin duda, reconoce el crítico, existe una filiación formal y temática entre La
Celestina y la comedia humanística, pero el producto es muy diferente. Además, advierte, es
necesario pensar la razón por la cual la obra de Rojas jugó un papel muy escaso o nulo en el
desarrollo posterior del teatro español.
En definitiva, La Celestina es una obra dramática: contiene todos los rasgos propios de
este género. Pero desde una perspectiva actual bien puede leerse como una novela, porque posee
también rasgos de este género, y porque, sin duda, ha contribuido decisivamente a su desarrollo
por la extraordinaria profundización en los personajes y por la existencia en ella de discursos muy
variados —cómico, irónico, paródico, etc.—, algo característico del género.
5. EL ESTILO DE LA CELESTINA
5.1. La lengua
Afirma Peter Russell (1991) que el habla materna de Rojas, como muy probablemente la
del primer autor, era el castellano de la región toledana. Pero muchos factores debían intervenir
para distanciar la lengua que aprendió Rojas y la lengua de las ediciones de La Celestina tales
como estas salían de manos de impresores radicados en diferentes regiones del país.
Si consideramos la totalidad del diálogo celestinesco, hallaremos que gran parte se contenta
con imitar de modo magistral la viveza espontánea del lenguaje conversacional popular. Se
evita la latinización exagerada que a veces caracteriza la prosa castellana del Cuatrocientos. La
tendencia latinizante está siempre refrenada por la conciencia de ambos autores de que semejantes
pasajes tienen que convencer como auténticas unidades dialogales.
El léxico. Saltan a la vista los latinismos léxicos (filosofal, planto). Esta tendencia
latinizante no excluye, especialmente en el Acto I, otra arcaizante o popular: afrenta (‘peligro’),
físico (‘médico’). La lengua refleja la inseguridad de las formas del verbo característica de la
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época. Un rasgo característico en general es cierto gusto por la expresión sinónima. Como suele
ocurrir en los textos de este período, el uso preposicional es mucho más libre que en la lengua
moderna. Hay marcada preferencia para anteponer el adjetivo calificativo al nombre a que se
refiere. En cuanto a los pronombres, hay fuerte tendencia a colocar el pronombre personal delante
del infinitivo. Cuando el pronombre sigue al infinitivo es frecuente la asimilación.
5.2. La retórica
La función de la amplificatio era tomar una sencilla declaración o idea inicial y extenderla
para extraer todas o muchas de las posibilidades significativas inherentes en ella. Es un proceso
constantemente empleado en La Celestina.
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c) El diálogo de réplicas breves: es el diálogo base de la obra. Contiene una lengua menos
estilizada que los anteriores diálogos, pero impresiona por su espontaneidad y
modernidad. Son ricos en elementos costumbristas.
d) El diálogo muy rápido: se trata de un diálogo muy vivo, de brevísimas réplicas que
tienen unas funciones específicas, especialmente las de acotación y complicidad.
Fernando de Rojas usa el monólogo muy frecuentemente en la obra para que los personajes
nos descubran sus conflictos anímicos y sus inquietudes más íntimas. En general, están escritos
con frases largas, llenas de erudición. Se trata de un discurso lento, lleno de interrogaciones y
exclamaciones retóricas, apóstrofes, proverbios, frases antitéticas, etc. Por otra parte, Lida de
Malkiel distingue dos tipos de apartes: el que pasa totalmente inadvertido a los demás personajes
y el que es advertido por los personajes.
Fernando de Rojas incorpora la acotación al texto dramático. Lida de Malkiel agrupa las
acotaciones en varios tipos: acotaciones enunciativas: son las que se desprenden de un saludo,
una despedida, etc.; acotaciones descriptivas: presentan el aspecto, el atavío o la actitud y el gesto
de los personajes; acotaciones implícitas: permiten inferir del diálogo la actuación de un
personaje.
6. ESTRUCTURA
Son muchos los críticos que han mostrado la singularidad estructural de La Celestina.
Gilman señala que el número de actos de La Celestina no mantiene ninguna relación con la
estructura interna de los acontecimientos.
Peter Russell (1991) advierte que los problemas estructurales que observan los lectores
modernos de la obra seguramente no preocuparían en absoluto a sus primeros lectores, y se centra
sobre todo en la división, tan incongruente, de los actos acometida por Fernando de Rojas. Las
notables diferencias de extensión no terminan de tener una explicación lógica.
Dejando de lado el caso un tanto especial del primer acto, el acto más corto es el XVI (103
líneas). Hay ocho actos más que no ocupan más de ciento cincuenta líneas. Pero hay tres que
sobrepasan las cuatrocientas líneas. Los demás vacilan entre 155 y 344. Tales divisiones no
parecen abarcar contenidos narrativos o espacios temporales autónomos que se puedan semejar a
las jornadas del teatro posterior. La impresión de arbitrariedad parece que se impone.
Los clásicos. Varias ideas aristotélicas se encuentran a lo largo del Acto I y, en boca del
criado Sempronio, en la escena 1.ª del Acto II. Muy importante es la influencia del senequismo
medieval en La Celestina. La influencia del senequismo medieval en La Celestina no se limita a
la cita esporádica de sentencias. La manera de presentar temas como el amor, la amistad, la
bienaventuranza, la naturaleza y valor de los bienes interiores y exteriores, la Fortuna, y otros
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muchos refleja con frecuencia el enfoque senequista. Hay bastantes reflejos pasajeros del
pensamiento o de los dichos de algunos otros autores de la época clásica en La Celestina.
Petrarca. Es el autor más citado por Fernando de Rojas. El De remediis utriusque fortunae
es, sin duda, la obra de Petrarca que más interesó a Fernando de Rojas. Es un tratado de filosofía
moral que, aunque es básicamente cristiano, debe mucho a los autores de la Antigüedad, como
Séneca y Cicerón.
Poesía castellana. La lectura de La Celestina indica que tanto el primer autor como
Fernando de Rojas eran grandes aficionados a las letras y conocían la literatura castellana de la
época: hallamos reminiscencias de las obras de poetas como Rodrigo Cota o Juan de Mena.
Dorothy Sherman Severin (2004) opina que Calisto es una parodia del amante cortés.
Calisto no es solamente una parodia de un amante cortés cualquiera, sino concretamente del
protagonista de la novela sentimental española por excelencia, Cárcel de amor, Leriano.
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Toda la crítica está de acuerdo en el ataque que el autor lanza contra el amor, especialmente
al final de la obra, en el famoso planto o llanto de Pleberio. Ejemplifica los estragos que causa
mediante referencias a la mitología de la Antigüedad. La interpretación de este largo pasaje de la
obra no está, de cualquier forma, exenta de controversia.
La muerte así sentida se convierte en un aliciente para vivir deprisa, y esta será la consigna
de Celestina. Como personaje de más edad, conoce los efectos devastadores del paso del tiempo,
de los que se queja y contra los que se rebela. Pero la muerte, al final, triunfa. Solo Melibea morirá
por propia voluntad: a todos los demás les sorprenderá la muerte con su súbita y justiciera venida.
Siguiendo una tendencia literaria del siglo XV, junto al tema del amor y de la muerte, Rojas
aborda el otro gran tema: la fortuna, poder absoluto que domina a los mortales. En su llanto final,
Pleberio achaca sus males a los tres poderes de los que venimos hablando.
También debemos realizar una breve mención al tema de la magia. Celestina no solo es
alcahueta, sino también hechicera que se especializa en hacer uso de las artes vedadas como
instrumento de la alcahuetería. La forma de magia más practicada por las alcahuetas era la
philocaptio, que era suscitar por medios mágicos en la víctima del hechizo una violenta pasión
amorosa hacia una persona determinada sin que esta se diese cuenta de que algo anormal había
ocurrido.
9. LOS PERSONAJES
Opina Peter Russell (1991) que un notable rasgo de La Celestina es que casi todos sus
personajes carecen de pasado aparte del que van adquiriendo a consecuencia de lo que les
acontece durante el desarrollo de la obra. La gran excepción es Celestina.
Calisto. Russell considera que Calisto representa el amor cortés parodiado. También es
personificación de la locura amorosa. Pero, a la vez que progresa la obra, estas dos posturas
cómicas tienden a transformarse en algo muy cercano a una verdadera pasión romántica solo
subvertida de vez en cuando, y pasajeramente, por elementos paródicos o cómicos.
Calisto pertenece a la nobleza e incumple reiteradamente sus deberes para con los criados
y falta a su dignidad cuando elogia hipócritamente a la vieja Celestina. Calisto se desenvuelve
siempre con pusilanimidad y cobardía. La muerte de sus criados marca el punto donde comienza
la caída moral definitiva de esta figura, que solo puede desembocar en la muerte.
Es ya mujer madura de veinte años, lista, inteligente y leída, de personalidad resuelta, muy
consciente de sí misma y de su valor. Al crear el carácter de Melibea como personaje fuerte, los
autores de La Celestina sin duda estuvieron también influidos por la necesidad artística de hacer
de ella digna adversaria de Celestina.
Como retrato de mujer enamorada, Melibea hace pensar en las muchachas que se
encuentran con frecuencia tanto en las comedias humanísticas como en la ficción sentimental de
la época, mujeres voluntariosas, a veces en rebeldía contra el yugo paterno y deseosas de fraguar
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su propio destino. Pero, al mismo tiempo, no deja Melibea, persona piadosa, de manifestar
compasión mujeril. No obstante, Rojas no se harta de demostrar que, como en el caso de Calisto,
el amor apasionado es sentimiento profundamente egoísta.
Celestina. Al contrario de los otros personajes, ella tiene un pasado biográfico. Se insiste
mucho, además, en la apariencia física de la vieja. Otro aspecto destacable es que Celestina ha
dedicado su vida entera a la sexualidad como artículo de compra y venta.
Como conviene al mundo al revés celestinesco, está muy preocupada por su honra. Por otra
parte, una ausencia total de vergüenza es rasgo fundamental de Celestina. No se siente marginada.
Está orgullosa de su oficio de alcahueta profesional, jactándose de la destreza con que cumple los
deberes de dicho oficio.
Celestina no solo es mucho más astuta y perspicaz que los demás personajes de la obra,
sino que también es mucho más inteligente. Sobre todo, por lo que respecta a las cosas que tienen
que ver con el amor. Esta vieja que continuamente recurre a la mentira, al engaño y a la hipocresía
reconoce en seguida cuándo otros están empleando los mismos trucos contra ella. Posee, además,
un don extraordinario para entender, en los argumentos, cuándo ha llegado el momento para
cambiar de dirección, lo que hace con el mayor aplomo.
Celestina, desde luego, tiene puntos flacos. El mayor es la codicia, vicio que predomina,
incluso cuando se encuentra en peligro de muerte, sobre la astucia y el don de gentes.
Elicia y Areúsa. Elicia, junto con su prima Areúsa, tienen, después de la muerte de
Celestina y de los criados, un papel más importante. Serán ellas, con su deseo de vengarse de los
amantes nobles por la pérdida de sus propios enamorados, las que planeen la muerte de Calisto.
Elicia es un personaje bastante complejo. Para Elicia el amor sexual es, sobre todo, experiencia
alegre y divertida. Ni por un momento le preocupan consideraciones de índole moral o doctrinal.
Cuando muere la vieja, la vemos desorientada y ahora se apoya en Areúsa.
A pesar de su juventud, Areúsa se revela en la obra ser inteligente, muy astuta, mandona y
de corazón duro. Es muy hostil a las mujeres de la clase acomodada. Es Areúsa quien urde los
detalles de la venganza de las dos mujeres contra Calisto y Melibea.
Pleberio y Alisa. El papel de Alisa es muy contradictorio. Al hablar los otros personajes
de ella nos aseguran que, como madre, Alisa es sospechosa, impaciente y resuelta. Pleberio se
presenta como un dechado de tolerancia y humanidad, al menos desde nuestra perspectiva actual.
Pero, según Russell, esta actitud, que en nosotros suscita admiración, es posible que fuera mirada
con desprecio por los lectores de la época. En su monólogo final, Pleberio parece rechazar toda
responsabilidad de lo sucedido y achaca su desgracia al mundo, a la Fortuna y al Amor.
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Hoy La Celestina sigue siendo una obra ambigua. El mismo Rojas lo insinúa en el prólogo
que puso a la Tragicomedia.
Marcel Bataillon es el primer gran defensor de La Celestina como una moralidad. Los
propósitos morales que Rojas declara al principio de la obra son ciertos: se trata de una
condenación del amor que destroza las barreras éticas y sociales. Esos principios de moralidad se
manifiestan no solo en los explícitos preliminares sino también en el fin trágico que afecta a todos
los personajes.
José Antonio Maravall es el más sólido defensor de la tesis sociopolítica: los valores
estables del Medievo, representados por algunos personajes de la obra, quedan trastocados por la
irrupción de nuevos valores y formas diferentes de relaciones sociales. El historiador no niega en
absoluto el carácter moralizador de la obra, pero una obra que pretendiera moralizar en esa época
tenía que adaptarse a la realidad de un nuevo mundo. La obra nos muestra el complejo entramado
de transformaciones de la sociedad prerrenacentista. La Celestina es, pues, una obra moralizante,
pero con una conciencia clara de los problemas de una sociedad, la de su época, en plena
transformación.
María Rosa Lida se opone a la interpretación que ve en La Celestina una intención moral.
Para la estudiosa, la obra es una creación de caracteres personalísimos, plenos de realidad, como
seres de carne y hueso. En consecuencia, no es una obra moralizante y didáctica, pues este tipo
de producciones posee siempre un contenido impersonal y generalizante, rasgo que no se halla en
la obra. Lo que sí es cierto es que el escritor nos presenta en su obra el mundo como una contienda
de la cual el hombre no puede escapar. Es un mundo en que confluyen dos planos sociales
distintos: el de Calisto y Melibea, y el de Celestina. La mezcla de ambos constituye una
extraordinaria y compleja experiencia literaria: por vez primera, en una obra en lengua vulgar, los
desheredados adquieren tanta importancia como los personajes nobles.
12. CONCLUSIÓN
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13. BIBLIOGRAFÍA
ALBORG, Juan Luis (1997). Historia de la literatura española: Edad Media y Renacimiento (T.
I) (2ª ed.). Madrid: Gredos.
MENÉNDEZ PELÁEZ, Jesús (coord.) et al. (1995): Historia de la literatura española. Volumen
I: Edad Media, León: Everest.
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